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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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RIGOBERTO GÓNGORA [11.679]

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Rigoberto Góngora 

(EL SALVADOR   1955-1981). Formó parte de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) y sufrió la persecución. Perdió la vida en el campo de batalla en 1981. 




Testimonio

Las verídicas piernas de un mamey tierno
hace cosquillas en el hueco del hambre
cuando mis padres aúllan el deseo.
Un dedo pinta innumerables puertas de amistad y
dominios estrictamente prohibidos
a los netamente naturales peces del aire
colándose en las entrañas de un olor tremendo
en los días que tenemos sarna y
acostumbramos rascar las mentiras.
Esta noche tendré que contar historias
de hormigas que preñan a los hombres que
gustan de tristezas..






POEMA

Bueno no necesito enfrentarme a la ortografía de los académicos
ni mejorar la cortesía para escribir cartas como de costumbre.
Aquí
destrabamos al menos nuestros prejuicios a solas
porque el silencio es un espejo
esperamos salir a caminar y
nos atan las costumbres familiares
sensiblerías paja y
otras cosas pero
estoy seguro que en un momento estallará la
protesta de labios del calcañal.
Estos barcos esperan
vagan
esperan.
El calor nos devuelve la realidad de una América enferma y
nos decidimos a degenerar Millerianamente este sistema.
Pongámosle los cuernos a la civilización.
Espero al día que se acerque a mi fe
cuando ya no mire de buen modo las costumbres supremas.
Espero se comprenda esta manera de vociferar y
aguantar por un minuto más el silencio…






POEMA

Esperar en altamar mis profecías
embarco en la noche que estupidiza a mis hermanos.
Parto desde el insomnio.
Un show
flor barata
alquilada conciencia
hipocresía.
Retorno a mis indiadas de pobre cazador de mariposas.
Esquelético espejo de la sangre golpeada.
Llamarse simplemente
salvaje.
Creo despertar con ustedes.
Y si el cerdo vuelve a1 fango ustedes y yo
volcaremos la
P 0 E S I A.







MOMENTOS SIN PAN Y SIN DINERO

Tomen mi sombra y cobren,
salgan a caminar por los portales
Deshagan las últimas gotas de vida en mi silencio.
Desahoguen su lupa de impulsos y
descubran el minuto.

Y tú,
desaforada bestia,
diviértete,
duerme en el el rebaño y
juega con la hierba.
Después, mucho tiempo después,
despertarás con un grito…
Verás que tu espalda se acomoda lentamente….
Tumbarás las piedras del sofisma, . . .
Después hundirás tus dientes..
Y CUANDO LO HAYAS SABOREADO,
SABRÁS,
sabrás a pura sangre.









POEMA

Aquí está mi mano
si sirviera para apoyar a los últimos
si despegara la pistola del hombre
esta vez grito
¡Pero en fin
estar cansado con la vida es una buena manera de llorar!
Pero si decimos
l u n a m o r i t e
son ustedes capaces de denunciarme al astronauta y
él me dará un trompón de esos que traen piedras del país del
barranco
¡Sí, ustedes! ¡No se hagan!
A ustedes los vi ayer untándose billetes
vuestras caras me recordaron un animal de raza que tuve en el chiquero
Estas cosas pasadas viven en el presente pero ustedes dicen
que tengo envidia miento y escupo la saliva ausente
Así se pasan la vida discutiendo por un pedazo de periódico
para caminar de boca en boca como los chistes colorados
Seguís mintiendo me dicen
Bien recojo vuestras gracias
me voy
ya nos conocemos ………..







LOS ACTORES CAMINAN

Una manera de decirte adiós mi perro vagabundo
una manera de llorar mirando a1 cielo
como si dijeran que la mente se pudiera meter en el bolsillo
La desesperación
quiebra cánones
apariencia
mitos
Constantemente estamos en el viaje
morimos y anclamos
aún así nuestro silencio traga historia
se mete en el rincón más oscuro a escupir
Orina las flores
allí por ahí como quien dice juguemos una pequeña aventura
Dicen algunos poseer la verdad pero
esta no se compara ni se dialoga
simplemente los actores caminan
queriendo desquitarse la patada
Los pantalones vuelan porque no hubo reloj desayuno
golpe de doce ni zope de cena
Alguien dice actuamos sólo fuera del escenario
cierto
la piedra duele al mostrarla y
mejor la aventamos
escondemos las uñas
aullamos
maullamos
pero no somos perros ni gatos……







NUEVE Y CINCO DE LA NOCHE

Estoy cono si tal
por dentro mi voz tiembla
cobardía de hombre que quiso le siguieran contando
el último capítulo del cuento
Las tazas de café me alteran
Zumbo como organillo
En los libros sitúome tambaleante
trato de mantener la rectitud y exploto
Los días se alargan y no quiero perecer con máscara
discreta sonrisa
La mágica y ultrasecreta seriedad se la debo a los traumas de mi bigote
El dominio crece cuando en los ojos aumenta la lectura
A veces la comida oblígame arrinconar el despecho
por hoy no quiero posición nombre ¡NADA!
Tengo que regresar al PAÍS de donde vengo
donde no creen los honorables mercaderes de la palabra
que comercian hasta con el viento
En ocasiones silbo canto y divágome en lugares donde perros
y humanos acompañan a mojar la tembladera del diablo
Es la desesperación en el valle de lo desconocido
Quisiera ser brujo
mirar con el ojo tercero las otras dimensiones de
mi estupidez clara y maligna de
vivir en el país de los ratones
donde los agujeros saltan con la expresión más simple
Mi carcomida piel de no humano cruza la humorada que no regresa
al nervio de rosas extrañas
en la mañana donde el gringo habla en reuniones secretas
aullando por no serlo pero
ahí están james bond el wiski la coca cola en cada paso
como si nada cual si 1a vida se nos saliera por la gabela
como si dios fuera yanki
Estaba lejos ayer del soliloquio
mis parientes reclaman
Miro y los olvido
Marcho cansado de ver que oportunizan el dolor que
ríe así como agonía en vuelo y
desangra así como sustancia malévola
canción de malditos ….









PARA CUANDO LEAN Y ENTIENDAN BERTILA

En una ironía la vida tratando de salvar el pellejo.
Por eso, Bertila, te repito, que estamos metidos
en una primavera delirante y desde hace muchos inviernos
se nos renueva el lodo con un cenicero en la garganta.
Tus ojos color musgo me dicen la necesidad eterna del parto.
Amaneces con rayos en el vientre, calentando la vulva del desayuno.
Por el hambre que tengo me haces comprender a García Márquez;
“sobre balcones presidenciales donde salen a persinarse las vacas” .
Nuestra energía luminosa descascara edificios y máquinas por
un alfabeto nuevo con olor a humano.
Sabés que el miedo y la tensión afilan la existencia,
nos frunce las cejas con buena puntería.
Por eso tus ojos dialécticos los comparo con un primero de
mayo y este invierno será para nosotros, como maíz en fermento.
La luna fue babeada por los sapos, pero nos queda como último
recurso el sol, vas a ver.
Nuestra sangre brotará ríos sin límite.
La canción desesperada salvará las putas y escupiremos sobre
los hombres perros para matar la peste de la solemnidad, que
se ha mamado los años, nutrido de lo nuestro.
Por eso conectamos nuestros cuerpos, creando el reino de los
cielos aquí en la tierra y como lo dijo Pablo o Saulo, o como
quiera el retumbo: hay que temer a las muchedumbres enardecidas
por el hambre . . . . . . . . . .




 

POEMA

Testigo el agua de que me gustan las frutas después
del baño
de abrasar las espumas de su fuente
de oír la risa de los muertos que
reclaman la siesta en el descanso de los árboles.
Orino en e1 bosque cuando lloran las piedras.
Testigo el agua de que ustedes son
los infieles buscadores de juventud que
les gusta jugar sucio
culebras autonombrados genios en fin
los dejo
no sé nada de intrigas
nos vemos chao nos vemos.






NELSON BRIZUELA [11.680]

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NELSON BRIZUELA



por Mauricio Vallejo Márquez

Nelson Brizuela nació el 24 de julio de 1955 en San Salvador, donde creció a lado de sus padres Lidia Erazo de Brizuela y Miguel Angel Brizuela (Q.E.D.). Desde muy joven demostró su intensa vena poética y musical, además de ser un excelente estudiante que brillo siempre por sus notables calificaciones, sobre todo en la Escuela Joaquín Rodezno. Como todo amante del arte, Brizuela ahorró hasta que pudo comprarse su primera guitarra y con tenacidad aprendió solo a tocar su instrumento y pasaba las horas entre cuerdas y voces, versos y metáforas.

Fue en esos años en los que estudió secundaria en el Instituto General Francisco Menéndez y con el desinteresado apoyo de la maestra doña Lilián Colato de Aguilar, que junto a los poetas Antonio Rodríguez, Mario Noel Rodríguez y Adolfo Castaneda publica sus primeros versos dentro del poemario "Nuevos Poemas" publicado en Octubre de 1973. Allí comienza su vida de publicaciones.

Curiosamente Brizuela no se decidió a estudiar una carrera relacionada con la literatura, sino todo lo contrario y en 1973 se graduó como contador público del Instituto Miguel de Cervantes.

Poco tiempo después ingresó a la Universidad de El Salvador, en la cual estudió Economía. Lamentablemente no pudo concluir esa carrera debido a las responsabilidades familiares que como buen hombre de familia cumplió hasta donde pudo.

Mientras se desenvolvía con los números, Brizuela fue ganador de los juegos florales de Zacatecoluca en una ocasión. Y más tarde su trabajo literario fue publicado en la antología poética La Margarita Emocionante publicada por la Editorial Universitaria en 1979.

Al llegar 1980 la vida del poeta dejó de ser igual y la muerte de Jaime Suárez Quemaìn afectó su vida. El 30 de agosto de ese mismo año y con el corazón en la mano decide asiliarse en Nicaragua, donde la bohemia fue su amiga inseparable. Pero, no olvida su país y en sus escritos siempre está presente:

"En sus escritos revela sus interminables noches (en los cafés) de Bella Napoles, de Lutecia, de Alcázar, de las calles de San Salvador, de su Barrio Belén, de sus padres y hermanas, de la pobreza y del llanto, de la lluvia, de la injusticia y crueldad del gobierno en turno y también de la esperanza de un tiempo mejor", Afirma Beatriz Brizuela, hija del poeta.

El poeta siempre fue un conciliador y un "pan de Dios", como afirma Mario Noel Rodríguez, pero el 7 de agosto de 1990, víctima de un accidente cae de un autobús en Managua, perdiendo la vida.

Brizuela jamás imaginó que volvería a su natal San Salvador en un ataúd dejando sus escritos al resguardo de sus hijos y familiares que esperan que Nelson Brizuela ocupe el lugar que merece dentro de las letras nacionales, como un eslabón más de esa larga cadena de escritores salvadoreños que la historia había olvidad y hoy lo recuerda.

Es verdad que la guerra nos arrebató a grandes hombres y mujeres. Entre ellos muchos artistas que dejaron casi toda su obra en alguna pluma o en sus mentes. Algunos pudieron legarnos hermosos versos que se mantienen ocultos a falta de buenas políticas editoriales, ese es el caso de Nelson Brizuela.

Brizuela fue miembro de la Cebolla Púrpura junto a Jaime Suárez Quemaìn, Mauricio Vallejo (padre), Rigoberto Góngora y otros que con sus plumas sagaces no sólo parieron hermosos versos o prosas, sino también mordaces comentarios, sentidas opiniones acerca de las injusticias que se veían a diario en nuestro pequeño El Salvador tan lleno de odios e ignorancia.







POEMA AL TIEMPO VIVIDO

A: Roberto López
A: Víctor Espinoza Treminio:
por la amistad.


“Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco, tanteo en la oscuridad.
No me vayan a dejar solo,
y el único recluso sea yo”.
(César Vallejo: TRILCE)



¿En dónde volará mi cuna,
los ojos taciturnos de mi madre
que hoy me ven desde sus primeras canas,
las que nunca imaginé en mi infancia?
¿Qué mirarán ahora esos ojos
que hoy suspiro
en una fotografía melancólica?
¿Y qué me han hecho mis días,
mis calles, mis lluvias,
mis muertos, mis octubres,
mis hermanos con piscuchas voladoras
tan diluidas y distantes
por el rio del tiempo y de la nostalgia?
¿Dónde estarán los rostros
que ya no son los que dejé
y por eso los amo tanto?
¿Recordarán que vi la luz
hace treinta años?
¿Habrá algún brindis para mi,
alguna anécdota en la mesa?
¿Acaso habrá algún brindis
y una mesa?
¿Se darán el lujo de una pausa en la jornada,
de un pensamiento relámpago
para sonreir y continuar en el avance?
Hoy tengo treinta años
de ir en esta tormenta
de látigos desaforados
esgrimidos por dementes
que amenazan descargarlos
sobre el corazón de la humanidad,
desde Washington D.C.
¿Será capaz la decadencia
De destruir este rocío
con que Julio remoja mis treinta años?
¿Se atreverá la garra
a ultrajar el saludo
de la lluvia a la grama
y al cabello?
Ahora comienza a llover en serio.
Yo no corro.
Los hilos de la lluvia
me trazan el rumbo del ascenso,
son la brújula habitual
de mi cabeza,
pero al deslizarce, acariciante,
en la naríz y las pestañas,
el agradable tamborileo
redobla a nostalgia y a tristeza…..
Los amigos, la ausencia
La patria herida y lejana
Los ojos taciturnos de mi madre,
la plática pendiente con mi padre
el hedor a muerte
que nos baja el norte,
por lo que puedo decir:
Hasta hoy he vivido
treinta años,
es decir,
lo suficiente para salir de la burbuja,
agarrar el tiempo del cuello
y continuar con mi existencia.







Any:
Todavía una que otra
cosa se me cruza por
esta mi mal tratada
cabeza, asi es que, aunque
no te lo dedique del todo a vos,
siempre sale que
todo “yo”, soy para vos.-
Nelson Brizuela



Revolución

A mis hijos

I

Sos tan virgen
que aún no has nacido



II

¿Por qué tan dura
si yo soy uno de tus moldes?



III

Mamitu:
¿Dónde están tus pechos?



IV

¿Por qué te toman por asalto?



V

¿Y esa lágrima
cuando ves a mis hermanos?



VI

Ya te lloré…
¿Cuándo vas a oirme?



VII

¡Mamitu,
si yo no te pido nada!
¡Yo nací por vos!
¡Yo vine por vos
y para vos!
¡Yo soy vos, mamitu!



VIII

¡Nacé!
No quiero quedarme espermatozoide,
No quiero sólo ser un sueño.-



IX

Y El mar
¿Jamás tendra la sal
de tu sonrisa?



X

¿Cuándo podré bañarme
entre tu hierba?



XI

¿Cuándo terminará tu noche?



XII

¿Cuándo nacerán mis hijos?



XIII

¿Cuándo me devolverán
mi infancia?



XIV

Envolvésela a los niños:
se las regalo.-









RÉPROBO

Angustiado el hombre,
agotado el incesante,
agonizando el buen pensamiento,
quiero refugiarme en ti.-
Las alas me las destrozó el tiempo,
el amor se quedó en palabras,
entonces,
sólo quedó el turno de los triunfales.-
Yo no pertenezco a esa especie:
lloro, rio, blasfemo,
reniego de mi triste
condición de poeta,
y de vez en cuando,
casi siempre,
golpeo o me golpean.-
Todos me pedirán cordura,
todos son sabios,
todos conocen el ser:
¿Quién se interna
en el laberinto de los hombres?
El psicoanálisis
es un simple crucigrama,
Pavlov,
(con todo y que lo quiero)
es una jeringa descartable:
¿Entonces…?
¿Por qué no buscar el rumbo de los Astros?
¿Quién, sino el hombre mismo,
domina
el cosmo y la tierra?
No quiero Absolución:
preparen su guillotina.

10/II/86







PRESENTACIÓN

La poesía es el luto arrastrándose
en cada granito de polvo, en mi país.
Es la muerte y su grotesca risotada
parándole los pelos a la gente.
Nada me costaría cantarle a este tiempo
con la “forma” o con la “altura”
que la estética académica exige;
podría decir por ejemplo:
Viejos avatares duelen, cual fibrosis
erguido en estilóbato de estío,
cual Atropos furibunda en desfío
a la reproducción de la meiosis.
El agrio Marte embaraza, cual trombosis
de rencor ennegrecida, el solar mío.
Cual Egipán dacroniano en desvarío
mira diablos al sopor de su psicosis.
¿Podrá mi pobre gente analfabeta
entender de pasada una cuarteta
de las que arriba escribo? ¿O son vacías
frases, adornos arrogantes de poesías?
El poema es del pueblo y su poeta,
todo lo demás son galimatías.
Hoy la poesía es de urgencia en mi país,
de lo contrario todo quedaría
en un papel manchado de ocurrencia “geniales”,
para pocos. ¿Cómo voy a decirle a la mujer que quiero:
Contarte quiero, Venus amada, que eres
el céfiro que sopla mi ventana,
poniendo a mi existir cada mañana
el aliento necesario en mis quehaceres.
Sáficos versos canto. Amaneceres
encuentro entre tus manos. Te profana
mi boca trashumante, cuando Diana
me alquila su equipaje. No aceleres
mi muerte en tu mirada, ¡te lo ruego!
ahora te diré “mi amor”, sin el juego
estéril de palabras. Como somos,
como hablamos nosotros, así, sin asomos
supérfluos de retórica. Sin el pliego
demandando decir: “amor”, en veinte tomos.
¿Valdrá la pena jugar al artesano
y ponerme a escribir para poetas?
¿Valdrá la pena cerrar más todavía la puerta
por donde aparecí en el mundo
con todos mis hermanos del pueblón querido…?









SOLEDAD

Para colmo de males
tengo un tizón en la garganta,
como quien dice
no me puedo consolar
con aquello de: “quien canta
su mal espanta” y sigo terrible,
interminable,
horriblemente solo,
así es que si se les antoja
fotografiarme con esta camiseta calaceada,
con mi pelo de escobetón viejo
y el plante de cipote desnutrido,
ya tienen una linda estampa de mi país.









COSAS DE FAMILIA

Según me cuentan,
mi abuelo tocaba la guitarra
y era un buen mecánico
que le gustaba el tequila
y ya picado, le cantaba a su mujer
“la que se fue”.
Mi padre es un pacífico Contador
de pisto ajeno,
jamás se ha metido en política
y respeta a sus hermanos
porque aman la Biblia
y los discos de Ray Conniff.
Mi madre lleva una vida trabajando
en cuidar “bichos” ajenos
y en sus adentros cree que soy un genio
y eso no la deja dormir.
A mis hermanas, mis primos y cuñados,
los tiene locos John Travolta
y el basquetbol;
pero yo salí poeta
y algo es algo ¿no?







JOSÉ JOAQUÍN BURGOS [11.681]

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José Joaquín Burgos 

(Guanare, VENEZUELA   1933). Es novelista, poeta, ensayista, periodista. Ha publicado los libros: Por aquí se escuchan las pisadas del tiempo (Discursos, 1976). Ronda de Luz (poesía, 1956), Los Días Iniciales (poesía, 1963), Guanare Siempre (poesía, 1974), Guanare Piedraluz (poesía, 1993), Unicornio (poesía, 1991), Piel de Sueño (poesía, 1996) Coromotanías (poesía, 1992), Torreparque (novela, 1988), El Pozo del Arcoiris (narraciones, 1995). Don Juan de los Poderes (novela, 2003), Ciudad novelada (2006); Las Murallas del reino (novela, 2007). Foto de José Antonio Rosales.





Decir sobre la sombra

 Para Julio Rafael Silva Sánchez

La sombra es un rumor, casi un silencio. 
Es el perfil del aire que se duerme. 
Es la voz que te nombra y que te borra             
Para que todo ignore tu existencia. 

Y sin embargo tú por ella existes. 
Desde ella te edificas o derrumbas. 
Con ella te sumerges en el sueño, 
Que es como regresar hasta la nada. 

Con la sombra te elevas, como un árbol; 
O eres la piel oscura de la noche 
Tatuada por el sueño y las estrellas. 
O simplemente oscuridad... 

¿Qué eres, entonces?, me pregunto, hermano. 
Y qué serás cuando tu sombra baje 
Contigo, hasta la tierra que te  cubra, 
Y ya jamás regrese 
Y se pierda contigo, para siempre? 

Piensa. Mas no respondas. El silencio 
es la voz más perfecta de la sombra... 





José Joaquín Burgos o el aire iluminado


Por Julio Rafael Silva Sánchez

Primera estación / Conociendo a un irreverente maestro de la lengua


Especial para Gramscimanía

Conocimos a José Joaquín Burgos a mediados de la década del sesenta, al final de nuestra adolescencia, cuando, continuando nuestro periplo académico iniciado en Tinaquillo, dejamos con pesar la casa paterna, y, luego de disfrutar de las hermosas sabanas de Taguanes, con la acostumbrada parada en el Monumento dedicado a esta batalla,  ocurrida el 31 de julio de 1813 (monumento preferido por mi padre al más conocido del Campo de Carabobo, por  inexplicables razones que se perdían en los orígenes de la estirpe), llegamos a Valencia  y recalamos en el liceo Pedro Gual, en donde continuaríamos cursando el bachillerato, orientados por insignes profesores como el poeta Burgos, Jesús Berbín López, Pedro José Mujica, José Joaquín Estrada, Stefan Pestyk, René Falcón, José Luis Zerpa, Luis Gómez Guillén, Mercedes Quero de Dezio, Américo Lomelli Verde, Daniel Táriba y tantos otros excelentes ductores que hacían de la docencia un modo de vida y una pasión existencial.

El profesor Burgos, con su facundia intelectual y su aplomada y proverbial sencillez, saltándose el programa oficial, seducía a sus alumnos con la lectura de autores ignorados (¿o, tal vez, censurados?) por el Ministerio de Educación, como Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, Walt Whitman, Sylvia Plath,  Ernesto Cardenal,  Cintio Vitier, Guillermo Cabrera Infante, Adolfo Bioy Casares, Oliverio Girondo, Victoria Ocampo, Silvina Bulrich, Ida Gramcko, José Antonio Ramos Sucre, Enriqueta Arvelo Larriva, Alberto Arvelo Torrealba, Cruz Salmerón Acosta, Miguel Ramón Utrera, Alí Lameda, Adriano González León, José Pepe Barroeta,  Víctor el chino Valera Mora, José Vicente Abreu, Ramón Palomares… cuyas obras eran literalmente devoradas por nuestra inquieta cofradía de expectantes discípulos, aquella banda de ávidos adolescentes, en la cual destacaban, entre otros compañeros: Roger Capella, Claudio Romano, José Botello Wilson, Carlos Rojas Malpica, quienes compartíamos regocijados los textos de aquellos autores, al lado, por supuesto, de las obras de los clásicos: Homero, Horacio, Sófocles, Virgilio, Garcilaso de la Vega,  Jorge Manrique, Miguel de Cervantes, Rubén Darío, Pablo Neruda, César Vallejo, Vicente Huidobro, Rómulo Gallegos, Miguel Otero Silva, Arturo Úslar Pietri … todos ellos profundamente amados por el poeta Burgos y siempre presentes en su muy abultada y generosa alforja de alquimista.

Algunas veces, al salir de clases (la última hora culminaba a las cinco en punto de la tarde y la tertulia continuaría en las calles),  subíamos hasta el Rectorado de la Universidad de Carabobo, para el encuentro siempre enriquecedor con los poetas José Miguel Villarroel París, Eugenio Montejo, Reinaldo Pérez Só, Alejandro Oliveros, Teófilo Tortolero… o bajábamos por Camoruco Viejo para contemplar las arboledas, las viejas casonas y  los deslumbrantes atardeceres valencianos, en ameno coloquio de camaradas. Una venteada noche de marzo, con el poeta Burgos a la vanguardia, entraríamos al Teatro Imperio (porque el cine y la música son las otras pasiones de José Joaquín) para disfrutar el film Tirez sur le pianiste, de François Truffaut,  basada en la novela de David Goodis y con la amable actuación de Charles Aznavour. Al salir, las deliciosas sodas con granadina, compradas al ladito, en el bar de Pablo, refrescaban nuestras gargantas fatigadas y sedientas.

Al final de esa correría nocturna, al pie del monolito, en el centro de la Plaza Bolívar (con el fondo melodioso de aquel cuarteto de cuerdas – dos violines, viola y cello - que inventara  Paul McCartney en Yesterday, deslizándose por las ventanas del restaurante Madrid), el poeta Burgos nos sorprendería con estos  versos, cuyo tono de serenidad tejía a muestro alrededor sus visiones de sutil nostalgia y el esbozo de esa intimidad luminiscente que perennemente será su compañera:  

…Escucho el piano de la lluvia, 
o una guitarra, 
o alguna simple flauta de bambú 
y palabras que dicen 
las mismas cosas 
que se escuchaban hace cuatro siglos.




Segunda estación / El predominio  del juego y  los colores

Porque así ha sido siempre José Joaquín Burgos: modesto, sencillo pero profundo, aliado fraterno de todas las causas justas, infaliblemente dispuesto a alegrarnos la vida con la palabra acertada y el gesto solidario. Humilde en el recuerdo de paisajes lejanos, de ciudades distantes, de personajes que hirieron su infancia y cuya silueta gusta recrear con cierto aire luminoso:  



¿Quiénes son mis hermanos 
además de aquel árbol que todavía florece 
en la desconocida heredad de mi casa? 

¿Quiénes son los dueños del tiempo 
de esta ciudad tan mía y tan extraña?



En sus páginas se empina el tono poético como un transitar espontáneo del lenguaje que se abre hacia la insinuación reflexiva, el dulce y desgarrado aliento erótico (el cual alcanza por momentos altas temperaturas), la transparencia de objetos, colores y sonidos.


Foto: José Miguel Villarroel París, Eugenio Montejo, 
Reinaldo Pérez So, Alejandro Oliveros y Teófilo Tortolero 

Subyace en sus textos una noble y ardorosa ternura a través de la cual el lenguaje es sometido a un persistente y agudo proceso de expresión vehemente, íntima, desbordada. Es una escritura que condensa un acelerado juego de palabras, vocablos inesperados, términos poco usuales, paralelismos fonéticos, asociaciones verbales ardorosas, las cuales revelan las sorprendentes tensiones interiores del poeta, su sensibilidad desenvuelta, sus ensueños, su mordacidad, sus aprensiones, su incertidumbre, su desesperanza y su angustia vital: 




Circe falda larga negra 
bellísima Circe 
con una cuchilla abierta hasta la cadera 
y largo escote trasero hasta donde la espalda pierde 
su santísimo nombre 
bastará liberar el minúsculo gafete 
para que caiga el traje de la deidad 
y quede el cuerpo su hermoso cuerpo expuesto 
apenas cubierto el monte de venus 
con un minúsculo botón clítoris de rosa …




En su obra denotamos esa prodigiosa mixtura de erotismo, poesía y ciudad, en ajustada síntesis dialéctica, expresada en textos que trasponen la rutina lingüística a través de giros de un excepcional poder expresivo: el lenguaje poético adquiere  las cualidades del juego; las palabras son símbolos dúctiles en traslación con profusos espejos en donde se refleja la realidad subjetiva. Todo ello provisto de una tensión arrolladora por descubrir lo numinoso, por develar lo que ocurre del lado de allá, por extinguir definitivamente las brumas. Allí está también el tono irónico, la burla, la sátira, la expresión punzante como modos de descifrar el universo, indagaciones sobre la esencia del mundo, escapes, rupturas, en una actitud lúdica a través de la cual el autor accede a una dimensión privilegiada que multiplica las perspectivas, aumenta la sutileza intelectual y favorece la eflorescencia simbólica. Una escritura provocadora, turbulenta cuya función pareciera oscilar entre la sedición, la solicitación y el rechazo, siempre con un guiño cómplice hacia el imprevisto vértigo del vacío. La ciudad, entonces, en el presente y en el recuerdo, en los avatares de los primeros años, como regresando al punto de origen. En las tinieblas de los días se detiene el poeta, como demorando ese futuro riguroso que todo lo borra con su delgada limadura de soledad:


No sé cómo se llama la ciudad 
ni siquiera 
quién sembró la raíz de sus muros 
ni quién engendró el primer hijo
que heredaría su memoria 

Existe 
piedra sobre piedra 
y eso ya es suficiente
para sentirla 
ardiendo 
como una brasa entre las manos.




También la familia es una constante en su obra: Licelia, su eterna musa, sus hijos, sus nietos, aparecen envueltos en una poesía entrañable, cálida, evocadora y nostálgica, plena de densidad, de garra y poder, de briosa crispación, elementos que residen en el profundo albor de la palabra, que trepida y se eleva desde el fondo único de la aventura vital del hombre.  Así, su discurso poético va incorporando, en una asombrosa reciprocidad de sentencia metafórica, un mundo extensivo y súbito, una marcha en la que el polvo desplazado por cada uno de sus corceles coincide con lo extenso de  la nube que lo acoge como imagen: 


Los nietos se beben la luz de la memoria 
Ven arder los cirios en las velaciones 
Se inclinan con reverencia ancestral 
Ante los retratos 
Disfrutan cuando un pariente lejano 
O un amigo de los abuelos 
Descubre en ellos un lunar 
Un gesto  
Una manera de reír o decir 
Que seguramente es huella de estirpe  
Los nietos no lo saben 
Pero lo aceptan lo repiten 
lo disfrutan...




En toda la extensa (e intensa) obra de José Joaquín Burgos - no solamente en su poesía, sino en su narrativa, sus ensayos, sus artículos de prensa, sus conferencias, sus editoriales, e, incluso, en su sabia conversación cotidiana, con la cual siempre nos ilustra y nos deslumbra -, en todos sus libros, el poeta mantiene un tono de sobria dignidad idiomática, un dominio sublime del lenguaje, una mesura siempre proveniente de la autenticidad interior. Así lo observamos en sus obras:  Ronda de Luz (poesía, 1956), Los Días Iniciales (poesía, 1963), Guanare Siempre (poesía, 1974), Por aquí se escuchan las pisadas del tiempo (discursos, 1976), Guanare Piedraluz (poesía, 1993), Unicornio (poesía, 1991), Piel de Sueño (poesía, 1996) Coromotanías (poesía, 1992), Torreparque (novela, 1988), El Pozo del Arcoiris (narraciones, 1995), Don Juan de los Poderes (novela, 2003), La Ciudad Novelada (2006), Las Murallas del Reino (novela, 2007), Cansancios de orilla (poesía, 2012). Es necesario mencionar también sus columnas sabatinas (Indocencias) en el diario NOTI-TARDE y los editoriales de TIEMPO UNIVERSITARIO, vocero de la Universidad de Carabobo.


El poeta, en un alarde de estilo que dice mucho de su formación académica - o prusiana, como él acostumbra decir - (bajo la tutela de  Mariano Picón Salas, Pedro Grases,  Humberto Díaz Casanueva,  Ángel Rosenblat, José Antonio Escalona Escalona, Luis Beltrán Guerrero, Guillermo Pérez Enciso, Manuel Montaner, Edoardo Crema, Mario Torrealba Lossi, Ignaio Burk… y otras luminarias en el viejo Pedagógico de Caracas), el poeta – insistimos - toma la imagen por el centro, le agarra las vértebras y la sacude hasta que expide toda su riqueza medular:  


A veces uno se sumerge en las palabras 
como en las aguas de un río mágico, 
por el simple placer de andar buscando
hallazgos, piedras, peces transparentes, 
flores, 
gotas de luz que brillan 
escondidas como luciérnagas, 
alguna voz perdida en la memoria 
que de pronto estalla en la voz 
como una carcajada o como un llanto. 





Foto: Plaza Bolívar de Valencia, 1955



Algunas veces, el poeta – en su luminosa poesía de presencias – envía mensajes líricos y registros augurales desde todos los predios que va descubriendo. Son dictados de alegría radiante, símbolos luminosos de sus encuentros con el mundo, signados por cierto dolor del recuerdo y la nostalgia, los cuales adquieren en el poema una nueva dimensión tierna e insondable. Otras veces, el tema de la soledad asalta al poeta  y entonces nuestro aeda, en su madurez de hombre y de creador, agobiado por el peso del tiempo, regresa de sus ágiles cacerías con polvo del cansancio y escolta de sombras, porque la soledad habitada y compartida gravita sobre sus hombros y siente el punzante dolor del regreso: 


Andas conmigo, soledad, a cuestas, 
como ancla silenciosa 
y sin embargo 
a veces de pronto me abandonas 
me pueblo de recuerdos que regresan 
llaman 
destrozan las ausencias 
hacen oler fragancias 
que dormían envueltas en las pieles del olvido 
y llegan solamente  
para marcar el alma con viejas cicatrices.




En las páginas de este tenaz orfebre de la lengua a menudo nos seducen textos que acarician la intensidad de lo simbólico, espacios pletóricos de alusiones, en los cuales la precisión formal está al servicio del delirio, de la descripción, de la percepción, de la organización del lenguaje que pasa por la literalidad del signo. Nada más nítido que su sintaxis, nada más delineado y delimitado que el desarrollo de sus versos. Tal concisión y elaboración del lenguaje constituye en ellos una verdadera matemática expresiva, que rechaza lo difuso y la vaguedad. Sólo que el poeta despliega esa matemática, esa inaprehensible lógica formal, como una necesidad interna de la combinatoria verbal misma: 


Y sin embargo no aceptamos 
que tampoco nosotros existimos 

Nos nombramos 
y nos creemos cuerpos 
o palabras 
y apenas somos la gota de silencio 
que espera por nosotros.




Así, en los poemas de José Joaquín Burgos encontramos más que una cosmovisión, una cosmosensación o un cosmosentimiento: el poeta no es una isla, sino un pontífice, un constructor de puentes, un marmorarius, un comunicador: bajo la pluralidad de las cosas que golpean sus sentidos alertas, intuye un orden interno, un regodearse en el goce voluptuoso del tacto y los sonidos, pero su ojo supera su percepción del mundo. Y es tan agudo su sentido visual que, a veces, puede parecer un miniaturista capaz de esmaltar las alas de las mariposas o los pétalos de las cayenas o de colorear el tejido casi inconsútil de la araña. Tal vez por eso el escritor argentino Enrique Anderson Imbert, en su conocida obra Historia de la literatura hispanoamericana, editada en Buenos Aires, el año 1966, en el Tomo II, página 401, ha dicho: La obra de José Joaquín Burgos (Venezuela, 1933), inspirada en formas clásicas, se afina a una sensibilidad actual, inclinado sobre su tierra, atento a los reclamos de la vida. Sus palabras apuntan más allá de los objetos, hacia el silencio donde todo puede disiparse. (Anderson Imbert, 1966: 401)

Tercera  (y última) estación / Angustia y esperanzas de su hora

Lo trascendente es lo que parte del hombre. Va el poeta a su encuentro  y confiere a sus textos la plenitud que manifiesta un impulso desligado de toda deshumanización. Por momentos el ritmo apresa las palabras, pero luego el verso recobra un camino más amplio, desatado de moldes elegidos y gira entonces sobre un eje que alcanza perennidad y trascendencia: 


Conozco estas aguas 

sé de sus profundidades 

de su cauce implacable 
que jamás se detiene 

de las arenas y las piedras 
que han traído y que llevan 
quién  sabe de dónde y desde cuándo 
ni hacia cuáles paisajes.



Es ésta una poesía llena de esencias, de profunda claridad, espontánea, en el mejor sentido del término, dotada de seguridad y equilibrio, pero, al mismo tiempo, desbordada, incontenible, evidencia del ímpetu interior expresado en una constelación de sueños, de realidades, con una recóndita armonía, lo cual nos lleva a pensar al poeta como a un viejo profeta (¿o , tal vez, un joven nigromante?) pleno de la sabiduría que palpita en las cosas terrenales, y para las cuales tiene la hora del mensaje para advertir a tiempo cuál es la señal que ha de seguirse:  



…Para amarrar con artes mágicas 
la eternidad 
de la cayena 
será preciso 
suspender
el peso de la piedra 
en el canto de un pájaro 

y tatuarlo 
después 
como un poema 
sobre la piel del sueño.



Estos versos no instauran una figuración estática de las cosas, ni del paisaje, ni de su voz más  íntima, sino más bien entonan y celebran el devenir: vemos los textos desfilar ante nuestra mirada, vibrar en nuestra mano, sonar en nuestra piel, guarnecidos por una belleza que nos sorprende y captura: 


Mi amigo vive 
con una mujer simple, como la carne
que uno se come diariamente 

¿Y cómo voy a recordarlo ahora, 
cuando julio arrecia sus aguaceros
si él, mi amigo es, apenas 
un rostro desconocido en la soledad de la menguante?




Hay en estas páginas una tierna solidaridad con las cosas, con el mundo, con el hombre. Algo hay en ella de fraciscanismo poético, algo de profunda ternura frente a los pequeños seres, algo de humanidad penetrada de amor y de lúcida comprensión del orbe, como bien lo podría atestiguar Tim, el amigable galgo de Lenin Sánchez.  Y hay, sin ninguna duda, una actitud muy personal: la búsqueda de lo esencial en los objetos, lo cual le confiere a sus obras el merecido e incuestionable rango de poesía visual: 



Todo es cuestión de andar sumergido en las palabras 
todo es cuestión de escuchar y guardar donde nadie pueda encontrarlo 
el chirrido de un grillo  

o descubrir que por el jardín anda el abuelo muerto 
recogiendo cayenas y respirando el olor de la lluvia 
y seguramente buscando las palabras que dejó flotando 
para que nadie las oyera.



Los poemas de José Joaquín Burgos revelan siempre una fulgurante luz: la de la sencilla y ajustada metáfora con la cual el poeta avanza con acierto en el vasto espacio del lenguaje transfigurado, del cual parece, no obstante, rehuir, con todos los aparejos, giros y procedimientos de su apertura creativa. Allí están la frase iluminada, el momento de espera, la vibración del aire, las pausas, el suspenso rítmico, todo subrayado con decretados ademanes que forman parte de su vínculo expresivo:  



El toro pasa como un arco iris por debajo del sol 
entonces estallan grandes mariposas 
y brillan los cuernos de la bestia... 
Son las espuelas del gallo de la muerte. 
El gallo que anunciará los rojos amaneceres sin rocío. 
Así pues, desciende el relámpago 
y el matador se ajusta su cinturón de sangre… 
Atraviesa el toro la furia inicial del mundo 
la danza perfecta de ser sólo un vínculo del hombre.




Los textos de Burgos se convierten, a veces, en una fluida conversación consigo mismo, en donde el poeta se trastoca en su propio receptor desde la imagen que crea, que recrea y reinventa a partir de su propia voz de alquimista, la cual ensancha, intensifica, ilumina, clarifica y profundiza su verbo, confiriéndole un orden inusitado a su expresión, para alcanzar, súbitamente, la madura y mágica simbolización de lo cotidiano. Parece oportuna, entonces, la opinión del poeta Fáver Páez, uno de los cofrades más consecuentes y cercanos del porta Burgos, quien ha  expresado que José Joaquín escribe cada vez mejor, que los años lo han fortalecido y que estamos en presencia de un rapsoda en plena madurez creadora, en ejercicio henchido de su oficio, en permanente escrutinio de las tinieblas del mundo, de las tinieblas de sí, y revelándonos, como siempre, los resplandores del mundo, los resplandores de sí. Tal vez pensando en la longevidad de José Joaquín, Fáver le dedicaría hace, algún tiempo, este poema, Tertulias:  



Unos en los 60 prolongados 
y otros con reserva de pasaje, 
hablamos sin premuras del gran viaje 
y nos brillan los ojos azorados 

Siempre arribamos al oscuro punto, 
y más allá de chanzas nos dolemos. 
Nos quisiéramos  ir pero volvemos. 
Ponerse viejo es un amargo asunto 

que siempre la poesía dulcifica 
estas tardes de versos. Es un modo 
de calmar el temor que mortifica. 

Y brindamos los seis en La Taranta, 
porque sentimos que después de todo 
la muerte huye cuando la vida canta.




Hace pocos días, cuando celebráramos un nuevo cumpleaños del poeta, José Joaquín nos demostraría una vez más su maestría, su dominio expresivo, ese don maravilloso del juglar: el estar de las cosas con uno mismo, en uno mismo, sin dejar pausa ni resquicio para la fuga, esa llama oculta que se nos revela como cercana evidencia. El poeta, entonces, magnificaría su contemplación meditada, su desciframiento del  paisaje cósmico y espiritual, su asistencia al instante cuando la lámpara del ser encandila la palabra y un canto insiste en inaugurar un alba de sempiterna creación, tal y como lo observamos en este fragmento del poema que esa argentada tarde de abril generosamente nos obsequiara: 



Esta es mi piel 
y en ella vivo 
aquí fundé mi reino 
mi ciudad 
mis dominios
desde el comienzo 
desde la orilla de mi tiempo inicial 
desde cuando 
el rostro de un dios viejo como el tiempo inasible 
decretó este naufragio 
por donde corren 
en las aguas del tiempo 
los pasos de un reloj que no se escucha 
sino en la soledumbre de esta piel donde vivo 
rodeado de fantasmas y de sueños.




Finalmente, nos gustaría concluir estas palabras de profunda admiración, afecto infinito y respeto indubitable para este poeta singular, este maestro ejemplar, este amigo entrañable que es José Joaquín Burgos (ese brillante carajito, al decir de nuestro editor José Agustín Catalá), convocando la propia voz del escritor, quien, en el verano del año 2009, le confesaba a ese otro enormísimo cronopio y amigo afectísimo: Rafael Simón Hurtado: Aunque algunos escriben pensando en la posteridad; por misantropía o por soledad; por vanidad o por soberbia; por amor o por odio, o simplemente, para darle a su imaginación una válvula de escape, creo que en mi caso también escribo para darle un sentido trascendente a mi vida, intentando mejorar con mi trabajo el mundo mío y el de los demás. Es como si al escribir, al tiempo que le damos sentido de inmortalidad a la vida, estamos retrasando nuestra propia muerte, porque buenos o malos, los libros que escribimos nos sobreviven; son el reflejo de nuestro pensamiento, la pasión lúdica de las palabras que quedan. Serán esos libros, en última instancia, el rastro indeleble de nuestro paso por el mundo. La trascendencia es el instrumento con el que cuenta la imaginación del hombre para combatir su postrada condición mortal.  (Burgos, en Hurtado,  2009: 3)

_______________________________________
J.R. Silva Sánchez
El presente trabajo forma parte del discurso pronunciado en la Asociación de Escritores del Estado Carabobo, el día viernes 30-06-2012, en homenaje al poeta José Joaquín Burgos, en ocasión de la presentación de su más reciente obra, Cansancios de orilla (2012).
Julio Rafael Silva Sánchez nació en Tinaquillo, estado Cojedes (1947) y desde su juventud se ha dedicado a escribir ensayos con los cuales ha obtenido reconocimientos como el Premio Nacional de Ensayos Literarios "Enriqueta Arvelo Larriva" de la Unellez (1987) por su libro “Julio Cortázar, instrucciones para un perseguidor”; Mención Honorífica del Premio Nacional de Ensayos Ipasme (1989) por su obra “Desarrollo de actitudes, conductas y valores en adolescentes a través de la manipulación que la televisión hace de la imagen arquetípica del héroe”; Premio Nacional de Ensayos del Conac (2004) por su investigación “Eduardo Mariño: el brillo y las sombras de una escritura heteróclita”; Premio Nacional de Crónicas 2008 en la Primera Bienal Nacional de Literatura José Vicente Abreu (Cenal-Red de Escritores), con su indagación “José Vicente Abreu en cuatro tiempos”; Premio de Ensayos en la II Bienal Nacional Literaria “Víctor Manuel Gutiérrez” Unellez (2010), por su investigación “Julio César Sánchez Olivo y el poder seductor de la metáfora”; Mención Honorífica en el Concurso Nacional de Ensayos “Centenario de Miguel Hernández”, convocado por la Embajada de España en Venezuela y la Universidad Nacional Experimental de Yaracuy (2011), con su ensayo “La palabra como exigencia iluminada de lo real (acercamiento a la obra poética de Miguel Hernández)”. Como narrador obtuvo Mención de Honor en el Concurso Nacional de Cuentos y Relatos: Misterios y Fantasmas Clásicos de la Llanura, de la Unellez (2004), con su relato “Schumann entre Dachau y San Fernando”. Su más reciente obra publicada es: “Héroes y villanos, llaneros y llanura en la obra narrativa de José León Tapia”, Unellez (2008).








AURELIA CASTILLO [11.689]

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AURELIA CASTILLO

Poeta, narradora, educadora y psicóloga dominicana. Publicó en la República Dominicana. Egresada de Maestra Básica a nivel Superior en la Escuela de Maestros Salomé Ureña de Henríquez. En la Universidad Nacional Evangélica obtuvo el título de Licenciada en Psicología Educativa. Posteriormente realizó una Maestría en Educación Superior, Mención Gestión, en la Universidad Central del Este (UCE). Impartió docencia en diversos centros educativos públicos y privados, hasta que fue nombrada Sub-Directora del Distrito Educativo 05-02 de San Pedro de Macorís. Ex regidora del Ayuntamiento Municipal de S.P.M. Fundadora de la marca “Su Historia y su Gente”, Junto a Escarlin Martínez, creando las obras: Enciclopedia La Romana. Su Historia y su Gente; Enciclopedia Santiago. Su Historia y su Gente; Enciclopedia La Altagracia. Su Historia y su Gente. Presidenta del Taller Literario Carmen Natalia Martínez, y miembro del grupo interiorista Francisco Domínguez Charro, del Ateneo Insular que preside la escritora Ana Teresa Martínez.. Está incluida en la antología Poetas de la Era III, de Isael Pérez. Es miembro del Consejo Provincial de Cultura en San Pedro de Macorís, su ciudad natal. Tiene inéditas cinco novelas. Reconocida en el 2013 por el Ministerio de la Mujer, como “Mujer Destacada en las Letras”, y en 2010 por el Despacho de la Primera Dama, y los ministerios de Educación y de Cultura. Colabora como corresponsal en Rep. Dominicana en la revista GUATINí del poeta y Editor cubano Ernesto R. del Valle y en el periódico Long Island al Día  del Editor Jesús Ríos en los Estados Unidos.  En 2014 le dieron el Premio Meritorio Municipal en su pueblo natal por su trabajo por la cultura. Pertenece a Encontro poetas amigos en Brasil ,Parnassus, patria de artistas. Diplomada en Educación Ambiental, por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y Sur Futuro, Secretaria municipal del programa Quisqueya Aprende Contigo en San Pedro de Macorís. Coordinadora de los Premios Meritorio Estudiantil en San Pedro de Macorís.


CÁLIDO AMOR

Provoco
 la confusión de tu cuerpo
tus fantasías que están expuestas
a los nervios de mis sentidos.

Tirado en el piso
me  dices casi llorando, atado por el deseo,
-----acá no hay nadie----
respondo con los labios seco 
-----Afuera llueve-----
Pero tengo frió ,mis labios te enmudecen
entre mi piel...desnuda...
se acelera tus palpitaciones 
deambulan caricias 
estallido de besos
tus fantasías que hace humedecer 
mis más profundo instintos 
el deseo agitado de nuestros
perdida en tu cuerpo-
embriagó frágil sensación
sedientas de deseos
enfrento tu rostro 
llantos profundos
se desencadenan 
la brisa de mis anhelos 

 Pierdo la razón.
Toda tuya
de arriba abajo sin descanso,
mientras transfiero mis
besos
Tanta velocidad
 recorrió
toda mi piel




MADRUGADA    

Siento cómo vibras
labrando en mi corazón.
Sientes mi cuerpo 
estremecer tus anhelos,
más ardiente…

 Manaba néctar y miel…

 Tus dedos rozaban mi piel,
tus sentidos gozaban
el antojo de mi deseos,
y por un momento
 sentí lo ardiente que quema
 calcinar mis labios
me   desvela el misterio
de que seas 
dueño de  mi ser

Por la fogosidad más acariciada.
veo tus manos acariciando esas partes idóneas
mi alma, vibra,  germina por tu pasión. 
Una ráfaga cubre mis sentidos.

Mis deseos penetran en ti
hay vida en tus manos,
siento mi cuerpo en tu boca jugosa,
es tanta la muerte que me das 
que me tiembla la vida.

Me llenas de desvelo.

  Siento  cada pulsación,
tenerte en mis brazos
Es un reino  de  pasión.

 Surgen  mis manantiales.
Manando mis humedades por dentro 
las pasiones van delineado cada parte de mi 

y desfallezco en la cumbre 
de tus labios.





ÈXTASIS DEL  ALMA   

Descubro  emociones
en las instancias de mi alma.
Tu piel, se desvanece en mis labios.
Me quema  tu aliento.
 tiemblo en cada entrega.


 Tus caricias  
 me devolvieron la vida
Y  en  el gemido de tu corazón,
 las lágrimas
son tantos sentimientos.
 Éxtasis en mi alama
 y tus gemidos dejan salir  mi  pasión.

Hazme tuya, una y otra vez.
El deseo se vuelve  intenso 
soy una  mujer guerrera,
pero en mis sueños, eres 
quien vence en la batalla.

Ven lento y calmado
 Me encantan, tus armas,
abro mi ser
Siento tus  manos
 Te apoderas de mi voluntad.

Con tus  besos excitas  el corazón, 
el alma es  locura…la pasión no tiene fin.
contigo  tremolaré el pecado por bandera. 





MI LOCURA       

Te  desplaza hacia mi secreto
donde el  deseo guarda silencio
manando amor abrasador en mi.
Quemándome tus palabras.
Siempre esperé este momento
de amor y pasión entre tus brazos.


Me alocan tus besos -no lo niego-,
 son parte de mi locura.
y ese millón de caricias  
que tienen tus manos
 con las  ganas   al viento
alegran mi cuerpo

Espero que sigas
cada caricia enredada en  mi alma.

 Mis instintos, al sentir tu corazón
en cada palpitar, afloran los fluidos 
que humedecen tu agotado placer.

 Encadenado en mi sentir 
 de colores fascinantes,
 tocando  suave mis sentidos,
tus manos exploran el  amor
desde mis pies
 hasta el Norte elevado de mi vientre. 






DOS  ALMAS   
     
Tu alma
así como el beso
es un deleite  de  vago secretos
con cada beso.
Así es el amor
un grito en silencio
alma que sangra.
Tus sabores que  deleitan
en  tus ojos
 y descubro
mi yo 
 con los brazos abiertos.

En mis sueños
ahora realidad tus besos 
Pues  poco a poco
te acercas y estremeces mi piel
en un duelo cuerpo a cuerpo.
Amor y poesía en cada movimiento,
sueños  que estremecen

Entre sabanas y silencios, 
entre gemidos y miradas,
entre fatigas y descansos

Allí, entre tus brazos,
confesiones sin palabras
entre dos 
que se encuentran
 para dar más
y la  Luna acompañando 
a los amante 
en su baile

Mientras las alma se besan,
 las caricias se viste de gala.
Los sonidos del silencio
le hablan al corazón
La luna y el mar
de jubilo
 por el encuentro del amor.





POEMA


Misterio del Abismo 

Ponen en éxtasis de la noche.
Pero no tengas miedo de amarme,
pues todo me lleva a ti,
y mi corazón en ti echa raíces
Contradicción de Lo Perfecto.
mientras vivas soñaré
y estarás en mis brazos
como torrente inagotable
llenando mi cielo y mis mañanas.

¿Qué vale más?
Inquietud de mi existencia,
en alas del recuerdo.
goces, de ternuras,
de deseo, lujuria y pasión.  Gimo...
y me estremezco.
cuando descanso
enternecida en tus arenas.

Y un lloro de placer entra en mi fuego
para complacerte
Y todo esto, y las otras cosas,
y lo que deseas
se pasean junto a mis espasmos 
afirma con mi agitación
tu respiración,
dejando que el amor sea un eco consumado.
Esa atracción, pasión enardecida de tu cuerpo
es la esencia de mi amor,
espasmos que roban mi aliento
pasión de tus sentimientos,
que me ahogan en tu río de ansiedad






UN   SILENCIO

Siento el silencio de la vida.
Ruidos de silencios  agobian
mi cabeza silenciosa.
Un silencio sin palabras
me ahoga
ocasionando un silencio de discordia.
Un silencio cruel
destruye el silencio
marcado por privados silencios.
Un silencio amargo
crea silencios de odio.
Un  silencio brutal
golpea y mata el silencio.
Un silencio amable
suaviza el camino silencioso.
Un silencio a tiempo
silencia el silencio esforzado por los años.
Un silencio alegre
ilumina el silencio del día
un silencio de amor 
cura y bendice el silencio de una vida.





CARLOS M. VALLÍN [11.690]

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Carlos M. Vallín 

(Guadalajara, Jalisco, México; 20 de junio de 1983). Egresado de la carrera de psicología. Su primer poema publicado fue en el año 2002 para la gaceta universitaria del CUCS llamada Evocaciones. Ganador en dos años consecutivos del premio La Siembra, de la gaceta universitaria Voces, en la categoría de mejor poema (2004 y 2005). Ha publicados poemas suyos en dos números de la revista de psicoanálisis Non Nominous (2005 y 2006) y en la revista literaria Neurosis en el año 2013. En enero de 2012 se publica el primer poemario de su autoría: Oasis envenenado, con la editorial La Rueda Cartonera. Ha realizado lecturas y presentaciones en diversos foros, lecturas en la feria del libro viejo en 2012 y en la inauguración de las salas de lectura en la ciudad de Ocotlán, así como en varias estaciones de radio. En marzo del año 2013, publicó su segundo poemario: Canciones sobre una musa infinita, con editorial Edhalca.







Cisma.

Cuál es mi propósito estar en soma
en la bóveda dermática.

Mi larvario motor pide una resonancia
de la plegaria hacia el Edén
gobernado por el Eterno.

Deidad crea esfera de aliento,
entidad concibe teología, dogma, doctrina.

Eclosioné apostólico
mi sustancia espiritual experimenta vacilación.

El dictador aislado
en su ergástula de fluido y calcio
razona contra la grey.

Era un crío renacuajo con credo nonato
calmosa fue la inserción
de leyes arbitrarias
nadie inquirió si apetecía.

Cavilar arduas materias celestiales
apuntalan un letargo quimérico
y disperso al alba.

Cómo congoja el culto,
sus preceptos berrean en abismal
discernimiento.







Los viejos son los fetos de la muerte.

Los viejos son los fetos de la muerte
de alma inocente
de memoria congelada en la tristeza.

Los viejos son embriones
que quieren nacer en la muerte.

Pre-difuntos
la piel se les pega a los huesos
queriendo estar más del lado del esqueleto.

Germen de lo que vendrá
se carcomen, se les va la fuerza
la voz se debilita ominosamente.

Semen y óvulo de extinción
traen a Dios como esclavo
y se marchitan lentamente.

Les llegan lágrimas de melancolía
sus manos temblorosas despiden
la vida y los recuerdos que no vuelven.








En la basura de los vertederos.

En la basura de los vertederos
se va la esperanza.

En la náusea de las bocas
en las gargantas infectadas.

En la pus de la desgracia
en las heces de las ratas.

En la danza de los paralíticos
en los paisajes de los invidentes.

Se va la esperanza.

En el erotismo maliciado
de los suicidas.








Borrachos de banqueta.

Los borrachos de banqueta
son el resumen del fracaso.

El corazón se les infecta a cada trago.
viven en fotografías negro y blanco.

Su morada es borrosa como el verano
su horizonte una lágrima.

Se reúnen llenos de basura soledad desilusión.
botella es el único sosiego.

La vida es un ocaso
voz se quiebra sin eco.

Su estómago baldío
alma sumergida en estiércol.

¿alguna vez su rostro tuvo vida
sus ojos tuvieron anhelos?.

Un verdugo les azota los huesos.
dormidos en su cama de cemento.

Perfumados con los orines matutinos.
largas son sus charlas con los perros.

Los borrachos de banqueta
son payasos pintados
de las cenizas del amor incinerado.

Retirados de la vida pública
jubilados de felicidad
desiertos de todo sueño.

El deseo de los borrachos de banqueta
es un hospital de enfermos terminales.








Poseídos.

Hay tanta poesía en los poseídos
por el diablo
tanta opresión metaforizada
tanta inidentidad comprimida.

Hay dolor contra el mundo
una excesiva soledad
tanta risa reprimida
tanta sangre coagulada.

Los poseídos se parecen
a los sacrificios de los santos
al dolor de los aquejados.

Hay tanta poesía en los poseídos
por el diablo
tanta fobia remolida
tanto poder contenido.








Oración del anacoreta.

Quisiera tener nobleza de perro callejero.

Curarme con guitarras chillonas.

Extraviarme como explorador sin brújula.

Divagar como barca a la deriva.

Con vacuidad de mendigo de parque.

Mi alma fogata alimentada de pétalos.

Pez que ve el mundo afuera del estanque.

Mi corazón es buitre mordisqueado por la muerte.








Oceanohólico.

Hincado frente al océano
suplico por mis pecados.

Hago letanías taciturnas y sordas
a las olas atentas cual confesionario.

El océano es un necrófago
de penas como herejes náufragos.

Cementerio de tristezas, limbo de blasfemias
liturgias en la arena, milagros en las piedras.

Comulgando luna como hostia
embriagado de aguas espesas.

El océano es una salada iglesia
de nómadas condenados.








Oasis envenenado.

Soy piel que muda de serpiente.

El que riega el pasto
del otro lado del vidrio.

La maraña atascada
en alguna playa despoblada.

El que crea himnos
como un alfarero un jarrón.

El color amarillo
del césped de otoño.

Balada que no tiene palabras
sino cantos.

Soy el sediento errante
bebiendo de un oasis envenenado.








Te amo.

Te amo por espesa.

Eres limpia como la muerte
azucarada como el ocaso.

Eres corrupta
rubia
astuta como la mentira
efervescente como el odio.

Eres puta
te amo por puta
eres fácil y pecadora
eres embustera
te amo por perversa.

Eres mugrosa como el dinero
eres dañina
eres medicina
te amo.

Eres divina como el llanto
eres profana
eres clandestina
te amo por alcahueta.

Eres seductora
excitada y dispuesta
te amo.

Eres fiel como orquídea
eres infiel como ramera
eres consuelo
eres remedio
eres enfermedad
te amo por escandalosa.

                                           Cerveza.
  



Evangelio

Hay algo divino
en tu cuerpo.

Besos sagrados
caricias celestiales.

Aleluya por sus senos.

Amén por tus caderas
por tus piernas
y por eso que
solo tú y yo sabemos.

Bebo el vino consagrado
de tu sexo.

Hay una liturgia
en el movimiento.

Hay algo divino
en tu cuerpo
un evangelio en nuestros besos.







El indigente y
su musa

Soy un indigente y tú eres mi musa.
Un trotamundos en el vergel de tus labios.
Peregrino en el camino de tus piernas.
Musa en las ruinas de mi alma.
Vagabundo en la ciudad blanca de tu carne.
Musa que bebo
como un estero como mi santo grial.



KARIN ARTIGAS [11.691]

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Karin Artigas

Nace el 3 de Octubre de 1975, en Santiago de Chile. Poeta y narradora. Publicista de la Universidad de Santiago y Diplomada en Escritura Audiovisual (Guión de Cine y Televisión) de la Universidad Católica de Chile. Participó dos años en el taller de narrativa del escritor Poli Délano. Ha ganado dos concursos de poesía en su país, fue finalista en otros y ha publicado en cuatro antologías poéticas: “Le porte des poetes (Homenaje a Pablo Neruda)” Francia, “Paseo en Verso" México, “En un lugar de la memoria” Chile y “Horizonte Lejano” España. Colaboró con las revistas literarias chilenas Hipopógrafo, Animalfabeto, y Letras de Chile. Sus cuentos, poemas y artículos se encuentran disponibles en distintos sitios web.





TEMORES URBANOS

Tengo miedo a las palomas que buscan migas en la Plaza de Armas
Tengo miedo que a mi paso revoloteen alborotadas.
Temo al predicador y a su saliva apocalíptica,
Temo a su Biblia de alas abiertas, mientras que la mía,
Está cerrada y en su repisa.
Temo a sus evangelios trastocados por los siglos,
Temo a su fe y a la ausencia de la mía.
Tengo miedo a la catedral y su olor a ultratumba
A su techo tapizado de lamentos,
A sus cirios
A sus santos piadosos, envueltos en rasos y oropeles.
Tengo miedo a las tumbas de ciudadanos ilustres,
De nombres rimbombantes,
Temo a sus huesos y abultadas cenizas.
Tengo pavor a los monumentos épicos
A sus héroes de texturas lustrosas,
A su falta de uñas
A sus caras gloriosas sin rabia ni lágrimas.
A sus caballos en eterna marcha libertaria.
Tengo miedo al cemento y su rictus
A su hiel que traspasa las suelas,
A sus contornos enyesados
Lapidarios,
Como monumentos funerarios.
Asustada camino bajo un cielo gaseoso y plomizo
Siendo alma perdida bajo este crisol montañoso,
Recorro las calles en carruajes amarillos, retumbantes
Y penetro el subsuelo en culebrones celestes y raudos.
Tengo miedo a la noche lejos de mi morada
A las luces blanquecinas
Al rumor sordo de las micros
A los hombres, A las esquinas
A la ciudad sebosa y arribista.
Tengo miedo a olvidar quienes fuimos una tarde
A que me derrumben la cordillera
A que me sequen el río cenagoso,
A que envenenen los gorriones
A que me borren de la lista.






DE “TEXTURAS INTIMAS”



Receta de Cocina

Cuando tus manos rozan mis poros expectantes
No soy otra que una vasija de plata,
Me vuelvo toda de agua, toda de azúcar
Ablandada por tu fuego lento ambarino.

Con recursos de maicena y canela
Me vas espesando la sangre
Y en mi piel el almíbar cristalino de tu lengua
Se va esparciendo con lujuriosa cadencia.

La lavadura de mis pechos se expande
El pan mullido de mis muslos se abre,
Para cobijarte en mi medianoche chocolatada.

Y es entonces cuando se mezclan nuestros ingredientes
Arrebatados en un horno de mil vaivenes y gemidos,
Entre arreboles de placer y burbujas cansadas de suspiros.







Geografía

En cada calle,
En las montañas que amasas y degustas
En los bosques enmarañados,
En los océanos profundos de mi vientre
Corren tus aguas salinas.

Tus dedos de alabastro
Erizan mis sentidos con caricias,
La lámpara de tu risa
Perversa y acuosa,
Saca arpegios acallados por mi piel.

Tu lengua húmeda surcó mi arcilla
Tu saliva la convirtió en cieno fecundo,
Tus manos modelaron mi cántaro infinito
Donde sacias tu deseo
Bebiendo mis torrentes agridulces.

Es en tu luz crepuscular donde cabe mi penumbra
Es en tu carne donde amortiguo mis pasiones telúricas,
Es en tu voz donde se escriben mis ecos
Y es en tu follaje donde abrigo mis preguntas.

Tú a mi lado, tú a la distancia
Tú, perdido entre la gente
Tú hombre, tú estío
Tú, volcán derramador de fuegos siderales,
Artífice de mis lágrimas
Orfebre de mis resplandores nocturnos.







Mío

Lee mi mirada,
La textura candente del fulgor de mis pupilas
Aquella luz punzante donde dice que me perteneces.

No es que sea dueña de tu cuerpo
Pero cada roce de mis caderas con tus piernas
El ángulo agudo de mi mirada
La inclinación pueril de mi cabeza
Son mil hilos que te atrapan.

Y es que a veces se me desata un vil veneno
La manía de que sientas
Que ya no puedes más de locura,
Que el deseo turbulento de tus manos
Sólo se calma al seguir el camino de mis senos.

Y otras veces, mil veces
Quiero ser la dueña de tu sangre
El compás de tu pulso,
Y la imagen sagrada
Por la cual derramas cada gota de tu néctar.

Quiero que tu boca
No necesite mas complemento
Que mis labios y mi ombligo secreto
Que tus urgencias
Sólo atraquen en mis puertos,
Y que tu olfato de centauro alzado
En cada poro de mi cuerpo
Encuentre una respuesta acertada.

Lee mi mirada,
O con tu lengua
Recorre las líneas cóncavas de mis manos
Auscultando las premoniciones ancestrales de mi deseo
Vislumbra como esta escrito
Que tu vientre, tus manos, tu sexo;
Tu ser entero me pertenece
De la sangre hasta los huesos.







Poema Imperativo

Devuélveme la vida que se me escapa en cada gemido
Que tú provocas cuando te aferras a mi cuerpo.
Devuélveme la cordura que te llevas en mis risas y mis corcoveos
Devuélveme la sal, los orgasmos, las lágrimas derramadas,
Abrígame con un manto tejido
con todos los besos húmedos que he depositado
Entre tu cabello y la punta lejana de tus pies cansados.

Despiértame de este sueño voluptuoso de risas y miradas discretas
Para demostrarme que la felicidad no puede durar tantos años.
Señálame la salida para tanto deseo inmune al pudor y la vergüenza,
Corrige este descaro que me embarga cuando caminas a mi lado
Y quiero desvestirte y observar tus muslos de columnas griegas.

Regálame una brújula para encontrar siempre tu olor a madera seca,
Para saber que ruta seguir hasta tu desnudez perfecta.
Subyuga mi espalda esclava de tus urgencias,
Escanciando murmullos de tibieza en cada vértebra.

Llévate tu ausencia, aprisiónala con tu lengua furtiva,
Ordénale que siempre me surta de la poción cristalina de tu calentura.
Llévate mis ganas de siempre caer rendida ante tus huesos,
Para no morir sedienta y rogando tu presencia.










JAIME ANTONIO GUZMÁN [11.692]

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JAIME ANTONIO GUZMÁN

Poeta y Dramaturgo. Nace en Concepción, Chile en 1972, viviendo su adolescencia y juventud en la comuna de La Granja en la Región Metropolitana de Santiago, experiencia geográfica que reubicaría para siempre su visión de Chile. 

La impresión sobre el espacio y el tiempo son factores cruciales en la obra de este poeta, urbanizando su prosa y remontándolo inevitablemente a escribir desde y no para los excluidos, según sus propias apreciaciones. Licenciado en Trabajo Social, en su época universitaria funda el Colectivo de la Noche, agrupación de estudiantes que entre otras acciones, promueve el reconocimiento Constitucional a los Pueblos Originarios y organiza acciones de defensa para los Mineros de Lota en la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH). 

En 1997, es electo vicepresidente del Centro de Alumnos de la carrera de Trabajo Social. Militante Demócrata Cristiano desde 1987, perteneciendo al ala izquierdista de su partido y participando activamente del Movimiento Intenso (el sector más progresista de la DC), siendo electo Presidente de la juventud de la comuna de La Granja en dos periodos consecutivos, vicepresidente provincial del distrito 25 y electo Consejero Nacional de la JDC en 2002 con la primera mayoría, donde preside la Comisión de Derechos Indígenas. 

Entre los años 2008 y 2010, es miembro de la Comisión de Cultura de su partido. Reconoce sus versos como una herramienta personal para sensibilizar y como una invitación abierta a la defensa de los derechos de las personas. La esencia de sus trabajos poéticos evidencia la necesidad de mirarse así mismo y a su entorno como un todo cambiante, unido y distanciado al mismo tiempo, pero con posibilidad constante de transformación. 

Desde su primera publicación, el libro de Poesía Versos y Adversos del Corazón a la Conciencia (2007), esa visión crítica sobre la sociedad chilena y su aguda percepción sobre las desigualdades sociales, convierten los trabajos de Guzmán en una poesía irónica, militante y fuertemente escénica. Produjo el Libro de Antología Poetas en la Ciudad, que prologado por el Maestro Patricio Manns, compartió la publicación con los poetas Christian González Díaz, Damaris Arriagada y Sebastián Navarro Arcoverde, libro que fue presentado en el marco de la XXVII Feria del Libro de Viña del Mar, en enero del año 2009. Publica Corazón Verde Oliva (o épica sobre dolores mientras pare la mamá de la Mariana” en Mayo 2009, posicionándolo como referencia de la poesía temática, con la Violencia Intrafamiliar y el Femicidio como ejes de sensibilización en esta producción. 

Promotor de la integración con Bolivia y confeso activista por una salida pacífica al mar, manifiesta admiración por Rimbaud, se autodefine como Poeta Maldito. Entre las creaciones dramatúrgicas de su autoría se encuentran La Mary y sus Boys, La Poesía de un Mismo Final, La Culpa la tuvo Adán, Se Llamaba Miguel, En la Ciudad y la que sería su creación más conocida: La Alianza de la Mamushka. El año 1997 adapta el libro de José Donoso “El Lugar sin Límites” a teatro, bajo el título Más allá de la Noche, obteniendo galardones en Festival ETI en 1998.





Me gritó desde la cama que me fuera de su puerta

Me gritó desde la cama que me fuera de su puerta
que alejara mi sonrisa de su cuerpo irritado
no dejó que le explicara que las rosas eran de ella
sólo tuve que enojarme y alejarme de su lado
Escuché de la escalera su llorona compostura
que su rabia derramaba en la ventana de su pieza
quebraba el sentimiento de su insólita esperanza
cuando el aire al que clamó la parecía dejar tiesa
Entonces debí plantear a mi manera la situación
debí pensar que es en invierno cuando el sol se apaga
y lloran las estrellas sus penares veraniegos
sobre nubes competentes que a las lágrimas halaga.

Calló mi frente en agonía como árbol en otoño
que promete su desnudo al ladronzuelo suspendido
me enfrenté a mi propio espanto sin pensarlo ni iniciarlo
despojado de la gracia que el destino ha corrompido.

Fui alegría cuando quiso y cuando quise fui tristeza
cuando quiso, quiso amarme y cuando no se vio afligida
dicha culpa yo quisiera compartirla con mi enojo
aun sabiendo que su enojo fue la causa de mi ida.

Como nada resulta fácil le pido a mis caricias
despedirse de la cara y de las piernas del calor
sé, por excelencia, que el mendigo morirá vendido
al siniestro clandestino de la imagen del valor
Y me siento confundido el corazón con los rencores
los bolsillos sedientos por mi vasta valentía
no quisiera olvidar jamás el largo trecho de mi faz
si siempre morí de noche y resucitaba de día
Más ahora que se acaban los silencios amorosos
el triste enjuague mental que tiene todo pobre
esperaré la primavera atando al catre la espera
para que nadie rompa el trato, me maltrate ni me cobre.








Padre Nuestro que estás flotando en los cielos

Padre Nuestro que estás flotando en los cielos
santifico tu nombre ante toda ira
que venga a mí tu reino con oro y todo
para hacer la voluntad que tu ojo admira

Dame el pan que me fue quitado de día
también el que de noche me fue negado
quizás así perdone la mano rabiosa
que me quitó el sustento que he llorado

No me dejes solo en esta inmensidad
perdona mis ofensas y mis lujurias
la mucha tentación me está jugando mal
no puedo despojarme de estas furias

Soy civil tentado y como tal dormiré
conoces las espinas que mi piel tocó
suavízame en el sueño las heridas
que dejara la corona que en mi chocó

Ponte la mano en la conciencia pareja
en toda extremidad que dudo careces
la estúpida agonía concibe mi verdad
achica la existencia que no padeces

Flota libre en todo que yo en prisión estoy
por una sola vez la paz quiero estimar
con tu liberación podría haber honor
sin ella habrá temor que no podré limar

Me atrevo sobornar tu manto de piedad
perdona si ofendo tu buena integridad
yo te he perdonado ¡Perdóname por Ti!
que sólo estoy hablando con mi sinceridad

Excusa pues mi gracia que aun estoy a oscuras
excúsame la ira que tu ojo observa
los días han pasado burlándose de mí
no me hagas saber que sólo soy reserva

Te vuelvo a perdonar la carga implantada
sé que soy cobarde en el aire y en la arena
mientras el reloj va fundiéndome la luz
tu cruz queda en veda hasta la última cena


Todos mis problemas son parte del tiempo
la carga que queda el silencio la quita
líbrame del mal que me has encomendado
todo mi defecto en la carga medita

Fue a Ti mi cansancio y jamás descansó
si esto te justifica ¿Qué dejaré?
es que ya han pasado casi dos mil años
y si esto estaba escrito ¿Donde quedaré?

Pese a todo esto pongo mi alma en agua
me hago el infalible frente al vendedor
Padre Nuestro que estás flotando en los cielos
no dejes pudrir mi fe de vencedor

Tú que estás en la cima no dejes de amar
que yo no estoy lanzándote un rezo formal
líbrame del mal que me has encomendado
quiero que te embriagues para ser normal.
  








Cuando los ojos del cansancio me acomoden

Cuando los ojos del cansancio me acomoden
los sutiles pasos que amando tanto
me griten la ignorancia
de ser camino en la victoria
y un simple transeúnte en la batalla ardida
mis manos no serán lo que han creído
sino fugaces rayos
de miel y canto erguido
cuando los vicios del secreto
a viva voz me clamen
la gracia de dejar la voz a sombra linda.

Y es que estoy a punto de mirar
cómo los árboles tiritan la pena
de no poder almacenar entre sus ramas dolidas
a tanto dolor pasando
junto al camino
que es sólo un cuento
que no se altera sin el recuento
sublime que dan
los mismos insensatos que por él se arrastran
para pedirle al destino un poco de pasión
o un poco de verdad
en medio de sus propios sosiegos.

Me sentí camino aun sabiendo
que era mi voz la que pasaba junto a otras
y el sacrilegio de creerme un poco a pasos
me hace andar, ahora
sin cobijar a la razón ni a los recuerdos.

Y es que estoy apunto de observar
cómo mis manos desmenuzan mi clamor
mi llanto y mis sueños
para sentir
que a veces los dolores no se pagan
y siempre se termina por borrar
los fríos roces de las piedras que arañan los pies descalzos
que valientes azotan el hambre
el frío
el sueño y los llantos.











Con la vehemencia del Padre Sol un suelo estridente

Con la vehemencia del Padre Sol un suelo estridente
se encuentra en la mar latinoamericana emergiendo
juntando las poesías de náufragos vivientes
un suelo en estruendos fugaces está naciendo
con los muertos creyentes y con los esforzados
también con los despiertos que durmieron en la cueva
reviven con las olas que los aires desarmaron
con los vivos cantores y con esa carne nueva
borrando a cuánta línea se atreviera don Sol trazar
se encuentran los pintores, actuales Renacentistas
confundiéndose en las brochas y en silbidos al armar
con los muchachos castos que entrelazan los artistas

Se peinan y se abrazan como hijos del mismo piso
se peinan y se miran y se besan en la boca
y corren como locos, perdón, como bebidos
como bebida está en norte la bella loca
porque ella sí que corre como loca en libertad
como cabra en cerro se impone la rubia edad
pero es preferible levantar nuestra verdad
para seguir con el son son que nos trae la novedad
son son de raza fina que en la mar se durmieron
que ahora despiertan como finos resucitados
de hermanos se tratan ellos, los finos que estuvieron
finitamente quietos, mutilados o amarrados

Que pintando buenas la paz que pintando sin cesar
van aprovechando la única oportunidad
de sentirse en aras libre de sentirse en libertad
de saber aprovechar la oportuna unidad
y si piensan olvidar los trazos del Sol con borrar
saben que en noción de arte jamás cederán
y si saben que deben mantener el recuerdo el mal pasar
sabrán que los vientos a la calma no sucederán
más aun sabiendo que en la nueva tierra emergida
en medio de rayos y bermellones artificios
el trabajo es triple para los finos de esta vida
pues en arte la dramaturgia es uno de sus oficios
Es que todos son tan puros, todos actores y amigos
son los entusiastas de la creación son tan finos
son del Sur, son del Nuevo Suelo amigos del trigo
son la esperanza y la voz del eco, son latinos.







Mi vieja, si ya estoy grande

Mi vieja, si ya estoy grande
no me prepares para mañana
que todo se ha vuelto tan confuso.

No me recalques el error
ahora que estoy desnudo para ti
y mi segunda vez te fatigue.

De repente hablas bajito
y tu voz de señora perdida
no se atreve a cantarme al oído.

Qué pasa mi belleza azul
que tiembla tu mentón como el miedo
de mis muchos encuentros perdidos.

Estoy a punto de echarme
por mi propia cuenta de aquí fugaz
si tu sonrisa vuelve a esquivarme.

Entiendo, creo que entiendo
aunque tu boca muerda las ganas
de besar mi inexperiencia otra vez.

Todo gira en mi cabeza
porque has volteado mezquina y sutil
escondiendo tus dolores de mí.

No quieres oler mi espalda
por no clavarte en ella como ayer
o dejarme para siempre arañas.

Porque no me tocas así
supongo que lo que escondes me hará
llorar por quince años más tus manos.

Ya no me miras cuando hablas
ni te atreves a decir que me amas
cuando tus ojitos en mí se pierden.

Y porque sé que se pierden
es que mi frente no se fruncirá
para que no pienses que estoy mal.

Ya no me miras ni me hablas
aun cuando espero como un loco frío
detrás de ti un solo gesto de amor.








Mira, cómo te sorprendo

Mira, cómo te sorprendo
desnuda sobre el sillón del cura
cuando todos suponíamos que sensata tu fe
yacías sobre los pies del Cristo Redentor
besándole los clavos ensangrentados
besándole el dolor
o al menos besándote a ti misma tus bobinas
de presuntuosa abadía.

Pero no, porque no yacías desnuda ante la Santa Cruz
ni la sombra del calvario cubría tu espalda
empapada del aire reñido
o del vicio de la tensión por la falta de ventilación.

Porque morías de placer
maldito placer
mojada como una bendita perra de sacristía
mientras esa espalda
sureña espalda sudada
encorvada como rezando
se espantaba cuando mi entrada, así
irrumpía sobre la imagen sagrada de una mujer amando.

Pero no rezabas, mi hermana
sucumbías encuclillas sobre la cadera del hombre
que sentado como un ídolo egipcio
en su era exodoidiana
no lamentó que subieras y bajaras
como una persignación
por la bienaventurada gracia del nieto del hijo del Padre.

Pese a tu desnudes de novata adolescente
advertí que él no te miraba
como sintiéndote en un lejano recuerdo preclerical
a voluntad, a conciente voluntad
sin pretenderse al pecado
y saberse recordando simplemente dentro de ti.

Aun cuando su rancio potencial se estremeciera, creo
en la matriz de tu fortaleza
procuró dejarte llegar al cielo en su don
justo cuando su semen corroyó tu vientre
como Santo Grial Penquista, supuse.

Y me miraste en él mismada
mientras sus manos no te tocaban
ni sus ojos se extasiaban en la belleza de tu cintura
Por ser sánscrito
cuando sólo tú, mi morena frustración
sin el ímpetu de su control
con su debilidad
le seguías coqueteando en la pelvis como una serpiente
en plena intención de constricción
a las orillas de un ratón atormentado.

Y me miraste perpleja desde el tálamo cuerino
roído por el ritual
me miraron
y no fui capaz de celebrarte en tu muerte
(o en la resurrección de tu primera vez)
resintiéndome en mis propias oraciones
de banal espectador.









A Verónica Vergara Escalona

Todo se ha vuelto lento de repente
Todo torpe y trivial como las piernas mías
Cuando el asalto en Santa Rosa, el silbato
El atropello del taxi y el cabro chico con la bolsa
Ocurrían al unísono lánguido y borroso
Como una película en cámara lenta
Advirtiéndome tu llegada.

Era la negra que venía
Y ya nada importaba porque todo pasaba
Calmo por el zigzagueo de esas caderas
- ¡Las tuyas, negra, las tuyas! -
Esas incandescentes ancas
De cosmopolita atrevida
Que me emborrachaban sin misericordia.

Venías leyendo La Última Niebla, ondulada cabellera
Soberbia como heroína bombaleana
Y en tu morral antisistémico
Escondías el presente de mil mujeres analfabetas
Y el boceto de tus pechos gritando al grafito
Junto a la amortajada manía de escudarte feminista.

Negra, mi negra, nuestra mujer
Cómo puedes permitirme en esta oda
Esperarte del otro lado de la calle
Y sonreírme para seguir leyendo y pasar de largo
Como suponiéndome en el momento, en esta hora
A una Huilliche porfiada camino al norte
Altanera, intacta, sugerente, profesora de historia
En medio de tantos aromas inmediatos
Y yo desierto en las brumas estelas de tu camino.


POLA ARRIAGADA ROSALES [11.693]

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PoLa Arriagada Rosales  

Es de la ciudad de Valdivia, CHILE. Sus veranos de infancia los pasó en una comunidad Mapuche llamada Pitriuco de donde ha extraído en la actualidad los recuerdos, los aromas, las palabras y sonidos del viento para plasmarlos en sus texto de la Tierra que son un reconocimiento a su Ser Mapuche.
Estudió Comunicación Audiovisual en la ciudad de Temuco. Allí conoce a su profesor y poeta Elikura Chihuailaf quien descubre sus escritos y la insta a seguir con el desarrollo incansable de sus letras; durante ese tiempo junto a otros escritores forman el grupo Literario Metaforato nombre otorgado por uno de los textos de su primera obra sin editar El tiempo Suspendido y con el que gana algunos concursos líricos en ese entonces.
Hoy en Santiago, forma parte del Colectivo Mapocho y realiza trabajos relacionados a la fotografía.



TEXTOS : DE LA TIERRA


PEWMA - SUEÑO

Se abre la lengua de la tierra
en mis voces.

Ardiente , como leño de hualle
iluminando los hilos de la cabeza.

Como mariposa apareándose
en la brisa,
entre las sílabas del viento.

Mi voz desfila entre ojos ciegos,
pero los campos guardan
la brisa sedienta en la yema de los dedos.







TELAR

Se alborotan los pájaros,
ha menguado la luna.

La tía vieja dice que traiga
el poncho, que pronto caerá
el aguacero.

Hay que entrar las gallinas
y esperar que el agua
no detenga los relojes.

Los mates se acaban.

Entre las brazas del rescoldo
llega el agua y los vidrios
bailan las figuras del telar.





EL VUELO DEL MAÑKE

Entre nubes volando
en su vaivén, el viento.
Con el surco en la pluma 
viene el mañke
con su baile agitando.

Has vuelto, le digo.
Entonces, cierro los ojos 
para recordarlo.







FUCHAMAWÜN - AGUACERO

¡Huele tan bien la tierra después del aguacero!
y las mujeres descalzas
antes de que amanezca
en el campo
saludan al horizonte despejado
con las manos levantadas
al cielo.

¡Huele tan bien la leña!
y se abren las nubes
y el sol se queda.

¡Huele tan bien después del aguacero!




KÜME NÜKÜ MAPU FUCHAMAWÜN 

Küme nükü mapu füchamawün
pu zomo
ngenoshumelke zomo
mew mapu mew
chalifingun afmapu
witrañpramlu wenu mew.

Küme nükü ñi mamüll
kom pu tromu
chumüll antu müten yeiñ
küme nükü mapu füchamawün.








USURPACIÓN 

Vinieron...
Sobre la estufa calentaba agua para mate.
Entraron,
cuajando las estrellas en el suelo.
Recorrieron,
las manos urdían masa
historia mutilada
de golpe un telar a la pared.
Empujaron,
cesaron los cantos,
golpearon ,
sacaron,
arrastraron.
Afuera mi madre
con la pierna rota, sangrante.
Mi hija deshace en llanto,
el hilo de la rueka
deshila trenzas
al sentir el canto
triste de su madre que sufre.
Llevaron
lejos de las vertientes, de los montes
del baile del mañke.
Así llegaron ,
queriendo
amarrar la palabra ,
los sueños , los labios,
dejando surcos de sangre
entre los pastos. 






LOS VIENTOS DE LA MUERTE

Buscando el surco de las manos
la tierra duerme
con su traje ceniciento.

Muero en el alba
arrebatado por el aroma
del pan naciendo de las cenizas.

Me reciben los pastos
bajo el murmullo de mis huesos
y el rocío navega entre mis entrañas.

Busco las aguas en donde beben los patos
y tejo un chamal de margaritas
para mi entierro.

Todos los vientos
florecen de la misma muerte

- Kuyfi pu wentxu ta kurü ñamigün -





PITRIUCO

Pitriuco florece
con el reflejo de la luna
dentro de los ojos.
Las vacas hablan en la distancia,
el mirto, el ñirre , el canelo
desfloran aromas
a las cuatro de la mañana.

La quietud de los granos de trigo
destejen su aroma a espiga,
en los cerros la calma virgen
de la hierba virgen
sedienta avanza perdiéndose
sinuosa en el viento.

¡Vaciándose está el otoño!
La Nala cuaja de las ubres
la vía láctea.

No se cuando nacieron los cardos,
pero van torciendo la rueka
cada vez que la txutxuka
suena a lo lejos.





DOMO MAPU HUILLICHE

Llevan las mujeres un canto
por los bosques
que llenan los cántaros
de muzay.

Con los hilos de la cabeza
tejen redes,
avanzan los pasos
con antorchas.

Hasta la orilla llegan
con su voces
a sembrar el mar
bajo el rumor de las aves.

Hacen purrun en la arena
bailan, giran, saltan caracolas.

Cogen flores, raíces, peces.
La espuma marina
se vuelca en sus cuerpos
perfilando las enaguas.

Küyen las vigila,
dueñas de las aguas,
figuras, sirenas.

La niebla marina
devuelve los cuerpos
a los árboles enraizando
en mar sus cabelleras.

La Pincoya
cuenta el huinca
que embruja por las orillas.






MALEN - DONCELLA

Ven al río Malen
para que te coronen,
para que tus hilos Malen
entre plata y flores
se trencen.

Ven al río Malen,
bailemos, tomaré tu mano
te diré cantos nuevos.
Rosa te catará las orejas,
prenderá olas y caracolas
de chaway.

Ven Malen,
ven al río que habrá fiesta.
cambiará la luna,
el sol de apoquito se llena,
el cielo abrirá para ti
sus estrellas.

Vendrá el viento Malen
jugando a ser tórtola
entre tus vestidos.

Correremos Malen.
Volaremos Malen.
Soñaremos Malen,
en la voz, en el canto,
en el agua.
Sentiré entre las aves
el latir de tu danza.

No importa gritar.
el sol nos verá Malen
y continuará su marcha.

Nos seguirán las espigas
los brotes del colihue
el aroma del maqui
encenderá la espera
del verano.

Ven Malen,
ven Malen al río
que estamos de fiesta,
comeremos catuto
habrá muzay,
te haremos princesa.
Peinaremos a tus hermanas
con cintas en la cabeza.










MANUEL BLANCO CUARTÍN [11.704]

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Manuel Blanco Cuartín

(1822-1890).
Poeta y periodista chileno nacido en Santiago, hijo del escritor Ventura Blanco. Fue director de El Mercurio y redactor en El Conservador. Es autor de los libros Poesías (1859), de las leyendas en verso Blanca de Lerma (1859) y Mackendal o un amor de tigre (1859); escribió también el ensayo Lo que queda de Voltaire (1876) y numerosos artículos, que fueron recogidos a su muerte en el volumen Artículos escogidos de Blanco Cuartín (1913).



AL BORDE DEL SEPULCRO

¡Sombra querida!, que, doquiera arrastro
mis vacilantes pasos, vas conmigo;
sombra, que fuiste de mi vida el astro
que, aún apagado, con amor persigo;

¡visión celeste! ¡sombra idolatrada!,
permite a mi laúd este lamento,
voz interior de lágrimas cuajada,
grito desgarrador del sentimiento.

Si no lanzara este afligido canto,
mi corazón de pena estallaría;
ni, ¿para qué sirviera la poesía,
que es todo amor y música del llanto?

Una a una recorro mi memoria
las fases de mi mísera existencia,
y en todas ellas eres tú mi gloria,
mi luz, mi numen, mi vital esencia.

Cuando apenas contaba yo veinte años,
y era yo presa de feroz tortura,
de precoces, horribles desengaños,
de irreparable y negra desventura,

quiso Dios colocarte en mi camino;
y cual viajero que sediento vaga
y se encuentra un arroyo cristalino,
así te hallé yo a ti, divina maga.







La esperanza.

Ilusión adorada,
Dulce embeleso, embriagadora idea,

Imájen encantada
De la ideal belleza que recrea
I anima la existencia infortunada.

Tú, esperanza querida,
Desde que nace el hombre lo acompañas

En esta incierta vida,
I aunque a menudo, pérfida, lo engañas
Siempre en su pecho, crédulo,te anida.

Tu pintas al marino
En medio de las olas procelosas

I del horror contíno,
Una isleta de flores olorosas
Como el puerto feliz de su destino.

Tú, al triste caminante
Que recorre sin brújula el desierto,

I por la sed punzante
I el hambre se contempla casi yerto,
El agua i pan ofreces abundante

Tú, al que tenaz la tierra
Horada sin descanso tras el oro,

I allí su bien encierra,
En la amargura ofrécele un tesoro,
I con mas brio a la labor se aferra.

Tú, al que postrado yace
Víctima del dolor en duro lecho,

I en llanto se deshace
Al ver el fin de su vivir estrecho,
Tú, esperanza, apareces i renace»

Al amador que llora
I se desvela, porque no consigue

De la mujer que adora
Una palabra que su mal mitigue,
Triunfos i amor ofreces bienhechora.








El Espíritu

Quién es el que a mis ojos representa,
Cual ensueño feliz, bello el pasado,
I sacude mi mente adormecida,
Hoi desgraciado?

¿Quién es el que dibuja en lontananza
Un sendero de flores, guarnecido
De espinas clavadoras i de abrojos,
I allí mi nido?

¿Quién es, el que al dolor que me devora,
A veces baña en dulce melodía,
I hace que de mis lábios se desprenda
Célica harmonía?

¿Qué es esto que me obliga, me encadena
A mar lo bello, i a buscarlo, ansioso,
Cual el insecto, el fuego que lo abrasa,
Busca afanoso?

¿Qué ardor es este que en mi pecho hierve
Al levantar mis ojos de repente
Al Cielo, i ver mil mundos suspendidos
Sobre mi frente?

¿Quién el terror difunde en mi semblante,
Cuando contemplo al dilatado oceano
Querer mojar, rebelde, con sus olas
De Dios la mano?

¿Qué voz interna es esta que retumba
En mi pecho, gritando: Omnipotencia!
Orden! justicia! eternidad! espacio!
Omnisciencia!

Cuando contemplo hasta la flor mas leve,
Obra perfecta de un poder inmenso,
Al hombre que lo siente i ama, oculto
Con velo denso?

¿Quién es el que me inspira la ternura
Por la belleza, i a su dulce encanto
Hace doblar mi corazon severo
Lleno de llanto?

¿Quién el amor por la horfandad doliente?
¿Quién el respeto a la vejez me inspira?
¿Quién al saber i a la virtud me manda
Pulsar mi lira?

¿Quién me sostiene en mi pobreza i luto?
¿Quién mis pasiones, tan robusto, enfrena?
¿Quién me alimenta de esperanza i gozo
Hasta en mi pena?

¿Es la materia, acaso, la materia
Que, organizada, juega misteriosa
Consigo misma, i se combate siempre
Hasta la fosa?

¿Es ella, digo, quien reprime a ellar
Cuando ruje lasciva, cual pantera
Que ahulla, por la carne, entre los hierros
Que muerde fiera?

Es ella la que inspira el entusiasmo
Que al corazon virtuoso lo arrebata?
¿La que el laurel del patriotismo al fuerte
Bello retrata?

¿Ella, la que a Neuton, del orbe entero
La lei en que se asienta le confia,
El jiro de los mundos, i diseca
La luz del dia?

¿Ella, la que a los mártires ofrece
Dulce el cuchillo i agradable el fuego,
I en el tormento derramar les hace
Voces de ruego?

¿Ella fué, quien al noble Girondino
Prestóle voz ante la atroz cuchilla?
¿Ella, la aurora que en su frente pura,
Eterna brilla?

Ella, quien a Colon condujo, cierto,
Por el ignoto mar en barca leve,
I un mundo nuevo a la jigante España
Ofrece en breve?

Ella, en fin, que se torna en sucio polvo
¿Es la que grava en caracteres de oro
Dentro del alma de quien llora i pena
Dios yo te adoro!

Ella, quien a las puertas de la muerte
Al bandido estremece, i le presenta
La augusta efijie del Eterno, airada,
Que pide cuenta?

¿Ella, quien al austero cenobita
Del ancho espacio le descorre el velo,
I en luminosa eternidad le muestra
Al Dios del Cielo;

No llevando en su diestra omnipotente
Su llamíjera espada vengadora,
Sino la dicha eterna, que le ofrece
Encantadora?

Oh! por siempre volad impías dudas,
Que el inmortal espíritu ya veo
Do quiera que mis ojos vuelva atento;
Porque ya creo!

Porque ya siento renacer en mi alma
La flor de la esperanza tan querida,
Que, al presente dolor, ofrece en premio
Eterna dicha en la celeste vida.




GUILLERMO MATTA GOYENECHEA [11.705]

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Guillermo Matta Goyenechea 

(Copiapó, CHILE  20 de septiembre de 1829 – † 27 de enero de 1899); poeta, ensayista y político chileno, representante del romanticismo en lo lírico y del liberalismo progresista laico en lo doctrinario. Fue uno de los fundadores del Partido Radical de Chile, junto a su hermano mayor Manuel Antonio Matta. Es sobre todo recordado por sus poemas tardíos; nostálgicos, sentimentales y con cierta tendencia a la divagación filosófica. Es considerado uno de los principales exponentes del romanticismo en la poesía chilena, junto a Eusebio Lillo, Guillermo Blest Gana, Eduardo de la Barra, Carlos Walker Martínez y José Antonio Soffia. Sufrió persecución política tras apoyar la Revolución de 1859, siendo desterrado a Inglaterra. Fue diputado por Ovalle (1873-1876) y senador por Atacama (1888-1899). También se desempeñó como diplomático en Alemania e Italia. Fue uno de los primeros bomberos de Santiago.

Fue insigne poeta, posiblemente el más notable de su época, eminente diplomático, servidor público y destacado político, uno de los fundadores del Partido Radical en Chile.

El hombre y el Político

Sus comienzos literarios fueron modestos. Sus primeras poesías aspiraron a la gloría y la ligereza. Más tarde cambió de orientación y cantó las grandes aspiraciones de la humanidad, especialmente a la libertad y el progreso. Fue el más fecundo de los poetas de su generación y el único que puso verdadero empeño en escalar las altas cumbres del Parnaso. No lo logró en los primeros ensayos, ni en los cantos políticos - sociales de la segunda etapa, pero en algunas de sus poesías del período de transición, el sensualismo le levanta hasta la altura de los pocos maestros españoles del género, y sólo es excedido, medio siglo más tarde, por la poetiza uruguaya Juana Ibarborou.

En 1847 da a conocer numerosas obras poéticas y traducciones de vates extranjeros de reconocida reputación, entre ellas la Oda del poeta y novelista italiano Alejandro Manzoni, obra que suscitó una animada polémica. En 1852 escribe dos obras Un cuento endemoniado y La mujer misteriosa. Posteriormente escribe el poema El Amor que le valió una seria controversia científica y la más clara revelación de su naciente literatura humana y universal.

A comienzos de este siglo, Amunategui Solar seguía calificándolo de El Primero de los Poetas de nuestro País, y Torres Caicedo creía ver en él al Byron chileno.

Regresa a Chile en 1862 e ingresa a la redacción del diario La Voz de Chile.

Varias veces es elegido Diputado y en repetidas ocasiones ocupó el cargo de Presidente de la Cámara.

Fue Ministro de Plenipontecario en Alemania y luego en Italia.

Sirvió la política de José M. Balmaceda durante el comienzo de su administración, pero luego renunció a ella y se plegó a la causa del Congreso. Después de la victoria la Placilla sirvió como Intendente de Concepción.

Ministro de Relaciones en Argentina. Fallece en Santiago el 27 de enero de 1899.

El Bombero

El 8 de diciembre de 1863 acudió, como periodista, al incendio que destruyó el Templo de la Compañía. Con su diestra pluma, pintó el pavoroso cuadro que representaba el templo incendiándose, como el horror que causaba observar, inmediatamente después del sacrificio, las cuatro paredes que quedaron y dentro de ellas un hacinamiento de cadáveres y fuera de ellas un mar de lágrimas.

El infierno que se grabó en su retina, le hizo concurrir, presto, al llamado de hizo don José Luis Claro para organizar el Cuerpo de Bomberos Voluntarios.

Ingresa, junto a su hermano Manuel Antonio, a la Compañía Guardia de Propiedad. Como fundador de ésta, figura en sus registros con el Nº 2 y con el Nº 180 en los Registros del Cuerpo de Bomberos de Santiago.

Sirvió como oficial durante un año y tres días.

Por no tener el tiempo necesario para dedicarse a la Compañía como él lo deseaba, presenta su renuncia en Julio de 1865.

Posteriormente ingresa a la Segunda Compañía de Bombas donde sirve varios cargos.

En 1868, siendo Capitán de esa Compañía, integra una comisión junto al Teniente Primero don Tulio Ovalle y el Teniente Segundo don Enrique Mac-Iver y al Director Vicente Reyes, que la presidió. Esta comisión se formó para adquirir la primera bomba a vapor que tuvo la Segunda Compañía, la famosa y querida Merryweather.




Algunas ediciones de su obra

-Poesías de Guillermo Matta; cuentos en verso y fragmentos de un poema inédito, 1858, Imprenta de la América, Madrid.[1]
-Apoteosis del sabio; a la memoria de don Andrés Bello, 1866, Imp. del Ferrocarril, Santiago.
-A México, poesías, 1867, Impr. de la Libertad, Santiago.
-Nuevas poesias de Guillermo Matta, 1887, F.A. Brockhaus, Leipzig.
-Ciencia y progreso, poesía, 1893, Santiago.





PAISAJE NOCTURNO

La luna, misteriosa, peregrina,
entre sombra y crepúsculo fulgura;
pálida tiembla en la montaña oscura
y blanca luz esparce en la colina.

En los valles profundos ilumina
flor naciente, hoja verde, roca dura;
y ángeles vuelan por el aura pura
y al alma arroba una visión divina.

¿Nuestras almas de tierra sus inquietas
zozobras con la luna satisfacen,
y las guía la atracción de los planetas?

¡Ah, locos sueños que en la mente nacen,
países que imaginan los poetas,
lunas perdidas que en su ocaso yacen!






A España

España es una tierra en que germina
hermanado el valor con la nobleza;
a través de los siglos su grandeza
el horizonte histórico ilumina.

Si la suerte vencerla determina,
revístete de heroica fortaleza;
señala en cada sitio una proeza,
muestra un templo de gloria en cada ruina.

España es una tierra de gigante,
que en los agrestes picos del Moncayo
aún tremolan sus lábaros triunfantes.

Es el pueblo inmortal del Dos de Mayo,
que enseña con la pluma de Cervantes
y vence con la espada de Pelayo.




ROSARIO ORREGO DE URIBE [11.706]

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Rosario Orrego de Uribe

Rosario Orrego Castañeda -conocida también como Rosario Orrego de Uribe, Rosario Orrego de Chacón o su seudónimo Una madre (Copiapó, 1834 - Valparaíso, 21 de mayo de 1879) fue una novelista, poetisa, editora, periodista y educadora chilena, considerada la primera mujer novelista de Chile, una pionera en el campo poético femenino en dicho país y una de las precursoras de la literatura femenina a nivel de Hispanoamérica.

Cultivó la novela y poesía, e inició su carrera literaria en la La Semana; como editora, fundó en 1873 la revista Valparaíso, donde colaboraron además, tres de sus hijos.

Fue también, la primera mujer en integrar una academia de literatos: la Academia de las Bellas Letras en Santiago, conformada a mediados del siglo XIX por la élite intelectual chilena.

Hija de Manuel Andrés Orrego y Rosario Castañeda, nació en la ciudad de Copiapó en 1834, aunque la mayor parte de su vida residió en Valparaíso, ciudad donde emigró en 1853 tras la enfermedad de su primer esposo, el acaudalado industrial minero de Chañarcillo Juan José Uribe.

Contrajo primeras nupcias con Uribe el 6 de agosto de 1846 a la edad de catorce años y tuvo cinco hijos, entre ellos, los también escritores Ángela Uribe de Alcalde, Luis Orrego y Regina Orrego Uribe, que fue la primera mujer en recibir el título bachiller en humanidades en Chile.

Tras enviudar, se casó en 1874 con el jurista, periodista y también escritor Jacinto Chacón Barrios, tío de Arturo Prat.

Producción literaria

Tuvo una destacada participación en el campo de las letras chilenas durante la segunda mitad del siglo XIX, actividad que desarrolló casi en su totalidad en Valparaíso; además, participó en varias organizaciones literarias y filantrópicas en pro de los derechos de las mujeres. Al respecto, durante esta época «se destaca su vehemente propósito y campaña por ampliar la instrucción y educación de la mujer, como también un acentuado espíritu solidario hacia los más desvalidos de la sociedad».

Escribió en una serie de revistas y periódicos a lo largo de su vida, entre ellos La Revista del Público, Sud-América, Chilena, La Semana y la Revista del Pacífico —que fundó su segundo esposo, Jacinto Chacón—; además, en 1873 fundó y editó la revista Valparaíso.

En 1872, José Victorino Lastarria la nombra socia honoraria de la Academia de las Bellas Letras en Santiago, lo que la transformó en la primera mujer que integró una organización de este estatus en la historia de Chile, «dato que ilustra acerca de su valía e importancia en las las letras nacionales».

Novela

Debutó en el mundo de la novela con Alberto el jugador, un texto «de corte romántico y costumbrista donde se observa el ambiente de la burguesía y se confrontan los códigos morales y sociales del momento», que publicó por entregas a principios de la década de 1860 en la Revista del Pacífico.

Su segunda novela —probablemente inconclusa— se tituló Los busca vidas: novela de costumbres, apareció en 1862. En ella, muestra una mayor preocupación social y una mirada de la situación de las mujeres en los conflictos sociales de la época que reveló «un conocimiento profundo de un momento de auge en la vida nortina cuando llegaban personas de todas partes a buscar trabajo y riqueza, produciéndose de este modo el ascenso de una burguesía minera».

En 1870 publicó Teresa, una novela romántica con tintes políticos que se ambientó en los albores de la Independencia de Chile,14 y que «quiebra los parámetros convencionales del abordaje al sujeto mujer en la literatura» chilena del siglo XIX.14

Esta trilogía transformó a Rosario Orrego en una de las precursoras de la novela hispanoamericana junto a Juana Manso, Mercedes Marín, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Julia López de Almeida, Clorinda Matto de Turner, Manuela Gorriti y Mercedes Cabello de Carboneda, entre otras.

Poesía

Incursionó también en la poesía, género literario que abordó a través de varias colaboraciones en la revista La Semana, donde firmaba bajo el seudónimo «Una Madre». Durante esa época tuvo un sentido autocrítico de su trabajo: dijo «yo pude estimar lo poco que valían esos pobres versos, porque lo criticaban en mi presencia». Tal anonimato duró catorce años, hasta que en 1872, y a instancias de sus amigos y editores, optó por firmar sus trabajos con su nombre. Junto a las escritoras atacameñas Mercedes Marín del Solar y Nicolasa Montt de Marambio, es considerada como una de las pioneras en el campo de la poesía femenina de Chile.

Periodismo

Por otro lado, en 1873 fundó y editó la Revista Valparaíso, un medio de comunicación de periodicidad quincenal que se dedicó a las artes, letras y ciencias; aquí, además, colaboró con notas de prensa junto a sus hijos Regina, Luis y Laura. Fue en esta revista donde publica por entregas su tercera novela, titulada Teresa. Por su labor periodística, es considerada una de las primeras mujeres que cultivó el periodismo en Chile.

Obras

Alberto el jugador (Santiago: Editorial Cuarto Propio, 2001; 1860).
Sus mejores poemas, artículos y su novela corta "Teresa" (Santiago: Editorial Nascimento, 1931).
Obra completa: Rosario Orrego 1831 - 1879 (Copiapó: [s.n.], 2003).





ASÍ QUIERO MORIR

¡Quién pudiera morir como esa nube
que miro evaporarse suavemente,
blanca y aérea al firmamento sube
en las ligeras alas del ambiente!

¡Quién pudiera morir como esa estrella,
eclipsarse no más unos momentos
y volver a brillar, feliz con ella,
en otros azulados firmamentos!

¡Quién pudiera ser rayo de la aurora
y, al declinar la tarde, confundirse
en medio del crepúsculo que dora
la moribunda luz al despedirse!

¡Quién pudiera ser flor, y al marchitarse,
el cálice doblar sin agonía,
y aun pálida e inerte al deshojarse
derramar en las auras la ambrosía!

Mas yo no soy ni flor ni nube errante,
ni astro de esos mundos destellados...
¡yo tengo un corazón, un alma amante,
que han de ser a pedazos arrancados!

Por eso quiero ser átomo leve,
aliento perfumado de la brisa,
para burlar el sufrimiento aleve
y morir exhalando una sonrisa.

Que en tu seno no más, Naturaleza,
la muerte es un desmayo voluptuoso,
un cambio de expresión y de belleza;
y nada se hunde en eternal reposo.








POEMA PARA SU HIJO LUIS

Ayer mecía tu inocente cuna
y te arrullaba plácida y feliz;
hoy te mece una nave, y la fortuna
de mí te arranca, idolatrado Luis.
Paréceme ayer, Luisito mío,
Juntas tus manos, te enseñaba a orar,
Hoy sobre la ropa de un navío,
Niño dominas el airado mar.
Ayer tus juegos, tu gentil viveza,
La dicha hicieron del paterno hogar;
Hoy de los quince el garbo y gentileza
Te dan el nombre la arrogante faz.
El uniforme del marino austero
Te ha despojado de tu blusa dril,
Y la espada, la insignia del guerrero,
Realza ti persona aún infantil.
Eres ya un hombre. En tu tostada frente
¡Cómo alboreando el patriotismo esta!
Ya brilla en tu pupila el fuego ardiente
del jefe osado, del marino audaz…
sigue ingratuelo, la brillante estrella
que al bravío guía al campo del honor;
mas mira la honra de la patria en ella…
¡que yo a solas oraré por vos!





RICARDO FERNÀNDEZ MONTALVA [11.707]

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Ricardo Fernández Montalva

(23 de Febrero de 1866 - 5 de Noviembre de 1899)
Distinguido poeta y escritor nacional chileno.




¡VEN! ¡ES DE FUEGO EL AIRE!

¡Ven! ¡Es de fuego el aire ! La paloma
se agita insomne en el revuelto nido,
y en los rayos de luz flotan miradas
y besos y suspiros.

Quiero contigo hablar de las auroras,
de los astros que giran encendidos
por la llama de amor, y de lo que hablan
las aves en sus trinos.

La garza blanca surca la laguna:
es amante sonámbula. El dormido
balance de las ondas azuladas
adora con delirio.

Los árboles se inclinan voluptuosos
de la brisa a los besos fugitivos...
¡Oh, ven! ¡Llegó la hora de las citas,
de los amores íntimos!







LA ESTATUA

Era la estatua aquella
entre todas las otras, la más bella;
que el aplaudido y soñador artista,
esculpiendo sus formas virginales,
tuvo, como modelo, ante su vista,
el ideal de sus sueños orientales.

El mármol de Carrara
que, en esa estatua, el escultor usara,
tenía la blancura cristalina
de la cutis, tan suave y reluciente,
tras de la cual al punto se adivina
la sangre joven, bulliciosa, ardiente.

La alegre primavera
derrocha sus bellezas por doquiera
la majestuosa estatua resplandece;
besada por el sol y por el viento,
y,sobre el rico pedestal,parece
como animada por vital aliento.

Al verla se diría
que brota de sus ojos poesía;
que de su labio, de caricias lleno,
se escapan tiernas frases amorosas
y que su blanco, su turgente seno,
se estremece con ansias voluptuosas!

El escultor se queda
absorto ante ese màrmol, que remeda
la hermosa realidad de sus anhelos,
y lleno de emoción se maravilla,
y, como frente a un Angel de los cielos,
delante de la estatua se arrodilla!

Y la visiòn aumenta
y cada vez más bella se presenta
hasta que el escultor, en su embeleso,
entre sus brazos estrecharla ansía,
y al darle, loco de pasión, un beso,
la encuentra inmóvil, silenciosa, fría!

Yo soy el escultor, tú la escultura;
sensible te creí y eres de roca...
!No conozcas jamás la desventura
de aquel que busca amor, y, en su locura,
el marmol de una estatua solo toca!







REVOLUCIÓN
                     
Sobre la tierra estéril desolada,
negra tierra en silencio endurecida,
tierra sobre la cual nadie ni nada
canto jamas el himno de la vida.

Arroja el labrador, con mano ruda
la semilla que el sol fecunda a besos,
y se viste de tierra, antes desnuda,
con arboles en flor, que estaban presos!

Pueblos que ignoran sus derechos,duermen
como la tierra estéril. Vil coyunda
los tiene esclavos, mientras llega el germen
de libertad que salva y que fecunda.

Entonces, en océanos sin orillas,
se agitan tempestades populares;
y caen destrozadas las Bastillas
y para la Razón se alzan altares!

          

GUSTAVO VALLEDOR SÁNCHEZ [11.708]

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Gustavo Valledor Sánchez

Gustavo Valledor Sánchez (CHILE,  1870-1930). Con el escritor Emilio Rodríguez Mendoza, fundó en Santiago la revista "El año literario" hacia finales de 1890.





AURORA

Frío está el horizonte. Todo es hielo.
En la niebla lejana que se esfuma
como en lecho real de blanca pluma
surge la aurora en apacible vuelo.

Trae de rosa transparente velo
tras del cual un misterio se consuma;
y el incienso que sube es una bruma
que envuelve en ondas trémulas el cielo.

Es un país lejano donde un alma
debe vagar en misteriosos sueños
en el pálido nimbo de los astros;

y donde tiene en infinita calma,
su palacio de perlas y alabastros
la virgen sideral de los ensueños.










EGIDIO POBLETE [11.709]

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Egidio Poblete

Egidio Poblete

Egidio Poblete Escudero (Los Andes, Chile   1868 - Valparaíso, 1940) Escritor, periodista y traductor. Como periodista, utilizó el pseudónimo de "Ronquillo". Publicó el libro de poesía "Minuta" en 1938 y tradujo "La Eneida" de Virgilio.




PAZ DEL ALMA

Cuando contemplo, niña tu pupila,
el cielo veo de las horas bellas:
la misma azul profundidad tranquila,
el mismo suave luminar de estrellas.

Pero, ¡ay!, el cielo más azul esconde
el turbión que con furia se desata,
y allí también al vendaval responde
el rayo vibrador, que incendia y mata.

Evita, niña que en tus dulces ojos
se encienda el rayo de pasión violenta;
teme la tempestad. Sólo despojos
deja en los corazones la tormenta.

Guarda cuidosa tu risueña calma,
la fe conserva que jamás vacila,
y sea signo del cristal del alma
la azul serenidad de tu pupila.



Minuta
Minuta
Autor: Egidio Poblete
Santiago de Chile: Impr. Universo, 1938



CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1940-06-09. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
No hace aún mucho tiempo falleció el autor de este libro, cuyo nombre ha quedado en la categoría de los clásicos chilenos. Recordamos al autor de la traducción de “La Eneida” de Virgilio que le mereció el Premio Roma de literatura; don Egidio Poblete nos dejó sus célebres cuentos firmados por “Ronquillo” y otras obras de imaginación que le han dado un lugar de selección. Entre toda esa labor no podía faltar la poesía; pues bien, oculta bajo un título vulgar si se quiere, don Egidio Poblete reunió sus mejores poemas; versos sin exaltación moderna, pero robustos y armoniosos; poemas en los que campea más el profundo concepto que la imagen novedosa y llena de colorido. Tal vez él no necesitaba de lo nuevo sino que se alimentaba con sus clásicos latinos y griegos a quienes conocía y admiraba.

En la dedicatoria de esta “Minuta”, que ofrece a su esposa, dice:



“Nuestras vidas han sido como el hondo
y apacible correr de un arroyuelo
que deja ver las guijas de su fondo
y, nublado o azul, refleja el cielo”.



Don Egidio Poblete era hombre de fe en Dios, de vida acrisolada entregada siempre al trabajo, al estudio, a la investigación. En los ratos de solaz se dio, sin duda, al esparcimiento noble de escribir estos poemas que entregó sin pretensiones de ninguna especie, sino solo con el deseo de procurar la alegría espiritual de sus lectores. Así nos dice:



“Mas te debo advertir: en la Minuta
nada hallarás que huela a impresionismo;
todo camina por la antigua ruta,
que sienta mal a un viejo el modernismo”.



Don Egidio Poblete nos ofrece sus poemas escritos no noble factura rítmica; no podía hacerlo de otra manera quien se dio por entero al cultivo de un conocimiento íntimo y fructífero de los clásicos. Ciertamente que su poesía desmerece a menudo por estar ceñida a cánones demasiado estrechos y difíciles de sortear sin caer en la vulgaridad.

A Virgilio canta así don Egidio Poblete:


“¡Sol del más grande imperio de Occidente,
cisne de Mantua y esplendor de Roma,
Publio Virgilio, salve! A ti, poeta,
que al dulce son de pastoriles flautas,
cantaste un tiempo agrestes melodías…”



Esta “Minuta” es desigual y rara vez nos conduce por caminos de absoluta originalidad poética; eso sí que de riqueza idiomática y de versificación. Tiene mucho de latina la poesía de don Egidio Poblete; la sensación moderna está muy distante del espíritu del señor Poblete en este libro. No es ese su defectos, ya que él fue sincero consigo mismo y cantó el embelezo del amor, de la naturaleza y la amistad.





MANUEL MAGALLANES MOURE [11.710]

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Manuel Magallanes Moure

Manuel Magallanes Moure. (La Serena, CHILE   8 de noviembre de 1878 — San Bernardo, 19 de enero de 1924) poeta romántico , dramaturgo y periodista chileno.

Fue periodista, y crítico en Las Últimas Noticias y en El Mercurio, donde utilizó el seudónimo de “M. de Ávila”. También fue editor de la revista Chile Ilustrado y colaboró con la revista Juventud.

Su padre fue Intendente de Coquimbo y miembro de la Corte de Apelaciones. Realizó sus estudios humanísticos en Santiago. Vivió largos años en la ciudad de San Bernardo, en la calle Eyzaguirre donde realizaba tertulias literarias.

Se casa en 1903 con su prima Amalia Villa Magallanes. Se desempeñó como Secretario Municipal y Alcalde de San Bernardo. Funda en 1911 el periódico La Reforma que se mantuvo hasta 1916.

Vinculado a los escritores Pedro Prado, Baldomero Lillo y Augusto D'Halmar, perteneció al Grupo de los Diez, grupo de creadores pertenecientes a una multiplicidad de expresiones artísticas a comienzos del siglo XX. Fue integrado a la antología Selva Lírica, compilación que incorporó a los poetas más conocidos de la época. En 1914, fue jurado de los Juegos Florales de Chile, donde Gabriela Mistral obtuvo el primer premio con su poema: Los sonetos de la muerte

Incursionó en la pintura, presentando una exposición publica en 1916. En 1918 funda la Sociedad de Conferencias Publicas en el salón de la Escuela Superior de Niñas Nº2. En 1922 viajó en misión oficial a Europa.

El poeta tuvo gran popularidad en su tiempo. Sin embargo, como en todo orden de cosas, no faltaron los críticos a su tarea. Y los eruditos de costumbre, con cejas enarcadas y ceño fruncido, no encontraron nada más loable que desmejorar su labor, aduciendo que su poemática poseía imágenes gastadas, era anémica, vago el objeto poético, había torpeza para entrar en el campo metafísico, se tropezaba con un romanticismo de segundo plano y existían influencias mal asimiladas de Darío, Nervo, Maerterlinck, Samain, Espronceda, objeciones, como se verá, ciertamente mortificantes y definitivas, que dejaban en un pie mínimo la tarea de Magallanes Moure.

Pero era la visión de los académicos y cierto críticos literarios, los cuales, en general, nunca están de acuerdo con los gustos del lector, que es, a fin de cuentas, el fin último de cualquier obra literaria, aunque ellos crean, en su soberbia e intolerancia, que su preeminencia debiera ser lo óptimo y concluyente. También hubo ojos hacia el débil sentido de la realidad, lo cual ciertamente habla muy bien de los románticos y no en contra. No obstante lo anterior, y pese a la reticencia de ciertos criticastros y poetastros, la poesía de Magallanes Moure fue bien recibida por el lector, valoró su esfuerzo, no le pidió más de lo que podía hacer (gran sabiduría popular) y sus poemas aún permanecen en la memoria de muchos por su frescura, su sencillez y flexibilidad; la hondura de quien se acerca al corazón, cierta ingenuidad, algo de paz y monotonía que nunca molestó, denotando en definitiva buen gusto y sensibilidad, además de ser agradables y bellos.

Y una cosa importante: se presentan lejos de la jerigonza, el enrevesamiento y la oscuridad. Gabriela Mistral, no ciertamente objetiva (no tenía por qué serlo) derramó palabras de elogio para la poesía de Magallanes Moure: “ Es una pena que tengamos tan desacreditado el elogio en América, que no significa nada decir que la poesía de Magallanes fue la más pura, porque se ha dicho eso precisamente de muchos. Pura, por la ausencia de didactismo, por un desinterés total de doctrina; pura por escrupulosa en la técnica y por ceñidamente sincera”."(Jorge Arturo Flores, semblanzas Literarias)

Falleció el 19 de enero de 1924 a los 45 años de edad y dejó una considerable obra poética.

Obra

Facetas. 1902, poesía
Matices. 1904, poesía
La jornada. 1910 poesía
Lluvia de primavera. 1912, teatro
¿Qué es amor? 1914, cuentos
La casa junto al mar. 1918, poesía
Florilegio.
Sus mejores poemas. 1928 (Corrección la obra fue realizada en 1926 por la Editorial Nascimento, selección de Pedro Prado. 179 páginas.2 )
Movimiento, generación o corriente[editar]
"La poesía de Manuel Magallanes Moure se enmarca dentro del contexto del romanticismo, lejos del realismo criollo y del naturalismo crudo de los escritores de su época. Y como todo romanticismo que se precie de tal, el trabajo del escritor rumba sus pasos hacia versos sencillos, simples, de mucho sentimiento, donde el paisaje, especialmente todo lo concerniente al mar (buques, playas, olas), cobra especial realce. Dentro de este aspecto, el amor es el artífice de su producción".(Jorge Arturo Flores, Semblanzas Literarias.cl)





LA SIESTA

En el vetusto corredor, tendido
sobre una confortable mecedora,
paso, en dulce quietud, la ardiente hora
del calor, a la sombra guarecido.

Sobre el extenso campo adormecido
derrama el sol su lluvia abrasadora,
y es hálito de fuego que devora
el aire que circula enardecido.

Mis párpados se cierran dulcemente...
embriaga mis sentidos y mi alma
tibio aliento de cálidos aromas.

Mientras escucho en sueños, vagamente,
que alzan, en medio de enervante calma,
su monótono arrullo las palomas.

Carta de Gabriela Mistral, 1922, Santiago, Chile, dirigida a Manuel Magallanes Moure, Concepción, Chile
Carta de Gabriela Mistral, 1922, Santiago, Chile, dirigida a Manuel Magallanes Moure, Concepción, Chile
Carta de Gabriela Mistral, 17 de mayo de 1915, Santiago, Chile, dirigida a Manuel Magallanes Moure, Concepción, Chile
Carta de Gabriela Mistral, 6 de marzo de 1921, Santiago, Chile, dirigida a Manuel Magallanes Moure, Concepción, Chile
Carta de Gabriela Mistral, 14 de marzo de 1915, Santiago, Chile, dirigida a Manuel Magallanes Moure, Concepción, Chile
Cartas de Gabriela Mistral, dirigidas a Manuel Magallanes Moure, Concepción, Chile



Poema Alma mía

Alma mía, pobre alma mía,
tan solitaria en tu dolor.
Enferma estás de poesía,
alma mía llena de amor.

Crees que la vida es un cuento,
crees que vivir es soñar...
Pobre alma sin entendimiento,
hora es esta de razonar.

Ve que la vida no es aquella
que te forjaste en tu candor:
la vida con amor es bella,
pero es más bella sin amor.

Ve, alma mía, pobre alma mía
ve y empéñate en comprender
que el amor es melancolía
y es amargura la mujer.

Sin amor y sin sentimiento
serás fuerte, podrás triunfar.
Alma, la vida no es un cuento;
alma, el vivir no es el soñar.

Que en ti el vivir no deje huella
ni de placer ni de dolor:
la vida con amor es bella,
pero es más bella sin amor.

Sé cauta, sé diestra, sé fría;no te dejes enternecer
que es el amor a la mujer 
por tu amor a la Poesía.

Coge, alma, la flor del momento
y no la quieras conservar.
Si se marchita, échala al viento,
que lo demás fuera soñar.

Esta mujer es como aquélla:
todas son fuente de dolor.
Alma mía, la vida es bella,
pero es más bella sin amor.

Y mi alma dijo: «En mi embeleso
oí tu voz como un cantar.
¿Sabes? Soñaba con un beso
robado a orillas de la mar








Poema Amor

Amor que vida pones en mi muerte
como una milagrosa primavera:
ido ya te creí, porque en la espera,
amor, desesperaba de tenerte.

era el sueño tan largo y tan inerte,
que si con vigor tanto no sintiera
tu renacer, dudara, y te creyera,
amor, sólo un engaño de la suerte.

Mas te conozco bien, y tan sabido
mi corazón, te tiene, que, dolido,
sonríe y quiere huirte y no halla modo.

Amor que tornas, entra. Te aguardaba.
Temía tu regreso, y lo deseaba.
Toma, no pidas, porque tuyo es todo.








Apaisement

Tus ojos y mis ojos se contemplan
en la quietud crepuscular.
Nos bebemos el alma lentamente
y se nos duerme el desear.

Como dos niños que jamás supieron
de los ardores del amor,
en la paz de la tarde nos miramos
con novedad de corazón.

Violeta era el color de la montaña.
Ahora azul, azul está.
Era una soledad el cielo. Ahora
por él la luna de oro va.

Me sabes tuyo, te recuerdo mía.
Somos el hombre y la mujer.
Conscientes de ser nuestros nos miramos
en el sereno atardecer.

Son del color del agua tus pupilas:
del color del agua del amar.
Desnuda, en ellas se sumerge mi alma,
con sed de amor y eternidad.





ALBERTO MAURET CAAMAÑO [11.711]

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ALBERTO MAURET CAAMAÑO 

(1880-1934)
Poeta y periodista chileno, autor de los poemarios Alma (1903), Por el azul (1920) y En el regazo de Venus (1923).




VIAJE ROMÁNTICO

Tengo hastío del mundo, tengo hastío
de las caricias que con fiebre loca,
al brindar el placer en dulce boca,
dejan el corazón árido y frío.

Fragancia virginal, albo rocío
para mi juventud el alma invoca.
Ir donde nadie con su planta toca,
más allá del azul, es lo que ansío.

Si tu amor me otorgase la fortuna,
sería mi deseo, niña hermosa,
que en esta noche blanca cual ninguna,

¡nuestras almas, en fuga milagrosa,
viajasen por un rayo de la luna
sobre fragante pétalo de rosa!




En el regazo de Venus de Alberto Mauret Caamaño

CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1915-03-15. AUTOR: NATHANAEL YAÑEZ SILVA
Ahora un recuerdo al poeta Mauret Caamaño, cuyo libro “En el regazo de Venus”, leí hace tiempo con mucho agrado.

Este pulcro poeta, durante mucho tiempo fue y creo que sigue siéndolo, el más fácil y el más inspirado para “tratar” el amor. En cuanto Mauret encontraba un tema amoroso, ya os suponían versos cálidos, versos sinceros, poesía, en fin, iluminada con ojos de mujeres hermosas y con risas de esas mismas mujeres. Y en este libro que recuerdo, cuyo título es tan sugestivo como una promesa de amor, vemos la personalidad de Mauret Caamaño con toda su acentuación. A él solo le preocupa, según parece, que lo lean ojos femeninos, y hace bien, porque ¿qué aplauso tiene el prestigio y satisface más ampliamente que el de una admiradora que puede convertirse en una amiga?

Los que buscan el aplauso de la crítica concienzuda, de la que “pasa” a la historia, son aquellos que tienen el raro gusto –démosle este nombre- de ser vitoreados después de muertos, tal vez para oír mejor el aplauso en el silencio eterno…

Mauret Caamaño es más positivista y quiere ser poeta en vida y que en vida le digan todas esas cosas agradables que provoca la gloria que es simpatía. Y el joven poeta, a no dudarlo, lo consigue.





El confesionario bajo las estrellas
Autor: Alberto Mauret Caamaño
Antofagasta, Chile: Impr. Skarnic, 1920

Escarceos Poéticos: El confesionario bajo las estrellas

CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1921-01-01. AUTOR: ANTONIO BÓRQUEZ SOLAR
Este título sugiere inmediatamente el de giros parecidos, o de cercana similitud, que dieron a sus obras de rabiosa heterodoxia escritores de no muy gran valía: “Los Misterios del Confesionario”, “El Subterráneo de los Jesuitas”, “El Puñal y la Sotana”, que suelen leer con avidez por horteras engomados y vulgares bolcheviquistas.

Este confesionario es de versos, buenos unos, inarmónicos y desmayados los otros. De vez en cuando en algunas de las composiciones de ve el lampo fugitivo de la divina poesía. Quiero dar por adelantada la impresión general que dejó en el espíritu la lectura de este pequeño volumen, que no puedo aplaudir sino por el fervor artístico que con él su autor demuestra.

Y acaso no andaría uno muy fuera de camino si celebrara la aparición de un libro versos en una época tan tormentosa como la presente, tan poco propicia a tales deleitosos escarceos espirituales. Cuando se niega la eficacia del verso, cuando se desdeña real o fingidamente, y las aficiones todas se muestran por la prosa, es digna de valor y de selección mental manifestar predilección por la armoniosa lengua de la lira. ¿Quién eres tú para hablarme en otra que no usa mi frutillero ni siquiera el diputado Centolla? Pues, uno de los que orgullosamente en la soledad de las noches, en la quietud de las horas profundas, confiesan sus cuitas a lo misterioso, bajo el resplandor de las estrellas.

Pero si bien se considera, el verso no debiera ser desdeñado en ningún tiempo ni por persona humana alguna. Todas las almas tienen necesidad de él. Hay pensamientos que no pueden, por lo grandes, por lo hermosos, por lo divinos, encarnarse en prosa vil o vulgar. Cuando una de estas ideas purísimas se encierra en la prosa, esta se transforma, y se hace armoniosa, como una corrida alternada de dáctilos, anfíbracos y anapestos. Más cuando el verso es rebelde y no es el molde, el vaso digno de la divina idea, da más penosa impresión que la prosa vulgar que no puede presumir de tener alas. El verso no es la poesía, pero la su vestidura regia, dijo Zorrilla.

Precisamente por estos hay que cuidar, por lo menos, de la corrección del verso de su pulcritud, de su impecabilidad. Salvo muy contadas excepciones hay que abominar de algunas licencias poéticas que el modernismo del alba de este siglo puso en boga, sobre todo entre los poetas del aguachirle castellana. Me refiero, principalmente, al robustecimiento del acento en las palabras monosilábicas en el endecasílabo:



“Del impulso genésico en el ansia,
perseguí, más que el beso, la fragancia,
loco de ensueños y espiritualismo”.


En acento de esta i  hay que quitarlo. Y todavía con la agravante de la sinalefa. Dos renglones más abajo nos da el señor Mauret el otro:



“la capa azul de […] romanticismo”

Hay un centenar de estos en el libro.

Tal licencia y otras de parecido jaez no pueden estar de acuerdo con el decir de Verlaine “de la musique avant toute chose”, ni con la música interior de Darío.

“El Confesionario de las Estrellas”, es un libro erótico. Su autor, el mismo de “En el regazo de Venus” que celebré en tres líneas, es un adorador de la carne de mujer, carne de lirio de rosa. Canta al amor sensual sin reticencias, con valentía tal, a veces, que pudiera suscitar la admiración de cualquier carabinero: por ejemplo La Caída.

Menos mal que este cantor erótico que […] concupiscentemente en los altares de […] no se disfrace con el blanco vellón del […], es decir, que no incurra en esa aberración de aparentar religiosidad o misticismo cuando están aullando en los versos los lobeznos de la lujuria […] cosa tan al uso en nuestros sedicentes poetas jóvenes. Una tal turpitud [sic] es indigna de poetas y de varones. Y para que se aquilate bien el valor de lo que escribo, es necesario tener presente mi amplitud de criterio en estas materias. Con todo, digo que los símbolos de la virtud, de pureza, de la religión cristiana, tan idealista de lo suyo, tan alejada hasta siquiera de la sombra de una sospecha de sensualidad, no deben ser profanado y que deben estar tan altos que no alcance a ellos la mirada roja de Asmodeo.

El señor Mauret Caamaño con su “Confesionario bajo las Estrellas” tiene la galantería de dedicarme una parte del libro, aunque sin yo merecerla. Y porque agradezco el recuerdo hablo de tal obrita con toda sinceridad; señalando en especial los defectos para que sean evitados en otro futura.

“Los Parias”, una de las colecciones de estrofas del “Confesionario”, es sin duda la más interesante. Aquí el cantor de la molicie y de la sensualidad parece erguirse con una noble actitud varonil para fustigar a los exactores de la humanidad sufriente, a los explotadores y avaros, a los ladrones de los pobres. Trata de poner concorde su corazón con el de las muchedumbres del dolor, del hambre y de la miseria.

Noble actitud, o gesto como dirían los que no quieren hablar a las derechas; pero qué lástima que los bellos versos estén afeados por otros vulgares, arrastrados, inarmónicos. El conde de Rebolledo en siglos pasado no los desdeñaría.

El señor Mauret Caamaño vive en una ciudad en que el problema obrero conturba todos los espíritus; en una ciudad en que se amasan grandes fortunas y en la que una desolada pobreza gime y espera vanamente alivio y socorro humanitario. El poeta debe haber presenciado muchas escenas dolorosas e irritantes y debe haberse conmovido de ira o de piedad hasta en las esquirlas de sus huecos. ¿Cómo entonces es que estos versos de Los Parias no reflejan una íntima conmoción y no trasudan dolor y angustia, ira santa y flageladora?

Tiene derecho a admirarme quien, en este país fue el primer pulsalira que interpretó en su “Floresta de los Leones” el dolor de los pobres, el que después haber presenciado y tomado parte, anónimamente, en la huelga de los estibadores en Valparaíso, en 1012, decía en su lengua lírica:

“Y ahí van los veinte muertos
cuyas sangrientas heridas
para clamar por sus vidas
llevan los labios abiertos.
Y aunque estén hay todos yertos,
en la pupila que brilla
hay un fulgor de cuchilla,
y hay amenazas de huelga
en cada brazo que cuelga
fuera de la barandilla.”







La sombra de Psiquis, por A. Mauret Caamaño

CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1927-03-08. AUTOR: GUILLERMO ROJAS CARRASCO
Cuarenta composiciones poéticas, la casi totalidad de ellas muy breves, forman este volumen de Mauret Caamaño, poeta justamente conocido en nuestro mundo intelectual, por su meritoria labor artística. Escritor cuidadoso y pulcro, cuida con esmero del corte perfecto de sus versos, atento siempre a producir poemas de elegante corte antes que a desbordarse en ritmos rebeldes.

En esta nueva obra, Mauret ha dejado de ser el poeta esencialmente erótico de sus libros anteriores para manifestarse atormentado por las cosas que ya no son y por el llamado inquietante del más allá.



“Haber amado tanto y esperar todavía…
El otoño solloza… juventud ¿dónde estás?
En el último linde desaparece el día;
una jornada menos y una tiniebla más” (pág. 27).



Hay composiciones, como “La vecina misteriosa”, que remontan el recuerdo a épocas pretéritas, por su corte clásico y su ritmo regular:



“Cuando se alejan las golondrinas,
cuando la tierra se torna gris,
riega sus flores descoloridas
la niña blanca como el marfil.

¿En qué remoto país de ensueños
sus dolorosas pupilas vi?
Vela un extraño signo de muerte
de sus ojeras la mancha gris” (pág. 59).




En la obra de Mauret Caamaño no se encuentran ni imágenes atrevidas, ni pensamientos profundos que le den sabor de originalidad. Es como un estuche elegante en que se guardan joyitas de reconocido valor; pero fáciles de encontrar en cualquier escaparate. Y la verdad es que por muy conocidas que sean las piedras preciosas, siempre es agradable contemplarlas cuando son legítimas como estas.





CARLOS ROBERTO MONDACA CORTÉS [11.712]

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Carlos Roberto Mondaca Cortés

(Chile, 1881-1928)
Poeta chileno nacido en Vicuña. Espiritual y melancólico, con siete años ingresa en un seminario y en 1900 se traslada a Santiago donde estudia para profesor del Estado en Castellano y comienza a trabajar en la Universidad de Chile. Allí escribió sus primeros versos en el Ateneo de Santiago, cuyo fundador fue Samuel Lillo. Su primer libro de poesía, Por los caminos (1910), lo dedicó a su hijo y el segundo Recogimiento (1917) a su hija, nacidos ambos en las fechas que se editaron. Fue Secretario de Educación, Rector del Instituto Nacional y Vice-rector de la Universidad de Chile. Falleció en Santiago en 1928. En 1931 se editaron sus obras completas. En el pueblo de La Serena se creó en 1953 una Fundación que lleva su nombre.





LA LUNA ENTRE LOS ÁRBOLES

La luna entre los árboles
(un día apareciste en mi camino)
cierne su luz de nieve.
Cuando tus ojos me miraron, era
como si amaneciera.

Mi corazón siente la luna y llora.
Llora la brisa entre estas hojas mustias.
(¡Quién dirá las angustias
que se adueñaron de mi corazón!)

La luna tiembla ahora
en la desolación de la laguna.
(¿Qué pupilas recogen la emoción
de tus ojos profundos?)

Hace frío.
¿Cae del cielo, o sube del jardín?
Todo el mundo fue mío;
pero, ¿qué sombra me borró el camino?

La luna entre los árboles se esconde.
(Un día hicimos juntos la jornada).
Me clavan como dardos las estrellas.
(¿Sobre qué labios cantarán los besos?
¡Era bella!
¡Mañana,
no te podré olvidar!








Cansancio

Quién pudiera dormirse, como se duerme un niño; 
sonreirle al ensueño del goce y el dolor,
y soñar con amigos y soñar el cariño,
y hundirse , poco a poco , en un sueño mayor.

Y cruzar por la vida sonambulescamente,
los ojos muy abiertos sobre un mundo interior,
con los labios sellados, mudos eternamente,
atento sólo al ritmo del propio corazón...

Y pasar por la vida sin dejar una huella...
Ser el pobre arroyuelo que se evapora al sol...
Y perderse una noche, como muere una estrella
que ardió millares de años, y que nadie la vió. 







Amor

Yo quiero hacerte un don:
pondré en mi corazón tu corazón.

Quiero fundir tu vida con mi vida;
que haya en tus venas sangre de mis venas;
y agobie tus espaldas abatidas
la grave pesadumbre de mis penas.

Yo pondré mi conciencia en tu conciencia:
y por mis ojos mirarás la tierra;
y del bien y del mal tendrás la ciencia;
y vivirás contigo siempre en la guerra:

Será una guerra sin cuartel, eterna.
Se hará tu corazón como una fuente
inagotable y honda: y serás tierna,
y serás cruel, amable e indiferente.

Irás entre la gente, solitaria,
dantesca y sin amor, pero contigo
Y como una visión crepuscularia,
sólo en tu corazón tendrás abrigo.

Pero verás el resplandor terrible
de Dios, y el esplendor de la belleza,
y arderás en la hoguera inconsumible
......
Esto será tu orgullo y tu tristeza.

¿Soportarás la majestad del don?
Pon en mi corazón tu corazón.






El Reloj

Corazón del tiempo. Victima que cuenta
sus penas, y que tiene la voz de una gota;
monótona y fría, monótona y lenta:
vida que fluyera de una arteria rota...

Corazón- misterio. Como el alma nuestra.
Como nuestra vida. Corazón-misterio...
Pupila insondable, pálida y siniestra.
Claror de luna sobre un cementerio..

Corazón-misterio. Golpea, resuena
sordamente, como la caja postrera
con la mano trémula, como la cadena
 de un desesperado que se enloqueciera...

Latido, sollozo, queja de la hora.
Rabia de la ola que se yergue y muere.
Lamento de un río que la mar devora.
Puñal implacable que en el alma hiere.

Pájaro fatídico de rígidas alas.
Fantasma de brazos grotescos e inertes.
Sombría sibila que muda señala
todos los caminos que van ala muerte...






Revelación

La tarde iba muriendo lentamente,
en una melancólica agonía,
sobre aquel campo verde, que bañaban,
con reflejos violeta, las dolientes
luces crepusculares.
Y era pálido
suave el azul, tal como la mirada 
de un viejo venerable sobre un rostro
profundamente amado. Y en el fondo
 de aquella gran pupila, el inquietante
brillo como de lágrimas de un astro.

Callábamos. Pesaba en nuestras almas,
con una amable pesadumbre, el hondo
silencio de aquel valle.- ¿ Que palabra
no resonara extraña? - Ibamos lentos,
recogiendo en los ojos y en las almas
la gran quietud campestre.

Era el paisaje
como la página de un libro, lleno
de una bíblica paz, página santa
que brilla en el cerebro con albores 
de auroras o de luna...

Ibamos lentos,
y se tendía el valle mansamente,
como un regazo blando y amoroso,
como un regazo maternal, que invita
a descansar en él, eternamente...

Negros, dos viejos árboles se yerguen
en la llanura solitaria. Leo
no se que historia trágica en sus ramas,
que se tienden, se enroscan y amenazan
desesperadamente. Me imagino
dos ancianos de espaldas encorvadas,
de brazos retorcidos y de manos
crispadas por la angustia. Dos ancianos,
solos en la llanura solitaria,
como los moradores de una ruina.

-Se miran en la charca...
Hay tal pureza
en el ambiente, en  todo que hasta el fango
se purifica, y tiene en esta hora
la claridad divina de una fuente.

Sus ojos recogían el paisaje
en un lento mirar, casi piadoso.
Yo dijera que había una caricia
en sus miradas hondas, el devoto
acariciar de un alma, que ha sentido,
con un roce de seda, la infinita
quietud de aquel crepúsculo. Sus ojos
eran como los ojos de una niña
que van abriéndose a la vida, francos,
curiosos, buenos.

Yo sentía intensas, 
pasar sobre mi espíritu unas ondas
de amor hacia aquel campo silencioso
de adoración por Ella, por la que iba
llena de gracia, esbelta y vaporosa,
pasando en la pureza de aquella hora,
como la imagen de una vida nueva
que surgiera en el prado y en mi alma.

Yo la miraba, la miraba...Iba
pisando sobre el césped, deslizandose;
y todo se animaba en torno suyo,
todo resplandecía: desde el astro,
que fué más luminoso, hasta los árboles;
hasta los viejos árboles brillaron
como una nota de oro, y hasta el viento
tuvo para la charca una caricia.

Yo la miraba silenciosamente,
en un silencio místico, tan hondo
que se escuchara el salmo de la vida
por mis venas. Mi espíritu y mi cuerpo
fundíanse en un éxtasis de fuego;
y yo sentí que mi alma se perdía
en la infinita placidez del cielo,
en la serenidad de aquel crepúsculo,
en el campo sin límites, y entonces,
lo adoré todo en Ella, en la que iba,
llena de gracia, esbelta y vaporosa,
pasando en la pureza de aquella hora,
como la imagen de una vida nueva
que surgiera en el prado y en mi alma.







El Centro

Aquí, cuando la noche ya se escombra,
guarda el negro tesoro de su sombra.

Y en cada corazón y en cada vida
la fiera de la noche halla guarida.

Por aquí van en triunfo las mujeres,
como  una procesión rumbo a Citeres,

bajo la apoteósis de la lumbre
que aniquila las selvas y las cumbres.

Y los hombres en pos , torvos, ceñudos,
la caravana de los pies desnudos.

Como escuálida grey que el hambre azota, 
como un deshecho ejército en derrota.

Y el niño enamorado de las cosas,
con las pupilas francas y curiosas,

también entre la sombra mentirosa,
que le finje un misterio en cada cosa...

Aquí la noche, cuando el sol se escombra,
vuelca el ánfora negra de su sombra.

Por aquí va la humana caravana,
perdida en una noche sin mañana.

Por aquí, sin estrella y sobre el lodo,
vamos todos llorando el largo exodo,
con sed de azul, con hambre de infinito,
en este foso lóbrego y maldito.

Esclavos del dolor y la tristeza,
cuándo se acabará nuestra pobreza !

¡ Cuando será, Señor ! Cuando tus ojos
dejarán de mirarnos con enojos !

¡ Cuando será que tu celeste incendio
venga a purificar el vilipendio !

¡ Señor ! Y las trompetas formidables
que abatirán los muros miserables !

¡ No arderá nunca la sagrada hoguera
que en nuestra carne haga morir la fiera !

¡ Hasta cuando, Señor, has de tenernos,
frente a frente, mirandonos sion vernos !

Cuando la llama, que habla y no devora,
ponga en las almas claridad de aurora .

y se enciendan cual místicos carbones,
y agonicen de amor los corazones,

sólo entonces el sol esplendoroso 
consolará los ojos dolorosos,

y se calentarán nuestras arterias, 
y el lirio brotará de las miserias.

Será buena la ruta florecida,
e iremos como vivos por la vida !







La Maestra 
                                                                                        

He aquí la tierra prometida;
hé aquí la gloria de la vida;
la victoria sin combatir.
Hé aquí el alba que no muere;
hé aquí el hestío que no hiere;
la paz heroica del vivir.

Es la montaña espiritual
en fuego todo el corazón;
es la alta cumbre consagrada,
bajo la nieve no tocada,
vestida de luna y de sol.
Madre del río y del torrente,
atalaya sobre el mar;
que se está dando eternamente,
inagotable y siempre igual.

Hé aquí los valles encendidos,
en el alba de su corazón;
hé aquí los follajes floridos,
hé aquí en los valles escondidos,
el trino alegre de los nidos,
y la emoción de la canción.

Hé aquí la tierra áspera y dura,
que se hace suave y maternal;
hé aquí la mies que madura
por la piedad del manatial;
la mano hambrienta que recoge
bajo la enorme luz del sol;
y en la abundancia de la troje
el fuego de su corazón.

Hé aquí la ciudad sonora
en su febril actividad,
corazón de titán que llora
y que se quiere consolar;
y el perfil de chimenea
y el humo lento que se va,
fatigado como una idea
que no logramos realizar:;
y el palacio , todo belleza,
gentil como una mujer,
y el suburbio, todo tristeza,
y la fatiga del taller;

En los tumultos de las gentes,
en la lucha sin compasión,
puso una luz bajo las frentes
la hoguera de su corazón.

Hé aquí los mares infinitos,
abiertos a todos los vientos;
y los fantasmas de granito
sobre los golfos soñolientos;
la nave en que va ilusión,
la vela que tiembla en el mar,
la playa dormida en su paz...
y alta, en la inmensidad,
la estrella de su corazón.

Es la montaña espiritual,
en fuego todo el corazón,
es la alta cumbre consagrada,
bajo la nieve no tocada,
vestida de lona y de sol
Madre del río y del torrente,
atalaya sobre el mar;
que se está dando eternamente,
inagotable, y siempre igual.

Señora, hé aquí la ofrenda que ha venido a traeros
mi trémula canción de maestro y trovero.




ARTURO TORRES RIOSECO [11.720]

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Arturo Torres Rioseco 

El profesor y crítico chileno Arturo Torres Rioseco (1897-1971) fue uno de los fundadores del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana y ex-director de la Revista Iberoamericana. Por su decidida participación en la vida de nuestro Instituto y en la continuidad de sus publicaciones, es de rigor que la Revista Iberoamericana le rinda este homenaje.

Arturo Torres Rioseco, a quien Gabriela Mistral llamó justamente “el chileno universal”, nació en Tasca, CHILE el 17 de octubre de 1897. En su ciudad natal pasó su infancia y su adolescencia. En 1909 ingresó en el Liceo de Tasca, donde cursó los grados de la enseñanza media, hasta 1915. Ese año fue a Santiago, se inscribió en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y obtuvo el título de Profesor de Estado en 1918. Ese mismo año, designado traductor del Comité de Información Pública del gobierno norteamericano, viajó a Nueva York, donde permaneció poco más de un año. Se vinculó al grupo “Poetry Society” en donde se reunían artistas, políticos y hombres de letras. Allí conoció a dos destacados voceros del modernismo: Amado Nervo y José Juan Tablada, y al ya notable crítico e historiador de la cultura de la América hispánica, el dominicano Pedro Henríquez Ureña.

Durante el año académico de 1920-1921 enseñó en el Williams College, en New England. En 1921 fue designado instructor en la Universidad de Minnesota, donde encontró un excelente departamento de lenguas y literaturas romances, cuya sección española respiraba el alto clima intelectual que había creado, en buena parte, el maestro dominicano. Al mismo tiempo que enseñaba español y daba sus primeros cursos de literatura hispanoamericana, también estudiaba las disciplinas reglamentarias para obtener los dos títulos superiores de la carrera académica: el “Master”, en 1924, y el doctorado, en 1931.

En 1922, Torres Rioseco, continuador de Pedro Henríquez Ureña en los cursos de Minnesota, fue invitado por el humanista dominicano para enseñar en la Escuela de Verano, recientemente establecida en la ciudad de México. Allí intimó con importantes intelectuales y escritores, como José Vasconcelos, Antonio Caso, Gabriela Mistral, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet y Salvador Novo. Vuelto a Minnesota y adquirido su título de doctor en 1924, Torres Rioseco pasó a la Universidad de Texas como profesor asociado, en 1925. En el verano de 1927 va como profesor visitante a la Universidad de Columbia y en 1928 se incorporó como profesor asociado a la Universidad de California (Berkeley) donde fue ascendido al rango máximo de profesor en 1936, a jefe del Departamento de Español y Portugués en 1956-1960 y donde se jubiló en la cátedra de Literatura hispanoamericana. Además de estos puestos, Torres Rioseco ha honrado con su enseñanza a numerosas universidades de Estados Unidos y de Latinoamérica: Universidad Autónoma de México (1930), Universidad de Stanford (1931), Universidades de Columbia y Colorado (1939), Universidad Central de Chile (1941), Casa del Estudiante de Río de Janeiro (1944), Duke University (1945), Universidad de Guatemala (1946), Universidad de Guadalajara (1960), Universidad de Washington (1961), y Emory University (1962), entre muchas otras.

La producción crítica de Torres Rioseco comprende libros que abarcan todo el panorama de la literatura de Iberoamérica, períodos, épocas o movimientos, siguiendo la evolución de un género, un tema, un estilo o corrientes de ideas, la historia literaria de un país, estudios y notas sobre un autor, un libro, un aspecto sobresaliente de nuestra cultura y sus relaciones con otras. Dentro de su extensa producción cabe mencionar: Precursores del modernismo (1925); José Ingenieros (1926); La gran literatura iberoamericana (1945); Nueva historia de la gran literatura iberoamericana (1960) y Aspects of Spanish American Literature (1963). Artículos, notas y reseñas de Torres Rioseco se han publicado en las mejores revistas y suplementos de diarios dedicados a la difusión de nuestras letras.

Fuera de la cátedra también observamos un registro de actividades sobresalientes: Presidente del Instituto Internacional de Catedráticos de Literatura Iberoamericana durante el bienio de 1943-1945, y por segunda vez, de 1953 a 1955, ahora llamado Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana. Ha sido Director literario de su órgano oficial, la Revista Iberoamericana, en varias oportunidades.

Puede decirse que la biografía de Arturo Torres Rioseco no es otra cosa que el registro de una voluntad puesta al servicio de una vocación, cumplida con el fervor de un apostolado. Estudiante, profesor, creador, autor de textos escolares, traductor, crítico, historiador y difusor de nuestras letras, concurren por igual a cimentar el prestigio de una vida consagrada totalmente al servicio espiritual e imponderable de las relaciones interamericanas. Su muerte, acaecida el 3 de noviembre de 1971 en California, tras una larga y penosa enfermedad, priva a las letras y cultura de Hispanoamérica de uno sus más activos y eficaces difusores.

Alfredo Roggiano

* Extracto y adaptación de la nota “Homenaje a Arturo Torres Rioseco (1897-1971)”, escrita por Alfredo Roggiano y publicada en la Revista Iberoamericana XXXVIII-78 (enero-marzo 1972). Republicada en el número 200, “Antología Conmemorativa”, LXVIII-200 (julio-septiembre 2002): 663-73.




CIELO DE LA GAVIOTA

Esta triste gaviota desolada,
sonora de silencios y de viajes,
nieve de espumas y oro de oleajes,
prodigiosa de fuegos coronada,

vuela como una niña atormentada
entre claros cristales y mirajes,
tristeza congelada en los paisajes,
de alguna playa ausente y destrozada.

Vuela con una languidez de pluma,
ave de estrella, corsa de la espuma
al sonoro cristal perlas tirando.

Y sin violar la espuma ni la estrella
breve ceniza de recuerdo es ella
que en aire desnudo va flotando.





Ausencia. Poemas de Arturo Torres Rioseco

CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1932-11-08. AUTOR: MANUEL VEGA
Arturo Torres Rioseco, escritor y maestro, ha permanecido catorce años ausente de Chile. ¡Fecundo alejamiento! Vuelve ahora por breve tiempo y, como primer homenaje de cordialidad, nos ofrece este libro de poemas, con título sugerente: “Ausencia”. Bello y claro mensaje de artista que, desde la portada, predispone en su favor. Esta roja carátula, con gruesas letras negras, recuerda la presentación primitiva de “Don Segundo Sombra”. El autor chileno nos hace pensar, también, en el novelista argentino. La distancia no ha borrado de las amorosas retinas de Torres Rioseco las imágenes pintorescas, bañadas de color y de luz, de la tierra natal. Por el contrario, diríase que la obligada perspectiva del tiempo fue tornando más hondos sus ensueños de poeta, intensificando sus angustias de hombre, depurando sus inquietudes de insatisfecho intelectual. No se vive impunemente.

Por la expresión juvenil de su rostro, ligeramente tostado, el rápido mirar de sus ojos que se mueven tras el cristal de los lentes de carey, el cabello en desorden, la corbata anudada con negligencia, Torres Rioseco da la impresión de un muchacho centroamericano que recorriera el mundo en gira de estudio. Lleva una cartera debajo del brazo y habla con soltura y con inteligencia de los más variados temas. Y, sin embargo, en el fondo de sí mismo, allá en lo íntimo del alma y del corazón, se conserva netamente chileno, amante de su país y de su raza.

El primer poema, que da título al volumen, es un delicado y armonioso romance de saludo a la patria:

“Ausencia de catorce años,
marinero en tierra extraña,
por acordarme de ti
tengo las sienes de plata
si quieres guardarme el vuelo,
acaríciame las alas,
¡qué dulces ojos me pones, 
qué suaves manos, oh, patria!”



El recuerdo de Chile llega a ser punzante en este hombre que va, por la vida, cargado de dulces añoranzas. En “Romance de Talca”, leemos:



“Yo voy en busca de un sueño
de engañosa perspectiva,
ciego voy de los dos ojos,
guiado por las esquilas.
Y voy diciendo hacia adentro:
voz de Talca, tú me guías;
por mis venas pasan voces lejanas y nunca oídas,
y otra vez el repicar
lento y largo, las esquilas…
Calle tres sur y once oriente
donde mi madre vivía,
esponja de todas hieles,
de todo dolor sonrisa,
plegaria dulce, tormento.
¿Quién me los devolvería?”




En “Estrellas”, al final del libro, leemos todavía:



“En San Francisco
bajo la bahía
sois las pescadoras
de melancolías,
porque pienso, estrellas,
en la patria mía”.




Este grande cariño hacia su suelo, no es en Torres Rioseco el simple y hermoso motivo de muchas inspiraciones líricas. Va más lejos. El creador de belleza, hombre de sensibilidad múltiple, es también ciudadano que siente, como propias, las desventuras de la República. Arturo Torres Rioseco es el primer poeta –aparte de Carlos Mondaca, en su magnífica “Elegía civil”- en cuyo verso encontramos reflejados los dolores de una nación sin libertad. Escuchamos su lamento varonil, en esta estrofa de “Ausencia”:




“Por el costado sangriento
se asoman lenguas moradas,
ogros y carabineros
te tenían secuestrada,
volaban bajo tu cielo
gavilanes de uñas largas,
las palomas del recuerdo
llegaban aliquebradas…”



Este mismo tono, aunque más fino y elegantemente expresado, se repite en “Estrellas”:



“En New York la noche
de acero me hería,
y en el Hudson una
estrella caía,
como cae el alma
de la patria mía.
La princesa estrella
cautiva vivía
de un Ogro tirano
que la perseguía
como vive el cuerpo
de la patria mía”.




El corte moderno de los versos transcritos denuncia el temperamento de quien los compuso: toda la agitada existencia de nuestro tiempo, imbuida de materialismo y enemiga de la más simple poesía, pasa por los cantos vibrantes, vigorosos y audaces de Torres Rioseco. Admira en las ciudades el empuje y el fragor de los hombres que se agitan, como fantasmas errantes, con sus apetitos y sus pasiones y entona un himno, cuyo acento de apóstrofe recuerda a Guerra Junqueiro, a la humana miseria que gime en los hospitales. El estilo del poeta adquiere aquí tonos inesperados, su lenguaje es fuerte y siempre armonioso. No le teme a las palabras ni tampoco se detiene para llamar a todas las cosas por su nombre. Así, su canto se eleva y, sin perder la armonía de su música, tiene como una frescura agreste y varonil. Las ciudades encienden su lira. Al leerlo, recordamos el pensamiento de Eugenio d’Ors: “hay que espolear al verso para llegar a decir con él una cosa concreta”. En cambio, de los campos, trae esa pena y amor que no alcanzan a turbar la serenidad del espíritu. Estos elementos alternan revelando la riqueza de su musa. El romántico soñador cede el paso al lírico realista, y viceversa. Y a ratos, la burla intencionada del satírico juguetea en ágiles estrofas de una versificación fluida, libre y segura.

A pesar de su fuerza expresiva, nunca pierde cierta delicadeza. Y hay momentos en que llega a la más exquisita finura, como esas “Manos de mujer”, que hemos leído una y otra vez:



“El corazón doliente de mi lira
está enfermo de un dulce apetecer;
quiere, para encenderse como pira,
unas manos ardientes de mujer.

Corazón que se crispa y desespera
en la sonrisa del amanecer,
sería el leño grande de una hoguera
acariciado en manos de mujer.

Nudo apretado de emoción y llanto
deshaciéndose en el atardecer
se trocaría en harmonioso canto
entre unas manos blandas de mujer”.




El verso de Torres Rioseco canta y sopla como el viento sobre todas las cosas, y trae consigo idílicas reminiscencias de la niñez, inquietantes reacciones del hombre frente al tumulto de las ciudades “fantasmales” y una gran aspiración hacia la altura cuando, levantando la vista, parece el poeta enamorado de las estrellas. Por todo esto, que son sus dones más propios, quisiéramos ya “guardarle el vuelo y acariciarle las alas”, como él mismo dice al comienzo de su obra.








ROBERTO MEZA FUENTES [11.721]

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Roberto Meza Fuentes

Roberto Meza Fuentes (Ancud, CHILE 1899 - Santiago, 1987). Poeta y crítico literario del diario "El Mercurio". Publicó entre otros libros: "El jardín profanado" y "Palabras de amor".




CANTA MI CORAZÓN COMO UNA FUENTE

Mi corazón como mi verso es claro.
Hallé en mi sangre férvida el venero
en que ha de constelarse el desamparo
de la rubia mujer que ya no espero.

Hada inefable que doró mis sueños
con la dulzura de su cabellera,
y que guardó en sus párpados sedeños
la visión ruda de mi primavera.

Caen las lunas sobre mi tortura
con una igual indiferencia, fría,
en el silencio de la noche oscura.

Ya la he perdido irremediablemente,
y ante el abismo de la lejanía
canta mi corazón como una fuente.


Palabras de amor
Autor: Roberto Meza Fuentes
Santiago de Chile: Empresa Letras, 1932

CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1933-01-23. AUTOR: MANUEL VEGA
Hay una edad de la vida –los veinte años- en que el hombre se cree un dios y piensa, con absoluta sinceridad, que es fácil reformar el mundo… Naturalmente, quiere reformarlo a su manera, de un día para otro. Las injusticias, o las que él considera como tales, le sublevan el alma, y sostiene su verdad con el fogoso lirismo del enamorado. Denigra o exalta con igual violencia, y se burla de los términos medios. Es la hora generosa de los grandes sueños, de las aspiraciones ilimitadas, de las censuras sin control, de los aplausos sin reticencias. Momentos de entusiasmo en los cuales el mundo parece pequeño ante la inmensa rebeldía de quien comienza orgullosamente su camino.

¿Quién no ha sido rebelde en la primera juventud? Entonces, hasta los más inocentes detalles externos adquieren inesperada significación. Recordemos un caso. Belisario Troncoso, radical furibundo en la adolescencia, usa diariamente corbata roja. No acepta otro color. Es la protesta máxima, viva, de cada instante del estudiante revoltoso y del joven abogado que no se resigna a ejercer la profesión. Y nunca se resignará del todo. La vida es tan bella… y tan breve. Quince o veinte años atrás, el ponderado “liberal inglés” de hoy día, sentíase ufano de ese insolente trozo de tela que vibraba en su pecho como original bandera de combate. Ahora, cuando le hablan de aquella actitud, la considera sonriente y no sin cierta filosofía. Echa hacia atrás la cabeza, se alisa el cabello y exclama, ligeramente desdeñoso: “Pscht!...”

Diego Dublé Urrutia, Santiago Labarca, Valentín Brandau y otros muchos “leaders rojos” de la mocedad, son otros tantos ejemplos de que los años pasan como un agua, decantando el oro de las ideas.

También el poeta que ahora nos entrega sus “Palabras de amor”, ha conocido los ardores revolucionarios y los sufrimientos que ellos procuran. En esa lejana trinchera de la Federación de Estudiantes, Roberto Meza Fuentes disparaba y laboraba a la vez. Sus campañas cívicas –en 1920- eran ya tan ardientes como sus desvelos literarios. En las páginas de la revista “Juventud” –observa Armando Donoso- comenzó el futuro escritor a delinear sus planes de cultura, sus nobles ambiciones de estudioso… Pero, los años corren sin detenerse, y la madurez, intelectual y física, lo encuentra ahora en plena y brillante labor. Redactor de un diario, crítico de arte cada ocho días, su tarea periodística va adquiriendo consistencia, acendrándose en todos sentidos. Es posible que las rebeldías de antaño se vayan esfumando de su espíritu. No se vive impunemente. Meza Fuentes ha comprendido que no es posible mantenerse en agitación constante y que tampoco es un delito cambiar de opinión.

Su criterio o su ideología, ¿han cambiado en realidad? Lo ignoramos. Sin embargo, alguien le ha reprochado duramente su clara serenidad de artista y su espíritu justiciero en estas horas turbulentas y confusas. ¿Por qué? Las evoluciones personales, si son sinceras, merecen respeto antes que vituperio. Nada obliga a una persona a quedarse en una determinada posición, si ha perdido en las convicciones en que se apoyaba. El camino recorrido por Meza Fuentes, desde la trinchera estudiantil hasta la tribuna periodística, no ha sido breve, ha estado lleno de accidentes, y le ha enseñado, sin duda, muchas, muchísimas cosas que otros –a su misma edad- todavía ignoran y continuarán ignorando tal vez.

Meza Fuentes no ha contestado esos ataques. El poeta nos explica la razón de ese silencio:

“Amé y amaré siempre por el placer de amar:
si doy mi corazón, mi verso o mi cantar,
olvido las heridas que me hicieron sangrar
y los que mi agua pura quisieron enturbiar”.

Este cuarteto denuncia el temperamento del artista que, a despecho de la moda y sus exigencias, ha continuado cultivando su jardín. Las rosas que ahora corta y nos ofrece, son tan frescas y tan bellas como las que cultivaba hace diez años. Tampoco sus sentimientos han cambiado. Conserva sus afectos: el amor a su madre, a los suyos, a la amada que, en sus versos, es fuente de toda ternura. Presiente a esta mujer ideal en todas partes y busca siempre su amable compañía. La necesita. No podría avanzar por los caminos del mundo, sin la luz que ella le ofrece en el claro resplandor de sus ojos:

“Estaba todo tan triste
desde que tú no venías.
En las alamedas de oro
los días grises caían
con el rumor de las hojas
amarillas desprendidas.
El otoño iba dorando
todo de melancolía,
me iba llenando de angustia
desde que tú no venías,
palpitación inefable
que en las cosas se extendía;
todas de ti estaban huérfanas,
sufriendo tu lejanía,
en la actitud de las cosas
las lágrimas se escondían
porque tus pies, jubilosos,
por otra senda seguían,
porque tus manos de seda,
otro pétalos abrían,
porque tu voz encantada
para otros su miel vertía;
todo en redor era triste,
triste, triste el alma mía”.

Panteísmo amoroso el suyo, sin excesos paganos, que le permite cantar al cielo, a las estrellas, a las nubes que pasan, al sol que dora los campos, a las flores que estallan, al árbol agitado por el viento, al agua que corre refrescando la tierra.

En otro poema, con encendida emoción, evoca la imagen de su madre:

“Madre desconocida, yo sé que tus acciones
silenciosas eran más humildes y puras
que ese montón de versos; sé que tus emociones
ignoradas eran más altas; tu amargura
era más santa y mística; más sencilla y buena.
Sé que tus ojos eran más hondos que estos poemas
y sé que tu emoción completa jamás, nunca
quedará en verso alguno; vivirá siempre trunca
tu emoción cristalina. Mi poema más grande,
la esencia de mi vida,
nunca lo escribiré, y aun en mi muerte
se agitará conmigo. Ese poema
será solo una sombra de tu alma,
un fragmento sencillo del inmenso
corazón que latía en tus miradas
y en tus acciones y palabras grandes”.

La angustia del huérfano no podía expresarse más finamente y con más vigor emotivo. El hombre no conoció a su madre, pero el poeta sabe adivinarla, descubre su huella y su delicadeza en la propia delicadeza y ternura de que están impregnados sus versos. Siente que en la emoción honda e inexplicable está el camino que conduce hasta ella.

Las visiones del mundo exterior y los estados de alma son espléndidamente recogidos por Meza Fuentes, en versos claros, armoniosos y sencillos. El juego de las imágenes, a pesar de su riqueza, no rompe el tono constante de sentimiento humano, intenso. Más que poemas, estas “Palabras de amor”, son verdaderos cantos, exaltaciones de un alma clara, que se baña en las más puras fuentes líricas. De ahí la frescura emocional de sus versos.

El poeta continúa siendo fiel a su más íntima personalidad. Solo la manera de exteriorizarla ha cambiado de método. Quizá, salvo escasísimas excepciones, todos los hombres mantienen un mismo ideal y su violenta discrepancia no reside sino en las formas de expresión. Meza Fuentes de hoy, a la inversa del revolucionario de ayer, después de sabias experiencias, ha encontrado para modelar su obra en verdad sustancial y en belleza, el camino de las leyes naturales: la parsimonia de la araña al bordar su red y la lentitud con que la naturaleza hace sus grandes estratificaciones. En una palabra, la serenidad, que es la única que le imprime forma definitiva a las cosas.



Árbol de Navidad
Árbol de Navidad
Autor: Roberto Meza Fuentes
Santiago de Chile: Impr. Universitaria, 1940

CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1940-12-11. AUTOR: RAFAEL CABRERA MÉNDEZ
“Canciones de las madres y de los niños”, ha definido el autor este conjunto de poemas enlazado con la Navidad no solo por la inspiración del primero de ellos, que da título al volumen, sino por la cristalina emoción de infancia que brota de todas sus páginas.

“Árbol de Navidad” es uno de los libros que los admiradores del poeta chileno han aguardado largo tiempo. Meza Fuentes debía esta recopilación a sus lectores y a las letras chilenas desde que apareció por primera vez en prensa uno de sus bellos poemas de motivación infantil, en cuyo fondo parece percibirse, alegre o nostálgico, el rumor de las campanas pascuales.

Una transparencia luminosa de la expresión; una singular nobleza del verbo, realzada por la sencillez; una complacencia de la fantasía y de la emoción en las cosas y en los movimientos delicados, amables y gracioso; simpatía y ternura; tales son algunas de las características sobresalientes de este poético “Árbol de Navidad”, que es todo un aguinaldo. Cada uno de sus poemas es un Sésamo encantador a cuyo conjuro desata sus más límpidos caudales el alma.

La edición, muy oportuna, de estos poemas de Infancia y Navidad, está hecha con gran cuidado. Por su corrección y su buen gusto tipográficos, rivaliza con cualquiera buena edición del extranjero. Digna de mención especial es la preciosa portada en colores, un acierto más del excelente artista Lorenzo Villalón.




Cinco romances de la patria
Cinco romances de la patria
Autor: Roberto Meza Fuentes
Santiago de Chile: Impr. Universitaria, 1940



CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1954-12-05. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
El poeta, Roberto Meza Fuentes, nos da en dos libros que acaba de publicar, la definición de apasionantes tendencias: el canto de la patria, sus héroes y leyendas, “Cinco Romances de la Patria”; la nota fina, delicada, cristalina, “Árbol de Navidad”.

Vigorosa entonación patriótica, viva luz sobre las páginas de la historia, campean en los romances de la Patria, Don Bernardo O’Higgins, doña Javiera Carrera y su hermano don José Miguel caminan con gallardía en los pausados y bien pulidos romances que Meza Fuentes maneja con un claro dominio.

El poeta sortea casi siempre los peligros de la prosa que asedian al romancero y si cae en lugares comunes, se levanta con premura y huye del pesado faro.

El romance de Meza Fuentes nada tiene que ver con el del gitano García Lorca, nuestro autor sostiene un dominio personal tanto en el canto como en la forma.

El poeta interpreta la tristeza y desasosiego de doña Isabel Riquelme y canta:

“Hombres marchaban con misterio
niño Bernardo a bautizar
Doña Isabel lloraba sola
bajo el cielo azul de Chillán.
Y el niño que nunca fue niño,
el Director, quiere jugar.
Doña Isabel no dice nada.
De alegría quiere llorar”.

Y de este modo crece el canto, el romance, la voz del poeta que siente con emoción lo que va ahora rimando con cierta elocuencia su inspiración.

La voz del poeta se adelgaza, pero no pierde calidad, y los temas de la maravillosa Navidad de los niños, se enredan luminosos en el árbol de su canto. Y vemos al niño enfermo que va “inmóvil, como un pájaro herido”: oímos rondas infantiles, nace la primavera, cantan los ríos, florece la estrella de los Reyes Magos y por allí se asoma la muerte…

Libro delicado, ingenuo, puro, este “Árbol de Navidad” que el hombre siempre añora y hoy el poeta le entrega para que recuerde sus ya lejanas Navidades.





Fiesta de la primavera
Fiesta de la primavera
Autor: Roberto Meza Fuentes
Santiago de Chile: Impr. Universitaria, 1940


CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1941-01-08. AUTOR: RAFAEL CABRERA MÉNDEZ
No se recuerda una fiesta literaria de más heterogéneo concurso y, sin embargo, más unánime que el homenaje ofrecido no hace mucho a Roberto Meza Fuentes por gran número de sus admiradores, amigos y compañeros. La diversidad de las funciones allí representadas, con ser grandísima –desde la poesía hasta la estrategia- resultaba corta al lado de la disparidad de los credos y tendencias. Lo más distinto y aún lo más opuesto en arte, en religión, en filosofía, en política mantuvo unas horas –porque en verdad fueron varias horas- de convivencia, de cordialidad y simpatía alrededor del poeta y su esposa.

Hemos recordado ese milagro de unanimidad en lo diverso al leer dos nuevos libros publicados por el poeta. Uno es “Cinco romances de la patria”. El otro, “Fiesta de la Primavera”. En las pasadas semanas hemos tenido varias veces ocasión de definir, en la síntesis a que nos obliga nuestro espacio, las principales características intelectuales y poéticas de Meza Fuentes. Su obra “De Días Mirón a Rubén Darío”, ejemplariza el valor y el método de su labor crítica. Su “Árbol de Navidad” es expresión fiel de su númen poético. En los dos libros de ahora –ambos de poesía- encontramos sus virtudes características: nobleza de inspiración, diafanidad luminosa del verso, elegante y acogedora sencillez. Condiciones a cuyo atractivo nadie podría sustraerse. En esta poesía transparente, armoniosa, tan limpia y tan bellamente conmovida, todos podemos comulgar, así como todos, aún los más distintos, coincidimos en el homenaje al poeta, cuya buena amistad nos unía por encima de cualquiera diferencia.

“Cinco romances de la patria” constituye la interpretación poética de otros tantos momentos de nuestra historia. Son poemas que hablan sobre todo al sentimiento civil de los chilenos.

El libro “Fiesta de la Primavera” reúne los poemas con que el autor celebró las fiestas estudiantiles, poemas ya bien juzgados por los galardones que conquistaron. Se añade una “Canción de despedida” en la que prevalece una emoción a la vez melancólica y varonil, de robusto y tierno acento, rica de imágenes y de honda musicalidad. Creemos que no tardará en ser considerada como una de la más bellas y maduras manifestaciones de la poesía chilena.



HOMERO ARCE [11.722]

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HOMERO ARCE

Homero Arce, un arquitecto de sonetos

Por Bernardita Moena

Homero Arce nació en Iquique en la época de oro del salitre, el 7 de Abril de 1900. Hijo de Valentín Arce y Sara Cabrera. Luego sus padres se trasladaron a Santiago donde nacieron sus tres hermanos.
Laura Arrué, una de las enamoradas de Neruda, fue su compañera en la vida.

Su vida laboral, que compartió con sus afanes literarios, transcurrió en el Servicio de Correos y Telégrafos, donde se desempeñó hasta su jubilación en 1951. Entró allí por sus conocimientos del francés.
Fue secretario de la Dirección General de Correos y secretario del Correo Central.
Se sabe que prestaba las máquinas de escribir a sus amigos poetas, una vez que se habían ido los funcionarios.
Una vez jubilado, se entregó a la vida y obra de Neruda, como su secretario personal.

En los comienzos de su trabajo en el correo, Laura Arrué se juntaba con Neruda en la Plaza de Armas quien subía a las oficinas a conseguir dinero y tomar un café con ella. Neruda siempre bajaba con otro poeta, nunca con Homero. Hasta que un día que Pablo estaba fuera de Santiago, el poeta que subió a buscar dinero bajó con Homero Arce y desde ese momento nació un idilio entre ellos, que los llevó al casamiento.
Por eso -decía ella- nunca Pablo quiso presentarme a Homero.

Con los años Neruda convenció al poeta Arce que publicara sus sonetos, que fueron ilustrados por él y traducidos al portugués por Thiago de Mello.

El 2 de Febrero de 1977, salió de su casa a cobrar su jubilación en la mañana y al subir a la Caja, varios sujetos lo apresaron, lo hicieron entrar a un auto, devolviéndolo a las 16 Hrs. a su hogar con graves heridas. Murió a las 18 Hrs. del 16 de Febrero de 1977, a causa de los golpes recibidos. 
Se piensa que se le persiguió, por haber sido Secretario y amigo de Pablo Neruda.

Así terminó la vida de un hombre bueno, cariñoso, silencioso, a quien tuve la felicidad de conocer, porque eran tíos de mi esposo y fueron padrinos de él en nuestro matrimonio.
Recuerdo que en una ocasión me dijo: ¿Ud. le haría un poema a una taza de té?, y me recitó un hermoso soneto, que se refería a una taza de té humeante, mientras él esperaba a su amada. Así, siempre que nos veíamos, nos recitaba hermosos sonetos.

Laura arrué conoció a Neruda, cuando debió ir donde residía éste en la calle Echaurren, a llevarle una invitación para un acto que se haría en el colegio en que ella trabajaba como profesora. Se había recibido hacía poco en la Escuela Normal. 
De allí empezaron a verse con Neruda, ella acudía a la Plaza de Armas para encontrarse con él mientras vivía con unas tías en el Barrio Pila del Ganso. 
Neruda estaba muy enamorado de ella y confesó que uno de los Veinte poemas de amor se lo había dedicado a "Laurita", como le decía. Ésta era una chica de ojos azules, delgada y pequeña.

Cuando en las tardes Pablo la veía en la Plaza de Armas, decía estar cada vez más enamorado de ella. Pero el deseo de viajar lo empezó a ahogar, y terminó aceptando el cargo de Cónsul en Rangún, Birmania.
Entonces Neruda le prometió a Laura que le escribiría todos los días y que Homero, su amigo de correos, se encargaría de entregarle por mano las cartas, para ocultar el idilio a sus tías. 
Todos los días le envió correspondencia, pero Laurita no recibió nada, porque Homero ya estaba también enamorado de ella y no se la entregaba. 

Finalmente, ante la indiferencia de Pablo, Laurita terminó casándose con Homero. 
A pesar de esto los amigos acabaron poniéndose en la buena, pero ¿qué sintió Laura Arrué cuando descubrió las cartas de Pablo?
El hecho es que Homero Arce y Laura Arrué estuvieron casados cuarenta años y se adoraban; hasta esa fatídica tarde en que Arce fue secuestrado y prácticamente asesinado por agentes del Estado. 
Todas las personas que estaban cerca de Pablo Neruda, como su ex chofer, fueron torturados. El Hermano de su ex chofer, desaparecido, y su chofer y carpintero, preso y torturado en Villa Grimaldi. 

Homero Arce era el hombre más cercano al vate, su secretario personal, manejó su obra y cuidó sus originales.
Para Pablo Neruda era la persona más importante, según se dice en todos los escritos que se refieren a ambos. Su muerte prueba que el entorno de Neruda fue perseguido, como afirma el abogado de derechos humanos, Eduardo Contreras.

En 1987, Laurita Arrué murió quemada en un incendio en su casa. Yo supe que fue por una vela que tenía encendida en la noche, y se quedó dormida, olvidándose de apagarla. Ella había escrito un libro que quedó en manos de la familia. 
La sobrina de Homero, hija de Fenelón confesó que su padre recitaba siempre el poema 20, porque ése, Neruda se lo había dedicado a su tía Lalita.


Entre las obras de Homero Arce tenemos:

-Los íntimos Metales, ilustrado por Neruda
-El Árbol y otras hojas
-La vida de Rosamel del Valle
-Algunos sonetos
-La taza de té
-La vieja casa
-El camino
-Banco
-El pozo








El pozo

¡Ay hermano! como tú yo anduve
por la más ancha latitud del mundo,
toqué en la piedra el agua de la nube,
toqué las manos del amor profundo.

Una pequeña lámpara sin nombre
me alejó de las sombras del camino
y pude ver y andar hasta ser hombre,
hasta llegar a pozo cristalino.

Para unos fui canto sumergido,
raíz sombría, soledad secreta,
para otros un pájaro perdido.

Pero si todo sigue y ya no vuelve,
yo quiero ser el pozo de agua quieta 
que recibe la luz y la devuelve.






UN RAMO DE VIOLETAS

Sé de mundos lejanos, de planetas
habitados por seres o por cosas,
en los que magos de la luz, poetas,
construyen las auroras y las rosas.

Donde hay lunas calladas y secretas
que esperan como naves misteriosas
y mares de aparentes aguas quietas
invistiendo de azul las nebulosas.

No en el tiempo la guerra de los mundos,
no ese clavel de fuego en el vacío,
no los dioses despiertos e iracundos,

sino mi pan, mis cantos y mi lecho,
el jardín con los besos del rocío
y un ramo de violetas en tu pecho.






BARCO

   Hacia el poniente rosado
partió mi barco una tarde;
mansas, las velas se daban
al viento de la esperanza!

   Al beso de su alba proa
el agua virgen reía,
y de su risa de espuma
rosas y estrellas nacían!

   Hacia el poniente rosado
mi barco se dirigía,
y antes de surcar su reino
era una rosa encendida!

   Oh, qué viaje! Oh, qué rosa!
más puro el de la distancia!
   Oh, qué velamen más dado
al viento de la esperanza!





LA VIEJA CASA

   Cerca del ancho Maule está la casa
el hogar solariego del pasado.
De su antiguo esplendor quedó esta brasa
que aún mantiene su fuego enamorado.

   Como el mar tiene el viento que lo abra­za
y le cubre de espumas el costado
aquí el amor iluminó sin tasa
un solar de magnolias coronado.

   La luna aquí vagó en sus corredores
y un tibio sol erró por el papayo
dejándole amarillos resplandores.

   Una vida nació desde otra vida,
y en la heredad besada por el rayo
sigue cantando el tiempo, sin medida.





EL CAMINO

El camino lo anduve sol a luna
sin que nada mi marcha detuviera,
ni la montaña que se alzó importuna,
ni el hondo río de agua traicionera.

Todo lo fui salvando con mis pasos
y la extensión de tierra así medida
me entregó como un árbol de anchos brazos
el constante milagro de la vida.

Así fue -venturoso- hallando voces
hermanas en las puertas del camino
y en la altura el amparo de los dioses.

Ni herido, ni vencido, voy ahora
hacia el punto final de mi destino;
allá, de nuevo, asomará la aurora.








EN ISLA NEGRA. Arce, Neruda y su esposa Matilde Urrutia.
En Isla Negra, Homero Arce, Matilde Urrutia y Pablo Neruda.



La sombra de Neruda

Homero Arce fue el asistente personal del Premio Nobel chileno. También, el hombre que le arrebató a una de las mujeres que más amó. Tras el perdón del poeta, se hicieron amigos inseparables. Ahora, la investigación judicial sobre la muerte de Neruda desempolvó su historia.

POR CAROLINA ROJAS

La mañana del 2 de febrero de 1977 en que Homero Arce salió de cobrar su jubilación de la Caja de Empleados Públicos de Santiago, no tuvo ningún presentimiento de que ese sería el último día de su vida. Quizás, iba pensando en su esposa y en ese atractivo que aún conservaba intacto a pesar del paso de los años. Su compañera por cuatro décadas tenía los ojos azules y la gracia de una actriz de cine.

Cuando terminó de recibir el dinero, tal vez lo contó y lo guardó con esos gestos cansinos que lo caracterizaban y pensó que comería en casa y que luego darían paso a sus tardes de lecturas. Laura, su Laurita, cuanto adoraba leer; y él, cuanto la amaba a ella.

Un empujón, y Homero se fue a negro y tal vez vio pasar su vida como en un microfilme, así dicen que sucede en los momentos de pavor. Tal vez fueron esos tipos de ojos ocultos tras las gafas modelo aviador –que acostumbraban llevar los agentes de la dictadura– y Arce pudo haber suplicado por su vida. Lo cierto es que lo subieron a un auto que arrancó sin que nadie pudiera hacer nada. Pasó lo que sucedía en ese tiempo. Los chilenos llevaban cuatro años aplastados a punta de desapariciones y torturas. A Homero lo golpearon hasta romperle la cabeza y hundirle el cráneo. Para sus cercanos, sus verdugos lo castigaron por ser el secretario y amigo de Neruda.

A las cuatro de la tarde, Arce fue abandonado en la puerta de su casa agónico y con la frente teñida de sangre. Las profundas heridas que le hicieron fueron descubiertas por Laura mientras lo atendía y, probablemente, gritó desesperada. Homero murió cuatro días después en un humilde hospital de Santiago. Su certificado de defunción indica que falleció a las ocho y diez de la mañana. Tenía casi ochenta años y el regalo de haber conocido el universo del poeta.

Un texto de la Sociedad de Escritores Chilenos (SECH) sobre los artistas asesinados en dictadura, documenta este hecho. Se aclara que su nombre ni siquiera es parte del Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Retigg). “Fuerzas represivas lo detuvieron en una repartición pública, lo golpearon hasta dejarlo inconsciente y murió en el Hospital Barros Luco”. Y, aun cuando la Fundación Neruda no avala la tesis del asesinato del Premio Nobel, es en la propia revista Nerudiana –a cargo de la Institución– en un texto dedicado a Laura Arrué, donde se menciona la muerte del asistente literario. “Años después, amenazado en cuanto secretario de Neruda, Homero Arce muere en febrero de 1977 víctima de extrañas y nunca aclaradas circunstancias que llevan la marca del régimen militar”.

Homero, moreno, rasgos indígenas, ojos negros y siempre vestido de impecables trajes, era reconocido por su timidez y sus sonetos precisos. Su esposa aseguró hasta el final de sus días que gran parte de la obra nerudiana lleva en sí la humanidad de Arce, su sello. “De su extraordinario amor por la poesía, de su alianza perpetua con su amigo Pablo y su obra”, confesó en una entrevista en el año 1979.

Por estos días, la historia de Arce se desempolva, justo en medio de la investigación sobre la muerte de Pablo Neruda por las declaraciones del ex chofer del poeta, Manuel Araya. Tras años de silencio, confesó que fue secuestrado y torturado en el Estadio Nacional para que el vate quedara desprotegido en la Clínica Santa María. Araya declaró, además, que allí se le habría puesto una inyección al poeta que le causó la muerte. El caso saltó a la prensa internacional y el Partido Comunista de Chile actuó con una querella que abrió la investigación en manos del juez Mario Carroza. Hoy la indagación sigue su curso.

El abogado de Derechos Humanos, Eduardo Contreras, que representa la parte querellante del caso, explica que en la muerte del poeta chileno pudo existir la participación de terceros y que una prueba de ello sería el asesinato de Arce y la cacería de brujas que se desató hacia al círculo más cercano de Neruda. Manuel Araya fue torturado y su hermano un desaparecido; Jaime Maturana, carpintero y chofer del poeta hasta 1971, estuvo en el centro de tortura Villa Grimaldi. “Homero Arce fue el hombre más cercano al vate, su secretario personal, el hombre que manejó su obra y cuidó sus originales. Su muerte prueba que el entorno de Neruda fue preso y torturado. (...) En 1973 en Chile dos personas eran las más influyentes en la opinión pública internacional, Pablo por sus méritos políticos, intelectuales y éticos. Muerto Allende, lo del Nobel fue apagar la segunda luz en el país”, esgrime para relacionar los hechos.

El sonetista en las sombras

Arce vivía en Iquique, el puerto chileno que en las primeras décadas del siglo XX vivió de la bonanza del salitre y fue una ciudad cosmopolita. En Santiago surgía la clase media y los aspirantes a las letras leían a Dostoievski y a Pushkin. Era 1925 y Homero llegó a la capital. En ese entonces, junto a su hermano Fenelón y otros amigos, ya conformaban una especie de cofradía de poetas. Crearon la revista Ariel que alcanzó sólo dos ediciones, pero en 1927 reapareció con el nombre Andarivel. Neftalí Reyes y Arce también coincidieron escribiendo en la revista Claridad. Fueron años de amistad férrea y formación literaria.

En ese tiempo Arce y Neruda se encontraban en la Plaza de Armas de Santiago, en la que solían pasar las tardes, frente al edificio central de Correos donde trabajaba Homero como secretario general de dirección. También daban paso a las tertulias en los céntricos bares. Eran días en que el poeta no ganaba dinero y le pedía prestado a Homero; su amigo asentía como un padre putativo.

En ese entonces, el vate ya tenía una musa: Laura Arrué, una chica pequeña y delicada de ojos claros. Era blanco de todas las miradas, por su parecido con la actriz Greta Garbo. Eso la hacía inalcanzable, menos para la labia de un poeta. A “Milala”, como la llamaba Neruda, le dedicó una de las composiciones de los Veinte Poemas de Amor. Arrué recién se había graduado de la Escuela Normal de Preceptoras N°1. En 1924, Neruda fue llamado a visitar el establecimiento. A Laura le correspondió entregar la invitación y llegó hasta la pensión en la calle Echaurren 330, donde el poeta vivía en una pieza. La pasión fue instantánea y el romance siguió a escondidas. La familia donde se hospedaba la pálida muchacha era conservadora y la vigilaban de cerca. Esa nueva conquista le dio al joven Pablo un nuevo respiro, comienza a vestirse mejor, se alimenta bien y leen mucho. Pero la historia dio un giro dramático.

El poeta comenzó a ahogarse y a sentir los primeros escozores de su naturaleza viajera y aceptó el cargo de cónsul en Rangún, Birmania. Le dice a Laura que le escribirá todos los días; Arce debía entregar por mano las cartas para ocultar la relación a los celadores de la musa. El amor entre el vate y Laura creció, a distancia, como sólo puede aumentar un sentimiento sin los desgastes cotidianos de una relación. Neruda pensaba en ella y escribía, pero Homero ya se había enamorado en silencio de la mujer de su amigo. El poeta no recibió ni una sola respuesta de “Greta”. Sólo años después se enteró de la verdad.

Arrué tampoco ve una línea, se desilusiona y allí estaban los brazos de Arce, un bálsamo para el dolor. Neruda no entiende tanta indiferencia y sólo se entera, a través de sus amigos, que Homero y su musa están juntos.

Laura, ya casada con Homero, fue golpeada con la historia completa: su esposo había escondido cada una de las cartas, tomando al pie de la letra el conocido adagio “En el amor y la guerra todo se vale”. La sobrina de Arrué, Susana Sánchez, dirá en el libro Los amores de Neruda de Inés María Cardone, que cuando su tía descubrió las cartas en un entrepiso de su hogar, se deshizo de su alianza de matrimonio y lloró por esa impotencia que da una historia torcida.

Por otra parte, cuando Neruda se enteró de la traición, ya ostentaba su cargo de senador y prefirió dar un paso al costado; aunque alguna vez le confesó a Laura que no fue fácil olvidarla. El final de la historia tomó un tinte lúgubre: Arrué murió en 1986, en un incendio. Algunos dicen que fue una vela que le prendía a un santo lo que comenzó todo. Al alzarse para apagar una estufa, el fuego le prendió el camisón. Nadie llegó a socorrerla. Un final trágico, como el de una actriz de cine.

Una de las pocas testigos de esa historia es Alejandra Arce, sobrina nieta de Homero, quien heredó el amor por las letras y la poesía. Vive en Brasil, en la ciudad de Recife, como la mayoría de su familia repartida entre este país y California. En 1992 realizó su propia investigación sobre los sucesos que ocurrieron en su familia. Contactada por Ñ, comenta los episodios de esta historia. “Laura tuvo quemaduras de segundo y tercer grado, gritó desesperadamente, me imagino que mucha gente escuchó, incluso un huésped, y nadie hizo nada. (...) Tampoco fue investigada su muerte, que me parece macabra y siniestra. Su cuerpo quedó estampado en el suelo de su cuarto. Nadie supo darme ninguna información”.

Lo poco que se sabe de Homero Arce es justamente lo que se conoce por su esposa. En el libro póstumo del corrector, Los libros y los viajes, recuerdos de Pablo Neruda (Editorial Nacimiento, 1980), Laura narra un poco de esta historia a modo de prólogo. “Conocí personalmente a Homero Arce Cabrera en el año 1928. Antes sabía de él por referencias de sus amigos, principalmente de Pablo. (…) Me presentó a todos sus amigos, menos a Homero. ¿Por qué? El tiempo se encargó de darme la respuesta...”, confesó.

Alejandra Arce es hija de Fenelón, llamado así por su abuelo, y tiene el recuerdo vívido de su padre subido sobre una silla, después de alguna sobremesa, recitando el “Poema 20”. Tampoco se olvida de la confidencia que le revelaron cuando aún era una niña. “Este poema lo hizo Neruda para la tía Lalita, pero es un secreto, Alejandra”. Ella recuerda que imaginaba la soledad de quien lo escribió, ese hombre que contemplaba las estrellas. “El amor de Neruda por Laura fue intenso, grandioso. (...) Ella también amó a Homero y él la adoraba, el destino se encargó del resto de la historia de esta amistad sublime”, dice con tristeza.

Alianza perpetua

Desde que Homero Arce se jubiló en 1951, volcó su vida al trabajo de Neruda. El poeta no vivía sin las apreciaciones de su amigo, que encontraba tan certeras. En una entrevista en la revista Cal, de los años setenta, Laura Arrué relata esa relación de dependencia: “Fui testigo de que cuando Homero terminaba de copiar un poema o prosa, se lo pasaba a Pablo para que lo revisara y se pronunciara acerca de si estaba o no de acuerdo con los cambios que le había hecho. Pablo, molesto, le decía: ‘No me muestres nada: lo que tú haces siempre está bien’”.

El cariño fue una cosa, pero también fueron importantes las ocasiones en que Neruda empujó a Homero a creer en sí mismo. En la publicación de Los íntimos metales de Arce, lleva las ilustraciones del poeta que además le escribió: “Me costó mucho arrancar, con un lento proceso de convicción, de tirabuzón, este rosario de amatistas que ya tenían el color invariable y el corte alquitranado de lo que, por verdadero y deslumbrante...”. 

Además, el libro El Arbol y Otras Hojas, de 1967, lleva sonetos dedicados al corrector por varios amigos. Neruda en “Esperando a un amigo en el Barrio Latino de París” (1965), le dice: “Homero, en la verdad de tu diamante, hay un fulgor de piedra y firmamento, porque tiene razón el caminante, cuando descubre el mundo en sus aposentos…”.

Cuando Neruda asumió como embajador de Chile en Francia, durante el gobierno de la Unidad Popular, llamó a su amigo para que lo ayudara a hilvanar sus memorias. Arce cumplía su sueño, siempre había querido conocer París.

“Ay hermano, como tú yo anduve/ por la más ancha latitud del mundo,/ toqué en la piedra el agua de la nube,/ toqué las manos del amor profundo”, dice Arce en su poema “El pozo”.

Llega septiembre de 1973 y Pablo Neruda, en sus últimos días, dependía más que nunca de Homero, de su lealtad y de sus manos, para escribir. Terminaron Confieso que he vivido. Afuera, las balas, el río de sangre que era el Mapocho frente a la clínica Santa María. Cuando muere el poeta, no puede con la pena y sigue regalándole su trabajo, como bocanadas de aire que resucitarían a su amigo. Matilde Urrutia hizo el resto, termina de transcribir el libro con la ayuda del escritor venezolano Miguel Otero. Borra la existencia de Arce. “Los que la seguían y aún siguen a Matilde Urrutia me parecen fieles al comercio y no a la literatura. Olvidándose de los verdaderos amigos del vate, mutilan la verdadera historia literaria latina y universal”, sentencia Alejandra en su última respuesta.

En 1977, el asistente literario da vuelta la página y se llena de impulso y le dice a su compañera. “Ahora voy a escribir mis propias cosas...”. El destino otra vez, Homero deja versos inconclusos. “¡Defiéndeme Laurita!”, fue su última súplica, aferrado al brazo de su esposa. Al final, quizás escuchó un soneto o la voz de Neruda y su saludo de costumbre con los brazos abiertos en cruz, “Dichoso los ojos que lo ven Homerito”, bebieron de la jarra en forma de bota y rieron, ahora, en otro lugar.


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