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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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PATRICIA MORGAN [11.723]

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Patricia Morgan

Patricia Morgan, pseudónimo de Marta Herrera de Warnken (Santiago de Chile, 1902 - 1978). Poeta y autora dramática. Escribió los libros de poesía Fata Morgana (1936), Inquietud de silencio (1938), Viaje de luz (1944), Torrente inmóvil (1953) y Una puerta a la luz (1973). Figuran en su producción las obras de teatro Búscame entre las estrellas (1946) y La tarde llega callada (1947).



Dos LABIOS

¡Me envidiaron las estrellas
cuando me vieron te amaba!
¡Y las nubes que eran rojas,
se fueron tornando pálidas!

Fue una tempestad de fuego
que me encendió toda el alma
ante el resplandor inmenso
la tierra entera era pálida.

¡Y yo moría de gozo
y enloquecida pensaba,
que hasta las mismas estrellas
querían que las besaras!




Fata morgana
Autor: Patricia Morgan
Santiago de Chile: Nascimento, 1936


“Mi cariño es inmenso
como esa agua de mar
que se agita y se aplaca
y se vuelve a enrollar…”



CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1936-04-12. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
Como un feliz augurio, oasis en nuestra poesía, remanso de horas íntimas y serenas, nos llega este libro de poemas que firma Patricia Morgan, cuyo nombre hasta ayer era desconocido en nuestro ambiente intelectual.

Nascimento lo ha editado con su pulcritud característica; lleva el libro algunas estampas de Olmos, quien interpreta hábilmente algunos de los motivos poéticos.

“Fata Morgana”, se nos figura una ventana abierta sobre nuestro campo literario; ventana de azules cristales y sereno mirar; los pájaros pasan rozándola; hay cerca de ella un rostro femenino que sonríe y deja recostado su verso sobre la yerba y el agua.

Conocimos a Patricia Morgan en la intimidad del hogar; ella nos relató con delicada sencillez cómo le fue floreciente el verso y cómo sintió, al mediodía, su voz llena de cantos. Escribe, porque siente el embrujo de la poesía, escribe para ella, para sus hijos. Quiere que todo su libro sea una ardiente caricia maternal.

Daniel de la Vega nos dice con intuición en el Prólogo: “Patricia Morgan, ha querido publicar en un volumen su romántico archivo de versos. Es un diario íntimo, apasionado y femenino; un libro de horas; paisajes y recuerdos abrasadores, infiernos y paraísos del amor. Hay en estas páginas una desordenada y simpática emoción. Y también el encanto de la literatura vivida”.

Patricia Morgan, en este su primer libro, nos traza los más diversos paisajes de la tierra y del espíritu, sus ojos han recogido la belleza de las cosas y su corazón la ha transformado en poema; coge el estado de alma, sublima el pensamiento, adelgaza la voz, desnuda de todo artificio la palabra; tal una montaña con sus rocas, sus árboles y sus cascadas…

En la página inicial, su temperamento femenino se desborda, siente que le crece la ternura, descubre su ritmo interior, el cual a veces es suave, a veces áspero. Ella nos dirá:

“¡Madre mía! al volar mis entrañas,
de su carga preciosa,
al sentir que su sangre, alargaba
mi grito en la suya,
tuve miedo,
quise entonces saliera de piedra
que naciera con gesto de estatua,
que está siempre fría,
que está siempre blanca.

Como en larga playa,
déjame que le orille sus sueños,
y que así presienta en sus ojos, todas las estrellas del advenimiento”.

Un simbolismo que subyugue aparece en algunos de sus poemas, como en “Anhelos de álamos” y “El sauce y el agua”. En el primero sentimos ese verde crecer del álamo, la luz se espiritualiza entre sus ramas, hay una voz que sale de su tronco…

“El sauce y el agua” es, ciertamente, uno de los mejores poemas de “Fata Morgana”. El pensamiento poético penetra hasta lo más íntimo; delicado, sublime paralelo al amor.

“Era un sauce triste que encorvó sus ramas,
y con mano suave supo acariciar…
y abrigó en su seno, un agua muy clara,
y en quietud serena la hacía soñar”.
El sauce, estremecido sobre el agua, guarda su imagen, verde, trémula…

Y después:

“Yo, te hiciera sauce,
yo, volviérame agua,
y sola en el campo
lejos de toda alma,
en tu seno triste, yo me refugiara;
para que tú, sauce,
con tus largas ramas
de verde sereno, de savia muy sana,
movieras mis aguas…
besaras mi alma…”

En el camino de estos poemas encontramos flores de distinto perfume y color; luces de crepúsculo y de alborada; sabor de tierra, poesía de lo nuestro. Una que otra piedra suele entorpecer el paso del viajero, pero son piedras pequeñas, que, sin duda, la poetisa recogerá en sus futuros poemas.

El verso suave, de límpida estructura; el poema de hondo pensamiento, ataviado de imágenes y símbolos, buscan resonancias en la sensibilidad de lector, son pájaros dueños del aire y del nido…

Patricia Morgan ha llegado de improviso a nuestra poesía; ha llegado con sinceridad de alma y humildad de pensamiento. Ella, que no buscaba un lugar escogido en nuestras letras, lo ha encontrado y plenamente.


“¡Qué naturaleza llevo yo
aquí adentro…
Montañas de verdes, con ríos inmensos
frutos que maduran,
en mi fuego interno,
tierras que fecundan en vida
y aliento…
Qué naturaleza, llevo yo
aquí adentro!”






Inquietud de silencio
Autor: Patricia Morgan
Santiago de Chile: Impr. Leblanc, 1938



CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1939-05-07. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
En 1936 el pequeño mundo literario santiaguino recibió, no sin sorpresa, un libro impreso con elegancia que llevaba por título: “Fata Morgana” y que era firmado por Patricia Morgan.

Daniel de la Vega dijo en una nota al margen de “Fata Morgana”: “Se puede decir que estos versos no tienen fecha, porque no pertenecen a esta época de deshumanización y de desenfrenado culto de la imagen sorpresiva; ni al tiempo de las estrofas heladas y perfectas de los parnasianos; ni tampoco a las jornadas entusiastas de los modernista con aquellos preciosismos y esas lejanas audacias que hoy hacen sonreír.”

Ahora Patricia Morgan nos ofrece un nuevo libro de versos: “Inquietud de Silencio”. Lleva el libro un prólogo comprensivo de Víctor Domingo Silva, un epílogo de Joaquín Edwards Bello y algunas ágiles ilustraciones de Pedro Olmos.

Esta “inquietud de silencio” está simbolizada en la imagen de la portada: una niña con vestido celeste, tendida sobre la yerba, toca una flauta que embelesa a los corderos. Es la hora del atardecer – hora del silencio angélico – porque sobre unas nubes pequeñas hay una estrella… Patricia Morgan lleva en su vida esa música amorosa, que fluye como un río en la noche; música sin elegancia de tonos, pero sí profundamente humana y cordial.

El libro está dividido en tres jornadas: “Lámpara en ensueño”, “Viaje de Luz” y “Voz de la Hora quieta”. El amor, la caricia maternal, la naturaleza.

“Inquietud de Silencio”, ¿es una continuación de “Fata Morgana”? Nosotros encontramos casi los mismos elementos, pero todos ellos más purificados y diáfanos, la poetisa ha alzado su voz para que el oído humano se llene de palabra sencilla y recuerde el lector la luz de los cerros, la nieve, el agua. Hay en toda la obra un carácter de unidad de inspiración; no busquemos en “Inquietud de Silencio” la imagen novedosa, llena de vibración y de colorido; en estas páginas se ha quedado la bruma que hace de las cosas un signo de evocación y de misterio.

La cuerda sensual deja aquí su rebeldía, pero sin llegar al grito que ensordece y al lodo que mancha.

En “Resurrección” escribe Patricia Morgan:

“Me mantuve blanca,
me mantuve extática;
pero ardía dentro
una hoguera inmensa
de pasión extraña.
Él no sabrá nunca
lo que en mí pasaba…”

Nuestra autora busca siempre la sencillez del verso, de la palabra, de la expresión; no necesita de altas voces para penetrar en nuestro mundo anímico y contarnos toda su maravilla.

Quizás sí en muchas ocasiones caiga en prosaísmos que entorpecen el poema; no queremos creer que esto se deba a una incapacidad sino que responden más bien estos defectos a ese deseo de ser espontánea, lúcida, ferviente. Un crítico acucioso encontrará en estos poemas versos que corregir, palabras mal empleadas, imágenes que tachar de vulgares. Nosotros nos quedamos con la belleza pura del libro y vamos al espíritu mismo de Patricia Morgan, cuya sensibilidad femenina habla en esta “Canción de Cuna”:

“Duérmete, mi niño,
que ya llora el mar
y ruge furioso
en su inmensidad.
El mar se ha enojado
y empieza a rabiar,
y si no te duermes
te puede tragar.
Duérmete, mi niño,
que en el cielo están
prendidos tus ojos
como un talismán.
Tus cabellos de oro,
una malla harán,
para que los ángeles 
puedan caminar.
Cuando seas hombre,
tú me harás soñar,
a mí, viejecita,
podrás engañar
como yo te engaño
hoy con mi cantar.
Duérmete, precioso,
sueña con el mar,
que después de la vida
te despertará”.

En este libro debemos penetrar con paso de seda. No hagamos ruido; la palabra de Patricia Morgan es oro desnudo, árbol que levanta sus brazos como una canción.

Dejemos que nos cuente de su mundo anímico; que trace arabescos sobre nuestra casa que habita la tristeza y el ensueño.

Hay en el libro una nota dolorosa que auscultamos y nos llena de emoción: el amor siempre floreciendo en donde menos se piensa, en tierras hirsutas, sin cultivo.

Nosotros, que conocemos la ternura de los años que se han ido, hemos sentido esta virtud milagrosa: “La inquietud del silencio”.






Viaje de luz
Autor: Patricia Morgan
Santiago de Chile: Impr. Universitaria, 1944


CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1945-01-07. AUTOR: MISAEL CORREA PASTENE
Y yo dije a la poetisa:

-Periodista, literatoide a caza de hechos que despanzurrar para extraerles la hiel o el azúcar, más de lo primero que de lo segundo; Quijote pedestre, trabado en razones y conceptos con Sancho Panza Gobernador, cazurro y glotón; cazador de fieras a laso trenzado con hilos de ley y justicia y condenado, las más de las veces, a ser azotado con él y arrastrado a prisión; en suma, hombre metido en la realidad grosera y maloliente, ¿cómo quiere Ud. que me meta en la red sutil de rayas de luz, en la penumbra irisada de luciérnagas, en esa urdimbre casi aérea de sensaciones apenas esbozadas, de conceptos antes entrevistos que formulados, de ideas imprecisas, de imágenes que asoman, blanquean y desaparecen como Venus entre las espumas; en ese mundo ilusorio, en fin, en que la carne cita de almas vagarosas, el amor un sueño evanescente y el dolor una melancolía crepuscular que muere en espasmos de luz; en ese mundo en que ustedes las poetisas viven, alientan y se mueven tan airosamente como el pez en el agua o la mariposa entre las flores?

Y heme aquí, a pesar de mis escrúpulos, leyendo a Patricia Morgan; y siento que sufro la sensación, a la vez de pequeñez, de asombro envidioso y de vergüenza que debe sentir el campesino tosco que penetra con sus almadreñas embarradas y pasos torpes en la estancia olorosa y brillante, pisando alfombras persas, de la odalisca, que entre alcatifas y almohadones se despereza y sueña.

El mundo ilusorio en que Patricia Morgan se mueve está hecho, mejor diré, alhajado de esperanzas de amor, de amor realizado y de recuerdos de amor. Es todo una vida sentimental al parecer completa, pero no satisfecha. De esa trama de sentires, nostalgias y recuerdos surge un bordado inconcluso de dulce melancolía en que con arte sutil forman artísticos arabescos, el hilo morado de la pasión, el verde de la esperanza, el rojo del amor, el gris del recuerdo, el amarillo del odio.

Esas tres etapas del sentir: anhelo, posesión y nostalgia del bien perdido se pueden seguir a lo largo de sus dos libros (los que conozco) “Inquietud de Silencio” y “Viaje de Luz”, que acaba de aparecer.

En “Renunciación” (Inquietud de silencio) confiesa:

“Al clavar mis ojos
en los suyos, hondos,
le entregué mi alma
y temblé de anhelos
al juntar mis manos
a sus manos cálidas”.


Luego, el beso, ese aletear de palomas que se juntan.

“Fue solo un momento,
una llamarada,
dos labios, un beso,
una eternidad.

Fue solo un momento
pero fue un poema
que toda una vida
no puede borrar”.


Luego, esos celos imprecisos de algo que estorba la plenitud del goce; esa ansia siempre renaciente que nada colma:


“Y tuviste mis ansias
y soñaste mi afán
y mi azahar te aromaba
y bebiste mi sal;
pero nada me dabas,
que no sabías dar.

Hoy que nada espero
te siento mucho más…”


Y no obstante en el amado encuentra la paz cumplida.



“¿Por qué eres descanso
y tu pecho es un nido de plumas
donde mi cabeza
suaviza el cansancio?

¿Por qué tú me sabes amado,
a remanso?”



Y sobreviene el primer desengaño, la trisadura.



“Y hoy me siento grande
por la gran distancia,
de verte tan bajo
y mirar lo poco
que había en tu alma”.




A ese primer choque, siguen anhelos de renunciación, ímpetus de humildad, sed de sacrificios, recuerdos doloridos, evocaciones, sueños.



“Y anoche ya tranquila
cuando la luna de plata
su manto me tendió,
él pasó por las sombras,
su aliento me rozó
y se acostó en las aguas
del lago, con dolor.

¡Tú que sabes, Dios mío,
no insistas en mi amor!”




Este segundo libro de Patricia Morgan “Viaje de luz” es el álbum de sus recuerdos. Ella sabe que recordar es vivir dos veces y vive intensamente.

“Viaje de luz” (Imprenta Universitaria, 1944) es el itinerario de un alma desde la desilusión y cansancio de la vida sin objeto, muerto o desaparecido el amado, a través de los recuerdos, de la reviviscencia del amor, del goce fluido del dolor gustado, del resurgir incipiente del padre en el hijo, de intercadencias de la esperanza, del enconarse de viejas heridas.

Lo que vendrá –si hay una trayectoria vital- ¿será la quietud y un renacer de la vida con esperanzas nuevas, aspiraciones a la plenitud del vivir –cuando trabajan corazón y mente, según Goethe- o esa deliciosa inquietud del alma que desasida del mundo busca el reposo en la religión, en esa transposición de la carne en ideal, de lo terreno a lo espiritual? Lo dudo. Patricia Morgan es joven y hermosa. Queda el problema para psicólogos.

Patricia Morgan es una poetisa de verdad. Y es completa. Porque al fluir, como el manantial, de imágenes, de sensaciones, de pensamientos hondos vestidos con el velo transparente de la fantasía, de percepciones de semejanzas tan originales como sutiles y quintaesenciadas, posee la envidiable facultad de la rima espontánea, de la dicción precisa, concentrada, a veces contraída por la elipsis, pero siempre clara e inteligible. Parece que el verso nace en ella, completa en perfecta armonía de fondo y forma.

Jorge Hübner Bezanilla en el prólogo que ha escrito para “Viaje de luz” observa que Patricia Morgan no sigue ninguna escuela de las muchas que en Francia en el siglo pasado y presente han nacido, buscando una nueva sensación, un nuevo enternecimiento. Es verdad; pero la podemos clasificar, desde luego, en el orden o especie de las femeninas a que indudablemente pertenece por su sentimentalidad; y en seguida en la escuela genérica moderna.

No digo modernista, que implica amaneramiento; pero sí moderna, porque es visible que la poesía actual tiene enteramente subjetivo y universalismo cósmico, casi panteístico. Tiempo impregnado de ciencia, de panfilismo, como si fuéramos en camino hacia la palingenesia soñada por Platón, progreso o regeneración  en la unidad de lo creado, los poetas, vates o adivinos en sentido griego, quieren atraer en sí todas las cosas conocidas o soñadas y recrearlas dentro de sí, tiñéndolas o infundiéndoles su yo. De ahí esa fusión de cuanto se ve o se sabe en la sensación o en la intelección para darle un sentido, y una emoción personal. Es un mundo como el imaginado por un poeta colombiano, el mundo del conocimiento total, en que “rima la luz, el canto alumbra y los poetas del futuro contemplan las cristalinas harpas”.

Pero volvamos a tierra; y reconozcamos que sin tantos “tiquismiquis” trascendentales, Patricia Morgan es poetisa amiga y confidente de todo lo etéreo, lo sutil, lo evanescente y luminoso; y que su yo es tan fecundo y generoso que viste con sus velos y se los asemeja, árboles, volcanes, estrellas e hilos de luz fugitiva.






Torrente inmóvil
Autor: Patricia Morgan
Santiago de Chile: Casa Nacional del niño, 1953


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1954-09-26. AUTOR: ALONE
En el primer libro de poesías publicado por Patricia Morgan, algunas estrofas recordaban muy de cerca el tono, el fuego, la pasión de Gabriela Mistral. En este queda algo de eso; particularmente el poema “¡Qué sola estoy, Señor!” tiene los dardos penetrantes que todavía cruzan las páginas de “Desolación”; pero, en general, la autora se ha desprendido, si no de esa admiración, de las influencias visibles que antaño podían señalársele.

Siendo la misma, ha variado.

Su forma es nítida, suelta, firme, sin esfuerzo.

Más que nunca se aplican ahora a Patricia Morgan las frases que Gabriela le dirigía:

“Siempre alivia Ud. y salva el rumbo de lo definitivo y claro. Ud. logra poesía dentro de la manera tradicional y entonces se hace un acuerdo perfecto entre su emoción, que es poesía pura, y su forma tradicional muy acordada en ella. No sé qué sangres afuerinas estén en Ud.; las que sean, le hacen bien. Sus poemas están muy bien logrados”.

En realidad, poco hay que añadir a este juicio.

Intensa y sencilla, despojada de accesorios útiles, la poesía de “Torrente Inmóvil” se acerca profundamente a la vida y no teme el detalle preciso, la notación diaria, incluso doméstica, con una especie de seguridad de poderse de nuevo remontar, apasionadamente.






KENNETH GOLDSMITH [11.855]

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Kenneth Goldsmith 

(Nueva York, 1961), es poeta, escritor y profesor de Poesía y Práctica Poética en la Universidad de Pennsylvania. Editor fundador de UbuWeb, acaso el archivo más extenso de arte de vanguardia en internet, y autor de una decena de libros, entre los que destacamos: Inquieto [Fidget, publicado por la editorial canadiense Coach House Books en 2000], Soliloquy (2001), Day (2003) y la trilogía americana The Weather (2005), Traffic (2007) y Sports (2008), casi todos ellos transcripciones exactas de eventos transmitidos por medios de comunicación; como su libro más reciente, Seven American Deaths and Disasters (2013), que transcribe en tiempo real sucesos como el asesinato de John F. Kennedy, John Lennon o la muerte de Michael Jackson.

También es autor del ensayo Uncreative Writing (2011) y editor y de Andy Warhol: entrevistas, (I'll Be Your Mirror) publicado en España por Blackie Books. Documenta Notebooks le publicó, en su colección 100 Notes – 100 Thoughts, Letter to Bettina. Figuró entre los poetas invitados por Obama en la llamada «A Celebration of American Poetry», que tuvo lugar en La Casa Blanca en mayo de 2011. Esa misma tarde impartió un taller de poesía para estudiantes de instituto, al que asistió Michelle Obama.

En 2013 se convirtió en el primer poeta laureado por el museo MoMA de Nueva York, donde presentó la serie «Uncontested Spaces: Guerrilla Readings» junto con artistas invitados como Rick Moody, John Zorn, Charles Bernstein o el prestigioso crítico de música Alex Ross. En  mayo de 2013, Goldsmith lanzó una convocatoria para imprimir la totalidad de internet. El resultado es Printing Out The Internet, una pieza de arte colaborativo en homenaje a Aaron Swartz, presentada en la galería Labor de México, que devino plataforma de discusión con apasionadas reacciones, tanto en contra como a favor. 


Goldsmith se formó como escultor en la Escuela de Diseño de Rhode Island y se graduó con un BFA en 1984. Goldsmith trabajó durante muchos años en el mundo del arte como escultor antes de convertirse en un escritor. 

OBRA:

No. 110 10.4.93-10.7.93 (Artists Museum, nddz, Poland, 1993)
73 Poems (1993), with Joan La Barbara (1994)
No. 109 2.7.93-12.15.93 (Bravin Post Lee, 1994)
No. 111.2.7.93-10.20.96 (The Figures, 1997)
Gertrude Stein on Punctuation (Abaton Books, 2000)
Fidget (Coach House Books, 2000)
6799 ( zingmagazine , 2000)
Soliloquy (Granary Books, 2001)
Head Citations (The Figures, 2002)
Day (The Figures, 2003)
The Weather : Winter Spring Summer Fall (Make Now, Los Angeles, 2005)
Traffic (Make Now, Los Angeles, 2007)
Sports (Make Now, Los Angeles, 2008)
Against Expression: An Anthology of Conceptual Writing (Northwestern University Press, Chicago, 2011)
Uncreative Writing: Managing Language in a Digital Age (Columbia University Press, New York, 2011)
Seven American Deaths and Disasters (powerHouse Books, New York, 2013)





Pasajes del libro “Fidget” de Kenneth Goldsmith

El traductor Carlos Bueno nos hace entrega de algunos pasajes del libro  Fidget (Inquieto), del estadounidense Kenneth Goldsmith, publicado en español por la editorial  La Uña Rota.

10:00

Párpados abiertos. La lengua cruza el labio superior al desplazarse de izquierda a derecha de la boca siguiendo el arco del labio. Traga. La mandíbula aprieta. Rechina.

Se estira. Traga. La cabeza se alza. El brazo derecho doblado desliza la almohada bajo la cabeza. El brazo se endereza. Gira en el sentido contrario de las agujas del reloj con el codo hacia el techo. La lengua abandona el interior de la boca pasando entre los dientes. La lengua vuelve al interior de la boca. La palma se mueve en espiral. El pulgar se estira. Los otros dedos envuelven. Aprietan. El codo se dobla. El pulgar se acerca al

hombro. La articulación del pulgar toca el bíceps. El codo gira hacia arriba mientras los nudillos del puño se apiñan en el cuello. La mano derecha se aprieta. El pulgar frota los nudillos. Puño al hombro derecho. El codo derecho empuja. Los nudillos tocan un lado del cuello. Las manos se despliegan. Los dorsos de las manos se aprietan contra la nuca. Las bases de las manos aprietan la mandíbula. Los codos se alzan. Los dedos envuelven el cuello. Los pulgares se pliegan. Las manos se acercan a la mandíbula. Tapan las orejas. Las yemas de los dedos raspan un lado de la cabeza. El pelo cosquillea las yemas de los dedos al pasar. Los pulgares van a la zaga de los dedos. Los brazos se extienden. Los dedos se despliegan. Los hombros se estiran. Brazos hacia fuera. Las piernas se doblan por las rodillas. La pelvis empuja a la derecha. La rodilla izquierda se echa sobre

la cama. La rodilla derecha se echa sobre la cama. La pierna izquierda se extiende. La mano derecha agarra. El codo se acerca a la nariz. Toca. Los dedos se abren. El aire de los pulmones es expulsado a través de la nariz. El pulgar y el índice pellizcan limpiando la mucosidad sobre el labio. Mocos acumulados en el orificio nasal derecho. Se limpian. El dedo índice bloquea la salida del orificio nasal derecho. Exhalación. Los mocos salen por el orificio nasal derecho. El codo se extiende. Los dedos se abren. El índice acaricia el exterior del pulgar. Respiración. La mano derecha se retuerce. El pie derecho impulsa el cuerpo hacia delante. La cadera derecha se estira. La rodilla derecha cae, casi toca la cama. Los músculos del muslo derecho y del glúteo izquierdo se estiran. Los mocos bajan por la nariz hasta el fondo de la garganta. La lengua junta saliva y mocos. Traga. La mano derecha se acerca a la nariz.

(pg.17-18)






19:00

Rededea. Estornudo y cruz. La longitud del dedo limpia libre. Mano triste. Corre por debajo del muslo, desojado. Pantorriblado. Movimientos periféricos que se narran. Una respiración fresca abajo a la derecha. La mandíbula encuentra los dientes apretados. La parte exterior del colmillo inferior rechina fortísimo, rechina va, viene. De camino es imposible alcanzar la encía. Desde allí nace el colmillo derecho. Sin embargo, frota poco. Sin embargo, lo más probable es que sea más pequeño. Abajo el desfiladero. La saliva requiere cierta atención. La boca en general. La lengua relampagueante. Palmada. Los nudillos con los pulgares. Los nervios rebotan, arriba y abajo, arriba y abajo. En un movimiento vertical, los movimientos son verticales. Movimiento horizontal, aquellos de origen nervioso en particular. Sobresalen. Los dientes ya no se relajan. Dientes no se tocan. Los paladares están abiertos. La sobremordida, claro. Los dientes inferiores vuelven a ponerse sobre los superiores. Jamás golpean las encías, siempre golpean detrás. Los dientes jamás van a tocarse si no es porque caen. La caída nace de las encías. Esto no sucede. Sobresalen frente a la fila superior. Hurra, la formación superior de encías no lo va a permitir. A la inversa, desde atrás desde delante. Y aun así, nada sucede. Raspa la mano. Ahora se estira. A rodillas. Eructa. Dentro de la profundidad del beso la nariz. Hecho detrás. Para el azote en las nalgas. Alivio. Sigue el tragar. En algún lugar entre los dos paladares. No llega al cielo de la boca. Y flota con los dientes. Entrando. Lo rascaron dos. Pulgar hacia arriba, le gusta, sí. Vuelve al regazo. Cero derecho y dedo gordo, juntos. Atrapados en el zapato. Tomado y reemplazado. Viene a la cara y ajusta a negro. Resbala poco, hace ruido y lo lleva a la mano izquierda. Así articula palabras el índice. Pela la cresta afilada. Forzado y simétrico y el último al sonido. Deja que los movimientos sigan su curso. Voltea el borde plateado y plano mientras está en el sitio. Cabeza dedo y dedo índice. La liviana mano ociosa.



(pg. 101-102)

Kenneth Goldsmith, Inquieto, Trad. Carlos Bueno Vera, Ed. La Uña Rota, Segovia, 2014, 159 págs.






No es plagio. En la era digital es "repropósito" 

Por Kenneth Goldsmith

Versión al español de Marco Antonio Huerta

En 1969 el artista conceptual Douglas Huebler escribió: “El mundo está lleno de objetos, más o menos interesantes; no deseo agregar ni uno más”. Me he adherido a la idea de Huebler aunque podría reutilizarla como: “el mundo está lleno de textos, más o menos interesantes; no deseo agregar ni uno más”.

Parece ser una respuesta apropiada a una nueva condición en la escritura: ante una cantidad sin precedentes de texto disponible, nuestro problema no radica en necesitar escribir más; en vez de ello, debemos aprender a negociar con la vasta cantidad que ya existe. Cómo me abro camino a través de esta espesura de información —cómo la manejo, analizo, organizo y distribuyo— es lo que distingue mi escritura de la tuya.

La prominente crítica literaria Marjorie Perloff ha comenzado recientemente a usar el término “genio no-original” para describir esta tendencia emergente en la literatura. Su idea es que, por causa de los cambios traídos por la tecnología y la Internet, nuestra noción de genio —una figura romántica, aislada— está pasada de moda. Una noción actualizada de genio tendría que centrarse en el nivel de maestría que uno posea sobre la información y su diseminación. Perloff ha acuñado otro término, “información móvil”, para significar tanto el acto de empujar el lenguaje de un lado a otro como el de ser emocionalmente conmovido por ese proceso. Ella declara que el escritor de hoy, antes que a un genio torturado, se asemeja más a un programador que brillantemente conceptualiza, construye, ejecuta y mantiene una máquina escritural.

La noción de genio no-original de Perloff no debe ser vista meramente como una arrogancia teórica sino más bien como una práctica de escritura realizada, una que data de la parte temprana del siglo 20, encarnando un ethos en el cual la construcción o concepción de un texto es tan importante como lo que el texto dice o hace. Pensemos, por ejemplo, en la práctica de recopilación y toma de notas del Libro de los pasajes de Walter Benjamin o en los trabajos guiados matemáticamente, basados en la restricción por Oulipo, un grupo de escritores y matemáticos.

Hoy la tecnología ha exacerbado estas tendencias maquinales en la escritura (existen, por ejemplo, varias versiones para la red de la laboriosamente construida a mano en 1961 Hundred Thousand Billion Poems de Raymond Queneau), incitando a escritores jóvenes a seguir el ejemplo de los funcionamientos de la tecnología y de la red como formas de construir literatura. Como resultado, los escritores exploran modos de escritura que estaban pensados, tradicionalmente, como ajenos al espectro de la práctica literaria: procesamiento de palabras, bases de datos, reciclaje, apropiación, plagio deliberado, cifrado de identidad y programación intensiva, por nombrar sólo unos cuantos.

En 2007 Jonathan Lethem publicó un ensayo plagiado, a favor del plagio en Harper’s titulado “El éxtasis de la influencia: un plagio”. Es una larga defensa e historia sobre cómo las ideas en la literatura han sido compartidas, variadas, sustraídas, reusadas, recicladas, birladas, robadas, citadas, alzadas, duplicadas, dadas, apropiadas, imitadas y pirateadas desde que la literatura ha existido. Lethem nos recuerda cómo las economías del don, las culturas de código abierto y los bienes de dominio público han sido vitales para la creación de nuevas obras, con temas de obras más antiguas formando los cimientos para las nuevas. Haciendo eco a los lamentos de defensores de la cultura libre como Lawrence Lessing y Cory Doctorow, Lethem elocuentemente protesta en contra de la ley del copyright como una amenaza a la esencia vital de la creatividad. De los sermones de Martin Luther King Jr. a las melodías azules de Muddy Waters, despliega los ricos frutos de la cultura compartida. Incluso cita ejemplos de lo que él había asumido como sus propios pensamientos “originales”, sólo para después percatarse —usualmente por medio de Google— que él había inconscientemente absorbido las ideas de alguien más y luego las reclamó como propias.

Es un gran ensayo. Lástima que no lo “escribiera”. ¿El truco? Casi cada palabra e idea fue tomada en préstamo de algún otro lado —ya sea apropiada en su totalidad o reescrita por Lethem. Su ensayo es un ejemplo de “escritura de parche”, un modo de hilar varios fragmentos de palabras de otras personas en un todo tonalmente cohesivo. Es un truco que los estudiantes usan todo el tiempo, parafrasear, digamos, una entrada de Wikipedia en sus propias palabras. Y si son descubiertos, hay problemas: en la academia, la escritura de parche es considerada una ofensa igual a aquella del plagio. Si Lethem hubiera presentado esto como una tesis de grado o una disertación, le habrían mostrado la puerta. Sin embargo pocos argumentarían que no construyó una brillante obra de arte —como también un ensayo mordaz— enteramente a partir de las palabras de otros. Es la manera en la que conceptualizó y ejecutó su máquina escritural —quirúrgicamente escogiendo lo que tomaría prestado, organizando esas palabras hábilmente— lo que nos gana. La pieza de Lethem es una obra autorreflexiva, demostrativa de genialidad no-original.

La provocación de Lethem da una imagen incompleta de una tendencia entre escritores más jóvenes, quienes llevan su ejercicio un paso más adelante al apropiarse con audacia del trabajo de otros sin citación, aplicando la integración artificiosa y sin costuras de la escritura de parche de Lethem. Para ellos, el acto de escribir es literalmente mover lenguaje de un lugar a otro, proclamando que el contexto es el nuevo contenido. Mientras que desde hace tiempo el pastiche y el collage han formado parte y parcela de la escritura, con el ascenso del Internet la intensidad plagiarística se ha elevado a niveles extremos.

Durante los pasados cinco años, hemos visto una reescritura mecanográfica de En el camino de Jack Kerouac en su totalidad, una página por día, todos los días, en un blog durante un año; una apropiación del texto completo de una edición de un día de The New York Times publicada como un libro de 900 páginas; un poema lista que no es otra cosa que la recontextualización de un listado de tiendas del directorio de un centro comercial hacia una forma poética; un empobrecido escritor que ha tomado cada solicitud de tarjeta de crédito que le ha sido enviada y las ha encuadernado en un libro de impresión por encargo de 800 páginas, tan costoso que él mismo no puede costearse una copia; un poeta que ha analizado gramaticalmente el texto de un libro sobre gramática del siglo 19 a cabalidad de acuerdo a sus propios métodos, incluyendo el índice del libro; una abogada que re-presenta como poesía los expedientes de su trabajo diurno íntegramente, sin cambiar una sola palabra; otra escritora que pasa sus días en la Biblioteca Británica copiando el primer verso del Infierno de Dante de cada traducción inglesa que posee la biblioteca, uno tras otro, página tras página, hasta agotar el abastecimiento de la biblioteca; un equipo de escritores que se apropia de actualizaciones de estado de sitios de redes sociales y las asigna a nombres de escritores fallecidos (“Jonathan Swift tiene boletos para el juego de los Wranglers de esta noche”), creando una obra de poesía épica interminable que se reescribe a sí misma tan frecuentemente como las páginas de Facebook se actualizan; y un movimiento entero de escritura, llamado Flarf, que se basa en tomar lo peor de los resultados de búsqueda de Google: entre más ofensivos, más ridículos, más escandalosos, mejor.

Estos escritores son acaparadores de lenguaje; sus proyectos son épicos, espejeando la escala pantagruélica de textualidad en Internet. Aunque los trabajos frecuentemente asumen un formato electrónico, las versiones en papel circulan en periódicos y revistas, compradas por bibliotecas, y recibidas, reseñadas y estudiadas por lectores de literatura. Mientras que esta nueva escritura tiene un destello electrónico en el ojo, sus resultados son claramente analógicos, toman inspiración de ideas modernistas radicales y las intensifican con tecnología del siglo 21.

Lejos de que esta literatura “no-creativa” sea una doliente aceptación nihilista —o incluso un rechazo rotundo— de una presunta “esclavización tecnológica”, es una escritura imbuida de celebración, ardiente de entusiasmo por el futuro, que recibe este momento como uno cargado de posibilidad. Este gozo es evidente en la escritura misma, dentro de la cual hay momentos de belleza inesperada —algunos gramáticos, otros estructurales, muchos filosóficos: los maravillosos ritmos de la repetición, el espectáculo de lo mundano recontextualizado como literatura, una reorientación de las poéticas del tiempo y frescas perspectivas sobre la condición del lector, por nombrar unos cuantos. Y luego está la emoción: sí, emoción. Pero lejos de ser coercitiva o persuasiva, esta escritura transmite emoción oblicuamente y de forma impredecible, con sentimientos expresados como resultado del proceso de escritura antes que por la intención del autor.

Estos escritores funcionan más como programadores que como escritores tradicionales, al tomar muy en serio el dictum de Sol Lewitt: “Cuando un artista usa una forma conceptual de arte, quiere decir que toda la planeación y las decisiones están tomadas de antemano y la ejecución es un asunto superficial. La idea se convierte en una máquina que hace el arte”, y al abrir nuevas posibilidades de lo que la escritura puede ser. El poeta Craig Dworkin postula:

¿Cómo se vería una poesía no-expresiva? ¿Una poesía del intelecto antes que de la emoción? ¿Una en la que las substituciones en el corazón de la metáfora y la imagen fueran remplazadas por la presentación directa del lenguaje mismo, con el “derramamiento espontáneo” suplantado por el procedimiento meticuloso y el proceso exhaustivamente lógico? ¿En la cual la auto-consideración del ego del poeta se volcara hacia el lenguaje auto-reflexivo del poema en sí? De tal modo que la prueba de la poesía no fuera más si podría haberse hecho mejor (la pregunta del taller), sino si concebiblemente podría haberse hecho de otro modo.

Durante los años recientes ha habido una explosión de escritores empleando estrategias de copia y apropiación, con la computadora alentando a los escritores a imitar sus funcionamientos. Cuando cortar y pegar son integrales al proceso de escritura, sería una locura imaginar que los escritores no explotaran estas funciones en formas extremas no deseadas por sus creadores.

Si miramos atrás a la historia del videoarte —la última vez en que la tecnología dominante colisionó con prácticas artísticas— encontramos varios precedentes para tales movimientos expresivos. Uno que destaca es “Magnet TV” de 1965 por Nam June Paik, en el cual el artista colocó un enorme imán de herradura sobre una televisión a blanco y negro, transformando con elocuencia un espacio previamente reservado para Jack Benny y Ed Sullivan en abstracciones disparatadas y orgánicas. El gesto cuestionaba el flujo unilateral de la información. En la versión de Paik de la TV, podías controlar lo que veías: al girar el imán la imagen cambiaba con él. Hasta ese punto, la misión de la televisión era ser un vehículo de entrega para entretenimiento y comunicación clara. Aun así, el simple gesto de un artista volcó la televisión en formas de las que tanto usuarios como productores no se habían percatado, abriendo vocabularios completamente nuevos para el medio, mientras que al mismo tiempo deconstruía mitos de poder, política y distribución que estaban incrustados —aunque invisibles hasta ese momento— en la tecnología. La función de cortar-y-pegar en la computación está siendo explotada por los escritores justo como el imán de Paik lo hizo con la TV.

Mientras que las computadoras personales han existido por cerca de dos décadas y la gente ha estado cortando y pegando durante todo ese tiempo, es la cabal penetración y saturación de banda ancha lo que hace a la cosecha de masas de lenguaje fácil y tentadora. En una conexión telefónica, aunque era posible copiar y pegar palabras, al principio los textos se distribuían en una pantalla a la vez. E incluso siendo texto, el tiempo de carga era aún considerable. Con la banda ancha, el grifo está abierto 24/7.

En comparación, no había nada en la naturaleza de la mecanografía que alentara la replicación de textos. Era algo lento y laborioso de hacer. Luego, después de haber terminado de escribir, se podían hacer todas las copias que se desearan en una máquina Xerox. Como resultado, hubo una tremenda cantidad de detournement post-escritural basado en la impresión durante el siglo 20: los recortes y dobleces de William S. Burroughs y los angustiados poemas mimeografiados de Bob Cobbing son ejemplos prominentes. Las formas previas de tomar prestado en la literatura, el collage y el pastiche —tomando una palabra de aquí, una oración de allá— se desarrollaron en la medida de la cantidad de labor que involucraban. Tener que mecanografiar o copiar a mano un libro entero en una máquina de escribir es una cosa; cortar y pegar un libro entero con tres golpes de tecla —seleccionar todo / copiar / pegar— es otra.

Claramente esto es montar el escenario para una revolución literaria.

O ¿acaso lo es? Por como se ve, la mayor parte de la escritura procede como si Internet jamás hubiera ocurrido. El mundo literario aún se escandaliza regularmente por antiguos encuentros de fraudulencia, plagio y engaños en formas que harían, digamos, a los mundos del arte, la música, la computación o la ciencia reír entre dientes con incredulidad. Es difícil imaginar que los escándalos de James Frey o de J.T. Leroy ofendieran a cualquiera que esté familiarizado con las sofisticadas provocaciones intencionalmente fraudulentas de Jeff Koons o la re-fotografía de anuncios publicitarios de Richard Prince, a quien le fue otorgada una retrospectiva Guggenheim por sus tendencias plagiarísticas. Koons y Prince comenzaron sus carreras al declarar abiertamente que estaban apropiando y siendo deliberadamente “no-originales”, mientras que Frey y Leroy —incluso tras ser descubiertos— aún hacían pasar sus obras como auténticas, sinceras y como declaraciones personales ante una audiencia claramente ansiosa de tales cualidades en la literatura. La consiguiente danza fue cómica. En el caso de Frey, Random House fue demandada y tuvo que pagar cientos de miles de dólares en honorarios jurídicos y miles a lectores que se sintieron engañados. Ediciones subsecuentes del libro ahora incluyen una advertencia que informa a los lectores que lo que están a punto de leer es, de hecho, una obra de ficción.

Imaginen todos los dolores que pudieron evitarse si Frey o Leroy hubieran tomado un giro koonsiano desde el comienzo y hubieran admitido que su estrategia era de embellecimiento, con toques agregados de inautenticidad, falsedad y no-originalidad. Pero no.

Hace casi un siglo, el mundo del arte dio fin a las nociones convencionales de originalidad y replicación con los gestos de los ready-mades de Marcel Duchamp, los dibujos mecánicos de Francis Picabia y el asiduamente citado ensayo de Walter Benjamin La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. A partir de entonces, un desfile de artistas bien cotizados, que van desde Andy Warhol hasta Matthew Barney, han llevado estas ideas a nuevos niveles, dando paso a nociones terriblemente complejas sobre identidad, medios y cultura. Estas, desde luego, se han vuelto parte del discurso del mundo del arte dominante, al punto en que han emergido contraofensivas basadas en la sinceridad y en la representación.

Similarmente, en la música, el sampleo —pistas enteras construidas a partir de otras pistas— se ha convertido en lugar común. Desde Napster hasta los videojuegos, desde el karaoke hasta los archivos torrent, la cultura parece estar adoptando lo digital y toda la complejidad que implica —con la excepción de la escritura, la cual se encuentra mayormente casada con promover una identidad auténtica y estable a cualquier costo.

No digo que tal escritura deba descartarse: ¿quién no se ha conmovido con una gran memoria? Pero presiento que la literatura —infinita en su potencial de rangos y expresiones— se encuentra en un redil, proclive a golpear la misma nota una y otra vez, confinándose al más estrecho de los espectros, resultando en una práctica que ha perdido el paso y que es incapaz de formar parte del, posiblemente, más vital y excitante de los discursos culturales de nuestro tiempo. Encuentro este momento como uno profundamente triste —y una gran oportunidad perdida para que la creatividad literaria se revitalice a sí misma en modos que no ha imaginado.

Posiblemente una de las razones por la cual la escritura está estancada podría ser el modo en que se imparte la escritura creativa. Con respecto a las muchas ideas sofisticadas relativas a los medios, identidad y sampleo desarrolladas durante el siglo pasado, los libros sobre cómo ser un escritor creativo se han basado en nociones cliché sobre lo que significa ser “creativo”. Estos libros están salpicados de consejos como: “Un escritor creativo es un explorador, un pionero. La escritura creativa te permite trazar tu propio curso e ir con audacia a donde nadie ha ido antes”. O, ignorando a gigantes como De Certeau, Cage y Warhol, sugieren que “la escritura creativa es liberarse de las limitaciones de la vida diaria”.

En la parte temprana del siglo 20, tanto Duchamp como el compositor Erik Satie profesaron su deseo de vivir sin memoria. Para ellos era una manera de estar abiertos a las maravillas de la cotidianeidad. Sin embargo, parece ser, cada libro sobre escritura creativa insiste en que “la memoria es frecuentemente la fuente primaria de experiencia imaginativa”. Las secciones sobre “cómo hacer” de estos libros me sorprenden por ser terriblemente simples, generalmente forzándonos a priorizar lo teatral por encima de lo mundano como fundamento de nuestros escritos: “Usando el punto de vista de primera persona, explique cómo un hombre de 55 años se siente en el día de su boda. Es su primer matrimonio”. Prefiero las ideas de Gertrude Stein, quien escribiendo en tercera persona, habla de su insatisfacción en torno tales técnicas: “Ella experimentó con todo al tratar de describir. Ella intentó un poco inventar palabras, pero pronto renunció a eso. El idioma inglés era su medio y la tarea debía lograrse con el idioma inglés, resolver el problema. El uso de palabras fabricadas la ofendió, era un escape hacia el emocionalismo imitativo”.

Durante los últimos años, he impartido una clase en la Universidad de Pensilvania llamada “Escritra No-creativa”. En ella, los estudiantes son penalizados por mostrar alguna triza de originalidad o de creatividad. En vez de ello son premiados por plagio, suplantación de identidad, reutilización de documentos, escritura de parche, sampleo, saqueo y robo. Como es de esperarse, ellos prosperan. De pronto, aquello en lo que ellos subrepticiamente se han convertido en expertos es sacado a la luz y explorado en un ambiente seguro, recontextualizado en términos de responsabilidad en vez de negligencia.

Re-tecleamos documentos y transcribimos fragmentos de audio. Hacemos pequeños cambios a páginas de Wikipedia (cambiando un “un” por “una” o insertando un espacio extra entre palabras). Tomamos clase en salas de chat y pasamos semestres enteros exclusivamente en Second Life. Cada semestre, para su entrega final, les pido que compren un trabajo escrito de un sitio en línea y que lo firmen con su nombre, seguramente la acción más prohibida en todo el ámbito académico. Luego los alumnos deben pasar al frente y presentar el trabajo al resto de la clase como si ellos mismos lo hubieran escrito, defendiéndolo de ataques por parte de los otros estudiantes. ¿Qué trabajo escogieron? ¿Es posible defender algo que no escribiste? ¿Algo, tal vez,  con lo que no estés de acuerdo? Convéncenos.

Todo esto, desde luego, está basado en la tecnología. Cuando los estudiantes arriban a la clase, se les dice que deben tener sus laptops abiertas y conectadas. Y de este modo vislumbramos el futuro. Y después de ver los resultados espectaculares, cómo el aula es tan completamente comprometida y democrática, estoy más convencido de que no puedo regresar a una pedagogía de aula tradicional. Aprendo más de los estudiantes que lo que ellos podrían aprender de mí. El papel del profesor es ahora parte anfitrión de fiesta, parte policía de tránsito, facilitador de tiempo completo.

El secreto: la supresión de la expresión personal es imposible. Incluso cuando hacemos algo tan “no-creativo” en apariencia como re-teclear unas cuantas páginas, nos expresamos en una variedad de modos. El acto de escoger y recontextualizar dice tanto de nosotros como nuestra historia sobre la operación de cáncer de nuestra madre. Es sólo que nunca nos han enseñado a valorar tales opciones.

Luego de un semestre de suprimir a la fuerza la “creatividad” de una alumna al hacerla plagiar y transcribir, ella me dijo lo muy decepcionada que se sentía porque, de hecho, lo que habíamos alcanzado no era en absoluto no-creativo; al no ser “creativa”, ella había producido la obra más creativa de su vida. Al tomar un enfoque opuesto a la creatividad —el concepto más trillado, sobreutilizado y peor entendido en el entrenamiento de un escritor— ella había emergido renovada y rejuvenecida, en llamas y enamorada otra vez de la escritura.

Al haber trabajado en publicidad durante muchos años como “director creativo”, puedo decirles que a pesar de lo que los expertos de la cultura puedan decir, la creatividad —como ha sido definida por nuestra cultura, con su interminable desfile de novelas, memorias y filmes formularios— es la cosa de la que hay que huir, no sólo como miembro de una “clase creativa” sino también como miembro de la “clase artística”. En un tiempo en que la tecnología está cambiando las reglas del juego en todo aspecto de nuestras vidas, es momento de cuestionarnos, derribar tales clichés y reconstruirlos como algo nuevo, algo contemporáneo, algo —finalmente— relevante.

Claramente, no todos están de acuerdo. Recientemente, al terminar de dar una conferencia en una universidad de la Ivy League, un poeta famoso de edad avanzada, impregnado de la tradición modernista, se puso de pie al fondo del auditorio y, agitando su dedo hacia mí, me acusó de nihilismo y de robarle el gozo a la poesía. Me recriminó por derribar los cimientos de uno de los más sagrados suelos, luego estalló hacia mí con una línea de cuestionamientos que he escuchado muchas veces antes: Si todo puede ser transcrito y luego presentado como literatura, entonces ¿qué hace a un trabajo mejor que otro? Si se trata simplemente de cortar y pegar la Internet completa en un documento de Microsoft Word, ¿en dónde termina? Toda vez que comencemos a aceptar todo lenguaje como poesía por obra de la mera recontextualización, ¿no nos estamos arriesgando a arrojar por la ventana cualquier forma visible de juicio y calidad? ¿Qué sucede con las nociones de autoría? ¿Cómo se establecerán las carreras y los cánones y, subsecuentemente, cómo serán valorados? ¿Estamos simplemente dramatizando la muerte del autor, una figura que tales teorías fracasaron en matar la primera vez que estuvieron aquí? ¿En el futuro todos los textos serán sin autor y anónimos, escritos por máquinas para máquinas? ¿Es el futuro de la literatura reducible al mero código?

Preocupaciones válidas, pienso yo, para un hombre que emergió victorioso de las batallas literarias del siglo 20. Los retos para su generación fueron igual de formidables. ¿Cómo pudieron convencer a los tradicionalistas de que los usos disyuntivos del lenguaje, transferidos por medio de la sintaxis dinamitada y las palabras compuestas, podrían ser igualmente expresivos de la emoción humana como los métodos probados por el tiempo? ¿O que una historia no necesita contarse como estricta narración en orden para transmitir su propia lógica y sentido? Y sin embargo, contra todas las probabilidades, prevalecieron.

El siglo 21, con sus preguntas tan diferentes a aquellas del anterior, me encuentra respondiendo desde otro ángulo. Si se trata simplemente de cortar y pegar la Internet completa en un documento de Microsoft Word, entonces lo que se convierte en importante es lo que tú —el autor— decides escoger. El éxito yace en saber qué incluir y —más importante— qué dejar fuera. Si todo el lenguaje puede ser transformado en poesía por meramente recontextualizar —una posibilidad excitante— entonces aquella persona que recontextualice palabras de la manera más cargada y convincente será juzgada como la mejor.

Estoy de acuerdo en que en el momento en que arrojemos el juicio y la calidad por la ventana, estamos en problemas. La democracia está bien para YouTube, pero es generalmente una receta para el desastre cuando se trata del arte. Mientras que todas las palabras pueden haber sido creadas iguales, el modo en que se ensamblan no lo es; es imposible suspender el juicio y una tontería el desestimar la calidad. Mímesis y replicación no erradican la autoría; en cambio, simplemente colocan nuevas demandas en los autores, quienes deben tomar estas nuevas condiciones en cuenta como parte del paisaje al concebir una obra de arte: Si no quieres que lo copien, no lo pongas en línea.

Las carreras y los cánones no serán establecidos en modos tradicionales. No estoy seguro de que aún tendremos carreras de la misma manera en que las teníamos. Las obras literarias podrán funcionar de la misma forma en que los memes de Internet funcionan hoy en la red, esparciéndose por un corto periodo, frecuentemente sin firma y sin autor, sólo para ser suplantados por la siguiente ondulación. Mientras que el autor no morirá, podríamos comenzar a ver la autoría de una forma más conceptual: tal vez los mejores autores del futuro serán aquellos que puedan escribir los mejores programas con los cuales manipular, seccionar y distribuir prácticas basadas en el lenguaje. Incluso si, como afirma Christian Bök, la poesía en el futuro fuera escrita por máquinas para ser leída por otras máquinas, habrá, por el futuro previsible, alguien detrás de la cortina inventando esos zumbidos, de tal modo que incluso si la literatura es reducible a mero código —una idea intrigante— las mentes más agudas detrás de las máquinas serán consideradas nuestros más grandes autores.

En 1959 el poeta y artista Brion Gysin afirmó que la escritura se encontraba 50 años detrás de la pintura. Puede que aún esté en lo cierto: en el mundo del arte, desde el impresionismo, la vanguardia ha sido la tendencia dominante. Innovación y riesgo han sido consistentemente recompensados. Pero, a pesar de los triunfos del modernismo, la literatura ha permanecido en dos vías paralelas, la dominante y la de vanguardia, y las dos raramente se intersectan. Ahora las condiciones de la cultura digital han forzado inesperadamente una colisión, testereando los anteriormente seguros suelos de ambos campamentos. De pronto nos encontramos en el mismo barco, forcejeando con nuevas preguntas concernientes a la autoría, la originalidad y a la manera en que se forja el sentido.







JOHN CAGE [11.856]

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John Cage

(Los Ángeles, 1912 - Nueva York, 1992) Compositor estadounidense. También poeta y ensayista, se le sitúa dentro de la corriente vanguardista norteamericana de la segunda mitad del siglo XX, influyente tanto en las tendencias experimentales contemporáneas de Estados Unidos como de Hispanoamérica.


John Cage

Hijo de un ingeniero inventor de aparatos electrónicos y submarinos, ingresó en la Universidad de Pomona (California), y cursó luego en Europa estudios de arquitectura y piano. John Cage desarrolló muy pronto una tranquila pero tenaz voluntad de experimentación aplicada, en particular, a la música, pero en un campo más amplio de exploración sobre el lenguaje. Fue fundamental su experiencia de aprendizaje con Arnold Schönberg, que lo convirtió en seguida en un compositor radical, inventor de una música vivida como "agregación de sonidos" y, por lo tanto, también de "silencios", definidos como "sonidos inaudibles".

En su producción musical, Cage se sitúa más allá de cualquier categoría preestablecida, incluida la dodecafonía. Tras haber traspasado todas las barreras armónicas, su uso tan heterodoxo de los instrumentos tradicionales le llevó al descubrimiento de sonoridades inéditas. En este ámbito se encuentra la idea del "prepared piano" (1938), que consiste en la creación de sonoridades inesperadas colocando entre las cuerdas de un piano tradicional objetos desacralizantes como tuercas y tornillos. La adopción del silencio como parte integrante de la partitura musical -es célebre en este aspecto su 4'33'' (1952), que deja penetrar en sus 4 minutos y 33 segundos de silencio los sonidos ambientales- consagró ya en su época a Cage a la vanguardia musical.

Pero otros aspectos relevantes de su poética le hicieron merecedor de un lugar destacado en el mundo de la filosofía contemporánea: por ejemplo, la adopción del "alea", o composición mediante operaciones casuales ("alea operations"). Con el uso del "alea", y negando al autor cualquier cualidad demiúrgica, Cage consagra definitivamente el fin de toda ideología y ratifica la afirmación de la estética posmoderna. En este sentido se sitúa HPSCHD, de 1968, obra para clavicémbalo y ordenador programado según el "libro de las mutaciones" chino I-Ching.

A lo largo de su dilatada carrera, Cage influyó en la obra y en la poética de innumerables artistas e intelectuales, convirtiéndose él mismo en principal referencia de la vanguardia estadounidense y, en general, de la estética contemporánea. Su colaboración con Merce Cunningham, que se remonta a 1942, y el trabajo teórico sobre sonido y movimiento, la colaboración con artistas visuales como R. Rauschenberg y J. Johns, la experiencia (1948-1950) con los poetas de la Black Mountain, la intensa amistad con Marcel Duchamp, su maestro de ajedrez, y los seminarios de Darmstadt (1958), constituyen piezas importantes del mosaico-Cage.

El marco filosófico sobre el que éstas se amalgaman es la doctrina Zen, en la que Cage profundizó entre 1945 y 1946 gracias a D. T. Suzuki y que enseguida adoptó como tranquilizante ideología para contraponerla al narcisismo de la cultura occidental. La actitud de "escucha" silenciosa de la naturaleza -de la cual también la tecnología entra a formar parte- constituye el terreno epistemológico de base sobre el que Cage construye sus obras; desde las primeras partituras para percusión de los años treinta hasta Branches (1976), para materiales vegetales amplificados, y al proyecto de sonorización de Montestella d'Ivrea: The Park Amplified Project (1979).

Y como si se tratara de un epistemólogo empeñado en el estudio global del lenguaje, Cage registra también la realidad que lo envuelve, transformándola no sólo en partituras musicales, sino en libros de ensayos y anécdotas como Silence (1962) y A year from Monday (1967). O en diarios, como Diary: How to improve the world (1965). O transformándola en "partituras verbales", es decir, reescrituras (mediante "chance operations"), de las obras del transcendentalista H. D. Thoreau -el hombre de los bosques-, o del Finnegan's Wake de Joyce, o simplemente de nombres de hongos como Mushroom et Variationes (1984). Otras veces, transformando esta realidad en aguafuertes e incisiones, extraídas como siempre de manera "casual" de los bocetos de H. D. Thoreau.

Estos aspectos múltiples de la poética de Cage se influyen siempre los unos a los otros, para formar parte de la búsqueda incesante de este refinado ingeniero de la sonoridad. Cabe citar también sus obras Estudios australes y Sonatas y estudios para piano preparado.

Poema 

No necesitamos al gobierno 
necesitamos las utilidades 
aire, agua, energía , 
los medios de transporte y de comunicación, 
comida y refugio 
no tenemos la necesidad de cordilleras imaginarias 
entre naciones separadas. 

Podemos hacer túneles a través de lo real. 
No tenemos necesidad alguna de la continua división de la gente 
entre quienes tienen lo que necesitan y quienes no. 
Ambos Füller y Marshall McLuhan 
Es sabido, además 
el trabajo es ahora obsoleto 
hemos inventado las máquinas para hacerlo por nosotros. 
Ahora que no tenemos ninguna necesidad de hacer algo 
¿Qué haremos? 

Mirando el mapa mundial geodésico de Füller 
vemos que la Tierra es una sola isla, Oahu. 
debemos darles a todas las personas todo lo que ellos necesitan para vivir 
de algún modo ellos lo merecen. 

Nuestras leyes actuales protegen al rico del pobre. 
Si es que tiene que haber ley, nosotros necesitamos aquella que 
comience con la aceptación de la pobreza como un estilo de vida. 
debemos hacer un mundo seguro para los pobres sin depender de los gobiernos.






Indeterminación, de John Cage. 

Selección y traducción de Patricio Grinberg



procedimientos / formalizaciones

(repetir catorce veces
“si alguien tiene sueño déjenlo dormir”)

Lecture on Nothing, la primera  conferencia que dio en su vida John Cage, empieza así: “No tengo nada que decir y lo estoy diciendo”. En muy pocas líneas consigue contradecirse aunque sin dejar de cumplir con lo que promete: no dice nada, sólo dice aquello que puede decirse diciendo que no se dice nada. “No tengo nada que decir y lo estoy diciendo y esto es poesía como la que necesito”. La poesía debe apropiarse del silencio y el silencio sólo se consigue con palabras, con procedimientos específicos de palabras: hacer pausas enormes, desarticular las frases, repetir catorce veces en una misma página “si alguien tiene sueño déjenlo dormir”.

Desde esa conferencia de 1949, hasta su primera versión de Indeterminacy en 1958, John Cage dio más de doce conferencias siguiendo la misma lógica. Cada conferencia debía adecuarse rigurosamente a un procedimiento formal particular. Repeticiones de una misma frase, frases dispuestas aleatoriamente, preguntas sin respuesta y sin ninguna relación entre sí, respuestas diseñadas para responder a cualquier cosa que se le preguntara, todos simples procedimientos que respondían a su peculiar exploración poética. “Así como la entiendo, la poesía no es prosa, simplemente porque la poesía está de una u otra manera siempre formalizada”. Para Cage la poesía es sólo poesía en la medida que permite que ciertos elementos musicales –tiempo, silencio, sonido- puedan introducirse en el territorio de las palabras y de alguna forma interferir, completar, reformular el sentido que las palabras componen.

En septiembre de 1958 decidió seguir el consejo de David Tudor y dar una conferencia con anécdotas. Sólo eso, las anécdotas que siempre contaba, en la forma y en el orden en que las recordara. Treinta historias sin acompañamiento musical que tituló Indeterminacy: new aspects of form in instrumental and electronic music.

En 1959 repitió esa misma conferencia, corrigió las treinta historias originales y agregó otras sesenta y música. “Muchas de las historias son cosas que me pasaron y quedaron atrapadas en mi mente, otras son cosas que leí y otras son cosas que me contaron”. La estructura de la conferencia no estaba determinada, simplemente realizó una lista de todas las historias que pudo recordar y las presentó en ese orden. “Mi intención de poner 90 historias juntas de un modo caprichoso es sugerir que todas las cosas, sonidos, historias (y, por extensión, seres) están relacionados, y que esta complejidad es más evidente cuando no es sometida a una idea de relación en la mente de una persona” 7

Ese mismo año realizó una nueva versión grabada para el sello del Instituto Smithsoniano: las noventa historias originales, fueron nuevamente reordenadas y corregidas, algunas incluso fueron reemplazadas por otras.

Cada una, independientemente de la extensión que tuviera, debía ocupar un minuto de la grabación: muchas resultaron casi incomprensibles, las más extensas, leídas a una velocidad ridículamente rápida, otras, muy breves, con enormes silencios, dejaban sólo suspendidas entre ruidos algunas pocas palabras.

Las historias siguieron aumentando y cambiando a lo largo del tiempo. En 1961 las publicó en “Silence”. Algunas de las noventa historias se encuentran –en una versión anterior a la grabada– bajo el título de Indeterminacy, algunas otras fueron desparramadas a lo largo del libro y otras simplemente fueron omitidas. En A Year from Monday de 1967, aparece de forma incompleta una nueva versión, la mayoría bajo el titulo “How to Pass, Kick, Fall and Run” y otras incorporadas a “Diary: How to Improve the World (you will only make matters worse)”. Para esta antología se utilizó la edición que realizó Eddie Kohler en 1997. Las historias del 1 al 90 fueron tomadas de la versión grabada (Indeterminacy: New Aspect of Form in Instrumental and Electronic Music. Ninety Stories by John Cage, with Music.) y se las numeró siguiendo el orden en que 8 se encuentran en el disco. Las 100 historias restantes fueron recuperadas de dos libros de Cage (Silence: lectures and writings y A Year from Monday: new lectures and writings) y se las numeró caprichosamente. La separación entre palabras dentro del espacio rectangular es un procedimiento desarrollado para imitar visualmente el silencio entre palabras que Cage le dio a cada historia para que pudiera durar exactamente un minuto.

Siguiendo las instrucciones de Cage, intentando evitar que la complejidad de la trama se pierda bajo cualquier idea de relación, esta antología se hizo de acuerdo a un método rigurosamente aleatorio: se colocó sobre una cuadrícula numerada una bolita de goma con tinta, una hormiga negra y una hormiga colorada.





89

One of Suzuki’s books
ends
with the poetic
text of a Japanese monk
describing his attainment of
enlightenment.
The fi nal poem says,
“Now that I’m
enlightened,
I’m just as miserable as ever.”



89

Uno de los libros de Suzuki
termina
con el texto
poético de un monje japonés
que describe su alcanzar
la iluminación.
El último poema dice:
“Ahora que estoy
iluminado,
soy tan desdichado como siempre. “









143

When Vera Williams first noticed
that I was interested
in wild mushrooms,
she told her children
not to touch any of them
because they were all
deadly poisonous.
A few days later
she bought a steak
at Martino’s and
decided to serve it
smothered with mushrooms.
When she
started to cook the mushrooms,
the children
all stopped whatever they
were doing and watched
her attentively.
When she served
dinner,
they all burst into tears.



143

Cuando Vera Williams se enteró
de que coleccionaba
hongos salvajes,
les dijo a sus hijos
que no tocaran nada
porque todos eran
mortalmente venenosos.
Algunos pocos días después
compró bifes
en Martino’s y
decidió servirlos
cubiertos con hongos.
Cuando
empezó a cocinar los hongos,
los chicos
dejaron de hacer lo que
estaban haciendo y la miraron
atentamente.
Cuando sirvió
la cena,
todos se pusieron a llorar.





62

Schöenberg always complained that
his American pupils didn’t do
enough work.
There was one girl in
the class in particular who,
it is true,
did almost
no work at all.
He asked her
one day why she
didn’t accomplish more.
She said,
“I don’t have
any time.” He said,
“How many
hours are there in the
day?” She said,
“Twenty-four.”
He said,
“Nonsense:
there are as many
hours in a day
as you put into it.”



62

Schöenberg siempre se quejaba de que
sus alumnos americanos no trabajaban
lo suficiente.
Había una chica en
particular en la clase que,
en verdad,
casi no
hacía absolutamente ningún trabajo.
Un día el
le preguntó por qué ella
no hacía nada más.
Ella respondió,
“No tengo
tiempo.” Él dijo,
“¿Cuántas
horas tiene el
día?” Ella respondió,
“Veinticuatro.”
Él dijo,
“Absurdo:
un día tiene
tantas horas
como las que pongas en él.”





44

During a counterpoint class at
U.C.L.A., Schöenberg
sent everybody to the blackboard.
We were to
solve a particular problem he
had given and to turn
around when fi nished so that
he could check on the
correctness of the solution.
I did as directed.
He said,
“That’s good.
Now fi nd another
solution.” I did.
He said,
“Another.” Again I found
one. Again
he said, “Another.”
And so on.
Finally, I said,
“There are no more
solutions.” He said,
“What is the principle
underlying all of the solutions?





44

Durante una clase de contrapunto en
U.C.L.A., Schöenberg
envió a todos al pizarrón.
Teníamos que
resolver un problema particular que
nos había dado y recién darnos vuelta
cuando hubiéramos terminado para
que él pudiera comprobar la
exactitud de la solución.
Lo hice como indicó.
Dijo,
“Está bien.
Ahora encontrá otra
solución.” Lo hice.
Dijo,
“Otra.” De nuevo encontré
una. De nuevo
dijo, “Otra.”
Y así.
Finalmente yo dije,
“No hay más
soluciones.” Él dijo,
“¿Cuál es el principio
que subyace a todas las soluciones?”





CLAYTON ESHLEMAN [11.857]

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Clayton Eshleman

Clayton Eshleman (nacido el 01 de junio 1935) es un poeta americano, traductor y editor.
Eshleman ha estado traduciendo desde principios de 1960. Él y José Rubia Barcia han preparado conjuntamente The Complete Poetry póstuma de César Vallejo (1978) y ganó los EE.UU. National Book Award en la categoría de traducción. También ha traducido libros de Aimé Césaire (con Annette Smith, Pablo Neruda, Antonin Artaud, Vladimir Holan, Michel Deguy y Bernard Bador. En 2006, publicó una traducción de la poesía completa de César Vallejo, con una introducción de Mario Vargas Llosa, fue publicado con gran éxito, ganó el Premio Harold Morton Landon traducción de 2008 de la Academia de Poetas Americanos, y fue finalista del International 2008 Griffin Premio de Poesía .

Eshleman fundó y editó dos de las revistas literarias más seminales y de mayor prestigio de la época. Veinte números de Oruga aparecieron entre 1967 y 1973.

A veces se le menciona en la compañía de los " etno-poeticists "asociados a Jerome Rothenberg, incluyendo: Armand Schwerner, Rochelle Owens, Kenneth Irby, Robert Kelly, Jed Rasula, Gustaf Sobin y John Taggart. A lo largo de su vida, su obra se ha publicado en más de 500 revistas y periódicos literarios, y ha realizado lecturas en más de 200 universidades. Actualmente es profesor emérito en la Universidad del Este de Michigan.

Obras:

Indiana: poems , Black Sparrow Press, 1969
Altars , Black Sparrow Press, 1971
Human wedding , Black Sparrow Press, 1973
Coils , Black Sparrow Press, 1973, ISBN 9780876851548
Realignment: poems and an essay , Treacle Press, 1974, ISBN 9780914232025
The gull wall , Black Sparrow Press, 1975, ISBN 9780876852361
What she means , Black Sparrow Press, 1978, ISBN 9780876853474
The lich gate , Barrytown/Station Hill Press, 1980, ISBN 9780930794200
Fracture , Black Sparrow Press, 1983, ISBN 9780876855812
Mistress spirit: poems , Arundel Press, 1989, ISBN 9780923980108
Hotel Cro-Magnon . David R. Godine Publisher. 1989. ISBN 9780876857601 .
Under world arrest , Black Sparrow Press, 1994, ISBN 9780876859353
Nora's Roar, Illustrated by Nora Jaffe, Rodent Press, 1996, ISBN 9781887289115
From scratch . David R. Godine Publisher. 1998. ISBN 9781574230703 .
Juniper Fuse: Upper Paleolithic Imagination & the Construction of the Underworld . Wesleyan University Press. 2003. ISBN 9780819566058 .
Everwhat , Zasterle, 2003, ISBN 9788487467387
My Devotion . David R. Godine Publisher. 2004. ISBN 9781574231922 .
An Alchemist with One Eye on Fire (Black Widow Press, 2006). ISBN 9780976844952
Reciprocal Distillations . Hot Whiskey Press. 2007. ISBN 9780978693305 . , a collection of poems on art and artists, including Caravaggio , Leon Golub , Unica Zürn , Henri Michaux , Corot , Joan Mitchell , Henry Darger , African sculpture , Neolithic standing stones, and the Upper Paleolithic Chauvet Cave .
Companion Spider: Essays. Wesleyan University Press. 2010. ISBN 9780819570581 .

Traducción:

César Vallejo (2006). Clayton Eshleman, ed. The Complete Poetry: A Bilingual Edition . University of California Press. ISBN 9780520932142.





Traducción: Hugo García Manríquez


Poemas tomados de Mecha de enebros. La imaginación del Paleolítico superior & la construcción del inframundo, de Clayton Eshleman. México: Editorial Aldus /CONACULTA Y el link: www .editorialaldus .com


MAGDALENIENSE

De la cintura para arriba, casi toda lápida
y esto sólo intensifica mi amor
por lo que somos, algo que camina
con hocico por ingle, olisqueando por el fresco azul
entre los agrietados huesos marrones
de sus piernas . No hay horizonte
para ella, no hay explicación, sólo una tajo
narrativo en su pelvis. Algo ha sido tomado
de ella, desde ella—
todo lo que puedo sentir, cuando pongo un dedo
en el tajo hay columnas de dientes menudos,
como si detrás de ellos se encontrara el paraíso de
la boca y lengua. Su gloria es
tener nada detrás de su imagen.
El golpe rojo en el tórax
es aquello que resta cuando el collar del devenir
es retirado. Ella es
lo que queda después del fuego
y el agua y la tierra. Una dureza del aire
que mantiene mi suavidad alerta a la singular
voz, el tiempo pasado de
yo hablo
parece hecha un nudo sobre su vientre.








Para Caryl

Lespinasse, 1974: Salimos con nuestra cena a la mesa de piedra
en el descanso junto a nuestro departamento en el segundo piso en
[Bouyssou.
La granja sobre una loma que descendía entre un huerto de manzanas.
Sentados a comer, mucho antes del atardecer, fue nuestro el espectáculo
de un cielo extraordinario. Las nubes flotaban llegando sobre las
arboledas, dilatadas sobre nosotros. Colisión de masas, orejas de Mickey
[Mouse,
gárgolas desgarradas, torretas, valles, apariciones de mamuts que se
[adensaban
y se destrozaban. Tantas nos recordaban a las imágenes
que buscábamos discernir en los muros de la cueva. Sentados a la mesa
de piedra --qué experiencia-- enamorados, ahí, uno de los momentos más
vitales de nuestros años juntos. Tanto de lo ocurrido
--los "aspectos de los eventos"-- en nuestra primera primavera y verano
[en la
Dordoña se dispersó como esas nubes que solíamos observar--
y aún se inflama en nosotros, nube envolvente, cuyo corazón es nuestro.








Los auriñaciences tienen la palabra

Para Gary Snyder

La nutria sin garras de Camerún, su gama entera
en peligro, avanza contoneándose
llevando un pedazo del arco de MacDonald.

Todo se debe a todos.
Nada se debe a nadie.
Mucho se debe a la mayoría

y algo horrendo se debe a
cierta dominación que no
peligra en Shah o un campesino

--claro, yo sé que hay una diferencia,
pero la nutria no coincidiría con eso
y es esa nutria la que me preocupa,

preguntándome qué es lo que recuerda mientras pasa,
como especie, fuera de la existencia.
Me pregunto si pasará a través

del ensamblaje auriñacience.
Me gustaría escuchar los discursos
defendiendo su inteligencia de ogro

con sonidos afianzados con el susurro del agua.
¿Hablará del tronco negro que
arde sin llama en este "nuevo páramo",

¿la negatividad inherente en haber olvidado
extinciones del final del Pleistoceno?
Es hora de dejar que los auriñaciences tengan

la palabra. Sus formas de cúpula
talladas en losas funerarias
sugieren un pileus que en la muerte

un tallo crece hasta ser estalagmita,
filtrándose en las quebraduras de nuestro
escaneo subliminal.

En el nudo flojo de senderos sobre senderos,
aceptaré la propuesta auriñacience
de que el abismo puede grabarse

y termina en cuevas manifestando
la separación homínida. El yo muerto bajo
el yo hago. Mi vertical se apoya en mi cero.

Es posible ahora despostillar
el centro vivo del objetivo,
el bisonte esbozado por cuyo cuello

de manganeso yo pinto a la nutria sin garras
con la plata oxidada
de la estaca de Drácula.




Como violetas, dijo él

Jacques Marsal (1925-1988), con sus pulcras zapatillas de gamuza, nos conducía a la oscuridad de Lascaux. Fue necesaria su ausencia, en nuestra cuarta visita, para hacer evidente hasta qué punto su presencia determinaba qué es Lascaux. Siendo uno de sus descubridores, Marsal permaneció rodeado por la pasmosa frescura de ese enebro caído y colapsado bajo el cual cuatro niños se retorcían buscando entrar. El hecho de que Marsal continuara, por casi cincuenta años, fue un florecimiento más en el tallo de la cueva, y me conmueve la diferencia que una sola persona puede hacer en la personalidad de un lugar, no por mera declaración o información sino por estar envuelta, oblicuamente, por llevar consigo a Lascaux, haciendo su gracia florecer y permitiéndonos a nosotros, conscientes apenas de sus movimientos, leer a través de su luz.

                                         Los hombres retoñan como violetas
                                         cuando hace falta, dijo Olson,

        Blackburn, al final de su vida,
        lamentaba la desaparición de un mesero
        de Barcelona, un hombre viejo
        que se movía con tal precisión y gracia
        entre la clientela. Paul escribió:
        "No hace falta saber
        el nombre de alguien para poder amarlo."

Es por Marsal que conozco Lascaux de memoria
igual a un niño livianísimo
enmarcado por el trueno y el cielo disgregado y lívido,
un niño de pie sobre la sensación de eternidad,
eternidad decible, apenas por debajo del polvo.

[Hotel Cro-Magnon, septiembre, 1990]







ACECHAMOS RESPLANDORES

De per­fil sobre la cal­cita de ocre lechoso
5 cabezas de ciervo astadas
sus cuel­los sumergi­dos en
un rio imaginado,
en pro­ce­sión hacia las pro­fun­di­dades de Lascaux

Cuer­pos sin esbozo en la roca parda
como un rio oscurecido

El primero, de cabeza incli­nada, parece alcan­zar una orilla
El segundo, con su frente erguida, debe estar cam­i­nando sobre el lecho del rio
El ter­cero y el cuarto, con las narices ele­vadas, deben estar flotando en el agua
El quinto parece vac­ilar, hundiéndose

Vienen a la mente “Los per­si­mones” de Mu-Ch’i:*
El vacío en la plen­i­tud como la man­cha de lo real

Ocu­pamos el cuer­pos de los cier­vos, el agua en que se encuentran,
vacía como nues­tras cabezas

Sus cabezas de piedra
más lig­eras que nuestra
pesadez de fla­gelo letal

Este emerger a la apari­en­cia, este flo­re­cer, esta luna llena en que
acechamos res­p­lan­dores ensaya­dos al desa­pare­cer, cier­vos del cruce
que ha de ser col­mado, súbito y total, vacián­dose man­i­fiesto vacián­dose oscilando de proa a popa en temblor



Súbita­mente mediodía, más súbita­mente el crepúsculo

O esa otra luz que Jacques Marsal proyectó sobre las cabezas astadas
–yo luchaba por ver lo que había debajo: roca nublada, oscura, roca sin agua, agua sin agua.
Su parte infe­rior: sin trazo

En ese inferior
un infe­rior más pro­fundo aún
Lenguaje-cal cim­brando un lenguaje-ciervo





VENTANAS CURVAS

Si ha de haber claridad,
que sea opaca, que la pal­abra sea
con­vexa, profunda
con dis­tan­cia, mosaico prístino
y denso. Inca­paz de pen­e­trar con la mirada,
mi tur­bación es circundada,
ais­lada, vig­orosa a la deriva.
El deseo de imag­i­nar el inte­rior de la opacidad
crea ven­tanas curvas,
túne­les tal­la­dos cuyo vér­tice continua.
La pal­abra, como un ser biológico,
alarga sus sen­sores, para ser
inclu­ida en el continuum.

Aquí, qué pal­abra, sitio del
no-espacio elegido por la mente, un ningún lugar
encar­nado por cualquier lugar, silla de cualquiera, colosal
oreja, gruta de retornos, lugar de la psique en que vislumbro,
muerto, hablar la vida del ser.

Pen­e­trar con la mirada es apenas
aso­marse, no hay clar­i­dad intocada.
Un ani­mal dibu­jado sobre el muro
coloca una ven­tana en el inte­rior de ese muro,
una ven­tana ima­gen, como si el muro encendido
y el ani­mal se fundiera—
como si el grabador hubiera conducido
al ani­mal a través de la tierra y la piedra,
trayén­dolo hacia él, y
el ani­mal lograra casi
emerger, pero fuera detenido al
empu­jar dentro
del con­torno de la super­fi­cie, línea completa.
¿Un muro viviente? No,
ya ido cada uno más de 50 %,
grabador y animal
Idos en una cerca
de imá­genes, un plano,
la pres­en­cia espec­tral del ani­mal y hombre
acopla­dos al manganeso

La prosa con­tinua hasta el final, como arando
un campo rectangular.
La poesía gira ahí donde
el donde anhela, y el sí
irrumpe. ¿Acaso no imita también,
con su aser­rado mar­gen derecho,
la mente en su oscuro serpenteo
avan­zando por el blanco,
inca­paz de ensa­yar la estabilidad?

El con­torno de la imagen
vibra volviendo a una plataforma originaria:
la sep­a­ración que la persona
imag­ina ser su alimento.
Ros­tro de piedra, el ali­mento más frío,
con­torno cer­cando la herida del matador.
Memo­ria de la sep­a­ración inca­paz de ser herida, empuja.
Cuando un con­torno es tallado,
hiriendo la piedra
deviene sat­is­fac­ción central
Hur­gar la piedra
como si fuera carne de la separación
es imag­i­nar que lo implacable
ha vivido.
Este YO es ven­tana de sí mismo,
hasta el fondo, fun­da­mento y marco.

Comienzo y fin deberían ser
pilares de un dol­men mental.
¿Por qué incli­narse entonces,
como al inte­rior de nue­stros templos,
con­tra la inque­brantable O?
El comienzo per­manece a la derecha,
el fin a la izquierda.
Yo jamás aban­dono la ventana.





Del libro Mecha de ene­bros. La imag­i­nación del pale­olítico supe­rior & la con­struc­ción del infra­mundo, del poeta Clay­ton Eshleman.

sparks we trail // Pro­filed on whitish-ochre cal­cite: / 5 antlered stag heads, / necks van­ish­ing into / an imag­i­nary river, / file toward Lascaux’s depths // Bod­ies unsketched on brown rock / as if river obscured // The first, head tilted, appears to be step­ping up onto a bank // The sec­ond, head held high, must be walk­ing the river bot­tom // The third and fourth, noses lifted, must be swim­ming // The fifth seems to be fal­ter­ing, sink­ing into // Mu-ch’i’s “Per­sim­mons” come to mind: / the empti­ness in full­ness as the stain of the real // We fill in the bod­ies of the stags, the water they are in, / so empty are our heads // Their heads of stone / lighter than we / weighted with mor­tal blight // This com­ing into appear­ance, this bloom­ing, this full moon and the / tried sparks we trail as we dis­ap­pear, stages of the cross­ing to be / filled in, sud­denly total, emp­ty­ing man­i­fest­ing emp­ty­ing rever­ber– / ating fore and aft vibra­tions // Sud­denly noon—more sud­denly, twi­light // Or that other light Jacques Marsal spread across the antlered heads / —I strained to see what was below: dark, cloudy rock, water­less / rock, water­less water. Their below: unsketched // They are in the below / but there’s a deeper below // The lime­stongue off which stagstalk is struck

Hay una repro­duc­ción de los “Pér­si­mos” de Mu-ch’i en el fron­tispi­cio de Zen and Japan­ese Cul­ture, de Daisetz Suzuki (Pan­theon, Nueva York, 1959).



wind­ing win­dows / If there must be clar­ity, / let it be opaque, let the word be / con­vex­ca­va­tious, deep / with dis­tance, a clear / and dense mosaic, desir­ing / under­min­ing. Unable to see through, / my per­tur­ba­tion is enclosed, / iso­late, pow­er­fully adrift. / The desire to imag­ine inside opac­ity / cre­ates wind­ing win­dows, / engraved tun­nels that keep turn­ing. / The word, like a bio­log­i­cal being, / extends its feel­ers, to be / looped in con­tin­uum. // Here, what a word, site of / a no-space the mind elects, a nowhere / fleshed with every­where, a chair for any­one, colos­sal / ear, grotto of home­com­ing, / place in psy­che where I look out, / dead, talk­ing the life of being. // To see through is only to see / into, there is no unmod­i­fied clar­ity. / An ani­mal drawn on a wall / puts a win­dow into that wall / an image win­dow, as if the wall lit / here, and the ani­mal / there, had fused— / as if the engraver has inducted / ani­mal through earth and stone, / draw­ing it to him, and / the ani­mal had almost made it, / almost emerged, but was stopped as / it pushed into / sur­face con­tour, com­pleted line. / A liv­ing wall? No, / each hav­ing gone 50% of the way, / ani­mal and engraver / van­ish into an image / enclo­sure, a temenos, / the ghost pres­ence of ani­mal and man / mated in man­ganese. // Prose goes to the end, as if plow­ing / a rec­tan­gu­lar field. / Poetry turns where / the where yearns, the yea / breaks. Does it not also mimic, / with jagged right mar­gin, / mind in the dark of its mean­der, / mov­ing through the blank, / unable to test sta­bil­ity? // The out­line of image / vibrates back to a pri­mal ground­ing: / sep­a­ra­tion from that which a per­son / imag­ines to be his food. / Rock face, cold­est food, / out­line of a mata­dor stab enclo­sure. / The unwound­able mem­ory of sep­a­ra­tion dri­ves. / Once an out­line is gouged, / wound­ing the rock / becomes a cen­tral sat­is­fac­tion. / To fin­ger rock / as if it were the flesh of sep­a­ra­tion / is to imag­ine the unyield­ing / as hav­ing lived. / This I is win­dow to itself, / back­grounded, ground into its frame. // Begin­ning and end should be / the pil­lars of a men­tal dol­men. / Then why do they lean, / as if inside our tem­ples, / against unbreak­able O? / The begin­ning stays to the right, / the end to the left. / I never leave the window.

Texto apare­cido en la edi­ción 156 de la revista Crítica.







INDETERMINADO, ABIERTO

[Figuraciones humanas parietales
en la cueva de las Combarelles]


Una línea dorsocaudal
planeando
una línea ventral

grabada en el techo del túnel por alguien boca arriba

Incipientes
cielo
y
tierra

*
El humano es indeterminado, inicialmente inconcluso

*
Torso femenino ladeado
tangente a
una línea equina cervicodorsal

la contingencia híbrida

*
Del muro de cuero de elefante
una despedazada no-cabeza con ojo triangular
sostenida por un jirón de palma y brazo en divergencias riverinas

Debajo flota un pecho inmenso, vencido,
el pez luna a través de calizas superficiales

*
Líneas germinantes plantadas en nalgas femeninas ascensionales,
portadoras del empuje,
una erección

*
¿Qué es un nódulo? Puede ser un pezón
del que se extiende un par de líneas
atravesando el barro hasta la piedra caliza,
como si por rayos equis
el canal de la vagina fuera más profundo

*
Sin ojos
cuya nariz
sólo el “vagón de la cabeza”
humaniza

*
¿Cuenca de máscara observando el dorso de la cabeza de alguien
o es aquello el abdomen de una araña?
El perfil revela un vejancón sin pelo, hocico de venado

*
Una pata trasera de caballo perfila un tronco de mujer,
su torso y cabeza enfalada dentro de la pierna,
sus ojos sacudidos mirando sin mirar

*
Grabado en caballo se marchita,
troncoangular, combado, sentado, gracioso

*
En la periferia entre naturaleza y naturaleza humana,
entre conciencia e inconciencia,
yo increciente

*
Sobre el filo de altar de una inmensa,
rayada, abierta vulva
sobrepuesto al costado de un caballo,
un contorno de mujer dorsocaudal establece su
porqué

*
Doblado hacia adelante, un hombre cabeza enfundada, 
combado por el vientre
itifálico, gesticulando jódetes–
usando su trasero como espalda
gira hacia nosotros una media cabeza sin brazos y una pierna
como si fuera

*
Cabeza enfundada quizás mostrando el dedo
a un espectro de dinosaurio entumecido
cagando a la vez que se prepara a montar
un bálago de cuarto trasero

*
En un vientre de caballo
un proganto peludo se extiende y mira
al espejo sugerido por la mandíbula

*
En el fulcro de un muslo vertical
el bulto dorsoventrocaudal

*
Jirones de cabeza y cuello de un feto de fantasma
hasta su único ojo en horizontes

*
Un montón de vulvas corneadas

*
Una humana erección en ascenso
con una cabeza de antílope bajando
como en una circular revolución

Como si el siglo XX estuviera empotrado en ese eje

*
Cabeza de muerte blindada con labios de mandíbula vulvares,
escotada,
embarbada,
con escudo en la nariz,
un ojo un guijarro,
el otro una vulva brotada,
sin boca y
tachado



[para Monique y Claude Archambeau]

“El no habrá de cooperar con gusto, juicio, estándares estéticos”, palabras escritas en el New York Times Book Review acerca de la poesía de Eshleman. No es extraño: las concesiones no son precísamente atributos de este poeta, contradictor, asiduo a las negaciones, constructor por desmontaje. Su furor no tiene límites: editor incansable de revistas, desde Folio (en sus años de universidad) pasando por Quena y Caterpillar (bilingüe la primera, concebida y abortada en su primer número en Lima y por razones de orden político; la segunda, de 1967, considerada la más importante de su época) hasta la última Sulfur, recién desaparecida en 2000, luego de 46 números y casi 20 años; traductor al inglés -el de mayor categoría- de Vallejo, Césaire, Artaud y el Neruda de Residencia en la Tierra, envuelto en los alucinógenos tanto como en los movimientos anti-bélicos, viajero por Oriente y los países del sub-mundo. Por último encontramos al poeta aplicado al estudio de las cuevas paleolíticas de Francia y España, contínuamente y a partir de 1974. Sus libros Hades in Manganese (1981), Fracture (1983) y Under World arrest (1994) desarrollan en parte esta temática. Hotel Cro-magnon (1989) y From Scratch (1998) lo hacen de manera muy particular. 

Una de sus principales transgresiones, analiza Eliot Weinberger en la introducción a la antología The Name Encanyoned River: poesía que ve la vida de la mente como una serie de imaginativas confrontaciones con el “otro” –otros humanos, otras especies, el otro histórico, el otro geográfico, el otro personal. Ese otro histórico (una constante en la poesía norteamericana del siglo: para Pound la China Antigua, para H.D. la Grecia Clásica, la Mesopotamia para Olson, el Neolítico para Snyder) es para Eshleman, básicamente, el Paleolítico Superior y con su tratamiento ha levantado un mito: que el Paleolítico representa la crisis del hombre separándose del animal, el nacimiento (al tiempo que caída) original del hombre. A este modelo habría que añadir las influencias recogidas de Vallejo y Artaud (este último aplicado en lo que Eshleman llama “lower body”, cuerpo bajo: semen, babas, excremento, flujo menstrual...); la exploración de la mujer en What She Means (1978) y los múltiples datos autobiográficos que deja colar de línea en línea. Como se ve, una poesía plural y desbordante, apenas traducida al español.

Clayton Eshleman nació en Indianápolis, Indiana, en 1935. Ha publicado alrededor de 12 poemarios y traducciones de, además de los ya mencionados, Michel Deguy, Bernard Bador y Vladimir Holan. Hace 24 años trabaja en Juniper Fuse: Paleolithic Imagination & the Construccion of the Underworld, un texto en 400 páginas compuesto de ensayos, poemas en prosa, poemas, conferencias, notas, marginalia y material visual.

(De: An anatomy of the night/Una anatomía de la noche, antología de distintos libros traducida por León Félix Batista, Aldus, 2012)




ÁNGEL NUNGARAY [11.858]

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Ángel Nungaray 
  
(Yahualica, Jalisco, México, 1968.) 
Es autor de los poemarios Estaciones de la noche (2002), En el vacío de la luz (2002), Morada ulterior (2004), Plexilio (2008), Escalar el vértigo (2009) , Península apócrifa (2010) y Existir es alejarse (de próxima publicación).

Está incluido en Poesía viva de Jalisco (2004), Muestrario de letras en Jalisco (2005), Los mejores poemas mexicanos (2006), Animales distintos. Muestrario de poetas mexicanos, españoles y argentinos nacidos en los sesenta (2006), El mapa poético de México (2008), Panorama de poesía mexicana (2009) y Muestrario de poetas de Jalisco (2010). 

Fue becario del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Jalisco, auspiciado por la Secretaría de Cultura del Estado y CONACULTA en 2008-2009 y 2010-2011. 



                                                           Desprendido de mí
                                                           un pensamiento descendió
                                                           en diabólica imagen.

                                                                     Juan Martínez 


Boca-calígine
Desde esa boca miro
palpo la lengua de fuego
el rostro es una cascada de rostros

“Éste es tu último día”

No temo
regreso
la voz de la sangre sigue siendo
mi lápida
                                                          
                               Del poemario Hospital Civil, 2009







Está lloviendo dentro de la luz
La carne se extiende para tocar alguna gota

Los pasos de la tormenta se adelgazan
hasta confundirse con la noche

En el cielo inconsútil de la carne
relampaguea un metal crispado

                                                                Del poemario Hospital Civil, 2009







Germina la lluvia
en los cristales
Germinan las calles
en los pasos
en el refugio incandescente
de las sombras

Un metal florece
en la dolorosa carne
un metal da frutos
que la sangre digiere

Un metal y su antorcha
confluyen en el tamiz del relámpago

                                                       Del poemario Hospital Civil, 2009






El camino del retorno
la antesala de la Voz

El camino del retorno
lame los ojos

Soy mi asesino oculto
en el vértice de la sombra

Sólo los heridos buscan el resplandor

La herida es boca de Dios

                                                               Del poemario Hospital Civil, 2009



                                                                     




                                                                       A la familia Martínez Rodríguez



Amanece
el hospital es un organismo que se desplaza invisible
como lo corpóreo de la luz en la sombra de la conciencia
como el pulso del dolor en el cuerpo de la enfermedad
como el suero en las venas sosegadas

Los pacientes son una reiteración de lo frágil
lo expresan los síntomas
Son la coraza lábil del hospital

Despertar es un canto insondable
para los agonizantes
un movimiento apócrifo del espíritu

                                                                  Del poemario Hospital Civil, 2009





La sal de la sed
muerde las entrañas

Seis días bajo la lengua
del ayuno

El único alimento
sólo llega a los dientes
de las venas

A esta sala impregnada de muerte
se adhiere el olor de la comida

Estoy en un páramo
los espejismos son olores
más cercanos que el de la sangre

                                                                   Del poemario Hospital Civil, 2009







                                                      Mi dolor está en Dios:
                                                            Dios es mi dolor.

                                                                           Eckhart


Con el intestino expuesto
al sueño y la vigilia
el estómago engrapado
y el dolor zumbando
como una abeja en el cerebro
resisto el desamparo de la anestesia
resisto la estruendosa voz del ser
que deambula sobre la débil
bóveda del insomnio
en la sedienta corteza del espíritu
Resisto la presencia de Dios
en las entrañas.

                                                                        Del poemario Hospital Civil, 2009



                                                                          



                       A la enfermera Ana López Castro
                                                                   

Las enfermeras lavan
mi cuerpo con esponjas
Lavan las heridas que balbucean
un crepúsculo de rojas costras
un silencio de pus
donde la carne se infecta
de desasosiego
Lavan mi humanidad oculta
en la convalecencia y el ayuno

                                                                         Del poemario Hospital Civil, 2009





Reconstruyo la soledad
bajo el eje del ser
Todo ha sido borrado
en este cielo blanco

Se mueve mi carne
hacia el olvido
y cicatriza el hambre
como la piel del agua

Estoy lejos   la soledad
avanza hacia donde
las plegarias germinan
como soles

Es invisible el retorno
porque ya han desaparecido
los signos de la salud

El espíritu crece

                  Del poemario Hospital Civil, 2009










JORGE POSADA [11.859]

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Jorge Posada 

(México, 1980). Autor de La belleza son los aeropuertos vacíos (Liliputienses, España, 2013), Adiós a Croacia (Zindo & Gafuri, Argentina, 2012) y Costa sin mar (UAM, México, 2012). Colabora en Punto en Línea (UNAM), VozEd, Transtierros y Culturamás. Editor de Nagara (Editorial FOC) y de la Revista Valderrama. 
Tiene un blog: costasinmar.blogspot.com



Provengo de una familia
que no posee nada
cuyo legado
serán las peleas
que sostuvimos
los sábado por la tarde
las puertas
que se disuelven
durante el verano.





Provengo de una familia
que jamás logró sostenerme
que evita llegue a su casa
durante ciertos lunes
de agosto
donde mi madre
odiaba
los muros de mi cuarto
con fotografías
de músicos 
y actrices porno.





Provengo de una familia
que esconde
la comida entre los frascos
y que me arrebató
la posibilidad
de construir una casa
porque me infundió
el temor de que un hogar es una escopeta
a punto de dispararse.

(texto transcrito de Costa sin mar, edición Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), col. El pez en el agua, Serie Poesía, México, 2012.)






no sólo ezra habitó los manicomios
pienso en la madre de ginsberg
y en el mismo ginsberg
soñando en extraños hospitales
pienso en jorge cuesta
que desgarró sus órganos

no sólo mi abuelo durmió en lo duro de los camastros
de la cárcel
también ese endemoniado josé revueltas
que a los diecisiete caminaba
por las orillas de la prisión
mirando las algas del océano

no sólo yo he vivido en una casa sin nadie
hasta oír cómo se funden los muebles
sino ese hijo de madre que fue gonzalo rojas
después que muriera hilda su amor loco
su esposa que era larga como la palabra placer

pienso en esos muchachos que una noche
estuvieron en casa del lago y luego se dispersaron
como líneas en un mapa
roberto bolaño
escondido en un sótano
riendo solo
comiendo solo
respirando el aire solo

pienso en vallejo ahogándose en un hospital
observa cómo la asfixia sucede incesante en su cabeza

pienso en mi padre que tuvo que trabajar desde los quince
en un taller de motocicletas
pienso en mi madre que transcribió una novela de paul bowles

yo vivo en una casa
junto a la carretera
escucho las líneas que dibujan los tráilers
escucho a mi padre orinar
a mi hermana apretar los dientes
a los doce yo había visto a una mujer desnuda
muy morena
con los pezones morados
pero aún era un niño que temía a los insectos
que huía de los otros niños
que se ocultaba entre las cortinas

pienso en george perec
frente a la casa que se derrumbó después de la guerra
en sus miles de planos de parís
en sus manos hermosas
en su infancia suicida

pienso alguna escena de david lynch
en cómo él fue el verdadero causante de mi separación con mis padres
lo imagino sentado debajo de una mesa
contando las piedras que recoge en el mar

pienso en ezra mirando los tatuajes de los soldados italianos
en los tatuajes de los hombres que lo vigilaban en esa jaula
en los tatuajes que miró al regresar a europa
luego de habitar la casa de bedlam
el asilo donde los locos
creían que las corbatas eran hilos de humo
esqueletos de reptiles antiguamente olvidados








LA BELLEZA SON LOS AEROPUERTOS VACÍOS, último poemario de Jorge Posada


Por: Maricela Guerrero

Jorge Posada nació en la ciudad de México en 1980, casi nadie lo llama Jorge, para sus conocidos y amigos de facebook, es Costa, Costa sin mar, así se llama su primer libro. La belleza son los aeropuertos vacíos es un poemario que publicó Ediciones Liliputienses. Cuenta Costa cómo llegaron sus poemas a la editorial de Cáceres:

Por azar y por la inquietud y generosidad de José María Cumbreño. La historia es así: Frank Báez me pidió algunos textos para la revista Ping Pong. Los envié pero Ping Pong dejó de salir durante meses. Báez me solicitó otros textos que sí se publicaron. Dos semanas después recibí un correo de Cumbreño: preguntaba si tenía algún material. Le mandé Costa sin mar y Adiós a Croacia que estaba por publicarse. Era 2012. José respondió que le interesaba publicar Costa en Liliputienses. Revisé el catálogo y era una locura. Estaba muy emocionado. Fui a hablar con el editor del Costa, Bernardo Ruíz que se negó. Le dije a Cumbreño que me diera dos meses para terminar Los aeropuertos. Luego de mandarlos, me informó que los publicaría en marzo de 2013. Llegó enero de ese año y no hubo más correspondencia, hasta que Cumbreño me mandó la portada del libro y después la pruebas. En marzo, a miles de kilómetros había en una imprenta algunas personas cuidando que el volumen estuviera bien. El libro es un regalo, salió el día en que nació la compañera de Cumbreño, Chose, él no sabía que uno de mis grandes amigos se llama Chozz.

El autor de Adiós a Croacia expone que escribe mientras camina y que eso le provoca perder el rumbo: me despista. Pierdo la orientación porque muchos textos surgen cuando estoy en la calle. No tengo un lugar fijo para escribir. Las líneas pueden surgir mientras camino, en la oficina, al cenar. Aunque me gusta mucho escribir en las salas de cine, casi a ciegas.

Corte y confección

La Belleza son los aeropuertos vacíos es un poemario que no lleva títulos ni usa mayúsculas, pasa de un poema a otro sin ninguna marca que anuncie al lector que ya cambió de poema; es sólo la atmósfera diferente lo que señala que ya se pasó a otra cosa. Al preguntarle al autor sobre esa vocación de ‘desjeraquía’ responde que se trata de una respuesta y una lucha contra las relaciones de poder. Estoy por lo horizontal. Es una reacción contra esos autores que pactan con el orden—por lo general dividen sus poemarios en tres secciones—. El discurso es un continuo. Los textos de los Aeropuertos los escribí bajo un mismo impulso. Pablo Natale dice que mis libros están construidos como películas. Creo que tiene razón. Para mí es muy importante el trabajo de edición, la manera en que se ensamblan los textos, la búsqueda de la estructura. Me interesa el proceso que sigue a la escritura, ese punto donde comienzo a entender cómo ciertas líneas se comunican y crean otras escenas, otros significados.

En los Aeropuertos hay nombres y referencias a autores varios que suponen una reescritura de otros autores, no sólo poetas: el cartonista Liniers –un poema donde acontece una anécdota con Gelman y Roca– Basquiat, Tarkovski, Wislava Zymborska. El caso más explícito es el remix de Claudio Bertoni. ¿Cuáles son tus mecanismos?

Reescritura y apropiación. Cada reescritura es particular. En el caso de Liniers ocurrió primero la anécdota. Asistí a una lectura de Gelman y Roca. Fui al baño de la librería, mientras orinaba Juan entró. Era un servicio diminuto. Me puse muy nervioso y me pegué en la cabeza con el despachador de papel. Una escena de cómic. Una anécdota que podría narrar Liniers en la serie: Cosas que te pasan si estás vivo. A Basquiat lo admiro, pero lo que dio pie al poema fue un documental sobre su obra y la manera en que la producía. Lo de Tarkovski es más complicado. La primera parte de mi texto es una paráfrasis de lo que se puede encontrar en el prólogo de cualquier antología de poesía rusa respecto a la vocación de Arseni. La parte siguiente, donde aparecen los caballos es una evocación a Andrei Tarkovski. Al final aparecen insectos. En mi infancia soñaba que mi cuarto se llenaba de insectos. Desde hace tiempo escribo remixes. Nacen de un deslumbramiento formal. Trabajo y estudio la estructura del texto. La variante es temática. Bertoni habla sobre su hermana (el texto se titula A sister is a sister), yo sobre mi padre. Estructuralmente sigo a Bertoni pero desarrollo por mi cuenta el tema.

Al preguntarle por Octavio Paz, el autor responde:

Paz es una de esas personas que saludas en un elevador. Conoces el piso al que se dirige, percibes que mira con insistencia botones, también sabes que nunca tendrán intimidad.



Aeropuertos durante la madrugada


Dibuja un sillón.

Trazo una línea del punto 1 al 2. Sigo hasta el número 34. Después ilumino el respaldo de color azul y el asiento de carmín. Al terminar confirmo soy daltónico.



a father is a father


remix de claudio bertoni
tengo ganas
de que regreses
a los 30
¿por qué
no supe de niño
cómo te quería?
¿por qué
no salimos
en vez
de mirar
las paredes?
¿por qué
no podemos dormir
los cuatro juntos
mami
hermana
y yo
como cuando
había películas?
¿por qué
no vamos
a beber
una cerveza
y solo
hablamos
cuando
una canción
nos guste?










MELISSA NUNGARAY [11.860]

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Melissa Nungaray 


Nació en Guadalajara, Jalisco (México), el 29 de septiembre de 1998.
Ha publicado en las revistas: Casiopea ,  Alforja , La Rueda, Reverso , Ventana Interior,  Ciclo Literario, Periódico de Poesía, Punto en Línea, El Humo, Papalotzi, Voz que madura, Letras Salvajes, De la tripa  y El Faro Cultural.

Está incluida en: Muestrario de letras en Jalisco (Impre-Jal, 2007), Medusas (Star/Pro, México, D.F., 2008), Canto de Sirenas (Cascada de palabras, Cartonera, México, D.F., 2010), Poesía para el fin del mundo (Kodoma Cartonera, Tijuana, B.C., 2012) y El viento y las palabras (de próxima publicación por la Editorial La Zonámbula).

Es autora de los poemarios Raíz del cielo (Secretaría de Cultura de Jalisco/Literalia, 2005), Alba-vigía (Editorial La Zonámbula, 2008), Sentencia del fuego (La Cartonera, Cuernavaca, Morelos, 2011) Y Travesía: Entidad del cuerpo (Editorial La Zonámbula, 2014).



TRAVESÍA: ENTIDAD DEL CUERPO



1

Multitud aturdida en campanas sollozando,
arrastrándose en la ira 
revolcada en la elipsis de la luz mayor.
Veo, pero no escucho. 
Es la encarnación de mil cuerpos
con cada gota de la misma alteza del infierno,
bufándose del yerro. 
Creaciones inéditas bailan en el limbo,
frotan sus órganos en paredes de hocicos sin fondo, 
se almacenan y llegan al Olimpo
 para recordar el tiempo en el que la tierra se consumió. 
Estoy harta de entregar mi pequeño rostro a diario,
iría  por segunda vez
al lugar amargo y silvestre,
los hijos del diablo lo llaman
bóveda eterna, demasiado salvaje.
Lamen sus huellas 
hasta encontrar una que se le parezca,
decapitan sus orejas, elevan su cuerpo y regalan sus lenguas 
hasta la última boca de silencio.
 Ahora sólo gritan sus cuerpos.






2

Me piden que hable, no puedo decir, no me lo 
permiten.]
No entiendo mi lenguaje donde las aves intercambian sus picos,
corrompen sus alas y muerden sus ojos, 
sigo pero siempre caigo en plumas volátiles de sangre 
estampadas en la piel, se unen en las venas. 
No puedo alejar lo que me hizo nacer en este siglo,
no sé como volver a este cuerpo 
hay luces que me impiden entrar.
Desecho las palabras de este organismo
siguiendo el ciclo ancestral de la poesía
que es la vida advirtiéndome de las horas 
que cantan el arte de las sombras.
Tan apegada a la cueva que separa mis trozos
de brazos que aún me quedan en la tierra.
No puedo saber el principio de mis palabras, 
cansada y a la vez satisfecha de mis pasos
alzo mi negra y oculta voz, 
y entierro mi cuerpo.





3

Ver la lectura de las nubes 
ansía dejar las aves muertas de dulzura,
lanzar la caricia en la textura
de  la balanceada lengua del león.
Palabras que palpan el yerro de la paloma, 
el llanto que la luz no quiere tocar
en filosos archipiélagos 
que la luna lanza en su reflejo.






4

Se agotó la saliva del secreto.
Tratemos de negociar el candente frío
de la resistencia maldita
en la jerarquización de los sonidos. 
Todos escuchan el parloteo
de los bienaventurados 
en campanas  opacas de sentido.






5

El sol de la mañana 
forma la noche de la luna. 
La seriedad de las paredes, 
las miradas del licor.
Adicta a leer los actos 
en una esfera escondida 
en las páginas del reverso,
deambulo 
para formar la silueta
de la tinta.    






6

Líquido accidental de la escritura, 
 entidad del misterio.
Al borde del deseo la cueva del delirio 
tan cerca del enredo. 
Acrecientan la sincronía 
en la enorme salida. 
Cada señal es un mito 
en la fatalidad,
el minuto exacto se estrangula.






7

Un sinfín de jaulas, 
rumbo versátil del vínculo. 
Repentinamente las letras 
atraviesan la tubería 
turquesa del hospicio. 
La hosquedad de las aves 
interrumpen el prejuicio 
en la tierra oscura del ahora.



Melissa Nungaray

J. H. PRYNNE [11.861]

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J. H. Prynne 

(Kent, Inglaterra, 1936) es autor de más de treinta libros de poesía, la mayoría publicados en editoriales modestas. Relacionado con los norteamericanos Charles Olson, Robert Duncan y Robert Creeley, es considerado una voz central en la lírica británica contemporánea, pese a la resistencia que encontró su trabajo durante largo tiempo entre la crítica oficial. Su escritura ha sido llamada “la más audaz de la poesía inglesa de postguerra”. Su obra reunida —aparecida en 1982 bajo el nombre de Poems— ha sido objeto de una tercera actualización en el año 2005. J. H. Prynne trabaja como profesor en el colegio Gonville y Caius desde 1962.

BIBLIOGRAFÍA:

Poesía:

Force of Circumstance and Other Poems (1962)
Kitchen Poems (1968)
Aristeas (1968)
Day Light Songs (1968)
The White Stones (1969)
Fire Lizard (1970)
Brass (1971)
A Night Square (1971)
Into The Day (1972)
Wound Response (1974)
High Pink on Chrome (1975)
News of Warring Clans (1977)
Down Where Changed (1979)
Poems (1982)
The Oval Window (1983)
Bands Around the Throat (1987)
Word Order (1989)
Jie ban mi Shi Hu (1992)
Not-You (1993)
Her Weasels Wild Returning (1994)
For the Monogram (1997)
Red D Gypsum (1998)
Pearls That Were (1999)
Poems (2nd edition, 1999)
Triodes (2000)
Unanswering Rational Shore (2001)
Acrylic Tips (2002)
Biting the Air (2003)
Blue Slides At Rest (2004)
Poems (3rd edition, 2005)
To Pollen (2006)
STREAK WILLING ENTOURAGE ARTESIAN (2009)
SUB SONGS (2010)
Kazoo Dreamboats; or, On What There Is (2011)

Prosa:

Stars, Tigers and the Shape of Words (1993)
They That Haue Powre to Hurt; A Specimen of a Commentary on Shake-speares Sonnets, 94 (2001)
Field Notes: 'The Solitary Reaper' and others (2007)
George Herbert, Love III: A Discursive Commentary (2011)
Early correspondence and essays in Certain Prose of the English Intelligencer (Cambridge: Mountain, 2012)





Algunos poemas de J. H. Prynne compartidos por Rafael Espinosa.



SORTILEGIO CONTRA DEMASIADAS MANZANAS

Todavía hay mucho por hacer, en
camino a la ciudad, y hasta ahora el cielo
está escrito solo en parte; nos tomamos
el tiempo necesario y la calle está alineada con manzanos.
Es allí adonde vamos, pues, y si esto suena
deliberado y dilatado en exceso, recuerden que
el hielo fue nuestra primera materia. La llama es
apenas visible a la luz del sol
y el humo asciende
oscilando hacia la atmósfera con toda la
incertidumbre de los números. Y en consecuencia no podemos
continuar con las cosas de esta forma, no podemos seguir
así, sin más. Por el bosque de este modo
perdemos demasiado y con demasiada rapidez: tenemos
demasiado que perder. Cómo puede alguien ansiar tanto
cumplir con lo que desea para
finalmente no deshacerse de eso. Hasta levantamos
la fruta caída en la calle
atemorizados por el
dibujo de tanto que ha caído, las oportunidades que reconocemos
derramadas en la tibia grava. Sabiendo que
la tibieza no es una constante, ah, confiamos
en lo que habremos de hacer y en los pequeños
y vivaces goces de las hojas y las frutas colgando todavía
de sus árboles.
Mientras que yo preferiría que todo
cayera o que colgara suspendido de otra manera;
de modo que no se nos sobornara así, por medio de la
incompletitud. El rescate nunca lo vale y de todos modos
nunca lo obtenemos. Nadie puede engullir tantas
manzanas o recordar tanto hielo. Yo
deseo en cambio que toda la agencia federal
se vuelque hacia el territorio y a través de él.
Con cualquier movimiento circular sería tan sencillo
para ellos, suyo como una forma de conocimiento, y podríamos
descansar en él: el saber que nada
queda por hacer. Lo que conquistemos
será nuestro por un desliz de exaltación: el cielo es nuestra ciudad
eterna y su trance absolutamente bello y luminoso
es el humo que se disemina
in extenso en el aire más alto.







 ES LEBE DER KÖNIG

(para Paul Celan, 1920-1970)

Fuego y miel manan de las fisuras de la tierra;
la nube suaviza la escala de Richter. El cielo se divide
mientras la bandera se vuelve específica una vez más, el impreso
también se fragmenta; la luz de las estrellas se vuelve negativa. Si
naces de alta tensión, capas púrpuras en
un formato de vidrio, reingresa en la casa pequeña con
animales demasiado delicados y crueles. Sus gargantas se aterciopelan
con la calidez humana, nosotros también estamos numerados como
pisadas en la nieve fresca.

No es posible
Beber esto otra vez, el amado entra en la pequeña casa.
La casa se vuelve específica, la piscina tiene
laterales de cobre, que se evaporan junto a los declives sembrados.
Las avenidas se inclinan hacia atrás a través de los árboles; la
música duplicada me roza la mano. Devuélvele
el borde al cielo que en este momento arde con su luminiscencia, se torna
bermejo y más demente, retornando una y otra vez al
embarcadero, que es donde estamos. Nos detenemos
el tiempo suficiente para verte,

oímos tu
temeroso gruñido y preferimos no pensar en él. Negamos
la consecuencia pero el resultado nos rodea,
somos confiados porque solo de ese modo el juicio
abstracto de la llama resulta el verdadero veneno, ah, cierto, el
pez agoniza en grandes destellos, el hedor proviene
del vello marchito en mi muñeca. Ese diálogo inane es
nuestra larga y descuidada ausencia: la cereza exuda su
resina fanática y enseguida se ve forzada, presionada
y por un motivo exótico esto significa reposo,
la pausa, la tendremos por mucho tiempo.

Solo
el aliso arrojado sobre la ofensiva craneal, la
incompletitud a la que se ha dado batalla, viene con los animales
y su indagadora calma. Entréganos este amor por el crimen y
el tedio sagrado, caminas a la sombra de
esa casa definida. Llévalo afuera y prepara
la mesa para la miel blanca, sofocando
la tela blanca desplegada por completo para el menos valioso
de los accidentes. La blancura también es retazos
de venganza, abre la ventana y nubes
blancas y lanudas navegan sobre el celeste;

es cierto. Es así una
y otra vez, con calma o vehemencia. Sabes
que la cereza es una muesca de dolor, es así y con certeza
a la vez es amada: El aplomo aparece en el
cielo tempestuoso y el agua no permanece inerte.







ESCARCHA Y NIEVE, EN CAÍDA

Es decir, una cualidad del hombre y su devenir,
bello, o la decoración de una decisión ligera e
inamovible, no menos fluida que el río
que custodia su nombre. El amparo
de la recomendación, respetando cierto orden,
dentro de la divina familia de designios. El nivel
de la nieve está donde cayó y de este modo el límite
de una larga cadencia, la estepa volviéndose blanca
con la distancia y el clima de invierno.
La caída de la nieve, como la del hombre en el cubo de hielo
y su gran estruendo al fracturarse, es una cortesía;
no exigiremos la espiral oscura, siendo gentiles
y de nuestra especie. Bajamos a las profundidades, cancelamos
la inundación, regresamos al camino y lo que antes era
conocido como planicie. Nos detenemos alejados de la orilla
aun cuando recurrimos a nuestras mejores y más serias
raciones de tiempo. Juzgo eso como nivel de nevada
pero igualmente en la pastura o placer de estación, o
mientras se presenta el rival con barro en sus zapatos.
¿Cuán lejos has llegado y cuán larga fue tu
travesía? Personas así están hambrientas; el rival
arriesga su vida en agua profunda, el oro rojizo
resplandece en las sombras de nuestra impúdica soledad.

De modo que cuando la nieve vuelve a caer la tierra
se vuelve más y más liviana. La superficie cons-
pira con nosotros, somos sus primogénitos. Aun
en esta era moderna dejamos huellas, a medida
que avanzamos. Y avanzamos, caminamos, damos zancadas o trepamos
fuera de él, la dejamos atrás, nuestra ecuánime
contemplación del mundo. El monje
Dicuil anota que en el solsticio de verano
en Islandia un hombre podía ver a través de la
noche, y desde luego que podía. Esa también es una
cualidad, una cierta ligereza que le brindamos
al rival cuando aparece. Las huellas
son borradas, el resto de las cosas bajo tierra.

El 9 de mayo de 1247 se lanzaron al viaje
de regreso. “Viajamos todo el invierno, a menudo
durmiendo en el desierto sobre la nieve excepto cuando
fuimos capaces de despejar un sitio con nuestros pies.
Cuando no había árboles pero solo tierra abierta
nos vimos muchas veces completamente
cubiertos de nieve guiada por el viento”. Eso
me suena a mí como un privilegio excepcional, observar
el descenso por sobre la cornisa. Cada hombre
posee su propio rincón, esa pregunta
a la que le da vueltas. Es su naturaleza, el atributo
que tiende hacia el mundo, así como su estatura
es su “dignidad real”. Y sin embargo Gregorio no
creía en la peregrinación hacia un lugar: Jerusalén,
dice, está demasiado lleno de rapiña y lascivia para ser
una orientación para el espíritu. El resto es una suerte
de llama, el peregrino es otra vez un atributo, y
su extensión es el camino que toma a través de estratos
que lo toleren. El viajero con su
grueso bastón: a quién le importa si es un vividor
analfabeto —es nuestro único rival. Sin esto
la familia divina es una simple bufonada, toda
la mutabilidad del Pleistoceno terminará por
derretirse como la nieve, urgida hacia la tierra.







PRIMEROS APUNTES SOBRE LA LUZ DEL DÍA

La paciencia es mi verdadera herramienta, mientras aguardamos
que el pasado suceda, es decir que aflore
al aire libre. Como espero que lo haga, diariamente, y la pregunta 
es realmente en qué tamaño estamos, qué fracción de él
es la medida. La paciencia es
la suma de mi inercia, por medio de la cual la línea de base
se presenta al tacto
como la flor en
el cielo, cada guijarro
graduado en ocre. Cómo
desplegar, o si no disminuir la retórica
de la ocasión, con la cual la secuencia que regresa
de un cierto final se vuelve a todas luces predecible. Le
debemos esa parte de la teoría a la historia de la persona
como requisito absoluto del paisaje —esa
clase de despliegue, para empezar. Atravesamos
los campos, nos conducimos por medio del orden
ritual, aun cuando dormimos en la biblioteca.
El rezagado, es decir,
cuya paciencia
es el escudo
protector, del verdadero
límite del tamaño.
“El uso ceremonial de la cosa descrita”,
los sicomoros o el espejo de metal blanco, formas
de la paciencia, ah sí, y cada vez que incluso
me muevo, la forma estrófica muscular es el uso, en
ningún otro sentido. El mundo en común, cuán lejos
llegamos, los límites prácticos de la luz diurna. Y mientras
pienso incluso en la línea de base la vibración
es potente, la secuencia entera de la persona como
su propia historia es no más que ceremonial,
la concentración
de la intersección: des-
cubrimiento de regreso
al camino de ida, el
cruce completo un tejido abierto, que llevamos
puesto o en la mano. Que esto pudiera
realmente ser así, y utilizable, es mi consigna actual,
quemándose igual que el humo, antes de que el fuego se encienda.






LA BALADA DEL VIERNES

Esta mañana el niño cruel se entusiasma
con la perspectiva de cuidadosos recuerdos. Cómo se dirige
afectuosamente hacia la sombra, cómo le gustaría
arriesgar su brazo izquierdo. Es sabio
también inspeccionar el jardín de verano, los
pájaros están tan ocurrentes gracias al musgo verde.

El niño cruel se entrega a lo antiguo y
presiente los terceros canales escondidos. Líquidos
fluyen como una cresta en la cocina, ahora
tuerce su pie en el borde de la acera. Su mente
está en perfecto orden, Arco de Tito,
el libro ensamblado con cinta pegajosa.

Por qué está renuente a regresar. Quién
suspirará profundo frente al reformatorio,
huésped del ensamblado de dormitorios, construido
con retazos de Field Southernwood. Una intensa
calma inunda su pecho, su humor aún
está lejos de una recompensa o la perseverancia promedio.

La polilla de mercurio comienza su canción —una
cancioncita sentimental desprovista de malicia. El niño
cruel escucha la canción y sigue el ritmo golpeteando
su delgado antebrazo. Los ojos le queman, pero
no por la envidia: no hay una oportunidad tan generalizada
como para impedirle avanzar calladamente hacia el núcleo.

Las nubes se despliegan y el niño cruel es
recogido para protegerlo. El clima lo malcría,
excesiva luz de sol. El precio del zinc
se mantiene constante. A orillas del
río Orwell miramos en torno con rostros despojados de
asombro, no tenemos nada que no sea nuestro.






Rich in Vitamin C

Under her brow the snowy wing-case
      delivers truly the surprise
of days which slide under sunlight
          past loose glass in the door
      into the reflection of honour spread
through the incomplete, the trusted. So
      darkly the stain skips as a livery
of your pause like an apple pip,
      the baltic loved one who sleeps.

Or as syrup in a cloud, down below in
      the cup, you excuse each folded
cry of the finch's wit, this flush
      scattered over our slant of the
          day rocked in water, you say
      this much. A waver of attention at
the surface, shews the arch there and
          the purpose we really cut;
      an ounce down by the water, which

in cross-fire from injustice too large
      to hold he lets slither
                                            from starry fingers
      noting the herbal jolt of cordite
and its echo: is this our screen, on some
      street we hardly guessed could mark
an idea bred to idiocy by the clear
      sight-lines ahead. You come in
          by the same door, you carry

what cannot be left for its own
      sweet shimmer of reason, its false blood;
the same tint I hear with the pulse it touches
      and will not melt. Such shading
of the rose to its stock tips the bolt
      from the sky, rising in its effect of what
motto we call peace talks. And yes the
      quiet turn of your page is the day
          tilting so, faded in the light.








Moon Poem

The night is already quiet and I am
bound in the rise and fall: learning
to wish always for more. This is the
means, the extension to keep very steady

so that the culmination
will be silent too and flow
with no trace of devoutness.

Since I must hold to the gradual in
this, as no revolution but a slow change
like the image of snow. The challenge is
not a moral excitement, but the expanse,

the continuing patience
dilating into forms so
much more than compact.

I would probably not even choose to inhabit the
wish as delay: it really is dark and the knowledge
of the unseen is a warmth which spreads into
the level ceremony of diffusion. The quiet

suggests that the act taken
extends so much further, there
is this insurgence of form:

we are more pliant than the mercantile notion
of choice will determine-we go in this way
on and on and the unceasing image of hope
is our place in the world. We live there and now

at night I recognise the signs
of this, the calm is a
modesty about conduct in

the most ethical sense. We disperse into the ether
as waves, we slant down into a precluded notion
of choice which becomes the unlearned habit of
wish: where we live, as we more often are than

we know. If we expand
into this wide personal vacancy
we could become the extent

of all the wishes that are now too far beyond
us. A community of wish, as the steppe
on which the extension would sprinkle out
the ethic density, the compact modern home.

The consequence of this
pastoral desire is prolonged
as our condition, but

I know there is more than the mere wish to
wander at large, since the wish itself diffuses
beyond this and will never end: these are songs
to the night under no affliction, knowing that

the wish is gift to the
spirit, is where we may
dwell as we would

go over and over within the life of the heart
and the grace which is open to both east and west.
These are psalms for the harp and the shining
stone: the negligence and still passion of night.








MÓNICA BELEVÁN [11.862]

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Mónica Beleván Baquerizo 

(Lima, Perú, 1982). Filósofa de formación. Ha vivido en Chile, Argentina, Brasil, Jamaica y Uruguay. Se ha desvivido también por muchos otros países, y por muchas otras causas. Es hija del embajador William Beleván Mc Bride, subsecretario de Comunidades Peruanas en el Exterior, del Ministerio de Relaciones Exteriores. Habla castellano, inglés, francés, latín, alemán y ruso. Escribe desde los 6 años y para ella es una ocupación a tiempo completo. Primer Premio de Cuento Crisol 2001. Ex locutora de noticias, con experiencia tanto televisiva como cinematográfica; desempeño como actriz, alter-guionista, cantante semi-profesional, conferenciante y modelo fotográfica. Autor de varios dispersos, algunos enormes inéditos, demasiados textos en inglés, y algún estudio sobre la Etiología del azar (Copé, 2007), asunto que parece preocuparle más de lo debido. De 2005 a 2006 escribió la columna Habla el martillo para la revista literaria Los Noveles. Ha sido incluida en las antologías Ellas (Volumen 2, Los Noveles, 2004), Peruanos iletrados (Los Noveles, 2004) y Seres de la noche (Ediciones Plenilunio, 2006). Ha colaborado en el número 730, abril de 2011, de Cuadernos Hispanoamericanos, dedicado a la literatura de hoy en Perú, con una colección de poemas bajo el título Tántalo y la esfinge y otros poemas.





Song of Experience

–C’est im-possible, dice Mauberley,
[Splitting syllables for emphasis]
No ser ya el epígono de somebody;
Dadas como están las cosas, dadas,
Es decir, las cosas como están –historically–;
Las cosas como son, things being what they are, et al.;
Las cosas como no pudieron ser, quizás,
Poniéndonos nosotros antes que a los genios,
Para que su genio nos supere (por detrás);
Y nada quede ya que lamentar
Sobre botellas que se me hace
Ca-da dí-a más di-fí-cil aplicar
Al ejercicio de la profesión telar
Que implica el urdir complots y tramas reales,
Por no poder ya, impotence! oh tragöedie!
Tramar ficciones.
Things being what they are, and where they are
Ma chère, no queda más que asesorarle:
Darling, I would recommend
You choose your masters most precisely
No sea que estos vayan a fallarle, como buena parte de
Las malas influencias de las que, en buena parte,
Uno sigue dependiendo para la supervivencia de la trascendencia
De nuestras versiones ínfimas de los enormes temas,
Las resoluciones píticas e insignificantes que otorgamos
A los materiales muertos e inmortales que en nada
Ya preocupan de verdad a gentes que no buscan la verdad
(Entre las que me incluyo, por saber que la verdad
N’existe pas).
Ocúpese, como nosotros, de encontrar la mejor forma
De vender lo poco que no tiene por vender
Por recobrar, del modo más altisonante –y hasta elevado, si pudiera–
La orfebrería del sofisma
Ocúpese, rapsoda, de hacer economías donde duelan
El éxito implica siempre un alto sacrificio
(El de los de/más).
Créame cuando le digo que ninguna detracción a su integridad será
Realmente terminal. El alma es como el rabo de la lagartija,
Que se regenera, por lo menos la primera vez, en trauma
Para su edification literaria; y a la segunda vejación,
En un scandale spirituel como para aplacar sus
Ínfulas más periodísticas; a la tercera,
En una rara sensación de insensibilidad
Que le permitirá acceder a –don de dones–







La ataraxia

En la estela de silencio que le dejará, en su estrépito,
La piroclastia recreativa y decreadora de los medios y las masas
Sepa prepararse usted
A tiempo y contra el tiempo, como Zaratustra en la montaña,
Antes de volver a descender entre los hombres
Por la pasamanería del infierno,
Y verá usted que esas gentes perecibles se han vuelto
Con el tiempo –y pese al tiempo–, tan hechas a usted
Que pronto encontrará los modos de satisfacerlas,
De periodizarlas, de in-sense-ibilizarlas
So to say.

Y es en vista de todo ello que le ordeno,
Le suplico, le aconsejo, que elija a sus maestros bien
No se deje seducir por nadie que le diga que las cosas:
No son como son, y no están donde están,
Y ante todo que usted, por sobre todo lo demás,
No es lo que es, porque lo es, y sabe que lo es
(¿verdad?)

–Pasando a otro tema, dice Mauberley, ahíto,
Se imagina what the world would be like if we thought in verse?








Loa a Leopoldo Panero(s)*

Eris

esperando al ciervo que vendrá
arrastrándose como un creyente
por entre las hojas
presa de su alambrado nodular
todo un cielo se abre paso ante la borrasca clavicorde de tus proesías
   libres del sarcófago del polvo y la certeza suficiente
   libres del aval de las costuras y los anaqueles
   lejos de la sangre que se transparenta en el torno cada vez más lento de
[arrebol]
tres montañas se perfilan como vanos de una noche tan atenta y objetiva
[como un cazador]


Eres por encima de la balacera de las flechas de una edad de piedras
[que susurran]
        camufladas de hojas muertas y de fleurs du mal

Eras por encima de los músculos que se retraen en la sonrisa de un
        Océano que levanta como faldas las encías del ultramar

Eros, este siervo ha venido, con sus últimos suspiros,
         a postrarse bajo el casco hendido de tu catedral.







Pompas fúnebres para Sforzinda

Canta, puta, canta
A las sepultureras de Orfeo
Ve si pueden darte lo que a mí me dieron
Boca, paladar, amígdalas y campanilla–
Física y metafísica de la poesía.

Ladra, zorra, ladra
A las demimondaines del áureo musageta
Ve si pueden ya quitarme
El martirio que tus ojos de saeta
Infligieron en éste, tu Sebastián.

Clama, perra, clama
A las cegadoras del soberbio citaropatriarca
Ve si pueden ellas darte
Lo que yo te ofrecí
Ve si pueden las sepultureras
Enterrarte, como yo te enterraré
En vida, y en letra, y sobre la superficie de la Tierra
Nadie te recordará si/no como al olvido
Más ilustre del peor poeta del país.







DOS ELEGÍAS HEBRAICAS

I

            Dicen que siendo presentada Salomé
 Con la cabeza del Bautista, ésta se llevó
            La mano al vientre y –cubriéndose el ombligo,
Aquel tornillo hereditario de la herrumbre y el error humano– declaró
                        Que Juan le parecía (nadie sabe bien porqué)
            Menos impresionante y más profano que antes.


II


    ´´–Cuán fiero, y en efecto, cuán afecto a mí
Fue Holofernes–´´, quien, a la usanza de sus siervos,
        Habría abrevado, dócil e inocentemente
                         Entre las piernas fuertes (demasiado fuertes)
            De Judit.






TÁNTALO Y ESFINGE

De la soberanía de lo bello
No se ha dicho nada que sacuda 
Al físico de esfinge, imperfecto (a la vez que imperfectible),
De cierta odalisca de Ingres,
Y del superávit de dos vértebras que exige
La estructura del deseo para
Dar con una provisoria solución a la mirada.

Mónica Beleván
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RAFAEL MAYA [11.863]

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Rafael Maya

Rafael Maya 

Fue poeta, periodista, ensayista, escritor, crítico, abogado y diplomático colombiano. Nació en Popayán, marzo de 1897 y murió en Bogotá, el 22 de julio de 1980. Hijo del matrimonio de Tomás Maya Manzano y doña Laura Ramírez Caicedo,Inició su formación literaria bajo la tutela del padre, pedagogo y hombre de letras, y realizó estudios en el Seminario Menor de Popayán, a cargo de los sacerdotes lazaristas, notable comunidad europea. En 1914 ingresó a la Universidad del Cauca, para finalizar sus estudios secundarios y comenzar la carrera jurídica. Entonces, ya Maya era conocido como poeta. En 1916 se celebró en Popayán un concurso literario para conmemorar el sacrificio de los próceres, y Maya obtuvo el primer premio con siete sonetos titulados "Mártires". En 1917 publicó sus primeros versos en la revista titulada Liras Hermanas. Cumplidos los veinte años, se trasladó a bogota para continuar su carrera de Derecho en la universidad nacional. Allí sus compañeros fueron Rafael Bernal Jiménez, Augusto Ramírez Moreno, Primitivo Crespo y Germán Arciniegas. Alrededor de 1920, Miguel Santiago Valencia fundó en Bogotá la revista cromos . Su sede reunió a los más prestigiosos intelectuales del país. Maya conoció entonces a Miguel Rasch Isla, Roberto Liévano, Eduardo Castillo, Armando Solano, Luis Eduardo Nieto Caballero, Leon Greiff y José Umaña Bernal. Formó parte del grupo de Los Nuevos, fundado en 1925. La importante agrupación de escritores estaba integrada no sólo por poetas sino también por periodistas, entre los cuales figuran Juan Lozano y Lozano, Jorge Zalamea, Luis Tejada, Felipe y Alberto Lleras Camargo, Germán Arciniegas, Luis Vidales, Germán Pardo García y muchos otros. 

Al lado de sus intereses literarios, Maya desempeñó también diferentes cargos públicos. Fue el primer secretario de aviación en el Ministerio de Guerra, bajo la dirección del coronel Guichard, oficial francés, quien en 1922 fundó la aviación militar colombiana. Entre 1924 y 1930 trabajó en la sección de contabilidad de la Tesorería Nacional y en el Ministerio de Comunicaciones. En 1929 ocupó la rectoría de la Escuela Nacional de Bellas Artes en Bogotá. Maya realizó una intensa labor de difusión de la cultura nacional, como director de la crónica literaria de El País, en la cual realizaron sus primeras publicaciones los piedracielistas, a partir de 1936. En 1940 se vinculó como profesor al Colegio Mayor del Rosario, reemplazando en la cátedra de Literatura Colombiana a Antonio Gómez Restrepo. En ese mismo año, Eduardo Santos le impuso la Cruz de Boyacá, en la ciudad de Popayán. El poeta recibirá posteriormente varias condecoraciones.

En 1944 fue representante a la Cámara por el partido conservador. Su desempeño en el citado cargo fue muy breve, por la ausencia evidente de vocación política. En el mismo año la Academia Colombiana de la Lengua lo exaltó como miembro de número. Maya se recibió con un discurso titulado "Los tres mundos de Don Quijote". En 1946 contrajo matrimonio con doña Nelly Gallego Norris, de cuya unión nacieron Clara, Cristina y Ricardo. En 1948 fue rector de la Escuela Normal Superior de Bogotá, hoy Universidad Pedagógica, y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional en el año de 1953. Ocupó la dirección de la Radiodifusora Nacional de Colombia en 1949, y en 1951; la de la Revista Bolívar, órgano de difusión del Ministerio de Educación Nacional. En 1953, Maya realizó su primer viaje a Europa, comisionado por la Universidad Nacional para asistir a la conmemoración del séptimo centenario de la Universidad de Salamanca. Pronunció en Madrid un discurso titulado "La lección de Salamanca". Recorrió varios países, especialmente Italia y Francia. En París conoció al célebre escritor Ventura García Calderón, amigo personal de Rubén Darío. En 1956 Maya fue nombrado delegado permanente de Colombia ante la Unesco, en París.

Este segundo viaje le dio oportunidad de establecer importantes relaciones con literatos e intelectuales residentes por ese entonces en la Ciudad Luz. El maestro recordaba con especial entusiasmo su amistad con el hispanista Claudio Couffon, y sus tertulias con el gran novelista argentino Eduardo Mallea, con el historiador venezolano Parra Pérez, con el poeta ecuatoriano Jorge Carrera Andrade y con el escritor Zerega Fombona. Visitó, por otra parte, a Valery Larbaud, a quien tiempo atrás le enviara uno de sus primeros libros de poemas, que el escritor comentó elogiosamente. En el Instituto de Altos Estudios Hispanoamericanos de La Sorbona, dictó un ciclo de conferencias sobre literatura colombiana. En 1958, antes de su regreso a Colombia, permaneció algunos meses en Nueva York, donde ofreció con éxito algunos recitales. Entre los años 1960 y 1980, Maya dedicó su tiempo por entero a la literatura y al ejercicio de la cátedra en: La Universidad Javeriana, La Universidad de los Andes, en el Instituto Caro y Cuervo y en la Escuela Militar de Cadetes. En 1972 obtuvo el Premio Nacional de Poesía, y el año siguiente fue nombrado miembro de la Academia Colombiana de Historia. En 1979, el Banco de la República publicó su obra poética completa. Rafael Maya murió el martes 22 de julio de 1980, en la ciudad de Bogotá.

Obras

La vida en la sombra (1925)
Coros del mediodía (1930)
Después del silencio (1935)
Final de romance y otras canciones (1940)
Alabanzas del hombre y de la tierra (1941)
Consideraciones críticas sobre la literatura colombiana (1944)
Tiempo de luz (1945)
Los tres mundos de Don Quijote y otros ensayos (1952)
La musa romántica en Colombia (1954)
Navegación nocturna (1955)
Estampas de ayer y retratos de hoy (1958)
Los orígenes del modernismo en Colombia (1961)
La tierra poseída (1965)
El retablo del sacrificio y de la gloria (1966)
Escritos literarios (1968)
El rincón de las imágenes (1972)
El tiempo recobrado (1974)
De perfil y de frente (1975)
Letras y letrados (1976)
Poesía completa (1979)
Obra Crítica (Dos volúmenes, póstumo, 1982)
ciudad lejana
todo paso

Premios y distinciones

Gran Cruz de Boyacá en reconocimiento a su obra poética, 1940
Premio nacional de poesía (1972)
Homenaje póstumo a su vida y obra, HJCK, El Mundo en Bogotá, 1980
Homenaje a su memoria, Academia Colombiana de la Lengua, Bogotá, 1981
En Homenaje a su memoria se nombró así una biblioteca de la Caja de Compensación familiar del Cauca (Comfacauca)




La Espina

De todo cuanto he sido: 
del hombre universal que he ambicionado realizar,
vanamente, prolongando hacia los cuatro lados de la vida 
todas las ramas de mi ser, y, a veces, 
dando, en sólo una flor, toda la fuerza, 
y toda la virtud en un perfume. 
De todo cuanto he sido: 
del rey ilusionado 
-corona de papel, cetro de caña- 
que he fingido encarnar, entre las gentes, 
sin otro reino que la dura piedra 
donde he puesto los pies, ni otro ejercicio 
que el callado y constante de las lágrimas; 
del mendigo azaroso 
que otras veces he sido, recatando 
entre guiñapos, la perfecta gloria 
de haber robado mi caudal de estrellas 
en alta noche y en cualquier arroyo; 
De todo cuanto he sido: 
del constructor de nubes, 
del fabricante de palacios de humo 
que en el desierto alzó torres y cúpulas, 
y ha llenado la selva de balcones; 
del que sacó las bestias mitológicas 
de la dorada cárcel de la fábula 
para hacerlas danzar en el tablado; 
del bufón y del príncipe 
que he sabido llevar, bajo mi capa, 
para sorpresa del pesado vulgo; 
De todo cuanto he sido: 
del viajero que lleva los caminos 
y ríos de la tierra, paralelos 
al curso de sus venas, y del manso 
observador de los tizones rojos 
que calientan la cara del invierno, 
y descongelan, en el libro amigo 
la perezosa flor de la metáfora. 
De todo cuanto he sido: 
del ambiguo flautista 
que amenizó los inmortales diálogos 
de otro tiempo, y del músico ruidoso
que restalla sus cobres en la plaza 
para que se encabriten los corceles; 
del cantor gemebundo 
que hace pasar la luna por las cuerdas 
de su instrumento, en el perdido barrio, 
y del loco que grita 
su razón contra el cielo, y se golpea 
imaginariamente con los astros; 
D de todo cuanto he sido 
no conservo ni el hábito ni el cetro, 
ni el anillo, ni el látigo, 
ni la canción siquiera, 
ni ese ligero rastro de ceniza 
que deja todo ser, si arde o si muere, 
ni una letra perdida en una página, 
ni una palabra en el espacio errante, 
ni un grito entre la noche. ¡Nada! ¡Nada! 
De todo cuanto he sido 
me queda únicamente,
larga, inflexible y empapada en sangre, 
esta bárbara espina, 
única realidad que sustentaba 
la apariencia de todos mis disfraces.





CIUDAD LEJANA

Ciudad, ciudad lejana, perdida en la aventura
De algún ensueño heroico. Te adoro a la distancia,
Y busco en el celoso confín, con vana instancia,
Tus torres que se yerguen venciendo la llanura.

¡Si penetrar pudiera de nuevo en la frescura
de tus herbosas calles henchidas de fragancia
colonial! ¡si pudiera los sueños de la infancia
juntar en tu regazo cual flores de ternura!

¡Vieja ciudad que olvidas al hijo desterrado!
Tú guardas unos ojos de cuyo fondo viste
Borrarse la leyenda de oro de mi pasado.

Rescátame un recuerdo no más, Canán lejana
Que huyes del horizonte cuando te busca el triste
Y surges más remota y azul cada mañana.





Volver a Verte

Volver a verte no era sólo
un ligero y constante empeño,
sino anudar, dentro del alma.
el hielo roto del ensueño.

Volver a verte era un oscuro
presentimiento que tenía
de hallarte ajena, y sin embargo
seguir creyendo que eras mía.

Volver a verte era el milagro
de una dulce convalecencia
cuando todo,el alma desnuda
vuelve más bello de la ausencia.

Volver a verte tras la noche
impenetrable del abismo,
era hallar en tus ojos una
imagen vieja de mi mismo.

Y encontrar, en el hondo pasado,
días más bellos y mejores
como esta carta en cuyos pliegues
se conservan algunas flores.

Volver a verte era mostrarme
la pena que está congelada,
como bruma de tarde hermosa,
en el azul de tu mirada.

Y ya lo ves, del largo viaje
regrese más puro y más fuerte

Porque dormi toda una noche
en las rodillas de la muerte.

Porque yo miraba en tus ojos
un cielo de cosas pasadas,
como en el alma de las grutas
se ven ciudades encantadas.

Y porque ví tu clara imagen
entre el nimbo de luz serena
como jamás a ojos mortales
se apareció visión terrena.

Volver a verte era un oscuro
presentimiento que tenía
de hallarte ajena,y sin embargo
seguir creyendo que eras mía.






SEREMOS TRISTES

Oye, seremos tristes, dulce señora mía;
nadie sabrá el secreto de esta suave tristeza.
Tristes como ese valle que a oscurecer empieza,
tristes como el crepúsculo de una estación tardía.

Tendrá nuestra tristeza un poco de ufanía
no más, como ese leve carmín de tu belleza,
y juntos lloraremos, sin lágrimas, la alteza
de sueños que matamos estérilmente un día.

Oye, seremos tristes, con la tristeza vaga
de los parques lejanos, de las muertas ciudades,
de los puertos nocturnos cuyo faro se apaga.

Y así, bajo el otoño, tranquilamente unidos,
tú vivirás de nuevo tus viejas vanidades
y yo la gloria póstuma de mis triunfos perdidos.







Eres una canción. Aire ligero
cernido entre las flores y los nidos.
Duermen bajo tus pies campos floridos,
y es tu melena un río verdadero.

Comienza en ti mi vida. Eres mi enero
que asoma en horizontes presentidos;
mi comarca de ríos conocidos,
mi alta constelación de marinero.

Por mis manos te vas como una brisa;
envuelves un jardín en un suspiro,
y se abren mariposas en tu risa.

Eres la sombra toda, eres la lumbre,
y yo, elevado el corazón, te aspiro
como el viento que viene de una cumbre.






TIERRA

ESTÁ sembrado el grano.
Una gran paz desciende de la altura
sobre la tierra. Todo
calla porque en el surco
palpita el gran milagro de la vida.
El universo asiste
a las transformaciones silenciosas
de la materia, al lento
germinar de la nueva primavera.
Las fuerzas subterráneas
cuidan de la simiente. Las raíces
dejan filtrar una humedad fecunda,
y el tallo de las flores
hunde un rayo de luz bajo la tierra.

El sembrador anónimo,
de brazos varoniles,
de máscula esperanza,
de dolor altanero
y de rostro curtido por la lluvia,
se aleja. Todo calla.
Ha elavado su fe, tal como un dardo,
en el riñón oscuro de la gleba.
Ha dicho su oración, bajo la cúpula
que estremecen las aves de los valles,
al dogma universal de la sagrada
fecundación. Ya dio su anillo de oro,
símbolo de las nupcias triptolémicas,
a la virgen morena que se curva
ofreciendo la gracia de su vientre.

Y el sembrador, nutrido
de las bellas y fuertes realidades,
que ha bebido su agua
en los inmensos ríos de la tierra,
y estampado la planta
en el rojo aluvión o en los guijarros,
se marcha. Lejos arde
la lucecilla familiar que aguarda
sobre el códice antiguo donde duerme,
como la estatua en la cantera muerta,
el invencible espíritu del hombre.





A LOS MUERTOS

MUERTOS que habitáis el palacio subterráneo
de bóvedas sordas,
y que hundís vuestras plantas en la tierra
alimentada por las fuentes ocultas.
Yo os amo,
yo os admiro
con vuestras cabelleras copiosas
que os cubren los hombros,
libres del fino acero que las cortaba
como a la hierba excesiva
de los jardines terrestres.
Yo os amo,
yo os admiro,
con vuestros ojos grandes
que recogieron la unidad suprema
de la vida,
y penetraron en el misterio
con la confianza de una sombra
que vuelve a la cámara mortuoria
atravesando crespones
y colgaduras taciturnas.
Amados eternamente,
y sIempre VIVOS.
Qué raros coros entonáis
a la orilla del río del tiempo?
Qué señales hacéis
en el aire vacío?
Qué palabras
caen de vuestra boca
como esas flores mudas
que deshoja sobre nuestra frente
la primavera de un sueño matinal?
Yo os amo,
oh muertos.
Vuestro espíritu vivifica
mis potencias humanas.
La barca dorada
de mi juventud loca de flores
se siente atraída
por el encanto de vuestra isla de hierro.
Vuestras profundas cornamusas
hallan eco en mi corazón.
Vuestros pasos se dilatan
a través de toda mi vida
como las voces de los hombres
en la claridad del campo.
Yo os escucho
cuando venís a posaras
en la primer rama del día
muy cerca de mi lecho.
y os presiento
en torno de mi mesa nocturna,
como un coro bondadoso de abuelos,
inspirándome cosas bellas
y palabras santas
para cantar vuestra memoria,
para iluminar vuestros rastros,
para bendecir vuestros sepulcros
y para amar a vuestros hijos
sobre la tierra.
Muertos,
estad conmigo.
Cuando el hermano venga a matarme,
interponed vuestras manos.
Cuando la mujer me dé un beso,
purificadme con vuestro llanto.
y cuando duerma,
finalmente,
llevadme con vosotros
a la comarca extraña,
al subterráneo palacio
donde imperáis en el tiempo
con vuestras diademas de luceros.






ORACIÓN DEL JOVEN ARCADE

ANTES de que te abras
ancha puerta de bronce,
incrustada de piedras eternales
y ornada de caronas
fúnebres, déja, déja,
que divague al azar por los collados
donde crecen las hierbas ofreciendo
la gracia inesperada de sus flores
al seráfico azul de la mañana.
Déja que en la ribera
fértil de los arroyos
vaya cortando la menuda cana
para ensayar, con labio melodioso,
ingenuas armonías matinales.
Déja que me corone
de hierbas enlazadas
como se usa en mi fragante Arcadia,
y que grabe en la piedra
rústica de la fuente
un verso fácil ilustrando el rudo
'Combate de dos CIervos bramadores.
Déjame que termine
el ánfora labrada tenazmente
en el pino aromático
que acendra en su corteza
más olor de embriaguez que la melena
suelta de las divinas cortesanas.
Déjame que coseche
las frutas del cercado
abiertas por el sol, y cuya carne
se condensa en el borde de la herida
como un labio sexual lleno de mieles.
Déjame que repita
sobre el césped jugoso
y húmedo cual la piel de los corderos
que el nocturno pastor deja en el campo,
las danzas pastoriles
donde alternan ligeras actitudes
y lascivias ingenuas
en frescos grupos cuya gracia triunfa
sobre la suave ondulación del monte
vecino. Déja, oh puerta,
que se cubran de oro
los viñedos agrestes,
y que caigan los diáfanos racimos
sobre la faz morena del parrado
como crencha s rebeldes
por las sienes de un dios adolescente.
Déjame que termine
el ara familiar hecha de piedra
cuyos flancos soportan, en relieve,
fuertes escudos y aceradas lanzas
y una núbil cabeza de guerrero
segada en flor y cuyos ojos vela
la dócil hoja del laurel votivo.
Pero déjame, oh puerta
fatal, déjame pronto,
sea en la dulce placidez del campo
o en la cabaña de un pastor, e sobre
las gavillas de oro que amontonan
los hombres en la trilla, déja, oh puerta,
que posea por fin a la pequeña
Flora, de cuyos ajas virginales
fluye un ardor nostálgico de fiera
joven, y en cuyo seno
se posaron anoche las palomas
de Afrodita.

Su flanco palpita ya bajo la audaz caricia
de mi mano y en cada
movimiento se entrega como el agua
en el vientre convulso de la onda.
Después ciérrate, oh puerta,
sobre mi sombra estéril,
sobre el fantasma de mi amor terreno.








RICARDO CARRASQUILLA [11.864]

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RICARDO CARRASQUILLA

Nacido en Quibdó, el 22 de agosto de 1827 y murió en Bogotá el 24 de diciembre de 1886, fueron sus padres el coronel Pedro Carrasquilla natural de Honde (Tolima) y donde cruz ortega natural de Funza (Bogotá).

Muy niño fue llevado a Bogotá donde educó y forma su hogar. Como poeta jocoso descolló en el grupo del Mosaico y se codeó con ingenios como José Mari Marroquín y Joaquín Pablo Posada; todo suceso triste o alegre, público o privado, que llamara la atención obtenía de su ingenio una letrilla, unas coplas, unas decimas. Fue colaborador de periódicos como: la Esperanza, el porvenir, biblioteca de Señoritas, el Mosaico, el Zipa etc.

Como educador regentó durante 40 años “El Liceo de la Infancia” a introdujo métodos pedagógicos hasta entonces desconocidos. Originalísimo se muestra en su libro “Sofismas Anticatólicas vistos con microscopios”, con el que se defendió otros de sus amores.

La religión Católica. Sus argumentos son sencillos y contundentes, como este: “Juan Lanas Ospina que los muebles no son obras de los carpinteros, sino de la Carpintería. Los ateos dice que las obras naturales no son obras hachas por Dios, sino por la naturaleza”.

No participo directamente en Política pero en 1854 intervino en una de nuestras guerras civiles como adjunto el estado mayor del General Herrán, cabeza de la reacción de la creación conservadora.

Posiblemente en esta época a un General le dio por hablar de paz, al paso que el Gobierno nombrara a un civil Ministro de guerra. De la autoría de don Ricardo Carrasquilla es esta estrofa:

“En Colombia que es la Tierra
de las cosas singulares,
dan la paz los Militares
y los Civiles dan Guerra”.

Si Ricardo Carrasquilla confesó ser chocoano, el Chocó siempre se ha sentido orgulloso de él. Lo nombra cada vez que en cualquier rincón del Depto se canta su himno oficial, y le consagró su mejor centro educativa el Colegio Carrasquilla.        



Un buen método de vida

Madruga a las diez don Blas,
dura almorzando una hora,
y en vestir no se demora,
pues gasta tres cuando más.

Sale a la buena de Dios,
muy peripuesto y muy tieso,
y en la barra del congreso
se está mientras dan las dos;

Y en tanto que dan las tres,
para abrir el apetito,
toma en la fonda un traguito
salchichón y pan francés;

Y luego canta un rondó,
mientras ponen la comida,
o a don Farruco convida,
y juegan al dominó.

Deja el juego al calcular
que está la comida puesta,
come bien y duerme siesta
hasta el tiempo de cenar.

Si en comer es moderado,
es parquísimo en la cena:
se toma una taza llena
de café, y un pollo asado,

Un buen trozo de jamón,
dos panes, dulce de fresa,
y fuma de sobremesa
un cigarro de Girón;

Y un poco antes de acostarse
suele leer la gaceta,
porque dice que es receta
que le impide desvelarse;

Y con esto, y un bizcocho,
y una copa de jerez,
ronca bien desde las ocho
hasta el otro día a las diez.






Mi sobrino

En casa tengo un sobrino
que se graduó de doctor,
y que charla con furor
y empuerca papel sin tino.

Ha perdido la chaveta,
y hace versos a millones,
y los nombra inspiraciones
o caprichos de poeta.

Llama azote el arriador,
acicates, las espuelas,
perlas los dientes y muelas,
sonoro parche, el tambor;

A los caballos, corceles,
mansas liebres los conejos,
y los más tristes gozquejos,
ejercitados lebreles;

Querubes, los querubines,
el mar, Ponto embravecido,
los amoríos, Cupido,
y los pescados, delfines;

La totuma, hirviente copa,
la chicha, licor de oro,
las lágrimas, triste lloro,
y undoso manto, la ropa;

La ortiga verde tomillo,
el caño, limpio arroyuelo,
la mujer, hurí del cielo,
y la flauta, caramillo;

Al bababuy, ruiseñor,
canario, al cucarachero,
al chirlobirlo, jilguero,
y al gallinazo, cóndor.

Mi sobrino no trabaja,
come como un sabañón,
y duerme como un lirón,
y mil petardos me encaja.

Yo lo suelo regañar;
que me come medio lado
le digo; y él muy airado
jura que se va a matar,

Porque la vida le pesa,
porque a sufrirla no alcanza;
mas tengo poca esperanza
de que cumpla su promesa.






EL MONO Y EL GATO

Tenía el señor don Gil,
hombre amigo de cucañas,
rebosando de castañas,
un estupendo barril.

Y envíanle de Tetuán
un mono de pocos años,
que por sus muchos amaños
se llamó el Gran Capitán.

Entró nuestro mono un día
de Don Gil al aposento,
y ocurrióle en el momento
una extraña fechoría:

Del barril logró sacar
de castañas un puñado,
y en la estufa con cuidado
echólas luego a tostar.

Alegre como unas pascuas
da el comerlas por seguro;
mas hallóse en gran apuro
al mirarlas hechas ascuas;

Y notando a Zapirón,
que en blando cojín dormía
díjole: "Ven, vida mía,
dueño de mi corazón;

Aquí podrás eludir
el duro rigor del frío;
no tardes, amigo mío,
tu falta me hace sufrir."

Con zalamero ademán
y el espinazo encorvado,
paso a paso fuese andando
el gato hacia el Capitán;

Y éste de dulzura lleno,
le dijo: "Acércate más,
acércate y dormirás
repatingado en mi seno."

El buen gato la cabeza
reclina con donosura,
y el mico por la cintura
agarróle con destreza,

Y tomándole una mano,
barre con ella la estufa.
Zapirón se encrespa y bufa
y pide venganza en vano,

Pues el monazo traidor
dice: "Calla, vil gatillo,
y agradece que me humillo
a aceptar de ti favor.

Si acaso mi acción no es buena,
al hombre debes culpar,
pues él me enseñó a sacar
la brasa con mano ajena."




ANTONIO GÓMEZ RESTREPO [11.865]

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ANTONIO GÓMEZ RESTREPO


Nació en Bogotá, Colombia el 13 de enero de 1869 y murió en la misma ciudad el 6 de noviembre de 1947. Su infancia es en su casa. Poco sale de ella debido a que su padre la tenía como vivienda de su familia y como establecimiento colegial. Ahí llegaban todas las mañanas los compañeros de estudio y él, Antonio Gómez, entraba al salón desde ese mismo lugar donde realizaba vida de hogar y de estudios.

Después, con el paso de los años, no ingresa a ninguna otra institución académica, ya sea de orden secundario o universitario. Se vuelve autodidacta. En 1881, cuando cumple doce años, escribe sobre una leyenda que se relaciona con el nacimiento de Simón Bolívar. El escritor y periodista Ricardo Carrasquilla y otros amigos de su padre lo aplauden. Cuando a la semana siguiente del reconocimiento abre uno de los periódicos que circulan en Bogotá, encuentra que su texto ha sido publicado. Desde ese momento comenzó a apreciar la literatura y la crítica. Su actividad continúa con precocidad. A los quince años inicia una polémica ante un tomo de poesía de otro autor, reconocido por aquel entonces, que recibe comentarios adversos y el joven Antonio Gómez Restrepo entra a defender.

Su carencia de academia no es inconveniente para que el poeta y posterior presidente, don Manuel Marroquín, director del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, lo invite a dictar una cátedra de literatura.

En 1892 viaja a Madrid como Secretario de la embajada de Colombia. Hay festividades en toda España con motivo de los cuatrocientos años del primer avistamiento y desembarco que realizara Cristóbal Colón. Conoce entre los delegados internacionales que llegan a la conmemoración, a varios escritores, entre ellos al nicaragüense Rubén Darío, al peruano Ricardo Palma, al uruguayo Juan Zorrilla de San Martín y al mexicano Vicente Riva Palacio. Le corresponde observar como el gobierno de Colombia, que representa el presidente Carlos Holguín, dona el tesoro de orfebrería prehispánica de los quimbayas a la Corona de España.

Sus relaciones diplomáticas y su trabajo de autodidacta dan resultados en su literaria. Una vez las actividades de la embajada se lo permiten, asiste a la cátedra de Edad Media, que regentaba don Marcelino Menéndez Pelayo en la Universidad Central de Madrid. El recinto no era nada espectacular, por el contrario, muy modesto y no había muchos estudiantes. Don Marcelino conocía por sus nombres a todos sus discípulos, tanto matriculados como asistentes. Entre estos últimos estaba Antonio Gómez Restrepo, que compartía bancas con el joven Ramón Menéndez Pidal que por entonces escribía una de sus primeras obras pioneras: La leyenda de los infantes de Lara. El colombiano, por su parte, ya preparaba tres libros de poemas Ecos perdidos, Sonetos y Relicario.

Regresa al país y continúa su labor de profesor y en el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se desempeña en la Subsecretaría, lo que le permite escribir las Memorias de dicha entidad (1898-1923). Han pasado los primeros quince años del siglo XX cuando tiene, a su haber, la documentación suficiente para emprender la escritura de los cuatro tomos de Historia de la literatura colombiana.





Los ojos

Ojos hay soñadres y profundos
que nos abren lejanas perspectivas;
ojos cuyas miradas pensativas
nos llevan a otros cielos y a otros mundos;

Ojos, como el pesar, meditabundos,
en cuyo fondo gris vagan esquivas
bandadas de ilusiones fugitivas, 
como en el mar, alciones errabundos. 

Ojos hay que las penas embellecen
y dan el filtro de celeste olvido
a los que al peso de su cruz fallecen; 

Ojos tan dulces como el bien que ha sido, 
y que en su etérea vaguedad, parecen
astros salvados del Edén perdido.





ESPOSA Y MADRE   

Ayer no más jugabas indiscreta
con los bellos fantasmas de la vida,
y en ilusiones mágicas mecida
ibas de flor en flor vagando inquieta.

Bella como un ensueño de poeta,
ibas de lumbre sideral vestida;
en tus ojos la dicha presentida,
la pasión de Desdémona y Julieta.

Hoy en tu fresca primavera hermosa
tienes la noble majestad de esposa
y es una cuna el norte de tu anhelo,

Y así es mayor tu gracia y donosura,
pues de una madre en la mirada pura
se transparenta el esplendor del cielo.



AQUILINO VILLEGAS HOYOS [11.866]

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AQUILINO VILLEGAS HOYOS

Manizales, COLOMBIA  1880 a 1940. Hijo de Ignacio y Ana y casado con Inés Jaramillo Montoya. Abogado, escritor, periodista, político, orador, ensayista, panfletista y poeta. Hizo parte de la manifestación cultural que se identifica con la gloria literaria del gran Caldas, es considerado el más grande de los caldenses. Estudió en el colegio Santo Tomás de Aquino de Manizales.

Participó en la guerra de los mil días y obtuvo el grado de oficial superior.

Como periodista y con su vasta cultura, fue director del diario La Patria y colaborador del Eco Republicano, La Revista, El Siglo y La Revista Colombiana. Como político, en 1903 fue Personero de su tierra natal, miembro de la Asamblea Constituyente de 1910, Senador en varios períodos,  ministro de Obras Públicas en el gobierno del General Pedro Nel Ospina, 1922; el cual marcó las pautas para el desarrollo del país a partir de un plan, bajo la dirección de sus dos ministros del ramo, Aquilino Villegas y Laureano Gómez. Militante y defensor del Partido Conservador. Como poeta, fue contertulio de la Gruta Simbólica, galardonado por versos propios y traducciones: Hombre de vasta cultura, prosista y bardo Parnasiano.  

Dentro de su obra se conoce: Creado en Roma: “Parábola de los asnos cargados de cosas preciosas” y su versión “Agonía de D’Anbunzio”.  1933: Obras Escogidas. 1934: Los libros: ¿Por qué soy conservador? Y la Moneda Ladrona; Ensayo sobre la sicología Bolivariana;  40 años de opinión; obras: póstumas: 1961: Escritos políticos; 1980: Las letras; la ciudad y los héroes. Otras obras: La Bella Durmiente; Balada de la mala reputación; Antifonario; Oración a la Catedral de Manizales; Agonía de D’Annunzio, premiada en 1904 en los juegos florales de la ciudad; Las Letras y los Hombres;  entre otras.  



BALADA DE LA MALA REPUTACIÓN  

Turba de burdos y patanes,
canalla vil de altos y bajos,
especieros ricachos, truhanes,
letrados sin letras, pingajos,
voy a hablaros sin ton ni son
y sin muchísimos afanes
de mi mala reputación.

Por Apolo y sus santos manes
juro, burgueses, estropajos,
inmundos, judíos, gañanes
periodistas que me dais tajos
rudos, vendidos arrendajos,
juro, repito, que razón
tenéis en hablar, perillanes,
de mi mala reputación.

Yo piso la tierra, rufianes,
duro y seco; no los cascajos
hieren mis plantes que titanes
graves destripan renacuajos,
por caminos y por atajos
sin ninguna mala intención.
No me guardo con talismanes
de la mala reputación.

Mi lengua azota, ganapanes,
y espolvorea los andrajos
de vuestras almas; mis desmanes
son carmines espantajos
que me quitan los calandrajos
de delante; tenéis razón
en helaros hasta los cuajos
por mi mala reputación.

Envío:
¡Príncipe! Échame diez jayanes
a las barbas, o una legión
de piojosos y hambrientos canes:
¡guay! con los fieros ademanes
de mi mala reputación.

Los estetas pelafustanes
que vais royendo los zancajos
a una plebe de almas inanes
cuyo espíritu, cual dornajos
inmundos, huele a cebo y ajos,
prestadme también atención
que allá va el hueso, horda de canes,
de mi mala reputación.

Y los que escondéis entre alanes
un alma mediocre, de bajos
sueños, alma de sacristanes;
los que apagáis entre lazajos
rojos y rezos, y cintajos
los latidos del corazón,
creed ¡oh dulces alacranes!
en mi mala reputación.

Sople, soplen los huracanes
sobre mi frente, que los gajos
de los enhiestos arrayanes
aman tan solo, y no los bajos
líquenes pisados de grajos.
Como el ápice de un peñón
que me azoten los huracanes
de mi mala reputación. 




Aquilino Villegas 

La Patria, Opinion/ César Montoya Ocampo

Sorprende este Aquilino Villegas. En el panorama de su vida se encuentra una policromía de paisajes y la temperatura de todos los climas. Fue un hombre múltiple. Es un epígono en la historia de Colombia.

Amó la tierra, la hizo producir y en sus alientos literarios la cantó con fulgor de égloga. Fue un político que sirvió con devoción a su Partido Conservador. Esgrimió la espada para defenderlo y se convirtió en poeta para exaltarlo. Fue parlamentario, ministro de Obras Públicas, soldado, estadista y escritor. Víctor Manuel Salazar en su libro "Memorias de la Guerra" le dedica un capítulo para ilustrarnos sobre su incorporación voluntaria a unos batallones conservadores en confrontación, entonces, con el Partido Liberal.

Villegas es un grecolatino, sin los demenciales excesos lúbricos de Arias Trujillo, ni la afiebrada prosa melusina de Silvio, con meticuloso talento para dosificar la frase con el adjetivo. Nada cede para defender principios y es temible cuando enarbola su espada cortante en las polémicas. Como contradictor, oficio de su agrado, fue jupiterinamente dogmático. Maneja con sabiduría los argumentos, sabe aporcarlos con retóricas afirmativas, y cada texto suyo tiene gravidez. Inalterable su independencia, solo comprometida con sus propias convicciones. Siendo Silvio Villegas director de LA PATRIA y él su más insigne colaborador, puso fin a su pluma por la inclinación del matutino a favor de Hitler y Mussolini. Aquilino no podía concebir que en la guerra que entonces en Europa se libraba, resultaran victoriosos esos conductores vesánicos. Fue un representante insigne de la sociedad civil. Amó con ternura infantil a Manizales. Enalteció sus glorias, intuyó alegóricamente su futuro, derramó su numen patético en la noche calcinante que convirtió en cenizas el armazón castellano de sus viviendas. "La Oración sobre el incendio" es un canto de cisne en un atardecer de dolor inenarrable. Debió escribir esa necropsia con las manos tiznadas, rasgadas sus vestiduras en los ajetreos heroicos contra el incendio, ensopado su cuerpo, rodando por el convexo de sus mejillas el sudor en cascada. El retablo sobre Berta Singerman, declamadora argentina, es tan perenne por su brillo, como la indagatoria de Alzate. También en ritmo lírico glorificó su catedral y el cimborio pétreo que la hizo indestructible.

Supo sacarle tiempo a sus faenas campesinas para esculpir en oro algunas de sus inspiraciones poéticas. Hizo historia su "Balada de la mala Reputación" dedicada a las 


"turbas de burdos y patanes,
canalla vil de altos y bajos,
especieros, ricachos, truhanes,
letrados sin letras, pingajos
de hombre…".


Adalberto Agudelo Duque, transcribe la acusación que le hiciera Francisco José Ocampo: "Aquilino Villegas era una veleta… trapacero, traidor, hipócrita…". (¿Cómo hace este Agudelo Duque, magnífico escritor, para manejar dos estilos antagónicos: uno en su novela "Pelota de Trapo", agradable, elemental y fácil, y distintísimo en los ensayos sobre el Grecolatinismo, Literatura Marginal y otros, de prosa catedralicia, impregnada de aclamable fortaleza intelectual?). Es posible que Aquilino, encolerizado, haya vaciado su rabia en versos vinagrosos para dar respuesta a los que lo ofendían. Son lapidarios sus denuestos:


"Y los que escondéis entre olanes
un alma mediocre, de bajos
sueños, alma de sacristanes;
los que apagáis entre lazajos
rojos, y rezos, y cintajos
los latidos del corazón,
creed ¡oh dulces alacranes!
en mi mala reputación".


Unos amamos el lirismo, el colorido del adjetivo, la borrachera musical de quienes escriben en prosas para ser bailadas, haciendo compases entre frases cortas y períodos largos, hasta obtener un ritmo danzante. Otros trabajan a cincel sobre piedra insensible, descubren expresiones de una masculinidad golpeante, embridando el desbocamiento de la imaginación.

Nos arrinconan esos nuevos héroes, rigurosos en los conceptos, con altas dosis de desparpajo iconoclasta. Cómo no reconocer que a estos príncipes hay que leerlos en lentas jornadas, para degustar su mensaje. Ahora no es Aquilino Villegas, ni Gilberto Alzate los que mandan en el escenario de las letras. Los que nos estancamos asidos a sus nombres, estamos en desuso en el mercado literario, castigador del adjetivo, enemigo de la prosa melodiosa.

Pero caprichosamente nos quedamos ahí, con esos bellos símbolos, -flautas, guitarras, acordeones y pianos llorones-, que le dieron cadencia hechizante a nuestro idioma. Además, es imposible elegir. Cuántas veces quisimos cambiar de ritmo, pero siempre retornamos a esa grata coyunda heredada. Mientras Caldas sea lo que es, es decir, eterna, siempre habrá un séquito de despabililados que preferimos el aire fresco y cambiante de Aquilino Villegas, con sabor a dulzaina y a camándula familiar.


ALONSO MEJÍA [11.867]

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ALONSO MEJÍA

Nació en Neira, Caldas, COLOMBIA. Fotógrafo, poeta y narrador. Estudió Lenguas romances en Hunter Collage, Nueva York. Fue coeditor de la revista ilustrada de poesía Realidad Aparte. Autor de los siguientes poemarios Armadura del silencio, Signos errantes, Ciclo de los insomnios, La tierra iluminada, Un rostro, un fantasma, un rostro, La arboleda deshojada y El noble cazador (cuentos). Colaborador de diversas publicaciones colombianas y extranjeras. Ha traducido a Robert Lowell, Gregory Corso, Gary Snyder, Wallace Stevens, Eugenio Andrade, Carlos Drummond de Andrade, Emily Dickinson y Derek Walcott.






Las ficciones de la realidad

Me abandono a la ductilidad
de lo irreal y a la mala memoria
de los buenos recuerdos,
con el guiño de un gesto dulcificado
por el tiempo y la imaginación.

Solo están el mar y su batalla
con los vientos. La ventana que
lo contempla no es más que una barrera
de protección, una muralla hecha añicos
para preservar la apariencia
de realidad que me rodea.








SIN TÍTULO

Allá arriba en la colina
vive un alma ensangrentada por ofensas.
¿Todos estos serán sus enemigos?
¡Pero si están por todas partes!
¿Serán tantos los que acecha y le acechan
en este juego escalofriante que es la vida?
Su destino, como el mío, es el puñal de un ciego loco
que va abriendo heridas a diestra y siniestra.
Se mueve entre ojos que remolinean,
se miran, se engañan y se entienden
como fieras encantadas por la sangre.
La vida es un eco clamoroso de la muerte:
Por eso no ha podido ser mortal ni inmortal.
Sólo cuenta con la seguridad
de la mariposa alfilerada contra el muro.

Héroes mudos o bulliciosos se parten en pedazos,
caen,
y se enjugan el sudor, arrogantes o humillados.
Continúa la batalla
de los desperdigados de la Historia.







EQUILIBRIO

Ni me agobian ni me acechan
los esplendores y la ironías
de la realidad, o de las cosas
fertilizadas por la realidad.

El equilibrio es absoluto y encanta:
mientras persigo el vacío
con serena ansiedad
solo un relámpago basta
para iluminar el mundo.







SILENCIO

Me quedo con el silencio
el vibrante y sonoro
silencio de voces lejanas
perturbador y provocativo
que nos acecha y nos llama
y le devuelve a los dioses
estos páramos inhóspitos
estas ciudades que caminan
felices entre muertos donde
un árbol al tocarlo estalla
y el aire vive lleno de
ruidos e improperios. 







CABALLO

En un espacio que colmó la noche
apareció como si fuera todo
lo que el mundo tenía que ofrecer.
En su pecho llameante
prisionero del éxtasis
donde todo es posible
la manifestación fortuita
y diría que gratuita del placer
de la llanura. Nada previsto
todo se ha modificado.
Y aunque la conmoción es espontánea
los puntos de apoyo son seguros
y ahora la mirada retrocede
al espeso paisaje sombrío
donde la superficie
que lo contiene a medias
se desvanece en la penumbra.
La disolución ya se intuía.
La realidad quiso paralizarse
mientras más acá en el tiempo
impreciso de las sombras
escapaba galopante
el caballo de mi sueño.





Los siguientes poemas son de su libro "Armadura del silencio".
Ediciones Moria, Nueva York, 1990, 164 pp.



matanzas

Me busca la mirada furiosa
no me encuentra,
e persigue el rayo inapelable 
no me alcanza;
envuelto en telarañas de miedo 
viajo armado y me desgajo,
viajo inerme y me sostengo.
Un cúmulo de besos en el cuello
una puesta del sol frente a los ojos 
son las señales que buscamos todos, 
el abrigo de la especie ante las fieras.

Máscaras que disuaden,
que se niegan a sí mismas, 
máscaras que nacen, y se rompen
al tratar de revelar otras máscaras más duras, 
son las armas que a todos nos protegen,
armas mudas como los cuerpos de los muertos. 
Pero todos buscamos descender y remontarnos 
plenos, de fuego permeados, hogueras
encendidas en la hondura de los otros,
núcleo elusivo rodeado de máscaras.







El cóndor en su vuelo imperturbable 
es despedazado por la hélice
saIpicando y manchando las nubes con su sangre; 
canción -cuchillo; lamento- accidente.
esplendor sin testigo despierta la compasión, 
igual que la muerte en soledad.

El cóndor destrozado entra en mis planes, 
lo puedes declarar al mundo sin temores 
que el mundo recibirá tu clamor
como el agua que acaricia la piedra 
que al caer la estalla.

Cuando escribo el mundo se torna 
en un vendaval herido por un dardo
y las distancias se consumen a un guiño de mis ojos, 
porque la voz reforma la sustancia.








Vivo ahí donde está esa mitad de puente viejo: 
un rayo horizontal venido de otras tierras
partió el puente y partió mi casa en dos y me dejó 
vagando en plena claridad, y sin sofá
ni alfombra, ni recuerdos de infancia. 
Pero la acritud de las ciudades
y las ruinas de la vida
las alejo en mis vuelos nocturnos: 
el paisaje lo Ilevamos en los ojos 
y el asombro en el alma.

Los tambores maravillosos que anuncian 
todos estos manotazos arteros y secretos 
intentan un cambio súbito del ritmo 
arrastrándole Ios pies a la danza, 
haciéndonos oír el infinito,
y a nuestra espalda florece una paloma:
es la gran actividad de los desiertos que no vemos. 
El banquete del gran festín consiste
en medio puente viejo y media casa,
y si no hay recuerdos quedan los tambores.





CORNELIO HISPANO [11.868]

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Cornelio Hispano

(Ismael López; Buga, 1880 - 1962) Poeta colombiano. A los veinte años se dio a conocer por medio de sus colaboraciones aparecidas en la prensa de Bogotá, que le granjearon un relativo prestigio literario. A comienzos de la segunda década del siglo XX tuvo ocasión de viajar a Europa y establecerse durante algún tiempo en París, donde entró en contacto con algunos círculos culturales franceses y consiguió publicar el célebre diario del general francés Louis P. de la Croix, Diario de Bucaramanga o vida íntima del Libertador San Martín (1912). Sus primeras entregas líricas habían visto la luz bajo los títulos de El Jardín de las Hespérides (1910) y Leyenda de oro (1911). Posteriormente, publicó otros títulos como San Jerónimo (1912) y Elegías caucanas (1912), en que recuperaba los modelos formales clásicos de la antigua tradición poética española. En prosa puso de manifiesto su gusto por la recreación de episodios históricos notables. Entre ellos, cabe destacar los titulados Colombia en la Guerra de la Independencia (1913), La cuestión venezolana (1914) y El libro de oro de Bolívar (1925).








LA CASA NATAL

En Buga, cerca al río, cuyas brisas
Serenas deshojaban los rosales
En tibias noches de infantiles risas,
Mi casa está bajo árboles frutales.

Cuán viva la recuerdo! El patio, el huerto,
La palmera más alta del poblado;
Todo ahora estará ya mustio o muerto:
El mamey, los madroños, el granado;

La toma que bajaba de El Molino,
Entre habas, tamarindos y ciruelos,
y a nuestra huerta entraba en cristalino
Arroyo, bifurcado en arroyuelos,

Que regaban la roza y hortalizas,
raudos, al correr bajo los limos
E higueras, aporcadas con cenizas,
Mecían, retozantes, los racimos.

Las tapias del jardín, tapias de piedra
Que daban a la calle, florecidas
De bellísimas antes, hoy de hiedra
Cubiertas estarán y derruidas;

Triste el zaguán, donde ágiles corvetas
Hacía, al ensillarlo, el castañito,
En días de paseo a Zabaletas,
Sonso, Las Playas, Guacarí, El Cerrito.

Y tú, frondoso cidro, cuyas ramas
De todo el pueblo oyeron las lisonjas:
Di, la casa natal hoy embalzamas?
Aún bañas en las aguas las toronjas?

Por recoger las frutas que caían,
Yo madrugaba, a veces, con la aurora,
Un coco, un mango, un caimo, siempre hacían
Ladrar el perro fiel de Ña Isidora.

En otro predio rústico, vecino,
Mataban los domingos un carnero
Cebón, o chamuscaban un cochino,
Y de chuparse el dedo era el puchero;

Empanadas, los sábados, y raros
Jueves, con mucho aliño de las óras;
Cómo me saboreo al recordaros
Tamales, sin rival, de las Riveras!

Ña Pax, prima Prudencia, mi tía Anita,
Nombres que merecieron tántas loas
Del vencindario, humilde capillita
Do invitaban a orar las Figueroas.

Isabel, Margarita, Flora, Elisa,
A todas las recuerda mi cariño,
Con su risueño delantal de frisa,
Y sus faldas de olán y su corpiño.

Nombres de la niñez que no ha podido
Borrar la ausencia, el tiempo, la distancia;
Nombres que siempre tornan del olvido
Con su viejo candor y su fragancia!

Por eso, mientras viva, dulce casa
Que los guardas, a ti irá mi reclamo;
Tu vejez, y hasta el liquen que te arrasa,
Sólo un amo tendrán: tu antiguo amo!

Y cuando ya no exista, tu ruina
Al pasante dirá, con voz secreta:
En otro tiempo aquí se alzó, vecina
De este río, la casa de un poeta.

París, 1912





EL SOL DE LOS VENADOS

Reposa el monte y la campiña, y corre
El río, bajo el puente, balbuciendo;
Tiñe de rosa el sol lejana torre,
y por el campo el buey pasa mugiendo.

Tardos y silenciosos campesinos
Descienden de la sierra, duerme el viento,
y los añosos bosques vespertinos
Parecen exhalar como un lamento.

Las muchachas del pueblo que en la fuente
Hunden sus rojos cántaros, medrosas.
Miran, bajo los árboles del puente,
Temblar la onda en floración de rosas.

Suena en el aire místico tañido ....
Y el poeta, en la playa solitaria,
De cara al sol, escucha enternecido,
Como un sueño de amor, esta plegaria.

Es la hora en que dejan la espesura
Y vienen a pacer a los collados,
Y a triscar, como en tibia onda pura,
En el sol de la tarde, los venados.





El Atleta

Yo vi con estos ojos mis cabellos
Manos patricias coronar de rosas
Y los labios suavisimos en ellos
Posar, bajo los porticos, las diosas
¡cuando, el vivo sola a los destellos,
hacia Delfos tornaban victoriosas
albas cuadritas de enarcados cuellos,
como las de Aurora, esplendorosas!
Yo vi caer en la sangrienta arena
Tras el combate al contenedor vencido,
Dispersa y polvorosa la melena!
¡Más hoy que siento el corazón cobarde,
que marchite mis sienes el Olvido
antes que las tristezas de la tarde!



                                                



ÁNGELUS 

Ángelus, hora dulce que despierta 
Los profundos pesares del amante, 
Cuando en playas exóticas, errante, 
Piensa en su idolatrada virgen muerta. 

Hora en que al triste hogar la vista incierta 
Vuelve por vez postrera el navegante, 
El día que, al partirse sollozaste,
Le dijeron adiós desde la puerta. 

Hora mística: el tardo peregrino 
Se siente herir de amor si oye a lo lejos 
La campana que llora el muerto día. 

Mientras, hacia el poniente purpurino, 
Vuela, tras de los últimos reflejos, 
El alma de la gris melancolía.







ISMAEL ENRIQUE ARCINIEGAS [11.869]

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Ismael Enrique Arciniegas

Ismael Enrique Arciniegas (Curití, Santander, 2 de enero de 1865 - Bogotá, 23 de enero de 1938) poeta colombiano cuyo estilo se encuentra en la transición del romanticismo al modernismo. Está considerado como el precursor del florecimiento intelectual santandereano.

En su juventud Arciniegas inició, sin terminarlos, estudios de Humanidades en Duitama y de Jurisprudencia en la Universidad Católica en Bogotá. Creyendo que su vocación sería la del sacerdocio, ingresó en el Seminario Conciliar de Bogotá, que también abandonó; pero allí fue alumno de José Joaquín Ortiz, escritor, quien tuvo una gran influencia en su carrera literaria.

En Bucaramanga comenzó a ejercer el periodismo, profesión que mantuvo el resto de su vida. En 1887 fundó El Impulso; posteriormente dirigió La República y El Eco de Santander. Desde este último periódico se posicionó políticamente al defender la candidatura de Miguel Antonio Caro, contra el general Marceliano Vélez. Participó en la guerra civil de 1895, donde alcanzó el grado de coronel. Acabada la guerra, inició la carrera diplomática, siendo destinado a Caracas. Llegó a ser ministro plenipotenciario en Chile (1903) y en Ecuador (1930); Siendo también Ministro Plenipotenciario en París (1918 y 1926) y Panamá (1936). Asi mismo ocupo la cartera de correos y telegrafos en la administración de Miguel Abadia Mendez.

Arciniegas contrajo matrimonio con Victoria Schlessinger Cordovez, con quien tuvo dos hijos, Roberto y Beatriz.

En 1904, Arciniegas adquirió el periódico El Nuevo Tiempo, donde desarrolló una labor periodística muy importante que se extendió, a lo largo de casi tres décadas, hasta finales de 1930. El periódico, cuya ideología era conservadora, alcanzó una enorme influencia en la política.

La defensa de causa aliada en la primera guerra mundial, le valieron a Arciniegas condecoraciones, como la Legión de Honor en grado de Gran Oficial; la Orden del Imperio Británico en grado de Comandante; La Orden de la Corona de Belgica en grado de Gran Oficial.

Actividad y obra literaria

Ismael Enrique Arciniegas es especialmente reconocido por su obra poética, centrada en temas como la naturaleza y el amor. Arciniegas perteneció a la escuela romántica, con importantes influjos del modernismo, hacia el que tiende. Comenzó a escribir en el seminario y pronto se hizo famoso gracias a composiciones como En Colonia, Inmortalidad, o A solas. Entre las obras que publicó cabe mencionar Cien poesías (1911), Traducciones poéticas (1926) y Antología poética (1932). En prosa publicó Paliques.

También se destacó por su gran vocación como traductor, a la que dedicó gran parte de su actividad literaria. Cabe destacar sus versiones de los poemas Horacio y [[Hered y el Tu y Yo de Paul Gerarldi.



       A SOLAS

¿Quieres que hablemos?... Está bien... empieza: 
Habla a mi corazón como otros días... 
¡Pero no!... ¿qué dirías? 
¿Qué podrías decir a mi tristeza? 
No intentes disculparte... ¡todo es vano! 
Ya murieron las rosas en el huerto; 
el campo verde lo secó el verano, 
y mi fe en ti, como mi amor, ha muerto.

Amor arrepentido, 
ave que quieres regresar al nido 
al través de la escarcha y las neblinas; 
amor que vienes aterido y yerto, 
¡donde fuiste feliz... ya todo ha muerto! 
¡No vuelvas... Todo lo hallarás en ruinas!

¿A qué has venido? ¿Para qué volviste? 
¿Qué buscas?... ¡Nadie habrá de responderte! 
Está sola mi alma, y estoy triste, 
inmensamente triste hasta la muerte. 
Todas las ilusiones que te amaron, 
las que quisieron compartir tu suerte, 
mucho tiempo en la sombra te esperaron, 
y se fueron... ¡cansadas de no verte!

Cuando por vez primera 
en mi camino te encontré, reía 
en los campos la alegre primavera... 
toda esa luz, aromas y armonía.

Hoy... ¡todo cuán distinto! Paso a paso 
y solo voy por la desierta vía. 
—Nave sin rumbo entre revueltas olas— 
pensando en las tristezas del ocaso, 
y en las tristezas de las almas solas.

En torno la mirada no columbra 
sino aspereza y páramos sombríos; 
los nidos en la nieve están vacíos, 
y la estrella que amamos ya no alumbra 
el azul de tus sueños y los míos.

Partiste para ignota lontananza 
cuando empezaba a descender la sombra. 
...¿Recuerdas? Te imploraba mi esperanza, 
¡pero ya mi esperanza no te nombra!

¡No ha de nombrarte!...¿para qué?... Vacía 
está el ara, y la historia yace trunca. 
¡Ya para que esperar que irradie el día! 
¡Ya para que decirnos: Todavía! 
Si una voz grita en nuestras almas: ¡Nunca!

Dices que eres la misma; que en tu pecho
la dulce llama de otros tiempos arde;
que el nido del amor no esta desecho,
que para amarnos otra vez, no es tarde.

¡Te engañas!... ¡No lo creas!... Ya la duda
echó en mi corazón fuertes raíces.
Ya la fe de otros años no me escuda...
Quedó de sueños mi ilusión desnuda,
¡y no puedo creer lo que me dices!

¡No lo puedo creer!... Mi fe burlada,
mi fe en tu amor perdida,
es ansia de una nave destrozada,
¡ancla en el fondo de la mar caída!

Anhelos de un amor, castos risueños,
ya nunca volveréis... Se van... ¡Se esconden!
¿Los llamas?... ¡Es inútil!... No responden...
¡Ya los cubre el sudario de mis sueños!

Hace tiempo se fue la primavera...
¡Llegó el invierno, fúnebre y sombrío!
Ave fue nuestro amor, ave viajera,
¡y las aves se van cuando hace frío!






       ABANICOS DE MUSEO

J'aime les éventails fanés
Dont le lointain passé chagrine.

Max Waller

Bajo cristales, en vitrinas,
reposando estáis olvidados,
abanicos de sedas finas
en lejanos tiempos bordados.

Y os abrís, en un sepulcral
silencio, en fondo carmesí,
a la luz de tarde otoñal,
en el Museo de Cluny.

Y al pensar en lo que no existe,
encanto ayer y hoy desengaño,
decir parece el alma triste:
"¿Dónde están las nieves de antaño?"

¿En cuáles manos marfilinas
lucirían vuestros encajes,
en dulces citas vespertinas
bajo los trémulos boscajes?

Corte de los Luises de Francia,
reverencias ante el estrado...
¡Abanicos! ¡Sois la fragancia
Que va surgiendo del pasado!...

Fragancia que se desvanece
en ideal mundo risueño,
mientras el alma se adormece
en una bruma azul de ensueño.

Al veros, llegan a la mente
ecos de fiestas cortesanas,
cuando os plegábais lentamente
como al compas de las pavanas.

"¡Delfin! ¡Callad, os lo suplico!"
decía la rubia Marquesa,
y en tanto, tras el abanico,
reía una boca de fresa.

Restos de antigua aristocracia
que llevó del tiempo el turbión.
¡Cómo os abriríais con gracia
en los jardines del Trianón!

¡Y qué encantadores secretos
guardareis de épocas remotas,
cuando en Versalles, los minuetos
alternaban con las gaviotas!

Abanicos de sedas finas
que durmiendo estáis olvidados,
desde el fondo de las vitrinas
¡cómo evocáis tiempos pasados!






     ANHELO DE POETA

Quiero el poeta ser de almas heridas
que la piedad de la palabra imploran,
de tantas tristes, solitarias vidas,
de corazones que en silencio lloran.

Quiero dar ritmo a lo indeciso y vago,
que es cual bruma y recóndita belleza,
y ser voz del que sueña junto a un lago
sin que dar pueda voz a su tristeza.

Quiero en cadencias expresar lo ignoto
y en el azul dar alas a lo inerme,
juntar en ritmos un ensueño roto,
y canto ser de lo que oculto duerme.

Y quiero compartir el sufrimiento
de otros; y ser su confidente ansío...
¡Y dar no puedo vida a lo que siento,
ni forma puedo dar a lo que es mío!







  CÓDICE ANTIGUO

En Cluny, Siglo XV. Bajo álamos de plata
sus aguas el Saona, rumoroso dilata
por el lento deshielo. La mole ennegrecida
de piedra, corta el llanto que despierta a la vida.

En el parque, vagando, y humilde la mirada,
las manos sobre el pecho y en la oración callada,
pasan monjes, tendida hacia atrás la cogulla
y como una armonía celeste al campo arrulla.

Cielo tranquilo y diáfano. La quietud del convento
a la plegaria incita y a hondo recogimiento.
Las ventajas abiertas dan al jardin. Las rosas
sonríen bajo errante vuelo de mariposas;
y en las frondas, de nidos y de aves la algazara
es saludo a la aurora, que surge azul y clara.

En la amplia biblioteca, monje benedictino
tiene abierto en la mesa borroso pergamino,
donde paciente artista de tiempo muy lejano,
al principiar capítulos, pintó con hábil mano,
en grandes iniciales y con vivos colores,
dragones, ninfas, grifos y ultraterrenas flores...

Con sus rubios cabellos sobre la frente vasta,
su palidez y el brillo de su pupila casta,
y con su hábito blanco, parece el monje, efebo,
del jardín ante el tibio primaveral renuevo
Copia un códice antiguo; "Dafnis y Cloe". Aromas
de los rosales suben y arrullos de palomas.
Absorto escribe:
y Cloe se yergue ante sus ojos,
y de la vida en el áurea puerta
con sus promesas el amor.

De la luna la luz de plata
brillaban en el barrio desierto,
y una canción de serenata
subía al balcón entreabierto.

Pendiente la escala de seda
de los barrotes del balcón...
del pasado ya sólo queda
un rescoldo en el corazón.

Paseos bajo la luz de luna
por alamedas de rosales;
dos bocas que el amor aúna
en claras noches estivales...

Entonces... cantos, alegría,
juramentos de eterna fe;
y ahora, gris melancolía
del dichoso tiempo que fue.






  DELIRIUM TREMENS

Llegaron mis amigos de colegio 
Y absortos vieron mi cadáver frío; 
«¡Pobre!» exclamaron, y salieron todos... 
Ninguno de ellos un adiós me dijo.

Todos me abandonaron. En silencio 
Fui conducido al último recinto; 
Ninguno dio un suspiro al que partía, 
Ninguno al cementerio fue conmigo.

¡Cerró el sepulturero mi sepulcro... 
Me quejé, tuve miedo y sentí frío, 
Y gritar quise en mi cruel angustia, 
Pero en los labios espiró mi grito!

El aire me faltaba, y luché en vano 
Por destrozar mi féretro sombrío. 
Y en tanto.., los gusanos devoraban, 
Cual suntuoso festín, mis miembros rígidos.

¡Oh mi amor! dije al fin, ¿y me abandonas? 
Pero al llegar su voz a mis oídos 
Sentí latir el corazón de nuevo, 
Y volví al triste mundo de los vivos.

Me alcé y abrí los ojos. ¡Cómo hervían 
Las copas de licor sobre los libros! 
El cuarto daba vueltas, y dichosos 
Bebían y cantaban mis amigos.






   EL ALMA MUERTA

Oh la paz y el silencio de los tiempos feudales,
cuando fuí solitario monje benedictino;
cuando el amor de mis noches fue el Cordero divino,
y pintaba mayúsculas en los grandes misales!

De mi carne el cilicio fueron verdes rosales,
y mi solo regalo fue la hostia y el vino,
y de abrojos punzantes ericé mi camino,
do vagaron un tiempo los Pecados mortales.

Pero fueron ayunos y oraciones en vano ...
Siempre rojas mayúsculas dibujaba mi mano,
siempre en rojas mayúsculas se extasiaban mis ojos.

De Satán fue mi alma, de Satán fue mi anhelo ...
Pues cerró con tinieblas mi camino hacia el cielo
el recuerdo implacable de unos labios muy rojos.





   EL CAMPO DE BATALLA

¡Fue el combate espantoso, fue sangriento!
Hizo estragos la muerte, cual desgaja
Los árboles, y tala, cuando baja
Rugiendo el huracán del firmamento.

Hoy aquí sólo se oye el grato acento
Del labriego que el suelo en surcos raja,
Y el ruido de la mies, que cual mortaja
Los huesos cubre y se columpia al viento.

Donde antes la metralla asordadora
Nobles vidas segó, con su hoz el fuerte
Labrador siega mies contento ahora.

¡Llanura un tiempo en sangre humedecida,
Monumento de honor, campo de muerte:
Signe brotando de tu seno, vida!






   EL REGRESO

Volví después de muchos años. Todo
lo mismo. El puente de madera. El río
lento, entre guaduas y negruzco lodo;
y de teja y de paja el caserío.

La calle principal, con su empedrado
roto a trechos. Asómanse curiosos...
niños que van corriendo por el prado,
y en la plaza, naranjos rumorosos.

Y su casita, como entonces. Flores
en la ventana, adonde fui temblando
en años idos con canción de amores...
de esa ventana me alejé llorando.

¿Casada? ¿Muerta? No lo sé. La vida
desgarró mi ilusión, ensueño de oro.
¡Amor y versos de mi edad florida!...
...Y nuevamente en las tinieblas lloro.





    EN EL SILENCIO

Cortina de los pilares 
es la enredadera verde. 
¡Cuál se amontonan pesares 
cuando la ilusión se pierde!

¿Ya olvidaste la canción 
que decía penas hondas? 
De un violín el grato son 
se oía bajo las frondas.

Suspendida del alar 
lucía mata de flores. 
¿Ya olvidaste aquel cantar, 
cantar de viejos amores?

De noche en el corredor 
te hablaba siempre en voz baja. 
¡Cómo murió nuestro amor! 
¡Qué triste la noche baja!

Por el patio van las hojas... 
en sombras está el salón... 
¡Qué tristes son las congojas 
de un herido corazón!





     EN MARCHA

Al distinguido poeta mejicano Justo Sierra.

Al porvenir con paso giganteo 
Avanza ¡oh Juventud! ¡Sonó la hora! 
Potente, de la sombra enervadora, 
El pensamiento se alza como Anteo.

Los dioses ya se van, y erguirse veo 
La Ciencia en sus altares vencedora. 
¡Ya irradia en las tinieblas luz de aurora! 
¡Ya rompe sus cadenas Prometeo!

La augusta voz de redención se escucha, 
Y la Razón alumbra el limbo oscuro 
En donde esclava la conciencia lucha.

¡Adelante! El combate ha comenzado: 
¡Entonemos el himno del Futuro 
De pie sobre las ruinas del pasado!

Octubre, 1885.




FRANCISCO JOSÉ FÁLQUEZ AMPUERO [11.873]

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FRANCISCO JOSÉ FÁLQUEZ AMPUERO

Poeta y escritor guayaquileño nacido el 17 de abril de 1877, hijo del Sr. Francisco Falquez Velásquez y de la Sra. Rosamira Ampuero Lara.
Todos sus estudios los realizó en su ciudad natal: La primaria en la escuela de la Sociedad Filantrópica del Guayas, la secundaria en el Colegio San Vicente del Guayas, donde en 1895 se graduó de Bachiller; y finalmente ingresó a la Universidad de Guayaquil, donde en 1903 obtuvo el título de Doctor en Jurisprudencia.
Desde temprana edad empezó a expresar sus primeras manifestaciones literarias, fue así como, en 1894, junto a varios compañeros de aula fundó la «Sociedad Amante de la Ciencia», que empezó a editar un pequeño semanario titulado «El Pensamiento», que sólo pudo ser publicado hasta su cuarto número debido a la situación política que agitaba en esa época a todo el país, cuando a raíz del escándalo de la «Venta de la Bandera», todos los partidos políticos se dedicaron a combatir al gobierno del Dr. Luis Cordero.
Su rica y extensa producción literaria abarca el relato, el verso y el periodismo, y publicó varias obras entre las que se destacan el monólogo para teatro, en verso «Sola»; y el esbozo de comedia «Amor y Sacrificio», publicados en 1904; «Lujos de Pobres» (1908), y «Los Humildes» (1909). Posteriormente publicó su primer poemario al que tituló «Rondeles Indígenas y Mármoles Lavados» (1913), al que siguieron obras como «Sintiendo la Batalla», «Otoñada» y «Poema de la Sangre»; pero no fue sino hasta la aparición de «Gobelinos» (1919), que a juicio de muchos podría ser su mejor obra, que logró el aplauso de los críticos y literatos de la época.
Refiriéndose a él, el Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río, uno de los más puros y clásicos oradores de la lengua castellana en el Ecuador, dijo: «....tiene usted la rotundidad en el concepto, pulcritud en la expresión, agilidad en la forma, armonía en la rima....».
Con motivo de celebrarse el primer centenario de la Revolución del 9 de Octubre de 1820 escribió su «Himno Gigante», que fue recibido con el aplauso de los círculos literarios no sólo de Guayaquil, sino de todo el Ecuador.
Dos años más tarde participó en los movimientos que culminaron con la sangrienta Revolución del 15 de Noviembre de 1922, motivo por el cual el gobierno del Dr. José Luis Tamayo ordenó su destierro a Lima (Perú), donde permaneció hasta 1923 en que pudo volver a Guayaquil. Intervino entonces en la Fiesta de la Lira de Cuenca, donde obtuvo la «Violeta de Oro».
Posteriormente y continuando con su exquisita producción poética, publicó «Telas Aureas», «Hojas de Acanto» y «Cajas de Cromos».
El 20 de julio de 1930, un Comité Especial organizado por el diario La Prensa, y presidido por don Luis Vernaza, le tributó un solemne y merecido homenaje, y en brillante y apoteósico acto que tuvo lugar en el antiguo teatro Olmedo de Guayaquil, la Srta. Mercedes Wagner, Reina de los Universitarios, colocó en las sienes del «Altísimo Poeta» una «Corona de Laureles de Oro».
Brilló no sólo en el campo de las letras, pues también lo hizo sirviendo a la patria desde diferentes cargos públicos: Fue Gobernador de la provincia de León (hoy Cotopaxi); Subsecretario de Relaciones Exteriores, en 1908, y Cónsul del Ecuador en Amberes, Bélgica, en 1909, durante el segundo gobierno del Gral. Eloy Alfaro; Secretario del Tribunal de Cuentas, en 1925; Miembro de Número del Centro de Estudios Literarios de la Universidad de Guayaquil, en 1935; Ministro Fiscal de la Corte Superior de Justicia de Guayaquil, en 1944; etc.
Murió en Guayaquil, a los 70 años de edad, el 23 de marzo de 1947.






EL BUZO

Del costado en vaivén de la piragua, 
en un claro remanso ribereño,
baja el buzo. Su prócero diseño 
copia en su lomo vacilante el agua.

Relumbra el cielo como ardiente fragua; 
filtran los chorros áureos el risueño 
cristal dormido... Más allá, el desgreño 
de su rompiente ostenta una cancagua.

Abierto del flujo de las ondas
sobre lecho de arena y algas blondas 
yace el cable de voces inauditas.

Mudas están pero el obrero fuerte
se hunde sin miedo en el abismo inerte 
y desata las lenguas infinitas...






VENUS NEGRA

Alta y fornida, cual gallarda encina, 
de ébano tiene el resplandor tu seno; 
eres un vaso de febril veneno
con sabores de miel luciferina.

Tu mirada picante es de felina, 
hembra de lomo mórbido y relleno; 
tu rojo labio, en el festín obsceno, 
lanza su muelle copia libertina.

Como el manto cobrizo de una hoguera, 
envuelve tu ampulosa cabellera
las desnudeces de tu carne ardiente;

y en el dogal de tu insaciable abrazo 
se mezclan las crueldades del zarpazo 
al lánguido ondular de la serpiente.







D'APRES NATURE

A los vastos incendios de colores 
de una tarde de julio bochornosa, 
llegué a la granja donde se alza hermosa 
la casa que ocuparon mis mayores.

Me ofrecieron los bardos ruiseñores 
sus endechas, la fuente rumorosa, 
espejo de la ninfa pudorosa, 
cantaba a los favonios sus amores.

Mi noble overo, en sobresalto, para 
junto a un cactus gigante, en cuya vara 
Pitón sus bodas trágicas consuma.

La cópula potente el árbol mueve 
y vuela el aire por el aire leve,
en un temblor de sonrosada bruma. 






EL AGUA

Bajo el palío de estrellas luminosas, 
cual radiante y sonora pedrería, 
cantan y ondulan, ebrias de alegría, 
las gotas en miriadas fabulosas.

Pero si enormes fuerzas misteriosas 
las combaten, aumentan su energía; 
y el mar se torna fúlgida armería 
donde se templan láminas vistosas.

"Alto bien es el agua", (*) cuando el cielo 
la vierte de sus ánforas al suelo
y flores gayas renacer permite;

y es alegre, si en juego de colores
la vomitan, cual grandes surtidores, 
los iracundos potros de Anfitrite.

(*) Píndaro.






SANGRE Y ARENA 

A DON ISAAC J. BARRERA

El pueblo acude a la función de gala, 
cual la plebe de Roma al Coliseo. 
Hay de telas suntuoso cabrilleo,
mil abanicos en batir de ala.

El sol, en chorros de color, resbala 
sobre capas y mantos en coleo;
las manolas de rítmico ceceo 
destellan como luces de bengala.

Por los palcos, en ánforas de arcilla, 
ofrece la ojinegra gitanilla
sus refrescos que aceptan las huríes.

En la arena, do expira un bravo toro, 
enjuga el diestro, de chaqueta de oro, 
su estoque tinto en gotas carmesíes.






ENSEÑA ROJA
(CANCIÓN ANARQUISTA) 
...........................

Vivid tranquilos, seres macilentos. . . . 
de hirsuta barba y diestra vengadora, 
que han de cesar los bárbaros tormentos
y están muy cerca las amables horas...

Pálida raza que el dolor asedia
hasta en la huesa que respeto infunde, 
estamos al final de la tragedia
y tu hoja invicta en los malvados hunde!

El trono que miramos tan erguido
en vano lucha por vivir con gloria: 
es un mueble de lujo, carcomido,
en el salón de fiesta de la Historia, etc.

(De Rondelas indígenas y mármoles lavados)







RAFAEL PINO Y ROCA [11.874]

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RAFAEL PINO Y ROCA

POETA.- Nació en Guayaquil, ECUADOR el 24 de Octubre de 1.878 y fueron sus padres legítimos Demetrio Pino Reinel (1.835-1.899) Natural de Barbacoas, Colombia, establecido en 1.864 en Guayaquil, el 67 accionista del tercer vapor Guayas y de la Compañía Nacional de Vapores del Guayas con Elisha Lee y N. Bragdon, pero en Agosto del 70 vendió sus acciones en el Guayas. Casado el 72 con Rafaela Roca Molestina emprendió nuevos negocios y falleció de fiebres en la casa heredada a sus suegros en Industrias (Eloy Alfaro) y Maldonado, él 5 de Junio de 1.899. (1)

El cuarto de una larga familia de ocho hijos, entró a la escuela de Tomás Martínez y en 1.891 fue enviado con su hermano José Gabriel a terminar su bachillerato en la Koniglisne Schuley en el Colegio Wanschaften, Hamburgo. De regreso en 1.897, hablando alemán, francés e inglés, vivió por corto tiempo en las haciendas de su madre cerca de Balao, se hostigó y abandonó esas tareas para las que no estaba dotado.

Entre 1.899 y 1.904 vivió la bohemia literaria de Guayaquil y trabajó en la oficina de exportación de productos de su padre en el Malecón de la ría.


(1) Rafaela Roca Molestina era dueña por herencia de sus padres de la amplia casa ubicada en la calle Industria que por atrás llegaba hasta el río, donde vivió rodeada de múltiples comodidades y sirvientes. Un día su hijo Agustín Pino Roca pidió a una de las empleadas domésticas le trajera un fósforo y ella le respondió "Señor, ya le mando a la de los fósforos." También era dueña de las haciendas "Esmeraldas" en Balao y "Cauchiche" en la Isla Puná.

El 20 de Octubre casó con Victoria Yerovi Matheus y tuvieron extensa familia. Bromista y hasta sarcástico, habiéndose burlado a su venida a Guayaquil de los poetas modernistas criollos, terminó versificando como ellos.

En 1.905 apareció en la revista "Patria" su poema "Voluble” que dice así //La tarde, esa aldeana rendida, ojerosa/ bosteza y sacude sus miembros de grana. / Se acerca la noche, bohemia luctuosa/ y junta a los pómulos tibios de rosa/ de la joven virgen, su boca gitana... Ese año fue Primer Ayudante de la Oficina de Comprobación Municipal. En 1.906 sacó "Concursos Decadente / Flautistas epilépticos/ abonos de fastidio/ fatigadas esfinges del desierto/ que amáis los jeroglíficos/ bebed en las cisternas/ del turbio escepticismo/ las tenebrosas aguas estancadas/ que respiran hastío... También cultivaba las artes, especialmente pintaba a la acuarela, la plumilla, el óleo y el pastel y hacía repujado sobre cuero. Su cultura tenía la finura de Europa y en su pensamiento predominaba una admiración a todo lo alemán.

Ese año ascendió a Intenventor de la Tesorería de Hacienda. El 8 fue Capitán del Puerto de Guayaquil con S/.300 mensuales de sueldo y allí se desempeñó hasta 1.911; pues, por su práctica en las embarcaciones de su padre, que hacían el recorrido por el Guayas, tenía marcadas aficiones marinas.

En 1.910 polemizó con los jóvenes poetas modernitas capitalinos. Entre 1912 y el 16 fue Ministro del Tribunal de Cuentas. En Agosto del 15 había estrenado en el Teatro Olmedo "La Pólvora" escrita en 90 pags. el año anterior a medias con su amigo César Borja Cordero y calificada de fotografía en miniatura de la sociedad en general.

Entre 1.916 y el 20 ocupó el Ministerio de Guerra, Marina y Aviación durante la presidencia del Dr. Alfredo Baquerizo Moreno viviendo en Quito con sus familiares. En esa cartera planificó la primera Escuela de Aviación y solicitó a Francia los primeros aviones e instructores para la organización de esa novedosa rama militar.

En 1.924 fue nuevamente Capitán del Puerto de Guayaquil y con el rango de Consejero del Ecuador asistió a los actos y festejos celebrados en Lima con motivo del Centenario de la batalla de Ayacucho inspirándose en los hechos de la gloriosa gesta bolivariana. Por eso en 1.926 escribió el libreto de su drama para el cine mudo “Bolívar o la libertad de un Continente" que mereció el respaldo unánime y por escrito de los presidentes Juan Vicente Gómez de Venezuela, Abadíe Méndez de Colombia, Isidro Ayora del Ecuador, Augusto B. Leguía del Perú, Siles de Bolivia y Chiari de Panamá, así como también de las respectivas Academias de la Historia y Sociedades Bolivarianas.

El 27 el historiador Vicente Lecuna le escribió "el conocimiento que tiene Ud. de la historia y de las regiones de la Gran Colombia le dan ventaja que no es fácil que reúna una sola persona. No dudo que Ud., hará una obra de propaganda muy útil..." El dictador español General Primo de Rivera le dio su aceptación, pero el derrocamiento de Leguía en 1.931 y el fallecimiento de Gómez el 35, principales auspiciadores financieros, frustraron sus gestiones para la contratación de un film de largo metraje en los Estados Unidos.

Mientras tanto había ocupado en 1.929 la oficina de Anotación de Hipotecas y entre el 29 y el 33 la Proveeduría de las Obras de Saneamiento de Guayaquil. Entre 1.931 y el 33 viajó a Europa con los suyos en calidad de Cónsul General del Ecuador en Bremen. El 34 actuó con igual dignidad en Praga y en dicha ciudad escribió "Canto a la Raza" poema del largo alcance, lo mejor logrado de su producción. Entre el 35 y el 37 pasó de Encargado de Negocios a Berlín donde tuvo la oportunidad de tratar en varias ocasiones al Canciller Adolfo Hitler. Allí tradujo al alemán su libreto sobre Bolívar, transformándolo enteramente con diálogos y parlamentos, para ser llevado al cine parlante.

La productora cinematográfica U.S.A. se interesó vivamente en el proyecto pero el regreso de Pino Roca al Ecuador demoró la firma del contrato, que recién legó a perfeccionarse dos años después en Julio del 39 Por dicho documento su autor debía reunirse en Octubre con el personal alemán que filmaría los exteriores (fondos escénicos de los principales lugares históricos) en toda Sudamérica. El estallido de la II Guerra Mundial el lo de Septiembre terminó con tan brillantes esperanzas, perdiéndose en el tráfago resultante, el nuevo libreto.

Educado en Alemama, admiraba la cultura gennana sin que eso significara que compartía las ideas nazis; pues, como hombre de letras, jamás estuvo de acuerdo con la violencia de dicho régimen.

Desde su regreso el 37 ocupaba el cargo de Proveedor de la Junta de Beneficencia Municipal de Guayaquil y allí se mantuvo hasta solicitar la jubilación por años de servicio a la Caja Nacional de Pensiones en Diciembre del 42.

En 1.939 sufrió el incendio del departamento que ocupaba en las Peñas. En la década de los 50, ya viudo, vivió en casa de su hermana política Elena Yerovi de Arroyo del Río y motivado por su sobrino Clemente Pino Ycaza compuso un drama histórico, en tres actos y en verso titulado "El Virrey Penitente", sobre la vida de José Solís Folch de Cardona, Virrey de Nueva Granada, que entró a un convento franciscano a profesar con el nombre de Fray José de Jesús María. El drama fue un anacronismo literario, para esa época no se acostumbraba hacer teatro en verso. (2) Existe un volumen de su poesía modernista titulado "Prosaicos" aparecido después de su muerte y un "Estudio de la genealogía de mis antepasados" respaldado por extensa documentación en cinco tomitos, que no he logrado ver. Falleció en Guayaquil en 1.963 a los 85 años de edad.

(2) Alberto Miramón publicó en 1.944 en Bogotá un artículo para prensa titulado "El Secreto del Virrey Fraile", dando una errónea interpretación a una carta del susodicho Virrey Solís, entrado a un convento en 1.763, dirigida a su compadre espiritual el Dr. Femando Bustillo Varas, ascendiente de los Pino de Colombia. Miramón daba a entender que entre el Virrey y la comadre había existido otro tipo de relación fruto de la cual era una niña, lo que no es cierto como quedó demostrado en múltiples artículos.





Himno al pedo español

Entra gallardo, en la arena,
con su sangre de torero,
el pedo más altanero
de la gástrica verbena…

Viene vestido de luces,
con meneos deslumbrantes,
desafiando a los obuses
y a los gases asfixiantes…

Es el mejor exponente
de los pedos; altanero,
fanfarrón, independiente,
orgulloso y pendenciero…

Es un pedo inteligente
que en España ha conquistado
la implantación de un pecado:
¡la ley del pedo vigente!

Pues es fama que en la historia
de la península Ibera
hasta el pedo hizo carrera
¡y dióle renombre y gloria!

Que se peyeron sus Reyes
y se peyó Carlos Quinto
y se peyeron las leyes
y se formó un laberinto…

Por eso el pedo español
en esta tierra de sol,
goyesco, chulo, quijote,
es un poema en bemol,
con prólogo y estrambote…

Y ha llegado a ser notorio
que los maestros del pedo
en España, son Quevedo,
El Cid y Don Juan Tenorio…

Y aunque parezca irrisorio
lo aseverado, ¡bien hayan!
Todos los pedos que estallan
en España, porque a fe
que cuando España se pee
todos los culos se callan.

Cuando frunce el entrecejo
un Español y condena
la nariz a ingrata pena,
recoje el labio gracejo,
inclina el cuerpo hacia un lado
y en tan gallarda postura
puja con desenvoltura,
puja como un condenado,
mientras el ano atracado
a fuer de pujos dilata
y alza, con garbo, la pata
para que escape iracundo
el cautivo del penal,
¡pienso que no hay en el mundo
un pedo más colosal!

Guayaquil, junio de 1900






En la revista Patria, de Guayaquil, en el N.º 1 del año 1905, figura una composición de Rafael Pino Roca, intitulada «Voluble», de la que reproducimos una estrofa:

La tarde, esa aldeana rendida, ojerosa
bosteza y sacude sus miembros de grana,
se acerca la noche, bohemia luctuosa,
y junta a los pómulos tibios de rosa
de la joven virgen su boca gitana.






La misma publicación vuelve a insertar otros versos de ese autor en el número dedicado al 9 de octubre de 1906:

Concurso decadente

Flautistas epilépticos,
abortos del fastidio,
fatigadas esfinges del Desierto
que amáis los jeroglíficos:
bebed en las cisternas
del turbio escepticismo
las tenebrosas aguas estancadas
que respiran hastío. 







CÉSAR BORJA LAVAYEN [11.875]

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César Borja Lavayen.jpg

César Borja Lavayen

(1851-1910)
Poeta, traductor, médico, político y profesor universitario, nacido en Quito, Ecuador,  el 6 de febrero de 1851 y fallecido en Guayaquil el 31 de enero de 1910. Fue una de las figuras más destacadas de la vida pública ecuatoriana durante las segunda mitad del siglo XIX, en la que brilló tanto por sus dotes intelectuales como por su incesante actividad política.

Hijo de don Camilo Borja Miranda y doña Maclovia Lavayen y Gorrichátegui, vino al mundo en la ciudad de Quito debido que su padre, que era militar de profesión y ostentaba entonces el grado de capitán, había sido destinado a un acuartelamiento de dicha ciudad. Pasó allí sus primeros años de vida, y al cumplir los nueve de edad se trasladó, con los suyos, a la localidad costera de Esmeraldas, en la costa pacífica, donde su progenitor fue enviado por sus superiores.

Un nuevo cambio de destino de don Camilo Borja provocó el traslado de toda su familia a Guayaquil, ciudad en la que habría de transcurrir la mayor parte de la vida del futuro escritor. Allí completó sus estudios secundarios hasta obtener, con gran brillantez, el título de Bachiller, que le facultó para trasladarse al Perú y emprender, en la prestigiosa Universidad de San Marcos (emplazada en Lima) la carrera de Medicina.

En 1877, ya con el título de doctor en Medicina como broche de su espléndida formación académica, el joven César Borja Lavayen regresó a Guayaquil para iniciar allí una fecunda trayectoria docente, en calidad de profesor titular de la Facultad de Medicina local. Su vocacional compromiso con la ciencia de Hipócrates habría de convertirle, años después, en uno de los fundadores de la Academia de Medicina del Guayas, una de las agrupaciones de facultativos más relevantes de su país.

Al tiempo que ejercía la docencia y prestaba destacados servicios a la administración sanitaria de Guayaquil, Borja Lavayen empezó a interesarse por la política, actividad en la que se implicó hasta el extremo de asistir, en calidad de diputado por la provincia del Guayas, a la Asamblea Legislativa Nacional. Miembro, en efecto, del Congreso de los Diputados desde 1885, pronto se significó por su enconada oposición al gobierno del centrista José María Plácido Caamaño -que ocupó la Presidencia constitucional de Ecuador entre 1884 y 1888, en un difícil equilibrio entre los conservadores y los progresistas-, lo que dio pie a las autoridades gubernamentales a decretar su captura y su puesta en presidio, así como su posterior destierro del país.

César Borja Lavayen permaneció refugiado en Costa Rica hasta 1888, año en el que concluyó el mandato presidencial de Caamaño y pudo regresar a su país natal. Se afincó, nuevamente, en Guayaquil -ciudad de la que ya se consideraba hijo adoptivo-, donde continuó desplegando una intensa actividad política y cultural que le llevó, entre otras muchas iniciativas, a fundar en 1893 la Gaceta Médica, cuya dirección asumió durante muchos años.

En 1895, a raíz del estallido de la Revolución Liberal, fue convocado por sus correligionarios para que se incorporara al comité encargado de dar la bienvenida en Guayaquil a los montoneros de los generales Bowen y Sáenz. Tras la batalla de Gatazo, en la que tuvo lugar el terrible choque entre el ejército revolucionario comandado por Eloy Alfaro y las fuerzas militares del "progresismo" (integradas por los conservadores y el liberalismo católico), Borja Lavayen fue acusado de haber conspirado junto a los generales que capitaneaban a los montoneros, por lo que volvió a ser desterrado de Ecuador. El escritor buscó asilo de nuevo en Costa Rica, donde a finales del siglo XIX difundió algunos poemas dictados por su inflamado ardor patriótico, como los titulados "Patria" y "Raza de víboras", en los que arremetía directamente con el gobierno de Alfaro.

A pesar de su pública disidencia con la política de los liberales -ideología de la que el propio Borja Lavayen participaba, aunque desde posturas muy críticas con el poder-, el propio presidente Alfaro reconoció su valía y le promocionó a algunos cargos políticos de gran responsabilidad (sobre todo, en su segundo mandato, que se prolongó desde 1906 hasta 1911). Así, en 1907, cuando Borja Lavayen ya se hallaba de nuevo en Ecuador tras haber pasado cinco años de destierro, le nombró Director de Estudios del Guayas.

Miembro de número de la Academia Ecuatoriana, el escritor de Quito regresó a su ciudad natal para ocupar allí el relevante cargo de Rector de la Universidad Central de Ecuador, al que había sido promovido también por deseo expreso de Eloy Alfaro, quien no tardó en nombrarle Ministro de Instrucción Pública. Posteriormente, Borja Lavayen ocupó otras carteras ministeriales en el gabinete gubernamental del Presidente Alfaro, como la de Relaciones Exteriores (1908) y la de Hacienda (1909).

Poco tiempo después, aquejado de una virulenta enfermedad, abandonó sus cargos públicos y regresó a su querida ciudad de Guayaquil, donde perdió la vida a comienzos de 1910.

Obra

En 1909, coincidiendo con su desembarco en el Ministerio de Hacienda, el autor quiteño decidió recopilar algunos de sus poemas más conocidos, que hasta entonces habían circulado impresos en periódicos y revistas de Ecuador y Costa Rica. Agrupó así, en un volumen titulado Flores tardías y joyas ajenas (Quito: Casa Editorial Proaño, Delgado y Gálvez, 1909), cuarenta y cuatro composiciones poéticas originales, y cincuenta y nueve poemas salidos de las plumas de distintos poetas franceses de la segunda mitad del XIX, a los que Borja Lavayen había leído y estudiado con fruición.

Era, en efecto, un gran conocedor de la literatura francesa contemporánea, y en especial de la poesía de los principales representantes del Simbolismo y el Parnasianismo, corrientes que quiso introducir en la literatura ecuatoriana sin que perdieran un ápice de su aroma original. Por eso incluyó en su poemario espléndidas versiones en castellano de diferentes composiciones de Leconte de Lisle, Baudelaire, Sully-Prudhomme, Verlainey José María de Herédia.

En sus primeros poemas, César Borja Lavayen milita aún en un romanticismo tardío de fuerte sesgo político e inflamado ardor patriótico, como puede apreciarse en algunas de sus composiciones no recogidas en Flores tardías... (entre ellas, las ya citadas "Patria" y "Raza de Víboras", además de "Madre" o "Cantata"), o en su célebre soneto "A Sucre": "¿Quién ha de impedir que tus reliquias guarde / el pueblo fiel que libertó tu espada, / si él las arranca de la misma nada / al tiempo ingrato, y al callar cobarde? // ¿Quién ha de impedir con temerario alarde / que las venera gratitud sagrada / aquí do en triunfo de inmortal jornada / te viera el sol que en los Pichinchas arde? // ¡Aquí, en la patria de tu fe nacida, / no muerte horrenda, bendición tuviste... / y cumbre excelsa de esplendor tu gloria! // Si en noble tierra germinó tu vida, / aquí a la vida de inmortal naciste / y esta es la Patria que te da la Historia!".

Pero, poco a poco sus versos fueron acusando la poderosa influencia de esos poetas franceses a los que leyó y tradujo con gran respeto y admiración. Y así, si bien no llegó nunca a alcanzar la sugerente capacidad evocadora de los simbolistas, sí es cierto que, en ciertas composiciones, puede considerársele como el primer cultivador de la estética parnasiana en la lírica ecuatoriana de finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria. Véanse, al respecto, las marcas inequívocas del modernismo parnasiano que destacan en esto otro soneto, radicalmente alejado de la estética romántico-patriotera del anterior: "Surca el hondo remanso la piragua, / al pie de umbroso platanal esbelto, / cuyo follaje satinado y suelto / copia en su seno tembloroso el agua. // Arden las playas, al fulgir de fragua / del Sol estivo; y, en la luz envuelto, / relumbra, en chorros, el raudal, disuelto / sobre un áspero lomo de cancagua. // Como dormidos en la siesta ardiente, / yacen los campos; y, en el haz de grana / del llano, explende el implacable Estío. // Y cruza, y riega en el cristal luciente / del Esmeraldas, su sonora gama / el mirlo negro, trovador del río" ("Pan en la siesta").

Cabe, por último, reseñar algunos estudios y ensayos de César Borja Lavayen relacionados exclusivamente con su condición de galeno, como los titulados "La fiebre amarilla: apuntes sobre la epidemia de 1880" y "Geografía médica de la fiebre amarilla en el Ecuador".

Bibliografía

ESPINEL, Ileana. "César Borja Lavayen: vigente lírico", en César Borja Lavayen (Guayaquil: Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana, s.d.).

FALCONI VILLAGÓMEZ, José Antonio. "Los parnasianos", en Poetas parnasianos y modernistas (Puebla [México]: Ed. Cajica, 1960).





César Borja era un poeta clásico en el fondo, neoclásico si preferís llamarlo, pero de factura modernista en alguna de sus composiciones y arrastrando una herencia de cantor romántico de la que no podía evadirse. Prueba de lo anterior es su Oda, «Fin de Siglo», dedicada al Mariscal de Ayacucho, y firmada a fines del siglo XIX, compuesta en sonoros endecasílabos, pero sin la entonación pindárica de Olmedo. No obstante lo cual, un crítico tan autorizado como don Remigio Crespo Toral, en su Estudio sobre Poetas Hispano-Americanos, anota: «poderoso para la evocación de la Historia, está llamado a representar en el arte nacional la nota más alta: la épica en el sentir de la palabra». Pero no perseveró en el género. Para respaldar nuestro aserto de que Borja fue el precursor de los modernistas basta citar al indiscutible crítico don Isaac J. Barrera, quien en su magnífica Historia de la Literatura Ecuatoriana, asevera lo siguiente: «la primera repercusión literaria que alejaba al escritor de la modalidad cultivada preferentemente en nuestro país, se la debe a César Borja, 1852-1910». Conviene rectificar la fecha de su nacimiento que todos sus biógrafos la fijan equivocada, siendo así que nació en 1851, dato consignado por su señora hija doña Rosa Borja de Ycaza, distinguida cultora de las Letras, y quien nos lo ha comunicado verbalmente. El escritor Barrera, inapelable crítico, añade lo que sigue: «nació en Quito, pero toda su niñez y su juventud, la educación y el ímpetu vital, recibieron la influencia del litoral, y, especialmente, de Guayaquil. Guayaquileño fue por formación y afectos». Fue, pues, guayaquileño por prescripción, según el Código Civil, como diría Juan sin Cielo.

Su predilección para traducir poetas franceses: parnasianos y simbolistas, en lugar de verter a nuestro idioma a Racine, Molière, o siquiera Hugo, el de Los Castigos, de quien tiene el élan vital, está probando el acorde de su nueva sensibilidad, mientras sus contemporáneos recordaban por sus versos a Quintana, Núñez de Arce y Bécquer.

Borja usó la turquesa clásica para vaciar sus versos. Tiene sonetos con endecasílabos perfectos, como los usados por Petrarca e introducidos por Boscán en la Península. Igual en acentuación a los atribuidos a Santa Teresa:

no me mueve mi Dios para quererte.



compuesto de versos yámbicos, o de sáficos que han menester ser acentuados en la 4.ª, 8.ª y penúltima sílabas como el tan conocido de Góngora:
  

era del año la estación florida.



Pero nunca sus endecasílabos gozaron de la licencia de los del maestro Rubén, quien en una misma estrofa, hacía combinaciones de yámbicos, dáctilos y hasta provenzales. Recordad la «Balada en honor a las musas de carne y hueso».

Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.



Usa también Borja el metro mayor en el alejandrino, que es más el de Ronsard que el del Arcipreste de Hita o el del Libro de Alejandro. Pero no el cultivado en la época medioeval, donde aparecen aconsonantados los cuartetos entre sí, sino rimando el primero con el tercero y el segundo con el cuarto, y con acentos en las sílabas sexta y decimotercia. Compuestos de dos hemistiquios perfectos, donde los heptasílabos aparecen casi separados por la pausa de cesura, al revés de los usados más tarde por Darío en su «Epístola a Lugones» y por Gabriela Mistral en «El Ruego».
Recurre al octosílabo, pero no en forma de romance, molde resucitado por los poetas modernos y que no es sino un poema de gesta; un poema de caballería en miniatura -como dice Menéndez Pelayo-, en su ilusión de acercarse los nuevos poetas al pueblo. Vana ilusión, pues asegura el crítico francés Benjamín Cremieux, que si se quiere un arte para el pueblo por fuerza tendría que ser un arte de segundo orden.
En su «Cantata», con motivo de la Exposición Nacional, introduce variedad de ritmos: endecasílabos, octosílabos, hexasílabos, heptasílabos y alejandrinos.
En su registro lírico no encontramos el eneasílabo tan preferido por los poetas modernos, a partir de los simbolistas, especialmente. No son los eneasílabos del poema de «Santa María Egipciaca», sino más bien los que recuerdan a Espronceda, Iriarte, Laverde, cuyos metros inmortalizó don Marcelino llamándoles irartino, esproncedaico y laverdaico. «La Canción de Otoño en Primavera», escrita en eneasílabos modernos por el genial nicaragüense no debió ser del gusto del espíritu conservador-literario del maestro santenderino. Como que no simpatizaba con el genio chorotega, pues al leer el «Pórtico» para el libro de Salvador Rueda, y encontrar el verso:

libre la frente que el casco rehúsa.



expresó que era el ritmo de gaita galaica, usado antiguamente:

tanto bailó con el ama del cura.



Tampoco encontramos en Borja los tercetos de arte mayor, ni mucho menos aconsonantados entre sí, a manera de los simbolistas franceses -Haracourt, por ejemplo-, ni siquiera los de arte menor, como en el poema de Darío dedicado a Goya:

Poderoso visionario
raro ingenio temerario
por ti enciendo mi incensario.



De haber escrito tercetos los hubiera hecho como los de La Divina Comedia. No nos cabe duda.
La décima la cultivó el poeta a la manera clásica. Como lo hicieran Zorrilla y Campoamor, pero lejos de imprimirle la modernidad que años más tarde le diera Herrera y Reissig.
En el libro que comentamos, después del Prólogo, figura una composición de metro alterno: versos de catorce sílabas con eneasílabos, a causa del octosílabo agudo. No nos resistimos a reproducir íntegra esa composición que es una pieza de Antología:
  



Piedades

¡Piedades! (¿hay humanas piedades en el mundo?)
¿Quiénes seréis vosotras? ¡ni entonces lo sabré!...
Mi sueño será eterno; mi sueño muy profundo...
¿En qué piedad reposaré?

¡Piedades! ¡oh piedades! vendréis a mis despojos:
es fuerza que al cadáver lo lleven a enterrar;
ni os tocarán mis manos, ni os mirarán mis ojos:
me llevaréis a descansar.

Mi pecho será mármol; mi sangre será nieve,
y el plasma que fue vida de espíritu y razón,
dulce panal del vermes, que en lo interior se mueve
y no lo siente el corazón.



Hay algo allí de la desolación de Rolla, de Manfredo, de Leopardi, en este poeta filosófico como Guyau, el de «Genetrix Hominumque Deumque», pero su lira es multicorde, y, pronto, nos hará oír otros acentos. Pero antes reproduzcamos una estrofa más del mismo poema que bien hubiera podido firmarla Rubén Darío, el del «Responso a Verlaine», escrito en 1896 y que debió conocer Borja, pues evoca algo de su ritmo y combinación métrica; cuando escribió «Piedades»:


Y pasa y pasa el tiempo que mata y que fecunda;
y en cada planta pone la primavera fiel,
para la abeja ardiente la flor más pudibunda,
-himen, aroma y dulce miel.



Lamentablemente no tiene fecha, pero las que le siguen en el libro, llevan los años de 1885, y, en adelante. Lo que bien puede indicar que fue escrita diez años antes de la renovación lírica en el Continente.
Como ejemplo clásico de un soneto modernista, vamos a copiar «Pan en la Siesta». Es el primero de un tríptico, fechado en Esmeraldas el año de 1882. Cuando sus contemporáneos cantaban como Meléndez Valdez y Jovellanos. Y los más audaces como Campoamor y Núñez de Arce. He aquí el soneto:



Pan en la siesta

Surca el hondo remanso la piragua,
al pie de umbroso platanal esbelto,
cuyo follaje satinado y suelto
copia en su seno tembloroso el agua.

Arden las playas, al fulgir de fragua
del Sol estivo; y, en la luz envuelto,
relumbra, en chorros, el raudal, disuelto
sobre un áspero lomo de cancagua.

Como dormidos en la siesta ardiente,
yacen los campos; y, en el haz de grana 
del llano, explende el implacable Estío.

Y cruza, y riega en el cristal luciente
del Esmeraldas, su sonora gama
el mirlo negro, trovador del río.



No se puede negar que es paisaje copiado por la retina de un poeta que parece parnasiano. Pero en todo el Tríptico, como en el resto de su obra no menudea la palabra bucólica, tan grata a Virgilio, ni las Filomelas, Cloris ni Bathylos tan consustanciales con poetas como Meléndez Valdez. La evolución de Borja era, pues, moderna, con raigambre clásica. A pesar del sabor romántico de algunos de sus versos.
En la «Oda a Sucre», escrita a fines del siglo XIX, aparece realmente heroico, como si un demiurgo hubiera compuesto esos versos de raíz telúrica:



De «Oda a sucre»

Qué bien estás en la infinita nada,
durmiendo, ¡oh Sucre! ¡oh redentor y mártir
sin Tabor ni discípulos!
       La tierra
a sangre y fuego sus progresos hace.
El piélago, el volcán, el Sol, el rayo
son los Titanes que a la inmensa curva
de la ascendente perfección la mueven,
en fragor de catástrofes e incendios;
pero la roca primitiva, el bosque
primero, el lago en que flotó el nenúfar,
el mar hirviente, habitación del monstruo,
allá en el fondo de la entraña yacen
del Globo triunfador; fósiles negros
son que en la fragua del planeta lloran
su arder eterno, en sulfurados ríos,
venas de naphta, o cristalinas gotas,
lágrimas de carbón hechas diamantes.

Todo eso fue en la superficie bella
del Globo ardiente, esplendoroso imperio:
ora es despojo sepultado, escoria
sobre la cual; con formidable soplo,
alzó otros mundos a la luz el alma
revolución titánica del fuego.

Así en la marcha del progreso humano,
a sangre y fuego se renueva el mundo
sobre cenizas de hecatombes; genio,
virtud, denuedo, heroicidad, constancia,
trabajo, anhelo, rebelión, famina,
poder, miseria, esclavitud y crimen
a explosión de catástrofes; y, en tanto
que al filo ciego de la muerte caen
pueblos y razas que su esfuerzo dejan,
sobre ellos, otros su poder levantan.
[...]



Hay en estos versos un aliento cósmico y un espíritu vaticinador, a un mismo tiempo.
Por eso el eminente crítico y poeta doctor Remigio Crespo Toral, en su publicación: Poetas Hispano Americanos, dice de Borja: «El doctor Borja no es poeta de una sola cuerda, ni posee las alas para volar en un solo espacio. Es poeta en la extensión de la palabra, es decir, alma sonora que responde a todas las impresiones y se mueve a todos los vientos del arte. Vigoroso, de músculos de acero, luchador, juez de las multitudes, poderoso para la evocación de la historia, está llamado a representar en el arte nacional la nota más alta: la épica, en el sentir de la palabra».
Sensiblemente no prosiguió en ese camino, no quiso recoger la lira de Olmedo que había tenido acentos pindáricos en el «Canto a Junín».
La entonación heroica, si bien no ya en odas, sino en alejandrinos de corte moderno, vuelve a aparecer en la composición «Los Héroes», dedicados a los bomberos de Guayaquil. He aquí unas estrofas:



De «Los héroes»

Vosotros sois los héroes, los bravos, los ardientes;
de músculos templados al soplo de la fragua.
Vosotros sois los héroes, vosotros los valientes
de camisetas rojas y airones relucientes,
que sepultáis el fuego bajo el turbión del agua.

[...]

¡Oh Dios!... ¡la pesadumbre cedió, que resistía!
¡¿Los héroes?...! ¡ah! los héroes, con el desplome horrendo
hundiéronse en la ardiente vorágine bravía,
¡oh sacrificio! ¡Oh triunfo de llamas en orgía!
¡Oh vítores!... ¡Oh aplauso ruidoso del estruendo!...
Vosotros sois los héroes de aquel horror dantesco,
las víctimas que aplacan las iras celestiales:
víctimas que el Destino tiránico y burlesco
inmola, bajo el dombo sombrío y gigantesco
del templo donde moran los dioses inmortales...

Morir, ¡dormir!... debemos: la muerte oscura llega
un día u otro día que pasan sin memoria.
Resucitar es raro sobre la muerte ciega:
del polvo del olvido que el huracán disgrega,
resucitáis los héroes humildes a la gloria?



Nadie como él cantó a los abnegados legionarios de la casaca roja. Y es que, probablemente, si no asistió al devorador incendio del 95, presenció el devastador flagelo que consumió en llamas casi medio Guayaquil en 1906.
Otro soneto, que es un fragmento de epopeya patria y que no le cede en primor al de Numa Pompilio Llona: «La Bandera de la Patria» y que figura en los textos de instrucción primaria, es el denominado:



Dios, patria y libertad

El amor a la patria es el primero,
y el don de libertad es sin segundo.
Dios le dio patria y libertad al mundo,
y, en Dios, a patria y libertad venero.

Es patria y libertad cada lucero, 
y, en cada estrella del azul profundo,
el Dios refulge del amor fecundo,
patria de luz del universo entero.

El astro Tierra que, en el libre espacio,
como un globo de nácar y topacio, 
marcha hacia el norte en cadencioso vuelo,

es ¡oh feudales de la guerra insana!
la patria libre de la especie humana,
en la armoniosa libertad del cielo.



En Borja había la perfección lírica en el verso. Atendía a la eufonía, al metro y cadencia en las estrofas. Su ímpetu fogoso no le restaba melodía. Componía de acuerdo con las leyes de la preceptiva. Había música en sus rimas, pero no en tono menor, sino una especie de sinfonía heroica. Por eso exclamaba nuestro poeta:


¡Oh música! ¡Leticia sin par del Universo!
Doquiera me circunda tu espíritu sonoro;
por ti a mi mente acude para mi labio el verso,
mirlo de luz del canto, de ágiles alas de oro.









MOKICHI SAITO [11.876]

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Mokichi Saitō

Mokichi Saitō (斎藤茂 Saitō Mokichi, mayo 14, 1882 a febrero 25, 1953) fue un japonés poeta del periodo Taisho, un miembro de la escuela de Araragi de tanka y un psiquiatra.

El psiquiatra Shigeta Saitō es su primer hijo, el novelista Morio Kita es su segundo hijo y la ensayista Yuka Saitō es su nieta.

Mokichi nació en el pueblo de Kanakame, ahora parte de Kaminoyama, Yamagata en 1882. Asistió a la Universidad de Tokyo Imperial Medical School y, después de graduarse en 1911, se unió al personal de Sugamo Hospital, donde comenzó sus estudios de psiquiatría. Más tarde dirigió el Hospital Aoyama, un centro psiquiátrico. 

Mokichi estudió tanka bajo la dirección de Itō Sachio, discípulo de Masaoka Shiki y líder, después de la muerte de su amo, de la Sociedad de Tanka Negishi; Sachio también editó la revista oficial de la sociedad Ashibi. Esta revista, debido al creciente compromiso de Sachio con otras actividades literarias, fue reemplazado posteriormente por Araragi en 1908. La publicación en 1913 de la primera colección de tanka de Mokichi, Shakko ("Rojo") fue una sensación inmediata del público en general. La primera edición recoge la obra del poeta a partir de los años 1905 a 1913 e incluyó 50 secuencias tanka (rensaku), con los poemas autobiográficos "Mi madre se está muriendo" (死にたまふ Shinitamau haha) siendo quizás la secuencia más famosa en el libro.

La carrera de Mokichi como poeta abarcó casi 50 años. En el momento de su muerte, había publicado diecisiete libros de poesía que incluyen "14.200 o más poemas," las obras completas que se dedican mayoritariamente a tankas. Él recibió la Orden de la Cultura en 1951.

Mokichi era el médico de familia del autor Ryunosuke Akutagawa y puede haber jugado sin saberlo, un papel indirecto en el suicidio de este último.





De lejos le traigo 
medicinas, me mira 
porque soy su hijo.




harubaru to kusuri o mochite koshi ware 
o mamori tamaeri ware 
wa ko nareba




Me acerco, me mira
y murmura, dice algo porque
soy su hijo.




yorisoeru ware o mamorite 
iitamou nanika iitamou ware 
wa ko nereba




Polvo en la lanza 
barnizada de rojo en la 
viga: lo veo, en la mañana 
estoy cerca de mi madre.





nageshi naru ninuri 
no yari ni chiri wa miyu 
haha no be no waga 
asame ni wa miyu




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