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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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FERNANDO NACHÓN [11.877]

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Fernando Nachón

(México, 1957)

Escritor y poeta mexicano nacido en el Distrito Federal. Estudió en el Colegio de Ciencias y Humanidades que depende de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para después titularse como médico cirujano en esa universidad. Autodidacta por naturaleza, influido en algún momento por Tristán Tzara y los dadaístas, y admirador de Ronald D. Laing y del antipsiquiatra David Cooper, en 1979 escribió su primera novela La esperanza de una angustia. Asistió al taller literario dirigido por el argentino Humberto Costantini y al de Elena Poniatowska, en donde aprendió no tanto lo que se debía de escribir, sino lo que no se debía de escribir. 

Fue expulsado por mala conducta del Instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia (IMPPA) y del Circulo Psicoanalítico Mexicano (CPM). Fue colaborador de las revistas underground La Regla Rota y La Pus Moderna. 

En 1992 recibió un reconocimiento por parte de la Dirección General de Fomento Editorial de la UNAM y en 1995 publicó, por entregas semanales, El Libro Del Eterno Retorno en el diario nacional mexicano Unomasuno. Entre sus obras destacamos, Muñeca haz el favor de quitarte el sostén (1985), De a perrito (1986) y Diario de un pend*** (1988) compuesto por poemas explosivos, dos novelas cortas y quince cuentos. 

Escribió una serie de cuentos cortos que nunca publicó titulada, Siempre que orino pienso en algo importante. Posteriormente autodefinió su nuevo estilo, ciencia ficción cavernícola (narrado en cuarta persona) surgiendo de ahí su novela Los Niños Bien (1998). 

Actualmente está trabajando en una novela de terror Escalones de Hielo Gris y en una colección de ensayos epistemológicos titulado ¿Deben los filósofos fumar marihuana?.




DE MADRUGADA

Tristes notas musicales caen sobre mi oído,
la noche me envuelve como si yo fuera un tesoro.
Mi alma paciente —pero asmática— gira y me estrangula.
Estoy demasiado orgulloso de vivir.

Las deseosas luces de las estrellas
me alumbran una distancia inconcebible,
un vecino leerá una revista de aeronáutica y otro soñará que vuela.

Un murciélago que devora plátanos le dará de mamar a la nube oscura
El caminante del bastón de hierro no ha pasado frente a mi casa.
Todos parecemos ciegos de noche
Todos parecemos resucitados de noche.

El condenado cigarro
Morirá en la horca de mi boca
Y un silencio extremo
Pudrirá mi última tristeza.





HUESOS EN EL RELOJ

La arena de los huesos está en mi reloj
la veo sobre la mesa de noche.

También la veo en la mesa de día.

Mi sentido del humor viaja con el tiempo
pero cae mezclándose en una playa de torbellino abismal.

Luces encienden al tiempo
la oscuridad lo detiene.

El reloj está muerto.





LENGUAJE TOREADO

Como un torero me miro al espejo.
Cada lentejuela llama a la lucha.
Cada apretón en mi torso me hace toro.
Cada brillo es un punto y aparte.

Nada es cierto.

Tan solo juego con las palabras,
los puntos.
Las comas,
y los puntos suspensivos...
Que me permiten torear mi —casi estricta— soledad.

Puedo poetizar y creer que estoy muerto.

Le ofrezco una duda al futuro:
¿Seguiré escribiendo en el “mas allá”?

Me encanta torear mi soledad;
Aunque hace un par de horas
Por poco y me inserta su cuerno feroz.

Si me desespero, es porque ya me morí.






¿LA MUERTE ES OSCURIDAD?

Entierro un poco la luz del día en mi futuro ataúd.

El amor se equivocó conmigo ya que él tenía escamas de sirena y yo tan solo
las de un pez en agonía.

Una brújula deduce lo que es la muerte y poco a poco camino hacia el norte
de la vida. Donde no solo la música suena a mediodía, sino que mis huellas
son una fracción del día.

Amaré mis pasos o dejaré que la luz del día termine y así honorablemente le
de paso a la muerte.

Pero:

¿Quién puede asegurar que la muerte es oscuridad?

la muerte es un concepto de ojos cerrados.

¿Pero que hay de los que mueren con los ojos abiertos?

¿Habrán visto que la muerte es de día?

A mi que me entierren con los ojos puestos en un Dios. En un solo Dios que
se asemeje al día; al día que en la noche le da paso al día, a la brújula de
vida que le da paso a la vida.

No hay muerte, tan solo vida.

La palabra muerte me suena menos que la palabra "silla". ¿En donde me
sentaré a descansar? Pues en la orilla del río que da a la vida.




LAS HORAS SECAS

Las horas secas entrañan figuras
que desiertas emanan su tristeza corporal.

Simplemente las observo desnudo
con el alma idiota
y los párpados bravos.

¿Cuando fue que se secaron?
¿En que realeza quedaron tan perfumadas que se arrugaron?
¿Era un perfume desinfectante?

El hombre vive a semejanza
de su mascota.

Por desgracia las horas siempre han sido mis mascotas.





LENGUAJE

He terminado respirando incógnitas.
La ventisca se pasea por sobre la duda.
Y el lenguaje se hace vientre en los sueños.

¿Quien eres tú? Abstracción que se mide con el llanto;
¿por qué violas la vida? Como una sotana caminas mintiendo el día.

No hace ni un minuto y eras presente,
no hace ni una mujer y eras futuro.
Ahora eres pluma y me miras en el pensamiento
    Ahora te has ido.
        Ahora vuelves para volverme.
(Te toco con el oido muerto en sordera)

Dime: ¿Cómo voy a morir?
¿Cómo te van a usar para acabarme?
¿Como te tengo que amar para salvarme?

Flecha venenosa que intoxicas al tiempo.
Enfermo espectro que acabaste con la ceguera,
vuelve a tu cueva.
Déjame mudo, rómpeme en luz.

Quiero volver al agua.





POEMA DESCONTROLADO

Poema descontrolado que le añades vida a mi sangre,
ve al árbol a orinar, y escucha al pájaro trinar, pero
ya no seas vulgar.

Ve a rezar para que te conviertas en un buen poema,
y no tan solo estés aquí (caminándome como una tarántula de circo que se
cree amaestrada
pero que en verdad se siente sola).

La cara que pones —dudoso poema—,
es de ira,
mejor vete a tomar unos whiskis
y regresa en forma de novela.





UN ÁNGEL MORENO

Un ángel moreno con cuerpo de mujer
me libró de las blancas sábanas con que envuelvo mi tabaco
él se alarga en una frase
y me recompone el hipotálamo.

Palabras médicas inmunizan mi mente.
No puedo pensar en palabras como "amor" o "piel",
tan solo mi emoción de insecto-poeta
me deja entre "feromona" y "aguijón"

El amor duele,
con razón Cesare Pavesse (sí, el mismo que se suicidó)
decía en sus diarios que a diario se enamoraba de distinta mujer. (Que
redundancia tan triple mente romántica).

No se si el amor sea envolverse y auto fumarse
o si sea quemarse en cenizas

Jaime Sabines decía que Octavio Paz "se quedó en la casa de las palabras"
que el lo que quería era "comunicar" en sus poemas.

¿Quién se pone de acuerdo con lo que es la poesía?
Solo un ángel moreno con cuerpo de mujer es mi poesía.
Moriré quemado.
Sin anestesia.

Final tonto, para un amor tan grande.





VEJIGA

La vida es de papel
y el papel se ha vuelto electrónico.

La vida se ha vuelto electrónica y
mi vejiga forma parte del Todo.

Tendré que ser un cadalso misericordioso.

Una paradoja poetizada.

Una vejiga vacía.




20 POEMAS DESESPERADOS Y UNA CANCIÓN DE AMOR


BUS. Autor: Herman Nachón Melville
BUS

Voy adentro de una ballena.
Va llena de gente.

Es como ir en la tripa de un pez inmenso,
que me come las nalgas, los párpados y las luces.

Me he revivido cien veces en un trayecto de 10 kilómetros.

Las abusivas palabras dicen millas.

I´m sorry: Fui devorado.




Tranza. Autor: Henry Nachón James
TRANZA

Autor Henry Nachón James


Es inutil buscar un libro de poesía de mi autoría.

Hablé de ricos y de flores.
No cupe en la poesía.

La narrativa -cual inentendible frase- me expandió.

La luz me ciega como a todos los poetas,
algunos creen que perdí las gonadas,
otros que me enamoré de Inglaterra como de una mariposa.

Todos están equivocados,
y, por eso mismo, no escribí poesía.






La Canción de Amor. Autor: Pablo Nachón Neruda

Se hunde tu olvido del día en que estoy.
El tío anuda su corbata obstinada

Acompañado como los muelles en el auto.
Es la hora de volver, Oh acompañado!

Sobre mi hígado llueven frías cervezas
Oh cantina de escombros, feliz cueva de beodos!

En ti se acumularon las nenas y los guapos
De ti plegaron las alas los borrachos del canto.

Todo te lo chupaste, como la cercanía
Como el mar, como el miembro. Todo en ti fue
Alcoholismo!

Era la triste hora del asalto y el pecho
La hora del estrujar que dolía como un palo.

Ansiedad de pirata, furia de tufo ciego,
Turbia sobriedad de odio, todo en ti fue
Alcoholismo!

En la infancia de luna llena mi alma alocada y compungida.
Perdido descubriste, todo en ti fue un plagio!

Te asomaste al placer, te soltaste al deseo
Te alzo la pereza, todo en ti fue un plagio!

Hice levantar la muralla del sol
Anduve mas allá del peso y del tacto.

Oh carne ,carne mía, mujer que odie y halle
A ti en esta hora seca, invoco y guardo silencio.

Como un vaso rompiste la finura premura,
Y lo finito del recuerdo te bozo como a un vaso.

Era la negra, la negra compañía de las riñas
Y allí, mujer de odio me empujaron a tus brazos.

Era la red y el hastío, y fuiste la puta.
Era el duelo y la muina y tu fuiste la ambición.

Ah mujer. No se como pudiste soltarme
En el mar de tu alma, y en la cruz de tus falos!

Mi deseo de ti fue mas amable y largo,
El mas recto y sombrío, y el mas laxo y relajado.

Cementerios de hierbas, aun hay hielo en tus tumbas,
Aun los vecinos arden picoteados de cánticos.

Oh la boca amada, Oh los trenzados miembros,
Oh los hastiados dientes, Oh los puercos trenzados.

Oh la loca santidad de esperanza y esfuerzo
En que nos separamos y tranquilizamos.

Y la amargura, ruda como el hielo y la cocaína
Y la palabra apenas tragada en los sabios.

Ése fue mi destino y en el plagio mi anhelo
Y en el subió mi anhelo, todo en mi fue un plagio!

Oh cantina de escombros, en ti todo subía,
Que placer no exprimiste, que botes no te salvaron.

De tumba en tumba aun te measte y cantaste
De pie como un cochino en la proa de un barco.

Aun moriste en cantos, aun luchaste en co-
rrientes.
Oh cantina de escombros, pomo abierto y amargo.

Pálido tufo ciego, aventurado “ondero”
Descubridor devaluado, todo en ti fue un plagio!

Es la hora de parir, la blanda y fría niña
Que la noche suelta a todo honorario.

El cinturón tranquilo del río ciñe la plasta.
Surgen frías estelas, emigran blancos pájaros.

Acompañado como los muelles de un auto.
Solo la sombra trepada se retuerce en mis árboles

Ah mas acá de todo. Ah mas acá de todo

Es la hora de parir. Oh acompañado!






LAS ROSAS CAMINAN Autor: Fernando Pushkin Nachon

Las rosas caminan, 
florecen y bla, bla, bla. 
¡Chale! ¡Escribir y escribir! 
Estoy aquí (inhumanamente) sentado. 
pues no tengo amigos. 

A mis mil años 
sin hijos. 
Con amigos que se deben a sus hijos. 
Amigos divorciados que se tienen que chingar 
para mantener 
a sus hijos, 
menos yo. 

Suena a tragedia 
pero más trágico es, 
que me critiquen de bukowskiano 
por cortar las frases. 

Para mi (que no pienso traer a un humano más a este planeta) 
ha llegado a ser sagrada la idea de la literatura. 

¿Qué me quedaba? 
Pues solo escribir ésto; 
malo; 
sin clase; 
sin prosodia; 
sin rapsodía, 
pero sin mamadas. 





CARACTER MADRIADO Autor: Fedor Nachoiewski

Mi castigo fue mi crimen. 
En el calabozo del corazón de un personaje. 
(En el catálogo del corazón de una piedra). 

Como una larva crecí. 
Me entregué a la policía. 
Era culpable de todo. 

Estuve en una Siberia antigua, perlada y porosa. 
Salí, regresé a Moscú, crecí más. 
Para escribir desde el subsuelo. 

Todos los días en el metro (lleno de tigres que perdieron sus rayas) 
enterré mis garras en la tinta y despedacé personajes. 
Crié la metafísica de los caracteres. 
Me volví loco. 





SOY UNA MIERDA. Autor: Edgar Nachón Poe

El cuervo, con su plumaje negro, sobre la noche negra, sobre la negra ventana, me mostró su pico negro y atroz. 
Me dijo: 
"Te va a cargar la chingada al final de este poema", 
y yo le respondí: "Nunca más"; 
me volvió a decir: 
"¡Oh máscara turbia! ya te dije que te va a cargar la patas de cabra al final de este poema" 
a lo cual yo le respondí: "Nunca más" 
y así nos estuvimos largo rato 
hasta que al final le dije: 
"¡Ya sácate a la chingada pinche cuervo maldito que me tengo que ir al TABLEDANCE! 

Y que me responde: 
"¡NUNCA MAS!" 
Se volvió de dos metros de altura, 
me picoteó, 
me masticó, 
me tragó, 
me cagó, 
me reconstruyó 
y me senté a escribir aquí. 






COLOR ROJO. Autora: Sor Nachona Inés de la Cruz

Doce tonos 
doce tomos 
doce calaveras 
doce versos 
un puñal 
un idiota: 
Un autor. 

Hombres necios que acusais 
al autor sin razón. 
Sin saber que sois la vocación 
de aquello que culpais. 







ABSURDOS TESTÍCULOS (Samuel Beckett Nachón)

Cuenta la historia que te olvidaste de ti. Que tus testículos se los comió Molloy. Tranquilidad de la estepa tenías ahí. Huyeron -por la fuerza- las ladillas certeras con certezas. Dientes de alhelí. 
Por eso cuando Molloy te comió el chololoi cantaste al ritmo del uyuyuy. 
Lengua es la que te sale de la boca; y te ahorca. (Cállate). 
La plaza -gris- es la que te lleva a rascarte. 
Perdiste los huevos, no los encuentras, por absurdo. 
Eres una barda. 
Agachate a recogerlos.








SABRINA FOSCHINI [11.887]

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Sabrina Foschini 

Rimini, ITALIA  1968
Se graduó en la Academia de Bellas Artes en 1990, ha expuesto su trabajo como artista visual en numerosas galerías públicas y privadas en Italia y en el extranjero.








El asombro es el aceite que hace
danzar las junturas.
Nos oxida el sentido común.
Tenemos las respuestas correctas
y los gestos cómodos.
Tenemos personas
que eligen por nosotros,
contrafiguras de razón.
No nos tiramos al fuego
sin calcular la temperatura.
No encontramos dentro la madera.
Ni nos queda tiempo de tener miedo.
Nos detenemos a una milla del miedo.
Lo espantamos de pura sensatez.

Traducción de Eloy Santos







Lo stupore è l’olio che fa
danzare le giunture.
Siamo intirizziti di buonsenso.
Abbiamo le frasi da dire
e i gesti comodi.
Abbiamo persone
che sceglierebbero per noi,
controfigure di ragione.
Non ci buttiamo più nel fuoco
senza calcolare la temperatura.
Non ci facciamo legno.
Non facciamo in tempo ad avere paura.
Ci fermiamo a un miglio della paura.
La spaventiamo di ragionevolezza.

(De Ragioni della sete, Raffaelli Editore, Rimini, 2006)







Impara che sei quello che hai.
Impara a tenerti
con la mano aperta
a scansare i sostegni
a cadere dentro al tuo solo nome
e che le altre acque di battesimo
non ne daranno nuovi.
Impara a perdonarti
perché ciò che è fatto, è nato
in un rotolo più grande
tua è la pergamena, altro l’impasto
e non lo chiami Dio.
Impara che ad amare
non si viene amati sempre
ma che bisogna farlo
perché questa differenza sola
ricresce gli anni
li fa sposare
figliare tra loro, un futuro.
Impara che puoi lavare
la polvere che diventiamo
con parole brillanti, gonfie di succo
e che la sete è di tutti
ma le tue bocche fanno
la sete ed il bicchiere.
Imparati a memoria come una poesia gloriosa
detta in piedi sulla sedia…
Applausi liberati
per il tremare delle tue caviglie.






JOSÉ SANTIAGO NAUD [11.888]

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JOSÉ SANTIAGO NAUD

Nació el 24 de julio de 1930 en la región misionera, en la ciudad de Santiago,RS, Brasil. Poeta e ensayista. 

Formado em Letras Clássicas, em Porto Alegre, foi diretor do Instituto do Livr ; professor pioneiro do nível médio, quando se inaugurou a Nova Capital  (1960), e fundador da Universidade de Brasília (UNB), em 1962. Lecionou literatura luso-brasileira em Yale e na UCLA; pronunciou conferências sobre cultura em outras universidades norte-americanas e européias. 




Otro nombre del misterio: la poesía de José Santiago Naud

Por Floriano Martins

José Santiago NaudJosé Santiago Naud es tal vez el poeta de mejor convivencia con el espectro cósmico y mítico en los meandros de una lírica brasileña. Su poesía es intensamente religiosa y une lo sagrado al espíritu humano, asimilando diferencias, puliendo confluencias, convocando los elementos visibles e invisibles, nostálgicos y visionarios, dispares y consensuados a una fiesta de sentidos mucho más allá de la simplificación esquemática de nuestra tradición, que se satisface, en ciertos casos, en oponer Drummond a Cabral, para en seguida descartar al primero. Santiago Naud, al contrario, sabe bien del poder de la suma y también en esto nos da una gran lección. Su poesía hace surgir entre nosotros todos los nombres de La Musa, sus trucos de lenguaje, máscaras rituales y vestes íntimas del espíritu. No se le escapa nada  de nuestra memoria de testimonios poéticos. Recurre a todos los elementos a su disposición, sumergiéndose y trayendo a la superficie figuras inquietas de sueños y visiones. No como señal de conquista, sino guiado por la generosidad, por un rigor expansivo. 

Como él mismo dice en un poema del libro Oficio humano (1966), “Querer tener es avaricia”. Se trata de una poesía que elude los vicios de la posesión. Su excelencia está en la convivencia. Pero esa convivencia se fortalece justamente al mezclar ciclos, al poblar el poema de silencio y vocerío, ascetismo y sensualidad, dudas y  claridades. Incluso cuando dice de Jorge de Lima “probablemente, con Carlos Drummond de Andrade, es el poeta brasileño más presente en mis inquietudes poéticas”, incluso ahí, sabemos la fuerza del abarcamiento, por la propia profundidad del acto poético dado a la luz de nuestra lírica por ambos poetas. Y esa mención cumple además con la notable tarea de llamar la atención hacia la importancia de la obra de Jorge de Lima, una de las voces fundamentales de la poesía en lengua portuguesa, no sin violenta injusticia casi del todo olvidado por las nuevas generaciones brasileñas.

 Fernando PachecoEsta carencia de influencia orquestada por un silencio que une el descuido a lo intencional es algo que también se verifica en relación con la propia circulación de la obra de Santiago Naud. Escasa en gran parte por la falta de distribución fuera de Brasilia, ciudad donde sus libros vienen siendo editados en los últimos 30 años. Y agravada porque la mayor parte de esos libros están agotados y porque en el medio editorial brasileño  no se hallan algunos de sus títulos publicados en el exterior: Conhecimento a Oeste (Portugal, 1974), Dos nomes (Argentina, 1977), HB Promontorio milenario (Panamá, 1983) y Piedra Azteca (México, 1985). Este último, uno de esos ejemplos engrandecedores de cualquier tradición lírica y, sin embargo, totalmente desconocido por los lectores brasileños, sin olvidar que entre esos lectores se encuentran también nuestros poetas.

Piedra Azteca, con su arquitectura de cinco cantos o capítulos, su trébol de cinco hojas, encierra en sus nervaduras un interesante diálogo con Drummond, sucediéndolo en su convocación de los  mitos urgentes.

Diálogo ampliado en sorprendente dirección con otro poeta, el mejicano José Gorostiza, puertas abiertas a la altura y a la síntesis de dos poéticas entrañables, medulares y trascendentes, configurando un particular rito de convivencia entre dos culturas, afirmado por la residencia de Santiago Naud en México. 

El extenso poema que compone el libro –cuya superficie apunta en la dirección de una visita al mito o celebración del milagro de Guadalupe– refleja un dominio alquímico donde la Piedra de Roseta se transfigura en obsidiana, a la vez transmutándose, a cada canto, en navaja, puñal, hilo, lengua, mariposa, sin perder el espíritu mineral, pero adentrándose en círculos y profundidades en busca de nuevos contrarios que pueda rescatar unificándolos. Viaje pleno de las formas que se descubren y quedaron de esa intimidad. Viaje insolente de la resurrección tras cada sitio extraviado, “así como alguien pasa / después de perdido todo / y lleva el nombre cambiado”. La propia construcción del poema, al recurrir a una práctica de espirales en el tallado de palabras y sentidos, modula un instigador desafío entre el repetir y el reflejar, desdoblándose en múltiples sentidos alcanzados a partir de la acción de  un verbo en otro.

Piedra Azteca confirma la condición visionaria de la poética de Santiago Naud, enlazándose en el esplendor de sus imágenes con un libro que le es vecino en el tiempo, HB Promontorio milenario, luminoso coloquio con una pintura homónima del panameño  Adriano Herrerabarría. Acierta Mario Augusto Rodríguez, al decir que se trata de “una obra de alucinantes sensaciones interiores, que parece desafiar la interpretación del espectador, con el denso contenido de un pasado transido de valores culturales, en permanente rumbo al futuro”. [1] También aquí el tema definido y evocado se transfigura y genera nuevos matices. La densidad selvática de la pintura de Herrerabarría fructifica en la palabra de Santiago Naud, en la forma de una vegetación espiritual: “ese eterno secreto/ de los dobleces del tiempo, / la madera podrida goteando en convulsión / el semen despreciado, los odios resentidos // y el ritual engañando / a los libres, que no somos.” Una vez más se encuentra plenamente postulado el vértigo creativo señalado en Piedra Azteca, el episodio barroco del viaje de “un ojo dentro del ojo / de otro ojo / en el otro, original”.

 Fernando Pacheco

Tuve la oportunidad de conocer parte de la obra del panameño que, de alguna manera, esconde y descubre sustanciosa franja de la poética de Santiago Naud. Con todo, al destacar estos dos libros, lo hice menos movido por la intención de diferenciarlos de los demás que por la simple razón de que hasta ahora no han sido publicados en el Brasil.

Estoy de acuerdo con el poeta cuando afirma que no hay en su poesía reorientaciones o rupturas de sus inquietudes en términos esenciales. Sus transformaciones internas se conducen por el mito de las metamorfosis y no por la pérdida de guía, norte o solidez. Él mismo confirma: “Las lecturas posteriores, las experiencias vitales, la lectura de otros poetas y, principalmente, el estudio de la mitología universal me fueron revelando los símbolos que yo había fijado inconscientemente en versos y que pertenecen no a mi inconsciente, pues venían de algo más grande –¿un inconsciente colectivo? ¿quién sabe?” [2] En preciosa complementación, agrega: “La forma, la sintaxis y la lógica que busqué, al par que se comprometen con la línea histórica, con la poesía escrita en lengua portuguesa, enraízan en el primer libro y tratan, en los subsiguientes, de esclarecer la emoción que, subjetivamente, me justifica como conciencia individual o miembro específico del grupo al que pertenezco. Sería una actividad solar, busca de la luz que hace uno lo diverso o viceversa”. 

La obra de José Santiago Naud fue tejida en forma visionaria, obsesiva y profética. Toda ella transcurre siempre en busca de aquel que hasta hoy se configura como su libro esencial y misterioso, que jamás se mostró íntegramente, sabiendo guardarse parcialmente en misterio, idéntico misterio que el poeta volvió elemento ardiente e inestimable de su poética.  Me refiero a Cara de cão, en cuyas partes publicadas hasta ahora – Dos nomes (1977), Vez de Eros (1987), Memórias de signos (1994) y Os avessos do espelho (1996) – resuena la  intensa relación entre memoria y antevisión del mundo. Relación referida como un viaje incansable, donde un poeta se siente “Traspasado por el Verbo / y escupido por seres extraños”. De una orilla a otra del tiempo, hay toda una cosecha de imágenes que son residuos que se fueron acumulando a lo largo de la vida del propio poeta, lo que naturalmente incluye antecedentes y utopías, ancestralidades del ser humano y potencialidad de su errancia sobre la tierra.

Esos residuos se multiplican y se repiten, configurando el estilo, pero esencialmente aclarando un fundamento que no se limita al juego semántico, cuya advertencia caprichosa encontramos en un verso que dice: “toqué de nuevo el nombre / en el que todo otra vez se puede repetir”. Esta es la auténtica vibración alquímica de la poesía de Santiado Naud. No en vano el poeta aclara:

Para mí la poesía corporiza un acto supremo de ocio y trabajo. Es como dejarse llevar por la corriente de la vida, con todo su misterio de maravillas y horror, o labrar como el oro en las profundidades de la tierra, precipitación mineral de pureza máxima e inmune al tiempo, a las polillas o a la herrumbre. [3]

 Fernando PachecoLas asociaciones capturadas en esa profusión mineral de sonidos, imágenes, sentidos, entretejiéndose sin rechazar contradicciones, disonancias, desvaríos, encuentran en este poeta una rara expresión de grandeza que es, al mismo tiempo, el retrato más terrible de la condición humana.  Lo erótico entreverado con el vocerío encubierto de las calles y callejones, lo coloquial expuesto de forma ostensible, provocativo en su lujuria, pero jamás percibido como una vulgaridad. Disponerse al peligro magnífico de recordar a lo angelical su alcance terreno. Interconectar los contrarios por analogías arriesgadas. No limitarse a lo lírico. Sin dejar al mismo tiempo de ser profundamente lírico. Poesía compleja en la mecánica sinfónica en que está tejida, pero fluyente en la opción de su entrega. Sus códigos no son cerrados, indescifrables. La sucesión de misterios que la destaca no la vuelve incomunicable. Al contrario: alimenta el hambre del lector por impulsos de participación, aprendizaje, convivencia con este campo insondable que es tan tangible e intangible como la vida de cada uno de nosotros.

Al mezclar mundo prosaico y atmósfera fantástica (el mundo prodigioso de la imaginación),  Drummond alcanzó más que nadie en la poesía brasileña un grado de sensibilidad que nos permitió rever nuestras ideas acerca de lo real y su sospechoso estado contrario. Santiago Naud recogió bien la lección y le dio,  entremezclando secuencia y consecuencia, un sabor singular,  al borrar otra frontera, la que separa lo lírico de lo épico.  En Vez de Eros, libro que recuerda a un laberinto, uno de sus pasajes se inicia: “Pongo un dragón en tu vestido / Bajo la tela tu piel se eriza / y / se endurece, estremecida, / y va abriendo un poco / los abismos de la infancia”. En la forma de un  dragón allí está puesto lo real, lo imaginario, lo lírico y lo épico. La infancia provocada es la de la propia especie humana. La subjetividad es una fuente inestimable de acceso a lo colectivo. Todo este libro, por ejemplo, nos enseña que es totalmente posible romper las barreras entre los géneros sin necesidad de contestar ninguna tradición, y sin promover esa actitud a la condición de una vanguardia, ocasional como cualquier otra. El propio poeta gusta siempre de recordar que la improvisación de los repentistas fue el primer impulso que lo llevó a la escritura. Por allí sintió las primeras esencias de los huertos de la lengua, el portugués de una y otra margen del Atlántico. Muy pocos poetas, en el Brasil,  se entregan a este sumergirse en dos aguas con la intensidad con que lo hace Santiago Naud. No hay retórica en su diálogo con nuestra contradicción lingüística. La defino así, porque en la lengua es donde se encuentran las raíces de nuestras ambigüedades. En el fondo, tal vez no sea la cultura portuguesa que rechazamos sino la lengua. El rechazo aisladamente no construye una realidad.  La improvisación en Santiago Naud alcanza un particular sentido de entrega al misterio. Ella misma, con su organización nerviosa o su energía organizada, reconoce las estaciones rítmicas, semánticas, los planos de reconocimiento de lechos o estrategias de transposición de cursos, inquietudes, decepciones. Se trata de una poética caudalosa, pero consciente de su voluptuosidad, y con un enorme aprovechamiento estético de ese espíritu irrefrenable.

Recuerdo esto movido por una carta que en 1963 le envió Drummond. Allí decía: “Su poesía tiene ese don de extensibilidad; prolonga los temas y las visiones, no se satisface con el misterio captado.” La extensión del verso en Santiago Naud refleja la intensidad con que incorpora dominios y demonios del lenguaje. Es un refinamiento, no un descuido. El verso largo, por alguna inadvertencia, fue excomulgado en el Brasil como una herejía. En parte viene de allí el rechazo irreflexivo que nuestros poetas cultivan casi en sigilo hacia la poesía que se hace en la América hispana. No se puede oponer Celan a Rilke tomando como punto de comparación la extensión del verso. La síntesis, cuando es pregonada con un metro en las manos, puede expresar simplemente una falta de qué decir. El lenguaje, la forma de expresión, legítima o afectada, es independiente del metro.

Es un hecho que la poesía de Santiago Naud “prolonga los temas y las visiones”. De alguna manera recurre a una fuente barroca que es la misma que animaba la poesía de Drummond. O de Jorge de Lima. O de Murilo Mendes. No obstante le da tratamiento distinto a la fuente. Ya no le cabe ser deliberado o irrevocable en una instancia mítica o social, lúcida o delirante. No se siente cómodo con una sola estructura vigente. Quiere romper con la propia naturaleza humana y no solo con una parte de sus caprichos. He ahí la franca osadía de esta poesía. Por eso es que no importa –sinceramente no importa– oponer sus méritos o errores a los rumbos trazados por sus pares generacionales. Los poetas brasileños nacidos en la década del 30 constituyen –a mi entender– el más alto grado de nuestra perspectiva de entrada en un ambiente internacional insultado por el conocido ciclo de las vanguardias. Algunos de esos poetas corrigen con naturalidad los errores de nuestro Modernismo, y lo hacen con una propiedad aún hoy no considerada, cuya raíz es la misma de todas nuestras volubilidades.

 Fernando PachecoLa poesía de Santiago Naud nos dice que somos parte de algo. Que no avanzamos mientras no identificamos el origen. Que las mil cabezas del mito, cualquiera este sea, no pueden reflejar pura y simplemente una sujeción a la historia. Que tenemos que percibirla, recibirla de la manera como se presenta, pero con el espíritu  preparado para que salten dentro de nosotros, que se descubran en nosotros, que formen parte de nosotros nuestras mil cabezas, las nuestras. El verbo se lanza desnudo al espacio, expuesto a las variaciones y disidencias. Estamos todos en un gran salón. Hasta las ilusiones semánticas confidencian su fragilidad y siguen en la fiesta.  Estamos sin disfraz. Todos somos hijos de la misma urgencia. Los símbolos ganan un nuevo diapasón. Pero que nadie se engañe: el misterio tiene otro nombre. Siempre.













CANTARES DE NUESTRA SEÑORA

 (versión de Antonio Miranda, revisión final de Alma Sophia de San-Royal)



1.

Quiero hablarte de María.

María fue tan simple.
Es muy anterior a Eva
y está nocturnamente sola
en su roca de Piedad.


2.

Era preciso que Dios bajase
y en los desvanes de la carne celebrase
la alianza con lo eterno.
Mas debía venir desnudo,
                                           Dios,
sin una piedra donde apoyar su cabeza,
ni placentas, sumiso
y anclado en la plural generación.

Como en las largas peregrinaciones
en que el hombre equilibra
la partija y el ansia,
se te exigía lo máximo
de virgen y de madre.
Era preciso reunir
                             cual andarín,
en el mirar, todos los pueblos.

Y tú oíste el ángel.

Tú fuiste la casa y la flor,
el jardín y el hogar,
ayudando
                 para siempre
el espíritu en el tiempo.


3.

En secreto
un prado azul pendía
de los parajes celestes, vasto
de muchas flores. Venías por él
con las vestes vaporosas, y a tu lado
                                                            el toro
-          finos lo ijares y la frente poderosa.

Pastora de la bestia,
¡de albas manos abiertas
bajo los senos explícitos!
Caminas, pastoreando
mientras la lengua bruta,
áspera y sedienta,
fuerte y oscura
va pasando entre los belfos
                                             (salpicados
de rocío)
la hierba, tierna.
Olores de tierra suben como lluvia
la baba centelleante.

Simple, entre las más simples
veo tu mano descender
sobre el lomo salvaje
mientras los flancos tiemblan.
De severas escarpas
desciende la paloma,
                                   y aletea
en tu vientre la aspereza
portentosa del toro:
todas las flores que pasta
pasan a tu veste
                           y se quedan
vivo esplendor.

  





ORÍGENES

(traducción de Trina Quiñones y Sofía Vivo)    


Cuando aún no éramos
veíamos en toda dirección,
no obstante el Cielo
por sobre nosotros viese
la cabeza terrena.
Pero, ay, el terrible instante
en que ya no más
el ojo que viera se mantenía.
Todo, entonces, se pensó.
Y las nubes, el color
de las aguas azules que se entregaban
en flores sexuales, se bipartieron
abriendo a nuestro alrededor
los espacios del dolor.

Y, hélo aquí, nuestro día.








CABALLO MUERTO

(traducción Antonio Miranda)


Muerto.
Su cabeza tan bella,
otrora irrefrenable, allí está
entre gusanos. Su cuerpo
terso, enorme,
                        ahora innombrable,
pegándose en la tierra. Y la hierba
venciendo el asco
                             un color más nuevo.

Antes, era el uso. Ahora
memoria contrahecha. Signo
del tiempo. Meditación revuelta.
Podrida velocidad.

De sus patas ligeras
-          persistencia patética –
quedan los cascos,
restos no más de pelos oscuros.
Y encima,
el arcángel exterminador pasa
sombrío, amontonando
aquella descompuesta figura
con los silencios de su espada.
  






TOCADORA DE FLAUTA

(traducción de Trina Quiñones y Sofía Vivo)

Por los campos de Osuna
ella había de andar
por el mismo viento
que ondulaba el trigal.
                                    Y el mismo sol
que sacaba el manto al compañero
había de brillar sobre los dos,
hoy inmóviles.
Ah, virtudes de piedra
capaces de retener aquello
que sólo en el alma, el espíritu endurece
-          esa permanencia,
                                          brillo
huidizo, preso al hombre
                                         (para súbitamente volar)
cuando el sexo se eleva
o el hambre despierta
las esquinas de la muerte.

Auletris invocada, ahora
auletris te veo. Y digo
fervorosamente: tocadora de flauta.
                                                          Ven,
com tu canto de piedra,
dorso volcado hacia el compañero gastado
cuña de evocación.
                                Ven
con tu paso inmóvil.
Fíjate en mis ojos,
deja que los vientos de Osuna
soplen nuevamente lo remoto
y los campos doblen tu cintura ceñida
y el sol dore los racimos de tus cabellos
rodeados por la trenza de paja de sombrero.
Que el trino de tu flauta
                                       suba
los serpientes de los montes,
mientras que la capa ondée
                                             rígida
los rumores del pasado
y vuelva tu compañero a dirigir
sus pasos hacia ti.

En un instante
las noches primitivas están aquí.
                                                     Juntos,
cosemos las arrugas del tiempo,
reconstruimos el mundo.  Y el día
                                                       (íntegro)
se hace.
  






LA DAMA DE ELCHE

(traducción de Antonio Miranda)

Se quedaron sus ojos
ante el umbral. Mas la muerte
completa igual el misterio de la vida,
y esas almendras que sostiene
abiertas hacia la nada, anuncian
otro árbol en nosotros.

Su talla entera se concentra
donde los ojos no hablan. Antes
fuesen cerrados,
como los labios en su duro mentón,
y la ciencia o la razón que nos perturba
no abandonaran en el pinjante aguerrido
esa espantosa y gélida serenidad de amor.

Mujer-señora. ¿Madre?
                                       En los adornos
de la espera,, (es nuestra
duda) quédase la vida
y vibra, los abismos
que a la belleza flanquean. Hasta que pies
alados
despierten la princesa. Entonces,
Dios la recoge,
                         y roza
nuestras parcas medidas. Su muerte
desancora. Por la rígida
máscara inaccesible, escurre
como las lluvias
su íntimo trabajo de existir.  

Extraídos de Caminos de Integración; antologéa poética. Org. Sofía Vivo. Brasília: Thesaurus, 1993.  [edição trilingüe: português, espanhol, inglês].
   





DE LA MUERTE

(trad. de Saúl Ibargoyen)


La muerte en el descampado juega
su juego de dados
pero es en lo íntimo de nosotros
en la médula
donde los puntos cuentan.
Ella funda
                 en lo hondo de nosotros
su fecunda raíz –
en el vientre
como bicho hambriento
en el corazón
como casa sin nadie
en la mente
como causa de causas sin motivo.
Es nuestra compañera
                                     lejanamente
desde la cuna
y aún mucho más
pues cuando nos arrullaba
al dulce éxtasis de la madre
modulaba ya el antiquísimo
                                 canto
marcando el más seguro encuentro
con nosotros
para la miseria
o para la gloria.  

Extraído de Versos Comunicantes I – Poetas Iberoamericanos.  Coord. de José Ángel Leyva. México: Ed. Alforja, 2002.








MIENTRAS EL VIENTO RUEDA

(trad. de Saúl Ibargoyen)

Mientras el viento allá afuera rueda
y una hoja amarilla golpea la vidriera
la lámpara allá adentro fluye esa flor de luz
en torno a la mesa
y el chantre conversa con la esposa
en tanto compone su música. Tranquilidad
de hacer el pan para todos
sin estar de lámpara al revés
ni encendería para dejarla debajo de la cama.
Más afectuoso todavía, el perro
se enrosca en medio de sus piernas
y él deja estar así
un perro astuto
prisionero del sueño y del tiempo
como un ovillo. Dulce paz
y dorado instante
que duran mientras allá afuera se sueltan los vientos
y ruge la destrucción-convulsión del mundo
sin perro ni gato, ratón
royendo lo perfecto
en tanto la música armoniza las puras disonancias
y entre marido y mujer la lámpara
incendia el aquí
pero habita sin tiempo
el centro de la armonía.








EN LA CALLE SOLITARIA

(trad. de Saúl Ibargoyen)

En la calle solitaria
con el Sol de mediodía
una línea de oro se extiende
oscureciendo todo
y tiñendo las cosas.
Un haz de espanto
el grito del loco raya el cielo
azul
en línea opuesta a la sombra del árbol.
Al amparo materno del umbu
se parten paz y sosiego, la dulzura
y el punto justo
son de pronto un rayo en la desmesura del grito del loco
con su alma en andrajo en un lecho de llamas
que despedaza los ojos del niño
presos en el silencio de la plaza.
De la sensación quedó
el pavor dominado, aquel preciso instante
de la visión de un revoque rojo
en el muro desconchado,
los ladrillos a la vista
y la acera
dura,
asperezas,
fascinación,
audacia,
y el grito del loco
rayando de sangre el cielo azul.
Así también (oculta)
la cadena de la herencia espiralaza
la explicitud de las formas, apariencia pura
con el espíritu adentro desde los espacios abiertos,
un acto hecho en nosotros:
Dios
escribiendo la pieza que dijimos
con la memoria de las células
orden y miedo de cumplir
la hora prescrita,
el tiempo cierto de salir –
claro mandala.
Como remonta el salmón la corriente
para dejar a la suerte del río sus huevos
y allí
fluyendo
comenzar a morir, así
el loco grita
o nosotros, apoderados de la razón, retrocedemos.
Sólo un perro por compañía
que vuelva nuestros ojos hacia la luz
o en la tiniebla ajuste nuestros pasos.
Dentro de la gruta
espesa
nuestros nervios palpitan impacientes
y pasa de padre a hijo el relámpago de las madres.
De pronto
las ruinas circulares de los derrumbes fatales están allí
y son
como el grito del loco
en una línea de oro
el cuadrado de la plaza – un rayo
de saudade
ahora
aquí
total recordación,
fiel presencia
para siempre fatal
en su sombra iluminada.  

Extraídos de la revista Alforja, XIX, invierno 2001.  








CANTARES DE NOSSA SENHORA


1.

Quero te falar de Maria.

Maria foi tão simples.
É muito anterior a Eva
e está noturnamente sozinha
na sua roca de Piedade.


2.

Era preciso que Deus baixasse
e nos desvãos da carne celebrasse
a aliança com o eterno.
Mas devia vir nu,
                             Deus,
sem uma pedra que lhe amparasse a cabeça,
nem placentas, submisso
e ancorado na vária geração.

Como nas vastas peregrinações
em que o homem equilibra
e partilha e o anseio,
se te exigia o máximo,
de virgem e de mãe.
Era preciso reunir
                             como o andarilho,
no olhar, todos os povos.

E tu ouviste o anjo.

Tu foste a casa e a flor,
o jardim e a lareira,
ajudando
               para sempre
o espírito no tempo.  


3.

Em segredo,
um campo azul pendia
das paragens celestes, vasto
de muitas flores. E vinhas por ele
com as vestes vaporosas, ao lado
                                                      o touro
- de finas ilhargas e a frente poderosa.

Oh, Pastora da besta,
as alvas mãos aberta
sob os seios explícitos!
Caminhas, pastoreando
enquanto a língua bruta,
áspera e sedenta,
forte e obscura
vai passando entre os beiços
                                              (rorejados
de orvalho)
a grama, tenra.
Odores de terra sobem como chuva
a baba cintilante.

Simples, entre as mais simples
vejo a tua mão descer
sob o dorso selvagem
enquanto os flancos fremem.
Então, de rampa adusta
a pomba desce,
                          e adeja
no teu ventre a aspereza
portentosa do touro:
todas as flores que ele pasta
passam às tuas vestes
                                    e ficam
vivo esplendor.  





  
ORIGENS

Quando ainda não éramos,
víamos em toda a direção,
não obstante o Céu
por sobre nós conviesse
a cabeça terrena.
Mas, ai, o terrível instante
em que já não mais
o olho que vira se mantinha.
Tudo então se pensou.
E as nuvens, a cor
das águas azuis que se entregavam
em flores sexuais se entregavam
em flores sexuais se bipartiram
abrindo em volta de nós
os espaços da dor.

E eis nosso dia. 








CAVALO MORTO

Morto.
A cabeça tão bela,
outrora insofrenável, agora
ropousando nos vermes. O corpo
terso, enorme,
                        inominável já,
colando-se na terra. E a grama
vencendo a repugnância
ensaia terna
                     uma cor mais nova.

Antes, uso. Agora,
memória mal exposta. Signo
do tempo. Meditação confusa.
Velocidade podre.
Das patas ágeis
- persistência patética –
restam os cascos,
apenas restos de cabelos escuros.
Sobre,
o arcanjo da destruição passa
sombrio, e enfeixa
aquela descomposta figura
nos silêncios da espada.







TOCADORA DE FLAUTA

Pelos campos de Osuna
ela havia de andar
ao mesmo vento
que ondulava o trigal.
                                   E o mesmo sol
que tirava a capa ao companheiro
havia de brilhar sobre os dois,
hoje imóveis.
Ah, virtudes de pedra
capaz de reter quanto, só
na alma, o espírito endurece
- este permanecer,
                                brilho
fugidio preso no homem
                                        (para logo voar)
quando o sexo se alça
ou a fome abre
quinas de morte.

Auletriz chamada, agora
auletriz a vejo. E digo
mais vivamente: tocadora de flauta.
                                                          Vem,
com teu canto de pedra,
costas voltadas ao companheiro gasto,
cunha da evocação.
                                 Vem,
com teu passo imóvel.
Fixa nos meus olhos,
deixa que os ventos de Osuna
soprem de novo o remoto,
e os campos dobrem na tua cinta cingida,
e o sol doure o cacho dos cabelos
cintados pela trança de palha do chapéu.
Que o trilo da flauta
                                  suba
a serpente dos montes,
enquanto a capa ondeie
                                        rígida
os frêmitos passados
e volte o companheiro a convergir
os passos para ti.

Num instante
as noites primitivas estão aqui.
                                                  Juntos,
cosemos rugas do tempo, recompomos
o mundo. E o dia
                              (íntegro)
se faz.







A DAMA DE ELCHE

Seus olhos
pararam no limiar. Mas a morte
participa também do mistério da vida,
e essas amêndoas que mantém
explícitas ao nada, anunciam
outra árvore em nós.

Toda a feição já se concentra
no que os olhos não dizem. Antes
fossem fechados,
como os lábios na dureza do mento,
e a ciência ou a razão que nos perturba
não deixariam no berloque aguerrido
essa espantosa serenidade gélida de amor.

Mulher-senhora. Mãe?
                                     Nos adornos
da espera, (nossa
a dúvida) fica a vida
que freme, e os abismos
que a beleza flanqueiam. Até que os pés
alados
despertem a princesa. Então,
Deus a recolhe,
                          e roça
nossas parcas medidas.  A morte
desancora. Pela rigidez
da inacessível máscara, escorre
como as chuvas
o seu íntimo trabalho de existir.   

Extraídos de Caminhos de Integração; antologia poética. Org. Sofía Vivo. Brasília: Thesaurus, 1993.  [edição trilingüe: português, espanhol, inglês].








DA MORTE

A morte joga no descampado
o seu jogo de dados
mas é no íntimo de nós
no âmago
que os pontos contam.
Ela funda
                 no fundo de nós
sua raiz fecunda –
no ventre
como bicho faminto
no coração
como casa sem gente
na mente
como causa de causas sem motivo.
É a nossa companheira
                                       longinquamente
desde o berço
e muito antes ainda
pois quando nos embalava
ao doce enlevo da mãe
já modulava o canto
                                 antiqüíssimo
marcando o mais certo encontro conosco
para a miséria
ou para a glória.


Capas de alguns dos livros de José Santiago Naud: 
Ofício Humano (Rio de Janeiro: Livros de Portugal, 1966);  A Geometria das Águas - 1952-1956 ( Porto Alegre: Editora Globo, 1963); Os Avessos do Espelho ( Brasília: Thesaurus, 1996); O Olho Reverso.  Brasília: Thesaurus, 1993.   







I BIENAL INTERNACIONAL DE POESIA DE BRASÍLIA
3 a 7 de setembro de 2008
Poemas lidos pelo autor no evento.


CANTARES DE NOSSA SENHORA
(Inédito)
Livro I, 3

Era preciso que Deus baixasse
e nos desvão da carne celebrasse
a aliança com o eterno.
Mas devia vir nu, Deus,
sem uma pedra que lhe amparasse a cabeça,
nem placentas, submisso
e ancorado na vária geração.

Como nas vastas peregrinações
em que o homem equilibra
a partilha e o anseio,
se te exigia o máximo
de virgem e de mãe.
Era preciso reunir como o andarilho,
no olhar, todos os povos.

E tu ouviste o anjo.

Tu foste a casa e a flor,
o jardim e a lareira
ajudando, para sempre,
o espírito do tempo.







ROMANCE

Fruto de solidão
preso à fronde do vento,
lua, tu nos dás
a medida do eterno,
essa altura que jogas
contra o espaço celeste
em nós refere a terra,
que em nossa ânsia integras.
E ao nosso amor integras
tudo o que não sofremos,
tudo o que não tivemos
e apenas pressentimos,
em tua marcha sentimos
tudo o que não teremos
e tudo o que já viveram
corações noutros tempos.
Flanco de solidão,
maçã casta e sensual
presa ao ramo oscilante
entre a alma e o carnal,
em ti, suprema altura,
os olhos vão reunindo
as trilhas do abandono
e alguns ecos da infância.

Pata branca de touro
extraviada no azul.








CÃO DE PLUMAS

Em cima
             ou embaixo
trazemos sempre conosco
o chão das metáforas —
cão de plumas
cão de estrelas
Cão Maior
                 ou menor
na curvatura dos céus.

E, mais para lá,
a memória.





Capas de alguns outros  livros de José Santiago Naud: 
As Colunas do Templo (Brasília: Linha Gráfica Editora, 1988?);   20 Poemas escolhidos e um falso haikai. ( Brasília: Thesaurus, 2005); Antologia Pessoal ( Brasília: Thesaurus Editora, 2001);   Fábrica de Ritos ( Brasília: Thesaurus, 2008).    








ALPHONSUS DE GUIMARAENS [11.889]

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Alphonsus de Guimaraens

Afonso Henrique da Costa Guimarães, conocido como Alphonsus de Guimaraens (* 24 de julio de 1870; Ouro Preto, Minas Gerais, Brasil - † 15 de julio de 1921; Mariana, Minas Gerais, Brasil), escritor brasileño.

Escribió sobre todo poesía y se le considera uno de los principales simbolistas de su país.

Obras

Dona Mística
Kiriale
Câmara ardente
Pastoral aos crentes do amor e da morte
Setenário das dores de Nossa Senhora
Nova primavera
Escada de Jacó
Pauvre Lyre (en francés)





LA CABEZA DE CUERVO

Traducido por Anderson Braga Horta

Calmo, a lo largo de la noche lenta,
Escribo, insomne. A un lado de la mesa
Un negro tintero hay que la cabeza
   De un cuervo representa.

Mudo lo miro y así me mortifico
Y en mi dolor atroz más me concentro:
Y entreabriendo su grande y fino pico
Meto la pluma en su garganta adentro.

Y solo, de su panza, poco a poco,
Voy sacando la pluma inmersa en tinta...
Y mi mano, que tiembla toda, pinta
   Versos propios de un loco.

Con su abierto ojo vítreo, la funesta
Ave que representa mi tintero
Sigue mi mano, que camina, presta,
Temblando toda en el papel entero.

Me dicen cuantos me desean vivo
Que lance fuera ese agorero cuervo,
Pues sangra de él este descreer protervo
   De los versos que escribo.





 A CABEÇA DE CORVO  

Na mesa, quando em meio à noite lenta
Escrevo antes que o sono me adormeça,
Tenho o negro tinteiro que a cabeça
  De um corvo representa.

A contemplá-lo mudamente fico
E numa dor atroz mais me concentro:
E entreabrindo-lhe o grande e fino bico,
Meto-lhe a pena pela goela a dentro.

E solitariamente, pouco a pouco,
Do bojo tiro a pena, rasa em tinta...
E a minha mão, que treme toda, pinta
   Versos próprios de um louco.

E o aberto olhar vidrado da funesta
Ave que representa o meu tinteiro,
Vai-me seguindo a mão, que corre lesta.
Toda a tremer pelo papel inteiro.

Dizem-me todos que atirar eu devo
Trevas em fora este agoirento corvo,
Pois dele sangra o desespero torvo
   Destes versos que escrevo.




EL CINAMOMO FLORECE...

Traducido por Anderson Braga Horta

El cinamomo florece
Delante de tu postigo:
Cada flor que desfallece
Muere de soñar contigo.

Las hojas verdes que veo
Caídas junto a tu paso,
Llamadas por tu deseo
Van a buscar tu regazo.

¡Señora!, si yo pudiese
Ser el cinamomo amigo,
De flor violeta, que crece
Delante de tu postigo:

Verías, tal vez, ¡ay, cómo
Suspiran en noche calma
Las flores del cinamomo
De que está llena mi alma!
   




O CINAMOMO FLORESCE...

O cinamomo floresce
Em frente do teu postigo:
Cada flor murcha que desce
Morre de sonhar contigo.

E as folhas verdes que vejo
Caídas por sobre o solo,
Chamadas pelo teu beijo
Vão procurar o teu colo.

Ai! Senhora, se eu pudesse
Ser o cinamomo antigo
Que em flores roxas floresce
Em frente do teu postigo:

Verias talvez, ai! como
São tristes em noite calma
As flores do cinamomo
De que está cheia a minh’alma!
   

  
       
   
ROSAS

Traducido por Anderson Braga Horta

Rosas que ya vos fuisteis, deshojadas
Por manos que también se fueron, rosas
Suaves y tristes y que las amadas,
Muertas también, besaron ansïosas.

Rosas rubras y ufanas, o agostadas,
Todas llenas de llamas amorosas...
Sois aromas de alfombras silenciosas,
Donde durmieron trenzas destrenzadas.

¡Blancas como las monjas, o hechiceras
Rosas llenas de savia y de frescura,
Rosas primeras, rosas postrimeras!

¿Quién sino vos, si este dolor perdura,
Por coronarme, rosas pasajeras,
El sueño que se acaba en desventura?




 ROSAS

Rosas que já vos fostes, desfolhadas 
Por mãos também que já se foram, rosas
Suaves e tristes! rosas que as amadas,
Mortas também, beijaram suspirosas...

Umas rubras e vãs, outras fanadas,
Mas cheias do calor das amorosas...
Sois aroma de alfombras silenciosas,
Onde dormiram tranças destrançadas.

Umas brancas, da cor das pobres freiras,
Outras cheias de viço e de frescura,
Rosas primeiras, rosas derradeiras!

Ai! quem melhor que vós, se a dor perdura,
Para coroar-me, rosas passageiras,
O sonho que se esvai na desventura?




POR ELLA HAN DE LLORAR LOS CINAMOMOS...

Traducido por Anderson Braga Horta

Por ella han de llorar los cinamomos,
Mustias las flores, cuando muera el día.
Caerán de los árboles los pomos,
Soñando aquélla que se los cogía.

Las estrellas dirán: — “¡Ay! nada somos,
Desde que ella se fue, silente y fría...
Y viendo sus mejillas como cromos,
La hermana han de llorar que les sonreía.

La luna, que le fue madre amorosa,
La vio nacer y amar, ha de envolverla
Entre lirios y pétalos de rosa.

Mis ensueños de amor serán difuntos...
Y los arcángeles dirán al verla, 
Pensando en mí: — “¿Por qué no






HÃO DE CHORAR POR ELA OS CINAMOMOS...  

Hão de chorar por ela os cinamomos,
Murchando as flores ao tombar do dia.
Dos laranjais hão de cair os pomos,
Lembrando-se daquela que os colhia.

As estrelas dirão: — “Ai! nada somos,
Pois ela se morreu, silente e fria...”
E pondo os olhos nela como pomos,
Hão de chorar a irmã que lhes sorria.

A lua, que lhe foi mãe carinhosa,
Que a viu nascer e amar, há de envolvê-la
Entre lírios e pétalas de rosa.

Os meus sonhos de amor serão defuntos...
E os arcanjos dirão no azul ao vê-la,
Pensando em mim: — “Por que não vieram juntos?”




DIOS ES LA LUZ DEL CIELO...

Traducido por Anderson Braga Horta

Dios es la luz del cielo, es de los astros veste,
Eterno resplandor. De esa luz somos hechos.
Un fulgor de oración relumbra en nuestros pechos:
Es el reflejo astral de ese origen celeste.

Tú, hombre loco y vil, alma impía que padeces
En el fuego infernal de tus torpes defectos,
Sientes de cuando en cuando esplendores electos
Como un claro de luna argentando cipreses.

¿Quién no sintió jamás la caricia divina
En su pecho verter la esencia cristalina
De un astro que centella en pleno azul sin velo?

Todo es luz en nuestra alma; el más vil, el más loco
Bien sabe que esta vida es sol que dura poco
Y está en nosotros Dios como dentro del cielo...




 DEUS É A LUZ CELESTIAL...

Deus é a luz celestial que os astros unge e veste,
E dessa eterna luz nós todos fomos feitos.
Um fulgor de orações brilha nos nossos peitos:
É o reflexo estelar dessa origem celeste.

O homem mais louco e vil, cuja alma ímpia se creste
Aos fogos infernais dos mais torpes defeitos,
De vez em quando sente esplendores eleitos,
Que tombam nele como o luar sobre um cipreste.

Quem não sentiu no peito a carícia divina,
A enchê-lo de clarões na transparência hialina
De um astro que cintila em pleno azul sem véus?

Tudo é luz na nossa alma, e o mais vil, o mais louco,
Bem sabe que esta vida é um sol que dura pouco
E que Deus vive em nós como dentro dos céus...





NADIE ANDA CON DIOS...

   Traducido por Anderson Braga Horta y José Jeronymo Rivera


Nadie anda con Dios más que yo ando,
Nadie sigue sus pasos como sigo. 
A ninguno bendigo ni maldigo:
Todo es muerto en un pecho miserando.

Veo el sol y la luna y todo el bando
De los astros olímpicos persigo.
Dios con su mano misteriosa el trigo
Que plantó, poco a poco, va segando.

Fluyen las horas en completa calma.
Un día ha de llegar en que en el puerto
Todo lo que sufrí y sufro se acalma.

¡Ah, si llegara en breve el día incierto!
Se hará luz en mi ser, ya que mi alma
Será trigo de Dios en cielo abierto...





NINGUÉM ANDA COM DEUS...

Ninguém anda com Deus mais do que eu ando,
Ninguém segue os seus passos como sigo.
Não bendigo a ninguém, e nem maldigo:
Tudo é morto num peito miserando.

Vejo o sol, vejo a lua e todo o bando
Das estrelas no olímpico jazigo.
A misteriosa mão de Deus o trigo
Que ela plantou aos poucos vai ceifando.

E vão-se as horas em completa calma.
Um dia (já vem longe ou já vem perto?)
Tudo que sofro e que sofri se acalma.

Ah se chegasse em breve o dia incerto!
Far-se-á luz dentro em mim, pois a minh’alma
Será trigo de Deus no céu aberto...





GUIMARAENS, Alphonsus.  Ismália.  2ª. ed.  Ilustrações: Odilon Moraes.  São Paulo: Cosac Naif, 2014.   ISBN 978-85-405-0596-4   Capa dura e miolo em formato de sanfona. Protegido por  sobrecapa de cartolina.  Impresso na China.   Col. A.M. 


ISMALIA 

Traducido por Anderson Braga Horta

Cuando Ismalia enloqueció,
Subió a la torre a soñar...
La luna en el cielo vio,
Vio otra luna en el mar.

En ensueños se perdió,
Bañada en la luz lunar...
Subir al cielo deseó,
Deseó descender al mar...

Y en desvarío se quedó,
Se echó en la torre a cantar...
Cercana al cielo se vio,
Se vio lejana del mar...

Y como un ángel, pendió
Las alas para volar...
La luna del cielo ansió,
Ansió la luna del mar...

Las alas que Dios le dio
Temblaron de par en par...
Su alma al cielo subió,
Su cuerpo bajó al mar...   






ISMÁLIA

Quando Ismália enlouqueceu,
Pôs-se na torre a sonhar...
Viu uma lua no céu,
Viu outra lua no mar.

No sonho em que se perdeu,
Banhou-se toda em luar...
Queria subir ao céu,
Queria descer ao mar...

E, no desvario seu,
Na torre pôs-se a cantar...
Estava perto do céu,
Estava longe do mar...

E como um anjo pendeu
As asas para voar...
Queria a lua do céu,
Queria a lua do mar...

As asas que Deus lhe deu
Ruflaram de par em par...
Sua alma subiu ao céu,
Seu corpo desceu ao mar...







OH, CISNES BLANCOS, CISNES BLANCOS...

         Trad. Renato de Mendonça

Oh, cisnes blancos, cisnes blancos, 
¿por quê vinisteis si era tarde? 
El sol no besa ya los flancos 
dei monte donde inuere la tarde.
    Oh, cisnes blancos, dolorida
mi alma siente nueva amargura. 
Llegué a la tierra prometida:
es un desierto lleno de tumbas.
   ¡Volad a otra región alegre, 
cisnes blancos! Sed felices... 
Dejadme solo con mis llagas,
dejadme solo con mis cicatrices.
    Vengan las aves agoreras 
de carcajada que enfría los huesos... 
Mi alma, llena de calaveras, 
está ya. blanca de padrenuestros.
    Quemando la carne como brasas, 
vengan las tentaciones daninas, 
que  yo las. pondré bajo sus alas 
el alma llena de letanías.  

    ¡Oh, cisnes blancos, cisnes blancos,
dulce caricia de albo plumaje!
Mi alma muere a los vaivenes
de este terrible carruaje...





CISNES BRANCOS

Ó cisnes brancos, cisnes brancos, 
Porque viestes, se era tão tarde?
O sol não beija mais os flancos
Da Montanha onde mora a tarde.

Ó cisnes brancos, dolorida
Minh’alma sente dores novas.
Cheguei à terra prometida:
É um deserto cheio de covas.

Voai para outras risonhas plagas, 
Cisnes brancos! Sede felizes...
Deixai-me só com as minhas chagas, 
E só com as minhas cicatrizes.

Venham as aves agoireiras, 
De risada que esfria os ossos...
Minh’alma, cheia de caveiras,
Está branca de padre-nossos.

Queimando a carne como brasas,
Venham as tentações daninhas,
Que eu lhes porei, bem sob asas,
A alma cheia de ladainhas.

Ó cisnes brancos, cisnes brancos,
Doce afago da alva plumagem!
Minh’alma morre aos solavancos
Nesta medonha carruagem...

Quando chegaste, os violoncelos
Que andam no ar cantaram no hinos.
Estrelaram-se todos os castelos, 
E até nas nuvens repicaram sinos.

Foram-se as brancas horas sem rumo, 
Tanto sonhadas! Ainda, ainda
Hoje os meus pobres versos perfumo
Com os beijos santos da tua vinda.

Quando te foste, estalaram cordas
Nos violoncelos e nas harpas...
E anjos disseram: — Não mais acordas, 
Lírio nascido nas escarpas!

Sinos dobraram no céu e escuto
Dobres eternos na minha ermida.
E os pobres versos ainda hoje enluto
Com os beijos santos da despedida.






De
BUSTAMANTE Y BALLIVIÁN, Enrique.  Poetas brasileiros (traducción anotada). ROMANTICOS: PARNASIANOS : SYMBOLISTAS : REGIONALES : POETAS NUEVOS.  Rio de Janeiro: Emp.Industrial Ediora “O NORTE”, 1922. 175 p.


SONETOS

(Del "Septenario das Dôres de Nossa Senhora".)

DOLOR II. - II

Fuera una estrella de fulgor inmenso
su guia, en noche incierta al Lugar Santo ... 
Mirra trajera Baltasar; incienso,
Gaspar; Melchor, oro que fulge tanto.
Eran valles y montes, era el denso
bosque, el campo explayado en verde manto. 
Bajo lunas de jaspe y sol intenso
iban en ala de celeste encanto.
  Cuando se vieron bajo el mismo techo 
que abrigá a Ia familia ínmaculada,
Ia flor de eterno amor brotá en su pecho.
  Y, Reyes, con humilde mirar tierno, 
las diademas tiraron, polvo y nada, 
delante de quien era el Verbo Eterno.

Dulce consoladora de infelices,
primo y último amparo de quien llora, 
ioh! dáme alivio, dáme cicatrices
para estas llagas que te muestro ahora.
  Dáme dias de luz, horas felices, 
todo el candor del despertar de otrora. 
Las columnas de nubes en que pises 
tornaránse en claror de fin de aurora.
  Tú que eres Rosa blanca en el espíno, 
estrella en alta mar y torre fuerte,
ven, muéstrame, Sefiora, el buen camíno,
  que, al meditar en ti y en tus dolores, 
siento en el alma dolorosa muerte
de todos mis pecados y terrores.



DOLOR III. - I

Fé, Esperanza, Caridad, - himnario 
de adoraciones y de misereres, - 
canto de paz en templo solitario, 
hacéis soñar en pálidas mujeres.

Fé, con la vista fija en el Calvario ...
Esperanza que dice: "Lo que esperes 
llegará entre los plíegues del sudario ... " 
Y Caridad: "Que siempre cual yo hicieres."

Su augusta trinidad me sigue, voz 
que de lo Inaccesible viene, y una 
torre que se irgue en temporal atroz.

Santas virtudes primitivas, dad
la bendición para que mí alma se una 
a Dios, y vaya cierta a su bondad ...





TRÍO ROMANCESCO


A tí, Arcángel, hermano mio.

Una aldeana que pasa cantando:

El corazón humano es cual los jazmineros, 
tiene mayor fragancia bajo la luz lunar ...
iqué luna abrirá en flor a mís suefios primeros, 
más blancos que jazmines de tierras de ultramar!

Un viejo sentado a la vera del camino:

El corazón humano es cual las sepulturas, 
puede guardar la muerte y ser como un jardín ... 
iCerradas para siempre están las alas puras
de la esperanza que volara sobre mí!

Un poeta que sigue a la aldeana:

El corazón humano es cual los naranjeros, 
florece un mes y espera otro Setiembre en flor ... 
iAy, cuando tornarán los ensueños primeros
a florecer de nuevo con el antiguo amor!









NELSON DÍAZ [11.890]

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Nelson Díaz

Nacimiento: Montevideo, 1967
Nelson Díaz es un poeta y periodista uruguayo.
Ha publicado cinco libros de poesía: Pactos & Emblemas (1991), de Rosas, mendigos y otras tempestades (1993), Malas intenciones (1999), Liturgia urbana (2000) y Rigor mortis (Yaugurú, 2005; reeditado en 2009). Dos libros de entrevistas a escritores uruguayos: El oficio de contar (Alfaguara, 2006, con dibujos de Hermenegildo Sabat; reed. en 2008) y El oficio de narrar (Alfaguara, 2009). La novela Corporación Medusa (Yaugurú, 2007) y Memorias de un trovador. Conversaciones con Darnauchans (Planeta, 2008).
En 1994 escribió y dirigió la performance SuicidArte: una experiencia terminal, en base a textos de André Breton, Antonin Artaud y de su autoría. Entre ese año y el 2000 fue representante y productor de Eduardo Darnauchans.  En el 2010 integró la muestra colectiva Uru-Mex, donde un poeta uruguayo y un diseñador mexicano (y viceversa) plasmaban poesía y diseño en un afiche. La  muestra se presentó  en  Montevideo en la Sala de Arte “Carlos Federico Sáez” y en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Como periodista trabajó en diferentes medios escritos: revista cultural Graffiti, El Estante, Cuadernos de Marcha, El Diario, Estediario, Ultimas Noticias, La República y El País Cultural. Algunos de sus entrevistas a escritores extranjeros fueron publicadas en el semanario Brecha. Entre el 2005 y 2010 condujo la columna La letra con radio entra, de frecuencia semanal, en el programa Mundo Cañón en Radio Futura. Actualmente ejerce la crítica literaria en Planeta Radio, en Sarandí 690, revista Dossier y revista Caras y Caretas. 





White Noise/Black Noise (work in progress)


Escuché por un instante ruidos en mi cerebro.
Provenían de la cocina o de las habitaciones contiguas.
Mi cerebro respondió débilmente.
Como pensando en la historia de otra persona.
En la de ese imbécil que un día, sin medir las consecuencias, me había creado.
Las historias transcurren tras los espejos.
Cuando la gente no se mira.
Yo observo a la gente.
Cuando los espejos no me miran.






El ruido en mi cerebro es la risa de los desesperados.
Un oasis en medio del desierto del aburrimiento.
Noches demasiados largas.
Vidas demasiado breves.
No hay vértigo. 
No hay velocidad.
Hay abismo.







El ruido me sofoca.
Respiro suciedad.
Me desplomo.
Vivo en suciedad.
No brillo en ninguna parte.
Polillas carcomen los días.
Las noches son todas iguales.
Los almanaques no tienen sentido.








Anoche soñé con aves
Anoche soñé con peces.
Aves de colores.
Peces rapaces.
Las aves comían de mi mano.
Se zambullían en el estanco.
Los peces sobrevolaban mi cabeza.
Zumbaban mis oídos.
Invadían mi cerebro.
Mis neuronas.
Mis glándulas.








El ruido derrumbó el caserón.
El cielo se volvió negro.
El mar furioso golpeó las lápidas del insomnio.
El silencio venció a la noche.

No hay esperanzas en el nuevo día.






Paula llegó a casa...

Paula llegó a casa con su sonrisa sempiterna. Se recostó sobre el sofá y adoptó la posición felina tantas veces practicada. Comencé a ponerme nervioso. Algo se traía entre piernas.
— Tengo una semana de licencia. Ana Laura y su novio nos invitaron a pasar unos días en el Cabo Polonio.
Conocía el speech. Ese “nos” era “me”. Me sentí una oveja sin rebaño. Me acomodé como pude en el sillón. No tenía nada contra los amigos de Paula, pero Ana Laura y su novio siempre me habían parecido un casal de pelutoditos. Típica pareja progresista. Seudo izquierdista. Paqueta e intelectual. Sentados en las dunas. Quemando un faso. Mirando las estrellas. Filósofos estivales. Filósofos pro tempore. Luego, en la oscuridad de la noche, frente al oscuro océano, vendrían las inevitables citas de Benedetti y Galeano. Me imaginé juntando berberechos. Comiendo buñuelitos de algas. Sentí un escalofrío.
Maldije no ser un tipo políticamente correcto. Eché de menos no tener una mascota o un hijo. Podría decirle que tenía quedarme a cuidar al perro, al gato, al crío, o a la tortuguita Manuelita.
— Prefiero quedarme en Montevideo. Sabes que soy alérgico a la arena y al sol.
— Sos alérgico a mis amigos.
— Son tus amigos, no los míos.
— Te pasas todo el día bobeando con El Diente. Y con esos estúpidos manuscritos que quién sabe de dónde los sacaste.
— Me los mandaron.
—Yo me voy igual. Quédate encerrado, mirándote el ombligo. Cuando vuelva tenemos que hablar en serio.
Paula se levantó, agarró su mochila y se fue.
Yo me quedé sentado.
Mirándome el ombligo.


(Extraído de Corporación Medusa, a editarse en noviembre de 2007)





SUERTE 

Estaba en un bar bebiendo whisky fumando ignorando les fleurs du mal, quiero decir no estaba en un granero sentado bajo la sombra de una palmera salvaje bebiendo bourbon. Estaba simplemente en un bar bebiendo whisky viendo pasar les feuilles mortes. En una mesa dos viejas parloteaban, hablaban de filosofía y criticaban que en el menú no había aves aristófanes ni pitonisas al escabeche. El mozo trató de explicarles que el cheff Heródoto había faltado ese día debido a un doloroso cólico nefrítico.
Las viejas añoraban sueños perdidos, justificaban mentiras, excusaban realidades, desempolvaban olvidos y neuronas, sin reproches ni concesiones. Llamaron al mozo y pidieron la cuenta. Se levantaron. Una le dijo a la otra “suerte que aún te excitas”.

(Extraído de Rigor mortis, Editorial Yaugurú)







VAMOS A BEBER

¿Te gustó Esperando a Godot, nena?, le pregunté mientras prendía un cigarrillo luchando contra el viento que se había encaprichado esa noche en no dejarme fumar.
Pero yo no la entendí. Ese tipo... ¿cómo se llamaba?
Godot, nena, Godot.
Bueno, ése. Nunca apareció.
De eso se trata. No te preocupes, la mayoría de la gente no lo entiende. Dícelo a tus amigas en la oficina. Eso te dará status. Son las dos de la mañana. Vamos a beber. Sabes que sufro de insomnio.
Pero ese tipo... ¿por qué no llegó?
Vamos a beber y olvídate del asunto.

(Extraído de Rigor mortis, Editorial Yaugurú)






CIUDAD

Ciudad de humo de desconsolados de grises de putas poetas perdedores ciudad que mira al sur de la cruz ciudad de viento como peste de argonautas de abril y diciembre ciudad de partos panteones peatones ciudad de humo y cenizas ciudad de ojos rojos delatores de miradas sombrías cospeles y monedas ciudad de traidores y redentores de versiones conversiones adversiones ciudad del prostíbulo soñado larsen padre brausen perfecto monte maría soñada ciudad donde la ambición es la parte trasera de un coche negro.

(Extraído de Rigor mortis, Editorial Yaugurú)









JORGE ESTEBAN MUSSOLINI [11.891]

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Jorge Esteban Mussolini 

Nació en Río Cuarto, Córdoba, un 26 de octubre de 1973. Recuerda una infancia muy feliz y una juventud desperdiciada sobre la que no desea dar detalles. Descubrió la literatura de una manera casi accidental a los veinte o a los veintiún años y se enamoró de ella principalmente como lector.

Se siente identificado fundamentalmente con los escritores del Boom latinoamericano por quienes guarda una a dmiración casi demencial.Su obra es muy modesta y está compuesta principalmente de borradores sin terminar. Su primer cuento fue publicado en el año 2003 en la muy mexicana ciudad de Puebla de los Ángeles en una revista llamada Renacimiento gracias a la buena voluntad de dos poblanos que aprecia mucho: el Profesor Librado Agustín Ramírez y la Profesora Araceli Castillo Contreras. Con estos dos grandes maestros ha contraído una deuda enorme que no sabe si va a poder pagar algún día. En el año 2007 gana el tercer premio en narrativa del primer concurso provincial organizado por Editorial Cartografías. Actualmente es colaborador de la misma y se encuentra preparando una serie de relatos que tal vez salgan a la luz este año. 




EL NAVÍO

Ya casi sin arboladura y con la crujía desgañitada,
a duras penas se adentra en un Atlántico hostil
que parece divertirse con la posibilidad de su zozobra.
Tras el viento gris de la tormenta, recuerda al fantasma errabundo
de un viejo galeón que salió airoso de Lepanto.
Aunque en realidad el Santa Elena, tal es su nombre,
supo ser, en sus días de gloria, un formidable navío de
setenta y cuatro cañones, imbatible incluso en la desastrosa
campaña de cabo Trafalgar, donde España, imperial, orgullosa e inmensa,
 se perdió a sí misma por siempre y para siempre.

Hoy el buque es una verdadera ruina.
Ha sido mercantilizado y vendido a una joven Nación.
La inmensa soledad de la Santa Bárbara rebalsa ahora
de carne rancia, de lino y del mercurio indispensable
para arrancar la poca plata que aún mezquina Potosí.
Las troneras han sido selladas y clausuradas por inútiles,
pues el viejo guerrero se ha vuelto animal de carga,
más noble aunque menos gallardo,
 más lento pero más reposado,
 más viejo y bajo constante amenaza de naufragio.






EL CAPITÁN

Es un hombre gris, lluvioso y gris y de pelo entrecano.
Sus ojos, alguna vez bravos, hoy se asombran sin asombro
 en mar adentro pues ya lo ha visto todo.
Nunca sonríe; el sol para él es siempre sol poniente.
La tripulación le teme;
Están convencidos e inmersos en la superstición
de que hundirá el barco para morirse con él.
Ha anotado la latitud en el cuaderno de bitácora
y una aclaración marginal: “Tarde. Rumbo Sur.
 Nos adentramos a la tempestad”.






RECUERDO DE LOS PUERTOS

Recostado en el catre recuerda y no duerme.
Recorre con la vista las podridas maderas del alcázar y musita en silencio:
“Todos los puertos son iguales. Huelen a rancio,
a ron, a desencuentro.
Cada hombre de mar tiene mil historias,
pero son, en realidad, la misma mil veces contada.
Los mismos mares y los mismos puertos.
Las mismas mujeres por la misma paga...
Todos ríen con sus dientes perforados...
Todos beben el mismo ron como si fuera vino de última cena”.

“La tregua del hombre de mar, pensó el marino;
el puerto es el único lugar de tierra firme que nos es dado pisar,
el único lugar donde el cuerpo sigue mareado al compás
del vino adúltero o del ron de las Antillas.
La armonía entre el mar y lo que no lo es,
el recuerdo del océano fuera de la cubierta.
Más allá de los límites del puerto y tierra adentro
sólo puede haber monstruos apocalípticos
como la mujer amada, su perfume
Y el recuerdo de su perfume.”






LA BORRASCA, CABO DE HORNOS

El quejido del viento es como la voz del Apocalipsis;
el oleaje, como el conjuro de Moisés
y mil relámpagos iluminan el mar de las diez de la noche.
La voz del vigía pone fin al letargo insomne del capitán:
“Borrasca, señor, borrasca en el cabo de Hornos”,
dijo aterrado previendo la muerte.
Cubierto de capote y una vieja gorra  ballenera,
Entre dormido y ebrio se le vio caminar balbuceante
desde el pasamanos hasta el palo del trinquete, 
donde, atado, se siente a salvo de la tempestad.

Lejos del timón y amarrado al palo del trinquete, tiene la apariencia de un
loco o de un borracho que se ha dejado abrumar por los recuerdos de toda la vida.
Recuerdos que son siempre el mismo:
El de la mujer amada, el de su perfume y el recuerdo de su perfume y
el del tedio de una vida malograda en los mares.
“Marzo y tempestad en el Cabo de Hornos
 y el capitán amarrado en el trinquete”,
gritó el timonel haciéndose cargo del barco.
Todos hacen lo que pueden menos desamarrarlo,
pues la lucha no es pareja entre el hombre y el mar más peligroso del mundo.






EL MAR DE LA TRANQUILIDAD

La soledad amanece en el Pacífico sur.
Amanece tranquila y resplandeciente.
Contrasta con el cascarón maltrecho del Santa Elena,
nave irremediablemente perdida en su último tornaviaje.
La borrasca es ahora el recuerdo vago de un naufragio fallido.
Lo que ha quedado de la tripulación interroga al timonel.
Preguntan por un milagro; él les mira sin responder,
no sabe qué decir y no sale de su asombro:
“Nos salvamos, piensa,
carajo, nos salvamos”.

Y amarrado al palo del trinquete estaba Cristo.
Más odiado que temido pero era el capitán.
Decidieron darle una sepultura digna,
devolverlo a las aguas que lo vieron perecer.
Nadie contaba con que aún estuviera moribundo.
Lo desamarraron y lo dejaron yacente en la cubierta.
Balbucea algo, la tripulación le escucha:
“El Santa Elena, dijo ya casi sin voz y ahora sí al borde de la muerte,
el Santa Elena fue y será por siempre una nave hermosa.
Que lo sepan los reyes, las reinas y los cuatro puntos cardinales”.












RICARDO DANIEL PIÑA [11.892]

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Ricardo Daniel Piña

Buenos Aires, Argentina   22 de agosto 1962
Es trabajador del libro de Eloísa Cartonera y escritor. Tiene editado allí tres libros, Sentimiento Bielsa (2005), Ortega No Se Va (2009) publicado también en La Propia Cartonera de Uruguay (2010), La Bicicleta (2010) Eloísa Cartonera. Y Sufrimientos de Actualidad y Ejercicios de Belleza (2009) en Ñasaindy la cartonera de la provincia de Formosa.
Ortega No Se Va, Pekerman Saborizado y Sentimiento Bielsa están editados en la cartonera Niñabonita de Zaragoza, España. Por el capitán David Gimenez.

Integró la antología de poesía joven argentina Poesía En La Fisura de Ediciones del Dock. (1995). Seleccionada y antologada por Daniel Freidemberg. 
Vive en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Publica en varias revistas y sitios de internet.
Dicta talleres y clínicas de poesía.



Banderita de mi patria,
blanca y celeste en los mástiles del colegio.
Celeste y blanca en los mástiles del mar.


Señora Subdirectora de la Escuela nro. 69
" Capitán Crisólogo Hermenegildo Comesaña".
El sesenta y nueve es la mayor deliciosa coincidencia cósmica,
entre los seres de sexos análogos. Que buscan completarse.
Y no es casualidad que el ser humano haya imaginado;
en su afán de recrear el intercambio simultáneo de los sabores y las texturas,
las dimensiones, las temperaturas y las intensidades de los actos previos;
la disciplina que va superando la mayor satisfación del goce
a medida que evoluciona la perfección del frenesí en el otro.
Me dirijo a usted, señora subdirectora,
amparado en la más adecuada ceremonia que me sea posible
para decirle que al fin,
dentro de ésta noche porteña arrabalera. Húmeda y cálida como un pez de metal,
el objeto de todo es hacerle saber que nuestra forma de amor
no es sólo
estar para
durar como embalsamados en el sarcófago del país
acompañándonos en el pesar y en el tiempo
que intercalamos
con hijos y con poesía,
caprichosamente,
deliberadamente como maniátcos.
Llevamos el brillo vertiginoso del silencio y el deseo como un submarino amarillo.
Y al ver los números pensé y me vi obligado a reflexionar en las formas.
Y me dije, que mientras que las patitas del seis están para arriba,
la cabecita está para abajo.
Y el nueve es al revés. Y se perciben de frente.
La cabeza hacia lo alto y las piernas de caricatura como palitos extendidos
hacia el otro extremo.
Cavidades y extensiones en el seis y el nueve.
Qué almacena el número en su circunferencia, su óvalo, su redondel...?
Un alma salvaje saliente atrapada por una línea que la abraza?
La sed y la desdicha de los números recalentados por el sentido?
Erotismo.
Quién te disparará el sentido en los segmentos de esos mismos números...?
Este instituto privado incorporado a la enseñanza oficial
por el que usted es empleada del estado
y por el cual descuentan el once por ciento para su jubilación mensual,
el sindicato de trabajadores de la educación
y la obra social (OSDE) de enseñanza primaria y secundaria,
depende de la zona erógena del Ministerio de Educación
de la Provincia de Buenos Aires.
Y en su defecto, depende de la fricción de los cuerpos del Señor gobernador
de la Provincia Sigfrido Hermenegildo Francisco Solá.
(Con algún otro cuerpo o consigo mismo o con algo o con alguna cosa.
Una idea. Una forma...Algo...).
Ahora, en éste preciso momento
el tiempo como una cerrada y desordenada bruma marina...
Apestosa como la harina de pescado que hacen en el puerto,
nos está corroyendo con la distancia de acercarnos en caricias
para despertarnos algunas mañanas con recuerdos de ambos
desatándonos de las piernas y de los brazos.
El sol, hoy agujerea la mañana.
Los barcos pesqueros del puerto. Los marineros en el puerto.
Cientos de trabajadores del pescado, en las ramblas del puerto. Agujerean la mañana.
Los guardapolvos de los fileteros. Los impermeables de los fileteros.
Los guardapolvos de los niños en el colegio. Todos agujerean la mañana.
La bandera blanca y celeste en el patio de la escuela.
La bandera celeste y blanca en los barcos pesqueros.
El saludo patrio de todas las mañanas.
Agujerean, por algún sentido, cada mañana.
Algo aparece y se deja ver en esos pedazos sin nada...
Su piel, señora, que es como un mar que se desmorona blanco rompiendo
como crema de afeitar Palmolive en cada ola.
Caricias que la devuelven a un horizonte.
Caricias
que la expulsan
hasta el horizonte.
Señora,
usted merece la tranquilidad que reina en su próximo jardín con higueras y nísperos
y flores de azhar en el frente de su casa de avenida Juan B. Justo.
Sus canes marrones y azules como dóciles bebés desdentados chupatetas,
jugando en el parque del fondo a esconderse y salir corriendo.
Ellos también merecen paz.
Esa que aparece sólo por intervalos.
Usted merece refugiarse y estremecerse en las columnas de luz.
altas como escaleras, o como rampas.
El sol que agujerea la mañana. Sigue.
El mar que agujerea la bandera de ceremonias. Sigue.
Cada mañana los hijos. Siguen.
Todo sigue. Con cada mañana
los perros. Siguen. Cada mañana pienso y me acuerdo
y repito que sigo pensando cómo
es el mar azul y frío cada mañana.
Cómo paro de agujerear mi soledad.
O mi corazón.


Miércoles 11 de octubre de 2006
Buenosayres miserable
A Vivien Kogut (Río de Janeiro, 1969.) Durante la noche. Ed. Siesta 2006.









Es un día insólito.
Aunque siga siendo común,
vulgar
y radiante.



Mosca,
hoy tu gloria
descansa
almacenando las infecciones
en otra pared
despintada
de graffitis.
Sucia y meada por los perros.
Los sufrimientos existen y también se acaban.
Y vuelven a circular.
Y vuelven a terminarse en la oscuridad de las palabras
que use
para explicarle a ella
que aunque soy un poco obsesivo e insoportable
quiero que se quede cerca.


Y no enterarme a los cinco meses de perderle el rastro
que estuvo enferma de cáncer.
Que la operaron y le sacaron los ovarios.


Bastaba
juntarnos a comer
papas fritas y a tomar coca cola
sentados en el piso
y apoyados en el paredón con mis amigos,
para que los alimentos
se convirtieran en ofrendas
y una vez apoyados en el calor fulminante
que nos clavaba a la pared sucia,
éramos como la mismísima deuda alimentaria
suspendida.
Todos nosotros
parecemos
seres humanos.
Quisiéramos morirnos de aburrimiento.
Pero nos consumimos en consideraciones
acerca de la muerte,
el hambre,
la miseria,
el magnetismo de los polos, etc.
&

&
Ella
ya no tiene
el tiempo que tenía antes
para pasar por nuestra vereda.
Está haciendo quimioterapia en el hospital del barrio.
Me dijo que está gorda.
Le miro el cuerpo, como lo hice antes, miles de veces.
Tiene la cabeza rapada
como Ornella Mutti en "La ragazza di Trieste",
el culo hermoso
con la forma suave y protectora
de la redondez.
Tetas grandes
que me llenarían de nutrientes a mí,
a mis hijos
y a los hijos de mis hijos.
Y está más bella y solitaria que nunca.



Me quedo en silencio.
Y la miro
desde adentro
del movimiento suave,
exquisito y natural
de la gravedad.


Lunes 30 de enero de 2006.
Buenosayres Miserable.
A Mónica.





Constitución - Mar del Plata.
Mar del Plata - Miramar.


Finales de marzo
en la provincia de Buenos Aires.
El sol es anaranjado y rojo.
Las cinco de la tarde.
En el frío.
En el viento helado.
Esta ventanilla de tren, me deja unos cuantos verdes diferentes que se retuercen en el vidrio, y que nunca existieron antes. Hasta hoy.
Verdes dibujados.
Pintados con témpera, con oleo o con látex.
Ocres de pastos secos,
y otra vez más verdes,
verdes y amarillos, otros verdes, más verdes aceitunados,
pastos secos,
hacienda marrón con algo de blanco (hereford),
hacienda negra,
toda negra (aberdeen angus).
Algunos árboles alrededor de una casa.
Algún casco de estancia, allá lejos.
Toda la escena se repite una y otra vez a lo largo de horas.
Buenos Aires es un desierto verde.
En ésta tierra baldía debe vivir alguien...
La magnitud de la distancia me rebela la insignificancia del ser humano.
El gaucho, era esto.
Martín Fierro era esto. Alsina, el Fausto de Estanislao del Campo, Echeverría y Sarmiento, Don Julio Argentino y las campañas al desierto, eran esto.
El guarda al marcar mi boleto me dice:
"Este pasaje es para el día de mañana, 25 de marzo.... pero no importa, ahora cuando abra el vagón comedor, espere ahí que en Chascomús hay gente que baja y se puede sentar en algún lugar. No pasa nada. No se preocupe..."
Una señora que estaba escuchando, se disculpa y se dirige a mí:
"Yo, bajo en Chascomús. Recuerde que acá tiene un lugar."
Y hacienda marrón,
hacienda negra,
hacienda negra,
hacienda marrón,
hacienda negra,
hacienda marrón.
Hacienda marrón. Caballos bien matungos. Algunas ovejas. Perros como lombrices.
Después de un par de horas paramos en un pueblo.
Chascomús.
Después paramos en otro, ya estaba oscuro y hacía mucho frío.
Después otro.
Buenos Aires es una llanura insoportable.
Plana, lisa,
insulsa,
aburrida,
monótona.
Grandes extensiones de agua estancada.


Chajáes.
Teros.
Patos.
Verdes y ocres de pasto seco, y más verdes, verdes y amarillos, y otros verdes,
y más verdes, pasto seco y una hilera de postes que transportan cables de teléfono
o luz eléctrica.
Entiendo todo, ahora. O casi todo...
Por qué somos tan obsesivos y paranoicos.
Aburridos.
Insufribles.
Ahora entiendo el por qué...
Al gran pueblo bonaerense de las planicies: p s i c o t e r a p i a s , ya!
El tren sigue la línea de los cables.
Celeste y verde. Celeste y verde. Celeste y verde. Celeste y verde. Celeste y verde.
El tren se va apartando de las líneas de los cables.
Celeste y verde. Celeste y verde. Celeste y verde. Celeste y verde. Celeste y verde.
Nubes.
Esto es nuestro paisaje. Esto es el alfabeto del bonaerense.
Nada de todo eso es silencio.
Es movimiento. Nada más que arrullo de tren.
Arrullo del cielo.
Es una cuna gigante.
Con golpes metálicos que repercuten en el cuerpo.
No alcanzan para dejarte sordo pero son potentes. Todo se mueve.
No es suficiente para ser una metralla, pero son golpes constantes.
En el vagón comedor me fumo un cigarrillo. Dos. Tres.
Miro por la ventana.
Tomo té.
(Voy con poca plata y quiero hacerla durar. El té es barato y tengo que vivir
cuando llegue a Mardel.)
El café es peor que el ácido sulfúrico, recalentado por vigésimo cuarta vez.
(Como los jugos de Alien, "el octavo pasajero". Es fluído que desintegra lo que toca...).
Ese café, va a traspasarme el esófago, el estómago, los intestinos,
seguirá con la silla de madera (antes va a derretirme los cachetes del culo)
el piso de metal del tren, la tierra de la Provincia de Buenos Aires.
llegará a China luego de dos días y algunas horas...
y la fuerza de gravedad lo va a mandar de vuelta hasta Buenos Aires.
Y así, ida y vuelta, hasta que los científicos de la NASA descubran cómo neutralizarlo.
Va quedar un conducto como los que se ven en esos recipientes de vidrio
donde estudian a las lombrices de tierra y sus inteligencias naturales...
El sol es rojo por el costado derecho del vagón.
Unos pibes, que no deben tener más de quince años,
toman cervezas, fuman, hablan a los gritos y juegan con una moneda sobre la mesa
que tiene un borde de metal (para que los ojbetos hagan tope y no se caigan).
Son cuatro.
Un señor solo, fuma y escribe. En algo así como una agenda, cosas que deben ser
de trabajo. Esa es una tarea muy habitual en los viajantes de comercio.
De vez en cuando pasa algún pasajero bamboleándose de un lado a otro.
Los mozos siempre mantienen el equilibrio.
Y transportan cosas en la bandeja... Y cargan platos con pocillos.

Comidas no veo.
Tal vez sea por la hora o por la proximidad con el punto de llegada.
Estamos cerca. A minutos, solamente.
Gustavo va estar esperándome en la estación con Estela y Florencia.
Vamos a comprar empanadas de roquefort y apio, de carne cortada a cuchillo,
ananá y jamón, dulce de leche y queso, ricota y nueces.
Acompañado por un Colón tinto.
Luego tomaremos helado. Y mientras, vamos a ver una película de ciencia ficción
en el cable. Estela y yo, después de comer y tomar café, vamos a fumar.
Y todos vamos a estar muy silenciosos y respetuosos de los silencios del otro.
Los Delfante tienen códigos en el trato entre ellos que me sorprenden siempre.
Bueno, cada vez que estoy con ellos. (Dos o tres veces por año. Cada vez es más frecuente.)
Flor se va a ir dormir. Mañana es sábado. No va al colegio y descanza hasta tarde.
Estela me va mostrar lo que está pintando.
En ningún momento, nadie va a hablar de Jimena.
Igualmente, me va a parecer que ya ni hablan de Jime.
(Ya se les hizo un cayo en el alma. Ya la lloraron lo suficiente.) Va a estar tan presente que voy a sentir que salteamos algo. Todo el tiempo.
La casa me va a parecer bellésima, como siempre. Vaya en verano o en invierno.
Estela decora todo y tiene un gusto muy cálido y suave.
Ella restaura muebles de estilo.
Mañana me levanto temprano, voy a ir con Gustavo al local y luego me lleva hasta el centro. A la librería "Alejandría". Me encuentro con Laurita en el café. Llevo libros para vender. Voy a cerrar el tema de la feria del libro. Pasajes y estadías para mí y mis compañeros. Al día siguiente me voy a ir a Miramar, en micro.
Quedan 47 km.
Salimos de la ciudad hasta la ruta que bordea toda la costa.
Acantilados y el mar en invierno.
La belleza es única...
Aplasta los sentidos... Con los ocres. Y los Verdes.
Aceitunados. Amarillos. Marrones.
Otros verdes de los matorrales achaparrados,
el paisaje de kilómetros
y kilómetros de acantilados.
Hay una espuma blanca.
Desde el mar vuela, dibuja formas familiares en su caída
a la ruta.

Domingo 27 y lunes 28 de agosto de 2006
Buenosayres Miserable.








Punto 1 - Crespo, Cruz, Tevez.
Messi, Aimar, Riquelme, Palacio.
Esta es una aplanadora ofensiva de exquisitez y alegría.
Qué selección tiene un ataque tan poderoso...?

No nos van a dejar llegar a tiempo
para colocarnos en la felicidad del debut
frente a Costa de Marfil del 9 de junio.
El periodismo nos previene de las virtudes de este grupo de futbolistas del continente africano. Y nos aconsejan ahorrar el éxtasis y el lujo, para después.
Las mentes previsoras del periodismo deportivo argentino esparcen el miedo
por entre el pueblo futbolero.
Yo me pregunto, todo el tiempo que los escucho tan soberbios,
tan pelotuditos...
¿Acaso nos creen una manga de imbéciles?
¿O somos una banda de anos contranatura y jubilaciones mínimas,
que no sabe si es merecedora de un lotecito en un cementerio privado de pilar o en una fosa común en el cementerio de Junín?
Son los fóbicos a la celebración y la disfrazan de paternalismo? De qué nos cuidan?
Es el tic emocional del periodismo en general,
que les quedó de haber tenido que soportar a un país
emerger del proceso más sangriento de la historia (con la dictadura militar del 1976-83),
sin haber hecho lo suficiente, o nada.
La cohesión intelectual, o simplemente gremial... Habría sido una forma, una alternativa?
Demasiado tiempo ha pasado...
Fueron pocos los que se jugaron y fueron desaparecidos o asesinados, por decir lo que pasaba. (Escritores, poetas y periodistas como Walsh, Conti, Santoro, Oesterheld...)
La gran mayoría de mis compatriotas se están haciendo infinitos de lujuria
en un mar celeste y blanco.
Y debo prevenir una vez más, a jugadores y a hinchas
que las áreas rivales están superpobladas de "los protectores del cero del arco propio".
Hay en la mayoría de las escuadras, un sttoper (un central del lado izquierdo que sale a buscar sl nueve o al que recibe la pelota...) y un líbero (otro central del lado derecho
y más retrasado y es el último hombre en el campo).
Un lateral izquierdo que tiene oficio de central,
y un lateral derecho que tiene oficio de líbero.
En el caso de Argentina, estos cuatro defensores pueden alternar posiciones,
ir y venir, hacer relevos, ir a buscar a algún rival muy creativo para no dejarlo recibir
o pensar. Podrán recibir, pero siempre de espaldas al arco. Te la afanan o te hacen foul. Nunca van a poder darse vuelta para mirar el arco.
Esa es la eficiencia de Heinze, o Burdisso, Milito, Cufré, Coloccini, Sorín, Scaloni...
El mismo Mascherano o Cambiasso, aunque son volantes, tienen oficio para defender
en el mediocampo.
Y Ayala, en soledad, en el fondo se encarga de aplicar cirugía mayor al que pase con la pelota. Todos tienen más o menos las mismas funciones en sus equipos europeos.
&
&
Y la gran mayoría de ellos han sido campeones juveniles Sub-20
con José Pekerman en la dirección técnica.
De los 23 jugadores elegidos, trece fueron campeones con José
en los torneos juveniles de Qatar ´95, Malasia´97 y Argentina´01.
¡Hermosa combinación de talentos formados por el mismísimo Pekerman
durante quince años!
¡Maravillosa elección de líderes y hombres con pólvora en la sangre!
¡Que van y vuelven por el campo que defienden y barren cualquier
impertinencia futbolística, cualquier malformación en el área propia!
Van a buscar el gol de cabeza con pelotas detenidas o tiros de esquina.
Se hacen presentes con ellos,
el Manchester United de Inglaterra con Heinze,
Atletico Madrid con Leo Franco, Coloccini y Maxi Rodriguez.
El Zaragoza con Milito,
West Ham de Inglaterra con Scaloni,
Valencia con Ayala.
Villareal de España con Sorín.
El Inter con Burdisso y la Roma de Italia con Cufré.
Doble cinco con Mascherano del Corintians de Brasil
y Cambiasso del Internacionale de Italia, que roban y se desprenden enseguida
y se quedan, salvo que haya un relevo para acompañar el contraataque.
Por las dudas un volante derecho, que es una suerte de cinco mentiroso
(volante de contención). Maxi Rodriguez, Lucho González o Scaloni.
Que muerde, recupera y avanza con o sin la pelota para llegar a posición de gol.
Y un volante izquierdo que se despega del medio,
que tiene la obligación de crear en ofensiva y mover el balón con los puntas
y llegar al gol, pero vuelve siempre marcando o dado vuelta mirando al ataque rival.
Hay varias alternativas según jueguen Riquelme,
Aimar,
o Palacio...
La demás selecciones en su mayoría intentarán, antes que jugar y gustar, conservar el cero
en el arco propio.
Van a usar al 10 (...al tradicionalmente volante creativo...)
En la función: Caperucita Roja.
Llevar de paseo sus ilusiones de gol y juego bonito.
Ir de visita al arco rival, inofensivamente. Ballack en Alemania, Totti en Italia o Ronaldinho en Brasil o Berckam en Holanda.
Pero Caperucita, están en la obligación
de volver a casita marcando
y sin detenerse en el camino
y observando
al lobo feroz que quiere abusarse de ella.
&
&
El cuero tiene un plastificado especial.
Es una serie de procesos que aplica tecnología del primer mundo al más alto nivel.
El contacto con el botín de fútbol logra darle adherencia al golpe,
precisión en el toque.
No puede existir ninguna falla.
Todas las ideas se irradian, como transmiciones eléctricas hasta las piernas.






Punto 2 - Postal en secuencias,
con letra cursiva y de imprenta,
de un gol de Aimar,
visto detrás del arco rival.

Le llega la pelota en profundidad,
en diagonal de derecha a izquierda.
Aimar,
se desliza por el lado izquierdo. No corre, se desliza. Es una obra de arte.
Lo corre al lado, un rival.
(En la posición privilegiada, para ver el gol en vivo.)
La pelota le llega de frente y rodando...
La trayectoria tiene que cruzarse en su carrera. Ahí nomás. Delante de él.
...Es decir,
si el pie se dispone para pegar con efecto,
la pelota estará dispuesta a absorver esa entrega de energía.
Solamente si está rodando
y no deslizándose o patinando por encima del pasto.
Aimar corre por la izquierda.
Y en momentos va a tomar contacto con la pelota de frente.
(Toda la jugada viene haciéndose en la derecha.)
Le va a pegar como viene...
La pelota le llega y él impacta con su pie derecho.
Con todo el interior del pie.
Lee el movimiento. Y actúa.
Aimar es un gran lector de las fuerzas
que interactúan en un campo de fútbol.
Hay,
en principio dos formas
de tomar contacto con un pase del balón:
la primera, es


&
&
recibir el pase con la pelota rodando
atravezando el campo hacia adelante,
(entrando en contacto toda su superficie con la superficie del campo de juego.)
Se produce un primer intercambio de energía
del campo con el cuero del esférico.
La otra es cuando el balón llega deslizándose.
Aquí podemos ver la importancia que tiene la humedad del campo de juego,
más que en el caso que mencioné anteriormente: el rodamiento.
La humedad del terreno es fundamental en este punto. El agua neutraliza los efectos. Y la pelota termina haciendo "patito"...
(Esta característica es para definir en otra entrega deportiva...)
Estos balones de confecciones tan perfectas
siempre van a responder a los perfiles.
No hay margen para ninguna falla.
Aimar
tiene una formación de años
como receptor de todas estas impresiones.
Es un chico de los más inteligentes de esta escuadra.
Un chico distinto.
Todo paladar futbolístico que se precie de tal,
tiene plena seguridad y confianza que eso es así.
Entonces, siguiendo con la descripción del gol...
La pelota, siempre, indefectiblemente,
va a ir hacia el palo,
que el arquero viene dejando de cubrir.
Es un reflejo,
el arquero continúa el movimiento
de izquierda a derecha que lleva la pelota.
Y Aimar "le cambia el palo",
se dice así en la jerga futbolera.
La pelota entra haciendo un surco en el pasto. Lo peina con raya al medio.
Girando sobre sí mismo, "mordiendo la verde gramilla" y haciendo efectivo el efecto, finalmente.
Desde afuera hacia adentro, trazando un semicírculo desde el área grande, hacia el lado derecho del arco y pasando por el área chica, el interior del arco y la red. Gol... Gol... Gol.
Vacío.
Lleno.
Celestes y blancos, detrás, en la tribuna.


Del lunes 29 de mayo al jueves primero de junio de 2006
En buenosayres miserable
A José Pekerman
A Pablo Aimar





Un poema.
Dos.O tres…

Con un poema... de redención. O dos… O tres…
Que nos contenga y nos vuelva a hacer soñar, a toda esta multitud abandonada 
al off-side de los grupos económicos hegemónicos.
Y que suenen para siempre en los oídos cementados de las tribunas, 
que no nos llamamos fulbito entretenimiento de las clases populares descerebradas.

Que rece la plegaria nacional y popular…

Y ore,
y diga 
mi país es un balón de oro en la infancia desgarrada de los barrios
que diga messi, di maría, mascherano, son mi vida en el Maracaná. 
Deberíamos permitirnos que los escalones de todas las tribunas
terminen en la línea de cal 
de los laterales
y de la línea de fondo. 
Y que los goles propios sean avalanchas terminando en el medio de la cancha 
con toda la multitud abrazada festejando en la alegría infinita del fútbol. 

Y yo debería, 
de una vez por todas, 
como una materia pendiente,
borrar las huellas de tus manos tomándome como candados,
amarrando mis dedos para seguirme el paso
por las calles húmedas y calientes de febrero en buenos aires. 
Ya no seguirías cantándome. Nunca más.
Ya no seguirías balanceando tus tetas redondas en los barcos mercantes, 
cargados de pomelos & naranjas del paraway. 

Seré un perro famélico, desahuciado en las planicies de Lanús City.
Buscando algo sin ningún sentido. 
Ladrándole a las estrellas.
Y tomando Pepsi Cola en algún barsucho de la estación de trenes. 
Hasta que 
Seamos campeones del mundo en Brasil.
O me llegue la muerte por un ACV…







Nubes blancas. Y un cielo violeta. 

          “La economía nunca ha sido libre. O la controla el estado 
           en beneficio del pueblo 
           o la controlan los grandes consorcios en perjuicio de éste.”



El viento del oeste quería limpiar el agua. 
La humedad ambiente, cincuenta y cuatro por ciento. 
Estabas frente a mí tomando mate, sentada en el banquito rojo. 
Los trabajadores se reúnen para equilibrar su salario en comparación con los demás bienes de la canasta familiar. 
Los gobiernos deberían contemplar las luchas por los salarios.
Encontré verdaderos caramelos de naranja en el fondo del frasco de mermelada. 
Mi hermana es una luz verde entre las nubes de la mañana. 
A todo le da la simetría del alimento y la solidaridad. 
Su voluntad es como las nubes con formas de animales en el cielo. 
Tu sonrisa era blanca y enorme como un regimiento de soldados del soviet marchando por Siberia. 
Dejaste todo porque tu experiencia era jugar a irte para siempre y abandonar. 
Es la última imagen tuya que tengo. 
El agua en el aire del ambiente es conductora de la temperatura. 
Es una facultad del ambiente para expandirse sobre la extensión de las cosas. 
Los objetos fríos y húmedos esperan un valor dictado por los hombres. 
La materia ha sido perfeccionada por el trabajo. 
El trabajo es dignidad en merecer el lugar que se habita.

NORMAN MENDOZA ROCA [11.896]

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Norman Mendoza Roca

(Lima, PERÚ  1977) Egresado de Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Premiado en la Bienal de Poesía Estación Compartida, 2002. Premiado en Juegos Florales y Deportivos Facultad Educación,1998. Tercer lugar en Premio Poesía Erótica Peuana Carlos Oquendo de Amat 2003. Finalista en Concurso de Poesía Dedo Crítico 2004. Así como finalista en Premio Copé de Poesía años 2003 y 2005. Mención Honrosa Premio Copé de Poesía 2007, entre otras. Tiene publicados poemas en Dedo Crítico, Taller de Poesía, Lhymen, Bocanada, entre otras revistas del medio. Ha sido publicado en las Antologías de ganadores y finalistas del Premio Copé años 2003, 2005, 2007. Junto con el grupo poético Artesanos publicó en el 2003 el libro En la Orilla del Ocio. Actualmente se encuentra abocado a labores alejadas deL ámbito literario y educativo.





cuerpo de amar

ella había una vez y se iba,
había y cerraba la puerta,
había las canciones,
había una fiesta con sus ropas,
se había ella misma
y me había contra ella
tatuado en el muro.

ella había una vez,
me había al oído una historia
que se había de mí
y luego se había con sus ropas,
se había sonriendo y se iba.

ella había una vez,
había todos los días una vez.






sombra
                                                                                       
lo que no se hizo vive a tu costado
arañando débil el polvo en el aire.
la canción que no escribiste se escucha sola
muda y lozana al filo de la baranda
de ese viejo puente por donde aún cruzas
sin canción en los bolsillos
sin silbido
porque esa canción se llevó tu mejor tonada,
lo que no hiciste, esa caricia,
rozó la faz de la angustia hasta hacerla sonreír
y se fue adquiriendo soledad de obelisco,
lo que no hiciste se queda en pensamiento cenizo
amarrado a los aleros.

esa puerta que no abriste se abrió sola
cuando ya te habías ido
descontando los peldaños rápidamente
y entró otro, otro, ese que no fuiste,
ese otro que amó el cuerpo que te ansiaba,
y ese otro le cantó al oído la canción que no escribiste.
lo que no hiciste vivió por su cuenta.
y no es asunto de destino trágico
o suerte de marinero intermitente
se trata más bien de dibujar sin trazo firme.
lo que no haces siempre vive a tu lado
pero no te darás cuenta de esa existencia
sino en el último segundo
cuando en ese umbral te veas
al fin completo pero ya sin tiempo,
tú abrazado a todo lo que nunca has sido.

lo que no haces no expira no fallece
adquiere una vida sin altivez
como de línea lila en el sueño
o rocío durmiente de parque en agosto.
lo que no amaste se entregó sin contemplar ocasos
la tarde le fue amplia y tuvo frutos
lo que no hiciste fue el mejor bosquejo del edén:
un hijo con voz,
un daguerrotipo del desnudo misterio
al borde de la sonrisa
eso fue sin lugar a dudas
porque lo que no hiciste también tuvo
                                     camino y sombra.







la niña del puente

todavía no se ha lanzado el día de hoy
está recogiéndose el cabello hacia atrás
como despejando una duda repentina /
no sé qué piensa o sueña  o sólo va
porque esta mañana
es la misma bendita mañana de toda la vida:

una diaria función del amor y el dolor abrazándose

ella sube los peldaños sujetando su cartera
como si la luz se la fuera a arrebatar antes del acto central

todavía no se ha lanzado el día de hoy
está igualita que ayer el mismo traje talle
                               brumosa
y lleva consigo los tres únicos poemas
que escribió en el tiempo único que le brindó la vida /
ella anda
avanza por el puente sin dejar más huella que frío
con su mueca de fantasma que intenta sonreír
con esa inocencia del que todavía no extraña

a mitad del puente la ciudad es otra
la vida sigue siendo la misma /
ella toma esperanza prestada de los zaguanes y baúles
ella recuerda algunos versos
todo viaje es movimiento viaje es volar
cada vez que amas eres lo que amé
pero creer en lo que se escribe ya no es suficiente
todo lo que se anhela será deleznable
y sólo se empieza a creer en lo perenne
                                          cuando ya no hay salida

todavía no se ha lanzado el día de hoy
desde la baranda ella observa
la ciudad es de quien la mira dicen
y de algo hay que empinarse
para mirar qué tan solo se puede vivir

la vida es de tan pocos

todavía no se ha lanzado el día de hoy
porque se puede dudar dos veces
porque se puede morir en el infinito mismo.







piel

la piel es lo único cierto:
océano viento fulgor, artimañas.

la piel se repite se expande
mejor que lo fatuo y lo falso
mejor que el concreto y el agua,
no se agota en la brega
sin embargo dura un periodo reducido
una cortedad que envidian las heridas.

la piel es la única verdad porque muere
pero en su intensidad edifico la historia
el camino que trazan mis dedos
y ya no se está solo.
tu piel derriba nostalgia endechas
arrastra consigo trochas matorrales
le hace un lugar de verdad a los ojos
aman los brazos las costillas el costado,
ya no habita soledad.

tu piel existe lo que dura el amor
y cuando la piel
le sobrepasa en esencia al amor,
calladita, sin molestar a nadie, se duerme
                                hasta su próxima vida.








carta urgente

son piedras ninguna lectura acepta la metafísica de esta nostalgia
que tan sólo se aferra al viaje extenso de las algas,
al milagro que pienso y que por ende se vuelven estas piedras,
la historia enredada como un remolino,
una vastedad de ausencia, una ausencia por todos los frentes.

hoy viernes amé un cuerpo rápido,
una esa piel anónima, una mujer ciega y muda.
te extraño lo insólito por eso te escribo desmoronándome.
te confieso tengo miedo, el miedo va adherido a mí
igual que un tatuaje o beso tuyo posible en lo imposible.
hoy traje un cuerpo a mi casa, lo amé,
me saqué toda la piel seca de encima
pero nada brilló más allá del oscuro del distante:
el amor se volvió piedra porque no eras.

hasta cuándo iré buscando cuerpos para matarme en silencio
hasta que me oigas.
todos los días en silencio para que me oigas
traigo cuerpos blancos a mi casa
y aunque sé que no son tú derramo en ellos
todo el vino de esta angustia.
te llamaré hasta matarme
te amaré hasta olvidar la muerte
me mataré hasta olvidar que no me amas,
olvidaré,               pero el mar trae piedras
un brazo larguísimo es la esperanza
y yo espero de este lado del abismo.

soy antonio, el suicida  / el que te escribe la carta urgente
entre los silencios más inhóspitos              
                                                      como el dolor y la espera.







poema

el amor es lo peor que le puede pasar a la poesía
y por mi calle aún pasan o pasan todas las tardes
la rosa el sol el río calladito,  descalzos,
por eso escribo desde el zócalo, nulo,
una minúscula grieta,
                             una boca.

eso pasa y pasa todo el día
no existen atajos ni transatlánticos,
el amor es lo peor que le puede pasar a la soledad,
del céfiro guarezco los brazos,
frente al espejo soy otro más áureo menos agrio.

yo mismo soy esta boca
y no sé cuándo miento
o si cuando miento es de verdad
y ando pregonando la vida
como quien toca un cuerpo
castizo primigenio nunca rodado.

esta mano es lo peor que le puede pasar a mi voz.
no hay salvedad,
una vez más te tocaré con palabras solamente,
la voz se llevará la poesía,
la verdad se llevará el amor.







cárcel

“en tu gesto mas frágil hay cosas que me encierran / o que no puedo tocar porque están demasiado cerca”
 E. E. Cummings


anocheció
su mano olvidó los dibujos
los dibujos destejieron su labio
y yo me perdí en trazos infantes
en el instante en que ella
rompió su lápiz






me dejo tu niñez escondiéndome la luz cuando me duermo

me dejo tu niñez escondiéndome la luz cuando me duermo
atada igual un ala en las manos.
me dejo esa tu niñez escondiéndome los lápices
haciendo que dios descuide el tiempo
y pase mis brazos hasta el ahora en que nos retrato.

hay una niñez en que recuestas mi corazón de viejo
hay una oscuridad que ignoras y avientas semillas pasando
mañana será pradera el miedo
mañana mi corazón jugará tus besos rodando por la noche.

un día este amor nacerá de la muerte
vendrá de la vejez hasta el azul
saldrá de la oscuridad por verte
e inventará la luz de nuevo                
                                                   si no la encuentra.








Primera Imagen de Vanne 

para Vanessa Chanca Silva

La niña tuvo al poeta,
lo cortó en una flor de mar
y empezó a enseñarle las palabras.
Ella le dictaba sílaba por sílaba,
así el poeta empezó a mirar;
sólo de su voz pensaba y a su voz volvía.

La niña tuvo al poeta.
Salió de la verdad para encontrarlo,
procuró certeza a pesar las dudas,
caminó lo imposible dejando su tiempo en las cosas,
trajeada de lenguaje enseñándole,
con una luna triste en los dedos
y tan necesaria que a veces dolía en los ojos
igual que un milagro.

Y en realidad fue la niña quien tuvo al poeta.
Ella lo escribió.
Simplemente lo escribió por las dudas
(siempre se escribe por las dudas)
juntando líneas con ríos y demás hojas
hasta hacerlo enigma y calle solitaria.
Y se marchó.

Por eso ahora tantos libros después
cuando quiero viajar viajo los ojos por sus letras
y cuando quiero morir en serio
procuro escribir a la niña tal como era ese domingo
aunque nunca logro hacerlo.
Por eso escribo tantos libros
para poder morir alguna vez
y devolverle este milagro: la vida.






claudel

la nave de siempre
se ha estrellado contra el azar
contigo dentro

las sombras
también olvidan,
recuérdalo.
un pasajero es una distancia
y mirarte desnuda
no reduce nada
más bien abre un flanco
por donde huye la ansiedad
corriendo
de regreso al peñasco

qué te parece mirar el mar
desierto,
desalada tú,
los labios huecos,
la mirada baja,
los senos mudos

claudel,
está bien,
no te detengas
no te detengas,
la muerte también sueña.







matiné

ella había una vez y se iba,
había y cerraba la puerta,
había las canciones,
había una fiesta con sus ropas,
se había ella misma
y me había contra ella
tatuado en el muro.
ella había una vez,
me había al oído una historia
que se había de mí
y luego se había con sus ropas,
se había sonriendo y se iba.
ella había una vez,
había todos los días una vez.






HABICH

Donde yo te espero sólo tú cabes
Pedro Salinas 

ragazza todo cielo se abre y se cierra y sólo tu pensamiento deja un espacio para sembrar claveles en una alcoba, la ventana de aries nos indica que afuera el mundo sigue vertical y un cuento que comienza por tus pies y nunca termina fabula que el origen sólo conoce esta luz




JUAN OJEDA [11.897]

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Juan Ojeda 

(Chimbote, Perú  1944 - Lima, 1974) fue un poeta obsesionado con el dominio del conocimiento humano, quizá, como nadie en su generación, y con la idea de plasmar ese conocimiento trascendental en versículos angustiosos, tenaces, a veces retorcidos y como alargándose -cual tenebrosas enredaderas- hacia una retórica de lo sin salida, de lo vacuo y fútil de la existencia humana.

"Y sobre la tierra una ausencia de dioses" leemos en “Crónica de Boecio”, y es como si desde el principio el yo poético nos fuera preparando para un espectáculo desolador: el mundo abandonado a su propio infortunio, a su degradación imperturbable, y apenas algún remanso por ahí de congoja, de añoranza de tiempos distintos.

Si examinamos el índice de Arte de navegar 1962-1974 (Cronopia Editores, 2000) tal vez sólo obtengamos falsos caminos, vacíos, evasiones con respecto a las líneas maestras de su pensar, afirmadas de cierto en la filosofía de Martín Heidegger, y en una visión del tiempo que sacrifica el futuro en aras de un pasado decaído y de un presente en viaje constante a la disolución; lo metatemporal es solo un espejismo para él:

"Lo intemporal, pues, es un error de los sentidos/ y no anheles mayor ciencia que tu muerte y tus ojos/ que ruedan entre improbables imágenes".

Hablábamos de vías engañosas porque la mayor parte de textos menores en homenaje a personajes prestigiosos de la cultura occidental (Swedemborg, Eckhart, Paracelso, Silecius, Mallarmé, entre otros) muchas veces no pasan de ser excusas para prolongar las artísticas letanías existenciales del yo poético. Aquellas que encuentran su forma más lograda y hermética -aunque parezca paradójico- en uno de los poemas más ambiciosos de la segunda mitad del siglo veinte peruano: "Elogio de los navegantes"

Dos columnas centrales nos serán útiles apuntalar para afirmar nuestro ejercicio hermenéutico en adelante. Por un lado, la superación heideggeriana del tiempo -que al parecer Ojeda no compartió o simplemente no contactó en su época- como limitante del ser a partir de una convencional preeminencia del presente sobre el pasado y el futuro. Cito textualmente de "El concepto de tiempo", del filósofo alemán:

"El ser-ahí, concebido en su posibilidad más extrema de ser, no es en el tiempo. Se derrumba toda habladuría y aquello en lo que ella se sostiene; se derrumba todo desasosiego, todo trajín, todo bullicio y todo ajetreo (...) El ser futuro da tiempo, forma el presente y permite reiterar el pasado en el "cómo" de su vivencia. Visto desde la cuestión del tiempo, esto significa que el fenómeno fundamental del tiempo es el futuro."

Heidegger, pues, luego de establecer las coordenadas fundamentales del cepo existencial en el que se encuentra todo "ser ahí", da con una salida inesperada, iluminadora: el futuro es una forma de volver (al pasado) pero "este volver nunca puede convertirse en aquello que llamamos aburrido, en aquello que se consume y desgasta". El "ser ahí", así, puede proyectarse, aferrarse "precisamente a lo que no es pasado todavía y se ocupa de lo que quizá aún le queda".
El futuro, centralizado, por así decirlo, en nuestra percepción del tiempo, acaba con la visión desoladora de nuestro presente y con lo irrecuperable del pasado.

Por otro lado tenemos el episodio entre Caronte y Dante en el canto tercero del Infierno (Comedia). Allí Caronte reprende preocupado a Dante por su presencia "entre aquellos que están muertos". Como se sabe, Dante se apresta, acompañado de Virgilio, a abordar la nave del barquero de los infiernos. Esta escena es un leitmotiv incesante a lo largo de "Elogio de los navegantes", que trae al lector no poca lumbre sobre algunos pasajes especialmente oscuros.

"Somos la palabra muerta en otros bosques" se lee un poco más adelante. Y esta es otra de las ideas recurrentes en Ojeda. El lenguaje se hace inútil para descifrar (ya ni siquiera para describir) el hórrido espectáculo de la realidad abandonada de sentido, del mundo corroído por lo impermanente y la disolución, que cual plagas pandorianas asolan la faz mundana dejando una estela de vacío e irrisión. "En verdad sólo hemos acunado advenimiento", reconoce lacónicamente el yo poético, como si en tal estado sólo quedara para el hombre una turbia y hueca esperanza, ciego como lo concibe a futuro alguno, con un presente en fuga ignominiosa y con un pasado cuyas poderosas y herrumbradas compuertas se hubieran cerrado para siempre:

"Todo se diluye, nada queda: tal un fruto desnudo/ que retiembla en el vacío: Sombra. Ausencia/ como soledad de siglos, objetos que indican/ el fenecer gratuito soterrado en toda existencia."

El elogio de los navegantes, en este contexto, es el elogio de aquellos que han sido ganados por la muerte: los viajeros de Caronte precisamente. Ni el conocimiento ni un posible retorno a la tradición les son de mucha ayuda. Son torpes ilusiones que los alejan de la irrevocabilidad de las imágenes, del tiempo que es el único que "conoce la absoluta forma donde todo perece".

Hay, entonces, un presupuesto en todo el poema: el yo poético es una suerte de testigo excepcional de una caída degradante irrefrenable que, vestida de confusión e irrisión, bailotea una danza de muerte ante sus ojos atormentados que buscan refugiarse en la soledad. Acaso en la debilidad de una palabra todavía. Pero, cabrá la pregunta, ¿no somos todos un poco responsables de lo que vemos en lo real? Luego de despreciar el futuro como posibilidad de una temporalidad distinta, basada en lo por hacer y no en lo dado irremisible, ¿no somos acaso, un poco, los arquitectos de nuestra propia mazmorra, los terribles demiurgos de un paraíso de podredumbre y error cuyo canto -en el caso del poeta- es su único sentido?

No habiendo salida, estando todo perdido y todo esfuerzo casi convertido en risible, terminamos siendo pasajeros de esta barca insospechada que es el mundo y que nos lleva irredimiblemente hacia la muerte sin esperanza. Esta la tremenda verdad -¿hasta qué punto?- de un poema admirable por su arquitectura, por el increíble registro de sus imágenes entre desoladoras y fantasmagóricas, por la habilidad hoy casi inhallable de imbricar con éxito ideología y poesía, vida y muerte en honor a un mundo que pudo ser de otra manera. ¿Qué puede ser de otra manera?

Tomado de www.luzdelimbo.blogspot.com



La poesía oceánica y trascendental de Juan Ojeda

Lejos de los grupos de poder cultural, Ojeda no fue reconocido en vida, ni su obra comentada por los críticos literarios de moda. Pero este ostracismo fue equilibrado por los amigos (como los poetas Julio Nelson, Juan Cristóbal y otros) que no lo han olvidado, marcados a fuego por su poesía, la autenticidad de su vida y además porque ésta fuera truncada a los treinta años. Así, Jesús Cabel hizo posible la edición de Juan Ojeda: el signo y las palabras en Juan Mejía Baca, Lima, 1978 y Rolando Avila y Liliana Briagas de Cronopia Editores publicaron en el 2000 su libro inédito Arte de navegar con poemas escritos entre 1962 y 1974.



CRÓNICA DE BOECIO

He oído las voces, he oído los clamores,

absurdamente sostenidos como en una feria. He comprendido el propósito y la argucia,

y todas las cosas hacia atrás revolviéndose. El dolo preside en el consejo de los hombres y sólo la futilidad. Oh el tiempo, el tiempo de morir y sobre la tierra una ausencia de dioses. Hurtas voces

para el día que no amarás, y cuando lo puro te anuncia

no hallas en tu paso sino un camino mondo. Sobre el reseco musgo de ruinas se arrastra el día,

quebradizo como imposilble vuelo de crisálida. Dioses. Y sumergir gastados brazos en la irrealidad del camino. chapotear entre alas rotas, gajos de luz dura. mano de criptas que se elevan la garra humedecida de sombras. "En un puñado de polvo juzgarás el reino, y caminaremos sin pregunta possible que aplaque nuestro desconcierto.” Oh, este es un tiempo de prodigios. Escarbamos las anchas tierras con rnanos seguras, y nada hay allí que nos consuele.

Duras astillas de algún viejo cráneo, sucio por los cuervos,

este horrible viento que baja de las colinas próximas, arrastrando el hedor de los muertos, y no hay consolación. Todo se oscurece presagiando la muerte del día, y ya no habrá

más días sobre la tierra árida, o no habremos nosotros. ¿Cómo los dioses custodian lo eterno?

¿Quiénes oprimen con gravedad el sentido del mundo? Dioses. Dioses. Los he visto danzar con movimientos horribles: el viento removía el seco polvo de la Tierra Colorada,

y yo huía enloquecido, soportando las revelaciones. Arrastrarse hasta esos maderos hundidos,

el agua del mar dejando una fetidez maldita,

y hundirse entre el agua y la arena. "Soporta, soporta este Reino" Oh, es el exilio. ¿Pero dónde contemplaré un Origen que ordene este universo absurdo? La vida desciende en medio de las cosas,

vacía y sorda, y un ojo atento

rueda a contemplar el osario del mundo

y se anuda como un viejo vicio a cada objeto improbable.

Pero ya sabemos que todo lo real es precario,

y en qué sentido.

Así, oh alma mía, abstente de indagar o abandona el camino. ¿De quién es esa torpe mano que bate, angustiada, las sombras?

Oh, escucho todavía el vano estrépito de las voces que huyen. Así, pues, qué sabias palabras no podrán importunarnos, qué gestos

que no posean avara suficiencia en medio del Caos, y cómo viviremos estos días sin desesperarnos, y cómo hablar y en qué sentido. Oh alma mía, nada queda ya sobre la tierra

que hayas odiado con cierta humillación, la dorada máscara

que repite el esplendor de aburridos gestos aprendidos, sin duda, para consolarnos

y no hay consolación. Oh, es el exilio. Y no obstante, sobre nobles manuscritos convertí mis ojos al sabio ejercicio,

y allí todo era tan desolador como la misma realidad. ¿Acaso alimenta al espíritu el errante curso de los astros?

Oh, toda verdad hedía como un tiesto de ramas muertas. Así, hemos elegido, tal vez, un lenguaje que los dioses,

ahítos ya de días, abominan con innoble desencanto.

Tierra de los dioses que el hombre habita,

y bajo el murmullo del tiempo una muerte segura.

Pero los dioses se cuidan de ser demasiado terrestres,

Y esa es nuestra futilidad. "Entre la realidad y la irrealidad

conocerás el Reino". Y sabemos ciertamente Que el tiempo es menos real que los sueños, y chapoteamos

con nuestras pobres voces en un tiempo perdido. Ahora los hombres sólo hablan una lengua falsa, ¿los escuchas?

Nada hay allí que pueda servirte, todo es como una burla

o una insidiosa pesadilla. Ya hemos levantado sobre los días hórridos un tiempo más puro,

y no escuchamos sino las obcecadas voces de los desgarrados.



SWEDENBORG

Time held me green and dying 
Dylan Thomas 

¿Qué sentido, qué camino, qué inconstantes brillos

destellan en el vano ejercicio de los tratos humanos?

(Oprimirás con esos ojos labrados en la oscuridad —allí no hay interior ni exterior: sólo

muerte y origen— el horrendo manantial donde toda pureza se consagra.

Verás aún lo imprevisible en las úlceras de la hogaza.) ¿Qué conoceremos más tarde, qué conoceremos,

cuando de estos refugios se abra el miedo? ¿Qué renuncias,

horadadas las mermas de infortunio, que renuncias?

¡Qué hondo lo erróneo o las prisiones de la luz! Cesa un murmullo de aguas, y negra es la incierta tierra,

y has debido ocultar el rencor de tanto sueño hurgado,

habitar, ajeno, una sabiduría que es cepo y fracaso. Salir, huir, untar el mundo con el mundo mismo.

Y ya no podremos abandonar de la mente lo mirado. ¡Oh!

Huir, salir, durar

en las vertiginosas moradas del acto. ¿No descendcmos, consumándonos, entre improbables aguas?

Hay, en verdad, un terror que arrebataría lo humano:

aridez del. temor de haberlo contemplado todo,

de haber y no haber rasgado el tiempo (cuando había

tiempo) y éramos conforme al don de estar muriendo siempre,

formas que abrevaban su luz en una luz más intima

Nada poseemos fuera de lo erróneo.

Mira:

quebradizos presagios,

tan innobles y torpes como la dolorosa herrumbre

que el invierno oculta entre las piedras pardas.

Nos refugiamos en lo incomunicable,

y mientras rueda el día inerte

intentamos comprendernos, confundiendo el espíritu

con el olor muerto de unas sobras resecas. No podemos regresar sin detenemos. Y no hay seguridad sino esta obcecada pesadilla

que enterrará en el mundo nuestra fugacidad vacía.

Y todo allí será crujiente abismo,

sentirás estremecerse aullantes esferas rígidas:

Impenetrable río tiempo inmóvil pavoroso rostro de lo hueco. Lava, lava las pústulas del espíritu. No abandones et trato de lo pétreo, pero lava, lava estas sombras mientras se acerca la gran noche.

Recoge estos sentidos demasiado poderosos, trízalos.

Detesta los imperdonables cuerpos celestes,

y el curso de las estaciones te sea aborrecible. Oh, y hemos vivido entre objetos como grandes llagas

por donde la realidad se precipitaba abominablemente,

o gobernando a veces una insidiosa mueca

soportamos el hedor de la noche,

y tratamos vanamente

de retener el mundo en una duración quieta.








SOLILOQUIO

Para el que ha contemplado la duración lo real es horrenda fábula.

Sólo los desesperados,

esos que soportan una implacable soledad

horadando las cosas, Podrían

develar nuestra torpe carencia,

la vana sobriedad del espíritu

cuando nos asalta el temor

de un mundo ajeno a los sentidos. ¿Qué esperarías, agotado de ti

o una estéril música, cuyo resplandor al abismarse te anodaría?

Pero tú yaces oculto o simulas alejarte

De lo que, en verdad, es tu único misterio:

en la innoble morada de la realidad

nutres un sentido más hondo, del que ya ha cesado todo vestigio humano. Y destruyes el reino de lo innombrable, que en ti mismo habita. ¿Qué esperarías? ¿Sólo madurar, descendiendo,

en una materia más huraña que el polvo? Nada hay en los dominios frescos

del sueño o la vigilia. Así he considerado con indiferencia mi vida

y debemos marcharnos.





PARACELSO

Durch das schütternde Geschiebe' Den vom Tod gewiesnen Gang. 
Stefan George 

Descend lower, descend only Into the world of perpetual solitude 
T.S. Eliot 


Porque no debemos permanecer, La tierra se inclinó con un sonambulismo de voces, Y los caminos fueron colmados en la inerte morada. ¿Qué premoniciones sostener en este insidioso sueño? Caminar, sólo caminar, entre la sensación árida Como una prisión de los sentidos.

Y bajo los setos El ruido de imprecisas manos ordenando las ruinas. Silencioso día de la desesperanza en un ocio podre, Torpe día del mudar de hábito como vieja cánula Desvencijada, allegando los leños ásperos de la locura. ¿Es tiempo escindido en quienes, pronos y vanos, Elevan en el fervor del caos una vida desecada? En las pendientes del temor nada es ciencia.

Vivir Esa quieta cesación del sentido: caer dentro,- Nutriendo en un tiempo seco el tiempo de la herida. Esta confusión pútrida, que absurdamente llamamos realidad, Es sólo fabula que el cosmos remueve En nuestros pobres días hastiados.

No hay ciencia Aquí en el cepo innoble de las muertas esferas. Descender a estos lugares, Disgregado rumor y tiempo derrelicto.

Descender A las palabras inanimadas, no sentido del límite Sino seca memoria en un mundo seco, destitución

Que arde y celebra la carencia, Vértigo del mundo despojado de mundo.

Descender. al tiempo,

En lo sólido que toda duración oprime, El borde-de la fuente, la luz inmóvil en la arcada: Acércate al borde y verás el oculto origen. ¿No vivimos dentro del cadáver de un dios? Tal vez somos un don abolido por el nacimiento,

Pero ya nadie confía en estos tiempos. A los hombres les basta el pequeño mundo de sus días, Y no se cansan de mudar; lnútil es despertarlos de sí mismos,

Labor que ya la muerte prodiga.

Lo real renueva en el caos un idioma olvidado. Hay el tiempo de la prímula y el armadillo, Vados pétreos que el viento limpia en un gañido Y brillan las raíces huecas Balanceándose entre el hinojo y la escolopendra. Y el tordo: música incierta. El pájaro golpeó, Y aún se escucha su lamento entre los mudos setos. ¿Con qué infortunio el canicular destello Quebró los vidrios del viejo ventanal?

No celeridad,

Sino lo inmóvil gorjeando en lo inmóvil, la estación

Del baldado prestigio y el sopor reconciliado. En este reino el objeto arrastra sus dones Y marchitas yacen las hojas que ayer observamos. El muérdago silvestre y el vestigio rugoso del cedro En un confin del mundo abren preseas.

Los ojos Han labrado restos de muros ya contemplados.

Así la duración Es madurada en los sentidos muertos.

Y el abúlico tordo Impidió la floración y colmó los caminos. Miserla y putrefacción Entre las ramas insignes. Lo temporal y lo intemporal Vuelven a reconciliarse En un mundo carente de Realidad. Son torpes columnas las que sostienen las constelaciones, El céreo deambular de los astros como una preocupación seca. Todavía resuena el chillido de los pájaros, Hórrida quimera, agua que ya en nada aflora, La morada vacía que su ardor anticipa, Entre los cedros quemados por el sol. Sorda es la dilución de la vida en un estancarse Que brilla en las eras como oscuro homenaje. El armadillo lamió las galerías en la rota fuente del día Y mientras hurgábamos, el universo se había reducido. Lo intemporal, pues, es un error de los sentidos Y no anheles mayor ciencia que tu muerte y tus.ojos Que ruedan entre improbables imágenes.







LA NOCHE

A Malcolm Lowry In memoriam 


En esta noche oscura de mi vida
que bien sé yo por fe la fonte frida, aunque es de noche. San Juan de la Cruz ¿Qué atroz misterio deambula en los posos resecos de la noche? Arrojado fatigosamente sobre la tierra árida te habrías contentado con nutrir el ardor

en el ventoso invierno, y ya nada sobrevive de tanta enconada miseria, ni las abluciones del corazón. Oh, si, ese mudo rumor, absorto y quieto labrado por incesantes, pavorosos pensamientos Inerte fuego abraza las heces de tu vida enferma Se escucha el parloteo abúlico en unas rocas frenéticas. Es el mar, dios apacible y rencoroso, Pétreo refugio donde resonarás para siempre como un agua rota. Y bajamos por la seca avenida hacia la noche cerrada

y luego caminamos a ciegas, sin movernos, y fue allí cuando estalló el sordo lamento Eran como murmullos rebotando entre las negras bóvedas ¿Qué mirabas? En medio de la noche nada se ve y nada se siente,

Sólo puedes hurtar al sueño una grosera ceniza.

La vida es muerte rodeada por la experiencia inútil

que yace sin fondo en la memoria. Hemos sido elegidos para perecer, y no obstante cavar en los rígidos dominios del tiempo,

y hallar la misma muerte royéndonos el rostro:

cada hombre es un extraño para el otro. Sólo la lívida noche que todo lo desordena, arrastra

hedores de voces tullidas, o rasga el espíritu

que aflora como aire detenido sobre la.tierra muerta.





ELOGIO DE LOS NAVEGANTES

At vos incertam mortales, funeris horam

Quaeritis, et qua sit mors aditura via. PROPERCIO (Elegiae, Lib.II,27) bist du mur ein trüber Gast

auf der dunklen Erde. GOETHE (Selige Sehnsucht, 19) LA LLAVE E-tu che se' costi, anima viva,

Pártiti da cotesti che son morti. DANTE (Inferno, 111, 88) 



Funesto el mar de etemos elementos, morada del linaje humano: Oscuras cuevas, huesos de marsopa, obstinados helechos crecen Interminables en las ribas
—Allí el paciente cuervo ha tiempo
Malicia la carroña— Éstos son nuestros dominios: los pedruscos

Resecos, las raíces podridas y la tierra estéril.

Dime: ¿Andabas en los espacios consumados del puerto,

Llevando y trayendo los horarios, la gente aturdida? Deleznable substancia engendra la presurosa senectud De los días vividos, el laberinto de la carne convirtiendo

En multitud de rencores, la tierra donde se oprime la luz Sin aparente motivo.
Plegáronse a la imposible dicha
Los olvidados pormenores de una costumbre aborrecible, El pérfido lenguaje de un camino vano. ¿Qué esperamos, Si la oscura humildad de la indolencia nos oculta Nuestros propios caminos?

Aquí la tierra es seca, No hay agua, sino la mano blanca de las piedras En profusión continua, la mano oscura de las hojas

Cayendo precipitadamente de los árboles invernizos.

Sin embargo, fuimos en la densa noche acumulando Unas palabras usadas, el ostensible prestigio de la tribulación Purificada en el tiempo del cuidado.

Aqui la tierra es seca. Oh aparta de allí la noche: sólo ruinas y osamentas. No podrás antiguo, humano signo Descender oculto bajo el sueño, Mientras se ampare agrietada esta esencia hórrida En los días.

"La apariencia, la apariencia prefigura el castigo"—Eso pude decir mientras llenaban las naves— Prosigamos La lenta ascensión donde culmina el esfuerzo del hombre, sus hojas De tabaco maloliente en las horas de trabajo —Allí nos detuvimos A mirar al viejo blanco con antiguo pelo— Si hendimos el agobio en huidiza mano, Vamos diciendo intactos de este polvo, levantamos solos

Una idea, otro sentido a estas imágenes raídas: Solos, no hacemos. ¿Ves éste que incesante camina fastidiado Por tábanos oscuros?

De algún modo optó por mantener Limpia la mansión, aligerar su enfermedad de espíritu. Cayendo la nieve entre las breñas y los árboles:

Él hablaba De virtudes, y fue su amor virtuoso, y alta su esperanza más virtud Así pues, desconfía del que dice grandes viajes a lugares Remotos, porque hemos ubicado su nave entre las dársenas. Tú preguntas por asir designio atribuido Olvidas el origen en claridad venida a los principios

Que han hecho en tiempo a tu reposo. Sólo dices Que aquí no vamos, que los árboles despiertan

En la soledad más pura, que nos llaman así,

Cubiertos por la noche, porque somos la palabra Muerta en otros bosques
—Los caminos alzan,
Brotan de algo destruido— Sea tu tiempo orilla, brazos Que no permitieron la voz de otras raíces.

Y no permites Porque así amas lo tuyo, creas tu luz: cierras tus ojos, Tu cadáver por las calles errando entre cadáveres. Te sabes profundo, libre en tu soledad que nadie ciñe. En verdad, no haces nada: olvidas este olor de cuerpos cercenados No preguntes. Agita tus pasos porque todo Nacerá inevitablemente del desorden.

Entréganos tu voz y su camino

Para alzarnos de estas ruinas que han dejado. Hay terribles fundamentos hacia cada mano que tú miras, Hay venir del rostro helado en estricto, el signo de extinción Mirándote nacer al polvo.

Conducto de ser Ajado y siempre gemebundo, atribuidos A la perfección que no se alcanza: mina y claro de furor, Mas todo destejido, urgente, inopinados al penetrar, Recientes al paisaje que nació antes del paso. Toda creencia culminada en los fulgores: Tierra posterior y lánguida Oficiada mientras término osario nos decaen. Crecer como los mares que preñan las espumas,

Durar por la distancia más que uno mismo, Con todo y con fulgores, en uno y más allá

De la tierra calcinada.
Atisbar:
Fuerza aún en tanto polvo que nos come adentro: Pero mirar, surgir gritando Como. rocas, árboles, tallos. erguidos en la temerosa claridad

Que guardan las montañas.

Crecer, y no crecimos, no damos, No después de mucha o tanta eternidad de sombra, Por sentirnos poco en aquello que sale y desteje, Y abandona cuanto nace, acaba en la mirada. No hicimos, sino en ausencia por nosotros, en mares vacíos, Reducto que en silencio presagia la distancia, el monte Nunca halado después de los intensos crematorios, Las calles inundadas, el sol que agrieta en duras evidencias. Ser esto que pronuncia crujiendo, y sale a dar en mano El peso de la claridad venida a cargos: pero nada nuestro. Estuvimos preguntando en las noches: alimentad los costos, Sus vuelos, decíamos: y nosotros nunca, que no fuera el olvido, Abierto, penetrando a voz y penetrando, como salida llorosa En.cuanto apagan los ojos y no decimos nada, si por otros: Sus ganancias de nuestra raíz en grueso costo, La hierba que mastican y nosotros, nada Si fuimos, Tocamos las piedras metiéndonos, arando Por todas las materias que fluían, creados entre la elevación Del aire y sus vertientes, socavados para otra lentitud Inalterable, al principio común que nos guardaban los silencios: Solos, tomados sin fin, tangibles elementos Que alcanzaron el agua y sus fábulas crecientes,

Y esto nos venía, y fuimos, por pura descendencia Del sentido al material, juntando las caídas Hasta tocar solemnes la altura y el designio: en verdad Sólo hemos acunado advenimiento
Los lacerados puentes
Que en presencia surtan, aquí, detrás del pecho, De caminos que andamos y vamos, y el pecho con maderas, Puentes y senderos, ofrecidos: y nada, Nosotros nada, si lo que nos dicen: A otras dulzuras A otros animales A todos los aires A nunca nosotros
pero sí lo de ellos,
Que dejaron el camino y el puente. Venían evidentes con fría coraza y escudos de bronce; Nos llevaron a las piedras puras del alba que amábamos, Y allí nos quitaban, rasgaban la carne del pasto Y las aldeas, condecían nuestros brazos Como pájaros quebrados; y temíamos sus armas, Sus nuevas palabras urdidas desde otros mares. Y ahora tienen puentes que han hecho como cuevas Detrás de cada pecho; tienen los minerales, El trigo, las frutas húmedas Que hemos sernbrado rompiéndonos la piel. Ahora son de ciudad, después que los primeros se alejaron; Ellos ahora en sustituto, en nuevo A los que apagaron el sol y las cosechas Transitar funesto en las mismas aberturas Mirando, diciendo. Caminos que difieren la sensación de caer,

Entregados como estarse; alisados; entregados

Unos a laborar tras la espesura, Sin predios, por los puentes que han dejado.

Cansancio enervado en las pupilas, el cuerpo

Siempre negándose a no ceder, Mas la virtud de ser la misma cosa Y hacer cuanto describe, cuanto mata, hastiados.

Los meses perduran al margen del olvido, Acumulan cada entender, tomar el mundo, así.

Y después la respuesta: el decirnos ataviados, Entre ceremonias: alisados, entre murallas que pertenecieron Anteriores a nosotros; entregados Para desplomarse: la ceremonia inútil, los cimientos

Atendiendo su dolor hacia el contacto. Las cosas urdidas en extensión Concluyen por devenir, hacen proceso En otros territorios; y lo que antes fluyó perennemente,

Nos atribuye al curso, al elemento que decae— ¡Ah! la ausencia, este nutrir caminos Como sombra, unir tristes llanuras, abrumar Peso indeciso que pronuncia — Y cae la hoja A la apagada estancia que el tiempo mantiene Entre horas estrictas.

Sólo la forma crepita: Es eterno el día acudiendo a redimirlo— ¡Ah! la ausencia, acopia signos olvidados, Derramada estela, el indolente paso

Que alisa advenimiento
Así impasibles transitan
Las horas, desde el fondo que asciende plenitud, Hasta crecer arcilla inútil, raíces o ceniza. Todo se diluye, nada queda: tal un fruto desnudo

Que retiembla en el vacío. Sombra. Ausencia Como soledad de siglos, objetos que indican El fenecer gratuito soterrado en toda existencia.

Soledad. Y en verdad nos preguntábamos: ¿Qué eres entre tantas ruinas, sobre adustos muertos

que arrastran los días? ¿Qué atenta finitus entregan

Tus raíces?

Tus aguas dulces y profundas ¿dónde Reúnen sus huesos, la hierba exacta que retorna A los usos de los bosques, a tu piel antigua y terrena? Somos una edad desposeída, una hondura más de ausencias. Oh siempre errabundo sueño, tierra asolada Bajo un párpado insomne: todo es condición hundida

Que entreabre el silencio en la heredad. (Y ese puerto del entendimiento ¿podría acaso detener

La oscuridad del mundo?
Arrojados así a proceloso mar
Nuestra razón se empeña, y nuestra voluntad sostiene

El fruto del camino incierto: Aquí sólo hay árida tierra) Pero la historia que impulsa nuestros mares,
La Historia
Cuya inmanencia purifica las sombras que infestan nuestros ojos: ¿Puede entregarnos el fuego que signifique los caminos? Antiguos guerreros Esperaban las naves en los puertos, Reposados en las rocas que en el mar aún recoge Griterío de gaviotas, vuelo de abejorro en los helechos, Brazo al sueño del velamen en los árboles muertos: (Verdes saurios mordisquean sus escamas, la erizada carne

del tiempo que se tiende a contemplarse deviniendo) ¿Esperaré Una calma para hallar el universo Propuesto como cosa asequible? ¿Seré los guerreros acaso,

Olvidando mis actos en un tiempo presente, Para un tiempo pasado al que la herencia me une?
Las naves
Advienen con horrendas mercancias (oh anciano de precario pelo: Aparta a los incautos que merodean en el puente): el sueño aposenta Posibilidad de hallarme entre la hierba Sosteniendo el canto de guerreros antiguos.

Pero Io que fue acude en existencia gastada:

Animales que en edad de musgo y pedrerías Despavoridos respiraban en las playas, los frutos resecos Que recogíamos en barriletes de junco: todo tiene sentido Como cosa que fue, y retorna en su pura permanencia. Y cuando acudimos al dorado mundo de la magia,

Irreal materia nos asciende.

El pensar desliza Oscuras causas como significados: esta ropa Humedecida por las lluvias marinas, las pequeñas hojas del.sauce Y dulces cogollos en los montes. ¿Puedo entonces esperar en la noche La invocación del cacique en torno a la hoguera?
He mirado
A los marinos acercarse por el lanchón destruido; Las ratas allí trotan sobre la herrumbre.

Veo un collar De suave malaquita, de metales frescos con olor Como de mar; traje gris o pálido hace movimientos, Recortándose el perfil contra el ocaso desde el barco. Lo presente son estas sensaciones que acumulan formas, Y puedo comprender la esencia creciendo entre las piedras, Los morados moluscos en la rocalla húmeda.
¿Fueron
Los herederos que nutrían el signo para comunicarnos En el mes de la cosecha o anterior al grito de la lluvia Sobre las breñas musgosas?
Ésta es la tierra que trazamos
Para medir el fuego que maduró los alimentos del guerrero; Así los ríos donde el bagre se aleja de las hierbas Pavoroso de una mano que sostiene el sedal, antigua rnano Que venía de altas murallas de adobe o santuarios de piedra. Hemos caminado por la orilla contraria: encorvados árboles Y campesino arrea las mulas en los riscos lejanos. También debieron sonar las corazas ceñidas a los cuerpos, Y el sudor en las mallas de bronce.

Otros soldados Desde naves inmensas auscultaban la gente con sus armas:

El curaca vencido sollozaba rígido cerca al timonel.

Éstas son las regiones de sequía y abundante pesca, Grandes cerros y carroña viviente despeñándose; La lluvia baja a veces de las nubes en el mar, fecunda

Resecos algarrobos y se ausenta por años.
¿Somos herederos
De estas ruinas que me traen un olor del pasado?

El hechicero habló con el fuego y comprendió designios. (¡Y nadie se redacte título en los campos,

Hacedor de construcciones que después al alba

Nos diga que el saber le pertenece; Que por antigua substancia somos la piedra irredenta De alzarnos: que él conduce Hacia el gran conocimiento humano! !La edad de morir Se decrepita bajo estos vigorosos brazos! ¡Aquí hay montes, ríos, frondas Ubicadas al nacer, torrentes De cuerpos encendidos; hay indicios incontables, Nuestros, con historias iniciadas más allá del tiempo, Con hombres que han dejado días como campos!) Bonanza e historia: La lucidez que no atestigua la sonrisa del barquero, Glorias ahítas de pasado, bien a renunciar Cuánto de quebradura nos oprime, cuánto de herencia Se despeña hasta el profuso puente que nos ciñe. ¡Oh! navegamos entre graves escombros, escuetas claridades desenvuelve el día bajo esta lluvia de memorias acotadas.

¿Extenderé los ojos más allá de las hojas que palpitan Donde se agota el viento, donde golpean las sombras estas huellas, Entreabriendo un aroma perdido, de ausencia, que nada dice

De la hondura que sustenta mi sangre?
Escucha, escucha el sonido
De tus propias palabras: ¿qué resuena?
Infortunio en tu ropa,
Deterioro en tu alimento y destrucción.

Oh días: Olor de fruta o sombra, de caminos a mi voz, a mis brazos Nutra el furor que comulgaba el viento; sea libertad el polvo En que reposo, y este don vacío, escudo iluminado.

Oh días: Signos desangrando en mí, después de tanto humano entendimiento, Delante de mis pasos amarillos: pronuncian sólo las historias, Los caminos, para llamarme amor, y empezar de nuevo Con el alba en cada piedra.
(Hay un cauce que vierte. su idioma
Y desciende a la losa con pieles teñidas de frondas mortuorias, Confusas naves de polvo labradas, llanura anegando de muerte

Sus manos y días.

Cauce enhiesto De horror y de sangre extendida, donde iremos llevando Las huellas, el acto y la luz que alzó nuestros brazos.

¿Y así dejaremos la esencia humana: Nos iremos comiendo los frutos que saben a nada? Sólo el tiempo conoce la absoluta forma donde todo perece.) Abismadas aguas: pura extension aciaga. Una voz nos circunda De fulgores opacos: navegamos rezumando tinieblas en áridos días. Así, diariamente busco las estancias, los ríos, y pregunto Por mis manos, tu cuerpo: pregunto por el sol que desolla: y siempre

Encuentro.huesos, salobre arcilla de sombras y ciudades derruidas.' (¡Oh! Ese anciano de lanoso rostro conduce vehemente Tanta acritud, que la otra riba configura falaz toda esperanza.)

Antes la lluvia nos cantaba algo: ella sabía de las piedras, Nuestro musgo, de las paredes que morían, que nacían también

Detrás del alba.

Por las calles esperábamos, bebíamos La luz y sus memorias.

Teníamos hambre y sed, pero soñábamos: La voz salía como temerosa o frágil, cubriéndonos la boca De sílabas amargas. Y a pesar del cielo y sus árboles vacíos, Nos íbamos jugando en las vertientes.

La Iluvia nos amaba y destejía Su pradera suave en nuestros cantos.
Pero yo sigo, con sueño
O muriéndome, buscando las estancias, esperando ríos; y así camino, Persiguiendo los días, confuso hasta elevarme en mi caída...

Pero tú, que sólo vives del silencio: ¿lees estos vaticinios Engendrados en el tiempo de la hoguera? ¿Qué lenguaje somos? Venimos de un destino oscuro, dentro de convulsos mares Que atestiguan las tormentas.

Indagamos lo que detienen los nombres En un júbilo de ser, confundiéndonos y amando, repartiendo Algo nuestro en cada sangre, guarneciendo la descendencia tomada,

Que hace llama entre las naves
Mis Radicales frutas son las naves,
Mis naves tibias durmiéndose al crecer, hasta llenarme De tendencias donde miro el mar, los puentes y las viñas, Después del catálogo perenne.

Mis frutales recodos, testimonios, Abdicados cauces, creencias, asunto entre osamentas, fríos resoles Para esta invitación contada, estos lugares integrados sin espacio, Puros intentos de mover la quebradura, con fenecer asegurado En naves, dudas y aires de mis ojos clausurados a lo eterno, A la convicción de ser sin tiempo
Porque ya no conocemos
La tierra, el crepitar del día que antecede, que dice Tentándonos a fijos restos de otra muerte, sostenida Entre permanecer y ahondarse humanamente:
Intemporal en senectud
Abrigo un desmonte como códice, estampida de esta constancia Para aumento de tu muerte y mi término, la cabellera Del viejo en ti, acreditada porque hacia horrendos mares Navegan los esquifes.
Nosotros, a fin del argumento entre las ribas,
Confinados a puentes y llanuras, haciéndonos como que entramos:

¡Oh ciudades! ¡Oh funestos lugares!

Mi vida representa Estas hermosas tumbas, los principios atenuados al devenir, Mas diciéndome que aquí estoy, y establezco la tierra En las raíces, conociéndome en los ríos, rocas, desiertos de luz

Donde el caer pervive, y el término, su cavidad saliendo a paso, A cuerpo y tránsito su eterna emanación de días, soles, semanas, Y siglos de sangre, siglos de grito y tiempo de sabernos como muerte: Días en semanas, meses de claridad y días de muerte viviéndonos, De vida recobrada en otro tiempo muerto.
Así acudes por ensamble
A intentar en reinos, desunido de esto, importunado para más Del que acrecienta su lucidez en tu abertura.

Invicadas* potencias De eternidad a cuento de minucias, de razones en pie cuando Los miembros legan esta tierra, el mar insigne entre sus algas De muerte unida a tu semblanza.

Breñas iluminadas cuando del monte Se destruye lo comprendido a las alturas; preferente acoso En abandonar a mucho disimulo el tumo de embalaje Ya distante de las naves:
"Amanezco ausente
A reparar mis cosas rotas, a penetrar hasta la hondura Donde nace mi silencio; contemple inasibles hojas en mis manos, Breves días circundando la frente en que dormitó; y siempre Sobre mi pecho encuentro los dientes de la muerte Atisbando mis recuentos".
Eran tus pertenencias,
El gran campo convencido para el día en soledad, El cauce que improvisa tus ansias.
Descubrirte con las cosas,
Adusto referir lo cotidiano entrado ya en tu historia: La cantidad de herencia que posee el fuego.

Calles

Que provienen del fin en que tu sed reposa.
¿Qué es la obra
En el mundo, las diarias conjeturas tenidas en ti, el caminar

Notando la pregunta en cada rostro, urgido para celebrar tus pasos En terrible gravedad de encuentros?

Y después el polvo que anuncia, El sudor reciente compilado en los trabajos, con sólo remover

Cualquier objeto.
Entre frondas y ríos cantabas:
"Hoja tras hoja fueron juntando los días atavío perenne, Mientras debajo de la luz crecía un racimo de sombra: Cuánto humo inauguraba ausentes frutos en el alma:

Pura ceniza entregarían los brazos consumados.

En tanto, Desterrado ya el recuerdo, lejana la extendida hoguera, No quedó sino asir una amarga máscara de olvido". ¡El canto!

Turbios párpados al aire que continuo

Deshace toda frase humana.
Nos hemos pertenecido en ocasión,
A voz desestimada que venía en goznes, así entendida la premura. Por otro lugar: cortejo lúcido ensamblado con el brazo, El ojo que destaca.

Si tomábamos las cosas en su resplandor, Ello venía por denuncia, antecedido en coyunturas que han hecho Como piedra estos crecidos, esperados gritos.

Esa la gloria Del que abre compartiendo: afán de concluir en decidida y plena, Impostergable carta.
¡Claridades envejecidas en brazos y lenguas,
Profundas concavidades aparecidas al fin y al inicio De lo que acontece y no descansa!

Ellos urgen: somos los muertos Y los hijos de los muertos, buscamos soledad para decimos. (El existir tiene sentido en cuanto hacemos.

Ellos saben Las ruinas y no hacen.

Dicen la muerte contenida en todo acto, Los conductos de acabar aún gritando.)
Y por cada indicio
De mundo inhabitable, una evasión; otra azul que permanece Fustigada.

Y en aires, en azul que carga pasto alucinado, Hierbas luminosas desde una mano retirada a océanos Rastreando la hondura de las aguas.

Meses de estar buscando Como sueños, dúctil la memoria en las roturas, pero del mar Todo llevado en imágenes, en excusa de estos documentos que coligen Plena ausencia.

Permanecen todavía, en evasión, densos y oscuros Contenidos en su laxitud atormentada, asiendo estados Hundidos en sueños o largas historias, en el contorno puro En que devienen las cosas.

Así olvidan los montes quebrados, Los conjudtos rotos que por parque, por calles también piden, Y vivimos. Y más sobre el silencio, hurgando entre las frondas Derruidas estancias.
¡0ficios, surcos, cauces por donde
Acude la sangre!

Y aún silencio, raíces hacia los celestes cantos. Yo no enturbio, no oculto lo que adentro abisma: vivo arraigado A un mundo de signos diluidos, entre crudas extensiones, Senderos de apagados rostros, amargas espesuras que inician El criterio.

Levanto el brazo, pido claridad, y una estela De ceniza profunda emerge con su prédica de pálidas sandalias. No hay otro camino que el desorden, la exacta libertad de juicio Para alzarnos. iOh!, existir ensangrentados de llanto, Bajo las inermes plumas de un cauce inseguro; hollar la ruta, Mientras un hundimiento de huesos nos devuelve a la sombra: No hay otro camino que el desorden, el peso de atisbar rotunda Esta futura emanación de días.
(Tú haces soledad,
Inmensa piel transida de oquedades, sobre ruinas que muestran Su carne devastada; haces plenitud en dioses que permiten: Así incrementas tu cadáver y te dices puro.)
Yo no enturbio:
Refiero estos profundos costos, tal la esencia bajo sí, humana, Asida.

Me defiendo y te defiendo, gritándome, a simple tacto Que en desorden, en fuerza y salto lleva conjuros hasta alzarnos. Soy desde mi voluntad de hacer, arraigado a una confusión Que no he creado, como estando sobre aires y tumultos encendidos,

Cosas que me arraigan por vivir y encontrar mis pasos y mis tierras

Frecuentadas de actos.
Voy contando los días, al par de lo que vivo
Y lo encontrado, la última intención y el fruto, nunca los descansos.

De nada mi ser, algo que busco me retiene a ser luchando, Contenido en tiempo que pronto acallará.

Antes haré, tendré los mares,

El ojo limpio en que limpiar mis ojos.
Soy voluntad estricta,
Actitud de hacer, más siempre voluntad entretejida hacia lo eterno. Nacen mis pasos en la extensión que sustentan las montañas, Sobre la tierra tremante de los bosques y sus cuencas crecidas, Dentro de cada aire que golpean las tormentas; surjo hasta enterrar

El aroma de las cosas perdidas, llameando como sol 0 luces descubiertas, como tronco encendido; y desde allí mi sangre: Cavernas y polvo, vacías aguas de días sumergidos entre muertes. Nazco y canto la evidencia de una estación imperturbable, Porque soy, y amo el espacio que nutren las piedras en los ríos, Porque me pertenecen estas manos erguidas en angustias y rocas, Y estas pupilas que empezaron a latir entre las hojas, que salieron Girando y reuniendo todo el amor de las raíces.

Broto en cada espacio Que los árboles alzan en las noches crecidas, me pertenecen los aires Y las voces detrás de los montes, y estas manos dicen de mi fuerza En los días oscuros.
La voz haciendo, alzo mi voz entre las ruinas,
Dudo, atisbo midiendo lo que ardía en mis comarcas, hundiéndome Por sólo descubrir y asir entre mis manos: llama que oscila Desde la intemperie.

Porque soy amando, creciendo del grito

Mi nueva residencia, bajando hasta tocar la copa dulce

De los bosques, con el amor que brota como garra. Y cste cuerpo, este musgo adentrado, estas memorias Que entreabren su entidad definitiva, también de amor Arraigan mi morada.
¡Soy triunfante luz en todo lo que nutre
La ausencia, naciendo a iniciar mi viaje por entre las piedras profundas! Entonces amo mi devastada piel entre humosos escombros, fundamento Asido a cada hoja mutilada; y encuéntrome gritando aún de ser

En mis fatigas.

Mas así de verme, así conozco calles, Salgo a surtar mi relación a los creyentes, doy paz y forma, Despierto hacia adentro y al fondo arraigo. Entonces, después de mucha ceremonia retorno a mis internos,

Aduzco ensamblado: conducto de mi estar haciendo entre las frondas Nuevo fuego.
Pero así, las extraviadas rutas, lo que figuré
Por mis caminos, entre leyendo y asir la vida, llevándome a mi sangre; Así hago el valor, pienso en la insurgencia y los profundos costos, Digo que encontraré la luz y sigo caminando.
Invierno y lluvia,
Monumento y hierba, junto a la tormenta que nos come. Pero así, en la ciudad y sus muertos, sus alimentos devastados, (Oh tiempo en mordedura) su ardiente esperanza De ser inútilmente: así, invierno y lluvia, nací diariamente A otras andanzas, dejo los connubios y pregunto: ¿Qué de luces han gestado estas colinas, para haber amado Una fría cadencia, un mito, la fresca espuma de los meses oscuros? ¿Qué de luz ofrecen sus vertientes?

¿Qué legado principal, Royéndonos, en tanto los árboles pronuncian también sus muertes? Oficios de perfecta umbría, donde estamos, sin entender Otro camino que las manos, la voz en mano, desigual, en tácita, Alineando para otros por sus puentes en ideas, forrnas, Y nada nosotros padres, hijos de una tierra vasta, de collados Fértiles, y nada este torrente.
Todo conducirá a la destrucción,
Al sernos acabando la hoja empeorada, siempre que siga; Puro desorden hasta entrar en nuestra realidad,. alzando tiempos— Las muertes vienen entre semanas de sombra, y comemos, Seguimos frecuentando, amamos; por algún sitio nos desolla el aire; Se aprende a caminar los signos, las tertulias, aquellas de principio; Porque somos aquí, seguimos el camino, y es el escombro, presente, Que anuncia tenaz—
Sabernos: un entender como otro, este sentar
Denuncias, de activarse, sea desde el lugar donde se nace al polvo, Sea también, sin ocultar, la misma fuerza.
Si nos irrumpen,
Nos comen a poco, tal náufragos, casi a medida de la descendencia

Al paso, de la ocasión, nos

comen, lo sabemos; si ya por ropa, Andar, nos piden algo, alegran de nuestra sangre, Se van riendo: ¿acaso es por nosotros?

De aquí nos han desarraigado; Se llevaron también lo que era para amar, como que el corazón, La piel de sus cosechas; y decían que era su corazón Y lo mascaban, y decían que era mayor la timidez en la cosecha, Y deshechaban.

Sólo algo nos quedó, por una tradición profunda Que nos camina los huesos.

Y nos quebraron al suelo, Sin corazón con que empezar a levantar la hierba rota. Por eso nos reuniremos, con principios, a dentada única, Con muelas, porque tanto esperar es también un abandono. Si todo viene de otros, que dejaron libros, que bebieron como matar, Pisando, hollando el maizal que descubría su carne de luz pura, Y viene a nuestras bocas sólo entre preguntas, Entonces nada es creación, fuerzas en que avivaron las entrañas Y los brazos, las esperanzas nuestras.

Es de otros, que amaron Y en cada rincón nos mantenían en silencio; que dijeron Que éramos así, que estábamos felices; y.después justificado el cuerpo De alguien que fue antecesor, tendió, mirando sus conquistas, Las legumbres por acá, donde ahora nos cuesta oscuro estos resoles. Pero somos miles, despiertos y desnudos, llenamos las comarcas De bocas restallantes; pedimos lo nuestro, para adentrarnos sin miedo, Arañando, bramando como las piedras, sin lágrimas.

Pedimos eso, Lo que nos pertenece por linaje, por inicio frutal de árbol Y ramajes, para urdir la realidad con nuestros brazos, Y destrozar ideas, lo que nos lleva ahora, y encontrar, erguidos, Las esencias, lo que entraña sernos en mares, montcs, Húmedas raíces que nos dicen lo nuestro.

Fatigados de cadáveres
Que irrumpen las calles, ansiamos en cada territorio negado, Con los brazos esperando.
Navegamos entre libros oscuros,
Saturados de muerte que nos nace en cada cosa que no es nuestra, En cada orilla que no tiene sentido fuera de este oficio, Siempre entendido como andarse conjugando el fundamento De ser a peso del silencio.
Así las frías cuevas de apariencia
Donde la soledad crujía, tus rnanos bajo su incertidumbre Acopiando un movimiento ajado en la gratuidad de las palabras; Tu rostro en buen entendimiento, así tu rostro en las razones

De estas ruinas que el mar bate oscuramente con su mano rota.

¿Qué relación entonces habremos de indagar para alzarnos? Y después de un paseo fortuito, después del esfuerzo y el premio:

¿Podrías contener el mundo en tu propia contingencia?

Negras aguas del Orco, navegamos con economía y resignación;

Ya los dorados días se alejaron, y tornó el viento a remover

El polvo de la tierra estéril.
Estos son los meses de acrimonia
Y habitual satisfacción, el tósigo en las calles Donde el humano infortunio camina codeándose, insinuando Débiles apetencias que la carne nutre silenciosamente. ¿Declinará el aire invernizo en los cuartos recién deshabitados?

¿Habrá tiempo para regocijarse, compartiendo alimentos sin mediar

En la bondad que pueda importunarnos?
Estos son los meses razonables,


El fecundo elemento que la extraña sapiencia no logrará arrebatarnos.

Aquí están los armarios, el escaparate cariado y los oscuros aposentos; Más allá, sobre las piedras pardas, el río con sus dedos terrosos. Sin embargo, no hay agua, sólo ese anciano longevo; las cosechas Fueron arrasadas por funestos ventarrones.

Aquí la tierra es seca. Hacia el Cerro Colorado guiaban mis pasos un interés desconocido. Crece allí la hierba del salitre y tierras aceitosas, el paciente Griterío de los cuervos del mar.

Enfermos estuvimos esperando En los muelles, caminando hasta la Plaza de Pescadores, pequeñas

Cosas solícitas.

Habían cargado los navíos, y tú querías preguntar,

Arboles diseminados en campos amarillos, el tiempo perdido Entre la salvación y la gloria.
Vayamos pues, y poseamos
Cosecha para los meses de escasez, holganza en los tributos. (En la blanca cornisa dormitó el gorrión, y fueron mis cantos

Que escuchaba ya distantes).
¿Y quiénes regresamos a poseer la dignidad
Que no acontece, satisfechos de nuestra pobre muchedumbre de miserias Siempre recordadas?

El fervor que una elección distiende En su templanza interna, precarios con lícita necesidad de orden, El fervor, unas veces enunciado en ese movimiento tierno De un rostro conmovido: ¿desdice acaso el bien que podría obtenerse Aún en la propia negación de los actos reales? Vayamos pues, Y oprimamos el silencio en los áridos confines, el canto del gorrión Ya cerca del parapeto antiguo, donde veníamos a contemplar Gesticulaciones inútiles de aburridos náufragos que la marea Recubre con unas algas negras.
Reino de la prevaricación
Y el desmedro: escucha, escucha el trote de las ratas En la tierra estéril, mira la nave y laméntate, obcécate en obligaciones

Groseramente sostenidas.

Reino de la acritud, desfallece

Y te mostraré las ganancias y las pérdidas.

Luego prosigamos Conversando con ambigüedad: "No deseaba hacer esto.

Mire Ud. mis manos, La sangre está seca".

Alimenta tus responsabilidades, arruga el Universo Y laméntate apacible hasta que haya tiempo para matar y tiempo Para regocijarse.
¿Qué dicen los aedas en laudables murmurios,


de esta humana máteria vinculada a la promiscuidad y el dolor? Ciudades llenas de comerciantes prósperos he visto, los escaparates Sutilmente adornados con luminosos estuches que mostraban Un gusto refinado por las piedras antiguas, doradas sortijas y ojos Con incrustaciones de platino y rubí. "Para entender sabiduría y doctrina; Para conocer las razones prudentes": He aquí la tierra estéril. "Para dar sagacidad a los simples, Y a los jóvenes inteligencia y cordura": He aquí la tierra estéril. He aquí los presagios; y apresúrate que el viento corre hacia el mediodía. Ven y caminemos hasta esos promontorios eriazos donde sólo la corneja Grita, asustadiza y con augurios de muerte; alisa Tus dulces cabellos húmedos de mar, atiza los muslos blancos de la mañana Que se tiende como una virgen terrible.

Y tú, que remueves el polvo Buscando la llave: apártate, de estos que son muertos.

¡Reino de la maceración y el vestigio!

Veo las uñas del día podrido,

El viento podrido, la nave podrida Y nosotros esperando.

1963 - 1965





EDGAR MALAVER NARRO [11.898]

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Edgar Malaver Narro 

Poeta nacido en Cajamarca, PERÚ el año 1974.

Profesor de Lengua y Literatura.
Cofundador y primer Presidente del círculo literario “Simbiosis” (1994 - 1998)
Cofundador de la “Agrupación Literaria VOCES” y coautor de la revista poética del mismo nombre con seis plaquettes (1999 - 2003)
  
Integró “El patio azul” círculo de amigos artistas.

Ha publicado los poemarios:

Mitos de la Soledad (2001)
Collage Fractal (2007)
Oráculos del Plancton (2011)
Cuatro series de Poemas de bolsillo (2009 - 2012)

Ha sido incluido en la antología "Caminos de Poesía" por la APECAJ, Asociación de poetas y escritores de Cajamarca (2006); en la antología del V Festival Internacional de Poesía "El Patio Azul" (2006); y en la REVISTA PERUANA DE LITERATURA, N° 7 especial Cajamarca, de Ricardo Virhuez Villafane (2007)






MITOS DE LA SOLEDAD

1


La vida en esta cama
no es puro ni más que un mapa de conceptos
donde la lluvia tiene que quedar fuera.
Nos tocamos en una mirada aquella noche
sabíamos que pereceríamos al color de la luna
Tú no hablaste nada
                                - quizás no lo necesitabas -
yo posaba lo mejor de mí
entre los escondites de los años venideros
Las puertas cambiaron
también las llaves a las que seguimos
un retrato entre las mesas
- quizás lejanas no hubieran muerto
entre nuestras pesadillas
                                casi perennes por febrero
                     o los angustiosos felices diciembres –
Pero todo cambia y nosotros cambiamos
ya no ante la luz escondida
ni en los parques que memorizaron nuestras sombras.
Hoy caminamos coleccionando llaves
entre nuestras palabras que se tienden
                                           - a cada hora -
al paso del tiempo en las hojas
que huyen impresas a nuestro recuerdo.






2

A la distancia mi quejido busca tu alfombra de luciérnagas
Prende tus manos para alcanzarme
no dejes que el viento te quite mi alma

Alumbra la noche no te engañe la luna
ella besa del heno tendido sólo la soledad

Anda camina
el campo es húmedo
se han partido en navajas los espejos

¿Se han partido en navajas los espejos?

Anda que se han partido los henos al grito del silencio
tendido concentrados los colores
para que llegues en bloques cortando
los ecos atropellados
colección de días lluviosos para tu desnudez hiriente
que se viste de tensa frescura al paso de las hojas
avizorantes de la niebla.





3

Caminamos aquella tarde
acompañados por nuestros sueños recién planchados
para relucir
Al tiempo le cambié un verso por una hora
y nos obsequió tiernamente en los caracoles su sonrisa
No nos sobraron palabras
quizás llenabas más aprisa los espacios de tu vida
los míos escondidos en cada una de tus señales
naufragaban al respiro de las últimas luces en la arena
Cómo mentí
aquella tarde que cambiaste los caminos santamente rutinarios
Cómo cambié aquella tarde / que rompiste los mitos de la soledad.





4

Sabías que te quería
como la primavera a los ojos de la luna
y no cambiaste el paseo por tu cuerpo

escribiendo en el brillo
de las alas tu nombre al viento
o en tu pelo mi sonrisa recortada

Cintura prevenida a la furia de la lluvia
en tu seno de leche color de labio fértil

Sabías que te quería de espaldas al tiempo
de rodillas a la estación de una carta

claro color cobre
cómo cae una estrella
a la hora de tañer tu mirada

esta enfermedad de tu presencia
aun lejana como el aliento de la ola
al beso que te llega.

Cómo cae tierna tu ausencia.





5


El llanto de la noche corta
con fuerza al viento

las calles juntas con el dulce silencio de la horas
avanzan

Otro día guillotinado
junto al corazón de la lluvia que nace siempre
y se enferma de hombre la tarde

Tras el mostrador una sonrisa
jugando a los vaqueros


Cortaré para ti un pedazo de cielo
a la hora de tu partida
cuando no quiera caminar

En tu cuello suelen ser hermosas las estrellas
pero / esta noche
en tus manos / es más pura la soledad

que llega filtrada entre las raíces de tu belleza
líquida tu mirada.








(de “Valor de hombre”)

El grito helado de un gato
Atrae a la noche negra
Viaja inmensa en sus ojos

Se ha vestido de corazón la luna
La luna se ha formado de queso

Se abraza fuerte una liana al ocaso
Supira una lágrima ausente

Se ha vestido de nuevas estrellas la coche







EDUARDO LECOURT MELLA [11.913]

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Eduardo Lecourt Mella

Eduardo Lecourt Mella (Lota, Chile 1906 - Santiago, 1980). En 1922 entró al Seminario de Valparaíso. Miembro de la familia francesa de Augusto que vino de Marsella. Además de ser sacerdote, era poeta. En 1936 publicó su primer libro de poemas titulado "Nunca". 




"La única mano que ayudó en la siembra, 
acepte estas espigas. 
Mis rimas no piden otra cosa." 






"Yo que soy agua doliente, 
miento una frente serena, 
que aunque arrastre el alma llena 
de esta angustia de vivir, 
voy prefiriendo reir, 
por no profanar mi pena." 






"Al influjo de todo lo bello y armonioso 
vibrar como los trigos bajo la hoz del viento 
sentir tras el cansancio la ansiedad del reposo 
y sentir tras la ausencia, la ansiedad del recuerdo" 











Nunca
Autor: Eduardo Lecourt Mella
Santiago de Chile: Nascimento, 1936




CRÍTICA APARECIDA EN LA NACIÓN EL DÍA 1936-10-04. AUTOR: ALONE
La fórmula externa de este nuevo poeta, que a los 27 años, sacerdote y orador famoso, publica su primer libro de versos, podría fijarse con cierta facilidad, en términos accesibles a cualquiera: es una mezcla desigual de Núñez de Arce, Rubén Darío, y como signo de avanzada, digamos Pablo Neruda. Un trío de épocas y escuelas sucesivas en el tiempo.

Dentro de ese vaso abigarrado, cuyas fuertes paredes admiten trizaduras, un ardor confuso, dolores y amores que se limitan, la fantasía encadenada y el ensueño ceñido entre varias retóricas.

En suma, una juventud rica sujeta por la disciplina.

Algo como este Paisaje:

“Exprimido en los riscos de pertinacia dura

como una vena rota fluye el río allá abajo

y la quebrada muda, en una paz oscura

se interna hasta muy lejos, como un enorme tajo.

En la vega caldeada por el sol y en los tálamos

de todos los arroyos, mil rezongos furtivos;

y en una herida de agua, lejos, dos negros álamos

como dos compañeros que marchan pensativos.

Abajo un gran peñasco como calva curiosa

asomada al constante pasar del caminito;

y arriba la amplia frente nacarada y rugosa

de una montaña que alza su oración de granito.

En la cumbre, cansada reposa la nevera,

allá se desenvuelve o se contrae acá;

mas siempre con el dejo de una ansiedad severa

contempla al río como algo que se le va…”

Hay de todo aquí: composición, dibujo, expresión, perspectiva, poesía y prosa, sentimiento y dureza; por encima queda dominando la impresión de sabiduría en el manejo del lenguaje y destrozo en la distribución del ritmo, un ritmo muy visible y regularizado.

Así es el libro.

El señor Lecourt, es un poeta que no se entrega. Puede ser sugestión de la sotana invisible; pero la verdad es que constantemente pensamos que no está diciendo todo lo que piensa ni cantando todo lo que podría cantar.

Hasta ese título lapidario parece el sello de una renunciación irrevocable. Nunca.








ANTONIO ORREGO BARROS [11.914]

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Antonio Orrego Barros 

(Chile,  1880-1974)
Antonio Orrego Barros nació en Santiago de Chile. Hijo de Augusto Orrego Luco y Martina Barros, y sobrino del escritor chileno Luis Orrego Luco, estudió en el Instituto Nacional y posteriormente en la Universidad de Chile, donde se graduó como médico y años después ejerció como catedrático. Además de doctor y escritor, fue periodista (trabajó como redactor de El Mercurio) y parlamentario. En cuanto a sus obras literarias, publicó los libros de poesía Alma Criolla, Chuma y Tierras pobres. También escribió obras dramáticas como La marejá y El Capitán Trovador, entre otras. La temática que atraviesa su trabajo literario se enmarca dentro de la tradición criollista, por cuanto busca retratar el español hablado por los sectores rurales y populares de la población. Interesado vivamente por el folclore nacional, fue uno de los impulsores y presidentes de la Sociedad Folclórica Chilena.



EL AMOR

El amor asemeja a aquel estero
que, alegre y voncinglero,
se despeña de la alta cordillera:

en la pureza de las nieves nace,
su rauda y abundosa cabellera,
y de peña en peñón saltando, crece.

Su alud desaparece
en el verde gramal de la montaña.
Ya dilatado baña

el prado con sus mieses y verdores,
ya va regando flores
su linfa transparente,

ya apenas se desliza mansamente;
y ahondando, ahondando sin cesar su seno,

es más tranquilo cuando es más profundo
es más profundo cuando es más sereno.




La nave vieja
Autor: Antonio Orrego Barros
1912


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1912-05-20. AUTOR: OMER EMETH
A última hora llega a mi poder “La nave vieja”. Aunque obra de muy escaso volumen, merece plenamente el ambicioso subtítulo que lleva: es toda una “epopeya” y tiene, sobre otras muchas que he leído, la suprema ventaja de ser breve y concentrada. Escrita en idioma popular, esta relación del Combate de Iquique enternecerá al lector chileno. Por la boca del roto, a quien el señor Orrego Barros ha elegido como narrador, habla Chile entero. En prueba de ello citaré un episodio:

Observan los marineros de la “Esmeralda” que el teniente Uribe ha llamado a oficiales para tener consejo, y advierten que el monitor peruano ha suspendido sus fuegos mientras los oficiales deliberan. Dice el roto:



“Y con la calma nos bajó la dúa:
¿y qué irá el Consejo?
¿Arriará la bandera? ¡Jamás, nunca!
icíamos a un tiempo;
pero luego icíamos: ¡quié sabe!
y nos daba más rabia el suponerlo;
¡si era com’ una afrenta…
mil veces antes de rendíos, muertos!

Y d’ ei trepó al mesana
corriendo un marinero.
¿Qu’ irá a larriar la bandera? Nos icíamos
¡Ese era nuestro mieo!
Pero se oyó el retumbo del martillo.
¡Está clavando el pabellón chileno!
…Y’ izaron en señal de guerra a muerte
en el palo mayor, el trapo negro,
y toítos gritamos: ¡Viva Chile!
No se rinde un chileno” (pág. 15).



Y así el poeta de la “Nave Vieja”, cual el marinero que trepó al mesana, clava con sus versos el pabellón chileno en el corazón de todos sus lectores.





Voces lejanas
Autor: Antonio Orrego Barros
1960

CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1960-10-25. AUTOR: RAÚL SILVA CASTRO
En los años de la juventud de Antonio Orrego Barros, que es hoy muy anciano ya, el uso de los poetas que se inclinaban a la vida del pobre, consistía en reproducir sus dichos, sus sentencias, su lenguaje, sin alteraciones ostensibles. La poesía del español Vicente Medina, por ejemplo, que tuvo gran boga unos cuantos años, se suponía escrita por un labriego, y sus rusticidades aparecían ennoblecidas por elevadas emociones. La moda pasó, cual todas, y hoy ya no se escriben así los versos , si bien existen excepciones, como la de Miguel Hernández, en prueba de que la tentación de hacer dialogar al hombre con la naturaleza, con otros seres, consigo mismo, en su propio lenguaje, sin aliños, sin eufemismo de estética, fuese invencible en el gremio poético. Sea de esto lo que se quiera, Orrego Barros ha recogido en un pequeño libro, “Voces lejanas”, cantos como aquellos a que nos referíamos. Para que el lector se forme impresión clara del tema y del estilo, ahí va un ejemplo:



“Sobre el precipicio,
onde estaba el nío como encaramao,
entre unos coirones y unas quiscas viejas,
estaba el cordero y el águila al lao,
y eran sus balíos tan bien reafligíos
que partía el alma solo de escuchalos.
Tomás, sin pensalo, se trepó a los riscos
por si de algún moo podía libralo”.





En el caso concreto del poema de que proceden estos versos, se trata del cuento narrado por un campesino del lugar, a quien acongoja una tragedia comarcana. Otras veces, no son cuentos sino reflexiones sueltas, pequeños rasgos en que también se hace uso de la “jerga huasa” para impregnar de aroma campestre al monojo. El autor había lanzado ya, en fechas algo remotas, su “Alma criolla”, y recibió de Federico Mistral una felicitación muy cordial y efusiva, que reproduce al comienzo de esta obra. Es verdad que allí también se recogen palabras de Juan de Dios Peza, el gran poeta mejicano, quien en 1904 y en su calidad de presidente del Ateneo de México, elogia igualmente al colega chileno de que acaba de tener noticias; pero mientras aquel, el gran felibre, trataba de estimular en Chile, al través de Orrego Barros, el cultivo de la poesía terrígena, este, el mexicano, opinaba como esteta y como gustador de la poesía. Las dos opiniones encierran, pues, bajo apariencias semejantes, un mundo de distancia.

Podemos no estar en acuerdo con la filosofía que se trasunta en estos versos, y preferir los amores tempestuosos a los quietos; pero acaso estaremos todos conformes en que el pensamiento fue bien expresado, en que esta expresión es además tierna y dulce y en que esta dulzura no empalaga. Por lo contrario, es apenas el sabor necesario para distinguir lo soso natural de lo que el arte ha transmutado y convertido en agradable.

Si empleamos símiles para entendernos mejor, diríamos que al través de estos versos la personalidad de Orrego Barros se diseña más próxima a la de Musset que a la de Byron. Este era un demoníaco personaje que en el amor descubría vertiginosos senos de locura, hacia los cuales corría atraído por fuerzas como invencibles. Musset en cambio soñaba y sufría tiernamente junto al ser amado, y habría suscrito la reflexión de su distante admirador chileno al decir que el amor “es más tranquilo cuando es más profundo”.

Dos reproches nos atreveríamos, muy tímidamente por cierto, a intentar sobre este libro. Por su título, “Voces lejanas”, podríamos llegar a creer que allí se encierra la producción distante del autor, que hace más o menos cincuenta años guarda silencio, a lo avaro, sobre su labor literaria, interrumpida acaso pero no totalmente suspendida. Y no: en el manojo se mezclan versos más nuevos, menos tiernos, que dicen poco o nada del alma del poeta, y esos versos, que no indicaremos porque el autor sabe de sobra cuáles son, no quedan en nada a la altura de los demás del manojo. La bella sugerencia de tiempo que se transmite con el título “Voces lejanas” se rompe cuando llega al umbral de esa poesía lúgubre. El otro reproche no recae directamente sobre el autor, sino sobre quienes han tenido a su cargo la ejecución material de este volumen. Una concepción anárquica de la puntuación hace ilegibles, literalmente hablando, algunas de las estrofas, y se necesitan nervios de acero, tensa voluntad, arrojo y perseverancia, para ir dominando, poquito a poco, la infidelidad de la versión impresa.

Terminada la fatigosa tarea, leídos por fin los versos tan celosamente defendidos por el valladar de la puntuación incierta y de la impresión inicua, llega el momento de preguntarse si valía la pena tanto esfuerzo. Me siento inclinado a decir que sí, por varios motivos que han sido expresados ya a lo largo de este comentario y por algunos más, que también se pueden manifestar.

En primer término, siendo la poesía, como es, la expresión de estados de espíritu de ciertos seres selectos que se arrogan el título de poetas, obvio es que cambie de forma y de estilo a medida que corre el tiempo. Todo evoluciona, y la manera de hacer poética de hoy, 1960, no es la misma que predominó ayer. Pero sí en nombre de los usos hoy dominantes condenamos a los poetas de ayer y los declaramos ineptos para el ejercicio poético, estaremos, sin quererlo acaso, cometiendo varias gruesas e imperdonables herejías. Es la primera imaginar que solo un gusto poético tiene curso y merece indulgencia: el que estamos hoy empleando y cultivando; es la segunda, abrir paso a que la posteridad se ría de nosotros y nos desprecie más o menos tanto como nosotros ridiculizamos y despreciamos a los de ayer, esto es, a aquellos de quienes somos pósteros [sic]. Los cambios de forma no son, pues, suficientes para negar título de poeta a la gente de antes.

Se dirá que Orrego Barros debió cambiar también, con el tiempo, y escribir en 1915 versos a la moda de ese año y en 1960 otros al uso coetáneo. Sería mucho pedir a un hombre. La capacidad de adaptación del ser humano es muy grande en lo que se refiere al frío y al calor, al uso de las cosas prácticas, al manejo de mecanismos y artefactos. El poeta de 1900 se afeitaba con navaja barbera y hoy emplea, acaso, una máquina eléctrica que le regaló, con su tierna sonrisa de quince años, la más afectuosa de sus nietas. Y así también, como sabemos, el poeta de 1900 viajaba en tren y a caballo, mientras el de hoy suele usar el automóvil y el avión. Pero esta aptitud de adaptarse a lo que venga, ilimitada en lo que hemos indicado, es muy reducida en la obra que el hombre saca de su espíritu, sobre todo cuando ella, al salir, se lleva algo de adentro, como es, en concreto, la poesía-confesión. Dícese que el poeta nace tierno, frívolo, sentimental, fustigador, cualquier cosa, y que así permanece a lo largo de sus años.

Orrego Barros cultiva a su modo el verso rimado, en el cual vemos jirones de observación vernáculo, y para dar más acendrada y pura la impresión de lo terrígena, no desdeña la jerga y la eleva a la condición de lenguaje artístico. En esta huella, su labor, desde luego reducida, se mantiene invariable a despecho de la cronología, como prueban su “Alma criolla” de ayer y estas “Voces lejanas” de hoy, libros separados por un largo medio siglo en que el poeta más meditó que escribió, temeroso acaso de no hallar debida comprensión en el público que tan velozmente se desplazaba a su lado.




AMBROSIO MONTT Y MONTT [11.915]

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Ambrosio Montt y Montt

Ambrosio Montt y Montt (Santiago de Chile, 1860 - 1922). Hizo estudios de Humanidades en la Universidad de Chile.


He aquí, por ejemplo, el soneto “Polvos del Camino” cuyo título es el de este volumen.

“Bien sé que al final todo se olvida
Y que nada en el mundo es permanente
Y que el hombre al morir hunde su frente
En la noche sin fin, desconocida.

Por eso, del camino de la vida
Empezando a bajar por la pendiente,
Los afanes sacudo de mi mente
En polvo quizá pronto convertida.

¿La gloria mundanal? –¡Vana quimera!
¿Ambición de poder? –¡Ensueño insano!
¿Fortuna? –¡Del hastío mensajera!

¡Pues, mal que pese al esplendor humano
A su paso no deja ni siquiera
La estela del bajel en el Océano!”






Polvo del camino
Autor: Ambrosio Montt y Montt
Santiago de Chile: Impr. El Globo, 1911


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1911-12-04. AUTOR: OMER EMETH
Con “Polvos del camino” empieza el señor Ambrosio Montt y Montt la publicación de sus obras completas, las cuales, si me atengo a la lista que hallo al fin de este libro, llenarán numerosos volúmenes.

No faltará, entre nuestros poetas jóvenes, quien ponga en duda la necesidad y aun la utilidad de semejante publicación.

¿Qué gana, dicen ellos, la literatura nacional con la “resurrección” de versos anticuados, cuando no muertos? En los del señor Montt, no se ve, en efecto, rastro del menor de las exquisiteces, rareces [sic], profundidades y penumbras del simbolismo ni del futurismo.

El poeta de “Polvos del Camino” versifica con la asombrosa facilidad de ahora cincuenta años y el clasicismo estéril y frío, correcto y claro lo cuenta entre sus últimos secuaces. Es lo que los franceses llaman un “revenant”.

Así hablaba no ha mucho, un poeta joven con la crueldad y desparpajo propios de su edad. “Cet age est sans pitié”, dice La Fontaine.



“Júpiter eut un fils qui, se sentant du lieu
Dont il tigait son origine,
Avait l’ame toute divine,
L’enfance n’alme rien…”



No siendo como los poetas, hijo de Júpiter y, por triste privilegio de los años, libre ya de las crueldades de la juventud, confieso que, a mi ver un dejo de clasicismo, en vez de rebajar el precio de una obra, lo acrecienta inmensamente.

Más vivo y menos puedo resignarme a la libertad convertida en licencias a la exquisitez que se torna amaneramiento o a la oscuridad que algunos quieren vendernos por misterio profundo.

El único misterio, que para mí viene envuelto en muchos poemas de reciente fabricación es este: ¿Cómo puede haber cerebro sano capaz de parir disparates tantos? ¿Cómo hay lectores para absorberlos y críticos para absolverlos?

En todo caso, la sencillez y abundancia del poeta “clásico”, su inspiración vigilada y sujeta a reglas, su “inteligibilidad” (perdóneseme este vocablo) satisfacen mi humilde ideal de belleza y verdad. Creo con los místicos cristianos que “el Señor”, es decir, la inspiración, no está “in commotione” en las exageraciones melodramáticamente violentas del pensamiento ni del estilo.

Bien podríamos, sin duda, aplicar a este caso la hermosa historia bíblica de Elías en el Desierto.

Dijo la voz de Jehová al profeta (pongamos aquí, al poeta):

“Sal fuera y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová (la inspiración) que pasaba y un grande y poderoso viento que rompía los montes y quebraba las peñas, mas Jehová no estaba en el viento, y tras del viento un terremoto; mas Jehová no estaba en el terremoto; y tras del terremoto un fuego, mas Jehová no estaba en el fuego y tras del fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto y paróse a la puerta de la cueva. Y he aquí llegó una voz a él, diciendo: ¿qué haces aquí, Elías?”

Jehová estaba, no en el huracán ni en el terremoto ni en el fuego (es decir, en las exageraciones y violencias) sino en el silbo apacible y delicado. “Non incommotione Dominus”: he ahí una verdad que los clásicos adoraron y que muchos poetas jóvenes han quemado.

Para mí lo que hace el mérito de la poesía del señor A. Montt y Montt es precisamente su apacibilidad y delicadeza, hijas del clasicismo.

O mucho me equivoco o tenemos aquí un hermoso ejemplo de apacibilidad que sería perfecta si en aquella “noche sin fin” brillasen algunas estrellas… las de la inmortalidad.

Cuanto a la delicadeza, la hallo realizada en el soneto dedicado a don Luis Montt:




“La muerte le ha llegado callada y pía
De un solo golpe lo arrastró a su seno
Cuando de bellas ilusiones lleno
Con las letras soñaba todavía.

Murió del corazón. ¿Cómo podía
De otra afección morir hombre tan bueno
Que a humana pompa y vanidad ajeno
A los pobres les dio cuanto tenía?

Pasó modesto, sin hacer ruido,
Y entre los lauros de la patria historia
Vivió casi en la sombra del olvido;

Hoy, de muerto, pregona ya su gloria
El hambre en el hogar del desvalido
Que, llorando, bendice su memoria.”




Estos sonetos son, según mi opinión, las dos obras más perfectas de nuestro poeta y las que mejor permiten caracterizar su talento.

Por cierto, no todo, en este primer volumen, lleva el mismo sello de apacible y delicada belleza.

Desde luego trátase de obras “completas”, demasiado “completas”…

El señor Montt y Montt no ha tenido presente, como debieran tenerla todos los escritores y, en particular, los poetas, la máxima moderadora del filósofo antiguo: “Ne quis nimis”, y así hallamos en este volumen numerosas composiciones que, sin carecer de cierto valor relativo, mejor hubiesen quedado descansando por siempre en los “álbums” [sic] y demás mausoleos especialmente benditos y consagrados para hospedarlas.

Cuando se es capaz de escribir sonetos como los que acabo de copiar, más vale destruir a esconder todos los “albumicidios” o “postalicidios” que el poeta haya cometido en su vida. En esto debiéramos imitar a los espartanos que sacrificaban sin piedad sus hijos cojos, jorobados o enclenques…

Pero, “padres” son, al fin, los poetas y como tales dicen o siquiera piensan:



“Mis hijos son muy graciosos
Y es muy grande su belleza;
Son bien hechos y más lindos
Que todos los de la tierra.”




Bien harían sin embargo en imitar a cierto don Ruperto que figura en la sección “Ortigas” de este libro:



“De la muerte ya cercano
Ruperto se confesó,
Y el señor Cura le dio
El consejo más cristiano:
Sus enemigos, hermano,
Han menester su perdón;
Y repuso en ocasión
El fervoroso Ruperto:
No los tengo; los he muerto
A todos por precaución.”




Esta “décima” puede, en efecto, interpretarse parabólicamente. ¿Quiénes son los enemigos del poeta? Sus propios versos… cuando malos. Sacrifíquelos, pues, sin remordimiento, para que pueda el Cura oír la tranquila afirmación de don Ruperto:


“No los tengo; los he muerto
A todos, por precaución.”


Con esto, las obras de los poetas no merecerían tal vez, el calificativo de “completas”, pero su precio literario ganaría tanto como el del trigo, una vez separado de las malezas que, por desdicha, siempre van unidas con él.






Astillas
Autor: Ambrosio Montt y Montt
Santiago de Chile: Impr. Universitaria, 1918


CRÍTICA APARECIDA EN LA NACIÓN EL DÍA 1918-07-15. AUTOR: LEO PAR
El señor Montt y Montt se presenta con esta colección de amables versos ante personas que lo conocen y a quienes ha dado varias oportunidades de aplaudirlo.

El nuevo libro que hoy agrega a su haber, sin aportar una nueva nota al lirismo, conserva al autor su bien ganada fama de fácil y galano poeta, lleno de natural gracia y buen humor, y en ciertas horas, de enternecida sensibilidad. En estas piezas, el señor Montt y Montt, aborda todos los temas y emplea todos los tonos; pero desde las primeras líneas se advierte su preferencia por la sátira festiva. No ha debilitado la edad su brazo, que hoy, como hace tres décadas, tiende con la misma soltura el arco de las enherboladas flechas. Pero nuestro poeta es un espíritu sereno y justiciero; hay optimismo en su alma, y por eso sus poesías, si en el primer instante algo escuecen, no dejan ponzoña en la herida. Su burla es liviana, apenas roza el defecto o el vicio; es leve rasgo del agudo ingenio, no del ánimo enconado o misantrópico.

Es común en los humoristas la mezcla de la ironía con la ternura. En este sentido no constituye excepción el poeta: es afectuoso, siente con naturalidad y muy hondo, y pone al público en la confidencia de sus emociones. El poeta se entrega en cuerpo y alma al sentimiento; no solo no teme la tumultuosa efervescencia de los afectos sino que precisamente algunas de sus más sentidas poesías son aquellas en que, guardando para mejor oportunidad el ingenio, deja hablar solo al corazón.

Loable en alto grado es la corrección técnica, la sanidad literaria de estos versos. El señor Montt y Montt es un fervoroso adepto de las bellas y clásicas gramática y poesía castellanas. Los epígrafes de sus “Astillas”, son todo un credo literario. Es decir, que no se encontrarán aquí pretenciosas vulgaridades, contorsiones de retórica, oscura y atormentada fraseología ni supuestas profundidades de conceptos: que no tropezaremos aquí en bastardos giros ni en vocablos inmigrados de todos los ámbitos del globo. El estilo del señor Montt y Montt, como su pensamiento, es por excelencia honrado, sano, sincero; y como el poeta habla del común sentir de los mortales, de lo que hay en todos nosotros los humildes desheredados de la musa, puede golpear a todas las puertas, y con la amable fisonomía del ingenio hacerse recibir y agasajar por todos.





XAVIER VALCÁRCEL [11.916]

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XAVIER VALCÁRCEL

(San Juan, Puerto Rico   1985) Es artista visual y escritor. Cursa una Maestría en Administración y Gestión Cultural del Programa de Estudios Interdisciplinarios de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y es co-director de la editorial alternativa Atarraya Cartonera. 

Su obra ha sido publicada en revistas académicas: Sargaso (2008), y literarias: El Sotano 00931 (2008), Agentes Catáliticos/ Press Start To Play (2008), La Mancha (2012), en la antología de la novísima poesía latinoaméricana: 4M3R1C4 (2010), en la antología de poesía puertorriqueña PLOMOS (2012) y en Ó: Antología del Colectivo Literario Homoerótica (2012). Además, es autor de los poemarios: Cama onda (2008), Anzuelos y carnadas (2009), en conjunto con el poeta Ángel Antonio Ruiz, y Palo de lluvia (2010).





Marisma

mi mar marisma tú airampo.
arpón de peces manglarosos, marasmo de saliva y de aguargura.
hazme carnada má, coracol del que tú comes.
vuélveme asmático, enférmame, escámame
conviérteme en filete azul, en ojos fritos y espinazo.
neptúprame mujmar, soy tu cardumen malitroso.
digiéreme adéntrame en tu heliotroconcha
prometo ser bramientos
quiero escuchar la levedad de un oleasurro tuyo tan marea.
porque mareas mar.
esa aguargura de tu cuerpo mata
tú eres tan ágata, gata de mar, tan fiebre mía, tigra
que los pelícanos ya saben que mis jugos de marisco irán a ti.
que mis huesos marinados tienen nombre de un abono de corales.
Que mi aceite hígado de pez puede curarte la hinchazón de tu aguaviva
fibroclitosalina
so pictoarpona
agriadea.
Calamar de cama en mar.
marisma tú
aguarga.

Cama onda (2008)





Desvelo 

La noche no le pertenece a los devotos del pitrinche
ni a los cardúmenes de cuerpos
que se pudren bajo el agua perfumada de la cama.
La noche es otra cosa.
Un algo más.
Más que una esquina anaranjada
para medias rotas
sin mujer.
Más que la intimidad banal de los tecatos.
Más que la escala
cromática
lograda
bajo el seno izquierdo de Ana Emilia.
La noche es pertenencia de las ratas
aladas
de los chinches-mimes
de los perros ciegos del vecino
y de los jugos amarillos que han dejado de ser sal.
La sal es un nosotros.
Un gesto irrepetible.
Malogrado.
Construido y consumado
a unas horas
donde el tiempo-carne
ya no juega a
palabrar.





Día de vuelo

Ayer fue dulce 
la luz conmigo estuvo adentro de la casa 
hasta su ida involuntaria 
arrastrándose por las paredes 

Día de las raíces además
razón de tierra en las dos manos 
razón de semillas de parcha y agua
de soledad mirando lo que traen al patio los pájaros del tiempo 
               el futuro que ha venido a sembrar con su pico el inriri 
               en el árbol desaparecido
               la lección de tres cotorras paradas en la verja
               la azucarada ráfaga del verde zumbador
               tras robarle a las flores sus jugos soleados 

Pero hoy no
Hoy sólo friego trastes de espalda a las ventanas abiertas
Afuera la calle aburrida y los vecinos 
mirándome quizás 
desde el tedio sancochante de nada que celebrar
Día rancio este
número en el calendario hinchado de calor y de lavazas

Pero mañana, en cambio 
me iré de aquí
Celebraré mi ida con la luz 
aunque amanezca encancaranublado 
y llueva polvo del Sahara 
sobre las claridades de este invierno falso 

Ya lo alertaron 
Estrategia para calmar ante el desastre 
anunciar las inminencias 
esperar el día por la promesa de su acontecimiento 

Por eso me alerto 

Me iré mañana 







confieso

no entiendo mucho de distancias
tampoco entiendo por qué esta cercanía nos aleja
por qué se empeña nuestro espejo en señalarnos polos
si cuando coincidimos el verano vuelve
y la carne arde
y el calor es tanto que las bocas se evaporan 
tanto
como si fueran de agua nuestros labios
como si la saliva fuera el fuego de una estufa de propano
que prende y apaga con el roce de los dedos
que puede resultar tan peligrosa y tan letal
como el invierno mismo.

yo no sé de geografía, ni de cartografía
mucho menos de la climatología
aunque a veces peco de saber de grados fahrenheit
y grados celcios 
en el centro del cuerpo del cuerpo de los dos
que a veces nos explota
cuando los árboles nacidos en los poros 
ya se han convertido en un paisaje en copos
la espuma de mis playas en glaciares (irreales por aquí) 
(de documental)
y las sínsoras de los abrazos se han forrado
de un encaje crudo de neblina y nubes grises detenidas
ignorando el dedo índice de las veletas.

yo no sé cual es el tiempo de las estaciones dentro desta habitación
ni como se coordinan los relojes de nosotros
pero sé 
porque el reflejo de ese espejo en el techo habla
que los huesos deste cuerpo duelen
cada vez que hay frentes fríos 
que el invierno nos empuja a congelarnos 
que nos tira hielo en la mirada
cada vez que descubrimos
que violamos los parámetros de la familia
el perfecto páramo de toda sociedad futura
con esta pasión oscura de turbio callejón

por eso yo prefiero el ardor de los veranos 
aunque sea siempre tan fugaz
aunque siempre nos quememos con el fuego (carno)
o con la hornilla de la estufa
que aunque es letal como el invierno
te confieso
al menos, se disfruta.






Instante 17 (nostalgia)

a veces, te confieso, tengo nostalgia de tus labios
de aquellos besos de chopa, acuosos
que fueron mis primeros y mis últimos con una mujer.
otras veces se me atora la nostalgia en todo el cuerpo-hueso
pero más, mucho más, alrededor del torso
cuando sufro de la necesidad crónica de un mero abrazo público
de un gesto táctil que no atraiga la mirada moralista de las masas
pero pasa hembra, que te fuiste, que ya no estás, que no has vuelto
que tienes otros brazos-hombres que te besan
que además de hacerte otra te hicieron olvidar lo de nosotros
nuestras noches tibias de manoseos tibios en los sillones del balcón
nuestro primer y único intento de hundimiento en el matre de mi cama
que todavía hiede a nuevolas mismas sábanas blancas

aún no lo han tatuado con las gotas rojas del estreno. tengo nostalgia, amor

de aquellos nudos de ramas que formaban nuestras manos, juntas

de tus ganas niñas de explorar mi cuerpo y yo con miedo, mierda
miedo hombre deque el cuerpo no tuviera reacción,
deque esta vena tuya, más mía que tuya, que siempre lo sera
no te escribiera adentro aquel te amo que esperamos en dos años
que no firmara en ti un autógrafo
que no pudiera construirte una pared que resistiera taladrazos.
tengo nostalgia, Claudia, por que tampoco he podido despertar, verte a mi lado y dibujarte
porque tampoco pude hacerte la eternidad de hijos felices nombrados entre mano y lengua
la noche aquella del eclipse sobre el techo.
tengo nostalgia, ostia, porque he perdido el cuerpo sin tu cuerpo
porque he perdido años rebuscando una caricia tuya en la entrepierna de la carne
porque no existe nadie que abra un portón a medianoche con la única intención de verme el llanto.
tengo nostalgia, extraña
por lo que fui contigo y lo que no soy.
porque ni soy.
eso sospecho que lo sabes.








Desvelo 10

La noche no le pertenece a los devotos del pitrinche
ni a los cardúmenes de cuerpos
que se pudren bajo el agua perfumada de la cama.
La noche es otra cosa.
Un algo más.
Más que una esquina anaranjada
para medias rotas
sin mujer.
Más que la intimidad banal de los tecatos.
Más que la escala
cromática
lograda
bajo el seno izquierdo de Ana Emilia.
La noche es pertenencia de las ratas
aladas
de los chinches-mimes
de los perros ciegos del vecino
y de los jugos amarillos que han dejado de ser sal.
La sal es un nosotros.
Un gesto irrepetible.
Malogrado.
Construido y consumado
a unas horas
donde el tiempo-carne
ya no juega a
palabrar.






11

Hay en la luz verde de este silencio ojeroso
una sonrisa sutil que despierta.

Rompo galletas
con la certeza de que alguien más comerá
pero sólo la casa exhala
sentada en la posición del loto, de siempre
quieta

rendida ya

de ser otra vez
un grafema.

                 De Restos de lumbre y despedida



19

La luz tiene la culpa por sus ráfagas.

Insistente en revelar el tiempo en fuga es
la responsable de todas las nostalgias;
así como la lluvia ácida
como la nueva información que todo lo sobresatura
es

el germen que tinta
de belleza
la vorágine.

      De Restos de lumbre y despedida




41

No son los monitores
la publicidad ni la conciencia

es la luz la que desata
esta cadena
de falsificaciones.
                                                                                               De Restos de lumbre y despedida



VERA PEDROSA [11.917]

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VERA PEDROSA

Vera Pedrosa Martins de Almeida, nació en Rio de Janeiro, Brasil en 1936. Poeta, crítica de arte y diplomada en filosofía. 

Vera Pedrosa Martins de Almeida é carioca, poeta, crítica de arte, diplomada em filosofia e foi uma das nossas mais destacadas diplomatas durante a primeira fase do governo Lula, tendo encerrado a carreira como Embaixadora em Paris, onde participou da realização de um espetacular “Ano do Brasil na França”. Foi, também, embaixadora do Brasil no Equador e na Dinamarca. É filha de Mario Pedrosa, militante político, considerado o iniciador da crítica de arte moderna do Brasil, em especial do movimento concretista, tendo sido colaborador e diretor dos mais importantes museus de arte do Rio e de SP. Além de dar um importante testemunho vivido sobre os elementos que separam ou aproximam os povos, a Ministra Vera Pedrosa propõe a Arte como o melhor “atalho” para a comunicação entre os corações e as mentes das pessoas – estejam onde estiverem. Livros publicados Poemas (Rio de janeiro, 1964), Perspectivas naturais (Lima, 1978), De onde voltamos o rio desce (Lima, 1979; re-editado e relançado em 2011, pela Bem-te-vi). 




Poemas:





FARS

Fue hace tiempo y entre amores
decisivos
cataclismos
creaciones confinamientos jaulas
aeronaves
Fue antes de las exposiciones de motivos
Hubo una época
tan descansada en que
desde que se tuviese
una ventana en movimiento
ella era imagen
deslizándose entre hojas
se extendía bajo los árboles
entraba en corredores
salía por las puertas
era él en la arena
las mañanas del deseo más difuso
Cuando había ceniza en el mar
era él quien estaba
(de suéter)
en la antepenumbra mojada
Cuando era noche
era él casi rabia, en la espera.
Dulce y desnudo en el banquete
en una huerta de lechugas
soñé con él esta noche.

TRADUCCIÓN DE ADOVALDO FERNÁNDES SAMPAIO
Extraído de la obra
VOCES FEMENINAS DE LA POESÍA BRASILEÑA
Goiânia: Editora Oriente, s.d.



FARS

Foi há tanto tempo e entre amores
decisivos
cataclismas
criações confinamentos jaulas
aeronaves
trens.
Foi antes das exposições de motivos.
Houve uma época
tão descansada em que
desde que se tivesse
uma janela em movimento
ele era imagem
deslizando ante folhas.
Se estendia embaixo de árvores
entrava em corredores
saía de portas.
Na areia ele era
as manhãs do desejo mais difuso.
Quando havia cinza no mar
era ele que estava
(de sueter)
na antepenumbra molhada.
Quando era noite
ele era quase raiva, na espera.
Doce e nu, sentado no banquete
numa horta de alfaces
sonhei com ele esta noite.






(Os poemas abaixo foram retirados do livro “26 poetas hoje”, organizado por Heloísa Buarque de Hollanda no ano de 1975).



THE PLOT THICKENS

Na carta à irmã
ele escreveu –
era sete de maio –
como via as folhas
escolhendo a direção
de se abaixarem
dançando
sob a chuva.
Fazem muito bem
em não permitir
– registrou –
um enterro cristão
aos suicidas
que só transitam
de uma morte a outra
num labirinto frio e azul.
Me abandonando
quero mesmo que
falecesse.
Se estava
tão deprimido
com o olho duro de araponga
como me contaram.
Escreveu-me dizendo
que faria um estrondo e o topo
do crânio seria
feito em mil pedaços
que se alojariam
com massa branca e cinza e sangue
nos ladrilhos da cozinha.
Estou te escrevendo
continuava a carta
da mesa onde janto,
um dia cheio de presságios
me lembrando
de como a gente olhava
as árvores
no jardim da viúva
da janela estreita
do quarto do avô
o velho sempre de chinelos
macios de couro marrom
o vento empurrando um galho
contra a batente.
Ah, Henrique, não posso
levantar a cabeça
que te vejo com rosto de morto,
as pálpebras vazias.
Tuas mãos são como plantas
que qualquer remuo
dobra
teu olhar flutua
onde olho.






SONHO DO VESTIDO VIOLETA

“Le reveur de la nuit ne peut énoncer un cogito”

Descobri o cadáver muito mais tarde
no meio de uma viagem.
Passava por regiões
de passado futuro
o trem atacado por índios atarefados
ruínas negras de megalópolis de concreto
E tendo achado o cadáver
soube que me haviam enterrado
com meu vestido de seda violeta
um vestido precioso anunciador
da precognição da morte.
Então determinei
que desencarnassem o cadáver
e enterrassem a ossada límpida, polida
numa cova de terra úmida
enquanto a multidão de índios
sem real perigo
cercava o cemitério
mas depois se dedicava à tarefa muito mais séria
de destroçar as vigas que sustentavam nosso teto.







CORTEJO

Tendo estado
toda uma tarde
ouvindo
um tempo branco
sentindo dedos de água
descidos da noite.
Figuras
surgem paralelas
como saídas agora
da cal da parede.
Ali onde a sombra joga
na brisa de outra água.
De perto,
a superfície do muro
pára:
distração.






Não se ouvem mais o vozerio, as intermitências,
clamores ou batida de martelos, pregos,
alguém que lixa uma tábua.
Estou um instante só na sala.
Batalhei para fechar a janela.







FIM DE DIA

Quando choveu o ar está
com água pesando
e passam aves rápidas
manchas indecisas
sombras
concentração de névoa
e do alto se vê
o topo da árvore
e as flores laranjas
desse flamboyant
vibram com o movimento
acelerado
do esôfago ao estômago.
O dia desenrolou
vagaroso o tédio recolhido
armado
sob um prisma de cristal ao lado
de um paralelepípedo de vidro verde
sobre a mesa preta
com objetos de prata.
A noite se aproxima.
Você pediu chocolate
veio na bandeja
os biscoito meio moles.
Faz-se o gesto de afastar.
cinco jornais amarfanhados
de cima do pano claro do sofá.
Que fazer com a tomada solta
a lâmpada queimada
o passepartout amarelecido?






Sai se esgueira
pela sala adentro
pelo corredor
de onde volta
trazendo o leite do irmão
Fez um frio súbito
teve fome
como um gato
céu abaixo se despeja
uma água de chumbo







PARA LÍVIA

Pensar que tua avó
criou-se nessa chácara
(onde ao pé da
mangueira desenterraram uma vez
um caco)
com todos os córregos
e os brinquedos chegavam
da Europa numa mala.
Os pés de lichi o bisavô
mandara trazer da índia
(se dizia líxia).
Faz frio no jardim
descido da mata
(flanco que ilumina e
umedece
esse cansaço de retorno).
Onde tua tia-avó
delimitava áreas
de horror e solidão.
Pensar que passavam os dias
encolhidas
(embaixo dessas árvores)
em pontos de sombra.







EDIFÍCIO

Veio no cartão postal da ponte
aquela luz branca demais brumosa
e de repente me vi
diante. do mesmo edifício branco
corpos se separando
na maresia






WILMAR SILVA [11.918]

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Wilmar Silva 

(Brasil)
Río Paranaíba, 1965. Es poeta, actor, dramaturgo, editor y promotor cultural. Sus trabajos son publicados en la revista Germina, publicación trimestral de música, arte y cultura latinoamericana. Fundó la Biblioteca Pública de Luiz de Bessa, ubicada en Minas Gerais. Sus poemas han sido publicados en revistas y suplementos de Brasil y el extranjero (Portugal, Italia y Francia, con traducciones al español, italiano y francés). Ha publicado los títulos: Arrow Mill (Premio Jorge de Lima de la Unión Brasileña de Escritores. Río de Janeiro, 1994); Solo colibrí (1997); Arreglos florales (2002); entre otros. Actualmente es promotor de cultura de la Secretaría de Estado de Minas Gerais, uno de los 27 estados federales de Brasil.


CELADA

Tradução inédita por Ana Esteves

flauta agreste I

esculpo mi boca dentro de tus oídos
donde ninfas y duendes acometen el sueño
recorren la senda del vértigo y viven
al borde del camino tragándose el polvo verde
los colores que quedaron de la última fiesta campestre
bichos y leyendas en el erial de los seres

la mirada de cibeles rompiendo tu abandono
cansada de tanto cuidar los campos
de cereales y el ganado que se ha perdido




flauta agreste II

curvo mis ojos y deshojo los dioses
encuentro en la crecida el pico sibilante
de un pájaro que viene de muy lejos
volando en esta primavera donde nacen
floraciones tan impias que no me callan
pétalos que se arbolan ante el encanto del sol

gasto mi tiempo mirando a ese pájaro
en el crepúsculo donde hadas hielan en el invierno
insomnes anhelantes y húmedas por mí




flauta agreste III

canto esta quimera como el que se desnuda
y desnudo alza la godiva de la fantasía
desaguo mi cuerpo en busca del tuyo
febril y descalzo mi olfato es el de un lobo
y el bosque y la selva entre árboles la celada
aun de lejos es a ti a quien espero

anhelo una noche y reverdezco entre ramajes
mi disfraz es ser camaleón el bicho delicado
y picar tu sexo con mis tentáculos.




flauta agreste IV

desparramo abejas y avispas entre brumas
un reptil de puro veneno para espantar
a aquel que venga contigo a cantarme
llevo a un tigre atado a mi piel
para asustar a ese cómplice siempre noctívago
que te persigue por la noche adentro

dibujo en mis manos el rumbo de las saetas
que irán a clavarse en el corazón de tu amante
sí yo seré el bálsamo y echaré los dardos.




flauta agreste V

guardo ahora la sombra de la luna y del miedo
nubes que orlan ojos y cabellos
difumino la legión de andariegos que me cazan
soy pájaro y las penas de zafiro y rubí
errante y de músculos viriles trazo
ese amor tan doliente que me estrangula

mis labios los pinto de carmín
y se me olvida mi orquidáceo en tu lengua
seré más o seré menos basta con el opio




flauta agreste VI

rocío las manzanas maduradas de rojo
y ofrezco fálicas amapolas que matan
jadeante en tu motín armo orgías y festín
deslumbrado por ti mi avícola es ave
en tu erial el esbozo es un salto de áspide
árido pero a la espera de que humedezca

el clima que invento es más que rumiar
es una matanza una carnaza es una venganza
donde medra mi pánico todo un vándalo




flauta agreste VII

vacío entre eclipses mis ojos de jade
escamas y cactus en mi boca mi sexo
la ofrenda yo la perfilo y amarillo
de tanto mirar tu cuerpo primavera
tus músculos que sudan vierten fisgonean
tus ancas donde ahogo mi insania

tus muslos que ventean en mis labios y cilios
el susto el culminar en vendimia la vigilia
y todo el ardor ensenada de montañas




flauta agreste VIII

habito la misma noche que habitas
como del mismo pasto que rumías
pero soy todo insomnio y amalgama de hiedras
deseo apenas adivinar qué escondes
oír cómo respiras y las pausas
que tanto me crispan de hielo y pasión

la noche en que dormimos tiene una constelación
ella adorna tu semblante y recrea en mí
ese miedo visceral de entregarme




flauta agreste IX

llevo árboles flotantes sobre veredas
hacia lo hondo de la memoria donde guarezco
deidades  el hambre y la sed por ti
no esta hambre cotidiana de cada ser viviente
sino el hambre que es llanto rito fijación
hambre de amor hambre de carnes hambre de comer

tu boca cuando fustiga sones
es una cadencia que me alza locamente
entremezclado a la tierra carezco de abono




flauta agreste X

encuentro mil disfraces al borde del instante
invierto el filo de la ventisca
pero lo que sería el instante que anhelo
el talle de tu cuerpo que me cubre de oro
yo hurto las palabras yo hurgo en los colores
y hablo apenas en la sangre que se me escurre

mi disfraz es el simple acto de colorear
tu baile tan lejos de encerrarme en mí
yo me ofrezco tras la incidental floración




flauta agreste XI

florezco en la selva nocturna que me espanta
donde anidan serpientes y estrellas
florezco prisionero en ti y los girasoles
son objetos servidos como adorno y pasto
más que florecer ese poema
florezco mi sexo en medio de la lluvia

en el ápice de la tempestad breña y oscuro
donde empuño armas de fuego y viscoso
ese cómplice a desbrozar los descaminos




flauta agreste XII

anochezco y aullidos dentro de los oídos
donde los búhos delatan a los invasores
las axilas plenas de sudor calor y desierto
se me rompen la piel hasta el incendio
cazo tu cuerpo mezclado de verdes coágulos
y temo no alzarlo antes del amanecer

liaré mis dedos a los tuyos
y callaré tus gemidos con mis gestos
la noche es un secreto y estás dentro de él




flauta agreste XIII

duermo poblado de imágenes que se me escapan
sobre esa hierba donde pasean insectos
también sueño con lamer tus meandros
tus muslos de otoño casi de orfeo
sueño con detener tu ansia tan extraña
y murmurar en tus oídos lo que me consume

yo ávido caminante dilacero mi sangre
y dibujo un oasis en el cielo
que purifique mis pulsos de láminas




flauta agreste XIV

vivo por ti la floral ensoñación del viento
soplan tus ancas cedros cuadrantes
como águilas en el espacio imitan sombras
revelo en tu dirección blanco y flecha
y todos los ritmos que haya en las saetas
junto a ti ese impávido minotauro de abril

aborígene y andrógeno alado y cóndor
mi boca tiene marfil y tiene azul
yo ensordezco tus aullidos hasta el clímax




flauta agreste XV

azulo por entero las ancas que vienen de ti
los músculos que esconden mi semen
yo grajo al huir agonía y agüero
azulo los cabellos al dorar este pájaro
no solo el espejismo sino lo que haya
hablo por mí lo que jamás dirían

canto el juntar de bambúes y flautas
sísmico y fijo lo devoro yo narciso en eros
y todo el ahogar será ausencia y mar




flauta agreste XVI

maduro el verdor que brota de los dedos
unísonos caminantes de vértigos e islas
surcan la dirección de la mies
vértebras atrapan mi mirada de halcón
ingles derretidas de vello y sudor
yo sigo la vertiente de las cabras y a lo lejos

una campesina atraviesa laderas
el vago está desnudo y una vez más ahoga
en ti el pene al reverdecer hasta la raíz




flauta agreste XVII

oigo los latidos que aceleran y  quedan
en el dominio agreste desmantelando el himen
retenido por el aluvión y vareado a pulso
no solamente la forma de minarlo y herirlo
sino esdrújulas disformas se alinearon en ellos
oigo falos que me azotan en ese otoño

rompo las hojas pegadas a mi vientre
se me enloquece el recuerdo del agua en el ombligo
yo veo el mapa sin plexo y soy fatigado




flauta agreste XVIII

domino las retinas y flexos flautines
desnudo y ávido con mi arco y flecha
me asusto entre árboles aves rapaces
armo la celada y por completo lo que falta
salto como un tigre los lazos de savia y sangre
he aquí que esparce en mi sexo un océano

él erizado me viene a escampar como fiera
de emboscada ruge y arma el salto
sube a mis hombros y es amazonas




flauta agreste XIX

atravieso fauna y flora antes del invierno
el sol entre las hojas vacía las montañas
e inunda el arroyo con su fulgor
descubro sargazos que me enhebran al agua
y remedo la danza que salta del verde
vívidos comemos nácares vivimos en tríada

la esencia en nosotros es lazo o cuerda
nacidos de la tierra somos nosotros los pájaros
y el amante asesinado también lo soy yo




flauta agreste XX

escondo entre ánforas el paisaje de las amapolas
y lo que vislumbro es siempre emboscada
andariegos del bosque somos los herederos
y rumiamos los cabellos traídos de los jazmines
sí alzamos los pelos hasta emergerlos del agua
rumiamos los lobos que huyen en la lejanía

yo guardo en mí la postrera celada
atraparé los ojos que me siguen jadeantes
y al borde de orgasmo mi pene es todo tuyo









cólera

sem dúvida essa fadiga que entardece
é mais forte do que o vento
o vento que não é da família dos chacais
e me procura com uma lente invisível

o vento que racha as paredes
e atravessa a pintura

o vento que atravessa a pintura
e diz que os decibéis
das flores que lhe oferto
estão em anomalia




TURVAÇÃO

o homem sórdido não é feito
de palha e milho — colchões de catre sim
são de palha capim e paina
madeira desenhada a nós

mas o homem sórdido é sorumbático
até o fundo vertiginoso da alma
não toma banho
apenas as mãos os olhos os pés
lava antes do sono

o homem sórdido espantou avoantes
dormiu no pomar e ficou silvestre
e não coloriu as íris de arco-
íris




flauta agreste XII

anoiteço e uivos dentro dos ouvidos
onde as corujas delatam os invasores
as axilas plenas de suor calor e deserto
rasgam-me a pele até o incêndio
caço teu corpo misturado de verdes coágulos
e receio não alçá-lo antes do amanhecer
emendarei os meus dedos aos teus
e calarei teus gemidos com os meus gestos
a noite é um segredo e estás dentro dele





Salmos verdes

e depois de bater a laje vem esse temporal
e depois desse temporal vem os pés sobre a laje
sobre a laje os olhos a verter águas de arco-íris
e cristalino sobre a laje
as íris as membranas as retinas as imagens
os olhos de lince para o lince olhar a laje
os estragos da chuva na laje
e depois a laje pisada e vista
a laje meio a meio e virgem a laje
a laje para o cume
o cume da laje para o meu pássaro rouxinol
sim a casa para a chuva a constelação de sóis e luas e estrelas

a colheita de canários
e o plantio das palmas e plantas





manás

cão raiva na boca
cão raiva nos olho
s cão raiva no nariz
cão raiva nas orelha
s cão raiva nas axila
s cão raiva no umbigo
cão raiva nas virilha
s cão raiva no pau

cães raivam no cu
fuck you fuck you fuck you





atlas 

nem one nem um nem eins nas mãos
nem two nem dois nem zwei nos pés
nem three nem três nem drei nos pés
nem four nem quatro nem vier nos pés
nem five nem cinco nem fünf nos pés
nem six nem seis nem sechs nos pés
nem seven nem sete nem sieben nos pés
nem eight nem oito nem acht nos pés
nem nine nem nove nem neun nos pés
nem ten nem dez nem zehn nos pés
cem eleven cem onze cem elf mil mãos cem mil pés






SILVA, Wilmar.   Astillas en el lago púrpura.  Estilhaços no lago púrpura.   Ediciones Àngeles de Tierra, 2010.  70 p.  13x17 cm.  Traducción de Cristiane Grando, Angel Ortega y José Matin Paulino (consultando la traducción de Sebastián Moeno al español y de Tania Alice al francês).  ISBN  978-9945-420-83-8   Col. A.M.


quinze

você ave de asas indóceis, indócil e fugaz/
como arrebatar a memória da noite que irrompe
na revoada de andorinhas que perdem as árvores
para apaziguar a embriaguez de um floema:
mas agora com esta barbatana presa nas guelras
perpasso a cadeia de sóis que fuzilam as íris
e refaço as batidas e as pegadas no açude/
sei que tenho fome e tenho sede por você:
e que fome é esta que adormece minha língua
e entorpece os hibiscos que sedam meu hálito,
e que sede tão dúctil que endurece minha voz?


quince

tú ave de alas indóciles, indócil y fugaz/
cómo arrebatar la memoria de la noche que irrumpe
en la bandada de golondrinas que pierden los árboles
para apaciguar la embriaguez de un floema:
mas ahora con esta aleta presa en las branquias
traspaso la cadena de soles que fusilan los iris
y rehago el rastro y las huellas en el azud/
sé que tengo hambre y tengo sed de ti:
y qué hambre es ésta que adormece mi lengua
y entorpece los hibiscos que sedan mi hálito,
y qué sed tan dúctil que endurece mi voz?


vinte e seis

mas agora nesta penumbra onde os vestígios
se adensam em meus olhos, minha língua de lebre/
viperino sou este segredo no meio da pedra onde
ladrilho um percurso para deitar um cachorro,
um errante, um insone, um notívago, um ser
que engendra poemas que medrem setas gémeas/
este é meu jardim onde adormecem gerânios,
orquídeas, nevralgias, lençóis de papel
que apenas eu/ eu que sou fluxos de púrpura,
sei a quem oferecer uma orgia em meu sexo/
sexo é minha plantação de papoulas no ventre


veintiséis

mas ahora en esta penumbra donde los vestigios
se espesan en mis ojos, mi lengua de liebre/
viperino soy este secreto entre la piedra donde
enladrillo un recorrido para acostar un cachorro,
un errante, un insomne, un noctivago/ un ser
que engendra poemas que medran señales gemelas/
este es mi jardín donde duermen geranios,
orquídeas, neuralgias, sábanas de papel
que apenas yo/ yo que soy flujos de púrpura,
sé a quien ofrecer una orgía en mi sexo/
sexo es mi plantación de amapolas en el vientre


CARLOS SÁNDER [11.925]

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Carlos Sánder

Carlos Sánder Álvarez (Talca, Chile 1918 – Santiago, 1966). Poeta, periodista y diplomático, estudió agronomía. En 1949 publicó su primer libro “Luz en el espacio”. Vivió largo tiempo en España, donde fue Cónsul de Chile en Madrid, y publicó “Brújula de sombra”, prologado por Vicente Aleixandre.





CANTO INMÓVIL

Vienes radiante de los hondos lagos
y tu ancha puerta se abre hacia el ocaso;
presiento tus silencios vesperales
en las pupilas de mi denso mundo.

He oído tu voz y la sé suave,
he mirado tus ojos y los siento
junto a la rueca de mi gris camino.
Eres la flor surgida entre los trigos
y el manantial que ruega en la alborada.
Ardes de soles y pampas anchas
y en tu cuerpo se originan sinfonías
de tiempos misteriosos y lejanos.

Fui más silente que los días prófugos,
en mi se organizaban los dolores,
por mi cuerpo subian los corales
haciendo metal recio de mis voces.

No me tendrás junto al jardin inmóvil
que preside tus sueños de infinito,
pero cuando los astros más lejanos
besen las páginas de tu cabellera,
me sentirás como un murmullo lento
o como un ruido de aguas campesinas.







Litoral de la amada
Autor: Carlos Sánder
Toledo, España: Biblioteca lírica Toledo, 1961


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1962-06-09. AUTOR: HERNÁN POBLETE VARAS
“Litoral de la amada” titula Carlos Sánder el breve y fino libro de poemas aparecido en la Biblioteca Lírica Toledo (Toledo, España, 1961). Con lírica muy personal, Carlos Sánder hace en estos poemas el elogio del amor y de la amada que aparece en su vida con un aura de milagro:



“La vi con su belleza de ámbar fino
copiada de una virgen morenísima.
Llegó como marea emancipada
y cubrió mis arenas sedentarias”.



Hombre activísimo y de larga carrera en las letras y el periodismo, diplomático y restaurador de molinos manchegos, Carlos Sánder acentúa en esta obra su prestigio de poeta.




RUBÉN AZÓCAR [11.926]

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Rubén Azócar 

(Arauco, Chile   25 de marzo de 1901 — † 9 de abril de 1965), escritor chileno.

Concluidos sus estudios en el Seminario de Concepción, hizo cursos especializados de gramática castellana, historia de la literatura española y en particular de la literatura chilena. Fue también alumno de la Facultad de Derecho, pero no llegó a graduarse. Completó el curso de pedagogía, recibiéndose de profesor de Estado en la asignatura de castellano (gramática y literatura).

Desde 1922 ejerció como profesor de gramática y literatura. Adscrito a la Generación de 1927, escribió libros de poesía como Salterio lírico (1920) y La puerta (1923), el poema El cristal de mi lágrima (1928) y la antología La poesía chilena moderna (1931). Sin embargo, su título más conocido es la novela neorrealista Gente en la isla (1938), en la que describe la vida de los habitantes de Chiloé y que, en opinión de Pablo Neruda, es una de las mejores novelas chilenas.

Rubén Azócar falleció el 9 de abril de 1965, a las 17:40 horas en la Clínica Boston de Santiago, enfermo de un cáncer pulmonar. La noche antes de morir, su imaginación fabuladora le permitió ver a la Muerte que venía a buscarlo, junto a su cama. Acaso guiado por esa misma intuición, despidió a Ricardo A. Latcham en su funeral unas semanas antes de seguirlo en el viaje misterioso.

Bibliografía

Carlos Gispert (2000) - Enciclopedia de Chile, Diccionario, Tomo 1. Editorial OCEANO. ISBN: 84-494-2336-8

Rubén Azócar, autor de Gente en la Isla, una de las mejores novelas sobre Chiloé. Fue íntimo amigo del poeta Pablo Neruda, el cual se enamoró perdidamente de su hermana Albertina.






POEMA 

Rumor de la resaca. Viento que ahuyenta mis voces Ruinas llenas de sombras. Torreones sin pájaros y al poniente las carpas gitanas de la tarde.

Detrás de las vidrieras mi abandono se puebla de imágenes. Pero en tus ojos vagabundos, juguetería de colores, el carrusel de la primavera da vueltas y hace música.

Es el tiempo de las lluvias, molino de paisajes despintados. Lloro y canto. Alegría definitiva. Ah nada puede contenerla y rebalsa en tus brazos como el mar en las playas.

Surco recién arado húmedo aún de crepúsculo. Campana suspendida de tus ojos llenos de pájaros

Ataría mis voces como cordeles infinitos a tus fanales iluminados. Lejanía, no existes.

Toda la noche caerá la soledad sobre mi alma.

He ahí mis palabras, molino vagabundo, columpio de aguas azules, espejo de Otoños amarillos.

Al otro lado del mar pliegan las velas del crepúsculo. Como una plaza solitaria mi soledad está anocheciéndose.

La marea implacable golpea a mi congoja, recinto de pájaros tristes: he ahí cómo huyen.

Viajero taciturno, dulces caminos de la tierra, ceñidos a mi cuerpo como un cinturón ebrio.

Para qué decir las palabras de las ausencias, canciones de humo, abandonados cantos de olvido.

Quién empuja los astros, quién deshoja las constelaciones; dónde sujetan los paisajes y cortan las amarras al viento. Ah. Vastedad horrible. Soledad inconclusa. Quién cantará mis palabras de júbilo.

Himno de estrellas; surtidor bajo la noche, carrusel envejecido mi corazón está triste.






LA PUERTA 

Puerta ruinosa, puerta obscura, 
eres como mi madre, 
que me abría los brazos cada vez que volvía. 

Yo recuerdo que cuando se la llevaron muerta, 
abriste las dos alas 
como un pájaro triste que se va de la jaula. 

El camino en silencio 
se tendió como un perro 
frente a la antigua reja. 

A veces se me ocurre 
que alguien viene a buscarme. 
Entonces, como nunca, te hallo igual a mi madre. 

Puerta ruinosa y triste, 
tienes las alas negras y los ojos obscuros 
y el alma hecha pedazos. 

Apriétate a mi cuerpo en un abrazo, 
como hacía mi madre 
para que no me fuera.







LAS ISLAS 

Ahí oigo el oceano, el alegre correr de las olas; 
ahí los alegres rebaños, los alegres vientos del cielo; 
las praderas en donde se abre la flor de los días, 
hacia el sol, hacia el mar, más allá de las landas, 
más allá de las islas, oh amorosa. 

Veo al fondo del agua tu alegre sonrisa de niña 
que vuela en torno ahora como una abeja roja.

Aquí vivo. Pongo una seña cada día. 
Ayer llovió; hoy hay luna nueva. 
El árbol de Pascua aquí florece noche a noche. 
El mar rodea mi alma herida y triste. 

Subiendo las playas y las tardes, 
la inmóvil pared de las noches, 
la luna empujando las aguas y los viajes. 

Todo lo llena la soledad con su húmedo anillo. 
Salen los dias luciendo sus armas de soldados. 
Recién amanecida, fresca de estrellas, tiembla el agua. 

Cogiendo mariposas, cojo tu nombre distraído. 
Canta, canta el océano, distiendo el arcoiris. 

¿Quién te llenó los ojos de sombras, niña mía? 

El rio moja tu mejilla en la flor de los lirios. 
El tiempo se desvanece de súbito. 
Ay, perdura el último canto, 
tierna niña de júbilo, 
la tristeza del pueblo te deshoja. 
Solamente yo arrullo tu congoja 
como ola de la playa. 








RODRIGO AMAURO [11.927]

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Rodrigo Amauro

Rodrigo Amauro, pseudónimo de Mauricio Falciola Franzetti (Santiago, Chile 1914). Poeta. Autor de los libros “Sagitario” (1950), “Tiempo detenido” (1953), “Chile oceánico” (1964), Orbe Inconcluso (1990).

Fuente: “Orbe inconcluso y Gato encerrado, dos sorpresas literarias”. Por Mario Ferrero (Fortín Mapocho, 16 de diciembre de 1990).


EL ÁLAMO

En las hojas crepita y bulle el álamo,
de pie batiendo el día en su alto enjambre.
En la espuma sonante de las frondas
su cuerpo elástico alza las distancias.
Arpa de la luna, hoguera del viento,
tremolante vigía en los sembrados,
alegre manantial de los rumores.

El pecho de la loica vocinglera
que poncela de rojo el campo seco,
severo de negrura el tordo en vuelo,
el zirzal y los pàjaros humildes
en su entraña le llevan una rama
de quintral que germina mientras cantan,
cuando el viento cansado lo desnuda.

El pie rugoso descubre su raigambre
de retorcidos nudos que se extienden
sobre la soleada ruta agraria
que espuela las distancias en silencio;
sobre el manto de polvo de la ojota
que ya tiene un destino como el árbol
que nace y va muriendo entre sus limites.

Pastor de las estrellas y las nubes
embozado en la sombra de la tarde;
perfil dorado del enjuto otoño,
torso de paz sobre los techos pobres
o deshojado mástil melancólico,
señor del horizonte, solitario
en todos los caminos surge el álamo.







Sagitario
Autor: Rodrigo Amauro
1950



CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1950-09-03. AUTOR: MISAEL CORREA PASTENE
Es indudable que la poesía ha tomado en este siglo un tono personalista y lírico que llamamos modernismo. Se subjetiviza, acaso con exceso. ¿Es que vuelve a su cauce primitivo?

Porque lirismo o si queréis, subjetivismo, es la forma primera de la poesía; es el grito de dolor o la reflexión que provoca el dolor. La admiración que despierta un acto heroico, un sacrificio o una pena provoca el poema, la relación sentimental de un hecho o de una vida, mirada con admiración.

Pero, esta evolución de la poesía tiene en nuestro tiempo un cariz propio; es tan personal y a la vez tan universal en su aplicación que parece salirse del cauce racional para entrar en el mundo tenebroso de un paisaje en que se barajan y mezclan todos los conocimientos, los aspectos de las cosas y los pensamientos que sugieren en tan confuso enredijo que se pierde la línea que los separa y diferencia. De ahí que para quienes se han habituado a mirar lo que pasa y a diferencia y clasificar las cosas, el modernismo deba llamarse confusionismo; y es que en realidad, produce confusión en las ideas porque la ha puesto primero en las ideas e imágenes.

Es lo que me pasa con la mayoría de las poesías que hoy salen a la luz. La mezcla de elementos extraños quita toda la caridad al pensamiento; el modo cómo según el poeta, actúan unos sobre otros, confunde las ideas que llega el caso de no entrever lo que el poeta siente o piensa.

Y esto me pasa con “Sagitario” del señor Amauro.

Las poesías contenidas en las cincuenta páginas del libro principian con una llamada “Norte”. Sin duda, es el norte geográfico, salitrero, y principia así:


“Inmenso sueño de la llanura
y de los mares abiertos.
En las vacías edades de la espuma
Blanco fuego del silencio
Norte de pampa y sal, frente pura,
del letargo y las horas del cielo
Calcinado el sudor de rotas manos
Y atado a los mineros
Pechos de carne a grito inmolados
A los desiertos de la fatiga
Ubres de sol tenaz y de llanto
Postrado en el marfil de las cimas
Y sigue describiendo la pampa.
Yacen esparcidas montañas
En la arista crucial de los ojos
Y un abismo de sombras
Trasudando en la noche sola”.




Creo que ni Ud. lector, ni yo, vea en lo transcrito la pampa salitrera, la desierta extensión en que consumimos los esforzados trabajadores que arrancar el oro blanco de sus duros terrones que van a fecundar tierras extrañas.

Es el lirismo en uso. Y es un lirismo triste o que quiere serlo, que se pierde en el tejido de imágenes inconexas e ininteligibles.

Supongamos, no obstante, que el poeta no ha acertado a ver la pampa como es, desolada y dura y la forma que se deshidrata y seca en la dura brega de extraer el caliche. Veamos entonces otra poesía cualquiera, tomada al azar.

“Raíz del alba”. Suponemos que en una descripción del alba que nace o de un final de noche, de que sale.



“Desde el ave cortada
Con sus ojos llenos de alas y tibia muerte
hacia la hora lenta de las raíces va la noche
flotando en la memoria azul de sus vientos”.



Claro está que no entiendo lo del “ave cortada con sus ojos llenos de alas y tibia muerte”. Solo una nota tiene sentido:

“El eco agudo del gallo rasga los muros de la noche”.

Pienso que es una de las pocas flechas que lanza “Sagitario”, que lleva un rumbo y un sentido.

No; esto no es poesía ni cosa digna de canto.







Chile oceánico
Autor: Rodrigo Amauro
Santiago de Chile: Del Pacífico, 1964


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1965-02-14. AUTOR: HERNÁN DEL SOLAR
Autor de “Sagitario” y “Tiempo detenido”, Rodrigo Amauro no es poeta que taconee por las antologías o las revistas, que asista visiblemente a las comidas literarias, que espere a sus colegas a las puertas de algún café para leerles –dentro o en la calle- el último poema llegado del limbo. Silencioso, modesto, se mantiene aparte y si bullicio del grupo prefiere la tranquila soledad donde va realizando su labor poética.

En este libro, que prologa el poeta Mario Ferrero, el autor vuelve su poesía hacia Chile y la pone a servir su historia, su geografía, su espíritu, cantándolos con amor, sin exageraciones, con palabras cuidadosas y precisas. Dice el prologuista con mucha exactitud: “Los que escribieron algún libro sobre nuestra patria, no siempre pudieron evitar los dos peligros a que puede verse enfrentado el poeta: caer en la retórica, desvirtuando la razón de ser del canto, o quedar en la simple crónica, en la consignación rimada de los hechos históricos tradicionales”. Estos dos peligros, por desgracia, no han sido ni son evitados de manera alguna por numerosísimos rimadores que parecen estar convencidos de que para ser chilenos y ser tenidos en cuenta como poetas deben, necesariamente, darle un vistazo más o menos endecasílabo o sin metro a nuestro país. Nuestra literatura se está repletando de una retórica insoportable que embiste con nuestro Norte desolado, nuestro Centro próspero, nuestro Sur lluvioso, repitiendo imágenes, sonidos e intenciones librescas de “chilenidad”. De aquí que Mario Ferrero, buen poeta y consejero de poetas, le indique a Amauro dónde están los escollos. Y Rodrigo Amauro los salva con agilidad, sin caer en ellos por la simple razón que los mantiene lejos de su canto.

En “Efigie de Chile” –primera parte de la obra- Amauro se inclina sobre el aborigen, la Conquista y los días coloniales, destacando la forja de la Patria libre; en “La patria de las cumbres” –segunda parte- se recorren los valles, los montes, el mar; en “La Tierra del océano” –última parte del libro- el poeta se asoma a ciertos rincones y los señala bellamente.


ÁNGEL CUSTODIO GONZÁLEZ [11.928]

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Ángel Custodio González 

Nació en Los Angeles el 2 de octubre de 1917.

Realiza sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal. Obtiene el título de Profesor de Castellano y Filosofía en la Universidad de Chile.

Dictó clases de Literatura Clásica Española en la Universidad Católica. Profesor auxiliar de Literatura General Comparada en la Universidad de Chile.

Fue embajador de Chile en Turquía.

Por servicios distinguidos en el campo pedagógico, obtuvo Diploma y Medalla de Oro del Ministerio de Educación.

Fallece en 1992 dejándonos una nutrida obra: 

"Del amor cautivo" - 1945. Premio Sociedad de Escritores de Chile
"Contra Olvido" - 1951. Madrid. España.
"Crecida de la Muerte" - 1955. Premio Municipal de Poesía.
"Crónica" - 1959. Santiago. Chile
"La Tierra (Siete Odas Naturales y una Canción de Verdad)" - 1963.
"Cielo Manchado" (Novela) - 1966.
"Iki Siirler" (Poemas) - 1969. Estambul, Turquía.
"Del Tiempo Primero" (Novela) - 1972. Buenos Aires, Argentina.
"Era de Nuevo el Aire, el mismo Ángel" (Antología) - 1973.
"Poemas de Anatolia", 1976.
"Nombres del amor", 1979.
"El vicio, 1981".
"Haber llorado por el otoño y los adioses", (Antología). 1984
"Crónica del tío y el Angel", 1981. 



B I O G R A F Í A

Ahí estás con tu rostro vulgar
y tu sonrisa corta,
con la misma cara en apariencia inexpresiva,
tímida,
parecida a millones de caras semejantes,
y unos ridículos bigotes
que nada agregan,
pero que harían falta en tu retrato,
ralos bigotes,
ciertamente necesitados ya de tinte oscuro.

Ahí estás, embutido
en tu eterna fábrica de problemas,
en un rincón modesto,
esperando quizá inútilmente el "ascende superior",
en un rincón del que podrías salir,
si usaras mejor tus alas temerosas.

Estás ahí, querido, tranquilo hombre lento,
vestido de gris perla o de negro,
aunque amas los colores.
Ahí, con tu nombre comprometedor,
con esas dos palabras que a veces te llenan de esperanzas
o avergüenzan la manera de ser de tus sueños.

Con ese bello nombre
asediado de tantas sugerencias:
son palabras celestes
terribles para ser soportadas con dignidad completa
o rojas y seguras,
pues no alcanza ni basta
la andadura terrestre.

Ahí, amigo y enemigo de ti mismo,
reconciliado con tu baja estatura,
con tu cara de caballo de juguete o de arcángel cansado
y con tus altos su sueños.
Con la triste mirada que quiso ser azul,
puesta sobre el amor y las cosas sencillas.
Estás ahí, al lado de afuera,
bordeando el círculo de contados amigos
y en medio de innumerables enemigos cordiales,
sonrientes.

Te basta la unidad del recuerdo,
la imagen de una infancia de álamos y estrellas,
de verdor sin fatiga y de agua generosa.
Te basta la ilusión de derrotar al tiempo
y la seguridad de ser
por lo menos sobrino de la muerte
y aspirante capaz de la justicia,
cuidando una verdad heredada y viviente,
sintiéndote seguro entre los pobres
y verdaderamente rebelde hacia la fuerza organizada,
pálido entre los hermanos
que levantan su fuego hacia dioses mediocres.

Ahí, partido, dividido, hombre solo,
mas lleno de confianza;
surcado de propósitos de bien
y de inconstancia,
creyéndote vagamente portador de algo
y sumido a veces en sombras que darían pavor
si no tuvieran hendiduras.

Bondadoso e ingenuo individuo,
acostumbrado a las miradas profundas
y a la soledad,
habituado a este mundo
y a ser,
no un animal social,
sino animal problema,
una insignificante sonrisa verdadera.

Estás ahí,
con tu calma de niño grave y egoísta,
avaro de alegrías simples,
cometiendo errores a menudo,
seguro, sin embargo,
de que es muy breve el tiempo del decir,
que es mucho sufrimiento el de ser libre,
pero sabiendo siempre
que el hombre busca y ama ese sufrir
y la gran turbación de poseer caminos.

Estás ahí con tu apariencia,
soportando los sorprendidos:
"Ah, pero si a usted lo conocía de nombre!",
y rodeado de nostalgia, (cosa ésta
tan pasada de moda),
feliz en medio de la amada y de los hijos
habidos según la carne y el espíritu.








EL DERROTADO

Atrás quedaron los escombros:
humeantes pedazos de tu casa,
veranos incendiados, sangre seca
sobre la que se ceba -último buitre-
el viento.

Tú emprendes viaje hacia adelante, hacia
el tiempo bien llamado porvenir.
Porque ninguna tierra
posees,
porque ninguna patria
es ni será jamás la tuya,
porque en ningún país
puede arraigar tu corazón deshabitado.

Nunca -y es tan sencillo-
podrás abrir una cancela
y decir, nada más: «buen día,
madre».
Aunque efectivamente el día sea bueno,
haya trigo en las eras
y los árboles
extiendan hacia ti sus fatigadas
ramas, ofreciéndote
frutos o sombra para que descanses.






Del amor cautivo
Autor: Ángel Custodio González
Santiago de Chile: SECH, 1946


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1946-11-17. AUTOR: ALONE
Cada cierto tiempo, no sin algunas ceremonias, la Sociedad de Escritores de Chile baja a la región sombría, a ese limbo o purgatorio donde habitan, encogidos, ceñudos, dos poetas que no han podido nacer, los que captan etapas imaginarias, víctimas de falta de imprenta injustamente condenadas al mutismo. [Va hasta] allá un tiempo, examina, averigua, lee y, al cabo, regresa hacia la superficie, hacia la luz, trayendo en la mano un libro de versos inéditos.

Es una de sus buenas obras.

Esta vez ha tocado en suerte la redención a un cautivo, de la calidad más rara, […], preciosista, […], que no dice nada sin doble y triple efecto, cuyas estrofas marchan llenas de sabias resonancias, luciendo reminiscencias de los siglo áureos, eruditas, oscuras, deslumbrantes.

Don Ángel Custodio González, poeta joven, “De amor cautivo”, solo escribe sonetos.

Es lo más difícil.



“En mi segura gravedad conmueve
aun la sonrisa sin perfil, que veía
el cendrado vivir, su centinela
y el gesto antiguo del amor renuevo.

Esta espina de sombra que ahora pruebo
y la escondida prisa que me cela
yo las tengo de amar, así que duela
el ángel encendido que en [mí llevo]
vigilo, desterrado, la paciencia
para ordenar el día, pues mi empeño
y anhelo de morir en primavera
se cumplirá, cuando en tus brazos muera”.




Sin duda, muchas personas encontrarán estos versos hermosísimos y darán excelentes razones para probarlo. Por mi parte, experimento un verdadero alivio al declarar sin rubor que no entiendo nada. Nada. Cierta música, cierto sonido, algunas reticencias, insinuaciones, alusiones, vaguedades y frialdad, complacencia, conceptismo, cultismo, deleite de la expresión por la expresión, mucha lectura técnica perfecta, impecable e implacable. Esto ante todo. En seguida, deseos de que, de pronto, al ángel cautivo, demasiado hermético, se le cuenten las cuerdas vocales y se le desate del paladar la lengua. De seguro, cuando canta, en vez de recitar valora la pena […] porque visiblemente no se trata de un ángel cualquiera.






La Tierra (Siete odas naturales)
Autor: Ángel Custodio González
Santiago de Chile: Del Pacífico, 1963


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1963-12-22. AUTOR: HERNÁN POBLETE VARAS
Un humor joven, una vieja sabiduría... Rara mezcla, que podemos alabar en poca gente, y que produce ese fruto no menos raro que solemos llamar autenticidad:


“Voy a hablar de la tierra
la que pisamos y olvidamos cada día,
de esta tierra,,
y su estrella:
¡mírela ahí,, señor,
tan solita, tan pájara del alba,
soñando su bandera!”




¿Quién es este transeúnte pálido que se pone a hablar de la tierra, los pájaros, el río, la isla de Chiloé y la Virgen del San Cristóbal, como si fueran cosa propia, feudo de su corazón y de su sangre? Un poeta, por cierto, con nombre de pájaro espiritual: Ángel Custodio González. Nos conversa de estas cosas en libro con número cabalístico: “La tierra, Siete odas naturales” (Editorial del Pacífico, Stgo., 1963).

Cuando publicó uno de sus anteriores libros le quisieron catalogar con ese afán laboratorista que perturba a algunos de nuestros críticos. Dijeron que era nerudiano, parriano, etc.

Error: Ángel C. González no se parece a nadie, o se parece solo a los que buscan una verdad poética sin miramientos, sin ropones retóricos. Desnuda, descarna y reduce su palabra  a un fino hilo de realidad, tan fino y tan realidad que tolera una enorme carga de nostalgia, de ironía y de amor.

Hombre de la ciudad, cantor fascinado de Santiago, tiene un ojo alerta para redescubrir esas pequeñas cosas que nos vamos acostumbrando ya a no ver. Hay que tener, ciertamente, una mirada profunda y natural para observar todavía, entre el humo y el concreto, entre los árboles grises y los atrofiados parques urbanos, la gracia de los pájaros, fundadores del día y encomenderos del aire:




“Viven los pájaros, pese al olvido nuestro,
y cantan para vivir. El canto,
recado sin palabras,
les es preciso, como el agua,
como el aire a sus alas.
Es tan clara su vida y tan breve,
y no lo saben;
no conocen tampoco la rosa de los vientos,
pero sus locos viajes, el misterio
de cada arribo y cada impulso,
sus giros libres y gozosos
son nuestra guía.
¡Tristeza de los ciegos!”




Habla de pájaros, de ríos, de la tierra, de islas o de ciudades, Ángel C. González nos da siempre una misma imagen de sí mismo: un poeta verdadero, un espíritu abierto, un hombre en comunión natural con la Naturaleza.



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