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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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RAFAEL ENRIQUE HERNÁNDEZ RAMÍREZ [17.874]

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Rafael Enrique Hernández Ramírez

Cuba. Ha recibido los premios: Premio Pinos Nuevos 2000 (Poesía) con el libro El Precario equilibrio (Letras Cubanas, 2001), Premio Nosside Caribe 2001, Mención del Premio de La Gaceta de poesía 2004. Sus textos han aparecido en revistas como: Caimán Barbudo, Vivarium, Unión, Alma Mater, Upsalón, La Gaceta, La Siempreviva, Vitral, Extramuros, La Letra del Escriba, La Revista del Vigía, Anales de Literatura Hispanoamericana (España), Encuentro de la Cultura Cubana (España) y Labrapalabra (Estados Unidos). Poemas suyos aparecen en las antologías Los parques (Reina del Mar, Cienfuegos, 2001) y Lezama Lima, ese misterio que nos acompaña (Colección Sur, 2011). Realizó trabajos de investigación en la antología La patria sonora de los frutos, de Gastón Baquero (Letras Cubanas, 2001).



POEMAS: "POSTILLA". 


Postilla

I

En los mercados de las carnes
los puercos boquean.

Nosotros con ellos.

Nada escapa a la voracidad
de los matarifes
de cuchillos largos.

Todo se hace masticable,
y dinero.   


II

Una puntilla
enterrada
en la cabeza.

Agujeros sucesivos.

Cabezas sucesivas.


III

Yo que huyo
de los perros 
por miedo
a sus mordidas,
clavo mis dientes
en el pellejo 
de mis vecinos.

Asusto
a la jauría.


IV

Caen
los borrachos
del paseo
de setenta.

Se vacían
los bancos.

Los sobrevivientes
beben
el alcohol
de los caídos. 

Festejan.

Son
menos bocas
para la botella.


V

Los mudos
cruzan
a las tres
de la mañana, 
cuando 
nadie los ve.

Sus lanzas
quiebran
pelos 
y señales.

Torcer lenguas
es su refugio.

No entienden
otro idioma.


VI

Unas gotas
en el tragante.

Un rastro
define este día.

Sangre menstrual
sobre nosotros.


 VII

Llevo
muestras de orina
una vez 
por semana.

Mi mujer
embarazada 
las proporciona.

Pomos estériles
envueltos 
en papel periódico 
para no asustar.





Alguien de mi familia

I

Como un minúsculo empleado
debo moverme junto a ti.
Tener tu baño a la hora adecuada,
tus chancletas al pie de la cama.
Frotar el piso donde tu salivazo se estrelló.
No tengo voz ni voto
en la manera tuya de cortar la carne.

Me invitas a un trago que rechazo
y te hago la corte
como un minúsculo empleado
que espera las cuatro de la tarde
para escapar.


II

En la cubeta metió sus uñas garfiadas,
ahí quedan por un rato,
el agua caliente termina por ablandarlas.
Todo se va cubriendo de jabonadura.
Mis manos buscan con fastidio sus pies,
disfrutan con la idea de raspar hasta el hueso,
ir dejando tiradas las pequeñas costras
que se pegan al fondo.


III

El hombre viejo toma una copita
a las dos de la mañana.
Es su manera algo esquiva
de espantar a la familia que lo acosa.
Vivos y muertos lo reclaman siempre.
Ha sido un largo día que prefiere olvidar.
Una copita en la madrugada
calma el temblor de sus manos,
lo ayuda a escurrirse de las sombras.


IV

Dieciocho botellas de ron vacías
alineadas sobre el piso del comedor,
botellas para ser vendidas
-un peso por cada una-,
dejan un círculo húmedo sobre las losas
al colocarlas en la bolsa.
Te he visto llevarlas al fondo,
mientras te enjuagas para esconder el tufo.
A cuesta con los minúsculos trofeos pasas.
Hago silencio frente al hombre viejo y su bulto.


V

Una voz que te aniquila
en una casa sumergida.










MIRTHA MARÍA LÓPEZ [17.875]

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Mirtha María López 

(La Habana, Cuba, 1974). Poeta. Sus poemas han sido publicados en la Revista de la Editorial Verbo Desnudo de Chile. Ha participado en varios eventos dedicados al arte gráfico y a la poesía. Algunos de sus poemas han sido musicalizados. Participó en el Festival Internacional de la canción de Tenerife, en 2004, donde obtuvo Mención de Honor. En 2005, alcanzó Mención de Honor y diploma de finalista en el Festival Internacional de la Canción de Las Islas Canarias. En ese mismo año obtiene el Disco de Oro en el Festival de la Canción Latinoamericana de California 2005 con la canción Leña apagada; incluida en un disco, en el 2008, por Sony-BMG, en España. Ha trabajado con Ediciones Musicales Clipper’s, Divucsa y Sony BMG España. Desde noviembre de 2010 es miembro de la Sociedad General de Autores y Escritores (SGAE). Actualmente trabaja en la publicación de su primer libro de poemas.

Que me salve tu beso

Que la muerte no me lleve,
que no me tome entre sus brazos
sin antes beber
la impaciencia de tu río,
sin amarte en los ocasos.
Que la muerte no me lleve
ni me despierte bruscamente
y me aleje de tus pasos,
que no me clave su cuchillo
y se coma mis pedazos.
Que la muerte no me lleve,
que no mate en mi cabeza
la bandada de pájaros,
que no llegue, que no llegue
sin dejar en ti mis huellas.
Que la muerte no me lleve,
que no salga tan gloriosa,
que no entierre mis palabras…
que me salve tu beso,
aunque sea entre sus garras.



Tuya es la isla…

Tuyo es mi oscuro, el alba,
los astros y mis dioses,
tuyas las sombras que cruzan por mis noches.
Tuya es la guerra y mis temblores,
la cárcel de mi flor abierta,
tuya es la isla que sangra en mi memoria.
Tuyo es el eco y el hueco al que no alcanza el aire,
el sueño indescifrable,
tuya es la grieta que se abre en mi pecho
y el corazón creciendo.
Tuyo el dolor que brota en mi garganta,
el agua que corre de mis ojos,
la agonía que mira entre persianas.
Tuyos mis miedos de antenoche,
mi tierra en contra del olvido…
tuya es la isla que sangra en mi memoria.



El tiempo

El tiempo y sus desfiladeros,
el tiempo con su espera y sus moscas,
con sus yugos y dardos,
sus lloradas luces y su mala hierba,
con la muerte pintada en la cara.
El tiempo y sus cementerios,
sus grises y esbeltos funerales,
sus adioses y bahías desoladas.
El tiempo hambriento de mis horas,
verdugo que acecha y que devora,
animal feroz con los dientes apretados.
El tiempo y sus violines de llanto,
sus desangrados balcones,
amanecer de lutos y rincones,
golpes de puerta, terribles callejones.
El tiempo y sus tantas invasiones.







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CARLOS I. NARANJO [17.876]

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Carlos I. Naranjo 

(Santiago de Cuba, Cuba, 1975). Poeta. Licenciado en Lengua Inglesa. Cursó estudios de Letras en la Universidad de Oriente, Cuba y en el Instituto a Distancia Enrique Pérez-Serantes de la Universidad de Comillas, España. Actualmente realiza sus estudios de postgrado en la Universidad Internacional de la Florida. Ha publicado en poesía: Irónicamente positive (2013). Ha sido antalogado en las antologías poéticas Balseros (2015) y Segunda antología poética Eliluc (2015). Algunos de sus poemas aparecen en el fanzine Liberpopulum. Ganador de los premios del jurado Miami NPE Awards 2014 and 2015 como mejor poeta del año.



Siete al cubo

Acostado de cara al infinito
repaso mis siete pecados
tres bulas les absuelven
tres le bautizan con fuego
todos provienen del padre Adán
hijos que reniegan su gusto por Ella
yo soy Caín
ahogaría con mis manos al candor
para recordar luego con la boca llena
los ojos de Abel
pero me fallan las fuerzas,
queda recopilar las humillaciones que ignoro
mientras vocifero contra el dedo del Aquino.



XXXIV

El dolor tiene mil voces
el mío canta como pájaro
al borde de las sombras.



Terror

Grita el incrédulo que tema a la muerte,
a los dioses de la Venganza algún pío,
yo, temo a la crítica que destroza,
a la vida sin poesía.



Hombre junto al mar

El hombre que se acurruca junto al mar
se convierte en rutina,
en rito que lame siempre mis horas de un té sin taza,
en sombra,
en sus pasos sin dueño reptando por la playa.
Soy parte de su dolor,
de sus zapatos encharcados en agua
del cuore salpicado de algas y arena.
Corro para darle alcance,
para cazar sus pasos y empujarle al mar en bautizo de sal,
pero solo encuentro sus ojos clavados en el dolor de mis entrañas.
Desgarro mi túnica y me lanzo al acantilado
en busca de un mundo diferente,
donde la mirada de él se diluya,
y mis besos floten hasta la playa para besar sus dedos
acurrucados junto al mar.






ERNESTO G. [17.877]

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Ernesto G. 

Ernesto González (Maurice Sparks). La Habana, Cuba, 1967. Poeta, narrador, videasta y blogger. Licenciado en Lengua y Literatura Inglesas por la Universidad de la Habana. Primera mención (Poesía) en el Concurso “13 de Marzo” (1987). Ha publicado “Los relatos de Maurice Sparks” (Editorial Silueta, 2011). Codirector de revista de arte y literatura Conexos y director de iSawFinger Productions. 
Editor del blog http://losrelatosdemauricesparks.com/.


Un ave extraña cruje
 
Un ave extraña cruje: se quiebra
su voz como un río ante la cascada.
Voces las voces que preceden
su canto sin rumbo,
ave que vuela en círculos,
horadando oquedades,
luces como un grito.
Hombre viajando desnudo,
abrigando intrépidas fantasías:
su hora, el sueño,
ahí habita sin pretensiones,
alucinado, impreciso,
tocado por una luz incierta,
anunciando con sonidos
las displicencias.




ESCENA

La madre corta una cebolla
y cercena el tiempo en dos mitades.
El plato llega a la mesa. 
El niño mira el humo,
anticipa el sabor y sonríe.
La madre vuelve a la cocina
y se queda allí, ya para siempre.
 
 

 
Bárbaro el roce de la navaja
 
Bárbaro el roce de la navaja,
metamorfosis predecible:
sangrar hasta ver los fuegos,
el alba aquí, en tus brazos.
Fundar ciudades fantasmas,
naves que van y vienen,
ciclo del árbol, nutrido,
nutriente, lacerante
equilibrio, voz y eco y Dios:
ecología de la apocalipsis,
credo más allá del dogma,
Caín cayendo hacia la nada.
 
 
 
Vida
 
Sobre qué sombras qué,
nada más, nada menos.
Decir y dar–luz y arena.
Abrir olas como libros,
infinitos versos infinitos.
Sobre qué luz qué, ir
bajando desde lo alto,
ver con ojos de sombra la luz:
al final tanto principio,
al principio todo final.

La Habana, mayo 2015

 
 
 
Artificio
 
Estado natural: el artificio.
Dispersos los discursos,
el hombre acude a soliloquios,
esgrime palabras que lo exoneran,
se adhiere a símbolos que lo nombran
sin tocarlo, sin definirlo.
Va cargando el peso de su ligereza,
sumido en su mundo de suburbios,
alzando la voz para callarse,
para ser apenas un ruido más,
un ruido hondo y sin distancia,
un intento de voz, es decir, un artificio.




A EMILY

Hija, vayámonos lejos,
allá entre los árboles.
¿Ves el agua?
Cae o corre.
Corre o cae.
Lluvia o río.
Río o lluvia.
Corramos con ella,
a su lado, muy juntos,
entre los árboles.

 
 
 
The Trash, the Rainbow, and the Poem
 
On my way to take out the trash,
I saw a rainbow.
It was still raining.
I searched in my pocket.
No phone.
I couldn’t take a picture.
I went back to the house.
It was still raining.
The rainbow behind me.
Ahead of me, a glass of whisky
And the strange desire
To write a poem
About an elusive rainbow.
I wrote the poem, drank the whisky.
The rainbow was now in a poem,
Ahead of me, like all writing is.
An exercise towards the future,
A movement in time.
The poem was now inside the rainbow.
The whisky was now inside my liver.
The trash was now behind me
Inside a container
ready
to be
compacted.






La serie Bolígrafos pertenece a su libro Los relatos de Maurice Sparks (Editorial Silueta, 2011). Reside en Miami.


LOS BOLÍGRAFOS. Ernesto G.

Los bolígrafos grises

Los bolígrafos grises son seres traviesos y malcriados. A veces pudieran resultar simpáticos, sobre todo cuando uno se ha dado unos tragos de más y no tiene otra cosa que hacer. Uno se divierte con su comportamiento ridículo. Poseen una idea exagerada de sí mismos. Uno les llama artistas, genios maravillosos, maestros indiscutibles, pero en verdad son unos miserables a los que desde niños les hemos permitido creerse algo que no son. Han estado rodeados siempre de gente buena, gente de la que han sabido aprovecharse o que quizás los han dejado porque la verdad es que estas criaturas son dignas de lástima. ¿Qué pudiera ser peor que ser un bolígrafo gris en esta vida, en la otra, o en la que está por venir? Realmente hay algo peor: creerse bolígrafo cuando no se es más que un simple lápiz, pero eso es algo que nunca les diremos a los pobres bolígrafos grises. Ya Dios los ha castigado suficiente.




Los bolígrafos de color indefinido

Oh, los bolígrafos de color indefinido. Son de veras muy extraños. Usted los mira y pudieran parecer grises, sobre todo en ciertos días de invierno cuando la luz es pobre y el alma anhela el calor del verano. A veces no. A veces parecen negros o azules o blancos. Son seres camaleónicos, indefinidos, desconfiables. Son, además, la especie de bolígrafos más antigua que se conoce. En una cueva del sur de Francia, hay un dibujo antiquísimo que muestra un par de bolígrafos de color indefinido bailando el baile de la supervivencia, una extraña danza que consiste en acostarse boca arriba y quedarse bien quieto, como si uno estuviera muerto. Y esa es la característica que los distingue de todos los otros bolígrafos: su capacidad de supervivencia. A uno le cuesta trabajo reconocerlos por su color; sin embargo, su rasgo más distintivo, el que los hace seres únicos, es su habilidad para salir ilesos de cualquier situación de peligro. Lea, por ejemplo, la lista de sobrevivientes de cualquier desastre aéreo y se dará cuenta de lo que digo. En esa lista la mayoría de los afortunados sobrevivientes son bolígrafos de color indefinido.

Yo le aconsejaría que se cuidara de ellos, pero sería pedirle demasiado, ya que al fin y al cabo son bolígrafos de color indefinido y a menos que se hallen en una situación de extremo peligro, usted no sabría distinguirlos.




Los bolígrafos transparentes

Los bolígrafos transparentes (translucidus perennes) sufren serios trastornos de personalidad. A primera vista a uno le parecería que son seres diáfanos por su falta de coloración externa, pero en realidad eso es sólo un camuflaje. Puede que la tinta sea de distintos colores pero todos son esencialmente iguales. Son seres complicados, difíciles de entender. Se pasan el tiempo tratando de saber quiénes son, cuál es el significado de sus existencias, en qué bando debieran estar, por quién debieran votar, qué debieran decir cuando su jefe les hace una pregunta, por simple que sea. No están seguros de nada, dudan todo el tiempo, desconfían de todo el mundo. Son tímidos y hacen lo imposible por pasar desapercibidos. Hablan poco, siempre en monosílabos. Muchas veces sólo mueven la cabeza, indican con el dedo o se quedan callados para que su interlocutor interprete su silencio. De modo que si el interlocutor pregunta: «¿Habrá buen tiempo para salir a pescar el martes?», el translucidus perennes lo mira fijamente y no dice nada. El interlocutor interpreta la no respuesta como una afirmación, sale a pescar el martes, lo agarra una tormenta y se ahoga. El bolígrafo transparente puede entonces irse a la cama con su conciencia tranquila.

Uno entonces comprende por qué alguna gente dice que el exceso de luz hace mucho daño.




Los bolígrafos rojos

Ah, los bolígrafos rojos. ¡Qué animales tan curiosos! Siempre tratando de llamar la atención. Siempre protestando por esto o por lo otro. Siempre buscando la manera de encontrarle las cuatro patas al gato. A menudo se las encuentran, lo que no es muy conveniente porque el gato se incomoda y los ataca. Siempre terminan llenos de mordiscos y arañazos. Entonces regresan a mi oficina muy solemnes y empiezan a colocarse medallas en el pecho y a dar discursos con palabras altisonantes. Nunca me permiten que los guarde en la misma gaveta donde coloco a los azules y a los verdes. Ellos quieren estar más alto y en un lugar visible. Para complacerlos los pongo en el librero, bien juntos, de pie, como merecen estar. Lo que no saben es que ahí tan alto les llega el polvo más rápido.

Uno los mira desconsolado porque con ellos, la verdad, no hay nada que hacer.



JOSÉ MARCHENA Y RUIZ DE CUETO [17.878]

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José Marchena y Ruiz de Cueto 

(Utrera, 18 de noviembre de 1768 – Madrid, 31 de enero de 1821), más conocido por el sobrenombre de Abate Marchena que recibió durante los últimos años de su vida, fue un político, escritor, periodista y traductor español. Pasó la mayor parte de su vida exiliado en Francia para escapar de la persecución inquisitorial de la que fue objeto en su juventud. Durante ese tiempo fue casi exclusivamente un escritor de lengua francesa, en la que compuso diversos panfletos y numerosos artículos periodísticos. Son obras suyas la tragedia Polixena, el breve tratado Essai de Théologie, el pastiche del Satiricón titulado Fragmentum Petronii, unas Lecciones de Filosofía moral y Elocuencia, así como diversos poemas en español. Como periodista, fue redactor de los periódicos El Observador, La Gaceta de la libertad y de la igualdad, Le Spectateur français y La Abeja Española.

Marchena fue uno de los españoles que más activamente participó en la Revolución francesa como agitador político y colaborador más o menos estrecho de personajes tan destacados como Brissot, Miranda y Sieyès. Su intervención en los acontecimientos revolucionarios le atrajo en numerosas ocasiones las iras de las autoridades francesas, que le hicieron pagar con varias estancias en prisión. Durante la Guerra de la Independencia española, se alineó en el bando afrancesado y ocupó diversos cargos en la administración de José I. Tras la guerra, Marchena se vio obligado a exiliarse de nuevo a Francia. Solamente volvería a España tras el pronunciamiento del general Riego, con la idea de participar en la vida política española, pero la muerte le sorprendió a los pocos meses de su regreso.

Sobre todo, Marchena es uno de los traductores españoles más influyentes del primer cuarto del siglo XIX. Se le deben la primera traducción castellana del Contrato Social y de otros libros de Rousseau, además de versiones de obras de Molière, Montesquieu, Voltaire, Volney y Lucrecio, algunas de las cuales han conocido repetidas ediciones a lo largo de los siglos XIX y XX.


Hijo de un fiscal del Consejo de Castilla, se opuso tenazmente a seguir la carrera eclesiástica a la que le había destinado su familia. Estudió en los Reales Estudios de San Isidro en Madrid y luego se matriculó en leyes en Salamanca, donde se graduó de bachiller en 1788. En esta época entró en contacto con el pensamiento de Rousseau y Adam Smith por medio de su profesor Ramón de Salas; Juan Meléndez Valdés le despertó su vocación literaria y le animó a componer poesía. En 1787 la Inquisición le encausó por poseer libros prohibidos y por proposiciones heréticas. A fines de ese mismo año editó un interesante periódico, El Observador, que acredita ya a su autor como un ardiente admirador de la cultura francesa y más en concreto como un entusiasta casi fanático de Voltaire. Eso motivó la suspensión de ese periódico y su condena posterior. De allí pasó a Madrid, donde escribe su Oda a la Revolución francesa en 1789.

En 1792 parte al exilio a Francia, perseguido por la Inquisición, y permanece un año en Bayona, entregado a sus labores de traductor; publica en agosto de ese año, con Miguel Rubín de Celis, la Gaceta de la libertad y de la igualdad, que introducen clandestinamente en España. En octubre redacta la proclama A la nación española. Entabla amistad y correspondencia con Brissot, y se pone en relación con los diputados girondinos en París en 1793. Ese mismo año entra al servicio del Ministerio de Asuntos Exteriores francés gracias a una recomendación de Brissot al ministro Lebrun-Tondu.1 Su función era la de redactar propaganda revolucionaria destinada a ser difundida en España. Con la proscripción de los girondinos el 31 de mayo de 1793 sufrió la persecución de Robespierre y fue capturado en Burdeos, conducido a la capital, y recluido en la prisión de la Conciergerie, donde permaneció hasta unos meses después del 9 de termidor.

Tras su liberación colaboró estrechamente con el nuevo régimen de los termidorianos, término que designaba a aquellos de los jacobinos que, como Tallien, habían derrocado a Robespierre a los que se asociarían poco después los girondinos que habían sobrevivido a la proscripción. La unidad de este partido fue resquebrajándose a lo largo del año y la ruptura fue completa tras la aprobación del decreto de los dos tercios. Marchena se opuso a este decreto en discursos y panfletos como el titulado José Marchena aux assemblées primaires. Ello motivó que el grupo en el poder tratara de asimilarlo, como haría con otros muchos republicanos, con la oposición monárquica: poco después de la insurrección realista del 13 vendimiario, Marchena fue detenido bajo la acusación de ser uno de sus instigadores, cuando realmente había tratado de evitarla. Liberado en un primer momento, fue de nuevo detenido a los pocos días y a principios de 1796 fue desterrado a Suiza junto con el general Francisco de Miranda.

A su regreso a Francia en 1797 publica el periódico Le Spectateur Français en colaboración con Valmalette y el opúsculo Essai de Théologie; de nuevo es encarcelado en París en 1798. Obtuvo un puesto de inspector de contribuciones del ejército en 1800 y publica en Basilea su Fragmentum Petronii, un supuesto fragmento del Satiricón encontrado en un monasterio de San Galo, en realidad obra del propio Marchena, al igual que las notas que acompañan al fragmento. Entre 1801 y 1808 vive en París entregado al estudio y a la escritura. Colabora en la Décade Philosophique de París, en el Correo de Sevilla y en las Variedades de ciencias, artes y literatura que dirige Manuel José Quintana en Madrid; también sigue su incansable labor de traductor. En 1806 trata de hacer pasar como verdadero también unos falsos poemas de Catulo, sin tanta suerte como tuvo con el fragmento de Petronio.

Regresó a España como secretario del general Murat, con quien estuvo en España durante la Guerra de la Independencia, desempeñando también diversos cargos en la administración josefina, fundamentalmente como ideólogo y panfletista del régimen afrancesado. Fue director durante un breve periodo de 1810 del Correo político y militar de Córdoba. Abandonó el país con la corte del rey José Bonaparte, residiendo sucesivamente en Perpignan, Nîmes y Montpellier. En este segundo exilio tradujo el Emilio de Rousseau (Burdeos, 1817), las Cartas persas de Montesquieu (Nîmes, 1818) y las Novelas de Voltaire (Burdeos, 1819), entre otros muchos textos ilustrados y liberales. (Emilio, ó de la Educación, por J.-J. Rousseau, traducido por J. Marchena, Burdeos, Pedro Beaume, 1817. Cartas persianas, escritas en francés, por Montesquieu, puestas en castellano por J. Marchena, Nîmes, impr. de P. Durand-Bellé, 1818. Novelas de Voltaire, traducidas por J. Marchena, Burdeos, Imprenta de Pedro Beaume, 1819.)

Regresó a Sevilla en 1820 con el triunfo de la revolución liberal de Rafael de Riego, aunque murió al año siguiente en Madrid en casa de su admirador y albacea testamentario Juan MacCrohon. De estos últimos dos años es su Discurso sobre la ley de monacales que le vincula a los liberales exaltados del llamado Trienio Liberal. Era de talante exaltado y un auténtico enemigo del tradicionalismo clerical español, a cuya alianza con el poder político acusaba de la decadencia de su país. Tradujo las Cartas persas de Montesquieu, varias comedias de Molière, las Novelas de Voltaire, el poema materialista y ateo De rerum natura o Sobre la naturaleza de las cosas de Lucrecio en endecasílabos blancos, los cantos que el escocés James Macpherson compuso e hizo pasar bajo el nombre del bardo céltico Ossian y, anónimamente y desde Francia, un sinnúmero de obras de enciclopedistas y de la llamada segunda generación de enciclopedistas o ideólogos, con el deseo de modernizar el arcaico pensamiento español, obras que procuraba introducir en España de contrabando desde Francia, donde se imprimían.

Como crítico se le deben unas interesantes Lecciones de filosofía moral y elocuencia, especie de antología de la literatura clásica española, precedida de un importante Discurso sobre la literatura española de muy interesantes puntos de vista y que, aunque rigurosamente clasicista y abominador de la intolerancia ideológica del clero y el desarreglo de la tradición literaria española, admite del movimiento romántico el postulado de que la literatura es emanación y reflejo del espíritu y costumbres de un pueblo. Como poeta, un poema sobre Eloísa y Abelardo y diversas composiciones en que ataca la intolerancia española. Como autor dramático, la tragedia Polixena, así como numerosos opúsculos y panfletos de tema político dictados por las circunstancias.


A Amarilis

Soledad deliciosa, bosque umbrío
¡ay, cómo en tu retiro busco en vano
alivio al inmortal quebranto mío!

Me hirió de Amor la poderosa mano,
de Amor la flecha aguda envenenada
que contra mí lanzara el inhumano.

¡Oh mil veces feliz edad dorada
en que fue la ternura y la firmeza
del constante amador siempre premiada!

Agora al rendimiento, a la fineza
se retribuye indiferencia fría,
al obsequio humillado cruel dureza.

¿Qué mal dios en su cólera daría
el siempre infame honor a los mortales,
que tanto de natura los desvía?

Él el pudor nos trajo, él sus fatales
leyes a Amor impuso, y él los bienes
más dulces transformó en acerbos males.

De mi dulce enemiga los desdenes
el acaso los causa, y hace en llanto
mis ojos dos raudales ¡ay! perenes.

Sigue, Amarilis, de Cupido santo
las leyes, del amor sigue el sendero
exento de pesar y de quebranto.

Honor, de la natura comunero,
ejercite en el vulgo su tirana
dominación y su poder severo.

Tú escucha del Amor la soberana
voz, que al deleite agora te convida;
que esta la edad en su verdor lozana.

Huye la primavera de la vida
cual un ligero soplo, un breve instante,
y nunca torna si una vez es ida.

Vendrá ¡ay! la vejez corva, y el amante
que agora sólo espira tus amores,
y que esquivas más dura que diamante,

Lejos huirá de ti; de adoradores
la turba que te cerca de contino,
cual brillo suele de caducas flores

tal desparecerá; que del destino
esta es la ley severa, inexorable;
éste de la hermosura el hado indino.

Tal la purpúrea rosa, que al amable
Céfiro abrió su seno, el soplo airado
del vendaval deshoja, y despreciable
yace y marchita en el florido prado.



A Carlota Corday


¡Oh pueblo malhadado!
Con mil cadenas tu cerviz altiva
amarrará a su carro la anarquía;
de libertad te priva
el padre de los dioses indignado,
en pena de tu infame cobardía,
hasta que con altares
la diosa que ofendiste aplacares.

De Bruto el alma santa,
rasgando las esferas celestiales,
en ti vino, y tu diestra generosa
de sus armas fatales
a los tiranos, ciñe. ¡Ay! cuál levanta
el vulgo vil al cielo su espantosa
voz por su soberano,
muerto, Carlota, por tu noble mano.

El fragoso camino
es este del Olimpo; el inflexible
Catón y Marco Aurelio por él fueron;
por él siguió el terrible
azote de los reyes, el divino
Rousseau; por él los dioses concedieron
escalar las moradas
a las divinidades reservadas.

Salve, deidad sagrada;
tú del monstruo Sangriento libertaste
la patria; tú vengaste a los humanos;
tú a la Francia enseñaste
cuál usa el alma libre de la espada,
y cuál sabe inmolar a sus tiranos;
tú abriste la carrera,
y en la lid te lanzaste la primera.

De tu pueblo infelice
sé deidad tutelar: ¡Oh! no permitas
que a la infame Montaña rinda el cuello.
Mas ¡ay! que en balde excitas
con tu ejemplo el vil pueblo que maldice
el brazo que le libra. ¡Ay! que tan bello
heroísmo es perdido,
y pesa más el yugo aborrecido.

Que en las negras regiones
las Furias hieran con azote duro
del vil Marat el alma delincuente;
que en el Tártaro escuro
sufra pena debida a sus acciones,
y del gusano eterno el crudo diente
roa el pecho ponzoñoso,
¿será por eso el pueblo más dichoso?

La libertad perdida
¡ay! mal se cobra; en pos de la anarquía
el despotismo sigue en trono de oro;
su carro triunfal guía
la soberbia opresión; la frente erguida
va la desigualdad, y con desdoro
el pueblo envilecido
tira de su señor al yugo uncido.

¡Oh diosa! los auspicios
funestos, de la Francia ten lejanos;
torne la libertad a nuestro suelo;
así con puras manos
los hombres libres gratos sacrificios
te ofrecerán, Carlota; tú del cielo
donde asistes, clemente
protege siempre la francesa gente.



Belisa en el baile


Cual rosa sobresale entre las flores,
o cual la luna en la mitad del cielo
a las estrellas todas señorea;
cual entre chozas de pajiza aldea
se levanta del suelo
el erguido palacio; así Belisa
abrasando de amor a mil pastores
entre las zagalejas sobresales,
y todos los zagales
la danza y las pastoras descuidando
absortos a Belisa están mirando...

Los sus ojos de fuego
que de un azul brillante
el Amor ha pintado
doquiera que los pone abrasa luego;
ni hay corazón helado
que su mirar no encienda en un instante.
El rubio y rizo pelo
en ondas mil de oro al aire dado
por el cuello nevado
desciende en largas trenzas hasta el suelo.
Cual se ve entre celajes
Febo en Abril sereno
ya cerca de Ocidente,
tal por entre las gasas y plumajes
se columbra tal vez el blanco seno
y su pecho que late blandamente.
Mas ella a danzar sale: las zagalas
le ceden envidiosas
el puesto: avergonzadas
la maldicen llorosas
con su belleza airadas;
mas la pastora amable
desarma su furor con risa afable.
¡Cuán concertadas son sus cabriolas!
¡Cuán muelle el paso! ¡Qué animado el gesto!
¡Qué viveza en la acción! ¡Cuánta finura
del cuerpo en el contorno delicado!
Las Gracias y el Amor la han maestrado
y a rendir corazones la han dispuesto.
¡Oh fatal condición! ¡Oh pena dura!
Belisa, que los Cielos han formado
para inspirar amor a los mortales,
de amorosos cuidados
exenta y libre su poder ignora.
Amor; tu harpón dorado
asesta y hiere de Belisa el pecho;
yo besaré gustoso mis cadenas;
voluntario me echo
el dogal apretado,
y de hoy más tu cautivo me confieso,
si tus grillos de lirios y azucenas
a mi Belisa echases
y en una misma cárcel nos juntases.



El amor rendido


Las pesadas cadenas
del despotismo atroz ufano hollando,
cantemos, lira mía,
el acordado tono al cielo alzando,
la presente alegría
y las pasadas penas;
libertad sacrosanta, tú me inspira;
que sólo libertad suene mi lira.

Mientras fue mi morada
la esclava Hesperia, del rapaz Cupido
la flecha penetrante
de aguda llaga el corazón ha herido;
hoy peto de diamante
a su punta acerada
oponer quiero, y, de firmeza armado,
sus amenazas arrostrar osado.

¡Oh deidad inclemente!
¡Oh Cupido implacable! ¡Oh santo cielo!
¿Qué beldad peregrina
Viene a las Galias del hesperio suelo?
¡Oh belleza divina!
A tus pies reverente
me postro humilde, y ante ti rendido,
Amor, confieso a voces, me ha vencido.

Al duro yugo atado
la cerviz humillada, al fiero en vano
perdón ¡ay Dios! le pido;
que en mis lloros se ceba el inhumano,
y al carro en triunfo uncido,
con el dedo mostrado,
el quebrantado cuerpo puede apenas
arrastrar las gravísimas cadenas.

De mis ojos cansados
huyó por siempre el apacible sueño,
y en perenes raudales
de amargo llanto el porfiado empeño
de mis penosos males
en mi daño obstinados
¡ay! los ha para siempre convertido,
y en quebranto inmortal ¡ay! me ha sumido.

Deidades sacrosantas
que en Olimpo subido hacéis manida,
muévaos mi humilde ruego;
apagad en mi pecho la encendida
llama de amante fuego;
postrado a vuestras plantas,
de vos aguarda un triste este consuelo;
mas ¡ay! que al desdichado es sordo el cielo.

¡Oh deidad sobrehumana!
A ti fue dado, hermosa, solamente
la pasada alegría
tornar ¡ay triste! al corazón doliente;
ablanda, diosa mía,
tu condición tirana;
mira cuál a tus pies ruego amoroso;
di una sola palabra, y soy dichoso.



La primavera


¿Ves, hermosa, la fuente que bullendo
el céfiro menea blandamente?
Amor la agita: mira su corriente
hacia el amado arroyo huir riendo.

Mira volar la abeja susurrante
en torno de las violas olorosas,
y su néctar le ofrecen amorosas,
zagala; que es la flor también amante.

¿No escuchas gorgear los ruiseñores,
de aguda flecha el tierno pecho heridos,
y en melodiosos trinos no aprendidos
explicar sus dulcísimos amores?

¿No ves las palomillas amorosas
exhalar sus arrullos inflamados?
¿Los pichones no ves enamorados
responder en querellas cariñosas?

Todo es amor; la alegre primavera,
al universo nueva vida dando,
naturaleza yerta va inflamando,
que Enero con su escarcha entorpeciera.

Y tú, por más que lo rehuyas dura,
has de rendir a Amor el cuello erguido,
que todo se avasalla ¡ay! a Cupido:
tal es la ley eterna de natura.



La Revolución Francesa

Suena tu blanda lira,
Aristo, de las Ninfas tan amada,
cuando a Filis suspira,
y en la grata armonía embelesada
la tropa de pastores
escucha los suavísimos amores.

Mientras mi bronco acento
dice del despotismo derrocado
de su sublime asiento,
y con fuertes cadenas aherrojado
el llanto doloroso
al pueblo de la Francia tan gustoso.

Cayeron quebrantados
de calabozos hórridos y escuros
cerrojos y candados;
yacen por tierra los tremendos muros
terror del ciudadano,
horrible baluarte del tirano.

La libertad del cielo
desciende, y la virtud dura y severa;
huye del francés suelo
el lujo seductor, la lisonjera
corrupción, el desorden;
reinan las leyes con la paz y el orden.

El fanatismo insano
agitando sus sierpes ponzoñosas
vencido clama en vano;
húndese en las regiones espantosas,
y con él es sumida
la intolerancia atroz aborrecida.

Dulce filosofía,
tú los monstruos infames alanzaste;
tu clara luz fue guía
del divino Rousseau, y tú amaestraste
el ingenio eminente
por quien es libre la francesa gente.

Excita al grande ejemplo
tu esfuerzo, Hesperia: rompe los pesados
grillos, y que en el templo
de Libertad de hoy más muestren colgados
del pueblo la vileza,
y de los Reyes la brutal fiereza.


Oda a Lícoris

Después de un año entero
Venus ¡ay! no te cansas de abrasarme,
ni tú, Cupido fiero,
con inmortal dolor de atormentarme,
aunque en llanto sumido,
y de pena me tengas consumido.

El congreso sagrado
que en Francia destruyó la tiranía
por otros sea loado,
y del brazo francés la valentía,
que hiende en un instante
del despotismo el muro de diamante.

El pueblo su voz santa
alza, que libertad al aire suena;
el opresor se espanta,
y la copa del duelo bebe llena
que en crueza ceñido
ya hizo apurar al pobre desvalido.

¿Quién podrá dignamente
cantar los manes de Rousseau, clamando
libertad a la gente,
del tirano el alcázar derrocando,
la soberbia humillada,
y la santa virtud al trono alzada?

Que yo en amor ardiendo
sólo a Lícoris canto noche y día,
Lícoris repitiendo
por la montaña y por la selva umbría,
la cítara tocando,
y de mis ansias el ardor templando.

Los besos amorosos
que cogí de su boca regalada,
más dulces, más sabrosos
que la ambrósia por Hebe derramada;
su blanda resistencia
que grata convidaba a más licencia.

Y mis glorias pasadas
canto por siempre ¡ay! ya desparecidas,
tan por mi mal halladas
y cual tenue vapor desvanecidas.
¡Oh tiempo, cuál volaste,
y en qué dolor sumido me dejaste!



A una dama que cenó con el autor


Dase Dios por manjar a su escogido
pueblo en la pascua cena misteriosa;
Cristo es comida y mesa deliciosa
del hombre de amor tanto confundido.

Jesús asiste en gloria y prez ceñido
eternamente con su amada Esposa;
¡de amor omnipotente portentosa
hazaña! En tierra mora, al Cielo es ido.

Tú que por diosa adora el alma mía,
bellísima Amarilis, a ti es dado
hacer tan gran milagro nuevamente.

Cristo se ha dado a sí en la Eucaristía:
¡ay! tú date a mi pecho enamorado,
y vivirás en él eternamente.



El sueño engañoso


Al tiempo que los hombres y animales
en hondo sueño yacen sepultados,
soñé ante mí los pueblos ver postrados 
alzarme rey de todos los mortales.

Rendí el cetro a las plantas celestiales
de Alcinda, y mis suspiros inflamados
benignamente fueron escuchados;
me envidiaron los dioses inmortales.

Huyó lejos el sueño, mas no huyeron
las memorias con él de mi ventura,
la triste imagen de mi bien fingido.

El mando y el poder desparecieron.
¡Oh de un desventurado suerte dura!
Amor quedó, mas lo demás es ido.





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SHIRLEY VILLALBA [17.879]

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Shirley Villalba

Nació en Coronel Oviedo (Paraguay) en el año 1974. Desde el 2004 participa del taller de literatura de la Universidad Iberoamericana, coordinado por la escritora y periodista paraguaya, Delfina Acosta. Sus poemas han sido publicados en libros del mencionado taller, así como en diarios y revistas locales."PENUMBRA HEMBRA" es su primera publicación independiente, dicho material ha obtenido  una mención de honor en el Premio Municipal de Literatura del la Ciudad de Asunción, año 2006.

 
SACO Y CORBATA
 
Tengo un corazón
que viste de saco y corbata.
 
Cada vez que lo veo
se me desacomoda el aire
 
se me erizan
las cejas en la espalda
 
se me anudan los ojos
en la garganta
 
y la voz se me escapa
por los pies.

 
 
 
IDENTIDAD
 
Soy la sangre de la noche
     y la noche
                   el veneno
                              que en mí
desangra su mirada.

 
 
 
VARIACIONES
 
Cuando no despierto,
cuando corro 
hacia el retorno
de lo que cuento 
y suelto el hilo 
que me conduce 
al viento
suspiro el trecho 
que me falta
y finjo que finjo
seguir durmiendo.

Así no sueño,
así camino 
sobre mis pasos 
arrugados de recuerdos
y estiro el viento 
para conducirlo 
hacia paisajes 
que de a poco invento.

Cuando bostezo,
cuando suelto 
las riendas
de todo aire muerto,
cierro los ojos 
y me destierro 
soplando en mí 
una oración 
que me recorre 
y me envuelve 
en la carne 
del mismo viento.

Así despierto,
así no finjo,
ni me cuento un cuento,
así me llevo de la mano 
a futuros cuerpos,
aspirando del mío
un mensaje silencioso 
de silencio
y me reconozco viento
en la desnudez 
constante 
de nacer de nuevo

 
 
DOMINGO
 
Entumecido en el suspiro
extraviado de un mapa.
 
Descolocado en el regazo
lisiado de las horas.
 
Revuelto en el hueco
enardecido de los miedos.
 
Harto en el estruendo
ciego de las palabras.
 
Derrotado en el aire
homicida de un domingo.
 
Allí está mi corazón...
 
Deshabitado en el abrazo
manco de la muerte.

 
 
PENUMBRA HEMBRA
 
Penumbra Hembra
de aire y piedra
luz primera
que suena su inocencia
en el ton-ton
de una caverna
y se hace vigilia
en el sol
cuando no despierta. 
 
Penumbra Hembra
de flor y tierra
hebra de la noche
que sopla su tristeza
desde el regazo
de una soledad confesa
adobada en rezos 
y conjuros
de luna llena.

Penumbra Hembra
de fuego y fiera
furia de hojas secas
ahogadas en su esencia
latido que nace
del grito amanecido 
de una hoguera
y se descubre ceniza
en el verdor
de tan añosa vena. 

Penumbra Hembra
de agua y niebla
escarcha vieja
que sangra su mirada
en el ocaso 
de una quimera
y va despacio
hacia el encuentro
de ser quien era.
 


SABIDURÍA DE LOS GRISES

Y miras la distancia con el azul de la nostalgia
y sigues muriendo un poco cada día
y miras las cenizas con el gris de la llegada
y empiezas a morirte más que ayer
y miras tus cabellos y tu cuerpo transformados
y con la sabiduría de los grises
descubres con enfado
lo que has perdido sin saber



AGUACERO DE LUNA

Cuando sus manos
mojan mi sombra
la humedad me traspasa
y escribe en mi sangre
un camino de luz
que se hace noche en mis venas
y me bautizo por fuera
y me baño por dentro
y me aguacero de luna




Figuración

El reflejo se rompió
El tiempo se ahogó en su arena
Los minutos se traspasaron de horas
Las manecillas fueron degolladas en segundos
El instante se aisló en su templo
Los ojos se sometieron a la cuerda
Y mi rostro desfiguró al espejo.










ROSA GAYTÁN [17.880] Poeta de México

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En el centro, Rosa Gaytán


ROSA ISABEL GAYTÁN GUZMÁN 

(Oaxaca, México 1955), vio la luz en Santa María Jalapa del Marqués, pueblo sepultado por el vaso de la Presa presidente Benito Juárez, hoy llamado Jalapa Viejo, que sólo reaparece cuando la aridez llega a un exceso indescriptible. El Istmo de Tehuantepec siempre ha estado presente en la vida de la poeta, quien hizo la primaria en Jalapa Nuevo, la Secundaria en Tehuantepec y la preparatoria en Salina Cruz, para después venir a la Ciudad de México a cursar la licenciatura en Relaciones Internacionales, en la UNAM. Pero ella va y regresa. Siempre está en busca de la semilla.

Hija de dos profesores de grata presencia y memoria en todo el pueblo, Rosa trae la naturaleza en la médula de sus huesos y, constantemente, la deja salir a través de todos sus sentidos. Tiene una conciencia asumida de su género. Sabe que las mujeres mueven buena parte del mundo y que el Istmo es del color de sus ropas.

Ha publicado:

-La quemazón. Editorial: Instituto Veracruzano de la Cultura.Colección: Cuadernos literarios.Año 1996
-Esta lluvia es la misma. Colección Lumía. Textofilia. México, 2012.  
-Práctica de caza.  Textofilia / Dirección de Literatura UNAM, México, 2015.




Práctica de caza
Rosa Gaytán 
Textofilia / Dirección 
de Literatura UNAM, 
México, 2015.

Por Alicia García Bergua


Al acecho en la oscuridad

Quisiera empezar a hablar de este libro citando una estrofa del poema de Joan Margarit, “Ruleta rusa” de su libro Aguafuertes.

Podría disparar contra la poesía.
La he buscado en mi frente tal si fuera a cazar
poemas con el trueno de un disparo en la noche.
Indiferentes duermen, apátridas, los versos. 
Sólo si alguien los lee se iluminan de pronto
y, en un instante extraño, ellos somos nosotros.
He apretado el gatillo, pero había tan sólo
una página en blanco en el tambor del arma.

El título enigmático de este libro de Rosa Gaytán, Práctica de caza –que es en realidad de uno de los poemas que lo encabeza, anticipándonos un poco lo que va a decir– nos remite a la pregunta de dónde está la poesía, de dónde y cómo hallamos los poemas. Es fácil responder a esta pesquisa y decir que en el lenguaje, pero hay mucho lenguaje supuestamente poético en el que no hay poesía. La poesía está en esa iluminación de los versos, a la que alude Joan Margarit, cuando la leemos a partir de la propia experiencia. Este libro de Rosa me parece entonces un viaje de caza en busca de los versos que tocan la experiencia que alimenta los poemas y que está contenida en ese espacio memorioso y oscuro que habita uno con su mente, y que es la verdadera vivienda. Los versos pueden iluminar todo y darle trascendencia e importancia y eso es el quid de la poesía; en ellos las palabras rozan los hechos y los elevan a otra esfera donde cobran otras dimensiones. Dice Rosa en la estrofa final de su poema “Viajes”: “Salir por la mañana/ del sueño/ rumbo al azul del baño/ exige decisión,/ como subirse a un tren/ a descubrir una ciudad lejana.” Decidir hacer el pequeño y trivial recorrido al baño que todos hacemos al despertar se convierte aquí en un acto decisivo que cobra otra dimensión vital en este caso.

El libro plantea también el hecho de por qué la poesía no es estrictamente una narrativa, sino una especie de correlato que hay que encontrar en detalles muy mínimos, por ejemplo, la mirada de alguien  con quien la comunicación se hace difícil por el desconocimiento mutuo de los idiomas; unos versos en el poema titulado “Añu” dicen: “Pero hay lugares a los que no llegamos,/ esos que sólo podríamos visitar/ con la ayuda de una lengua compartida./ Puedo ver el paisaje que me muestras,/ los detalles se escapan/ hay un momento en que el silencio le gana/ a nuestra voluntad de compartir.” Es en la poesía, donde sobran las explicaciones, donde se pueden observar esas dos miradas ansiosas de comunicarse cruzándose en silencio y de llegar a los lugares donde las lenguas no llegan, y así sentir la fragilidad que todo eso implica; dice el poema al principio de la segunda estrofa: “Cruzamos los puentes del Danubio/ mirando los palacios que renacen/ como hemos transitado/ de tu lengua a la mía,/ de un continente a otro/ sobre esa frágil balsa/ que son nuestras miradas.”

Los poemas están hechos en gran medida del deseo de comunicar eso que nos pasa por dentro pero que no se puede enunciar trivialmente o completamente y hay que encontrar las palabras para poder cazarlo o capturarlo; por ejemplo observar que la figura y la actitud de alguien delata un origen campesino, y hacer de esta observación algo sutil y personal que hace trascender un hecho que podría pasar completamente inadvertido o considerado algo trivial; dice en su poema “Perspectivas”: “Aunque comparte/ el sudor de la jornada/ con los otros, es diferente de ellos./ Creo que viene/ del sol rotundo de los surcos/ del sudor del esfuerzo/ sin la paga y las propinas/ que aquí encuentra./ Tal vez tenga otra razón/ para esa alegría sospechosa/ que nos muestra,/ pero no me atrevo a preguntar,/ sólo sonrío y agradezco.”

Dice Joan Margarit en el poema citado al principio, que al leer los versos y hacer que iluminen algo, ellos se convierten en nosotros. Estos versos de Rosa que acabo de citar expresan la percepción y la duda que le suscita un personaje, y su perspectiva como poeta, porque en realidad la poesía está hecha de esas diferentes distancias con las que nos aproximamos, y son en realidad las que más importan, una distancia y una luz generales no iluminarían lo que se trata de decir. Dice el poema “Círculo”:

Mi nariz es origen
de la conciencia
que va tras un pañuelo
cuando aún duermo.

Prendo la luz
en busca de certeza.
Sangro
y con la sangre
un temblor primario
acompaña
al repentino miedo.

Despierto
para engarzar sueño y vigilia
con clarear el día

La luz no trae respuestas
ni certeza, la acompaña el olvido
que sostiene las horas
hasta el siguiente sueño
y sus temores.

Otra vez aquí el poema toca lo inexpresable: ese temblor o temor primitivo de sangrar que se vuelve trivial cuando amanece porque la luz que acompaña a la vigilia no ilumina de la misma manera lo que sucede por la noche, pues el sueño y la vigilia son finalmente estados de la mente que no se tocan en nuestro caso, sí en el de los delfines por ejemplo, que duermen con una parte del cerebro consciente de la respiración; no respiran automáticamente. Nosotros tenemos los poemas para tratar de engarzar ambos estados, para ponerlos al menos en un mismo plano del lenguaje. Pero también entre los poemas de este libro hay uno donde la autora logra gracias a las olas, saltar de la vigilia al sueño, dice en su poema “Olas”: “Hemos saltado todo el día estas olas./ Cuando el sol se ocultaba/ nos salimos del agua / sólo para entrar en la cama./ Con los ojos cerrados/ el paisaje se abre luminoso,/ azul, lleno de pájaros./ Y en una cierta ola/ llega el sueño.”  En la poesía se pueden engarzar o no, estos dos estados, parece decirnos Rosa en este poemario.

La poesía para ella no es cuestión de iluminar sino de oscurecer y salir a cazar los versos, dispararles a ver si se iluminan con las palabras. Dice su poema “Oscurecer la casa”, que en mí parecer encierra su poética:

Oscurecer la casa
y hacer que cada paso
se vuelva lento y suave
asomado a sí mismo.
Mirar adentro
un tiempo que no consiente luz,
el de la palabra
que busca una salida
y encuentra
sólo en esta palabra
a la que escribe, 
la que tiene el caldero
repleto de preguntas
Oscurecer la casa
y esperar las respuestas
por si vienen.

La práctica de caza que la autora lleva a cabo en este libro, la hace precisamente en la oscuridad, como reza la última estrofa del poema que lleva ese título. Dice, en él “Traigo este animal/ para lucir su pelaje/ deslizarme en la oscuridad/ y practicar la caza/ Estoy atenta a su respiración,/ a todo movimiento,/ a cualquier verso./ Hoy es él quien me tiene”. Hay en este libro un empeño de oscurecerse y de acechar el transcurso de la propia vida para que de éste surja a la luz de las palabras, un empeño de mirar atrás sabiendo el peligro que implica y a la vez remontarlo, distanciándose en cada caso según lo necesite para encuadrar lo dicho en el poema –como si fuera una fotógrafa–, y para verlo en perspectiva, asiéndolo con las palabras como si eso fuera una forma de consuelo y de resistencia.

Al final del libro hay un apartado titulado “Cacería” cuyos poemas vuelven a la fragilidad de la persona que escribe, sobre todo el poema final, cuya segunda estrofa dice: “Voy de la tierra al mar/ sin lograr la comunión del pez./ Busco al pájaro que vuela/ y, si es preciso, pisa tierra/ o se arriesga en el agua./ Yo apenas planto el pie y respiro del aire.”, que parece decirnos que pese a que uno puede sentirse muy fuerte cazando los versos, éstos se escriben no solo desde la oscuridad sino desde el titubeo, el desasosiego y la búsqueda continua de lo que no se encuentra, en realidad desde la condición humana; ella nos obliga a tomar todo desde perspectivas muy variadas, y ésa es la gran riqueza que nos da la poesía: obligarnos a tantear siempre en la oscuridad, no dar nada por visto ni por hecho, y esta parece ser la forma en que se fue haciendo este libro, cuya lectura recomiendo mucho.


Toda tarde es la misma 

La tarde elemental ronda la casa.
La de ayer, la de hoy, la que no pasa. 
J.L. Borges


Toda tarde es la misma
con su luz
que me lleva
a extrañar cada día
que se va con el sol
pero deja su huella
en este cuerpo
que se distancia más y más
de su primera tarde.

La noche es una pausa
donde parece no haber incertidumbres,
pero abre un nuevo día
y me arrastra
de vuelta a la inquietante tarde
en la que siempre pienso
que malgasté mi tiempo y mis monedas.

Sin embargo,
la misma luz oblicua de esas horas
y su clemente intensidad,
me ayuda a vivir con tal zozobra
hasta la noche, a confiar
que la daga del día tiene un filo
pero también un lomo
sobre el cual avanzar.



Oscurecer la casa

Oscurecer la casa
y hacer que cada paso
se vuelva lento y suave,
asomado a sí  mismo.
Mirar adentro
un tiempo que no consiente luz,
el de la palabra
que  busca una salida
y encuentra,
sólo en esta penumbra
a la que escribe, 
la que tiene un caldero
repleto de preguntas.
Oscurecer la casa
y esperar las respuestas
por si vienen.



Desajuste

Crece mi lado derecho
a costa del izquierdo
que atribulado y silencioso
sigue siendo el mismo.

Truenan mis huesos
en busca del necesario ajuste
entre el lado que se mueve
y el que espera.
De un lado el ímpetu
en el otro la calma.

Fueron igual de sosegados
en su casi perfecta simetría
hasta que vino  mi padre
a tomarme de esta mano
que hoy, como enredadera,
abraza todo mi cuerpo,
me acaricia el caballo, 
rodea mi cintura
y desarregla el equilibrio
de mis hemisferios.

No sé si el lado izquierdo
imitará al contrario,
si lo verá independizarse
o qué vendrá.

Estoy segura de este pulmón
que maneja más aire,
de la nueva fortaleza
de la pierna y el brazo
y del desasosiego entre ambos lados.

Puede ser que el remedio
sea llamar a mi madre
a sostener el lado izquierdo
y con el contrapeso
me acerque un poco
a la armonía imposible.





Rosa Gaytán. Esta lluvia es la misma . Colección Lumía. Textofilia. México, 2012.  

Por Lucía Rivadeneyra

'Ella sabe que no sólo somos agua, sino tierra, polvo y fuego', nos dice la columnista sobre Rosa Gaytán y su reciente libro de poemas.

El poeta Marco Antonio Montes de Oca escribió en "Algo más que la sed":

El noventa por ciento del cuerpo humano 
Se compone de agua 
Y yo voy a licuarme por completo: 
Si estás presente 
Se me hace agua la boca 
Si estás ausente 
Los ojos también se me hacen agua.

Y a mí me pasó lo mismo con los poemas de Rosa Gaytán, en su libro Esta lluvia es la misma , ya que son una especie de "viaje a la semilla". Está tan lejano el tiempo de la infancia, que los ojos se me hicieron agua; sin embargo, gracias a los versos de la autora, está presente la vida y la conciencia del paso del tiempo. A pesar de esta conciencia, mientras haya vida, la boca se puede hacer agua con alguna frecuencia.

Rosa Gaytán (Oaxaca, 1955), vio la luz en Santa María Jalapa del Marqués, pueblo sepultado por el vaso de la Presa presidente Benito Juárez, hoy llamado Jalapa Viejo, que sólo reaparece cuando la aridez llega a un exceso indescriptible. El Istmo de Tehuantepec siempre ha estado presente en la vida de la poeta, quien hizo la primaria en Jalapa Nuevo, la Secundaria en Tehuantepec y la preparatoria en Salina Cruz, para después venir a la Ciudad de México a cursar la licenciatura en Relaciones Internacionales, en la UNAM. Pero ella va y regresa. Siempre está en busca de la semilla.

Hija de dos profesores de grata presencia y memoria en todo el pueblo, Rosa trae la naturaleza en la médula de sus huesos y, constantemente, la deja salir a través de todos sus sentidos. Tiene una conciencia asumida de su género. Sabe que las mujeres mueven buena parte del mundo y que el Istmo es del color de sus ropas.

Ella sabe que no sólo somos agua, sino tierra, polvo y fuego que aparece de repente, en ocasiones incontrolable, a veces hecho tiempo y de pronto hay fuego en la nostalgia del fuego. Y hay en los suspiros, un aire que aviva el fuego. Es justo el aire el que seduce la falda, la enagua, que las mujeres istmeñas lucen con altivez. Todas las que caminan por esta zona del país dejan tierra y aire a su paso, dejan aromas. El viento se encarga de llevarlos y traerlos. De vez en cuando, el viento viaja con agua y quien nace en el agua o cerca de un río sabe que la vida corre y se va. Por eso, Rosa -con el nombre que heredó- va como una flor buscando el sol. Y o encuentra entre palabras. Así, llena de humedades ofrece sus recuerdos.

Esta lluvia es la misma es un deseo conseguido, logró aprehender el tiempo lejano, que sólo se detiene por momentos en la memoria. Qué seríamos sin la memoria, sólo una broma de mal gusto. Por tanto, esta oaxaqueña agarra sin temor sus recuerdos. Y resucita a una abuela amorosa, rescata el tiempo de las trenzas, del río, de la actual laguna, de los peines de madera, de la piel lastimada por el tiempo, del altar de muertos, de la tumba y el ayer mezclado con el futuro.


Herencia
(III)

Abuela, hoy no pondrás una uva sin piel 
entre mis labios, no pondrás hoy al sol 
mis vestidos ni comeré de tu mano 
como en los días en que juntas 
caminamos la cantera de nuestra ciudad. 
Hoy quiero sentir que tu fuerza es la mía, 
que hay otro precio por el beso de un hombre, 
algún camino que no duela.
Hoy te llamo, 
a que, como en otro día, 
me lances una cuerda 
para alcanzar la vida.


Gracias a que el tiempo no se detiene, se puede celebrar la aparición de este poemario que seduce y convence. Gaytán supo atar su pertenencia a un terruño y anclar su palabra en la memoria, en el continente de su tiempo. Sus versos están rodeados de agua dulce, y de sal. Las imágenes de las mujeres que aparecen en este trabajo están vistas por los ojos de una niña y florecen en la madurez.



"La acequia"

Frente a tu puerta 
corría por la acequia el agua 
como tu paso por la casa, 
abuela, 
ahí donde entibiabas el agua de mi baño 
en apasle de barro 
bajo el compasivo sol de nuestro valle, 
donde el geranio aún se multiplica 
en el perfume que te trae a mi lado. 
Esa casa que guardaba regalos 
para mí en cada visita 
y que huele a mezcal, a chocolate 
y al matutino peine de madera. 
Esta casa donde faltaban los espejos 
que yo necesitaba, 
porque decidiste que no valía la pena 
mirarte más en ellos. 
El espejo era una puerta que cerrabas: 
a mí me abría el camino 
como el agua del apasle o de la acequia.


La poeta va y viene, está en el pasado, en el hoy y en el mañana. Sus ojos abarcan el tiempo. Se detiene en las aves, en el patio, en el altar de muertos, en las sombras, en el mercado, en el agua, en la leña, en la abuela. Y todo es movimiento, cambio, excepto los cubiertos acomodados sobre el terciopelo. Pero si el mundo fuera como el "remanso del estuche de cubiertos / brillantes y pacíficos" no nos conmoverían estos versos.

En el poema "Brazos", la autora reafirma el sentido del tiempo, del ir y venir del asombro:


Miro mi brazo aún firme 
y aparece aquel otro 
que ceñido en lo alto por la blusa 
se levantó un día ante mis ojos.
Desde abajo 
miro el brazo moverse 
hacia el cabello en trenzas. 
Me asombra que tanta carne cuelgue.
En el rostro sonriente 
veo la luz de sus ojos 
mirando con dulzura mi niñez.
Frente al espejo 
el recuerdo anticipa 
que algún día mi brazo 
ha de asombrar alguna infancia.


En su calidad de internacionalista, Rosa Gaytán presenta sus cartas credenciales con Esta lluvia es la misma . Parece que los astros se alinearon para que este libro suave, aparentemente sencillo, viera la luz con una presentación del poeta Antonio del Toro y llegara a nuestras manos en una edición que se deja acariciar.

Por fortuna, Esta lluvia es la misma , la que cayó hace algunos ayeres y humedeció la tierra nos hace recordar que el agua, por momentos, la traemos adentro de los ojos. Gracias Rosa Gaytán por ofrecernos estas pinceladas de recuerdos tan presentes que, al igual que la lluvia, son los mismos, los tuyos, los nuestros, es decir, la memoria entre el aire, la tierra y el fuego, en el riesgo constante de la lluvia. Gracias por apresar y compartir, en aguas vivas, las palabras.



MATALA MUKADI TSHIAKATUMBA [17.881]

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Matala Mukadi Tshiatakumba

Nacido en Luiska, República Democrática del Congo, en 1942.


ADDENDUM

"Pero su muerte es algo más que una triste anécdota. Es una luz que ilumina el oscuro tiempo en que vivimos, la miserable época que vivimos"

Washington Delgado

A la memoria de Javier Héraud, el poeta asesinado


"Allí, en Cuzco, el templo del sol, aún reta a los traidores.

Aquel día, el cóndor, arrogante y burlón, se derrumbó sobre la cordillera de los Andes.

Un cóndor de alto copete, de los que saben fenecer con el grito tiritando árboles.

La tierra se entornó para el ave venerable. Cuando el ibis africano se enteró de esta tétrica noticia en la sierra donde también él libra su lucha, su meditación fue intensa y su vista se tornó hacia América Latina dolorida, la América Latina hundida en la bestialidad desde hace más de un siglo.

Aquel día, el cóndor, sarcástico y altivo, se lanzó sobre la cordillera de los Andes.

El viento que bate las alturas eterniza Tú recuerdo y su canto lastimero es el de las plañideras de pechos desnudos.

Oh, poeta heroico, un vástago del Congo y de África Te destaca al azar de las bibliotecas, en esa Europa que contempla nuestras heridas disfrutando, como antaño los emperadores en el Coliseo; en esa Europa digo, te conocí cansado de viento y sol; un otro yo hallé. Si, encontré un otro yo.

Aquel día, el cóndor, arrogante y burlón, se derrumbó sobre la cordillera de los Andes.

Cumplióse tu anhelo de expirar entre pájaros y árboles. Te extinguiste en el tiempo en que las plantas florecen, rodeado de pájaros y árboles en las riberas del río Madre de Dios, oh poeta profético, ¿tu creación primera no se rotuló 'El Río'?

Gloria a Ti que te negaste a ser un cancerbero de explotadores y cobardes. Sin embargo debías morir. Tú, grueso de pergaminos; Tú, maestro, para que tus discípulos, para que los campesinos, los obreros, los poetas, los escritores, miren, en ti, la tea que ilumina su espíritu y los mueva a la lucha.

Naciste, hijo del Perú, en 1942, año de mi nacimiento. Destinos convergentes. Nuestros gemidos fueron las balas de la protesta ante la miseria, la ignorancia de antaño que poderosos inoculan a los débiles. Guerrero Tú con las armas y la pluma. Nunca Te interrogaste por qué y por quién sacrificarte ya que Tu vida entera no era más que el rechazo de un orden repugnante.

Tu muerte es un hito futuro en la senda del triunfo;

Tú muerte originará en próximo futuro una calma en el alma del Indio en la meseta andina.

Allí, en Cuzco, el templo al sol, aún reta a los traidores.

Aquel día, el cóndor, arrogante y burlón, se derrumbó sobre la cordillera de los Andes.

Con su gastada quena el Indio salmodia el canto amargo de la insumisión.

Javier HERAUD, yo Te saludo tres años después del derramamiento de tu sangre, esa sangre que día y noche convoca al hombre de la Tricontinental a la Revolución. Ante tu nombre inclino espalda y pensamiento, niño precoz estabas en la edad en que la caña pide gotas de rocío. Insté a mi espíritu, mas ningún verso nació digo de grabar tu memoria.

Tú no estás olvidado porque mañana mismo en selvas, bosques y arboledas de mi país y de mi continente,

jóvenes de cespas cabelleras escandirán tu nombre:

Oh, Javier HERAUD, compañero de edad.

Eres un árbol que el relámpago en lugar de destruir plantó profundamente en tierra.

Y el río Madre de Dios arrastra aún la ira de un pueblo bastardeado.

Allí, en Cuzco, el templo al sol, aún reta a los traidores.

Aquel día, el cóndor, arrogante y burlón, se derrumbó sobre la cordillera de los Andes.

Era un cóndor de alto copete, de los que saben fenecer con el grito estremeciendo árboles.

(VERSIÓN LIBRE DE ADDENDUM de José Mª Amigo Zamorano)





À Aimé CESAIRE

MANZAMBI

L’esprit du soir remue la cendre.
La foudre et le feu.
Carbonisent ton corps malingre.
Sur ton visage hâve se lit la misère.
Tes yeux disent adieu à la case fuligineuse
Ton regard enflammé m’envoie la furie
Qui te brûlait en sourdine
Et consumait le Kongo de ma joie et de ma peine
Sur l’écran de ton monde ton regard
Reflète la faim ta compagne fidèle
Sur la carapace de ta peau
Les balles trouvent un rempart
Sache, frère luttant contre la mort
Que même dans l’hypothétique au-delà
La foudre et le feu
Transcendent les serments humains
J’assiste consterné à la réduction
Des tribus sauvages
Moi sauvage aux dents de cannibale
Qui peut se parer du nom de sauvage ?
Toi ? ou ceux qui brisent ta vie ?
Sur mon front durci par les malheurs
Se coagule un caillot de fureur
Je hèle la nuit, j’interroge les hommes ;
Qu’a fait Manzambi, buveur de poussière
Mangeur de sauterelles et de grillons.
Qu’a Manzambi, dont les ronces
Balafraient les orteils.
Qu’a fait Manzambi qui, il y a à peine cinq ans,
Prenait la sagaie et criait « Urhuru »
Comme l’homme, d’Outre-Atlantique en 1776,
Comme le sans-culotte en 1789,
Comme le moujik en 1917,
Comme l’homme de la longue marche en 1949,
Comme le « guajiro » de la Sierra Maestra en 1953,
Comme le paysan du Fouta-Djallon en 1958.
Qu’a fait Manzambi, le terrassier de Bukavu,
Assassiné sur la terrasse de son destin ?

Manzambi,
Écoute, toi qui râles :
Je refuse d’être la cendre,
Je me veux le brasier couvant sous la cendre.
Je refuse d’être le hanneton,
Je me veux la guêpe à la morsure venimeuse.
Je suis comme toi, l’érosion qui a la longue
Fend la montagne.
Si je trahis cette terre,
Terre kongolaise, terre africaine,
Que la foudre et le feu pulvérisent mes os.

« Réveil dans un nid de flammes », Seghers, Paris, 1969




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HENRI LOPES [17.882]

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Henri Lopes

Henri Lopes nació en 1937 en Léopoldville, Congo belga (actual Kinshasa, República Democrática del Congo), aunque crece en la República del Congo.

El escritor congoleño destaca como uno de los nombres más importantes de la literatura africana actual.

Con 11 años fue enviado a estudiar en Francia. Fue al instituto en Nantes y más tarde estudió Historia y Literatura en La Sorbona. Regresa al Congo, ya independiente, en 1965 y comienza a trabajar como profesor en la Ecole Normale Supérieure d'Afrique Centrale, en Brazzaville.

Miembro fundador del Partido Socialista, su carrera política le llevó a ocupar varios ministerios y a ser primer ministro desde 1973 a 1975. Posteriormente ha ocupado cargos de diversa responsabilidad en la Unesco (subdirector general de Cultura) y en la diplomacia.

Como escritor es autor de Tribaliques (1971), Sans tamtam (1977); Le Pleurer-Rire (1982); Le Lys et le Flamboyant (1997) y Ma grand-mère bantoue et mes ancêtres les Gaulois (2003). Le ha sido otorgado en dos ocasiones el Gran Premio de Literatura de África Negra y ha recibido el Gran Premio de la Francofonía de la Academia Francesa por su obra completa, además de otros premios y distinciones académicas.

En su periplo diplomático ha sido embajador del Congo para España, Francia, Portugal, Inglaterra y Ciudad del Vaticano. Fue nombrado Caballero de la Legión de Honor en Francia y, entre otros galardones literarios, ha recibido el Gran Premio de la Literatura de África Negra, el Gran Premio Julio Verne de Bretaña y el Gran Premio de la Francofonía de la Academia Francesa.



Y TÚ QUE LLORABAS

Y tú que llorabas

al oír esa noche
algunas canciones
de mil novecientos
me decías con lágrimas
saliendo de tu sonrisa:
"Hermosa época
que no viviste
y no volverá"

Si, tú que llorabas
al oír esa noche
algunas canciones
de mil novecientos
que no era hermosa
época para mi que
me llamaban macaco;
si, llorabas esa noche
por tu juventud muerta.

Finiquitada, terminada, muerta,
como mi infancia junto al río.

(Versión libre de José Mª Amigo Zamorano del poema de Lopes 'Tú que llorabas')



DE LA VERA DE KATANGA

Un rumor nos viene de Katanga
Diciendo al oído que un gigante
Cayó en la oscuridad de la noche
Y el agua que se precipita de los cielos
Y el agua que se precipita de las frentes
Y el agua que se precipita de los ojos
El agua que corre ondulante
Por todo lo largo del río color de té
Toda el agua está llorando y gimiendo
En esta oscura y tenebrosa noche
Donde la muerte tiene faz de gigante

De la vera de Katanga
Si te dicen madre mía
Marcando con el dedo
He aquí el lugar de ahí

Donde yace el hijo perdido
No, no lo crea madre mía
No, no lo crea madre mía
Que cayó ahí esa noche
De ese lado de Katanga

Mujeres con sus vestimentas
Que cruzan en bandadas
Venid al mezclar los llantos
A ese que corre enloquecido
Yendo de puerta en puerta
Diciéndole a gentes de aldea
Que él no se llega a creer no
En el fallecimiento del gigante
Que haya caído esa noche
Ahí en ese lado de Katanga

Lloremos si, lloremos compañeros
Sin vergüenzas si compañeros
Como antaño los días de duelo
En el país de nuestros grandes reyes
Todos en círculo reunidos juremos
Con los dedos señalando acusadores
Del lado de Katanga

Juremos dirigirnos
Marchando en fila
De cuatro en cuatro
En formación marcial
Dirigirnos al entierro
No de ese gigante
Porque muy adentro
Vivo sigue su corazón
En los nuestros latiendo

Apuntando con el dedo
De la vera de Katanga
Iremos, si, al entierro
Del casco colonial
Del casco del tirano
Blanco negro o kaki
Sin importar el color.

(versión libre de José Mª Amigo Zamorano del poema de H. Lopes ‘De la vera de Katanga’; París, febrero de 1961)






JUSTO S. ALARCÓN [17.883]

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Justo S. Alarcón 

Nació en la provincia de Málaga, Andalucía, España. Cursó estudios superiores en España, en Canadá y en Estados Unidos. Obtuvo licenciaturas de Filosofía y Religión en Santiago de Compostela. Una maestría en Sociología de L'Université Laval, Québec, Canadá. Consiguió también una segunda maestría en Literatura Española, en la Universidad Estatal de Arizona (ASU), Tempe, y su doctorado en Literatura Hispánica en la Universidad de Arizona (U of A), Tucson.
  
Durante su carrera ha impartido cursos de literatura y cultura hispanas en la Universidad Estatal de Arizona, en los recintos de Tempe y de Phoenix. Además de la enseñanza, la crítica y la teoría literarias, inherentes a su profesión, ha publicado numerosos ensayos y varios libros, como "Técnicas narrativas en Jardín umbrío, de Ramón María del Valle-Inclán" (Editorial Alta Pimería, México, 1990); El espacio literario de Juan Bruce-Novoa (co-autora Lupe Cárdenas) (Marín Publications, San Diego, 1994), y La teoría de la dialéctica de la diferencia en la novela chicana de Ramón Saldívar (Editorial Orbis Press, Hermosillo, 1997).

También le interesa la labor creativa o de ficción, habiendo publicado ya dos novelas, Crisol (Editorial Fundamentos, Madrid, 1984) y Los siete hijos de La Llorona (Editorial Alta Pimería, México, 1986). Dos colecciones de cuentos Chulifeas fronteras (Pajarito Publications, Albuquerque, 1981) y Cuentos breves del barrio (Editorial Alta Pimería, México, 1993). Y un libro de poesía: Poesías en mí menor (Editorial Alta Pimería, México, 1991)..

Ha colaborado en muchas revistas, como Areíto, Chiricú, Confluencia, Culturadoor, De colores, Explicación de textos literarios, La revista bilingüe, Melquíades, Mester, Minority Voices, Revista Chicano-Riqueña, Semana de Bellas Artes de México, The Americas Review, The Third Woman, entre otras. Ha colaborado también en varios periódicos, como Ave fénix, El Observador, El sol y La voz del Norte. Fue editor de dos antologías de literatura y cultura: Canto al pueblo IV y Flor y Canto IV. También ha participado en muchas actividades culturales de la comunidad hispana en el Valle del Sol, Phoenix, Arizona, en particular en las varias cadenas de radio y de televisión hispanas locales.

Ha sido Editor de La Palabra: Revista de literatura chicana durante finales de los '70 y mediados de los '80. Esta revista, dedicada a la crítica literaria y a la ficción chicanas, tuvo que descontinuarse por razones monetarias. Pero ahora, teniendo al alcance este nuevo medio tecnológico, se pensó en continuar su existencia, pero bajo lo que se podría llamar Segunda Época. Un cambio se efectuará, y es que, sin dejar de aceptar trabajos escritos por chicanos y sobre chicanos, se abrirá a todo escritor del mundo hispano. O sea, que el nuevo título será: La Palabra: Revista de literatura hispana. Esta nueva etapa aparecerá en una Página Web bajo el título general de: Literatura hispánica.

En 1998 se jubiló, teniendo ahora tiempo libre para dedicarse a nuevos proyectos, como la creación de esta Página Web en la que irá apareciendo lo mejor de la literatura hispánica de ambos lados del Atlántico.

Sus lecturas favoritas han sido, y continúan siendo, obras clásicas sobre historia del arte, antropología cultural y psicología colectiva, filosofía, religión y mitologías, además de las consabidas obras clásicas y modernas de la literatura hispánica. Entre sus pasatiempos, o "hobbies", se pueden contar los extensos viajes por Europa, Estados Unidos, Canadá, México, el Caribe y parte de Suramérica. Por muchos años practicó el piano y tiene ya grabadas cuatro cintas cassette de música clásica.

TÍTULOS DE LAS OBRAS DEL AUTOR:

Novelas

Crisol. Trilogía, 1984.
Los siete hijos de La Llorona, 1986.

Cuentos

Chulifeas fronteras, 1981.
Los dos compadres: Cuentos breves del barrio, 1993.

Cuentos inéditos

Entre abuela y nieto: conversaciones
Entre abuelo y nieto: conversaciones

Poesía

Poemas en mí menor, 1991.

Poesía inédita.

Coplas y juegos de tambor y pandero para niños y jóvenes.
Corridos de animales para niños y jóvenes.
El ciego Don Aureliano Quezada.
Meditabundeando.
Sueños goyescos.
Los niños.

Crítica

1. Libros:

Técnicas narrativas en Jardín umbrío, de Ramón María del Valle-Inclán, 1990.
El espacio literario de Juan Bruce-Novoa, 1994 .
Juan Bruce-Novoa's theory of Chicano Literary Space. (1994).
La teoría de la dialéctica de la diferencia en la novela chicana de Ramón Saldívar, 1997.
Crítica y Metacrítica: Antología de ensayos sobre literatura chicana

2. Artículos:

¿Estética literaria o crítica científica?
Bless Me, Última: niveles interpretativos
El autor como narrador en ...y no se lo tragó la tierra
Dawn o el anacronismo mitológico de un drama
La violencia en "L.A: The Sacred Spot" de Javier Alva
La violencia implícita en el aparente pacifismo de "Las Salamandras" de Tomás Rivera
Estructuras narrativas en "Tata Casehua", de Miguel Méndez
La aventura del héroe como estructura mítica en "Tata Casehua", de Miguel Méndez
Leitmotivos en la literatura hispana infantil
La meta-crítica chicana
Consideraciones sobre la literatura y la crítica chicanas
El escapismo en la literatura chicana
La frontera como "cruce" y "crucero" en tres textos litarios chicanos
Niveles interpretativos del poema "Encuentro" de Lupe Cárdenas
Lo esperpéntico en "Peregrinos de Aztlán" y "Criaderos humanos", de Miguel Méndez
La búsqueda de la identidad en la literatura chicana: tres textos
La metamorfosis del diablo en El Diablo en Texas, de Aristeo Brito
Hacia la nada: o la religión en "Pocho"
Peculiaridad de los personajes en Tunomás Honey de Jim Sagel
La nueva poesía en "Bajo cubierta" de Miriam Bornstein-Somoza
"Under a never changing Sun" o el determinismo chicano
Ensayo 
Enfoque: Pensamientos sobre la historia y cultura del Hispano-Chicano.
La presencia histórica del hispanismo en Estados Unidos.
Crónicas helicoptéricas.




POEMAS EN MI MENOR.
por Justo S. Alarcón


                  AUTORRETRATO

                  A mitad del camino
                  y haciendo un breve recuento
                  de mi medio siglo vivido
                  en una encrucijada me encuentro.

                  Quisiera poder decirme
                  soy esto y soy aquello,
                  pero las dudas me asaltan
                  en el espejo del tiempo.

                  Fui estudioso y obediente,
                  tranquilo y cuerdo.
                  Soy del horóscopo pisces
                  y, por lo tanto, bueno.

                  Confieso que no siempre
                  he sido fiel a mí mismo
                  ni a mis seres queridos,
                  pero, como hombre, me arrepiento.

                  Me gustan Beethoven
                  la salsa y la cumbia,
                  Granados y Albéniz
                  y también la rumba.

                  Quisiera de la pintura
                  ser gran aficionado,
                  pero buen consuelo tengo
                  con la ficción y el piano.

                  En medio de las tribulaciones
                  gozo de los dones de la vida,
                  del amor generoso,
                  del vino y de la comida.

                  Me encantan los niños
                  por su inocencia no perdida.
                  Disfruto de mi hijo
                  y de la que no fue y es mi hija.

                  Me fascina la mujer
                  dulce y comprensiva.
                  Es el solaz apoyo
                  de mi ya larga vida.

                  En medio de los placeres
                  de las injusticias me duelo.
                  Y, a pesar de ser tranquilo,
                  peleo con gran denuedo.

                  A mitad del camino
                  el Más Allá me preocupa.
                  Como la Sinfonía de Schubert,
                  la vida, me digo, es inconclusa.




    LA AGUJA

                                    En medio de la pobreza 
                                    con las manos callosas
                                    nuestra madre nos zurcía
                                    la escasa y humilde ropa.

                                    Un día,
                                    prendida de una blusa,
                                    a mi madre se le quedó
                                    olvidada la aguja.

                                    Mi hermanita
                                    azarosa e incauta
                                    se puso la blusa,
                                    que se hallaba
                                    colgada de la hamaca.

                                    La estaban esperando
                                    para comenzar 
                                    el juego.

                                    En medio del alboroto
                                    se le clavó la aguja 
                                    en el lado izquierdo
                                    de su tierno pecho.

                                    Un grito denodado
                                    atrajo la atención
                                    de mi madre, padre
                                    y demás hermanos.

                                    Un hilo blanco
                                    teñido de hiel
                                    se dejaba ver
                                    por entre la tela
                                    y su delicada piel.
                                    Mi padre,
                                    hecho cirujano,
                                    jaló de la hebra 
                                    muy despacio.

                                    Un surtidor colorado
                                    taponó el orificio
                                    y empañó 
                                    su diestra mano.

                                    Mi madre,
                                    llena de sudor 
                                    frío y pálido,
                                    con el delantal remendado
                                    se limpió la frente
                                    y exhaló
                                    un agónico hálito.

                                    El intrépido cirujano 
                                    susurró:
                                    "la vida es un juego.
                                    Mi hijita se salvó
                                    por un milímetro, 
                                    más o menos".



LA BICICLETA

Mi padre era un santo varón.
Ayudó a muchos campesinos
a obtener su justa pensión.

No todos le pagaron con galardón.
Entre ellos hubo un alma mala.
¡Que Dios le haya concedido perdón!

Le habían puesto Joaquín,
como al santo abuelo
de Jesús, el Chiquitín.

Para dar clase en la escuela
el sexagenario de mi padre
se iba en su vieja bicicleta.

Joaquín, el robusto cacique,
de su grande y vetusta casa,
lo estaba acechando a la puerta.

Se lanzó como una fiera.
De un fuerte empujón
lo derribó en tierra.

Mi padre lentamente se levantó
con sus muchos años a cuestas.
Se sacudió el pantalón.

Su blanca cabeza inclinó.
Hizo la señal de la cruz
y dirigió a Dios una oración.

En la sala de clase
los niños lo rodearon
y el viejo clase dictó.

Joaquín, 
años después, 
se moría de cáncer...

Mi anciano padre me aconsejó:
"Hijo, la vida muy poco vale,
si no la sustenta el corazón".





LA FE

"¡Quién fuera otra vez niño!"
mi abuelito decía como una tonada.
Yo le escuchaba todo
aunque no entendía nada.

Mi abuelita decía que había visto
de su difunto padre el alma.
Yo le creía todo
aunque no entendía nada.

Mi mamá mezclaba hierbas
para curarme de fiebres malas.
Yo lo tomaba todo
porque no sabía nada.

Mi papá me platicaba
de la guerra fraternal.
Yo siempre le escuchaba
aunque no le creía nada.

El padrecito nos enseñaba
en el catecismo los domingos
"Fe es creer siempre
lo que nunca vimos".

Siempre nos hablaba
de Dios todopoderoso.
Yo le escuchaba
y lo creía todo.

Mi hermano llegó de la guerra
en una caja cerrada.
Yo no lo pude ver
y luego, luego...

Todos se callaron.
Nadie me escuchaba.

Y...

Todo se me hizo nada.



LA CAUSA

Era una noche estrellada.
La luna rielaba clara
sobre la serena esplanada.

Era cuando la Revolución.

Mi padre
se encaminó al vecino rancho
a buscar alguna provisión.

"Compadre,
llévese el puerco
que es buena alimentación".

Con una varilla en la mano
por el camino vacuno
mi regocijado padre
guiaba al hermoso cuadrúpedo.

"¡Detente, viejo!
Este mugroso cochino
es para la Suprema Causa".

"Señores,
yo admiro su justa Causa,
pero permítanme decirles
que la mía 
son mis cinco hijos
que hambrientos 
me esperan en casa".

Mi padre
alzó los ojos a la nublada luna.
Diez arrollitos de lágrimas
por cinco inocentes rostros
vio que se deslizaban agrias.

Por el camino vacuno
sin la varilla en la mano
mi desconsolado padre
caminaba cabizbajo.


LA PIANISTA

Fue a fines de primavera.

Los hijos de los campesinos
iban a la escuela.
Tenían que subsanar 
los meses perdidos
durante el tiempo
de las cosechas.

— Yo la vi —
Tenía la mirada intensa.

Todos los niños
durante el recreo
se entretenían 
hacendosos en el entretenimiento.

— La vi yo —
Estaba acurrucada 
en uno de los huecos.

Dos monjitas,
hijas de Santa Clara,
dirigían el juego.

— Yo la vi —
Estaba extasiada.

Los niños se reían
corrían, se tropezaban
caían y se levantaban.
En una algarabía
su voces de jilguero
se estrellaban como cascadas.

— Yo la vi —
Tenía transfija la mirada.

Alrededor de las hijas
de la Madre Santa Clara
los niños se sentaban
formando una rueda.
Se parecían a la pianista.
Tenían la cara prieta.

— Yo la vi —
Tenía la mirada yerta.

Las monjitas de caras pálidas
a los hijos de los campesinos
le contaban fábulas extrañas.

— Yo la vi —
Exhalaba su alma
una nota quebrantada.

Los niños
oían historietas
en una lengua foránea.

— La vi yo —
Se levantó de un hueco
que había 
en la sala de juego.

Los niños
que no entendían nada
bostezaban.

A hurtadillas
se fue acercando
hacia otro hueco
que albergaba
un mudo piano.

Los niños
cabeceaban.

Se sentó en el taburete.
Abrió las manos heladas
lentamente.

— Yo la vi —

Manos fuertes y delicadas.
Eran hijas de campesinos
de espaldas enarcadas.

Las monjas de toca blanca
dejaron de narrar
sus fábulas
en lengua extraña.

— La vi yo —

El índice de la mano derecha
delgado y terso
se posó
delicadamente
sobre la tecla do.

Un sonido
brotó
del intestino metálico
del empolvado piano.

Las tocas pálidas
giraron.

La niña
de los ojos extraviados
posó la mano izquierda
sobre el blanquinegro teclado.

— La oí yo —

Un acorde destemplado
saltó
como un gato espeluznado.

Los niños

en el duro suelo
ya se habían desplomado.

Estirados
los diez dedos estriados
cayeron al unísono y con fuerza
sobre el blanco y negro teclado.

— Yo lo oí.
La vi yo —

Las cuerdas del piano
como duras tripas de gato
vibraron y arrojaron
maullidos encorajinados
hiriendo tímpanos insensatos.

Los ojos de los niños
despavoridos
se alzaron.

Las pálidas tocas
se estremecieron.

Su alma pura
se estremecía de alegría.
Su cuerpo
como una caja de resonancia
se agitaba todo entero.

— Yo la vi —

Los niños se levantaron
y formaron una tierna rueda
alrededor de la muchacha
que les había extraído
un lenguaje divino del alma.

— Yo lo vi todo —

Por mis mejillas
rodaron 
dos lágrimas saladas.

A la niña
de los ojos negros
le brotaron, 
como un habla,
dos profundos suspiros
de su trasparente alma.

— Yo lo vi todo
con mi enturbiada mirada —

Aquella primavera
dos tocas pálidas
vibraron mudas
en la juvenil sala.

Y dos ojos negros
reflejaron
diez dedos prietos
henchidos de una inquieta alma.


LA NIÑEZ

Dicen por ahí que...
el adulto vive de hechos 
el niño de ilusiones
y el viejo de recuerdos.

Yo...
a ciencia cierta
no sabría decir
qué edad tengo.

Pero...
una cosa sí sé,
que en los sinsabores de la vida
de mi niñez me acuerdo.

No ha mucho...
que en un accidente
destrozado quedó mi auto.
El seguro me dio jaquecas
y el policía me puso un cargo.

Yo me acordé...
que en un día muy lejano
y sin ninguna razón suficiente
un niño travieso como yo
me aplastó mi mejor juguete.
Un amiguito me consoló
y otro me dio aliciente.

Con unas herramientas viejas
y encima de un taburete
los tres duendes ingeniosos
hicimos otro juguete.

No ha mucho...
que mi Director
en uno de tantos conatos
me llamó la atención.
Yo muy encorajinado
no se lo perdoné.
Todavía ando contrariado.

Yo me acordé...
que en un lugar lejano
a un compañero mío
lo tiré de un empujón
y se rompió un brazo.

En otra ocasión
el mismo niño
me hizo la zancadilla
y un diente 
como una canica luciente
me lo dejó quebrado.

En ambas ocasiones
después de estos maltratos
nos dimos dignos la mano
y de nuevo
buenos amigos quedamos.

No ha mucho...
que en esas cosas del amor
por una seria equivocación
seguida 
de mordaz altercación
para siempre 
ella de mí se separó.

Yo me acordé...
que siendo muy niños los dos
una mujercita trigueña
por un engorroso desplante
por otro niño me dejó.

A otra niña morena
por una grosera desfachatez

en un arranque de insolencia
la abandoné a ella a mi vez.

Al cabo de unos días
con una tierna mirada
y un inocente beso
nos reconciliamos los tres.

A la dama de los ojos negros
de trigueña y lisa tez
aún después de muchos años
todavía no la he vuelto a ver.





DIVAGACIÓN I

En los baluartes de La Villa
deslizándose por el hielo
iba la extraviada mirada
en busca del ansiado fuego.

(Unos ojos ardorosos
invitaban al reposo)

Y la mirada perdida
bajo la cobija de nieve
buscaba un sorbo de calor
del amor ausente.

(Dos ojos amorosos
de lágrimas llorosos)

Bajo el barandal
las aguas se movían cansadas
con el peso de los icebergs
encima de sus frías espaldas.

(Dos grandes ojos
esperaban ansiosos)

De las oquedades del fondo
como córneas blancas
se erguían promontorios de hielo
encuadrados en dos lágrimas.

(Eran dos extáticos ojos
que se mostraban piadosos)

Como glándula lacrimógena
el río zigzagueante diseñaba
unos surcos carcomiendo
en las mejillas de la entraña.

(Y los dos negros ojos
imploraban lacrimosos)

Entre La Villa y el Castillo
se deslizaba caprichoso
el gigantesco río
hacia lugares ignotos.

De la baranda colgados
dos ojos perdidos
en el panorama congelado
errando el blanco
vertieron dos hálitos fríos
sobre el tortuoso río.

(Otros dos inexistentes ojos
¡ay!
llenos de ansia
se percataron del panorama.
Sus dos córneas
¡ay!
flotaban
en una acuosa mirada)

Prendidos de la fría baranda
dos ojos colgaban.

(Dos negros ojos
cubiertos de lágrimas
hubieran querido deseosos
descansar su pesada carga
sobre la helada espalda
de la cansada baranda)

En los baluartes de La Villa
por los años de la guilla
dos negros ojos extraviados
entre el Castillo y La Villa
hubieran querido encontrar
¡ay!
el amor deseado.




LA AMISTAD

Cuando los tropiezos de la vida
nos vapulean 
contra el aciago y ancho mar
la única firme ancla
como la roca de Gibraltar
la hallaremos solamente
en una fiel amistad.

Fue aquel día...
en que mi madre
después de un largo penar
Dios se la llevó consigo
quedándome yo 
sin estrella polar.
No tenía yo a nadie,
pero una tierna amistad
me sacó de la vorágine
devolviéndome la paz.

Fue aquel día...
en que la brújula
comenzó a trepidar.
Cambié de estado de vida.
Me vi solo
en el oleaje salado
de una voraz
altamar.

No había nadie
con quien compartir
mi espíritu aciago
en el vaivén
de un mar encorajinado.
Un sobreviviente
por salvarme

de aquel amargo oleaje
entre las filosas rocas
se quedó atrapado.

Fue aquel día...
en que perdí el trabajo.
Sufrí humillaciones 
y hambre.
Unos ojos negros
intensos como el azabache
me miraron tiernos
y como dos anclas
en el mar bravío
me salvaron del oleaje.

Fue aquel día...
en que perdí a mi hija.
El mar inmenso
de la soledad
abrió sus fauces
y me quiso tragar.
Precipicio sin fondo.
Ojo de enorme ventosa
y desdentada boca
me volvían a la nihilidad.
Soledad de soledades
y todo soledad.

Entre la penumbra
de aquel aciago mar
una mano dulce 
y tierna
me mostró de nuevo 
la brillante 
estrella polar.



LA AMNISTÍA

Juan Sánchez había trabajado
desde que llegó a los Estados.
De botones y jardinero primero.
Después de recolector de basura,
de cocinero 
y también de lavaplatos.

Tenía talento el Juan.
Pero el frecuente cambio 
de jalecitos no era debido
a no estar especializado,
sino a que "estaba de ilegal".
Y La Migra se había empeñado
en traerlo de jacal en jacal.

Le había acompañado su esposa
desde que cruzó el río.
Fue buen proveedor
tanto de su mujer
como de sus cinco hijos.

Pasó el examen
de ciudadanía.
Pero dos preguntas
le conmovieron
en demasía.

Si los Estados Unidos
declararan la guerra a México,
aunque él no lo quisiera,
tendría que tomar armas
contra su amado pueblo.

Si se hubiera dormido 
a una americana

en los últimos cinco años
renunciar él tendría, 
aunque pagara daños,
al privilegio de la Amnistía.

Juan se justificó primero pensando
que ningún hombre bien nacido
podría levantar la mano
contra la que lo había parido.

... y que si al nacido en este país
no se le prohíbe dormir con una mexicana
¿por qué a él no se le puede permitir
hacer the same thing con una americana?

En México, él se imaginaba,
no hacen estas preguntas 
a ningún americano.
Y, si se las hicieran,
que ellos mintieran
sería lo más esperado.

Juan Sánchez
ya había echado raíces 
en este caluroso llano.
¿Por qué, se preguntaba,
tengo yo que contestar
a pensamientos tan insanos?

Pues nuestra historia nos narra
que a Steve Austin y a su majada
México les concedió Amnistía.
Cuéntase que allá, 
por el Estado de Texas,
hace ya siglo y medio,
ellos nos hicieron una fea jugada.

De Steve cambió a Esteban,
de puritano se convirtió
a católico romano
de English Only a Spanish Only pasó
y de negrero se volvió puro patrón.
Pero todo esto no lo cumplió.

Porque, luego luego
se robó todo el estado,
se hizo de nuevo americano,
se convirtió otra vez a puritano,
e hizo del mexicano esclavo,
habiéndolo todo cambiado.



CONTRA-POSICIONES

Managua
Nicaragua
Mana agua
Cara agua

Por todas partes
rodeada de agua

Llovía torrencialmente.

El limpiaparabrisas del avión
traducía
del piloto
la exacerbada agitación.

Su uniforme azulmarino
norteño
hacía 
contra-juego
con el nítido azul 
del nicaragüense
cielo.

El águila que portaba de galón
en el izquierdo brazo
volaba
con sus compañeros de escuadrón
norte
americano.

¡Pobre de ti
Managua,
Nicaragua!

Diez águilas metálicas
cargadas
de huevos
de acero
marchaban 
por el aire 
uniformadas.

¡Ay de tus límpidos
cielos
Managua
Nicaragua
violados
por esas polutas
norteñas
águilas
metálicas.

El piloto John García
descargó media docena
de bombas
de su preñada huevera.

El Padre Anthony García
en su misión campesina
protegiendo a su inocente
y ya muerta feligresía
su eterno sueño dormía.

Tiempo después...
el piloto John García
lavó su demente crimen
desertando
y con valentía
ante la tumba
de su tío
quemando
el uniforme que antes vestía.

El Padre John García
con el hábito franciscano
a todo el mundo infundía
su espíritu sandinocristiano.

La nueva misión hervía.

Pero...

¡Ay de ti
Managua
Nicaragua!

Porque 
muy pronto
otra 
águila 
te visitaría.




LA VIOLADA

¡Qué linda
estaba
la niña
Anita Ayala!

¡Malhaya
el que me la robó!

Vivía ella en la misma calle
de nuestro barrio.

Yo la quería
como a mi misma hija.

¡Malhaya
el que me la secuestró!

Su mejor amigo
era un gatito calico.
Yo se lo había regalado
para su décimo
cumpleaños.

Acostados sobre la hierba
de la delantera yarda
jugaban 
inocentemente los dos.

¡Malhaya
el que me la ultrajó!

Su lonchera
bajo el brazo
saliendo para la escuela

con sus dos largas trenzas
se despedía del gato.

Luego,
con su manita trigueña
pestañeando sus brillantes ojos
desde lejos
le enviaba un tierno adiós.

¡Malhaya
el que me la raptó!

Un día
a la escuela
el gatito la siguió.
La incauta maestra
le indicó
que a casa se volvieran.

Por la calle solitaria
iban solitos los dos
cuando un robusto brazo
salido por la ventana de un Ford
me la arrebató.

¡Malhaya
el que me la forzó!

Gritaba desconsolada
la niña
Anita Ayala.
No quería separarse
de su gatito calicó.

Por el escape del carro
un humo gris y espeso
se desgarró.

¡Malhaya
el que me la desfloró!

Mientras tanto
sobre el pasto 

del jardín
acostado
el gatito envejecía
esperando
a que pronto llegara 
su única amiga 
Anita Ayala.

Por todas partes
se pusieron bandos 
y proclamas.

El día de su duodécimo cumpleaños
aparecieron sus enrojecidas enaguas
desenterradas por un herrumbroso tractor.

¡Que un rayo parta
la podrida alma 
del desgraciado
en dos!





El Cacto.

Cacto
radiante
de espinas y de estrías.

Lengua ardiente
de fuego
lamía.

Flecha
de gigantesco arquero
que buscas el centro
del círculo del blanco.

Meta blanca
blanca meta.
Mete dentro el centro
en el centro de la meta.
Meta redonda
de círculos concéntricos.

Circo
de círculos machihembreros.

Gigante Cacto
en la tierra clavado.


Boca de volcán ansiosa de detonar
         Capullo cerrado   pidiendo reventar
                 Retina original  sedienta de preñar
                          Hiedra de primavera cansada de orear
                                      Dama ensangrentada aburrida de esperar
                                       Flecha de arquero que va buscando el cero
                          Culebrina de cañón    disparando su munición
                 Cornucopia de huracán    dejando va su afán
         Boa venenosa    metiéndose en la ventosa
Cacto estriado perforando va lo aciago.


              Abeja zumbadora que buscando va la miel sedosa
              con el picolengua en la corola abierta
              chupa y fertiliza el azahar de flor en flor.

              Zigzagueante gusano que en espirales va gestando
              la matriz en el capullo de su cuerpo difunto
              para abrirse en corola de juguetona mariposa.

              Mariposa primorosa que voladora
              saltimbanquiando va de hoja en hoja
              engulle el néctar de la flor abierta.

Chuparrosa de cuello rojinegro en su infinito aleteo
              clava su aguda y epidérmica aguja
                            en el panal redondo del seminal girasol.


Cacto gigantesco
rey de la vegetación escuálida
de la selva desértica
rodeado de biznagas
de chollas y pitahayas
clavadas tus raíces 
en la sedienta tierra
apuntas tu erecta cabeza
a la bóveda 
de la catedral cósmica.

Arco iris de razas multicoloras
               de este a oeste extiendes tu bóveda.
                               Flecha de guirnaldas engarzada en gotas
                                             como un rayo te disparas y acrisolas.





ROSA MARÍA ESTREMERA [17.884]

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Rosa María Estremera Blanco

Nací en Ceuta en 1966, las luces de los mares de mi infancia iluminaron mi pasión por la palabra.

Desde que en la adolescencia colaboré en una pagina juvenil en el periódico local, hasta la profundización en el psicoanálisis, no he parado de buscar la palabra allí donde la vida habla.

Soy madre ante todo, psicoanalista de profesión y poeta por destino. Estudié piano y danza, fui enfermera militar, estudié relaciones públicas y fui directora de departamento de relaciones públicas. Estudié en la Escuela Española de Psicoanálisis y Psicoterapia. Realicé un Máster en Clínica Psicioanalítica. Asistí a innumerables seminarios y congresos, impartí conferencias y escribí en diversos medios escritos... Lo que me enseñó que no sé nada y que todo está por aprender y volver a cuestionar...

Ha publicado los poemarios:

-"Sinfonías y voces" Ediciones Vitruvio, 2014.
-"El tacto de la luna hiriente" Ediciones Vitruvio, 2015.




“Sinfonías y voces”. Publicado por Editorial Vitruvio.




"Por ese hueco, donde se vislumbra
el paso del tiempo…

 En ese espacio, donde alumbra
La lluvia en invierno.

 Allí, a solas te encontré hace tiempo
y juntos, nos bebimos el momento.

 A solas, descubrimos el llanto eterno.
Juntos: Tú, Yo y el Invierno".

* Poema de la contraportada






Sólo somos palabras que dotamos de sentido y a ellas nos enlazamos.
Palabras que dicen cosas imaginadas y soñadas.
Palabras que nos besan y acunan en un rincón del alma… Que  nos dicen:
“Despertad y descansad en el vacío que llena tu palabra”.





VI LA MUERTE

El goce escondido de un lamento
recordado eternamente entre el amor
y el placer muerto.
Y me encontré reflejada,
capturada por un objetivo lento
entre las reflejadas aguas
del puerto de mi infancia.
En ese sublime instante
vi la muerte descansando
en mi sosiego consciente.
Y aprendí a resguardarme del oleaje,
aprendí a entregarme a los brazos
de aquel puerto sin reproche,
secuestré tus ojos,
y los embalé…
junto a mi vida y mi equipaje.




SER LUZ

Ser luz, luz del reflejo  

luz del viento y del alma.
Luz al nacer,
del renacer…
Luz que caliente por dentro,
por dentro y por fuera del alma.

Ser fuego transportado,
enervado en luz,
enamorado…
profusamente alejado,
fuego entre los campos.. ¡Luz!
Fuego reflejado.

Ser llama salpicada
del fulgor escarpada…
Tronera deslizada
de la mente: sus cimas cansadas.
Luz de mis rejas
luz que enciende, que acaricia y besa.




DESCREÍDA

Como cuando velas la muerte,
dejé encerrado tras
la puerta de mis sueños
las ilusiones desgastadas,
los deseos inacabados,
los anhelos perdidos
por el sendero que anduve.

Como cuando dejas de creer en algo,
dejé olvidado
en el fondo de mi esperanza
aquello que me crea,
que me nombra,
que me miente
y me pertenece.

Como cuando lloras el desamor
y las lágrimas
enturbian tu mente,
dejé de buscarte,
de creerte,
de tenerte…
Desterré tus palabras,
olvidé tu sentido
y traicioné mi alma
mi verso y mi destino.




TE ENCUENTRO

Y de nuevo te encuentro,
esperando un nuevo abrazo,
un nuevo anhelo,
un beso, una palabra más…
un camino, un sendero
un nuevo encuentro,
y para siempre… te quiero.




A VECES... LIBRE

 A veces cambias
 y te conviertes en otra...
 en otra alma,
 en otra palabra.
 A veces sólo eres el aire
 que se escapa, que se mece
 de lejos en la nada.

 A veces se deja todo;
 a veces... nada...

 A veces, las cadenas
 a las que un día te entregaste
 se han hecho llaga en tus manos
 cansadas de arrastrar falsas
 promesas,
 falsos himnos,
 falsos sueños y esperanzas.

 A veces desobediente
 a los dictados esperados
 uno se vuelve,
 y mira asombrado la larga cadena
 que uno mismo ha forjado y mezclado
 con el sudor y la tierra;
 impregnada en el rostro
 después del camino transitado.

 Se decide:

 A veces, sigues caminando
 junto a los falsos ídolos
 esclavizados.

 A veces uno decide:

 ...o escupe la tierra
 y el sudor de sus labios agrietados,
 y sin dudarlo
 rompe las cadenas
 que uno mismo ha buscado;
 ...o se traga la arena seca,
 el sudor y el eslabón usado
 de una cadena esclava
 y sigue llorando, esclavo...

 A veces el hombre sabe ser libre,
 a veces... habrá que comprobarlo...





El tacto de la luna hiriente, Ediciones Vitruvio, número 525 de la Colección Baños del Carmen.



Huele de lejos el agua
que debe juntarse en los cielos,
como a tu cuerpo
y a tu pelo de hojas blancas.
Huele a la tierra herida,
a las lágrimas de tu existencia,
a la dulce desesperanza
que no termina de sucumbir.
Con la fuerza del desasosiego
caen jarrones sin flores
llorando cristales rotos,
sembrando reflejos falaces.
En la fuerza de las centellas,
presta tu voz latido.
Y mis manos como esa jara
se tambalean frente al desprecio.
Huele el campo a aguas distantes,
al caer de tus labios
frescos, a los brotes envueltos
en tu cuerpo de hojas blancas.




Calma inconquistable

Hoy me deseo en esta calma inconquistable,
abrupta al ser. Vencida.

Agarrada a los abismos
de las fortalezas más aguerridas.      

Me imploro en la  inocencia
de los montes más altos
donde las brumas se disipan,
y las cercas laceran sin sentir
los rodeos del pensamiento
asfixiado en cada una de sus letras.

Nada se puede contra
la tajante laxitud de lo inevitable,
tras la pasión incontrolada
que hace crear burbujas
en el cristal
más finamente elaborado.

La placentera quietud de lo conocido
que se eleva
silencioso,
entre las habitaciones que construimos
bajo la presión de la existencia.

Sobrevive. Intacto.
La feroz apetencia de lo amado.



PRESENTACIÓN DE EL TACTO DE LA LUNA HIRIENTE
                                                                                     
(Ediciones Vitruvio, Colección “Baños del Carmen, nº 525;
Madrid, 2015.)

Por ANTONIO DAGANZO 


         A veces el aliento lírico es una “sinfonía expansiva”, que nos evoca aquella gran partitura de idéntico título compuesta por el danés Carl Nielsen; como su tiempo lento, donde la fluencia de la música va ensanchando su cauce, cruzando tierras de panorama diverso, hasta abrirse a un verdadero canto sin palabras, a las sorprendentes y bellísimas vocalizaciones de la soprano y el barítono. Una obra como la que hoy presentamos aquí se inscribe plenamente en tal naturaleza creativa y discursiva. ¿Nos sorprenderá acaso que el libro inaugural de su autora, publicado en 2014 por Ediciones Vitruvio, se titulase, precisamente, Sinfonías y voces? Ahora, sólo un año después, y bajo el mismo sello editorial, la escritora y psicoanalista ceutí afincada en la periferia madrileña Rosa María Estremera presenta El tacto de la luna hiriente, su segundo libro: cincuenta y cuatro nuevos poemas reunidos bajo el epígrafe de “Monólogo de las despedidas y pasiones”, que funcionaría como una suerte de subtítulo para la obra toda. Nuevo trabajo donde la autora nos confirma sus personales búsquedas líricas, su particular progresión y, por supuesto, el venero inagotable de la poesía más intimista para hacer del corazón no necesariamente un fruto amargo, recordando a Ignacio Aldecoa, sino aliento expansivo.

            “La vida de cada hombre es un diario en el que trata de escribir una historia pero escribe otra”. La cita se le debe al escritor escocés James Matthew Barrie, y cierto que resulta, tal cual lo es, un pórtico sumamente evocador para El tacto de la luna hiriente. Porque cuanto hallaremos en el segundo libro de Rosa Estremera es la expresión de una necesidad, la de “susurrar con suavidad en el papel / lo que de mí aún no he aprendido”, que coloca al sujeto poético ante el reto sutil de intentar reconocerse en los márgenes de lo escrito, en la sombra de su árbol vital, en el espejo de su voluntad incumplida, en sus sueños rotos. Los primeros compases del poemario nos dan ya la medida de la iluminadora belleza de tal empresa: “Este calor, que en mí despierta, / rasga un rumor oculto / que se libera como la luz / de aquellos tejados. // Encarnados. Vacíos. / Tiemblo. / Sólo hoy veo, nunca antes”. Y cada uno de los poemas de El tacto de la luna hiriente -entre los cuales, por cierto, la impresión de continuidad resulta notoria en muchos casos-, contribuye a que esa visión se haga, cómo no, más expansiva; a que el reparo de revelar la orografía del dolor, sus escarpadas regiones, desaparezca. “Los despojos perdidos del tiempo / se marcan tallados en las entrañas”, leemos en el poema XIII, y unas páginas antes, los poemas VI y VII se antojan una certera muestra de la nostalgia amorosa. Pues el amor y el desamor, o siendo más exactos, la irrevocable certeza de un amor -“La certeza de quererte siempre / a pesar de las lluvias / y por encima de las tierras / que nos cubren”-, el mineral tenaz de una pasión cuya plenitud no llega a cumplirse -aunque se sueñe trascendida, como en el poema XVIII- va desplegándose aquí como un atlas de derrotas que, no obstante, forja el alma en una lucidez plenamente lírica. Si “hay despedidas que nunca se cumplen / como pasiones que no desaparecen”; si el sujeto poético muestra su desesperación por teñirse “de blancos” para que reflejen en él “los infinitos paisajes”, y además no vacila en declarar, en un momento dado: “Debería esconderme bien y no encontrarme”; pese a todo el lamento legítimo, su voz afirmará sentir “más pasiones que desdichas, / más ilusiones que reproches, / más por buscar que guardar”. De hecho, el mismo sujeto poético que, experimentando “la fuerza del desasosiego”, ve caer “jarrones sin flores / llorando cristales rotos, / sembrando reflejos falaces”, se definirá, bellísimamente, como “la furia de una primavera que se defiende de su fracaso”. Que se defiende del abandono con las armas de la poesía, pues los versos enseñan emociones, fijan el “empuje audaz” del destino y representan el designio de un aprendizaje mayor: “Ambiciono los dulces y tiernos principios / de los versos, que enseñan a evitar / el habla de los hombres embriagados / por sus vanidosas quejas”. Revelador de una gran sensibilidad, investido de la dolorosa dignidad que otorga el apego a cuanto pudimos ser, la integridad del corazón sin esa abdicación última -“Algún día, besaré tu imagen perdida / en la eternidad de este silencio”, leemos en el poema LIII-, El tacto de la luna hiriente constituye, además de la confirmación de Rosa Estremera en el universo de las letras actuales, una hermosa oportunidad para descubrir el poder expansivo de la poesía que no teme al vacío, que refunda el amor por la palabra. 




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MYRIAM BIANCHI [17.885]

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Myriam Bianchi Hernández 

(Montevideo, Uruguay) es poeta, narradora y gestora cultural. Integrante de Casa de Escritores del Uruguay, Emprende Cultura y la Comision de Cultura Hospital Maciel. 

Ha publicado los libros Males celestiales (2004), Trazos misticos (2009), Arabescos Marinos (2011) y Sortilegios Del Tiempo (Artepoética Press Incorporated, 2015. 

Su obra ha sido incluida en varias antologias entre las que se cuentan: Polifonia, Letras Americanas, Voces en las manos. Cuentos con marco, y Je lis un Livre de Poesie, entre otras. Ha recibido varias distinciones entre las que se destacan: Premio Victoria-Reconocimiento en las artes y Difusion de la Cultura, Visitante Ilustre-Municipio San Lorenzo- y Municipio Dorado- Puerto Rico, La Ourensana (Zamora, Mexico) El hombre de los Bosques- Divulgacion de la Obra de Federico Garcia Lorca-Tertulias Lorquianas (Granada, Espana).


Territorio Geográfico

A la bella Puerto Rico

En la ciudad
donde cantan
las piedras
sentí tu aliento fresco
y lo ignoré.
Ruedan por las calles empedradas
las páginas del viento,
vuelan sobre la porfiada
persistencia de la piedra.
Te alejaste lentamente
al no recibir respuesta,
tu débil intento
me dejó vacía.
Yo que fui braza ardiente
mudé al instantes
en cenizas.
Solo guardé de aquel momento
grabados a fuego
tus ojos, de almendra dulce,
Lo demás rueda
sin rumbo cierto
por las calles del
viejo San Juan.
Escapando cobardemente
de la suave brisa
que filtran pasivas
las palmeras
del trópico.


Péndulo

La sinuosa resistencia
de dos cuerpos
que oscilan
casi sin detenerse
me impulsa
al espacio
donde tu recuerdo
afiebrado
humedece
el pudor.


Arrogancia

Usa trajes Armani
es un hombre poderoso,
el mundo gira
alrededor de su podio
desmedrado.
Aunque a veces,
quizás en el resguardo
de la noche,
cuando ya nadie
le rinde pleitesía
se siente derrotado.
Se aísla
del ronroneo constante
de sus adoradores
y a solas
en la amplitud horizontal
se arrolla , el elfo
como en el vientre
de su madre.


Santa Teresa

Llegaste más allá
de los votos convencionales
cuando aprendiste
a amar sin miedos.
Recorrías inmaculada
las calles de Calcuta
acariciando sin temor
Los rostros emocionados
de los enfermos,
quienes supieron del privilegio
de ver antes que otros
tu aura celestial.
Pudiste vivir rodeada
de lujos, elegiste
trocar la burguesía
predicando en La India
del Mahatma Gandi,
de la no violencia.
India del eterno amor,
de la majestuosidad
en los jardines
y del reflejo oscuro
del Taj Mahal,
del Ganges sagrado
de los difuntos
y las lavanderas.
La India plagada
de mística poesía,
aromada de sahumerios
y mirra
de Rabindranath Tagore.
Esa que tú elegiste
la que acunó
tu despojamiento
franciscano.


Trapecistas

Caminamos
en la cuerda floja
limitados
en nuestras acciones,
sujetos
a falsos
convencionalismos
privados
en la libertad
de ser dueños
de nuestros propios
sueños….







CARMEN HERNÁNDEZ REY [17.886]

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CARMEN HERNÁNDEZ REY 

Poeta española, nacida en Villafranca de los Barros, -Badajoz- actualmente vive en Almendralejo.

Miembro de la Unión Nacional de Escritores Españoles.
Lleva varias publicaciones con la Revista La Oruga Azul.
Autora del libro “En la Alborá”.

Publica fundamentalmente en su blog personal
http://musasydiosas.blogspot.com.es/ 

y en Facebook donde administra una página: 
MUJERES POETAS UNIVERSALES.


MUJER ALADDIN

Para el patriarcado nada mejor
que hacer una mujer Aladdin.
¡Por favor! Que sea un poco sumisa,
con alma de paño
-de lágrimas-,
con manos de jabón lagarto,
mujer que se hace escobilla de cloaca
-de varón-.
La mujer purga... pecados
en el confesionario
del patriarcado
donde un dios la engendra
del hueso de un viejo y seco varón.
La mujer Aladdin debe ser la maga
que haga potajes sin garbanzos,
lentejas cocidas
-sin fuego-,
tortillas de patatas
-sin papas-.
Ella, la mujer Aladdin
tiene como deber aprender
bien la lección de su añeja desafección
e indefensión
para que nadie en el mundo varonil
salga perjudicado
en su virreinato de patriarcado femicida.




SIN DENUNCIAS O CON DENUNCIAS...

"Quien te salva si denuncias, si no denuncias que te salva... a salvo ninguna mujer si duerme con homicidas... en público "hombre bueno" en privado apalean y con hachas te quitan la vida" poética extremeña. c.h.r

SIN DENUNCIA O CON DENUNCIAS

Igual te matan.

Nunca alzaste la voz 
ni a esa vida lapidada 
en las manos de quien controlaba
tu tiempo evaporándose
sin pedir -la cuenta por favor-
Nadie escucho tus quejas,
nadie se dio oídos en tus gritos
-solo tu almohada-
¡La cómplice! 
La que aguanta
a tus miedos cuando la noche
avanza.
Regazo preñados, 
adoquín en mano
hacha en la noche
degollada en tus sueño
¡sin quejas!
Mentiras de burdo machista
el suicidio que con él no termina...
Hacha homicida
justicia bananera la que en España
se hace y predica...
Ministro y Corleone
reunidos en sus guaridas...
En la calle los asesinos
machistas tienen libertad
y el hacha homicida
para matar con alevosía
pero... tú mujer
no denuncias,
no lloras en la vía pública
ni dices al ministro
los cientos abusos
sin tuis...
Ni juegas en la banca
de gatos y rato-nes 
de pompas malditas
Tu mujer nunca ganas
aunque reniegues 
y digas
te dirán que mientes 
hasta cuando tengas el hacha
en tus costillas...
Nunca denunciaste...
Graso error fue confiar
creer en el zorro y a salvo 
en tu guarida.

18.8.2015

[Ayer mientras dormía su marido la mato con un hacha, Armilla Granada-España.]



FANTASÍA

Afirmo la catarsis en mis dedos
bajando por  mis manos en una
revolución idólatra,
y gentil
-se adaptan-

Eternizándose en mi pelvis
arengadas a resistir en la cúspide
y planicie, las enarbolo
en una nueva fantasía
-sin denuedo-
las escondo sin indiferencias,
manos persistidas, excitadas
en la lúbrica boca
de mi sur.
Pelvis en este compás
de retórica, sin apremios
-Ellas-
danzando al ritmo erótico
de mis arterias,
sustento, sin resolución...

Fantasía que depuran escuchas
ligan,
deseos y apetitos, sin...
estigmas y signos,
manos que depuran
irreverencias,
a solas y habitadas
ellas...
Amonestan monsergas
son...
catarsis
plus
cuán
perfectas




SOPORTO

"soporto el peso de tus noches -sin mí- como a los días sin mis medias noches, y sin ti... ellas, las que ya no soportan vivir -sin mí-sin ti- y existiéndote, más ya no soportan, me soportan" poética extremeña -chrey-


SOPORTO

Sin palio una cruz
sin credo a unos creencias
sin dogmas a unos actos de fe.
Soporto el peso de una luz
que huye, porque las oscuridad
en simplemente no ver
ni aspirar a ver.
Soporto el in-calculado estigma
que me otorgas
sin pedir,
como si nunca hubiese habido
más noches sin días
o más días en la que desdecir
a la noche.
Otorgando el indeleble peso
de una hormiga haciendo acopio
de subsistencia
¡Ellas saben! lo que es pasar
hambre y tener recovecos
en sus estómagos.
Todos al final terminan
por no soportar el peso
de una comunión
en la cual sin sangre
ni carne quieren hacerte
aséptica.
Yo… que estoy aprendiendo
a no vivir… y a morir
sin ataúd.
porque todo da igual.




El equipaje

"pesa la luz del alba, como pesa la luz crepuscular, como pesa el tren que marcha sabiendo que hay un equipaje que nunca irá a destino... -donde se quiso terminar-" poética extremeña. c.h.r


LA MALETA

Pensó, en la próxima
 parada del tren alguien me recogerá
 y tocará mi asas... -con manos-
fuertes no permitirá que el suelo
 de aquel sucio vagón
 manche mis costados...
 El silbato sonó y el tren resoplando
 Echo humo negro parando en seco...
 Apenas nadie salió del vagón
 Cogió equipaje...
 El tren en segundo y obedeciendo
 de nuevo al sonido anterior
 arrancó, como alma que lleva
 al diablo...

No fue una ni dos...fueron decenas
 de paradas en las que sí
 fueron bajando los pasajeros
 de aquel compartimento y de los adyacentes.
 Poco a poco, la maleta comprobó
 que nadie busca su asidero,
 nadie... intento llevarse aquel
 bulto...
 ¡PENSO! ¿por qué?
 No soy tan grande,
 Llevo poco peso...




EN ESTE MI EQUIPAJE:

Unas gafas de sol
-para el día-
Una chaqueta de hilo
 para cuando refresque
 La tarde
 Unas zapatillas cómodas
 para cuando aprenda a caminar
 -sin prisas...-




¡SON IMPRESCINDIBLES!

¡Ah! Vale, pensó...
-Ya sé-
quizás es eso,
 -la maldita libreta- ella vieja
 ella llena, de tachones
y manchas, y siempre llena
 de tristes recuerdos...
 esos poemas, de amores
 inventados,
llenos de quimeras
 con alguna que otras decepcionen,
este dolor que no cesa,
los miedos
¡la valentía que te ceden!

¿ miedos? Será esto
 lo que tanto pesa...

El tren llegó a un punto muerto
 ese lugar de descanso...
-Vía muerta-
La maleta miró por el cristal
 de aquel vagó,
 sin Reconocerse en ese espacio
 que la contenía...
 calló e intento escribir
 sin saber el nombre
 de su nuevo y triste poema.




LAS REHILANDERAS 

-malas compañías-
Me hacen muecas

¡Válgame dios! que osada
es la pluma que versar
dice que versa
en cada punta de las rehilanderas...

Y válgame por todos 
los molinos de vientos
que escupen vientos
sin molienda
a no ser que sea la cínicas 
palabras que escupen
el grano sin brotar
porque nunca será 
en sus versos primavera.
Y me topo al dar la vuelta
con los madroños de la c
y el oño
que no es de Madariaga
Pobre la prosa que nace
del punto cero
o del agujero negro
por donde nace el rabo
del mono que escanea...
-En fin- 
Hay huecos que van de la cloaca
a la tinta del calamar
y todos con vientos
y sin versos...
De ahí que se intente
ir poniendo 
-huevos- como la tortuga 
en ultramar
o como la gallina cuando 
pone un huevo 
y se cree que ha puesto
el uni-verso
del corta y pega
o del fotomatón 





MIRA

Ahora te sentirás más
seguro
con un solo disparo
una sola bala
has matado
¡Pum! Un tiro en la cabeza
de Giniveth te hizo de golpe
un puro macho...
¡Claro macho de la cabra!
asesino a sueldo
de quien bien paga
dólar maldito
de la sangre inocente
de quien ama y da la cara.
Mira
Ahora mira tu bragueta
no sea que en vez de pene
y huevos tengas
pelotas y salchicha
enlatadas
Sí aquellas que vienen
de la prehistoria bastarda
Maldita sea toda tu casta
asesinos que por moral
y baja conciencia matas
asesinos a sueldo de leyes
sexistas y de homofobias
baratas...




MATO

Con la punta de mi tacón
el dedo que da clip sin medir
el clip que busca la nauseabunda
crítica de la enésima critica
Mato las gaviotas que solo vuelan
sobre la arena de la play
para comer carroña.
Con mi tacón punteo
y el lugar donde un rojo
hizo el nido de la coral...
Ahora piso su cabeza
hasta la misma lengua
y doy paso a su veneno
por muy curativo que sea
su maldita pócima...
Que caigas rayos y centellas
que llueva lagartos
y los cien mil años de karma
se evaporen junto
a quienes utilizan el ratón
para decir que pobre soy
y que mala-buena
Escribirán y tocaran con sus clip
cien inventos en ese mundo
donde la vida huele a ceniza
y víctima.



DÍA DEL ALZHEIMER...

"un día me llamaré, olvido... olvidaré mi nombre y recordaré quien pude ser sin ser Carmen ni Olvido, algún puede que olvide o puede que nunca olvide a Carmen y Olvido" poética extremeña. c.h.r

OLVIDO

Dicen que olvido,
que hasta no recuerdo como caminar
dicen.
Que las manos sirven para coger
el cepillo;
lavarme los dientes, cepillarme
el pelo y...
que olvido, olvido, olvido.
¡No! No olvido aquella mata
de pelos negros, indomables
sobre mis hombros,
hacerme el rulo con el pelo húmedo
para tener un pelo liso, liso...
¡No! no olvido el marfil blanco
de mi boca, la sonrisa rosa,
los labios carmín
-sin artificios-
Dice que mis pies son lentos,
que camino sin ganas
que debo, debo, debo...
¡No! recuerdo que nada debo,
que pagué caro el precio
de vivir,
y, que otras a veces, vivir tuvo un coste
-sin precio-
Olvido dicen, olvidando que mi vida
le falta apenas un segundo
y que olvidar yo no quiera
y que quiera olvidar
aquello que se lleva la tierra
en un suspiro.
Olvido sin olvidar que ayer
era una niña jugando
en la calle aterida de frío
y con el alma mirando
el lejano olvido, y que me hice
vieja, olvidando que olvido.




EL GUADIANA
            
I

Siguen su rumbo...
Se acopla taciturno en las formas
de ese lecho en estío, que me subyuga
Guadiana a su paso por Badajoz hasta la médula.
Mientras sus pedigüeñas aguas  buscan
sueños, otros, de otros
tiempos de lechos silenciados
que ya no reverdecen bajo
arco de Trajano Mérida.sus pestañas, y humedades,
por más que él siga presto en la marcha
hacia la mar,
manos robaron sus márgenes
dejándolas secas de su lluvia.

                
II

Apremia al mismo reloj rebuscando
en el tiempo que le queda
para ser espumas salinera,
sal voluble  a medias entre
gotas de rocío, de nube y marina
marea...
Mi río es esquivo y esconde
su cara a poco de nacer,
como si le diese miedo caminar
se esconde en curso.

                
III

A tientas fluye bravo y silencioso
retornando a la belleza de la tierra
que le coge con cariño, él
es el río más bello del mundo
¡Mi río, sabe de jácaras!
burlón juega con mi hoyuelos
cuando le miro,
en ellos se reconocen,
me hace guiños,
en las plateas irreverente
que nos  observan
envidiosas cuando nos miran.


IV

Me sueña como le sueño,
me llora como le lloro
cuando le siento y me siente
vencida, en el estío,
sin la parte donde las aguas
mecen los versos, aquellas palabras
grises de alba,
las perlas de cantos finos,
ellas que duermen bajo
los puentes Augustos,
y de Palmas,
Mi río transita villas romanas,
pueblitos pequeños
casi vacíos,
ojea de lejos las Percianas
niñas,
pinta de verde a los Almendros
lejos con sus aguas en las nubes.

                
V

Guadiana largo y transitable
a veces ahogadizo, escurridizo,
así es mi río...
el que fluye por mis venas,
el que canta en mi garganta
desbordándose,
calándome esta luna en tocata
y fuga, él me deja
en esta noches su abecedario
de letras,
de silabas, y verbos en vena
garabateando en mi lengua.  

               
VI

Mi río se descalza bajo el puente
donde las golondrina de alas
rotas esconden el frio
de la estepa,
deletrea la canción del pirata
de Espronceda,
le quita el parche del ojo
y presto borda un ala de golondrina 
nueva...
para que cante la canción
del bucanero, la haga cruzar
el mar, sin cantos de taciturnas
sirenas.

                
VII

Mi río apacible y sosegado,
calmoso y escurridizo
peina el tiempo
en las cabelleras de musas,
con sus branquias respira
deidades en retiradas,
y bajo las aguas y en el peculio
del río,
despide al sol revejecido
antes de que las  bardas
se coloreen en la puesta ágil
del curso entre sus puentes
mozárabes y sus damas torretas,
abogadas de nubes
y lagrimoso légamo,
casi quieto,
casi mudo,
de las pilastras
a medio desnudar.



VIII

Aguas de las fuentes que corren
en guiños por las calles
y montañas camino
abajo, 
garantía de ese idilio
del sol en crepúsculo,
de un cuarto de luna
en creciente
bifurcación de arremolinadas

tú mi río Guadiana,
me dejas en las inclemencias
de todas tus caras bellas,
con el gusto de auscultar
la belleza de tus fondos
sin olas,
pero perfecto en su camino,
mi río.







OSIRIS VALLEJO [17.887]

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Osiris Vallejo

Nacido en República Dominicana en 1971, Vallejo reside en Estados Unidos desde 1990. 
Escritor y profesor universitario. Ha publicado los libros Saint Domingue, 2044, poemario con el que obtuvo el premio Letras de Ultramar (2005), que otorga el Ministerio de Cultura de la República Dominicana, y Cicatriz, una colección de cuentos. Ha recibido varios premios literarios por trabajos de ficción, entre ellos el premio internacional de cuentos Casa de Teatro (2003). Tiene una licenciatura en Ciencias Sociales de City College of New York y una Maestría en Literatura Hispánica de North Carolina State University. Osiris Vallejo ha vuelto obtener el premio Letras de Ultramar (2014), esta vez en el género de cuento, por el libro Dimensiones del Espejo.



La hora del insomne (fragmento)

I

Desprendido del sur, desheredado
Por el suelo y la vida que ya no es paraíso,
Muerto el tío César, hecha escombros la abuela,
Fósil ya la memoria del amigo que es sombra,
Dudas, huyes, te pierdes, en ese lago absurdo de vino que hoy es puerta
Que da al mar o al abismo o al llanto o al desierto innombrable
Que es a veces la sala de tu casa.
Ignoras qué espejismos poblarán tu memoria,
O qué fúnebre insecto visitará el insomnio de tus ojos sin luz.


II

La miras desde el fondo de tu íntimo zaguán
Y pronuncias sentencia con la voz que el desierto convirtió en peregrina:
Toma hija esta mano de huesos de cristal,
Petrificado el fuego de tus tres inviernos,
Yo no sé quién vendrá a parir los espejos que reclama la noche.
Sospecho, intuyo, gimo, pero no advierto, no,
Ignoro demasiado.
Esa mano hecha huesos
Que tiendo como un barco
En el umbral desnudo del día que vendrá,
No es cuerda, no es escape
Sino acertijo inútil, signo interrogativo, párpados fijos, muertos,
Que heredé de aquel padre que aunque viva es neblina,
O espuma o espejismo en la penumbra rota del pantano del mundo.


III

Un ay no es amuleto, no es salida, no es ala,
Para escapar del vientre, exiguo, raro, incierto
De este Plutón azul que ayer era y hoy no.
Levantarte y andar como anda todo el mundo,
Por la ruta imprecisa que es eterno regreso
Y no decir que siempre,
Desde el instante roto de ese salto al vacío
De este lago de muertos, cojeas de realidad,
Emerges, naufragas en el cosmos sutil, imperceptible
Y ya casi obsoleto de poetizar la muerte.


IV

Qué acariciable encanto hay en ese perfil
De hombre solo y lejano que eres a cada paso,
Silente, sigiloso, en puntillas,
Dejándote abrazar por hija madre hermano
Sin que adviertan siquiera el olor a derrumbe
La nada la hecatombe de ser desorientado
Que no habita la queja, ni el grito, ni el teatro,
Pero se sabe insomne, muerto, mítico, incierto.


V

Y esa casa vacía que a veces aparece
Como fantasma hermoso que gravita tu sueño,
No volverá a ser tuya como ya lo es del tiempo remoto y sin espejos
Todo es y será polvo.
Búhos, águilas, halcones,
Pueblan el cielo raso del lúgubre aposento.
¿Es acaso posible el eterno retorno
A la oquedad inmensa y virginal de su sótano?
No es hora de mirar ese final de siglo
Ni el remoto existir ni este ahora en tus parpados,
¿Dónde habitar, entonces, qué paredes, qué puerto
Abrazar sin el ay?
…y susurra el misterio.











JIMMY VALDEZ-OSAKU [17.888]

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Jimmy Valdez-Osaku

Mao, Valverde, República Dominicana, 1975. Poeta, dramaturgo, pintor, gestor cultural, comentarista de noticias y articulista de opinión. Estudió Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y tiene un certificado en Economía Política de Henry George School of Social Science. Ha participado en bienales de pintura y exposiciones colectivas en la República Dominicana, Puerto Rico y New York, ciudad ésta donde ha organizado y curado exposiciones colectivas e instalaciones artísticas tales como: “Poetas que pintan”, 2004; “Undertow”, 2012; “6to piso”, 2013; “Te Deum”, 2014, entre otras. 

Ha publicado: Para todos sin importar lo que fumen (poemas, Mao, República Dominicana, 1999); Días enteros para una sopa (poemas, Media Isla Editores, 2010); La redonda peña despeñada (drama, Premio Letras de Ultramar 2009, Editora Nacional, República Dominicana, 2010); Maruja, de ser tú en el desgajo (poemas, New York, 2010) Un fragmento de narrativa, un cuento y varios de sus poemas aparecen en Nostalgias de Arena (antología de escritores de las comunidades dominicanas en los Estados Unidos, Santo Domingo, 2011); Las barcas viejas también se hunden (poemas, La Ovejita Ebooks, New York-España, 2011) Osaku: herrumbre para erigir un hombre vivo (poemas, Urpi Editores, New York, 2012), y; Cadáveres para el tiempo (poemas, Editora Nacional, República Dominicana, 2014). En la actualidad vive en la ciudad de New York donde ha tenido que afanarse la vida en toda suerte de oficios; desde cocinero, carnicero y chófer, hasta peón de construcción e instalador de arte.




Descubro que siempre he estado triste
y que toda la ciudad es una sentencia irrevocable.
Me queda un juego de palomas,
debe haber algo que no se muera.
En Me queda un juego de palomas
Jimmy Valdez



La Insignia, julio del 2006.

II

Si que has cambiado
no tienes el acostumbrado esmalte 
carmesí

ni en tus ojos ya brilla 
la plata de la estaca
que se incendia.

¿Acaso no te molesta mi sonrisa
o es qué el amor que me juraste
lo descubrió otro perro?



Principio

…pues eres polvo, exilio, hombre programado y oscuro, algo que arde fuera de control.

Estoy enfermo, en el desquicio, y por nosotros, con nosotros mismos
inauguro en soledad este libro de semillas, 
esta mesa de pechos planos y el acordeón del quizás
sin tropiezos ni ternuras
porque así lo quiso Dios y a mí también me dio la gana.

Hace tiempo que la luna esta rota
y cargo solo con la cruz y el cuerpo
pero igual me da decir un nosotros
y repetir hasta el cansancio pájaros nuevos
en la bandera.

No te avergüences de este hombre encallado en la arena
el mar no besa tan adentro

ni permito lo festivo de lo que avasalla con desprecio
al niño que juega con el grifo y mete su cabeza en el chorro.

¡Que viva Juárez, coño! 
y desenvaino la espada de madera con la que asusto al mundo

con la que marco la raya, con la que invento
esta protesta de misericordias

esta esperanza de un dos más dos
más uno

que contra todo es nocturno e igual
de bruces.




Bronx, puerta número cinco

El pie que se descalza para abrir la cerradura, un guante de béisbol, la redondez del espejuelo en el silencio de las nanas, el hombre cuyo palacio es un libro gravemente chamuscado, la carne de una mujer, de otra, de muchas.

Un Monet, la sensación a grito, los espectáculos orantes de la blasfemia, nuestra congregación, congregación acostumbrada a beber vino, pero no a fumar, haciendo inevitable que se nos culpe.

Así abordamos los principios, de inutilidad en inutilidad, sabiendo que al marcharnos, que al decir hasta luego, nos íbamos distintos, con otro cuerpo para esculpir nuevas piedras.

Y hemos regresado, y hemos cumplido con los ritos: empezar desde cero cada visita.


Regreso a casa y otros textos

Por Jimmy Valdez


Pepe

Hace ya muchos años que mi madre quiso contarme la llegada de los aviones: Estaba el árbol, la calle, Pepe, la humilde galería con sus dos mecedoras, doña Esperanza, que obligada al trasto prendía un fogón de leña, la radio que transmitía lo histórico del momento, y ese loco galopar de una ciudad sitiada a punto del desplome.
Pepe quería ser guardia, marchaba, corría, iba de gimnasia en gimnasia por toda la avenida. La guardia madrugaba, víctima de los cuarteles, y un gallo de madera se columpiaba a la entrada del chiquero.
Cada esquina estuvo apostada, el general no se rendía, y Pepe, portando un palo, se había puesto al servicio ajeno. ¡Recluta Pepe! y Pepe buscaba el café en las cocinas del barrio. ¡Recluta Pepe! y este hacia lagartijas. ¡Recluta Pepe! y Pepe encaramado en una mata de mango, de coco, comprándoles cigarros, alcanfor, quicio, el saludo repetido como gran pieza…
Y vinieron los aviones, y con ellos los primeros estruendos, la metralla, Pepe que volvía a correr como relámpago, que tropezó con una piedra, que cayó agarrándose una pierna pues algo le quemaba, y el general no tuvo de otras, se rindió.
Pepe se fue mudando del barrio, ya no se le vio correr detrás de la guardia, no quería ser Pepe el recluta, lo que le quemaba la pierna no llegaba a ser bala, ni la herida rampante de su matazo, erase la suave calentura de una mierda muy fresca que con el reperpero un gallinazo soltó.



Mi generación universitaria

Algunos, por ejemplo, hemos optado por el lado menos apuesto de la contienda, y en lo apenas del camino somos sustancia incorpórea. Otros, de cultivados sofismas y asociaciones extrañas, adictos a las exequias en donde se dialoga lo insignificante, tienen rúbricas magnánimas, ejercicios de preventa, amigos del eufemismo. Algunos son de ese modo alocado, se han tatuado con agujas el sexo y son expertos en no meterse con nadie, los hay también escuálidos y no van a la guerra, quieren la paz, el pan, el circo, lo excéntrico de una portada. Existen los del derecho y la banca, obligados a leer a Marx, la revolución francesa, a Roque Dalton, pero siempre ceñidos a la investidura del verdadero capital de sus depósitos. Otros tuvieron peores suertes, viajaron a Praga, a Lucerna, a Roma, y se hicieron carne fresca al alcanzar los aeropuertos. Los hay también viviendo de un tiempo ineludible y reverso, esos que se quedaron en casa, los que se ahogan en la abstracción y sienten que no hay futuro.



El poema persiste. Al pueblo de Jean Léopold Dominique.

Mi silencio se ha regresado por donde vino, como un toro impiadoso de alocadas cornadas la muerte bufó en el corazón más prójimo. Quería guardarme, esculpir, arar el amuleto de la ruptura, ser novela un día, vomitarlo todo en los reinos de este mundo, y supe dedicarle los instantes más cálidos a la historia inconclusa de una cuestión prefabricada.
Pude escribir, lo admito, páginas y páginas de una inédita aventura. Compartir ciertas vísceras, dejar rastros del apalabro, susurros de un secreto a voces, armaba la munición y me quería ajeno, la poesía dura un segundo y muere, el novelista puede pegar la puñalada.
Muy de niño, niño en fuga, cuando la madre servía nuestro pan, él tomaba su parte y escapaba, sólo para comerlo en lo bajo de un rompe viento junto con su amigo, el grandísimo hombre haitiano.
Jamás vi tanto dolor, jamás ha llorado con tanta sed, mi silencio se ha regresado por donde vino, el dolor redunda insensato, abre la tierra, pronuncia marejadas de vértigo, es tan profundo que ha dejado de ser anónimo, expedito, pues el dolor sembró sus rejas y solo en lo poema encuentra voz de auxilio.



Regreso a casa

Todos buscamos un turno, extendemos las manos, pedimos casas para los muertos, bifurcación. Todo se conmuta, quedando a los lados la higuera en su esquelética forma de brasas, los oídos sordos, incluso el albedrío; también a veces calla el viento en años y sólo suena la mesa de los cuervos cebados de piltrafas.
Existe el dolor no humano, la consciencia ferozmente borracha, la mansedumbre ecuménica, los muérdagos de tribunas, a los cuales se les ha trepado el mapa de lo horrendo como si se tratase de una galleta de barro invadida por hormigas.



La poesía no le sirve a nadie, estamos muertos

Existe la suerte del día, la mía es levantarme con la cabeza llena de pájaros: Doy los días a la asfixia, al primer trasto en el pasillo, a los números en rojo, al contrabando de perversas resinas, a lo rival de este corazón tuerto, vejestorio, reptil malhumorado, incapaz de góndolas, clavado por lo lastre de las indiferencias, lo que grita y no resplandece, pues de tantas oscuridades se ha llenado la casa que hacer señales de humo emana en lo desacierto.Vivo la noche cuadrada, trescientos sesenta y cinco cubos al año, y apenas he sido lo revuelto, el belicista de las bombas en racimo, príncipe de este antro, fecundo como el moho, manchando las paredes, las sábanas, el estribillo que ya produce nauseas, el formato originar de este culo de mundo que aún osa merecerse las odas.
A estas alturas en la que he donado parte de mi cuerpo a la ciencia, vísceras y cerebro, corazón incluido, pues el resto, desde el tobillo hasta el cráneo irán a parar a la primera fábrica de embutidos que se digne, lo que menos quiero es alarde, ya quisiera tener la voz suave y certera del que responde a los reproches de la serpiente sacándole la lengua.



Poema para Lucia

Justo en el punto ineludible de una huelga general, de algún modo lujuria, dueño de tu cintura, estrepitoso como los estragos, recobro al fantasma del soldadito de plomo, ya muy obeso, fecundo de gratitud, para jugar con él a que conquisto al mundo y se incendia la ciudad.
Cayó Moscú y queda la plaza roja, el gigantesco esqueleto de una lagartija. Apenas es la metrópoli del primer ministro en la que instalaron bares para ver el fútbol. Me preguntas qué soy para ti: La casucha de bloques del muy astuto cerdito.




No tengo credenciales

Tuve un oficio medio solemne: Bañaba muertos, colocaba altares y me alquilaba de doliente en aquellos casos que no vienen al ruedo… También fui juglar en taparetes, Sancho del municipio, trasto mandadero, incesante músculo de carretilla, como un junco de sol a sol, persistente, ceñido al ijar de lo barundo. ¿Qué más que mansedumbre para ganarle el pan al asombro, al rendir de cuentas?
Puedo confesarte, si acaso sirviese para algo, que estuve enamorado de la hija de la dentista. Es que yo era muy poca cosa y la madre me aplastó de una zancada. En fin sobreviví al suicidio, a la manguera rota en dos que no aguantó otro minuto de tan vieja y tostada. Allí fue donde te inventaste, de una herida mulata y de los cuentos de Bosch, donde maldije a los amos. Treinta y tantos años de indigencia y una sola mañana para rememorar las mil esquirlas de un primer poema desterrado.
Esa mañana, en la que intentaba derribar a un elefante, tropecé con los hierros del arado. Mi abuelo despertó temprano, no hubo agua para la sed, para sus ojos, y (me) enfermé de temores, vi a mi madre en el pasillo con la misma ropa de ayer mientras fumaba, estaba tan sola, líquida, amarga, deseándose la muerte, parecía sostenida en su propia sombra.
Esa mañana, al salir de casa, llevando conmigo esta historia, me hundí de amargo en la ciudad.



Papeles de la revolución

El antiguo rompe viento levantaba la calzada. Sus raíces penetraron las paredes y abrían como un rejón las columnas inclinadas de la vieja fortaleza. Podíamos escaparnos en el recreo, jugar a la guerra, corretear a los lagartos y darle caza con nuestros tiradores a las tórtolas arroceras y a los sapos en el arroyo. Éramos de la pandilla, los pequeños malvados. Desde el puente hasta la breña, cruzando la fábrica de block, los transformadores, el callejón de la guayaba, y la Colonia.
Llegábamos a pie, en el burro, de bola en la bartola, la vieja nave chevy del recordado Ciprian; chofer de los finqueros y popular abusador de nuestros miedos. -Ciprian solía acelerar el destartalado armatrote hasta el pitonear del mofle. Volábamos a la compuerta, nos tirábamos en su catre e íbamos orinándonos de lo atropellado en la maldad del acostumbrado enano y diablete.-
La llamada escuela grande, los profes cucaramangaros, la cisterna letrinada y el millón de gusarapos azuletes de tan robustos. Los roídos pantalones y pa’ mi casa con el boquete por brincar de una lado al otro y sin tener calzoncillos. Entonces fue cuando los vi, tomé los rumbos del canal, quería jondearme en la chorrera, cogerlo suave, nataguear con las patotas en los muros enrejados para luego subirme a los cocotales más pequeños en la finca del don Darío:
Estaban sepultándolo, eran tres y ninguno conocido. Vi las palas, los esfuerzos, el bulto amadrinado y el santo enterron del supuesto. Casi me caico, tanto monte, tal la sorpresa… cuando se alejaban, quise descender, averiguar lo visto, seguir a los mandrilos y luego chismoseárselo al mundo como la costumbre de nuestra casta.
Pero uno de ellos se devolvió, regresaba para tapar con pencas y charamicos la negrura de la tierra, lo movido. Me doble un tobillo, aguanté el grito; tirado en el suelo quedé quietecito, con el pecho pelado del apurón por bajar la palma y el pie comenzando a inflarse y ponerse morado.
No me pescó, cruzó muy apurado recogiendo jícaras y yaguas podridas. Las arrojó sobre el entierro y luego huyó buscando el camino trazado por sus socios.
Como pude salí a la jaida del camino. El susto podía más que los hincones del pie, que la segurísima paliza de papá y que los revenconazos posibles de mi madre al enterarse de que abandoné el deplorado cuaderno Petete, bajo las mayas limítrofes del fundo.
Fue cuando vi a la bartola, lejos, pero innegable. ¡Ciprian, como la honda ei diablo! Enderezando curvas, machacando piedras, levantando nubes asfixiantes, todo él y sus frutos…
Me reconoció, disminuyó la marcha, paró un poco antes del montón que hacia orilla y me voceó los acostumbrados motes al muchacho bellaco que se quedará bruto por escaparse de la escuela.
-Que se hablará con el compadre, que patatín que patatán, y que yo, para el momento como una magdalena, mocoso y con el cielo abierto por el rescate, iba a saber lo que era bueno con un chucho mojao.-
Y al abrir la bocaza, le conté las razones, las mitades del fondillo, la mata de coco y lo enterrao pa’ réquiem eterno entre lo de Darío Tió y las matas de samán. Luego, direitico hasta mi casa, recibido a cocotazos y con la encomienda de no decir ni pio.
Pero se supo, llegó la guardia, me llevaron con Ciprian y desenterraron el bulto. Mi papá nos traicionó, se fue de jablador con los del puesto y pa las cinco estaba de vuelta en la montería. Diez pistolas, quinces fusiles, granadas de mano y cuchomil papeles dizque de la revolución, con algunos pesos de ñapa.
A los pocos días fusilaron a los hijos de Ciprian. La maldita universidad los había dañado.



Fulana

Por el umbral, lo mismo que las siguiriyas en sus memorias del amor bonito, confieso haberme quebrado una pata tratando de aguaitai la piel morena de sus encantos. Me subí en la mata, parida a botar de tantos mangos, sin nunca imaginar el reperpero. Si llegó solita al rio, como en un acechón de los acostumbrados. Se quitó la ropa, lanzó el vestido, se fue metiendo entre las lilas orilladas en el recodo. Y yo allí, desde lo alto, con una mano abrazada al palo y la otra en las puras diligencias del momento.
¡Qué iba a imaginar lo del avispero! Si me agarraron de improviso. Nunca vi el jodido panal y vaya usted a saber…
Lo que me duele no son los remiendos, ni los raspones cruzados sobre las costillas. Es que me vio desprenderme y cuando vino en mi ayuda, ahí mismo comprendió lo que yo hacía.
Ahora no me quiere ver. Se lo ha dicho a mamá: Dizque que ya estoy muy grande pa que me cuiden. Que usted y to semos unos depravados y una recua más de habladurías. ¿Usted cree papá que no regrese?



EDGAR OCTAVIO CARRILLO DÍAZ [17.889]

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EDGAR OCTAVIO CARRILLO DÍAZ

Médico ecuatoriano nacido en Riobamba, Ecuador el 23 de agosto de 1949. Cursó estudios superiores de Medicina en la Universidad Central de Ecuador y de la especialidad de Nefrología en el Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez  y Universidad Autónoma de México D.F. Reside en Quito. Ha sido docente de las Facultades de Medicina de la Universidad Central del Ecuador, Universidad Católica de Quito y fundador docente de la Facultad de Ciencias de la Salud Eugenio Espejo de la UTE.
Editor de la Revista Enrique Garcés (1994). Autor del libro Problemas en Medicina Interna (2001). Primera Mención en Concurso del Relato de la Alianza Francesa Riobamba (1965). Primera Mención en Concurso de Poesía de Colegio de Médicos de Pichincha (2002).



ENCARAMADO

Al parecer siempre llegué atrasado
a la caleta del tiempo,
nunca recalé en su lecho,
me quedé derrapado 
y dormido en el hielo de afuera.

Se me negó el acceso al espacio 
de las interpelaciones;
un mendaz “para siempre” nutrió
el intemporal lenguaje que he cocido 
para amortizar la risa y el suplicio,
para almacenar en mi despensa 
el nombre de las cosas.

¿Acaso Cronos dispuso 
que me deslizara  en el mismo vagón
y en el viaje de los acogidos
solo para macerar las huellas
de mis dígitos 
y obligarme a calcinar los días antiguos?

Siempre estuve cerca de la fiesta, 
vistiendo a la esperanza descolorida
pero no fui admitido porque no tuve traje
o me quedé impensado
deglutiendo los sueños derramados
en la banqueta, 
porque estoy hecho de atrasos,
de comidas quemadas
y de horas recogidas de ayer.

Aún no estoy listo para tragar
la amarga certidumbre remordida
en la puerta hermética
que impidió
el traslado puntual de mi anatomía.




EL CRIMEN DEL DÍA

Están muriendo a cuchilladas los parientes del día.

Aunque han tomado el derroche de la noche 
como adarga infinita,
no han logrado preservar
sus trashumantes cuerpos, azul-violeta, 
de los portentosos venablos de luz.

La espada arrogante, acaudalada de bríos,
se deshizo en el filo gélido nocturno
y revocó su voz decisiva 

Malevos aparceros,
lancinados por el frío,
acudieron a la misa arrumada
que trancaba la puerta del otro día

nunca arribaron;
fueron esparcidos en la explanada
y la montaña. 

Se desconoce por qué revolvieron
sus trajes funerarios 
ni por qué embarcaron
en el carromato del silencio
su osamenta calcinada y otras cenizas

Ya no flotan las ataduras
que traían muertos acumulados en el frío,
y la estratagema de la noche,
para expiar el crimen
y birlar las muertes planificadas
del siguiente día,
fue esculpir sobre la rosa y el tulipán obscuro,
la transparente rima del rocío.



UN ANTICIPO 

He muerto cuando parió el tiempo
entre la última oscuridad de diciembre
y la intromisión extranjera del nuevo día 

he muerto pero a medias
porque, muerto hoy, 
me queda aún la mitad
para otras jornadas

así puedo deglutir por plazos
   la causa fatal
que ha zaherido 
con rehilete desgarrador
la fibra más resistente del pecho.

Hijo, la muerte de esta noche
-que nadie descubrió-, 
me ha dolido 
por aviesa y retardataria 

me dio en el dolor más lerdo,
en el que no cesa con analgésicos:

dolor abrasivo sube por las manos y vértebras
no sé hasta dónde llegue; 
no sé por qué las algias 
poseen mis huesos todavía 
si los nervios están deshilachados

Efigie siniestra que taja la felicidad,
la he visto pasar junto a nuestra mesa
salpicando su mordaz tósigo
en el plato de la desventura.

No debía ocultarme todavía,
me restaba 
saborear el jugo de las naranjas matutinas,
recoger las tormentas esparcidas,
empedrar los caminos que se abrieron sin medida 
con mayor celeridad que la hégira
que yo creía mía.

He ensayado hoy  la cita inexorable.

¿Estoy listo o debo esperar 
el acta que autoriza mi funeral?



EL PASADO DE MIS CUENTAS

Si dejé de ser menor 
fue para holgazanear
con pantalones largos,
para reclutar
los momentos de la aurora
y los que me despertaban
con tambores de luz
agazapados a la vuelta de la tarde.

Porque antes de que la noche
arrastré mis edades
marché en las elevadas
espículas de pensamientos ajenos,

subí y baje por otras voces. 

No fui ni parte 
ni arte
sino curioso colibrí
que pinzó el conocimiento.

Emprendí el abecedario,
absorto en el sortilegio
de las lámpadarias luciérnagas
del crepúsculo
y la fragancia  métrica
del plátano frito.

En el intento de ser mayor
me trocé las muñecas
de tanto meter las manos
entre las romas respuestas
y sacudir las puertas secas.

No descifré la melancolía
pero la acompañé solidario
hasta que, cansada,
agotó la mirada 
desde su cofre de sándalo.

No he podido vivir para vivirme
solo me invadí
para tocar –curioso-, 
el retablo de la soledad,
sin saber
si fue la cola
o el principio
porque la atravesé
con pespunte,
en la seguridad
de que no se desdoblara

Tejí de ancho el ímpetu
por encontrar las luces
y dejé correr mis dedos
impidiendo que se agobien,
o se inmueblen
en los recodos de la oscuridad.

Me busqué 
en otras piernas
entrenadas 
en no perder el sur
y alejarse del hemisferio
de los deshielos;
me incliné al lado izquierdo
porque el derecho
es antipático
y helminto antiálmico;
desde entonces,
aunque no camino gualingo,
siento que me observan
los ojos azules de la ira.

Cuando no me he inventado
siempre,
siempre he sido mitad cierto
y mitad inesperado.

Aquí estoy, a la larga,
pensando
en ninguna muerte,
mirando 
solamente los tribunales de los lirios 
y las muescas
en los codos de mi cacha.

Sé que estoy corriendo
hacia el olvido
pero muero por saber
que no me he olvidado
mientras miro el espejo
pleno de vaho
y de mordazas

….

No me voy
porque estoy cantando,
porque los pianos 
y la fiesta no han cesado al medio día,
aunque sienta el cetro
de laurel y de eucalipto
ajustando la medida saludable
de mi cintura

o tal vez ya me fui 
y solamente mi cerebro calcificado,
vibrando, 
Insiste en golpearse
con la vida restituida.




JUAN

Después de leer la poesía
he comprendido
como la muerte,
siempre, le cerca a picotazos
y Gelman la rejonea 
con alcurnia.

Dentro de la poesía
voy conociendo
por qué inventó 
la soledad
descuartizada
poniendo entre hoja 
y hoja
decenares de rosas 
disecadas.

Detrás de la poesía
veo a Juan con un tajo 
transparente
para estudiar el corazón
partido,
horado de las balas
criminales.

Bajo la poesía
está Juan Gelman
cabalgando en la cresta
de la inmunda,
subhumana
agresión de la soldadesca
invertebrada.

Delante
está la poesía
de Juan Gelman
que no oculta 
la sierpe venenosa;
no muerde la vileza,
no ciñe el seño
ante los opulentos alfiles
del tormento.

Ahí está Juan Gelman
el acicalado enterrador
del sufrimiento, 
el críptico resucitador
de todos los retazos de la vida
extraviada.

Arriba de la poesía
no hay más ladridos de perros
enrabiados;
están enterrados 
los carnívoros asalariados,

solo está la voz erguida
y el alma ebúrnea
de Juan Gelman



ENCUENTRO VERDE

La tarde atraviesa de sol
el horizonte marino
y la sofocada colina
que reclama la espiración del mar.

Dos gigantes verdes
que parecían dormidos en la cima
-ahora insuflados por la briza-,
someten a un juego lúbrico 
su anatomía vegetal.

Los que miran
con ojos agazapados
bajo la orden incandescente de la luz, 
no se percatan
de esta intimidad inagotable;

la impavidez abre la puerta,
para la flecha azul que corta
a ratos la hora dormitada 

aspiro  las fragantes 
exhalaciones  del azul distante
como un pedazo de pez 
  volado,  
como una triza
  de aire

en el trastabillar de mirar
vuelvo mis ojos al verde excitado, 
a los abanicos de pluma verde
que abofetean el aire
  y se acarician
hasta quedar exánimes.

El baile de la altura
parece detenerse

¿sucumbieron los ímpetus
de la hormona subterránea?  

Están durmiendo:
rezuman su fragancia
caliente como infierno:

éxtasis vegetal.

No hay finiquito 
solo el bostezo perenne
de sus grutas axilares

vuelven 
los gestos glaucos
de  natura pulsátil,
el desinhibido placer
de arrebatar con sus yemas digitales
mil poses estudiadas
en el cenáculo conyugal 

no hay cabezas,
nunca piernas
solo manto de alas desplegadas

¡qué ritmo!
¡qué danza!
¡qué talles!

suplantación perfecta:
escamoteada animalidad.
HOY ES SEPTIEMBRE 11

han girado cuarenta onces
en la arena del tiempo,
desde Chile hasta todos los meridianos
                               y latitudes

En cada vuelta se espera 
-como en un tambor amartillado-,
la sentencia para los blattodeos 
que infestaron Suramérica.

               
II

Las cucarachas hostigadas
por el repudio crispado 
se revuelven en sus guaridas;
no se las ve en la fiesta de gala
ni en los retretes.

Un sujeto hospedado en una esquina
del aniversario
propala el rumor de su extinción

-Los testigos, que las conocieron
en el Pangea y Panthalassa,
no aceptan la faloria-

disculpe asté señor
-rezonga un mexicano presente-,
la falluca de la cucaracha extinta  
es otra chingada bola

¿será  -dice un paisa-
que se devolvieron por miedo?

de qué miedo hablás
-Le riposta un che engreído-,
la cepa que habita en el cono sur
es valiente y engreída

-interviene un roto sardónico-, 
excepto cuando las exportaron 
a la Guerra de las Malvinas.

                    
III

Preocupados entomólogos 
se han procurado todos los “wikiLeaks” 
caligrafiados por las mariposas del medio día
para rastrear sus escondrijos.


Un diputado entrevistado en CNN (Chile)
cree firmemente que los blattodeos
ahora -por arte de magia-, son inofensivos,
que deberían ser presentados en sociedad
por cumplir 40 años

ese ciudadano desmemoriado
pretende untar con miel
las atribuladas barricadas mentales
recostadas todavía en cada gramo de tierra araucana

todos los acicalados perdonavidas
olvidan que el mundo es testigo irrefutable
del asesinato vil
de Salvador, de Víctor, de Schneider, de Prats, 
-de Pedro, de Martín y de José-,
de cuarenta mil víctimas documentadas 
en la nébula nauseabunda 
que contaminó el aire puro de América. 

Neruda, consultado en Isla Negra, 
se ha mostrado prudente
por conocer si las susodichas 
no habrían sido autorizadas
por la derecha    derecha
o por la izquierda    olvidadiza
para montarse en su féretro,
para devorar las últimas polillas.

Las viejas sabandijas
-hoy arrumadas en Las Condes-,
que exportaron a la calle
las bullangueras ollas de la cocina, 
se rehúsan a aceptar que las cucarachas 
se den por vencidas

-¡cómo!

jamás se mostraron contritas
ante la barbarie irracional
ejecutada en estadios y parques
por el amancebado carnicero 
que hedía bajo la sábana.  

                
                         
IV

-Todo está tranquilo-
respondió la cucaracha mandinga (la que manda)
ante un requerimiento informativo de la CIA,
al tiempo de retirarse el casco
y colocarse los audífonos 

creyeron consumado el objetivo:
alfombrar con patriotas muertos
el callejón de los Mapuche;
las astutas congregadas en Santiago y Valparaíso
garantizaron que tras cercenar el brazo izquierdo
    estaría muerto el pensamiento, 
que la voz se ahogaría en los ríos de sangre;

le cargaron de inocencia al infamante atracón,

asumieron que podían exhibirse sin inhibiciones 
frente a los seres humanos.

Creyeron que su repulsiva presencia
podría ser camuflada con pelambre de simio;
que en la extensión de las botas
calzaría la uña larga,
que el insecticida que restaba en la solapa
podría pasar por fragancia.

    
                       
V

Gregorio Samsa  despertó esta mañana
-otra vez sobresaltado-,
empezó por narrar como en   su sueño 
los blattodeos se habían convertido en humanos.




RAY CONNIFF AND ME

El medio día se hastió de tropezarse
con la niebla que -lila y lujuriante-,
se enmarañaba en los cristales 
transparentes de la tarde.

A paso lento y a regañadientes,
la luz
abordó la tartana del recogimiento.

La puesta está en la mesa del escribiente, 
en el pósito mortecino del quinqué,
en el frío que rezuman las rendijas
y en la levitación magnificente:
Ray, sobre   Los blancos riscos de Dover.

He vuelto desde el medio siglo 
para recorrer la música desde las raíces,
para revisar el imberbe prontuario de versos
y restaurar la residencia del idilio primigenio.

Me veo en el de entonces: 
enfilado el cuerpo
desde la rigurosa precariedad
hasta el tercio incompleto de la dicha,
ávido por saber qué quedó 
en el espesor del tiempo;

tropiezo con mis piernas 
que se mueven más que las que tengo
en cuanto calzo estos pensamientos
en los zapatos que caminaban 
y  ahora  Baila (n) Luciérnaga.
Las teclas y el trombón
someten  mi pecho
al insaciable repaso por la saudade
que danza en el tablado frío
o se empina hasta el techo terso.

Pido silencio a las voces que no escucho
para ensortijar de sueños mi cabeza;

veo como se alarga mi torso en la silleta
y empuja una mano desde las sombras
para palpar las primeras teclas,
toma la impronta del verbo primo,
bisbisea la prístina receta
decantada al viento;

busca -a tientas-
en los cajones de la torpeza 
un apero para desgonzar las charnelas 
que protegen la senectud de la tristeza;

explora, con el ansia triturada,
palabras para colgarlas en el péndulo
que seduce a las horas ebrias de silencio
y a la iniciada invasión de los cucuruchos del alba;

al fin consigue hacer caminar -incólume-,
a  la sierpe cilíndrica de un verso,
pero no a la ristra alborotada de introspectos;

Ray reafirma:  Too Young

Ya vuelto a la vida matutina,
empiezan por erizarse algunas respuestas
en la piel de   antiguas tormentas,
solo que es la hora de salida del envejecido concierto…

Ray advierte:  you are Stranger in paradise




INSTANCIA DEL AUSENTE

En el revés de la retina
debería estar resguardado
aquel embozo de ambigua soledumbre:
in-forma fugaz, 
in-vitada repetida y repelida. 

Torcer la vida para retro-mirar
el daguerrotipo del ausente
o restituir, en el hospital viejo,
la hora vesperal en cinco de diciembre. 

En el rielar fluorescente
de las pisadas recostadas 
se decanta la visita trashumante
archivada
en aquellas tardes in-olvidadas. 

La memoria coetánea de los espectros, 
que todavía pululan por el pabellón 1A,
develó el rostro zaino de las botas
tecleando en el tablado 
su atildado compás.

Nadie lo vio,
no hay fe de su vigencia,
le tiñó la transparencia,
solo trasudó desolación
pero su abultada sobaquera
delató el goteo 
de Cien Sonetos de Amor.


El trasgo personaje
estaría licuando la silueta  
hasta que su lacónico acertijo
se esfumó en el hospicio temporario

…¿visitaría alguna fábula in-temporal?

Hasta ahí la revelación
de los chivatos del pasado:
cada cinco de diciembre
se sentaban en la puerta entornada de la tarde
para examinar 
-a hurtadillas-,
la visita que, enajenada, hacía caminatas
en las aceras residenciales de la enfermedad.


Un día desapareció el disfraz decadente,
y la enigmática urdimbre
creció -desnuda-, solamente en la cuenta gutural
emparedada en el silencio. 

Hace unos determinados del tiempo
la descubrí por su facies melancólica
y en la luna de sus relojes hipocráticos
que marcaban senda hora de diciembre.

Mientras huía de la flagrancia 
escondió en el lipoma de su espalda
las preservadas hebras del traje
que vistió durante el legendario
aquelarre pactado con la soledad…

se suscitó otra vez la transparencia:
¿instante mágico de la hora
o fullero ilusionismo del ausente?



RESCATE *

                         
I

Atascada el alma en las calles del Distrito
-ofuscada por el tráfico de pensamientos-,
al cuerpo ya no le muerden las tenazas de la ciudad,
se han desecado las untuosidades opresivas
en la Calzada de Tlalpan.

                          
II

El cuerpo se fue cuando perecieron
los escuincles azules que dosificaban la angustia
en el inventario gaseoso de los días

el alma -al parecer- quedó atrapada
en el frontispicio escarlata de ladrillos, 
en el revoltijo inerme de sábanas y mandiles;
  habría muerto
a no ser la implosión de sus cuerdas vocales;
  
aguardó siempre el arribo de la vendetta:
    tirar la risa más aviesa 
sobre el chasquido imperfecto
remordido en los huesos del cuerpo viejo,
barrunto de cobardía.  

el alma habría dicho que su trajín 
en las décadas de estancamiento
todavía es un dolor doliente, no el disfraz 
coagulado en tanto pensamiento.   

                            
III

El cuerpo ha vuelto, impelido
por la cruenta mutación 
de su medieval obsecuencia
para dislocar la articulada celada del temor

el cuerpo nuevo con células antiguas 
está caminando en el claustro del INC
mientras se somete -de nueva cuenta-
al resquemor añejo

los ojos de la compañera expectante
-que escrutan la vida-,
no han avistado indicios
 del   malevo   intimidador

el cuerpo demanda hurgar en los escondrijos
del aire que circula todavía 
entre las bisagras y lame las puertas lisas

…no hay evidencias que recoger

los fantasmas se fueron muertos de riza
llevándose en su correría 
el siniestro cifrado: “radio Mundo…México” 
y las tardes que succionaron el hambre 
y gotearon ansiedad.

                            
IV

Me acompaña la viajera implantada en ristre,   
el cuerpo y la voz que hace fisga     
con mis atormentados entuertos;  
engreída libélula que distiende mi irrealidad, 
hace llana la inveterada dificultad para abrir puertas
y retira de los herrajes
   la pátina de incertidumbre:

no hay muerto, no hubo balacera;
ni  lanzas atascadas en algún pecho
-concluye la compañera que no entiende
la razón de la pavura decadenaria-,

solo el retorno del pulcinella  sin ritmo
para embaucar a los testigos interinos.

                             
V

Y es el reencuentro.
   Platican alma y cuerpo,
fuerzan una respuesta a la dimensión inextricable 
que los dejó maltrechos por treinta años y sus días:

a poco  puedes deshacer estos retículos
y extraerme de esta celda corroída
                   -dice el alma con voz contaminada-,

-Duda el cuerpo-:
¿eres una ninfa insertada entre mis dedos
para burlar las aduanas 
  escrutadoras de la dignidad,
o eres la femme innominata 
que aún resguarda  a su crio envilecido?

¡Qué canijo!… te fuiste sin  mí,  has olvidado
que dejaste empapelada tu existencia tras la puerta
y cortaste los hilos de la espera
                                              -responde el alma en actitud de protesta-
  
    solo me fui hasta el  barbecho
para acomodar los recuerdos
en el parlamento de las estrellas
                              -se resguarda el cuerpo-

                                         
VI

Yo 
   -intervengo-

he vuelto sobre mis huellas enmohecidas,
regresé por liberar a la tozuda enclaustrada
de la perniciosa exudación de las paredes,
de la marcha impersonal de los comensales
 del tiempo blanco,
del  aire ocioso de la biblioteca;  

el retorno híbrido encuentra al temor
listo para asaltar mi brida y al jamelgo,
para asir mis tegumentos trasladados desde Quito
y engullir los dedos apilados
    en contar los escuincles del tiempo;
                     ( 977´ 270. 447 segundos) 

alma y cuerpo les conmino
a liberarse de sus ataduras
porque yo ya he depuesto
al espectral centinela de la gazmoñería;
he derrocado los puentes levadizos,
y las almenas están frígidas.  
                       
                                  
VII

No hay fiesta ni epinicios
en el regreso escabroso
hacia el nido derruido 
de Chimaltocoyotl y Toriello

es una tarde amarilla y soporosa
que camina con mis zapatos extranjeros 
en el callejón del aire muerto
preguntandose para qué he vuelto 

esta vez no arrastro las letras de la ciencia
apretadas en las petacas
pesadas como catedrales,
ni el ensayo de aquella pueril soledad

las almas  que residen en el parque
atraviesan mi translúcida marcha,
y el asiento de piedra sucia
no recuerda la temperatura de mi carne 

se ha muerto el perfume verde
soterrado en las raíces del parque;
solo descubro el sudor oxidado de los domingos,
-solícitamente solitarios-, 
que se quedaron colgados en las ramas

a mi espalda están los días arrumados 
rayendo los alvéolos de la casa

vuelvo a sentir
la dificultad del aire.


VIII

Dos mujeres luminosas
m e  embarcan en una media limusina
para recoger en las calles apelmazadas (del Zócalo),
la música de cada esquina
y la fragancia intacta del aire
que aturde la piel y eriza la memoria.       

Mi pie, sobre el adoquín inerte,
demanda las pisadas que dejó al resguardo
del arcón  de pedrería azul,
      velador de los siglos;
resucitan los momentos archivados 
de aquella tarde tiznada por la lluvia
en la retina dislocada que no miraba
ni pensaba;

mi pie derecho, timorato
es arrastrado inánime a la plaza Garibaldi, 
le pringan las luces amarillas del ocaso
y aturdido fuga por el eje aplanado; (Lázaro Cárdenas)
el pie izquierdo, buscón de magias,
                  visita la calle Virginia Fábregas  40
se pierde seducido por el "Perfume de Gardenia" 
en la magnitud irrefutable de la Sonora Santanera.


IX

Alma y cuerpo: 

ustedes residieron en las páginas
de esta historia desguarnecida,
hay pocas claves para encontrarlos,
solamente se percibe el hálito 
y las huellas transparentes de sus pasos;  

hoy sé que no estoy  aquí por vuestro rescate,
     vine a tomar 
el espacio que ocuparon mi frente y las agallas,
     a saborear 
el Sausa Conmemorativo enterrado a  treinta pasos,
     a escuchar
la voz intacta de los ídolos, activadores de mi alma 

¿o soy un embustero flagrante?    

* Visita al Instituto Nacional de Cardiología (INC) y Teatro “San Rafael” 
Obra: "Perfume de Gardenias". México D.F. Agosto – 2011 




ME GUSTAN TUS PIES

Me gustan tus pies
desde que, caminando,
conminaron    a mi retina
para descifrar tu ineludible anatomía.

Me gustan tus pies
desde los tacones sumergidos en el río
y el vértigo contemplativo
de su transparente vestidura ámbar.

Brotaron como barcos
inmersos en alguna galaxia submarina
y cuando perdieron sus amarras umbilicales,
volcaron en el mundo su esbelto brillo.

De ellos saltó el agua
que galvanizó el relámpago en tu sombra,
trocó tu voz de libélula,
engarzó la inagotable llamarada.

Desde la tersa arena
se empinaron los muslos y los copihues,
las uvas somnolientas,
el subyugante recorrido del durazno.

Desde esa mina fluida,
subió y bajo la lluvia
que nos acogió para siempre
entre sus hilos invisibles.

Mil dibujos encendidos,
prendieron en mi pecho
las huellas seductoras
de su fugaz presencia vespertina.

Entonces la persecución por persuadirlos
se desató en la calle,
se ocultó bajo manteles y mesas,
atravesó atmósferas y climas.

Por fin, cuando míos,
otros pies descalzos
habían llegado por tu sangre
para insertarse en nuestros caminos.

Pero hoy no tengo tus pies,
no tengo canto;
la aurora que los parió
está ensombrecida 
y la furiosa tiniebla
que me olfatea,
ondea su repentina resaca.

Hoy no me gustan tus pies
porque se han ido. 



RINCÓN TENDIDO 
EN EL SILENCIO SUBTERRÁNEO

Tu piel ardiente, calle de fuego,
se tiende, extendida pista;
mis dedos diletantes 
se detienen ofuscados,
no se han untado del pulso de tu risa.

Tensa cuerda de placer,
el abandono desmanteló el arpegio
y arrugó la partitura
no hay fórmula para despertar tu codicia.

Para emprender con la nueva toccata
comienza por denunciar
el secreto avasallante 
que quiere desbordar tu cuerpo,

no temas al encuentro 
ni a esclavizarte con la vida.

¡Voy a buscar tocarte!. 



LA GACELA YA ESTÁ CRECIDA

Fue una hora luminosa
cuando le sobrevino al mundo
una ola arrolladora
de purísima savia salvaje.

Con poder no conocido ni adivinado
despertó, con fulgurante prisa,
la semilla que, impertérrita,
patentaría en los siglos su sabor inobjetable.

En una danza lúdica
fue sometido el pulso del tiempo
cuando la luz se aferró a su cuerpo,
cuando le engalanaron los pétalos rosáceos,
cuando en su boca se abrieron las guindas.

Apareció la música que, regocijante
en su canto de pequeña fruta recóndita,
esculpió la versátil tromba
que birló rutas y postigos.

La primavera, en una cita continua,
trasplantó al estío
su acumulada herencia victoriosa
como un infiltrativo cardumen de alegría.

Forzadas por ancestral ímpetu,
las herméticas corolas
dejaron en libertad sus galas
de novísima fruta impositiva;
tomó cuerpo el esbelto trigo
y trastrocó en gacela vegetal su vena florecida.







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JEAN PIERRE ROSNAY [17.890]

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Jean Pierre Rosnay
   
Nacido el 8 de abril de 1926 en Lyon y muerto el 19 de diciembre de 2009 en París. Poeta francés. 
Su tío le inicia en la poesía a la edad de cinco años y desde entonces no dejará nunca de escribir. En 1941 entra en la Resistencia con la edad de 15 años, es hecho prisionero por Klaus Barbie en 1943. En este periodo traba amistad con Louis Aragon. En 1950 funda el movimiento JAR (Jóvenes Autores Reunidos). Dos años después encuentra a su musa, Tsou que será la inspiración de la mayoría de sus poemas De 1958 a 1982 realiza programas de radio y de televisión, en los cuales puede conocer a poetas de la talla de Louis Aragon, Pablo Neruda, Henri Michaux, Octavio Paz, Ana Blandiana, Vinicius de Moraes, Saint-John Perse, y otros. Organizador de festivales de poesía y creador del Club de los Poetas (1961) y del Cyberclub de los Poetas (1996). 





Orden del Día 

Mantener el alma en estado de marcha, 
mantener el contingente a distancia, 
mantener el alma por sobre la refriega, 
mantener a Dios como una idea cualquiera, 
un apoyo, una eventualidad, 
una comarca salvaje del universo poético, 
mantener las promesas de la infancia, 
mantener a raya la adversidad, 
no dar cuartel al adversario, 
mantener la palabra abierta, 
hacer pagar caro a sus debilidades, 
no dejarse arrastrar por la corriente, 
mantener su rango en el rango de aquellos 
que están decididos a mantener al hombre 
en posición estimable, 
no dejarse seducir por lo fácil 
bajo el pretexto de que los peores 
se elevan cómodamente al más alto nivel mientras 
los mejores difícilmente mantienen el camino, 
ser digno del privilegio de ser 
bajo la forma más lograda: el hombre. 
O mejor aún, la mujer.




Ordre du Jour

Tenir l'âme en état de marche
Tenir le contingent à distance
Tenir l'âme au-dessus de la mêlée
Tenir Dieu pour une idée comme une autre
un support, une éventualité,
une contrée sauvage de l'univers poétique
Tenir les promesses de son enfance
Tenir tête à l'adversité
Ne pas épargner l'adversaire
Tenir parole ouverte
Tenir la dragée haute à ses faiblesses
Ne pas se laisser emporter par le courant
Tenir son rang dans le rang de ceux qui sont décidés
à tenir l'homme en position estimable
Ne pas se laisser séduire par la facilité
sous le prétexte que les pires
se haussent commodément au plus haut niveau
et que les meilleurs ont peine à tenir la route
Etre digne du privilège d'être sous la forme la plus réussie: l'homme.
Ou mieux encore, la femme.



Voici

à Lou

Voici un cerf-volant dessiné dans le ciel
Tout un bas-relief d'aristoloches
Une motocyclette à l'ombre des subtilités aux
planches vermoulues

Voici des bonbons anglais dans un bocal
Du lait répandu devant la porte
Un crapaud dans le coin de la cave
(vous le voyez nous ne sommes pas seuls)
Un coq chante il débagoule que nous sommes condamnés
à toutes les indigences toutes les ignorances
toutes les inquiétudes
à toutes les folies

Voici le champ d'asperges et puis voilà la guerre
qui n'est vraiment passionnante qu'au cinéma
Voici le cerf-volant dessiné dans le ciel
Et puis voilà la guerre coprophage et puante

Voici des champignons paillotes des champs
Chant du sang de la terre

Voici le tournant qui revient sans cesse
le facteur de Chanteuges qui connaît le contenu
de chacune des lettres qu'il porte rien qu'au toucher
Quelqu'un parle d'avenir il dit ce que nous voulons
nous le pouvons
Il dit je t'écrirai plus longuement plus tard

Voici l'escalier qui semble n'avoir rien à voir avec la demeure
Un escalier patient comme sorti de terre
Et voilà notre soif qui nous départage dès l'aube
et fait parfois d'un arbre un cri d'ombre et d'oiseau

Voici l'escalier qui semble n'avoir rien à voir avec la demeure
escalier patient comme sorti de terre
Voilà cette femme d'avant qui parle près du poêle
qui parle de ses enfants partis qui reviennent sans cesse
dans la conversation

Voici les champs bordés de pissenlits
Voici la montagne traversée d'un âne les fusains
La maison fermée où nous ne dormirons jamais

Voici Madame de Warens dans l'esprit de
l'adolescent qui s'emploie avec son canif à tirer
une canne d'une branche de noisetier

Voici des faits divers sanglants douteux
Et puis comme un leitmotiv voilà la guerre
coprophage
et puante
Quelqu'un s'arrache de la foule et jette
Vive la Liberté
Qu'est ce qu'il dit demande le voisin
Ce n'est rien dit l'autre en haussant les épaules
encore un exalté

Voici l'auberge où la patronne répétait à son mari
Abrège abrège souviens-toi
Il ressemble à ( tu sais bien )
il me fait penser au petit de la fille de ( tu sais bien )

Voici ce que nous sommes et ce que nous étions

Voici la mer
La mer qui rend toute parole sublime et superflue
La mer cette entreprise cette machination de Dieu
Sa preuve sa négation sa géniale publicité
Et puis
voici la mer



Le Chemin


à Silvaine Arabo

   Le chemin n'était pas causant.
   Un arbre tous les deux cents mètres,un pan de mur dont on avait du mal
à reconstruire l'histoire.
   Une pancarte : Propriété privée - chien méchant.Et pas de propriété,pas
de chien.
   Un moulin sans elle,au fond d'un vague terrain vague.
   Le chemin n'était pas causant,interrompu subitement par une portée de no-
tes de musique - pas de soleil,pas de pluie,pas de neige,pas de vent,rien que
des remords,et toujours ce même mendiant - Vous n'auriez pas un bout de
pain?
La nuit était déjà bien entamée.Aucun espoir de découvrir la mer au tournant,
aucune illusion à se faire - depuis un long moment,je connaissais l'issue.
   Fermant les yeux,pour gagner du temps,je voyais d'interminables forêts
de cierges se consumer imperceptiblement,lentement,si lentement qu'on pou-
vait naïvement espérer leur échapper.
   Il n'y avait pas de femmes nues,à supposer qu'il y ait eu des femmes,elles
eussent perdu tous leurs attraits féminins,toutes leurs dents,toutes leurs grâces.
Les chats hurlaient comme des loups,les oiseaux se cognaient aux nuages et
tombaient dans l'infini comme de mauvaises nouvelles.
   Je suivais mon crayon,sans plus rien attendre de lui.Il était littéralement de-
venu fou - grisé d'inutile liberté et d'images curieuses - et je tournais,tournais,
dans les allées du cimetière,pour rejoindre ma tombe.
   Une fois encore,comme avant,je m'étais perdu.Soudain,j'eus peur que l'on
ne retrouvât,au matin,mon cadavre méconnaissable sur la tombe d'autrui - ou
sous la table,dans la petite baraque,où les fossoyeurs entreposent leurs outils et changent costume et chaussures,avant que de reprendre ( après avoir vidé quelques verres ),leur tâche jamais achevée.




LIGNE 7

                                                  à Daniel Repoux

   Il y a quelqu'un qui marche sur ma tombe. Si on ne peut pas être tranquille, même là !
   Maintenant, c'est acquis, Dieu est facultatif, pyramidal, pas trop volumineux. Ici, chacun a le sien en contre-bas.
   J'observe un lac gelé où coule un lent soleil noir. C'est sublime. Des chiens qui sont des loups mais qui heureusement ne le savent pas, poursuivent mon passé. J'ai enfin couché avec ma cousine, l'autre ne saurait tarder.

   Quelqu'un marche sur ma tombe et ça m'irrite. Mon éternel repos est troublé. Ce n'est pas un pas d'enfant, je m'en régale. Ce n'est pas le pas gauche et musical de l'amour sur le chemin du rendez-vous. Ce n'est pas le pas de celui qui va à la guerre ou qui en revient. Je connais bien ce pas, et même ce qui dis-
tingue le pas de celui qui s'en va défendre son petit fourniment d'idées, son ciel ou sa terre ( et moins elle est sa réelle possession et plus il la défendra ), du pas abject et mal sonore du mercenaire. Ce n'est pas le pas du savant ou du philosophe à la poursuite solitaire des idées.

   C'est le pas veule, de l'homme émasculé de sa spécificité d'homme, l'homme qui fait entrer des hommes dans son calcul. Celui qui dit à celui-là : il m'en faut quinze cents, là, faites le ramassage à l'aube, avec les autocars de la ligne 7. Si vous n'avez plus de Portugais, mettez-moi des Arabes.

   Il y a quelqu'un qui marche sur ma tombe. Le coq a relevé sa crête et lance son appel stupide et sans objet. Dans le tiroir, le couteau qui va lui trancher la gorge comme une poignée de joncs est prêt, le coq est blasphémé, et la poule picore mécaniquement des grains de pas grand-chose entre deux phrases.

   Il y a un lycéen qui entre dans mon poème.

   - Salut, jeune homme, tiens prends ça, ça, si ! N'hésite pas, je l'ai mis de côté durant ma vie pour toi.
Je t'attendais, ne me remercie pas. Il y a une lave qui coule de mon oeil gauche et quelqu'un qui marche sur ma tombe, quelqu'un d'inopportun, qui par sa présence m'offense profondément, jusque sous la terre.

   On ne devrait laisser entrer dans les cimetières que les enfants, les amoureux ou les orages, car rien ne m'est désormais meilleur que boire la pluie mêlée d'éclairs, sans lèvres et sans regard.


       
FRANCE

Ils disaient tous ma France
Ou la France éternelle
Et chacun te prenait un peu de plume à l'aile
Mais quand l'ennemi arriva
Les guérites étaient là
Et plus les sentinelles

Ils disaient tous ma France
Ou la France éternelle
Moi je t'aimais et je ne disais rien
Je n'avais pas seize ans
France tu t'en souviens

Ils disaient tous ma France
Ou la France éternel
Je n'ai rien dit moi j'étais trop enfant
J'ai pris le fusil de la sentinelle
Et puis c'est fini maintenant

France
Pardonne-moi si je te le rappell
Je me sens si seul par moments

Ils disaient tous ma France
Ou la France éternelle



ÉPITAPHE

Je ne suis né que pour quelques poèmes
Ma vie n'existe qu'en plein chant
Je les portais du bout des temps
Et je chantais à perdre haleine

Je discourais d'amour la nuit au pied des arbres
Et la nuit m'accueillait et la forêt m'aimait
Je ne veux sur ma tombe ni le fer ni le marbre
Mais je souhaite un ruisseau et quelques roitelets

Je ne veux rien sur ma dépouille
Rien qui puisse me rappeler
Rien qu'un peu d'eau pour les grenouilles
Et quelques enfants à jouer

J'aimais tant le chant des grenouilles
Glissant l'anneau d'or de l'été
Et les enfants mal décoiffés

Je ne suis né que pour quelques poèmes
Qui m'aime m'oublie par amour de moi
Rien n'est plus urgent que la vie
La vie qui fuit entre nos doigts



VERTIGE DE L'ÉCRITURE

   Un mot pour un autre - partir à la montagne - partir avec la montagne, avec la mer - se quitter un moment - se réveiller osier, nacre, poêle à frire - se retrouver dans les entrailles de sa mère - ne jamais avoir existé, ne pas avoir été compromis par la vie, par les autres, par soi.

   Il me faudra du temps pour oublier cette fâcheuse et tortueuse affaire, l'existence humaine. Qu'aurai-je vu ? Qu'aurai-je rencontré ? Pas même Dieu, me serai croisé à peine - trop pressé pour me reconnaître.

   Toujours comme une marée ce flot de sentiments brisés sur l'écueil, toujours cette réalité sans harmonie ni délicatesse, cette chute sans ailes dans un escalier sans marches, ce fond sans fin - je crois que j'en sortirai meurtri, marqué pour l'éternité.




COMME UN BATEAU PREND LA MER

              Je ne veux rien savoir
       Rien écouter et rien entendre
       J'élude le blanc et le noir
   Et j'ignore le vert le plus tendre
Je ne veux ce soir rien comprendre
 Mais te voir te boire et te prendre

    Je te prendrai comme un bateau prend la mer
    Je briserai les vagues
    Je te prendrai comme un oiseau fend l'air
    Je te prendrai comme on plante une dague
    Je te prendrai
    Comme un clochard arrache la monnaie au
                               fond de sa sébile
    Et comme mille avions bombardant une ville
    Je te prendrai comme on puise à la source
    Et comme le voleur dans le sang prend la bourse
    Je te prendrai
    Comme le jour qui balbutie entr'ouvre à demi
                                        la paupière
    Je te prendrai comme un moine dans sa prière
    Comme un voyou lançant sa pierre
    Je te prendrai comme on pend la sorcière
    Je te prendrai comme on peindrait sa mère
    Je te prendrai dans le coeur de ma main
    Comme un enfant comptant ses billes
    Ou peut-être au creux d'un chemin
    Comme un garçon et une fille
    Dans les senteurs du romarin
                   Je te prendrai mon doux chagrin

Poèmes extraits de " Femmes "





SARAH HOWE [17.891] Poeta de Hong Kong

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Photo credit: Marc Lixenberg 

Sarah Howe

Es un poeta británica nacida en Hong Kong, académica y editora. Su primera colección de poemas es Loop de Jade (Chatto y Windus, 2015).

Sarah Howe ha resultado ganadora del prestigioso T.S. Eliot Prize. Presentamos cuatro poemas de la poeta británica nacida en Hong Kong, entre ellos la versión al español de Relativity junto a la lectura que hizo del poema el físico Stephen Hawking, a quien está dedicado. Sarah Howe (Hong Kong, 1983). De madre china y padre británico, es una de las voces jóvenes más diversas y lúdicas de la poesía británica contemporánea. Sus poemas toman inspiración tanto de la tradición china como de la inglesa. En 2015 fue nombrada “escritora joven del año” por The Sunday Times y, al ganar el T.S. Eliot Prize de este año, se convirtió en la primera ocasión que un libro debut se alza con el galardón. Las versiones son de Sergio Eduardo Cruz (1994). http://circulodepoesia.com/2016/01/sarah-howe-ts-eliot-prize/.




LOOP OF JADE (CHATTO & WINDUS, 2015)

Winner of The Sunday Times / PFD Young Writer of the Year Award 
Shortlisted for the TS Eliot Prize 
Shortlisted for the Forward Prize for Best First Collection 
A 2015 Book of the Year in the TLS , Observer , Independent & New Statesman



Relatividad[1]
            
para Stephen Hawking

Cuando despertamos, movidos por el pánico, en la oscuridad
nuestras pupilas se aferran a la forma de las cosas conocidas.

Los fotones sueltos de sus rendijas como sabuesos husmeantes
revelan la doble naturaleza de la luz en sus sombras contenidas

que llenan de rayas un laboratorio sin luz, y ya no son partículas,
sino que ondean para dar a todas las certezas su despedida.

Porque, ¿qué es certero en un universo que hace efecto doppler
como si fuera el grito de una sirena a media noche? Se diría

que una luz vista desde arriba o desde abajo cuando se mueve el tren
explica certeramente por qué el tiempo se dilata como una tarde

perfecta: predice agujeros negros donde se entrecruzarán las líneas
rectas, cuyos horizontes pesados no serán conocidos siquiera

por la luz de las estrellas. Si a tanta abstracción podemos llegar,
¿podrán nuestros ojos alguna vez acostumbrarse a la oscuridad?



Relativity

            for Stephen Hawking

When we wake up brushed by panic in the dark
our pupils grope for the shape of things we know.

Photons loosed from slits like greyhounds at the track
reveal light’s doubleness in their cast shadows

that stripe a dimmed lab’s wall – particles no more –
and with a wave bid all certainties goodbye.

For what’s sure in a universe that dopplers
away like a siren’s midnight cry? They say

a flash seen from on and off a hurtling train
will explain why time dilates like a perfect

afternoon; predicts black holes where parallel lines
will meet, whose stark horizon even starlight,

bent in its tracks, can’t resist. If we can think
this far, might not our eyes adjust to the dark?




Perteneciente al Emperador

Mi nombre de hoy es Desgracia.
Eso cantó el primer ruiseñor del emperador.
El emperador era un dios frágil.
Prefería que un pájaro autómata hecho de filigranas de oro

Lo entretuviera. Una caja musical, repitiéndose.
Ámame, por favor. Botón de flor naranja.

Veo a mi padre bañarse al ritmo de la misma
aria, toqueteando la repetición

en su control remoto. Chiamerà, chiamerà –
Su cara está roja. Húmeda, bajo sus lentes.


Belonging to the Emperor

Today my name is Sorrow.
So sang the emperor’s first nightingale.

The emperor was a fickle god.
He preferred to be thrilled by an automatic bird

in filigreed gold. A musicbox, a leitmotif.
Love me, please. Orange blossom.

I see my father bathed in the blare of that same
aria, prodding the remote

to loop. Chiamerà, chiamerà –
His face is red. Beneath his glasses, it is wet.



El cielo es siempre lo más complicado

1.

Necesito skypear para decirte que los mayas
imaginaron sin influencias la rueda
pero aún el alba está a tres horas
en San Petersburgo: en la oscuridad de tu cuarto
de hotel un reloj pulsa su luz roja
exterminadora. ¿Te has preguntado
alguna vez cómo moriste en tu vida
pasada? No, tú no harías eso. Además
un montón de viejas civilizaciones
comparten la misma campana. Quizás
te quemaron en la hoguera en Salem. El Maya
antiguo, viendo que no había uso práctico
para esos discos móviles tan curiosos, los limitó
a ser juguetes infantiles. Quiero decirte, en verdad,
que me comeré los ojos de todo aquél que te lastime.


2.

El sol tartamudea como un .gif pornográfico
que muestra para ti el plano secuencia del mediodía.
Un ringtone ya esperado suena. Nuestros pixeles
hiperventilados se conjugan, se separan, se pierden
entre los cables. ¿La física material exige
que haya un Dios personalizable? Has pasado
la mañana perdido en un banco de turistas
que se pegan contra el río del Hermitage,
con los instintos gruesos como bestias. Inventamos
a Dios en la imagen de nuestra webcam: los electrones
hechos carne, gimoteo de cansancio, ventana
hacia quién sabe dónde. Jugamos un juego llamado
“adivinar pensamientos.” Mis palabras de estática vuelven
a ti como calor de ozono, como canturreo solipsista.


3.

La luna caprichosa, alejándose siempre
para atender sus negocios, deja su huella digital
en el visor de la tarde. La misma, antigua,
miseria se derrapa sobre pequeñas ruedas
sujetadas por fierros a las patas de una llama
de barro. Esto no es retórica. Tu wi-fi encendido
en el tren hace que yo pueda escuchar cómo un diente
te duele. Los Mayas pensaban que el tiempo era una rueda.
Aquí sólo se escucha el violín de plástico de un músico callejero.
¿Eso es el rugido de un túnel? Me muevo
en tus pensamientos de rompecabezas, sumergida
en montones color cian degradado, piezas con
un pedazo revelador de la luna. No sé qué pasa
de este lado. Los continentes bucean y se encojen a tu alrededor.


Sky is always the hardest part 

1

I need to skype to tell you the Mayans
independently imagined the wheel
but dawn is still three hours away
in Petersburg: in your hotel room’s dark
a clock throbs its terminator eyebeam
red. Ever wonder how you died in your
last life? No, you wouldn’t would you. Besides
a bunch of early civilizations
share the selfsame gong. Maybe they burned you
at the Salem stake. The ancient Maya,
seeing no practical application
for the funny rollable disks, confined
them to children’s toys. What I mean to say
is, those who hurt you, I will eat their eyes.


2

The sun stutters up like a porny .gif
which for you pans the tracking shot of noon.
A fathomed ringtone gargles. Our breathy
pixels mingle, split, miss each other down
the wire. Does material physics call
for a personable God? You have spent
the morning caught in a shoal of tourists
muscling against the Hermitage’s stream,
instincts thick as curdled spawn. We invent
Him in our webcams’ image: electrons
made flesh, that panting beat, window onto
haloed elsewhere. We play at a game called
‘guessing thoughts’. My staticky words ping back
like ozoned heat, solipsistic plainsong.


3

The pesky moon, always bouncing away
on urgent business, its huffed thumbprint hangs
in the afternoon’s viewfinder. Same old
misery squeaks by on miniature wheels –
pinned through a clay llama’s ankles. This is
not a trope. Your on-train wi-fi means I
can hear how the tooth is hurting again.
The Mayans thought time was a wheel. This side,
only the busker’s plastic violin.
Is that a tunnel’s roar? Your jigsawed thoughts
I rotate, sort into piles of graded
cyan, the pieces with a telltale tranche
of moon. I have no idea what goes in
here. Continents swim and shrink around you.


Frenéticos

Quizás mantener los estribos
es nada más otra clase

de necesidad. Soy un durazno
azul a media luz.

Tú eres un tigre
que devora sus propias patas.

El día en que nos casamos
todos los árboles temblaban

como si estuvieran locos–
sé buena conmigo, dijiste.



Frenzied

Maybe holding back
is just another kind

of need. I am a blue
plum in the half-light.

You are a tiger who
eats his own paws.

The day we married
all the trees trembled

as if they were mad –
be kind to me, you said.


[1] Nota de la autora:

En términos formales, “Relatividad” es un soneto: una forma que he pensado como una especie de agujero negro que emana su propia fuerza gravitacional, comprimiendo al universo en su pequeña recámara. Sin embargo, mi soneto empieza con la luz en el nivel subatómico de la física cuántica en lugar de con la luz en nuestro mundo que gravita a gran escala; esto es porque la reconciliación de tales extremos teóricos es el santo grial de la física contemporánea. La primera parte de este poema narra el experimento físico que demuestra la doble vida de la luz. Un rayo de luz pasa por dos rendijas paralelas: los fotones se comportan como partícuas cuando son vistos desde las aperturas, pero cuando llegan a la pantalla que está del otro lado actúan como ondas, creando un patrón de rayas oscuras y claras, justo como las estrofas de mi poema. Lo que llamamos “dualidad onda-partícula” es la noción de que los objetos cuánticos se comportan como ondas hasta que se intenta localizarlos, que es cuando tal comportamiento desaparece. Los físicos ahora creen que esta idea y el famoso “principio de incertidumbre” de Heisenberg son sólo dos manifestaciones de un mismo fenómeno subyacente.

            Hay, claro, poetas mucho más recientes que Milton que se han inspirado en la ciencia: Lavinia Greenlaw, Gwyneth Lewis, Jorie Graham, J.H. Prynne, sólo por nombrar algunos. Mientras escribía “Relatividad” me encontré encantada por un verso, “nuestros ojos se acostumbran a la oscuridad”, que se encuentra en la colección Life of Mars de Tracy K. Smith, ganadora del Pulitzer. El padre de Smith fue uno de los ingenieros que trabajaron en la construcción del telescopio espacial Hubble. En el poema “My God, it’s Full of Stars”, imagina al “ojo-oráculo” del Hubble iluminando “la base de todo lo que hay.” ¿Nuestros ojos se acostumbrarán a la oscuridad? La frase de Smith hace eco al final de mi poema, donde reaparece como una pregunta: hipotética, aunque esperanzada. Después de todo, tanto Milton como Galileo confiaron en ojos distintos a los humanos cuando les llegó la ceguera.

            -Sarah Howe.




TAME

It is more profitable to raise geese than daughters.

– CHINESE PROVERB

This is the tale of the woodsman's daughter. Born with a box 
of ashes set beside the bed, 
in case. Before the baby's first cry, he rolled her face into the cinders – 
held it. Weak from the bloom 
of too-much-blood, the new mother tried to stop his hand. He dragged 
her out into the yard, flogged her 
with the usual branch. If it was magic in the wood, they never 
said, but she began to change: 

her scar-ridged back, beneath his lashes, toughened to a rind; it split 
and crusted into bark. Her prone 
knees dug in the sandy ground and rooted, questing for water, 
as her work-grained fingers lengthened 
into twigs. The tree – a lychee – he continued to curse as if it 
were his wife – its useless, meagre 
fruit. Meanwhile the girl survived. Feathered in greyish ash, 
her face tucked in, a little gosling. 

He called her Mei Ming : No Name. She never learned to speak. Her life 
maimed by her father's sorrow. 
For grief is a powerful thing – even for objects never conceived. 
He should have dropped her down 
the well. Then at least he could forget. Sometimes when he set 
to work, hefting up his axe 
to watch the cleanness of its arc, she butted at his elbow – again, 
again – with her restive head, 

till angry, he flapped her from him. But if these silent pleas had 
meaning, neither knew. 
The child's only comfort came from nestling under the 
lychee tree. Its shifting branches 
whistled her wordless lullabies: the lychees with their watchful eyes, 
the wild geese crossing overhead. 
The fruit, the geese. They marked her seasons. She didn't long to join 
the birds, if longing implies 

a will beyond the blindest instinct. Then one mid-autumn, she craned 
her neck so far to mark the geese 
wheeling through the clouded hills – it kept on stretching – till 
it tapered in a beak. Her pink toes 
sprouted webs and claws; her helpless arms found strength 
in wings. The goose daughter 
soared to join the arrowed skein: kin linked by a single aim 
and tide, she knew their heading 

and their need. They spent that year or more in flight, but where – 
across what sparkling tundral wastes – 
I've not heard tell. Some say the fable ended there. But those 
who know the ways of wild geese 
know too the obligation to return, to their first dwelling place. Let this 
suffice: late spring. A woodsman 
snares a wild goose that spirals clean into his yard – almost like 
it knows. Gripping its sinewed neck 

he presses it down into the block, cross-hewn from a lychee trunk. 
A single blow. Profit, loss.


A PAINTING 

I watched the turquoise pastel 
melt between your fingerpads; 
how later you flayed 

the waxen surface back 
to the sunflower patch 
of a forethought, your 

instrument an upturned 
brush, flaked to the grain – 
the fusty sugar paper buckled. 

You upended everything, 
always careless of things: 
finest sables splayed 

under their own weight, 
weeks forgotten – to emerge 
gunged, from the silted 

floor of a chemical jamjar. 
I tidied, like a verger 
or prefect, purging 

with the stream from the oil- 
fingered tap. Stop, 
you said, printing 

my elbow with a rusty index, 
pointing past an ancient 
meal's craquelured dish 

to the oyster-crust 
at the edge of an unscraped palette – 
chewy rainbow, blistered jewels. 









DANIEL MIRANDA TERRÉS [17.892]

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DANIEL MIRANDA TERRÉS

(Ciudad Netzahualcóyotl, México 1988), es egresado del Diplomado en Creación Literaria del Instituto Nacional de Bellas Artes (2012). 

Recientemente, obtuvo el Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura 2015 por  Pan: el dios del miedo, así como el Premio Nacional de Poesía Sonora Bartolomé Delgado de León 2015 por su segundo libro Anatomía del fracaso (aún en prensa). 



La historia sin mar de Isidoro

Allá en verdad estaba mi patria,
por encima de todo templo,
más allá de las conversaciones en el mercado,
en los idiomas del mundo.
Bernardo Ruiz


Lo soñabas desde niño, Isidoro,
agotaste las noches de tu infancia anhelando el mar.

Creciste en un pueblo donde el polvo se pegaba a los zapatos
y nunca se sabía de otras ciudades;
el paisaje frente a la casa eran pálidas vacas pastando,
como atraídas siempre
por los ojos abiertos de tu padre sentado a la ventana.
Fue él quien te habló de los océanos y la marea.
Te contó cómo era el mar antes de que el hombre llegara con el fuego;
aprendiste que las estrellas guiaban navíos
con música de luz y giros.

Viste el mar por vez primera en la televisión a blanco y negro de Bartolo,
tu único amigo con quien compartías los días y la miseria,
a quien, jugando, mostrabas tu mano para decirle:
el mar es una palma donde cabe todo el cielo.

En las horas cálidas, aún sin haber estado ahí,
imaginabas las olas rompiéndose en la escollera
y creías, Isidoro, que esa era la música
que traía de vuelta a los viejos barcos de madera.

En las mañanas, esperando se cumplieran tus deseos pueriles,
ibas a sentarte entre las agrimonias
que rodeaban el pozo del pueblo.
Adivinabas el silencio
de aquella agua, enterrada y vieja,
que en vano podía mojar tus manos,
cuando era el mar lo que deseabas.

Primero lo imaginaste en el patio,
cuando hallabas esperanzas eternas en las lluvias
que abrían pequeños ríos sobre la tierra,
te hincabas y de tus manos zarpaban
silenciosos barcos de papel.
Los veías cruzar la cerca de alambres
pensando que no tardarían en llegar al mar,
pero al día siguiente, sorprendido, encontrabas tus naves varadas
a un costado del granero, frente al rostro cansado de los caballos.

Esperabas los días en el sueño de siempre, Isidoro.
Descubriste los acantilados detrás de tus párpados,
abordaste navíos en la penumbra de la noche.

Contemplabas los naranjos
y los campos sembrados de promesas.
Todas las tardes estabas en el silencio de los despeñaderos
mientras los pájaros remendaban el cielo de un pueblo
que bien podría ser un cementerio de barcos.

El rumor de las horas te llevaba al lugar de siempre:
te imaginabas coronado de gaviotas
y pensabas que lo que se oía, era el mar.

Fuiste callado y cada vez menos inocente.
Llegó el tiempo de aprender a descabezar gallinas,
de mirar a los cerdos del criadero desangrarse en la manos de tu padre,
sin embargo, Isidoro, seguías deseando que una lluvia
te llevara en una barca
hasta amanecer sobre algún océano baldío.
Tu padre dijo que te habías vuelto hombre
y te mandó desollar animales. Te volviste hábil
con las cuchillas, aprendiste pronto a dejar animales sin vida.
Acumulabas almas en tus manos.
Salías de las cantinas del pueblo con el delirio y la cojera,
caminabas ebrio entre la oscuridad tendida sobre la hierba,
le ofrecías a Dios dejar inválidos los caballos de tu padre
a cambio de conocer el mar.

¿Cuántas botellas vacías de alcohol
pudiste haber arrojado al agua desde una isla, Isidoro?
Quizá en una de ellas le hubieras mandado un mensaje a tu madre,
preguntándole si el dolor en los huesos había vuelto,
o si las palomas aún bajaban con el color de la nieve
que había en las montañas. Pero nunca te atreviste a dejar
los caminos rotos de tu pueblo, te rodeaste de animales viejos y enfermos;
cuidabas los escombros que abandonaban los vivos.

Te resignaste a no ir más allá de donde dejara de escucharse
el silencio del lugar donde naciste.
Sabías leer el cielo y nadie mejor que tú escribía sus pasos en el polvo,
pero te hizo cobarde no conocer siquiera las vocales.
El viento que salía de los huertos
te despertaba en las mañanas
para traerte de vuelta a tu tierra nativa,
a vivir así: entre lomas y oyameles.

Las ancianas del pueblo, en su andar cansino,
decían que te habías vuelto desdichado.
Preguntabas por la vida
y no hallabas más que un rincón del mundo
donde los inviernos te ajaron las mejillas.

En las noches, ya cansado y con la piel sinuosa,
te dedicabas a mirar la muerte de los insectos en las lámparas del pórtico;
para cuando las luciérnagas de luz llegaban,
tú ya estabas en la vastedad azul de los océanos,
contemplando desde un peñasco el naufragio de los astros.

Toda tu vida fue así, Isidoro,
trazaste una cartografía en tu memoria para hallar el mar,
para ir y restaurar el tiempo desde los tablones viejos de algún muelle,
volver al pueblo aún con la brisa en tus cabellos, lleno de gracia.





La presente selección de textos pertenece al libro Pan: el dios del miedo, que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura 2015



El miedo era un perro que andaba por toda la casa
Lo adoptamos el día que mi padre nos abandonó

Mi hermano mayor procuraba
que no nos mordiera el alma

Mi madre nos acariciaba el rostro para borrarnos sus lamidas

A todos nos roía el sueño
y nos ladraba en el pensamiento

A mi hermana y a mí nos tocaba darle de comer
Le acercábamos en un plato nuestro corazón palpitante
cubitos
En las noches íbamos al canal de aguas negras
que había cerca de la casa
 
Mis amigos eran más valientes que yo
que me quedaba al último del grupo
y a cada paso pensaba en volver

Deseábamos hallar una bruja entre los apagados árboles

Oíamos nuestros pasos sobre la hierba seca
mientras nuestros cuerpos se volvían penumbra
 
cubitos
Mi hermana y yo coleccionábamos películas de terror
 
Estaban acomodadas en nuestra memoria
por los días de insomnio que nos provocaban
 
Nos sentábamos a verlas
con el corazón golpeándonos por dentro como un puño
 
Siempre nos mantuvo a salvo
saber que podíamos adelantar alguna escena
o decidirnos a parar la cinta
 
Lo que más nos aterraba
ocurría después de apagar el televisor
 
En nuestro pensamiento
comenzaba una vez más la película
sin posibilidad alguna de quitarla
 
Ni siquiera el sudor que nos escurría de la frente
nos deslavaba las imágenes

 



Uno crece y confía en que los miedos pasarán

Que todo se trataba del río de Heráclito
una vez que sabes amarrarte las agujetas      
 
Con los años enfrentas el pecho a las noches

Confías en la fuerza de la tráquea
para aprender hablar sin punzada alguna
 
Pero la memoria no es un río caudaloso
Es un estanque
donde los recuerdos se empozan
y los días no terminan de pudrirse

No hay café que entibie las palabras
cuando se habla de los miedos propios
Ni bocanadas de cigarro por el que escape pronto
el eco que dejan en el pecho

 

 

Te miras al espejo

Descubres que ahí está la abuela Sabina

 
Miguel

Gerardo

Don Manuel

Contemplas sus apesadumbrados cuerpos
La cuenca de sus ojos
 
No deambulan en casonas abandonadas
ni en solitarios pasajes
como pensabas cuando niño
 
Los fantasmas habitan tu rostro

 


 

Enciendo la televisión a media noche
para hallar un paisaje que ilumine la recámara
 
Cambio los canales tratando de encontrar alguno
pero a esta hora solo ofrecen aspiradoras
y productos bobos para bajar de peso
 
La cama se torna incómoda y las sábanas rasposas
No hay postura posible
para permanecer a modo

Apago sin más la televisión
y trato de dormir entre tanta oscuridad
 
Espero hallar alguna noche un paisaje
en el que caiga nieve
para que cubra de blanco los muebles
y su luz me llegue hasta el sueño

 

 

Mi madre dice que de noche las carreteras
son boca del diablo

Me basta el primer enfrenón del autobús
para no poder viajar tranquilo
 
Trato de leer un libro
pero es difícil con la poca luz
que llega desde el pasillo
 
El temblor de una lata vacía
me espanta el sueño

Recorro la cortina
para mirar por la ventana:

afuera la oscuridad vigila con sus ojos negros
los campos de ganado     
 
Es imposible distinguir hasta dónde el filo de la noche
ha cortado el camino










MOISÉS ZURITA ZAFRA [17.893]

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Moisés Zurita Zafra

Fortunato Moisés Zurita Zafra (San Mateo Tunuchi, San Sebastián Tecomaxtlahuaca, Oaxaca, 1967) es un escritor mexicano. Profesor y promotor cultural en la Universidad Autónoma Chapingo.

Nació en Tunuchi una comunidad de La Mixteca baja oaxaqueña del municipio de Tecomaxtlahuaca. Estudió sociología rural en la Universidad Autónoma Chapingo, egresó en 1992; cursó la maestría en Lingüística Indoamericana en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). Es profesor-investigador de la Preparatoria Agrícola, fue electo para ser director en el periodo 2006-2009.

Con el proyecto Molino de Letras ha ganado, junto con otros compañeros, cuatro veces el estímulo nacional Edmundo Valadés que se otorga a las publicaciones independientes que se editan en los estados; 2003, 2004, 2008 y 2009. Además, el Fondo para la Cultura y las Artes del Estado de México le ha otorgado dos distinciones como Creador de Arte y Cultura, en 2006 y 2010.

Ha colaborado en diversos trabajos para publicaciones nacionales e internacionales como la revista latinoamericana Casa de las Américas, donde aparecieron sus poemas Almarroja y Padre.

Opinión crítica

Ignacio Trejo Fuentes dice en uno de sus artículos de la revista Siempre de noviembre 26 del 2006: …he reseñado por lo menos dos libros de cuentos, y me entusiasman sus cualidades de narrador natural que maneja con la misma soltura historias regocijantes y otras más bien estremecedoras, y lo que es mejor: hacer convivir ambas posibilidades en una misma pieza. A Moisés le interesa sobre todo el mundo de los jóvenes, preferentemente el de aquellos que viven en barrios o pueblos aledaños al Distrito Federal, y que son por eso entes un tanto indefinidos: ni de todo urbanos ni completamente urbanos: viven en una especie de limbo singular, y el escritor no desaprovecha la inagotable fuente temática que eso representa.

… no deja pasar por alto el hecho de que muchos de los estudiantes de esa benemérita institución provienen de la provincia, y su encuentro con un mundo raro propicia situaciones inmejorables para literaturizar. Varios de los personajes de sus cuentos son, en efecto, estudiantes "chapingueros", y su entorno es abiertamente un complemento de su personalidad. Pero el autor no se queda sólo ahí¬, sino busca en otros ámbitos, sobre todo, como dije, en los barrios o pueblos que circundan la capital.

Libros

Poesía

Gotas de Tinta, 2003

Libros de Narrativa

Yo sí le Pasé, 2002;
Unos días en la escuela, 2004;
Cuando me iba de pinta, (segunda reimpresión) 2006;
Cierro los ojos, me voy, (segunda reimpresión) 2006;
El Tavayuko, 2010.

Libros colectivos

Escritura de temporal, 2002; ´Anijo, el cuento en Texcoco, 2003; Ave de paso, voces de la cotidianidad, 2004; Perder la piel, cuentos de amor para adolescentes, 2004; La eterna noche de los tiempos, narradores mexiquenses, 2006; Alguien te busca en el espejo, 2007; Mi mal es ir a tientas, poesía hispanoamericana del romanticismo al modernismo, 2008; Vuelta de hoja, cuentos latinoamericanos del siglo XIX, 2009;



Un puerco hambriento me persigue
sus colmillos rasgan la noche
y las gotas de sangre negra
se derraman en mis estados del feis.
No hay tuit que valga
ni aforismo de coelho que levante
ni las mamadas que recorren
mi página web abandonada.
Un gruñido me despierta
el cerdo salvaje tiene los ojos
rojos, alguna vez tuvo alma
ahora no le alcanza para el odio.




El chancho no tiene prisa
sus carcajadas acompañan
mis deseos de mezcalina
golpe seco en la quijada.
No necesito ayuda
no hay soga que lo ate
ni alcohol que lo emborrache
ni caricia que lo calme.
Acaso un poco de esos lodos
de polvos rancios, de fango
en que se bañaba a la distancia
de su piel tersa, ahora muerta.





El cerdo tiene surcos
cárcavas profundas en el rostro
cataratas en el riñón
piedras en el hígado
Viejo como la lepra en la madre de Juda
Como el pulque que bebe y lo enguisha
Como Argos con el último
aliento en su pupila.
Perdido como la esperanza
que se niega a morir y muere
sin una llamada, sin un guasap
sin un laik en su foto de instagram.




Llora el cuche y me despierta
con su trompa larga a la deriva
su mirada triste y sus lágrimas
se tapa la cara con pudor.
Va en canal colgado de la pata
izquierda y patalea y gruñe
y se sacude la sangre
que mana, que supura.
No muere de amor después de todo
no muere de tristeza, de pena
de eso que juramos en las noches
abundantes de alcohol, no muere, no. 









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