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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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LUIS MARÍA SOBRÓN [17.674] Poeta de Argentina

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Luis María Sobrón

(Nogoyá, Argentina, 1931-Mar del Plata, Argentina, 2010).
Luis María Sobrón es un poeta y ensayista argentino. Integra diversas antologías nacionales y extranjeras. Nació en Nogoyá, provincia de Entre Ríos. Falleció en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires el 24 de junio de 2010. Fue nombrado Socio Honorario de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE); también fue destacado Miembro de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía.

Ha publicado Yo caminero, Colombo, Buenos Aires, 1975; Poemas de la vida y la palabra, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1990; reeditado por Colombo de Buenos Aires le mismo año, con el que obtuvo la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores); Salmo de cenizas, Cerbum, Madrid, 1993; Máscaras sin rostro, Verbum, Madrid, 1996; La ciénaga de cristal, Vincinguerra, Buenos Aires, 1998; El alma en el espejo, Vincinguerra, Buenos Aires, 2000; Celebraciones (Antología), Melusina, Mar del Plata, 2001; El Otro (Summa Poetica), Vincinguerra, Buenos Aires, 2003.

Invitado a participar por titulares de cátedra de literatura y filosofía, nacionales e internacionales, ha presentado ponencias y clases magistrales en las que desarrolló sus conceptos acerca de "la poesía como salvación del hombre".

Obra publicada

Ha publicado los siguientes libros:

Yo caminero, Colombo, Buenos Aires, 1975.
Poemas de la vida y la palabra, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1990; Faja de Honor de la SADE.
Salmo de cenizas, Cerbum, Madrid, 1993;
Máscaras sin rostro, Verbum, Madrid, 1996;
La ciénaga de cristal, Vincinguerra, Buenos Aires, 1998;
El alma en el espejo, Vincinguerra, Buenos Aires, 2000;
Celebraciones (Antología), Melusina, Mar del Plata, 2001;
El Otro (Summa Poetica), Vincinguerra, Buenos Aires, 2003.
Premios y distinciones[editar]
Faja de Honor de la SADE, por Poemas de la vida y la palabra (1990).
Socio Honorario de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).
Miembro de Honor de la Fundación Argentina Para la Poesía.
"Premio Alfonsina" a la Creación Poética (1997)




YO CAMINERO 


Los pájaros del tiempo
miden mi universo. 

*

La dialéctica del viento
lleva en sus voces ocultas
idiomas de pájaros. 

*

El mundo late
en el corazón de un pájaro
que escapa de tu sonrisa
late sin tiempos y sin voces
y descubro en los ojos de la noche
la pureza fugaz
de las cosas que te nombran.
El mundo late
en el corazón de un pájaro
que llena tus manos. 

*

Muchacha voladora
que llevas itinerarios misteriosos
por cielos de ciudades medioevales
y vives la estación del recuerdo
como la barca de sueños marítimos
de las viejas cartas de viaje
edifica mi mundo
con la sonrisa de tu meridiano celeste
y encontrarás en el secreto de los pájaros
la edad del amor
que fecundiza con manos abiertas. 

*

En ese tiempo
ámbito dorado del hombre
las cosas nos dieron su tiempo
tiempo de germinaciones celestes
y de besos prolongados al amor
nos dieron idiomas de pájaros
en un mundo de extraños contornos
y de heredades ocultas
nos dieron un mundo
de frases fantasmas
y de guerrilleros verbos
nos dieron su eternidad
que nos crece sabiamente. 



POEMAS DE LA VIDA 
POEMAS DE LA VIDA Y LA PALABRA 


I

 Hay espejos
en la torre
del pensamiento. 


II

 Levantaste mi torre
en madrigal secreto.
Los espejos del río
nos llevaron.
Mírame en el junco
de tu orilla.
Con tus manos abro
las puertas del océano. 


III

 Detrás de la montaña
en la bahía de cristal
un águila solitaria
arranca los ojos del espacio.

Un vientre inaugurado
madura en su sangre
el esperado fruto.

La luz de un prisma
deslumbra el ámbito.

Intuyen do el latido final
tus venas descreídas
liberan al pájaro azul
de mi torre iluminada. 




SALMO DE CENIZAS 



Necesito deshojar el viento
para que el leve silbido
en el pecho de la rosa
convierta en música frutal
al pensamiento. 


*

Desnuda avidez de la gaviota
rompe el blanco mediodía
en parapetos de piedra áspera.

Cosmogonía del hombre.
Estratagema del zodíaco.

Asombro de la ostra
que baja sus párpados
a la agreste razón del sentimiento. 


*

Identidad ritual de caballo alado
en arenas de crines blancas.

Ruptura acero de ojales opalinos
en lejano enjambre de muelles y de algas.

Besos furtivos del viento a palmeras murales
de albatros y de zarzas.

Silencio del corazón centauro
en el ojo imaginario.



MÁSCARAS SIN ROSTRO 



Deseo escalando pirámides desiertas.
Osa Mayor de la galaxia.

Alegoría del gesto.

Escamoteo sin fin
de los últimos vestigios.

La Palabra. 


*


Llanura de pasos giratorios
en la celeste aguja del espacio.

Beso del rayo que muere
en el lago sin memoria.

Itinerante hiedra.
 Girasoles de cielo.
 Relojes. 


*

El mar.
 Siempre el mar.

Por la sonda que registra
la sístole y la diástole
de su pecho enardecido.

Cómo águila que disputa
su propiedad al universo.

Irisado por manos de sol
en su torso de invisibles clepsidras,
de antiguos rugidos,
de milagrosas alquimias.

Ante mis ojos lo tengo.
No puedo seducirlo.

Cautivo de horizonte
abre su vientre de ballena.

Solamente Dios es su competencia. 



La ciénaga
de cristal 


Abrazar al pensamiento en cautiverio.

Custodiarlo.

Inocular el elixir de dioses
extrayendo veneno
del atalaya de su máscara.

Rescatar la lealtad doblegada
con la estocada del otro.

Descubrir la libertad
en la confesión cómplice. 


*

Órficos espejos
dicen adiós
a tu cuerpo.

Desocultan
códigos salvajes
del dolor sin gesto.

Confidencia
del paraíso a su fruto
donde conviven
el laurel y la crisálida
con la ballesta 
del arquero. 

*

El eje del sol
enceguece islas sagradas
heridas por sierpes de mareas.

Llegan pájaros blancos
y mariposas de huellas invisibles.

En oratorio de océanos,
la luna urbana vaticina el celaje
de la ciudad cautiva.

Amante audaz el desvelo,
penetra la piel de la morada
en intimidad concupiscente. 


El alma
en el espejo 


Todos los días moría
en cristales y cenizas del alba,
descubrió la tregua
del humilde barro.

Enmudecieron sus huesos
miradas aviesas;
predestinó la ceremonia
en candelabros de astros.

Sus manos silenciaron
sagrarios de alfarero,
ausentes de exorcismos,
sin vientos de pájaros. 

*

El ojo
bucea impredecibles zonas,
debate lo efímero del yo
en el espasmo.

Penetra el cenit del pensamiento,
introduce su aguja de relámpago
abriendo el pecho
a nómades quimeras.

Habita la morada
 bermellón del mediodía,
conspira con la mácula del gesto
cerradura sin ventanas.

El ojo, imaginario abismo
del pathos con la vida,
emprende el desafío
ante la fragilidad de la certeza. 

*

El ojo
descubre caminos del Olimpo
hasta el abismal bestiario.

Abre puertas de montañas milenarias
a musgos de sueños al acecho.

Paraliza la provocación de genes
en el mundo o el abismo,
aquelarre sin temor
que redimirá el olvido.

Sin códigos expresos,
sin códigos furtivos,
el ojo embriagará a Lucifer
con diademas de laurel y muérdago
hasta diabolizar su ironía. 



O D A S


I

Si la voz del Universo
convierte el curso de mi río
en extraño sortilegio,
ceremonias del jardín adánico
recibirán la ofrenda que merecen.

Estremecen vitrales del zodíaco
agujas de silencio,
abren puertas descarnadas
al pubis del infierno.

La palabra
se ha postrado en el lecho del océano,
ausencia desgajada
donde todo fluye, donde nada cambia.

Látigo visceral, el sentimiento,
en la mordida red de la aurora,
agonía del ocaso,
sangre que no muere.


II

Hemos besado el pensamiento
para salvar
la mariposa multicolor de la memoria
y borrar del mediodía
la traición a la fértil sementera.

La oración del Universo,
balbuceado pedernal de la existencia,
estalla en espirales de cenizas;
de santuarios de océanos
emergen sierpes de mareas,
que transcriben iniciales de tu nombre.

El deseo, cúspide de ángeles,
enumera itinerarios misteriosos
de la enredadera insomne;
brújula del páramo habitado,
eco confidente del bruñido espejo.

Sólo el temor,
al despojar sus vestiduras,
enmudece a la incógnita sin luz
y al secreto de goces
en la sangre púrpura del cielo;
sangre donde el cincelado rostro
exacerba el paraíso del pecado.



III

Réquiem del tiempo.

Exhaustas cabelleras en delirio de ojos
conjuran la irredenta sangre;
biselados vitrales del espacio
espejan balaustradas
de corceles al acecho;
candelabros de la carne cómplice
irradian sus luces
en fugaces caminos del misterio.

Maltrechos umbrales de sombrías diagonales
reciben acordes de antiguos clavicordios,
que hechizan de alcohol
a exhaustos labios
abiertos al incienso de la noche.



ESTADO DE VIGILIA



Ancho dolor el amor;
desmedido cauce
conjurado por el sol y las sombras.

Da tregua al huésped,
arribado por ríos
de arboledas en fuga.

Heroicas travesías
de excitados labios
crearon en el sinfín del horizonte,
el astillado cristal
en el que extrañamente nos vemos.

Habíamos usurpado el pensamiento
de remotos papiros
que llegados de otros puertos
sellaron la razón
que todavía nos asiste.


*

Rostros carcomidos
por pecados de inocencia;
sus máscaras espejan otros cuerpos
en confesables bóvedas.

Despiertan los hombres
de la aciagada víspera.
Juzgan al alma,
el dédalo dormido
donde comienza el sacrificio.


*

La memoria,
horizonte circular
del pensamiento,
recordó la certeza de lo incierto
al final de la cena con el huésped.

Al narciso que nacía,
ofreció la manzana
en aguas del lago hechizado;
inundó su paladar
provocando dolor
después olvido.


El Otro 


El otro, el que se adueña de tu exilio
y pisa los umbrales de tu hierba,
y penetra la morada de tu insomnio
preguntando si los trigos dorados de tus sábanas
aún te pertenecen;

el otro, el que atraviesa las huellas del osario
interrogando, si en tierra derramada
crecen rosas de sangre como savia;

el otro, que en el amianto de la encendida aurora,
despierta a la lanza para herir al sol del mediodía;

el otro, que nacido en lejanas primaveras de ocio,
resistió los ojos huecos del invierno acero;

el otro, que en el espeso celaje de la noche,
tropezó con manantiales, para beber el agua del olvido;

el otro, que en espumas de mares sin riberas,
se arrodilló frente a los dioses
perturbado por la traición de sus amigos;

el otro, que ajeno al grito de la lúbrica manzana,
desoyó la voz de los mandatos
convirtiéndose en esclavo de su origen; 

el otro, que en plenilunios de huesos en la arena,
invocó al soliloquio final de su destierro;

el otro, que en horas de sacralizados holocaustos,
desafió a fraguas de meridianos sin tiempo;

el otro, que en demenciales jaurías en éxodo,
alcanzó el horizonte de cielos abiertos,
en la senda de ripio de fugadas estrellas;

el otro, que al enfrentar el valor a quiméricos imperios,
perpetuó su yo, en el lago del narciso excluyente;

el otro, que al inmolarse en sabias vertientes de fuego,
recibió el amor fugado, de briosos corceles al acecho;

el otro, que en la piel de mármol del santuario penitente,
inscribió la agónica letra de sus pensamientos;

el otro, que en cementerios derruidos y altares de adviento,
ofrendó ánforas sedientas, a desposeídos besos;

el otro, que al seducir arcángeles de astrales infiernos,
descifró, en magnolias y cactus, la onírica carne del deseo;

el otro, confidente de añejas cicatrices,
confesó la soberbia del pecado
en fuentes de nenúfares y calcinados sueños; 

el otro, que en fresnos y abedules sin llanto,
convirtió el suplicio de la efigie, en odas de despojado tiempo;

el otro, que en umbrosos bosques de colinas salvajes,
ofrendó su libertad, para redimir a la criatura humillada;

el otro, que en constelaciones al final de la vía láctea,
vislumbró diosas rebeldes con vestiduras en llamas;

el otro, paciente roedor de medievales papiros,
alquimista de venerables palabras,
brindó la intimidad del poema, a solitarias sombras de plata;

el otro, que al extender sus venas y arterias
como red de tejidos fluviales,
desterró de su frente, hojarascas y espinas del alma;

el otro, que en peldaños de nubes abstractas
descendió en vértigo azul,
a nacaradas pérgolas de ruiseñores sin canto;

el otro, que con punzantes cuchillos de oro
perpetuó la inicial de su estirpe
en inadvertidos delirios de fiordos;

el otro, que excluido de las cartas marinas,
al final de temidos naufragios,
soñó gaviotas y albatros, en zócalos rojos del mar irisado; 

el otro, que en plena vigilia de cirios e incienso,
subyugó a la brújula, en el desgarro de su pluma blanca;

el otro, que al juzgar la belleza de paupérrimos santos,
redimió la elegía rasante del águila,
en alabastrinos templos de Leviatán y ángeles;

el otro, furtivo cómplice, en escaparates de calles nocturnas,
revivió el memorial de la sangre, como implacable testigo;

el otro, que en rumorosas vísperas de honor y de honra
fue espada con voz, en viaje hacia arcanas conquistas;

el otro, que en indescifrables ojeras del muriente atajo,
acechó a bufones de reinos, del inefable oráculo;

el otro, que en la enhiesta torre de verosímiles cábalas,
consagró a la tiza, como confidente íntimo del amor extenuado;

el otro, que en lejanos jardines de laberintos y acantos,
descubrió, en saltos de hienas y tigres,
corazones abiertos de tambores sin manos;

el otro, que al arrojar su túnica de oro al milenario Tíber,
dejó su alma al desnudo ante el circo romano;

el otro, verdugo cruel de sexos en lupanares secretos,
redimió a Eros, en espejos de sol del censurado asfalto; 

el otro, sándalo vivo en sahumerios de seducción y magia,
elevó su valiente rostro, al sagrado y envilecido bestiario;

el otro, náufrago insomne en estaciones de encantamientos y
 holganza,
desafió la muerte, con la clepsidra de la nave ignorada;

el otro, que al resistir desafíos del servil aplauso
combatió implacables sofismas con verdades y salmos;

el otro, que en odas cantadas a dioses y a excelsas vestales,
cerró el soberbio Olimpo, a la alquimia falaz del despojo;

el otro, que al bañar sus pies en aguas de líquenes y algas,
turbó los bordes del Jordán imaginario;

el otro, que en la celebración bautismal de la enigmática imagen,
vivió esclavas razones, en vitrales de otras miradas;

el otro, que en navíos sin rumbo del mar excitado,
advirtió la redondez de la tierra, en su corazón cuadriculado;
el otro, que en barrocas vidrieras de tulipanes y orquídeas
contempló a su mujer en escorzo, con el sexo del astro;

el otro, que al sorprender los caminos del sonrojado sudario,
arrojó su máscara, al azulado cauce del pecado; 

el otro, heredero otoñal de rancios linajes,
vivió su destierro, junto a pastores de lobos solitarios;

el otro, que en diáfanos sueños de la memoria en exilio,
desoyó la llamada del pífano, que celebraba la aurora;

el otro, vértice estricto en lenta y prolongada agonía,
agotó en su verbo, la rosa de la cruz desguarnecida;

el otro, que en azarosos oasis del agobiante desierto,
destruyó con sus manos la esfinge del destino alado;

el otro, que al descubrir las claves de la extraña y secreta arena,
habló con su dios de la infinitud de las estrellas;

el otro, que al perdurar en su yo, la plenitud de sus vísceras,
alertó con proféticas palabras,
símbolos errantes, en vestíbulos de niebla;

el otro, prisionero de altivas moradas de cristal y ónix,
pensó inacabados misterios,
en desolados puertos de crepusculares lámparas;

el otro, en lozanas terrazas de estío
y en itinerarios de esperanza sin pausa,
celebró con su canto
la plenitud de su ser,
 en oratorios del alma. 








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ELISA BONATO [17.675] Poeta de Argentina

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Elisa Bonato

Nació en 1977, en Colón Entre Ríos, Argentina. Escribe desde adolescente. Estudió en el Profesorado de Literatura y lengua italiana, que luego ejerció por un breve período. Se acercó activamente a la escritura en el taller literario del poeta Alfredo Maxit (año 2010/2011). En el año 2012, publica su primer libro "De pleno movimiento", al que pertenecen los poemas que publicamos. Obtuvo el 1º premio en el Tercer Certamen del Poema Ilustrado de Chilecito. Actualmente, colabora en el taller donde se formó.




DE PLENO MOVIMIENTO

5

Siempre que viene esa otra
buscándome
para dar un paseo –dice-
puedo ver a lo lejos las víboras
meciéndose,
que estoy ocupada –le digo-
sin morder manzana.


7

Hay una sombra entre nosotros.
Como un abismo.
Como un invierno.
Hay una sombra.

Y no puedo mirarte sin verla.



8

De cuando era gorrión y no te conocía,
recuerdo haber visto las mejores mañanas.
De cuando era gorrión y vivía en primavera,
recuerdo que solía jugar con mis amigas
y reír a los trinos.
Recuerdo que una vez,
también vos reías,
pero eras árbol.

Y ahora que sujetas con tus ramas
mis sueños,
me he ido secando.



21

Hay dos momentos de pleno movimiento
en los que me noto
más humana, más lenta.

Cuando siento unas manos invisibles
que me empujan
y
cuando siento las cadenas pesadas
con que atan mis bestias.








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ENHEDUANNA [17.676] Poeta de Irak

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Enheduanna

Enheduanna o Enkheduanna (2285–2250 a. C.) cuyo nombre también se ha transliterado como Enheduana, En-hedu-ana o EnHeduAnna ("en" significa sumo sacerdote o suma sacerdotisa, y "hedu" significa ornato, de manera que su nombre se puede traducir como "suma sacerdotisa ornato del dios, An"), fue una poetisa acadia así como Suma Sacerdotisa del dios de la Luna Nannar (Sin) en la ciudad-estado sumeria de Ur, hoy en Irak.

Es la primera persona de la que se conoce que detentó el título de "Sacerdotisa En", un papel de gran importancia política que a menudo llevaron las hijas de la familia real que dominaba en Mesopotamia; como Enmenanna, hija de Naram-Sin de Akkad, hasta la hija de Nabonid, rey de Babilonia en el siglo VII a. C.).

Enheduanna era tía del rey acadio Naram-Sin y fue una de las primeras mujeres de la historia cuyo nombre se conoce. Fue nombrada por su padre, el rey Sargón de Acad1 como suma sacerdotisa de Nanna o Nannar, el dios-Luna sumerio, una de las mayores divinidades del panteón mesopotámico, en Ur, durante el III milenio a. C.2 Su madre fue la reina Tashlultum.

Su nombramiento se considera un atrevido movimiento político por parte de Sargón para ayudar a cimentar el poder en el sur de Sumeria donde se encontraba la ciudad de Ur.

Continuó en el cargo durante el reinado de Rimush, su hermano. Fue durante el reinado de Rimush cuando se implicó en alguna forma de agitación política, expulsada, y luego eventualmente reinstaurada como suma sacerdotisa. Su composición Exaltación de Inanna o ‘nin me sar2-ra’ detalla su expulsión de Ur y su eventual reinstauración (Franke 1995: 835). Esto se relaciona con "La maldición de Acad" en la que Naram-Sin, bajo quien es posible también que Enheduanna sirviera, es maldecido y desterrado por Enlil. Tras su muerte, Enheduanna siguió siendo recordada como una figura importante, quizá incluso obteniendo un estatus semi-divino.

Evidencia arqueológica y textual

Enheduanna es bien conocida por fuentes arqueológicas y textuales. Su existencia como personaje histórico se encuentra bien establecida. Está el disco de alabastro con su nombre y su imagen, obtenido en la excavación de Gipar en Ur, que era la residencia principal de la Sacerdotisa En. Se encontró en los niveles Isin-Larsa (h. 2000–1800 a. C.) del Giparu junto con una estatua de la Sacerdotisa En Enannatumma. Y documentos históricos escritos indican que era hija del rey Sargón de Acad, el primer gobernante que unió el norte y el sur de Mesopotamia. 

Se obtuvieron dos sellos con su nombre, pertenecientes a sus sirvientes y que datan del periodo sargónida, al excavar el Cementerio real en Ur.

Se hicieron muchas copias de la obra de Enheduanna, muchas de ellas con fecha de cientos de años posteriores a su muerte, y se mantuvieron en Nippur, Ur y posiblemente Lagash junto con inscripciones reales que indican que eran de alto valor, quizá igual a las inscripciones de reyes (Westenholz 1989:540).

Su obra literaria

Los eruditos históricos y literarios la consideran como posiblemente el autor y poeta más antiguo cuyo nombre se conoce. Escribió los primeros textos que se pueden atribuir a un autor. Es también la única mujer entre los grandes autores de la literatura mesopotámica. Sus temas son religiosos: himnos al dios Nannar y a su templo de Ur, mas también a la diosa Inanna, protectora de la dinastía de Akkad.

Enheduanna compuso 42 himnos dirigidos a templos de todo Sumer y Acad incluyendo Eridu, Sippar y Esnunna. Los textos se han reconstruido a partir de 37 tabletas de Ur y Nippur, la mayor parte de las cuales datan de los periodos Ur III y Viejo Babilonio (Sjöberg y Bergman 1969:6–7). Esta colección se conoce generalmente como 'Los himnos de los templos sumerios'. Los himnos de templos fueron la primera colección de su clase; en ellos Enheduanna afirma: “Rey mío, algo se ha creado que nadie ha creado antes.” La copia de los himnos indica que estos himnos de templos se usaron mucho tiempo después de la muerte de Enheduanna y se tenían en alta estima. Los "Himnos del templo sumerio" están considerados como uno de los primeros intentos de una teología sistemática.

Su otra obra famosa es la Exaltación de Inanna o 'Nin-Me-Sar-Ra' que es una devoción personal a la diosa Inanna y también detalles de la expulsión de Enheduanna de Ur.

Además, eruditos como Hallo y Van Dijk, sugieren que ciertos textos no atribuidos a la misma podrían ser también obra suya.

La autoridad de Enheduanna suscita el tema de la educación femenina en la antigua Mesopotamia. Se conoce que esposas de los reyes encargaron poesía o, quizá, la compusieron ellas mismas y a la diosa Nindaba se atribuye actuar como escriba. Como Leick señala "hasta cierto punto los epítetos descriptivos de diosas mesopotámicas revelan la percepción cultural de las mujeres y su papel en la sociedad antigua".

Lista de composiciones de Enheduanna

Nin-me-sara, "La exaltación de Inanna", 153 versos, editado y traducido primero por Hallo y van Dijk (1968), más tarde por Annette Zgoll (1997) en alemán. Los primeros 65 versos se dirigen a la diosa con una serie de epítetos, comparándola con An, el dios supremo del panteón. Luego, En-hedu-ana speaks en primera persona expresa su infelicidad por estar exiliada del templo y las ciudades de Ur y Uruk. En-hedu-ana pide la intercesión de Nanna. Los versos 122–135 recitan atributos divinos de Inanna.
In-nin sa-gur-ra (nombrada por incipit), 274 versos (incompleto), editado por Sjoberg (1976) usando 29 fragmentos.
In-nin me-hus-a, "Inanna y Ebih", primero traducido por Limet (1969)
Los himnos del templo, editados por Sjoberg y Bergmann (1969): 42 himnos de longitud variada, dirigidas a los templos.
Himno a Nanna, editado por Westenholz
La mayor parte de la obra de Enheduanna está disponible en traducción en el Electronic Text Corpus of Sumerian Literature ("Cuerpo de texto electrónico de literatura sumeria"). También ha sido traducido y compilado en una narración unificada por el erudito sumerio Samuel Noah Kramer y la poetisa Diane Wolkstein. Su versión, publicada bajo el título Inanna, Queen of Heaven and Earth: Her Stories and Hymns from Sumer, fue publicada por Harper Perennial en 1983.

Westenholz editó otro himno fragmentario dedicado a En-hedu-ana, aparentemente por un compositor anónimo, indicando su apoteosis, convirtiéndose en una deidad tras su muerte.

En la cultura moderna

La autora de Minesota Cass Dalglish ha publicado una adaptación poética contgemporánea de Nin-me-sar-ra. La analista jungiana Betty De Shong Meador ha traducido obras de Enheduanna y escrito dos libros sobre el tema, Inanna: Lady of Largest Heart and Princess, priestess, poet: the Sumerian temple hymns of Enheduanna. La poetisa Diane Wolkstein, con el erudito sumerio Samuel Noah Kramer, compiló los poemas de Enheduanna en un poema épico unificado, Inanna: Queen of Heaven and Earth,. La versión de Wolkstein a su vez inspiró otras varias obras poéticas: Queen of Swords de Judy Grahn, The Descent of Alette de Alice Notley, y Among the Goddesses de Annie Finch.

Enheduanna es el sujeto del episodio "Los inmortales" de la serie científica para la televisión Cosmos: A Spacetime Odyssey, donde Christiane Amanpour le pone la voz.

En el libro "Los hijos de los días" de Eduardo Galeano, se hace referencia a Enheduanna en la página 399:

Enheduanna vivió en el reino donde se inventó la escritura, ahora llamado Irak, y ella fue la primera escritora, la primera mujer que firmó sus palabras, y fue también la primera mujer que dictó leyes, y fue astrónoma, sabia en estrellas, y sufrió pena de exilio, y escribiendo cantó a la diosa Inanna, la luna, su protectora, y celebró la dicha de escribir, que es una fiesta, como parir, dar nacimiento, concebir el mundo.




ENHEDUANNA, LA PRIMERA ESCRITORA

Los poemas de Enheduanna están dirigidos a la diosa Sumeria del amor, Innana: le habla a una deidad que a veces trae la felicidad y a veces el desastre sobre la tierra.

Estas 7 estrofas pertenecen a un sólo poema, llamado "La exaltación de Enheduanna a Innana", que contiene un total de 18. Representan una muestra parcial de su estilo poético, y pueden completarse en una segunda presentación, más adelante. Pero ahora, me he atrevido a agregarle otras versiones, ya que una escritura en una lengua tan antigua (y 'muerta', como se las llama cuando ya no las habla nadie) seguramente debe originar distintos ritmos, composiciones (son himnos, cantos, no hay que olvidarse de eso tampoco) y estilos. La idea de este trabajo es dar a conocer algún rostro en me-
dio de las palabras. Un rostro facilita -o debería tender a hacerlo- asociar las palabras con un cuerpo viviente: traer de un fuerte soplido de la memoria del mundo algo muy lejano y olvidado, al presente.
¡Ah! En la Universidad de Yale se guardan: un disco de 25  cms. de diámetro, en piedra caliza, en el que aparece la imagen de Enheduanna, acompañada por tres mujeres, y las tabulae cuneiformes en los que se hallan inscriptos estos versos.


"LA EXALTACION DE ENHEDUANNA A INANNA"

l. INNANA Y LAS ESCENCIAS DIVINAS

Señora de todas las escencias, luz plena,
buena mujer vestida de esplendor
a quien el cielo y la tierra aman,
amiga de templo de An,
tu llevas grandes ornamentos,
tú deseas la tiara de la alta sacerdotisa
cuyas manos sostienen las siete escencias,
O mi señora, guardiana de todas las grandes escencias,
las has escogido y colgado
de tu mano.
Has reunido las escencias sagradas y las has puesto
apretadas sobre tus pechos.



2. INANNA Y AN

Como un dragón has cubierto el suelo
de veneno.
Como el trueno cuando ruges sobre la tierra,
árboles y plantas caen a tu paso.
Eres una inundación descendiendo desde una montaña,
¡Oh primaria,
diosa lunar del cielo y de la tierra!
Tu fuego sopla alrededor y cae sobre nuestra nación.
Señora montada sobre una bestia,
An te da cualidades, órdenes sagradas,
y tú decides.
Tú estás en todos nuestros grandes ritos.
¿Quién puede entenderte?



3. INNANA Y ENLIL

Las tormentas te prestan alas, destructora de nuestras tierras.
Amada por Enlil, tú vuelas sobre nuestra nación.
Tú sirves a los decretos de An.
Oh mi señora, al oir tu sonido,
colinas y llanuras reverencian.
Cuando nos presentamos ante tí,
aterrados, temblando en tu clara luz tormentosa,
recibimos justicia.
Nosotros cantamos, nos lamentamos, y lloramos ante tí
y caminamos hacia tí a través de un sendero
desde la casa de los enormes suspiros.



4. INANNA E ISHKUR

Tú lo derribas todo en la batalla.
Oh, mi señora sobre tus alas
llevas la segada tierra y embistes enmascarada
en una atacante tormenta,
ruges como una rugiente tormenta,
truenas y sigues tronando, y resoplas
con vientos malignos.
Tus pies están llenos de inquietud.

En tu arpa de suspiros
yo escucho tu canto fúnebre.




5. INANNA Y LA ANUNNA

Oh, mi señora, la Anunna, los grandes dioses,
aleteando como murciélagos delante tuyo,
se vuelan hacia los farallones.
No tienen el valor de caminar
delante de tu terrible mirada.
¿Quién puede domar tu furibundo corazón?
Ningún dios menor.
Tu malevolente corazón está más allá de la templanza.
Señora, tu sedas los reinos de la bestia,
tú nos haces felices.
Tu furia está más allá de la templanza,
¡Oh hija mayor de Suen!
¿Quién te ha negado alguna vez reverencia,
señora, suprema sobre la tierra?



6. INANNA Y EBIH

En las montañas en las que no eres venerada
la vegetación está maldita.
Tú has convertido en cenizas sus grandes entradas.
Por tí los ríos se inflan de sangre
y la gente no tiene nada que beber.
El ejército de la montaña va hacia tí cautivo
espontáneamente.
Saludables hombres jóvenes desfilan ante tí
espontáneamente.
La ciudad danzante está colmada de tormenta,
conduciendo a los hombres jóvenes hacia tí, cautivos.




7. INANNA Y LA CIUDAD DE URUK

Has dicho tu sagrado mandato sobre la ciudad
que no ha declarado:
"Esta tierra es tuya,"
que no ha declarado:
"Le pertenece a tu padre y al padre de tu padre,"
y tú has bloqueado su paso hacia tí,
tu has alzado tu pie y abandonado
su granero de la fertilidad.
Las mujeres de la ciudad ya no hablan de amor
con sus maridos.
Por las noches ellos no hacen el amor.
Ya no están desnudas delante de ellos,
revelando íntimos tesoros.
Gran hija de Suen,
impetuosa vaca salvaje, suprema señora comandante de An,
¿quién se atreve a no venerarte?




DEl "HIMNO A INANNA"

Señora de todos los poderes
En quien la luz aparece,
Una luz radiante
Amada por Cielo y Tierra,
Tiara-coronada
Sacerdotisa del Más Alto Dios,
Mi Señora, tú eres la guardiana
De toda grandeza.
Tu mano sostiene los siete poderes:
Tú alzas los poderes de ser,
Tú los has colgado sobre tus dedos,
Tú has reunido los muchos poderes,
Los has abrochado ahora
Como collares sobre tu pecho.


*


Como un dragón,
Envenenaste el suelo-
Cuando le rugiste a la tierra
En tu trueno,
Nada verde podía vivir.
Una inundación cayó de la montaña:
Tú, Inanna,
Primera en el Cielo y en la Tierra.
Señora cabalgando una bestia,
Tú lloviste fuego sobre la cabeza de los hombres.
Tomando tu poder del Altísimo,
Señora de los grandes ritos,
¿Quién puede entender todo lo que es tuyo?


*


Fue en tu servicio
Que entré por primera vez
En el templo sagrado,
Yo, Enheduanna,
La más alta princesa.
Portaba el canasto ritual,
Cantaba tu alabanza.
Ahora he sido arrojada
Al lugar de los leprosos.
Llega el día,
Y la luminosidad
Es oculta a mi alrededor.
Sombras cubren la luz,
La entapizan en tormentas de arena.
Mi bella boca sólo conoce la confusión.
Aún mi sexo es ceniza.



*


Oh, mi Señora 
Bienamada del Cielo,
He dicho tu furia con verdad.
Ahora que su sacerdotisa
ha regresado a su lugar,
El corazón de Inanna se restaura.
El día es auspicioso,
La sacerdotisa está vestida
En hermosas túnicas,
En femenina belleza,
Como en la luz de la ascendente luna.
Los dioses han aparecido
En sus legítimos lugares,
El umbral del Cielo exclama "¡Salve!"
Alabanza a la destructora dotada de poder,
A mi Señora envuelta en belleza.
Alabanza a Inanna.



ALGUNAS REFERENCIAS

INANNA es la gran diosa de Uruk; en Sumerio (una lengua extraña en el sentido de que no se han podido establecer sus orígenes, ni su relación con otras lenguas) su nombre significa "Señora del Cielo" -originalmente "Nin-an-ah"; es la diosa del amor y de la fertilidad y más tarde se la dotó con los atributos celestiales de la semítica Ishtar.

AN: o Anu, el cielo y el dios de los cielos, el hijo de Anshar y Kishar y el padre de Ea.

ANUNNA: también llamados Anunnaki, generalmente los dioses de las infraregiones; en el texto "El viaje de Inanna al Infierno", del cual publicaremos fragmentos próximamente, son los siete jueces del infierno.

ENLIL: es el Dios del aire universal, el dios principal de Nippur (la ciudad sagrada de los Sumerios). Su templo mayor se denominaba 'Ekur', 'La ciudad resplandeciente'.

URUK: es la ciudad bíblica de Erech, la moderna Warka, una importante ciudad del sur mesopotámico, en la que Inanna tenía su templo principal.


BIBLIOGRAFÍA

William HALLO. The Worlds Oldest Literature. Studies in Sumerian Belles-Lettres. Brill, 2009.
Thorkild JACOBSEN. Treasures of Darkness. Yale Univ., 1976.
Aliki BARNSTONE. Women Poets from Antiquity to Now.  Schoken Books, 1992.
Charles DORIA/ Harris LENOWITZ. Origins. Creation Texts from the Ancient Mediterranean. Anchor Books, 1976.
Jerome ROTHENBERG. Technicians of the Sacred. A Ravage of Poetry from Africa, America, Asia, Europe & Oceania. Univ. of Calif. Press, 1985.
N.K. SANDAS. Poems of Heaven and Hell in Ancient Mesopotamia. Penguin, 1971.
William HALLO/ J.J. Van DIJK. The Exaltation of Inanna. Yale Univ. Press, 1968.
Diane WOLKESTEIN/ Samuel Noah KRAMER. Inanna, Queen of Heaven and Earth. Harper & Row, 1983.
Jane HIRSHFIELD. Women in Praise of the Sacred. Harper, 1994.

http://inutilesmisterios.blogspot.com.es/2011/12/enheduanna-la-primer escritora.html





LOS ESCRITOS DE ENHEDUANNA: 
LOS MÁS ANTIGUOS QUE SE HAN DESCUBIERTO

Traducción: Aline Lara Galicia y Adriana Hinojo
Escuela Nacional de Antropología e Historia.


Investigadores de la historia e idioma sumerio tradujeron tres poemas compuestos por el primer autor conocido del mundo, se trata de una mujer llamada Enheduanna, quien expresó en esta composición su admiración hacia Inanna, diosa de Venus. Los poemas datan del año 4000 a.C., están escritos sobre lápidas de arcilla. Su traducción ya había sido publicada en medios académicos; sin embargo, se hizo una nueva traducción incluida en el libro: Inanna, Señora del corazón más grande, publicado por la Universidad de Texas, por lo que ahora esta obra es más accesible. Enheduanna fue Suma Sacerdotisa en Ur, el centro religioso más importante de Sumer.



Betty DeShong Meador, de Berkeley, California (analista Jungiana) tradujo los poemas con ayuda del lingüista Daniel Foxvog y Anne Kilmer, profersor de asiriología. De acuerdo con Meador, Enheduanna es, además de una de las poetisas más tempranas del mundo, una escritora que vivió tan sólo 300 años después que de que se desarrollara la escritura en Sumer (actualmente sur de Iraq). Como la hija del rey Sargon, líder militar quien construyó un basto imperio, Enheduanna, tuvo que cumplir con sus deberes propios. “Vivió en un templo cercano a lo que hoy es el Golfo Pérsico”; “recientes excavaciones demuestran que se trataba de una comunidad dedicada a actividades como la panadería. carnicería y elaboración de cerveza. Enheduanna dirigía la actividad agrícola en el templo y la industria pesquera local”, de acuerdo con Meador.



Sin embargo, sus funciones como Alta Sacerdotisa eran más importantes, “fue la primer teólogo del mundo… su composición muestra, un carácter multifacético, retoma alusiones a lo poderoso, lo sexual y lo sacerdotal; muchas de estas cualidades, que ella le adjudica a Inanna, prefiguran los poderes del dios hebreo Yahveh, del antiguo Testamento”. Para Laurie Pearce, investigador de la Sección de Estudios del Cercano Oriente (U. C. Berkeley), “Inanna, de acuerdo con la traducción de la poesía de Enheduanna, es por excelencia la deidad femenina de la civilización mesopotámica.

Los escritos de Enheduanna: Los poemas más antiguos que se han descubierto. Trad. Aline Lara Galicia y Adriana Hinojo, pág. 32-33 . En Actualidades Arqueológicas, revista de estudiantes de arqueología en México. Año 5 No. 25. Enero – Marzo 2001
https://alexsma2803.wordpress.com




ROBERTO RETAMOSO [17.677] Poeta de Argentina

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ROBERTO RETAMOSO

(Rosario, Argentina 1947), es Profesor en Letras y Doctor en Humanidades y Artes con mención en Literatura por la Universidad Nacional de Rosario. Se desempeña como profesor en dicha universidad. Publicó: La dimensión de lo poético (1995); Figuras cercanas (2000); Oliveiro Girondo, el devenir de su poesía (2005); Preguntar del hijo (Poesía, Ciudad Gótica, Rosario 2006); La primavera camporista y otros poemas (Poesía, Ciudad Gótica, Rosario 2008); Apuntes de literatura Argentina (2008); El discurso de la crítica (Editorial Fundación Ross, Rosario 2009); Teoría de la lectura (Editorial El ombú bonsai, Rosario 2011).



Madre:
y si no fuese verdad
que el verano
trae la luz
con que dibujabas
el aire
que iluminaba
la casa?...
Padre:
y si nunca hubiera
existido
aquel mundo
donde me extraviaba
en la siesta,
cuando el mundo
real
reposaba
en su agobio
de enero?
Madre:
y si todo fuese un sueño
y la memoria
un delirio
con que la conciencia,
trémula,
pretende empañar
el horror
de la vida?...
Padre:
y si ustedes no fuesen
más que dos
fantasmas,
y yo un soñador
de delirios
que los he inventado
para no morir
cada vez
que los sueño?...

(de Preguntar del Hijo, Rosario, El Farolito, 2007)




Pedís un mate
pedís
como si fuera
un elixir
capaz de transformar
las imágenes
que el mundo
te pone
ante los ojos
Amargo
decís
como si no fuera
una obviedad
sino una clave
la contraseña
que te permite
acceder
a una visión
privilegiada
de la vida
La mano
la mano mía
te lo alcanza
despacito
queriéndote
entregar
el instrumento
mágico
que te haga ver
lo que los otros
no miramos
Pero no es más
que un mate
una calabacita hueca
donde creemos
ver flotar
las letras
de un mantra
que no existe

(de La primavera camporista y otros poemas, Rosario, Otra Ciudad, 2008)




Miras el poniente,
mientras el auto se desliza,
suave,
por el camino de cintura.
El sol
comienza a bajar,
acaso imperceptiblemente,
pero tu mirada,
fija,
parece querer
retener
ese descenso sutil,
para archivar la tenuidad
de la tarde
en el fondo inhallable
de tu propia memoria...
Miras el poniente
y yo miro
tu cabeza perfecta,
levemente ladeada
hacia mi derecha,
mientras el sol
ilumina las líneas
armónicas
de tu rostro moro,
como si quisiera
enmarcar
sus formas esbeltas
con esa luz etérea
que lo vuelve
irreal...

(de Canción para Ofelia, publicado en Alas de Gaviota Nº 4, Abril, Mayo y Junio de 2008)



Biblioteca

Desplegados en filas regulares
los libros yacen sobre los estantes que,
atravesando las paredes del estudio,
trazan unas paralelas que jamás
podrían rozarse. Profundas,
esas líneas que los estantes dibujan
de todos modos parecen converger
en ese punto remoto
donde la perspectiva tridimensional
se sostiene. El espectáculo
de los libros alineados se vuelve así
un espectáculo paradójico,
cuando la mirada recorre su sucesión
hasta perderse en el punto virtual
donde todas las líneas desembocan.
Pienso, entonces,
que la biblioteca obedece a un orden
fantástico y secreto,
inmóvil y móvil a la vez:
inmóvil en la yacencia eterna de los libros
sobre los estantes,
móvil en el desplazamiento que su visión
produce cuando los miramos. Así,
el movimiento de lo inmóvil
deviene en una paradoja
donde resuena el nombre de Zenón
y entre sus sonidos,
el de Borges. Porque ese punto
donde todos los libros confluyen
no es más que un Aleph textual,
ese vocablo único donde el universo
todo
se contiene.



La letra con sangre entra


Uno

La letra con sangre entra
se dice, o se decía,
para representar la violencia
que supone
su enseñanza.
Paradoja del sentido común,
la letra deviene,
así,
de incisión en incidente,
como si la inscripción,
o lo inscripto,
pudieran mutar
en el punzón
que los traza.


Dos

Esa violencia
es más siniestra
cuando la letra
es extranjera.
Cuando es un signo extraño,
ignoto,
que un conglomerado de nativos
ve desplegar ante sus ojos
como blasón o emblema
de la pólvora y el fuego
que disparan los hombres
de Cortés o de Pizarro.
Esa violencia es más terrible
cuando hace de los nativos
sujetos inhumanos,
seres extraños al orden
de los hombres
y por lo tanto cosas,
o animales,
a los que se debe evangelizar
por medio de la letra.
Que entonces se transforma
en una traza implacable,
irresistible,
sobre los cuerpos aborígenes,
deviniendo inefable
no sólo por lo extraña sino
por no tener lugar
en su lengua ni en sus ojos,
ni mucho menos en el sentido
que sus dioses
dispusieron,
desde siempre,
para ordenar
lo vasto de su mundo.


La memoria de los libros

Creemos que hay una memoria de los libros
aunque el genitivo sea engañoso,
porque no hablamos de la memoria
que los libros contienen,
sino de la memoria, que de ellos,
poseemos.
Esa memoria, notoriamente,
es poco libresca, ya que no está hecha
de la sustancia literal
donde sus textos
se traman. Por el contrario,
está hecha de recuerdos amorfos
-mezcla de imágenes, sensaciones,
incluso sentimientos,
que perviven como un amasijo
denso e informe
del cual, algunas de sus partes,
a veces, retornan
al presente-
y en ocasiones
de ciertas palabras
que resuenan deformadas
por el vibrato con que el tiempo
las modula.
De tal modo, si auditiva,
nuestra memoria de los libros
no escucha las voces
que hablaron la vez
que los leímos.
De igual forma, si visual,
no ve las letras que miramos
esa vez, puesto que mira
otras imágenes,
antes que literales plásticas. Así,
lo que la memoria de los libros expone
es una escena más parecida a un sueño
que a su texto, pero quizás
esa cuestión tan sólo lo sea
en apariencia,
ya que esa memoria
no es más el remembrar
donde escribimos,
nosotros,
los recuerdos.


Teoría de la lectura I

Alistados de manera regular
sobre los estantes, los libros permanecen
en un amable silencio. Se sabe:
los libros no hablan por sí mismos,
es necesario que alguien
los provea de voz. Porque eso que llamamos
habla no es más que el acto físico
de una emisión de sonidos,
cosa que los libros,
objetos plenamente áfonos,
jamás podrían hacer. Los libros
no son otra cosa que un universo de signos
dispuestos según un orden sucesivo
que necesitan activarse por obra de un lector.
Ese universo debe ser actualizado
de modo furtivo e irreverente,
sostiene Michel de Certeau,
porque el lector es un nómade
que sortea las trampas que tiende
la fijeza de la letra,
el mundo sedentario del enunciado literal.
Querrá decir con esto que, cuando leemos,
somos nosotros los que disponemos
el destino del sentido,
aquello que el libro, en su inmóvil silencio,
creemos nos quiere decir?... Y si es así,
hasta dónde llega nuestra irredenta
lectura?... Porque no leemos solamente
las letras de los libros: leemos sus lomos,
sus portadas,
el color desteñido de sus hojas,
las frases o líneas subrayadas,
que alguien dibujó
para agregar un suplemento
de inscripciones que enrarece,
aún más, si así puede decirse,
la lectura.
Y es entonces, cuando descubrimos
que los libros, además de signos
exponen huellas, marcas,
cicatrices de historias y de vidas,
el momento epifánico
donde finalmente entendemos
que los libros,
a su manera,
hablan.



Psicoanálisis

La gran herida
narcisística
consiste en descubrir
que nosotros
no somos
los que hacemos
el sentido.


Los poemas pertenecen a "Teoría de la lectura", libro de poemas de Roberto Retamoso (Editorial El ombú bonsai, Rosario 2011)







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MARÍA ESTER ALONSO MORALES [17.678] Poeta de Argentina

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MARÍA ESTER ALONSO MORALES

MARÍA ESTER ALONSO MORALES nació en 1974 en Bernal, provincia de Buenos Aires, Argentina. 

Es hija de un jefe del ERP asesinado y de una campesina santiagueña detenida y torturada. 

Se formó como abogada en La Plata, donde fue miembro de la agrupación HIJOS, participando del movimiento de derechos humanos y colaborando con diferentes organismos. Más tarde sería miembro integrante del Equipo Jurídico de Abuelas de Plaza de Mayo. Desde hace ocho años reside en la ciudad de Hamburgo, lugar desde donde escribe actualmente. Fue galardonada con el primer premio El Butacón del Certamen Literario (Hamburgo, 2013). Participó en la antología La Plata Spoon River (2014). Entre dos orillas es su primer poemario.



De qué color eran los ojos de mi padre

SUS OJOS

No sé de qué color
eran los ojos de mi padre.

Como nunca los vi,
me los invento.

Yo creo que tenían
el color del tiempo.

Color miel,
si miraba con ternura.

Verdes grises,
si andaba triste.

Azul encendido,
cuando discutía.

Marrón profundo,
si pensaba el futuro.

Agua marina,
si decía a vencer o morir por la Argentina.

En su final se le oscurecieron,
negros, dos trozos de carbón endurecido. 


La mujer rota

Mi homenaje a todas las mujeres en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

La mujer rota

Ella viene a verme,
temerosa se arrincona en una silla.

Habla bajo y no llora,
me cuenta que sus ojos están secos. 

Lleva décadas padeciendo,
la ira, el enojo y el desprecio de su marido.

Sus manos temblorosas me muestran:
documentos, fotos y radiografías,
de su nariz rota, de su brazo roto,
de sus ojos en compota.

Veo que carga en el centro de su pecho
un dolor infinito.

Pero esta vez dijo: ¡Basta!
y llamó a la policía.

Ahora duda, se arrepiente de su denuncia,
me dice que lo quiere pensar
y se despide de mí prometiendo regresar.

Cargaba en el centro de su pecho
un dolor infinito




María Ester Alonso Morales
Entre dos orillas - Zwischen zwei Ufern

Libros de la talita dorada
Colección Los detectives salvajes   /   20
City Bell: De la talita dorada, 2015



MARÍA ESTER ALONSO MORALES Entre dos orillas - Zwischen zwei Ufern

Acerca de Entre dos orillas - Zwischen zwei Ufern

ESTE LIBRO TIENDE UN PUENTE ENTRE ARGENTINA Y ALEMANIA, entre La Plata y Hamburgo. Dos ríos, dos orillas, dos idiomas y dos mundos distintos que pretendo conectar a través de la poesía. Primero yo había imaginado este poemario con dos capítulos consecutivos. Pero luego no pude decidirme por qué orilla comenzar; cuál de las dos priorizar ¿la orilla en la que escribo o desde dónde vengo? Me parecía hasta injusto. Con el tiempo este poemario se convirtió en dos libros, dos en uno, cada uno con su sentido y unidad temática independiente. Dos tapas invertidas, como estamos en este planeta, norte y sur, polos opuestos. Le dejo a usted querida lectora, querido lector la decisión por dónde comenzar a leer, si por la orilla del Elba o la del Río de La Plata, por la que más le interese o se identifique. Usted elige, si va a leer una sola orilla o las dos. O tal vez usted vaya saltando de una orilla a otra y regrese; como hacemos los que estamos lejos.
MARÍA ESTER ALONSO MORALES/ Autora


ESTE LIBRO DISUELVE DISTANCIAS, salta barreras idiomáticas, tiende puentes que nos acercan partiendo de dos orillas distantes en lo geográfico pero próximas en el territorio emocional. La autora dedica la orilla del Río de la Plata "a mis compañeros”, esos los hermanos que la historia le dio. La otra orilla, la del río Elba, la brinda a los migrantes, esos hermanos desconocidos a los que la aproxima la cotidianidad del hecho de la emigración. En este libro encontrarán poemas sobre lucha, amor, memoria, identidad, hermandad y amistad. Hay ausencias y nacimientos, des-encuentros y re-encuentros, alegrías y tristezas. Hay puertos desde donde se puede partir y a donde regresar. Y hasta un país inventado donde nadie es forastero y no es necesario anunciarse para entrar.
Entre sus páginas, atravesadas por la veracidad que otorga lo dicho desde lo más profundo, la nostalgia se nombra de distintas maneras, invitando al lector a que se convierta en cómplice acompañante del viaje poético que emprende el alma de la poeta.
NEUS MORÁN GIMENO/ Artista plástica catalana


LA POESÍA NOS HA AYUDADO A LOS HIJOS de las víctimas del terrorismo de Estado en Latinoamérica a encontrarnos en paisajes imposibles con nuestros padres y madres, a decir, explicar y reivindicar sus nombres y sus luchas, a reinventarlos y reinventarnos a pesar del dolor o más allá de ese dolor, por el amor a la vida; pero no una vida cualquiera. Una vida digna, con justicia así llegue tarde como en el poema, porque como afirman los hijos y las hijas por la memoria, una condena no nos devuelve la vida. En el acto de la justicia Poética, un poema sí. Y en los poemas irreverentes los muertos siguen vivos, siguen diciendo y hablando y también luchando, transformando el mundo. Buscando anclarse en ese pasado-futuro, en el que navegan los versos de María Ester Alonso.
ERIK ARELLANA BAUTISTA/  Compañero y poeta colombiano



EN EL HIJO SE PUEDE VOLVER

A todos los HIJOS frente a la justicia 

Tus padres van a ingresar
con vos a esa sala,
cuando te toque
subir al estrado,
tomar asiento
y declarar.

Vas a tenerlos,
uno a cada lado,
escoltándote,
escuchándote,
sosteniéndote.



IM SOHN KEHREN SIE ZURÜCK

Für alle HIJOS im Angesicht der Justiz

Deine Eltern werden
mit dir in jenen Saal eintreten,
wenn es an dir ist
in den Zeugenstand zu steigen,
Platz zu nehmen
und auszusagen.

Du wirst sie bei dir haben,
einen an jeder Seite,
dich begleitend,
dir zuhörend,
dich stützend.





EL CIELO SOBRE LANÚS

Soñé,
que se me presentaba un hombre,
venido de otra época,
vestido con abrigo negro,
como un ángel descendido.

Este ángel me dijo:
te concedo viajar al pasado,
al año 1974,
al fatídico día,
presentarte a tu padre,
cara a cara
y sin revelarle tu identidad,
advertirle de su peligro.

Me puso una condición:
si lo conseguía,
si lograba que
se salvase,
yo no existiría,
no habría nacido jamás.

Me quedé pensando,
un trato justo,
mi vida por la de mi padre.
No lo dudé y acepté.

Regresé,
mujer adulta,
con gabardina puesta.
Todo sucedía en blanco y negro.

Me daba prisa,
desesperada por las calles de Buenos Aires,
para llegar a tiempo a la casa de Lanús.

Pensaba en convencerle a él
y a sus compañeros
de desistir de la operación,
que se trataba verdaderamente
de un error,
una trampa,
una tragedia.

Desperté exaltada,
sudada,
angustiada.
La Plata,
año 2006…



NEO

A Julián Axat

Yo también soñé,
una y mil veces,
salvar a mi padre
y a sus compañeros.

Tampoco pude convencerles.



NEO

Für Julián Axat

Auch ich träumte,
ein— und tausendmal,
meinen Vater zu retten
und seine Kameraden.

Auch ich konnte sie nicht überzeugen.




FLORES TRASPLANTADAS

Para Saide
migrar
es perder
el hogar.

Me aclara,
es trasplantar una flor,
lleva tiempo
echar raíces
en suelo nuevo.

Así estamos,
flores trasplantadas.
¿Cuánto más
tendremos que esperar
para crecer?



Umgetopfte Blumen

Für Saide,
auswandern
ist das Zuhause
zu verlieren.

Sie verdeutlicht mir,
es ist wie Blumen umzutopfen,
es braucht Zeit
Wurzeln zu schlagen
auf neuem Boden.

So sind wir,
wie umgetopfte Blumen.
Wie lange müssen wir noch warten,
um zu wachsen?



INEVITABLE TRISTEZA

La tristeza del migrante,
inevitable nube en el cielo.

A veces pequeña
y el sol brilla fuerte.

Otras tan grande,
que el sol no se ve.

Hoy no se ve.



Unvermeidbare Traurigkeit

Die Traurigkeit des Auswanderers,
unvermeidbare Wolke am Himmel.

Manchmal klein
und die Sonne scheint stark.

Andere Male so groß,
dass man die Sonne nicht sieht.

Heute sieht man sie nicht.




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DEMETRIO IRAMAIN [17.679] Poeta de Argentina

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Demetrio Iramain

Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, Argentina en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.


Dice el desaparecido

¿y vos qué hacés 
Demetrio
con ese nombre
hablando de mí a treinta o más años
de mi última palabra?

sí ya sé: mamá que
era terca como las paciencias que
le crecen al océano cuando se sienta a
esperar que sea de noche

la noche es lo único que le pasa al mar además
de no cansarse nunca de ir y volver de
el océano a sí mismo
como una pregunta o
la poesía que es una inválida que
está caliente conmigo o
el mar que mara con penas
bajo el brazo 
aliento a otro país
secretos
las mujeres que uno se callaría
la boca para siempre excepto

frente al mar al costado de
su soledad amiga como siglo
picado por genocidios
por el amor
otros

pero yo te estaba hablando de mamá que
era terca y primero me tuvo a mí solo y
después se hizo más madre que la tierra y
empezó a no parar de parir y
salieron compañeros de ella

pibas que colman la tarde ahora con
mieles tomadas por asalto al sol y siguió
siguió pariendo por ejemplo a vos
que hablás de mí a 30 o más años de
mi última palabra con
palabras y gestos y las banderas
que se acordó de mí mamá
en la plaza la placenta los misterios del mar
que fue ella solita esperando que yo vuelva
entre por la puerta de la cocina cantando
canciones de la revolución y
vos que sos nuevo aquí afines las guitarras
hables de mí ahora con la rabia del sur
el odio a colores que nos sigue creciendo
a todos cada vez que sube este dolor


Las Madres en reunión

Son 12 mujeres grandes ya,
sentadas a lo ancho de la mesa.

Almuerzan con gusto y sin ganas como
quinceañera que hace tiempo para ir a bailar.

Dejan sin terminar el plato en la pileta.
De a una agarran su banqueta y
en fila se dirigen a sala de reunión.

Debatirán con rigor de físicos desde
la marcha del mundo hasta
la receta de los fomentos.

A la salida del encuentro
ninguno que no sea ellas
sabrá nunca qué dijo cada quién.



días . . .

a veces quiero que sea jueves
ahora por ejemplo que es nada que ver y
hace mucha noche afuera

yo quiero que sea el jueves a las tres y media
de la tarde de una vez que fue 1977
en plaza de mayo
abril: el sol cayendo en diferido
la luz como una voz a larga distancia

yo quiero estar allí ahora
subir alto al cielo y agarrar
al país con la mano

yo no quiero cambiar lo que pasó
el país tiene manías de viejo y
con la edad se puso contradictorio
siguió hermoso a pesar suyo
gentes le crecieron alrededor
de la muerte amores el pueblo otra vez  pero

yo solamente me conformo con
ser jueves agarrar al país en una sola mano y
conversarle preguntas hasta
que salga sangre
hundirle un asombro en el pecho al país
golpear con un palo la puerta del silencio del país
para ver quién sale

eso quiero y también ver cómo amaban
los compañeros con qué partes culatas
cómo brillaban escondidos
qué hacían con la tristeza propia y
de la otra en general
de dónde sacaban sueños para
darse de tomar
chichas profundas de hablar
con dios porque

de todo eso solamente quedó
mujeres
y yo no entiendo nada
ellas no me dejan en paz ahora y
me gusta
angelitas con gomeras en las partes
donde otros usarían la paciencia
el parlamentarismo

yo quiero subir al cielo y
agarrar al país de esos años
para saber de qué calor era el fuego
y otras cosas más
por ejemplo: 

cómo son posibles
los misterios la ternura dura
de estas mujeres
más madres que mujer o
las dos cosas condiciones juntas
en una sola como

una palabra cualquiera y
todo lo que su gramática
no alcanza a decir



...cero bajo cero.

cuando mi hermana cumplió 15 años
tuvo salón de fiesta, vestido rosa
mas una amiga suya eligió viajar... viajar...
para esa época yo ya era triste  

en cambio: la hija de madre muerta y padre preso
ciudadana de un Estado que no está
(excepto la policía)
tiene 16 de edad
dos entradas en la cárcel y
mellizos sin amor ni novalgina
paridos en virtud de los derechos humanos
del niño no nacido      

¿con qué lírica emocionada
afónica de silencio en la voz
podrán explicar esta injusticia o hiato
los poetas y tener mediana eficacia
o sea: que todos los hombres sepan y
se agarren el corazón a martillazos?

porque: el poeta no es un cronista
de la realidad pero el poeta es
un cronista de la realidad

la realidad que es y aún no
también escribe sus crónicas de
dicha y malapena a través de la poesía pero
el problema siguen siendo los poetas

si los poetas –digamos– hubieran hecho un
llamamiento a tiempo contra las plazas enrejadas 
quizás habría calesitas con caballos
de crines celestes todavía

pero no
nada de eso:
“a niños que cometan delitos de adultos,
condenas de adultos” punto
tras muchos siglos de pensamiento y ciencia 
el hombre sube de nuevo a los árboles
donde pajaritos se preguntan:
“¿y estos qué hacen acá?”

insisto: ¿qué vanguardia estética de
la retaguardia política podrá
narrar superficie y bajofondo
sin sangrar por las sienes sangre toda roja
espesa como suela o caldo que secó?

por lo demás morir es fácil
distinto es la vida
ejemplo: darío santillán que le tapaba con el dedo
el agujerito de la muerte a kosteki
mientras le decía: “dale, maxi, viví”
sin saber
sabiéndolo debidamente
que minutos después ambos morirían

allí sí hay pasto o pan para que la poesía beba:
el pueblo y sus tercas flores bellas
de barro en la raíz 

pero yo digo los otros:
el señor del subterráneo los encargados de
todos los edificios de mi cuadra mi vecina
sin amor por las noches repitiendo
todo el santo día cómplices de culpa y cargo:
“dale la muerte, dale, dale”

. . . a Maxi y Dario.


Revolución

te amo señora pero
tu olvido no me quiere
sangre te doy compañeritos
el misterio propiamente
y vos nada

como agua en su profundidad
así es yo en vos
con la única rabia que tengo
podría fundar cien ciudades
en el desierto
infinitos en una pulgada pero

vos no querés
¿me dejás?
no ¿va?
no sirve ¿será?
fue

te amo igual señora
dormiré con tus
frazadas de viento
los pies afuera
adentro la noche



Hoy es la última Marcha de la Resistencia

Al fin se le cerró la mollera al país;
ya zurció la costra a la cabeza, el dolor
a su esperanza, el olvido
a esta furia fértil como un sol.
Al fin.

Como mi hijita de dos meses es
el sol que sale por el este del país:
calienta tibio todavía, usa
escarpines que ningún barro ensuciará, va
contento a upa de brazos que otea
por el modo o el olor.
Como mi hijita.

Ya no es más aquel campito 
lastimado de sangre.
Tardó casi treinta años; lleva
1500 siestas sin dormir a
la hora de los jueves, pero
ahora es un país.
Nuestro país.

Cuando estuvo solo teta consiguió de tomar.
Raspó con palitos la piedra dura en
Plaza de Mayo y salieron las Madres.

Dos meses hace que mi hijita
surgió al mundo y ya tiene un país.
Ella sí no tendrá que raspar baldosas
para encontrarse una patria debajo.
Las Madres se la traen hasta aquí:
está plantada en su puerta, da
sombra al que se cansa y chupete
a quien no se puede dormir.

Tiene suerte mi hijita. 
Cuando sonríe está diciendo,
simplemente, “Gracias, Madres”,
para que ellas piensen, entonces,
“valió la pena”.



Disputas

vea:
yo no sé qué es la poesía pero
así mi pueblo esté triste trabaja.

no lo dejan y trabaja igual.
triste está contra memoria que
corrige lo que pasó,

se arremanga hasta el cielo
mi pueblo,
el caracú pela cuando
se descalza pero

alza derecha la olla y
no le debe a nadie,
a ninguno.

mi pueblo ya pagó con
sangre. 
y usted, ¿con qué pagó?
¿el culo?

la poesía yo no sé qué es,
misterio o cosa o ninguna
de las dos, o todo eso junto
ahora bien:
palabras solamente poesía no es,
dice mi pueblo.
un funcionario bueno no me
hace conmover de la silla,
explica.

¿qué carajo tiene que ver la poesía
con el pupo de los poetas,
con el pedo de los poetas
con los poetas? 

¿mi vecina que riega los gatos a la mañana
descontándole agua al mate de la tarde,
poesía será?

¡santillán que le tapó el agujero de la muerte
a kosteki para que viva aunque
a los dos después los mueran,
es!



Cómo lloraba esa niña, cuánto

“Escuché que unos chicos preguntaron: ‘quién parará esta lluvia’/ (…) Los muertos/ se plegaron al desafío: asesinados llegaron/ a levantar la cabeza lacerada y miraron de frente,/ requiriendo: ‘quién parará la lluvia’. Y la pregunta se generalizó/ como los temporales, empujó/ los cielos y abrió las luces del espacio”.
Francisco “Paco” Urondo. Poema “Felipe Vallese”.


¿Quién parará esta lluvia?, se preguntaba santiguándose
la mujer que vendía paraguas en la espera del cortejo.

¿Maldecía la tormenta que la hizo
parar la olla es mañana, acaso?
Y si así fuera, ¿a cuál?
¿A la del cielo, pasada por agua, o
a esa otra, toda seca, que empezaría a caer
al día siguiente, unas horas después?

Cuando la caravana fúnebre pasó,
la señora –compañera, generosa, en perjuicio propio–
le regaló un paraguas con puntitos a una niña
que lloraba sin consuelo,
mojada en partes iguales
por el cielo y sus ojos.

Y yo lo vi.
Juro que lo vi.

No era una escena de otro tiempo,
la imagen borroneada de un documental
en blanco y negro, no. 

Otra cosa era, otro momento de la historia;
mas el país es el mismo. 

Néstor iba adentro,
quietito para siempre, según se dice;
frío de muerte, como afirma el parte defunción.
El corazón tieso, más duro que
el muro de madera lustrada que lo contenía. 

Llovía.
Cómo llovía.
Cuánto.

Yo no creía, sin embargo, que
el tipo estuviera allí.
No podía creerlo.
No quería.

Yo apenas si creía en el llanto de esa niña,
niñísima,
y después más nada.

Cómo lloraba la mocosa, lejos
de cualquier pubertad siquiera.

Como esta democracia.

Y yo la vi.
Lloraba.
Tenía una rosa roja envuelta en celofán que
había comprado a dos pesos el paquete. 

Nunca un novio para que se la regale
un día, engalanado.
Nada.

Qué va a conocer el amor esa pendeja
si tenía sus partes de amar listas para usar, pero
intactas todavía;
sin estrenar, inéditas.

Como esta democracia.

Lloraba lágrimas de otros:
las de su abuela ama de casa,
eterna trabajadora en negro, ahora jubilada;
las de su padre con empleo por primera vez;
las de su mamá, madura ya, estudiante inicial
de la faculta de ciencias naturales y exactas.

Lloraba con sus propias lágrimas.
Eso.  

Nunca sus otros conocidos se parecieron
tanto a ella.
Fueron ella misma,
tanto que también fue un poco cada uno
de quienes estábamos allí,
anónimos, sin edad,
mezclados al dolor,
cosidos a él por un perno imperceptible,
empapados, mitad llanto, mitad lluvia.

¿Por qué otra cosa puede llorar
una niña en la edad del pavo,
florecida bruscamente un día
de octubre de 2010,
al sur, bien al sur?

Así se crece por aquí, mi’jita,
en estos lares de más abajo de todo.

Si es necesario, sopapos para acariciar
nos saldrán por la verruga, y piedras
de la aorta sentimental, pero
venceremos igual.

Vendrán tiempos difíciles, sí, pero
venceremos igual.

Ahora duerma, mi niña, y
no se preocupe más por nada.
Ya habrá tiempo para eso.

Juegue con sus muñecas, que
para ese sagrado derecho
–entre otros que ya comprenderá algún día–
vivió él.



SARNAS

a la poesía le creció sarna
en los dientes sarro y
sin embargo entre 20 y 30
hombres o mujeres según
es posible ver diariamente
en la puerta de la poesía

revuelven raspan con palitos
un hueco profundo
partes de la piel sin cuerpo adentro
misterios mientras

afuera puede estar lloviendo tiros
la muerte se paseara saludando por ahí 
o una mujer o varios

esto explica por qué otras circunstancias
del mundo no han podido
tener nunca nada con la poesía
y menos torcerla como
tristeza desafiada por ginebras

no obstante ello insisten en
extraña relación que sucede
los tiros la muerte una mujer
o los tres a la vez pero

a la poesía no le interesa eso
ni otras cuestiones por el estilo 
la poesía es siempre otra cosa
ejemplo: a mi pueblo lo mataron
con compañeritos adentro y
ahora está en la calle otra vez y

era la poesía

En: “Poemas de mi yo concurrido”, Ediciones vigilias, 2003.









.

PEDRO ORGAMBIDE [17.680] Poeta de Argentina

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Pedro Orgambide

Pedro Orgambide (Nació en Buenos Aires, el 9 de agosto de 1929 - Murió el 19 de enero de 2003) fue un escritor polígrafo argentino.

De dilatada trayectoria y compromiso social, escribió novelas, teatro, cuentos y ensayos. Debió exiliarse en 1974. Permaneció en México hasta 1983, donde trabajó con Montoneros.

Recibió prestigiosos premios y fue una vez jurado de Casa de las Américas.

Entre sus obras: Memorias de un hombre de bien; Yo, argentino; Hacer la América (trilogía); Genio y figura de Martínez Estrada; Un caballero en las tierras del sur; Cuentos con tango; Discepolín; "Las Botas de Anselmo Soria" y Juan Moreira Supershow (con Jorge Schussheim).

Obtuvo el Premio Konex - Diploma al Mérito en 1994. En 2001 fue nombrado Ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.2 Falleció en su ciudad natal el 19 de enero de 2003.

Filmografía

Guionista: Temporal (2002)

Autor: Dale nomás (1974)




Cantares de las Madres de Plaza de Mayo


1

De los arrabales de la luz
de las fronteras donde el barro es el barrio
y los faroles las mentidas estrellas
de los tangos furiosos que rezongan
su impotencia banderas bandoneones
que se pudren a orillas del Riachuelo
de allí de donde soy
vengo con la guitarra de los payadores
antiguo huésped de los almacenes
jugador de truco con su baraja muerta
una guitarra un naipe que me cambie la suerte
porque voy a limpiar la boca de la injuria
antes que sea tarde y no quede memoria
en esos arrabales que otros llaman patria.


4

Caminan en círculos,
los jueves.
Siempre están allí,
los jueves.
Nunca se sientan,
porque es jueves.
Caminan como leonas
alrededor de sus cachorros,
los jueves.
No descansan, no duermen
las leonas,
porque es jueves.
Huelen la tempestad.
No olvidan,
porque es jueves.


6

Me moriré en Buenos Aires un día jueves como es hoy
de otoño, vieja,
con los húmeros a la mala y leyendo a Vallejo.
Pero sé que no es cierto
sé que mi noche no permite esos lujos
de morirse de viejo.
Sé que nunca escribiré este poema
ni enviudará de mí la loca poesía ni la mujer
que no tuve tiempo de tener
Vos caminás por mí este jueves de otoño,
otro escribe por mí este poema,
y otro vivirá por mí sin saber
que en una cita falsa,
los húmeros se le pusieron a la mala, madre,
como en el verso de Vallejo, vieja,
y la ráfaga vino como una puteada de Dios,
como el relámpago
que ahora brilla en tus ojos.


8

No hay perdón no hay olvido para la mano ciega
que destrozó la rosa de la muchacha en flor,
que le quemó los senos, las pupilas, los párpados,
no hay perdón no hay olvido
para los que sonríen lo mismo que Gardel,
desde las fotos sucias del secuestro y el crimen.

No hay perdón este jueves.
No hay olvido este jueves.
Hay una luna roja, tan pequeña, que cabe en la camisa.


18

Tumbas sin nombre
islas que el tiempo tañe en la molicie
teclas de bandoneones
desperdicio de tangos
basura que el ciruja ni se digna a mirar
sos todo lo que tengo
mi vergüenza de cantor
que camina los pasos de los otros
recolector de nada
ciego sin lazarillo que le chifle.

Pero verás el día, madre.
Verás el día, vieja.
Los gorriones del barrio cantarán otra vez
y todos tendremos el derecho a ser cursis.

Pobre mi madre querida
cuántos disgustos le daba.

Nos portaremos bien, vieja querida,
cuando pase este disgusto, este diluvio,
esta bronca feroz,
este malentendido de estar muertos.


19

Ellos están allí
ellos nos miran
desde ese mar de barro del Río de la Plata
escuchan mi canción
pero están muertos
en cementerios de algas
en la niebla
y los maderos flotan en el río
ah flor de la madera en la corriente
entre arpas de agua que rompen su cordaje en la ribera.
Ojos insomnes del naufragio
que ven llegar al cedro, al algarrobo,
orgullosos vigías derrumbados por el hacha
en el griterío del verdugo
cayéndose de bruces
ola en ola
hasta el fondo.

Mirá entonces, hermano, llegar a los perdidos:
nave de troncos
monte flotante
pura selva de agua.

Entonces la Madre del Agua desciende para verlos
entre serpientes de sol
ondula
baja
diosa del remolino
y les besa los párpados
teje trajes de musgo para los ahogados.











IRMA DROZ [17.681] Poeta de Argentina

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Irma Droz

Nació en Córdoba (Argentina, 1939). Docente, poeta y agente cultural. Fundadora de “América Madre” (AMA) con sede central en Sta. María de Punilla, Córdoba, y filiales en distintas ciudades de América, Europa y Asia, desde el año 2000; con encuentros en Chile y Perú. Maestra Normal. Auxiliar de Educación Sanitaria. Maestra de Danzas Nativas. Profesorado en Letras. Maestra de Hatha Yoga. Seminarios de Literatura (Universidad Nacional de Córdoba, 1996 a 2006). Actualmente cursa Literatura Hispanoamericana (Facultad de Lenguas). Ha realizado diversas actividades culturales como: Integrante del grupo fundador del “Coro Polifónico de Cosquín”. Fundadora y Directora de la “Escuela Integral de Danzas Nativas” y de Danzas Nativas “Rumimayumanta”. Fundadora e Integrante de los grupos literarios: “Cita Poética”, de Cosquín; y “Campanas”, y “El Andén”, de Sta. María de Punilla. Ha recibido numerosos premios y distinciones como: 1er. Premio Letra del “Himno para el Colegio Parroquial Pío XII” de Cosquín. 1er. Premio Poema Ilustrado. “Primer Festival Nacional del Folklore”, Cosquín. Premio Publicación en “Antología poética Siglo XX” (Nahuel R. Editora, Córdoba, 1990. 1er. Premio Certamen Literario “Filomena Rossi (Municipalidad de Colonia Caroya, Córdoba, 1993). Reconocimiento de UNESCO, por “América Madre”, en Plenario de la 60ma Asamblea General (2005).

OBRA LITERARIA: Poesía: Tinaja mujer (Editorial Brujas, Córdoba Argentina, 2003).
Inéditos en poesía: Campanas de papel y Hermano Árbol; Mamá Poroto (cuento para niños) y Capullos de Sol (Leyenda de los aromos). En ediciones antológicas compartidas tiene numerosas participaciones, editadas en Córdoba, Argentina: “Cita Poética” (Poetas de Cosquín, 1961 a 1965). “Cien mejores poesías” (SADE Córdoba, Ediciones Grossi, 1966. “Plaza de los Poetas José Pedroni” (Asociación Arte y Cultura de Acebal, Santa Fe Argentina, 1984. “La última palabra” (Universidad Nacional de Río Cuarto, SADE Río Cuarto, 1986). “Los Versos que Maderan” (MAC, Editores, Cosquín, 1986). “Alfonsina en Bustinza” (Amigos de la Historia de Bustinza, Santa Fe, 1990). “Ontolírica del Canto” (José Guillermo Vargas, Casa del Poeta Peruano, Maribelina, Lima, Perú, 1999). “Poesía y Narrativa Actual” Antología (Editorial Nuevo Ser, 2003). “La Palabra nos une” (Agrupación Literaria Regional, V Región, Chile, 2003).

CONTACTO: drozfernandez@tutopia.com


DECLARACIÓN DE PAZ POR SIEMPRE

Es tiempo ya...
En el perfil azul del horizonte,
una promesa de luz nos ha nacido...
Es tiempo de tomarnos de la mano
y transitar el rumbo convenido.
Saber, con certeza a dónde vamos,
sin olvidar de dónde hemos venido.
Es tiempo de rezar por nuestros muertos
y agradecer por la ventura de estar vivos.
Comenzar a disculparnos lo negado
y pedir perdón por lo omitido.
Es tiempo de vivir la paz que proclamamos
pero que aún... no todos construimos,
y de buscar a la vuelta del arado
la respuesta del surco con el trigo.
Es tiempo de tener las manos limpias
para amasar el pan y compartirlo,
y mostrar, con el ejemplo, a nuestros hijos,
que practicamos lo mismo que exigimos.
Es tiempo de “cultivar la rosa blanca”
y de salir al encuentro del amigo...
mirarnos a los ojos
y ofrecer nuestros brazos extendidos.
Es tiempo ya de levantar la frente
y comprobar que, ¡por fin, ha amanecido!




LOS QUE SIEMPRE ESTUVIMOS

Aquí estamos aún, los que siempre estuvimos,
volviendo del exilio de la idea y la palabra.
Aquí estamos aún, porque así lo quisimos.
El invierno ha pasado.
Hoy la savia reverdece.
Aún tiene sabor amargo...
Fuimos los muertos de pie y en carne viva,
testigos de la infamia, con los ojos vacíos
y nuestras manos huecas labrando la esperanza.
Con el frío en los huesos y el paso vacilante.
Con el llanto enmudecido
en algún rincón del alma,
y el miedo agazapado, como sombra a la espalda.
Pero aquí nos quedamos,
gastándonos los sueños
y sin otra fortuna que la de seguir estando,
porque el hogar, los hijos...
porque esta tierra nuestra,
porque el dolor, la Patria...
Porque aunque muertos y de pie,
seguíamos haciendo falta
como estandarte, para anunciar la vida;
como el mástil necesario para enarbolar la Patria.
El invierno ha pasado,
la savia reverdece,
en cada surco nuevo germina la esperanza
y de aquel sabor amargo que trepó a las gargantas,
hoy queda sólo un poco,
un poco ... , casi nada.




BANDERAS DE POESÍA

“...estas palabras suaves ásperas ayuntadas por mí
me van a costar la salvación.”
Juan Gelman



... Y te salvaste Juan.
Y nos salvaste ...

Fueron ellos, tus poemas.
Esa “manada de pedazos”
que en tu voz, respira todavía
y vibra en nuestra piel
cada vez que tus “palabras suaves ásperas”,
aceleran sus latidos.

Es “la memoria de la sombra”
que clama en tu palabra herida.
Y es una luz recuperada
tu voz, denunciadora
en nombre de otras voces
que ya no escucharemos,
porque amarraron su aliento;
porque apagaron sus días...

...Y seguirás salvándonos de largas noches,
iluminándonos con tu osadía,
como se salva al Hombre,
cuando se recupera la Justicia.
Como se salva la Esperanza,
enarbolando “Banderas de Poesía”.





CUNA DE OTOÑO

Te respiro, otoño,
y tu olor me sabe a fuego que se apaga
en el plumaje de los árboles...
95
que se tiende lentamente
en la anchura de los campos,
para dormirse otra vez
en el vientre de la madre.
Y soy árbol
templando mi corteza.
Y soy vientre
para guardar el calor
mimetizada en tu paisaje.
Te respiro, otoño,
y una nostalgia de atardecer
me embarga.
Quiero dormir tu sueño
en esta cuna de ocres y naranjas ...
Soy vientre
y no habrá frío
si en tu fuego me abrazas.
Soy árbol
y despertaré
cuando me habiten los pájaros.





ASHRAF FAYADH [17.682] Poeta de Palestina

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Ashraf Fayadh 

Poeta palestino de 35 años que está condenado a muerte en Arabia Saudita acusado de abandonar la religión musulmana.

Ashraf Fayadh, mientras tanto, insiste en que es víctima de un problema personal y rechaza las acusaciones en su contra.

La condena

El poeta palestino, detenido desde enero de 2014, fue condenado el 17 de noviembre de 2015, por apostasía y por difundir "ideas negativas para la sociedad saudita".

Originalmente, un tribunal en Abha lo condenó a recibir 800 latigazos y pasar cuatro años en la cárcel, pero la decisión fue cambiada la semana pasada y Fayadh sentenciado a la pena capital.

"Yo no soy un ateo y es imposible que yo pudiera serlo", dijo Fayadh en una entrevista a un medio local desde la prisión en la que se encuentra.

El palestino alega que la denuncia en su contra se basa en un libro suyo de poesía y en fotos de mujeres halladas en su celular en la noche de su detención.
La acusación en mi contra se basaba en interpretaciones equivocadas de algunos de los poemas. "Yo no soy un ateo y es imposible que yo pudiera serlo"

Según Fayadh, un estudiante universitario árabe presentó la denuncia en su contra por la publicación del poemario "Instrucciones en el interior" en 2008.
Su libro de poesía llegó a ser enviado a un consejo de clérigos para la evaluación de su contenido.

"La acusación en mi contra se basaba en interpretaciones equivocadas de algunos de los poemas", se defendió el poeta.

Los tribunales que vieron su caso fundamentaron su decisión en la ley islámica.

Este fue uno de los motivos por los que surgieron las comparaciones entre la decisión de condenar a Fayadh a muerte con algunas de las ideologías que sustentan el grupo Estado Islámico.

Medios locales e internacionales reportaron que el ministerio de Justicia saudita anunció que adoptará todas las medidas legales necesarias contra cualquier persona o medio de comunicación que insulte a la judicatura o compare sus resoluciones con EI.

El ministerio comunicó que cuestionar el sistema judicial saudita es "esencialmente a cuestionar la justicia de la ley islámica".

El rechazo

Campaña para liberar a Fayadh

Organizaciones de derechos humanos, personalidades de la cultura europea y usuarios de redes sociales piden la liberación de Fayadh.

Organizaciones como Humans Rights Watch o la iniciativa Change.org han iniciado acciones para evitar que la condena contra Ashraf Fayadh se lleve a cabo.

Adam Coogle, investigador para Medio Oriente de Human Rights Watch afirmó que la sentencia de muerte de Fayadh mostró "intolerancia completa ante cualquier persona que pueda no compartir puntos de vista religiosos, políticos y sociales impuestos por las autoridades".

Amnistía Internacional también elaboró un informe sobre el caso del palestino y envió un pronunciamiento a la embajada saudita en Reino Unido.

Usuarios de redes sociales piden la liberación del poeta con los hashtags #freeAshrafFayadh (liberen a AshrafFayadh) y #AshrafFayadh.

En 2013, la BBC reportó que el palestino fue uno de los curadores en la mayor muestra de arte árabe en la bienal de Venecia.

Fayadh anunció que apelará el veredicto, lo que significa que el caso probablemente llegue a una corte de apelaciones y a la Corte Suprema.



Un poema de ASHRAF FAYADH

El poeta de origen palestino Ashraf Fayadh ha sido condenado a muerte en Arabia Saudí con cargos de ateísmo y obscenidad. Fayad, de 36 años, es un activo promotor artístico dentro y fuera del país. Traduzco de urgencia uno de sus poemas, a partir de la traducción al inglés de Mona Kareem.



El Bigote de Frida Kahlo


Ignoraré el barro maloliente, y la necesidad de recriminar a la lluvia, y la quemadura que desde hace tiempo se instaló en mi pecho.

Voy en busca de consuelo para mi situación, que no me permite entender tus labios como yo quisiera

O robar las gotas de rocío de tus pétalos rojizos

O disminuir el nivel de obsesión que se apodera de mí cuando me doy cuenta de no estás aquí en este momento


Y que no lo estarás… Cuando me veo forzado a justificar mi posición frente al riguroso silencio de la noche.

A actuar como si la Tierra estuviera muda, como la vemos desde la distancia, y todo lo sucedido entre nosotros no fuera más que una broma pesada que se nos fue de las manos!


#


Qué piensas de los días que he malgastado si ti?

De las palabras que se evaporaron tan rápido de mi intenso dolor?

De los nudos depositados en mi pecho como algas secas?

Olvidé decirte que me he acostumbrado a tu ausencia (técnicamente hablando)

Y que mis impulsos perdieron el camino a tus deseos

Y que mi memoria se erosiona.

Que todavía persigo la luz, no para ver, sino porque la oscuridad da miedo…aunque nos acostumbremos a ella!

Serás suficientes mis disculpas? Por todo lo sucedido mientras trataba de hallar excusas.


#


Por cada vez que los celos enervaron mi pecho,

Por cada vez que la desesperación arruinó un nuevo día de mis días oscuros,

Por cada vez que dije que la Justicia tendría cólicos menstruales y que el Amor era un pobre hombre en el otoño de su vida con disfucción eréctil!


#


Tendré que huir de los recuerdos

Y decir que duermo bien.

Tengo que censurar las preguntas

Para acabar pareciendo racional, para conseguir respuestas convincentes.

Las preguntas que, por razones muy personales, han surgido tras el desplome de la puntuación convencional.


#


Deja que el espejo te cuente lo bella que eres!

Aparta esa pila empolvada de palabras, respira profundamente.

Recuerda lo mucho que te amé, y cómo todo se convirtió en una descarga eléctrica que pudo haber causado un gran incendio…en un almacén vacío!

Traducción: José María Martínez / Tive




Frida Kahlo’s Mustache

I will ignore the smell of mud, and the need to reprimand the rain, and the burn that has long since settled in my chest.

I am looking for fitting consolation for my situation, which doesn’t allow me to interpret your lips however I wish

Or to brush away the drops of mist from your reddish petals

Or to ratchet down the level of obsession that overtakes me when I realize you are not beside me at the moment

And will not be… When I am forced to justify my position to the punishing silence of the night.

Just act as if the earth is silent, as we see it from a distance, and that everything that’s happened between us was not more than a bad joke that’s gone too far!


#


What do you think of the days I spent without you?

About the words that evaporated so quickly from my heavy pain?

About the knots that were deposited in my chest like dried algae?

I forgot to tell you that I’ve grown used to your absence (technically speaking)

And that wishes lose their way to your desires

And my memory is being eroded.

That I am still chasing the light, not to see, but because darkness is scary…even if we get used to it!

Would my apology be enough? For everything that has happened while I tried to make up good excuses.


#


For every time jealousy was aroused in my chest,

For every time despair ruined a new day of my dark days,

For every time I said Justice would get menstrual cramps and Love was a feeble-minded man in the autumn of his age with erectile dysfunction!


#


I will have to sidestep my memory

And claim that I sleep well.

I’ve got to tear out the questions

That have come looking for a rationale, to get convincing answers.

The questions that, for very personal reasons, have come after the fall of the usual punctuation.


#


Let the mirror explain how beautiful you are!

Remove your dusty pile of words, breathe deeply.

Remember how much I loved you, and how the whole thing turned into an electric shock that could have caused a huge fire…in an empty warehouse!



For the last year, poet Ashraf Fayadh has been detained in the Saudi city of Abha without clear legal charges beyond having “ideas that do not suit the Saudi society,” based on a reader’s complaint about Fayadh’s 2008 poetry collection, Instructions Within.

Translator Mona Kareem is a stateless poet and writer from Kuwait. She published two poetry collections in Arabic and is currently a doctoral candidate at the Comparative Literature department in Binghamton University. 

http://arablit.org/2015/01/13/imprisoned-poet-ashraf-fayadhs-frida-kahlos-mustache/





MARA GONZÁLEZ DE OZAETA [17.683]

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MARA GONZÁLEZ DE OZAETA 

(Madrid, 1985). Estudió Filología Inglesa y crítica literaria en la Universidad Complutense de Madrid. Como autora académica publicó un ensayo de literatura comparada titulado Los niños perdidos encuentran al dios Pan: Peter and Wendy y Lord of The Flies en la antología Barrie, Hook, and Peter Pan: Studies in Contemporary Myth (Cambridge Scholars Publishing, 2012). Colabora con la revista Détour y ha creado un sitio web donde se escribe sobre cómics desde otro ángulo [angulocritico.wordpress.com].

Ha escrito tres volúmenes de poemas desde 2012: "La Lengua Dulce y el Signo Mágico", "Sintoniza Radio Juventud" y "Cosía un -ía con antipatía", aún sin publicar. 


EL MINUTO DE LOS 200 SEGUNDOS

Es como, por ejemplo… cuando estás frente al lavavajillas y
resulta que he tenido que poner el lavavajillas a
hacer un segundo aclarado. Tengo que poner más
tazas con el té, pero están dentro del electrodoméstico
y cuando creo que por fin se han terminado de lavar
en realidad están cubiertas del polvito ese que deja
el jabón antes del enjuagado. Total, pienso en ponerlo a
aclararse porque sólo le tomará cinco minutos
más. El mecanismo indica que son seis, pero me marcho a
hacer otras cosas
y cuando vuelvo ya sólo queda un minuto más, dice. Pues
espero aquí y empiezo a servir el té a los invitados. Pero el
minuto que indica el temporizador es en realidad un agujero
negro de masa invisible cuyas moléculas han aparecido de
pronto en esta cocina y de pronto se produce un hondo
hueco
en el espacio/tiempo. Y allí estoy yo, con pantalón amarillo y
top de tirantes negro. De espaldas a la entrada, con la cabeza
muy quieta y los brazos cayendo a ambos lados de mi cuerpo.
Ensimismada, como estaría una recién llegada de otro planeta.
Estoy
encogida de hombros por el adormecimiento pos-almuerzo.
Cómo cuelgan las anchas cortinas blancas de la ventana de la
cocina. Al perro le falta algo más de agua en su plato y no ha
pedido nada desde hace un rato.
¿Qué le pasará?
Ahora corre una brisa. No puedo imaginar ya el calor que hemos
aguantado este verano. Mañana cuando visitemos Patones percibiremos
un anuncio del ocaso de este agosto de 2015 que en pocos días se
marcha y
entenderemos sin rechistar que viene septiembre, que siempre
aparece
un nuevo invitado en nuestras vidas y que hay que dejarle pasar.








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DAVID ROKEAH [17.684] Poeta de Israel

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David Rokeah

(Lvov, Polonia, 1916 - Duisburg, Alemania, 1985, radicado en Palestina en 1934)
El poeta israelí David Rokeah, uno de los líricos más importantes de su generación, falleció en 1985 en la ciudad alemana occidental de Duisburg, según informó ayer la editorial alemana Hanser Verlag. Rokeah, de 69 años, falleció cuando se encontraba en la República Federal de Alemania en una gira literaria. El poeta, que residía en Palestina desde 1934, estaba considerado como uno de los mejores conocedores de .la literatura hebrea. Sus obras más conocidas son Ningún otro día, Donde crecen las rosas espinosas y Jerusalén.


David Rokeah (1916-1985) was born in Lvov, Poland, and immigrated to Eretz Israel in 1934. After his arrival he worked paving roads and picking oranges. He eventually studied Hebrew literature, law, and finally electrical engineering, which was his chosen profession. Rokeah`s first volume of poems was published in Yiddish, but he soon began writing exclusively in Hebrew. His poems have been translated into 10 languages. 

Obras publicadas en hebreo

POESÍA:

On the Bridge of Destiny, Tarshish, 1939 [Be-Gesher Ha-Ye`ud] Smoky Days, Tarshish, 1941 [Yamim Ashenim]             
Seasons of Yearning, Tarshish, 1954 [Moadei Ergah] 
A Juniper on Granite, Tarshish, 1958 [Arar Alei Shaham]
Blades of the Sea, Arba, 1963 [Kano Shel Yam] 
From Summer to Summer, Arba, 1964 [Mi-Kayitz EL Kayitz] Dawn for the Wanderer, Arba, 1965 [Shahar La-Helech]
Eyes in the Rock, Arba, 1967 [Einayim La-Sela]             
No Other Day, Daga, 1969 [Ve-Lo Ba Yom Aher] 
A Town - The Time is Summer, Hakibbutz Hameuchad, 1975 [Ir She-Zmanah Kayitz]             
Stone-Grinder, Sifriat Poalim, 1981 [Tohen Avanim]             
Boundaries of Yearning, Keter, 1988 [Gevulot Ha-Ergah] 

Obra en Traducción

Selected Poems 

German: Frankfurt, Suhrkamp, 1962; Frankfurt, Fischer, 1965; 1976; Frankfurt, Heiderhoff, 1968; Munich, Hanser, 1980; 1985 
English: London, Rapp & Whiting, 1968 
French: Paris, Jose Corti, 1968 
Arabic: Jerusalem, A-Sharq, 1977 
Catalan: Barcelona, Edicions del Mall, 1985 

No Other Day, Daga

German: Frankfurt, Fischer, 1972




Sólo ojos

La repentina coincidencia. Una hora
arrancada del tiempo se cita
con otra hora. Años
trashojados como un libro
leído una y otra vez.
Una vieja dirección
y un número de teléfono. Ojos
que sólo han visto ojos.

en la revista Encounter, Londres, julio de 1981



Aquellas palabras

Aquellas palabras estaban cargadas de silencio
y el silencio era una red enmarañada
en aguas oscuras. Hay cazadores
y cazados. Yo no hablo en enigmas.
Mi mano busca las tuyas.
La noche está callada.

de Eyes in the Rock: Selected Poems of David Rokeah, Rapp & Whiting, Londres, 1968
Versiones desde el inglés por Jonio González



Only eyes

The sudden coincidence. An hour
torn out of time makes an appointment
with another hour. Years
leafed through like a book
read again and again.
An old address
and a telephone number. Eyes
which have seen only eyes.

(Trad. del hebreo por Ruth y Matthew Mead)



Those words

Those words were heavy with silence
and the silence a tangled net
on dark waters. There are hunters
and hunted. I do not speak in riddles.
My hand seeks yours.
The night is wordless.

(Trad. del hebreo por Tamar Sachs)



Murciélago

No le des la vuelta a tu piel. La noche
protege todo cuanto es moreno, asfalto
que cubre los granos de arena resecos por el sol.
Mira las cosas del mundo en su conjunto como son.
Aprende del murciélago que encuentra restos
de un antiguo murciélago entre los olivos
y no pregunta cuándo vivió.
El relámpago que ha iluminado tu rostro
ha captado la imagen de los olivos también y alcanzado
los árboles jóvenes. Aprende a ver
las cosas con su propia luz.

de Eyes in the Rock: Selected Poems of David Rokeah, Rapp & Whiting, Londres, 1968



Pregunta

Escrito una vez más en la arena tras la lluvia.
Grabado una vez más sobre la roca que emerge del mar.
Lo que las estrellas escriben en la arena
en una noche sin estrellas, si es que algo escriben.
Pregunta a los cardos en su desenfrenado florecer
pregunta al camaleón que toma un atajo
cruzando la pared de tu casa
pregunta al viento que llega del Sahara
y va hacia el río Hiddekel
pregunta a las olas que regresan del mar
y a las olas que no regresan
pregúntate a ti mismo.

en la revista Encounter, Londres, marzo de 1982
Versiones desde el inglés por Jonio González


Bat

Do not turn your skin. The night
protects whatever is dark-skinned, asphalt
that covers the sun-stricken grains of sand.
See the things of the bodily world as they are.
Learn from the bat that found remains
of an ancient bat among the olive trees
and did not ask when it lived.
The lightning that flash-lit your face
took the olive tree's picture too and struck
the saplings. Learn to see
things in their own light.

(Trad. del hebreo por Michael Hamburger)


Ask 

Written once more in the sand after rain.
Scratched once more on the stone emerging from the sea.
What do stars write on the sand
in a night without stars -if they write at all.
Ask the thistles in their unbridled blossoming
ask the chamaleon taking a short-cut
across the wall of your house
ask the wind which comes from the Sahara
and goes to the river Hiddekel
ask the waves that return from the sea
and the waves that do no return
ask yourself.


(Trad. del hebreo por Ruth y Matthew Mead)




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LI SHANG YIN [17.685] Poeta de China

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Li Shang Yin 

(China 813-858), nombre de cortesía Yishan (義山), fue un poeta chino de finales de la dinastía Tang, nacido en Henei (ahora Qinyang, Henan). Junto con Li Él, que fue muy admirado y "redescubierto" en el siglo XX por los jóvenes escritores chinos por la imaginista calidad de sus poemas. Es particularmente famoso por tantalizing "no title" (無題) poems.

Para Rexroth, Tu Fu (713-770) es el Baudelaire de la poesía china y Li Shang Yin, el Mallarmé. Recién en el siglo XX comenzó a ser considerado uno de los más importantes poetas de la dinastía Tang.



En la ventana del Oeste

Tres versiones de un poema de Li Shang Yin*

You ask how long before I come. Still no date is set.
The night rains on Mount Pa swell the autumn pool.
When shall we, side by side, trim a candle at the West window,
And talk back to the time of the night rains on Mount Pa?

A.C. Graham, Poems of de late T'ang, Penguin Books. En The Literature Network 




¿Cuándo llegaré a casa? No lo sé.
Noche lluviosa en las montañas; el lago
Otoñal se ha desbordado. Algún
Día estaremos juntos otra vez. Sentados a la
Luz de las velas junto a la ventana
De poniente, te contaré cómo te recordaba esta
Noche en la montaña borrascosa.

Versión del inglés al castellano de Carlos Manzano, en El amor y el tiempo y sus mudanzas. Cien nuevas versiones de poesía china, de Kenneth Rexroth, Gadir, Madrid, 2006.



Te estarás preguntando cuándo llegaré.
Y no lo sé.
La noche es lluviosa y se desbordó el lago otoñal
en la montaña.
Me pregunto
cuándo estaremos juntos a la luz de la vela
en la ventana del Oeste,
yo hablando de aquella noche de lluvia
en la montaña.

Versión J. Aulicino




La Orilla del Cielo

Sol de primavera justo a la orilla del cielo,
a la orilla del cielo el Sol se pone.
El ruiseñor *
habla como si tuviera lágrimas,
para mojar la flor más alta.

*El ruiseñor es un ave migratoria que anuncia el final de la primavera (N. del T.).



Chang O *

La pantalla de mica obscurece la luz de la vela,
la Vía Láctea gira, las estrellas de la mañana se desvanecen.
Chang O lamenta haber robado el verdadero elixir,
mar verde, cielo azul, noche tras noche, amor.

*La diosa Chang O robó el elixir de la inmortalidad de Xi Wang Mu (la Reina madre del Oeste). Había planeado dárselo a su marido, y se escapó a la Luna. Pero fue condenada por Xi Wang Mu a vivir ahí sola para siempre. Esto es tal vez una alusión a una mujer reclusa, una dama del palacio o una monja taoísta, con quien el poeta deseara un amor prohibido (N. del T.). 

Compilación, traducción, introducción, y notas de Roberto Curto 



Paseo

Hacia la noche, no sabiendo donde fijar mi pensamiento
conduzco mi carro por la vieja meseta.

El esplendor del sol poniendose es inefable;
la sombra del crepúsculo se aproxima a su pesar.


LAS FLORES CAÍDAS

Se han marchado los huéspedes
de mi alto pabellón,
y en mi jardín pequeño,
miríada de pétalos
revolotean.
Cubren la sinuosa senda,
o se alejan escoltando
los rayos que el sol retira.
Triste, me duele barrerlas.

¡Oh primavera, mi amiga!
Mi corazón está siempre contigo.
¿No podrás quedarte unos días más?
Pero, sin oírme, me dejas sólo
con mi túnica mojada de lágrimas.

Traducción de Guojian Chen (Cátedra)



To One Unnamed

The stars of last night and the wind of last night 
Are west of the Painted Chamber and east of Cinnamon Hall. 
...Though I have for my body no wings like those of the bright- coloured phoenix, 
Yet I feel the harmonious heart-beat of the Sacred Unicorn. 
Across the spring-wine, while it warms me, I prompt you how to bet 
Where, group by group, we are throwing dice in the light of a crimson lamp; 
Till the rolling of a drum, alas, calls me to my duties 
And I mount my horse and ride away, like a water-plant cut adrift. 




The Inlaid Harp

I wonder why my inlaid harp has fifty strings, 
Each with its flower-like fret an interval of youth. 
...The sage Chuangzi is day-dreaming, bewitched by butterflies, 
The spring-heart of Emperor Wang is crying in a cuckoo, 
Mermen weep their pearly tears down a moon-green sea, 
Blue fields are breathing their jade to the sun.... 
And a moment that ought to have lasted for ever 
Has come and gone before I knew. 



North Among Green Vines

Where the sun has entered the western hills, 
I look for a monk in his little straw hut; 
But only the fallen leaves are at home, 
And I turn through chilling levels of cloud 
I hear a stone gong in the dusk, 
I lean full-weight on my slender staff 
How within this world, within this grain of dust, 
Can there be any room for the passions of men? 



Thoughts In The Cold

You are gone. The river is high at my door. 
Cicadas are mute on dew-laden boughs. 
This is a moment when thoughts enter deep. 
I stand alone for a long while. 
...The North Star is nearer to me now than spring, 
And couriers from your southland never arrive 
Yet I doubt my dream on the far horizon 
That you have found another friend. 




Falling Petals

Gone is the guest from the Chamber of Rank, 
And petals, confused in my little garden, 
Zigzagging down my crooked path, 
Escort like dancers the setting sun. 
Oh, how can I bear to sweep them away? 
To a sad-eyed watcher they never return. 
Heart's fragrance is spent with the ending of spring 
And nothing left but a tear-stained robe. 






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VITTORIA COLONNA [17.686] Poeta de Italia

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Vittoria Colonna, por Sebastiano del Piombo. en 1520 (Victoria con 30 años de edad).


Vittoria Colonna

Vittoria Colonna (Marino, abril de 1490 – Roma, 25 de febrero de 1547), marquesa de Pescara, fue una poetisa e influyente intelectual del Renacimiento italiano.

Era hija de Fabrizio Colonna, de la noble familia romana de los Colonna, y de Agnese di Montefeltro, descendiente de la familia ducal de Urbino. Los Colonna, aliados de la familia Dávalos, concertaron el matrimonio de Vittoria con Francisco Fernando de Ávalos, noble napolitano de origen español, cuando era todavía una niña. Vittoria y Francesco se casaron el 27 de diciembre de 1509 en Ischia, en el Castillo Aragonés. Aunque el matrimonio había sido dispuesto para servir a los intereses de sus respectivas familias, resultó bien desde el punto de vista sentimental. Sin embargo, no pudieron pasar mucho tiempo en Ischia, donde se habían establecido, ya que Francesco Ferrante debió partir a la guerra, a las órdenes de su suegro, para combatir a favor de España contra Francia. Fue hecho prisionero en la batalla de Rávena, en 1512, y deportado a Francia. Durante el tiempo en que Francesco fue prisionero, él y su esposa mantuvieron una apasionada correspondencia.

Más adelante se convirtió en oficial del ejército de Carlos V y fue gravemente herido en la batalla de Pavía, el 24 de febrero de 1525. Vittoria corrió a reunirse con él en Milán, pero antes de llegar le sorprendió la noticia de su fallecimiento en Viterbo.

Cayó en una depresión, llegando incluso a pensar en el suicidio, pero la superó con la ayuda de sus amigos. Durante esta época escribió sus Rimas espirituales. Tomó la decisión de retirarse a un convento en Roma, e hizo amistad con varios eclesiásticos que trataban de impulsar una corriente reformista dentro de la Iglesia Católica, entre los cuales se encontraba el español Juan de Valdés.

Poco después, su hermano Ascanio Colonna tuvo un conflicto con el papa Clemente VII. Vittoria se trasladó a Marino, y luego a Ischia, tratando de mediar en el conflicto. Este desplazamiento evitó que sufriese en propia carne las vicisitudes del Saco de Roma, en 1527, aunque contribuyó a sus propias expensas a ayudar a a la población y a rescatar prisioneros. Volvió a Roma en 1531, y en 1535 conoció a Pietro Carnesecchi, con el que entabló una relación de amistad. Poco después decidió viajar a Tierra Santa, para lo cual se trasladó a Ferrara, en 1537, en espera de obtener el permiso del Papa, con la intención de embarcarse en Venecia. Sin embargo, no llegó a partir, a causa de su mala salud. En Ferrara, ayudó a establecer un monasterio de capuchinos, a instancias del reformador Bernardino Ochino, quien después se haría protestante.

En 1539 regresó a Roma, donde entabló una apasionada amistad con Miguel Ángel Buonarroti, quien la estimó enormemente, y sobre el cual tuvo una gran influencia. Miguel Ángel le dedicó varios de sus sonetos y la retrató en numerosos dibujos.

En 1541 su hermano volvió a tener un enfrentamiento con el Papa, ahora Paulo III, y llevó a cabo un levantamiento contra el mismo que fracasó. Vittoria se trasladó entonces a Viterbo, donde conoció al cardenal Reginald Pole. En 1544 regresó a Roma, donde la sorprendió la muerte en el convento de San Silvestre, lo cual probablemente le ahorró algún disgusto con la Inquisición, ya que desde el año siguiente sus amigos eclesiásticos serían objeto de investigación.

Entre sus amigos se contaron ilustres literatos, como Pietro Bembo, Luigi Alamanni y Baltasar de Castiglione. Tuvo también una estrecha relación con reformadores, como Pietro Camesecchi, Juan de Valdés y Bernardino Ochino.

Su obra literaria comprende poemas de amor, dedicados a su marido, las Rimas, subdivididas en Rimas amorosas y Rimas espirituales, inspiradas en el estilo de Francesco Petrarca, y composiciones en prosa de tema religioso, entre las cuales están el Pianto sulla passione di Cristo y la Orazione sull’Ave Maria. Sus obras se imprimieron por primera vez en Parma en 1538, pero poco después aparecieron nuevas ediciones: en Florencia y Venecia, respectivamente.



Copia desde la Crucifixión pintada por Miguel Ángel Buonarroti para Vittoria Colonna.

En 1540, Victoria Colonna le pidió a Miguel Ángel un pequeño cuadro de la Crucifixión que le ayudara en sus oraciones privadas. Tras presentarle varios bocetos, que se conservan en el Museo Británico y en el Louvre, el artista le pintó un pequeño Calvario. En ese momento sólo eran Cristo, la Virgen y San Juan. En 1547, a la muerte de Vittoria, el pintor recuperó el cuadro y la incluyó como María Magdalena abrazando la cruz de Cristo y portando sobre los hombros un pañuelo como símbolo de su viudez. A pesar de que se perdió el cuadro original, tenemos muchos dibujos y copias hechas por discípulos de Miguel Ángel. Una de esas copias, que algunos historiadores del arte atribuyen a Miguel Ángel, se encuentra en España en la Concatedral de Santa María de la Redonda de Logroño.


Al Cardenal Bembo

 ¡Ay! ¡cuánto fui a mi sol, contrario al hado
 que antes el numen con su rayo ardiente
 no os encendió, para que eternamente
 fuerais más claro vos, el más loado!

 Con vuestro estilo noble y levantado
 entre todos famoso y excelente
 su nombre hubierais del ocaso a oriente
 de la segunda muerte preservado.

 ¡Pudiese daros yo el ardor, que siento,
 o vos a mí la inspiración suprema,
 para cantar un mérito tan nuevo!

 Mas al cielo dejamos descontento
 vos porque no escogisteis ese tema,
 yo porque de tal sol a hablar me atrevo.

(Traducción de Clemente Althaus)




Recuerdos de su esposo

 De mi sol claro, con la muerte ciego,
 aquí miro doquier las dulces huellas;
 ciego no; más allá de las estrellas
 arde con luz más clara y vivo fuego.

 Aquí vencido de mi amante ruego,
 él me mostró sus cicatrices bellas,
 y yo mis labios estampaba en ellas,
 y las bañaba de mi llanto el riego.

 Sus brillantes victorias me contaba
 y el modo y la ocasión con la serena
 faz con que abría la contienda brava;

 de llanto rompo en dolorosa vena,
 pues lo mismo que un tiempo me alegraba
 me causa ahora inconsolable pena.




Retrato de Vittoria Colonna dibujado por Miguel Ángel.


De las Rimas de Vittoria Colonna (1490-1547) se hicieron hasta diecinueve ediciones solo en el siglo XVI. Su poesía amorosa llora la pérdida de su marido, que murió luchando en el ejército de Carlos V. También cultivó la poesía religiosa y la política.



SOLO ESCRIBO PARA ALIVIAR EL DAÑO

Solo escribo para aliviar el daño
que suele al pecho enviar la luz del mundo
y no para alumbrar a mi sol bello
al claro espíritu y al honrado despojo.

Justa razón a lamentar me lleva,
a doler que su gloria yo decrezca;
con otra pluma y palabras más sabias
hay que a la muerte arrebatar su nombre.

La pura fe, el ardor, la intensa pena
todos a mí me excusen, que el gran llanto
es tal, que tiempo ni razón lo frenan.

Amargo lagrimar, no dulce canto,
foscos suspiros que no voz serena
no de estilo mas de dolor presumo.

Rimas, 1538. Traducción de María Cinta Montagut.



SCRIVO SOL PER SFOGAR L’INTERNA DOGLIA

Scrivo sol per sfogar l’interna doglia,
Ch’al cor mandar le luci al mondo sole;
E non per giunger luce al mio bel Sole,
Al chiaro spirto, all’ onorata spoglia.

Giusta cagione a lamentar m’invoglia,
Ch’io scemi la sua gloria assai mi dole;
Per altra lingua, e più saggie parole,
Convien ch’a Morte il gran nome si toglia.

La pura fè, l’ardor, l’intensa pena
Mi scusi appo ciascun, che ’l grave pianto
E’ tal, che tempo, nè ragion l’affrena.

Amaro lagrimar, non dolce canto,
Foschi sospiri, e non voce serena,
Di stil no, ma di duol mi danno il vanto.

Rime, 1538.



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FRANCISCO BALAGTAS [17.687] Poeta de Filipinas

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Francisco Balagtas

Francisco Balagtas (2 de abril de 1788 - 20 de febrero de 1862), cuyo nombre auténtico era Francisco Baltazar, es considerado uno de los grandes poetas filipinos.

Su obra más conocida es Florante at Laura (Florante y Laura). Utilizó su lengua materna, el tagalo, en una época en que la mayoría de literatura se escribía en español. Algunas escuelas del pensamiento creen que sus poemas representan las injusticias que los pobladores nativos del archipiélago sufrieron bajo los colonizadores españoles. Nació en una pequeña ciudad llamada Bigaa (en la actualidad Balagtas), en la provincia de Bulacán (en las proximidades de Manila). Era el más joven de los cuatro hijos de Juan Baltazar, herrero, y Juana de la Cruz. Filipe, Concha y Nicholasa son sus hermanos. Su tía Doña Trining fue lo que lo patrocinó, impresionada por su diligencia. Estudió en la universidad de San Juan de Letrán y universidad de San José, en Manila, bajo la tutela del padre Mariano Pilapil. Estudió leyes, español, latín, física, doctrina cristiana, humanidades y filosofía.

Obras

Florante at Laura
Orosman at Zafra una comedia en cuatro actos
Don Nuño at Selinda una comedia en tres actos
Auredato at Astrome una comedia en tres actos
Clara Belmoro una comedia en tres actos
Bayaceto at Dorslica una comedia en tres actos




FLORANTE
VERSIÓN CASTELLANA DEL POEMA TAGALO


VIDA DE FLORANTE Y LAURA

En el Reino de Albania, deducida de la historia o crónica pintoresca de las gestas del antiguo Imperio Heleno y versificada por un amante de la Poesía Tagala




A CELIA

1.

Cuando en el pensamiento torno a leer,
de nuestros amores los idos días,
¿habría acaso imagen grabada en él,
que no fuera Celia, la que puso nido en mi pecho?

2.

Aquello, Celia, que solía infundirme pavor
que a amor pusieses en olvido,
abismó a este infortunado
en la honda breña del dolor.

3.

¿Olvidaría, por ventura, de leer
los tiempos idos de nuestro cariño,
el amor de que me hiciste objeto
y mis desvelos y desventuras?

4.

Pasó el día asaz dulcísimo;
tan sólo quedó amor;
anhelo supremo atenazará mi pecho
hasta que en la fosa mi cadáver descanse.

5.

Hoy que la orfandad entristece mi alma,
lo que hago para divertir la pena
es recordar tiempos idos,
con tu imagen, y la entrevista felicidad.

6.

Imagen trazada por pincel amante,
grabada en el corazón y en el entendimiento,
prenda única confiada a mi custodia
y que no será robada ni en la sepultura.

7.

Mi alma, de suyo, vaga
por las revueltas y barrios hollados por sus plantas,
y a los ríos, no profundos, de Beata e Hilom,
mi corazón enamoradizo suele emigrar.

8.

Mi fantasía suele apoyarse
en el pie de la manga, donde pasábamos,
y con los colgantes frutos que deseabas coger
dar alivio a mi corazón huérfano.

9.

Mi ser todo se iba
en suspiros cuando tú enfermaste,
las desesperaciones se me volvían cielo,
Paraíso también la llovediza habitacioncilla.

10.

Adoraba tu imagen
en el Macati río donde se reflejaba;
rastreaba también en el bullicioso embarcadero,
sobre la piedra del piso, las impresiones de tus plantas.

Página 4 11.

Vuelven, y como si tuviese delante,
aquí, los venturosos tiempos,
cual madrugador bañista que se aprovecha del agua dulce
antes de enturbiarla la salobre del mar.

12.

Creo aún oir tu decir favorito:
por tres días no se ha dado en el blanco,
a que contestaba jubiloso;
¡y para una persona hay tanto en mantenimiento!

13.

Cierto que nada hay que no recuerde
mi pensamiento de la huida alegría
que sólo de imaginarla corren mis lágrimas
al tiempo que gimo "¡Oh, qué infortunio!"

14.

¿Dónde estás, Celia, alegría del vivir?
Y nuestro amor ¿por qué no echó raíces?
¿Dónde está el tiempo en que una mirada tuya
era mi vida, alma y cielo?

15.

¿Por qué, cuando nos separamos,
no se cortó el hilo de mi maldita existencia?
Tu memoria es mi muerte,
porque en mi corazón, Celia, eternamente vives.

16. 

Esta aflicción sin tasa,
por causa tuya, o por la dicha que huyó,
es la que me invita a cantar,
narrar la vida de un infortunado.

17.

Celia, harto comprendo cuán tímida
e ignorante mi musa, y cuán melancólico es su canto,
sobre baladí, asperísimo;
mas, séanle propicios tus oídos y entendimiento.

18.

Es el primer fruto de mis cortos alcances,
que ofrendo a tus nobles huellas;
recíbelo, aunque, de valer, ajeno,
porque viene de un corazón sincero y amante.

19.

Aun cuando vaya e insultos hagan carne en ella,
mis desvelos serán bien pagados,
si su lectura te arranca un sollozo
que recuerde al ofrendador.

20.

Alegres ninfas de la laguna Bay,
sirenas de canción inefable,
a vosotras hoy os invoca,
con harto dolor, mi pobre musa.

21.

Surgid a la ribera y márgenes circundantes,
y acompañad con vuestra lira mi pobre canción,
que, aunque la parlante vida se corte,
es su deseo que el fiel amor cunda.

22.

Tú, flor de mis ensueños,
Página 5 Celia, que llevas por divisa M. A. R.,
a la Virgen Madre ora
por tu devoto servidor que es F. B.

AL LECTOR

1. 

Gracias a tí, lector querido,
si a mis desvelos das valer;
que la poesía, aunque brote de mi caudal escaso,
la aprovechará quien sondearla quiera.

2.

Si a las primeras de cambio parece acedo y acre,
por la agrura e inmadurez de la corteza,
pruebe la vainilla pulposa del fruto
y catará sabor agradable el docto lector.

3. 

No pretendo estima en demasía,
haga chacota y ludibrio de mis pobres versos;
haz lo que quieras, que el arpa está en tus manos,
pero no cambies únicamente el verso.

4.

Si a tu lectura hallas verso impropio,
antes de darlo al raspadillo, o por erróneo,
examínalo bien de arriba a abajo,
y lo verás limpio y correcto.

5. 

Si viene, anotado, cualquier pie de verso,
si no lo entiende porque es un erudito decir,
fije la vista hacia abajo,
y comprenderá todo su sentido.

6.

Hago punto aquí, ¡oh lector discreto!
Así no me pase lo de Segismundo,
Página 6 que un tan dulce y sabroso lenguaje
trocó en salobre, a fuerza de cambiar el verso.

COMIENZO DE LA NARRACIÓN

1.

Érase un sombrío, melancólico bosque,[1]
maraña sin intersticios de espinoso bejuco;
donde con harta fatiga pugnaban los rayos de Febo[2]
por visitar su interior de sobejana espesura.

2.

Gigantescos árboles daban allí
tan sólo apesaramientos, congojas y tristura;
canto todavía de las aves ponía espanto
al ánimo más sereno y regocijado.

3.

Cuantas yedras sarmentosas se enredaban
en las ramas, iban armadas de púas;
y las frutas, afelpadas, picaban
al que se acercaba y las tocaba.

4.

Las flores de los enhiestos árboles,
paramentos salientes de las hojas,
eran negras y armonizaban
con el olor que producía vértigos.

5.

En su mayoría cipreses y bajunas higueras,[3]
cuya sombra abochornaba,
sin frutos y de anchas hojas
que oscurecían el interior del bosque.

6. 

Todavía, los animales que aquí pululaban
eran en su mayoría serpientes y basiliscos en abundancia,
hienas y tigres carnívoros, que así devoraban
al hombre como a los de su especie que vencían.

7. 

Este bosque hallábase a la vera de la puerta
del Averno,[4] reino del huraño Plutón,[5]
y sus dominios regaba
el río Cocito de venenosas aguas.[6]

8. 

Hacia el centro de este mustio bosque
se levantaba una higuera de desteñidas hojas;
aquí estaba atado el infortunadísimo
a quien su mal sino persiguió.

9.

Página 7Su continente era de mancebo,
a pesar de tener manos, pies y cuello sujetos,
si no era Narciso,[7] era verdadero Adonis,[8]
su rostro fulguraba en medio de los tormentos.

10.

Tersa la piel y cual yema de huevo,
tenía las pestañas y cejas hechas puro arco,
el color del cabello era de recién purificado oro
y las prendas del cuerpo en justa armonía.

11.

Hubiera allí oréadas,[9]
bosque-palacio de feroces arpías,[10]
tendrían misericordia y amor
al trasunto de la hermosura y del infortunio.

12.

Este juguete de la desdicha y del dolor,
con sus dos ojos que parecían fuentes,
por las lágrimas que a fuerza de llorar estallaban,
esto articuló, que herirá todo pecho piadoso:

13.

¡Cielo vengador! Tu fiereza, ¿dónde está,
hoy que inmóvil yazgo,
mientras la bandera de la iniquidad
se enseñorea del reino de Albania?

14.

Dentro y fuera de mi infeliz patria
la traición impera,
la bondad y el mérito yacen echados,
asfixiados en el hoyo del tormento y de la angustia.

15.

A la buena crianza se aherroja
en los abismos de la vaya y del desasosiego;
a los honrados se soterra
y sepulta sin ataúd.

16.

Mas al alevoso y execrable
se sienta en el trono del honor,
y a cada tartufo de bestial carácter
se sahuma con aromático pebete.

17.

Mientras los perversos y traidores yerguen la cabeza arrogantes,
andan los buenos avergonzados y cabizbajos;
la razón santa yace en el suelo, quebrantada,
y lágrimas únicamente desliza.

18.

Los labios que despliegan
palabras de verdad y justicia,
al punto se hienden y amordazan
con espada de muerte ignominiosísima.

19.

¡Oh traidor anhelo de riqueza y poder!
¡Oh ansia de honor cual aire que se disipa!
Página 8 Eres la causa de todos los males
y de los que me trajeron a esta situación tan lastimosa.

20.

Acaso por la corona del rey Linceo
y la riqueza del duque mi padre,
fue osado el conde Adolfo
a sembrar de males el reino de Albania.[11]

21.

Todo esto, misericordioso cielo,
lo ves: ¿cómo es que lo sufres?
Origen eres de todo bien y de toda razón,
¿y permites que un desalmado los suplante?

22.

Mueve tu poderosa diestra,
esgrime la espada de la indignación,
y en el reino de Albania haz sentir
tu venganza contra los malos.

23.

¿Por qué, cielos, eres sordo para mí,
y mis sinceros ruegos desoyes?
¿Será verdad que, para un sicofanta,
tus orejas son todo oídos?

24.

Mas ¿quién penetrará
tus inefables misterios, Dios omnipotente?
Nada será en la costra de la tierra
que a bien no fuera tu designio.

25.

¡Ay, dónde ahora acudiré!
¡Dónde echaré mis lágrimas,
si hoy el cielo ya se niega a oir
el grito de mi doliente voz!

26.

Si tu deseo es que padezca,
¡cielo alto! hágase tu voluntad,
pero haz que el corazón de Laura
palpite, de vez en cuando, por mí.

27.

Y en este océano de adversidades,
cuya inmensidad tengo de vadear,
la memoria que Laura del malogrado amor haga,
será de mi pecho la única alegría.

28.

Su levísimo recuerdo
será para mí inmenso alborozo,
superior a la fatiga y tormento
impuestos por el falaz e inmisericordioso.

29.

Si en mis ataduras pongo el pensamiento,
me siento ya cadáver frío en profundo sueño,
y llorado por la que es mi placer y gozo,
parezco despertar a vida inacabable.

30.

Si hurgo en los ápices de la inteligencia
nuestros amores de mi bien amada,
su llanto cuando tenía pesadumbre
trueca en alegría mis cuitas.
Página 9
31.

Mas, ¡infelíz de mí! ¡errada suerte!
¿qué valen ya tales amoríos,
si, quietamente, mi único amor
descansa ya en los brazos de otro?

32.

En el regazo del conde Adolfo
veo a mi Laura amada.
Muerte, ¿dónde está tu antigua fiereza
para que me libre yo de este tormento?

33.

Aquí, preso de angustia, se desmayó,
rindió el corazón al asalto del dolor,
la cabeza dobló y lágrimas vertió,
regando el árbol donde estaba amarrado.

34.

De los pies a la cabeza
el dolor esculpió su saña,
dándole entonces los celos
tirana y artera muerte.

35.

Al de condición más dura
su vista ablandará,
y lágrimas derramaría
que al propio autor fuercen a misericordia.

36.

Espectáculo tan sólo de la traza
de quien sus pesares logró enmudecer,
presto invitará al corazón a llorar
si ya, de los ojos, las lágrimas huyeron.

37.

¿De qué misericordia el pecho no sentirá
del hombre de buena voluntad,
si las plegarias y quejas oyese,
pasado el accidente, del que era la propia imagen del pesar?

38.

Casi todo el bosque estaba sembrado
de quejidos tristísimos,
que todavía repetían y resonaban
el eco contestando en lontananza.

39.

¡Ay, Laura idolatrada! ¿por qué otorgó
a otro el amor a mí prometido,
y traicionó al leal corazón,
por quien lágrimas derramó?

40.

¿No juraste delante del cielo
que no serías desleal a mi amor?
¡Y yo que confié este pecho,
sin barruntar que a esto pararía!

41.

Creí que tu belleza,
pedazo de cielo, era inquebrantable,
fiel tu corazón, sin recelar
que la infidelidad moraba en la hermosura.
Página 10
42.

No creí que despreciarías
las lágrimas que vertiste por mí,
ni el dulce remoquete de ser yo el bien amado,
y mi rostro el bálsamo a tus tribulaciones.

43.

¿No era cierto, bien mío, que, cuando ordenaba invadir
el rey tu padre cualquiera ciudad,
cuando trabajabas mi escudo,
tus dos ojos destilaban perlas?

44.

Cuando a mi plumaje atabas
con tus dedos de coral,
tus ansias iban y venían
con las oscilaciones del oro de hilar.

45.

¡Cuántas veces, Laura, me entregaste,
todavía mojada en lágrimas, la banda que usaría,
y la dabas acongojadísima,
temerosa de que en la lucha me hiriese!

46.

Volante y peto no permitías
que tocasen y se ajustasen a mi cuerpo,
sin antes desherrumbrarlos,
temerosa de que mi ropa manchasen.

47.

Examinabas su resistencia y brillo
para que los tajos resbalasen,
y aun a distancia no cejaban tus reparos
para que, en medio del ejército, al punto se distinguiesen.

48.

Adornabas mi turbante
con perlas, topacio y brillante rubí,
aparte el movedizo diamante,
llenándolo con tu nombre, la letra L.

49.

Mientras ausente luchaba,
al rebusco ibas de cuanto pudiera divertirte,
y, aunque triunfase, al comenzar a entrar,
ya estaba a tu vista, y todavía el miedo te sobrecogía.

50.

Todo tu temor era que me hiriesen,
nada creías que antes no vieras,
y si revelaba la piel leve rasguño,
lo lavabas con tus lágrimas.

51.

Cuando guardaba algún pesar,
al punto inquirías su motivo,
y, hasta que lo conseguías, ibas besando
mi rostro con tus labios de rubí.

52.

No parabas hasta averiguarlo,
pronto le aplicabas el remedio,
me conducías al jardín para allí buscar
de entre las flores la que podría darme huelgo y solaz.
Página 11
53.

Cogías las más hermosas,
y en mi cuello colgabas
ensartadas y alternadas flores,
para desterrar mi tristeza.

54.

Si mis dolores no calmaban,
tus pestañas se inundaban de lágrimas;
¿dónde están ahora esos halagos
que apacigüen mis torturas?

55.

Vente, Laura, que necesito
ahora tus solicitudes de pasados días,
ahora recaba de tí auxilios
tu infeliz amante en agonía.

56.

Y ahora que es inmenso mi infortunio,
no te imploro caudal de lágrimas,
una gota, aliviadora, bastará,
si arranca de tu corazón amante.

57.

Palpa ahora mi cuerpo,
examina mi herida no inferida por espada,
lava la sangre que brota de las huellas de la atadura
de mis manos, pies y cuello.

58.

Vente, amor mío, y cata mi ropa,
en la que no querías manchas de herrumbre;
desata la cuerda y remúdame,
para que hallen lenitivo mis aflicciones.

59.

Fija los ojos
en mi traza, echadero de amarguras,
para mitigar la veloz carrera
de lo que ha de acabar con mi vida.

60.

Nadie, Laura, tú eres la única
que podrá sanar estos tormentos;
pon tus manos en este cuerpo,
y, aunque cadáver fuera, volvería a la vida.

61.

Pero, ¡infeliz de mí! ¡ay, en la gran tribulación,
no existe ya Laura a quien llamo!
se ha alejado, alejado, y no quiere acudir;
¡fue desleal a mi fiel amor!

62.

En otro regazo enajenó
el corazón que mío era ya, y me engañó;
todo mi amor lo desvió de sí,
olvidó el suyo y despreció sus lágrimas.

63.

¿Qué desolación es ya la que no tengo?
¿Habrá muerte que todavía no sufra?
Huérfano de padre y de adoptiva madre,
sin amigos y olvidado por su adorada.
Página 12
64.

Castigo a mi honor perdido;
flecha envenenada hincada en mi corazón;
¡compasión por mi padre, enclavado dardo;
me están abrasando estos celos!

65.

Dolor de los dolores,
la infidelidad de Laura es la que emponzoña
y viene sepultando mi vida
en la fosa de los malhadados.

66.

¡Oh, conde Adolfo! aunque desencadenado
hubieras todos los males de la tierra,
tu perfidia habría agradecido,
si no me hubieses robado el corazón de Laura.

67.

Aquí se desgañitó espantosamente,
que resonó en el interior del bosque;
espíritu y cuerpo se lo llevaron
ansias, y desatóse en río de lágrimas.

68.

Abatióse la cabeza en el tronco del árbol,
vencido el cuello por el cordel que lo sujetaba,
puro cadáver era, y el color de yema
de su rostro, tornóse blanco puramente.

69. 

Ocurrió que recaló en el bosque
un guerrero, valiente de traza,
con turbante hermosísimo por cimera,
y traje moro de la capital de Persia.[12]

70.

Hizo alto y escudriñó con la mirada,
como si buscase sitio donde descansar;
de repente tiró
pica y adarga, y juntó las manos.

71.

Luego alzó la vista y clavó los ojos
en la copa del árbol, tapia del cielo;
parecía estatua muda de pie,
sin pausa en los suspiros.

72.

Cansado en tal guisa,
se sentó en el tronco de un árbol,
y habló, "¡Oh suerte!", lanzando al mismo tiempo
de los ojos lágrimas como saetas.

73.

La cabeza apoyó en la mano izquierda,
luego cogió la frente con la diestra,
como si hiciese memoria
de cosa importante olvidada.

74.

Después se reclinó a la ventura,
sin dar tregua al manantial de sus lágrimas;
sus desesperaciones iban entreveradas
de palabras: "Flérida, ay, se acabó la alegría."

75.
Página 13
Por momentos sembraba
todo el bosque de ayes,
que entonaban con el canto melancólico
de las aves nocturnas que allí reposaban.[13]

76.

Luego se incorporó atónito,
requirió la pica y el escudo,
imprimió en su rostro ferocidad de Furias,[14]
"No lo permitiré", exclamó.

77. 

Si de Flérida el raptor fuera otro,
que no mi padre, a quien debo respetar,
no respondería de que esta pica
no causara mil y diez mil muertes.

78.

Descendería Marte de lo alto,[15]
surgirían de lo profundo las Parcas,[16]
toda su rabia desencadenarían,
arrastradas por el ímpetu de mi brazo.

79. 

De las uñas del traidor arrebatara
la que es mitad de mi alma,
y quienquiera, excepto mi padre,
no respetara el acero que llevo.

80. 

¡Oh, soberano y despótico poder del amor,
que aun a padres e hijos unces a tu yugo;
cuando te apoderas del corazón de cualquiera,
todo se despreciará por seguir tus fueros!

81.

¡Y se pisoteará cuanto es santo y sagrado;
prudencia, razón, todo será en vano;
la Autoridad será desacatada,
y la vida misma, aborrecida!

82.

Este fin de mi suerte tan descaminada,
espejo claro es que debe apreciarse,
para que el que lo comprenda no esté abocado
a la adversidad superior a mis fuerzas.

83.

Dicho esto, lágrimas vertió,
pica clavó y luego gimió;
resonaron entonces, como si contestasen,
los quejidos del que estaba atado.

84.

Pasmóse el guerrero de oirlo;
fue mirando en derredor,
y, cuando nada vio, esperó su repetición;
a poco volvió aquél a gemir.

85.

Pasmóse más el valiente guerrero,
Página 14 "¿quién gime en esta soledad?"
Se acercó hacia donde venían
los quejidos, y se puso todo oídos.

86.

Alcanzó las siguientes quejas:
¡Ay, padre amantísimo que venero!
¿por qué tu vida se cortó antes,
y me dejó huérfano en medio de las amarguras?

87.

Cuando mi imaginación hace cábalas,
sobre tu caída en manos del traidor,
parece que veo lo que te acaeció,
y el castigo inhumano que da grima.

88.

¡Qué castigo no aplicara
a tí el conde Adolfo tirano!
¡Si eras espejo de la prudencia en el reino!
En tí descargaría su mayor furia.

89.

Tu cuerpo parece que lo barrunta
ahora tu hijo menor postrado en el tormento;
lo desmenuza y desgarra,
el sayón verdugo del hipócrita.

90.

Tu carne y huesos al desprenderse,
manos y cuerpo huyeron de la cabeza,
cual tobas los iban lanzando esos traidores,
y no hubo nadie que se apiadase de soterrarlos.

91.

Hasta tus protegidos y amigos,
si son de la facción del traidor, son ya tus enemigos;
y los que no abrazaron su causa, temen también
ser castigados, si a tu cadáver dan sepultura.

92.

Hasta aquí, padre, parece que oigo
que tu cabeza ya está debajo de la cuchilla,
tus ruegos y súplicas al cielo
de que yo me libre de uñas cruentas.

93. 

Deseabas todavía que me cubriesen
los cadáveres en medio de la carnicería,
para no caer en la mortífera mano
del conde Adolfo, peor que la de león.

94.

Sin terminar aún tus súplicas,
sobre tu cuello cayó de repente el cuchillo,
salió de tus labios como últimas palabras:
"¡adiós, hijo menor!", y tu vida pasó.

95.

¡Ay, padre y padre mío! cuando pienso
en lo que fue tu amor y tus filiales complacencias,
la angustia asaetea
la lágrima del corazón que de los ojos fluye.

96.

No tienes segundo como padre en la tierra,
Página 15 en el mimar al hijo que acaricia en su regazo,
por mínima la aflicción que se me asome en el rostro,
tu misericordia, a seguida, te hace derramar lágrimas.

97.

Todas las alegrías se acabaron para mí,
hasta la vida me es un estorbo.
¡Padre! mucho no esperarás
para, en la descansada patria, abrazarme.

98.

Interrumpió brevemente su soliloquio el desgraciado,
dando tiempo a que las lágrimas se desatasen;
del piadoso moro que lo oía
de lástima casi estallaba el pecho.

99.

Puso la mano en el corazón y articuló:
¿cuándo, decía, mis lágrimas brotarán
de compasión por mi padre, y echarle de menos
como los clamores del que gime?

100.

Por el amor secuestrado llora,
causa de mis lágrimas hechas arroyo;
él gime por su amor
al padre que murió, modelo de padres.

101.

Si lo que inunda sin cesar
mis ojos, fuera echar de menos
las caricias de mi padre y su amparo,
grande sería mi suerte y harto apetecible.

102.

Mas la estancada escasa agua,
que suele regar mi rostro y pecho,
procede, cierto, de mi padre, pero de su crueldad,
no de su amparo y patrocinio.

103. 

Lo que llamaré cariño
de mi padre, es su doblez,
birlarme la dama, volverme desesperanzado,
agarrotarme de dolor y que mi vida se elimine.

104.

¿Habrá hijo como yo, hecho una lástima,
cuya felicidad, obra del padre, es pena y lágrimas,
que no probó mínima alegría
de amorosa madre que presto la perdió?

105.

Tras breve silencio, volvió a oir
los quejidos del amarrado,
que decía: ¡Ay, Laura, alegría de mis deseos,
adiós te doy desde el seno del infortunio!

106.

Sea para tí toda bienandanza,
en presencia del que no es tu prometido esposo,
y no te despeñes por la vía donde se despeñó
tu amante olvidado y burlado.

107.

Aunque fuiste inhumana y falaz,
Página 16 serás siempre el norte de mis anhelos,
y, si es posible, hasta en la sepultura
mis huesos te venerarán.

108.

Apenas hubo dicho esto,
dos leones sofocados de ambular,
se le dirigieron con intención de devorarle,
pero se detuvieron delante de él.

109. 

Parece que tuvieron piedad, dejando de ser feroces,
del infeliz a quien trucidarían, imagen del dolor;
levantaron la vista como queriendo prestar oídos
al que no cesaba de sollozar.

110. 

¿Qué sentiría, tal vez, este ligado,
ahora que dos fieras se le encaran,
cuyos dientes y uñas solo podrían ofrecerle
muerte horrorosa?

111.

Nada puedo contar ya, mis lágrimas corren,
enmudece mi narradora lengua;
mi corazón sintió fatiga por piedad suma
del mísero bloqueado por las torturas.

112.

¿Qué alma sensible no se dolería
de la precaria situación del maniatado,
asiento de pesares, y todavía viendo
a los que a su carne y huesos deshebrarían?

113.

Creyendo, pues, este colmo de amargura
que su vida ya había traspuesto la raya,
sintió fiebre en el corazón, y perdió la voz,
que casi eran ininteligibles estos gemidos:

114.

Adiós, Albania, patria
de pérfidos y crueles, feroces y embaidores,
yo, tu salvador, a quien diste muerte,
siento por tí infinita misericordia.

115.

¡Que no salpiquen dentro de tus muros picaduras
de la espada debeladora del enemigo;
que la tengas como la que esgrimió
la diestra del que fue tu baluarte seguro!

116.

Bascas te dio la promesa
de hacerte holocausto de su sangre,
y preferiste que bestias vertieran
la que por tu causa se hubiese dado toda.

117.

Desde mi infancia nada aspiré
que no fuera en tu obsequio y defensa.
¿No se intentó a veces tu sumisión
y mi brazo fue el que te hizo libre?

118.

Afrentosa muerte fue tu cínico galardón,
Página 17 pero te seré agradecido
si, con estimación, y no con venganza, te portases
con la amada por quien hago duelo y que fue infiel.

119.

Aquella mi Laura que no arrancará
ni la muerte misma de mi leal pecho;
adiós, patria mía, adiós, adorada,
mentido amor que nunca se aparta de la mente.

120.

Patria sin alma, inconstante adorada,
Adolfo cruel, Laura embaucadora,
triunfad ya hoy y entregaos a la alegría,
que vuestros deseos se verán cumplidos.

121.

Ya tengo en frente la más horripilante
cruel especie de muerte,
vuestra perversidad así será colmada
como mis desventuras.

122.

¡Infeliz de mí! Con que, ¡oh, Laura!
¿habré de morir sin ser ya amado por tí?
Amargura de amarguras;
¿de mí quién hará memoria?

123.

Con que, para mi infortunio,
¿no tendrás miaja de lágrima?
Cuando descanse en la nada,
¿no me consagrarás recuerdo alguno?

124.

Estos pensamientos me asesinan;
corred ya, lágrimas mías; y, corazón mío, derrítete;
abre, alma mía, y de los ojos salga;
caed, gotas de mi sangre, a porfía.

125.

Hecha paz con el dolor
por este olvido de mi adorado tormento;
llórese, no por mi vida,
sino por el amor harto malogrado.

126.

Por estas angustias que consternan,
no pudo reprimir el guerrero su compasión;
corrió tras las voces y las buscó,
abriéndose camino por medio del acero.

127.

La tupida maraña crugía
a los golpes del afiladísimo acero,
no dándose tregua el moro hasta dar
por donde los quejidos venían.

128. 

Como a la altura de los ojos estaba el sol
en su carrera al Poniente,
cuando halló el paradero
del amarrado, tan sin ventura.

129.

Cuando llegó cerca y alcanzó con la vista
Página 18 al que en sus ataduras cercaron las penas,
perdió el conocimiento y lágrimas deslizó,
presos cuerpo y corazón de lástima.

130.

Ratos estuvo quedo y sin habla,
contuvo el aliento que se le escapaba,
e iba a adormecérsele, de compasión, la sangre,
no fuera por los bravos leones que amenazaban de pie.

131.

Hostigados por el hambre y la maña devoradora,
cobraron saña, inmisericordia,
prestos los dientes y las garras recién afiladas,
para, a una, dar al maniatado el zarpazo.

132. 

El pelo erizaron,
irguieron la cola que infundía terror
por la braveza y saña de su catadura,
cual Furia crugiendo los dientes.

133.

Empinados y preparadas
contra el atado cuerpo las uñas carniceras,
iban a echar ya la zarpa cuando se atravesó
el nuevo Marte de la tierra.

134. 

Acosó de tajos a los dos leones,
como Apolo a la serpiente Pitón;[17]
no hubo tajo que no hiciera carne
del cortante y probadísimo acero.

135.

Cuando esgrimía la diestra mortífera,
y con la izquierda paraba los golpes,
los briosos leones perdían el tino,
que, instantes después, yacían cadáveres.

136.

Cuando triunfó el buen guerrero
de sus enemigos, las bestias feroces,
con lágrimas en los ojos desató las ligaduras
del infelicísimo que tenía perdido el conocimiento.

137.

Poseído de conmiseración el ánimo
cuando vio la sangre brotar de los estigmas,
perdió la paciencia al querer desatar rápidamente
las enmarañadas espiras de la cuerda.

138. 

Colocóse, pues, al lado
del fofo cuerpo, cual fresco cadáver,
y de un tajo cortó con la espada
la cuerda impía de probada resistencia.

139.

Se sentó y puso en su regazo, desesperándose,
el cuerpo, que de agobio se le fue el aliento;
pasó las manos por el rostro y pulsó el pecho,
Página 19 que su deseo fue que recobrase el conocimiento.

140.

Por mirar a hito el desfallecimiento
del que tenía en su regazo tan soliviantado,
escudriñaba, causándole asombro
así la hermosura del porte como su fin.

141.

También asombraba al del bello continente
su parecido y semejanza con el valiente guerrero;
y sintieran encanto los contempladores
ojos, si profunda lástima no se lo impidiese.

142.

Conturbadísimo estaba su ánimo,
pero se serenó cuando pareció moverse
el que tenía en su regazo, tan alicaído,
despertándosele la vida en letargo.

143.

La cabeza abatida, abrió los ojos,
un suspiro fue su primer saludo a la claridad,
seguido de un gemido que ponía lástima:
¿dónde estás, Laura, en este trance?

144. 

Vente, querida mía, y mi prisión deshaga,
si muero, acuérdate de mí;
y volvió a cerrar los ojos, desvaneciéndose sus quejidos.
El que le tenía en los brazos temía contestarle.

145.

Para evitar que recayese,
y acabara por apagarse el ya escaso aliento.
Esperó que verdaderamente sosegase
el ánimo del que tenía en su regazo, compendio del pesar.

146.

Cuando volvió a abrir los ojos llenóse de pavor,
¿cómo? ¡suerte impía! ¡en manos del moro!
Quiso hurtar el cuerpo blandujo,
y, cuando no lo consiguió, rechinó sólo los dientes.

147.

Contestó el guerrero que no cobrase miedo:
Serénate y divierte el ánimo;
hoy libre estás de todo daño,
te ampara quien te sostiene en sus brazos.

148. 

Si te da bascas mi solicitud,
y ponzoña a tu corazón el no ser cristiano,
me avergüenza no acorrerte
en trance tan apurado que la suerte te deparó.

149. 

Tu traje te revela
Albanés, y Persa el mío;
enemigo eres de mi patria y de mi secta,[18]
mas tu infortunio de hoy nos vuelve camaradas.

150.

Moro soy, pero pío,
sujeto a los mandatos del cielo,
y en mi corazón viene grabada
la ley natural de compartir la desgracia del prójimo.

Página 20 151.

¿Qué podría hacer yo, que oí
tus quejidos que conturban,
amarrado, y a punto de recibir zarpazos
de dos fieros leones llenos de saña?

152.

Suspiró el que iba en el regazo,
y al solícito moro contestó:
Si no me hubieras desamarrado del tronco del árbol,
sepultado estaría ya en el vientre del león.

153.

Aliviado ya este pecho,
y no obstante mostrarte mortal enemigo,
no permitiste que trizas hicieran
de mi cuerpo, vida y padecimientos.

154.

Tu misericordia no imploro,
que me quites la vida es la misericordia que deseo;
no sabes los tormentos que sufro,
que la muerte es la vida que pido.

155.

Aquí se le escapó un grito de conmiseración
al moro piadoso y lágrimas descuajó
en respuesta a las palabras oídas,
reclinándose extenuado.

156.

Al cabo, ambos quedaron mudos,
sin lograr sobreponerse a los asaltos del dolor,
enajenados de ánimo, hasta que se escondió
y acostó Febo en su lecho de oro.

157.

Cuando notó el piadoso moro
que la débil claridad en el bosque se disipaba
rastreó las huellas por donde anduvo,
y llevó al que tenía en los brazos donde procedió.

158.

Allá donde primeramente recaló,
cuando penetró en el bosque el aguerrido moro,
y, en una ancha y limpia roca,
amorosamente recompuso al que con él trujo.

159.

Sacó de sus provisiones algo que comer,
invitó cariñosamente al apenado a que probase bocado;
aunque se negaba, se dejó persuadir
por blandas y halagadoras palabras.

160.

Algún ánimo cobró,
porque el hambre ya no acosaba,
y, sin querer, quedó dormido
en el regazo del bizarro guerrero.

161.

Este no cerró los ojos en toda la noche,
y por cuidarle pasóla en vigilia,
temiendo que le acometiesen
sañudas fieras que por el bosque rampaban.

Página 21 162.

A cada despertar suyo del ligero sueño,
el atribulado prorrumpía en quejas,
que cual dardos se clavaban
en el pecho del moro piadoso y bienhechor.

163.

A la madrugada quedó profundamente dormido,
y descansó un poco de sus fatigas,
hasta que Aurora impelió a las sombras,[19]
no soltó gemido, ni queja.

164.

Fue la causa que concilió
cinco pesares que se revolvían
y tranquilizó al corazón doliente,
cobrando fuerzas nuevas el cuerpo maltrecho.

165.

Por donde, al esparcir por el orbe
su dorada cabellera el alegre sol,
se incorporó despacioso y agradeció
al cielo las recobradas fuerzas del cuerpo.

166.

Cuál no sería el gozo del ínclito guerrero,
que abrazó repentinamente al cuitado,
y si antes, de piedad, le brotaron las lágrimas,
hoy, de alegría, le corrían, a chorros.

167.

Mis palabras no bastan a narrar cuán grande
fue el agradecimiento del maltraído,
y, no fuera el pesar por su amor sin ventura,
la alegría todo lo hubiera disipado.

168.

Que la pena de amor nacida,
por más que huya del pecho,
presto volverá,
y todavía con mayor saña.

169.

Así que, apenas logró tocar
la alegría la membrana del corazón afligido,
la angustia la arrojó,
y su dardo, luego, hincó.

170.

Apesaramientos estrecharon nuevamente su pecho;
(yugo es el amor tan recio de sobrellevar),
y, si el moro de Persia no le consolase,
de fijo el aliento se le habría ido.

171.

Te consta mi aprecio,
(dijo el persiano al escuchimizado duque);
deseo conocer el origen de tu desventura,
por si existe el remedio, aplicarlo.

172.

Contestó el cuitado que: no sólo el origen
de mi sufrimiento he de contar,
sino toda la vida desde que nací,
para cumplir con tus deseos y ruego.

173.

Página 22Se sentaron, uno al lado del otro, al pie del árbol,
el pío moro y el apesarado,
después narró, saltándole las lágrimas,
toda su vida hasta caer en sin igual cautiverio.

174.

En un ducado del reino de Albania,
allí vi la luz primera;
mi ser deuda es que recibí
del duque Briseo, ¡ay! mi padre amado.

175.

Ahora estás en esa tranquila patria,
en presencia de mi madre idolatrada,
la princesa Floresca, tu dilecta esposa;
recibe las lágrimas que escaldan mi rostro.

176.

¿Por qué vi la luz en Albania,
patria de mi padre, y no en Crotona,[20]
bulliciosa ciudad y tierra de mi madre?
Así mi vida no fuera tan trabajada.

177.

El duque mi padre era privado y consultor
de rey Linceo en todos los negocios,[21]
segundo jerarca del reino entero,
e imán del amor del pueblo.

178. 

En la prudencia, era modelo de todos,
y en el valor, la cabeza de la ciudad,
incomparable en saber amar a sus hijos,
guiarles y enseñarles sus deberes.

179. 

Me alucina, aún ahora,
el comodín cariñoso de mi señor padre,
cuando criatura y de brazos llevar era:
"Florante, mi singular flor."

180.

Este es mi nombre desde niño,
y con que padre y madre me criaron,
apodo que dice bien a "sollozante"
y a "estrechado por el infortunio."

181.

Toda mi infancia ya no relataré
nada de valer ha sucedido,
sino cuando niño a punto iba de ser cogido por las garras
de un buitre, ave de rapiña.[22]

182.

Mi madre, dice, que dormía
en la quinta que daba al monte,
entró el ave cuyo olfato alcanzaba,
de animales muertos, hasta tres leguas.

183. 

A los gritos de mi madre idolatrada,
entró el primo mío, de Epiro procedente,
Página 23 por nombre Menalipo, que portaba flecha;
disparó, y el ave murió instantáneamente.

184.

Un día que comenzaba a andar,
jugaba en medio de la sala,
entró un halcón y pilló rápidamente con las garras[23]
el cupidillo de diamante que adornaba mi pecho.[24]

185.

Cuando arribé a los nueve años,
mi diversión favorita era el collado,
las saetas en el carcaj y el arco en el regazo,
para matar animales y flechar pájaros.

186.

Las mañanas, cuando comenzaba a tender
el hijo del sol sus bulliciosos rayos,[25]
me entretenía cerca del bosque
con una junta de camaradas.

187.

Hasta ponerse en el cénit
el rostro de Febo, imposible de mirar a hito,
recogía la alegría,
ofrenda de la generosa solanera.

188.

Recibía lo que esparcía
el perfume alegrante de las flores,
jugaba con mi propia sombra,
la tímida brisa y las avecillas volanderas.

189.

Cuando divisaba alguna pieza
en el cercano, talludo monte,
rápidamente armaba la flecha en el arco
y de un flechazo, al punto, quedaba atravesada.

190.

Cada uno de la comitiva pujaba por ser
el primero en agavillar lo que mataba,
y las espinas del zarzal no se sentían,
porque la alegría les inmunizaba.

191.

Ciertamente era de ver
los caracoleos de los de la reata,
y, si conseguían atrapar el cadáver del animal,
¡qué de tararira resonante dentro del calvero!

192.

Si del arco-juguete me cansaba,
me sentaba al lado del manantial corriente,
y me miraba en el cristal de sus aguas,
aspirando la frescura que regalaba.

193.

Me eran aquí embeleso las cantigas suaves
de las náyades que holgaban en el arroyo,[26]
los sonidos de la lira que acompañaban las canciones[27]
eficaz sedante eran de la melancolía.
Página 24
194.

Por la dulzura inefable de los timbres
de las alegres ninfas que recitaban,[28]
quedaban atraídas las voladoras
aves de toda especie, a cuál más hermosa.

195.

Así que en la rama del árbol que extendía sus brazos
sobre el delicioso arroyo venerado[29]
por el pagano ciego, rebrincaban,
oyendo los cármenes dialogados.

196.

¿Para qué he de narrar las alegrías
de mi infancia, harto prolijas?
El amor de mi padre fue la causa
de que dejase yo aquel bosque de paz.

197.

Tengo para mí que, respecto al amor,
al niño no debe criarse en la holgura,
que el que a la alegría se acostumbra,
cuando crezca no ha de esperar dicha.

198.

Y porque el mundo valle es de lágrimas,
los hombres han menester de fortaleza del corazón;
si la alegría dice mal con la adversidad,
¿con qué entonces se hará frente a la crueza del dolor?

199.

El hombre dado a entretenimientos y placeres,
flaco es de corazón y harto susceptible,
aprehensión no más del desasosiego
que avecina, ya no sabrá cómo arreglárselas.

200. 

Cual planta criada en el agua,
que las hojas se ajan al menor desriego,
y la agosta un momento de calor;
así es el corazón que en la alegría se imbuya.

201.

La más pequeña contrariedad se trueca en grande,
por la inexperiencia del corazón en sobrellevarla,
cuando, en el mundo, no hay abrir y cerrar de ojos,
en que el hombre no tropiece.

202.

Los que en las comodidades se crían, desnudos
de discurso y bondad andan, y de consejo horros;
acre fruto es del falso aprecio,
el desmedido amor de los padres a los hijos.

203. 

De la muletilla "benjamín" y del insensato cariño,
lo que pervierte al niño, nace,
tal vez, algo de la negligencia
de los que deben enseñar perezosos padres.

204. 
Página 25
Todo esto sabíalo mi padre,
así que las lágrimas de mi madre desatendió,
y me envió a Atenas[30]
para que mi ciega inteligencia allí se abriera.

205. 

Mi educación la encomendó
a un prudente y sabio maestro,
de la raza de Pitaco, por nombre Antenor;[31]
mi tristeza no era para decir, cuando allí arribé.

206. 

Un mes largo de talle que no probé bocado,
que las lágrimas no restañaban,
pero tuve paz, merced a la buena voluntad
del ilustre maestro que me educó.

207.

De entre los estudiantes que allí alcancé,
de mi edad y juventud,
uno era Adolfo, mi paisano,
hijo del conde Sileno, de alta fama.

208. 

Sus años excedían en dos
a los que llevaba de once,
era el de más prestigio en la escuela,
y el más hábil de los compañeros.

209.

Pulcro y nada díscolo,
solía andar con los ojos bajos,
mesurado en el hablar y poco amigo de querellas,
aun con la injuria, no salía de quicio.

210.

En fin, en prudencia era modelo
de la estudiantil compañía;
ni en obra ni en dichos podría cogérsele
nimiedad en desdoro del buen comedimiento.

211.

Como que ni la sagacidad de nuestro maestro,
ni su experiencia de las cosas del mundo,
pudieron calar la profundidad y las tendencias
secretísimas del taimado corazón de Adolfo.

212.

Yo, que desde la infancia aprendí
de mi padre aquella rectitud ajena al qué dirán;
(aquella que frutos da de bendición,
que inclinan al corazón al amor y al respeto).

213.

De la que era admiración de la escuela,
rectitud de Adolfo mostrada,
no cataba aquella dulzura que
de los caracteres de mi padre y de mi madre eran sabroso fruto.

214.

Mi corazón inclinábase a amarle,
Página 26 no sé qué repugnancia mutua
nos tuvimos Adolfo y yo;
percibíalo, aunque no daba con la causa.

215. 

Corrieron los días, y la infancia
de mi aprendizaje fue,
mi prudencia se afirmó y la sabiduría
alumbró mi ciego entendimiento.

216.

Llegué a la raíz de la Filosofía,
la Astrología conocí,
y me hice diestro en el asombroso
y útil conocimiento de las Matemáticas.

217.

A los seis años de curso,
estas tres disciplinas del saber llegué a abrazar,
mis camaradas se asombraron,
incluso el maestro, cuyo contento no era poco.

218.

Mi aprovechamiento pareció increíble,
aun a Adolfo dejé en medio de la senda,
y la ruidosa fama difundidora,
lo trompeteó en todo Atenas.

219.

Así que fui la comidilla
y materia de conversaciones;
desde el niño al más anciano
tuvieron conocimiento de mi nombre.

220.

Cayósele entonces a mi paisano
la máscara de humildad con que se disfrazaba;
humildad ficticia,
que se conocía no ser ingénita en Adolfo.

221.

Súpose que, si se vistió
de humildad insincera,
era para añadir al buen entendimiento
la honra de ser manso y bueno.

222.

Este secreto se descubrió cuando
llegó el día de honesta holganza,
porque los estudiantes, niños y jóvenes,
habíamos preparado toda clase de justas y torneos.

223.

Comenzó el bureo en la danza,
por causa de la música y poesía que alternaban;
vino luego la lucha y esgrima que ponían a prueba
la bizarría y habilidad de cada uno.

224.

Después representamos la tragedia
de los dos nietos de una misma madre,[32]
y hermanos del padre que les crio,
hijo y esposo de la reina Yocasta.

225. 

Me tocó el papel de Eteocles,
Página 27 y el de Polinice, a Adolfo.
un condiscípulo representó a Adrasto,[33]
y el de Yocasta, al ilustre Minandro.

226.

Al comenzar la primera escaramuza,
donde jugamos papel de enemigos en lidia,
cuando debió decir que yo le reconociese,
que era hermano mío, hijo de Edipo,[34]

227.

Se inyectaron de sangre los ojos y dijo,
no lo que rezaba el original,
sino el decir: "Tú, que arrebataste
mi honra, debes morir."

228.

Y al mismo tiempo me acometió
con el acero mortífero que tenía preparado,
y, si no me hubiera hurtado de él, me hubiese tendido en el suelo
con los tres desaforados tajos que soltó.

229.

Como cayera a fuerza de huir el bulto,
a seguida me largó un bravo tajo;
¡gracias a tí, oh querido Minandro,
si no por tu agilidad, mi vida hubiera acabado!

230.

Le paró el golpe que era mi muerte,
saltó la espada que esgrimía Adolfo,
y entonces acudieron nuestro maestro
y los alebrestados camaradas y amigos.

231.

Terminado que hubo el juego,
de terror y pesadumbre,
a Adolfo no le alcanzó el amanecer,
fue conducido, en el mismo momento, a la patria Albania.

232.

Todavía duré un año más en Atenas,
esperando la voluntad de mi querido padre;
por mi desdicha, recibí entonces carta
donde cada letra me era puñal venenoso.

233.

Imaginación que nunca cesas de apurar,
a quien no consiguió arrollar el ímpetu de mis lágrimas,
turbas mis ideas y sentimientos
y no permites que mi alma tenga paz.

234.

Ponzoña eres, dejación de la muerte,
que no respetaste a mi idolatrada madre,
refrescas la herida hecha
Página 28 por carta-saeta que recibí.

235.

Te ayudaré ahora a agudizar
el dolor que en mis entrañas no consigo acallar;
murió mi madre ¡ay, qué gran desdicha!
esta fue la primera que amargó mi vida.

236.

Me recogieron muerto por la lectura
de la carta escrita con mortal pluma.
¿Y has tenido valor, padre mío, de escribir
lo que ha de quitar la vida de tu querido hijo?

237. 

Dos horas, poco más o menos, que perdí
el ánimo, sin saber dónde me hallaba
y, no fuera por los auxilios de mis camaradas,
no conversarías hoy conmigo.

238. 

Recobrado del accidente, aquí del agobio;
mis dos ojos se convirtieron en fuentes,
y si los ¡ay! ¡ay, madre! cejaban,
era porque había dejado de respirar.

239.

En aquel tiempo creía
que el mundo había desaparecido para mí
que estaba aislado en medio de mis pesadumbres,
luchando con la propia existencia.

240.

Mi cruel tormento despreció
la tranquilizadora voz de mi maestro,
ni las lágrimas de los condolidos camaradas
mitigaron el dolor que cabalgaba sobre mis hombros.

241.

Desacató los dictados de la justicia
la harta agrura del dolor,
y bastaba una punzada del pesar ufano
para enajenar toda mi paciencia.

242. 

Diríase que por la fogosidad de su ímpetu,
era preferible que el pecho se desencajara,
para que el veneno que criaba
se llevase la sangre en su estallido.

243. 

Muy cerca de dos meses que no gustaba
sabor de reposo ni entretenimiento,
cuando la segunda carta de mi padre llegó
con el barco que venía por mí.

244.

La carta ordenaba que embarcase inmediatamente
y retornase a la patria Albania;
cuando me despedí de mi maestro,
Florante, dijo, mi encargo ten presente:

245. 

No te descuides, y sé cauto
con la celada que te ha de armar el conde Adolfo;
huye de él como de un basilisco,
Página 29 cuya mirada es muerte para tí.

246. 

Si a tu llegada te recibe
con rostro alegre y muestras de aprecio,
tu cautela sea mayor, y por taimado enemigo
le tengas y con quien habrás de lidiar.

247.

Pero no le des a entender
que al cabo estás de sus negros propósitos;
prepara secretamente el arma
con que habrás de defenderte en el día de la lucha.

248.

Dicho esto, se le cayeron las lágrimas,
me abrazó fuertemente,
y, por último encargo, "benjamín, sé sufrido,
que te esperan muchas penalidades."

249.

Comenzarás ya a luchar
en el mundo, criadero de brillante bellaquería;
no terminó, y, de tristeza,
contuvo la lengua y enmudeció.

250. 

Abatidos ambos nos separamos;
mis condiscípulos lloraban,
Minandro se desesperaba,
por lo mismo que era fiel camarada.

251. 

Del enlace de nuestros hombros
el queridísimo amigo no lograba desasirse,
hasta que le permitió seguirme
nuestro maestro, su tío.

252. 

Al cabo, las despedidas tuvieron fin,
entre sollozos de unos y otros;
y, con el ruido y alboroto de los "adiós",
los suspiros se entreveraron.

253.

Hasta el embarcadero me acompañaron
nuestro maestro y los compañeros que dejaba,
sopló el viento y pronto se apartó
de la playa de Atenas nuestro barco.

254.

Semejaba a saeta disparada
la velocidad de nuestra proa navegando,
así que, en breve tiempo, mis pies pisaron
la playa de la ciudad de Albania.

255.

Al desembarcar, presto me dirigí a la quinta,
sin separarse de mí el amigo fidelísimo;
al besar las manos de mi señor padre,
se hizo agudo el dolor que por mi madre padecía.

256. 

Sangró nuevamente la herida del corazón,
superando el pesar que irrumpió al primero,
y a las lágrimas caídas siguieron:
Página 30 "¡Ay padre!" al mismo tiempo que el saludo "¡ay, benjamín!"

257.

En pocas palabras, la dicha nuestra de mi padre
quedó ahogada por la dureza de un singular dolor,
alcanzándonos todavía abrazados
el embajador del pueblo de Crotona.

258. 

Venía ya del palacio real
y de comunicar al rey su objeto,
portando una carta para mi padre venerado,
de puño y letra de su suegro el monarca.

259. 

Pedía auxilio, sobresaltado:
el reino de Crotona estaba sitiado por el enemigo;
mandaba el ejército el famoso en destreza,
general Osmanlic, héroe de Persia.

260. 

Según fama, era éste segundo
de su Príncipe, cuyo valor era asombro del orbe:
Aladín, terror de los guerreros,
tu compatriota que admiro.

261.

Aquí se sonrió el moro con quien platicaba,
y al que hablaba contestó con mesura:
Raras son—decía—las noticias que resultan ciertas,
y, dado que lo sean, son muchas las adiciones.

262. 

Y lo que con frecuencia acrece, además, el valor,
es la desmoralización del enemigo;
un guerrero a quien la suerte depare una victoria,
fatigará seguramente a la fama, y le cobrarán miedo.

263.

Si en valor goza fama Aladín,
también tiene vida que perder,
créeme que vale lo que tú
en desdichas y tormentos.

264.

Contestó Florante: ¡Ojalá que no corra
el guerrero célebre mi suerte impía!
Que para el enemigo mismo no deseo
la clase de infortunio que deploro.

265.

Sabida por mi padre aquella desgracia,
que al reino de Crotona amenazaba destrucción,
me llevó consigo y compareció inmediatamente
ante el rey Linceo que tenía ejército preparado.

266.

Al comenzar a subir las escaleras
del palacio repleto de joyas y riqueza,
salió a nuestro encuentro el noble rey,
abrazó a mi padre y diome la mano.

267. 

Dijo: ¡Oh, duque! esta alhaja
guarda parecido con el ilustre guerrero;
lo soñé y te avisé
Página 31 que sería el sostén de mi cetro y reino.

268.

¿Quién es éste y de qué ciudad viene?
La contestación de mi padre: "Es mi único hijo,
que ofrezco a tus nobles plantas;
cuéntale por uno de tus vasallos."

269.

Se asombró el rey y me abrazó;
a buena ocasión has llegado,
tú serás el general del ejército que auxiliará
al pueblo de Crotona, sitiado por el moro.

270. 

Haz que sea verdad que tú, que no otro,
el valiente guerrero que soñé,
que difundirá por el mundo
mi honor y poder.

271.

Deber tuyo ir y socorrer;
abuelo tuyo el rey del pueblo de Crotona;
eres de noble sangre, y debes conquistar
opinión y fama singular en la guerra.

272.

Como era de razón la pretensión del rey,
se avino mi padre, aunque le pesase
que tan pronto se diera a la carnicería
mis pocos años y ausencia de experiencia.

273.

Yo nada contesté y expuse
sino: "Rey señor mío", y me eché a sus pies;
cuando iba a besar sus nobles huellas,
me levantó y me volvió a abrazar.

274.

Nos sentamos y tratamos
de sus proyectos y de cosas importantísimas.
A punto ya de contar lo sucedido
en el pueblo de Atenas de donde venía,

275.

Hizo su aparición y esparció
su brillo el lucero émulo de Venus,[35]
como si acabase de surgir de la nieve,
con la cabellera derramándose por la espaldilla de color perla.

276.

Dicha segunda, si no Paraíso
lo que lanzaba su cándida mirada,
o, felicidad, brote del amor,
reclamo de Cupido sutil e intangible.[36]

277. 

La llama del rostro no se diferenciaba
de la de Febo al amanecer;
cuerpo atildado, bien rimado
y muy en armonía con la modestia de su porte.

278.

En alegría se asemejaba
a la flor recién abierta por el rocío;
y, quienquiera que la viese,
cadáver o avenates de locura tendría si no amase.

Página 32 279.

Esta es la Laura que aniquila
mi pensamiento cada vez que miento,
y la causa de mis desesperaciones y lloros
que prestan tono tan melancólico a mis palabras.

280.

Hija de Linceo, rey malogrado,
y cifra de mis ilusiones;
¿por qué permitió el alto cielo
que la viese, si yo no la merecía?

281.

¡Oh, rey Linceo! si no la obligaste
a tomar parte en nuestra plática,
mi vida no hubiera sufrido,
hoy que la traicionó tu hija amada.

282.

No, amigo mío, Laura no es infiel;
no sé el por qué de su olvido;
mi suerte es la de befa y escarnio
indigna para el gozo y la alegría.

283.

¿Podría acaso la traición asirse
a la riqueza del cielo en belleza?
Hermosura, ¿por qué no te desenredas
de los atropellados y traicioneros pasos?

284.

¿No era tu razón, puesto en trance
de claudicar en medio de las tentaciones:
que tu honradez era, con mucho,
superior a carecer de hermosura y brillo?

285. 

¿Era todavía esto ineficaz para atajar
tu inconsistencia y perversa inclinación?
Cual culmine en grandeza,
tal tableteará cuando de bruces caiga.

286. 

¡Oh, bizarro guerrero apiadado de mí!
a la aparición ya de la nueva estrella,
y desde que la vi, de súbito, el amor
arrebató el corazón ofrendado a mi madre.

287.

Es decir, las lágrimas que mi rostro surcaron,
al ser huérfano de madre,
se consagraron a Laura, y mi corazón se llenó de terror
por la irreverencia, acaso, que tal acto supondría.

288.

No acertaba con las palabras,
por mi alboroto y enajenamiento de ánimo;
cuando tomó parte en nuestra reunión, aquellas
salían desgarbadas aunque las acicalaba.

289.

Cuando terminó la conversación,
era hombre al agua;
turbada el alma y el corazón abrasado
por la llama del primer amor.

290.

Página 33Tres días me hospedó el rey
en el palacio real, insigne en opulencia;
y no conseguí hablar con la causa de mis males
y que confiaba me daría dicha.

291.

Aquí probé mayor dureza,
superior a la primera de marras,
y di por mentidos todos los pesares
comparados con los que del amor nacían.

292.

Gracias que al día siguiente,
cuando el ejército marchaba para Crotona,
la suerte me deparó instantes para hablar
con la princesa que cautivó mi ser.

293.

Expuse, con palabras amorosas,
suspiros, lágrimas y gemidos,
el amor sañudo que me ahogaba,
y sigue ahogando mi destartalada vida.

294. 

El recio corazón del milagro de hermosura,
sintió piedad de mis cuitas,
y, no fuera porque su ingénita entereza
puso veto, mi amor sería bienhallado.

295.

Pero, si el sí no llegó a decir,
el nublado de amor se abrió y disipó,
dándome, a mi salida, mantenimiento
de vergonzantes perlas escurridas de sus ojos.

296.

Llegó el día de la marcha.
¿Quién soportará el dolor que me invadió?
En mi corazón ¿qué mal
hubo que no clavó su dardo?

297. 

¿Habrá, tal vez, pena que supere en amargor
al del amante ausente del bien amado?
Sólo imaginarlo, aun sin realizarse, basta
para abatir al corazón más endurecido.

298.

¡Oh, ofrecedores de fragante pebete
al gran altar del dios Cupido,
vosotros comprendeis mi dolor
al quedar huérfano de Laura amada!

299. 

Y, no fuera por las lágrimas con que fui proveído,
hubiera ya muerto antes de sufrirlo,
dolor que no mitigó hasta nuestro arribo
al enmantado pueblo de Crotona.

300. 

El fuerte iba ya a saltar a los golpes
de las máquinas de sitio,
cuando atacamos yo y mi ejército,
poniendo en apuro al que sitiaba la ciudad.

301.

Página 34Aquí de la carnicería sin cuartel,
que a Atropos hubo de fatigar,
por la siega y corte de vidas
de los moribundos que en sangre nadaban.

302.

Vista por el gran general Osmanlic
mi braveza en el combatir,
siete filas yuxtapuestas de acero
abrió con su cimitarra para alcanzarme.

303.

A derecha e izquierda suya yacían
mis bravos soldados;
se acercó a mí con ojos fulminantes,
vente, dijo, y peleemos......

304.

No nos separamos por cinco horas,
hasta que se agotó la piedra del valor;
al darle muerte, hubo duelo del cielo
por el guerrero pasmo de la tierra.

305.

Entonces entró el terror
en el enemigo, que pareció atacado de peste
por el diezmador acero de Minandro famoso,
pronunciándose campo y victoria a nuestro favor.

306.

Este triunfo alivió de la tristura
a los sajados por la inclemencia;
el peligro se convirtió en alegría,
y la puerta de la ciudad abrióse presto.

307.

Nos salió al encuentro el poderoso rey
seguido de todo el pueblo hecho libre;
el agradecimiento se desbordaba,
con tropel ditirámbico, de las lenguas.

308.

Aquel pueblo maltrecho y recién repuesto
de las enconadas asechanzas del enemigo,
por su libertad, a porfía,
se me acercaba, para besar mi traje.

309.

A los gritos de la vocinglera Fama,[37]
los vivas incesantes se inmiscuían,
los desordenados "gracias a tí, salvador nuestro",
oyeron en el cielo las estrellas.

310.

Subió de punto la alegría cuando se supo
que era nieto del rey que veneraban,
ni era menos, asimismo, la del monarca;
las lágrimas deban fe del regocijo.

311.

Subimos al palacio famoso
y descansaron los soldados de sus fatigas,
pero el pueblo, casi por tres días,
olvidó su costumbre de dormir.

312.

Página 35Aun en la alegría nuestra de mi abuelo rey,
mezclábase con alevosía el dolor,
y la muerte de mi madre dilecta,
ha tiempo agostada, volvió a reverdecer.

313.

Aquí creyeron mis pocos años,
que en el mundo no hay dicha completa;
que por una sola alegría, apercibidos vienen
siete pesares, y hasta sin tasa.

314.

A los cinco meses en Crotona,
pugné por volver al reino de Albania.
¿Qué obstáculo habrá para los llamamientos del amor,
mucho más si, a lo que se va, es a una Laura?

315.

A pesar de nuestra forzada marcha,
me aburría y deseaba volar.
¡Oh, cuando vi las murallas de la ciudad,
mis presentimientos fueron mortales!

316.

Y era que lo que flotaba
en el fuerte no era bandera cristiana,
sino la Desjarretadera, e invadido el reino[38]
por Aladín, peste del pueblo que entraba a saco.

317. 

Hice alto con el ejército que acaudillaba,
al pie de un monte con derrumbaderos;
de repente divisamos
patrulla mora en lenta marcha.

318.

Custodiaba una doncella atada,
a nuestro juicio, para decapitarla;
mi corazón dio un vuelco,
presintiendo fuera Laura, mi vida.

319.

Así que no pude contener el impulso del ánimo,
y acometí, de repente, a los moros;
¡suerte fue del que huyó que no halló su muerte
en mi mortífero acero que esgrimía a toda furia!

320.

Cuando ya no hubo en quien descargarla,
me acerqué a la enmudecida prisionera,
y, cuando descorrí lo que encubría su rostro,
¡cielos, era Laura! ¿habrá mayor infortunio?

321.

La iban a decapitar por no allanarse
a los torpes apetitos del emir de la ciudad;[39]
el osado rijoso, conduciéndose cual bestia,
abofeteó al paradigma de la hermosura.

322.

A escape desligué de las manos
la cuerda inhumana e irrespetuosa,
Página 36 mis dedos, de devoción, se recataban
de tocar una piel tan digna de respeto.

323.

Aquí recibió confortante mirada
el corazón herido de amor,
día de dicha en que por primera vez oí
amado Florante de los labios de Laura.

324. 

Cuando supe que estaban en la cárcel
el dechado monarca y mi dilecto padre,
di órdenes al ejército y asaltamos, sin tregua,
hasta rescatar la patria Albania.

325.

Ya dentro de sus muros,
a la cárcel ocurrí primeramente,
saqué al rey y al duque, mi padre,
y, de entre los magnates, a Adolfo.

326.

Inmensa fue la alegría del rey
y la de los ya libres próceres,
a Adolfo únicamente angustiaba
el honor por mí conquistado.

327.

Su envidia subió de punto,
cuando fui llamado salvador de la ciudad,
por quien celebró fiestas el magnánimo rey
en el palacio real con toda largueza.

328.

Supo luego que me apreciaba
la belleza por quien él suspiraba:
el conde Adolfo se moría
por la corona y las manos de Laura.

329.

Tomó cuerpo la semilla traída de Atenas,
la plantó con objeto de causar mi perdición;
para Adolfo nada hay tan grimoso
como mi vida, que no logra eliminar.

330.

No trascurrieron meses de alegría del reino
y de acciones de gracias por su libertad,
arribó un ejército asolador,
procedente de Turquía, asaz inhumana.

331.

Aquí del peligro y torcimiento de manos
de todo un pueblo sacado de la sumisión;
principalmente, Laura, cuyo temor
me fuera infausta la suerte en el encuentro.

332.

Como fui el general nombrado
por el rey del ejército que haría frente al moro,
se serenó, de su terror, el ánimo del pueblo,
pero fue como envenenado el corazón de Adolfo.

333.

Porque quiso el cielo que venciera
al ejército del afamado Miramolín,
comenzó el día de pánico
de los crudos muslimes para con el reino de Albania.
Página 37
334.

Aparte esto, de varias divisiones del enemigo
fui triunfando seguidamente,
de manera que mi pujante acero
fue temido por diez y siete reyes.

335.

Un día que acababa de ganar una batalla
en la ciudad de Etolia que invadí,
recibí de mi rey carta,
ordenándome, con apremio, el regreso a Albania.

336. 

Y el mando del ejército que guiaba
encomendase a Minandro.
Partí en el acto del reino de Etolia,
por obediencia al rey, y marché para Albania.

337.

Llegué muy cerrada la noche,
entrando en el reino, sin preocupación alguna;
a seguida fui sitiado ¡gran traición!
por unos treinta mil alfanjeros.

338.

No me dieron tiempo de desenvainar
la espada que llevaba y de repelerlos;
ataron todo mi cuerpo,
aherrojándome brutalmente en la cárcel.

339.

Excusado decir mi asombro y tristeza,
sobre todo al saber que asesinó al rey
el conde Adolfo, haciendo otro tanto
con mi padre amado, que se complacía en su hijo.

340. 

El deseo de enriquecerse y ser rey,
y su sed de mi sangre impulsaron
al corazón del conde a valerse de celadas.
¡Oh, infortunada ciudad de Albania!

341.

Más desdichada eres que la gobernada
por un ignorante y tirano;
que el rey sediento de riqueza
es el cielo duro castigo al pueblo.

342. 

Soy todavía más infeliz, y defraudado en amor;
¿habrá acaso mayor duelo que oir
que mi princesa, con ahinco, prometió
casarse con el conde Adolfo infame?

343.

Este es el que inyectó eficaz veneno
en las venas de mi corazón doliente,
y deseó que mi vida acelerase,
y a la nada, de donde vino, volviese.

344.

Durante los diez y ocho días de prisión,
me aburrí de no morir;
de noche me sacaron y empujaron
a este bosque donde fui atado.
Página 38
345.

Por segunda vez gira ya Febo
sobre la tierra desde que me amarraron;
y, cuando creí despertar en otro mundo,
al abrir los ojos, me encontré en tus brazos.

346. 

He aquí mi vida de anudados males,
y todavía sin saber cuál sería su último destino....
Aquí se cortó la larga narración,
tomando entonces la palabra el moro:

347.

Ya que de tu vida vine en conocimiento,
conocerás también la de con quien hablas.
Yo soy el Aladín, de la ciudad de Persia,
vástago del ilustre sultán Ali-Adab.

348.

Por este rocío que cae cual aguacero,
deducirás lo que fue mi vida....
¡Ay, padre mío! ¿Por qué ... ? ¡Ay, Flérida, mi alegría!
Amigo, permite que paz haya.

349. 

Seamos ya dos los que las lágrimas aniquilen,
ya que somos uno en el infortunio;
esperemos en este bosque la jornada final
de nuestra vida, tan brava y rudamente trabajada.

350.

Florante guardó religioso silencio,
y sollozó todavía más que Aladín.
Vivieron en el bosque como unos cinco meses;
una mañana decidieron explayarse.

351.

Recorrieron el interior del bosque,
aunque los rastros apenas se reconocían;
entonces narró el célebre Aladín
su vida harto lastimosa.

352.

En las guerras, decía, donde intervine,
no me costó trabajo el luchar,
como cuando luché con el corazón diamantino
de Flérida amada, por quien, sin duelo, padezco.

353.

Cuando formaba piña con las princesas,
era Diana en medio de las ninfas,[40]
así que la tenían en el reino de Persia
por una de las Huríes de los profetas.[41]

354.

Fortuna fue que venciera
con la constancia su corazón reacio;
mas, al proyecto de hacer de dos pechos uno,
se atravesaron los amores de mi padre.

355.

Entonces comenzaron las tribulaciones
mías, y a desear mi padre que la vida perdiese;
y, cuando triunfé en la ciudad de Albania,
a mi llegada a Persia presto me encerró en la cárcel.
Página 39
356.

Y el cargo que me hacía,
que sin orden suya abandoné el ejército;
y, cuando corrió la noticia de que el reino rescataste,
decidió que se me decapitara.

357.

En la funesta noche del día siguiente,
en que sería un hecho mi decapitación,
un general entró en la cárcel
portando un indulto que aún era peor que la muerte.

358.

Era orden precisa que en el momento saliese,
que el alba no me cogiese en el reino de Persia,
y cualquier incumplimiento pagaría con la vida;
la acaté porque era orden del rey mi padre.

359.

Pero a mi corazón era preferible
que vida tan lastimosa me la quitasen;
nada de una vida ilusoria
cuando otro aupa en su regazo a mi cielo y alegría.

360.

Hará hoy unos seis años que sin descanso
voy vagando con las penas a cuestas;
se detuvo aquí: percibieron
rumor de palabras dentro del bosque.

361.

Oyeron la siguiente relación:
Cuando supe que iban a decapitar
a mi infeliz bien amado asegurado en la mazmorra,
me eché a los pies del hipócrita rey.

362.

Lágrimas y quejidos mendigaron el perdón
del propio hijo que era mi todo bien y cariño,
la respuesta era que, si no aceptaba de buen grado
sus amores, no le perdonaría.

363.

¿Qué iba yo a hacer en estas circunstancias?
¿Dejar por ventura que mataran a mi bien amado?
Mostré blandura, a fin de que viviese
el príncipe amado, tan digno de piedad.

364.

El pecho que, recalcitrante, no se doblegaba
al halago, fieros y amor del rey,
fue laxo de propósito, dándose en holocausto
para poder salvar la vida de su ídolo.

365.

De alegría el rey soltó en seguida
a la causa de mis lágrimas,
pero ordenó que saliera de la ciudad
y que a otras tierras se relegase.

366.
Página 40
Salió de Persia mi amado y mi vida,
sin que hayamos podido despedirnos.
¡Vea ahora si tendré lágrimas
para amansar al dolor que llevo!

367.

Cuando se preparaban dentro del reino
las bodas que eran mi muerte,
creí que debía disfrazarme de guerrero,
y huir del palacio real.

368.

Una media noche, bien lóbrega,
secretamente me escurrí por la ventana,
sin más compañía que el deseo
de rastrear el paradero del amado.

369.

Hace ya algunos años que vago,
teniendo por palacios bosques y montañas,
arribé aquí y logré librarte
del torpe deseo de esa bestia humana.

370.

Cortóse la narración por la súbita llegada
del duque Florante y del príncipe Aladín,
el cual, cuando reconoció la voz de la amada,
la vocación del corazón no pudo desobedecer.

371.

¿Qué lengua habrá que cuente
la alegría de los amantes?
De vergüenza el dolor sumióse bajo tierra,
llevando consigo su romo dardo.

372.

¿En qué cielo entonces no culminará
nuestro Florante en su regocijo,
hoy que a hito podrá contemplar la gloria del rostro
de su muy ansiada Laura?

373. 

Por donde el bosque sombrío,
para los cuatro se convirtió en jubiloso Paraíso;
por tres veces olvidaron
que todavía tenían vida que celar.

374.

Amainada ya la desbordante alegría,
los tres escucharon la vida de Laura;
lo acaecido en el reino desde su relegación
a los bosques, contó la amante así:

375.

No transcurrió mucho desde que partiste,
¡Oh, amado Florante! del reino de Albania,
percibióse en el pueblo sordo movimiento,
cuyo rumor escalaba el palacio.

376. 

Pero no hubo manera de definir
los altibajos de los sordos rumores;
cual mal de impronosticable
origen y locación para el sabio médico.

377. 
Página 41
A lo mejor el palacio fue sitiado
por el amotinado pueblo y armados soldados;
¡oh, día de consternación!
¡día maldito por la ira divina!

378. 

A grito pelado vociferaba el pueblo rebelde:
"Muera, muera, el rey Linceo,
que proyectó matar de hambre al reino, y
decretar el estanco de los víveres y del trigo."

379. 

Hizo todo ello Adolfo
para amotinar al ciego pueblo,
difundiendo, en nombre del rey,
los tales decretos, partos de corazón doloso.

380.

En el mismo instante destronaron
a mi padre rey y le decapitaron.
¿Podría, por ventura, llamarse a razón
un corazón aleve y un pueblo alborotado?

381. 

En el mismo día fueron decapitados
los fieles consejeros,
y no se melló el acero del traidor
mientras hubo prudentes y nobles en el reino.

382. 

Subió al trono el feroz conde,
y me conminó con apremio
que, si no aceptaba su amor,
horrible muerte tendría.

383. 

En mi deseo de vengarme de él,
y de escribirte al pueblo de Etolia,
forcé al corazón no diera a entender
al traidor mi mala voluntad y horror.

384. 

Pedí cinco meses largos de plazo,
antes de aceptar su amor,
pero decidí interiormente
suicidarme, si no llegabas.

385. 

Terminé la carta y la entregué
a un fiel servidor, para que te la diese;
sin transcurrir un mes llegaste, y
caiste en manos del traidor Adolfo.

386. 

El miedo que te tenía el malvado
de que volvieras con ejército,
para que regreses sólo, te envió
carta con sello y firma del rey.

387.

Su conocimiento dióme tal pesadumbre,
que decidí quitarme la vida;
entonces llegó Minandro
y sitió con ejército la ciudad de Albania.

388. 
Página 42
Mi suposición era que recibió
la carta que te remití;
así, cuando llegó a Albania,
lobo hambriento parecía.

389. 

Cuando nada pudo oponer Adolfo,
determinó llamar a otro traidor,
y a la noche salió del reino
y me llevó atada en el caballo.

390. 

Aquí intentó violarme,
pugnando por tirar al suelo mi honor guardado,
cuando una saeta venida de no sé dónde,
clavóse en el pecho del traidor Adolfo.

391. 

La contestación de Flérida a este respecto:
que había oído voces de mujer;
sentí que te daban tortura
y cobró piedad mi lastimado pecho.

392. 

Cuando te busqué, vi
que te violaba aquel hombre inicuo;
no me contuve, y armé en el arco
la flecha que acabó con el sátiro.

393.

Sin terminar aún la narración,
Minandro arribó entonces en el bosque,
con ejército y en busca de Adolfo,
y vio al amigo: ¡gran dicha y alborozo!

394. 

El ejército venido de Etolia,
lo primero que proclamó por tal agnición:
"¡Viva Florante, rey de Albania!
¡Viva, viva, la princesa Laura!"

395. 

Los llevaron en triunfo al reino,
inclusos Aladín y Flérida peregrina;
ambos convinieron en ser cristianos,
celebrándose las bodas de los dos amantes.

396. 

Muerto el ilustre sultán Ali-Adab,
regresó Aladín a la ciudad de Persia;
el duque Florante subió al trono,
al lado de Laura, la bien amada.

397. 

Por el acierto en el gobernalle del nuevo rey
el reino gozó nuevamente de paz;
levantáronse los que yacían en la miseria,
y fueron felices los desventurados.

398.

Así que tenía las manos al cielo levantadas,
de agradecimiento el pueblo próspero;
el rey y la reina sólo vivían
por sembrar misericordia en sus gobernados.

399. 

Vivieron en completa armonía,
hasta que labraron la felicidad del pueblo.
Pára, musa mía, y échate
a los pies de Celia, y seas portadora de mis ayes.



NOTAS A PIE DE PÁGINA:



[1]

Bosque intrincado fuera de la ciudad de Epiro, al lado del río llamado Cocito.


[2]

Febo el Sol, y así le llaman los poetas latinos y griegos.


[3]

Ciprés, es árbol de monte, regularmente grande y recto; las ramas tienden todas hacia arriba; así que tiene la figura de un corazón; sus ramas las plantaban los antiguos en las sepulturas; de aquí que su sombra ponga espanto.


[4]

Averno, según los poetas, el Infierno.


[5]

Plutón, uno de los dioses de los gentiles, y, según los poetas, el rey del infierno.


[6]

Cocito, río de Epiro, región de Albania, y, según los poetas, uno de los cuatro ríos del infierno; así que son venenosas sus aguas.


[7]

Narciso, un mancebo de singular hermosura, hijo de Cefisino y Liriope, amado por las ninfas, pero que despreció a todas.


[8]

Adonis, mancebo de peregrina hermosura, hijo natural de Cinirro, rey de Chipre, habido de Mirhan, también hija suya; le amó la diosa Venus y fue muerto por un Paguil.


[9]

Oréadas ninfas, son diosas de los bosques, a quienes rinden culto los gentiles antiguos; hermosas y de voces suavísimas, según los poetas.


[10]

Arpías, son las diosas feroces de los gentiles; viven en las islas llamadas Estropadas, y en el bosque situado al lado del río Cocito; tienen el cuerpo de pájaro; el rostro, de doncella; las manos, encorvadas; las uñas, afiladas; las alas, de paniquí, y mata el mal olor del aliento.


[11]

Albania, una de las grandes ciudades del imperio de Grecia.


[12]

Persia, es reino grande del Asia, en poder de moros.


[13]

Aves nocturnas, son aves de vista turbia durante el día, como los tiktik, buhos, bahaw, paniquí, etc.


[14]

Furias, son diosas del infierno, hijas de Aqueronte y de la Noche; llámanse también Eumanidas, y son tres: Megera, Tisiphone y Alecto; los cabellos parecen serpientes; si quieren encolerizar a alguien, se arrancan un cabello-serpiente; lo introducen en el pecho de su víctima, sin que lo sepa ésta; entonces, la víctima se ciega de furor, y desafiará ya todo peligro.


[15]

Marte, dios de la guerra, hijo de la diosa Juno, que se encaprichó por una flor ofrecida por la diosa Flora. Dicen los poetas que fue por vengarse de Júpiter, quien engrendró a Palas en el cerebro, sin entenderse para nada con Juno, esposa de Júpiter. Marte nació en Tracia y allí creció.


[16]

Parcas, diosas de la muerte y del destino del hombre; son tres, según los poetas; disponen de la vida del hombre y de la suerte de los mortales. Clotho es la que cuida del telar; Luchesis, la hilandera, y Atropos, la que corta el hilo de la vida.


[17]

Apolo, hijo de Júpiter y Latona, hermana mayor de Diana. Vio la luz en la isla Delos, y pasman su destreza y valor cuando mató a la serpiente nombrada Pitón, que atribuló a su madre. Según los poetas, fue el inventor y el que enseñó la Medicina, la Música, la Poesía y el Oráculo; era el príncipe de las musas y de los pastores.


[18]

Secta, es la creencia de cada cual; o la ley divina a que cada uno presta obediencia, conocida generalmente por culto o religión.


[19]

Aurora, hija del Sol y de la Luna. Según los poetas, al amanecer, abre la puerta del cielo, y cuando ya tiene enganchados los caballos del Sol, élla es la que sale primero, y después el Sol.


[20]

Crotona, ciudad de Grecia Mayor, hacia Italia, cerca del mar de Taranto, pueblo de la madre de Florante. Su muralla tiene de anchura doce mil pasos.


[21]

Linceo, rey de Albania en tiempo de Florante.


[22]

Buitre, es una ave sumamente grande; come puramente cadáveres de animales. Dice el Autor, y todavía otros que conocen á esta ave que es de muy sutil olfato, con alcance de tres leguas.


[23]

Arcón, (halcón), una ave grande que puede coger con sus garras huesos de oveja, oso y otros animales del monte.


[24]

Se llama cupido diamante la joya que suelen poner las señoras en la frente.


[25]

El hijo del Sol es la Aurora.


[26]

Náyades, son ninfas de los arroyos y ríos que reciben culto de los gentiles.


[27]

Lira, es el instrumento usado por las ninfas y las musas en sus canciones; arpa o vihuela.


[28]

Ninfas, son diosas del agua, según los poetas, seducen los timbres de sus voces, y los sonidos de la lira que tocan.


[29]

Los arroyos donde viven las náyades son sagrados para los gentiles, y los veneran.


[30]

Atenas, ciudad famosa de Grecia, fundada por el rey Cecrope; metrópoli, además, o fuente del saber y del valor.


[31]

Pitaco, es uno de los famosos siete sabios de Grecia.


[32]

Los hermanos Polínice y Eteocles, hijos de Edipo, rey de Tebas, y de la reina Yocasta, su madre y mujer a la vez.


[33]

Adrasto, rey de la ciudad de Argos, una de las más grandes ciudades que se hallan bajo el control del imperio de Grecia; ayudó a Polínice en la lucha contra Eteocles, para arrebatarle la corona dejada por Edipo.


[34]

Edipo, hijo de Layo, rey de Tebas, y de la reina Yocasta. Al salir Edipo del vientre de su madre su padre le entregó a un pastor para que le matase, porque decía el Oráculo de Apolo que, si se hiciera hombre, daría muerte a su padre. De lástima el pastor, le colgó, cabeza abajo, en un árbol del monte; sus lloriqueos atrajeron a Forbante, pastor de Polivio, rey de Corinto, y Forbante encomendó su cuidado a la reina Merope, mujer de Polivio; como no tenía vástago la reina, adoptó a la criatura. Cuando espigó Edipo, fue a Tebas, y en sus correrías llegó a matar a su padre, el rey Layo, a quien no conoció, y se casó con su madre, que tampoco conoció; fueron sus hijos Eteocles y Polínice, que lucharon hasta que sucumbieron por querer hacerse de la corona.


[35]

Venus, diosa del Amor y de la Belleza, hija de Jupiter y de Diana, y, segun otros, surgida espontáneamente de la espuma de mar.


[36]

Cupido, dios del amor, hijo de Venus y de Marte.


[37]

Fama, diosa venerada por los gentiles, y es quien difunde cualquier hecho del hombre, bueno o malo; incomparable en velocidad y de voz tonante.


[38]

Desjarretadera, o sea Medialuna, así se nombra al estandarte o bandera de los moros, porque viene pintada en ella una media Luna.


[39]

Emir, gobernador o virrey de los moros.


[40]

Diana, diosa hija de Júpiter y Latona, aficionada a la caza, modelo de hermosura, y tiene control sobre las ninfas.


[41]

Houríes, doncellas hermosísimas del Paraíso creado por el profeta Mahoma de los moros, prometidas por él para dar la felicidad a los que de todo corazón creían en su errónea secta.











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SANTIAGO VIDARTE [17.688] Poeta de Puerto Rico

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SANTIAGO VIDARTE

Escritor puertorriqueño, nacido en Yabucoa el 25 de julio de 1828 y fallecido en Barcelona en 1848, formó parte del grupo de escritores que escribieron el Cancionero de Borinquen, una de las primera muestras de la literatura puertorriqueña en el siglo XX, y pese a su reducida producción, está considerado uno de los poetas más brillantes de su época.

Con este nombre firmaba sus poesías, y con él le designaban sus amigos y compañeros de estudio en la Universidad de Barcelona: con este nombre se le recuerda también en Puerto Rico; pero uno de sus más diligentes biógrafos asegura que no era ese su verdadero nombre de bautismo, y que usaba el apellido Vidarte por un delicado sentimiento de gratitud hacia don Rafael Vidarte, rico propietario de Humacao, que le había protegido desde la infancia, y le había enviado y mantenía en Barcelona, con objeto de que estudiase allí una carrera científica. Según este biógrafo, el verdadero nombre de aquél era José Santiago Rodríguez, y había nacido en Yabucoa, el día 25 de Julio de 1828. Este joven gozó de notable popularidad entre sus paisanos de aquel tiempo, y aun hoy se le recuerda con cariño, porque en realidad fué el primer portorriqueño que se dedicó al cultivo de la poesía, con brillantez y entusiasmo. Por desgracia falleció cuando apenas había cumplido los veinte años; sus facultades de poeta no alcanzaron su madurez y apogeo, y las poesías que dejó escritas—si bien revelan inspiración y fantasía, y no carecen de espontaneidad y gracia—no tienen aquella elevación y belleza de pensamiento, ni las gallardías de lenguaje á que seguramente hubieran llegado las producciones de Vidarte, si hubiera vivido algunos años más.
Falleció en Barcelona, en 1848.

Su obra poética de mayor vuelo y más brillante es la titulada Insomnio, escrita cuando se sentía ya enfermo, y en la cual expresa la alegría con que soñaba con su regreso á la querida tierra natal. De esa poesía son las estrofas siguiente:



— Insomnio —

No hay brisa . El purpurino sol ardiente,
del sofocante estío,
en rayos quiebra su orgullosa frente
que el suelo abrasan con su poderío.

¡Siento calor! ¡Me rueda la cabeza!
¡Qué ambiente tan pesado!
¡Oh! Tengo sed, mi amor. La fiebre empieza
a devorar mi cerebro cansado.

¡Ah! ¡Qué fuego ! ¡Esta fiebre me sofoca!
¡Tengo miedo, mi bien!
Fantasmas mil en algazara loca
torvos asaltan mi abatida sien.

¿Qué quieren esas sombras a mi lado?
¿Ese cortejo umbrío
que en confuso tropel desordenado
viene a turbar el pensamiento mío?

Huyamos, blanca paloma,
de este fantástico suelo
para elevar nuestro vuelo
a otra región más feliz.

Sí huyamos, bello lucero,
de este cenit tan nublado;
que otro cenit encantado
hay, do podamos lucir.

¿Ves? La tarde es muy serena.
La luz está agonizando
y el horizonte esperando
hambriento al último sol.

Oye; el pájaro ya canta
sus postrimeros amores,
y cierran las gayas flores
su casto broche de amor.

¡Presto morirá el crepúsculo!
Ya la noche se aproxima.
Y del monte por la cima
alza la luna su faz.

Ven, amor mío, y partamos,
que una barca encontraremos
do al empuje bogaremos
que la brisa nos dará.

Mira, del céfiro en alas
volará nuestra barquilla
dividiendo con su quilla
las olas del vasto mar.

Y unidos en tierno abrazo,
yo iré mil trovas cantando;
mientras tú vayas jugando
del agua con el cristal.

¡Qué bello será, mi bien
ir en popa... sin pesares,
al son de lindos cantares
que recuerden nuestro ayer!

¡Qué bello será en la noche
ver la luna y las estrellas
dibujar sus luces bellas
en nuestro alegre batel!

Ven, palomita, y marchemos
de otro nido a disfrutar.
No tengas miedo del mar;
tú eres sirena de amor.

Y el mar ama las sirenas,
pues en sus bellas honduras
habitan sílfides puras
como la lumbre del sol.



— Boguemos—

Boguemos, boguemos
al son de los remos;
la noche convida.
¡Qué bella es la vida
que corre en el mar!

El aura ligera,
veloz, placentera,
nos va susurrando,
meciendo, empujando
la barca fugaz.

¡Qué plácida calma
gozando va el alma!
La luna y estrellas,
¡qué luces tan bellas
derraman aquí!

Boguemos, bien mío,
que en dulce desvío,
tranquilo, halagüeño,
vendra presto el sueño
con ala sutil.

No tengas recelo
azul está el cielo,
¡la noche es tan pura!
¡Oh! todo me augura
fortuna y placer.

Mañana, hechicera,
la lumbre primera
del sol en oriente,
te hará ver riente,
fantástico edén.

Boguemos, boguemos,
al son de los remos;
la noche convida,
¡qué hermosa es la vida
la vida del mar!




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JOSÉ GUALBERTO PADILLA [17.689] Poeta de Puerto Rico

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José Gualberto Padilla

Escritor y patriota puertorriqueño, conocido también por el sobrenombre de El Caribe, nacido en San Juan el 12 de julio de 1829 y fallecido en Vega Baja en 1896, notable autor de obras satíricas y uno de los poetas más representativos del estilo neoclasicista decimonónico en su país, con influencias románticas.

Completó sus estudios primarios en la localidad puertorriqueña de Añasco y se trasladó a España donde realizó la educación secundaria y la carrera de Medicina en la Universidad de Barcelona. Con dieciocho años fundó la revista La Esperanza (1847), medio en el que comenzó a destacar como autor periodístico. En 1858 regresó a su isla natal y ejerció la profesión médica en varios pueblos del distrito de Arecibo, sin abandonar su actividad en la prensa con destacadas colaboraciones en El Derecho, la publicación más prestigiosa de la época.

En 1867 alcanzaron gran resonancia unos versos satíricos firmados por Padilla con el seudónimo de El Caribe, que atacaban al director de la revista El Duende, el español Vicente Fontán, y al año siguiente su participación en el levantamiento independentista del Grito de Lares le condujo a la cárcel. Publicó otra serie de poemas satíricos en 1874 bajo el título Para un Palacio, un Caribe, en clara referencia al escritor Manuel del Palacio y Simó, con quien sostuvo una agria controversia por las críticas del aludido hacia las costumbres puertorriqueñas, y volvió a esgrimir un estilo agresivo en las obras Contra el periodismo personal y Contra los escritores anónimos del libelo.

Poco antes de morir comenzó a escribir un Canto a Puerto Rico, poema del que sólo pudo acabar la introducción, la dedicatoria y cinco octavas reales. Además de las citadas, destacaron en su obra el poema neoclásico La Pitahaya o Apólogo; En la muerte de Corchado; Por nuestros muertos; A la muerte de Alejandro Tapia y Adiós. Como autor comprometido con la realidad de su país, contribuyó junto a otros escritores de la época, como Gautier Benítez y Santiago Vidarte, a difundir la poesía patriótica. En 1913, su hija Trinidad recogió en dos libros, Rosas de pasión y En el combate, toda su producción lírica y en la década de 1950 el Ateneo Puertorriqueño le dedicó uno de sus Cuadernos de poesía.

Fué un excelente médico, y hombre muy versado en las ciencias Físico Naturales; pero brilló más aún como poeta de mucho ingenio, de versificación magistral y de puro y castizo lenguaje castellano.

Nació en San Juan, el día 12 de Julio de 1829. Era todavía muy niño cuando su familia se trasladó al pueblo de Añasco, en donde Padilla adquirió la instrucción primaria. Sus padres le enviaron después á Santiago de Galicia, y allí obtuvo el grado de Bachiller y estudió los primeros años de la Facultad de Medicina. Por entonces tuvieron sus padres algún atraso en sus intereses, y Padilla tomó la resolución heróica de buscar él mismo recursos para seguir estudiando hasta terminar su carrera. Trasladó su matrícula á la Universidad de Barcelona, se colocó de redactor en un periódico de esta última ciudad, y así pudo obtener los medios necesarios para llegar al término de sus estudios en dicha Universidad.

Regresó á Puerto Rico en 1857, y ejerció su profesión científica en Arecibo. Años después trasladó su residencia á Vega Baja, en donde contrajo matrimonio, y allí vivió muchos años, dividiendo su actividad entre su profesión de médico y sus faenas de agricultor.

Pero en los breves remansos que formaban acá y allá estas dos corrientes de su vida, entregábase el Dr. Padilla con especial deleite al cultivo de la poesía.

Las tareas del periodismo, á las que se había dedicado por necesidad durante los últimos años de su vida estudiantil, despertaron en él aficiones y aptitudes muy sobresalientes. Estudiaba con entusiasmo y cariño los grandes poetas clásicos españoles, y adquirió con su trato una dicción tan clara y armoniosa, y un estilo de tan puro sabor clásico, que la crítica le califica justamente como uno de los mejores hablistas que ha tenido hasta hoy en América la lengua castellana.

Cultivó la poesía lírica en casi todos los tonos, y deja modelos excelentes en el satírico, en el apologético, en el elegíaco y en el descriptivo. Su obra culminante hubiera sido el poema Puerto Rico, del cual sólo dejó escritos la dedicatoria y la introducción, que son admirables, y sesenta y cinco octavas reales del primer canto, de una belleza y corrección dignas de grandes alabanzas. Debe leerse con atención esa obra, para apreciar debidamente los méritos del Dr. Padilla como hablista y versificador.

Le dió extraordinaria popularidad en Puerto Rico al Dr. Padilla una polémica en verso que sostuvo, en defensa de sus paisanos, con el poeta español Manuel del Palacio, y en la que lució aquél gallardamente su vena satírica. Empleaba con frecuencia el pseudónimo de El Caribe en sus versos de combate, á los que debió principalmente su fama.

Era de arrogante figura, de carácter altivo, pero de noble corazón y de trato exquisito, generoso y jovial.

En la primera de las dos composiciones que se insertan á continuación se revelan algunos rasgos de la altivez de carácter del autor, dulcificados por las finezas de la educación y la galantería. La segunda fué escrita en elogio de un artesano humildísimo, que enseñaba gratis en su tiempo las primeras letras á cuantos niños lograba llevar á su taller, obedeciendo á impulsos de una generosa y humanitaria vocación.



LA FLOR SILVESTRE

Á la señora de un gobernador.

Dadme, Señora, dadme una hoja
Del áureo libro donde se ven
El blanco lirio, la dalia roja,
Que á vuestro paso galán arroja
Pródigo el hijo de Borinquén.

Dejad, os ruego, dejad que en ella
Mi tosca mano grabe también
Una amapola, que inculta y bella
Sobre los campos carmín destella
Y adorna el suelo de Borinquén.

Á la lisonja mi humor esquivo,
No brinda flores que aroma den:
Yo en mis jardines no las cultivo;
Que soy, Señora, franco y altivo,
Como buen hijo de Borinquén.

Yo al ofreceros la flor silvestre,
Que el prado alegra con otras cien,
Quiero que ufana su gala muestre,
Quiero que brille la flor campestre
Junto á esas otras de Borinquén.

Quizá os aleje de estos lugares
De la fortuna feliz vaivén:
Quizá mañana crucéis los mares,
Llevando en ramos á otros hogares
Las cultas flores de Borinquén.

Por eso quiero que si algún día
Os hablan ellas de nuestro Edén,
Si allá os lo pinta su lozanía,
Miréis entonces esta flor mía,
Imagen pura de Borinquén.

Si en su corola no véis primores,
Si su ancho seno no aroma bien,
Podrá deciros con sus colores
Cómo, Señora, cómo da flores
El fértil campo de Borinquén.

No por agreste, por inodora
Sufra la pobre vuestro desdén:
Muestra expresiva de inculta flora,
Tomadla, os ruego, tomad, Señora,
La flor silvestre de Borinquén.




EL MAESTRO RAFAEL

Pobre y humilde artesano
De oscuro y modesto nombre,
Hubo en Borinquen un hombre
Caritativo y cristiano:
Con la dádiva en la mano
Y en el corazón la calma,
Ciñó por única palma
La pura y dulce alegría
Con que sus dones hacía
Para provecho del alma.

Es una historia de ayer,
Que está viva en la memoria;
Aun recuerdan esa historia
Los que nos dieron el ser:
Ellos que pudieron ver
Que el modesto menestral,
En combate desigual
Con el tiempo y la ignorancia,
Á la pobre y tierna infancia
Daba el pan intelectual.

Sacerdote de la idea,
De la ilustración obrero,
Tuvo el noble tabaquero
La fe que redime y crea:
En la fecunda tarea
Á que dió su vida fiel,
Conquistó como laurel
De la tumba que lo abriga,
Que hoy el nombre se bendiga
Del maestro Rafael.

Y cuando el naciente sol,
Que á iluminarnos empieza.
Brille en toda su grandeza
En el cenit español,
Á su candente arrebol
Otra edad verá lucir
Con letras de oro y zafir
Grabado en el mármol duro,
Ese nombre, ayer oscuro,
Glorioso en el porvenir.








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MANUEL CORCHADO Y JUARBE [17.690] Poeta de Puerto Rico

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Manuel María Corchado y Juarbe

Político, abogado e intelectual puertorriqueño, nacido en Isabela (Distrito de Aguadilla) el 12 de septiembre de 1840 y fallecido en Madrid el 30 de noviembre de 1884, fue diputado de Puerto Rico en las Cortes de la Primera República Española y una de las personalidades de la isla más destacadas durante esa época.

Los portorriqueños de la nueva generación no pueden formarse una idea cabal de las facultades extraordinarias de Corchado como orador. Los pocos discursos suyos que se han conservado impresos son una pálida y desmayada expresión de las ideas en que se inspiraba al pronunciarlos; pero no queda casi nada en ellos de la exaltación magnífica de aquel temperamento impresionable y nervioso, ni de las inesperadas gallardías de la acción, espontánea y vehemente, con que acentuaba sus frases y daba mayor viveza y colorido al caudal abundantísimo de su elocuencia. Era imposible copiar sus palabras, y tampoco había entonces taquígrafos que se atrevieran á intentarlo. Él mismo no podía reconstruir sus discursos, ni recordar tampoco la estructura de sus principales párrafos.

No escribía ni siquiera componía mentalmente sus discursos antes de pronunciarlos. Estudiaba bien el asunto de su oración, acariciaba con el pensamiento los puntos más interesantes de ella, y dejaba después libre curso á su espontaneidad é inspiración.

Había nacido en Isabela, el día 12 de Septiembre de 1840. Cursó en Barcelona la segunda enseñanza, y se graduó más tarde de Abogado en la misma ciudad. Allí ejerció su profesión durante algunos años, y allí adquirió también legítima fama en la tribuna y en la prensa.

Á los 22 años, cuando era todavía estudiante, fué lau[133]reado en un certamen poético que celebró la Sociedad Económica de Amigos del País, en elogio del pintor portorriqueño José Campeche. Cultivó indistintamente, durante toda su vida, el verso y la prosa, y en uno y otro género obtuvo merecidos triunfos; pero su inspiración ardorosa y vehemente encontraba más adecuada y completa exteriorización en el discurso oral, en la palabra que fluía raudamente de sus labios, sin las cortapisas de la rima y la versificación.

Sus triunfos profesionales más celebrados fueron un admirable discurso que pronunció en el Ateneo Catalán, combatiendo La pena de muerte; la defensa que hizo de Ángel Ursúa, ante la Audiencia de Madrid, y la magnífica conferencia que pronunció en Madrid, sobre La prueba de indicios, en la época en que se hallaba en estudio el Código penal español.

Durante la agitación que se produjo en España en favor de la abolición de la esclavitud, compuso una preciosa Biografía de Lincoln. Publicó también por aquel tiempo un canto lírico Al Trabajo, y un juicioso estudio político y social titulado Las Barricadas.

Escribió asimismo algunas obras notables para el teatro, entre las que descuella un drama trágico titulado María Antonieta.

En 1871 fué electo diputado á Cortes por el distrito de Mayagüez, y su elocuente palabra resonó con frecuencia en el Congreso español, en defensa de las reformas liberales de Puerto Rico. En 1879 regresó Corchado á su país, y trabajó briosamente en el foro, en la tribuna y en la prensa en favor de la justicia y de las libertades patrias. Ejerció también con éxito brillante el cargo de Diputado Provincial.

Era de estatura baja, de temperamento nervioso; muy[134] afable y servicial en su trato, muy amante de la verdad y de la caridad, y muy sensible á los afectos de la amistad y de la familia.

Fatigado por la constante labor del espíritu, y sintiendo su salud algo quebrantada, se trasladó de nuevo á Madrid en 1884, y allí falleció, en Noviembre del mismo año.

Esta prematura muerte privó á Puerto Rico de un valioso factor de su cultura, y de un elocuentísimo defensor de sus derechos y de sus libertades.



UNA CONSULTA

La faz entre el velo oculta,
Entró en mi despacho ayer
Temblorosa una mujer,
Para hacerme esta consulta:

—Busqué labor; no me dieron;
Limosna, y no conseguí,
Y cuando á casa volví,
Mis hijos pan me pidieron.

Presa de horror y de afán,
Desde mi propia cocina
Con un gancho, á una vecina
Conseguí robarle un pan.

Nada comimos ayer,
Y hoy lo mismo aconteciera,
[135]Si al robo no recurriera.
Pregunto: ¿lo debo hacer?

La escuché petrificado;
Pan y dinero le dí,
Y por respuesta añadí:
—Que conteste otro abogado.





LA JUSTICIA

Fragmento de un discurso de Corchado.

Contemplando Fidias, el gran artista griego, la inimitable labor de su cincel, sintióse dominado por la ambición de gloria, sintió el anhelo de inmortalidad, y concibió la idea de dejar su nombre escrito de un modo imperecedero. Labró entonces su maravillosa estatua de Minerva, apoyada majestuosamente en el escudo, y en medio de éste esculpió en visibles caracteres el nombre de "Fidias."

¿Por qué lo esculpió en el escudo, y no en otro sitio más importante de la famosísima escultura? Porque el escudo estaba tan íntimamente adherido á la mano, la mano al brazo y el brazo al resto del cuerpo, que no era posible arrancar el nombre sin arrancar el escudo; éste, sin destruir la mano; la mano, sin romper el brazo; el brazo, sin arruinar la[136] obra en su totalidad. Así está, Señores, así está la Justicia grabada en la conciencia del hombre y de los pueblos. ¿Queréis arrebatarla de mi alma? Pues destruidme, pulverizadme, si queréis conseguir vuestro propósito.... Pero he dicho mal; ni aún así llegaréis á conseguirlo; no lo conseguiréis jamás. Mi alma, donde reside necesariamente la idea de la justicia, no puede morir. Libre, por vuestro atropello, de las ligaduras corporales, se remontará viva y fulgente al trono del Eterno, arquetipo de lo justo, y allí, alimentándose de su bondad sin límites, sentirá anhelo infinito de imitarle, y habrá de ser justa con Dios que la ha creado; justa con las otras almas que la solicitarán hacia el bien, y justa consigo misma.... ¿No veis, no comprendéis ahora claramente que la justicia, siendo ingénita en los seres humanos, tiene que ser al mismo tiempo eterna? ¿No existe el alma? ¿No es inmortal? Sí; luego la razón, que es facultad del alma, será eterna como ella, y conservará eternamente entre sus formas la forma indestructible de la justicia.






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JOSÉ RAMÓN FREYRE [17.691] Poeta de Puerto Rico

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JOSÉ RAMÓN FREYRE

Nació en Mayagüez, en el año 1840. Murió en 1873. Su padre (hijo del general Freyre, de noble abolengo portugués y héroe de la famosa guerra española de la Independencia contra las legiones de Napoleón I) ejercía en Mayagüez el oficio de platero, con muy escasos recursos. Por esta causa no pudo alcanzar José Ramón más enseñanza que la de primeras letras, y en las horas que la escuela le dejaba libres ayudaba á su progenitor en los trabajos de aquel oficio.

Las energías humanas de la vocación en lucha constante con las dificultades del medio económico y social, ofrecen en la vida de don José Ramón Freyre un ejemplo digno de estudio y de meditación.

Desde muy temprana edad se fué desarrollando en él una gran afición á la lectura y al estudio, y solicitaba con frecuencia la cooperación y el consejo de los hombres doctos, especialmente la de su maestro y amigo don José Ma. Serra, un dominicano inteligente, emigrado de su país por causas políticas, que ejerció en Mayagüez, durante muchos años, la enseñanza y el periodismo. Así se fué desarrollando y nutriendo la inteligencia de Freyre hijo, sin menoscabo de su labor diaria en el taller del padre.

Las primeras aficiones literarias que en José R. Freyre se despertaron, iban preferentemente hacia la forma poética. El verso era su encanto, y la colección de sus primeros ensayos forma un abultado tomo, que conservan sus hijos con noble y legítima estimación. Pero como él aspiraba á ser actor en la lucha que ya por entonces se iniciaba en favor de las reformas del régimen colonial, trató de ejercitarse también en la prosa, como instrumento más apto para la lucha diaria de las ideas. Hizo su primera tentativa de escritor fundando un pequeño periódico, que circulaba durante los entreactos en las funciones teatrales. Se titulaba Los Gemelos, y se hizo notar bien pronto por lo ingenioso y urbano de su crítica, y por la gracia y novedad de sus observaciones.

En el año 1870, cuando se organizaba el partido reformista portorriqueño al calor de las ideas democráticas de la Revolución española, los reformistas de Mayagüez eligieron á Freyre para la dirección de un periódico que propagara y defendiera en aquella ciudad las ideas y los intereses de su partido; y en ese periódico, que tuvo por nombre La Razón, se pusieron en evidencia las grandes dotes de escritor de aquel inteligente joven.

Baldorioty de Castro, en su periódico El Derecho, calificaba á Freyre de "concienzudo publista," y añadía que "ningún otro escritor del país había sido más recto ni más firme en la defensa de la Justicia y la Libertad."

Era, en efecto, un periodista excelente, que supo conservar en medio de las más ardientes luchas un lenguaje digno, mesurado y cortés, un aplomo completo y una dialéctica admirable. La abolición de la esclavitud tuvo también en Freyre un esforzado y constante paladín. Llegaba hasta el heroísmo en el cumplimiento de sus deberes políticos y en la defensa de su dignidad personal; era muy agradable y ameno en su trato, y en el seno de la familia era un constante modelo de ternura y amor.

Murió en 1873, en lo más florido de su juventud, y cuando la República española había libertado ya los esclavos de Puerto Rico, y concedido amplias libertades políticas á todos sus habitantes.

Es de lamentar que los trabajos periodísticos de este escritor no se hayan coleccionado, pues si como expresión de ideas y manifestación de luchas de otra edad carecen de aquel interés palpitante que tuvieron en su origen, siempre hubieran servido como buenos modelos de discusión política, de urbanidad literaria y de bien decir.

La siguiente composición poética fué escrita por Freyre en los primeros años de su juventud.



EL LAÚD
FANTASÍA

Al Supremo Hacedor de lo creado
Dirigí fervoroso mis cantares,
Pidiéndole calmara los pesares
Que desgarraron ¡ay! mi juventud.

Y el Sumo Ser oyóme con agrado
Y conmovióle mi cristiano acento;
Y mitigar queriendo mi tormento,
Del Rey Profeta me cedió el laúd.

Instrumento dulcísimo y sonoro,
De madera del Líbano formado,
Con dibujos magníficos grabado,
[140]Embutido de nácar y marfil;

De sus cuerdas finísimas de oro
Salen acordes de sonidos suaves,
Semejantes al cantó de las aves
Cuando alegres recorren el pensil.

Ese laúd será mi compañero;
Con él he de marchar en mi camino,
Y doquiera me lleve mi destino
Sus cuerdas armoniosas vibraré.

Ora cruce resuelto erial sendero,
O de verdura un valle delicioso;
Ora esté en la mansión del poderoso,
O del mendigo en el hogar esté.

Pulsaré mi laúd con valentía,
Que en ello cifro mi ventura sólo,
Y como alumno del divino Apolo
Él me dará su sacra inspiración.

Y el mundo admirará mi fantasía
Al comprender el fuego de mi mente,
Y sin cesar esperará impaciente
Que salga de mis labios la canción.

Pero no esperará: porque fecundo
Prodigaré los cantos á millares,
Y armónicos los ecos, tras los mares
[141]Repetirán los sones del laúd,

Y sumergido en éxtasis el mundo
Al escuchar las voces del poeta,
Como calmó á Saúl el Rey Profeta
Yo calmaré del mundo la inquietud.

Cuando de fama me contemple rico,
Yo buscaré á mis padres afanoso,
Y obediente, sumiso y cariñoso
El báculo seré de su vejez.

Y á mi patria feliz, á Puerto Rico,
Arrullaré cual cumple á mi deseo,
Y de mis lauros el mejor trofeo
La sien adornará de Mayagüez.

Y al dirigirme á la mujer que adoro,
Al ángel tutelar de mis amores,
Envidia me tendrán los ruiseñores
Que no podrán mis cantos igualar;

Y los querubes del Castalio coro
Atónitos oirán mi melodía.
Cuando llame á esa hermosa prenda mía,
Mi Dios, mi bien, mi cielo, mi ideal.

Por la virtud sublime y bendecida,
Por la amistad, que enlaza á los humanos,
Siempre dispuestas estarán mis manos
[142]Para tañer las cuerdas del laúd.

Y en recompensa, al acabar mi vida
El Universo admirará mi gloria:
Mi humilde nombre guardará la Historia,
Y adornarán laureles mi ataúd.










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JOSÉ MARÍA MONGE [17.692] Poeta de Puerto Rico

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JOSÉ MARÍA MONGE

Nació en Mayagüez, en el año 1840, y sin más instrucción escolar que la primaria llegó á ser uno de los escritores más eruditos y cultos del país. Por sus estudios personales, sin auxilio de maestro alguno, aprendió el latín y pudo leer en sus textos originales á Horacio, Virgilio, Juvenal y otros autores clásicos, de su devoción. Aprendió también literariamente los idiomas inglés, francés y algo del italiano, y llegó á ser un buen hablista de su propio idioma.

Escribió en prosa y en verso, cultivó con buen éxito el género satírico en ambas formas, suscribiendo esta clase de producciones con el pseudónimo de Justo Derecho; fué uno de los periodistas más ilustrados é ingeniosos del país, y como poeta lírico deja verdaderos modelos de versificación y galanura de estilo.

Y todos estos triunfos los alcanzaba en medio de los accidentes fatigosos y á veces violentos de la lucha por la vida, á costa muchas veces del necesario descanso, y por medio de grandes esfuerzos de la voluntad.

Fué uno de los escritores antillanos que con más instrucción y acierto ejercieron en el siglo anterior la crítica literaria, y fué también un aventajado defensor de las ideas liberales en Puerto Rico.

Aunque no carecía de altas dotes poéticas, la preocupación retórica y el afán incesante de la corrección y de la rima solían acortar á veces el vuelo de su inspiración.

Joven aún, se unió en matrimonio á una bella maya güezana, que fué su Musa inspiradora de toda la vida, y supo honrar su memoria después de muerto.

En un viaje que hizo á Italia en 1884, y acerca del cual escribió Monge un precioso libro, contrajo una fiebre malaria, que fué minando poco á poco su naturaleza y le ocasionó la muerte. Falleció en el mes de Marzo de 1891.

La esposa de Monge recogió cuidadosamente las obras inéditas de su dulce cantor, y las publicó en un bello libro, en 1897.

De ese libro fueron copiados los trabajos que se insertan á continuación:



LOS CAMPOS DE MI PATRIA

Ya en el oriente la argentada lista
Al mundo anuncia el reluciente coche
Del poderoso rey, á cuya vista
Recoge el manto la callada noche.

De ópalo y grana, y oro y amatista,
Se van las pardas nubes decorando:
Murmura el manso río,
Y en las húmedas hojas resbalando
Las gotas de rocío,
En mil cristales diminutos saltan,
Que el valle alegre en su extensión esmaltan.

Del monte oscuro en la poblada cumbre
Destácanse mil árboles gigantes,
[145]En cuyas copas la apolínea lumbre
Finge colores vívidos, brillantes.

Los crujientes bambús y los helechos
En sus dormidas aguas silenciosas
El lago azul retrata,
Y en recamados lechos
Las fuentes bulliciosas
Quiebran sus hilos de bruñida plata.

Ya en el risueño prado
Saltan los corderillos revoltosos,
Sale el buey del cercado;
El campesino la cabaña deja,
Y estirando los miembros perezosos,
La desgastada reja
Apresta sin tardanza,
Y removiendo fértil el terreno,
Deposita en su seno
Con la rica semilla, su esperanza.

Y mientras de su frente
Abundante sudor la tierra baña,
Óyense en la cabaña,
De su fiel compañera
Los sencillos cantares
Que entona, preparando los manjares,
Con los que ufana á su amador espera.

¡Oh, quién habrá que ciego
Á los encantos viva de Natura!
[146]¡Quién que placer no sienta
Al contemplar el plácido sosiego,
La majestad sublime y la hermosura
De los alegres campos, donde ostenta
El Hacedor su inmenso poderío!
Venid, los que en la orilla
Del Támesis sombrío,
El canto no escucháis del avecilla
Que con presteza suma
Los espacios cruzando diligente,
En el cristal de solitaria fuente
Viene á empapar la matizada pluma.

Venid, los que del Sena
En la poblada margen bulliciosa,
Sólo miráis esplendidos palacios
Y cúpulas soberbias, que parecen
Escalar de las nubes los espacios:
Y los que en leños débiles se mecen
Al compás de las aguas turbulentas
Del histórico Rhin, en cuya orilla,
Salvando de los tiempos el abismo,
Las ya negruzcas torres nos recuerdan
El pasado esplendor del feudalismo.

Venid todos, venid: en esta Antilla
Breve porción del mundo americano,
Donde Natura desplegó sus galas
En cielo, y mar, y cúspides y llano;
Donde agitan sus alas
El ruiseñor, la alondra y el jilguero;
Donde crece el banano
Y el rico limonero,
De la ciudad ornato y de la granja;
Donde brota el hicaco diminuto,
Al oro imita la sin par naranja,
Y el alto cocotero
Mece en los aires su sabroso fruto;

Aquí al rayo de lumbre matutina
Que ofrece por doquier bellos celajes,
Naturaleza ostenta mil paisajes
Que envidia dan á la región alpina,
Y á los fecundos valles
Que el Ararat altísimo domina.

¡Oh, si á las obras de natura sabia
También viese yo unidas
Aquellas que pregonan
La inteligencia y el esfuerzo humano!
¡Si desde las alturas que coronan
Las lomas florecidas
Y los extensos llanos
Donde crecen la caña cimbradora,
La palmera, y el mango, y el yagrumo,
Viese cruzar con rapidez que impone,
Entre penachos de humo,
[148]Veloz locomotora!
¡Si en los bosques espesos
Que forman los cocales,
Viese pasar la barca silenciosa
Por los anchos canales
Trazados por la ciencia, que orgullosa,
Parte de su caudal quitando al río,
En múltiples variadas direcciones
Va llevando riqueza y poderío
Á lejanas é incógnitas regiones....
Entonces yo diría
Lleno de orgullo y de emoción sincera,
Que tú eras, patria mía,
Entre todas las otras, la primera!



Vida tranquila 

¿Quien no gusta, Fileno,
de la tranquilidad que el campo ofrece,
y de entusiasmo lleno,
la dicha que apetece
en él no encuentra, y su placer no crece?

El mundano ruido
de la torpe calumnia el grito fiero,
no turban, no, su oído,
y sólo del jilguero
el canto escucha, dulce y placentero.

Reclinado a la sombra
de la alta ceiba o roble corpulento,
sobre la verde alfombra,
de pesares exento,
las horas pasa en plácido contento.

No allí le envidia aleve
turba su dicha o su quietud altera,
ni la vil lengua mueve
la lisonja rastrera
del interés mezquina compañera.

Allí mira dichoso
cómo resbala el límpido arroyuelo,
y en el curso caprichoso,
con incesante anhelo,
el lirio besa que engalana el suelo.

¡Oh torpe el que desprecia
la fuentecilla alegre, el prado ameno,
por la ruin pompa necia
del pueblo en cuyo seno
derrama el vicio su fatal veneno!

Del mundo retirado,
la grata soledad cantos me inspira;
y ajeno de cuidado
al eco de la lira
libre mi pecho sin dolor respira.

Que surque el ambicioso
en frágil leño los revueltos mares,
del oro codicioso:
que yo, entre los palmares,
vivo alegre, sin lujo y sin pesares.

Intrépido el guerrero
busque la lid, y títulos honores
alcance con su acero.
Yo entre galanas flores,
ni sangre miro, ni contemplo horrores.

Cuando al final del viaje
rígido el cuerpo se desplome inerte,
y silencioso baje
allá, donde la Muerte
todo en polvo mezquino lo convierte,

sobre la tumba aislada,
junto a la cruz, como único tesoro,
con flores adornado
poned el harpa de oro
del pobre alumno del Castalio coro.



CARTA DE JUSTO DERECHO AL CARIBE

Héme ya otra vez, Sr. Caribe, por estos mundos de Dios, con la pluma detrás de la oreja y el biberón en los labios, dispuesto á seguir ocupando las columnas del Museo, á pesar de los peligros que corrió mi pobre persona al dar á luz mi último artículo, escrito lejos de aquí.

Al empezar el que hoy me ocupa, muéveme ante todo contestar la atenta carta que me dirigió Ud. en 17 de Febrero último, sintiendo que mis muchas[149] ocupaciones no me hubiesen permitido hacerlo antes. Quizás le causará extrañeza saber que un liberal reformista esté ocupado, pero esa es la verdad, Sr. Caribe. Sin parientes ricos que me dejasen una herencia, y sin apercibir sueldo del Estado, cuéstame para ganar la vida trabajar sin descanso, hasta ver si reuno un capitalito, para perderlo con las Reformas, las cuales, según los vaticinios de los modernos Isaías, vendrán en forma de crecientes, inundándolo todo y dejando al país en completa ruina.

Créame, Sr. Caribe; cuando pienso que las libertades se han de tragar el fruto de nuestro trabajo, casi me dan tentaciones de pasarme al otro partido, y á fe que si no lo hago es porque me acuerdo de los tiburones.

Pero dejando al tiempo que resuelva si hemos de hallar en las reformas nuestra felicidad ó nuestra ruina, pasaré á tratar de su citada carta, en la cual me invita Ud. á entablar una correspondencia, con el fin de revelarnos mútuamente el resultado de las observaciones que hagamos en nuestras respectivas localidades. Acepto gustoso, Sr. Caribe, semejante proposición; pero no olvide que para lograr nuestro objeto tenemos que preparar de antemano nuestros aparatos fotocríticos, á fin de obtener copia exacta de innumerables tipos que nos rodean.

¡Si viera Ud. cuántas especies nuevas he encon[150]trado á mi regreso á esta Villa, y las transformaciones que han sufrido algunas de las que ya conocía!

Los hombres patos, por ejemplo, que á mi salida frecuentaban los dos partidos aquí existentes, parece que no han podido sostenerse por más tiempo en la política anfibia, y han tenido que declararse. Unos, convertidos en verdaderos zaramagullones, se han lanzado por completo á la laguna conservadora; y otros, por temor del agua, han alzado el vuelo y recorren ahora las campiñas liberales. Huya Ud., Sr. Caribe, de los hombres patos, huya de una especie que, como ésta, es susceptible de vivir y engordar en dos elementos tan opuestos.

Otra de las que más han llamado mi atención, es la de los hombres boyas, individuos que sin conocimiento alguno de la geografía hidrográfica, se han colocado por sí mismos en el mar de nuestras reformas, para indicar á nuestro Gobierno los escollos que en él se encuentran y los peligros que corre la nave del Estado que los cruza en estos momentos.

Entre ellos, unos creen de buena fe en los peligros de la nación, y merecen nuestro respeto; otros temen los de sus intereses, y hay que dejar al tiempo que los desengañe; los menos, en fin, fervientes devotos de San Hermenegildo, desean crearlos para medrar[151] y obtener una posición que por sus méritos no llegarían jamás á obtener.

Y ¿qué diría Ud., Sr. Caribe, si viese á los hombres gusarapos, esos que presentándose rara vez en la superficie, se agitan constantemente en el fondo, y allí sin ser vistos fomentan con sus maquinaciones los odios que deberían esforzarse en aplacar?

Y ¿qué diría Ud. de los hombres triquitraques, que hacen muchísimo ruido en todas partes, pero son incapaces de hacer daño? ¿De los hombres Janos, de esos que tienen dos caras en un solo cuerpo, y estrechan hoy vuestra mano y os llaman amigo, para injuriaros mañana, sólo por saciar su vil mordacidad?

Si no fuera por temor de extenderme demasiado y de cansar su paciencia, le iría presentando uno por uno los tipos de mi variada colección.

Hombres actores, que aparecen solos ante el público ocupando el escenario, pero que en realidad representan el papel que les asigna la comparsa que se agita tras de bastidores.

Hombres caracoles, que salen á insultar á los demás, lanzándoles epítetos injuriosos, y que tan pronto se ven combatidos por la razón y la justicia, corren á refugiarse en la concha de la nacionalidad.

En fin ¡son tantos y tan variados los personajes que van apareciendo desde hace poco en el campo[152] de los partidos! ¿Y para qué? ¿No sabemos por experiencia que la política de nuestra isla es un organillo cuya manigueta está en manos del Ministro de Ultramar, y el registro en las del Gobierno, y que á merced de ambos está que el instrumento deje oir las notas de la marcha Real ó del himno de Riego?

Y si nuestro porvenir depende del porvenir de la madre patria, ¿por qué ese encarnizamiento entre nosotros? ¿Se necesita, por ventura, un juicio despejado para comprender que si aquella continúa en la marcha de regeneración y de progreso hemos de seguir los reformistas de acá pegados al biberón, mal que les pese á los conservadores, y que si viceversa el pueblo español retrocede, si vuelven los aciagos tiempos borbónicos, hemos de continuar comiendo conserva, mal que nos pese á los liberales? Si comprendemos todo esto; si unos y otros estamos como los muchachos jugando al catre, ¿por qué no correr cada uno por su lado, sin necesidad de insultarnos, hasta ver cuál llega primero?

Pero ¡ah! Sr. Caribe, para esto sería indispensable desterrar de la política á los hombres intransigentes, y esto es imposible.

Á nosotros nos llaman el partido de Ponce de León, porque creemos que las Reformas serán la fuente de Biminí que vendrá á rejuvenecer nuestra[153] vida política. Á ellos les llamamos el partido el Calipso, porque acostumbrados á vivir en la gruta de las prerrogativas sin ser molestados, empiezan á ver en el horizonte algo que no les conviene, y porque á semejanza de aquella diosa, pasan su vida llorando á lágrima viva, ne pouvant se consoler du départ d'Ulysse.

En esta dilatada lucha, Sr. Caribe, ¿cuál partido triunfará, el de Ponce de León ó el de Calipso? El tiempo, cuya mano de hierro rasga el velo de la incertidumbre, vendrá pronto á disipar nuestra duda. Mientras tanto, luchemos llenos de fe y de confianza; pero luchemos con lealtad y con nobleza, dejando que otros menos escrupulosos sigan esparciendo en todas partes la semilla de la odiosidad.

Me he extendido, Sr. Caribe, más de lo que debiera, y á fe que si me dejase guiar por la comezón que siento de escribir, áun llenaría muchos pliegos de papel.

Siento no poder dar á mis lectores los atolitos liberales que les había ofrecido; pero ¿cómo soltar el biberón cuando las Reformas no han llegado aún todas?

Yo á veces, al ver la manera con que van llegando, me he figurado que siendo el Sr. Ministro un tanto aficionado al arte dramático, quizás haya concebido la idea de enviárnoslas en cuatro actos. Faltando[154] solamente el último, que es nada menos que el desenlace, pronto podremos conocer el mérito de la obra.

Se me olvidaba decirle que los empleados de por acá, Sr. Caribe, están de enhorabuena, pues se acabaron los sueldos mezquinos, y hoy el que menos gana tres ó cuatro mil pesetas, y según va nuestro sistema monetario, el año entrante nos metemos en reales de vellón, y al siguiente, sin saber cómo ni cuando, nos encontramos con las papeletas.

¡Y luego nos quejaremos de que no se hacen reformas!

No terminaré mi artículo, Sr. Caribe, sin aconsejarle que cuando escriba sus observaciones, tenga, como, yo, mucha sangre fría, y se prepare á oir los injuriosos epítetos que nos lanzarán mezquinos contrarios. En cuanto á mí, ya sabe Ud. que me llaman mamalón, aunque no acostumbro vivir del prójimo ni pertenezco á la especie de hombres Telémacos, de esos náufragos que se presentan en la isla de Calipso, para vivir allí regaladamente, á costilla de la diosa, contando sus pasadas aventuras. Ya sabe Ud. que me llaman injusto y torcido, aunque soy partidario de la igualdad y á pesar de andar derecho, sin que mi cuerpo revele defectos físicos.

Así, pues, con la cabeza erguida y á despecho de ciertas capacidades que sólo deslumbran á unos pocos, continuaré impertérrito mi camino, esperando[155] que Ud., Sr. Caribe, haga lo mismo, pues de este modo nos hemos de divertir mucho con las miserias de este mundo.








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GABRIEL FERRER HERNÁNDEZ [17.693] Poeta de Puerto Rico

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GABRIEL FERRER HERNÁNDEZ

Nació en San Juan de Puerto Rico, el día 5 de Octubre de 1847. Aunque hijo de padres pobres, logró á fuerza de aplicación y constancia graduarse de Bachiller en Artes en el Seminario Conciliar, y á los 21 años de edad ejercía en Bayamón el cargo de maestro de instrucción primaria.

Aspiraba Ferrer á mayores triunfos intelectuales, y reunió algunos recursos para trasladarse á Europa, con el propósito de estudiar Medicina. Estudió con admirable empeño, se graduó en la Universidad de Santiago de Galicia, y regresó luego á su país, en donde se hizo pronto notable en la práctica de su profesión.

Prestó también importantes servicios políticos y administrativos como Diputado provincial y miembro del Directorio del partido autonomista y de la Cámara de Representantes; fué catedrático de Física y Química en el Instituto civil, y de Anatomía en la Institución de Estudios Superiores. Cooperó con verdadera eficacia á los progresos del Ateneo, del que fué Vicepresidente; dió en él conferencias importantes; colaboró en los principales periódicos del país y en algunos del extranjero, y prestó ayuda entusiasta á casi todas las empresas de utilidad pública que se iniciaron en el país desde 1875 hasta el día de su fallecimiento.

Era muy aficionado á los estudios literarios en prosa y verso; cultivó también el género dramático, y de sus aficiones educativas nos quedan como recuerdo un valioso estudio acerca de La Mujer puertorriqueña, y la mejor Memoria que se ha escrito bajo la soberanía de España sobre La Instrucción pública en Puerto Rico.

Publicó un poema titulado Consecuencias, y deja inédito un tomo de poesías líricas.

Era hombre de arranques generosos, algo apasionado y vehemente, pero de inteligencia muy clara y de noble corazón.



Á EMILIO CASTELAR

Sin tempestad que en los espacios brame
Fuera menos querida la bonanza,
Y la paz del espíritu se alcanza
Cuando se vence á la pasión infame.

Quien á las puertas de la gloria llame,
Tome primero la guerrera lanza,
Entre en la lucha con viril pujanza,
Y antes la acción que la molicie ame.

Así la patria que angustiada gime
Bajo el pie de la odiosa tiranía,
Con palabras de amor no se redime.

Si el hambre fiera, demacrada y fría,
Siempre en Egipto su segur no esgrime....
¡Es porque el Nilo se desborda un día!



LA EDUCACIÓN DE LA MUJER

Decía Napoleón I, y la experiencia ha confirmado su dicho, que el porvenir de un hijo es siempre la obra de su madre. Nosotros, parodiando al invicto Emperador, consignamos que la felicidad del hombre será siempre la resultante de una buena educación de su compañera. Pues qué, ¿no son patrimonio de la ignorancia y el escándalo las palabras mal sonantes, la falta de prudencia, el olvido, en fin, de todas las conveniencias sociales? El buen ejemplo de una madre, es el bello cuadro en que deben recrearse constantemente los hijos. Y ¿cómo ha de servir de modelo la que empieza por desconocerse á sí misma?

El hombre, siempre ávido de nuevas sensaciones, y con tendencia natural á satisfacerlas con lo que mejor se aviene á su carácter; más culto, más ilustrado, llega á cansarse de la conversación insulsa de la esposa. Sus modales ásperos, su desenvoltura quizás, le repugnan; el no poderla pedir consejo, le desespera; lo impertinente de sus exigencias le llena de ira; y ¿qué sucede con semejantes defectos? El cariño se convierte en indiferencia; los momentos de permanencia en la casa son como siglos que no pasan nunca, y surgiendo el encono, naciendo la disidencia, tomando forma el despecho, la dulce tranquilidad del hogar y la dicha que en él reinaba desaparecen para no volver. Todo ha sufrido un horrible cambio; escombros sólo quedan del magnífico edificio que el amor había levantado, y los hijos ¡oh! los hijos, esos pedazos del alma que todo esto debieran ignorar, recogen el fruto de tanta discordia; connaturalizándose con lo que de sus padres aprendieron, tocando más tarde en la vida práctica las tristes consecuencias del mal ejemplo, llegan á maldecir, no lo dudéis, á los autores de tantos sufrimientos.

La educación, fuente inagotable de bondades, ha de ser la piscina sagrada en donde, bebiendo la mujer el puro néctar de la ciencia, regenere sus naturales inclinaciones, modere las tendencias de sus caprichos.

"La mujer ilustrada, dice el Doctor Salustio, está exenta de las supersticiones que degradan el alma, de la charlatanería y de la murmuración.

"Con el cultivo de las ciencias y las artes, ejercitará su inteligencia, enriquecerá su entendimiento y podrá comprender al hombre, colocándose á su nivel.

"La mujer debe ser iniciada por su madre en los importantes deberes que está llamada á cumplir en sociedad; debe ser hacendosa, casta, benéfica, sincera y trabajadora; necesita conocer la economía doméstica, la higiene, la fisiología, la botánica, la medicina doméstica, que la cariñosa madre echa tanto de menos al velar junto á la cuna de su niño enfermo, viéndolo sufrir, sin poder hacer nada para aliviarlo, en un accidente repentino ó desgraciado.

"La madre debe saber además, que de la habitación que un niño ocupa, de la apreciación bien ó mal hecha de tal ó cual predisposición hereditaria ó adquirida, de los alimentos y de los ejercicios, pueden resultar la salud ó la enfermedad y el estancamiento de su organización física; las afecciones escrofulosas, raquíticas, etc., de la infancia, que según la opinión unánime de todos los médicos son susceptibles de ser ahogadas en sus gérmenes, no harían tantos estragos, si llamados aquellos oportunamente por madres previsoras, opusiesen á su desarrollo los medios que la ciencia aconseja."

Todos estos conocimientos, que tan sabiamente reconoce como necesarios en la mujer el Doctor de referencia, y que indudablemente le son de absoluta é indispensable necesidad, ni puede adquirirlos hoy en Puerto Rico, ni en manera alguna son conocidos de la mayoría.

Con el sistema de enseñanza tan deficiente en nuestra Isla, no diré ya de las niñas, sino de los mismos jóvenes, imposible de todo punto se hace el llenar la obligación que de educarlos tenemos, cuando ni siquiera el número de las escuelas primarias es suficiente á cubrir las más apremiantes necesidades.

Sin saber leer ni escribir, es imposible de todo punto dar un solo paso en el camino de la ilustración; y como de aquella base han de arrancar los conocimientos que en adelante puedan adquirirse, de aquí el que, siendo preciso empezar por establecer esa base, haya necesidad de crear número suficiente de escuelas, hasta llenar el defecto que hoy acusamos.

No nos cansaremos de manifestar una y mil veces, que para poner remedio á tantos males se necesita centuplicar los centros de instrucción, haciéndola de todo punto obligatoria, sin que tengamos por despotismo ni tiranía, sino más bien como práctica digna de todo encomio, el que se castigue severamente á los padres, tutores ó encargados que, teniendo un deber de conciencia que cumplir, no aprovechan los medios que se hallan á su alcance para llenar la noble misión que les está encomendada.

Dado este importante paso, echados los primeros cimientos del suntuoso edificio de la regeneración de la mujer, vencidos los primeros inconvenientes, las futuras generaciones, más ricas, más fecundas en bienes, ofrecerán al hombre una digna y virtuosa compañera.

Pero no basta todavía que haya escuelas; es preciso ante todo, para que el resultado corresponda á lo que deseamos, que las profesoras, educadas expresamente para este objeto, reúnan dotes indispensables para dirigir á la juventud.

Creemos que las señoras ó señoritas encargadas de guiar á las niñas, habiendo adquirido sus títulos en escuelas normales, deben unas dirigir á la infancia amoldando su tierno corazón á los principios de la sana moral, robusteciendo otras esa educación moral recibida, por medio de los conocimientos superiores.

Pero como además de estos que pudiéramos llamar indispensables, necesítanse otros que completen la educación femenina, las profesoras de primera enseñanza, convenientemente preparado el terreno, pueden ampliarlo con las labores propias del sexo, sin abandonar un solo instante la educación moral, sobre la que debe cimentarse todo cuanto la mujer aprenda, sea cualquiera el oficio, arte ó profesión á que cada una piense dedicarse.

Los conocimientos llamados de adorno, y que tanto se avienen con su carácter, no se les deben escasear en modo alguno; la música, depurando los sentimientos más delicados del corazón; la pintura, despertando el sentimiento de lo bello; la escultura enseñando á percibir las imperfecciones del cuerpo, remedo de las del alma, además de la actividad intelectual que desarrollan, facilitan la manera de matar el ocio, causa muchas veces del olvido del deber.

Es preciso, por otra parte, tener muy en cuenta que no conviene exigir á las niñas nada que no se avenga con su edad y naturales disposiciones.

El olvido de este consejo, altamente práctico, tiende positivamente á sofocar las más envidiables dotes, facilitando la manera de contraer enfermedades que consumen los más privilegiados organismos.

¿Cómo obligar á una niña á permanecer horas enteras guardando un silencio mortificante á su edad? ¿Cómo exigir de su naciente inteligencia progresos incompatibles con su desarrollo? No siempre el que marcha más de prisa llega el primero al término deseado.

Entreténgase solamente á la niña en los primeros años, permítasele la distracción y el juego; hágase que los mismos objetos de entretenimiento sirvan de medios para irla disponiendo al estudio, y no se la obligue á ejercitarse en labores inmediatamente, pues ni tiene fijeza para observar lo que se le enseña, ni sus manecitas están todavía preparadas para manejar la aguja, como equivocadamente se supone.

¿Por qué no poner en práctica, para la educación de las niñas menores de siete años, el recomendado sistema de Froebel, sustituyendo la demostración material con la enseñanza intuitiva á la tan difícil abstracta y teórica?






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