Orlando Granda
Nació en Lucre, distrito del Cuzco, Perú allá por 1964. Es profesor de Literatura. Ha publicado los poemarios En el barranco (2002), Donde mi calle acaba (2014) y tres libros de literatura dirigido a los niños.
Dos veces ganó el segundo premio en la Bienal de Poesía Infantil ICPNA (2005 y 2009). Asimismo quedó finalista en la Bienal de Cuento Infantil ICPNA 2007. Dirigió entre los años 1993 a 1995 la revista de poesía Tocapus.
Ha participado en varios recitales y ha publicado en diversas revistas como Transparencia, Ínsula Barataria, Siete Culebras, Arquitrave, etc. Su poesía aparece en algunas antologías o muestras de poesía peruana como Poesía Perú S. XXI / 60 Poetas Peruanos Contemporáneos (Fundación Yacana, 2007), Poesía Peruana Actual (selección preparada por Pedro Granados y publicada en la revista colombiana Arquitrave, agosto de 2007). Administra el blog El bebedor de la noche. Vive en Barranco.
EL VUELO DE LOS PÁJAROS
Ni siquiera los pájaros saben adónde van.
Jack Spicer
Hubiera deseado que la lluvia
ardiera tus talones
En celestes brasas
te aproximes y dejes
el pasto de invierno
atrás en las colinas
los mares y su azul pensar
Desde tu morada asomes
débil como un fantasma
o como Verlaine en su jardín
exhalando villanos suspiros
-Oh / en el crepúsculo vertical
de los ojos
no hay espacio para las sombras-
Pero qué pronto resplandece
en un salto repentino
el vidrio quebrado de la lluvia
Y una escultura del mar
-que es todavía barro fresco-
simule en aquellos dorados ojos
el vuelo de los pájaros
A UN POETA CHINO
Pienso en el rumor de tus huellas
por una tierra nada amistosa
ese rumor –decía- que brota
en tanto leo y me pregunto
si algo sabrás
sobre el resplandor alejado de mis manos
cuando se esparcen en espacios como astros
que no son fuego
te leo y me pregunto
sobre ese movimiento cercano
-diría más bien trazo-
que en el ocaso se yergue
y me es esquivo
palabras –dirás tú-
vuelos frágiles entre las hojas
viento que a través de las espigas
hiere el rumor de tus huellas
mas no el de tus ojos
DONDE MI CALLE ACABA
Una calle ya no es necesariamente
el territorio
donde has de cometer
un crimen perfecto
Tal vez toparte con imágenes
modernos paisajes todos en exilio
abandonados a no sé qué cielo
que no sea ritmo
o mejor aún
penumbra
Música inglesa
que talla en su propia madera
los espacios
donde no han de ir los féretros
que ingenuamente
acechabas
Ya desde entonces –supongo—ardías
y no hubo mástil aunque sí ruiseñor
para el follaje de tu lengua
vivaz y desnuda
No diré que te conocí
ahora que celestas con palmas
las viejas nubes
Entre los escasos recuerdos
apenas si una foto con muchas sillas
reclamando vacías la presencia de quienes hoy
convenientemente
te aclaman
Para Josemári Recalde a quien apenas conocí
(“Jueves será / 14.04.94”)
una puerta
calcinada
por el crepúsculo
cada ojo
una cuidadosa versión de la noche
los bellos barcos que copulan en la rada
si no olvidaras en el asfalto
la opacidad de los astros
¡Ah / si volaran
mis sueños
como tu sangre
deambula!
MI CASA
Para Anabel Sáiz Ripoll
Hay en mi casa un farol
que anuncia días de sol.
Una parra anciana
que sonríe como una campana.
Un alto y blanco palomar
que oculta el sonido del mar.
Un huerto que a la noche recibe
y silenciosa secretos con sombras escribe.
Los azules ecos de un piano
que siempre acarician mi mano.
Y una pequeña ventana
por donde se deshace la mañana.
¡Hay en mi casa un farol
LA POESÍA DE ORLANDO GRANDA
por Anabel Sáiz Ripoll
EN EL BARRANCO: FINGIRÉ UN ESTALLIDO EN LOS DIENTES
Orlando GrandaCuando se le pregunta por qué ha titulado “En el barranco” su primer conjunto de poemas, así nos lo explica: “… lleva tal título porque alude al nombre del lugar donde vivo: Barranco, balneario costeño que en determinadas épocas del año se cubre de neblina (como una pequeña Londres), neblina que está muy presente en los poemas, pero curiosamente en ningún momento menciono el nombre del distrito en ningún poema. El nombre del balneario se explica porque hay muchos barrancos hacia el lado del mar, en el pasado se le llamaba El Barranco (por lo tanto, el título podría interpretarse como el estar o el vivir en ese lugar). El título también alude al hecho de estar al borde de un abismo...”. Veremos como, efectivamente, el poeta presenta situaciones al borde, siempre al borde, al límite de, en huida hacia mejores lugares, en perpetua búsqueda de la libertad y en desazón continua. Nosotros ofrecemos algunos versos, que el lector los sienta, haga suyos e interprete.
La poesía de Orlando Granda es seria, concentrada, muy humana y nos plantea cuestiones hondas relacionadas con el sentir, con la gravedad de la existencia, con aquello que pasa y no vuelve.
Son poemas que exigen varias lecturas y aun así la esencia no se capta, porque solo el poeta tiene la llave maestra de sus textos.
De todas maneras intentaremos una aproximación. Obsérvese, si no, el tono del poema que abre el libro, que lleva el mismo libro:
“Observo el arrabal de los aromas
abandonado aun ofrece a cada uno su torpeza
o el fulgor de sus mejillas
luces
nada más que luces en lo más tupido del bosque
el color los colores son tan reales como esa larga cabellera que devora al mar y
bajo el ritmo de los viejos muros de barro
asomo mi manantial y oculto mi equilibrio
asomo mi manantial mi vientre y estallo como un caprichoso sol de arena.
Los versos de Orlando Granda se tiñen de desosiego, de quimeras, de pasos que nunca se materializan, que son como un deambular en vano. Sus poemas, cercanos al verso libre, nos hacen pensar en el existencialismo, también en el surrealismo, pero van más allá, mucho más allá, porque recogen el sentir de un hombre del siglo XXI, enfrentado a la disyuntiva de vivir en un mundo en perpetua contradicción. Así en “Piélago” concluye:
no quiero traicionar una historia
sin embargo
ella deja de silbar con una palidez de alcohol o arena
y murmura su edén
entre los mástiles”
En “Triángulo”, el poeta, en primera persona, sufre en su ánimo, en su alma desgarrada de persona que sufre, entiende y calla, esa desazón de nuestro tiempo y escribe:
“He de mentir
he de engañar entregándome
fingiré un estallido en los dientes
un trozo de pita atravesándome un ojo es decir
he de falsear mis propios laberintos
el tiempo y no el cielo como lluvia de patios
todo por no devorar la alegría de saberme sin boca
bajo las cuerdas
las bellas cuerdas
de mi quebrado sol
cuando el mundo se embellece
agazapado”
Y es que este mundo es un lugar de pesadilla, en donde no se posible alcanzar la felicidad, ni siquiera soñar porque:
“inalámbricos sueños haciéndonos
Sombras
Adobes
Tráficos” (en “Paisaje reservado”)
Las imágenes que emplea el poeta son tremendas, enormes en su presencia, en su organización poética, suenan como un trallazo, porque no se complace el poeta ni en la rima ni en la musicalidad, sino en el tono bronco, cargado de presagios:
“Bienvenidos los relojes
la luna
sus hinchados muros de adobe
o sus anzuelos” (“Último sueño”)
Y, al fin, todo nos lleva a la misma angustiosa obsesión y presencia cierta, la muerte:
“Mi tumba zozobra
es un estanque
cuyo rezo cristaliza
en címbalos
los relámpagos de
tu humeante serenidad:
Lluvia llora
sobre mi mar
tus pájaros” (“Címbalos”)
Dejemos que, para terminar con este paseo por “En el barranco”, sea Rossella Di Paolo quien lo haga. Reproducimos las mismas palabras que escribió en el libro a modo de preámbulo y que reflejan muy bien la esencia de los poemas: “A veces un libro entero de poesía puede reflejarse en uno solo de sus versos (se refiere al verso: Deambulo y esta arquitectura de humo es mi cadalso), y está ocurriendo aquí, pues por entre estas páginas nos es posible seguir al que camina sin tregua, al fantasma que deambula por una ciudad que es también fantasma, que es también muerte.
La voz que se escucha en el barranco no sólo avanza por un espacio desmaterializado por la niebla, sino que su íntimo desasosiego desmonta una a una las certezas de la realidad, incluso la de su propio cuerpo, que se ve a sí mismo transparente y mutilado, como los sueños. Por su sutileza, por su precisa cadencia, por la rara belleza de sus imágenes, los versos que dan cuenta de esta doble descomposición parecen cogerse apenas de las palabras, de la sombra o pelos o uñas que crecen de las palabras, de modo que una atmósfera de dolorosa evanescencia se cuela por todos los resquicios. El barranco puede ser la metáfora del abismarse en mundos propios, mundos en duermevela y extrañamente semejantes a los de un balneario desierto donde se oye a lo lejos el silbo de una mujer enajenada, el viento que pasa “ofreciendo nuestras cabezas”, y la niebla estacionada para siempre. La rebelión, el ansia de huida hacia territorios más densos está aquí, ciertamente; territorios iluminados en secreto por un amor, o por la suelta alegría que prometen las olas y los barcos; pero también está la constatación de que no es posible remontar “hinchados muros de adobe / o sus anzuelos”. Detrás de esos muros, en el fondo de ese barranco, alguien deambula, y esa arquitectura de humo es su cadalso, pero su voz no deja de remontarla, hermosa y sentidamente.”
DONDE MI CALLE ACABA: LA ESFERA ESCARCHADA DEL ESPACIO
Hemos tenido acceso a los poemas de “Donde mi calle acaba”, muchos de los cuales pueden leerse en Internet. Son un grupo de textos que, siguiendo el verso libre al que el autor nos ha acostumbrado, continúan prefigurando su universo poético, particular, vehemente y atormentado también:
“Hubiera deseado que la lluvia
ardiera tus talones
En celestes brasas
te aproximes y dejes el pasto de invierno
atrás en las colinas
los mares y su azul pensar” (El vuelo de los pájaros”)
Acaso son poemas más sutiles, más llenos de enigmas que lo anteriores, poemas que parecen despegarse del propio autor y vivir por sí mismos, son como una segunda piel que se nos adhiere y nos hace ansiar otro mundo que, en la palabra del poeta, cultísima y muy bien escogida, se convierte en algo cercano al sueño, a las brumas de las pesadillas:
“Buenos días!
la mar está cuajada de verdes brazos
y tú te alzas no desde el azul del sol
sino desde donde rielan las alas de los pájaros
los cuellos altos que se empeñan
en desequilibrar la esfera escarchada del espacio” (Exágono)
No le falta a Orlando Granda esa ironía clarividente de aquellos que ven más allá de las cosas, como suele ocurrir con los poetas. La presencia de la muerte, en suma, sigue en los versos del poeta peruano:
“pero el cuerpo yacente y monumental
no descansa definitivamente
en esta barca tachonada de agujeros
el cuerpo –imán de las voces-
contorsiona sus alas
hasta curar enfermos
en cada colina
en cada morada
donde esas voces de quebrado pico
erigen el santuario donde ya nada se hace
para el sacrificio conmovedor y alado
de cada joven darío
que en el territorio azul
con sus laberintos de labios
asoma “(“Territorio azul”)
Y también siguen los sueños, unidos a la memoria, a la idea de la muerte poderosa, que son tres temas recurrentes en la poesía de Granda, como leemos en el poema “En las esferas” que transcribimos íntegro para que el lector capte toda su magia y su fuerza:
“Desde las esferas azules déjame soñar
déjame soñarte perdido entre jardines
que no son flores
para hallarte
Y a través del espacio y la memoria
escabullirme como una melodía de sirenas
para mis ojos si del aire no brotan
Imperdible sendero cuando invento
nuevas aguas para este mar
que es el morir
si no te encuentro
Y desde entonces sólo mires
no los astros
sino el cielo que retiras de tus palabras”
La poesía de Orlando Granda, insistimos, es difícil, muy conceptual, plagada de dobles sentidos, de palabras que van y vienen, que no se rinden a los caprichos de la puntuación y que encierran en el orden que escoge para ellas el poeta un texto que requiere de toda nuestra capacidad intelectual para, en lo mínimo, entenderlo; acaso, más que entendimiento, lo que el poeta busque es conmoción, que nos conmocionemos y emocionemos con lo que dice, que nos sintamos tocados en lo más hondo aún sin saber qué nos ha tocado exactamente:
“Desde un cielo no muy alto
apacible te contempla ese viento
y desconcierta con audacia e ignorados astros
los espacios de arena
donde beben las estrellas” (Kapellmeister)
Quizá, para involucrarnos en su mundo, emplee la segunda persona del singular, para hacernos partícipes de la grandeza de su proyecto:
“En la persecución de aquella nave oscura
para ubicarte más ligero que la espuma del mar
sólo has logrado este respirar de astillas y arena
considera entonces la música que te invade
como la respiración de dioses miopes y ufanos
pero no desligues tu cabeza del viento” (Nave Oscura).
Nos ofrece a ves claves de su propia concepción de la vida y el devenir de las cosas:
“Así mi lecho será
el misterio de una nube
y al prolongar el tiempo
en que los astros acunen
el cielo nada azul
de mis jardines
insistir en la arquitectura
de los espacios “(“Protegido por las brisas”)
Nada más rotundo –y breve, sintético, agudo y doloroso también- que esa especial “Ofrenda” del poeta:
“Ésta es
mi ofrenda:
el vacío
de una puerta
calcinada
por el crepúsculo”
No es su poesía una poesía que abunde en adjetivos, el poeta es parco en su uso, no en cambio en el empleo de sustantivos que dotan de conceptualidad a los poemas, de densidad, de una especial carga semántica. El propio Orlando Granda nos brinda, en un momento, su retrato para que tratemos de ahondar en su mundo o, al menos, nos asomemos en él:
“Podría mi retrato en el espejo
recordar la brevedad de las islas
en las que mis sueños
se transforman
Lo cierto es que mi boca sangra
y nada fatiga
al ritmo silencioso de mis ojos
cuando el ruido de mi sangre se desliza
hacia una rosa”
Y ese anhelo de eternidad, se saberse más allá del tiempo, de todo:
“y lo eterno
flameando en lo alto de los mástiles
como un nuevo espacio
te permita el soñar (“En los mástiles”)
Y QUE SE MUERA HASTA HOY EL ÚLTIMO POETA:
LA CELEBRACIÓN DE UNA ÉPOCA
“Y que se muera hasta hoy el último poeta” es un poemario que se está haciendo, por lo tanto sus versos, los que aquí comentemos, tienen el valor de la creación, de aquello que puede ser nuevo cada día y cambiarse al siguiente. A Orlando Granda le atrae la cultura grecolatina, los grandes héroes de la antigüedad que él mira con asombro, con pasmo, tal vez, pero de tú a tú, porque hombres y mujeres fueron al fin:
“Acaso la celebración de una época
cuyo simulacro es un sueño
de atmósfera secretamente política
Modelo –tal vez-
de una muerte prematura” (“Una exploración efectiva”)
Y es que los personajes históricos, y aquellos creados por los grandes autores, no dejan de ser:
“Las criaturas de ficción
son pequeñas naves
de un balneario medicinal
un viejo lugar donde se ejecuta
la ciencia de los límites” (“Las pequeñas naves”)
PARA TERMINAR
A Orlando Granda no le importan los premios,”Un premio literario –nos dice- es una forma para hacer conocida la obra de un escritor. Me parece válido. Ahora, no necesariamente el ganar un premio asegura que la obra trascienda el tiempo. Puede provocar el éxito, la fama pero no necesariamente la trascendencia. Pienso que no se debe escribir para concursar, esa motivación siempre la he criticado, uno escribe por una suerte de necesidad expresiva, Enrique Lihn escribió: “Porque escribí estoy vivo”. Comulgo con el verso del poeta chileno.
Acabamos de repasar, brevemente y tal vez de manera equivocada, algunos de los versos de este poeta peruano que se conmueve con el hombre y trata de lanzar al aire sus versos para que todos tomemos conciencia de nuestra propia humanidad. No obstante, no hemos podido hablar de temas, sino de intuiciones, de presencias, de destellos, de algo que nos parece y que luego no es. Como él mismo dice: No tengo temas específicos, puedo escribir un poema al lugar donde vivo sin necesariamente mencionarlo, a la naturaleza, a la música... el verso de un poema, una línea o un párrafo de una novela o cuento pueden ser el germen de un futuro poema, el mismo acto de escribir, una imagen, un trazo, en fin cualquier cosa que me conmueva puede provocar el nacimiento de un poema”.
Dejemos ya, para terminar, que sea el propio poeta, hombre de vasta cultura que nos ha demostrado en cada uno de sus versos, nos haga una defensa de la lectura que, acaso, sea una de las llaves para huir de la soledad a la que se enfrenta el hombre contemporáneo: “En lo personal, la lectura ha sido para mí una brillante forma, ahora que hay tanto joven aburrido, para enfrentar y salir victorioso del aburrimiento: esas horas eternas de lectura (de conversación, diría yo) donde me identificaba con las aventuras y dudas de Julián Sorel de “Rojo y Negro”, las peripecias de Jean Valjean, de Ulises, de Ernesto (el niño de “Los ríos profundos”), de Lázaro, de Rastignac, de Juan Preciado, de Ismael, del conde de Montecristo, de Pierre Bezujov... En fin, podría pasarme el tiempo recordando personajes, títulos. Dicen que una vez Oscar Wilde dijo: “La muerte de Lucien de Rubempré es el gran drama de mi vida”. Para alguien que no ha disfrutado de la lectura de, por ejemplo, la novelítica del siglo XIX, esta cita de Wilde puede resultar exagerada, pero es que muchos de estos personajes ficticios pueden dejar una huella perdurable en nuestras vidas, incluso mucho más marcada que las que podrían dejar personas de carne y hueso: a mucha gente que conocí las he olvidado, a los personajes que acabo de mencionar (y otros más que quedaron en el tintero), están y estarán siempre presentes en mi vida.
Lo tengo claro, la lectura ofrece múltiples ventajas: puede permitir reconocernos (en una sociedad cada vez más inhumana, dura y metalizada) como seres con emociones y sentimientos, es decir, reconocernos como seres humanos, reafirmar esa condición. A través de la lectura podemos viajar en el tiempo y el espacio sin movernos del lugar donde realizamos la lectura, una suerte de túnel que nos permite acercarnos a diversas realidades (incluso ya desaparecidas), y en ese proceso de acercamiento aceptar las diferencias y poner en práctica la tolerancia. Pero la lectura, entiéndase bien, no es un fin sino un medio, un puente que permite el desarrollo de la capacidad expresiva del ser humano e integrarlo a su entorno.”
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