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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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GIOVANNI DELLA CASA [17.533] Poeta de Italia

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Giovanni della Casa

Giovanni della Casa (Florencia, 28 de junio de 1503 - Roma, 14 de noviembre de 1556) fue un poeta y clérigo italiano.

Nació en Florencia, en la Toscana. Estudió en Bolonia, Florencia y Roma, por sus enseñanzas atrajo el patronazgo de Alejandro Farnese, que le aconsejó en torno a 1532 a entrar en la carrera eclesiástica en Roma, por ser la carrera que garantizaba un mejor estilo de vida. Cuando Alejandro Farnese fue nombrado papa, con el nombre Pablo III, lo nombró en 1544 arzobispo de Benevento y nuncio en Venecia, donde tuvo un hijo ilegítimo. Giovanni Della Casa introduce el tribunal de la Inquisición en Véneto y se ocupó de los primeros procesos contra los reformistas, en 1548 redactó el Índice de libros prohibidos.

Tras la muerte del papa, cayó en desgracia por lo que renunció a sus cargos y se retiró en la abadía de Nervesa, donde emuló literariamente a Petrarca y Bocaccio. Se creía que su poema abiertamente licencioso, Capitoli del forno, su alejamiento de los Medici, y el hecho que la corte francesa desease su nombramiento, impidieron que fuera elevado a cardenal, cosa que anhelaba. Murió en 1556, siendo enterrado en la iglesia de San Andrés della Valle en Roma.

Della Casa se destaca como el cabecilla de una revolución en la poesía en contra de la imitación universal de Petrarca, y como creador de un estilo, que, aunque menos suave y elegante, era más enérgico y majestuoso que el que sustituye.

Se le cree la primera persona en usar la expresión "ragion di Stato", o "razón de Estado" en su Oración a Carlos V en 1549.

Obra

Il Galateo, 1558
Latina Monumenta, 1564
Ioannis Casae Carminum Liber, 1564,



CANCIÓN

            Arsi; e non purla verde stagion fresca 

Ardí, y no solamente la verdura
Deste mi breve año Amor te he dado,
Mas del maduro otoño una gran parte.
Pedía libertad, y hasme apretado,
Como preso que huye, con más dura
Cadena, y no me vale ruego, ni arte.

Ay triste! habrá en el mundo alguna parte
Segura en cueva, en monte, en la mar honda,
Abismo do me esconda,
Y libre deste mal con mi destierro
Siquiera de mis años lo postrero?
Con razón temo tu poder crecido,
Que el corazón mil veces me has abierto,
Sin hallar contra ti defensa en nada,
Mas he con voz humilde y color muerto
Confesarme á la clara por rendido.

Cualquier región desierta y aparcada
Buscar quisiera agora, que gastada
La fuerza siento y el cabello cano,
Por huir de tu mano:
Que entre el fuerte escuadrón, que tu bandera
Sigue, un soldado flaco qué honra espera?
Mas ay triste! do iré? que por do quiera,
Ó por la húmida mar, ó seca arena,
Tomado tiene el paso Amor primero?
Do quiera el fuego luce, el arco suena,
Y veo contra mi la punta fiera,
De cuyo golpe guarecer no espero,
Que el blanco es cierto, el tirador certero.

Mas qué sirve, si el tiempo ha ya secado
Mi vigor, y agostado,
Como yerba que al Sol su fuerza pidierde,
Y solo en mi el deseo queda verde?
Tiempo fue cuando osé de amor vencido
Delante alguna bella y desdeñosa
Presentar mis querellas y tormento:
Hallé una voluntad blanda, amorosa
Debajo del desdén, y convertido
Mi dolor y mi pena fué en contento.

Mas quién oirá de hoy más mi triste acento?
Quién no condenará una edad cansada
De nuevo enamorada? 
La voz está ya ronca, y los sentidos
Como culebra al hierro entorpecidos.
Tórname aquel vigor que el tiempo avaro
Robó veloz, y torna la viveza
Que me alentaba, y tiñe este cabello
Cual fue primero, porque en la corteza
El mal secreto no se muestre claro:

Y si soy tuyo haz que pueda sello,
Que no huyo la guerra, antes en ello
El no poder me duele. Mas mi suerte
Sino es ya para el fuerte
Oficio tuyo, libertad te pido,
Yo viviré, serás tu bien servido.

El invierno y las nubes de mi vida
Solo te quitó Amor, y aqueste yelo
De tus llamas y ardor tan diferente.
No se debe pesar si el débil vuelo
Convierto á mejor nido, pues seguida
Ha sido ya de mi tan luengamente
Tu vida amarga y dulce juntamente,
Que justo es ya que sea libertado
Un esclavo cansado,
Si quiera á la vejez, y asi es costumbre
Donde se vea nobleza y mansedumbre.

Mas pues que Amor ningún consejo quiere,
Síguele adonde fuere
Breve canción, y ante mi bien presenta
El continuo dolor que me atormenta.

Traducido por Fray Luis de León 



O sonno, o de la queta, umida, ombrosa 

O sonno, o de la queta, umida, ombrosa
notte placido figlio; o de’ mortali
egri conforto, oblio dolce de’ mali
sì gravi ond’è la vita aspra e noiosa;

soccorri al core omai, che langue e posa
non have, e queste membra stanche e frali
solleva: a me ten vola, o sonno, e l’ali
tue brune sovra me distendi e posa.

Ov’è ’l silenzio che ’l dì fugge e ’l lume?
E i lievi sogni, che con non secure
vestigia di seguirti han per costume?

Lasso, che ’nvan te chiamo, e queste oscure
e gelide ombre invan lusingo. O piume
d’asprezza colme! o notti acerbe e dure!




Sonetto 216 Tutto il dí piango

Affligger chi per voi la vita piagne
che vien mancando e ‘l fine ha da vicino,
è natural fierezza, o mio destino,
che sí da voi pietà parta e scompagne?

Certo, perch’io mi strugga, e di duol bagne
gli ochi dogliosi e ‘l viso tristo e chino,
e quasi infermo e stanco peregrino
manchi per dura via d’aspre montagne,

nulla da voi fin qui mi vène aita;
né pur per entro il vostro acerbo orgoglio
men faticoso calle ha ‘l penser mio.

Aspro costume in bella donna e rio
di sdegno armarsi, e romper l’altrui vita
a mezzo il corso, come duro scoglio



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GIACOMO ZANELLA [17.534] Poeta de Italia

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Giacomo Zanella

Giacomo Zanella (Chiampo, 9 de septiembre de 1820 - 17 de mayo de 1888) presbítero y poeta italiano.

Después de estudiar en el Seminario y ordenarse sacerdote, fue profesor de educación secundaria en Vicenza. Sin embargo, su simpatía hacia los nacionalistas italianos le hicieron tener problemas con las autoridades austriacas, y a pesar de contar con la protección eclesiástica, se vio obligado a dimitir en 1853. Tras la incorporación de Venecia a la nueva República Italiana, el gobierno le concedió un puesto de profesor en Padua. También se consagrará como poeta al publicar su primer libro en 1868.

En 1872 muere su madre y Zanella cae en una fuerte depresión que le obliga a abandonar su puesto de profesor. Una vez recuperado se retiró a vivir a su región natal.

El último libro que publicó contiene una colección de sonetos de "gran belleza y exquisita composición formal". También dedicó odas a Dante, y a la inauguración del canal de Suez.

Del resto de sus composiciones, las más singulares son aquellas en las que se ocupa de la problemática de su tiempo. Intentó conciliar ciencia y religión, por medio del ingenioso diálogo entre Milton y Galileo. Zanella era un clérigo liberal y patriótico, y su carácter justo se encuentra en su poesía.

Obra

Poesía

Versi, Bàrbera, Florencia, 1868
Poesie, Le Monnier, Florencia, 1877
Nuove Poesie, Segré, Florencia, 1878
Astichello e altre poesie, Hoepli, Milán, 1884
Poesie, Firenze, Le Monnier, 1888
Poesie, Le Monnier, Florencia 1894 (con la biografía dettata da Fedele Lampertico e la bibliografia zanelliana compilata da Sebastiano Rumor)
Poesie, Le Monnier, Florencia, 1909 (con un discorso di Arturo Graf e cenni biografici di E. Bettazzi)
Poesie e Prose, a cura di E. Bettazzi, Le Monnier, Florencia, 1930
Poesie di Giacomo Zanella, primera edición completa con un saggio sul poeta di A. Graf, nuova tiratura riveduta, Le Monnier, Florencia, 1933
Poesie scelte, con introducción de Carlo Calcaterra, Turín, 1946

Traducciones

Miles Standese di E. W. Longfellow, e scelte poesie liriche, Hoepli, Milán, 1883
Varie versioni poetiche di Giacomo Zanella, con prefazione di E. Romagnoli, vol. 1-2, Le Monnier, Florencia, 1921

Ensayo

Scritti Vari, Succ. Le Monnier, Florencia, 1877
Storia della letteratura italiana dalla metà del '700 ai giorni nostri, Vallardi, Milán, 1880
Vita di Andrea Palladio, Hoepli, Milán, 1880
Paralleli letterari. Studi, Munster, Verona, 1885
Della letteratura italiana nell'ultimo secolo, Lapi, Città del Castello, 1886




NATURA Y ARTE

                 Pensiero con pensier, rima con rima 


Uno con otro pensamiento, y rima
Con nueva rima permitid que ensarte;
Con tal obra sospecho que á la cima
Llegué, anhelada, del difícil arte.

Cómo se engaña quien á sí se estima!
Yo veo que una parte y otra parte 
Muy mal se corresponden, y la lima
No siempre igual su pulidez comparte.

Oh natura, natura! En tus labores
Al árbol más humilde que yo admiro
Das vida á la raíz como á las flores.

Justa medida en tus detalles miro:
Yo al finar mi trabajo con sudores
Contemplo un monstruo.... y á igualarte aspiro!

Traducción: J. L. Estelrich 




MILTON E GALILEO.

     Quando la notte è nelle valli, e pende
Scolorata la luna, alle montagne
Mezzo velate, che gli fan corona,
L’insonne mandrïan leva lo sguardo,
Come a concilio di giganti, e giura,
Se dell’aure il romor taccia ne’ boschi
E nel burron non strepiti il torrente,
Sotto le nubi dall’opposte cime
Udirle conversar. Da questa Italia
Di tempestosi nuvoli involuta,
Di fieri dubbi ottenebrata e d’ odî,
A te levo il pensier, Milton divino,
Ed a te, Galileo, quando seduti
Sui toschi poggi a libero sermone
L’eccelse anime apriste. E non v’ intese
Altri che l’ ombre della queta sera,
Le mute siepi e le sorgenti stelle
Che parean su’ romiti orti d’Arcetri
Piovere ossequïose il primo raggio.
Or voi spirate entro il mio petto, e gli ardui
Ragionamenti mi ridite, o Sommi,
Onde l’umane e le divine cose
Tutte abbracciaste. Alla mia patria afflitta,
Irata all’oggi e del domani incerta,
Suoni di miglior fato augure il verso;
E gli spirti, che torba onda travolve
Di nemiche correnti, al ver richiami.

I.

Scendea nell’acque del Tirreno il sole,
Nè quegli occhi il vedean che di spiarlo
Primi fur osi. Il carezzevol fiato
Occidentale a respirar, sul colle
Sedea d’Arcetri l’Esule divino,
E le spente pupille al moribondo
Lume girava, un dì suo studio e vanto.
Presso gli stava di virginee bende,
Come a Suora s’addice, il crin velata,
Guardïana fedel, Maria, la dolce
Primogenita sua. Tra ramo e ramo
Gli ultimi raggi dardeggiava il sole,
Imporporando del vegliardo il capo
Meditante. Ei tenea sovra una sfera
La manca mano, e con la destra in aria
Scrivea taciti cerchi. A quali stelle
Eri volato allor? Quale seguivi
Rivolgimento di lontan pianeta,
Quando improvviso e per nascosti calli
Alla solinga collinetta asceso
Stette l’anglico Bardo al tuo cospetto?

     Maria si mosse e di legger rossore
Le guance aspersa, “Giovane, dicea,
Chi t’ha scorto quassù? Che cerchi incauto?
Conosci il loco?” E tacita guatava.
Non d’italo garzon era il sembiante,
Quali abbruniti dalla lunga estate
Del Po i figli veggiam, d’Arno e di Tebro;
Non timido l’incesso, e sospettoso
Dello sguardo il piegar, qual d’uom già domo
All’ignominia del servir. Nel cenno
Della fronte superbo e nella franca
Sicurtà dell’andar riconosciuto
Immantinente d’Albïone avresti
Libero alunno. Le distese chiome
Fluttuavano in onda di giacinti
Sull’omero viril: candido il volto
Nobilmente severo, e come il cielo
Azzurreggiante la pupilla e mista
Di profondi splendori. “Al pellegrino,
Prorompea lo straniero, Iddio le porte
Del suo tempio non serra: abita Iddio
In queste mura. Che baciar la falda
Del sacro manto al suo Veggente io possa,
E la parola udir che rivelata
Ha la gloria de’ cieli.” In piè rizzossi,
Come atterrito, Galileo; la mano
Incontro al suon distese e, “Se non vieni
Della vista a gioir di mie sventure;
Se non vieni, dicea, d’atroce riso
L’onta a versar sul mio capo cadente,
Già percosso dal folgore, chi sei
Che volger osi lusinghier saluto
Al mortal che gli oracoli di Roma
Hanno diviso da’ viventi? Il guardo
Esplorator de’ tuoi passi paventa,
L’erma sede paventa e la mia notte
Ch’è sì splendida altrui. Lunga è la mano
Che m’ha prostrato: valica le nubi;
E fin tra gli astri il peccatore abbranca.”

     “Di Roma il minaccioso occhio paventi,
L’altro riprese, l’infelice volgo
Che superstizïon schiavo trascina
Per questa lieta di montagne e d’acque
Vasta prigione italica, non io.
Me di liberi spirti austera madre
Inghilterra nudrì: Milton mi chiama
La patria mia. Furor d’illustre alloro
Dall’età prima mi divora. In sogno
A me spesso venîan l’ombre de’ vati
E mi dicean: del glorïoso monte,
Figlio, dispera guadagnar le cime,
Se la terra gentil, che di Marone
E di Torquato il divo ingegno accese,
Pria non saluti. L’Oceàn varcai,
Vidi Liguria e dell’Olona il piano:
[p. 6 modifica]
Vidi Eridano e Tebro: i colli ascesi
Di Partenope: piansi in sulle tombe
Della gloria caduta e non risorta,
Se tu non fossi, o Galileo, che torni
L’inconscia Italia a’ suoi regali onori,
E coll’omero atlantico la porta
Del profondo universo apri a’ mortali.”

     Lagrimando al garzon stese la mano
L’inclito vecchio. Su marmoreo seggio,
Cui fean spalliera gelsomini e lauri,
Taciturni si assisero. Di flutti
Tal riverso non fia; non tal di spume
Tempestoso bollor, quando i due mari,
Che la sabbia d’Egitto ancor divide,
L’onde discordi mesceranno insieme,
E sul desco de’ popoli il tributo
Porran d’avversi climi Orto ed Occaso;
Come i due Grandi de’ sublimi sensi
E de’ pensier la rattenuta piena
Insieme allor confusero. Si trasse
In disparte Maria: dissimulando
E d’aiuola in aiuola il piè movendo,
Come di fiori a far ghirlande intesa,
Inavvertita dileguò. “T’accosta,
L’Italo disse, a me più presso, e nudo
Aprimi il ver. Son io creduto ancora?
Fra i magnanimi pochi a cui rifulse
De’ novi dommi il raggio, i miei volumi
Ancor son vivi? Ovver dal dì che affranto
Dall’etade e da’ morbi, io derelitto
Vecchio tremante, delle corti ignaro,
Avvolto di nemici e combattuto
Da mortali terrori, alle minacce
Del Vatican m’arresi e la parola
Rinnegatrice di mie glorie emisi,
Tutto forse perii? Perì la luce
Ch’io primo accesi? Nell’antica notte
Ricadranno le genti, a cui sì bella
Di secolo miglior l’alba sorgea?”

     Levò la fronte l’ospite e rispose:
“Ben può Giove del Caucaso alle rupi
Prometeo catenar: ben può le membra
Al gran Titano fiedere co’ nembi
Eternali; ma pie da’ conturbati
Talami le fanciulle Oceanine
Vengon notturne ad ascoltar sue pene,
Che sull’aurora ridiranno a’ fiumi
Che solcano la terra. Oscuro giaci,
Carcerato il pensier più che la salma
E da te discordante, o Galileo;
Ma la favilla, che rubasti al sole,
Prigioniera non è: di gente in gente
Ratto serpeggia ed in aperta fiamma
Già minaccia avvampar, benchè dell’ara,
Donde movea, sian raffreddati i marmi.
Ne’ deserti del mar, quando le spume
Fragorose sormontano, le antenne
Caggiono avvolte e pe’ sdrusciti fianchi
L’onda nemica nella stiva irrompe;
Al chiaror de’ baleni il navigante
Ultimi detti a picciol foglio affida
Che in una fiala all’impeto abbandona
Delle cieche correnti. Il mare inghiotte
Colla nave il nocchier; ma viatrice
Instancabile nuota alla tempesta
Non men ch’alla bonaccia, e non riposa
Nè per notte giammai nè per meriggio
Quella pia cristallina urna, che un giorno
Al pescator che la levò dall’alghe,
Narrerà novi climi, isole nove
E fiammante di nove Iadi la notte.
Inavvedutamente a scura rupe
Tu pur rompesti, o Galileo: sorrise
De’ tuoi naufragi il Vaticano, e chiuso
Nel silenzio sperò di questi colli
L’odiato vero. Ma la tua parola
Indefessa vïaggia, e non del Reno
Alle rive soltanto e del Tamigi,
Ove già franco de’ vetusti ceppi
Liberissime vie batte il pensiero;
Ma del nemico Tevere sull’onde
Venerata risuona; e qualche pio,
Cui la porpora ancor dell’intelletto
Il lume non offese, a’ novi veri
Segreto applaude, e sulle tue sventure,
Che immortale di Roma onta saranno,
Versa, arrossendo, generoso pianto.”

     “Roma! Roma!” interruppe e, scosso il capo,
Seguì pensoso Galileo; “fatale
O col brando de’ Cesari percota
I troni tuttiquanti; o colla Fede
Tragga al suo carro incatenato il mondo,
Fatale è la sua possa, e tenta indarno
A lei sottrarsi umano spirto. In cielo
V’ha di stelle una via, che via di Roma
Disser le genti. Da’ selvosi laghi
Lo Scandinavo pescator la vede,
E la vede da’ monti ond’esce il Nilo,
L’Abissino pastor. Della capanna
Il finestrel chiudendo e per più soli
All’avverse stagioni abbandonando
L’avito poderetto, a Roma ascende,
Come all’ostello d’un’antica madre
Che lasciò da fanciullo, il pellegrino.
Sente passando di calcar la polve
Di domestici eroi: dalle ruine
De’ morti imperi uscir ode una voce
Conosciuta che a’ secoli maestra
Fu del viver civile; e nel sepolcro,
Che le spoglie Apostoliche rinserra,
Trova i ricordi dell’infanzia, i canti
E la mensa comune, a cui redenta
Ne’ primi giorni umanità si assise,
Come a nozze col ciel. Nemici altrove
E parati a svenarsi, in grembo a Roma
Tornan fratelli i piccioli mortali.
Pugnai gran tempo. Le vigilie e gli anni
Soli non fur che di profonde rughe
Questa fronte solcassero. Le lotte
Sanguinose del cor che un vero apprende
Terribile a ridir: l’ansia d’un nome
Maledetto o deriso, innanzi tempo
Fer sul mio capo biancheggiar le nevi.
Il prisco giogo infrangere, la fronte
Alle folgori oppor del Vaticano
E la tenzone rinnovar di Bruno,
Spesso un pensier mi suadea. Da’ flutti
Di più torbido mar securo asilo
Mi dischiudea fra le sue dighe Olanda;
E quell’invitto, ad Austria e Roma orrendo,
De’ Sveci inclito sir, che giovanetto
L’arti campali alla mia scola apprese,
La sua reggia m’apría. Quanto ti scaldi
Della caliginosa Isola tua
E de’ tuoi mari amor, garzone, ignoro;
Ma noi figli d’Italia arde una fiamma
Che intolleranda sede ogni contrada
Ne fa parer che l’Apennin non parta.
O miei cercati cieli! Are di Pisa,
A cui pregando un dì tanto baleno
Mi percosse di ver! Tomba materna!
E tu, di gigli e di colombe albergo,
Solitudine pia, che tanta parte
Di questo cor ne’ tuoi recinti ascondi,
Aura usciva da voi, che ventilando
Il santo foco, ch’io credeva estinto,
Alla gelata mia ragion di pugno
L’arme scotea. Non ridere, straniero!
Quando l’incendio la magion divora,
Anche il bronzo si fonde, e vacillando
Il simulacro dell’eroe dilegua
In rivoli pel suol. L’età venture
A me d’invitto non daran la palma;
Ma de’ miei padri mi sarà giocondo
Addormentarmi nella Fè: ne andranno
Le mie figlie felici; e di riposo
A questa faticata anima Iddio
Largo sarà, di cui l’augusto accento
A riverir nel Roman Padre appresi.”

     “Nel Roman Padre? E chi di Dio l’accento,
Il Britanno sclamò, dal labbro attende
Dello scettrato Antistite? Due lune
Volte non sono ch’io lasciai le mura
Della città che all’anima presume
Le sue catene impor. Quale ti vidi,
O già dai laghi di Giudea venuta,
Pescatrice de’ cor, Chiesa di Dio,
Fondata in povertà! Vidi delubri
Sulle cui cime il sol che s’era ascoso
In occidente, ancor splendeva: in giro
Sovra rupi di porfido curvarsi
Vidi le volte olimpiche; e di bronzo
Ondanti padiglioni e simulacri
Meravigliosi di grandezza e d’arte
Cinger la tomba di colui, che visse
D’una rete contento. Ah, non di Cristo
L’umile banditor, ma d’Orïente
Gioiellata barbarica possanza
Contemplar mi parea, quando soffolto
Da mitrate falangi e circonfuso
D’una notte d’incensi, in aureo trono,
Cui fean le piume del pavon ventaglio,
Sulla testa de’ popoli passava,
Come corrusca nuvola che sfiora
Rispianato oceàno. O delle chiavi,
Che disserrano i cieli, arbitro santo!
O tolto all’amo ed all’officio assunto
Di sovrano pastor, perchè la terra
D’agi e di pompe noncuranza apprenda,
E povertade, in te guardando, onori;
Così l’obbligo adempi? Oh, valicati
Mai non avesse Carlo Magno i monti;
Nè di Gesù l’intemerata sposa
Scesa fosse a tenzon d’ostro terreno!
Piansero i cieli, e gemiti mandaro
L’urne de’ Santi il dì che, il pastorale
Giunto alla spada, in Vatican si assise
Supremo regnator l’uom che de’ servi
Servo si chiama. Allor dal tempio in bando
Le virtù se n’andâr che fean la stola
Venerabile al mondo. Allor d’imperi
E di porpore e d’oro una superba
Febbre i cori riarse: empio mercato
Di mendaci dispense e di perdoni
Entro il tempio s’aprì: la terra accorse
Credula, e l’oro al poverel negato
Cesse all’altar, perchè più sontuosi
Ondeggiassero i manti al sacerdote,
E di fuggenti colonnati e d’aule,
Come il deserto, paurose, avvolti
Fossero al molle Archimandrita i sonni.
Te grande, augusto ed all’afflitta Italia
D’aurei tempi dator chiaman, Leone,
I leggeri nepoti. Stupefatto
Lo stranier leva gli occhi all’ardue moli
Che co’ tributi dell’illuso mondo
II tuo genio ponea; nè da que’ marmi
Vede il sangue gocciar, che Reno ed Elba
Fe per lunga stagion correr vermigli.
Dalla tua man condotte al nido antico
L’Arti tornâr; ma dall’antico Olimpo
Tornò con esse Voluttà. La greca
Testa di mirti redivivi ombrata
Mostrâr Venere e Bacco; e la cocolla
Indossando per gioco, al romorío
Si mescolâr de’ tuoi prandi notturni,
O folleggiando carolâr per l’ombre
De’ tuoi boschetti suburbani. O vigna
Di Sion desolata! O del Signore
Contaminata greggia! Un’altra volta
Umanità corruppe le sue vie,
E ne’ diletti della carne assorto
Di Dio si rise e del suo ciel lo spirto.
Tal Roma io vidi. E tu, Divino, a questo
Di bugiardi splendori idol caduco
La fronte inchini trepidando? Tu
Sovra la curva de’ rotanti soli
Uso a colloqui coll’Eterno, udirne
Credi la voce d’un Urban sul labbro?”

     Gli ardenti detti placido ascoltava
Nè di negar nè d’assentir fea segno
L’alto Toscano. Poi dicea: “Se brama
Del poetico allor, figlio, ti punge,
Ben le tue chiome un dì n’andranno altere;
Così fervida hai l’alma, e così piena
Rompe facondia dal tuo sen. Tonava
Non altrimenti, e contro Roma il fulmine
Vibrava dell’indomita parola
Lutero. Intorno a lui d’audaci prenci
E di popoli armati era un tumulto
Procelloso. Cantavano di Roma
Dissipato l’altar: del Quirinale
Sulle macerie la ripresa rete
Nudo asciugava il Pescatore antico.
Che fu, garzon, che fu? Di tanti moti
Qual fin si vide? Dal profondo emerse
Roma immortale, che il discisso velo
Ricompone longanime, e la preda
Con lenta pugna al predator ritoglie.
De’ Pontefici il fasto, o figlio, assali,
E l’immago di Dio scerner ricusi
Nel coronato Aronne. Il guardo hai breve,
Se dall’ombra scevrar non sai la luce
E come il vulgo del parer ti pasci.
Visibil sir di non visibil regno,
Di Dio la possa e d’uom le colpe ei veste;
Tu nell’uman t’affisi. Ostro e corona
Venner co’ tempi e dileguar potranno
Anco co’ tempi: per cangiar di foglie
Virtù la trïonfale arbor non perde,
Perchè profonde ha le radici in Dio.
Nè di soverchie pompe io ti diniego
Ingombrato talora il nostro rito;
Ma se del tempio le dorate volte,
Le simboliche lampe e la diffusa
Pegli anditi sacrati onda del canto,
Vano tu credi popolar trastullo,
Figlio, dell’uomo tu nel cor non leggi,
E poeta non sei. L’Onnipotente
Ben io nel volto delle stelle adoro:
Pur quando all’alba l’umile chiesuola,
Che vedi là, m’accoglie, e l’inno ascolto
Delle devote vergini, lo Sposo
Propizïanti a’ nostri error, più cara
Nè men solenne dentro mi risuona
La voce dell’Eterno. Il cor s’indura
Di scabro ver nella ricerca: usato
Colla materia a trattenersi, il lezzo
Tosto ne bee, lezzo di fauno e tigre,
Se l’onorande lagrime felici,
Appiè dell’ara prorompenti, il gelo
Non accorrano a sciorne e la fragranza
Evaporata a rinnovarne. Immondo
Di loto e sangue i lidi della vita
L’infante afferra; ma la Fè nel grembo
Virginal lo raccoglie, e de’ suoi riti
Per la cerchia magnifica, dall’onda
Rigenerante a’ balsami lo guida
Che al moribondo atleta ungon la fronte.
Così per questo di chiarori e d’ombre
Barlume antelucan passa il credente,
Sul fango il piè, ma coll’aurora a fronte,
Che di misterïose aure la chioma
Sudata gli carezza. E chi si vanta
Gl’intelletti snebbiar? Chi dritta ostenta
Carità pegli umani, a cui gli eccelsi
Simboli invola che un celeste Padre
Svelano al cor, l’origine celeste,
Celeste il fine? A fratellanza educa
L’altare, o figlio; ed il tapin che vede
A sè dallato genuflesso il grande
Che nell’aurea quadriga ha maledetto,
Sente che al nappo d’un comun dolore
Tutti beviam; che tutti bisognosi
D’un’alta aita trascorriam quest’ora
D’assegnato cimento. Appien gli arcani
Dell’uom Roma comprende: a tutti madre,
Tutte l’umane dissonanze accorda,
Le altezze appiana; e di più saldo schermo,
Che ferree leggi e carceri non fanno,
Il comun dritto carità circonda.”

     Di lieta meraviglia or si pingea,
Come chi ascolti non atteso vero;
Ora a sogghigno incredulo le labbra
Atteggiava il poeta e soggiungea:
“Parlante al core, alla ragion conforme,
Degna di Dio, benefica a’ mortali,
È la Fè che dipingi. Ma di Roma
Questa è la Fè? Le vie son queste e l’arti,
Onde all’omaggio de’ suoi dommi alletta
I popoli volenti? Affettüosa,
Provvida madre in ver, ch’ove sue poppe
Altri non sugga, le bipenni affila,
E alla catasta, in cui de’ figli ambuste
Crepitan l’ossa, allegra benedice.
Lei mansüeta e di fraterne cladi
Immacolata attestano Tolosa
E le valli del Rodano cruente
Di gusmanico eccidio. Agape santa
Era la notte che le bianche chiome
Trascinar vide Colignì nel fango;
E di misere fughe e d’ululati
Fur piene le tue vie, Francia tradita.
Madre costei? Chè non la chiami astuta
De’ comuni tesori usurpatrice,
Che lo Spirto di Dio, retaggio e lume
D’ogni vivente, fa suo proprio; e chiusi
Gli evangelici paschi e le fontane
Disuggellate dall’Agnello, impugna
L’armi terrene a rincacciarne i volghi
Assetati di Fè? Tempio vivente
Dell’Eterno noi siam: verace parla
Di Dio la voce in noi. Qual altro accento
Infallibil può dirsi, a cui s’opponga
L’oracolo del cor? Dal lungo intanto
Ossequio delle menti insuperbita
Roma nel regno delle pie credenze
Più non contien l’orgoglio, e vïolenta
I cheti imperi alla ragione invade.
Arbitra non veggente il vol prescrive
All’umano pensier: spegne la lampa
Vestigatrice in man del sapïente,
E nel nome di Dio rabbuia il mondo.
Tu lo sai, Galileo! Ma delle posse
Tenebrose di Roma e de’ tormenti
Nel tempio orditi al libero pensiero,
Già passata è stagion. Dall’officine,
Che pria vide Magonza, emulo al giorno
Esce un fulgor che d’ignoranza i mostri
Dalla terra disperde. Agl’intelletti
Sgomentata tirannide prepara
L’ultime pugne. O d’Anglia e di Lamagna
Nobili figli, a cui men dura è morte
Che mental servitù; se vi par lenta
La vittoria del ver; se questa inferma
E decrepita Europa con orrendo
Spettacolo di guai l’alma v’attrista,
Volate all’Oceàno. Immensa terra
Ch’oltre il confin d’Atlante a’ dolorosi
Di tutto il mondo il Genovese aperse,
Di sue vergini selve e de’ suoi fiumi
L’alte latèbre vi dischiude. O d’oro
Troppo feconda America, che un tempo
Allettasti il furor d’ispane belve,
Tal che squarciato ancor ne porti il fianco;
Le pietose tribù, che all’empio giogo
Si sottrasser d’Egitto, e salmeggiando
Entrano i tuoi deserti, ove una tenda
Libera alzar, non sospettosa accogli.
A te non fune nè staffil che il tergo
Laceri a’ figli tuoi: non de’ molossi
L’orrido ceffo a lanïar le reni
Della schiava fuggiasca: a te de’ padri
Portan l’austera Fè; puro costume
E ne’ mali temprate anime invitte.
Ove giacquer paludi, ombrâr foreste,
Sorgon ville e città: d’arti, di leggi,
Di sodalizi e di commerci in pace
Io già veggo fiorir le glorïose
Cittadinanze; e libertà che varca
Gli Erculei segni, e la divina pianta,
Svelta d’Europa, a nuove Rome apporta.”

     Alla fervida voce, all’ispirato
Presagir del magnanimo Cantore
Di gioia un lampo le severe gote
A Galileo trascorse. I continenti
E gl’immensi arcipelaghi, agli stormi
Cogniti or sol de’ volteggianti cigni,
Popolarsi di vele ei rimirava;
E civiltà su’ conquistati scogli
Erger festosa il redentor vessillo.
Nel superbo pensier tutto raccolto,
“Perchè, dicea, perchè l’eroica gente
Che pe’ lati Oceàni alle venture
Schiatte prepara gli opulenti seggi
D’inclite industrie, se comuni i fasti
Ed il sangue ha comun, perchè l’altare
Non ha comune, ed unica non suona
De’ fratelli la prece? A suo talento
Perchè ciascuno Iddio si foggia, e muta,
Come muta stagion, riti e costumi?
Ah, se custode de’ celesti veri
Autorità non siede e sola il pane
Di sapïenza a’ parvoli non frange,
D’umane fantasie ludibrio, o figlio,
Vedrai farsi l’Eterno; e stanca l’alma
Del vano fluttuar, come fanciullo
Indispettito che le case atterra
Fabbricate per gioco in sulla sabbia,
Gl’idoli suoi respingere, e la creta
Delirando abbracciar, ultimo nume.
Allor virtù fian le ricchezze, e l’ebbra
De’ sensi voluttà bene supremo.
Allor dalla venale Africa onusti
D’umana carne scioglieranno i pini
Glorïosi di libera bandiera;
E nettaree bevande e molli vesti
All’ignavo colono appresteranno
Nel pien meriggio trambasciando i Neri;
Allor più dura d’ogni duro giogo
Libertà fia che vieti al cittadino
Trar di sua notte l’abbrutito schiavo.
Ma nè Pisa nè Genova, che fide
Al cattolico rito i patrii fôri
Cinser devote di marmorei templi,
Fur men libere e grandi; e le tue vele,
Prode Vinegia, al musulman furore
Men tremende non fur, perchè le spoglie
Delle vittorie al Dio grata appendevi.
Equa fortuna infaticabilmente
Volve sua rota: ad altre genti il sommo
Or è dato tener. Del santo raggio,
Che le strade di Dio segna a’ mortali,
Guardïana severa, in ogni soffio
Roma paventa insidïoso assalto,
E la ragion, se non concessi voli
Tentar le sembri, minacciando affrena.
Ma de’ roghi il racconto e delle scuri
Per cattolica rabbia insanguinate
Lascia, garzone, al rétore ventoso
Che lo stral drizza a Roma e non s’avvede
Che l’uom percote. E dove e quando ardente
Religïosa furia i petti invase
Che il sangue non piovesse? Umani capi
Quelli non fur, che del Tamigi a’ ponti
La man confisse dell’ottavo Enrico?
Men cocenti e voraci eran le fiamme
Che Calvino accendea? Sulle vergogne
Di questa cieca umanità gettiamo
Il manto, o figlio; e finchè spunti il giorno
Che rimondata del terrestre limo
Novellamente a’ bianchi padiglioni
Roma gli erranti accolga ed un l’ovile
Torni ed uno il pastor; l’ire, le pugne
E le colpe comuni e le sventure,
Che fanatica erinni in terra addusse,
De’ placati nepoti abbiano il pianto.”

     Qui tacque il Grande. Già scomparso il giorno,
Cadean l’ombre più folte e la campana
Di San Matteo coll’argentino squillo
Salutava la sera. A lento passo,
Dal lato opposto del giardin, Maria
Verso il padre traea, di poche rose
Legando un serto. Nel crescente buio
Già le siepi sparian, sparian le piante;
Ed ella ritta in piè presso i seduti,
“Padre, dicea, se non t’incresce, è l’ora
Della preghiera.” Il venerando capo
Si scoperse il vegliardo, e non pensando
Altrettanto fe l’Anglo. Allor la Donna
Le man giungendo e le serene luci
Devotamente al ciel levando, orava:
“O de’ cieli regina, o di perdono
E di misericordia immenso fonte,
Madre d’amore, aura vital, dolcezza
Unica nostra ed unica speranza,
Salve! A te solleviamo il nostro sguardo
Noi d’Eva esuli figli: a te gementi
E lagrimanti sospiriam da questa
Bassa valle del pianto. Or tu pietosa
Soccorritrice a noi cotanto afflitti
Que’ tuoi miti amorosi occhi converti
E non tardar. Fa che di questo esiglio
Uscir possiamo avventurosi, e mostra
A noi, tuoi fidi, il benedetto frutto
Del ventre tuo, Gesù! Salve, clemente,
Umile e pia, che di dolcezza avanzi
Quante vergini fur, salve, Maria.



II.

     Grande, rossastra, come vela in fiamme,
Di dietro all’Apennin salìa la luna,
E di limpido albor le sottoposte
Pensili selve e le dormenti valli
Inondava dell’Arno. Assorto il vate
Nell’alte cose udite e nell’incanto
Di quell’itala notte, occhio e parola
Più non movea. Per entro al vaporoso
Candido mar spiccavano le torri
Della bella Firenze, e come vetro,
Che il sol percota, qua e là dall’ombra
Il fiume uscìa riscintillando. Al bosco
Le fronde non stormían: le vie deserte
E senza voce i casolari. Il volto,
Su cui pieno battea l’argenteo raggio,
Maria da’ cieli non toglieva ancora,
Quando il padre chiamolla, e pochi detti
Sommesso mormorò. L’orme rivolse
Vêr l’attigua magion quell’amorosa;
Ed il cieco divin, la man premendo
Del poeta, dicea: “Mio sol, mio giorno
Era un tempo la notte. Allor che l’alba
Tingea di perla all’orizzonte il lembo,
Su me scendean le tenebre: caduto
Dalle stellate altezze io lagrimava.
Or, come vedi, cecità mi fascia;
E la mia vita nebulosa un verno
Sconsolato sarebbe, ove sostegno
A’ dolenti miei dì Maria non fosse,
Quell’angiol mio che tu scorgesti. Edipo
Io di gran sfinge decifrai l’enimma;
E questa dolce Antigone al mio fianco
Posero i cieli. Dal vicin convento
A me vien desïata, e non le grava
L’estasi sante della cheta cella
Per me lasciar, mondano ancor.” Di pianto
Gli occhi velârsi all’ospite: la guancia
Declinò sulla palma e taciturno
Stette alcun tempo. Poi dal cor turbato
Sospirando parlava: “E che rimane,
Tolta la luce, di giocondo in terra,
Se non l’amor? Che se contesa un giorno
A me pur fosse, nè le dolci tinte
Dell’aurora e del vespro, estiva rosa;
Pascenti greggi, o la divina faccia
Dell’uom più non vedessi; astro nascoso
Sulle tenebre mie splenda l’amore
D’ingenua figlia che a Maria somigli.
Ma questa tua caligine è meriggio
D’infinito fulgor. Nella tua mente
Oceanica, o padre, il ciel discese
Radïante: de’ soli e de’ pianeti
Tu l’armoniche danze ancor misuri,
E dall’ombroso tuo sedil le fughe
Ignee d’Arturo e d’Orïon governi.
Ciechi siam noi. Che se cortese hai l’alma,
Come eccelso il pensier, padre, di tante
Meraviglie, che primo in ciel leggesti,
Fa che alcuna contempli, e dall’Orebbe,
L’orma veduta del Signore, io torni.”

     “Figlio, rispose Galileo, precorsi
Al tuo desir; nè tarderà Maria
A soddisfarlo. Ma tu, nato a’ sogni
Della mente leggiadri, e d’Elicona
Alle velate finzïoni avvezzo,
Pago sarai che il ver ti disasconda
L’austera faccia ed al tuo sguardo involi
Il lieto error che t’abbellía natura?
Se t’accada, garzon, che sordo Amore
I tuoi voti ricusi, or più non fia
Che i notturni tuoi lai la Luna accolga
E compagna fedel venga nel bosco
A pianger teco. Io l’imperlata biga
E l’arco le rapii: cinerea larva
Le umane valli indarno ella contempla.
E questa Terra che un vetusto orgoglio
Dell’universo salutò reina,
Stabil reina, a cui ministri intorno
Il sole si aggirassero e le stelle
Disseminate per l’immenso vano,
Io, giusto librator, balzai di trono
E fra l’ancelle rilegai. Le toghe
Furibondi squarciâr, d’alti clamori
Assordarono i chiostri e le tribune
I novi Scribi, a cui l’adulterato
Aristotile e l’irto sillogismo
Fruttavan agi, riverenza e fama.
Me temerario novator; di Roma
Me schernitor gridarono i maligni,
Me blasfemo e sacrilego: le genti
Teser l’orecchio abbrividendo; un motto
Poi lanciâr sul caduto e dileguaro.
Io di Roma nemico? Se di Dio
A lei cale diffondere l’onore,
Opra feci diversa io, che nel tempio
Delle divine glorie non fumante
Cera o vile licor, ma sterminati
Gruppi di soli, pria non visti, accesi?
Io rapitor di sua corona all’uomo?
Io che tratta di dosso al vanitoso
Una porpora irrisa, ale gli diedi
Da spazïar nell’Infinito, e gli astri,
Ultime scolte a’ limiti del mondo,
Di sua ragion sommettere al comando?
Rota la Terra: obbedïenti al Sole
Si volgono con lei Marte sanguigno
E Venere falcata: enorme Giove
Quattro lune discopre, a cui securo
Più ch’all’Orse il nocchier fida le vele.
Prossimo al Sol Mercurio avvampa; e move
Pe’ novissimi spazi in gelo avvolto,
A vedersi tergemino Saturno.
E tu, vase di fiamma, astro gigante,
Che regalmente la movenza affreni
De’ seguaci pianeti, augusto Sole,
Dell’immoto tuo soglio e de’ torrenti
Lucidi, che pel nero etra diffondi,
Non superbir! Col vindice baleno
Le mie pupille saëttasti intente
Nel tuo volto sovran; ma non sapesti
Già le tue macchie ascondermi, o nebbioso
Genitor della luce. Ampi di fumo
Oceàni io distinsi e rubiconde
Isole fluttuar entro il tuo seno
Ch’incessante bufera agita e squarcia.
Ben sei giovane ancor; nè le tue tende,
Se la rimota vista non m’inganna,
Sono ancor fisse, o Sol! Splendi dal centro
Agli opachi vassalli, e portentosa
Aura intanto ti volve a’ sconosciuti
Porti, che il costellato Ercole alluma,
Nell’azzurro profondo. Entro la zona,
Che Lattea nominaro e primo io scorsi
Di stelle innumerabili corrusca,
Tu, negletto monarca, umil veleggi;
E tra le sfere turbinanti illeso
D’invisibil nocchier la man ti scorge.
Gloria a Lui, gloria a Lui! Scender di soli
Fitta una pioggia per l’Immenso io vidi,
Quali di rosa colorati e d’oro,
Quali d’indaco aspersi; astri con astri
Avvicendarsi e mobili universi
D’altri universi discovrir la via,
Io vidi esterrefatto; e quando giunta
Al limitar del vuoto e della notte
La veduta moría, l’agil pensiero
Correva ancor gli spazi immensurati
E novi soli dal fecondo abisso,
Come sabbia dal mar, nascer vedea.
O sventurato, cui de’ cieli aperto
Il volume non fu! Più sventurato
Chi nell’ardente poesia de’ cieli,
Stupido testimon, non sente Amore!”

     Taceva Galileo. Collo strumento
Conquistator della distanza al padre
Tornata era la donna e l’occhio immane
N’avea volto al tuo disco, aerea Luna,
Che a mezzo il tuo cammino alta splendevi.
Lo sguardo v’appressò, nè lungamente
Stette l’Anglo a mirar, che si ritrasse
Impaurito dell’arcana possa
Che al ciel pareva avvicinarlo. Immota
Maria sorrise; ed ei riscosso alquanto
Dall’immenso stupor, “Montagne e valli,
Esclamava, toccai! Tra mondo e mondo
Qual ponte hai steso, o Galileo! Ma dimmi:
Quegli aspetti son veri? O vana immago
Svia con bugiarda somiglianza il senso?”
Il Tosco rispondea: “Non hai veduto
Come l’ombra lassù si allunghi e scemi,
Non altrimenti che far soglia in terra?
Non hai veduto alle montagne in vetta
Furtiva rosseggiar prima la luce,
Poi scender dilatata entro le valli,
Come avviene quaggiù?” L’Anglo riprese:
“E vi son mari e fiumi? Il suol s’ammanta
D’erbe e di mèssi? Le felici lande
Sguardo rallegra d’anime viventi?”
E l’austero Geometra: “Tu chiedi
Più che non possa mia scïenza apporti;
Nè mai giorno verrà che a tanto attinga
Intelletto mortal. Ma quando io scerno
Che abitabili piagge han Marte e Giove,
E di spirabil aëre vestita
Iride e nembi Venere conosce,
Credibile non parmi che Colui,
Che l’ostel fabbricò, voto il lasciasse
D’abitatori. Esìl grano d’arena
Nell’oceàn degli esseri è la terra.
Se noi, cotanto in fondo, i firmamenti
Pur abbracciam coll’alma, e contemplando
Di giro in giro ci leviamo a Dio,
Chi torrammi la fè, che popolate
Sian di più pure, amanti Intelligenze
Le più nobili sfere, e ripercosso
Da tutti quanti i cieli, unico, immenso
Inno di lode al Creator risuoni?
Tal mi detta una fè; sull’alto arcano
Tace scïenza. Dall’audaci inchieste
Che di qua dall’avel non han risposta,
Tempo è ben che si tolga, e di glossemi
Più non faccia tesoro a cui suggello
Legittimo non pose esperïenza,
Paragone del vero. Allor ch’io venni
Ne’ suoi giardini, a me disse Sofia:
Figlio, del mondo le riposte origini
Non ricercar, nè a qual lontano termine
L’universo si volva: impervie tenebre
All’umana ragion, quando la fiaccola
La Fè non alzi e l’atro calle illumini.
Modesta più, ma men fallace indagine
A te fia di natura il libro svolgere
Che chiuso giace, di segrete sillabe
Tutto vergato e d’incompresi numeri.
Così la dea parlommi, ed una chiave,
Che già tennero Euclide ed Archimede,
Dal sen si trasse ed a me porse. I moti
Perenni e le mutabili sembianze
Del creato mirai. Come di notte
Fanciul smarrito alla foresta intende
Strani romor, per cui giganti e mostri
Vede atterrito grandeggiar nel buio;
Tal di natura i penetrali entrando
Io d’incognite posse il guizzo intesi
Meravigliose, onnipossenti. I germi
Sciolti fervean. Nel fior che i rabescati
Petali attorce in calice; ne’ fiocchi
Della neve cadente e de’ cristalli
Nelle rigide facce egual misura,
Numero egual m’apparve. Assidua vece
Di forma in forma l’atomo sospinge
Primordïal; ma non flessibil Parca
Regge con ferrea man nozze e dissidi.
Tal di vita e di morte alterno fato
L’universo ritempra! Ove s’accampa
Bella di molti tremolanti fochi
Presso l’Orsa minor Cassiopea
Sorger fu visto subitano un sole
Che più tempo rifulse: a poco a poco
Poi scolorossi e sparve. E tale ardevi
Forse nell’alba del creato, o Terra,
E lenta ti spegnevi! Invitte posse
Che ancor tremoti pascono e vulcani,

Ti sconvolsero un tempo. Alghe e conchiglie,
Cangiate in sasso, d’Apennin sul dorso
Il mandrïan raccoglie, e d’elefanti
Cavi teschi in Valdarno urta l’aratro.
Laghi di fiamma e di metalli ondeggiano
Nelle viscere tue: venti e baleni,
Geli ed ardori, grandini e rugiade
Vivide forze accusano, che avara
All’occhio esplorator natura asconde.
Io scovrirle tentai. Nell’ardua prova
La vecchiaia m’incolse; e dell’ignota
Contrada a cui tendea, novo Colombo,
Visti non ho che ramoscelli e fiori
Rari, per l’acqua galleggianti. I tempi
Son nondimen maturi: al cor presago
Novi cieli fan cenno e nove terre.
Già delle scole a tirannia devote
Taccion gl’inani oracoli che d’ombre
Fascinatrici e di pompose ambagi
L’egre menti nudrian: per sè le porte
Si spalancan del tempio e sgomentati
Dalla luce del ver gli dei sen vanno,
Cui cento età curvarono la fronte.
Animosi intelletti alla natura,
Provando e riprovando, i chiusi arcani
Ad uno ad uno involano: di seste
Ardimentose e di scandagli armato
L’uom trascorre la terra, ed al suo cocchio
Docili aggioga le selvagge forze
Che gli evi tenebrosi empiean di larve.
L’ali incatena al fulmine: il listato
Cinto fura alla luce; e gli elementi
A suo senno stemprando, a novi corpi
Origin dona: civiltà procede,
E di saper, di costumanze e d’agi
Più nobil fassi e più gentil la vita.
Cotanta di trofei mèsse corranno
Lungo il sentier, che ritentando io schiusi,
Le non remote età! Di sue conquiste
Il mortal tuttavia non inorgogli;
Nè sè creda alle cose unico sire,
Unica legge e fine. I monti adegui:
Misuri i mari: annoveri le stelle;
Ma dì non sia, che baldanzoso usurpi
Trono non suo. Segreto affanno il core
Talor mi stringe, o figlio. Arme tagliente
Misi in pugno al mortal. Contro il suo petto
Ch’ei forsennato non la volga, ed ebbro
Di miseranda insania, — È mio lo scettro,
Sclami, del mondo: alfin mel rendi, Iddio.”

     La fronte si percosse, e somigliante
Ad uom, ch’immago luminosa afferri
Nell’ansia mente d’improvviso apparsa,
Il poeta levossi. Indi ristette
Sospeso alquanto, e posto al labbro il dito,
Lo sguardo a terra, in gran pensier s’immerse.
Poi di subita fiamma il volto acceso,
Acceso le pupille, “E che paventi,
Sclamava, o Galileo? L’orma di Dio
Chiara così nell’universo appare,
Che a Lui naturalmente il cor s’innalza
Non gravato di fango. Ove pur fosse
Che rigida scïenza, a’ corpi intesa,
L’alme obbliasse: riprendesse i regni
Atei la carne: le robuste fedi,
I magnanimi istinti e le speranze
Immortali dell’uomo orrenda piena
Di torbidi marosi travolgesse;
Conservatrice del superno foco
Che l’avvenir rallumi, arca di Dio,
Sul tetro abisso Poesia galleggi;
E alle giovani stirpi, che redente
Scendon dal monte a ripigliar gli alberghi,
L’antico ver, che gli avi tralignati
Ebbero a scherno, un’altra volta impari.
Odimi, o padre. D’amoroso ospizio
Nella regal Partenope cortese
L’aureo Manso mi fu. Dagli anni oppresso
E da fortuna, vacillante, infermo
Visto avean quelle soglieil gran Torquato
Cercarvi asilo. In riva al mar torreggia
L’ampio palagio. Il nobile signore
La stanza m’additava, e ne’ viali
Ombreggiati d’aranci e di cipressi
Il memore sedil, dove posava
Muto guardando la natal marina
Il Grande melanconico e piangea.
Piene dell’alta deità le selve
Mi parean: per l’immoto aere melodi
Correre udiva e arcane consonanze
D’arpe celesti. Perocchè la Musa
Che d’Aminta le pene e di Goffredo
L’armi cantato avea, di Dio lo Spiro
Che feconda l’abisso e l’universo
Ordinando distingue in Sette Giorni,
Fra quelle piante celebrò. Gran tela
Di battaglie e d’amori io nel pensiero
Ordita avea giovenilmente. Un lampo
Sperse que’ sogni e mi spirò subbietto,
Che virtù nova dalla tua parola
Attinge, o Galileo. Veglio divino!
Poi che sinistro antiveder t’accora,
E paventi che tumida d’orgoglio
Scïenza contro Dio l’armi non prenda;
Io rammentando al secolo superbo
L’antico fallo, ond’abbia esempio e freno,
Dell’uom la prima inobbedienza e ’l frutto
Canterò del vietato arbore, amaro
Frutto letal, che sulla terra addusse
Onda infinita di sciagure e morte,
Oltre l’Eden perduto; infin che scende
Da’ cieli a ristorarne Alma più grande
E ne racquista le beate sedi.”

     Alzossi Galileo. Congratulando,
Come l’uom fa ch’alti proposti intende,
Il giovane abbracciò. L’aura notturna
Già le membra pungeva: all’orizzonte
Chinata era la luna. Al fedel braccio
Di Maria s’appoggiò l’augusto vecchio,
E verso la magion prese il sentiero.
Per un istante il capo ella rivolse,
E sparsa di rossor, le poche rose
Ch’avea raccolte e timido saluto
Diede al garzon, che ravvolgendo in core
Sublimi visïoni, inscio de’ fati
Che in patria l’attendean, scese dal colle.






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STÉPHANE D'AMOUR [17.535] Poeta de Canadá

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Stéphane D’Amour 

(Montréal, Québec, Canadá 1961). 
Sus poemas también han sido publicados en revistas y antologías internacionales en Québec, India, México y Macedonia. Algunos de sus poemas fueron exhibidos en exposiciones de pintura, arquitectura y escultura en Québec y México. Ha participado en festivales de poesía en Québec, El Salvador y Macedonia/Albania. En 2009 fue becario del Fonca y del Conseil des Arts et des Lettres du Québec para escribir en la Ciudad de México.

Stéphane D’Amour est un poète québécois né à Montréal. Il a publié quatre recueils de poésie aux éditions Les Herbes rouges: L’île (2006), finaliste au Prix du premier recueil de poèmes de la Fondation L.A. Finances pour la poésie (Paris), La peinture (2008), Dans mes paysages (2012) et À demeure (2015). Ses poèmes ont été également publiés en revue au Québec et en Inde, de même que dans des anthologies internationales parues au Mexique et en Macédoine. Certains de ses poèmes ont été diffusés à l’occasion d’expositions portant sur la peinture, l’architecture ou la sculpture. Il a été invité à des festivals de poésie au Québec, au Salvador et en Macédoine/Albanie. En 2009, il fut boursier du Conseil des arts et des lettres du Québec et du Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, ce qui lui permit, en résidence à Mexico, d’entreprendre la rédaction d’un recueil de poésie explorant le thème du patio dans une maison imaginaire dépourvue de murs.

Publicaciones:

2006 - L'île, Les Herbes rouges, Montréal
2008 - La peinture, Les Herbes rouges, Montréal
2012 - Dans mes paysages, Les Herbes rouges, Montréal
2015 - À demeure, Les Herbes rouges, Montréal

Distinciones: 

1993 - Boursier du Fonds pour la formation de chercheurs et l'aide à la recherche (FCAR)
2008 - Finaliste au Prix du premier recueil de poèmes de la Fondation L.A. Finances pour la poésie (Paris) : L'île
2009 - Boursier du Conseil des arts et des lettres du Québec et du Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (résidence à Mexico).


La noche pentagonal

Suave cae la lluvia leve
en su memoria donde cada lugar
se deshace y desliza
hacia la forma universal del patio
para amparar la bandera tórrida
abrazarla verde blanco rojo
como una flor viva
que esparce sus raíces por las calles
hasta cada patio de la ciudad.
En este patio
bajo el árbol entre las ocho columnas delgadas
que soportan el blanco pentágono erizado
escribe el poeta
como si estuviera
en un pozo
al fondo de la luz del aire del sonido
de la mirada del arquitecto
para que florezca encima de los extranjeros dormidos
la noche pentagonal.




Animal político

Sol
sobre
sol
en el lugar exacto de la idea que hiende
la pared de vidrio esmeralda
donde aparece
la extraña sombra de un animalito
preso en un ojo de oro
antes de desaparecer en la
realidad
volviéndose roja
sobre la cantera
la antena de sillas que lleva
a cuestas
un hombre saliendo del patio
docena de sillas rojas siguen
la curva vertebral
del mitin político de anoche
opinión
sobre
opinión.




Mientras

Mientras el espacio busca
el silencio
del tiempo. Mientras
la piel sigue
la modulación morena
del aire. Mientras los pilares
de madera encierran
el cielo distraído
y las blancas mariposas
huyen por la hendidura
en la luz mental. Mientras
la mujer sentada
como Gerónimo ojos cerrados
atraviesa el río de cristales
que la rodea.
Mientras afuera la balacera
coloca
la jaula indecible
en el amor.



Dos esculturas de Rubén Vázquez Arellano

1. Venus

circula lo geométrico en mi abstracción
de estos tiempos dificiles

como un satélite
cavando el espacio con sus tres alas
que parecen tres cometas que
parecen tres liras de metal que
cantan para atraer otras para
que se toquen los pies las manos las cabezas
que tome forma el gran cuerpo múltiple
encorvándose como el vacío
entre las estrellas en torno al sol
que late
dentro de la esfera multicolor del pueblo mexicano
en marcha en la belleza envolviendo
el amor la poesía la sabiduría
la verdadera lógica de las fuerzas
fuera de la que
no hay nada

esto es lo que siento



2. Lunas y bridas

lunas son esferas esculpidas al flanco
del espacio desgarrado

bridas reflejan las hendiduras donde aparece
al trasluz el secreto de la materia sombría

esos ojos de metal lunático sólo
miran a su propia reconstrucción eterna

bridas que sobran del tiempo huido
esos fulgores arqueados sobre el vacío geométrico

entretejidas vuelan idea y mirada
a través de la entropía mental lunar

lunas son nudos sin desenlace del drama
de la ausencia final

lunas recortan en sí mismas el gran
umbral móvil ensimismándose



El pino blanco

En la orquesta
de la naturaleza
sobre el estrado más alto
sobre el pentagrama
de sus grandes ramas de equilibrio
el pino blanco
toca un aire
de suave viento.

traducido del francés por Françoise Roy

(publicado en Mexico: Banuelos, Raul y Solorzano, Laura (2010), El corazón de la madera y el viento. Colección de poemas: árboles del mundo, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, p. 88)



La palmera

La eterna impresión
contra el cielo
de un ramo de plumas estivales
esa dúctil ondulación verde
de animal de carnaval
que un espinazo amarrillo
retiene en el tronco del árbol sin ramas
esas palmas
esas arpas de los alisios
no arman escándalo
y caen bajo el tronco que crece
dejando una tras otra
su marca
como exvotos a lo perenne de la mirada.

traducido del francés por Françoise Roy



El arce de Giguère

Afianzado en la ribera
del tragaluz
de tanta realidad
la subida es empuje ebria
de luz más allá
de la serpiente de escalones
contra el aire comprimido de los años
para un disparate de frondosos saludos
en el Triángulo de verano
él con su baja cosmogonía
de redil aherrumbrado
que se traga
y protege
en los anillos de su edad.

traducido del francés por Françoise Roy



Extraits de Dans mes paysages, Les Herbes rouges, Montréal, 2012



BERTHIER-SUR-MER NO 2

chaque pas dans la prairie marine
comme un rouage fluide
du grand respir du paysage

*

BERTHIER-SUR-MER NO 41

si parfois la ligne de crête
musique minimale
le fil des idées pensée mélodique

*

PARC MOLSON NO 16
toujours ce sentiment au loin entre herbes et
feuilles quelque chose qui s’étire et
s’écrase sans bouger alors que je m’espace
par toutes lumières

*

PARC MOLSON NO 37

paraphes de neige
qui brisent le miroir invisible
les branches m’approfondissent
une identité derrière mes vitrages

*

VAL-DAVID NO 1

l’offre de la neige
lente    et    légère
dans le partage parfait de l’air

*

VAL-DAVID NO 19

les noms de filles anciens étiquettent
les blocs erratiques qui mettent
les points finaux sur la syntaxe géologique

***

Extraits de La peinture, Les Herbes rouges, Montréal, 2008



LA DENTELLIÈRE

(VERMEER)

Distraitement
penchée sur les fils
de la lumière la dentellière

notre pensée
s’achève en elle

doucement diffuse

derrière les yeux

s’ouvrant maintenant sur          l’invisible

*

D’APRÈS GEORGIA O’KEEFE

Passe
au sud du nord et affleure
au pas de l’amour
sur le doux et le mou
où les omoplates délient
le papillon senti
où les couleurs évacuent
leur lieu atomique
et le temps ne regrette plus
la solitude que l’espace étend
et les couleurs pénètrent en accordéon
jusqu’à la flamme
conque jusqu’au noir
sous la sensation avant la crispation

: matière d’une frontière :

*

HANDKE ET CÉZANNE I

Conforme à la lente leçon qui vient :
non pas la fluidité des formes
mais la solidité des couleurs :
Handke vient à la Sainte-Victoire
portant une montagne éclatante sur ses pas
qu’il suit là où sa route sa
solitude devient paysage : Cézanne ne se laisse pas
dérouter par le calcaire l’éclat
que sa palette peut retenir et garde son chapeau
que personne ne voit glisser
sur l’image chaude
du motif :
entre les mains rapprochées formant paysage.

*

D’APRÈS JACQUES DE TONNANCOUR :
LA PLAINE DU PAYSAGE LAURENTIEN

chaque tache approchée
jusqu’au su des yeux
enfoncés dans l’air fluide
qui enserre l’écorce ramifiée
comme si l’hiver
avait un sens chinois

une sensibilité prend
son pas abstrait
sur le plan planétaire
où chaque pas
est un horizon pour un monde
qui s’écrit
derrière ou devant soi

*

SCELSI
(JOSEPH BRANCO)

vu
de haut
cercle noir
le son rond
en son bleu
monté à l’eau
d’une planète
gazeuse
par
le saut
elliptique

 ***

Extraits de L’Île, Les Herbes rouges, Montréal, 2006


LA LOGGIA

Montée au champ de pierres
devenu ridelle
du sacré
au pied de la montagne
de briques jaunes
qui porte la loggia seule
au-dessus de l’église et des toits vides
dans le silence
des grandes ondes voyageuses
qui la ceignent de bleu.
S’anime d’ombres s’invente
personnages mais à l’abandon des airs
n’est que bouche de murmures
au-dessus des puits de lumière
face au mont Royal
beauté sans rancune
née avant
la bouche de métro sur la place en bas.

*

LA MAISON

Ces deux tourelles carrées
élevées dans le vivre
dans l’air brut
du pressé coffré
rouillé d’une esthétique
affable remontée aux sens
pour jeter les passerelles du regard
dans la détente des vitres
un sourire éloigné
trouve dans l’atelier
d’en face
son écrin d’amour
le promeneur glisse au pas du sentiment
demeure réel dans l’histoire
de notre architecture
au pied du socle de béton.
C’est une victoire.

*

FENÊTRES

La croix
le défoulement du vert
en profil par la fenêtre McGill
de loin
d’ici par le pivot
de la fontaine
sur soi
une fenêtre
de côté s’encaisse
dans les pensées de Gropius
et de Mies van der Rohe ordonnées
sur leurs arcades solitaires
face à face jusqu’à
la fermeture des pilastres corinthiens
géants de l’ordre depuis
Michel-Ange.
On ne voit pas
la rue en contrebas.
Le soleil est un voilier
de six heures à la fenêtre.

*

LE LIERRE

Ici même en cet instant
sous la géométrie des vols
dans la fente de ciel bleu présent pur
entre mur et balcon maison et hangar
le lierre ses paroles d’une encoignure à l’autre
cette manière végétale ruisselante sur le minéral coi
exhaussé du sol pour abriter le bois défait
d’anciennes forêts
lierre frêle signal lointain des temps
qui n’avaient pas de nom
pour l’intimité seule
ta chevelure cachait l’embrasure
des ensexés lierre paroles d’amour de la brise
tiède la nuit entends-tu les oiseaux des amants
remontant le corridor le sexe à l’air
qui changent de corps
s’apprennent de deux manières
montant au dormant
la nuit garante du perpétuel passé du ciel.

*

TROIS SOMMETS
 Le parc Summit

                                     pour Roch Duval

Pour monter
encore un peu
au-dessus des maisons
plus haut que la ville
îlot vert sur l’air
retenu tranquille par la
sangle légère des sentiers
laisse les gros chiens
promener leur nom
de riches cabots aux éclats sonores
bêtes enfilant dépressions et clairières
comme le renard
autrefois.
Joie de la truffe joie
du pas
l’urbanité des langues croisées
la promenade philosophique
en accord avec les choses
laissant aux chênes
le dépôt de la mémoire.







.






RODOLFO MATA [17.536] Poeta de México

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Rodolfo Mata

Nació en la ciudad de México, el 19 de abril de 1960. Poeta. Estudió lengua y literaturas hispánicas en la FFyL de la UNAM, la maestría en la Universidad de São Paulo y el doctorado en literatura iberoamericana en la UNAM. Ha trabajado como investigador de tiempo completo en el Centro de Estudios Literarios del IIFL de la UNAM. Traductor de portugués. Colaborador de Cuadernos Americanos, La Jornada Semanal, Revista Universidad de México y Vuelta. Becario del FONCA en traducción, 1997.

OBRA EN ESPAÑOL

Poesía 

- Libros individuales 

-Parajes y paralajes.  México: Aldus, 1998. 
-Temporal.  México, D. F. : Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Dirección General de Publicaciones [CONACULTA] (Práctica Mortal), 2008. 
-Qué decir.  México: Bonobos, 2011. Poesía - Antologías y libros colectivos Ventana de vísperas.  México: Universidad Veracruzana, 1989. 6. Vv aa. Enemigos/Enemies. Poesía contemporánea de la Ciudad de México y Londres.  México, D.F. : Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2014. 

Poesía - Estudios y crítica 

-Vv aa. Jorge Cuesta: la exasperada lucidez.  Presentación y selección de Raquel Huerta-Nava. México, D. F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Fondo Editorial Tierra Adentro; 266), 2003. 
-Vv aa. Modernidad, vanguardia y revolución en la poesía mexicana (1919-1930).  Edición de Anthony Stanton. México: El Colegio de México / Centro Katz de Estudios Mexicanos, 2014. Crítica y estudios sobre géneros varios - Estudios y crítica 
-Vv aa. Conjuntos. Teoría y enfoques literarios recientes.  Edición de Alberto Vital Díaz. México: Universidad Veracruzana / Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto de Investigaciones Filológicas / Instituto de Investigaciones Literarias y Semiolingüísticas, 1996. 
-Las vanguardias literarias latinoamericanas y la ciencia. Tablada, Borges, Vallejo y Andrade.  México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto de Investigaciones Filológicas (UNAM) / Centro de Estudios Literarios (UNAM) (Letras del Siglo XX), 2003. 



Nuestro nombre

Eras en la palma
de mi mano
pluma, hoja
piel que recorría
con la lengua
de mis ojos
voz que acariciaba
mis oídos
con tu nombre
nuestro nombre


La terapeuta

La postergación
la promesa del “más tarde”
y el desajuste celular
—me dijo la terapeuta—
son la verdadera raíz
de tu insomnio

Yo veía que sus ojos
azules como fuegos fatuos
oraculares
daban a su rostro
un fulgor de aparición
con la buena voluntad
de una sonrisa

Ella no entendía
—y yo no podía explicarle—
cómo nos habíamos ido

diciendo adiós
sin darnos cuenta

Y las huellas
que habíamos ido dejando
en el aire
pronto pertenecerían
a otra respiración

Tal vez la de un dios
de aquellos fugaces
que al retirarse
van mostrando
su silenciosa
magnanimidad



MISS REALITY, THAT GIRL

Ah, que yo fuera un imán tan poderoso
que el mundo entero se me viniera encima
junto con­tigo
Y así acabara mis días
embria­gado como pocos
devo­rado como un campo de maíz
por una par­vada de cuervos
como un ejército de girasoles
fecun­dado por un enjambre
destrozado como una madrugada
por los can­tos de los pájaros

Sólo así
amada Miss Reality
serás con­migo el polvo real
a que nos debemos
para que unidos podamos ir a destrozar
a algún otro indolente:
una reac­ción en cadena
como pocas
en esta guerra cruzada
por la paz


NACIMIENTO DE MISS REALITY

La real­i­dad y su cáscara
estilo dulzura
bajó a la tierra y se hizo Miss

Espec­táculo de tu presencia
mega­lo­manía del amor
a la som­bra de la sombra
de tu sonrisa

No me digas
que los obje­tos en el
espejo
están más cerca de lo que
aparentan

Quer­rías decir
¿Via­jarán más rápido
al aprox­i­marse a nosotros
hasta tocarnos?

¿Sonarán como sirenas?
¿O serán estridentes
hasta ensor­de­cer?

Como el despertador
que divide nues­tras vidas
entre yacer cadáveres
o deam­bu­lar muer­tos vivos

Como dor­mi­tar al sol
y cam­i­nar en una playa
olvi­da­dos del mundo
y por él relegados
a la felicidad


ESPÍAS

Me levanto para encontrar
que no he descansado
y me pregunto
¿Cómo es posi­ble vivir así?
Del día ante­rior recordaba
con per­fecta nitidez
los sig­nos inequívocos
durante la entrevista
de que habíamos logrado infiltrarnos
en los cuer­pos de inteligencia
y yo había comen­zado ya
a elu­cubrar un plan
que neu­tralizaría
por autodelación involuntaria
todas las fuerzas de elite
que oper­a­ban camufladas
en nue­stro territorio

Parecía tan sencillo
casi un sueño de pentotal
cuando sonó el celular
y comenzó el sordo enfrentamiento
la nego­ciación despiadada

No sabíamos qué rumbo tomar
y nos fueron dando escalofríos
yo lo percibía
en los silen­cios prolongados
que se abrían como abismos
en todo lo que habíamos logrado
sim­u­lacros de situa­ciones límite
como man­io­bras de evacuación

Bueno, ¿y tú qué piensas?
Cabal­los de Troya como osi­tos de peluche
Choco­lates del día de San Valentín
¿No crees que estás siendo un poco irónico?
Códi­gos sar­cás­ti­cos deflagrados
en alardes de egoísta criptografía
Entonces, cuando dices que me quieres,
o aque­lla vez que dijiste que me amabas
¿era, es y será una realidad
en el reino de la mentira?





.

TOMMASO GROSSI [17.537] Poeta de Italia

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Tommaso Grossi

Tommaso Grossi (Bellano, 20 de enero de 1790-Milán, 10 de diciembre de 1853) escritor italiano del siglo XIX.

Tras licenciarse en derecho en la Universidad de Pavia en 1810, Tommaso Grossi se mudó a Milán, a la casa de su maestro y amigo Alessandro Manzoni e intentó ejercer su oficio de abogado, pero el gobierno austriaco le dificultó medrar en su carrera en la abogacía y comenzó la literaria en dialecto milanés, lengua que usó para expresar temas e ideas del romanticismo, movimiento del cual era partisano convencido, y en la que escribió en 1815 su famoso poema Sogni, también conocido como La Prineide, inspirado por el linchamiento del ministro de finanzas napolitano Giuseppe Prina, violenta acusación contra el gobierno austriaco.

Después de su matrimonio en 1838, abandonó la literatura y se centró en su trabajo como notario, escribiendo el acto oficial de la fusión entre el Piamonte y la Lombardía y falleciendo de meningitis en 1853.

Obra

Prineide, 1816
La fuggitiva (en milanés), 1816
La fuggitiva (en italiano), 1817
Giovanni Maria Visconti, 1818
Sestinn per el matrimoni del sur cont don Gabriel Verr con la sura contessina donna Giustina Borromea, 1819
Ildegonda, 1820
In morte di Carlo Porta, 1821


ILDEGONDA

RAZONES QUE ESPONE ILDEGUNDA PARA NO HUIR CON
RIZARDO A PALESTINA.

Y el pecho de estas dudas agitado,
—Oye (responde con dolor), repara,
Primero y solo objeto que he adorado:
Sabe el cielo si te amo, y si dejara
Por seguirte á do quier, familia, estado,
Y esta patria que me es tan dulce y cara;
Dispuesta á desafiar con alma fuerte
Los más crudos reveses de la suerte;
Mas al pensar cuanta aflicción y llanto
Causara á la infelice madre mía,
Que el padre acusa de quererme tanto,
Y mi desliz en ella vengaría,
Y que antes de hora su fatal quebranto
Arrojar al sepulcro la podría,
Y que al morir invocaría en vano
Los últimos oficios de mi mano;
Mi valor todo entonces se mitiga,
Y aunque estuviera de morir segura,
Si aquí quedase; mi deber me obliga
A sostener aquí mi desventura.
Ten compasión, Rizardo, de tu amiga,
Evita un tal agravio á la natura:
No quieras ayl mi postrimer aliento
Envenenar con un remordimiento.

Ay! ay! bastante vacilar han hecho
Mi virtud harto escasa tus razones,
Sobrado pueden ya sobre mi pecho:
Sobrado siento, oh Dios! que me abandones.
Acuérdate de mí: que ya sospecho
Que no podré de hoy más ver tus facciones;
Ayl de tu apoyo y de tu amor privada
Oirás en breve que murió tu amada.
—¿Qué hablaste de morir qué es lo que dices?

Le interrumpe Rizardo sollozando



CANCIÓN DE RIZARDO DESDE LAS ALMENAS 
DE LA CIUDAD.

Hermoso estaba el cielo, limpia y pura
La luna en la mitad de su carrera:
Y de lejos en tétrica armadura
Un paladín, calada la visera,
En las almenas vé: todo yacía
En profundo silencio sumergido,
Que sólo de improviso interrumpía
Del centinela el grito repetido.
Alzase un canto.—Errante, peregrina
Con la cruz adornado el férreo peto
La regia casa abandonó Florina
Para seguir al adorado objeto:
Combatiendo á su lado en Palestina,
Fué el terror de los hijos de Mahometo:
Juntos los dos cayeron en la guerra,
Y juntos duermen en la sacra tierra.

Salía el sol espléndido y sereno,
Cuando ella á pelear se disponía;
Ahí no me sigas, no, le dijo Esveno,
Lo pido por tu amor, Florina mía:
Destrozo inmenso se prepara: al meno
Tu adorable vivir sálvase hoy día.
En vano... ambos cayeron en la guerra,
Y juntos duermen en la sacra tierra.
Los santos cuerpos fueron encontrados
Donde la mortandad fuera más dura,
Fuertemente sus brazos enlazados
En ademán de amor y de ternura:
Reposan sus espíritus bienhadados
En la paz del Señor y en la ventura:
Los cuerpos cual cayeron en la guerra,
Duermen unidos en la sacra tierra.—




DESCRIPCIÓN DEL CONDENADO

Y levantando el rostro ensangrentado,
Que perdiera al caer sus rasgos bellos,
Ve todo el aposento iluminado
De rayos infernales: y entre ellos
Se estaba atormentando un condenado
En la cabeza erguidos los cabellos,
Los ojos fieros de venganza ardientes,
Y de la faz los músculos turgentes.

Ni tanto por las llamas en que ardía
Martirizado el hórrido doliente,
Cuanto de otros dolores parecía
De que era destrozado interiormente:
Pues por la boca afuera le pendía
Desmesurada cola de serpiente,
Que con furiosos golpes redoblados
Le azotaba la faz por todos lados,
Y la cabeza con el tronco horrendo
Ibale por el vientre introduciendo.

De un brazo y más el reptil inhumano,
Divididas le tiene ambas quijadas:
El infeliz con una y otra mano
Le empuña y tira; pero todo envano:
Pues cuanto más en la sangrienta riza
Con desiguales armas se embravecen,
Sus escamas la fiera hincha y eriza,
Y con fuerza sacúdese, y levanta
Las espinas que el dorso le guarnecen,
Y en la carne del mísero las planta.
Silva la fiera, y mucho más se irrita
En el vientre profundo del mezquino,
Que entre ayes mil á borbotón vomita
Un negro torbellino
De sangre aglomerada y asquerosa,
Y por la ancha nariz echa sin tasa
Amarillenta bava y ponzoñosa,
Que sus mejillas y su barba abrasa,
Dejando un sulco por do quier que pasa.





ÚLTIMOS ENCARGOS DE ILDEGUNDA A IDELBENE

—Tú, dulce hermana, tú el cadáver mío
Tú sola has de tocar; este es mi anhelo;
Y colocado en acto humilde y pío
Sobre el triste ataúd, implora al cielo
Me conceda con mano bienhechora
La paz que al justo preparada tiene.
Lo harás, amiga? hazlo por mí,...Ydelbene
Va á responderla, quiere hablar y llora.
—No llores, prosiguió la resignada,

Tú me pondrás el cándido vestido
Que recamó mi tierna madre en vano,
El rosario en la diestra suspendido,
Y el crucifijo en la siniestra mano,
Y mi cabello con la cinta atado,
En que tu nombre al mío está enlazado.
Y si sacar mi cuerpo del convento
Dable fuera, cual yo desearía,
Pondránme en el antiguo monumento
De la familia con la madre mía:
Mas si el uso me niega este contento,
Sepultaránme aquí cerca mi tía,
Bajo la cuarta losa que se encuentra
En la lúgubre estancia, cuando se entra.

Y entonces tú dejando en abandono
Tanta infeliz que no conoce el llanto,
Cuando anochezca, sola y sin testigo
Vendrás á orar en el asilo santo;
Y postrándote imprime el labio amigo
En la tumba de quien te quiso tanto;
Que saltarán con tus ardientes besos
Estremecidos de placer mis huesos.

Traducción de Buenaventura Carlos Aribau













JUAN DE DIOS PORTO [17.538] Poeta de México

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Juan de Dios Porto 

(León, Guanajuato, México 1986). Premio de literatura “León 2012” (género Poesía) por el libro Encallado círculo. Participó en el mismo año, en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, CD. de México, así como en el Festival Internacional Cervantino.



Entras a una habitación tapizada con figuras de aves.
En el centro cuelga un cuadro, es la fotografía
de una ventana que da al mar.
Mientras esperas, tu mente pierde gravedad y se vuelve aérea.
Así sucede cuando la angustia invade.
Ensayas frente a la ola estática
la forma en que le contarás
sobre la última vez que viste una película con su hijo.
Hubo una escena que los impresionó mucho:
el protagonista le contaba una historia al cuerpo de su padre.
Tal vez eso querría tu primo antes de que apaguen las velas.

Tu tío abre la puerta y, con sus cuencas vacías contempla
a una corneja desprenderse del muro;
su ruido come lo que intentas decir.
Pronto las paredes se quedan vacías.
El enjambre de ojos y picos se aleja
por el cuadro que da al mar.



Azusa Kurosawa estudia el Monte Fuji.

En el año 864 el volcán entró en erupción.
Sobre la lava creció el bosque Aokigahara;
la gente prefiere llamarlo Jukai
que quiere decir mar de árboles.
Hoy nos adentraremos en él.   
En la entrada hay un auto aparcado desde hace meses.
“El suicidio era un acto propio de los Samuráis”
me explica mientras grabo el paisaje y sus pasos.

Hace treinta años que trabaja aquí. Su hijo menor
entró al bosque y no regresó a casa.  Azusa
guarda algunas pertenencias
de los cadáveres que nadie reclama.
“En el pasado las familias pobres abandonaban
a los ancianos en las montañas”.

Hacemos una pausa. Busco pequeñas piedras para llevarlas conmigo.
Han pasado varias horas y no he escuchado ningún pájaro.
Me siento junto a un árbol y abro el libro en una página cualquiera:
Esta mañana me despertó una voz
que regresaba desde mi infancia.
“Encontré algo.”
Enciendo la cámara, es un espejo, un paraguas y un mapa.
El mapa pertenece a otro lugar.

En este bosque hay innumerables senderos,
por lo que es fácil perderse.
En dirección al riachuelo alcanzo a ver una cinta amarilla
atada a un árbol.
Me explica que las personas, cuando no están muy seguras
de querer morir, las colocan para encontrar la salida.
“Si sigues la cinta, al final siempre encuentras algo”.
En la corteza está clavado un mensaje con ideogramas rojos:
“No me busques”.

Frente a la cámara cuenta que hace tres años
halló entre la hojarasca un manual de suicidio.
“Estaban todas las formas que pudiera imaginar”.
Había un capítulo dedicado a Jukai, y otro sobre el puente Overtoun.
El manual explicaba por qué
las personas y los perros elegían estos lugares
para matarse.

Llegamos a una casa de campaña, hay alguien adentro,
no alcanzo a mirar su rostro, tampoco Azusa.
La voz con la que le habla
es como la de un padre disculpándose con su hijo.
Me hace una seña y nos retiramos. En este momento un ave blanca
y otra negra se posan sobre la ramas de un ciprés.
“Cuando los encuentro colgados pienso que son como los títeres
que veía de niño”.
A estas alturas me confiesa guarda un álbum
con las fotos que llevan consigo.

Por las noches escribe para no dormir.
Cuando lo vence el cansancio sueña ser una anciana,
lleva en la mano filosas tijeras, vaga por el bosque
y se confunde con los demás viejos;
juntos miran cientos de ahorcados.
Su labor es cortar cada hilo.
Cuando está por regresar, el bosque cobra una tonalidad azul.
Al llegar a la carretera pasa una ráfaga de viento,
después (sucede así desde hace veinte años) escucha
la voz de su hijo entonar cantos tradicionales
que aprendió de Azusa.




Una placa fotográfica carcomida.
La emulsión de luz revela la imagen de tu miedo:
el hermano muerto, potro azul que cabalga
arrastrándote a lo largo del camino.

Las piedras rasgan la sombra amarilla de tu infancia.

El relincho es el comienzo de una película:
hay un puente, un túnel del que asoma el tren rojo.
Dentro aletean cientos de pájaros, dentro duerme
tu gemelo; en su sueño eres el caballo que arrastra
su cadáver.

La nieve no deja de caer, las nubes congeladas
se parten y derrumban.
La luna es un espejo, algo adentro arde.
Regresas a la casa sepultada
por el blanco silencio de la furia.
Regresas al miedo a los caballos.

El miedo al alazán que aplastó su llanto.



Z a p p i n g
                                                      
Antes de dormir haces un círculo
como el que realiza tu perro antes de echarse.
El sueño es una película muda.
En el estado M.O.R.
pasan escenas pornográficas.
                                                         
Programaste el televisor para las 4 a.m.
cuando crees que has despertado
miras en la pantalla la serie de pesadillas
que marcaron tu infancia.

Cambias de canal y el fantasma de un mimo te saluda.
Cambias de canal y la sombra de tu padre te sonríe.

Enciendes todas las luces
asomas tu cabeza por la ventana,
afuera el paisaje es blanco y negro.
Dobla la esquina el campaneo mudo de una bici.
Un hombre con bombín
se detiene frente a la casa,
deja su bastón junto al asiento,
voltea y aunque no ves bien su rostro
sabes que no eres tú vestido de Chaplin.



La pesadilla es:


a)           Una sinfonía tocada con cuchillos
b)           La sombra crispada de mi gato.
c)            Baile de arañas envolviendo el cadáver del sueño.
d)           El rifle con el que aniquilamos a nuestros muertos.
e)           La última verdad que nos queda.
f)             Una grabación que cada noche se repite 
(con monstruos distintos a veces).
g)           Otro:______________________________.



Para  I. V.


Mientras Richard dice que no
Brautigan sólo asiente.

El primero afirma que el mundo no le fue infiel.
El segundo carcajea.

Richard siempre le ha temido a las alturas,
por eso Brautigan coloca las balas frente a él.

Todo quedará reducido a una partida.
La fortuna le sonríe otra vez a Brautigan
y pone en jaque al rey.

Richard trae a cuenta el nombre de su padre.
El segundo le dispara.

Suena el teléfono por enésima vez.
Richard Brautigan muerto sobre la alfombra
no cree que sea nada importante.




Un mimo pasa junto a la ventana.
Salta de un carril a otro.
Caravanas de autos congelados
a la hora pico.
El vociferar abruma,
arriba el tercer nivel,
arriba, las turbinas acalladas por el tráfico.

El mimo es ligero como un fantasma.
Juega con sus manos,
sube por una escalera
que llega hasta el tercer piso.

A lo lejos una manifestación;
camina por la cuerda floja, equilibrista,
se detiene sobre ella.
Una sinfonía de sirenas se acerca en tropel.
Abajo la turba se congrega.
El mimo saca un fósforo y lo deja caer,
entonces todo se prende.


Tanato-qué.

Tanatopractor.
Un individuo se presentó ante mi padre,
le informó sobre el costo de vestir y arreglarme.
Es un gran negocio el de la muerte.

Cuando llegué a la cámara me comenzó a desnudar,
con los ojos entrecerrados lo vi mirarme
de manera po(co)ética.

Hace más de treinta años que nadie me cambia de ropa.
Es vergonzoso estar muerto.
Sacó el polvo para maquillarme,
quise protestar pues siempre tuve un color
más bien pálido;
quise buscar un espejo, moverme un poco,
gritar.
Siempre he odiado los trajes
y aún más las corbatas, hacen que te sientas
ahorcado.

A estas alturas pienso
que hubiera estado mejor
haberme tirado del Richmond
con un montón de piedras atadas.

Todos mis orificios los llena de algodón.
Por fin se quita los guantes de goma y se esfuma.
Este lugar es incómodo, ningún ruido se mueve.
Tanto silencio arrulla.

Mis ronquidos despiertan a otros muertos,
no jodan, les digo, y continuo durmiendo.

Hace mucho que no recordaba un sueño.
Cuando desperté lo vi todo claro:
voces que provenían de afuera
no dejaban de nombrarme.
Escuché llegar caravanas de coches,
a mis hermanos bajar de ellos.
Traían a Cheshire
( siendo niño lo olvidé al mudarnos de casa).

Ahí estaban todos. No faltaba nadie.
Mientras los vivos me despedían con flores
mi familia muerta me recibía con aplausos.

De pronto el gato saltó hasta mí y lo seguí por un extraño camino.



   Cuando dormían, ambos bajaban hacia las mismas latitudes.

EN EL ESCENARIO aparece el diablo
vestido como cualquier titiritero.
Abre una caja negra y
saca de ella a mi hijo;
de sus extremidades penden hilos.
Coloca sus pequeños pies en el suelo,
empieza a manejarlo y a conversar
con él.
Le cuenta anécdotas sobre mí
que yo no recordaba.
Mi hijo es un títere casi ciego; me señala.
La audiencia voltea y aun cuando no tienen rostro
sé quiénes son.
Abajo, el diablo (de pómulos hundidos como fosas)
saca de la caja al perro de dos cabezas
que atropellaron el otro día frente a la casa.
Uno en cada mano, los mueve con tal oficio
que pienso en él como un verdadero
artista.

En algún momento de la función
al perro le sale una cabeza más.
Veo a la distancia la forma en que sus fauces
trituran los gritos de mi hijo.




LA PESADILLA es un animal
que devora las horas muertas
del suicida;
el relincho del padre ebrio a mitad de la noche.
Un ciervo que duerme en la garganta cortada de Dios.
A veces la pesadilla es una mancha oscura
que flota en una pecera vacía.
El agujero por donde se asoman los demonios,
y arrojan granadas contra mí.
Araña de un solo ojo
que envuelve el cadáver
de la imaginación.
Un pájaro observa
la forma en que la muerte
le rompe las cuerdas vocales
a mi padre.
Su ojo de vidrio refleja
un círculo y graznidos.
Frente a él, la muerte
abre su pico azulado
y le muestra un espacio más frío
que la nada.




Taxidermia

Mi padre cuenta pesadillas
mientras duerme.

Heredó las mascotas de sus bisabuelos.
Ellos se retraban con sus difuntos
animales.

En la primera página del álbum
está Cloe, la gata favorita de la bisabuela.
Aparece recostada entre sus piernas,
simula ronronear.
En la siguiente hoja está el pastor inglés,
lo conservaron mordiéndose la cola.

Mi padre aprendió el oficio de disecar cuerpos.
Últimamente ha repetido la misma pesadilla.

Se levanta y va a mi habitación, me nombra
como al animal que se ahogó en un lago
y no pudo recuperar.

Con escalpelo me retira la piel de una sola pieza.
La limpia superficialmente,
me arroja sal en la cara y el cuero,
(esto hará imposible mi descomposición).
Extiende la piel y deja que se seque.
Al volver me remoja;
desde los tres años nunca había vuelto
a limpiarme.
Una vez curtido, empieza a coserme.

Me coloca en el mueble, encima del televisor.
Noto que su angustia se ha disipado.
Ha modelado en mi hocico
una sonrisa oblicua.




ALEARDO ALEARDI [17.539] Poeta de Italia

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Aleardo Aleardi

Aleardo Aleardi, nacido Gaetano Maria Aleardi (Verona, 14 noviembre 1812 - Verona, diecisiete julio mil ochocientos setenta y ocho), fue un poeta y político italiano, que pertenece a la corriente del romanticismo.

Aleardo Aleardi - cuyo nombre primero fue Gaetano Maria, luego se cambió a Aleardo - nació en Verona en 1812 hijo de Maria Canals y del conde Giorgio Aleardi. Después de estudiar Derecho en la Universidad de Padua, junto con sus amigos John Meadows y Arnaldo Fusinato, regresó a Verona, interesado por la poesía y la crítica de arte.

Sus primeras composiciones incluyen Matrimonio (1842), una exaltación del matrimonio como una expresión de la civilización, y Arnalda Roca, del 1844, que incluye un poema histórico protagonizado por una joven que muere defendiendo su honor: ya hay en ella la búsqueda de efectos escénicos y el color dramática típico de toda la producción del próximo dell'Aleardi.

El primer éxito se logró en 1846 con las dos Cartas a María, en verso blanco, en la que el poeta se dirige a un amigo proponiendo un amor platónico: es una oportunidad para mostrar su fe en la inmortalidad del alma y derramar sus afectos en el espíritu de un romanticismo sentimental.

Visitante frecuente al salón de la condesa Anna Serego Gozzandini Alighieri, cortejó a su hija Nina, dedicándole numerosos poemas. Tras los levantamientos de 1848, fue enviado a París por Manin a pedir ayuda para la reconstituida República de Venecia. Fue detenido en 1852 y encarcelado durante unos meses en la fortaleza de Mantua.

La ciudad de Treviso ha dedicado una calle de la ciudad.

Honores 

Gran Oficial de la Orden de la Corona de Italia - de la cinta, incluso ordinariaGran Oficial de la Orden de la Corona de Italia
Caballero de la Orden Civil de Saboya - Cinta para el uniforme ordinarioCaballero de la Orden Civil de Saboya
Comendador de la Orden de los Santos Mauricio y Lázaro - Cinta para el uniforme ordinarioComendador de la Orden de los Santos Mauricio y Lázaro

Obras 

Canciones, Florencia 1864
Cartas, editado por G. Trezza Verona-Padua 1879




RAFAEL Y LA FORNARÍNA

I.

Tres siglos han pasado,
Y otro mediando va desde ese día.—
Abril, ruborizado,
Que ya las violas fenecer veía,
Con que festivo engalanó su frente,
El campo, diligente,
Dejaba al mayo alegre, que venía
De jazmines y rosas coronado.

Doraba esplendoroso el sol poniente
Los arcos del altivo Coliseo;
Y como en vasto incendio, convertía
De Italia el firmamento majestuoso,
Ya próximo á guardar el disco hermoso
En el cerúleo alcázar de Nereo,
Allende la inclemente
Isla de selvas llena
Donde asienta su trono la venganza
Del corso amor y pena,
Del ítalo tenaz viva esperanza.

En la cerca de un huerto, reclinado
Un gallardo mancebo se veía.
El lúcido cabello,
En oscuras madejas desatado,
Acariciando la esmerada veste,
A la espalda ondeábale; y los ojos...
|Ohl quién pintar podría
Aquel mirar divino, enamorado
De cuanto fué gentil, de cuanto bello;
Ni pretendiera descifrar, iluso,
La gloria que en su lumbre el cielo puso?
Su actitud revelaba la impaciencia
Que da el placer que tarda; y entre tanto,
Echaba divagar su pensamiento
Sin rumbo ni conciencia:
Ya miraba un momento
La corriente del Tíber,
Que del puente de Corle acariciaba
Las hendidas paredes;
Ya de los pescadores
Las barquillas, las redes;
Ora el cielo miraba en lejanía,
Do, présaga de lluvia,
Oscura, oblicua faja
Visitar parecía
Del claro Albano las palustres ondas,
Y de Nemi las fuentes zafirinas,
Selvas y monumentos
Que envidia son á extraños
Y á sus nobles jardines opulentos.

La brisa, que bajaba en vario giro
Del Janículo (aun no santificada
Al último suspiro
Que en su falda á exhalar llegó doliente
Un poeta infeliz), al taciturno
Doncel oreaba la ardorosa frente,
Traiéndole al oído
Monótono, uniforme,
De los molinos el distante ruido:
En tanto, de vecino monasterio,
De púdicas palomas casto nido,
Subir al cielo oía
El cántico profundo,
La argentina armonía
Que daban á la tarde aquellas almas
Enojadas del mundo;
Y en vaga, celestial melancolía
Y místico delirio
Hundíase su ser, cual si á la misma
Santa Cecilia oyese
El cántico entonar de su martirio.

Mas, súbito su mente
Parece recoger el alto vuelo,
Como abate sus alas la paloma;
Y el alma, concentrada en sus pupilas,
Por los radiosos ojos se le asoma.
Bellísima doncella,
Más que el junco flexible el grácil talle,
Donairosa además como Citeres
Encanto de las olas cuando niña,
Creyéndose al abrigo
De indiscreto testigo,
Al través de la plácida campiña
Ligera se adelanta,
Como en danza festiva el ágil planta.

Tocaba apenas la menuda yerba
Y las vecinas flores; y al Favonio
Revolando sutil el blanco lino,
Cual Galatea sobre el alba espuma
Al impulso del hálito marino,
Por la ondulosa y verde pradería
Velera nao del Adiia parecía.
Y el argentada límpida saeta,
Que para atarse el fúlgido cabello
Le cedió de su aljaba
El que las almas al amor sujeta,
Reflejaba la lumbre vespertina
Y de esplendor y majestad llenaba
Aquella, que modelo
Prestara á Fidias, inmortal cabeza,
Y que impreso tenía
En la soberbia sien sello del cielo.

En su tranquila frente
La inocencia, el candor resplandecía,
Como bajo su linfa transparente
Deja el Garda sereno
Brillar las piedras y algas de su seno.
Veníase entonando un cantarcillo,
Tonada popular de tristre letra,
Si era alegre y festiva la cantante,
Ya, en la margen del Tíber, se detiene;
Enfáldase; la nivea planta asoma
Y la inmerge en el agua
Que se agita y en círculos serpea;
Sus brevísimos pies asemejando
Las alas de blanquísima paloma
Que se baña y fugaz revolotea.

Detiene el caballero largamente
En tan divina gracia
Su indagador mirar diestro y sapiente
En los altos arcanos de lo bello.
Advierte la arrogancia de las formas,
Del róseo labio el arco y la frescura,
Y la tez, y el cabello,
Y los túrgidos hombros, y el erguido
Cuello de cisne, y la sutil cintura,
Y el ademán garboso, y la soltura
De la actitud, y siéntese rendido.

Saltábale impetuoso dentro el pecho
Arrebatado el corazón, y en torno
Girar miraba en vértigo confuso
Los árboles, el río, la pradera;
En zumbidos armónicos sentía
Sibilarle el oído, cual si oyera
De mil sonantes campanillas de oro
El indistinto retintín sonoro:
En tanto, más y más su alma divina
Crecer sentía la amorosa llama
Como la hoguera al ímpetu del viento.

Refrénase un momento,
Quiere el labio mover, y sólo exclama,
Trémulo de pasión:—«¡Oh Fornarina!»
Rápida á tal acento el rostro vuelve
En púrpura encendida la doncella.
Del onda el pie retira, destellando
Diáfanas perlas que al caer esmaltan
La verde yerbecilla;
Y los tímidos ojos inclinando,
Con su negro ramaje las pestañas
Velaron el rubor de la megilla.

Ella voz el primero desanuda:
—¡Oh flor trastiberina!
¿Por qué, encerrada en solitario muro.
Derramas tu balsámica fragancia,
Como geranio inadvertido, oscuro,
En la perpetua noche de tu estancia?
Dignísima de erguirte al claro día
¿Quieres venir conmigo á las ciudades,
Donde la gente cortesana mora,
A hacerte nombradla,
Y oírte llamar bella á toda hora?—
Y respondió la pudurosa virgen:
—Pues yo también, sefior, he transplantado
Flores alguna vez y las vi siempre
Morir marchitas lejos de su prado.
Y mi madre decía
Que la flor que hubo en suerte
Nacer entre malezas,
Hallaba siempre olvido desdeñoso,
Cuando no pronta muerte,
En el regio jardín del poderoso. —
—Créeme á mí (dice él) yo no te engaño:
Ardo por ti; y ha tiempo que te admiro,
Que te sigo los pasos, que te acecho,
Que muero de impaciencia; y no respiro,
Y no hallo paz sin ti para mi pecho.

¿Olvidarte? ¡Jamás! Cuánto se esconde
En este corazón, cuánto en él brota
Tiene algo de inmortal! Di, quieres darme
Tu corazón?—
—Mas vos quién sois,—responde
Tímida la doncella;
Y los trémulos párpados alzaba
Al influjo magnético de aquella
Elocuencia de amor que electrizaba.
—Del Metauro y el Fogliu entre ¡as fuentes
Asiéntase (el mancebo proseguía)
La ciudad donde vi la luz del día,
Joya de los soberbios apeninos,
En medio de dos cumbres engastada.
Allí do el monte hacia la costa vuelve
Del adriático mar que la combate
Al furor de sus recios torbellinos;
En laureles y vides abundosa,
Rica por los olivos que en sí cría;
Y aun más por su nativa cortesía.

De allí bajé muy niño y desvalido
Sino que en las regiones de mi alma
Traje un mundo de imágenes, de formas,
De arte, de amor; y enriquecí la extensa
Región que ciñe el Po y el mar circunda,
Trono de la belleza, con el fruto
De la sagrada inspiración fecunda
Del católico afecto;
Y hoy compensan mi afán áureo tributo
Y el claro nombre de pintor selecto.
—¡Ay (suspiró la cándida doncella)
Corazón me pedís que ya no es mío!
Que diese á otro mortal quiso mi estrella
Toda mi vida y todo mi albedrío.
Y ved cuál es de amor el poderío,
Que al que mi ser y pensamiento adsorbe
No vi, no vi jamás; le estoy sujeta
Por invisible vínculo ignorado.
¡Amar sin conocer! Así en el prado
Muere de amor oculta la violeta.

Pintor le aclama el orbe,
Y dícese que á él del cielo vino
La inmaculada y pura
Madre de Dios á hacer que tan divino
Pincel copiase y revelara al hombre
Su célica hermosura.
Vive en Roma el pintor; hijo es de Urbino;
Y de próvido arcángel lleva el nombre.
—Yo soy Rafael de Urbino. La doncella
Doblegada la frente como un sanee,
Se tiñe de rubor y el labio sella.
A la sazón en vigoroso giro,
Una á otra siguiéndose pasaban
Dos lindas mariposas, semejando
Pétalos animados que conduce
Sobre sus alas el favonio blando.

Violas el gran pintor.—¡Mira, amor mío,
Míralas, cuan felices,
Cuan libres, cuan alegres, cuan gozosas,
Siempre, al aura de abril, en un perenne
Indecible delirio, en un constante
Ir y venir acariciando flores!
Libres así, dichosos por do quiera,
El aura en derredor siempre fragante,
Será la tierra espléndida pradera,
Cielo el alma de ensueños seductores,
Y el feliz corazón nido de amores!
La ventura es fugaz, voluble maga
Que sólo un breve punto nos halaga;
Luego la faz nos vuelve,
Bate las alas, huye, y no retorna.

Hoy el amor nos ríe,
Todo es canto y delicia en torno nuestro:
El aura que respiras está llena
Del bálsamo de amor que dan las flores;
Ella difunde el gozo que le fía
Canoro el desposado pajarillo;
Todo una voz de amor al cielo envía:
La tierra, el agua, cantan el eterno
Epitalamio de la vida.... ¡Oh, deja,
Déjame que te ame, hermosa mía.—
Alárgale muy tímido la mano;
Ella mueve la suya lentamente,
Estréchanse, y se cambian sus miradas
Mil protestas de amor. El sol caía,
Un beso resonó, y aquel acento
Llevado por el viento
Desde un suburbio lóbrego de Roma,
Voz, que oye el mundo y las edades toma.



II.

Óyeme, Fornarina,
Y perdona si el labio así te nombra
Con el vulgar apodo que interpreta
Solamente la oscura, más honrada
Labor humilde de tu hogar paterno:
Tu verdadero nombre el mundo ignora;
Yo mismo no lo sé, pobre poeta.
Pero piensa que ahora,
Digna lección á la arrogancia humana,
Más conocido ya por todo el mundo
Es el nombre gentil de Fornarina,
Que el de más de una altiva soberana.

Siéntate á par de mí, y atento inclina
A mi voz el oído, y en secreto
Oye cuánto te oculta en su modestia
El ser sublime de tu amor objeto.
El es un rey, mas no de esos que azote
Son del linaje humano. En la infinita
Región del alma hay un extenso reino
Llamado la Pintura: en él habita
Una olímpica diosa; la Belleza;
Allí en perenne danza
Viven las Gracias, recreando airosas
A la hermosa ideal Naturaleza;
Y la audaz Fantasía
Hace pomposo alarde
De un enjambre de ideas y primores
Que tiene y atavía
Con todos los colores
Y los destellos en que el iris arde.

Y él es allí potente;
Y es allí su poder irresistible:
Que á una voz la inmortal áurea corona
El mundo demandó para su frente:
El rije allí un aéreo y multiforme
Pueblo, y mil héroes que vivieron antes
Y seguirán viviendo. Es á ese imperio
Donde él te ha conducido, más que reina,
A ser en él inspiradora Musa;
Y así serás centella luminosa
Antes que vayas en ceniza fría
Ignorada á yacer bajo la losa.
Mas él sobre ella verterá fulgente
El más vivido rayo de su gloria,
Y hará que brote á su calor fecundo
Inmarcesible flor que haga en el mundo,
Como su nombre, eterna tu memoria.

Los hombres poseerán sus creaciones,
Su espíritu el Olimpo:
Tú, sola, sólo tú, sobre la tierra,
De corazón tan noble serás dueño
Y el tesoro de amor que en él se encierra.
Apresúrate, acude, pon tu empeño
En colmarle de amor. Ve cuan veloces
Las Parcas, apurando la partida,
Tuercen el frágil hilo de la vida.
Amale y pon orgullo en no costarle
Una lágrima nunca. Si á las veces,
Al reclinar la sien en tu regazo,
A tus tiernas caricias
Y al amor que solícita le ofreces,
Le encuentras abstraído, taciturno,
Y el aparente fruto que recoges
Es helado desdén ú hondo silencio,
Guárdate de inquietarle, no le enojes:
Que pudieras romper inadvertida
Áureas urdimbres, que á estimar no alcanzas,
Y estrecha cuenta te pidiera el mundo
De alguna maravilla así perdida.

Tú sola en tal momento
Llenas su corazón, dudas destierra;
Mas, del mullido asilo en que le halagas,
Al cielo arrebatado el pensamiento
En las alas del arte,
Los impetuosos raptos, los delirios
Del amor sofrenado aquí en la tierra,
Ve tornarse, en las célicas alturas,
Luminosas y espléndidas figuras.
Allí en la eterna, en la ideal belleza,
Como en divina fragua,
Refuerza tu belleza fugitiva;
Cobras lustre mayor, te transfiguras,
Y de su ingenio al poderoso vuelo
Y al toque de su mano,
Tu inefable sonrisa
Pasa á animar el rostro soberano
De las sagradas vírgenes del cielo.
¡Oh, cólmale de amor! Ve cuan veloces
Las Parcas, apurando la partida,
Tuercen el frágil hilo de la vida.
No, no turbes sus estasis divinos;
No hagas bajar su mente de los cielos;
Crear le deja: á su pensar preside
Diosa de gran poder; no es tuyo entonces,
Lejos está de ti; también el Arte
Se arrebata en pasión y ardientes celos.

Pero no temas, ya vendrá la hora
De los castos deliquios,
Cuando anime su espíritu impaciente
Esa forma invisible que le inquieta,
Y ser, color y voz y eterno aliento
Haya infundido su inmortal paleta
De la sagrada mesa al gran portento.
Cuando á tu seno torne, fatigado
De las ardientes lides del ingenio,
De ti no conocidas, y extenuado
Aun de la lucha y batallar contino
En ese mar profundo, proceloso,
A do se lanza á conquistar glorioso
De la Belleza el áureo vellocino;
Haz que tu amor su recompensa sea,
Que de tus negras cejas en el arco
Iris de paz y de ventura vea;
Y el aromado aliento
De tu labio de rosa, transportado,
Alcance en el pomposo firmamento
De su alta fantasía
Nuevos astros no vistos todavía.

Sí, cólmale de amor. Ve cuan veloces
Las Parcas, apurando la partida,
Tuercen el frágil hilo de la vida.
Dueño de lo futuro,
En el valle del mundo su camino
Medido está, y es corto.
Pero el mortal infundirá á sus obras
Vida imperecedera y ser divino.
¿Te alarma su sentencia? ¡y es en vano!
A detener del tiempo el ágil rueda
No alcanzará jamás tu breve mano.
Mira cómo la barca de su vida
En demanda navega
Del puerto santo; y cómo, á los tres vientos
Del arte, del amor y de la gloria
La vela henchida, se arrebata ciega.

¡Ay! que sobre esa vela en breve plazo
Dibujará su lúgubre contorno
Una luctuosa faz, y en torno de ella
Los céfiros de Italia
Moverán sentidísima querella.
De las torres de Roma el son profundo
En triste hora volará muy luego
A ensordecer las sombras de la noche;
Y ese que fué tu amor y amor del mundo,
Marchita doblará la noble frente,
Lirio agostado del solano ardiente
Apenas descogido el albo broche.
Sobre los paños del funéreo manto
Místicas faces brillarán radiosas;
En perenne vigilia
Le guardarán las Gracias; entre tanto,
La divina Cecilia
Del órgano invisible dará al viento
En notas de dolor un himno santo;
Y en la doliente funeraria vía
Se verá el Salvador transfigurado,
De su ingenio blasón, gloria suprema,
Como heráldico emblema,
Cual la mayor nobleza y la más pura
De la humana criatura.

¡Ay! pero á ti de aquella tembladora
Pupila que te busca vanamente,
Pobre mujer, te apartará en mal hora
Inexorable gente.
No le verás morir; y tu amargura
El mundo acrecerá, sobre tu frente
Estampando, cruel, mácula impura.
Dirán que fué tu amor el de la yedra,
De verdes hojas y engañosos lazos,
Que soberanos árboles desmedra;
Y que fiero dogal fueron tus brazos;
Tu aliento arrobador, letal veneno;
Sepultura precoz, tu amante seno.
Y «¡fiera! (exclamarán) la que adulada
De la fortuna amiga,
Tuvo en suerte oprimir contra su pecho
Aquella frente nítida, morada
De sacra luz que a reverencia obliga;
Y en vez del nimbo angélico, le ciñe
Corona vil de punzadora ortigal
Vuélvase contra ella
ítala muchedumbre,
Y cuenta le demande
De la extinguida estrella
Que ya no vierte lumbre.»
¿Qué sabe el mundo, oh bella Fornarina,
De la doliente sombra funeraria
Que envolvió tu vivir; ni cómo, al triste
Destello de la tarde, solitaria
Y en jornada constante, en paso lento,
Opreso el corazón, el alma en luto,
A la santa Rotonda caminabas,
Y siempre en el marmóreo pavimento,
De tu inmortal amor tierno tributo,
Una flor y una lágrima dejabas?
¿Qué supo nunca, á maldecir dispuesto
De lo que ni comprende ni adivina,
Del tierno y puro amor, del gozo honesto,
Y de la peregrina
Beldad que á los ingenios desatina?
¡Oh Fornarina hermosa! inútil guerra
Hace á tu nombre y fama odio importuno;
Que ni es menos ni es más aquí en la tierra,
De lo que es ante Dios hombre ninguno.

Muéstrame una sonrisa desde el cielo,
Si el afecto piadoso en que me enciende
Tu noble corazón, donde se ceba
De la torpe calumnia el diente impío,
El canto humilde á modular me lleva
Que al través de los tiempos hoy te envío.

Traducción José Antonio Calcaño




Che cosa è Dio?

Nell'ora che nel bruno firmamento 
comincia un tremolio 
di punti d'oro, d'atomi d'argento, 
guardo e domando: - Dite, o luci belle, 
ditemi, cosa è Dio? 
    "Ordine", mi rispondono le stelle.

Quando all'april la valle, il monte, il prato, 
i margini del rio, 
ogni campo dai fiori è festeggiato, 
guardo e domando: - Dite, o bei colori, 
ditemi, cosa è Dio? 
    "Bellezza", mi rispondono quei fiori.

Quando il tuo sguardo innanzi a me scintilla, 
amabilmente pio, 
io chiedo al lume della tua pupilla: 
- Dimmi, se il sai, bel messagger del core, 
dimmi, che cosa è Dio? 
    E la pupilla mi risponde: "Amore!"









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GEORGE MARIO ÁNGEL QUINTERO [17.540]

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George Mario Ángel Quintero

Seudónimo: George Angel, G. Leogena, Arno Geelegg, E Leona Gregg
Dramaturgo, director, actor, artista plástico, poeta y escritor de obra narrativa y ensayos.

Hijo de padres colombianos, Jorge Mario Ángel Quintero nació en 1964 en San Francisco, California, donde pasó sus primeros treinta años. Estudió literatura en la Universidad de California y más tarde fue galardonado con una beca de Wallace Stegner en la ficción de la Universidad de Stanford. Ha publicado ficción, poesía y ensayos en Inglés como George Ángel en revistas literarias y la chapbook Globo (1996), y recibió el Premio Nilon de ficción colectiva 2 por su libro La Quinta Estación (1996). Desde 1995, ha vivido en Medellín, Colombia, donde ha publicado los poemarios españoles Mapa de Lo Claro (Un mapa de lo que está claro; 1996), la Muestra (Sample; 1998), Tentenelaire (2006) y El desvanecimiento del Alma en camino al limbo (la disminución del alma como lo hace su camino hacia el limbo; 2009.

Bibliografía:

Fiction in English

Globo and Design for a Tablecloth, Will Hall, Fayetteville, 1996
The Fifth Season, FCII, Normal, 1996

In Spanish

Poetry

Mapa de lo claro (A Map of What is Clear), Editorial Párpado, Medellín, 1996
Muestra (Sample), Editorial Párpado, Medellín, 1998
Tentenelaire, Editorial Párpado, Medellín, 2006
El desvanecimiento del alma en camino al limbo (The Soul’s Dwindling as It Makes Its Way Toward Limbo), Los Lares, Medellín, 2009

Play

Cómo morir en un solar ajeno (How to Die in Someone Else’s Yard), Transeunte, 2009)




VISTA

La soledad pálida del árbol
contra el azul del cielo.
Aislado en ese mar
de alturas hondas sin superficie.

Pegada con goma a la palabra
sube, torre quieta, separada
de esta falta de nubes.
Falda de verte queda.



VISTA

The tree’s pale loneliness
against the sky’s blue.
Apart, in this sea
of surfaceless deep heights.

Stuck to the word with glue
it rises, still tower, distinct
from this lack of clouds.
Skirt of seeing you remains.




SITIO

Veintiocho metros
se derraman en la esquina.
Klim.
Las dejó en la chapa,
es decir hacia palabras
a través de la distancia,
acid mantle
ladrillo sobre ladrillo
revueltos bajo la pintura
y el bochorno,
cubitos maggi,
otras verduras,
revelar películas
tapar las naranjas,
medir, cal,
meter ver en lo visto,
cargar la escalera.




SITE

Twenty-eight meters
spill onto the corner.
Powdered milk.
Left them in the lock,
it’s saying toward words
across the distance,
salve
brick upon brick
mixed up under the paint
and the swelter,
bouillon cubes,
other greens,
develop films
cover the oranges,
measure, mortar,
put see in seen,
carry the ladder.



La polilla gaguea,
mira, voraz,
amarra estadía,
nube, nube.
La silueta
del frío,
murciélago,
marea,
relámpara
el orgullo,
grillo, grillo.
La noche
relampaguea,
pólvora
en un frasco,
inunda
su río
con un lirio.



The moth stutters,
stares, voracious,
knots staying,
cloud, cloud.
Silhouette
of the cold,
bat,
tides,
relamps
pride,
cricket, cricket.
Night
lightnings,
fireworks
in a jar,
floods
its river
with an iris.





Tat tat
de palomas
entendido
como la sábana
del aire
en las horas
cherebecos
de levantar



Tath that
of doves
understood
as a sheet
of air
in the knickknack
hours
of rising



Si carezco
de alas
estas membranas
pegadas a mi espalda
son pétalos.
Atrapan
el viento.
Me levantan
sobre los aires.
Son velas
que me mueven.
Soy cometa
de luz
a ratos.




If I lack
wings
these membranes
stuck to my back
must be petals.
They trap 
the wind.
They lift me
upon airs.
They are 
a flickering
that moves me.
I am a kite
of light
at times.




Mis alucinaciones

Florecen y se riegan. 
En un dedal escupe
Dédalo en ayunas. 
Amanece a solas.
Laberinto, su cuerpo. 
Algo crece, come.
Metástasis en lirios.

La nostalgia rebana.
Me he vuelto gusano
Que busca en lo muerto
La radiante membrana,
La pulpa de un muslo,
Como un huerto donde
Fruta tumba a rama.
Estar perdido también
Es asunto de volar. 
Por lo menos, en los
Primeros momentos.



My hallucinations

Flower and scatter.
Daedalus spits
Into a thimble
Before breakfast. 
He awakes alone.
His body, a labyrinth.
Something grows, feeds.
Metastasis in irises.

Nostalgia slices.
I become a worm
Looking through what’s dead
For the radiant membrane,
For the pulp in the thigh,
Like an orchard where
Fruit pulls down branches.
Being lost is also
A kind of flying.
At least at first.



Acompañado sudorosamente
Por tres músicos vestidos de Piel Roja,
Raspo la oscuridad visible con una uña,
Que lo en mi oscuro ilumine al fondo.
Desde mi naturaleza sobre ella misma,
Dos muecos, muertos de la risa,
Lanzan los huesos frescos
De un animal grande a la densidad
Entre las dos puertas abiertas de una jaula,
Alas de acero estorbando taxis.
En llamas cerebrales, de cabezas
Arrojado a un hueco sin fondo,
Para amontonar mis esfuerzos.
En el desequilibrio, justicia justifica,
Se desliza sobre la grasa y la sangre,
Tumbándome a carcajadas,
Yo, que colgaba de sólo un cartílago.



Sweatily accompanied
By three musicians dressed as redskins,
I scrape the darkness visible with my fingernail,
Let that, which is dark in me, shine to its bottom.
From my nature upon itself,
Two toothless workers, dying of laughter,
Hurl the fresh bones
Of a large animal into the density
Between the open back doors of a truck,
Steel wings, obstacles for taxis.
In cerebral flames, head-first
Dumped into a bottomless hole,
In order to pile up my efforts.
In the imbalance, justice justifies,
It slides on the fat and the blood,
Tumbling me down with its cackling,
Me, who hung from a single cartilage.

  

EL OBJETO

El peluche se desangró por osmosis. La presión que había sentido dentro de su pecho era tan fuerte. El aire afuera se había proclamado tan libre, hasta silbaba, tan a la deriva lo rozaba. El pobre peluche había querido llenarse de él. Su retazo de tela, única piel y protección, ya se había sobornado con sobaítas.

Hoy, es una cáscara vacía, un escroto después del momento. ¿Qué opinión tendrá el tubo de crema dental acerca del valor del abrazo?

A puñados por la costura, el acto pedagógico de rellenar el peluche va contra la corriente. Todo Lázaro huele a remiendo. Las vejigas suspiran en coro. Pero ¿qué se va hacer? Las tripas se rehabilitan y dejan de hablar por la herida. Sutura hace besitos.

La nausea visible en los ojitos de plástico es sólo un vestigio de un periodo de prueba. Lo importante es que se pueda postular una utilidad hacia el futuro. Cualquier hinchado, por peluche que sea, sirve para algo, aunque sea sólo de cojín. Nos preocupa la repetida apariencia de la palabra solo a estas alturas del texto. Aunque sólo sea un adverbio, se tiene la plena, casi repleta seguridad, que trae en si una tristeza adentro.



THE OBJECT

The stuffed animal bled to death by osmosis. The pressure it had felt in its chest was so great. The air outside had proclaimed itself so free, it whistled even, so aimless had it brushed past. The stuffed animal had wanted to fill itself with it. Its cloth patch, its only skin and protection, had already been bribed with small caresses.

Today it is just an empty peel, a scrotum after the moment. What would the toothpaste tube’s opinion be about the value of an embrace?

Fistfuls through the seam, the pedagogical act of restuffing the stuffed animal goes against the grain. Every Lazarus smells of mending. The bladders sigh in chorus. But what are you going to do? Guts rehabilitate and stop talking through the wound. Suture puckers into little kisses.

The visible nausea in the small plastic eyes is just a vestige of a trial period. The important thing is that trials postulate a future use. Anything swollen, regardless of how cuddly, is good for something, though it be only as a throw pillow. There is a kind of lonely only. That it is concerns us, as does its appearance this late in the text. Though it be only an adverb, we feel fully certain, almost brimmingly so, that it brings inside it some sadness.







CLEMENCIA SÁNCHEZ [17.541] Poeta de Colombia

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Clemencia Sánchez

María Clemencia Sánchez (Itagüí, 1970) es una poeta, ensayista y traductora colombiana. Licenciada en Idiomas de la Universidad de Antioquia, maestra y doctora en literatura hispanoamericana de la Universidad de Cincinnati (EEUU), su poesía se caracteriza por la apertura intertextual y un lenguaje equilibrado sutilmente entre la expresión y la experiencia. Poemas y reseñas, ensayos suyos, han aparecido en revistas y publicaciones del país y del exterior. Tradujo al español poetas africanos, ingleses y franceses para el Festival Internacional de Poesía de Medellín.

Obras

El velorio de la amanuense
Antes de la consumación
Paraíso precario
Recolección en rojo

Premios

Premio de poesía Colombo-Cubano, Afranio Parra, 1997.


LIMOGES

¿Qué me espera en la dirección
que no tomo? 
Jack Kerouac

He aquí todos los cielos
que nunca he sido
la pesadilla trenes en la noche
que no se mueven
igual que la risa del guardagujas
ensartando el hilo de sus días.

Ruinas antiguas y mares de otra parte
fluyen adentro como una traición
a lo que busco.
El beso que dejo en los labios de Salomé
esculpe la boca que pierdo
y equivoco desde Heráclito
el rumbo de mi itinerario de hielo.
Perderé de nuevo las estrellas
al descender a la noche
inhabitadas calles de Austerlitz
mármol cielo de la estación Saint Pierre de Corps
donde en una fracción de segundo
vi mi vida toda derrumbarse como un otoño.
A ti te crucé en la Avenida Diderot,
terrible niño Jean Nicolas –
y supe, como saben las algas del silencio,
que la pasión por el oro y la belleza
es la misma pasión por la muerte.



LIMOGES

What awaits me in the direction 
I don’t follow?
Jack Kerouac


Here are all the heavens
I have never visited 
the nightmare of trains at night
that don’t move
like the laughter of the pointsman
threading his days.

Ancient ruins and seas from elsewhere
flow inside like a betrayal 
of what I look for. 
The kiss I leave on Salome’s lips
sculptures the mouth I’m losing
and since Heraclitus I mistake
the course of my icy itinerary.
I will lose the stars again
when walking down
the inhabited streets of Austerlitz at night
the marble sky of the Saint Pierre de Corps station
where in a fraction of a second
I saw all my life fall to pieces like an Autumn. 
I passed you on the Avenue Diderot,
you terrible boy Jean Nicolas
and I knew, as seaweeds know of silence,
that the passion for gold and beauty
is the same passion for death.

Translation: 2006, Nicolás Suescún



SONATA PARA QUE AMANEZCA

Estoy en el fondo de un barco roto
Estoy en el medio de un mar agrietado
Estoy en la orilla de un cielo horadado.

Estoy horadada en el medio de un barco
Estoy agrietada en el fondo de un cielo
Estoy rota en la orilla de un mar.

Estoy en el cielo de un fondo roto
Estoy en el barco de un miedo horadado
Estoy en el mar de una orilla agrietada.

Pronto veré la luz.



SONATA TO MAKE THE DAY COME

I am in the bottom of a broken ship
I am in the middle of a cracked sea
I am at the edge of a pierced sky

I am pierced in the middle of a ship
I am cracked in the bottom of a sky
I am broken at the edge of a sea

I am in the sky with a broken bottom
I am in the ship with a pierced fear 
I am in the sea with a cracked edge.

Soon I will see the day.

Translation: 2006, Nicolás Suescún




EL VELORIO DE LA AMANUENSE

Escribí la larga estela de tus árboles
a imagen y semejanza de tu dictado.
La luz que quisieron tus ojos 
son hoy de las hojas 
palabras detenidas 
que la arena de las diásporas entierra.
He sido la amanuense del fenecer de los siglos
recolectora de veranos vacíos
bajo un olmo fértil que no existe.
He ido a averiguar en la antigua vegetación
de las estepas
el nacimiento de los limos.

Hoy, dueña de voces extrañas,
paisajes ajenos que no comprendo
añoro una voz para decir el árbol 
que ronda mis sueños, el nombre de una mujer
que semeja el descenso de las mareas,
y el dialogo interrumpido que sostengo
con el ángel.



THE WAKE OF THE SCRIBE

I wrote the long trail of your trees
in the image and likeness of your dictation.
The light that your eyes wished for
is there today in the words
on the pages 
that the sand of the diasporas bury.
I have been the scribe of dying centuries
a collector of empty summers
under a fertile elm that does not exist.
I have gone to uncover in the ancient vegetation 
of the steppes
the birth of slime.

Today, owner of weird voices,
and foreign landscapes I don’t understand,
I miss a voice to speak of the tree
that goes around my dreams, 
the name of a woman who resembles 
the retreat of tides,
and the interrupted dialogue that I keep up
with the angel.

Translation: 2006, Nicolás Suescún




SED DE ESPACIO

Daré mi vida por la torre
en que duerme la princesa.

No pido más.
Diminuto es el lugar 
donde reposa mi deseo 
y desprecio
los caminos que tejen el bosque de oro
de los avaros.
Un sueño me desvela
unos ojos cerrados me dan la luz,
a mí,
que no conozco el agua que baña 
a los dichosos
que no he visto las tierras lejanas
donde suenan los tambores más dulces.

Daré mi vida por la torre
en que duerme la princesa.



THIRST FOR SPACE

I will give my life for the tower
where the princess sleeps.

I don’t ask for more.
Tiny is the place
where my desire lies
and I despise
the ways that weave the golden wood 
of misers.
A dream keeps me awake
a closed eye gives the light… 
to me, 
ignoring the water that washes 
the happy ones,
having not seen the lands 
where the sweetest drums sound.

I will give my life for the tower
where the princess sleeps.

Translation: 2006, Nicolás Suescún




AVENIDA HELEN KELLER EN EL CRUCE DE LA CALLE 15

Vaya lugar para una cita de amor.
Aquellos que acordaron el reencuentro
En la Avenida Helen Keller 
en el cruce de la calle15,
A las cinco de la tarde, hora de Lisboa,
Jamás se encontraron.

Cruzaron tan cerca que no se vieron.
Tropezaron con el viento frío
Que venía de ese muelle
Donde Fernando y los otros
Huyeron como niebla.

La rosa, la misma rosa de Keller,
en las manos de estos amantes,
Afilaba sus espinas, 
Justo cuando el día
Auguraba la hora ciega
Del olvido.



HELEN KELLER AVENUE AND 15TH

What a place for a love date. 
Those who agreed to meet again
at the crossing of Helen Keller Avenue and 15th 
at five in the afternoon, Lisbon time,
never met.

They passed so close 
they did not see each other.
they walked into the cold wind
coming from the dock
where Fernando and the others
fled like fog.

The rose, the same rose as Keller’s,
in the hands of these lovers
sharpened its thorns
just when the day 
portended the blind hour 
of oblivion.

Translation: 2006, Nicolás Suescún



  

PEQUEÑA CANCIÓN COREANA

Seguirá el corazón
La senda infinita de la alegría,
La brisa que trae el rumor
De la paz y el vuelo de la flor.
Los campos, verdes y frescos,
            verdes y nuevos,
Alientan el rojo sol de mis pasos.

Seguirá el corazón
La senda infinita de la alegría
La senda infinita de la mañana.



LITTLE KOREAN SONG

The heart will follow
the timeless path of joy,
the breeze bringing the murmur
of peace and the flight of the flower.
the fields, green and fresh,
            green and new,
encourage the red sun of my steps.

The heart will follow 
the timeless path of joy,
the timeless path of the morning.

Translation: 2006, Nicolás Suescún




CANTINELA

La música 
es encontrar el silencio.

Es suavizar 
los martilleos del zapatero,
su noche solitaria 
de clavos y espinas.

Es el vaso de agua 
que dejamos en la noche
para los muertos 
que regresan 
a calmar 
su sed de palabras.

La música 
es encontrar el silencio
y la infancia perdida.

Es amortiguar 
en nuestro corazón.
los martilleos
del zapatero.

Es encontrar ese tiempo 
que nos precedió,
el de antes de nacer,
el de antes de respirar,
el de antes de ver la luz.

La música 
es encontrar el silencio.



LITTLE SONG

Music
is finding silence. 

It is softening
the shoemaker’s hammerings,
his solitary night
of nails and thorns. 

It is the glass of water
we leave at night
for the dead
who come back
to quench 
their thirst for words. 

Music
is finding silence
and lost childhood. 

It is muffling
the shoemaker’s
hammerings
in our hearts.

It is finding that time 
that preceded us,
the time before birth, 
before breathing¸
before seeing the light. 

Music is 
finding silence.

Translation: 2006, Nicolás Suescún










ESTRATÓN DE SARDES [17.542] Poeta de Grecia

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Estratón de Sardes

Estratón de Sardes fue un poeta epigramista, según Constantino Céfalas, originario de Sardes, capital de Lidia. Céfalas no da más datos, pero Diógenes Laercio habla de un Estratón; a partir de estos escasos datos se han datado sus poemas en el siglo II de nuestra era, en la época del emperador Adriano. La atribución de sus obras y el tiempo en que vivió, no obstante, carecen de argumentos sólidos y están discutidas.

Fue Estratón quien compiló el libro XII de la célebre Antología Palatina, dedicado por entero a la pederastia y con sólo unos pocos poemas heterosexuales.

Temática

Su obra se caracteriza por la gran cantidad de manierismos formales, posteriores al primer helenismo y de tendencia cercana a la escuela fenicia. Si bien cultivó diversos temas, destacan por su absoluta preeminencia los poemas homoeróticos. Sus poemas nos han llegado gracias a su copia en los manuscritos Palatinus Heidelbergensis y Parisinus, fundamentalmente; una minoría han aparecido en los documentos Venetianus Marcianus, Parisinus Graecus y Barbericus.

Otras piezas del poeta, las menos, hablan con sensualidad de la belleza femenina a través de escenas cotidianas ligeras.

Estratón, cuando trata la pederastia, lo hace de manera descarnada y únicamente física. Esto ha hecho que su obra se ponga como ejemplo de un vacío ideológico de la misma y de su pérdida de importancia en la sociedad de la antigua Grecia.

Antologías

Estratón escribió el poemario Pueril musa.




"Si te he ofendido con un beso, págame
Con la misma moneda: bésame también tú"., Estratón de Sardes




¡Dichoso el que te pintó, y dichosa la cera
que sabe someterse a tu belleza!
¡Ojalá tuviese la ondulación de la carcoma y la larva
para lanzarme sobre la madera y devorarla!

Traducción de Manuel González Rincón.



Estratón de Sardes (siglo II d. C.) cultivó el epigrama homoerótico, bajo la advocación de Zeus, raptor de Ganímedes. Defendió la modernidad de sus epigramas, frente al carácter anticuado de la poesía heroica y grave.



COMENCEMOS POR ZEUS…

Comencemos por Zeus, como dijo Arato.
Y a vosotras, Musas, hoy no quiero molestaros.
Pues si me gustan los muchachos y con muchachos trato,
¿qué importa esto a las Musas Heliconiadas?

Epigramas. Traducción de Manuel González Rincón.





NO BUSQUES EN MIS ESCRITOS…

No busques en mis escritos a Príamo junto a los altares,
ni los pesares de Medea ni de Níobe,
ni a Itis en su tálamo ni ruiseñores entre las hojas,
porque de todas estas cosas escribieron los antiguos ampliamente;
sino al dulce Amor mezclado con las alegres Gracias
y a Bromio. No eran propias de ellos las gravedades.

Epigramas. Traducción de Manuel González Rincón.





AFORTUNADO LIBRITO, NO TE ENVIDIO…

Afortunado librito, no te envidio; en verdad, mientras te lee,
un muchacho te aprieta apoyándote contra su mentón,
o te estrechará contra tus tiernos labios o te enrollará
entre sus húmedos muslos, ¡oh, el más bienaventurado!
A menudo irás con él bajo su pecho o dejado en los asientos
osarás tocar sus íntimas partes sin miedo.
Mucho charlarás con él a solas; pero, en mi provecho,
librito, háblale una y otra vez, te lo ruego.

Epigramas. Traducción de Manuel González Rincón.

http://poeticas.es/?p=3753#more-3753








JOSÉ JACINTO MILANÉS [17.543] Poeta de Cuba

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José Jacinto Milanés y Fuentes

(Matanzas, Cuba 1814 - 1863) Poeta cubano. Inició su actividad literaria gracias a su amistad con Domingo del Monte. Sus primeros poemas (El aguinaldo habanero, 1837) son de un tierno romanticismo e imitan el tono sentimental de Lope de Vega, pero en su poesía publicada después de 1837 se advierte la influencia de Espronceda. En 1838 escribió El conde Alarcos, que tuvo una gran repercusión en el movimiento romántico cubano, al mismo tiempo que empezó a escribir para diversos periódicos y revistas de La Habana y Matanzas. También cultivó el teatro en sus diversos géneros; así, el drama en Un poeta en la corte, y la comedia en Por el puente o por el río. En 1848 sufrió un revés amoroso que le sumió en un estado de desequilibrio mental y, para remediarlo, emprendió un viaje por EE UU, Londres y París, del que volvió a Cuba en noviembre de 1849, ya recuperado. Pero en 1852 recayó sin que nunca más llegara a reponerse.



El indio enamorado

¿Piensas en mi rival, Aloide mía? 
Antes escucha. Entre la calma etérea 
ya con ala temblante en danza aérea 
gustó el colibrí el pétalo de un día.

¿No es hora ya de amor? La ancha bahía 
con su móvil cendal de tinte acérea 
brinda a nuestra gimnástica funérea 
la orla blanda y fugaz de su onda fría.

Antes que con él nade en giro ardiente, 
ni el primer emplumar del tocoloro 
en el areito adornará mi frente.

Ni garza cazaré, ni alción canoro: 
ni adoraré tras el palmar durmiente 
la amiga luz de tus chagualas de oro.



La caza y la sorpresa

Salí a coger un zorzal 
cierta mañanita a pie: 
pero ¡qué cosa encontré 
dentro de un cañaveral!

Allí donde está aquel buey 
de negro y rojo manchado, 
con tanta pereza echado 
a la sombra de un jagüey, 
sobre el cual tiende sin ley 
su cabello vegetal 
un bejuco desigual, 
hay un trillito... y por él 
un día, sin ser cruel, 
salí a coger un zorzal.

Este, por costumbre antigua, 
en todas las estaciones, 
tras de saquear mis limones 
se escondía en la manigua. 
Y como más que una nigua 
me duele, y me ofende, a fe, 
que apenas en flor esté 
pique el zorzal el limón, 
salí a cazar al ladrón 
cierta mañanita a pie.

Puse liga, de camino, 
a una vareta ligera: 
el ave emprendió carrera 
a un cañaveral vecino. 
Yo, que no tengo mal tino, 
de la liga me cansé, 
con un guijarro me armé 
y corro al cañaveral: 
busco y no encuentro el zorzal, 
pero ¡qué cosa encontré!

Vi una hermosura campestre, 
fresca como la mañana, 
cuya cara soberana 
no era de mujer terrestre. 
Dejé mi casa pedestre, 
volé a aquel ángel mortal; 
pero huyó entre el manigual 
como corre y se extravía 
y se escabulle una jutía 
dentro de un cañaveral.



El beso

De noche en fresco jardín 
sentado estaba a par de ella: 
yo joven: joven y bella 
       mi serafín.

Hablábamos del negror 
del cielo augusto y sin brillo, 
del regalado airecillo, 
       y del amor.

Hablábamos del lugar 
en que primero nos vimos, 
y sin querer nos pusimos 
       a suspirar.

A suspirar y a sentir 
gozo en volver a juntarnos: 
a suspirar y a mirarnos, 
       y a sonreir.

Porque amor casto entre dos 
es colmo de las venturas, 
y unirse dos almas puras 
       es ver a Dios.

Una mano le pedí 
porque en sus lánguidos ojos 
y en medio a sus labios rojos 
       brillaba el sí.

Ella, al oirme tembló, 
y en mi largo tiempo fijo 
su dulce mirar, me dijo 
       tímida: no.

Pero era un no, cuyo son 
pone el corazón risueño: 
un no celeste, halagüeño, 
       sin negación.

Por eso yo la cogí 
la mano y con loco exceso 
a imprimir sobre ella un beso 
       me resolví.

Beso que en mi alma crié 
en sueño de gloria y calma, 
y que por joya del alma 
       siempre guardé.

Puro como el arrebol 
que orna una tarde de Mayo, 
y ardiente como es el rayo 
       del mismo sol.

Pero al besarla, sentí 
mi labio sin movimiento, 
porque un negro pensamiento 
       me asaltó allí.

¿Quién sabe si el vivo ardor 
de mi boca osada, ansiosa, 
no iba a secar ya la rosa 
       de su pudor?

¿Quién sabe si tras mi fiel 
beso, otro labio vendría 
que ambicioso borraría 
       las huellas de él?

¿Quién sabe si iba el desliz 
de mi labio torpe, insano, 
a volver su mano, mano 
       de meretriz?

Mano asquerosa, infernal, 
para el alma del poeta: 
que sufre el beso y aprieta 
       el vil metal.

Así pensé... y fuime en paz, 
dejándola intacta y pura: 
y lágrima de dulzura 
       bañó mi faz.



El mendigo

La casa de baile muy bella lucía: 
todo era cortina y luces y espejos, 
y damas vistosas entrando a porfía 
y música dulce sonando a lo lejos: 
el vals bullicioso llevaba girando 
los talles gallardos de vírgenes mil; 
y la edad madura gozaba, mirando, 
las frescas escenas de su antiguo abril.

La vista atractiva de un mundo risueño 
que se odia y halaga, se adora y detesta, 
que irónico alaba y encubre su ceño, 
crujiendo pomposo sus ropas de fiesta: 
la voz de la flauta poética, hermosa, 
y tantas beldades y alborozo tal 
llevaron mi planta veloz como ansiosa 
(aún era yo joven!) al fúlgido umbral.

Alegres mancebos entraban conmigo, 
cuando al ir entrando, tendida a nosotros 
la pálida mano de anciano mendigo 
pidiónos limosna, negada por otros; 
pero aunque mil ayes el mísero exhala 
y en su faz el lloro del hambre se ve, 
la turba de mozos lanzóse a la sala, 
y una carcajada su limosna fue.

Hecho ya al idioma cruel del agravio, 
me mira el anciano y ante mí se pone, 
mas yo, vergonzoso, con trémulo labio, 
le di como todos mi estéril “perdone”. 
Con la luz vecina de alegres arañas 
dos lágrimas nuevas le vi derramar; 
y al irse el mendigo, clavó en mis entrañas 
el dardo profundo de un triste mirar.

Entré: la gran sala toda era hermosura, 
que en carros lucidos al baile llegaron, 
y a todas acaso sus mil desventuras 
contó el hombre pobre, mas todas pasaron. 
Y ostentaban todas, que era fácil verlas, 
sus perlas, sus trajes, como hace una actriz, 
sin ver que brillaban sus nítidas perlas 
cual lágrimas tristes de un hombre infeliz.

Inmóvil en tanto, serio y pensativo, 
quedé a los umbrales de la alegre sala, 
temblándome el pecho, sin ver el motivo, 
como hombre que acaba de hacer cosa mala. 
Si acaso pasaba riendo un amigo, 
creía escucharle que hablaba de mí: 
ved: ese no tuvo que darle al mendigo 
y viene a reírse y a danzar aquí.

Turbada mi mente de culpa tan grave, 
quise, oculto en sitio más solo y sombrío, 
que echase de mi alma la flauta suave 
las nieblas confusas de aquel desvarío; 
pero estando oyendo yo meditabundo, 
noté, dominado por fatal esplín, 
que el ¡ay! del mendigo sonaba profundo 
por entre las voces de flauta y violín.

Y aquel hombre triste se pintó en mi mente 
hasta que el cansancio disipó la fiesta; 
por calles torcidas, oscuras, sin gente, 
susurró en mi oído cláusula funesta: 
se grabó en mi espejo: se sentó en mi silla: 
de mi cabecera tomó posesión: 
y la mano neqra de la pesadilla 
la apoyó tres veces en mi corazón.



De codos en el puente

Le poéte en des jouds impies 
vient preparer des jours meilleures, 
il est l'homme des utopies: 
les pieds ici, les yeux ailleurs. 
V. Hugo, Les rayons et les ombres.

San Juan murmurante, que corres ligero 
llevando tus ondas en grato vaivén, 
tus ondas de plata que bate y sacude 
moviendo sus remos con gran rapidez, 
(monstruoso cetáceo que nada a flor de agua) 
la lancha atestada de pipas de miel: 
San Juan, ¡cuántas veces parado en tu puente 
al rayo de luna que empieza a nacer, 
y al soplo amoroso de brisas fugaces 
frescura he pedido, que halague mi sien!

Entonces un aura, la más apacible 
que en ondas marinas se sabe mecer, 
que empapa sus alas en ámbar suave, 
y a aquel que la implora le besa fiel, 
haciendo en las olas que mansas voltean, 
un pliegue de espuma, deshecho después, 
llegaba a mis voces, cercábame en torno, 
bañando mi frente de calma y placer: 
y yo silencioso y a par sonriendo, 
a Dios daba gracias del hálito aquél, 
del beso del aura que casi es tan dulce 
como es el de amores que da una mujer.

Mas siempre que pongo, San Juan murmurante, 
el codo en el puente, la mano en la sien, 
y siempre que miro los rayos de luna 
que van con tus ondas jugando tal vez, 
cavilo que fuiste, cavilo lo que eres: 
y allá en las edades que están por nacer, 
medito si acaso serás este río 
que surca la industria con tanto batel, 
o acaso un arroyo sin nombre, sin linfa, 
que al pie de un peñasco, sin ser menester, 
estéril filtrando, te juzgue el que pase 
vil hijo de un monte sin nombre también. 
que al paso que llevan los varios sucesos 
que nunca atrás vuelven el rápido pie, 
no extrañan los ojos ver llanos mañana 
los cerros cargados de quintas ayer.

Asáltame a veces algún pensamiento 
que el seno me oprime, y el débil poder 
del ánimo triste, ni basta a templarle, 
ni estorba tampoco que hiera cruel. 
Amante ardoroso del arte divino 
que esparce los rayos del claro saber, 
sectario constante de todas ideas 
que al lento progreso le suelten el pie, 
desnudo de fuerza, privado de apoyo, 
engasto en la rima, que sabe correr, 
los gritos, los ecos de hermosa cultura 
que atajen los males y tiendan al bien.

Mas ¡ay! ¡manso río! que van mis canciones 
como esas tus ondas, que en dulce lamer 
las unas tras otras tus márgenes corren, 
y allá en la bahía se pierden después. 
Y no me conceden los mudos destinos 
la gloria profunda y el hondo placer 
de verte ¡oh, Matanzas! ciudad adorada 
que en dobles corrientes el rostro te ves, 
colmada de fuerzas, colmada de industria, 
feliz acogiendo, sin agrio desdén, 
las artes hermosas que vagas mendigan, 
y al vicio dedican su triste niñez.

Con todo, yo espero (porque es la esperanza 
la amiga que el vate no puede perder) 
que vean mis ojos un alba siquiera, 
si un sol de cultura mis ojos no ven. 
Si no, ¿de qué sirven, San Juan apacible, 
tus aguas que brillan en manso correr, 
tus botes pintados de rojo y de negro, 
que atracan airosos a tanto almacén, 
y el canto compuesto de duros sonidos 
de esclavos lancheros que bogan en pie, 
y alzando y bajando las palas enormes 
dividen y azotan tus ondas de muerte?



El alba y la tarde

Y en los bellos cafetales 
todo es frescura y olores, 
besadas sus blancas flores 
por las brisas tropicales. 
Recuerdo, J. Padrines.

Cuando la aurora tiñe de rosa 
el cielo, y de oro las blancas nubes, 
cuando en la copa del caimitillo, 
canta el pitirre la nueva lumbre, 
cuando alza el velo de vagas nieblas 
la parda noche que lejos huye, 
es dulce cosa salir al campo 
donde rociada la yerba luce, 
y al terralillo de la mañana 
tan deliciosa como salubre, 
sentir oreado la sien ardiente 
si largas velas de noche sufre.

Las cañas—bravas me ofrecen luego 
su embovedada verde techumbre 
que en arco ojivo me está brindando 
brisas suaves y sombras dulces. 
Tú, que tuviste la buena idea 
de que estas cañas que al viento crujen, 
en los ardores del seco agosto 
del sol amparen al transeúnte 
aunque no lleves, colono amable, 
en letras y armas un nombre ilustre, 
aunque no entiendas lo que es la fama, 
ni el gusto sepas ni lo procures 
de que en los corros del vulgo ciego 
tu casto nombre jamás retumbe, 
digna es tu casa que la señalen, 
digna tu frente que la saluden, 
dignos tus hechos que los publiquen 
y tus palabras que las escuchen. 
Mas no, mal digo, —de nada sirve 
que te conozca la muchedumbre, 
ni que el poeta con rima de oro 
vista y proclame tantas virtudes, 
más en tu elogio dice el silencio 
de estos umbrosos y altos bambúes; 
y a ti te basta, cuando paseas 
por esta calle sin inquietudes, 
ese sonido tan misterioso, 
ese quejido tan hondo y dulce 
que entre las hojas secas y largas 
forma la tenue brisa de octubre: 
canto apacible que te regala 
naturaleza, porque eres útil: 
eco amoroso del Dios que adoras 
que te adormezca cuando susurre.

Pero bajemos al verde valle 
que al pie del monte se extiende inmune. 
¡Qué inspiraciones tan apacibles 
en mí su vista feliz produce! 
¡Auras cargadas de fresco aroma 
que vuestras alas tendéis volubles 
por las llanadas llenas de flores 
y por los lagos tersos y azules, 
las que a la aurora partís ligeras 
en tropa alegre que trisca y bulle, 
y por las tardes tenues y flojas, 
lentas y tristes dejáis las cumbres, 
y desmayadas venís al suelo 
dando suspiros entre dos luces, 
venid, y henchidas de mil recuerdos, 
y de ilusiones y de perfumes, 
a mis niñeces volvedme gratas, 
que ya volaron como las nubes!

Forzoso ha sido que el libro cierre, 
que adormeciendo mis pesadumbres, 
tan distraído me va llevando 
por este trillo que aquí concluye. 
Tuércese el trillo, y en dos se parte: 
uno la falda del monte sube, 
y entre maniguas que le rodean 
serpenteando llega a la cúspide: 
otro hacia el valle, que va bajando, 
entre verdosas piedras conduce.

¡Oh! yo me acuerdo que cuando niño 
(¡felices horas!) me era costumbre 
la tardecita bella del sábado, 
sin acordarme del triste lunes, 
con mis amigos los escolares 
ir a esos montes que nos circuyen: 
esas canteras por donde arrastra 
Yumurí manso sus ondas dulces, 
ondas sangrientas, tradicionales, 
que aún no han cantado nuestros laúdes. 
Ibamos todos lanzando gritos 
que las cavernas nos repercuten: 
íbamos todos, dadas las manos, 
corriendo alegres a igual empuje: 
y al acercarnos, en cada hoyuelo, 
que en lodo negro trabaja y pule, 
el pueblo huraño de los cangrejos 
atropellado corre y se sume.

Y persiguiendo la mariposa 
o el grillo verde que a saltos huye, 
y el platanillo buscando ansiosos 
que el dulce fruto sagaz encubre, 
y cosechando las blancas niguas 
que como perlas al aire lucen, 
en excursiones, juegos y cantos 
se iba la tarde, mientras difunde 
sobre los muertos rayos solares 
su pardo velo la noche fúnebre.



La bella doctora

En noche lloviznosa 
me place, Micaela 
discreta como hermosa, 
verte junto a la vela 
leer con voz sonora 
casta y pura novela. 
Tu voz encantadora 
hace vivo y palpable 
cuanto el libro atesora; 
y en magia inexplicable 
tú o el autor se ignora 
quién luzca más amable.

Y mientras la ventana 
forma, al cruzar la brisa, 
un son de queja vana; 
y trémula, indecisa, 
la luz juega y ondea 
dentro la guardabrisa, 
en corro te rodea 
tu familia amorosa, 
y en descubrir se emplea 
con atención ansiosa 
el fin que se clarea, 
de la novela hermosa.

Yo, que a dicha consigo 
en reunión tan bella 
el título de amigo, 
y siento en mí la huella 
de tu expresión potente, 
gozándome con ella 
contemplo alegremente 
que sobre tu cabello, 
tus labios y tu frente 
derrama su destello 
la vela, y juntamente 
el claroscuro bello.

Y si el dolor te doma, 
oh!, cómo a tu mejilla 
la lágrima se asoma! 
Y si en acción sencilla 
va a empujarla tu dedo, 
más al borrarse brilla, 
¡oh! hermosa! No hayas miedo 
que descomponga el llanto 
que se resbala quedo, 
tu faz, toda de encanto; 
que así llamarte puedo 
un ángel puro y santo.

Angel de faz risueña, 
como el pintor lo busca 
y el trovador lo sueña. 
Nada en tu rostro ofusca: 
todo es contorno hermoso, 
y nada en forma brusca. 
Oh! dale algún reposo 
al corazón que halaga 
tu acento poderoso, 
porque mi mente vaga 
lo juzga el son meloso 
de una invisible maga.

Si en triste peripecia 
el libro al fin termina, 
(que el siglo las aprecia) 
y tu expresión divina 
pinta el ¡ay! con que muere 
la cándida heroína, 
tanto su voz nos hiere, 
que en interior destrozo 
no hay faz que no se altere; 
y es, ¡oh artístico gozo! 
por más que hablarte quiere, 
cada labio un sollozo.

Vanse en tanto las horas 
y combatiendo el techo 
las gotas crujidoras, 
parece el son deshecho 
de la brisa estrellada 
que gime con despecho, 
la lánguida tonada 
de mística elegía 
con gritos salpicada, 
que en tu loor envía 
la garganta sagrada 
de la noche sombría!




La madrugada

Necio, y digno de mil quejas 
el que ronca sin decoro 
cuando el sol con rayo de oro 
da en las domésticas tejas.

¿Puede haber cosa más bella 
que de la arrugada cama 
saltar, y en la fresca grama 
del campo estampar la huella?

Campo digo; porque pierde 
la mañana su sonrisa, 
en no habiendo agreste brisa, 
mucho azul y mucho verde.

No hay que gozarla en ciudad: 
en todo horizonte urbano 
se estaciona de antemano 
triste vaporosidad.

Luego ved tanto edificio 
alto, serio... angustia dan: 
el alba, el sol allí están 
como sacados de quicio.

No: yo he de andar a mis anchas 
una campiña florida, 
por ver del alba querida 
la faz virgen y sin manchas:

Verla en oriente lucir 
diáfana, rosada, bella, 
como una casta doncella 
que enamora al sonreír.

Yo no sé cómo hay cabeza 
tan interesada y fría, 
que no ame, al rayar el día, 
la hermosa naturaleza.

Vedla rejuvenecerse: 
vedla rodar con el río; 
brillar pura en el rocío; 
con los árboles mecerse:

arrastrada en el reptil; 
fiera y alzada en el bruto; 
dulce en el colgado fruto; 
risueña en la flor gentil.

¡Oh Dios!... Allá en mis niñeces, 
antes de brotarme el bozo, 
con qué sencillo alborozo 
vine a ver esto mil veces!

Ya una errante mariposa 
con su matiz me atraía; 
ya olvidado me ponía 
a contemplar una rosa.

Siempre alegre. —Ya se ve; 
nunca entonces cavilaba, 
ni mis cejas arrugaba 
algún triste no sé qué.

Después, como entré en más años 
y como ví una hermosura, 
tuve por triste locura 
ver sol, montes, y rebaños.

¡Qué ingrato fui! —Pero bien 
se vengó naturaleza. 
Aquella ingrata belleza 
olvidóme con desdén.

Vertí un mar de llanto: el alma 
no se me hallaba sin ella: 
al fin una amiga estrella 
dolióse, y me puso en calma.

¡Oh, qué dolor tan agudo 
es olvidar!... Pero al cabo, 
rotos los grillos de esclavo 
curóme el médico mudo:

el tiempo, el tiempo veloz, 
que tiñe nuestras cabezas 
de blanco, y tantas bellezas 
deja sin luz y sin voz.

De entonces acá me place 
ver la escena matutina 
segunda vez: —medicina 
celestial que me rehace.

Con todo mis cicatrices 
se ensangrientan y suspiro 
a donde quiera que miro 
dos amadores felices.

Y aún con menos ocasión. 
Si oigo el susurrar alterno 
de dos palmas, en lo interno 
se me angustia el corazón.

Si en un ramo miro a solas 
dos aves cantar querellas; 
si relucir dos estrellas; 
si rodar dos mansas olas;

si dos nubes enlazarse, 
y por el éter perderse; 
si dos sendas una hacerse; 
si dos montes contemplarse,

me paro, y con ansiedad 
recuerdo que a nadie adoro: 
miro tanto enlace, y lloro 
mi continua soledad.



El sinsonte y el tocoloro

Entre las aves del monte, 
ídolo que ardiente adoro, 
brilla más el tocoloro, 
canta mejor el sinsonte.

Dos monteros te adoramos, 
linda flor de Canasí, 
dos esperamos tu sí 
Y esperándolo penamos. 
Mientras el sí no gozamos 
que hasta el cielo nos remonte, 
a escuchar, mi amor, disponte 
la idea que concebí 
de mi rival y de mí 
entre las aves del monte.

Una tarde en mi rosillo, 
que mi tristeza remeda, 
me entré por una arboleda, 
donde perdióseme el trillo. 
En un alto caimitillo 
vi que cantaban a coro 
un sinsonte, un tocoloro— 
y en mi rival cavilé, 
y de este modo exclamé, 
ídolo que ardiente adoro.

Aunque la gracia me sobre 
y aunque no tengo mal pico, 
él es tocoloro rico 
y yo soy sinsonte pobre. 
¿Quién hay que paciencia cobre, 
muerto de amor, y sin oro? 
¿Quién no se deshace en lloro 
al ver, al considerar, 
que aunque no sabe cantar 
brilla más el tocoloro?

Mas yo espero, linda flor, 
linda flor de Canasí, 
que tú buscarás en mi 
no dinero, sino amor. 
Mi esperanza no es error, 
y aunque el tocoloro apronte 
su pluma, que alegra el monte, 
tendrás su canto por ronco, 
pues siempre y en cualquier tronco 
canta mejor el sinsonte.




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IGNACIO VALDÉS MACHUCA [17.544] Poeta de Cuba

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Ignacio Valdés Machuca

Ignacio Valdés Machuca: escritor cubano nacido en La Habana, amigo de Plácido. Fundó y dirigió el semanario humorístico El Mosquito y la revista La Lira de Apolo. Fue uno de los mayores animadores de la vida literaria de su tiempo.

Nace en La Habana, el 30 de julio de 1792. En 1820 se graduó de Bachiller en Derecho. Años más tarde obtuvo la Licenciatura en Derecho en la Universidad de la Habana.

Colaboró en el Diario del Gobierno de La Habana, Diario Constitucional de La Habana, El Indicador Constitucional, El Americano Libre, El Revisor Político y Literario, Diario de La Habana,La Cartera Cubana. Fue redactor jefe de La Moda. Gran animador cultural, fundó en su casa una academia literaria neoclásica a la que concurrían poetas de la época, como Francisco Iturrondo y Manuel González del Valle; fue un centro de reunión de destacados hombres de letras. 

Amigo de Plácido (sed. de Gabriel de la Concepción Valdés), lo asesoró literariamente, al igual que a Francisco Pobeda y Armenteros. Junto a Del Monte patrocinó la colecta para liberar al poeta esclavo Juan Francisco Manzano, quien le dedicó su tragedia Zafira. En unión de Francisco Iturrondo realizó la compilación Aureola poética al señor D. Francisco Martínez de la Rosa en 1834. Ese mismo año colaboró en la Corona fúnebre a la indeleble memoria del escelentísimo e ilustrísimo señor doctor D. Juan José Díaz de Espada y Landa, publicada por José Toribio de Arazoza. 

En 1819 apareció en La Habana un cuaderno, salido de la imprenta de Don Pedro N. Palmer, que contenía La muerte de Adonis, de Valdés Machuca. Fue académico de número de la Academia Cubana de Literatura. Pese a haber gozado de cierta popularidad, murió en el olvido. Usó los seudónimos Desval y El redactor. Firmó también con la inicial de su primer apellido.

Muerte

Fallece el 15 de noviembre de 1851.

Bibliografía activa

Ocios poéticos. La Habana, 1819
La muerte de Adonis, [1819?]
Canción constitucional leída en las plazas públicas [s.l.], 1820
Poesías constitucionales, 1820
Certamen poético, [1820?]
Proclama, [1820?]
Diálogo entre Teresa y Faldoni, 1822
Cantatas. La Habana, 1829
A la juventud, [1829?]
Tres días en Santiago, [1829?]
El correntón burlado, 1831



Adonis

 Rinde, bruto, a mis fuerzas invencibles   
 ese coraje altivo que te alienta;   
 rinde el furor indómito que animas,   
 rinde la vigorosa resistencia:   

 si asombro eres del monte y de los hombres,  
 yo lo soy de los campos y las fieras;   
 ese orgullo valiente, esa pujanza   
 humillaré a mi brío y a mi fuerza:   

 de mi ardor serás luego, infeliz bruto,   
 la miserable víctima funesta;  
 mas, ¡ay cielos divinos!, ya no puedo   

 resistir al destino pues decreta   
 que en los brazos de un bruto se divida   
 el estambre vital de mi existencia.   





Venus

 Ya que fue inevitable mi infortunio,   
 y que no hubo remedio a mi desgracia,   
 haz que los males que me martirizan,   
 y las penas acerbas que traspasan   

 mi cariñoso pecho, se mitiguen,  
 y cese mi desdicha tan infausta:   
 transfórmame a mi Adonis amoroso   
 en la flor más preciosa, en la más rara,   

 en la más olorosa y más risueña   
 que pueda de tus manos ser formada,  
 y en ella encontraré cuando la mire   

 aquella seductora y dulce gracia,   
 aquellas perfecciones y atractivos,   
 que mis ojos amantes cautivaban.   




LOS BAÑOS DE MARIANAO

Las náyades festivas
piraguas del amor, el manso río
surcan de Marianao, dividiendo
el líquido cristal con albos brazos,
y sus turgentes pomas nacaradas
a flor del agua lucen a pedazos:
libre la cabellera
de transparentes perlas salpicada
sobre el cándido cuello les ondea:
allegan a la margen matizada
de lirios, de jazmines y azucenas,
y de Flora el tapete de esmeralda
saltan de gozo llenas:
se ocultan al momento.
Do las flexibles y crujientes cañas
que a las brisas se mecen.
Y el bejuco galán trepa y entolda,
al pudor nudo, pabellón ofrecen.

¿Será que Diana
y a par su séquito,
huyendo a Febo
se asile aquí?

¿Sino? ¡ Tal calma!
¡Tan dulce y plácidal!
¡Tantos primores!
¡Ah!... ¿Cómo así?

Aun el cucuí lucífero el espacio
de los humildes aires de la noche,
con ráfagas de verde y de topacio,
hiende volando temeroso al día.

La ninfa más donosa,
la de más gallardía,
que en la margen campea
convoca las ocultas marianaides,
que al imán de sus voces
danzando vienen juntas,
y el hermoso recinto se recrea.

De tras las cañas
salid ninfas a ver vuestra diosa.
Tetis preciosa
en mis aguas se quiere bañar.

Corred ¡oh ninfas!
Bellas aves de pico canoro
en dulce coro
tanta gloria venid a cantar.

Nuevas deidades que nadáis gozosas
sobre mis salutíferos raudales,
¡Qué gracia seductora
a la vista ofrecéis!
Anfitrite en sus grutas abismales
jamás huéspedes tuvo tan garbosas;
pero no os sonroséis,
marítima progenie,
la diosa que os conduce hacia esta orilla
entre vosotras brilla,
como en el medio de nocturnos astros
la amante de Endimión. ¿Y quién se niega
al poder de tan dulces atractivos?
Náyades acercaos, que ora llega:
huid Tritones lascivos.

Frescos y suaves céfiros
que a Flora dais caricias,
más dichosas delicias
os harán suspirar.

A mis corrientes próvidas
volad con blando aliento,
y las olas que argento
venidlas a templar.

Corred amores, árbitros del mundo,
que si la hija de la blanca espuma
pudo con sus donaires atraeros
y su sonreír jocundo;
una reciente Venus le sucede,
a quien pronto veréis que la de Pafos
cediéndole, como ésta, otras riberas,
el vasto imperio de la mar le cede.

Llegad tiernos amores,
pues sin vos la belleza
marchita de tristeza
no hubiera galardón:

cual vosotros tampoco
sin su beso y halago
consiguierais en pago
la ansiada posesión.

De Poesía criollista y siboneísta por Jesús Orta Ruiz.
(La Habana, 1976)





RICARDO ROJAS AYRALA [17.545] Poeta de Argentina

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Ricardo Rojas Ayrala 

Nació en Buenos Aires, en 1968. Poeta y narrador, obtuvo del Tercer Premio Municipal de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires, bienio 2000-2001. Fue, además, distinguido por la Secretaría de Cultura y Medios de Comunicación de la Presidencia de la Nación Argentina, Promoción a la Edición de Literatura Argentina, en 2001. Fue finalista del concurso Internacional Poesía en tierra, organizado por el Centro de Cultura de España, en la Argentina, y la editorial Fondo de Cultura Económica, de México en 2003. Fue honrado con el Fondo Metropolitano de las Artes y las Ciencias, de la Ciudad de Buenos Aires. Resultó ganador del premio Le Mie Parole Altrui, en Italia, con traducción de la doctora Pamela Cologna, auspiciado por Giovane Holden Edizioni en 2007. Fue finalista del V Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora.

Obra:

Sin conchabo corazón, poesía, Editorial El Caldero, 1993
Fabulosas alimañas de la pampa, narrativa, Editorial El Caldero, Argentina, 1996
Hazañas y desventuras de Amulius y Numitor, 1999
Caligramas, poesía, Editorial La Bohemia, 2000
Miniaturas Quilmes, narrativa, Editorial La Bohemia, 2001
La lengua de Calibán, poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 2005
Obispos en la niebla, poesía, 2005, Editorial Tintanueva, México, y Editorial La Bohemia, Argentina
Sentieri Meridiani, Italia, 2010
Argumentos para disuadir a una jauría y otros usos civiles, poesía, Descierto, 2013
Un sauzal para Kikí de Cundinamarca, 2013
Las nubes (poesía, 2015). 



POEMAS DEL LIBRO "LA LENGUA DE CALIBÁN"

"Las pasiones ocultas se alimentan de la vida de las personas, se esconden dentro de ellas, como los tifones se esconden tras las ciénagas, los montes y los bosques. Todo tipo de pasiones. Por eso en Inglaterra son sospechosos todos los que regresan del trópico."
"El último encuentro"
Sándor Márai


Deseo

Ahora, Clodia mía,
celebremos juntos
la llegada de las fresias,
que antes del alba
nos coronen las estrellas furiosas,
ésta primavera y ésta felicidad
son el camino más largo.




Horror vacui

Gagarin sabe que la tierra
no es más que una quimera de los hombres,
confinados a este mundo, tan confiados.
Hay algo allá afuera que da pavura,
¿eso será lo que realmente nos mide?
Tan diminutos
los magníficos emprendimientos humanos,
aún los mil seiscientos kilómetros
de la gran muralla china resultan,
en la altura,
un insignificante verme...
Gagarin sabe pero no cuenta,
nada dice,
nada,
apenas sopla su té
que sorbe con estudiada parsimonia.




Tibias porfías

El viento y Plinio:
en el medio de tal porfía castillos, médano,
cuentos y espejismos sospechosos de toda laya,
pájaros que no pueden ser imitados, sirenas, moros,
moscas, ruda soldadesca, molinos,
animales de fuego, toda la china inexplicable,
otros animales que son del mandarín,
un mentiroso llamado Marco Polo
y un espía conocido como Mr. Burton,
el adelantado Don Pedro de Mendoza,
el alba y la aurora, rezos incomprensibles,
infinitos negros con tambores y grilletes,
una montaña de té, las tres gracias,
la peste bubónica, dos monos caí, (...)
Ho Chi Minh, y la nada espesa.
Tantos años después:
piedra sobre piedra en el pellejo del hombre.
¿Con cuál argumento exacto,
más drogados, emperifollados y soberbios,
alguien pretende detener lo que sopla?




La gloria entre las nieves

Bajo cero llegaremos a ningún lado.
La enfermedad es no tener sueños.
El trineo surca el blanco,
raja la inmaculada impavidez de la nieve sólida,
los pasitos de los perros y sus jadeos
son la única canción que conmueve.
Sueña Amundsen llegando al polo sur:
la gloria es la moneda de mi rey .





de “Argumentos 
Para disuadir a una jauría y otros usos civiles” 
Editorial Descierto, Buenos Aires, 2013


Cantiga fervorosa 

“... porque ninguna cosa puso la naturaleza en Dulcinea que no fuese 
perfecta y bien acabada; y así, si tuviera cien lunares como el que dices, 
en ella no fueran lunares, sino lunas y estrellas resplandecientes.” 
Miguel de Cervantes Saavedra 


Entre los que van a enamorarse, 
princesa del Toboso, 
hay algo terrible. 

Como aquello que apenas presienten 
los franceses, 
al poner un pié en Roncesvalles, 
para después pelear hasta morir. 
Inmensidad sin calibre, 
sin orden de allanamiento, 
con otros prontuarios, 
sin vómitos, 
por ahora. 

Definitivo. 
Invisible, al ojo uno, 
princesa del Toboso, 
y al ojo dos. 

Por algo será: 
el silencio casi siempre 
es mortandad. 
¿Lograste entender? 

Pulvericémonos los labios 
princesa del Toboso, 
a besos arrebatados, 
furiosos. 

Juntos, ah, Dulcinea, 
finjámosnos locos. 




El que calza una piedra

“De eso se trata, en la orilla 
poseer 
ser poseída.” 
Marta Miranda 



Por los extremos del verano 
una golondrina viaja. 

Ajena a tí, Goliat, 
el acromegálico bruto 
y pendenciero. 

Ajena a tí también, David, 
el impecable ventajero 
y ambidextro, 
que es, luego, 
capaz del arrepentimiento. 

Al margen de tanta historia celestial... 
Una mano calza una piedra: 
Otoño a tu otoña.




¡Garibi hatao! 

“Un libro abierto también es la noche.” 
Marguerite Duras 


Mil y una noches 
velando. 
Sin parpadear. 
Ayunando. 

Acompañando a los comerciantes de especias 
con las manos. 
Descifrando, en la oscuridad, 
las mismas argucias y estratagemas 
de los chacales. 
Urgidos como monos sagrados. 
Oyendo a los mercachifles montar en cólera 
por veinticinco monedas. 
Extraviados, entre turistas, 
en los senderos de cualquier Alajabad. 
Viendo volar por los aires, 
por las heréticas bombas de los fanáticos, 
algún templo sagrado. 

Huyendo 
de los incomprensibles hombres santos. 
Vacuos como granos de arena 
empujados por el viento. 
Sin atisbar, ni una sola vez, 
el vuelo del Guruda. 

Bebimos sólo agua. 
Hidrógeno dos, oxígeno. 
Comimos hierbas amargas 
y exóticos granos. 

¡Garibi hatao! gritan, con amarga rabia, 
los que realmente se mueren de hambre. 
¿Kali, cintura de palmera, 
ya somos sabios? 

Abrigame, igual, 
ya carezco de cualquier temor... 
En la eternidad 
no hay otras guaridas.




de “Un sauzal para Kikí de Cundinamarca”
Editorial Ponciano Arriaga, México, 2013.  
Buenos Aires, veinte de diciembre


“Y no hay nadie sobre la ribera...
Nadie sobre la ribera, amigos...”
Juan L. Ortiz


Desde los escarabajos “envenenados” por la sangre nuestra,
con dudosa eficacia, por las riberas viejas que tanto amamos
y contra la calle vacía, marchábamos, con la partitura del oleaje.

Después la luz suburbana que se ausenta en sus uñas
campechanas, en sus miserias mínimas, en sus aguardentosos
efluvios de “wine bar”, en sus miserias máximas de fariseos,
en sus “Tintoretos” mentirosos, listos para la entrevista amnésica
de tv en directo, el fogonazo retemplado y la centella tonta.

Y en la calle, “¡Ay, mis enemigos!”, cenizas de sauces tortuosos
superficiales y quietos, ni uno solo, solo, solo.

Silenciosos. A “pie juntillas”, a unos “e-mail” equivocados, a
“unas morales” que te las regalo, sobre astrágalos biselados
por el escrúpulo más reacio a todo lo humano que se levanta,
que se alza, que leva, que arrasa, que desborda, que reclama.
¿Cuál ciudad errante en sus miasmas, hierve en sus filmes
más sentimentales, mientras, esta suerte de “presidentes
argentinos” se escapa en los helicópteros más previsibles
tras sus cobardes engranajes burgueses?

¿Qué cortada callada, muda? ¿Qué limbo de los patriarcas?
¿Qué última trompeta? ¿Que plazoleta rala, en estas traiciones,
y ausente ante nuestros treinta y ocho muertos “perpetuos”? ¿Qué
libro de “Nehemías”? ¿Qué fondo? ¿Qué fraternidad? ¿Qué mar?
¿Qué metralla? ¿Qué libertad como cáscara de la desigualdad?
¿Qué senda desfallecida, finita? ¿Qué costilla crecida al filo?
¿Antes o después de cuál toque de queda?

La pena, amor mío, es como el colibrí: ¡es de aquí! ¡es de aquí!
Las bajas ceremonias alzadas sobre el desencanto más cruel
de los fuegos siempre “apagados” y los toscos calderos vacíos.

Calderos fríos. Calderos oxidados. Calderos ardidos en sus
olvidos, en su pobre “merchandising” de fracasos y fracasos
y fracasos en ese sordo capitalismo que todo lo transforma
en mercancía. Todo lo que ve, todo lo que toca, todo lo que
rememora, todo lo que huye, todo lo que oye, todo lo que
huele, todo lo que etiqueta, todo lo que bota y todo lo que
anticipa. Cielo del puro deseo, antes de la forma y la no forma.

Escarabajos, escarabajos, dos o tres escarabajos, ahora rojos, 
recién en la calle inundada de papeles: “nosotros
no olvidamos a nuestros mártires, no”.

¿Más arriba, esas banderas?
¿Mucho más?




de “Las Nubes”


Nube uno

No caminé en vano de tí al corazón de las nubes,
con paso enjuto y lento sollozar de sauce.
Dando trancazos como un ferroviario extraviado.
No dejé el espíritu, henchido, lejos de las sombras 
y enmudecí de rara alegría ante el ocaso ya inaugurado,
mientras nos vamos arruinando entre spleen y spleen,
como bolcheviques borrachos, suicidas y nostálgicos.
No atesoré nunca, hasta ahora, 
de esa clase de nubes en mi pecho.






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ALDO ROCAMORA [17.546] Poeta de Chile

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Aldo Rocamora 

Nace en 1949 en Los Andes, Chile. Allí hace sus estudios primarios y secundarios. De adolescente viaja a Santiago para estudiar, en la Universidad de Chile, la carrera de Historia y Geografía. Por su militancia política, le caducan la matrícula. Viaja a la Argentina en 1974, donde se radica. Allí desarrolla diversos oficios; cosechador, albañil, soldador, comerciante, fletero. Se casa, tiene tres hijos.

Su carrera literaria la inicia a finales de los ’90. Ha publicado dos libros de poesía: Poemas para discutir y  Poemas del boxeador que no contesta. Además edita en prosa: Relatos desiguales y combinados y Los cascarudos de Beazley y otros cuentos. Tiene en preparación; La razon de la sinrazón (ensayos) y Aplastante peso el de la mirada (poesía), entre varios otros.

Es miembro del grupo La Colmena y de Epicentro Escritores.





Vergüenza de mí

Mártires de Guantánamo,
Kabul, Bagdad, Trípoli, Damasco y la Franja de Gaza,
lacre infecto que sella las siete aberturas
de la condición humana.
Manchas atroces horadando la retina del Hombre,
gancho carnicero con órganos sanguinolentos
que no se van a orear nunca.

Tanta ignominia que,
maltrata la campana sumergida de la conciencia
como otrora, los ghetos de Varsovia,
Auswihtz y Trebinka.

¿Para cuándo un Goya o un Picasso?
¡Alguien que pinte un cuadro!
¡Alguien que escriba un libro!
Algún grito, aunque sea trunco
ante tanto silencio dilapidado.
En última instancia apelo
a la vergüenza de la memoria,
aquella boya insumergible
que con su dedo índice apunta 
hacia todas las madrigueras.

¿No ven que incluidos en este inframundo
nuestra raza ya no tiene coartada?
con razón, arrastra su infecto carruaje
que conduce derecho al exterminio.
No ven, que después de este tiempo;
no va haber otro tiempo.




Memoria de Alcalde

Recién ahora me entero
que Alfonso Alcalde ha muerto
se ahorcó con un cinturón de cuero
en aquel humedal del Sur de Chile
que con avidez fagocita todo.
Concepción fue su tumba apetecida,
Concepción y la  ironía del su nombre
la playa de Tomé para ser más exactos
Seguro el Bio-Bio, asistió impasible y ajeno en la distancia
escarbando cantos rodados con su azadón transparente..

Alfonso Alcalde cantor de afuerinos,  putas y marginales,
muere y  con el muere la más probable Ilíada de los pobres

Si algo me hacía falta para sepultar a Dios
tengo como prueba el cadáver del poeta
acorralado por moscas negras
que seguirá  colgado eternamente
en el umbral de conventillo, allá en Tomé

La crónica dice que ya estaba ciego
creo que en realidad  Alcalde
se negó a ver el espantoso derrotero del Hombre.




El bienamado

Dicen que hay un destino irrevocable;
los eruditos con voz grave,
insisten en que “está escrito”, 
y que hay una clara línea 
marcada en las arrugas de palma de la mano.
Los astros en escrupuloso orden 
manipulan nuestras vidas.
¡Afirmo que es mentira! allí no hay nada 
El engaño, es ese, 
nos venden una soga cortada 
que flota a la deriva en el embarcadero,
junto al cual, uno se hipnotiza
trazando surcos en la arenisca 

Por fortuna mantenemos la memoria
y por desdicha, también el olvido. 
Ese óxido terrible que infecta lo que toca, 
El Dante habló del más horrendo sitio 
donde el pisar no deja huella alguna.. 
No ha de ser tu caso
en tanto yo viva. 
Tu deslumbrante sonrisa 
continuará incendiando el amanecer
con una corbata incandescente..
El período

Hace décadas que está de moda Heráclito 
y el tiempo que se escurre
como el sudor caído sobre un turgente corpiño de mujer,
pero no nos hablan de la rara forma en que antes
ayudamos a construir tal artilugio.
Lejos de nosotros
existe un punto en que lo mismo irradia materia
creando azar en medio del azar

Sepan que hay múltiples imponderables
cuando se tuerce el curso de una batalla 
perdida de antemano.
Yo me aferro al sólido pasado de las letras amarillentas
que por timidez nunca se publicaron.
Prefiero el pescado que boquea envuelto
en diarios rancios. 
Añoro el tintineo de una moneda de cobre 
tirada con desprecio
encima de un rígido mostrador de zinc.

Es probable que entienda menos
o ésta no es ésta la época adecuada,
para conseguir descifrar lo inexplicable




 POEMAS DE BOXEADOR QUE NO CONTESTA

Linyera

Una hormiga vista desde un andamio
en la calle y de contramano
Parusco ser
envuelto en abrigo harapiento
hundiéndose
en concéntricos delirios.

Dialogas acalorado
con apariciones, acequias,
gnosmos de jadín y jilgueros.

De ese sitio donde
tus soliloquios enfermizos
ya te arrastran
no se vuelve.
Hermano, por lo menos,
tú sigues soñando
con el cuerpo casi entero
metido en un cráter.





Espectador

Gargantúa está
frente al televisor.
Ríos de cerveza,
sed de siglos,
una piza,
luego otra y otra.
Voyeur estéril
que sigue las cabriolas
de una ninfa inasible
con tanga diminuta.

Un día despertarás
y te pondrás de pie,
recobrarás altura,
mostrarás de nuevo
sobre tu rostro
el pétreo perfil de Aquiles,
la filosa espada al cinto.
Entonces, erguido,
como un águila real
que esponja su plumaje
enfilarás al baño dispuesto a orinar.





Los Antonios

(Cumpleaños de Antonio Gómez)

Ríe un Antonio a carcajadas
con una copa en la mano.
El otro de cerca y por sobre el hombro
mira sombrío.

Uno, excelentes migas hace con el sol,
el otro, desembozado, coquetea
con la taciturna luna.
Dos Antonios y la misma complicada estructura.


Aunque hay...
Yo sé que hay,
además de estos, otros.

Multitudes de Antonios
que no logran ponerse de acuerdo,
acerca de cuál calcetín usar
en el borceguí de la madrugada.

A veces, entristecido,
en algún impreciso Antonio,
noto una inconfundible mueca de hastío.







.



PAULA SEUFFERHELD [17.547] Poeta de Argentina

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Paula Seufferheld

Paula Seufferheld nació en Palmira (San Martín, Mendoza, Argentina) en 1974. Es Licenciada y Profesora de Comunicación Social y Profesora de Lengua y Literatura. Se desempeña como docente en instituciones de nivel secundario y terciario de la zona este. Publica sus textos poéticos y narrativos en su blog Proyecto María Castaña desde 2007. En 2009 participó de la antología de poesía mendocina contemporánea La ruptura del silencio. Además es redactora de la revista de poesía y reflexión El Desaguadero. El pan de la soledad, publicado por Libros de Piedra Infinita en 2013  y presentado en la Feria del Libro de Mendoza de ese año, es su primer poemario.




Algunos poemas de «El pan de la soledad»

          

El pan de la soledad
                                                                        
Con el pan de la soledad esa vida fue creciendo.                                                               
(A fuego y piel, Sandro- R. López- V. Caro)


mantel de hule
olor lejano pero exacto
a lavandina
se asienta de un golpe seco
el pan de la soledad

guiso de arrozel sonido de noticias
siempre ajenas
ella cruje con el pan
en el borde de una silla
pan que alimenta
su muerte mínima
pan abismo
cayendo en su hambre
pan duro
que arrastra la piedra
de sus días



Vitreaux

la anciana duerme su siesta
en la mesa de luz su dentadura tirita en un vaso
el locutor se pregunta quiénes lo estarán escuchando 
en la calle un niño patea una piedra 
y se sienta en el cordón de la acequia
un colectivo frena muy cerca de sus dedos 
y el chirrido de los neumáticos 
espanta a las palomas que lo acompañan 
el cajero de un banco se limpia despacio las manos
trata de recordar el nombre del líquido 
que podrá limpiarle sus uñas ennegrecidas 
la mujer dormita en el ómnibus
su reflejo tiembla en un vidrio sucio
ese espejo ocasional poco sabe del persistente sueño 
que trae una y otra vez el rostro de un hombre 
que dejó un beso y una promesa antes de irse a España 
la enfermera baja las persianas se descalza sonríe 
un somnífero y a la cama
el semáforo ordena colores a esquinas desiertas 
dos trabajadores sueldan una vía en silencio 
alguien escribe en la mesa de un bar
ocupación efectiva para distraer la vida o desnudarla 
alguien escucha una canción pasada de moda 
se rasca la cabeza y se la vuelve a rascar 
ese tic nervioso no apartará la tristeza
alguien se persigna en una iglesia vacía
el sonido de los dedos sobre la piel 
elimina el silencio y quizás la comunicación
pocos minutos después el templo queda desierto
en el piso se proyecta la instantánea de estos hombres anónimos 
pronto los vidrios de colores se reordenan
de nuevo componen las figuras de un grupo de apóstoles
sin testigos el milagro se repite todos los días



I

temo tu silencio, mi habilidad
para descubrirte se gasta como los días
en la punta de los zapatos
no terminés el cuento que inventaste
donde una nena está perdida en el bosque
y necesita de tus palabras para correr
concedeme un final feliz
del otro lado de los muros verdes
quizás la enredadera del miedo
suelte mi garganta allá afuera



III

como ese telegrafista
escucho sonidos largos y cortos
la plegaria de tus palabras
se aburre antes de rozarme

y el telegrafista quiere irse
dejar de convertir ruidos
en rayas y puntos
terminar su té
salir
descansar su vista
en un árbol frondoso
o en la indiferencia
de dos palomas que comen
en el andén
quiere ajustar su bufanda
respirar hondo
treparse al frío de la tarde
llegar a su casa alta
y mirar cómo un rayo
corta los hilos de la estación

el telegrafista y yo
sonreímos otra vez
el fuego nos encuentra liberados
antes de irnos a dormir




Distancia (XI)

«tan lejos como puedas es demasiado cerca
no hay cuchillo tan lento»
(principio de permanencia, Laura Yasan)

no hay distancia física
 (la probaste, ¿te acordás?)
y en un páramo perdido gritaste 
y en lugar de tu eco
hallaste esa voz que insiste
que no da tregua, que persigue
escapar es girar en círculos 
y la distancia un acto imposible
 atrás sodoma, fuego y azufre 
para los condenados pecadores
el desastre
 aunque no girés la cabeza 
el resplandor de la ciudad incendiada 
se refleja en los objetos que tenés por delante
orfeo miró 
y terminó perdiendo el amor para siempre 
atrás no está eurídice 
bien podría estarlo
reemplazar los terrores de sodoma
 mirar y perder
eso es lo que querés, perder
olvidar, aquí y ahora
pero el olvido se demora
apenas se arrastra en su letanía de caracol
y  girás pero la luz del cielo 
y su tormenta te enceguecen 
no ves a quien amás 
y agradeces el acto piadoso 
de esa naturaleza encrespada
cuando volvés la espalda 
seguís siendo un hato de carne y huesos caliente 
excitado concentrado en tu huida
las aguas forman remolinos 
y dejarte arrastrar es volver al centro
 como en un disco de vinilo 
 la melodía de tu sangre es disonante violenta
 y adquiere la contundencia de las olas 
al romper contra las piedras
si el camino es el círculo
el disco que vuelve hacia su centro 
mientras la púa dibuja el surco 
o el dedo que da forma al remolino de agua
si convertirte en estatua de sal 
es ver por una eternidad unos ojos implorando 
conviene abandonar tu fe en la distancia 
y dejarte desangrar hasta el olvido










ENRIQUE GIORDANO [17.548] Poeta de Chile

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ENRIQUE GIORDANO 

Chile, 1946. Poeta, dramaturgo, docente y actor. Comenzó sus estudios y su actividad teatral y literaria en su natal Concepción, Chile. 

Después de recibir su título de Profesor de Español en la Universidad de Concepción, se estableció en Filadelfia, USA, donde obtuvo su Doctorado en Literatura en la Universidad de Pennsylvania en 1978. Vivió once años en Nueva York, enseñando en Barnard College y Columbia University. En esa ciudad estudió teatro en el HB Studio y Actors Movement Studio, participando como actor, director y dramaturgo en teatros hispanos. Participó también en muchos talleres literarios, tanto como poeta y dramaturgo. 

En 1981 recibe el Premio de la ACE de Nueva York al mejor actor hispano por su actuación en Pasajes del Quijote. Reside actualmente en Ohio, como profesor de la Universidad de Cincinnati. 

Su libro de poemas El mapa de Ámsterdam (1985), vuelto a publicar por Cuarto Propio en 2005, fue escrito durante su estadía en Filadelfia y Nueva York. Aparte de sus publicaciones académicas, Enrique ha escrito doce obras teatrales, de las cuales cinco han sido representadas en Chile y los Estados Unidos, publicadas en 2011 por Maitén 3, San Juan, Puerto Rico, bajo el título “El último pétalo de la Flor de Fango y otras obras”. Actualmente, se dedica también al cine y ha actuado en roles protagónicos en Crocodile (basada en el cuento de Felisberto Hernández–USA, 2001) y Visitas (Bogotá, Colombia, 2004). Su más reciente libro de poesía es “El silencio de Claudio” publicado en Chile en abril, 2015, por la Editorial Cuarto Propio. Giordano escribe regularmente en su blog http://giordae.blogspot.com/ 



El mendigo

Mi vida es muy sencilla: 
Trabajo en un café

Cada noche en un café distinto

Cuando llega la oscuridad 
y se van encendiendo las lámparas 
me siento en el rincón más oscuro 
en una mesa pequeña donde nadie pueda verme

(pretensión ociosa: 
A nosotros nadie nos ve: 
Heredamos el paciente prodigio de pasar totalmente desapercibidos)

¿Qué hago?

Como ya les dije, lo que hago es muy sencillo

                                   Escucho

Y puedo asegurarles que yo sé escuchar

Esto al menos nadie me lo podrá negar

Lo escucho todo, hasta los silencios

               Retengo todas las palabras que se dijeron 
La que nunca pudieron decirse

Y aquellas que se dicen de todas las maneras posibles que una palabra se puede decir

Desgraciadamente tengo mala memoria

   y nunca recuerdo lo que quisieron decir

Quizás porque ya he renunciado a entender

                     O simplemente 
Porque me lo sé ya todo de memoria 
No me las doy de omnipotente ni de ubicuo

                     Mi percepción va más 
que el rebote del último sonido 
entre los vasos y las porcelanas

Mi trabajo es muy simple

                             Pero hay que saber esperar 
Y esto sí confieso que me resulta extenuante

Aunque ya no me importa

                         Simplemente me quedo allí 
hasta que la última mesa haya quedado vacía

                                                           el último mantel recogido 
y las lámparas apagadas para siempre

Entonces me levanto

                     Y comienzo a barrer todas las palabras 
que han caído desparramadas por el suelo

Algunas son fuertes y se resisten

                         otras se desarman en letras sueltas

Y hay veces cuando el azar provoca las combinaciones más insospechadas

Pero ya sé que en el fondo dicen nada 
tengo mi conciencia tranquila 
cuando al piso lo he dejado limpio como una página en blanco

Pero tampoco crean que soy perfecto

                     En realidad no lo soy

¿Cómo lo podríamos ser 
si vivimos sólo del aire y la sangre de nuestros semejantes? 
Como irremediablemente nadie me mira 
cada noche escojo una de aquellas palabras

                                      La recojo con ternura

Con el cuidado de quien siempre supo 
que cada simple combinación de letras y palabras

       alguna vez

                                      -digo: alguna vez-

                  prometieron algo

A cada palabra que recojo 
la cubro con la palma de mis manos entreabiertas 
para que no se enfríe y deje de vivir

A veces despierto feliz 
sintiéndola a mi lado

O despierto llorando porque ya no está allí

Pero otras, 
las más

ya se han deshecho con la humedad de mi piel 
y dejan como llagas viscosas en mi cuerpo

Heridas que tardarán en cerrarse 
por lo menos todavía

Hasta que a la noche siguiente

vuelva a sentarme en la mesa más oscura 
de cualquier otro café

    Y haga lo único que sé hacer:

           Escuchar

                             Escuchar en silencio

                                                                 Y esperar.






"El silencio de Claudio" de Enrique Giordano, una lectura. 

Por Soledad Fariña

…de no hablar sino cuando fuere preciso, raramente despegaríamos los labios.
Epicteto

Al encontrarnos con El silencio de Claudio nos preguntamos ¿Es un drama? ¿un guión? ¿narrativa dislocada? ¿un poema compuesto de múltiples relatos? ¿una novela gráfica?

En principio no debería asombrarnos la puesta en escena de este texto que transgrede los géneros literarios. Asombra, sí, la anotación de “escritos post mortem” bajo el título del libro, lo que nos hace pensar ¿será una biografía del alguien, de algún amigo del autor que murió? Pero de de inmediato pensamos que es otro guiño de Enrique Giordano, ya lo conocemos de El mapa de Amsterdam (la dedicatoria ¿es también parte de la ficción? Nunca se sabe…).

El epígrafe de Edgar A. Poe, nos alerta sobre el estrecho límite entre la vida y la muerte de quien es enterrado vivo. Esta primera reflexión, que más tarde se reflejará en la voz del protagonista (Aunque sé que estoy vivo Es probable que ésta sea la muerte) podría ser una línea de lectura, sin embargo a medida que avanzamos vemos que el texto despliega un abanico de sucesos que se reiteran, se contradicen, se refuerzan, se anulan. Los personajes-voces corresponden a una familia -abuela, padre, madre, hermanos no sabemos si reales o imaginarios-.

Se inicia este -poema-drama fantástico-novela con este relato:

“Lo único que sentimos fue un ruido sordo, inesperado que nadie supo describir con exactitud cada vez que se narró y se volvió a narrar el mismo incidente. La verdad es que nunca lo contaron mucho y quizás hubiera pasado totalmente desapercibido si no fuera porque Claudio—para ellos—nunca volvió a ser el mismo, o mejor dicho, el que se suponía que iría a ser el mismo.”

En un nivel el del relato, el cuerpo queda tirado, pero en otro nivel, después del golpe, caída, ruido, Claudio queda encerrado dentro del espejo observando lo que sucede fuera, vive una vida fantástica -y a veces oscura- en sus galerías. El espejo, como variada metáfora, es un elemento esencial de la obra


El espejo configura ángulos al infinito  
Anuncia otros espejos  
Lo que no cabe en 
la infatigable faena de mis pupilas 
ya lo puedo imaginar. 
me resulta predecible 
Será siempre la misma repetición 
Escalones que llevan al agotamiento de cada día 
Al retorno inevitable hacia el calor de las sábanas húmedas 
poder olvidar por un instante… 
Lo veo todo 
No veo nada  
O veo muy poco
Total 
¿a quién le importa? 
Nací en una época de grandes objetivos  
seductoras utopías  
bálsamos de esperanza


El personaje –voz- de la madre habla y es hablada en distintos segmentos sin perder sus características. Al inicio del siguiente párrafo, aparece su imagen dando la espalda al lector (al público)



Mira hacia el mar  
Extiende su mirada a lo largo de las olas 
Quisiera destejer el pasado
Poder comprender 
Cuándo comenzó aquella travesía 
Cierra los ojos 
Y se sumerge en mundos más allá de toda distancia 
Surgen constelaciones desconocidas 
Donde ni el ruido ni el polvo entran 
La más variada gama de colores 
se entrelazan creando combinaciones inagotables  
Viajará con su hijo por rayos de arco iris 
Lo llevará de la mano mostrándole 
todo aquello que carece de nombre



El personaje del padre, se desdobla en tres: hay un padre “real”, temeroso, descrito por el hijo:


Mi padre desaparece en lo alto 
ya no vuelve la mirada hacia atrás hace ya mucho tiempo que perdió toda esperanza
ya no limpia la estela viscosa que mi cuerpo deja sobre de los peldaños


Está el padre torturador y el padre ideal. Por otra parte Claudio aparece vivo en el recuerdo su madre, pero inexistente en la realidad del padre. A veces Claudio es un monstruo que se hace real a la salida del espejo, tal vez es un fantasma.


La penumbra se divide en dos pedazos  
Ante el grito desgarrado de mi madre 
Mi madre ha gritado 
Frente a ella 
El Otro Claudio 
Ese Claudio que todos temen 
Reptando frente a ella 
Jadeando con dificultad, 
Mirándola al interior de los ojos

(voz de Claudio)

Soy lo que han ocultado durante toda su vida 
Aquello que quieren no ver 
Aquello que prefieren ignorar 
Saben que estoy aquí (estamos) 
pero simulan no vernos 
(A nosotros nadie nos ve) 
Sólo así podemos seguir sobreviviendo

(voz del Claudio-monstruo)

(es fácil olvidar 
fácil pretender que la podredumbre no existe 
difícil les ha sido borrarme 
Limpiar para siempre lo que yace en las entrañas de esta casa no quieren ver que se está hundiendo 
sumergiéndose de a poco entre las miasmas  
ratas muertas 
cadáveres enterrados vivos cimientes podridas gritos petrificados  
los crímenes nefastos que el miedo les llevó a cometer)

(voz de Claudio monstruo)

Pero hay algo más, hay un doble, un gemelo, un hermano siamés de Claudio, se llama Lorenzo. Aparentemente muere a poco de nacer, pero finalmente es el doble de Claudio que ha vivido otra vida, la vida de afuera, de peligro, tortura, huida, y es imantado por un parque de eucaliptus que ha buscado toda su vida. Por su parte, Claudio, ha esperado tras la ventana a “su otro” -que es él mismo pero con otro nombre-.

Esta, la historia de Claudio, o de Claudios, de Lorenzo, de la madre, de los padres, abuelos, es la matriz o la base de un texto donde gravitan otros y cuyo final –o finales- son abiertos. El autor parece jugar con las múltiples posibilidades del relato. Pero a pesar de este juego -repeticiones, superposiciones, ilustraciones- hay un elemento que conecta íntimamente a los personajes y sus acontecimientos a través de los distintos segmentos: es el tono. Es el miedo el tono que da unidad a las variaciones. Como puntas de un iceberg van apareciendo rasgos del entorno, del contexto, del tiempo:


Martes, 3 de la tarde… Golpean la puerta con violencia  
Vuelven a golpear 
El ruido hace temblar la escalera 
Los fantasmas desaparecen 
La casa cruje 
Ventana rota 
Violento ruido de vidrios 
Han entrado con violencia! 
A golpe de carabina las puertas 
Los estantes 
Los cuadros 
Las fotos 
Las cartas 
Los cuadros 
Las vidrieras 
Los libros desparramados por el suelo 
Empujan a mi madre por la escalera 
Ella se enfrenta con un la ira irreprimible de tantos años de angustia  
Con la fuerza de quien lo ha perdido todo  
Que le han arrancado todo 
Hasta los recuerdos



Es un tiempo de miedo, de peligro, de censura, muerte, allanamientos, desaparecidos. Un tiempo de silencio. Sin mencionarlo explícitamente el silencio de Claudio corresponde, en algunos segmentos, a la mudez que acompañó a las personas luego del golpe y la mayor parte del tiempo de la dictadura militar.

¿Cómo narrar el miedo en un relato coherente? ¿Cómo narrar el silencio, la mudez si nunca nadie habló de “eso”? Aun dada su complejidad para calificarlo este texto es, en parte, narrativo y podría ser homologado en algunas de sus características a las llamadas “narrativas de la postdictadura”, cuya premisa fundamental es que “la literatura postdictatorial está bajo la determinación del duelo y la decadencia del arte de narrar”, (Idelber Avelar, Alegorías de la derrota. La ficción postdictatorial y el trabajo del duelo, p. 34. Editorial Cuarto Propio, 2000). Luego del golpe milita la derrota de muchos conlleva una pérdida (el lenguaje, el habla, la dignidad, la vida); esa pérdida requiere un duelo y ese duelo se hace –aquí- mediante la escritura. Pero hay experiencias tan extremas que no pueden escribirse y lo único que queda a la escritura es hacerse cargo de esa imposibilidad. En este texto, el protagonista parece hacerse cargo, vemos la lucha de Claudio con las letras:



El centro del ojo escupe letras  
Letras en cuajos de sangre 
Cuajos de sangre 
formando frases viscosas. 
Sangre ciega 
Mariposas carnívoras 
Que se apoderan del aire 
Letras que 
surgen de la tierra para matar 
A reducirlo todo a un pequeño sarcófago de palabras 
Letras carnívoras que devoran tu respiración
Que te persiguen por cada pliego de tu pensamiento delirante.



La pérdida con la que la escritura intenta lidiar ha tragado, melancólicamente, a la escritura misma, dice el filósofo Pablo Oyarzún, comentando la tesis de Avelar, el sujeto que escribe se da cuenta que él es parte de lo que ha sido disuelto.

Dos segmentos de El Silencio de Claudio:


Las letras salen de sus escondrijos y permanecen en acecho  
Saben que no puedes escaparte, Claudio 
Observan cada gesto cada temblor de tus labios 
Esperan la salida del sol para formar palabras 
frases que irán avanzando lentamente hacia tu cuerpo 
A comenzar la lucha diaria 
a trabajar por tu perdición

***

Vio un mar de letras arrasando la ciudad: vio metralletas disparando letras mortales: vio letras hundir puentes: vio letras estrangulando víctimas inocentes: vio letras carcomiendo como insectos las imágenes de las pantallas luminosas: vio letras confabular las extorsiones más infames: vio letras delatando nombres: inimaginables, infinitas mentiras grabadas bajo la infamia de las verdades y se vio a sí mismo en las más abominables metamorfosis 
Todas las gradas que van entre el ángel y el monstruo  
entre el héroe y el anti-héroe 
se vio subiendo aterradoras escaleras de letras 
innumerables espejos de letras / 
edificios de letras desmoronándose sobre la tierra que tiembla implacable cementerios tumbas de letras 
Y así vio como se armaba y se desarmaba el mundo de afuera. Combinaciones incesantes de letras, capítulos históricos, aterradores genocidios, religiones, contra-religiones 
Así se estructuraba el mundo 
Génesis y apocalipsis de los cuales Claudio quedaría por siempre y para siempre desterrado



De los muchos aspectos que se tejen y destejen en este libro, hay otro que quisiera destacar y es la presencia del deseo, en segmentos mínimos y casi no reiterados está presente el deseo ferviente por la unión amorosa de los cuerpos: el primero es el deseo (aparentemente universal del varón) por volver al seno materno


Madre 
Quiero volver a tus galerías tibias de humedad y cariño  
para que nadie pueda interrumpir nuestra felicidad 
para que nadie pueda interrumpir nuestra felicidad 
para que nadie pueda interrumpir nuestra felicidad



Y el segundo es el deseo más irrealizable: la unión de un cuerpo con sí mismo. Hablamos del doble, del gemelo siamés, Lorenzo es el cuerpo del “otro sí mismo” intentando la unión perfecta que nunca se logrará: el tiempo y el espacio separan a estos dos seres en su paradoja que está lejos de ser narcisista: Claudio no ve su reflejo en el agua ni se ama a sí mismo. Claudio ama a su “otro” que hizo cosas que él, paralizado por el cristal del espejo, por el cristal de la ventana, no pudo lograr.



Tuve que cruzar la mitad del mundo hasta dar con tu ventana
miras por los visillos  
miras con insistencia 
Sabes que estoy aquí
Sabes quién soy. No sabes mi nombre pero sabes quién soy.
Soy como el que ves en tus sueños 
Noche tras noche


Todas las heridas cicatrizan, mi amor. Mis dedos van por tus llagas cerrando ese dolor eterno que quiso separarnos. Las grietas se irán cerrando bajo la caricia de mi piel, el calor de mi sangre.

¿ Hay final ?
¿O no lo habrá nunca?

Pregunta el narrador omnisciente, o Claudio, o Lorenzo cuando es abatido por su padre torturador, poniendo en cuestión el final de la obra.

Quedan tantas entradas para abordar este libro de Enrique Giordano, tantos finales abiertos que yo, como lectora, elegiré uno:

Cuando volví a abrir los ojos comprendí que nunca podría volver a cerrarlos y que mi vida sería una eterna vigilia en la que nadie vendría a acompañarme. Como el enterrado vivo, sólo yo, y digo sólo yo, sabré la inmensidad de mi infortunio. Para siempre encerrado en este espejo, condenado a verlo verlo todo, todo, y lo peor… a no olvidar.


En http://letras.s5.com/sfar120614.html








ENRIQUE GIORDANO: El mapa de Amsterdam. Santiago de Chile: Libros del Maitén, 1984.


me tiendes en tu pecho
 como a un pájaro que tirita de frío
 en una playa vacía

(...)

Me desgarras con toda la furia
 de esos años en vano
Rompes para siempre ese mapa simétrico
 lo descuartizas con esa furia de tantos años sin respirar






(Yo en el fondo y nunca te lo dije
odiaba odiaba de veras ese mapa
y lo hubiera hecho pedazos si hubiera)

¿Y de qué otra manera íbamos a vivir, Miguel?
Y ahora

 En este palacio redundante de mediocridades
viendo pasar el último tranvía de Philadelphia
cuántas veces tuve envidia
de la trizadura inevitable de tu cuarto







Philadelphia, una noche de enero cualquiera

medianoche de vómitos
 madrugada de escupitajos

                mediodía de excrementos
                            largas esperas de amoníaco

          las A que se abren
          las I que se cierran

                          las consonantes que respiran
                                   detrás de un vidrio roto

Los libros que mueren descuartizados
 en un bar sin ventanas


las O que se bifurcan
las U que se transforman

la inyección que va directo a tus venas

             las I que se cierran

        el vocabulario de la muerte






New York, 18 de marzo de 1981

Un cuerpo cae
                  y se revienta en un campo de básquetbol

Los pájaros vienen a morir a Nueva York

(...)

La muerte empieza en el centro de tu mirada

Llegó el momento de vestirnos para siempre:

           Una sonrisa clavada en el marco de una ventana
                  jeroglíficos

           Un corazón atrapado entre dos puertas de metal
                  voces

La cabeza de tu madre salta entre las ruedas de acero
          Un vidrio trizado
        
                   Jeroglíficos de voces anónimas
                       sobre el mapa de Nueva York






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ÓSCAR ESPINOZA VALENZUELA [17.549] Poeta de Chile

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ÓSCAR ESPINOZA VALENZUELA

Nació en Talcahuano(1962), pero vivió en Coquimbo desde los 2 años. Profesor de Química y Ciencias. Inicia su labor poética componiendo canciones para los festivales de Coquimbo. Es co-fundador del “Movimiento de Creación y Difusión Literaria” de Illapel. Es co-autor del libro: Cuatro autores del Choapa (2003). Gana el Segundo Lugar en el concurso de los 250 años de Illapel, y es publicado por “Ojo en Tinta”(2004). Su obra aparece en “El Burro del Diablo; Arqueo de la poesía contemporánea de la Región de Coquimbo”; Selección y notas de Arturo Volantines; Ediciones Universitaria de la Universidad Católica del Norte, 2008. Reside en Coquimbo.

OBRA:

Princesas diaguitas en el silencio del Choapa
Poesía mágica moderna (Editorial: Cuarto Propio, 2012)




OCRE Y GRANATE 

Ruedan en torno al mar
las salinas tempestades,
las enfurece tu rol de arena,
tu estigma pétreo,
tu fina sombra,
tu calor que pica los ojos,
tu mucosa de noche helada,
las gravitantes gotas ocre
de tu carne salada.

En un sinfín de rodar
las transparentes humedades,
saborearon las derivas
de tus pechos granate,
y en tu lengua embravecida,
en el mar sin olas de tu sangre,
bajo el sosiego de la espuma,
ebrios de sol los huracanes,
extendieron tu piel al viento,
esfumándose en la tarde.

/página 54 /Poemas a los valores extintos y otros./ DeL LIBRO CUATRO AUTORES DEL CHOAPA/ Año 2002/Ed.Tierra Mía.




Princesas diaguitas en el silencio del Choapa
Óscar Espinoza Valenzuela [*]



PRINCESA DE LA ARQUEOLOGÍA

La poesía del Choapa está en sus piedras,
en los lechos de sus ríos,
en la poesía unitrino de las ánimas,
en los papers  arrugados
de la historia.

En los tiempos del inca no había
ni Cornely  ni Montané ni Ampuero
mas todo se desarrollaba y acontecía,
la cadena milenaria de las sombras
se  multiplicaba en lo más profundo de los grises
y en su oralidad vertiginosa
la greda mojada y húmeda
daba forma a la brillante alfarería
en sus zigzagueos multicolores
se preñaba la  selva salvaje
más allá de cualquier enigma
simplemente
llevando 
el agua fresca y cristalina
simplemente
ofrendando
 la sangre roja ….


Y se advino la princesa de la arqueología,
en todos los valles señalados
tocó midió plasmó
en sus hojas cuadriculadas
dibujó,
a horcajadas sobre las piedras milenarias,
dibujando cada surco de la piedra
sobre los vestigios auténticos de lo  humano,
imaginóse mis trabajos
mis comidas
mis ritos
mis funerarios encuentros
adivinó mi vieja chamanería
auscultó todo
con sus dedos blancos
hasta llegar al momento preciso del desastre,
hasta llegar al vernáculo acontecimiento
hasta alcanzar  la semilla más querida
y ahí en ese rincón ignoto
habló la piedra y la greda,
habló el río y la llovizna,
 habló la princesa
 en su silencio
en su canto de libélula liberada
en su mirada
en su gesto
en su piedra
 en su paloma
en sus maíces
en sus dolorosas manos
 en sus piqueteadas piedras de  montaña
habló
 en el  viento de los valles clandestinos
habló
                     en las más estrechas quebradas de la memoria            
en donde la llama y el guanaco
plasmaron su señorío…

La princesa de la arqueología
cerró mis ojos
 cerró mi boca
bebiendo el agua
de mis suspiros…

La princesa diaguita
cerrando los ojos
entrando en mi boca
suspirando
en mis suspiros
confió en mi verso
 matutino
en mi palabra
y se hizo de mis venas siderales
de mis largas noches de invierno,
se hizo de mis cabellos
y contemplando
la máquina sanguinaria
que arrastraba el valle hacia el abismo

se refugió aquí…….en mi mágica palabra.





Entre la culebra y el colibrí
Princesas diaguitas en el silencio del Choapa

Por Arturo Volantines 


Este primer libro de Óscar Espinoza (Edición de Paloma Bravo y financiamiento del Gobierno regional de Coquimbo) es un claro intento de reconstruir el ethos del Choapa, de armar un proyecto escritural unitario y, fundamentalmente, de la operación estética para sacar la palabra de su uso común y volverla andamio de la vibración artística.

Propicia con claridad un concepto etnocultural: la reconstrucción del hogar primigenio, del amor y de la ternura. La madre tierra se niega a desaparecer; es hembra y magia; alimento de su pueblo, y en lo capital: no es paraje sino vida. No son los afanes epocales baratos ni siquiera los residuos de la revolución decimonónica sino la sabiduría de la tierra más profunda que persiste en su ser y en sobarse sus propias heridas, ajena al negocio mesquino del campaneo en la política oportunista y cuetera. Es ésta la poesía “que niega a la historia”, al decir de Octavio Paz; pero, por su ser vivísimo, la vuelve la mejor exposición de los verdaderos dolores de estos tiempos confusos.

Consigno lo meritorio de Óscar en el propósito de realizar un “constructo” literario unitario; romper con la otredad lineal y aciaga a partir de reconstruir lo identitario de ese mismo tiempo a lo menos en lo escritural. El riesgo es siempre grande, porque no se trata de una suma de poemas que se justifiquen individualmente sino de un canto coral, y es también una puesta en escena, fundamentalmente, comprendida entre los textos. Es cierto que hay altibajos; hay poemas más logrados que otros, y los anillos que unen a los textos más significativos no siempre mantienen la tensión; pero, por sobre lo anterior, el objetivo tensional se mantiene; Óscar hace un aporte verdadero a la poesía de ese valle.  

Lo más arriesgado y lo más valioso de este texto es su deseo de armar un discurso poético propio y asentado en el Choapa; busca que la palabra vibre, no en su uso común sino en un ser nuevo que procure aparecer; y, por añadidura, romper con la planicie del sector. Es un desafío que no siempre se cumple; pero, a lo menos, denota un deseo de desborde; valioso, por cierto; ya que sólo hay nueva literatura alejándose de la literatura. Es un texto que contiene promesas, expectativas, y es acumulativo para la obra en desarrollo del autor; es aleteo fuerte entre la culebra y el colibrí.

Ejemplo de lo anterior, es el texto inicial llamado “Princesa del comienzo”, que en su segunda estrofa, dice: “Cada fisura está penetrada/ por el cuchillo del invierno,/ cada árbol enterrado con sus ramas/ cada hueso con su tierra y con sus flores/ cada risa con su greda milenaria”. O, en ese otro texto llamado “Princesa de la arqueología”, también en su segunda estrofa: “En los tiempos del inca no había/ ni Cornely ni Montané ni Ampuero/ mas todo se desarrollaba y acontecía,/ la cadena milenaria de las sombras/ se multiplicaban en lo más profundo de los grises/ y en su oralidad vertiginosa/ la greda mojada y húmeda/ daba forma a la brillante alfarería/ en sus zigzagueos multicolores/ se preñaba la selva salvaje/ más allá de cualquier enigma…”.

Esta obra procompacta de Óscar Espinoza es adelanto y promesa; luz propia y seria vocación, mesura e inteligencia donde hace falta. Se pone en la primera línea de la poesía de la Región de Coquimbo. No es mucho, pero es esperanzador.




Poesía mágica moderna
Oscar Espinoza Valenzuela
Año:2012


Agobiados 

Agobiados  tras las puertas y los jarrones
agobiados  entre luces y aguas de colores
agobiados  en el cemento y en la hierba,
agobiados  trashumantes de paltas y nueces
agobiados  sin máscaras ni lápices  sin ojos
agobiados  como la tarde  sin  tu abrazo
agobiados por el plagio clandestino
agobiados siempre agobiados
tras las dentelladas del consumo.

Ahora lo nuestro es una constante
una inecuación interrupta
una vil proporción casi inversa
probablemente una fuerza
que imperceptiblemente nos abandona.

Yacemos disgregados entre sábanas
insensibles al sol y la llovizna
las nubes pasan y pasan
el reggae nos alumbra la cara
y los cuerpos palpitantes
trenzadas manos entre las hojas
las paredes y las hojas
solitarios fantasmas de la mattina.

Cae la perversa noche entre los perversos
caen los versos sobre las puntuaciones
caen las rodillas y tocando el suelo
caen todas las aboliciones
sinéresis diéresis contrapunto
siniestras malas intenciones
corruptos paréntesis
diminutos círculos en tus ojos.

Agobiados
siempre agobiados
infinitamente agobiados
por inexorables relojes cuenta-horas
tras las tazas de café
el agobio taciturno
la manzana de oro
con Poe y sus truculencias
descolgadas arañas vernáculas
otrora helénicas ninfas
retozonas en la alfombra.

Me parece que te agobia mi levedad
la simpleza de mi  gesto
mi sol mi ombligo mi sombrero
mi pie desnudo.

Me parece que te agobia mi agobio
imaginarte mi sin descanso
mi simple transmutación de hijo
a padre y viceversa incoherente.

Todos los tabúes existen religiosamente,
agóbiame que te agobiaré
disfrázate que me disfrazaré
úntame que te untaré
hasta el sepulcro.

Mañana restallo mi verso potente
mañana , sufro contigo, pero mañana,
déjame el hoy para pensarlo
redistribuir mi cerebro
en pequeñeces y absurdas interrogantes
aligerar un poco mis párpados cansados
dibujar la niebla y aparecerte
como el gato  de schrödinger
no lo dudes así se escribe
pero es lo mismo , solo un ejemplo,
un soldado que regresa de la muerte,
una viuda que regresa de un soldado,
un regimiento buscando calor bajo la nieve.

Agobiados
siempre agobiados
infinitamente agobiados,
......
salvo tú..


LAURA BUSTOS [17.550]

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Laura Bustos

Laura Bustos nació en San Carlos el 9 Septiembre de 1884 y falleció, debido a una tuberculosis,  el 29 julio 1897, cuando contaba con apenas doce años de edad. En tan breve período de vida escribió alrededor de un centenar de poemas –o rimas- que tras su muerte fueron publicadas por su familia, en 1898. Hoy, las licenciadas en historia e investigadoras, Natalia Guerra Araya, Belén Fernández Llanos y Michele Benavides Silva, rescatan estos textos realizando la primera reedición del libro Rimas de Laura Bustos. Los poemas reflejan el imaginario de una niña que, dentro de la enfermedad que la consume, es impulsado por el amor hacia su familia –especialmente el padre- y el interés por el mundo que la rodea. Llaman la atención las alusiones a autores como Dante, Apolodoro u Ovidio, lo que indicaría que Laura Bustos leía bastante a pesar de su corta edad.


RIMAS DE LAURA BUSTOS
Poesías de una niña del siglo XIX
Editorial Cuarto Propio
2011, 413 páginas


Al sol

Los pájaros bulliciosos
Revelaban su calor
Y trinaban nuy graciosos
Al salir el hermoso sol;

El día claro y hermoso,
Las flores dan buen olor
Y todo está primoroso
Por brillar muy lindo el sol;

Los árboles muy frondosos,
Los prados de buen color,
Debido a los prodigiosos
Hermosos rayos de sol;

Las débiles mariposas
Con su vuelo tentador
Juguetean muy gozosas
Cuando tienen un buen sol;

También los hombres honrados
Continúan su labor
Bastante más animados
Cuando tienen rico sol.

Pero… en este acto sucumbió
Tanta grandeza y primor,
Pues la tierra se acercó
Y eclipsó al hermoso sol.



A la luna

Yo estoy admirando
La noche importuna,
Que se va acercando 
Y atrae a la luna.

En la noche lenta,
¡Quién por la fortuna
Vela más atenta
Que la linda luna!

Pues yo no pensaba
Que muy oportuna
Su luz derramaba
La pálida luna.

No lo he comprendido
Y con razón suma:
Me falta sentido 
Que admire a la luna.

Pues yo no sabía
Como otra ninguna,
Lo que embebecía
La fúlgida luna.

Mi razón voy dando,
Para hablar como una
Que estaba admirando
La faz de la luna.



UN SUEÑO

Dormecido se hallaba
sin sufrir mi corazón,
pero para despertarle
ocasión se presentó
y tuve que separarme
de mi casa ¡Santo Dios!
con el fin de que en el campo
fuese mi salud mejor.

(…)

Desde entonces me atormenta
algo mortificador,
algo que quiere exterminio,
algo salvaje y atroz,
algo que no tiene lástima,
algo muy cruel y traidor:
tanto, ¡que exige mi vida
y que no admite perdón!…




LAURITA BUSTOS MURIÓ A LOS 12 AÑOS
Rescatan a la poeta más niña de Chile

Por Ana Rodríguez 



Cosas extrañas: a 115 años de su muerte, un grupo de investigadoras decide reeditar el poemario legado por una niña chilena que sólo vivió hasta los 12 años. Laurita Bustos, nacida en San Carlos el 9 de septiembre de 1884 en una familia de la aristocracia provinciana, sufrió su primera crisis pulmonar a los 4 años y nunca se logró recuperar. La tisis, o tuberculosis, acabó con su vida luego de los infructuosos intentos de su familia por sanar a la niña, trasladándose entre el campo, la costa y la ciudad.

Laura Bustos, Laurita, que nunca pudo ir al colegio, legó una centena de poemas que su padre publicó en la época y de los cuales se conservan hoy sólo dos copias, resguardadas en la Biblioteca Nacional y en el Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile.

Cuenta su biografía -replicada en esta reedición desde el original y presuntamente escrita por su padre- que desde los ocho años Laura Bustos comenzó a pedir por escrito las cosas que quería, en cartas que llamaban la atención por sus figuras retóricas y su elevado estilo. Fue entonces -marzo de 1886- cuando su padre le propuso realizar las peticiones únicamente por escrito y en verso. “Ella contestó negativamente; pero cuando llegó su papá al almuerzo, ya le presentó una composición de ocho cuartetos octosílabos, rimando el primero con el cuarto y el segundo con el tercero, en que pedía un vestido”.

La “carrera literaria” de Laurita Bustos es quizás la más breve de la que se tenga registro, al menos en la historia de la literatura chilena. Según consigna su biografía, “habiendo muerto en julio de 1897, su carrera literaria duró como un año y cuatro meses; pero debido a su mala salud, justificada por su muerte, no pasó de cuarenta días los que dedicó a sus labores escritas: o más propiamente, podríamos decir, que no pasaría de ochenta horas, porque los días que trabajaba, rara vez trabajaba por más de una hora”.

“Rimas de Laura Bustos. Poesías de una niña del siglo XIX”, a cargo de Natalie Guerra, Belén Fernández y Michele Benavides, rescata esos poemas en una edición que busca imitar el estilo y tipografías del original, y que contiene además las ilustraciones de la primera edición. Las rimas, inicialmente muy inocentes, dedicadas a vestidos, muñecas y placeres infantiles, y luego incluso a poetas como Homero, Virgilio, Horacio o Dante, toman posteriormente otros tonos a medida que Bustos presiente el fin de su vida. Pocos minutos antes de morir, Laura Bustos comenzó a escribir su composición “¡Adiós al mundo!”, la que no alcanzó a terminar. Mientras su padre le pedía que no se esforzara por escribir, Laurita le escribía a él “… es justo que se compadezca… ¡de tu pobre hija!”.

Más de un siglo después se publica esta reedición de Rimas de Laura Bustos (Natalie Guerra, Belén Fernández y Michele Benavides, 2011) como un rescate patrimonial de esta experiencia de escritura infantil femenina, inédita para su tiempo. Las editoras “están convencidas de estar complaciendo el deseo que la autora no alcanzó a cumplir en vida: ser publicada y leída por otros, y especialmente, por otras como ella”.




Con el patrocinio del Archivo Central Andrés Bello de la U. de Chile

Reedición de Rimas de Laura Bustos: Una ventana al mundo infantil y femenino del siglo XIX




El 4 de noviembre se llevó a cabo el lanzamiento de la Reedición de Rimas de Laura Bustos. Poesías de una niña del siglo XIX.


Comentaron Natalie Guerra Araya, licenciada en Historia por la U.de Chile, junto con Alejandra Araya, Directora del Archivo Central Andrés Bello y Carla Arcos, especialista en estudios de género.
  
La iniciativa  fue financiada por el Consejo de la Cultura y las Artes -a través del Fondo de Fomento del Libro y la Lectura en su versión 2010.
La iniciativa fue financiada por el Consejo de la Cultura y las Artes -a través del Fondo de Fomento del Libro y la Lectura en su versión 2010.
En 1898, un año después de la muerte de su autora, una niña poeta de 12 años afectada por la tuberculosis, se publicaba por primera vez este libro en que se plasma la niñez vivida en la dimensión femenina a fines del S. XIX. Esta creación literaria, de inéditas características, fue reeditada con el apoyo del Archivo Central Andrés Bello de la U de Chile. En la presentación estuvieron presentes Natalie Guerra, editora del texto, Alejandra Araya, Directora del Archivo AB y Carla Arcos, especialista en estudios de género.

El 4 de noviembre se llevó a cabo el lanzamiento de la Reedición de Rimas de Laura Bustos. Poesías de una niña del siglo XIX, texto editado por las historiadoras Natalie Guerra, Belén Fernández y Michele Benavides. La iniciativa  fue financiada por el Consejo de la Cultura y las Artes -a través del Fondo de Fomento del Libro y la Lectura en su versión 2010- y contó con el patrocinio del Archivo Central Andrés Bello de la U. de Chile, la Biblioteca de Santiago,  el Departamento de Ciencias Históricas y el Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos (CECLA), de la Facultad de Filosofía de Humanidades de la Universidad de Chile.

Intervinieron con comentarios sobre las rimas, Natalie Guerra Araya, licenciada en Historia por la Universidad de Chile y una de las editoras, junto con Alejandra Araya, Directora del Archivo Central Andrés Bello y Carla Arcos, especialista en estudios de género.

El objetivo de esta primera reedición de la obra de Laura Bustos es contribuir al rescate, valoración y difusión de la producción cultural de "los sujetos que han carecido de espacios de enunciación como lo son los niños", explica Guerra. Para las editoras, lo que se pretende es "rescatar la experiencia inédita desde la propia perspectiva de una niña" y mostrar esta niñez vivida en la dimensión femenina, "cuyas expresiones han sido históricamente relegadas a la intimidad del hogar; en ese sentido, creaciones de esas características son casi inéditas en el panorama literario del siglo XIX a la actualidad", añaden.

Las rimas de Laura, estudio preliminar

El libro, en su versión original, fue publicado en 1898, un año después de la muerte de su autora, niña poeta de 12 años de edad que falleció producto de tuberculosis. El trabajo de las historiadoras incluyó un estudio preliminar que pretende contextualizar al lector y sugerir algunas líneas de interpretación de las rimas. La investigación bibliográfica realizada incluyó la presentación de la vida de Laura Bustos, sus intereses, el contexto de producción de la obra, su forma y contenido. Dentro de los antecedentes expuestos, las editoras valoran la forma de la obra, es decir, "a ciertos recursos extratextuales y materialidades que permitieron que las rimas se volvieran tangibles en un objeto como el libro". Asimismo, destacan el contenido de los cerca de 70 poemas que "nos remiten a temas especialmente vinculados con los espacios que fueron definiendo, de acuerdo a diversos discursos de la segunda mitad del siglo XIX -el médico, el educativo- y lo que puede ser  considerado como 'infantil' en esa época", explican las historiadoras en el libro.

Para las recopiladoras de las rimas, este libro se erige como un texto "que se reviste de carácter patrimonial en diversos sentidos: por su contenido eminentemente infantil y femenino, y por la escasez de ejemplares disponibles de la obra, por su tipografía y valor artístico de sus litografías, y por aproximarnos a una vivencia recurrente de la época de su producción: experiencia de enfermedad y muerte a causa de la tuberculosis".

El análisis de la obra

Alejandra Araya, en sus cometarios de la obra, valoró  la reedición de las rimas como un homenaje que se merece Laura Bustos. Además se dedicó a desentrañar las relaciones que se observaban en sus versos. Para ella, Laura tiende a la escritura de la exhibición en que "se percibe la pluma como un objeto mágico, en la que al acercarse a la muerte la exhibición se vuelca a la desesperación y a tópicos de religiosidad".

Por su parte, Carla Arcos se refirió a la contribución del rescate del patrimonio que logra la obra, junto con ofrecer un análisis de su contenido. Fue así como  describió la forma en que los discursos constituyen una escritura particular, la manera en qué se trabaja en sentido del texto  de Bustos y cómo se va generando "la trayectoria escritural que pasa por la vida cotidiana hasta la presencia de la muerte, según los lugares de enunciación y su respectiva noción de autoría".

María Zamora, asistente al lanzamiento expresó su interés por el trabajo de reedición del texto, "me parece fantástico porque funciona como un viaje al siglo anterior que nos permite ver las costumbres que tenían", explica. Cristián Aros, actor de la Universidad Católica de Chile también valoró la iniciativa "me parece espectacular el rescate de esta poesía y del discurso infantil. Además del rescate de la cultura de la época".

"Destaco que se ponga a la luz gente que no es muy conocida, y sobretodo que sea una niña, porque la historia ha girado en torno a los hombres, entonces  es relevante que destaquen la obra de una niña del siglo XIX", comenta Pamela Saavedra, socióloga de la Universidad de Chile y asistente al evento.

Soledad Figueroa, egresada de teatro de la Universidad Católica de Chile valoró "que se rescate la literatura femenina del siglo XIX  y más aún, del campo. Sobre todo si entendemos que en Chile a la mujer le costó mucho emanciparse. También está la sombra de la enfermedad, mucha gente importante como no importante tuvo tuberculosis en el siglo XIX. Y que una niña pueda expresarse de esa manera con el umbral de la muerte, es muy destacable".







CARLOS ROJAS GONZÁLEZ [17.551] Poeta de Ecuador

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CARLOS ROJAS GONZÁLEZ

Nació en Guayaquil, Ecuador   el 18 de Julio de 1943. 

Hijo legítimo de Alberto Rojas Gonzaga, extranjero que llegó después de muchos viajes a Guayaquil y puso un bazar en Clemente Bailen y Chimborazo. Al quebrar por malos negocios se instaló en Samborondón, dedicado al ramo del perfumería y cosméticos en general. Hacia 1960 enfermó de diabetes y falleció cuatro años después en Guayaquil. Insigne viajero, buen conversador de carácter extrovertido, imaginativo y amante de la opera y de América González Blacio, guayaquileña, profesora primaria. Hija del Coronel Vicente González, liberal radical del 95, de los lugartenientes del General Pedro J. Montero.

El último de cuatro hermanos que crecieron felices en unión de numerosos primos matemos en un viejo caserón de madera, de planta baja y dos pisos altos, propiedad de los hermanos González Blacio, en Rumichaca entre Sucre y Colón, Allí vivían alternando en franca camaradería, almorzaban y cenaban los grandes en el primer piso y los chicos en el segundo, en una gran mesa familiar.

Recibió las primeras letras de su madre y recién para el quinto grado lo matricularon en la escuela Fiscal No. 12 "Juan Montalvo" ubicada en 10 de Agosto y 6 de Marzo, en el popular barrio de la plaza de la Victoria, donde acostumbraban situarse los encantadores de serpientes a vender sus pomadas, menjurjes y otras baratijas.

En 1955 ingresó al Colegio Particular "Lizardo García" y siguió la especialidad de Comercio hasta el tercer año. Por ese tiempo empezó a interesarse en la comunicación y la cuestión existencial. La adolescencia le creaba frustraciones y como era introvertido buscaba un escape en la lectura, frecuentando bibliotecas como las de la Casa de la Cultura y la Carlos A. Rolando de Autores Nacionales, donde se especializó en temas relacionados con Literatura, Filosofía y Psicología. Luego entró al campo de la ficción, se entusiasmó con los cuentos de José de la Cuadra y los relatistas dinámicos de los años 30. Como era muy organizado, acostumbraba tomar notas y comenzó un fichero, transformado hoy en archivo de Lingüística, que ha dividido por temas y materias.

En 1960 pasó al Colegio Técnico Simón Bolívar donde encontró un excelente ambiente y escribió el periódico mural "El Libertador" con artículos, poemas y comentarios. El 62 se graduó de Bachiller en Comercio y Administración, no sin antes descubrir en el sexto curso el amor, pero sufrió una crisis existencial por darle gusto a su familia que lo quería de Economista. Así pues, comenzó a llevar numerosas contabilidades en almacenes y empresas pequeñas e ingresó a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Guayaquil. Mas, al no sentirse realizado, entró el 63 a la Facultad de Filosofía y Letras, pasando el examen de ingreso con la más alta calificación; sin embargo no salió de Economía y se dio el tiempo necesario para asistir a ambas Facultades hasta el 64.

Mientras tanto hacía reportajes sobre asuntos sociales para "El Telégrafo" a S/. 200 cada uno, sobre el transporte, la urbanística, entrevistaba a artistas, a políticos, etc. También trabajaba para la revista "Época" de Presley Norton como redactor especial.

A fines del 64 se empleó en la agencia del Diario "El Comercio" en Guayaquil con S/. 1.200 mensuales, hacía publicidad, redactaba noticias sin horarios fijos, trabajó tres años.

En Filosofía y Letras había encontrado el apoyo de ciertos profesores como Francisco Huerta Rendón quien le dijo: "No eres historiador sino escritor". En otras ocasiones "me pedía que le mostrara lo mío y como era afectuoso e impositivo me sirvió de guía. Ezequiel González Mas me hablaba horas sobre la literatura Universal y me introdujo en el Ulises de Joyce al punto que organicé un Seminario sobre dicho libro con él, Manuel J. Real me motivaba a la Filosofa, especialmente durante una temporada en que me interesé en las ideas orientales de Lao Tse".

"En 1967 me integré al grupo cultural CIMA que mantenía un programa de una hora semanal en las radios, con Eduardo Salas Rodas e Hipólito Alvarado. El 68 recibimos la influencia del pensamiento francés que implicaba la ruptura de la cultura de cenáculos para alcanzar un mayor espectro. En lo musical asimilamos a los Beatles y a Jimmy Hendrix, no pensábamos de manera nominal sino únicamente de propuesta”. El discurso cultural hasta ese tiempo tenia sus limitaciones lingüísticas de espacio y forma, pero de allí en adelante empezó a darse una estabilidad para buscar nuevas estructuras. “Nuestro grupo estaba formado por los pintores Juan Villafuerte y José Carreño y por los relatistas Alvarado, Salas, Agustín Vulgarín y León Hi Fong. Nos reuníamos a partir de las siete de la noche en el café Lusitania, ubicado en Aguirre y Lorenzo de Garaycoa, conversábamos de todo, especialmente de lecturas, que cambiábamos y discutíamos. Era una especie de taller de arte en general y de literatura en particular".

En 1968 se graduó de Licenciado en Literatura con la tesis "Narrativa ecuatoriana actual" que contiene un análisis sobre Hipólito Alvarado, Raúl Pérez Torres, Abdón Ubidia, Vladimiro Rivas. Ese año la Universidad Técnica de Babahoyo le contrató de profesor de Literatura Ecuatoriana para el cuarto curso por S/. 180 la hora, cuatro horas a la semana. Luego le subieron el sueldo a S/. 10.000 mensuales como profesor a medio tiempo.

"En 1969 Otón Muñoz y Juan Villafuerte me fueron a visitar para tomarnos el local de la Casa de la Cultura porque se notaba un descontento general con la política del Núcleo. Nos quedamos 27 días hasta que renunció el directorio y se encargó de la presidencia Segundo Espinel, quien nos llamó inmediatamente a colaborar, integrándonos en secciones. Allí se dio como algo importante el cruce de ideas e iniciativas entre los nuevos y los mayores como Enrique Tábara. Nos movimos en todos los campos, hicimos recitales en las calles, ediciones populares, vulgarizamos la cultura y la sacamos del edificio, pero eso solo se consiguió por un año y poco a poco se fue diluyendo un esfuerzo tan romántico debido a la falta de un marco teórico específico".

Durante ese tiempo el Núcleo editó una Antología titulada "Generación Huracanada" donde constan numerosos poetas jóvenes y entre ellos Carlos Rojas González, pero Hernán Rodríguez Castelo los criticó muy duramente, salvándose únicamente Rojas. (1).

"El 70 viajé a Quito y el poeta Humberto Vinueza me presentó al grupo de ex Tzanzicos, que por entonces escribían y publicaban la revista La Bufanda del sol. Eran Ulises Estrella, Iván Carvajal, Abdón Ubidia, el propio Vinueza, Alejandro Moreano, Esteban del Campo, Raúl Arias. Hacíamos autocrítica y buscábamos transformar el discurso literario. Fuimos muy selectivos, solo editamos entre 10 y 12 números en tres años y el grupo se disolvió. Allí aparecieron algunos poemas míos".

En esos años también hizo análisis y crítica literaria en "El Universo" a través de dos columnas: 1) Una página de Literatura cada domingo, y 2) Media página con los Libros de la Semana, que aparecía bajo el seudónimo de "Trimaltión", personaje de la novela "El Satiricón" de Petronio, percibiendo un sueldo mensual de S/. 1.600.

Desde el 70 había comenzado a leer a Ferdinand de Saussure, luego a Roland Barthes y a los formalistas rusos y comenzó a dictar Psicología del Arte en el segundo curso de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil, como profesor a medio tiempo con S/. 6.000

(1) En dicha Antología Rojas publicó tres poemas: 1) Poema para todos, 2) Diceres, y 3) Canción para los inconscientes.
mensuales, pero solo permaneció año y medio y salió por la violencia imperante en los predios de la ciudadela. Tenía todo su tiempo copado y era feliz. Fue una época de mucha actividad; además, estudiaba a la Alianza Francesa.

El 73 apareció en un periódico guayaquileño la convocatoria a una beca de un año para realizar estudios de Teoría Literaria en la Universidad de Madrid. Aplicó enseguida y la ganó con facilidad, pero se enfermó con apendicitis perforada (peritonitis) y tuvo que operarse de urgencia en el Hospital del IESS, donde permaneció asilado cosa de 45 días. Perdido en viaje, escribió directamente a la Sorbona de París y consiguió una pre matrícula, viajando a Francia en goce de una Comisión de Servicios de la Universidad Técnica de Babahoyo, por un año, pero se quedó siete.

Los primeros meses estudió francés avanzado, al mismo tiempo asistía como alumno de la Facultad de Letras de la Sorbona IV y logró el masterado en solo nueve meses con "La narrativa ecuatoriana de los años 70”, ensayo largo que le abrió las puertas de una segunda beca para el Doctorado. Entonces conoció profesores de la categoría de Jacques Lafaye y críticos latinoamericanos como Raúl Silva Cáceres y Ariel Dorfman.

Entre el 74 y el 77 hizo su Doctorado en la Sorbona IV y en la Escuela de Altos Estudios de París con el profesor Aljirdas Julien Greimas, la más alta autoridad del mundo en Teoría y en práctica de Semiótica. En 1977 sustentó su tesis "La Poesía Latinoamericana del siglo XX: Caso Ecuador, análisis semiótico", íntegramente en francés y recién ahora, 1989, está traduciendo al español para su publicación en la Universidad de Mérida, Venezuela, donde se la han pedido con insistencia. Su tesis, de aproximadamente 500 paginas, trata sobre el análisis más coherente y organizado que se pueda efectuar sobre nuestra poesía vigesimonónica, pues permite detectar el funcionamiento del sentido y la más aproximada significación del discurso, entendido como cualquier dimensión de la expresión.
A partir de 1976 comenzó a trabajar por las noches como recepcionista en diferentes hoteles de París a causa de que su comisión de servicios había terminado y no le fue renovada. Una nueva obra poética afloró bajo el título de "Poesía Provisional", en 80 páginas, que publicó la "CAA Editores de Madrid" en 1.000 ejemplares, agotados enseguida, por lo que publicaron dos ediciones con posterioridad.

El 24 de Diciembre de 1976 contrajo matrimonio en París con su compatriota Lola Alvarez Alvarado, a quien había conocido seis años antes en Guayaquil y encontrado en París como estudiante de Lingüística de la Sorbona IV . Son muy felices aunque no han tenido hijos.

Entre el 74 y el 78 escribió un segundo poemario, esta vez en francés, titulado "Dialogues et monologues d un étranger" que envió a la Editorial "La penseé” Universelle" de París y aunque fue aceptada, no llegó a firmar el contrato y sigue inédita. El 80 la tradujo al español y escribió un ensayo "Literatura ecuatoriana del siglo XX, aproximación semiótica entre discurso y referente", en 35 páginas, a pedido expreso de un grupo de investigadores franceses y latinoamericanos, para integrarlo con otros trabajos en un grueso volumen sobre Literatura Hispano-luso-americana, que sacó la famosa editorial Ophrys.

Entre el 78 y el 80 fue profesor encargado de Curso de la Sección Ciencias Sociales de esa Facultad, en la Sorbona IV, cargo que renunció en Julio del 80 para regresar al Ecuador.

Una vez en Guayaquil quizo fundar un grupo de estudios de Semiótica para Latinoamérica con base en el Ecuador, proyecto que aún no abandona. Luego fue contratado por seis meses como Profesor Investigador y Director de Planeamiento de la Universidad de Machala con S/. 30.000 mensuales, cofundando los Talleres de Investigación.

El 81 fue Profesor de Teoría del Conocimiento en la Facultad de Piscología de la Universidad de Guayaquil y para la Universidad Católica de Quito dictó un Seminario largo sobre introducción a la Semiología. En 1982 pasó a la Universidad Técnica de Babahoyo como profesor de Lingüística y Semiología y en la Universidad Laica de Guayaquil dictó las mismas materias y Metodología de la Investigación, aun continúa allí.

En 1986 escribió el ensayo "Entre Semiótica y semiología", en 25 páginas que apareció publicado en Ediciones "Uso de la Palabra" de la Universidad Técnica de Babahoyo, fue reproducido en la revista de la PUCE de 1987 y en la revista "Catedral Salvaje" el 88.

En 1988 publicó un libro de cuentos "Discurso para ser leído cuando llegue el buen tiempo" en 76 páginas con seis cuentos escritos entre el 83 y el 88, uno con ambiente francés y los restantes ecuatorianos. Uno de estos, "Alrededor del círculo". ganó el 87 uno de los premios en el concurso de Cuentos Largos de la revista SITSA de la Municipalidad de Quito. Por esos días el libro entero participó en el Concurso José de la Cuadra de la Municipalidad de Guayaquil y obtuvo una de las tres menciones.

En 1989 Editorial El Conejo lanzó su tercer poemario "Apuntes para conformar un texto" en 180 páginas con poesía nueva escrita entre el 72 y el 87 y algunos textos tomados de su traducción de "Dialogues et monologues d´ un étranger".

Mantiene contactos en el exterior con profesionales de la calidad científica de los profesores Saúl Yuquievich, Jean Claude Cocquet, ejerce la investigación social a través de diversos proyectos para la Corporación de Estudios Regionales, donde ha cubierto un estudio sobre la vivienda popular en el Ecuador y otros más con técnicos y especialista en la materia. También dirige el Centro de Investigaciones de la Universidad Laica de Guayaquil y colabora en periódicos y revistas del Ecuador y de Francia.

En 1998 editó “Un tiempo para decir” con poesía sobre lo cotidiano dicha con voz mesurada, que se afina en una comprensión de las cosas con una alegría sensual y una breve melancolía de la vida.

2012.- Sobre su largo silencio literario, Carlos Rojas dice que siempre ha tenido dificultad para publicar porque es su mejor y más exigente crítico, jamás está satisfecho con sus textos poéticos y narrativos. Simulaciones y oficios lo escribió en los años 90, lo tenía guardado y ahora lo publica.

Estatura mediana, tez blanca rosada, pelo cano, ojos café , conversación amena, carácter disciplinado, prepara sus clases con la debida anticipación y no entra en contemporizaciones con los estudiantes, a los cuales exige, guía y atiende.

En Opinión de Abdón Ubidia, en la narrativa de Roja existe el inteligente proyecto de abandonar lo que por desgracia ha sido una constante en buena parte de la literatura de los últimos años, exagerados juegos de lengua, necesidad de recubrir mediante el abuso de la palabra,




De (Algunos números que no intentan significar nada)

(2010)

En las puertas del cielo la ciudad se detiene
nadie la invita a entrar
reconocer que esta chatura no es lo único que existe
más allá de ese dintel están cielo e infierno
ese verdadero imaginario

Tal vez.




*


Escuchar música siempre es necesario
o todo lo que queda
Ahora estoy con Goyeneche
(abandoné un momento los clásicos para sentirme yo
una aguja en los talones)
una voz de grava me atraviesa
(“garganta con arena”)
me traslada a espacios desconocidos
o mejor me hace reconocer otros espacios

Acá nadie puede tocarme
Ahora soy yo cabalgando en una melodía que apenas reconozco.




*


Esto de escribir resulta tarea fácil
te instalas en el aparato que tengas a mano
colocas lo que se te ocurre
(haces pasar cualquier cosa por ideas
acudes al absurdo/ la procacidad/ al sexo/algo de lo social
que no tenga sentido lo dices es algo secundario)
todo esto debe estar en galeras o en prosa
en la primera de bastos lo lees
aplausos el público no entendió o si entendió lo mismo
Más tarde lo publicas
tal vez tampoco alguien lo comprenda pero no es necesario
aparecerá algún “especializado”
te hará comparaciones con alguien que se supone “válido”
encontrará los parecidos
te declarará importante
se te pondrá el pecho así de grande
sin saberlo
Te convertirás en alguien importante
O parecido.




*


Sueño que los días transcurren pegados de la mano
solo elijo las manos
extraídas de ese cuadro de sueños
me acarician me excitan
contento sobre esa nube me desplazo
ahora estoy donde siempre quise
más allá de mí mismo

Despierto
los días transcurren lentos 
separados
como todo.




*


No sé si mañana ya no estemos
Si el canto tempranero no se escuche
Si el cordel donde se dicen cosas sea solo un cordel

Preguntarnos dónde iremos siempre es innecesario
Para qué saber el camino si solo es el camino
Conocer el destino si es solo el destino

Ahora estamos aquí sobre esta cuerda
Amando cantando diciendo cosas.




*

(Ahora que las últimas flores)


(Fernando Artieda, poeta del pueblo)

Ahora que las últimas flores dejadas en tu tumba se han marchitado
o se las han llevado los ladrones
Ahora que ya no es necesario confundirse impostar la voz
creo podemos decirnos algunas cosas
Yo respeto todo lo que has escrito
(el estar de acuerdo es una convención más del lenguaje)
Tu hombre solidario
Tu safa cucaracha
que llegaron al interior de este pueblo -balneario frustrado-
enseñándoles cómo enfrentar el día a día
cómo hacer que la tristeza se transforme en lo contrario
Esa seducción que era tuya –decir “solo” sería un lugar común-
con la que movilizabas a las masas esa posibilidad de poder decir
Venían de petrillo de vuelta larga de los extramuros de lo más recóndito
y la gente aplaudía
frenética alborozada
mientras con esa voz rasposa –ronco de lata- gritabas tus versos
esos versos de los que tú más que nadie estaba convencido
disfrutabas de cada palabra procaz malapalabra 
(como dice la buena gente gente de bien)
y continuabas tu discurso interminable 
alzando los brazos gritando haciendo pasos de baile
y gente seguía allí por la radio pegados al televisor
disfrutando de ese ardor contagioso
transformando su angustia –el no tener- en euforia
porque tú les entregarías la clave para entender este pueblo fantasma
para encontrar el ídolo que todos necesitan
el cantante que se lleva dentro
ya no importaba ser cholo indio ladrón serrano puta o lo contrario
todos se enrolaban en esa canción que les habías descubierto
que los encubría
La fatalidad era una forma de disfrutar la vida
las palabras adquirían otro sentido en el gran coro
De improviso el tiempo se interpuso en tu voz
esa carraspera esa voz pastosa ya no está en los tablados
la gente sigue ya no espera entona o susurra el mito que les dejaste
Se levanta trabaja cuando puede o hace lo que acostumbra y tal vez sea
feliz)
sobre todas las cosas sus dolores está la ilusión que sembraste 
tu palabra

Acá al otro lado los que simulamos pensar
los que nos engañamos diariamente
(los que buscamos la expresión adecuada)
los que no tenemos la fuerza necesaria –aquí se debe decir otra palabra-
iremos a tu tumba cuando tengamos tiempo
a preguntarte cómo es el canto por allá Fernando.

18/04/2010



*


FRAGMENTOS DE UN DISCURSO CITADINO

Descubrir
redescubrir la ciudad
ejercicio arqueológico el recuerdo
tarea difícil
en todo un orden que lo impone el desorden

Cómo
si cada día minuto instante
se multiplica evade
se escapa
Imposible encontrar
el antes y el después
detenerla en un pasillo un valse
un aeróbico disco introducido
en el presente
tal vez nunca futuro entre nosotros

Inventarla
otra posibilidad
pero su vivacidad rebasa
clausura la imaginación
Describirla sería quizás el mejor consejo
como quién sabe fue
tal vez sea
quisiéramos que fuese

Las manos juntas atravesando el tiempo
esperando que caigan las palabras
bajo nuestra conciencia

Y me digo que aquí desde esta esquina
puedo ordenar la historia
a mi sincero antojo


La ciudad desespera en la mañana
se restrega los párpados
recuerda
algún pedazo de pasillo se le quedó olvidado
en la última cantina de trasnoche

Se incorpora al trabajo
ensaya sonreír un bueno días
(madre ofrece a sus hijos café con pan
chocolate y tostadas)
pero algo huele mal
(hoy te portarás bien dice la madre
saludarás al jefe dirás cómo ha pasado
qué le parece el tiempo el clima)
pero algo suena mal
a cosa devaluada
a espíritu agiotista
y apenas tiene ocho horas para cobrar los réditos

El día transcurre como todos los días
siempre trabaja mal
también descansa mal

Se coloca los lentes de gas cuando la luz no alcanza
será otra noche de pasillos
un rabiar de rocolas
endulzará su angustia en una salsa
y dormirá con los ojos entreabiertos
por si acaso lo asalten
o vengan sus acreedores a reclamar los réditos
(mamá esta gripe eterna ya me trae pesadillas
ya no sé si mañana habrá mañana)

En torno al círculo
los culebreros cantan
es la misma canción desde la infancia
Hasta aquí nadie pasa
yo les voy a contar de lejanas tierras recorridas
esta tijera que cortó el ombligo al arcángel de nombre conocido
solamente cien sucres

Y un poco más allá
para ser más exactos en la esquina
julieta se sonríe como si dubitara
en ese mismo valse del hacer - fornicar escuchado en la niñez de su abuela
pero a otro precio
y analuisa mastica un chocolate mientras julieta la escarmena

y sonríe
deberá crecer para escuchar ese valse
ese mismo valse

(mamá cuéntame la historia de la plaza victoria)




*

COSAS

Ahora sobran hasta las palabras
El vacío ha encontrado su dimensión exacta
Cuando solo queda el espacio del recuerdo
Cuando ya no somos las figuras transitando
Sonrientes
Esperando esas historias que nos traía la bruja
Y nosotros alquilando la escoba
Buscando el asidero
Alguna cosa
Que nos diga que estábamos
Que el calor
Que la lluvia
Que el viento
Solo eran un remedo
Algo así como una tarjeta de identidad en la que nos afianzábamos
Y seguíamos corriendo por ese espacio infinito que habíamos inventado
Esa cuerda donde hacíamos malabares
Donde construimos ese mundo de mentira
Nuestra única verdad
Y luchábamos para que se repita
Para que la mentira sea una verdad tantas veces repetida.
Y el tiempo caía
Y la mentira se iba diluyendo
Y la cuerda donde hacíamos equilibrio
Se gastaba poco a poco
Y las palabras ya no nos alcanzaban
Envejecieron
Se engancharon en la escoba que nos daba la bruja
Y de pronto el espacio
El vacío se apoderó de todo

Y asumimos la verdad como si no quedara otra mentira


Aquí en la banca de tantas veces
Mientras contemplo al río correr apresuradamente
Me contemplo
Me pregunto dónde voy
¿quién espera cuando se agota la espera?
Cuando el río fluye
El aire sopla
Todo cambia como en eso de Heráclito tantas veces repetido
Pero lo hacemos nuestro cuando estamos en una banca
Frente a un río
Fumando un cigarrillo
Tomando cualquier cosa

Y con nosotros mismos.


En la madrugada aparecen recuerdos inauditos
al fin el sueño se detuvo y cedió su espacio
dejó que la imaginación se desatara
(que diera rienda suelta que asaltara el pasado
la caja en que guardamos las sorpresas que hemos vivido
que imaginamos eso que nos da importancia)

Viene la parte dura
Lo que no quisimos aceptar
Anclados frente al ordenador las palabras no salen
Miedo escalofrío
El hecho de encontrarnos
Quien hubiera llegado atrasado a nuestra cita
Pero es imposible huir
Y las palabras comienzan a desgajarse
Los recuerdos ahora son objetos
Otro tiempo otras manos esas caricias que siempre fueron esquivas
Los dedos de tus manos tus largas piernas
Hay que volver atrás
(es lo que nos proponemos intentamos desesperadamente)
Pero no hay elección
El sueño abandonó su cometido
Y no queda otra cosa que aceptar el recuerdo
Duro
Avasallante
Hasta que se le ocurra regresar al sueño
Hasta que algo nos libre del encuentro

Que nos libere de este encuentro que no acordamos.


Pasa el tiempo en nuestras narices desapercibido
Sin que nos enteremos nos vamos ajando
Abandonando
Atrás quedó la risa los momentos felices
Los amores los disfrutes de la pasión que pensamos no acabaría
Zapatos de goma camisetas pegadas y ese sol que nos achicharraba
Corríamos nos desplazábamos sobre las lomas
Estábamos en un cuento
Más tarde eso que llaman responsabilidad nos cobijó
Nos aprisionó
Con sus aliados que es mezquino nombrarlos nos dejaron en nada
Y luego también nos quitaron esa nada

Ahora estamos aquí donde tal vez empezamos
Recordando los recuerdos
Asidos a lo que tuvimos y creíamos tener
Y el viento sopla
La lluvia cae
El sigue donde lo conocimos
Solo que nosotros ya no esperamos
Y el tiempo pasa cada vez más rápido.


La ciudad que tantas veces hemos dicho
se envejece de nueva
ladrillos adoquines de diversos colores le dan un nuevo tono
soledad
angustia
La gente pasa pasea de manera impersonal
los adoquines se remueven con la molestia
el peso de los carros
Los parques aparentemente llenos de gente que no se dice nada
solo los niños corretean hacia no saben donde
más allá esta la ría o lo queda de ella
le absorbieron el agua para pavimentarla
Colocaron comercios almacenes salones donde la costa esperaba al río
ansiosa
Lo inmenso que acostumbramos está relleno
puestos bazares gente comiendo bebiendo a carcajadas
ya no se lo divisa
para verlo hay que subirse a lo alto de un edificio
para ver las hormigas transitando haciendo compras
y más allá las islas de arena
enormes bancos donde más tarde tal vez también se instalen bancos

¿Dónde fueron los peces me pregunto?
Es que la ciudad se ha renovado responde una señora
Me volteo y solo alcanzo a rescatar sus largos aretes
Entre otras cosas.


Estás al otro lado
donde ya mis palabras no te alcanzan
y sin embargo simulo que te escucho
que te hablo
estamos una vez más en esa cuerda floja haciendo malabares
mientras abajo todo el mundo espera la caída
reímos metidos en aquel orificio inexpugnable que construimos
donde nada podía llegarnos
lastimarnos

Todo era una gran escena y nosotros espectadores

Ahora estás fuera de mí
me gratifico imaginando cosas que tal vez no fueron
o que jamás se han dicho.




*

Palabra que te hablo de la palabra

Me instalo
definitivamente en la noche
bulbos oscuros revoloteando la memoria
y busco las palabras
adecuadas maneras de conceptuar las cosas
Sobre mi cabeza un cielo de celofàn
y sin embargo busco
trafico ocn palabras en la noche
quiero entender
decir
saber que aún estoy
porque solo con la palabra me acostumbro
convivo
aprehendo
me conformo
me permito presentar ante la vida

Todo era movimiento y nada más que eso
impotente al dolor
apenas divisaba mi presencia en el entorno

Tardes soleadas interminables noches
pero seguían mis huellas aún sin explicarse

Los pies encallecidos las manos llagadas
se transformaron en la forma de mi costumbre

Aún no aprendí a amar
pero en aquella cópula y ese primer grito
me descubrí en parte
miré atrás
ahora mis huellas me perseguían apresuradamente




HERNÁN ZÚÑIGA ALBAN [17.552] Poeta de Ecuador

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Hernán Zúñiga Alban 

(18 de enero de 1948, Ambato, Ecuador), es un pintor,grabador y poeta ecuatoriano.

Nació el 18 de enero de 1948 en Ambato, Ecuador. Sus padres fueron el zapatero Ricardo Zúñiga Domínguez y Ana Albán Ruiz, una profesora modista hija del Coronel Hugo Albán Borja. En 1952 se trasladaron a Guayaquil, donde fue obrero de una fábrica de productos de caucho llamada Venus, y con el pasar del tiempo se hizo modelador de calzado.

Estudió en el Pensionado Mera de los Hermanos Cristianos de Ambato, en la escuela García Moreno de la plaza de la Victoria y en el Colegio Mercantil donde fue compañero de Jorge Velasco Mackenzie.

A la edad de 15 años trabajó para una empresa textil, donde se encargó de la serigrafía y dibujar los diseños en los bastidores. Solía sacar su caballete fuera de la casa donde habitaba para pintar, cuando Medardo Paz Domínguez, profesor de la Escuela Municipal de Bellas Artes lo vio, le propuso participar en el salón de mayo de 1963. En dicho evento conoció a los artistas jóvenes Juan Villafuerte, Roosevelt Cruz, José Carreño, Miguel Yaulema, Bolívar Peñafiel, entre otros, con quienes intentaban romper esquemas sobre el figurativismo indigenista llegando a un neofigurativismo.

En 1964 obtuvo una Mención en Dibujo en el Intercambio Cultural Americano de Buenos Aires. En 1966 se cambió al Colegio Alberto U. Ottati por que no quería cortarse el cabello, el cual lo tenía largo y que no le permitían mantenerlo así en su anterior colegio.

Se graduó de Contador Público en 1968, fue a trabajar a la Clínica Neuroquirúrgica de los Dres. Gilberto Martínez Carrión y Gustavo Cornejo Montalvo, más tarde puso una oficina con el poeta Jaime Martínez y con Jorge Velasco Mackenzie, la cual terminó por ser su taller de pintura, ya que fue inevitable para Zuñiga inclinarse por dicha vocación.

En 1970 ganó el Primer Premio en el Salón de Diciembre del Patronato Municipal de Bellas Artes, en 1971 el Primer Gran Premio en la IX Feria Municipal de Riobamba y en 1978 el Primer Premio en el Salón de Pintura de Julio y el de Octubre.

En 2011 fue nombrado director de Cultura del Guayas.

Libros publicados: AMODIO. Poemas de Amor y Odio, El Ladrón de Sueños, Almanaque de Adán, Crónica de los Esteros, Para entrar el Invierno.



NÁUFRAGOS DE LA PSICODELIA

Como dando la última brazada
en el Mar de los Estertores,
reflotan a la superficie mediática
los náufragos de la psicodelia.
Ahora son las vedettes nostálgicas
de la escena alternativa,
para los tecno-iluminados
cibernautas.
Regodean sus saberes
de shamanes urbanos,
y siempre bendicen
con sus manos de Onán,
el olor a santidad
en cualquiera de sus ovejas.
Igual que ayer,
el papel aguanta todo
y todo por Amor al Arte.
Pero on-line.

De DEVOCIONARIO, 2011












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