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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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ROBERT FRANCIS [17.513] Poeta de Estados Unidos

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Robert Francis

Nació el 12 Agosto 1901, Pensilvania EE.UU.
Murió el 13 de julio 1987 
Poeta estadounidense que se hizo conocido para una colección de 1960 titulado The Orb Weaver. Sus otros trabajos incluyen salir al sol y la cara contra el cristal.

Estudió en la Universidad de Harvard. Publicó su poemario debut, estar aquí conmigo, en 1936. Su verso contiene frecuentemente inclinadas rima, juegos de palabras, escribió a menudo sobre el béisbol y la naturaleza.

Vivió la mayor parte de su vida en Amherst, Massachusetts. En 1940, se construyó una casa que llamó Fort Juniper.

Fue mentor e inspirado por el poeta de renombre Robert Frost. 



La bestia austera: Robert Francis

A veces no importa qué tan bien escriba uno ni qué tan personal sea la visión que expresa. Puede uno rozar con los dedos la materia de lo sublime y renegar de todo el mundanal circo de la literatura por amor de la musa; o puede uno ganar premios y rozarse con los nombres del circo para sentirse importante. Pero si uno comete el error de parecerse un poco a alguien, se acabó: es como nunca haber existido.

Emily Dickinson vivió recluída en su casa de Amherst. Un siglo después, Robert Francis hizo lo mismo. Eso lo convirtió en el otro recluso del pueblo, el segundón de la soledad, sin considerar que la opción de Francis no era introspectiva, como la de Emily, sino expansiva: todo por la poesía. No hay dos cosas más distintas que un poema de Dickinson y otro de Francis. A ella le bastaba su mente para ver el mundo; él prefería la breve longitud de las montañas de Amherst para aspirar a lo mismo.

El otro viejo lugar común es decir que la única diferencia entre Robert Francis y Robert Frost son las últimas letras de sus apellidos. Y es cierto que el primer libro de Francis, Stand Here With Me (1936) le debe mucho al autor de North of Boston. Eso lo sabe hasta Wikipedia. Pero, como con tantas otras cosas, eso es sólo una parte de la historia. La otra parte es la más interesante: Francis llegó a publicar en vida diez libros de poemas y una novela, libros de ensayo y uno de memorias, y en ninguno de ellos hace pensar por un instante en Frost. Frost es un poeta sobrecogido por un cierto temor que sus rimas apaciguan con cuidado. Francis, en sus mejores poemas, es un poeta sobrecogido por la gracia de las cosas, y sus versos elevan esta gracia hasta hacerla inolvidable.

Francis se construyó una casa en Amherst: dos cuartos y un solo piso. Se fue a vivir ahí solo. La llamó Fort Juniper (Fuerte Junípero) en honor a ese árbol enano resistente a cualquier inclemencia: un árbol que es menos que un árbol. Se abraza a la tierra./ Será el último que quiebren los vientos/ si el viento pudiera quebrar a los otros. ("Juniper").

La verdad, por todas estas comparaciones y otras necedades de la fama, Robert Francis fue el último poeta de Amherst al que le presté atención en mi tiempo aquí. Sin embargo, no exagero si digo que es quizá el que más me conmovió y más me ayudó a mirar este lugar de una manera distinta. Desde hace años se me han bajado los zumos trascendentales, pero en el otoño pasado, cuando fui a pie a buscar su casa y me senté en su pórtico por un rato a leer sus poemas, pude sentir plenamente la honestidad inmediata de esos versos suyos tan justos y brillantes.

Francis fue también un humorista muy fino, y eso sería suficiente para separarlo de por vida de sus sombras dickinsonianas y frostianas. Su libro de ensayos The Satirical Rogue on Poetry es un manual de sobrevivencia literaria del cual no puedo ya prescindir. 

Ahora que se ha ido la nieve, quizá es mejor esperar a un día de lluvia, en casa, para escuchar esta grabación fenomenal de Francis leyendo sus poemas. 

Yo les dejo una mínima traducción, pero les exhorto a que se vayan al hueso y posta de los originales. Vale la pena:



DECLARACIÓN

Sigo a Platón sólo en mi mente.
La belleza pura se me antoja un poco flaca,
Un poco fría, aunque sea bella.

Estoy enamorado de lo mixto, de lo impuro,
Dudoso y oscuro y difícil de desentrañar.
Quiero una belleza que deba ser excavada, buscada.

La belleza pura es principio, no un fin.
Empieza con el sol y cae del sol a la nube,
De la nube al árbol, del árbol a la tierra,

Y aún más adentro hasta la raíz de oscuridad tierrosa.
Estoy enamorado de lo que se resiste a mi amor,
De lo que debo bregar para hacer vivir.

(Traducción de G. A. Chaves.)




Convocación

No permitas que me duerma muy pronto,
o si muy pronto yo me duermo
ven y despiértame. Ven a cualquier hora
de la noche. Ven silbando por el camino.
Haz ruido en el pórtico. Golpea la puerta.
Haz que me levante de la cama, que venga hacia ti,
que te deje entrar, y que una luz yo encienda.
Dime que las estrellas del norte están en el cielo
y haz que yo las mire. O dime que las nubes
acarician a la luna de alguna forma
que nunca antes hicieron, y muéstramelas.
Asegúrate que yo las vea. Háblame hasta que yo
esté casi tan despierto como tú,
y que comience a vestirme preguntándome
porqué es que yo me fui a dormir en primer lugar.
Dime que la caminata que nos espera es espléndida.
Quiero que no sólo me lo digas pero que me convenzas.
Tú sabes que yo no soy muy difícil de convencer.


Summons 

Keep me from going to sleep too soon
Or if I go to sleep too soon
Come wake me up. Come any hour
Of night. Come whistling up the road.
Stomp on the porch. Bang on the door.
Make me get out of bed and come
And let you in and light a light.
Tell me the northern lights are on
And make me look. Or tell me clouds
Are doing something to the moon
They never did before, and show me.
See that I see. Talk to me till
I'm half as wide awake as you
And start to dress wondering why
I ever went to bed at all.
Tell me the walking is superb.
Not only tell me but persuade me.
You know I'm not too hard persuaded. 




Blue Winter 

Winter uses all the blues there are.
One shade of blue for water, one for ice,
Another blue for shadows over snow.
The clear or cloudy sky uses blue twice-
Both different blues. And hills row after row
Are colored blue according to how far.
You know the bluejay's double-blur device
Shows best when there are no green leaves to show.
And Sirius is a winterbluegreen star. 





Symbol 

The winter apples have been picked, the garden turned.
Rain and wind have picked the maple leaves and gone.
The last of them now bank the house or have been burned.
None are left upon the trees or on the lawn.

Green and tall as ever it grew in spring the grass
Grows not too tall, will not be cut again this year.
Geraniums in bloom behind the windowglass
Are safe. Fall has fallen yet winter is not yet here.

How warm the late November sun although how wan.
The white house stands a symbol of fulfillment there,
Housing one old woman, a cat, and one old man
After abundance but before the earth is bare. 





Catch

Two boys uncoached are tossing a poem together,
Overhand, underhand, backhand, sleight of hand, everyhand,
Teasing with attitudes, latitudes, interludes, altitudes,
High, make him fly off the ground for it, low, make him stoop,
Make him scoop it up, make him as-almost-as possible miss it,
Fast, let him sting from it, now, now fool him slowly,
Anything, everything tricky, risky, nonchalant,
Anything under the sun to outwit the prosy,
Over the tree and the long sweet cadence down,
Over his head, make him scramble to pick up the meaning,
And now, like a posy, a pretty one plump in his hands.





Paper Men To Air Hopes And Fears 

The first speaker said
Fear fire. Fear furnaces
Incinerators, the city dump
The faint scratch of a match. 

The second speaker said
Fear water. Fear drenching rain
Drizzle, oceans, puddles, a damp
Day and the flush toilet. 

The third speaker said
Fear wind. And it needn't be
A hurricane. Drafts, open
Windows, electric fans. 

The fourth speaker said
Fear knives. Fear any sharp
Thing, machine, shears
Scissors, lawnmowers. 

The fifth speaker said
Hope. Hope for the best
A smooth folder in a steel file. 



The Bulldozer 

Bull by day
And dozes by night.

Would that the bulldozer
Dozed all the time

Would that the bulldozer
Would rust in peace.

His watchword
Let not a witch live

His battle cry
Better dead than red.

Give me if you must
The bull himself

But not the bulldozer
No, not the bulldozer. 









ELSA MORANTE [17.514] Poeta de Italia

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Elsa Morante

Elsa Morante (Roma, 18 de agosto de 1912 - Roma, 25 de noviembre de 1985) fue una escritora italiana, una de las más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

Natural de Roma, la infancia de Elsa Morante transcurrió en el barrio popular del Testaccio. Hija ilegítima de una maestra judía (Irma Poggibonsi) y de un empleado de correos (Francesco Lo Monaco), fue reconocida como propia por Augusto Morante, vigilante en un instituto correccional de jóvenes. Elsa Morante comenzó muy joven a escribir cuentos y fábulas para niños, poesías y cuentos breves que fueron publicándose a partir de 1933 y hasta principios de la Segunda Guerra Mundial en varias revistas, entre otras en Il Corriere dei Piccoli, Il Meridiano di Roma, I Diritti della Scuola y Oggi.

Su primer libro publicado (Il Gioco Segreto, 1941) fue precisamente una selección de algunos de estos cuentos juveniles. En 1942 publica otro libro para niños, Le Bellissime Avventure di Caterì dalla Trecciolina (posteriormente reescrito en 1959 y publicado con el título de Le Straordinarie Avventure di Caterina).

Matrimonio con Alberto Moravia. Carrera literaria

En 1936 conoció al escritor Alberto Moravia con el que se casó en 1941; el matrimonio frecuentó a los mayores escritores y pensadores italianos de su tiempo, entre ellos a Pier Paolo Pasolini, muy amigo de Elsa y Alberto.


Elsa Morante y Alberto Moravia en Capri en los años cuarenta


Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, para huir de las represalias nazis, abandonó con su marido la Roma ocupada y se refugiaron en Fondi, un pueblo cercano a Cassino. Esta zona de la Italia meridional aparecerá a partir de ahora de forma frecuente en la obra narrativa de ambos escritores: en el caso de Elsa Morante, especialmente en su novela La Storia. Durante este periodo empezó a traducir al italiano el diario de Katherine Mansfield y sus obras posteriores reflejarán la influencia de Mansfield. Después del final de la guerra, Morante y Moravia conocieron al traductor estadounidense William Weaver, quien les ayudó a ser conocidos por los lectores norteamericanos.

Primeras novelas

La primera novela que Elsa Morante publicó fue Menzogna e sortilegio («Mentira y sortilegio», 1948), que ganó el Premio Viareggio. Esta novela se publicó en 1951 en Estados Unidos con el título de House of Liars.

Su novela siguiente, L'isola di Arturo («La isla de Arturo»), se publicó en Italia en 1957, obtuvo el Premio Strega y alcanzó gran éxito de ventas. Damiano Damiani dirigió en 1962 la adaptación cinematográfica de la novela.

Años 60

Durante los años 60 Elsa Morante reflexionó sobre su narrativa y destruyó buena parte de lo que había escrito hasta aquel momento. Entre las obras que conservó se encuentra la poesía L'Avventura. En 1963 publicó una nueva selección de sus cuentos Lo scialle andaluso («El chal andaluz»). En su siguiente obra, Il mondo salvato dai ragazzini («El mundo salvado por los jóvenes», 1968), mezcla poesía, canciones y teatro.

Separación de Moravia y últimas novelas

Morante y Moravia se separaron en 1961 y ella continuó escribiendo sólo de forma esporádica. Trabajó durante estos años en una novela que no se publicó jamás: Senza i conforti della religione («Sin los consuelos de la religión»). Sí terminó y publicó en 1974 La Storia, una novela ambientada en Roma durante la Segunda Guerra Mundial. Tuvo gran fama internacional, pero recibió reproches despiadados por parte de algunos críticos. Luigi Comencini adaptó el texto para la televisión, con Claudia Cardinale como protagonista.

La última novela de Elsa Morante fue Aracoeli, publicada en 1982 (Premio Médicis) en 1984. Enferma tras una fractura del fémur, intentó suicidarse en 1983. Murió en 1985 por un infarto tras una segunda operación quirúrgica.

Hay un premio literario que lleva su nombre.

Bibliografía

Il gioco segreto, 1941
Le bellissime avventure di Caterì Dalla Trecciolina, 1942
Menzogna e sortilegio, 1948
L'isola di Arturo, 1957
Alibi (poesía), 1958
Lo scialle andaluso, 1963
Il mondo salvato dai ragazzini, 1968
La Storia, 1974
Aracoeli, 1982, premio Médicis de novela extranjera.
Pro o contro la bomba atomica e altri scritti (ensayos), 1987
Diario 1938, 1989
Opere, 1988-1990
Racconti dimenticati, 2002
Piccolo Manifesto dei Communisti (senza classe né partito), 2004

Ediciones en español

Araceli. Gadir Editorial. 2008. ISBN 978-84-96974-01-2.
El chal andaluz. Ediciones Cátedra. 2006. ISBN 978-84-376-2320-7.
Las extraordinarias aventuras de Caterina. Gadir Editorial. 2005. ISBN 978-84-934439-4-8.
La Historia. Círculo de Lectores. 1992. ISBN 978-84-226-3981-7.
La isla de Arturo. Espasa-Calpe. 2004. ISBN 978-84-670-1423-5.
Mentira y sortilegio. Lumen. 2012. ISBN 978-84-264-2079-4.


Elsa Morante 
Araceli (fragmento)

" En este otoño de niebla, desde hace varios días, me siento tentado a seguir a mi muchacha Araceli en todas las direcciones del espacio y del tiempo, menos en una en la que no creo: el futuro. En realidad, en la dirección de mi futuro no veo más que una vía sinuosa a lo largo de la cual, mi habitual yo mismo sigue moviéndose arriba y abajo como un pendular borracho. Hasta que sobreviene un choque enorme y todo movimiento cesa. Es el punto extremo del futuro. Una especie de mediodía cegador, o de medianoche ciega, en el que ya no hay nadie, ni siquiera yo. 
(…)

La voz misma de mi madre. No fue una transcripción abstracta de la memoria la que me devolvió sus primerísimas canciones, ya sepultadas, sino justamente la voz física de ella, con su tierno sabor de garganta y de saliva. Volví a sentir en el paladar la sensación de su piel que olía a ciruelas frescas, y en la noche, en este frío milanés, he sentido su aliento todavía de niña, como un velo de ingenua tibieza en mis párpados envejecidos. "



Minna la siamese

Ho una bestiola, una gatta: il suo nome è Minna.

Ciò ch’io le metto nel piatto, essa mangia,
e ciò che lemetto nella scodella, beve.

Sulle ginocchia mi viene, mi guarda, e poi dorme,
tale che mi dimentico d’averla. Ma se poi,
memore, a nome la chiamo, nel sonno un orecchio
le trema: ombrato dal suo nome è il suo sonno.

Se penso a quanto di secoli e cose noi due livide,
spaùro. Per me spaùro: ch’essa di ciò nulla sa.
Ma se la vedo con un filo scherzare, se miro
l’iridi sue celesti, l’allegria mi riprende.

I giorni di festa, che gli uomini tutti fan festa,
di lei pietà mi viene, che non distingue i giorni.
Perché celebri anch’essa, a pranzo le do un pesciolino;
né la causa essa intende: pur beata lo mangia.

Il cielo, per armarla, unghie le ha dato, e denti:
ma lei, tanto è gentile, sol per gioco li adopra.
Pietà mi viene al pensiero che, se pur la uccidessi,
processo io non ne avrei, né inferno, né prigione.

Tanto mi bacia, a volte, che d’esserle cara io m’illudo,
ma so che un’altra padrona, o me, per lei fa uguale.
Mi segue, sì da illudermi che tutto io sia per lei,
ma so che la mia morte non potrebbe sfiorarla…

(1941)

*

Amuleto

Quando tu passi, e mi chiami,
assente son io.
Per lunghe ore ti aspetto,
e tu, distratto, voli altrove.
Ma tanto, il mezzano serafico
del nostro amore,
il sultano dello zenit
che muove sul quadrante le sfere
con le dita infingarde e sante,
ha già segnato l’istante
del nostro convegno.
Molli si volgono i miei giorni
a quella imperiosa stagione.
Candida e glaciale essa risplende
alta salendo, come fuoco.
Ah, nostra incantevole stanza!
Che importa a me, infido spirito,
dei tuoi diversi pensieri?
Il presagio inchina già la fronte
all’annuncio. Sorte e amore
ti congiungono a me.

(1945)

*

Lettera

Tutto quello che t’appartiene, o che da te proviene,
è ricco d’una grazia favolosa:
perfino i tuoi amanti, perfino le mie lagrime.
L’invidia mia riveste d’incanti straordinari
i miei rivali: essi vanno per vie negate ai mortali,
hanno cuore sapiente, cortesia d’angeli.
E le lagrime che mi fai piangere sono il mio bel diadema,
se l’amara mia stagione s’adorna del tuo sorriso.

Stupisco se ripenso che avevo tanti desideri
e tanti voti da non sapere quale scegliere.
Ormai, se cade una stella a mezzo agosto,
se nel tramonto marino balena il raggio verde,
se a cena ho una primizia nella stagione nuova,
o m’inchino alla santa campana dell’Elevazione,
non ho che un voto solo: il tuo nome, il tuo nome,
o parola che m’apri la porta del paradiso.

Nel mio cuore vanesio, da che vi regni tu,
le antiche leggi del mondo son tutte rovesciate:
l’orgoglio si compiace d’umiliarsi a te,
la vanità si nasconde davanti alla tua gloria,
la voglia si tramuta in timido pudore,
la mia sconfitta esulta della tua vittoria,
la ricchezza è beata di farsi, per te, povera,
e peccato e perdono, ansia e riposo,
sbocciano in un fiore unico, una grande rosa doppia.

Ma la frase celeste, che la mia mente ascolta,
io ridirti non so, non c’è nota o parola.
Ti dirò: tu sei tutto il mio bene, ad ogni ora
questa grazia di amarti m’è dolce compagnia.
Potesse il mio affetto consolarti come mi consola,
o tu che sei la sola confidenza mia!

(1946)

*

Alibi

Solo chi ama conosce. Povero chi non ama!
Come a sguardi inconsacrati le ostie sante,
comuni e spoglie sono per lui le mille vite.
Solo a chi ama il Diverso accende i suoi splendori
e gli si apre la casa dei due misteri:
il mistero doloroso e il mistero gaudioso.

         Io t’amo. Beato l’istante
         che mi sono innamorata di te.

Qual è il tuo nome? Simile al firmamento
esso muta con l’ora. Sei tu Giulietta? o sei Teodora?
ti chiami Artù? o Niso ti chiami? Il nome
a te serve solo per giocare, come una bautta.
Vorrei chiamarti: Fedele; ma non ti somiglia.

La tua grazia tramuta
in un vanto lo scandalo che ti cinge.
Tu sei l’ape e sei la rosa.
Tu sei la sorte che fa i colori alle ali
e i riccioli ai capelli.
La tua riverenza è graziosa come l’arcobaleno.

Sono i tuoi giorni un prato lucente
dove t’incontri con gli angeli fraterni:
il santo, adulto Chirone,
l’innocente Sileno, e i fanciulli dai piedi di capra,
e le fanciulle-delfino dalle fredde armature.
La sera, alla tua povera cameretta ritorni
e miri il tuo destino tramato di figure,
l’oscuro compagno dormiente
dal corpo tatuato.

Tu eri il paggio favorito alla corte d’Oriente,
tu eri l’astro gemello figlio di Leda,
eri il più bel marinaio sulla nave fenicia,
eri Alessandro il glorioso nella sua tenda regale.
Tu eri l’incarcerato a cui si fan servi gli sbirri.
Eri il compagno prode, la grazia del campo,
su cui piange come una madre
il nemico che gli chiude gli occhi.
Tu eri la dogaressa che scioglie al sole i capelli
purpurei, sull’alto terrazzo, fra duomi e stendardi.
Eri la ballerina del lago dei cigni,
eri Briseide, la schiava dal volto di rose.
Tu eri la santa che cantava, nascosta nel coro,
con una dolce voce di contralto.
Eri la principessa cinese dal piede infantile:
il Figlio del Cielo la vide, e s’innamorò.

Come un diamante è il tuo palazzo
che in ogni stanza ha un tesoro
e tutte le finestre accese.
La tua dimora è un’arnia fatata:
narcisi lontani ti mandano i loro mieli.
Per le tue feste, da lontani evi
giungono luci, come al firmamento.
Ma tu in esilio vai, solo e scontento.
               Il mio ragazzo non ha casa
               né paese.

La bella trama, adorata dal mio cuore,
a te è una gabbia amara.
E in tua salvezza non verrà mai la sposa
regina del labirinto.
Per il sapore strano del bene e del male
la tua bocca è troppo scontrosa.
Tu sei la fiaba estrema. O fiore di giacinto
cento corimbi d’un unico solitario fiore!

La folla aureovestita del tuo bel gioco di specchi
a te è deserto e impostura.
Ma dove vai? che mai cerchi? invano, gatta-fanciulla,
il passaggio d’Edipo sul tuo cammino aspetti.
O favolosa domanda, al tuo delirio
non v’è risposta umana.
Riposa un poco vicino a chi t’ama
angelo mio.

Quando mi sei vicino, non più che un fanciullo m’appari.
Le mie braccia rinchiuse bastano a farti nido
e per dormire un lettuccio ti basta.
Ma quando sei lontano, immane per me diventi.
Il tuo corpo è grande come l’Asia, il tuo respiro
è grande come le maree.
Sperdi i miei neri futili giorni
come l’uragano la sabbia nera.
Corro gridando i tuoi diversi nomi
lungo il sordo golfo della morte.

Riposa un poco vicino a chi t’ama.

Lascia ch’io ti guardi. La mia stanza percorri spavaldo
come un galante che passa
in una strage di cuori.
allo specchio ti miri i lunghi cigli
ridi come un fantino volato al traguardo.
O figlio mio diletto, rosa notturna!
Povero come il gatto dei vicoli napoletani
come il mendico e il povero borsaiolo,
e in eleganza sorpassi duchi e sovrani
risplendi come gemma di miniera
cambi diadema ogni sera
ti vesti d’oro come gli autunni.

Passa la cacciatrice lunare coi suoi bianchi alani…

Dormi.
La notte che all’infanzia ci riporta
e come belva difende i suoi diletti
dalle offese del giorno, distende su noi
la sua tenda istoriata.
I tuoi colori, o fanciullesco mattino,
tu ripiegasti.
Nella funerea dimora, anche di te mi scordo.

Il tuo cuore che batte è tutto il tempo.
Tu sei la notte nera.

Il tuo corpo materno è il mio riposo.

(1955)

*



Giulietta Masina, Elsa Morante, Sandro Penna, Pier Paolo Pasolini e Anna Salvatore. 16 giugno 1958



Penna, Morante, Debenedetti e Carlo Levi

Segnalo con un (*), nel mio testo, le citazioni tratte da un contributo di Giorgio Di Costanzo con una bella recensione di Elio Pecora apparsa sul “Il Mattino” di Napoli all’uscita del volume Garzanti di Alibi; la si può leggere qui. Le immagini che qui vedete sono state reperite sul web; la seconda non porta datazione.

*



Elsa Morante (Roma 1912 – ivi 1985). Iniziò da giovane le collaborazioni a giornali e riviste, allontanandosi da una complicata situazione familiare; visse a lungo con lo scrittore Alberto Moravia, che aveva conosciuto nel 1936 e sposato nel 1941, separandosene definitivamente nel 1962. Tra i suoi primi scritti Le bellissime avventure di Caterì dalla trecciolina (1942; nel 1959 edito come Le straordinarie avventure di Caterina). Scrittura per l’infanzia prima, mentre esplicitamente dichiarata nei primi racconti (Il gioco segreto, 1941) è la centralità della fantasticheria di Menzogna e sortilegio (1948) e L’isola di Arturo (1957). Poi i volumi Lo scialle andaluso (1963), e la raccolta di versi Il mondo salvato dai ragazzini e altri poemi (1968), anch’esso in versi come già Alibi (1958), quindi La Storia (1974). Infine segue Aracoeli (1982). Articoli, saggi e interventi critici, pubblicati negli anni tra il 1950 e il 1970, sono stati riuniti nel volume postumo Pro o contro la bomba atomica e altri scritti (1987); sono poi apparsi due volumi di Opere (1988-90) e le pagine inedite raccolte sotto il titolo Diario 1938 (1989). La maggior parte delle opere, qui non specificate, son ripubblicate in Einaudi; alcune si trovano ancora in Garzanti e Adelphi. Ad Elsa Morante è dedicato anche un Meridiano Mondadori. Nel 2012, è uscito per Einaudi un lungo epistolario dal titolo L’amata.







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ELENA CLEMENTELLI [17.515] Poeta de Italia

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Elena Clementelli Walter Mauro



ELENA CLEMENTELLI 

(1923).
Poetisa, filóloga e hispanista italiana, nacida en Roma en 1923. Autora de una sobria e intensa producción poética que, ajena al experimentalismo radical y hermético de las principales tendencias literarias que estuvieron de moda en su tiempo (fundamentalmente, el neovanguardismo de la década de los sesenta), progresa con firme y decidida independencia a través de su propia y desengañada visión del mundo actual. Está considerada como una de las voces más originales y sugerentes de la poesía italiana contemporánea escrita por mujeres.

Su acusada vocación humanística, patente en ella desde muy temprana edad, la llevó a cursar estudios superiores de Letras en su Roma natal, donde se licenció especializada en Literatura Hispánica para doctorarse, poco después, con una tesis sobre uno de los mitos más universales de la cultura española: el de Don Juan. A partir de entonces, su densa y fecunda trayectoria profesional como filóloga está inseparablemente ligada a la cultura de la Península Ibérica. Así, tras ampliar sus estudios hispanistas en el Instituto Español de Lengua y Literatura de Roma, obtuvo una beca que le permitió trasladarse a España y afincarse durante algún tiempo en la ciudad de Segovia, donde perfeccionó su conocimiento de la lengua española (idioma que domina a la perfección, hasta el extremo de haberlo utilizado para escribir algunos de sus poemas originales) y amplió sus estudios literarios. 

Estos estudios pronto la distinguieron como una de las grandes hispanistas especializadas en los autores de la Generación del 98. Entre ellos, fue Antonio Machado (1875-1939) quien mereció mayor atención por parte de Elena Clementelli, y no sólo desde una perspectiva estrictamente académica, ya que los versos del gran poeta sevillano dejaron también una honda repercusión en la propia obra creativa de la erudita humanista. Pero, además, los vínculos de la poetisa romana con las letras hispánicas tienen otros puntos de unión tan relevantes como la obra de Blas de Otero (1916-1979), cuya traducción a la lengua de Leopardi y difusión por toda la Península Itálica ha corrido a cargo de la propia Elena Clementelli. Asimismo, son frecuentes en sus escritos literarios las descripciones de paisajes hispanos, los poemas dedicados a autores españoles -v. gr., a Rafael Alberti (1902-1999)-, e, incluso -como ya se ha apuntado en líneas precedentes-, las composiciones escritas íntegramente en castellano. Tenemos, así, por ejemplo, la que reproduce el crítico Emilio Coco en una interesante muestra antológica de la poesía italiana contemporánea (vid., infra, "Bibliografía"): 


Ángel María no ha muerto en sus tierras de oro. 
Viento amarillo, arenas del desierto 
en la sangre soplando 
ofuscan su mirada 
y el alma sueña con naranjas y cúpulas, 
ideal cercanía 
de lo real que se alejó y se asoma 
ahora con más luz a la esperanza 
de que todo sea juego, azar, disfraz 
de la alegría como agonía, 
anhelo de vivir con ansia de morir.


En líneas generales, la producción poética de la escritora romana desprecia los modelos formales y temáticos de la lírica italiana de su época para adentrarse con audacia y valentía en su propia percepción del mundo, al que contempla desde un plano existencial escéptico donde la desilusión y el desengaño se convierten en los únicos guías posibles para recorrer, a lo largo de los siglos, la dimensión trágica de la vida y el desamparo al que parece condenado el ser humano. No obstante, al fondo de esta angustia existencial que acompaña a los versos de Elena Clementelli queda siempre abierto un pequeño resquicio a la esperanza, plasmado en el ferviente anhelo de la poetisa de encontrar (tal vez en otro mundo, o otra dimensión desconocida de la conciencia) alguna respuesta válida a los enigmas y las vicisitudes de la existencia. Parece obvio que, para ahondar en todos estos contenidos, la escritora romana tenga que explotar una y otra vez los temas universales que son recurrentes en el discurso poético de todos los tiempos, como el dolor, la soledad, el desamparo, la confusión y la muerte (así, v. gr., en el poema "La cucaracha", donde pueden leerse versos de tanta serena desolación como éstos: 


"He tenido que ahogarte,  
criatura repugnante 
que desde el tubo del agua 
habías arribado a la insidiosa orilla 
de mi limpio fregadero. 
Pero otras de tu especie 
seguirán tu rastro, como es su costumbre, 
en las próximas noches. 

[...]  

Tomarán la delantera 

[...] 

recorriendo las sendas de nuestras milenarias conquistas, 
desmoronadas por la irresistible invasión 
de grupos cada vez más compactos 
que nos echan, nos acosan, 
más allá de las habitaciones, 
más allá de las casas, 
más allá de las ciudades y las aldeas, 
más allá de la tierra firme, 
hasta el mar, 
el inestable resbaladizo mar 
de nuestro definitivo ahogar". 


Pero, al socaire de ese último y escondido resquicio para la esperanza que Clementelli deja abierto en sus versos, también hay lugar en éstos para el protagonismo temático del amor, contemplado por la poetisa romana en todas sus manifestaciones posibles: exaltado, sereno, impetuoso, reconfortante, etc. 


"Tus manos, amor.  
El ala de tus manos  
y mi cuerpo se hace aire ligero de primavera. 
El aliento de tus manos 
y mi cuerpo se hace arena tibia de sol. 

[...] 

La furia de tus manos en mis cabellos, 
la música de tus manos en mis labios, 
el silencio de tus manos extenuadas, hartas, lejanas. 

[...]".

Al margen de la ya apuntada influencia de Machado, en las composiciones poéticas de Elena Clementelli late también la impronta de algunas voces clásicas tan elocuentes y persuasivas como las de Catulo (87-54 a.C.) y Tibulo (ca. 57 a.C-ca. 17 d.C), que no eclipsan otras huellas notables de poetas más cercanos al tiempo de la autora, como Giovanni Pascoli (1855-1912) y el Premio Nobel Eugenio Montale (1896-1981). Todo ello queda bien patente en su breve pero densa bibliografía poética, conformada por Il mare dentro (Roma: Bestetti, 1957), Le ore mute (Citadella di Padova: Rebellato, 1959), Questa voce su noi (Parma: Guanda, 1962), La breve luce (Roma: Rizzoli, 1969), Così parlando onesto (Milán: Garzanti, 1977), L'educazione (Roma: Quaderni di Piazza Navona, 1980), Vasi a Samo (Foggia: Bastogi, 1983) e Il conto (Roma: Emipirià, 1998).


NO TE PEDÍA QUE FUERAS el rostro del amor,
de tí bebía solo la esperanza ávidamente.
Escuchar la música de los árboles,
sentir la caricia de la luz,
y el mundo, todo el mundo
joven junto a mí.

Pero ahora, porque ahora
que la felicidad ya no es un nombre,
que mi carne se ha abierto
toda una dulce herida
a la magia de tus manos leves
y mi cuerpo secreto florece
en el ardor de este verano nuevo,
¿por qué esta voz sobre nosotros,
despacio, insistente, repite adiós?

Traducción Emilio Coco.



Ernesto Che Guevara

"Soy mestizo", grida un pintor de paleta encendida,
"soy mestizo", me gritan los animales perseguidos,
"soy mestizo" claman los poetas peregrinos,
"soy mestizo", resume el hombre que me encuentra
en el diario dolor de cada esquina,
y hasta el enigma pétreo de la raza muerta
acariciando una virgen de madera dorada:
"Es mestizo este grotesco hijo de mis entrañas".

Yo también soy mestizo en otro aspecto:
en la lucha en que se unen y repelen
las dos fuerzas que disputan mi intelecto,
las fuerzas che me llaman sintiendo de mis vísceras
el sabor extraño de fruto encajonado
antes de lograr su madurez del árbol.

Me vuelvo en el límite de la América hispana
a saborear un pasado que engloba el continente.
El recuerdo se desliza con suavidad indeleble
como el lejano tañer de una campana.



Ernesto Che Guevara 

"Sono meticcio", grida un pittore dalla tavolozza infuocata,
"sono meticcio", mi gridano gli animali perseguitati,
"sono meticcio", esclamano i poeti pellegrini,
"sono meticcio", riassume l'uomo che mi incontra
nel quotidiano dolore di ogni angolo,
e persino l'enigma di pietra della razza morta
accarezzando una vergine di legno dorato:
"È meticcio questo grottesco figlio delle mie viscere".

Io pure sono meticcio per un altro aspetto:
nella lotta in cui si uniscono e si respingono
le due forze che agitano il mio intelletto,
le forze che mi chiamano sentendo delle mie viscere
lo strano sapore di frutto racchiuso
prima di raggiungere la sua maturità dell'albero.

Mi giro al limite dell'America ispana
ad assaporare un passato che ingloba il continente.
Il ricordo scivola con dolcezza indelebile,
come un lontano suono di campana.

(Poesia tradotta da Elena Clementelli e Walter Mauro. Tratta da Poesie e scritti sulla letteratura e l'arte, Grandi Tascabili Economici Newton, Roma, 1999)



La fotografia

Forse sedici,
forse diciott'anni,
giovane,
così giovane
come non so pensarti.
I capelli foltissimi
alti sull'ampia fronte,
tutt'intorno alle tempie,
sulla nuca,
orgogliosa corona.
Lieve il profilo
appena un poco teso,
quasi imbronciato,
certo severo,
eretto sopra il collo
chiuso nel giro stretto
di taffetas e valenciennes.
Nitida la foto
fissata al cartoncino
dove chiara, in oro,
spicca la sigla dello studio.
Mi avvicino
per osservarti meglio
e scruto in quell'immagine fanciulla
il volto di mia madre.
I tratti alteri già tutto racchiudono
il dolore futuro,
oltre il trionfo breve della maternità
sognata come una vittoria,
vissuta come un martirio.
Già colme di carezze le tue mani,
gravi di lacrime i tuoi occhi.
Come fermarti,
come dirti resta su quella soglia,
non correrci incontro:
non siamo la medaglia
ma la croce.
Ti prego, mamma
non venire avanti,
lasciaci nel limbo
dei desideri abbandonati,
nell'assenza di te,
nel buio fondo di un' orfanità
che ti fa salva.
Quando tutto è compiuto,
non ho altro da
offrirti
che quest'ombra totale
questo nulla impossibile.
Ma tu accettalo
da chi ti è ignoto
perchè è un dono d'amore.
E non voltarti.
non voltarti a guardarmi.



Tutto tace...

Era il duetto delle ciliege
sulla terrazza protesa al tramonto,
tu ed io, alti sulla scogliera del Quercetano.
La tua morbida voce ambrata
rispondeva alla mia spigolosa.
Fritz padre, Suzel figlia.
Stampato il tuo sorriso su quel tramonto,
inciso sulla tua assenza
quel disegno perfetto delle labbra
che le mie non ripetono,
da altri genì tracciate.
Dodici maggio: vittorioso verde ; 
tra l'estremo sfrangersi delle acacie 
e il trionfale avanzare delle rose.
Ma per te già papaveri e ginestre .
occhieggiavano su prati e dirupi 
con l'invito di sempre alla tua gioia
che nel canto era sfida
allo stormire di rami e di uccelli.
Dodici maggio: ultimo saluto
all'aria, al mare, alla giovane terra.
Dodici maggio: ultimo sqrriso
sui pallidi tramonti dei miei giorni.




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LINO ANGIULI [17.516] Poeta de Italia

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Lino Angiuli 

(1946)
Nació y vive en Bari. Poeta italiano.

Obras de poesía

Liriche, [prefazione di Edoardo Novielli], Pellegrini, Cosenza 1967.
La parola l’ulivo: (1965-1975), Lacaita, Manduria 1975.
Iune la lune, prefazione di Antonio Motta, un saggio di Brandonisio, De Bellis, Di Turi, rilettura poetica di Francesco Nicassio, disegni di Luigi Rossini, Schena, Fasano 1979.
Campi d’alopecia, prefazione di Ruggiero Jacobbi, Lacaita, Manduria 1979.
Amar clus,[prefazione di Leonardo Mancino], Bastogi, Foggia 1984.
Di ventotto ce n’è uno : parole e musica, Schena, Fasano 1991.
Catechismo, con presentazione di Raffaele Crovi, Manni, Lecce 1998.
Daddò daddà, Marsilio, Venezia 2000.
Cartoline dall’aldiqua : ventotto paesìe con un inserto fotografico di Angelo Saponara, Quorum Italia, Bari 2004.
Un giorno l’altro, postfazione di GabrioVitali, Aragno, Torino 2005.
Viva Babylonia : concertino per numeri e fiati, prefazione di Raffaele Nigro, Cd multimediale a cura di Giorgia Angiuli, LietoColle, Faloppio 2007.
L’appello della mano, postfazione di Daniela Marcheschi, Aragno, Torino 2010.
Ovvero, postfazione di Giuseppe Langella, Aragno, Torino 2015.

Otras obras:

In nome del Re: poematto unico, due interventi pour par di Ettore Catalano e Franco Perrelli, tre photo-grafie di Angelo Saponara, Levante, Bari 1982. [Teatro]
Favolare : fantasia popolare pugliese, con Lino Di Turi e Gianni Minardi, CPE, Modena 1993. [Favole]
Puglia in favola : fra teatro e lingua, con Lino Di Turi e Giovanni Minardi, presentazione di Pasquale Guaragnella. Facoltà di Lingue, Bari - CPE, Modena 1999. [Favole]
Giorni di festa: Da un Natale all’altro, Schena, Fasano 2002. [Tradizioni popolari]
Pugliamare : fiabe popolari liberamente raccolte e proposte da Lino Angiuli e Lino Di Turi, rivisitate dalla matita di Vito Matera, Milella, Bari 2005. [Favole]
Varietà, prefazione di Giuseppe Rosato, Mail Art Works di Pierpaolo Limongelli, Associazione “Malavoglia”, Viterbo 2005. [Aforismi]
I tempi dell’acqua = The times of wather, , con Antonio Di Fazio, Gelsorosso, Bari 2007. [Divulgazione]
La morale della favola : racconti, favolette, apologhi popolari raccolti in Puglia, con Lino Di Turi e Vito Matera, Vito Radio, Putignano 2007. [Favole]
Le strade dell’occhio, con Angelo Saponara, Gelsorosso, Bari 2009. [Turismo culturale]
La panchina dei soprannomi, disegni di Vito Matera, prefazione di Claudio Toscani, Gelsorosso, Bari 2011. [Racconti]
In tutti i sensi : viaggio fotografico nel cuore di Putignano, Schena, Fasano 2012 [Turismo culturale]
La penna in fondo all’occhio : esercizi di lettura/scrittura, Stilo, Bari 2013, [Critica letteraria]
Donna in fabula : figure femminili dell’immaginario favolistico popolare, con Lino Di Turi, grafiche di Vito Matera, prefazione di Giuseppe Lupo, La Vita Felice, Milano 2014 [Favole]






MÁS DE siete mil treinta y cuatro piedras 
haciendo de guardia jurado en el huerto 
¿y quién podría estar allí 
sino él que es tan fuerte? 
Es el olivo orapronobis 
alimento orapronobis 
medicamento orapronobis 
sacramento orapronobis 
santo óleo orapronobis 
nuestro alarde orapronobis 
bajo el manto orapronobis 
de su verde paramento 
ahora, ahora, ahora et siempre 
desde su rincón mira al huerto 
y le echa un razonamiento.



OLTRE settemilatrentaquattro pietre 
a far la guardia giurata dell’orto 
chi altro ci potrebbe stare 
se non lui che è così forte? 
È l’ulivo orapronobis 
alimento orapronobis 
lenimento orapronobis 
sacramento orapronobis 
olio santo orapronobis 
nostro vanto orapronobis 
sotto il manto orapronobis 
del suo verde paramento 
ora ora ora et sempre 
dal suo canto guarda l’orto 
e gli fa il ragionamento.

Traducción Emilio Coco




NOVE POESIE di Lino Angiuli da “Ovvero” (nino aragno, 2015)



Che a fare l’uovo di colombo
almeno quando si rigonfia l’alluvione
di scatole discorsi a due piazze e scatoloni
scollando significati appena insalivati
dalla carnagione variopinta di amanti occasionali
pascola allora nelle sventrate intercapedini del sole
una razza di muffe ininterrotte allora…


*

Da bravo galeone fantasma
trasporta santi diavoli e cristiani
insieme a taciturni incubi di calce
da una sponda all’altra della notte
beccheggiando dentro un tempo acquoso
che affila le sue onde a mannaia
contro parole in pietraviva


*


minutaglia di pensieri senz’arte né parte
crosticine della vecchia ferita
in odore di maltempo
che non s’asciuga e non s’asciuga mai

*

vorrei scovare una parola
svestita senza niente addosso
nemmeno qualche finta foglia
ma non c’è verso d’adocchiarla
forse sarà esistita
in fondo all’antro della voce.


*



Di un monastero abitato da respiri medievali
vado tuttora in cerca con bisaccia a tracolla
certo che lui un giorno mi spunterà davanti
proprio nel mezzo di una geometria vegetale

perciò apprendo la filosofia dal lazzeruolo che
abita nel paese più remoto dell’occhio mentre
dal percoco imparo a pigliare il sole in fronte
o puramente a non farmi la barba tutti i giorni

parolerò coi monaci che mi hanno anticipato
con le sagome loro svolazzanti intorno al pozzo
di un’acqua da sorseggiare nelle mani a coppa
domanderò come introdursi in una passiflora

uscendone con una pozione di salmi terrestri
adatti a mettersi a tu per tu con la roba celeste
poi basterà alzare gli occhi oltre il nono cielo
per fare alle malombre disumane il contropelo.


*

A quel convento cimato in capo a una collina
bussa ribussa il pensiero per domandare i voti
e andarsene appresso alla radice quadrata che
porta lì dove molti avverbi finiscono in mente

una pezza di marrone manufatto basta e avanza
un cordone lungo quel tanto che possa servire
ad abbracciare il mondo con fare meridiano e
i sandali per poter viandare a piedi nella testa

al buon convento della terraferma mi raggiunge
l’anima in persona per spalancare porte portoni
da molti secoli non la guardavo in faccia ma lei
mi riconosce subito a prima vista e primo udito

appesa al collo porta una cartapecora sgualcita
dove sta disegnata la parola d’ordine silentium
un mare di silentium da risciacquarci la lingua
in modo tale che il suono vero non si estingua.


*


Da un chiostro accampato nella murgia aperta
ai famosissimi cinque sensi più quello di scorta
con cui misuro le muraglie di pietre muricciole
ci sono chilometri di spighe ballerine e tramonti

in un minuto secondo passa lungo l’orizzonte
una sorta di ripensamento che non dice niente
eppure traccia una striscia di cose d’altro mondo
la controfirma di quello che da noi si chiama dio

passa anche un odore di stalla migrata nell’altrove
tra la lagna di una casedda ruminata da malerbe
e due querce stravecchie da sempre imparentate
col fantasma di un volpino squagliatosi nel giallo

se poi compare la ferma essenza di un pio bove
allora sì che faccio terno nel suo occhio incantato
in cui sparisce la differenza tra ieri oggi domani
sì da poter slegare il cuore con entrambe le mani.

In questa cella vive una specie adriatica di alba
sbucata dall’acqua marina a due passi dal piede
fino ad allagare tutti i tabernacoli della mente
dopo aver sbarcato ossa di miracoli color caffè

quelle di sannicola e di sangiorgio per esempio
insieme alle milleunanotte di storie e patorie ai
contrabbandi di vite agli smerci di carne umana
alle malarie che combina l’homo qui dove però

vennero altre anime a raschiare l’umore del tufo
con il tantumergo rimasto impigliato al cappero
basta spegnere la radio dell’estate per ascoltarne
le note insieme alla ronda di api attorno attorno

basta una branda di sabbia circoscritta dal timo e
una grotta scarrassata dal sole verso mezzogiorno
per mantenere a cuccia la frescura d’ombre sante
tra cento viavai di un’onda galoppata dal levante.


*


Con l’abbazia d’un cielo fatto a cielo me n’esco
a pascolare il mio grillo canterino voglioso di
sviolinare la stella che da sempre lo allatta e di
salmeggiare a modo suo in onore della lunanova

gli passano così le brutte insonnie del malincuore
i calvari della grasta in terracotta tra vasi di ferro
gli inverni con le sue mazzate di coltello amaro
le gelature che gli stutano la parlantina in gola

meglio farsi un quartino o una quartina solitari
abbandonarsi alla notte come fosse l’ultimora
giocare con il buio a mosca cieca senza la paura
del giorno che pianta bombe per cogliere tombe

malemale domani mattina sposerà una zucchina
col fiore aperto a strombazzare le lodi pacchiane
lei non sa se potrà farcela a vedere un’altra sera
eppure in cuor suo sa che la propria vita è vera.


*


Su l’eremo di settembre veleggia una boccata d’aria
festeggia l’onomastico delle prugne color prugna
quelle ricevute in dono dal Qualcuno appostato
sopra l’altalena di una foglia eterna e passeggera

lì dentro c’è un sacco di roba che manco sappiamo
come una chiocciola mi ci chiudo da dietro e godo
questa brezza madrina di mandorle e ozoni strani
e di nostalgie giallognole scampate a un temporale

mi vengono incontro i fichi a mano disarmata ma
ripiena di fruttosio con cui provare ad addolcire
l’ombra scaraventata a terra dal fumo dei cannoni
inutili e scemi che fanno soltanto gridare peccato

peccato quei bambini che non possono fare poesia
peccato quelle donne col seno pendulo e vacante
peccato questi ulivi uccisi su un altare di cemento
peccati contro la vita che chiede un altro accento.


*


Per la cattedrale del sogno vado scolpendo origani
e rucole che si danno il cambio sul portale della
notte accogliendo un popolo di ombre pellegrine
tumefatte dall’assenza di luce e da vuoti di carne

a rimpolpare le loro lentezze accorrono i ricordi
accorrono i perdoni a tagliargli le unghie per bene
cosicché possano guarire dall’italico maltempo
e riuscire a incamminarsi sul tratturo del giorno

piano piano ecco si muovono in fila per quattro
per riempirsi la bocca con una manciata verde
c’è un cotogno che le aspetta proprio all’incrocio
tra l’autunno e una congrega di nubi pensierose

seminano nella testa la semenza di altri desideri
capaci di riempire le tasche di ortaggi consacrati
e accucciare tra parentesi quadre l’eterna fame
di sciocchezze che imbambalisce l’umano reame.


*


Tra me e la cappella della pioggia maestra di grigio
si stende una sera enorme quanto il lago maggiore
biodegradabile al centopercento più o meno come
le lacrime e tutto ciò che mi inumidisce l’ossario

allorquando anche il cielo si abbassa le mutande
così da acchiapparlo con un pensierino rasoterra
resuscitato dalla muffa come un cavolo a merenda
eppure buono a trasportarmi altrove tutto intero

è forse questo il tempo giusto per ridare la corda
ai sorrisi arrugginiti che fanno capolino dalle foto
ai memoriali che salgono su una scala senza pioli
e scendono con una cesta di frasi infreddolite

il tempo giusto per farmi amico quel cipresso lì che
ogni giorno mi fa buongiorno con la mano mentre
m’invita ad adacquarla bene la mia beata solitudo
perché cresca tanto da far rima con sola beatitudo.


*


Fra un migliaio di nicchie abitate da mille madonne
cerco quella incassata in fronte a una casa vacante
quella da cui fu sfrattato un qualche santo eremita
allergico alle messe cantate ai ceri e agli incensieri

voglio abitare lì in compagnia di calce alla buona
per contare i minuti della mia eternità giornaliera
senza vetrina fermo dentro una canottiera di lana
dieci parole al giorno cinque scritte e cinque orali

dimodoché venga un silenzio a dire uffa e poi uffa
a quelle moine terrene che non cambiano mestiere
e venga l’edera giustiziera che campa di campagna
a tinteggiarle di verde a botta di ramaglie e foglie

avrò tutto il tempo per farmi perdonare dal carrubo
giacché è dal secolo scorso che non l’ho più potato
purtroppo la testa è caduta dentro la rete dei casini
e solo ’sta nicchia può restituirmi i puntini puntini.




ANNA CASCELLA LUCIANI [17.517] Poeta de Italia

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Anna Cascella Luciani 

(Roma, 20 febrero 1941) es una poeta italiana.

Anna Cascella Luciani se inició en la poesía, en los años setenta, en revistas como "Nuevos Temas" (n 55, 1977, n 59-60, 1978..), "Le printemps espagnol - poétique Acción" (n. 71, 1977) , 'Guardar Contingencias "(V, 1978), o en antologías como El animal-Poetry in Motion (Roma 1977) y refleja mi hermoso espejo. Fábulas de mujeres y niñas (por L. Di Nola, R. Reims, A. Veneziani, Cosenza, Lerici 1979). En los años siguientes son numerosas sus colaboraciones en revistas y antologías, como lo demuestran las bibliografías en la obra de la autora. 

Poesía

Le voglie in Nuovi poeti italiani, 1, Torino, Einaudi, 1980
Tesoro da nulla, Milano, Scheiwiller, All’Insegna del Pesce d’Oro, 1990 (premio “Laura Nobile” e premio Mondello opera prima)
Piccoli Campi, Grottammare, Stamperia dell’Arancio, 1996 (premio Sandro Penna, e “Procida, Isola d’Arturo – Elsa Morante”)
A mano, 16 poesie, con un lavoro di Ettore Spalletti, Pescara, 1998 (12 esemplari)
La madia azzurra la spilla brillante, con un lavoro di Ettore Spalletti, Pescara, 1999 (12 esemplari)
Colore per colore, con lavori di Ettore Spalletti, Pescara, 2000 (di proprietà dell'artista)
i semplici, Roma, Il Bulino, 2002
Tutte le oscurità del verde, Milano, Quaderni di Orfeo, 2006 [collana Ottavo a cura di Roberto Dossi e Marco Rota; questa edizione è stata impressa in 150 esemplari numerati, stampati a mano con i torchi dell'Ex Gelateria di via Guinizelli 14]
Migrazioni/a specchio, volume d'arte - con Tommaso Cascella, Bomarzo, Il Cervo Volante, 2008
Tutte le poesie (1973-2009), Roma, Gaffi Editore, «i Sassi» 2011 (premio “Luciana Notari”)





COMO VALLE BERMEJO 
tu confusión, tu llanto 
prisión de haber nacido, 
cada molécula tuya mi 
aprendizaje 
cada respuesta mía concede 
evasión a tu necesidad 
a tu exaltación 
cada movimiento tuyo perturbación 
del estado del ser, ojo 
ciclón, 
luego te marchas e impenitente 
vuelve la calma 
mentira y visión, descubierta 
la necesidad se hace ficción. 
El llanto escapado ha sido 
robado al primer vagido, 
a la primera expulsión.




COME VALLE VERMIGLIA 
la tua confusione, il tuo pianto 
prigione dell’essere nato, 
ogni tua molecola il mio 
apprendistato 
ogni mia risposta concede 
evasione al tuo bisogno 
alla tua esaltazione 
ogni tuo movimento perturbazione 
dello stato dell’essere, occhio 
ciclone, 
poi te ne parti e impenitente 
ritorna la calma 
menzogna e visione, scoperto 
il bisogno diventa finzione. 
Il pianto sfuggito è stato 
rubato al primo vagito, 
alla prima espulsione.

Traducción de Emilio Coco





Anna CASCELLA LUCIANI
Tutte le poesie
Gaffi, 2011
Introduzione di Massimo Onofri




caro ho bisogno
dei tuoi ostacoli
dei tuoi tragitti
a ritroso dei tuoi
labirinti secolari,
troppo in fretta
da sola arriverei
fino al fondo. Caro
ho bisogno
dei tuoi passaggi
umettati dall’aurea
ammissione del bordo,
dei tuoi fraintendimenti
dei tuoi spaventi serrati,
troppo in fretta da sola
traverserei l’acre mondo

***

deve essere bello oggi
in montagna
qui piove
è l’ultimo giorno di marzo
alzo lo sguardo
a fianco del tetto
e la getto la palla dorata
che mima lo scettro, ci fosse
per caso un bosco di lato.

***

c’era un cielo di tulle
dietro villa Borghese,
era dicembre, la spesa
delle feste il cielo la
faceva lancinante, celeste.

***

Stringimi.
Al tuo petto io darò
corona.
Ti amerò per sempre.
Sprona il mio giudizio
al tuo.
Sei l’unico.
Tacendo, livelli
ogni diverso.
In te trovo parole
in te converso.

***

Mi piace questo baciarci
come bambini – questo
stare stretti
vicini –di nuovo
l’albero è verdino –
il pesco è in rosa –
il velame dei petali
coincide con le labbra –
chiedi una mano –
non sento patimenti –
la carità si sposa
ai nostri eventi –

***

torna prima
della morte
raccoglimi
di nuovo –
ti abbraccerò
più forte
ti convincerò
di quel che provo –

***

dorso scintilla
solidificata
meraviglia – briglia
tesa e resa – pietra
scavata in forma
di fontana – anima
non illesa – barlume
cigno sul fiume
– albergo – rifugio –
incavo cessazione –
ombra pianeta
nuova ripetuta
formazione – creta
argilla movimento –
suono – conto
fino a cento (cento
e cinquanta la gallina
canta – animala vagula
blandula – passa e scola
l’orto di un’infanzia)

***

(vita)

mi conquistano le date
migratorie – quel partire
in volo degli uccelli –
quei viaggi celesti –
sortilegio resistente –
istintivo – sapiente
del dirigersi – andare
quel venirci a trovare
pur senza conoscerci –
miracolata specie – immune
dalla certezza fatale
del tracciato –











SERGIO D'AMARO [17.518] Poeta de Italia

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Sergio D'Amaro 

(Rodi Garganico - Foggia, Italia 1951) ha publicado libros de poesía, ficción y no ficción, dedicándose sobre todo a un autor tan emblemático Carlo Levi (por la que editó una monografía, algunas conferencias y una biografía, coll. G. De Donato, un Turín Sur, Baldini Castoldi y, 2001, 2005 2). 

Colabora con algunas revistas literarias y en el cultural "La Gazzetta del Mezzogiorno". Es uno de los líderes del Centro de Emigración y el Centro de Estudios "J. Tusiani "de San Marco in Lamis (Foggia). 

Entre los más importantes libros publicados:  Le caselle mancanti (1986), Il paese che ricordo (1996), Canti del Tavoliere (2003), Il nostro Adriatico (2006) e Italy Italien Italie Italia (in coll.) (2008).

Ha recibido reconocimientos por su actividad como poeta:  (Il ponte di Heidelberg, La scala di Beaufort, Beatles, Fotografie e altre istantanee) e di narratore (Gargan River, Terra dei passati destini, Romanzo meridionale). È inserito in alcune antologie, pubblicate da Laboratorio delle Arti, Crocetti, Universidad Católica de Córdoba, Palomar.

Dirige el semestral “Frontiere” y colabora en “La Gazzetta del Mezzogiorno”, “Il Ponte”, “Incroci”, “Periferie”, “L’attacco”. 




AQUEL AÑO tenía el ala de los dioses. 
Salías, niño, en la onda de la radio 
sus sonidos sumergidos en el fondo del alma 
exento de los primeros encuentros con el mundo. 

¡Feliz de ti, Cupido entre los deseos 
puros de la edad solar! Feliz, 
tú que apenas sabías el abecedario 
y cantabas como el alegre paro
en el árbol más alto de tu cielo. 

Sólo la voz tierna de los años 
la castaña asada cerrada en la mano 
la brisa leve de una blanca Cùrzola… 

Te tenía cierto el soplo vago de Venus 
y una estrella guiaba tu camino.





QUELL’ANNO aveva l’ala degli dei. 
Partivi, bambino, sull’onda della radio 
coi suoni immersi in fondo all’anima 
salvo dai primi incontri col mondo. 

Beato te, Cupido tra i desideri 
puri dell’età solare! Felice,
tu che appena sapevi l’abc 
e cantavi come allegra cincia 
sull’albero più alto del tuo cielo. 

Solo la voce tenera degli anni 
la caldarrosta stretta nella mano 
la brezza lieve di una bianca Cùrzola… 

Ti teneva certo il soffio vago di Venere 
e una stella guidava la tua via.

Traducido por Emilio Coco





(Caro Friedrich)
Da Il ponte di Heidelberg (Pescara, Tracce, 1990)

Caro Friedrich, grandi mani spingono il vento
tra i vasi esposti sul balcone.
Lontani vanno gli occhi da questa balaustra,
alle città, alle foglie, agli uccelli
alle pietre remote del passato.
Lenti sono i colori nella nebbia
opache le amicizie che non tengono
dove sapere le rotte per una stagione più calda?
Caro Friedrich, la barca è paziente
mentre notti e tempeste coprono il pontile
e tu ancora ritorni dalle passeggiate pensose
nel parco, accompagnato dal cane.
Bisogna partire
seguire i percorsi che sono assegnati
giungere alla meta del viaggio.
Osservo con te l’acqua del fiume che non ha fretta
e si muta in ghiaccio l’inverno
nel cielo livido di Heidelberg.
Dovremo aspettare, caro Friedrich,
aspettare, mentre è già quasi sera.

(24 giugno 1984)



(E' passato l'inverno)
Da Il ponte di Heidelberg (Pescara, Tracce, 1990)

È passato l’inverno, caro Friedrich
la stagione che credevamo più fredda.
I ghiacci sono sciolti, l’acqua è libera
passano carrozze e signore con cappelli
la Friedenstrasse è in festa.
Ho rivisto ieri Hugo von Homburg, pallido,
il tepore di marzo non lo tocca
gli danno fastidio i pittori sul ponte.
Conosci la malattia di Hugo, Friedrich?
Soffre di progressiva perdita della parola
patisce seriamente e talvolta ha inaspettati
accessi d’ira, se la prende anche con i cani.

L’inverno è passato, caro Friedrich,
l’inverno che credevamo più freddo.
Ora ci riscalda una brezza piacevole
andiamo più spesso a cena da Karl.
Ho sempre da parte la mia “Heidelberger Zeitung”
ho voglia di notizie fresche, non importa
che siano quasi sempre ripetitive.
Può darsi, anche, che legga di Hugo
della sua definitiva scomparsa dal ponte.
È così facile, infatti, morire per acqua!

(24 giugno 1984)



(E' la seconda tempesta)
Da La scala di Beaufort  (autoed. 1998)

È la seconda tempesta
da quando sono tornato da Middlemark.
Ho sentito che l’Atlantico è in rivolta
proprio alle nostre latitudini
ed Anthony non si dà pace
per le sue mancate uscite al largo.
In queste spume, tra le nuvole di spruzzi
vado invano cercando qualche mare di prima
qualche rapida pioggia benigna
il volto di Robert con le labbra aperte.
La Natura urlante respinge
qualunque mano si tenda
ad afferrarne il turbine.
E nessuno più cammina
sotto le lampade annegate
nessuno più guarda alla torre
nessuno più saluta.

È la seconda tempesta.
Rompe rami, schianta insegne
confonde il confine della terra
ha una rabbia e una vita
molto simile alla vedova Cliquot. 




I. Ingrandimenti [2001]
Da Fotografie e altre istantanee 
(Foggia, Sentieri Meridiani, 2008)

1.

Luce entro cui si raccolgono
le abbaglianti linee del paese
la cupola celeste del mattino
la striscia salata del molo.
Il cuore dell'infanzia batte
nel grembo di questo scenario
si radica molle un senso di passate brezze
di aromi resinosi di pinete
di magiche caldarroste
che riempiono le piccole mani.
Una barca che parte.
Verso est, verso la Dalmazia dolce e corrugata
come il sogno del mio amico Tomas
come la roccia ricoperta di muschio
profonda e ovattata.



2.

Chiesa di San Nicola.
Un po' di Seicento e di Settecento.
Nelle file a destra, terza panca,
è posato il velo trapunto di una donna che passò
nel suo drammatico Novecento.
Le  candele sono sempre nuove
l'altare lindo le vetrate smaglianti
e il vecchio organo che risuona
nelle sue ondose ferite.



3.

Le punte dei pini scorrono
sopra il tetto dell'automobile
che fugge ariosa tra le essenze
profumate di un'altra estate.
Come vanno in fretta questi aghi di tempo
Via Appia e Foresta Umbra
come pungono agli occhi
fosfeni calamitati.



4.

Tersa lastra di mare meridiano
amiche profondità di abisso
nudo miraggio di sabbie uniformi.
Un folle granchio s'è impadronito di me
è uscito alla riva infuocata
ha mosso la conchiglia inerme
è ritornato al suo fondo imperscrutabile.



5.

Isola. Due gabbiani sopra il faro.
Isola tra isole. Vapori freschi di onde.
Nuvole grigie, vicine a questo quadro eterno.



6.

Il vento ha urlato tutta la notte
graffiando anche l'alba e il sole difficile.
Ho ascoltato fino in fondo la sua arroganza.



Un viaggio del 1957
Da 20th Century Vox (inedito)

Quell’anno aveva l’ala degli dei.
Partivi, bambino, sull’onda della radio
coi suoni immersi in fondo all’anima
salvo dai primi incontri col mondo.
Beato te, Cupido tra i desideri
puri dell’età solare! Felice,
tu che appena sapevi l’abc
e cantavi come allegra cincia
sull’albero più alto del tuo cielo.
Solo la voce tenera degli anni
la caldarrosta stretta nella mano
la brezza lieve di una bianca Cùrzola…
Ti teneva certo il soffio vago di Venere
e una stella guidava la tua via.

Caro specchio, dimmi, quale elettrico
lampo illuminò la scena,
quale dio infuse vita a quegli occhi
che si aprirono grandi e stupiti
sul mare pacificato del dopoguerra?


Ritorni tu, mamma, a darmi l’antico pane
spalmato di zucchero e d’olio
nelle bolle infuocate della controra,
e tu, babbo, assorto nei tuoi pennelli
scampati all’acqua ragia e tuffati
in altro colore, gatti pigrissimi
e cani fedeli, chiese al fresco
di ruscelli alpini, copie amorose
di Raffaello. Gli stessi resinosi
odori della pineta Marzini
con l’azzurro trafitto da milioni di aghi.



La Guerra
Da 20th Century Vox (inedito)

La Magnani mitragliata mentre corre
ci mise nel cuore una ferita.
Quanti camion partivano
pieni di speranza, quanta gente
sulle strade polverose della guerra!
Tutti a casa! Ma dov’era la casa,
se tutto era caduto e il cielo
era ancora acre di spari?
Capitano, ci porti in salvo,
verso il mare che ci vide bimbi,
alla fonte che ci levò la sete.
Capitano, è ora di partire,
di tornare alla piazza degli antichi
giochi, delle intrepide corse,
di suonare la campana delle chiese
di ripiantare le erbe nell’orto.
Su, capitano, si tolga la divisa,
è ora di scrivere il suo pezzo
per il giornale che scandalo farà.
Poi verrà il 18 aprile ‘48
e tutto tornerà com’era prima.




Succo d'arancia
Da Succo d’arancia (inedito)

Bella giovinezza confusa con l'infanzia
pestata con l'uva dei primi sentimenti
ecco l'età avanza e la memoria corteggia.
Ho bevuto fino in fondo la bottiglia
spumante di illusioni, ma la gola è secca.
E te rivedo dolce riva d'acqua
e ciottoli bianchi e profumate serre
a te m'affido, mano materna d'aranci,
odoroso languore di meriggi
sereno balcone di sicurezze.
Cosa ti debbo, vita? E quale mistero
tocca al nulla che mi fece te
quale misterioso agguato di cellule
mi aprì a questa veglia di battaglie?
Il destino, se c'è, è chiuso in un'ora.












TOMASO KEMENY [17.519] Poeta de Italia

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TOMASO KEMENY

Nació en Budapest en 1938. Desde 1948 vive en Milán y es profesor de Inglés Lengua y Literatura en la Universidad de Pavía. 

Poesía

Suspense estensive o intensive, il periplo, Milano,1969
quando, tool edizioni, Milano, 1970
urlando sodomia, e.r. sampietro editore, Bologna,1971
The Hired Killer’s Glove - Il guanto del sicario, Out of London Press, New York-Norristown-Milano, 1976
Qualità di tempo, Società di Poesia-Guanda, Milano,1981
Recitativi in rosso porpora, Campanotto, Udine,1989
Il libro dell’angelo, Guanda, Parma,1991
Melody, Marcos y Marcos, Milano, 1998
La rima non scalda, Dialogolibri, Olgiate Comasco, 2000
Eterna disarmonia, con sette disegni di Mauro Staccioli, Signum edizioni d'arte, Bollate, 2000
Desirée, Lietocollelibri, Faloppio, 2002
Se il mondo non finisce, quaderni del circolo degli artisti di Faenza, Faenza, 2004
La Transilvania liberata, Effigie, Milano, 2005 (segue traduzione ungherese e tedesca)
Erdély aranypora, traduzione in ungherese di E. Szkàrosi, a Dunànàl, IJK, Budapest-Kolozsvàr, 2005
La morte è un’altra cosa, ETS edizioni, Pisa, 2007
Seme oscuro, Edizioni Pulcinoelefante, Osnago, 2008
Mostra Floreani e di T.K., Paesaggi immaginari, a cura di L. Conti, Poliart, Sorvoli, quaderni d’arte e di poesia. Milano, 2010
A vìzözön mondja, Vàlogatott versek, traduzione in ungherese di E. Szkàrosi, Magyar Muhely Kiadò, Budapest, 2011
Poemetto gastronomico e altri nutrimenti, Jaca Book, Milano, 2012
Quarantacinque poesie 1952-1961, Nomos Edizioni, Busto Arsizio, 2012
Jenseits des Wälder, Episches Traumgedicht, traduzione tedesca di A. Staude, Pop Verlag, Ludwigsburg, 2013
Lampi, Gattili, Cologno Monzese, ottobre 2013
Una scintilla d’oro a Castiglione Olona e altre poesie, Effigie, Milano, 2014
107 incontri con la prosa e la poesia, Edizioni del Verri, Milano, 2015

Antologías

A cura di Thall, con Raffaele Perrotta e Alessandro Casiccia, s.e., Milano, 1968
Lotta poetica 11, a cura di Sarenco e Paul de Vree, Edizioni Amadulo, Milanino sul Garda, aprile 1972
La parola innamorata. I poeti nuovi 1976-1978, a cura di Giancarlo Pontiggia e Enzo Di Mauro, Feltrinelli, Milano, 1978
Poesia degli anni settanta, a cura di A. Porta, prefazione di E. Siciliano, Feltrinelli, Milano, 1979
Poesia italiana oggi, a cura di M. Lunetta, Newton Compton, Roma, 1981
Poesia erotica italiana del novecento, a cura di C. Villa, Newton Compton, Roma, 1981
Italian Poetry, 1960-198O: from Neo to Post- Avantgarde, edited by A. Spatola e P. Vangelisti, Invisible City, 2, San Francisco & Los Angeles, 1982
Poeti italiani degli ultimi anni, a cura di A. Spatola, la battana, 1982
L’anno di poesia, 1986, a cura di R. Mussapi, Jaca Book, Milano, 1986
Almanacco dello Specchio, n. 12, a cura di M. Forti, Mondadori, Milano, 1986
Poetica mente Milano, a cura di A. Porta e G. Raboni, Rizzardi ed., Milano, 1989
Veinticinco anos de poesia en Italia (De la neovanguardia a nuestros dias), a cura di J. Castro e E. Coco, Cordoba, 1990
Roberto Ciaccio, di G. Beringheli, T. Kemeny, E. Pontiggia, P. Bellasi e R. Ciaccio, Arnoldo Mondadori Arte, Milano, 1991
Une autre antologie, Première Biennale Internationale Val-de-Marne, a cura di H. Deluy, Fourbis, Paris, 1992
Poesia italiana del Novecento, a cura di E. Krumm e T. Rossi, Skira ed., Milano, 1995
Italian Poetry Festival, The Scottish Connection, Edinburgh, 1999
El fuego y las brasas, poesia italiana contemporanea, a cura E. Coco, Sial ediciones, 2001
Proceedings of a festival of italian poetry and esoteric studies, The College of Charleston, edited by M. Maggiari, Agorà edizioni, La Spezia, 2003
The Waters of Hermes, Poetry&Shamanism, La Finestra, Trento, 2004
Parliamo di fiori, a cura di V. Guarracino, Zanetto editore, Montichiari, 2005
The Waters of Hermes, Poetry&Wisdom, La Finestra, Trento, 2006
Inspired by Byron, Shenker Culture Club, Roma, 2007
Matrix, Die tiefen Gezeiten“ Einleitung zum Mitomdernismo, Die Dichter dieser Welt, Pop Verlag, Heidelberg, 2007
Poeti ungheresi e la rivoluzione del 1956, a cura di P. Sarkozy e P. Tellina, Casa Ed. Università La Sapienza, Roma, 2007
Com’api armoniose, a cura di S. Boccardi, Vallecchi, 2008
Il corpo segreto. Corpo ed Eros nella poesia maschile, a cura di Luigi Cannillo, Lieto Colle, Milano, 2008
Poesia y pensamiento poético, Serta, Revista Iberoromànica 10, Uned, Madrid, “2008/2009, pp. 448-453
Tomaso Kemeny, Avventura Sesta (La negazione del mondo), con un commento di Sandro Gros-Pietro, in Vernice, rivista di formazione e cultura, Genesi Editrice, Torino, 1.2009
Argonauti nel Golfo di Afrodite, a cura di Angelo Tonelli, Arcipelago Edizioni, Milano, 2010
Poesie in Europa 2010, Europaisches Festival der Poesie, Vienna, a cura di Dante Marianacci e Robert Huez, Italienisches Kulturinstitut&Literaturhaus, Wien, 2010
Carovana dei versi poesia in azione, Abrigliasciolta, Varese, 2011
Animalidiversi, Antologia di poesie contemporanee sugli animali, a cura di E. Guerracino, Nomos Edizioni, Busto Arsizio, 2011
Almanacco dello Specchio 2010-2011, Mondadori, Milano, 2011
Tomaso Kemeny, “VII sospiri di Felix per Leda”, Paragone, Letteratura, 96/97/98, Servizi Editoriali, Firenze, agosto-dicembre 2011
Tomaso Kemeny, “Il poeta è un morto che cammina?”, Poesia, n. 285, Milano, settembre 2013
Tomaso Kemeny, “Antologia di poeti italiani e turchi”, a cura di Vito Intini e Mentin Cengiz, Grafiche Vito Radio Editore, Putignano, 2013
“Quattro passi nello stile. Lo scatto in avanti di dieci fotografi e un poeta”, Amica, n. 10, Mondadori, Milano, ottobre 2013
Luci e ombre Mitomoderniste, a cura di Chicca Morone, Attini Arte, Torino, dicembre 2013
Poésie pour la Syrie - Le Pays est une pâle frontière, Anthologie solidaire initiée par Khal Torabully, janvier 2014
Tomaso Kemeny, “L’amore della vita senza argini in casa Shelley”, in Poesia mitomodernista oggi per un nuovo romanticismo, a cura di Flaminio Biagi e Massimo Maggiari, Edizioni Antonio Attini, Torino, 2014
Orizzonti culturali italo-romeni, Rivista interculturale bilingue, n. 3, marzo 2014
Narrativa[modifica | modifica wikitesto]
Un insuccesso, in Il Piccolo Hans (rivista di analisi materialistica), n.21, Dedalo libri, Bari, gennaio/marzo 1979
Don Giovanni innamorato, Es, Biblioteca dell’Eros, Milano, 2003
Natale 1944, in Canti di Natale, a cura di A. Baruzzi, i quaderni del circolo degli artisti, Faenza, 2005
7 Avventure, in Il Verri, n. 54, Milano, febbraio 2014

Teatro

La conquista della scena e del mondo. Sei drammi-lampo, edizioni Greco & Greco, Milano, 1997
La Festa di Dioniso, un dramma-lampo mitomodernista, in Retorica ftm, Istituto di Skriptura, Bruxelles, 28, IV, 1998

Traduzioni

Testi di Friedrich Schiller, William Wordsworth, Endre Ady, André Breton e Dylan Thomas, in La lirica d’Occidente, dagli Inni Omerici al Novecento, a cura di Giuseppe Conte, Guanda Editore, Parma, 1990
Notturno (55 a.C.- 1992), testi scelti e tradotti di Endre Ady, Stéphane Mallarmé, Filodemo da Gàdara, William Wordworth, Vincente Aleixandre, Johann Wolfgang Goethe e Ovidio, con un’acquaforte di Mimmo Paladino, Edizioni Rizzardi, Milano, 1992
Byron, Opere scelte, traduzione e curatela, Mondadori, Milano, 1993
Ch. Marlowe, Ero e Leandro, con un’opera di Michelangelo Pistoletto, Edizioni Rizzardi, Milano, 1994
Attila Jòzsef, Flòra, amore mio, traduzione delle poesie e prefazione, Bulzoni Editore, Roma, 1995
Inverno ungherese di Endre Ady, in Poesia della traduzione, a cura di Alberto Bretoni e Alberto Cappi, Comune di Mantova, Archivio della Poesia del ‘900, editoriale sometti, Mantova, 1999
Kosztolànyi Dezso, 40 Poesie, RS, Rivista di Studi Ungheresi, III, Università la Sapienza, Roma, 2004
Attila Jòzsef, Poesie scelte, Lithos, Accademia d’Ungheria, Roma, 2005 (Premio speciale per la traduzione G. Acerbi, 2006)
Attila Jòzsef, Il mendicante di bellezza, con 7 dipinti di pittori ungheresi, il Faggio, Milano, 2008
Yang Lian, La bellezza tirannica della forma erosa, 6 poesie, Arcipelago edizioni, Milano, 2008
Szöcs Géza, Parola di pellerossa per radio, Casa della Poesia Milano, Mercutio Budapest, 2008
Byron, Opere scelte, I Grandi Poeti, Il Sole 24 Ore, Milano, giugno 2008
Vari Poeti Ungheresi Contemporanei volti in Italiano, in I gemellaggi della poesia, Balatonfured-Arpino-Vienna, Fondazione Salvatore Quasimodo, Istituto di Cultura Italiano di Vienna, Fondazione Mastroianni, Balatonfured, 2010
Yang Lian, Il primato della poesia, traduzione e presentazione, in Poesia, n. 280, Fondazione Poesia, Milano, mar. 2013
Szöcs Géza, L’energia vivente del senso, traduzione di poesie e presentazione, in Poesia, n. 282, Fondazione Poesia, Milano, mag. 2013
Szöcs Géza, Szocs Gèza (il Carbonaro), La missione di Rasputin, Arcipelgao Edizioni, Novara, 2014
Szöcs Géza, Da dove arriva di notte, questo frullìo d'ali e il ridere tuo e il tuo pianto?, prefazione di Sebastiano Grasso, Edizioni Colophon, Belluno-Venezia, 2014
Scritti sulla traduzione[modifica | modifica wikitesto]
Nel labirinto del verso, in Congenialità e Traduzione, a cura di Paola Carbone, Mimesis, Milano, 1998
In Defence of Humanism, in Roberto Sanesi e l’arte del tradurre (a cura di T.K.), Supplemento a Il Confronto Letterario, 39, Schena editore, Fasano di Puglia, 2003
Nomadismo babelico', in Stare tra le lingue. Migrazioni, poesia, traduzione, a cura di Antonio Prete, Stefano Dal Bianco, Roberto Francavilla, Pietro Mann'i, San Cesario di Lecce, 2003
Il verso del traduttore, in Le varianti del traduttore (a cura di T.K. e Elena Montagna), Supplemento a Il Confronto Letterario, 41, Schena editore, Fasano di Puglia, 2004
Il mosaico del traduttore, in RSU, Rivista di studi ungheresi, IV, La Sapienza ed., Roma, 2005
Charles Olson, All things stand out against the sky, in Traduzionetradizione, 4, Edizioni Nuove Scritture, Milano, apr. 2009
Tradurre Jozsef Attila, intervento orale alla Casa della Poesia di Milano, Milano, ott. 2009
T.Kemeny, Ady nunc et semper, trad. ungherese di E. Szkàrosi, in Tempevolgy, dic. 2009





LA PASIÓN ES LA LUZ 

El fuego no seca la selva 
de las lágrimas, pero borra 
las sendas de la memoria. 
Resurge el espacio de la palabra 
libre de ruina y reliquia 
en un destello que enciende 
las tinieblas. La pasión es la luz 
que en el verso vuelve perdidamente 
y la muchacha sin rostro 
se quita el jersey rojo 
y sus senos rozan los dedos 
colmando las manos 
de su amante sin historia. 
¿O son los cielos que colman de astros 
esta página hecha cenizas?



LA PASSIONE È LUCE 

Il fuoco non essicca la foresta 
delle lacrime ma cancella 
i sentieri della memoria. 
Lo spazio della parola risorge 
libera da rovina e reliquia
in un guizzo che incendia 
la tenebra. La passione è luce 
che nel verso torna perdutamente 
e la ragazza senza volto 
si toglie la rossa maglia 
e i suoi seni sfiorano le dita 
riempiendo le mani 
del suo amante senza storia. 
O sono i cieli a riempire di astri 
questa incenerita pagina?

Traducción de Emilio Coco





Il canto delle Muse

Più t’amo, più la notte
sfavilla insaziata.
La tua grazia arde come frutto
agli altri uomini interdetto
e agli Dei. Ebbra di vita
ogni tua movenza
zittisce il mondo
e nella polvere dei giorni
il canto delle Muse riporta.



Sotto la pioggia

Sì, sì sotto la pioggia la primavera canta
come un notturno mai composto
da Fryderyk Chopin e si ubriaca
del proprio canto-canto contrappuntato
dal vento

Ma se il vento tace e la pioggia
sull’asfalto, sull’albero, sui tetti
tamburella, il suo triste notturno
canto scora e c’è chi non sa trattenersi
dal pianto




L’autentico demone furibondo

Sonora metamorfosi della mia persona
in una partitura inseparabile dall’idea di bellezza

Misteriosa forza forse ctonia e sinfonia
per la costruzione di un mondo

Soffio vitale dell’universo per flauti
e oboe, dialogo con strumenti a corda

Ed ecco l’autentico demone furibondo
a orientarmi eroico in un turbinio di scintille

Flusso di cosmica energia che scorre
in una rete di vasi, ma orde
di mostri che non hanno seme invadono
la scena con musiche canagliesche

Dal fango pur striato di neve fresca
istrioni pagliacci clown emergono
con sussulti effimeri per mancanza
di una forma. Sonora, rosa mia,
salvami dal flaccido sbavare, nella veggenza.

Tomaso Kemeny da “Una scintilla d’oro a Castiglione Olona”, Effigie, Milano, 2014









RUBÉN DARÍO ROCA [17.520] Poeta de Venezuela

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Rubén Darío Roca Brian

Barinas, Venezuela 1991. Poeta, licenciado en comunicación Social, bibliotecario, aprendiz de cineasta, fiel a legado del Comandante Hugo Chávez. Docente en la Universidad de las Artes. Amante de la literatura, promotor cultural, escritor de los poemarios La Poesía que nos tragamos, Todavía No Sé y El pensamiento de Bolívar, el poema de Argimiro y la voz de Chávez. (Tres hombres y Treinta y tres poemas que me acompañan) Facilitador de talleres de creación y apreciación literaria, articulista en diferentes publicaciones periódicas. Actualmente es un trabajador del libro, por el libro, por la lectura, la literatura y la investigación en la biblioteca de la universidad experimental de las artes del Estado Portuguesa. 



Todavía No Sé
Rubén Darío Roca

Con éste título Rubén Darío nos habla de la duda, esencial para un escritor, pero también nos refleja la capacidad para expresar las inquietudes propias ante el presente y el futuro de la revolución bolivariana, la amistad, el amor y la muerte, como sino de esta época en que nos encontramos: tiempos convulsos en que la juventud venezolana se debate entre el progreso y el colonialismo.

Su trabajo es de alta factura discursiva y en él podemos leer metáforas cargadas de intencionalidad para definir los procesos existenciales de quienes están a merced de la vida y del entusiasmo, comprometido, abordando desde la poesía, la entrañable esencia de la descolonización como parte de la afrenta libertaria.



                  “Tú te vestirás a veces con todos los colores del Iris
                   Yo te amaré siempre
                   Tú querrás flores
                   Yo un caballo, una guitarra
                   Y no trabajaremos nunca, nunca, nunca”
                                           Miguel James


Por allá

Cuando nuestra vida llegue a los otros tiempos
si nos encontramos felices
tú dirás que nada de esto es para siempre
yo, insinuare la calma y la solidaridad
y si nos encontramos más jóvenes
tú, preguntaras
¿Cuándo nos perdimos?
yo, responderé como los insensatos
que ni siquiera nos hemos encontrado
y si nos encontramos siendo hombres
tú, dirás que somos libre de toda culpa
yo, tendré las manos empapadas del crimen
y, si nos encontramos siendo féminas
yo preguntare a donde nos traslada el color de los círculos del busto
tú, dirás que a nuestras ausencias para darle de comer al capricho
y si nos encontramos solos
diremos que no necesitamos a nadie
y cuando seamos desgraciados
entenderemos el estímulo de la falta
y si dormidos nos halamos las sabanas
entenderemos las guerras del vicio
y cuando nos abracemos fuerte
entenderemos el objetivo de la confianza
y si nos besamos demasiado
entenderemos el quiebre de las líneas de estocolmo
y cuando seamos solo uno
entenderemos la libertad del vuelo
y volando nos quedaremos en el eterno retorno.



Considerándote

                      A Cristian Jaimes.

Aquí nos despedimos
por la sinceridad de los poetas
confieso que mi temor a la distancia me revuelca,
tanta lucha por los tiempos
y la muerte desgraciada sigue con su costumbre de no avisar que está cerca
si usted lo quiso así porque sabía que estaría en el trascender de la historia
vaya tranquilo
que un día nos encontraremos por ahí
después de la brisa




Aquí

En la hora de los noctámbulos
el alboroto de las moscas se tornó insoportable
lo bélico de la pantalla nos interrumpía por momentos
se atravesaron las agujas
y en la escena más tétrica
nos perdimos en la curva.




Todavía no sé

De pinceles de tierra
mucho menos de peñascos acartonados
fluorescencias y pájaros tiesos
recibos de la luz
recetas de las sopas
cuadriculas de fechas
joropo sin amor
ciudad de caballeros – naranjas- gemelas
luchar con una mujer por una mujer
masturbaciones frustradas
brindis por otros brindis
malentendidos culturales
culturas del mal entendimiento
vientos del quinto grito
libros – Macondos - Techos de ballenas –
canciones -Mi unicornio azul- Zapatos de mi concienciaUNESCO,
Ministerios y ministros
Pintura –Vincent Van Gogh - La Edad de la Ira-
clarividencias paisajistas
el poetariado de esta culpa
las mil palabras de rebeldía
y unos cuantos poemas
que todavía no sé.




Sin prisa

Hay que explorar caracoles para perdernos
eso sí
Sólo perdernos. 




Querido poeta del llanto

                                   A Hermes Vargas

Todavía existe la factura del vacío
un 60% menos ha de costarnos la próxima borrachera
hablaremos de Miguel James
de los poetas con priapismo
llorarás como de costumbre
suspirarás por tu garota y Morella seguirá siendo médico,
sin duda alguna Manuel Bandeira flotará entre las botellas
le pondremos dos abrazos a tu historia, un trago de refajo al cuerpo y un poquito de
bledo al desayuno




Carajita

Y si verte es el más bonito de los oficios
yo quiero hacerlo de a poquitico
tan pretenciosa la muchachita pero piensa en pajaritos con pelo
no cree en la luz de Reverón ni en cuerditas de guitarra
mira al bodeguero con desprecio pero le compra
y toditos , todos , toditicos, hasta el más esperrujio
le dice bonita aunque no se lo merezca





Onanismo

El destierro de esos rizos inutilizo las armas
las nueces y los senos saborearon escamas de amor
esa imagen fue mezquina
y estas manos fueron sabias




Chávez

Si un día me encuentras por ahí
cántame una canción, dame un abrazo, dedícame un poema
dime que también soy un libertador
regáñame por las veces que no te escuche
cuéntame una vez más la historia de Bolívar
dime que soy tu camarada
como Martí, el Ché, Zamora y los del llano
recomiéndame un libro
enséñame los pueblos
bendice nuestra patria
pero por favor
dame un abrazo dedícame un poema cántame una canción
por ahí
por ahora
por nosotros





Se trata de acariciar la boca del vaso
beberse poco a poco la incertidumbre
ir en bicicleta y darle la vuelta a las aletas de ventilador
buscarte en mi diástole y mi sístole
esperar con desconfianza
dejarás de ser innecesaria el día que juegues con lugares comunes,
las luciérnagas te bendicen y yo te preciso
palabra





Amor
llévate sólo lo irremediable
y si quieres quédate. 





08/12/12

Si un día desaparezco no pierdan el tiempo, búsquenme en la higuera
quizás ya no tenga manos pero me sentiré patriota
si me traslado al Chile del setenta y tres, no piensen que fue un suicidio
no se preocupen por mi camisa, hagan Patria a toda costa
búsquenme en la zona montañosa de Berruecos
tengan cuidado con los oligarcas que se esconden en los campanarios
en el último suspiro diré Maisanta
Michelena pintara mis últimos paisajes
no dejen que quemen nuestras casas
no faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para declararnos la
guerra
recuerden la unidad por la lucha y la victoria
ya no seré yo
serán ustedes y el obrero





MICHAEL McNEILLEY [17.521] Poeta de Estados Unidos

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Michael McNeilley

Michael McNeilley, poeta, periodista y escritor estadounidense, fue Director fundador del National Student News Service; trabajó como reportero y corresponsal en Washington, D.C.. Escribió cientos de poemas y cuentos que publicó en numerosas revistas, tales como New York Quarterly, New Delta Review, Poet, Chicago Review, Sonoma Mandala, Hyphen, Minotaur, Slipstream, Chiron Review, Poetry Motel, Plazm, DAM, Lilliput Review, Cafe Review, Boulliabaisse, Writers' Forum, Green Fuse, Rockford Review, Mississippi Review, God's Bar Unplugged, X-Connect, Fox Cry, Impetus, Tight, xib, Penny Dreadful, Exquisite Corpse, Atom Mind, y en diversos sitios de Internet. McNeilley dedicó su vida a la poesía, abordando una gran multiplicidad de temas: desde lo lírico a lo sardónico, lo urbano, la vida de los últimos tiempos en Norteamérica, lo autobiográfico, etc.. 

Murió repentinamente en el 2000.



Michael McNeilley
Selección



Crédito

demasiado rápido
demasiado mojado
y ellos

avanzaron
y cerraron las puertas
del auto

y el tanque de gasolina
se rompió y
estalló

y ellos estaban allí dentro
cuando nosotros
llegamos

ardieron hasta morir
cubiertos con
la gasolina

que todavía
no habían
pagado




6 preguntas

acaso siempre debe existir
la distancia
no importa cuánto nos acerquemos

aislamiento contra la posibilidad
de acción en cadena
interpersonal

es el tiempo una línea recta
un círculo una flecha una espiral
están el futuro y el pasado

aquí también o es el tiempo más bien
como una manta con las que nos tapamos
la cabeza para protegernos

y cuál es nuestro estado relativo
si tocamos o no tocamos
si estiramos la mano sin la más mínima

esperanza de tocar
acaso el espacio entre nosotros
se convierte en parte de nosotros también

es asunto de substanciación
que si cerramos los ojos
un buen tenor

nos puede hacer llorar
en un idioma que
no comprendemos

si nuestras noches pasan inadvertidas
si estamos tendidos quietos con los ojos abiertos
o si nuestros sueños se desbordan

importa más o menos
cuántos gorriones
pueden caber en esta rama

o somos simplemente
como marineros
que escrutan el horizonte

durante mucho tiempo lejos del puerto
el mar es inefable
nuestras manos tan pequeñas




límite de la ciudad

éramos sólo niños y
no había posibilidad
de ir a casa de un amigo

el primer auto a años de distancia
y esperando estaba una
lenta y dulce muerte

así es que caminábamos al ocaso
en silencio entre
las filas del maíz de agosto

en el campo más cercano
no muy lejos de su casa
sin nada en las manos

nos desvestíamos el uno al otro
nuestros dedos adormecidos de calor
en el grisáceo atardecer de texas

y caíamos jadeando
apóstoles desnudos de
un dios de la necesidad y el sudor

dibujaba sombras huecas de calor
sobre la oscura y seca tierra
en el delgado refugio de hojas

ella limpiaba la tierra negra
de mi piel y yo frotaba
su olor en mi cara

pero no era suficiente
no podía ser suficiente
y traíamos de nuevo agosto a nosotros

ambos llorando de risa
mientras el sol caía
y las estrellas llegaban




incendiario

siempre hay un espacio
no importa cuán pequeño
por el cual el amor puede penetrar

no importa cuán pequeño
el corazón
donde esté

como el agua que se escurre
por un lavaplatos que se filtra
hichando las tablas del piso

minando la baldosa
hasta que las vigas del piso
se comban

y cuando lo descubres
sólo después significa
una reparación mayor

pero para ese entonces
las termitas de la madera húmeda
se han colado

y los inspectores sin duda
van a encontrar
una cosa semejante

y nunca te
devolverán el dinero
por eso

y las reparaciones
son tan caras
y vienen sin garantía

de que no sucederá
de nuevo
y lo único que puedes hacer

es quemarlo todo
con la esperanza
del seguro

y cuando vegan
a escarbar
los escombros
y pregunten qué sucedió
miente




sólo trueno

no tiene
sentido
cómo el amor puede moler
el corazón

aunque la intención vale
para algo
no es fatal

en sí misma
tú no morirás hasta
que el coche golpee

contra la barrera del puente
la mente hace trucos
pero la ilusión es

esencialmente benigna
no te ahogarás
hasta que el agua

haya subido
no eres devorado
por la silenciosa

mirada del león
el trueno no puede
escindir el árbol

la sangre es tangible
y no importa
la distancia

la caída
no te matará
hasta que hayas
pisado en
el vacío




esa cosa de enamorarse

no estoy buscando
el amor de nadie
no estoy buscando

nada
mucho menos
enamorarme

enamorarse
siempre implica
esperar alguna larga

lista de cosas
nadie quiere
todo ese esperar

tanto
pero te amo
de todos modos

esto no es
cosa de enamorarse
esto no es

una cosa mala
una calle bien
señalizada

como de una vía
a la cual te
metes conduciendo

y si tienes suficiente suerte
te llevará de nuevo
a casa




cosas que puedes hacer cuando estés muerto

pon monedas fantasmas
en los parquímetros
pasados de hora

métete dentro de Al Gore
y enséñale a
bailar

visita a tus ex
y juega a ser poltergeist
a la hora de la cama

siéntate en las simas de las montañas
y en el fondo
de los océanos

conviértete en genio
y concede deseos
a los buenos

persigue a los políticos
y escupe en
sus martinis

salva a los pequelos
de los pervertidos sexuales
y de los taxis apurados

susurra en los oídos
de los evangelizadores de tv
acerca de la maldad del dinero

bebe jugo de ciruelas fantasma
y ciérnete
sobre la casa blanca

siéntate con los viejos
y escucha
sus historias

vive con los gorilas
los gorriones
los elefantes

muéstrale a sadan hussein
el verdadero significado
de locura

sé el fantasma de la
navidad pasada
presente y futura

ahuyenta a los monstruos
que están debajo de las camas
de los niños

despierta a todos los dictadores
muy temprano
todas las mañanas

cubre a los amantes
con aquel pequeño y privado
silencio

si la muerte fuera
así tan divertida quién
querría seguir viviendo




para las mujeres

a la luz de la retrospectiva
están a contraluz como si estuvieran frente a una ventana
en la falibilidad del encantamiento

la batonista de la secundaria que se reía
cuando yo la topaba con la parte deslizante de mi trombón
ojos azules resplandecientes a medio tiempo

la bailarina que bailó una vez en el bolshoi
que apoyó su pie en mi hombro en el umbral de una puerta
y dijo "eres alto, eso es bueno"

la perfecta y esmirriada diosa del rock
me desgasté las huellas digitales
en el muro de su indiferencia

la modelo de Los Ángeles que se cortó sus largos cabellos negros
porque su marido los amaba
más que a ella misma

la diminuta peliroja tejana que me llevó
al baño de mujeres para dibujar líneas mientras
hacía cantar al agua

la pequeña greta garbo pueblerina
que dijo que yo besaba como un actor principal
y me llevó a los rieles del tren

la sanguínea poetisa, su motocicleta
todos sus cromos muy pulidos cuero negro
y ojos de sanpaku

las risueñas chicas de la hermandad del medio oeste
que me despertaron con súbito asombro
la carne en un sandwich de muchacha

la abogada japonesa-húngara
el dormitorio con paneles de libros
sus ojos una intriga propietaria

la heroína del radioteatro de un solo programa
baleada con prisa y mutable
que quería estar en una película, no en una cinta magnética

la contadora de balances impecables
y las horas pasadas examinando tatuajes
en las raíces de su pelo

la rubia acaramelada que hablaba farsi
y cubría la cama de agua
con aceite de cocinar y flores

la cantinera y su corvette rojo
su bronceado intenso como un verano brasileño
su secreto del helado de durazno

la mujer keniana alta de ojos tan oscuros
que caí en ellos por millas mientras acariciaba
su cabeza perfectamente rapada

la rubia de new england cuyos senos
asesinaron para siempre mis expectativas
su pelo de alicia en el país de las maravillas

la esposa del granjero de nebraska
que me enseñó donde la hierba era más verde
y donde se guardan las uvas de la ira

la alpinista de mil voces
cantadas para mí con música
tan suave como muslos enmantequillados

la de Atlanta que quería ser funambulista 
con mil cicatrices bronceada que buscaba
una muerte más apacible

la bullente taxista de chicago
dentro de su grasienta gorra de béisbol
todo ese pelo rojo

la princesa celta de cabellos oscuros
hombros blancos delgados como la esperanza
ojos azul lluvia

la prometida que no encontré
que dio vuelta a la esquina justo antes que yo
de ella nada sé




bebés muertos disecados

se venden como muñecas.
no podemos mantenerlos en los estantes
dijo un dueño de juguetería

la mayoría de nosotros odia
la idea de vender
niños muertos disecados

pero si nosotros no los traemos
la competencia lo hará.
no podemos darnos el lujo de perder clientes.

¿quién es la víctima aquí?
preguntó un fabricante de juguetes.
los bebés ya están muertos.

importamos los cadáveres
de india
bosnia y biafra,

son huérfanos,
o lo fueron,
sin parientes

¿para qué arrojarlos a un hoyo
cuando pueden dar alegría
a otro niño? preguntó

la piel es lavada
con una solución especial
mata-gérmenes

una etiqueta dice no exponer
a la lluvia o al calor excesivo o
a la luz directa del sol.

un niño no puede conseguir algo
más realista
que un bebé realmente muerto

dijo otro fabricante de juguetes.
aunque los ojos son
réplicas de vidrio.




Ha estado asoleado aquí, para ser marzo

En las semanas tras la muerte de mi hermano
se me ocurrían preguntas
que quería hacerle.

No la pregunta obvia, no
"¿Por qué mierda ... por qué ahora?" pensaba
que sabía la respuesta de eso.

Y quería patearle el trasero
como nunca lo hiciera cuando éramos niños,
él no tenía derecho, pero

las preguntas eran más simples:
"¿Cuándo es el festival de bluegrass de Telluride?"
"¿Todavía echas de menos a tus chicos?"

"Es éste uno de tus cassettes, o mío?"
"¿Crees que el techo de la leñera
durará todo el invierno?"

Y más, ni siquiera preguntas:
"Vi un camión y pensé que te gustaría"
"Podríamos jugar un poco a la pelota."

"Deberíamos telefonear a mamá."
"Conozco a una mujer que deberías conocer,
vamos a beber una cerveza."

Y yo sé que no lo veré otra vez,
pero aún vienen a mí estos pensamientos, aunque
no tan a menudo como solían hacerlo.

Pienso en él y pienso en ti,
Tan lejos de mi alcance ahora,
Y no hay problema

excepto por las preguntas, las cosas
que te diría, los pequeños ofrecimientos
que haría, si pudiera.

Encontré un restaurante japonés fantástico.
Te gustarían algunos de estos poemas.
Desearía que dejaras de fumar.

Los narcisos están en flor por todas partes.
Tuve una idea extraña para un cuento.
Soñé contigo de nuevo.

En el sueño mi hermano estaba allí,
y mi papá, podía oler su Old Spice.
Ustedes dos estaban fumando Camels

y hablando, él estaba tonteando contigo
tal como lo habría hecho, tú
reías, tu pelo cepillaba

mi mejilla, sentados
muy juntos alrededor de una mesita.
Mi hermano sonreía.

La cabaña en Colorado, esa diminuta
cocina, mi madre pasando la aspiradora,
perros pequeños ladrando.

El gato me despertó con su ronrroneo.
Fue bueno verlos a todos de nuevo.
Ahora es casi la mañana.




mi mano desde el espacio

susurro en la pista de carreras
mensajes en botellas
gritos al viento

letras pequeñas bajo una luz débil
escritura en el cielo encima de las nubes
sobres sin estampillas

enchufe sin tomacorriente
iceberg barco de placer
páginas sin imprimir

chistes sin remate
fuegos artificiales de día
coche sin caballo

verano en la antártica
pájaro bajo el agua
dientes sin labios

forma sin función
confidencia difícil
noche sin ojos

adiós sin irse
un techo sobre nada
sangre de ninguna herida




bajo la misma luna

doc desliza otro whiskey a través de la barra
y yo me lo empino
estacionado aquí en mi taburete como
una carroza fúnebre entre coches deportivos
a una semana de otro año perdido
suturando mi corazón con hilos
de soledad
mientras que medio continente lejos
la fiesta de la agencia de publicidad ruge
y tú te subes a la copiadora
enrollas aquellos pequeños panties en tu dedo
con una risa semejante al hielo tintineando en los vasos
y alguien pulsa el botón
para imprimir mi tarjeta de cumpleaños




si tienes un ratón en una jaula

si tienes un ratón en una jaula
el ratón perderá el impulso de morderte.
Tomará suavemente la comida de tu mano, antes
de huir corriendo con ella, de nuevo a su rincón.
Se subirá a las perchas
como un pájaro en la noche.
Correrá hacia la puerta de la jaula en la oscuridad
y te observará pasar, con esperanza.
Presionará su cara contra las barras,
y contra el piso cuando lo acaricies, cuando
lo frotes suavemente con un dedo.
Se instalará sobre tu hombro y correrá alrededor
dentro de tu abrigo, y tratará de
no orinar sobre ti.

Si tienes un ratón en una jaula y dejas
tu mejor sweater de lana cerca,
el ratón lo arrastrará dentro, lo empujará a través
de la estrecha abertura entre las barras
con una fuerza que parece sobrenatural,
y lo arruinará,
juntará los trozos formando un enorme nido de ratón
y dormirá en él, felizmente amortajado en
la cercanía tuya.

Si tienes un ratón en una jaula, no hay garantía
de que el ratón terminará amándote, pero
las perspectivas son buenas. Así como es posible que el ratón
sea auténtico en su afecto;
sea constante y devuelva el buen trato
con bondad. Y si el ratón escapa,
hay una alta probabilidad de que vuelva
de debajo de los aleros, parloteando,
volviendo la cabeza a un lado,
mostrando un ojo de ratón, sin pestañear,
suplicando, la libertad no es tan grande,
llévame de regreso a casa.




Cómo se fabrican los borradores

En la fábrica los obreros
arrojan compuestos químicos en barriles,
le agregan una pizca de pensamiento
negativo, problemático
en algunos círculos.

El producto se enrolla en
largos cilindros, luego se corta
en tamaños formales de borradores,
lo hacen hombres con sombreros de copas altas
y que sólo hablan entre sí.

En la sección de arte, se forman
grandes pasteles de borradores, luego
se cortan en rectángulos con
discos que giran con un
sonido a vacaciones.

Otras formas de borradores se hacen
en cuartos sin ventanas.
Recientemente se determinó que era
engañoso hacer un borrador
con forma de corazón.

Los borradores abandonan la fábrica
en pequeños camiones, y llegan
a las tiendas antes del amanecer,
empaquetados en promesas coloridas
que pocos pueden cumplir.

(Traducción © 2001Oscar E. Aguilera F.)





Michael McNeilley was Founding Director of the National Student News Service; worked as a reporter and correspondent in Washington, DC; and has published hundreds of poems and stories in magazines such as New York Quarterly, New Delta Review, Poet, Chicago Review, Oyster Boy Review, Cross-Connect, Sonoma Mandala, Hyphen, Minotaur, Slipstream, Cafe Review, Pink Cadillac, Chiron Review, Poetry Motel, Plazm, DAM, Lilliput Review, Boulliabaisse, Writers' Forum, Green Fuse, Rockford Review, Mississippi Review, God's Bar Unplugged, Impetus, Tight, xib, Penny Dreadful, Exquisite Corpse, Atom Mind and elsewhere, including websites worldwide. He was co-editor of Zero City, with JJ Webb, in the '90s. 

McNeilley wrote these poems in an old house in Olympia, WA, with a large cherrytree stump in the backyard where the spirit of his dead brother sits on clear nights, the ghost of a baby possum on his shoulder, and paints moonlight on clouds high across the Sound.



under the same full moon

doc slides another scotch across the bar
and I pull it to me
parked here on my stool like
a hearse among sports cars
a week away from another year wasted
suturing up my heart with threads
of loneliness
while half a continent away
the advertising agency party outside rages
as you climb up on the copier
twirl those tiny panties on your finger
laughter like ice in glasses tinkling
and someone pushes the button
to print my birthday card


if you keep a rat in a cage

If you keep a rat in a cage
the rat will lose the impulse to bite you.
Will take food from your hand gently, before
running away with it, back into the corner.
Will climb above on the perches
like a bird in the night.
Will race to the cage door in the dark
and watch you pass, hoping.
Will press its face against the bars,
against the floor as you pet it, as you
stroke it kindly with one finger.
Will perch on your shoulder, and run around
inside your coat, and try not to
piss on you.

If you keep a rat in a cage, and you leave
your best wool sweater there too close by,
the rat will drag it in, pull it through 
the narrow opening between the bars
with a strength that seems supernatural, 
and tear the crap out of it,
pull the shreds together in a huge rat's nest 
and sleep in it, happily shrouded in 
closeness to you.
If you keep a rat in a cage, there is no guarantee
the rat will come to love you, but 
chances are good. As is the likelihood the rat
will be authentic in its affection; 
will be constant and return good treatment 
in kind. And if the rat escapes, 
the chance is strong it will return
from beneath the eaves, chattering,
turning its head to one side,
showing one red rat eye, unblinking,
entreating, freedom is not so much,
take me back in.

from: Animal Poems
© 1995-1996
Upcoming in New York Quarterly, 1997.



How erasers are made

In the factory the workers
dump chemicals into vats,
adding a quality of denial
thought problematical
in some circles.
The product is rolled into
long cylinders, then broken
into formal eraser-lengths
by men who wear tall hats
and speak only to one another.
In the arts section, large
eraser pies are formed, then
cut into rectangles by
disks that spin with a
sound like vacation.

Other eraser shapes are made
in rooms without windows.
It was recently ruled deceptive
to make an eraser in the
shape of a heart.
Erasers leave the factory
in small trucks, and enter
the stores before dawn,
packaged in colorful promises
few of them can keep.

Published in: Olympia Review
© 1994, Olympia, WA.


Like trains into tunnels

Yeah I saw the whole thing,
that knife slid into him
like he was loose dirt.
Naw I dunno, just a knife.
I dunno, long enough I guess.
They was having
some kinda bitch about somethin
over there by the pinball machine.
He called her a damn whore, I
remember that real clear,
and she yeah she
stuck him good, like he was a
balloon...you shoulda seen
his face pop, like one second
he was in it and the next
he was gone.
Seemed like he deserved it though:
like he'd been top dog for so long
she didn't have no way out but to cut him;
and he was so tough and
shitty grinning, and then
gaffed like a fish,
and I ain't surprised he's dead.
Knife slid right easy
through that silk shirt,
right between the ribs so perfect,
the old tongue into the slot,
and he was just so much
meat and she was gone.
I dunno she was...
well kinda average lookin...
about so tall, brown hair, that's all.
I never seen them before.
Hey, honest, but
he sure bought it fast,
it coulda been worse for him;
she knew what she was doin,
you can tell.
Yeah I saw the whole thing. Like he was
loose dirt and been turned over.
No I didn't see her face;
I'da liked that but
I was watchin his at least.
You know even when you covered him up
he still looked surprised.

Published in: Slipstream #14
© 1994, Niagara Falls, NY.




dip in the pool

man
all these fempoets
hate sex
he said
you must not have met
some of the ones
I know
I told him
well 
some of them
don't hate it exactly
but none of them
are any
good at it
so give up
I told him
find a nice
cowgirl
or something
no way
he said
I have to remain
available to the
poetry
gene pool
natural insemination
services
available
widely published
genes
hell
he said
social duty
fulfilled is worth
any price
you dip
I told him
those babies would
follow you through
every incarnation
fuck up your karma
among the choir
invisible
yeah
he said
and their 
mommas too
just think
down the line
the artistic complexity
of it all
trailing clouds
of babies
lesbian mommas
and poetry
into a red karmic
sunset
but just as things
were getting really
interesting
one more Jameson's
and he was
out
cold

© 1995 by
Michael McNeilley
Published in Penny Dreadful Review, Nashville, TN, 1997.




Graphic © 1998 by Michael McNeilley.

pull of   
the abyss

I walk out to the mailbox and though 
there is no letter from you again, there is 
a free trip to Japan, 
and a box of chocolate-covered haiku, 
and I eat the haiku though they are 
strictly off my diet, 
and I forward the free trip to Japan, 
which is not addressed to me anyway, 
to its rightful recipient.
I walk out to the mailbox and find 
the path particularly long, unusually steep, 
rutted and rocky but dry at least, 
and the mailbox hands me a letter - 
the letter is from an ex-wife - 
she is gloating about her recent sexual experiences 
with a prior ex-husband - 
and I take the letter back to the house with me, 
up a particularly steep and rocky path home, 
and repackage it with a cover letter 
to the editor of Handjob, 
and glide back down the hill to the mailbox 
which accepts this gift in the spirit given, 
swallows it like cough syrup, 
with a tiny burp.

I walk out to the mailbox and am moved 
by the mailbox's inner beauty - 
I open the mouth of the mailbox, 
pull out its long aluminum tongue 
and it regurgitates to me a t-shirt catalog 
from the fat guy clothing store, 
but the fat guy clothing store catalog t-shirts 
shrink after a few washings 
so that fat guys can't wear them anymore, 
and I put the catalog back in the mouth of the mailbox 
like a wafer to its tongue 
and close the jaw and pull up the 
red flag.

I walk out to the mailbox alert to dodge 
the drug-crazed grannies of death, 
who drive Plymouth minivans up and down my street 
tranqued out on multiple prescriptions 
of Medicaid serotonin reuptake inhibitors, 
valium and alprazolam, health store valerian 
and reds from the bingo palace, 
cursing me through their rolled-up windows, 
waving bony fingers I try to ignore - 
and find the mailbox full of birthday cards.

I walk out to the mailbox just as 
the sun comes out, blazing like death, 
and Ed McMahon appears from behind a bush 
waving a big sign FREE! - FREE! - FREE! 
a check the size of a billboard rises 
behind him and he yells to me, 
"this check could have your name on it, if...." 
and I run back to the house muttering 
"I'm sorry I cannot afford to accept 
any more gifts at present."

I walk out to the mailbox 
and instead of your letter I find 
a small white envelope from the IRS 
and I know it is not a check 
and I feel like a '78 Firebird with one 
plug wire off, straining up a mountain road, 
sputtering and missing, the hot smell of 
burning oil, radiator hissing, wheel drawn by 
the pull of the abyss.

I walk out to the mailbox and the mailbox contains 
an inflatable wheelchair, 
and I pull it out and blow 
into one tire and blow into the 
other tire and blow up the frame, the seat, 
the back, the little wheels in front 
until I am too tired too tired to stand 
and I sit down but the wheelchair grabs me, 
pulls out huge rolls of duct tape, 
tapes me down and I am 
glad you are not here to see me, 
wheelchair-bound.

I roll out to the mailbox and find a card 
from the government granting me health, 
and a bill from the government for 
"health and other services," 
but the bill is more than I can pay 
and I push my wheelchair into the envelope, 
seal it with a kiss, and send it off, 
postage due, and still I feel better.

I walk out to the mailbox and find 
a woman is leaning against it, 
holding a bottle of Jameson's - 
she wears a tiny black dress like a message 
from inside some smaller bottle, 
her red hair the color of sailors' delight, 
and I ask "how may I help you," and she says 
"do you have any grey poupon?" 
And I say no, no I only have regular American mustard, 
the yellow kind, taxicab yellow mustard like 
for corndogs, and she says, "that'll do, then," 
and the evening begins without error.

I walk out to the mailbox and 
I walk out to the mailbox and 
I walk out to the mailbox and turn and 
cannot see my way home, the mailbox glistens 
like an iceberg in the chill winter morning air, 
foghorns in the far and bitter distance, 
and I stand on the slanting deck of my life 
as the band strikes up one last tune 
and deck chairs slide past me into the 
cold Atlantic, whispering 
your name.

Published in: 
So It Goes #16 
© 1995, University of Pittsburgh, Pittsburgh, PA. 
Suburbanterrain #2 
© 1997, Camden Town, London, England.



a clean-shaven man  

I was doing club fights in Fort Worth  
in a joint called the Leprechaun  
4-rounders mostly  
for $50 and meals and drink chips  
and a room when I needed one  
I won more than I lost  
stayed down when I needed to  
moved from light-heavy to heavyweight  
because the food wasn't bad  
spent most of my days in the weight room  
those were good months 
the best night  
and the one guy I still remember  
big and ugly with a wiry beard  
the kind that comes up almost to the eyeballs  
named Blutarski or something  
they called him Bluto  
and he snarled and played the part  
it seemed to come natural to him  
to piss people off  
the crowd hated him it was a lot like  
professional wrestling  
but our crowd was more sophisticated  
and needed real blood 

it was an 8-rounder and  
Bluto dogged me from the introductions  
talking his line of shit  
glaring at me and spitting  
I had a tequila hangover and a fight  
with some dancer the night before  
I forget her name now  
but Christ she had a mouth  
so I'd been called enough names already  
and one glob of spit landed on my shoe  
and Bluto looked at me like he'd  
scored a knockout and called me  
a little chickenshit and I decided  
to stand him up for a while 

 I was light for a heavy  
he must've had me by 40 pounds  
but he walked through his rounds like  
my grandma and didn't know shit about boxing  
I think he was a bar bouncer  
maybe used to play football  
used to outweighing and outmuscling  
but I'd had 87 amateur fights  
and learned from my mistakes  
and you could tell most of his fights  
had been with some poor drunk 

I let him chase me around for a while  
muttering and cursing and trying  
to give me the finger with his glove on  
trying to tie me up and thumb me in the eye  
hitting on the break going low  
the usual no-talent bullshit  
and I got on my horse and rode  
and in the 4th he spit out his mouthpiece  
so he could cuss me better  
but they made him put it back in 

I waited till he got sloppy  
then after one break feinted left  
he bought the fake and I jumped right  
and landed a wide hook to his ear  
rang his bell and the look in his eyes changed  
just like I knew it would  
he started protecting his face after that  
and I worked his body like a heavy bag  
bent over and pounding  
skipping back when I could feel him  
tense to come after me and  
the heart drained out of him  
like blood from a hung deer 

I kept gutpunching him until I  
I bruised the hell out of the ribs on his  
left side probably cracked one  
and he bent his left arm down and held it in  
which was what I'd wanted all along  
and I switched to southpaw  
and started jabbing him with my right  
hooking him with the left  
he'd never seen that before  
didn't know what to do about it  
swatted at me like a flyswarm wincing  
and grew a mouse under his eye  
and by the time his eye contact went out  
and he started watching the ref  
and the cursing and spitting stopped  
it was way too late for him  
I'd hated him that long  
I couldn't let him down 

one of the cornermen hated him too  
he saw what I was doing  
and buffed my gloves with sandpaper  
he'd hid in a towel  
I hooked old Bluto to the ribs just often enough  
to keep his left down  
and threw that nasty right jab  
straight on with a clockwise twist at the end  
that pulls the skin to ribbons  
and the crowd loved it  
the ref's white shirt turned pink  
and Bluto looked like a steak with a beard  
I stayed away from his eyebrows  
blood in the eyes and they'll stop it 

he hit me one good one in the balls  
but that's what cups are for  
the crowd booed and threw shit at him  
and he didn't try it again  
I knocked his mouthpiece back out  
and this time nobody handed it to him  
he went down in the 8th but his manager  
was disgusted and wouldn't throw the towel in  
and he waited out the count on his knees  
and I walked up to him bent down  
spit my mouthpiece on him and said  
"I'm strong to the finich" 
they should've stopped it on cuts  
but that almost never happened cuts  
were the point 

they gave me extra chips for a good win  
and I sat in the lounge with a rare steak  
cleaned up and hair greased back  
tired but my whole body one big smile  
and this one dancer from the club  
a blonde with the lungs of a pearldiver  
kept looking at the bandaid on my chin  
cut yourself shaving?  
she asked I laughed  
you shoulda seen the other guy  
and she said  
I like a clean shaven man  
and sat with me and I used some chips  
on gin martinis  
not something I'd drink myself 

I went to the head  
and worked the old penny jimmy  
on the rubber machine  
rattled the handle back and forth until  
the little boxes sprayed everywhere  
I filled my pockets left behind a couple  
that fell in the urinal  
next time I came in they were gone  
I got a laugh out of that 

she ran the little plastic wrapped boxes  
through her hands like diamonds  
smiled up at me like any princess  
and we tore into them  
blew them up and sailed them around the room  
till the whole joint was laughing  
I said I'm Mike what's your name  
she said her name was Olive  
and we laughed some more  
you've filled out some I said  
she said I'm pumped up 

they threw us out at closing  
and I felt my pockets and not  
thinking too fast said shit  
we blew up all the rubbers  
I never had much subtlety  
and she laughed and reached in her bra  
and pulled out 2 little packages and said  
I gotta couple 

her room was a lot nicer than mine  
gold walls with green curtains  
flocked wallpaper and a decent stereo  
and she put on Scott Joplin records  
which are just as good as Bolero  
just as good as blues  
better than Mozart  
for the occasion 

I woke early  
feeling better than I'd expected  
hey you lowered my blood pressure  
I told her  
like you lowered Bluto's she said  
and we started the day  
laughing some more  
your name isn't really Olive is it?  
I asked her and she answered  
it was last night  
and we got back in the bed  
under the forest canopy  
of Texas morning light  
blasting through green curtains  
and laughed and laughed  
some more

© 1995 by Michael McNeilley 
To be published in 1998 by Atom Mind 
From the chapbook Punch Lines, © 1998, AAR Press, Seattle, WA. 



before the sky begins to grey

pull down stars and pour them in a bag
put the moon away in careful wrapping
push trees aside to clear a space 
turn back the wind for now

roll up the carpet of voices
brush away stones of distraction
fall back into my arms
just close your eyes and breathe
it makes no difference if we find
what we think we are looking for
so long as we do not forego
what there is to find
the space between breathing out
and breathing in is our assent
the sky burns quiet into morning
and timing is everything

© 1995 by Michael McNeilley
Graphic © Janet Bernichon


visiting hour

the rain paints a glow
around each arc light
high above the yard
like haloed harvest moons
and water drips and sparkles
on the chain links.
the moms are not
on average bad-looking -
one in tight knit pants
another with flowing red hair.
they leave one at a time.
they do not speak.

then a mom and a dad
come out together
gesturing against
the glaring dark
their mutual laughter
incongruous
but their faces harden
as they divide toward 
separate cars.
and the door buzzes out
another mom who turns the corner
and I see the common feature -
a stiff set to the jaw
eyes somehow unfocused
and a walk too quick
not brisk but more as if
afraid they might begin
to run.
one or two attempt a proud
look of self confidence
but their eyes betray -
shadows surround them
from the many lights -
they walk in pools of shadows.
and you turn the corner
past the red sign that reads -
Warning! Juvenile Detention -
framed by lights and barbed wire
you are momentarily
unfamiliar.
your face in that same set
like some sort of stroke victim -
your eyes pools of sorrow
and I spill this sad cup
of coffee that was all
I thought to bring you.
you stand there in
the shadow of the car -
out of the lights nothing 
in your hands and we wait
to look each other
in the eye
and watch instead
the rainy blacktop
and the one short shadow
you cast now -
the size of a 
small boy.
and glancing back together
we must look away again -
look up to see
the moon has built
a fence
against the stars.

from: Grift
© 1995, God's Bar Press, Stewart Manor, NY
Published in Cross-Connect, University of Pennsylvania, 1995.






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LAPO GIANNI [17.522] Poeta de Italia

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Lapo Gianni

Lapo Gianni fue un poeta italiano, vivió en Florencia entre el XIII y el siglo XIV y murió después de 1328.

Perteneció - tal vez como poeta - al grupo florentino del Dolce Stil Novo y, sobre la base de hechos históricos articulados en tres décadas en el umbral del siglo XIII y XIV, es más probable que tenga lugar por la actividad notarial (que a menudo se identifica con el nombre de notario Ser Lapo, hijo de Juan, de la que  recibió, el presunto nombre de Gianni).

Sus composiciones - de acuerdo a los críticos - se distinguen por una ligereza especial y originalidad.

Además de sus diecisiete poemas que llegaron a nuestros días (once baladas, tres canciones, dos canciones aisladas y soneto doble caudado) - citado por Dante (que era un amigo, junto con Guido Cavalcanti) en Rime del famoso soneto que comienza con el verso de  Guido, i' vorrei che tu e Lapo ed io, e in Amore e monna Lagia (así como en el soneto de Guido Cavalcanti Se vedi Amore e Dante, un sospiro ). En De vulgari eloquentia (I 13 3), es también citado, junto con el propio Dante, Guido Cavalcanti y Cino da Pistoia, entre los poetas que llegaron a la "excellentiam vulgaris".



BAL-LATA (4) 

Angélica figura nuovamente etc. (5)

¡Beneyts aquells que sofrírán ab pau,
Que per tu, oh altíssim, serán encoronats!

Alabat sia mon senyor
Per nostra germana la mort corporal,
De la cual cap home vivent pot escapar.
¡Ay d' aquells que moren en pecat mortal!
¡Beneyts aquells que s' troban
En la tua santíssima voluntat,
Perqué la mort segona no 'ls podrá fer mal!

Alabau á mon senyor, y benehiu, y rengraciau;
Y serviulo per sempre ab molta humilitat.

C. B. y F.

(4) La palabra balada no significa en la literatura castellana, y aun menos en la catalana, la composición esencialmente lírica, por lo general amorosa, de estrofas de siete y once, á veces con estrofa inicial más corta y envió final, que son las más características señales de la bal-lata italiana, cuyo vocablo adopto. Aquella proviene de los pueblos germánicos, es épico-narrativa ó legendaria, y la metrificación y forma externa que en ella se adopten son independientes de la composición.

(5) El Excmo. Sr. D. Jerónimo Rosselló, editor de las obras completas de Ramón Lull, que se están publicando en esta capital, dándome una prueba más de su generoso quehacer.



Lapo Gianni 
Ballate 



Nel vostro viso angelico amoroso

II.

Nel vostro viso angelico amoroso 
vid' i begli occhi e la luce brunetta 
che 'nvece di saetta 
mise pe' miei lo spirito vezzoso. 
Tanto venne in suo abito gentile 
quel nuovo spiritei nella mia mente, 
che 'l cor s'allegra della sua venuta. 
Dispuose giù l'aspetto signorile 
parlando a' sensi tant'umilemente
ch'ogni mio spirit'allora 'l saluta. 
Or hanno le mie membra conosciuta 
di quel signore la sua gran dolcezza, 
e 'l cor con allegrezza 
l'abbraccia, po' che 'l fece vertuoso.



Gentil donna cortese e di bon' a're 

III.

Gentil donna cortese e di bon'are, 
di cui Amor mi fè primo servente, 
merzè, poi che 'n la mente 
vi porto pinta per non vi obbliare. 
Io fui si tosto servente di voi 
come d'un raggio gentile amoroso 
da vostri occhi mi venne uno splendore; 
lo qual d'Amor sì mi comprese poi, 
che avante a voi sempre fui pauroso, 
sì mi cerchiava la temenza il core. 
Ma di ciò grazie porgo a Lui signore, 
che 'l fè contento di lungo disio, 
della gioi' che sentio, 
la qual mostrò in amoroso cantare. 
In tal maniera fece dimostranza 
mio cor leggiadro de la gio' che prese,
che in grande orgoglio sovente salio, 
fora scovrendo vostra disnoranza. 
Ma poi riconoscendo com' v'offese, 
così folle pensier gittò in oblio: 
quando vostro alto intelletto l'udio. 
Si come il cervo in ver lo cacciatore, 
così a voi servidore 
tornò, chè li degnasti perdonare. 
Perdon cherendo a voi umilemente 
del fallo, chè scoverto si sentia, 
venne subbietto in vista vergognosa, 
voi non seguendo la selvaggia gente. 
Ma come donna di gran cortesia 
perdonanza li feste copïosa. 
Ora mi fate vista disdegnosa 
e guerra nova in parte comenzate; 
ond'io prego pietate 
ed Amor, che vi deggia umiliare.




Dolce è 'l pensier che mi notrica il core 

IV.

Dolce è 'l pensier che mi notrica il core 
d'una giovane donna ch'e' desia, 
per cui si fè gentil l'anima mia, 
poiché sposata la congiunse Amore. 
I' non posso leggeramente trare 
il novo esempio ched ella somiglia: 
quest'angela che par di ciel venuta 
d'amor sorella mi sembr'al parlare 
ed ogni su' atterello è meraviglia: 
beata l'alma che questa saluta! 
In colei si può dir che sia piovuta 
allegrezza, speranza e gioi' compita 
ed ogni rama di virtù fiorita, 
la qual procede dal su' gran valore. 
Il nobile intelletto ched'i' porto 
per questa giovin donna ch'è apparita 
mi fa spregiar viltate e villannia. 
Il dolce ragionar mi dà conforto
[p. 11 modifica ]
ch' i' fè con lei de l'amorosa vita, 
essendo già in sua nuova signoria. 
Ella mi fè tanto di cortesia 
che non sdegnò mio soave parlare, 
ond'io voglio Amor dolce ringraziare 
che mi fè degno di cotanto onore. 
Com'i' son scritto nel libro d'amore 
conterai, Ballatetta, in cortesia, 
quando tu vederai la donna mia, 
poi che di lei fui fatto servitore.




Lapo Gianni 
Canzoni


Amor nova ed antica vanitate

XII.

Amor, nova ed antica vanitate, 
tu tosti sempre e sei 'gnudo com'ombra, 
dunque vestir non puoi se non di guai: 
deh! chi ti dona tanta potestate 
ch'umana mente il tu' potere ingombra, 
ed in cui se', di senno ignudo fai? 
Provo ciò; ch'i' sovente ti portai 
ne la mia mente e da te fui diviso 
di savere e di bene in poco giorno: 
vegnendo teco mi mirava intorno 
e s'io vedea Madonna ch'ha il bel riso, 
le sue bellezze fiso — imaginava 
e poi, for de la vista, tormentava.
Amor, quando apparisci nuovamente 
d'un angelo ti mostri a simiglianza, 
dando diletto e gioia in tuo volare. 
Deh! come ben vaneggia quella gente 
ch'a la tua fede appoggia sua speranza, 
la qual sotto tu'ale fai angosciare! 
Provol; che l'ale me facean penare 
più forte assai che l'aquila il serpente, 
quando suoi nati divorar volea. 
Tanto ho sofferto più ch'i' non dovea: 
chè gran cagion di blasmar mi consente, 
tuo convenente, — e nol vo'più diffendere 
chè, s'i' potesse, ti vorria offendere. 
Amor, mendico del più degno senso, 
orbo nel mondo nato, eternalmente, 
velate porti le fonti del viso: 
deh! quanto si ritruova ogn'uom offenso, 
cui corrompi in diletto carnalmente, 
po 'l vero lume li spegni nel viso! 
Provo ben ciò, che la luce del viso 
m'avevi spenta, teco dimorando,
senza ragion nutricando mia vita 
e la memoria avea già si infralita, 
che come in tenebre andava palpando, 
e quella donna cui dato m'avea 
s'i' la scontrava non la conoscea. 
Amor, infante povero d'etate, 
per giovanezza sembri un babbuino 
a chi sovente rimira il tuo aspetto; 
deh! com'hai poca di stabilitate 
che sempre se' trovato per cammino 
mettendo in corpo umano il tuo difetto! 
Provo ciò, che 'l tuo senno pargoletto 
m'avea 'l debole cor sorviziato 
e l'alma forsennata e l'altre membra, 
molte fiate stando teco insembra 
e rimembrando il tu' giovane stato 
dicea: O me, fallace gioventute, 
com'hai poca radice di salute! 
Amor, infaretrato com'arciero, 
non leni mai la foga del tu' arco 
però tutti tuoi colpi son mortali;
deh! com' ti piace star presto guerrero, 
e se' fatto scheran che stai al varco 
rubando i cori e saettando strali! 
Provol, che di colpire a me non cali, 
ch'hai tanto al cor dolente saettato 
ch'una saetta lo sportò dal segno, 
principio naturato in questo regno 
se d'ogni reo di te non son veggiato; 
ma poi eh' i' non so saettar quadrelle 
farò com' fece Caino ad Abelle. 
Amor, poi che tu se' del tutto 'gnudo, 
non fossi alato morresti di freddo; 
chè se' cieco e non vedi quel che fai. 
Mentre che 'n giovane essenza sarai 
l'arco e 'l turcasso sarà tuo trastullo: 
non vo' che m'abbi ornai più per fanciullo: 
come campion ti sfido a mazza e scudo.



Canzoni - Donna, se 'l prego de la mente mia


XIII.

Donna, se 'l prego de la mente mia, 
come bagnato di lacrime e pianti, 
venisse a voi incarnato davanti 
a guisa d'una figura pietosa, 
e voi degnaste udir sua diceria, 
ragion vi moverebbe ne' sembianti 
perchè udireste li tormenti, quanti 
soffera l'alma mia di voi pensosa, 
con quella pena che 1'è faticosa, 
pur aspettando che da voi si mova 
una dolce pietà, se 'n voi si truova,
in farmi grazia d'empir lo desio; 
e se virtù d'amor in voi riposa, 
spero d'aver la grazia bella e nuova 
e di ciò mostrarei verace pruova 
che Amor non de'voler per ragion ch'io 
merito perda per lo buon servire, 
poi lungo tempo m'ha fatto languire. 
Donna, ragion d'Amor mi dà speranza 
che voi sarete ver me si gentile 
che non isdegnerete mio cor vile 
meritando vie più ch'io non son degno; 
e da ciò si nutrica mia possanza 
ch' attende che la vostra mente umile 
vêr me si faccia di merzè simile; 
onde ciò disiando mi mantegno 
che non m'è avviso che sia altro regno 
fuor del ben, donna, che da voi aspetto, 
il qual sarà mirabile diletto 
che mi terrà gioioso sempre mai. 
Io prego Amor che mi doni suo ingegno, 
si ch'io non manchi per alcun difetto
e 'l ben ch'io attendo mi faccia perfetto 
aver da voi, di cui innamorai 
entro 'l principio della mia vaghezza 
quando m'apparve vostra gran bellezza. 
Donna, e' mi duol ancor, quand'i' rimembro 
i dolorosi colpi e li martiri, 
che soffrirò in quel punto i mie' desiri, 
quando mirai ne' vostri occhi amorosi 
e sostenni passione in ciascun membro, 
ed or convien che dolcemente miri 
verso di voi senza gettar sospiri 
per la speranza ch'hanno esser gioiosi. 
Io posso dir ched'ei sian poderosi 
per lo durar ch'hanno fatto soffrendo 
in ciascuna battaglia voi vincendo, 
si che per uso non curan tormento, 
nè son di ciò tementi o paurosi. 
Donna, voi li gabbate sorridendo, 
e vedete la lor vita morendo; 
con soffrenza farà riparamento, 
e tanto soffriranno nel penare
che vi rincrescerà il martoriare. 
Donna, quando sarà per me sereno 
ched e'v'incresca delle mie gravezze? 
Non credo mai fin che vostre bellezze 
soverchieranno l'altre di beltate. 
Se sofferenza vi venisse meno, 
sacciate, donna, che le mie fortezze 
non dureranno contro a vostre altezze. 
Dunque la morte avrà di me pietate: 
ed io ne prego la sua maiestate 
che mi riceva senza dar fatica. 
Voi rimarrete al mondo mia nemica; 
io, sconsolato, me n'andrò in pace: 
Amor, veggendo vostra crudeltate 
vorrà servare una sua legge antica, 
che qual donna a buon servo non è amica 
le sue bellezze distrugge e disface, 
onde se ciò vi tornasse in dispregio 
sarebbe per ragione a me gran pregio. 
Donna, dunque vi piaccia provvedere 
al vostro stato e al mio in tal maniera
che nostra benvoglienza mai non pera; 
e s'io ho 'l torto, Amor dia la sentenza. 
Dio! voi dovreste per ragion volere 
che quanto bella donna è più altera, 
tanto le cresca onor, quanto è men fera 
ver lo suo servo che non ha potenza. 
Cosi alla vostra angelica piacenza 
nulla virtù sarebbe a darmi morte, 
ancor sentendo ch'io fosse più forte, 
donna, poichè da voi non mi difendo. 
Qui riconosca Amor vostra valenza; 
se torto fate, chiudavi le porte 
e non vi lasci entrar nella sua corte. 
Data sentenza in tribunal sedendo 
si che per voi non si possa appellare 
ad altro Amor che ve ne possa atare. 
Canzon mia nova, poich'io son lontano 
da quella ch'ha d'Amor l'alma fiorita 
va per conforto della nostra vita 
e prega che di me aggia mercede. 
Il tuo sembiante sia cortese e piano,
quando davante le starai gecchita, 
e contale di mia pena infinita; 
e s'ella sorridendo non ti crede 
dille: Madonna, con giurata fede, 
se voi vedeste suo misero stato 
e 'l viso suo di lacrime bagnato 
e' ve n' increscerebbe in veritate, 
chè piangendo ne'ncresce a chi lo vede; 
dunque vi piaccia che sia confortato 
chè se prima si muor, vostro è il peccato, 
e non vi varrà poi aver pietate, 
chè se per voi, servendo, e' fosse morto, 
poco varrebbe poi darli conforto.





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ENRICO PANZACCHI [17.523] Poeta de Italia

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Enrico Panzacchi 

(Ozzano dell'Emilia, 16 diciembre 1840 – Bologna, 5 octubre 1904) 
Fue un poeta, crítico de arte y crítico musical italiano escritor y orador.

Nació en las colinas de Ozzano, en Emilia, en 1840. Dos años más tarde se trasladó con su padre a Bolonia, donde estudió en el seminario (el único órgano de la educación secundaria en el pasado). En 1865 se licenció en filología en Pisa, y al año siguiente fue nombrado profesor de historia en la escuela secundaria Azuni de Sassari.

Enseñó Bellas Artes en la Universidad de Bolonia y fue diputado y subsecretario de Educación. Junto con Olindo Guerrini y Carducci formó el llamado triunvirato de Bolonia. Fundó y editó varias revistas. Fue uno de los primeros empleados de la cultura Corriere della Sera, que firmaron los artículos desde abril de 1876, justo un mes después de la fundación.

También fue crítico de música de preferencia todas las obras de Wagner y Verdi y aplaudido orador, celebró conferencias sobre diversos temas. Murió en 1904 en el "Instituto Ortopédico Rizzoli, y sólo en 1912 se erigió un monumento, diseñado por el escultor E. Barberi. Está enterrado en la Cartuja de Bolonia, Campo Carducci - lado oeste, 12 sarcófago.

Obras

Piccolo Romanziere, Milano, Ricordi, 1872.
Funeralia, Bologna, Zanichelli, 1873.
Lyrica, Bologna, Zanichelli, 1877 (prima edizione; seconda edizione: 1878; terza edizione: 1882)
Teste quadre, Bologna, Zanichelli, 1881
Racconti incredibili e credibili, Roma, Perino, 1885.
Cor sincerum, Milano, Treves, 1902.

Opere commentate:

E. Panzacchi, Racconti, a c. di V. Giannantonio, Chieti, Vecchio Faggio, 1993.
E. Panzacchi, Lyrica, ed. critica con commento di C. Mariotti, Roma, Salerno editrice, 2008.



AL ALBA

El gallo canta: olvido mudo y triste
Da fin á todo ensueño:

Vuelve al mundo ideal de que viniste
|Oh sombra de mi dueño!

En tu seno esta noche halló, tranquila,
Descanso mi cabeza: 

¿Quién ha visto los astros? Mi pupila
Sólo vio tu belleza.

(Cuántos nombres de amor uní gozoso
Con tu nombre por ello!
¡Cuántos ósculos di sobre el undoso
Y odorante cabello!

Aura nocturna de pensil galano
Nuestra faz recreaba:

Soplo celeste del Edén cercano
Su aliento semejaba.

Su curso el tiempo detener quería
Sobre tantas dulzuras...

Mas ya predice la campana el día,
Blanquean las alturas.

Del bronce al son despiertan los vivientes,
La luz llega encendida...

¡Adiós, visión de rayos esplendentes!
¡Adiós! ¡Torno á la vida! 



LYRICA
ROMANZE E CANZONI DI ENRICO PANZACCHI

IN BOLOGNA
PRESSO NICOLA ZANICHELLI
MDCCCLXXVII.


SERENITAS

     I dì lunghi di pioggie e di procelle
Cessero a un tratto. Ecco, il sereno appar!
Tornan soavi gli occhi delle stelle
Verso il tacito mondo a scintillar.

     I campi, i colli risaluto al raggio
Nascente della luna: odo lontan
Gonfio il Reno muggir: fatti coraggio
E dormi alfine, o povero villan!
                                   
     Dormi: pei solchi limacciosi e grami
La speranza del Maggio è viva ancor;
Domani il sol, doman pe’ freschi stami
Vigoreggian le messi, o mietitor!

     Corre intanto il seren per l’universa
Calma notturna e pochi o niuno il sa:
Così l’urna sovente inclina e versa
Silenzïosa la Felicità.

1876.



Lorenzo Stecchetti - Postuma (1877)
XXXVIII

MEMORIE BOLOGNESI 

A Giovanni Vigna Dal Ferro.

 V

IGNA, nel mio cortil nereggia un fico,
L’albero sarto del gran padre Adamo;
Io pranzo all’ombra de’ suoi rami e dico:
         — Vecchia Bologna, t’amo!

    T’amo, del senno antico antica madre
E un tesoro d’affetti in cor rinchiudo
Per le tue donne dalle occhiate ladre,
         Pel tuo gigante nudo.

    O San Michele, anch’io ci son passato
Per le tue strade solitarie e belle
E mi scorgeva un luccicar velato
         Di lucciole e di stelle

    Nell’ora queta in cui l’odor de’ prati
Umido sal da’ tuoi valloni foschi,
Nell’ora in cui le serve ed i soldati
         Spariscon ne’ tuoi boschi.

    Sul tuo monte tessei romanzi anch’io
Profumati di cinnamo e di mirra,
E il salario pagai dell’amor mio
         Con un bicchier di birra.

    Fu all’ombra de’ tuoi viali, o San Michele,
Ch’io la trovai, la donna del mio core,
La giovinetta che mi fu fedele
         Quasi ventiquattr’ore!

    Coi gomiti sul ponte ella volgea,
Come una santa al ciel le luci belle,
Ed io, poichè l’amor già mi tenea,
         Chiesi — guarda le stelle? —

    Ella chinando gli occhi di colomba,
Gli occhioni di colomba innamorata,
Rispose — no; sto qui a sentir la tromba
         Suonar la ritirata. —

    Era bionda e pareva un’angioletta,
Una cosa di ciel che non ha nome
E come un casto odor di mammoletta
         Uscia dalle sue chiome.

    Io le dissi — fanciulla, Iddio ci sente:
La gran parola in faccia a lui diciamo!
Di’, giovinetta bionda ed innocente,
         Di’, vuoi tu amarmi? Io t’amo. —

    Ella rispose — come sei gentile!
Stiamo in Sant’Isaia, numero tale,
La porticina in fondo del cortile,
         Su due rami di scale —

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Basta così — Non posso più badarvi,
Care memorie del mio tempo antico:
Ci leggono le mamme e per velarvi
         Dovrei sfogliare il fico.

    E tacerei — ma tu, Vigna, mi scrivi:
         — Mercutio, a che ti duoli?
Lascia strillare noi bruciati vivi
         Da questi atroci soli;

Noi che cuociamo, noi, dobbiam strillare,
         Diventati frittura.
Tu vivi al fresco, in faccia al cielo, al mare,
         All’immensa natura! —

Tu dici ben, Giovanni mio, fedele
         E poliglotto amico;
Veggo nel glauco mar le bianche vele
         Pranzando sotto al fico

M’allegran gli occhi la marina azzurra
         E le campagne opime;
Freddo un ruscel nel bosco mio susurra;
         La natura è sublime!

Ma questa carne di somaro infame
         La pago per vitella,
Questo carton lo pago per salame...
         Oh, cara mortadella!

D’acqua e di poesia gonfio il ruscello
         Fugge laggiù nei boschi,
Ma il rigagnolo mio com’è più bello
         Che passa per via Toschi!

E come cambierei questa ficaia,
         Questa vista divina,
Col Caffè delle Scienze e la fioraia
         Degli Etruschi regina!

Canta sul fico mio la capinera,
         Ma se non ti dispiace
Io preferisco un bel venerdì sera
         In piazza della Pace.

Quando Antonelli col cheppì alla sgherra
         E lo spadon sui tacchi
Cava gli applausi e i bis di sotto terra
         Coi Goti del... Panzacchi.

O bel venerdì sera! Il biondo Ottone
         Versa birra gelata,
Gli zerbinotti vanno in processione
         Dietro la fidanzata;

E le ragazze van dove c’è chiaro
         Per mostrare il vestito
E pescar colle occhiate il pesce raro
         Che chiamano marito!

Questa è la poesia, la vita, il moto
         Che la mia mente sogna...
È pieno il mio bicchier — senti? — Lo vuoto
         Per te, vecchia Bologna!

Per te, Bologna mia! Canti chi vuole
    La natura, le pecore, i pastori,
         Questo feroce sole
    E questo bosco pien di raffreddori

Venga l’arcadia a strimpellar canzoni
    All’infinito mare, al ciel turchino,
         Ai naufraghi mosconi
    Cascati ad annegar dentro al mio vino:

Io nato ai gaudi del consorzio umano,
    Alle battaglie dell’intelligenza,
         Del robusto villano
    Non invidio le spalle e l’innocenza:

Ma invidio voi che per le arroventate
    Vie cittadine a lavorar movete,
         Voi che m’invïdiate,
    Voi che siete felici e nol credete!

Non gridate cogli Arcadi e coi preti:
    — Lungi dalle città, lungi dal vizio —
         Son ciarle di poeti:
    L’innocenza de’ campi è un pregiudizio.

Ecco una donna là, sull’erba verde,
    Laggiù, lungo la via che al bosco adduce,
         E il suo profil si perde
    Sfumato nell’azzurro e nella luce.

Chi sarà? dove va? La chioma bionda
    Saettata dal sol di qui si vede:
         Ella guata sull’onda,
    Guata pei campi, origlia e poi procede.

È la più bella bimba del villaggio,
    La più cara di tutte e la conosco:
         Perchè questo viaggio?
    Che diavol cercherà laggiù nel bosco?

Che si tratti d’amor? No certamente:
    Troppo il pudor sul volto suo si vede:
         Ella è troppo innocente...
    No, no, mi sbaglio!.. Oh Dio, che mai succede?

Esce un uomo dal bosco... è un uom davvero!..
    Io che nel fuoco avrei messo la mano!
         Madonna, come è nero!
    Ah...! corpo d’una bomba!.. è il cappellano...

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Basta, basta così — Non è più al trotto
    È alla carriera che si va — Fermiamo —
         E tu mio bel strambotto
    Vanne a Bologna e per me dille: — Io t’amo,

T’amo ed affretto il dì del mio ritorno,
    T’amo, t’adoro, t’idolatro e dico:
         S’io ti scordassi un giorno,
    Ch’io dondoli appiccato a questo fico!

Falconara 1874.



DOMENICO MACRY-CORREALE [17.524] Poeta de Italia

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DOMENICO MACRY-CORREALE

Domenico Macri-Correale (Nació en Siderno, Calabria, Italia en el año 1859 y murió en 1904), sacerdote, poeta (sus obras fueron traducidas a 24 idiomas), formado en la Escuela Scolpi di Fiesole, fundador y director de la Florencia literaria.

Hijo del doctor Francesco y de la baronesa de Santa Croce, perdió a su padre en 1869 y cuidó de su primera educación su tio Girolamo, predicador elocuentísimo. En el Seminario de Reggio de Calabria tuvo durante cinco años algunos doctos profesores, pero contrajo seria enfermedad de estómago que le obligó á volver á su pueblo. Tres años después moría su madre, y, abrumado por esa pérdida, cedió su fortuna a su hermano Rafael, abandonó Siderno y fué con su hermano Francesco á Toscana donde vivió respetado

—Obras: Echi delF anima, poesías (Roma, 1882); Addio a Reggio (Roma, 1883); 11 canto delta vita (Modena, 1883); Versiont in ottava rima delpoemetto latino «Zo xiphias-» (Siena, 1886); Lacrime e tlori, sonetos (Roma, 1886); Su F Amo, poesías (Sit.ia, 1888); Mistero, elegía (Siena, 1888); La stamba himno dedicado á Oastelar (Siena, 1889) y tiene además anunciados como de próxima publicación varios importantes trabajos críticos y literarios. Es tambián conocido Macry-Correale como periodista y como profesor infatigable. 




Traducciones de Juan Luis Estelrich


A LA MEMORIA DE MI MADRE
EN EL III ANIVERSARIO DE SU MUERTE

Oigo los ruiseñores entre rosas
Cantar himnos de amor en dulce coro,
Y atravesando encinas quejumbrosas
Véspero esparce sus cabellos de oro.
Susurros por el campo peregrino
Dan las hojas, las flores, los riachuelos;
Se oscurecen los altos Apeninos
Y apaga el cielo sus rosados velos.
Oh! si en medio á esa paz tan dulce y pía
Pudiese ¡oh madre! tu palabra oír...
Si verte yo pudiese, madre mía,
Sólo una vez no más, luego morir...
Mas, yerta yaces en el camposanto
Y en vano mis congojas te renuevo;
Y á río, monte y rosas entre tanto
Cubre la noche que en el alma llevo. 



A UNA PALMERA

                         Povera palma sterile

Pobre palmera! Estériles
Curvas tus palmas á merced del viento,
Y, con orgullo insólito,
Crees el mundo á tu designio atento.
La muchedumbre impávida
Transita sin fijar en ti los ojos
Mientras amor impúdico
Sólo amas ¡oh palmera! en tus antojos.
Mira: lirios y anémonas
Aroman esos prados con exceso;
Se abren las rosas fúlgidas
Del sol amante al generoso beso.
Los bulliciosos jóvenes
Tejiendo ramos de pintadas faces
Besan las rosas, órnanse
Y hallan los años del amor fugaces.
Fugaces, sí; mas férvidos
De amor y poesía y canto y lucha...
Tú sólo das inútiles
Quejas al vil amante que te escucha.



EN EL JARDÍN

                       Sovra le molli erbette del giardino

Sobre el césped que adorna la campiña
Cubierto por las rosas del jardín
Estaban un muchacho y una niña
De ojos azules y dorada crin.
Ella arrancaba de una fresca rosa
Las hojas, murmurando: me ama, no; 
Mientra e garzón con ansiedad curiosa,
Mudo, la vista de ella no apartó.
Mas cuando desataron de sus lazos
La postrer hoja murmurando sí,
Juntábala á su pecho con abrazos
Y en su boca besó con frenesí.
Luego cogido de su mano:—Bellos
Los días han de ser de nuestra fe;
Serás mi mujercita, y los cabellos
Con estas mismas rosas te ornaré.
La niña le responde ruborosa:
—A ti te van á dar, noble señor,
La flor preciada de una rica esposa...
Yo soy hija de humilde labrador.—
Dos meses transcurrieron, y un abismo
Abrió para ambos niños el rigor.
La muerte los unió... y el rosal mismo
A sus sepulcros les prestó su flor. 



CARTA De DOMENICO MACRY-CORREALE 
A MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO 

(Italia, Toscana) Empoli, 25 maggio 1889

Ilustre señor: Aconsejado por su y mi excelente amigo el Dr. Juan Luis Estelrich, me tomo la libertad de ofrecerle en prueba de estima un pequeño volumen mío y un ejemplar de la Rivista Contemporanea de la que soy director. Espero que querrá aceptar la intención del obsequio más que la pequeñez del obsequio mismo. Siento no poder enviarle ahora otros volúmenes que he publicado porque realmente no tengo ninguno: pero el último volumen de poesías «Su l'Arno» del que hizo una breve reseña la Revista Contemporánea de esa ciudad y el Globo de Lisboa, se lo enviaré en cuanto vaya a Florencia.

Le quedaría muy agradecido si diese a conocer ahí la Rivista que le envío; y si tuviese la amabilidad de indicarme una persona segura a quien enviaría unos 20 ejemplares de la misma para difundirla en esa ciudad, sede de magníficos ingenios.

Me creo en el deber de invitarle a colaborar en mi revista, y le agradecería mucho me facilitase noticia de las últimas publicaciones de la ciudad, dando el encargo a uno de los más acreditados libreros y favoreciéndome Vd. con recensiones bibliográficas.

Habría hablado en el próximo n. o de la Rivista del libro Fiebres líricas de Fray Candil (D. Emilio Bobadilla) si hubiese podido adquirirlo; pero aquí a Italia los libros españoles llegan demasiado tarde.-También del poema Dos Madres de Santiago Iglesias; y del vol. Estudios contemporáneos de Rafael Alvarez Sereix habría hablado profusamente en los próximos números; pero, por lo que sé, todavía no han llegado a Florencia.

Si V.I. conoce a los autores y le parece bien invitarles a mandar un ejemplar de sus obras, y lo mismo digo de todos aquellos a quienes Vd. juzgue oportuno invitar, con sumo placer yo les enviaré siempre en obsequio nuestra Rivista.

Le ruego me disculpe el haberme decidido a molestarle tanto sin haberle dedicado nunca anteriormente mis servicios y mi amistad.

Si V.I. me honra con su apreciada correspondencia y con sus órdenes me hará un verdadero regalo.

Con profunda estima y sincera gratitud me ofrezco de Vd. affmo.

Prof. D. Macry-Correale



[EL ORIGINAL]

Illustre Signore, Consigliato dal suo e mio ottimo amico Dott. Juan Luis Estelrich mi prendo la libertà di offerirle in segno di stima un volumetto mio ed un essemplare della Rivista Contemporanea da me diretta. Spero vorrà accogliere l'intenzione del dono più che la pochezza del dono stesso. Mi duole non poterle al presente inviare altri volumi da me pubblicati perchè son privo affatto: però l'ultimo volu[me] di poesie «Su l'Arno» del quale fece un breve cenno la Revista Contemporanea di cotesta città ed il Globo di Lisbona, glielo spederò appena andrò a Firenze.

Le sarei obbligatissimo se facesse conoscere costà la Rivista , che le invio; e se si compiacesse indicarmi persona sicura , alla quale spedirei un 20 copie del Periodico por esitarlo in cotesta città sede di bellisimi ingegni.

Mi fo un dovere invitarla a collaborare sul mio periodico, e Le sarei obbligatissimo se mi facesse conoscere le ultimissime pubblicazioni della città, dando l'incarico ad uno dei più accreditati libraj e favorendomi Lei delle Recensioni bibliografiche.

Avrei parlato nel pross. N. o della Rivista del libro « Fiebres » liriche di Fray Candil (D. Emilio Bobadilla) se mi fosse stato possibile acquistarlo; chè qui in Italia i libri spagnuoli giungono troppo tardi.-Anche del poema « Dos Madres » di Santiago Iglesias ; e del vol: « Estudios contemporáneos » di Rafael Alvarez Sereix avrei detto diffusamente nei prossimi Nri.; ma non sono ancora giunti, per quanto io mi sappia, a Firenze.

Se la S.V. conosce gli autori e crederà invitarli a spedire copia dei loro lavori, e lo stesso dico per tutti quelli che Lei crederà invitare, lo spedirò, con sommo piacere, in omaggio, sempre la nostra Rivista .

Voglia terermi per iscusato se mi sono spinto a darle tanto incomodo senza averle mai dedicato la mia servitù ed amicizia prima di ora.

Se la S.V. mi onorerà di suo pre. mo riscontro e di suoi comandi mi farà un vero regalo.

Con profonda stima e sinceri ringraziamenti me le rassegno Obbmo

Profr. D. Macry-Correale

R. Instituto-Empolese










JACOPONE DA TODI [17.525] Poeta de Italia

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Fra Jacopone da Todi

Jacopo de Benedetti, más conocido como Jacopone da Todi (1236 – 1306) está considerado uno de los más célebres autores de loas religiosas de la literatura italiana. Los críticos lo consideran uno de los más importantes poetas italianos de la Edad Media. Su composición más conocida es la denominada Stabat Mater.

Poeta franciscano. Nació en Todi en 1236 (aunque según algunas fuentes fue en 1230) hijo de Iacobello, de la noble familia de los Benedetti. Jacopone estudió probablemente en la universidad de Bolonia, en la que se formó en leyes y se hizo notario y procurador legal, lo que le permitió llevar una vida desahogada. En 1267 se casó con Vanna, hija de Bernardino de Guidone, conde de Coldimezzo. Al cabo de un año de su boda, su mujer murió en trágicas circunstancias a causa del derrumbamiento de un palco durante una fiesta. Cuando al recuperar el cuerpo de su mujer descubrió que portaba un cilicio, Jacopone abandonó la vida mundana, distribuyó entre los pobres todos sus bienes y en 1278 entró como seglar en la orden franciscana, probablemente en el convento de Pantanelli, en Terni, y escogió la corriente rigurosa de los espirituales (corriente que más tarde pasó a denominarse de los Observantes) los cuales se contraponían a la corriente predominante de los Conventuales, que vivían según una interpretación más moderada de la regla. En 1288, Jacopone se desplaza a Roma, posiblemente con el cardenal Bentivenga.

Al inicio del breve pontificado del papa Celestino V, los Espirituales, ayudados por una loa que Jacopone le envía al Papa, fueron reconocidos oficialmente como orden con el nombre de “Ermitaños Pobres del Señor de los Cielos”. Pero el papa siguiente, Bonifacio VIII, enemigo acérrimo de las corrientes más radicales de la Iglesia, derogó las disposiciones precedentes apenas fue elegido, y quedó disuelta la congregación de los Ermitaños Pobres.

Jacopone fue uno de los firmantes del “Manifiesto de Lunghezza” el 10 de mayo de 1297, con el cual los adversarios del papa Bonifacio VIII, encabezados por los cardenales Giacomo y Pietro Colonna, solicitaron la destitución del papa y el inicio de un concilio. La respuesta de Bonifacio VIII no se hizo esperar: excomulgó a todos los firmantes con la bula “Lapis abscissus” y puso asedio a Palestrina, la plaza fuerte de los disidentes. En septiembre de 1298 se consumó la toma de Palestrina, Jacopone fue despojado del sayo, procesado, condenado a cadena perpetua y encerrado en la cárcel del convento de san Fortunato en Todi. Sólo tras la muerte del papa en 1303 pudo ser liberado, y vivió sus últimos años en Collazone, cerca de Todi.

Obras

Loas de Jacopone de Todi
Stabat Mater





Senno me pare e cortesia
Empazir per lo bel Messia

(Sabia y cortés elección sería 
Volverse loco por el buen Mesías)

Fra Jacopone de Todi




STABAT MATER

Estaba la Madre dolorosa
llorando junto a la cruz
de la que pendía su hijo. 

Su alma quejumbrosa, 
apesadumbrada y gimiente, 
atravesada por una espada. 

¡Qué triste y afligida
estaba la bendita Madre
del hijo unigénito! 

Se lamentaba y afligía
y temblaba viendo sufrir 
a su divino hijo. 

¿Qué hombre no lloraría
viendo a la Madre de Cristo
en tan gran suplicio? 
¿Quién no se entristecería
al contemplar a la querida Madre 
sufriendo con su hijo? 

Por los pecados de su pueblo
vio a Jesús en el tormento
y sometido a azotes. 

Ella vio a su dulce hijo
entregar el espirítu
y morir desamparado. 

¡Madre, fuente de amor, 
hazme sentir todo tu dolor
para que llore contigo! 

Haz que arda mi corazón
en el amor a Cristo Señor, 
para que así le complazca. 

¡Santa María, hazlo así! 
Graba las heridas del Crucificado
profundamente en mi corazón. 

Comparte conmigo las penas
de tu hijo herido, que se ha dignado
a sufrir la pasión por mi. 

Haz que llore contigo, 
que sufra con el Crucificado
mientras viva. 

Deseo permanecer contigo, 
cerca de la cruz, 
y compartir tu dolor. 

Virgen excelsa entre las virgenes, 
no seas amarga conmigo, 
haz que contigo me lamente. 

Haz que soporte la muerte de Cristo, 
haz que comparta su pasión
y contemple sus heridas. 

Haz que sus heridas me hieran, 
embriagado por esta cruz 
y por el amor de tu hijo. 

Inflamado y ardiendo, 
que sea por ti defendido, oh Virgen, 
el día del Juicio. 

Haz que sea protegido por la cruz, 
fortificado por la muerte de Cristo, 
fortalecido por la gracia. 

Cuando muera mi cuerpo
haz que se conceda a mi alma
la gloria del paraíso. 

Amén. 





STABAT Mater dolorosa
iuxta Crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.

Cuius animam gementem,
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.

O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta,
mater Unigeniti!

Quae maerebat et dolebat,
pia Mater, dum videbat
nati poenas inclyti.

Quis est homo qui non fleret,
matrem Christi si videret
in tanto supplicio?

Quis non posset contristari
Christi Matrem contemplari
dolentem cum Filio?

Pro peccatis suae gentis
vidit Iesum in tormentis,
et flagellis subditum.

Vidit suum dulcem Natum
moriendo desolatum,
dum emisit spiritum.

Eia, Mater, fons amoris
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.

Fac, ut ardeat cor meum
in amando Christum Deum
ut sibi complaceam.

Sancta Mater, istud agas,
crucifixi fige plagas
cordi meo valide.

Tui Nati vulnerati,
tam dignati pro me pati,
poenas mecum divide.

Fac me tecum pie flere,
crucifixo condolere,
donec ego vixero.

Iuxta Crucem tecum stare,
et me tibi sociare
in planctu desidero.

Virgo virginum praeclara,
mihi iam non sis amara,
fac me tecum plangere.

Fac, ut portem Christi mortem,
passionis fac consortem,
et plagas recolere.

Fac me plagis vulnerari,
fac me Cruce inebriari,
et cruore Filii.

Flammis ne urar succensus,
per te, Virgo, sim defensus
in die iudicii.

Christe, cum sit hinc exire,
da per Matrem me venire
ad palmam victoriae.

Quando corpus morietur,
fac, ut animae donetur
paradisi gloria. 

Amen.




O Francesco povero!

En esta magnífica "lauda" LXI de Jacopone de Todi (1236-1306), la biografía de san Francisco ha sido estructurada de manera ejemplar según las siete apariciones de la cruz "como encontramos escritos, por orden narrados" en la Leyenda Mayor de san Buenaventura, del que llega a traducir literalmente el párrafo XIII, 10)

Oh, Francisco pobre, patriarca nuevo,
llevas nuevo pendón con la cruz marcado.

De la cruz hallamos siete ejemplos demostrados,
como encontramos escritos, por orden narrados,
los he abreviado para poder contarlos:
afina el oído al largo tratado.

La primera, al principio de tu conversión:
palacio artificioso viste en visión,
la mansión llena de escudos cruzados;
expuestas las armas del pueblo que te han dado.

Estando en oración, en Cristo meditando,
tal ardor se te infundió entonces,
que siempre luego, llorando cuando te venía a la mente,
a Cristo recordabas, en la cruz elevado.

Entonces Cristo te dijo: "Si quieres venir tras de mi,
la alta cruz, hermosa, toma con gran deseo;
y aniquílate, si quieres seguirme,
ódiate a ti mismo, amando al prójimo.

La tercera vez, estando mirando la cruz,
Cristo te dijo entonces a gran voz 
(por su nombre llamó al guía Francisco tres veces):
"La Iglesia está desviada, repara su estado".

Después, la cuarta vez, vió fray Silvestre
una cruz dorada: refulgente era tu hablar;
al dragón maldito, que a Asís asediaba,
tu voz lo alejaba de todo el ducado.

Vio fray Pacífico la cruz de dos espadas
en ti, Francisco angelical, digno de gran loor;
las espadas están cruzadas: una de pies a cabeza,
la otra en cruz se ve desplegada por los brazos.

Te vio en el aire el beato fray Monaldo,
donde estaba predicando San Antonio entonces:
mostrándote en cruz, a los frailes bendecías,
luego desapareciste de allí, como encontramos escrito.

La séptima en la Verna: estando en oración
sobre aquella gran cima, con gran devoción,
admirable visión: serafín aparecido,
se ve crucificado con seis alas manifestado.  

Te puso los estigmas, costado, pies y mano;
duro sería de creer, si no lo contamos despacio:
estando vivo y sano muchos las han admirado;
y después de muerto por muchos fueron palpadas.

Entre otras, santa Clara las besó con los dientes,
avara de tal tesoro, ella con su gente;
mas no le valió de nada, que los clavos eran de carne;
y eran como el hierro, duro y enervado.

Su carne blanquísima, con carne infantil,
antes era oscurísima por los frios de nieve:
el amor la hizo gentil, que parecía glorificada,
por todos admirada, de admirable belleza.

La llaga lateral como rosa bermeja:
el llanto era tanto como aquella maravilla,
de verla a semejanza de Cristo crucificado,
el corazón abismado, viendo tal reflejo.

Oh, llanto gozoso, y lleno de admiración,
oh, llanto deleitoso, lleno de consolación:
lágrimas de amor, tantas fueron derramadas,
viendo la novedad, Cristo llagado de nuevo.

Debajo del talón a los ojos arranca lágrimas
esta gran visión, de este ardor fogoso;
los santos lo llevaron en el corazón, 
a Francisco le sale por fuera
el bálsamo puro que el cuerpo le ha penetrado.

En aquella altísima palmera donde subiste, Francisco,
el alma cogió el fruto de Cristo crucificado;
fuiste en él tan traspasado, mas no te mudaste,
pues te transformaste, en el cuerpo está dibujado.

El amor tiene este oficio, unir a dos en una cosa:
a Francisco en el suplicio de Cristo lo transforma;
imprimió aquella norma que Cristo tenía en el corazón,
la demostración hizo el amor vestido de azotado.

El amor divino altísimo con Cristo lo abrazó,
su afecto ardientisimo así lo incorporò,
el corazón le imprimió como cera al sello,
imprimió aquello en lo que estaba transformado.

Hablar de tal ejemplo con mi lengua callo;
misterios tan oscuros, a entenderlos renuncio;
confieso que no sé explicar tanta abundancia,
el amor desmesurado del corazón ardiente.

Cuánto fuese aquel fuego, no podemos saberlo;
su cuerpo no pudo contener tal yugo:
en cinco partes lo abrió su fuerza,
para demostrar que en él se alojaba.

Nada santo encontramos que tales signos llevase;
misterio tan alto, si Dios no lo revelase,
bueno es que lo pase, no se hablar;
lo podrá tratar aquel que lo haya gustado.

Oh llagas admiradas, hechas divinas,
gran cosa demostráis, que a tal signo conviene
que se sepa al final, cuando sea el juicio
en que se manifieste el pueblo cruzado.

Oh, alma mía seca, ¿no puedes llorar,
correr a beber la yesca, beber en esta fuente,
luego embriagarte y no marcharte?
Déjate morir en la fuente enamorada.




O Francesco povero!

O Francesco povero, patriarca novello,
porti novo vessello, de la croce signato.

De croce trovam sette figure demostrate;
como trovamo scritte per ordene contate,
aiole abbreviate per poterne contare:
encresce l'ascoltare de lo longo trattato.

La prima, nel principio de tua conversione:
palazzo en artificio vidisti en versione,
piena la mascione de scuta cruciate;
l'arme demostrate de popol che t'è dato.

Stanno en orazione, de Cristo meditanno,
tale enfocazione te lo enfusa entanno,
sempre puoi lacremanno quando te remembrava,
Cristo te recordava, ne la croce levato.

Cristo te disse allora: "Si vol po' me venire,
la croce alta, decora prindi con gran desire;
e te annichilite, si vol me sequitare,
te medesmo odiare, el prossimo adamato".

Terza fiata, stanno a guardar a la cruce,
Cristo te disse entanno con gran sono de vuce 
(per nome clamó el duce Francesco tre fiata):
"La ecclesia è sviata, repara lo suo stato".

Puoi, la quarta fiata, vidde frate Selvestro
una croce enaurata: fulgente era 'l tuo detto;
el draco maledetto, c'Assisi circundava,
la tua voce el fugava de tutto lo ducato.

Vidde frate Pacifico la croce de duoi spade
en te, Francesco angelico, degno di granne lade;
le spade so scontrade: l'una da capo a pede,
l'altra en croce se vede per le braccia spiecato.

Viddete stare en are beato fra Monaldo,
o' stava a predecara santo Antonio entanno:
en croce te mostranno, frati benedicivi,
poi li disparvi, come trovam contato.

La settima a la Verna: stanno en orazione
sopre quella gran penna, con gran devozione,
mirabel visione: serafin apparuto,
crucifisso è veduto con sei ale mustrato.

Encorporotte stimate, lato, pede e mano;
duro fora a crecere, si nol contam de piano:
staenno vivo e sano molti si l'ó ammirate;
la morte declarate, da molti fo palpato.

Fra l'altre santa Chiara si l'appicciò coi dente, 
de tal tesaro avara, essa co la sua gente;
ma no i valse niente, ca i chiovi eran de carne;
sì come ferro stanne, duro ed ennervato.

La sua carne bianchissima, co carne puerile, 
enante era brunissima per li freddi nevile:
l'amor la fe' gentile, che par glorificata,
d'onne gente ammirata, de mirabele ornato.

La piaga laterale come rosa vermeglia:
lo pianto c'era tale a quella meraveglia,
vederla en la semeglia de Cristo crucifisso,
lo cor era en abisso veder tale specchiato.

O pianto gaudioso, e pieno d'ammiranza,
o pianto delettoso, pieno de consolanza:
lacreme d'amanza ce for tante gettate,
veder la novetate, Cristo novo piagato.

Giù de la calcagna a l'occhi tra' l'umore
questa veduta magna d'esto enfocato ardore;
ai santi stette en core, 'n Francesc for è escito
lo balsamo polito che 'l corpo ha penetrato.

In quella altissima palma, o' salisti, Francisco,
lo frutto pigliò l'alma de Cristo crucifisso;
fusti en lui si trasfisso, mai non te ne mutasti:
co te ce trasformasti ne lo corpo è miniato.

L'amore ha questo officio, unir dui en una forma:
Francesco nel supplicio de Cristo lo trasforma;
emprese quella norma de Cristo c'avea en core,
la mustra fe' l'amore vestuto d'un vergato.

L'amor divino altissimo con Cristo l'abbracciao:
l'affetto suo ardentissimo sì lo ce 'ncorporo:
lo cor li stemperao como cera a segello:
emprenmettece quello ov'era trasformato.

Parlar de tal figura co la mia lengua taccio;
misteria sì oscura de 'ntennerle soiaccio;
confesso che nol saccio splicar tanta abundanza,
la smesurata manaza de lo core 'nfocato.

Quanto fosse quel foco no lo potem sapire;
lo corpo suo tal ioco nol potte contenire:
en cinque parte aprire lo fece la fortura,
per far demostratura che en lui era albergato.

Nulla trovamo santo che tal signa portasse;
mistero sì alto, si Deo non revelasse,
bono è che lo passe, non ne saccio parlare;
quilli el porron trattare che l'averò gustato.

O stimmate ammirate, fabrecate devine,
gran cosa demustrate, c'a tal signi convine:
saperasse a la fine, quanno sirà la iostra,
che se farà la mostra del popolo crociato.

O anema mia secca, che non pòi lacremare,
currere a bever l'èsca, questo fonte potare,
loco te enebriare, e non te ne partire:
làrgatece morire al fonte ennamorato.




O Segnor, per cortesia

O Segnor, per cortesia,
manname la malsania,

A me la freve quartana,
la contina e la terzana,
la doppia cotidïana
co la granne etropesia.

A me venga mal de denti,
mal de capo e mal de ventre,
a lo stomaco dolor pognenti,
e ’n canna la squinanzia.

Mal degli occhi e doglia de fianco
e l’apostema dal canto manco;
tiseco ma ionga en alco
e d’onne tempo la fernosia.

Aia ’l fecato rescaldato,
la milza grossa, el ventre enfiato,
lo polmone sia piagato
con gran tossa e parlasia.

A me vegna le fistelle
con migliaia de carvoncigli,
e li granchi siano quilli
che tutto repien ne sia.

A me vegna la podagra,
mal de ciglio sì m’agrava;
la disenteria sia piaga
e le morroite a me se dia.

A me venga el mal de l’asmo,
iongasece quel del pasmo,
como al can me venga el rasmo
ed en bocca la grancìa.

A me lo morbo caduco
de cadere en acqua e ’n fuoco,
e ià mai non trovi luoco
che io affritto non ce sia.

A me venga cechetate,
mutezza e sordetate,
la miseria e povertate,
e d’onne tempo en trapparia.

Tanto sia el fetor fetente,
che non sia null’om vivente
che non fugga da me dolente,
posto ’n tanta ipocondria.

En terrebele fossato,
ca Riguerci è nomenato,
loco sia abandonato
da onne bona compagnia.

Gelo, granden, tempestate,
fulgur, troni, oscuritate,
e non sia nulla avversitate
che me non aia en sua bailia.

La demonia enfernali
sì me sian dati a ministrali,
che m’essercitin li mali
c’aio guadagnati a mia follia.

Enfin del mondo a la finita
sì me duri questa vita,
e poi, a la scivirita,
dura morte me se dia.

Aleggome en sepoltura
un ventre de lupo en voratura,
e l’arliquie en cacatura
en espineta e rogaria.

Li miracul’ po’ la morte:
chi ce viene aia le scorte
e le vessazione forte
con terrebel fantasia.

Onn’om che m’ode mentovare
sì se deia stupefare
e co la croce signare,
che rio scuntro no i sia en via.

Signor mio, non è vendetta
tutta la pena c’ho ditta:
ché me creasti en tua diletta
e io t’ho morto a villania.







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LUCREZIA TORNABUONI [17.526] Poeta de Italia

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Retrato de Lucrezia Tornabuoni, atribuido a Domenico Ghirlandaio, c. 1475



LUCREZIA TORNABUONI

La dama renacentista, Lucrezia Tornabuoni (1425-1482)

Lucrezia Tornabuoni es una de las grandes mujeres de la Italia del Renacimiento. Se convirtió en una Médici por matrimonio, fue la madre de uno de sus más importantes miembros, Lorenzo y fue una de las principales representantes de la cultura renacentista. Modelo de grandes pintores, Lucrecia fue también escritora y promovió alguna de las obras artísticas más importantes de la Florencia del Quatroccento.

Un matrimonio político

Lucrezia Tornabuoni nació en Florencia en 1425 en el seno de una de las familias nobles más importantes del momento. En aquellos años, la ciudad Italiana vivía tiempos convulsos de rivalidades entre familias. Los Albizzi se habían hecho con el poder y habían desterrado a Cosme de Médici quien, con la ayuda de otras familias florentinas volvió del exilio en 1434. Una de esas familias fueron los Tornabuoni quienes desde entonces mantendrían una buena relación con los Médici. 

En 1444 las dos familias acordaron el matrimonio de Lucrezia con el hijo de Cosme, Piero, nueve años mayor que ella. Ambos amantes de la cultura y el arte, tuvieron dos hijos y dos hijas, además de dos niños muertos poco después de nacer y María, una hija ilegítima de Piero que la pareja adoptó como propia.

Lucrecia vivió el orgullo de ver a su hijo Lorenzo, conocido como el Magnífico, gobernar Florencia. Pero también sufrió el duro golpe de la muerte de su hijo menor, Giuliano, asesinado durante la conjura de los Pazzi en 1478 en la que esta familia quiso derrocar a Lorenzo.

Una dama renacentista

Lucrezia Tornabuoni fue una auténtica dama de su tiempo. En la Florencia del Quatroccento en la que se respiraba arte por todos los rincones, ella también estuvo a la altura. En su casa eran habituales escritores y humanistas como Luigi Pulci o Agnolo Poliziano. 

Además Lucrezia, como poetisa, escribió himnos poéticos para ser cantados, conocidos como laudi, sonetos y trinari, poemas narrativos en tercetos.  

De Lucrezia se conservan unas 49 cartas que suponen una importante fuente de conocimiento acerca de la vida cotidiana de las mujeres en la Italia del Renacimiento.

Lucrezia Tornabuoni ayudó en el mecenazgo de algunos grandes artistas del momento y fue una de sus modelos. Ghirlandaio, Botticelli o Filippino Lippi fueron algunos de los que inmortalizaron su rostro retratándola como Lucrecia o usando su imagen para escenas bíblicas. El más destacado es sin duda el cuadro de la Madonna del Magnificat, en el que Sandro Botticelli puso a la Virgen María el rostro de Lucrecia.

Lucrezia moría el 28 de marzo de 1482.





BAJADA DE CRISTO AL LIMBO

                      Ecco il re forte, etc.

   Alerta, alerta'.
   He aquí el rey fuerte,
   He aquí el rey fuerte;
   Abrid, abrid la puerta.


¡Oh príncipe infernal
No opongas resistencia;
Es el rey celestial;
Viene con gran potencia;
Hacedle reverencia;
Dejad libre la entrada.

¿Quién es este coloso
De tanta ejecutoria?
Rey todopoderoso, 
Señor lleno de gloria;
Él alcanzó victoria
Sobre la muerte osada.

También venció á la guerra
Que dio tan largo duelo;
Hace temblar la tierra;
Quiso, con fuerte anhelo,
Llenar de nuevo el cielo
Y restaurar su corte.

Quiere llevar consigo,
Porque su trono esmalten,
A Abel, su caro amigo;
Padres que la fe exalten;
Noé, Moisés, no falten
Y acudan á su norte.

Abraham en pos y apriesa
Piel siga á su Señor;
Se cumple la promesa;
Ya llegó el Redentor;
Sígale el gran cantor,
Que de su gracia es diño.

Tú, amigo Juan Bautista,
Sigúele sin tardanza,
No le pierdas de vista;
Simeón en pos se lanza.
La comitiva avanza,
Avanza á su destino.

Cantando sus concentos
La turba le acompaña
De párvulos contentos.
La senda no es extraña.

¡Qué herida no restaña
La mano del Dios fuerte?
—Os traje con mi empeño
Al reino deseado,
Pues si en el santo leño 
Fui muerto y sepultado,
Al fin he recobrado
Toda la humana suerte.-





Manuscrito con poemas de Lucrezia Tornabuoni, iluminación de Gherardo Del Fora 









ANGELO POLIZIANO [17.527] Poeta de Italia

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Angelo Poliziano

Angelo Ambrogini, llamado Angelo Poliziano por el monte Pulciano, donde nació (Montepulciano, 14 de julio de 1454 - Florencia, 24 de septiembre de 1494), fue un humanista y poeta italiano.

Perdió a su padre en una vendetta y a los diez años marchó a Florencia a educarse; niño prodigio, de asombrosa sensibilidad, en el círculo mediceo aprendió latín y griego con notables filólogos; a los dieciséis años podía escribir versos en griego y a los dieciocho tradujo los libros II, III, IV y V de la Ilíada en hexámetros latinos, dejando atrás los intentos previos de Leonardo Bruni y Lorenzo Valla. Eso atrajo la atención de Lorenzo de Médicis, que le hizo secretario privado suyo en 1473. Tradujo además al latín el Enchiridion de Epicteto, el Cármides de Platón y algunas Historias de Heródoto. Fue el primer filólogo occidental que pudo rivalizar con los inmigrantes griegos en el conocimiento del griego clásico; también fue el primero que introdujo enmiendas a textos griegos clásicos. A partir de 1480, empezó a dar clases de literatura griega y latina. Algunos de los que asistieron a sus clases fueron Miguel Ángel Buonarroti, el erudito alemán Johannes Reuchlin, y los humanistas ingleses Thomas Linacre y William Grocyn. Poseía, al parecer, un encanto irresistible. Fue tutor de los hijos de Lorenzo el Magnífico, que fue amigo suyo y su protector. Poco después de su muerte, falleció el mismo, en plena invasión francesa de la Toscana.

Obra

Rechazó la imitatio ciceroniana que proponían los filólogos Gasparino da Barzizza y Guarino de Verona, y se inclinó por la imitatio ecléctica. No dejó ninguna edición completa en su corta vida: lo que se tiene hoy de él son, por un lado, las innumerables acotaciones de sus libros, y, por otro, los extractos de sus Zibaldoni autografi (Mezcolanzas autógrafas) y su Miscellanorum centuria prima (1480) y su Miscellanea impresa en 1489, con interesantes notas lexicográficas y de crítica textual. Compuso epigramas en griego, poemas en latín como prólogo a sus lecciones sobre autores (Sylva in scabiem, 1475), y algunos poemas en italiano, entre los cuales destaca el drama Orfeo y las 171 octavas que quedan de sus Stanze (Estancias), de 1494, compuestas para celebrar los amores de Giuliano de Médicis y Simonetta Cattaneo. Fue uno de los primeros en hacer compulsas completas de códices y esbozó un sistema de siglas para los manuscritos.


Balada de las rosas

Éranse en derredor violetas, lises,
entre la hierba renacidas flores
de azules, rojos, cálidos matices;
y pretendí que fueran sus olores
de tu rubio cabello los primores
con su vívida gracia engalanados.

Ya de flores colmados pecho y brazo,
vi las rosas de múltiples colores:
volé a llenar, entonces, tu regazo,
pues eran tan suaves sus olores
que el corazón se desató en amores,
de dulce anhelo en júbilo abrasado.

Y dije para mí: Jamás podría
señalar d'estas rosas las más bellas;
unas en su capullo todavía
otras pálidas, otras cual centellas
Amor díjome entonces: Toma aquellas
que sobre las espinas han cuajado.

Cuando abre sus pétalos la rosa
y más rosa es la rosa y más loada,
en tu diadema será más hermosa
que en el rosal, del viento deshojada.
Niña: que sea en su esplendor cortada
la bella rosa del jardín cerrado.

Versión de Carlos López Narváez


Balada V

Mirad que Amor me hizo un don ingrato,
pues me condujo a enamorarme en Prato.

Enamorado estoy de una doncella
a quien sólo de tarde en tarde veo.
Ni artes ni ruegos válenme con ella,
que envidia y celos miran mi deseo.
De cosecha esperanza no destella,
mas de tener sembrado el campo trato.
Mirad si amor me hizo un don ingrato,
que me condujo a enamorarme en Prato.


Balada VIII

Quien quiera ver la célica morada,
de mi Hipálita, busque la mirada.

De los ojas de Hipólita desciende
el Ángel del Amor en llama viva;
el pecho frío como un ascua enciende
y el ánima tan dulcemente aviva
que cuando de la tierra se desprende
dice: "Al Edén he sido transportada".
Quien quiera ver la célica morada,
de mi Hipólita busque la mirada.

Versión de Carlos López Narváez


Balada XIII

¡Bienvenga Mayo
justador y gayo!

Bienvenga Primavera
que prende los amores.
¡Muchachas! en hilera
con vuestros amadores.
¡Bienvenga Mayo
justador y gayo!

La que en beldad florece
sea de amor la sierva,
porque no reverdece
la edad como la yerba.
No se niegue superba
del sol al tibio rayo
con su amador en Mayo.

Versión de Carlos López Narváez


Desgracia de amor

Llorad, piedras, mi dura maladanza:
es de otro la mies de mi labranza.

Siembro mi campo y otro la cosecha;
cubre mis horas la fatiga en vano;
es de otro el ave que mi sed acecha;
sólo la pluma quédame en la mano.
Otros calman la sed que me despecha;
otros ascienden, yo desciendo al llano:
llorad, piedras, mi dura maladanza:
es de otros la mies de mi labranza.

Versión de Carlos López Narváez


Estancias para un torneo

En indecisos años tempraneros,
vellidorando el rostro adolescente,
sin probar del amor, dulces y fieros
los afanes que prueba quien lo siente
Julio vivió sus días placenteros.

Siempre, más leve que la hoja al viento,
alterna, sin cesar, gozo y tormento;
sigue al que huye, burla al que lo ronda,
y viene y va como en el mar la onda.

Cándida Ella y de candor vestida,
con su traje de flores y de hierba;
la crencha de oro en rizos esparcida,
su frente enmarca de humildad superba.
Ríen en su redor Natura y Vida
porque todo lo endulza y desacerba,
y en su porte de regias suavidades
la mirada deshace tempestades.

El ámbito en contorno se hace ameno
al giro de sus luces amorosas;
de júbilo celeste el rostro pleno
destella con el tinte de las rosas.
El aura cede a su rumor divino
y el ave copia de su voz el trino.

No: yo no soy la que tu mente ofusca,
digna de alta, de celeste palma;
allá del Arno en la ribera etrusca
juré fidelidad en cuerpo y alma.

Si tranquila sonríe, la mirada
viste de placidez el firmamento;
el ave, el bosque, a la presencia amada
susurran con el más dulce lamento.
Es, por el prado yendo sosegada,
ritmo grácil de amor el paso lento;
y la verdura, tras la blanda huella
con matices innúmeros destella.

Cortejo fiel tus hijos acompaña,
¡oh Madre del Amor, Venus, divina!
Céfiro, de rocío el prado baña
y en él sus mil aromas disemina.
A su paso, en la vega y la montaña,
Flora sonríe blanca y purpurina;
polícroma la grama reverdece
y en su propia hermosura resplandece.

Entre tus armas encontré reclusa
la imagen que me enciende y arrebata;
si la hórrida faz de la Medusa
he visto cómo al blando Amor maltrata;
si de pavor mi ánima confusa
en tu seguro asilo se recata;
si amor contigo a excelsitud me llama,
guíame, Diosa, al puerto de la fama.

Versión de Carlos López Narváez



Oídme un poco, amantes

¡Ay! Oídme un poco, amantes,
si soy bien desventurado.
Una mujer me ha sujetado,
y ahora no quiere. oír mis quejas.

Una mujer el corazón me ha quitado,
y ahora ni lo quiere ni me lo devuelve;
me ha ceñido el cuello con un lazo ;
me abrasa, me enciende:
Cuando grito no me escucha;
cuando lloro, ella se ríe;
si me sana ni me mata;
y me tiene por suyo aun en tanto dolor.
¡Ay! Oídme...

Es mucho más bella que el sol,
más cruel que una serpiente:
Sus bellas maneras y sus palabras
de dulzura el alma llenan:
Cuando ríe, al momento
todo el cielo se serena.
Ésta mi bella sirena
me hace morir con sus cantos.
¡Ay! Oídme...

Aquí tienes mis huesos, aquí mi carne,
aquí mi corazón, aquí mi vida:
¡Oh cruel! ¿qué tratas de hacer con ellos?
Aquí tienes mi alma desmayada.
¿Por qué renuevas mis heridas
y te muestras ávidas de mi sangre?
Esta bella víbora sorda,
¿quién será que más la encante?
¡Ay! Oídme...

Versión de Carlos López Narváez


Yo te doy gracias, Amor

Yo te doy gracias, Amor,
de toda pena y tormento,
y de hoy más estoy contento de todo dolor.
Contento estoy de cuanto he podido sufrir,
Señor, en tu hermoso reino;
ya que por tu merced, sin mérito mío,
me has dado tan gran prenda,
ya que me has hecho digno
de tan bienaventurada sonrisa, 
que al paraíso ha llevado mi corazón.

Yo te doy gracias, Amor.
Al paraíso mi corazón han llevado
los bellos ojos risueños,
donde yo te vi, Amor, estar escondido
con tus llamas ardientes.
¡Oh, lindos ojos lucientes
que el corazón me habéis quitado!

Yo te doy gracias, Amor.
Ya temía yo por mi vida:
Mi señora vestida de blanco
con sonrisa amorosa me socorrió
gozosa, bella y honesta:
Matizada tenía la cabeza
de rosas y alhelíes,
y sus ojos al sol vencen en su esplendor.
Yo te doy gracias, Amor.

Versión de Carlos López Narváez


Ben venga maggio
Angelo Poliziano
XV secolo

Ben venga maggio
e 'l gonfalon selvaggio!
Ben venga primavera,
che vuol l'uom s'innamori:
e voi, donzelle, a schiera 
con li vostri amadori,
che di rose e di fiori,
vi fate belle il maggio,
venite alla frescura
delli verdi arbuscelli. 
Ogni bella è sicura
fra tanti damigelli,
ché le fiere e gli uccelli
ardon d'amore il maggio.
Chi è giovane e bella 
deh non sie punto acerba,
ché non si rinnovella
l'età come fa l'erba;
nessuna stia superba
all'amadore il maggio 
Ciascuna balli e canti
di questa schiera nostra.
Ecco che i dolci amanti
van per voi, belle, in giostra:
qual dura a lor si mostra 
farà sfiorire il maggio.
Per prender le donzelle
si son gli amanti armati.
Arrendetevi, belle,
a' vostri innamorati, 
rendete e cuor furati,
non fate guerra il maggio.
Chi l'altrui core invola
ad altrui doni el core.
Ma chi è quel che vola? 
è l'angiolel d'amore,
che viene a fare onore
con voi, donzelle, a maggio.
Amor ne vien ridendo
con rose e gigli in testa, 
e vien di voi caendo.
Fategli, o belle, feste.
Qual sarà la più presta
a dargli el fior del maggio?
-Ben venga il peregrino.- 
-Amor, che ne comandi?-
-Che al suo amante il crino
ogni bella ingrillandi,
ché gli zitelli e grandi
s'innamoran di maggio.-




I' mi trovai, fanciulle, un bel mattino
Angelo Poliziano
XV secolo

I' mi trovai, fanciulle, un bel mattino
di mezzo maggio in un verde giardino.

Eran d'intorno violette e gigli
fra l'erba verde, e vaghi fior novelli
azzurri gialli candidi e vermigli: 
ond'io porsi la mano a côr di quelli
per adornar e' mie' biondi capelli
e cinger di grillanda el vago crino.

I' mi trovai, fanciulle, un bel mattino.

Ma poi ch'i' ebbi pien di fiori un lembo, 
vidi le rose e non pur d'un colore:
io colsi allor per empir tutto el grembo,
perch'era sì soave il loro odore
che tutto mi senti' destar el core
di dolce voglia e d'un piacer divino. 

I' mi trovai, fanciulle, un bel mattino.

I' posi mente: quelle rose allora
mai non vi potre' dir quant'eran belle;
quale scoppiava della boccia ancora;
qual'eron un po' passe e qual novelle.
Amor mi disse allor: «Va', co' di quelle
che più vedi fiorite in sullo spino».

I' mi trovai, fanciulle, un bel mattino.

Quando la rosa ogni suo' foglia spande,
quando è più bella, quando è più gradita,
allora è buona a metter in ghirlande,
prima che la sua bellezza sia fuggita:
sicché fanciulle, mentre è più fiorita,
cogliàn la bella rosa del giardino.

I' mi trovai, fanciulle, un bel mattino
di mezzo maggio in un verde giardino.




Angelo Poliziano - Stanze de messer Angelo Politiano cominciate per la giostra del magnifico Giuliano di Pietro de Medici (1475)

Libro I


Le gloriose pompe e’ fieri ludi
della città che ’l freno allenta e stringe
a magnanimi Toschi, e i regni crudi
di quella dea che ’l terzo ciel dipinge,
e i premi degni alli onorati studi,
la mente audace a celebrar mi spinge,
sì che i gran nomi e i fatti egregi e soli
fortuna o morte o tempo non involi.

O bello idio ch’al cor per gli occhi inspiri
dolce disir d’amaro pensier pieno,
e pasciti di pianto e di sospiri,
nudrisci l’alme d’un dolce veleno,
gentil fai divenir ciò che tu miri,
né può star cosa vil drento al suo seno;
Amor, del quale i’ son sempre suggetto,
porgi or la mano al mio basso intelletto.

Sostien tu el fascio ch’a me tanto pesa,
reggi la lingua, Amor, reggi la mano;
tu principio, tu fin dell’alta impresa,
tuo fia l’onor, s’io già non prego invano;
di’, signor, con che lacci da te presa
fu l’alta mente del baron toscano
più gioven figlio della etrusca Leda,
che reti furno ordite a tanta preda.

E tu, ben nato Laur, sotto il cui velo
Fiorenza lieta in pace si riposa,
né teme i venti o ’l minacciar del celo
o Giove irato in vista più crucciosa,
accogli all’ombra del tuo santo stelo
la voce umil, tremante e paurosa;
o causa, o fin di tutte le mie voglie,
che sol vivon d’odor delle tuo foglie.

Deh, sarà mai che con più alte note,
se non contasti al mio volar fortuna,
lo spirto della membra, che devote
ti fuor da’ fati insin già dalla cuna,
risuoni te dai Numidi a Boote,
dagl’Indi al mar che ’l nostro celo imbruna,
e posto il nido in tuo felice ligno,
di roco augel diventi un bianco cigno?

Ma fin ch’all’alta impresa tremo e bramo,
e son tarpati i vanni al mio disio,
lo glorioso tuo fratel cantiamo,
che di nuovo trofeo rende giulio
il chiaro sangue e di secondo ramo:
convien ch’i’ sudi in questa polver io.
Or muovi prima tu mie’ versi, Amore,
ch’ad alto volo impenni ogni vil core.

E se qua su la fama el ver rimbomba,
che la figlia di Leda, o sacro Achille,
poi che ’l corpo lasciasti intro la tomba,
t’accenda ancor d’amorose faville,
lascia tacere un po’ tuo maggior tromba
ch’i’ fo squillar per l’italiche ville,
e tempra tu la cetra a nuovi carmi,
mentr’io canto l’amor di Iulio e l’armi.

Nel vago tempo di sua verde etate,
spargendo ancor pel volto il primo fiore,
né avendo il bel Iulio ancor provate
le dolce acerbe cure che dà Amore,
viveasi lieto in pace e ’n libertate;
talor frenando un gentil corridore,
che gloria fu de’ ciciliani armenti,
con esso a correr contendea co’ venti:

ora a guisa saltar di leopardo,
or destro fea rotarlo in breve giro;
or fea ronzar per l’aere un lento dardo,
dando sovente a fere agro martiro.
Cotal viveasi il giovene gagliardo;
né pensando al suo fato acerbo e diro,
né certo ancor de’ suo’ futuri pianti,
solea gabbarsi delli afflitti amanti.

Ah quante ninfe per lui sospirorno!
Ma fu sì altero sempre il giovinetto,
che mai le ninfe amanti nol piegorno,
mai poté riscaldarsi il freddo petto.
Facea sovente pe’ boschi soggiorno,
inculto sempre e rigido in aspetto;
e ’l volto difendea dal solar raggio,
con ghirlanda di pino o verde faggio.

Poi, quando già nel ciel parean le stelle,
tutto gioioso a sua magion tornava;
e ’n compagnia delle nove sorelle
celesti versi con disio cantava,
e d’antica virtù mille fiammelle
con gli alti carmi ne’ petti destava:
così, chiamando amor lascivia umana,
si godea con le Muse o con Diana.

E se talor nel ceco labirinto
errar vedeva un miserello amante,
di dolor carco, di pietà dipinto,
seguir della nemica sua le piante,
e dove Amor il cor li avessi avinto,
lì pascer l’alma di dua luci sante
preso nelle amorose crudel gogne,
sì l’assaliva con agre rampogne:

"Scuoti, meschin, del petto il ceco errore,
ch’a te stessi te fura, ad altrui porge;
non nudrir di lusinghe un van furore,
che di pigra lascivia e d’ozio sorge.
Costui che ’l vulgo errante chiama Amore
è dolce insania a chi più acuto scorge:
sì bel titol d’Amore ha dato il mondo
a una ceca peste, a un mal giocondo.

Ah quanto è uom meschin, che cangia voglia
per donna, o mai per lei s’allegra o dole;
e qual per lei di libertà si spoglia
o crede a sui sembianti, a sue parole!
Ché sempre è più leggier ch’al vento foglia,
e mille volte el dì vuole e disvuole:
segue chi fugge, a chi la vuol s’asconde,
e vanne e vien, come alla riva l’onde.

Giovane donna sembra veramente
quasi sotto un bel mare acuto scoglio,
o ver tra’ fiori un giovincel serpente
uscito pur mo’ fuor del vecchio scoglio.
Ah quanto è fra’ più miseri dolente
chi può soffrir di donna il fero orgoglio!
Ché quanto ha il volto più di biltà pieno,
più cela inganni nel fallace seno.

Con essi gli occhi giovenili invesca
Amor, ch’ogni pensier maschio vi fura;
e quale un tratto ingoza la dolce esca
mai di sua propria libertà non cura;
ma, come se pur Lete Amor vi mesca,
tosto obliate vostra alta natura;
né poi viril pensiero in voi germoglia,
sì del proprio valor costui vi spoglia.

Quanto è più dolce, quanto è più securo
seguir le fere fugitive in caccia
fra boschi antichi fuor di fossa o muro,
e spiar lor covil per lunga traccia!
Veder la valle e ’l colle e l’aer più puro,
l’erbe e’ fior, l’acqua viva chiara e ghiaccia!
Udir li augei svernar, rimbombar l’onde,
e dolce al vento mormorar le fronde!

Quanto giova a mirar pender da un’erta
le capre, e pascer questo e quel virgulto;
e ’l montanaro all’ombra più conserta
destar la sua zampogna e ’l verso inculto;
veder la terra di pomi coperta,
ogni arbor da’ suoi frutti quasi occulto;
veder cozzar monton, vacche mughiare
e le biade ondeggiar come fa il mare!

Or delle pecorelle il rozo mastro
si vede alla sua torma aprir la sbarra;
poi quando muove lor con suo vincastro,
dolce è a notar come a ciascuna garra.
Or si vede il villan domar col rastro
le dure zolle, or maneggiar la marra;
or la contadinella scinta e scalza
star coll’oche a filar sotto una balza.

In cotal guisa già l’antiche genti
si crede esser godute al secol d’oro;
né fatte ancor le madre eron dolenti
de’ morti figli al marzial lavoro;
né si credeva ancor la vita a’ venti
né del giogo doleasi ancora il toro;
lor case eron fronzute querce e grande,
ch’avean nel tronco mèl, ne’ rami ghiande.

Non era ancor la scelerata sete
del crudele oro entrata nel bel mondo;
viveansi in libertà le genti liete,
e non solcato il campo era fecondo.
Fortuna invidiosa a lor quiete
ruppe ogni legge, e pietà misse in fondo;
lussuria entrò ne’ petti e quel furore
che la meschina gente chiama amore".

In cotal guisa rimordea sovente
l’altero giovinetto e sacri amanti,
come talor chi sé gioioso sente
non sa ben porger fede alli altrui pianti;
ma qualche miserello, a cui l’ardente
fiamme struggeano i nervi tutti quanti,
gridava al ciel: "Giusto sdegno ti muova,
Amor, che costui creda almen per pruova".

Ne fu Cupido sordo al piu lamento,
 e’ncominciò crudelmente ridendo:
"Dunque non sono idio? dunque è già spento
mie foco con che il mondo tutto accendo?
Io pur fei Giove mughiar fra l’armento,
io Febo drieto a Dafne gir piangendo,
io trassi Pluto delle infernal segge:
e che non ubidisce alla mia legge?

Io fo cadere al tigre la sua rabbia
al leone il fer rughio, al drago il fischio;
e quale è uom di sì secura labbia,
che fuggir possa il mio tenace vischio?
Or, ch’un superbo in sì vil pregio m’abbia
che di non esser dio vegna a gran rischio?
Or veggiàn se ’l meschin ch’Amor riprende,
da due begli occhi se stesso or difende".

Zefiro già, di be’ fioretti adorno,
avea de’ monti tolta ogni pruina;
avea fatto al suo nido già ritorno
la stanca rondinella peregrina;
risonava la selva intorno intorno
soavemente all’ôra mattutina,
e la ingegnosa pecchia al primo albore
giva predando ora uno or altro fiore.

L’ardito Iulio, al giorno ancora acerbo,
allor ch’al tufo torna la civetta,
fatto frenare il corridor superbo,
verso la selva con sua gente eletta
prese el cammino, e sotto buon riserbo
seguial de’ fedel can la schiera stretta;
di ciò che fa mestieri a caccia adorni,
con archi e lacci e spiedi e dardi e corni.

Già circundata avea la lieta schiera
il folto bosco, e già con grave orrore
del suo covil si destava ogni fera;
givan seguendo e bracchi il lungo odore;
ogni varco da lacci e can chiuso era,
di stormir d’abbaiar cresce il romore,
di fischi e bussi tutto il bosco suona,
del rimbombar de’ corni el cel rintruona.

Con tal romor, qualor più l’aer discorda,
di Giove il foco d’alta nube piomba;
con tal tumulto, onde la gente assorda,
dall’alte cataratte il Nil rimbomba;
con tale orror, del latin sangue ingorda,
sonò Megera la tartarea tromba.
Qual animal di stiza par si roda,
qual serra al ventre la tremante coda.

Spargesi tutta la bella compagna:
altri alle reti, altri alla via più stretta;
chi serba in coppia e can, chi gli scompagna;
chi già ’l suo ammette, chi ’l richiama e alletta;
chi sprona el buon destrier per la campagna;
chi l’adirata fera armato aspetta;
chi si sta sovra un ramo a buon riguardo,
chi in man lo spiede e chi s’acconcia el dardo.

Già le setole arriccia e arruota e denti
el porco entro ’l burron; già d’una grotta
spunta giù ’l cavriuol; già e vecchi armenti
de’ cervi van pel pian fuggendo in frotta;
timor gl’inganni della volpe ha spenti;
le lepri al primo assalto vanno in rotta;
di sua tana stordita esce ogni belva;
l’astuto lupo vie più si rinselva,

e rinselvato le sagace nare
del picciol bracco pur teme il meschino;
ma ’l cervio par del veltro paventare,
de’ lacci el porco o del fero mastino.
Vedesi lieto or qua or là volare
fuor d’ogni schiera il gioven peregrino;
pel folto bosco el fer caval mette ale,
e trista fa qual fera Iulio assale.

Quale el centaur per la nevosa selva
di Pelio o d’Elmo va feroce in caccia,
dalle lor tane predando ogni belva:
or l’orso uccide, or al lion minaccia;
quanto è più ardita fera più s’inselva,
e ’l sangue a tutte drento al cor s’aghiaccia;
la selva trema e gli cede ogni pianta,
gli arbori abbatte o sveglie, o rami schianta.

Ah quanto a mirar Iulio è fera cosa
romper la via dove più ’l bosco è folto
per trar di macchia la bestia crucciosa,
con verde ramo intorno al capo avolto,
colla chioma arruffata e polverosa,
e d’onesto sudor bagnato il volto!
Ivi consiglio a sua fera vendetta
prese Amor, che ben loco e tempo aspetta;

e con sua man di leve aier compuose
l’imagin d’una cervia altera e bella:
con alta fronte, con corna ramose,
candida tutta, leggiadretta e snella.
E come tra le fere paventose
al gioven cacciator s’offerse quella,
lieto spronò il destrier per lei seguire,
pensando in brieve darli agro martire.

Ma poi che ’nvan dal braccio el dardo scosse,
del foder trasse fuor la fida spada,
e con tanto furor il corsier mosse,
che ’l bosco folto sembrava ampia strada.
La bella fera, come stanca fosse,
più lenta tuttavia par che sen vada;
ma quando par che già la stringa o tocchi,
picciol campo riprende avanti alli occhi.

Quanto più segue invan la vana effigie,
tanto più di seguirla invan s’accende;
tuttavia preme sue stanche vestigie,
sempre la giunge, e pur mai non la prende:
qual fino al labro sta nelle onde stigie
Tantalo, e ’l bel giardin vicin gli pende,
ma qualor l’acqua o il pome vuol gustare,
subito l’acqua e ’l pome via dispare.

Era già drieto alla sua desianza
gran tratta da’ compagni allontanato,
né pur d’un passo ancor la preda avanza,
e già tutto el destrier sente affannato;
ma pur seguendo sua vana speranza,
pervenne in un fiorito e verde prato:
ivi sotto un vel candido li apparve
lieta una ninfa, e via la fera sparve.

La fera sparve via dalle suo ciglia,
ma ’l gioven della fera ormai non cura;
anzi ristringe al corridor la briglia,
e lo raffrena sovra alla verdura.
Ivi tutto ripien di maraviglia
pur della ninfa mira la figura:
parli che dal bel viso e da’ begli occhi
una nuova dolcezza al cor gli fiocchi.

Qual tigre, a cui dalla pietrosa tana
ha tolto il cacciator li suoi car figli;
rabbiosa il segue per la selva ircana,
che tosto crede insanguinar gli artigli;
poi resta d’uno specchio all’ombra vana,
all’ombra ch’e suoi nati par somigli;
e mentre di tal vista s’innamora
la sciocca, el predator la via divora.

Tosto Cupido entro a’ begli occhi ascoso,
al nervo adatta del suo stral la cocca,
poi tira quel col braccio poderoso,
tal che raggiugne e l’una e l’altra cocca;
la man sinistra con l’oro focoso,
la destra poppa colla corda tocca:
né pria per l’aer ronzando esce ’l quadrello,
che Iulio drento al cor sentito ha quello.

Ahi qual divenne! ah come al giovinetto
corse il gran foco in tutte le midolle!
che tremito gli scosse il cor nel petto!
d’un ghiacciato sudor tutto era molle;
e fatto ghiotto del suo dolce aspetto,
giammai li occhi da li occhi levar puolle;
ma tutto preso dal vago splendore,
non s’accorge el meschin che quivi è Amore.

Non s’accorge ch’Amor lì drento è armato
per sol turbar la suo lunga quiete;
non s’accorge a che nodo è già legato,
non conosce suo piaghe ancor segrete;
di piacer, di disir tutto è invescato,
e così il cacciator preso è alla rete.
Le braccia fra sé loda e ’l viso e ’l crino,
e ’n lei discerne un non so che divino.

Candida è ella, e candida la vesta,
ma pur di rose e fior dipinta e d’erba;
lo inanellato crin dall’aurea testa
scende in la fronte umilmente superba.
Rideli a torno tutta la foresta,
e quanto può suo cure disacerba;
nell’atto regalmente è mansueta,
e pur col ciglio le tempeste acqueta.

Folgoron gli occhi d’un dolce sereno,
ove sue face tien Cupido ascose;
l’aier d’intorno si fa tutto ameno
ovunque gira le luce amorose.
Di celeste letizia il volto ha pieno,
dolce dipinto di ligustri e rose;
ogni aura tace al suo parlar divino,
e canta ogni augelletto in suo latino.

Con lei sen va Onestate umile e piana
che d’ogni chiuso cor volge la chiave;
con lei va Gentilezza in vista umana,
e da lei impara il dolce andar soave.
Non può mirarli il viso alma villana,
se pria di suo fallir doglia non have;
tanti cori Amor piglia fere o ancide,
quanto ella o dolce parla o dolce ride.

Sembra Talia se in man prende la cetra,
sembra Minerva se in man prende l’asta;
se l’arco ha in mano, al fianco la faretra,
giurar potrai che sia Diana casta.
Ira dal volto suo trista s’arretra,
e poco, avanti a lei, Superbia basta;
ogni dolce virtù l’è in compagnia,
Biltà la mostra a dito e Leggiadria.

Ell’era assisa sovra la verdura,
allegra, e ghirlandetta avea contesta
di quanti fior creassi mai natura,
de’ quai tutta dipinta era sua vesta.
E come prima al gioven puose cura,
alquanto paurosa alzò la testa;
poi colla bianca man ripreso il lembo,
levossi in piè con di fior pieno un grembo.

Già s’inviava, per quindi partire,
la ninfa sovra l’erba, lenta lenta,
lasciando il giovinetto in gran martire,
che fuor di lei null’altro omai talenta.
Ma non possendo el miser ciò soffrire,
con qualche priego d’arrestarla tenta;
per che, tutto tremando e tutto ardendo,
così umilmente incominciò dicendo:

"O qual che tu ti sia, vergin sovrana,
o ninfa o dea, ma dea m’assembri certo;
se dea, forse se’ tu la mia Diana;
se pur mortal, chi tu sia fammi certo,
ché tua sembianza è fuor di guisa umana;
né so già io qual sia tanto mio merto,
qual dal cel grazia, qual sì amica stella,
ch’io degno sia veder cosa sì bella".

Volta la ninfa al suon delle parole,
lampeggiò d’un sì dolce e vago riso,
che i monti avre’ fatto ir, restare il sole:
ché ben parve s’aprissi un paradiso.
Poi formò voce fra perle e viole,
tal ch’un marmo per mezzo avre’ diviso;
soave, saggia e di dolceza piena,
da innamorar non ch’altri una Sirena:

"Io non son qual tua mente invano auguria,
non d’altar degna, non di pura vittima;
ma là sovra Arno innella vostra Etruria
sto soggiogata alla teda legittima;
mia natal patria è nella aspra Liguria,
sovra una costa alla riva marittima,
ove fuor de’ gran massi indarno gemere
si sente il fer Nettunno e irato fremere.

Sovente in questo loco mi diporto,
qui vegno a soggiornar tutta soletta;
questo è de’ mia pensieri un dolce porto,
qui l’erba e’ fior, qui il fresco aier m’alletta;
quinci il tornare a mia magione è accorto,
qui lieta mi dimoro Simonetta,
all’ombre, a qualche chiara e fresca linfa,
e spesso in compagnia d’alcuna ninfa.

[...]







PIETRO BEMBO [17.528] Poeta de Italia

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Pietro Bembo

Pietro Bembo. (Venecia, 20 de mayo de 1470 – Roma, 18 de enero de 1547) fue un cardenal, humanista, filólogo, escritor, poeta, traductor y erudito italiano.


Sogno, 1492-1494

Hijo de una noble familia, su padre, Bernardo, era patricio y embajador veneciano y tan amante de la literatura que llegó a levantar un monumento a Dante en Rávena. Erigió luego uno en Florencia (1478–1480) y, más tarde, otro en Ferrara (1498). De esta suerte pudo conocer las cortes de Lorenzo el Magnífico y de Alfonso de Este, en las cuales los literatos eran muy apreciados. Con sus primeras experiencias cortesanas se mezclaron los estudios clásicos realizados en la escuela mesinesa del helenista Constantino Lascaris (1492) y, en Padua, bajo la dirección de Nicolò Leonico Tomeo.

El generoso acogimiento de Guidobaldo de Montefeltro y de su esposa Isabel Gonzaga, objeto del cálido elogio del autor, le disuadieron de su intento de retirarse a la abadía de la Croce dell'Avellana, cerca de Urbino. Por lo demás el carácter de Pietro Bembo no se avenía bien con la humildad monástica, no sólo por su independencia, sino por los gustos que demostraba a la manera de su modelo, el humanista Petrarca. Residió en Urbino entre los años 1506 y 1512, y allí conoció al gran pintor Rafael y al cardenal Juan de Médicis, el futuro papa León X.

Gracias a Julio de Médici, tomó el cargo de secretario personal de éste cuando fue nombrado pontífice, con el nombre de Clemente VII, y marchó a Roma como secretario de cartas latinas para redactar en perfecto latín ciceroniano las bulas pontificias. Este período romano (1512–1519) es denominado «ciceroniano» a causa de su defensa de la imitatio ciceroniana (imitación de la lengua y sintaxis de un sólo autor latino considerado modélico, Cicerón) frente a la imitatio eclectica que pregonaban los humanistas discípulos de Erasmo de Rotterdam (imitación de lo mejor del latín de distintos autores).


El comienzo del De Aetna, opúsculo escrito por Bembo.

A la muerte del papa se trasladó de nuevo a Padua en 1521, lugar al que fueron a residir no pocos artistas del momento por la protección que allí se les dispensaba. Fue también la época de Gli asolani (Los asolanos) (1505), tres diálogos dedicados a Lucrecia Borgia, con la cual mantuvo un tórrido romance cuando la conoció en Ferrara en la corte de su marido, Alfonso d'Este. En esta obra desarrolla la teoría platónica del amor. También empezó a escribir las Prose della volgar lingua, Prosas sobre la lengua vulgar, publicadas más tarde en 1525; diálogos donde el erudito latinista, no sordo a las llamadas de la poesía en romance, llevó a cabo una admirable aproximación a las diversas teorías sobre el lenguaje e intentó construir una gramática de una lengua italiana que no existía, dispersa como estaba en numerosos dialectos; propuso tomar como modelo la lengua de Florencia y para ello propuso como modelo la lengua de Petrarca en la poesía y la de Giovanni Boccaccio en la prosa. Afirmó ya sin contemplaciones la necesidad de dignificar (nobilitare) el idioma vulgar igualándolo en regularidad al latín.

Al mismo tiempo que completaba las Prose della volgar lingua, entre 1521 y 1525, enriquecía con glosas la nueva edición del Canzoniere de Petrarca, con ayuda de su amigo el impresor y humanista veneciano Aldo Manucio. En Roma conoció a Faustina della Morosina, que le dio tres hijos, pero con la cual no se casó para no perder los beneficios eclesiásticos. El Carteggio d´amore (1500) es un epistolario que ofrece un valioso testimonio de otro amor suyo, el que profesó a María Savorgnan, largo tiempo envuelto en el misterio. Establecido en Padua, Bembo fue llamado por la Signoria a Venecia en 1529 para escribir la historia de la República de Venecia y dirigir la Biblioteca Nicena, actualmente Marciana o de San Marcos. Dentro de la primera de estas actividades reanudó la obra ya iniciada por Sabellico escribiendo en latín los Rerum Venetarum historiae libri XII, historia de Venecia entre 1487 y 1513, impresa en 1551, que luego tradujo al idioma vulgar. Su poesía latina está recogida en Carmina (Venecia 1533).

Acerca de las Prosas dijo Varchi que los italianos deben estar agradecidos a Bembo por haber quitado de su lengua la herrumbre de los siglos pretéritos. En 1529 aparecieron las Rime (Rimas), poemas que refundan, continúan y refuerzan la tradición del petrarquismo. Entre ellas figura su famoso soneto "A Italia":

Oh tú del mundo la más bella parte,
que ciñe el vasto mar y el Alpe cierra,
oh dulce, alegre, deleitosa tierra;
que alto y soberbio el Apenino parte.

En vano el pueblo te dejó de Marte
señora de la mar y de la tierra,
hoy tus antiguas siervas te hacen guerra
y no cesan de herirte y de pegarte.

Ni falta entre tus hijos quien ajeno
poder devastador convide y llame
y hunda su espada en tu materno seno;

no queda ya quien te respete y ame.
¡Oh duro siglo de maldades lleno!
¡Oh estirpe vil, degenerada, infame!

(traducción decimonónica de Clemente Althaus)

En 1539 Paulo III confería al humanista la púrpura cardenalicia (Morosina había muerto el 13 de agosto de 1535 y Bembo contaba entonces casi sesenta años). En el último periodo de su vida aumentaron los honores y recibió los episcopados de Gubbio (1541) y el arzobispado de Bérgamo (1544) sin obligación de residencia. La muerte de Morosina le hizo volverse a las lecturas piadosas y los escritos de los Santos Padres en detrimento de los clásicos grecolatinos. Luego volvió a Roma, donde fue uno de los candidatos al pontificado con más posibilidades y allí falleció.

A Bembo se le debe sobre todo la sistematización y vulgarización del humanismo que representaba la conclusión natural del Renacimiento. Fue un lector compulsivo desde que en su infancia accediera a los libros de la rica biblioteca paterna, y un gran conocedor de las obras clásicas grecolatinas, así como también de sus contemporáneos. Escribía con igual perfección en latín que en italiano, muy influenciado empero por el modelo de Cicerón.



OCTAVA RIMA 

En el lumbroso y fértil Oriente
Adonde más el cielo está templado,
Vive una sosegada y dulce gente,
La qual en solo amar pone el cuidado.

Esta jamás padece otro acídente
Sino es aquel que amores han causado;
Aquí gobierna y siempre gobernó
Aquella reina que en la mar nació.

Aquí su cetro y su corona tiene,
Y desde aquí sus dádivas reparte; 
Aquí su ley y su poder mantiene
Mucho mejor que en otra qualquier parte;
Aquí si querelloso alguno viene,
Sin quexa y sin pesar luego se parte;
Aquí se gozan todos en sus llamas,
Presentes las figuras de sus damas.

Amor es todo quanto aquí se trata;
Es la sazón del tiempo enamorada;
Todo muere de amor ó de amor mata:
Sin amor no veréis ni una pisada;
De amores se negocia y se barata;
Toda la tierra en esto es ocupada;
Si veis bullir de un árbol una hoja,
Diréis que amor aquello se os antoja.

Amor los edificios representan,
Y aun las piedras aquí diréis que aman;
Las fuentes así blandas se presentan,
Que pensareis que lágrimas derraman;
Los ríos al correr de amor os tientan,
Y amor es lo que suenan y reclaman;
Tan sabrosos aquí soplan los vientos,
Que os mueven amorosos pensamientos.

Sobre una fresca, verde y grande vega
La casa de esta reyna está asentada;
Un río al derredor toda la riega,
De árboles la ribera está sembrada;
La sombra de los quales al sol niega,
En el solsticio, la caliente entrada;
Los árboles están llenos de ñores,
Por do cantando van los ruyseñores.

Otros arroyos mil andan corriendo,
Acá y allá sus vueltas rodeando,
Diversos labyrintos componiendo,
Los unos por los otros travesando;
Las flores de los árboles cayendo,
Las dulces aguas andan meneando; 
Y cada flor que destas allí cae,
Parece que al caer amor la trae.

Aquí veréis mil chozas naturales
De diferentes árboles compuestas,
Con los asientos dentro de cristales,
Cerca las unas de las otras puestas,
En estas los que son de amor iguales,
Andan en sus demandas y respuestas;
Y confieren aquí sus pensamientos,
Sus placeres y sus contentamientos.

El dios de amor armado con sus flechas,
Soberbio, por aquí todo lo hiere;
Trae mil muertes hechas y derechas,
Para tirar á todos los que quiere.
Dos fraguas tiene, en dos contrarios hechas,
Por las quales el mundo vive y muere:
En la una se labran los amores,
Los odios en la otra, y desamores.

Un alta torre puesta en tierra llana
Tiene este niño en medio desta tierra;
Súbese aquí la tarde y la mañana,
Para hacer con sus saetas guerra;
Al que hiere una vez nunca le sana,
No viendo lo que hace jamás yerra;
Al principio no duelen sus heridas;
Mas después, guay de las cuitadas vidas !

Desde lo alto las quatro partes mira
De nuestro mundo, y todo en un instante;
Su ceguedad entonces es mentira,
Pasa su ver mil tierras adelante.
Sus flechas atraviesan, quando tira,
La Tile, ó el Ganges, Taprobane, Atlante;
Por los desiertos caen mil llagados,
Mas caen muchos más por los poblados.

Después que de tirar está cansado,
Desciende desta torre el gran Cupido, 
De otros mil Cupiditos rodeado,
Que llevan del cadaño su partido;
Estos también de amores dan cuidado,
Y saben dar la llaga en el sentido;
Dan llagas, pero dan llagas vulgares,
Con vulgares placeres y pesares.

Traen también sus arcos y saetas,
Mas tráenlas sin hierros desarmadas;
Y así son sus heridas imperfetas,
Hechas en gentes baxas y cuitadas;
Destos salen concordias indiscretas,
No pensadas jamás ni concertadas;
No concluyen en camas, ni en estrados,
Sino en rincones sucios, desastrados.

En un lugar postrero desta tierra
Hay otra casa, en una gran hondura,
Cubierta casi toda de una sierra,
Cerrada al derredor de alta espesura;
Aquí jamás el sol claro se encierra,
Todo es tiniebla y todo es noche escura;
El triste morador que mora dentro,
Es de dolor y de tristeza el centro.

No hay cosa en ella para descansaros,
Ni suelo apenas en que reposéis;
No veréis cama do podáis echaros,
Ni silla, ni otro asiento en que os sentéis;
Mil veces estaréis para ahorcaros,
Y aun no os consentirán que os ahorquéis;
No hay muerte allí sino para temella,
Ó por mejor hablar, para querella.

Está su dueño siempre rezongando,
Lo que dice jamás os lo declara;
Acá y allá se anda paseando
Con nuevas doloridas en su cara;
Si porfiáis con él estaos matando,
Haceos la luz escura de muy clara; 
Y aun las veces que acierta á estar contento,
Siempre os dexa con un remordimiento.

No se come ni bebe en esta casa,
Porque tienen de yerbas gran sospecha;
El fuego que hay es una sola brasa
Tan muerta, que está ya ceniza hecha;
Mas si se enciende alguna vez, abrasa
El monte y la morada, y flamas echa:
Flamas que llegan hasta los vecinos,
A dalles sobresaltos muy continos.

Su dueño y morador es conocido,
Tanto que estoy por no decir su nombre;
Zelos se llama, y dicen que es nacido
Como nosotros, de muger y hombre;
Sobre ser temeroso es tan temido,
Que desto solo alcanza su renombre;
De seso están sus ojos tan ágenos,
Que siempre es lo que vee más ó menos.

De aquí los truenos salen y los rayos,
Que en sana paz nos hieren y nos matan;
Hácense aquí los ásperos desmayos,
Que en medio del placer nos desbaratan;
De dolores aquí son los ensayos
Que nos trastornan, atan y desatan;
Aquí se mudan todas las blanduras
En otros tantos males y tristuras.





A Italia

Oh tú del mundo la más bella parte,
que ciñe el vasto mar y el Alpe cierra,
oh dulce, alegre, deleitosa tierra;
que alto y soberbio el Apenino parte.

En vano el pueblo te dejó de Marte 
señora de la mar y de la tierra,
hoy tus antiguas siervas te hacen guerra
y no cesan de herirte y de pegarte.

Ni falta entre tus hijos quien ajeno
poder devastador convide y llame 
y hunda su espada en tu materno seno;

no queda ya quien te respete y ame.
¡Oh duro siglo de maldades lleno!
¡Oh estirpe vil, degenerada, infame! 





RIME DE PIETRO BEMBO:

Para visto por la revisión de la fe, y la aprobación de PF Andrea Bonfadio Inquisidor General del Santo Oficio de Bérgamo en el libro titulado Rime de M. Pietro Bembo, registros colina Anton-Federco Seghezzi, y la vida de nuevo reconstruida sobre la de Mons. Ménsulas de Pier-Antonio Serassi c. No v'esser cos'alcuna contra S. fe católica; y lo mismo para nuestro certificado del Secretario, nada en contra de los Príncipes y las buenas costumbres; Concesión de licencia a Peter Lancellotti Impresora de Bérgamo, que puede ser impreso, la observación de las órdenes relativas a las impresiones, y la presentación de los ejemplares habituales a las Bibliotecas Públicas de Venecia y Padua. 
Dat. 17 de mayo de 1753.



                  SONETTO  I.

      Piansi e cantai lo strazio e l'aspra guerra, 
Ch'i' ebbi a sostener molti e molti anni 
E la cagion di così lunghi affanni, 
Cose prima non mai vedute in terra.

      Dive, per cui s'apre Elicona e serra, 
Use far a la morte illustri inganni, 
Date allo stil, che nacque de' miei danni, 
Viver, quand'io sarò spento e sotterra.

      Che potranno talor gli amanti accorti, 
Queste rime leggendo, al van desio 
Ritoglier l'alme col mio duro exempio,

      E quella strada, ch'a buon fine porti, 
Scorger da l'altre, e quanto adorar Dio 
Solo si dee nel mondo, ch'è suo tempio.



                    SONETTO  II.

      Io, che già vago e sciolto avea pensato 
Viver quest'anni, e sì di ghiaccio armarme 
Che fiamma non potesse omai scaldarme, 
Avampo tutto e son preso e legato.

      Giva solo per via, quando da lato 
Donna scesa dal ciel vidi passarme, 
E per mirarla, a pie mi cadder l'arme, 
Che tenendo, sarei forse campato.

      Nacque ne l'alma insieme un fiero ardore, 
Che la consuma, e bella mano avinse 
Catene al collo adamantine e salde.

      Tal per te sono, e non men pento, 
Amore, purché tu lei, che sì m'accese e strinse, 
Qualche poco, Signor, leghi e riscalde.



                  SONETTO  III.

      Sì come suol, poi che 'l verno aspro e rio 
Parte e dà loco a le stagion migliori, 
Giovene cervo uscir col giorno fuori 
Del solingo suo bosco almo natio,

      Et or su per un colle, or lungo un rio
Gir lontano da case e da pastori,
Erbe pascendo rugiadose e fiori,
Ovunque più ne 'l porta il suo desio;

      Né teme di saetta o d'altro inganno, 
Se non quand'egli è colto in mezzo 'l fianco 
Da buon arcier, che di nascosto scocchi;

Tal io senza temer vicino affanno 
Moss'il piede quel dì, che i be' vostr'occhi 
Me 'mpiagar, Donna, tutto 'l lato manco.



                SONETTO  IV.

      Picciol cantor, ch'al mio verde soggiorno 
Non togli ancor le tue note dolenti, 
Ben riconosco in te gli usati accenti, 
ma io, qual me n'andai, lasso, non torno.

      Alta virtute e bel sembiante adorno 
Dier lo mio debil legno a fieri venti: 
Tosto avrai tu, chi suoi novi lamenti 
Giunga agli antichi tuoi la notte e 'l giorno.

      Già m'hai veduto a questo fido orrore 
Venir co' miei pensieri amici appresso, 
E lieto, et io di me vivea signore.

      Or mi vedrai col mio nimico expresso, 
E far de la mia pena cibo al core, 
Del ciglio altrui sproni e freno a me stesso.



                 SONETTO  V.

      Crin d'oro crespo e d'ambra tersa e pura, 
Ch'all'aura su la neve ondeggi e vole, 
Occhi soavi e più chiari che 'l sole, 
Da far giorno seren la notte oscura,

     Riso, ch'acqueta ogni aspra pena e dura, 
Rubini e perle, ond'escono parole 
Sì dolci, ch'altro ben l'alma non vòle, 
Man d'avorio, che i cor distringe e fura,

      Cantar, che sembra d'armonia divina, 
Senno maturo a la più verde etade, 
Leggiadria non veduta unqua fra noi,

      Giunta a somma beltà somma onestade, 
Fur l'esca del mio foco, e sono in voi 
Grazie, ch'a poche il ciel largo destina.



                 SONETTO  VI.

      Moderati desiri, immenso ardore, 
Speme, voce, color cangiati spesso, 
Veder, ove si miri, un volto impresso, 
E viver pur del cibo, onde si more,

      Mostrar a duo begli occhi aperto il core, 
Far de le voglie altrui legge a se stesso, 
Con la lingua e lo stil lunge e da presso 
Gir procacciando a la sua donna onore,

      Sdegni di vetro, adamantina fede, 
Sofferenza lo schermo e di pensieri alti 
Lo stral e 'l segno opra divina,

      E meritar e non chieder mercede, 
Fanno 'l mio stato, e son cagion ch'io speri 
Grazie, ch'a pochi il ciel largo destina.



                  SONETTO  VII.

      Poi ch'ogni ardir mi circonscrisse Amore 
Quel dì, ch'io posi nel suo regno il piede, 
Tanto ch'altrui, non pur chieder mercede, 
Ma scoprir sol non oso il mio dolore,

      Avess'io almen d'un bel cristallo il core, 
Che, quel ch'i' taccio e Madonna non vede 
De l'interno mio mal, senza altra fede 
A' suoi begli occhi tralucesse fore;

      Ch'io spererei de la pietate ancora 
Veder tinta la neve di quel volto, 
Che 'l mio sì spesso bagna e discolora.

      Or che questo non ho, quello m'è tolto, 
Temo non voglia il mio Signor, ch'io mora: 
La medicina è poca, il languir molto.



              SONETTO  VIII.

      Ch'io scriva di costei, ben m'hai tu detto 
Più volte, Amor; ma ciò, lasso, che vale? 
Non ho né spero aver da salir ale, 
Terreno incarco a sì celeste obietto.

      - Ella ti scorgerá, ch'ogni imperfetto 
Desta a virtute, e di stil fosco e frale 
Potrà per grazia far chiaro immortale, 
Dandogli forma da sì bel suggetto.

      Forse non degna me di tanto onore;
Anzi nessun; pur se ti fidi in noi; 
Esser può, ch'arco in van sempre non scocchi.

      Ma che dirò, Signor, prima? che poi?
Quel, ch'io t'ho già di lei scritto nel core; 
E quel, che leggerai ne' suoi begli occhi.



                  SONETTO  IX.

       Di que' bei crin, che tanto più sempre amo, 
Quanto maggior rnio mal nasce da loro,
Sciolto era il nodo, che del bel tesoro 
M'asconde quel, ch'io più di mirar bramo;

      E 'l cor, che 'ndarno or lasso a me richiamo, 
Volò subitamente in quel dolce oro,
E fe' come augellin tra verde alloro, 
Ch'a suo diletto va di ramo in ramo.

      Quando ecco due man belle oltra misura, 
Raccogliendo le treccie al collo sparse, 
strinservi dentro lui, che v'era involto.

      Gridai ben io, ma le voci fe' scarse 
Il sangue, che gelò per la paura: 
Intanto il cor mi fu legato e tolto.



            SONETTO  X.

       Usato di mirar forma terrena 
Quest'anni adietro e torbido splendore, 
Vidi la fronte, di celeste onore 
Segnata e più che sol puro serena.

      Corsemi un caldo allor di vena in vena 
Dolce et acerbo e passò dentro al core, 
Del qual poi vissi, come volle Amore, 
Ch'or pace e gioia, or mi dà guerra e pena.

      La pena è sola, ma la gioia mista 
D'alcun tormento sempre, e quella pace 
Poco secura, onde mia vita è trista.

      E 'l divin chiaro sguardo sì mi piace, 
Ch'io ritorno a perir de la sua vista, 
Come farfalla, al lume che la sface.



              SONETTO  XI.

      Ove romita e stanca si sedea 
Quella, in cui sparse ogni suo don natura, 
Guidommi Amor, e fu ben mia ventura, 
Che più felice farmi non potea.

      Raccolta in sé, co' suoi pensier parea 
Ch'ella parlasse; ond'io, che tema e cura 
Non ho mai d'altro, a guisa d'uomi che fura, 
Di paura e di speme tutto ardea.

      E tanto in quel sembiante ella mi piacque, 
Che poi per meraviglia oltre pensando, 
Infinita dolcezza al cor mi nacque;

      E crebbe allor che 'l bel fianco girando 
Mi vide, e tinse il viso, e poi non tacque, 
Tu pur qui se', ch'io non so come, o quando. -

             

    SONETTO  XII.

       Amor, che meco in quest'ombre ti stavi, 
Mirando nel bel viso di costei, 
Quel dì che volentier detto l'avrei 
Le mie ragion, ma tu mi spaventavi,

      Ecco l'erbetta, e i fior lieti e soavi, 
Che preser nel passar vigor da lei, 
E 'l ciel, ch'acceser que' begli occhi rei, 
Che tengon del mio petto ambe le chiavi.

      Ecco ove giunse prima e poi s'assise, 
Ove ne scorse, ove chinò le ciglia, 
Ove parlò Madonna, ove sorrise.

      Qui come suoi, chi se stesso consiglia, 
Stette pensosa: o sue belle divise, 
Come m'avete pien di meraviglia!

             

 SONETTO  XIII.

     Occhi leggiadri, onde sovente Amore 
Move lo stral, che la mia vita impiaga, 
Crespo dorato crin, che fai sì vaga 
L'altrui bellezza e 'l mio foco maggiore,

      E voi, man preste a distenermi 'l core
E più profonda far la mortal piaga,
Se del vedervi sol l'alma s'appaga,
Perché sì rado vi mostrate fore?

      Non ti doler di noi, che ne convene 
Seguir le voglie de la donna nostra: 
Dì questo a lei, che 'n tal guisa ne tene.

      Pur potess'io; ma con la vista vostra 
M'abbaglia sì, ch'a forza le mie pene 
Oblio tutte, ov'ella mi si mostra.

               

SONETTO XIV.

     Porto, se 'l valor vostro arme e perigli 
Guerreggiando piegâr né mica unquanco, 
E Marte v'ha tra' suoi più cari figli, 
Difendervi d'Amor non potrete anco.

      Non vai, perch'uom di ferro il petto e 'l fianco
Si copra, e spada in mano o lancia pigli,
Con lui, che spesso Giove e tutto stanco
Ha 'l ciel, non ch'ei qua giù turbe e scompigli.

      Più gioverà mostrarvi umile e piano 
e volontariamente preso andarne,
com'ho fatt'io, che contrastar in vano.

      Anzi pregate, poi ch'egli ha in sua mano 
Nostra vita, né pote altro salvarne, 
Vi doni a cor non da pietà lontano.

         

 CANZONE I   (XV.)

      Tutto quel che felice et infelice
Viverò per inanzi, a voi si scriva,
Del mio bene e mal sola radice,
Fonte onde 'l mio stato si deriva: 
Che tante cose Amor di voi mi dice,
Tante ne leggon le mie fide scorte 
Negli occhi, ond'è la face sua più viva; 
Ch'i' voglio anzi per voi tormento e morte, 
Che viver e gioir in altra sorte.

       


 CANZONE II:  (XVI.)

     La mia leggiadra e candida angioletta, 
Cantando a par de le Sirene antiche, 
Con altre d'onestade e pregio amiche 
Sedersi a l'ombra in grembo de l'erbetta
Vid'io pien di spavento:
Perch'esser mi parea pur su nel cielo,
Tal di dolcezza velo 
Avolto avea quel punto agli occhi miei. 
E già dicev'io meco: o stelle, o dei, 
O soave concento! 
Quand'i m'accorsi ch'ell'eran donzelle, 
Liete, secure e belle. 
Amore, io non mi pento 
D'esser ferito de la tua saetta, 
S'un tuo sì picciol ben tanto diletta.

        


CANZONE III.     (XVII.)

      Or che non s'odon per le fronde i venti, 
Né si vede altro che le stelle e 'l cielo, 
Poi che scampo non ho dal mio bel sole, 
Se non quest'un, del suo celeste lume
Conven ch'io parli, e come foco e ghiaccio
Fa di me spesso fuor d'usanza e tempo.

      Forse fia questo aventuroso tempo 
A le mie voci, e gli amorosi venti, 
Ch'io movo di sospiri al duro ghiaccio, 
Faran del mio languir pietate al cielo: 
A Madonna non già, che tanto lume 
A le tenebre mie non porta il sole.

      Or dico che di me, sì come il sole 
Muta girando le stagioni e 'l tempo,
Fa l'altero fatal mio vivo lume:
Ch'or provo in me sereno, or nube, or venti,
Or pioggie, e spesso nel più freddo cielo
Son foco e nel più caldo neve e ghiaccio.

      Foco son di desio, di tema ghiaccio,
Qualor si mostra agli occhi miei quel sole,
Ch'abbaglia più che l'altro, ch'è su in cielo:
Seren la pace e nubiloso tempo
Son l'ire e 'l pianto pioggia, i sospir venti,
Che move spesso in me l'amato lume.

      Così sol per virtù di questo lume
Vivendo ho già passato il caldo e 'l ghiaccio,
Senza temer che forza d'altri venti
Turbasse un raggio mai di sì bel sole
Per chinar pioggia o menar fosco tempo,
Grazia e mercé del mio benigno cielo.

      E prima fia di stelle ignudo il cielo 
E 'l giorno andrà senza l'usato lume, 
Ch'io muti stile o volontà per tempo; 
Né spero già scaldar quel cor di ghiaccio,
Per provar tanto, ai raggi del mio sole,
Foco, gelo, seren, nube, acque e venti.

      Quanto soffiano i venti e volge il cielo, 
Non vide il sol giamai si chiaro lume, 
Pur che 'l ghiaccio scacciasse un caldo tempo.

           


CANZONE IV. (XVIII)

      Amor la tua virtute
Non è dal mondo e dalla gente intesa:
Che da viltate offesa
Segue suo danno, e fugge sua salute.
Ma se fosser tra noi ben conosciute
L'opre tue, come là dove risplende
Più del tuo raggio puro;
Cammin diritto e securo
Prenderia nostra vita, che no 'l prende,
E tornerian con la prima beltade
Gli anni dell'oro, e la felice etade.

          


CANZONE V.   (XIX).

     Come si converria, de' vostri onori 
S'io non canto, Madonna, e non ragiono, 
Ben me ne dee venir da voi perdono: 
Che da la chiara e gran virtute vostra,
Ch'è quasi un sol, ch'ogni altro lume adombra,
E da quella celeste alma beltade,
Cui par non vide o questa od altra etade,
Quand'io vo per ritrarle,
Tal diletto, e sì novo a me si mostra,
Che l'alma in tanto resta vinta e sgombra
Di saper, e lo stil non può formarle,
Ch'al ver non sian pur come sogno et ombra;
Se non in quanto a voi fan puro dono
De la mia fede e testimon ne sono.

        

LUDOVICO ARIOSTO [17.529] Poeta de Italia

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Ludovico Ariosto

Ludovico Ariosto (Reggio Emilia, 8 de septiembre de 1474 - Ferrara, 6 de julio de 1533) fue un poeta italiano, autor del poema épico Orlando furioso (1516). Además de su personalidad de poeta de gran renombre, escribió para la escena obras como: Arquilla, Los supuestos, El nigromante, La alcahueta y Los estudiantes, entre otras.

Ariosto se destacó por su estilo que maravillaba por las sutiles descripciones que hacía de la felicidad, la naturaleza y el amor. También escribió sobre la pérdida de la esperanza y de la fe. Es considerado el poeta épico más notable de su siglo.

Su poema épico Orlando furioso constituye una continuación del poema épico inacabado Orlando enamorado, del poeta italiano Matteo Maria Boiardo, y trata del amor del paladín Orlando por Angélica en el marco de las leyendas de Carlomagno y de la guerra de los caballeros cristianos contra los sarracenos. Obra maestra del Renacimiento, se estructura en 46 cantos compuestos en ágiles octavas, y en él Ariosto hace gala de un profundo lirismo, de extraordinaria imaginación y habilidades narrativas y de un finísimo sentido del humor.

Considerado por muchos críticos como uno de los mejores poemas épicos de todos los tiempos por su vigor y dominio técnico del estilo, toda la obra pretende rendir tributo a la familia de Este, protectora del poeta, encarnada en la figura de su ilustre fundador Ruggero, cuya vida aparece transmutada y enaltecida en la figura del héroe, Orlando. Popular de inmediato en toda Europa a partir de su publicación en 1516, el poema influyó decisivamente en los poetas renacentistas.

El Renacimiento italiano llegó a su cenit con la figura de Ariosto. Miembro de una familia aristocrática, ya desde joven recibió el apoyo de la casa de Este, una familia de mecenas renacentista en cuya corte permaneció de 1503 a 1517. Hombre de mundo y artista refinado, su gran poema es el Orlando furioso, escrito entre 1506 y 1516, año de su publicación; aunque la corrección definitiva no fue concluida hasta 1532.

Ariosto murió de tuberculosis en la ciudad italiana de Ferrara el 6 de julio de 1533.



Orlando furioso canto I

Las damas, héroes, armas, el decoro, 
amor, audaces obras ahora canto 
del tiempo en que pasó de África el moro 
cruzando el mar, y a Francia afligió tanto, 
siguiendo el juvenil furor a coro 
de Agramante su rey, que henchido y cuánto, 
quiso vengar la muerte de Troyano 
en Carlomagno, emperador romano. 

2 Diré también de Orlando en este trino 
cosa no dicha nunca en prosa o rima, 
pues loco y en furor de amor devino 
hombre que antes gozó por sabio estima; 
si de esa que me trae casi en tal tino 
que el poco ingenio a ras a ras me lima, 
me es concedido verso limpio y neto 
que me baste a cumplir cuanto hoy prometo. 

3 Os plegue, hercúlea prole generosa, 
ornato y esplendor del siglo nuestro, 
Hipólito, aceptar esto que osa 
y daros sólo alcanza un siervo vuestro. 
Lo que os debo, señor, puedo con prosa 
pagar en parte en obra que aquí os muestro: 
nadie diga de mí cuán poco abono 
que, cuanto os puedo dar, todo eso os dono. 

4 Entre la flor de la caballería 
que un tiempo fue y mi rima hoy atestigua, 
oiréis de aquel Rogelio que fue un día 
de vos y vuestros padres cepa antigua. 
De sus hazañas y alta valentía 
sabréis si ahora atendéis mi pluma exigua, 
y un poco vuestro afán cede y se amansa 
de suerte que en mis versos hoy descansa. 

5 Orlando, que gran tiempo enamorado 
fue de Angélica bella en lazos reos, 
y en India, en Media, en Tartaria rehusado 
había por su amor sin par trofeos, 
con ella había a Poniente regresado 
donde al pie de los montes Pirineos 
con la gente de Francia y de Alemaña 
salía el rey francés a la campaña; 

6 para hacer que Agramante y que Marsilio 
lamentasen la fiera y loca saña 
de haber traído el uno por su auxilio 
cuanto apto era en África a campaña, 
y haber armado el otro en tal concilio 
contra el reino francés la esclava España. 
Llegó, pues, a propósito al suceso, 
mas presto se dolió de su regreso; 

7 porque le fue su dama arrebatada: 
¡cómo a menudo el juicio humano yerra! 
La que de Hesperia a la oriental contrada 
había amparado con tan larga guerra, 
ahora entre sus amigos, sin espada, 
se la arrebatan en su misma tierra. 
El sabio emperador, que hacer pavesa 
quiso la llama atroz, hizo la presa. 

8 Había trabado poco antes disputa 
Reinaldo con su primo el conde Orlando, 
pues ambos de beldad tan absoluta 
tenían de ardiente amor el pecho blando. 
Carlos, que aquella lid por mal reputa, 
pues de los dos malogra ayuda y mando, 
esta doncella, que la causa era, 
dejó en custodia al duque de Baviera; 

9 en premio prometiéndola al que de estos 
en ese asalto, en esa gran jornada 
matase mayor número de opuestos 
e hiciese obra más digna por su espada. 
Salieron del revés sus presupuestos, 
que en fuga huyó la gente bautizada, 
y con muchos fue el duque aprisionado, 
y solo el pabellón y abandonado. 

10 Del cual (después que allá permaneciera 
por galardón del que venciese al frente) 
la dama antes del mal huyó ligera 
a lomos de un caballo allí presente, 
previendo que aquel día adversa fuera 
la instable Suerte a la cristiana gente. 
Entró en un bosque, y en la angosta vía 
caballero topó que a pie venía. 

11 Calado el yelmo, la coraza puesta, 
la espada al cinto, y a su brazo escudo, 
más ligero corría por la floresta 
que al lienzo rojo va el gañán desnudo. 
Tímida pastorcilla el pie tan presta 
jamás volver ante la sierpe pudo, 
como Angélica el caballo volver trata, 
cuando del héroe que a pie va se cata. 

12 Era el infante el paladín gallardo, 
señor de Montalbán y de Aimón hijo, 
al que hurtado le fue el corcel Bayardo 
por caso que ahora es narrar prolijo. 
Al verla, aunque de lejos, no fue tardo 
en conocer con sumo regocijo 
el gesto y bella faz divina y leda 
que en la amorosa red lo trae y enreda. 

13 La dama vuelve su montura presta, 
y por la selva en frenesí se arroja; 
ni ya en rala ni en densa floresta 
la via más segura y franca antoja; 
mas, pálida, temblando y descompuesta 
deja al caballo que la senda escoja. 
De un lado a otro por la selva fiera 
tanto vagó, que vino a una ribera. 

14 Allí a Ferragús halla a destiempo 
de polvo lleno y todo sudoroso. 
De la batalla lo apartó ha ya tiempo 
deseo de beber y hacer reposo; 
mas resta, a su pesar, del contratiempo 
de ver que por beber avaricioso 
cayó el yelmo en el río por descuido 
y aún de él rescatarlo no ha podido. 

15 Todo lo fuerte que gritar podía, 
gritaba la doncella horrorizada. 
Salta ante aquella voz de la alegría 
el árabe, y veloz le echa mirada; 
y al punto ve a la hermana de Argalía, 
que, aunque es del miedo pálida y turbada 
y ha ya tiempo que nada sabe de ella, 
la sabe al punto Angélica la bella. 

16 Y, porque era cortés y asaz parece 
no menos que los dos primos él arda, 
toda merced de que es capaz le ofrece 
y, aun sin el yelmo, a dar favor no tarda; 
toma el arma y furioso comparece 
donde de él poco el franco se acobarda. 
Otras veces se habían no ya tratado, 
mas ya en las armas visto y ya probado. 

17 Trabaron, pues, una crüel batalla, 
los dos a pie con su tizona fiera: 
no ya el arnés, no ya la fina malla, 
el yunque tales golpes no sufriera. 
Y, en tanto uno con otro así se halla, 
mejor será que el palafrén refiera, 
que cuanto el bruto a cabalgar alcanza 
al bosque y la campaña ella lo lanza. 

18 Después de fatigarse un tiempo en vano 
tratando uno que el otro alfombre el prado 
(pues no era menos con el arma en mano 
éste que aquel o aquel que éste avezado), 
fue allí primero el paladín cristiano 
quien hizo al español signo obligado 
de ése al que porque el pecho abrasa el fuego, 
todo en él arde y no encuentra sosiego. 

19 Te crees --dijo-- que a mí tu espada ofenda 
y aun de esto has de salirte tú ofendido: 
si obras así porque la luz tremenda 
de un nuevo sol el pecho te ha encendido, 
¿qué ganas con tenerme en la contienda? 
Por más que o me hayas muerto o reducido, 
no será tuya la gentil doncella, 
si, mientras nos cansamos, huye ella. 

20 Tanto mejor será, pues tú la quieres, 
que atajes su camino y hagas vano, 
y que a hacerla esperar no más esperes, 
antes que más se aleje de este llano. 
Entonces, cuando a ella aquí tuvieres, 
probemos de quién es espada en mano. 
Después de tanto afán, no sé otra maña 
que más nos favorece y menos daña. 

21 No disgustó al pagano la propuesta: 
así aplazaron ambos hacer saldo; 
y tanto el odio e ira así se arresta, 
tal fianza y tregua nace y tal respaldo; 
que el pagano al partirse a la floresta 
no deja a pie marchar al buen Reinaldo; 
antes le ruega que en la grupa salga 
y allá adonde va Angélica cabalga. 

22 ¡Dichosa edad la de esos caballeros! 
Rivales eran y en la fe reñidos, 
y, aunque se sienten de los golpes fieros 
por todo el cuerpo rotos y molidos, 
por selvas intrincadas y senderos 
juntos van sin sospecha o resentidos. 
De cuatro espuelas va el bruto oprimido 
hasta un trecho que en dos se ve partido. 

23 Y, como no sabían si por una 
u otra senda sigue la doncella, 
(porque las dos sin diferencia alguna 
mostraban el tener reciente huella), 
fïaron al albur de la fortuna: 
Reinaldo a ésta, el sarraceno a aquélla. 
Vagó el moro la selva diligente 
y nueva vez se halló ante la corriente. 

24 De nuevo se topó con la ribera 
aquella en que perdió el yelmo en lo hondo. 
Pues que la dama recobrar no espera, 
para al menos no estar del yelmo mondo, 
por esa parte en que caído era 
desciende a la humedad del negro fondo; 
mas tan oculto entre la arena yace 
que ímprobo juzga el que con tal lo cace. 

25 Con un gran ramo de árbol desbrozado, 
con el que improvisó pértiga larga, 
sin que un sólo rincón deje olvidado 
contra el fondo del río bate y carga. 
Mientras de modo tal, terco y airado, 
tanto el restar su inquisión alarga, 
ve en la mitad del agua un caballero 
hasta el pecho surgir, de aspecto fiero. 

26 Era, excepto cabeza, todo armado, 
pues un yelmo mostró en la diestra mano, 
el mismo yelmo aquel que rebuscado 
había largamente el moro en vano. 
Habló a Ferragús de ira abrasado 
diciendo: ¡Ah, fementido tú, marrano! 
¿por qué en buscar el yelmo así porfías 
que ha tiempo a mí restituir debías? 

27 Recuerda, perro, cuando muerte diste 
de Angélica al hermano (que soy ése), 
que luego de las armas prometiste 
tirar tras poco el yelmo, aunque te pese. 
Si hoy la Fortuna a lo que no quisiste 
dar cumplimento cumple y le da cese, 
no te turbes, mas si turbarte quieres, 
hazlo de que de fe mentida eres. 

28 Y, si aún deseas tener un yelmo fino, 
otro con más honor gana y recobra; 
así uno cala Orlando paladino, 
Reinaldo otro, y quizás de mejor obra; 
fue aquel de Almonte, y este de Mambrino. 
Cualquiera de esos dos por fuerza cobra 
y éste, que prometiste a mí dejarme, 
harás bien en por fin ahora entregarme. 

29 Al surgir de improviso de allí el muerto, 
el pelo se erizó al de Berbería, 
el gesto demudó pálido y yerto, 
se heló la voz que pronunciar quería. 
Oyendo reprocharle al que ya muerto 
había allí (pues se nombró Argalía) 
la fe que no cumplió nunca ni tarde, 
de ira y vergüenza fuera y dentro arde. 

30 No habiendo tiempo de pensar excusa, 
y conociendo bien que habla a derecho, 
decir palabra o responder rehúsa; 
mas la vergüenza le traspasa el pecho, 
y jura por la vida de Lanfusa 
de no calar más yelmo en marcial hecho, 
si no es el que una vez en Aspramonte 
quitó de encima Orlando al fiero Almonte. 

31 Y observó mejor este juramento 
que nunca antes el otro llevó a cima. 
Se parte, pues, de allí tan malcontento, 
que muchos días después se roe y lima. 
Sólo es a hallar al paladín atento, 
acá o allá, donde encontrarlo estima. 
Otra ventura el buen Reinaldo tuvo 
después que la otra senda de andar hubo. 

32 A poco ve Reinaldo de ágil salto 
correr Bayardo presuroso y fuerte. 
¡Para, Bayardo mío! 

¡So! 

¡Haz alto! 
que mucho me atormenta el no tenerte 
Pero sordo el corcel sin sobresalto 
corre siempre veloz de aquella suerte. 
Va atrás Reinaldo, y de ira se destruye; 
mas vamos tras Angélica, que huye. 

33 Huye entre la espantosa selva oscura, 
por yermos y por páramos salvajes. 
El mover de las ramas y verdura, 
que oye de encinas, olmos y follajes, 
la lleva amedrantada en la espesura 
sin rumbo por insólitos parajes; 
pues toda sombra cierta o contrahecha 
cree ser Reinaldo que su espalda acecha. 

34 Como tímida gama o cabritilla 
que en la frondura del natal vedado 
ve que su madre el cruel leopardo pilla 
y le abre el cuello, el pecho o el costado; 
temblando del pavor que la amartilla, 
así de selva en selva huye el soldado. 
Por cada rama que pasando toca 
cree del depredador sentir la boca. 

35 Vagó sin rumbo sin saber adónde 
todo aquel día y la mitad siguiente, 
y en un pequeño bosque al fin se esconde 
que mueve el aura fresca levemente. 
Un río, que el rumor de ésta responde, 
la hierba siempre cría tierna y reciente, 
y convida a escuchar con dulce acento, 
roto entre algún peñasco, el curso lento. 

36 Allí, creyendo estarse fugitiva 
y lejos de Reinaldo muy segura, 
del duro paso y la calor estiva 
un poco al menos reposar procura. 
Desmonta entre las flores, y a la riva 
deja trotar sin brida la montura, 
que yerra entorno a aquella clara vena, 
de pasto y fresca hierba rica y llena. 

37 No lejos ve un arbusto que florece 
de verde espino y coloradas rosas, 
que al reflejo del agua le parece 
que abrigan las encinas allí umbrosas; 
tan espacioso en la mitad que ofrece 
refugio entre las sombras deleitosas, 
y tan de hoja y de rama prieta y mista, 
que no entra el sol en él, ni humana vista. 

38 Dentro la tierna hierba ofrece cama 
que invita a reposar al que allí resta. 
Acude al centro allí la bella dama 
y allí presa del sueño se recuesta. 
Mas no por mucho está, que tras la rama 
rumor siente que el sueño le molesta: 
se alza con tiento, y junto a la ribera 
ve un caballero armado llegar fuera. 

39 Apenas si es o no enemigo entiende: 
miedo, esperanza el pecho le amartilla; 
y de aquella aventura el fin atiende, 
sin que un suspiro exhale a aquella orilla. 
El caballero junto al río desciende 
a posar sobre un brazo la mejilla; 
y tanto algún recuerdo absorto evoca, 
que hecho parece de insensible roca. 

40 Más de un hora pensoso en aquel voto 
estuvo el caballero así doliente; 
luego empezó con tan triste alboroto 
a lamentarse allí tan blandamente 
que habría de piedad un mármol roto, 
una tigre crüel vuelto clemente. 
Gemía así que parecía hecho 
arroyo el rostro y Mongibelo el pecho: 

41 Amor, pues tú eres quien me hiela y arde 
y siempre causa que me roe y lima, 
¿qué puedo hacer, pues que llegué ya tarde 
y el fruto otro cogió que el alma estima? 
Apenas probé un bien del que haga alarde 
y aquel otro tomó su pulpa opima. 
Si para el fruto ni la flor me eliges, 
¿por qué por ella, Amor, aún me afliges? 

42 Semejante es la virgen a la rosa 
que en su jardín guardada por la espina, 
mientras sola y segura allí reposa 
rebaño ni pastor se le avecina; 
el aura suave, el alba bulliciosa, 
la tierra, el agua a su favor se inclina; 
mozos y damas, del amor rehenes, 
la ansían y ornan de ella pecho y sienes. 

43 Mas no es apenas del natal talluelo 
cortada y de la gruesa cepa verde, 
cuando cuanto gozó de hombre y de cielo, 
favor, gracia y belleza, todo pierde. 
La virgen que la flor (que con más celo 
que propia vida es bien que en proteger dé) 
a uno da, la estimación de antes 
pierde en el ser de los demás amantes. 

44 Sea a todos vil, y amada la insensata 
de aquel al hizo don de tanta copia. 
¡Ah Fortuna crüel, Fortuna ingrata! 
El otro triunfa y muero yo de inopia. 
¿Podrá ser, pues, que no me sea más grata? 
¿Podré yo, pues, dejar mi vida propia? 
¡Antes los días falten que aun hospedo, 
que viva más, si amarla ya no puedo! 

45 Si alguno me pregunta quién vertía 
un río sobre el río semejante, 
diré que él es el rey de Circasía, 
aquel de amor cuitado Sacripante. 
Aun diré más: que de su pena impía 
es causa única y sola el ser amante; 
y, como amante es él de la doncella, 
bien conocido al punto fue de ella. 

46 Allá donde el sol cae, por su ganancia, 
había venido del Extremo Oriente; 
pues supo, cuando hizo en India estancia, 
que a Orlando acompañaba ella a Poniente. 
Supo después que Carlomagno en Francia 
la había hecho apartar de la otra gente 
por darla de los dos al Par que el moro 
más estragase bajo el Lirio de Oro. 

47 Luchó en el campo, y supo allí de aquella 
crüel derrota que sufrió el rey Carlos; 
indicios procuró de la doncella, 
y no pudo en ningún rincón hallarlos. 
Esta es la causa, pues, de su querella, 
de daños que ahora oís manifestarlos, 
del lamentarse y murmurar discurso 
que harían de pena al sol parar el curso. 

48 Mientras el triste así se aflige y queja, 
haciendo de sus ojos viva fuente, 
y así ésta dice y mucha a ésta pareja, 
que poco importa al caso que ahora cuente; 
propicia entonces su fortuna deja 
el que a oídos de Angélica se avente; 
y apenas en un hora en caso para 
que en mil años o nunca conquistara. 

49 Con gran solicitud la bella dama 
al llanto, a la palabra, al modo atiende 
de aquel que por su amor lloroso brama, 
y no es la vez primera que esto entiende; 
mas fría como el mármol a su llama 
a tenerle piedad no condesciende, 
como esa que el amor siempre aborrezca 
y juzga que ninguno la merezca. 

50 Mas sola hallarse entre maleza tanta 
le hace pensar que como guía lo admita; 
que a quien le llega el agua a la garganta 
es porfïado si merced no grita. 
Si ahora la ocasión pierde o espanta, 
no hallará escolta luego así exquisita; 
pues ya hizo prueba aquel rey Sacripante 
de ser rendido sobre todo amante. 

51 Pero no traza del ardor tamaño 
que lo consume sofocar la llama, 
y compensarlo del pasado daño 
con el placer que espera más quien ama; 
mas de alguna ficción, de algún engaño 
darle esperanzas falsas urde y trama, 
mientras que a aquel propósito la ayude, 
antes que al uso antiguo vuelva y mude. 

52 Y fuera del arbusto en que aguardaba 
hace improvisamente de sí muestra, 
como fuera de selva o umbrosa cava 
Diana en escena o Citerea se muestra. 
La paz contigo sea --hablando acaba--; 
contigo salve Dios la fama nuestra, 
y, fuera de razón, jamás permita 
que tan falsa opinión de mí se emita. 

53 Jamás con sobresalto o gozo tanto 
vio a hijo la madre que sin más noticia 
se había ya desecho en tierno llanto, 
viendo sin él volverse la milicia; 
como con cuanto gozo allí, con cuanto 
sobresalto su talle, su caricia, 
su ademán y su angélico semblante 
vio el sarraceno aparecer delante. 

54 Del dulce afecto y del amor movido 
hasta su dama y diosa hizo carrera, 
y ella lo tuvo de su cuello asido, 
cosa que en el Catay quizás no hiciera. 
Al patrio reino, a su nativo nido, 
teniendo a él, el ánimo acelera; 
y así se aviva en ella la esperanza 
de ver presto el Catay de su crianza. 

55 Ella cuenta le da puntüalmente 
desde el día en que por ella movió el paso 
para pedir su auxilio en Orïente 
al rey de Sericana, el rey Gradaso; 
y cómo Orlando la guardó valiente 
de muerte, deshonor y fiero caso; 
y así su virginal flor se mantiene, 
como del vientre de la madre viene. 

56 Quizás era verdad, mas no creíble 
para quien fuese de razón provisto; 
mas fácilmente lo creyó él posible 
según lo tiene Amor al yerro listo. 
Amor lo que se ve hace invisible 
y hace lo invisible Amor ser visto. 
Creída fue, que suele dar el triste 
crédito a cuanto Amor le adorna y viste. 

57 Si supo mal el paladín de Anglante 
aprovechar el tiempo ayer propicio, 
llore el daño; pues nunca en adelante 
Fortuna le dará igual beneficio 
--así dijo entre dientes Sacripante--; 
mas yo no imitaré su desperdicio 
dejando ahora correr la hoy oportuna 
por luego andar llorando otra fortuna. 

58 Yo tomaré la fresca y tierna rosa 
que tal vez fuera de sazón se afea. 
Sé bien que a la mujer no hay otra cosa 
que más suave y más plácida le sea, 
aunque de ello se muestre desdeñosa, 
o a veces triste y pálida se vea. 
No dejaré por falso asco o tapujo, 
de hacer trazo y color en mi dibujo. 

59 Así se dijo; y, mientras averigua 
por donde empiece, escucha conturbado 
tal ruido de la selva allí contigua 
que muy a su pesar deja el cuidado, 
se cala el yelmo (porque usanza antigua 
tenía de venirse siempre armado), 
llega al corcel, la brida otra vez coge 
monta en la silla y su lanzón recoge. 

60 Ve un caballero andar por la verdura, 
hombre gallardo de apostura fiera, 
cándida como nieve es su armadura, 
blanco penacho adorna su cimera. 
El sarraceno que de aquel censura 
que ahora importuno con veloz carrera 
le hurte deleite y dicha así golosa, 
con faz lo mira impía y desdeñosa. 

61 Lo reta, ya de cerca, a la batalla, 
que alzarlo del arzón ya se promete. 
Y el otro que no es menos que él en talla 
y bien puede ponerlo en algún brete, 
a medias la bravata altiva acalla, 
aguija y el lanzón en ristre mete. 
Vuelve atrás Sacripante incontinente 
y corren a trabarse frente a frente. 

62 Dos toros o leones por trabajo 
de amor jamás se embisten así crudos, 
como estos dos corrieron a destajo 
pasándose igualmente los escudos. 
El choque hizo temblar de arriba a abajo 
ya herbosos valles, ya montes desnudos; 
y o le es a ambos el peto de provecho 
o se atraviesan de otro modo el pecho. 

63 No hicieron los caballos arrequive, 
antes van como arietes a encontrarse: 
de allí a poco el del moro ya no vive, 
que había entre los buenos de contarse; 
también cayó el del otro, mas revive 
tan pronto el aguijón siente clavarse. 
Quedó el muerto tendido sobre el llano 
con todo el peso encima del pagano. 

64 Aquel sobre el corcel, que restó erecto 
y al otro vio con el caballo en tierra, 
juzgando ya enojoso el desafecto, 
no procuró continuar la guerra; 
sino por donde ve el camino recto 
corriendo a rienda suelta otra vez yerra; 
y, antes que el infiel del trance salga, 
ya a milla o poco menos de él cabalga. 

65 Como con pasmo atónito el labriego 
se alza después del rayo un negro día, 
allá donde el altísimo füego 
tendido ante un buey muerto lo tenía, 
y mira sin su gala verde luego 
el pino que de lejos ver solía; 
así se alzó el infiel viendo aquel paso, 
Angélica presente al duro caso. 

66 Suspira no ya de que en la caída 
pie o brazo se haya roto o dislocado, 
mas por vergüenza sola, que en su vida 
nunca así tuvo el rostro colorado; 
y aún más porque su dama, a la que cuida, 
fue luego quien le echó el corcel a un lado. 
Mudo restara, pienso, de su mengua, 
si no le da otra vez ella la lengua. 

67 Quiá, mi señor, no os pese, si os ultraja, 
--lo consoló--, que no es la culpa vuestra; 
sino del bruto que reposo y paja 
pedía más que justa, según muestra. 
No, pues, su gloria aquel guerrero alhaja, 
antes que ha sido el perdedor demuestra. 
Así a mi parecer lo considero, 
pues fue el que abandonó el campo primero. 

68 Mientras ella lo alivia del mohíno, 
con cuerno al cuello y el zurrón a un flanco 
galopando llegó sobre un rocino 
un mensajero del cansancio blanco; 
y al topar al pagano en su camino 
le preguntó si con escudo blanco 
y con blanco penacho en la cabeza 
vio un guerrero pasar por la maleza. 

69 Aquí me ves ---gimió-- de él abatido. 
y ha poco que de aquí partió y se aleja; 
hazme su nombre al menos conocido, 
porque conozca aquel que a pie me deja. 
El otro respondió: De aquel que ha sido 
yo cuenta te daré para la queja: 
sabe que a lo que debes tu querella 
es al valor de una gentil doncella. 

70 Gallarda es, y en belleza una afrodita; 
no más te encubro su famoso nombre: 
fue Bradamante aquella que te quita 
cuanto en el mundo tengas de renombre. 
Y dicho tal, soltando el freno, en cuita 
dejó al infiel no muy contento hombre, 
sin saber qué decir o hacer de esto, 
todo abrasado de vergüenza el gesto. 

71 Después que un rato el caso sucedido 
anduvo meditando, y finalmente 
se halló de una mujer simple abatido, 
que cuanto más lo piensa, más lo siente; 
montó el otro corcel mudo y corrido, 
y sin decir palabra, mansamente 
a Angélica subió, y aplazó todo 
a más propicio tiempo y acomodo. 

72 No anduvieron dos millas, que ensordece 
un ruido el bosque que los cierra entorno, 
con tal rumor y estruendo que parece 
que tiemble la foresta del contorno; 
y al poco un gran corcel luego aparece 
de oro guarnecido y rico adorno 
que arroyo y matas salta, y lleva a tierra 
árbol, arbusto y cuanto el paso cierra. 

73 Si el intrincado bosque y aire oscuro 
--ella dijo-- a la vista no sorprende, 
Bayardo es ese que entre el verde muro 
con tal rumor la estrecha senda hiende. 
Él es: lo sé reconocer seguro. 
¡Y qué bien nuestro apuro y cuita entiende! 
Ve un rocín solo para dos escaso 
y viene a dar reparación al caso. 

74 Se apea el pagano y al corcel se vuelve, 
pensando con la mano asir el freno; 
y el corcel por respuesta se revuelve, 
girando presto, como es presto el trueno; 
pero no acierta con la coz que vuelve: 
¡ay, pobre de él, si llega a dar de pleno! 
que tal fuerza en las coces tiene arrecho, 
que hubiera un monte de metal deshecho. 

75 Se acerca entonces manso a la doncella 
con humilde semblante y gesto humano, 
como ante el amo el can brincado huella, 
que estuvo un tiempo del hogar lejano. 
Bayardo guarda aún memoria de ella, 
cuando pació en Albraca de su mano, 
cuando era amado de ella en dispar trato 
Reinaldo, allá cruel, cruel e ingrato. 

76 La brida toma con la izquierda mano, 
con la otra acariciándolo lo aquieta; 
y aquel corcel, que tiene ingenio humano, 
como cordero a ella se sujeta. 
En tanto se aprovecha el circasiano: 
monta el corcel, lo aguija y lo sujeta. 
Ella en el aliviado rocín pronta 
deja la grupa, y en la silla monta. 

77 Mas volviendo los ojos, luego mira 
soldado a pie que ha tiempo que rehuye. 
Toda se enciende de despecho e ira, 
cuando el hijo de Aimón llegar intuye. 
Más que a su vida él la ama y admira, 
más que grulla al halcón ella lo huye. 
Un tiempo él a ella odió más que a la muerte, 
y ella amó a él; mas han trocado suerte. 

78 La causa de ello es una y otra fuente, 
cuyo licor diverso efecto inflama; 
en las Ardenas ambas casi enfrente: 
quien de una bebe, incontinente ama; 
quien la otra prueba, más amor no siente 
volviendo hielo su primera llama. 
Probó Reinaldo una, y se destruye; 
Angélica la otra, y lo odia y huye. 

79 Aquel licor de mezcla venenosa, 
que muda en odio la amorosa llama, 
convierte ante Reinaldo en desdeñosa 
la vista hermosa de la bella dama; 
y con triste semblante y voz tremosa 
suplica a Sacripante y ruega y brama 
que aquel guerrero que allí ve no atienda, 
y que con ella a par la fuga emprenda. 

80 ¿Tan poco en vos estoy acreditado 
--dijo el infiel--, tanto me halláis cobarde, 
que me juzgáis inútil y menguado 
para que os valga y al francés aguarde? 
¿Habéis de la memoria ya borrado 
del asedio de Albraca aquella tarde 
que en favor vuestro fui, solo y desnudo, 
contra Agricán y contra el campo, escudo? 

81 Ella no responde y se atenaza 
viendo hasta ellos que Reinaldo viene, 
que al infiel ya de lejos amenaza, 
como ve que Bayardo al freno tiene, 
y conoce de Angélica la traza 
que en incendio amoroso lo sostiene. 
Cuanto después entre los dos sucede, 
quiero que para un nuevo canto quede. 




Orlando furioso canto II

Injustísimo Amor, ¿por qué así avaro 
nuestros deseos concertar te antojas? 
¿Por qué, pérfido, con placer tan caro 
en dos almas discorde amor alojas? 
No consientes que cruce el vado claro 
y al más ciego y mayor fondo me arrojas: 
dictas que a quien desea mi amor desame, 
y a aquel que me odia más, que adore y ame. 

2 Angélica a Reinaldo muestras bella 
cuando él todo fealdad cree ella que excede; 
cuando ella a él admiró y lo amaba ella, 
él a ella odió, cuanto odiar hombre puede. 
En vano hoy se atormenta y se querella; 
justo pago uno al otro así concede: 
lo odia ella, y el odio es de tal suerte 
que antes que a él querer, querría la muerte. 

3 Gritó altivo Reinaldo al sarraceno: 
Apéate, ladrón, de mi caballo, 
que ver lo mío no sufro en puño ajeno 
y sé hacerlo pagar al que en tal hallo. 
También que esta mujer me des te ordeno, 
que fuera fiarla a ti grosero fallo. 
Tan perfecto corcel, dama tan digna 
no es cosa que a ladrón el cielo asigna. 

4 Mientes, si con ladrón mi honor laceras 
--no menos arrogante el moro brama-- 
que quien dijese a ti que ladrón eras 
diría más verdad, según tu fama. 
Y ahora se verá quien es de veras 
más digno del corcel y de la dama; 
aunque hablas de ella cosa fidedigna, 
y es que en el mundo no hay cosa tan digna. 

5 Como suelen dos perros corajosos, 
o ya de envidia o ya de odio movidos, 
dentellando los dientes animosos 
con torvo gesto y más que ascua encendidos, 
venir a los mordiscos rabïosos 
con yertos cerros y ásperos aullidos; 
así al hierro entre injurias mano a mano 
llegaron el francés y el circasiano. 

6 Este a caballo, aquel a pie os le pinto, 
¿creéis que al franco el árabe aventaje? 
Ni un punto éste, que en tal silla y cinto 
menos valió que un inexperto paje; 
porque el corcel por natural instinto 
no quiso hacer a su señor ultraje, 
y ni con brida ni aguijón fue el caso 
de que moviese a voluntad un paso. 

7 Cuando mover lo cree, el bruto se arresta; 
y si aquietar lo quiere, o corre o trota; 
ya la cabeza bajo el pecho resta, 
ya piafa o entre coces se alborota. 
Viendo el sarraceno que el domar esta 
bestia soberbia era aquel día derrota, 
se apoya en el arzón, alza la nalga, 
y por el lado izquierdo descabalga. 

8 Libre que el moro fue con ágil salto 
de la obstinada furia de Bayardo, 
dio al fin comienzo el formidable asalto 
de un par de caballeros tan gallardo. 
Tal ruge el hierro ya en bajo ya en alto, 
que es el martillo de Héifestos más tardo 
cuando en su fragua el deformado hijastro 
bate en el yunque el rayo del padrastro. 

9 Muestran con golpe ya largo, ya escaso 
el ser maestros supremos de la esgrima: 
ya se alzan, ya se aganchan si es el caso; 
ya se apartan, ya uno a otro se arrima; 
ya adelante, ya atrás vuelven el paso; 
paran, o esquivan golpe, si está encima; 
sobre sí giran, y donde uno cede 
el pie ya pone el otro en cuanto puede. 

10 Reinaldo su tajante acero a peso 
descarga en la cabeza sarracena, 
mas toca en medio escudo, que es de hueso 
y malla de templado acero y buena. 
Deshácelo Fusberta, aunque era grueso, 
y gime el bosque de ello y de ello atruena: 
hueso y acero rompe el espadazo, 
y deja adormecido al moro el brazo. 

11 En cuanto vio la tímida doncella 
salir del fiero golpe tanta ruina, 
del temor demudó la cara bella, 
cual reo que al suplicio se avecina; 
y juzga no esperar a más, que ella 
botín no quiere ser del que abomina, 
de aquel Reinaldo que ella tanto odiaba 
cuanto a ella él míseramente amaba. 

12 Vuelve el caballo y por la selva densa 
lo guía por senda estrecha y no expedita; 
y, porque que va atrás Reinaldo piensa, 
el gesto siempre atrás vuelve con cuita. 
No había sido aún la huida extensa, 
cuando topó en un valle un eremita 
de largas barbas, gesto circunspecto, 
devoto y venerable en el aspecto. 

13 De los años y ayuno enflaquecido, 
sobre un lento borrico paseaba, 
y, más que nunca otro haya tenido, 
que tiene alma piadosa se antojaba. 
Pero al mirar el rostro distinguido 
de la doncella que sobre él llegaba, 
porque era en realidad mezquina y flaca, 
toda por la pasión se le abellaca. 

14 Pregunta la mujer senda y distancia 
que a puerto de mar lleve, a este ribaldo, 
porque quiere partir lejos de Francia 
por nunca oír nombrar más a Reinaldo. 
El fraile, que conoce nigromancia, 
le ofrece a la mujer consuelo saldo, 
y, prometiendo fin a su amenaza, 
de una bolsa tal cual objeto caza; 

15 que es libro que mostró gran resultado, 
pues no acabó de leer el primer pliego 
y espectro surgió en traje de criado 
al que ordena qué quiere que haga luego. 
Va este, del hechizo conminado, 
donde moro y francés aún traban juego 
(que no era distracción sin duda blanda), 
y audaz, entre los dos, así demanda: 

16 Declare uno después, por cortesía, 
el otro muerto ya, qué premio halla, 
qué bien, qué galardón vuestra porfía, 
después que se concluya la batalla; 
si el conde Orlando, sin usar tal vía 
y sin siquiera haber roto una malla, 
aquella dama hacia París conduce 
que a esta lucha inútil os reduce. 

17 Apenas a una milla he visto a Orlando 
que lleva a París ya Angélica bella, 
mofándose de ambos, y aclamando 
que sin provecho litigáis por ella. 
Mejor para los dos sería, cuando 
no son aún lejos, que sigáis su huella; 
que, si Orlando en París puede tenerla, 
jamás os dejará volver a verla. 

18 Habríais visto los dos héroes turbarse 
con este anuncio, y tristes y rendidos, 
de estúpidos y ciegos motejarse, 
por ser de su rival así zaheridos; 
y el buen Reinaldo a su corcel girarse 
con ayes que del fuego eran nacidos, 
y jurar por furor y por despecho, 
si llega a Orlando, de pasarle el pecho. 

19 Y, adonde espera su caballo gira, 
sobre él se arroja y sin dudar galopa; 
y al caballero que apeado mira 
ni adiós le dice, ni en la grupa atropa. 
El resuelto corcel desgarra o tira, 
espoleado, cuanto encara y topa: 
no tienen u hoya o cuesta o río fuerza 
para que el curso la montura tuerza. 

20 Señor, no quiero que toméis a arcano, 
que Reinaldo el corcel ahora así aprehenda, 
que tantos días fue buscando en vano 
sin poderle tocar jamás la rienda. 
Hizo el corcel, de entendimiento humano, 
no por vicio seguirse tanta senda, 
mas por guiar donde la dama huía 
a su señor, por la que arder lo oía. 

21 Cuando ella huyó del pabellón de Namo, 
la vio y la vigiló el caballo artero, 
que estaba entonces el corcel sin amo 
por haberse apeado el caballero 
para a pie combatir barón del ramo 
que menos que él no era en armas fiero. 
De lejos la siguió por selva y llano, 
deseoso de al señor dársela en mano. 

22 Deseoso de atraerlo adonde ella, 
guiólo por la selva a ella derecho, 
sin dejarlo montar, siempre a su huella, 
por que no lo desvíase de aquel trecho. 
Por él halló Reinaldo a la doncella 
una y dos veces sin ningún provecho; 
pues Ferragús fue estorbo a su apetito, 
y luego el circasiano, como he escrito. 

23 Ahora del ser, que les mostró hace poco 
de Angélica el indicio contrahecho, 
Bayardo, como es fiel, duda tampoco 
y se apresta a servir como ha siempre hecho. 
Reinaldo lo guía ahora, ardiendo y loco, 
a rienda suelta hacia París derecho; 
y vuela tanto del deseo que lento 
no cree un caballo, sino el mismo viento. 

24 Y aun por la noche en cabalgar se afana, 
para llegar hasta el señor de Anglante: 
tanto ha creído la palabra vana 
del correo del cauto nigromante. 
No cesa de montar noche y mañana 
hasta que tiene la ciudad delante, 
donde el rey Carlos, roto y reducido, 
con los restos del campo era venido. 

25 Y, porque del rey de África batalla 
y asedio espera para pronto duros, 
de gentes corajosas se avitualla, 
excava fosos y repara muros. 
Cuanto a interés de la defensa halla, 
eso procura para estar seguros: 
piensa pedir al rey inglés que done 
gente que un nuevo ejército le abone; 

26 que quiere promover nueva campaña 
y retomar la suerte de la guerra. 
Por tal manda a Reinaldo a la Bretaña, 
la Bretaña que fue luego Inglaterra. 
Mucho el marchar al paladín le daña, 
no ya por tener odio a aquella tierra, 
mas por mandarlo Carlos con urgencia 
sin que lo deje hacer más diligencia. 

27 Jamás hizo Reinaldo de peor gana 
cosa en el mundo, pues le fue vetado 
buscar la bella cara que tirana 
del pecho el corazón le había arrancado. 
Mas, porque acata a Carlos, con desgana 
se vuelve hacia el camino encomendado, 
y el puerto de Calés tras poco alcanza 
y al mar el mismo día aquel se lanza. 

28 Contraviniendo a todo marinero, 
porque volver sin dilación quería, 
entró en el mar arrebatado y fiero, 
que amenazar tormenta parecía. 
Viendo del franco un gesto así altanero, 
se enojó el Viento; y con tormenta impía 
tanto el mar encrespó y con tal bravata 
que se alzó el agua hasta la misma gata. 

29 Arrían las velas ante tal tormenta, 
y piensan deshacer el trecho andado, 
para volver allá donde sin cuenta 
la nave en mala hora había zarpado. 
No es justo --dice el Viento-- que consienta 
tanta licencia que os habéis tomado; 
y sopla, grita y naufragio amenaza, 
si no siguen la ruta que él les traza. 

30 Ora a popa, ora a proa aguija espuelas, 
siempre con más rigor cruel creciendo; 
ellos aquí y allá, arrïando velas, 
virando van, el crespo mar hendiendo. 
Mas pues son menester de varias telas 
varios hilos, que tanto urdir pretendo, 
dejo a Reinaldo en suerte semejante 
y vuelvo con su hermana Bradamante. 

31 Hablo de aquella ínclita doncella, 
la cual a Sacripante dio caída, 
que de Reinaldo hermana digna y bella 
fue de Beatriz y el duque Aimón nacida. 
La apostura y la gran pujanza de ella 
no es menos de su rey y Francia aplaudida 
(pues dio más de una prueba a ello respaldo) 
que el probado valor del buen Reinaldo. 

32 La dama amada fue de héroe valiente 
que de África pasó con Agramante 
y que a Rogelio dio por descendiente 
la atribulada hija de Agolante. 
Ella, que no nació de león rugiente 
ni de oso, le admitió por digno amante, 
aunque apenas permitió poco más de una 
vez que se hablasen la cruel Fortuna. 

33 Por ello Bradamante detrás era 
de este, que tomó del padre el nombre, 
segura sola como si tuviera 
guardándola al más bravo y diestro hombre. 
Luego que hizo que con pena fiera 
Sacripante la antigua madre alfombre, 
pasó un bosque, y después del bosque un cerro, 
y al fin llegó a una fuente, si no yerro. 

34 La fuente por mitad de un bello prado 
lleno de sombra y árbol discurría, 
cuyo murmullo daba tanto agrado 
que al reposo y al refresco apetecía. 
Un montecillo leve por un lado 
guardaba del calor del mediodía. 
Allí, cuando admiró el paraje ledo, 
un caballero halló la joven quedo; 

35 que a sombra de un feraz árbol membrudo 
de un margen con mil flores esmaltado 
estaba solo, pensativo y mudo 
junto al cristal luciente y regalado. 
No lejos cuelga el yelmo, y el escudo 
del haya a que el caballo había amarrado; 
Húmedo está su gesto y abatido, 
y todo él quejoso y dolorido. 

36 Ese deseo que en el pecho habita 
por saber del que triste se querella, 
hizo que al caballero de su cuita 
la causa preguntase la doncella. 
Él descubrióla clara y expedita, 
movido del cortés hablar de aquella 
y del semblante noble que, primero, 
creyó serlo de muy gentil guerrero. 

37 Y dijo así: Señor, yo dirigía 
a soldados de a pie y caballo el paso 
donde a Marsilio Carlos contendía, 
por que su asalto diese en el fracaso. 
Conmigo bella dama conducía 
por cuyo ardiente amor el pecho abraso; 
y topé cerca de Roduna armado 
a uno en la grupa de un corcel alado. 

38 No vio el ladrón (o sea mortal, o sea 
alma que del infierno al mundo asciende) 
a mi amada mujer de su azotea, 
cuando, como el halcón que a herir desciende, 
en un instante baja, brujulea, 
suelta sus garras, y rapaz la prende. 
No me había catado aún del asalto, 
cuando el grito escuché de ella en lo alto. 

39 Hurtar así el rapaz milano suele 
el mísero polluelo a la gallina, 
que de su distracción después se duele 
y en vano cacarea y se amohína. 
Seguir no puedo a hombre que así vuele 
cerrado que era al pie de alta colina: 
cansado era el corcel, que apenas trota 
por tanta dura y áspera derrota. 

40 Mas, como aquel que menos sufríría 
del pecho el corazón verse arrancado, 
dejé a los míos proseguir la vía 
sin guía ni rector a su cuidado. 
Por llano y por montaña, noche y día, 
tomé yo otra que Amor me había mostrado, 
donde pensé que del rapaz el vuelo 
llevase mi paz toda y mi consuelo. 

41 Después de andar seis días por entero, 
por riscos escarpados y barrancos, 
donde no hay vía, donde no hay sendero, 
ni llegaron jamás moros o francos; 
llegué a inhóspito valle inculto y fiero 
que cueva y monte cierra por los flancos, 
en cuyo centro allí, sobre un cerrillo, 
mágicamente bello hay un castillo. 

42 De lejos resplandece como el fuego, 
y no está hecho de adobe o piedra dura. 
Cuanto más cerca de sus muros llego 
más me parece bella su estructura. 
Invocada de un mago, supe luego, 
que había cercado una infernal criatura 
todo de acero aquel bello prodigio, 
que fue templado en agua y fuego estigio. 

43 De tan bruñido acero es cada torre 
que nada hay que lo empaña o que lo oxida. 
Noche y día el país todo recorre 
y allá el ladrón después busca guarida. 
Nadie hay así que el rapiñar se ahorre: 
sólo después lamenta su batida. 
Allí está la mujer, contra su acuerdo, 
de que la fe de recobrar ya pierdo. 

44 ¡Triste de mí! 

¿Qué haré sino la peña 
mirar de lejos, aunque esté delante? 
Como la zorra, que oye su pequeña 
del águila en el nido suplicante, 
y vuelve y gira entorno y se desgreña 
sin ala que del suelo la levante. 
Tal el castillo es, tal es su enclave, 
que no puede allí entrar quien no sea un ave. 

45 Mientras restaba allí, dos caballeros 
llegaron conducidos de un enano. 
¡Ay, esperanza y deseo lisonjeros, 
tan vana una como el otro vano! 
Ambos de ardiente brío eran guerreros: 
uno Gradaso es, rey sericano; 
Rogelio el otro, de bizarro porte, 
de mucho aprecio en la africana corte. 

46 --Vienen --dijo el enano-- por dar prueba 
de fuerza ante el señor de aquel enclave, 
que por un arte inusitada y nueva 
cabalga armado la cuadrúpeda ave--. 
--¡Señores --dije yo--, a piedad os mueva 
saber del caso mío duro y grave! 
Cuando, como lo espero, halléis victoria, 
volvedme aquella que es toda mi gloria.-- 

47 Y les narré cómo me fue robada, 
con llanto acreditando el dolor mío. 
Promesa ellos me hicieron delicada 
y bajaron del cerro alto y baldío. 
De lejos los seguí con la mirada 
rogando fuese Dios para ellos pío. 
Había bajo el castillo tanto llano 
cuanto alcanzan dos tiros de una mano. 

48 Después de hallarse al pie de la alta roca 
quién de los dos combata se dirima; 
al rey Gradaso, o fuese suerte, toca, 
o no hiciese Rogelio más estima. 
El cuerno lleva el rey hasta la boca: 
retumba el risco y el castillo encima. 
Y aparece a las puertas luego armado 
el volador sobre el caballo alado. 

49 Comenzó poco a poco a levantarse, 
cual suele hacer la grulla peregrina, 
que antes corre y después vemos alzarse 
un brazo o dos de la región vecina; 
y, cuando puede toda desplegarse, 
veloz sus alas hacia el vuelo inclina. 
Tan alto el nigromante el aire hiende, 
que apenas a tan alto águila asciende. 

50 Cuando quiso después, volvió aquella ave, 
y arrió las alas descendiendo a plomo, 
como desciende halcón del cielo grave, 
si ve elevarse un ánade o un palomo. 
Con lanza en ristre y con estruendo grave 
hendiendo el aire el mago viene al lomo. 
Gradaso apenas ve el bajar de golpe, 
pues lo siente a la espalda y sufre el golpe. 

51 Sobre Gradaso el mago el asta astilla, 
hirió Gradaso el viento y aire vano; 
de nuevo el volador altura pilla 
y se aleja sin mal del sericano. 
El grave golpe abate y arrodilla 
a la gallarda alfana sobre el llano, 
la alfana de Gradaso, la más bella 
que con hombre a su silla el mundo huella. 

52 A las estrellas el corcel se eleva, 
gira otra vez y vuelve al vuelo raso, 
y a Rogelio golpeó con furia nueva 
que incauto socorría al buen Gradaso. 
Rogelio la crueldad del golpe prueba 
y su corcel recula más de un paso; 
mas, cuando gira para hacer estrago, 
ve al cielo lejos cabalgar al mago. 

53 Ya en la frente, ya en el pecho, ya en la nalga, 
ora a Gradaso, ora a Rogelio ofende; 
no hay golpe de ellos que de cosa valga, 
según veloz de nuevo al cielo asciende. 
En espaciosos círculos cabalga 
y, cuando apunta a uno, a otro sorprende: 
de tal manera a uno y otro ciega, 
que no pueden saber por dónde llega. 

54 Entre los dos de abajo y el del cielo 
la batalla duró hasta esa hora 
que, tendiendo en la tierra oscuro velo, 
todas las bellas cosas descolora. 
Fue como digo, y no os añado un pelo: 
lo vi y lo sé; por más que dude ahora 
contarlo así; que esto a que dais oreja 
a falso más que a cierto se asemeja. 

55 Con un trapo de seda había cubierto 
su arcano escudo el volador celeste. 
Cuál sea, no lo sé, el motivo cierto 
por el que a no mostrar metal se apreste, 
pues de inmediato que lo muestra abierto 
hace que quien lo mira ciego reste, 
y, así como cae cuerpo muerto, caiga, 
y el nigromante a su poder lo traiga. 

56 Como luce el rubí luce el escudo, 
y no hay luz otra igual así luciente. 
Ambos cayeron, cuando fue desnudo, 
con los ojos cegados de repente. 
También la luz a mí de lejos pudo 
y, cuando me repuse finalmente, 
ni vi más los guerreros ni el enano, 
sino oscuro y desierto monte y llano. 

57 Pensé por tal que hubiese acometido 
el mago a entrambos ya por vez postrema, 
y por virtud del resplandor rompido 
a ellos la libertad, a mí la tema. 
Así al lugar que hurtó mi bien perdido 
dije, partiendo, la palabra extrema. 
Ahora juzgad si puede duelo impío 
que cause Amor, emparejarse al mío. 

58 Volvió el guerrero a su aflicción primera 
después que fue con la razón prolijo. 
Pinabel, conde de Maguncia, era, 
del conde Anselmo de Altarriva hijo; 
que él solo entre su gente traicionera 
no quiso dar a la lealtad cobijo, 
sino que en vicios y en nefandos modos 
no ya los igualó, mas pasó a todos. 

59 La bella dama con cambiante gesto 
sintiendo estuvo al de Maguncia queda; 
y, cuando se nombró Rogelio en esto, 
mostróse más que nunca alegre y leda; 
mas cuando habló de su prisión y el resto 
toda turbada por la angustia queda; 
y no se contentó ni una y dos veces 
que le hizo repetir todo con creces. 

60 Cuando creyó su testimonio claro, 
le dijo: Al llanto da, señor, reposo; 
que bien puedes juzgar mi encuento caro, 
juzgar el día este venturoso. 
Vayamos presto a aquel castillo avaro 
que nos cela tesoro tan precioso; 
que en balde no sará nuestra fatiga, 
si no me es la Fortuna hoy enemiga. 

61 ¿Quieres --él respondió-- que cruce el paso 
que lleva a aquella mágica azotea? 
No es mucho para mí volver el paso, 
después que dejé allí mi gloria rea; 
mas tú por risco y por barranco acaso 
pretendes la prisión. 

Pues así sea. 
No te quejes de mí, si el hierro vieres; 
que yo te advierto, e ir allí aún tú quieres. 

62 Dijo así, y el corcel otra vez monta 
y a hacer de guía a la dama se dispone, 
que por Rogelio se demuestra pronta 
a que el mago la mate o la aprisione. 
En esto un mensajero tras su impronta 
de ¡Espera, espera! a dar voces se pone, 
aquel por el que supo el circasiano 
que fue ella quien le hizo tocar llano. 

63 A Bradamante trae de la campaña 
nuevas de Narbona y Mompelier ciertas, 
pues ya tremola allí el pendón de España, 
allí y en la marina de Aguas Muertas; 
y de Marsella, a la que ahora daña 
el moro combatiendo ya a sus puertas. 
Con él consejo y protección le pide 
y que de nuevo de sus muros cuide. 

64 Esta ciudad y cuanto ciñe a ella 
que entre el Ródano y Var el mar alcanza, 
había Carlos dado a la hija bella 
del duque Aimón, en quien tenía esperanza; 
pues con pasmo el valor de la doncella 
solía mirar, cuando enristraba lanza. 
Ahora, como oís, a que la ayude 
el mensajero de Marsella acude. 

65 La moza dar el sí o el no sopesa, 
y hace de regresar muy leve amago: 
de una parte el deber y honor le pesa 
de otra la aguija el amoroso halago. 
Al fin resuelve proseguir la empresa 
y rescatar Rogelio de aquel mago; 
y, si no es su virtud de tanto grado, 
al menos sufrir cárcel a su lado. 

66 De modo se excusó que del mensaje 
dejó contento al mensajero y quieto. 
Volvió entonces la brida a su vïaje 
con Pinabel, que pareció muy inquieto 
después que supo que era del linaje 
al que odia tanto en público y secreto, 
pues adivina su cativa suerte, 
si ella que es uno de Maguncia advierte. 

67 Había entre Montalbán y entre Maguncia 
odio y de antiguo enemistad intensa, 
y más de una vez de ello hubo pronuncia 
y vertieron de sangre copia inmensa. 
Por ello el conde a su merced renuncia 
y traicionar la incauta joven piensa 
o, cuando la ocasion propicia entienda, 
dejarla sola, y él mudar la senda. 

68 Y tanto divirtió su fantasía 
el odio innato, el miedo y la conjura 
que distrajo el andar del que era guía 
y vino a verse en una selva oscura, 
que enmedio tenía un monte que tenía 
por cima poco más que piedra dura. 
Atrás la hija del duque de Dordoña 
lo sigue siempre en su intención bisoña. 

69 Cuando en el bosque el de Maguncia viose, 
pensó que más su ardid no se postergue. 
Mejor será por que el corcel repose 
hallar antes que el día acabe albergue. 
Allende el monte --dijo con gran pose-- 
rico castillo en el lugar se yergue. 
Tú espera aquí, que yo de arriba un poco 
quiero certificar si me equivoco. 

70 Así diciendo, la montura lleva 
del monte aquel hasta la cima monda, 
mirando por si arriba hay senda nueva 
que el rastro suyo a la mujer esconda. 
Mas halla en aquel alto, en cambio, cueva 
que estima más de treinta brazos honda. 
Tallado a pico y con escoplo el tajo 
desciende, y una puerta tiene abajo. 

71 Tenía al fondo puerta de amplia facha 
que en espacio mayor desembocaba; 
y afuera salía luz, como de hacha 
que ardiese en medio de la alpestre cava. 
Mientras allí el felón se deshilacha, 
la dama, que de lejos lo acechaba 
(porque perder su rastro se temía) 
lo halla a la boca de la cueva fría. 

72 Viendo el traidor que en nada se deshace 
cuanto antes ideó y le sale a trueco 
(ya sea perderla, o ya matarla trace), 
un nuevo imaginó raro embeleco. 
La asalta y hacia arriba andar la hace, 
allá donde era el monte vano y hueco; 
y dice que en el fondo allí interpuesto 
doncella ha visto de lozano gesto, 

73 que en el ropaje y el gallardo busto 
de no innoble linaje se antojaba, 
mas que encerrada estarse allí a disgusto 
según era afligida se mostraba; 
y por saber si cuanto piensa es justo 
había ya comenzado a entrar la cava, 
cuando del fondo había salido afuera 
uno que a fuerza allí la redujera. 

74 Bradamante, que porque era animosa 
incauta la mentira de él no entiende; 
por socorrer la dama deseosa 
calcula cómo allá abajo desciende. 
En esto ve, volviéndose pensosa, 
que de un olmo una larga rama pende; 
y con la espada súbito la trunca, 
y la tiende hacia abajo en la espelunca. 

75 La punta que cortó puso en la mano 
de Pinabel, y luego la otra prende; 
los pies manda en aquel sótano arcano 
y toda de los brazos se suspende. 
Sonríe Pinabel, e inquiere ufano 
cómo salte y la mano luego extiende, 
diciendo: ¡Ahí ojalá contigo fuese 
toda tu estirpe, y yo la destruyese!. 

76 No como quiso a Pinabel avino 
de la inocente joven la süerte; 
porque de roca en roca a tocar vino 
el fondo antes el leño recio y fuerte. 
Se astilló todo, mas del mal previno 
a la doncella y de sufrir la muerte. 
Yació inconsciente la doncella cuanto 
pienso decir en el siguiente canto. 



Orlando furioso canto III

¿Quién le dará a la voz con que revele 
tan noble asunto, conveniente acento? 
¿Quién al verso las alas, por que vuele 
tanto que llegue a tan alto argumento? 
Mucho mayor que aquel furor que suele, 
conviene al pecho mío hoy ardimiento; 
que ahora hasta mi señor osado subo, 
pues canto el parto que su alcurnia tuvo; 

2 de la que entre linaje tanto ilustre 
que envió el cielo a gobernar la tierra, 
no ves, oh Febo, que el gran mundo lustre 
estirpe más gloriosa en paz ni en guerra; 
ni que haya conservado tanto el lustre 
o lo conserve más (si en mí no yerra 
el profético lumen que me inspira) 
mientras entorno al polo el cielo gira. 

3 Mas si quiero cantar tan noble idea 
no mi cítara basta; mas soy falto 
de esa con que en la furia gigantea 
rendiste honor al regidor del alto. 
Si instrumento me das que mejor sea 
para un mármol tallar tan digno y alto, 
a esta imagen tengo el pensamiento 
de dar todo mi afán, todo mi aliento. 

4 Primero iré arrancado, torpe y rudo, 
lascas con mi cincel al mármol neto; 
quizá después con arte más agudo 
reduzca a perfección lo que prometo. 
Pero volvamos al que en vano escudo 
el pecho salvará o en vano peto: 
hablo de Pinabel, el maguntino, 
que en su traición pensó tener buen tino. 

5 Pensó el traidor que la doncella franca 
quedase muerta por tan mal caída; 
y, abandonando con la cara blanca 
aquella profanada de él guarida, 
cargó de la montura silla y anca 
y, por ser como fue de alma torcida, 
daño al daño añadiendo y tuerto al tuerto, 
el bruto hurtó del que tomó por muerto. 

6 Mas dejemos aquel que de su vida, 
urdiendo engaños, el final procura; 
y volvamos a ésta que, caída, 
casi halló a un tiempo muerte y sepultura. 
Después de que se alzó toda aturdida 
del golpe aquel sobre la piedra dura, 
la puerta traspasó, que dentro lleva 
a una segunda y más holgada cueva. 

7 Cuadrada y espaciosa, más se antoja 
capilla venerable y recogida, 
cuya bóveda está (y cuanto se aloja) 
de pilas de alabastro sostenida. 
Parece que un altar en medio acoja 
que ante él tiene una lámpara encendida, 
de lumbre de tal llama y abundancia 
que presta luz a una y otra estancia. 

8 De humilde devoción la dama toca, 
que, viéndose en estancia así sagrada, 
comenzó con el alma y con la boca, 
a conversar con Dios arrodillada. 
Chirría un postigo entonces en la roca 
y hace una mujer por él entrada, 
descalza, en pobre hábito y greñuda, 
que por su nombre a la de Aimón saluda. 

9 Y dijo: Oh Bradamante generosa, 
no aquí arribada sin deseo divino, 
ya de ti me anunció desde su losa 
de Merlín el espíritu adivino 
que visitar su santa y pétrea fosa 
debías por insólito camino: 
aquí estoy para hacerte conocido 
cuanto de ti ya el cielo ha convenido. 

10 Esta es la antigua gruta fabulosa 
que edificó Merlín, el sabio mago 
del que hayas quizá oído decir cosa. 
Burlado por quien fue Dama del Lago, 
aquí su tumba está, aquí reposa 
corrupta ya la carne, donde en pago 
de dar satisfacción a su requesta, 
se tendió vivo y muerto aún aquí resta. 

11 Su cuerpo muerto el vivo espirtu acoge 
hasta que el cuerno que en el Juicio arrumba 
lo ascienda al cielo o al infierno arroje, 
según paloma o cuervo al fin sucumba. 
Mas la voz vive y, cuando clara afloje, 
podrás oír desde su rica tumba 
que de cosa que fue o aún por ser resta 
siempre a quien preguntó, le dio respuesta. 

12 Ya ha tiempo que hasta este cementerio 
llegué de remotísima comarca, 
pensando que Merlín un gran misterio 
supiese que el estudio mío abarca; 
y, pues te quise ver, tu cautiverio 
ha un mes que espero aquí junto a su arca, 
pues él, que la verdad siempre predijo, 
para hoy fijó el llegarte a su cobijo. 

13 Restó entonces de Aimón la hija turbada 
suspensa ante el hablar de aquella dueña; 
y tanto estaba de él maravillada 
que duda aquello cierto o si lo sueña. 
Bajando vergonzosa la mirada 
(porque era toda humilde y no zahareña) 
le respondió: ¿Qué he hecho yo en mi vida, 
que anuncian los profetas mi venida? 

14 Y alegre por la insólita aventura, 
detrás de aquella maga el paso mueve, 
que la condujo a aquella sepultura 
que encierra de Merlín lo eterno y breve. 
Era aquella arca de una piedra dura 
pulida y luminosa en tal relieve 
que al antro, en que lució jamás el día, 
daba esplendor la luz que desprendía. 

15 Ya fuese de algún mármol lucimiento 
que agita sombras como un hacha agita, 
o fuerza ya de arcano encantamiento 
de letra que en el cielo se halla escrita 
(que es esto lo que más creíble siento), 
mostraba el resplandor beldad infinita 
de tallas y pinturas, que allí en torno 
servían a aquel lugar sacro de adorno. 

16 Apenas con sus plantas Bradamante 
aquel secreto mausoleo huella, 
cuando el espíritu del nigromante 
con clarísima voz el aire mella: 
Favorézcate Fortuna en adelante, 
oh casta y nobilísima doncella, 
cuyo vientre dará el parto fecundo 
que debe honrar a Italia y todo el mundo. 

17 La antigua sangre del troyano asilo 
que en ti de dos deviene un río sólo 
dará la flor, el ornamento, el hilo 
de un tronco que será único y solo 
del Indo al Tajo, del Danubio al Nilo, 
de cuanto vive y es de polo a polo. 
Será la estirpe que en el mundo ingreses 
de emperadores, duques y marqueses. 

18 De ella caudillos surgirán robustos 
que, haciendo de razón y espada suma, 
daránle a Italia honor y honra vetustos 
con que otra vez de su poder presuma. 
Y así el trono tendrán señores justos 
que, tal como hizo Augusto o hizo Numa, 
bajo gobierno celebrado a coro 
restaurarán la antigua Edad de Oro. 

19 Por que el designio celestial se ponga 
por ti en efecto (pues mujer te elige 
ya de Rogelio, aunque el final prolonga), 
resueltamente el paso a él dirige; 
que no habrá suerte más que se interponga 
(por más que el pensamiento ahora te aflige) 
tanto que no al primer asalto abata 
a aquel ladrón que el bien hoy te arrebata. 

20 Calló Merlín cuando el presagio expuso 
y paso dio a las obras de la maga, 
que mostrar a la franca se dispuso 
los rostros que tendrán los de su saga. 
Espirtus reclutó para aquel uso, 
no sé si en el infierno la presaga, 
y juntos los tenía allí dispuestos 
con varias ropas y diversos gestos. 

21 A la capilla a la doncella llama 
donde un círculo había antes pintado, 
en que cabía horizontal la dama 
y aún un palmo más harto sobrado. 
Y, porque esté segura en el diagrama, 
le traza un gran pentáculo en un lado, 
y le manda mirar y estar sin habla; 
luego abre un libro, y a las sombras habla. 

22 Y gente del infierno y la ultratumba 
se ve cruzar la habitación primera, 
y en torno al sacro círculo se arrumba 
como si foso o muro lo ciñera. 
A aquella estancia, cuya bella tumba 
guardaba de Merlín cuanto hombre fuera, 
iban las sombras luego de haber dado 
las tres prescritas vueltas al trazado. 

23 Si de uno en uno hago a todos cuento 
--dijo la encantadora a Bradamante-- 
de estos que hoy por mor de encantamiento 
muy antes de nacidos, ves delante, 
no sé si el fin veré a tu encerramiento, 
que no es sola una noche a tal bastante; 
así que elegiré entre ellos algunos 
que sean, según el tiempo, a esto oportunos. 

24 Ve aquel primero allí que a ti se antoja 
igual en el risueño y bello gesto: 
de él tu estirpe hesperia se deshoja, 
pues hijo es de Rogelio en ti dispuesto. 
Espero ver por él teñida roja 
la tierra con la sangre de tu opuesto, 
y así vengados la traición y el tuerto 
contra quienes le habrán el padre muerto. 

25 Pondrá en rota final y desconcierto 
al rey de los lombardos Desiderio; 
de Este y de Calaón por este acierto 
le hará cesión fecunda el sacro Imperio. 
Es el que está detrás tu nieto Humberto, 
orgullo en armas del país hesperio: 
por él frente a la bárbara cohorte 
tendrá defensa la cristiana corte. 

26 A Alberto mira, invicto soberano, 
que templos ornará con oro y gema. 
Hugo su hijo ve, que por su mano 
en Milán colgará blasón y emblema. 
Azio es aquel, que ciñe, tras su hermano, 
del reino de los ínsubros diadema. 
Allá Albertazo está, que aconsejando 
de Italia a Berenguer quitará el mando; 

27 y será digno de que Otón le deje 
de Alda, su hija, en sacra unión la mano. 
Otro Hugo ve: ¡oh bello y tierno esqueje 
que del tronco nutriz no anda lejano! 
Esté será quien justo haga que ceje 
la soberbia orgullosa del romano, 
levantando su asedio sin arredro 
al Tercio Otón y al sucesor de Pedro. 

28 Ve Fulco, que parece que a su hermano, 
cuanto rija en Italia, le haya dado, 
y vaya a ser señor y soberano 
entre el pueblo alemán de un gran ducado. 
Dará a la casa de Sajonia mano 
cuando caiga ya toda por un lado; 
y, heredero por línea de la madre, 
será de aquel linaje nuevo padre. 

29 Azio Segundo es ese nuevo Este 
que hará más paz que guerra se practique. 
Ve Albertazo y Bertoldo, hijos de este: 
Bertoldo vencerá al segundo Enrique, 
y hará que Parma, desde oeste a este, 
de la sangre tudesca se salpique; 
del otro la condesa glorïosa, 
sabia y casta Matilde, será esposa. 

30 Lo hará su virtud digno desposando; 
que a aquella edad es gloria peregrina 
tener de media Italia en dote el mando 
y de Enrique Primero la sobrina. 
Ve al hijo de Bertoldo ahora pasando, 
Reinaldo, que hará libre a la mezquina 
Iglesia del tajante filo y hoja 
del crudo Federico Barbaroja. 

31 Otro Azio pasa: aquel que hará Verona 
juntar a su extendido territorio, 
y nombrado será marqués de Ancona 
del cuarto Otón y del Segundo Honorio. 
Es largo de mostrar toda persona 
que porte el confalón del consistorio, 
o que al abrigo de su espada y capa 
proteja el palio del romano papa. 

32 Ve Obicio y Fulco y más Azios y Hugos, 
los dos Enriques, hijo y padre a un tanto; 
dos Guelfos, que le pongan a Umbria yugos 
y vistan de Espoleto el ducal manto. 
Otro que librará de sus verdugos 
la aflicta Italia y trueque en risa el llanto: 
hablo de aquel --y le mostró Azio Quinto-- 
por quien será Ecelín roto y extinto. 

33 Ecelín, ferocísimo tirano, 
al que tendrán por hijo del demonio, 
tal daño hará matando al pueblo llano 
y destruyendo el territorio ausonio, 
que piadosos serán frente a su mano 
Mario, Sila, Nerón, Cayo y Antonio. 
Federico Segundo al que él auxilia 
por este Azio será vuelto a Sicilia. 

34 Governará con cetro más dichoso 
la tierra que el hermoso río perfuma 
donde invocó con plectro lagrimoso 
el hijo Febo que cayó en su espuma, 
cuando fue llanto el ámbar fabuloso 
y Cicno se vistió de blanca pluma. 
Y esta en gratitud a mil favores 
le donarán la Iglesia y sus pastores. 

35 ¿Dónde dejo al hermano Aldobrandino, 
quien dará ayuda al sacrosanto solio 
contra Otón cuarto y el campo gibelino, 
cuando ambos a pie ya del Capitolio 
hayan rendido ya el reino vecino 
y hecho en Umbría y Marca gran expolio? 
Faltándole el dinero y opulencia 
para hacer lid, lo pedirá a Florencia; 

36 mas no teniendo joya o mejor prenda, 
darále por aval su propio hermano. 
Con tal podrá marchar a la contienda 
y dar rota al ejército germano. 
Así a la Iglesia repondrá en su hacienda 
y cadalso dará al conde de Celano; 
y al servicio del que por Dios gobierna 
sus años gastará en la edad más tierna. 

37 A Azio, su hermano, nombrará heredero 
del dominio de Pésaro y Ancona, 
de cuanto entre Apeninos y mar fiero 
y el Trento y el Pisauro se acordona, 
y de virtud y de valor señero, 
que más que el oro son en la persona; 
pues quita y da Fortuna cuanto aviene, 
y sólo en la virtud poder no tiene. 

38 Reinaldo ve, del que no menos canto 
valor, por más que su destino avieso 
(celosa la Fortuna de ver tanto) 
no lo conduzca a similar suceso. 
Podré escuchar desde Campania el llanto, 
donde será rehén del padre y preso. 
Obicio pasa allá, que aún mozo tierno 
tras el abuelo heredará el gobierno. 

39 Verán hundirse en ellos su colmillo 
Módena fiera y Regio acomodado. 
Tal será su valor que por caudillo 
de su gente será a coro aclamado. 
Mira Azio Sesto, de Obicio un su chiquillo, 
confaloniero del papal estado; 
tendrá Andria como dote de familia 
del rey Carlos Segundo de Sicilia. 

40 Mira en aquel corrillo que ahora escojo 
de príncipes ilustres la excelencia: 
Obicio, Aldobrandín, Nicolás Cojo, 
Alberto, todo amor, todo clemencia. 
Me callaré, para no darte enojo, 
cómo a su reino añadirán Favencia, 
y con mayor firmeza Adria, que pudo 
nombrar a todo un mar fiero y sañudo; 

41 cómo la tierra, que por ser de rosas 
tan rica tomó nombre en lengua griega, 
y cuanto está en mitad de las viciosas 
marismas que el río Po contiene y riega, 
donde habitan las gentes deseosas 
que el mar se turbe y ande el viento en brega. 
Callo Lugo y Argenta y las letrillas 
de otras mil plazas y pobladas villas. 

42 Ve Nicolás, que tierno muchachuelo 
lo hará el pueblo monarca de su tierra, 
y hará rodar Tideo por el suelo 
que civil arma contra el mozo aferra. 
Será de él, pues, el infantil desvelo 
sudar el hierro y fatigar la guerra; 
y del estudio de la edad primera 
saldrá la flor de la nación guerrera. 

43 Hará a cuanto después felón cobarde 
le quiera contrastar, probar el daño; 
y hará su ingenio que feliz se guarde 
de toda industria, estratagema o engaño. 
Otón Buentercio lo sabrá ya tarde, 
señor de Regio y Parma en aquel año, 
al que arrebatará tras su venida 
a un mismo tiempo potestad y vida. 

44 Dará a su reino siempre rico aumento 
jamás torciendo el pie o haciendo roto; 
a nadie afligirá o dará escarmiento, 
si antes no rompió o deshizo voto: 
será por tal el gran Motor contento 
de a su properidad no poner coto; 
mas que se extienda siempre a mejor caso, 
hasta que el sol se oculte en el ocaso. 

45 Mira Leonelo, y mira el primer duque, 
prez de su siglo, el afamado Borso, 
que hará la paz y en mayor bien se eduque 
la tierra que sostiene con su torso, 
y Marte palidezca y se caduque 
con las manos atadas siempre al dorso. 
Será de este señor todo el intento 
que el pueblo en su nación viva contento. 

46 Hércules ve, que al véneto reprueba, 
cómo después que en Budrio él lo ampare 
y ardiéndole hasta el pie y rota la greba 
el campo puesto en fuga ardido pare, 
en pago contra él guerra promueva 
y por seguirlo hasta en el Parque pare. 
Este es señor, del que gran duda encierra 
si más será su gloria en paz o en guerra. 

47 Tendrán de sus hazañas y ademanes 
brucio, apulio y lucanio gran memoria, 
pues Alfonso, rey de los Catalanes, 
le proveerá de la primera gloria; 
y un nombre entre sus bravos capitanes 
se granjeará con más de una victoria. 
Tendrá por su virtud la señoría 
que ya treinta años antes debería. 

48 Y cuanto puede dar amor más puro 
a un príncipe su tierra, él gozarálo, 
no porque en campo fértil y maduro 
trueque su estéril cieno antiguo y malo; 
no porque la rodee con foso y muro 
más conforme a su alteza y su regalo, 
y la haga ornar de templos y palacios, 
plazas, teatros, y otros mil espacios; 

49 no porque la mantenga de las garras 
de alígero León muy defendida; 
no porque cuando las francesas barras 
traigan acá y allá Italia encendida, 
sola en paz a ninguno entregue arras 
y viva de opresiones distraída; 
no ya por estos u otros beneficios 
tendrá deuda con él y sus servicios; 

50 mas porque le dará la ínclita rama, 
Hipólito y Alfonso, justa y leda, 
que harán como contó la antigua fama 
de los gemelos que alumbrara Leda, 
que ya uno u otro de la fébea llama 
se privan por que el otro vivir pueda. 
Será cualquiera al otro pronto y fuerte 
a socorrerlo aun con perpetua muerte. 

51 El gran amor de esta gentil pareja 
preservará su pueblo más seguro 
que si, por obra de Vulcano, reja 
doble de acero reforzase el muro. 
Tal es Alfonso y su saber refleja 
de suerte la bondad que en el futuro 
creerá el pueblo que vuelto haya del cielo 
Astrea a donde castiga el sol y el hielo. 

52 Le será de provecho el ser prudente 
y en el valor asemejarse al padre, 
pues hallará con reducida gente 
que de un lado Venecia ante él se cuadre, 
del otro aquella, que más justamente 
no sé si he de llamar madrastra o madre; 
pero si madre, contra él más fiera 
que Medea o Procne con su hijos fuera. 

53 Y cuantas veces salga o noche o día 
a la campaña fuera de su tierra, 
derrotará con singular maestría 
a sus contrarios ya por mar o tierra. 
Las gentes de Romaña con mal guía 
contra el vecino y alïado, en guerra, 
veránse ensangrentando el suelo interno 
que encierran el Zaniolo, Po y Santerno. 

54 Allí también lo entenderá por cierto 
del gran Pastor el mercenario hispano, 
que luego, luego habrá por el concierto 
Bastía tomado y muerto el castellano, 
cuando la cobre él, y por tal tuerto 
no haya desde oficial a infante llano 
que vivo aún de la batalla y preda 
a Roma reportar aviso pueda. 

55 Él ha de ser quien con astucia y lanza 
tenga el honor en la región romaña 
de haber dado al francés por su alianza 
victoria frente a Julio y frente a España. 
Los corceles tras ella hasta la panza 
en sangre nadarán por la campaña, 
incapaz de sepultar bajo ella luego 
tudesco, hispano, franco, ítalo y griego. 

56 Ese al que en pontificio hábito oprime 
la crin rojo capello y allá asoma, 
es el asaz magnánimo, sublime, 
gran cardenal de la Iglesia de Roma 
Hipólito, que en cuanto estilo anime 
dará materia eterna a todo idioma; 
y en cuya edad concede el cielo justo 
que haya un Marón, como otro tuvo Augusto. 

57 Adornará a su descendencia bella, 
como orna el sol la máquina del mundo 
más que la luna y que cualquier estrella, 
que al suyo otro esplendor siempre es segundo. 
Con poca gente y dubitosa huella 
lo veo partir, y regresar jocundo, 
porque cautivas trae quince galeras 
y otras mil naves más a sus riberas. 

58 Detrás mira uno y otro Segismundo. 
Los cinco hijos de Alfonso ahí se suceden, 
a cuya fama de llenar el mundo 
impedir mares ni montañas pueden: 
es del franco Hércules yerno, el segundo 
(y así muestro con cuánto a cuanto exceden) 
Hipólito es, que no con más celaje 
que el tío, dará luz en su linaje. 

59 Francisco, aquel; los otros dos se llaman 
Alfonso. 

Y, si ahora aguardas que destrabe 
de entre ellos todos los que el tronco enraman 
y que hacen que tu estirpe así yo alabe, 
verás cuánto se apagan y se inflaman 
los astros mucho más antes que acabe; 
y es tiempo ya, cuando tu boca falle, 
que dé licencia al antro, y que yo calle. 

60 Y así, cuando lo quiso Bradamante, 
cerró el libro la sabia encantadora, 
huyendo allí las sombras de portante 
adonde el cuerpo del profeta mora. 
Abrió entonces la boca dubitante 
la franca cuando supo ser ya hora, 
y preguntó: ¿Qué dos tristes se hallaban 
que a Hipólito y Alfonso acompañaban? 

61 Venían suspirando y de difunta 
mirada sus dos ojos parecían; 
y a sus hermanos tanto de su junta 
los vi alejarse, que juzgué que huían. 
Demudar pareció con la pregunta 
la maga y que sus ojos se afligían. 
¡Ay míseros --clamó-- y a cuánta pena 
os lleva el instigar maldad ajena! 

62 ¡Oh buena prole tú de Hércules bueno, 
no venza tu grandeza su malicia. 
Pues son los tristes de tu propio seno, 
permítase clemencia la justicia. 
Y añadió entonces con más pausa y freno: 
No es tiempo de decirte más noticia. 
Gusta en la boca el dulce y no te hiera 
que hacer resabio amargo no lo quiera. 

63 Apenas la dorada aurora luzca, 
contigo tomaré la mejor vía 
que al castillo de acero nos conduzca 
donde Rogelio vive en tiranía. 
Y, hasta que no en la hollada te introduzca, 
te serviré de compañera y guía; 
de suerte que te muestre ya en las playas 
tan bien el resto, que sin yerro vayas. 

64 Allí permaneció la joven brava 
toda la noche, y departió gran rato 
con el sabio Merlín, que la inclinaba 
a dar a su Rogelio cortés trato. 
Dejó después la subterránea cava, 
cuando dio el sol a la campaña ornato, 
y anduvo senda un gran espacio escura, 
la maga haciendo de ella siempre cura. 

65 Llegaron hasta un valle silencioso 
celado por los montes a las gentes; 
el día entero sin tomar reposo 
cruzaron ya montañas, ya torrentes. 
Y, porque fuese andar algo gustoso, 
con chascarrillos dulces y mordientes 
de cuanto al cabo más tomaban gusto, 
hacían más amable el viaje adusto; 

66 mas quiso entre ellos fuese una gran parte 
la docta maga el dar agenda clara 
de cuál cautela luego y de cuál arte 
debiera usar, si por Rogelio entrara. 
Si fueses tú --le habló-- Palas o Marte, 
y condujeses más bajo tu vara 
que gente Carlomagno o Agramante, 
harías poca fuerza al nigromante; 

67 que, amén que está de acero amurallada 
la roca inexpugnable, y es tan alta; 
amén que el aire su criatura alada 
por medio cruza y lo galopa y salta; 
tiene escudo mortal, cuya mirada 
tanto los ojos (si lo muestra) asalta, 
que los anubla, y tanto hace al sentido 
que tumba al vivo en tierra desvaído. 

68 Y si piensas que le has de dar remate 
teniendo el ojo frente a él cerrado, 
¿cómo podrás saber en el combate 
cuándo te esquiva el mago o lo has tocado? 
Mas por burlar la lumbre que así abate, 
y al resto de su ciencia hallarle vado, 
te mostraré un remedio, una vía presta; 
que no hay otra en el mundo, si no es esta. 

69 A cierta reina en India, con enredo, 
cierto anillo robar mandó Agramante 
a un tal Brunelo, que al fatal roquedo 
camina pocas millas por delante; 
de tal virtud, que quien lo lleva al dedo 
no sufre encanto más de nigromante. 
Hurtos y engaños sabe este Brunelo, 
cuanta magia el captor de tu martelo. 

70 Este Brunelo (que es tan cauto y pillo 
como te digo) fue del rey mandado, 
a fin de que, ayudado de este anillo 
y con su ingenio agudo y extremado, 
a Rogelio rescate del castillo 
donde el mago lo tiene encarcelado; 
y así ha hecho a su señor promesa, 
que más que a otro a Rogelio amor profesa. 

71 Mas por que sola a ti Rogelio haya, 
y no al rey Agramante, de obligarse, 
para traerlo de aquella alta atalaya 
te enseñaré la industria que ha de usarse. 
Tres días ve a lo largo de la playa 
que está casi ya a pique de avistarse; 
contigo el tercer día hasta una venta 
vendrá quien el anillo ahora detenta. 

72 Es, por que lo conozcas, de estatura 
de ni seis palmos; crin algo erizada, 
de pelo negro y tez un tanto oscura; 
pálido gesto, barba muy cerrada; 
narices machucadas, ceja dura; 
ojos saltones, torvo en la mirada; 
trae hábito (y así sabrás su arreo) 
ceñido y corto, a guisa de correo. 

73 Tendrás buena ocasión, si a ello te avienes, 
de hablar de escudo, pájaro y muralla. 
Muestra tener, como en efecto tienes, 
afán de ir con el mago a la batalla; 
mas no de que conozcas ya los bienes 
de aquel anillo en que la magia encalla. 
Él se te ofrecerá a mostrar la vía 
que va a la roca y darte compañía. 

74 Ve tú detrás; y en cuanto te avecine 
tanto a la roca que se vea el castillo, 
mátalo sin clemencia que te incline 
a no seguir la hilaza de mi ovillo. 
Cuida de que la acción tuya adivine 
y tenga tiempo a usar de aquel anillo; 
porque hacerse invisible al punto debe 
apenas a la boca se lo lleve. 

75 Llegaron así al mar hablando tanto, 
donde junto a Burdeos entra el Garona. 
Allí, no sin algún sentido llanto, 
entrambas separaron la persona. 
La hija de Aimón, que por que del encanto 
quede su amante libre se abandona, 
tanto caminó, que en medio día 
llegó a donde Brunelo noche hacía. 

76 Conócelo ella bien, cuando a él se junta, 
pues ya su imagen trae grabada en mente: 
de dónde viene, a dónde va pregunta; 
todo responde él, y en todo miente. 
Bradamante, advertida, igual barrunta, 
y miente, y disimula allí igualmente 
patria y familia y Dios y sexo y nombre; 
y no aparta los ojos de aquel hombre. 

77 Pasa el tiempo sus manos vigilando 
pues teme siempre ser por él robada; 
según lo ve venir, se va apartando, 
ya de su condición bien informada. 
Así juntos los dos conversan, cuando 
la oreja un gran estruendo les horada. 
Después diré, señor, cuál fue la causa, 
mas debo darle al canto alguna pausa. 



Recuerda
(Traducción de Clemente Althaus)

 ¿Son éstos los rubísimos cabellos
 que ya bajando en trenzas elegantes,
 ya llovidos de perlas y diamantes,
 ya al aura sueltos, eran siempre bellos?

 ¡Ah! ¿Quién los pudo separar de aquellos
 vivos marfiles que ceñían antes,
 del más bello de todos los semblantes,
 de sus hermanos más felices que ellos?

 Médico indocto, ¿fue el remedio solo
 que hallaste, el arrancar con vil tijera
 tan rico pelo de tan noble frente?

 Pero sin duda te lo impuso Apolo
 para que así no quede cabellera
 que con la suya competir intente.



A una estancia donde esperaba a su amada
(Traducción de Clemente Althaus)

 ¡Venturosa prisión, cárcel suave,
 no por amor, no por venganza fiera,
 me tiene la más linda carcelera
 a quien es bien que agradecido alabe!

 Otros cautivos, al sonar la llave,
 temen llegada su hora postrimera;
 mas yo me alegro, que el placer me espera,
 no juez severo, ni sentencia grave.

Me aguarda el más cortés recibimiento,
 libre plática exenta de embarazos,
 dulces halagos y caricias siento:

de cadenas en vez, floridos lazos,
 y besos sabrosísimos sin cuento,
 y largos, estrechísimos abrazos.




Soneto de Ludovico Ariosto (1474-1533)


Soneto XXV

Que bela sois, senhora! Tanto, tanto,
que por mim nunca vi cousa mais bela!
Contemplo a fronte e penso que uma estrela
a meu caminho dá seu brilho santo.

Contemplo a boca e pairo no encanto
do sorriso tão doce que é só dela;
olho o cabelo de ouro e vejo aquela
rede que amor me impôs com terno canto.

É de terso alabastro o colo, o peito,
os braços mais as mãos, e finalmente
quanto de vós se vê ou se adivinha.

E embora seja tudo assim perfeito,
permiti que vos diga ousadamente:
mais perfeita era a fé que em vós eu tinha.

Tradução de David Mourão-Ferreira



Soneto XXV (original italiano)

Madonna, sète bella e bella tanto,
ch’io non veggio di voi cosa più bella;
miri la fronte o l’una e l’altra stella
che mi scorgon la via col lume santo;

miri la bocca, a cui sola do vanto
che dolce ha il riso e dolce ha la favella,
e l’aureo crine, ond’Amor fece quella
rete che mi fu tesa d’ogni canto;

o di terso alabastro il collo e il seno
o braccia o mano, e quanto finalmente
di voi si mira, e quanto se ne crede,

tutto è mirabil certo; nondimeno
non starò ch’io non dica arditamente
che più mirabil molto è la mia fede.






JACOPO SANNAZARO [17.530] Poeta de Italia

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Jacopo Sannazaro

Jacopo Sannazaro (Nápoles, 1456 - 1530) fue un escritor napolitano del Renacimiento que escribió sus obras en italiano y en latín.

Sannazaro nació el 28 de julio 1458 y murió el 6 de agosto 1530, (que con cierta frecuencia se escribe equivocadamente Sannazzaro) era un napolitano descendiente de una noble familia de la Lomellina. Su infancia y adolescencia transcurrieron en San Cipriano Piacentino. Estudió en la Academia Pontaniana de Nápoles con el nombre de Actius Syncerus. El célebre humanista Giacomo Pontano fue su amigo y le dedicó su diálogo sobre la poesía Actius, donde publicaban en italiano o en latín humanistas o poetas como Antonio Minturno, Girolamo Seripando, Luigi Tansillo, Bernardo Tasso o Giulio Cesare Caracciolo. Allí escribieron también españoles como el erasmista Juan de Valdés, el poeta toledano Garcilaso de la Vega o el historiador y humanista Juan Ginés de Sepúlveda.

Sannazaro, culto humanista y poeta también, dejó numerosas obras en latín e italiano. Entre las primeras se recuerdan sus Bucólicas, de inspiración virgiliana, las cinco Eclogae piscatoriae, que describen el Golfo de Nápoles, tres libros de Elegías y el poema sacro De partu Virginis, que no fue publicado sino en 1526. Entre las obras en vulgar, destacan sus Gliommeri, importante para la paremiología italiana, las Farse o farsas y las Rime, inspirándose en las de Francesco Petrarca

Su obra maestra en lengua vulgar es la Arcadia (Venecia, 1502, y sucesivas ediciones ediciones aldinas), una de las obras más representativas del gusto humanístico y cuyo éxito dio origen al género renacentista de la novela pastoril. Se trata de una novela compuesta de doce églogas precedidas cada una de un amplio pasaje narrativo en prosa. Cuenta la vida del joven Sincero (el poeta mismo), el cual, tras una desilusión amorosa, deja Nápoles y se marcha a la Arcadia, donde encuentra una cierta paz y serenidad de espíritu gustando la simple vida de los pastores-poetas de la región. Pero un sueño terrible le induce a volver a Nápoles, donde se entera de la muerte de su amada.

La Arcadia consolidó un género, el de la novela pastoril, en la literatura italiana y europea, y fue considerada modelo y arquetipo de la prosa poética. Influyó poderosamente en la Inglaterra isabelina (Philip Sidney) y la Castilla del Renacimiento (Jorge de Montemayor y su Los siete libros de la Diana) y del manierismo (Bernardo de Balbuena y su Siglo de Oro en las selvas de Erifile).


Soneto de Sannazaro

¡O celos de amor terrible freno
qu’en un punto me vuelve y tiene fuerte!
Hermanos de crueldad, deshonrada muerte
que con tu vista tornas el cielo sereno.

¡O serpiente nacida en dulce seno
de hermosas flores que mi esperanza es muerta!
tras prósperos comienzos, adversa suerte;
tras suave manjar, recio veneno.

¿De cuál furia infernal acá saliste,
o cruel monstruo o peste de mortales,
que tan tristes y crudos mis días hiciste?

¡Tórnate al infierno sin mentar mis males!
Desdichado miedo ¿a qué viniste?
que bien bastaba Amor con sus pesares.


DELICIAS DE LA CAZA

Desde mis tiernos y primeros años
A aquella parte me inclinó mi estrella,
Y á aquel fiero destino de mis daños. 

Tú conociste bien una doncella,
De mi sangre y abuelos decendida,
Más que la misma hermosura bella:

En su verde niñez, siendo ofrecida
Por montes y por selvas á Diana,
Egercitaba allí su edad florida.

Yo que desde la noche á la mañana,
Y del un sol al otro sin cansarme
Seguia ia caza con estudio y gana,

Por deudo y egercicio á conformarme
Vine con ella en tal domestiqueza,
Que della un punto no sabia apartarme.

Iba de una hora en otra la estrecheza
Haciéndose mayor, acompañada
De un amor sano y lleno de pureza.

Qué montaña dejó de ser pisada
De nuestros pies? qué bosque ó selva umbrosa
No fué de nuestra caza fatigada?

Siempre con mano larga y abundosa
Con parte de la caza visitando
El sacro altar de nuestra santa Diosa.

La colmilluda testa ora llevando
Del puerco javalí cerdoso y fiero,
Del peligro pasado razonando:

Ora clavando del ciervo ligero
En algún sacro pino los ganchosos
Cuernos, con puro corazón sincero,

Tornábamos contentos y gozosos,
Y al disponer de lo que nos quedaba
Jamas me acuerdo de quedar quejosos.

Cualquiera caza á entrambos agradaba;
Pero la de las simples avecillas
Menos trabajo y más placer nos daba.

En mostrando la Aurora sus mejillas
De rosa, y sus cabellos de oro fino
Humedeciendo ya las florecillas, 

Nosotros yendo fuera de camino,
Buscábamos un valle el más secreto,
Y de conversación menos vecino:

Aquí con una red de muy perfeto
Verde teñida aquel valle atajábamos
Muy sin rumor, con paso muy quieto.

De dos árboles altos la colgábamos,
Y habiéndonos un poco lejos ido,
Hacia la red armada nos tornábamos;

Y por lo más espeso y escondido
Los árboles y matas sacudiendo
Turbábamos el valle con ruido.

Zorzales, tordos, mirlas, que temiendo
Delante de nosotros, espantados
Del peligro menor, iban huyendo,

Daban en el mayor desatinados,
Quedando en la sutil red engañosa
Confusamente todos enredados.

Y entonces era vellos una cosa
Extraña y agradable, dando gritos,
Y con voz lamentándose quejosa.

Algunos dellos (que eran infinitos)
Su libertad buscaban revolando;
Otros estaban míseros y aflitos.

Al fin las cuerdas de la red tirando,
Llevábamosla juntos casi llena
La caza acuestas y la red colgando.

Cuando el húmido otoño ya refrena
Del seco estío el gran calor ardiente,
Y va faltando sombra á Filomena,

Con otra caza desta diferente,
Aunque también de vida ociosa y blanda,
Pasábamos el tiempo alegremente.

Entonces siempre, como sabes, anda
De estorninos volando á cada parte
Acá y allá la espesa y negra banda. 

Y cierto aquesto es cosa de contarte,
Como con los que andaban por el viento
Usábamos también de astucia y arte.

Uno vivo primero de aquel cuento
Tomábamos; y en esto sin fatiga
Era cumplido luego nuestro intento.

Al pie del cual un hilo untado en liga
Atado, le soltábamos al punto
Que via volar aquella banda amiga.

Apenas era suelto, cuando junto
Estaba con los otros y mezclado,
Secutando el efecto de su asunto.

A cuantos era el hilo enmarañado
Por alas ó por pies ó por cabeza,
Todos venían al suelo mal su grado.

Andaban forcejando una gran pieza
A su pesar y á mucho placer nuestro;
Que así de un mal ajeno, bien se empieza.

Acuérdaseme agora que el siniestro
Canto de la corneja y el agüero
Para escaparse no le fue maestro.

Cuando una dellas (como es muy ligero
A nuestras manos viva nos venía,
Era prisión de más de un prisionero.

La cual á un llano grande yo traía,
A do muchas cornejas andar juntas
O por el suelo ó por el ayre vía:

Clavándola en la tierra por las puntas
Extremas de las alas, sin rompellas,
Seguíase lo que apenas tu barruntas.

Parecía mirando á las estrellas,
Clavada boca arriba en aquel suelo,
Que estaba contemplando el curso dellas.

De allí nos alejábamos, y el cielo
Rompía á gritos ella, y convocaba
De las cornejas el superno vuelo, 

En un solo momento se ayuntaba
Una gran muchedumbre presurosa
A socorrer la que en el suelo estaba.

Cercábanla, y alguna más piadosa
Del mal ajeno de la compañera,
Que del suyo avisada ó temerosa,

Llegábase muy cerca, y la primera
Que esto hacía, pagaba su inocencia
Con prisión ó con muerte lastimera:

Con tal fuerza la presa y tal violencia
Se engarrafaba de la que venía,
Que no se despidiera sin licencia.

Ya puedes ver qué gran placer sería
Ver, de una por soltarse y desasirse,
De otra por socorrerse la porfía.

Al fin la fiera lucha á despartirse
Venia por nuestra mano, y la cuitada
Del bien hecho empezaba á arrepentirse.

¿Qué me dirás, si con su mano alzada
Haciendo la noturna centinela,
La grulla de nosotros fue engañada?

No aprovechaba al ánsar la cautela,
Ni ser siempre sagaz descubridora
De noturnos engaños con su vela. 

Ni al blanco cisne que en las aguas mora
Por no morir como faetón en fuego,
Del cual el triste caso canta y llora.

¿Y tú, perdiz cuitada, piensas luego 
Que en huyendo del techo estás segura?
En el campo turbamos tu sosiego. 

A ningún ave ó animal natura
Dotó de tanta astucia, que no fuese
Vencido al fin de nuestra astucia pura.

Si por menudo de contarte hubiese
De aquesta vida cada partecilla,
Temo que antes del fin anocheciese.

Basta saber que aquesta tan sencilla
Y tan pura amistad, quiso mi hado
En diferente especie convertilla:

En un amor tan fuerte y tan sobrado,
Y en un desasosiego no creíble,
Tal que no me conozco de trocado.

El placer de miralla con terrible
Y fiero desear sentí mezclarse,
Que siempre me llevaba á lo imposible.

La pena de su ausencia vi mudarse
No en pena, no en congoja, en cruda muerte,
Y en fuego eterno el alma atormentarse.

Aqueste estado enfín mi dura suerte
Me trujo poco á poco, y no pensara
Que contra mí pudiera ser más fuerte,

Si con mi grave daño no probara,
Que en comparación de esta, aquella vida
Qualquiera por descanso la juzgara.

Ser debe aquesta historia aborrecida
De tus orejas, ya que así atormenta
Mi lengua y mi memoria entristecida.

Decir ya más no es bien que se consienta:
Junto todo mi bien perdí en una hora;
Y esta es la suma en fin de aquella cuenta. 

Traducción de Garci Laso de la Vega


MADRIGAL

¡Con cuan varias querellas,
Oh Lesvia, me castiga el Amor fiero!
Ama mi pecho, y del ardor severo
Sudan mis ojos líquidas centellas;
Un Nilo soy de lágrimas, en tanto
Que un Etna siento, que respiro ciego;
Oh llanto japaga tan continuo fuego!
Oh fuego ¡extingue tan continuo llanto! 




SONETO

PADECE ARDIENDO Y LLORANDO, SIN QUE LE REMEDIE
LA OPOSICIÓN DE LAS CONTRARIAS CALIDADES 


Los que ciegos me ven de haber llorado,
Y las lágrimas saben que he vertido,
Admiran, de que en fuentes dividido
Ó en lluvias ya no corra derramado.

Pero mi corazón arde admirado
(Porque en tus llamas, Lisis, encendido)
De no verme en centellas repartido,
Y en humo negro y llamas desatado.

En mí no vencen largos y altos ríos
A incendios, que animosos me maltratan;
Ni el llanto se defiende de sus bríos.

La agua y el fuego en mí de paces tratan;
Y amigos son, por ser contrarios míos;
Y los dos, por matarme, no me matan. 




Ícaro aquí cayó: esta ola lo sabe...

Ícaro aquí cayó: esta ola lo sabe,
que recibió en su seno aquel plumaje audaz;
aquí acabó su curso, tuvo su gran caída,
a la que envidiarán todos cuantos le sigan.

¡Oh tormentoso y bien agradable afán,
ya que muriendo obtuvo una gloria eterna!
¡Feliz que con su muerte conoció tal destino
y que un precio tan bello recompensó su daño!

¡Bien puede de su ruina hallarse satisfecho,
él que volando al cielo, a modo de paloma,
por haber sido osado perdió el alma y la vida;

y hoy entero resuena a la par de su nombre
el espacio de un mar, y todo un elemento!
¿Quién tuvo en este mundo jamás tan vasta tumba?

Jacopo Sannazaro, incluido en Antología esencial de la poesía italiana (Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1999, selecc. y trad. de Antonio Colinas).







MIGUEL ÁNGEL BUONARROTI [17.531]

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Miguel Ángel

Miguel Ángel Buonarroti, en italiano Michelangelo; Caprese, actual Italia, 1475 - Roma, 1564. Escultor, pintor y arquitecto italiano. Habitualmente se reconoce a Miguel Ángel como la gran figura del Renacimiento italiano, un hombre cuya excepcional personalidad artística dominó el panorama creativo del siglo XVI y cuya figura está en la base de la concepción del artista como un ser excepcional, que rebasa ampliamente las convenciones ordinarias.

Durante los cerca de setenta años que duró su carrera, Miguel Ángel cultivó por igual la pintura, la escultura y la arquitectura, con resultados extraordinarios en cada una de estas facetas artísticas. Sus coetáneos veían en las realizaciones de Miguel Ángel una cualidad, denominada terribilità, a la que puede atribuirse la grandeza de su genio; dicho término se refiere a aspectos como el vigor físico, la intensidad emocional y el entusiasmo creativo, verdaderas constantes en las obras de este creador que les confieren su grandeza y su personalidad inimitables.

La vida de Miguel Ángel transcurrió entre Florencia y Roma, ciudades en las que dejó sus obras maestras. Aprendió pintura en el taller de Ghirlandaio y escultura en el jardín de los Médicis, que habían reunido una excepcional colección de estatuas antiguas. Dio sus primeros pasos haciendo copias de frescos de Giotto o de Masaccio que le sirvieron para definir su estilo.




La Piedad (c. 1499) de Miguel Ángel

En 1496 se trasladó a Roma, donde realizó dos esculturas que lo proyectaron a la fama: el Baco y la Piedad de San Pedro. Esta última, su obra maestra de los años de juventud, es una escultura de gran belleza y de un acabado impecable que refleja su maestría técnica. Al cabo de cinco años regresó a Florencia, donde recibió diversos encargos, entre ellos el David, el joven desnudo de cuatro metros de altura que representa la belleza perfecta y sintetiza los valores del humanismo renacentista.

En 1505, cuando trabajaba en el cartón preparatorio de la Batalla de Cascina (inconclusa) para el Palazzo Vecchio, el papa Julio II lo llamó a Roma para que esculpiera su tumba; Miguel Ángel trabajó en esta obra hasta 1545 y sólo terminó tres estatuas, el Moisés y dos Esclavos; dejó a medias varias estatuas de esclavos que se cuentan en la actualidad entre sus realizaciones más admiradas, ya que permiten apreciar cómo extraía literalmente de los bloques de mármol unas figuras que parecían estar ya contenidas en ellos.



La creación de Adán (Capilla Sixtina, 1508-1512)

Julio II le pidió también que decorase el techo de la Capilla Sixtina, encargo que Miguel Ángel se resistió a aceptar, puesto que se consideraba ante todo un escultor, pero que se convirtió finalmente en su creación más sublime. Alrededor de las escenas centrales, que representan episodios del Génesis, se despliega un conjunto de profetas, sibilas y jóvenes desnudos, en un todo unitario dominado por dos cualidades esenciales: belleza física y energía dinámica.

En 1516 regresó a Florencia para ocuparse de la fachada de San Lorenzo, obra que le dio muchos quebraderos de cabeza y que por último no se realizó; pero el artista proyectó para San Lorenzo dos obras magistrales: la Biblioteca Laurenciana y la capilla Medicea o Sacristía Nueva. Ambas realizaciones son en el aspecto arquitectónico herederas de la obra de Brunelleschi, aunque la singular escalera de acceso a la biblioteca, capaz de crear un particular efecto de monumentalidad en el escaso espacio existente, sólo puede ser obra del genio de Miguel Ángel. La capilla Medicea alberga dos sepulturas que incluyen la estatua del difunto y las figuras magistrales del Día, la Noche, la Aurora y el Crepúsculo.

En 1534, Miguel Ángel se estableció definitivamente en Roma, donde realizó el fresco del Juicio Final en la capilla Sixtina y supervisó las obras de la basílica de San Pedro, en la que modificó sustancialmente los planos y diseñó la cúpula, que es obra suya. Su otra gran realización arquitectónica fue la finalización del Palacio Farnesio, comenzado por Sangallo el Joven.





A continuación se insertan tres sonetos de Miguel Ángel traducidos en prosa y publicados en la «Revista pintoresca del Globos, formando parte de un artículo suscrito por el traductor.


I

A DANTE ALIGHIERI

Dal mondo scese ai ciechi abissi e poi 

Vivo penetró en los abismos tenebrosos: vivo pasó del uno al otro infierno, y desde allí remontándose hasta Dios, su genio hizo brillar en medio de nuestra noche un rayo puro de verdad.

Estrella única, su deslumbrante llama iluminó en sus mismas profundidades los terribles misterios de la Eternidad, y por ello recibió la recompensa que la tierra culpable prodiga con harta frecuencia á los más dignos mortales.

Sí, los sublimes trabajos del Dante fueron desconocidos, asi como su inmortal audacia por ese pueblo ingrato que parece no saber ser benigno con los justos.

¡Qué importa! ¡Ojalá fuera esta mí suerte! Daría yo gozoso la felicidad mayor de la tierra por ese cruel destierro, esclarecido por tamaña virtud.



II

Halagan siempre el gusto puro y sano del artista piadoso esas obras maestras antiguas, cuyas actitudes y facciones sabe él descubrir aun entre las ruinas, obligando luego á la cera, al barro y al mármol á reproducirlas vivas.

Si más tarde el tiempo injuriador las desfigura de nuevo ó las destruye, no subsiste menos sagrada su belleza primera, y la mente que una vez la comprendió, la conserva religiosamente.

Así tu belleza, adorable monumento de los tiempos celestes, nos revela aquí en la tierra el artista eternal.

Ya se desfigure ó aniquile con los años, vivirá siempre soberana en mi alma, elevándola á aquella belleza suprema que no alteran primavera ni invierno.


III 

El curso de mi vida toca á su término; atravesando este mar borrascoso, llego por fin en mi barca quebradiza al puerto universal donde cada cual ha de dar cuenta del bien y del mal que ha obrado.


ALGUNAS NOTAS A LA POESÍA DE MIGUEL ÁNGEL
Por Francisco L. González-Camaño


Poemas de circunstancia

Analicemos, para empezar, el conocido soneto suyo con dos estrambotes escrito hacia 1509 mientras pintaba los frescos del techo de la Capilla Sixtina.



Se me ha hecho ya buche en la fatiga,
como hace el agua a los gatos en Lombardía
o en cualquier otra región de que se sea,
que a fuerza el vientre se junta a la barbilla.

La barba al cielo, y siento la memoria
en el trasero y tengo el pecho de una arpía.
Y sobre el rostro el pincel aún goteando
un rico pavimento me va haciendo.

Los riñones me han llegado hasta la panza
y del culo hago en contrapeso grupa
y ya sin ojos doy pasos en vano.

Por delante se me estira la corteza
y por plegarse atrás se me reagrupa
y me extiendo como un arco de Siria.

Pero engañoso y extraño
brota el juicio que la mente lleva,
pues tira mal la cerbatana rota.

Este cadáver de pintura
defiéndelo ahora, Juan, y también mi honor
no estando yo en mi sitio ni siendo yo pintor.


Julio II era también el protector del arquitecto Bramante y del pintor Rafael, los competidores más directos de Miguel Ángel. Y es de ellos precisamente de quienes se queja el escritor en este soneto. De ellos y de la posible predisposición papal a hacerles caso.


***


Señor, si es verdad algún proverbio antiguo,
es el que dice que quien puede más no quiere.
Has creído en fábulas y palabrerías
y premiado a quien es de la verdad enemigo.

Yo soy y fui tu leal siervo antiguo
y a ti dado como al sol los rayos,
pero de mi tiempo ni te compadeces ni cuidas,
y menos te valgo, cuanto más me afano.


En estos dos cuartetos Miguel Ángel exterioriza sus lamentos por las intrigas palaciegas de sus dos colegas dispuestos a apartarlo del andamio de la Capilla Sixtina.

Cuando ya estaban realizadas casi la mitad de las pinturas de la bóveda el pintor reparó en unas manchas que habían salido en las molduras de los techos y paredes. Como no sabía el motivo de tal desastre se desesperó y se negó a seguir adelante con el proyecto.

Fue entonces cuando aprovechó Bramante para aconsejar al Papa que fuera Rafael quien acabara la otra mitad de la Capilla, debido a los fallos cometidos por Miguel Ángel. El Papa no se decidía y entretanto Giulianno de Sangallo, reclamado por su amigo Buonarroti que le pide consejo, da con la causa de tales manchas: la cal romana, blanca de color y hecha con travertino, tarda mucho en secarse y si se mezcla antes de tiempo con pozzolona (una especie de polvo volcánico) hace que salgan esas manchas oscuras en la superficie, que tanto desesperaban al artista.



Poemas airados

Pero donde sus críticas al Papa Julio II y a la curia romana en general arrecian y se vuelven más airadas es en el soneto de 1512 que comienza “Qua si fa elmi di calici e spade” (Aquí se hacen yelmos y espadas de cálices).


Aquí se hacen yelmos y espadas de cálices
y la sangre de Cristo se vende a manos llenas,
y cruces y espinas son lanzas y rodelas
y hasta la paciencia de Cristo se acaba.

Mas Él no debiera volver a estos lugares,
si hasta las estrellas su sangre llegase,
ahora que en Roma le venden la piel
y a toda bondad le cierran la entrada.

Si tuviera yo deseo de perder tesoros,
puesto que aquí ya perdí mi trabajo,
puede el del manto hacer lo que Medusa en Moro;

pero si al alto cielo la pobreza agrada
¿qué hacer para retornar a nuestro estado
si otra señal apaga a la otra vida?


***


Los versos centrales del poema 41 vienen a decirnos de forma sucinta y hermosa que el esplendor de la belleza carnal no es más que el reflejo de otra belleza superior de la que es emblema o en la que nos inicia:


Espíritu delicioso, en el que se espera creer
por dentro, como aparece en el rostro por fuera,
amor, piedad, merced, cosas tan raras
que nunca con tanta fe se unieron en belleza.
Me cautiva el amor y la beldad me ata.



Poemas a Cavalieri

Particularmente interesante es el poema siguiente que Frey, uno de los primeros editores de la poesía de Miguel Ángel en alemán, fecha alrededor de 1550, pero otros estudiosos como Girardi lo adelantan hasta 1525.


Si fui, ya muchos años, mil veces
herido y muerto, que no vencido o cansado
por ti, culpa mía es. ¿Ahora retornaré,
blanco el pelo, a tus promesas necias?
¡Has atado tantas veces y liberado tantas
los tristes miembros, y tanto herido el costado,
Que puedo apenas volver en mí, aunque
bañado el pecho de abundantes lágrimas!
De ti me duelo, Amor, contigo hablo,
libre de tus halagos ¿de qué sirve
tomar tu arco cruel y disparar a nada?
Como a leño en ceniza sierra o termes
gran vergüenza así es perseguir corriendo
a quien perdió ya destreza y movimiento.



Leamos, por ejemplo, este soneto, muy probablemente el primero de los dedicados a su joven amante:


Si el deseo inmortal que alza y modera
los demás pensamientos, aflorase los míos,
quizá a quien en la casa de Amor despiadado
reina, volverle podría en apiadado.

Pero como el alma por ley divina
mucho vive, y al poco muere el cuerpo,
no puede el sentido su alabanza o valore
describirlo bien si bien no lo entiende.

Entonces, ¡ay de mí!, ¿cómo será entendido
el casto deseo que al corazón enciende
por quienes siempre en los demás a sí se ven?

Mi jornada más querida no me es posible
con mi señor que escucha las mentiras,
pues al decir verdad, es embustero quien no cree.



Hasta qué punto le consumía a Miguel Ángel la pasión amorosa por su erómeno nos lo demuestran varios de sus sonetos entre los que destaca éste:

Hubiera creído, el primer día que
miré tanta belleza única y sola,
detener los ojos como águila al sol
en la menor de las tantas que deseo.

Conocí después mi caída y mi error:
Quien sin alas quiere a un ángel seguir
siembra en piedra y al viento las palabras
esparce y busca a Dios con la razón.

(…)

¿qué haré?, ¿qué guía o escolta
podrá valerme o ayudarme contigo,
si ardo al acercarme y al partir me matas?.


Por último y antes de llegar a su pasión final, la religiosa, citar algunos versos del soneto XXXV, otro de los muchos dedicados a Cavalieri, por la interesante conexión con su obra pictórica:


Apiadada de otros y despiadada consigo
nace la vil oruga, que con daño y pena
viste a los otros despojándose de su cáscara
y sólo para la muerte parece haber nacido.

Así podría a mi señor yo hacer
Vestir su piel con mis despojos muertos

(…)

Ojalá fuese sólo mi piel hirsuta
la que, a su pelo tejida, hiciese tal saya
que con ventura estrechase seno tan bello,

y hasta de día estaría contigo, o las zapatillas
que le sirven de basa y de columna
con lo que al menos le llevaría dos inviernos.


Pero no podemos despedir este auténtico “cancionero de amor” a Cavalieri sin
recordar los últimos versos del soneto más famoso, el que habla de un prisionero (el artista) que se encuentra así por un “caballero armado” (Cavalieri):


Por ello si el golpe que arrebato y robo
no puedo esquivar, que ese es mi destino,
¿quién quedará entre dulzura y duelo?

Si preso y vencido debo ser dichoso,
maravilla no es que solo y desnudo
de un caballero armado en prisión me vea. 


Del mismo modo que todos los poemas dedicados a Colonna están atravesados por esa preocupación religiosa que de ahora en adelante embargará al artista de forma progresivamente ascendente, los dibujos que a ella regala también serán todos de motivo religioso: una Piedad, una Crucifixión y una Sagrada Familia, conocida como la “Madonna del Silencio”.


Bien pueden mis ojos cerca o lejos
ver donde aparezca tu hermoso rostro,
mas donde él, los pies, señora, no pueden
llevar los brazos ni las dos manos.

El alma, el intelecto entero y sano
por los ojos asciende más libre y desenvuelto
a tu alta belleza; pero el mucho ardor
no da tal privilegio al cuerpo humano

grave y mortal, por lo que mal seguirá,
sin alas además, de una angélica el vuelo,
con lo que sólo verla se gloria y lauda.

Ay, si en el cielo puedes cuanto entre nosotros
haz de mi cuerpo entero un solo ojo
para que no haya parte de él sin tu solaz.


El siguiente poema, también dedicado a ella, ofrece, sin embargo, un matiz distinto y muy característico de la última etapa de la vida de Miguel Ángel. Está escrito entre 1543 y 1544 y es uno de los sonetos más conocidos del autor:


No tiene el gran artista ni un concepto
Que un mármol sólo en sí no contenga
En su extensión, mas solo a tal llega
La mano que obedece al intelecto.

El mal que huyo y el bien que me prometo,
En ti, señora hermosa, divina, altiva,
Igual se esconde, y porque más no viva,
Contrario tengo el arte al deseado efecto.

No tiene, pues, Amor ni tu belleza
O dureza o fortuna o gran desvío
La culpa de mi mal, destino o suerte.

Si en tu corazón muerte y piedad
Llevas al tiempo, el bajo ingenio mío
No sabe, ardiendo, sino sacar muerte de ahí.


En otro poema posterior, dedicado también a Colonna, éste de 1545, la tendencia iniciada anteriormente se hace ya protagonista de su obra y de su vida y los dos tercetos dan buena fe de ello:


Y veo bien que yerra si cree alguno
que la gracia, que de vos divina llueve,
sea igual a mi obra caduca y frágil.

El ingenio, el arte, la memoria ceden:
Que un don celeste con mil hechos
otro no pagará siendo mortal.


Al final de su vida sólo parece interesarle la Pasión de Cristo, porque en ella ve
la única salvación posible. Y escribe este poema abrazado literalmente a la cruz de Cristo:


Llegado está el curso de la vida mía,
con tempestuoso mar, en frágil barca,
al común puerto, donde se va a rendir
cuenta y razón de obras tristes o piadosas.

Así la apasionada fantasía
que del arte hizo mi ídolo y monarca
conozco ahora estar cargada de errores
y lo que, a su pesar, busca el hombre.

Los amorosos pensamientos, alegres y vanos,
¿qué harán si a dos muertes me aproximo?
De una estoy cierto, la otra me amenaza.

Ni pintar ni esculpir me dan sosiego
al alma, vuelta a aquel amor divino
que en la cruz a todos nos abraza.


Resto del documento, leer:

https://institucional.us.es/fedro/uploads/pdf/n6/gonzalez.pdf




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LUIGI ALAMANNI [17.532] Poeta de Italia

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Luigi Alamanni

Luigi Alamanni (Florencia, 6 de marzo de 1495 - Amboise, 18 de abril de 1556) fue un poeta, político y agrónomo italiano.

Escritor italiano. Amigo de Maquiavelo, tomó parte en una conjura política (1522) y tuvo que exiliarse. Protegido por el monarca francés Francisco I, le sirvió como diplomático.

Obra

De su obra poética, de inspiración grecolatina, destacan:

Della coltivazione dei campi (1546), poema didáctico que imita las Geórgicas de Ovidio.
L'Avarchide, clásico poema épico.

Autor también de teatro:

Antigone, 1533.
La Flora, 1556.


SÁTIRA CONTRA LAS DAMAS. 

Veos, Señor, cual pájaro, á la liga
Del ciego cazador tan apegado,
Que me fuerza razón á que os lo diga;
Como quien por su mal ha ya probado
La vida que se pasa entre mil muertes,
Y los peligros de este triste estado.

Que sé bien como trueca amor las suertes
De los que siguen su mortal bandera,
Igualando los flacos á los fuertes.
Sé bien la contraseña y la manera
Que tiene en su milicia, y sé la paga
Que da el tirano á quien en él espera.

Y yo, que agora estoy sano y sin llaga,
Tuve ya tantas, que á la menor dellas
No la sanara toda la arte maga.
Vime abrasado entre mil centellas,
Y á mi cautivo cuello un lazo hechas
Dos manos tan crueles como bellas.

Mas luego en fría ceniza vi deshechas
Las llamas que en tal punto me tenían,
Y sueltas las prisiones más estrechas.
Así vi triste el daño que me hacían
Y el que reciben de sus aficiones,
Los que tras un tan falso ciego guían.

¡Oh! si bastasen artes ó razones
Para les desvendar sólo un momento
Los ojos, y aflojalles las prisiones,
¡Cuan presto se reirían del tormento,
Y de veras caerían en la cuenta
De su desventurado perdimiento!
Mas este traidor tiene por afrenta
Que se sepan sus tiros y falsías,
Y así guarda este paso con gran cuenta.

Y con halagos mil y alevosías
Nos enhechiza de arte, que embaucados
Vamos tras del por diferentes vías.
Tráenos con promesas muy cebados,
Y desde lejos muestran gran dulzura;
Mas de cerca son hieles sus bocados, 
Por eso, aunque os parezcan ser miel pura,
No os convenzan, Señor, sus argumentos,
Que al fallo no hallaréis sino amargura.

Sus razones, su ley, sus fundamentos,
Y al fin, cuanto en su falso reino encierra,
Son dichos y hechos por encantamientos.
Quien anda tras mujer anda tras guerra,
Y por deciros la verdad en suma,
Anda tras cuanto mal hay en la tierra.

Y cual dellas cantó famosa pluma,
Y por acreditarlas en Parnaso
Hizo crecer sus bienes como espuma.
Virgilio, Homero, Ausias, Garcilaso,
Ni el Qüeto florentín, por más que empinen
Su estilo, de verdades tan escaso,
Serán bastantes á que no me indinen
Aquestas fieras tan irracionales,
Aunque jurisdición aquí declinen.

Que también yo en mi tiempo las caudales
Corrientes de Aganipe pasé á nado,
Y sé cuántas mentiras dije y cuáles;
Mas la verdad en fin con que he quedado
Es, que no duele ver la muerte al ojo
Cuanto poner en ellas el cuidado.
Yo bien podré quedar tuerto ó bisojo;
Mas no que torne á estar tan deslumhrado
Que llame al blanco azul, la flor abrojo.

¡Triste de aquel que vive confiado,
Y por segura compañía tiene
A quien no le querría ver al lado!
A quien ni deja ver lo que conviene,
Ni tiene en lo que pisa todo el resto,
Y á si sola en estima y precio tiene.
De todas es aqueste el presupuesto:
Pensar que cada cual tiene la prima
De sangre, aviso, ser, valer y gesto. 

No hay valor ni beldad que tenga estima
Fuera de ellas, y todo es pura escoria
Lo que á su semejante no se arrima.
Si ha de alcanzar desta hecha la victoria
España ó Francia, muy mejor lo saben
Que los que del suceso habrán la gloria.
Las virtudes que en ambos reyes caben
No lo entienden ni lo alcanzan otros que ellas,
Ni quieren que otros que ellas los alaben.

De lo que nos prometen las estrellas
Nunca Guido Bonato ni Aguilera
Pudo saber cuanto la menor dellas.
Si la historia latina es verdadera,
La griega fabulosa á su juicio
Ha de quedar la decisión postrera M
SÍ la abundancia en Lito Livio es vicio,
Salustio, por ser breve, si es más grave,
A su censura ha de quedar de oficio.

Si el Mantuano Títiro es suave,
Y si las armas y el varón Troyano
Cantar, como es razón, su musa sabe,
Ellas lo determinan mano á mano,
Y ¡guay del que al contrario presumiere
Juzgar! pues contrastallas es en vano.
Es menester que cuanto les hubiere
De dar contento, sea perfecto, hermoso,
Y aun no hará poco si les aplaciere.

Todo ha de ser cabal, maravilloso,
Heroico por !o menos; y si acierta,
Haránle gusto entero, milagroso. 
Pues cuando alguna sale muy cubierta
De perlas, piedras, oro, que se ha puesto
Al espejo con arte larga y cierta,
Su rostro tan pintado y tan compuesto
Que no hay prado en Abril de más colores,
Con andar estudiado y deshonesto,
Tan perfumada y trascendiendo á olores,
Y tan llena de sedas y recamos,
De invenciones, brinquiños y labores,
Que lo menos que en ella contemplamos
Es ella misma. ¿Cuál Boscán habría,
Qué Mena, qué Ariosto celebramos,
Que alzarse con su rara melodía
Y celebrado estilo pueda tanto
Que iguale á su locura y fantasía?

No fué la que á toda Asia puso en llanto,
Y á Europa en guerra tal, cual se imagina
La que menos estima nuestro canto.
Cuanto vee, topa y oye la amohina;
Toda cosa la enfada, y nunca emplea
Su vista en cosa que no sea divina.

En su imaginación sola ella es dea,
Y por bajeza tiene cualquier cosa
Que menos que esto le parezca ó sea.
Sus misas son oír llamarse hermosa,
Ángel, estrella, sol resplandeciente,
Dechado de beldad, inmortal diosa.
Sabed que entonces entre la otra gente,
No os echa más de ver, que si estuviese
Ella do nace el sol, vos en poniente.

Verdad es que si ven el interese,
No temáis que os despidan descontento,
Aunque honra y vida se les atraviese.
Y no sola una vez, veinte ni ciento;
Mas todas, ó las más, os harán tienda
Franca de sí, con ánimo avariento. 
Pero si falta el que luego la arrienda,
Acortan al favor y al dulce trato
Con tanta arte que no hay quien se lo entienda.
Y de lo que hacían antes largo plato,
En un momento os dejan en ayunas.

Mudando condición á cada rato.
De alegres vuelven tristes, importunas;
Y en fin, no hace en Hebrero más mudanzas
Cielo romano, que ellas con las lunas.
Todos vuestros desinios y esperanzas
Son humo al mejor tiempo, y si por suerte
Afloja el talegón, os echan lanzas.
Si lo que á Craso y Midas dio la muerte,
No va delante, no abrirán la puerta
Por sabio á Salomón, á Héctor por fuerte.

Y si esto no tenéis por cosa cierta,
Rogad á Anfiarao, y al marido
De Argia, que cada cual dellos advierta.
Igual al uno y otro hubiera sido
Pasar por este paso sin malicia,
Y haber del doctor Curcio de prendido.
De un parto la mujer y la cobdicia
Nacen al mundo como amor y celos:
Tan natural les es el avaricia.

Piensan estos amantes novezuelos,
Cuando veen que una dama esquiva y dura
Con una turba multa de mozuelos,
Resiste á sus deseos y locura,
Que aquel tenerlos todos en desprecio
Es castidad, limpieza, amor, cordura.
¡Ayl que no es tener su honor en precio;
Mas es encareceros sus agujas,
Y con eso embaír á cada necio.

Y aquello que tú piensas y dibujas
Por grande honestidad, es germanía
Y lenguaje de coimas y de brujas. 
Que por mejor vender mercaduría
De sí tan vil, la niegan y á deseo
La dan, porque haya á falta caristía.
¡Ay ultrajado amor! |Y cuál te veo
Vuelto ya tal que al oro y apetito
Está rendido tu carcaj y arreo!
Es cuanto oyó cantar, cuanto hallo escrito,
Cifra, en comparación de lo que pasa
En este siglo con razón maldito.

No hay en los vicios ya medida ó tasa;
Todo es un puro desvanecimiento,
Y un juego al natural de pasa-pasa.
Mas ¿dónde me trasporta el sentimiento?
Que de mujeres comencé á trataros,
Y meto á todo el mundo en este cuento.
Y no debéis, Señor, maravillaros
Que con tanto correr se me caliente
La boca, pues debéis bien acordaros,
Que no hay cuerdo á caballo, si no miente
El refrán, y á pequeña sofrenada
Me vuelvo al argumento conveniente.

Tendréis ó pensareis tener echada
Muy bien vos, vuestra cuenta, y casi os siento;
Respondedme con plática pensada. 
Que si codicia rompe el saco á ciento
Y á mil de las vulgares y perdidas,
Pero ¿no á las que son de más momento? 
Que las ilustres y las bien nacidas,
Y que no han menester vuestro dinero,
No pueden, según esto, ser vencidas.

Mas no sois sólo vos, ni aun el primero
Que en ese engaño estáis pensando en vano;
Que no hay camino más del carretero.
Sabed, pues, que no vuelven á una mano
Todas, antes por montes y por valles
Hacen camino á su apetito llano.
¡Cuántas veréis andar por esas calles,
De dueñas y escuderos rodeadas,
Y seguidas de mil azota-calles!
De títulos y dones muy cargadas,
Señorías y faldas arrastrando,
Tan altivas, pomposas y entonadas!
Con tanta continencia compasando
Sus graves pasos y con un abano
Aire, donde otra cosa no hay, echando,
Que el mozo de caballos y hortelano
Saben quién estas son, por ciertas pruebas
Y no echan lance que les salga vano.

Lenguaje es dellas, que ventaja lleva
Un cocinero, un pícaro, un lacayo
En darles gusto, y que mejor aprueba.
Que muy más diestro está en aquel ensayo,
Y le mandan sin miedo y sin vergüenza
Sin sentirle jamás falta ó desmayo.
No están con sobresalto que le venza
El mucho trabajar, y reprehenda
Su desenfrenamiento y desvergüenza.

Después el desdichado que no entienda
Sino en morir por ellas y adorallas,
Y que á dalles contento sólo atienda,
No podrá con mil cuitas ablandallas,
Ni alcanzará en catorce años, siquiera,
Á solas un momento sólo hablallas.
En fin, en siendo dama ya cualquiera
Hace extremos del rey más que Lucrecia;
Después con vuestro negro es placentera. 
Al duque, al conde y al señor desprecia,
Et poseía la ve árete star in chiasso,
Y ha corrido á Milán, Roma y Venecia.

Mirras y Biblis hay á cada paso
Y por ventura, dentro desta villa,
Y aun Semiramis ¡Oh nefando caso!
Si cuantas hay Pasifaes en Castilla
Parieran Minotauros ¿qué Téseos,
Bastaran á dar fin á tal semilla?
Tras esto ni Falarides ni Atreos
Fueron en su secreto tan crueles:
¡Oh abominables cuentos, sucios, feos!
¡Cuántas entre azucenas y claveles,
De que hacen ramilletes, van cogiendo
La homicida sabina en los verjeles!

¡Cuántas criaturas pagan en naciendo,
A manos de sus madres, el gran yerro
Que cometieron ellas concibiendo!
¡Cuántas tienen por cuna y por entierro
El vientre de su madre carnicero,
Antes que en tierra, puestas en destierro!
¡Cuántos por mano adultera, hechicera,
De sus mujeres sin razón han sido
Del tálamo enviados á la hoguera!
Sin un ojo, antes que con un marido,
Podrá vivir la vil y deshonesta,
Que á su apetito se ha una vez rendido.

¡Oh Mesalina! que si sobre apuesta
Tú á toda Roma copia de tí heciste
En infame lugar á ganar puesta,
Entonces por ventura sola fuiste
Y á dedo señalada por tal prueba;
Mas ahora todas dan en este chiste,
Diciendo á cada cual que él solo lleva
De su virginidad sofisticada
La flor que á cada luna se renueva. 

Y aun hay, si place á Dios, tan avisada
Gente en aqueste tiempo que lo cree
Y se fía de casta tan malvada.
El triste aunque lo vea no lo vee,
Que le deslumbran del entendimiento
Y le hacen que se vea y se desee.
Non quiero yo negar ni ansi lo siento,
Que entre tantos millares no hay alguna
Que se pueda sacar de aqueste cuento;
Pero que apenas hay entre mil una
Y ésta por la razón que es tal, no admite
De vos ni de otro fealdad ninguna.

Y aquesto baste para que se os quite,
Si tal habéis pensado, el mal intento
De entrar sin ser llamado á tal convite;
Mas dejaos de pensar que en tanto cuento
De las que son como las he pintado
Es Fénix esa, que es atrevimiento.
Y no es descuido, aunque es enamorado,
Perder tan presto el tino, á la experiencia
Por sentiros un poco apasionado.

Y por no me olvidar de mi sentencia,
Hablando de las más de todas ellas,
Torno á decir que son de gran conciencia.
De nombre, á cada calle hay mil doncellas
Que no saben qué cosa es, ni aun de oídas,
Castidad, ni limpieza alguna dellas.
Pues que si con el hurto son cogidas,
¿Quien será tan valiente y tan osado
Que las espere sin perder mil vidas?
Allí es su furia, allí; guay del cuitado
Acteón, que volverle en ciego es nada,
Y si con vida queda es bien librado.

No hay potencia en el cielo que invocada
No sea en testimonio de su clara
Mentira, aunque esté más averiguada, 
Más que la Fénix en el mundo es rara
La confesión de la verdad en ellas,
Y cuando ya la halléis será bien cara.
Las dueñas, las criadas, las doncellas,
Han de pagar á medias la porfía
Que sintieron en vos de convencellas.

Harános de la noche claro día,
Y habéis de creer antes su mentira
Que el evangelio y el ave maría.
Furia, rabia, desdén, vergüenza aspira,
Por muy poca ocasión, hembra ofendida,
Y no hay cómo aplacar su mortal ira.
Que no fué áspide ó tigre embravecida
Contra el que los hijuelos le ha robado,
Tan furiosa, tan loca y tan perdida.

Y tras haberos ya bien jabonado,
Se reirá si dicen que os afrenta
Y que mire que estáis della agraviado.
Con eso ni con nada tiene cuenta;
Mas con gran fuego y cólera rabiosa
La honra de su casa pondrá en venta.
Pues reprehenderla acaso alguna cosa,
Pidiéndola razón con dulce arenga,
Qué es lo que la hace estar tan corajosa,
Dirá: yo ansí lo quiero y mando, tenga
Mi voluntad de ley valor y fuerza,
Ya que esto sólo sea lo que convenga.

Con la gula el rancor cobra esta fuerza,
Que ya la gran señora y la mediana
No es bien amanecido cuando almuerza.
A la cama la lleva de mañana
La secretaria de su mala vida,
El vino, el ave, y fruta más temprana.
¡Ay, Licurgo y buen Numa! Cuan caída
Está ya vuestra ley, y cuan hollada
La modestia á mujeres tan debida! 
Por esta senda va tan bien guiada
La turba femenil, que nunca acierta
La vía de virtud ya desusada.
Antes abriendo en general la puerta
A la conversación libre y lasciva,
Y al ventanear tras celosía abierta,
Tiene por grosería el ser esquiva,
Su honra está en tener más servidores,
Que piense cada cual que él solo priva.

Todo su estudio está en tratar de amores,
Sabiendo entretener de noche y día
Por diferentes vias mil amadores.
No hayas miedo que pierdan romería
Las que agora son más recogidas,
Doncellas y casadas á porfía.
Todas las veréis ya descoloridas,
Necesitadas de gastar el día
En andar y notar ajenas vidas.

Desmayos, bazo, reumas, melarquía,
Quien no las tiene no puede llamarse
Dama, que en esto está la damería.
¡Cuántas hay que en achaque de casarse
Admiten servidores y galanes,
Y dejan de unos y otros visitarse!
)Cuántas con mil desgarros y ademanes
Hacen morir los tristes de deseo,
Y á cada canto dejan mil adanes!
¡Quien pudiera decir cuánto yo veo
De los extraños términos que tienen
Las que matan con sólo su meneo!
¡Y cómo de esperanzas los mantienen,
Poco á poco alargan los favores
Hasta que á vuestro fin ó al suyo vienen!
Del ramo á la hoja van, desta á las flores;
De las flores al fructo, hasta que quedan,
Cuando menos se catan, sin dolores. 

Que si por puntos cada cosa os vedan,
También es de esperar que porfiando
Al fin por puntos todo os lo concedan.
¡Quien pudiese á la oreja estar nombrando
Las que en el mundo alcanzan el trofeo
De los que por su honra están callando!
Ya no hay quien cure del amor ni aseo,
Todo es aprender música y lenguaje;
Mal año para Tulio y para Orfeo.

Su estudio es todo en cuál es mejor traje,
Qué tocado sacó al sermón fulana,
Si llevó alfombra, almohada, dueña ó paje.
La más principal es la más liviana,
Y sus visitas y conversación
No salen de si la otra va galana.
Por aviso se tiene y discreción
Saber gastar la tarde toda entera
En cuentos sucios y en murmuración.

En cuál tuvo mejor arte y manera
De encubrir su traición, y con astucia
Mejor supo hacer de la tercera.
Hazme porque te la haga ¡Oh mengua sucia!
Es la moneda que ahora corre y pasa
Por todo el mundo y todo el mundo ensucia
No hay mujer que gobierne ya su casar
Ni que quiere y regale á su marido
Si á sus infames tratos pone tasa.

La hija al padre tiene aborrecido,
La madre al hijo, si no sufre y calla
Y ansí no la defiende su partido.
Decir verdades es buscar batalla
Con ellas, y aunque más os hagáis fuerte,
Y aunque de arriba abajo os hagáis malla,
Con la suya saldrán ó con la muerte,
Y pues por experiencia habéis sabido
Más que os podré decir yo de su suerte.

No os espantéis, Señor, que condolido
De veros á tal gente aficionado,
Os dé consejo sin me ser pedido.
Y pues en ellas hay cuanto he contado,
Y cuanto más cuanto un juicio sano
Ve que va de lo vivo á lo pintado,
Ábraos ya, si podéis, á vuestra mano
Antes que cobre fuerzas en el pecho
El hábito que impone ese tirano.
Salios de su prisión, haced de hecho,
Que es un muy peligroso y feo negocio
Amar á quien adora sólo el lecho,
La liviandad, la bolsa, el jarro, el ocio.



Sonetto

Io pur, la Dio mercè rivolgo il passo 
dopo il sest’ anno a rivederti almeno, 
superba Italia; poi che starti in seno 
dal barbarico stuol m’ è tolto, ahi lasso! 

e con gli occhi dolenti e ’l viso basso 
sospiro, e ’nchino il mio natìo terreno, 
di dolor, di timor, di rabbia pieno, 
di speranza e di gioia ignudo e casso. 

Poi ritorno a calcar l’ Alpi nevose, 
e ’l buon gallo sentier, ch’ io trovo amico 
più de’ figli d’ altrui, che tu de’ tuoi. 

Ivi al soggiorno solitario aprico 
mi starò sempre in quelle valli ombrose, 
poi che ’l ciel lo consente, e tu lo vuoi.



Sonnet

THEREFORE, proud Italy, I, by God’s grace, 
After six years come back to gaze on thee, 
This only, for barbarians fill the place 
Where I once lay upon they breast, ah me! 

With tearful eyes and drooping head I greet 
The country of my birth, to her I yearn 
With pain and fear and anger, stripped of sweet 
Delight and every hope. Then I return 

Again beyond the Alps, all wreathed with snow, 
To honest Gallic earth, a better friend 
To strangers than thou art unto thine own! 

There, in a sheltered haven till the end 
I will abide, mid those cool valleys lone, 
Since Heaven agrees and thou hast willed it so.

translation by Lorna de’ Lucchi







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