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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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NATALIE SÈVE [17.492] Poeta de Chile

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Natalie Sève

(Chile 1978). Poeta, Dramaturga, Editora independiente y Artista Visual . Su trabajo es una constante exploración de la poesía y sus formas expresivas a través de la fotografía, el teatro, la poesía visual y la acción poética. Desde 2007 reside en Barcelona, ciudad en la que ha llevado a cabo numerosas actividades artísticas como exposiciones colectivas e individuales, lecturas poéticas, publicaciones en revistas de arte y poesía y realización de eventos artísticos y culturales.Es autora de: "Exortismo", Ediciones Corriente Alterna, Santiago de Chile, 2011. Como dramaturga es autora de: Rimboy’ 2009, Estrenada en Centro Cultural Estación Mapocho, ‘El Jardín del Origen’ 2011, Estrenada en Teatro Mori, ‘Astralis’ 2013, Estrenada en Teatro Mori, ‘El Hotel de los Zapatos’ 2012, ‘Navegancia’ Dramaturgia para musical de la artista Juga di Prima 2012 Estrenada en Centro Cultural GAM. Como directora teatral de Amnia, teatro para guaguas y primera infancia:Creación y Dirección de la obra ‘El Jardín del Origen’ espectáculo para niños desde 6 meses de edad.Temporadas de ‘El Jardín del Origen’:- Festival Famfest, Julio 2012, Teatro Mori Bellavista,- Agosto y Septiembre 2012, Teatro Mori Parque Arauco,- Noviembre y Diciembre 2012, Teatro Mori Bellavista,-Enero 2013, Teatro Mori Parque Arauco,Creación y Dirección de la obra ‘Astralis’ espectáculo para niños desde 6 meses de edad,Temporadas de 'Astralis',- Festival Famfest, Julio 2013, Teatro Mori Bellavista,- Agosto y Septiembre 2013 Teatro Mori Bellavista. Fue Periodista de 'ArtNotes', revista de Arte Contemporáneo Internacional, editada en España y Nueva York. Realización de artículos en colaboración de museos y entidades como CCCB y MACBA Barcelona, Museo MALI Lima, MNBA Santiago de Chile, entre otros.





Uno

Puede ser que la esfera evanescente del sol
anhele extinguirse en cada inhalación consciente,

Puede ser que la primera gota que descuelga al diluvio
patine sobre mi mollera hasta que un dedo la ahogue,

Puede ser que el poemilla predigerido
anhele inmoralizar mi ego mental (y deslumbrar)

Puede ser que un día me yerga de la litera esclavo de mis deducciones
pero resuelva encarnarme un cuasisegundo en el alma y reflexionar.




Afírmame firmamento

Afírmame firmamento
las leyes de mi manifiesto,
mi propia way de vida
ajena al mandato externo.

Dame la fuerza de un dios
que no transa sus mandamientos,
acógeme en tu azul
que abraza sin miramientos

Dame pies para andar en el suelo,
una capa de piel de humano
con un poco de arena blanca
para poder contar tu tiempo

Pero ante todo, Afírmame Firmamento,
Afírmame el recuerdo
de lo que soy
y a lo que vengo,
de no perderme
en el despliegue
de este fugaz experimento.





Tres de copas

Brindo mi dolor con el mundo,
y espero no estar tan sola como espero.
Brindo en un cáliz de ónix verde,
donde el fragor del destino
labró “Esperanza” en lengua muerta.

Brindo mi verdad con los locos,
y aspiro a dejar salir de mí,
con cada otro aliento.
Saber que la copa que contenga la cierta
debe vaciarse
para saber recibir.

Brindo mi amor con el tiempo,
mi impulso renovador y confortante.
Contemplo la generosidad en el tropiezo,
y el acierto en un acto
del vivir despierto.





Música para fin de mundo

Hoy
al quemar mis pestañas el sol,
advertí un cataclismo de furia
desplomándose en trazos.

Inmensas masas verdes y azules
anidaron por uno, dos, tres segundos
el mismo lugar.

Al erguirse un tramo enloquecido,
noté la imagen del último almado
que brotó del georegazo terrestre.

Me colmó con mis respuestas olvidadas
y al expirar la morfología,
nuestras luces preciosas
nos divisaron desde las nubes.





EXORTISMOS (FRAGMENTO) 

la suma de las piedras

suma luz 

la suma del sol permite 

la suma del silencio
se resta
a la noche que los grillos cripan 




GRIFA

dejé los pies acortados con previo aviso
en los barrios lejanos
hundí muselinas
en la poza del tránsito
y broté
de un grueso reverde
con la savia intraerecta y pluma
engrifada en las conchas de los pies






ANHELDE 

podríamos una tarde,
honguear los pastizales
de un elegante campo de golf?
comer del barro a mano
crecernos locos
sin pelo en cabeza
todos funjis de misma cepa
nutriendo a fondo el pastomuerto
de un elegante campo de golf?





hacen nido con su mano
y al otro lo dan de beber

a pulso se le entibia
porque fría nace el agua
de la gruta de la mente












CAROLE DAVID [17.493] Poeta de Canadá

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Carole David

Carole David nació en Montréal Canadá en 1954. Poeta, novelista y escritora de relatos. Tiene un doctorado en estudios franceses. Durante varios años fue profesora del Cégep en Montreal. Además ha publicado diversos textos de crítica y de ficción en revistas culturales. Miembro del comité de redacción de la revista Spiral (1980 – 1982) y de la revista Estuaire (1993 – 1996), ha sido lectora en VLB ediciones (1979 – 1988).

También ha sido miembro del Comité sobre las prácticas comerciales en el mundo del libro (1999-2000) como representante de la Unión de escritores y de los escritores quebequenses. Fue miembro de la Comisión del derecho de prestamos públicos (2004-2006). En Mayo de 2008 fue la primera escritora que formó parte del nuevo proyecto de la escuela de Escritores elaborado por el Consejo de las artes de Montreal en gira, con la colaboración del distrito de Ahuntsic-Cartierville y la Unión de escritores quebequenses. Se instaló en la biblioteca de Ahuntsic.

Publicaciones:

Terroristes d'amour - suivi de, Journal d'une fiction. Éditions VLB, Montréal 1986
L'endroit où se trouve ton âme - Relatos Les Herbes rouges (Collection)
Éditions Les Herbes rouges, Montréal 1991
Feu vers l'est - poesía Éditions Gaz moutarde, Montréal 1991
Impala - Novela Éditions Les Herbes rouges, Montréal 1994
Abandons - Poesía Éditions Les Herbes rouges, Montréal 1996
La maison d'Ophélie - Poesía Éditions Les Herbes rouges, Montréal 1998
Histoires saintes - Relatos Éditions Les Herbes rouges, Montréal 2001
Averses et réglisses noires Éditions La Courte échelle, Montréal 2003
Terroristes d'amour - suivi de l'Endroit où se trouve ton âme Éditions Les Herbes rouges, Montréal 2003
Terra vecchia Éditions Les Herbes rouges, Montréal 2005


Las poetas beben martini.

A Ann Sexton y Silvia Plath

Sylvia y Ann beben martini en el bar de un hotel en Boston.
Sus vestidos con motivos sedosos se envuelven alrededor de sus dedos;
se preguntan si deben ser acosadas por la vajilla

y las sábanas para escribir poemas en los objetos
que vuelan entre el verso y la prosa, aterrizan
en los muros de la cocina y se estrellan en el corazón

imágenes o frases declinadas durante sus años
de aprendizaje. Las dos mujeres, advertidas amas de casa
escriben en los botes de macarrones, las mezclas de las tartas,

Betty Crocker es una musa, espátula en mano, ella
escandaliza la medida de sus gritos ahogados en la despensa
de la cocina. Las puertas del armario rechinan, el lavatorio aúlla

los desperdicios acumulados por la familia. Sylvia y Anne beben
martinis, sus cabezas están pesadas, el trabajo se acumula
desde la salida de sus casas. Escucho sus conversaciones

crueles e inevitables, estoy detrás de ellas, subyugada por
la maestría de sus palabras y su arte de amas de casa, emocionada me inclino
delante de sus voces. No abriré la llave del gas de la cocina.

Versión al español María Germana Matta




Les Poètes boivent des martinis

Pour saluer Ann Sexton et Sylvia Plath

Sylvia et Ann boivent des martinis dans le bar d’un hôtel à Boston.
Leurs robes aux motifs soyeux s’enroulent autour de leurs doigts;
elles se demandent s’il faut être hanté par la vaisselle

et les draps pour écrire des poèmes dans lesquels
les objets volent entre vers et prose, atterrissent
sur les murs de la cuisine et se fracassent au cœur

des images ou des phrases déclinées durant leurs années
d’apprentissage. Les deux femmes, ménagères averties,
écrivent sur les boîtes de macaronis, les mélanges à gâteau;

Betty Crocker est une muse, spatule à la main, elle
scande la mesure de leurs cris étouffés dans le garde-manger
de la cuisine. Les portes d’armoire claquent, le lavabo hurle

ses déchets accumulés par la famille. Sylvia et Anne boivent
des martinis, leur tête est lourde, le travail s’accumule
depuis leur départ de la maison. J’écoute leur conversation

cruelle et fatale, je suis derrière elles, subjuguée par
leur maîtrise des mots et de l’art ménager; émue je m’incline
devant leurs voix. Je n’ouvrirai pas le gaz de la cuisinière.




Trois jours de pèlerinage

Dans ce quartier, les femmes fourrures ramassent 
des fruits qui pourrissent dans leur poches,
alcool de poissons et de verdure, odeur de loutre à la commissure des
                                                                                                       lèvres.

Minuit, pleine de rage, je parcours les allées du marché.
Il n’y a ni carrosse ni citrouille ni cowboys sur leurs grands chevaux
pour me redonner vie (Sam Shepard a disparu).

Au loin les panneaux lumineux orientent mon sommeil ;
reliée par un tube à l’existence, je respire sur les vers d’Alda Merini,
son jardin est le mien, sa réclusion, ma joie.

J’habite un deux pièces, sur le haut d’une montagne à pèlerinage.
Pour entrer dans la cour, il faut faire une suite de chiffres magiques :
Deuxième guerre mondiale, Révolution française, guerre d’Algérie.

Le soir, avant de monter, j’enjambe les masques à gaz,
les veuves déchiquetées, les enfants en arrêt respiratoire,
mon oncle a survolé ce ciel, il en est mort.

Le jour, je discute avec des polyglottes ;
nous cherchons dans nos poèmes, des pruniers sans fruits,
des Chinoises prisonnières de grains de riz ;

Les vers tombent un à un  dans le fracas
comme dans un salon de quilles, un dimanche après-midi.

3.25 $ par partie pour une personne
17 $ l’heure pour une allée

le matin, avant de me mettre à table
je demande à Alda si mon corps
est à la hauteur de la poésie, elle me répond :

«Je voulais être diaphane, douce et pâle, peut-être était-ce là le piège.»

À la troisième rencontre, un poète pleure.
Il n’entend pas sa voix résonner dans la nôtre ;
chacun parle les yeux rivés au sol.

Je me remets à la traduction  20 sous le mot pour la poésie
Alda me sourit et me protège
l’esprit de la langue m’a abandonnée

«Cette femme préfère prononcer les mots au lieu de leur donner naissance.»

La poète a raison : je lis sans comprendre,
un exercice humiliant qui me rappelle les ébats
d’une femme, les chevilles attachées aux poignets

(comment écrire à quatre pattes ?)

seulement la langue dans l’exiguité de la pièce
A. refait surface, crayons dans la bouche ;
elle me demande de les tailler.

Le dernier soir, je porte ma tête de nageoires après avoir baisé un requin
sur un étal de Montmartre (j’ai abandonné le poème).

Sa langue était russe, son membre se désagrégeait entre mes mains.  
                                                              Après je suis retournée poussière.

Tout est révélation : plumes, moussons, cheveux en croûte ;
qui voudrait me porter en terre à la fois légère et piquée d’acariens ?

Si je reviens , je veux voyager avec des âmes à bout de bras
tirées par des cercueils de verre.



Le roman de la pelouse

En hommage à Richard Brautigan

Depuis l’enfance, la psychologie des arbres, les tiges sur son cœur rongées par les insectes. Elle aime le sang 
vert de la pelouse fraîchement coupée, ses monstres chimiques liquéfiés. La noyade interdite, les pissenlits 
mangés par leurs racines, des paroles de condamnés lui montent à la tête. Elle boit l’eau à même le tuyau 
d’arrosage. Une queue de tigre, un serpent sans écaille s’enfonce dans sa gorge.

Le printemps éveille tous les sens.

Dans le deuxième chapitre, sa mère, corps lacéré dans son maillot de bain Jantzen, s’allonge avec ses yeux de 
chat. Encore le gazon, un lit d’épines, celui d’une sainte qui avorte sous le balcon sans reconnaître son enfant.

La pelouse est un mal nécessaire. L’homme s’appuie sur la tondeuse, le ventre lourd sur le sac d’immondices, il
respire l’essence brûlée et rêve aux jeunes filles asiatiques laissées en plan sur l’écran de veille.

La tondeuse n’a pas de sexe. Elle va et vient dans le cerveau de son propriétaire. Un homme anonyme qui se
croit immortel. Ses poils sont drus, ses doigts malhabiles. Si la mécanique lui échappe, il en veut au ciel et à
l’éternité.

Sa queue à vif dans les corolles des pâquerettes annonce l’arrivée de l’été.

Le dénouement n’étonne en rien. La jeune fille fait de la pelouse un sujet étonnant. Penchée sur ses livres, elle
imagine la cour avec ses cocktails servis pendant les anniversaires, tourbillons, amours naissants d’adolescents
sur le mobilier de jonc;  dérives nocturnes sous les arbres, herbes folles et défendues.

Les dames de la pelouse la visitent en rêve. Déesses chevauchant des flamands roses sur le parterre; lièvres,
mouffettes et marmottes, animaux de banlieue devenus complices de cette jeune fille en fleurs.

L’harmonie règne.

La conclusion émeut, la fin d’une époque. Son père met la tondeuse au rancart et fait recouvrir le sol d’un tapis
vert synthétique, simulacre parfait de ce que sera la vie familiale à l’avenir.



Leçon de violence

Spacca la Melangrana - Jolanda Insana

La grenade occupe le centre de la table
Je pourrais l’ouvrir et me tacher les doigts,
la fendre comme l’ordonne la poète,
la lancer contre le mur (une rupture mystérieuse
entre la langue et l’écorce), la plonger dans l’eau,
la sacrifier en silence, la dévorer.
Je pourrais sortir de la salle, me fracasser la tête.

Elle s’ouvrirait comme un fruit
En bouquets attachés sur mes cheveux.




Maria Goretti
Sainte et poignardée

«Je te pardonne»  

Ton visage m’apparaît dans un duplex 
de St-Léonard au milieu des lampions allumés.
Jeune vierge figée dans la cire; une gerbe de lys

camoufle les blessures 
de tes quatorze coups de couteau, 
corset floral qui transforme
ta douleur en jouissance, ton désir en rage.

Les voisins t’ont offert une Bible, une couronne 
et une robe de communiante, la semaine
précédant tes fiançailles noires;

j’ai cousu ton image sur ma poitrine, quelque
part sous ma guêpière couverte de sang.





ANNE BRADSTREET [17.494]

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Anne Bradstreet

Anne Bradstreet (ca. 1612 – 16 de septiembre de 1672) fue la primera escritora y poeta estadounidense en publicar un libro.

Bradstreet nació con el nombre de Anne Dudley en Northampton, Inglaterra. Era hija de Thomas Dudley y Dorothy (Yorke) Dudley. Su padre era la mano derecha del Conde de Lincoln, y creció en un ambiente cultural. A los dieciséis años contrajo matrimonio con Simon Bradstreet. Ambos, el padre de Anne y su marido, fueron posteriormente gobernadores de la Compañía de la Bahía de Massachusetts. Anne y Simon, junto a los padres de ésta, emigraron a América a bordo del "Arbella" durante la "Gran Migración" de 1630. El descendiente de Anne es el poeta, físico y ensayista estadounidense Oliver Wendell Holmes.

Bradstreet fue inusualmente una mujer muy bien educada para su tiempo. Esto le permitió expresarse a través de la poesía. Escribió sobre política, historia, medicina y teología. Su biblioteca personal se estima que habría alcanzado los 800 libros, mucho de los cuales fueron destruidos cuando su casa se incendió el 10 de julio de 1666. Este evento en sí mismo inspiró un poema titulado "Here Follows Some Verses upon the Burning of Our House July 10th, 1666" (Aquí Siguen Algunos Versos sobre el Incendio de Nuestra Casa, 10 de julio de 1666") donde Bradstreet intenta reconciliar su fe en un Dios todopoderoso frente a la tragedia que le atañe.

La mayor parte de la poesía de Bradstreet está basada en la observación del mundo a su alrededor, centrándose fundamentalmente en temas domésticos y religiosos. Por mucho tiempo considerada primordialmente de interés histórico, ganó aceptación crítica en el siglo XX como escritora de verso largo, sobre todo por su secuencia de poemas religiosos. Contemplaciones, escrito para su familia, no fue publicado hasta mediados del siglo XIX. El trabajo de Bradstreet fue influenciado por el poeta Guillaume du Bartas, quien era aclamado por los lectores del siglo XVII.

En 1647, su cuñado, el Reverendo John Woodbridge, zarpó a Inglaterra, llevando consigo su manuscrito de poesía (posiblemente sin su consentimiento). El primer trabajo de Anne fue publicado en Londres como '"The Tenth Muse Lately Sprung Up in America"(La Décima Musa Nacida Tardíamente en América). La propuesta de la publicación parece un intento de los Puritanos devotos (ej: Thomas Dudley, Simon Bradstreet, John Woodbridge) en mostrar que una divina y educada mujer podía elevar la posición sostenida como madre y esposa, sin la necesidad de competir con los hombres.

Mucho de los poemas de la primera edición son largos y bastante imitativos, basados en las convenciones poéticas de la época; más las dos últimas piezas, "Of the Vanity of All Worldly Creatures" y "David's Lamentation for Saul and Jonathan", son más individuales y genuinas en la recopilación de sus propios sentimientos y preocupaciones.

Sus últimos poemas, dirigidos a su familia, demuestran un crecimiento espiritual al tiempo que terminó por aceptar la voluntad puritana. También compuso una serie de poemas de índole más personal y considerable belleza: sus pensamientos antes de dar a luz y su respuesta a la muerte de algunos de sus nietos. Estos poemas más breves se benefician de su ausencia de imitación y didacticismo. Sus trabajos en prosa incluyen Meditations y una colección de aforismos.

En 1678, su versión revisada de "Several Poems Compiled with Great Variety of Wit and Learning" fue póstumamente publicada en Estados Unidos.

The Author to Her Book

En este poema, Bradstreet se dirige irónicamente hacia su obra literaria asumiendo el papel de una madre que ha dado a luz a su pequeño sin la ayuda de ninguna fuerza masculina. Adopta un tono humilde y a la vez un tanto sarcástico, haciendo entender al público lector que no ha descuidado sus quehaceres domésticos por atender a la publicación de una pieza de la que ella misma aclara no haber dado su consentimiento. Febril e inconsciente, arropa a su libro con un montón de retazos y le acuna, siempre portando ese retrato maternal.

Muerte

Bradstreet murió en 1672, en Andover, Massachusetts. Mientras que la localización precisa de su tumba se desconoce, pudo haber sido sepultada próxima a su marido en el Old Burying Point de Salem, Massachusetts, o en el Old Burying Ground on Academy Road en North Andover.




Primera edición de los poemas de Bradstreet (1678).



LA AUTORA A SU LIBRO

Fruto deforme de mi mente débil
que quedaste al nacer aquí a mi lado
y amigos inconscientes te raptaron
y a un público extranjero te expusieron;
corriste a trompicones a la imprenta
y a fe que allí aumentaron tus errores.
No fue escaso, a tu vuelta, mi sonrojo
cuando en letras de molde, descarriado,
oí que madre tuya me llamabas;
indigno de la luz te deseché,
tan molesto veía tu semblante;
mas siendo mío, acaso con cariño
pudiera corregir tus deficiencias:
te lavé el rostro y vi nuevos defectos,
y frotando un lunar hice una mancha.
Por ver de igualar tus pies, te estiré,
pero aún cojeas más de lo oportuno;
di en arreglarte con mejores galas
mas no hallé en casa sino basta estopa.
Así, andrajoso, corre donde el vulgo
y no caigas en manos de los críticos;
huye adonde no seas conocido.
Di que no tienes padre si preguntan,
y que tu madre, ay, es pobre, y que por eso
te tuvo que dejar solo en la calle.

(De Poe y otros cuervos. Primeros poetas norteamericanos, Mono Azul, Sevilla)


The Author to her Book

Thou ill-form'd offspring of my feeble brain,
Who after birth did'st by my side remain,
Till snatcht from thence by friends, less wise than true,
Who thee abroad expos'd to public view,
Made thee in rags, halting to th' press to trudge,
Where errors were not lessened (all may judge).
At thy return my blushing was not small,
My rambling brat (in print) should mother call.
I cast thee by as one unfit for light,
Thy Visage was so irksome in my sight,
Yet being mine own, at length affection would
Thy blemishes amend, if so I could.
I wash'd thy face, but more defects I saw,
And rubbing off a spot, still made a flaw.
I stretcht thy joints to make thee even feet,
Yet still thou run'st more hobbling than is meet.
In better dress to trim thee was my mind,
But nought save home-spun Cloth, i' th' house I find.
In this array, 'mongst Vulgars mayst thou roam.
In Critics' hands, beware thou dost not come,
And take thy way where yet thou art not known.
If for thy Father askt, say, thou hadst none;
And for thy Mother, she alas is poor,
Which caus'd her thus to send thee out of door.



A MI QUERIDO Y AMADO ESPOSO.

Anne Bradstreet.

El poema de Bradstreet es una declaración de la felicidad conyugal en la tierra y en el más allá en el puritano siglo XXVII, ella fue la primera mujer en publicar un libro de poemas en Inglaterra.


Si alguna vez dos fueron uno, seguramente lo seremos.
Si el hombre alguna vez fue amado por la esposa, entonces tu lo seras.
Si la mujer nunca fue feliz en un hombre,
Comparate conmigo, vosotras mujeres, si les es posible.

Premiare tu amor con más que una mina de oro entera,
O con todas las riquezas del tesoro de Oriente.
Mi amor es tal que los ríos no podrán saciarte,
Ni deberían, sino el amor que tu me das me recompensa.

Tu amor es tal que no puedo pagarlo de ninguna manera;
Los cielos te recompensaran de diversas formas , te lo ruego.
Entonces, mientras vivamos, en el amor así este nos permitirá perseverar,
En lo que vivamos no más, podremos vivir siempre.


ANNE BRADSTREET: ESPOSA Y MUJER PURITANA

Los puritanos han sido criticados injustamente. Tal vez usted ha visto las caricaturas de los puritanos como una gente amargada, torpes, nunca sonrientes, los que odian la diversión y la felicidad. Esta imagen distorsionada del puritanismo viene del siglo 19, y no refleja la vida vibrante que tenían la mayoría de los puritanos. Podemos tomar como ejemplo Anne Bradstreet - una mujer puritana modelo cuyo espíritu vigoroso, su amor de la vida, su amor intenso por su esposo e hijos y su poesía hermosa - todo ello refuta el estereotipo del puritanismo.

A la edad de dieciocho años Anne estaba entre los cientos de puritanos ingleses que partieron para América bajo el liderazgo de John Winthrop en el año 1630. Entre estos peregrinos estaban también Thomas y Dorothy Dudley, sus padres, y su esposo Simon Bradstreet. En Inglaterra, Thomas Dudley había sido mayordomo para el Earl de Lincoln, y Anne y su familia habían gozado de las ventajas de riquezas. A Anne le gustaba aprender, y cuando tenía siete años varios tutores fueron contratados para enseñarle danza, música e idiomas, entre otras materias. Cuando tenía dieciséis años Anne se casó con Simon Bradstreet, hijo de pastor puritano, y también miembro de la casa del Earl de Lincoln. Aunque esta pareja joven pudiera haber esperado una vida confortable en términos materiales, escogieron dejar mucho de sus riquezas en
Inglaterra para irse a América donde podían servir a su Dios.

Tanto el padre de Anne, Thomas Dudley, como su esposo Simon, estaban muy activos en los asuntos del gobierno de la colonia de Massachusetts Bay, y ambos sirvieron varias veces como gobernador de la colonia. El hogar de Anne sería un hogar de influencia en esta nueva tierra.

Ricos en amor

En medio de sus tareas del hogar, Anne encontraba tiempo para escribir poesía. Varias de sus poemas fueron dirigidas a su esposo, contándole cuánto le hacía falta cuando tenía que viajar para asuntos del gobierno (un vez su esposo fue a Inglaterra por varios meses como representante al nuevo rey, Carlos II). El poema más sencilla relata de manera hermosa su amor:

Si alguna vez dos eran uno, así nosotros
Si alguna vez hombre amado por su esposa, así tú
Si alguna vez mujer contenta con su hombre, 
compárense mujeres conmigo si pueden
Te aprecio más que todas las minas de oro
O todas las riquezas que contiene el Este


Diez años después de llegar a Massachusetts Anne publicó un libros de poemas en Boston. Muchos de los poemas eran largos, tratados poéticos de temas profundos, tales como las edades de los hombres, los cuatro reinados de Daniel y las sazones del año. Son poemas de erudición, escritos en un estilo formal tal
como se esperaría de un poeta de una corte europea, más que de una mujer de la América primitiva. Su libro fue bien recibido tanto en América como en Inglaterra; John Newton, autor del himno “Amazing Grace” (Sublime Gracia), reconoció los grandes méritos de esta obra de Anne.

Aunque Anne estaba triste al principio de su matrimonio por la falta de hijos, el Señor escuchó sus oraciones y eventualmente Simon y ella tuvieron ¡ocho hijos! Muchos de sus poemas fueron escritos como oraciones en medio de los eventos de la vida de su familia. Así era el poema “Sobre mi hija Hannah - su recuperación de una fiebre peligrosa”


Bendito sea tu nombre, Quien has restaurado
la salud a mi hija querida
Cuando la muerte parecía acercarse
y la vida pronto a desaparecer
Permite que ella recuerde lo que has hecho
y pueda celebrar tus alabanzas
Permite que su conversación sea
que te ame todos sus días


Naturaleza y Crianza

Con ocho hijos, Anne reconocía que cada niño tiene su propia personalidad, y que los padres deben saber cómo tratar a cada uno:

Cada niño tiene su propia naturaleza; algunos son como la carne que sólo la sal guardará de la pudrición.
Otros son como frutas tiernas que son preservadas mejor con azúcar. Los padres sabios asegurarán que la crianza de cada uno se ajuste a su naturaleza.

La poesía y el dolor

Muchos de los poemas de Anne fueron escritos en medio de los tiempos difíciles o las tragedias. Su poesía era una forma para que ella enfocara de nuevo en Dios y su plan y amor por ella. Esto se puede ver en su poema “Estrofas sobre el incendio de nuestra casa, 10 de Julio, 1666":


Tu tienes una casa en las alturas - en pie,
Construida por el Gran Arquitecto
Con gloria amueblada
Y firme, aunque de esta huimos
Es comprada y pagada toda,
 por Aquel que tiene mucho que hacer
Un precio tan grande que no comprendemos,
 pero como regalo es ofrecido a ti
Hay riquezas abundantes, yo no quiero más
¡Adiós a mi ser! ¡Adiós a los tesoros aquí!
No permitas que yo ame más a este mundo,
mi esperanza y tesoro están arriba
Superando las luchas y dudas


La decisión de ir a vivir en el bosque inhabitado americano era una aventura llena de luchas. Anne sufrió enfermedades en repetidas veces durante sus cuarenta años de vida en América. Sin embargo, ella reconoció que la vida traía pruebas, y que las luchas producían mayor confianza en el Señor. Ella le daba gracias a Dios por acercarla más por medio de sus enfermedades. Y en una edad llena de controversia y guerras religiosas, Anne estaba confrontada con dudas e incertidumbres acerca del Cristianismo. Pero ella perseveró hasta llegar a una fe segura. Unos días antes de su muerte ella terminó el relato de su peregrinaje espiritual - escrito para sus hijos:

“Sobre esta Roca Jesucristo edificaré mi fe, y si perezco, perezco. Pero sé que ninguno de los poderes del infierno prevalecerán contra él. Yo se en quien he confiado, y en quien he creído, y que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.”

Traducido con permiso de Glimpses, #23, publicado por Christian History Institute.





ANDREA GIBSON [17.495] Poeta de Estados Unidos

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Andrea Gibson

Andrea Gibson (Nacida el 13 de agosto 1975) es una poeta galardonada y activista que vive en Boulder, Colorado. Su poesía se centra en las normas de género, política, reforma social y las luchas LGBTQ que enfrentan a las personas en la sociedad actual. Además de utilizar la poesía para expresar lo que siente y proporcionar el comentario social y político sobre temas reales, está involucrada con muchos grupos de activistas. 

A menudo se realizan en Take Back the Night eventos, eventos LGBTQ, eventos de orgullo, acontecimientos trans, mítines contra la guerra, manifestaciones por la paz, las organizaciones contra la ocupación de Palestina, los grupos se centran en el examen de los males del capitalismo, el patriarcado y la supremacía blanca. También trabajan con un grupo llamado Vox Feminista cuyo modelo es "comodidad para los perturbados y perturbar al cómodo" en todas estas cuestiones. A lo largo del año, recorren las universidades y otros lugares en todo el país.

Gibson se crió en Calais, Maine. Hija de Mark y Shirley Gibson, tiene una hermana, Laura, que se menciona en su poema 'Titanic'. Ellas crecieron en un hogar Bautista y asistieron a la universidad de Maine, de San José. Más tarde, se trasladó a Nueva Orleans. 

Discografía 

Viñetas y Windchimes (2003)
Swarm (2004)
When the Bough Breaks (2006)
Yellowbird (2009)
Boy Flower (2011)
Tregua (2013)

Libros 

Pole Dancing al Evangelio Himnos (2006)
La locura del florero (2012)
Pansy (2015)




Sobre salud mental:

Se me ha dicho, a veces, que lo más sanador que puedes hacer
es recordarte una y otra vez y otra vez
que otras personas sienten esto también
Recógeme en un camión que lleve esa pegatina que dice
"no hay nada sano en estar adaptada a una sociedad enferma"


I have been told, sometimes, the most healing thing to do
Is remind ourselves over and over and over
Other people feel this too
Pick me up in a truck with that bumper sticker that says
"it is no measure of good health to be well adjusted to a sick society”


*


¿Realmente creemos que nuestra necesidad de Prozac
no tiene nada que ver con Bagdad,
con Kabul, con la frontera mexicana
con los miles de niñxs estadounidenses
que sangran por los recortes de presupuesto que nunca cicatrizarán
para poder llenar de gasolina los tanques de guerra?



Sobre disidencia de género: 


Esa noche, después de la cena, me zambullo en mi caja de juguetes color rojo fuego y encuentro la muñeca de pelo rubio
La acuno en mis brazos y espero que mi madre me vea
Cuando lo hace, sonríe tan ampliamente, que decido que el amor es una subasta silenciosa y que me merezco más
Para cuando mi madre encuentra por fin las palabras para nombrarme "su hija lesbiana", yo ya estaba buscando el valor para describirme como hijo ante sus ojos


That night after dinner I dig to the bottom of my fire-red toy box and I find the doll with the golden hair.
I cradle her in my arms and I wait for my mother to see me. 
When she does she smiles so big, I decide love is a silent auction and I am worth more sold. 
By the time my mother finally found the words to call me her gay daughter, I was searching for the nerve to describe the son in my eyes. 





Cuando era un niño, solía llamarme a mí mismx en secreto Andrew
Corría aporreándome el pecho desnudo como Tarzán
No es que pensara que me convertiría en un hombre al crecer
Simplemente, tampoco pensaba que me convertiría en una mujer




Sobre la gestión de privilegios:


Conozco a una mujer que una vez conoció a una mujer que coleccionaba los collares de metal que usaban para atar los cuellos de lxs niñxs negrxs a las cadenas en las subastas
Me dijo que los colgaba en las paredes de su casa, como decoración
Recuerdo cuando creía que eso era la definición gráfica del racismo
Creía que no había nadie colgando en mi armario
Creía que mi estilismo no tenía nada que ver con el rey Leopoldo
Ni siquiera pienso en qué ropa me pongo



I know a woman who once knew a woman who collected the metal collars they used to lock around the necks of black children to chain them to the auction block
I was told she hung them on the walls of her home for decoration
I remember when I used to believe that was the entire definition of racism
Believed there was no one hanging in my wardrobe
Believed my style had nothing in common with king Leopold’s
I don’t even think about
what I wear

http://nacionlesbiana.blogspot.com.ar/2014/03/andrea-gibson.html



ANDREW

Cuando era una niña algunas veces
Me llamaba secretamente Andrew
Tiraba de la entrepierna de mis pantalones en la forma
Que sólo los adolescentes lo hacen
Corría alrededor dándome golpes en mi pecho desnudo como Tarzán
No es como si pensara que crecería para ser un hombre
Es sólo que nunca pensé tampoco que crecería para ser una mujer
Por lo que puedo decir, ninguna de esas dos categorías
Parecían encajar en mí
Pero créme, supe desde una edad muy temprana a nunca decir
“Ey papá, esto de Adán y Eva en realidad no está funcionando para mí
Quiero decir, ¿qué hay de las personas en medio?”

En tercer grado Lynette Lyons me preguntó
Dónde estaban todas mis barbies
Mentí y le dije que me metí en problemas
Y que mi mamá me las había quitado
No me atreví a decir: ¡Barbie apesta, Lynette!
Y si vamos al caso, Tommy, Gi Joe también
Quiero convertirme en algo que ninguno de nosotros haya visto antes
Y el género es sólo una de las formas
Somos empacados y etiquetados antes de ser capaces
De hablar sobre quién créemos que somos
O en quién soñamos que nos convertiremos
Como un tambor siempre cambiando su ritmo
Estoy viviendo hoy como alguien que todavía no era ayer
Y esta noche sólo tomaré piezas de quien soy hoy
Para llevarlas conmigo al mañana
No, no soy gay
No, no soy heterosexual
Y estoy condenadamente segura de que no soy bisexual, maldita sea
Soy quienquiera que soy cuando lo soy
Amando a quienquiera que seas cuando las estrellas brillan
Y a quien serás cuando salga el sol
Sí, me gustan las chicas
Sí, me gustan los chicos
Sí, me gustan los chicos que les gustan los chicos
Me gustan las chicas que usan accesorios y también las que no
Chicas que no se llaman a sí mismas chicas
Cabello rapado o rizado o esa mala fase de en medio

Me gusta el vapor elevándose de un cuerpo de una aventura de una sola noche
Me gusta tomarnos de las manos por tres meses antes de un beso
Me gusta desear que tu cuerpo fuera Saturno
Y el mío un ciento de anillos enroscados alrededor tuyo
Quisiste ser una monja budista una vez
Anoche tuviste mi cérvix entre tus dedos
Y agradecí a los dioses en los que no creo por tu cambio

Dime que nombraremos a nuestros hijos hermosos y nada más
Di a Barbie que se puede ir ahora
Di a Gi Joe que baje su arma y se busque un novio
O una novia
O una novia-novio
A la mierda, Gi Joe sólo necesita un amigo, todos ustedes
Quiero decir, él es plástico
Y ni siquiera la clase de plástico que se dobla
Yo quiero doblar en miles de direcciones
Como lo hace el sol
Como lo hace el amor
Como el tiempo que se detuvo
Para que así las manecillas del reloj pudieran estrecharse unas con otras

Y nos tuvimos como tuve estas palabras
Por tantos años en la punta de mi lengua
Yo soy la hija de mi madre
Soy el sol de media noche
Puedes encontrarme en la luna
creciente y menguante
Mi corazón está lleno de pétalos
Todos y cada uno rogando
Ámame, ámame, ámame
Quienquiera que yo sea
Lo que sea en que me convierta

Andrea Gibson (Colorado, Estados Unidos, 1975)
Traducción de CAJASINAZUL


ANDREW

When I was a kid I would sometimes
Secretly call myself Andrew
Would tug at the crotch of my pants the way
Only pubescent boys do
Ran around pounding on my bare chest like tarzan
It’s not that I thought I’d grow up to be a man
I just never thought I’d grow up to be a woman either
From what I could tell neither of those categories
Seemed to fit me
But believe me, I knew from a very young age never to say
Hey dad, this adam and eve thing isn’t really working for me
I mean, what about all the people in between?

In the third grade lynette lyons aksed me
Where all of my barbies were
I lied and told her I got in trouble
So my mom took them away
I didn’t dare say: barbie sucks, lynette!
And for that matter tommy, so does gi joe
I wanna grow into something none of us have ever seen before
And gender is just one of the ways
We’re boxed in and labeled before we’re ever able
To speak who we believe we are
Or who we dream we’ll become
Like drumbeats forever changing their rhythm
I am living today as someone I had not yet become yesterday
And tonight I will borrow only pieces of who I am today
To carry with me to tomorrow
No I’m not gay
No I’m not straight
And I’m sure as hell not bisexual damnit
I am whoever I am when I am it.
Loving whoever you are when the stars shine
And whoever you’ll be when the sun rises
Yes, I like girls
Yes, I like boys
Yes, I like boys who like boys
I like girls who wear toys and girls who don’t
Girls who don’t call themselves girls
Crew cuts or curls or that really bad hair phase in between

I like steam rising from the body of a one-night stand
I like holding hands for three months before kissing
I like wishing your body was Saturn
My body a thousand rings wrapped around you
You wanted to be a Buddhist nun once
Last night you held my cervix between your fingers
I thanked gods I don’t believe in for your changing

Tell me we’ll be naming our children beautiful and nothing else
Tell Barbie she can go now
Tell gi joe to put his gun down and find a boyfriend
Or a girlfriend
Or a girl/boyfriend
Fuck it, gi joe just needs a friend, y’all
I mean, he’s plastic
And not even the kind of plastic that bends
I want to bend in a thousand directions
Like the sun does
Like love does
Like time stopped
So the hands of the clock could hold each other

And we held each other like I held these words
For too many years on the tip of my tongue
I am my mother’s daughter
I am midnight’s sun
You can find me on the moon
Waxing and waning
My heart full of petals
Every single one begging
Love me, love me, love me
Whoever I am
Whoever I become




Gracias al estupendo blog Emma Gunst, descubrí la poesía de Andrea Gibson. Entonces fui a Iberlibro, puse su nombre y apareció este poemario Pole dancing to gospel hymns, una segunda edición, a un precio muy asequible y además con la particularidad de que está firmado por la autora. Lo recibí la semana pasada. Como apenas tengo tiempo, solo he podido traducir dos poemas, dos de los poemas más breves de este libro. Sin embargo, al final de este post te pongo una serie de enlaces al blog de Emma Gunst donde podrás, si así lo deseas, leer más poemas de este pedazo de poemario.



ESTA NOCHE

Ofrecer el cuerpo como un edificio en llamas
sin escaleras de incendios.

Sentirme como las líneas de la vida
en las palmas de Cristo
cuando los clavos las atravesaron.



LÍNEA DE CONEXIÓN

Hay estrellas en el lado oscuro
más brillantes que el sol.

Prométeme, si alguna vez recupero el aliento
tirarme de nuevo a la mar inmediatamente.

http://ellenguajedelospunos.blogspot.com.es/2014/05/andrea-gibson-2-poemas.html
Andrea Gibson. Pole dancing to gospe hymns. Write Bloody Publishing, 2ª edition, 2010. Cover designed by Jeff Harmon. Photo by Drew Angerer. Ilustrations by Anis Mojgani.



PREGUNTAR DEMASIADO

Quiero que me hables sobre todas las personas de las que te has enamorado.

Dime por qué las amaste, y por qué ellas te amaron.

Cuéntame sobre un día en tu vida que pensaste que no superarías.

Dime qué significa para ti la palabra “hogar”.

Y descríbeme tu habitación de cuando tenías 8 años de una manera en la que pueda adivinar el nombre de tu madre.

Verás, quiero saber la primera vez que sentiste el peso del odio, y si ese día aún retumba a través de tus huesos

¿Prefieres chapotear en la lluvia o hacer bolas de nieve?

Y si fueras a fabricar un muñeco de nieve, ¿romperías dos ramas del árbol para fabricar brazos a tu muñeco?

¿O dejarías a tu muñeco de nieve manco por no ver al árbol sin brazos?

Y si lo hicieras, ¿te percatarías de que el árbol llora por ti desde que sabe que tu muñeco de nieve no tiene brazos para abrazarte cada vez que lo beses en la mejilla?

¿Besas a tus amigos en la mejilla?

¿Duermes a su lado cuando están tristes, aunque eso enfade a tu amada?

¿Piensas que el enfado es una emoción sincera, o solo la respuesta tímida de un corazón frágil en un intento de alejar el dolor?

Quiero saber qué piensas sobre tu nombre.

Y si alguna vez te despiertas en la noche e imaginas la alegría de tu madre al pronunciarlo por primera vez.

Quiero que me cuentes todas las maneras en las que has sido desagradable.

Todas las formas en las que has sido cruel.

Cuéntamelo – sabiendo que a menudo me imagino a Gandhi con diez años, maltratando a sus compañeros de escuela.

Si caminaras por una planta química, donde el humo se filtra hacia el exterior y llena el cielo con oscuras, negras nubes, ¿gritarías “¡veneno” realmente fuerte, o susurrarías, “esa nube parece un pez, aquella un hada”?

¿Crees que María era realmente virgen?

¿Y que Moisés realmente dividió el mar?

Y si no crees en los milagros, ¿cómo me explicarías el milagro de mi vida?

Quiero saber si crees en algún dios, o en diversos dioses. O mejor aún, qué dioses creen en ti.

Y todas las veces que te has arrodillado sobre el templo de tu persona, ¿tus plegarias se han vuelto realidad?

Y por el contrario, ¿no te sentiste rechazado? Y… ¿rechazado por quién[es]?

Quiero saber qué ves en el espejo un día que te sientas bien.

Quiero saber qué ves en el espejo un día que te sientas mal.

Quiero conocer a la primera persona que te enseñó que tu belleza nunca podría quedar reflejada en una sucia copa de cristal.

Y si alguna vez alcanzaras una gran cultura,

¿recordarías cómo sonreír?

¿Alguna vez has sido una canción?

¿Pensarías peor de mí si te dijera que he vivido toda mi vida fuera de tono, y no soy tan inteligente como mi poesía? Acabo plagiando los pensamientos de la gente a mi alrededor que ha aprendido la sabiduría del silencio.

¿Crees que el hormigón perpetúa la violencia?

Y si no, quiero que me digas de un prado donde mi monopatín se elevaría.

Quiero saber más que lo que haces para ganarte la vida.

Quiero saber qué parte de tu vida gastas sólo en dar.

Y si te quieres lo suficiente para permitirte recibir, también, algunas veces.

Quiero saber si alguna vez sangras a través de las heridas de otra gente.

Y si sueñas, a veces, que la vida es sólo un globo que puedes hacer explotar cada vez que lo desees – pero es algo que nunca harías porque no quieres que nunca deje de seguir.

Si un árbol cayera en el bosque, y fueras el único en oírlo, si su caída en el suelo no hiciera sonido alguno, ¿dudarías de la certeza de tu propia existencia, o tomarías el sol en la dicha de tu nada?

Y por último, déjame preguntarte esto:

Si tú y yo diésemos un paseo, y no hablásemos en todo el camino, ¿crees que nos besaríamos eventualmente?

No, espera. Eso es preguntar demasiado – después de todo, es sólo nuestra primera cita.

http://poemadicta.blogspot.com.es/2014/08/preguntar-demasiado-andrea-gibson.html




Andrea Gibson, The Madness Vase


VASO DE LOCURA

La nutricionista me dijo que debía comer vegetales de raíz.
Dijo que si yo pudiera obtener trece nabos al día
Yo sería tierra, sus raíces.
Dijo que mi cabeza no seguiría volando
al lugar donde vive la oscuridad.

El psíquico me dijo que mi corazón lleva demasiado peso.
Dijo que por veinte dólares él me diría qué hacer.
Le entregué los veinte. Dijo: "Deja de preocuparte, cariño.
Vas a encontrar un hombre bueno pronto ".

El terapeuta psico primero me dijo que me pasara
tres horas al día sentada en un armario oscuro
con los ojos cerrados y los oídos tapados.
Lo intenté una vez, pero no podía dejar de pensar
acerca de cómo un gay iba a ser encerrado en el armario.

El yogui me dijo que en los estiramientos encontraría todo lo que es verdad.
Dice que se centra en la exhalación. Dijo que cada uno encuentra la felicidad
cuando se preocupa más por lo que da
que por lo que recibe.

El farmacéutico dijo: "Lexapro, Lamicatl, litio, Xanax".

El médico dijo que un anti-psicótico podría ayudarme
a olvidar el trauma.

El trauma, dijo, "No escribas estos poemas.
Nadie quiere oír llorar
sobre el dolor dentro de los huesos. "

Pero mis huesos, dicen, "Tyler Clementi saltó
desde el puente de George Washington
en el río Hudson convencido que
estaba completamente solo. "

Mis huesos, dicen: "Escribe los poemas".



Cualquier cosa

Esta noche juraría que el hombre en la luna es un violador,
y las estrellas no son más que cicatrices,
heridas de balas disparadas por la humanidad desde un coche
apuntando a la cara del cielo.
Esta noche llorar sería demasiado fácil.
Me satisfaría demasiado
y no, no quiero que me toques
porque tus manos están limpias
y yo soy asquerosa,
culpable con la sangre de algo bello cubriéndome entera.
He sido débil y he echado tanto veneno
que en todos los ríos a mi alrededor se mueren los peces,
y los árboles compiten por algo de luz
pero yo soy la noche eterna
escribiendo rimas sobre atrapasueños y la paz mundial
cuando incluso mientras duermo estoy luchando en guerras
que pulverizan el esmalte de mis dientes
y me despierto con la mandíbula contraída y el cuerpo doblado
pensando, ‘¿Cuántos platos he roto esta semana?’
en un intento de no romperme a mí misma
azotándome la piel brutalmente con el cinturón
porque es difícil querer sobrevivir.
Y todos los grandes terapeutas de este mundo dirían,
“Puede que tu ira sea buena.
Puede que tu rabia signifique que estás saliendo de la jaula
de todo lo que has sido”
Entonces intento ser Zen, entonando mantras de
om mani padme hum
pero dios me tiene demasiado miedo como para escucharme,
y mi corazón golpea a otro niño en la tienda de caramelos
y su madre llama a la policía
y cada vez que el reloj hace tick
yo empiezo tick tick tick diciendo más burradas,
mi voz sonando como la crucifixión de todo lo sagrado.
Hay ampollas en mi lengua
del golpeteo de mis uñas en los corazones de profetas,
y justo cuando creo que puedo pararlo
satán resucita dentro de mí
y todo a mi alrededor se convierte en infierno.
Anoche robé peniques de una fuente de los deseos
para comprar cuerda con la que linchar cada pulgada de esperanza del planeta
y todo…
porque tú tienes otra novia y no lo soporto.
Quería que llegáramos a los ochenta años juntas,
quería que pariéramos poemas como si fueran bebés juntas
y les viéramos crecer para salvar el mundo.
Porque nena, eres la única
que pudo hacer que el sol subiera dentro de mí.
Y juro que la tierra bajo mis pies
solo es suave porque caminas a mi lado.
Hubo momentos en los que pensé que estaba tan perdida
que ni dios me hubiera encontrado
y entonces te colocaste detrás de mí
y besaste una cruz en mi espalda
Y son cosas así las que me tienen loca
porque pensaba que a lo mejor los alientos que tomásemos juntas
nos harían vivir para siempre
y ahora me estás matando.
Mírame, me estoy muriendo,
ni si quiera tratando de evolucionar cuando
quería estar ahí en cuarenta años
cuando el médico llamase para decir que
tu madre posiblemente no sobreviviera un día más.
Y no lo iba a hacer simplemente bien,
iba a hacerlo perfecto.
Iba a hacer que mi amor se sintiese
como la primera vez que montaste en tu bici sin las ruedecillas,
iba a ponerme de rodillas delante de ti cada día
como si no hubiese nadie más delante de ti,
porque he escuchado tu corazón latir
como una brisa que podría hacer a cualquier violencia ponerse de rodillas
y las mejores líneas que he escrito jamás…
Plagié cada palabra de tus pensamientos que escuché
mientras estabas sentada en silencio,
mirando hacia Marte
pero tú nunca pides deseos a estrellas fugaces
tú pides deseos a las que
tienen el coraje de brillar donde están
sin importar lo oscura que sea la noche.
Y cómo le doy la espalda a esta luz
cuando quería que llegáramos a los ochenta años juntas,
parir bebés como si fuesen poemas contigo
y dejar que se escribieran a sí mismos.
Iba a sostener tu corazón al lado de mi oreja como si fuese una caracola de mar
hasta que pudiese escuchar las mareas de cada lágrima que hubieras llorado,
después construir islas en los mares de tus ojos
para que vieses que hay tierra hacia la que nadar.
Sostener tu mano y decirte “Las tormentas nacen
del mismo cielo al que escribimos himnos cuando brilla el sol.
Algunas veces son necesarias las tempestades para que se despierten los arcoiris
que enrollarán nuestro dolor en aureolas.”
Iba a tallarme tu nombre en la muñeca
para que mi pulso pudiera besarte.
Iba a amarte tan bien
que me despertaría cada mañana
y te diría cosas como esta,
“Dichosos son los momentos en los que estás conmigo
cuando te vas la vida duele como un infierno
pero haría cualquier cosa para hacerte feliz
incluso si eso significa dejarte libre
para que estés con otra persona”

Andrea Gibson (2011) The madness vase. En The madness vase. Long Beach, CA: Write Bloody Publishing.
Traducido por Nines B. Rodríguez









SAMUEL GONZÁLEZ-SEIJAS [17.496] Poeta de Venezuela

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Samuel González-Seijas 

Nació en Caracas, Venezuela el 20 de agosto de 1971. Estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela; es corrector y editor de periódicos y ha acompañado proyectos y sellos editoriales (Reporte de la Economía, Meridiano, Así es la noticia); también acompaña proyectos y sellos editoriales como Biblioteca Ayacucho, Mondadori, Alfa, Fundación Polar y Los Libros de El Nacional. Parte de su trabajo ha sido publicado en suplementos literarios (Verbigracia, Papel literario). Mantiene el blog Lector de paso, sobre libros y escritores, en El Nacional.com, y en WordPress.com. .

En el 2009 publicó una plaquette de poemas “Pequeño fuego de labios” (Editorial La Espada Rota). Parte de su trabajo ha sido publicado en suplementos literarios (Verbigracia, Papel Literario).

Publica su primer libro de poemas “Espesa Marea” en el 2015.





“Espesa Marea” 





Mi carta de navegación abre con puntos suspensivos.

La he venido llenando al azar
he escrito y borrado tantas veces sobre ella
con desdén, con estruendo, con ingenuidad.

Abundan en su piel los subrayados, los escritos al margen
las tachaduras.

Lo que debía ser correcto itinerario
no son sino círculos concéntricos
o laberintos redondos que me regresan
al comienzo, a la partida repetida, al bostezo.



Viajar guiado por el dibujo que trazan las estrellas.

No hay instrumentos de orientación
durante estas noches azules
interminables
cuando pasan los espejos sobre el agua.

La mirada jamás descansa si no asoman
por algún lado los puertos.

La costa de espaldas y los tanteos para llegar.

Las estrellas que nos muestran la ruta
de vez en cuando se apagan
e implica un esfuerzo enorme
tener que subir uno mismo a encenderlas.




CARTA A PAPÁ EN SU ISLA

…Nothing of him that doth fade
But doth suffer a sea-change
Into something rich and strange…
Shakespeare, The tempest.

Llevo algunos días recorridos, que siento sueltos,
como si nada se hubiese roto, como si no se hubiese
traspasado una línea, la última. El cielo, desde que salí,
viene repitiendo las mismas formas que el mar hace correr
bajo nosotros. El barco no se detiene. Sigue un camino
con energía no esperada, toda la estructura se mueve
como un solo pez, que se hace interminable.

Desperté esta mañana con ganas de contar lo que me deja
la partida; algún detalle de esta nueva temperatura que,
curiosamente, no me desarregla y que siento caer sobre mí
como un plumaje protector.

Quiero decir cómo viniste a despedirme.

Estabas allí, papá, en la playa, con tus sorderas viejas,
con tu memoria muda, asaltado por esos silencios
que siempre fueron tuyos. Para decir adiós, comenzaste
a hablar y al mismo tiempo sacabas cosas de tu saco:
una linterna, una navaja, una brújula que venía aún
con marcas de lodos anteriores, sumergimientos, roces
de esfuerzos por trazar algún camino y muchos regresos.

Detrás de las palabras, detrás de la boca, se te veía la pata
de palo. Hacías lo imposible por ocultarla, siempre
lo hiciste. Para que no se te viera, hablabas torciendo
un tanto los labios, o tal vez era, me parece,
el rictus de lo vivido que ya no podías relajar
ni siquiera frente a tu hijo. Y yo entiendo. No es sencillo
tener que disimular las marcas, los rasguños, el nivel
al que llegaron las fiebres de la furia, como esas manchas
que dejan las aguas cuando abandonan un dique, los óxidos
del corazón. Una sola piel para tanta prisa, para tanto viaje,
para una larga y sostenida desesperación.

Por eso entiendo, papá, que hayas remolcado
durante demasiado tiempo tus propios naufragios;
que los halaras como esos caleteros de puerto y de mercado,
hasta una isla cruzada por silencios y torbellinos de sol,
para estar solo con ellos, sin que nadie se interpusiera
y fueses feliz, al fin, en la libertad definitiva de circular
entre tus ruinas. Nadie puede demostrar más amor
a sí mismo que el que guarda sus palos rotos, sus maderas
gastadas, sus trapos, y construye su morada con ellos,
y se mete a vivir en ellos, y respira y sueña.

Ahora estás en esa isla, solo, mudo sobre las arenas,
vestido con los harapos que te deja la luz, sentado o de pie,
mirando los esqueletos de las naves que te quedan,
dibujándolas, como querías, una y otra vez,
dejándolas secar a la sal, a la lluvia, dejándolas dormir
con sus junturas al aire de la noche.
Estarás allí para siempre, detrás de ese muro enorme
que puede llegar a ser el océano, el agua desconocida.
Incluso tras esa masa, tras ese cuerpo de humedad,
corres libre y desnudo. Allí donde te encuentras
cualquiera puede esconderse, pero sólo tú te muestras.

Seguro nos encontraremos otra vez, cuando me corresponda
arrastrar a mi también los hundimientos que me esperan,
o las súbitas idas hasta las crestas de la espuma,
porque de eso se trata tener que trasegar el mar: bajar y subir
las veces que al dios le plazca; alejarnos o perdernos,
ser aventados de pronto hasta las playas, resucitados
o muertos. Sólo él dispone cuánta resistencia tiene la
madera para el viaje; el cuerpo que nos dan
y el que al final del remolino nos entregan.

Viniste a despedirte y sé que es para siempre, para
un siempre con dos orillas, con dos costas para la llegada.
Pero sabe que algún día hasta tu isla iré a dar con mi bote,
y mis libros, y mis cartas enchumbadas;
iré a dar con las fotos de familia, para que sonrías al saber
quién nació mientras no estabas,
y mires los rostros de quienes están alcanzado
cada uno a su ritmo, sus propias lejanías,
sus horizontes que se vuelven amarillos y luego blancos.

Te di un abrazo ¿recuerdas?, y luego te dejé y subí al barco.
Las gracias te di por venir. Ahora que voy o quedo
en dirección contraria, me guardo lo que hablaremos,
y dejaré que le crezcan peces al recuerdo para que allá,
al reunirnos, estemos largo rato a solas
pescando, sin tropiezos, lo regalos de la tranquilidad.








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JUSTIN MARKS [17.498] Poeta de Estados Unidos

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JUSTIN MARKS

Poeta y escritor. EE.UU.
Ha publicado en poesía You’re Going to Miss Me When You’re Bored (2014) y A Million in Prizes (2009), fue elegido por Carl Phillips como ganador de Premio New Issues Poetry 2009. Es cofundador de Birds, LLC. Actualmente vive en Queens, New York.


Poemas de You’re going to miss me when you’re bored
(‘Me vas a extrañar cuando estés aburrida’, 2014), de Justin Marks
Selección de poemas: Berta García Faet


Me encanta estar borracho   Y de repente no me encanta
Me encanta beber   Una convocatoria
Miro a las mujeres y las mujeres
parecen asustadas   Los días de Hollywood se acabaron
y estas cenizas son todo lo que nos queda
de la cena   Un banquete   Una tienda
de chucherías en mi cerebro   La significación
histórica y personal de la penetración
Creo en esperarme
hasta el matrimonio   Un número que marcar
en el teléfono
como un pecho donde amamantarme   Mi pasado
ensortijado en ignorancia y en visiones
Vena yugular que gotea
colores interesantísimos



Jack Spicer en mi iPod
Una playa   Sea cual sea el lenguaje
que hace el océano   Es Año Nuevo
y las olas pasan
Es Año Nuevo   Cantan
animales mudos   Una isla   Distancia
En algún lugar la primera palabra
de un niño es útero   El surf
es duro   Una audiencia agnóstica
La salmuera en mi barba
es una astilla de significado
El oso que baila   Un mosquito
que come   La hormiga que estoy a punto
de pisar



Una sonrisa forzada
podría revelar, o no,
dientes   Un destino   A mí pueden convencerme
básicamente de cualquier cosa
El público tiene su propio poder
Un truco para provocar desbarajustes
como lo simboliza mi pelo   El afecto
distrae de la soledad
Cuántas veces tuvimos sexo?
La playa   La cama   El refugio
de la fauna salvaje   Derrotado
por la tristeza   Bastante perfección
Una chica que lleva una diadema va recogiendo conchitas
Intento no implicarme mucho




Una mano abolla el universo en el interior
oscuro del bolsillo de mis pantalones
Un poco de teatro   La estética estalla
para acelerar la verdad y
la belleza auxiliadora   Los sueños se plegaron sin fin,
los resultados están dañados y son dañados
huesos   Un accidente bucal coló
por amor   Frialdad mitigada por el sol
Linda   Muy linda   La tarea
que nunca jamás se hará   La anatomía
de una página que es principalmente
redacción   Una personalidad genuina(mente
decepcionante)   Si acaso nos conocemos en un futuro lejano
en jardines acaso más felices…



Oh mi mente literal  Aguanta y aguanta
pero tiene un límite   El cielo menstruante
Esto es un vientre vacío    Los hechos que no hacen
lo que yo quiero que hagan   Es importante
ir con cuidado con el dolor   Este estilo
de la invención   El más vergonzoso
tiempo pasado   Que ya no te importe
lloriquear   Esa silueta
que siempre está desdibujándose   Esto son orillas frígidas
La enfermedad es la melodía   Sin sujeto
Sin remitente   Un yo que aguarda
más y más destrucción   Miedo
excitante   Inserte usted aquí
gente muerta




Agito una libreta con páginas
en blanco y digo “Todo está aquí, todo
absolutamente”   Perros muertos y propiedades
robadas   Libertinaje
abrazado   Durante 35 años no tuve
ninguna historia que contar   Sólo palabras
necesitadas de formas   Cada respiración,
una bomba   Un espacio infinito
que llenar   Ahora sé bien que la muerte
no es más que una idea   Una idea
muy real   Comprende comportamientos tanto como
estéticas   Tristeza
texturizada   Lenguaje grabado
en fibra óptica   Es decir, en luz



Hace calor  Me duele la espalda   Mi alma
flota   Me duermo en un lugar
y me despierto en otro   La maquinaria interna
de alguna cosa notable   Una fina mentira
Es como que estoy en el cuarto de estar de todo el mundo,
dice un hombre a mi lado en el metro
Probablemente estoy mintiendo,
dice una camiseta en un escaparate
A todas mis ex-novias sólo quiero decirles “¿no te parece raro
el hecho de que tú y yo un día follamos?” Lo que quiero decir es
lo que dicen las palabras
Caricias inapropiadas, sentimentalismo
tonto   Nubes rosas
del apocalipsis   Recluida luz   Buenas noches Buenas noches
por la noche, noche



We Used to Have Parties

The city is a kind welcome
of fire It’s on fire
I tell you not making sense
in the usual sense of the word sense
but a meteor’s bloom
The bad guys rehearsing
their latest number—
high kicks and all—the good guys watching
videos of unrest in real time
The way you high-fived me
I thought we’d have sex
Such excitement negates the self
All the cops standing still
The mask we wear is assassination
You’re cutting out

From You’re Gonna Miss Me When You’re Bored (Barrelhouse Books, 2014) 




Mouth Full of Grounds

The dots are on order Cops patrol 
the larger subway stations 
on segways Nobody 
gets out of the way Yesterday 
I had a colonoscopy which required fasting 
for 40 hours and taking so much laxative 
I shat water Now my body is clean 
I’m cleansed and have the opportunity 
to put only good things in To start again 
But I can’t shake this shadow I call it death 
Love so strong I can hardly 
function Every fight my wife and I have had 
or will Why we can’t 
love each other like we used to 
What will happen to our children 
To date, I’m responsible for the deaths 
of at least 20 mice My most triumphant moment 
was when I got 6 at one time on a glue trap 
then drowned them in the toilet At work 
we have a meeting in which there is only one rule: 
No gerunds My boss’ boss 
thinks I’m doing an amazing job 
My boss isn’t so sure 
Blood fills the place on my finger 
where I just chewed off some skin My fear has gone to waste

From You’re Gonna Miss Me When You’re Bored (Barrelhouse Books, 2014) 




Voir Dire

I live in New York City and a horse 
goes clopping by my window. 
Then I don’t 
hear the horse anymore. 
All promises 
have been broken. 
I lie in bed and pretend 
to sleep. On occasion 
I see babies sleeping, 
little ones lying 
on their backs 
with baby bones 
and skeletons 
and organs that function. 
They see and hear 
and taste and smell. 
They learn to speak and feel 
awkwardness and shame. 
It’s good that we don’t 
remember being babies. 
It’s good to feel good. 
Sometimes I fall 
for things I shouldn’t. 
I think of my parents 
with a kind 
of regret and sympathy 
for us all. A process, 
like anything else. 
A series of questions 
raised in silence. 
It’s an adventure 
inside my body right now, 
not knowing what will happen. 
Something gets forced in, 
returns out. 
Whatever it is, 
I say it alone, 
aloud. I decide 
on a course of thought 
or action, and inevitably 
wind up pursuing the other. 
I’m happy 
to be indignant, 
but also just happy. 
I share a pizza 
and movie with my wife. 
She is like a carrot 
and I’m a little rabbit. 
Our babies will be orange. 
A bug is pressed 
into a book’s pages 
on the shelf. 
Tourists get their pictures taken 
in front of great works of art. 
A young couple French 
-kisses outside 
the Museum of Sex. 
The moon is full and shining 
magnificently over 
the rivers, Hudson and East. 
I’m 6 feet tall and tone deaf, 
a truly terrible singer. 
I’ve always been swayed 
by the belief that the maker 
should not be able to see 
himself in his art. I see 
nothing but myself. 
Plastic flowers in a lush, 
green garden on 
the Lower East Side, Avenue C. 
Pinocchio standing before 
a table of wood-working tools. 
I know you know 
I’m spying on you 
spying on me 
spying on you. That’s 
what makes this fun, 
right? Penetrate to 
the most high god 
and you’ll go insane, 
I hear. Even 
the speed of light 
isn’t fast enough 
to save you. 
But don’t be afraid. 
It’s only the pressure 
that’s difficult to bear. 
Amusement park rides, 
even children’s corkscrew 
playground slides 
make me nauseous. 
Mothers yell at their children 
and their children cry. 
The limits of my linear mind. 
I sometimes believe everything 
I’ll ever do or say 
is already inside 
someone else. 
What was I thinking 
when I marked that passage 
in the book that read, 
This is older than towns ? 
As a child, my favorite 
part of the day was coming home 
and getting the mail, 
wondering what, 
if anything, was addressed 
to me. I wish sleep 
was a switch I could simply throw. 
Sobriety and intoxication as well. 
The immense joy I receive 
when reading my sent emails. 
Also in finally getting straight 
the spellings of decent 
and descent . 
All day at the beach, 
children stomp 
out of the surf and onto 
the shore. New organisms, 
in the grand scheme of things. 
My back is terribly sun-burnt. 
Peeling. I get chills and forget 
everything I’ve learned. 
I’m a Mayflower 
descendent. My great 
-great grandfather 
was a Russian-Jewish immigrant. 
Riding in a cab 
up the West Side Highway, 
a little tipsy, 
the salt-water air 
and boat fumes… 
I get incredibly inspired, 
but not for long. 
A bowl of fresh 
blueberries and glass 
after glass of water 
await my arrival 
home. 
A hard-boiled 
egg for breakfast. 
The cat. My wife. 
The future generation 
we have yet to have. 
Where did this weight 
I’ve gained come from? 
Why can’t I lose it? 
I’m in my early-thirties, 
my grandparents are dead 
and my parents are old. 
Frequent déjà vu 
renders everything inevitable. 
When my wife comes home 
she will kiss me and remove 
her clothes, stretch out 
across the bed and we will 
discuss the day. Most 
of my good fortune 
is a fluke. 
The bad as well. 
That’s as far 
as it ever seems to go. 
Another flabby body 
at the gym 
trying to look good, 
a relation relating itself 
to itself. 
There are no answers, 
only variations 
in understanding. 
Which is the purpose 
of speech. Words. 
Again and again. 
It’s to myself I mostly talk. 
A man walking past 
me on the subway platform chants, 
Christmas, Christmas, Christmas . 
On a large envelope I drop 
in the mail I write repeatedly, 
Do Not Bend . 
Discovery of one thing 
by way of another. 
The material of the cosmos crumpling 
until all possible paths 
narrow to one. 
I’m completely addicted 
to my email. Can’t go without 
checking it every few minutes. 
Connection to the outside 
world via the virtual. 
Things either occur 
or they don’t. 
The lavender my mother helped 
my wife transplant is dying. 
One of the more satisfactory 
experiences of my life 
was moshing so hard 
I broke my retainer. 
Twenty-three years ago. 
There are no 
discreet events. History 
is in everything. 
And memory. Dim 
notions coming into focus, 
then fading. 
In a different life 
I’d like to have been 
a B-movie star. 
Napping on the couch I tell 
myself I’m not sleeping at all, just 
relaxing, absorbing 
the sound of traffic, 
the sun and air 
through the open window. 
Putting a little spring 
back in my step. 
All this love 
and hatred in my heart. 
But if I could just stay awake, 
if I could just stay awake long enough 
it might all work out. This day 
barely begun.

From You’re Gonna Miss Me When You’re Bored (Barrelhouse Books, 2014) 






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JORGE J. LOCANE [17.499] Poeta de Argentina

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Fotografía: Janna Drummer


Jorge J. Locane

Jorge Joaquín Locane. Nací en un lugar y un año donde la regla era lo contrario: Buenos Aires, 1979. Después de estudiar Letras y recorrer América Latina, me trasladé a Berlín donde vivo desde 2008. 

Soy fundador y coeditor de la revista bilingüe de literatura alba. lateinamerika lesen que desde 2012 se dedica a la mediación cultural. 

Junto con Ernesto Estrella coordiné la edición de la antología de poesía berlinesa escrita en español El tejedor en… Berlín. 

Trabajo como docente, investigador y asesor editorial. Publicaciones de diferente tipo que llevan mi nombre aparecieron en Francia, Argentina, Colombia y Alemania. Poesía indestructible (2014) es mi primer libro de poesía.



“Poesía indestructible” (2014) 
Selección: Luis Cháves**



de la ópera dispersas esporas
quedan de horas hechas de una
coreografía tatuada en rojo:
rojo por ejemplo el mantel y la salsa
en el diminuto italiano
pero ante todo rojo
el destello hermoso
de la mujer en la escalera conservado



la destrucción de hamburgo ocurre dos veces
una como tragedia la otra como repliegue
de las fábricas y los semáforos
de las oficinas
res        plan    y         decientes
de los hilitos intermitentes desflecados
que coronan una enmienda torpe o
            una manga desgastada
de las grúas y el lento oxidarse
de los comensales que comen fischbrötchen
del diptongo de la cerrada con la abierta del cuerpo
del st. pauli
                        y las garúas
sobre adoquines y las ostentaciones
del trepidar creciente de un tren que se aproxima
de los ladrillos del cemento y los dinteles
del marinerito impostado y la puta for export
la destrucción total de hamburgo
de la ruta hacia sus quimeras
ocurre dos veces



los sentidos sabemos vienen sin backup
las formas entonces se descomponen
                                          de  componen
                                          de         ponen
                                          d      o       nen
y de lo que fue una noche simbiótica
queda solo rotundo un verde lorquiano




que se desvanezca viena que no sea
que desaparezca no me extraña
si nunca fue más
que paredes arañadas por gemidos
cuatro paredes blancas cuatro
interrumpidas por muebles blancos modernos
una cama blanca
donde fermentaba el secreto indiferente
a la euforia señorial de esa galería
que sepultó en el depósito
la efeméride de trakl. que viena

se tambalee en la red que se sostiene:
el trazo de una farmacia esquinera
la arista punteada de un restaurante
y un desodorante caro nunca adquirido
no me inquieta no me extraña, si nunca fue
más que un secreto embalsamado

quien no vea esa grieta secreta
en viena
no ve viena, pues es la esquirla
que le da sentido
es la vehemencia que enciende escenas
donde pasar la noche al abrigo
de acaso la única evidencia



mirar de reojo donde hay sangre
la sangre que muerde la cama
y saber que no hay suerte
que son huellas de una noche calada

remontar el reacio río del tiempo
para llegar a la comisura blindada
y no encontrar nunca el olor del cuerpo
sino sangre diestra en la cama

nunca la ausencia fue tan contundente
como ese hueco en las obras
completas de arno
una hilera sistemática
                    y regular de libros
                    militante
y en el espacio donde
deberían estar las gedichte
                                                y kleinere erzählungen
un negro insondable
que habla de otras épocas

nunca las obras estuvieron más incompletas




una tarde
los derrelictos de tomás gonzález
dan que hablar
eduardo
el de quiero escribir y me sale espina
habla sobre los usos en inglés y
su etimología
k informa sobre los usos jurídicos y
su etimología
todos hablan desde su
autobiografía
yo derrelicto quedo suspendido
     en una imagen
          bajo un puente
               en bangkok
                    en si phaya u orietal
                         donde flotaban
                              derrelictos




septiembre y un invierno
inclemente se anuncia ya
altivo en el horizonte
lo espero como espero
el milagro del encuentro y del poema
tras 1 mg de alprazolam escudado
rodeado por su anillo triazol
invencible





el canal que protege la tierra
bordea la escena:
donde hubo fiestas
                        grilles
                        y borracheras
botellas vacías
un silencio redondo
y un fogón muerto

se retira el día se inclina
y la palabra letal todavía
espera ser pronunciada




no hay persistencia en las cuadras
de este pueblo
se desdibujan las torres
que enmarcan la ruta
se descompone y debilita
se apaga el beso
vacilan las luces al llegar al descampado
el cielo huye mortecino
se lo traga la noche invadida por la nieve
son minúsculas hasta las letras
                                no hay puntos
                                no hay comas
queda el letargo de un anillo
                                que se repite
                                    y se repite
y sin embargo mi amor está intacto
sobrevive en esta
poesía indestructible










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HEATHER DOHOLLAU [17.500] Poeta de Gales

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Crédito de la foto: ©Xavier Dubois 



Heather Dohollau 

(Treherbert, Gales, 1925 – Saint Brieuc, Francia, 2013). Ser una poeta británica de expresión francesa es tan sólo una de las múltiples paradojas que encerraba su vida. En la voz elegante de Dohollau subyace la mirada paciente y sosegada que apacigua la euforia y sin embargo la incita. Una mudanza de espacio trajo en la vida de Heather otra de lengua, habitante de islas y rincones, madre de siete hijos y vital reivindicadora de su libertad, nacional y privada, su obra deambula.

A Heather Dohollau le interesa la verticalidad, la perspectiva, la distancia; todos los elementos que estructuran el paisaje. La forma, el volumen, lo que no está, lo que desaparece salvo por un atisbo de la vista. Los poemas de Dohollau están imbuidos de un sentido del asombro y de una serenidad que se expresa en imágenes inusitadas, inquietantes, delicadas y a veces oraculares. Una presencia extraña, otra, divina, vibra en sus versos. A su poesía le interesa la desaparición: no lo desaparecido, sino el momento de transición en el que se pierde de vista lo que está. Y del choque de ese sitio de luz confrontada consigo misma se desprende una forma tangible de transparencia.



Texto y traducción: Víctor Bermúdez

Poemas de Las lágrimas de Cartago
de Heather Dohollau



El plato de la madre

En la mesa frente al mar
comiendo ojos
al borde de los sueños
en el balcón angosto
donde se hace vértigo
el espejo incierto
de un cielo sin sobras

plato ofrenda
nutrir del vacío el día
antes de compartir la flor
del plato de la madre
ese en el que la vida
se aleja de lo próximo
en la alcoba iluminada



Morning glory

Olivos e higueras de Berbería
sobre una tierra plana hasta el muro del mar
la mano alzada de Dios en una seda de silencio
azul de volubilis gloria de la mañana y de la tarde
miradas enlazadas de vuelta hacia la orilla amada
risas claras y espuma inmortal



Cementerio marino

Blancura de muerte
piedras alzadas sobre la cabeza
y a los pies de las mujeres
que han velado
esta península
donde la puerta del mar
es su entrada
allí donde estamos
entre los cardos musicales
y los huesos de la luz
rodeados de rocas insignias



Plaza del Cairo

Una pequeña plaza
a la sombra de los árboles
que trenzan en el cielo
un techo murmurante
para los pájaros profetas

sobre un suelo de silencio
el tiempo pasa
y los dedos disciernen
bajo el abrigo de las palabras
la redondez de un instante




La barca de los pájaros

Nunca en el ancla
bajo el acantilado de las palabras
entre ascenso y caída
hacia el azul de abajo
y un cielo que se inclina
más allá de los árboles

Ícaro perpetuo
la cabeza en el agua
y los pies que arden
por un recuerdo del sol

queda la salvadora red
del canto de los pájaros
la presencia alada
de un soplo suspendido

y los velos alzados por la luz
para mantener el rumbo
sobre una estrella ausente



Las lágrimas de Cartago

Perlas negras de fuegos extintos
— El cristal de los anillos
encontrados en esta playa de memoria extensa
y allá donde se enrollan como gato que duerme
— Negrura que lleva felicidad
temblaba una lágrima



La rosa de los vientos

En inglés el guía decía: a wind-flower
y yo veía una anémona de madera frágil
en lugar de este rastro en la piedra del suelo
de una rosa de los vientos en los pétalos agudos de distancia
de flechas viniendo de lejos hacia el blanco inmóvil
de una nada vacía de la polvadera de todo




Sidi bou saïd

Los callejones de un laberinto de claridad
una plegaria blanca y azul
que se eleva y desciende
por las puertas selladas
las entradas en zigzag
como la voz de un muecín
hacia el centro oculto
y por todos lados flores
como espejo de una fuente
sobre las pendientes del aire



(Versión original en francés)

Les larmes de carthage (1966),
du Heather Dohollau


Le plat de la mere

A table devant la mer
Mangeant des yeux
Au bord des rêves
Sur l’étroit balcon
Où turne en vertige
L’incertain miroir
D’un ciel sans reste

Assiette offrande
Nourrir du vide le jour
Avant le partage fleur
Du plat de la mère
Celle dont la vie
S’en va au loin du proche
Dans la chambre claire



Morning glory

Oliviers et figuiers de Barbarie
Sur une terre plate jusqu’au mur de la mer
Main levée de Dieu dans une soie de silence
Bleu de volubilis gloire du matin et du soir
Regards enlacés de retour vers le rivage aimé
Rires clairs et écume immortelle



Cimetière marin

Blancheur de mort
Pierres levées à la tête
Et aux pieds des femmes
Qui ont donné suite
Dans cette presqu’île
Où la porte de la mer
Est son entrée
Là où nous sommes
Parmi les chardons musiciens
Et les os de la lumière
Entourés de rochers porte-noms




Place du Caire

Une petite place
A l’ombre des arbres
Qui tressent au ciel
Un toit murmurant
Pour les oiseaux prophètes

Sur un sol de silence
Le temps passe
Et les doigts discernent
A l’abri des mots
Une rondeur d’instant



La barque des oiseaux

Jamais à l’ancre
Sous la falaise des mots
Entre montée et chute
Vers le bleu d’en bas
Et un ciel qui se penche
Par delà les arbres

Icare perpétuel
La tête dans l’eau
Et les pieds qui brûlent
D’une mémoire du soleil

Reste le filet sauveur
Du chant des oiseaux
La présence ailée
D’un souffle suspendu

Et les voiles levées de lumière
Pour maintenir le cap
Sur une étoile absente



Les larmes de Carthage

Perles noires de feux éteints
— Le verre des bagues
Trouvées sur cette plage de longue mémoire
Et là où elles s’enroulent comme chat qui dort
— Noirceur qui porte bonheur
Tremblait une larme




La rose des vents

En anglais disait le guide : a wind-flower
Et je voyais une frêle anémone des bois
Au lieu de ce tracé dans la pierre du sol
D’une rose des vents aux pétales aigus de distance
De flèches venant de loins vers la cible immobile
D’un rien vide de la poussière de tout



Sidi bou saïd

Les ruelles d’un labyrinthe de clarté
Une prière blanche et bleu
Qui monte et descend
Par les portes scellées
Les entrées en chicane
Comme la voix du muezzin
Vers le centre caché
Et partout des fleurs
En miroir d’une source
Sur les pentes de l’air







 .






MARCELO G. BURELLO [17.501] Poeta de Argentina

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Marcelo Gabriel Burello 

Nació en Haedo (Pcia. de Buenos Aires), en 1969. Es Doctor en Letras por la UBA y Realizador Cinematográfico por el INCAA. Fuera de su labor como ensayista, traductor, poeta y guionista, se desempeña profesionalmente como investigador y docente de grado y posgrado en las Facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, lo que lo ha llevado también a dictar cursos y conferencias en Alemania, Brasil y España. En el ámbito editorial nacional, dirige las colecciones "Arte & Estética" (Prometeo) y "Epistolarios" (Miño y Dávila), y ha traducido y editado a autores tales como Friedrich Schiller, Charles Baudelaire y H. P. Lovecraft. Entre sus libros dedicados al estudio del mundo artístico figuran Panorama de la literatura alemana contemporánea (2009), Autonomía del arte y autonomía estética. Una genealogía (2012) y Gilgamesh, o del origen del arte (2013). Su primer volumen lírico como autor, Liturgia privada, apareció en 2014 y en 2015 publica el poemario Más Máscaras.



Más Máscaras



Al abandonar un hotel

Aquí sólo estuve de paso, no tuve tiempo de considerar
si acaso fui feliz o desdichado: lo mismo daba.
Aquí, pese a haberme identificado al ingresar, no fui nadie.
Aquí experimenté la sosegada humillación de ser un número,
una abstracción que conocen prisioneros y enclaustrados.
Aquí usé lo que todos usaron: no pude elegir nada.
Aquí no fui llamado, buscado, reconocido. Mi existencia
se circunscribió a una estrecha habitación y un desayuno
que vanamente se esforzó por compensar calidad con cantidad.
Aquí el baño me resultó una plaza hostil, no un remanso.
De aquí me llevo apenas mi equipaje y un souvenir involuntario.
La vida es un tránsito necesario y ahora, al mirar atrás,
veo este edificio estereotipado y comprendo, algo perplejo,
que cuanto espacio abandono se desploma en el acto:
el aquí se traslada conmigo como un campo de fuerza
que irradia desde mí o que me encierra,
como un súper héroe o un insecto.  
      
Dejo la llave en la conserjería.

Ciudad de Mendoza



Al lector

Más máscaras de las que puedo usar…
(El hipócrita soy yo, ¿para qué insultarte?)
Helas aquí, desparramadas en la mesa.
Ignoro tu talle, quizás alguna te sirva.
Yo estoy tratando de amigarme con la última que me probé.
Por favor, no creas que es fácil.




Cáncer de ángeles

Tanatografía secreta:
ángeles con sexo, ángeles con cáncer
se mueven entre nosotros,
se mueren entre nosotros,
en mármoles efímeros, con sobria sordidez.
Íconos de una pureza infame,
se pavonean con ínfulas de superioridad,
y mientras se extinguen, osan proclamar
una eternidad sospechosa, improbable:
inútil.

A decir verdad,
estos mártires modernos se ahogan en cerveza
mientras fuman en la esquina, tosiendo,
y detentan una majestad estragada por la vida diaria,
aletargada por una rutina tonta,
ya que no maligna.
No merecen la piedad, pero tampoco
nuestro escarnio:
como nosotros, agonizan desde que tragaron aire
y pisaron barro
y tomaron frío.
El blanco impoluto manchado con vino o café,
la oronda sonrisa torcida en mueca.

¿Siguen penando, siguen sufriendo
aquellos cuya gracia intacta
condescendió a nuestra desdicha?
Un aura de cartón pintado
les cubre la cabellera;
jamás lo advertirán, pues no hay espejo
suficientemente bueno en el mundo terrenal,
donde fueron arrojados al servicio de un plan
que ya nadie –ni ángel ni demonio- recuerda.

Monumentos, maniquíes, monigotes:
en este albañal neblinoso
nos tomamos todos de la mano,
aunque algunas manos son gélidas
y no aprietan los dedos…
Indiferentes. Orgullosas. Inhumanas.


“Más Máscaras”, de M. G. Burello. La urbanización de la conciencia

Por: Juan Arabia

A través de invectivas maliciosas, mágicas reencarnaciones, erudición nociva —ya casi peligrosa para un autor que reconoce, desde las primeras páginas, estar jugando a corroer «la frecuente confusión del yo lírico con el autor real»[1]— M. G. Burello intenta recomponer, o bien reescribir, el estado actual de las modulaciones que controlan lo existente. Pero antes del diluvio [lluvia de fuego, úteros rasgados (…) y animales heridos] la primera flor después de la inundación: el rescate de Andrew Marvell, apropiado de esta forma:

Ante nosotros se extienden, en el más allá,
Los páramos de la colosal eternidad[2]



Esta nostalgia, inagotable perdida… No intenta arrancar, o bien explicar, la raíz del remordimiento. Más bien inspira la tarea suprema: lejos del Creador, desde oscuro cielo de la venganza… Hop-Frog de las heridas abiertas [recuerdo a cada despojo humano que me agravió[3]].

La modulación existe, incluye atmósferas cotidianas, específicas:

idiotas que pasean perros, colegas nacionalistas, encumbrados puestos intelectuales, [todo un ejército de lelos y miserables / que dio un paso adelante y quedó fuera de juego[4]].

Pero aquí no interesa sólo levantar la antigua muralla de huesos contra una nueva pared, como en la narrativa de Poe. Son atavíos, máscaras, porque el mundo sigue… Y seguimos en él. Formamos parte del ensayo general sin auditorio, que proclama el autor… [Y aquellos que habrían de cambiar el mundo… no lo están cambiando[5]].

La eternidad, que se extiende en más allá (Rimbaud sentenció su exilio, Blake la cuantificó para nombrar al pájaro), queda investida en estos nuevos versos, en estas nuevas imágenes, que nos ayudan y aproximan a los tiempos venideros…

Abren nuevos horizontes:

De atavíos adecuados no hay final,
Y las serpientes mudan siempre de piel
Sólo para dejar ver lo mismo:
Una tediosa perseverancia
En el desierto y la jungla[6].

Por los bulevares que trazó la urbanización de la conciencia
Desfilan, sangrientos, nuestros remordimientos[7].



De forma paradójica, otra de las reencarnaciones que incluye este volumen —y que por cierto, podría explicar la causa o fundamento de la desidia humana— es La destrucción, de Charles Baudelaire, que —y trabajando como un equipo, junto al Demonio— abrazó y celebró la selvática ciudad:

A mis lados, sin cesar, el Demonio se agita;
nada a mi entorno cual un aire impalpable.
Lo inhalo y siento que a mi pulmón irrita,
y le imbuye un deseo eterno y culpable.

A veces asume, dado mi amor por el arte,
la forma de la más seductora mujer,
y bajo especiosos pretextos de cobarde
acostumbra mis labios a su filtro infiel.

Y así me lleva, entonces, lejos del Creador,
jadeante y rendido de fatiga, por
las planicies del Tedio, hondas y desiertas,

y arroja ante mis ojos, llenos de confusión,
atuendos inmundos, heridas abiertas,
¡y el sangriento aparato de la Destrucción![8]

[1] M.G. BURELLO, “Nota”, en Más Máscaras. Buenos Aires, Buenos Aires Poetry, 2015, p. 9.
[2] M.G. BURELLO, “A su recatada amante, de Andrew Marvell (reencarnación)”, op. cit., p. 18.
[3] M.G. BURELLO, “Especialistas”, op. cit., p. 17.
[4] M.G. BURELLO, “Fuera de contexto”, op. cit., p. 42.
[5] M.G. BURELLO, “A la espera”, op. cit., p. 35.
[6] M.G. BURELLO, “Atavíos”, op. cit., p. 32.
[7] M.G. BURELLO, “Nuestras culpas”, op. cit., p. 38.
[8] M.G. BURELLO, “La destrucción, de Charles Baudelaire (reencarnación)”, op. cit., p. 28.





"Liturgia privada" de M. G. Burello









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MATTEO BIANCHI [17.502] Poeta de Italia

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Matteo Bianchi

Matteo Bianchi, nacido en 1987, Italia, licenciado en Letras Modernas en Ferrara. Estudia Filología y Crítica de la Literatura en el Master de la Universidad Ca 'Foscari. 

Ha pubblicato le raccolte Poesie in bicicletta (Este Edition 2007, Premio Lascito Niccolini '10), Fischi di merlo (Edizioni del Leone 2011, Premio Rabelais '11, Premio Turoldo '11, Premio Oubliette '12), con una nota di Mario Specchio, e L'amore è qualcos'altro (Empirìa 2013), scritta a quattro mani con Alessio Casalicchio, con note di Roberto Pazzi e Giancarlo Pontiggia. Ha inoltre ottenuto buoni risultati in vari concorsi letterari per l'inedito – a livello nazionale – vincendo le edizioni del Premio Caput Gauri '09 e '06. È caporedattore delle Edizioni Kolibris, si occupa di ufficio stampa e collabora con il quotidiano “la Nuova Ferrara”, “ Gagarin. Orbite culturali”, “SITI - Unesco World Heritage Sites Journal”, “QuiLibri”, “L'immaginazione”, e online con “Poesia 2.0” e “Alleo”. Cura il blog d'autore “inedito zero” su Repubblica.it ( http://ineditozero-ferrara.blogautore.repubblica.it/ ), la rubrica “La Città dei Silenzi” sull' Annuario di Tellus (LaboS Editrice), e collabora a Punto. Almanacco della Poesia Italiana (puntoacapo Editrice) . Numerosi i suoi articoli apparsi sul portale Rai Letteratura. È presente con liriche, interviste e argomentazioni critiche in svariate riviste e antologie, tra le quali In questo margine di valige estranee e Quel poco che sappiamo (Giulio Perrone, 2011) e L'evoluzione delle forme poetiche. La migliore produzione poetica dell'ultimo ventennio 1990-2012 (Kairós, 2013). Gianmarco Busetto ha interpretato sue poesie nell'audio-raccolta Con altra voce. Ventiquattro poesie . Ha fondato il Collettivo "Corrente Improvvisa" con Anna Ruotolo, di cui ha curato l'antologia Poeti di Corrente (Le Voci della Luna, 2013). Cura In gran segreto ( www.ingransegreto.com ) , rassegna annuale di poesia contemporanea a Ferrara e nel 2009 ha fondato l'Associazione Culturale "Gruppo del Tasso" ( www.gruppodeltasso.it ). È stato tradotto in francese da Antoine Isenbrandt-Pitton sulla “Revue Verso” di Lucenay , n. 153, aprile – giugno 2013, e in inglese da Christopher Channing su “Pelagos Letteratura”.




A la rompiente entre dos mundos. Sobre “La mitad de la cama” (2015), de Matteo Bianchi

Por: Chiara De Luca

Sobre La metà del letto (‘La mitad de la cama’, 2015), de Matteo Bianchi

Leyendo el título del nuevo poemario de Matteo Bianchi, La metà del letto (La midad de la cama), pensaba ?con la prisa que a menudo tenemos por hacernos una idea que nos sustente para afrontar las cosas? que me encontraría frente a un cancionero de amor en el sentido tradicional de este término. En realidad, este nuevo poemario de Bianchi es un Bildungsroman en versos, es decir, una novela de formación, que entre viajes en tren y viajes de pensamiento, encuentros, ocurridos y fallidos, estaciones atmosféricas y estaciones del alma, redibuja el recorrido existencial del autor a la búsqueda de sí mismo y de su propia identidad, de su “feminidad”, como lo escribe Bianchi en la nota final, o bien, más en general, de su madurez y entereza en cuanto individuo.

Y es un viaje que se cumple “sin tampoco el consuelo / de mis convicciones”, con la conciencia que la dirección es inexorable, porque “No se puede corregir / el crecimiento de una yedra” (p. 34). Pero también es un viaje paradójicamente “confortado” por la duda, que es aguijada y tormento, deseo de no perder nada y de no perderse en lugares nunca realmente visitados: “Me arrolló un sueño: / perder sin parar algo / durante el viaje de vuelta. / Pero a volverme inquieto, / no eran los objetos / / los hielos bajo las mantas / / theòs, la raíz de mi duda” (p. 22). La mitad de la cama no es sólo un vacío que llenar, una ausencia que curar, sino todo lo que también simboliza lo que nos falta de nosotros mismos, incluso sin advertir racionalmente su ausencia, todo lo que de nosotros perdemos en decirnos al mundo y haciéndolo en defensa, temiendo, nosotros primero, de ser absolutos: “El desafío es ser otro de mis paños / para siempre demostrarme verdadero, / pero como si fuera al vacío / la poesía me tiene en si / y quedo entero” (p. 38).

La poesía contiene las contradicciones; sin embargo, sin conciliarlas, es lo que contribuye a reconducir el poeta a la entereza de su auténtica esencia, sin reducir la escisión, sino dando voz al deseo, oculto y ahogado, que se rebela al silencio y lo abre: “Poesía es urgencia / de vida prohibida que, / con sus dedos ahusados, va abriéndose en mí” (p. 18). No obstante, paradójicamente el recorrido que lleva el poeta al descubrimiento de sí y a la contención de los opuestos que lo habitan, pasa por una negación, por una renuncia. La palabra es, por lo tanto, instrumento del descubrimiento de sí “El drama fue que iba descubriéndome / escribiendo de todo otro, no de mí mismo” (p. 107), y al mismo tiempo ocultamiento, negación de una parte propia: “Cuando escribes para los otros / acepta de sacrificar / una parte de ti” (p. 121). “Poesía es un soplo sobre los narcisos”, escribe Bianchi, “mi madera se vuelve alma / y mi piedra razón. / Nosotros somos / sólo si aceptamos de no ser” (p. 119).

Pese a ello, la poesía de Bianchi se vuelve poco a poco más eficaz, más generosa a medida que el viaje entre las páginas procede, a medida que el poeta ?a través de recuerdos, expectativas, admisiones, renuncias? halla y recoge la ceniza que queda de sí después de la hoguera del dolor y acepta ser, o bien contener el conjunto de sus experiencias y de sus proyecciones, de las traiciones, de los deseos y de los abandonos, el conjunto de los lugares dejados y hallados y aquellas ganas de vivir y querer, de existir, por completo, y de gritarlo, que arde en todo sitio entre estas páginas.

El libro se configura como un único poema largo, cuyos ideales barridos son señalados por fechas precisas, topónimos, palabras clave redactadas en cursiva, que constituyen los hitos de un único recorrido que no tendrá fin en una redención, sino en un nuevo principio.

El libro también habla de amor, pero habla sobre todo del otro. Su tema central es la muerte, la pérdida definitiva, de la cual el poeta hace por la primera vez experiencia directa, y a la cual se rebela con toda la energía y la rabia de la juventud, para llamar a la vida, para buscarla en todo sitio, desde una Ferrara silenciosa, huidiza y llena de misterio, a una Venecia, “salada Canossa” que, con su aniquilante belleza inaprensible e incalcanzable, no puede no hacer pensar en Muerte en Venecia de Thomas Mann para volver, circularmente, en las últimas páginas, a la Ferrara del post terremoto, que se hace metáfora existencial de la reconstrucción de sí a partir de los retazos de su propia historia, los mismos retazos desde los cuales el libro toma su inicio, para remontar a lo inverso la corriente de la memoria.

En efecto, no es con el rojo del amor, y tampoco con la promesa de azul de la cubierta que este libro se abre, sino con el blanco inmóvil, fatal, de la nieve, con el frío que reviste todo y que hace falta afrontar, ahora que lo blanco ya no significa poder volver lo que fuiste, haciendo a bolas de nieve con el frío que te hendía las manos (p. 23), pero te desenrollas delante de los ojos una enorme hoja vacía sobre la cual hace falta reescribir la vida, o escribirla exnovo, componiendo lo descartado “entre nosotros y la existencia, / mi traición que contempla / y no se encarna (p. 31). Si el libro se abre con la pesada inconsistencia y la mortal levedad de la nieve, con el frío que reviste todo y que fagocita el mundo en el silencio, es la ceniza a constelar las etapas siguientes del viaje, la ceniza en que se reduce el amado y odiado cigarrillo, fumado a fondo o a la mitad, caído todavía encendido en la nieve, a la cual se abandona “confiado” (p. 26), comprimido en la maceta dónde amenaza por envenenar las flores (p. 40), depuesto sobre la mesa como un legado del padre (p. 77), aquel cigarrillo que arde, sea lentamente, sea en un relámpago, que se nutre de sí mismo y se consume y todavía agoniza en sus propias ascuas, y deja huellas y restos de un fuego en todo sitio entre las páginas como un motivo recurrente y un símbolo de la pasión: “El cigarrillo se consume / entre los dedos: reducido / a un nada / soy yo por la pasión” (p. 26). Análogamente el poeta quema y se consume, hasta darse cuenta de como el humo (¿o la pasión?) invadiera el cuerpo y “pasara por ambos los extremos, / viniera a mis pulmones, / ocupara las grutas de los alveolos, / como una granizada de cenizas” (p. 76).

Es sobre todo en los poemas de amor, en los de la sección Tra una lancetta e l’altra (‘Entre una manecilla y la otra’), dedicados al calvario de la amada tía Rosa, a su enfermedad y a su hospitalización hasta la muerte, y en los de Frezzarìa, réquiem en muerte de un amigo, que la poesía de Bianchi toca sus puntos más luminosos y altos y consigue su forma expresiva más acabada. Aquí la lengua se hace cristalina, el aliento de los versos más amplios, casi para alargar la respiración rota de la amada tía, para tener lo que está partiendo. Aquí la palabra poética se desviste de cada reticencia y oscuridad, las imágenes se recortan nítidas, el referente es acogedor y en total escucha, sea que se trate de la tía en su precaria cama de muerte, o del amigo ya extendido solo en su cama de tierra, o bien de la chica anorexica consumida por el amor negado, y que lentamente se desvanece para que los otros se percaten de que existe, etérea compañera de viaje, y de la espera de una parada suya “o de otra persona, / compañera de salida en país o por error” (p. 57).

En los poemas para Rosa ?cada día más amada a medida que los años pasan y el poeta sente de acercarse lentamente de ella (y de la muerte)? la figura de la tía asume contornos tan nítidos en la autenticidad del dictado poético, que somos capaces de verla. Sentimos su olor (“tu piel supo a glicinia”), como sentiremos el perfume de las manzanas en ese Ferrara que el poeta halla en la última etapa de este libro, que es también la primera del viaje a venir. Podemos sentir las palabras, simples e inequívocas del amor que es roca y no construcción, del amor solucionado que envejece y nos deja, pero no muere; podemos ver los ojos de la mujer, percibir su mirada sobre nosotros, en la extrema desgraciada fuga de la oscuridad de la muerte: “Cambiaste ojos según el tiempo, / una ambigua solicitud de luz: / grises espesos como el plomo, / verdes inspirados por el mar / frente al cual naciste” (p. 46).

En estos poemas de amor nada está borroso, nada está escondido: aquí podemos ver tubos y maquinarias y aquella cama, dada “en préstamo”, en la planta baja”, “cerca de la salida, ya lista”, que muy pronto quedará vacía (p. 47). Sin embargo, en el hospital también hallamos el principio de la vida: “en los zaguanes junto al eco / los críos hicieron una competición / para ver quien llegaba antes” (p. 42), mientras que el poeta se encuentra al rompeolas entre la juventud y la mayor edad, donde lo transborda el conocimiento de la muerte, la prisa de los adultos no podrá exonerarlo: “Los chicos no entraban en la habitación: quisieron que el recuerdo / no fuera corroto por las apariencias” (p. 47).

El tema de la “relación amorosa con la muerte”, vuelve en los poemas de la sección Frezzarìa, donde el poeta recuerda al amigo desaparecido, que le abre sobre la belleza las puertas de Venecia y sobre la vida las puertas de la muerte: “Con tu separación me acerqué de tu mundo, / el regazo que te podó, / y aprendí a aceptarlo. / Aprendí de no ser inmortal / y cuanto banal sería la muerte, / si no cargáramos la vida de sentidos” (p. 80).


10 poemas de La metà del letto (‘La mitad de la cama’, 2015),
de Matteo Bianchi



Tu piel sabía a glicinia
en tus apretones atentos al cuello.
Era la crema para el cuerpo,
para el debido descanso.
Todavía te daba un beso,
así durabas más.

“Todo sumado, somos
una bonita familia.
Volvería de mis parientes,
pero las chicas me necesitan.
Me quiero quedar aquí,
le dijo a Aquello allá arriba”.

¿Tienen las palabras de un enfermo terminal
más derecho de quedarse
que de cualquiera otro?
Incluido un “gracias”
de ser pasado.

Bastaba de vez en cuando.
No tuve que prometerle
que el día siguiente volvería.



*

Te costaba trabajo hablar
pero quisiste hacerlo igualmente:
ibas tomando palabras
quién sabe donde.
Hacías la distribución de los grisines
que te daban en el hospital por almuerzo
y del té azucarado,
“uno por ti, uno por ella, uno por Giulio.”
Por ti nada y nadie.

Comiste el último pastel,
esforzándote, de pronto
mis padres insistieron que viniera de mí

luego el corazón desmoralizado
de tu isla blanca
acabada la comida se paró.

En cambio, tía, también las rosas se estropean
antes de perder la cabeza:
los contornos se oscurecían,
tus arrugas alrededor de los ojos
se hacían poco a poco más espesas,
fuera arrepentimiento o soledad.



*

Cambiaban tus ojos según el tiempo,
una ambigua solicitud de luz:
grises espesos como el plomo,
verdes inspirados por el mar
frente al que naciste.
Ninguna previsión.
Las mariposas, sabes, no se detienen,
a ellas no les está permitido:
viven único un día.
Cogen la belleza
y la saborean sobre las flores,
antes que devoren en la espera
el esmalte de sus alas.


*

La relación amorosa con la muerte,
me entrega al desenlace feliz.


20 de abril, hoy
cumplirías los años
y veintiún años transcurren
desde aquella tarde, tu soponcio,
las sirenas, la carrera al hospital,
la operación desesperada.
Pienso en esto cada día más,
como si aceptara en parcos bocados,
en escamas de piel,
el volver contigo, el abrazarte de nuevo.

Quien no merecía esperanza,
“a punto de morir”,
recalcaba el médico en voz baja,
quedaba en la planta baja,
cerca de la salida, ya listo;
en préstamo también la cama.
Los chicos no entraban en la habitación:
querían que el recuerdo
no fuera corroído por las apariencias.

Bajo los tubos y las maquinarias
me sentaba a tu lado
— treinta años casados —
y te tomaba la mano:
habías perdido el apretón, mi querido,
el mismo con el que me llevabas
dónde habías decidido, por las muñecas.
Sabías que siempre te lo permitiría,
pero aquella tarde pocas palabras
me fueron concedidas
antes que oyera el latido irse,
desaparecer de mí.
Quién sabe si me habrás sentido.
Luego me recogió una bata blanca,
habría hecho trizas ella:
demasiado de prisa, no estaba preparada.



*

Me gustaría que estuvieras sentada
cómoda sobre el asiento de enfrente,
nuestro vagón trasoñado
con los grafitos en las ventanillas
y en las puertas entreabiertas.
Animándote socarrón
y en voz mansa:
¿ha sido un bonito día,
no?”
– buscándote la piel
una caricia bajo la manga –
“de vez en cuando necesitamos
un día así”. Mi querida, volviendo
de las vacaciones sólo finjo
que la vida se puede orientar
como más nos gusta y decidirla
desde el belvedere de casa,
por la mañana temprano,
antes de ir al trabajo.
Sé bien cuanto es pura apariencia
– ¿pero cuál as en la mano, cuál arriesgo? –
de sorprender la fuga del tren,
trozo de lazo que nos ata al caso.
Un descuento de pena.
Una broma, un cambio de estación.



*

Anorexia

El broche para el cabello
lo dejaste a mi casa

Si me esperabas,
hubiéramos tomado el tren
junto

Mas crecieron los kilómetros,
mas creía en mis secretos
y tú perdías peso
cavada por la confianza que
reponías en los otros,
ciegos, que te pasaban delante.
Tú que no quedabas
sola en el dolor,
pero nunca habías dicho sólo “yo”.

Habría quedado allá
convencido de que mi mirada
bastara:
el chófer del autobús que tomabas
tras la estación, alrededor de las seis
de cada cansada semana,
contestaba al saludo,
distraídamente
la cola a la señal de pare no lo sorprendería
y tú te sentabas en el fondo,
entre quién como tú
esperaba una parada
la suya o de otra persona,
compañera de salida del país o por error.

Y desaparecíais en la confusión.



*


Separación

No tengo por costumbre venir al cementerio.
Mi padre ha insistido por años,
pero no habiendo conocido a los suyos,
nada lograba probar por ellos.
Esta vez se trata, en cambio, de los míos:
es una extraña sensación, que no logro definir,
colocar, sólo tengo ganas de venirte a encontrar.

¿Por qué te hemos encerrado tras una losa
de mármol rosa? ¿Para preservarte? ¿Para nosotros?
Todavía faltan incisiones y luminarias,
la rabia que no enmohece
y la lumbre artificial es la imitación de la llama,
que no puede ser perpetua, como el amor.
Prometeo se equivocó deseando la llama de un dios:
todo lo humano es sometido a la usura,
a la reparación de la Nada, también las casas.

En verano el tallo de las flores en remojo
apesta más rápido y las moscas son excitadas
en este limbo tapiado tras la ciudad corriendo.
Dicen que hay quien es muy fuerte
y logra sonreír hasta al final:
la foto tuya elegida promete bien.

Haremos como si estuviera entre nosotros,
bromearemos y reiremos por fuerza.
Pronto aquí hará más calor
y todavía haremos el baño junto en la oscuridad del mar.
Con tu separación me acerqué a tu mundo,
el regazo que te había llevado, y aprendí a aceptarlo.
Aprendí a no ser inmortal
y cuán banal sería la muerte,
si no cargáramos la vida de sentidos.
Igual nos encontraremos de nuevo
cuando será mi turno.

el 19 de mayo de 2012,
a Iacopo presiente


*

A Venecia de nadie,
donde, entre viento y mar,
no queda mucho espacio
para esperar.



Yo buscaba una puerta de agua
entre callos ennegrecidos por la sal
y podridos palos de madera.
Ciudad a ritmo de mar.
Los colimbos en fuga al final del canal,
delante de la proa:
echado sobre la cumbre del barco
para pasar bajo los puentes
fumando pasaba esos segundos.
Prohibido descargar a sí mismos.
El bóreal me quemaba los ojos.
Impasibles las gaviotas
sobre los pozos suspendidos
junto a los barcos,
hicieron fiesta:
sobrevivir con poco,
descuidados.

“Viento de tempestad, en altamar
o sobre quién sabe cual otra costa,
entrégame contigo
con la fuerza con que soplas
en mi cabeza.”

La espuma sobre el borde de la ola
no era nieve.
Sólo su recuerdo.



*

Me manifiesto

En la ciudad de nuestros silencios,
pies adheridos al frío,
no había modo de enfrentarse
entre los alrededores y los recorridos distintos.
Mis raíces como la yedra
Se hundieron entre las piedras a la vista.
Humo y en rincones espejos
para reflejar sobre sí
la profundidad del entorno:
una forma difusa de aislamiento.

Una lengua empezaba a describirme
tropezando sobre los guijarros del gueto,
entre los nombres aquí rayados de los judíos,
Gatta Marcia, via degli spettri*.
El drama era que iba descubriéndome
escribiendo de todo lo otro, no de mí mismo.

Progresar con juicio a lo largo de una calle,
no acumular segmentos,
suelos de agua venecianos:
“tengo hambre de sentencias,
una solamente, haced la caridad
al menos por un café
irreversible.”
Pero tuve de reserva
el perfume de las manzanas
del vasto llano de Ferrara.


* Gata Podrida, calle de los espectros



*

Corpus domini

Rehaciendo el suelo externo del convento
en el jardín cubierto por los ladrillos,
lejos de los círculos olvidadizos
de los árboles cerrados,
los huesos flacos de los cuerpos recién nacidos
resurgían a decenas,
enterrados entre la tierra pedregosa
y las grutas de los alcantarillados.

Excluido el rojo de las tejas,
más allá de los caprichos de la carne exfoliada,
el silencio estupefacto de los empleados
superó la fiebre de los rosarios
tras las rejillas, hacerse sombras
en este Borgo dei Leoni.






(versión original en italiano)
Di: Chiara De Luca


Al bagnasciuga tra due mondi
Su La metà del letto di Matteo Bianchi (Barbera, 2015)


Leggendo il titolo della nuova raccolta poetica di Matteo Bianchi, La metà del letto, ho pensato, nella fretta che spesso abbiamo di farci un’idea cui sostenerci nell’affrontare le cose, che mi sarei trovata davanti a un canzoniere d’amore nel senso tradizionale del termine. In realtà questa nuova raccolta poetica di Bianchi è piuttosto un Bildungsroman in versi, un romanzo di formazione, che – tra viaggi in treno e viaggi di pensiero, incontri, avvenuti e mancati, stagioni atmosferiche e stagioni dell’anima – ritraccia il percorso esistenziale dell’autore alla ricerca di se stesso e della propria identità, della propria femminilità, come scrive Bianchi stesso nella nota finale, oppure in senso lato, della propria maturità e interezza in quanto individuo. Ed è un viaggio compiuto “senza neppure il conforto / delle mie convinzioni”, con la consapevolezza che la direzione è inesorabile, perché “Non si può correggere / la crescita di un’edera” (p. 34). Ma è anche un viaggio paradossalmente “confortato” dal dubbio, che è pungolo e tormento insieme, desiderio di non smarrire nulla e non smarrirsi nel tornare là dove non si è mai stati: “Mi travolgeva un sogno : / smarrire di continuo qualcosa / durante il viaggio di ritorno. / A rendermi inquieto però, / non erano gli oggetti // i ghiacci sotto le coperte // theòs, la radice del mio dubbio” (p. 22). La metà del letto non è solo un vuoto da colmare, un’assenza da guarire, ma simboleggia anche tutto ciò che di noi ci manca, pur senza avvertirne razionalmente l’assenza, tutto ciò che di noi perdiamo nel rapportarci con il mondo e nel farlo in difesa, temendo, noi per primi, di essere interi: “La sfida è essere altro nei miei panni / per dimostrarmi sempre vero, / ma come fossi sotto vuoto / la poesia mi tiene in sé / e resto intero” (p. 38). La poesia è ciò che contiene le contraddizioni, senza tuttavia conciliarle, è ciò che contribuisce a riportare il poeta all’interezza del proprio vero sé, senza ridurre la scissione, bensì dando voce al desiderio, occulto e soffocato, che si ribella al silenzio e lo schiude: “Poesia è urgenza / di vita proibita che, / con le sue dita affusolate, va aprendosi in me” (p. 18). Tuttavia, paradossalmente, il percorso che porta il poeta alla scoperta di sé e al contenimento degli opposti che lo abitano, passa attraverso una negazione, una rinuncia. La parola è per il poeta strumento di scoperta di sé – “Il dramma era che andavo scoprendomi / scrivendo di tutt’altro, non di me stesso” (p. 107) – e al contempo nascondimento, negazione di una parte di sé: “Quando scrivi per gli altri / accetta di sacrificare / una parte di te” (p. 121). “Poesia è un soffio sui narcisi”, scrive ancora Bianchi, “il mio legno diviene anima / e il mio sasso ragione. / Noi siamo / solo se accettiamo di non essere” (p. 119). Eppure la poesia di Bianchi diviene via via più efficace, più generosa man mano che il viaggio tra le pagine procede, man mano che il poeta – nei ricordi, nelle aspettative, nelle ammissioni, nelle rinunce – ritrova e raccoglie la cenere di sé rimasta dal rogo del dolore, e accetta di essere, ovvero contenere l’insieme delle proprie esperienze e delle proprie proiezioni, dei tradimenti, dei desideri e degli abbandoni, l’insieme dei luoghi lasciati e ritrovati e quella voglia di vivere e amare, d’esistere, intero, e di gridarlo, che arde ovunque tra queste pagine.

Il libro si configura come un poemetto, le cui ideali scansioni sono segnate da date precise, toponimi, parole chiave vergate in corsivo, che costituiscono pietre miliari di un unico percorso che non avrà fine in una redenzione, ma in un nuovo inizio. Il libro parla anche d’amore, ma parla soprattutto d’altro. Tema centrale ne è la morte, della perdita definitiva, di cui il poeta fa per la prima volta esperienza diretta, e cui si ribella con tutta l’energia e la rabbia della gioventù, per chiamare la vita, per cercarla ovunque, da una Ferrara silenziosa, sfuggente e piena di mistero, a una Venezia, “salata Canossa”, che, con la sua annichilente bellezza inafferrabile e inattingibile, non può non farci pensare alla Morte a Venezia di Thomas Mann, per tornare, circolarmente, nelle ultime pagine, alla Ferrara del post terremoto, che si fa metafora esistenziale della ricostruzione di sé dalle macerie della propria storia, le stesse da cui il libro prende l’avvio, per risalire a ritroso la corrente della memoria.

Non è infatti con il rosso dell’amore, e neppure con la promessa d’azzurro della copertina che questo libro si apre, bensì con il bianco immobile, fatale, della neve, con il freddo che riveste tutto e cui bisogna far fronte, ora che il bianco non significa più poter tornare ciò che eri, facendo a palle di neve con il freddo che ti crepava le mani (p. 23), ma ti srotola davanti agli occhi un enorme foglio vuoto su cui occorre riscrivere la vita, o scriverla ex novo, componendo “Lo scarto tra noi e l’esistenza, / mio tradimento che contempla / e non s’incarna” (p. 31). Se il libro si apre con la greve inconsistenza e la mortale levità della neve, con il freddo che riveste tutto e che fagocita il mondo nel silenzio, è la cenere a costellare le successive tappe del viaggio, quella cui si riduce l’amata e odiata sigaretta, fumata a fondo o per metà, caduta ancora accesa nella neve, cui si abbandona fiduciosa (p. 26), premuta nel vaso dove rischia di avvelenare i fiori (p. 40), deposta come un lascito sul tavolo dal padre (p. 77), quella sigaretta che arde, ora lentamente ora in un lampo, che di se stessa si alimenta e consuma e ancora agonizza nelle proprie braci, e lascia tracce e residui di un fuoco ovunque tra le pagine come un leit motiv ricorrente e un simbolo della passione: “La sigaretta si consuma / tra le dita: ridotto / a un niente / sono io dalla passione” (p. 26). Analogamente il poeta brucia e si consuma, fino a rendersi conto di come il fumo (o la passione?) pervadesse il corpo e “passasse da entrambi gli estremi, / venisse ai miei polmoni, / occupasse le grotte degli alveoli, / come una grandinata di ceneri” (p. 76).

È nelle poesie più propriamente d’amore, in quelle della sezione Tra una lancetta e l’altra, dedicate al calvario dell’amata zia Rosa, alla malattia e al ricovero in ospedale fino alla morte, e di Frezzarìa, requiem in morte di un amico, che la poesia di Bianchi tocca i suoi punti più luminosi e alti e consegue la sua forma espressiva più compiuta. Qui la lingua si fa cristallina, il respiro ampio, quasi a prolungare il respiro franto dell’altro, per tenere quello che si sta spezzando. Qui la parola poetica si spoglia d’ogni reticenza e oscurità, le immagini si stagliano nitide, il referente è accogliente e in totale ascolto, che si tratti della zia nel suo precario letto di morte, o dell’amico ormai disteso da solo nel suo letto di terra, oppure della ragazza anoressica consumata dall’amore negato, e che lentamente svanisce affinché gli altri si accorgano che esiste, eterea compagna di viaggio, e dell’attesa di una fermata “sua o di qualcun altro, / compagno di uscita in paese o per sbaglio” (p. 57).

Nelle poesie per Rosa, tanto più amata e pianta quanto più gli anni trascorrono avvicinando il poeta a lei (e alla morte), la figura della zia assume contorni tanto nitidi nell’autenticità del dettato poetico, che siamo in grado di vederla. Ne sentiamo l’odore (“la tua pelle sapeva di glicine”), come sentiremo il profumo delle mele nella Ferrara ritrovata nell’ultima tappa di questo libro, che è anche la prima del viaggio a venire. Possiamo sentire le parole, semplici e inequivocabili dell’amore che è roccia, e non costruzione, dell’amore risolto, che invecchia e ci lascia, ma non muore; possiamo vedere gli occhi della donna, percepirne su di noi lo sguardo, nell’estrema disperata fuga dal buio della morte: “Cambiavi gli occhi a seconda del tempo, / un’ambigua richiesta di luce : / grigi spessi come il piombo, / verdi ispirati dal mare / di fronte al quale sei nata” (p. 46). In queste poesie d’amore nulla è evanescente, nulla è nascosto: compaiono tubi e macchinari, e quel letto, “in prestito, al pian terreno”, “vicino all’uscita, già pronto”, che presto resterà vuoto (p. 47). Eppure all’ospedale, ritroviamo anche l’inizio della vita: “negli androni insieme all’eco / i bimbi facevano a gara / a chi arrivava prima” (p. 42), mentre il poeta si trova allo spartiacque tra la giovinezza e l’età adulta, in cui la conoscenza della morte lo traghetta, e da cui la premura degli adulti non potrà esonerarlo: “I ragazzi non entrarono in stanza: volevano il ricordo / non fosse corrotto dalle apparenze” (p. 47).

Il tema del “rapporto amoroso con la morte”, ritorna nelle poesie della sezione Frezzarìa, dove il poeta ricorda l’amico scomparso, che gli ha aperto sulla bellezza le porte di Venezia e sulla vita le porte della morte: “Con il tuo distacco mi sono avvicinato al tuo mondo, / il grembo che ti ha potato, / e ho imparato ad accettarlo. / Ho appreso di non essere immortale / e quanto banale sia la morte, / se non gravassimo la vita di significati” (p. 80).



10 poesie La metà del letto (2015),
da Matteo Bianchi




La tua pelle sapeva di glicine
nelle strette premurose al collo.
Era la crema per il corpo,
per il dovuto riposo.
Ti davo ancora un bacio,
così duravi di più.

«Tutto sommato, siamo
una bella famiglia.
Tornerei dai miei congiunti,
ma le ragazze
hanno bisogno di me.
Voglio restare qui,
ho detto a Quello lassù».

Le parole di un malato terminale
hanno più diritto di restare
di qualsiasi altra?
Compreso un «grazie
di essere passato».

Bastava una volta ogni tanto.
Non le dovevo promettere
che il giorno seguente sarei tornato.



*

Faticavi a parlare
ma volevi ugualmente:
andavi prendendo parole
chissà dove.
Facevi la distribuzione dei grissini
che davano in ospedale per pranzo
e del tè zuccherato,
«uno per te, uno per lei, uno per Giulio».
Per te niente e nessuno.

Hai mangiato l’ultimo bignè
d’un colpo, sforzandoti,
i miei insistevano che venisse da me
poi il cuore scoraggiato
della tua isola bianca
finito il pasto si è fermato.

Però, zia, anche le rose si guastano
prima di perdere la testa:
i contorni si scurivano,
le tue rughe intorno agli occhi
farsi via via più spesse,
fosse pentimento o solitudine.



*


Cambiavi gli occhi a seconda del tempo,
un’ambigua richiesta di luce:
grigi spessi come il piombo,
verdi ispirati dal mare
di fronte al quale sei nata.
Nessuna previsione.
Le farfalle, sai, non si fermano,
a loro non è permesso:
vivono unico un giorno.
Colgono la bellezza
e l’assaporano sui fiori,
prima che essa divori nell’attesa
lo smalto delle loro ali.



*

Il rapporto amoroso con la morte,
la mia resa al lieto fine.

20 aprile, oggi
compiresti gli anni
e ne sono trascorsi ventuno
da quella sera, il tuo malore,
le sirene, la corsa in ospedale,
l’operazione disperata.
Ci penso ogni giorno di più,
come se accettassi a parchi bocconi,
a scaglie di pelle,
di tornare con te, di riabbracciarti.

Chi non meritava speranza,
«in procinto di morte»,
scandiva il dottore a voce bassa,
restava al pian terreno,
vicino all’uscita, già pronto;
in prestito anche il letto.
I ragazzi non entrarono in stanza:
volevano il ricordo
non fosse corrotto dalle apparenze.

Sotto i tubi e i macchinari
mi sedevo al tuo fianco
– trent’anni sposati –
e ti prendevo la mano:
avevi perso la stretta, mio caro,
la stessa con cui mi portavi
dove avevi deciso, per i polsi.
Sapevi te l’avrei sempre permesso,
ma quella sera poche parole
mi furono concesse
prima che udissi il battito andarsene,
sparire da me.
Chissà se mi avrai sentita.
Poi mi raccolse un camice bianco,
l’avrei fatto a pezzi:
tanto in fretta, non ero preparata.

 pres-giugno-mb

*

Mi piacerebbe fossi seduta
comoda sulla poltrona di fronte,
nostro vagone trasognato
con i graffiti ai finestrini
e le porte mezze aperte.
Rincuorandoti sornione
e a voce mansueta:
«è stata una bella giornata,
no?»
– cercandoti la pelle,
una carezza sotto la manica –
«ogni tanto ci vuole
una giornata così». Mia cara, di ritorno
dalla vacanza fingo solo
la vita si possa orientare
come più ci piace e deciderla
dal belvedere di casa,
la mattina presto,
prima di andare al lavoro.
So bene quanto sia pura apparenza
– ma quale asso in mano, quale azzardo? –
di sorprendere la fuga del treno,
tratto di lazo che ci lega al caso.
Uno sconto di pena.
Uno scherzo, uno sbalzo di stagione.



*


Anoressia

Il fermaglio per i capelli
l’hai lasciato da me


Se mi avessi aspettato,
avremmo preso il treno
insieme.

Più crescevano i chilometri,
più credevo ai miei segreti
e tu perdevi peso
scavata dalla fiducia che
riponevi negli altri,
ciechi, che ti passavano davanti.
Tu che non restavi
sola nel dolore,
ma che mai avevi detto solo “io”.

Sarei rimasto là
convinto che il mio sguardo
fosse abbastanza:
l’autista del bus che prendevi
dietro la stazione, verso le sei
di ogni stanca settimana,
rispondeva al saluto
sovrappensiero,
la coda allo stop non l’avrebbe sorpreso
e tu sedevi in fondo,
in mezzo a chi come te
aspettava una fermata
sua o di qualcun altro,
compagno di uscita in paese o per sbaglio.

E sparivate nella confusione.



*


Distacco

Non ho l’abitudine di venire al cimitero.
Mio padre ha insistito per anni,
ma non avendo conosciuto i suoi,
niente riuscivo a provare per loro.
Questa volta si tratta, invece, dei miei:
è una strana sensazione, che non riesco a definire,
a collocare, ho solo voglia di venirti a trovare.

Perché ti abbiamo chiuso dietro una lastra
di marmo rosa? Per preservarti? Per noi?
Mancano ancora incisioni e luminarie,
la ghisa che non fa ruggine
e il lume artificiale è l’imitazione della fiamma,
che non può essere perpetua, come l’amore.
Prometeo sbagliava a bramare quella di un dio:
tutto l’umano è sottoposto a usura,
alla riparazione del Nulla, anche le case.

D’estate il gambo dei fiori in ammollo
puzza più in fretta e le mosche sono eccitate
in questo limbo murato dietro la città di corsa.
Dicono ci sia chi è molto forte
e riesca a sorridere fino alla fine:
la foto scelta di te promette bene.

Faremo come se fossi tra noi,
scherzeremo e rideremo per forza.
Presto qui sarà più caldo
e faremo ancora il bagno insieme nel buio del mare.
Con il tuo distacco mi sono avvicinato al tuo mondo,
il grembo che ti ha portato,
e ho imparato ad accettarlo.
Ho appreso di non essere immortale
e quanto banale sia la morte,
se non gravassimo la vita di significati.
Tanto ci rivedremo
quando toccherà a me.

19 maggio 2012,
a Iacopo presente



*

A Venezia di nessuno,
dove, tra vento e mare,
non rimane tanto spazio
per sperare.

Cercavo una porta d’acqua
tra calli annerite dal sale
e pali di legno marciti.
Città a ritmo di mare.
Gli svassi in fuga in fondo al canale,
davanti alla prua:
disteso in vetta alla barca
per passare sotto i ponti
fumando realizzavo quei secondi.
Divieto di scaricare se stessi.
La Bora mi bruciava gli occhi.
Impassibili i gabbiani
sui pozzi o sospesi
accanto alle navi,
facevano festa:
sopravvivere con poco,
spensierati.

«Vento di tempesta, al largo
o su chissà che altra costa,
portami con te
da quanto tiri forte
nella mia testa».

La schiuma sul limitare dell’onda
non era neve.
Solamente il suo ricordo.



*


Mi manifesto

Nella città dei nostri silenzi,
piedi aderenti al freddo,
non c’era modo di confrontarsi
tra i fuori porta e i percorsi differenti.
Le mie radici come l’edera
Sprofondavano tra le pietre a vista.
Fumo e in angoli specchi
per riflettere su di sé
la profondità dell’ambiente:
una forma diffusa d’isolamento.

Una lingua cominciava a descrivermi
incespicando sui ciottoli del ghetto,
tra i nomi qui scalfiti degli ebrei,
Gatta Marcia, via degli spettri.
Il dramma era che andavo scoprendomi
Scrivendo di tutt’altro non di me stesso.

Procedere con senno una via,
non accumulare segmenti,
pavimenti d’acqua veneziani:
«ho fame di sentenze,
una soltanto, fate la carità
almeno per un caffè
irreversibile».
Avevo di scorta, però
il profumo delle mele
della vasta piana ferrarese.



*


Corpus domini

Rifacendo il pavimento esterno del convento
nel giardino coperto dai mattoni,
lontano dai cerchi immemori
degli alberi segati,
le ossa esili dei corpi appena nati
risorgevano a decine,
seppellite tra la terra pietrosa
e le grotte fognature.

Escluso il rosso dei coppi,
oltre i capricci della carne squamarsi,
il silenzio esterrefatto degli addetti
superava la febbre dei rosari
dietro le grate, farsi ombre
in questo Borgo dei Leoni.









RICARDO GILABERT [17.503]

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Ricardo Gilabert

(Comodoro Rivadavia – Argentina 1948). Algunos libros publicados: Ceniza (Botella al Mar 1984), Épica del Instante (El Imaginero 1987), Barroca Mente (Último Reino 1988), La Historia del Presente (Rinzai 1989), La Barca de la Sonrisa (Ananda 2007), Obra y Gracia (Ananda 2008), Satori For Free (Ananda 2009) y El Viejo Truco de la Novedad (Ananda 2010).


Poemas de También,
de Ricardo Gilabert



los limones
     robados
por el viaje amarillo
del fulgor

el gato que pasea
su voluptuosidad
     por la cornisa

la niña florecida
     por la calma
del jardín
de su casa

el perfume habitado
     sin piedad
por una confidencia
que pasa y que se queda
     cuajada
de sagrada indiferencia

la distancia perdida
     por el trino
de un pájaro invisible

la simple adivinanza
     de las flores
haciéndose notar
por los baldíos

la maestra que cruza
     por la esquina
sin volver la cabeza

        (la calle principal)



sombra
liviana y trémula
del sauce

donde se puede
ver
el otro mundo

que está
viviendo en éste

     (subrepticio)




la certeza inmutable
     de la esquina
que cambia de paisaje

y otro mundo
     visita
sin fugarse
del hogar
inexplorado

        (mapa del instante)



paso
del día
lánguido y seguro
     apenas
se te nota el movimiento
     por la sombra
fugaz

       (reloj de sol)




un hueco entre
las nubes

de reojo
parece estar
mirando el cielo

cierta
pereza
que resbala
del despojo
se queda en
donde está

la luz
despierta
por la mirada
se descubre
vista
por la misma
mirada

mariposas
de una constelación
nunca prevista
flotan
entre los sauces

de las rosas,
queda sólo el aroma

por allá
se van las grullas
no se sabe a dónde
y su lenguaje alado
casi está
por revelarlo todo

pero esconde
la tarde al sol
en su sangrante hondura
de atardecer

                  (la noche ya madura)



las huellas
de la niebla
se resbalan
del nuevo día
con la precisión
del mago
que hace
desaparecer
su figura

              (sin rastro que dejar)



sólo
la muerte indemne
permanece
en medio
del trabajo
de la tarde
que de pronto
resbala y anochece
sin haber existido

lo que arde
no es
el leño en la hoguera
ni el dolor
en la herida

la sal
de la demencia
se imagina el camino
del honor
entre las piedras

pero la cadencia
de la lluvia
resbala del destino
que se forja un patrón
del albedrío
para cada contienda

no hay camino
porque todo es la meta

y este río
que viene
desde el mar
sigue su viaje
suelto en rumor

              (de luz y de lenguaje)



la lumbre
     fugitiva
del relámpago
que el abismo atraviesa
     de repente
su dosis pura
     de la eternidad
deja aquí de regalo


la rendija
del resplandor
     exacto
que a la noche
convierte en día
basta y sobra para
     saber qué
fuego anida en el silencio
     del corazón

        (herido por la luz)




a cada
paso
se abre
la distancia
que va
de todo a todo

sin verdad
que perseguir
o que esperar

el viento
se mira en el espejo
divagante
de la perfecta ley

        (inalterable)




deja
nostalgia
tras de sí
la tarde

de sí misma
sin pausa

           (resbalada)



un leve ruido
que estremece el bosque
y la calma se vuelca
     de sí misma

     vuelan los pájaros
de pronto abiertos
     en estampida brusca

        (rumbo al cielo)







.



STEPHEN VIZINCZEY [17.504] Poeta de Hungría

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Stephen Vizinczey 

Nació en Hungría en 1933. Exiliado en Canadá tras haber participado en la revolución húngara de 1956, no conoció el éxito como escritor hasta 1965, gracias a la publicación de En brazos de la mujer madura. La obra, que narra los encuentros sexuales de un hombre joven con mujeres de más de treinta y cuarenta años, fue un superventas en varios países europeos, especialmente en Francia, y ha inspirado dos películas. En 1983 Vizinczey logró otro importante éxito con Un millonario inocente, la historia del hijo de un actor norteamericano en Europa. El libro fue aclamado por la crítica por su estilo ágil, así como por la profundidad en la caracterización de los personajes.

A los dos años su padre fue asesinado por los nazis. Más tarde, su tío fue asesinado por los comunistas. Vizinczey mostró interés por la literatura ya desde adolescente. Con apenas 16 años Vizinczey publicaba poemas en la revista Forum. Más tarde, estudio en la Universidad de Budapest y se graduó en la Academia de Artes Teatrales y Cinematográficas de la ciudad en el año 1956. Sus primeras obras, La última palabra –ganadora del Attila József Prize- y Mama, fueron prohibidas por el régimen comunista. Participó en la revolución del año 56, antes de verse obligado a exiliarse en Canadá, país en el que fundó la revista literaria y política Exchange y en el que trabajó para el Canada’s National Film Board y para la CBS como escritor y productor.

Vizinczey es también autor de distintos estudios y ensayos, entre los que destacan Las reglas del caos (1962) y Verdad y mentiras en la literatura (1985).




Mensaje a los Onanistas: Stephen Vizinczey

El siguiente poema aparece en la famosa novela de Stephen Vizinczey In Praise of Older Women (traducida al español como En brazos de la mujer madura), en el capítulo llamado "Sobre el pecado mortal de la pereza":


SERMÓN PARA UNA REUNIÓN 
DE ONANISTAS ANÓNIMOS 


1

El Espíritu Santo habita
en los jugos preciosos de nuestros genitales
nos inspira a vencer el pecado mortal de la pereza,
a acelerar nuestros pasos y a fortalecer nuestros miembros
—los jugos nos llenan de curiosidad
del coraje para alcanzar
y del arrojo para saltar hacia lo desconocido.
Así como se yergue la verga de un hombre nos erguimos nosotros
por encima de nuestra indiferencia hacia los extraños
aprendemos a tolerar a cuidar a amar
en la esperanza del placer:
las mujeres se abren y los hombres se sumergen,
muslos y frentes ungidos de sudor
y en cualquier posición que adoptemos
adquirimos el toque de vivir con los vivos.



2

Si de fantasía se trata, tomá dos mujeres
una un poco lesbiana con su nariz metida
en la fuente de otra cuya voz se alza y cae
mientras rebotan las nalgas cohibidas
al echarse para atrás por un respiro
que la deje empujar de nuevo hacia delante
—y sólo entrás cuando ella estalla.
O imaginá la más colorida orgía
hecha a la medida de tus gustos más singulares:
no importa qué tan exquisto sea
lo que podás concebir en soledad
si delata una pobre imaginación
respecto a la dicha de un abrazo o un beso.

Al ser tú mismo quien da y quien recibe tu placer
se debilitarán tus piernas
para correr en busca de compañía.
Olas de gozo solitario
te llevarán a islas desiertas.


3

Dicen que los fuertes no dependen de nadie
ni siquiera para el placer
ellos conocen la forma más rápida más efectiva
y absolutamente más segura
de ganar.
Los violadores perforan con sus pichas;
si sus amantes son imaginarias
no les importará que sus víctimas sean reales.
Yo digo que los fuertes son pacientes
ellos esperan ellos imploran
y antes que volar solos
prefieren el rechazo
los humores las discusiones y las labores del amor
—ellos apuestan a la compañía
confiando incluso sus partes más sensibles
al cuidado de una amiga.

(Traducción de G. A. Chaves, 2010)

http://cafeverlaine.blogspot.com.es/






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CAMILLE T. DUNGY [17.505] Poeta de Estados Unidos

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Camille T. Dungy 

Poeta. Nació en Denver. EE.UU.
Autora de Smith Blue, Suck on the Marrow, and What to Eat, What to Drink, What to Leave for Poison. 

Editora de Naturaleza Negra: cuatro siglos de poesía de naturales afro-americanos (Universidad de Georgia Press, 2009), coeditor de Del Fishouse: antología de poemas que cantan, rima, Resound, Syncopate, en el que se escribe usando aliteraciones, o simplemente “Gran Sonido” ( Persea, 2009) y es editor adjunto de Gathering Ground:: Celebración del Decenio Cave Canem (University of Michigan Press, 2006). 

Camille Dungy ha recibido becas y premios de la National Endowment for the Arts, de la Comisión para las Artes de Virginia, la Conferencia Pan Pan de Escritores, Canem Cueva, el Premio Dana, la Sociedad Americana de Anticuarios, y la Conferencia de Escritores de Sewanee. Estando en Rocky Mountain National Park, Dungy también ha recibido becas y residencias por la Corporación de Yaddo, el Centro de Virginia para las Artes Creativas, la Isla Norte / Este de la Frontera Sociedad, y la Fundación Ragdale. 

Sus poemas han sido publicados ampliamente en antologías y publicaciones impresas y en línea.

Recientemente, profesora en el Departamento de Escritura Creativa en la Universidad Estatal de San Francisco, y actualmente profesora en el Departamento de Inglés de la Universidad del Estado de Colorado.   

Su página en inglés: http://www.camilledungy.com
E-mail: camille @ camilledungy . com



ESTOS SON LOS MOMENTOS PERMITIDOS 

               Entre las gotas de lluvia,
                              el espacio, ciertamente,
pero a todo lo llamamos lluvia.

          Cuelgo de los intervalos no empapados,
mientras Callie está durmiendo,
                    mi viejo yo necesario
e imperceptible como el aire.

(Traducción: G.A. Chaves, 2012.)
http://cafeverlaine.blogspot.com.es/




Lenguaje

El silencio es una parte del habla, el grito de guerra
del viento por el desfiladero es otro.
La voz de un desconocido resonando por los valles
solitarios, la voz de un amante elevándose tan cerca
que es tu propia lengua. Estas son las claves para descifrar
la manera en que la clave del alto halcón abre la garganta
del cielo y el gimoteo del coyote golpea cerrándola.
La forma en que las campanas de los álamos se ajustan
a la brisa mientras los tambores de los rápidos definen
resistencia. La salvia habla con una voz, el piñonero
con otra. La piedra, el viento su mano, el agua
su pincel, embruja y luego esparce sus exigencias.
Algunas notas rasgan y ponen guijarros en nuestros caminos. Algunas notas nos unen a la ribera en la que trazamos nuestras
vidas.

Translated by— Vanessa Rodriguez de la Vega
Aundrea Brewster
Seth Sartain



Language

Silence is one part of speech, the war cry
of wind down a mountain pass another.
A stranger's voice echoing through lonely
valleys, a lover's voice rising so close
it's your own tongue: these are keys to cipher,
the way the high hawk's key unlocks the throat
of the sky and the coyote's yip knocks
it shut, the way the aspens' bells conform
to the breeze while the rapid's drums define
resistance. Sage speaks with one voice, pinyon
with another. Rock, with her hand, water
her brush, spells and then scatters her demands.
Some notes tear and pebble our paths. Some notes
gather: the bank we map our lives around.

http://redafupoetisas.blogspot.com.es/




REQUIEM 

Sing the mass— 
light upon me washing words 
now that I am gone.

The sky was a hot, blue sheet the summer breeze fanned 
out and over the town. I could have lived forever 
under that sky. Forgetting where I was, 
I looked left, not right, crossed into a street 
and stepped in front of the bus that ended me. 

Will you believe me when I tell you it was beautiful— 
my left leg turned to uselessness and my right shoe flung 
some distance down the road? Will you believe me 
when I tell you I had never been so in love 
with anyone as I was, then, with everyone I saw? 

The way an age-worn man held his wife’s shaking arm, 
supporting the weight that seemed to sing from the heart 
she clutched. Knowing her eyes embraced the pile 
that was me, he guided her sacked body through the crowd. 
And the way one woman began a fast the moment she looked 

under the wheel. I saw her swear off decadence. 
I saw her start to pray. You see, I was so beautiful 
the woman sent to clean the street used words 
like police tape to keep back a young boy 
seconds before he rounded the grisly bumper. 

The woman who cordoned the area feared my memory 
would fly him through the world on pinions of passion 
much as, later, the sight of my awful beauty pulled her down 
to tears when she pooled my blood with water 
and swiftly, swiftly washed my stains away.




Runaway     ran away

gone from a man claimed the girl
a man named the girl
       got the girl
                     stored up in his room
                                           •
                                     ran away
runaway
                     gone
                                      Dinah   gone
                                           •
                                                                 19 years
                                     of age
         about five foot three inches
brown hair         a cask-shaped mark over her left eye
                                           •
no one speaks          no speech
       just hatching

                                         •
                                       thought he knew her well
when she was in there with him
                                   not a word was spoken
                who to trust now?
thought he knew
                                           •
                                   presents a gap
between her upper foreteeth when she smiles

"Runaway ran away" from Suck on the Marrow. 



Almost Like They Wanted It

Because she'd heard him laugh through new moon darkness
and she knew he'd fallen and she knew, before she turned,
he'd be crawling, like a crawdad, rock to loam—

because she tried to love the straight back and neck
he'd erected to recollect the man he'd been
before—because she found herself adding up his usefulness

like some kind of auctioneer—she showed him
the dark coils areoling both her breasts and all the ways
she bent and lifted, bent and lifted, steady, strong.

She let him believe he was past due for a harvest
and her hands were the right ones, now, to hold onto the scythe.

                                                        •

She made quick work of pleasure. The boysmile bunked down
in his eyes, she claimed. Her tongue found the place in his mouth
where the teeth were gone—where he'd hold his corncakes

until they grew soft enough to chew. History had bedded him
in all of this—his own history and failures not his own.
Before he'd tramped in she'd watched another man—a man she'd thought

she'd hated—watched his body opened, opened, opened until
blood had married brine. She'd watch that man be whipped into something
good for nothing more than fertilizing clay and she'd thought

buckshot would have been a brand of kindness if sprayed into him
just then. But even after his hard going, she did not miss him very much.

                                                        •


Anyone she chose could be shucked like surplus property tomorrow,
but that hadn't been enough to warn her off of picking him that night.
Because she knew if she set her sight on nothing she'd get nothing

in return, she'd walked with him. But because the night progressed so
—because there were some clouds—no stars—no moon—he'd tripped
over the branch of a dead and down tree. In all that darkness,

there, without a moon, even then, she had not fallen. She thought
to say so, but she did not say so. She did nothing
but say she was sorry for him. She did not use her mouth

to say this. Could he not listen to her hands? They spoke softly,
articulating her condolences, to his torn and bleeding skin.

"Almost Like They Wanted It" from Suck on the Marrow. 




Ark

I will enter you as hope enters me,   
through blinding liquid, light of rain, and I   
will stay inside until you send me out;   
I will stay inside until you ground me.   
We cannot outrun the rain.   So many   
summers I have tried.   So many summers.   
But when the rumble calls after the spark   
there can be no escape.   No outstripping   
the drench soak, the wet sheath, the water caul.   
This is more than you want to hear.   Much more   
than I want to tell you.   Tabernacle   
transporting my life from the desert, you,   
the faith I am born and reborn into,   
you, rescuer, deliverer of rain.

"Ark" from What to Eat, What to Drink, What to Leave for Poison.







JENNIFER DENROW [17.506] Poeta de Estados Unidos

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Jennifer Denrow

Poeta EE.UU.
Es la autora del poemario California (Four Way Books, 2011). Her chapbooks include How We Know it is That (Horse Less Press, 2014) and From California, On (Brave Men Press, 2012). 
Sus poemas han aparecido en periódicos y revistas: Gulf Coast, jubilat, Alaska Quarterly Review, Octopus, and Poets.Org. 

Tiene un doctorado en Inglés de la Universidad de Denver y es beneficiaria de una beca de Creación Literaria de la Fundación Nacional para la las Artes.



SIN TÍTULO

[Mientras más lejos voy, más difícil es volver] 
Jennifer Denrow

Mientras más lejos voy, más difícil es volver. A cualquier lado. No hay nadie cerca del mar esta mañana. Caminé por los campamentos y pude oler huevos y tortillas. Y había también cerezas dulces y sandías. Me pregunto si puedo regresar—¿qué propósito habría en ello—o en cualquier otra cosa? Hay algo caro en ambas direcciones. Ayer una mujer me dijo que pidiera el horario de las mareas y que si me lo negaban que insistiera. Ella usualmente pide el suyo en el Hilton pero yo no sé dónde es que queda así que lo que hago es imaginarme el horario. Hay marea. De tanto como eso me puedo dar cuenta sobre cualquier cosa. Lo que está frente a mí, lo que no. Cómo llegó allí es un misterio que tiene que ver sólo consigo mismo—no tengo nada que ver con eso, nada de nada—mi trabajo está con lo que es en el momento en que está frente a mí, una vez que se ha ido de todos los demás lugares, luego de haber llegado hasta aquí tan sólo para mostrarse.

(Traducción: G.A. Chaves, 2010)



California 
by Jennifer Denrow


If Reflection

You can put anything in the sky. 
You can put yourself in the sky. 
And if that doesn’t work, 
You can use a bird. 
There is so much to the world. 
Stop taking apart the sky. 
I can’t. 
When I tell people about the sky 
They say, yes, we know. 



How the mind works still to be sure

 You were the white field when you handed me a blank
 sheet of paper and said you’d worked so hard
 all day and this was the best field you could manage.
 And when I didn’t understand, you turned it over
 and showed me how the field had bled through,
 and then you took out your notebook and said how each
 time you attempted to make something else, it turned out
 to be the same field.  You worried that everyone
 you knew was becoming the field and you couldn’t help
 them because you were the one making them into fields
 in the first place.  It’s not what you meant to happen.
 You handed me a box of notebooks and left.  I hung the field
 all over the house.  Now, when people come over, they think
 they’re lost and when I tell them they’re not, they say they’re
 beginning to feel like the field and it’s hard because they know
 they shouldn’t but they do and then they start to grow whiter
 and whiter and then they disappear.  With everyone turning
 into fields, it’s hard to know anything.  With everyone turning
 into fields, it’s hard to be abstract.  And since I’m mostly alone,
 I just keep running my hand over the field, waiting.





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DAN CHIASSON [17.507] Poeta de Estados Unidos

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Dan Chiasson 

Nacido el 9 de mayo de 1971, en Burlington, Vermont. Es un americano poeta, crítico y periodista. Es autor de cinco libros.

Ha recibido los premios: Whiting Writers' Award, Pushcart Prize, y una beca de la Fundación Guggenheim.


Crítica

Chiasson, Dan (2007). One kind of everything : poem and person in contemporary America. University of Chicago Press.
— (1993). The fidgets of remembrance: three reflections on Robert Lowell's late poetry. Amherst College.

Colecciones Poesía

Chiasson, Dan (2002). The Afterlife of Objects. University of Chicago Press. ISBN 978-0-226-10378-5.
— (2007). Natural History: Poems. Random House, Inc. ISBN 978-0-375-71115-2.
— (2010). Where's the Moon, There's the Moon: Poems. Alfred A. Knopf. ISBN 978-0-307-27217-1.
— (2014). Bicentennial. Alfred A. Knopf.

Antologías 

H.L. Hix, ed. (2008). New Voices: Contemporary Poetry from the United States.





Cosas que vi con mis propios ojos

Vi a un hombre decidido a convertirse en pájaro, y luego
perder sus plumas, una por una, y volverse mujer.

Vi a un centauro conservado en miel, llevado
a través de la ciudad por un empresario vociferante.

Un día festivo, un hombre se dejó caer en el banquete
y vomitó vino dulce de sus genitales.

Nos empapó la ropa a todos y nos tiñó la piel.
Su hilaridad siguió hasta que el vino se hizo sangre.

Cuando estábamos empapados con su sangre, el hombre murió.
Hubo caos y muchos gritos en el salón.

Hay tribus en la India que aúllan cuando están felices.
Vi a una mujer dar a luz cien hijos.

como gotas cayendo de un grifo o maletas
en la cinta transportadora de equipaje. 

Si te quedas muy quieto y te acuestas en un campo, pronto tu cuerpo
se cubrirá gorriones, pero un pequeño movimiento

y se alejarán volando, te dejarán desnudo
y se dispersarán por todo el cielo encima de ti.



Things I saw with my own eyes

I saw a stout man turn into a bird, then shed
his feathers, one by one, and become a woman.

I saw a hippocentaur preserved in honey, wheeled
through town by a bellowing entrepreneur.

On a feast day, a man lay down upon the banquet
and spewed forth sweet wine from his genitals.

It soaked everyone’s clothes and stained our skin
hilarity ensued, until the wine turned to blood.

When we were soaked with his blood, the man died.
There was chaos in the hall, and much howling.

Tribes in India howl when they are happy.
I saw a woman give birth to a hundred children,

like drops from a dripping faucet or luggage on
a luggage carousel. If you are perfectly still

and you lie down in a field, soon your body
will be covered by sparrows, but move an inch

and they fly away all at once, leaving you naked,
and scatter everywhere above you in the sky



Todas las historias del mundo: Dan Chiasson

De los poetas jóvenes de Estados Unidos, Dan Chiasson es el que más me interesa. Es sensible e inteligente, y esa es una ardua mezcla. Ya en el extinto Silo había expuesto su tinta. Ahora lo reciclo, con mi poema favorito, el último de su segundo libro Natural History (Knopf, 2005), que acabo de traducir en formato preliminar (es un decir para excusar las pifias).

Sale...


“ASUSTADO POR EL MÁS LEVE CHILLIDO DE UN CERDO, Y CUANDO ESTÁ HERIDO, SIEMPRE RETROCEDE.” 

Lo que vimos el día del festival: infanterías de juguete
con lanzas de verdad, venas de verdad, un soldado de verdad
salió en retirada del campo de la feria dejando un hilo de sangre
en la forma en que un pincel atraviesa un lienzo;
travesuras menores, en la periferia; mi amigo vio
a un hombre sacarle los ojos a un elefante con una pala,
y el elefante gritó, Oh, asesinato, mirad que me asesinan!
Como lo hacemos nosotros—sin palabras, cómico, como un coro de kazoos:

es eso la poesía? O es la poesía escoger la palabra más rara,
por ejemplo “carbonizado” en lugar de “quemado”—
como en “carbonizado en el fuego”? La vida real es tan cruda
que hiere; todo en sí mismo; tal vez las palabras deberían
protegernos de la vida real.
Tal vez las palabras deberían ser un escudo en lugar 
de un espejo; y tal vez los poemas deberían ser
un escudo ornamentado, como los escudos

que los dioses hacían para sus soldados favoritos,
sus hijos y sus amantes. Los poemas deberían ser
como los rostros de la gente cerca de una fogata:
un poco ciertos, para poder verificarlos,
pero ante todo bellos. O como
granadillas: difíciles de abrir al principio
pero, una vez abiertos, llenos de dulces gránulos
de significado. Una vez, cuando fui bañado en vino

como parte de un desfile militar de la victoria,
estuve morado por un mes—
me gustaba mi apariencia de esa forma,
como una gigantesca semilla de granadilla!
Eso es lo que un poema debería ser:
realidad reconocible, pero seca,
una señal de que alguien aquí sintió gozo,
alguien aquí dejó de sufrir,

por un minuto de su vida no sintió dolor,
la guerra se acabó, la mortandad se acabó
y él no estaba muerto ni mutilado.
Yo me gustaba así. Recuerdo
que pequeño, luego de haber hecho sus ofrendas
a la luna, en la orilla del río, mi madre me puso a dormir y susurró,
“Federico”—porque ese es mi nombre—“Federico,

vos me salvaste la vida; mami quería morir
antes de sentirte removiéndote en su interior.”
Me hizo sentir de maravilla. Después de eso,
nunca me sentí otra cosa
que completamente central en su vida—
qué regalo fue eso. Supongo que entiendo
mis años futuros a la luz de nuestra intenso
lazo, mis horas esperando por ella afuera

de la oficina del despachador, el tiempo en que ella
salía con un tipo con expediente criminal
y pronto descubrió por qué—la sostuve
esa vez, esa vez ella era la ternerita
y yo la mamita. Ella era una especie de guitarra
en la cual se aprendía el perdón, sus armonías
y, sí, incluso sus acordes malogrados.
Y aprendí a compadecerme de los poderosos—

mi entrenador, forzándome a inhalar un cigarrillo,
era a su vez forzado, por poderes
más grandes que él, a forzarme;
así que lo hice, aunque me dolieran los pulmones,
aunque mis pulmones se sintieran después como papel de lija.
Casi escribo “papel de aflija” ahí; no es raro
cómo trabaja la mente?, porque
mientras relleno esta hoja con palabras

me siento afligido al pensar en él encendiendo
ese cigarrillo, colocándolo entre mis labios,
con un furioso aplauso, nuestra extraña
intimidad, y mi alivio—Dios mío
pensé que me iba a tragar ese fuego
y convertirme en fuego. Déjenme que les cuente
sobre mi hermana Sarah y una costumbre
que hace mucho se ha perdido: Sarah

fue contratada para ser sustituta
en el Circo de Bridgeport. Esto fue antes
de la guerra, o más bien, entre las guerras.
El animador, que aún no era famoso, inventó
un nuevo acto en la cuerda floja: un toro grande
cargaría a una vaquita pequeña a lo largo
de la cuerda, sosteniéndola en un gorro
que colgaría de su tronco, la vaquita acostada

en un moltón de colchas, gimiendo.
El público estaba pasmado: nunca
habían visto a un elefante cargar
otro elefante por el cielo,
a través de la casi invisible cuerda
de bramante. Pero una vez que el toro cruzaba
y bajaba las escaleras, pues—
sorpresa! Del gorro salían

un par de terneras en dirección a la pista!
“Sarah la Sustituta” hizo rico al circo.
El destino final de ese circo no requiere
ser aquí referido: ese incendio fue una tragedia,
es lo único que puedo decir; y por cierto
que no fue culpa de mi madre. Los recuerdos
de Sarah están esparcidos por todo
mi apartamento; algún día los voy a enmarcar;

algún día el mundo conocerá
su nombre y quizá me asociará con ella
de alguna forma discreta. Soy consciente
de que en algunos lugares incivilizados
donde los hombres gruñen unos a otros
y no conocen el habla, no conocen la poesía
ni ninguna de las otras artes que nos ennoblecen,
lo elefantes aún son cazados por sus colmillos;

yo mismo me hice sacar los míos tan pronto
como tuve el dinero, y contraté a un artesano
para que tallara en ellos la historia de mi vida—
ahí hay un icono de la luna; un icono
del río; tres figuras juntas representando
a Sarah, a mi Madre y a mí; una bandera
para mostar mi amor por mi país...
pero ya he hablado mucho. Además,

las cosas que la gente acumula para decir
“Esta fue mi vida”—no es sólo que sean aburridas,
es que además son algo asquerosas, incluso
si alguna vez fueron parte de su cuerpo. Es así
con la poesía? Espero que no, puesto que todo el día
yo escribo mi poesía, mi “papel de aflija.”
Que otros digan si soy de bronce o no, que digan
si este Federico es un poeta o un hacedor de garabatos.



The Elephant

How to explain my heroic courtesy? I feel
          that my body was inflated by a mischievous boy.

Once I was the size of a falcon, the size of a lion,
          once I was not the elephant I find I am.

My pelt sags, and my master scolds me for a botched
          trick. I practiced it all night in my tent, so I was

somewhat sleepy. People connect me with sadness
          and, often, rationality. Randall Jarrell compared me

to Wallace Stevens, the American poet. I can see it
          in the lumbering tercets, but in my mind

I am more like Eliot, a man of Europe, a man
          of cultivation. Anyone so ceremonious suffers   

breakdowns. I do not like the spectacular experiments
          with balance, the high-wire act and cones.

We elephants are images of humility, as when we
          undertake our melancholy migrations to die.

Did you know, though, that elephants were taught
          to write the Greek alphabet with their hooves?

Worn out by suffering, we lie on our great backs,
          tossing grass up to heaven—as a distraction, not a prayer.

That’s not humility you see on our long final journeys:
          it’s procrastination. It hurts my heavy body to lie down.

Dan Chiasson, "The Elephant" from Natural History.





"Swifts"
By Dan Chiasson


1. Fist

It is impossible for me to remember
the cozy room I slept in as a child.
Somebody made my bed up to be paradise.
It was hard for me, a hard night, when I entered art.

The tendons in my wrist are visible.
What will I do now I have made this fist?
To loosen it feels weird, anticlimactic—
a misuse, a misunderstanding, of fists.

That's how it was with me that night.
And so, mysteriously, I lost my sweetness.
Weird, to feel intended for violence,
when what I wanted was an hour of rest.


2. Wind

Find some other reason to sway, forest;
old people get bent over
from vitamin deficiencies; trees,
take them as your inspiration.

For I have neither time nor energy
any longer to write poems, to make feeling
out of what, without me, is silent;
I find your standing there disgusting.

And you, reader, I see you nod your head,
treelike, appraising these lines;
I find your standing there—
not disgusting, but not inspiring either.


3. Tree

All day I waited to be blown;
then someone cut me down.

I have, instead of thoughts,
uses; uses instead of feelings.

One day I'll feel the wind again.
A moment later I'll be gone.


4. Cause

Whitman wrote this, before he started writing poetry.
He was a journalist for years, you know;
a radical, a partisan for some ridiculous cause.

He wrote this to support—or was it to condemn—a cause.
It doesn't matter since he wasn't Whitman yet.
Now that he's been Whitman for so long, it would.


5. Effect

Everything scatters as the night wears on:
but you, don't scatter, will you?
I think we could make this night last forever.

With our joined heads, like mathematicians,
we could work all night, so that
where night once was, work would be; and night,

as long as work went on, would never end.
It is starting to sound a little tiring:
all this working, just to stave off morning.


6. Sound, 2 a.m.

A minute ago I was a child coughing: having had
too much of everything today, except for air.

Now I am an animal, feeling, tonight, perplexed—
I fled the outside, the cold, the lack of food;

I meant to enter a house, which I connect with warmth,
which my body told me was the appropriate move.

Instead I entered a person's mind. Like the child, 
I am trapped: I have no will, no life to call my own.


7. Swifts

Reality isn't one point in space.
It isn't one moment in time—
look at time, a spool of twine
one minute, idle in a sewing kit,
the next minute a shooting star.

Reality is an average of moods,
strike that, a flock of birds,
strike that, a single bird
tracked through dense forest:

you can lose it for hours or days,
but it isn't lost. You tired of the metaphor.


8. Caress

The tendons flattened and the knot untied.
You could do anything, then, with your hand;
you could forget the fact you had a hand.
This lasted, or so you were tempted to think,
for years; winter didn't matter,
yet spring arrived as a blessing to your body.
Sweetness, or what passed for it, returned;
and then, like an anchor yanked suddenly
from the sea, your muscles clenched.

Dan Chiasson's poems appear in The New Yorker, Paris Review, Threepenny Review, and elsewhere.




MARTIN VEST [17.508] Poeta de Estados Unidos

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Martin Vest 

Poeta EE.UU. Vive en Pocatello, Idaho. Ha publicado los cuadernos Dark Night of the Sybil (1998) y Swimming the Eclipse (2002), así como los libros Painting the Dead (2003) y Ghost in the Bloody Show (2004). Aquí se pueden leer algunos de sus poemas en castellano e inglés.



... SOBRE LOS CONEJOS

Me gustaría decir
que no te amé—
pero la verdad
es peor.
Mi conciencia está doblegada
por la rareza y el apetito—
y el amor
sin conciencia
no es otra cosa que Lenny cuando
acaricia un bolsillo de ratones;
implacable
y maravillado,
como si cada minúscula muerte
fuera la primera...

(Del cuaderno La noche oscura de la Sibila, 1998)



EL CANAL DEL CLIMA

Ella cocina apenas para crear
platos lavables
en esa maldita cocina,
traqueteos y estrépitos
desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche.
Va dando pisotadas por la casa
como si fuera Kong,
con lo cual envía una onda sísmica
a través de cada cerveza a medio beber
que hay sobre la mesa.
Ella maldice un nudo
que se ha formado en los hilos de su bordado—
¡Enderezate grandísimo 
hi-jue-pu-ta!
deja una gota de su sangre
en cada tapete, en cada guante,
en cada cena.
Ella desdobla su más reciente colcha.
La carga estática hace un chasquido
de tormenta a través del suelo—
sábanas eléctricas, las llama mi padre.
Él se cobija en su silla favorita,
sin prestar atención
a los truenos...



ALGO TIENE UN HOMBRE

Algo tiene un hombre
que lee un periódico ardiente
en la mesa del comedor.
Debe estar ciego o, si no,
¿cómo podría seguir leyendo?
Debe tener familia, este hombre,
o si no ¿quién le dirá buenas noches?
¿Cómo sabría él cuando es hora
de apagar el periódico
e irse a dormir?
¿Y qué me dicen de la candela
que empezó todo—
el centro de mesa casero
hecho de cera con aroma a lluvia—
el aguacero centelleante al final de la mecha?
¿Por cuánto tiempo debe practicar una esposa
balancear una nube en la punta de su dedo?
¿Cuán quieta debe estarse ella, cuán firme?
Algo tiene un hombre,
con sus piernas cruzadas,
un calcetín negro caído
y arrollado sobre su reluciente zapato,
cuando la cara de su reloj
refleja casualmente la llama:
se requiere más que boletines incendiados
para distraerlo a él de sus noticias.

(Del libro Pintando a los muertos, 2003)



VIDAS VIVIDAS...

Ves una foto de la Aguja Espacial de Seattle
en la parte de atrás de un paquetito de azúcar
y algo en el sonido de espacial y aguja
te recuerda a los Jetsons,
los de las caricaturas de los sábados por la mañana,
comiendo cereal Apple-Jack:
Apple-jack,
y ahora estás pensando en brandy y en licores
y en cómo tu matrimonio se deshizo
un día de primavera cuando tenías veintinco años.
Pensás en lo hermosa que se hizo tu esposa
después que te dejó—
en cómo entró al bar una noche,
rodeada de nuevos amigos,
de nuevo delgada, devuelta a la juventud
con avispas de orgullo en lugar de ojos,
a sabiendas de que tu dolor
se tejería solo en cada abril hasta que,
finalmente, confundirías tu sufrimiento
con el brotar de las flores.
Pero de pronto "sufrimiento" te recuerda
al joven Werther
y ahora te vas a la deriva hasta Alemania
lo cual te recuerda a los nazis
lo cual te recuerda a las tropas de asalto
lo cual te recuerda a la Guerra de las Galaxias
lo cual te recuerda a Reagan...
Mudás mil pieles de pensamiento
como trozos de celofán en las colinas
hasta que llega la camarera a llenar tu taza.
"Parece que estuvieras contempando el universo",
dice ella, sonriendo.
"No", te reís vos. "Es que me espacié un toque".
Ella se va y algo en el espacio
te hace pensar en un paquetito de azúcar.

(Del libro: El fantasma en el sangriento espectáculo, 2004)
Traducido por Gustavo Adolfo Chaves
http://cafeverlaine.blogspot.com.es/




The Safe Invisibility of Saints

It’s hard to say now
when I turned and took this road;
a wild of cigarette-thickets in my lungs,
holding my breath 
against the spark of whiskey
that will one day catch them fire.
Or when I first wore the feet
of Ichabod Crane
into the headless dark of a tavern 
with the punched blood of my nose
three fingers of tin
hardening into silverware
at the back of my throat
for a breakfast of failing liver:

The lean white worms
of my face’s nerves twitch
in the wreckage beneath their scars—
the nerves of my mind,
squealing untied balloons
half-pinched, releasing their little wind 
into a whirligig 
of prescription slips and dander.

It’s hard to say when I started killing myself.
It was something about the American dream.
Something about fifty years of my father’s life
working him into bone—
Something about poverty of spirit
and the safe invisibility of saints.
I wanted to eat rocks. I wanted to say 
that man does not live by bread at all.
I wanted to taste His blood in mine—
to buy a home in Oblivion with a money
that instinct invents along the way—
I wanted the world to forget my name.
It was something about saving my own life . . .



2009

Every day she walks by my window
on her way home from high school—
A girl much too young
to see that I am not so old.
But even if I had her
what would I do?
What she calls promiscuity
I call foreplay—
acts she hasn’t yet imagined
I have long worn out
on a handful of common-law wives.
I wish I could go back
to the days when sex 
was just sex.
Or she could come forward
ten years
through the tangled slop
of twisted men
she has yet to encounter—
through cigarettes and foreign beds,
a curtain of stretch-marks—
abandoned slang
and circular fashion . . .
It doesn’t take so long, really.
She’s already on her way
though she doesn’t know it.



A mere decade.

When we meet,
how much younger I will seem. 
There Is Something About a Man


There is something about a man
reading a burning newspaper
at a dinner table.
He must be blind or else
how could he go on reading?
He must have a family, this man,
or else who will tell him goodnight?
How will he know when it’s time
to put out the paper
and go to bed?
And what of the candle 
that started it all—
the homemade centerpiece
of rain-scented wax—
a downpour blazing at the end of a wick?
How long must a wife practice
to balance a cloud on the tip of her finger?
How quiet must she be, how steady?
There is something about a man,
with his legs crossed,
a black sock scrunched down
around the top of his polished shoe,
the face of his watch
casually reflecting the flame:
It will take more than bulletins on fire
to distract him from the news.







ANNE STEVENSON [17.509] Poeta de Inglaterra

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Anne Stevenson

Anne Stevenson (Nacida en Cambridge en 1933) es una escritora y poeta británica, hija de estadounidenses y criada en los Estados Unidos.

Stevenson nació en Cambridge, Inglaterra, pero fue criada en los Estados Unidos y se educó en Ann Arbor, Universidad de Míchigan, donde su padre, Charles Stevenson, era profesor de filosofía. Luego de conseguir los grados de bachiller y maestría y graduarse con honores, regresó al Reino Unido donde vivió la mayor parte de su vida. Se casó 4 veces.

Es autora de alrededor de un docena de libros de poesía, algunos libros de ensayo y crítica literaria, de la controvertida biografía de la poeta estadounidense Sylvia Plath, Bitter Fame: A Life of Sylvia Plath (de 1989), y dos estudios críticos sobre Elizabeth Bishop.

Stevenson fue la primera ganadora del premio "Northern Rock Foundation Writer's Award", en el 2002. En el 2007, recibió el Lannan Lifetime Achievement Award.

Obra

Living in America: Poems, 1965.
Elizabeth Bishop, 1966.
Reversals, 1969.
Travelling Behind Glass: Selected Poems, 1963-1973, 1974.
Correspondences: A Family History in Letters, 1974.
Cliff Walk: A Poem, with a drawing by Anne Newnham, 1977.
Enough of Green, 1977.
A Morden Tower Reading, 1977.
Sonnets for Five Seasons, 1979.
Green Mountain, Black Mountain, 1982.
Minute by Glass Minute, 1982.
New Poems, 1982.
A Legacy, 1983.
Making Poetry, 1983.
Black Grate Poems, 1984.
The Fiction-makers, 1985.
Selected Poems, 1986.
Winter Time, 1986.
Selected Poems, 1956-1986, 1987.
1985 Anthology: The Observer and Ronald Duncan Foundation International Poetry Competition on Behalf of the Arvon Foundation, 1987.
Bitter Fame: A Life of Sylvia Plath, 1989.
The Other House, 1990.
Four and a Half Dancing Men, 1993.
The Gregory Anthology 1991-1993, 1994.
The Collected Poems of Anne Stevenson, 1955-1995, 1996.
Five Looks at Elizabeth Bishop, 1998.
Between the Iceberg and the Ship: Selected Essays, 1998.
Granny Scarecrow, 2000.
Poems 1955-2005, 2005.
A Lament For The Makers, 2006.
Stone Milk, 2007.



EMPAPADA

Dormís soñando un clima de verano,
despertás con el tecleo de la lluvia—amarrada por la lluvia.
Afuera no hay más que plumas de hierba pesadas como gotas
y aire lluvioso. La mesa plástica en la terraza
ha perdido tres patas para alcanzar la cerca del jardín.
Las montañas han atinado a desaparecer.
Es el temperamento celta—viento, luego torrentes, luego 
          remordimiento.
Como una cortina se levanta la gloria sobre aguas distantes.
La vieja casa de piedra, que nos condujo entre la oscuridad,
atraca en una piscina de sombras todas suyas.
Esa grieta que se ensancha en la tiniebla es como la buena suerte.
La suerte, en quien ni vos ni el mañana pueden confiarse.

(Traducción: G. A. Chaves, 2010)



Selected Poems


Before Eden

                        (For Paul Stangroom)

A day opens, a day closes,
Each day like every other day.
No day is like another day.

A wave crashes, a wave caresses,
Each wave like the next wave.
None sweeps the same arc on the sand.

A wall fixes its belt to a hill
As a mason fits stone to hand.
No stone's like any other stone,

And every stone has a like stone.
Why should another spring surprise me? 
The gorse still erupts from the scrubland,

The gulls again screech to the landfill.
What claims identity
That isn't self-propelled, vicious, multiple, alone?

Think of how it was before Eden.
God held his breath,
The fresh-moulded clay in his hands,

Hesitating between dream and achievement.
The mountains were there,
Fixed in a clear, viscous element

He would need to exchange for air.
Trees flowered, gorgeous as palaces,
All without fruit, without rot.

Had bacteria and seeds been invented?
Yes, but they didn't have uses.
The birds and creatures were there,

Evolved already in his mind,
Lifelessly waiting while
The pivotal question tormented him:

What kind of nature did he want?
Once he'd breathed life into Adam
He knew he couldn't take it back.

He himself might have to be
Re-created, risking
His hand crafted system, risking death.

No life without birth.
No growth without waste.
No first step without a last.

It was such perfect weather,
The sparkling morning of the sixth day
When God in his pride looked over

His hard week's work, saw that it was good.
And hesitated.
If the sky had admitted one cloud,

If the mountains had understood
The whispering ice,
Or loved the moulded nature of being;

If a bird had cried out, or if
A locust had filleted sound,
Or if terror had said...

He might have thought the fifth day would suffice. 
But the Gipfeln nursing the rhododendrons,
Even the Tree of Knowledge, said nothing.

It was silence that broke him in the end.
With every perfect day identical
No animating evil could arise.

So God bent down and sighed the words
"I will,"
He spoke, and Adam opened all his eyes.



After the Fall

Adam: Lady,
            I've not had a moment's love
            Since I was expelled.
            Let me in.

Eve:     Lord,
            I've not had a moment's rest
            Since I was a rib.
            Put me back!





To Phoebe at Six Months

How in this mindless whirl of time and space
Find words to welcome one small human child?
Shakespeare was lucky; art wore Shakespeare’s face,
And Nature kept the virtues neatly filed.
God’s earth was fixed, and round it ran the sun,
A temperamental lantern on a skate;
Our lives by stars were wound up or begun,
The universe was Heaven’s unspoiled estate.

But now, lost to the angels, it appears
We share with rats and fleas, a murky source.
Our plaited genes mean nothing to the spheres;
Contingency, not prayer, will plot your course.

Yet no small Phoebe, circa 1603
Was ever free to be what you shall be.





The Loom

I drowned in sleep.
And once my lungs were gills,
I watched my liquid shadow,
            fathoms deep,
Weave through a trembling warp
            of light and hope
            a weft that kills.

No working hand
Had anything to do
            with how the sea
Hurled itself in salt against the sand,
            or how unfeelingly
The shore forgot to be land
            and mimed the sea,

Or how, under the dream,
One tightening thread
Gathered those crooked strokes of light  
            into a beam
Through which I rose – not quite
            from the dead,
            more from the blame

Fanned out in
Micro-shards of extinct species 
            threatening my head –
Motes that might have been
            curses, or killer faces,
Had they not welcomed me, as I woke,
            with human voices.



Teaching my Sons to Swim in Walden Pond

‘We must look a long time before we can see.’
Henry David Thoreau

Dark woods, deep pond;
   pond locked in the woods,
               woods looking up from the pond.
End of summer’s oak-green, birch-wan,
    hickory, pitch pine, alder almost purple. 
September growing skyward upside down
   in water hearsay swore was ‘bottomless.’

The poet-scientist plumbed it, simple
                with fishing-line and stone:
one hundred and two feet deep, plus
    five feet not to be explained 
    by inflows feeding it, outflows voiding it.
The pond was measurable.
                Its voice, immeasurable.

                                    *   
   
It’s not so difficult to swim. Shall we begin
    our lesson in the changing room?
Off with your clothes, then: tee-shirts, jeans,
     slogans, logos, trainer socks and shoes.
Abandon your watches, music machines,
    ear pods and mobile phones.
As soon as you’re fit to be fish,
    ease the weight off your bones.
Equip yourselves, scaled and finned,
          for a cool trip home.

In lesson two – spacing your bodies out –
                 we’ll practice staying afloat.  
Don’t fight with feet or hands or head
                 your mother element. 
Behave like a fallen leaf. Believe in lying down.
                 That’s it!  That’s it! 
            Let this rock-a-bye water be your bed,
                 your muscles’ memory, your boat.
            Forget how to walk, forget to doubt.
                      Forget to drown.
Lesson three has to be about air,
    plain air. You think it’s free?
Try breathing when it isn’t there.
               You’re sputtering. Can’t speak, can’t see?
Can’t live without air? You’ll have to save it, then.
 Breathe in, breathe slowly out, breathe in,
    but only when you surface. Yes!
Learn from the otter and the marsh hen
how to steal through water like grease 
        on a ribbon of silence.

There! How easy. Soon, with practice,
                you’ll be swimming – oh, not perfectly, 
but maybe well enough to burrow under water,
               open your eyes and see
   beneath its sleepy unstoppable simmer.
Let’s pretend this pond is an ancient ocean. 
    You have just been born.
You don’t know it yet, but you’re human.
The air hurts your lungs; the water hates them.
          Where do you belong?

On land?  In water?  In between?
                Anywhere that doesn’t hurt, you say.
Pooh! Everything to do with learning hurts.
Put it another way. No creature swims
    that doesn’t need to swim, except us
                who swim for fun, for play.
The mallards, the nervous little minnows, muskrats,
                frogs, even the mosquitoes and skater-bugs
belong to the pond on which their lives depend.
     Doesn’t it rightfully belong to them?

Thoreau thought naming as good as owning.
     Words were for him divine currency.
Hating his neighbours’ small-mindedness and greed, 
    he camped in the woods, looked until he saw
                the Highest Mind made visible in Nature,
then willed America’s wilderness to poetry.
   What else could it belong to after him?
               To Indians his fathers stole it from?
To farmers stripping the forest as their right?
               To Massachusetts’ World Heritage Site?

Of course, Walden belongs to nature, like the trees.
But isn’t everything we see in nature
     known by how we name it?
You say nature was ‘better’ before we splashed in,
     big heads stuffed with our own stories,
                 languages to make them happen.
 What if – at some road fork in evolution–
     we’d taken instead the dolphin’s way?
The seal’s, the otter’s? We need to swim
          to keep that lost road open.

Look at the time – how late it is. Before dark,
    we’ll need to put our clothes on,
pick up our picnic litter, towels and toys
    and head for the car park.
Before we do, though, turn back
     to watch the day’s last hatch of insects
jet-streaming to their deaths across the pond.
     You have to hear with your eyes
to see the sunset talk with its reflection
                    in those mauve gold clichés.

Now the tourists have taken their voices home, 
    the crickets’ thin pulsing chorus begins.
Listen to the ripples whispering to the stones.
   Thoreau would have heard them
after the hoot and rattle of the night express
                 released him to the screech owls 
moaning to each other across the lake like fallen souls:
“Oh-o-o-o-o that I had never been bor-r-r-r-n!”  
   With Boston already baying in the distance,
            closer and louder every night, closer and fiercer.



                                                For Kari Furre, supreme swimmer



Constable Clouds and a Kestrel’s Feather
                                                                                                                                    
England still moulds them as Constable saw them.
We see them through his eyes –
loaves fresh kneaded for the oven,
veils of gauze,
flat-bottomed continents, creamy islands
floating on glass. As a child
did you never play the cloud-zoo game 
on summer days like these?
Lie prone on grass,
stalk in your mouth, face to the  sun,
to let imagination run wild
in a sky full of camels and whales
where the air-show today
features fish evolving into crocodiles
disintegrating slowly
into little puffs of sheep grazing on air.
Now a tyrannosaur, chasing a bear...
or is it a white bull?  Europa on his back,
panicking to disappear...

Here's a cloud that Constable never knew.
Two chalk white furrows are being ploughed
straight as rails across the high blue
hinterland of my childhood zoo –
a plane from somewhere, going somewhere,
leaving its spoor of vapour on the air.
As the trailing furrows widen,
waves form a lingering wake from a prow
in perfect rhythm, like a feather's pattern.

And still you keep your head down,
eyes vacuuming the turf,
nose to the ground,
intent on ants and other centaurs
in their dragon world, their home
here thatched with a found                             
feather – evidence of hunger's habits
in this summer field.                                      
A kestrel's, female you guess,
stroking the patterned vanes
locked to the shaft:
13 square bars, dark, on the outer side;
13 wavy lines, woven on the inner side, 
a russet, bow-shaped, undesigned design
perfectly aligned – not by craft,
but by a mathematics of its own –
proof that, undeterred by our millennium,
nature's nature is to work in form.








TANIA VAN SCHALKWYK [17.510] Poeta de Sudáfrica

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TANIA VAN SCHALKWYK

SUDÁFRICA
Tania van Schalkwyk es híbrido de un marinero de Hamburgo y una artista de Mauricio, nacida en África, criada en Arabia y madurada en Europa. Ha estudiado, enseñado, editado, sirve té, busked, vendido cosas inútiles e incluso intentado (y fracasado fabulosamente) en un par de menos interesantes pero trabajos "serios". Ha publicado, realizado, exhibido, dirigido, comisariado y colaborado en varias obras de arte multimedia de todo el mundo con un escultor, un coreógrafo, un carpintero, DJs, fotógrafos, cineastas, artistas, bailarines, músicos, científicos, poetas, vacas, caballos, pavos, ovejas y su perro Elvis; lee y actua en teatros, bares, librerías y bañeras de todo el mundo; columnas escritas, guiones, listas de compras, cartas de amor y Once Upon.

Tania tiene una Maestría en Escritura Creativa de la UCT y una habilidad natural para ver el día pasar. Es un miembro fundador orgulloso de SEWS (La Sociedad para la Construcción de Estatuas de Mujeres). Cuando no está escribiendo, Tania lee y lee y lee, y se involucra en el noble arte de omphaloskepsis. Su trabajo se inspira en los lugares y espacios en el medio, el guión-estado de vida, el amor y el hogar. Actualmente vive entre Ciudad del Cabo y la montaña Piketberg.

Serie UCT Escritores ha publicado recientemente el primer libro de Tania de poemas, Guión. Su poesía ha aparecido en las siguientes publicaciones: Reino Unido: Agenda, Orbis, Decodificar, Sur, Enfoque en agricultores Antología (Aune Cabeza Artes), Ciudadano 32, Intelecto Trimestral Sudáfrica: Nueva Contraste, Caparazón, Green Dragon, Ons Klyntji, risa que Off Annua l Online: T riplopia, Muse Aprendiz Gremio, Picazón, LitNet, Improbable 2.0, Incwadi.



De Hyphen


BODEGÓN

Una familia. Una mesa. Un novio.

Madre. Padre.
Hermano. Hermana.
Y el novio.

Se sientan y comen. Callados.
Durante una tormenta tropical
en una isla.

La familia mira al novio, que come al otro lado de la mesa,
la mesa que el padre diseñó
a semejanza de los árboles de su tierra nativa - teutones y sólidos.

Nadie dice nada, pero todos escuchan ruidos
que salen de los labios del novio, besados por la grasa.
Y afuera un ciclón asola la isla.

Los árboles caen. Hay mucho ruido y matanza.

"¿Más sal?", le dice alguien a cualquiera.
No hay respuesta.

Los niños miran a los adultos.
Los adultos se miran entre ellos.

Hay más ruido adentro que afuera.

"Pasame la sal, por favor", le dice alguien a nadie.
Todos se apuran a pasar la sal.

Y es entonces que implosiona la guayaba en el tazón de frutas,
como usualmente hace la fruta durante una tormenta tropical.

La pulpa chorrea sobre la mesa
y se pega a los dedos del novio,
quien se los chupa hasta secarlos.

Una familia. Una mesa. Un novio.

Madre. Padre.
Hermano. Hermana.
Y el novio.

Hoy, todos dormirán en camas
de hojas caídas y árboles rotos
como los huevos quebrados por el ciclón en un nido de pájaros,
coagulando en silencio.

(Tomado de: Tania van Schalkwyk. Hyphen. University of Cape Town Press, 2009. pp. 37-8. Traducción de G. A. Chaves.)



Siren Song

I keep going back

to an island
moist with death, corralled
with the bones of lives unfinished. 

The moon is big there

and moves the waters with a strong magnetism. 
And the phosphor at night peeks through the sea —

the eyes and lights of a drowned city
spill onto beach sands
beloved by tourist brochures. 

Do all islands contain our souls’ whispers
in the leaves of their coastal trees —
perpetually moving to the beat
of the wind, tolling, to and fro, 
like a restless head on a sleepless pillow? 

Or is it just this land
of lotus eaters
that wraps its lagoon
around my feet, asks me to eat
in wonder and never wake up? 

It’s the softness of the air
that entangles me like seaweed, 
languid and familiar before
becoming despondency. Trapped, 

by tropical humidity
my eyes can no longer see the deep, opening beyond the reef
and my ears keep hearing
the crash of waves on the barriers. 

This grave is beautiful. 
My ancestors live here and call me. 




Fathomless

There is a fathomless ocean
and it swallows
as it kisses. 

In this sea, there are reefs with
edges that fall into steep holes. 
You can sit on the coral

dangle your feet into the precipice

let your ankles be nibbled
watch the shades of blue blur, 

listen to the man in the sea calling you to come to him

and you could dive into his cold, hard arms
sink into the endless story of his dark eyes
drink in his salt, 

lay down at the bottom of his bed

or you could wait for a current to take you away, 
pull you away from his embrace
pull you out further and further into the open

floating out, in the deep
arms spread out to the sun, 
hair skimming the surface

you may feel peace
may think you have let go
until you sense you are not alone

the swish and splash of a fin,
the glint of a mouth hungry for you
the tug on your locks, pull on your limbs

recalls you to him, reminds you

of the descent, the day you will be devoured, 
of the night you will surrender, the one time

you will stop treading, stop swimming

and allow yourself to drown, fathomless. 



La canzone della sirena

Continuo a ritornare

su un isola
inumidita dalla morte, cinta
da ossa di vite interrotte.

La luna è grande lì 
e muove le acque con un potente magnetismo. 
E di notte il fosforo fa capolino attraverso il mare —

gli occhi e le luci di una città annegata
si spargono su spiagge sabbiose
tanto amate da brochures turistiche.

Tutte le isole contengono i sussurri delle nostre anime
nelle foglie dei loro alberi costieri —
in perenne movimento, seguendo il battito del vento, risuonando avanti e indietro, come una testa che non trova pace su un cuscino insonne? 

O è solo questa terra
di sognatori ad occhi aperti
che avvolge la sua laguna
attorno ai miei piedi, e mi chiede di mangiare
con stupore e non svegliarmi mai?

È la morbidezza dell’aria
che mi intrappola come un’alga marina
languida e familiare prima di
divenire sconforto. Catturati, 

dall’umidità tropicale
i miei occhi non riescono più a vedere il profondo che si apre oltre la barriera corallina
e le mie orecchie continuano a udire
l’infrangersi delle onde sulle scogliere

Questa tomba è bella. 
I miei antenati vivono qui e mi chiamano. 




Incommensurabile

C’è un oceano incommensurabile
e ti inghiotte
quando ti bacia

In questo mare ci sono scogliere con
sponde che cadono in buchi scoscesi
Puoi sederti sul corallo

tenere i tuoi piedi a penzoloni sul precipizio

lasciare che le tue caviglie vengano mordicchiate
guardare le ombre dell’azzurro confondersi tra loro

ascoltare l’uomo nel mare chiamarti a sé—

e tu puoi immergerti nelle sue fredde e dure braccia
affondare nella storia senza fine dei suoi occhi scuri
bere nel suo sale

giacere distesa sul fondo del suo letto—

o puoi attendere che una corrente ti porti via
ti spinga lontano dal suo abbraccio
ti spinga sempre più lontano verso il mare aperto—

continuare a galleggiare, nelle profonde
braccia spalancate verso il sole
coi capelli che sfiorano la superficie

potrai trovar pace
potrai pensare che ti sei lasciata andare
finché ti accorgi di non essere sola—

i fruscii e gli spruzzi di una pinna
il bagliore di una bocca che ha fame di te
uno strattone nei tuoi riccioli, i tuoi arti tirati

ti rammentano che lui è lì, ti fanno ricordare

della discesa, del giorno in cui verrai divorato
della notte in cui ti arrenderai, della volta in cui
smetterai di camminare, smetterai di nuotare

E ti lascierai annegare, incommensurabile.




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PETER GIZZI [17.511] Poeta de Estados Unidos

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Peter Gizzi

Poeta, ensayista, editor y profesor. Asistió a la Universidad de Nueva York, la Universidad de Brown y la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo.
Fecha de nacimiento: 7 de agosto de 1959, Alma, Míchigan, Estados Unidos
Educación: Universidad de Búfalo (1997), Universidad Brown (1991), Universidad de la Ciudad de Nueva York (1986)
Premios: Beca Guggenheim en Artes Creativas, Estados Unidos y Canadá
Nominaciones: Premio Literario Lambda por Poesía para Hombres Gays

Obras 

Libros 

In Defense of Nothing: Selected Poems 1987 –2011. Middletown: Wesleyan, 2014
Threshold Songs. Middletown: Wesleyan, 2011
The Outernationale. Middletown: Wesleyan, 2007
Periplum and other poems, 1987 – 92. Cambridge, UK: Salt Publishers, 2004
Some Values of Landscape and Weather. Middletown: Wesleyan, 2003
Artificial Heart. Providence: Burning Deck, 1998
Periplum. Penngrove: Avec Books, 1992

Chapbooks y ediciones limitadas 

Vincent, Homesick for the Land of Pictures. Rotterdam, NL: Studio 3005, 2015
Marigold & Cable. Saint-Martin, France: Shelter Press, 2014
In the Air. Los Angeles: Manor House, 2013
Ode: Salute to the New York School 1950-1970. Tucson: Letter Machine, 2012
History Is Made at Night. Cincinnati: Students of Decay, 2011
Pinocchio’s Gnosis. Northampton: Song Cave, 2011
In Song & Story. Amsterdam, NL: Tungsten Press, 2010
Homer’s Anger. Paris: Collectif Generation, 2009
A Panic That Can Still Come Upon Me. Brooklyn, Ugly Ducking, 2006
From a Cinematographer’s Letter. London: Tolling Elves. 2004
Revival. New Haven: Phylum Press, 2002
Fin Amor. Oakland: Tougher Disguises, 2002
Chateâu If. Paris: Slacik Editions, 2000
Add This to the House. Cambridge, UK: Equipage, 1999
New Picnic Time. Buffalo: Meow Editions, 1995
Ledger Domain. Providence: Timoleon, 1995
Hours of the Book. Canary Islands, Spain: Zasterle Press, 1994
Music for Films. Providence: Paradigm Press, 1992
Creeley Madrigal. Providence: The Materials Press, 1991

Editing Projects

My Vocabulary Did This to Me: The Collected Poetry of Jack Spicer. Co-edited with Kevin Killian. Middletown: Wesleyan, 2008
The House that Jack Built: The Collected Lectures of Jack Spicer. Middletown: Wesleyan University, 1998
Exact Change Yearbook. Boston: Exact Change Publishers / Manchester, UK: Carcanet, 1995
o•blēk / a journal of language arts. 12 issues. Co-edited with Connell McGrath. 1987 - 93



QUE EMPIEZA CON UNA FRASE DE SIMONE WEIL

No hay mejor tiempo que el presente cuando lo hemos perdido todo.
Esto no quiere decir que la lluvia que cae con una cierta declinación a una velocidad variable carezca de propósito o diseño.
El todo presente está perdido en el tiempo, de acuerdo con las leyes de la física las cosas se desplazan cuando dejamos de percibir un presente, cuando ya no hay más todo.
No hay más presencia en todo lo que se ama.

En el modelo expansivo las cosas fluyen y todo lo que es mejor al presente se pierde en cuestión de nada.
El día se tapa de acuerdo a la gravedad y el bicho de la siembra marcha.
Una vez ido, la bisagra se quiebra, la puerta deja entrar una brisa, una brisa que depende de una gracia que se abre al aire, una velocidad atada a una arcilla que echa alas.
Todo cualquier cosa en su estación peculiar.

El sol se ilumina mientras se destiñe, atenúa el valor espectral en todo lo visto.
Y el caos no es un mejor modelo cuando estamos a la deriva.
Cuando hemos perdido una presencia cuando ya no hay más todo.
No hay presencia en todo lo que se ama que pierda cualquier cosa ante el presente.
Escuché el zumbido de una mosca. Escuché la naturaleza revelada, carros en la calle y la basura, huellas de un mundo, cada mosca una ventana perpetua, vida sin aleación, gling, pináculos de alquitrán.

No hay mejor todo que la pérdida cuando tenemos tiempo.
No hay mejor carencia en el presente que el todo.
En este modelo expasivo la lluvia cae de acuerdo a las leyes de la física, las cosas están a la deriva.
Y todo lo que es mejor al presente se va en cuestión de nada.
Una cierta declinación, una velocidad variable.
¿Es que no hay mejor presencia que la pérdida?
Una gracia que se abre al aire. No hay mejor tiempo que el presente.

Traducido por Gustavo Adolfo Chaves




A Panic That Can Still Come Upon Me

If today and today I am calling aloud

If I break into pieces of glitter on asphalt
bits of sun, the din

if tires whine on wet pavement
everything humming

If we find we are still in motion
and have arrived in Zeno’s thought, like

if sunshine hits marble and the sea lights up
we might know we were loved, are loved
if flames and harvest, the enchanted plain

If our wishes are met with dirt
and thyme, thistle, oil,
heirloom, and basil

or the end result is worry, chaos
and if “I should know better”

If our loves are anointed with missiles
Apache fire, Tomahawks
did we follow the tablets the pilgrims suggested

If we ask that every song touch its origin
just once and the years engulfed

If problems of identity confound sages,
derelict philosophers, administrators
who can say I am found

if this time you, all of it, this time now

If nothing save Saturdays at the metro and
if rain falls sidelong in the platz
doorways, onto mansard roofs

If enumerations of the fall
and if falling, cities rocked
with gas fires at dawn

Can you rescind the ghost’s double nakedness
hungry and waning

if children, soldiers, children   
taken down in schools

if burning fuel

Who can’t say they have seen this
and can we sing this

if in the auroras’ reflecting the sea,
gauze touching the breast

Too bad for you, beautiful singer
unadorned by laurel
child of thunder and scapegoat alike

If the crowd in the mind becoming
crowded in street and villages, and trains
run next to the freeway

If exit is merely a sign

Peter Gizzi, “A Panic That Can Still Come Upon Me,” in The Outernationale




Hypostasis & New Year

For why am I afraid to sing
the fundamental shape of awe
should I now begin to sing the silvered back of
       the winter willow spear
the sparkling agate blue
would this blade and this sky free me to speak
      intransitive lack –

the vowels themselves free

Of what am I afraid
of what lies in back of me of day
these stars scattered as far as the I
what world and wherefore
will it shake free
why now in the mind of an afternoon is a daisy
      for a while
flagrant and alive

Then what of night
of hours’ unpredicated bad luck and the rot
       it clings to
fathomless on the far side in winter dark

Hey shadow world when a thing comes back
comes back unseen but felt and no longer itself
       what then
what silver world mirrors tarnished lenses
what fortune what fate
and the forms not themselves but only itself the sky
by water and wind shaken
I am born in silvered dark

Of what am I to see these things between myself
       and nothing
between the curtain and the stain
between the hypostatic scenes of breathing
and becoming the thing I see
are they not the same

Things don’t look good on the street today
beside a tower in a rusting lot
one is a condition the other mystery
even this afternoon light so kind and nourishing
a towering absence vibrating air

Shake and I see pots from old shake
       and I see cities anew
I see robes shake I see desert
I see the farthing in us all the ghost of day
the day inside night as tones decay
       and border air
it is the old songs and the present wind I sing
and say I love the unknown sound in a word

Mother where from did you leave me on the sleeve
       of a dying word
of impish laughter in the midst my joy
I compel and confess open form
my cracked hinged picture doubled

I can’t remember now if I made a pact with the devil
       when I was young
when I was high
on a sidewalk I hear “buy a sweatshirt?” and think
buy a shirt from the sweat of children
       hell
I’m just taking a walk in the sun in a poem
      and this sound
caught in the most recent coup

Peter Gizzi, “Hypostasis & New Year” from Threshold Songs.







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WALLY SWIST [17.512] Poeta de Estados Unidos

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Wally Swist

Wally Swist (Nacido en 1953) es un poeta americano y escritor. Es más conocido por sus poemas sobre la naturaleza. Una espiritualidad sin trabas a ninguna religión específica impregna gran parte de su obra. Es también un erudito independiente.

Swist nació el 26 de abril 1953 en New Haven, Connecticut. Estudió en la Universidad de Yale comunidad 1973 hasta 1980. Actualmente tiene su hogar en el sur de Amherst, Massachusetts.

Libros de poesía:

Invocation, Beaumont, Texas: Lamar University Literary Press, 2015.
Velocity, Chicago, IL: Virtual Artists Collective, 2013.
Huang Po and the Dimensions of Love, Carbondale, IL: Southern Illinois University Press, 2012.
Winding Paths Worn through Grass, Chicago, IL: Virtual Artists Collective, 2012.
Luminous Dream, Cave Spring, GA: FutureCycle Press, 2010.
Veils of the Divine, Newtown, CT: Hanover Press, 2003.
The New Life, Hartford, CT: Plinth Books, 1998; Second Edition, 2003.
For the Dance, Easthampton, MA: Adastra Press, 1991.
New Haven Poems, Hamden, CT: Connecticut Fireside Press, 1977.



ELEGÍA

Esos pensamientos
en medio de la noche
que te llevaron a la muerte

persisten en la oscuridad
como los rastros
de un arma humeante.

Si nuestras penas pudieran
llevar una tonada, la oscuridad
zumbaría con ella.



MANOS AMIGAS

Algunos días valen la pena.
Te apretás a besos
con tu esposa.
Hasta el jefe sonríe.
Agarrás el jarrón de cristal
justo antes de que caiga al suelo.
El problema con tu carro
es una faja de ventilación suelta
no el motor.
El dolor en tu pecho
se ha ido inexplicablemente.
Los rostros de la gente brillan
cuando ven a tu perro
asomándose
por la ventana del asiento trasero,
sus orejas agitadas
por el viento.
Por primera vez, escuchás
una voz interior.
Te incita a andar
el largo camino de vuelta a casa.
La canción del jilguero
suena desde un árbol cercano.
Dejás que tu imaginación
te lleve a lugares,
como si manos amigas
de pronto se volvieran alas.



SOPHIE

se arrastra por la sala
en sus chancletas.

Habla sola
en polaco y en inglés.

Te pregunta la hora,
y qué hay de desayuno,

de almuerzo, de cenar.
Te pregunta cómo estás,

y rara vez sale afuera.
Años de drogas psiquiátricas

han hecho que su lengua le cuelgue.
Incluso después de su única mastectomía

aún guarda su dinero
amarrándolo alrededor de su cuello

en un rollo bajo su bata,
en el surco entre sus pechos.

Ella le halla un sentido al mundo.
A veces incluso canta.



HERENCIA

Simplemente, lo que mis padres enseñaron
desde los primeros
trazos del alfabeto
practicados sobre tablas para escribir,
adornos ejemplares
del método Palmer,
una ética de clase trabajadora,
y libros—
que me han llevado
en largas caminatas
al lugar donde las hojas
están rociadas
de luz.

(Tomados del libro The New Life, Plinth Books, 1998. Traducción de G. A. Chaves.)




My Friends, the Bees

for John Maziarz

The winter night you helped me
untie the mattress from the top of the car,

and we carried it upstairs, all you said was:
We will find a river.  With that I was alerted

to the currents that flowed inside you.
Then into spring and through fall, you held

ladders, while I painted tall Victorian peaks
and gripped the shutters you handed to me;

more than just the stickiness of paint between us.
You began stories with Well, yass,

and I followed you coon hunting over expanses
of swamp abundant with pussy willow.

You would punch the time clock the next morning
at the factory, spent, but full of the river

you had found. That next spring at dusk,
when the smell of damp earth rises, you led me

to the abandoned servants’ quarters, only days
before a doctor’s diagnosis of cancer, and there,

where a broken water pipe made a right angle
over the blossoming hawthorne, came the dripping

from the hive, that first covered your index finger,
then flowed over your entire hand with a buzzing

that matched the quiver in your voice,
when you declared, My friends, the bees.



Revisiting Haskins’s Flats

The land is not exactly unchanged,
since the woods have grown in where there was a back meadow.

However, the brook is still visible,
if not more so, since the trees have been taken down along the banks,

with a significant beaver lodge
near the bridge that crosses the road.  Wild turkeys come down into

the back meadow for feed,
and I understand deer come for the salt lick that has been placed there.

I was magnetized by the pull that
still exists for me of the aura of the paradisal green space of the land,

which is that hallowed glade.
The sign for the meadow, where I would walk is weathered and illegible;

although the significant thing
is that the land exists at all, especially with the amount of thoughtless

development in town.  Just driving
by, was traveling back in time for me.  My yellow Labrador and me

sauntering the meadows and the fields,
beside the curves and meanders of the brook, the woods on the knoll

and the ridge.  For an hour this afternoon,
that time in my life revolved right before my eyes. Only less than nine

miles from Haskins’ Flats to where
I live now in the farmhouse in South Amherst: all those years, and just

fifteen minutes fill in the decades
in between.  However, in experiencing the present moment, I feel more

grounded in having made my visit,
as if time, and my life, has broadened and deepened, cut into the earth

like Cushman Brook’s
doglegs guiding the rush of the water through its course over the land.



Panegyric

From one Taurean to another,
I know well about being drawn to the earth.

Yes, there is a gravity found in those born
under the sign of Taurus, grounded in

their stubbornness.  What has been
fortuitous is the serendipity of your voice

that has delighted me every morning.
I will miss you—and your essence: always

the dance, that chaconne of celebration,
the broad sweep of Rimsky-Korsakov’s

Scherazade. May the graces always buoy
you, and carry you through your life

out of any strife—from one incandescence
to another; and may you continuously rise

above any discord by
moving about, as you do, so harmoniously.




Rogue Robin

The banging half-awakens me enough
to check the clock on the stand to
verify my intuition that it is 5:00 a.m.

Then moments later there is another
louder muffled rap on the glass of
the window closest to my bed where

the territorial robin attacks the image
of himself reflected in the clear glass.
An hour later, he is at it again, with

the increased fluttering of his wings
beating against the window; and in
yet another hour, I am fully awake

and rise to greet the day, the thorny
irritant of the rogue robin providing
an initial challenge. Sometimes he

will have seen me dress, and will fly
into the Norway spruce in front of
the window, turn around, then dive

into the glass, where I will have
placed my hand on the other side
of the window, which he responds

to by opening his beak, the feathers
on the top of his head ruffling
in anger, as the bird slides down

the glass to the porch floor,
not at all defeated but reinvigorated
by the human confrontation he has

elicited, undaunted in his attempts
at protecting what he has assumed
to be his turf from any other robin,

which then insures his right to breed
with any female that passes into his
particular apparently limitless glen.

Mostly, nature, and its flora and fauna,
offer us the beneficence of what is our
discovery of the perennial wonder

of what it opens within
ourselves, and in doing
so, the awe it inspires in us leads

to our experience what
it is to be more fully
conscious; however, when what we

see in nature expresses itself
as despicable, which reflects our most
deplorable characteristics as humans,

it is nothing less than provoking
in that it reveals the lowest chakras
and their power over us, when their

energy is misused, especially in
injuring others. This morning, as I
walked onto the porch, with the intent

of swatting the robin away
from the window by using the bristle-end
of the broom, the bird flew off warily,

only to then zero in on another
male robin in his district, and to viciously
fly into that bird, mid-flight, the way

he practices diving into the window
glass, with such force, the other robin
was nearly knocked to the ground,

when it gathered itself,
mid-air, to fly on, with
the avian drone of the rogue robin,

persecutor and projectile, pursuing
its own image, while driving it
into another part of the farm yard.




On the Wings of Angels

Charley, the younger brother, washed the dishes, and Yiffey
was the pot washer and the kitchen’s rudimentary prep person.

They were what are now called developmentally-challenged,
but they were not always on time for work but they also never

missed a day. Charley, the tall one, cigar in mouth, crew cut
standing up on the back of his bald pate, although quiet, once

told the waitress, Ruth, that he could see through the skirt
of her white uniform when the sun shone through the rear

window a certain way when she was standing at the front
of the dishwashing station, where the trays were unloaded

and broken down from the tables in the lounge. She was Joe’s
girl, although a decade older, and he was First Cook, behind

Pinky Lee, the Danish Chef, known for his humor, charm,
and the piquant richness of his excellent sauce Hollandaise.

Charley frightened her, as he put a scare into everyone, and she
later told Joe that since that day she always wore a slip to work.

Yiffey often washed the heavy-laden metal pots in the large
sink beside the ovens toward the rear of the kitchen, or where

he would be given relatively simple food preparation, such as
shucking oysters, or peeling shrimp, where there was a window

just above his work station, which he would often gaze upwards
to, and where he would often fold his arms up at the elbows,

as a crane might, and beat his hands rapidly, then begin
to croon the gospel song made famous by the Stanley Brothers,

his eyes shining with an otherworldly a light, flying heavenward,
while singing, On the wings of angels headed home.




A Mystical Unfoldment

You suggested that I read the excerpt
of this chapter, and even knew

the page numbers, 254-255, in which
Franklin Merrell-Wolf describes,

with specificity, how he manifested
higher consciousness.

When I opened my copy of the book
upon returning home, I saw that

I had those pages bookmarked with
the image of the painting, Summer,

from the series, The Seasons, by
Edward Burne-Jones, who epitomized

late 19th century romantic style.
The bookmark is more a statement

of myself, and the cosmology
of Merrell-Wolf certainly your own

philosophical credo;
but what synchronicity to have found

the passage bookmarked, and that it
had sung to me enough that I intuited

a need to indicate what I possessed
as the foresight to know I would not

remember it, even though I believed
I thought it was what I understood

and that I would never forget it. These
words are closer to your mathematical

mind, although they do hold resonance
for me, especially since it is Zhuangzi

who intimated that any degree
of breakthrough into the transcendent

toward the eternal, in which
you became one with everything, did

require bringing this within one’s heart.
My old mentor, Joseph Campbell,

spoke about that in regard to the fourth
chakra as the Sacred Heart of Jesus,

which is effectual a raison d’être as there
is, appears as facetious in this irreverent

world. Although it was Carl Jung that
said, after a long life of seeking

the eternal, that he thought he might
have reached the fourth chakra, what is

only emblematic of the paradigm of love.
Merrell-Wolff is the one who actualizes

the breakthrough in writing about what
he has experienced, but if you want to

live in that constancy, such a breakthrough
necessitates nourishing the day-to-day life

of the heart, of accepting the implausibilities,
such as living in the world

and being able to tend to the discomfort
of ourselves, and of others, with nothing

but the grace of what you describe as
the kernel of light, that agility within us

regenerating what is unresponsive
that expands our hearts in forgiveness.




In Memory of Galway Kinnell

Opening the door
this morning, I hear the rush of traffic beyond the tree line

of gold-yellow oaks and crimson maples, the glass
of the door beaded with the melted late October frost—

remnants of what those of us in the world have shed
in your passing.

Nearly forty years ago, I remember you sitting at a round
table of a Chinese restaurant, named Blessings,

in New Haven, with myself and others for a poetry reading
you were to give, and as it came to my turn to request

a poem that you might read later that spring evening—
the trees dropping blossoms across the sidewalks along

Linden Street—I asked for “The River that Is East,”
the one you wrote that regards Hart Crane.

You read that poem, among others, that evening,
the all-so-familiar shock of hair falling onto your forehead

that you would push back with the fingers of one hand,
to the delight of your audience,

Galway, always handsome as your poems were perennially
sturdy with their resonant humanity.

The question now remains is
that how can the fires of your loss staunch

the ensuing darkness other than
the words you bequeathed to us and that burn within us—

the trail of which is laced with drops of melt
that we brush on the branches of the winterberry tree,

of which we shake from our dampened
sleeves, reminding us of just how a branch snaps back

on a sunny afternoon after heavy
snow, leaving a whitened ghost hovering in the air, or

when we bend down to
notice a single glove lost by someone hurrying through

the storm, and recognize our own losses,
those ragged flags that blow as do the curtains drawn

out in the gale through the open windows of the heart,
alerting us to the lightning flash

of our very being that also
marks your death, not dissembling into the incorporeal,

beyond the gold-yellow and crimson trees
and that white line the horizon holds, then relinquishes.




My Better Angels

I will need to be satisfied with knowing
you from afar, which only makes seeing
you today more of a delight than

I can adequately express. Please excuse
my candor: but if you should ever be
possessed with the not-so-wild notion to

want to see me, then it is my hope that
you may allow yourself to be carried
away by such an incandescent idea

as that, and to act on it, with, I may add,
any amount of abandon. You are just
someone that I am unable to help being

drawn toward, and to the encrusted
honeyed nature of the hive that is your
soul.  I am not asking you to understand,

but I am appealing to your capacity
for possibly not passing judgment on me,
especially since the angels of my better

nature appear to be holding me back, but
apparently I am giving them quite a struggle
in wresting away their magnificent hands.







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