Hafez de Shiraz
Hafez-e Shirazí, o simplemente Hafez, (en persa: حافظ شیرازی), (Shiraz, actual Irán, 1325 - Shiraz, actual Irán, 1389) Poeta persa. Nacido como Mohammed Shams od-Din, su sobrenombre literario de Hafez («preservador» en árabe) responde a que conocía de memoria el Corán.
Fue místico sufí y, ocasionalmente, poeta de la corte. Siempre ha existido un aire de misterio y leyendas alrededor de la vida de Hafiz, tal vez porque se han conocido muy pocos detalles de la misma.
Shams ud-Din Mohamad Hafez nació en Shiraz, capital de la provincia de Fars, alrededor del año 1320. Habían transcurrido unos sesenta años de la captura y saqueo de Bagdad llevada a cabo por Hulagu Kan, apenas un siglo de la muerte de Ibn Arabi (1240), cincuenta años del fallecimiento del gran poeta místico Yaial ud-Din Rumi —Mowlavi o Meviana— (1273), y algunos menos de la desaparición de su conciudadano, también eminente lírico, Saadi (1291 ó 1292). Por entonces, la poesía persa había alcanzado altas cumbres, tanto en la épica romántica (Nizami), como en el matnavi, el rubai, la qasida (Anvari), y el verso gnómico. Hafez, con todo, halló un terreno propio en el que destacar,
pues apenas cultivó la qasida y el rubai, eligiendo, en cambio, el gazal, al que se entregó y renovó.
Poco se sabe de la vida de Hafez, seudónimo que significa el que sabe de memoria el Corán, y al que también se llamó «lengua del imperceptible» e «intérprete de los secretos», pero sí que fue un hombre instruido. Contando con pocos haberes, empezó por trabajar en una panadería, y pronto su deseo de saber lo llevó a las escuelas más famosas de su ciudad natal, donde adquirió conocimientos de las ciencias musulmanas enseñadas por entonces.
Fue también un experto en caligrafía y, al parecer, para su sustento, transcribía poemas de otros, lo que no le impidió desarrollar y perfeccionar su genio. Por otra parte, en ocasiones, solicitó el favor de patronos ricos, sin que eso supusiera sometimiento alguno, de modo que los tiempos de inseguridad y súbitas catástrofes en que vivió no nublaron su fama.
Cuando nació Hafez, Shiraz formaba parte de los dominios de Sharaf ud-Din Mahmudshá de la dinastía Inju, feudo del mongol Uljaitu y después de su sucesor Abu Said. La muerte de éste último, acontecida en 1335, otorgó al joven Hafez su primera experiencia del tránsito de la gloria terrena, pues su sucesor, Arpa Kan, condenó a muerte inmediatamente a Mahmudshá, acontecimiento que provocó una lucha por el poder entre sus cuatro hijos, que, sucesivamente, perecieron de modo violento. Keijosro fue el primero, en 1339, y, al año siguiente, Mohamad le siguió a la tumba. Mientras tanto Shiraz pasó a
manos de Pir Husein, el príncipe Chupanida con el que Mohamad había conspirado y que, como recompensa, le había dado muerte, si bien el populacho, enfurecido, lo echó.
Masudshá, el mayor de los hijos de Mahmudshá, cayó víctima de una intriga en 1343 y, tras un nuevo brote de violencia, Abu Ishaq, el menor de los hermanos, logró al final establecer su autoridad en Fars.
Abu Ishaq, tras asegurarse el dominio de Shiraz y Fars, intentó extender sus posesiones a Yazd y Kerman, motivo por el cual entró en conflicto con la dinastía vecina de los Muzafaridas. Por dos veces pretendió arrebatarles Kerman, pero fracasó en ambas. Un tercer intento acabó en franca derrota (1352). Su enemigo, Mubarez ud-Din, se lanzó entonces a la ofensiva y, en 1353, se apoderó de Shiraz y, posteriormente, de Ispahán, mandando matar a su tenaz opositor.
A la ciudad de Shiraz no le gustó el cambio de señor, pues Mubarez ud-Din era un suní fanático que, entre otras cosas, hizo cerrar las tabernas. De todos modos su dominio duró poco tiempo pues, en 1358, durante una expedición militar que le había merecido ganar la posesión de Tabriz, fue hecho prisionero y, cegado por su propio hijo Sha Shoya. Murió en 1364. Hafez no pidió el favor del austero Mubarez ud-Din, si bien, en dos poemas, hizo el elogio de su primer ministro Burhan ud-Din Fath Al-lah.
Sha Shoya gozó de un reinado relativamente largo, aunque su hermano Sha Mahmud, que gobernaba en Abarquh e Ispahán, se alió con Uwais, el gobernador de Bagdad, y tras poner asedio a Shiraz, se apoderó de la ciudad, para perdería poco después. Al morir éste, en 1375, Sha Shoya tomó Ispahán. Mientras tanto, tras diez años de guerras, Tamerlán invadió Jo rasan en 1380-81 y en dos años dominó Gurgan, Mazandarán y Seistán. Sha Shoya compró entonces su favor con regalos y una hija, pero murió en 1384.
Durante el reino de Sha Shoya, el genio de Hafez vivió sus años de culminación. Siendo aquel un hombre más liberal que su predecesor, creó las condiciones para el desarrollo de los talentos. Aunque se dice que las relaciones entre el poeta y su patrono no siempre fueron cordiales, Hafez compuso para él diversos poemas, en cuatro de los cuales lo inmortalizó y escribió además una necrológica para su epitafio. Antes de morir, Sha Shoya nombró a su hijo Zain al-Abidin para gobernar Shiraz, pero éste, ante la oposición de su primo Sha Yahya (al que Hafez mencionó en cinco poemas), abandonó. Poco después, en
1387, Tamerlán llegó a las puertas de Shiraz y tomó la ciudad, ejecutando a todos los muzafaridas. El poeta no llegó a ver el terrible final de la estirpe que lo había apoyado.
Murió en 1389 (o en 1390) y acaso descubrió entonces aquel enigma que leía en una copa de esmalte azul. Hoy yace en la rosaleda de Musalla, a orillas del río Roknabad, tan celebrado en sus poemas.
Traducción: Clara Janes
¡QUE SIGA LA COPA!
¡Oh escanciadora, haz que la copa siga la rueda y llegue a mis manos!
que el amor pareció primero fácil, después se presentó lleno de obstáculos.
El perfume que el viento de Saba liberar quiere de aquel bucle,
la onda almizclada de su lazo, ¡qué hervor en el corazón infunde!
La noche oscura y el miedo de la ola y el remolino pavoroso...
¿Cómo saben los ligeros de carga de la costa nuestra suerte y modo?
Do mora el Alma1 de las almas, no es seguro para mí el recreo,
en tanto, sin cesar, la campanilla clama: preparad las literas del camello.
Si el mago anciano lo aconseja, la alfombra de oración tiñe con vino,
que el que sigue la vía no ignora las costumbres de las etapas ni el camino.
Por egoísmo, toda mi obra alcanzó mala fama en el extremo último.
¿Cuándo el secreto que convoca tertulias, puede quedar oculto?
Si una presencia ansias, Hafez, no ausentes tu persona:
cuando la vista alcances del que anhelas, el mundo deja y abandona.
LA CLAVE DEL TIEMPO
Si aquel turco de Shiraz mi corazón deleitara,
por su lunar hindú le daría Bujara y Samarcanda.
Sírveme vino, escanciadora, que en el paraíso no hallarás
las riberas del Roknabad ni el jardín de Mosalá.
Estos gitanos alegres, dulces agitadores de la ciudad,
como los turcos los banquetes, saquearon mi corazón de paz.
Para nuestro pulcro amado no es un amor tan imperfecto:
agua, color, lunar, retoques, ¿para qué los quiere el rostro bello?
Yo, por la hermosura creciente de José, sabía
que amor del velo de inocencia a Zulaika privaría.
Insúltame y maldíceme a placer, que por ti rezo.
¿Merece respuesta amarga el labio granate y bello?
Deja la clave del tiempo, e indaga y habla de vino y juglaría:
nadie, merced a la ciencia, desveló ni desvelará este enigma.
Escucha, alma mía, esta advertencia: más que por el alma,
los jóvenes dichosos por el consejo del sabio anciano claman.
Puliste la perla del poema, Hafez, alegre ven y canta,
que el firmamento, en tus versos, el sartal de las Pléyades desgrana.
HAY UNA TIERRA
Vuelve al jardín la fortuna de tiempos de juventud,
el ruiseñor de dulce voz recibe de la rosa la buena nueva.
Oh céfiro, por mí saluda a las plantas de olor, al ciprés
y la rosa, si llegas a las púberes hierbas de la pradera.
Si entonces aparece el joven mago, vendedor de vino,
trocaré mis pestañas en escoba del umbral de la taberna.
¡Oh, tú, que de ámbar puro en tu cara de luna pintas un mazo,
no siembres de inquietud mi desorientación y pena!
Temo que aquellos que se ríen de los que beben posos
pierdan la fe en la labor de las tabernas.
Sé compañero de los hombres de Dios, que en el arca de Noé
hay una tierra que un diluvio ni una gota de agua considera.
Sal de la casa giratoria y pan no pidas,
que esta tacaña mata al final al que invitado era.
No sabrás ni un detalle de los misterios de la existencia,
mientras no estés desorientado en el círculo de la existencia.
¿Es necesario llevar hasta el cielo el palacio?
Para todos, el lecho es al final un puñado de tierra.
Oh luna de Canán, el trono de Egipto ya posees,
hora es de despedirse de la cárcel y salir de ella.
No sé qué intenciones escondes en la punta del bucle
que tu pelo agitado a almizcle perfumea.
Oh Hafez, bebe vino, sé alegre, entrégate a la bohemia,
mas el Corán en trampa de hipócritas no conviertas.
EL CANTO DE VENUS
Ve, céfiro, y di a aquella esbelta gacela
que a la montaña y al desierto nos ha guiado.
¡Larga sea tu vida, vendedor de dulces!
¿Por qué olvidaste aquel loro golmago?
¿Debido a tu belleza altiva, oh rosa,
no preguntaste por el ruiseñor enamorado?
Con humor ufano, a los gnósticos se atrae,
al ave sabia, ni con trampa ni con grano.
Cuando te sientes a beber con el que amas,
recuerda a los que intentan brindar con él en vano.
¿Por qué en su cumbre, los de cara de luna
y negros ojos parecen ignorarnos?
Tu rostro hermoso carece de defectos,
mas de lunar de amor y de fidelidad no veo trazo.
Dice Hafez: en el cielo no es de maravillar
que el canto de Venus a Jesús haga bailar.
EL SECRETO OCULTO
¡Huye de mí el corazón! ¡Dueños de los corazones, os conjuro!
¡Qué sufrimiento: se hará visible el secreto oculto!
Navegantes somos, ¡oh, viento favorable
haz que veamos de nuevo el rostro conocido!, ¡levántate!
En la rueda giratoria sólo hay diez días de fábula y hechizo,
con bondades para los amigos, apúralos, amigo.
¡Oh señor de la grandeza, de tu salud haz donativo
y recuerda algún día a este derviche mísero!
La paz entre los dos mundos, en dos palabras se ha resumido:
con los amigos ser caballeroso, contemporizar con los enemigos.
¡Mira!, el espejo de Alejandro es la copa de vino
que pone a tu alcance el territorio de Darío.
No te rebeles, que, debido a sus celos tal vela arde el Amado,
aquel en cuya palma se torna cera el basalto.
En el círculo de la flor divina, anoche, el ruiseñor canto bien.
Los que estáis ebrios, despaertáos, saciad el ansia con vino del amanecer.
Aquel sabor amargo que el sufí nombró madre de las maldades,
para nosotros, más que el beso de doncella, es dulce y agradable.
Entrégate al placer y a la ebriedad en tiempos de pobreza,
que al mendigo comvierté en Coré7 esta alquimia de existencia.
Esas bellezas de lengua persa fuentes son de la vida.
Oh escanciadora, a los persas ancianos, dales albricias.
Donde reinan los de buena fama, pasar no nos dejaron.
Si no te gusta, modifica el sino predestinado.
No por su voluntad vistió Hafez un manto manchado de vino.
¡Oh maestro sin mácula, en esto sé benigno!
UN FUEGO
El Fuego del corazón prendió en el pecho y ardió doliente por el Amado.
Un fuego había en la casa que la morada quemó.
La distancia del Amado hizo arder mi cuerpo.
Separado de su rostro, un fuego mi alma quemó.
Como el cuenco, se rompió de arrepentido mi corazón.
Sin vino ni copa, tal tulipán, mi corazón se quemó.
Mira arder mi corazón, mira el fuego de las lágrimas.
El corazón de la vela, como mariposa, anoche, de compasión se quemó.
Acaba la discusión y vuelve, que mi pupila,
quitándole el manto suyo, dando gracias lo quemó.
Todo el que vio la cadena anudante de tus rizos
se enardeció y, por mi locura, se quemó su corazón.
No es raro que de mí se compadezca el conocido:
cuando me fui de mí mismo, el corazón del extraño se quemó.
El agua de la taberna se llevó mi manto de abstinencia,
el fuego de la taberna mi casa de inteligencia quemó.
Bebe vino, Hafez, y olvida ya la leyenda,
que de noche no dormimos y, por amor a la fábula, la vela se quemó.
¡VUÉLVETE!
El cáliz en la mano, llegó mi amado al convento de los magos
ebrio de vino y los comensales ebrios de su ebrio narciso.
De su caballo, en la herradura, creciente la luna clara;
y por su altura, del cedro la altura baja.
Se levantó, y la vela de los corazones de todos se sentó.
Él se sentó, y el grito de los contempladores se levantó.
La algalia emite alto perfume, pues se enrosca a su bucle;
El khol dibuja un arco, que el de su ceja asume.
Mas ¿por qué digo soy, si de mí mismo no he noticias?
Y ¿por qué digo no es, si con él tengo la vista?
Vuélvete, y que la vida en fuga de Hafez vuelva,
Aunque la flecha que salió del pulgar nunca regresa.
A MEDIANOCHE
Con los rizos al viento, perlado de sudor, riente y ebrio,
camisa desgarrada, entonando una oda y la copa en la mano,
los ojos pendencieros, la ironía en los labios,
a media noche, junto a mi lecho se sentó.
Acercó la cabeza a mi oído y en un tono triste
dijo: mi inquieto enamorado, ¿tienes sueño?
El amante al que ofrecen de noche un vino tal,
¡que adore el vino o en el amor sea pagano!
¡Vete, devoto, no te metas con los que beben posos!,
que otro don no les fue concedido el primer día.
Bebimos cuanto derramó él en nuestra copa,
ya fuera vino peleón o del tonel del paraíso.
Como en el caso de Hafez, ¡cuántos arrepentimientos han quebrado
la copa del vino y su sonrisa, y los bucles del amante con sus lazos!
LA COPA DE CRISTAL
Florece la rosa, y el ruiseñor se embriaga.
Acudid, sufíes que adoráis el vino.
La base del arrepentimiento como piedra es firme.
Asombraos: la copa de cristal la ha destruido.
En la corte de la opulencia, lo mismo sea el rey,
que el alguacil, que el ebrio... ¡Trae vino!
De este caravasar con dos puertas hay que partir:
techo y tejado de la vida, alto o bajo es lo mismo.
Morada y rapto de gozo sin sufrir no se alcanzan,
si el primer día el sufriente estrecha vínculos.
Tengas o no, no sufras y sé alegre, pensamiento,
la no existencia es el final de cuanta perfección ha sido.
La gloria de Asef,9 el caballo de viento10 y entender a los pájaros...
todo lo llevó el viento, y quedó el señor desnudo en el vacío.
Pues la flecha lanzada se elevó un rato y volvió a la tierra,
con ala y pluma no te desvíes tú del camino.
La lengua de tu pluma, Hafez, ¿cómo puede dar gracias,
si va pasando de mano en mano el don de tus palabras?
LOS FIELES DEL CORAZÓN
Cuando oigas la palabra de los fieles del corazón, no digas que es un error.
Tú no eres un entendido en la palabra, éste es el error.
Mi cabeza no se inclina ante este mundo ni el otro.
¡Dios sea loado por las rebeliones de nuestra cabeza!
No sé quién habita en el interior de mi corazón cansado,
apagado estoy yo, pero él, en gritos y alborotado.
Mi corazón se ha salido de tono, ¿dónde estás, juglar?
Gime, que en este tono prospera nuestro afán.
Por las cosas de este mundo nunca tuve inclinación.
Tu rostro lo embelleció ante mis ojos.
Por la ilusión que alimento no he dormido.
Tengo la sed de cien noches, ¿dónde está la casa del vino?
Ya que ha enturbiado el cenobio, de mi corazón, la sangre.
Estaréis en lo cierto si me laváis con vino.
Por esta causa me quieren los magos del convento:
aquel fuego nunca se extingue en mi corazón.
¿Qué instrumento tocaba el juglar en aquel tono,
que la mente todavía está llena de su eco?
Anoche la llamada de tu amor resonó dentro de mí.
El ámbito de tu pecho, Hafez, está lleno de sonido.
EL PALACIO DEL DESEO
El palacio del deseo tiene cimientos muy frágiles, ven,
trae vino, que están en el aire los cimientos de la vida.
Esclavo soy del virtuoso que, bajo este índigo círculo,
exento está de albergar los colores del apego.
Un consejo te doy, aprende y aplícalo,
pues este dicho recuerdo de mi maestro:
«No esperes que tan frágil mundo cumpla con su compromiso.
Es el novio de mil novias ese anciano.»
Anoche, hallándome en la taberna, ebrio y desastrado,
¿sabes qué nueva me dio el ángel del misterio?
«¡Oh, tú, de alta mirada, halcón real que habitas en el árbol del séptimo cielo,
tu morada no es este rincón de sufrimiento!,
desde la alta torre del trono, te están llamando.
¿Qué te sucede? ¿Tan hondo has caído en esca trampa?»
No acojas la tristeza del mundo y no olvides mi consejo,
pues uno que está en la vía esta máxima me dijo:
«Confórmate con lo que tienes, desata el nudo de tu ceño,
no está abierta para ti ni para mí la puerta de la elección.»
De fidelidad y de compromiso, en la sonrisa de la flor no hay indicios.
¡Emite una queja, ruiseñor sin corazón, que este es el lugar del grito!
¿Por qué, pues, envidias a Hafez, mal rimador?
El gustar y la gracia del verbo son un don de Dios.
TU SOMBRA DE CIPRÉS
Sucumbieron tus cabellos en manos de la brisa,
de dolor se ha partido en dos mi loco corazón.
Tu ojo hechicero a la negrura del alba es semejante,
¡mas ay!, esta copia, ¡cómo ha languidecido!
¿Sabes qué es aquel punto negro que tu bucle enlaza?
El punto es de tinta, caído en el círculo del yim.
En el paraíso de tu cara, tus negros rizos perfumados
son como un pavo real en el jardín de la gracia.
Sumido en el deseo de tu rostro, oh Bienamado, mi corazón
es la tierra que la mano del viento arroja en el camino.
Este terrenal cuerpo elevarse no podrá como polvo
ni alejarse de tu alcance, pues ha caído muy grave.
Tu sombra de ciprés en mi forma, oh tú, el de hálito de Cristo,
reflejo es del espíritu que en los pútridos huesos ha caído.
El que sólo en la Caba tenía su morada, recordando tus labios,
veo que en el umbral de la taberna se ha afincado.
Hafez por ti de pena se extravía, oh buen amigo:
es un pacto eterno en época remota concluido.
MI DESMEDIDA AMBICIÓN
Decirte cómo está el corazón es mi deseo.
Recibir noticias del corazón es mi deseo.
Mira mi desmedida ambición: descubierta la historia,
ocultarla a mis rivales es mi deseo.
En la noche de Gadr, tan noble y tan amada,
dormir contigo hasta el alba es mi deseo.
¡Oh, qué perla tan fina!,
en la noche oscura, pulirla es mi deseo.
Eh, viento de Saba, esta noche ayúdame,
que al alba llenarme de asombro es mi deseo.
Borrar con las pestañas el polvo del camino,
por mi honor, es mi deseo.
A pesar de tanta estulticia, como Hafez
entonar versos de ebriedad, es mi deseo.
NO TE SIENTES SIN VINO NI AMANTE
La rosa junto a mí, vino en la copa, a vista del amado;
en un día tal, el rey del universo se vuelve mi esclavo.
Todo mi oído está en el son de la flauta y la música del arpa.
Mi ojo todo, en su labio granate y en la copa que baila.
En nuestro credo, oíd, lícito es el beber vino,
mas, oh floral ciprés, sin tu rostro es ilícito.
Para este encuentro al cenáculo no traigas vela,
que esta noche la luna de su rostro está llena.
Del sabor del terrón y del azúcar no digas nada,
porque ese labio suyo tan dulce a mí me sacia.
Y ahorrad el perfume cuando juntos estemos,
que, sin cesar, nos halaga el olfato su cabello.
Mientras mi corazón guarde el tesoro de la tristeza que me causas,
un rincón de la taberna será siempre mi morada.
Bebedores de vino, bohemios, jugadores con los ojos somos,
y en esta ciudad, ¿quién es el que no es como nosotros?
No habléis con el alguacil de la culpa nuestra,
también es su intento el beber sin tregua.
Hafez, no te sientes sin vino ni amante instante alguno:
día es del jazmín, día de la rosa y fiesta de ayuno.
LA VIRTUD DE LOS DERVICHES
El supremo paraíso es el retiro de los derviches.
El crisol de la grandeza es servir a los derviches.
De la clausura el tesoro tiene extraños talismanes,
su clave es la generosa mirada de los derviches.
El palacio del paraíso cuya puerta Ridván guarda
es una imagen tan sólo del prado virginal de los derviches.
Aquello por cuya luz el corazón negro se torna oro
es la alquimia que se gesta en la voz de los derviches.
Aquello ante lo cual pone el sol su corona de arrogancia
es la grandeza que habita la corte de los derviches.
El reino no resguardado del miedo cuando amenaza la pena
escucha sinceramente: el reino es de los derviches.
Los reyes son la alquibla de las súplicas de todos,
la causa es la servidumbre al trono de los derviches.
El rostro deseado que orando buscan los reyes
tiene su:más claro ejemplo en el espejo del rostro de los derviches.
De una punta a otra abarca, de tiranía, el ejército,
pero del principio al fin es la hora de los derviches.
¡Ey, poderoso!, no ostentes tanta arrogancia, que
tu cabeza y tu oro están a la sombra del acuerdo de los derviches.
Oh corazón, apártate con cortesía: la realeza del amor
se debe a la servidumbre de los derviches.
Si por Su ira el tesoro de Coré se sigue hundiendo,
habrás leído que esto se debe también al celo de los derviches.
Oh Hafez, si quieres agua de vida eterna,
su fuente es la tierra del solitario umbral de los derviches.
Soy esclavo de los ojos de Asef, el actual visir,
que tiene el rostro señorial y la virtud de los derviches.
EL MAR DE LA ANIQUILACIÓN
¿Qué sale del taller de la existencia toda? Poca cosa.
Acerca el vino, que los bienes del mundo son poca cosa.
Unos cinco días tendrás de plazo en esta etapa.
Con gozo tranquilízate, que el tiempo es poca cosa.
Alma y corazón por el honor existen de hablar con el Amado.
El propósito es éste, o alma y corazón son poca cosa.
No aspires a la sombra del árbol Tuba ni del Loto,
ágil ciprés, presta atención, verás que es poca cosa.
La fortuna es aquella que sin exceso de dolor se alcanza.
Con esfuerzo y trabajo, el jardín del Edén es poca cosa.
A la orilla del mar de la aniquilación estamos, oh copera,
apura ya, que del labio a la boca es poca cosa.
Sé cauto, asceta, no te fíes del juego del orgullo:
la senda del cenobio a la taberna de los magos es poca cosa.
Quemado, dolido y débil, mi sufrimiento, al parecer,
no requiere palabras ni explicaciones tantas, que es poca cosa.
El nombre de Hafez es cifra de la buena fama,
mas, para el rend, la cifra entre ganancia y pérdida es poca cosa.
.