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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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DAAGH DEHLVI [17.392] Poeta de India

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Daagh Dehlvi

Nawab Mirza Khan (1831–1905), conocido como Daagh Dehlvi fue un poeta mogol famoso por sus gazales en lengua urdu. Pertenenció a la escuela de poseía de Delhi. Nawab escribió obras poéticas bajo su pseudónimo (takhallus) Daagh (pena, sentimiento) y Dehlvi (de Delhi).

Daagh había comenzado a recitar poesía a la edad de diez años. Su fuerte era el gazal. Su poesía no se revuelca en desesperación. El uso de palabras y frases comunes, y por lo tanto, la simplicidad, fue algo distintivo de su estilo. Su obra comprende 4 volúmenes que consisten en 16,000 pareados.

Habiendo permanecido bajo el patronazgo de un gran poeta establecido como Zauq, Daagh tuvo numerosos discípulos como Allama Iqbal, Jigar Moradabadi, Seemab Akbarabadi y Ahsen Marehravi, aunque una anécdota relata que cuando se le pidió designar su sucesor como poeta urdu líder de su tiempo, contestó Bekhudain [los dos Bekhuds], refiriéndose a Bekhud Badayuni y Bekhud Dehlvi.1

Sus gazales han sido cantados por vocalistas como Ghulam Ali, Malika Pukhraj, Mehdi Hassan y Abida Parveen.



Saaz Ya Keena Saaz Kya Jany

¿Cómo puede esta gente envidiosa saber algo acerca de una actitud amable?
Su orgullo de belleza no les permite ser humilde.

Oh, santo jeque, usted nunca ha inclinado su cabeza ante el peldaño de su puerta,
¿qué sabrá usted de cómo realizar sus plegarias?

Aunque su cara es rebosante y brillante como una lámpara,
aún no puede entender el deleite de ser encendido en amor.

A esos que han comenzado su travesía del amor,
no les importa el dilema del camino del amor.

Pregunte por un bebedor si quiere saber algo acerca del sabor del vino.
La gente santurrona no tiene idea acerca del deleite del sabor del vino.

Oh, profeta Khyzer, qué buena es ésta su eterna vida
mientras no es martirizado.

Aquella que no está atenta de sí misma,
qué posiblemente sabrá acerca de mi corazón secreto.

¿Qué grandes tragedias ha sufrido Daagh en su vida?,
¿cómo una persona privilegiada como usted pudiera conocer eso?





Ghazal 1 

You've an objection to come [to me] and don't invite me either
You don't disclose the reason for severing relations either

What have you said? Say again, "I don't want to listen to you"
If [you] don't want to listen, I don't intend to say anything to such persons either 

What a veil it is that [she's] settled close to the screen
[She] neither hides clearly nor does she come in the open

If the relation has been severed then why continue oppressions? 
Those who don't relate to don't torment either

O Daagh! If you're fed up with life then why are you alive
Life isn't dear to you and you don't quit living either 




Ghazal 2

arazu hai vafa kare koi 
ji na chahe to kya kare koi 

gar marz ho dava kare koi 
marne vale ka kya kare koi 

koste hain jale hue kya kya 
apne haq main dua kare koi 

un se sab apni apni kahte hain 
mera matalab ada kare koi 

tum sarapa ho surat-e-tasvir 
tum se phir bat kya kare koi 

jis main lakhon baras ki huren hon 
aisi jannat ko kya kare koi 




Ghazal 3 

Ajab apna hal hota jo visal-e-yar hota 
kabhi jan sadqe hoti kabhi dil nisar hota 

na maza hai dushmani main na hai lutf dosti main 
koi gair gair hota koi yar yar hota 

ye maza tha dillagi ka k barabar ag lagti 
na tumhen qarar hota na hamain qarar hota 

tere wade par sitamagar abhi aur sabr karte 
agar apni zindagi ka hamain aitabar hota


That would be a strange feeling, if my beloved had come to see me,
At one moment I would rendered my heart and at another my soul for her.

There is no charm in enmity, no pleasure in friendship,
Someone had to be an enemy like enemy; someone had to be a friend like friend.

It would be quite amazing in love if both were having in the same fire (passion) of love,
Nor you were at ease not I was at ease.

O my merciless beloved, I would wait a little longer on your words of promise,
If I had a guarantee of my life any more. 











JOSÉ GABRIEL QUINTANILLA [17.393] Poeta de El Salvador

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José Gabriel Quintanilla

San Gerardo, San Miguel, El Salvador 1977. Poeta, Abogado y Notario. Licenciado en Ciencias Jurídicas por la Universidad Tecnológica de El Salvador (UTEC) en 2005.

Parte de su trabajo se puede apreciar en Arte Poética, también ha publicado en Suplemento Cultural Tres Mil de Diario Colatino, entre otros.

Ha publicado los libros: Retazos de ausencia (poesía, 2000), Callada como la oscuridad (poesía 2007), A la espera del tiempo (poesía, 2007), Con la tarde bajo el brazo (poesía 2009) y Letargo de caricias, Editorial EquiZZero, 2015.


A LA ESPERA DEL TIEMPO (poesía, 2007)


El niño

I

Un niño cruza la calle,
una duda crece
en su bolsillo,
ya es tarde en sus
manos
él lo sabe
y acaricia su triste cabellera
que se abre paso
entre la bruma de la noche.

II

La llovizna cae en las manos de niño
y se vuelve polvo
y ceniza
y tiempo,
él se aleja
va tras su sombra
que se pierde entre la gente.

III

Las gotas caen en los techos taciturnos
abajo la gente camina arrastrando siglos
en sus manos
el niño observa sus movimientos
y se guarda la lluvia
en su bolsillo. 



La madre

I

Ella recoge sus pasos,
él la observa
y no dice nada
porque sus pasos están en todas partes
en la gotas de la lluvia,
en las manos de los abuelos,
en el cansancio de los años,
en el silencio de los libros.

III

El tiempo observa desde la ventana
nosotros seguimos como si nada
el niño siempre inventando su pasado
la abuela esperando
que esos días agonizantes
terminen de entrar
a esta casa.
La madre sonríe,
el tiempo corre
y se detiene frente al espejo
y se descubre más viejo de lo normal
como en un ritual
el tiempo, la ceniza, la lluvia...
 y la muerte. 



CALLADA COMO LA OSCURIDAD (poesía 2007)

II

El tiempo golpea en esta casa
como las olas del mar,
todo aquí parece traído de otro siglo
hasta las palabras
se empiezan a
extinguir,
van cambiando de significado,
a veces parecen mas livianas,
van cambiando de idea,
a veces crecen
un poco
ya dicen otra cosa
y nos acostamos
con el alma
 en las manos.

III

El tiempo se empieza
a escasear,
van creciendo las dudas,
amanecemos
inertes
cada uno en su
pasado,
cada quien cuida
la corteza
de su mirada
la dureza de
su timidez.
Porque el
tiempo vuelve
ahora mas liviano, 
con el cansancio
de todo un siglo
y aquí seguimos
aferrados a esta
casa,
aunque nadie
venga
y estas paredes
se desmoronen
con el recuerdo de tu
pasado,
aquí seguimos
en esta casa
sin puertas
sin nada
mas que
una lluvia
a punto de caer,
un silencio a punto
de gritar
y unas manos
 a punto de llorar.

IV

Aquella noche te vi crecer
con la lluvia
y jugamos en el patio
hasta que todo se quedo quieto,
esa vez crecimos
juntos
 ----vos en mis manos,
yo sentado en tu sombra----
es que crecimos todos
vos,
el silencio,
creció el tiempo
 a tu lado,
crecieron las huellas de tus pasos
después de que te marchaste,
crecieron las palabras
en tus cuadernos
y tu ausencia siguió creciendo
en mis manos. 


VII

Hoy la noche
paso lejos
de aquí,
apenas se escucharon
sus pasos.

VIII

El dia pasó
casi corriendo,
quizá mañana
corramos a su lado para no quedarnos.

IX

Vos
y yo
los tres juntos
nos quedamos abrazados
esperando tus pasos
que nunca llegaron

XV

El pudo ser el primero,
yo quizá el último.
No importa el orden de llegada
lo que importa
es haberme clavado
en tu corazón. 



Letargo de caricias, José Gabriel Quintanilla, Editorial EquiZZero, 2015.



Sencillez, síntesis, entrega, son algunos de los adjetivos que podrían definir Letargo de caricias, del poeta José Gabriel Quintanilla, uno de los libros ganadores del Cuarto Certamen de Poesía Ipso Facto 2014.


De manera que quien pretenda encontrar un despliegue de poemas pretenciosos, imágenes explosivas, versos avasalladores, se topará con un libro pensado desde lo más profundo del ser, un libro simple en su estructura y temática, y no por eso menos serio que otros, un libro sin complicaciones ni dificultades, sin abusos ni excesos, un libro que se deja leer sin remordimientos de principio a fin. 

Omar A. Chávez




[Ese silencio que corroe estas paredes…]

Ese silencio que corroe estas paredes,
esta casa que adormece en sus siglos
vos que te apartas en la sombra,
que miras oculta como la noche,
y vuelves en marzo
y vuelven las amontonadas de otros tiempos
 y te quedas como queriendo arrancar ese silencio
que corroe estas paredes
como queriendo callar estas manos que gritan  tu nombre,
vuelves en estos pasos distantes
y te quedas en un gemir de grietas,
en un crujir de sombras,
y te quedas oculta como la noche
como esas palabras
en el espejo
como esa mirada en esos gatos,
y te quedas ahogando las estrellas
como esperando otros marzos
de otros años,
de otros siglos,
de otras vidas
para dejar tus besos en esa sombra.




[El tiempo…]

El tiempo,
el silencio,
la vida
         una palabra sin prisa.
marzo se pierde con tu sombra.




[Este camino le ha dado la vuelta a medio siglo...]

Este camino le ha dado la vuelta a medio siglo
y todavía no alcanza tus pasos.




[Tres a.m.]

Tres a.m.
           el mundo cabe en el ladrar de un perro.




[Ya nada es igual los años pierden su ritmo…]

 Ya nada es igual los años pierden su ritmo
                                 a veces la lluvia se los lleva
                                                             callados
                                                             como las manos de los muertos.




[Todo tiene coherencia…]

Todo tiene coherencia:
esta historia,
este jardín que se muere en tus manos,
este libro que no termino de leer,
esa tumba sin muertos
y esta vida que no me deja de joder.
Todo tiene coherencia:
esos años como maletas de alquiler,
como noche sin dormir
y vuelve esta historia
como marzo sin estrenar,
y vuelven tus caricias
con ganas de gemir.
Todo tiene coherencia
y esta historia no termina de pasar.




[Conozco ese silencio y todos sus rincones…]

Conozco ese silencio y todos sus rincones
y esos años entrando por la ventana
y el aullido del cadejo
y la muerte colgando de la luna
conozco tu silencio en ese túnel de la vida
conozco tus pasos por esas calles
sin moteles
con ese andar de gato triste
con ese trote de perro sin dueño
conozco este silencio y esta casa sin dormir











DIANA CASTRO [17.394] Poeta de El Salvador

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Diana Carolina Castro Mendoza

San Salvador, El Salvador  10 de febrero de 1991. Estudió licenciatura en Letras de la Universidad de El Salvador. Participó de cursos de actuación y puestas en escena, con la compañía de Teatro Razamaya hasta el 2014. Formó parte de talleres literarios en la UES, desde 2009 a 2012. Algunos de sus textos han sido publicados en sitios electrónicos. La mayoría de su obra permanece inédita. Ha publicado Levedad de voz, Editorial EquiZZero, 2015.




Levedad de voz, Diana Castro, Editorial EquiZZero, 2015.




Acaso porque la poesía es intemporal y es esa esencia que la resguarda la misma que se traduce en imágenes concretas, palabras que perduran, versos que nos marcan. Así la poeta Diana Castro, una de las ganadoras del Cuarto Certamen de Poesía Ipso Facto 2014, con su libro Levedad de voz nos hace partícipes de esa nueva era, esas voces que anuncian tiempos mejores ante una sociedad cada día más inhumana.

Levedad de voz es esa rebeldía primigenia con la que muchos  sueñan y que Diana ha sabido catapultar con habilidad, una propuesta y protesta que se vale de sus propios códigos y matices (ruptura, supresión y mezcla de la puntuación en un mismo poema, cortes disimiles de los versos) y del cual el jurado dijo: libro único y absorbente que declara y anuncia el buen momento del que goza la poesía joven salvadoreña en la actualidad. Aquí está Diana.

Omar A. Chávez



Selección poética 



El golpe en el escapulario

Se definió un viernes que la muerte
no es sino la interrupción de mi
irrupción en el acto de Semana Santa
en la escuelita de monjas y de flores.
Con las alas mal puestas uno se emociona
y se pone a pensar en la cara de alegría
que se debe poner cuando la niña disfrazada
de Jesús salía de la cueva con la barba y los
brazos esbozados
no sabía nada de calvarios, no sabia
de qué estaba hecha la cruz ni los lamentos
sabia de mi traje de ángel blanco y de mis
manos que temblaban porque ya tocaba salir
y hacer como que se volaba y se regocijaba
escondí mi cuerpo detrás de una sábana que
hacía de sepulcro.
Mire al fondo de la puerta de la escuela.
Eran los zapatos pequeñitos de mi hermana.
eran los zapatos grandes de mi vecina.
Vinieron por mi esos zapatos, esos que reconocí
y que era lo único que alcanzaba a ver escondida
en el sepulcro esperando mi intervención angelical.
No pude volar. Me soltaron las alas y me llevaron
en pleno viernes santo
antes de todo.

¡Ah, la santa  voluntad de los abuelos!




Auto satisfacción

Una mosca posando en un vientre blanco y terso
Sin ningún tipo de guardaespaldas





Un tango viejo

Sin dejar de lado la lluvia camino
y me sorprende la marca del llanto
que con todo y mis arañas en el pelo
no le temo al leve paso de las horas.
Con un ramo de rosas amarillas a las 5
de la tarde en mi mesita de escuchar
la sombra del trágico rocío envenado,
ahí estoy sin más ni menos
no pido amores.




Concertación

¿Qué será de todos esos besos
Entre comas y paréntesis
Que se han de morir incrustados
En estas últimas páginas solas?

¿Qué será del absurdo de las risas
Que le ha causado mi desvelo
A ese corazón que no comprende
De rituales?

¿Qué será de los relojes que murieron
De trabajo y de polvo?¿Qué será,
Entonces de mi tiempo, que no vive
Sin mí?

¿Qué será y que no será de todas estas
Venas que me acusan de cobarde?
Mientras que también custodian
Mis noches, pulsando
Y pulsando como trueno

¿Qué será de estos párrafos sin dientes
Que pretenden sin piedad
Derrumbarte
Atacarte
A ti, que no  escuchas.




Velación

Y algunos dirán que no pude aceptar algo de la vida
cuando se persignen frente a mis preciosa ojeras.
Dirían que no quise al vicio restarle el tiempo
para convertirlo en costumbre... cuando los pies
se me atascaron en el barro.
-No, en el abismo-

Soñar es inadmisible para los que viven, solo los
que viven sobre cuerda floja, navegando, riendo,
comiendo, pudiendo clavar vuestro diente ancestro
en el cuello de los lobos sueños.
-No, los días-

Quizá también piensen que las ramas en mis dedos
fueron fruto de la codicia y del tiempo vacío.
Y en efecto un poco de los dos. Sin embargo, pesan
mucho más las alas sobre clavicornios inconexos,
de las gordas sirenas en este mar de negrituras asesinas,
en este poblado desinfierno de las madrugadas, donde
no hay retorno que valga la santísima herida en el
pecho...

Muchos murmuran que el abismo de la locura
esta, de ésta locura, (sólo) puede comprenderse
desde la quietud, la algarabía mocosa de doña
coherencia, esa cínica que empaña los muros jamás
pintados, oh toda esa maldad blanca, gentes con
zapatillas limpias, ropas completas, esos ojos que
parecen pozos y a ratos aparadores.
Esa falsa sanidad como cuchillo de óxido envainado

Dirán que he sido una bestia,
alguien que enhebró un pájaro en las tripas de la
serpiente, alguien que jamás durmió planeando
morir de atrevimiento, una dromedaria
a ratos cabalgando la luna por venganza.
-No, justicia-
Si supieran que la sangre de un cometa puede
redimir ciertos achaques funerarios.




Querer

Desgarrando fuertemente el
Amor ajeno con mis ojos y mis uñas que no pueden solas
El golpe en la boca me corroe y ya no puedo más en esta esquina
Del amor que no tengo
Mientras la pared se mueve y se sonroja
Mis pies se tornan remolinos y se enlazan como si fueran
A dejarme sola.
En los próximos instantes mil zumbidos viajan por espacios entre vientres
Quiero pelear quiero luchar, quitar vengar lo que deseaba para mi
Y que no es precisamente de dominio público
Quiero decirle a los de enfrente que tengan un poco de conciencia
Que se vayan porque mis ojos y mis uñas son capaces de asfixiar

A la saliva dulce como delito del amor ajeno.










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JOSÉ CALIXTO MIXCO [17.395] Poeta de El Salvador

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José Calixto Mixco

Nació en San Salvador, El Salvador en 1880, y murió en la misma ciudad en 1901. Se dio a conocer en el ambiente literario cuando más clara era la pugna entre este movimiento y el Modernismo en El Salvador. En su trabajo se evidenció siempre un distanciamiento con el numen puramente romántico, intentó imitar a los parnasianos, con aquello de la eliminación de lo emotivo. Se refugió de igual manera en elementos orientales, pero no pudo eludir ciertos vahos románticos. Fue un gran aficionado de los poetas decadentes franceses y algunos cuantos modernistas, a quienes profesaba gran admiración.    
 
David Escobar Galindo (1982) dice de este autor: «Espíritu hipersensible y angustiado, asume con vehemencia los restos de un romanticismo crepuscular. Su poesía trasuda pavor de vida, y abandono a las fuerzas de la fatalidad (…) acuciado por sus propios fantasmas interiores (…) Se entusiasmó con los fuegos vibrantes del Modernismo, pero su cuerda era netamente romántica, agónica, más cerca de José Asunción Silva que de Rubén Darío». Y tanta angustia y tanta urgencia por no quedarse hicieron de Calixto Mixco un poeta de esos que miran el vacío como enamorados del silencio, y ahí es donde más tranquilo les parece el mundo. Intentó labores periodísticas, y con esa impronta acudió al llamado que le hiciera, desde Guatemala, el poeta Joaquín Méndez (1868-1942). Ahí publicó Miniaturas, tomo de algunos de sus versos. Pero volvió a San Salvador y en una noche, luego de haber escrito un día antes el poema “Musa postrera”, tomó su última decisión. Colaboró para El Heraldo haciendo mancuerna en la redacción junto al poeta Juan Antonio Solórzano (1870-1912). El guatemalteco Gustavo Martínez Nolasco en su libro Las neurosis de la literatura de Centroamérica apuntó:

Los últimos días de Mixco fueron angustiosos. Sospecharon sus parientes que era víctima de un amor contrariado, otros hablaban de alucinaciones alcohólicas y de la consecuencia de su amistad con literatos desequilibrados. Alguien propuso se hiciera un auto de fe con los originales del poeta, conduciendo a éste a una montaña. Más toda esa inquietud terminó con el suicidio de Mixco. El pistoletazo en la sien fue el epílogo de tales incertidumbres Cosa extraña, él, que repudiaba a los románticos recibió de éstos el último homenaje. Manuel Álvarez Magaña (1876-1945), de legítima estirpe esproncediana, rezó el responso, pidiendo al cielo perdón para el atormentado. Los románticos y modernistas, cuando fueron artistas sinceros, se reconciliaron siempre al borde de la tumba.

Y Juan Felipe Toruño (1941) en su libro Índice de poetas de El Salvador en un siglo, dice: «Madrugó a la muerte, le llamaban cariñosamente ’el poeta niño’, fuese en 1901. Quejumbroso y con atildamientos en la expresión, pudiera haber sido uno de los mejores poetas de El Salvador. Madrugó a la muerte y ésta se lo llevó en pleno oro primaveral». José Calixto Mixco fue incluido de forma póstuma en la antología Parnaso salvadoreño (1917) por el prosista y poeta Salvador Leiva Erazo (1883-¿?). Algunos de sus poemas están incluidos en Índice antológico de la poesía salvadoreña (1982) de David Escobar Galindo. Este autor es un antepasado directo por el lado materno del reconocido poeta, ensayista y editor Miguel Huezo Mixco.


José Calixto Mixco: “Memento Mori” (poemas inéditos)

Por Jorge Ávalos


Memento Mori

El precoz poeta salvadoreño José C. Mixco (1880-1901) se convirtió en una leyenda tras su suicidio a los 20 años de edad. Celebrado por los románticos como un héroe trágico, Mixco fue, en realidad, un enemigo del espíritu romántico y de los ideales estéticos que sus poetas profesaban. Al tanto de las últimas corrientes de la poesía francesa, perteneció al grupo de los “decadentes”, los pioneros de la primera etapa del modernismo, que en lugar de celebrar las bellas artes europeas, la civilización y la belleza, escribieron con fascinación sobre la muerte, la degradación, el sexo y las drogas.  Su “Fragmento oriental”, en el que se representa a sí mismo como un fumador de opio junto a una odalisca, fue escrito a los 15 años de edad; esta y muchas otras estampas del oriente no eran más que fantasías, pues nunca viajó más allá de la región. Uno de los datos más extraños que se conocen de Mixco es su inclinación necrofílica: “Mientras vive en Guatemala, Mixco desarrolla la costumbre de visitar velorios de muchachas adolescentes a las que describe después en versos fúnebres, como si hubiesen sido sus propias amantes fallecidas” (Jorge Ávalos, “Los decadentes”, 2015). Sus avisos fúnebres —esquelas y cinerarias—, son descripciones poéticas de adolescentes vírgenes y pálidas en sus lechos de muerte, que él concebía como altares de adoración. En 1898 publicó en Guatemala su único libro de poesía, en una edición de lujo: Miniaturas, el primer volumen de una colección de literatura “Modernista”. Con excepción de “Página de dolor” y “Musa postrera”, los poemas a continuación son inéditos, rescatados de publicaciones periódicas guatemaltecas y salvadoreñas del siglo XIX.

Memento Mori
Poemas de
José Calixto Mixco



Página de dolor

La vi pasar con indecible angustia
en el blanco ataúd; pálida y fría
como una rosa mustia,
iba la niña que admiré yo un día
hermosa y arrogante y seductora,
la niña soñadora
que llena de ilusiones y delirios,
avasallando juveniles almas,
daba envidia, por grácil, a los lirios,
por esbelta, a las palmas…

¡Y pensé con espanto inexplicable
y abrumadora angustia
viendo a la niña blanca y adorable
un día, ahora macilenta y mustia
cual una rosa por el cierzo herida,
en todo lo mudable de la suerte,
en la terrible lucha de la vida
y en la serena calma de la muerte!




Cineraria

A la señorita Aída Carrera

Con tu rostro de virgen,
pálida y hechicera,
partiste a las regiones misteriosas
donde el reposo y el silencio imperan.
Ya no en el esplendor de tu hermosura,
—¡oh blanca y dulce reina!—
te hemos de ver los que admiramos siempre
tu angelical y púdica belleza.
Has cruzado la Estigia,
de procelosas ondas plañideras,
en las que riela la Selene mustia
su luz suave y dantesca.
Ya no habrás de volver, ya nunca, nunca
sentirás otra vez la honda tristeza,
la nostalgia del viaje sin retorno…
¡Nívea y vernal caléndula,
hoy florecida en el remoto Elíseo,
dominio de la eterna primavera,
estancia de felices soñaciones
a donde mora la lejana Electra!

Marzo 5, 1898.




Fragmento oriental

Al joven poeta Isaías Gamboa H.

¡Ven, graciosa odalisca, ven!

¡Dame una cucharadita de hatchis! El príncipe Ahmed me ha mandado esa pasta deliciosa en una copa de pórfido; yo le he enviado las gracias, por medio de mi esclavo favorito, y un barril de Champaña, en pago de la felicidad con que me obsequia.

Después, tomarás tu pandero para bailar frente a mí, a la andaluza.

¿Sabes por qué me gusta verte danzar de esa manera? Te lo diré: cuando te veo así, sueltos tus cabellos azabaches, sonrientes esos tus labios que piden un beso, fijos en mí tus negros ojos; ejecutando ese gracioso baile, me acuerdo de Salvador Rueda, mi amigo.

¿No lo conoces, verdad? Es un poeta, nacido en Andalucía, la Provenza española, un poeta que mientras vacía una copa de ajenjo o una caña de manzanilla, traza con su mágico buril, un madrigal áureo o un idilio rosado, un poeta, un soñador, que vive de ilusiones y de castillo aéreos.

***


Sí; dadme hatchis.

Quiero olvidar; vivir la vida del ensueño, quiero transportarme al paraíso mahomético; envuelto en vaporosa ilusión, hallarme entre las huríes.

¡Oh, no! Me basta contigo.

Mi barca ideal hendirá con su proa de oro, las olas de plata del mar de la felicidad.

Tú me acompañarás, graciosa odalisca. Beberé la miel de tus labios rojos.

Serás mi guía. A la par cruzaremos el puente temible y juntos nos sumergiremos en el río del olvido.


***

¡Ven, graciosa odalisca, ven!

Dame una cucharadita de hatchis.

¡Ven! ¡Ven! Que nuestras almas abrazadas
dejen la tierra, do lloré proscrito,
y crucen, por el vértigo llevadas,
cual Paolo y Francesca, el infinito.

San Salvador, mayo de 1895.




Caléndula

¡Oh, no lloréis por mí cuando yo muera!
El buque surto en aguas de lo eterno
no atracará jamás a la ribera
do termina las brumas del invierno.

¡Oh, no lloréis por mí, que en el olvido
tal vez se extinguirán las remembranzas
de tantas ilusiones que he perdido
de todas mis difuntas esperanzas!

¡Oh, no lloréis por mí! Tal vez un día
si en mi tristeza inagotable muero
me tenga compasión la dueña mía,
¡esa niña gentil que tanto quiero!

1899





Musa prostrera

Te fuiste. Siempre a solas con mi duelo,
aislado en mi nostálgica locura,
sentí, al desvanecerse tu hermosura,
sombra inmensa en el campo de mi cielo.

Yo sé que triste, el ignorado anhelo
que en mi enfermizo corazón perdura
no alcanzará, en mi inmensa desventura,
¡ay! ni un poco siquiera de consuelo.

Si a tu lado me ves y estoy risueño,
si no sabes las penas que devoro,
yo el amador errante del ensueño;

en secreto mis ansias atesoro,
¡porque te adoro con febril empeño
y no puedo decirte que te adoro!…





La muerte de Pan

Caía el Sol temblante entre áuricos destellos,
en plena tarde azúrea agonizaba el Sol;
y Pan vibraba triste, suavísima, siringa
cual sólo de nostalgia y en un tono menor…

Caía el Sol, caía —¡oh pálida tristeza!—.
Rodeábanle los cerros con notas de arrebol.
Diluido, parecía, en pleno ocaso ardiente,
un mágico derroche de luz auricolor…

Y Pan —el dios alegre, el fauno lujurioso—
que a tantas ninfas regias y blancas profanó,
tañendo su siringa, con dulce ritornelo,

en plácido desborde y henchido de pasión,
mientras el Sol caía, en pleno ocaso azúreo,
el pobre Pan de hondísima neurosis se murió…





Il dolce far niente [1]

Soneto japonés

Es una tarde triste. La niebla cubre a Kioto,
revuelan en lo alto famélicos halcones
y vibra la cigarra sus rítmicos bordones,
como en un aurino plectro, liróforo remoto…

En su sillón bordado, donde florece el loto,
junto al tapiz que adornan pictóricos jarrones,
en medio a pebeteros y a bibelots nipones,
grácil mousmé[2] se aduerme en su ideal ignoto…

Con su impalpable armiño, maravilloso y rico,
en canapé granate refulge un abanico.

Tienden el vuelo y suben en áuricas patrullas,
orlando el biombo oscuro, amarillentas grullas.

Y sobre aquel paisaje nostálgico y risueño
se cierne un soplo suave de delectante ensueño…

Del libro inédito Sonetos Áuricos
(nota del autor)

[1] El dulce ocio.
[2] Joven japonesa.











ARMANDO RODRÍGUEZ PORTILLO [17.396] Poeta de El Salvador

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Armando Rodríguez Portillo

Nació en Usulután, El Salvador el 22 de mayo de 1880; y murió en San Salvador en 1915. 
Poeta que, a la costumbre de aquellos días, invirtió sus apellidos para efectos de una mejor sonoridad. Muchos de los jóvenes que empiezan por interesarse en el pasado de las letras salvadoreñas creen que Rodríguez Portillo es el primer poeta en morir por propia mano, pero por cronología no es cierto. Sin embargo, es el primer poeta que se suicida con una obra muy prometedora, y su muerte significó una gran consternación y duelos mayores en la poesía salvadoreña. Octaviano González y José Calixto Mixco murieron a los veintitantos años. En cambio, Armando Rodríguez Portillo tenía 35 años de edad cuando se provocó la muerte.  Una obra que perfila un sendero marcado. Si bien todavía tenía tendencias para considerársele un autor con hilo romántico; no era un poeta inmóvil, encartonado, por lo que sus esfuerzos lo llevaron al intento, al ensayo de otros acentos, de variadas tonalidades dentro de su propio universo. Esos ensayos, ese trabajo y búsqueda por querer no ser el mismo siempre, también son señales de un poeta genuino. No pudo terminar su carrera de Odontología en la Universidad de El Salvador, pues meses antes ocurrió su muerte. Se inició publicando en la revista Minerva y Apolo (1902). También, colaboró para el Diario del Salvador (1895) y en la revista Repertorio salvadoreño (1888). Su único libro de poemas fue póstumo, publicado en 1922 bajo el título de El ruiseñor oriental. Carmen Enriqueta Rodríguez, su madre, recopiló los poemas y acudió al Estado para su publicación. Luis Gallegos Valdés en Panorama de la literatura salvadoreña (1958), señala:

Su muerte temprana fue una pérdida lamentable para la poesía salvadoreña. A la distancia de casi medio siglo, se siente tristeza por él, porque le faltó fe en su ideal,  esa poesía, que tras la fugitiva sombra de su amada, amó intensamente y a la que, de haber vivido más, hubiera sin duda tributado la sazonada cosecha de sus años serenos. Porque Rodríguez Portillo poseyó talento y al irse curando de esa fiebre romántica, al ir dominando más el oficio de poeta, cuyo aprendizaje estaba terminando al morir, hubiera llegado a superar con creces la etapa de iniciación. Basta leer «La leyenda del maíz» o «La siembra» o «El humo», para advertir que se trataba de un poeta de verdad. (…) A través del follaje romántico,  que cubre sus versos, a menudo, se trasluce en Rodríguez Portillo una personalidad auténtica. Sus versos casi siempre son musicales y si bien carecen por lo general de imágenes que nos sorprendan, y aun cuando el sentimentalismo lo envuelva en determinados momentos inaceptable para nuestro gusto, algunos poemas, como los ya señalados, quedarán y deben figurar siempre en toda antología de la poesía salvadoreña (…) Yo he preguntado a más de una persona que lo conoció el porqué del suicidio de Rodríguez Portillo, y la respuesta ha sido que a causa del ambiente tan estrecho y asfixiante en que le tocó vivir. Demasiado sensitivo, hiperestésico como se decía  entonces, Rodríguez  Portillo rompió él mismo el hilo de su vida.

Este poeta está incluido en las antologías Parnaso salvadoreño (1917) de Salvador L. Erazo, Índice antológico de la poesía salvadoreña (1982) de David Escobar Galindo, Poesía salvadoreña del siglo XX (2002) de María Pumier, y Perdidos y delirantes: 36-34 poetas salvadoreños olvidados (2012) de Vladimir Amaya. Junto a José Calixto Mixco son los poetas más importantes de ese tropel de autores extasiados por el halo romántico de principios del siglo XX en El Salvador. Sin duda,  los dos autores encarnaron mejor al poeta trágico de final inesperado.  



Selección poética:


LA LEYENDA DEL MAÍZ
                                    
Poema indígena
                 
Al Exmo. Sr. Presidente de la República, Dr. Don Manuel E. Araujo,                     
en testimonio de gratitud, a nombre del pueblo favorecido por su valiosa           cooperación, para proveer del precioso grano a la clase menesterosa y por su   decidido apoyo a la agricultura del país.

  
Junto al gran lago de Güija se alzó un templo magnífico
                             donde hoy solo la piedra
refiere, con la oscura lengua del jeroglífico,
sus antiguos anales a la tupida yedra.

                             Desde un lejano Oriente
nos cuenta la leyenda que vino la Serpiente
                             adornada de plumas…
Quezalcóhuatl, el sabio fundador de ciudades
y creador del reino que hoy sepultan las brumas
                             de las viejas edades.

Aquél anciano guía de los bravos nahoas
que hasta el Usumacinta llevaron sus canoas,
                             como los dioses griegos,
mezclo su heroica sangre a la de una belleza
                    votánide, tan pura,
como tenía el alma para su amante, llena
                             de angelical dulzura.

Se amaron. Y una noche, después que en la techumbre
del cielo nueve veces la una envió su lumbre
a los regios amantes, sonrío desde una cuna
a la niña más hermosa que vio la blanca luna.

Mahetzi princesita del Reino, fue princesa
después, cuya divina y espiritual belleza
su padre, cuidadoso, guardaba con desvelo.
Mas aunque se ocultara como real cambeza
todos adivinaban su porte y gentileza
                              tras el sagrado velo
porque el nombre Mahetzi quería decir «Cielo».

Fue por eso que el brillo de la real hermosura
difundióse, salvado la distancia y la altura,
y hasta en reinos lejanos todo el mundo sabía
que otro «cielo» de amores en la tierra existía.

Recorriendo los llanos y los montes; pasado
caudalosos torrentes; desafiando los pumas
                              y llevando presentes
                             de oro, gemas y plumas,
por mirar a la joven, muchos altos magnates,
Arrastrando sus mantos de esmeralda y granates,
hasta el Reino arribaron a postrarse de hinojos
para mirar siquiera de Mahezti los ojos.

                            Conquistar nadie supo
                            ni a su padre ni a ella.
Ni el rico potentado de piel pintarrajeada
                            se congració a la bella;
                            ni el guerrero nervudo
que en cien fieros torneos, de sólo una lanzada
                            rompió el adverso escudo.
Los ojos de la bella no vieron amorosos
ni a los donceles diestros, que, gentiles y airosos
y la mano enguantada, con arrogancia y brillo,
lanzaban velozmente la elástica pelota
pasándola seguros por entre el pétreo anillo.
Arquero fabuloso también hubo que al cielo
arrebataba pájaros, con sus flechas, al vuelo.
Juglares, rapsodistas, prestidigitadores
                            y músicos pasaron:
y en vano cual los otros sus quejas suspiraron
a la que rechazaba banales amores.
¿Banales? Sí, banales. Quetzacohatl quería
dar su hija al que salvara la augusta Monarquía
salvando a todo el pueblo del hambre. Bien pensaba
                            el sabio rey que el hambre
es un monstruo terrible que estrangula naciones
y que el pueblo famélico, en macabro calambre,
muere, pero rompiendo los cetro de los reyes.
                            con garras de leones.
Y derrumbando tronos con horrísono estruendo.
Pero Xochiquetzalli, ciega para la inopia
de los nahoas, niega volver su cornucopia,
y ellos lanzan en vano sus desolados ruegos
a Tohil, que infecundo, sobre el erial tostado
de la tierra derrama sus calcinantes fuegos. 

Un día hasta el palacio llegóse humildemente
un mancebo, llevando al monarca un presente;
y díjole:
                            –Me envía Otomil. Os saludo
en su nombre y os traigo el trascalli sagrado
que brota de la tierra bajo el empuje rudo
                            del arado.
Probad.
                           Y sobre el rico tapete de la estancia,
Volcó una red pletórica de pan en abundancia.
                            –¿Es un manjar?
−Es vida. Es la savia del cuerpo que a la sangre entumida
le habrá de dar del corzo la sutil agileza.
Prodab, pues.
                            El monarca probó. Todas sus greyes
comieron el tlascalli, savia de fortaleza,
comunión de los pueblos, comunión de los reyes.
–¿Y me diráis  –le dijo Quetzalcóhuatl– en dónde
sus raíces la planta de esta semilla esconde?   
 –Y sabréis su cultivo también –dijo el enviado;–
                            Hasta llegar a mi país.
                                                     ¿Venís?
Mi reino no está lejos, y encontraréis la planta
que en exúbero suelo sus panojas levanta. 
–Decid  –dijo el monarca con ademán altivo–
decid a mis vasallos el arte del cultivo
y he de haceros más rico que vuestro rey, decidme.
El enviado, mirándolo con aire compasivo,
Otomil es más rico –le contestó– seguidme.
Mi país es más fértil. Sobre la tierra negra
los maizales extienden su alfombra de verdura,
tan ondulante y vasta que el corazón se alegra     
                             y el alma se figura
surcar, como en el piélago de sonoros cristales,
la inmensidad movible de los verdes maizales.
¿Me seguiréis?
                        –No, –dijo Quetzalcóhatl– enseña
a mi grey tu arte magna y te daré mil bienes
–Lo haré– dijo el enviado– pero mi rey se empeña
en poseer el «cielo» de tu hija.
                                                     –La tienes,
respondióle el monarca. Mahetzi está ofrecida 
para aquel que a mi pueblo le dé vigor y vida.
Entonces el plebeyo fabricóle un arado
para romper el surco y en una dura piedra
talló el «metatl» en donde, ya el maíz preparado,
el «comal», donde,  el fuego que en los hogares brilla
como símbolo santo, el «tlascalli» se cuece.
–Basta, dijo el monarca, Mahetzi os pertenece;
mas falta la simiente.    
                                                     –Voy a eso, repuso
el labriego; y formando de troncos y de ramas
una riente hoguera de temblorosas llamas,
a Mahetzi rogóle que junto a él llegase
                        y ella accedió.
                                                     La hoguera
                        formó nube ligera
tan sutil y tan blanca que al remontarse al cielo,
                        como un chal se extendía
y al labriego en sus sedas con Mahetzi envolvía 
                        fingiendo nupcial velo.
Y apareciendo pronto, de las llamas al brillo,
vestida ella de blanco y él de traje amarillo.
La nube densamente fuese apelotando,
se extendió como un blanco, muelle hecho de plumas,
y al caer de la noche, a los dos fue llevando
a la mansión recóndita de las celestes brumas.
Y cuando el rey lanzaba fieras exclamaciones
y aprestaba en los suyos guerreros escuadrones,
–Soy Otomil, –decía el del traje amarillo–
Mahetzi y yo daremos la vida a tus naciones.
Seguidnos.                                                                                      
                        Y en la noche silenciosa y dormida,
se esfumó la carroza suavemente mecida
                        por la caricia leda
de la brisa. Tan sólo de los negros tizones
se alzaba un hilo de humo como cinta de seda.

Herméticos augures fueron interrogados
entonces por el padre, que con ojos cansados
                        miraba triste el cielo
por donde la encantada carroza alzara el vuelo.
Herbolarios y druidas, con cábalas extrañas
buscaban la respuesta que el futuro escondía
entre las palpitantes y sangrientas entrañas
de la inocente víctima que en el altar moría;
y nadie el paradero de Mahetzi sabía.
Hasta que un viejo arúspice, conocedor de todo
lo pasado y lo futuro, contestó de este modo:  
–¡Oh Serpiente adornada de plumas de Quetzal,
Padre de los nahoas y de Mahetzi bella!
Hacia el sur se va el humo del sagrado copal
que arde en la hoguera misma que arrebató tu estrella
para Otomil el sabio. ¿No miráis esa huella
que como hilo sedeño sube por el Azur
y os guía sutilmente hacia el Sur… hacia el Sur?
Ve pues y busca a tu hija, que hallarás, lo presumo,
siguiendo por el monte la dirección del humo.

El rey siguió el consejo. Marchó al confín lejano
con cuatro de los suyos, sufriendo la inclemencia
                        del Cielo y de la Tierra:
bajo del sol cruzaba la magnitud del llano;
                        venció su resistencia
                        la fiebre del pantano;
pasó el desfiladero de la empinada sierra;
                        salvó el fiero torrente,
que en granítico cauce revolvió sus espumas
                        y su correr horrísono y demente
                        detuvo y aclaró sus densas brumas
para besar la planta del guerrero valiente.

Por fin una mañana de aurisolada lumbre
Quetzalcóhuatl detuvo su paso en una cumbre,
desde la cual un vasto y hermoso panorama
contemplaron sus ojos. La encantadora gama
del azul de los cielos gradante descendía
cortada en el purísimo perfil de verdes montes;
tupidos platanares mecían sus banderas
con musical susurro y en lejanas praderas
columbró el peregrino y esforzado monarca
la inmensidad de un verde piélago de maizales
que a leguas se espaciaba por la extensa comarca
besada por los rubios fulgores tropicales.
Pensando en Otomil, Quetzalcóhuatl sentía
que del cuerpo cansado su alma sutil salía
y surcaba la inmensa superficie ondulante
como sobre las olas de una mar palpitante.       
 –¡El maíz! El «trascalli», gritó el rey jadeante.
¡Otomil, os perdono! ¡Oh Mahetzi adorada!
¿En dónde estás?
                        –«La raza nahoa está salvada»
Dijo una voz que apenas se escuchó susurrante,
y buscando el monarca la voz, halló, halló dos cañas
de maíz, que mecían sus cimeras extrañas
                        mientras el viento,
                        silbando entre panojas,
repetir parecía, cantando en los maizales:
                        –Callad vuestras congojas,
¡Oh rey que andáis buscando la vida a los nahuales,
volved y a nuestros pueblos llevadles el sustento.
Tal decían las cañas o lo decía el viento.

Un viejo amoxoaque de los que acompañaban
                        al rey entonces dijo:
–Señor, una secreta revelación me dice
que mahetzi la bella con Otonil su esposo,
pasaron ya las puertas del reino luminoso.
                       En un sueño que tuve,
señor, vi dos mancebos descender de una nube.
Ella como Mahetzi, revestida de una
tela sutil, flotante de color de la luna
y él como dios del fuego, era el mismo Otomil
cubierto con la clámide sagrada de Tohil.
Las dos figuras bellas tocaron en el suelo
                       sin imprimir sus huellas,
tornándose de súbito, como por un ensalmo,
en dos hermosas plantas cimbradoras y bellas,
cuyos verdes penachos tocaban las estrellas.

Así fue como el viejo Quetzalcóhatl, cortado
a las cañas sus ricos y anhelos tributos,
creyó soñar mirando al desnudar los frutos,
que el maíz parecía sonreír en sus granos
                       como amoroso brillo,
pues uno era maíz blanco y era el otro amarillo.
                       ¡Milagro de Tohil!
                       El monarca se inclina
conforme; y acatando la voluntad divina,
deja el Edén florido y ameno de Paxil;
vuelve al pueblo nahoa que le esperaba ansioso 
y siembra la simiente del cereal precioso.
Entonces florecieron los valientes nahoas 
que hasta el Usumacinta llevaron sus canoas.
Centeótl, en los campos, con fructífero riego
pagó los sacrificios del nahoa labriego;
la nación se hizo fuerte, comercial y guerrera;
y esa savia de pueblos –el trascalli– circula
todavía en la sangre de la raza indoibera,
como herencia sagrada de los reyes de Tula.
                       Hoy cruza la sonriente
                       pradera de Paxil
                       una nueva serpiente:
                        pasa el Ferro-carril
                               de Occidente;
y al llegar donde el viejo Quetzalcóhatl llegara,
requiriendo los frenos de su ferrado breque,
tremante, su carrera vertiginosa para
muy cerca de las ruinas donde antaño se alzara
la legendaria villa de Tonacatepeque.

                                               San Salvador, 20 de agosto de 1912      

                                                   (de Índice antológico de la poesía salvadoreña,
                                                     San Salvador, 1982)





MÁRMOLES Y BRONCE 

               Al monumento conmemorativo del 5 de noviembre de 1811



I

El león melenudo de bronce simboliza
la libertad del pueblo: un león que reposa
con la cabeza en alto, desgreñada y hermosa,
con mirada serena, penetrante y precisa.

En los bajorrelieves el pueblo inmortaliza
la primavera cruzada, cuando escuchó el vagido
de la naciente patria, tierna águila que el nido
quiere dejar, ganando la meta que divisa.

LA REPÚBLICA, bronce que tiene porte regio,
perfil indolatino, talle fuerte y egregio,
está frente al escudo viejo de El Salvador;
y en lo alto de la esbelta pirámide truncada
la VICTORIA, trasunto de una deidad alada,
sostiene dos coronas de laurel redentor.
  

II

En el heroico mármol y en el bronce guerrero
El Salvador la gloria de una centuria ha escrito:
la sonora epopeya del libérrimo grito
que estremeció las bases del coloniaje ibero.

Delgado, Arce y Rodríguez, apóstelos del fuero
libertario, tenían voluntad de granito,
valor como armadura de resonante acero
y un alma que aún cabe por todo el infinito.

El viento de cien años ha guardado los ecos
de aquel grito en los antros de los cerúleos huecos
y al recordar el año MIL OCHOCIENTOS ONCE,

el clarín de los siglos suena en las oquedades
del tiempo, y sobre el polvo de las viejas edades,
Delgado, Arce y Rodríguez resucitan en bronce.



III

Toda alma del Istmo debe alzarse valiente
sobre las gradas de ese momento sagrado,
que, cual índex de piedra, señala en el pasado
la fecha más gloriosa…

La voz de un continente,
con sus mares y ríos jamás será potente,
para apagar los ecos de aquel frito sonoro
de la prócer estirpe. Su vibración de oro
a los siglos futuros les llevará el Presente.

Monumento que tiene la talla gigantesca
de aquella edad pasada, noble y caballeresca,
con su mármol y bronce perdurará en la historia:

Será fuerte atalaya, desde la cual el Istmo
hará sonar su aleta de honor y patriotismo
bajo el cielo sereno de libertad y gloria.

JOSÉ MATIAS DELGADO

 Su voz de libertad, canto sonoro
que el alma toda de los pueblos llena
todavía en los ámbitos resuena
como verbo flamígero de oro.

La tribuna de Cristo fue su foro
y al reclamar del hombre los derechos
muros formó de ciudadanos pechos
para escuchar su cívico tesoro.

Tuvo a la vez, de santo y de patriota;
calzó sandalia y se vistió de cota
para Dios y su patria soberana

y por eso canta el bronce su grandeza,
ya con dulces clamores de campana,
ya con rudo vibrar de marsellesa. 

MANUEL JOSÉ ARCE

Para el pueblo que evoca su memoria
sacro fulgor de libertad emana
su figura gallarda y soberana
modelada en el bloque de la Gloria.

Grano por grano acumuló la historia
de una edad a otra edad el bronce regio
para vaciar su contingente egregio
en el molde inmortal de la victoria.

En el alma del pueblo su figura
de prócer toca la serena altura,
y, abarcando un espléndido miraje,

columbra con mirada de vidente
los fulgores de la época presente
desde la oscuridad del coloniaje.

JUAN MANUEL RODRÍGUEZ

Bronce de redención, bronce preclaro,
para su hijo la patria agradecida,
funde al calor de la pujante vida
que él le encendiera cual fulgente faro.

De virtud y valor el tiempo avaro
la guardó en la centuria esclarecida
donde brillan con fama merecida
su nombre augusto y su talento calero.

Tal parece que el prócer se levanta
sobre el bronce patriótico que canta
la epopeya de gloria y de civismo;

y es que el alma de bronce todavía
suena en la patria que se alzara un día
única y grande sobre todo el Istmo.
           
                                                   (de Lecturas nacionales de El Salvador,
                                                     San Salvador, 1945)




HUMO

Fumemos; en el humo veo surgir la vida
que en el mísero cuerpo locamente consumo;
las vagas languideces del alma adormecida,
su sueño desperezan en las espiras de humo.

Como el votivo incienso de elásticas volutas,
el alma del tabaco tiene santas piedades,
tiene la faz solemne de todas las cicutas
con un raro deleite de voluptuosidades.

Tiene los copos de humo personificaciones
de mundanos remedos, como cuando se mira
que se arruga una falda llena de tentaciones
sobre la forma núbil con que el alma delira.

Yo he cerrado los ojos; pero el humo implacable
se ha apoderado entonces de mi cerebro enfermo
y me ha fingido toda la visión adorable
que sacude mi espíritu desfallecido y yermo.

La quietud y el silencio de mi asolada estancia
se juntan al capricho perezoso del humo:
se ha llenado el ambiente de femenil fragancia 
y el roce de un vestido cerca de mí presumo.

Liviandades de antaño, corroídas de olvido,
vuelven a mi desveladas por el ambiente opaco,
donde un recuerdo alegre, ya medio desteñido,
revive en la embriagante languidez del tabaco.

En la sutil madeja del sueño azulino
la alegría se mece picaresca y beoda
con las provocaciones y el canto felino
de una mujer alegre que se nos brinda toda.

¡Oh mis buenos amigos! Fumemos, que la vida
nos ha engañado a todos, a pesar de ser buena;
como la opaca nube medio desvanecida,
la vida es un ensueño de alegría y de pena.

Bella cuando se enciende, triste cuando se apaga,
la vida, amigos míos, nos ha puesto beodos,
y la vemos marcharse como la niebla vaga
del humo alucinante que nos engaña a todos.

                                                                         (de Perdidos y delirantes,
                                                                            San Salvador, 2012)



LA SIEMBRA

Bajo un sol matinal de primavera
que de áureos toques el follaje borda,
se abre la arada en la gentil pradera,
junto al torrente bramador que asorda.

Se apoya el labrador en la mancera
del tosco arado, y con la yunta gorda
va despojándose la ubérrima ladera
que en negras floraciones se desborda.

Detrás regando la simiente, a pasos,
sobre la amelga de fecundos trazos,
va el fornido gañán de anchas espaldas,

mientras cruza los ámbitos sonoros
gárrula banda de fugaces loros
como un collar de verdes esmeraldas.

                                                              (de Parnaso salvadoreño,
                                                                Barcelona, 1917)








JOSÉ BATRES MONTÚFAR [17.397] Poeta de El Salvador

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José Batres Montúfar

José Batres Montúfar, (San Salvador, El Salvador, 18 de marzo de 1809 - Ciudad de Guatemala, Guatemala, 9 de julio de 1844), escritor, político, ingeniero y militar que nació en la ciudad de San Salvador; hijo de José Mariano Batres y Asturias y de Mercedes Montúfar y Coronado. Provenía de la vieja alcurnia de familias coloniales. Se le ha llamado el mejor poeta guatemalteco del siglo xix, por su obra intelectual sin parangón en las letras de ese tiempo en Guatemala, sólo comparable a lo que consiguió en la prosa el novelista José Milla y Vidaurre, promotor de la difusión de las composiciones de Batres Montúfar, prontamente olvidadas incluso en las décadas siguientes a su deceso. Entre muchos de los escritores que lo mencionaron, como Menéndez y Pelayo y José Martí, el célebre erudito de la literatura hispanoamericana Pedro Henríquez Ureña diría de él: «El mejor de los poetas dotados del don del humor».

Pepe Batres -como familiarmente se le llamara-, recibió una educación esmerada; su padre le dio las primeras lecciones literarias y le enseñó la música, la lengua francesa y los principios de honradez y caballerosidad tradicionales en la familia, que formaron el fondo del carácter del poeta. Fue aficionado a la lectura, aprendió el latín, y leía y hablaba perfectamente el francés. Se nutrió con la lectura de los clásicos griegos y latinos y con los escritos más representativos de las lenguas española, y francesa. Trascurrió su infancia y tiempo de formación entre la gran efervescencia social que propició la independencia de Guatemala de la dominación española, en los primeros y revoltosos años de la Guerra Civil Centroamericana. Su familia, atrapada entre las luchas que enfrentaron al general liberal Morazán con la conservadora República Federal de Centro América, perdió bienes y posición social, tras la expulsión de los conservadores de Centroamérica en 1829.



Retrato de José Batres Montúfar.

En los años de su juventud destacó por su claro talento y su imaginatíva conversación. La posición social de su familia, aristocrática y de abolengo criollo, le permitió una vida cómoda. Sus inquietudes iniciaron casi con la misma independencia de Guatemala. En 1824 ingresó a la Escuela de Cadetes establecida en Palacio por acuerdo del Gobierno Federal y dirigida por su próximo pariente, el coronel de Artillería don Manuel Arzú. Se distinguió en aquel centro por su inteligencia, sobresalió en el estudio de las matemáticas y del arte militar y al concluir el curso, fue promovido al grado de Oficial de Artillería. En 1826, a los 18 años de edad, tomó parte en la batalla de Milingo y en la localidad de Mejicanos fue hecho prisionero por los salvadoreños. Estuvo en prisión casi un año, junto con Miguel García Granados, futuro líder liberalNota 2 El poeta volvió a Guatemala en 1830. Su melancolía inteligente y sentido inconformista le sirvieron, tanto en la vida como en la obra, según opinara el poeta Luis Cardoza y Aragón, como un refugio ante la sociedad con visos feudales de atraso en la que vivió y que, por eso, satirizó con virulencia. Trabó amistad con la también lírica María Josefa García Granados, llamada por él «Pepita», hermana de Miguel.

Juan Valera dijo:

No cabe duda que Batres Montúfar, es en su género, uno de los mejores poetas del habla castellana, así por su estilo suelto como por su amplio dominio de la rima, por los que pudiérmos llamar sus caprichos métricos y por ese inimitable estilo descriptivo que muy pocos pueden igualar.

El 25 de agosto de 1838 fue dado de alta en la primera compañía de la brigada de artillería, con el grado de capitán comandante. Peleó por última vez, con las tropas conservadoras del general Rafael Carrera que rechazaron la invasión del liberal Francisco Morazán, en 1840. En mayo de 1844, Batres Montúfar causó baja en el ejército, por motivos de enfermedad. Anteriormente dispuso estudiar ingeniería y el 14 de diciembre de 1835, obtuvo el título de ingeniero topógrafo. En 1837, el Gobierno de la Federación ordenó que una comisión de ingenieros explorara el río San Juan de Nicaragua, con el fin de ver si era posible construir por cuenta del Estado el canal que, aprovechando las aguas de aquel río y de los grandes lagos de la región, comunicara los dos océanos e hiciera de Centroamérica un emporio de comercio, como habían soñado distinguidos compatriotas. Con tal objeto se nombró al ingeniero inglés John Baily para dirigir los trabajos de exploración, y a José Batres Montúfar para acompañarle como ingeniero auxiliar. El poeta partió para Nicaragua en compañía de su joven hermano Juan, que le amaba entrañablemente y que quiso compartir con él las fatigas y penalidades de la empresa. La comarca del río San Juan era casi desconocida, cubierta de espesa selva tropical, inexplorada y llena de peligros para la vida humana. En medio de ese cuadro de salvaje belleza natural, los hermanos Batres lucharon por abrirse camino desde el corazón del Continente hasta el mar. Privados de los elementos más necesarios para sobrevivir en tierra tan inhóspita, se rindieron a la fatiga, a las privaciones y a la enfermedad. El menor, Juan, que apenas contaba con veintiún años, pereció víctima de la fiebre palúdica, hecho que Batres versificó como elegía en el poema San Juan:

De fieras poblado, de selvas cubierto
que vieron erguidas cien siglos pasar,
allá en Nicaragua se extiende un desierto

¡Su historia… ninguna! Su límite… el mar.


Muerte

En abril de 1838, Batres Montúfar volvió a Guatemala, enfermo del cuerpo y del alma, muertas sus últimas ilusiones y sufriendo espantosos dolores físicos que acabaron de entristecer su ánimo. El 13 de mayo de 1839 fue nombrado para ocupar el cargo de corregidor del departamento de San Juan Amatitlán. Tres años después, fue electo en 1842, diputado a la asamblea legislativa por el departamento de San Marcos. La Sociedad Económica de Amantes de la Patria -club de los miembros del Clan Aycinena2 - lo declaró socio asistente el 19 de abril de 1841. Murió en la ciudad de Guatemala, el 9 de junio de 1844, a los 35 años de edad.

Obra

Marcelino Menéndez y Pelayo recordó de él:

Don José Batres Montúfar es la verdadera gloria de Guatemala... Ni a Heredia, ni a Bello, ni a Olmedo, se les hace injuria con poner cerca de sus nombres el de este contemporáneo suyo, cultivador de una poesía tan diversa, pero no menos exquisita en su género, con ser este uno de los géneros menos elevados y aun menos recomendables del arte literario.

Fue un insigne escritor perteneciente a la escuela romántica, considerado como el más grande poeta guatemalteco del siglo xix. Su producción poética y sus inigualables obras del género jocoso se valieron de la sátira y la ironía fina para revelarse contra el estamento semicolonial que oprimía, hasta cierta manera, una personalidad tan crítica como la suya. De ahí que sus descripciones costumbristas de la primera mitad del siglo xix en Guatemala estén logradas con acierto como piezas literarias de valor. Compuso parte de su poesía en octavas reales, al modo de las novelas del italiano Giambattista Casti, a quien admiraba. Además de Casti, sería ávido lector de Byron, cuyo influjo en El reloj es tangible. Mucha de su obra inédita sería destruida por su familia tras su muerte, preocupada por la polémica que en ellas había.Nota 3 Otra idea estética importante que puede descubrirse en la poesía de Batres es su preocupación por la belleza ideal. Presenta, en poemas como El reloj y en otros libros de costumbres, personajes “grotescos” o “inmorales”, que rompen con el molde de lo armonioso y consistente. Entonces, una vez en el juego dialéctico, puede descubrirse lo bello en oposición a lo feo y el bien (moral) en oposición al mal (transgresión).

Obras más famosas

Entre sus obras más famosas se encuentran aquellas que bajo el título común de Tradiciones de Guatemala, constituyen notables poemas narrativos y satíricos:

Las falsas apariencias
Don Pablo
El relox
Sus obras líricas son los poemas:

Yo pienso en ti
San Juan
El suicidio
Al Volcán de Agua


Yo pienso en tí

«Yo pienso en tí, tú vives en mi mente,
sola, fija, sin tregua, a toda hora,
aunque tal vez el rostro indiferente
no deje reflejar sobre mi frente
la llama que en silencio me devora.

«En mi lóbrega y yerta fantasía
brilla tu imagen apacible y pura,
como el rayo de luz que el sol envía
a través de una bóveda sombría
al roto mármol de una sepultura.»
Callado, inerte, en estupor profundo,
mi corazón se embarga y se enajena,
y allá en su centro brilla moribundo
cuando entre el vano estrépito del mundo
la melodía de tu nombre suena.

Sin luchas, sin afán y sin lamento,
sin agitarme en ciego frenesí,
sin proferir un solo, un leve acento
las largas horas de la noche cuento
¡y pienso en ti!»




CUENTO

Una vieja soltera se moría
y sin cesar pedía
al confesor que estába cerca de ella
la palma y la corona de doncella;
y su afán era tanto
que era capaz de impacientar a un santo,
aunque no lo mostrase el padre cura,
hombre muy ponderable de dulzura.

Una de tantas veces, sin embargo,
que estába repitiendole el encargo
nuestra virgen anciana
por centésima vez en la mañana,
aburrido el pastor de aquella tema
a la vieja le dijo con gran flema:
"Mire, Tía Pascuala, que la cosa
es algo peligrosa,
pues si su doncellez no es verdadera,
y la van a enterrar de ésta manera
cubierta con insignias virginales,
el menor de sus males
será ir al infierno en cuerpo y alma
tan sólo por la culpa de la palma;
mírese bien en ello, madre mía,
y no le salga cara su porfía.'
"El Señor, le responde, me és testigo
que no reza conmigo
éso que usted acaba de decirme.
¡Si por algo no temo yo el morirme...!
Ello...en fin...es del todo...indiferente,
Pero...mejor será...porque la gente
no vea...vanidad en mi persona,
que me entierren sin palma ni corona'. 




SUICIDIO

Llegó en fin a este presido
inserta en El Semanario
(periódico literario)
la contienda del suicidio.
Para matar el fastidio,
por no decir otra cosa,
saco mi Musa quejosa
de vivir arrinconada,
cómo quién saca su espada
para ver si está roñosa.

A todos hablar prometo
sin ofender a ninguno,
que a todos, uno por uno,
los estimo y los respeto.

A decidir no me meto
quién es quién tiene razón;
sólo diré mi opinión
con modestia o sin modestia
que suele causar molestia
afectar moderación.

Muchos siglos van corridos
desde que hay suicidados
amantes menospreciados
y jugadores perdidos.

Tantos sabios distinguidos
han tratado del esplín
y del suicidio, que al fin
disputar está demás.
sobre si es nefas o fas
(que yo también sé Latín)

Tengo por mal argumento
para quitar la vida
el citar algún suicida
de valor o de talento.
Por uno se encuentra ciento
de la más ilustre fama
que terminaron su drama
enfermos, asesinados,
borrachos, apaleados
en la horca y en la cama.

Lector, si fuera a exponerte
tantos ejemplos diversos
llegaría haciendo versos
a la hora de mi muerte.
Citaré algunos y advierte
que no quiero fastidiarte;
va leyendo hasta cansarte,
y así que estés muy cansado
descansa, lector amado,
no vayas a suicidarte. 





ROMANCE

Es un joven desgraciado
cómo una rosa marchita,
frescura y color le quita
el sol que la ha marchitado.

Apenas la sombra queda
de la forma que perdió:
Ya el olor se disipó,
no hay quién volverselo pueda.

Huye de todo consuelo,
que el infeliz no le tiene:
Ni esperanza le mantiene,
éste grato don del cielo.

En su profundo estupor
y desesperada calma,
ya no lisonjea su alma
ni la gloria ni el honor.

Cómo un volcán abrazado
su adolescencia pasará,
¡cuán violento palpitará
su corazón arrojado!

Hoy para él todo está muerto
que el corazón arrogante
cayó frío en un instante
y de tristeza cubierto.

Otro hombre jamás ha habido
que algún bien no haya gozado;
más él siempre desgraciado
y nunca dichoso ha sido.

La esperanza ni una vez
vino a alimentarle un rato;
no tendrá un recuerdo grato
con qué aliviar su vejez.

Mírale, tierna doncella,
mira aquella alma postrada;
que enciende una tu mirada
la vida que aún resta en ella.

Para la piedad naciste,
tu misión es la ternura;
no seas con él tan dura;
velo: casi ya no existe.

Más ¿rehúsas doncella hermosa,
dar fin a tan cruel tormento?
¿No te mueve ni un momento
su desdicha lastimosa?

Ya su mal está calmado
¡Oh muerte! ¡Oh nada desierta!
abre, eternidad, tu puerta
para que entre un desgraciado




RAFAEL CABRERA [17.398] Poeta de El Salvador

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RAFAEL CABRERA

Nació en Cojutepeque, El Salvador en 1860, y murió en Guatemala, en 1885. Una vida bajo el signo de la vehemencia romántica, en los amores y en la poesía. Novio de Ana Dolores Arias (“Esmeralda”),  de la que se separa al irse a Guatemala, a estudiar. Allá el poeta escribe, sueña y se enferma. Y muere. Sus poesías rezuman nostalgia  y pronunciación. Versifica con esmero, y el color emotivo impregna sus leves estrofas. Dentro de la lirica salvadoreña, encarna con “Esmeralda”, el signo legendario de la pasión ir realizada. Recogió sus versos, y los dio a Joaquim Méndez  para que los editara en un libro; pero luego se arrepintió, y ahí quedaron dispersos, en antología y periódicos. Murió en un rapto de angustia  fugitiva, a la puerta del lazareto don paso sus últimos días.

En “Los poetas novios de Cuscatlán”, recogido en “paginas escogidas das”  (San Salvador, 1939) señala Juan Ramón Uriarte: “en su canto a LA CEIBA DE MI PUEBLO-que basta para exaltar su nombre en nuestra historia literaria y que en su romance en el Lago de Llapango, su imaginación bulle libre y soberana y ya no se perciben los valimientos de Espronceda, Bécquer y José  Joaquín  Palma./ En ambas poesías prosperan las imágenes auditivas, visuales y motrices para hacerlos ver mejor lo que el poeta descubre en la realidad del mundo exterior e interno”. Y el mismo Uriarte, sobre el poema de la ceiba: “nosotros llamamos a esa poesía como el poema de la nostalgia, sin rival en la letras nacionales.” Cabrera, por su parte, en articulo citanos en la nota referente a Ana Dolores Arias, concreta: “cuando Esmeralda interesa como mujer, Gabriela por llevar en su ser algo dramático, real, palpitante. ¡Ah!, este estaba llamado a lanzar gritos tremendos en sus combates con la suerte. Este hubiera dado toque formidables a las puertas misteriosas del destino humano, si la muerte no le corta el paso y calla la voz de su interesante escepticismo.” El poema más famoso de Rafael Cabrera es “LA CEIBA DE MI PUEBLO”.



La Ceiba de mi pueblo


“En el pueblo indígena de San Juan Cojutepeque los monjes de la Orden de los Predicadores de los Santos Evangelios o de Santo Domingo de Guzmán, edificaron dos Iglesias: la de San Juan Bautista en 1612 y la de San Sebastián en 1692”

Frente a la Iglesia de San Juan, Barrio San Juan actualmente se extendía una amplia plazoleta, de forma irregular y de suelo sinuoso, en cuyo centro erguiase soberbia e imponente, en sus enormes ramas extendidas como brazos gigantescos, una añosa ceiba. En sus mejores tiempos ella proyecto su “inmensa sombra amiga” y albergo pájaros y nidos, epifitas y enjambres de insectos en un mundo maravillo de voces y colores, de luces y silencios. La Ceiba de San Juan era “el alma del pueblo”, el símbolo de la comunidad Cojutepecana.

“A principios de los años 1900, la ceiba de Cojutepeque cayo abatida por el hacha inmisericorde de un Labrador y por la orden de un ignorante funcionarios público; pero en el bello poema de Rafael Cabrera, el poema de la nostalgia, vivirá mientras viva la Republica, como una de las más bellas expresiones estéticas” (Pagina 100. El Salvador, Historia de sus Pueblos, Villas y Ciudades. Jorge Larde y Larin, Edición 1957). Según registros una ceiba sustituta se plantó, en la esquina de la Avenida Cabrera, el 3 de mayo de 1924.

De la Ceiba no quedo fotografía ni pintura alguna. Solo las agiles expresiones de Rafael Cabrera, quien “En la Navidad de 1882 – escribió en preciosos endecasílabos “La Ceiba de mi Pueblo”, llamado “el poema de nostalgia”. En dicho poema describe la ceiba, nos da presencia de aquel árbol en la historia del pueblo: en tanto que la actual, circundada por el muro de la alcaldía actual, espera el bardo que la cante, y se apresta a desafiar a los siglos”.



La Ceiba de mi Pueblo
Rafael Cabrera

I

¡Anciana ceiba de mi pueblo amado
!Si volverá a sonar bajo tus rama,
Sentado en tus raíces muellemente,
A la luz que nos dice “Hasta mañana”

A veces triste, conmovido y loco
Me finjo estar bajo tu sombra escasa
En una de esas tarde voluptuosas
En que se siente, se delira y se ama…

Allá, a mi izquierda, el encendido ocaso
Pintando flores en cendal de gualda.
Y la ondulada cumbre de los cerros
Perfilándose en fondos de escarlata.

En rumbo opuesto el San Miguel truncado
En tul se vela de azulino nácar.
Cual el genio infeliz de los ausentes
Perdido en el turbio de las distancias.

Allá también el San Vicente adusto
Su majestuosa cumbre dentellada
Engolfa altivo en la región sidérea
Como un sarcasmo a la soberbia humana.

Las nubes ciñen la severa frente
Cual leves copos de errabundas gasas.
Y acaso el yermo de su bronca cima
El campo sea de feroz batalla.

En donde el cóndor contra el cóndor luche
Con curvo pico y prepotentes garras,
Sobre el girón de palpitante presa
De un cóncavo a los bordes disputada!

!Quien sabe si mañana el gran coloso
Conmueva de mi valle las entrañas,
Y al tronar estridente de sus fauces
Se inunde Cuscatlán de ardientes lavas!

!Quien sabe, muda efigie de los siglos,
Si el dulce techo de mi abuela anciana
Vayas a sepultar tonante y fiero
En mar inmenso de encendidas llamas!

Mejor mil veces que arrogante y mudo
Seas del valle esplendida atalaya.
Refrescando tu frente con neblinas
Y haciendo hervir las fuentes a tus plantas.

Que sientas adormirse dulcemente
Al rumor melancólico del aura
La ciudad legendaria en un tiempo
Libertad! Libertad! – clamo a tus faldas.

Y el brazo armado de sus nobles hijos
La fe por guía y por pendón la audacia,
Humillaron la testa del tirano
De los valientes hijos de Tlaxcala …

Y frente a mi … del carcomido templo
La pintoresca mole se levanta,
Donde oraron los padres de mis padres
Ante el altar del tiempo de la España.

El verde llano y el amate umbroso
Donde de niño cándido jugaba,
Y la calle mil veces recorría
En las austeras procesiones santas!




II

¿Si volveré con húmedas pupilas
A contemplar las miserias parasitas
Que nacen, crecen, aman y se mueren
Al calor fecundante de tu savia?

O si juguete de los largos siglos
Que han dejado tus cepas deshojadas,
Te iras a ver muy pronto a sus embates
Sobre el suelo por siempre derrocada?

Las golondrinas que tus ramas pueblan
Son más felices que quien hoy te canta:
Ellas contemplan aquel pueblo mío
Que las ruines pasiones despedazan.

El riente pueblo que me vio en la cuna
y entre alegrías escondió mi infancia;
Que guarda todos mis recuerdos dulces
Y en otro tiempo me brindo esperanzas!

Ellas contemplan revolando alegres
El pueblo aquel cuya ilusión me halaga;
Que no prospera pero siempre bello,
Nido de amores y perfumes guarda.

Ellas le miran cuchicheando alegres;
Yo con húmedos ojos le mirara;
Y tal vez le veré cuando de muerte
Enferma sienta desmayarse el alma!

Si decretado esta, cuando la vea,
Ansiosa acaso la filial mirada,
En vano, en vano de mi abuela busque
Las venerables y apacibles canas.

Bajo las sombras caras y tranquilas
Del techo aquel, donde cuando ella oraba.
Yo, mis alegres tiempos recordando,
Reía con los niños de la casa.

Mi pobre abuela! Si de tu hijo inquieto
Las alegrías muertas retornaran.
Volvería al hogar y de tus labios
Con fe recogería las palabras!

Pero aquellas horribles tempestades
Que oías rebramar en sus entrañas,
Aun rugen con los ecos de la muerte
En las noches funestas de su alma!

Tal vez no existirás cuando yo vuelva!
Y vuelta escombros tu modesta estancia,
Mi padre, mis hermanos, mis amigos…
También en polvo para siempre yazgan!




III

Añosa ceiba! Dime sin en las tardes,
Cuando la luz crepuscular te baña,
Precioso enjambre de morenas lindas
Acude a sonreír bajo tus ramas.

Esas beldades mis amigos fueron,
También entre ellas escogí una hermana
Que me supo alentar cuando moría
El ultimo fulgor de mi esperanza.

Sus labios para mi vertieron mieles,
Y hermanos en el arte y en la patria,
Juntos cantamos, y sintiendo juntos,
La misma nota estremeció las arpas.

Lloroso un día me llegue a sus puertas
Y por última vez deje a sus plantas
Elegiaco cantar de despedida
Porque un hado fatal nos separaba.

Ella me dijo que en la casta lumbre
Que el astro de la noche nos enviara,
Los llantos de la ausencia se unirían
Cual sollozos de tórtolas que se aman.

Yo he cantado las hondas conmociones
Con que la ausencia el pecho nos desangra,
Y han ido hasta el alcázar de la Luna
Mis notas tremulentas y cansadas…

A su recuerdo inmarcesible y santo
Hay cuerdas que mi citara consagra,
Que suspiran el eco de sus himnos,
Y chispean la fe de sus palabras.

Y en su música vaga e infinita
El moribundo corazón empapan,
Y más allá de la vital miseria
!El pensamiento en abstracción espacian!

Di si la has visto ¡ceiba de mi pueblo!
Sentarse y suspirar bajo tus ramas,
Y volviendo los ojos al Poniente,
Verter de penas silenciosas lágrimas.

Y si bañada en rayos de la Luna
La oíste sollozar cual la torcaza
En las frondas calladas de los sauces,
Cuando los sueños su sopor derraman.

¡Ah! Yo la he visto lánguida y tranquila
Descender hasta mí, tímida y blanca
Como el santo candor de la pureza
Y la primera luz de la mañana.




IV

Siempre la veo! De mi mente nunca
Sus encantos purísimos se apartan,
Y me habla en el lenguaje de los dioses
Y me infunde la fe de sus plegarias.

¡Quien pudiera volver a los parajes
En donde tu penosa te levantas,
Y exhalar en el grito de los cisnes
La triste inmensidad de la nostalgia!

Sentir, amar, correr como en los días
De fiesta y placer, luz y fragancias
Que el cáliz de la vida, exuberante
Y lleno hasta los bordes, derramaba!

¡Quien pudiera escalarte y recoger nidos
En infantil dulcísima algazara,
O cortar los capullos y las flores
Con que te adornan miles de parasitas!

¡Quien recorrer pudiera uno por uno
Tanto nido de amor donde dejaran,
El corazón sus poemas de alegría,
Y sus tristezas pálidas en el alma!

Y aparecerse y ver en el paisaje
La de mi madre sombra veneranda,
Y hablarle en el idioma de los niños,
Y esperar y morir al escucharla!

Y quien … al fin ¡oh ceiba de mi pueblo!
Escuchar el sollozo de sus ramas,
Formar con ellas una cruz mortuoria
Y en la fosa dormir bajo plantas!

Guatemala, Navidad de 1882.

(Tomado del libro; Cojutepeque, biografía de un pueblo)









HANS MORGENTHALER [17.399] Poeta de Suiza

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Hans Morgenthaler

Hans Morgenthaler (Nació el 4 Junio 1890 en Burgdorf, Suiza † 16 Marzo 1928 en Berna; Pseudonym: Hamo). Escritor, poeta, geólogo y alpinista.

Escritor suizo, nacido en Burgdorf en 1890, y muerto en Berna en 1928. De familia acomodada, Morgenthaler llevó a lo largo de su corta vida una lucha ejemplar contra la moral burguesa y la estrechez mental de la sociedad suiza. Esta lucha se refleja en toda su producción literaria a través de un lenguaje sencillo, a veces con ciertas notas de humor. En su intento desesperado por encontrar la naturaleza verdadera, no tocada por la mano del hombre, fue en su juventud un infatigable montañero. Su primer libro, Ihr Berge (Sus montañas, 1916) presenta esta actividad casi como un ritual iniciático. De la época que vivió en Siam como geólogo, son Matahari (1921), en la que presenta este país como el paraíso en la tierra, y Gadscha puti (1929) que, escrita tan sólo ocho años después, corrige la visión idealizada de Oriente que se desprendía de la anterior. Tras su regreso a Europa, recogió sus experiencias de un modo provocativamente abierto y sarcástico en Ich selbst (Yo mismo, 1923). En las ciudades, que van contra todas las leyes de la naturaleza, y en su pseudocultura social, reconoce su propia problemática y su enfermedad, pero es, sin duda alguna, en sus poemas (Totenjodel, La alegría de los muertos, 1970) donde se recoge con mayor febrilidad la metáfora de las angustias y temores de un escritor que pasó su existencia al margen de la sociedad, en la sombra, sin llegar en ningún momento a intentar adaptarse a ella.


Obras 

Beiträge zur Kenntnis des Formenkreises der Sammelart Betula alba L., mit variationsstatistischer Analyse der Phaenotypen . Diss. Zürich 1915
Ihr Berge. Stimmungsbilder aus einem Bergsteiger-Tagebuch . Orell Füssli, Zürich 1916
Matahari. Stimmungsbilder aus den malayisch-siamesischen Tropen . Orell Füssli, Zürich 1921
Ich selbst. Gefühle . Orell Füssli, Zürich 1923
Woly. Sommer im Süden . Roman. Orell Füssli, Zürich 1924
Gadscha Puti. Ein Minenabenteuer . Hg. von Fritz Hegg. Francke, Bern 1929
Das Ende vom Lied. Lyrisches Testament eines Schwindsüchtigen . Gedichte, hg. von Hugo Marti und Marguerite Schmid. Francke (Jahresgabe der Bernischen Kunstgesellschaft), Bern 1930
In der Stadt. Die Beichte des Karl von Allmen . Autobiographische Aufzeichnungen, hg. von Otto Zinniker. Spaten, Grenchen 1950
Totenjodel . Gedichte. Hg. von Kurt Marti . Kandelaber, Bern 1970
Dichtermisere. Ein Hans-Morgenthaler-Brevier , hg. v. Georges Ammann. Orte, Zürich 1977
Hamo, der letzte fromme Europäer . Sein Leben, seine Versuche und Anstrengungen. Ein Hans-Morgenthaler-Lesebuch, hg. von Roger Perret. Lenos (Litprint 40), Basel 1982
Der kuriose Dichter Hans Morgenthaler . Briefwechsel mit Ernst Morgenthaler und Hermann Hesse, hg. von Roger Perret. Lenos (Litprint 37), Basel 1983




Poeta en la miseria

Soy el extravagante poeta Hans Morgenthaler.
¡Exacto! El primo de Ernst, el conocido pintor.
Tengo restos de sopa en la chaqueta
Y de gotas nasales en el cuello de la camisa;
en otras circunstancias, vida mía, te ofrecería
mi amor, pero en mi absoluta pobreza
no me es lícito hacerlo.

Vivo en la Suiza italiana,
donde a veces hace mucho calor en verano.
Atrapado entre un Klott
y un piano eléctrico,
en una ruidosa habitación que da al sur, abrasada por el sol.
Estoy esperando, con una interminable y tensa paciencia,
un cambio favorable en mi vida,
y nunca llega.

Cada vez que, tras la persiana,
he pasado un día caluroso
y abro la ventana, feliz, al aire fresco de la tarde,
para trabajar un poco en mi mesa
o, con un cansancio de muerte, dormir un rato,
aparece uno de ésos: un botones, un mozo o un aprendiz
de barbero,
echa una moneda en la máquina de discos
y empieza a sonar la endiablada canción Valencia...
¡Llevo una vida de perro!
¡Así nunca me curaré!
¡Así se vive en la Suiza libre:
en la más terrible estrechez y sin vender un solo libro!
¡Ando alrededor de los cuarenta,
y cada día soy más pobre como para poseer
mi propio tesoro!

No he cenado nada esta noche
y así puedo ahorrar para un sobre y un sello,
tengo que escribir a mi nueva admiradora,
una dama de setenta años
que, salvo el franqueo, no me cuesta nada
y vive en un asilo.

(De Totenjodel)




Dichtermisere. 

Ich bin der kuriose
Dichter Hans Morgenthaler.
¡Jawohl! Der Vetter von Ernst, dem bekannten Maler.
Ich habe Suppe Auf dem Rock
und Nasentropfen auf dem Kragen,
sonst würd dich ich, Schöne, mein Herz antragen, 
so aber in meiner Wirtschatsnot
darf ich es fast nich wagen.

Ich wohne in der italienischen Schweiz,
da ist es manchmal im Sommer schön heiss. 
Eingeklemmt zwischen einem Klott
und einem elektrischen Klaviertautomaten,
in einen unruhigen Südzimmer von der Sonne gebraten
wart ich, unendlich gespannt vor Geduld,
auf jene schöne Änderung,
die nie kommt in Leben.

Wenn ich hinter meinen Jalousie
einen verzweifelt heissen Tag dumpf hingetbrütet habe 
und am Kühlen beglückt die Fenster aufreisse,
um noch ein wenig am Tisch zu schaffen,
oder todmüde zu sterben, das heisst zu schlafen,
kommt so ein Mensch, Kommis, oder Coifeurknabe.
Wirft eunen Batzen in den Misikkasten,
und de Teufeltanz Valencia geht los...
Ich habe ein Lebe wie ein Hund!
So werde ich nie und nimmer gesund!
So ist´s in der freien Schweiz:
”Elend eng und kein Bücherabsatz,
jetzt bin ich beld vierzig
und noch immer zu arm für einen richtigen eigenen
Schatz!

Habe heute nichts zu Nacht essen können,
um Kuvert und Marken zu spare, 
muss meiner neusten Verehrerin schreiben, 
sie ist eine Dame von siebzig Jahren,
kostet mich ausser dem Porto nichts 
und wohnt in einem Greisenheim.












ANDRI PEER [17.400] Poeta de Suiza

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Andri Peer

Andri Peer (Nació el 19 Diciembre 1921 in Sent, Suiza  † 2 Junio 1985 en Winterthur) fue un escritor suizo.

Escritor suizo, nacido en Sent en 1921 y muerto en Winterthur en 1985. Estudió Filología Románica y fue profesor de instituto. Gran conocedor de la literatura universal y de las nuevas tendencias de la lírica del siglo XX, consiguió romper con las formas tradicionales y con modelos lingüísticos acabados, dando así lugar a una renovación de la lírica romanche. Su primer libro de poemas apareció en 1946, Trais-cha dal temp (Baile del tiempo). Hasta su muerte publicó otros catorce más, entre ellos L'Alba (El alba, 1975) y Poesias (Poesías, 1977). No sólo formalmente, sino también temáticamente, la lírica de Peer está abierta a todo, aunque domina sobremanera la visión del hombre del siglo XX que no puede cerrar los ojos ante la barbarie. Escribió también narraciones en las que se deja ver un intento de escape del provincialismo; sin embargo, Peer siguió a lo largo de toda su vida estrechamente unido a su tierra natal, hecho que, junto con el paso del tiempo, es uno de los motivos más recurrentes en su obra literaria.

OBRA:

Deutschsprachige Werke und Gedichtsammlungen mit synoptischer deutschsprachiger Übersetzung:

Sgrafits . Rätoromanische Gedichte . Mit deutscher Übertragung von Urs Oberlin . Rascher, Zürich 1959.
Drei Gedichte . Hürlimann, Zürich 1962.
Weihnachten in Carolina . Vier Weihnachtsgeschichten . Reinhardt, Basel 1966.
Erzählungen . Gute Schriften, Zürich 1968.
Jener Nachmittag in Poschiavo . Erzählungen aus Graubünden . Reinhardt, Basel 1974.
Die Zündschnur . Schweizerisches Jugendschriftenwerk , Zürich 1978.
Refügi . Gedichte . Rätoromanisch und deutsch. Wado, Zürich 1980.
Poesias = Gedichte . Deutsch von Herbert Meier . Desertina, Disentis 1988.





Viento del sur

Esta noche
ha estado el viento tocando el órgano
entre los árboles del bosque.
Ráfagas de lluvia azotaban y cedían;
por la mañana:
ramas rotas
como huesos carbonizados.

Entre dos golpes de viento
He oído tu voz.

(De Il Chomp sulvadi)





Favuong. 

Quista not
ha il vent suná l´orgel
aint ils gods
intuorn ed intuorn.
Perchadas da plövgia,
roms ruots
perquai via,
0ssa s-charbunada.

Tanter ün bof
n´haja dudi tia vusch.






I dà

I da ögliadas chi strendschan sco chadainas
e cloms chi sco lantschas trafichan

I da suspürs chi as disfan sco nüvlas
e gravurs plainas d'üna sön d'palü

E temmas daja chi cuorran sco incendis
cha'l vent chavalgia bluord e paschiunä

I da sgrischuors chi scruoschan sco lavinas
e schmerdschan las culuonnas da la spranza

I da avainas chi chantan sco funtanas
ed otras taisas d'naira stanglantüm

Algrezchas daja vivas sco la flomma
serainàs sco'l ruschè da la daman

I da stüfchentschas süttas da sablün
e planas sco las uras da l'iffiern

E ödis chi't schmagliaintan dadaint oura
ün avel tuorsch per battiar ils morders

I da rüglentschas sco zuolper ardaintas
chi ruojan tras las fibras da la charn

I da langurs chi cloman sco guitaras
tras il fögliam nocturn d'Andalusia

E pestilenzas daja aschas e superbgias
armadas culla spada dal schnuizi

I da oduors chi branclan e charezzan
sco bratscha da marusas cupidadas

E prüvadentschas daja lammas sco naivadas
o albas sunasonchas giö da tschêl!





II sömmi

Sömmi o veement tamtam
chi battast mas taimpras tendüdas
cun teis mans dad ajer
cur cha dalöntsch illa not
ils temporals
roudlan lur charramainta
chi scruoscha d'imnatschas
Tarn ta-tam

Cur las chavorgias as dervan,
gruoglias plajas dal muond.
Cur las increschantüms
tü chatschast sco nüvlas blerüra
sur la savanna da l'invlüdanza
o pussant, da nossas ormas bescher!
Sömmi, immens tamtam da la not.
Perche clomast nanpro
las giuventüms najantadas?
Tarn taradam-tam

Sömmi träum rêve dream —
teis clom ais üna sunasoncha d'algords
teis flä ün cour chi spisgiainta la terra.
La not cun battüdas d'ala
invüda la spranz' illas vals
sco verms da glüm aint il erbaduoir.
Mo suot tias mastrinas sadajan
las rupettadas da la temma
sco la scossa rupestra
ch'Orion be füergia
vain sdasdond aint il cuvel.
Tarn tatam tu tamtam

Sömmi, uonda profuonda
sü da Fabiss
greiva da peschs, lindornas e giambers
e straminablas limargias.
Ingio ir cun ti' abundanza marina?
Sömmi, s-chima e sflatschaduoir
cunter la grippa da nos' immaint
Tarn tara-tamtam

Sömmi, tü ieroglif
cha'l Destin malvugliaint
tessa illa schmurdüm.
Insaina da sang e da fö
cura mä palantada?








MERCEDES MARTÍNEZ BILBAO [17.401]

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Mercedes Martínez Bilbao

Nació en Santurtzi (Bizkaia) en 1960. 





Escucha. Vendrá el mar
henchido que abrazará con sigilo tu garganta,
plántulas de melisa
crecerán a los pies de tus deseos
serán alfombra para tu gozo.
Escucha y calla.
Escucha la sombra del viento
arrastrándose por el asfalto
escalando el acantilado de tu desgracia.
Y calla. Calla con el silencio de los que aprenden
a aguardar la luz del cielo
el rayo que nació tiempo atrás
de la explosión intrusa
de un corazón azul.
 

*



Tras una palabra malherida
se esconde mi arma mortal
un signo que interroga con descaro
a un por qué anónimo
ajeno a la sabiduría de su ser.
De luz. De sombra. De odio albino.
Poesía que no muere.
Cuando se acabe el oxígeno
buceará en los mares abisales de la marginación,
cuando despierte la música
se maquillará con la dicha del futuro,
colgará de las ramas de mis pechos
se transformará en las pausas de mis salmos
saltará como rana en celo sobre el charco de mi indecisión.
Símbolos diseminados por el papel,
sinfonía de luz.
Poesía a secas.




Lombrices de pavimento

Si 
aparece una lombriz 
nueva en el vecindario
no me pongo contenta
ni triste
no calculo la probabilidad
de que nuestros rastros se crucen
o de que nuestras colas
se rocen,
pienso 
simplemente
que quizá le guste la pizza con pepperoni
hastiada de comer siempre
lo mismo,
me pregunto
si ha escuchado alguna vez
la segunda sinfonía de Mahler
o si la música tecno
le enerva el sentido,
pienso
sólo pienso
y escondo mi azulada tez contra el pavimento
no vaya a ser
que noten
que detecten
una inusitada actividad neuronal
en un gusano estúpido
que perciban la arritmia del movimiento
que me produce
este malestar vital
o la escasez de mucosidad cutánea
o el tormento de mi escondido apéndice,
no vaya a ser que 
se inquieten
por la mala comunicación con mis congéneres
y que sientan deseos de inquirir
acerca de absurdas secreciones cíclicas
o comiencen a rumorear
si será miopía
o ausencia intelectual
lo que se aprecia en mi mirada lánguida
y perdida,
no vaya a ser que
achaquen a una extraña enfermedad contagiosa
mi leve despigmentación latero posterior
o que 
se les ocurra torpemente
que un envejecimiento prematuro
me ha sobrevenido
y la locura
nunca más pasajera
se ha adueñado
de mi nimio cerebro.

Sabiendo
lo que quería decir
me agarré al silencio
como a una roca
sin saber si era mi salvación
o mi condena perpetua
porque
cada sentimiento mudo
es una idea andrajosa
un poema degollado
y yo
terrestre lombriz lunática
enmudecí hace tiempo
eternamente
enmudecí hace tiempo
eternamente

Algunas lombrices que conozco
son orgullosas
como un ciprés añejo
se deslizan rosadas y esponjosas
sobre el asfalto
se creen hermosas
y, en su creencia, se arrastran
ignorantes
altaneras
testarudas
por el lodo más tupido y maloliente
tejiendo una subsistencia vanidosa y pueril,
son obtusas
obstinadas
y en su claro lomo pasean
su inmadurez específica.




El tiempo

Transito a través del tiempo
cual lombriz
perezosa sobre el pavimento.
De vez en cuando
-muy-
las lombrices blancas
entonan encendidos himnos patrióticos
a varias voces,
las lombrices rosas
se reúnen periódicamente en el parlamento
y promulgan leyes
que protegerán a todas las lombrices
de ser aplastadas
excepto cuando ello sea
totalmente inevitable
estrictamente necesario.
Alguna vez
(entre los cánticos)
el amor brota
como el genio de Aladino
entre un par de lombrices,
es casi una enfermedad.
Mientras tanto
otros seres mueren en Gaza o en Kabul
talados por la miseria de los reyes
del universo.
He elegido
la soledad
soy una lombriz de pavimento.

No hay lombriz
más clara hoy aunque mi tez brille azulada.
Mis ojos ciegos tocan la claridad vespertina
y mi piel se despliega sobre la tierra
como vestido de novia
satisfecha y llena,
la humedad me trae aroma de viejos amigos
abre mis poros
y me comunica con un mundo microscópico
menos incierto,
recojo cada molécula de oxígeno 
me limpio
me renuevo de odios almacenados en estantes carnosos,
soy princesa de lombrices
reina terráquea invertebrada
dócil pero altanera
dúctil pero despierta
como nube que persiste
su lluvia sobre la costa.

Respetad mi tránsito translúcido
y leve
de suspiros blancos
de ahuecados sueños imposibles.




Instante amargo

Cuando aprieto las manos
tanto
contra la superficie de la mesa
que se blanquean los bordes de mis uñas
y la piel del estómago
se hunde hasta tocar mi columna,
cuando tenso las mandíbulas
como la cuerda del arco
que lanza las flechas más certeras
y mi entrecejo se frunce en festón
de epidermis
a la vez
que la sangre golpea
repetidamente
la puerta de mi mente
donde no puede entrar
cada vez que ésto ocurre
mi corazón se estremece
y en un sueño inconsciente
se abandona
eternamente.












MANUEL DEL RÍO Y GARCÍA [17.402]

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MANUEL DEL RÍO Y GARCÍA 

Poeta.
(El Puerto de Santa María, Cádiz. Siglos XIX y XX)
Algunas pinceladas del buen hacer de un prolífico poeta portuense que llenó con sus versos, plenos de fina gracia y de mordaz crítica, muchas páginas de la Revista Portuense en la última década del siglo XIX.  Se llamaba Manuel del Rio y García, y aunque su poesía es de la considerada “menor”, gozaba de una gran aceptación entre sus paisanos contemporáneos. Manuel Martinez Alfonso lo cita en varias ocasiones en su obra “El Puerto de Santa María en la literatura”  y se extiende en elogios de una zarzuelita: “Ojeada al Puerto” de la que él era el letrista´y la música del también compositor local Francisco Javier Caballero. La obrita, estrenada en 1895, se anunciaba como revista local cómico-lírica, resaltando la prensa de la época su fácil versificación, fluidez y sonoridad. “Viene a ser la tal “Ojeada” -indica Martinez Alfonso- como un desfile de cuanto había en El Puerto digno de crítica, observación o aplauso”.

Señala la Revista Portuense escenas de verdadera gracia y vis cómica, entre ellas la de la Electra Peral Portuense, personaje que tenía en sus manos un tridente, en cuyas puntas lucían tres lámparas eléctricas de diversos colores. El personaje femenino, en un sentido homenaje al que fuera candidato a diputado por la ciudad, declamaba:


La Plaza del Ave María, vista desde la azotea del Colegio de los Jesuitas.




Yo soy la luz eléctrica, señores,
la que más se asemeja a la del día;
la que en esta ciudad de Andalucía,
de la ciencia derrama resplandores.

No hay nadie que me mire y no se asombre
en este siglo lleno de portentos:
soy el no más allá de los inventos,
la última prueba del saber del hombre.

Por más que mis ventajas se disputan
cuantos aman la ciencia y el progreso,
víctimas del obscuro retroceso
pocos pueblos de España me disfrutan.

Cabe al Puerto el honor de que él ha sido
uno de los primeros que ha gozado
las ventajas de llevar este alumbrado;
y este honor se lo tiene merecido.

Pues digno de mejoras y de honores
es todo pueblo noble y patriota;
todo pueblo que lucha hasta ver rota
la red en que le envuelven sus traidores.

Y El Puerto, en lucha atroz por la justicia,
la razón, la verdad y el patriotismo,
triunfó de la coacción y el egoísmo,
de la envidia, la saña y la malicia.

Recompensa, no más, a su hidalguía
aquel por quien luchó le ha dispensado,
y si el éxito hubiese coronado
su justa aspiración, más le daría.

Invento que honra el siglo XIX
¿sabéis por quién lo tiene El Puerto?
¿Quién lo instaló con tan notable acierto?
¿Sabéis mejora tal a quién se debe?

Al sabio que hoy admira el mundo entero;
al español hidalgo, genuino;
al ilustre, al patriota, al gran marino
don Isaac Peral y Caballero.




Un cambio laboral trasladó a nuestro poeta a la capital gaditana al comienzo del siglo XX pero desde allí, intermitentemente y hasta bien avanzada la segunda década de dicho siglo, continúo colaborando con la publicación local mas conocida. De la Revista Portuense del 8 de julio de 1904 son estos versos que él mismo protagoniza cuando venía a ver los toros:


Dicen que El Puerto está muerto.
Lo que estaba era dormido.
Pero ya que está despierto
se ve que es el mismo Puerto
que toda la vida ha sido.
¡El mismo!… con sus parejas,
sus jazmines y sus rosas,
sus cierros bajos, sus rejas,
testigos de amantes quejas,
y sus bodegas famosas.
Tierra de las alegrías,
con hembras que son tesoros
de andaluzas simpatías,
que se ostentan en los días
de las corridas de toros.
Pues la fiesta nacional,
conjunto de sol, luz, vida,
colores, bullicio y sal,
tiene en mi tierra querida
un atractivo especial.
¡Oh, Puerto, en eso descuellas,
y del mar surco las olas
para verte, y ver en ellas
lucir a tus hijas bellas
sus mantillas españolas!
Por eso inundan los trenes
de viajeros tus andenes,
y al muelle vienen y van
llenos, y dando vaivenes.
Por eso, cuando hay corrida
marcha a mi tierra querida
toda la provincia entera.
Por eso eres tu mi anhelo
y por verte me desvela
porque es la gloria tu suelo,
o porque tu cielo se ríe
y porque testigo eres
de mis risas y mis lloros,
y porque brindan placeres
la gracia de tus mujeres
y la fama de tus toros.

(Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía).
http://www.gentedelpuerto.com/2011/11/22/1-206-manuel-del-rio-y-garcia-poeta/



ROCÍO ERASO [17.403] Poeta de Argentina

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Rocío Eraso

Escritora. Nace en Rosario, Argentina, estudió y estudia Filosofía y Letras, además de incursionar en la música y en distintas expresiones del arte.

Formó parte de varios movimientos culturales de su ciudad y cada tanto difunde sus textos por diferentes medios y publicaciones.

Ganó algunas menciones por algunos cuentos, y tiene una obra bastante extensa esperando ser difundida.

En la actualidad trabaja escribiendo de forma freelance notas de interés general y realizando traducciones, de modo de poder estar en su casa para criar a su hijo.


Sobre Acero

Los poemas de este librito forman parte de un conjunto de escritos producidos en el año 2007.


ACERO
Rocío Eraso


Acero

Durante un período cuadriculado, de territorios
huecos
esparcí
pequeñísimas semillas
y lo viscoso
lo blando que se aprieta y se destruye
y se multiplica patéticamente
a eso
lo guardé en la bolsa
del supermercado
Yo no puedo enseñar nada a los locos
sin enloquecer.

Escuché
quiero un perfume.

Media hora de perfume.

Nadar
en el invierno.


Tucaniche

En las soledades de tus casas, tu caniche toy sufre, te demanda
mirás por las ventanas
la sombra aplana la vista
arrolla a tus vecinos edificios
un ladridito abajo tuyo te recuerda que estás viva
si no fuera por él...
-suspiráspor
tu caniche.
Un ladridito y un llanto
infinito y finito
basta churruquito
basta ya te pido
no llores
lejos ves gente pequeña
-hombre pequeñito-
suspirás
como poeta
hubieses adquirido un dálmata
un labrador un breton
no un caniche toy toy micro toy
te preguntás si vuela
-¿volará?-
Y agarrás al suave y peludo bicho
carnes para puchero
se te hunden las manos en un perro así.
Balanceás los brazos
tu cabeza se achica un poco.
Si lo hacés ya está
sos un monstruo.
La idea de la mancha blanca allá abajo te seduce.
-Si no fuera ya la tarde, si fuera temprano-
pero son las seis
hora de volar...
Un timbre te alarma
te despierta.
el perro casi casi muere o vuela
una mansedumbre de plastimasa
te arrulla entonces la mente
enchufar el grabador y poner música.
El timbre te anuncia
a vos y a tu caniche
una segunda oportunidad.




Sein und Zeit

Tal vez es de algodón
el tiempo y lo respiro
y nada sea más redondo

apariencia
de algo que concluye
eternamente

en esta humedad
mis pasos son
pastos

duraznos con crema
y dulce de leche y frutillas
en almíbar

en vez de insistir en aquello
insisto con esto
dulce

somos un tiempo
apenas
en un redondel de aire
y lluvia.

more more
no more.





Alguien acaba de pegar un grito. ¿Eh? Pensé que me decían a mí que me salga de mis casillas. Pero me doy vuelta y a mí no era. Las caras, sobre todo las caras, transitan sostenidas por ropa vieja, por ropa nueva, con los ojos chiquitos porque están lejos.
Estoy planeando una visita al espacio.
El redondo globo no me soporta, no soporta mis kilos el hijo de puta.
Quiero meterme en un cuadro de renoir y tomar un té al sol.
Quiero un renault 12 para mi cumpleaños.
En las espaldas se sienten todas las tensiones. ¿Cómo es eso? Por eso la luna, donde todo revienta o flota. Quiero salir a beber con federico garcía lorca.
Tengo un amigo que es porteño, re porteño. Pero es bueno, tiene un corazón...

Y ahora preguntenmé porqué, una vez al mes, se arruina el mundo.




Decouplé

los edificios se mueven y esa mujer
limpia
sigue limpiando
enceró todo el piso
hizo limpieza general de su casita
la dejó reluciente

reluciente
primero
barrer
después
pasar el trapo
tercer paso: la cera
y después a lustrar.

pasó un plumero, limpió los vidrios, lavó los platos
las manos le quedaron
secas

la casa tambalea
                                                           me da vértigo.





puente blanco

Hoy levanté la cabeza un rato, hacía mucho que no lo hacía. Ví un tren pasar, lejos, como si fuese un sueño, un sueño húmedo en el cual, el pantano era sólo un símbolo para unos pies-óleo, y me toqué la cara mientras mi palo se hundía en el barro, mientras veía al tren veía también a los otros, reflejados en el agua marrón, y el tren era silencioso como una cosquilla, y los ruidos del agua lo ahogaban.
Allá, en ese puente blanco, anduve hace unos días, y suspiraba porque tenía calor, y mi sombrero me protege cuando quiere.
Ahora no puedo, dejar, que se vaya sin mí. Estoy tan cansada de este trabajo, que no soportaría volver a hacerlo otra vez. Tengo sed...


temporada

tic

tac

tic

tac

cuando de lejos
te ves
ves los huecos del tiempo

:una película de won kar wai
luzamarillita
rojas arriba

un budín de pan
una esencia
de vainilla

(y pasó otro día
cocinando pasteles
de frambuesa
el pobre jude lov
y su videocámara)

La gallinitareloj
no me prepara
para lo crudo

temporadas de hambre.




publicidad

en tu mano está el folleto del lugar/perfecto
en un costado
duerme
vela
te espera





mi problema

He vivido más tiempo
sola
que nadie
he estudiado todo

pienso luego existo es mi problema
quisiera
algún día
poder decirles.




estructuras

En la penumbra veo unos pocitos
en mi pierna
esbelta

desearía no envejecer nunca

desearía que la vejez no me traiga problemas
la corrupción
de mi cuerpo
perfecto

Me deshice de todos los que me conocían
como una esquizofrénica
como una histérica
como perversa
borrando huellas, rastros
sin dar señales
envejezco
luego muero

nadie va a encontrarme en este lugar
y a nadie le importa.











OLGA SOLARI [17.404]

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Olga Solari

Olga Solari (Nicaragua, 1910 - Santiago de Chile, 1974). Poetisa nacionalizada chilena, profesora de Música. Obtuvo el Premio Municipal de Poesía por su obra “Selva” de 1944. En 1949 publicó “Corazón del hombre”. Fuente: “La muerte de una trovadora” (Revista Ercilla Nº 2045, Santiago de Chile, 9 de octubre de 1974).







Selva. Poemas de Olga Solari




CRÍTICA APARECIDA EN EL SIGLO EL DÍA 21-01-1945
AUTOR: VOLODIA TEITELBOIM

La estrella errante de la poesía suele acompañar en la tierra a esta mujer múltiple y sensitiva, inquietante y vertical, que a ratos tiene el genio eléctrico de los trópicos y luego se adormece en sueños indeciblemente tristes, como alguien que de súbito se quiebra perplejo ante la Esfinge, sin saber cómo escapar a la desconcertante encrucijada.

Olga Solari cierra el piano y abre el poema para ejecutar el movimiento deliciosamente simple de su infancia en Nicaragua. Luego salta al “andante tempestuoso” del amor eternamente joven, cargado de presentimientos y de ancestros, que algún día tallaron en la lejanía de los siglos, la invención más pura de la pasión en el corazón de la selva virgen. El amor es el dios de su templo antiguo y moderno. Ella hace del sortilegio primitivo, del maleficio ritual de las generaciones amadas por el sol, una poesía de luna, de duda, donde las orquídeas enormes del terruño no consiguen apaciguar el dolor metafísico donde el estado de naturaleza no evita la irrupción de lúgubres reflexiones, de un trágico sufrimiento espiritual, una búsqueda contigua y amarga del alma, un patetismo ardiente, una cantata visionaria.

Como Virgilio, guiando al ácido florentino por los caminos infernales y celestiales de la poesía, Raúl González Tuñón escribe un prólogo hermoso, retrato y anticipo de Olga Solari, donde se escribe en carne viva su perfil diferencial: “el amor al amor”.

Lo mejor de este libro inicial es el canto de sus años niños. Sus poemas “Selva”, que pone nombre al volumen. Fresco como fue su amanecer en medio de la floresta, cuajada de bananos, de espigas, canelos y cedros, dionisíaco y embriagador junto a “las varandas con geranios y claveles”.

“Y no sé qué decirte, alma mía,
cómo ardía mi sangre
por ver la selva de mis albores,
los sortilegios tan dulces
de mis primeros caminos”.

De súbito el arco iris parece haber anclado por un momento en el libro. Los pinceles hacen resplandecer los versos de pintura fuerte y descriptiva junto al “aquel gran lago de Grandada, con las islas verdes y cocodrilos, con barcas lentas como fantasmas”, en “las embrujadas colas de los quetzales, de sorprendidos colores”. Canta aquí el retorno hacia los orígenes de Olga y del mundo, el asombro y la angustia de la criatura ante la naturaleza desnuda. Reina un juego de policromía que Darío elevó a la potencia de la belleza universal.

Se despliega también la fragancia popular y enamorada y cromática aspirada en “Suave Patria” de López Velarde.

Su voz se sorprende en suspenso por el hermano Fernando. Pisoteado por la nieve y los vientos salvajes, el héroe de las cumbres se durmió congelado en la cabeza cana de la montaña. Y ella entona, con música de nana, una “canción para entibiar el sueño”.

Olga Solari abraza su sombra para cantar. La sombra de su alma en intermitente congoja, en intermitente sombra. Por ello su libro es auténtico. Está construido con material verídico y sangrante, con algo que es su imagen y no escudo que oculta el rostro. Es un libro abierto en todo sentido. Abierto a las influencias contrarias, a los aciertos y a los errores, a las caídas llenas de sinceridad e inexperiencia. Ella ha recorrido los caminos del teclado y de la partitura.

Creemos que dicha disciplina desarrollada en el tiempo, prima hermana de la poesía, le dio luz para penetrar en ésta su casa misteriosa no a la guisa de un profano desconocido y ciego, que tropieza, se estrella y desploma. Olga Solari está aprendiendo ya a caminar por la mansión llena de abismo del poema, aunque todavía –y es natural- con el paso incierto de quien es relativamente novicio y sólo ha recorrido su planta baja. Late en ella la fuerza que espera el “Olga, canta y anda” para ganar con el tiempo la suprema conquista. Lecturas, método, autocrítica se verá, por encima del desmayo ante las barreras de la ruta maravillosa, servirán para el modelado de su canción en agraz.

Ella vive la primavera de la poesía. Esperamos algún día oírla cantar un armonioso y radiante solsticio de verano.





Evocación a Olga Solari

La historia desconocida de una poeta que defendió la voz de las mujeres y la ecología

Por Eddy Kühl

Olga Solari nació en Matagalpa en 1914, de padre italiano-chileno y madre matagalpina; vivían en Matagalpa en una casa contiguo a la antigua Logia Masónica, estudió primaria en Matagalpa y tomó clases de piano en 1928 con María Celina Bustamante de Grijalva, llegando a dominar su teclado señorialmente; hizo hasta su segundo año de secundaria estando “interna” en el Colegio Francés de Granada.

Con su familia se trasladó a Chile en 1935, donde hizo estudios superiores en Santiago, allí se desarrolló como pianista y poeta, escribió tres libros: Canción para Entibiar su Sueño, Corazón del Hombre, y Selva. Olga fue contemporánea y amiga de Pablo Neruda.

En 1942 viajó con su hermana Malucha en barco de Valparaíso a Corinto, visita que se extendió por más de un año, regresaron a Chile en diciembre de 1943.

Con Malucha, bailarina de ballet, realizó varios conciertos de música y baile adornados con recitales de poesía, en Matagalpa, Managua, Masaya y Granada, fueron presentadas por Leopoldo (Polo) Rosales Mendioroz (hijo de Manuel Rosales y hermano de Julio y Fernandina). Polo era director y locutor de la radioemisora La Voz de la América Central, los otros compañeros de la radio eran Manolo Cuadra, el cubano Mamerto Martínez, Juan Aburto (escritor) y Tino López (caricaturista de La Prensa). Tino estaba casado con Carmen Rosales, hermana de Polo. Carmen murió en un accidente en 1944).

Quería traer a memoria a esta audaz y original poetisa matagalpina, desconocida para muchos de sus colegas porque floreció en Chile, sin embargo ella puede haber sido la precursora de la poesía de protesta femenina que floreció más tarde con Gioconda Belli, Daysi Zamora, Michelle Najlis.

Sus libros de poesía

Canción para Entibiar su Sueño, libro de 102 páginas, impreso en los Talleres de La Moneda, Santiago de Chile en diciembre de 1944, la dedicatoria lee así: “Con motivo de la muerte de mi hermano Fernando después de ascender el Aconcagua el 16 de febrero de 1937”.

Corazón del Hombre. Libro de 69 páginas, se imprimieron sólo 400 ejemplares numerados, a mí me tocó leer el número 136, (el número está manuscrito por ella con pluma fuente), de la Editorial Morales Ramos, en Santiago de Chile, con fecha julio de 1949. Lo dedica así: Para el Dr. Benjamín Vicuña, que me salvó la vida.

En este libro me llamó la atención esta estrofa del poema:

Burgués, ¿qué quieres de mí?
No tengo fortuna, no tengo ni nombre
Vengo de la calle, del mar de la vida
No tengo papiro, un papel, un pariente 
¡Ay! Sólo un caracol me traigo en el pecho.

Selva, su libro de poemas, está dedicado a Nicaragua, fue editado en Santiago de Chile en 1944.

En Selva, Olga trata de describir su impacto al cambio ecológico que notó en su querida selva de sus memorias a la Matagalpa de los años veinte.

En la primera página del libro, justo al lado del dibujo a mano alzada de Olga, está esta frase poética de Olga que refleja la rebeldía de esta poetisa:

Sentarse en las sillas poderosas y quebrarlas.

En Selva, Olga escribe:
Vivía yo en Chile
Segunda patria mía
Y vino un enorme barco
cantando con Neptuno
Y fascinada me tuvo 
por las aguas del Pacífico

Un día llegué a la playa
ansiosa por ti llamada
y Corinto me saludaba
y me llamaba mi tierra
con su voz de Nicaragua
Y me asaltó la noche con estrellas 
Y nunca las vi más bellas
Y nunca las vi tan cerca de mis anhelos
Y se vinieron las voces con mi colegio
Y el internado con las muchachas
Y aquel gran lago de Granada
con islas verdes y cocodrilos
Con barcos lentos como fantasmas
Era un crepúsculo 
en el retorno a nuestra Selva
Rodolfo, Fernando, Enrique
Malucha permanecida entre nosotros

Llora corazón mío por los alaridos
del mono, y de la leona
Llora corazón mío

Mis padres tan felices que reían
mis hermanos gozosos que vivían
La selva de pájaros brotaba
Aquel tronco milenario 
con sus nidos de quetzales

El puente construido por mi padre 
Aquel lecho de heliotropos 
Los rosales de mi madre
no vivían ya

La carretera, la máquina triturando,
y limpiando el grano de café
¿Dónde estaban sus almas? 
¿Entre chozas de indios?
¿Sobre el río Jigüina, tan río, tan sencillo?
¡Ah!, sus fauces de conquista
enturbiando el alma de los indios
Destruyendo tus milenarios animales
¡Ah!, sus ojos hambrientos de dinero
Robando la belleza de su suelo
¡Ah!, su baba sucia de avaricia!

Tierra mía, mi tierra
estás herida de tumbas en mitad de tus extrañas
Estás quedada en regiones de abandono
Mas llegará la Selva, señora de tu reino
Nuevamente grandiosa, limpia de codiciosos arados
Y de látigos de tiranos

Llegará con torrente de hojas verdes,
Y con hombres de libres esperanzas
Llegará con pueblos de montaña y de pájaros,
aromada de frutos,
y de orquídeas salvajes

Llegará en raíces poderosas 
con el viento lanzando
coronada de faros justicieros
y de triunfantes antorchas
¡Oh mi tierra!












AXEL HELIO TRONCOSO [17.405]

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Axel Helio Troncoso

Axel Helio Troncoso (CHILE 1920 - ¿?). Poeta, profesor y periodista. Autor del libro “Renacer” (1961).



Renacer
Autor: Axel Troncoso
Santiago de Chile: Eds. Pequeño mundo, 1961




CRÍTICA APARECIDA EN EL SIGLO EL DÍA 28-01-1962
AUTOR: HERNÁN LOYOLA

Para Axel Troncoso –maestro, periodista y poeta-, la función de la poesía es la de expresar con autenticidad al individuo en medio de un mundo mediocre, falso y podrido hasta el tuétano. Algo así como el último reducto en que aún es posible encontrar vestigios de verdad y de decencia. Escribe el autor en un prefacio inicial para los poemas que comentamos: “En estos días en que domina la barbarie, me he levantado como un caballero sin espada para expresar mi pensamiento. Los otros, por interés creado, por temor al ridículo, por inercia conformista o porque se llaman fuerzas rectoras o usan calzones rosados, nada fundamental han dicho para expresar su cordura sin yodo, en forma solemne. He demostrado con hechos que mía ha sido la verdad”.

Como puede verse, la cosa está muy clara para nuestro modesto y equitativo don Axel. Desde el comienzo de su libro se apresura a notificarnos de que, en esta época de barbarie, su voz lírica es la única que se alza para hablar con sinceridad, para decir la verdad. Los demás, “los otros”, por variadas razones solo han logrado expresar algunas tonterías sin importancia y sin nervio. Sobrecogidos frente a tan categórica afirmación, nos hemos acercado a la verdad “axeliana”. He aquí su visión de la vida y de la realidad:


“Hermano:
el mundo yace ennegrecido;
el odio y la maldad tapan el camino.
Desde centurias
la envidia es rectora.
Todos los ismos
han pretendido definirnos,
solo han logrado limitarnos
pues
el sol sigue dorado igual
y el azul
siempre en lo alto.
Esto lo han olvidado
los que dirigen las angustias.
Hermano:
debemos detenernos
y decirnos
‘la civilización tapa
el camino’,
y, sin embargo,
la semilla
siempre busca su luz”

(Canto VI “Renacimiento y Diálogo”).



El enfoque no es muy original, ni tampoco es demasiado profundo, pero no se puede negar que está expuesto con arrogancia y con brío.

Sin embargo, nos atrevemos a acotar: es una lástima que un poeta de nuestros días (más aún: un maestro-poeta) fundamente su creación sobre bases de pensamiento en las que se observa, a nuestro juicio, una mezcla conceptual muy poco clara y menos convincente. Por una parte, un individualismo anárquico, escéptico y negativo que pretende dar por establecida una oposición absoluta e indiscriminada entre el individuo y la civilización moderna; por otro lado, una especie de “vitalismo” vago, amorfo y declamatorio, concebido como una puerta de escapa para el conflicto y una de cuyas manifestaciones es la “poesía sincera”, que se coloque por encima de la porquería reinante. En los momentos en que nuestra mejor poesía procura decididamente enfrentar la realidad tal como es, buscando desde distintos ángulos o posiciones ideológicas, conocerla y comprenderla mejor, pero en ningún caso negarla o condenarla a fardo cerrado: en estos momentos, digo, algunos poemas de “Renacer” suenan a literatura ya superada.

Es justo señalar, no obstante, que cuando Axel Troncoso deja de lado su tono altisonante y su prurito de filosofar en verso, sus poemas logran momentos de auténtica emoción y calidad. Ello ocurre cuando se mueven en el ámbito de los sentimientos familiares; son dignos de destacar, en tal sentido, los poemas titulados “Ulises” y “Abuela Antonia”.








ERIC MERTON ROACH [17.406] Poeta de Trinidad y Tobago

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Eric Merton Roach


1915 - 1974. Trinidad y Tobago
Eric Merton Roach nació en Mount Pleasant, Tobago, en 1915. Poeta, docente y periodista. Se trata, sin dudas, de una de las más firmes y controversiales voces de la poesía de West Indies. En 1960, a pesar de que había acumulado una abundante producción poética, incluyendo poemas en antologías y en revistas culturales prestigiosas, no tuvo ofertas de publicación y regresó a la enseñanza.

En 1961 se mudó a Trinidad, donde trabajó como periodista. Escribió poemas singularmente referenciales de la producción poética caribeña. El poeta Kamau Brathwaite definió a Roach como “la más espléndida voz del Renacimiento del Caribe”. 

En 1974, el poeta bebió insecticida y nadó hacia mar abierto en Quinam Bay, Trinidad. Su libro The Flowering Rock: Poems 1938-1974 tuvo edición en 1992.



LA ROCA QUE FLORECE

En el calor feroz de los mediodías
Bajo los árboles de la cabaña
Las jóvenes de nuestro pueblo
Amamantan a sus niños
Cuya cuna es una canción,
Y en nuestro valle
Las corrientes de agua tararean
Ritmos gratos entre las piedras.

Nuestros corazones no se rompen
A pesar de que están rotos,
Una espuma de risas
Supera nuestro mar de penas,
Nuestro canto suspira como un zafiro
En el silencio de la noche:
Nuestras voces sobrellevan los trazos de las
lágrimas,
El peso de su cadencia.

Oh desde la roca desolada
Tan blanca como la santidad
Las flores de lirio:
Esencia de la oscuridad que es
Demasiado pura para ser fragancia,
La piedra destilada,
La voz aún del esqueleto.

Éste es nuestro símbolo –
Belleza famosa de las barriadas;
El niño hambriento que
Mañana se volverá
El héroe del país;
La grava negra lo soporta,
El engendra repetidamente
En nuestro vientre fértil.

Amanece, mi querida:
La noche, fundida con sueños de terror
Se encoge desde estas costas,
Destellos de luz en el horizonte;
Nuestras almas como girasoles
Se vuelven hacia el alba:
Nuestra esperanza comienza sus plegarias.

Versiones en español de los poemas:
Eduardo Dalter, María Luz Fernández
y Daniel Borrachia


Eric Merton Roach, father of Colin Roach, was born 1915 at Mount Pleasant Tobago. After a secondary education at Bishop's High School, Tobago, he entered the teaching profession. In 1939, he joined the army in Trinidad and served as a volunteer with the South Caribbean forces during World War II. His first poems, some written as Merton Maloney, date from this period. After a short stint in the Civil Service, he worked as a journalist with the Trinidad Guardian and The Nation.  He was also a regular contributor to the BBC Caribbean Voices programme.

At the age of 39, he turned his attention to writing and produced many short stories, poems, plays, articles, and a radio serial. He married in 1952 and in 1954 he left his job to devote his time to writing. By 1960, though he had accumulated an impressive body of work, including many anthologised poems and publication in Bim, Kyk-over-Al and other journals, there were no offers of publication and he returned to teaching.

In 1961, he moved to Trinidad where he worked chiefly as a journalist. In 1973, he again resigned in order to devote more time to his writing. In 1972, he had published a fiercely critical review of the new Caribbean poetry published in Savacou ¾ (‘Tribe Boys vs Afro-Saxons’) and in the absence of the publication of his own poetry of this period, which was indeed much closer in spirit to the Savacou collection than his somewhat intemperate review suggested, he was widely castigated for what were perceived as reactionary views.

Almost equally, he was taken up as a stick with which to beat the leading figures in the Caribbean revolution in the arts by its opponents. In the process, Roach’s own poetry was ignored. In 1974, leaving behind ‘Finis’, a suicide note transformed into art, Roach drank insecticide and swam out to sea at Quinam Bay, itself the subject of a fine poem ‘At Quinam Bay’ full of intimations of wearied ending.






I AM THE ARCHIPELAGO

I am the archipelago hope
Would mould into dominion; each hot green island
Buffeted, broken by the press of tides
And all the tales come mocking me
Out of the slave plantations where I grubbed
Yam and cane; where heat and hate sprawled down
Among the cane – my sister sired without
Love or law. In that gross bed was bred
The third estate of colour. And now
My language, history and my names are dead
And buried with my tribal soul. And now
I drown in the groundswell of poverty
No love will quell. I am the shanty town,
Banana, sugarcane and cotton man;
Economies are soldered with my sweat
Here, everywhere; in hate’s dominion;
In Congo, Kenya, in free, unfree America.

I herd in my divided skin
Under a monomaniac sullen sun
Disnomia deep in artery and marrow.
I burn the tropic texture from my hair;
Marry the mongrel woman or the white;
Let my black spinster sisters tend the church,
Earn meagre wages, mate illegally,
Breed secret bastards, murder them in womb;
Their fate is written in unwritten law,
The vogue of colour hardened into custom
In the tradition of the slave plantation.
The cock, the totem of his craft, his luck,
The obeahman infects me to my heart
Although I wear my Jesus on my breast
And burn a holy candle for my saint.
I am a shaker and a shouter and a myal man;
My voodoo passion swings sweet chariots low.

My manhood died on the imperial wheels
That bound and ground too many generations;
From pain and terror and ignominy
I cower in the island of my skin,
The hot unhappy jungle of my spirit
Broken by my haunting foe my fear,
The jackal after centuries of subjection.
But now the intellect must outrun time
Out of my lost, through all man’s future years,
Challenging Atalanta for my life,
To die or live a man in history,
My totem also on the human earth.
O drummers, fall to silence in my blood
You thrum against the moon; break up the rhetoric
Of these poems I must speak. O seas,
O Trades, drive wrath from destinations.

(1957)



Finis

night casts its blanket
on the wood
blacker than blindness

nothing breaks midnight now
the fireflies died
life’s candles flickered out

darkness has entered
at the pores of love
and joy and grief
and art and song

now sound is silence
silence
silence

a man has passed
into the heart of darkness



The Flowering Rock

In fierce hot noons
Neath homestead trees
Our village girls
Breastfeed their young
Whose cradle is a song,
And in our valley
The stream water croons
Cool rhythms among stones.

Our hearts break not
Though they are ever broken,
A froth of laughter
Tops our sea of sorrows,
our singing sighs like zephyrs
In night silence:
Our voices bear the tracery of tears,
The burden of their cadence.

Oh from gaunt rock
As white as sanctity
The lily blooms:
Essence of darkness is
Too pure for fragrance,
The distilled stone,
The still voice of the skeleton.

This is our symbol -
Beauty famous in the slum;
The hungry boy who
Tomorrow shall become
The country’s hero;
The black loam bears him,
He breeds recurrent
In our fertile womb.

Day breaks, my darling:
Night, cast with eldritch dreams
Shrinks from these shores,
Light flickers on horizons;
Our souls like sunflowers
Turn toward the dawning:
Our hope begins its orisons.

Source: Eric Merton Roach
The Flowering Rock: Collected Poems, 1938-1974








EDWARD ARCHIE MARKHAM [17.407] Poeta de Monserrat

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Edward Archie Markham 

Nació en la localidad de Harris, isla de Montserrat, en 1939. En 1956 partió hacia el Reino Unido para estudiar inglés y filosofía en la Universidad de Gales. 

Después marchó hacia Norwich para investigar acerca de la comedia inglesa del siglo XVII, antes de asumir como profesor en un colegio politécnico de Londres. Su poesía, apreciada en Londres y admirada en el Caribe, se mantuvo siempre por fuera de los estereotipos, tanto ingleses como caribeños. 

Entre sus obras se cuentan: Human Rites (1984), Living in Disguise (1987), Towards the End of a Century (1989), Letter from Ulster & the Hugo Poems (1993), Misapprehensions (1995) y Looking Out, Looking In (2008). 

También publicó cinco colecciones de cuentos y una novela. En 1997 asumió como profesor de escritura creativa en la Universidad de Sheffield, cargo que desempeñó durante ocho años. 

Desde 2005 vivía en París, ciudad en la que murió de un ataque al corazón en 2008.



HERENCIA

El nativo de torso desnudo
de nuestro barco confía
en sus ojos azules
porque ella ya sabe
cómo finalizará este viaje.

Yo a ella le creo
la mitad, apenas dudo
de la deteriorada
evidencia de un diario
que publicará.

Ella lo dice todo: ella
sabe del hombre que soy
en mi manera de ser. Mis
predecesores la han armado
con mis secretos.

Versión en español del poema:
Eduardo Dalter, María Luz Fernández
y Daniel Borrachia



Edward Archie Markham (1939-2008) este unul dintre cei mai importanţi poeţi britanici de origine caraibă. S-a născut în insula Montserrat într-o familie înstărită şi cu interes pentru cultivarea capacităţilor artistice. În 1956 a emigrat în Marea Britanie împreună cu mama şi fraţii săi. A studiat engleza şi filozofia la Universitatea din Wales. A debutat în 1972 cu volumul Foc încrucişat, după care au urmat numeroase volume, câteva dintre ele semnate cu diferite pseudonime. Pe lângă poezie, a publicat dramă, proză şi eseuri. A editat volume colective cu texte compuse de autori din Caraibe: Din inima ţării: poezie caraibă din Indiile de Vest şi Marea Britanie (1989) şi Antologia Penguin a prozei scurte caraibe (1996). A fost profesor de scriere creativă la Universitatea Sheffield Hallam din 1997 până la sfârşitul vieţii. În 2002, a fost propus pe lista scurtă a premiului T. S. Eliot. Textele traduse fac parte din volumul Human Rites (1984), ce cuprinde poeme noi şi titluri din colecţiile anterioare. 



Mit din Indiile de Vest 1

La început a fost Omul
aşteptând în picioare, Omul grăbit

la vânătoare de piei noi prin Londra
ca Omul care începe târziu.

La început a fost seară,
Studii Albe despre Statul care îl prinde în cursă

pe Om, îl hrăneşte cu lapte la sân, îl loveşte
pe coapse până la epuizare, până cedează – trupul său

înnegrindu-se cu rănile victoriei.
La început Omul îşi înfăşura trecutul

în Relaţii comunitare ca o rămăşiţă
de bandaj, spre amuzamentul prietenilor.

Şi după toată comedia, a sfârşit
după câţiva ani fix în locul de unde pornise.




Mit din Indiile de Vest 2

Un poem din generaţia a treia de emigranţi,
consemnând călătoria, hărţuielile, deceniile

de nepăsare. Metamorfoza şi reinterpretarea
încă îi mai îngăduie o legătură

cu preistoria.
Preistoria este o glumă într-o carte de bibliotecă

ce conferă statutul de fosilă
unui text proaspăt compus, dificil

din cauza scuzelor, cu morţi
ca să pară că este adevărat.




Mit din Indiile de Vest 5

Un nepot se distanţează, reface legătura
dintre casă şi memoria zdrenţuită.

Vei pluti înapoi în derivă, aproape ca un parazit,
spre acest avanpost deja strategic.

Aici, unde era odată oraşul,
valuri adevărate se sparg de ţărm: pescăruşii,

navele, adierea unei familii
demult abandonate smulg ascultarea

din tine, din toate lucrurile. Faptele
nu se dizolvă în Mit

când invoci bătrâneţea, incompetenţa.
Fiindcă moartea va fi mai grea.



Mit din Indiile de Vest 6

Şi turiştii veneau pe insula fierbinte
ca să miroasă subţiori băştinaşe, să şi-o tragă

pe câmp, în vreme ce dumnezeu trimitea
furtuni străine şi cutremure

ca să purifice Mitul. Aşa că seceta
care a urmat a fost foarte bună.

Acum exilaţii de pe insula de vacanţă se mulţumesc
cu oraşele din visele lor, adulmecând

subţiori îmbătrânite, pregătiţi
în faţa uraganului ticălos şi a cutremurului,

deghizaţi în băştinaşi.






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DENNIS SCOTT [17.408] Poeta de Jamaica

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Dennis Scott 

Nació en Kingston, Jamaica, a fines de 1939. Asistió al Jamaica College, y a su egreso fue educado en la Universidad de West Indies. Después dio clases en Trinidad & Tobago y en la Universidad de Yale. Luego de tomar un curso en pedagogía y didáctica en Newcastle, Inglaterra, regresó para enseñar en el Jamaica College y a la vez dirigir la School of Drama de Kingston. 

El poeta también enseñó en la escuela de teatro de Yale, y fue jefe de su programa, desde 1986 hasta su muerte. Por otra parte, se lo define como a uno de los poetas más significativos del período posterior a la independencia de su país. 

Su primer poemario, Uncle Time (1973), ganó el premio en poesía de la Commonwealth. Sus otros libros de poesía son Dreadwalk: Poems 1970-1978 (1982), Strategies (1989) y, de edición póstuma, After-Image (2008). Scott es reconocido además como uno de los creadores más influyentes en la dirección teatral en el Caribe. Murió New Haven, Connecticut, en 1991




EPITAFIO

Lo colgaron en una mañana apacible, se balanceaba
entre los rayos del sol y la respiración
de las mujeres como un negro apóstrofo de dolor.
Durante toda la mañana los niños silenciaron
la alegría de su juego de rayuela mientras la caña
seguía creciendo
y él colgaba ahí dulce y bajo.
Al menos así fue cómo
lo contaron. Ocurrió hace mucho tiempo;
pero qué podemos recordar de la muerte de uno o
dos esclavos
excepto que, cuando puntualizamos la historia de
nuestra isla,
ellos se balancean como suspiros a lo largo de
brutales sentencias,
y la ira se detiene
hasta que ellos desaparecen.

Versión en español del poema:
Eduardo Dalter, María Luz Fernández
y Daniel Borrachia





Dennis Scott (1939 – 1991) was a Jamaican poet, actor and dancer.  He published numerous collections of poetry. His poetry is widely studied and he remains one of the most influential Jamaican poets.  He danced with the Jamaican National Dance Theatre Company.  You may recognize him as the actor who played Lester Tibideaux on The Cosby Show.


Marrysong

He never learned her, quite. Year after year
that territory, without seasons, shifted
under his eye. An hour he could be lost
in the walled anger of her quarried hurt
or turning, see cool water laughing where
the day before there were stones in her voice.
He charted. She made wilderness again.
Roads disappeared. The map was never true.
Wind brought him rain sometimes, tasting of sea –
and suddenly she would change the shape of shores
faultlessly calm. All, all was each day new:
the shadows of her love shortened or grew
like trees seen from an unexpected hill,
new country at each jaunty, helpless journey.
So he accepted that geography, constantly strange.
Wondered. Stayed home increasingly to find
his way among the landscapes of her mind.

Here’s a man trying to understand his wife.  The lines, “He charted. She made wilderness again”, are delightful and capture his struggle quite aptly.


The Never Ending Blame Game 

Are you in a pickle, 
Maybe dealing with some sort of tragedy? 
Well don’t you worry about anything here on the 
Game of blame! 
Maybe it was an ex girlfriend, parent, 
Or maybe even someone you’ve never met
Here are three simple steps so you will never have to take blame for any of your shit, 
1.Identify the problem
2.Find the person of object responsible
3.Let the whole world obnoxiously know you had nothing to do with your issues, “Hello World”
Just put a face on the problem and poof 
It’s gone! 
You see that is the fucking problem that must be said. 
Why as I am reading this am I constantly coming across these
empty hearted accusations ranging from sex greed and other materialistic things 
Seriously what have we become
the fact that you change the face of your problems and put them on me 
faster than it takes for you to acknowledge there even is one is disgusting 
We cannot let tragedy and heartbreak break who we really are.
It’s time to cut the shit and end this game 
That has been going on for too long 





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WAYNE BROWN [17.409] Poeta de Trinidad y Tobago

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Wayne Brown 

Nació en Port of Spain, Trinidad & Tobago, en 1944. Fue educado en escuelas de su ciudad natal, para recibir después una formación en lengua y en literatura en universidades de Gran Bretaña y de los Estados Unidos. Ya desde su primer libro, On the Coast and Other Poems (1972), afirmó una producción de notable madurez estética. 

Brown dio conferencias sobre poesía y sobre escritura creativa en distintas casas de estudios, desde la Universidad de West Indies, en Kingston, hasta la Universidad de Lesley, en Boston. En 1981 preparó la antología de Derek Walcott, Selected Poetry, que publicó la editorial Heinemann, en lo que fue todo un anticipo. 

El poeta también publicó narraciones, hasta que en 1989 salió de imprenta su segundo poemario, titulado Voyages. Entre 1984 y 2009 mantuvo una columna crítica llamada “In our time”, difundida en periódicos caribeños de gran tiraje, dedicada a temas políticos y culturales.

Desde 1997 residió en Jamaica, hasta su muerte en Stony Hill, en 2009.





EN LA COSTA

El almacén del paseo marítimo
está vacío esta noche. En el océano
la luna brilla, es una luna de invierno,
en una nube de enredadas alas de polilla.

¿Por qué me incorporo a estas horas de la noche
descalzo en un muelle roto?
Nunca vi a los galeones entrar en la luna,
ni la gran casa que ardió sobre la colina,

y el pescador impuntual
que salió de repente de la nada
haciendo círculos con sus largos remos,
no tenía nada que decirme.

Noche, no estoy llegando a ninguna parte.
Muchacha de la isla, tengo miedo, no me abandones.

Versión en español del poema:
Eduardo Dalter, María Luz Fernández
y Daniel Borrachia



The Witness

Always when the warring tides
ebb at sunset, someone comes.
At first you can hardly see
him: a black nut in the surf

Of the advancing skyline,
or as if the dusk congealed
to fleck that darkening iris:
your eyes widen in terror,

You hate him, mock him as he moves
among the schrapnel of chipped stones,
the palm trees' tattered flags, the stiff
trunks flung face down in the sand…

Later, on the well-lit train
to a colonial future
narrow as rails, you ask 'Who
was that stranger by the sea?'

Man, he is your memory
that each sunset moves among
the jetsam of the tribe, the years
widowed past grief, yet lingering.

Even as the murmuring
sea unwraps and wraps its arms
in turn around each dead, loved thing:
and the gesture may be fruitless, but is made.









ANTHONY DAVID MOODY [17.410]

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                                                Foto de Walter Baumann 


Anthony David Moody

Poeta, académico y crítico literario inglés, A. David Moody es autor de dos volúmenes de poesía At the Antipodes: Homage to Paul Valéry (1982) y News Odes: The El Salvador Sequence (1984). Sus estudios de la obra de T.S. Eliot y Ezra Pound, así como su biografía literaria en tres volúmenes de este último, constituyen una referencia obligada en el campo de la literatura norteamericana del siglo XX.

Este poema constituye su recuerdo de Olga Rudge, la compañera de Ezra Pound, madre de su única hija, a la que David Moody acompañó en 1985 desde el Festival de Poesía de Cambridge al Congreso dedicado a la obra del poeta celebrado en Orono, Maine. Famosa violinista y musicóloga, Olga Rudge rescató numerosas partituras olvidadas de Vivaldi en la biblioteca de Turín y promovió su música. A su entusiasmo e investigación debemos el resurgimiento de la música del compositor italiano. Su amor por Pound sostuvo al poeta y a su familia a lo largo de los años en sus momentos más difíciles, sobre todo durante su detención en Pisa en 1945 y en los trece años en St. Elizabeths Hospital en Washington, así como en los años posteriores a su liberación, en los que el poeta dejó de hablar.


A la Memoria de OLGA RUDGE

I

Tenía 90
Y yo había de 'cuidarla', a ella,
            la más ligera de los viajeros,
durante todo aquel viaje
su conversación nos hacía disfrutar
            e instruía

Durante nueve incansables horas
Extrajo de la fuente clara de la memoria –
Anécdotas sobre Pound y los Cantos,
            Y un viaje de infancia
                        hacia el Monte Chocorua
                        'Por la pureza del aire'.

Podían haber sido los Papeles de Aspern[1]
Con los roles cambiados – ella me contó todo
            Tal como quería que se contara.


II

Unos años más tarde, en casa de su hija,
Su mente perdida
            Hacia atrás en la memoria
Y todavía con la gentileza de modales
De los tiempos de París y los salones,
No como una pátina
            Sino como el hueso
            O la piedra esculpida
                        Portadora de una civilización antigua


III

Y años después
Ella escuchaba música
En su habitación grande llena de luz,
Y su mirada resplandeciente se centraba
            En algo lejano;


Intactos sus modales –
Y '¿quién era ese?' preguntó
            Cuando cerré la puerta



IV         Sus cartas

Fue tan fiel
Durante todas las vicisitudes de él
            al dios que discernió en EP
Y esto no quería decir que creyera que él era un dios
                        le aseguró

Su centro era un hombre cuyo centro era su genio
Los espíritus de ambos hacían buena pareja

Sólo después de diez años y la niña
Llegó a él

Sus mejores años un confinamiento solitario
Impuesto por su respeto por la respetabilidad

Después, separada por su detención y sus olvidos 
Durante otros quince

Lo que es importante, convinieron, no es
Lo que sucede, sino cómo se lo toma uno

J'AYME DONC JE SUIS

Cincuenta años juntos y no juntos
Hasta la última década silente

Amor secreto, compagne no reconocida,
menajère à trois, o à quatre con el cachorro de león,

Pero al final él tuvo que regresar a su casa
Como a la marquesina de Perséfone

Y arrepentido pensar en ella
'como en un espíritu del paradiso'.

(El poema fue publicado en la revista Paideuma, 1985.
Traducción Natalia Carbajosa y Viorica Patea)





OLGA RUDGE : TO HER MEMORY

I

She was 90
and I was to 'look after her', she
the lightest of travellers,
and for all of that journey
her conversation gave pleasure
and instruction

For nine untiring hours
she drew from the clear well of memory –
anecdotes about Pound and The Cantos,
and a childhood ride
out to Mt Chocorua
'For the purity ofthe air'.

It could have been The Aspern Papers
with the tables tumed– she telling me all
just as she wanted it told.



II

A few years on, in her daughter's house,
her mind gone
far back into memory
and the gracious manners still all there         
as of Paris and the salons,
not as patina
but like bone,
or sculptured stone
bearing an old civilization



III

Again some years
and she had been listening to music
in her large, light-filled room,
and her bright gaze was centred
upon something very far off;

Her courtesy was unfaltering–
And 'who was that?' she queried
as I closed the door


IV     Their Letters

How constant she was
through all his vicissitudes
to the god she discerned in EP
And that did not mean she thought him a god
she reassured him

Her centre a man whose centre was his genius
Her spirit a match for his

Only after ten years and the child
did she get to him

Her best years a solitary confinement
imposed by his respect for respectability

then cut off by his confinement, and his blackouts
for another fifteen

What is important, they had agreed, is not
what happens, but how one takes it

J'AYME DONC JE SUIS

Fifty years together and not together
until the last silent decade

Secret  amour,  unacknowledged compagne,
menagère à trois, or à quatre with the lion cub

But to end he must come to her house
as to Persephone's bower

and repenting think of her
''among the emparadysed spirits'.






http://traducciones.lagallaciencia.com/


MARIA GABRIELA LLANSOL [17.411]

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MARIA GABRIELA LLANSOL

María Gabriela Llansol Nunes da Cunha Rodrigues Joaquim (Lisboa, Portugal 24 de noviembre de 1931 - Sintra, 3 de marzo de 2008), más conocida simplemente como María Gabriela Llansol fue una escritora, poeta y traductora portuguesa.

Obras 

1962 - Os Pregos na Erva
1973 - Depois de Os Pregos na Erva

Geografia de Rebeldes

1977 - O Livro das Comunidades.
1983 - A Restante Vida.
1984 - Na Casa de Julho e Agosto.

O Litoral do Mundo

1984 - Causa Amante.
1986 - Contos do Mal Errante. Com posfácio de Manuel Gusmão
1988 - Da Sebe ao Ser.
1990 - Amar um Cão.
1990 - O Raio sobre o Lápis.
1990 - Um Beijo Dado mais tarde.
1993 - Hölder, de Hölderlin.
1994 - Lisboaleipzig I. O encontro inesperado do diverso.
1994 - Lisboaleipzig II. O ensaio de música.
1998 - A Terra Fora do Sítio.
1998 - Carta ao Legente.
1999 - Ardente Texto Joshua.
2000 - Onde Vais, Drama-Poesia?
2000 - Cantileno.
2001 - Parasceve. Puzzles e Ironias.
2002 - O Senhor de Herbais. Breves ensaios literários sobre a reprodução estética do mundo, e suas tentações.
2003 - O Começo de Um Livro é Precioso.
2003 - O Jogo da Liberdade da Alma.
2006 - Amigo e Amiga. Curso de silêncio de 2004.

Diarios

1985 - Um Falcão no Punho. Diário I.
1987 - Finita. Diário II.
1996 - Inquérito às Quatro Confidências. Diário III.

Traducciones

1995 - Emily Dickinson , Bilhetinhos com Poemas (sob o pseudónimo de Ana Fontes)
1995 - Paul Verlaine, Sageza.
1996 - Rainer Maria Rilke, Frutos e Apontamentos.
1998 - Rimbaud, O Rapaz Raro.
1999 - Teresa de Lisieux, O Alto Voo da Cotovia.
2001 - Apollinaire, Mais Novembro do que Setembro.
2002 - Paul Éluard, Últimos Poemas de Amor.
2003 - Charles Baudelaire, As Flores do Mal.

Premios 

Prémio Dom Dinis da Fundação Casa de Mateus do ano de 1985 - obra "Um Falcão no Punho"
Grande Prémio de Romance e Novela APE/IPLB da Associação Portuguesa de Escritores do ano de 1990 - obra "Um Beijo Dado Mais Tarde"
Grande Prémio de Romance e Novela APE/IPLB da Associação Portuguesa de Escritores do ano de 2006 - (Julho de 2007) - obra "Amigo e Amiga"



HÖLDER, DE HÖLDERLIN

MARIA GABRIELA LLANSOL

Edición bilingüe
Traducción del portugués: Atalaire




I            este es un refugio en el lindero del bosque           mitad árbol, mitad construcción de ramas muertas;
en este árbol de vida la pendiente del tejado es firme, impenetrable a la erosión de la lluvia;
como cada uno ha llegado con su árbol — Hölderlin con quaercus, Joshua con pinus lusitanus, Giordano con su nogal, hay tres árboles alrededor de la puerta abierta de par en par;
una unión a las puertas del paraíso;
este es, de hecho, un bosque de pinos marítimos —un pinar— y la agitación del viento circula en la base, empujando a las ventanas a una velocidad de gran rapidez;
aquí las estrellas brillan por encima de las cabezas y los olores venidos del mar entran por las narices y los orificios de las fosas nasales;
Hölderlin (quaercus, por el nombre del roble) sintió una gran ausencia: su cabeza iba a abandonarlo y, aun así, se levantó para ir en su busca con los brazos; todo empezaba por el sonido —el sonido de hacer el último poema.
         Hölderlin se sentó silencioso delante de mí que soy casa —no dice nada— pero yo sabía cuáles eran sus verdaderos pensamientos por la inconstancia de su mirada; mirada
que se dirigía a mí, larga y baja,
que terminaba en las paredes y empezaba en las ventanas.
Al otro lado del mar, realizándose en un solo instante, estaba el bosque donde habían sido abatidos algunos árboles para dar nacimiento primero al parque, después al jardín; pero quedaban aún masas vegetales que difundían un rayo de figuras verdes que daban miedo a Hölderlin; él moraba en mí
rectangular con triángulos arquitectónicos sobre las ventanas
y ventanas de cristales multicolores
de donde se perdía de vista mi propio interior sombrío.
Los caballos llegaban y partían con golpes seguros sobre las losas y los mensajeros se cruzaban con sus cartas alrededor de Hölderlin;
que esperaba;
él daba el paseo de la noche, produciendo con las botas un golpeteo intermitente en los linderos del bosque; tenía miedo del árbol mayor —de su árbol quaercus— donde tronco, hojas, altura brillaban u
oscurecían de grandeza; sabía que él jamás había penetrado en su dominio inalterable e incorruptible porque atravesándolo en línea recta creía tener una estatura menor que ese genio de la naturaleza.
Al sonido de «naturaleza» oyó el gemido de un caballo atravesar los aires y al último mensajero —el de las diez horas— pedir una cerveza y echar la carta en el cesto del pan que estaba sobre la piedra.
«Ahora te pregunto,
decía la carta,
¿murieron los dioses de Grecia?
Era la forma de afirmar, preguntando, que los dioses de Grecia habían muerto. «Sí, murieron», comprobó Hölderlin sabedor de lo que había leído. «Y yo, suspiró, cómo viviré sin esa diferencia entre los dioses y los hombres». Miró hacia mí, a quien valoró, desde lejos, incapaz de renovación y sin luces;
 Avanzó hacia mis ventanas con una vacilación que se iba multiplicando; me buscó la puerta y no encontró ningún sentido.
«¿Habrá apagado Cristo a los dioses y dividido en miríadas de luces dispersas mi espíritu?»
Alguien —que soy yo— estaba en medio de la puerta y lo recibió con un abrazo universalmente verdadero.


II «Como tu cabeza configura un árbol», dijo Myriam, abriendo el vestido para echarle leche a la taza de Sajonia. «Estáis unidos como hermanos». Cuando la taza se hubo llenado, volvió el pezón al vaso donde se servía la leche.
«Quiero que me dejen completamente en el bosque —le oía decir; no me da miedo perderme porque, para mi alma, el peligro es nulo.»
El chorro de leche tenía la inclinación de Diótima cuando se inclinaba sobre él: ella dibujaba, él estudiaba                los niños se sentían presa del encanto de Hölderlin y no del libro abierto; era la hora de somnolencia que sobrevenía al estudio, no había otro estímulo en la sala. El cálculo se hacía en otra mesa y Hölderlin, con una excesiva palidez en el rostro, les hablaba del pigmento que da color verde a los vegetales; Diótima apartaba los reposteros pesados que cubrían la puerta y desaparecía con el suave tejido de la saya rozando por el suelo; el sueño tenía la composición de su cuerpo desnudo nunca entrevisto
y la sala que se extinguía en su memoria, sin dejar vestigios,
estaba abierta, apoyada en un nido
que era el seno naciente de Diótima
y del árbol;
a partir de la corona del seno se extendía una penumbra violácea que concentraba la atención.


III  en la arena, a veinte pasos del mar, estaba él, hablaba con la puesta de sol: «por qué poniente nunca es tan intenso como el regazo»; hablando, preguntaba, y adorando se lanzaba a subir la escala del entendimiento a un ritmo que cerraba los ojos; por detrás de él estaba Joshua cargado con su pino           ambos uno solo; sentía en el momento de la adoración su presencia íntima como sentía la arena de las impresiones de luz enviadas por el mar; no decía nada más, su garganta melódica enmudecía             era profundo y rutilante el disco del sol poniente; se veía nítidamente envuelto por las letras de su nombre y toda la paciencia que había de agotar en su vida se había fijado en el sol poniente —en el horizonte; con la adoración —súbitamente— le subió a los labios la Pasión: loco, y con paciencia, decía la arena cayendo con color de clepsidra de sus manos; oía sonidos nasales que brillaban en el crepúsculo del mar; Myriam vio el día aureolado por este momento excepcional y pensó: «Es un árbol demente, que crece al borde del acantilado.»


IV  hoy, en cuanto Myriam se levante, pensará, de hecho, en la estructura del poema-poniente mientras pone la mesa para el café; con el cabello caído sobre los ojos —y su aire de armonía de formas delicadas—, ¿quién diría que es Myriam la que está allí?; será lo que le ha de soplar al oído Hölderlin —que aún se encuentra dentro de ella— y que ella ve con ternura y por un camino flanqueado de vallas: error humano en un vaso de cristal. Todo pasará entonces en fases breves,
haciendo rodar el poliedro del tiempo.

En la casa siguiente Myriam tuvo un desayuno nostálgico ante la lengua de Hölderlin, nombre que le daría en el futuro
y que anunciaba, con la tristeza alegre de daba, el preludio de una nueva intimidad: «Tendréis una intimidad bíblica», pensó Joshua, que echaba abajo los árboles alcanzados más allá de la parcela larga y estrecha. «Tan bella y piensa», retuvo, marimacho. Tuvo después con la borona una relación en tres movimientos: retirarla del tejido bordado de lino; partirla; y dársela a Hölderlin que formaba, con la mirada, un cierto encanto sobre el paño; pero con su inclinación a la distancia Myriam se había evadido a otra casa aún más avanzada y había pasado por la ventana de la cocina donde el agua hervía sobre algunos carbones y ceniza. Hölderlin quiso ser él quien tomara la tetera: debía ser apenas su diamante de dulzura. «Todo es tan ligero que caerá sin verse.»


V  Joshua, que no deseaba darles un espectáculo de violencia, intentaba ahora con cuerdas, asegurar el pino para que se abatiera lentamente sobre la hierba; en aquel momento de ligereza la fuerza del árbol que caía podía causarles sobresalto; se orientó en una dirección opuesta a mí y el árbol fue descendiendo en un «ángulo puro», según los ojos de Myriam que, masticando el pan, lo observaba. Joshua miró a través del cristal y fue uno de los recuerdos que había de guardar siempre, poniendo a un lado los que traía de la infancia; en este momento el árbol rodó por el suelo; había sonado la fase final de aquella fase del día.


VI              el jardín triangular pasó, a finales de este año, de mi propiedad a propiedad de otra casa; perdí, por tanto, una de mis vías de expansión en el Pinar, de aquel lado el cielo partió, el prado partió, ya no hay territorio por donde avanzar y, del lado opuesto, se perfilan las líneas de comunicación con los que viven lejos; de hecho, la presencia de Hölderlin me llevó a un abismo muy alto que tiene en la cumbre la compañía y en el fondo solo desierto. De ese punto de la cumbre solo él ve pequeñas viviendas aisladas donde en cada una hay un habitante con su aureola de fulgor. En la luz hay zonas húmedas, la pequeña partícula vegetal, la pequeña partícula animal, la insignificante partícula humana a quien le fue entregada el gobierno de todo el reino.
Como sucede siempre con Hölderlin que intenta dispersar una multitud de imágenes que se cruzan en el poema: «Si un conjunto de hierbas es my espeso, más rápidamente se enmaraña», piensa para sí, ignorando que oigo y veo.


VII                    a mi alrededor estaba su quaercus y árboles dependientes. Había nacido, en alto grado, con la capacidad de sentir./Se había vuelto rápidamente árbol —inteligencia con frutos./ En el medio acuoso de la selva —no oía, no hablaba— de objetos inútiles./ Sentía la inteligencia brillando en el fondo de todos los sentimientos. Ojos, manos, sentido de la vista eran simultáneos./ La fatiga de estar siempre delante de una respuesta lo había conquistado por completo./ Pero, al año siguiente, la fatiga de estar siempre delante de ese mismo obstáculo le había levantado finalmente el mentón —los retoños— por encima de todas las copas y cabezas./ Su sombra era agua y las articulaciones que cruzaban las ramas se mantenían húmedas. El agua no tenía expresión: describirla era un trabajo interminable que se perdía en el bosque. Mejor sería decir un remolino-poema.
Había igualmente un pozo. Piñas en el suelo. Y, después, yo misma, con un sillar y una pared sin aberturas. Un polígono irregular. Una puerta. De tablas; y el sonido lejano de una angustia que no puede representarse y se aproxima.
¿Una tempestad? Una tempestad en un pozo, oí pensar a Joshua cruzado su mirada con la única ventana con las persianas echadas. Era la habitación de Hölderlin, por detrás de rejas. Pero era él quien cantaba y volvía todo global y bello.


VIII                          todos los días tenía una energía brillante en la que hablaba con Myriam, Joshua, Giordano. Le era necesario vencer un obstáculo, tomar un gran peso, resistir, someter cualquier idea a su sentimiento interior (aún no manchado). En este proceso de transformación vibrante de su propia piel la claridad, el tiempo, el olor de los pinos que todos respiraban era, esencialmente, brisa y método.
Diferente era Joshua.
Joshua tenía la voluntad férrea de leer los textos sagrados y comprenderlos. No tenía un culto de veneración. Ángeles y santos no eran esclavos. Tenía además otra voluntad férrea: referir conjuntamente a esos textos inteligencia y sensibilidad. Un pino, viéndolo debajo de su copa, intentando estudiar la andadura en el Libro, lo había vuelto semejante. «No cedo. Cavaré un hoyo donde el paso a otra voluntad sea imposible», dijo, cuando siendo aún arbusto habían querido imponerle el bautismo de la primera poda.

al verlos al lado del nogal de Giordano pensé:

«la mujer que los ha criado era mucho más que madre; su seno no era de leche           era un juguete                   el ángel que los tiene en los ojos                                     
está ausente                   una lluvia de plata rompe el bosque sobre las tinieblas                      es porque juegan a que están llorando                    oración y distracción son iguales en su absoluto                   avanzaban mucho y se completaban                                      un día habían jugado a ser árboles y se habían hecho árboles.

Le habían puesto el nombre de Casa de Quaercus y Hölderlin fue mío.

hasta que los oí,
hablar de nombres de ciudades que nunca he visto:
Esrasburgo – Lyon – Colmar- Belfort – Besançon – el valle de Doubs, Dôle, Châlon, el valle del Saona, Macizo Central, Clermont – Ussel, Tulle, Périgueux, Isle y, por último, Burdeos.
Este fue uno de sus recorridos. En los seis meses anteriores, cuando su mortificación mental había revestido una forma impaciente, no había un lugar en mí donde pudiera reflejarse. Todo le parecía costas marítimas inaccesibles y cuadrúpedos en fuga. Su cama, decía él, se proyectaba sucesivamente sobre todos los lados del horizonte. Sus amigos eran llamados por su nombre, pero ninguno respondía a su llamamiento. Su ano había caído en el bacín y la sustancia dura del sexo se repetía en palabras; y sus poemas habían recubierto la superficie externa de su cráneo.
Nadie puede presentarle el espejo y cortarle el cabello a tijera. Qué alta es la pequeña casa del mundo, se le leía en los ojos. Tenía la cabeza blanca por delante y oscura por detrás; así expresaba la sustitución parcial de la razón por la locura; se había embarcado en esta mirada suya sobre paisaje, que está conteniendo la mayor parte del silencio; por otro lado, atreviéndose a ir a plantarse, solitario, entre pinos, su caballo lo esperaba.
No soportaba que hubiera espejos en la casa; se puso a hacer aparecer verbalmente figuras luminosas sobre sus propios omoplatos y se dejó ir navegando sobre mí apretando el cabello sobre la nuca. El cabello que nadie corta lleva una libertad infinita en los hombros — y el hombre desmultiplicado duerme.
Hoy alguien buscó a Myriam: — ¿Hay aquí un saber perdido?
—Es una visión conmovedora de Hölderlin —respondió ella—: Pero no debemos tentar su castidad sin miedo.


IX  Fue la última forma que lo vi con un pensamiento claro «he entrado aquí por amor al monstruo — había pensado él momentos antes— y perdí el equilibrio de las ramas del árbol que se mece; no sé lo que pasa directamente porque hay un cristal entre ellos y yo colgado de las ramas del árbol;
son seres elementales
que no tienen ninguna capacidad de introspección y mueven la cabeza con aire de cretinos; si, en el futuro, me he de volver así, me oriento por los ojos de Joshua que afirman para mí y siguiendo ahora los decires de Giordano acerca del infinito, el universo y los mundos, que «la mano ya no está en el brazo,
los ojos en el rostro,
el pie en la pierna,
la cabeza en el busto.»
Aunque viajante, Joshua siempre me tiene que alojar en habitación con ventana y, si se va, dejará en el aire una punta de su cuerpo para que la agarre;
¿por qué voy a tener miedo?
Es un hombre-rostro con lados graves y leves para seres que, como yo, tienen ojos y no rostro; ¿poca-locura no es una perfecta inconsciencia de la gran alegría sobre la tierra?; pero las contradicciones fulgurantes de estas máximas de la atmósfera me habían dejado, sin embargo, la mejor parte.»


X                        estaba allí un anillo engarzado con una gema azul oscuro, con los cantos redondeados, tallada y pulida; era un anillado engarzado con un zafiro azul oscuro; era el anillo de Joshua que estaba en el lugar de mesa; cada uno ocupaba un lado del zafiro, excepto Giordano que no había llegado todavía; que los amaba y escarnecía, les dijo: «Si no creéis que sea hijo de Dios dotado de razón traedme árboles de barro. Las aves comenzarán a vivir, a elevarse en los cielos.»
Hölderlin jugaba allí, saltando; se iba perdiendo en la sala; se veía deslizarse con él un lugar sin criaturas humanas. Myriam pensó para Joshua: «perderse en otro perdido
es la experiencia que está teniendo.» Tenía en las manos una porción de excremento humano, que intentaba moldear en una superficie de poema; pero la angustia, de modo inmerecido, le hacía saber que la locura era que la mente estuviera con la mente y el cuerpo ausente.
«¿Por qué se ha perdido?», preguntó Joshua.
«Dime, Hölderlin, ¿cómo se dice en tu lengua distante como la palma de la mano?»
«Uuu», le respondía.
«Repite, Hölderlin, nunca había sentido arrepentimiento por marchar, ni remordimiento por quedarme.»
«III.»
«Dime, Hölderlin, ¿tu razón para marcharte no fue el amor?»
«Ooo.»


XI  Ni con aquel murmullo continuo de preguntas sería posible traerlo de vuelta. «Nunca más», reconoció con su realismo casi cruel, «volverá a alegrarse con el sentimiento de que estamos con él.»
Sucedía lo contrario.
Myriam veía crecer en el rostro de los que poseían el uso de la razón una risa forzada para disimular lo que veían; en medio de huevos y pequeños animales que habían quedado sobre la mesa a la puerta de la sala, Hölderlin se masturbaba meciéndose en el murmullo encantador de palabras Grecia dioses Grecia sol Joshua Joshua Cristo.
La excitación sexual se fue marcando en todos en torno al pobre tonto. Ningún barro se había transformado en pájaro. En esa situación de deseo sensual profundo acababa de entrar Giordano Bruno. Había dicho
lo escabroso en el amor es que no tiene anillo; pero no dijo nada, en sus pulmones el aire parecía penetrar por medio de una bomba
y todas las demás imágenes
habían
sido, hace mucho,
herméticamente cerradas. Hasta hoy.

Körtemberg, 23 de junio de 1985
                                          




I                        este é um abrigo na orla do bosque − metade árvore, metade construção de ramos mortos;                     
 nesta árvore de vida, o declive do telhado é firme, impenetrável à erosão da chuva;                como cada um chegou com a sua árvore –Hölderlin com quaercus, Joshua com pinus lusitanus, Giordano com a sua nogueira, há três árvores em torno da porta aberta de par em par;
uma união às portas do paraíso;
este é, de facto, um bosque de pinheiros marítimos –um pinhal−, e a agitação do vento circula na base, impelindo as janelas a uma velocidade de grande rapidez;                           aqui as estrelas brilham por cima das cabeças, e os cheiros vindos do mar entram pelas narinas, e os orifícios das raízes;                                Hölderlin (quaercus, do nome de carvalho) sentiu uma grande ausência: a sua cabeça ia abandoná-lo, e ele levantou-se ainda para ir no seu encalço com os braços; tudo principiava pelo som – o som de fazer o último poema.

                        Hölderlin sentou-se silencioso à mina frente que sou casa –não disse nada− mas eu conhecia quais eram os seus verdadeiros pensamentos pela inconstância do seu olhar; olhar                                   
que me era dirigido, longa e baixa,
que terminava nas paredes e principiava nas janelas.
Do outro lado do mar, realizando-se num só instante, havia a floresta onde tinham sido abatidas algumas árvores para dar nascença primeiro ao parque, depois ao jardim; mas restavam ainda massas vegetais que difundiam um raio de figuras verdes que metiam medo a Hölderlin; ele morava em mim                                           
rectangular com triângulos arquitectónicos sobre as janelas,
e janelas de vidros multicores
de onde se perdia de vista o meu próprio interior sombrio.
Os cavalos chegavam e partiam com pancadas certas sobre as lájeas, e os mensageiros cruzavam-se com as suas cartas à volta de Hölderlin,
que esperava;

ele dava o passeio da noite, com as botas produzindo um bater intermitente nos bordos da floresta; tinha receio da árvore-maior –da sua árvore quaercus−, onde tronco, folhas, altura brilhavam, ou
escureciam de grandeza; eu sabia que ele jamais penetrara no seu domínio inalterável e incorruptível porque, atravessando-o em linha recta, julgava ter uma estatura menor do que ese génio da natureza.
Ao som de «natureza» ouviu o gemido de um cavalo atravessar os ares, e o último mensageiro –o das dez horas−, pedir uma cerveja, e deitar a carta no cesto de pão que estava sobre a pedra.
  «Agora pergunto-te,
dizia a carta,
os deuses da Grécia morreram?»
Era a forma de afirmar, perguntando, que os deuses de Grécia morreram. «Sim, morreram», comprovou Hölderlin, sabendo o que lera. «E eu, suspirou, como viver sem essa diferença entre os deuses e os homens?» Olhou para mim que avaliou, ao longe, incapaz de renovação, e sem luzes;
Avançou para as minhas janelas com uma hesitação que se ia multiplicando; procurou-me a porta, e não encontrou nenhum sentido.
«Será que o Cristo apagou os deuses, e dividiu em miríades de luzes dispersas o meu espírito?».
Alguém –que sou eu−, estava a meio da porta e o recebeu com um abraço universalmente verdadeiro.


II             «Como a tua cabeça configura uma árvore», disse Myriam, abrindo o vestido para lhe deitar o leite na chávena de Saxe. «Estais unidos como irmãos».  Quando a chávena ficou cheia, voltou o mamilo para o vaso em que servia o leite.
«Quero que me deixem totalmente na floresta –ouvia-o dizer; não tenho medo de perder-me porque, para a minha alma, o perigo é nulo.»
O fio de leite tinha o pendor de Diotima quando ela se debruçava sobre ele: ela desenhava , ele estudava                        as crianças sentiam-se presas ao encanto de Hölderlin, e não ao livro aberto; era a hora da sonolência que sobrevinha ao estudo, não havia mais um único estímulo na sala. O cálculo fazia-se noutra mesa, e Hölderlin, com uma excessiva palidez no rosto, falava-lhes do pigmento que dá cor verde aos vegetais; Diotima afastava os reposteiros pesados que cobriam a porta, e desaparecia com o estofo macio da saia roçando pelo chão; o sonho tinha a composição do seu corpo nu jamais entrevisto
e a sala que se extinguia na sua memoria, sem deixar vestígios,
estava aberta, encostada  a um ninho,
que era o seio nascente de Diotima,
e da árvore;
a partir da coroa do seio desenvolvia-se uma penumbra violácea que concentrava a atenção.


III            na areia, a vinte passos do mar, era ele, falava com o pôr-do-sol: «por que é que o poente nunca é tão intenso como o regaço»; a falar, perguntava, e a adorar lançava-se a subir a escada do entendimento, num ritmo a que fechava os olhos; por detrás dele, estava Joshua carregado com  seu pinheiro –ambos um só; sentia, no momento da adoração, a sua presença íntima, como sentia a areia das impressões de luz reenviadas pelo mar; não dizia mais nada, a sua garganta melódica emudecia –era profundo e rutilante o disco do sol poente; via-se nitidamente envolvido pelas letras do seu nome, e toda a paciência que havia de esgotar na sua vida fixara-se nesse sol poente –no horizonte; com a adoração −subitamente−, subiu-lhe aos lábios a Paixão: louco, e com paciência dizia a areia caindo com cor da clepsidra das suas mãos; ouvia sons nasalados que brilhavam ao crepúsculo do mar; Myriam viu o dia aureolado por este momento excepcional, e pensou: «É uma árvore demente, crescendo à beira da falesia.»

IV           hoje, mal Myriam se levante, pensará, de facto, na estrutura do poema-poente enquanto põe a mesa para o café; com o cabelo espalhado sobre os olhos –e o seu ar de harmonia franzina−, quem diria que é Myriam que ali está?; será o que lhe há-de soprar ao ouvido Hölderlin –que ainda se encontrou dentro dela−, e que ela vê com ternura, e por um caminho ladeado de barreiras: erro humano num copo de cristal. Tudo se irá passar então em fases breves,
fazendo rodar o poliedro do tempo.

Na casa seguinte, Myriam teve um pequeno almoço nostálgico em face da língua de Hölder, nome que lhe daria para o futuro,
e que anunciava, com a tristeza alegre que fazia, o prelúdio de uma nova intimidade: “Tereis uma intimidade bíblica”, pensou Joshua que derrubava as árvores atingidas para lá da courela comprida e estreita. “Tão bela e pensa”, reteve, machão. Teve, depois, com a broa, uma relação em três movimentos: retirá-la do tecido lavrado de linho; parti-la; e dá-la a Hördelin que formava, com o olhar, um certo encanto sobre a toalha; mas, com o seu pendor para a distância, Myriam tinha-se evadido para uma outra casa ainda mais avançada, e passara à janela da cozinha onde a água fervia sobre alguns carvões e cinza. Hölderlin quis ser ele a pegar na chaleira: ela devia ser apenas o seu diamante de doçura. «Tudo é tão ligeiro que cairá sem e ver».


V  Joshua, que não desejava dar-lhes um espectáculo de violência, tentava ainda, com cordas, segurar o pinheiro para que ele se abatesse lentamente sobre a erva; naquele momento de leveza, a força da árvore que caía, podia causar-lhes sobressalto; orientou-a numa direcção oposta a mim, e a árvore foi descendo num «ângulo puro», segundo os olhos de Myriam que, mastigando o pão, o observava. Joshua olhou-os através do vidro, e foi uma das recordações que ele havia sempre de guardar, pondo-a ao lado das que trazia sobre a sua infância; neste momento, a árvore rolou sobre o solo; soara a hora final daquela fase do dia.


VI                      o jardim triangular passou, no fim deste ano, da minha posse à posse de outra casa; perdi, pois, uma das minhas vias de expansão no Pinhal, daquele lado, o céu partiu, o pardo partiu, já não há território por onde avançar, e é do lado oposto que se desenham as linhas de comunicação com os que moram longe; de facto, a presença de Hôrdelim levou-me a um abismo muito alto que tem no cume a companhia e, no fundo, só ermo. Desse ponto no cume, só ele vê pequenas moradas isoladas onde, em cada, há um habitante com a sua auréola de fulgor. Na luz, há zonas húmidas, a pequeníssima partícula vegetal, a pequeníssima partícula animal, a insignificante partícula humana a quem foi entregue o governo de todo o reino.
                Como sempre acontece com Hôlderlin que tenta dispersar uma multidão de imagens que se cruzam no poema: «Se um conjunto de erva é muito basto, mais rapidamente se enovela»,
pensa para si,
ignorando que ouço e vejo.


VII                                à minha volta, havia o seu quercus e árvores dependentes. Nascera, em alto grau, com a capacidade de sentir. / Tornara-se rapidamente árvore – inteligência com frutos. / No meio aquoso da seiva – não ouvia, não falava – de objetos inúteis. / Sentia a inteligência brilhando no fundo de todos os sentimentos. Olhos, mãos, sentido do olhar eram simultâneos. / A fadiga de estar sempre diante de uma resposta tomara-o por completo. / Mas, no ano seguinte, a fadiga de estar sempre diante desse mesmo obstáculo levantara-lhe, finalmente o queixo - as hastes - por cima de todas as copas e cabeças. / A sua sombra era água, e as articulações que cruzavam os ramos mantinham-se húmidas. A água tinha expressão: descrevê-la era um trabalho infindável que se perdia na floresta. Melhor seria dizer um redemoínho-poema.

Havia igualmente um poço. Pinhas no chão. E, depois, eu própria, com um silhar, e uma parede sem aberturas. Um polígono irregular. Uma porta. De tàbuas; e o som longínquo de uma angústia que se não pode representar, e se aproxima.
Uma tempestade? Uma tempestade num poço, ouvi pensar Joshua cruzando o seu olhar com a minha única janela de adufas fechadas. Era o quarto de Hôlderlim, por detrás de grades. Mas era ele que cantava, e tornava tudo global, e belo.


VIII                           todos os dias tinha uma energia brilhante em que falava com Myriam, Joshua, Giordano. Era-lhe necessário vencer um obstáculo, pegar num grande peso, arrostar, vergar qualquer ideia ao seu sentimento interior (ainda não manchado). Neste processo de transformação vibrante da sua própria pele, a claridade, o tempo, o cheiro de pinheiros que todos respiravam era, essencialmente, brisa e método.
                Diferente era Joshua.
                Joshua tinha a vontade férrea de ler os textos sagrados, e de compreender. Não tinha um culto de veneração. Anjos e santos não eram escravos. Tinha ainda outra vontade férrea: referir conjuntamente, a esses textos, inteligência e sensibilidade. Um pinheiro, vendo-o debaixo da sua copa, a tentar estudar o andamento no Livro, tornara-o semelhante. «Eu não cedo. Cavarei um fosso onde a passagem a outra vontade é impossível», disse, quando ainda arbusto, quiseram impr-lhe o baptismo da primeira poda.

Ao vê-los ao lado da nogueira de Giordano, pensei:

«a mulher que os criou era muito mais que mãe; o seu seio não era leite                                 era um brinquedo                 o anjo que os tem nos olhos                         está ausente                      uma chuva de prata rompe a floresta sobre as trevas                                              é porque brincam que estão a chorar                   prece e distracção são iguais no seu absoluto                              progrediam muito e completavam-se                       um dia brincaram a er árvore, e ficaram árvores.»

                Deram-me o nome de Casa de Quaercus, e Hôlderlim foi meu.

Até que os ouvi,
Falar em nomes de cidades que nunca vi:
Strasbourg ; Lyon ; Colmar ; Belfort ; Besançon, o val do Doubs, Dôle, Châlon, o val do Saône, Maciço Cen, Tulle, Périgueux, Isle e, por fim, Bordéus.

                Este foi um dos seus percursos. Nos seis meses anteriores, quando a sua mortificação mental revestira uma forma impaciente, não havia lugar em mim em que pudesse reflectir-se. Tudo lhe parecia costas marítimas inacessíveis, e quadrúpedes a fugir. A sua cama, dizia ele, projectava-se sucessivamente para todos os lados do horizonte. Os seus amigos eram chamados pela sua sombra mas ninguém respondia ao seu apelo. O seu ânus caira na bacia, e a substância rija do sexo repetia-se por palavras; e os seus poemas tinham revestido a superfície externa do seu crânio.
                Ninguém pode apresentar-lhe o espelho, e cortar-lhe o cabelo á tesoura. Que alta é a pequena casa do mundo, lia-se-lhe nos olhos. Tinha a cabeça branca á frente, e escura atrás; assim expressava a substituição parcial da razão pela loucura; embarcara neste seu olhar sobre paisagem, que está contendo a maior parte do silêncio; do outro lado, ousando ir plantar-se, solitário, entre pinheiros, o seu carvalho esperava-o.

                Não suporta que haja espelhos na casa; pôs-se a fazer aparecer verbalmente figuras luminosas sobre as suas próprias espáduas, e deixou-se ir vogando sobre mim apertando o cabelo sobre a nuca. O cabelo que ninguém corta traz uma liberdade infinita aos ombros – e o homem desmultiplicado dorme.

                Hoje, alguém procurou Myriam: - Há aqui um saber perdido?
-  É uma visão comovente de Hölderllin – respondeu ela: ; Mas não devemos tentar a sua castidade sem susto.

               
IX                     Foi a ultima forma que lhe vi com um pensamento claro «entrei aqui por amor pelo monstro – pensara ele, momentos antes -, e perdi o equilíbrio dos ramos da árvore que balança; não sei o que diretamente se passa porque há um vidro entre mim e eles pendurado nos ramos da árvore;  são seres elementares
Que não têm nenhum poder de introspecção, e oscilam a cabeça com ar de cretinos; se, com o futuro, eu assim me hei-de tornar, oriento-me pelos olhos de Joshua que afirmam para mim, e seguindo agora os dizeres de Giordano acerca do infinito, do universo e dos mundos, que «a mão já não está no braço,
os olhos no rosto,
o pé na perna,
a cabeça no busto.»
Embora viajante, Joshua sempre me há-de alojar no quarto com a janela e, se partir, deixará no ar uma ponta do seu corpo
para que eu a agarre;
por que hei-de ter medo?
É um homem-vulto com lados graves e leves para seres que, como eu, têm olhos, e não rosto;
pouca-locura não é uma perfeita inconsciência da grande alegria sobre a terra?; mas as contradições fulgurantes destas máximas da atmosfera, deixaram-me ainda a melhor parte.»

                
X                              estava ali um anel armado com uma gema azul escuro, com os cantos arredondados, talhada e polida; era um anel de Joshua que estava no lugar de mesa; cada um ocupava um lado da safira, excepto Giordano que ainda não chegara; Joshua, que os amava e escarnecia, disse-lhes:
                «Se não acreditais que eu seja filho de Deus dotado de razão, trazei-me árvores de lama. As aves começarão a viver, a elevar-se nos céus.»

                Hölderlin brincava ali, saltando; ia-se perdendo na sala; via-se deslizar com ele um lugar sem criatuas humanas.
Myriam pensou para Joshua: «perder-se
no outro perdido
é a experiência que está a ter.» Tinha nas mãos uma porção de excremento humano, que tentava moldar numa superfície de poema; mas a angústia, de modo imerecido, fazia-o saber que a loucura era a mente estar com o poema, e o corpo ausente.

                «Por que se perdeu?», perguntou Joshua. «Diz-me, Hölderlin, como se diz, na tua língua, distante como a palma da mão?».
«Uuu», respondia-lhe.
                «Repete, Hölderlin, eu nunca sentira arrependimento por partir, nem remorsos por ficar.»
«III»
«Diz-me, Hölderlin, a tua razão de partir não foi o amor?»
«Ooo.»

                
XI                              Nem com aquele murmúrio contínuo de perguntas seria possível trazê-lo de volta. «Nunca mais», reconheceu com o seu realismo quase cruel, «se tornará a alegrar com o sentimento de que estamos com ele».
                Era o contrário que acontecia.
                Myriam via crescer no rosto dos que possuíam o uso da razão um riso forçado para dissimular o que viam; no meio de ovos e de pequenos animais que tinham ficado sobre a mesa e á porta da sala, Hölderlin masturbava-se embalando-se no murmúrio encantatório de palavras Grécia deuses Grécia sol Joshua Joshua Cristo.

A excitação sexual foi-se marcando em todos, em torno do pobre tonto. Nenhuma lama se transformara em pássaro. Nessa situação de desejo sensual profundo, Giordano Bruno acabara de entrar. Teria dito
O que é escabroso no amor é que não tem anel; mas nada disse, nos seus pulmões o ar parecia penetrar por meio de uma bomba e todas as outras imagens

haviam
sido, longe,
hermeticamente fechadas. Até hoje.

Körtemberg, 23 de Junho de 1985

                   





TEXTOS DE MARIA GABRIELA LLANSOL

Como a chuva não cessasse de cair em caudais,
Tiras de tinta começaram a aparecer na fotografia
O tecto da chuva rompera o abrigo da sua alma
E o verde circulava a deriva rompendo as plantas.
Elvira deixara cair seus olhos de objectiva nas
Folhas verdes. Verificava que era sobre elas e como
Elas que sempre olhara a natureza. Ver o real
Em folhas era amá-lo ininterruptamente. Essa
Contiguidade acabara por compor uma rede
Que tinha tanto de próximo como de diferente,
E a chuva não era chuva, transparecia. Eis, pensou.
Por que chove na fotografia, por que chove
Em correntes sobre as folhas?

*

Se as sete notas das sete da manhã fossem uma
Figura, e os sons da rua sua serva, seria possível
Encontrar a relação que existe por acústica
Entre uma borboleta e uma borboleta protegendo
Em vão sua vida e cor. Não há nada de estranho
Nessa relação figural. Por exemplo, Pita
(E é a sua primeira vez) pôde sentir num tecido
Branco que chorava manso a efectiva resistência
Às lágrimas que a habita em fúria.

*

Não se convence que a escrita e a vida vão a par,
Descontadas diferenças de velocidade e alguma
Galhardia no tempo. O corpo demora a experimentar.
Usa-se. É o facto dos afectos. Entrou na vida? Entrou
Na escrita floral dos fiéis de amor. Não quer, todavia,
Abri-la, ainda menos lê-la. E tão teimosamente o faz
Que dificilmente um novo perfume entre sede e planta
Lhe subirá pelo caule. Ó rapariga, quando te irá cheirar
A luar libidinal?

*

Passar a voz ao papel,
Ou do ladrar à rosácea,
Trova, é escrever. Estava
Ele, atônito, não vislumbrando
Como ia tanta palavra
Caber na rosácea.
Era óbvio que uma delas
Serviria de estaca,
E as restantes de rosas
No caule ainda por vir.
Quando a frase rosna,
Não há outro remédio.

*

A boca aerticulava em voz alta, servindo-se
Dos seus outros instrumentos, o palato, a língua
E os dentes. Do movimento, brotavam rumores,
Interstícios e uma grande orbita de nomeação.
Diferente é o ponto fulcral do urbano. Sulcos
E memórias confluem para uma iluminação
Incipiente. No urbano, o aparelho fônico
É excedente.

http://www.lagallaciencia.com/2015_10_01_archive.html







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