LUIS FERNANDO MEJÍA MEJÍA
Luis Fernando Mejía Mejía nació en Pereira, Colombia, en 1941. En 1964 gana el premio literario “Violeta de Oro” con su obra “Las Bienaventuranzas”, y ese mismo año se le publica el libro “Resurrección de los juguetes”. Además, edita “Alquimia de los relojes clausurados”. También, recibió el premio “Bernardo Arias Trujillo” en Risaralda, donde vivió su juventud. Otros títulos suyos: “Camino hacia la luz” y “Manuscritos de Lucio Malco”. En la actualidad lleva una vida de retiro en algún lugar de la costa Atlántica.
Huellas
“Era una cometa campesina, enredada
en las golondrinas que escriben
partituras en fuga para agónicas flautas (…)
Caí en la prisión de los relojes.
El minutero como infame lanza
señalándome el pan de cada día,
moscas revoloteando la fiesta de la plaza
y la sombra de Dios cubriendo el cadáver sin Dios
de Federico.
Entonces fue la alquimia.
(…)
Cantó el ciego el milagro de las cosas
con su guitarra de cartón.
Era una mañana esplendorosa
cuando el sol estrenaba su bastón.
Pero perdí la estrella
en un paraje donde un águila empollaba
a ras de tierra
sobre la herida de la tierra roja.
Los altos cerros de los Andes
no lograba alcanzar. Sus sueños eran verdes
y gris y azul el mar.
(…)
Ángeles de tierra negra llegaron
volando sobre grandes troncos
y tejiendo ramas que cortaban con la hoz de la luna
fueron haciendo el arca,
como inmensa canasta,
mientras el sol secaba el barro de los muros.
(…)
En aquel patio…
que juntos abonamos de risas y de llantos,
en aquel patio,
recuerdas compañera,
donde vivimos desnudos como bíblicos padres,
espigando en la parcela de los astros.
Áshram del Aguador, 1988
EQUILIBRISTA
Sobre el hilo de Laquesis camina
mi corazón cansado y aterido.
La cruel tijera de Atropos
intuye y adivina:
Equilibrista de La Muerte
Maromero de La Vida.
Sobre un hilo de sangre mi corazón camina.
TRISTEZA
Por la muerte de mi hermano Guillo.
Tristeza es la sombra
de un silencio inefable.
Una mancha de angustia
que se expande,
lluvia que llora en el alero del alma.
Es un instante
cayendo en el ocaso
de un desolado adiós.
Hora imprecisa
en que las lágrimas
asoman temblorosas al pie del corazón.
Tristeza es un vacío
Repleto de dolor.
Un dolor que no duele,
que repta acariciando
la herida
que olvidada de amor
cicatrizó.
Tristeza,
una palabra
que en mis labios,
es tímida plegaria
frente al altar inane
donde ofrenda la vida:
Saudade y desamor.
Tímida voz.
Susurro mudo a los oídos sordos
y distantes de Dios.
Ashram del Aguador, Agosto 12 de 2014
ME OLVIDARE DE MÍ
Me olvidare de mí...
Me iré fundiendo en ondas deletéreas.
Sumergiéndome en niebla de silencios,
en incendios de sed,
en la agonía de un pozo sin final.
La huella herida de mi paso fugaz
por la doliente vía,
que conduce al Dolor del albedrío
de no tener a Dios como testigo,
se borrará en la arena del olvido.
Me dormiré despacio como un niño
cansado de jugar,
adolorido de tanto tropezar ...
Me iré tranquilo, paso a paso, en silencio
confundido con la sombra que expande
el alarido de un grito en la garganta suspendido.
El corazón atado a un nudo enceguecido
se volverá luciérnaga encendida
en túnel de fantasmas ...
Confundida en ráfagas de luz,
dolor y olvido: Espejo de la Vida.
Me olvidare de mi.
Seré un suspiro al final del camino.
Despertare en el sueño del olvido:
El final es el punto de partida.
Canto a Whitman
No ha nacido la muerte para ti
compañero Walt Whitman.
Pongo mi oído sobre la hierba,
y te oigo crecer como una manada de cenicientos búfalos
que embistieran desparramadamente
los arcángeles negros de tu noche de tierra.
Te revuelvas erizado de raíces,
asomando tus manos verdes empuñadas de frutas,
y tu barba de lluvia despeinada
por los dedos de hierro del arado.
Camino por tu recuerdo,
viejo joven de tierra húmeda
y entiendo el idioma en que los niños hablan a las hormigas
en el parque
y la gota de eternidad que rueda por la fatiga
de los amantes.
Cuando las locomotoras
humean su alarido de viaje,
comprendo que son iguales los adioses
de segunda y de primera clase;
y escucho tu silencio en el reloj que dice
es una misma hora para toda la tarde.
Entro en los hospitales,
en los ascensores,
en los cines.
Caigo en la multitud como un corcho
flotando sobre mi yo
y me doy cuenta que existo,
remachado a la vida por un clavo de sol,
hasta que anochezca definitivamente,
y estemos todos unidos en una red de huesos
junto a ti, compañero Walt Whitman,
amaneciendo de hojas del vientre de la muerte.
Palabras para Martin Luther King
“dónde estaba el niño negro de tu guarda”
Jaime Sabines
Amanecimos todos negros, compañero Martin.
En Memphis no es distinta la muerte:
Y te arrojaron ayer de luto a media piel
tus manos blancas, a la marcha subterránea
y pacífica junto a todos los muertos.
Ahora flotas sobre un derrumbe de silencio
que te cayó de pronto.
Tu muerte encajonada va a reclamar la tierra
y no te discriminará el olvido ni la ausencia.
Pero un día,
–es que yo también creo–
estarás satisfecho entre tu muerte
porque los niños negros ignorarán
que fuiste fusilado en contra el muro de tu piel
y podrán como los blancos jugar en cualquier parte.
Recordando a John Lennon
Ahora que el hippie
se ahorcó con la corbata
para ir al camello
y de paso
comprar el disco del difunto Lennon
el Rock de Elvis tiene nostalgias de vals.
Los mejores
se fueron por las alcantarillas.
Muchachos
cuyos morrales parecían
despojos de un naufragio.
Recuerdo sus bellas flautas
que olían dulcemente a hachís.
Un día
hicieron Auto-stop a la muerte
en un viaje con L.S.D
hacía un paraíso de hongos
Amor y Paz.
Ahora florecen margaritas
sobre sus barbas
y en las vallas resucita James Dean.
Hoy
Hoy he crecido en ti
desde los mil costados de mi angustia.
He subido desde mis días machacados
hasta las aguas de mi olvido.
Hoy he crecido en ti
duro de greda, modelándome de hombre en cada pliegue de tu carne.
Hoy supe que mi nombre
suspendía las letras de mi nombre,
y te iba formando de mi grito.
Hoy ascendí desde mil horas martillándome
hasta la quietud de la sangre.
Hoy pesé entre mis dedos el girasol de tu pecho
y el mundo era pequeño rodando sobre el día.
Hoy he crecido tanto por tu cuerpo infinito
que me duelen los dedos de caminos.
Y me voy por mi muerte recorriendo tu vida.
Luis Fernando Mejía Mejía
Entrevista del autor
En el refugio de ‘Lucio Malco’
Por Gustavo Acosta Vinasco
Hace 50 años Luis Fernando Mejía Mejía ganó el Premio Nacional de Poesía ‘Violeta de Oro’ por ‘Las Bienaventuranzas’, obra que lo situó a la vanguardia de la poesía colombiana
‘Yo soy un orador’
El recuerdo que varias generaciones tienen de Luis Fernando Mejía como un ‘hombre público’; su polémica cercanía con el pueblo durante algunas épocas; y la positiva recepción de la crítica a su poesía desde hace décadas,ocasionan que nos detengamos en estas palabras suyas: “antes que cualquier otra cosa, más que poeta, yo soy es un orador”.
Sin haber llegado a la mayoría de edad realizó su primer recital en el mítico Café El Automático de Bogotá; luego a los 18 años celebró un recital en La Tertulia de Cali, auspiciado por Alfonso Bonilla Aragón en medio de las críticas por blasfemia; leyó sus versos en la Sociedad de Amigos del Arte de Pereira; en una célebre reunión de los poetas de Caldas en Santa Rosa de Cabal, en la que estaban Baudilio Montoya y Fernando Mejía, ‘Lucho’ –como lo conocen sus coetáneos– era el más joven de todos.
Sin embargo, por su cultura y su vehemencia fue un serio interlocutor de los más altos prelados de la Iglesia en Pereira, los monseñores Baltazar Álvarez y Darío Castrillón. Mejía leyó su obra en la Universidad de París y en la cátedra de Fray Luis en la Universidad de Salamanca, en colegios y asociaciones literarias. No mucho después de su regreso de Europa, por el año 1992, realizó recitales por todos los pueblos de Risaralda, con tanto ruido que los políticos con los que había tenido relación en viejas luchas temieronque había vuelto al proselitismo.
Cuando se hizo acreedor al Premio Nacional de Poesía muchos creyeron por sus versos que era un poeta de edad mayor a la que tenía. Su destino parecía estar trazado. “En mi familia viene una tara poética desde Epifanio Mejía, un pariente muy cercano de mi madre”, explica. Y la afición a las letras se cruzaba con la inquietud y el descontento social:“Mantuve un liderazgo político y social desde el colegio, querido por los compañeros y detestado por los profesores”, recuerda. “En mi juventud a lo que más temía era a que me etiquetaran”.
Fue copartícipe de ‘Brigadas Rojas’, grupo que revolucionó y fue el semillero de una casta política liberal en el momento en que estaba surgiendo el Departamento de Risaralda: “yo no transigía”, aclara…Pero a continuación dice como si despertara: “Yo hablo de todo eso como si fueran recuerdos de otra vida, que tengo sepultados en mi memoria”.
‘Mi verbo es otra cosa’
Veleros y buques se deslizan sobre el espejo de la bahía de Cartagena, y un malecón la circunda desde Castillo hasta Bocagrande, el mismo malecón en el que un día se encontró sorpresivamente con Juan Gos-saín y este le lanzó el comentario de que él y Antonio Caballero en una conversación creían que Luis Fernando Mejía había muerto, a lo que el poeta le replicó al periodista: “sí, efectivamente yo me morí, pero volví, como si hubiera resucitado de otra vida, a deshacer los pasos”.
Renació después del huracán Joan que destruyó la primera versión de su áshram cuando decidió alejarse de su vida pasada, la que todos recuerdan. Dos dimensiones trágicas marcaron en su momento la vida del poeta Luis Fernando Mejía: por una parte, la tempestad política, determinada por el activismo, el ímpetu y la entrega a las causas sociales, la obsesión por la unidad de un partido, y el padecimiento de la traición propiciatoria. Por otra, la inclemencia de la naturaleza manifestada en el huracán en 1988 que quería interponerse en la reconstrucción de su vida intelectual, material y espiritual.
Mejía es ‘nuestro’ poeta que Andrés Holguín incluye en su Antología de la Poesía Colombiana, pero tampoco le importan las inclusiones ni las omisiones de las que goza en la historia de la poesía. A pesar de que sus poemas aparecen en libros de texto de lengua castellana y que su oda ‘A la Niña Desaplicada’ entre otros poemas, hacen parte del canon de la poesía infantil y que muchos niños latinoamericanos tuvieron que aprender de memoria en sus escuelas, lo que el poeta agradece es que sus poemas hayan salido de la academia y se hayan fundido con el pueblo, que sean declamados en concursos infantiles, que la gente los conozca y vayan de boca en boca así no reconozcan su autor, “para volverse patrimonio público”, dice con entusiasmo.
Pero el poeta no renació con ni por la gloria; Mejía enfatiza en que revivió con el nacimiento de su nieto. Estas confesiones emotivas y sinceras son las que van desarmando y respondiendo a cada una de las 35 preguntas con las que llego ‘armado’ a ‘La Heroica’, cuestiones que pretenden inquirir sobre cada uno de sus libros, sobre poemas que son epigonales en la evolución de su obra, sobre su trasegar político, sus viajes. Así vamos dejando de lado las exégesis, o para otro momento, se vuelve irrelevante preguntarle qué piensa de los clisés y todo lo demás que hacen decir sobre él los tutores universitarios a los estudiantes en las tesis de grado que versan sobre él y lo sitúan como el poeta hito en la literatura pereirana, y su versión de la tal ruptura: “Luis Carlos y esa generación anterior son los poetas de un pueblo pequeño, y yo aparezco en un momento de crisis cuando Pereira es una amorosa enfermera que recoge todos los exiliados y los angustiados por la violencia que agobia al país, donde los tiempos ya no son los tiempos apacibles de la aldea; todavía conservo las querencia de los campesinos, pero ya no somos eso, mi verbo es otra cosa”.
Ruptura con los ‘poemas de la infancia’
Los libros de la primera etapa, escritos en la década de 1960, constituyen la infancia: “yo hablo de los juguetes porque nunca jugué con ellos, yo nunca elevé una cometa, nunca usé un trompo; para mí los juegos de la infancia fueron más mentales que reales, yo era una especie de niño triste que no participaba de los juegos y vivía en una actitud de melancolía permanente, castigado en el colegio, escribía poemas como una catarsis de la angustia y también de la incomprensión familiar… porque yo era un niño lleno de sensibilidades, a mí los atardeceres me producían una profunda tristeza, yo iba declinando con el día, mis ciclos vitales, mi kairós era directamente relacionado con lo que pasaba con el tiempo, con la lluvia”.
Este fue el ambiente en que compuso su hoy poema más célebre entre los que sobrevivimos a esta ciudad: “‘Cuando la ciudad me sobreviva’ lo escribí en un atardecer en la Circunvalar viendo la ciudad abajo como una fragua de cobre… estaba muy desolado y angustiado y me fui a caminar por la Circunvalar y empezaron a prenderse las luces, lo escribí de un solo impulso, a mí no me gusta escribir, porque escribir me causa mucha angustia, pero cuando ya el poema sale… me sirve como una catarsis.”
Mejía confiesa, desde su hábitat marino, que el sol y los atardeceres de su obra poética “son el sol y los atardeceres de Pereira”. Los mismos de los tiempos en que trabajó como profesor en el colegio de ‘Vacabrava’, más tarde en los ‘Sagrados Corazones’ y en el colegio de ‘Doña Consuelo de la Cuesta’, el Gimnasio Pereira. Después apareció el agobio producido por el laburo en el contexto público, cuando pertenecía a las Empresas Públicas, cuando surge ‘Alquimia de los Relojes clausurados’, cuyos versos vuelve a declamar con vibración musical, como si hubieran sido escritos recientemente.
En la década de los setenta se dedica a la publicidad, “yo consideraba todo eso una prostitución, pero estaba abocado a la necesidad, pedía mucho pero tuve mucho éxito, entre más cobraba más clientela me llegaba. Introduje el jingle en la televisión colombiana”, recuerda. En este contexto paradójicamente aparece ‘Camino Hacia la Luz’, del cual confiesa que “constituyó un hito en mi vida porque me cambió totalmente”. En efecto, la poesía de los años 70 refleja el cambio de enfoque de la vida y de los motivos poéticos mismos, entre ellos dios y el tiempo, “y los temas de infancia desaparecen porque desaparecen todas mis agonías; después de ‘Camino hacia la Luz’ entré en una gran tranquilidad, la poesía es una poesía más serena, menos angustiada, aparecen los temas de la eternidad”.
Yo no soy nadaísta
Luis Fernando Mejía fue seguidor del filósofo Fernando González a quien visitó en su Otraparte de Envigado cuando su irreverencia ya era conocida por todo el país. Es conocido por la opinión pública literaria que los miembros del movimiento estético nadaísta idolatraban a González; pero el poeta replica: ‘Yo no soy nadaísta porque no pertenezco a nada en particular sino a todo en general, lo que más me han chocado es que me pongan rótulos: ‘liberal’, ‘conservador’, ‘comunista’, ‘abogado’, ‘médico’, el único rótulo es ‘poeta’ pero eso es más bien como un estigma”.
Así se desmarcó del Nadaísmo: “una vez me preguntaron en una entrevista en televisión si yo era nadaísta, y yo dije que no, porque me chocaban mucho los poetas en pandilla”. A pesar de que fue amigo de todos ellos nunca quiso firmar el ‘manifiesto nadaísta’ porque no estaba de acuerdo con la quema de libros que habían cometido en Cali:“para mí la culpa no la tenían los escritores sino los políticos, una de las cosas que más me llevó a distanciarme de la poesía nadaísta fue precisamente el ‘entierro’ de la poesía colombiana, ahí fue donde empezaron mis vínculos a la política, ellos culpaban a los poetas de todo, quemaron la ‘María’ y quemaron ‘La Vorágine’, pero yo no participé de esto. El poeta es apenas un espejo cóncavo y convexo que refleja por un lado lo de afuera y por el otro lo de adentro, por el milagro de la palabra; ‘si lo que hay que quemar es a los políticos’ pensaba, y empezó mi trajinar político, pero la política es la antítesis de los sueños, eso es la juventud. Tampoco me arrepiento de haber trabajado con Turbay, sirvió mucho para dar a conocer el país; en España, cuando era cónsul, les gustaba mucho que yo les declamara el poema ’12 de Octubre’ de Luis Carlos González, que les tocaba las fibras nacionalistas a los habitantes de Bilbao”.
Regreso a Colombia
Se va a Europa para difundir la obra, la poesía era su único interés, “era el madero de náufrago al que me aferraba; quería llevar a mi hija a Europa”. Gracias a la publicidad ganó algo de dinero que su esposa Victoria bien supo administrar, era un publicista cotizado. Mejía explica su regreso a la patria como un imperativo filial: “Necesitaba que mi hija, que había nacido en Pereira, conociera Colombia, la realidad; nos trajo la nostalgia de la patria, a pesar del triunfo literario del que gozaba en Europa, la amistad con Felipe González, y de haber tenido el privilegio de que Borges le enseñara Venecia siendo ciego (Mejía recuerda las manos suaves del argentino, su erudición y bonhomía).
Se instala en Bogotá y vuelve a la publicidad y se inmersa de nuevo en la política, ha llegado Belisario Betancur a la presidencia, es el momento de las Amnistías Tributarias decretadas en su presidencia, emergen nuevos movimientos políticos en el país. Uno de esos, el Movimiento Latino Nacional, lo proclama como candidato a la presidencia de la República, “entonces yo, pendejo, pensando que era la forma de hacer lo que no había hecho cuando me fui, de poner en práctica algunas cosas, permito que lancen mi nombre y eso crea un conflicto muy verraco, entonces inmediatamente declaran el movimiento ilegal…”.
La poesía de mediados de los años 1980 es una poesía directa, que reaviva los motivos sociales, en algunos pasajes cruda, como el poema ‘Armero’, en sus palabras “una crítica al show que montaron los medios, porque eso fue una doble tragedia: la tragedia de los muertos por la avalancha, pero la peor tragedia fue la que montaron los medios”.
Vende una casa en Pereira, se viene a Cartagena y se radica allí. Cuando su hija se casa, consigue la tierra frente al mar Caribe y construye el áshram con las medidas áureas: mide una estrella, traza una línea vertical desde el firmamento hacia la tierra, en el fondo cava un pozo con el valor de Pi, usa como base el número 17 que es el número del universo de acuerdo con la enseñanza pitagórica… y efectúa la proporción donde la menor es a la mayor como la mayor es al todo, y en base a eso construye una casa, la que será tumbada por el huracán Joan, y luego reconstruida, la actual. “Desde que me retiré al áshram, esos afanes de la juventud, de divulgar la obra, eso ya pasó”.
Los poemas del olvido
La pared interior del áshram está signada por unas baldosas de la obra de Velázquez ‘El Aguador’, que su yerno les trajo de Toledo. Una escafandra, un retrato de su antepasado el escritor Epifanio Mejía, fotos con Eduardo Carranza y otros ilustres de la historia literaria del país van desfilando en el interior. Afuera en el antejardín, el entorno del áshram tiene además un arco con un durmiente del ferrocarril que “Poseidón le trajo de regalo”; y sembrada, a la manera de un tótem posmoderno, la antena de un barco de esos que importó Rojas Pinilla pero que nunca funcionaron porque en la armada no había quién los supiera operar.
De sus viajes Mejía había traído una poesía con las visiones del viajero, pero que inevitablemente cederá su lugar a la que empieza a escribir en el áshram, más hermética, “son poemas que si se publican la gente difícilmente va a comprender, porque para entender la poesía tiene que haber una identificación con el poeta, y en este caso nadie ha vivido mi misma experiencia”. Esta experiencia es la que ha recogido y me da a conocer en sus nuevos y no pocos escritos:
“Sobre el hilo de Láquesis camina mi corazón cansado y aterido
La cruel tijera de Átropos intuye y adivina,
equilibrista de la muerte, maromero de la vida
sobre un hilo de sangre mi corazón camina”(Mayo de 2014).
Para la familia estos poemas son preocupantes –me confiesa–: “ellos quisieran volver a escuchar los poemas báquicos…Yo le decía a mi nieto: ‘los poetas son como las yucas, no producimos sino enterrados’, entonces lo que yo voy a hacer es –dice con ironía– que aquí en el áshram voy a poner la tumba, y como este es un lugar turístico, a la gente le encanta ir a la tumba de los poetas para cerciorarse de que están muertos”. Y como para no seguir con una argumentación ni una nueva analogía, el poeta prefiere darme a conocer uno de los haikú que ha compuesto:
“Las huellas de las aves en la arena
Dibujan constelaciones en el suelo”
Cuando ‘Pereira’ se cuela en nuestra entrevista, el poeta hace suyas las antiguas palabras ‘No abandones tu patria; y se te vas, no vuelvas porque no la encontrarás’; “y eso es lo que me pasó a mí con Pereira”, pues no ha vuelto desde 1992:“¿Volver? Es que nos dieron mucho garrote”, y expresa que en Pereira no perdonan los errores de la política, “yo fui un guerrero, yo resistí, yo me lo gané, yo fui un rebelde…cometí el error de aceptar una precandidatura presidencial, pero de eso se pegan, entonces… como yo ya he trascendido, superado todo eso completamente, tengo mi telescopio, puedo mirar las estrellas, escribo poemas, ando en el mar, entro en comunicación con los hermanos de la fraternidad blanca universal, aparte en otra dimensión. Yo no tengo enemigos, uno es gracias a los que no son como uno, gracias a los contradictores”.
http://portalliterario.utp.edu.co/poetas/429/entrevista-del-autor
Textos del autor
RELOJ
Un día
a las seis de la tarde.
Estaré muriendo
lo que nunca he vivido.
A las siete,
Dios estará tan lejos
que será una estampita olvidada en la infancia.
A las ocho,
la felicidad será olvido
y buscaré sus caminos en el vino.
A las nueve,
tú pasarás descalza por mi sangre
y no compartirás conmigo el silencio de tus pasos.
A las diez,
no habrá nadie que recoja
lo que queda de mí.
A las once,
me quedará grande la soledad.
A las doce,
me daré cuenta de que yo no tengo la culpa
de la belleza del mundo.
Entonces,
no tendré fuerza para ver amanecer sobre las lilas.
(De Resurrección de los juguetes - 1955 - 1964)
POEMA
Recuerdo,
que eras pequeña
entre mis dedos.
Que la sangre
desandaba tus caminos,
y te hacías simple y profunda
como un niño.
Recuerdo,
que eras elemental
entre mis dedos,
que inventabas palabras
y jugabas:
a que yo no me iba.
Eras ecuación de palabras
y silencios.
TÚ.YO Y MÍA.
(De Resurrección de los juguetes - 1955 - 1964)
ODA A LOS NIÑOS ASESINADOS
Cayeron sobre un metro
de tierra Colombiana;
como si tropezaran jugando con la muerte.
Se murieron despacio,
como si no quisieran
abandonar los juegos
apenas comenzados.
Murieron al arrullo
de un cascabel de plomo.
Bajo la sombra amiga
de un árbol que tenía
un columpio en sus brazos.
Cayeron con la frente
horizontal al cielo.
Y un trompo entre los dedos.
Murieron bajo un cielo
que miraba impasible
cómo se agigantaba
la muerte entre sus labios!
(De Resurrección de los juguetes - 1955 - 1964)
CUANDO LA CIUDAD ME SOBREVIVA
Cuando la ciudad me sobreviva
para olvidarse de mi nombre;
la llamaré desde el fondo de la tierra
con mi voz de raíces.
Serán de tierra mis palabras.
Recogeré mi cuota de sangre entre los árboles.
Me improvisaré de viento
de silencio horizontal a la seis de la tarde.
Renegaré de mi muerte.
Me negaré a olvidarme.
Gritaré mi silencio
entre los ruidos de las fábricas.
Me levantaré a recoger la angustia
de los domingos de lluvia
y los años que pasaban buscándome
entre los niños del parque.
Exigiré que me devuelvan
los días perdidos,
y las noches perdidas
y los besos perdidos,
y el Dios que asesinaron entre las bibliotecas y las aulas.
Cuando la ciudad me sobreviva.
Cuando me niegue sus calles.
Nadie podrá imponerme una muerte
que yo no escogí nunca.
Continuaré negándome a negarme.
En mis palabras de lodo reventarán las flores.
Mi garganta se hará de raíces
que arañen la lluvia.
Cuando la ciudad se olvide de mi nombre,
yo estaré entre los niños que crecieron
para jugar a la guerra.
Estaré con un libro impidiendo la muerte.
Gritando desde las bibliotecas!
Toda la humanidad pasará sobre mi olvido
y yo seguiré negándome al silencio
desde mi metro de tierra,
desde mi silencio aturdido de protestas.
Continuaré creciendo en los incendios de hierba
y en las hormigas que bajan a mi cuerpo.
Nadie podrá obligarme a que desaparezca
si he dejado mi vida sobre todas las cosas.
(De Resurrección de los juguetes - 1955 - 1964)
III
Dios mío:
por qué me estás cobrando
lo que yo no te hice?
Por qué me has enterrado
de pies sobre este barro:
Si yo no soy culpable
de que te haya tocado ser Dios toda la vida.
Antes de que me dieras
un pedazo de tiempo y una cuota de muerte
no sabía siquiera que existías.
(De Alquimia de los relojes clausurados, 1964-1969)
IV
Señor,
me preocupan tus cosas:
Por no haber dejado muerte
para ti,
te quedarás un día
definitivamente solo.
Y para que ser Dios
así.
Señor,
yo te aconsejo:
Invéntate una muerte
para tu eternidad
o desinventa la muerte.
(De Alquimia de los relojes clausurados, 1964-1969)
HOY
Hoy he crecido en ti
desde los mil costados de mi angustia.
He subido desde mis días machacados de tiempo
hasta las agujas de mi olvido.
Hoy he crecido en ti
duro de greda,
modelándome de hombre en cada pliegue de tu carne.
Hoy supe que mi nombre
suspendía las letras de mi nombre,
y te iba formando de mi grito.
Hoy ascendí desde mil horas martillándome
hasta la quietud de la sangre.
Hoy pesé entre mis dedos el girasol de tu pecho
y el mundo era pequeño rodando sobre el día.
Hoy he crecido tanto por tu cuerpo infinito
que me duelen los dedos de caminos.
Y me voy por mi muerte recorriendo tu vida.
(De Alquimia de los relojes clausurados, 1964-1969)