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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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MINDY ZHANG [9361]

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Mindy Zhang

Es una poeta y traductora China que reside en Estados Unidos. Educada en el Boston College y la Universidad de Boston, enseñó chino en Bosto y vive en Los Ángeles actualmente. Co-fundadora y editora de la revista Poesía Este Oeste, una revista internacional que se publica en China y EEUU. Traductora de Lyricline en Alemania. Ha publicado seis colecciones de poesía. Ha sido invitada a muchos festivales de poesía.

Is a Chinese poet and translator living in America, educated at Boston College and Boston University and she taught Chinese in Boston and currently resides in Los Angeles. Co-founder and editor of POETRY EAST WEST, an international magazine published in China and USA.  Translator for Lyrikline in Germany. She has published six poetry collections including The Art of Splitting (2009) and Chords Breaking (2010) and has translated many poets from other countries into Chinese. Her book length translation includes “Selected Poems of Ha Jin” (2009), “The Writer as Migrant” (2010), “Missed Time” (2011), “Dancing in Odessa” and “The Book of Things” (coming out soon), and a poetry anthology (expected in 2012). As a poet she has been invited to international poetry festivals in several countries such as Macedonia, Sweden, India, Romania, Japan, China, and USA.





Luna fracturada

La Luna está apuñaleada.
El pez, aturdido.

Accidentes suceden cada día,
pero el pez no puede creer su suerte.

La Luna está muerta.
Muere por el sol— muere una grandiosa muerte—
Bang, se derrumban los escombros.

Pero nadie escucha nada.
Cuando llega la noche
la gente se levanta, sale, sólo para encontrar

que la Luna ha desaparecido,
Quedando sólo escamas de pez en el suelo.

El tiempo arranca de nuevo desde el año cero, la Tierra lleva
una brillante superficie, gira lentamente, como el ojo derecho de un pez.
El sol refleja la luz desde la tierra como su ojo izquierdo.

El mundo es pacífico, ya no practica el juego de
A cazando a B, B cazando a C,
la gente pisa la luz de luna fracturada, viviendo una vida plena.

—Sólo el pez tiene el corazón roto llora y llora por un ojo—
—la gente cree que es una luna nueva—

el anhelo del pez flota en el aire.
Ya no es peligroso, ya no conduce
a la relación suicida/homicida entre el cielo y la Tierra.

La gente empieza a levantarse en la mañana,
y a ir a la cama en la noche, cantando sobre
los rayos solares que vienen desde adentro del Sol.







Lunas dobles

Un pez camina, su cola barre la playa, sasa, sasa.
Ningún otro sonido esta noche, solo la cola del pez que sacude.

Cuando el mar y la tierra colisionaron, algunas personas murieron,
algunos peces sobrevivieron. Los peces se irguieron y caminaron
para no ser aplastados hasta la muerte. Este pez camina nocturnamente

solitario, de una calle a otra, buscando algo.
Desde esta posición, solo puede alzar la vista, y todo lo que ve
es la Luna sobre cada calle. —El pez camina y mira—
pero “la esposa de un amigo no puede ser robada. “No tiene salida,
ninguna forma de regresar tampoco, entonces se inclina hacia abajo,

afila su cabeza contra el suelo, — y se eleva lejos—
buscando al Sol, su amigo imaginado,

y lo acuchilla casi hasta la muerte, hasta que cae, cerca de la Luna,
colgando en el cielo uno al lado del otro. El pez cae a la tierra,
su cuerpo arde —necesita agua, pero no puede retornar al mar—

La Tierra está seca, alga marina sobre árboles, camarones y cangrejos en floración.
Las personas se acostumbran al olor del mar,
pero no al día sin luz solar. —Gradualmente empiezan a
dormir de día y a trabajar de noche—
Lunas dobles iluminan cada esquina de 9 de la noche a 5 de la mañana.

El mundo es púrpura. Maíz púrpura, trigo púrpura, arroz púrpura,
Incluso bananas púrpura y caquis púrpura.

No más luna roja, no más luna azul, no más separación
o muerte. El pez sabe, la Luna gira alrededor de la Tierra sin
jamás amar el suelo o el mar, sólo le importa el Sol.

Incluso el flujo y reflujo de las mareas son consecuencias del coito entre el
sol y la luna. “Te ayudaré a hacer realidad tu sueño” dijo el pez, sacudiendo sus escamas,
más humano que los humanos.
No habrá luz desde el vientre del pez desde el horizonte, en lugar de
noche eterna, Lunas Dobles para siempre.

El pez camina, sasa, sasa. Levanta la vista hacia el cielo y escupe
un chorro de burbujas, colorido, su vientre vacío, como una linterna

flota en el aire, agitando el aburrimiento del nuevo reino,
de otro modo su último aliento podría matar al sol
y dejar a la luna sola en su andar. “Puedo volar, ¿por qué no puedes tú?







El libro de las siete vidas

Estoy muy cerca del sol, y dicen que encegueceré.
Entonces aparezco en varias películas como un hombre viejo,
interminables cabellos y barba canosos, ojos como agujeros, diciendo profecías:
Hoy nace Apolo, mañana una piedra

Será declarada el Sol. También aparezco en muchos poemas,
en ocasiones glamorosa, —casi siempre peor que una bruja—
hoy envejecen mis senos, mañana se arrugan.
Entonces pongo sonrisa firme recorriendo el camino con falda de tubo.

Sólo me ve Virginia Woolf, a mi yo que codifica las palabras,
mi yo que ama directa y plenamente, creyendo de buena gana en el amor,
y que puede escribir bien, no por nombre ni por fama, sólo escribir como debe ser,

y poder cambiar de un día para otro… Oh, no, no, no, no otra vez,
¡Qué maravilloso es quedarse en esta vida! Zeus me dio siete vidas,
pero nada mejor que esta vida, esta vida de tigre o lobo.
Temo al sueño, temo despertarme con un rostro viejo llevando
la mueca de T.S. Eliot, mi cuerpo empolvado con ceniza de su cigarrillo.








Una habitación propia

El invierno es frío, ella pinta una habitación y se refugia.
Pinta un escritorio, una cama, un guardarropa.
Pinta todo lo que necesita.

Pinta una pared, la borra, —la vuelve a pintar y la borra de nuevo—
Una pared crece por sí sola. Dentro de esa pared
ella pinta la hierba, flores y pájaros.
Pinta primaveras y veranos.
Pinta montañas y océanos —llegan olas revoloteando—
en una espiral en la que queda enredada.

Me veo a mí misma en ella en esa habitación, luchando.
—Le pido que pinte una ventana—
una ventana que conduzca a un cielo.







Inesperado

Mañana del domingo, en la cocina preparo una ensalada de frutas,
pero tres tipos de fruta crean un tosco diseño. Ligeramente
sacudo el plato, caen las formas, otoño ante mis ojos.

Si sólo pudiese hallarse el sentido de algo por un lanzamiento casual,
la distancia entre tú y yo, tan difícil de arreglar.
El acercarme a ti parece tan desesperado, como un verso

de la Dinastía Tang. —Y si volase a Atenas, si allí te esperara—
un árbol en la Acrópolis, —trayéndote frutos de todos las estaciones—
me lanzarías, yo caería, caería en diseños y líneas.

   Traducciones de León Blanco
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/






JOHANN ARROYO [9362]

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Johann Arroyo
San José - Costa Rica, 1978. Se ha dedicado a la docencia informal, al diseño gráfico y editorial. Artista y poeta, cuenta con exhibiciones individuales y colectivas hasta el año 2006. Fundador del taller de literatura la Enésima Silla en 1997. Sus poemas y textos han sido publicados de forma dispersa, entre semanarios, periódicos costarricenses y revista digitales. Ha publicado en edición limitada, Libros del Bastardo Cadencioso y su Bestia Forajida (Compilación de 4 libros), El Salvador, 2010.




El opaco envase de la carne



1

nadie convence al amor en su ira temprana
y a todo asemeja, en la curva en el arremetimiento
da potestad para la casa huérfana
Siempre vecina al rescate
necia y múltiple consejera al sofocarse el día.




2

el banquete

I

tendré nombre
tendré que leerles a los umbrales el cuerpo de la serpiente
un sitio de corales, de ritos claros
rescataré tu cuerpo
le quitaré los mares a las preguntas
y no habrán respuestas que me hagan encontrarme
agua salada debajo
repondré la cara del barro y las masacres dispondrán los dones
tendré que raspar la música en el mismo brazo
tendré intimidación por las calles
suficientes entradas en mi frente
para no morirme de invitaciones
atragantado de tramas
para no morirme amor de tus inventos


II

y es que yo no la menciono
y aparece en la sangre sin vestigio
la m, tan de calles, atajos y ahorros vespertinos
la m, que yo no he dicho y se dijo vos lo decís
la m, con la silueta de un hacha en el espejo
y es que
yo no la menciono
por ahorrarme el regreso, la limosna, mi porvenir
en cambio, ellos vienen y yo los dejo


III

luciste
el resumen de esa prolongada saciedad:
esta soledad viene descascarando maníes


IV

rara vez
te regalaré un periódico o un ramo
de flores con periódico
te contaré la cifra que alcanzan mis poemas
entre matemáticos, o aquel oscuro firmamento de vinil
de potreros con boñigas que huelen a vos
dejaré el cuerpo para enojarme con
la vena de mi cabeza o el insomnio que causa el tránsito
o el mareo que se destila en mi cama
admitiré que no te quiero o que no dudo
en arrojarme de una ventanilla, arrancar el lavamanos
y mandártelo envuelto
rara vez llegará la medianoche


V

harto de la churumbela
de las ciudades con churumbelas
de morirme desangrado en la nieve
de teñir de verdad las virutas
hartazgo de pactar con líquido revelador
y lograr mismos poetas, la comunión
harto de inquietarme de la tierra
de darle las mañanas a los zombis
de sacar perros de la leña
hastiado de aquí al saludo
de quedarme afuera con sólo
el rociador de frío y el esperpento de la distancia
del arroyo que se seca dos veces sin bañarme ahí.





3

cómo tramaría mejores nervios
y no lutos y carrozas
mejores formas de saludar
al mediocre y agradecer
el suplicio de su risa
cómo organizar la pesadez
entorno a un dibujo tachado
y no a una frente rayada
cómo derretir los copos de nieve
que cubren la calvicie de
la infancia
cómo abotonar una blusa
que aún no está hecha
cómo decorar el alma sin tapar las
paredes
cómo unir una calle al resplandor
cómo vivir de eso o aquello
sin esto.




4

entre las capas de cebolla
aparece sudor del pensamiento
entonces, cualquiera lloriquea
y se completa la noche
nos comemos la víctima
canibalizamos sin tener la
mesa servida.
Le echamos agua a las cosas
nos meamos en la cama
nos perfeccionamos en ocultar las
esquinas y eyaculamos aunque la
ropa quede tiesa.
Alburas se desprenden como el
día, nos vamos secando
conforme la memoria se llena
de agua. Olvidamos adonde
sudamos
¿Cuánta muerte se recorre mientras
pelamos una cebolla?

En la revista Es hora de embriagarse (con poesía), Madrid, nº 1, diciembre de 2007.








Tentativa de gozo

1

al hijo había que educarlo
en materias como ayude a
su tata o sirva pa algo
Había que alimentarlo bien los
primeros días de prófugo en la tierra,
colados de verduras, pastillas de bacalao
y mendrugo de harina.
El hijo debía de entenderse
con las empleadas, no levantarle las
faldas, aceptar sus jalones de orejas
verlas dormidas al amanecer.
Pero el hijo, parecía un ser normal
un elocuente lava levas, un incrédulo
de los trabajos domésticos
de los hombres
Fumó, cogió a la abandonada y la penetró
aconsejó para que no tuvieran Cabanga
tuvo empleos y hemorroides, alzó
pesos impensables, trabajó bajo el régimen
de la propia pesadilla, aprendió a conducir
en las peores carreteras.
Al hijo, lo andan buscando.


2

huelo a cama, eso la excita
Tengo bebés, dice, cuando ve
mi ombligo y me quita la pelusa
Me parezco a San Juan,
una tentación, porque me muero
del frío
Hago trompas, inconsciente de
cansancio y me humedece la boca
No lo sabía, pero hasta los zancudos
Mueren de las brazadas que
doy en el aire,
en estado alfa y erecto.
prefiero el parecido a
San Juan, no debo llegar ungido
sino en llamas
provocar olor por todas partes
es un acto de rango, le
quita algo de cursilería a la seducción.


3

El calzoncillo

ese día se sentaron mis
padres con ella, mi mamá
se levantó para ir al baño
y encontró en el lavamanos un
calzoncillo que destilaba por la
rejilla
Le preguntó a ella, por qué
mojaba los calzoncillos: los lava
cuando se baña y se limpia la
cera de las orejas, usted se lo
enseñó
Mi mamá giró los ojos como una
pincher en celo: no él lo aprendió.
Pues me parece que usted se lo
enseñó cuando estaba carajo
No yo no. Las empleadas
Entonces recuerdo a la empleada que
me sacaba de la cama y me metía
al baño con ropa interior: cochino
se volvió a mear anoche.
Mama la despidió y las que siguieron.
Ahora me cuestiona, mientras olvida.






1

en la vida sólo hay dos temas
de los que el poeta se ocupa:
el colapso y la lealtad,
siempre está contrapuesto a una ética
que se preocupa de tres temas:
razón, voluntad, conocimiento,
lo cierto es que el poeta cree
que hace sombra, que la gloria
es mayor que Balzac y las deudas
impagables
entonces sólo hay un tema de qué ocuparse:
la conversación del amor seguida
de la obscenidad enamorada, en resumen
partirse un diente por salirse
del imaginario.


2

coloco aquí una viñeta:
crash, glup-glup-ehhh
por aquí una secuencia:
¡eyyyy-errr-eyyyy-oyoyoy!
nada reclamo
mi estimado cancerbero hoy te reclamo
tanto traje para evadirte
y te me salís con un estornudo.

Siento mucho lo que perdí
por leer sobre los valores del agua,
porque el agua pasaba
y no traía rocas ni estelas
ni grifos sonoros.

Este relato debe ser perfecto
y nombrar varias imágenes sin onomatopeyas
¿qué haré?
Simple
Lo dejaré aquí para no estorbarle
a los que parece que sudan escribiendo
y claro a la muerte que anda buscando miradas.


3

Me desperté dos veces
¿cabe uno dos veces, en uno mismo?
¿notamos el momento en que despiertos, habíamos traspasado
el insomnio, dejando un pétalo en el último despierto?
¿se sueña la reconciliación propia dentro de la ajena,
duplicada en una nota, que alguien recuerda dormido en
otro lugar?
Me soñé pidiendo, dos veces a la misma mujer
preguntando si pasaba de nuevo con sonrisa
con risa sonando la calamidad de ese traspaso
y sigo aquí, describiendo la luna envuelta en aire
Duermo poco lo despierto, aun así me despierto
Si sueño, soñando durmiendo me dormiré en
la que ya me soñó empezando a despertarme
Dibujo una línea que no me cabe en este papel
porque se despertó un papel que no durmió por la
línea y si dibuja insomnio se quedará entre estas
preguntas que más vale no seguirlas
hasta que la línea me acabe y siga el papel
antes que el dibujo, sin dormirme después de este punto

JOSÉ MARÍA PORTUGUÉS HERNANDO [9363]

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José María Portugués Hernando 
(España, 1918-2008)

Aunque nació en Valencia el 8 de enero de 1918, su vida transcurrió, desde la edad de los dos años, en Lleida, hasta el año 1964 que trasladó su residencia a Barcelona, donde falleció el 24 de mayo de 2008.
   Estudió Magisterio en Lleida y Bellas Artes en Barcelona. Como docente fue profesor de la Escuela de Magisterio y director del Colegio de Prácticas en Lleida y en Barcelona. Licenciado en Bellas Artes, fue también profesor de la Escuela Universitaria del Profesorado de Barcelona hasta su jubilación.
   Desempeñó diversos cargos. Podemos recordar, entre otros, los siguientes: Delegado Provincial de Juventudes en Lleida; Jefe del Servicio Español de Magisterio en Lleida y Barcelona; Secretario del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Bellas Artes de Catalunya y Baleares (antes Colegio Oficial de Profesores de Dibujo). En atención a sus méritos se le concedieron, entre otras, las siguientes condecoraciones: Cruz de la Orden de Alfonso X El Sabio, Cruz y Encomienda de la Orden de Cisneros y la Insignia de Oro de la Federación de Centros de Enseñanza Primaria y Comercial no estatal de Barcelona.
   Además de su importante actividad literaria como poeta y escritor, tuvo también una importante actividad pictórica que pocos conocen. Supo plasmar su poesía en los lienzos y la pintura en su poesía. Fue un gran artista en el sentido más amplio de la palabra. Ojalá, algún día, tenga el reconocimiento que se merece por toda su trayectoria literaria y artística.
   En su etapa leridana desarrolló una gran actividad literaria. Publicó versos y artículos en numerosos periódicos y revistas nacionales del momento: La Estafeta Literaria, de Madrid; Tabarca, de Alicante; Odiel, de Huelva; Oye, de Navarra; Forja, Lleida y La Mañana, de Lleida; etc..
   Comenzó su carrera literaria a los 15 años de edad. Colaboró fijamente durante este primer período de su actividad poética en diversas publicaciones de tipo estudiantil. Su primer premio literario lo obtuvo en el año 1935, en el certamen literario que organizó la Real y Pontificia Academia Bibliográfico-Mariana. Luego vinieron otros importantes premios en diversos certámenes nacionales, contándose entre ellos tres Flores Naturales 'Englantina' y dos Primeros Galardones, entre otros. Como anécdota curiosa de estos premios, cabe reseñar que en el Certamen Nacional de Poesía de Torrelavega (Santander), ajustado a la tradicional estructura de los Juegos Florales, José María Portugués –a quién se le concedió la 'Englantina'– tuvo el honor de compartir el triunfo con el ilustre poeta Gerardo Diego, a quién se le adjudicó 'La Viola' dentro de la trilogía tradicional en los juegos florales.
   Formó parte del cuadro de redacción de la revista Labor (publicación semanal, informativa y gráfica), desde su fundación en 1953 hasta el año 1957, publicando en ella narraciones, reportajes y comentarios tanto de arte como de la actualidad literaria del momento.
   Fue un habitual colaborador de las emisiones literarias de Radio Lleida. Allí tuvo a su cargo, como autor e intérprete ante el micrófono, un espacio semanal durante los años 1949 a 1953, bajo los títulos Estampas leridanas y La Rosa de los Vientos, logrando con ellos una de las mayores audiencias de la época, tal como afirmó y reconoció Francisco Gelonch Marías, director de Radio Lleida, el año 1976.
   Fue miembro fundador del grupo poético Mensaje, de Lleida. Formó parte como miembro del jurado de los Premios 'Ciudad de Lérida' de poesía castellana (1972 y 1973) y del Premio 'Urriza', de novela (1962 a 1964), y en Barcelona, como presidente de jurado en diversos concursos de dibujo organizados por diferentes entidades de la ciudad.

   Poesías (1945), su primer libro, recoge parte de su composición inicial (1936 a 1943) y mereció cálidos elogios por parte de la crítica (El Alcázar, ABC y El Magisterio Español, de Madrid), siendo clasificado entre los poetas modernos por Ángel Valbuena Prat en su Historia de la literatura española (Ed. Virgili, Barcelona, 1937-1968): “...Portugués es un poeta mediterráneo de la escuela de Juan Ramón…”. Eduardo Aunós prologó este primer libro afirmando: “He aquí al poeta. Y no a un poeta, sino al poeta por antonomasia”. Y en el ABC de Madrid pudo leerse: "Si poeta es el que sabe captar lo bello de la vida y transmitirlo a los demás, José María Portugués puede arrogarse ese título reservado a tan escaso número de personas".
   En colaboración publicó 2 y 2 son 5 en pedagogía (1946), y en solitario el libro de poemas Las alas blancas (1948), del que el Diario Español, de Tarragona, afirmó: "es una excelente aportación a la moderna poesía española, donde se ponen de manifiesto las altas cualidades literarias de este joven poeta". En 1954 se edita El corazón y la niebla, del que el crítico literario J. Altura afirmó: "Leyendo El corazón y la niebla aflora el delicado mensaje de un poeta de acendrado leridanismo... En la evolución de su estilo se advierte clara la intención de reprimir la exuberancia decorativa para ganar en contenido a fuerza de exprimir lo jugoso y esencial…".
   También se editó un drama sacro que se representó, con ocasión de la Cuaresma, los años 1960 a 1971, en Palau de Anglesola, Lleida, titulado Jesús, el Cristo.
   En octubre de 2004 se edita Viento de Dios, una selección de poemas hecha por el mismo autor, escritos durante los cincuenta años (1949-1999) transcurridos junto a su esposa y que dedicó a la misma: “En homenaje a Teresa siempre”.
   Respecto a su obra inédita cabe destacar Biografía del aire (poesía, 1987), Alabad a Dios con la cítara (poesía), Una ciudad al sol (narraciones), En orden para el sueño (poesía, 1991), Cancionero de Benidorm (poesía, 1994), Letra viva (comentarios literarios), La rosa de los vientos y El mundo de la leyenda (obra radiofónica).

[Uno de los poetas que aparece en nuestro catálogo, José María Portugués Hernando, ha suscitado, desde que empezamos a colgar poemas suyos, comentarios elogiosos, incluso, por parte de nuestro editor, el también poeta Francisco Cenamor. Pero no éramos capaces de encontrar demasiada información sobre él en Internet.
   Pero Internet da muchas vueltas y, un día, se puso en contacto con nosotros Teresa, hija del recientemente fallecido poeta. Ella nos ha hecho llegar esta biografía de su padre, que creemos merece la pena conocer para que rescatemos juntos una poesía sencilla, popular y culta, muy bien elaborada, que llega directamente al corazón.
http://franciscocenamor.blogspot.com.es/]




Estoy naciendo, amor

Morir ya no es posible.
Nacer sí, arrebatar, transfigurarse.
Aniquilar todo
para empezar de nuevo.

Así te siento ahora,
así sumerjo
mi locura de amar en tu presencia.

Por tu fecunda risa
he visto a mi dolor crucificado.
Por tus pechos
anda mi sed rendida.
Por tu cintura voy diciendo a gritos
cuán ardientes resultan
los anhelados bordes del deseo.
Por la curva suave de tu vientre
estoy naciendo, amor, estoy naciendo;
dulce curva de nube, alondra o brisa
que hacia honduras de miel va descendiendo.

en Viento de Dios (Barcelona, 2004).






Gozo y sufrimiento

Mirábamos el cielo. No sabíamos
como empezar a hablar. En ocasiones
es difícil hablar, medir el alma
con las pocas palabras que nos quedan
intactas todavía.
Hubiera sido hermoso hablar del mundo
con sus muertos, sus montes y sus árboles:
"Verás, hijo, en el mundo todo es nuevo
porque Dios no está en balde en cada cosa,
Además..." Pero no,
no pudo entonces ser así y dijiste
algo de mí, admirando mi silencio,
y te encontré a mi lado nuevamente,
te encontraron mis manos, mis sentidos
conjugando a la inversa tu futuro,
volviendo desde allí donde morías.
¿Cómo podías tú entenderlo todo?
Porque a veces se sufre intensamente,
o se goza, también intensamente,
mientras están vacíos nuestros ojos.

en Viento de Dios (Barcelona, 2004).






Hilo de esperanza

Dos tres cero uno cinco siete ocho

Como todas las tardes,
codiciosos de ti mis dedos hurgan
en las redondas llagas del teléfono
y la distancia aceza entre nosotros
como un cósmico abrazo sostenido.

Luego, se hace el milagro
de tu presencia oculta en no sé donde
pero presencia al fin,
penetrando en la mía como un hálito.

Entonces,
el dulce apremio de tu voz, asido
al extremo del hilo telefónico,
me enloquece de esperas infinitas.

en Viento de Dios (Barcelona, 2004).





Impaciencia

Andar y andar mi camino
y en cada vuelta encontrarte,
y en los recodos sentirte
de nuevo, mujer, distante.

Buscar los duendes azules
de tu palabra en el aire.
Buscar los pies que repican
en mi recuerdo incansables.
Buscar tu cuerpo en los álamos,
tu corazón en la tarde,
tu alegría en la acrobacia
de los vilanos errantes,
en el rubor de las nubes
la timidez de tu sangre,
y hallar en el universo
soledad de soledades.

Así mi vida, impaciencia
de andar como tras de nadie.

en Viento de Dios (Barcelona, 2004).






La nada espléndida

No la razón, ni el sino, ni el empeño.
La misma nada fue, la nada espléndida
la que ató tu camino con el mío.
Todos tenemos algo en otra parte
que nos arrastra a ser uno entre tantos:
una sonrisa, un llanto, una esperanza,
una canción a veces, un quejido...
Lo nuestro fue el vacío, el no tenernos,
el desearnos, ciegos, sin lograrnos.
La misma nada, amor, la nada espléndida.

en Viento de Dios (Barcelona, 2004).






Llegaremos

Llegaremos al límite del predio.
Y alzaremos la frente para hablarnos:
-Bueno, diré mirándote. Tú entonces:
-He de seguir, dirás. Y nuestra sombra
empezará a morir en el camino.
Sencillamente así, como si el mundo
y el lejano universo
de nuestras horas juntas, nuestras vidas,
no acabara estrellado
contra la misma voz que ahora nos une.

¿Será una muerte blanca, las raíces
penetrando en la tierra inútilmente?
Tú hacia delante. Yo, aún siendo llama,
vacilando en la brisa con ser brisa.
Luego quizá volvamos nuestros rostros
con la esperanza súbita de hallarnos,
de anudar otra vez nuestras miradas,
de nuevamente ser, de estar despiertos.
Pero no, bastará con ser "nosotros",
continuidad de luz sobre las lindes,
desde la luz eterna que nos hizo.

en Viento de Dios (Barcelona, 2004).







Nosotros

Sumergidos en ellos
fácilmente solemos encontrarlos.

Place pisar primero sus caminos,
no dejando palabra,
ni mirada, ni gesto,
ni sueño, ni esperanza,
por recorrer en ellos, nuestros hijos,
y, oh dichoso momento, al fin me place
reconocerte allí, en la jubilosa
sinceridad del niño que nos mira.

Porque de ellos hicimos
algo más que una huella
de nuestra sombra,
algo más que otro ser,
porque en ellos grabamos para siempre
la derrota del yo frente al nosotros
por la que tanto en el amor luchamos.

en Viento de Dios (Barceloba, 2004).


JOSEP LLUIS PONS I GALLARZA [9364]

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Josep Lluís Pons i Gallarza (San Andrés de Palomar, Barcelona 1823 - Sóller 1894) fue un poeta español, uno de los impulsores de los Juegos Florales.

De padre mallorquín y madre castellana, se licenció en Filosofía y Letras (1843) y Derecho (1850) en Barcelona. En 1849 ocupó la cátedra de Retórica del Institut de Barcelona, y fue uno de los siete primeros mantenedores de los renovados Juegos Florales de Barcelona. En 1861 se establece en Palma de Mallorca. Fue catedrático de Historia y Geografía en el Institut Balear, donde tuvo una destacada tarea pedagógica. Entre sus alumnos encontramos a Joan Alcover, Miguel Costa y Llobera, Miquel dels Sants Oliver o Gabriel Maura.
Fue presidente del Ateneu Balear y dirigió la Revista Balear y el Museu Balear. Al mismo tiempo de su continuada intervención en la vida cultural mallorquina, se mantenía vinculado a los Juegos Florales de Barcelona, que consideraba una institución aglutinadora de todo el dominio lingüístico catalán. Obtuvo numerosos premios, fue nombrado Mestre en Gai Saber (1867) y presidió las ediciones de 1870 y 1878.

Obra

Como poeta, su reducida obra se caracteriza por un marcado clasicismo y perfeccionismo formal. Su mejor expresión se encuentra en las visiones del paisaje mallorquín, como se puede ver en dos de sus poemas más famosos, Los tarongers de Sóller y L'olivera mallorquina. Su obra poética fue recogida en Poesies catalanes (1892) y supone la incorporación de la literatura mallorquina a la Renaixença.



El olivo mallorquín


             Cuéntame, viejo olivo,
mientras descanso aquí en esta roca,
             nuevas de otros tiempos,
que escritas veo en tu reseco tronco.

             Yo vengo a recostarme
en tus raíces nudosas, triste de añoranza,
             para que me devuelvas,
de los bienes perdidos, sólo el de la esperanza.

             Tus delicadas hojas,
que bajo el cielo azul el viento orea,
             son de la paz imagen;
de todos los deleites de la ciudad envidia.

             Tu rama verde y blanca
cual cabellera de ángel te recubre;
             y a tu partida rama
le ha arrebatado el viento la astilla que le falta.

             Cuando, joven, crecías,
flexible, en el ribazo, sobre el llano,
             podaba tus zarzales
la hoz de un labrador fiel de Mahoma.

             El árabe y los suyos,
respirando tus flores para mayo salían,
             y tu oliva esparcida
sus hijos en otoño recogían.

             ¡Qué dolor! ¡Escuchando
cuerno aragonés el toque de la guerra,
             cortó tus brotes, dando
posesión a sus huestes de la ganada tierra!

             Y al llegar la conquista,
con lágrimas muy hondas señalando sus pasos,
             y sin volver la vista,
partió llevando al hijo más pequeño en sus brazos.

             Los caballos pisaron
en sarraceno surco la mies tierna,
             y los hierros hundieron
de la alquería en la ceniza ardiente.

                         *

             Reposaba, a la sombra,
liberado el barón de los duros arneses,
             en tanto los lebreles
yacían bajo el sol, echados y sedientos.

             Y del puño volando,
el manso gavilán sobre ti se posaba,
             clavándote las uñas,
y doblaba las puntas de las ramitas tiernas.

                         *

             Cuando era una alta ermita
este claro de ruinas esparcidas,
             el cenobita místico
aquí se arrodillaba a la luz de la luna.

             Del monasterio al toque
las manos sobre el pecho, sus plegarias decía,
             y el cielo en su delirio
veía por la sombra calada de sus ramas.

                         *

             Ahora, aquí el tiempo engaña
al pastor que embobado se detiene,
             y con flauta de caña
conduce el rebaño que pace en la hondonada.

             Ya a la esquilada oveja
y al manchado cordero en torno suyo junta;
             la cabra deleitosa
para morder tus brotes se encarama.

                         *

             Amigo del que llora,
eres dosel sagrado de eternidad serena;
             yo te siento contento
por haberme ayudado a consolar mi pena.

             Tú a mi corazón le has dado fuerza;
pareces devolverme la juventud perdida,
             como de tu corteza
sale la savia que tus ramas muda.

             Yo moriré, y aún
sacudirá el mistral tu negra oliva;
             nada será de lo que ahora es;
tú, en el azul peñasco estarás vivo.

Incluido en Poesía catalana contemporánea (Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1983, edición y versión de José Corredor-Matheos).





L’olivera mallorquina 

Conta’m, vella olivera, 
mentre sec alenant sobre la roca, 
noves del temps d’enrera 
que escrites veig en ta surenca soca. 

Jo vinc a recolzar-me 
a tes nuades rels, trist d’enyorança, 
perquè vulles tornar-me 
dels béns que n’he perduts sols l’esperança. 

Ton delicat fullatge, 
que sota lo cel blau l’embat oreja, 
és de la pau la imatge, 
de tots los goigs de la ciutat enveja. 

Ta rama verda i blanca 
com cabellera d’àngel t’emmantella, 
i a ta esqueixada branca 
falta pel vent l’arrabassada estella. 

Quan, jove i vincladissa, 
creixies sobre el marge de la coma, 
xermava ta verdissa 
la falç del llaurador fill de Mahoma.

L’àrab i sa mainada, 
respirant-ne tes flors, pel maig sortien, 
i ta oliva escampada 
sos fills, per la tardor, la recollien.

Ah, quin dol! Escoltant 
del corn aragonès lo toc de guerra, 
tallà tos brots, donant 
empriu a l’host de la guanyada terra! 

I el jorn de la conquista, 
ab llàgrimes del cor senyant sos passos, 
sense girar la vista, 
sortí ab l’infant més xic estret als braços. 

Los cavalls trepitjaren 
dins lo solc sarraí les brulles tendres,
i els ferros enfonsaren 
de l’alqueria en les calentes cendres. 

Com reposava a l’ombra, 
deslliurat lo baró dels durs arnesos, 
mentre els llebrers sens nombre 
jeien al sol, assedegats i estesos! 

I de son puny volant, 
el manyac esparver dalt tu es posava, 
les ungles encreuant, 
i els tendres cims dels branquillons vinclava. 

Quan era una alta ermita 
aquest claper de trossejada runa, 
lo místic cenobita 
aquí s’agenollava al clar de lluna. 

Al toc del monestiri, 
mans plegades al pit, pregàries deia, 
i el cel, en son deliri, 
per lo reixat de ton ombratge veia. 

Ara aquí el temps enganya 
lo pastoret que embadalit s’atura 
i ab flabiol de canya 
gira el ramat que al comellar pastura. 

Mentre l’ovella tosa 
ab lo clapat anyell entorn apila,
la cabra delitosa 
tos tanys novells per rosegar s’enfila. 

Arbre amic del qui plora, 
dosser sagrat d’eternitat serena, 
jo et sento grat de l’hora 
que m’has aidat a conhortar ma pena. 

Tu al cor m’has donat força, L’olivera 
tu apar que em tornes joventut perduda, 
com de ta eixuta escorça 
la saba n’ix que ton brancatge muda. 

Jo moriré i encara 
espolsarà el mestral ta negra oliva; 
res serà del que és ara; 
tu sobre el blau penyal romandràs viva.


CRISTIANZIANO SERRICCHIO [9365]

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Cristianziano Serricchio (1922 - 2012)

Nació en 1922 en Mount St. Angelo sul Gargano, ITALIA. Se graduó en Artes nell'Universtà de Roma, enseñó y fue director en escuelas secundarias. Vivió en Manfredonia. Ha publicado ensayos históricos, artículos arqueológicos y literarios y reseñas en diversas revistas y periódicos. 

OBRAS DE POESÍA: Nubilo et sereno (1950), L’ora del tempo (1956), L’occhio di Noè (1961), L’estate degli ulivi (1973), Stele daunie e altre poesie (1978), Arco Boccolicchio (1982), Topografia dei giorni (1988), Questi ragazzi (1991), Poesie (1992), Orifiamma (1993), Soffi di petali-haiku (1996), Lu curle – poesie in dialetto – (1996), Polena (1994), Riverberi di fine millennio (1997), Il tempo di dirti (1998), Stele daunie – ediz.ampliata- (1999), Le orme (2001), Villa Delia (2002), Una terra una vita,(2007), Echi di Haiku (2008), Tu forte montagna, CD (2008), La prigione del sole (2009).
Opere di narrativa: Le radici dell’arcobaleno (1984), Il castello sul Gargano (1990), La montagna bianca (1994), L’Islam e la Croce, (Marsilio, 2002) Premio Palazzo al Bosco, Pizzengùnghele (2005).





Así quisiera
las palabras y los sonidos
y no lamentos y gritos
de hombres en el mundo
fulminados de miedo






Cada uno de estos niños...

Cada uno de estos niños que ves
con el gorro rojo, el moco en la nariz
y las manos ateridas correr hacia el puerto,
cuando los pescadores descargan de las bodegas
las cestas centelleantes de pescado

y las pasan veloces de mano en mano
aquí donde herbosas cúpulas de arena
en la extensión resplandeciente de la laguna
levantaba el movimiento de la marea
y la dirección de los vientos trajo al tracto
Diomedes, acosado por el recuerdo de Troya,

bajo el cielo oscuro de la protohistoria
delante de las chozas tejidas de cañas
y de los reflejos nocturnos de las hogueras,
cuando las palabras de los Daunos eran
inquietantes demonios en el tiempo sin orillas,

cada uno de estos niños jugaba
descalzo con las estrellas del mar
y las muchachas adornaban su cuello
delgado con valvas redondas de conchas.

en Estelas daunias (1978), incluido en Antología de la poesía italiana actual 
(Ateneo Obrero de Gijón, 1991, ed. y trad. de Emilio Coco).



VASYL SEMENOVYCH STUS [9366]

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Vasyl Semenovych Stus (Ucrania, 1938-1985)
Fue un poeta ucraniano y publicista, uno de los miembros más activos del ucraniano movimiento disidente. Por sus convicciones políticas, sus obras fueron prohibidas por la Unión Soviética y pasó 23 años (cerca de la mitad de su vida) en detención. El 26 de noviembre de 2005 le fue concedido a título póstumo el título de Héroe de Ucrania por orden del Estado.

En 1985, un comité internacional de académicos, escritores y poetas lo nominó como candidato para el Premio Nobel de Literatura 1986, pero murió antes de que el nombramiento se materializara.




El alma de los oprimidos

El alma de los oprimidos permanece aterida
eternamente,
mientras el súbito hielo de sus lágrimas contenidas
imagina.
Delicado es el latido de los corazones robustos,
los rastros de sol entre la maleza
lastimeros.
Y la senda —una pendiente—
ha sido cortada,
destrozado —volaba, volaba—
luchando
contra las piedras, contra las murallas
negras.
El corazón puja por asomar su cabeza
y la casa vacía callaba,
callaba la tierra baldía.
Tan sólo el ciervo salvaje vaga hambriento,
demasiado frío, demasiada muerte
entrenada
y el sol no sale para ti;
ni para nadie.
El alma de los oprimidos permanece helada—
eternamente,
se eleva el temblor, la montaña;
resplandece,
el humo encanecido, quizás carbón, quizás
lamento,
oh, y la luna enfurecida —es una perra
indómita.
Sólo los alerces susurran,
sisean débilmente,
mientras el osezno extraviado entre estalactitas
prontamente
en medio de una tormenta sin la madre
perecerá.
Oh, relumbra el humo de las hogueras,
como si fuera
vegetación ambarina, clamorosa
refracción
y se desplomara encima nuestro
un montículo.
¿De nieve? ¿Noche? ¿Infinito? ¿Silencio?
Sólo Dios lo sabe.

en Palimpsestos (1986), incluido en Poesía ucraniana del siglo XX. Una iconografía del alma (Revista Litoral, nº 197-198, Torremolinos, 1993, trad. de Iury Lech).







Aquel edificio

Aquel edificio, a quien la pena despertó,
que en el límite del gemido se intoxicaba
con un terror secreto, y lánguidamente se inclinaba
hacia el deslumbrante sedimento inmaculado
manifestándose en el curso de la corriente,
se confió a su turbulento ondular.
Buscaba el orden en la debilidad
entreoyendo la verticalidad de la arboleda,
cuyo rastro furtivo en la colina se perdía,
la mano contraecha de un pino mutilado
dudaba si hacia él acercarse,
como si de un sifilítico se tratara. Con los penachos
de las nubes otoñales volaba una lluvia seca,
para unirse con estrépito a las articulaciones
de los bosques, cuyo escaso consuelo
podría rescatar de la amenaza.

en Palimpsestos (1986), incluido en Poesía ucraniana del siglo XX. Una iconografía del alma (Revista Litoral, nº 197-198, Torremolinos, 1993, trad. de Iury Lech).



UGO REALE [9367]

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UGO REALE
(Roma, 23 Maggio 1920 – 31 Dicembre 2007)
Poeta, escritor y critico literario.

Ha publicado los siguientes libros de poesía:

RITORNI, Edizioni del Canzoniere, Roma, 1952
UNA PICCOLA STORIA, Rebellato, Padova, 1959 (premio Chianciano)
UN’ALTRA MISURA, edizioni di Novissima, Roma, 1971 (premio Montenero)
IL CERCHIO D’OMBRA, Guanda, Milano, 1979, prefazione di Giorgio Caproni, (premio Tagliacozzo)
I GIORNI DELLA VOLIERA, Lacaita, Manduria, 1985 (premio Pisa)
IL FIORE DELL’AGAVE, Lacaita Manduria, 1991, prefazione di Giuliano Manacorda (premio Penne)
LA VOLIERA, Antologia (1952-1992), Caramanica, Minturno, 1995, prefazione di Giuliano Manacorda
L’ATTIMO, Caramanica, Minturno, 1999, prefazione di Luciano Luisi
IL FUTURO, Caramanica, Minturno, 2005, prefazione di Giuliano Manacorda





Agrigento

Un olivo torcido
grande como una encina
frente al oro antiguo
de los templos de Agrigento
contaba a la tranquila
hermosura de Grecia
su drama de pobre.

Ugo Reale en Otra medida (1971), incluido en Antología de la poesía italiana actual (Ateneo Obrero de Gijón, 1991, ed. y trad. de Emilio Coco).







ACACIA UCETA [9368]

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Acacia Uceta (Madrid, 1925-2003) destacó entre los poetas de la memoria histórica, solidarios con los más humildes, comprometidos con la vida, con el amor al trabajo, la belleza, la paz y la justicia.
Aunque nacida en Madrid en 1925 se incorporó activamente a la vida cultural conquense tras su matrimonio con el también escritor y periodista Enrique Domínguez Millán. Fundadora y vicepresidente de la Asociación de escritores de Castilla La Mancha y, durante los últimos doce años de su vida presidenta de la SecciÓn de Literatura del Ateneo de Madrid, su labor literaria se vio reconocida por numerosos galardones y premios. Incluida dentro de la llamada “generación de los 50”, cultivó la narrativa, el ensayo y la crítica literaria pero se centró especialmente en la poesía con títulos como El corro de las horas, Frente a un muro de cal abrasadora, Detrás de cada noche, Al sur de las estrellas, Cuenca, roca viva, Árbol de agua, memorial de afectos o Calendario de Cuenca (libro póstumo) Junto a ellos dos novelas, Quince años y Una hormiga tan sólo. Pronunció su discurso de ingreso en la RACAL el 30 de noviembre de 1987 con el título Luz, equilibrio y asimetría de Cuenca. falleció el 10 de diciembre de 2002.





POR EL HOMBRE

Voy a cantar al hombre,
al hombre sólo.
Tapaos los oídos con cera los cobardes,
volved la espalda los indiferentes:
no callaré por eso.
No podría callar aunque me echaseis
un puñado de rosas a los ojos.
Imposible es hallar cumbre o crepúsculo
que arrasar no quisiera
por levantar del polvo a un desvalido.
Apagaría todos los luceros
por devolver a un ciego la mirada,
a un triste la esperanza,
o simplemente
por llevar un minuto de alegría
al ser más humillado de la tierra.
Sólo el hombre me importa,
sólo el hombre:
su vacío infinito,
su valentía y su temor trenzados,
su alma interrogante
azotada de siempre por la duda,
atada a una cadena de preguntas
sin posible respuesta;
su postura intermedia
entre la Nada y Dios
y su impotencia
para negar el pecho a la tristeza.
Tan sólo por el hombre,
por nosotros, hermanos, los pensantes,
los desvelados y los oprimidos,
seguiré golpeando y golpeando
en la hermética puerta clausurada;
seguiré suplicando
desde todas las voces ignoradas,
desde todos los nombres conocidos,
por los que han de venir y los que fueron,
por los niños enfermos,
por los soldados muertos,
por los muertos en el comienzo mismo de la vida,
por los triunfantes y los ajusticiados
de todas las prisiones de la tierra,
por el hombre de siempre
con su destino oscuro
abierto a los confines
lo mismo que una cruz irrevocable,
por su infancia marchita,
ensuciada por todos
sin compasión alguna a su pureza;
por su alocada juventud vencida
a golpes de renuncia y de fracaso,
por su vejez de plomo
vertiendo como alero
su mínimo caudal en el vacío…
Por esta sucesión interminable
de pasos vacilantes monte arriba,
por esta des de altura
de la que siempre fuimos rechazados,
por esta sumisión agradecida
hasta el límite mismo de la muerte,
yo vuelvo a alzar mi ruego
y vuelvo a alzar mi canto
en millones de voces repetido.
Y hablo otra vez del hombre,
de nosotros, hermanos,
en un plural abierto
sin frontera de tiempo ni de raza.
Y ahora que el ademán es aún pujante
sobre esta tierra dura que me aguarda
y bajo estas estrellas que me ignoran,
me descubro la herida,
la herida mía y nuestra,
tan vieja y tan dolida como el mundo,
a ver si la ve Dios, a ver si existe
una gota de gracia que la cure.

Frente a un muro de cal abrasadora, 1967.








Vuelvo a ti

Vuelvo a ti, Cuenca, como vuelvo al día,
a esta tu soledad frente a mis ojos
tan luminosamente derramada,
a esta fusión de todo lo existido
en la masa compacta de tu piedra.
¡Qué individual y múltiple
tu elocuente presencia
donde canta el ayer como un susurro
su eterna melodía indescifrable!
Residencia de todo lo vivido
construyes sobre el tiempo tu morada,
abres tus puertas y me llamas quedo
para que vuelva a ser en tu recinto.
Cuenca:
puerto de un mar de piedra innavegable
donde tengo mis anclas sumergidas.

Calendario de Cuenca (2004): Diputación Provincial de Cuenca.





A DIOS

Amo la luz que llega a mi ventana
y te saludo en ella cada día.
Y te respeto con la flor humilde
que se ofrenda a mi planta cuando paso.
Hallo tu gracia en la inocencia
que vuelve a las pupilas del anciano
y encuentro tu bondad en el olvido
del sueño y de la muerte.
Reconozco tu fuerza en el silencio
en que envuelves, celoso, tu Misterio.
Y está tu voluntad en la tristeza
con que el hombre se busca por hallarte.
Entre el vasto universo que me cerca
y la brizna de hierba
que se levanta al sol casi triunfante,
Tú me sales al paso.
Cuando intento doblar por las esquinas
que llevan a la Noche;
cuando quiero escapar y me retienes
en la sonrisa cálida de un niño
o en un alero lleno de gorriones;
cuando muestro mi mano vacía de esperanza,
Tú llegas hasta mí. Y es tu presencia
sustento de este Amor que me redime.






Madrid, primavera de 1938

Y floreció entre los escombros
Era la primavera
y por el muro más acribillado
creció una enredadera fugitiva.
Briznas de hierba
besaron la ciudad martirizada.
Un sol tímido,
un sol avergonzado de su brillo,
se posó en los andrajos,
en las manos moradas,
en los muñones de los mutilados,
y entró por las ventanas sin cristales,
por puertas arrancadas a la noche.







LA POESÍA MÍSTICA DE ACACIA UCETA


Luis ARRILLAGA *:


Acacia Uceta (1925-2002) fue una escritora polifacética que cultivó diversos géneros con gran acierto: narrativa, ensayo, crítica literaria y, sobre todo, poesía. Madrileña de nacimiento y conquense de adopción, tuvo que elegir muy pronto precisamente la poesía en detrimento de la pintura, pues para ambas sentía una intensa vocación.

En lo que respecta a la producción lírica de nuestra autora, digamos que posee, en líneas generales, un estilo directo y sencillo que prescinde de adornos inútiles, pero se trata de una poesía plena de bella elegancia, original simbolismo, carga emocional y plasticidad expresiva, virtudes todas ellas dentro de una fecunda herencia clásica que Acacia sabe actualizar sabiamente.

La obra poética que aquí comentamos posee, además, una gran riqueza de temáticas y registros: el optimismo existencial, el amor de pareja, la vena existencialista, la poesía social, la poesía ecologista, la sabiduría humanista, el neopopularismo y, de una forma especial, la espiritualidad. Por ello, ésta última es la temática predominante en la poesía de nuestra autora, pues toda ella está traspasada por una religiosidad de tan hondo calibre que alcanza una verdadera altura mística y es capaz de requerir por sí misma toda nuestra atención con carácter casi excluyente, hasta el punto de que estamos casi seguros de que Acacia Uceta no se inventa las experiencias religiosas plasmadas en su poesía, en su mayoría dentro de la cosmovisión cristiana, por lo que es pertinente realizar ahora por nuestra parte unas reflexiones de teología espiritual.

En primer lugar, su fe religiosa indica ya desde los inicios una profunda vida espiritual. En “Testamento”, del libro Frente a un muro de cal abrasadora (1967), aparece esta constante de la referencia a Dios, siempre presente en la relación de la poetisa con el mundo: “…estoy erguida sobre mi estatura / de cara a Dios y de perfil al mundo”. Y esta referencia a Dios se define, sobre todo, por una exigencia de fidelidad: “no es posible / volver a Dios la espalda”, dice Acacia en la pág. 45 del libro Detrás de cada noche (1970). Esta relación de fidelidad con Dios crea un espacio esencial en la vida de la autora: “Hay una dimensión que yo domino / donde las rosas son inmarchitables”, leemos en el poema inicial del libro Íntima dimensión (1983), versos que expresan una plenitud de vida espiritual en una suerte de Paraíso anticipado (las “rosas” simbolizan, indistintamente, plenitud y trascendencia). Finalmente, esta fe religiosa, basada en una relación auténtica con Dios, culmina en el libro Árbol de agua (1987), el de mayor hondura mística. Así, partiendo de la experiencia gozosa de la presencia divina en el poema VI de “Absoluto”: “Puedo estar sola / sin que me abandones”, camina la autora hacia la “ansiada claridad definitiva”, es decir, hacia la unión final con Dios, pues la vida del creyente consiste en “vencer la noche de tu ausencia”, para lo cual “…sólo tuve / la luz de la promesa que me hicieses”, dice Acacia en el poema III de “Encuentro”, bella definición de la fe como salto en el vacío en el cual el creyente se fía de Dios.

Esta fe, no obstante, nos presenta a un Dios conocido-hasta cierto punto-, pues, a veces, aparece claramente la figura de Cristo, sobre todo en el libro Árbol de agua: “los que abrieron recuerdan / que se quedó habitando / para siempre en su casa”, leemos en el poema III de “Amor”, que expresa cómo Cristo vive en el corazón humano. Y en el poema VII hallamos una bella definición de Él: “Eres / luz que no ciega al ojo que la mira”. Pero Cristo, o Dios Padre indistintamente, también es el Otro con mayúsculas, el Desconocido, el permanentemente inaprensible, como vemos en estos versos del poema IV de “Ciencia”: “siempre estás / un poco más allá de lo que avanzo”. Por esta misma razón, y según el Evangelio, Dios aparece siempre sin avisar: “Cruzaste sin llamar / el umbral más altivo de mi reino”, leemos en el poema V. Finalmente, toda esta relación con Dios sería pura palabrería si no estuviera avalada por el cumplimiento del mandato esencial de Cristo: el amor y el servicio al prójimo, por lo cual dice Acacia en el poema VI: “Mi amor precisa, para que amor sea, / que volcado en los otros se acredite”. Este amor a Dios aparece especialmente en ciertos poemas del libro Íntima dimensión, que rozan la mística y que indistintamente pueden estar inspirados en un amado de carne y hueso, destacando los poemas III, IX, X y XI de “Círculo”.

Otro tema religioso de interés es el silencio y la ausencia de Dios. Así leemos al principio de Detrás de cada noche: “…aceptar aquél silencio / de Dios con alegría y Estaba sola en medio de mi nada”; y en el poema “A Vicente Aleixandre”, publicado en la Antología Corona poética a Vicente Aleixandre (1979), dice la poetisa: “¡Qué diálogo imposible has intentado / con todo lo que existe / y no responde nunca a la llamada!” Esta utopía de la comunicación-aunque frustrada-con el Absoluto es una realidad que vive el creyente, en este caso con aceptación, distanciándose así de la angustia existencial de algunos grandes poetas de agónica religiosidad (Unamuno, Dámaso Alonso o Blas de Otero, entre otros).

Acacia Uceta también sabe hacer teología, pues a veces acuña certeros conceptos teológicos con sus versos. Citemos como muestra algunas verdades teológicas del libro Árbol de agua: en los dos poemas iniciales de las Secciones “Absoluto” y “Encuentro” se desarrolla bellamente la tesis paulina-ampliada por san Agustín-de que procedemos de Dios y a Él volveremos, siendo la vida humana en realidad un viaje de ida y vuelta: “Agua somos nacida de tus aguas /…/ única isla tú para el regreso”, leemos en el primer poema-de cierto talante juanrramoniano-; y en el segundo: “Este viaje en que vivo mientras sueño, /…/ va doblando distancias por fundirse / de nuevo en tu latido”.

El poema inicial de la Sección “Ciencia” nos introduce, por su parte, en una importante realidad del siglo XX: el diálogo entre fe y ciencia, a partir de la apertura de la Iglesia Católica al mundo con el Concilio Vaticano II (1962-1965); veámoslo: “¿Quién dijo que la ciencia y tu mensaje / no podían fundirse en un abrazo?”, y también: “…acercar la razón al infinito”, pues, efectivamente, la fe es complementaria de la razón, distinta pero no opuesta, ya que posee un importante componente racional. Y el poema VI ofrece otra gran verdad teológica: es necesaria la respuesta del creyente a la llamada de Dios como parte de su proceso de conversión, pero, no obstante, Dios siempre respeta la libertad humana en su relación con el creyente: “Obligada me siento / a crear la respuesta que en mí esperas, y: ni alteras el fulgor de mi albedrío”. Digamos, por último, que el poema V de la Sección “Belleza” vuelve a presentar otro concepto de la teología paulina, cuando el Apóstol afirma que el cuerpo humano es “templo de Dios”, pues su Espíritu habita en nosotros (Rom 8,9 y 1Cor 3, 16); así dice Acacia: “sólo porque elegiste mi envoltura para alojar en ella tu destello”.

Pero es, sobre todo, en la sabiduría mística donde la poesía de nuestra autora alcanza sus más altas cotas. En ciertos poemas de Íntima dimensión hallamos algunas muestras modélicas deudoras de la lírica sanjuanista; por ejemplo, el poema VIII de la Sección “Esfera” desarrolla la tesis del santo de que Dios humilla el alma de sus elegidos y la oscurece para luego levantarla e iluminarla (Noche oscura, Libro II, “Noche pasiva del espíritu”, cap. 9 y 12), cuando dice Acacia: “Nunca el barro se alzó / con tanta fuerza, / se amasó con la luz de igual manera”; y en el poema XII también resuenan los ecos de la comunicación amorosa con Dios típicamente sanjuanista, cuando leemos: “y, al sentarme debajo de sus ramas, / regalándome fue con su silencio / la secreta razón de su armonía.”

Otra mística importante, santa Teresa de Lisieux, también tiene cabida en la obra de nuestra poetisa, como vemos en el poema V de la Sección “Amor” (Árbol de agua), que desarrolla la tesis de la santa de que para llegar a Dios es necesario recorrer un camino estrecho y difícil de dolor y sacrificio (Historia de un alma, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1978, págs. 271, 276-277); dice Acacia: “Cuando busqué los fáciles caminos, / llegué triunfante / y no estabas allí donde pensaba”, porque-añade-son las “sendas estrechas y vencidas las que indican el exacto lugar en que tú estabas.”

Y no podían faltar, por supuesto, las conexiones generales con el pensamiento de santa Teresa de Jesús. Citemos especialmente dos poemas de Árbol de agua: el nº II de la Sección “Ciencia”, que expresa la libertad del espíritu humano en su unión con Dios, cuando afirma la autora: “te habito sin sentirme retenida y En libertad total / sigo la senda del conocimiento”; el otro poema, nº III de la Sección “Encuentro”, presenta igualmente un delicioso talante teresiano cuando describe la espera del regreso de Dios después de haberse producido algún encuentro anterior.

También podemos destacar, en otro sentido, el poema IV de la Sección “Absoluto”, que plantea una verdad constante de la mística: hemos de renunciar al yo para crear en nosotros un vacío interior en el que Dios pueda entrar; así, dice la autora: “El inmenso vacío en que me miro / sé que puede llenarlo tu presencia”. Y el poema V nos invita a lograr uno de los objetivos de la purificación espiritual: volver a la inocencia humana original, cuando leemos: “volviendo a la pureza, / al instante inicial de la partida”. El poema IV de la Sección “Ciencia”, por su parte, manifiesta cómo el conocimiento intuitivo de la mística vislumbra esa otra realidad desconocida donde habita Dios o “cuarta dimensión”, como dice la poetisa. Finalmente, en el poema V de la Sección “Encuentro” vemos cómo el creyente debe identificar las huellas de Dios en la vida mundana: “¡Qué difícil ha sido-tú lo sabes-, / entre el brillante carnaval, / diferenciar la llama del espejo!”

Otro aspecto místico de vital importancia es la vivencia de la cruz o “noche oscura”, según la terminología sanjuanista. A este respecto, el poema “Testamento”, de Frente a un muro de cal abrasadora, ya avisa precozmente de una verdad mística universal: el sufrimiento es necesario como vía de llegada a la unión con Dios (siempre que no se busque de forma masoquista, sino que se trata de aceptarlo cuando aparece en la vida), cuando la autora afirma que la espina de la rosa “hace posible su frescura intacta”. La Sección “Esfera” de Íntima dimensión presenta diversos poemas que profundizan en esta misma línea. En el poema III reaparecen algunos ecos del proceso místico de santa Teresa de Lisieux, que habla de un “túnel oscuro” y de la “mesa de los ateos” o pecadores (obra citada, págs. 276-277); de igual manera, Acacia alude a “el espejo terrible de la Nada / poblando con la noche el infinito”; unos y otros términos son expresión de un punto álgido en la experiencia mística: bordear el límite del ateísmo, experimentar el absurdo de la ausencia total de Dios como Cristo en la cruz-“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46)-, tras lo cual la fe sale fortalecida, pues se supera la noche oscura y se vence la nada, según dicen los versos finales: “Y le cerré la puerta a tanto miedo. / Y abrí la dimensión de mi esperanza”. El poema V describe el proceso por el cual el creyente, en su experiencia de cruz-participación de la cruz de Cristo-, se halla con un muro que, en principio, le impide ver la luz, pero que al final conduce a ella:

                          Y había una pared infranqueable
                                no sé por qué dolor tan laminada,
                                por qué dureza tan cristal y fría,
                                por qué feliz milagro transparente.
                                Y ella evitó que fuera devorada
                                o que me uniera ciega a la jauría,

como asimismo acontece en el poema VI, donde leemos:

                                sobre un río de sombras
                                puede el amor cruzar a la otra orilla
                                y se puede llegar hasta el abismo
                                y ser rayo de sol,
                                perfecta vertical sin sombra alguna.

Y finalizamos con la experiencia mística de la iluminación, que es un fenómeno singular susceptible de diversas interpretaciones. Puede ser la feliz conclusión de un período de “noche oscura”, aunque el acontecimiento luminoso más frecuente en la mística cristiana es el que acaece al principio del proceso de conversión, o bien poco después de los inicios del mismo. Se trata de una profunda experiencia religiosa en la que el creyente recibe el Espíritu de Dios o Espíritu Santo, experiencia cuyo modelo hallamos en las “lenguas de fuego” de Pentecostés (Hechos 2, 1-4) y que han vivido, igualmente, numerosos santos y profetas, generalmente en su época de juventud.

En este sentido, en el libro Frente a un muro de cal abrasadora, el título del excelente poema “Tránsito” manifiesta claramente el paso de la “noche oscura” a la luz:

                                Un relámpago corta en dos mitades
                                el telón de la noche que me envuelve.
                                La tempestad desgarra mi silencio,
                                libera mis cien pájaros cautivos.
                                                      …/…
                                El aluvión de muerte, al retirarse,
                                ha barrido la puerta de mi casa.
                                                      …/…
                                Allá, a lo lejos, sobre el campo pardo,
                                una amapola se cimbrea al viento,
                                efímera y total, como respuesta;

este “relámpago” es símbolo inequívoco de la Luz divina que destruye las tinieblas iniciales de la conversión, Luz que “corta… el telón de la noche” y que, como consecuencia, detiene “el aluvión de muerte”, porque la “respuesta” a sus preguntas previas existenciales es esa amapola-símbolo de la divinidad-o Luz “efímera y total”, “efímera” por tratarse de un breve instante de iluminación y “total” por ser la Luz infinita del Espíritu de Dios.

Esta Luz aparece de nuevo en el apartado “A Dios” del poema “Tríptico del amor en mí”, en el mismo libro anterior:

                             Amo la luz que llega a mi ventana
                                y te saludo en ella cada día.
                                                      …/…
                                Hallo tu gracia en la inocencia
                                que vuelve a las pupilas del anciano
                                y encuentra tu bondad en el olvido
                                del sueño y de la muerte;

fragmento en el que los términos “inocencia” y “bondad” expresan aquí, posiblemente, algunos de los efectos que produce en el creyente la iluminación.

Por último, en este mismo libro, en el poema “Única respuesta”-respuesta de Luz divina a la “noche oscura” del creyente-, se repite varias veces, a manera de anáfora, el símbolo de las “rosas”:

                          No he de besar más que estas rosas,
                                y su inmensa belleza…
                                                      …/…
                                En estas rosas
                                quiero apoyar las manos y los ojos,
                                en su color quisiera ahogar mi noche,
                                en su limpio rocío
                                apagar esta sed devoradora.
                                                      …/…
                                Ellas tienen la clave de lo eterno…;

“rosas” místicas que aquí expresan plenitud espiritual, felicidad, encuentro con Dios, fin de la “noche” y de la “sed devoradora”, Luz eterna de Dios que inunda al creyente, aunque sea de manera efímera.

Estos son algunos de los registros de la poesía espiritual o mística de Acacia Uceta, pero el mundo de su religiosidad expresada en verso es mucho más amplio, por lo que invito al curioso lector a acudir a mi reciente libro Palabras de fuego, La obra literaria de Acacia Uceta, publicado en 2009 por la Diputación Provincial de Cuenca.

(2010)

* Luis ARRILLAGA, licenciado en Teología, es profesor, poeta y ensayista. 


(FDP238)

[POESÍA ESPAÑOLA]  [MÍSTICA]  [UCETA, ACACIA]  [ARRILLAGA, LUIS]


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CÉSAR YOUNG NÚÑEZ [9369]

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César Young Núñez. (Poeta y narrador). Nació en la ciudad de Panamá, el 24 de abril de 1934. Hizo sus estudios primarios en la Escuela Panamá, y 1952 se graduó de bachiller en el Colegio de la Salle, por aquel entonces la escuela privada más prestigiosa de la república. 
En la Universidad de Panamá estudió literatura, graduándose de Licenciado en Filosofía y Letras con especialización en Español, después de escribir una celebrada tesis sobre el escritor panameño Roque Javier Laurenza. 
Cultiva desde muy temprano su afición por la poesía, colaborando con los diarios locales y en revistas nacionales y extranjeras, siempre con gran acogida del publico lector. Ejerció el periodismo literario como corresponsal en Panamá de la revista Mexicana de poesía Pájaro Cascabel y en 1971, junto con sus compañeros generacionales, participó en la publicación del cuaderno de poesía Siete. 
En 1967 aparece Poemas de rutina, su primer libro, que a pesar de su carácter experimental, trae un aire de renovación a la poesía panameña de entonces, y anuncia los valores existenciales y estéticos que conformarán de ahí en adelante su obra poética. Nueve años después, en 1976 para ser más precisos, se edita Carta a Blanca Nieves, probablemente su mejor libro, y en el que los poemas de Young Núñez se vuelven más concentrados, casi aforísticos en su brevedad y tono sentencioso irónico.
En él, su humor adquiere mayor lucidez y su lengua poética gana en riqueza y precisión. Es su libro más personal y el que mejor muestra su indiscutible talento poético.  Ha sido incluido en varias antologías sobre poesía panameña e hispanoamericana. La poesía de Young Núñez es una de las más originales y auténticas que se ha escrito en Panamá, se caracteriza por su abundante dosis de humor e ironía y por el eficaz manejo del lenguaje conversacional, la fusión de lo prosaico con lo poético, la parodia, la erudición literaria y la paráfrasis, recursos todos de que se vale el poeta para lograr sus propósitos de desacralización de la realidad cotidiana.  
El humor de Young Núñez es siempre un humor más risueño, más acomodado con la realidad y por ende, más optimista. Sus escritos pertenecen a una de las tres direcciones centrales que según Octavio Paz, conforman la poesía de la lengua española posteriormente al modernismo: la de la reacción crítica a través del humor y el coloquialismo. César Young Núñez ocupa hoy en día un sitio importante en la historia de nuestra poesía, y lo seguirá ocupando por mucho tiempo gracias a la personalísima visión del mundo y a su sorprendente madurez verbal.

 César Young Núñez. (Poeta y narrador). Nació en la ciudad de Panamá, el 24 de abril de 1934. Hizo sus estudios primarios en la Escuela Panamá, y 1952 se graduó de bachiller en el Colegio de la Salle, por aquel entonces la escuela privada más prestigiosa de la república. 
En la Universidad de Panamá estudió literatura, graduándose de Licenciado en Filosofía y Letras con especialización en Español, después de escribir una celebrada tesis sobre el escritor panameño Roque Javier Laurenza. 
Cultiva desde muy temprano su afición por la poesía, colaborando con los diarios locales y en revistas nacionales y extranjeras, siempre con gran acogida del publico lector. Ejerció el periodismo literario como corresponsal en Panamá de la revista Mexicana de poesía Pájaro Cascabel y en 1971, junto con sus compañeros generacionales, participó en la publicación del cuaderno de poesía Siete. 
En 1967 aparece Poemas de rutina, su primer libro, que a pesar de su carácter experimental, trae un aire de renovación a la poesía panameña de entonces, y anuncia los valores existenciales y estéticos que conformarán de ahí en adelante su obra poética. Nueve años después, en 1976 para ser más precisos, se edita Carta a Blanca Nieves, probablemente su mejor libro, y en el que los poemas de Young Núñez se vuelven más concentrados, casi aforísticos en su brevedad y tono sentencioso irónico.
En él, su humor adquiere mayor lucidez y su lengua poética gana en riqueza y precisión. Es su libro más personal y el que mejor muestra su indiscutible talento poético.  Ha sido incluido en varias antologías sobre poesía panameña e hispanoamericana. La poesía de Young Núñez es una de las más originales y auténticas que se ha escrito en Panamá, se caracteriza por su abundante dosis de humor e ironía y por el eficaz manejo del lenguaje conversacional, la fusión de lo prosaico con lo poético, la parodia, la erudición literaria y la paráfrasis, recursos todos de que se vale el poeta para lograr sus propósitos de desacralización de la realidad cotidiana.  
El humor de Young Núñez es siempre un humor más risueño, más acomodado con la realidad y por ende, más optimista. Sus escritos pertenecen a una de las tres direcciones centrales que según Octavio Paz, conforman la poesía de la lengua española posteriormente al modernismo: la de la reacción crítica a través del humor y el coloquialismo. César Young Núñez ocupa hoy en día un sitio importante en la historia de nuestra poesía, y lo seguirá ocupando por mucho tiempo gracias a la personalísima visión del mundo y a su sorprendente madurez verbal.

Reconocimientos
PREMIOS, BECAS U OTRAS DISTINCIONES NACIONALES O
INTERNACIONALES:
Mención de Honor del Concurso Literario "Ricardo Miró" (1962). Segunda Mención del Concurso Literario "Ricardo Miró" (1965); Premio Universidad (1972-1973).





A SOLICITUD DE PARTE INTERESADA

Con la mano en el pecho de mi libro,
certifico que estos versos espantosos,
no fueron escritos por mi mano.
Ustedes me preguntarán quién pudo ser.
La verdad sea dicha sin tapujos!
Fue mi pluma Sheaffer!

Verán ustedes mis carísimos lectores.
Hice un trato con mi buena amiga la Poesía:
dos cajetillas de cigarrillos por poema,
y una caja de ecuanil para los nervios.
Menudo lío que me metí con este trato.
A cada rato me llamaba la pluma por teléfono
preguntándome el significado de un vocablo.

A los que hagan el esfuerzo de leerlos,
sin comerse los puntos y las comas,
(No confundir con un restorán el libro)
desde la primera hasta la última palabra
yo les doy las buenas noches,
mi poesía es una droga de dormir.

Antes de terminar les pido,
ceñirse estrictamente a la receta.
No tengo ganas
de asistir a un entierro.

Poemas de rutina, 1967.






ANUNCIO FUERA DE TEXTO

¡La Poesía ha muerto! ¡Viva la Poesía!

Poemas de rutina, 1967.





¿QUÉ ES POESÍA?…

¿Qué es poesía?
Diablos!
Y ustedes me lo preguntan.
Poesía soy yo!

Poemas de rutina, 1967.





CARTA A VICENTE HUIDOBRO

Dios es un poeta muy pequeño

Carta a Blancanieves, 1976.





Poema vertical

Me
coso
un
ojo
en
la
mano
y
te
miro
tocándote

en Poemas de rutina, 1967





Carta al Buen Chófer de Taxi

Sé que terminarás yéndote al cielo
con tu récord limpio
y los bolsillos también
Qué bien lucirás con tus alas
del mismo material de las llantas
Sin seguros de vida ni automóvil
Ni rugidos de tigre en el estómago
porque allá no tendrás necesidad
        de los tres golpes diarios

Sé que seguirás siendo el mismo
Y no te olvidarás
de lo que nunca te faltó en la mesa
Tu Arroz con Gulf Petroleum
Y las letras vencidas como postre

Yo me imagino tu sonrisa
                            de oreja a oreja

cuando en uniforme de conejo
Y en un Toyota
(como lo hacías siempre)
Le cobres la mitad a José Arcadio Buendía
       y le des vuelto







ORACIÓN DOMINICAL

Dios te salve, María, y a mi tan bien
y aunque estas cosas no se arreglen por teléfono
comprende que todos los días trabajo
y solo puedo llamarte los domingos.
Sabemos que sufres por los devali(ja)dos
porque un buen día te apareciste en Fátima.
Héme hoy aquí desvali(ja)do
pero no sufras por ello.
Nosotros también lloramos por ti
porque te es difícil estar apareciendo
cuando quieres hacerlo.
nos damos cuenta
que tienes mucho que hacer:
cocinar para Dios y darle de comer a los ángeles.
Dios te salve María, y a mi también.
Acuérdate que hoy es domingo
y la lotería juega a las once.






MARÍA ARRILLAGA [9370]

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María Arrillaga (Puerto Rico, 1940)

Según Matos Paoli, la poesía de María Arrillaga  participa de la “desmitologización de la cultura convencional”, tanto en la reivindicación de la esencia sexual del ser humano como en su compromiso con la justicia social.

Es poeta, narradora, especialista en estudios del género, ensayista y crítica literaria. Su trabajo abarca más de treinta años y ha sido publicado en numerosas revistas y periódicos nacionales e internacionales así como en varias antologías.
Libros: Poesía: Vida en el tiempo, 1974; New York in the Sixties, 1976; Cascada de sol, 1977; Poemas 747, 1977; Frescura, 1981; Yo soy Filí Melé, 1999 (compilación de su obra poética junto a El amor es un periódico de ayer y Yo soy Filí Melé). Narrativa: Mañana Valentina, 1996. Ensayo: Los silencios de María Bibiana Benítez, 1985; Concierto de voces insurgentes: tres autoras puertorriqueñas: Edelmira González Maldonado, Violeta López Suria, Anagilda Garrastegui, 1998.










Huyó mi vida

Huyó mi vida de mí en otro suelo,
en ligeras alpargatas de otro tiempo.

El tiempo me aprisionó en su hora,
las horas como aritmética larga, en años.

Años que volviéronse pasado,
pasado que sin ser mi tiempo se hizo mío.

Viví mi vida en el espacio,
en los espacios múltiples de gravedad y sueños.

Gravedad de realidad con sueños del momento,
momento de la carne y del espíritu.

Huyó mi vida de mí en otro suelo,
con civilizaciones opuestas en planeta fragmentado.






I

Poesía es emoción,
asombro de la vida,
cascabel que rompe el ruido de los tiempos
de los silencios.
Angustia de muerte
luz de todas las mañanas.
Como columpio que suena el aire
o un perro solo que muere
o un héroe solo muriendo.



II

Poesía es un sillón,
y lo que siente un hombre pobre.
Es un cajón donde se come,
y el vómito de la amargura cotidiana.

Es una perla dañada.
Una vieja en el cristal
reflejando los reflejos
desde convite absurdo
de pan y ojos que miran
el universo agrandarse.



III

Es la luz de la ciudad,
se la puede aceptar.
Soñar:
que ya pronto volveremos
a San Juan.
Que como perros mordiéndose
volveremos a querernos.



IV

Es la sangre de los besos en la noche
cuando mi última energía
desea la poesía
como amante fiel que me acompañe
al lecho del descanso.

Y entonces la palabra se hace carne y toma espíritu.
Junto a mí el ritmo de las voces
de todos los tiempos levantadas
de los hombres y mujeres que gritaron
del sentimiento al alma para afuera
para que no haya corazones solos.
Porque en medio del suicidio de las mentes
está el exquisito abismo de las voces compañeras
clamando al infinito
la humanidad del sueño de la nada apocalíptico.

Vida en el tiempo, 1974.









María Arrillaga ha cultivado la poesía, el cuento, la novela, el ensayo y la crítica literaria. Es, además, especialista en Estudios del género. Su trabajo literario ha recibido varios premios y ha aparecido en numerosas publicaciones y antologías, en y fuera de Puerto Rico. Entre su obra se destaca Yo soy Filí Melé, compilación de siete poemarios. En narrativa, Mañana Valentina consta de una novela corta que le da el título al libro así como de una colección de cuentos,En reticencia (Los relatos de Lucinda). Estos textos, novela y relatos,resultaron premiados en cértamenes del Instituto de Escritores Latinoamericanos de Nueva York y en “Letras de oro”, que auspicia la Universidad de Miami. En el área de Estudios de la mujercabe mencionar sus libros de crítica literariaConcierto de voces insurgentes y Los silencios de María Bibiana Benítez.
La entrega más reciente de esta autora se titula Flamingos en San Juan/Flamingos in Manhattan (San Juan: Ediciones Puerto, 2012,  207 pp.).Estamos ante un ambicioso trabajo bilingüe de textos poéticos e híbridos en los cuales aparece una sabrosa reflexión sobre experiencias, intuiciones e inspiración desde las dos grandes orillas que son San Juan y Manhattan. Trasuntos hay del conocido pueblecito, Woodstock, en el cual la autora echó raíces durante sus años mozos, junto a su hija María Ana, y adonde regresó y estableció nueva residencia a partir de la primera década de este siglo. Como ave migratoria que vuela desde la isla al continente, pasando temporadas en Puerto Rico y en Nueva York, la hablante de estos textos reflexiona sobre el ícono flamingo como punto de partida para su biografía literaria:
Flamingo era exquisito. Exclusivo y con mucha clase, atraía a la Alta Sociedad mayagüezana. Innovador, tuvo el primer letrero de neón en el pueblo, un enorme y colorido flamingo.  (12)
Nos habla de un negocio que abriera su madre cuando la poeta tenía apenas 11 años, sucursal en la Sultana del Oeste de la tienda Flamingo Shop, localizada originalmente en Santurce, cuya propietaria era su prima, Elsa Arcelay. A la muerte de su padre, su madre, química de profesión, estaba lista para un cambio. La memoria mayagüezana del vistoso letrero del flamingo enlazará años después con los flamingos plásticos que como decoración pululan “en las escaleras de escape para fuegos” (14) en la gran manzana. La autora se siente observada por ellos. Recuerda. Conversan. He ahí el nacimiento de un libro.
Dividido en ocho partes, a saber: “Sueños y deseos”, “Libertad”, “Naturaleza y urbe”, “Amistades”, “Madres e hijas”, “Vil seductor”, “Otras seducciones”, y “Sangre”; Flamingos en San Juan/Flamingos in Manhattan es un plato suculento que es una delicia al paladar. El prefacio en español y en inglés, como es la tónica de este libro bilingüe, pauta la biografía literaria como sostén del discurso poético e identifica a María Arrillaga mujer con María Arrillaga poeta, mientras una se nutre de la otra en el anecdotario que ofrece de su familia y de sí misma. Saber el origen es también una manera de descubrir la ruta que marca la vida. Y en ese vaivén de San Juan a Manhattan se abre una gama de reflexiones sobre la nación, la mujer, la intimidad, el desencanto, la literatura, la pintura, el cine, la cultura en general, y todo aquello que hace a la artista plena que es la poeta mayor María Arrillaga.
Desde el mundo onírico interior, pasando por una poesía conversacional y una comparación de dos ciudades como San Juan y Nueva York a través de sus espacios (la Plaza de Armas, Viejo San Juan o el río Hudson en Manhattan), la poeta hermana las dos orillas, no tanto en la vertiente de un exilio dolido como lo fue el de Piri Thomas con sus “calles amenazantes” (64) o Cuando era puertorriqueña de Esmeralda Santiago. Arrillaga habla desde otra coordenada, desde una emigración/inmigración de la mujer que vivió el Nueva York de los años sesenta, como parte de su estética, más allá del espacio del gueto, y ahora como mujer profesional con esa compleja doble mirada del allá y el acá.Ubicada según el lugar donde se encuentre, nos entrega una perspectiva fresca a las nociones de exilio y diáspora profesionales. No se trata del relato agónico del inmigrante que lucha por sobrevivir sino del sujeto que ha podido disfrutar los privilegios de una clase (que nos detalla en el “Prefacio”), afianzado con la dedicación altrabajo y una gran apertura a la diversidad de la experiencia  como “ese ser humano que funciona”, parafraseando versos de su poemario Vida en el tiempo (1974).
Un buen ejemplo de lo antes dicho es “Crisantemos”, en el que la hablante lírica se topa con un ramo de estas flores en un basurero de Manhattan, en la calle 38, Avenida del Parque Sur, para más señas:
Fulgurantes, los crisantemos me hablaron: “Llévanos contigo, existimos sólo para gratificarte”. Quedé estupefacta.  ¿Cómo pudo alguien tirar algo tan bello?  Sí, yacían en un canasto de basura cualquiera acompañados de toda suerte de diversos desperdicios citadinos. (68)
Es también la reflexión de un exilio donde podemos encontrar dondequiera aquello que constituye nuestro anhelo, como había expresado la hablante en un momento anterior del poema: “Había añorado flores por mucho tiempo” (68).
No puede faltar en una obra de María Arrillaga la dimensión erótica que la caracterizó sobre todo en Frescura 1981, uno de sus mejores libros. Poemas como “Una noche sensual y tatuada” de Flamingos en San Juan/Flamingos in Manhattan nos atrapan en las redes del deseo: “Quería que probaras/mi fruta en eclosión”(144). Tampoco podía faltar un texto como “Pequeñeces” que nos habla de la situación de una mujer sobrellevando una relación fallida: “Un dirigible pequeño anunciaba: ‘Sólo otra historia amorosa donde las cosas no salieron bien’”. (162)
Desemboca todo este deseo feliz o fallido en el arte plasmado en el poema final.  “Asesinato en las galerías de Vicente Van Gogh: los dibujos” es un “tour de force” que reproduce láminas de los dibujos tono sepia que la autora visitara en las galerías del Museo Metropolitano en Nueva York. Embelesada ante los trazos ausentes de los vibrantes colores con los cuales solemos disfrutar los cuadros del afamado pintor, los espacios cobraron vida hasta gestar dos personajes: un villano perseguido por alguien que ha sufrido serios vejámenes y va en busca de una revancha. Se inicia una carrera dentro y fuera de los cuadros. Pasamos por las diversas estaciones del año, hacia un final de “ajuste de cuentas”. Estamos ante la gran universal metáfora de la lucha entre el bien y el mal, entre los buenos y los malos. Como en las películas del Oeste norteamericano, el héroe, el bueno, se desquita y obtiene su venganza:


Al fin camino libre
No he sufrido ningún daño
Escapé impune de este asesinato
El mejor tipo posible de asesinato
Un asesinato cometido en papel.  (206)


Como un exorcismo final la hablante nos ha dicho antes en el mismo texto:

Es tiempo de ajuste de cuentas
Mi espíritu asciende
El villano
Será asesinado
Asesinaste mi vida
Ahora yo te asesino  (192)


Y a lo largo de todo Flamingos en San Juan/Flamingos in Manhattan se hace una crónica híbrida entre poesía y prosa poética mediante la cual María Arrillaga nos cuenta su vida desde los once años hasta el presente. Se trata de una memoria rota que ha ido reparando verso a verso hasta entregárnosla más allá de una biografía literaria en una obra de arte consumada.  




LARES

En el principio hizo Dios este mundo de montañas
Se acordó de mí desde la nada
al pensar el detalle de árboles, en la cima el horizonte,
de los planos y colores de las hojas, de las ramas.
Vio la luz desde mi ojos negros y dijo al cielo:
"Hazte azul por la mañana, por la tarde tórnate encarnado
y habrá en el misterio una cruz blanca y una estrella blanca
para el mar azul del estandarte de una patria."

Quiso Dios que las montañas se tornaran en acero.
No, quiso el hombre.
Y la tierra se hace dura, la hace dura, la hace amarga.
Del cemento al ruido,
los cambios-viajes de una humanidad perdida,
la patria se pierde en la amargura del todo y de la nada.
La montaña original se vuelve lágrimas.
Pasa mucho tiempo cuando después de haber dormido ya despierto.
Los edificios los cambio por árboles.
A los árboles desnudos en este frío del exilio
le faltan hojas, las hojas de mi patria.
Y recuerdo el nombre Lares.  Y veo el azul, el rojo, cruz y estrella,
y las lágrimas desaparecen
en energía para volver a la luz de mis ojos
allá en la montaña-pueblo,
con las manos de una humanidad que llega desde el laberinto,
encontrada.







PASEO DOMINGUERO

Hoy amaneció sueño despuma,
                        sueño desperma,
                        sueño de miembros flotando entre la nada.

Me fui a la plaza pública
donde niños jugaban al esconder
mientras yo intensa saboreaba un chocolate.

Pasó entonces una alfombra voladora
por entre la estatua Cristóbal Colón.
Extendí mis brazos
Me agarré a los flecos.
Extendí mi cuerpo -cisne trágico-
y me fui de paseo dominguero.






DICE EL PEZ

El lagartijo trepa la pared de vegetales
anunciando el nacimiento de um poema:
Falta la luz, falta el aliento, flota el cuerpo.
Llévame a la finca mi papito
dice el pez a la culebra de la calle
sentado bajo el árbol de la higüera,
las patas abiertas sosegada.
Ven a chuparme el semen,
a tocar con dedos delicados
la periferia del clítoris.
Lame el dulce néctar de mi boca,
enamora abeja el lagartijo








LÍNEA NEGRA

Trazo una línea negra sobre mi párpado,
la nostalgia que me queda de la noche en sueños.
Me había sentido en paz y exaltadamente plena
con las manos en el pecho lleno de Dios
respondía al hermoso sacerdote que lo amaba.
Aquella sensación me suspendía toda
y luego, trémula todavía al regreso
de aquel viaje, me figuraba angelical.
Ahora iluminada veo mis ojos que
inusitadamente intensos me convidan
al fondo de un camino bien profundo donde
está tu cara negra como el azabache
y me entrego al terror de saber cuánto te amo
mientras añoro comulgar de nuevo
sentir la hostia disolviéndose en mi lengua
saber que ese sentirme suspendida toda
que me causa es lujuriosamente material
y llena cada poro de mi piel que vibra
al encuentro de tu perfecta cara
negra de dios antillano que se confunde
ahora ante el espejo con mis ojos
inusitadamente intensos de azabache.





VIRGEN

No me dejará, Señor, el ansia de hacerme Santa.
En la contemplación gozosa del mantel recién lavado, limpio, 
asciendo en la recatada brisa de una quieta flor.
Encarna en mis sentidos la imagen ardorosa
de un pecho henchido de deseo: Es una puta virgen santa.
Su éxtasis humano, su pelo caído por un hombro
me seduce al arrebato de sus labios rojos de eterno carnaval.
Monta a caballo airosa hacia el encuentro de las prendas encontradas.
Acá abajo el trabajo también nos santifica.
Sacamos pan ungido en ciclo femenino de la sangre.
Iluminados construimos con sudor el amor a la pasión.
En cintas de guirnalda fresca una corona fértil es de todos/as.
Beati sumus, beati sumus, beati sumus...

AGUSTÍN DE FOXÁ [9377]

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Agustín de Foxá
(Madrid, 1903-1959)
   
Agustín de Foxá se lamentó alguna vez de que el sentido histórico de los estudiosos de la literatura haga que «se excluya ferozmente [de las antologías] a grandes poetas, porque su musa no ha coincidido con la moda reinante en aquel momento: Carrere y Villaespesa, por ejemplo» [Entrambasaguas, pág. 910]. Seguramente estaba pensando en su propio caso: el calificativo de postmodernista que se le ha solido aplicar bastó para considerarle un rezagado, una figura al margen de la evolución de la poesía contemporánea. Pero no fue ésa la única razón de la postergación de Foxá: hubo también razones políticas, basadas en su militancia falangista. Y razones personales. Joaquín de Entrambasaguas, al frente del extenso estudio que le dedica, escribe: «Aun siendo poeta de excepción, dramaturgo importante, novelista magnífico y ensayista y periodista, tal vez el primero de nuestro tiempo, Agustín de Foxá, como conversador inimitable -ingeniosísimo, certero, cuya agudeza rápida saltaba limpiamente de la ironía aguda a la justicia sin blanduras-, estaba todavía por encima del escritor exquisito que era». El brillo de su ingenio verbal -muchas de sus ocurrencias se han hecho proverbiales- oscureció la calidad de su obra.
El primer libro de Agustín de Foxá, La niña del caracol, nos lo presenta como un poeta al tanto de la nueva poesía, que ha aprendido del Lorca del Romancero gitano a unir tradición y vanguardia, la música del romance y las audacias metafóricas que tienen su origen en Gómez de la Serna y el surrealismo.
En la entrega siguiente, aparecida poco antes de la guerra civil, están ya algunos de sus más significativos poemas: «Un coche de caballos, lento, hacia el horizonte; / landó viejo y violeta, de caballos canela, / y en él, mi niñez triste, mirando las acacias / y los escaparates de antiguas primaveras».
Uno de los temas recurrentes en la poesía de Foxá es, como en la de Fernando Fortún, la nostalgia del ochocientos, la añoranza de un ancien régime que llegó a conocer: «Es muy difícil pasar de una época a otra. Yo creo que yo he estado enfermo de los nervios por el pecado de haber ido de niño en coche de caballos y de diplomático en avión supersónico» [Entrambasaguas, pág. 894].
Pero no todo es postmodernismo en El toro, la muerte y el agua. Al magisterio de Lorca le ha sucedido el de Pablo Neruda, el Neruda turbio de Residencia en la tierra.   -76-   El libro termina con tres «poemas en sombra» -los que le dan título- y hay en él un regusto por los sótanos del espíritu que contrasta con el carácter rubeniano y colorista que suele atribuirse a la poesía de Foxá.
El almendro y la espada antologa en sus dos primeras partes -«Breve romancero de la niñez» y «Poemas románticos»- los dos libros anteriores. La segunda de esas secciones se completa con nuevos poemas en la línea de añoranza de un tiempo doblemente perdido: infancia y adolescencia en la España anterior a la guerra civil. La tercera parte del libro la constituyen los «Cantos de guerra», donde la retórica de Foxá se dedica a exaltar la tradición española y a denostar a quienes, en su opinión, quieren acabar con ella: «¡Oh, Rusia! Te maldigo, porque eres, entre hielo, / la gran inteligencia, bajo cráneos mongólicos, / sutil, negra y segura, judía y miserable, / con la astucia de un diablo asiático y oblicuo».
El «Canto a Roma» de este libro -dedicado al Duce- iniciará los Poemas a Italia publicados al año siguiente. El componente político de exaltación fascista desaparece de ellos, para ser sustituido por un culturalismo de resonancias modernistas y simbolistas.
El gallo y la muerte se subtitula «Retablo de la Edad Media». Sus poemas -que pueden considerarse como partes de un único poema- glosan un dicho popular: «Una hora duerme el gallo, / dos el caballo, / tres el santo, / cuatro el que no es tanto, / cinco el peregrino, / seis el teatino, / siete el caminante, / ocho el estudiante, / nueve el caballero, / diez el majadero, / once el muchacho, / doce el borracho». Cada uno de esos versos titula un poema del libro, que termina con otros dos: «Habla la muerte» y «Perdemos nuestro tiempo».
Una nutrida Varia poética, recopilada póstumamente, completa la poesía de Agustín de Foxá. Muchos de esos poemas son textos circunstanciales, que el autor jamás habría reunido en libro, pero perdidos entre ellos hay un puñado de textos admirables, entre los mejores de su autor, que es como decir entre los mejores de la poesía española de este siglo, aunque prejuicios varios hayan impedido hasta ahora reconocerlo así.
  

Obra poética

La niña del caracol, Madrid, Ediciones Héroe, 1933. Prólogo de Manuel Altolaguirre.
El toro, la muerte y el agua, Madrid, 1936.
El almendro y la espada. Poemas de paz y guerra, San Sebastián, Editora Internacional, 1940.
Poemas a Italia, Madrid, Escelicer, 1941.
El gallo y la muerte, Buenos Aires, 1948.
Antología poética 1933-1948, Madrid, Editora Nacional, 1948.
Varia poética [incluido en Obras completas I. Poesía, teatro y novela], Madrid, Prensa Española, 1963; 2.ª ed. aumentada, 1972.
Bibliografía
Areilza, José María de, «Agustín de Foxá», en Así los he visto, Barcelona, Planeta, 1974, págs. 267-279.
Entrambasaguas, Joaquín de, «Agustín de Foxá», en Las mejores novelas contemporáneas, tomo IX, Madrid, 1963, págs. 891-941.
Luca de Tena, Juan Ignacio, «Agustín de Foxá, conde de Foxá», en Boletín de la Real Academia Española, XXXIX (1959).
Pensado, Berta, Pemán y Foxá, Madrid, Publicaciones Españolas, 1954.
Sagrera y Martínez-Villasante, Luis, Agustín de Foxá y su obra literaria, Madrid, Imprenta del Ministerio de Asuntos Exteriores, 1969.
Trapiello, Andrés, «Ejercicios de la melancolía», en Fin de siglo, núms. 12-13, s. f., págs. 17-24.
  




Romance de la lavandera de muertos

A María Victoria Arregui

 Sinagoga de oros finos
la Biblia tras terciopelos.
Triángulos de Salomón
sobre candelabros ciegos.
Mojada ropa tendida
sobre la estufa de hierro
y en las vidrieras, colgando
una triste luz de cuervos.
Boticas, pomadas, rosas
tristeza y barrio del Gheto.
Dentro de la sinagoga
la lavandera de muertos.
Tenía cien y tres años
cantaba romances viejos
en una ausencia de risas
brotaba el dolor del verso
«El rey estaba jasino
y los Dotores vinieron».
Lavandera, lavandera,
tuviste un hijo mancebo
lo mató el turco y su herida
no la lavaste en su cuerpo.
Setenta años ha que lavan
tus tiernas manos los muertos.
Lavaste cuerpos de arrugas
muchachas de blanco pecho.
Los hombres más orgullosos
de músculos y dinero
entre tus brazos de vieja
como niños se durmieron.
Dime, dime, lavandera
de negros ríos de sueño
¿nunca el jabón de las almas
se enredó azul a tus dedos?

[La niña del caracol]
    







 Hay algo...

(Horas grises)


 Hay algo
peor que las culebras y la lepra.

Son los días tediosos
o las conversaciones
con huesudas mujeres enlutadas
de tíos, primos y demás parientes;
las fiebres que no importan
de agonizantes entre sábanas
casi desconocidos;
las sentencias
de los banqueros místicos;
el sucio patriotismo de los gordos
con leontina;
la moral ceniza
de las solteras con el sexo helado;
las bodas por hectáreas;
los cines expurgados;
las novelas
de institutrices y rosales.

Hay algo
peor que las culebras y la lepra.

La Ley Hipotecaria;
los nichos numerados;
el amor que termina con la cuenta
de la cocina;
hay días
-82-
de afeitarse ante espejos donde llueve;
hay patios de carbón, noches de álgebra
y verduras cocidas, que producen
lentos sueños de Hombres sin cabezas.

  



  


Ciudad en la niebla

(Provincia de acacias y miradores)

 El pulso de la alcoba,
aquel reloj en penumbra,
con sus músicas lentas
y un polvo entre resortes y cadenas.
Residuos de fantasmas en el fósforo.
Mi abuela y galería con obleas.
Yo, niño, entre los miedos de las doce.
Campanadas con lluvia...
En la muralla, hacia las nueve, cierran.
Cristales, latigazos y maletas,
ya venía aquel coche
de una estación de trenes entre niebla
La Catedral abría una tertulia
de apóstoles románicos;
la piedra
frágil del nimbo: al fondo,
acacias...
Pena y lluvia.
¡Que tristeza...!
El amor se moría confesando.
Era pecado el beso;
una linterna
llevaba el Deán bajo los soportales.
Campo, surcos y bueyes; sementeras,
conversación de trigo y procesiones
en chocolate y naipe de las viejas.
El Coronel, el Conde y el Obispo
en tresillos eternos;
lejos, ella,
tras mirador con los visillos rosas,
flácido el seno y ya con más de treinta,
haciendo unos chalecos de ganchillo
para hijos de otra;
lluvia gris y lenta.
El pulso de la alcoba entre cortinas,
casi ataúd, la cama de la abuela
y olor a muerta, a naftalina y sábanas;
y el verdín de la lluvia entre las tejas...
Allí mi fantasía,
roja o verde, desnudos y cerezas
leyendo al pie de una bombilla triste
una anticuada Historia de Inglaterra.

  






 El coche de caballos

(Nostalgia de los siete años)


 Un coche de caballos, lento, hacia el horizonte;
landó viejo y violeta, de caballos canela,
y en él, mi niñez triste, mirando las acacias
y los escaparates de antiguas primaveras.

Brisa en sus ventanillas y entierros bajo lluvia;
en mis manos de niño, alguna vez, las riendas,
dando a las frentes toscas de los pobres caballos
las nociones, difíciles, de derecha a izquierda.

Yo os evoco, paseos de la Casa de Campo.
Penumbras de eucaliptus, y el auto de la Reina,
del radiador dorado, cruzando silencioso;
los neumáticos blancos, dorados de hojas secas.

Y el Rey siempre de luto; lacayos; las infantas,
en fondos de Velázquez, con un mirar de inglesas;
y aquella concha rosa, con venas de arco iris,
donde bebía el agua después de la merienda.

En la Casa de Vacas, cubos llenos de espuma.
Al fondo, la casilla blanca de la guardesa,
con patos y cabras, y un vendaval de expresos,
verdes de madrugada, en sus enredaderas.

Mis hermanos ponían soldaditos de plomo
en las vías heladas, alfileres, monedas,
y el tren los laminaba, corriendo hacia unas olas
que en mi niñez de Duero imaginaba quietas.

Lagartija en el yeso de las tapias y cardos.
En el Tiro sonaban lejanas escopetas
de Marqueses, y a veces un pichón moribundo,
macizo por los plomos, volaba con tristeza.

Desde el coche veía, peonando, a los faisanes,
con la sangre enjoyada por cacerías regias,
y, allá, en las «Garavitas», entre tomillos tenues
el sol de los insectos rosaba el agua fresca.

Mi padre me contaba la historia de Don Álvaro
o el drama de Cyrano, cuando íbamos de vuelta
hacia un Madrid, caliente de acacias y faroles,
cuesta de San Vicente; jardín con centinelas.

En la plaza de Oriente, fuego en los miradores,
niños en cochecitos de burros con banderas,
y el golfo que encendía al coche los faroles
y al fondo el Real, guardando sus palcos en la niebla.

¡Oh coche de caballos de mis primeros años!
cuando aún no conocía ni el mar ni la belleza,
que cruzas mi nostalgia, trotando eternamente
con un olor de parque dormido entre las ruedas.

¿Dónde estarán tus hierros? ¿En qué plaza de toros
o en qué noria murieron tus caballos canela?
¿Y dónde está aquel niño de comunión y de oro
que hoy, en mi sangre de hombre, como un fantasma juega?







 Origen

(Las fuerzas de la tierra)

 Me gusta que mi cuerpo presienta la tormenta,
sentir como una planta, una espina, una ola,
al trueno negro por la noche.
Que me entren por las plantas de los pies
duros efluvios de los minerales;
¡oh, Pan, dame tu fruta y tu piel de pantera,
la leche de las corzas y el racimo cargado,
los cuarzos y los óxidos, los saurios primitivos
y aquel fuego encendido por un brazo peludo
en el primer invierno de la Tierra.
Quiero estar con raíces y con nervios; tentáculos
que capten el ozono de las lluvias.
El caracol marino y la tortuga, sean
como un sueño en el suero salado de mi sangre.
Que el pecho de la hembra inflame mis arterias;
que me ahuyente el dulzón hedor de los cadáveres
y sienta los nocturnos espantos de las grutas
pintadas de rojizos bisontes abultados.

[El toro, la muerte y el agua]






Un niño provinciano

 Un niño provinciano, de familia modesta
Aulas del Instituto, charlas del profesor
Los jueves un mal cine y los días de fiesta
Banda del Regimiento en la Plaza Mayor.

Un preludio de novia en las tardes lluviosas
Y en la casa de enfrente; mirador de cristal
Mientras ríen las gárgolas, y relucen las losas
Y las viejas marchitas van a la Catedral.

Álbum de terciopelo azul; fotografías
Del abuelo o la abuela, sobre un turbio telón
De Venecias o lagos, mientras hablan las tías
Del manto de la Virgen para la procesión.

Paseos familiares por la muralla nueva.
Gris la ciudad y el campo, donde labrando están.
Gris el tren que en la lluvia su corazón se lleva,
Y grises los consejos del señor Deán.

Adolescencia casta; en el cine han cortado
A todas las películas las escenas de amor.
Anocheceres largos y se duerme arropado
En bronce de campanas y ruidos de reloj.

Y sin embargo tiene un alma de poeta
Hambrienta de horizontes y de islas de cristal.
Las acacias marchitas de la plazuela quieta
Cuando el sol que declinadora la Catedral.

Le han visto sobre el bello atlas de geografía
Su dedo azul de mares mil rutas recorrer.
Por los mapas extraños; capitán -fantasía
Robinsón de esa nube rosa de atardecer.

Yo sé tu sueño estéril; después de algunos años
Te vencerá el gris triste de esta vieja ciudad.
Y morirás sin sueños; envuelto en desengaños
Y dejarás un hijo; un hijo que será...

Un niño provinciano, de familia modesta
Aulas del Instituto, charlas del profesor
Los jueves un mal cine y los días de fiesta
Banda del Regimiento en la Plaza Mayor.

  



  


Melancolía de desaparecer

Y pensar que después que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en la seda de las rosas.

Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata,
bañados por la luz del sol poniente
y noches llenas de esa luz de plata,
que inundaban mi vieja serenata,
cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente.

Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja;
que he de marchar yo solo hacia el abismo,
y que la luna brillará lo mismo
y ya no la veré desde mi caja.

  



   


Trenes de Ávila o Soria

 Entre tus negras manos
Una cesta de fresas.
Maquinista de un tren de Ávila o Soria.
Tu farol rojo en la nevada espesa.

Hacia Medina o bien Venta de Baños.
La Navidad del tren; y las banderas
Que en el paso a nivel alza tu novia
Tan rubia sobre el túnel que negrea.

¿Nunca has de detener tu vieja máquina
Con su alta chimenea
Como aquella de Stephenson, que un día
Desafió a un caballo en Inglaterra?

¿Dejarás esta noche deslizarse,
Por terraplén de lirios, esa cesta
Con carbones, que alumbra la cocina
De la pobre guardesa?

Tú rodeas ciudades con murallas
Y rozas, con el alba, las Iglesias
Cuando repican, frescas, las campanas
De las misas primeras.

Palomas de pañuelos, los andenes,
Donde Mozas de cántaro vocean
Almendras de Alcalá, tarros de leche
Y bizcochos, borrachos con canela.

¡Cómo en Agosto sudan tus vagones!
Su resina pringando las maletas;
¡Cómo el papel de la merienda fría
Pega al cardo morado en la cuneta!

A veces una chispa entre los pinos
Con el viento del tren se torna hoguera.

Tren del amanecer; con una lámpara
De acetileno, donde muere ciega
La mariposa, azul de los pinares
Que perfumó la ventanilla abierta.

¡Oh tren humilde, del trayecto corto!
Con un vagón, que era un redil de ovejas
Que iban al matadero y que balaban
Temiendo al lobo al coronar la sierra.

Gallos en las cantinas, de paletos
Que anunciaban la aurora en una cesta.
La estufa y el reloj y el Reglamento
De la sala de espera.

Eran, con sus puntillas amarillas,
De terciopelo rojo tus «primeras»
Donde iban catedráticos modestos
Y a veces funcionarios de la Audiencia.

Tus «segundas», de azul, eran solemnes
Con curas, cazadores, escopetas.

Y segadores, monjas y civiles
En el claro barniz de tus «terceras».

¡Tren de mis vacaciones!; en tus redes
Yo me dejé olvidada una cometa
Que iba a lanzar al aire de un verano
Del año mismo en que empezó la guerra.

Durante años yo vi desde mi asiento
Al cruzar Almazán, sobre una huerta
Y en un balcón de hierro, a una muchacha
Que agitaba un pañuelo con tristeza.

Yo la vi marchitarse año tras año
Y diciéndome adiós, hacerse vieja.

Por la llanura fría, allá, hacia octubre
Cuando trashuman las merinas lentas
Entre ermitas románicas que guardan
Santiagos con espadas de madera
¡Oh tren que pudo ser del romancero!
Tren del año sesenta
En ti, Antonio Machado llegó a Soria
Entre los chopos y el alcor violeta.

Y Bécquer, arropado y melancólico
En su manta escocesa
Al ver las golondrinas del telégrafo
Imaginó su rima más perfecta.

En un grabado de la «Ilustración»
Apareces cubierto de banderas
De tu inauguración, con un obispo
E ingenieros barbudos, con chisteras.

Aún seguirás corriendo tu trayecto
Casi sin nadie, por la helada estepa,
Por fondas donde dan agua de pozo
Donde braman, trabadas, las terneras.

Mucho he viajado desde entonces; trenes
De Sleepings con sus máquinas eléctricas
Han llevado mi tedio o mi alegría
Por las grandes ciudades extranjeras.

Pero a ti, tren humilde, tren de Soria
Vuela mi corazón: porque tú eras
Alegría inicial de mis veranos
Con equipaje ingenuo de cometas.

  






El viejo mar de los abuelos

Alférez de navío cuya vaca
es la ballena; y por reloj la brújula.
La palmera encendida en papagayos
y el negro azul; cañaveral de azúcar.
Marino del Caribe o Filipinas
que cruzas suaves playas de criollas
con faldas rojas y pañuelos blancos.
Tu timón huele a clavo y a canela
y en la noche del trópico estrellada
visitas -un farol bajo las velas-
al marinero enfermo de escorbuto.
Trae el limón del Sur, trae la vainilla
y el arroz de Luzón y sus corales,
el opio de Shanghai con los marfiles
del elefante de Sierra Leona.
¿Lloras por el landó de la cubana,
cuando iba a oír la ópera a Santiago?
Tu negro piano lleno de sextantes
solloza un vals entre los planisferios.
Dame tu lente, que en el horizonte
distingue el surtidor del ballenato
y la bandera inglesa entre la niebla.
Habla con tu alfabeto de banderas
al mirador de la hija del negrero
cuyos rosales ilumina el faro.
Y pinta, a la acuarela, a Oceanía
con una orla verde de delfines
y un indígena rojo sobre el mapa
con un ojo de cíclope en la frente.

  





Israel

 Como un Patriarca antiguo
Quisiera yo, a la sombra de los haces,
Desnudar el corpiño henchido y fresco
De alguna espigadora; en esa hora
En que los trigos calman sus ardores
Bajo los yertos prados de la luna.
Y prendido de un seno vigoroso
Ser Padre de una raza Macabea
Con nubes de camellos y de esclavas.
Y enterrado en la roca con cien vendas
Que mi momia, ablandada por ungüentos,
Aguardara las voces del Profeta
Que dijera a mis huesos ¡resucita!
Y salir como Lázaro insepulto
Desprendiendo gusanos por las viñas.






   


 Fondo inerte del mar

(Tristeza de la materia)


 El mar tiene otros meses, diversas estaciones
El mayo de las flores jamás llega a sus algas.
Nuestro Enero que nieva los bosques, solamente
Enfría dulcemente la piel azul del agua.

¡Oh gélidos y pálidos jardines submarinos!
¿Sois acaso un infierno de rosas condenadas
Porque adúlteras fueron al beso de la abeja,
Que levantó colmenas de amor, para olvidarlas?

Los peces no hacen ruido y son mudos eternos.
Nadie en el fondo verde sabe gritar ni canta
El mar es un silencio de barro y gelatina
Y se mueren de tedio, sin ciervos, sus montañas.

¡Oh desdichados seres de un mundo primitivo!
Continente anegado donde no existe un alma.
Astro desconocido pegado a nuestras costas
Por quien Jesús no ha muerto y es religión la Nada.

Cuando veo esas masas revueltas, combatiendo,
La bárbara energía, inútil de las aguas,
Bendigo a Dios que ha puesto en mí sangre y espíritu
Y no doy por sus olas la mariposa blanca.

[El almendro y la espada]
  



  


 Perderemos nuestro tiempo

Perderemos nuestro tiempo
como si no existiera la tumba en el final.
Como si fuéramos inmortales,
nos olvidamos de la luna y el mar.

Y nos metemos en nuestro cuarto
a decir la cosa banal,
como si no existiera la Desnarigada
o no se secara el rosal.

Se nos pasan los años hermosos
temblando al pecado mortal;
sabiendo que besaremos la tierra,
dejamos bocas sin besar.

Se nos pudrirán nuestras manos
y dejaremos marchitar
los blanquísimos senos amados
que debimos acariciar.

Si al que esta muerto le dieran una hora
con luna, con viento, con noche estival;
si la carne enterrada pudiera,
para el Amor, resucitar.

¡Cómo degustaría un minuto,
con qué amor volvería a mirar;
qué inmenso sería el roce de un ala,
qué asombroso sentirse vivir y marchar!

Pero si prolongáramos su tiempo,
acaso se volvería a engolfar
en el tedio de las oficinas
y en la monotonía familiar.

Y estaría en el reloj crucificado
perdiendo su corazón por la ciudad,
olvidado de la noche de mayo
o sumando bajo la estrella polar.

Olvidamos que vamos en un planeta.
¿Cuándo ese barquero sabrá
que es el viajero de una estrella
llamada Tierra, de la inmensidad?

¿Saben los pálidos funcionarios
entre sus máquinas de calcular
que están en el mundo de Meteoros,
de Iris y Polo, Misterio y Volcán?

¡Que un Dios, inmenso se nos aparece
en el milagro primaveral
cuando resucitan las momias de insectos
y la madera se pone a brotar!

¡Ay, cuántas horas de diálogo estúpido,
cuántas alcobas sin ventilar!
Sucios amores, estériles años,
¡como si no nos muriéramos jamás!

Vivamos como si fuese nuestra última noche,
que la muerte nos haga gozar
de esa leve plumilla de pájaro
o el perfume de la rosa Carnal.

Y esperemos en las playas futuras,
con un equipaje de Eternidad,
con muchas primaveras plegadas,
como un atlas para navegar.

A que nos diga el Divino Barquero,
en el momento de embarcar:
Pasa, porque amaste a la Tierra
como un corazón vegetal.

[El gallo y la muerte]
  






Inútil primavera

Todo inútil y triste,
como el sol a los ciegos,
la primavera al poste de telégrafo
o la lluvia dulcísima de mayo
a las amargas rosas del océano.
¿Para qué el arco iris
sobre los cementerios?
¿La luna en los salones sin espejos,
el alero sin negra golondrina,
el seno adolescente para el viejo?
¿Para qué el canto mío
sin objeto?
¿Este fuego sin bosque
esta colmena en medio del desierto?
Desde que no eres mía
me pregunto por qué sigo viviendo,
dándole cuerda todas las mañanas
al pobre corazón roto y sin péndulo.
¿Por qué el sol golpeando en mis ventanas
me hace alzarme del lecho?
¿Y para qué el Señor hila esa nube
o hace acuarelas tenues en los pétalos?

  







Diciembre

 Diciembre ha convocado sus hogueras
y el fuego es vegetal; son matorrales
de algún astro terrible; primaveras
de misteriosos seres; rosas de humo.
Diciembre es como un parque
(cerradura oxidada de su verja)
con sus verdes estanques
que hace ya un siglo no reflejan nada.
Es una estatua en triste plazoleta
a la hora del crepúsculo
envuelta por el humo de unas hojas.
Es ese ciervo bajo la luna roja
incendiado de vaho
y en su cielo un papel de calendario.
Diciembre es un tapiz carbonizado
con escenas de caza y fruta antigua.
Una ceniza, blanca, de viñedos.
Ese pastor de barro, en musgo y corcho
por alamedas de candelas rojas.
La uva envuelta en un bronce de campanas
para la boca, fresca, de fin de Año.
Y si en diciembre hubiera mariposas,
¡qué viriles!, ¡de hierro! Los panales,
sellados. -En su pozo el hormiguero
archivando las alas. Mes sombrío
igual que un monte.- ¡Oh perla de diciembre
que insulta al pobre! ¡Oh nieve de los reyes!
Tan suntuosa y cruel como el armiño.
¡Oh mes feudal para el castillo!
Burlón con la cabaña y el harapo.
-103-
Por templar tu rigor hubo un pesebre
y un niño luminoso sobre pajas
calentado por morros de animales
y entre ángeles de luz ultravioleta.









Mediterráneo

 Como un ala, incendiada de azul, Mediterráneo
llameante de corales, entre peces de plata
de esponjas chorreando de sal transparencia
verde el trémulo bulto, de tus rocas ahogadas.

Yo he visto tus orillas, troyanos o fenicios
en tu borde meditan las esfinges rosadas
los frisos de vendimias y guerras entre olivos
rosa espuma del mosto para desnudas danzas.

Pululan en tu hermoso hervidero caliente,
junto a Aquiles desnudos, cardenales de grana;
árabes de la arena, con turbantes de lino,
con la sed -hecha bestia-, llevan tus caravanas.

Tú estrenaste la rosa de Ispahan y el mosaico
y un polvillo astrológico parpadeó en tus terrazas.
César tuvo sus plátanos, y Abderramán, palmeras,
y avanzó, en nimbo de oro, la Galera del Papa.

El Atlántico tiene delfines; tú, sirenas.
Hielo verde es el Báltico, y tú, azahar y naranjas.
No te cruzan las focas con sus pechos de negra,
y tus ballenas llevan Profetas en su entraña.







 Relojes

 Tiene algo de planeta o de sol diminuto;
serpiente en nuestro brazo, ondula de tal suerte,
que no sabremos nunca si oculta en su minuto
el nardo de la vida o el loto de la Muerte.

Y hay una aguja lenta, como guadaña fina.
Y otra larga, que siega los tréboles menores.
Gangrena de las torres, su pulso determina
el fin de los mendigos y los emperadores.

Si es clepsidra, gotea como lágrima amarga;
si de arena, nos pierde por sus breves desiertos;
si de sol, pone sombras sobre el nido y la hiedra.

¡Quién pudiera en los mares dejar su mortal carga,
y desnudo de horas arribar a esos puertos
donde Dios mira al Tiempo con sus ojos de piedra!






   


Monje raspando un pergamino

 Bajo la tersa mano del monje casi ciego
de enroscar sierpes de oro en rojas iniciales
como un arroyo fresco aún canta el verso griego.
La hermosa Juno, rubia entre sus pavos reales.

Sonríe junto al Cristo la calavera muda
y llegan desde el coro los salmos de ceniza,
pero en el viejo texto nace aún Venus desnuda
y el caracol marino bajo sus pies se riza.

Raspa del pergamino a los blancos corceles
peinados, por efebos, las crines en la espuma
y copia en letra gótica una oración severa

de esos Padres del yermo con el Amor crueles.
Pues sabe por ser joven que ilesas a su pluma
las diosas resucitan en cada primavera.

  

   


 Desesperación cansancio

 ¡Qué bien estaba yo en el siglo trece
cuando ni sombra ni proyecto de hombre
en la mente de Dios, era mi sangre!
¡Oh la nada perfecta!
¡Oh cementerio de los no nacidos!
Cuando no era ni un hombre que levanta
un mundo de recuerdos,
antes de conocer la arteria, el beso,
y de mover como un remo las manos,
antes de dejar lágrima o luto,
de que heredara un gesto nuestro hijo,
sin estela de pelos ni de dientes,
sin engarzar el humo de los sueños,
un corazón de músculos vendado,
sin peso, sin volumen y sin sombra,
sin ataúd, sin lágrima o promesa
de arcángeles, esferas, limbos, glorias
libres de esclavitudes y medidas,
de sexo, de los nervios o la fiebre.
En el río de lotos del olvido,
en la costa sin ruido de lo obscuro,
allá, sin sitio, en las nadas inefables,
donde el humo parece un hierro enorme
y tiene un peso de montaña exacta,
la sombra de una rosa con la luna,
anterior a los números pintados,
antes del esqueleto y de las águilas
a la nada absoluta, más perfecta
que la nada de ortigas de la Muerte.
La Nada, cuyos bordes infinitos
huye Dios mismo con temor de ahogado.

  






 El pájaro de las fotografías

 ¿Y qué fue de aquel pájaro
de las fotografías? Franzen,
Kaulak,
vosotros le teníais.
Salía
del jardín misterioso de la cámara oscura.
Agua, el cóncavo lente,
en donde se miniaban las terrazas sin flor de los telones.
Niños de Comunión
te soñaban distinto,
con plumas de color y largas colas.
¡Oh, pájaro lejano!...
Siempre en la eterna víspera de un vuelo
o de una aparición que no llegaba.
Gelatina con agua,
iris bajo los paños.
Por el jardín oculto que se veía
en sus bordes de niebla,
por la placa sensible
que la luz hiere y mata.
Los ojos asombrados de los niños,
en todos los retratos de la tierra,
están mirando tus hermosas alas.

[Varia poética]









GUILLERMO DE TORRE [9378]

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Guillermo de Torre (Madrid, 1900 - Buenos Aires, 14 de enero 1971) fue un ensayista, poeta y crítico literario y de arte español perteneciente a la Generación del 27. Sus restos descansan en el Cementerio de La Recoleta, de Buenos Aires, junto a los de su mujer, Norah Borges, y a los de su suegra, Leonor Acevedo Suárez.
Más reconocido como importante crítico literario y de arte español, fue, sin embargo, uno de los impulsores del ultraísmo, también con su trabajo poético, en sus comienzos. Después de la publicación de los poemas ultraístas Hélices (1923), se orientó definitivamente al cultivo del ensayo literario y artístico, donde se destacó como comentador del fenómeno estético vanguardista. Fue colaborador habitual de Revista de Occidente, Sur y El sol, y fundador, junto con Giménez Caballero, de La Gaceta Literaria (1927) y, junto con Pedro Salinas, de Índice Literario (1932). Desde 1956 fue catedrático de la Universidad de Buenos Aires, donde fijó su residencia. Sus volúmenes más importantes son: Literaturas europeas de vanguardia (1925, reeditado y ampliado en 1965), La aventura y el orden (1943), Problemática de la literatura (1951), Las metamorfosis de Proteo (1956), El fiel de la balanza (1961) y Tres conceptos de la literatura hispanoamericana (1963).

Obra Poética

Hélices, Madrid, Mundo Latino, 1923; reedición facsímil a cargo de José María Barrera López, (preliminar de Miguel de Torre Borges), Málaga, Centro Cultural de la Generación del 27, 2000.






Pararrayos

 Un vuelo de miradas acribilla la noche

Cada relámpago
es un ojo de Argos
El viento nos golpea con sus puños
La tempestad dispara sus pistolas automáticas
Las estrellas tocan a rebato

La noche se extravía
y tactea los cuatro puntos cardinales del horizonte
Los tejados inundan sus lagrimales
Descarrila el tren de las horas
La tormenta enciende sus carteles eléctricos

Todos los transeúntes
cambian sus reflejos
se encienden y se apagan simultáneamente
En la pizarra atmosférica
se dibujan los guarismos relámpagos

Epilepsia de las alturas
Dios deposita sus injurias en los pararrayos
Cuándo
el pirotécnico celeste
agotará su stock de cohetes?

  


  


Inauguración

A Émile Malespine


Prètez votre concours à une aeuvre de charité
Le monde est à recommencer

Paul Morand, Feuilles de température               


El paisaje se descontorsiona
       en el desperezo matinal

   Hay redobles de luz sobre el tambor
   de los relojes proyectores
   que aperciben las flechas del color

Desnuda
       sobre la giba azul de las colinas
    la mañana limpia sus espejos

       Los dedos de los árboles
    rasgan los últimos velámenes nocturnos

Sobre los raíles del horizonte
    gira el semáforo blanco
      y el día pide vía libre

    Los primeros cohetes lumínicos
enhebran          las más distantes lejanías

El disco de la aurora
      cae maduro
    desde los mástiles celestes

En los ríos sonámbulos
      ya late el pulso del paisaje

Retornando de su evasión en las sombras
los jardines prisioneros          a través de las verjas
      nos miran con sus ojos verdes

Los álamos sacuden su melena
donde nidifican estrellas olvidadas

En los cánticos ortales
       hay una siembra de ojos nuevos

   Gira la gran rueda matinal
       tejida por radios solares

Todo se articula

       Y a la luz de los engranajes
      arde la inauguración clarisolar

  






 Madrigal a bordo

A Teresa Wilms: In memoriam


Mar sincopado
Olas efervescentes
Un transatlántico

      Oh mujer enredada en gestos enigmáticos

Tú desnuda sobre cubierta
       rimas la cadencia del silencio

En tu garganta
      se enrosca la rosa de los vientos

De tus sortijas lunares
      penden todos los puertos

Sobre tus muslos rueda
       la bola de los hemisferios

En tus miradas emergen
       paisajes submarinos

Un collar de ciudades
       ciñe tus senos hesperidios

Tus palabras
       resumen las perspectivas inholladas

Tu sonrisa
       prevé el adiós de las escalas

Jugadora de los trópicos
sobre el puente del amanecer

    Cuántas rutas en el libro sin páginas
      de tu lírico remember

Sirena resurrecta
-con alma de mujer?

El barco danza un vals nostálgico
   Nostalgia de tu psiquis cosmopolita
      que ha visto el revés de los horizontes

      Armando tu red sobre la popa
       te sorprendió un erótico temporal

La luna exangüe
Tu sonrisa salobre
Y la noche acribillada

Adiós          ondina irónica
       interrogación del buque jovial

Tu voz ya solitaria juega al corro
con la voz innumerable del mar

  






 Autorretrato

 Los cables cuadriculan el horizonte
y subrayan mi cabeza incrustada
en la marea
de líneas subversivas
Descomposición prismática cubista
Los velos de locomotoras
ribetean el cuadro móvil simultáneo
La estancia se sale de sí misma
Mi frente al nivel de un rascacielos
Mis ojos iones que buscan su cátodo
Una humareda se deshoja en la copa del balcón
El biombo se abre como un periódico gigante
Los surtidores de libros perforan el techo
Y las líneas evadidas de los cuadros
triangulizan las rosas amarillas de los panneaux

Pero          cómo soy yo?
Ved los cuadros amicales
Gallien me cree un Pierrot
Barradas          una figura de dos dimensiones
Delaunay me pulveriza en colores
Vázquez Díaz halla el reverso pensativo de mi medalla
Y Norah profundiza en el boj
las líneas de mi sonrisa apasionada
Todo yo superpuesto
a un paisaje de feria urbana

Constelación de leit-motivs
en el zodíaco de mi adolescencia
La Girándula
La Hélice
Y el Vértice
Circuito de mis evoluciones:
Del barroquismo a lo jovial
Un síncope de esdrújulos
acelera mi vida mental
Un silbido de locomotoras
y un perfume transoceánico
me echan al cuello sus brazos
La pleamar sube hasta mi espejo

Quisiera estrenar la vida cotidianamente
practicar el simultaneísmo estético-accional
y oprimir todas las mañanas
el resorte de horizontes dispares
Amo la bodeleriana soledad poblada
y la elegancia siempre fresca en el ojal
Tras el intermedio cómico
y el tacteo preliminar:
Construcción noviestructural

Un viento de estrellas
mueve mi corbata y mi nostalgia
(En los entreactos
con un gesto burlesco
de jugador experto
arrojo sobre los acéfalos
el cubilete de mi léxico)
Mi mejor amigo el espejo
Una meta          siempre en la altura
-20-
Y un amor pluricorde
de la mujer tangencial

Iconografía provisional?








 Naturaleza extática

A Juan Gris


 Un segmento de luna
       sobre la bandeja

El corazón de la granada
       es un abanico del iris

La guitarra la pipa y el periódico
       disecados como loros

Palpando entre el mosaico
       el vidrio canta sus reflejos

A través de la ventana          bastidor del sol
      el viento afina sus cordajes

Desconsolada          una guitarra
   con las clavijas sueltas
       enmaraña su testa









JUAN SIERRA [9379]

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Juan Sierra
(Sevilla, 1901-1989)
En la necrológica publicada en el diario El País (13-IX-1989), Carlos Colón definió así a este raro poeta: «Funcionario de Hacienda hasta su jubilación, dedicó su vida a cultivar despaciosamente una vena poética que entroncaba por un lado con la modernidad y por otro con la tradición barroca sevillana. Sólo publicó cuatro libros de poesía [...] y una antología de artículos reunida bajo el título Sevilla en su cielo. Fue uno de los fundadores de la revista Mediodía y compañero de todos los grandes poetas que convirtieron la Sevilla de los años veinte y treinta en capital mundial de la poesía. Sevillano de frialdad y finura, vivió los últimos años de su vida en apartamiento, ceguera y sabiduría, como un viejo rabino de Rembrandt».

Obra poética

María Santísima, Sevilla, Mediodía, 1934.
Palma y cáliz de Sevilla, Madrid, Afrodisio Aguado, 1944.
Claridad sin fecha, Sevilla, Gráficas La Gavidia, 1947.
Álamo y cedro, Sevilla, Renacimiento, 1982.
Poemas, Granada, La Veleta, 1992. Prólogo de Jacobo Cortines.

Bibliografía

Cortines, Jacobo, «Claridades con fechas», en Poemas (1992), págs. 9-13.
Ruíz-Copete, Juan de Dios, «El esplendor de los "domésticos"», en Poetas de Sevilla, Sevilla, Caja de Ahorros Provincial de San Fernando, 1971, págs. 181-184.






Trafalgar

A Rafael Laffón


 En el perfume de una alcoba recién esterada

Encima de la cómoda
en un fanal con amores napolitanos de piernas de leche y bigotes finísimos
Cuando los cristales de los balcones muy bien cerrados
permiten que se comuniquen todos los cuartos con temerosas claridades de ascensión
y se distinga perfectamente el fondo de los cuadros más altos
Hay cajones que nunca podrán abrirse
en la certeza de que el mar es más temible mientras más azul

Entonces
Cuando un mediodía nos demuestra
que el recibidor del convento recorta en amarillo un chorrear de pájaros
y que los bancos de sal se hicieron con velas de fragata bajo un reinado femenino
Cuando alardean las playas su seguridad de ser olvidadas

Entonces
En la analogía de los sillones de plata con el resplandor de los inventos a cuarenta por hora
En la peluca de la anciana que zurce ropa bordada
en el rayo de sol que abre un domingo la soledad de la casa
En esa hora en que el almanaque no sirve para nada

El almirante encorsetado en oro exprimiendo su pecho lazos de seda blanca







   


Cristales frente al puerto

A Francisco Pachón

 No sólo el desparpajo de los ladrillos ante la muerte de un padre de familia
Ni la cerveza dominguera entrando a sangre y fuego en los metales de la feria
Sino todavía una lumbre asiática amortiguada
en la convalecencia de panales y cuervos
O una tregua en aquel desorden resbaladizo del norte que exportaba corazones bajo la nieve.
Pero en todo caso
El sofá de la tarde
que ya se va enfriando en los postes de amarre
resecos
de batallas navales
o en el armisticio que firma un labio de mujer cuando se le dice bella
a la luz donde los titiriteros se remontan a fuerza de hambre
y los corales raídos del aire friegan el urinario
de nuestra conciencia que va desnuda
por un alambre de angustia
a los mataderos del cielo

  





 ...CTS. (Todo comprendido)

A Ernestina de Champourcín


 Ese tranvía que barre las acacias de una avenida Sur
perfecciona un airoso túnel de sombra
a la temperatura en que fermenta un santo
entre claridades de ácido fénico y osamentas irónicas

Es la hora en que los soldados se visten de gala
con picos de nieve cruzados de sol
y las más altas bibliotecas trillan su ciencia en la flexibilidad del mar

La disciplina del mundo se quiebra en esa sombra que dan los eucaliptus
plantados en los andenes de las estaciones solitarias

Más tarde
un bergantín a contraluz soñaba el peso de las distancias
cuando el amor inventó el ángulo recto
Los aires refrescan epílogos de jazmín
en la nuca verdosa de administradores incorruptos
Yo lo he visto desde las laderas del crepúsculo en el mes de junio
El murmullo de Italia
ahonda el trote de esos caballos negros que llevan violetas en las sienes
Los colegios del Norte demandan la intrepidez rosa de la carne vencida
y la sal antigua sorprende un retablo hecho con oro de almendras
Mi afán morado se resecaba entre la angustia de los dos Continentes
y mi corazón corría al nivel de esas estanterías con baranditas
que existen en el interior de los grandes almacenes de calzados

Era en los comienzos del siglo XX









Bombardeo de poblaciones abiertas

(Sevilla, 1937)

A José María Cossío


 Se ahogó el silencio en una tumba sin poros

Las calles se han regado con una claridad de inmediato suplicio
El espacio de los ángulos refleja una agresividad contenida
A los pájaros como siempre no les importa nada de lo que ocurre
El campo siempre ha sido aquí blando y verde
Siempre han brillado en el río los materiales de esta ciudad
Un pequeño vendedor de periódicos escudriña el cielo
Donde se rumorea una esbeltísima experiencia de motores

De pronto una estrepitosa novedad que retiembla
Y molesta mucho
A las bestias enganchadas en los carritos comerciales de reparto
Es la defensa antiaérea que ataca
Grandes pisotones lentos y negros sobre la tierra le contestan
Son los que realizan el servicio
Todas las digestiones se cortan con una frialdad despreciativa
Todas las azoteas alumbran resignadas el centro de su espoleta
Los ojos de las jóvenes compadecen a un moribundo invisible
Vemos que nuestra madre es también una criatura muy pequeña

Siguen las salvas en honor del gran cadáver del silencio
La luz se ha recogido en el aire con una serenidad de otro tiempo
Yo pienso en las naranjas embaladas que están sobre los muelles obligadas a jugarse la vida
Los enormes émbolos del odio vuelven a sacudir profundamente la tierra
Ya los relojes marcan sangre arrabalera entre vigas y ladrillos
Todos los años que puedan quedarnos de vida son manteados con indiferencia por una gran burla
La ley de la gravedad se desarrolla majestuosamente con una ira correctísima
Algo se reza mientras los oídos vigilan escondidos a la muerte

El silencio ha vuelto del cloroformo
Una soledad de geranios fracasados ya tomó nota de la venganza
La Cruz Roja vuela entre teléfonos y calles desiertas
La sirena final anuncia que el día ya ha envejecido
Y nosotros por esta vez hemos tenido suerte

[Claridad sin fecha]
  







 Ayer y hoy

 De un alba negra y lisa sin recelo
y un sabor a galleta tripulante,
nació este no fijarse en la medida
que sueña un halo para cada cosa.

De un pecho bajo y firme para el lloro
y la blancura opaca vigilada
por los palos de aquel barco noruego
atracado muy lejos de los muelles.

De un morado y sexual rapto de nube
a caballo en la luna de mi infancia
entre el verde alumbrado de las ocho
y el ramaje movible de algún cine.

De la niebla de aquel despacho donde
con legajos de un húmedo silencio
se hallaba disecada en su vitrina
la fragata que un día mandó mi abuelo.

De la piel de unos ojos en el claro
tibio cielo de marzo el año aquel
de barro y lluvia en que la primavera
sólo lució en las piedras de la calle.

De la sombra de añejo oro pulido
con manzana del trópico y almendro
o nublado regalo junto a un río
al acecho de música y piragua.

De algo de todo eso fue mi ayer:
demasiado altas las estrellas
para el regazo de quien oye un tiro
buscando caracoles en la playa.

Hoy que ya fue alejada en lo preciso
la joya del recuerdo al aire libre
sólo quiero la paz de lo que tengo
sin muebles con señales de naufragio.

Por un minuto de virtud serena
doy el amor más áspero y durable:
el amor que este clima de mis huesos
lleva -oh ángel de tierra- en su memoria.

Hoy mi dolor lleva el sonido claro
de muchas aguas como si tal cosa:
el perenne sonido que el azogue
del alba oye en los mares de mi sueño.

Sólo quiero girar la redondela
del Arte en el silencio de mi vida
por si logro vencer en lo posible
la sonrisa de algún marino loco.

Dejar en oración de pardo vuelo
ese beso tan grande nunca dado
que sepulta lo ciego de mi pena
con chaquetas de mármol en el aire.

Y a ver cuándo soy yo uno de esos muertos
que arrojan a diario las ciudades
en su promedio sol de defunciones
sin que el té de la noche se suspenda.








Sueño

Para Abelardo Linares


 Anónimo, profundo, varado en la negrura,
un viejo buque yace junto al acantilado.
Un silencio pirata funde su arboladura
con la grandeza inmóvil y triste del pecado.

¿De qué amatista isla o nodriza ternura
descolgó un mudo gajo de horror lo inesperado?
Bajo aquel luto ciego de coral y amargura
surge la pena en vilo de cuerpo ajusticiado.

Y no son malhechores de Cantón o de Riga
los que aflojan el pecho mandíbulas y bocas
que amortaja la luna con cintillos de guerra.

Ahorcados, tallados en las húmedas rocas,
con el puñal del alba cosido en la vejiga,
son marineros lentos de la dulce Inglaterra.






  


Isla de Panay

 Aún queda un resto de telescopio en el zaquizamí donde se pudren
las casacas galoneadas de los marinos
Aún resiste mi tía Paca tras los cristales de Cádiz su viudez
Allá va un sol contrabando de suspiros a cada golfo del atardecer
El mar se deja robar sus conchas por la mirada de un pobre hombre
Aún el oro es amarillo y Trini es un nombre

Yo me amplío tenue de malecones encendidos
al país donde la gente no se levanta para hablar
y las niñas moderan su risa en valles de percal
Mi corazón silba en gasas de ron
en etiquetas de esas botellas que no se venden nunca
los días en que las banderas caen por su propio peso

En las factorías se embalsaman las madejas de aire
El invierno se inclina hacia atrás como los palos de un navío
No quiero hacerte comprender lo que hay más allá del horizonte
Deja que las colonias se cautiven los domingos
y ese retumbo de pozo que nos recuerda los primeros salones de cine
Alegría de naufragar que brota en las aceras desiertas
Esperanza ya antes de nacer
todavía en el vientre de nuestra madre
de un clima con sordina de olvido

  




   


Un corto paseo

 Estos paisajes son de cuando yo ya hubiese muerto
Algunos amigos de mi edad han muerto y no verán estos paisajes
Dios mío yo me aprovecho y los veo los miro antes de morir
Veo este progreso de la ciudad este cielo que se compadece de toda esta juventud
   agobiada por la dictadura del trabajo
bajo la enorme generación de la especie humana
sin rincones de tabernas inglesas con barriles pintados de negro y rojo
sin clima ni horizonte para que sueñen lejanías mis ojos
sin fragatas ni islas desconocidas donde se profundice mi virtud
sin recogimiento de cales que archiven tragedias familiares
sin oro de retablo de iglesias pueblerinas que me apartaron de alientos de mujeres

Estos espacios residenciales estos bloques enormes de viviendas con sus pedruscos
    grises exiliados en sus parterres
son fríos a mi recuerdo
son extraños a mí
son para los jóvenes no para que yo los disfrute
Parece que los estoy mancillando con mi presencia
como si me recreara en los pechos de una tanagra

Yo creo Dios mío que ya ha llegado irremisiblemente
naturalmente
mi hora de morir
Supongo que voy muy retrasado en mi muerte










La vejez

Para Alejandro Mateu Ros


 Aquí estoy sometido al tiempo
altivo por la costumbre del dolor
mi corazón ya herido para siempre

Ningún ángel infantil sostiene mi mano
ningunos ojos compadecen mi firmeza
estoy solo
solo y terrible pero pienso
pienso en recuperar algún día el amor que no supe tener a los que me amaron
en poder ofrecer alguna vez a mis muertos la nobleza de mi silencio la tortura de mi
   sangre los trabajos de mi esperanza

Aquí estoy al borde del final
ya falta poco para que termine
esta lucha admirativa por la frescura del mundo
esa ráfaga olorosa que iluminaba aquellas noches primaverales de la juventud
ese breve saludo que se cruza entre dos desconocidos
mientras regresan a su barrio después de la jornada
esta inmensa obligación de permanecer en la vida
esa palabra del hombre que juega suelta en el aire de la Creación

Cuando todo esto desaparezca
cuando todo termine
envíame señor ese ángel infantil que sostenga mi mano
esa mirada tranquila que compadezca mi firmeza

  





  


En un pueblecito de Milán

Los amigos se habían ido
Y quedé solo en aquel bar al borde de la carretera
Solo con todo el dolor de mi cuerpo con todo el peso de mi vida
Había una quietud suprema un silencio extraño y diferente
El silencio como un duelo con la conformidad inapelable del mundo
Yo estaba en un pueblecito de Milán
Pero no se veía el pueblo
No se divisaba ningún caserío en mucho alrededor
Acaso alguna pequeña fábrica aislada como una prisión en la tierra calurosa de junio
Ella cruzó con el último sol de aquella tarde de verano
Cruzó aquella muchacha la carretera montada en su bicicleta con dos botellas de leche
   colgadas del manillar
¿Quedaría muy lejos el pueblo?
¿Llegaría tarde esta muchacha a su destino?
¿A lo largo de los años se ensangrentaría con la corona de los celos?
Yo seguía inmóvil frente a mi gran copa de coñac en aquel bar solitario al borde del camino
Inmóvil e ignorado por todo el universo
Lenta rueda la bicicleta de la muchacha segura de sus recados
Y lenta rodaba la tarde al aire libre de presagios
Mientras el tiempo se devoraba a sí mismo sin consumir nunca la inmensidad de su angustia

Muchacha cruzaste muy despacio por la carretera
Pero también cruzaste muy despacio por la tierra de nadie que atraviesa mi alma
Al final de los siglos recuérdame Señor lo que viví en ese pueblecito de Milán
Abrázame con aquel momento de dicha misteriosa y amarga
Abrázame con aquella muchacha de la bicicleta con aquel cielo resignado a su color
Abrázame con aquel instante silencioso desierto postrado en lejanías de tristeza insondable

[Álamo y cedro]


   

JOSÉ MARÍA QUIROGA PLÁ [9380]

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José María Quiroga Plà
(Madrid, 1902-Ginebra, 1955)
  
José María Quiroga Plà inició su carrera literaria próximo al ultraísmo (llegó a anunciarse un libro suyo titulado Motivos del Ultra); antes de la guerra anticipó en revistas su libro Baladas de acordeón, neopopularista y lorquiano. Cultivó también -fugazmente- la narrativa (con un cuento escrito en colaboración con Pedro Caravias ganó el premio de relatos de la revista Buen Humor). Tradujo a Proust, continuando la labor iniciada por Pedro Salinas. Fue secretario de Unamuno, con una de cuyas hijas se casó. Tras la guerra civil, se exilió en París, donde publicó Morir al día, su libro más significativo, agónico y unamuniano, bien lejano de los escarceos vanguardistas de la preguerra. Buena parte de su obra inédita se extravió tras su muerte.

Obra poética

Morir al día, Sonetos 1938-1915, París, E. Ragasol, 1946; 2.ª, ed., Madrid, Molino de Agua, 1980.
La realidad reflejada, México, Fondo de Cultura Económica, 1955.
Poemas inéditos, en Rafael Martínez Nadal, Miguel de Unamuno, dos viñetas y José María Quiroga Plà, hombre y poeta desterrados en París (1951-1955), Madrid, Casariego, 3000, págs. 225-271.

Bibliografía

González Muñiz, Miguel Ángel, «José María Quiroga Plà», en Morir al día (2.ª, ed., 1980), págs. 7-14.
Martínez Nadal, Rafael, Miguel de Unamuno, dos viñetas y José María Quiroga Plà, hombre y poeta desterrados en París (1951-1955), Madrid, Casariego, 2000.
Semprún y Gurrea, José M. de, «Prólogo», en Morir al día (2.ª ed., 1980), pág. 19-28.
  






Nocturno del desterrado

La luna, trotacalles de la noche,
sube conmigo al taxi y me acompaña,
la mano en mis rodillas. Desde el coche,
cuna de azar, mi sueño vuela a España.

Cuando a la sombra vuestra dejé puerto,
¡qué lejos, torres de mi Salamanca!
¡oh agonía de amor, de manifiesto,
con letras negras en la piedra blanca!

Agonía de amor, y la agonía
de la tierra, y los hombres contra el muro,
crispado el puño que la muerte enfría...

¡Y esta ansia desgarrada que confía
volver a hacerte tuyo en el futuro,
cara a cara y en paz, mi España, un día!

  






 Soñando voy, España...

Soñando, España, voy con tus caminos
en mi vagar, al Sena paralelo;
soñando con tu claro y alto cielo,
con tierras de encinar, montes de pinos,

trigueños llanos, viñas y olivares;
que en pan y aceite y vino y campo, al viento
especies vivas de tu esencia -siento
írseme el bien de los perdidos lares.

Soñándolo y soñándote distraigo
del hoy de hieles y el mañana incierto
el corazón y el pensamiento míos;

de tu recuerdo en el regazo caigo,
y en él me empuja la esperanza a puerto,
la dulce agua batida de tus ríos.

[Morir al día]
  







 [La ventana...]

 La ventana... Una ventana
para orear y asomar
el corazón a la mar
perennemente lejana

y ver pasar, por el zarco
fondo de la atardecida,
la estela de nuestra vida,
múltiple con tanto barco,

con tanto salto del viento
y con tanta isla desierta,
con tanto rumbo no escrito.

¡Ventana! Y el pensamiento
como una pupila abierta
de asombro ante el infinito.









[¡Qué aljibe de claridad...!]

 ¡Qué aljibe de claridad
la plazuela del convento!
Se le duerme encima el viento
y en derredor la ciudad,

ciñéndola como tapia
entre cuya tosca piedra
cuarteando va la hiedra
memoriales de prosapia

en tanto, por el bardal,
descuelga en hebras morosas
la atardecida su miel

hasta el desmayo carnal
con que se aplasta en las losas,
pisado y sucio, un clavel.

  







 [Abre los ojos...]

Abre los ojos. Ahora
ciérralos, para mejor
aquilatar el primor
con que dibuja la hora

su hermosura, en filigrana,
a través de la hermosura
somera, en que a fondo apura
su paleta la mañana.

Y si tu cámara oscura
a dar por trasunto al día
formas de capricho empieza,

no pienses que desvaría:
que también la fantasía
se llama naturaleza.

  




  


 [Deja dormir el pasado]

 Deja dormir el pasado,
en subterráneo desierto,
con su vago olor a muerto
y su cielo abovedado.

No caces en él. Reserva
tu atención apasionada
para oír, de madrugada,
crecer el sol y la hierba.

En la cantera del día
aprende a picapedrero;
a ser herrero, en la fragua

de la pena y la alegría.
Corta la flor del romero,
que no se la lleve el agua.

[La realidad reflejada]








JOSÉ DE CIRIA Y ESCALANTE [9381]

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José de Ciria y Escalante (1903-1924)

José de Ciria y Escalante
(Santander, 1903-Madrid, 1924)

De José de Ciria y Escalante, una fugaz sombra en la poesía de los años veinte, han quedado unos pocos poemas, muy de época, y el conmovedor memento de un soneto de Lorca («delicado giocondo, amigo mío»). César González-Ruano traza de él esta rápida viñeta: «José de Ciria, santanderino, murió muy joven, era rico y vivía con su guapísima madre, Lola Escalante, en el Hotel Palace». Guillermo de Torre, en su obra Literaturas europeas de vanguardia, lo encuadra entre «los ultraístas de secuencia creacionista». Y añade: «Este malogrado compañero, arrebatado cruelmente a la vida en sus floridos veinte años, publicó escasos poemas, recopilados póstumamente por los que fuimos sus amigos. A los diecisiete años, "con la corbata azul de las ilusiones sobre el pecho y bien apercibido el rifle de las imágenes" [...], compuso delicados poemas que muestran su fresca sensibilidad y la buena puntería de un cazador lírico». En 1920 codirigió el primer y único número de la revista Reflector.

Obra poética

José de Ciria y Escalante [Poemas], Madrid, Artes de la Ilustración, 1924; 2.ª ed., Cáceres, Norba, 1991. Introducción de José Luis Bernal.
Obras (ed. Leopoldo Rodríguez Alcalde), Santander. Librería Moderna, 1950.
Quincena ultraísta (ed. Arturo del Villar), Madrid, Los Libros de Fausto, 1983.

Bibliografía

Rodríguez Alcalde, Leopoldo, «Estudio», en Obras (1950).
Villar, Arturo del, «Imagen difusa de José de Ciria en su tiempo» en Quincena ultraísta (1983).
VV.AA., «José de Ciria y Escalante», en Peña Labra, núm. 18, Santander, invierno de 1975-1976.
  





Reloj

Para Adolfo Salazar

 La madre abadesa
reza
con voz de estrella
Las novicias se han dormido
soñando
con los trasnochadores
La pantalla cinematográfica
aborta
un paisaje lunar
Y en lo alto del FARO
el torrero y su novia
se dan un beso en la boca
Los luceros agitan
las campanillas

  






Verbena

Para Eugenio Montes


 Las carreteras vírgenes
cogidas de las manos
ofrecen sus vientres desnudos
a los aeroplanos

       En un beso sin alas
       me remonté a una estrella

Aquella nube blanca
que me enjugó las lágrimas
hoy ha muerto de pena

De mi sortija penden
todos los merenderos
y en mis hombros reposan
los senderos
HE CAÍDO
Las miradas de todas las doncellas
se habían enroscado en mis pies
ADELANTE
El humo de mi pipa pita como un tren





  


 Angustia

Para Mauricio Bacarisse


 Los árboles gimnastas
que han saltado en la pista
van recogiendo aplausos con el pico

      Las banderas desnudas
      sollozan en sus cárceles

Canciones insospechadas
naufragan en mi pecho

    El otoño ha deshojado mi cartera

      Un lucero extraviado
       me canta junto a la almohada







 Espuma

 Las banderas rebeldes
cruzan los horizontes
Cristo
sobre las aguas
apacienta el rebaño de las olas

  






 Jornada

Para Isaac del Vando-Villar, cuya sangre está plena del optimismo quieto de una media verónica


Mis ojos se han manchado
de Sol
Todos los ruiseñores tienen un libro
abierto

¿Será de Campoamor?
Al traje de Belmonte
le apolilló una estrella
El toro ha destripado con sus cuernos
al Sol
Y todos los recuerdos
se han vestido de blanco
en mi corazón

[Poemas]


   




YELAINE MARTÍNEZ HERRERA [9382]

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Yelaine Martínez Herrera / Cuba

Nació en Las Tunas, Cuba. Se graduó de Licenciatura en Periodismo en el 2012, en la Universidad Ignacio Agramonte Loynaz, de la provincia de Camagüey.
Tiene numerosos reconocimientos en Festivales de Artistas Aficionados y 
Encuentros Debates de Talleres Literarios. Ha sido premiada en varias ocasiones por sus décimas y su poesía. Primer Premio en el Concurso Nacional de Literatura “El Ballet Nacional de Cuba desde la Perspectiva de un estudiante universitario” (Crónica, 2010). Tercer Lugar en “Encuentro Nacional de Literatura Gertrudis Gómez de Avellaneda”, 
de la Universidad de Camagüey (Poesía 2011). Premio Especial en el Concurso Nacional Luis Suardíaz Rivero (Poesía 2011). 
Obras suyas aparecen en la Revista Cultural Quehacer (Las Tunas) y en las Revistas Universitarias Alma Mater y Resonancias, así como en folletos con motivo de la Jornada Provincial de Poesía Gilberto E. Rodríguez y la Feria Del Libro y la Lectura en Las Tunas.
Una selección de sus poemas fue incluida en una Antología de Poetas Tuneros, 
actualmente en proceso de edición. El poemario suyo Tatuajes en el alma será 
publicado próximamente por la editorial Letra Viva. Trabaja como Reportera en el Periódico 26 de Las Tunas, Cuba. 




MIEDO

Después del abismo
 todos los miedos son iguales
¿Cómo inventarme un barco
que resista la tormenta?
Dios es un enigma.
Antes amé los cristales,
ahora odio sus reflejos.
¿Cuándo acabará el festín de las máscaras?
Habría que viajar hasta los dinosaurios
y morir por ellos para ser diferentes.
 Sigo sin entender los imanes.
Tan solo una migaja sostiene el futuro.
Démonos las manos
para sentir las espinas de Cristo.
La soledad y el infierno
son obras de un mismo alquimista.
Me duelen las uñas,
                             el cabello,
                                      mi sombra.
No hay Ariadnas,
                  Penélopes
                         ni Ulises.
No me digan que en las hogueras
crecen jazmines.
El crepúsculo abrió sus alas
 antes que Minerva.
Por suerte,
 alguien apresó los girasoles.









CRIATURA DIURNA

La vida es un sortilegio,
amenaza con sus ecuaciones,
me enseña a odiar los senderos del olvido
donde crecen noches, solo noches.
La vida es una criatura diurna.
Ama la soledad, los balcones,
persigue ensueños,
otras vidas comunica a sus muertos.
¿Qué sería de la vida sin
diciembres y eneros policrómicos?
Miente bien cuando es grande la verdad
y la mejor mentira es utopía.
¿Qué será de la vida sin gorriones ni alcoba,
 sin migajas en el rostro de Cristo?
La vida —canguro de la suerte— me responde.









 PARALELISMO

La ciudad sobrevive a nuestros aplausos,
 teje conflictos con la certeza de la incertidumbre,
entre seres desconocidos.
La ciudad, pez sin nombre que bifurca sombras,
ancló mi fe en una esquina.
Ahora siento sus tatuajes en el alma.
Arden sus huellas.
La mirada miente porque no sabe que afuera
hay un mundo paralelo.
Difícil entender el canto de sirenas mudas.
Dime, ciudad, ¿cómo cobijas tantos muertos?
Tus caprichos son otros.
No te culpo de amar la inmunidad de un beso en tus portales.
Ciudad de puertas y roedores,
Otra vez la lluvia te desnuda.







CRISÁLIDA DEL MIEDO

Mi vida es un espasmo azul,
 utopía,
             un silencio que huye eternamente,
                          una mueca,
                                   un absurdo.
Almaceno sonrisas,
                 huracanes en la piel,
                                         puentes.
Hoy duermo con Dios,
 mañana con el diablo.
 Soy viento,
          desmemoria,
                      penitencia esclava del suicidio.
 No existe un aleph para fugarme,
otro cielo donde caminar.
No tengo alas ni barco,
solo vísceras con olor a miedo.
En una esquina del cuarto Dios observa.





GRACIELA GUERRERO GARAY [9383]

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Imágenes integradas 1

Graciela Guerrero Garay /  Las Tunas, Cuba.

Periodista, poeta, narradora
Cursó sus primeros estudios en la escuela Cristino Luís Manuel, Las Tunas. El sexto grado lo hace en el centro Jesús Argüelles.  Los estudios de Secundaria Básica los realiza en la ESBU Cucalambé, Las Tunas, donde termina esta enseñanza.
En el Instituto Luís Urquiza Jorge, Las Tunas, empieza y concluye los estudios medios superiores.
En la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, matricula Periodismo. Sus prácticas pre-profesionales comienzan en el Periódico Adelante, Camagüey, con trabajos seleccionados para concursos. Iguales resultados obtiene en el periódico Juventud Rebelde y el diario 26. Su Tesis de Grado recibe máxima calificación y es recomendada como referencia para investigaciones sociales y periodísticas. Se graduó en febrero de 1982.
Inicia su desempeño en el Diario 26, obteniendo notables resultados. Mejor Joven del Municipio en 1982. Periodista destacada de la provincia. Jefa de Información en el “5 de Septiembre” (Cienfuegos), 1983. Premio Reportaje en concursos provinciales y la Editora, 1984, 1985. Mención Concurso Revista Mujeres, Cuento (edición mayo/1985, con Lluvia Amor). Periodista Destacada 1983, 1984, 1985 y 1986. Periodista Cumplidora de la Agencia de Información Nacional, Corresponsalía Isla de la Juventud, 1986. Jefa del Departamento Informativo- Económico Periódico Victoria, Isla de la Juventud 1986-1987.Reportera Destacada y Premio en Crónica, Entrevista y Artículo 1986 – 1987.

PUBLICACIONES:

Por una Ciudad de Fuego (Editorial Sanlope , Cuba, 1996) Premio Ensayo, compartido con Víctor Marrero Pupo.
Diva Desnuda (Poesía. Editorial Glorieta, Miami, 2012)
Un hombre sin Sombras (Novela Testimonio. Editorial Letra Viva 2012).
 Tiene en proceso de redacción otros poemarios, cuentos infantiles, una novela y varias obras musicales inéditas.






TRIACTOS




                        ACTO I

Desata al gavilán del beso.
Busca  en tu sino la sensación exacta,
la pura,
        la única,
            la irrepetible,
                 la nuestra.
Sacude al mundo con la punta del dedo.
Dirige proa al río de la suerte.
Quédate ahí
                tranquilo,
                            sin miedo.
La ternura se escala poco a poco,
para no despertar los sensores de infierno.
Ya. Todo está aquí. Navegamos.
El timón del deseo camina rumbo sur.
No lo quebrantes. Disfruta sus entornos.
Es un viaje de amor.
Se llega a puerto, siempre.






                    ACTO II

A tus lanzas no mostraré el escudo.
Hagamos un pacto:
                                   Soltemos las velas,
                                           rompamos la brújula,
                                                     los mapas.
Viajemos. No más.
Olvida el sur y el clítoris.
Ignora al tiburón de aletas negras.
Descansa acá…en los peñones tibios,
                                   puntiagudos,
                                          vírgenes,
                                                mafiosos.
Sacude el ancla.
La tormenta del tiempo borró los arrecifes.
Cálida fiebre la del mar esta noche.
Las estrellas parecen mariposas.
No hay marinos,
                          ni leyes,
                                     ni códigos absurdos.
Es nuestro viaje. Basta.

                       




                           ACTO III


Cuidado; podemos estropear el viaje.
Reduce la velocidad de los motores.
No rompas la inercia,
sumérgete como si no quisieras,
el puerto espera si se sabe llegar.
Apresúrate ahora. El viento está a favor,
                                   desándalo,
                                         conquístalo,
                                               absórbelo.
Clávale el ancla.
No dejes que el embrujo fenezca al suspiro del éxtasis.
En este viaje nuestro, nada tiene sentido
                                                        sin volver a empezar.





SIGILO

Quién sabe qué pasará ahora por tu mente,
cuando el silencio te envuelve y me devora.
Quién sabe, caramba, quién sabe,
si el reloj es un grito callado que se ahoga.

Tal vez no importa el tiempo  ni acaso este sigilo.
Quizás vuelvan los mares y se tiñan de azul,
en esta ausencia tuya, necesaria y punzante,
no hay barcos en el puerto y ya nada es igual.

Quién sabe, caramba, quién sabe.
Estas garras de miel salpicadas de sangre,
escalando invisibles el otro amanecer.
Desnuda la esperanza; las manos, sin la piel.

Qué pasará cuando el amor se agite y me despierte.
Sonámbula perdida, borrada la mujer.
Tu figura es un monte, sin veredas ni trillos.
El mar quedó de blanco y no puede volver.






SUEÑOS EN MAPAS

Quiero un hombre así:
                                   Que me desnude,
                                   cuando descienda la tarde.
Y sus manos atraviesen mi piel sin tocarla.

Un hombre así:
                                   Que me apabulle,
bajo el sol de la noche y sus orgasmos.

                                   Que rompa los silencios.
                                   Que traiga rosas en el iris.
                                   Que pinte sueños en los mapas
                                   y escriba mi nombre en las paredes.

Quiero, sencillamente,
                                         un hombre.






REENCUENTRO

Me gusta tu silencio compartido,
tu esperanza de ser y tu alegría.

Degusto aplastar lo que he sufrido
entre el hierro de ser, por tu osadía.

Asusta los espasmos. Cruje fiero.
Duerme al olvido que destruye.

Desgarra las cuerdas del crucero,
convulsiona despierto. Luego,  huye.







                                                                                  
BURBUJAS ROJAS

¿Será cierto que el amor se muere,
allá donde el tiempo se lo traga?
¿Puede ser que el silencio que lo hiere,
ignore todo y lo deshaga?

Tal vez una gaviota enamorada
tenga la piel picada con burbujas.
Grito salvaje que sale de la nada,
puñales secos, malditos por las brujas.

Extraño el maremoto de pasión,
tejiendo rojos agujeros sin pecado.
Aquel beso, primero al corazón,
que me hizo mujer de lado a lado.

¿Dónde está el sol que calentaba,
las voraces horas de locura?
Un reloj agoniza en la aldaba,
cruel espasmo sin voces que murmura.

Maldición de los modos y traiciones.
Juego impuro de cuerpos atraídos,
con burbujas rojas, camaleones
por la envidia del sexo poseídos.

Silencio absurdo, inerte del olvido.
Metástasis de óxidos calientes,
satánico pudor enardecido
con viejas escupidas entre dientes.








IDEAS

A veces imagino la luz de tu mirada
                             recorrer los parques.
                             Perderse en la noche.
                             Besar a una niña.

A veces te siento
                      explorar galaxias.
                      Morder el océano.
                      Tararear quejidos.
                      
A veces te veo
                       caminar sin brújula.
                       Extrañar un rostro.
                       Andar por mi mundo.

Te presiento amante,
                             seductor.
                             Hermoso.
Y sin embargo,
                         no te imagino mío.





BRUMAS

Quiero perder el nombre.
                       Irme a los confines de tu mundo.
Sentir la cavidad del hombre
                       que me desangra, allá en lo profundo.

Cubrirte todo, paso y palmo.
                        Romper el tiempo y el espacio.
Volar, sin brújula ni espasmo.
                         Volver callada, bien despacio.

Sacudir la inercia del destino,
                             acorralar tu voz en mi garganta.
Hacer del virgo, tu camino
                             con gemas inmortales de la Atlanta.

Coleccionar gaviotas y delfines.
                               Hacerte cadenetas de mil flores.
Regalarte las noches de violines,
                                para pulirte el alma con amores.


   
                                                        

NEXOS

El  corazón del mar clama tu nombre.
Las olas zarpan sobre el muelle vacío,
una lechuza hambrienta tiene frio.
En el pasto dorado, muere un hombre.

Conquistaron la tierra los leones,
marchitaron el oro y la neblina.
Ya no son puntiagudos los pezones,
donde el rey sembraba su pamplina.

Titila un vaho oscuro en las montañas,
Homero esculpió el aire en un papel,
una mujer de verde hace mañas
por calentar su nido con la miel.

Acá retoza un niño entre pañales.
El hielo calentó el cielo amarillo,
los peces crecen en lagos albañales
mientras tu beso lo lavan con membrillo.







LLUÍS ALPERA [9384]

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LLUÍS ALPERA

Lluís Alpera (l'Horta, Valencia, 1938). Poeta, crítico, animador cultural y fundador del Departamento de Filología Catalana de la Universidad de Alicante, presenta a lo largo de su poesía una tensión existencial i una vivencia difícil del mundo que le rodea, siendo un ejemplo claro de la poesía catalana de la segunda mitad del siglo XX. 

Desde muy joven empieza a cultivar la poesía y se inscribe en el círculo de poetas valencianos de tendencia realista. Con la publicación de la antología bilingüe Anthology of Valencian Realist Poetry en la revista Identity Magazine de la Universidad de Harvard, Alpera fija una actitud estética que marcará desde entonces su trayectoria como poeta. Sin embargo, su obra nunca se ha estancado en este inicio realista, sino que ha evolucionado hacia un sensualismo barroco, y finalmente, hacia una poesía sintética que se refleja en sus últimos libros de poemas. 

Ha publicado más de veinte poemarios, entre los que cabe destacar Dades de la història civil d'un valencià (1980), Surant enmig del naufragi final, contemple el voluptuós incendi de totes i cadascuna de les flors núbil hibiscus (1985), Tempesta d'argent (1986), Cavalls a l'alba (1998) y Els bells papirs d'Alexandria (2003). Como crítico, también tiene publicados algunos libros, como los tres volúmenes que componen Sobre poetes valencians i altres escrits (1990-2004), y varios artículos en periódicos y revistas científicas y culturales. 

Fruto de su actividad literaria, ha recibido varios premios y reconocimientos como por ejemplo el Premio Salvat-Papasseit, el Premio de la Crítica del País Valencià, que ha recogido en dos ocasiones, el Premio del Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana o el Premio Ausiàs March. También formó parte del programa L'Escriptor del Mes de la Institució de les Lletres Catalanes. 

Es socio de honor de la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana. 

Obra 


Poesia

Poetes universitaris valencians [en col·laboració]. València: L'Estel, 1962.
El magre menjar. Barcelona: Els Llibres de l'Òssa Menor, 1963.
Dades de la història civil d'un valencià. París: Edicions dels Jocs, 1967 [edició no venal de 100 exemplars].
Temps sense llàgrimes. Diputació de València, 1968.
Trencats versos d'agost. Gandia: Ajuntament de Gandia, 1971.
Dades de la història civil d'un valencià (Poesia 1958-78). València: Eliseu Climent / 3i4, 1980.
Surant enmig del naufragi final contemple el voluptuós incendi de totes i cadascuna de les flors del núbil hibiscus. Barcelona: Llibres del Mall, 1985 / Eivissa: Sa Nostra i Institut d'Estudis Eivissencs, Col. «Lectures Poètiques», 1994 / Alzira: Bromera, 2004.
Tempesta d'argent. Barcelona: Edicions 62, Els Llibres de l'Escorpí Poesia, 1986.
L'esplendor de l'àmfora. València: La Forest d'Arana, 1987.
La ciutat irisada de les buguenvíl·lies / La ciudad irisada de las buganvillas (antologia bilingüe). Diputació d'Alacant, 1987.
Els fidels dits del cant. Mataró: Col. «Traç», 1989.
Els dons del pleniluni. Barcelona: Proa, 1990.
La taula dels poetes de l'illa coronada (antologia). Palma: Caixa de Balears i Universitat de les Illes, Col. «Poesia de paper» 4, 1990.
L'emperadriu de l'Orient. Barcelona: Edicions 62, Els Llibres de l'Escorpí Poesia, 1992.
50 poemes: antologia. Barcelona: La Magrana, Col. «L'Esparver llegir» 38, 1992.
Amb cendres i diamants. Barcelona: Edicions 62, Els Llibres de l'Escorpí Poesia, 1995.
Llevant amb baula de xaloc. Ciutadella de Menorca: Sa Nostra, Col. «Poesia estesa», 1995.
Amor de mar endins. Alacant: Aguaclara, 1996.
Cavalls a l'alba: obra poètica. València: Eliseu Climent / 3i4, 1998.
Taronja de cel de novembre / Laranxa de ceo de novembro (antologia poètica bilingüe). Alzira: 7 i mig, 1999.
Els bells papirs d'Alexandria. Mallorca: Moll, 2003.
El nou rapte d'Europa. València: Brosquil, 2008.

Crítica literària o assaig

Anthology of Valencian Realist Poetry / Antologia de la poesia realista valenciana, Identity Magazine (Cambridge), núm. 24, 1966, p. 35-65.
Fiesta al Noroeste [d'Anna M. Matute. Edició, introducció i notes]. Englewood Cliffs (New Jersey): Prentice-Hall, 1971.
Poesia i societat a l'Edat Mitjana [Amb J. Rodríguez-Puértolas]. Palma de Mallorca: Moll, Col. «Raixa» 93-94, 1973.
Estudis i semblances a l'entorn de Joan Valls, Canelobre (Alacant), núm. 17-18, 1990.
Sobre poetes valencians i altres escrits. Barcelona, Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 1990 (3 vols: 1r, 1990; 2n, 2001 i 3r, 2004).
La rosa quotidiana [de Joan Valls. Edició i introducció]. Alzira: Bromera, 1990.
Lletres de batalla en l'any del Tirant. Manacor: Sa Nostra, Col. «Tià de Sa Real», 1992.
Antologia poètica comentada de Vicent Andrés Estellés [edició, introducció i notes]. Alacant, Aguaclara, Col. «L'Aljub», 1992.
Món de Sixto. València, Edicions de la Guerra i Institut Juan Gil Albert, Col. «Món d'Art» 5, 1994.
Lectures de sociolingüística i filologia. València: Eliseu Climent / 3i4, 1994.
Talaia de migjorn: poesia catalana del segle XX. Barcelona: Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 1995.
Poesia de Maria Beneyto [edició i introducció]. València: Alfons el Magnànim, 1997.
Obra Poètica de Carmelina Sánchez Cutillas [edició, introducció i glossari]. València: Consell Valencià de Cultura, 1997.
Enric Valor 86 anys [introducció de Lluís Alpera], Canelobre (Alacant), núm. 37/38, estiu/tardor 1997.
Antologia poètica comentada de Joan Valls [edició, selecció, introducció i notes]. Alacant: Aguaclara, Col. «Aljub» 2, 1998.
Des de l'Aitana al Canigó. Papers Crítics. Barcelona: Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 1998.
Antologia poètica de Jaume Bru i Vidal [edició, selecció i introducció]. València, Consell Valencià de Cultura, 1999.
Espill d'un temps [de Matilde Llòria. Edició i pròleg]. Xàtiva: Mateu impressors, 2001.
Enric Valor. Llibret literari de la Foguera Sant Nicolau de Bari i Benissaudet. Alacant, 2001.

Traduccions realitzades per l'autor/a

Vint Poemes / Veinte Poemas (Antologia bilingüe) [de Joan Valls. Selecció i introducció crítica de Lluís Alpera] Diputació d'Alacant, Col. «Poesia» 6, 1990.
Els cercles de l'infern [de Justo J. Padrón. Edició de Lluís Alpera]. Alacant: Aguaclara, Col. «L'Aiguader» 4, 1996.
Trenta poemes (edició bilingüe) [de Carmelina Sánchez Cutillas. Edició i introducció de Lluís Alpera]. Alacant: Institut Alacantí de Cultura Juan Gil Albert, Col. «Poesia», 2000.
Antología poética bilingüe [d'Emili Rodríguez Bernabeu. Introducció i selecció de Lluís Alpera]. Alacant: Institut Alacantí de Cultura Juan Gil Albert, Col. «Poesia», 2003.



L'HOME DEL TEU PAÍS

I aquest home, amb ulls ennegrits,
de valencià en terra estranya,
somiarà la seua tornada
amb peus de plom i rellotge d'arena.
Haurà bellugat sovint la bola
de cristall de l'àvia Encarnació,
on va aprendre les meravelles de la neu
caient amb una fotogràfica lentitud
sobre les cases de la infància
que sempre porta a rossegons.
Baixat del camp del somni,
el veureu passejar-se pel carrer
les Barques, atansar-se al teatre Principal
i parar l'orella davant el crit del joglar.
I l'home seguirà guaitant cristalls de llibreries
on lletretes impreses ballaran noms
en la nostra llengua i mirarà de furgar
dintre els balcons, per tal de saber
si els pares continuen empentant els fills
a la suïcida fugina del vernacle.
Potser, assegut aquest home a la Glorieta,
creurà sentir de llavis d'un obrer de vila andalús
el flamenco de costum i els crits d'Al Vent, tot plegat.
I l'home, aquest valencià, aquest tu,
farà el balanç d'aquest magre menjar
i s'omplirà de febre, de coratge i de seny
«...per l'única possible
perseguida vida nostra».

Lluís Alpera, Cavalls a l'alba (Obra poètica), València, Eliseu Climent, Editor ("Poesia 3i4", 94), 1998, pàg. 173.




LOS MAPAS DE ODISEO
LOS MAPAS DE ODISEO es una antología poética en edición bilingüe 
traducida por Ángel L. Prieto de Paula. 




Alegra el alma en esta mañana de aventura.
Levanta la esperanza y huye hacia lo imposible.
Escoge un buen amigo, o el mejor,
y comparte un instante la escalada y su riesgo.
No hay joya ni armadura en el jardín. Seferis
nos muestra, polvorientos, los olivos
de la calma. El dolor antiguo de su Esmirna
resbala entre los fieles dedos de la canción.




El magre menjar

AVUI ESCRIURE AMB DOLOR PROPI 


Avui escriure amb dolor propi, 
encara que siga d'espantosa fam 
aferrada a rosegó de pa negre de postguerra, 
és ferir salvatgement l'idil·li dels fartons. 
Fes-los panegírics i rebràs benediccions 
a cabassos, digues-los que els seus fills 
són ben trempats, i amaga tot seguit els teus, 
perquè no s'espaordisquen en veure les panxetes 
inflades pel cuc de l'anèmia; 
i així et deixaran que furtes una taronja més, 
o que arribes un minut tard al treball. 
Ara que l'hora estimada, el vers humil, 
els ideals ermitans de somni i dolor, 
la primfilada follia en passar la mà 
pels corns de marbre, ara que tot això 
esdevé anècdotes d'una petita i particular història, 
considerem el crit del qui brama 
ofegat pel pes d'una gran bota. 





Dades de la història civil d'un valencià

1939 

Era com una gata en zel. 
Als pocs mesos d'haver eixit jo 
del ventre de ma mare 
—enmig dels singlots de les bombes 
i del pressentiment de l'hora fresca—, 
em va triar aquella gata negra, lluent, d'annunziana. 
Els escarabats verds dels seus ulls, 
en guaitar per la finestra, colpejaven 
tota l'escala del meu esglai infantil. 
Ella, amb una passa militar 
i amb uns grunys de to condemnatori, 
s'arribava als dies més nostres 
i d'una urpada enderrocava 
la voluntat de diverses contrades. 
I ella es bevia la llet 
que hi havia dins el plat i em pertocava; 
després marranejava la que no volia, 
mirant-me de reüll. De sobte, 
pegava un bot i es posava al meu costat 
i, nit darrere nit, m'arrapava 
els ulls, a poc a poc, marcant-me, 
com un tatuatge propi d'una guerra civil, 
la presbícia de diverses generacions. 




Tempesta d'argent

TEMPESTA D'ARGENT 


I que dolça és la vida si solques a temps 
l'ampla mar de la teua llibertat. 
Si vosaltres, mariners en terra, poguésseu 
aturar tots els rellotges dels ports tenebrosos, 
si poguésseu refugiar-vos dintre la cambra 
d'aquelles nines de Bearn, 
jo us esguitaria els rostres i els vestits 
amb la sang del meu pit adolescent, 
transit per amants desempedrades del temps 
i per brises amb enyor de begònies. 

Esdevenim guerrers embolcallats amb càntics 
de vidre, consumint el foc de les vinyes 
del nostre ahir vençut, que se'ns rebel·la 
amb furors d'aurora i migdies de calèndules 
oblidades entremig del passat i la joia del jardí. 

Marbres embruixats de signes suren damunt 
la mar lliure i la saviesa dels navegants 
sense memòria els fa traçar cal·ligrafies 
errants sota les llunes luxurioses del crepuscle. 

* * * 


LA BARCASSA DE CARONT 

Per a la meua mare 

Com un llençol emmidonat de postguerra 
recorde la blanca pell hospitalària 
arravatada per sempre pel foc de l'avern, 
esborrant tots els rius de llàgrimes 
que escampen baladres de ràbia continguda. 
La teua duríssima vida d'heroïna sense flor 
Es dilueix en el teu no-res, sense calèndula 
o begònia que ajude a enaltir el teu perfil. 
Oh tardor cruel que te l'enduus irreversiblement! 
Avui odie la teua indiferent serenor 
i la teua alta estètica per l'esplendor 
d'aquesta taronja de cel de novembre. 
Des de l'Ítaca que m'alletares amb pits d'orquídies, 
recordaré plantat i mut, amb un llarg rosari de 
melangia nocturna, tot el teu doll de contes daurats, 
tota la claror dels matins de festa percudint violins 
i barques al llarg de la teua platja de la Malva-rosa. 
Oh Cabanyal de la infància que et perds 
aquesta lluitadora de peixos i paneres! 
Des del fons del pèrfid silenci que palpe, 
revindran memòries, randes i gladiols, 
el llustret d'alguna que altra sabata de xarol, 
sentors de menjar calent a taula, ulls tendres 
i tactes diaris que confirmaven dia a dia 
l'or solitari i ardent d'unes hores efímeres. 
Tot inútil ja. El nostre carrer de la Barraca 
et pesarà com una tomba, com una mort diària, 
car has pagat a Caront, abans del temps previst, 
les estrictes i fredes monedes que mana la llei. 

* * * 


POÈTICA 

Cercaràs el goig de la bresquilla 
a través de les pells perfumades. 
Faràs justícia a la bellesa dels colors 
i l'estilització de les formes. 
Destacaràs fins i tot 
la subtil delícia de la sentor. 
I després hi diràs la teua, 
aquella irresistible passió pel pinyol: 
despullament agosarat i suïcida de la paraula, 
seducció del teu abisme pel jo més nu i misteriós. 

* * * 


III 

Deixa la teua flor que sure 
entre els dits melangiosos de la fortuna. 
Els déus escamparan pròdigament damunt 
els astres llàgrimes de gessamins 
i aigües incommensurables per encabir-t'hi. 
Buguenvíl·lees i hores de nit circumdaran 
aquells anells de la vergonya, 
oblidada al meu rostre on tu i jo 
forçàvem l'aurora. Conjurs i dents 
de bruixa et diran el teu moment. 
Després d'un trencat temps de vidre, 
la papallona dels teus ulls volarà 
cap als nenúfars grocs de la teua cabellera. 
Una sentor d'ànsia de vida et surt 
de l'ullal del sexe, esplendorós 
en aigües de ningú. Treballa el teu fruit 
que somriu des de la indecisió. 
Fuig l'instant inútil del dubte. 
Estima, amb passió arravatadora, cada minut. 

* * * 


IV 

Esdevindràs algun dia un home vell i covard, 
ben socarrat per la teua pròpia solitud. 
Tan sols el fulgor d'algun que altre vers, 
amagat dins la butxaca del teu posat més digne, 
podrà incendiar de nou els ulls adolescents 
dels qui no voldran contemplar la teua misèria: 
enceses gavines d'ulls clucs, llençols 
il·luminats: platja d'enveges. Teua. 

Enviliràs sense voler la saviesa del teu món, 
les selves oloroses per tanta experiència acumulada, 
les flors dels til·lers que plantares a la vora 
de tants llavis amb passions arravatades. 
Ja no podràs quedar-te a l'expectativa 
de cap somni més clar i redó. 
I aleshores, sense cap equipatge, 
hauràs de llançar, ben lluny i sol, 
les últimes xàrcies a la mar. 






RETORN A ROMA 

Deixares caure sobre Roma uns ulls esbiaixats 
en recordar aquella altivesa del seu passat. 
Un vell magnoli t'aguaita des de la finestra 
pegant foc a records de plenilunis i sang esvalotades 
de vells cossos i maduixes escollides per la fortuna. 
Sense èmfasi, t'has mudat per al reencontre 
amb un xic d'il·lusió per acarar-te de nou 
amb les fonts musicals del Bernini. 
La vida te l'has devorat ja com un xiquet que punxa 
massa de pressa els globus de coto-en-pèl ensucrats. 
Mentrestant, la tarda cau dolçament sobre els muscles 
i un grapat de teuladins fugen des de la cambra 
fins la il·lusió dels campanaris més remots. 
Ah covard contestatari, com no goses acompassar 
l'alé mesurat a l'esplendor de l'instant que t'anega? 
Ho desitges o no, Roma és la font i la vida 
i la vida encara es troba al teu abast. 

Roma, 2000. 





JOAQUÍN ROMERO MURUBE [9385]

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Joaquín Romero Murube
(Sevilla, 1904-1969)

Joaquín Romero Murube pertenece al grupo sevillano de la generación del 27, grupo que trata de unir localismo y cosmopolitismo. Junto a Alejandro Collantes, Juan Sierra, Rafael Laffón y Rafael Porlán fundó la revista Mediodía. Desde los años treinta hasta su muerte, fue conservador de los Reales Alcázares. Nacido en Los Palacios, pueblo cercano a Sevilla, vivió la mayor parte de su vida en esa ciudad, a la que convirtió en centro de su obra. Prosarios, su primer libro, oscila entre el poema en prosa, todavía muy ligado al modernismo, y el apunte costumbrista. Sombra apasionada, ya muy 27, combina versos, prosas y aforismos. Sus tres libros de poemas más significativos aparecen en los años cuarenta: hay en ellos neopopularismo y, en Kasida del olvido, un eco de la lírica arabigoandaluza que las traducciones de Emilio García Gómez -algo más que traducciones: recreaciones- habían puesto de moda a partir de 1930 (el Diván del Tamarit lorquiano fue una de las consecuencias más felices de esa moda).
Los últimos libros de Romero Murube son de prosa, una prosa evocativa y lírica que no vale menos que su verso y que para algunos lectores tiene aún mayor encanto: Memoriales y divagaciones (1950), Lejos y en la mano (1959) y Los cielos que perdimos (1964).

Obra poética

Prosarios, Sevilla, Gironés, 1924.
Sombra apasionada, (colección, 1925-1927), Sevilla, Mediodía, 1929; 2.ª ed., Sevilla, Universidad, 1979.
Siete romances, Sevilla, 1937.
Canción del amante andaluz, Barcelona, Luis Miracle, 1941.
Kasida del olvido, Madrid, Adonais, 1945.
Tierra y canción, Madrid, Editora Nacional, 1948.
Verso y prosa (ed. Francisco López Estrada), Sevilla, Ayuntamiento, 1971.
  
Bibliografía

Cobreros, Concha, La Sevilla de... Romero Murube, Sevilla, Caja Rural Provincial, 1981.
Lamillar, Juan, «Donde habita el olvido. Joaquín Romero Murube», en Clarín, núm. 30, noviembre-diciembre de 2000, págs. 49-53.
Ruiz-Copete, Juan de Dios, «Joaquín Romero Murube y la razón vital de Sevilla», en Poetas de Sevilla, Sevilla, Publicaciones de la Caja de Ahorros Provincial de San Fernando, 1971, págs. 169-180.
  

   


Sombra...

 ¡Sombra, tumba primeriza
que cava el cuerpo en la tierra,
contorno justo que encierra
presuntas nadas, ceniza.
La línea fiel, puntualiza
un perfil muerto, aunque crece
si el cuerpo en la luz se mece.
Sólo al colmar la mañana
en la alegría meridiana
la tumba desaparece!








Espejos

El espejo es el hijo predilecto de la luz

Basta un espejo para desbaratar el mundo.

En el río están los espejos atacados de prisa. El mar es el manicomio de los espejos.
   La luna, el camposanto de las lunas rotas y muertas de los espejos.

La única tristeza de los espejos es no tener voz.

Hay muertes ocasionadas por el veneno de los espejos: la de Venecia, entre otras.

Los espejos guardan el cadáver del aire.






Ciudad: estío

 Cine de Dios, la tarde, dilatada
pantalla universal de aire en relieve
ilumina con oros casi densos
las horas que se rinden al poniente.

Rayos horizontales, paralelos,
encienden las fachadas en reposo
y va la prisa envuelta en la ceguera
de un remolino aspado en sombra y oro.

Sobre la calma la ciudad irradia
su latir presuroso de metales
y el sol abre sus venas de colores
en los largos espejos de las calles.

-No podrá la gran urna de la noche
cegar estos jardines de reflejos
que, flores de cristal, platino en ascuas,
fingirán en la noche su destello-.

Sobre la frente la ciudad repica.
Y van mujeres, sin perfil, disueltas
en la áurea tarde que relumbra viva
sobre la sierpe humana de la acera.

[Sombra apasionada]






A unos cedros

 Aquí en la cumbre al sol, con memorias de siglos,
los cedros imponentes, catedral de los bosques.
Cuajaron las auroras sus besos de alboradas,
fundieron los estíos sus mostos y dulzuras,
pasó el invierno duro con témpanos y lluvias
y ellos solemnes, graves, con lentitud de hormigas
van clavando en el cielo una ansiedad de fuente.

Fuente de verde vida, latidos de sustancias
vírgenes, transparentes -agua, sol, luz, resinas.
La arcilla que se encrespa por ser arquitectura
y nutre el tronco fuerte, las cruces corpulentas,
los vástagos flexibles, las piñas de los frutos,
y ese plumón de plata que reviste las ramas
y en donde el aire duerme cansado de caminos.

El sol se posa en ellos con claridad de hermano.
Son altivos, potentes, milenarios, augustos.
Los días de los hombres no rigen en sus tiempos;
parece que se escapan del poder de la muerte.
Si un latido en sus ramas cobija ardor y sangre
son águilas, supremos temblores del espacio,
que alfombran con sus alas los pasos de los dioses.

En el vasto silencio de las cumbres dormidas
los cedros poderosos tienen su voz constante.
Es un mar entre ramas, sin aguas ni mareas.
Es un rumor perenne de horizontes y alturas.
La luz que se rebulle sobre un lecho de amores.
Es un latir de esencias que se vierten al viento
con ritmo encelestiado para que el aura rece.
-187-

No me asombran ni aturden vuestras fuerzas ciclópeas,
oh cedros milenarios, tempestad de las horas
erguidas en supremos poderes del reposo.
Junco de sangre débil criado entre caricias,
mi vida apenas logra vuestro vuelo más niño.
Pero con algo vence vuestro poder de atlantes...
Son mis ojos que os miden, mi palabra que os canta.

  





Kasida de amor y de miedo

 -¿Quién me sigue por la calle?
-¿Quién en la esquina en acecho?

-Nadie te vio entrar. Respira.
La vida nace en tus besos.
Están las puertas cerradas
y el corredor en secreto.

-¿Quién pasa tras la cancela?
-¿Quién habla cerca, aquí dentro?

-No pasa nadie. Los muros
no devuelven ningún eco.
Tus labios, llenos de espanto,
duelen de frío y de fuego.

(En la oscuridad, las sombras
juegan su baile de espectros.
En el aire de la cita
brinca la cebra del miedo.
Crujen auras navegantes
sobre el cauce del silencio.
Y el mundo rueda al abismo
ante un reloj descompuesto.)

¡Ay amor si tú volvieras,
amor de amor y de miedo!







Kasida de la gloria

 Algún día por esta calle
de Santa Clara, en la paz
de un atardecer de oro,
pasará un hombre perdido
hacia un afán inconcreto.
Habrá esta luz trasparente,
celeste, pura, sin fin.
Habrá este claro reposo
lleno de sonoridades
de cal profunda y sencilla.
Jugarán, puros, los niños
ante el marco de sus puertas.
Una risa de mujer
en el abril de su edad
pondrá en la carne del viento
el temblor de una caricia.
¡Y algo unirá nuestra sangre
con los cimientos del mundo!
Irá un hombre por la acera
con toda el alma en sus ojos.
Yo estaré muerto, olvidado
para el mundo y las personas.
Y alguien pensará que un día
habrá existido otro hombre
que gozara esta delicia,
este silencio, estas luces,
esta risa, esta tristeza
dulcísima, irreprimible
hacia ese afán inefable
que es más que vida y que muerte...

[Kasida del olvido]


   

JUAN GIL-ALBERT [9386]

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Juan Gil-Albert
(Alcoy, Alicante, 1904-Valencia, 1994)
«Soy un poeta tardío con relación a mi prosa», escribe Gil-Albert en la nota preliminar a Fuentes de la constancia, la antología que marca el comienzo de su recuperación como escritor. Cuando publica su primer libro de versos, los sonetos neogongorinos y mallarmeanos de Misteriosa presencia, ya era autor de varios títulos a medio camino entre el relato y la evocación histórica, muy deudores de las crónicas modernistas y de Gabriel Miró. La guerra civil le desvía de su camino esteticista; junto al grupo de Hora de España -revista de la que es uno de los fundadores- pone su pluma al servicio de la causa popular. En el exilio publica el que para muchos es su mejor libro, Las ilusiones con los poemas de El convaleciente, poesía meditativa, culturalista, escrita casi siempre en endecasílabos blancos. A finales de los años cuarenta regresa a España y durante un cuarto de siglo vive recluido en Valencia, dedicado a su obra, que apenas publica, o lo hace sólo en minoritarias ediciones de autor. A partir de 1974, se descubre su literatura y se convierte en un autor de moda. Especial interés tiene su obra en prosa, siempre a medio camino entre la ficción, la reflexión y la autobiografía: Crónica general (1974), Los días están contados (1974), Memorabilia (1975).

Obra poética

Misteriosa presencia, Madrid, Héroe, 1936.
Candente horror, Valencia, Nueva Cultura, 1936.
Siete romances de guerra, Valencia, Nueva Cultura, 1937.
Son nombres ignorados, Barcelona, Hora de España, 1938.
Las ilusiones con los poemas de El convaleciente, Buenos Aires, Imán, 1945; 2.ª, ed., Barcelona, Ocnos, 1975; 3.ª ed., Barcelona, Mondadori, 1998 (prólogo de Guillermo Carnero).
El existir medita su corriente, Madrid, Librería Clan, 1949; 2.ª ed., Valencia, Lindes, 1177.
Concertar es amor, Madrid, Adonais, 1951.
Poesía (Cormina manu trementi ducere), Valencia, La Caña Gris, 1961. 
La trama inextricable. Prosa, poesía, crítica, Valencia, Mis Cosechas, 1968.
Fuentes de la constancia, Barcelona, Ocnos, 1972.
La Meta-física, Barcelona, Ocnos, 1974.
Homenajes e in promptus, León, Provincia, 1976.
A los pre-socráticos, seguido de Migajas del pan nuestro, Valencia, Lindes, 1976.
El ocioso y las profesiones, Sevilla, Aldebarán, 1979.
Mi voz comprometida (1936-1939), Barcelona, Laia, 1980. Edición de Manuel Aznar Soler.
Obra poética completa, 3 vols., Valencia, Diputación Provincial / Institució Alfons el Magnànim, 1981.
Primera obra poética, 1936-1938, Valencia, Consell Valencià de Cultura, 1996.

Bibliografía

Aznar Soler, Manuel, «La poesía "difícil" de Juan Gil-Albert (1936-1939)», en Mi voz comprometida (1936-1939) (1980), págs. 7-83.
Carnero, Guillermo, «Las ilusiones o la poética del desasimiento», en Las ilusiones con los poemas de El convaleciente (1998), págs. 9-36.
Peña, Pedro J. de la, Juan Gil-Albert, Madrid, Júcar, 1982.
Simón, César, Juan Gil-Albert: de su vida y de su obra, Alicante, Instituto de Estudios Alicantinos, 1983.
Villena, Luis Antonio de, El razonamiento inagotable de Juan Gil-Albert, Madrid, Anjana, 1984.
VV.AA., Calle del Aire a Juan Gil Albert, en Calle del Aire, núm. 1, Sevilla, 1977.
  






 Elegía a una casa de campo

 ¡Oh tú, casa deshabitada
en el solemne verano de nuestro silencio!
¿No adviertes que el solaz ha quebrado tus alas,
y tus verbenas orlan inútilmente
las cintas verdes que nadie recorre?
Tu follaje ha crecido a su tiempo,
y la ligereza de las doradas mariposas,
el zureo de los palomos
y la ardiente cigarra del olivo,
dan el espacio frágil
donde la vida como otros años transcurre.
Ya penderán los racimos de tus traviesas
acumulando en sus granos un leve iris de polvo.
Ya tiempo hará que tus vibrantes chopos
la voz del agua entretienen en sus hojuelas,
sobre la amarillenta calina,
y la soledad estará sentada en tu balcón agreste
viendo a las cabras de cuello gentil
ramonear las hierbas inmortales
en los débiles cerros.
Porque no habremos llegado como siempre
a tu venturoso solsticio,
ni los perros del huerto
nos recibirán saltando bajo los perfumados nogales.
¡Ay casa de las viñas colgantes desde los bancalillos,
rumorosa de fuentes,
casa guardada en estuche de yedras!
Cuando el trepidante camión resonó en tus cercos,
y viste bajar a los desaliñados jóvenes
que entre los rayos del sol estival,
-196-
parecían los exterminadores de tu siesta fantástica
surgidos al conjuro de un huracán interno.
El tiempo que fluía superfluamente
como en el desarrollo de una flor,
¿ha podido barrenarse sin estrépito
y una sima intransitable separarnos desde hace breves horas?
Oh desgarradura que ni se oye ni se ve.
¿Sobre qué cataclismos
y en qué frágiles andas navegaba la vida,
si las ineptas carabinas de esos muchachos
han disipado como el humo un palpitante juego?
No más, imposible morada de la sierra,
que si en los días venideros repentina me asaltas
y mi sombra sobre los frescos hongos
vaga en su sien prendida una umbela silvestre,
y en los oídos petrificados de las ninfas
deja un susurro de cuerpo de árbol,
un fugaz estremecimiento de intruso,
el mundo no detendrá por ello su destino inaplazable
cuando los pies del hombre se han llenado de tierra nueva
y trasladan su corazón sin nostalgia
allí donde tú, casa deshabitada,
no eres nadie.

[Son nombres ignorados]
  




  


Himno al ocio

 A veces, cuando escucho de la sangre
este claro rumor, cuando a mis labios
fluye el ocio su oscura cabellera,
como por una brisa sacudida
por los mismos latidos de mi pecho,
y en esa tan divina intrascendencia
un ser real, viviente, entre mis brazos
me parece tener, como en los ríos
las tendidas laderas, cuando sienten
pasar una presencia inagotable,
le digo, como amigo de la dicha,
mensajero de paso por la tierra
que ha doblado sus alas y descansa
su plumón de ventura en torno nuestro:
Fluye amoroso campo de la vida,
fluye, amor, tu tesoro manifiesto,
fluid, fluid, hermosas estaciones,
los racimos, los frutos y las nieblas
tras de las que se ocultan en otoño
los frescos manantiales de la gracia.
Fluye, tiempo, tu canto melodioso,
con tus breves espinas en los dedos
y tú melancolía y tú tristeza,
cual pájaros oscuros que trinando
hablan de Dios, fluid de la espesura
mientras duerme el mancebo aquí, en mi cuerpo,
su poderosa noche. Fluya en tanto
la prohibida selva que lo mece
y haga visible el viento la pureza
de mis instintos, dueños ya del orbe.
Él está en mí, me tiene coronado
con su lánguida estela de laureles
y oye dormido el paso de la vida
en un humano corazón dichoso.
Silencioso rebelde entre murallas,
rápido es su temblor y su cansancio.
Pronto levantará su cabellera
taciturna de hastío y lentamente
volará hacia las nubes y en cenizas
anegará mis labios, como un vino
de hiel se torna un dios cuando no ama.
Paraíso perdido entre mis brazos
que cual alas me nimban, id fluyendo
deleites de los ojos, primaveras
de errante paso antiguo, latitudes
de lejanas nostalgias y columnas
dulcemente quebradas por el viento:
Levantad la cabeza como flores
mientras lícito goce nos depara
el fatigado dueño de las cosas.

  





Los viajeros

A Máximo José Kahn

(Trópico)

 Desconocedores del destino que los conduce
atentos a la llamada del mar que brilla ante sus ojos
como una misteriosa materia anonadadora,
se pasean sumergidos en la fatalidad de su sueño.

Un claro sopor de brasas los envuelve
y les motea los pómulos febriles con un agua de ansiedad.
Van bajo las pálidas palmeras del invencible estío
y las mariposas chinescas les aportan la fugaz ilusión de la lejanía.

Sólo tras muchos años habrán madurado sus infortunios
y desperdigados por la tierra
agonizarán indistintamente en sus rincones oscuros
mientras aquí estos grises ramajes indiferentes continúan su hastío.

Viajar es ir muriéndose lentamente
pasando como en ascuas sobre la triunfante melancolía
e ir abandonando lo más inaprensible de nuestras tristezas
en estos lánguidos parajes que nos ignoran.

  






Lamento de un joven arador

A Ramón Gaya

 Una vez, siendo niño, era el verano,
un viejo labrador me llevó un día
sobre su curvo arado en el que dueño
recorría la tierra. Fue un instante

de azarosa belleza en que allí erguido,
sobre el madero, arcaico, vi moverse
mi fe sobre una oscura espuma densa
que a mi paso se abría. Tras mis hombros

el anciano velaba mi entusiasmo,
como esos genios que más tarde he visto
en un vaso pintado protegiendo
la adorable inocencia, y en los lindes

de aquella complaciente tierra negra,
bajo los centenarios olivares,
mis padres, con sombrillas, me miraban,
como dioses que aprueban. Encendidas,

como chispas de oro, las cigarras,
en torno me traían los calores
de su ventura, mientras que aquel rapto
me convertía en sueño que redime

de tantas postraciones venideras.
Sueño sin duda, sueño desolado,
que brilla en mi memoria como un ángel
que vino y me tocó y alzó su vuelo.

Aquí estoy entre hollín de las ciudades,
la lividez, la envidia y el acento
lúgubre de una lucha despiadada,
sombra de aquel instante que destella.

  





 Canto a la felicidad

 A veces en el fondo de mi alma
bulle una antigua fe resplandeciente,
como un grumo de púrpura extendido
tiñe mi corazón y de ese gozo
sube a mi faz con fértiles destellos
una espléndida sombra de tristeza.
Minutos cual suspiros, leve tiempo
que nadie ve pasar, aquí se siente
como una verde espada que se templa
en la carne gentil de la poesía.
¿Será verdad que el mundo está rodando
en sus inexorables fuerzas ciegas?
¿Que hay lastimeros ayes, que hay matanzas
en los oscuros días de los hombres?
¿Por qué yo pues me siento redimido
y esta alegre tensión de mis entrañas
hace ascender dichosa hasta mis labios
una dorada espuma? Viejos monstruos,
destructoras legiones de infortunio,
espíritus aciagos que pretenden
sellar al hombre dulce como bestia
sometido a la paz de su rebaño:
Doblad ante mi júbilo indefenso
vuestra horrenda cerviz, llorad al menos
vuestra insana impotencia rebelada,
cuando no habéis podido aniquilarme,
y cual nocturno beso del rocío
hace brillar la tierra entre cendales
de tenebrosos sueños, un ser puede,
con sólo abrir sus labios encantados,
hacer brotar de sí la dicha ajena.

[Las ilusiones con los poemas de El Convaleciente]
  





A la vejez

 Como una sombra a veces te insinúas
lejos aún y un tiempo deliciosa,
casi como una joven que aportara
un nuevo resplandor. Siento en mi cuerpo
la transparente imagen de ti misma
como un sedoso velo que adormece
bríos y ansias. Vas como hechicera
vertiéndome en la sangre un bebedizo
y dando a mi sonrisa una engañosa
sombra primaveral. Qué importa, dices,
si en tus cabellos anda floreciendo
una pálida aurora y a tu puerta
hago sonar con férvida llamada
al juvenil discípulo extasiado.
¿Alguna vez brotaron de tu boca
tal caudal de estivales melodías
ni sentiste en lo hondo de tu pecho,
entre los borbotones de la sangre,
abrirse con dominio tan hermoso
tu flor crepuscular? Oye el susurro
con que se encrespa el don de la palabra
bajo el suave rocío del ocaso.
Y ante tal persuasión, ¿quién no abandona,
como un placer postrero que nos tienta,
su vida a esta fiel mano amortiguada
que pule cuanto toca?

[El existir medita su corriente]
  






Nocturno

 Noche de las estrellas te estremeces
con un fluido oscuro. En tus arpegios
de soledad escucho la hermosura
de la existencia. Oh lumbres fugitivas
en cuyo seno mora irreparable
la verdad. Qué sombrías esperanzas
abres a quien te mira recostado
desde la dulce tierra y se incorpora
con un temor incierto a esas frondosas
penumbras celestiales. Brilla el rostro
de la nocturna esfera fascinando
como el de un animal entre las sombras
con sus ojos abiertos; brilla el sueño
de su caudal fluyendo lentamente
cual si nada existiera; en esa duda
no sé dónde poner mis ilusiones
y a quién brindar la dicha de sentirme,
tibio de vida en medio de los mundos,
hijo fiel del ardor y la pereza.
Esos silencios ruedan sumergidos
en ingentes distancias, esas flores
esparcen sus semillas vacilantes
en la bondad de un éter misterioso.
-Ah delirante triunfo de esperanzas
con los soles despiertos.- Ígneo atruena
mi corazón roído por deseos
irrealizables, salta en sus prisiones
como un astro humillado que pidiera
que lo dejaran ser; pálido atiendo
su súplica vehemente cual un padre
oye qué desmedidas ambiciones
turban la paz del hijo. Oh noche, oh fragua
de los altos desvelos, solitaria
cripta donde reposan sus racimos
hombres y estrellas.







La tarde

(En un balcón)

 Sólo cuando se es hombre se sabe qué es la vida.
Sólo si se ha cumplido con la edad
se sabe lo que empieza y lo que acaba.
Se sabe que el vacío que nos queda
es el hermoso todo que tuvimos:
como un bosque inmolado.
Donde el azul del cielo sólo encuentra
ancho campo abismal. Ya nada obstruye
el palpitar de un ala poderosa.
Ya las paredes todas se evadieron
y estamos al desnudo, como un cuerpo,
paradisíacamente. Es el retorno
tras haber agotado a la serpiente.
Tras haberla dejado de escuchar.
Es el retorno fiel a la ignorancia.

[Poesía (Carmina manu trementi ducere)]
  



  


 El buda

 He pedido a los labios de la vida
mutismo más que besos. Me he mirado
en los hondos espejos de la nada
para fijar en ellos la presencia
de mi fugacidad. Rompí las normas
que dóciles legáronme los míos
cual un caudal inerte. Y fui a los montes
a contarles mis cuitas con el pecho
unas veces sumido en su tristeza
otras casi rompiendo en aleluyas
su corazón. La tierra y el silencio
fueron el gran palacio de mi suerte,
rincón en que ignorado pude solo
lograr la paz. La paz, la paz terrible,
la paz que me arrullaba la firmeza
sin fe ni arraigo en nada: la paz pura.

[Verano, ardor, presencia (Fuentes de la constancia)]
  







El verano en su cenit o El verano soy yo

 Cuando se vive lejos de la vida
¿dónde se está viviendo?
Tal vez se esté caído en el arcano
de la misma existencia.
El campo en torno
monótono se extiende en la memoria
como una rueda gira velozmente
sin que su vivo centro se desplace
del corazón humano.
El orbe entero
irradia alrededor y sus aromas
parecen recordarnos cosas viejas
que no se sabe nunca al repetirse
si son de ayer, de hoy, de la mañana
o de su flujo eterno.
El hombre sabe
ya demasiadamente de la vida
para que como nube no ensombrezca
su propia estela.
El hombre se separa
de la dulce corteza que lo aflige
y hace como que duerme estremecido
dentro de su cubil:
su vida es todo;
su vida es todo y nada: vida suya,
y es lo bastante ya para sentirse
ese todo, esa nada, aquí viviendo
en medio de la rueda movediza
que hace girar el mundo:
el hombre calla.
-209-
Ya no son las palabras dulcemente
lo que quiere decir y sus suspiros,
ni el rumor de esta brisa matutina
que le recuerda tanto al otro tiempo
de su felicidad y sus congojas;
ya no es él quien dirige, ya no quiere
ni sabe poseer:
son los enigmas
hablando por sí solos, sus presencias
reguladoras, sueño, acaso un sueño
tan poderoso, abierto, estremecido
que es necesario hundir en sus raíces
nuestra razón de ser y contentarnos
con meditar gozando estos paisajes
por los que nuestro aliento se expansiona
bajo el pinar:
el aire, la fragancia,
¿qué son sino vestigios de mí mismo
aun antes que de mí desaparezcan
figura y sombra?
Miro a las montañas
y baja de sus lados el perfume
de sus sedosos vellos.
Miro a lo alto
y sólo veo el sol omnipotente
tendiéndome sus manos luminosas
como cualquier galán.
La vida o nada.
La vida nada más o cualquier sino.
Cuando el pinar se mueve tembloroso
y de todos los nudos de su cuerpo
cantan las crías nuevas del verano
con hambre fresca:
el hambre y sólo vida.
Este piar, mi pecho, el movimiento
de todo lo que está cansado y vive.
¿No está todo animado por un hambre
majestuosa y tierna?
Un hambre vela
porque la vida siga, siendo canto,
porque la vida siga siendo vida.
Un hambre o este yo que aquí, en el centro
de mi bondad, irradia los clamores
que hacen de la mañana un sortilegio
suavemente tendido:
miro abajo
y el corazón se posa como un ave
sobre los laboriosos campos finos
del color de la miel,
miro más hondo
y apenas ya si veo otra caricia
que no sea belleza.
Es el silencio
lo que impregna entero esta distancia,
lo que me da la altura conveniente
desde donde las cosas se incorporan
a su divinidad.
Pero este curso
que en mi costado late irresistible
sabe que el mundo es más, que vida es vida,
que lo que sangre lleva por las venas
es un bravo torrente que no logra
detenerse contento:
mana y mana
con imprevisto curso lamentoso
su fuerza ciega:
gime y goza y canta
porque la vida es eso, trino ardiente,
porque la vida es eso, fuerza ciega,
fuerza que labra el mundo primoroso
y al hombre recostado que dormita
bajo el pinar postrero.

[La Meta-física]
  





 La primavera

Homenaje a Franz Lehar

 ¿Quién no se ha puesto un día una guerrera
de húsares, azul, un quepis negro
con un aigret flamante, y las espuelas
con que el caballo vals galopa firme
dentro de los espejos fugitivos
y cual viento de mayo se ha lanzado
a la ocasión que pasa, al dulce atisbo
de la aventura errante, para luego
llorar amargamente sobre el rastro
de una estrella fugaz?

  


  


Anacreonte o el enamorado

(Homenaje a la vejez)

 Nunca pude pensar que envejecernos
fuera esta plenitud que se reclina
del lado del poniente como tarde,
ya en la noche avanzada, nos volvemos
por consumir el sueño que nos queda
con postrer frenesí. Yo no sabía
que como rizos blancos la fragancia
de unas rosas postreras nos adornan
con impalpable toque de años idos
que apenas pesan. No, no son los días
aquel desconfiado interrumpirnos
en nuestra actividad, indecisiones
que nos hacen vivir cual si la vida
estuviera engañándonos. Ahora
todo es verdad, la vista se recrea
sobre tanto fastidio insatisfecho
como el pastor vigila sus ovejas,
pasado el crudo sol, en los confines
de un país menos hosco. Todo es suave
como un atardecer ensimismado.
Y aunque el cuerpo cansino no recuerde
sus sobresaltos, dentro, muy adentro,
el permanente joven sin torturas,
el corazón, no cesa de decirse
-a quién, ya no se sabe, a quién, en dónde-:
Amor, amor, amor, amor, amor.

  






El suicida

(Homenaje a Larra)

 No quería saber que el día largo
acabaría así. Que el día corto,
un largo túnel verde y rumoroso,
bruscamente fallara. Aquellos besos,
aquella entrega entera se ha fundido
con el no ser. Si al menos los amantes
hubieran fracasado al mismo tiempo.
Uno en cambio subsiste aleteando
sobre la tierra muda. Qué impotencia
y qué desolación. Sólo le queda
o desertar los mágicos lugares
donde la imagen plena lo acompaña
vacía de su cuerpo o consumirse
de tristeza pisando los caminos
por donde no se vuelve. Si le dicen,
sólo el tiempo mitiga las desgracias,
eso es lo que le espanta, que un buen día
pueda ser como un nuevo personaje
que ha pasado una página intangible
de un libro fantasmal.

  






 El sobresalto

 Puede ocurrir que el hombre se despierte
por la noche soñando y entre vagas
luces de oscuridad recobre el ritmo
de su existencia y diga: estoy latiendo.
Y esta impresión sedante y repentina
de ser, de respirar, el tacto, el cuerpo,
lo calme de tal modo, lo sorprenda
con tal intimidad que como un niño
vuelva a sumirse suave en las tinieblas
que acaban, misteriosas, de espantarlo.

[Homenajes e in promptus]



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