Charly Gradin
Charly Gradín nace en 1980, en la Ciudad de Buenos Aires. Graduado en Letras de la UBA. Fue editor de revista Planta, actualmente forma parte del consejo editorial de revista Mancilla Ambas con una rica y profusa actividad crítica. En 2011 publica Spam, libro de poesía experimental que hace converger sentido y tecnología haciendo uso de las herramientas disponibles en la Web. Los textos de este libro fueron creados a partir de búsquedas en Google. Compilados y editados en forma de poemas o tomados como punto de partida para escribir textos en prosa, han encontrado no poca notoriedad en el medio literario local sobre todo con su poema Peronismo Spam, poema que ha sido presentado en lugares de renombre; la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el Museo Nacional de Bellas Artes, son algunos de ellos. Compiló y tradujo la antología Internet, Hackers y Software Libres., publicado por Editora Fantasma. Es uno de los autores de Tecnopoéticas argentinas. Archivo blanco de arte y tecnología, publicado el 2012 por Caja Negra. Compiló y tradujo la antología Internet, hackers y software libre, publicado por Editora Fantasma (2004). Integrante de Ludión (“exploratorio [que] dirige su mirada hacia las políticas entramadas en los cruces entre arte y técnica con especial foco en Latinoamérica”) El 2011 recibe el premio Blatt&Ríos que entrega anualmente la editorial del mismo nombre.
En 2012 participó del libro Tecnopoéticas argentinas, un glosario de arte y tecnología en Argentina desarrollado por el grupo Ludión del Instituto Gino Germani. Está terminando su doctorado sobre un tema relacionado, y trabaja en ACUMAR, la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo.
Integra la antología 1.000 millones. Poesía en lengua española del siglo XXI, publicada por EMR, CCPE/AECID y Espacio Santafesino para el Festival de poesía de Rosario.
* Un saludo *
a m. g.
Un saludo a las estrellas, a las artes,
a las sombras. Un saludo a los gloriosos
caídos por Dios y por España. A los obreros
de Ucrania. A los escritores de vanguardia,
a los etarras Portu y Sarasola, un saludo
para vosotros, los que estáis presos. Os hemos
visto tras las rejas, magníficamente desgreñados,
astrosos, como las gentes de los Tercios, pero cantando
a España. A las Huestes de Medina Yarca, a las tierras
valencianas de Xátiva, a los fotógrafos, mineros, ferroviarios,
aviadores, a los heroicos constructores del Socialismo,
a los obreros, un saludo. Un saludo a los presos sociales,
a los dioses, cristianos o paganos, a los pueblos del Istmo
Centroamericano, los aguerridos combatientes de la llanura,
emocionada y entusiasta. A los socialistas de Iquique,
a los que leen y a los que escriben, a los que dan
su tiempo para el arte, a las madrecitas en Chiapas,
a las tropas zapatistas, a las alumnas y alumnos
de Fernando Checa, a las madres que en Guatemala
están preocupadas, a las hermanas del Sagrado Corazón
de Jesús en la Habana, a las víctimas de la moda,
a las personas que viven en la Dehesa,
y a las cybercomadres, cybercompadres,
A LOS LEPROSOS, CANALLAS, a los barcelonautas,
a las tribus del mundo y a los descendientes de Chinos
nacidos en Nasca, a los cristianos de Medio Oriente,
a los amigos de “El quite de Calasparra”. Un saludo.
A los pueblos de Tacna, Moquegua, Torata, Chilligua,
Cambrune, Callapa, a los amigos blogueros, a los raposeños,
a los peregrinos y peregrinas, a los linuxeros, a los buitreros
del chat de patriaquemera, a los Reggetoneros,
A LOS DJ_S SUREÑOS, a los hermanos de Bucaramanga.
Un saludo a los pequeños colonos de Artek y a todos los niños de la Unión Soviética.
Un saludo a los trolls de Internet, a las madres de las víctimas de Tianamen, a las FARC
EP
lamentando la muerte de Marulanda, un saludo a los filatelistas de Guatemala,
a los indígenas que se revelaron en los Altos y la selva chiapaneca, a los usuarios de Facebook, a los que andais por Francia, un saludo a las comunidades online y offline de todo el mundo. A las bandas de hardcore antiguas, a los miembros de la Logia,
a los Peruanos, los cátaros, los periodistas rumanos y a los ciudadanos
del país Utopía, un saludo, personas reales de este mundo. Compañeras, exiliadas,
a las seis con cuarenta minutos de este viernes, va un saludo, mis hermanas,
chicas bloggers de El Salvador, almas perdidas, traigo del borde del Rimac,
desde el salar de Uyuni, desde Veracruz, Valparaiso y desde TRIANA, un saludo.
Voy buscando
Marinero, busco el mar
desde el aire y no lo veo…
Mi destino voy buscando
cabalgando en mi rocín,
manejando, manejando
como un colectivero,
manejando con su mente
de asesino, con su mente de demente,
manejando, llevo risas
y alegrías y cuando de noche,
á solas, doy fe, de verdad sediento
en mar de brillantes olas
navega mi pensamiento, en el piélago
profundo voy buscando,
manejando como un colectivero
entre destellos de un sol fecundo,
albores en la sierra adusta,
ansioso, y la peña
en que estrellarme
con loco frenesí,
como un colectivero
el tedio abandonando,
tras una esperanza
sin fin.
Soy de Torrevieja,
entre las estrellas voy
buscando una ilusión
en la sombra y la noche,
entre el cielo y el mar,
por toda la ciudad, pateando basura
buscando la felicidad,
rumbo a Mc Allen
simplemente voy,
a cruzar la frontera
porque allá tengo trabajo
por eso sigo cruzando,
buscando pan pa’
mis hijos, vengo
y voy siempre
buscando
libertad, un lugar
perdido en el mar,
un oasis, un amor,
el palacio del «Rey que dormirá,
y no despertará hasta la mañanita
del Señor San Juan. “-Hija mía,
no sé donde está”.
Marinero, voy buscando
todo aquello que ahora habita
bajo el mar. Sé
que encima está el cielo
y son días inciertos, y recuerdo
la primera parodia musical
de la canción de Leo Dan, “Sé que te amaré”.
(“Soy un muchacho firme,/ nadie me juna,
y voy buscando bollos/ por no morguear.
Si algún tira me chapa/ yo me barajo,
me le hago el plato,/ no me deschapo”, etc.)
Y por las tardes hay algo
que en los labios me besa, es
el eterno fuego de los versos
y con ellos voy clamando,
pues mi sangre, Valiente Argolán,
en el callejón he de vengar.
No voy buscando perdones,
voy buscando un rincón de soledad
y amparo, como me pierdo en el corazón
de algunos niños, y me he perdido
muchas veces por el mar.
Entre esa melancólica e ingrata
exhibición de andrajos
y desechos, voy
buscando viejas voces,
el olvido y una prenda
tan resobada como las restantes
y que no puede faltar.
Me refiero á la antigua
guasa bohemia de no tener
más que un frac para tres…
un lavadero, para lavarle
la ropa a este pobre
majadero, voy buscando, a Consuelo,
a Lupita, los sueños de madrugá,
algún sendero, las palabras,
el agua viva, los pedazos
de un pasado, un amor que no existió.
Me voy, Marinero,
buscando el mar
y una ola inmensa donde pueda
olvidar. El mañana
es una forma vaga,
vestida de tristeza, y
no voy buscando nada. Con cachaza
por los senderos huyo de los
pasteleros y al fin me encuentro la plaza
plagada de turroneros. (Mil voces
en confusion me horripilan al instante.
— ¡Turrón! ¡Quién quiere turrón!
¡Al buen turrón de Alicante, de Gijona y Gijón!)
No voy buscando nada
en particular.
No voy buscando cibersexo.
Voy buscando el mar, Marinero,
para poder nadar.
Spam by Charly.gr
Publicado por Ediciones Staton, Buenos Aires, 2011.
“cae la tarde y" (spam)
"sé que en Iowa ahora deben estar llorando
los niños en la tierra donde se deja a los niños
llorar" Jack Kerouac
Cae la tarde y vos no estás,
cae la tarde y dan ganas
de llamarte.
Se termina el día.
Cae la tarde y es hora
de abandonar la playa.
Caen gotas, y la luz
es más tenue.
Los turistas se cansan
y los habitantes comienzan
a abrigarse más.
Cae la tarde y las sombras
de la noche
se apoderan de la ciudad.
Cae la tarde y una fina
lluvia apaga las hogueras
de la noche; a su paso
el vapor escupe hollín
y abate
su penacho largo y negro. (Th. Gaultier)
Antes de sumergirnos
en la marea incesante de Benarés,
cuando cae la tarde y miles
de criaturas se acercan
a mojarse al río y
a expresar su devoción por seguir latiendo,
hicimos un pacto:
nada de flash-backs,
cada quien tenía
su pasado,
superestresante.
Cae la tarde y con ella la esperanza.
Cae la tarde y aparecen los aviones de la RAF,
cae la tarde y llega la noche
en la Costa del Sol.
La ciudad se dibuja tranquila
y solitaria sobre el cielo
azul, con edificios de balconadas
graciosas, pintadas de amarillo.
Cae la tarde y Gilberto Gil
guitarrea en la terraza de su departamento,
en uno de los edificios
de la colorida Vila do Farol.
Cae la tarde y el mundo sigue,
algunos árboles se tuercen,
aún no sabemos dónde
vamos a dormir.
Cae la tarde, y Anahí debe marcharse.
La caravana avanza.
Se desata la tempestad.
Tu hija te ruega para que la lleves al desfile de la rambla.
En el altiplano una vaca da de mamar a su ternero,
junto al lago Titicaca.
La arista de roca, un pañal tendido,
y, encima de todo, el aliento de la anchura,
el vaho de sal y de miel
del verano levantino
cuando cae la tarde.
Y entonces Sigüenza
percibe el grito interior sobrecogido:
“¡Campo mío!” (Gabriel Miró)
Cae la tarde, y la verdades que hipnotiza.
Cae la tarde y el sol impiadoso de febrero.
Cae la tarde y el viento arrecia,
y esperás paciente.
Cae la tarde, y Christopher tiene
mucho ánimo para desvelarse
esta noche.
Desde las escaleras de una escuela
de medios audiovisuales
en la Pcia. de Buenos Aires,
se vislumbra la silueta de un hombre
de estatura mediana.
A la hora en punto de la cita,
Viggo Cormanti -las manos le tiemblan,
el cabello rubio destella
humedecido por la lluvia, (...)
- está al fin ante mí. (*** ??)
La tierra compacta de la Sierra de Juárez,
al pie de la Rumorosa, entre Mexicali
y Tijuana, se ilumina por el tono
rojizo de un sol que parece
llorar sobre el imponente y mágico
desierto de la Laguna Salada.
Cae la tarde, y en la trágica esquina
de avenida Rivadavia y Cabral,
es arrollada por un camión
Isabel Elisa Martínez de Ibarreta.
En ese inmenso silencio de los templos
tibetanos,el buda reencarnado va
durmiéndose.
Cae la tarde y el mundo sigue,
y la luna se asoma.
Hoy probamos otro misil de largo alcance.
En la Plaza Italia comienzan
a juntarse los que celebran
la muerte de Pinochet.
Cae la tarde y Boca pierde 2 a 1.
Cae la tarde, y en el cielo de Madrid.
Cae la tarde, y cae la noche,
me llama el Carlos
pa un güen derroche.
Peppermint abre el armario
de espejo de su cuarto.
Me hacen señas
de que el séquito
comienza a impacientarse.
Cae la tarde y no estás,
y el mundo sigue.
Todos se dedican a tomar mate
en las lejanías,
los obreros se han quedado
hasta casi las siete, y ahora
atardece.
Después pongo algo en el tocadiscos.
En el Quadrado,la plaza central de Trancoso,
se reúnen los jóvenes del lugar para disputar su partida
diaria de fútbol.
La centuria romana
que acompañaba a la cofradía
se va abriendo paso. El trono
sale a la calle
y era la historia de una Semana Santa.
Son recuerdos.
Cae la tarde y pienso en Cortázar,
en la lucidez abismal de Pizarnik,
en todos ellos
(y en todos nosotros).
Cuando cae la tarde
y llega el momento
de recoger el ganado,
acaba el canto de Sileno.
Cae la tarde y también cae el siglo. (??)
Sí, la fuente del Bicentenario.
Esa agua que te empapa lento,
sentado en una banca,
mientras cae la tarde,
y anochece.
Cae la tarde y los antimineros
posan para la foto. Eligieron
la ruta 23
como escenario.
Cae la tarde y yo duermo.
Cae la tarde y el teatro se despierta.
En el patio de Morgan
cae la tarde y alcanza
a verse el cielo enrojecido
a través de las ramas del toronjal.
Juan Cobos Wilkins recuerda
camino del hotel Los Godos,
donde pernoctó Paquirri antes
de su cogida mortal.
Una luz tostada tiñe
de ocre-rojizo ese inmenso y árido
territorio cedido por Argelia,[(...)
250.000 personas
en jaimas y pequeñas
construcciones de adobe.]
Cae la tarde y los lirios mueren
y anochece sobre el Mar Menor.
A la salida del cementerio me despido
de mis compañeros de tour.
Platico con el Capitán Meda
sobre los viajes pasados y futuros
del Orión a la Antártida;
me señala una familia de delfines
Turciops trucantus que juegan en la proa.
Y sin ningún efecto de interrupción
se lee un pasaje que describe la belleza
de esta hora del día, con sus escenas
caseras y típicas, y la evocación
de los ruidos del lugar y de la hora
en que regresan a casa
los lugareños (Martha E. Allen).
Cae la tarde y sigue sin haber rastro
de tierra. Los chicos tienen hambre, lloran...
Cae la tarde y con ella un disparo,
cae la tarde y el calor pone a sudar a Caracas.
Cae la tarde y Quasimodo no da signos de vida,
y cae la tarde y atracamos frente a Qasr Ibrim,
el único monumento que permanece
en su sitio original. Estaba en lo alto
de un acantilado, dominando el Nilo; hoy,
las aguas lamen sus cimientos.
Cae la tarde y se iluminan uno a uno
los puestos de comida callejera,
los corros de los cuenta cuentos,
encantadores de serpientes, tragafuegos
y demás. El sonido del bullicio
y la música de la plaza te llega
entremezclado con los olores de los puestos
callejeros de especias y comidas.
Cae la tarde y la ciudad se dibuja
tranquila y solitaria sobre el cielo
azul, con edificios de balconadas
graciosas pintadas de amarillo.
Las últimas luces del día cubren
con su manto gris cobalto
el horizonte marino. Cae
la tarde y volvemos a casa
caminando, lentamente. Y el tiempo refresca,
nos vamos a los merenderos
a comer y beber con la familia o
con los amigos, sin restricciones.
Y los álamos modifican
las estrellas. Llena un grito
todo en torno
a este observatorio.
Estamos de nuevo en Puerto Natales.
Indudablemente, Salto del río Serrano.
Cae la tarde y los pescadores
salen a dejar sus redes
que recogerán al día siguiente. (Oneidaw)
Y Angelique está muy deprimida,
no ha parado de llorar y eso pone mal a Dulce...
La terraza de este café comienza
a llenarse cuando cae la tarde
y es punto de encuentro
de muchas caras conocidas.
Dos tequilas en un garito,
este veneno que no mata.
Cae la tarde y los monos de Sumatra
se mecen impasibles ante la boca
estática de un caimán.
Ya cae la tarde y descansamos en Fuente Bermeja,
al sur del Navalperal,
suena una banda holandesa de nombre escandinavo
–Igdrassil- en el CD-player.
Los turistas se cansan
del asedio de los vendedores
de puros y ron,
luego cae la tarde y van
como corderitos a contar sus provisiones.
Cae la tarde y se cierra el santuario,
Cae la tarde y los feganuhés se disponen a cenar.
Cae la tarde y el paisaje se abre
y el calor cedió unos grados.
Cae la tarde y el tren se acerca a Malang.
y veo…
Sentada junto al ventanal,
cae la lluvia, madre, sobre el mar.
Una avenida grande se abre ante mis ojos
y veo a las gaviotas volar,
veo a las luces irse y a las turistas
tumbarse sobre la arena, y pienso
que podrías estar aquí
conmigo en las comarcas,
mientras escucho un poco de Ramones
y veo a las personas,
veo el inmenso mar
y a los perros tumbados a la sombra.
Llevo semanas sin beber,
afuera cae la lluvia, madre, sobre el mar,
y me preocupa mi destino.
Abro el balcón y veo a los griegos,
sentados en su café hasta las dos de la mañana,
oigo la música y veo la roca de la Acrópolis
que surge como una sombra,
vuelvo la cabeza
y veo a los viajeros,
las putas muriéndose de frío,
paso por encima de todo,
de las ciudades, de los árboles
y de los bosques cenicientos,
veo a los pájaros sobre las piedras,
y viene a mí el recuerdo
de este gran amigo;
apenas he encendido la luz
y desde mi sitial de cenizas
piso antiguas veredas
y veo a los muchachos robando
tablones en el aserradero.
Estoy en Milán,
cierro los ojos y veo
a los camisas negras
y a los punks batiéndose a cuchillo,
mientras cae la lluvia, madre, sobre el mar,
y a la entrada del edificio,
veo a los niños pequeños en la puerta.
Se entremezclan
los sonidos de violín y la dulce voz
de Romeo Gavioli, el clarinete
de Santiago Luz que ponía el alma,
las mulatas bailando en la pista,
las estrellas de los medios,
Gabilondo o Pedro J.
haciéndole el “paripe” al cejas.
Son más de las dos de la mañana;
Tero no regresa,
Bibiana está borracha,
llego hasta el Puente de San Telmo
y “veo a los dioses,
a lo lejos, perderse
como un galope de caballos”
y a los obreros sumidos en el odio.
(“Soy un forastero,
y no hay quien conozca
una sola palabra
del lenguaje de mi alma.”
-Khalil Gibrán-),
veo a las muchedumbres y a los Marines
y oigo los pífanos y veo
a los abanderados de las causas reales
al recibirnos en Barcelona
donde los hombres
preparan su futuro -ahí dormimos,
Pigafetta y yo-, y las Cigarreras
no saben qué les depara el destino
ni a sus hijos.
No hemos tenido luna llena.
Voy viendo y soñando
y me sale la idea,
algún día llevaré esta hermosa visión
a un poema
de gran significado.
Voy al supermercado,
y veo a las madres
con sus looks renovados
cargando comidas para sus hijos.
Me siento libre de mí misma,
no tengo callana,
soy blanca,
y con el corazón helado, cierro los ojos
y recorro los parajes desiertos
y veo a los arroyos
sentada junto al ventanal,
mientras cae la lluvia, madre, sobre el mar.
Y si al apartar la vista la dirijo a la Historia,
veo a los adolescentes en sombra
de esta primavera madrileña, revivo
aquel pasado,
y veo a los cruzados, a los conquistadores,
a El Cano, Felipe II, Cisneros,
y a los primeros hombres
primitivos, usando el sonido,
manifestando a todo el mundo
su dolor. Y de repente
“veo a las negras falashas parientas
de la reina de Saba y a los caraítas judíos
parientes de Mahoma, y veo a los judíos
de turbante y túnicas blancas del Sahara” (Fina Warschaver)
y veo a las aves abrirse vuelo,
a los líderes, a los comerciantes, a los Estados Unidos
desplomarse, y “a los campesinos judíos de Entre Ríos
y a los curtidores judíos de los Cárpatos. Veo
las altas frentes del saber y de la muerte y a Rosa Luxemburgo
y a un ropavejero” (F. W.).
Veo todas las cosas del mundo,
y veo mis lágrimas mientras ojeo los periódicos de ese inicio de siglo y me veo
sentada junto al ventanal,
y aunque creo en la Evolución
Theilerdiana del Hombre, las noches
ya no me pertenecen,
cae la lluvia, madre, sobre el mar,
y por la Lungara veo a Pasquino
-salgo a la calle y
veo a las gaviotas planear-.
Me dice que tiene ganas de una cerveza,
y se borran las nubes,
y me siento morir de una tristeza
que no sé si es de Marrakech o mía,
y cierro los ojos y retiro
las yemas del teclado, y otra vez
“veo la puerta ojival del ghetto de Viena y la jaula en que se balancea el judío Süss,
veo la sinagoga gótica de Ratisbona y la sinagoga de palmeras de Abisinia,
veo a los sacerdotes falashas con sus tambores negros y a los rabinos
de Varsovia con sus togas de pieles. Y veo las carabelas
de judíos desembarcando en América” (F. W.).