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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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CHELO DE LA TORRE [15.399]

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Chelo de la Torre

Chelo de la Torre nace en Est. Linares-Baeza (Jaén). Cuando el calendario le dice que ha llegado el momento de dejar de jugar con los números, empieza a sacar de los cajones  las palabras que, de forma intermitente, ha ido guardando desde la adolescencia. Con ellas, empieza a construir puzles y algún poema, y en ello está. Ha participado en la antología "24  poetas tímidos" Ed. Amargord (2013) y en la Antología MPI “Grito de Mujer” ( 2011-2014)

publico mis poemas en :





El blues del teléfono 

Recuerdo el triste día 
de aquel crudo invierno.
Recuerdo el día triste
de aquel crudo invierno.

Recuerdo una llamada,
recuerdo la llamada
y la fría voz 
que la noticia me daba.

Desde aquel día, 
me inquieta el timbre del teléfono.

Publicado en  la antología “ 24 poetas tímidos”  Ed. Amargord  Colección Avena Loca 




Hay días  

Hay días que aunque el sol abrase mi piel
no me dejas verlo.
Te instalas en el motor,
bloqueas las hélices,
me corroes,
pintas de negro la pupila de mis ojos.
Ocultas los juegos de mi infancia,
las risas,
los besos de mi madre.

Esos días tu saludo molesta,
las caricias duelen,
los besos más dulces saben a hiel
y lágrimas secas inundan nuestro lecho.
Mis bolsillos se cargan de plomo,
mi sombra me abandona,
el espejo me rechaza 
y hasta los platos se suben dos estantes.

Hay días que las hojas del calendario
pesan demasiado.

Publicado en  la antología “ 24 poetas tímidos”  Ed. Amargord  Colección Avena Loca 




Las huellas del día 

El amanecer levanta el telón del nuevo día,
como marioneta que no sabe quien mueve los hilos,
aparece.
Con su raído traje de bufón y su sonrisa fósil,
avanza sin moverse,
desfila entre las inertes teclas.
Los aplausos se le clavan en los pliegues de la vida.
Su vida,
esa sucesión lineal de círculos interseccionados.

Y cuando al llegar la noche
las farolas se apagan y se cierran las cortinas,
solo,  - en su camerino – 
se lava las huellas  del día
y le sonríe al espejo. 




Frente a un café

Algún día 
te contaré que no existo.
Mis padres 
me olvidaron antes de pensarme,
y hoy, 
frente a un café, 
añoro la vida que pudimos tener juntos.




Me duelen las manos 

Hoy me duelen las manos, 
me hice daño al quitarme la mancha de los días,
esos días en los que se rompen los tacones
y se secan las caléndulas. 

Hoy me duelen las manos 
y  me oprimen los guantes,
me agarré demasiado a las paredes,
no encontré el manual de la vida.

En el desván solo hallé una muñeca rota,
un agujero en el tiempo
y un libro de poesía,
- quizás sirva -
mañana empiezo a leerlo.





Telarañas 

                                            
                                           Dedicado a  M. Asunción Caballero (Mascab)
                                            
Tengo que hacer limpieza general
"hacer sábado" -diría mi madre - 
secarle al colchón 
las lágrimas que no le han caído,
sacudirle el miedo.

Tengo que admitir
que las matemáticas mienten,
que el infinito es una llamada de teléfono,


Tengo que zurcir los rotos, 
borrar las sombras,
lavar el día
sin  usar la curvatura de tu voz,
ni el cobijo de otras letras.


Tengo que hacer limpieza
- y he de hacerlo sola - 
subiéndome a los libros para llegar al techo,
escondiéndome para limpiar los rincones.

Una telaraña se enredará en el visillo  del salón.
Nunca dejará de hacerme compañía.




Sábado

Hay un buitre negro en la cocina
no lo ahuyentan las rectas verticales,
                                                            ni las paralelas,
ni consigo resolver la ecuación
que me da la trayectoria de salida.




Sus canas

Las primeras aparecieron con la puesta de sol,
solo fueron unas pinceladas
y poco a poco las fueron tatuando
las ramas de los pinos, el mar, las verdades.

El tiempo se retorcía sin piedad
y llegaban al desanudarse la corbata cada tarde.
No encontró ninguna entre las sábanas.

Desde entonces, se han caído las hojas
y algunos días nos arropó el frío,
y siguieron llegando a su cabeza y a la mía.
Llegaron desde esos zapatos casi nuevos
que quedaron vacíos,
y entraron por la puerta abatible
al sonar la luz roja.

Durante esos años hubo momento buenos.
Galopó a lomos de dinosaurios,
dibujo elefantes en la arena
y hemos llenado juntos la cesta de los días
con pan, lentejas, caramelos y algún viaje.
A veces, se guardó un llanto en el bolsillo
y alguna división nos salió mal ,
qué difícil  conjugar la tabla del cuatro.

Las hojas siguen cayendo
y una sombra se esconde tras los ángulos.




Habla de geometría

                                                                      Dedicado a Pilar García Orgaz 

Si no tienes fuerzas para escribir
                                               habla de geometría.

Olvida las pecas de las manos,
rompe el círculo,
dibuja triángulos,
y pinta de verde el infinito.
Si la lluvia llena tus bolsillos
                                           habla de geometría.

Aspira el olor de la tierra,
oye como suenan las esferas,
pisa los charcos,
y ponte una elipse de sombrero.

Si  hoy el café te sabe mas amargo   
                                                  habla de geometría.

Pasea por el plano,
recorre la linea espiral de la arena
y al llegar al borde  del mar 
                                             salta
te espera la cima del cilindro.




Cumpleaños

No quiero bordados de seda
hechos con una paciencia que supera lo creíble,
ni flores que lanzan su alegre tristeza 
contra mis ojos,
ni perfumes fabricados 
en dobles jornadas laborales.
No quiero adornos de oro
porque al extraerlo envenenan  la Tierra,
ni bombones cultivados por manos lejanas
que no saben de juegos,
ni telas cosidas por adolescentes.
No quiero regalos
dedicados con tinta de otros dedos.

Regálame un viaje imaginario
al rincón donde comienza el infinito,
tus palabras para que me apoye
al subir los últimos peldaños del día,
un sonido que ahuyente  mis miedos.

Regálame  tus silencios 
y el comentario del libro que leíste ayer.







JOSÉ FRANCISCO VARELA RIAL [15.400]

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JOSÉ FRANCISCO VARELA RIAL

José Francisco Varela Rial (Cereo, Coristanco, 1979). Ha colaborado con algunos poemas en lengua gallega en las revistas Eixo y O Ollo Público, y en lengua castellana en el fanzine Mensajes en una botella. Nos dice José Francisco que él escribe, piensa y siente la poesía como medio de frecuentar y pasearse por la realidad.

Ha publicado: Itinerarios, (Devenir Poesía Madrid, 2010)




TÁNATOS

He aprendido a tragarme almas
en dosis insuficientes;
siempre he necesitado más.

Pero lo impuro tiene un sabor insoportable.




LO QUE NOS QUEDA

Ser
        en esta oscuridad,
como una vela se desprende
        de la luz.



PARANOIA

Hay una voz que me rodea
(yo soy su prisionero);
se restriega contra mis oídos
gimiendo sin clemencia:

"se el principio y el fin
de las cosas."










YVETTE K. CENTENO [15.401] Poeta de Portugal

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Yvette K. Centeno

Nacida en Lisboa, Portugal 01 de enero 1940

Nacida en Lisboa en 1940, familia de origen germano-polaca. Licenciada en Filología Germánica en la Facultad de Letras de Lisboa en 1963, comenzó a enseñar como asistente en la misma escuela el año siguiente. En 1974, comienza a enseñar en la Universidad Nueva de Lisboa, donde actualmente es profesora catedrático de Literatura Comparada y Coordinadora de Área en el Departamento de Filología Alemana. Fundó y dirige la Oficina de Investigación de Simbología, así como un centro de estudios "Teatro y Sociedad". 

El teatro ha sido para Yvette Centeno una constante desde su juventud. Fue co-fundadora de CITAC, uno de los más importantes grupos de teatro universitario, de Coimbra. Desde entonces, además de escribir para el teatro, es adjunta a Activ Chevalier dans l'Ordre es de las Palmas Académicas por decreto del primer ministro francés (1997) y fue galardonada con el Verdienstkreuz 1. Klasse, otorgado por el Presidente de la República Federal de Alemania (1994). 




El nombre

Di.
Di el nombre.
Escoge
las sílabas.

Indica
las letras
con tu marca
de fuego.

Las cenizas
en breve apagarán
esa rara
existencia.

Traducido del portugués por Myriam Rozenberg





Tres breves poemas de Yvette Kace Centeno.


Alquimias

En la fuente
un sol alado
huirá en breve
volando y sublimado


Alquimias 

Na fonte  
um sol alado  
em breve fugirá  
voando e sublimado



Gestos

Faltó el gesto:
la mano que no se abría
la flor que no se dio



Gestos  

Faltou o gesto: 
a mão que não se abria  
a flôr que não se deu



Paz

No sabía qué era:
no tenía luz en las alas
sólo las manchas
de la tiniebla



Paz  

Não sabia o que era: 
não tinha luz nas asas  
só as manchas 
da treva

Tomados de:
Centeno, Yvette K. Outonais. Lisboa. Ed. Blurb. 2011. p. 20



Na Sopa de Carroll

(com Unsuk Chin)

A sopa de Carroll
leva de tudo
um pouco:
leva bichos
leva plantas
leva membros
decepados
pernas
braços
variados
e muito bem
temperados
com pòzinhos
de espirrar
chávenas
e chaleiras
bolinhos
a fumegar
e cabeças
de meninas
onde os sonhos
são plantados
as meninas
rodopiam
as meninas
dizem
não
e arrancam
os vestidos
não sabem a côr
das plantas
não sabem
os seus segredos
não conhecem
os destinos
e muito menos
os medos
o espaço é negro
e profundo
um poço feito
de pedra
com um portão
pequenino
a chave não está
na sopa
está no tempo
e o tempo é
infinito
e o infinito
o que é
não há resposta
certeira
por muito que
não se queira
as respostas são
iguais
em toda a mente
matreira
tão iguais
que tanto faz
e a chave
não serve assim
esta sopa
é brincadeira
não a podemos
comer
sopa de indigestão
quem cozinha
é a rainha
atirou dados
ao chão
escondeu cartas
no cabelo
em forma de
coração
e na mão ergue
um flamingo
com o sorriso
do gato
Carroll-coelho
avisou
o tempo
está a contar
o que ele conta
não sabemos
nem dá para
adivinhar
podemos imaginar
grita
o homem-escuridão
Alice fica
sem fala
em busca de
solução
e soluça
mas em vão



In Carroll’s Soup

(with Unsuk Chin)

Carroll’s soup
takes a bit
of everything:
it takes beasts
plants
chopped off
limbs
varied
legs
arms
all seasoned
very well indeed
with powders
that make you sneeze
teacups
and teapots
biscuits
still very very hot
and heads
of little girls
with dreams
planted on top
the girls
whirl
the girls
say
no
pull off
their dresses
don’t know 
the colour of plants
don’t know
their secrets
don’t know
the future
and most of all
don’t know fear
the space is black
is deep
a well 
made of stone
a narrow
gate
the key is not
in the soup
it lies in time
and time is
infinity
and for what
infinity is
there’s no answer
that is right
no matter what
you don’t wish for
the answers are
all the same
in one and all
foxy minds
so alike
it doesn’t matter
if the key
won’t fit the lock
this soup
is only a joke
we surely cannot
consume it
without indigestion
it was cooked
by the queen
who threw the dice
on the floor
hid the cards
in her hair
that is shaped
like a heart
her hand holds
a flamingo
smiling like
the cheshire cat
Carroll-rabbit
gave a warning
that time
was ticking on
what it tells
we don’t know
and we shall never
find out
but we can imagine
shouts 
the bogey-man
Alice loses
her voice
searching 
for a solution
and sobs
but in vain

Translated by Ana Hudson, 2010
in Outonais (poemas 2005-2010)



o rei

I

conta-me

conta-me entre as amêndoas

entre as mulheres
que é preciso
depor
aos pés
do rei

conta-me
torna-me
amarga

faz-me saber
mais
do que sei

poesia do mundo
organiz. maria irene ramalho de sousa santos
edições afrontamento
1995





A  MEMÓRIA  É  UM  NOVELO

Novelo

de pequenas
artérias
rebentadas

por ali
escorre
a memória

a pulsação
que dói

quem não recorda
não vive

não desenrola
o fio
que redime

Regresso ao café da minha infância.

O local é o mesmo, são outros os clientes. Por momentos pensei reencontrar o velho empregado, presença tutelar daquele lugar. Avental branco à cintura, braço levantado onde ao alto equilibrava a bandeja metálica, e súbito, a expectativa de uma semana a materializar-se. Pousava na mesa um enorme prato com bolos e um copo de leite morno. Eram o lanche sonhado dos domingos de chuva. A atmosfera densa do café no azulado do fumo de tabaco e vapor davam um sentido especial ao inverno.

Na pequenez dos meus seis anos, o café tinha a dimensão de uma catedral. Tecto alto, paredes imensas, povoado dos gigantes que eram os adultos e onde, por umas horas, tínhamos permissão de permanecer. Com alguma desilusão constato como essa catedral da minha memória é afinal um pequeno café onde escassas vinte pessoas se acotovelam. A decoração mudou.  Da madeira castanho escuro do balcão, mesas e cadeiras,  dos assentos em pele verde e da luz difusa, passou agora a uma atmosfera luminosa, madeiras claras e cadeiras de palhinha num ambiente de conforto descontraído, agradável ao adulto que agora sou.

Sentado na esplanada olho as palmeiras no jardim em frente, e lembrando como tinham quase 100 anos quando nasci vejo-as acrescentadas dos cinquenta anos que já vivi.

Voltei ao café da minha infância. As lembranças, os sonhos aqui vividos, a aprendizagem feita entre estas paredes, tudo isso guardo no canto especial das recordações queridas.

Lá fora anoitece e o céu veste-se de um profundo azul ultramarino. Os candeeiros da rua, agora acesos, salpicam o crepúsculo de pequenas luzes douradas numa feérica paisagem de sonho. Chuvisca e a calçada subitamente molhada brilha no fulgor da pedra polida pelos anos. Entre os vultos que passam na pressa do fim do dia, tento descortinar os rostos dos meninos que conheci. Em vão.

Ivette K. Centeno recorda no poema TAVIRA  I este mesmo jardim frente ao café da minha infância, o lago em volta do coreto onde tantos dias e noites de verão brinquei:


TAVIRA  I

Não brincam no jardim
as infâncias perdidas

O lago já secou
nas grades do coreto
enforcaram-se os músicos

E a palmeira
sem tâmaras
marca só o lugar
do tempo que passou.

Deixo-o, leitor, com esta bela interrogação sobre  A vida / Diria melhor o tempo?



DEFINIÇÕES

A vida

Diria melhor o tempo?
Mas não
não era o tempo
era a vida
um somatório de tempos
e de espaços

a vida estava agora
de tal modo concentrada
que pouco lhe sobrava
ou mesmo nada

Noticia Bibliográfica: Os poemas foram retirados do livro Entre Silêncios, publicado em 1997 por Pedra Formosa, Edições.




MULHER

Quando o ventre é o mar
quando o ventre é a água
salgada
numa boca
quando o ventre é a fonte
quando o ventre é a forca




Alice

É do lado de cá do espelho
que corremos perigo.
Do lado de lá 
tudo tem solução:
Alice espera por nós,
Alice dá-nos a mão.





Meninas

(a Paula Rego)


Saem da treva
as amas
sentam-se em bancos
pequenos
bem juntinhos
à lareira
abrem os cestos
de fruta
que são caixas
de costura
linhas de côr
e agulhas
vão bordar um pano
branco
saltam faúlhas
vermelhas
ouve-se o grito
rasgado
foge o gato
da tesoura
lá no fundo
uma menina
com o seu avental
de pranto


II

Sonhos confusos
engolidos
pela onda mais negra
água
do rio que passa
à beira-rio
a Sombra-mãe aguarda
esconde os sonhos
na caixa




Meninas

(to Paula Rego)



Out of the dark
come the maids
they sit on low
stools
tightly gathered 
by the fire
they open 
fruit baskets
that become
sewing boxes
colourful threads
 and needles
to embroider 
a white cloth
red burning sparks
burst out
the tearing scream
is heard
the cat runs 
from the scissors
there in the corner
a little girl
with her apron
full of tears


II

Confusing dreams
engulfed
by the darkest wave
water
of the passing river
on the river bank
the Mother-shadow awaits
she hides the dreams
in the box

Translated by Ana Hudson, 2010






LUIS DAVID PALACIOS [15.402] Poeta de México

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Luis David Palacios 

(Los Mochis, Sinaloa, México 1983). Poeta, músico, ingeniero y profesor. Estudió Composición en música popular contemporánea, ingeniería electrónica y cursa actualmente la licenciatura en Letras hispánicas en la UNAM. Como ingeniero ha sido becario de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) y realizado estancias en centros de investigación como el (CINVESTAV). Como músico ha diseñado planes de estudio para licenciaturas, publicado varios libros de armonía e improvisación. Algunos de sus poemas se han publicado en diarios y revistas nacionales y aparece en una antología de poetas sinaloenses que se publica pronto. Radica en San Pedro Cholula donde realiza estudios de posgrado.



X

No hablo aquí de una tormenta,
ni de la boca fina con duraznos
que después de mi muerte dejará flores,
nenúfares de sal junto a mi cuerpo flotante.
No hablo aquí de una fuerza lánguida
cuyo rostro es de pequeños espejos,
de noches sobre noches
incrustadas, de aguas oscurecidas
cada vez más cercanas.

No hablo del fondo marino en sus ojos.
No hablo aquí de ella
ni de sus noches nunca vertidas en mis sábanas,
ni de sus bosques
largos y latentes.
No la nombro para no invocarla,
no la nombro y me pierdo en ella para no invocarla.




Alter ego

Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene…
Miguel Hernández


Y que tus lágrimas exploten bajo tus párpados
sea sustancia astringente lo que fluya
que el residuo y la herida
se conviertan en sal
para libar tus carnes
Que por tus venas corra
un líquido amargo expandiéndose
que provoque dolor
al más ínfimo movimiento
Y que tu voz sea un eco audible sólo en sueños
que en cada paso olvides un recuerdo grato

Vuélvete cosa inútil
y que del error nunca
nunca en la vida aprendas





Apología del sueño

Para ustedes
escribo
Para que mi voz
resuene a través
de sus ojos
para decir que mi universo
tiene más que  paredes

Prefiero ver
el tránsito de las hormigas
antes después
      que el vacío de su boca

Para decir que es verdad
no soy alegre
cuando no lo soy
decir no entiendo esta ciudad
de ocres
mucho menos su lengua

Sí soy un loco
mi corazón se agita
con la sangre del sueño
en mi cara se enhebran dos eclipses totales
mis piernas
están ancladas al mar
la obscuridad y el agua

Para decir 
no vengan
a ofrecerme su mano
un consejo
porque yo sé
que no es más que nostalgia

y su mano
su mano
seguirá siendo sal
aún después de tomarla

Sí  ya  lo   sé      
soy un hombre solo
y hablo más con los muertos
o conmigo
que con ustedes
los otros
A ustedes
grito
y son  palabras            
de nadie
en un idioma antiguo:
Yo no busco el amor
porque sé temerle





Me verás en otro espejo

Me verás en otro espejo
cuando el día te conmueva.
Una duda cerrará tu lengua
donde se nombra la distancia.
No sabrás
si el recuerdo de la noche
marcó también tu corazón,
no podrás reconocerme.

En la bruma de un amanecer en tu cama,
cuando el silencio te envuelva
entre su sábana, pasarás a mi lado
y no podrás llamarme.

En la última úlcera de un corazón amoratado
espero a que un espasmo anuncie el final de esta convalecencia.






EL ESPEJO ES LA MEMORIA

Para Emma Valeria
en su tercer cumpleaños


I

Nos espera la columna del día
si la memoria lleva bajo el brazo
el resumen de un tiempo como este.

Qué lejos las palabras de la flor
cuando solo la sombra de nuestro vuelo queda en la escritura.
Yo creí que el amor era un pozo, que alguna tarde el agua,
entre extrañas preguntas, sus pájaros destierra.

Nadie imagina nunca librar a su memoria en otros ojos.


II

Aún no oscurece pero la luna brota de tu cara,
deja el vientre confuso de los árboles.

Yo escribo en el borde de tu sueño.


III

Cuánto de alegría quedará cuando el espejo esté en contra tuya
y alguien llame a la puerta en tus sentidos.

Aletean los cantos por encima del color de la tarde
y tu voz se confunde sobre el limpio cristal de la ventana.
Silenciosamente la casa explica bajo la timidez del olor a café
el resplandor del cómplice que hay en tu fantasía.

Acaso ser feliz es eso:
un recuerdo, un pájaro,
el morado imposible en tu vestido.





EL VIAJE

¿Qué ácidos caminos de papel
invocas para navegar la noche?
¿Qué amargo hilo une la palabra
a tu boca de bosque en que me hundo?
Con cuál niebla y qué playa
te alejarás de mí
si no hay playa ni niebla
con el silencio oscuro
que han visto tus labios en los míos.

Si te vistes de sombra para callar tu sombra
enmudece conmigo otra vez para siempre.
Seré ese espejo que te devuelva una voz
y no tu rostro para estar contigo.




POEMA EN ESPIRAL

Cuando apareces cobijada bajo una niebla indiferente,
cuando tu silueta se transforma en el más lejano piélago
y no queda más que un hueco donde anidan tus ojos,
es entonces cuando soy aire espeso para cualquier pluma.

Busqué
una paloma
con el afán de mitigar el fuego
quebrado
que soy;
busqué reconocerme en ti,
en alguien,
en algo,
para borrar la hartura de mis dedos
o hallar un muro que pueda contenerme.

Pero aún emigro y el desierto de la espera
me obliga a ponerme en pie bajo antifaces insostenibles.
Aún resisto la embestida de mi propia censura,
el teatro de mis gestos ante el blando sonido de tus pasos.

Siempre fuimos los únicos que veían la lluvia con asombro
sin que una urgencia los embriagara de abismo.

Derribaste los árboles sólo para tener una mirada clara,
repetimos el sonido de los pájaros para encontrar el significado del día,
del hambre, del amor y del miedo.
Aramos la junturas donde se esconden los labios
con una rapidez que nos despojó de nosotros.

Nada podemos decirle a la muerte sin dejar de temblar.
Naufragamos con sólo una leyenda
y creímos que el mar tenía raíces,
que la dicha era un árbol en nuestro patio.
Nos lanzamos hacia los acantilados de una nueva argamasa
esperando ver las playas delineadas en esa única sombra.
Me arrojé con un semblante atravesado por el aire,
calado por el agua hirviente en nuestra boca.
Amabas los labios cuando se movían por sí solos.
Si la bruma nocturna era nuestro espejo,
por qué continuamos cayendo hacia este espiral que nos carcome.
No hay un hato donde guarecerse,
donde evitar que el faro rasgue la piel del agua.

Te miro sentada y sigo estando solo.
Camino y giro y caigo.
Soy el derrumbe de la luz y la piedra,
el Cíclope que morirá ahogado y seguirá cayendo,
soy el agua fluyendo río abajo,
sin muelles.


Sales de la noche, de la brisa que baja de los árboles cuando amanezco,
de la miseria repitiendo la calle, del espacio que me duele.
Queda tu huella sobre el agua,
tu abrigo es el mar atardecido en donde espero encontrarte.

¿qué quilla puede resistir las piedras,
qué esquife puede atravesar las aguas?
Nada, nadie ha podido volver del mar sino flotando en él.
No sabíamos qué era el tiempo,
si era la única noche donde maduramos,
si era la única noche lograda,
crecida hasta convertirse en refugio,
si era el exilio para nuestros corazones
o la ola que nace solamente para morir.
No sabíamos qué era, ni entendimos que éramos su orilla.


Y tu boca se abre.
Y un socavado nudo de ríos
germina, nace, asciende.
Hay un grito de agua azul marino, una larga ausencia,
un tumulto de voces repetidas de repetidas voces repetidas.
Vibran los arcos de las cuerdas,
las redes sumergidas en el fondo;
tu cuerpo se entrelaza y arrastra lentamente un grito:
no estás sola.
Estoy solo.
Y surges entre selvas consumiéndose,
entre los gestos de un orgasmo intocable.
Todo es distancia.
Un gesto de perturbación se acusa siempre;
en tus mejillas brilla el agua de un océano contenido
cuya profundidad no ha encontrado medida
ni ha sido sometida al temple de otro cuerpo.
Veo el mar inundarte,
transformar tu rostro en una ventana,
oscurecer el deseo por una premonición
y huir con un gesto de sorpresa,
una palabra cotidiana.

Sólo basta que un objeto me diga haberte visto o se lo diga a otro o lo imagine,
para volver a caer sobre el pretil que separa la razón del sueño,
el sueño de la vigilia, la vigilia de miedo;
para que beba otra vez del vaso fracasado
y la cuerda que busca enhebrarse brille
y sea la única luz.


*

No hablo aquí de una tormenta,
ni de la boca fina con duraznos
que después de mi muerte dejará flores,
nenúfares de sal junto a mi cuerpo flotante.
No hablo aquí de una fuerza lánguida
cuyo rostro es de pequeños espejos,
de noches sobre noches incrustadas,
de oscurecidas aguas más cerca cada vez.
No hablo del fondo marino en sus ojos.
No hablo aquí de ella,
ni de sus noches nunca vertidas en mis sábanas,
ni de sus bosques largos y latentes.
No la nombro para no invocarla,
no la nombro
y me pierdo en ella para no invocarla.







JUAN PABLO ZAPATER [15.403]

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Juan Pablo Zapater 

(Valencia, 1958) se dio a conocer literariamente a finales de los años ochenta con la aparición de su libro 'La coleccionista', Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la joven creación, que fue publicado en la Colección Visor (Madrid 1990) y recientemente reeditado en la Colección de poesía Leteradura (Valencia 2013). Después de un largo tiempo de silencio, y como fruto de la necesidad poética ha publicado un nuevo libro titulado 'La velocidad del sueño', aparecido en la Editorial Renacimiento (Sevilla 2012), con el que ha obtenido el Premio de la Crítica Literaria Valenciana. 



CERTEZAS

Certezas,
apenas unas pocas después de tantos años:

que la noche y el día se suceden,

que el sol es el ventrílocuo escondido
tras la voz plateada de la luna,

que el mar es una máquina de olas
y el viento un tren con vías invisibles,

que las flores cortadas enmudecen
y los árboles lloran por sus brotes,

que el amor es un galgo que galopa
con el alma de un lobo moribundo,

que nunca hay marcha atrás en los relojes
y dios es la más cierta de las dudas,

que la muerte es un niño amamantado
por la leche materna de la vida.








TE ANUNCIARON UN DÍA
con un hilo de voz sobre mi almohada:
"Viene a verte esa niña de uniforme
que ayer ya estuvo aquí cuando dormías".
No es extraño que ahora, al encontrarnos
después de tanto tiempo, la memoria
reconstruya fielmente esas palabras,
como recién oídas y el silencio
que siguió mientras iba imaginando
un rostro para ti, tal vez un nombre,
frente al sol que manchaba ya sin fuerza
las arrugas del cuarto.
                               Me insistieron:
"Conócela un momento. Si te cansas,
le hablamos del peligro a los contagios".
Con décimas de fiebre y decaído,
como siempre atardece un ser enfermo,
me negué a recibirte y sin cautela
 ni antídoto eficaz al que aferrarme,
contraje una más firme calentura
cuando hermoso irrumpió tu atrevimiento.
Sentada junto al borde de la cama
dijiste haber llegado algunos meses 
atrás con tu familia, ser la nueva
vecina que en la casa de los chopos
usando unos gemelos contemplaba
en sus ratos perdidos el trasiego
de aquella habitación. Sentí vergüenza
y enfado contenido ante la intrusa
cuyo descaro hacía que, de pronto,
mis padres sonrieran.
                              Pero entonces,
al quedarnos a solas, mientras ellos 
volvieron a ocuparse de sus cosas,
adentraste las manos bajo el paño
de la sábana azul que me abrigaba
y al encontrar la piel tan inocente,
tan lejos de ser fértil todavía,
entornaste los ojos y besaste
al hombre que sería con los años
y quien hoy el destino te devuelve
sumiso y pecador, desde aquel día.

La coleccionista
Visor de Poesía




LA COLECCIONISTA de Juan Pablo Zapater

Los ojos de Hipatia

La nueva editorial valenciana Leteradura, surgida en torno al Café Malvarrosa Espai Paral.lel, inicia su trayectoria con la reedición del libro de Juan Pablo Zapater La coleccionista, que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Joven Creación y fue publicado por Visor Libros en 1990.

La presente edición, con prólogo tan ameno como acertado de Vicente Gallego, era necesaria por varias razones. En primer lugar porque resultó en su día un libro emblemático de lo que algunos críticos dieron en llamar poesía de la experiencia o poesía figurativa, marbete que designó un conjunto de propuestas tan dispares como las del mismo Vicente Gallego, Luis García Montero o Felipe Benítez Reyes.

En segundo lugar porque Juan Pablo Zapater ha guardado silencio durante más de veinte años hasta la reciente publicación de La velocidad del sueño (Renacimiento, 2012; Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2013), de manera que se hacía necesaria la reedición de La coleccionista para conocer en toda su extensión y con mayor profundidad la poesía de su autor, lo que en ella ha permanecido, como su carácter narrativo y sus sorpresivas imágenes, y lo que ha cambiado, como su mayor profundidad meditativa y su carácter en ocasiones dialógico.

“La coleccionista de J. P. Zapater, es un libro excepcionalmente original: escrito en versos libres que a veces rozan la prosa; me interesó sobre todo por la complejidad psicológica y por la forma indirecta –inteligente utilización de la reticencia, el fragmento y los silencios- con que el autor nos cuenta una historia. La coleccionista es un poema extenso que, de manera discontinua, reintroduce el relato en la poesía”

(Octavio Paz).

Como decíamos, Juan Pablo Zapater fue galardonado el pasado mes de mayo por su nueva obra, La velocidad del sueño, en el XXIII Premio de la Crítica Literaria Valenciana en la modalidad de poesía, junto con la del novelista Alberto Gimeno y la del ensayista Miguel Catalán. El fallo de los premios tuvo lugar en la Casa de la Cultura de Rocafort, en un acto presidido por su Alcaldesa, el Concejal de Cultura, el Presidente de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios, Juan Luis Bedins, y el Presidente de los Premios de la Crítica, José Vicente Peiró.




La velocidad del sueño. Edit. Renacimiento


ROSAS PARA OTRAS MANOS

A Carlos Marzal


Esas rosas silvestres escondidas
en el suave desierto de la carne,
rosas secas que al tacto se humedecen
y destilan su esencia entre las yemas
de unos dedos esclavos.

Esas rosas cerradas que se abren
como el labio sediento de la vida
y aguardan suplicantes una nube
para ser bien regadas por su loco
chaparrón pasajero.

Son las rosas que amé y que sigo amando,
aunque no se me ofrezcan como antes
y las sienta entregadas al cuidado
de unas manos, no mías.

Rosas ciegas, sensibles, disolutas,
que esta noche de fiebre y de desvelo
me llaman y me arrastran poderosas
a su gozo sin fondo.




La velocidad del sueño
por Arturo Tendero 


Gil de Biedma dejó escrito que es extraña la labor del poeta. Tan extraña que ni él mismo acaba de comprenderla. Se limita a seguir unos hábitos, que su costumbre ha establecido, y que le granjean a la vez consuelo e incertidumbre, mientras se aventura en un bosque de palabras que de un modo oblicuo, como el de los sueños, le devuelve la imagen de su propia vida. Si por alguna razón desaparecen los hábitos que la acompañan, se esfuma también la escritura. 
Es famosa la dimisión de Rimbaud, con solo diecinueve años, después de haber volcado su rebeldía juvenil en algunos de los versos más influyentes de la historia. También es conocida la renuncia del propio Gil de Biedma a los cuarenta “para no repetirse”. Ninguno de los dos, que se sepa, volvió a escribir nuevos poemas, lo que tampoco es extraño, dada la complejidad de recuperar hábitos largo tiempo perdidos.
Por eso mismo es novedoso que un poeta vuelva a escribir y a publicar después de veintidós años de haber abandonado la poesía. Y no se trata de un abandono de cara al público, mientras se mantiene la escritura viva en la intimidad, lo que hubiera sido más comprensible. No, hablamos de un abandono total. El propio Juan Pablo Zapater (Valencia, 1958) se pregunta en La extraviada, el poema que abre su libro de regreso: 


“¿Fui yo quien te perdí? 

Nadie te huye  
si no le das la espalda, si no cesas  
de decirle al oído esas verdades 
que solo tú conoces.


Antes de experimentar este abandono, Zapater había publicado un solo poemario, La coleccionista. Un poemario galardonado, eso sí, con el premio Fundación Loewe a la Joven Creación en 1990, que no es un premio anecdótico ni mucho menos.

En su libro del regreso, La velocidad de los sueños, Zapater agrupa treinta poemas donde reflexiona poéticamente sobre acontecimientos cotidianos. La vida fluye por ellos, no ha intentado borrar la anécdota que inspira las piezas, que unas veces es la conversación con un amigo, otras la visión de unas rosas, otras una película de Truffaut o la propia vuelta a la escritura poética, como ya se ha dicho. Fluyen los versos desde una voz reconocible, embarcados siempre en estrofas. Zapater es un poeta estrófico. Y un poeta que disfruta ilustrando sus reflexiones con imágenes a la vez muy visuales y muy elocuentes: 


“la memoria, ya hecha pedazos  
como un viejo mantel que se destina  
a frotar el cristal de los espejos 
queriendo restaurar su extinto brillo.”


Y si recordar es un viejo mantel 


“olvidar es el cauce más vacío  
de cuantos puede recorrer el tiempo, 
hacer desembocar nuestro pasado 
en los brazos de un mar de espuma negra”. 


Las citas son indicativas de que el libro tiene un marcado tono elegiaco, incluso en los poemas que miran hacia el futuro. Miran hacia la vida, que quedó detrás, con nostalgia y con cierto dolor, a veces muy dramático: 


“Aquellos días vivos que hoy parecen  
un gato atropellado 
en mitad de una sucia carretera.” 


Lo que se echa de menos es siempre algo más espiritual que material. Así, en uno de los poemas que más me gustan, La noche del ateo, examina el proceso que le ha traído hasta el descreimiento absoluto, después de haber vivido una infancia de fe apasionada, como casi todo el mundo en este país donde, como decía Unamuno, “hasta los ateos somos católicos”. No aporta respuestas, naturalmente, porque la poesía está para sentir, no para sacar conclusiones. En todo caso, para sacar conclusiones sentimentales: 


“tu espíritu que ha muerto pero duele  
como miembro amputado en la memoria.”


Últimas noticias del verano, sobre una playa que se despuebla, es otro de mis poemas favoritos del libro. Un libro en el que muchos versos brillan cargados de inspiración juvenil (“Del amor somos huéspedes y hoteles”), como si Zapater hubiera salvado la llamarada de la adolescencia mientras la vida huía con la velocidad del sueño, a través de lances no siempre ejemplares, como esa imagen irónica de Crónica de una resaca: “El sol es un psicópata que afila / su cuchillo de oro en la ventana.”

Juan Pablo Zapater: La velocidad del sueño. Ed. Renacimiento, Sevilla, 2012.






FRANCISCO BENEDITO [15.404]

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Francisco Benedito 

Nació en Toulouse en 1967, aunque la mayor parte de su vida ha trascurrido en Valencia. Las páginas de "La pasión de ser débil" se han hecho biografía de una manera salvaje; el resto de ocupaciones han sido menos honorables y poco aportan aquí.



La pasión de ser débil

ediciones contrabando
colección Marte nº 1
Francisco Benedito 


Admiramos la  fortaleza y huimos de la debilidad, pero nos equivocamos.

¿Cómo hubiera sido eterna la leyenda del poderoso Aquiles sin estar adornada por la vulnerabilidad de su talón? ¿O cómo nos hubiese seducido de tal modo el rostro de Tadzio si no lo hubiéramos contemplado a través de los obsesivos y desolados ojos de Gustav von Aschenbach?

Francisco Benedito nos muestra en estos poemas un catálogo de sus debilidades, aquellas que sí debiera y aquellas otras que tal vez no debiera desvelar. Desnuda su conciencia ante nosotros hablándonos de la vida y de la muerte, del amor y del deseo, de su desaliento y de su fe, tanto en un dios ausente, como en sí mismo.

Si la poesía es todavía capaz de alterar nuestro ánimo por medio de su hondo mensaje, leyendo La pasión de ser débil experimentaremos sin duda esa alteración emocional. No seremos los mismos después de escuchar interiormente una voz atrapada por su pasado que trata de abrirse camino, de buscar su redención, entre las valientes dudas y las miserables recompensas del presente.                                            

Juan Pablo Zapater




OBSCENIDAD

Sobre una piel joven, mientras adoro
los brillos fluorescentes
que se adhieren al vientre de la noche,
vuelve a desplegarse el tablero
del juego más obsceno y depravado.

Bajo la dura concha de la luna
en los sótanos de los instintos
se celebra este rito enmascarado;
el vapor de la pasión se mezcla
con el vaho pudoroso de la luz.

Es entonces que mi alma
–prudente tutora de mi cuerpo–
sujeta los pasos desprendidos
de mi gozo

Y sin embargo
nada cautiva más
que rendirse al peligro,
nada iguala el recóndito placer
de ser débil, de darse
y copular con la virtud.





LUZ DE AMOR

Habitar en el sueño que tú sueñas
es el sueño privado de mi cuerpo;
despertar en tu celda es mi reposo.

Carne viva te entrego, dale lumbre,
apágame en tu luz, amor oscuro.





TIEMPO DE VUELTA

Ahora que mi tiempo
ya ha dejado de ser tiempo de ida
habla en mí la conciencia más desnuda.
Es en este momento
–cuando parten los azules del verano–
que se me funde el alma con las cosas.
Suena dentro del pecho
la melodía verde de los árboles,
se desprenden sus hojas
que en otras estaciones
los vistieron fugaces de esplendor.
Es este ese momento
en que deseo el alma del otoño
llevándose las galas de la mía.

Otoño que desnudas este mundo,
llévame a tu raíz.






TONI MONTESINOS GILBERT [15.405]

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Toni Montesinos Gilbert 

(Barcelona, 1972) es crítico literario del periódico "La Razón" y colaborador de revistas como "Clarín" y "Letra Internacional". Autor de las novelas SOLOS EN LOS BARES DE NOCHE (2002 y 2013), HILDUR (2009) y LA SOLEDAD DEL TIRADOR (2014), y del libro misceláneo EL GRAN IMPACIENTE. SUICIDIO LITERARIO Y FILOSÓFICO (2005), ha publicado los libros de poesía: EL ATLAS DE LA MEMORIA (1998), LABOR DE MELANCOHOLISMO (2000), LA CIUDAD GRIS (2001 y 2011), LA MUERTE ESCONDIDA (2004), SIN (2010) y DIARIO DEL POETA ISLEÑO (2013). Ha recogido sus ensayos de poesía y narrativa, respectivamente, en EXPERIENCIA Y MEMORIA (2006) y DESARTICULACIÓN (2009), los de cine en QUE TODO EN LA VIDA ES CINE (2013) y los de índole narrativo-americana en LA PASIÓN INCONTENIBLE (2013). A estos se añade LA RESISTENCIA DEL IDEAL. ENSAYOS LITERARIOS 1993-2013 (2014) y MELANCOLÍA Y SUICIDIOS LITERARIOS. DE ARISTÓTELES A ALEJANDRA PIZARNIK (2014). Además, ha reunido sus poemas y crónicas neoyorquinas en ESCENAS DE LA CATÁSTROFE (2010) y editado a Ángel Crespo, José Balza, Horacio Quiroga, Benito Pérez Galdós, Luis Rogelio Nogueras, Jaime Quezada y José Antonio Ramos Sucre.





Poema en la revista “Estación Poesía”

UN SETTER IRLANDÉS NO TIENE ABOGADO

Prorrumpo.
Qué de verbos amparados en el cajón de la conciencia.
Las dos palomas que vi desde la ventanilla del coche
¿se peleaban o hacían del coqueteo y la caricia una forma de lucha?
En el juzgado de mi memoria me han llamado a declarar.
Me nombro culpable antes de saber de qué se me acusa.
Pues no soy más inocente que el anestesiador que entorna los ojos
antes de disparar el fusil medicinal de sus improperios.
El setter irlandés con el que me he cruzado en la sinestesia de la calle
no tiene abogado, eso lo he visto claro sin temor a equivocarme.
Su hipoteca de aire y tierra valen el presente y su sentencia de vida.

Soy yo el patriarca de mi familia tras haber matado al padre.
Lo degollé una noche silenciosa, leyéndole sonetos de monosílabos.
Lo asfixié triturándole las esperanzas; lo envenené con un brebaje de adverbios y lo rematé sin final feliz: el desenlace del cuento nunca lo sabrá. Luego,
soplé muy fuerte y derribé sus ojos de paja, su corazón de madera, su alma de ladrillo.
Y entonces pude hibernar, teclear facturas como un autónomo poseso,
contradecir a la calculadora, prorrumpir dentro de mi armario y ser muchos:
cada yo en una camisa, cada ego en un abrigo, cada superyó en un pantalón.
Admito que fui un convergüenza, un santo en alquiler, un faquir con pinchos de rosa.
Sangrar sangrar, no sangré, pero sí me disculpé por mis gotas malayas
encharcando mi mente, mojando las pisadas de los demás.

Ni las palomas ni el setter tienen la culpa de mi cárcel.
Si supiera salir de ella, convocando al consejo de dirección,
al contratista, a quien me ha dado el empleo de vivir con número
de afiliado a caminar y a otear, a discernir y a comprobar.

Si pudiera devolverle mi placa, mi arma, mi silbato, mi gorra de aparcaalmas,
yo robot sin Asimov, mi nao sin pintas, niñas ni santas marías…
En caso de ir a la deriva, pulse a tientas UNO,
si desea sexo por doquier, apreté con fricción el número DOS,
para pedir un presupuesto de amor y familia, marque el TRES,
para otros asuntos, desmanes, fruslerías, meriendas, aquelarres, botijos, senderos, gladiolos, impuestos sin espermatozoides y pasteles de guayaba y horizontes en zigzag, espere, una voz que improvisa, una voz gimiente, despertándose, lechosa, frenética y contumaz, sea lo que sea lo que signifique contumaz, le atenderá en cuanto las líneas estén libres. Manténgase a la desespera.
Si en-lo-que quiere escuchar una sonata inédita de Mozart, diga: EME de mmmm...
Si en-lo-que quiere oír el balón entrando en la red todas las veces que Kobe Bryant encestó en el Staples Center, contra los Toronto Raptors, hasta alcanzar 81 puntos, diga KA de Kafka, aunque no se haya metamorfoseado nunca.
Si en-lo-que quiere un saxofón en directo solamente para usted, diga:
melancolía de lluvia tras los cristales. O aproveche para vender su Opel Agila,
buen estado, 50.000 km, 2.500 euros, neumáticos, batería y alternador nuevos.

Hágase la luz, y la luz se pagó, oigo. Hágase un kilo de tomates, una ensalada
a mitad de precio, perseguida por la caducidad, y la ensalada se cobró. Hágase una…
Dejémoslo. El setter sin abogado pisa cuatro veces detrás de mí. Las palomas
ya han volado, el semáforo verde, el impaciente detrás: ventrílocuo en su claxon.
Si ahora llegaras por detrás, me taparas los ojos, quién soy yo para ti, dijeras,
una invención, una mentira, una tergiversación, un malentendido.
No te hablo de amor, dirías, ah, de acuerdo. Quién eres, insistiría yo:
dame tus referencias, currículum y prueba del sida, renta y patrimonio.
Te estoy hablando de amor, te contradecirías. Del amor sin hache ni eme geminada.
Amor nunca tuvo hache. Sí para mí, replicarías. Al amor hay que ponerle
esa hache para que la pelota de rugby vuele y la atraviese: el amor es un ensayo.
Quién eres, dímelo ya, vamos a chocar, será entonces un Opel Agila,
estado catastrófico, 50.000 km y un metro criminal, un centímetro suicida,
un milímetro fúnebre. Al menos, bésame para que la muerte me llegue con la saliva de tu aurora, para morir celebrado en el bajo vientre.
Para qué querría matarte si yo te reviví, dirías, y yo sin manos en el volante,
sin pies en los pedales, a punto de colisionar con la vida.

Espera, justo esta tarde, cita con el testamentario, todas mis posesiones son para mí,
Soy el único heredero, el beneficiario, porque todo es mío, menos el setter,
menos las palomas, las excepciones confirman las menstruaciones de la jurisprudencia.
Conceptos esparcidos: los piso y rejunto como un puzle. (Te debo una, Lope.)
Tengo en el ático un laboratorio de literaturas: mezclo páginas y me sale
Madame Karénina, El amor en los tiempos que se bifurcan,
O surgen nuevos: Campos de castilla alucinógenos, Fortunata y su tía, Pedro,
¡párame!, reservados los derechos del plagiador, reservado el derecho de castración, hay poemarios de reclamaciones. ¿Está usted ahí? Sí, sigo aquí, antes del choque.
¿Quién eres? Parca o Musa, morsa de escuadra, pandillera de iglesia,
desahuciada de cueva, la cobradora del crac del 29. Quién eres.
Tus manos huelen a rastrojos de campesina y a ríos de champú,
segunda unidad a mitad de precio. Tu voz tiene algo
de diablesa apretada en su ceñido cuero de película de serie B, sábado por la tarde.
Tu acento no es de aquí, suena como si, buscando ladrar, maullaras,
como si queriendo chillar de desesperación, susurraras palabrotas en latín.

Dime si soy más artístico que el setter irlandés sin abogado, que las aves
que se tocaban sin manos, se peleaban sin puños, se amaban sin libros.
Si me estrello, que mis cenizas sean depositadas en la cumbre del Everest, o,
en su defecto, en la alcantarilla de la calle Pi i Molist, esquina Virrei Amat,
justo al lado del escupitajo del quinqui sin EGB, de la colilla del vendedor
de muebles de la acera de enfrente, heterosexual sin novia, pero de la acera de enfrente; porque me estoy refiriendo a la alcantarilla bajando la calle a la derecha, al lado del bar donde nunca quise hacer planes de atentados a la democracia para imponer la dictadura de la fraternidad, porque la tele estaba demasiado alta, la gente estaba demasiado muerta hablando sin parar.

Si quieres de verdad frenar este delirio, tápame la boca en lugar de las manos,
o tápame las manos que escriben a ciegas, que no saben para qué escriben.
Átame los pies y échame al mar, la ballena de Gepeto me espera hace mucho,
la concha de Venus me espera hace mucho, lleva demasiado salpicándome y ya la odio, ha conseguido desquiciarme florentinamente, me mira con fijación hasta incomodarme.
Yo quiero una negra que cante mientras camina descalza y el sol aclara su piel.
yo quiero una bicicleta cuyas ruedas no se deshinchen como mi alma,
para lanzar el periódico a la casa del señor y la señora Smith, ver la botella de leche en el zaguán, el neumático bajo el árbol, la abuela sin edad que, sabia, calla.
Quién eres, o mejor dicho qué quieres sacar de mi colisión, de mi ceguera amanuense, de mi brújula a la deriva en el corazón de los demás.
No puedo pagarte, si es eso lo que buscas, sino con jabón cristiano en tus pies.
Me he dado de baja en el psiquiátrico, en el Club de los Vividores Fracasados.
Valgo lo que valiera si me vendieran en un mercadillo de personas de segunda mano.
Solo soy bueno para ser esclavo, enseguida veo normal obedecer,
totalmente justo ser usado como trampolín, semental, acunador, guía callejero.

Cuando me sueltes, me destapes los ojos, me liberes de lo que ahora veo,
te lo explicaré todo, incluido por qué aquel setter irlandés caminaba tan seguro.
Obedecía a su dueño. Como yo obedezco al mío, ahora tú. O tal vez es al revés.
Si me dejas escapar, me quedaré contigo. Si me dejas quedarme, huiré.
Muchos nudos habrá que no sepa desatar. Un día conocí a un viejo marinero
que tanto navegaba que su último hijo no lo reconoció. ¿Quieres ser tú
ese marino fustigador de olas?, ¿ese ausente que se tapaba los ojos y solo veía
la sal invisible?, ¿cuál sería el sentimiento que definiría la mirada
de aquel viejo que cambió su trabajo por el de portero de edificio?
Me gustaría ser Homero con lentes de contacto, Cervantes con teclado y zurdo,
Proust acalorado de aforismos, Leopardi sin lunas que mirar.
Todo para versificar la proa del destino del portero, la popa de su pasado,
el babor y el estribor de sus miedos en la noche, sus tierras a la vista
cuando el ancla ya está clavándose en el agua del reencuentro.
Menudo polizonte amanerado, afeminado, sería yo. ¿O es que no me crees?
Vamos a chocar, si es que en realidad yo no he chocado antes y esto es
mi liberación. Tus manos huelen a buzones de correos llenos de orgasmos.
Si sobrevivo al antifaz de tu piel, que me nombren juez y parte, porque siempre seré culpable de algo, inocente de nada. Si me investigan, si palpan mi cadáver, encontrarán que una vez salté vallas hacia atrás, que lloré un día inútilmente (el día que nací), que quise morir pero vivir, que quise morir, pero viví, que quise vivir para poder desear morir, casi morir para desear poder vivir.
Que jamás supe nada de diptongos, hiatos y árboles sintácticos.
Que nadie me ayudó a crecer, que fueron mis músculos y huesos los ordenantes
de la filosofía que profesé, que me hizo prorrumpir
en reuniones de vientos, en entierros de claridades, en promesas de pasado.
Déjame libre, entonces, ahora que voy a morir en guerra conmigo mismo. Las aves han levantado el vuelo de su huida, el setter irlandés sin abogado se aleja
sin aullar por mí, sin saber que vivo sin remedio para nada.
Ellos tres son mis amos. Mi visión es mi amo, y ella me condenará al olvido.





Home, Sweet Home

Me avergüenza mucho enseñar mi casa.

Es muy pequeña, las baldosas crujen
y el papel de la pared está sucio.

Los mayores de la familia dicen:
"Todo era feliz antes de la muerte."
Y añaden: "Tienes los muebles muy viejos...
aquí huele mal... comes porquerías..."
Todos ellos se fijan en la casa.
Ni una vez han reparado en mis ojos.

Mi casa es fea, poco acogedora.
No se la enseño a nadie. (Es por vergüenza.)

Sigo aquí. Aunque me han dejado solo.






TONI MONTESINOS GILBERT 
SIN
Huacanamo, Barcelona, 2010



Hay un límite en ser. Ya llegué a ese límite.
CLARICE LISPECTOR






SIN SUICIDIO

Casi estoy vivo.
A punto de saltar.





SIN SUICIDIO, SIN AMOR

Fuera del tiempo me habré escapado
en tu maleta de amor difunto.

Pisando el camino de tu vuelta
una sombra tendrá mi perfil;
un desencanto anunciará leve
que yo me abandono, que me fui
antes por una página en negro.

Una silueta y una mancha:
un insecto: una pared: un barco
demasiado lejos y montado
en su horizonte tembloroso.

Tal vez me convierta en todo aquello
y sea el vaso, la sangre seca:
agua en charcos, erratas en libros:
migajas de mesa, arrugas, tildes:
el nombre de un poema vacío:
la ropa y el símbolo gastados:
y tu dolor, tus palpitaciones:
puertas y ventanas que chirrían.

Si regresas, me tocas o hablas,
la respuesta será un manuscrito
con espíritu desamparado.
Y habrás vuelto de nuevo a deshoras,
pese al fin del tiempo detenido
en el último, aciago recuerdo







SIN AMOR, SIN CUERPO

No soy digno de ti, animal con labios,
beso desertor, tijeras suaves que me recibes
soltando el vapor del deseo, la niebla de la entraña.

Ni acantilados de senos, ni senos como embudos.
No soy digno de ti, bebida dulce y sanguínea,
lengua rosa serpenteante, burbuja, piel fría.

De un reptil a una loba, de un pájaro al abismo:
el camino siempre es nuevo y no se abarca.

No soy digno de tu cuchillo en mi frente,
de tu cuello desnudo hasta los pies.
Goza el mundo en la ventana, date la vuelta,
animal herido con truenos, saliva, flujos;
ven hacia el que no es digno de ti
y muerde, insulta, enmudece, tropieza,
y nebulosa o no, tijera o no, acantilado o no, 
sáciate, despídete, ruega por tu soledad,
abandóname intacto, lloviendo por dentro.
Roce imposible, jauría de desazón, isla.

Qué hago aquí escribiendo, indigno de mí,
mujer, papel, pensamiento, vida perdida:
palabra torpe, cuerpo demolido, ayer, hoy, mañana.




SIN CUERPO, SIN SER

Solo, montado con miembros que son de otros,
escondido bajo las sábanas, empapado de sequía,
balbuceando una excusa, sucumbiendo a la luz interior,
celoso de la Edad Media, de la podredumbre del big bang,
ausente ahora como si una voz llorase una canción de sepultura,
distraído por las mariposas que me succionan los ojos,
calumniado por palabras traídas al azar,
abrazando la oscuridad, oscuro y babélico,
solamente sabio cuando al callar, al dormir,
mi boca pronuncia un afecto imposible y helado,
y mis órganos tocan estatuas de lija
y las líneas de mis manos son pinceladas rojas
que dejan un rastro, un olor
                           para ser perseguido
para eliminar mi claustro, mi líquido amnésico,
mi pequeña cueva de niño, mi cabaña en los árboles,
y vengas a la oscuridad y tu vaho ilumine,
y me arrastres fuera, y digas esto es el sol,
esto lo pretérito que ya no existe, ésta yo 
y mis átomos,ésta yo tuya, ésta yo
de los cabellos como enredaderas,
y éste
crucificado y horizontal, culpable de ser culpable,
bienamado, bienquerido, malbesado, malreído,
suelto en la infinidad de diccionarios,
fórmula química venenosa, impotente para odiar,
solitario acompañado, fusilado con pinchos de rosas:

yo no es otro, sino
la identidad del huérfano,
el mismo yo que el tuyo,
el mismo yo que el tuyo,
el mismo yo que el tuyo




SIN SER, SIN RAZÓN

Ese chico subnormal que me imita
desde fuera de la jaula
—ese latido, ese destello, ese parpadeo
que en torno palpo si ver—;

ese místico fornicador, ese tedioso
espíritu insalubre y contaminado
—esa orgía de papeles saltimbanqui
sencuadernados, firmados, dedicados—;

esa subnormalidad que no anhela
la conciencia, el hastío, la ambición
—esa patada al balón huyendo del colegio,
ese anciano encapsulado tras el cristal—;

esa tendencia a tocarse el sufrimiento,
a arrodillarse ante el pasado;

ese deterioro, ese volverse cuerdo, ese esperar
aquel grito del sordomudo y el eco de los huesos
como antiguo tocadiscos, y el móvil
haciendo cosquillas en la chaqueta:
la tecnología del amor y la prehistoria al fondo,
the blue bus is calling us, soy siceramente tuyo,
                                     atentamente,
este dechado
de normalidad
que tira al blanco y acierta en el centro del mundo.



SIN

La desposesión del ser es uno de los temas esenciales de la poesía contemporánea. El deterioro de la temporalidad, la pérdida del lugar primigenio o la insatisfacción como experiencia del presente son asuntos que fertilizan la lírica actual y forman parte de este sentimiento, que contrasta, por otra parte, con el tópico de una sociedad obsesionada por la posesión —de bienes, de personas, de poder—. Para indagar en la versión más radical de la desposesión ha escrito Toni Montesinos (1972) este libro que acota su propósito de una manera sorprendente desde los títulos; el del libro —Sin—, en el que nunca tres simples letras de una preposición se arrogaron tanto significado, y el de los poemas, que llevan la cuenta de las desposesiones de una manera correlativa e implacable: si un poema se titula «Sin amor, sin cuerpo», el siguiente consignará «Sin cuerpo, sin ser» y tras este seguirá «Sin ser, sin razón»; de esta forma los títulos establecen el desencadenamiento fatal de «la metafísica de lo que no se tiene». Un poema imagina el descubrimiento del manuscrito de Sin tras la desaparición del poeta y el análisis que de él hará la posteridad: «Crítica inquietante a la sociedad de consumo / ensayo sobre la nada interior del hombre…», descripción que proporciona en una estrofa el exacto retrato del sentimiento de desposesión contemporáneo: «los versos para comprender la soledad del urbanita».
El argumento que van trazando los títulos de los poemas, en su encadenamiento de ausencias, parte y concluye en dos textos con el mismo título inverosímil: «Sin suicidio», que es una declaración de límites. De ahí se pasa a «Sin amor» y este es el punto inicial, y también será el final, de la indagación circular, iniciática, por las pérdidas. La del amor —«difunto»— desarticula el sentido del sujeto y lo convierte en vestigios de sí mismo: «agua en charcos, erratas en libros: / migajas de mesa, arrugas, tildes…». La enumeración de metáforas es el primer intento de reconocimiento del sujeto desgajado y fragmentado por la pérdida del amor: «la palabra, siquiera / irracional, lanzada en paracaídas / sobre las trincheras del silencio». El segundo intento será escribir asaeteado por las paradojas: «empapado de sequía» o «tomo / aperitivos de lejía». Enumeraciones y paradojas, espejos astillados donde el sujeto trata de recobrar su identidad, abren las puertas a la expresión de la irracionalidad. De hecho, lo irracional en Sin se plantea como la única vía de comprensión racional de una realidad desasistida de sentido. El lector advierte que no se trata de un ejercicio de escuela vanguardista, sino de una necesidad intrínseca a la expresión.
El penúltimo título, que cierra el círculo que Montesinos traza en torno a lo perdido, encadena dos ausencias: «Sin amor, sin suicidio». Entre la falta esencial y el umbral que no se traspasa, los poemas de Sin proponen una vía de comprensión, la escritura: «Y yo con mi palabra / muerta de vida». Aun impregnada por esta paradoja de raíz mística, el sujeto encuentra su identidad desposeída y la sujeción al mundo del que se había desgajado únicamente en el territorio de la palabra: «Yo / sólo soy / lo que ahora / escribo». Pero la contradicción nace al comprender que la aspiración de la escritura es precisamente la de liberarse del «yo», porque «el yo es el mal… / maléfico es el yo, babosa aglutinante»; una escritura que aspira a dejar al «yo» sin historia, sin aventura, sin contenido, tal como se muestra el ser en la sociedad contemporánea, acaso para así conducirle a la única certeza: «Sin nada más que tú», la desposesión que fragmenta y vertebra al mismo tiempo.

El Ciervo nº 711. Junio de 2010

Publicado por José Ángel Cilleruelo





ENRIQUE BUERES [15.406]

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Enrique Bueres

Oviedo, primeros años sesenta. Trabaja como periodista en Madrid en el mundo de la televisión gestionando contenidos de cine, música pop, ópera, boxeo, wrestling y ¡cine para adultos! Ha publicado el libro Crónica de un viaje, editado en una colección de poesía de Gijón en la que también editaron a José Luis García Martín y a Víctor Botas. Tiempos nuevos, tiempos salvajes, publicado en Oviedo, es una caótica guía personal de música asturiana editada a comienzos de los años noventa. En la reedición de Días de 1989, el polémico primer diario de García Martín, incluyó una larga entrevista con el autor. Tiene sin editar: La sociedad secreta (poesía), Así me lo contaron (entrevistas a escritores), Lo propio y lo ajeno (crónica cultural) y Artículos de primera necesidad (miscelánea de textos sobre cine, música y literatura). Formó parte de la tertulia Oliver desde su inicio. No tiene perro, pero sí un blog (música y letra), que es peor. 




LAS PREGUNTAS

¿Es real el vídeo Voodoo Lounge de los Stones?
¿Alguna vez Jesucristo
pasó distraído junto a un pobre
sin darle una limosna?
¿Qué pensaba Aníbal de la eutanasia?
¿Hay sombras en la noche que es mejor no ver?
¿Sabe Jay Leno que existe Llanes?
¿Dónde compraba la fruta Sade
cuando vivía en la Cava Baja?
¿De quién son los recuerdos
de lo que nunca recordamos?
¿Cantó Napoleón
alguna canción de cuna?
¿Hay vida antes de la muerte?
¿Qué sentido le falta
a lo que no tiene sentido?
¿Es cierto siempre: «Si no queda satisfecho,
le devolvemos su dinero»?
¿Por qué en Nueva York
puedes ver a todo el mundo
y nadie te ve a ti?
¿Es real el cine de Tarantino?
¿Por qué ya no recuerdo
todos los pasos que había que dar
para demostrar que E=mc²?
¿Qué ha sido de aquel mundo
que nos prometían cuando éramos niños
a finales de los sesenta?
¿Dónde están los autopropulsores
que según un documental científico
todos tendríamos en 1990?

¿Cuál fue la última generación
que creyó en un futuro mejor?
¿Es real el éxito de Dolores O’Riordan?
¿Qué pasa con las drogas?
¿Tendremos tiempo para cumplir
las promesas olvidadas?
¿Por qué Jorge Amado
quería escribir mi nombre con h?
¿Cuántos sueños necesitamos
para olvidar las pesadillas de la infancia?
¿Quién se ocupará en el futuro
de los colgados que pueblan las calles?
¿Sigue Marc Cooper
colaborando en The Village Voice?
¿Tendré hijos?
¿Cómo sería mi autorretrato
en un espejo convexo?
¿Me casaré?
¿Qué sabor tiene la tristeza
cuando nada puede calmarla?
¿Por qué tantos artistas sienten
«una clara preocupación por la muerte»?
¿Habrá reyes en 2050?
¿Dónde se esconde
todo el tiempo perdido?
¿Viviremos para contarlo?
¿Por qué se suicidó Jean Seberg?




JOSÉ LUIS VIDAL CARRERAS [15.407]

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José Luis Vidal Carreras 

Nació en Vitoria el 23 de junio de 1954. Desde 1986 es profesor del Instituto de Enseñanza Secundaria "Miguel Hernández" de Alicante. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Al rojo amarillo (Editorial Aguaclara, Alicante 1991), Señor de los balcones (Col. Genil, Diputación de Granada, 1992), Perenne flor (Colección Indicios, Instituto Juan Gil Albert, Diputación de Alicante, 1997), Abalorios (Colección Palabras Mayores, Editorial Alhulia, Motril -Granada-, 2001), Álamo (1996-1999) (Colección Poesía, del Instituto Juan Gil Albert, Diputación de Alicante, 2002), Horas y uvas (2007), Donde nunca hubo nada, Libro ganador del II Premio Nacional "Ciudad de Ceuta", Año de edición: 2010 y la antología Señor de los balcones, publicada por Renacimiento, Sevilla, 2013.




MI FUERZA

Mi fuerza no está en mí,
vive difusa
en un hato de pájaros.
Yo soy uno de ellos
que se corrige
en la necesidad;
que busca apoyo,
precipitándose,
en su hermano de vuelo.





MITOS

Tu padre respiraba
cerca del cielo.
                      El aire
no se le resistía, 
sorbido por su gran nariz.
Él trajo el mundo 
para que lo corrieras 
en mañanas sin duelos. 
Esa estación estuvo bien 
(del vivir como juego, 
del soñar como espacio).
Hoy ya todo se ha ido,
tragado por tus grandes ojos negros.
Sólo tú... bajo nubes 
que no son más que nubes,
junto a piedras 
que sólo serán piedras.

[De Donde nunca hubo nada.]





Señor de los balcones, Renacimiento, Sevilla, 2013.


TRIUNFO DE LA BELLEZA

     SOY muy pobre.
El mundo, que no cuenta, como yo,
las horas, que carece de recuerdos
porque los ha dejado
sólo para unos hijos
que ya no saben regresar a casa,
ha hecho florecer a los almendros
bajo este azul sin límites de enero.
Y toda esa hermosura victoriosa
que se exhibe sin culpa y sin jactancia,
y hace su voluntad, su vida aparte,
me lo ha quitado todo esta mañana
que traía los labios
cargados de razones.





VÍCTIMA

MIRA: este hermoso fruto no se defiende

impunemente lo saquean tantos picos…

impunemente lo desnudan tantos dedos…

su rojo vive gastando siempre
por encima de sí

casi desfallece a cada instante
en el prodigio renovado de su fuego

no huye,
no se reserva,
no escamotea su dulce mejilla
al final de las miradas

indiferente a los zumbidos que lo rondan,
es más sí mismo cada vez,
más él, más víctima

no se defiende  





PASO

Este paso es un salto.

Cuando el mundo era el mundo,
tú lo ignorabas.

Hoy que no tienes mundo,
la luz te violenta
imponiéndote seres.

De esta flor a tus ojos, un paso.
De esta flor a tus ojos no hay nada.




EL ESCENARIO

Padre, tú traes el mundo;
si tengo mundo hoy,
es porque tú lo extiendes
cuando avanzo mi pie.

Pero, cuando, nostálgico,
miro a mi alrededor
y bendigo este suelo
que yo llamo mi casa,
veo andar a mi hijo 
preguntando en mis ojos,
alzándome su mano,
esperando mi gesto.

Y entonces, viéndoos juntos,
entre un mundo que viene
y un mundo que se va
(¡Adiós, padre! ¡Adiós, hijo!),
pienso en las despedidas.










JOSÉ OVEJERO [15.408]

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José Ovejero 

(Madrid, 1958) vive entre Madrid y Bruselas, donde combina su pasión por la literatura con las colaboraciones periodísticas. 

Desde que ganara el Premio Ciudad de Irún 1993 con su poemario Biografía del explorador, ha cultivado todos los géneros, siendo reseñable su libro de viajes China para hipocondríacos (Alfaguara, 2013), merecedor del Premio Grandes Viajeros 1998; y su novela Las vidas ajenas, ganadora del Premio Primavera 2005. Desde su primer galardón hasta el último, el autor ha continuado cultivando el género narrativo, con novelas como Añoranza del héroe (Alfaguara, 2013), Huir de Palermo, Un mal año para Miki, Nunca pasa nada (Alfaguara, 2007) y La comedia salvaje (Alfaguara, 2009) — que obtuvo el Premio Ramón Gómez de la Serna 2010—, con libros de relatos como Cuentos para salvarnos a todos, Qué raros son los hombres y Mujeres que viajan solas (Alfaguara, 2013) y con ensayos como La ética de la crueldad (Premio Anagrama de Ensayo 2012) y Escritores delincuentes (Alfaguara, 2011), el libro de poemas «Nueva Guía del Museo del Prado», 2012. La invención del amor, que ahora publica Alfaguara, ha sido galardonada con el XVI Premio Alfaguara de Novela 2013. 




del libro de poemas «Nueva Guía del Museo del Prado», 2012



La incredulidad de Santo Tomás

SOBRE EL CUADRO DE MATTHIAS STOM

Porque sabes que la carne engaña menos que la voz
bienaventurado;
porque necesitas hurgar en la herida,
tocar el cuerpo para saber que es cuerpo
bienaventurado;
porque no te basta la palabra de ningún dios
bienaventurado;
porque humildemente alargas la mano, palpas,
hueles, examinas,
antes de asentir con la cabeza
bienaventurado;
porque no temes al ridículo de quien desciende
a los detalles,
bienaventurado.
Patrono de los incrédulos,
de los que dudan,
de los que fruncen el ceño,
de los que desconfían de milagros y apoteosis,
Tomás, eres el único santo
ante el que me inclino.




El tránsito de la Virgen (Andrea Mantegna)

Cuando yo muera, desearía que fuese así.
Mis amigos, la gente a la que quiero,
en derredor,
conversando de sus cosas,
sin prestarme mucha atención,
que se limiten a estar,
que no llore ninguno, tan solo
de vez en cuando, en medio de una frase
que alguien
me mire y se diga
está muerto,
ya nada será igual,
no hay camino de regreso,
(al fondo, por la ventana,
una laguna, o el mar, menor aún
los tejados de Madrid)
y roce una de mis manos
con la suya
y no le asuste mi frialdad
y me sonría 
y me olvide
y vaya en paz.






Los Hijos del Pintor Mariano y María Luisa en el Salón Japonés. 
Mariano Fortuny Marsal, 1874
Museo del Prado, Madrid



                                                     Cuatro Tankas

Al calor del sol
quietas las mariposas 
de seda y oro.
La niñez es un sueño,
atardece el recuerdo.


Sus cuerpos blancos
aprenderán un día
la lengua de la carne.
Pero la niña
ya se mira al espejo.


Pinta la infancia
la mirada del padre
La luz y el silencio
en sus pinceles,
que soslayan las sombras.


La muerte deja
inacabado el cuadro.
Los retoques que faltan
los dan los niños
mientras van creciendo.




FUSILAMIENTO DE TORRIJOS Y SUS COMPAÑEROS EN LAS PLAYAS DE MÁLAGA -detalle- Gisbert Pérez, Antonio- 


Una mano, abajo, uno de esos detalles
que molestarían a un fotógrafo. Una mano
en el suelo
que apenas consigue entrar en el cuadro. 
Arriba están los héroes, casi todos
con nombres y apellidos, los protagonistas
de la Historia. Abajo
una mano y un sombreo caído: quizá
pertenecía al muerto, quizá el viento jugó
a componer la imagen.

Una mano es cualquiera, 
no tiene rostro ni aventuras
que contar. Una mano podrías ser tú,
podrías ser yo si me atreviese
a ser su dueño. Una mano es cada uno de los muertos,
pertenece al cadáver de todos
los que se han rebelado,
aquellos que se olvidan
porque nadie les quiso pintar
una cara,
un gesto,
un cuerpo a punto de derrumbarse.






SATURNO DEVORANDO A UN HIJO –Rubens, Pedro Pablo- 

Viejo repugnante que muestras la guadaña
pero matas con los dientes.
Anciano ansioso e implacable.
No me extraña que te identificaran con el tiempo
pues como el tiempo matas
todo lo que nace.
Ya sé, nada habría más cruel
que dejarnos vivir para siempre,
sustituir la incertidumbre por el tedio.
¿Pero era necesaria tanta saña?
¿No hay anestesia para tu mordedura?
Devoras uno por uno a tus hijos,
les hincas los dientes en el pecho
y no pareces sufrir
con su llanto.
En Cartago se inmolaban niños
en tu honor –aunque con otro nombre-
mientras tocaban flautas y tambores
para disimular los gritos.
¿Tú que oyes mientras muerdes? ¿Oyes 
la súplica y el lamento,
el último estertor, o sólo escuchas
una voz susurrando que tu hijo
te quitará el trono?
No eres tú
el solo protagonista de la historia.
La víctima exige sus derechos.
Rubens no pinta, como Goya, un mero despojo
que se olvida porque todo lo abarcan
los ojos alucinados del verdugo.
Aquí el llanto del niño,
aquí la carne tierna que se rompe,
aquí la torsión del cuerpo,
aquí la boca abierta y los ojos vueltos
hacia la madre ausente,
            (¿dónde está, se tapa los oídos
            para testimoniar más tarde
            que ella no sabía nada?)
aquí el escándalo de haber nacido
para este horror.
eres solo la carne fofa y la boca ávida,
los cabellos grises y ralos,
tus pies de anciano,
tus arrugas.

Saturno, también a ti el tiempo
te roe 
las entrañas.





LOT EMBRIAGADO POR SUS HIJAS -Francesco Furini- (de José Ovejero)


Lot embriagado por sus hijas
Francesco Furini
Madrid, Museo del Prado
Ellas en la luz, él en la sombra, 
ellas cuerpos desnudos, él 
vestido, aparentemente 
inocente. 
Son hermosas, para qué negarlo, 
y él podría afirmar que también un padre 
aprecia la belleza 
de sus hijas. 
De ellas sabemos sus motivos, 
él diría en un interrogatorio: 
yo no sabía, había bebido, 
me embriagaron, 
etc. 

Son hermosas, para qué negarlo, 
y para todos son ellas 
las culpables. Lot 
sólo se dejó llevar, como Adán y como Sansón, 
la Biblia está plagada de hombres sin voluntad.
Ellas nos ofrecen la suavidad de sus nalgas, 
unos labios aún no acostumbrados a besar,
pechos que se estremecen sorprendidos y gozosos 
si los tocas; 
él se esconde 
tras una mirada borrosa, imposible saber 
quién dio el primer paso, quién dijo qué, 
quién alargó una mano. Si fue la mirada del padre 
la que incitó a las hijas, si se limitaron a cumplir 
el deseo silencioso. Él, en la penumbra, 
no es ni luz ni oscuridad. A los tibios 
los vomitaré de mi boca.




BODEGÓN DE CAZA, HORTALIZAS Y FRUTAS 

Bodegón de caza, hortalizas y frutas, 1602
Juan Sánchez Cotán
Madrid, Museo del Prado


Aquí la perdiz no es engañosa
ni símbolo de la avaricia, sencillamente cuelga
de un hilo. Y la manzana
no es el pecado; los rábanos
no sugieren falos,
los limones se limitan
humildemente a ser limones. Las zanahorias
no pretenden más
que seguir siendo zanahorias. El cardo
es color, textura, líneas, luz
una forma junto a otras.
Aquí todo es pintura, y las cosas
son las cosas.




FERNANDO DE HERRERA [15.427]

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Fernando de Herrera 



(Sevilla, 1534 - 1597) fue un escritor español del Siglo de Oro, conocido especialmente por su obra poética. Fue apodado «el Divino».

Su poesía parte de la herencia petrarquista, en la que pretende introducir novedades, y él mismo plantea su producción como una profundización con respecto de Garcilaso de la Vega. En este sentido, Herrera es autor de unas Anotaciones a la poesía de Garcilaso (1580), donde, entre otras cosas, pone de relieve el carácter de imitador de los clásicos en lengua romance de Garcilaso e historia los distintos géneros poéticos usados por él.

Su obra literaria es relativamente variada, teniendo en cuenta, además, las obras perdidas. Entre sus obras conservadas destacan unas en prosa, como la Relación de la guerra de Chipre y suceso de la batalla naval de Lepanto y el Elogio de la vida y muerte de Tomás Moro, semblanza de su vida con valoraciones de su pensamiento político.

Entre las no conservadas figuran varios poemas de carácter épico y mitológico como La gigantomaquia, sobre los titanes; El rapto de Proserpina y Gestas españolas de valerosos.

Nació en Sevilla en el seno de una muy humilde familia, y se educó a las órdenes del maestro Pedro Fernández de Castilleja sin obtener, a lo que parece, título académico alguno.

Trabó amistad con don Álvaro y doña Leonor de Milán, conde y condesa de Gelves, llegados a Sevilla en 1559, que, desde muy pronto, se convirtieron en sus protectores, y esta última en su Musa, la enamorada que aparece aludida en sus versos como Luz, Estrella, Eliodora etc.

Hacia 1565 ó 1566, tras haber recibido órdenes menores, se convierte en beneficiado de la iglesia de San Andrés. Frecuentó el reducido círculo de intelectuales y poetas sevillanos que se formó alrededor del humanista Juan de Mal Lara, entre los que se encontraba el pintor Pacheco y otros poetas, que darían lugar a la llamada Escuela sevillana.

Juan Rufo y otros contemporáneos señalaron su carácter áspero, retraído y orgullloso. En 1572 publica en Sevilla su Relación de la guerra de Chipre y suceso de la batalla naval de Lepanto, en que incluyó su celebérrima Canción en alabança de la Divina Magestad por la victoria del señor don Juan en la batalla de Lepanto. Tras la muerte de su musa en 1578, Herrera se dedicó a corregir y limar los versos nacidos de su amor juvenil. La publicación de su comentario a los poemas de Garcilaso de la Vega (Obras de Garcilaso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera [Sevilla, 1580]) originó una agria polémica entre los admiradores del poeta toledano. Un castellano, con el seudónimo de Damasio, escribió una carta feroz contra Herrera, y el Conde de Haro, Juan Fernández de Velasco, que era condestable de Castilla, redactó unas Observaciones del Licenciado Prete Jacopín, vecino de Burgos, en defensa del príncipe de los poetas castellanos Garcilasso de la Vega, vecino de Toledo, contra las Anotaciones que hizo a sus obras Fernando de Herrera, poeta sevillano. A este ataque y el anterior contestó Herrera con un opúsculo Al muy reverendo padre Prete Jacopín, secretario de las Musas, impreso por primera vez en Sevilla, en 1870. El conde de Gelves muere en 1581 a causa de la epidemia que asolaba a la sazón la ciudad de Sevilla. En 1582, después de haber atormentado a los impresores con sus caprichos tipográficos y de haber corregido a mano las erratas de muchos de los ejemplares impresos, Fernando de Herrera publica por fin una breve antología de su obra poética: Algunas obras de Fernando de Herrera, en edición no venal, ya que no lleva la tasa acostumbrada. Su semblanza biográfica de Tomás Moro (Sevilla, 1591) fue la última obra que publicó en vida. En 1619 el pintor Francisco Pacheco, autor, por lo demás, del conocido retrato del poeta, publicó una recopilación póstuma de la producción lírica de Fernando de Herrera: Versos de Fernando de Herrera, que contiene 372 poemas, seis de ellos repetidos; algunos expertos han puesto en duda la autenticidad de algunos de ellos, porque la lengua es muy diferente, con cultismos y más arcaizante; seguramente Pacheco utilizó unos manuscritos antiguos de Herrera o retocó los textos, o ambas cosas a la vez. Un manuscrito de la Biblioteca Colombina, con el título de Obras de Fernando de Herrera, natural de Sevilla, recojidas por don Ioseph Maldonado de Ávila y Saavedra. Año 1637, que publicó José María Asensio; contiene 28 poemas inéditos y varias copias de las Anotaciones.

Literatura

La poesía de Fernando de Herrera se considera un hito ineludible en la superación del petrarquismo en las letras españolas y, por ahí, un eslabón importantísimo en la evolución de la poesía cultista castellana desde Garcilaso de la Vega a Luis de Góngora. Se han perdido algunas obras juveniles de Herrera, la mayoría de épica culta e inspiradas en Claudiano: La gigantomaquia, El robo de Proserpina, Amadís. También se ha perdido el "poema trágico" de Los amores de Lausino y Corona, que debía cantar las relaciones del poeta con Leonor de Milán. Se conservan menciones a un poema heroico sobre grandes personajes españoles y a otro didáctico sobre "la origen y orden firme de las cosas". Se ha perdido también un Arte poética citada por Francisco de Medina en el prólogo a las Anotaciones, y una Historia general de España citada por Francisco de Rioja y Rodrigo Caro. En 1592 se publicó Tomás Moro, una biografía del santo inglés escrita por él que al parecer es un fragmento de la Historia de las cosas más notables que han sucedido en el mundo. José Manuel Blecua ha editado todos los textos líricos conservados del poeta.

Fernando de Herrera fue un gran perfeccionista del verso; ingenió una ortografía más ajustada al sonido de las palabras y una puntuación especial para señalar las pausas de la elocución, los hiatos, las sinéresis y las dialefas. Despreció la falta de vigor masculino de algunos líricos de la primera mitad del siglo XVI. La simbología lumínica y sus varias coagulaciones metafóricas en sus versos amorosos tiene que ver con el platonismo que acusan; como "claroscuro sentimental" lo califica el hispanista Oreste Macrí. Se trata de un amplio cancionero petrarquista que atraviesa por tres estados: una revelación amorosa que contiene el elogio cortesano y galante de la belleza de la amada; un estadio de fugaz relación humana y, por último, una vuelta de la amada a la inicial tibieza que tiñe el amor del poeta en los colores de la nostalgia: surge el canto a la noche y a la oscuridad y el ubi sunt?. Este desengaño le impulsará hacia la poesía moral. La muerte de Leonor da fin a este cancionero in vita con varias composiciones al deceso. Sin embargo, como poeta petrarquista, sus logros empalidecen algo ante la fuerza de su vena épica, mucho más inspirada, y depurada de los excesos retóricos gracias a una contención y esencialidad que le viene de los modelos bíblicos de la misma, que sigue con preferencia a los italianos. Puede considerarse, en conjunto, por su poesía atormentada y prebarroquista, dentro del Manierismo.

Obras

Relación de la guerra de Chipre y suceso de la batalla naval de Lepanto (Sevilla, 1572).
Obras de Garci Lasso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera (Sevilla, 1580; edición facsímil Madrid: CSIC, 1973)
Algunas obras de Fernando de Herrera (Sevilla, 1582)
Versos de Fernando de Herrera emendados i divididos por él en tres libros. (Sevilla, 1619), edición de Francisco Pacheco.
Obra poética, edición crítica de José Manuel Blecua, Madrid, 1975, 2 vols.
Amores de Lausino y Corona




CANCIONES

EGLOGA VENATORIA
SONETOS



CANCIÓN I

Voz de dolor, y canto de gemido,
y espíritu de miedo, embuelto en ira,
hagan principio acerbo a la memoria
d' aquel día fatal, aborrecido,
que Lusitania mísera suspira,
desnuda de valor, falta de gloria;
y la llorosa istoria
asombre con orror funesto y triste
dend' el Áfrico Atlante y seno ardiente,
hasta do el mar d' otro color se viste;
y do el límite roxo d' Oriënte,
y todas sus vencidas gentes fieras,
vên tremolar de Cristo las vanderas.

Ay de los que pasaron, confiados
en sus cavallos y en la muchedumbre
de sus carros, en ti Libia desierta;
y, en su vigor y fuerças engañados,
no alçaron su esperança a aquella cumbre
d' eterna luz; mas con sobervia cierta
se ofrecieron la incierta
vitoria, y sin bolver a Dios sus ojos,
con ierto cuello y coraçón ufano
sólo atendieron siempre a los despojos;
y el santo d' Israel abrió su mano,
y los dexó; y cayó en despeñadero
el carro, y el cavallo y cavallero.

Vino el día cruel, el día lleno
d' indinación, d' ira y furor, que puso
en soledad y en un profundo llanto
de gente, y de plazer el reino ageno.
El cielo no alumbró, quedó confuso
el nuevo Sol, presago de mal tanto;
y con terrible espanto,
el Señor visitó sobre sus males,
para umillar los fuertes arrogantes;
y levantó los bárbaros no iguales,
que con osados pechos y constantes,
no busquen oro; mas con crudo hierro
venguen la ofensa y cometido ierro.

Los impios y robustos, indinados,
las ardientes espadas desnudaron
sobre la claridad y hermosura
de tu gloria y valor; y no cansados
en tu muerte, tu onor todo afearon,
mesquina Lusitania sin ventura;
y con frente segura
rompieron sin temor, con fiero estrago
tus armadas escuadras y braveza.
L' arena se tornó sangriento lago,
la llanura con muertos aspereza;
cayó en unos vigor, cayó denuedo,
mas en otros desmayo y torpe miedo.

¿Son éstos por ventura, los famosos,
los fuertes y belígeros varones,
que conturbaron con furor la tierra,
que sacudieron reinos poderosos,
que domaron las órridas naciones,
que pusieron desierto en cruda guerra
cuanto enfrena y encierra
el mar Indo, y feroces destruyeron
grandes ciudades? ¿Do la valentía?
¿Cómo así s' acabaron y perdieron
tanto eroico valor en solo un día;
y lexos de su patria derribados,
no fueron justamente sepultados?

Tales fueron aquestos, cual hermoso
cedro del alto Líbano, vestido
de ramos, hojas, con ecelsa alteza;
las aguas lo criaron poderoso,
sobre empinados árboles subido,
y se multiplicaron en grandeza
sus ramos con belleza;
y, estendiendo su sombra, s' anidaron
las aves que sustenta el grande cielo;
y en sus hojas las fieras engendraron,
y hizo a mucha gente umbroso velo,
no igualó en celsitud y hermosura
jamás árbol alguno a su figura.

Pero elevóse con su verde cima,
y sublimó la presunción su pecho,
desvanecido todo y confiado;
haziendo de su alteza sólo estima.
Por eso Dios lo derribó deshecho,
a los impios y agenos entregado,
por la raíz cortado;
qu' opreso de los montes arrojados,
sin ramos y sin hojas, y desnudo,
huyeron dél los ombres espantados;
que su sombra tuvieron por escudo;
en su ruina y ramos, cuantas fueron,
las aves y las fieras se pusieron.

Tú, infanda Libia, en cuya seca arena
murió el vencido reino Lusitano,
y s' acabó su generosa gloria;
no estés alegre y d' ufanía llena;
porque tu temerosa y flaca mano
uvo sin esperança, tal vitoria,
indina de memoria;
que si el justo dolor mueve a vengança
alguna vez el Español corage,
despedaçada con aguda lança,
compensarás muriendo el hecho ultrage;
y Luco amedrentado, al mar inmenso
pagará d' Africana sangre el censo.







CANCIÓN II

Si alguna vez mi pena
cantaste tiernamente, Lira mía,
y en la desierta arena
deste campo estendido
dende la oscura noche al claro día
rompiste mi gemido;
aora olvida el llanto,
y buelve al alto y desusado canto.

No celebro los hechos
del duro Marte, y sin temor osados
los valerosos pechos,
la siempre insine gloria,
d' aquellos Españoles no domados;
que para la memoria,
que canto me da aliento
Febo a la voz, y vida al pensamiento.

Escriva otro la guerra,
y en Turca sangre el ancho mar cuajado,
y en l' abrasada tierra
el conflito terrible,
y el Lusitano orgullo quebrantado
con estrago increíble;
que no menor corona
texe a mi frente el coro d' Elicona.

A la grandeza vuestra
no ofenda el rudo son de osada lira;
que en lo poco que muestra,
gloriöso Fernando,
aunque desnuda de destreza espira,
el curso refrenando
el sacro Esperio río
mil vezes se detuvo al canto mío.

El linage y grandeza,
y ser de tantos reyes decendiente,
la pura gentileza
y el ingenio dichoso,
qu' entre todos os hazen ecelente,
y el pecho generoso,
y la virtud florida,
de vos prometen una eroica vida.

No basta no el imperio,
ni traer las cervizes umilladas
presas en cativerio
con vencedora mano;
ni que de las vanderas ensalçadas
el Cita y Africano
con medroso semblante,
y el indo y persa sin valor s' espante.

Que quien al miedo obliga
y rinde el coraçón, y desfallece
de la virtud amiga;
y va por el camino,
do la profana multitud perece,
sugeto al yugo indino
pierde la gloria y nombre,
pues siendo más, se haze menos ombre.

Los Éroes famosos
los niervos al deleite derribaron,
que ni en los engañosos
gustos, ni en lisongeras
vozes de las sirenas peligraron;
ante las ondas fieras
atravesando fueron,
por do ningunos escapar pudieron.

Seguid, Señor, la llama
de la virtud, qu' en vos sus fuerças prueva;
que si bien os inflama
de su amor en el fuego,
viendo su bella luz, con fuerça nueva,
sin admitir sosiego,
buscaréis en el suelo
la que consigo os alçará en el cielo.

No os desvanesca el pecho
la sobervia inorante y engañada,
ni lo mostréis estrecho;
que para aventajaros
entre las sombras desta edad culpada,
devéis siempre esforçaros,
que sólo es vuestro aquello,
que por virtud pudistes merecello.

Aquél que libre tiene
d' engaño el coraçón, y sólo estima
lo qu' a virtud conviene;
y sobre cuanto precia
el vulgo incierto, su intención sublima,
y el miedo menosprecia,
y sabe mejorarse,
sólo señor merece y rey llamarse.

Que no son diferentes
en la terrena masa los mortales;
pero en ser ecelentes
en virtud y hazañas,
se hazen unos d' otros desiguales,
estas glorias estrañas,
en los que resplandecen,
si ellos no las esfuerçan, s' entorpecen.

Por el camino cierto
de las divinas Musas vais seguro;
do el cielo os muestra abierto
el bien, a otros secreto,
con guía tal, qu' en el peligro oscuro
de perturbado afeto
venciendo el duro asalto,
subiréis de la gloria en lo más alto.

Y porque las tinieblas,
fatal estorvo a la grandeza umana,
no ascondan en sus nieblas
el valor admirable,
haré qu' en vuestra gloria soberana
siempre Talía hable;
y que la bella Flora,
y los reinos la canten de l' Aurora.









CANCIÓN III

Cuando con resonante
rayo, y furor del braço poderoso
a Encélado arrogante
Iúpiter gloriöso
en Edna despeñó vitoriöso;

y la vencida Tierra,
a su imperio sugeta y condenada,
desamparó la guerra,
por la sangrienta espada
de Marte, con mil muertes no domada;

en la celeste cumbre
es fama, que con dulce voz presente
Febo, autor de la lumbre,
cantó suävemente
rebuelto en oro la encrespada frente.

La sonora armonía
suspende atento al inmortal senado;
y el cielo, que movía
su curso arrebatado,
se reparava al canto consagrado.

Halagava el sonido
al alto y bravo mar y airado viento
su furor encogido,
y con divino aliento
las Musas consonavan a su intento.

Cantava la vitoria
del cielo, y el orror y l' aspereza,
que les dio mayor gloria,
temiendo la crueza
de la Titania estirpe y su bruteza.

Cantava el rayo fiero,
y de Minerva la vibrada lança,
del rey del mar ligero
la terrible pujança,
y del Ercúleo braço la vengança.

Mas del sangriento Marte
las fuerças alabó y desnuda espada,
y la braveza y arte
d' aquella diestra armada,
cuya furia fue en Flegra lamentada.

A ti, dezía, escudo,
a ti valor del cielo poderoso,
poner temor no pudo
el escuadrón dudoso,
con enroscadas sierpes espantoso.

Tú solo a Oromedonte
diste bravo y feroz orrible muerte
junto al doblado monte,
y con dichosa suerte
a Peloro abatió tu diestra fuerte.

O hijo esclarecido
de Iuno, ô duro y no cansado pecho,
por quien Mimas vencido,
y en peligroso estrecho
el pavoroso Runco fue deshecho.

Tú, ceñido d' azero,
tú, estrago de los ombres rabiöso,
con sangre órrido y fiero,
y todo impetuöso,
el grande muro rompes presuroso.

Tú encendiste en aliento
y amor de guerra y generosa gloria
al sacro Ayuntamiento,
dándole la vitoria,
que hará siempre eterna su memoria.

A ti Iúpiter deve,
libre ya de peligro, qu' el profano
linage, que s' atreve
alçar armada mano,
sugeto sienta ser su orgullo vano.

Mas aunque resplandesca
esta vitoria tuya esclarecida
con fama, que meresca
tener eterna vida,
sin que d' oscuridad esté ofendida;

vendrá tiempo, en que sea
tu nombre, tu valor puesto en olvido;
y la tierra posea
valor tan escogido,
qu' ante él, el tuyo quede oscurecido.

Y el fértil Ocidente,
en cuyo inmenso piélago se baña
mi veloz carro ardiente,
con claro onor d' España,
te mostrará la luz desta hazaña.

Que el cielo le concede
de César sacro el ramo gloriöso,
que su valor erede;
para qu' al espantoso
Turco quebrante el brío corajoso.

Vêras' el impio vando
en la fragosa, inacesible cumbre,
que sube amenazando
a la celeste lumbre,
confiado en su osada muchedumbre.

Y allí de miedo ageno
corre, cual suelta cabra, y s' abalança
con el fogoso trueno
de su cubierta estança,
y sigue de sus odios la vengança.

Mas luego qu' aparece
el joven d' Austria en la enriscada sierra,
el temor entorpece
a la enemiga tierra,
y con ella acabó toda la guerra.

Cual tempestad ondosa,
con orrísono estruendo se levanta,
y la nave, medrosa
d' aquella furia tanta,
entre peñascos ásperos quebranta.

O cual del cerco estrecho
el flamígero rayo se desata
con largo sulco hecho,
y rompe y desbarata,
cuanto al encuentro su ímpetu arrebata.

La Fama alçará luego,
y con doradas alas, la Vitoria
sobre el orbe del fuego,
resonando su gloria
con puro resplandor de su memoria.

Y llevarán su nombre
de los últimos soplos d' Ocidente
con inmortal renombre
al purpúreo Oriënte,
y a do iela y abrasa el cielo ardiente.

Si Peloro tuviera
de su ecelso valor alguna parte,
él solo te venciera,
aunque tuvieras, Marte,
doblado esfuerço y osadía y arte.

Si éste valiera al cielo
contra el profano exército arrogante,
no tuvieras recelo,
tú, Iúpiter tonante,
ni arrojaras el rayo resonante.

Traed pues ya bolando
ô cielos, este tiempo espaciöso
que fuerça dilatando,
el curso gloriöso;
hazed, que se adelante presuroso.

Así la lira suena,
y Iove el canto afirma, y s' estremece
sacudido, y resuena
el cielo, y resplandece,
y Mavorte medroso s' oscurece.









CANCIÓN IV

Esparze en estas flores
pura nieve y rocío
blanca y serena luz de nueva Aurora,
y con varios colores
se vista el bosque frío
de los esmaltes de la rica Flora;
pues la ecelsa Eliodora
ya muestra su belleza,
a do con alta frente
da Betis su corriente,
llevando al mar tendida su grandeza;
y vos, lumbres del cielo,
mirad felices nuestro Esperio suelo.

Roxo Sol, qu' el dorado
cerco de tu corona
sacas del hondo piélago, mirando
el Ganges derramado,
el Darïén, la Sona,
y del divino Nilo el fértil vando;
si tú llegares, cuando
esta serena Estrella
alça al rosado cielo,
dando alegría al suelo,
los ojos, do está Venus casta y bella,
d' aquellos rayos ciego,
arderás, en tus llamas hecho fuego.

Luna, que resplandeces
sola, fría, argentada
en el callado velo tenebroso;
y tu luz enriqueces
en la hacha inflamada
del Sol con resplandor maravilloso;
Si el Luzero hermoso,
do el puro Amor s' alienta,
mirares, encendida
en llama esclarecida,
qu' a limpias almas en vigor sustenta,
correrás por la cumbre
con grande y siempre eterna y clara lumbre.

Junta a inmensa belleza
ya está la cortesía,
y suma onestidad y umilde trato
con valor y grandeza,
en el dichoso día
qu' el cielo largo la bolvió más grato,
vivo y puro retrato
d' inmortal hermosura,
rayo d' amor sagrado
qu' a su consorte amado
consigo junto en fuego eterno apura;
y si parte le ofende,
es qu' el velo mortal su bien comprende.

El sacro rey de ríos,
que nuestros campos baña,
al bello aparecer deste Luzero
cubrió los vados fríos
al pie de la montaña,
do vio resplandecer su Sol primero,
del oro que el Ibero
en las cavernas hondas
procura, y con las flores
compuso en mil colores,
y con perlas el curso de las ondas;
y, esclareciendo el cielo,
esparzió olor suäve en torno el suelo.

Las Gracias amorosas
con las Ninfas un coro
texieron en el claro, undoso seno;
y de purpúreas rosas
embueltas en el oro
con ámbar oloroso y flores lleno,
dulce despojo ameno
del revestido prado,
las guirnaldas mesclaron,
y alegres coronaron
el cabello sutil, crespo y dorado,
que, cual de las estrellas,
por el aire bolaron sus centellas.

El alto monte verde,
que de Palas es gloria,
sintiendo en sí los pies de su señora,
su tristeza ya pierde,
y le da la vitoria
aquel, do Prometeo gime y llora;
y donde la sonora
lira de Tracia espira;
el sagrado Elicona
con florida corona,
y do Atlante del peso no respira;
pues su cumbre sostiene
la belleza, qu' el cielo en tierra tiene.

Yo entretexer quisiera
su nombre esclarecido
entre la blanca Luna y Sol dorado;
y su gloria pusiera
en el peplo estendido,
qu' en otra edad Atenas vio estimado;
cuando el tiempo llegado
Minerva es celebrada.
Dichoso el año y día;
y es quien vê el año y día.
Allí herido está con asta airada
el áspero Tifeo,
que muerto pierde todo su deseo.

Mas pues que la rudeza
deste mi débil canto,
causado d' un deseo simple y vano,
no puede a su belleza
dalle la gloria, cuanto
merece el valor suyo soberano,
y mi intento es en vano;
Cisnes, que la corriente
de Betis vais cortando,
el canto vuestro alçando,
su nombre y gloria resonad presente;
si oyan Zéfiro y Flora
su inmensa hermosura con l' Aurora.

Di umilde a esta Luz pura;
sufra vuestra belleza
mi rústica simpleza.












CANCIÓN V

Inclinen a tu nombre, ô luz d' España,
ardiente rayo del divino Marte,
Camilo, y el belígero Africano,
y el vencedor de Francia y d' Alemaña,
la frente, armada de valor y d' arte;
pues tú, con grave seso y fuerte mano
por el pueblo Cristiano
contra el ímpetu bárbaro sañudo
pusiste osado el generoso pecho,
cayó el furor ante tus pies desnudo,
y el impio orgullo Vándalo deshecho,
con la fulmínea espada traspasado,
rindió l' acerba vida al fiero hado.

De ti temblaron todas las riberas,
todas las ondas, cuantas juntamente
las colunas del grande Briäreo
miran; y al tremolar de tus vanderas,
torció el Nilo medroso la corriente,
y el monte Libio, a quien mostró Perseo
el rostro Meduseo,
las cimas altas umilló rendido
con más pavor, que cuando los gigantes,
y el áspero Tifeo fue vencido,
postráronse los bravos y arrogantes,
temiendo con espanto y con flaqueza
el vigor de tu ecelsa fortaleza.

Pero en tantos triünfos y vitorias,
la que más te sublima y esclarece,
de Cristo ô ecelso capitán, Fernando,
y remata la cumbre de tus glorias,
con qu' a la eternidad tu nombre ofrece;
es, que peligros mil sobrepujando,
bolviste al sacro vando,
y a la cristiana religión traxiste
esta insine ciudad y generosa;
qu' en cuanto Febo Apolo de luz viste,
y ciñe la grande orla espaciösa
del mar cerúleo, no se vê otra alguna
de más nobleza y de mayor fortuna.

Cubrió el sagrado Betis de florida
púrpura y blandas esmeraldas llena
y tiernas perlas, la ribera ondosa,
y al cielo alçó la barba revestida
de verde musgo; y removió en l' arena
el movible cristal de la sombrosa
gruta y la faz onrosa,
de juncos, cañas y coral ornada,
tendió los cuernos úmidos, creciendo
l' abundosa corriente dilatada,
su imperio en el Océano estendiendo;
qu' al cerco de la tierra en vario lustre
de sobervia corona haze ilustre.

Tú después que tu espíritu divino,
de los mortales nudos desatado,
subió ligero a la celeste alteza,
con justo culto, aunqu' en lugar, no dino
a tu inmenso valor, fuiste encerrado;
hasta qu' aora la real grandeza,
con eroica largueza
en este sacro templo y alta cumbre
trasfiere tus despojos venerados,
do toda esta devota muchedumbre,
y sublimes varones, umillados
onran tu santo nombre gloriöso,
tu religión, tu esfuerço belicoso.

Salve, ô defensa nuestra, tú que tanto
domaste las cervizes Agarenas,
y la fê verdadera acrecentaste,
tú cubriste a Ismael de miedo y llanto,
y en su sangre ahogaste las arenas,
qu' en las campañas béticas hollaste;
tú solo nos mostraste,
entre el rigor de Marte viölento,
entre el peso y molestias del govierno,
juntas en bien travado ligamento,
justicia, piëdad, valor eterno;
y cómo puede, despreciando el suelo,
un príncipe guerrero alçars' al cielo.











ÉGLOGA VENATORIA

D' aljava y arco tú, Diana armada,
que por el monte umbroso y estendido
fatigas a las fieras presurosa,
huye del alto Ladmo desdichada,
donde tu caçador duerme ascondido;
que ya otra caçadora más hermosa
persigue impetuösa
al javalí espumoso y enojado;
que ya otra más hermosa caçadora
al ciervo sigue aora.
Si Endimión la viere, tu cuidado,
venciendo de la fiera la braveza,
te dexará por ella con tristeza.

A Endimión no dexes tú Diana,
queda con él, no siga al amor mío,
tu amor, Endimión esté contigo,
en la callada noche, en la mañana,
al Sol ardiente, al importuno frío
mi dulce caçadora esté comigo.
Este bosque es testigo,
cuántas vezes la llamo y busco en vano,
l' Aurora me oye sola sin su amante,
y s' ofrece delante,
cuando espera las fieras en lo llano,
suspira ella su amor, yo lloro el mío,
si al monte mira, yo a mi valle y río.

Hermosa caçadora, qu' as llevado
del frío bosque mi herido pecho
con el cabello d' oro suelto al viento,
y de flores y rosas coronado;
¿Eres Napea deste valle estrecho,
qu' alcança con ligero movimiento
al javalí sediento,
y del ciervo la planta voladora?
que tu paso, y tu voz, y tu belleza
más que mortal grandeza
descubre a tu Menalio, que te adora.
Tal va Cintia con trage soberano,
y enciende en fuego al amador Silvano.

¿Qué dios, ô Clearista, t' a ofrecido
a mis ojos, corriendo yo una fiera
sin cuidado d' Amor; y vista luego
te me llevó, dexándome perdido,
porqu' en llama inmortal ardiendo muera?
De tus luzes provó el tirano ciego
con mi daño su fuego,
mas tú abites el bosque oscuro y prado,
o la tendida selva deste río,
jamás del pecho mío
s' apartará el Amor, que m' a abrasado,
el bosque y prado del amor testigo,
a amarte aprenderá también comigo.

O la ligera garça levantando
mire al halcón veloce y atrevido,
o espere al javalí cerdoso y fiero,
o l' aura entre los árboles gozando;
con silencio y voz muda, en lo ascondido
del pecho solo lloraré primero
el dolor, en que muero.
Sin ti el feroz cavallo, el rayo ardiente
del imitado trueno, y la sabrosa
caça, m' es enojosa,
pues tú me dexas mísero y doliente.
Todo m' agradará y será mi gloria
si buelves, y de mí tienes memoria.

¿Por qué huyes, y quieres que sin lumbre
en estas breñas muera con tormento,
y no miras tu amante, que te llama?
Baxa desa fragosa y alta cumbre,
que, según el ruido grave siento,
por entre una y otra espesa rama,
que las hojas derrama,
un feroz javalí s' a recogido.
Con el arco en la blanca y tierna mano
baxa, qu' antes, qu' al llano
llegues, atravesado y estendido
de mi venablo, y muerto, la espumosa
cabeça, llevarás vitoriösa.

No fíes, Clearista, en tu belleza,
que vendrá el día en que las hebras d' oro
mude la edad ligera en blanca plata,
antes muera, que vea tu tristeza.
Mas, ¿para qué suspiro triste, y lloro
por quien a mis querellas es ingrata?
Si tu dureza mata
a quien te sigue, aquél que t' aborrece,
¿qué pena avrá, qu' iguale con su culpa?
Pero, ¿quién me culpa,
pues sigo solo el mal, que se m' ofrece?
Suspenso en el amor y en el deseo,
al fin doy en un ciego devaneo.

Mas vos Amores, roxos dulcemente,
dexad las ondas claras de Citera,
y a mi Ninfa herid con vuestra llama;
que su hermosa flor perder no siente
sin fruto inútil en la edad primera.
Y tú Latonia, pues Amor t' inflama,
cuando el monte te llama,
por el dormido amante, y ya el tormento
conoces del Amor; si e venerado
tus aras, y colgado
del javalí terrible y viölento
l' alta frente y del ciervo la ramosa,
muéstrat' a mis dolores piädosa.

Si contigo viviera, Ninfa mía,
en esta selva, tu sutil cabello
adornara de rosas, y cogiera
las frutas varias en el nuevo día;
las blancas plumas del gallardo cuello
de la garça ofreciendo, y te traxera
de la silvestre fiera
los despojos, contigo recostado,
y en la sombra cantando tu belleza;
y en la verde corteza
de la frondosa enzina mi cuidado
estendiendo, comigo lo leyeras,
y sobre mí las flores esparzieras.

¡Ah cuántas vezes entre aqueste juego
a tu cuello los braços rodeara!
y en tus ojos mis ojos encendiendo,
cuando más descuidada de mi fuego,
a tu boca el espíritu hurtara,
mi espíritu en el tuyo convirtiendo,
dulcemente muriendo.
Esto preciara más que vêr el buelo
del halcón, más que dar de un golpe muerte
al javalí más fuerte,
o alcançar, por el ancho y largo suelo,
junto a l' agua, herido y sin aliento,
el ciervo, qu' atrás dexa el presto viento.

No dudes, ven comigo, Ninfa mía;
yo no soy feo, aunque mi altiva frente
no se muestra a la tuya semejante,
mas tengo amor, y fuerça y osadía,
y tengo parecer d' ombre valiente;
qu' al caçador conviene este semblante
robusto y arrogante,.
iremos a la fuente, al dulce frío,
y en blando sueño puestos, al ruido
del murmurio esparzido
de l' agua, tú en mis braços, amor mío,
y yo en los tuyos blancos y hermosos,
a los Faunos haría invidiösos.

Mas si t' agrada, y ô si t' agradase,
ven comigo a esta sombra, do resuena
l' aura en los ciclamoros revestidos
de iedra; do se vio jamás qu' entrase
alçado el Sol con luz ardiente y llena.
Aquí ay álamos verdes y crecidos,
y los povos floridos,
y el fresco prado riega l' alta fuente
con murmurio suäve y sosegado.
Aquí el tiempo templado
te combida a huir el Sol caliente.
Ven, Clearista, ven ya Ninfa mía,
este prado te llama y fuente fría.










SONETO 1

Osé y temí; mas pudo la osadía
tanto, que desprecié el temor cobarde.
Subí a do el fuego más m' enciende y arde,
cuanto más la esperança se desvía.

Gasté en error la edad florida mía;
aora veo el daño, pero tarde;
que ya mal puede ser, qu' el seso guarde
a quien s' entrega ciego a su porfía.

Tal vez pruevo (mas, ¿qué me vale?) alçarme
del grave peso que mi cuello oprime;
aunque falta a la poca fuerça el hecho.

Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es onra ya, ni justo, que s' estime
tan mal de quien tan bien rindió su pecho.








SONETO 2

Voy siguiendo la fuerça de mi hado
por este campo estéril y ascondido:
todo calla, y no cesa mi gemido;
y lloro la desdicha de mi estado.

Crece el camino, y crece mi cuidado;
que nunca mi dolor pone en olvido.
El curso al fin acaba, aunqu' estendido;
pero no acaba el daño dilatado.

¿Qué vale contra un mal siempre presente
apartar s' y huir, si en la memoria
s' estampa, y muestra frescas las señales?

Buela Amor en mi alcance; y no consiente
en mi afrenta qu' olvide aquella istoria,
que descubrió la senda de mis males.










SONETO 3

Pensé, mas fue engañoso pensamiento,
armar de duro ielo el pecho mío;
porqu' el fuego d' Amor al grave frío
no desatase en nuevo encendimiento.

Procuré no rendir m' al mal que siento;
y fue todo mi esfuerço desvarío.
Perdí mi libertad, perdí mi brío;
cobré un perpetuo mal, cobré un tormento.

El fuego al ielo destempló en tal suerte,
que, gastando su umor, quedó ardor hecho;
y es llama, es fuego, todo cuanto espiro.

Este incendio no puede darme muerte;
que, cuanto de su fuerça más deshecho,
tanto más de su eterno afán respiro.








SONETO 4

El Sátiro qu' el fuego vio primero,
de su vivo esplendor todo vencido,
llegó a tocallo; mas provó, encendido,
qu' era, cuanto hermoso, ardiente y fiero.

Yo, que la pura luz do ardiendo muero,
mísero vi, engañado y ofrecido
a mi dolor, en llanto convertido
acabar no pensé, como ya espero.

Belleza, y claridad antes no vista,
dieron principio al mal de mi deseo,
dura pena y afán a un rudo pecho.

Padesco el dulce engaño de la vista;
mas si me pierdo con el bien que veo,
¿cómo no estoy ceniza todo hecho?










SONETO 5

Órrido ivierno, que la luz serena,
y agradable color del puro cielo
cubres d' oscura sombra y turbio velo
con la mojada faz de nieblas llena;

buelve a la fría gruta, y la cadena
del nevoso Aquilón; y en aquel ielo,
qu' oprime con rigor el duro suelo,
las furias de tu ímpetu refrena.

Qu' en tanto qu' en tu ira embravecido,
asaltas el divino Esperio río,
que corre al sacro seno d' Ocidente,

yo triste, en nuve eterna del olvido,
culpa tuya, apartado del Sol mío,
no m' enciendo en los rayos de su frente.









SONETO 6

Al mar desierto en el profundo estrecho
entre las duras rocas, con mi nave
desnuda tras el canto voy suäve,
que forçado me lleva a mi despecho.

Temerario deseo, incauto pecho,
a quien rendí de mi poder la llave,
al peligro m' entregan fiero y grave;
sin que pueda apartarme del mal hecho.

Veo los uesos blanquear, y siento
el triste son de la engañada gente;
y crecer de las ondas el bramido.

Huir no puedo ya mi perdimiento;
que no me da lugar el mal presente,
ni osar me vale en el temor perdido.








SONETO 7

No puedo sufrir más el dolor fiero,
ni ya tolerar más el duro asalto
de vuestras bellas luzes, antes falto
de paciencia y valor, en el postrero

trance, arrojando el yugo, desespero;
y, por do voy huyendo, el suelo esmalto
de rotos lazos; y levanto en alto
el cuello osado, y libertad espero.

Mas, ¿qué vale mostrar estos despojos,
y la ufanía d' alcançar la palma
d' un vano atrevimiento sin provecho?

El rayo que salió de vuestros ojos
puso su fuerça en abrasar mi alma,
dexando casi sin tocar el pecho.








SONETO 8

¿Por qué renuevas este encendimiento,
tirano Amor, en mi herido pecho?
que ya, casi olvidado del mal hecho,
vivía en soledad de mi tormento.

Cuando más descuidado y más contento,
rebuelves a meterm' en tanto estrecho;
oblígasme, cruel, qu' a mi despecho
procure contrastar tu fiero intento.

Las armas, en el templo ya colgadas,
visto, y el azerado escudo embraço,
y en mi vengança salgo a la batalla.

Mas ay, qu' a las saetas, que templadas
en la luz de mi Estrella están, y al braço
tuyo no puede resistir la malla.










SONETO 9

Esta desnuda playa, esta llanura
d' astas y rotas armas mal sembrada;
do el vencedor cayó con muerte airada,
es d' España sangrienta sepultura.

Mostró el valor su esfuerço, mas ventura
negó el suceso, y dio a la muerte entrada,
que rehuyó dudosa y admirada,
del temido furor la suerte dura.

Venció Otomano al Español ya muerto
antes del muerto el vivo fue vencido,
y España y Grecia lloran la vitoria.

Pero será testigo este desierto,
qu' el español, muriendo no rendido,
llevó de Grecia y Asia el nombre y gloria.











SONETO 10



Roxo sol, que con hacha luminosa
coloras el purpúreo y alto cielo,
¿hallaste tal belleza en todo el suelo,
qu' iguale a mi serena Luz dichosa?

Aura suäve, blanda y amorosa,
que nos halagas con tu fresco buelo;
cuando se cubre del dorado velo
mi Luz, ¿tocaste trença más hermosa?

Luna, onor de la noche, ilustre coro
de las errantes lumbres y fixadas,
¿consideraste tales dos estrellas?

Sol puro, Aura, Luna, llamas d' oro,
¿oístes vos mis penas nunca usadas?
¿vistes Luz más ingrata a mis querellas?


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LUIS BARAHONA DE SOTO [15.428]

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Luis Barahona de Soto 

(Lucena, Córdoba 1548 - Archidona, 5 de noviembre de 1595), poeta español de la segunda fase del Renacimiento.

De familia noble venida a menos procedente de Burgos, el poeta lucentino fue discípulo del humanista Juan de Vilches en Antequera y después marchó a estudiar a Granada, donde frecuentó la tertulia de Alonso de Granada Venegas y conoció en persona a los poetas Hernando de Acuña, Diego Hurtado de Mendoza, Pedro de Padilla y Gregorio Silvestre, además de Gaspar de Baeza, Juan Latino y Gonzalo Mateo de Berrío. Allí vivió hasta 1569, y acaso estuvo en el ejército real luchando en la batalla de las Alpujarras contra los moriscos, pero después de la muerte de su querido amigo Gregorio Silvestre marchó a Osuna, donde frecuentó la academia de Cristóbal de Sandoval y conoció a Francisco de Medina. Quizá a instancias de este marchó a Sevilla, donde consiguió el grado de bachiller en Medicina en 1571 y conoció a Fernando de Herrera, Diego Girón, Gonzalo Argote de Molina... Discutió por motivos estéticos con Fernando de Herrera, cuyo lenguaje le parecía demasiado artificioso, por lo que le dedicó un soneto burlesco.
Ejerció como médico desde 1581 en Archidona; desde ahí hizo un viaje a Madrid y algunos otros para visitar a sus amigos poetas de Antequera y Granada; en Archidona matrimonió con la joven viuda Isabel Sarmiento, que le dio dos hijas antes de morir en 1587. Desde un año antes el poeta era regidor de la villa. En este período de su existencia escribió sus Diálogos de la Montería, una joya de la literatura cinegética que no se publicó hasta 1890 sin indicación de quién era su autor. En 1591 tomó nueva esposa en doña Mariana de Navas, joven y culta. Por esas mismas fechas es nombrado teniente de corregidor, cargo que desempeñará hasta su repentina muerte el 5 de noviembre de 1595. Fue enterrado al siguiente día en una bóveda de la parroquia de Santa Ana de Archidona.

Obra
Salvo algunas composiciones preliminares para libros de otros, sus poesías líricas, que tenía preparadas para la imprenta, no vieron la luz en vida del autor. Algunas fueron publicadas por Pedro Espinosa en sus Flores de poetas ilustres, por Sedano en su Parnaso español y por Adolfo de Castro en la Biblioteca de Autores Españoles, pero en su totalidad no aparecen hasta que las editó Francisco Rodríguez Marín como apéndice de su Luis Barahona de Soto. Estudio biográfico, bibliográfico y crítico, Madrid, 1903. Recientemente se ha publicado el códice que recoge la mayor parte de su producción poética; se trata de las Flores de Poetas de Juan Antonio Calderón. Año 1611. Transcripción del manuscrito llamado Segunda Parte de las Flores de Poetas Ilustres de España. Edición y notas de Jesús M. Morata y Juan de Dios Luque. GRANADA LINGVISTICA. Granada, 2009. ISBN 978-84-92483-89-1.
La lírica de Luis Barahona de Soto está dentro de la italianizante escuela garcilasiana, pero puede considerarse ya manierista. Se halla entre el preciosismo descriptivo y paisajístico de la escuela poética antequerano-granadina y el énfasis solemne y moral de la escuela sevillana. Sus versos juveniles, como las Lamentaciones y las Libertades de amor, poseen claras influencias de Gregorio Silvestre. Destacó dentro de la poesía épica con Primera parte de la Angélica (Granada, 1586), largo poema en octavas reales de sobresalientes descripciones basado en un episodio del Orlando Furioso de Ludovico Ariosto (los amores de Angélica y Medoro), si bien el autor intercala otros muchos asuntos. Esta obra mereció las alabanzas de Félix Lope de Vega y Miguel de Cervantes, quien en el escrutinio de la biblioteca de Don Quijote dijo de él sinceramente que era "uno de los famosos poetas del mundo, no sólo de España". Como lírico, sin embargo, no les va en zaga y usó el arte mayor italianizante y el menor tradicional castellano. Destacan en especial sus paráfrasis de Ovidio en octosílabos (Fábula de Vertumno y Fábula de Acteón), dos elegías, A la muerte del rey don Sebastián, fechado hacia 1578 y donde narra la funesta batalla de Alcazarquivir, y A la muerte de Garcilaso y la égloga funeral a doña María Manrique, y otras dos églogas en que llora la muerte de Gregorio Silvestre, acaecida en 1569. Pero seguramente la más hermosa es la bella Égloga de las hamadríades, cuya pompa cromática y lujo sensorial anuncia el de la escuela prebarroca de los poetas antequerano-granadinos. En prosa redactó los Diálogos de la montería, uno de los muchos libros de caza españoles.






LAS LÁGRIMAS DE ANGÉLICA

PRIMERA PARTE

Preliminares


Soneto del licenciado Joan de Faría, abogado y relator 

en la Real Chancillería de Granada.


El cofre de oro fino y margaritas,
con mil preciosas piedras esmaltado,
que al persa rey por guerras fue ganado
del macedón, con muertes infinitas,

gran Duque, que sus glorias resucitas
y en ánimo te le has aventajado,
para las altas obras fue guardado
que el singular Homero dejó escritas.

Otro más rico es bien que se procure
para éstas del gran Soto, si se mira
el don cual es y a qué señor se ofrece,

porque tan docto estilo en honra dure
de España, de quien Grecia ya se admira,
y el príncipe que tanto honor merece.





Soneto de don Manuel de Benavides, señor de Javalquinto 

y Estivel y mayorazgo de Almanzora.

Bellas redes de amor, madejas de oro,
sartas de aljófar, púrpura, ámbar, nieve,
del celebrado rostro, a quien se debe
la singular belleza de Medoro,

rendíos al santo y venerable coro,
del rojo Apolo y las hermanas nueve,
que es bien que el mundo y su riqueza apruebe
lo que da el cielo por mayor tesoro.

Y así como linaje y fortaleza
pospuso a la caduca hermosura,
la antigua reina del Catay señora,

posponga y rinda la mortal belleza
al vivo ingenio y ciencia eterna y pura,
y venza al fuerte y bello el sabio agora.





Soneto de Pedro de Cáceres de Espinosa

Sacad a luz de la tiniebla oscura
del Orco, a vuestra Angélica elegante,
cual su Eurídice tierno tracio amante,
aunque con más consejo y más cordura.

Bien pudo ser igual su hermosura,
y mucho el Orco al Orco semejante,
y que uno en Ebro y otro en Ebro cante,
mas grande es la distancia en la ventura.

Que aquella volvió el rostro inadvertida
a la prisión antigua, y no ha alcanzado
volverla el muerto Orfeo al ser perdido;

mas ésta, ya a la luz del sol salida
merced del canto de otro no igualado,
jamás verá la muerte ni el olvido.





Soneto de Joan de Sosa, a los lectores

Albricias los que tanto deseastes
ver la que viva tantos desearon,
pues si en aquello tanto trabajaron
en esto lo posible trabajastes.

Y aun pienso que en deseo les pasastes,
que no sé si en deseos os pasaron,
y al fin no se podrá decir que la gozaron
cual se podrá decir que la gozastes.

Gracias a nuestro insigne Barahona,
por quien está ya más enriquecida
Angélica, que no con su Medoro;

que si ella le dió aquél mortal corona,
dest'otro la recibe, y gloria, y vida,
que es más que Imperio, y que belleza, y oro.





Soneto del licenciado Joan de Faría, abogado y relator 

en la Audiencia de Granada

Dichosa edad que aquel siglo dorado
aventaja el febeo movimiento,
y en cuanto ha rodeado el firmamento
en nuestra España el fruto ha mejorado.

Con un Apolo nuevo, enamorado
de Dafne no, de Angélica contento,
sus lágrimas cantando y su lamento,
del árbol que ellas riegan laureado.

Parnaso y Citerón con nuevas flores,
adornan frente y sien del nuevo Apolo
por mano de sus musas, confesando,

se mueren por Angélica de amores,
después que está sus lágrimas cantando
nuestro español ibero, Soto solo.





Soneto de Gregorio López de Benavente

La fama que mil ojos trae contino,
y el tiempo cuyo vuelo no reposa,
perdieron curso, y vista, y pluma honrosa,
en una enfermedad que a ambos les vino.

A remediarse fueron al divino
Apolo, el cual con lengua generosa
les dijo: Medicina más preciosa
sin advertir se os queda en el camino.

Decilde a Soto que el licor suave
que por Medoro Angélica vertía
él mismo os administre, y seréis sanos.

Hiciéronlo, y él hizo lo que sabe,
y cada cual cobró más gallardía,
más ojos, plumas, lenguas, curso y manos.





CANTO PRIMERO

Consejos ciegos

Cuéntase originalmente las causas que movieron a los tártaros para venir primera y segunda vez sobre la China, y el largo cerco del Catayo en ausencia de Angélica, sobre cuya libertad va Libocleo en compañía de Organda a consultar a Demogorgón, príncipe de las hadas, el cual, habiendo respondido a ciertas cuestiones que le han propuesto, predice lo que ha de suceder casi en todo el mundo en aquellos tiempos.


Las lágrimas salidas de los ojos
más bellos, que en su mal vio amor dolientes,
y de los que siguiendo sus antojos
vagaron por desiertos diferentes,
entre las armas, triunfos y despojos
gloriosos, cantaré, de aquellas gentes
que tras su error, por sendas mil que abrieron,
del fin de Europa, un tiempo, al de Asia fueron.

De dos contrarias reinas casi inmenso
poder, que a la India y Citia tan distantes
juntó, y de dos guerreros más aun, pienso
mostrar, de vuestra casta y semejantes;
que si no son por quien se os paga hoy censo
del mundo, son por quien pagárseos antes
debiera, en cuya heroica valentía
lo mucho que os da el cielo os prometía.

Pues ¡oh, vos, grande y única esperanza
de espíritus gentiles, y coluna
de sus memorias vivas!, do no alcanza
olvido, tiempo, muerte ni fortuna;
a cuya voluntad, ceño y mudanza,
responde tierra, y agua, y aire, y luna,
dad favorable espíritu a mi canto,
que comenzando en vos se atreve a tanto.

Y recebid, según soléis, benigno
mi ofrecimiento humilde y sus iguales,
que no es (ya que presente pobre) indigno
de manos generosas y reales;
si aquí os ofrezco (aunque en metal no digno)
las perlas que en las faldas orientales
vertió, llorando, la que pudo y quiso
del siglo ser infierno y paraíso.

Y entre esta y la otra perla, o fino grano
de aljófar, que la crespa concha cría,
aquí el rubí y allí el diamante ufano,
que el uno al otro al sol vencer porfía,
de aquel minero antiguo y soberano
de vuestra singular genealogía,
y del principio suyo, con que ha sido
el orbe tanto tiempo esclarecido.

De aquel Bernardo, aquella gloria, digo,
de España y Francia, y de una y otra espanto,
que de ambas fue ya amigo, ya enemigo,
con pecho siempre leal y celo santo;
de tanto peso es ser de aquel Rodrigo
origen, que lo es vuestro, y darle es tanto
escaques de armas de ínclitos varones,
en que él pintase al fin vuestros girones.

Mas tú de un claro espíritu y divino,
¡oh musa, colma ya mis duras venas!,
pues sabes los secretos por do vino
a ser lo que sospecha el vulgo apenas,
diciendo, en alto estilo o peregrino,
las cosas de misterios tantos llenas,
cubiertas de tinieblas y de errores,
no sin afrenta y culpa de escritores.

Sabráse por qué causas fue movida
a fatigar los reinos del oriente,
de saña, y de furor, y ira encendida,
la emperatriz de la tartárea gente
allí do está la luz siempre ascondida,
y donde nunca el Sol mostró su frente,
sobre el cimerio Bósforo, a aquel lado
por donde el norte eriza el mar helado.

Dejando aparte el hiperbóreo suelo
hay otro más alegre, do la tierra
en fuerza y paz tranquila imita al cielo,
pues nunca teme hambre, sed, ni guerra;
allí entre montes hechos de alto yelo,
en una gruta de cristal, se encierra
la fada Filtrorana, cuya suerte
no está sujeta al tiempo ni a la muerte.

La cual no en otra cosa se entretiene
que, a veces, en tejer, de seda y oro,
aquel cendal sutil que Amor le tiene
cubierto el ciego rostro por decoro,
y aquel pabilo blando que mantiene
su fuego en cera virgen, y el sonoro
estambre, de que encuerda aquel discante
que rompe los candados de diamante.

También, a veces, remediar procura,
con yerbas o palabras no entendidas,
los vicios de fortuna y de ventura,
prestando a los defuntos otras vidas;
verdad es que a las veces se apresura,
y causa en el curar nuevas heridas,
bien como al que su astucia misma ciega,
y aparta el bien, y el mal que huye allega.

Llegó a noticia desta, un tiempo, que era
dispuesto por el cielo que Agricano,
emperador de aquella gente fiera
que descendió del monte Belgiano,
vendría a morir, siguiendo la carrera,
de Amor; el cual gran tiempo amó (y no en vano)
su hija, de quien nieto había tenido
y hijo, y della padre fue y marido.

La fada, por cubrir los hechos feos,
crió en Iberia al hijo, y a la madre
llevó tras los altísimos Rifeos,
con la otra gente que es de Amor cofadre;
vivió martirizado en sus deseos
el valeroso, más que cuerdo, padre,
que al fin, por olvidar, con mucha gente
pasó buscando a Angélica al oriente.

Cuya belleza entonces florecía
con fama sin igual, habiendo hecho
temblar, en vano, cuanto seso había
del mar de Arabia y Ponto a nuestro estrecho;
cercóla el gran señor de Tartaría
y conquistó su tierra, aunque no el pecho,
que no es el ciego Amor cosa tan ciega,
que abrace a quien por fuerza se le allega.

Después que fue de muchos defendida
la empresa, y fue de muchos conquistada,
dejaron muchos en su amor la vida,
y en su crueldad la sangre derramada;
la de Agricano entre ellas fue perdida,
perdida y no buscada, ni vengada
hasta que, no heredando otra persona,
la hija vino al cetro y la corona.

Que aunque era primogénito, heredero
del reino, Mandricardo, había salido
vagando por el mundo aventurero,
perdido en otro intento más perdido,
y por su ausencia, el gran senado entero
de la tartárea fuerza, había elegido
por reina a la alta dama y valerosa,
que hija de Agricano fue y esposa.

Y tuvo en su poder no sólo aquella
antigua posesión qu'el padre había
tenido, qu'es la gente que la estrella
del Polo ve, y en casas nunca fía,
mas todo lo qu'el cita alcanza y huella,
y la Sarmacia, y Ziggia o Circasía,
con todo aquel distrito comarcano
que tuvo el padre y que añadió el hermano.

La cual, después que reina y heredera
se vio del largo imperio, no olvidando
la muerte que a su padre (que antes era
su esposo), por Angélica, dio Orlando,
dejó su quieta silla, y brava y fiera
se vino, el femenil valor sobrando,
a conquistar la ajena, habiendo dado
fatiga a lo poblado y despoblado.

Por fieras gentes y naciones varias,
inquietas y enemigas de sosiego,
condujo sus legiones ordinarias
por fuerza, por amor, por precio, o ruego;
y algunas fue dejando tributarias,
y algunas fue allanando a sangre y fuego,
quitándoles su ley, honor, y haberes,
a batrios, sacas, sogdios, indios, seres.

Supeditó las tierras margianas,
y aunque la China bien se defendía
contra ella, fueron sus astucias vanas,
pues del copete la ocasión tenía,
que al fin rindió las fuerzas comarcanas,
y asedio al gran Catayo puesto había,
do es muerto Galafrón, su hija ausente
holgando en los extremos del poniente.

Tres años tuvo el cerco, y el postrero,
los chinos a tal término han venido
que, dándole gran suma de dinero,
con ella convinieron tal partido:
que si en aquél no pareciese entero
la reina, que en los dos habían servido,
le diesen la ciudad, y juntamente
lo que hay del Gange y su India al fin de oriente.

Y así los ciudadanos afligidos,
habiendo largas postas enviado,
a públicos lugares y ascondidos,
desde el Canopo ardiente al carro helado,
y desde la ciudad a los floridos
campos que el fresco céfiro ha ilustrado,
y no teniendo della nueva cierta,
estaban ya para entregar la puerta.

De aquestos un hidalgo, un Libocleo,
de clara sangre y hijo de Astrefilo,
tomando más a pechos, según creo,
la misma empresa, aunque por otro estilo,
anduvo con la fuerza del deseo
del alto Tanais al profundo Nilo,
vio la África y la Europa en su demanda,
y al fin le aprovechó la sabia Organda.

Que habiendo tanto y tanto rodeado,
de aquella conoció, por nueva cierta,
el traje de su reina, y el estado,
y cómo se casó, y que no era muerta,
mas qu'ella con Medoro había llegado,
y estaba presa, en la ínsula desierta,
donde el poder del Orco tan grande era
que de su libertad se desespera.

Y supo juntamente qu'esta fada,
con todas las demás quería juntarse
en un concilio, a que antes fue emplazada,
do un grave caso había de consultarse;
rogóle y aun metióse en la jornada,
quiriendo de sus fuerzas ayudarse,
que de la libertad allá tratase
de Angélica, y consigo le llevase.

Organda, aunque no afable ni amorosa,
forzada de su mucha cortesía,
por una senda varia y salebrosa,
le puso al pie del monte qu'él pedía;
le puso y le dejó, que a fada o diosa
apenas se concede, y aquel día,
y en otro aun a ellas mismas es vedado,
y nunca es de mortales pies pisado.

Entre India y Citia sube el monte oscuro
con ciegas nubes, y su cuello empina
sobre el Imabo y Caspio, tan seguro
que cumbre igual no ha visto allí o vecina,
a do, cercado cual de cava o muro,
de cavernosos riscos y ruina,
tan alto un templo insigne se levanta,
que con su frente casi al cielo espanta.

Allí Demogorgón, que enfrena y rige
las fadas, cada lustro las juntaba,
los hechos y aun las leyes les corrige,
sus aranceles rompe y otros clava;
a cuál con suspensión de oficio aflige,
a cuál por premio y por favor alaba,
a cuál castiga, a cuál le recompensa
el daño, si le han hecho alguna ofensa.

Pues siendo el año y día en que conviene
juntarse a cortes o al fatal consejo,
cual del Ibero, cual del Indio viene,
cual del Hircano, cual del mar Bermejo,
sin enfrenar caballo y sin que pene,
con yugo, del novillo el sobrecejo,
sin fatigar el mar ni el suelo duro,
rompiendo la región del aire oscuro.

Y al tiempo que llegaba Organda, fueron
llegadas otras muchas más honrosas,
que de oro y varias perlas compusieron
sus ricas vestiduras y preciosas,
con que en el consistorio parecieron,
las unas y las otras deseosas
de preferirse en la belleza a ciento,
y en gala, y tiempo, y en lugar y asiento.

Morgana sola, no como solía,
ni primera, ni más aderezada,
mas siendo junta ya la compañía
llegó, y más de una cosa ya tratada,
suelto el cabello al viento se rompía,
muy sucia y de sí misma despreciada,
del traje y parecer que tuvo cuando
cazada y presa fue del conde Orlando.

Al gran colegio se humilló, y camina
a sentarse en el más humilde puesto,
y, cual con hondo pensamiento, inclina
la vista a tierra, y no levanta el gesto;
a tiempo que algún caso grave Alcina
quería tratar, ya en pie, y viendo dispuesto
el cónclave al mayor daño presente,
así le aplicó el suyo diestramente.

¿Qué no se esperará de aquí adelante
en daño nuestro?, ¿en qué será estimado
nuestro poder?, si un caballero andante
ha sido sin castigo tan osado;
aquel señor de Brava, aquel de Anglante,
si ha sido siempre y es demasïado,
aquí en Morgana quiero que se vea,
que bien lo muestra el rostro y su librea.

¿Quién hay que ya no sepa claramente
el mal que ha recebido de sus manos?,
o viva en los desiertos do no hay gente,
o allá en los garamantas o britanos;
la destrucción de su hermosa fuente,
sus dragos muertos, muertos sus lozanos
y fuertes toros, su poder rompido,
y el edificio ilustre consumido.

Y no con esta injuria asaz contento
seguilla, y alcanzalla, y aun prendella,
¡qué ofensa!, ¡qué castigo!, ¡qué escarmiento!,
hacer escarnio, y risa, y burla della,
tomalle el inviolable juramento,
y que, por si no pueda hablar ella,
ni otra en su lugar, ni quita fuerza
el alegar que hecho fue por fuerza.

Así quedó privada de esperanza
aun de llorar su misma desventura,
pues ni tratarse puede de venganza,
ni desealla, sin quedar perjura;
a todas toca, a cada cual alcanza,
pues ella no lo trata ni procura
por no poder, y es bien que se provea
(aunque ella niegue) que vengada sea.

Sufriéndose esta injuria, nos manchamos
de infame cobardía y de vileza,
y más que a nuestro imperio le quitamos
el niervo principal de su grandeza,
y a otro la ocasión y puerta damos
con que se atreva a darnos más tristeza,
pues quien se venga bien, demás que ofende
a su ofensor, de muchos se defiende.

Así alargó su habla, disponiendo
las fadas a vengar el común daño,
el caso muchas veces repitiendo
por vario y detestable, y muy extraño,
después a Falerina introduciendo
también le hizo, con discreto engaño,
pedir la injuria, hasta allí olvidada,
del jardín roto y la perdida espada.

Las cárceres quebradas, la ruina
y el menosprecio, hizo allí patente,
que recibió de Astolfo Dragontina,
y al fin de Orlando y la francesa gente;
también las fadas blanca y negra inclina
que la muerte de Orilo juntamente
añadan, y con este y otro exceso,
más hojas y cuadernos al proceso.

Después mostró agraviada la Osofana,
la Lematuria, Antandra, y la Circina,
la Febosila, y Marcia, y Filtrorana,
y la Volupia, y Brigia, y Aquilina,
cual del esposo fiel de Galerana,
cual del de Flor de Lisa, y de Armelina,
y todas, con razón más clara y cierta,
del hijo de Beatriz y del de Berta.

Mas nunca Alcina en esto se metiera,
ni la ira le mudara el bel semblante,
si al claro hijo nunca conociera
de la infelice hija de Aygolante;
de verle o de gozarle desespera,
y amor y odio en el cerebro amante
pusieron mil imágines, do alcanza,
aquí restitución, allá venganza.

Perder no pudo, del profundo seno,
que le hubiese Rugero así huido,
no sé si más de amor que de ira lleno,
que mal tras tanto amor se sigue olvido,
mas presto se convierte en el veneno
del odio, que uno y otro es producido
del arco mismo con que el dios ofende,
qu'el alta brasa yela y nieve enciende.

Y así turbar la Francia procuraba
con tal revolución que, destruida,
dejase Bradamante a aquél que amaba,
y que él volviese a la viciosa vida;
para esto vio también lo que importaba
la libertad de Angélica perdida,
y della puso al príncipe demanda,
si no es que la esforzó y la puso Organda.

Sobre esto a la memoria reducía
aquel hadado anillo y lanza de oro,
las armas y el caballo de Argalía,
indigno de apreciarse por tesoro,
y el gran valor que Galafrón tenía,
que, en cuanto pudo, engrandeció su coro,
y de su bella hija la importancia,
para la muerte general de Francia.

Los daños hizo al fin universales,
y general la queja astutamente,
y que debían hacer castigos tales
que no sólo uno sea el que escarmiente,
mas todo el que a las alas desiguales
del águila soberbia alza la frente,
y aquel de quien por cierto se tenía
que si no le estorbasen la alzaría.

Aquí cesó de razonar cansada,
aunque no fue concluso su proceso,
que la querella se dejó entablada
porque se fortalezca en el progreso;
después dio quejas otra y otra fada,
herida la una y otra hasta el hueso,
haciendo más odioso de contino
el nombre de uno y otro paladino.

Si no es Morgana, todas juntamente
a voces piden el común castigo
en la romana y la francesa gente,
sin reservar amigo ni enemigo;
cual por agravio hecho abiertamente,
y cual por odio, y cual porque consigo
tiene rancor e invidia, en vituperio
de la grandeza del romano Imperio.

El público rumor también resuelto
quedó, en que debe Angélica librarse,
que si es su cuerpo de prisiones suelto
podrán con él mil almas añudarse,
será el agravio general absuelto,
vendrá la Francia y Imperio a castigarse,
ni de Águila habrá seña, o Flor de Lis,
ni memoria de Roma o de París.

Demogorgón, que tiene ya entendida
la queja, y cuanta parte tiene en ella,
pues su grandeza halla y ve ofendida
tras la común ofensa y la querella,
tres veces su cabeza sacudida,
eriza cual león las cerdas della,
y arruga la cuadrada y dura frente,
hablando así discreta y sabiamente:

Morgana el daño ajeno verá cierto
si tuerce el rostro en bien de su enemigo,
pues nunca el enemigo descubierto
ofente tanto como el falso amigo,
ni el hombre vivo en muchos vicios muerto
lo puede estar para su bien consigo,
ni la promesa y la esperanza ha hecho
menos que alzar a un vano intento el pecho.

Y al fin hadado amor traerá a Rugero
y acabará, olvidada Bradamante,
la espada ganará el bastardo ibero,
con ella morirá el señor de Anglante,
seréis vengadas todas por entero,
mas antes, por el oro del levante,
veréis dudosa mi verdad y incierta,
y en vuestro seso la esperanza muerta.

Si no queréis ver rota la coluna
de vuestro ingenio, en su primer batalla
no pongáis duda, que a su bien repuna,
de aquél en su tercera es bien guardalla;
en guerras desiguales, y en fortuna,
y en aplazado campo, al fin con malla
y arnés vestida, y con la espada amiga,
ni rota podrá verse ni en fatiga.

¡Oh, firme, y fuerte, y de muy larga vida,
si nunca ante la bella se rindiese,
o si con ella su interese olvida
y no la amase ni la aborreciese!;
romperse ha la prisión do está metida
con mengua cada cual del interese,
ya de la maga, ya del Orco fiero,
cuya secreta historia abriros quiero.

Neptuno, Amor, y Marte, un tiempo fueron
en grande división y diferencia,
que el principado entrellos pretendieron
y a Júpiter lo dejan en conciencia;
él y los que con él allí estuvieron
a mí me remitieron la sentencia;
yo dije que el que de los tres hiciese
mayor hazaña, el principado hubiese.

Y en la contienda el dios del mar, queriendo
ser el primero, hizo que engendrado
de un hombre humano fuese el Orco horrendo
en su ballena (o carne sea o pescado),
a igual de el grande pecho el cuello abriendo,
que Láquesis predijo que ahogado
había de morir, y afirmó Cloto
que no, si no de arriba abajo roto.

Y así le hizo de una piel tan dura,
templada ya en las aguas, ya en el fuego,
que no hay arnés tan fino, ni armadura
que muestre en su defensa más sosiego;
de Atropos supo que de amores jura
que ha de morir, y así le hizo ciego,
y sin distinto sexo, y más hiciera
si corazón y seso no le diera.

Con esto vive el Orco incorruptible,
de lazos muy seguro, qu'el garguero
de humana fuerza no es comprehensible,
que con el pecho tiene un hueso entero,
y más de hierro, que es indivisible
aquel cerdoso y encantado cuero,
y de concupiscencia, que o es pece,
o ni es varón, ni hembra, ni apetece.

Verdad es que consigo una matrona
ha mucho tiempo que conserva y tiene,
mas es porque entretenga su persona
en lo que más le agrada o le conviene,
la vida a sola aquélla le perdona,
y mata toda cuanta gente viene:
los hombres luego, y las mujeres guarda
para el efecto mismo, aunque se tarda.

Ha muchos años ya que el monstruo dura,
Neptuno vive alegre y confiado,
que la sentencia tiene por segura
y casi goza el alto principado,
Mavorte brama y pierde la cordura,
y Amor está encogido y fatigado;
ninguno de los dioses hablar osa,
y espérase el suceso de la cosa.

Pero dejada toda historia aparte,
conviene que se apreste luego Alcina
para el poniente, y a la diestra parte
derrame sus engaños Falerina,
a la siniestra busque por qué arte
los mares alborote Dragontina,
y vaya do quisiere esotra gente,
que Filtrorana basta para oriente.

Dijo, y sin tardar más, en un momento,
no pareció, y dejando aquel gobierno,
se vio del templo solo el fundamento,
que todo lo demás tragó el infierno;
el austro, el aquilón, y el otro viento
que en el poniente es amoroso y tierno,
las llevan, cada cual leda y ufana,
quedándose en el euro Filtrorana.

La cual ha mucho tiempo que tenía
en su poder, el hijo incestuoso
del gran emperador de Tartaría,
hadado como Aquiles el famoso;
con leche de leona y tigre cría
el niño, que ya es mozo valeroso,
quiérelo mucho y aun su muerte siente,
que sabe que le aguarda en el oriente.

Y así mil veces le amonesta en vano
que no vaya a la India ni la vea,
y que en el pueblo moro o el cristiano
podrá ganar la gloria que desea,
y si vengar la muerte de Agricano,
su padre, quiere, que muy cierto crea
que en el ocaso, con diversa suerte,
está quien le mató y causó la muerte.

Con cuentos de Marsirio, y de Agramante,
y de Gradaso, y Carlo, al mozo tiene,
y del gran Rodomonte y Sacripante,
entretenido el tiempo, y cuando viene
en ocasión, con obras y semblante
del fuerte Mandricardo, le entretiene;
que así en la ibera y en la selva hircana,
le tuvo muchos años Filtrorana.

Parte en la Iberia donde fue nacido,
de venenosos animales llena,
ya por el monte Cáucaso crecido,
que toda la circunda y encadena,
ya por el Ponto y Colcos le ha traído,
mas siempre, en el desierto o en la arena,
contino con un solo compañero,
y a veces con el rey de Ponto fiero.

Cien lenguas lo enseñó perfectamente,
que cada cual hablaba y respondía,
y las tres artes con que fue elocuente,
tras de contar, medir, y astrología;
en música salió más excelente
que en toda la demás filosofía,
que dicen que aplicaba el pensamiento
más a imaginación que a entendimiento.

Después danzar, después luchar le enseña,
jugar la lanza y revolver la espada,
que aquella edad tan tierna, de pequeña
es bien que crezca en esto ejercitada;
con letras solas sale zahareña,
de sus provechos floja y descuidada,
sin letras ruda, y desta sutileza
el cuerpo y alma adquiere igual destreza.

Después en ejercicios de la caza
gastarle hace muchos ratos vanos,
do no con solas liebres se embaraza,
leones rinde, y osos mata hircanos,
a pie las tigres sigue, y despedaza
las hienas y serpientes con sus manos,
y a veces a caballo, al cual primero
le hizo corregir con duro acero,

y a veces no rendido, aunque domado
sin qu'el feroz vigor perdido hubiese,
sin silla se lo dio y desenfrenado,
y le mandó que así le corrigiese,
haciéndole saltar de cada lado,
y que de encima dél corriendo asiese
la lanza, que en el suelo está tendida,
y alguna pieza sin sazón perdida.

Después que varias vueltas dio desnudo,
o con vestido y hábito ligero,
y que sufrir arnés y yelmo pudo,
vestir le hizo de pesado acero,
ceñir espada y embrazar escudo,
mas orden no le dio de caballero,
ni usar de su nobleza le consiente
hasta que lo reciba en el poniente.

A do, por ruego de las fadas, piensa
encaminalle; porque se entendía
que sólo el mozo a la común ofensa,
venganza muy bastante prometía;
que de su honor y daño, recompensa,
matando al conde Orlando, les daría;
pues ya Demogorgón dijo primero:
la espada ganará el bastardo ibero.

Mas aunque cierto por aquí se entiende
que en manos deste ha de acabar Orlando,
no sabe si el pronóstico se extiende
a que ambos mueran juntos peleando;
resfríala el miedo y el deseo la enciende,
y entre ellos se anda el tiempo dilatando,
mil pensamientos mira, muda, y vuelve,
y destos en ninguno se resuelve.

Aflígese ella misma, y se consuela,
y esfuérzase con esto finalmente,
que si es la lid en Francia no hay que duela,
que el mozo ha de morir en el oriente;
también conoce, por igual cautela,
que Orlando ha de morir en el poniente,
y así juntallos en París procura,
do tiene por ganada la aventura.

Mas a la fin, con pecho temeroso,
temió la vuelta que fortuna puede
dar en las cosas, y que un fin gozoso
frustrado en medio de esperanzas quede;
temió qu'el Conde siempre fue dichoso,
y que en valor a todo el mundo excede,
y cuántas veces le tiñó la espada
la sangre de Agricano desdichada.

Temió también que la ocasión podría
mudar cualquier prudencia de ligero,
mudar el hado, y el lugar, y el día,
y el fin dudoso en otro lastimero,
en cuanto la batalla se haría
do el Sol se ve resplandecer primero,
donde su dicha o la hadada historia
negaban al mancebo la victoria.

Temió también que si éste fue hadado,
de la cabeza al pie con fuerza tanta,
también al Conde guarda el mejor hado
de los cabellos altos a la planta,
en cuánto será Orlando mejorado,
y de la espada, donde el verso canta:
con ella morirá el señor de Anglante;
no se entendió y se entenderá adelante.

Ningún adivinar salió tan cierto
que no pueda exponerse de otra suerte,
y es éste tan dudoso y encubierto
que no hay quien lo construya ni concierte,
que o dice allí con ella ha de ser muerto,
o durará con él hasta la muerte;
bien puede ser triunfante y poseella,
gozalla siempre, y aun morir con ella.

Así que tales cosas revolviendo,
la fada amorosísima, en su pecho,
estaba el vario caso difiriendo,
por ver neutral y tan incierto el hecho,
aunque en la profecía está leyendo
un verso abajo puesto en su provecho,
do dice, declarando lo primero:
seréis vengadas todas por entero.

Morgana a tal sazón no había olvidado
su ofensa, ni este medio a su castigo,
mas busca el que le fue profetizado
si tuerce el rostro en bien de su enemigo:
ya intenta ver a Orlando coronado,
y váse a España al rey Alfonso, amigo
de Carlos y cuñado, en quien secreto
movió un piadoso celo y no discreto.

Que, pues de sucesores carecía,
si a Carlo en su derecho instituyese,
que ya era rey de toda Berbería,
haría que él de España lo fuese,
y, así como Agramante, moriría
Marsirio, por do toda Europa hubiese
la bendición, que al alma ayuda tanto,
del gremio de la Iglesia sacrosanto.

Por esta parte piensa levantalle,
a Orlando, el seso a pretensiones vanas,
pues cierto Carlos querrá España dalle
en pago de sus obras soberanas;
mas, porque en tal sazón no hay cierta, calle,
por causa de otras guerras comarcanas
dejólo así, y volvió sin dar la mano
a ver do para el hijo de Agricano.

El cual, como animoso, bien quisiera
salir de aquellas selvas, y ir buscando
con quien mostrar ser hijo de quien era,
las fieras y selvajes despreciando,
cuando un pequeño barco en la ribera
de un río, que del Norte frío abajando
lo que hay de allí al gran seno de Isos riega,
halló, y metióse en él, y al mar navega.

Ni sabe a dónde va, ni a do camina,
en el profundo piélago metido,
ni más que cielo y agua determina
que hubieran otro esfuerzo confundido;
mas él va alegre, porque se imagina
de aquella oscura confusión salido,
de Marte por ventura gobernado,
pues fue para su gloria preservado.

Mas en el tiempo que sintió Neptuno
la carga sin igual, que al mar espanta,
su cárdeno color vistió de bruno,
y con furiosas olas se levanta;
mostróse con bramidos importuno,
con tempestad tan grande y furia tanta,
que el cielo con el mar se confundía,
y el mar entre sus pies los aires vía.

Piloto nuevo, y nuevo marinero,
y navegante nuevo el mozo siendo,
un poco resistió al destino fiero;
mas contrastar las ondas no pudiendo,
licencia sin temor le dio al madero,
soltando el remo y entre sí diciendo:
¿de qué me valen esperanza y miedo?,
gobiérnete fortuna, qu'yo no puedo.

Tan a su gusto va y tan descuidado,
si ve subir el barco hasta el cielo
y si lo ve bajar, como arrojado,
a los abismos últimos del suelo,
como el que en tales cosas se ha soñado
y sueña que lo sueña sin recelo,
que aunque de verse fatigar se duela,
con entender que es sueño se consuela.

Parece que le dicen al oído:
tu vida en mil peligros va segura,
para mayores cosas has nacido,
y para más te guarda tu ventura;
cual dijo, entre las ondas sumergido,
el otro, en semejante coyuntura,
al pescador Amiclas: «Calla amigo
que César y su dicha van contigo.»

Yo sé que alguno, que entender porfía
las cosas, llamará locura aquesta,
ajeno de primor y cortesía,
y lleno de simpleza manifiesta,
mas yo por discretísima osadía
la tengo, que en gentil valor se enhiesta,
pues la esperanza de notables cosas
se debe a las personas generosas.

Y tengo por discreto pensamiento
el que lo que por fuerza ha de ser hecho,
aunque en su daño, hace muy contento,
quedando de su suerte satisfecho;
así llevado del furor del viento,
ya por camino tuerto, ya derecho,
el animoso mozo una mañana,
se vio salir en un puerto playa llana.

Sentóse a reposar de la fatiga
que la tormenta al cuerpo había causado,
no al alma, de descansos enemiga
si por la gloria es el trabajo amado,
y aunque la hambre a destemplanza obliga,
no ocupa de las frutas el templado
estómago, ni excede al ordinario
manjar que es a la vida necesario.

Mas mira al mar y al vario movimiento
con que sus montes de agua levantaba,
la gran batalla de uno y otro viento
con que, azotado, el fiero mar bramaba;
volvió después los ojos al concento
que, con diversas voces, ordenaba
la confusión, de tantas voces varia,
tan dulce cuanto menos ordinaria.

En esto aun nunca Filtrorana había
echado menos su presencia amada,
que en sí los varios casos revolvía
de la India, que le estaba encomendada;
la rica tierra que los seres cría,
de do la seda al mundo fue enseñada,
y toda Margiana fue midiendo
y por la ilustre China discurriendo.

Buscando por qué modo Arsace pueda,
triunfando del Catayo y de su gente,
subir a lo más alto de la rueda
que le ofreció fortuna en el oriente;
y así a la fada indujo (que atrás queda,
qu'es tarde sabia y poco diligente)
un yerro, bien contrario a su deseo,
con que engañase al ciego Libocleo.

Sabia qu'este cuerdo caballero,
por el Catayo, a Organda fue enviado
a que supiese della el verdadero
suceso de su reina, y el estado,
y así engañóla, y dijo que del fiero
poder del Orco nadie se ha librado;
forzóla a que esto oyese y entendiese,
y que esto al mensajero le dijese.

Porque después que oyó la profecía,
por falta de su ingenio no entendiendo
el verso oscuro, en que se prometía
lo que ella va buscando y pretendiendo,
de ver la bella libre desconfía,
según lo que del Orco está diciendo
Demogorgón, que en modo razonable
le demostró invencible y insuperable.

Y así con voz llorosa y fatigada,
al noble caballero le amonesta,
que deje por superflua y excusada
de libertar su reina la recuesta,
y pues que mucha tierra es conquistada,
que rinda sin defensa la que resta,
y que el intento a los cercados mude,
porque a ellos y a su patria en algo ayude.

Probóle que ninguno está obligado
a más de lo posible, y que el amigo
que a algún amigo lo que basta ha dado,
lo que le resta ha de guardar consigo;
y pues hacienda y sangre ha derramado,
como uno y otro ejército es testigo,
por su señora, y sabe que es perdida,
no debe derramar también la vida.

Y más si de perdella y derramalla
a Angélica le viene poco fruto,
pues no podrá del Orco liberalla,
cuyo poder y mando es absoluto;
ni puede con riquezas rescatalla,
ni dalle algunas parias ni tributo,
por donde se conozca, agradecida,
su voluntad y fe jamás rompida.

También, para inducillo a tal intento,
le trujo aquellos miedos al sentido
que da la ciencia al tibio entendimiento,
curioso en procurar lo no venido;
acuérdale que en signo erró violento
el Sol y Luna, al tiempo qu'él nacido
fue al mundo con aspectos que, en su abismo,
le muestran parricida de sí mismo.

Y más que si la guerra va adelante
por fuerza, le probó que al fin rendida
la China sería a Citia, y de pujante
vendría a desolada y destruida;
mostróle que la gente de levante,
de tierno pecho y delicada vida,
no basta a defenderse del airado
y duro cita, a guerras enseñado.

Mostróle que después de haber salido
con la victoria, en vano deseada,
si a Galafrón y al hijo habían perdido,
y Angélica está siempre encarcelada,
debía un nuevo rey ser admitido,
y si éste acaso no agradece nada
(costumbre de los príncipes más cierta),
que en él sería su fe, aun con obras, muerta.











JORGE DE MONTEMAYOR [15.429]

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Jorge de Montemayor

Jorge de Montemayor o, en portugués original, Jorge de Montemor (Montemor-o-Velho, Portugal, h. 1520 - Piamonte, Italia, h. 1561) fue un poeta y escritor hispano-portugués en lengua española.

Adoptó como nombre el de su lugar de nacimiento, Montemor-o-Velho, cerca de Coímbra. Se ha especulado sobre su origen judío, pero no hay nada probado. Fue músico en las cortes de Portugal y de Castilla. Estuvo primero al servicio de María, hermana de Juan III de Portugal y futura esposa de Felipe II, como cantante. Más adelante pasó a la corte de Juana, infanta de Castilla, hija de Carlos I, como cantor contrabajo primero, y luego, tras el matrimonio de la infanta con el príncipe don Juan de Portugal, hijo de Juan III, como aposentador. Cuando falleció don Juan, en 1554, Montemayor regresó con la infanta viuda a Castilla. Por entonces publicó su Cancionero (Amberes, 1554), cuyos versos devotos no gustaron a la Inquisición. Con el séquito de Felipe II estuvo en Flandes, y posiblemente también en Inglaterra. Se sabe que estuvo también en Valencia al servicio de Juan Castellá, barón de Bicorb y Quesa, así como de Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sessa. Los últimos años de su vida los pasó en el Piamonte. Se piensa que murió asesinado por un amigo en una reyerta causada por un asunto de celos.

Su obra más importante es Los siete libros de la Diana, impresa por primera vez en Valencia y en Milán hacia 1559. Esta obra, que combina el verso y la prosa, es la primera novela pastoril de la literatura en lengua castellana y ejerció una gran influencia en las letras del siglo XVI. Fue pronto traducida al francés, al inglés y al alemán.

Según el propio autor, el planteamiento de la obra es como sigue:

En los campos de la principal y antigua ciudad de León, riberas del río Esla, hubo una pastora, llamada Diana, cuya hermosura fue extremadísima sobre todas las de su tiempo. Esta quiso y fue querida en extremo de un pastor, llamado Sireno; en cuyos amores hubo toda la limpieza y honestidad posible. Y en el mismo tiempo, la quiso más que a sí otro pastor llamado Sylvano, el qual fue de la pastora tan aborrecido que no había cosa en la vida a quien peor quisiese. Sucedió, pues, que como Sireno fuese forzadamente fuera del reino, a cosas que su partida no podía excusarse, y la pastora quedase muy triste por su ausencia, los tiempos y el corazón de Diana se mudaron; y ella se casó con otro pastor llamado Delio, poniendo en olvido al que tanto había querido. El cual, viniendo después de un año de ausencia, con gran deseo de ver a su pastora, supo antes que llegase como era ya casada. </ref>Citado desde Alborg, Juan Luis: Historia de la literatura española. Tomo I: Edad Media y Renacimiento.

La trama se complica después con la intervención de otros personajes, entre los que hay gigantes, ninfas y sabios, muy del gusto de la literatura cortesana de la época. Los conflictos amorosos se narran con amenidad y encanto, pero tan falsamente que nada recuerda en la obra los episodios reales de la vida. Los pastores son cortesanos cultos que hablan un lenguaje selecto y discurren como si fuesen aristócratas poseedores de una vasta erudición caballeresca, galante y mitológica. En el ambiente y en los hechos, acaso alusivos a otros de la época, nada hay de real, y menos aún en el pasaje del palacio de las ninfas donde la maga Felicia, agasajando a todos, les da a beber un agua misteriosa que cambia sus inclinaciones. La prosa de la Diana, como se conoce abreviadamente el libro, es admirable y son muy bellas algunas de las quintillas dobles que intercala en la obra y el Canto de Orfeo con el elogio de las damas de la Corte y de Valencia. Sin embargo la prosa suele ser muy superior a las poesías que suele interpolar. Sus modelos son la Arcadia de Jacopo Sannazaro y Menina e moça de Bernaldim Ribeiro, cuya producción tiene un dejo melancólico y una delicadeza que casi faltan en la escrita en castellano. Montemayor imita a Mateo Bandello, a Petrarca y otros; hace una especie de crónica de las costumbres de la época y describe los gustos de la sociedad de entonces que, sintiéndose muchas veces reflejada, lee con entusiasmo su obra, que fue continuada años más tarde, de un modo menos italianizado, por el notario valenciano Gaspar Gil Polo, en La Diana enamorada, cuyos personajes son los mismos que los de la obra de Montemayor, aunque el autor se las arregla para casar a Diana con Sireno; en esta continuación, al contrario que en la obra del portugués, los versos son muy superiores a la prosa.

Su Cancionero, publicado en 1554, contiene poemas religiosos y profanos. Los religiosos fueron prohibidos por la Inquisición por contener errores teológicos; los profanos, en cambio, alcanzaron gran éxito y tuvieron hasta siete ediciones diferentes antes de que acabara el siglo XVI. Entre ellos están cuatro extensas églogas en que imita a Sannazaro y Garcilaso y algunos sonetos.

Fue también autor de obras religiosas: un Diálogo espiritual, manuscrito, dedicado a Juan III de Portugal; una Exposición moral al salmo 86, editada en Amberes en 1554; un Segundo cancionero espiritual (1558); y tres autos religiosos, que fueron representados ante el rey Felipe II. Tradujo al castellano los Cants d'amor de Ausiàs March,4 pero su versión fue tenida en poco por Lope de Vega, quien la censura en su obra La hermosura de Angélica.



Alcé los ojos por veros

Alcé los ojos por veros,
Bajelos despues que os ví,
Porque no hay pasar de allí
Ni otro bien sino quereros.

¿Qué mas gloria que miraros,
Si os entiende el que os miró?
Porque nadie os entendió
Que canse de contemplaros:
Y aunque no pueda entenderos
Como yo no os entendí,
Estará fuera de sí
Cuando no muera por veros.

Si mi pluma otras loaba,
Ensayóse en lo menor,
Pues todas son borrador
De lo que en vos trasladaba:
Y si antes de quereros
Por otra alguna escribí,
Creed que no es porque la ví,
Mas porque esperaba veros.

Mostróse en vos tan sutil
Naturaleza, y tan diestra,
Que una sola faccion vuestra
Hará hermosas cien mil:
La que llega á pareceros
En lo menos que en vos ví,
Ni puede pasar de allí,
Ni el que os mira, sin quereros.

Quien ve cual os hizo Dios
Y ve otra muy hermosa,
Parece que ve una cosa
Que en algo quiso ser vos:
Mas si os ve como ha de veros
Y como, señora, os ví,
No hay comparacion allí
Ni gloria sino quereros.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.





Amor loco, amor loco

Amor loco, amor loco,
Yo por vos, y vos por otro.

Ser yo loco es manifiesto,
¿Por vos quién no lo será?
Que mayor locura está
En no ser loco por esto.
Mas con todo no es honesto
Que ande loco,
Por quien es loco por otro.

Ya que viéndoos no me veis,
Y morís porque no muero,
Come ahora á mí, que os quiero,
Con salsa del que quereis:
Y con esto me hareis
Ser tan loco,
Como vos loca por otro.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.






No me quejo yo del daño

No me quejo yo del daño
Que tu vista me causó;
Quéjome porque llegó
A mal tiempo el desengaño.

Jamas ví peor estado
Que es el no atrever ni osar;
Y entre el callar y el hablar
Verse un hombre sepultado;
Y asi no quejo del daño,
Por ser tú quien lo causó,
Sino por ver que llegó
A mal tiempo el desengaño.

Siempre me temo saber
Cualquier cosa encubierta,
Porque sé que la mas ciera
Mas mi contraria ha de ser:
Y en sabella no está el daño,
Pero séla á tiempos yo;
Que nunca jamas sirvió
De remedio el desengaño.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.




Ojos, que ya no veis quien os miraba
Canción

Ojos, que ya no veis quien os miraba
Cuando érades espejo en que él se via,
¿Que cosa podeis ver que os dé contento?
Prado florido y verde do algun dia
Por el mi dulce amigo yo esperaba,
Llorad conmigo el grave mal que siento.
Aquí me declaró su pensamiento;
Oile yo cuitada,
Mas que serpiente ayrada,
Llamándole mil veces atrevido:
Y el triste allí rendido,
Parece que es ahora y que le veo,
Y aun ese es mi deseo.
¡Ay si ahora le viese, ay tiempo bueno!
Ribera umbrosa ¿qué es de mi Sireno?

Aquella es la ribera, éste es el prado,
De allí parece el soto, el valle umbroso,
Que yo con mi rebaño repastaba;
Veis el arroyo dulce y sonoroso
Do pacia la siesta mi ganado,
Cuando mi dulce amigo aquí moraba:
Debajo de aquella haya verde estaba,
Y veis allí el otero
A do le ví primero
Y do me vió: dichoso fue aquel dia,
Si la desdicha mia
Un tiempo tan dichoso no acabára.
¡O haya! ¡o fuente clara!
Todo está aquí, mas no por quien yo peno;
Ribera umbrosa ¿qué es de mi Sireno?

Aquí tengo un retrato que me engaña,
Pues veo á mi pastor, cuando lo veo,
Aunque en mi alma está mejor sacado:
Cuando de velle llega el gran deseo.
De quien el tiempo luego desengaña,
A aquella fuente voy que está en el prado.
Arrímomele al sauce, y á su lado
Me siento ¡ay amor ciego!
Al agua miro luego,
Y veo á él y á mí como le vía
Cuando él aquí vivia:
Esta invencion un rato me sustenta!
Despues caigo en la cuenta,
Y dice el corazon de ansias lleno,
Ribera umbrosa ¿qué es de mi Sireno?

Otras veces le hablo y no responde,
Y pienso que de mí se está vengando,
Porque algun tiempo no le respondia:
Mas dígole yo triste así llorando:
Hablad, Sireno, pues estais adonde
Jamas imaginó mi fantasía.
¿No veis, decí, que estais en la alma mia?
Y él todavía callado
Y estarse allí á mi lado.
En mi seso le ruego que me hable:
¡Que engaño tan notable,
Pedir á una pintura lengua ó seso!
¡Ay tiempo, en que en un peso
Estaba mi alma, y en poder ageno!
Ribera umbrosa ¿que es de mi Sireno?

No puedo jamas ir con mi ganado
Cuando se pone el sol en nuestra aldea,
Ni desde allí venir á la majada
Sino por donde, aunque no quiera, vea
La choza de mi bien tan deseado,
Y a toda por el suelo derribada.
Allí me siento un poco, descuidada
De ovejas y corderos,
Hasta que los vaqueros
Me dan voces diciendo: ¡ola pastora!
¿En quien piensas ahora?
Y el ganado paciendo por los trigos:
Mis ojos son testigos
Por quien la yerba crece al valle ameno:
Ribera umbrosa ¿qué es de mi Sireno?

Razon fuera, Sireno, que hicieras
A tu opinion mas fuerza en la partida,
Pues que sin ella te entregué la mia:
Mas yo ¿de quien me quejo ya, perdida?
¿Pudiera alguno hacer que no partiera
Si el hado ó la fortuna lo queria?
No fue la culpa tuya, ni podria
Creer que tú hicieses
Cosa con que ofendieses
A este amor tan llano y tan sencillo;
Ni quiero presumillo,
Aunque haya muchas muestras y señales:
Los hados desiguales
Me han anublado un cielo muy sereno:
Ribera umbrosa qué es de mi Sireno?

Cancion, mira que vayas donde digo:
Mas quédate conmigo,
Que puede ser te lleve la fortuna
A parte do te llamen importuna.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.





Olvidásteme, señora

Olvidásteme, señora,
Mucho mas os quiero ahora.
Sin ventura y olvidado
Me veo, no sé por qué:
¡Ved á quien distes la fé,
Y de quien la habeis quitado!
Él no os ama siendo amado,
Yo desamado, señora,
Mucho mas os quiero ahora.

Paréceme que estoy viendo
Los ojos en que me ví,
Y vos por no verme á mí
El rostro estais escondiendo,
Y que yo os estoy diciendo
Alzad los ojos, señora,
Que muy mas os quiero ahora.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.



FRANCISCO DE LA TORRE Y SEVIL [15.430]

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Francisco de la Torre y Sevil

Francisco de la Torre y Sevil (Tortosa, 1625 - 1681), poeta, dramaturgo, traductor y humanista español.

De linaje funtamentalmente aragonés con un costado catalán, fue hijo del noble Juan de la Torre, de Monroyo, y de Cordula Sevil, también de linaje noble, de Tortosa. Fue caballero calatravo y amigo de casi todos los ingenios aragoneses destacados de su tiempo. Vivió en Zaragoza, Valencia y la Corte. Su primera obra literaria conocida fue una colaboración en un Certamen poético que organizó Juan Francisco Andrés de Ustarroz con motivo de abrirse cátedras de Filosofía en la Universidad de Zaragoza en 1642. Animado por esta experiencia, participó también activamente en numerosas justas poéticas de Valencia, ciudad a la que estuvo muy vinculado. Reunió gran parte de sus poesías bajo el título de Entretenimiento de las musas (1654), dividido en cuatro partes que denomina "manjares" cada una referida a asuntos sacros, heroicos, líricos y burlescos. Reflejó su poética en una décima "A la pluma";

Fértil vara, igual pincel, / regla cierta, alto compás, / aguda flecha que das / en el blanco del papel. / Con voz negra, lengua fiel, / índice del discurrir, / si eterna quieres vivir, / bien hiciste en trasladar / todo el aire del volar / al aire del escribir.

Consta que estaba en Valencia ya en 1663 y muy probablemente antes, habida cuenta de lo mucho que se implicó en la vida de la ciudad y lo mucho que recurrieron a él sus cargos públicos; en 1665 actuó de secretario en unas justas con motivo de celebrarse la Inmaculada Concepción. En 1668 fue distinguido como relacionero de unas Reales fiestas que dispuso la noble, insigne y coronada y siempre leal ciudad de Valencia a honor de la milagrosa imagen de la Virgen de los desamparados, en la traslación a su nueva sumptuosa capilla. En 1669 también participó como secretario en una Real Academia... también en Valencia, y no faltó tampoco su contribución en muchas justas poéticas más. Fue amigo de Pedro Calderón de la Barca, Vincencio Juan de Lastanosa y Baltasar Gracián, entre otros. Fue nombrado administrador de la Orden de Calatrava en Bejís y Castell de Castells. Por 1670 estaba en Madrid con motivo de unos pleitos, de los que se deduce que le gustaban las joyas hasta el punto de dejarse entrampar por ellas, y publicó la primera parte de las Agudezas de Juan Owen, traducidas en metro castellano ilustradas con adiciones y notas (Madrid: por Francisco Sanz, imprenta del Reino, 1674). En 1680 tomó posesión de la encomienda de Alcañiz y en 1682, al editarse la segunda parte de las Agudezas, ya había muerto, por lo que su principal biógrafo, Manuel Alvar, piensa que debió fallecer a últimos de 1680 o en 1681.

Según testimonios de su época ajenos y propios, era menudo, bajo de estatura y tan de buen carácter que era incapaz de disimular sus propios errores y faltas. Fue cultivador del conceptismo que preconizaba su amigo Baltasar Gracián, así que en su estilo pueden encontrarse muchas agudezas (no en vano tradujo los epigramas de John Owen), correlaciones y plurimembraciones.

Obras

Poesía completa: seguida de traducciones de Horacio y del Petrarca, del Maestro Sánchez Brocense, Fray Luis de Leon, don Juan de Almeida y Alonso de Espinosa, edición de Maria Luisa Cerrón Puga, Madrid: Cátedra, 1993.
Entretenimiento de las musas, en esta baraxa nueva de versos, dividida en quatro manjares, de asuntos sacros, heroicos, liricos, y burlescos, Juan de Ybar, 1654. Hay edición moderna de Manuel Alvar, 1987.
Delicias de Apolo: recreaciones del Parnaso por las tres musas, Urania, Euterpe, y Caliope; hechas de varias poesias, Juan de Ybar, 1670.
Reales fiestas que dispuso la noble, insigne y coronada y siempre leal ciudad de Valencia a honor de la milagrosa imagen de la Virgen de los desamparados, en la traslación a su nueva sumptuosa capilla, 1668.
Traducción de John Owen, Agudezas de Juan Owen, traducidas en metro castellano ilustradas con adiciones y notas (Madrid: por Francisco Sanz, imprenta del Reino, 1674 primera parte; ...Segunda parte que contiene el libro llamado uno, con los disticos morales y políticos de M. Verino, etc. José Carlos Garcés y de la Sierra Boyl de Arenós, 1682, la segunda).
El peregrino atlante S. Francisco Xavier, apostol del Oriente. Epítome histórico y panegírico, Valencia, por Gerónimo Vilagrasa, Impressor de la Ciudad, y de la Santa Inquisición, 1670, muy reimpreso.
El descendimiento de la Cruz, comedia
Poesias, ed. de Alonso Zamora Vicente, MAdrid: Espasa-Calpe, 1969.
La justicia y la verdad: comedia de Susana..., 1664.
La confesión con el demonio: comedia famosa, 1762.
La batalla de los dos: comedia de San Luis Beltrán. Primera parte de su vida, comedia manuscrita.
Luzes de la aurora, dias del sol, en fiestas de la que es sol de los días y aurora de las luzes, Maria santissima: motiuadas por el nuevo indulto de Alessandro séptimo, que concede octava con precepto de rezo de la Inmaculada Concepción...Valencia: Gerónimo Vilagrasa, junto al molino de Rovella, 1665.
Cinta, o celestial zona de la virgen de la Cinta, feliz protectora de los Partos, venerada en... Tortosa... y ofrecida... a la devoción de... doña Maria de Benavides..., 1674.
La Azucena de Etiopía: comedia de fiesta, ed. de José Arnal de Bolea y Giovanni Cara, Firenze: Alinea, 2006.



A LA PLUMA

Fértil vara, igual pincel,
regla cierta, alto compás,
aguda flecha que das
en el blanco del papel.
Con voz negra, lengua fiel,
índice del discurrir,
si eterna quieres vivir,
bien hiciste en trasladar
todo el aire del volar
al aire del escribir.

Entretenimiento de las musas, 1654.





A una vela ardiendo

Vela que en golfos de esplendor navegas
por candores lucidos extendida,
hasta desvanecer desvanecida,
y ciega por lucir hasta que ciegas.

Si serena luz hay, presto te anegas;
si corre tempestad, vas sumergida;
huyes con breve soplo de tu vida
y con serena calma a tu fin llegas.

Tan sin memoria viene tu occidente,
que aun de breves cenizas, breve copia,
noticia no dará de lo luciente;

humo será tu fin, pira no impropia;
dejarás sombra en todo, y solamente
no dejarás la sombra de ti propia.




AL MAR, EN METÁFORA DE UN CABALLO

Espumoso caballo en quien procura
ser señal, como estrella, el norte frío;
carreras se le imponen a tu brío
y pasos se le miden a tu altura.
Formidable relincho es tu voz dura;
tienes, con extendido señorío,
una torcida crin en cada río
y en cada fuerte puerto una herradura.
Haces mil caracoles de contino;
paras fiel a la calma que te enfrena
y pisas lo que abate tu camino.
Pícate espuela el aire que te llena;
el hombre te inventó silla de pino
y Dios te señaló freno de arena.





TONG-GYU HWANG [15.431] Poeta de Corea del Sur

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TONG-GYU HWANG

TONG-GYU HWANG (nacido el 9 de abril de 1938) es un poeta y crítico coreano.

Nació en Seúl. Estudió Literatura Anglosajona en la Universidad Nacional de Seúl, donde también hizo sus estudios de posgrado. Empezó su carrera literaria con la publicación de poemas como Octubre (Si-wol) y Una carta alegre (Jeulgeo-un pyeonji) en Hyundae Munhak (Literatura contemporánea). Actualmente es profesor de Literatura anglosajona en la Universidad Nacional de Seúl y ha recibido varios de los premios de poesía más prestigiosos del país.

Obra

Su primera poesía ilustra un sentimiento de nostalgia a través de la representación de paisajes melancólicos, como se ve en Octubre (Si-wol) y Una carta alegre (Jeulgeo-un pyeonji). El poema Elegía (Biga) está escrita en el lenguaje de un vagabundo o marginado para mostrar el conflicto entre el yo y la realidad. Esta obra en particular marca la primera salida de la abstracción de sus obras anteriores y la exploración de una realidad concreta. El poeta habla del sufrimiento de la gente que vive vidas trágicas. Sus obras La canción de la paz (Taepyeongga), Nieve cayendo en las tres provincias del sur (Samname naelinun nun) y El diario de viaje a Yeolha (Yeolha-ilgi) ejemplifican el uso de la ironía en su poesía.

Su estilo y estética literarias han evolucionado de forma continua a lo largo de su carrera. A veces deja las imágenes desnudas y emplea un estilo de prosa lacónico y sin vueltas. Esta trasformación poética sugiere un intento de revolucionar la prosodia general de una forma realista y convencional. Mientras que el poeta medita sobre la muerte describiendo su voluntad de controlarla en Entierro aéreo (Pungjang), su lenguaje poético es más flexible en La intolerable levedad de las existencias (Gyeondil su eobs-i gabyeo-un jonjaedeul).

Obras traducidas al español

Posada de nubes y otros poemas (황동규 시선 <몰운대행>), Lima: Fondo Editorial PUCP, 1998.
Antologías de poemas (lista parcial)[editar]
Un día resplandeciente (Eotteon gae-in nal),
Cae la nieve en las tres provincias del sur (Samname naelineun nun)
El diario de viaje a Yeolha
Quiero pintar cuando veo una roca (Naneun bakwileul bomyeon gulligo sip-eojinda)
Viaje a Morundae (Morundae haeng)
Entierro áereo (Pungjang)
Premios[editar]
Premio de Literatura Coreana (1980)
Premio Literario Isan (1991)
Premio Literario Midang (2002)
Premio de Literatura Manhae (2006)



Hwang Tong-gyu lee poesía en la Empresa Redroom, Sydney 2011



Corazón herido

Todo árbol grande donde hay gente
tiene heridas;
¿dónde habrá un alma sin heridas?.
Hoy, mi cuerpo sufre una herida;
del cuerpo mana el plasma todo el día,
cubre y recubre la herida,
todavía no logra taparla toda,
siento dolor. 





Carta no mandada

Al barrer el patio en la madrugada,
encontré un gorrión muerto de frío.
Jamás pensé que fuera tan liviano.
El pico y los ojos bien cerrados,
las patas dobladas,
como si estuviera dormido.

En un rincón del patio, los bambúes pálidamente congelados,
temblaron durante un rato, no había viento. 








EL POETA DEBE SUFRIR MUCHO 

El poeta Songbok Lee preguntó:
«El poeta para ser poeta debe sufrir mucho, ¿verdad?
Recuerda a Baudelaire, Rimbaud y Du Fu».
¡Vida dura!
Homero, poeta ciego,
llenó todo el Mediterráneo de vino rojo;
Qu Yuan, poeta neurótico,
pintó el nacimiento del río Yangzi en blanco y negro.
¡Difíciles colores!

El poeta debe sufrir mucho…»
Por un momento, corto el hilo del pensamiento y miro el paisaje exterior.
La ventisca cierra y abre mis ojos;
en esa apertura vuela lejos un pájaro descalzo.

Posada de nubes y otros poemas, 1998. Traducción de Francisco Carranza Romero y Óscar Mavila Marquina.













ABBAD IBN MUHAMMAD -AL MUTADID- [15.432]

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Al-Mutadid

Abbad ibn Muhammad al-Mu'tadid

Nacimiento 1016- Muerte 1069
Rey taifa de Sevilla (reinó en 1042-1069), de la familia de los abadíes.

Rey de la taifa de Sevilla nacido en 1016 y muerto el 7 de febrero de 1069. Bajo su gobierno el reino sevillano alcanzó su etapa de mayor expansión y un puesto de preeminencia sobre las demás taifas del mediodía peninsular. Su verdadero nombre era Abu Amr Abbad ibn Muhammad.

Más conocido por el nombre de al-Mu'tadid, fue hijo de Abul Qasim Muhammad I, que había sido el instaurador de la dinastía abbadí en el reino de Sevilla. Durante su niñez Abbad fue entregado como rehén por su padre al destronado califa cordobés Yahya ibn Alí, que en 1027 logró someter a una mal defendida Sevilla a su autoridad, pero pidió rehenes para asegurarse la fidelidad de la ciudad; el hecho de que Muhammad I entregase a Abbad le proporcionó una enorme popularidad entre los sevillanos, que le valió para tomar en solitario las riendas del poder. Abbad volvió a Sevilla, donde recibió una cuidadosa educación y por muchos años vivió a la sombra del heredero, su hermano Ismail, verdadero ejecutor de la política paterna. Abbad se convirtió en heredero del reino de Sevilla a la muerte de Ismail en 1039 y sucedió a su padre el 26 de enero de 1042, con el cargo de hayib y tomando el título honorífico de al-Mu'tadid. Con el reino heredó además el papel de aglutinante del partido andalusí o árabe, opuesto al beréber o africano, cuya representación eran los hammudíes de Málaga, que se proclamaban califas. al-Mu'tadid continuó con la ficción urdida por su padre y se declaró fiel al falso Hisham II que Abul Qasim Muhammad había elevado en 1035 para legitimar la dinastía.

Al-Mu'tadid continuó las guerras iniciadas por su padre y el primer año de su reinado, logró la muerte de su enemigo Muhammad de Carmona, aunque la taifa beréber siguió en guerra con Sevilla con Ishaq I. Esto no impidió que el sevillano prosiguiese asimismo la labor expansiva iniciada por Abul Qasim y en 1044 atacó y anexionó la débil taifa de Mértola, gobernada por Ibn Tayfur, que en el pasado se había unido a expediciones de Beja contra Sevilla. Tras Mértola, al-Mu'tadid intentó la conquista de Niebla, pero sólo consiguió que se formase una coalición beréber contra Sevilla en la que entraron los reinos de Granada, Badajoz, Málaga y Algeciras. El ejército sevillano que intentaba la conquista de Niebla fue derrotado por los aftasíes de Badajoz (1050) y obligado a la retirada. Inmediatamente después al-Muzaffar de Badajoz y el ejército granadino llevaron a cabo una campaña de devastación en las tierras sevillanas. Pero al-Mu'tadid no permaneció inactivo y contraatacó con la conquista de fortalezas cuyo nombre no mencionan las crónicas y con terribles razzias sobre los territorios enemigos. Ibn Yahya de Niebla, no pudiendo soportar más el acoso de Sevilla, firmó la paz con al-Mu'tadid. La connivencia de Sevilla y Niebla desató la ira de al-Muzaffar de Badajoz, que invadió Niebla por el oeste; esta vez fue al-Mu'tadid el que acudió en defensa de la plaza y aunque en principio su caballería fue rechazada por los escuadrones aftasíes, logró infligir una rotunda derrota al ejército de Badajoz tras la cual desató una campaña de castigo contra el reino de al-Muzaffar. Al-Mu'tadid emprendió la conquista de Évora y para evitarlo el pacense pidió ayuda a Ishaq I de Carmona; el ejército sevillano derrotó a los coligados en las cercanías de la ciudad. Finalmente, al-Muzaffar, sin aliados, pidió la paz en marzo de 1051, aunque ésta no se firmó hasta agosto del mismo año, con intervención en las negociaciones de al-Rasid de Córdoba.

Con las fronteras de Badajoz en paz, al-Mu'tadid pudo ocuparse de la conquista de los pequeños reinos de al-Andalus. 1052 fue el año de mayor expansión y en él infeudó a Fath ibn Jalaf la taifa de Niebla, que fue definitivamente anexionada a Sevilla en 1053; también entre 1052 y 1053 cayeron bajo la órbita sevillana los reinos de Santa María del Algarve y Huelva; Algeciras cayó entre 1054 y 1055; en 1063 al-Mu'tadid anexionó a Sevilla el reino de Silves, completando así la absorción de las taifas del occidente de al-Andalus.

En enero o febrero de 1060 al-Mu'tadid, después de haber eliminado al incómodo califa hammudí de Algeciras, creyó oportuno terminar con la ficción inventada por su padre del falso Hisham II y proclamó que éste había muerto en 1044 y que no lo había anunciado antes por motivo de las guerras. Los años siguientes los dedicó al-Mu'tadid a conquistar los reinos del cinturón beréber que rodeaba Sevilla por el este y por el sur, a pesar de que, por sus escasas fuerzas, estos reinos no planteaban en absoluto peligro para Sevilla. En 1065 se apoderó de los reinos de Morón y Ronda tras a sacrificar a sus reyes -que murieron asfixiados junto con sus séquitos en el palacio de Sevilla- y enviar tropas a cada una de aquellas plazas; por último, Carmona entró en la órbita sevillana en 1067.

En el orden interno, desde aproximadamente 1060 al-Mu'tadid debió hacer frente a una rebelión protagonizada por su propio hijo, Ismail. Éste tenía un secretario, al-Bizilyaní, que le aconsejaba rebelarse contra su padre y declararse independiente y construir una taifa en cualquier parte. Ismail se declaró señor de Algeciras, pero al-Mu'tadid logró poner sus tropas alerta antes de que fraguase la rebelión y de nuevo Ismail se mostró sumiso a su padre, que mandó decapitar al mal consejero de su hijo. Pero Ismail intentó una nueva rebelión contra su padre, tan infructuosa como la primera; cuando Ismail fue capturado al-Mu'tadid lo mató con sus propias manos y tras ello hizo ejecutar a todos sus cómplices e incluso a las mujeres de su harén. Al-Mu'tadid nombró entonces heredero a su hijo Muhammad, que le sucedería a su muerte.

El monarca abbadí sufrió su último descalabro militar contra sus correligionarios cuando el ejército que había enviado para socorrer a los árabes de Málaga, que se quejaban de la tiranía de su gobernante granadino, Badis ibn Habbus, fue prácticamente aniquilado por las tropas ziríes, que reconquistaron el territorio. Al-Mu'tadid se enfadó enormemente con su hijo Muhammad, a quien había colocado a la cabeza de la expedición y, según las crónicas, sólo las bellas palabras de Muhammad consiguieron apaciguar a su padre, que le permitió volver a Sevilla, donde tuvo lugar la reconciliación entre ambos.

Pero además de las amenazas internas al-Mu'tadid debió hacer frente al peligro que suponía el expansionismo castellano. En 1063 el reino de Sevilla fue atacado por Fernando I de Castilla, que durante la década anterior había avanzado por el territorio de al-Andalus, sobre el reino de Badajoz y adentrándose enormemente por el de Toledo. Consciente de la debilidad del reino sevillano frente a castellano, al-Mu'tadid se entrevistó con Fernando I y le ofreció regalos, pero al final se vio obligado a sufrir la humillación de comprar la paz por un tributo anual.

Al-Mu'tadid murió de un angina de pecho fulminante seis años después de haber hipotecado su reino al castellano. Le sucedió su hijo Abul Qasim Muhammad, con el que empezó el declive de la dinastía.

La crónica de Ibn Hayyan describe a Abú Amr Abbad ibn Muhammad al-Mu'tadid como un hombre inteligente y de buena apariencia, con una gran afición a las mujeres. Tuvo el acierto político de elegir como favorita a una hija de Muyahid de Denia con la que casó antes de 1040; pero tuvo además un harén con más de 70 esclavas -y por el que llegaron a pasar más de 800 mujeres- que le dieron veinte hijos e igual número de hijas. Tuvo fama de hombre extremadamente cruel, de lo cual da testimonio el jardín que tenía frente a su palacio adornado por picas con las cabezas de sus enemigos, que incluso hacía embalsamar para que conservasen sus rasgos. Sin embargo fue un amante de las artes y la poesía y generoso al pagar soldadas. Bajo su reinado Sevilla se embelleció con nuevos palacios y conoció un gran desarrollo económico y comercial que posibilitaron la emisión de monedas de oro de una alta ley.







CUÁNTAS NOCHES PASÉ ALLÍ… 

¡Cuántas noches pasé allí 
al lado de una muchacha 
ae esbelto y airoso talle 
y de firmes caderas anchas! 
¡Y cuántas noches también 
pasé a la orilla del agua 
con la linda cantaora 
en la vega solitaria! 





DEJADME, DONDE DICHOSO…. 

Dejadme, donde dichoso 
y respetado he vivido, 
discurrir sobre las ondas 
del Guadalquivir tranquilo 
A la luz de las estrellas 
en clara noche de estío. 
A la sombra reposarme 
de los frondosos olivos, 
y oír el susurro libre 
del aura mansa de los mirtos. 





CASIDA AMOROSA

1

Bebimos,
cuando los párpados de la noche
se lavaban el negro antimonio
con el rocío de la aurora
y era suave la brisa,
un vino añejo como el oro,
de color puro y delicado el cuerpo.



2

Llega a ti el ruiseñor
cantando con voz dulce;
su canto alarga con sus melodías
como las cantoras de la Medina,
y me mueve como si me llevase de la brida.
Cuando canta en las ramas,
las hojas son sus cuerdas.

[Poesía andalusí
Edición de Manuel Francisco Reina]






AL GAZAL [15.472]

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Al-Gazal

Yaḥyà ibn al-Ḥakam al-Bakrī (en árabe, يحيى بن الحكم البكري) (Jaén, 772 - 866), llamado por su belleza al-Ġazāl الغزال ('la gacela'), fue un poeta andalusí conocido por su capacidad para la sátira y por ser precursor en introducir ciertos rasgos coloquiales el lenguaje poético de al-Ándalus, aunque no será hasta la literatura de las taifas que aparecezca una poesía escrita en dialecto andalusí en moaxajas y zéjeles.
Nació en el seno de una familia aristocrática de linaje árabe y desempeñó altos cargos con los emires omeyas de Córdoba. Viajó a tierras normandas y bizantinas como embajador.
Según una anécdota de ˁAbbās ibn Nāṣih, el más importante poeta de al-Ándalus de la primera mitad del siglo IX, se dio a conocer en la corte de Alhakén I corrigiendo una casida de Ibn Nāṣih.
Su biografía está llena de anécdotas legendarias basadas en su carácter. Tuvo fama de pensador independiente y de poseer un espíritu libre. Su condición le hizo acreedor de grandes odios por parte de alfaquíes y ulemas, guardianes de la ortodoxia religiosa islámica, contra quienes dirigió sus ácidas invectivas.
Destacó, por tanto, en el género satírico, con una extraordinaria habilidad para el registro popular del árabe, si bien también dominó el panegírico, con el que comenzó su trayectoria como poeta dirigiendo sus versos laudatorios a Alhakén I. A pesar de ello, su carácter irreductible le llevó a dirigir sus dardos en algunos de los más destacados miembros del séquito de Abderramán II, como el eunuco Naṣr o el gran poeta y músico Ziryāb. Estas sátiras despiadadas le ocasionaron el ostracismo del cuarto emir cordobés, que le desterró a Irak.
Su estancia en Iraq, de todos modos, le permitió conocer la poesía de los modernistas que practicaban autores de la talla de Abū Nuwās. Los modernistas componían poemas a los placeres epicúreos, creando géneros novedosos como el báquico. Así, quizá sea Al-Ġazāl el primer poeta andalusí en escribir una composición de este género, muy elogiada por los círculos literarios de Oriente. El poema describe de un modo realista y con un lenguaje coloquial las costumbres bohemias, libertinas y exquisitas de al-Ándalus. También se recuerda a Al-Ḥakam Al-Bakrī por una extensa urğūzah (poema de métrica rağaz) en la que relata la conquista de Hispania, la guerra entre visigodos y musulmanes y la historia de los valíes y emires desde la invasión sarracena hasta sus días.

Ibn Ḥayyān, en su Al-Muqtabis II, definió su calidad poética con las siguientes palabras:

Tenía grandes dotes poéticas y una dócil inspiración que le permitía recorrer los distintos estilos con dulces palabras, hermosos conceptos y abundante estro. La mayor parte de su poesía se inclina a lo festivo y la broma, por lo que a veces usa palabras populares y vulgares, si bien en su producción elaborada y depurada es buena y excelente. Junto a su brillante educación, era un sabio variado, abundante, capaz de frivolidad al hablar, chistoso, profundo, donoso en sus noticias, cuyo recuerdo era permanente en preteridas épocas.
Ibn Ḥayyān, Al-Muqtabis II.




El Valí

Me dijo el cadí pidiéndome consejo
acerca de un hombre aparentemente justo
al que había nombrado valí:
“¿Qué crees tú que hará?”
Y le contesté:
“¿Qué hacen los abejorros con las abejas?
Picotean sus colmenas, se comen la miel
¡y luego dejan el resto para las moscas”.




Emulación de Abu Nuwas.

Cuando vi que los bebedores
habían agotado la bebida,
cogí el odre bajo el brazo
y me fui a buscarla a otra parte.

Y cuando llegué a la taberna
llamé a su dueño
que acudió en volandas
con los ojos entornados
por temor a mí y a mis iguales.

Le dije: dame a probar el vino;
y cuando me lo hubo dado
le arrojé mi túnica y mi capa diciéndole:
préstame una prenda con la que cubrirme.

Me dió a cambio un cinturón de mujer.
Por dios, que no habría cumplido mi trato
ni habría respetado el intercambio
de no ser fiel cumplidor de mi palabra.

Y regresé con mis compañeros
sin haberme enojado.
Había cumplido mi palabra
y obtenido en buena ley mi rescate.




Por la boca.

Cualquier hombre, salvo el hombre de palabra,
se asombra de las faltas de los demás.
El único capaz de ver a alguien sin tacha
es aquél que actúa, además de hablar.


EMBAJADA DE AL-GHAZAL A TIERRAS DE LOS MAYUS

Visita del embajador del emir Abd ar-Rahman II a los vikingos de Dinamarca en el siglo IX. 

En este artículo les quiero presentar un personaje que formó parte de la corte de nuestro ya conocido emir abd ar-Rahman II. Se trata de al-Ghazal. Su nombre completo era Abu Zakariyya Yahya b. Hakam al-Bakri al-Jayyani, apodado al-Ghazal (la gacela). Nacido en Jaén allá por el 772 en el seno de una rica familia aristocrática de linaje árabe. Recibió una esmerada educación, dominaba la poesía, la filosofía, la astronomía y la alquimia. Sin embargo, pasó a la historia como diplomático del emirato cordobés.

 Al-Ghazal recibió este apodo por ser muy guapo. En poesía andalusí “gacela” es metáfora de belleza.  Además de apuesto y elegante, llamaba la atención, por su porte, sus  andares erguidos y su figura esbelta. Si a estas cualidades le sumamos un saber estar, una educación refinada,  un carácter sociable y alegre, nos podemos hacer una idea de cómo era al-Ghazal.  

En la corte tenía sus admiradores y sus detractores, pero sabía hacer frente a sus adversarios con su réplica, muchas veces en forma de sátira. Tenía gran habilidad usando su ingenio, su valor y su astucia. Al-Ghazal tenía la capacidad de saber adaptarse a situaciones, a complicarse la vida y salir de ello como un triunfador. Entre sus amigos contaba con Ibn Firnas, del que hablamos en artículos anteriores y Tammam ibn Alqama, gracias al cual conocemos hoy la historia de esta embajada.  
    
La vida de Al-Ghazal fue intensa y llena de experiencias fascinantes, como la embajada a tierras de los vikingos, hecho histórico que fue recogido por el cronista del siglo XII ibn Dihyah. Éste, a su vez, obtuvo la narración del viaje de la mano de un contemporáneo y amigo de al-Ghazal, el ya mencionado Tammam ibn Alqama. 

Los historiadores siguen hoy día debatiendo acerca de la veracidad de esta narración. El texto árabe de ibn Dihyah fue traducido y publicado por dos historiadores que difieren, entre otras cosas, sobre el destino final de esta embajada. Mientras uno opina que la visita de al-Ghazal fue a Irlanda, el otro sostiene que fue Jutlandia (Dinamarca). En este artículo sigo la teoría de que el destino final fue Jutlandia.

Tras la derrota de los mayus en Sevilla, el representante del rey vikingo hizo una visita oficial al emir abd ar-Rahman II.  Durante dicha reunión el emir aceptó con gusto la invitación formal a tierras vikingas, para sellar la paz entre ambos pueblos.

El emir decidió que la persona idónea para dicha empresa era el poeta al-Ghazal, quien ya había demostrado sus dotes diplomáticas en una misión anterior a tierras Bizantinas.

La expedición hacia tierras del norte comenzó en la primavera del 845. Las naves se estaban preparando en Silves. Esta hermosa  ciudad, del sur de al-gharb, contaba con un puerto fluvial, unos astilleros, una fila de molinos que adornaban la orilla del río Arade, que desemboca en el océano Atlántico. Silves estaba rodeada por montañas con bellos bosques de pinos y nogales, cuya madera se empleaba para la construcción de barcos.

Los silvenses era gente culta, tenían el don de la improvisación para la poesía, ya fuera un mercader, un campesino o un noble.

De esta hermosa ciudad del Algarve, zarparon las naves andalusíes y las vikingas. La safina andalusí llevaba velas latinas y dos remos laterales colocados a popa. A esta safina la acompañaban naves auxiliares más pequeñas. Por su lado los mayus prepararon sus knörr, naves comerciales, que les servirían de guía hasta llegar a Jutlandia.

Al-Ghazal  fue acompañado de su amigo Yahya b. Habib. Según dicen éste había inventado una especie de reloj, por ello le pusieron el mote de sabih al-munaikila (señor del reloj).

Según el texto de ibn Dihya siguiendo el relato de Tammam, cuenta que:


 “en cuanto salieron a mar abierto y pasaron el gran promontorio que sale al mar y que forma la frontera más occidental de al-Andalus, que es la montaña conocida como “Aluwiyah” (cabo de Finisterre en la bahía de Vizcaya), continúa relatando que sus lados son escarpados y se alzan en pendiente hacia la cima.”


Ahí fue donde el mar se enfureció. Se levantó un fuerte viento, que hizo temer a al-Ghazal por su vida. Más tarde escribió:  


“Yahya me dijo cuando pasábamos entre olas como montañas,
Y los vientos nos avasallaban desde el oeste y el norte,
Y las dos velas se desgarraron y los cables se cortaron,
Y el ángel de la muerte nos extendía inevitablemente sus manos,
Y veíamos la muerte como el ojo ve cada estado
¡Oh, amigo mío! ¡ ésta gente no tiene capital alguno en nosotros!”



Superada la tormenta, llegaron después de varios días a las islas de Jutlandia:

 “llegaron a una gran isla en el océano con corrientes de agua y jardines. Se encontraba a tres días de navegación de tierra firme. Allí estaban los mayus, demasiado numerosos para ser contados y alrededor de la isla hay muchas otras islas, todas habitadas por mayus. La tierra colindante es también suya y tiene una extensión de varios días de viaje.”

“la actual isla de Dinamarca tiene forma circular y es arenosa. Tiene cuatro ciudades principales, muchos pueblos y puertos protegidos. La distancia desde la costa de la isla hasta la ciudad de Alsiyah, situada a la izquierda del viajero según entra en el país, es de 25 millas. Esta ciudad es pequeña pero civilizada y tiene mercados permanentes y edificios filos y está situada cerca de la costa.”

Dinamarca - Jutlandia en el siglo IX
                                                                                                                
Al ver llegar la safina y el knörr, la gente se agolpó en el puerto con curiosidad para ver quiénes eran esos extranjeros. Les llamó la atención la vestimenta andalusí de la comitiva, con amplios trajes bordados en hilos de oro que llegaban hasta el suelo. Asombrados vieron bajar a la comitiva andalusí. Hombres morenos con ojos oscuros, no tan altos. Si bien al-Ghazal cuando realizó ese viaje tenía 50 años y el pelo canoso, pero estaba de muy buen ver y conservaba una buena forma física. 

Al-Ghazal, imagino que también se llevaría su sorpresa al ver las casas, las ropas de la gente, su aspecto tan distinto al andalusí.  Los mayus llevaban ropa más ajustada, casi todos eran rubios o pelirrojos, de gran estatura y cuerpos bien formados. Las mujeres con trenzas solían llevar una camisa de lino que llegaba hasta el suelo con dos tirantes cosidos en los hombros. Cubrían la cabeza con una cofia sujeta con cordones.

Los andalusíes fueron alojados en salr, casas rectangulares de buena calidad y con amplitud destinada a los huéspedes. Durante unos cuantos días descansaron, mientras en el puerto, se afanaban en restaurar la safina. El knörr, que los había acompañado desde Silves, siguió viaje hasta la residencia del rey danés de los vikingos.

El rey Horic I fue informado de su llegada y se alegró mucho. Enseguida ordenó que se organizara todo para su recibimiento.
Este monarca danés era pagano al igual que la mayoría de los vikingos daneses de esa época. Si bien el cristianismo estaba ya haciendo acto de presencia, aún no había cuajado entre la población ni entre la clase gobernante.

Al-Ghazal y su gente, repuestos de la travesía, preparó los regalos y la carta del emir. Luciendo su traje de gala, aseado y animoso se puso en marcha hacia el höll o residencia de Horic I. Previamente había exigido que se respetara el protocolo de no postrarse ante el rey danés, ya que él solo se inclinaba ante el emir de Córdoba. Surgió entonces la anécdota, que cuando llegó a la puerta de entrada a la sala de audiencia, ésta había sido transformada de tal forma que nadie podía entrar por ella si no era de rodillas. Al-Ghazal se paró delante de ella y reaccionó rápido. Se sentó en el suelo con las piernas alargadas hacia delante y se deslizó sobre su parte trasera. Una vez atravesado el dintel de la dichosa puerta, se puso de pie y saludó al rey con suma educación como si nada hubiera pasado. El rey Horic I, que llevaba un magnífico traje, se sorprendió del ingenio del embajador:
-         
      "Pretendía humillarte y tú en cambio me has mostrado tus zapatos en mi        propia cara" - dijo Horic asombrado.  

Al-Ghazal hizo como no haber escuchado sus palabras y ordenó que le acercaran la carta del emir e hizo traer los presentes para el rey. Horic quedó muy agradecido por los cofres llenos de ropas, vajillas y demás regalos.

El Höll era la residencia del rey, que estaba rodeado por otras edificaciones de diferentes tamaños donde vivían no sólo la familia real sino también los miembros de la corte y los sirvientes. A este grupo de casas entorno al höll se lo llamaba Baer. De esta forma estaban organizadas todas las viviendas de los poblados, es decir, los Baer se formaban entorno a una casa principal, donde vivía un jefe importante. 

Cada Baer disponía de una gran sala comunitaria, donde la gente se reunía para pasar la tarde frente a la chimenea, tenían dos accesos; uno para los hombres y otro para las mujeres. Por la tarde noche  los hombres, solían beber cerveza o hidromiel, comían en las largas mesas de madera robusta, se distraían jugando al ajedrez, debatían acerca de algún tema importante, recordaban hazañas de sus héroes. También hacían hermosas piezas en madera tallada o en metal o preparaban sus armas para la próxima campaña. Cuando se caían de sueño, los hombres solían quedarse dormidos en el suelo algo más alejados del fuego. Esas mismas salas durante el día la ocupaban las mujeres, donde realizaban labores importantes como hilar, cardar o tejer la lana. Gracias al trabajo de las mujeres,  todos disponían de ropa y abrigo para el invierno. Ellas además cuidaban del ganado y se convertían dueñas de su casa mientras los hombres se ausentaban durante las largas expediciones.  

http://www.visitnorway.com/es/Donde-ir/Norte-de-Noruega/Las-Islas-Lofoten/Que-hacer-en-Lofoten/El-Museo-Vikingo-Lofotr-de-Borg-en-Lofoten/

Al-Ghazal se adaptó como pudo no sólo al clima invernal sino también a estas costumbres vikingas, ya que su estancia en Jutlandia se prolongó casi un año. La sala comunitaria del höll de Horic I estaba ricamente decorada, con tallas de madera que hacían referencia a temas mitológicos y heroicos.
                                            
Las paredes estaban adornadas con tapices, manualidades que realizaban las mujeres, en las que se representaban las proezas de sus antepasados. Escudos y armas con incrustaciones de oro, plata y esmalte, brillaban colgados de la pared. El Baer del rey Horic I lo completaba el salr, donde se alojaba la comitiva andalusí y los skemma, donde la reina Nud pasaba casi todo el día junto a sus damas de compañía. Durante las largas noches de invierno, andalusíes y mayus compartieron las horas debatiendo temas diversos, recitando poesía, diciendo adivinanzas. Al-Ghazal le gustaba escuchar las sagas de los vikingos, otras veces disfrutaba en su salr, largo rato jugando al ajedrez o a las damas, en los días de nieve y temporales.  
Un día recibió la invitación de la reina Nud, quien había escuchado hablar tanto de él, que sentía curiosidad por conocerlo. Al-Ghazal al verla se quedó sin palabras y sin pestañear. Entonces ella le dijo al intérprete que le preguntara por qué la miraba así.

-¿Es porque me encuentra muy hermosa o por lo contrario? – preguntó la reina.
-Sin duda es porque no imaginé que hubiera una mujer tan bella en el mundo. He visto en los palacios de nuestro rey, mujeres escogidas para él de entre todos los países, pero nunca he visto entre ellas una belleza semejante. – dijo haciendo gala de sus dotes seductoras.

-Pregúntale si lo dice en serio o está bromeando. – dijo ella al intérprete.
-En serio, sin duda alguna. – contestó al-Ghazal rotundo. 
-¿Es que no hay mujeres bellas en tu país? – insistió la reina Nud
-Mostradme algunas de vuestras mujeres para que pueda compararlas con las nuestras. – le pidió el diplomático.

Entonces la reina reunió enseguida a las mujeres más bellas. Al-Ghazal las observó una a una y dijo:

-Son bellas, pero no son como la belleza de la reina, pues su belleza y sus cualidades no pueden ser apreciadas por todos sino solamente por los poetas. Si la reina desea que yo describa su belleza, sus cualidades y su sabiduría mediante un poema que será recitado en toda nuestra tierra, así lo haré. – dijo al-Ghazal con cortesía.

Más tarde, ya en al-Andalus al-Ghazal contó esta primera conversación con la reina. Su amigo Tammam le preguntó:

-¿Es cierto que eran tan bella como la has descrito? – preguntó Tammam

-¡Por tu padre que tenía cierto encanto! Pero al decirle esto me atraje su afecto y obtuve de ella más de lo que deseaba. – contestó al-Ghazal

Parece ser que la reina quedó fascinada por la personalidad del andalusí, además de atraída por su buen ver, a pesar de que era un hombre entrado en años y lucía una cabellera canosa. Desde ese día, la reina lo llamaba todas las tardes a su estancia, donde pasaban horas hablando. A ella le gustaba escuchar la historia de los árabes, de los musulmanes y de sus países. Un día hubo otra anécdota cuando la reina le preguntó a al-Ghazal la edad que tenía.

-Veinte años. – dijo al-Ghazal bromeando.
-¿Qué joven de veinte años tiene el pelo canoso? – respondió ella siguiendo el juego.
-¿Qué hay de extraño en ello? ¿Acaso no ha visto nunca un potro que tuviera el pelo canoso al nacer? – continuó él.
La reina Nud divertida, se asombró de sus palabras. Al-Ghazal entonces recitó:



“¡oh, corazón mío, soportas una difícil pasión,
Contra ella luchas como si fuese un león!
Estoy enamorado de una mujer vikinga
Que no dejará que se ponga el sol de la belleza,
Que vive en los confines de lo creado por Allah,
Donde no encuentra el camino el que hacia ella va.
¡Oh, Nud, joven y bella, de tus botones brota una estrella!
¡Por mi padre que nada más dulce o placentero
Para mi corazón que aquella a la que veo!
Si tuviera algún día que decir que mis ojos han visto
A alguien como tú, seguramente estaría mintiendo.
Ella dijo: “veo que tus cabellos se han vuelto blancos”.
En la broma, me hizo ella bromear
Y respondí: “¡por mi padre, así nacen los potrancos!”
Y ella rió y admiró mis palabras,
Las dije yo para causar asombro. “


Al finalizar y habiendo el intérprete traducido el poema, dijo ella riéndose:
-¿por qué no te tiñes las canas?
A la tarde siguiente, al-Ghazal acudió a la llamada de la reina y apareció con el pelo teñido de negro. Nud se alegró del cambio y alabó lo bien que le quedaba. Al-Ghazal respondió con lo siguiente:


“por la mañana me elogió por la negrura de mi tinte,
Era como si éste me hubiera hecho volver a mi juventud.
Pero para mí son los cabellos canos y su tinte
Como un sol que queda envuelto por la niebla.
Se ocultan un momento y el viento del este los descubre
Y la capa comienza entonces a desvanecerse.
¡No desprecies el destello del pelo blanco!
Es la flor del entendimiento y la inteligencia.
Tengo lo que ansías en tu juventud,
Elegancia en las maneras y educación.”


Las asiduas visitas a la reina puso nervioso a Yahya b. Habib, quien le llamó la atención a al-Ghazal por los celos o incluso la ira del rey que podría provocar estos encuentros diarios. Entonces al-Ghazal con cara de preocupación le explicó a la reina que los encuentros entre ambos podrían acarrearle muchos problemas e incluso el fracaso de la embajada. La reacción de la reina Nud fue una gran carcajada.

-No hay semejante cosa entre nuestras costumbres y los celos no existen entre nosotros. Nuestras mujeres permanecen con su marido mientras éste le resulte agradable, pero le abandona cuando deja de agradarle.

Estas costumbres sorprendieron sobremanera al andalusí. Casi no lo podía entender, pero quedó mucho más tranquilo sabiendo que no estaba haciendo nada mal. Por lo que las visitas a la reina Nud se sucedieron. Pasó el duro invierno, vientos cálidos de primavera calentaban el rostro de al-Ghazal. Llegado el verano, todo floreció, los animales pastaban, las granjas volvieron a la vida, los mayus estaban más felices, gracias al calor del sol. En septiembre del 846, llegó la hora de la despedida para retornar a al-Andalus. El rey Horic I quedó muy satisfecho de la estancia de su invitado, le entregó cartas de amistad para el emir de Córdoba y unos documentos de paz para el rey de León, Ramiro I, además de regalos para ambos monarcas. Al-Ghazal elogió al pueblo vikingo, alabó sus hazañas grandes y pequeñas. La reina Nud quedó feliz de haber conocido a un hombre tan singular. La safina andalusí zarpó de Jutlandia rumbo al sur. 

Pasadas varias semanas llegaron a Shent Ya´qub (Santiago de Compostela), donde la comitiva andalusí entregó la documentación de Horic I al rey de León. Permanecieron en tierras leonesas unos dos meses hasta el final de la temporada de peregrinaciones. El rey Ramiro I los trató con todos los honores. Pasado ese tiempo continuaron el viaje de regreso atravesando Castilla, escoltados por soldados del rey, hasta que por fin entraron en tierras de al-Andalus. Pasaron por Toledo antes de llegar a Córdoba, donde los esperaba con ansiedad el emir abd ar-Rahman II. La paz quedó sellada con los mayus, hasta la muerte de Horic I en 854, cuando el nuevo rey vikingo dispuso que el tratado de paz ya no tenía vigencia. Así llegó el segundo ataque vikingo a tierras andalusíes. Pero esa ya es otra historia.

Por Elisa Simon 

 BIBLIOGRAFIA:

-Al-Ghazal y la embajada hispano-musulmana a los vikingos en el siglo IX. Mariano G. Campo (Ed.) Miraguano Ediciones 2002
Los dos artículos del libro de Mariano Campo pertenecen a:
W.E.D. Allen publicado en el Saga Book de la Viking Society de Londres
Abdurrahman El Hajjí publicado en la revista Hespéris Tamuda de la Universidad de Muhammad V de Marruecos. 
-Los Vikingos. Rudolf Simek – Flashback, Acento Editorial 2001
-Die Leute von Birka. Sven Nordqvist, Mats Wahl, Björn Ambrosiani. Verlag F. Oetinger, Hamburg -  www.oetinger.de 
-Wikinger. Sehen, Staunen, Wissen. Gerstenberg Verlag.  

LECTURA: 

-Novela histórica: al-Ghazal, el viajero de los dos orientes de Jesús Maeso de la Torre – Edhasa 2002

-http://tratardepensar.wordpress.com/casas-vikingas/ 

Nota: traducciones del texto de ibn Dihyah:

-Traducción noruega: Harris Birkeland “Nordens historie i middelalderen etter arabiske kilder. Oslo 1954 Pag. 83 – 88
-Traducción sueca: Stig Wikander “Araber, Vikingar, Väringer” Lund 1978 Pag. 14 – 17 y 24 – 30.
-Traducción alemana: “Arabische Berichte von Gesandten an germansiche Fürstenhöfe aus dem IX  und X Jahrhundert” Berlin/Leipzig 1927 Pag. 37 – 42.
-Traducción española: “Los historiadores y geógrafos arabo-españoles 800 – 1450 A.D.” Madrid 1898 Pag. 38 – 45.







AL-MU ' ALLIM [15.473]

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Al-Mu'Allim, (Visir), ejercía sus servicios en la corte del rey Al-Mu'tadid de Sevilla. Fue poeta y a él se le atribuye la moaxaja cuya jarcha da título al relato que hemos leído.

Es el año 1060. El visir Al-Mu’Allim pasea cariacontecido por las calles de Sevilla. Hoy ha vuelto a llegar a la ciudad un contingente cristiano enviado por el rey Fernando de Castilla para cobrar las parias. El Magno, le llaman. Qué vanidad. Mientras camina, Al-Mu’Allim recuerda el rostro desencajado de su rey, Al-Mu’tadid, cuando fue requerido con insolencia por esos rudos mensajeros del norte para recibir el tributo. No profesaba la soberbia el Dios de los cristianos, pero sí lo hacen los que se jactan de defenderlo. 
Sin embargo, Al-Mu’Allim siente por ellos una atracción inexplicable. Callejeando por el barrio mozárabe de Sevilla, los contempla en sus rutinas diarias y admira el pulso vital de este pueblo sometido, que ha aceptado el mestizaje en sus ropas y en su propia lengua y que, salvo algunos núcleos rebeldes, se entrega al disfrute llano pero pleno de su existencia. El rico atavío del visir llama la atención de los mozárabes que, durante un instante, abandonan sus ocupaciones para observarle entre el recelo y la curiosidad. Unas lavanderas se afanan de rodillas sobre la colada, le miran fugaz y repetidamente y comentan entre susurros algo que Al-Mu’Allim no alcanza a escuchar. Luego ríen tímidamente a su paso. Una de ellas, cuyos ojos le parecen al visir de la belleza de los de la gacela, al agacharse para lavar la ropa, deja al descubierto sus senos, ocultos parcialmente por las hebras de azabache de su pelo que semejan sierpes protectoras. Al notar ella la lascivia del visir, entona una canción procaz: 

“Non t’amarey illa kon as-sarti / an tayma jaljali ma’a qurti” (“No te amaré sino con la condición / de que juntes mi ajorca del tobillo con mis pendientes”).

El visir apresura el paso ruborizado y detrás escucha las carcajadas de las lavanderas. Cuando ya se encuentra a cierta distancia, sonríe y piensa: las jarchas mozárabes, esas cancioncillas que recopila en sus paseos para ofrecérselas luego al joven príncipe Al’Mutamid. Éste, al igual que su padre, ama la poesía y se ha apuntado a esa moda tan de Al-Andalus de inventar moaxajas tomando como base las cancioncillas mozárabes, que coloca al final de sus composiciones. Hace rimar los estribillos de la moaxaja con la jarcha e intenta engastarla con coherencia en su poema. Cómo se rasgarían las vestiduras los poetas puristas de las casidas de Oriente, que abominan de la poesía estrófica y más aún de la utilización del árabe popular o de la lengua de los infieles. Cuántas veces, en las noches claras de luna, han conversado el visir y el príncipe en el Patio del Yeso de los Reales Alcázares, mezclando sus palabras con la canción del agua de los surtidores, sobre el invento de aquel mítico poeta ciego cordobés de Cabra, que ideó la moaxaja. Pero esta jarcha de la lavandera no puede ofrecérsela al príncipe. Es demasiado atrevida. Sin embargo, más allá, en aquel puesto de especias otra mujer parece cantar. Al.Mu’Allim afina el oído: 

“Qultu: as / tuhaiyi bokella / helwa mitl es” (“Dije: ¡Cómo / hace resucitar una boquita / dulce como ésa”). No es gran cosa pero valdrá. Y en el puesto de frutos secos, ¿qué canta aquélla? Y el cazador de jarchas anota mentalmente: “¡Ben, ya sahhara! / Alba / q’está kon bel fogore,/ kand bene pid amore” (“¡Ven, oh hechicero! / Un alba que tiene tan hermoso fulgor, /cuando viene pide amor”). 

Hermosa jarcha, piensa el visir. Y decide que ésa se la queda para él y su moaxaja.
Y aunque la vendedora de frutos secos pensaba en su amante al cantar, a nosotros su jarcha nos evoca otra alba con hermoso fulgor: la del bellísimo amanecer de nuestra lírica, sol que brota de la tierra misma, en el balbuceo mágico del idioma castellano.
http://cesotodoydejemefb.blogspot.com.es/2011/10/121-alba-qesta-kon-bel-folgore.html




1

El disimulo
lo que ha de hacerse duda.
En todo caso
bien celaré mi angustia.
Solo me deja
mi amor un alma muda,
triste, apagada.
¿Viste al que el miedo sobrecoge,
o al ave en sus temores?



2

El pecho hierve
cuando el deseo arrecia.
¿Por qué estas ansias
no acaban y no cesan?
¡Ay del copero
que así mi muerte anhela!
Vino prepara,
del corazón dentro se esconde
y me dispara arpones.


3

La gloria goza
con Ali ‘Abu ‘Amer,
donde cumplido
halla el honor realce.
A mis deseos
dan alas sus bondades.
Mis esperanzas
se logran gracias a señores
que son de luz fulgores.


4

Da tu belleza
al alba mayor brillo,
y da su genio
mejor perfume al vino.
Es una estrella
que guía al peregrino;
león que espanta
la mala suerte, que a sus voces
llena de miedo corre.


5

Se adorna el mundo
tan pronto lo contempla.
Honor no existe
que tanto resplandezca.
Canta, embrujada
–oh gloria– con sus prendas:
¡Ven, oh hechicero!
Un alba que tiene tan hermoso fulgor
cuando viene pide amor.






ALHAKÉN I [15.474]

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                                                                   DIRHEM DE EMIRATO AL-HAKAM I



Alhakén I

Abū al-‘Āṣ al-Hakam b. Hišām (Árabe: أبو العاص الحكم بن هشام), llamado al-Murtazî (المرتضى), más conocido como Alhakén I, Al-Hakam I o Alhaquén I (Córdoba, 770 - Ibidem, 21 de mayo de 822), tercer emir independiente de Córdoba, desde el 17 de abril de 796 hasta su muerte. Era además buen orador e inspirado poeta.

Para el cronista Ibn Hazm, fue el más sanguinario y déspota de los emires omeyas.

Hijo de Hisham I, lo sucedió a los 26 años de edad. Su reinado fue uno de los más agitados de la dinastía omeya, pues tuvo que hacer frente a las aspiraciones de sus tíos Sulaimán y Abd Allah (Abdalá). El más activo fue Abd Allah quien, desde la región valenciana donde había desembarcado, intentó atraer a su causa a los jefes árabes del valle del Ebro e incluso vino a pedir ayuda a la corte de Carlomagno en el año 797, contra su sobrino. En el 802 o 803, Abd Allah terminó estableciendo contactos con su sobrino, al-Hakam, que le autorizó a residir en Valencia, a cambio de una pensión anual. Su hermano Sulayman, siempre desde la costa oriental donde se había instalado a su vez en el año 798, intentó atacar Córdoba pero fue vencido y asesinado en el 800 o el 801.

Asimismo tuvo que enfrentarse a las sublevaciones de los muladíes de Toledo, Mérida y Córdoba, brutalmente sofocadas. Su política de mano dura y el incremento de la aplastante presión fiscal sobre los cristianos provocaron el levantamiento de los cordobeses del Arrabal de Córdoba. Los amotinados estuvieron a punto de asaltar el Alcázar, pero una maniobra hábil y rápida de la guardia palatina salvó la situación. Tres días duró la matanza y saqueo en el Arrabal y el enérgico emir ordenó la crucifixión de trescientos notables. Todos los habitantes del Arrabal, que fue arrasado, fueron deportados. Unas veinte mil familias emigraron de la Península y parte de ellas se establecieron en el norte de África, donde fundaron el barrio y mezquita de los andalusíes en la ciudad de Fez, mientras que otras se dedicaron algún tiempo a la piratería, desembarcando en Sicilia, ocupando Alejandría durante diez años y estableciéndose finalmente en la isla de Creta, donde fundaron el Emirato de Creta, bajo dinastía cordobesa, que se mantuvo independiente hasta el año 961, en que la isla fue reconquistada por el Imperio bizantino.

La situación interna permitió la conquista franca de Barcelona en el año 801 y, aunque por poco tiempo, los asturianos llegaron a ocupar Lisboa. Carlomagno firmó un tratado de paz con al-Hakam por el que se comprometía a no extender sus fronteras más allá del río Llobregat.

Su ejército fue fortalecido por un elevado número de bereberes, también reclutó mercenarios cristianos de diversas procedencias. Contó con una guardia palatina de más de dos mil hombres de origen eslavo, denominados «los mudos», porque no sabían el árabe ni el romance. Estuvieron en dos cuarteles contiguos al Alcázar y bajo las órdenes del conde cristiano Rabí, hijo de Teodulfo.[cita requerida]

Dejó al morir, a los 52 ó 53 años, diecinueve hijos varones y veintiún mujeres. Le sucedió su hijo Abderramán II.


Los cronistas retratan así al tercer emir de Córdoba:

Al-Hakam I fue de color trigueño, alto y delgado, de nariz bien formada, aunque ligeramente respingona y no se teñía el pelo. Se preocupaba personalmente de todos los asuntos, fueran importantes o no; no se fiaba de nadie, aunque fueran hombres de confianza y no admitía que éstos cometieran actos injustos, pero en caso de que esto ocurriera, rápidamente reparaba la injusticia; era valiente, atrevido y temible en sus enfados; resuelto y decidido, pero también era espléndido en sus regalos y muy generoso. Era además buen orador e inspirado poeta. Allanó el camino a sus sucesores y se atrajo a los alfaquíes y hombres de saber.

De él se decía que era tan dado a la bebida como poco adicto a las costumbres piadosas, y en la mezquita mayor, durante la oración de los viernes, se levantaban voces anónimas que le gritaban: ¡Borracho, ven a rezar!





Bagdad: el amor cortés

El Islam permite la realización plena de sexualidad masculina a través de la poligamia al mismo tiempo que establece una rígida separación   —58→   de los sexos.33 Como consecuencia, el musulmán no tendrá apenas trabas para practicar el sexo, pero le será muy difícil enamorarse, porque no conocerá seguramente a su futura esposa hasta el día de su boda y ésta se realiza por factores de linaje o de dinero. La mujer se convierte en un ser inasequible e inalcanzable en un personaje de la imaginación, más que en un ser real, y el amor, en deseo no satisfecho. Existen las esclavas, con las que es posible tratar fácilmente, pero la relación comercial que ello entraña, el mismo hecho de la obligada obediencia entre sierva y amo, tampoco satisface a los nuevos árabes, ya no hijos del desierto, sino de la civitas, y transfieren la sublimación del amor hacia la dama inasequible a la esclava, a la que confieren la libertad de aceptar, o no, la opción de aceptar o rechazar el amor. En este juego, el amo será siervo del amor, y la esclava, ama, como sucede en el verso atribuido al califa de Bagdad Hārūn al-Rašīd, en su juego erótico con tres esclavas que motivará el villancico de Las tres morillas de Jaén:

Tres mujeres me domeñan
y acampan en mi corazón.
¿Por qué todas las criaturas me obedecen
y yo las obedezco a ellas que se me rebelan?
¿Será acaso que el poder del amor que poseen
es más fuerte que mi poder?




Idea que ya había expresado el emir de al-Andalus, Al-Hakam I



Ramas de sauce que se balancean entre las dunas,
al huir de mí, decididas a rechazar la unión conmigo.
Reinan en mí, aunque yo soy rey, pero mis fuerzas,
por el amor, se han debilitado
con la languidez del cautivo.
¿Quién me ayudará contra las tiranías de mi cuerpo?
Ellas doblegan, con el amor, mi fuerza y poder.

M. J. Rubiera Mata, Ibidem.








BEN FARACH [15.475]

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Ben Farach 

Abu Umar Ahmad ibn Faray de Jaén o Ben Farach de Jaén 
(Jaén, 976)





VISIÓN NOCTURNA

¿A quién debo agradecer más?
¿A la imagen del sueño
o al propio sueño que la imagina?
Despertó mi pasión con su presencia,
mas quise ser casto y me abstuve.
Es licito en sueños el pecado,
pero según mis hábitos
incluso en ellos conservo mis castidad.






CASTIDAD

Aunque estaba pronta a entregarse, me abstuve de ella,
y no obedecí la tentación que me ofrecía Satán.
Apareció sin velo en la noche, y las tinieblas nocturnas,
iluminadas por su rostro, también levantaron aquella vez sus velos.

No había mirada suya en la que no hubiera incentivos
que revolucionaban los corazones.

Mas di fuerzas al precepto divino que condena
la lujuria sobre las arrancadas caprichosas del corcel
de mi pasión, para que mi instinto no se rebelase
contra la castidad.

Y así, pasé con ella la noche como el pequeño camello sediento
al que el bozal impide mamar.

Tal, un vergel, donde para uno como yo no hay
otro provecho que el ver y el oler.

Que no soy yo como las bestias abandonadas
que toman los jardines como pasto.

De BEN FARACH, de Jaén,
autor del Libro de los Huertos.

Traducidos del árabe por D. Emilio García Gómez






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