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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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CHRISTIAN PERIBÁÑEZ [13.065]

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CHRISTIAN PERIBÁÑEZ

Zaragoza, 1979
Escritor y periodista
Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra y la Johannes Gutenberg Universität de Mainz (Alemania), es redactor desde hace más de diez años en Heraldo de Aragón. Colabora con críticas literarias en el suplemento Artes & Letras y es columnista del magacín MVT 7D. Ha publicado los poemarios Ser de sangre (Prensas Universitarias, 1999), Cuando éramos reptil (Comuniter, 2009) y Atlas, primera vértebra (2014 - Olifante Ediciones de Poesía), además de aparecer en antologías y obras de autoría múltiple.



DE Cuando éramos reptil (Comuniter, 2009)



Mi soledad transversal
Más profunda que la vida
Planté un Raíz desnuda
mi presencia entre vosotros.
Soñaba con trascender,
escucharme sin escribir,
ser la chica en el puño del gorila.
¿Cómo confiar en tu magia
Cuando conozco tu repertorio
de abracadabras?
Mi despecho es retorcido,
la herida, superlativa.





Esta soledad es el precio de mi exilio,
de la elipsis infinita y la anemia en la memoria.
Crecen alfileres sobre mis pestañas
Y en cuanto cierre los ojos, me vaciaré.





Hoy, el perro se ha comido tus deberes.
Ayer bajaste por un tabaco.
Yo corrí a la puerta y volví a observar el mundo
a de una Través Mirilla:
PENSABA que si fuera del tamaño de una aguja
nada de lo suyo Podría hacerme daño.
Me recreo escuchando tu colección de portazos
y disfruto de Nuestra eutanasia como si fuera
un veneno exquisito y caro.
Tú, que fuiste nunca Capaz de CREAR nada,
engendras el dolor que me fecunda como una
explosión nuclear.





Te acuestas a la ventana o al filo de una copa
Porque en la calle hay voces que saben hacer
daño.
Prefieres su batallar contra Wondratschek y
Tribu reductora de palabras,
Aunque un día redujiste tu Vida a un símbolo
y te Aterro Tuviera Que esquinas.
Yo, en su orilla, sigo siento un boomerang tu sonrisa
Porque sólo "Jamás saldremos de este sótano"
y las fotos se arrugan sobre sí MISMAS
O se confunden con el color beige de la pared.





La vida está llena de cosas que tienen que
hacerse,
tristes deberes, quehaceres tristes, triste balón
a las nubes
tras un penalti inexistente.
Hay demasiado plomo en los cuerpos
y notas a pie de página, y blancos, tristes
blancos,
tras cada línea del cuaderno y tras cada triste
esquina que doblamos.
La vida tiene tristes cosas que hacerse,
y alguna cicatriz en la barbilla.





LUIGI MARÁEZ [13.066]

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Luigi Maráez 

(Sevilla). Es uno de esos artistas pluridisciplinares que impactan al primer contacto y que dejan una huella imborrable como escultores, pintores, inventores, poetas, dramaturgos, ensayistas, músicos y sobre todo, sobre todo repito, como personas.


Luigi Maráez, escultor: Le he visto acariciando un pedazo de madera como si fuera una joya única, algo impreciso latente entre las fibras que le habla al oído, o pasando un tubo de metracrilato por encima de una imagen para observar los cambios, deformaciones o formaciones que se desprenden a su paso. El descubrimiento de una mirada nueva es lo que observo en Luigi como agente “investigador” que le lleva a dar forma los objetos más inverosímiles. Se sirve del entorno inmediato que le rodea para abastecerse de material que luego transformará y dará vida, sí vida, porque las esculturas de Maráez pueden ser cambiantes tanto en forma como en significado, y esa capacidad de transformación que encuentro sumamente interesante, las hace atemporales y universales, dotándolas de una condición mutante que les impide dejar de crecer, mirar o ser miradas de un ángulo diferente cada vez o “andar” por un espacio que nunca será el mismo que el de la semana anterior. Por supuesto me estoy refiriendo a esculturas “no públicas” ni con emplazamientos predeterminados, ya que Luigi ha realizado a lo largo de su trayectoria escultórica numerosos encargos, obra pública como el Monumento a la medicina rural. Badajoz, Monumento a los Difuntos. Almensilla. Sevilla, Monumento a los Aceituneros. Almensilla. Sevilla, Figura del apóstol San Marcos en la cúpula de la iglesia de San Pedro. Carmona Sevilla, Proyecto “LAS RUEDAS DEL AGUA”, 14 esculturas de material reciclado, de alto tonelaje. Parque del Alamillo. Sevilla. (Encargo de La Junta de Andalucía), la estatua de Bécquer que actualmente otea el Moncayo desde Trasmoz, también restauraciones (cúpula de la Iglesia de San Pedro. Carmona. Sevilla.), así como una larga lista de exposiciones tanto colectivas como individuales.

Luigi Maráez, músico: He tenido el privilegio de oírle en directo en el pasado Festival de Poesía del Moncayo celebrado los días 21,27 y 28 de Agosto de 2009, la sensibilidad y textura de su voz es de aquellas que calan en la piel, la horadan y la traspasan para erizarnos sin contemplaciones. Una guitarra casi vertical, retando a sus dedos deslizándose por el mástil es una imagen que bien podría ser merecedora de ser inmortalizada en bronce.

Luigi ha ejercido como profesor de guitarra clásica en el Área de Cultura de la Junta de Andalucía, actividad a la que renuncia para dedicarse a la música de autor, musicando tanto sus propios textos como los de otros autores, entre los que cabría destacar a Lope de Vega, Quevedo, Juan Ramón Jiménez, Lorca...haciendo especial mención a la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, del que ha musicado la practica totalidad de sus rimas, realizando un amplio recorrido de conciertos, en lo que podríamos denominar cómo” geografía Becqueriana": Ciclo La Sevilla Romántica ( Glorieta de Bécquer, parque de Maria Luisa) Universidad de Sevilla. " Recuerdo sentimental de G.A. Bécquer " ( Ateneo de Sevilla ), Evocación a Bécquer ( Venta de los Gatos) Sevilla. Ciclo Temas Sevillanos (Reales Alcázares de Sevilla, Salón Almirante), Concierto en el Convento de Santa Inés, Concierto en el Panteón de Sevillanos Ilustres... Así como en tierras del Moncayo: Iª y IIª Feria del Cister, (Monasterio de Veruela), o Centro de Estudios Turiasionense. Tarazona. (Zaragoza), siendo seleccionado con el espectáculo " Bécquer, Música, Rimas y Leyendas", para formar parte de las Campañas Culturales que organizan conjuntamente las Diputaciones Provinciales de Huesca, Teruel y Zaragoza.

Ha compartido escenario, con artistas de tan reconocido prestigio como Paco Ibáñez o Pablo Guerrero ( III Encuentro Nacional de Poesía Ciudad de Puerto Llano) Ciudad Real. Recibiendo el premio Giraldillo de Honor del Excelentísimo Ateneo de Sevilla.

Puedo imaginarlo fácilmente como profesor puesto que Luigi defiende que “los niños son nuestros verdaderos maestros, su mirada no contaminada es capaz de retener la verdadera naturaleza de las cosas, su sencillez primera”. En la velada que pasamos en su casa, en compañía del poeta malagueño Agustín Porras, y Rafael Luna Gómez, Luigi confesó que si tuviera que elegir una etapa de su vida donde quedarse eternamente lo haría en aquella “en la que se es niño”, y Rafael Luna, amigo de Maráez y admirador ferviente de su obra añadió, “Luigi ES un niño”.


Luigi Maráez, dramaturgo: En teatro cuenta en su haber con tres obras escritas y estrenadas, realizando a su vez tanto las estenografías como la dirección.

Seleccionado en el " V Festival de Otoño" con la obra " El último Sueño", basada en la vida y obra de Edgar Allan Poe. Sala Margarita Xirgu. Teatro Maria Guerrero . Madrid. representada también en Sevilla, dentro del ciclo " Teatro en la Universidad”.
" Fantasía para un sueño", obra de encargo, basada en una adaptación libre sobre la vida y muerte de Hernán Cortés. Estrenada en el Palacio del mismo nombre en Castilleja de la Cuesta. Sevilla. "Los Federíco" obra basada en acontecimientos y textos de Federíco García Lorca. Estrenada en el teatro de los Barrios. Cádiz.

En cuanto a la realización de las escenografías de sus propias obras, puedo dar fe de que en el salón de su casa en Trasmoz, Luigi conserva en la pared del fondo, uno de los escenarios, que siguiendo con su tendencia “transformadora” de la realidad que le rodea y ese afán por seguir dando vida a toda expresión artística, ahora se ha convertido en armario empotrado y preside cualquier encuentro o velada, haciendo que el visitante tome una copita de vino dentro de un cuento vivo, formando parte intrínseca del mismo.

Luigi Maráez, poeta: Autor de poesía desde sus mas tempranos años, es por definición y concepto, lo "poético", el hilo conductor de todo su quehacer creativo. Así por ejemplo: Poesía visual, Interacciones entre la música y la plástica (Poema en mi menor) o la serie "Memoria de los Objetos", presentada como un corto en Canal Sur Televisión, son claros exponentes de esta manifiesta intencionalidad poética.

Seleccionado para el proyecto "Poetas en el Aula" (Junta de Andalucía), forma parte de un selecto y reducido grupo ( 32 poetas andaluces) en donde publica el libro " Adivinanzas, Poesía", así como coordina y dirige la revista "Aljibe", formando asiduamente parte como poeta y cantautor de las veladas poéticas "Las veladillas del Alamillo celebradas anualmente en el Parque del Alamillo (Sevilla).

Galardonado en el III certámen de Poesía de Miedo 2009, convocado por Olifante-Edidiones de Poesía con el poema El Coleccionista, publicado en la colección Papeles del Trasmoz

Recuperación del cuento de la tradición oral, y una serie de poemarios tales como el libro "Acordes menores", "PhoeMatrix" o " Quince anónimas Rimas para un anónimo Bécquer", son trabajos en los que se halla inmerso.

Para Luigi, el arte es poesía y la poesía es arte, no hay distinción porque la concepción de la belleza es libre, sin contaminantes. A Maráez no le gustan las etiquetas ni los corsés, para él todo es un círculo interrelacionado con cientos de interjecciones que nos ponen en contacto con el mundo. (Texto: Marian Raméntol)




LÍRICO

Si todo en verdad fuera,
yo me quedaría
con la Lírica.
Sería mi canto tan de verdad cierto
que nada entretendría mi cantar de pájaro.
La muerte sería un misterio de la vida
y la vida un propósito de luz y gozo.

El miedo daría paso a la ventura
de no tener que volver nunca más los ojos
al fantasma del pasado, tejido en memorias
que la carne, por instinto
lleva inscrita en un caudal de sangre.

Llevamos la estirpe de Caín,
nos gusta el drama, y sólo hallamos el gozo
cuando en el aire se masca la tragedia.

Pero yo, yo soy Lírico.
Soy lírico como lo es la tierra,
el cielo y los mares en la vieja Arcadia.

Es hora del despertar,
tiempo ha que debió sonar la hora de los malditos
devorados en su propio fuego.

Poetas: ¡Cantad, cantad la canción de los exilios!
¡Exiliaros del mundo con sus pompas!
¡Regresad a la pureza del canto sin la mácula
de la fe en los partidos, los premios y las orlas!

Pureza, reclamo la pureza de quien aún es mancha,
sucio en la gleba de los años de infancias torturadas
a golpe de miedos y rencores,
de cielos y de infiernos
donde sólo el poder encuentra el engendro
donde hacer perpetuar su miserable forma.

Quitaos ya las botas, las chapas de hojalata
que horadan el pecho de los otros
y disparad la boca con un «no-quiero»
con un «ya-basta» de ser ladrillo sobre el muro,
muro férreo de lamentos.

Decid solamente: Lírico, quiero ser lírico
como Pitágoras, escribir mi Versículo de Oro, ¡Lírico!






Del libro de poemas: Phoematrix, número 29 de la colección Libros de Berna de la underground Lola Editorial.

XIX

¡Al fin! ¡Esto es maravilloso! 
¡Nunca pude imaginar estos adelantos! Si mi padre viviera... 
Él, que cuando murió madre, no hallaba consuelo. 
Y, ahora, te conectas y, por un módico precio, 
¡puedes follarte a la muerta! ¡Gracias Matrix!













JEAN-CLAUDE TARDIF [13.067]

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Jean-Claude Tardif 

Nació en 1963 en el seno de una familia de la clase trabajadora, en Rennes, capital de la Bretaña (Francia). Dotado de una muy ponderable fecundidad creativa, ha dado a prensas numerosas obras tanto en poesía como en relato, novela corta y novela. En lo estrictamente referido a su trabajo lírico, es hoy uno de los poetas franceses más interesantes por su capacidad para generar versos donde se amalgama tanto la más notable potencia expresiva como la delicadeza del decir. Su estilo es sugestivo y emplea adecuadamente metáforas e imágenes que jamás se apartan del centrado núcleo de sentido que recorre el conjunto del poema; Jean-Claude Tardif comprende acabadamente la finalidad de estos recursos expresivos en cuanto a que sirven a la generalidad del poema y no constituyen guirnaldas ni adornos del discurso.

Ello queda fielmente expresado en su última obra poética, titulada “Guanahani” (ISBN  978-2-912852-31-1), editada en 2011 bajo el sello Éditions Clarisse, de Martigny, Francia. “Guanahani” marca la plena madurez expresiva del autor, consolidada en versos capaces de recorrer una amplia gama de percepciones de la realidad, desde lo lúgubre hasta lo maravilloso, desde lo amoroso hasta lo existencial, pero sin confundir la misión de la poesía con la mera representación; en vez de eso, Jean-Claude Tardif nos brinda su propio cosmos personal, un universo bien estructurado que ha decantado a través de toda su obra anterior -más de una docena de títulos tiene en su haber- para ofrecerle al lector el resultado de sus búsquedas y sus logros expresivos.

Como magistralmente apunta el poeta Eric Sénécal en el texto de contratapa de “Guanahani”, también reproducido en francés por la publicación digital “Printemps des Poétes” (*): “Guanahani era el nombre originario de San Salvador, donde Colón desembarcó. La designación de un nuevo mundo soñado, pero ya poblado, ese nombre guía el poema de Jean-Claude Tardif. Es una forma de génesis que se esfuerza aquí: el redescubrimiento de los sentimientos simples y brutales de estar desgarrado entre el deseo y la nostalgia, y también la compleja exploración de aquello que funda a la humanidad, parafraseando a Éluard: el amor la poesía. Existir y escribir estrechamente entrelazados”.

No se equivoca Sénéscal en su atenta observación de ese nuevo mundo –emblematizado por el sonoro nombre aborigen- buscado y hallado por el poeta. Se trata de un mundo caracterizado por la originalidad en el abordaje de los sentidos textuales y el hallazgo del mejor modo de inducir en el lector sensaciones e ideas sin que, prácticamente, pueda en ninguna de las páginas del libro de Tardif separarse unos versos sin que merme el caudal del conjunto. Sólo es de lamentar que aún no se haya publicado en español un título completo de este relevante autor francés, que fuera de su país sí está presente en versiones al inglés, alemán, italiano, portugués y coreano, entre otras lenguas. En la nuestra, lo que podemos encontrar –de momento, al menos- son algunos poemas de Tardif en ciertas revistas que se han ocupado de traducirlo.

Obra poética: Hièros (éditions La Table Rase, 1990);  Méconnaissance du soir (éditions Entente, 1993); Orcus (La Bartavelle, 1995, con prólogo de Werner Lambersy); Fruits Times (Le Dé Bleu, 1995, con ilustraciones de Corinne Lemerle); Correspondances (éditions La Bartavelle, 1997, con Jean Chatard); De la vie lente (La Dragonne, 1999, reeditado en versión bilingüe francés-italiano por éditions Kolibris, Boloña, Italia, 2011); Nuitamment poèmes (Cadex éditeur, 2001, con prólogo de Marcel Moreau y grabados de Bernadette G.Cullafroz); Dans la Couleur des merles (Librairie-Galerie Racine, 2003, con André Prodhomme); L'homme de peu (La Dragonne, 2002); Le Bestiaire de Poche & d'ailleurs (Editinter, 2003, con ilustraciones de Claudine Goux); À contre fruits (Editinter, 2004, con ilustraciones de Claudine Goux); Les Tanka noirs (éditions Rafaël De Surfis, 2008); Ordinaire & Alentours (Editinter, 2009); Le Bestiaire Improbable (Editinter, 2011, con ilustraciones de Claudine Goux). Obra en prosa: Louve Peut-être (La Dragonne, 2005, con fotografías de Jean-Michel Marchetti); Il existe aussi des histoires d'amour (Editinter, 2006) ; Prorata Temporis (éditions Le Mort-qui-trompe, 2007); Pierre Taillande, L'homme aux papillons (éditions Rafaël De Surfis, 2007); Conversation à Voix Rompues (Editinter, 2009, con Jean-Albert Guénégan); Les Jours Père (La Dragonne, 2009, con prefacio de Philippe Claudel); La Nada (Le Temps Qu’il Fait, 2009) ; Claire-Obscur (Les Promeneurs Solitaires, 2010).
Además de lo ya señalado, Jean-Claude Tardif fue incluido en varias antologías poéticas francesas, entre ellas: La Poésie Française Contemporaine, por Jean Orizet, Éditions Le Cherche-midi, 2004; Les Nouveaux Poètes Français, con prólogo de Jean Orizet, Éditions J.P. Huguet, 2001, reeditada en 2004; Les Bruits du monde, con prólogo de Bernard Noël, Éditions Hêtre Rouge, 2000, reeditada en 2002; Naturellement, con prólogo de d'Hubert Reeves, Éditions Rue du Monde, 1999.




Allí 
en la sombra detenida del mediodía 
la torre se erige como el viento, se concentra 
volcada sobre tu seno 
se precipitó por el deseo 
o fonema del suspiro.

…………………………………………

pulsión de la sangre
más pesada que la corteza terrestre
más odorante que las subidas rosas
de las enredaderas;
                         por otros llamado



Crepúsculo
o fuego en las mejillas.
Hacía falta seguir la carrera aparente del gesto,
lo preciso del golpe

- finalmente -
Lo saliente de la vena
filón entre lo ocre de las tierras profundas
irrigado como un canto
y el mineral del cráneo
aquí, en este mismo segundo,
las sienes eran fuelle de forja
o erupción solar


pulsión de la sangre más púrpura,
más hinchada (1) que el corazón invertido de los murciélagos
cuando duermen cabeza abajo (1)
más fuerte que la espera
punto del día,
                        mirada enredada de azul
                        y de morgue
llevar la muerte al frontispicio del cenáculo del dinero
a las horas de la luna llena


(*) Traducción del francés por Luis Benítez



POEMAS DE AQUĺ

Aquí el cielo pone sus marcas
sus lados, su luminosidad
bajo la réplica de las horas.
La sombra temblorosa
en el paso lento del gato
cuando la grava demasiado blanca
nos recuerda cuentos
e historias de noche.
Los niños que éramos
las mastican como lo harian
con una hoja de menta fresca.
Aquí el día se estira en la memoria.
Los lobos nos rodean solo en las nuances
contra el silencio y su recuerdo.
Pronto seremos a Saugues
aturdidos por el sol.
En la sombra de los muros marrónes
la mazorca va a hacer penitencia
bajo el canto de fieltro de la fontana. 






POÈMES D'ICI

Ici le ciel laisse ses marques
ses éclisses, son éclat
sous la doublure des heures.
L'ombre feule
dans le pas lent du chat
alors que le gravier trop blanc
nous rappelle des contes
et des histoires de nuit.
Les enfants que nous fûmes
les mâchent comme ils le feraient
d'une feuille de menthe fraîche.
*
Ici le jour s'étire pareil à la mémoire.
Les loups y rôdent tout en nuances
contre le silence et son souvenir. 
Bientôt nous seront à Saugues
harassés de soleil.
Dans l'ombre des murs bruns
le torchis fera pénitence
sous le chant feutré de la fontaine





POEME DE- AICI

Aici cerul îşi pune mărcile
laturile sale, luminozitatea
sub dublura orelor.
Umbra tremurată
în pasul lent al pisicii
atunci când pietrişul prea alb
ne aminteşte poveşti
şi istorii de noapte.
Copiii care am fost
le mestecă aşa cum ar face-o
cu o frunză de mentă proaspătă.      
*
Aici ziua se întinde în memorie.
Lupii dau târcoale doar în nuanţe
contra tăcerii şi a amintirii sale.
Curând vom fi la Saugues
năuciţi de soare.
La umbra zidurilor cafenii
ştiuletele va face penitenţă
sub cântul de pâslă al fântânii.







MARCOS TRAMÓN [13.082]

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Marcos Tramón 

(Oviedo, 1971) es autor de dos libros de poemas, Los días que te explican (Llibros del Pexe, 2001, anticipado por el cuaderno Escombros), que incluía además una sección de versiones de otros poetas titulada “Singladuras”, y Desgana (Deva, 2011). Incluido en algunas antologías de poetas de las últimas hornadas, Tramón es, pese a ello y a las buenas críticas que han solido acompañar sus publicaciones, uno de los nombres más secretos de su quinta. Comenzó a publicar en los años en los que la poesía de la experiencia ocupaba buena parte de la atención del gremio y, si bien su poesía bebe de esas fuentes, su propuesta es especialmente singular: probablemente sea el poeta de su quinta que mejor y con más hondura ha entendido la lección de Gabriel Ferrater, y en su obra abundan las referencias al autor de Les dones i els dies. La poesía de Marcos Tramón parte de la extrañeza de estar en este mundo, una extrañeza compartida en la soledad y en la soledad compartida. Su obra es un libro del desasosiego lúcido, atónito y con una extraña esperanza: si nada tiene sentido, en el ir y venir de las cosas también acaban llegando, en medio de la cotidiana extrañeza, momentos de rara felicidad.



OTOÑO
    
Este sol no esperado nos reconcilia.        
Y un vago gesto cotidiano           
un sentimiento de continuidad nos devuelve.
La luz, tan brevem como la del primer día;
la gente transitando por sus mundos,
alrededor, mujeres como días luminosos
entrevistos tras el espeso
y sombrío tamiz de la memoria.
Este otro matiz de la luz en tus ojos,
y la imagen del miedo que era
tu rostro el otro día:
la lluvia de ayer acumuló estos charcos.
Vamos de charco en charco,
pisando oscuros días sucesivos.



dos poemas inéditos del libro en el 
que trabaja actualmente.



INSTINTO

Digo que ese es el camino que debí haber tomado, que el que tomé me trajo
a esta confusión.
El mundo es grande y diverso y en cualquier parte de la tierra te
encontrarás mirando
estas cosas, solo como quien sueña.
Allí cerca, la publicidad de marcas de bebidas oferta cosas imposibles.
Asociaba, según el género, emociones encontradas: así, el mar era lo que
nos salva; y la mar
lo que nos ahoga.
Lo sentía, igual que sabía que cada corazón tiene su dueño: sí, de la misma
manera
que el tiempo se estira o se encoge, va más lento o más rápido.
Vi como un sueño, cada vez más profundo, le iba arrebatando terreno a la
vida.
Abres las ventanas a un día por estrenar y sientes una una corriente de
simpatía con la nueva
mañana. Y es posible que nunca le hayas dicho a nadie palabra alguna de
ternura.
Nunca soportaré el sudor, nunca soporté que nadie sudara, igual que si
viviéramos demasiado
pegados al tiempo. De tal manera que cada momento es un comienzo nuevo
por decidir.
La luz azul de eternidad al atardecer en el tiempo.
Las conocía y eran misteriosas y sofisticadas, como una máscara de
carnaval veneciano.
Se me ocurre que el tiempo es una historia de remordimientos y que yo
estoy solo como una
piedra de hielo.
Vosotras y yo hacemos lo mismo, pero con propósitos distintos, algo
extraño y familiar a la vez,
en una realidad totalmente indiferente, distanciada de nuestras
costumbres, de nuestra
cotidianidad.
Sabemos que el destino, poco a poco, nos va llevando hacia la última
certeza. Y sentiremos
que volvemos a casa: un paisaje se puede confundir con un sentimiento.






DIEZ MANDAMIENTOS, SEGÚN LEY PROPIA

No creerás en Dios;
no creerás en nada, salvo en aquella luna oblicua que proyectaba, alargada
y a un lado, vuestra
sombra;
no creerás en las contradicciones: una opinión es un capricho, la contraria,
otro capricho
en un posterior momento;
no perteneces ni pertenecerás a nadie, tan solo al olor de las calles en tu
solitaria adolescencia;
nunca maldecirás contra estas calles, tuyas, que te recogen;
creerás que la mejor compañía será siempre estar solo;
nunca confiarás en un amigo que no tolere que haya entre ambos largos
periodos de silencio;
nunca negarás que tu ciudad y el invierno son los mejores estados de
ánimo;
nunca olvidarás el sabor de aquel “hot dog” y el calor de la amistad, mágica
noche, en la
Quinta           Avenida;
dedicarás tu vida a leer y releer a Schopenhauer, quien, según Borges,
acaso descifró el
universo.
Estos diez mandamientos se resumen en uno: verás tu sombra caminar
contigo, al tiempo
que verás en tu camino otros hombres y mujeres, otras sombras.





Desgana
Gijón (2010)



FUGACIDADES



Noite de estrelas;
em tua mão, minha mão.
O infinito.

*

Houve um tumulto
de vida em meu redor.
Há só silêncio.

*

Passam os anos,
meu coração desnudo
guarda grinaldas.

*

É só tristeza,
estranheza de ser,
melancolia.

*

Fecho os olhos,
a luz do mundo em sombra
reaparece.

*

Chega o outono;
cai uma folha, leve,
sobre teu rosto.

*

À média luz,
tu, caprichosa e livre,
como uma lembrança.

*

Somos matéria
corrupta, nada mais,
feitos de tempo.

*

São duas amigas,
a brincar nas rosas
daquele jardim.

*

Feliz, a lua;
estamos sós eu e tu
no segredo.

*

Teus caracóis, ontem,
o Gianicolo; eterno
amor a Roma.

*

Um poema é isto:
exercício carregado
de solidão.

(Trad. A.M.)




CONDENAÇÃO

De mim?
De mim nada mais sei dizer do que
vi como o amor passava a meu lado,
e nada fiz nem disse.

O preço a pagar?
Uma condenação a solidão perpétua:
estás só
               e estarás só, só. 

(Trad. A.M.)




CAUTELA

Uma casa escrupulosamente limpa,
assim uma alegria predisposta.
Tranquilas e seguras as divisões,
quentes ainda do sol que deu nelas.
O dia quase sem luz, vão ficando
em claro-escuro os cantos da casa,
e estando como está tudo em silêncio,
uma primeira imagem dela te assalta.
Batem à porta, põe-te a salvo:
são lembranças.

(Trad. A.M.)





PERFIS

Há um ano era o sol,
a cair sobre ti, como aura
de um ouro cordial que distinguia
com sua luz essa imagem de teu rosto
aceso.

Fecho os olhos
– enquanto sinto nas pálpebras
o sopro da brisa e a manhã –
para poder contemplar esta outra imagem,
agora retida: o mar,
seu movimento rumoroso,
o ar em torno como cálido mar,
o perfil da ilha que se afasta.
Não sabemos que tempo
tardarão estes clarões
a confundir-se no escuro.
Há um ano possuía a aguarela
de teu corpo desenhado contra o céu;
hoje tenho apenas, sob um sol debilitado,
a metade de teu rosto ensombrada.

(Trad. A.M.)




OS PASSOS DA LUZ

             (Riverside Park)


Os pássaros ao amanhecer
- seus trinados regulares, concentrando
a inaugurada luz da manhã
em claros intervalos de silêncio.
A moça loira, como de capa,
a ler, no seu canto, doravante,
para sempre, passando folhas e dias.
No vaivém do metro,
o tranquilo repouso do amor:
dormitam, e ele debulha os caracóis
dela, encolhida no seu regaço.
Os furiosos esforços da luz
para alcançar os cantos da sombra.
Moços e moças estendidos
junto à fonte, sumindo-se no tempo
sob a luz inclinada da tarde.
É quase a eternidade que se encontra aqui.
Cheguei ao repouso opulento destes bancos
onde a vida não parece passar,
e alguém observa a passagem
de belos rostos de mulheres que escapam,
irremediavelmente.
Esforça-te por reter tanta beleza
contra a luz, intacta;
esforça-te por reter tudo,
como se não estivesse tudo perdido de antemão.

(Trad. A.M.)




ATRÁS

Para trás ficaram os dias felizes,
os dias em que a vida,
cínica e poderosa,
nos declarava uma trégua.
E tu, antes tão vital,
agonizas agora lentamente.
Convertes-te, pouco a pouco,
numa recordação sem vida.

(Trad. A.M.)

.



RAZÃO DE VIDA

Não por teres
a vida toda pela frente.
Não por ser
mais fácil o abraço
outonal das mulheres.
Não por medo da morte
nem por temeres a velhice.
Nem sequer por sentires
a ameaça do amor a teu lado,
porque não amas ninguém.
Mas por isso tudo
– pela lúcida vertigem
de te sentires vivo –
que é parte da vida
de que tu és parte.

(Trad. A.M.)


BORIS A. NOVAK [13.083]

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Boris A. Novak 

(Belgrado, 3 de diciembre de 1953) es un poeta, dramatista, traductor y ensayista esloveno.

Biografía[editar]
Pasó su infancia en Belgrado (Serbia). Estudió Literatura comparada y Filosofía en Liubliana (Eslovenia). Hizo su doctorado en el año 1996. Desde 1980 hasta 1986 trabajó como dramaturgo en SNG Drama en Liubliana, desde 1980 hasta 1991 fue el redactor de la revista infantil Kurirček. Es uno de los fundadores de Nova revija; en el período dramático después de la publicación del número 57 de Nova revija fue también su redactor.

Desde el año 1988 hasta 1989 estudió en los Estados Unidos; en el año 1991 dio conferencias sobre la poesía en la Universidad de Tennessee en la ciudad Chattanooga, Tennessee (Estados Unidos). En el campo teórico de la literatura se dedica a la teoría del verso (versología comparada) y a la teoría de la traducción. Es un investigador de la lírica francesa medieval y de la lírica provenzal, de la dramática clasicista, de la poesía europea simbolística y de la lírica eslovena y francesa moderna. Además escribe sobre los temas de la literatura juvenil e infantil.

Es muy activo humanitariamente. Como el presidente de PEN esloveno y el presidente de Comité Pacifista de PEN Internacional ayudó a los refugiados de ex Yugoslavia y a los escritores de Sarajevo, cuando esta ciudad fue ocupada. Esa fue la mayor contribución humanitaria en toda la historia del Comité pacifista de PEN Internacional.

Boris A. Novak también es el presidente de la “Sociedad de los amigos de Lipica” (Društvo prijateljev Lipice), una sociedad que se ocupa en el reconocimiento oficial de origen esloveno de los caballos blancos que se llaman “lipicanci”.


Obra

Poesía

1977. Stihožitje. Ljubljana: Državna založba Slovenije. 49 str.
1981. Hči spomina. Ljubljana: Mladinska knjiga. 83 str.
1983. 1001 stih: pesnitev. Ljubljana: Državna založba Slovenije. 47 str.
1984. Kronanje. Ljubljana: Mladinska knjiga. 84 str.
1990. Vrtnar tišine = Gardener of silence. Ljubljana: Mladinska knjiga, koprodukcija: Društvo slovenskih pisateljev. 92 str.
1990. Oblike sveta: pesmarica pesniških oblik. Ljubljana: Mladika. 138 str.
1991. Stihija. Maribor: Obzorja. 63 str.
1995. Mojster nespečnosti. Ljubljana: Mladinska knjiga.
1997. Oblike srca: pesmarica pesniških oblik. Ljubljana: Modrijan. 310 str.
1999. 'Alba'. V: Nova revija. Letnik 17, št. 193, str. 11-20.
2000. Odmev. Ljubljana: Cankarjeva založba. 127 str.
2000. Odsotnost. Ljubljana: Edina. 12 umetniških map

Drama

1988. Dramski diptih. Maribor: Obzorja. 219 str.
1988. 'Vojaki zgodovine : dramska kronika 1918-48'. V: Maske, št.8/9, str.157-186.
2001. Kasandra : tragedija. Ljubljana: SNG Drama. 96 str.

Ensayo

1982. Pesniški almanah mladih : skupaj z drugimi avtorji. Ljubljana: Mladinska knjiga, Maribor: Obzorja. 312 str.
1993. 'Aleksandrinec. II, Adaptacije francoskega aleksandrinca v drugih jezikih'. V:
Primerjalna književnost, št. 1, str. 75-110.
1993. 'Aleksandrinec. III, Aleksandrinec v slovenski poeziji in prevodni literaturi'. V:
Primerjalna književnost, št. 1, str. 51-74.'
1995. 'Prešernova recepcija jambskega enajsterca'. V: Primerjalna književnost, št. 1, str. 11-42.
1995. Oblika, ljubezen jezika: recepcija romanskih pesniških oblik v slovenski poeziji. Maribor : Obzorja. 383 str.
1995. Esej o Racinu : zbrane drame. Ljubljana: DZS. str. 249-[278].
1997. "Prosti" verz pri Udoviču. Ljubljana: Nova revija. Str. 125-159.
1997. Po-etika forme. Ljubljana: Cankarjeva založba. 367 str.
1998. Pirjevčeva zapuščina. Ljubljana: Nova revija. Str. 386-397.
1998. 'Trubadurski kult oblike kot jezikovnega ekvivalenta ljubezni'. V: Primerjalna književnost. Let. 21, št. 2, str. 15-44.
1998. Zapoznela Romantika Ivana Preglja. Ljubljana: Nova revija. Str. 75-88.
1998. Od: ti si: poskus branja bivanjskega sporočila pesniške zbirke. Odtisi Nika Grafenauerja. Ljubljana: Nova revija, str. 71-103.
2000. Sonetno romanje Cirila Zlobca. Samo ta dan imam / Ciril Zlobec. Ljubljana: Prešernova družba. Str. 146-149.
2000. Kako raste pesem: o otroški in mladinski poeziji Nika Grafenauerja. Kadar glava nad oblaki plava / Niko Grafenauer. Ljubljana: Mladinska knjiga. Str. 117-124.
2000. Življenje in delo Paula Verlaina. Paul Verlaine / izbral in prevedel Boris A. Novak. Ljubljana: Mladinska knjiga (Zbirka Mojstri lirike). Str. 152-160.
2001. Verzifikacijski problemi prevajanja Prešerna v angleščino in francoščino. Prevajanje Prešerna. Ljubljana: Društvo slovenskih književnih prevajalcev. Str. 19-30.
2001. Mini poetika: literarna teorija. Ljubljana: Rokus. 133 str.
2003. Žarenje. Ljubljana: Nova revija.

Literatura infantil y juvenil

1981. Prebesedimo besede. Ljubljana: Partizanska knjiga. 44 str.
1983. V ozvezdju Postelje: igre za otroke in zvezde. Ljubljana: Univerzum.
1983. Levstik, Fran; Boris A. Novak. Kdo je napravil Vidku srajčico: igra za
otroke in živali. Ljubljana: Univerzum. 20 str.
1984. Domišljija je povsod doma. Ljubljana: Partizanska knjiga. 59 str.
1984. Nebesno gledališče / Mala in velika luna. Ljubljana: Mladinska knjiga. 75 str.
1989. Periskop. Ljubljana: Partizanska knjiga. 54 str.
1990. Nebesno gledališče skupaj z Jerko Novak. Ljubljana: Mladinska knjiga. 34 str.
1990. Prečudovite potepuške pesmi. Ljubljana: samozaložba R. Bovhan. 32 str.
1994. Mala in velika luna. Ljubljana: DZS. 47 str.
1995. Blabla: pesmi in igre za male in velike tigre. Ljubljana: DZS. 90 str.
1995. Stotisočnoga in druge igre. Ljubljana: Mladinska knjiga. 114 str.
1999. Čarovnije sveta. Ljubljana: Mladinska knjiga. 45 str.




Tus frasquitos

Me gusta estar contigo en el cuarto de baño. En los estantes
sonríen cien cremas para la piel que huelen bien,
barras de labios, champús y secretos de los frasquitos
que conservan una memoria condensada, la flor

de un nombre desconocido al que hueles
tan maravillosamente, tan suavemente
perfuman más aún tus pechos de noche,
cuando con los labios sorbo el aroma que exhalan

los frasquitos de flores. Después te maquillas
para ponerte guapa para mí:
oscureces los párpados para que parezcan pájaros

que vuelan sobre las lagunas de los ojos; y enrojeces aún más
los labios gruesos para hacerlos más perfectos aún…
Sé que a las mujeres os gusta sobre todo estar a solas

a la hora del ritual secreto de la belleza.
Soy el único testigo. Te miro.

Traducción: Martín López-Vega



EXILIO

Ya no hay estrella que ayude.
Contemplo el frío cielo norte,
el sur se me oculta. Las blancas ciudades,
donde he crecido, agonizan
tras el muro estelar del horizonte del sur.
Entre mí y yo crece una corteza
cada vez más espesa. Sólo a través de la nieblina
veo la sombra de la muerta mitad
de mí mismo: como sin fondo
tiemblo y palpo mi oscura mejilla.
Sólo en mi propia garganta estoy en casa.

 Traducción: Pablo Fajdiga




IZGNANSTVO

Ne pomaga več nobena zvezda.
Zrem v mrzlo severno nebo,
južno mi je skrito. Bela mesta,
v katerih sem odraščal, mro
za zvezdnim zidom južnega obzorja.
Med menoj in mano raste skorja,
vse bolj gosta. Le še skoz meglice 
vidim senco mrtve polovice
sebe samega: kako brez dna
drhtim in tipam svoje temno lice.
Le v lastnem grlu sem doma.





EXÍLIO

Já não há estrela que me ajude.
Olho em frente o céu frio do norte,
o céu do sul foi-me ocultado. As cidades brancas
onde cresci agonizam
atrás do muro de estrelas do horizonte 
a sul. Entre mim e eu cresce uma casca
cada vez mais espessa. Só através da névoa
vejo a sombra da metade morta
de mim mesmo: como se não tivesse fundo
tremo e tacteio o meu rosto escuro.
Só na minha garganta me sinto em casa.

 Tradução: Casimiro de Brito 





PADRE

Mientras viven, los padres con sus cuerpos
Apartan la muerte de nosotros, hijos:
vemos el destino como por un velo. 

A tu muerte, oh, mi único padre, 
me dolían tus brazos resecos: 
aún tuyos, mas ya ajenos y hundidos 

cayeron hacia donde yo no puedo, 
hacia el aire, mas muy cerca, a la fuente 
de las lágrimas, donde bajo la cara y lloro.

En aquel gran, terrible anochecer, 
cuando limpiábamos tu marchito cuerpo 
para devolver bello lo diverso al universo, 

asumí de modo cristalino y perplejo 
mi muerte humana: soy padre yo ahora, 
yo soy la herida desnuda que deseperada 

proteje a su hijo de la granizada 
con la única muerte de su propia vida 
que del recuerdo crece al futuro 

y canta, ritmo de la danza, nieve de la despedida. 
Vuelo al otro lado, según la lez de migración de 
aves, y lloro, cuando regreso a ti,

mi padre.


(a los tres años de su muerte, 
30 de diciembre de 1994)

 Traducción: Marjeta Drobnič




OČE

Dokler so starši živi, se s telesom 
postavijo med smrt in nas, otroke: 
usodo zremo kakor skoz zaveso. 

Bolele so me tvoje suhe roke, 
ko si umrl, o moj edini oče: 
še tvoje, a že tuje, pregloboke, 

so padle, kamor meni ni mogoče, 
v zrak, a čisto blizu, sem, k izviru 
solzá, kjer padam na obraz in jočem. 

V tistem strašnem, vélikem večeru, 
ko smo umivali usahlo truplo, 
da bi vrnili lep nemir vsemirju, 

sem nase vzel, kristalno jasno in osuplo, 
svojo človeško smrt: odslej sem oče 
jaz, jaz sem gola rana, ki brezupno 

ščiti otroka pred udarci toče 
z edino smrtjo lastnega telesa, 
ki raste iz spomina v bodoče 

in poje, ritem plesa, sneg slovesa. 
Na ono stran letim z zakonom jate 
selivk, in jočem, ko se vračam nate, 

moj oče. 

(ob triletnici smrti, 
30. decembra 1994)






PRIMAVERA

En el Art Institue of Chicago
está colgado Claude Monet,
Torrent, Creuse, 
un paisaje de invierno con un roble.
Para captar el temblor helado 
de las formas desrobladas, 
tan largo quedó el pintor colgado a su lienzo 
que el roble empezó a verdear, 
pues la primavera llegó al lugar. 
Deseperado porque iba a perder la imagen del roble en invierno, 
Monet contrató a un grupo de trabajadores 
que día tras día quitaban 
del roble su tierno y verde follaje, 
para que a cualquier precio se mantuviera 
en invierno, desnudo, muerto, 
mas vivo para la pintura. 

Lo de la poesía es distinto.
Durante mucho tiempo sentía el invierno
dentro de mí y a mi alrededor,
y ahora, cuando quiero escribir el poema de invierno,
el poema está verdeando,
porque la primavera ha llegado al lugar,
y yo no dispongo de trabajadores 
que sepan quitar las verdeantes
palabras del regenerado árbol del poema. 
Aunque tuviera un ejército de duendes laboriosos, hábiles, 
el poema no se rendiría, 
pues las palabras echan brotes 
cuando quieren y como quieren y nada, 
nada en absoluto se lo puede impedir. 
Por lo que de modo abrupto, primaveral, me apresuro. 
Porque lo sé bien. 
Cuando al lugar llegue el verano 
y después el otoño y el próximo invierno, 
nada ya podrá evocar 
este doloroso, dolorosamente ostentoso 
despertar primaveral. 
Nada ya podrá evocar nada. 
¡Oh, poemas sin escribir! 
¡Oh, lo eternamente perdido! 

Me apresuro, me apresuro 
y con cada palabra 
con cada hoja 
el invierno se acerca cada vez más.

(Chicago, marzo de 1989)

 Traducción: Marjeta Drobnič





POMLAD

V Art Institute of Chicago
je obešen Claude Monet,
Torrent, Creuse,
zimska pokrajina s hrastom.
Da bi ujel zamrznjeno drhtenje
razhrastanih oblik,
je slikar na platnu tako dolgo visel,
da je hrast začel zeleneti,
kajti v deželo je prišla pomlad.
Obupan, da bo izgubil podobo zimskega hrasta,
je Monet najel skupino delavcev,
ki so iz dneva v dan lupili
mlado zeleno listje s hrasta,
da bi ga za vsako ceno ohranili
zimskega, nagega, mrtvega,
slikarsko živega.

S poezijo je drugače.
Dolgo časa sem čutil zimo
v sebi in okoli sebe,
zdaj, ko hočem napisati zimsko pesem,
pa pesem zeleni,
kajti v deželo je prišla pomlad,
jaz pa nimam delavcev,
ki bi znali lupiti zeleneče
besede s prerojenega drevesa pesmi.
Pa četudi bi imel armado pridnih, spretnih škratov,
se pesem ne bi pustila,
saj besede brstijo,
kadar hočejo in kakor hočejo in nič,
čisto nič jim tega ne prepreči.
Zato hlastno, pomladno hitim.
Kajti dobro vem:
kadar bo v deželo prišlo poletje
in jesen in naslednja zima,
nič ne prikliče več nazaj
tega bolečega, boleče razkošnega
pomladnega prebujenja.
Nič ne prikliče ničesar nazaj.
O, nenapisane pesmi!
O, za vekomaj izgubljeno!

Hitim, hitim
in s sleherno besedo,
s slehernim listom
je zima vse bliže in bliže.

 (Chicago, marec 1989)





(sobre la obra poética de Boris A. Novak)

Por Xavier Farré: 

Xavier FarréL’Espluga de Francolí, 1971 es poeta y traductor. Traduce del polaco y del esloveno. Cabe mencionar sus traducciones de Czesław Miłosz (Travessant fronteres. Antologia poètica 1945-2000, Proa, Barcelona), de Adam Zagajewski (Tierra del Fuego/Terra del Foc, Deseo, Antenas, todas en Acantilado, Barcelona) y los ensayos de Zbigniew Herbert; y del esloveno, las traducciones de Aleš Debeljak (La ciutat i el nen, Barcelona, Edicions la Guineu) y Lojze Kovačič (Los inmigrados, Siruela, Madrid). 
Como poeta, ha publicado Llocs comuns (Lugares comunes) (2004); Retorns de l’Est (Tria de poemas 1990-2001) (Retornos del Este –Poemas escogidos, 1990-2001) (2005); Inventari de fronteres (Inventario de fronteras) (2006). En 2008 aparece su último libro de poemas: La disfressa dels arbres (El disfraz de los árboles). Algunos de sus poemas han sido traducidos al croata, esloveno, inglés, polaco y sueco. 




La poesía moderna ha conllevado una liberación de las formas rígidas. Y, en mayor medida aún si cabe, de las rimas. Es éste un hecho que se hace del todo patente en la mayoría de las tradiciones poéticas europeas. Hay que considerar como un caso particular la poesía rusa, donde la rima es todavía un elemento indisoluble de la poesía. El efecto de las vanguardias, la pérdida de la seguridad del hombre contemporáneo después de las dos grandes guerras del siglo XX, y la necesidad de explorar nuevos campos en el ejercicio poético son los elementos más visibles que causan el cambio mencionado. Pocos son los poetas que hoy en día hacen uso de la rima de manera regular en sus creaciones, y si lo hacen, normalmente se inscriben dentro de una tradición muy rígida que no pretenden modificar. En unas coordenadas completamente diferentes, incluso contrarias a esta corriente, se sitúa la obra del poeta esloveno Boris A. Novak. En su intento para mantener siempre una forma regular, rígida, un esquema impecable, y se diría que matemático, de rimas, se funde una voluntad de transgredir el discurso clásico y dar entrada a algunos de los problemas más acuciantes que horadan el mundo moderno. 

Boris A. Novak nació en Belgrado. Aunque sea de familia eslovena y siempre haya escrito en esta lengua, el hecho de vivir después en una ciudad diferente, en un país diferente al de su nacimiento (que es, valga la paradoja, el país de su lengua nativa), marcará una de las líneas fundamentales de su poesía. Estudió en la Universidad de Ljubljana, ciudad que se convirtió en su lugar de residencia. Durante unos años vivió en los Estados Unidos como visiting professor. Actualmente, es profesor de literatura comparada en la universidad de Ljubljana. Ha sido durante algunos años presidente del PEN club esloveno. Ejercer tal cargo en el momento en que Yugoslavia se estaba desmembrando fue una de sus acciones vitales más importantes. Ha publicado 14 libros de poemas, también algunos ensayos, libros de poemas para niños, y más de 20 traducciones de lenguas como el inglés, el serbocroata, el francés, el occitano o el neerlandés. Es especialista en la lírica trovadoresca. Estos apuntes, que podrían formar parte de un currículum resumido sin connotaciones de ningún tipo, se revelan como elementos de estructura y creación en la obra de Boris A. Novak. Especialmente las traducciones y su objeto de estudio que es la lírica trovadoresca. Ésta última le provee de una rica variedad estrófica y versicular que sostiene su mundo poético.

Recuerdo una noche en casa, trabajando en la habitación, y con la radio en marcha. Era en Ljubljana hace unos años. Estaba escuchando una cadena que no frecuentaba mucho, y de repente oigo una voz melódica, pausada y segura que empieza a hablar de la poesía de los trovadores. En aquel momento me extrañó que en un país eslavo, se emitiese todo un programa acerca de una poesía que, en cuanto a la tradición, me era muy cercana. Y es evidente que la poesía trovadoresca no goza en la actualidad de un prestigio o es objeto de adoración o de modas. No es, por decirlo así, como si ahora por la radio escuchásemos un programa sobre el haikú. La solidez y claridad con la que se iba explicando aquel tipo de poesía me trasladaba a otra esfera que colindaba con la realidad. Más tarde, oí el nombre de la persona que tan bien introdujo a los grandes poetas del sur de Francia, era Boris A. Novak. Las conjeturas que hacía durante el programa se habían confirmado. Tan sólo el poeta esloveno podía introducir de magistral manera las formas poéticas difíciles del trobar clus, la variedad poética y las rimas que juegan un papel fundamental en la poesía. En aquella introducción, Novak no sólo estaba hablando de los trovadores, también estaba hablando de su propia poesía.

En Boris A. Novak la forma nunca es un molde preestablecido sino que se convierte en la piel indisoluble de los vasos circulatorios del lenguaje. Una piel que con el paso del tiempo se va haciendo más dura, y el hacer del poeta consiste en intentar devolverla a un estado primigenio. Pero el poeta sabe bien que la piel también envejece, con lo cual, le tiene que aplicar nuevas sustancias con el fin de que no pierda su vigor. Las nuevas sustancias se traducen en la ampliación formal que se puede observar a lo largo de toda su obra. Un ejemplo aquí nos puede ser de gran ayuda. Tenemos el soneto clásico, tanto el soneto italiano como el soneto inglés, y Novak utiliza el doble soneto (20 versos), el soneto desvaneciente y otros de nuevo cuño. Se inscribe dentro de la tradición con su corona de sonetos, utilizada en su día por el mayor poeta del Romanticismo esloveno, France Prešeren.

Pero no sólo la forma es un elemento a destacar en la poesía de Novak. Como anunciábamos anteriormente, las vicisitudes del hombre y sus preocupaciones, unas preocupaciones que han surgido en un nuevo orden social y político se entrelazan en el discurso alambicado de la construcción de sus versos. Incluso cuando utiliza figuras literarias o mitológicas, como en el largo poema que forma el libro 1001 versos (poema) (1983). Esta composición, de exactamente 1001 versos, está dividida en diez partes (diez cantos) de 100 versos cada una más un verso final. Cada parte tiene 10 estrofas de 10 versos, con rima consonante. Es un ejercicio formal de gran alcance, y donde encontramos la mayoría de temas que se repiten casi obsesivamente en toda su obra: el viaje que siempre provoca una extrañeza en el sujeto y que inicia la búsqueda no a lugares por descubrir sino a uno mismo que igualmente está siempre por descubrir; el extranjero en su propia casa, fruto del extrañamiento antes anunciado. Así, la poesía de Novak es un constante descubrimiento hacia uno mismo, y el lenguaje se pierde en sí mismo para poder llegar a comprender lo que se descubre, lo que se pierde y se recupera en este viaje a la vez interior y exterior. En el canto segundo, “El segundo viaje de Sindbad”, dice el poeta esloveno:




Ya no sé si el camino es espacio o tiempo,
la libertad o una prisión con un techo del cielo,
la puerta del mundo o el yo abierto de par en par,
un objeto de piedra o un objeto del sueño, una pista o voluptuosidad,
un ademán de la región o la locura de mis piernas,
un torrente de horas o un aborto temporal,
la espiral de la inmovilidad, un círculo mágico
o el verdadero y feliz atajo de la distancia,
una senda de huellas incontables o un rumbo a lo desconocido,
un arroyuelo o un ataúd de pasos ante mí.



El poeta presenta una duda constante, la intangibilidad de no saber dónde radica el mundo real, puesto que los conceptos se convierten en meras construcciones culturales que se pueden desmaterializar como un castillo de arena. En el mensaje poético de Novak no existen fortalezas, sino elevaciones con los cimientos tambaleantes. Como el sujeto a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y aún más en pleno siglo XXI. 


A partir de 1995, con la publicación de uno de los mejores libros de su autor, El maestro del insomnio, la indagación engañosamente interna de los poemas, el oxímoron de un solipsismo dubitativo que yace en la base de la escritura novakiana se amplía a otros temas de carácter social. La guerra, las guerras, que sufrió la antigua Yugoslavia van al encuentro de la voz poética. No hay muchas alusiones al conflicto que ha podido presenciar en su propia piel, así también como los desengaños que tuvo como presidente del PEN club esloveno, como el que ocurrió con los escritores serbios del PEN. Ales Debeljak lo comenta en un prólogo a la obra de Novak, durante el período de la ocupación de Eslovenia por los tanques yugoslavos, Novak escribió una carta a sus compañeros de pluma serbios, y la respuesta de estos últimos fue: “Esto es la guerra. Durante una guerra, la gente muere”. La crueldad y la desolación que pueden transmitir estas palabras tiene su eco, aunque no con menciones directas, tal como he indicado, en este volumen de Novak. Sigue con una proyección interior del sujeto, que de un espacio abstracto se traslada al no man’s land que siembra la guerra. No es de extrañar que aparezcan referencias constantes a la construcción y a la destrucción. Como en los casos anteriores, el juego de contrarios le sirve al autor para desmantelar los conceptos, para mostrar la relatividad de los mismos. Si antes el castillo de arena se tambaleaba por la fragilidad de los cimientos, ahora se derrumbe por completo por la acción destructiva. La imposibilidad de poder hacer nada contrasta con la acción destructiva, que llega incluso al mismo yo que intenta construir el mundo en que vive:



LA RAPIDEZ DE DERRUMBARSE

La rapidez de derrumbarse el mundo es terrible.
Más rápida que el derrumbamiento del cuerpo
en dedos, los dedos en polvo, el polvo en soplo.
Más rápida que el derrumbamiento de las palabras
en voz, de la voz en rastro, del rastro en hielo.

La rapidez del derrumbamiento de las palabras es la voz.
La rapidez del derrumbamiento del cuerpo es el tiempo.
La rapidez del derrumbamiento del mundo soy yo.



El poema más desgarrado en este libro, donde llega a expresar los crueles extremos a los que pueden derivar las guerras fratricidas, es “Hermanos”, que de manera irónica tiene como subtítulo “Balada”. Se inscribe en las baladas de carácter más oscuro, pero donde la amenaza no está en el exterior del hombre, en la naturaleza, sino en su propio interior. Las últimas tres estrofas rezan así:



Porque tú ya no eres tú. Eres yo.
Maldito eterno errarás
por el mundo con mi rostro.
Al fin del tiempo infinito de errar,

me arrastré hasta tu puerta,
hermano. Mira, muerto está tu hijo.
Muertas tu madre, hija y mujer.
Los maté. En tu recuerdo.

Tu sangre está toda envenenada.
Tu ya no eres tú, hermano.
Tú sólo eres yo, Fracaso.
Maldito eterno errarás
por el mundo con un rostro ajeno…

(trad. Marjeta Drobnič)1



La desolación que se vive al contemplar el mundo y la destrucción remite en los posteriores libros del autor esloveno, aparece en toda su intensidad uno de los temas universales en la literatura: el amor. Las telas negras que el poeta ha tenido delante empiezan a transfigurarse. El amor representa un nuevo refugio, un antídoto que permite volver a vislumbrar la belleza. ¿Qué sería la poesía si al menos en algunos de sus versos no encontrásemos la belleza del mundo, la esperanza, la iluminación? El poema es el punto de encuentro de las contrariedades, la mirada desde otro punto, donde se percibe con toda su intensidad la variedad que nos conforma como seres. Es así que el punto de inflexión en la poesía de Novak acentúa el color, la vivacidad, el placer del encuentro amoroso y la percepción de la belleza. El paso de las telas negras a las imágenes coloridas tiene su concreción en el ciclo de poemas “La dama y el unicornio (ciclo de tapices medievales)”, que hace referencia evidentemente al ciclo La dame à la licorne, que se encuentra en el Museo Nacional de la Edad Media en París. Como los tapices, son 6 los poemas que componen el ciclo, haciendo el repaso a los sentidos y al enigmático “A mon seul désir”. El detallismo y colorido de los tapices iluminan los poemas en su camino a la unión amorosa.

Este ciclo aparece en el libro posterior a El maestro del insomnio, titulado significativamente Alba (1999). Debeljak todavía publicará tres libros más, en los que introduce nuevos temas a los ya presentados hasta ahora. Va adquiriendo una presencia cada vez mayor la evocación de los recuerdos, y la figura de sus padres.

En los poemas siempre tenemos un viaje, hacia el centro de uno mismo, hacia un lugar geográfico o imaginario, hacia otro cuerpo. La poesía es viaje constante cuyo destino sigue siendo indescifrable, porque nunca llegaremos a descubrirnos a nosotros mismos. Dejamos de ser y existimos a la vez a cada segundo que pasa, y construimos ese destino a partir del lenguaje. Boris A. Novak ha constituido todo su corpus poético a partir de este viaje, de la extrañeza de vernos, como si fuese en el espejo de agua cuando arrojamos un guijarro para que forme círculos y pueda saltar. De la infancia a la madurez, de la crueldad al amor, del hombre al hombre. Ante la dificultad de poner orden a todos los viajes, a los saltos de la mente y a las contradicciones del mundo, el poeta esloveno utiliza las formas poéticas que le brinda la tradición para consolidarlas y darles un nuevo hálito. Erige un castillo, éste sí, de sólidos cimientos.

1 En Poesía eslovena contemporánea, Slovene Writer’s Association, Ljubljana, 1995. pág. 85-86






DOM MORAES [13.084]

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Dom Moraes

Dom Moraes (Bombai, India  1938-2004) fue un poeta indio en inglés reconocido como uno de los más sobresalientes autores de su generación. Pasó varios años estudiando en Londres, Oxford, Nueva York y Hong Kong antes de regresar a la India. En la mayor parte de esos lugares participó en la creación de diversas revistas; también escribió guiones y dirigió documentales de la BBC. Como periodista fue uno de los primeros en entrevistar al Dalai Lama tras su exilio a la India. Fue corresponsal de guerra en Argelia, Israel y Vietnam, y en 1976 comenzó a trabajar para las naciones unidas. Enfermo de cáncer, murió de un ataque al corazón tras haber rechazado cualquier tratamiento. Su primer libro de poemas fue Un comienzo (1958), al que seguirían otros como Juan Nadie (1965), Ausencias (1983) o su poesía completa, recogida en 1987. También publicó diversos libros de viajes y memorias.




Teatro

El público parece hacer muerto; programas
caídos en los pasillos, funciones conclusas.
Acabadas de forma aburrida, pues el aplauso
aquí no está previsto.

Si hay conflictos en marcha, deja pasar el vaso.
Acaricia al compromiso mientras se va
al lugar de las confrontaciones, pues tus párpados
titilan por soles no perdidos.

Lealtades invocadas, incluso aquellas perdidas,
incluida cierta petulancia hacia los barcos que parten.
Si las analizas en función de las lágrimas, las lentes secas se mantienen
en una desesperación finigida, en un adiós no dicho.

Corregida la figura, los labios abandonados
flaquean en necesarios lugares comunes:
palabras deshidratadas, silencios abandonados.
Nunca antes una ternura semejante.

La colaboración triste de los amigos
en este teatro inacabado de vidas a retazos
perdidas, de las que no vuelves a saber.
Preámbulos larguísimos para finales absurdos.







Una vez

Te ocurre una vez y sólo una.
Te fijas en ti mismo durante años,
un hábito de la infancia que no has perdido después,
y de pronto casualmente aparece el rostro
que reconoces sin haberlo visto nunca antes.

Facciones delicadas de una raza antigua,
una belleza clásica tallada en roca negra
reclama la memoria de un lugar distinto
al que perteneciste en otro tiempo.

Su recuerdo trepa por tu memoria exhausta
igual que el agua se aclara tras arrojarle una piedra:
el mundo hecho carne, su cuerpo de bronce intenso
abandonado por fin a tus brazos después de tantos años.
Te ocurre una vez, y nunca más.







Encuentros en Bombay

Los domingos suelo encontrarme a mi fantasma
desaliñado y sin afeitar junto a mi cama.
Con un café bien cargado y tostadas ennegrecidas
intercambiamos los papeles, pero nunca hablamos.
Cualquier tipo de conversación sería grotesca.
Se me pega como ropa húmeda, se niega a irse.
No es culpa mía que se haya convertido en tan poca cosa,
ni sus blancos rizos, ni su rostro tan estropeado.
Los espejos no ayudan, convencen.
Con ojos inyectados en rojo me acusa.
Cuando dejamos Londres perdió su máscara,
y, algunos días después, su poesía.

Llorando, mi hermano en sombra no me dirá
de dónde o por qué razón viene a verme.
Intentó encontrar ataúdes sin compromiso,
e intentó, pasado su debido tiempo, alcanzar el infierno.
El precario armazón que contiene sus ojos
se vino abajo por culpa de erosivos sorbos de ron.
Está obligado a vestir su rostro, y cuando llora
se mueve nerviosamente, un húmedo caracol sacado de su concha
o las tripas rebosantes de un santo asesinado.
Mi fantasma le envidia, abandonado en el espasmo
por dios y sus amigos, pero preservado aún en forma de pintura
en el muro gris de alguna iglesia suburbial.

Una rima infantil repite su historia todo el tiempo:
la sinuosa milla que recorrió hasta donde está ahora;
la sinuosa moneda bajo el estilo.
Londres tras él, su máscara perdida,
lucha para mantenerse a flote en el calor, su jungla
siempre en sí, a quien miró por fin.

Ahora cuando observa, bajo millas azules,
el árbol cantarín, como un arpa
que respondiera al viento, los pájaros se amontonan.
Bajo aéreos arabescos se lanzan y pían.
No son originales en aquello que hacen,
pero le zarandean, pues él lo hizo antes.

El rostro de mi hermano me mira con lascivia, rendido, lánguido.
Mi sombra enemiga, mi fantasma que se lamenta
cada domingo por todo aquello que no ha hecho.
Y su boca seca se explica a sí misma ante mí,
sus frases caen sin sonido, como hojas
silenciosas en los parques, y arden: como poesía.

Traducción por Martín López-Vega






Absence

Smear out the last star.
No lights from the islands
Or hills. In the great square
The prolonged vowel of silence
Makes itself plainly heard
Round the ghost of a headland
Clouds, leaves, shreds of bird
Eddy, hindering the wind.

No vigils left to keep.
No enemies left to slaughter.
The rough roofs of the slopes,
Loosely thatched with splayed water,
Only shelter microliths and fossils.
Unwatched, the rainbows build
On the architraves of hills.
No wounds left to be healed.

Nobody left to be beautiful.
No polyp admiral to sip
Blood and whiskey from a skull
While fingering his warships.
Terrible relics, by tiderace
Untouched, the stromalites breathe.
Bubbles plop on the surface,
Disturbing the balance of death.

No sound would be heard if
So much silence was not heard.
Clouds scuff like sheep on the cliff.
The echoes of stones are restored.
No longer any foreshore
Or any abyss, this
World only held together
By its variety of absences. 






Key

Ground in the Victorian lock, stiff,
With difficulty screwed open,
To admit me to the seven mossed stairs
And the badly kept garden.

Who runs to me in memory
Through flowers destroyed by no love

But the child with brown hair and eyes,
Smudged all over with toffee?

I lick his cheeks. I bounce him in air.
Two bounces, he disappears.

Fifteen years later, he redescends,
Not as a postponed child, but a letter
Asking me for his father who now possesses
No garden, no home, not even any key. 






Architecture

The architecture of an aunt
Made the child dream of cupolas,
Domes, other smoothly rounded shapes.
Geometries troubled his sleep.

The architecture of young women
Mildly obsessed the young man:
Its globosity, firmness, texture,
Lace cobwebs for adornment and support.

Miles from his aunt, the old child
Watched domes and cupolas defaced
In a hundred countries, as time passed.

A thousand kilometres of lace defiled,
And much gleaming and perfect architecture
Flaming in the fields with no visible support. 




MANUEL NEILA [13.085]

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Manuel Neila

Manuel Neila Lumeras (Hervás, Cáceres, 1950) es poeta, crítico literario y traductor.

Pasó sus años de infancia y juventud en Asturias y cursó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Oviedo, donde se licenció en Filología Románica. Ejerció como profesor de Lengua Castellana y Literatura antes de dedicarse al oficio de escritor. En la actualidad colabora en diversos diarios y revistas de ámbito nacional.

Ha participado como ponente en algunos cursos organizados por las universidades de Madrid, Extremadura, Oviedo y Zaragoza.

Poeta cauteloso y semisecreto, Manuel Neila se decantó enseguida por la poesía esencial y el silencio del que emerge. Tras la publicación de Clamor de lo incesante (1978), con el que se dio a conocer como poeta, fue incluido por José Luis García Martín en su antología Las voces y los ecos (1980).

Entre sus publicaciones más recientes destacan: el conjunto aforístico El silencio roto (1998), el volumen de ensayos Las palabras y los días (2000) y la edición bilingüe de Cantos de frontera (2003), cuya versión francesa corrió a cargo de Michelle Serre. Ha reunido sus libros de poesía en el volumen Huésped de la vida (2005).

Su interés por la escritura fragmentaria se viene materializando en libros como El silencio roto, Palabras en vilo, La voz desnuda, Juicios en alarde, agrupados bajo el título general de El pensamiento errante.

En la actualidad, dirige la colección de aforismos "A la mínima" para la editorial Renacimiento de Sevilla.

Ha traducido a Gérard de Nerval, Charles Baudelaire, Philippe Jaccottet, Haroldo de Campos y Àlex Susanna, entre otros. También ha editado Páginas escogidas de Montaigne, Papeles póstumos de Ángel Sánchez Rivero, Sentencias y donaires de Antonio Machado, y Hogares humildes. Obra poética de José García-Vela.

Sobre su poesía

"A pesar de aparecer en Las voces y los ecos, Manuel Neila no se ajusta demasiado a la poética mayoritaria en esa antología, la que representan Miguel d'Ors, Eloy Sánchez Rosillo, Fernando Ortiz o Víctor Botas. Nada más ajeno a él que el coloquialismo o la ironía. Manuel Neila es un poeta de estirpe neorromántica. En su título inicial, el magisterio más destacado es el de Vicente Aleixandre, un nombre al que por entonces comenzaban a volverle la espalda los poetas jóvenes. Luego se le añadiría Claudio Rodríguez, con su lírica exclamativa. Y más tarde, el Eugénio de Andrade de los poemas en prosa y el Cristóbal Serra de las parábolas orientalizantes. Sin olvidar, claro, la poesía francesa, de Bonnefoy a Jaccottet. Ni a Hölderlin o Novalis.
"[…] Siempre correcto, con frecuencia un tanto evanescente, Manuel Neila es, no importa los reparos que puedan hacérsele, un poeta verdadero, ambicioso y hondo. Sabe cultivar el poema extenso, de aliento neorromántico, en la línea unamuniana y cernudiana de la poesía de la meditación, tan bien estudiada por Valente (es el caso de Una mirada); pero también se muestra como un maestro de la miniatura en los numerosos haikus y tankas: «Otoño antiguo: / el rumor de las hojas / sigue sonando. / He cerrado los ojos / y he podido ver claro.»"
José Luis García Martín, La poesía completa de Manuel Neila, incluido en Gabinete de lectura (La Veleta, 2007)

Obra

Poesía

Clamor de lo incesante, Avilés, Jugar con fuego, 1978.
Las líneas de la vida, Gijón, Ateneo Obrero, 1996.
Cantos de frontera / Chants de Frontière, traducción de Michelle Serre, Toulouse, Le Bien-Vivre, 2003.
Huésped de la vida. Poesía 1980-2005, Gijón, Llibros del Pexe, 2005, que incluye:
Pasos perdidos (1980)
Estancias (1986)
El transeúnte (1990)
Una mirada (1996)
Cantos de frontera (2000)
El sol que sigue (2005)

Aforismos

El silencio roto, Gijón, Llibros del Pexe, 1998.
Pensamientos de intemperie, Renacimiento, col. "A la mínima", 2012.

Ensayo

Las palabras y los días, Gijón, Llibros del Pexe, 2000.
Encuentros y extravíos (en prensa).

Traducciones

Las Quimeras y otros poemas, de Gérard de Nerval, Madrid, Júcar, 1982.
Oda (explícita) en defensa de la poesía en el día de San Lukács, de Haroldo de Campos, Vardar. Revista mensual de cultura, nº 22, octubre de1984.
Las flores del mal, de Charles Baudelaire, Madrid, Júcar, 1988; 2ª edición, Sevilla, Renacimiento, 2010.
Philippe Jaccottet al servicio de lo visible, El Ciervo, nº 502, Barcelona, enero de 1993.
El spleen de París, de Charles Baudelaire, Sevilla, Renacimiento, 2009.
Bosques y ciudades, de Àlex Susanna (con Ángel Guinda); incluido en Casas y cuerpos, Valladolid, Fundación Jorge Guillén, 2001.







A ORILLAS DEL NECKAR

(Una voz)

La tarde está cayendo, y tú caminas

bajo un cielo colmado de viejos resplandores,
bajo un cielo en penumbra
que se cierne y derrama sobre ti, vida mía,
las sombras fugitivas del tiempo y su molicie.
Escucha, corazón, escucha ahora
cómo piden al aire de este otoño clemencia
el cuerpo perseguido del amor,
tu voz al fin curada de espantos y alegrías.

Llevas a flor de piel, como ese río
que pasa indiferente con su estela de sombras,
olor a primaveras y anhelos ¿de qué vida?:
voces, gestos, rumores
que enerva la corriente sin fin de la memoria.
Y el agua fluye lenta, indiferente.
La brisa sopla mansa, sin violencia.
Mas, ¿qué milagro es éste
de la vida que pasa, del tiempo que nos burla?
La tarde está cayendo, y en ti fluye,
de camino a la voz,
un río de tristeza con visos de agua única:
el eco de tus pasos ¿en qué calles lejanas?,
las brasas del amor y sus cenizas
candentes… todo aquello
que las aguas no hurtan. Y el río va pasando,
como tú, sin azoro, sin premura.
¿A dónde huir? Celadas de las horas en vilo.




Cabos sueltos



I

Palabras en vilo


Pensar por cuenta propia es pensar a la intemperie, al margen de la comunidad académica y lejos de la comunidad civil.


En el paraíso perdido de la infancia, el único del que tenemos constancia, vivimos en armonía con la incertidumbre.


Por más que nos empeñemos en ordenar el caos, y mira que lo intentamos, la incertidumbre sigue su curso.


De las innumerables maneras de ser, la de cada hijo de vecino es única, insignificante, azarosa y cruel por perecedera.


No está mal eso de conocerse a uno mismo; pero si te resignas a ser tú mismo, ¿cómo llegarás a ser el que eres?


A diferencia de lo que pasa con el pecado original (perdonen los filósofos), contra la estupidez original no hay bautismo que valga.


Las opiniones ortodoxas y heterodoxas están limitadas por el lenguaje sectario; en este sentido, equidistan de la verdad.


Una cosa es la teoría y otra bien distinta la práctica…, que no pasa de ser una devaluación transitoria de la primera.


El Zeitgeist o “espíritu del tiempo” vuelve a hablar alemán; pero ahora lo hace en clave económica, como dictan los tiempos.


Por más vueltas que le demos al asunto, la conquista del espacio ha sido, a fin de cuentas, cuestión de tiempo.


En los lugares comunes, tan frecuentados por unos y por otros, los pensamientos se hallan de cuerpo presente.


La muerte es, más que cruel, insidiosa y devastadora; pues mata, en cada uno de nosotros, al resto del mundo.





II

Llamas en la lengua


Las cuestiones morales son demasiado necesarias para dejarlas al cuidado de las autoridades políticas, jurídicas o religiosas.


Todos tenemos parte de verdad, afirman algunos. Con lo que el mundo puede seguir dando tumbos como si tal cosa.


Es posible que el moralista sea un aguafiestas; sobre todo, cuando se generaliza el olor a cuerno quemado.


Llegó el momento en que, en su pequeño mundo provinciano, sólo cabían él, sus cábalas y sus cuatro ideas de baratillo.


Lo raro no es que cunda la corrupción; lo raro es mantener la dignidad en un mundo movido por la codicia, el odio y el delirio.


En los tiempos que corren, la presunción de inocencia es un abuso de confianza. Con el beneficio de la duda tenemos bastante.


Nos empeñamos en que el amor y la pasión duerman juntos, pero ellos prefieren hacerlo en habitaciones separadas.


En la juventud, la soledad resulta trágica; en la madurez, dramática; y en la vejez, un sí es no es metafísica.


Hicieron del futuro el basurero cenagoso del pasado, y ahora quieren robarnos el presente, los depredadores.


La sumisión acepta la figura del poder; el hecho de que sea la manera más vil de sentirse poderoso no le resta eficacia.


A buen seguro, todos queremos la paz; pero unos pocos, la paz compartida, y otros muchos, la paz de los cementerios.


Locuciones que valen por toda una ideología: “seamos tolerantes”, “poner en valor”, “como no podía ser de otra manera”.






III

Juicios en alarde


También los paganos se han quedado sin dioses, que han muerto como del rayo; quiero decir, la verdad, la bondad y la poesía.


El elogio de la mediocridad está al alcance de cualquier hijo de vecino; aunque, bien mirado, es prerrogativa de los mediocres.


Quienes opinan que “el poeta es un fingidor…” olvidan que “una opinión es una grosería, incluso cuando no es sincera”. Todo según Pessoa.


Los escritores que anteponen el conocimiento y los que anteponen el pedestal utilizan la misma lengua, pero distinta palabra.


Tras la hojarasca de los escritores prolíficos, incontinentes, desbordantes, a veces bullen pensamientos originales e inexpresados.


El renombre de un autor no garantiza la calidad de una obra. Y a la inversa, lo que resulta mucho más lamentable.


La escritura poética puede dar lugar a una obra memorable o a una confesión no pedida. En el segundo caso, sólo compete al autor.


A los estilos clásicos —el alto, el medio y el bajo— hay que agregar el estilo tertuliano, basado en la ignorancia satisfecha.


Todos tenemos derecho a hablar, pero no a que nos escuchen. La escucha, a fin de cuentas, es prerrogativa de los oyentes.


¡Qué banalidad decirle al lector lo que éste podría expresar con más ingenio si se lo propusiera! Valga lo dicho como ejemplo.


Quienes practican el método de la lectura rápida se privan, como quiera que sea, de algo esencial: el placer del texto.


Llega un momento en que el tiempo se remansa, y la lectura se vuelve una forma de amar. ¡Quien lo probó lo sabe!



El viento en los ojos

Los escritos que componen este volumen no son restos de un discurso perdido, tampoco se trata de anotaciones destinadas a la composición de una obra futura; son, eso sí conviene decirlo, textos expresamente ideados, urdidos y presentados como entidades literarias autónomas. En este sentido, y en otros que no hacen al caso, prolongan la labor iniciada hace poco más de tres lustros con El silencio roto (1998) y seguida posteriormente con Pensamientos de intemperie (2012).

    La escritura aforística, en particular, y la escritura fragmentaria, en general, no requieren elogio ni precisan justificación. De ellas se ha dicho que son una «manera de mirar», y los lectores del romántico Friedrich Schlegel conocen de sobra los motivos. También se ha asegurado que responden a un «estilo de decadencia», y quienes no ignoran al naturalista Paul Bourget saben que sobran razones para ello. Incluso hay quien las refuta por ser juegos de ingenio y lenguaje lapidario.

    No descarto que, en este enjambre de pensamientos de intemperie, se refleje la fractura, crisis o quiebra social de nuestros días: esa fractura que separa a cada individuo del resto de una sociedad en la que han desaparecido la mayor parte de los valores comunes; sí puedo afirmar que ninguno de los fragmentos compilados aquí (entredichos, dudas y quebrantos) rehúye la infracción de los discursos ordinarios que, de una manera u otra, pretenden ocultarla o enmascararla.

    La mayor parte de los mismos son posibles respuestas a una serie de preguntas que, de una manera u otra, no consigo dejar de hacerme: ¿qué somos capaces de ver y de decir? ¿Qué tipo de relaciones mantenemos con la vida y con el lenguaje? ¿Qué enfrentamientos con el poder? O, para decirlo de manera más precisa, reglas cognitivas, éticas y estéticas que constituyen estilos de vida y que producen la existencia como obra de arte. Los demás son fruto del capricho o de la casualidad.

    He rehusado castigarme con limitaciones de género, como diría Alejandro Rossi, e integro en el libro dos medios de expresión: el aforismo y el poema. Mediante el aforismo, intento indagar el sentido de las palabras y las cosas, ajeno a la racionalidad política; mediante los poemas, esbozo la instancia valorativa que permitiría preferir unas u otras. Tanto el aforismo como el poema abren el presente al pasado y al futuro, procurando un particular modo de existencia o estilo de vida.

    El título del libro me lo ha sugerido Antonio Machado, uno de los pocos autores españoles cuya escritura heurística aún sigue hablándonos sin dogmatismo y con provecho. En el fragmento de Juan de Mairena que glosa un espléndido pasaje de Macbeth, concluye diciendo: «Es el viento en los ojos de Homero, la mar multisonora en sus oídos, lo que nosotros llamamos actualidad». E interpretar los susurros de la actualidad ha sido el fin último de estos pensamientos desmandados.

Prólogo al libro inédito El viento en los ojos



El camino original discurre entre el cielo de la maravilla y el abismo de la mediocridad, uno cara al otro.


Los filósofos se distinguen por el apego a la verdad; los aforistas, ¡velahí!, por desvelar la mentira de lo que nos cuentan.


De las cosas que pasan, las que más le preocupan son las que se quedan.


El pensamiento es bisexual, mal que les pese a los de siempre. Tal vez sea cosa de que cada uno lo consulte con su corazoncito.


El buen moralista no moraliza, para eso están los creyentes, los sectarios y los predicadores; el buen moralista desvela, describe y se avergüenza.


En las sociedades democráticas, la actividad de los ciudadanos queda reducida a lo que Paul Valéry llamó «antipolítica lenta».


Se acabó la época de los grandes relatos; ha llegado el tiempo de los contratos basura. Y, ¡hale!, a seguir votando.


Con la democracia parlamentaria, ahora lo sabemos, no conviene hacerse demasiadas ilusiones; basta pensar que sólo aparece cuando los poderosos están seguros de controlar a la masa indistinta y boba.


Hay escritores que suelen abusar de las cabriolas, mientras que otros suelen escribir a galope tendido.


Los novelistas sueñan con llegar a ser Dios, mientras que los aforistas recogen los pecios del divino naufragio.


En los trenes antiguos, había vagones de primera, vagones de segunda… y vagones de ilusiones perdidas.


El que no asciende, cae. Obsérvese que el valor de este enunciado en la física poética es antitético al que adquiere en la física moral.


Resulta cada día más complicado hacer del caos un mundo, mientras hay tantos empeñados en hacer del mundo un auténtico caos.


A medida que aumenta el conocimiento, disminuye la inocencia necesaria para seguir viviendo.


También la eternidad tiene su agujero negro: la actualidad.


«Una imagen vale más que mil palabras», siempre y cuando hayas renunciado a pensar por ti mismo.


Meter el cuezo donde nadie te llama es la mejor manera de saber por qué diablos no has de meter el cuezo donde nadie te llama.


Los encendidos reproches de una pareja en presencia de un tercero acaban por convertirse en reproches al cubo.


Media su fortaleza por la cantidad de fracasos que era capaza de soportar.


La presunción de inocencia sería innecesaria a todas luces sin su contrapartida: la presunción de indecencia.


El pensamiento afirma, sin saberlo; mas la poesía aprueba, sin quererlo.


La belleza que salta a la vista no siempre se corresponde con la que se asoma a los ojos del alma.


Tras Una temporada en el infierno, el nombre del poeta es legión.


Solamente a fuerza de arte, es decir, de inteligencia y trabajo, se consigue la naturalidad alada y cantora.










ANTONIO CILLERO [13.086]

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Antonio Cillero

Antonio Cillero Ulecia (Navarrete, La Rioja, 13-07-1917 - Madrid 16-01-2007), fue un escritor español de amplia y variada obra que abarcó los géneros del ensayo, la poesía, la novela y, sobre todo, el teatro. A su muerte fue considerado el patriarca de las Letras riojanas.

La literatura, y especialmente el teatro, fue el núcleo vital de Antonio Cillero. Estrenó su primera obra en 1940 y en 1942 ya pertenecía a la Sociedad General de Autores de España.

Entre 1943 y 1948, las compañías de teatro de Antonio Navarro, Guzmán-Franco y Ernesto Gómez, representaban obras suyas, como Con ese hombre no me caso, El señorito y Como una madre, además de otras empresas teatrales.

En 1949, sale de España, con parte de su familia, con rumbo a Buenos Aires. Allí estrena, entre otras, las obras El Bobalicón, El pan del año y Tierra sedienta.

En 1965, regresa a España. Estrena, en el Ateneo de Madrid, Confesión pública, monólogo satírico en dos actos, obra que será representada en varios países iberoamericanos. En 1969, vuelve a estrenar en Madrid La gran mascarada.2

El año 1973, publica dos libros de poemas Mi sentir y mi canción y El llanto de las fuentes. En 1975, edita el ensayo Una cuenca desconocida. El Najerilla, homenajeando a su tierra riojana.

Premios y reconocimientos

2007 Medalla al Mecenazgo de la Universidad de La Rioja
1995 Finalista Premio Nadal
1972 Finalista Premio Alfaguara.
1969 Finalista del Premio Lope de Vega

Miembro de la Sociedad Argentina de Escritores, del Club de las Letras, de la Sociedad Iberoamericana de Escritores y del Instituto Argentino Hispánico.
Miembro de la Real Academia Hispano Americana y de la Real Academia Burguense de Historia y Bellas Artes.

Obra

Teatro

Escribió más de 120 obras de teatro.1 Entre otras:

Testigo de una pasión (Buenos Aires, 1960).
Confesión pública. Monólogo satírico en dos actos (Escélicer, Madrid, 1963).

Narrativa
Entre otras obras:

1981 Vida y desventura de Tiago Hernáez, finalista Premio de novela Alfaguara en 1972.
1975 Ajuste de cuentas (inédita) finalista Premio Nadal.
1969 La libertad encadenada, finalista del Premio Lope de Vega en 1969.

Poesía
Entre otros libros:

El llanto de las fuentes (1973)
Mi sentir y mi canción (1973)
Mi lanza y mi condena (2006)







CUANDO ESO LLEGUE

Dejadme, cuando eso llegue,  
en la mitad de un camino, 
dejadme en medio del mar  
o junto a orillas de un río.

Dejadme, cuando eso llegue, 
en el centro del desierto, 
en la umbría montaraz, 
o en mi pueblo tan querido.

Dejadme sobre la tierra  
desnudo, como he nacido,  
ligero como una copla, 
liviano como un suspiro,

Dejadme allí donde sea 
y mejor os plazca, amigos,  
pero dejad que mi paso 
quede sobre el polvo escrito 
con un romance por nombre 
y un verso por apellido.

de su obra 'Mi lanza y mi condena'






NACER MURIENDO

Morimos sin saber que hemos nacido,
vivimos sin saber que vamos muertos,
llegamos al final de estos encuentros
sin digerir cómo hemos existido.

¿Y qué es el existir, de haberlo sido,
cuando se ignora el ser y los momentos
de haber sido compañeros de los muertos
dentro del cementerio de los vivos?

Si el nacer y el morir van hermanados
porque uno son, sin buscar divisiones
del ser y el no ser en la especie humana,

no busques más vidas en otros lados;
no hagas bromas jugando a religiones
que no hay más hoy que el hoy… ni otro mañana.

De "Mi lanza y mi condena"






ROSSIO SALVADOR [13.087]

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Rossio Salvador 

Nació en Salvaleón de Higüey, República Dominicana, el 14 de abril de 1989, pero como dice ella "Cumplo años dos veces al año porque fue declarada el 24 de octubre de 1989".
Cursó estudios en el Colegio Juan XXlll de la Salle, en su ciudad natal. Actualmente cursa estudios superiores, en la Universidad Nacional Evangélica, de Santo Domingo de Guzmán, de Psicología Industrial cuasi licenciada. En enero del 2008 con 18 años gravó sus poemas en un CD musicalizado: Es decir del Silencio. Sus trabajos han aparecido en el periódico El Cometa y la revista periodística el Cañero en la Antología Por donde sale el sol de Isael Perez. Hacienda de Olvidos fue su segundo parto literario canto fecundo, expuesto con la armonía de una cantora veterana a pesar de su escasa edad, que refleja su madurez a destiempo para deleitarnos con un tipo de construcción en verso, que nos estremece con la innovación de sus perfectas imágenes. Es miembro de la Sociedad de Escritores y Artistas Altagracianos, De Mujeres Poetas Internacional, voluntaria del Ministerio de Cultura fue Co- Fundadora De la Red Cultural de escritores en la ciudad de La Romana y fundadora y presidenta del taller literario "kalle de letras" donde enseña a grandes y chicos el arte de la literatura. En Rossio Salvador, llega como Moisés, él salvado de las aguas; ella llegó salvada por el apellido Salvador ha obtenido un segundo premio en el concurso Literaria de Navidad Del Obispado Nuestra Señora De La Altagracia 2008 , postulada al Premio Nacional De la Juventud Renglón Desarrollo Cultural y ganadora de este a nivel provincial y regional (2011) y nuevamente postulada al mismo en el (2012), fue incluida con sus trabajos en la agenda para poder vivir de José Rafael Sosa y mención de honor en concurso literario de Ministerio de Cultura de la República Dominicana en el certamen regional de talleres literarios de la XI feria regional del libro San Pedro De Macorís 2013 por la obra Viento, en la revista literaria española Aznar y ganadora en el 2013. En la Actualidad posee inédito el libro Exegetas del Ave fénix.

Premios y otros
Un segundo premio en el concurso Literaria de Navidad Del Obispado Nuestra Señora De La Altagracia 2008 , postulada al Premio Nacional De la Juventud Renglón Desarrollo Cultural y ganadora de este a nivel provincial y regional (2011) y nuevamente postulada al mismo en el (2012), fue incluida con sus trabajos en la agenda para poder vivir de José Rafael Sosa. En la Actualidad posee inédito el libro Exegetas del Ave fénix. Mención de honor en concurso literario de Ministerio de Cultura de la República Dominicana en el certamen regional de talleres literarios de la XI feria regional del libro San Pedro De Macorís 2013 por la ´´ obra Viento. Y en 2014 entre miles de obras fue seleccionada por el jurado de Diversidad Literaria para formar parte de la antología “Versos en el aire II”. 




Damas somos 

No somos una, somos todas
seres inmortales que acogemos los genes;
Damas somos aunque nos torture el beso,
Señoras  somos aunque no firmemos
El enlace nupcial, 
somos brizna
Somos hormigas 
Simplemente somos…
Un halo de orgullo, de rapidez de ser todo y no sentirnos una,
Somos manejadoras de soledad, 
Somos guías de palabras,  llenas de madurez interior, 
Somos la libertad con un pecho al aire,
Que damos paz con una rosa, pero nos brotan las espinas … 





Aún es verde 

En el tranvía de praderas recurre el verde,
pastando los descuido de echar la hiel, 
seráficos a veces alternan las sonrisas 
y mudan los pasos de  amoureuses, 
como árabes alaban el emudeço 
en el fondo del castillo rojo 
con motivos de amores, 
viran los besos aún en mi pipa,
se los tomé fiado, en mis manos nadan como impasibles.
Un orgasmo hueco no  interrumpe  la sombra del carruaje.
Por los barrotes de las  hierbas tocad este beso,
Azuza mis enaguas de red door, que te intimida mi botella, 
En un filigrama de patrañas clavo mi pasión y roció tu cataclismo fálico. 
¡Descuida! … Estoy segura de mis entrepiernas 
Con esta blanca luna que no sé quien dio color de plata, cantaremos epitafios en la necrópolis,
¡Ando liviana de átomos! 
Excavada por tu secreto de granitos gnómicos. 



  

En converse y una palabra del cuerpo

Está refinado el espacio 
donde nunca he debido estar,
Que  adquiere los intestinos por el pecho,
En medio del flote  helado sin confesar penas,
Donde bailé toda desgreñada a las paredes,  
con los  cordones de mis  converse libres 
por la furia  de la noche,
Toda melosa y estrecha de mudez, 
Derrame el jugo de la mies en mis manos 
y el mar las tragó toda.
Al  ritmo de los labios, pálida de testigos, 
el ángel de negro no existe ,
pero en el día nace su resurrección  en decadencias ., 
y en los párpados del ensayo de mi juventud .,
envolví los paños  de mis tiaras .,
y en las estaciones de tu tribu 
cuando las fuentes soñaban desbordarse en el tapiz,
lancé un grito por los ventanales de Moscú
con el pacto enorme de morir trenzados  
en el infinito de nuestros ojos.





Secretos en negro.

Perdí todos mis bardos,
me confié a  los librepensadores ,
y al perfume de tu disfraz,
Prematuramente a los brazos de un tigrillo, 
con besos en caliente ...
y en  mi tacto mezquino.
Aposte a ti ,…
Gané la partida, pero me senté en el desperdicio 
con el espíritu fulgurante 
reclamado por dioses, 
en mi plazuela  de estupros,
crueles deseos de felicidad, 
muerde en mi dolor preciso , 
déjame ser reina de crímenes imaginarios,
sshh! Calla… y vibra de forma invisible., 
es a oscuras  que esta el frágil del cosmos 
en el esquema expansivo, 
sshhh! Calla… prometo mañana no pedir excusas, 
y dimitiré de consentirme como felina en tus brazos, 
en el tufo arrebatada por la luz, 
mi único capricho es que no acaben las tinieblas,
mis hormonas me vedan ceder tu lecho, 
donde el albor,
te roba la mirada en primera fila, 
somos dos seamos uno.




Niño future 

Mi vejez un destello que transita en elipsis.
En mi soplo presente,
no existe agua pasada,
Con mi apariencia de alzheimer,  renazco,
Y en cada luna llena,  las almendras fingen un vacío, 
Con mi cabeza hundida en sueños.

Solo tengo 8 años,
y vi mi desierto sellado 
en la rueda de la fortuna, 
Mi nacimiento solo fue aparente.
En el rugir del creador. 




Lectura Maternal 

Mi vientre no dará hombres dormidos,
No palpitará en el equilibrio de la humanidad,
Zagas usaré prenombres 
Y seré un baúl de palisandros 
Vegetado por los números del siglo.
Agua en un punto fijo con diademas de sonrisas,
Es salida ficticia, en la curvatura de estos años.
Desposada del goce de un ángel invisible,
Lanzando un alarido en todos los ensueños 
Por duendes que inseminan las convulsiones sacrílegas del placer., 
En cause de auras de un profeta, 
Todo porque el amor me arrastró por los pelos 
Y cruzó la última de las Antillas.




EN MI HAY UN DESPERTAR 

Tómame destino y devora mis pensamientos,
manda a la servidumbre mis deseos, 
¡ Perdón ! deseos no tengo 
solo caprichos de alcanfor.
Para abrir mis galerías al viento y 
juntar mi inocencia y adultez en una línea gris,
¿ Sí, como no? ... los colores existen !
pobre ilusión óptica de tus párpados caídos,
en la metamorfosis de tu ausencia 
a los pies del creador . 
Yo soy atea de mis palabras, calumniadora del caminar,
si no yo, ¿ quién ?.
En este humus del destierro ,
con el yugo de mis primaveras , 
cuando no pueda más ; 
agarro este manojo de vida
y la parteó en una partida de Black Jack ...
Preguntaré a viva voz, ii¿ quién apuesta más ?!! ... 
Poeta al fin... soy capaz de darla por un beso,
Altruismo maldito!!!!




La viuda negra 

Por esa calle absurda del viento 
Mi mente soberbia del morbo
Se burló de la imaginación 
No vi, ni sentí
Solo calculé mis insignias sociales.
La rejilla de mi viudez,
Deseo acariciar las testosteronas viriles 
Ser samaritana de noche y dama de día 
Llevar las faldas del placer escondidas en mi deseo
Para entretener la mar entre mis piernas
Y en esas noches lamer una a una las estrellas,
De ser., pero fui…
La puta de bibliotecas que dijo te amo y luego te olvido
Que sin excusa en las auras matinales pisoteo tus hijos muertos 
No fecundados en mí. 

Yo la viuda de la luz 
Perfume el rastro de su espasmo varonil.

Trasladando los besos nocturnos a la coladora de la ciudad
Solo pienso en no dejar huellas de placer 
No quiero tan siquiera que se fermente su olor 
Al menos en las narices del verano.
Le vi ayer, y le quiero para todos los inviernos 
La carne no ha vegestado,
Es un bastón la hora del sexo…
Claro! Desnuda.,
En estos escombros de la piel, palpitan los años 
Mis cenizas surgieron por el hombre perdido
En las misas matinales 
Su cadáver, ahora es eterno en el inframundo 
Y yo sigo siendo la plebeya de los libros medievales.





GINTARAS GRAJAUSKAS [13.088]

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Gintaras Grajauskas

Nacido el 19.02.1966 en Marijampolė, Lituania
ensayista, dramaturgo, prosista, compositor e intérprete además de poeta que ha sido traducido a varios idiomas, pero no aún al español (al menos, hasta donde llegan mis noticias). Algunos de sus libros de poesía son Tatuaje (1993, premio al mejor primer libro publicado en Lituania), Ornitología (1993), Catálogo (1997), Historia Moderna: Libro de texto para principiantes (2004) o Poemas de la piel (2008). (Martín López-Vega, poeta y crítico literario).




Con sinceridad

si fuéramos realmente sinceros
no hablaríamos tanto acerca de la sinceridad

de hecho hablaríamos menos
o no hablaríamos en absoluto

si fuéramos realmente sinceros
diríamos “mis más fingidas condolencias”

o “no te acompaño en el pésame”
“falsamente tuyo
Grajauskas”

sobre todo hablaríamos mucho menos

lacónicamente

dejaríamos de decir: cómo te va la vida, qué tal todo
iríamos al grano, cómo te va la muerte

y contestaríamos con sinceridad: muy bien, gracias





Una barricada

construyo una barricada
a mi alrededor

he puesto juntos el armario y la cama
y la nevera tumbada a su lado

han enviado como negociador
a un repartidor de pizzas

es inútil oponer resistencia, me dice

es inútil oponer resistencia, afirmo

se va como un vencedor 
dejando una pizza de palitos de cangrejo

entonces viene un cartero: tiene usted
una carta certificada, firme aquí por favor

firmo, los dos sonreímos
la carta dice: es inútil oponer resistencia

no discuto, asiento amablemente:
no hay la más mínima esperanza

luego viene un mormón -conoces
el plan de Dios, me pregunta el mormón

lo conozco, es inútil oponer resistencia
digo, y el mormón murmura escaleras abajo

refuerzo la barricada: reparo las grietas
con chicle y periódicos viejos

llaman otra vez a la puerta, y otra

en la puerta están el repartidor de pizza
el mormón y el cartero

qué pasa pregunto

tienes razón, dicen, es inútil oponer resistencia,
no hay la más mínima esperanza

es por eso que estamos del mismo
lado de la barricada





Lecturas de poesía

fíjate sólo en qué bien lee:
qué voz tan expresiva, qué entonación tan adecuada,
los acentos lógicos marcados en rojo
con antelación: talentoso, demorado
tantea las emociones como un pianista

(me gusta cuando uno lee como
un funcionario de un juzgado -hoy en día sólo los poetas
y ese tipo de funcionarios leen así:
con un zumbido monótono, a sabiendas de que están condenados
a desperdiciar el tiempo con formalismos
necesarios para nadie)

pero escucha: tal parece que él mismo
vaya a romper a llorar de lo hermoso que es todo

una campana, un cura
y una iglesia entera para él
mientras en el rincón más lejano
se esconde el silencioso ratón de esta iglesia:
el poema





Antrasis atėjimas

tai iš tiesų buvo jis – tikras ir neabejotinas,
be jokių atestavimų. Važiavo auksinėj karietoj,
kinkytoj ketvertu baltų žirgų, organizacinio
komiteto išprašytoj iš atsivertėlio

milijonieriaus. Tikras ir vienintelis, kiek sutrikusiai
besišypsantis pro karietos langą, žvelgiantis
į visus ir į nieką. Minia žygiavo iš paskos,
stovėjo abipus ant šaligatvių, laiptų baliustradų,

vaikėzai mojo iš medžių, tyčia krisdami
ant asfalto, vis dar negalėdami patikėti,
jog nebeskauda ir jau, matyt, niekada
neskaudės. Kareiviai saliutavo salvėmis

iš dabar jau nereikalingų ginklų, ministrai
rinkosi į paskutinį iškilmingą posėdį, juokas
ir džiūgavimai liejos gatve pirmyn, šūksniai
ir valiavimai, pagaliau, pagaliau, sveiki sulaukę,

ir tik įdėmiai įsižiūrėjus iš kai kurių
judesių, iš trumpų ir keistų susižvalgymų
galima buvo suvokti, ką jaučia minia:
stačiai alpsta iš baimės ir neapykantos.






Kineskopas

tas daiktas į kurį žiūrime
vadinasi kineskopas

jis tik atrodo plokščias
o iš tikrųjų yra kaip krepšys
pilnas mažų taškelių
šokinėjančių tarsi
švytinčios kalėdinės
blusos

kai taškeliai gauna įsakymą
klusniai stoja į savo vietas
ir susidėlioja į “medį”, “dangoraižį”
“Balkanų krizę” ar “L. di Caprio”
(tik pažvelk, kaip šviečia jo “balti
marškiniai” - tai vis nuo taškelių)

taigi jei pamatysi ką nors
baisaus - nesigąsdink, nesiduok
apgaunamas

nėra ten nei džiunglių, nei potvynių
anei zombių su zeimeriais

bet aš nesakau, kad nieko nėra
(kaip kad sako tamsybininkai)

yra begalinė daugybė

taškelių






Dievo dažnis yra 50 Hz

sėdėjo kirpykloj išmuilinta žiauna
klausėsi radijo FM 91,4 MHz

o mašinėlėn pakliuvo vandens
tai kaip trenkė per ausis 220 V
net seilės sučirškė

paskui dievagojosi, kad girdėjo
aiškių aiškiausiai, nelyg Vatikano
diktorius būtų ištaręs:

“klausėtės Viešpaties balso”.





DENISE LEÓN [13.089]

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DENISE LEÓN

Nació en Tucumán, Argentina en 1974, nieta de inmigrantes sefardíes. 

Ha publicado Poemas de Estambul (Alción, 2008), El saco de Douglas (2010), Templo de pescadores (Alción, 2013); poemas en la antología Poesía Joven del Noroeste argentino, editada por el Fondo Nacional de las Artes, y cuentos en diversas antologías. Es Magíster en Lengua y Literatura y Doctora en Letras e Investigadora del CONICET.

Ha publicado La historia de Bruria y numerosos ensayos en revistas nacionales e internacionales sobre literatura, poesía género y tradición judía en el siglo XX.

Ha obtenido los siguientes Premios: Premio Academia Argentina de Letras, creado para distinguir al graduado de la carrera de Letras con mayor promedio general en los estudios universitarios cursados (2000); Tercer Premio: Mención Especial y Publicación del trabajo en la Revista Humanitas en el Primer Concurso de Ensayos De Investigación para Jóvenes Investigadores de la Facultad de Filosofía y Letras (2005); Segunda Mención: Género poesía en el Primer Concurso Mayo de las Letras Modalidad Cuento y Poesía (2007). Actualmente se desempeña como docente en las cátedras de Literatura Hispanoamericana y Teoría de la Comunicación II en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.





De Poemas de Estambul (Alción, 2008)



La piedra minudika 
del silencio. 
La camaretta de mi madre.
La llavedura blanca
ke mira a la camaretta. 
Los talones de mis pieses
ke desean
i no ayegan la ventana.
El empiezo de todas las kosas.
La palabra ke kita el miedo
i una boz
ke es la manyana.




La piedra pequeñita
del silencio.
La habitación de mi madre.
La cerradura blanca
que mira a la habitación.
Los talones de mis pies
que desean
pero no alcanzan la ventana.
El comienzo de todas las cosas.
La palabra que quita el miedo
y una voz
que es la mañana.




Una línea de pasharos se aleja
lacerada
d’esta sivdad ronka
donde tu nombre no arrelumbra.
Esta sivdad
ke keda leshos de tu sangre
i de la sombra de tu sangre
en mi korason.
Tiembla la memoria
ke te nombra
i me ispanto de olvidarte
kada noche
en esta sivdad.



Una línea de pájaros se aleja
lacerada
de esta ciudad ronca
donde tu nombre no alumbra.
Esta ciudad
que queda lejos de tu sangre
y de la sombra de tu sangre
en mi corazón. 
Tiembla la memoria
que te nombra
y me espanto de olvidarte
cada noche
en esta ciudad.






De “Templo de pescadores” 


Kal de  pishkadores

A la manera de un pishkador
ke enhiebra una red
unikamente para reposar su descarinio
y en derredor de eya
quedan sus mientes
las tadres de enverano
hasta hartarla
de su esperanza
y su ansiedad,
todo
puede ser deperdido.
Fraguas de palicos
se alevantan
y,
más allá,
se abren y se cierran
las semyas.




Igual que un pescador
construye una red
sólo para reposar su melancolía
y se demora
pensando en ella
en las tardes de verano
y la llena
con su esperanza
y su ansiedad,
todo
puede ser perdido.
Inútiles castillos se levantan
y más allá
se abren y se cierran
las semillas.





TEMPLO DE PESCADORES

Por miedo al sol 
me cubro 
el rostro 
con las mangas. 
Me abandono 
a la corriente 
porque sé 
que el viento 
apacible 
me traerá 
-poco a poco-
de regreso a casa.






Es tarde
y los barcos
de los pescadores
regresan.
Me ha parecido oír
aquí
y allá
voces
que llamaban.
Sin esperanza
respondo
al aire vacío.






La lluvia caía
-como cae
en primavera-
y vi
los peces en fila,
las aletas
rozándose
ligeramente
y los ojos
-solemnes-
muy abiertos.
Permanecieron
en la lluvia
pálidos y lisos,
olvidados
por Dios
hasta que
el pescador
vino
a recogerlos.






Salmo

Señor, 
la luz 
del otoño 
viene 
hacia mí
entre
los árboles,
entre
las puertas
de hierro
de las casas
y
las persianas 
cerradas.

La luz
viene hacia mí
como un deber,
Señor,
pero
entre ella
y yo
algo
se ha roto.





Almuerzo

Era mayo 
y había sol. 
Nos sentamos 
en el jardín 
porque había sol. 
Respiró profundo 
dos veces 
y la luz 
la atravesó. 
Sólo había azul 
sobre el mundo 
-azul
por todas partes-
Tenía frías 
las plantas 
de los pies 
pero era mayo 
y había sol 
y no quisimos 
saber demasiado.
Cuando nos despedimos 
me acomodó
la capucha 
y me dijo 
hasta mañana. 
No pude 
decirle nada. 
Fue la última vez 
que la vi.





PABLO ALBORNOZ [13.090]

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Pablo Albornoz  

Poeta argentino, nació en Magdalena, Provincia de Buenos Aires, en 1978. Publicó Pueblo de sapos, 2013, y Restos de fe, 2013, al que pertenecen los poemas que publicamos (Ediciones de La Eterna, 2013). Administra "Osario ", grupo de selección de poesía.



No sabes lo difícil
que es estar con
vos/el cadáver
de un ángel
se pudre en
mi corazón/
Cuántas oportunidades
tenemos?
yo descubrí la muerte
y ahora no soy el mismo/
yo descubrí la fosforescencia
sobre las tumbas/
no sabes lo difícil
que es hablar
con la gente
del mundo real/
hay tantos recuerdos
enfrentándose
cuando cierro los ojos/
Cuántas oportunidades
tenemos?






Ella está ocupada
en no hablar
de mí/
ella necesita
creer que no
existo/
que soy como
esas rosas
de plástico/
que renuncian
a la belleza.






Me desperté con los
ojos húmedos/
nunca voy a verla sonreir
(ella está lejos)
y aunque no conoce
el futuro de mis manos
y (de mi cuerpo)
ella sabe/lo que saben
los muertos/
yo no soy real y el amor/
es suerte.







A la tristeza
ella
quería quitársela/
con oraciones
y ayuno/
quería olvidarse
para siempre/
de los demonios
sin hogar/sin
oportunidades/
quería limpiarse
los ojos
con la luz/
de los que no
creen/
en la muerte.





Alguien murió/y su sombra
se queda con mi único pensamiento.
Mañana/cuando mis bronquios funcionen/
voy a escribir sobre el ángel/
que se entristece/entre las piedras.
Mañana/cuando vuelva el aire.




(sobre lo sagrado)

Tu ausencia es lo primero
que se transforma
en devoción.




(El huésped)

Me pide que escriba
que haga algo
con las palabras
que no duermen
de noche.




(Lámparas)

Hay ojos en tu cuerpo
lámparas
que nadie quiere apagar.




(Televisión)

Restos de fe
nuestra religión es
la última muerte




(Los árboles)

Los árboles crecen de noche
y no nos damos cuenta.




(Haiku)

Noche gélida
hasta mi sombra siente
temblar la luna




(suave muchacha)

Suave muchacha
como papel de arroz
yo la escribo




(Tigres)

Esos tigres de fuego que
estallan
en la ira de tus ojos




(Senryu)

Miro la luna
ella también me mira
el mundo sobra



SILVIA ARAZI [13.091]

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Silvia Arazi

Nació en Buenos Aires. Es novelista, cuentista, poeta, actriz y cantante. Estudió historia del arte y canto lírico en el Instituto Sup.de Arte del Teatro Colón incursionando en la ópera y música de cámara así como en la canción francesa y latinoamericana. Como actriz participó en cine, teatro y narración oral. Como escritora, recibió, entre otras distinciones, el premio “Julio Cortázar” de Narrativa Breve por su libro de cuentos “Qué temprano anochece”.Tiene publicadas dos novelas “La música del adiós” por Editorial Galerna y “La maestra de canto” por Editorial Sudamericana que ha sido traducida al alemán y al holandés y llevada al cine en el 2013 por Ariel Broitman y protagonizada por Elena Roger y Adriana Aizemberg. En el año 2013, su libro de poesía “La medianera (una novelita haiku)” editado por Interzona es premiado por el Fondo Nacional de las Artes en Poesía, con un reconocido jurado. Actualmente está presentando en distintos puntos del país un recital poético- teatral , basado en su libro “La medianera” (una novelita haiku) y dicta talleres de escritura creativa.




LA CASA DE PIEDRA

Nadie sabe
dónde están las ventanas de mi casa

No encuentro la ventana, dicen las visitas.
No encuentro la cocina, dicen ellos.
No encuentro los espejos, dicen ellas.

Tampoco encuentran las lámparas,
ni las sillas, ni la puerta, ni la dicha.

Les digo que todo está allí:
en los cajones profundos
del Gran Placard.

¿Dónde están las tazas? insisten.
¿Dónde la cama, las caricias, el polvo,
el  tiempo que se pierde?

No entiendo
lo que dicen. Balbuceo
sílabas torpes
en el lenguaje de los hombres, 
mientras  alguien,  en mí,
aúlla,
como un cuadro de Munch.

¡Ah, ahora sí! comentan  aliviados,
desde sus puestos.

Por la noche,
cuando todos se han ido,
saco  las migas del mantel,
guardo las copas,
acerco mi silla a la ventana  de piedra
y en silencio,
contemplo las estrellas.






EL CANDIL

Claudine volvió 
una noche, a mi casa de piedra.
Llovía y en las calles
nadie más el que silencio.

Estaba pálida, seria,
los pies desnudos
y un candil en la mano.

-Quiero una cama, dijo, mientras la luz de la llama
ondulaba sobre su rostro.
Se miró en el espejo y como hablando
consigo misma, dijo:

-Voy a cantar historias amarillas.
Luego miró mi asombro.

-Amarillas, sí. Dulces como duraznos,
ardientes como el sol del mediodía,
macilentas – hizo una pausa-, como la piel de los moribundos.

Después ocupó mi cama
y olvidando apagar su candil,
se durmió,
sin decir más palabra.





PREGUNTAS

¿Quién es
esa  mujer,
la de nombre extranjero
que vuelve una, 
otra vez
pide una cama,
un colador,
un sueño,
mientras  yo vivo a oscuras
en mi casa de piedra?







ENTRE SÁBANAS

dice Claudine desde la cama,

Blanco, el color más temible. 
Blancos los huesos, 
las vendas, las mortajas. 
Blancos rosarios y blancas 
esperanzas.

(Los papeles vacíos, a veces, 
son tan blancos.)

Blancos tules de novia y blancas
ambulancias.
Blancos azahares,
nardos,
los perversos jazmines.

Los hospitales blancos 
con sus
blancos pasillos de azulejos 
tan blancos.

Blancos los ojos de un hombre
que ha olvidado,
blanca la espuma de la rabia,
las gélidas estatuas, 
el sexo de los santos.

Blanca la espera, la nada 
y el silencio. 
Blanco, tan blanco, 
el corazón del sueño.





UN OTRO CIELO

dice Claudine con aire teatral,

Quiero mentirte siempre,
fingir, quiero ser otra.
Nada más verdadero, más bello, más amable.

Quiero mentir, mentirte, 
y honestamente en falso 
hundirme en la mentira 
como en un otro cielo.

Voy a mentirte siempre, 
no quiero que me veas. 
Voy a hablarte de andanzas, 
de glorias, de países. 
Voy a ser otras cosas: 
otros nombres acaso, 
otros cuerpos acaso, 
tal vez, 
otros lenguajes.

Uno de estos días,
voy a aparecer descascarada y loca,
corriendo por los pasillos de tu casa.
Oscura y triste, 
puro desasosiego. 
Voy a ocupar tu cama 
con mi vestido negro. 
Voy a llorar de espanto, 
voy a insultar de quejas. 
Voy a besarte tanto, 
a quererte tanto...

No, no pongas esa cara, 
no es cierto lo que digo. 
Voy a mentirte. Siempre.






LO REAL

Lo que usted dice no es real, dice el hombre. 
Son sueños, solo sueños.

Se equivoca usted, caballero,
dice Claudíne,
desplegando su abanico de niebla.

—Se equivoca.






BESOS

Naves.
Besos hechos de besos
eran
los besos nuestros.

Sólidos como una fortaleza,
húmedos como las partidas,
lentos,
amor,
como el olvido.









ROSINA LOZECO [13.092]

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Rosina Lozeco 

Nació en 1989 en Santa Fe, donde estudia Abogacía y sube poemas de Arthur Rimbaud en sus ratos libres. En 2010 y 2012 ganó en la disciplina Letras de la Bienal de Arte Joven de la Universidad Nacional del Litoral. Poemas suyos fueron antologados en 30:30. Poesía argentina del siglo XXI (Editorial Municipal de Rosario, 2013). Presentado en Rosario a fines de mayo en el marco de un recital colectivo de poesía organizado por sus editores, Moluscos es el octavo título que integra la Colección Brillo de Poesía Joven de Iván Rosado.

Moluscos, 2014,  primer libro de Rosina Lozeco, se inscribe de lleno en la tendencia antilírica y narrativa de la poesía de las últimas tres décadas que los críticos dan en llamar "nueva poesía argentina", ya que ha envejecido veinte años el rótulo de "poesía de los noventa" y decirle "poesía contemporánea" sería una pura obviedad. Imágenes que cobran valor por sí solas sin casi ningún ornamento del lenguaje más que una voz constantemente malhumorada, irritante y monótona; pasajes autobiográficos que con modales desmañados y humorismo reo dan cuenta de formas de ser mujer y joven bien propias de la época (es decir, una chica que fuma, bebe, anda sola y es dueña de su vida); una narración minimalista en verso que enhebra en un preciso montaje novelesco el campo y la ciudad, el trabajo y el ocio, el amor y la separación; poco más hace falta para escribir un primer libro cohesivo y sólido pero sin sorpresas, sin picos ni valles de emoción: una poesía de llanura.



La bacha

En la parada
digo tu nombre en voz alta,
se lo digo a los ruidos de la calle,
a los autos,
al semáforo. 
Cuando llego a casa
voy al baño,
abro la canilla,
pongo mis manos juntas
haciendo una pequeña cueva,
me mojo toda la cara
y te vas con el agua. 






Héroe

Sos la máscara de la muerte en mis bombachas
por una noche buena, tres malas
me acostumbro.

Haber sido la que fui,
los planes del destino.
Sigo creyendo en el amor
pero no en el tuyo.
Cada mañana
con tu cara en primer plano
el día empieza por declinarse.
Cada beso que le doy a otro
es uno que te mereciste
en algún momento.
El laberinto termina siempre en otros pibes,
mis amigas dicen
que esto no es recomendable
les respondo siempre
que así es la vida del héroe.






El pibe

Se hace de noche
otra vez voy a volver
tardísimo del trabajo,
no le aviso a nadie.
Me tomo el colectivo
me siento al lado de un pibe
pienso en vos
y en el pibe,
en que vos sos este pibe
y que cogemos acá mismo.
Después me doy cuenta
de que me pasé tres cuadras
me doy cuenta también
de que el pibe tal vez me miraba.
Me bajo
prendo un cigarrillo
y lo apago antes de entrar,
había llegado al filtro
mi cálculo fue perfecto
Cierro
me saco la bombacha del culo
-un alivio-
y silbo mientras destapo una cerveza
y otra vez me pregunto
qué pasa si te llamo
y me respondo que
es probable que no me atiendas
como siempre.
Me siento
en una de esas banquetas
tan modernas y cancheras
que me regalaron mis amigas
cuando me mudé
y siento una amargura tan intensa
que la cerveza se hace dulce.
Me asomo por el balcón
y te veo llegar en la bici.
Me agacho rápido
para que no me veas
y enseguida pienso que en realidad
no te persigo
es una cuestión de purísima casualidad
que vivas enfrente de mi casa
y que además me gustes tanto.



SÁNDOR REMÉNYIK [13.101]

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Sándor Reményik

Sándor Reményik (Kolozsvár, 30 de agosto de 1890– Kolozsvár, 24 de octubre de 1941), poeta, una de las grandes figuras de la lírica húngara de Transilvania (Rumanía), del periodo de entreguerras.

Su padre era un conocido arquitecto acaudalado. Sándor Reményik acabó la escuela secundaria en Kolozsvár y en esta misma ciudad empezó sus estudios de derecho, pero por una enfermedad ocular no pudo acabarlos. No buscó trabajo, vivió de su herencia y de su actividad literaria. Él mismo consideraba a los poetas como arquitectos de almas. Sus primeros libros empiezan a publicarse en 1918: Hasta la muerte (Mindhalálig, 1918); Versos de un castillo de frontera, 1918-21 (Végvári versek 1918-1921, 1921). Estos versos le proporcionaron una temprana fama. Su lírica llegó a la cumbre en los años 20. Para entonces su obra es un fiel reflejo del transilvanismo, y se siente intensamente en ellos la ideología humanista del poeta. Fue redactor jefe de la revista Pásztortűz (Fuego Pastoril), desde el momento de su fundación, en 1921. Sus versos son ricos en imágenes de la naturaleza, su poesía se abre a cuestiones filosóficas, y está presente en ella también el humor. También el simbolismo juega un papel muy importante en sus poemas. En su estudio Pensamientos sobre la poesía (Gondolatok a költészetről, Arad, 1926) el poeta expresa cuestiones relacionadas con la vocación poética. En 1940 recibió la Cadena de Corvino por su obra poética. Sus versos han sido traducidos al alemán, checo, eslovaco, francés, inglés, italiano, polaco, rumano, y sueco. El año 2005 las editoriales Luther, Polis y Kálvin editaron sus obras completas en dos volúmenes.

Obra

Tumba de Reményik en el cementerio de Házsongárd-Kolozsvár.
Hasta la muerte (Mindhalálig, 1918).
Muérdago (Fagyöngyök, Kolozsvár, 1918).
Solo así (Csak így, Kolozsvár, 1920).
Versos de un castillo de frontera (Végvári versek, 1921).
Murmullo de aguas salvajes (Vadvizek zúgása, Kolozsvár, 1921).
Desde el taller (A műhelyből, Kolozsvár,1924).
Surge una idea (Egy eszme indul, Kolozsvár, 1925).
Repican las campanas de la Atlántida (Atlantisz harangoz, Kolozsvár, 1927.
Frente a la lámpara (Szemben az örökméccsel, Kolozsvár, 1930).
En vez de pan (versos seleccionados y nuevos) (Kenyér helyett válogatás és újabb versek, Kolozsvár, 1932).
Flor en ruinas (Romon virág, Kolozsvár, 1935).
Alta tensión (Magasfeszültség, Kolozsvár, 1940).
Versos completos (Összes versei, 1941).
Por completo, volumne póstumo con versos no publicados (Egészen, 1942).
Versos completos (Összes versei, Budapest, 1944).
Cruz nevada, selección de Zsolt Hunyadi Csaba (Havasi feszület, 2005)





SIEMPRE NOS DESPEDIMOS

Les digo: Siempre nos despedimos.
De la noche a la mañana,
Del día al anochecer,
De los colores, si la bruma los esconde,
Del silencio, si un sonido lo interrumpe,
Y del sonido si de pronto se apaga....
De las sonrisas cuando nos iluminaron,
De las heridas si nos hicieron daño,
De los sueños que no se cumplieron,
De los deseos cuando se enfriaron.
Porque el sol nunca se levanta igual,
Cada sonrisa, cada lágrima es diferente,
Pasa el minuto, lo traga el tiempo.
Muchas veces ni nos damos cuenta,
No pensamos que nunca vendrá de vuelta.
Por eso les digo que la vida
No es más que una eterna despedida.

Traducción: Éva Miskó





del libro MAGAS FESZÜLTSÉG
1940



Össze ne tévesszetek véle
 
Sík Sándornak
A verspillangó felrepült.
Tágul a kék ég körülötte.
Mint a báb: bámulok utána -
Báb-életét szétfeszítette.

A verspillangó felrepült, 
Engem üresen hagyott s holtan. 
Meg kell nyugodnom: nem szülője, 
Csak eszköze és burka voltam.

Össze ne tévesszetek véle: 
Ő immáron a napsugáré. 
Hernyóformában, báb-alakban 
Én maradok a föld poráé.

Misztikus vándor: megszáll engem, 
Csal, mintha magzatommá válna, 
Aztán gőggel lendíti szárnyát
Egy fölényesebb, más világba.

És mégis jó, hogy háza voltam, 
Egy darabig eszköze, őre -
S jó a bábnak, ha néha-néha 
Hall egy virágtól hírt felőle.

1936





Egeres körül
 
Egeres... a táj egyre otthonabb, 
Otthonibb színű a föld és az ég.
S már látom a vas-polip-karokat -
A magasfeszültségű vezeték 
Városom felé, rajtuk át halad. 
Szikár, merész acél-madárijesztők, 
Hegy-völgyön át dombról-dombra szökellők. 
Kézről-kézre adják az áramot,
Mely itt fejlődik s innen indul el, 
Erdélyi erőkkel itt telítődik
És meg nem áll a "kincses" háztetőkig. 
Egeres... Otthon, az én kicsi lámpám 
Verset bevilágló sugár-köre
Innen ered. Fénynek és költeménynek 
Itt van talán a rejtett gyökere.
Nyár van. Vonatom még csak nem is lassít 
Áramfejlesztő Egeresnek táján.
De töprengések téli éjszakáján 
Egeres lát el engem titkos fénnyel,
S ahogy száguldok, megtelik itt lelkem 
Magasfeszültséggel.

1937






Nem születtem hódítónak
Molter Károlynak
Voltaképen barbár hódítás volt. 
Vagy szelíd erőszak legjobb esetben. 
Vagy még inkább: meddő tusakodás, 
Amit a természeten elkövettem -, 
Hogy embert, fűt, fát, folyót, felleget, 
Hajnalt, alkonyt versbe kényszerítettem 
Prokrustes-ágy e szomorú nász ágya: 
Nem fér el benne s fölkél józanul, 
Hajadonfővel, a legyűrt világ.
Egy harsány, éles, büszke rigófüttyben 
Hallom hajnaltájt lekottázhatatlan 
Dallamát.

Nem, nem születtem hódítónak.
S ahogy őszülnek mindinkább az évek: 
Én, ki a dalra tettem sorsomat,
Érzem: az Élet nagyobb, mint az Ének.

Lehetnék most keserű is nagyon. 
Sorsomat föl mégsem panaszolom: 
Hogy az Életbe vissza nincsen út 
S hogy az Ének is hűtlen és hazug.
Nem, nem az Élet, és nem is az Ének, 
Én, én vagyok egyedül a hibás -
És az, hogy lassan őszülnek az évek.

S ha ráeszmélek: minden hódítás csúf,
És minden násznak egy kis szennye van -
S csak, amihez én ujjal se nyúltam:
Az hófehér, s az színarany.
Oly szép minden önnön körén belül, 
Míg az én mohó, sötét, salakos, 
Békétlen lelkemmel nem egyesül. 
Oly szép az erdő önmagában, 
Hajnalában és alkonyában,
Oly szép az erdő tündér-egyedül -
Amíg a versembe nem kényszerül.

Nem, nem születtem hódítónak. 
És ahogy lassan őszülnek az évek, 
Úrrá lesz rajtam valami szomorkás, 
Mégis derült és sugaras lemondás. 
A hozzámhajló Hangulatnak is
Mind gyakrabban mondom: Béke veled. 
Menj ahhoz, ki hitvesévé tehet.

S ahogy mindinkább őszülnek az évek, 
Mondom az egész gyönyörű világnak: 
Énekem bűvköréből elbocsátlak. 
Mondom: te Rózsa, szirom-milliódból 
Nekem már szelencényi rózsabalzsam, 
Szűrt égi illat sem kell, rózsa-pára -
Szent Margitom ravatalára.

Ember, fű, fa, felleg, folyó -
Hajnalok, alkonyok,
Kiket le nem bírhatott énekem: 
Maradjatok hát hódítatlanok!
És te világ szűz légy és győzhetetlen - -

Ne érintsenek még az álmaim sem.

1936





Del libro FAGYÖNGYÖK 
1918



Fagyöngyök
Ha könny a gyöngy:
A fagyöngyök az erdő könnyei, 
Parányi könnyek, mozdulatlanok, 
Fák sudarára fagyott sóhajok,
Az erdő gyöngybefagyott bánata, 
Élősködők, mint minden bánat, 
Amely az élet üterére támad
És lassan, észrevétlen
Felszürcsöli vérét a büszke fáknak.






Álom
 
Álom, szelíd kis húga a Halálnak.

Tedd a szememre hűs gyerekkezed, 
De képet ne varázsolj elibém,
Ne varázsolj se búst, se édeset, 
Szemem fényébe szórd a homokot, 
Szürke porát az öntudatlanságnak, 
Mély sülyesztőn vidd le a színeket, 
Aludjak, ó de álmokat ne lássak. 
Álom, szelíd kis húga a Halálnak, 
Mondd, hát az ébrenlét nem álmodás? 
Nekem van elég álmom éberen, 
Hajózzál, Álom, zsibbadt véremen, 
De utast ne vigy magaddal a hajón!






Reinkarnáció
Ha adsz nekem részt a feltámadásban 
Ó add Uram, támadjak fel virágban, 
Harangvirágban örvények felett, 
Himbálják viharok a kelyhemet, 
Vagy örökkévaló csend simogasson, 
Csengjek misére sziklatemplomokban, 
Bazalt-tornyokon hajnali misére,
És ne kérdezzem: mért élek, mi végre, 
Hadd hervadjak egy kicsit boldogabban, 
Hadd lássam kissé szebbnek az eget, 
Figyeljek jobban mélységek szavára,
A csengetyűmmel dícsérjem neved: 
Harang a harangozót, Istenem.






Záróra után
Az ívlámpák itt sorba kialusznak,
Fogy a muzsika, halkul a beszéd,
Az indóháznál egy-egy árva fény
Éjbemereszti reszkető szemét.

Reszket és vele rezzen tétován
Lelkünk, hogy elhagynak ím, mind a fények,
Égbefúrhatjuk érte bús szemünk
S szegezhetjük a sötét messzeségnek.

Egy-két csillag, ha megmarad talán
Lesüppedt sírok őrének felettünk,
És messzi pályán tán egy árva láng:
Amerre elment mind, akit szerettünk.




A gát
A messzi gátnál harsog a Szamos, 
Egy keskeny deszkapalló, csuszamos: 
Rajta siklik a víz monoton árja,
Mindíg csak egy, csak egy dalt muzsikálva 
Hallik a gát.

Ó tűnt nyarak, ó boldog nyári esték, 
Gyermekszívek a halk mesét hogy lesték! 
És minden áldott este künn a gát
Egy mesekíséretet muzsikált, 
Jó volt a gát.

Aztán a zongorához ült az Élet,
Zengett a szív és a falak zenéltek, 
Fájdalmas nagy crescendók jöttek-szálltak,
De sodrából ki nem hozták a gátat,
Kísért a gát.

És lassan elszáll bánat, unalom, 
Elzúz minden szemet a szívmalom, 
Vér nem hajtja az üres malmokat, 
Egyedül zúg a csillagok alatt 
Tovább a gát.






Tér és idő

A Tér az ür, a roppant, ködös csarnok, 
A Tér a behavazott pusztaság,
Rajta pár sötét nyom, fekete fák 
És körvonalak, végtelenbe veszve; 
A Tér a behavazott pusztaság
És részei: egy talpalatnyi föld,
Vagy fű, vagy kő, vagy víz, vagy levegő,
Mit szennyez egy-egy percig ember-lábnyom,
Vagy meg-megjelöl kereszttel egy álom
S az Idő behavazni újrakezd, 
Az Idő, ez az örök hóesés.

És hajnalra nincs se nyom, se kereszt.








GYÖRGY FALUDY [13.102]

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György Faludy

György Faludy. (Budapest, 22 de septiembre de 1910 - id. 1 de septiembre de 2006) fue un poeta y traductor húngaro.

Fue una de las más brillantes figuras de la literatura húngara, perseguido tanto por la Alemania nazi como después por el régimen prosoviético. Se exilió en 1938 y vivió en Francia, Marruecos y Estados Unidos. Durante la segunda guerra mundial luchaba en el ejército estadounidense. En 1945 regresó a Hungría, pero fue encarcelado en 1950 por espionaje en el campo de trabajo de Recsk, donde organizó cursos de poesía para los presos en los que los internos memorizaban los textos comprometidos de Faludy como forma de mantener despierto el deseo de libertad en aquellas circunstancias. Obtuvo la libertad con la muerte de Stalin y se exilió en el Reino Unido y Estados Unidos. Al final terminó viviendo en Toronto, Canadá, donde le fue concedida la ciudadanía. Regresó a Hungría en 1989, con el derrumbe de los regímenes comunistas.

Ayudó al conocimiento de la poesía europea en su país gracias a las numerosas traducciones que llevó a término de autores clásicos, entre las que destacó las baladas de François Villon. Fue profesor en la Universidad de Nueva York, en la de Columbia y en la de Toronto y candidato al Premio Nobel de Literatura.

Su poesía relata el horror del nazismo y el estalinismo. Su autobiografía Mis felices años en el infierno, publicada por vez primera en Londres en 1962, fue una denuncia de los campos de trabajos forzados y precursor de las más famosas obras de Alexander Solzhhenitsyn


György Faludy, poeta húngaro
Escritor disidente, estuvo deportado en el campo de Recsk


Poeta y antiguo disidente, decano y maestro incontestable de las letras húngaras, György Faludy falleció a los 96 años en Budapest, según anunció su familia el sábado. El que estaba considerado como una leyenda viva en Hungría falleció la tarde del viernes en su domicilio, señaló su mujer, Fanny Faludy Kovacs, con la que se casó hace tres años cuando ella tenía 28 años.

Traductor de François Villon, era autor también de una novela Mes jours joyeux en enfer, publicada en francés en 1962.

Se exilió primero a París con la llegada del fascismo a su país y al caer Francia en poder de los nazis se escapó a Marruecos, desde donde viajó en barco a Estados Unidos. A su regreso a Hungría tras la II Guerra Mundial, en 1950 fue hecho prisionero por el gobierno comunista y enviado a un campo de deportados de Recsk. Liberado en 1953, deja su país tras el fracaso de la revolución de 1956 y se instala primero en Londres, luego en la italiana Florencia, más tarde en Malta y finalmente en Toronto (Canadá), donde vivió 20 años. En 1976 obtuvo la nacionalidad canadiense y dos años después fue nombrado doctor honorario de la Universidad de Toronto.

De regreso a Hungría tras la caída del muro de Berlín, se instala en la capital del país donde su obra circulaba clandestinamente hasta entonces y en 1989 comienza a editarse libremente. Entre sus títulos más célebres se pueden citar Rocío de otoño, Poemas de prisión, 200 sonetos o Poemas eróticos.



¿Qué fue lo mejor que aprendí?
Que después de que la necesidad
abandonase mi cuerpo destrozado
el amor no desapareció.
Susy (1) se convirtió en una niebla ligera y plateada;
resplandeciendo tenuemente frente a mis ojos
incluso cuando los cerraba
de dolor, cuando me roía el hambre,
cuando me abandonaban los sentidos,
el amor permanecía,
amor, el fuego eterno, ardiendo sin causar daño,
no fruto de un ardiente deseo,
ni de restos glandulares,
ni del jugo de los órganos sexuales,
Dante, no Boccaccio,
Apolo, no el mundo de los muertos.

Que Ziggy ponga la cabeza a remojo.


(1) Nombre de la esposa del autor.



ÓDA A MAGYAR NYELVHEZ

Kéri Pálnak


Most, hogy szobámban ér az est setétje,
te jutsz eszembe, Szent Gellért cselédje,
s ajkad, melyről az esti fák alól
először szólt az ének magyarul.
Arcod tatár emléke már ködös,
de titkunk itt e földön még közös
s a te dalod zsong minden idegemben
itt, idegenben.

Magyar nyelv! Vándorutakon kísérőm,
sértett gőgömben értőm és kísértőm,
kínok közt, gondjaimtól részegen,
örökzöld földem és egész egem,
bőröm, bérem, bírám, borom, míg bírom
és soraimmal sorsom túl a síron,
kurjongó kedv, komisz közöny, konok gyász:
mennyei poggyász.

Magyar szó! Ajkamon s gégém lazán
vont hangszerén lázam, házam, hazám,
almom-álmom, lovacskám, csengős szánom,
és dal a számon, mit kérnek majd számon: –
nincs vasvértem, páncélom, mellvasom,
de Berzsenyivel zeng a mellkasom
s nem győz le ellenség, rangomra törvén,
sem haditörvény.

Jöhetsz reám méreggel, tőrrel, ékkel,
de én itt állok az ikes igékkel.
Árkon-bokron kergethetsz hét világnak:
a hangutánzó szók utánam szállnak,
mint sustorgó füzesbe font utak
fölött alkonykor krúgató ludak,
s minden szavamban százszor látom orcád,
bús Magyarország.

Kihalt gyökök: tőzeggel súlyos rétek,
ahol a fák, mint holt igék, kiégtek.
Ős szók: a szemhatárról századok
ködéből még derengő nádasok,
gyepüs vápákon elhullt katonák,
s ti bíbicek, bölények, battonyák,
miket vadásztak vén csillyehajókról
lápos aszókon.

Magas hangok: szöcskék és tücskök rétje,
mély hangok: alkony violasötétje,
káromlások veszejtő vadona,
mondatszerkesztés pogány pagonya,
kötőszók: sok-sok illanó fodor,
s hangsúly, te vidám, hangsúly, te komor,
lelkünk dolmánya, szőtteses, világszép
s búzavirágkék.

Múlt T-je: történelmünk varjúszárnya,
karók, keresztek és bitófák árnya,
s melléknevek, gazdag virágbarázdák,
busák, buják, burjánzók és garázdák,
melyik vidám faeke nyomtatott?
S ti mellérendelt, kurta mondatok
mint paprika, ha füzére vereslőn
lóg az ereszről.

Ragok: szegények szurtos csecsemői,
kapaszkodtok s nem tudtok nagyra nőni,
és E-betűk serege: fekete
mezőn zsellérek koldus menete,
s ti kongó-bongó helyhatározók,
kukoricásban jó irányt hozók,
ban-ben-bim-bam: toronyból messze hangzó
könnyű harangszó.

Jelentőmód. Az aszály mindörökre
ráült a szürke, megrepedt rögökre.
Magánhangzó-illeszkedés! Kaján
törvénykönyvvé Werbőczi gyúrt talán?
Mi vagy? Fülledt ötödfél százada
robotba tört paraszt alázata,
vagy összhang, mely jövendő, szebb utakra
messze mutatna?

És főnevek, ti szikárak és szépek,
ti birtokos ragokkal úri népek,
országvesztők, elmozdíthatlanok,
s ti elsikkadt, felőrölt alanyok,
megölt vagy messze bujdosó fiak,
Hajnóczyk, Dózsák meg Rákócziak –
ó jaj nekünk, mi történt ennyi lánggal
és a hazánkkal?

Parasztok nyelve, nem urak latinja,
nem grófok rangja, de jobbágyok kínja,
magyar nyelv! fergetegben álló fácska,
hajlongasz szélcibáltan, megalázva –
s ki fog-e törzsöd lombbal hajtani?
Te vagy jelenünk és a hajdani
arcunkat rejtő Veronika-kendő
és a jövendő.

Magyar nyelv! Sarjadsz és egy vagy velünk
és forró, mint forrongó szellemünk.
Nem teljesült vágy, de égő ígéret,
közös jövő és felzengő ítélet,
nem hűs palackok tiszta óbora,
nem billentyűre járó zongora,
de erjedő must, könnyeinkben úszó
tárogatószó.

(Páris, 1940)



Decore este meu poema
Learn by heart this poem of mine

Decore este meu poema;
os livros duram pouco tempo
e este será emprestado, marcado,
queimado pelos guardas da fronteira,
perdido na biblioteca, arruinado,
o papel quebradiço, ressecado,
carunchado, esfarelante,
ou amarelado e queimado
quando a temperatura subir
até Fahrenheit 451, quente
será sua cidade ao queimar.
Decore este meu poema.

Decore este meu poema.
Logo livros se perdem e
não haverá poeta ou verso
ou gás para os veículos
nem bebida pra animar,
os botecos todos fechados,
grana feita pra desfazer,
bem próximo há-de ser
quando a TV transmitir
raios-mortais e não filmes
e alma nenhuma pra ajudar
e tudo chega então ao fim
mas o que guardas na mente
encontras lugar pra estas linhas
e decore este meu poema.

Decore este meu poema;
Recite-o quando a maré suja
feder até a beira da cama,
quando o vômito da indústria
se espalhar no chão a fora,
quando matar lago e lagoa,
a destruição decrépita seguir,
apodrecendo folhas nos ramos;
quando a peste sufoca a primavera
e a brisa da tarde é veneno,
use sua máscara contra gás
e declame este meu poema.

Decore este meu poema
e, ainda morto, participo
quando não suportas a casa
privada de água, luz, ou gás,
e, rastejando numa caverna,
raízes, bagas, nozes pra viver,
agarrar a clava, ter um poço,
pedaço de terra, conquistado,
o dono morto, até devorado.
Seguirei teus passos falhos
entre as pedras das ruínas,
sussurrando “Estás morto!”
Segues pra aonde? Tua alma
gelou quando deixaste a cidade.”
Decore este meu poema.

Talvez acima de ti, na terra,
nada resta e estás oculto,
no fundo do abrigo, a pensar
quando o ar danoso vai entrar
entre as camadas de concreto.
Há crédito para o Homem
se tudo deve findar assim?
Que palavras de conforto enviar?
Direi que ocupas minha mente
por tanto tempo, no escuro
opressivo, a luz amarga,
e, apesar de morto, meu olhar
antigo e ferido te observa?
O que mais posso te dizer
a quem encara o destino
sem proveito para a vida?
Esqueça este meu poema.

Trad. livre: Leonardo de Magalhaens







JAMES MacPHERSON [13.103]

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James Macpherson

James Macpherson, más conocido por su heterónimo, el bardo céltico Ossián, (Ruthven, parroquia de Kingussie, Inverness, 27 de octubre de 1736 - Belville in Badenoch, 17 de febrero de 1796), poeta escocés del Prerromanticismo, uno de los poetas de cementerio.

En 1753 empezó a cursar estudios superiores en el Kings's College de la Universidad de Aberdeen y más tarde en Edimburgo, sin llegar a obtener ningún grado. En el año 1760 se inició como escritor con Fragments of Ancient Poetry collected in the Highlands of Scotland (Fragmentos de antigua poesía recogida en las Tierras Altas de Escocia), que decía haber traducido del gaélico; ese mismo año obtuvo más manuscritos y en 1761 afirmó haber encontrado un poema épico sobre el rey Fingal escrito por el bardo céltico Ossian, que publicó con el título Fingal en ese mismo año; después publicó Temora (1763), otra presunta traducción, y por fin la edición de la colección completa de esos supuestos manuscritos, The Works of Ossian (Los trabajos u obras de Ossian), en 1765. Se creía que estos libros eran traducciones de poemas escritos por el bardo gaélico del siglo III Ossián (léase Oisín), recopilados por Macpherson; sin embargo, varios elementos estilísticos, históricos y lingüísticos causaron controversia entre los medievalistas, algunos de los cuales acusaron a Macpherson de falsario y de no querer mostrar sus manuscritos originales, lo que en efecto nunca hizo. La cuestión se contaminó con ribetes políticos cuando los irlandeses entendieron que se intentaba asimilar su propia tradición cultural y nacionalizarla como escocesa. La polémica quedó más o menos definida cuando el doctor Samuel Johnson dictaminó que los poemas de Ossián eran en realidad una mixtificación de Macpherson: composiciones medievales unidas por textos propios originales compuestos ad hoc. Pero la polémica continuó hasta principios del siglo XIX, con discusiones sobre si los poemas se basaban en fuentes irlandesas, en fuentes escritas en inglés, en fragmentos gaélicos refundidos en el texto de Macpherson como concluyó Samuel Johnson o en tradiciones orales en gaélico escocés como afirmaba Macpherson. Los estudios modernos tienden a creer que Macpherson había recogido realmente baladas gaélicas de Ossián, pero las adaptó a la sensibilidad contemporánea alterando el carácter y las ideas originales e introduciendo mucho material propio. Muchos opinan que la cuestión de la autenticidad no debería ocultar el mérito artístico intrínseco y el significado cultural de los poemas.

El prestigio de Ossián fue enorme para los románticos europeos, quienes, como ya se ha dicho, lo tuvieron por una especie de Homero medieval, y sus versos fueron una de las lecturas favoritas del escritor romántico escocés Walter Scott, de los autores del Sturm und Drang Goethe (cuya traducción de una parte de las obras de Macpherson aparece en una escena importante de Las penas del joven Werther) y Johann Gottfried Herder (que escribió un ensayo titulado Extracto de una correspondencia sobre Ossian y las canciones de antiguas gentes), de lord Byron y del mismísimo Napoleón Bonaparte, al parecer un escritor frustrado. Osián sirvió también de inspiración al poeta español José de Espronceda en la composición de su poema épico Óscar y Malvina. Macpherson murió el 17 de febrero de 1796.




La muerte de Cuthullin. 
The Death of Cuthullin

¿Es el viento sobre el escudo de Fingal? 
¿O es la voz de los tiempos pasados en mi salón? 
Porque eres agradable, ¡canta dulce voz! 
Te llevas mi noche con dicha. 
Canta, oh Bragela, hija del zurdo Sorglan. 

Es la blanca ola de la roca, 
Y no las velas de Cuthullin, a menudo la niebla 
insinuando el barco de mi amado me engaña, 
Cuando como un espectro se levanta 
Y extiende sobre el viento sus grises faldas. 
¿Por qué retrasas tu llegada, hijo del generoso Semo? 
Cuatro veces ha vuelto el otoño con sus vientos, 
Levantando los mares de Torgoma, 
¡Desde entonces has estado en el trueno de las batallas 
Y lejos de la remota Bragela! 
¡Colinas de la isla de la niebla! 
¿Cuándo responderás a tus perros de caza? 
pese a que las nubes forjen tu oscuridad. 
¡La triste Bragela en vano te llama! 
Mientras la noche desciende girando. 
Se oscurece el rostro del océano. 
El gallo esconde su cabeza bajo el ala. 
La cierca duerme con el ciervo en el páramo. 
Se levantarán con la luz de la mañana, 
Y en el húmedo arroyo beberán, 
Pero mis lágrimas retornan siempre con el sol, 
Y mis suspiros con la noche vuelven. 
¿Cuándo volverás con tus armas. 
Tú, poderoso jefe de las guerras de Erin? 

¡Agradable es tu voz en el oído de Ossián, 
Hija del zurdo Sorglan! 
Pero retírate al salón ante el rayo de la encina. 
Escucha el murmullo del mar: 
Que gira en Duncai contra sus muros, 
Deja que el sueño caiga sobre tus azules ojos. 
¡Deja que el heroe se alce en tus sueños! 

Cuthullin está sentado ante el lago Lego, 
viendo el oscuro girar de las aguas. 
La noche rodea al heroe. 
Sus huestes se extienden por el brezo. 
¡Cien encinas arden en el centro! 
El festín humea a sus anchas. 

¡Dulce sea tu descanso en las cavernas, 
Jefe de las guerras de Irlanda! 
Bragela no esperará tu vuelta, 
Ni sobre la espuma del océano verá tu llegada. 
Sus pasos no están sobre la playa, 
Ni su oído atento a la voz de los remeros. 
Ella se sienta sola en el salón, 
Viendo las armas del que ya no existe. 
¡Tus ojos llenos de lágrimas, 
Hija del zurdo Sorglan, 
Bendita en la muerte sea tu alma, 
Oh, jefe de la umbrosa Tura! 




«Fingal y Temora» de James Macpherson, en la traducción de Pedro Montengón (1800)


El trabajo de traducción del poema de Ossián Fingal empezó, probablemente, en el quinquenio 1795-1800, en el que las aficiones literarias de Pedro Montengón se dirigieron preferentemente hacia la versión en español de obras de autores y de géneros diferentes. Se dedicó a las traducciones, en endecasílabos sueltos, de tragedias de autores de la antigüedad clásica grecorromana, como Séneca y Sófocles, y del más distinguido trágico italiano del momento, Vittorio Alfieri. Por motivos diversos estas versiones, algo manipuladas, salieron a la luz años después o se quedaron manuscritas hasta que el autor de esta nota las publicó en 1992.

Por su explícito reconocimiento, el motivo que le indujo a enfrentarse con un trabajo tan oneroso residía en el deseo de contribuir a la recuperación del drama trágico en España inspirándose directamente en las fuentes originales, gracias a su excelente conocimiento del griego antiguo, del latín y del italiano, y realizando así traducciones filológicamente correctas.
Siempre fiel a su voluntad de desarrollar obra útil y didácticamente eficaz hizo la oferta, que no llegó a formalizarse, al editor Gabriel Sancha, en 1795, de publicar un semanario, que habría debido llamarse Ropavejero literario, formado por trozos curiosos e interesantes de autores extranjeros traducidos.
En este contexto, pues, se coloca también el proyecto de traducir los poemas ossiánicos Fingal y Temora, que en la edición de 1800 de Benito García, editor en Madrid, quedó limitado al primer poema, todavía titulándose el libro Fingal y Temora, poemas épicos de Ossián antiguo poeta céltico traducido en verso castellano.

Ya en su primera aparición en Inglaterra, en los años de 1762 y 1763, las obras del bardo gaélico -como es sabido, conseguida y feliz mixtificación del poeta James Macpherson (1736-1796) que las editó con el título Fragment of Ancient Poetry- habían suscitado universal interés, extraordinario e inesperado, y al mismo tiempo habían producido enardecidas polémicas entre entusiastas admiradores y enconados críticos. Los primeros, entre los cuales destacan Goethe y Alfieri, consideraban excelentes y grandiosos aquellos poemas, mientras que los otros juzgaban aquella poesía una mera falsificación, exenta de todo valor literario. En España, el bachiller granadino José Alonso Ortiz fue el primero que tradujo, directamente del original inglés, dos poemas ossiánicos, Carthon y Lathmon, que se editaron en Valladolid en el año de 1788.

En Italia, el abate Melchiorre Cesarotti (1730-1808) cuidó la versión italiana de la obra que fue editada en Padua en 1763 y, en segunda edición ampliada, en 1772-1773, con el sencillo título de Poesie di Ossian.

En aquellos años, Montengón, novicio de la Compañía de Jesús, con su hermano José, sacerdote tonsurado, residía en Ferrara, primera etapa del largo exilio italiano al cual fueron sometidos por la Pragmática Sanción de Carlos III que desterraba de todo el imperio español a la Orden fundada por san Ignacio de Loyola. Tenía veinticinco años de edad, habiendo nacido en Alicante en 1743. En la culta ciudad estense abordó sus obras más importantes, de la sátira anti-escolástica De tota aristotelicarum schola a las Odas, en tres libros que firmó con el seudónimo de Filopatro, a las novelas que le dieron fama y que le han merecido el título de renovador de la novela española del siglo dieciocho, El Eusebio, El Antenor, Eudoxia, hija de Belisario, El Rodrigo, El Mirtilo. Estas últimas tres se editaron en 1793 y 1795, cuando él ya se había trasladado a Venecia con el encargo de secretario del conde Fernando de Peralada y se había casado con Teresa Gayeta. Otras obras suyas aparecieron en Madrid y finalmente en Nápoles, donde había preferido retirarse con su mujer y los cuatro hijos después de una fallida tentativa de regresar a España, aceptando el encargo de administrador de los bienes del duque de Alcañiz.

En Ferrara, Montengón reanudó sus amistades con otros expulsados allí instalados, como Joaquín Pla, Juan Francisco Masdeu, Antonio Eximeno, Juan Andrés, que sucesivamente se revelaron excelentes literatos. También estableció relaciones intelectuales y amistosas con representativos hombres de cultura emilianos, vénetos y lombardos, como Gritti, Perolari Malmignati, Alessando Pepoli, célebre y discutido dramaturgo veneciano del cual era secretario José Montengón. Con Giambattista Conti inició una colaboración literaria que perduró durante toda su vida. Conti, que era íntimo amigo de Leandro Fernández de Moratín, y poeta él mismo, fue autor de la primera antología moderna de poetas españoles traducidos al italiano, que salió a Madrid en 1782, en cuatro tomos, con el patrocinio del rey Carlos III. Cuatro años después Masdeu dio a luz en Roma una colección de veintidós poetas castellanos traducidos. Es probable que el fervor de aquellos cultos traductores contagiara a Montengón, sumándose a su curiosidad por los nuevos temas y modelos sentimentales de la poesía del Norte y a la atracción hacia lo inédito y lo exótico, suscitada por la lectura de Ossián a través de las versiones de Cesarotti, que vivía y trabajaba en la cercana ciudad de Padua.

La lírica ossiánica ofrecía a Montengón una respuesta concreta a la latente melancolía de su espíritu y a las angustias de un exiliado que añoraba a su patria lejana. Su gusto y sensibilidad hacia lo clásico, enriquecidos por las influencias rusonianas, bien podían adherirse a los temas y módulos sentimentales y expresivos que iban acumulándose en Europa como consecuencia también de la crisis de la conciencia literaria que el fracaso de la Razón había producido. El melancólico pesimismo que informaba el Mirtilo, las visiones lúgubres y angustiosas, la constante presencia de la muerte y el sentido de la caducidad humana del Rodrigo, encontraban confirmación en los cantos del Fingal y en la compleja temática ossiánica, aun en virtud de la hábil mezcla de lo primitivo y de lo moderno del texto de Macpherson, que la versión de Cesarotti había hecho aún más asimilable con correcciones, cortes, adiciones y mitigaciones. Quien cantó el desaliento de Mirtilo y los tristes casos de Florinda, con razón podía sentirse atraído por la sugestión emanante de las tormentosas figuras de campeones derrotados, del heroísmo guerrero y pacífico, de la atmósfera trágico-elegíaca del canto, de la alternancia de momentos épicos y de visiones lánguidas y sentimentales.

Montengón tradujo el Fingal utilizando la versión hecha por Cesarotti en 1763, que se limitaba a los seis cantos del poema, pero conocía también la segunda edición completa de todas las composiciones ossiánicas. De esta segunda mantiene, por ejemplo, el Prefacio del traductor italiano mientras que de la primera conserva las Reflexiones que acompañan a cada canto, así como las Introducciones.

La función de las Reflexiones consistía en la explicación de pasajes de no fácil interpretación, de usos y costumbres de los celtas, estableciendo -cuando fuera posible- comparaciones con Homero y los antiguos poetas griegos y latinos. A veces, Montengón las utiliza para aclarar características lingüísticas o licencias poéticas suyas, como cuando justifica el uso limitado de las palabras compuestas, tan numerosas en el texto italiano pero bastante raras en la lengua castellana. Las Introducciones derarrollaban la misma función de los proemios clásicos, anunciando el contenido del canto. En fin, las numerosas notas añadidas por Cesarotti las redujo notablemente, limitándose casi siempre a explicaciones histórico-geográficas o religiosas, rara vez a aspectos lingüísticos o estéticos.

Montengón acepta la sugerencia cesarottiana de traducir manteniéndose fiel al espíritu más que a la letra y emplea el endecasílabo suelto porque correspondía armónicamente a sus gustos estéticos, como lo confirma el uso que de él hizo en los poemas épicos. Gracias a Cesarotti, el verso libre volvía a proponerse al lector italiano, mientras que en la más cercana producción lírica española recurrieron a él Meléndez Valdés y Cienfuegos, entre otros.

Su buen gusto clasicista le insta a atenuar aún más ciertos cultismos o rudezas léxicas y asperezas emotivas de la versión italiana, en conformidad con su concepto racional y didascálico de la poesía. Propongo un par de ejemplos, los versos de exordio del primer canto, que presentan al héroe Cuculino.


Texto italiano:

Di Tura accanto alla muraglia assiso.
Sotto una pianta di fischianti foglie
stavasi Cucullin: lì presso, al balzo
posava l'asta; appiè giacea lo scudo.
Membrava ei col pensiero il pro Cairba
da lui spento in battaglia; allor che ad esso
l'esplorator dell'oceàn sen venne,
moran figlio di Fiti. Alzati, ei disse,
alzati, Cucullin; già di Svarano
veggo le navi; è numerosa l'oste,
molti i figli del mar. Tu sempre tremi



Versión de Montengón:

Junto al muro de Tura, baxo un árbol
de susurrante copa, descansaba
sentado Cuculino. Sostenía
un risco a su gran lanza; abandonado
yacía allí en el suelo su ancho escudo.
Cairba, por él muerto en la batalla,
apremiaba sus tristes pensamientos,
quando llega Moran, hijo de Fiti,
que afanado le dice: Cuculino,
levántate; la armada de Esvarano
ocupa ya la playa. Vi sus naves:
muchos en ellas son los enemigos;
muchos los héroes de la mar. Tú siempre
tiemblas, hijo de Fiti.



Como puede apreciarse, Cesarotti emplea palabras áulicas o pertenecientes al lenguaje bélico, mientras que Montengón atenúa la dureza de la expresión, reduce la tensión dramática de la escena y vuelve más prosaico el verso, recurriendo a palabras y sintagmas placenteros, familiares y tranquilizadores como «muro», «árbol», «susurrante», «descansaba», «tristes pensamientos».

Más adelante, en el canto V, en ocasión del duelo muy reñido entre Fingal y Esvarán, que desarrollan en el poema el papel de los homéricos Ayax y Ulises, este proceso de ablandamiento prosigue. Si no fuera por el adjetivo «terrible», la versión montengoniana se acercaría más a la atmósfera evocada por un minué o a un ejercicio de destreza gimnástica que a un esforzado enfrentamiento, con innegables concesiones al gusto arcádico y evidente fin didascálico:


Compárense los dos fragmentos:


Cesarotti:

[...] ambi i guerrieri a terra
gettano l'armi, e con raccolta possa
vannosi ad afferrar. Serransi intorno
le noderose nerborute braccia.
Si stirano, si scrollano, s'intrecciano
sotto e sopra in più gruppi alternamente
le muscolose membra: ai forti crolli,
all'alta impronta dei tallon robusti
scoppian le pietre, e dalle nicchie alpestri
sferransi i duri massi, e van sossopra
rovesciati cespugli. Alfin la possa
a Svaran manca, egli è di nodi avvinto.



Montengón:

Ambos a dos a un tiempo se desprenden
de las armas, y quieren hacer prueba
del vigor y destreza de sus brazos.
Con ellos, pues, se cierran y se enlazan
con esfuerzo y posturas diferentes,
las varían de nuevo forcejando
con terrible denuedo. Saltar hacen
las encontradas piedras con sus plantas,
y estremecer los riscos; dasarraigan,
y arrastran por el polvo los arbustos
en que sus pies se enredan; pero al cabo
el aliento y las fuerzas abandonan
al vencido Esvarán; él cae e rinde
sus brazos a las fuertes ataduras. [...]



Los méritos de la traducción que había hecho el alicantino de un texto poético difícil conceptual y lingüísticamente como el Fingal no son de poca enjundia, ya que atestiguan y confirman la excepcional versatilidad creativa de Montengón y su vivaz curiosidad intelectual. Su formación clásica e ilustrada no le impidió acercarse a la inquieta problemática de los poemas ossiánicos y de los temas y módulos poéticos y estéticos de la poesía del Norte. No es posible evaluar la efectiva repercusión que su versión tuvo en España. Es cierto todavía que, con la de Alonso Ortiz y la siguiente, aunque fragmentaria, de José Marchena, contribuyó a la difusión del nuevo gusto y sensibilidad que iba surgiendo en armonía con las tensiones espirituales y las tendencias literarias que ya se difundían por Europa, y que caracterizaron al naciente Romanticismo.

Bibliografía

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CATENA, Elena. 1948. «Ossián en España», Cuadernos de Literatura IV, 58-71.
CESAROTTI, Melchiorre. 1763. Poesie di Ossian, Padua; Florencia, Poligrafía Italiana, 1846.
CONTI, Giovan Battista. 1782-1784. Colección de poesías castellanas traducidas en verso toscano, Madrid, Imprenta Real, 4 vols.
FABBRI, Maurizio. 1972. Un aspetto dell'Illuminismo spagnolo. L'opera letteraria di Pedro Montengón, Pisa, Goliardica.
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GASKILL, H. 1994. «Ossian in Europe», Canadian Comparative Literature 21, 643-678.
MARCHENA, José. 1804. «Apóstrofe al Sol con que termina el poema de Carthon», Variedades de Ciencias, Literatura y Artes III, 18, 375-378.
MASDEU, Juan Francisco. 1786. Poesías de veinte y dos autores españoles del siglo décimo sexto traducidas en lengua italiana, Roma, Perego Salvioni.
MONTENGÓN, Pedro. 1800. Fingal y Temora, Madrid, García.
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MONTIEL, Isidoro. 1967. «Dos traductores de Ossián en España: Alonso Ortiz y el ex jesuita Montengón», Romance Notes IX, 1-8.
MONTIEL, Isidoro. 1968. «La primera traducción de Ossián en España», Bulletin Hispanique LXX, 476-485.
TIEGHEM, Paul van. 1917. Ossian en France, París, Rieder, 2 vols.





Bardo nacionalista o el Ossian de Macpherson según Borges

En el año 2000, Martín Arias y Martín Hadis publicaron un curso de Literatura Inglesa que Jorge Luis Borges dictó en la Universidad de Buenos Aires (Borges profesor, Buenos Aires, Emecé) en 1966. Los originales de la publicación provienen de apuntes que tomaron algunos alumnos a partir de grabaciones magnetofónicas. Las cintas de dichas grabaciones se perdieron, pero perduran los textos desgrabados. Los siguientes fragmentos pertenecen a la clase N° 11. En dicha clase, valiéndose de una pequeña anotación de Spengler, Borges hace derivar el movimiento romántico de los poemas apócrifos que James Macpherson atribuyó a Ossian.

Borges dixit: “James Macpherson nace en los Highlands (Tierras Altas o Serranías) de Escocia en el año 1736. Muere el año 1796. [...] El padre era granjero, de origen humilde, y la familia, según parece, no era de origen celta sino inglés, diríamos sajón. [...] Nace y se cría en un lugar agreste al norte de Escocia, donde se hablaba aún un idioma gaélico, es decir un idioma celta, afín naturalmente al galés, al irlandés y a la lengua bretona que llevaron a Bretaña -llamada antes Armórica- los britanos que se refugiaron de las invasiones sajonas del siglo V. Macpherson tuvo un conocimiento oral del gaélico. No pudo leer nunca los manuscritos gaélicos, que usaban una escritura distinta. Podríamos pensar en un correntino culto aquí, es decir un hombre que tiene un conocimiento oral del guaraní, pero que acaso no podría explicamos muy bien las leyes gramaticales de ese idioma. Este Macpherson se educó en la escuela primaria de su pueblo, luego en la Universidad de Edimburgo. Había oído muchas veces cantar a los bardos. Escocia estaba dividida -y en cierto modo aún está- dividida en clanes. [...] Los grandes clanes de Escocia tenían bardos encargados de relatar la historia y las hazañas de la familia. Eran poetas y cantaban naturalmente en el idioma gaélico. [...] Macpherson tendría unos veinte años cuando publicó un libro titulado Cantares heroicos de Escocia vertidos de la lengua gaélica a la lengua inglesa por James Macpherson.

“Estos cantares tenían un carácter épico. En el siglo XVIII, y durante muchos siglos, se había pensado que Homero era indiscutiblemente el más grande de los poetas. Y a pesar de lo que dijo Aristóteles, se llegó a creer que el género literario de la Ilíada y la Odisea era el género superior. Es decir que un poeta épico era inevitablemente superior a un poeta lírico o a un poeta elegíaco. De modo que cuando los literatos de Edimburgo -Edimburgo era una ciudad no menos intelectual, y quizá más intelectual que Londres- supieron que Macpherson había recogido fragmentos épicos en las Tierras Altas de Escocia, esto los impresionó muco, porque les dejó entrever la posibilidad de una antigua epopeya, y esto daría a Escocia una primacía literaria sobre Inglaterra y sobre todas las regiones modernas de Europa.

“El Doctor Blair leyó los fragmentos traducidos por Macpherson. No conocía el idioma gaélico, y entonces él y un grupo de caballeros escoceses le proveyeron de una suerte de beca a Macpherson para que recorriera las serranías de Escocia y recogiera antiguos manuscritos -él dijo que los había visto- y anotara además cantares de los bardos de las diversas grandes casas de Escocia. James Macpherson aceptó el encargo. Lo acompañó un amigo, un amigo más versado que él en el idioma gaélico, capaz de leer los manuscritos. Y al cabo de poco más de un año, Macpherson volvió a Edimburgo y publicó un poema llamado Fingal que atribuyó a Ossian, que es la forma escocesa del nombre irlandés Oísin, y Fingal, que es la forma escocesa del nombre irlandés Finn.

“Naturalmente, los escoceses quisieron nacionalizar esas leyendas que eran de origen irlandés. En la Edad Media la palabra "Scotus" significaba "irlandés", no "escocés". Y así tenemos al gran filósofo panteísta Escoto Erígena, cuyo nombre significaba "Scotus", irlandés, y "Erígena", nacido en Erin, Irlanda. Es como si se llamara "Irlandés Irlandés". Ahora bien, lo que había hecho Macpherson era recoger fragmentos. Esos fragmentos pertenecían a ciclos distintos. Pero lo que él necesitaba, lo que él quería para su querida patria Escocia era un poema, y así reunió esos fragmentos. Naturalmente, había que llenar intervalos, y él los llenó con versículos de su propia invención. Hay que advertir también que el concepto de traducción que rige ahora no es el que regía en el siglo XVIII. Por ejemplo, la Ilíada de Pope, que era considerada una versión ejemplar, es lo que hoy llamaríamos una versión muy libre.

“Entonces Macpherson publica su libro en Edimburgo, y hubiera podido hacer una traducción rimada, pero felizmente eligió una forma rítmica, basada en los versículos de la Biblia, sobre todo los salmos. Adjudicó el libro a Ossian, hijo de Fingal. Y representó a Ossian como a un viejo poeta ciego que canta en el castillo derruido de su padre. [...] Como Macpherson no quería que los personajes fueran irlandeses, hizo de Fingal, padre de Ossian, rey de Morven, que vendría a ser la costa septentrional y occidental de Escocia. Fingal sabe que Irlanda ha sido invadida por los daneses. Y entonces él acude a ayudar a los irlandeses, él los vence y vuelve. Si nosotros leyéramos ahora el poema, nos encontraríamos con muchas frases que pertenecen al dialecto poético del siglo XVIII. Pero esas frases, naturalmente, pasarían inadvertidas entonces, y lo que se notaba eran lo que hoy llamaríamos "frases románticas". Por ejemplo, hay un sentimiento de la naturaleza, hay en el poema una parte que habla de las neblinas azules de Escocia, se habla de las montañas, de las selvas, de las tardes, de los crepúsculos. Luego, las batallas no están descriptas de un modo circunstancial: se usan grandes metáforas, a la manera romántica. Si dos ejércitos entran en batalla, se habla de dos grandes ríos, de dos grandes cataratas que mezclan sus aguas. Y luego tenemos una escena como ésta: un rey entra en una asamblea. Ha resuelto librar batalla contra los daneses al día siguiente. Y entonces los otros comprenden la decisión que él ha tomado, antes que él diga una palabra, y el texto dice: "Vieron la batalla en sus ojos, la muerte de millares en su lanza". Y si no, se habla del rey que va de Escocia a irlanda "alto en la proa de su nave". Y cuando se habla del fuego se lo llama "rojo hilo del yunque", quizá con una reminiscencia lejana de las kennings.
“Este poema se apoderó de la imaginación de Europa y podrían enumerarse centenares de admiradores. [...] Un inesperado admirador de Ossian fue Napoleón Bonaparte. Un erudito italiano, el abate Cesarotti, había vertido al italiano el Ossian de Macpherson. Y sabemos que Napoleón llevó consigo en todas sus campañas, del sur de Francia a Rusia, un ejemplar del Ossian de Cesarotti. Y en las arengas de Napoleón a sus soldados, en esas arengas que precedieron las victorias de Jena, de Austerlitz y la derrota final de Waterloo, se han advertido ecos del estilo de Macpherson.

“En Inglaterra, en cambio, la reacción fue un poco distinta, o del todo, por obra del Doctor Johnson. El Doctor Johnson despreciaba y odiaba a los escoceses, aunque su biógrafo James Boswell era escocés. Johnson era además un hombre de gustos clásicos. Y a él tenía que molestarle sobremanera la idea de que Escocia, hacia el siglo VI o VII, hubiera producido una larga epopeya. Además, sin duda Johnson sintió la amenaza que había para la literatura clásica que él reverenciaba en esta obra nueva en que ya estaba de pleno el movimiento romántico. Boswell registra una conversación entre Johnson y el doctor Blair: Blair le dijo que no cabía duda alguna sobre lo antiguo de este texto, y le dijo: '¿Cree usted que muchos jóvenes de nuestro tiempo serían capaces de escribir un poema como éste?' Y Johnson le contestó: 'Sí señor -muy gravemente dijo-, muchos hombres, muchas mujeres y muchos niños'.

"Además, Johnson esgrimió otro argumento no menos grave. El argumento es que Macpherson decía que ese poema era una traducción literal de manuscritos antiguos, y le dijo que mostrara esos manuscritos. Según algunos biógrafos de Macpherson, éste trató de conseguirlos o publicaros de alguna manera. La polémica entre Johnson y Macpherson siguió encendida como nunca. Macpherson llegó a publicar un libro para probar la semejanza entre su poema y los textos.

"Pero sea como fuere, Macpherson fue acusado de falsario. Y sin duda, si esto no se hubiese hecho, no veríamos hoy en él a un gran poeta. Pasó Macpherson el resto de su vida prometiendo la publicación de los manuscritos. Llegó a un punto tal que propuso publicar los originales pero en griego. Esto, por supuesto, era una manera de ganar tiempo, que es lo que él trataba de hacer. [...] El estilo de Macpherson, del Ossian de Macpherson, cundió por toda Europa y con él se inaugura el movimiento romántico.”




Oithona (poema de Ossian)

La oscuridad[1] envuelve Dunlathmon, pero la luna descubre sobre el monte la mitad de su rostro. La hija de la noche aparta su mirada porque contempla el dolor que se aproxima. El hijo de Morni está en el campo; pero no hay sonidos en la fortaleza. Ni un rayo de luz atraviesa la penumbra. No se escucha la voz de Oithona sobre la ruidosa corriente del Duvranna.
¿A dónde te has ido con tu belleza, hija de Nuath, de negros cabellos? Lathmon está en el campo de los valientes, pero tu prometiste quedarte en la fortaleza; prometiste quedarte en la fortaleza hasta que retornara el hijo de Morni. Hasta que volviera de Strumon a la mujer de su corazón. Había en su rostro una lágrima al partir: y un gemido, callado, se ahogó en tu pecho. Pero ahora no sales a recibirlo con canciones, con el sonido delicado y trémulo del arpa.

Tales eran las palabras de Gaul cuando llegó a las torres de Dunlathmon. Las puertas estaban abiertas, oscuras. Los vientos silbaban en la fortaleza. Los árboles atestaban de hojas el umbral; y a lo lejos se sentía el murmullo de la noche. Triste y silencioso, sobre una piedra, estaba sentado el hijo de Morni; su alma vibraba por su mujer, pero no sabía a dónde dirigir el rumbo. El hijo de Leth se encontraba a la distancia y escuchó los silbidos en su cabeza arbustiva. Pero no alzó la voz porque veía el dolor de Gaul.

El sueño descendió sobre los héroes. Surgieron las visiones de la noche. Oithona apareció en un sueño ante los ojos del hijo de Morni. Su cabello oscuro estaba suelto y despeinado: sus amados ojos, sumidos en lágrimas. La sangre manchaba su brazo de nieve. Su túnica apenas ocultaba la herida en su pecho. Se irguió sobre su captor y puedo escucharse su voz.

¿Duerme el hijo de Morni, aquel que era regocijo para los ojos de Oithona? ¿Duerme Gaul en la roca remota mientras la hija de Nuath yace moribunda? El oceáno envuelve la oscura isla de Tromathon; yo me lamento sentada en la cueva. Y no estoy sola, Gaul, el oscuro hijo de Cuthal está aquí, ardiendo de amor. ¿Y qué puede hacer Oithona?

Una ráfaga iracunda atravesó el roble. Se disipó el sueño nocturno. Gaul buscó su lanza de fresno; ardía con la rabia de la cólera. A menudo sus ojos se volvían al Oriente y maldecía la demorada luz. La mañana llegó al fin. El héroe preparó la vela. Los vientos vinieron rodando por el monte y se lanzó a las olas del océano. Al tercer día surgió Tromathon, como un escudo azul en medio del mar. La ola blanca rugía contra sus rocas; la triste Oithona estaba en la playa. Miraba las aguas fluctuantes y sus lágrimas caían. Pero cuando vio a Gaul en sus brazos, se asustó y apartó sus ojos. Tres veces quiso escapar de su presencia, pero no podía mantenerse en pie.

Hija de Nuath, dijo el héroe, ¿por qué huyes de Gaul? ¿Escupen mis ojos la llama de la muerte? ¿O acaso el odio empaña mi alma? Tu eres para mí el rayo del Oriente que surge en tierra desconocida. ¡Pero ocultas tu rostro con tristeza, hija del alto Dunlathmon! ¿Está cerca el enemigo de Oithona? Mi alma ansía enfrentarlo en batalla. La espada vibra en el costado de Gaul y quiere relucir empuñada por su mano. Habla, hija de Nuath, ¿acaso no puedes ver mis lágrimas?

Magnífico jefe de Strumon, contestó la muchacha, por qué vienes a través de la ola azul hasta la hija llorosa de Nuath? ¿Por qué no perecí en secreto, como una flor en una piedra que levantara su cabeza sin ser vista y desparramara sus marchitas hojas en el viento? ¿Por qué viniste, ay, Gaul, para oír mi último suspiro? Muero en la juventud y mi nombre ya no se oirá. O se oirá con dolor y se derramarán las lágrimas de Nuath. Tú estarás triste, hijo de Morni, por la decaída fama de Oithona. Pero ella dormirá en la angosta tumba, lejos de la voz de tus lamentos. ¿Por qué viniste, jefe de Strumon, a las piedras de Tromathon, abatidas por el mar?

¡Vine a enfrentar tus enemigos, hija del magnífico Nuath! La muerte del jefe de Cuthal se avecina o morirá el hijo de Morni. ¡Oithona! Cuando Gaul haya muerto, erige el túmulo en esa húmeda roca; y cuando la poderosa embarcación pase por allí, invoca a los hijos del mar; invócalos y entrégales esta espada, para que la lleven a la fortaleza de Morni; y que así el héroe de pelo cano deje de otear el desierto esperando el retorno de su hijo.

¿Y deberá vivir la hija de Nuath?, respondió ella con un abrupto gemido. ¿Deberé vivir en Tromathon, muerto el hijo de Morni? Mi corazón no es como una roca, ni mi alma indiferente como el mar que levanta sus olas azules con todos los vientos y que sigue fluctuando bajo la tormenta. El golpe que te mate también dispersará en la tierra las ramas de Oithona. Nos marchitaremos juntos, hijo del magnífico Morni. La casa angosta me place, como la piedra gris de los muertos: ¡porque nunca más abandonaré tus rocas, Tromathon rodeada por el mar! La noche vino con sus nubes, tras la partida de Lathmon, cuando él partió a las guerras de sus padres, a las rocas de Duthórmoth, cubiertas de musgo; llegó la noche, y yo estaba en la fortaleza, bajo la viga de roble. El viento soplaba entre los árboles. Sentí el fragor de las armas. La alegría tiñó mi rostro, porque pensé en tu regreso. Era el jefe de Cuthal, la fuerza roja de Dunrommath. Sus ojos se agitaban en el fuego: la sangre de mi gente chorreaba por su espada. Aquellos que defendieron a Oithona fueron derribados por este sombrío líder. ¿Qué podía hacer yo? Mi brazo era débil; no podía empuñar la lanza. Llena de pena, me capturó, y me llevó consigo en su barco. Temía el regreso de las fuerzas de Lathmon, el hermano de la infeliz Oithona. ¡Pero mira, allí viene con su gente! ¡La oscura ola se abre ante él! ¿A dónde dirigirás tus pasos, hijo de Morni? ¡Son muchos los guerreros de Dunrommath!

Mis pasos nunca huyeron del combate, respondió el héroe desenvainando la espada. ¿Empezaré a temer, Oithona, cuando tus enemigos están cerca? Ve a tu cueva, hija de Nuath, hasta que termine la batalla. Hijo de Leth, trae los arcos de tus padres, y el carcaz de Morni. Que nuestros tres guerreros tensen la madera de tejo. Nosotros levantaremos la lanza. Hay una multitud en la roca; pero nuestras almas son fuertes.

La hija de Nuath se escondió en la cueva; una turbia alegría surgió en su espíritu como el surco rojo de un rayo en una nube de tormenta. Su alma estaba decidida y secó las lágrimas en los ojos de mirada salvaje. Dunrommath se aproximó lentamente, porque vio al hijo de Morni. El despreció contrajo su cara, una mueca deformó su piel oscura; su ojo rojo se agazapó, entrecerrado, bajo las tupidas cejas.

¿De donde vienen los hijos del mar?, empezó el sombrío jefe. ¿Los trajeron los vientos hasta las rocas de Tromathon? ¿O vienen en busca de la hija de Nuath, de pálidas manos? Los hijos de los infelices, ustedes, hombres débiles, vienen a la mano de Dunrommath. Su ojo no perdona al débil y se deleita con la sangre de extranjeros. Oithona es un rayo de luz, y el jefe de Cuthal lo goza en secreto: ¿vendrás sobre este placer, como una nube, hijo de la mano débil? Puedes venir pero ¿podrás regresar a la fortaleza de tus padres?

¿No me conoces, dijo Gaul, jefe pelirrojo de Cuthal? Tus pies fueron ágiles en el campo, en la batalla del magnífico Lathmon, cuando la espada del hijo de Morni persiguió tu ejército en la boscosa tierra de Morven. ¡Dunrommath, tus palabras son atrevidas porque tus guerreros se amontonan a tus espaldas! ¿Pero acaso les temo, hijo del orgullo? No soy de la raza de los débiles.

Gaul avanzó con sus armas; Dunrommath se escondió detrás de su gente. Pero la lanza de Gaul traspasó al sombrío líder, y su espada partió su cabeza cuando se doblaba muriendo. El hijo de Morni tres veces sacudió la cabeza agarrándola de sus rizos; los guerreros de Dunrommath huyeron. Las flechas de Morven fueron detrás: diez hombres cayeron en la roca musgosa. El resto desplegó la ruidosa vela y huyó por el mar fragoroso.

Gaul fue a la cueva de Oithona. Vio a un joven recostado sobre una piedra. Una flecha había perforado su cuerpo; sus ojos se movían apenas bajo el casco. El alma del hijo de Morni se entristeció. Se acercó y dijo palabras de paz.

¿Puede sanarte la mano de Gaul, joven de ceño dolorido? He buscado las hierbas de las montañas; las he recogido en los bancos secretos de sus arroyos. Mi mano ha cerrado la herida de los valientes, y sus ojos han bendecido luego los ojos de Morni. ¿Dónde vivieron tus padres, guerrero? ¿Eran ellos hijos de los poderosos? La tristeza se abatirá como la noche en los arroyos de tu patria; porque caes en plena juventud.

Mis padres, replicó el extraño, eran de la raza de los poderosos; pero no estarán tristes; porque mi fama ha huido como la niebla matutina. Altos muros se elevan en los bancos de Duvranna; y se ven sus torres reflejadas en el agua que fluye; una roca se eleva detrás con higueras generosas. Tu puedes verla a la distancia. Allí vive mi hermano. Es famoso en la guerra: entrégale este casco relumbrante.

El casco se cayó de la mano de Gaul; porque era Oithona herida. Se había armado en la cueva y había buscado la muerte. Sus pesados ojos están entrecerrados; la sangre mana de su cuerpo.

Hijo de Morni, habló, prepara la tumba angosta. Llega el sueño, como una nube, a mi alma. Los ojos de Oithona se extinguen. ¡Oh, si hubiera vivido en Duvranna, bajo el rayo claro de mi fama! Entonces los años habrían llegado con alegría; y las vírgenes bendecirían mi camino. Pero muero joven, hijo de Morni, y mi padre se avergonzará en su castillo.

Pálida se desplomó en la roca de Tromathon. El dolido héroe construyó su túmulo. Volvió a Morven; pero veía la oscuridad en su alma. Ossian tocó el arpa en honor de Oithona. La luz volvió al rostro de Gaul. Pero sus gemidos vuelven, cada tanto, cuando está con sus amigos, como las ráfagas que sacuden sus insólitas alas luego de que amainaron los vientos de la tormenta.



[1] Éste es uno de los poemas más cortos del ciclo de Ossian falsificado por James Macpherson (1736-1796). En una nota al poema Macpherson explica así su argumento dramático: "Gaul, el hijo de Morni, acompañó a Lathmon a su propio país, luego de ser derrotado en Morven, como se relata en el poema precedente. Nuath, el padre de Lathmon, lo recibió en sus dominios hospitalariamente, y Gaul se enamoró de la hija de Nuath, Oithona. Su amor fue correspondido y se fijó el día de la boda. Pero mientras tanto, Fingal, que preparaba una expedición al país de los bretones, mandó llamar a Gaul. Éste obedeció y acudió con Fingal, pero no sin antes prometerle a Oithona que regresaría un día determinado, si no moría en la lucha. Lathmon, a su vez, acompañó a su padre a la guerra, por lo que Oithona quedó sola en Dunlathmon, la residencia de la familia. Dunromath, señor de Urthal, supuestamente una de las islas Orcadas, aprovechando la ausencia de los amigos de Oithona, quien había rechazado su amor en otra oportunidad, fue a buscarla y la condujo por fuerza a Tromathon, una isla desierta, en una de cuyas cuevas la ocultó. Gaul regresó el día convenido; supo que Oithona había sido raptada y navegó a Tromathon para vengarse de Dunromath. Al desembarcar, encontró a Oithona desconsolada y resuelta a no sobrevivir la pérdida de su honor. Le contó la historia de sus infortunios. Terminaba su relato cuando Dunromath y sus cómplices aparecieron por el otro lado de la isla. Gaul se dispuso a atacarlos y le pidió a Oithona que se refugiara hasta que hubiera acabado la contienda. Ella fingió obdecer, pero en secreto se vistió con una armadura y se lanzó a lo más denso de la batalla, donde resultó herida mortalmente. Cuando Gaul estaba persiguiendo a los enemigos en fuga, encontró a Oithona agonizante: la lloró, erigió su tumba y regresó a Morven. Tal es la historia que nos legó la tradición; no la hemos alterado mucho en el poema, que comienza con la llegada de Gaul a Dunlathmon, tras el rapto de Oithona."

El poema y esta nota proceden de David W. Lindsay, English poetry 1700-1780, London: Lent, 1974, págs.119-123 y 218-219. Ver también un comentario de TDQ sobre Ossian y el poema de Wordsworth al que TDQ hace referencia.


Glen-Almain o el valle estrecho (poema de Wordsworth)

Glen-Almain; or, the Narrow Glen (Poema n° 6 de Memorials of a Tour in Scotland )

IN this still place, remote from men,/ Sleeps Ossian, in the NARROW GLEN;/ In this still place, where murmurs on/ But one meek streamlet, only one:/ He sang of battles, and the breath/ Of stormy war, and violent death;/ And should, methinks, when all was past,/ Have rightfully been laid at last/ Where rocks were rudely heaped, and rent/ As by a spirit turbulent;/ Where sights were rough, and sounds were wild,/ And everything unreconciled; In some complaining, dim retreat,/ For fear and melancholy meet;/ But this is calm; there cannot be/ A more entire tranquillity./ Does then the Bard sleep here indeed?/ Or is it but a groundless creed?/ What matters it?--I blame them not/ Whose Fancy in this lonely Spot/ Was moved; and in such way expressed/ Their notion of its perfect rest./ A convent, even a hermit's cell,/ Would break the silence of this Dell:/ It is not quiet, is not ease;/ But something deeper far than these:/ The separation that is here/ Is of the grave; and of austere/ Yet happy feelings of the dead:/ And, therefore, was it rightly said/ That Ossian, last of all his race!/ Lies buried in this lonely place.


Visión expandida y achatada de la tumba de Ossian en Glen-Almain. Pinche la imagen para verla en su tamaño original.

En este lugar tranquilo, lejos del hombre,/ descansa Ossian, en el valle estrecho;/ en este lugar tranquilo, donde sólo mumura/ una corriente dócil, una sola:/ cantó de batallas y del aliento/ de la guerra tormentosa y de la muerte violenta;/ y cuando todo terminó, pienso, debió/ recostarse merecidamente al fin/ donde las rocas se apilaban en desorden y rotas/ como por un turbulento espíritu;/ donde el paisaje era áspero y eran salvajes los sonidos/ y no había nada reconciliado;/ en un retiro quejumbroso y triste, donde el miedo y la melancolía se encontraban;/ pero aquí reina la calma; no podría haber/ mayor serenidad./ ¿Es cierto pues que el bardo descansa aquí?/ ¿O es una creencia sin fundamento?/ ¿Qué importa? No culpo a los que fueron/ por la Fantasía conmovidos en este lugar/ solitario; y de ese modo expresaron/ su idea del perfecto reposo./ Un convento, incluso la celda de un eremita,/ perturbarían el silencio de este valle:/ no es calma ni tranquilidad/ sino algo mucho más profundo:/ la separación que hay aquí/ es la de la tumba; y la de los austeros/ pero felices sentimientos de los muertos:/ y así, pues, se dijo bien/ que Ossian, ¡el último de su raza!,/ yace enterrado en este lugar solitario.





ROSA MULHOLLAND [13.104]

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Rosa Mulholland 

(también conocida como Lady Gilbert 1841 - 1921) fue una novelista irlandesa, poeta y dramaturga. 

Nació en Belfast, hija del Dr. Joseph Stevenson Mulholland de Newry. Pasó algunos años en una zona montañosa remota del oeste de Irlanda después de la muerte de su padre. Su primera novela fue Dumana (1864), bajo el pseudónimo de Ruth Murray. Inicialmente quería ser pintora, pero en su vida literaria temprana recibió mucha ayuda y ánimo de Charles Dickens, que valoraba mucho su trabajo como escritora y la persuadió para continuar.

Entre sus amigas con las que compartió muchos intereses estaban Sarah Atkinson y Charlotte O'Conor Eccles.

En 1891 se casó con John Thomas Gilbert, anticuario e historiador. Vivían en Villa Nova, Blackrock, County Dublin. 
Se convirtió en la señora Gilbert en su título de caballero en 1897.

Produjo un gran número de novelas y escribió una biografía de su marido en 1905 Murió en Dublin en 1921. 

Obras de Rosa Mulholland en Proyecto Gutenberg:

Hetty Gray, or, Nobody's Bairn
Terry, or, She ought to have been a Boy
The Late Miss Hollingford
Two Collected Stories





Lo que no podemos imaginarnos con tanta facilidad es el color lila de sus ojos bondadosos, ni la piel suave como la seda que aún conservaba su delicado esplendor, aunque algo arrugada por el paso de los años, ni tampoco la boca pálida, dulce y fruncida, que el tiempo y el sufrimiento habían vuelto angelical al tiempo que intentaban en vano borrar su belleza.

Lady Rosa Mulholland Gilbert (El órgano maldito de Hurly-Burly)






Amor y muerte.
Love and Death

En el clima salvaje de otoño, cuando la lluvia flotaba sobre el mar
Y las ramas sollozaban juntas, la Muerte vino y me susurró:
"He venido a llevarme esas gotas rojas que sangran de tu corazón;
Así como la tormenta quiebra la rosa, tu amor será quebrado por mí."

Murmuró la Muerte cerca de aquí.


En el clima salvaje de otoño una espada de horror se deslizó de su vaina;
Mientras las ramas sollozaban juntas, he luchado una lucha con la Muerte,
Y la vencí con la fe, la vencí por el convencimiento
De que el aire de verano es dulce con la fragancia de la rosa.

Entonces me incorporé, desafiante, mientras la lluvia estaba en su éxtasis,
Y dije queda y sin lágrimas: "Cuando mi fosa hayas construido,
Estas gotas rojas de mi corazón serán tuyas;
Pero así como la rosa quiere siempre ser flor, 
Mi amor seguirá siendo amor aún en la tumba .



Lady Rosa Mulholland Gilbert - 
"El órgano maldito de Hurly Burly"

Novelista, cuentista y poeta irlandesa. Al principio su interés se inclinaba por la pintura (sus primeros trabajos fueron rechazados por la revista cómica Punch). Posteriormente lo intentó con la poesía y vio algunos de sus poemas publicados en Cornhill Magazine. El interés mostrado por Charles Dickens en su trabajo la hicieron convertirse definitivamente en escritora. Comenzó con novelas de tipo social pero también investigó en el folclore celta y escribió algún cuento de hadas. Algunos críticos como Dick Collins han encontrado en su obra influencias de Sheridan Le Fanu, Dickens y Elizabeth Gaskell.
La versión del cuento (publicado en 1891) es la de Mª Luisa Venegas, Ignacio Guijarro y Mº Isabel Porcel.

Había estallado una tormenta en el pueblo de Hurly Burly. Las puertas estaban cerradas, los perros se habían recogido en sus casetas, y surcos y canalones eran cual río desbordado después del diluvio que había caído. En la casa grande, que se encontraba a una milla del pueblo, los grajos se llamaban unos a otros con el miedo que habían pasado, los cervatillos del bosque se atrevían a asomar la cabeza tímidamente por detrás de los troncos de los árboles y la vieja de la caseta del guarda se ponía en pie y devolvía su libro de oraciones al estante. En el jardín, las rosas de julio, desmañadas por su boyante plenitud, languidecían empapadas en las ramas, las cabezas inclinadas hacia la tierra por el peso de la lluvia. Las que ya se habían caído, yacían con sus caras florecientes boca abajo en el sendero donde Bess, la doncella de Mistress Hurly, las encontraría en su búsqueda matutina de pétalos de rosas para el potpourri de su señora. Multitud de hileras de lirios blancos, que habían alcanzado la perfección por los efectos del sol del presente día, yacían salpicados en el lodo de los arriates inundados. Pequeñas lágrimas se deslizaban por las mejillas ambarinas de las ciruelas en la pared sur y ni una sola abeja se había atrevido a salir de la colmena, aunque el aroma del aire era lo suficientemente dulce como para tentar al zángano más perezoso. El cielo presentaba aun un aspecto sensacional tras los troncos de los robles de las tierras altas, aunque los pájaros habían empezado a entrar y salir de entre la hiedra que envolvía el hogar de los Hurly de Hurly Burly.
Esta tormenta tuvo lugar hace más de medio siglo, y tenemos que recordar que Mistress Hurly iba vestida al estilo de aquella época al hacer su aparición silenciosamente por detrás del sillón del Squire ahora que los relámpagos habían cesado. Miraba con cierto nerviosismo en dirección a la ventana y fue a sentarse frente a su esposo, frente a la tetera y los pastelillos. Podemos imaginamos la delicada cofia de encajes con lazos aterciopelados, el volante del borde de su traje de batista que le llegaba ligeramente a los tobillos, los dibujos bordados de las costuras de sus medias y las escarapelas de sus zapatos, pero lo que no podemos imaginamos con tanta facilidad es el color lila de sus ojos bondadosos, ni la piel suave como la seda que aún conservaba su delicado esplendor, aunque algo arrugada por el paso de los años, ni tampoco la boca pálida dulce y fruncida, que el tiempo y el sufrimiento habían vuelto angelical al tiempo que intentaban en vano borrar su belleza.
Él era tan hosco como tierna era su mujer, tenía la piel tan oscura como ella la tenía blanca y el cabello gris tan erizado como el de ella lustroso. Los años le habían arado el rostro con surcos y estrías. Había sido un hombre un tanto fanfarrón, colérico y ruidoso, pero recientemente su mirada se había vuelto algo débil, su fuerte voz tenue, y el vigor de su paso firme se había retardado. Miraba con frecuencia a su esposa, y ésta más a menudo aún le devolvía la mirada. No era una mujer alta y él sólo le sacaba la cabeza. Curiosamente hacían muy buena pareja, a pesar de sus diferencias. Cuando ella se dirigía a alguien lo hacía con una brusquedad nerviosa, dejando entrever su voz y mirada sensibles; él tenía la voz y la mirada tosca, pero su ademán resultaba cortés. Recientemente se llevaban mejor que nunca lo habían hecho durante el apogeo de su amor juvenil. Una pena compartida había dado lugar a una singular semejanza entre ellos. Durante años el dictado de la esposa había sido: «¡No refrenes tanto a mi hijo!» y el del esposo éste: «¡Malcrías al chico siendo tan indulgente!» Pero ahora el ídolo que se había erguido entre ellos no estaba y podían contemplarse mutuamente mucho mejor.
La habitación que ocupaban era un salón agradable y anticuado, con muebles de patas de araña: una espineta y una guitarra estaban colocadas en sus respectivos sitios, con gran número de partituras al lado de las mismas; había una alfombra de guirnaldas rojizas sobre fondo azul pálido, acanaladuras azules sobre la pared y tenues dorados en los muebles. Había también una enorme urna repleta de rosas ante el ventanal abierto por el que entraban un delicioso airecillo procedente del jardín, el gorjear de los pájaros disponiéndose a dormir en la hiedra cercana y, ocasionalmente, el repiqueteo de unas gotas de lluvia vertidas sobre el suelo al arquearse una rama con la brisa. La urna que estaba sobre la mesa era de plata antigua y la porcelana de gran valor. No había nada en la habitación que fuera para la comodidad del cuerpo, sino que todo consistía en un delicado refinamiento para gozo de la vista.
Un imponente silencio envolvía todo Hurly Burly excepto en el vecindario de los grajos. Todos los seres vivos habían padecido los calores del mes pasado, y ahora, en comunión con la naturaleza, recibían la bendición del aire refrescante con silenciosa paz. Los señores de Hurly Burly compartían aquel espíritu y no estaban muy locuaces durante el té.
—¿Sabes? —dijo al fin Mistress Hurly—, cuando escuché el primer trueno retumbar, pensé que era... que era...
La dama se detuvo. Le temblaron los labios y los aterciopelados lazos de su cofia se agitaron de consternación.
—¡Bah! —replicó el viejo Squire consiguiendo que su taza resonara sobre el platillo—. Deberíamos olvidamos de eso. No se ha vuelto a oír nada al respecto desde hace tres meses.
En ese momento un sonido ensordecedor llegó a los oídos de ambos. La dama se levantó de su asiento temblando y juntó las manos mientras que el líquido de la tetera inundaba la bandeja.
—Tonterías, mi amor —dijo el Squire—. No es más que el sonido de ruedas. ¿Quién puede llegar a estas horas?
—¿Quién puede ser en verdad? —murmuró la dama volviendo a sentarse con nerviosismo.
Al poco, la agraciada Bess, la de los pétalos de rosas, apareció en la puerta en un revuelo de lazos azules.
—Perdón, señora, una dama acaba de llegar y dice que la esperan. Ha preguntado por sus aposentos y la he conducido a la habitación que estaba dispuesta para Miss Calderwood. Le envía sus respetos, señora, y bajará a reunirse con usted enseguida.
El Squire miró a su esposa y ésta a su vez hizo lo mismo.
—Debe tratarse de un error —murmuró la señora—. Será alguna visita que viene a Calderwood o a la finca. Resulta muy curioso.
Apenas hubo hablado cuando la puerta se abrió de nuevo y la forastera apareció: era una criatura pequeña (difícil decir si se trataba de una mujer o de una joven), vestida con un ligero traje negro de seda, los hombros estrechos cubiertos por una esclavina blanca de muselina. Llevaba todo el cabello recogido en un moño alto, salvo un flequillo corto que le caía sobre la estrecha frente a dos centímetros de las cejas. Tenía la cara morena y delgada, los ojos negros y rasgados, las cuencas aún más negras, la boca grande, de aspecto dulce y melancólico. Era todo cabeza, boca y ojos; la nariz y la barbilla no tenían nada de particular.
La visita cruzó la habitación deprisa, hizo una pequeña reverencia de cortesía en medio de la sala y se acercó a la mesa, diciendo abruptamente con un suave acento italiano:
—Señor, señora, aquí estoy. He venido a tocar su órgano.
—¡El órgano! —dijo con voz entrecortada Mistress Hurly.
—¡El órgano! —tartamudeó el Squire.
—Sí, el órgano —dijo la damita extranjera, deslizando los dedos por el respaldar de una silla como si buscara las notas allí mismo—. No hace ni una semana que el apuesto signore, su hijo, se dirigió a mi casa donde he vivido enseñando música desde que mi padre inglés y mi madre italiana, así como mis hermanos y hermanas, murieran y me dejaran tan sola.
En este punto dejaron de tamborilear los dedos y se secó un par de lagrimones de cada ojo, con cada mano, tal y como lo hacen los niños. Pero enseguida los dedos se pusieron en movimiento nuevamente, como si sólo pudiera hablar la lengua al moverse estos.
—El noble signore, su hijo —dijo la mujercita, mirando confiadamente primero a uno y luego al otro, mientras que un luminoso rubor resplandecía en su piel tostada—, a menudo venía a visitarme antes de aquello, siempre por las tardes, cuando el sol era cálido y amarillo al entrar en mi pequeño estudio y la música henchía mi corazón y podía tocar magníficamente con toda mi alma. Entonces él solía venir y decirme: «Venga, pequeña Lisa, toca mejor, aún mejor. Tengo trabajo que ofrecerte para más tarde.» A veces decía: «¡Brava!» y otras: «¡Eccellentissima!». Pero una noche, la semana pasada, vino a verme y me dijo: «Ya es suficiente. ¿Me juras que harás lo que yo te pida, sea lo que sea?» Al decir esto cerró los negros ojos. Y dije: «Sí.» Y él dijo: «Ahora eres mi prometida.» Y contesté: «Sí.» Y él dijo: «Recoge tu música, pequeña Lisa, y márchate a Inglaterra a ver a mi padre y a mi madre que tienen un órgano en su casa que hay que tocar. Si se negaran a dejarte tocar, diles que fui yo quien te mandó que fueras y así te dejarán hacerlo. Tienes que tocar durante todo el día y levantarte por la noche para seguir tocando. Que nunca te rinda el cansancio. Eres mi prometida y me has jurado hacer mi trabajo». Dije: «¿Le veré allí, signore» Y él contestó: «Sí, me verás allí.» Dije: «Cumpliré mi promesa, signore.» De modo que, señor, señora, aquí me tienen.
La suave voz extranjera dejó de hablar, los dedos dejaron de tamborilear en el respaldar de la silla y la pequeña forastera miró consternada a sus oyentes que la escuchaban pálidos y nerviosos.
—Se confunde. Debe tratarse de una equivocación —contestaron ambos a la vez.
—Nuestro hijo —empezó a decir Mistress Hurly, pero se le contrajo la boca en una mueca, se le quebró la voz y miró con pena a su esposo.
—Nuestro hijo —siguió el Squire, esforzándose por dominar el temblor de su voz—, nuestro hijo hace tiempo que muñó.
—No, no —contestó la pequeña extranjera—. Si lo creían muerto, alégrense, queridos señores. Está vivo; está bien, fuerte y apuesto. No hace más que uno, dos, tres, cuatro, cinco (contando con los dedos) días que estuvo a mi lado.
—Debe tratarse de algún error extraño, una coincidencia fuera de lo normal —dijeron los señores de Hurly Burly.
—Llevémosla a la galería —murmuró la madre de este hijo que estaba muerto y vivo a la vez—. Aún hay luz para ver los cuadros. No reconocerá su retrato.
Los sobrecogidos cónyuges condujeron a su extraña visitante hasta una habitación larga y oscura en el ala oeste de la casa donde los tenues destellos del cielo que se oscurecía iluminaban todavía los retratos de la familia Hurly.
—Sin duda alguna nuestro hijo se parece a este chico —dijo el Squire, señalando a un joven rubio de rostro apacible, un hermano suyo perdido en alta mar.
Pero Lisa negó con la cabeza y se fue silenciosa de puntillas, de un cuadro a otro, escudriñando los lienzos y apartándose preocupada. Pero al fin un grito de gozo sobrecogió la habitación que se encontraba en penumbra.
—¡Ah, aquí está! ¡Miren, aquí está, el noble signore, el bello signore, ni la mitad de apuesto de como era hace cinco días cuando se dirigió a la pobre y pequeña Lisa! Estimado señor, estimada señora, ahora estarán satisfechos. Llévenme, pues, hacia el lugar donde se encuentra el órgano de modo que pueda comenzar a hacer cuanto antes lo que él me pidió.
La señora de Hurly Burly se agarró con fuerza al brazo de su marido.
—¿Cuántos años tiene, muchacha? —dijo con voz débil.
—Dieciocho —contestó la visitante con impaciencia, mientras se dirigía hacia la puerta.
—¡Pero si mi hijo lleva veinte años muerto! —replicó la madre desvaneciéndose sobre el pecho de su esposo.
—Manda que traigan el carruaje enseguida —dijo Mistress Hurly, recuperándose de su desvanecimiento—. La llevaré a Margaret Calderwood y ésta le contará toda la historia. Margaret conseguirá que entre en razón. No, mañana, no; no puedo esperar hasta mañana, pues queda tan lejos. Tenemos que ir esta misma noche.
La pequeña signora pensó que la dueña de la casa estaba loca, pero se puso la capa de nuevo obedientemente y se sentó junto a Mistress Hurly en el carruaje de la familia. La luna, que las contemplaba a través de la ventanilla durante el recorrido, no era más blanca que el rostro ajado de la esposa del Squire, cuyos ojos turbios y vidriosos la miraban fijamente en un estado de duda y asombro que le impedían poder articular palabra o derramar lágrima alguna. Lisa, también, desde su rincón, se recreaba con la luna, mientras que sus ojos negros brillaban repletos de sueños apasionados.
Un carruaje se alejaba de la puerta de los Calderwood al tiempo que el coche de los Hurly se paraba frente a los escalones de la entrada. Margaret Calderwood acababa de volver de una cena y ante la puerta abierta se podía ver una figura espléndida de mujer, alta, vestida de terciopelo marrón, con unos diamantes sobre el pecho que resplandecían a la luz de la luna, la cual también la iluminaba a ella en un haz que abarcaba desde los aleros de la casa hasta el mismo suelo. Mistress Hurly cayó en sus brazos abiertos con un gemido; entonces la robusta mujer condujo a su anciana amiga, como si de un niño se tratara, al interior de la casa. Se olvidaron de la pequeña Lisa, que se sentó contenta en el umbral para recrearse con la luna durante más rato y tamborear sonatas imaginarias en el escalón de la puerta.
Hubo lágrimas y susurros en la penumbra de la habitación iluminada por la luna a la que Margaret Calderwood había llevado a su amiga. Fue una consulta que duró bastante, al final de la cual Margaret, tras haber logrado calmar a la afligida mujer en un rincón tranquilo de la estancia, salió en busca de la forastera morenita e inoportuna que había llegado de ultramar con tan disparatadas noticias del mundo de los muertos.
La joven siguió a la dama por la escalera señorial de la elegante casa de los Calderwood hasta una amplia habitación donde una lámpara encendida le mostró, en caso de que le importara comprobarlo, que esta mansión era más rica y lujosa que la de los Hurly Burly. El mobiliario de dicha habitación la revelaba como el santuario de una mujer cuyos intereses en la vida dependían de los recursos del intelecto y el buen gusto. Lisa no se fijó en nada, excepto en un pedazo de galleta que había en un plato.
—¿Puedo cogerlo? —preguntó ansiosa—. Hace tanto tiempo que no como. Estoy hambrienta.
Margaret Calderwood la contempló con una triste mirada maternal y, separándole el flequillo de la frente, la besó. Lisa la miró con asombro, devolviéndole la caricia con ímpetu. Los anchos hombros de Margaret, su cara de Madonna y su rubio cabello trenzado la dejaron extasiada. Pero cuando le trajeron comida se abalanzó sobre ella y se la comió.
—¡Es mejor de lo que he comido nunca en casa! —dijo agradecida. Y Margaret Calderwood murmuró—: ¡Al menos goza de buena salud física!
—Y ahora, Lisa —dijo Margaret Calderwood—, cuéntame toda la historia del gran signore que te mandó que vinieras a Inglaterra a tocar el órgano.
Entonces Lisa se colocó con sigilo detrás de una silla y los ojos le empezaron a chispear y los dedos a tamborear, mientras repetía su historia al pie de la letra, tal y como la había contado en Hurly Burly.
Cuando hubo terminado, Margaret Calderwood empezó a pasear arriba y abajo por la estancia con cara de preocupación. Lisa la miraba fascinada y, cuando le pidió que escuchara la historia que iba a contarle, la joven juntó las incansables manos dócilmente y se dispuso a hacerlo.
«Hace veinte años. Lisa, Mr. y Mrs. Hurly tuvieron un hijo. Era hermoso, como ese retrato que viste en la galería, y poseía además un talento extraordinario. Su padre y su madre lo idolatraban y los que lo conocían se sentían obligados a amarle. Yo era entonces una joven feliz de veinte años. Era huérfana y Mrs. Hurly, que había sido amiga de mi madre, fue como una madre para mí. A mí también los amigos me mimaban y dispensaban muestras de cariño, y era muy rica pero yo sólo valoraba la admiración, y las riquezas (el legado que me había tocado) sólo en la medida en que merecían la pena a los ojos de Lewis Hurly. Yo era su prometida y futura esposa y le amaba.
»Todo el cariño y muestras de orgullo que le prodigaron no impidieron que se echara a perder ni que se abandonara cada vez más a la maldad, hasta que incluso aquellos que más le amaban desistieran en su empeño de verle algún día regenerado. Le rogué entre lágrimas, por mí, si no por su desconsolada madre, que se salvara antes de que fuera demasiado tarde Pero horrorizada comprobé que había perdido todo mi poder, que mis palabras ni siquiera le conmovían, que ya no me amaba. Intenté pensar que se trataba de algún brote pasajero de locura y me aferré aún a la esperanza. Al final, su propia madre me prohibió verle.»
Llegada a este punto, Margaret Calderwood se detuvo, al parecer como consecuencia de algún pensamiento amargo pero prosiguió:
«Él y su pandilla de amigos íntimos, que se hacían llamar “El Club del Diablo", tenían por costumbre gastar toda clase de bromas profanas en el campo. Organizaban juergas sobre las tumbas del cementerio del pueblo: llevaban hasta allí a ancianos y niños desamparados para torturarlos haciéndoles creer que los enterrarían vivos, o desenterraban a los muertos y los sentaban alrededor de las tumbas simulando una fiesta. En una ocasión, se celebró en el pueblo un funeral muy triste. Trasladaron al difunto a la iglesia y se leyeron los responsos de cuerpo presente, mientras que el pariente más cercano, el anciano padre del difunto, lo soportaba llorando. En medio de esta escena solemne resonó de repente una melodía profana procedente del órgano y se oyeron gritos que entonaban una canción de borrachos. Un gemido de condena surgió de la muchedumbre. El clérigo se puso blanco y cerró su libro de oraciones, y el viejo, el padre del difunto, subió las escaleras del altar y, levantando los brazos al cielo, profirió una maldición terrible. Maldijo a Lewis Hurly eternamente y maldijo el órgano que tocaba, que ojalá permaneciera en silencio en lo sucesivo salvo cuando lo tocaran los dedos que lo habían profanado, esos dedos que ojalá tuvieran que tocar para siempre hasta que se entumecieran con el rigor de la muerte. Y la maldición pareció funcionar, porque el órgano enmudeció en la iglesia desde aquel día, excepto cuando lo tocaba Lewis Hurly.
»Haciendo un alarde, a Lewis se le ocurrió la fanfarronería de que desmontaran el órgano y lo llevaran a casa de su padre, ordenando que lo dispusieran en la habitación donde se encuentra ahora. También fue una fanfarronería tocarlo todos los días. Pero, poco a poco, el tiempo que le dedicaba empezó a prolongarse rápidamente. Le dimos muchas vueltas a este capricho, que era como nosotros lo llamábamos, y su pobre madre dio gracias a Dios porque se apasionara con una ocupación tal que le evitara problemas. Yo fui la primera en sospechar que no se quedaba aporreando el órgano durante tantas y penosas horas por voluntad propia mientras sus amigos íntimos intentaban en vano apartarlo de aquello. Solía encerrarse en la habitación con el órgano, pero un día me escondí entre las cortinas y vi cómo se retorcía en su asiento y le oí gemir al mismo tiempo que luchaba por arrancar las manos del teclado, a donde volvían cual si de una aguja atraída por un imán se tratara. Enseguida se pudo comprobar que se había convertido en esclavo del órgano, privado de voluntad propia; pero si se trataba de un ataque de locura o de algún fenómeno sobrenatural que tuviera su origen en la maldición del viejo no nos atrevíamos a decir. Pronto hubo un tiempo durante el cual el retumbar del órgano nos despertaba de nuestro sueño por las noches. Tocaba ahora día y noche. Rechazaba la comida y el descanso. Se fue poniendo demacrado. Le salieron ojeras, le creció la barba y se le salían los ojos de las órbitas. Se le consumió el cuerpo y los dedos se le retorcieron como si de las garras de un pájaro se tratara. Gemía lastimosamente allí encorvado sobre su cruel y agotadora labor. Todos, excepto su madre y yo misma, tenían miedo de acercársele. Esta última, la pobre y dulce mujer, intentaba meterle vino y comida entre los labios, mientras que aquellos torturados dedos se arrastraban sobre el teclado; pero a él sólo le rechinaban los dientes echándole maldiciones y ella se alejaba aterrorizada para rezar. Al final, un día terrible, nos encontramos con un espantoso cadáver tirado en el suelo delante del órgano.
»A partir de aquella misma hora, el órgano enmudeció cuando lo tocaban. Muchos, que no querían creerse la historia, se esforzaron con ahínco para arrancarle algún sonido que otro, pero fue en vano. Sin embargo, cuando se cerró y abandonó la oscura y vacía habitación, escuchamos tan fuerte como siempre aquellos sonidos familiares zumbando y retumbando a través de las paredes. Día y noche los tonos del órgano resonaron como antes. Parecía que la condena de aquel desgraciado no se hubiese cumplido, aunque su torturado cuerpo se hubiera consumido en la terrible lucha por cumplirla. Incluso su propia madre tenía miedo de acercarse a la habitación después de aquello. Así transcurrió el tiempo y la maldición de esta música perpetua no desaparecía de la casa. Los sirvientes no duraban nada en la casa. Las visitas la esquivaban. El Squire y su esposa abandonaron su hogar durante años y volvieron; lo dejaban y regresaban de nuevo, para encontrarse con que aquellos terribles sonidos aún perseguían incesantes sus oídos torturados y sus corazones oprimidos. Por fin, hace unos meses, encontraron a un hombre santo que se encerró en la habitación maldita durante vanos días rezando y luchando con el demonio. Después de que éste terminara y se fuera, los sonidos cesaron y el órgano no volvió a oírse. Desde entonces ha reinado la paz en la casa. Y ahora, Lisa, tu extraña aparición y tu singular historia nos han convencido de que eres víctima de un ardid del Diablo. Que te sirva de advertencia, busca la protección de Dios para que puedas salvarte de las temibles influencias que se traman en tomo a ti. Ven...»
Margaret Calderwood se volvió hacia el rincón donde estaba sentada la forastera suponiendo que estaría escuchándola atentamente. Pero la pequeña Lisa estaba profundamente dormida con las manos extendidas delante de ella como si estuviera tocando un órgano en sus sueños.
Margaret acercó la cara suave y morena a su regazo y le besó las henchidas sienes exaltadas por el asombro y la fantasía.
—¡Te salvaremos de un horrible destino! —murmuró, y llevó a la joven a la cama.
Por la mañana Lisa se había ido. Margaret Calderwood se dirigió bien temprano al cuarto de la chica y encontró la cama vacía.
—¡Es tan alocada —pensó Margaret—, que se habrá levantado al amanecer para escuchar las alondras! —y salió a buscarla a los prados, tras los setos de hayas, y en el parque de la casa. La señora Hurly, desde la ventana de la habitación donde se servía el desayuno, vio a Margaret Calderwood, alta y rubia, con un vestido blanco de mañana, por el sendero del jardín entre los rosales, su atuendo salpicado por el rocío y una mirada de preocupación en su cara serena. La búsqueda había sido infructuosa. La pequeña extranjera se había esfumado.
Una segunda búsqueda, después del desayuno, resultó también inútil, y por la tarde las dos mujeres volvieron juntas en coche a Hurly Burly. Allí todo era pánico y agitación. El Squire estaba sentado en su estudio con las puertas cerradas y las manos en los oídos. Los sirvientes, con los rostros pálidos, formaban corros cuchicheando. El órgano encantado estaba resonando por toda la casa como antaño.
Margaret Calderwood se apresuró hacia la habitación fatídica, y allí, sin lugar a dudas, se encontraba Lisa sentada sobre el taburete alto delante del órgano, golpeando el teclado con las manitas, su figura menuda balanceándose y la luz del atardecer acariciándole la extraña cabeza. Arrancaba una música dulce y sobrehumana del quejumbroso corazón del órgano, melodías arrebatadas que alcanzaban culminantes puntos de éxtasis hasta caer en lúgubres profundidades. Tocaba desde Mendelssohn a Mozart y de Mozart a Beethoven. Margaret se quedó fascinada durante un rato por la belleza de los sonidos que escuchaba, pero, sobreponiéndose rápidamente, rodeó con los brazos a la joven intérprete obligándola a abandonar la habitación. Lisa volvió al día siguiente, sin embargo, y no resultó fácil persuadirla para alejarla de nuevo de su puesto. Día tras día se afanaba en su tarea por tocar el órgano, volviéndose cada vez más pálida y delgada y con un aspecto cada vez más extraño a medida que transcurría el tiempo.
—Trabajo tanto —le dijo a Mrs. Hurly—. El signore, su hijo, ¿está satisfecho? Dígale que venga y me diga él mismo si resulta de su agrado.
Mistress Hurly enfermó y guardó cama. El Squire lanzaba maldiciones contra la extranjera descarada y se iba de la casa. Margaret Calderwood fue la única que se quedaba aguardando el destino de la pequeña organista. La maldición del órgano se había apoderado de Lisa. Hablaba por sus manos y sus manos no eran más que meras esclavas.
Por fin la joven anunció con entusiasmo que había recibido la visita del valiente signore, que le había elogiado su perseverancia, diciéndole que trabajara aún más. Después de aquello dejó de mantener ningún contacto con el mundo de los vivos. Una y otra vez Margaret Calderwood abrazaba aquel frágil cuerpo y se la llevaba a la fuerza, cerrando con llave la habitación fatídica. Pero cerrar la habitación y esconder la llave no servía de nada. La puerta se abría de nuevo y Lisa volvía a su tarea en el taburete.
Una noche, al despertarse a causa del retumbar y los quejidos del órgano que tan familiares resultaban ya, Margaret se vistió apresuradamente y se dirigió a la habitación profana. La luz de la luna iluminaba la escalera y los pasillos de Hurly Burly. Brillaba sobre el busto de mármol del fallecido Lewis Hurly colocado en la hornacina encima de la puerta del saloncito de su madre. La habitación del órgano estaba totalmente iluminada por aquella luz cuando Margaret empujó la puerta y entró; estaba iluminada totalmente por la pálida y verde luz de la luna que entraba por la ventana, que se entremezclaba con otra luz, un resplandor mortecino y pálido que parecía envolver a una sombra oscura que recordaba la figura de un hombre junto al órgano y ponía de relieve, de un modo asombroso, la forma menuda de Lisa que se retorcía, más que balanceaba, hacia delante y hacia atrás como si estuviera agonizando. Los sonidos que procedían del órgano resultaban entrecortados y sin significado alguno, como si las manos de la intérprete se hubieran quedado rezagadas y tropezaran con las teclas. Entre cada acorde intermitente Lisa lanzaba lamentos quejumbrosos, mientras que la siniestra figura se inclinaba hacia ella con gestos amenazantes, temblando por el malestar que produce el miedo a lo sobrenatural pero aún con voluntad propia, Margaret Calderwood avanzó sigilosamente a través de la luz fulgurante y quedo a su merced. Ésta se hacía cada vez más patente, deslumbrándola y cegándola al principio, pero, enseguida, armándose de valor alzó los ojos y contempló la cara de Lisa convulsionada por la tortura en aquel resplandor candente y la figura y los rasgos de Lewis Hurly inclinándose sobre ella. Se sintió horrorizada, pero aún así no perdió su sangre fría. Rodeo a la desgraciada joven con sus fuertes brazos y la arranco de su asiento llevándosela fuera del influjo de la luz fulgurante, que inmediatamente palideció y se desvaneció. La condujo a su propia cama donde Lisa, tendida, un mero despojo humano, estuvo delirando acerca de la crueldad del despiadado signore que no reconocía que estuviera totalmente entregada a su trabajo. Sus pobres manos retorcidas seguían golpeando la colcha como si aún estuviera entregada a su angustiosa tarea.
Margaret Caldenvood le refrescó las ardientes sienes y colocó flores recién cortadas sobre la almohada. Abrió las cortinillas y las ventanas y dejó que entrara el aire dulce de la mañana y la luz del sol. Después contempló el cielo recién amanecido con su flagrante y esperanzadora promesa del día venidero, así como los campos bañados por el rocío y, mas lejos aún, los oscuros y verdes bosques cubiertos aun por la niebla color púrpura, y rezó para que de algún modo se le indicara cómo poner fin a aquella maldición. Rezo por Lisa, y después, estimando que la chica estaba descansando un tanto, salió discretamente de la habitación. Pensó que había cerrado la puerta con llave.
Bajó las escaleras con el rostro pálido, aunque mostrando determinación, y sin consultar a nadie mandó que trajeran del pueblo a un albañil. Después se sentó junto a la cama de Mistress Hurly y le explicó lo que había que hacer• Al poco tiempo Margaret se dirigió a la puerta de cuarto de Lisa y, al no escuchar ningún ruido, pensó que la chica estaría durmiendo y se marchó discretamente. Al rato, bajó las escaleras y vio que el albañil ya había llegado y empezado su tarea, que consistía en tapiar la puerta de la habitación del órgano. Era un trabajador rápido, de modo que la estancia quedó pronto sellada con piedra y argamasa del modo más seguro posible.
Al ver el trabajo terminado, Margaret Calderwood fue a la puerta de Lisa a escuchar y, al no oír de nuevo ningún ruido volvió y se sentó junto a la cama de Mrs. Hurly una vez más. Fue por la tarde cuando al fin entró en su habitación para asegurarse de que Lisa dormía cómodamente. Pero encontró la cama y la habitación vacías. Lisa había desaparecido
Entonces empezó la búsqueda: escaleras arriba y abajo, por el jardín, por la casa, por los campos y los prados. Ni rastro de Lisa. Margaret Calderwood mandó que trajeran el carruaje y que condujeran hasta Calderwood para ver si aquella ilusión óptica extraña y escurridiza se había ido allí. Después fue al pueblo y a otros muchos lugares del vecindario hasta los que parecía imposible que hubiera llegado. Preguntó por todas partes. Meditó perpleja sobre todo aquello y se rompió la cabeza intentando descifrar el asuntó. Teniendo en cuenta el débil y lamentable estado en el que se encontraba la chica ¿hasta dónde podría haber llegado?
Después de dos días de búsqueda, Margaret volvió a Hurly Burly. Se sentía triste y cansada. La tarde había refrescado. Se sentó junto a la chimenea envuelta en su chal cuando la pequeña Bess se le acercó llorando, escondiendo el rostro en el delantal de muselina:
—Si no le importa hablar con Mistress Hurly sobre el asunto, por favor, señora -dijo-. La quiero mucho y se me rompe el corazón al tener que irme, pero el órgano no deja de tocar, señora, y estoy muerta de miedo, así que no puedo quedarme.
—¿Quién ha oído de nuevo el órgano? Y ¿cuándo? -preguntó Margaret Calderwood levantándose.
—Ay, señora, lo escuché la noche que usted se marchó la noche después de que se tapiara la puerta.
—¿Y no ha vuelto a escucharse desde entonces?
—No, señora —dijo titubeando—, desde entonces no ¡Chis! Escuche, señora, ¿no es eso que suena ahora el sonido del órgano?
—No —contestó Margaret Calderwood—, es sólo el viento —pero tan pálida como la muerte, bajó corriendo las escaleras y puso el oído en la argamasa aún fresca de la recién construida pared. Todo estaba en silencio. No se oía ningún sonido excepto el procedente de fuera del monótono ulular del viento entre los árboles. Entonces, Margaret empezó a arremeter con su frágil hombro contra la sólida pared e intentó quitar el mortero rascando con sus propios dedos blancos y a llamar a gritos al albañil que había tapiado la puerta.
Era medianoche, pero el albañil abandonó su cama en el pueblo y obedeció a la llamada procedente de Hurly Burly. La mujer pálida se quedó mirando cómo el hombre deshacía todo su trabajo de hacía tres días, mientras que los sirvientes formaban corros temblando, preguntándose qué pasaría después.
Esto fue lo que pasó después: cuando el hombre hizo una abertura, entró en la habitación con una luz. Tras él iban Margaret Calderwood y los demás. Una especie de bulto negro reposaba en el suelo al pie del órgano. Se oyeron muchos gemidos en la fatídica habitación. ¡Allí estaba la pequeña Lisa muerta!
Cuando Mistress Hurly se recuperó, el Squire y su esposa se fueron a vivir a Francia donde se quedarían hasta su muerte. Hurly Burly permaneció cerrada y desierta durante muchos años. Recientemente ha pasado a manos de nuevos propietarios. Han desmontado el órgano y lo han hecho desaparecer y la habitación es ahora un dormitorio que se ha convertido en el más lujoso de toda la casa. Pero nadie duerme allí nunca más de una vez.
Enterraron a Margaret Calderwood el otro día. Era una mujer muy anciana ya.



JENI OLIN [13.114]

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Jeni Olin

Houston.  EE.UU.  Suele escribir desde un registro bastante relacionado con el de los poetas asociados a la New York School. La estética de sus poemas, también, parece derivar del collage y el cutup. Olin es una joven poeta oriunda de Houston. Obtuvo una licenciatura y una maestría en Naropa University (Boulder, Colorado), la legendaria universidad budista fundada por Allen Ginsberg y Anne Waldman. Ha publicado Blue Collar Holiday (2005) en colaboración con Larry Rivers y Hold Tight: The Truck Darling Poems (2010). Reside actualmente en la ciudad de New York. Tony Towle escribió sobre Blue Collar Holiday: “Los poemas de Jeni Olin están llenos de episodios emocionales y fuertes, a veces, turbulentos sentimientos, que ella ilumina con apremiante ironía y brillante despreocupación”.

Jeni Olin was born in Houston, and studied in North Carolina and at the Naropa Institute. Her first book, A Valentine for Frank O'Hara, is an homage poem. Her work has been published in The Hat, Exquisite Corpse, and Blue Book. She lives in Manhattan.

Los primeros dos poemas que, a continuación, traduzco son tomados del libro Blue Collar Holiday, el tercero y último proviene de una plaquette titulada The Pill Book (2008).
[Eternal Typewriter
Poesía en traducción. Taller. Dayana Fraile, autora del libro de cuentos Granizo (2011) galardonado y editado por la I Bienal de Literatura Julián Padrón, y Guillermo Parra, poeta y traductor, traducen en conjunto poetas angloparlantes de vanguardia.]




Meryl Streep

Besar hombres es como comer pan blanco sin nada de ropa
Invierno. Aburrimiento carnal. Pesado como semilla de algodoncillo
En un tímido mundo de neutrones. La duda física es ser 
Irónica consigo misma. Llena de gracia, “caí por”
El sistema dolor de cabeza. La única verdad es el estilo es lo que
Le estaba diciendo –Que feldespato causa fatiga
Como direcciones de escena para un niño con un riñón, alicaído
O falsamente animado, como en fin de semanas de divorciados
Con Memorias de África, la foto de la estación   en la cual todos se acercan
A un anexo & muestras de sangre, o pasividad tipo clases de Lamaze
Como Meryl Streep después de una sífilis muy grave, conductas fáciles
Con la plataforma de baño & el desenlace, floreciendo
Sin esfuerzo como un vegetal secreto añorando la muerte
“Bomboncito”, él dijo, “aquí es
           donde yo
Desaparezco por algunos momentos, quiero que seas valiente”.
Para que cualquiera que esté mirando hacia adentro sólo vea el archipiélago
Eso es Meryl –la pálida Meryl a través de ásperas paredes:
“Soy de una torsión una cosa bella para que la luz se prenda”
… dibujos de pincel & tinta de armatostes alentándola





Un buen año abajo

New York no me aceptará a este peso &
Madres de los desaparecidos ya no vienen por
Aquí más. Te dije tu eres empleada de limpieza verdad
Con manchas de té Lipton & la Clase dirigente
Seriamente atraída. Él dijo: No
Estoy volteando las camas. Ahora es mi turno
En la cama con una hermosa furia americana
Como morenas con sudores nocturnos. Mi amor
Semiprecioso & alucinado
En la temporada del hombro nosotros resistimos
Aunque yo soy sombría & no tengo drogas
Trasvasado detrás de la pascua rosada
Falsifico un optimismo
Sólo para respirar –Sólo pensando en él por una vez &
El judío errante que comió mi amanecer
Pero conozco flores como Zorro fue mi papá
Aquellas guirnaldas de delgados siseos láser
Y con el “sensual isoterma
De la semiótica” nosotros nos encontramos de nuevo en el Kiev
Para revisar la química. Ellos traen las luces
Sobre esos pasteles de cerezas & como criogénicos
Más o menos funciona. Esta vez mi amor
La muñeca de sal de la noche nos alienta
Derecho hacia el atracadero del zepelín
Con-ella-tiene-un-poco-de-casimaldita-en-ella-
Como-cuando-muere-una-nube interpretada como
Bueno, está bien, he visto cosas peores.




Wellbutrin

“Cuando comprendí que el absoluto no estaba sino en la renuncia, me dediqué a las apariencias”

Yo tengo un “estúpido pequeño corazón” pegajoso y pesado como el arroz
& es tan franco como una logia masónica
tu leche como suero blanqueador de dientes o el rastro de un caracol en la blanca china
cero abortos, cero dependientes & económicamente estable
en un modo de casi-Geisha. Yo derrocho sushi y algas
Tu romantizas el proletariado,
Las estrellas bloquean mi camino hacia ti, tu alfabeto vatídico es mi sangre y mi electrocardiograma
Saltar como las notas de un buque para el tema musical de Peanuts
Algunas veces yo sólo me paralizo y el perro de mi imaginación es convocado
Hogar después de la oscuridad. Otras veces, yo disfruto las esposas trofeo en el área alrededor de la piscina: tempura humana vuela hacia la costa de Amalfi, tragas píldoras y te esfuerzas por elevarte encima de todo.
Un par de bistecs, quizás un poco de anticongelante, navidad en Tokyo
Donde las flores del cerezo caen bajo la sombra de la nieve
Como las sombras proyectadas por las pestañas! Si yo tuviera un millón de dólares, quiero decir, sino estuvieran atados a pagarés, yo le daría a todos los poetas dos semanas en la luz del día del Pacífico.





Stick-up

Thanks for the novel on Catherine the Great.
I was greatly relieved to discover there are fates
far worse than blackness, the clap. Though
nobody knows what they are...
& so come to shepherd me across a stretch of wicked terrain
more limp-wristed wives blackballed from the Bath & Tennis Club.
“O the girls used to dot their i’s with hearts” & their hearts just
break like chocolate, sharp & warm
& exclusive like after-swim bowel movements.
White Castle burgers. High-class poo-poo.
I am assaulted by a cohesive mass
of confidence & steal lines, long & thin
like stringy hemorrhoids or cowboy ties.
I choose not to think of it as plagiarism but as “synchronicity” as in:
Christ was born on a bank
holiday & died on a bank
holiday & I’m worrying about my hedge fund
when a voice blurts out, You could have got salvation,
tri-color pasta if you had waited but since you acted
the way you did you get nothing!





“Honey Kept Saying Primo Levi Was an Accident”

Honey kept saying Primo Levi was an accident
& “about as scary as a glass of orange juice”
Orange Jews he kept saying when I asked for a raise, high
& seedy love to be gathered & dispersed
like diaphanous monks or politics
I never wanted to fight the war against m.s.
I am trying to live with myself in critical care
in Chelsea room #224 minus the bladder control of cub scouts
Did a dog fall out that window I sort of understand
child leashes on Manhattan streets
like a bravura brushstroke, one little dash right here
& it’s all over I defend blindly whatever
brings me money. Well there’s nothing
wonderful in that I really should stop
with the queer diction it’s 1999 but I got laid
in heaven & must rage on as such
against the dying of the light, etc.





A Good Year Down

New York will not accept me at this weight &
mothers of the disappeared don’t come ’round
here anymore    I said you’re housekeeping aren’t you
with Lipton tea stains & the Establishment
seriously attracted He said  No
I’m turning down the beds   Now it’s my turn
in bed with a beautiful American rage
like brunettes with nightsweats    My love
semi-precious & stoned
in the shoulder season we hold on
thought I am dismal & have no dope
Siphoned off behind pink Easter
I fake an optimism
just to breathe    Just thinking of him for once &
The Wandering Jew that ate my sunshine
but I know flowers like Zorro was my dad
those garlands of thin hissing lasers
So with the “sexy isotherms
of Semiotics” we meet again at the Kiev
to check chemistry    They bring the lights
down on those cherry pies & like cryogenics
it sort of works    This time my love
the salt doll of night egging us on
straight to the zeppelin mooring
with she-has-a-bit-of-the-neardamned-in-her-
like-when-a-cloud-dies    construed as
Well, alright, I’ve seen worse






Vanishing Point

Depressed like cabin air & passing out
peach-tinted hygiene manuals
          on westside highway I lead men on
like the Virgil of the garment district:

Now this lovely structure on your right
is baby’s jeans & a struggling pyramid of girls & oh
well I understand his orphans with my gun like cinema verité

shot through with lower-functioning inmates –
          with the “inkings of Scandinavian malaise” & whatnot
I go see art & feel priceless but to be a good sport you have to lose
          & lose value like junk bonds he likes to “sit back & watch ‘em grow . . .”

The Met stuffed with alabaster tits I left alone, sexy & mightily unDutch

Mastered, set fire to a batik picture
          of Mother Chelsea the Pitiless who wasn’t sickle-
          cell white & incontinent & Dia-funded

I stood in his cloud shirt by myself

cursed to stalk the night through all eternity & original so on
through the small ballet company of stocking runs & upset

nuns down Sixth Avenue, John Wieners,
the Americas breaking apart so I can feel this sinuous & partial wind
          like lyme disease with a drip in the arm & the sky is falling.






High Art and Cedar

          1

An artistic, unbalanced boy
          given to colitis, anorexia,
                    shingles, heartbreak, piles,
three chords for each disease,
          and after? Philip Glass
                    just wept & wept.
and what of me?
          “Fall.” I leaned down,
              knew you, boyish, angular,
over fish & chips
          as over the frozen corn fields,
                    a red sun rose
dilettantish
          in its insistence, touching,
         risqué in failure.

We did have a very nice time.

It would be so easy to stay but
          was it Sal Mineo in the doorframe?
                    I knew you felt like that.

And so my hell is hardly there.


          2

Like a Goya noon
   of excessive leaf-drop
                    or an intense plate of oysters,
connecting a figure & a background,
          I am always sick
                    in time.
Too, there is space
          disappearing,
                    thin as monks
between winter pines.
          They were sweet
                    when I pressured them
but we had to cry a lot.
          You could lose
           your mind in their loving
(monks, not pines)
as though it weren’t
                    the end of the world
of latchless aviaries.
          And the Beatrix Potter show
          we attended
at the Morgan Library –
                    the smudged mothers
                              muscular as dusk
in Tolstoy.
          It seems I resisted
                    when evening fell
myself, intensely Anna
          over the years,
to help care for Anna
          with her neurotic fear
                   of kids and sprinklers.



          3

Our fragility, our bravado:
          Well, Christ, honey,
                    this hair and these words
are all we got.
          Enjoyable, yes;
        and so is divine Anna,
in her peeled doorlight, still
          in the throes
                    of a modernist
prejudice against
      figuration.
                    To say something obscure
and never return to it –
          a colophon of our indiscretions
        like the green carnations
of Oscar Wilde
          or the forgotten logic
                    of The Good Earth:
Why didn’t they just sell the farm
          and move to the city,
                    if it was all that bad?



          4

          I seem to mean my lies
or that I so very much
          need this image
         not to be true:
a pile of wallboard,
          not yet unpacked
  outside the Howard Johnson’s
in Rochester
          and beside that,
                    a small girl sucking her thumb
through a frayed arm cast
          the color of mackerel.
                    “Elle n’est pas artiste,”
in definitive tones,
      her silence enervated
                    though porous
as tiny cork castles
                    in Chinatown
                              drugstores.



          5

We were shanghai’ed into this
          meaning, a heritage of tears
                    particular to the hells
we’re peopled with.
          How is it then
                    I found you through skies
so bright if our veins
          hadn’t stolen
                    the purest blue first?
Milky, as dropped aspirin
          in a child’s sweaty hair,
                    like Vietnam:
“Never should have been there,
          seen such...” a vulgar comparison,
   I know that,
but to have renewed,
          with this error, the reckless sorrow
                    of a poem at its close,
as always, second from last
          in the sack race,
                    yours but only just.





Don't Send Me Flowers

My boyfriend, the Infidel, is dying of old age
so I am praying to Virginia Woolf to soften his heart.
I had to kill a lot of impulses to get to him & his point of misery.
A black cloud chased me with erotic intention then.
My vanity drove me to the ends of the earth
in search of nubile flesh & my runny little heart
slid back & forth along the glamour axis
that is the Rivers’ Divide – an iffy affair flecked with grief.
I fled to a Mexican isle just to lose my honky pallor
turn the faint & dirty mimeograph
red of nipples, die on the line if I recall
there was a bandaged harem somewhere in the background
brownout, sparklers, girls with organic breasts
ducking through oyster fog...
The subject of the mural was the Apocalypse & I think
you handled the destruction of the world
as gently as possible Honey I
am really bawling now, can’t get through –
we’re both sticking to our guns
but I’m loaded, really bombed, shot up
all night with the horrors though my cousin,
my gastroenterologist says I’m fine inside.






Blue Collar Holiday

And if I feel like a woman looming over Lautrec
with water weight & panties and murderous fuschia underfoot
those dying balloons on Job’s Lane sag around like saline breast implants
and pineal sunbeams sneak through my hair
dirty but focused as screwy detectives or Plexiglas
I go to pieces in my adolescent pine
amid blackheads, seltzer, a cold front
falling into a decline
like ladies on the prairies used to
in the klieg-lit house with the deodorant cakes in the upstairs johns
and the foam-core ass on “Bad Secretary” in the living room
and the foam-core bird paintings in the klieg-lit kitchen
warm & endangered as an Orca whale float,
pollen & Coronas, in the foggy autumn
and the thin nude branches all snow-furred
like an X-ray of infant bronchitis. Wrist-slitting stuff.
My honey chapstick stinks of piss & menstrual sharkfear
but like the alpha male in Brownie troops ankled in mud
I sit tight, coping, & spit. The Mormons taught me
to have fortitude when I am in the right & right now
I stand stalwart as lung-colored support hose
in a French sex & death-er for readers under twelve
My Indian name is “Little Hard-Core” I yank on a blue collar
since we have so many blue-collar holidays
salute myself for alpinism – just being high really
& degrees of cousinage even misty like this.




PEDRO ENRIQUE RODRÍGUEZ [13.115]

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Pedro Enrique Rodríguez 

(Maracay, Venezuela 1974) es psicólogo, profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, es autor de los libros Oficio de lectores – Textos de detectivismo literario (2008) y El silencioso vuelo de los peces (2009). Fue ganador del Concurso de Poesía José Barroeta 2012, convocado por la IX Bienal de Literatura Mariano Picón-Salas, con el poemario La fugaz caligrafía del resplandor.


Pedro Enrique Rodríguez ganó el II Premio Equinoccio de Poesía Eugenio Montejo, 2014
Antiguas Postales del fin del Mundo: 



1.

En los años noventa,
poco antes de que se acabase el mundo,
las páginas culturales de los periódicos
(las mismas mariposas sucias de Tranströmer)
nos daban los partes del Apocalipsis.
El hombre, nos decían, había muerto.
También estaba muerta la historia,
el futuro, los conceptos.
Los lentos suplementos culturales
hacían las veces de páginas de sucesos.
Yo las imaginaba escritas por un comisario Treviranus,
triste y somnoliento,
quien redactase sus noticias en mangas de camisa
mientras un viejo tocadiscos RCA Victor
dejaba sonar un suspiro de Debussy
y un lejano estuario brillaba como arena del desierto.

Eran los tiempos de la historia policial
ilustrada con los cuadros de De Chirico.
De toda la taimada genealogía de los disparos de nieve.
Estábamos suspendidos en el centro de la nada.
Imitábamos a una ráfaga de lluvia
que se estrella contra la superficie del parabrisas
en una carretera sola del Canadá.
El final era eso. Esa quietud.
Esa desoladora trivialidad.

Me pasaba casi todo el día en una universidad,
en su biblioteca, en sus salones espaciosos y fríos,
en los cubículos de sus salas de estudio,
o tumbado en la grama bajo las ceibas
mirando el paso de las nubes.
Leía, leí, todos los libros que me fueron posibles.
En el fondo, buscaba a Mesopotamia.
La imagen de una ciudad que descubrí,
aun sin saberlo, muchos años antes
cuando era todavía un niño
en el último filón de una ciudad
incendiada por el color rojo de la tarde,
por una melancolía que solo era mía;
un mundo donde habitaba una madre triste y sola,
un padre que fumaba un cigarrillo tras otro
mirando caer la tarde,
intentando comprender la magnitud de su derrota.

Yo leía a Lyotard. Leía a Vattimo.
No les creía ni una palabra.
Fumaba mucho también.
Ignoraba que, a su manera, quería inventarme
algún gesto que pudiese diferenciarme de mi padre.

A veces, solo a veces,
intentaba hacer círculos de humo.
Un fantasma que se dibuja en una falsa bruma.
Así me sentía.
Buscaba fuerza para aprender alemán,
pero no la encontraba por ninguna parte.
Si el hombre estaba muerto,
pensaba entonces,
en verdad se le veía igual que siempre.






2.

Durante años visité una costa amplia y feraz.
Una bahía rumorosa.
A veces, en las tardes
la radio del corredor sintonizaba los ecos
de alguna emisora de las Antillas.
Curaçao, Aruba, quizá Bonaire.
Patois, holandés, variantes de un inglés nasal en amplitud modulada.
Me habían dicho que las ondas se atrapaban mejor en las noches.
A veces captaba las canciones de las novelas de la época.
Cantantes italianas que cantaban al amor y a la nada
sabiendo que ya lo habían perdido todo,
que estaban condenadas a envejecer solas y en silencio
tomando Campari y escuchando las canciones de Edith Piaf.
Una voz espectral leía poemas de Andrés Eloy Blanco
y, al otro lado del transistor,
yo le imaginaba con patillas como chuletas
vestido con un flux color crema y zapatos de patente.

Todo era, al anochecer, un playón inmenso y plano
repleto de casas con bombillas de un amarillo melancólico,
aguas empozadas donde los ranuecos
se ahogaban sin prisa dentro de la luna.
Corredores tristes y solos, aromatizados por discos de repelentes
que se quemaban en la oscuridad como cigarrillos asmáticos.
Todas las casas escondían lo mismo:
Balsas desinfladas, máscaras de buceo, bombas de aire.
Casas solas y distraídas en las que era preciso asolar la hierba
una y otra vez, con la obstinación de la Conquista.
Casas repletas de corredores, alcayatas, cocinas de juguetes.
En las noches, pequeñas parrilleras
con la forma de un Steel Ban
se encendían para asar trozos de carnes rojas y estriadas,
chorizos, vísceras que iluminaban los rostros
de los niños curiosos
como en un remoto cuadro del Greco.

La casa de mis tíos olía a la madera de los muebles.
Al lento reposo de las camas semiortopédicas.
Alirio, Aura, mamá, todavía eran jóvenes
y conversaban hasta tarde en los muebles de mimbre
bebiendo Gin Tonic,
escuchando las canciones de Air Supply,
mientras los limones amarillos descartados
daban la impresión de malogradas pelotas de tenis.

Yo me acostaba a dormir en una habitación con tela metálica.
A lo lejos, el mar hacía un sonido lento y fuerte,
como si estuviese intentando trepar sobre el mundo,
arrasar las radiografías de las palmeras.
A lo mejor lo hacía y, en las noches,
mi sueño estaba influido por sus profundidades,
por abismos azules en los que, sin saberlo,
me esperaba una hilera de recuerdos.
Una caligrafía que flotaba lenta y suave
junto al movimiento sincopado de las algas.
Una estampida de objetos difusos,
perdidos entre la bruma del agua salada
y que, sin saber,
tiempo después anotaría
en una libreta que flotaba junto a mí
y que cada día, como en un generoso acto de magia,
también amanecía seca.







8.

Durante semanas husmeé entre los estantes.
Tenía quince años, era tímido, estaba asustado,
pero sabía el valor de una edición anotada.
Un fantasma recorría Europa.
Contaba con una alianza de enemigos.
Me había tomado el trabajo de copiar sus nombres:
El papa, el Zar, Metternich, Guizot,
los radicales franceses, también los alemanes.

Yo era ingenuo y soñador
como un personaje dentro de un poema de Gerbasi,
y estaba asustado y lleno de dudas.
Pero también estaba decidido:
Debía tener ese libro.
¿Lo vendían a menores de edad?
Podía tener restricciones. Una forma de pornografía de la mente.
Hice la prueba. Pregunté alguna trivialidad al librero:
Un troskista lento y taciturno,
con efectos extrapiramidales
(efectos secundarios de la medicación antipsicótica).
No dijo que sí. No dijo que no.
Sólo me dijo que debía leer a Hegel.
No quedaba claro si era un requisito.

Tuve la duda por dos, quizá tres semanas.
En ese tiempo miré caer la tarde.
Caminé por calles donde Neruda había hecho estragos
y la gente recogía las orejas de las monjas
como trozos de duraznos confitados para la suerte.
Era joven, era tímido.
Algo quemaba dentro de mí. Era la vida.
Una tarde me decidí y entré a esa librería espectral,
a ese recóndito pasadizo al siglo XIX.
Durante un rato releí, de pie, los regalos perfectos de O’Henry
en una edición de relatos sentimentales
hasta que me creí dueño de mi propia fuerza.
(Casi me traiciono y compro, a último minuto,
una novelita de Jack London
por el sólo deseo de evitar inconvenientes).

Salí con el libro en una bolsa de papel.
Me pareció que estaba usada.
Mejor así. Asunto de tabernas,
pornografía en lengua romance. Cosas prohibidas.
De una forma supersticiosa y mezquina
me sentía un poco más hombre.
De una manera vaga y turbadora,
me parecía que entraba dentro de algo parecido a la historia.
Afuera de la librería, la ciudad crujía, traqueteaba,
se desgastaba inútilmente en una sinfonía inconclusa.
Los autobuses pasaban y tenían la misma lentitud
de un trolebús.
La ciudad era vasta y plana, y comenzaba a incendiarse
por el cielo dramático de ese miércoles 8 de noviembre.
Tenía un león dormido. Una bestia viva.
Era ignorante, pero creía en las palabras,
creía en esa luz diáfana de finales del año,
cuando las cosas tienen ese gesto angulado,
esa ingenua cualidad de levedad, de brillo.

La foto de Ceauşescu y su esposa apareció
en la primera página de los periódicos esa navidad.
Dos campesinos lentos y taimados,
arrasados por el brazo lento y seco de la metralla.
Un decrépito señor Claus a quien,
por lo visto, no terminaron por salirle muy bien las cosas.
Todo el periódico del día estaba dedicado a ese fracaso.
A eso, y a las imágenes edulcoradas
de la navidad en la puerta de Brandenburgo.
Lo leería en la mesa de madera
de la casa de la playa de mis tíos.
Varsovia, Ucrania, Bielorrusia
serían lugares de ciencia ficción.
Entraba un crudo invierno en Europa del Este,
pero a mí me iluminaba un sol blando y redondo.
Yo cerraba los ojos.
No entendía casi nada.
Pero igual hacía esfuerzos por imaginar la nieve.







11.

No hablas de ti, no se trata de ti. No se trata de esas tardes falaces que ya no existen y en las que estuviste atrapado sin saberlo. No se trata de tu historia privada. De una historia que, después de todo, no le interesa a nadie, a veces ni siquiera a ti mismo. Como en los sueños, donde están cifrados tus secretos, tus enigmas, tus vanas frustraciones, todo lo que escribes sobre el papel es apenas una forma distorsionada de fraguar un universo cerrado, un torpe círculo de cristal dentro del que cae eternamente la nieve, una dulce y conmovedora manera de ensayar un poder que no tienes y que jamás tendrás.






24.

Me gustan las venganzas que de tanto en tanto
escriben las muchachas solitarias,
esas furiosas leonas dormidas,
poetisas a las que casi nadie desea.
A las que nadie interesa publicar. A las que muy pocos leen.
Improbables invitadas a los coloquios de lujo.
Eterno público de los mediocres recitales de las plazas.
Sus venganzas son honestas:
profetas de un mundo nunca conquistado.
Mariposas fallidas,
a quienes todos han dicho con desdén que son bellas por dentro.
Artistas de la introspección
que cultivan y odian, precisamente,
ese trozo de hielo que les habita
y que conocen al dedillo,
donde solo encuentran
sustancias gelatinosas, parajes de gases cósmicos,
fotos desgastadas que conservan un grito.

Les define el temor y la tentación de la vida y de la muerte.
A veces tienen cosas importantes que decir al respecto,
pese al desdén del auditorio,
pese al fatídico ámbito de autoayuda
que intentan ofrecerle los talleres de escritura
que nunca necesitaron pero a los que,
por un furioso y tímido anhelo de compañía,
siempre pertenecen.

Son lo que son, y bien nos valdría saberlo.
Profetas que nunca lograrán dar con el número de la lotería.
Adivinadoras que chocan, en las noches,
con las puertas abiertas de los anaqueles de la cocina.
Copistas de verdades profundas que queremos ignorar
y que ellas se toman el trabajo de apuntar en sus cuadernos
pese a que la fama y el éxito corresponda, siempre,
a otras muchachas mucho más bonitas.

Todo les ocurre. Todo les daña.
Episodios psicóticos, psoriasis,
obesidad mórbida,
patologías de un triste y vago exotismo.
El recuerdo amargo y sólido
de una mañana de febrero sometidas
a la lenta tortura de una curva de la glucosa.
Malos resultados.
Un médico de pelo blanco que mueve la cabeza
y después les olvida para siempre.

Conocí a una muchacha psicótica que escribía poemas.
Leí algunos.
Cosas hermosas.
Estaba brava, estaba aturdida, estaba asustada.
Contaba sus historias con el shampoo que debía guardar
junto a su cama,
durante los meses de hospitalización.
Las hojas que caían de los árboles en el mes de mayo.
Las noches lentas y repetitivas donde la luna,
una luna que era también una oreja,
escuchaba los pensamientos eróticos
que ella apuntaba secretamente, escondida bajo las sábanas,
desnuda y fría y pálida.
Urdiendo un puñal para matar la noche.






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