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PAULA SEUFFERHELD [17.547] Poeta de Argentina

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Paula Seufferheld

Paula Seufferheld nació en Palmira (San Martín, Mendoza, Argentina) en 1974. Es Licenciada y Profesora de Comunicación Social y Profesora de Lengua y Literatura. Se desempeña como docente en instituciones de nivel secundario y terciario de la zona este. Publica sus textos poéticos y narrativos en su blog Proyecto María Castaña desde 2007. En 2009 participó de la antología de poesía mendocina contemporánea La ruptura del silencio. Además es redactora de la revista de poesía y reflexión El Desaguadero. El pan de la soledad, publicado por Libros de Piedra Infinita en 2013  y presentado en la Feria del Libro de Mendoza de ese año, es su primer poemario.




Algunos poemas de «El pan de la soledad»

          

El pan de la soledad
                                                                        
Con el pan de la soledad esa vida fue creciendo.                                                               
(A fuego y piel, Sandro- R. López- V. Caro)


mantel de hule
olor lejano pero exacto
a lavandina
se asienta de un golpe seco
el pan de la soledad

guiso de arrozel sonido de noticias
siempre ajenas
ella cruje con el pan
en el borde de una silla
pan que alimenta
su muerte mínima
pan abismo
cayendo en su hambre
pan duro
que arrastra la piedra
de sus días



Vitreaux

la anciana duerme su siesta
en la mesa de luz su dentadura tirita en un vaso
el locutor se pregunta quiénes lo estarán escuchando 
en la calle un niño patea una piedra 
y se sienta en el cordón de la acequia
un colectivo frena muy cerca de sus dedos 
y el chirrido de los neumáticos 
espanta a las palomas que lo acompañan 
el cajero de un banco se limpia despacio las manos
trata de recordar el nombre del líquido 
que podrá limpiarle sus uñas ennegrecidas 
la mujer dormita en el ómnibus
su reflejo tiembla en un vidrio sucio
ese espejo ocasional poco sabe del persistente sueño 
que trae una y otra vez el rostro de un hombre 
que dejó un beso y una promesa antes de irse a España 
la enfermera baja las persianas se descalza sonríe 
un somnífero y a la cama
el semáforo ordena colores a esquinas desiertas 
dos trabajadores sueldan una vía en silencio 
alguien escribe en la mesa de un bar
ocupación efectiva para distraer la vida o desnudarla 
alguien escucha una canción pasada de moda 
se rasca la cabeza y se la vuelve a rascar 
ese tic nervioso no apartará la tristeza
alguien se persigna en una iglesia vacía
el sonido de los dedos sobre la piel 
elimina el silencio y quizás la comunicación
pocos minutos después el templo queda desierto
en el piso se proyecta la instantánea de estos hombres anónimos 
pronto los vidrios de colores se reordenan
de nuevo componen las figuras de un grupo de apóstoles
sin testigos el milagro se repite todos los días



I

temo tu silencio, mi habilidad
para descubrirte se gasta como los días
en la punta de los zapatos
no terminés el cuento que inventaste
donde una nena está perdida en el bosque
y necesita de tus palabras para correr
concedeme un final feliz
del otro lado de los muros verdes
quizás la enredadera del miedo
suelte mi garganta allá afuera



III

como ese telegrafista
escucho sonidos largos y cortos
la plegaria de tus palabras
se aburre antes de rozarme

y el telegrafista quiere irse
dejar de convertir ruidos
en rayas y puntos
terminar su té
salir
descansar su vista
en un árbol frondoso
o en la indiferencia
de dos palomas que comen
en el andén
quiere ajustar su bufanda
respirar hondo
treparse al frío de la tarde
llegar a su casa alta
y mirar cómo un rayo
corta los hilos de la estación

el telegrafista y yo
sonreímos otra vez
el fuego nos encuentra liberados
antes de irnos a dormir




Distancia (XI)

«tan lejos como puedas es demasiado cerca
no hay cuchillo tan lento»
(principio de permanencia, Laura Yasan)

no hay distancia física
 (la probaste, ¿te acordás?)
y en un páramo perdido gritaste 
y en lugar de tu eco
hallaste esa voz que insiste
que no da tregua, que persigue
escapar es girar en círculos 
y la distancia un acto imposible
 atrás sodoma, fuego y azufre 
para los condenados pecadores
el desastre
 aunque no girés la cabeza 
el resplandor de la ciudad incendiada 
se refleja en los objetos que tenés por delante
orfeo miró 
y terminó perdiendo el amor para siempre 
atrás no está eurídice 
bien podría estarlo
reemplazar los terrores de sodoma
 mirar y perder
eso es lo que querés, perder
olvidar, aquí y ahora
pero el olvido se demora
apenas se arrastra en su letanía de caracol
y  girás pero la luz del cielo 
y su tormenta te enceguecen 
no ves a quien amás 
y agradeces el acto piadoso 
de esa naturaleza encrespada
cuando volvés la espalda 
seguís siendo un hato de carne y huesos caliente 
excitado concentrado en tu huida
las aguas forman remolinos 
y dejarte arrastrar es volver al centro
 como en un disco de vinilo 
 la melodía de tu sangre es disonante violenta
 y adquiere la contundencia de las olas 
al romper contra las piedras
si el camino es el círculo
el disco que vuelve hacia su centro 
mientras la púa dibuja el surco 
o el dedo que da forma al remolino de agua
si convertirte en estatua de sal 
es ver por una eternidad unos ojos implorando 
conviene abandonar tu fe en la distancia 
y dejarte desangrar hasta el olvido










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