Soledad Sánchez Mulas
Soledad Sánchez Mulas (Salamanca, 1964) es administrativa en la empresa privada y estudiante (por puro placer) del Grado de Lengua y Literatura Españolas en la UNED.
Secretaria de la Asociación Cultural PentaDrama y miembro de Salamanca Letra Contemporánea.
http://acpentadrama.blogspot.com
Publicaciones conjuntas:
“El cielo de Salamanca” 2010”, 2011 y 2012
Paseo Poético (ACOM).
Paseo Poético “Nocturnos” (AC PentaDrama).
Paseo Poético “de Tierra y de Sueños” (AC PentaDrama).
ACEN “Bocados Sabrosos” (microrrelatos).
Publicaciones en las revistas de papel:
Revista Pasión 2012
SLC
La movida cultural
Publicaciones en las revistas digitales:
Margen Cero
En sentido figurado
Ágora, papeles gramáticos
Premios literarios:
Accésit Relato Breve Fundación Camino de la Lengua Castellana (abril 2012)
Finalista del Certamen de Poesía María del Villar (diciembre 2010)
Premio de Poesía AC Tierno Galván (febrero 2010)
Premio Búcaro de Poesía (enero 2010)
Certamen Poético Internacional CEAM de Segorbe (octubre 2009)
Premio Ciudad de Cantillana de Poesía (mayo 2009)
Accésit Certamen Relatos Valentín Andrés (marzo 2009)
Jardín secreto I
Aquí y ahora soy signo de dolor.
La carne hollada testimonia el fuego,
la tristeza de las ramas ardidas,
el hambre de la fruta que no fue.
Asciendo
desde el húmedo manto,
goteando silencios
en una savia antigua
que se adhiere a mi piel
y abre el eterno surco
de la muerte.
La altura es solo sed de las últimas lágrimas,
la dureza es mentira,
la raíz, solo polvo debajo de más polvo.
¿No has oído gritar a las nudosas bocas
que sellan mis costados
con su rictus de iglesia?
Huyen dentro de mí,
en mi vacío,
pájaros abrasados de alas córneas,
de oscura envergadura,
de perfumado escombro.
Jardín secreto II
La navaja tatúa
un día —horas de lacerante lentitud—,
y otro día,
y otro día,
y otro día,
hasta acabar en un lugar cualquiera.
Se desclava
—el destello recuerda
que aún es mediodía a pesar del silencio
y de los viejos árboles,
del sol que ya es septiembre,
de este antiguo dolor—
y su golosa y afilada punta
hiende de nuevo
la resignada piel.
Y dibuja un camino hacia la nada
en un ir que es un círculo,
un hábito molesto
de un día,
y otro día,
y otro día,
y otro día,
hasta acabar hallando
las arterias
que nutren el cansado corazón.
Y en una no sorpresa
le entregamos el vino
y los recuerdos,
las horas plenas
y las horas vacías
y por fin,
el dolor.
Solos tú y yo, en silencio
Elevo los ojos al azul
y aspiro el perfume doliente de la tarde.
Has pautado los cielos
para escribir en ellos
la dulce melodía del silencio.
¡Tan pequeña bajo tus claras manos!
¡Tan grande en el dolor
de este imperfecto sueño!
En suspenso
la noche,
con sus pájaros;
tu aliento entre las hojas de los árboles;
la turbia vibración de mis secretos
sobre la oscura agua.
Anocheces y abrigas, como una madre tierna.
La nota de este instante,
en su quietud de estatua,
acompasa el latido, conmueve el corazón.
Anocheces. Me arropas con tu paz.
Ardo de luz
sumida en la penumbra.
Solos tú y yo, en silencio.
Solos tú y yo en la calma
de este concierto azul.
Atardecer en Denver
I
Mis manos se abren
a la delicia dorada de la luz
en esta única tarde.
El regalo de tus ojos
perpetúa el instante,
atrapa en ámbar la dulzura de tu corazón,
la esperanza que late
en el presentido amanecer.
Una única tarde
—baño cálido
en el momento justo, inalterable—
que ahora compartimos
en la ilusión de la palabra
y en la calma belleza de la creación.
II
Esto es el sueño
y la certeza.
Degustar el perfume
de un intenso día que culmina
y fijar,
con cada latido del agradecido corazón,
el último aliento de belleza
en las siempre sorprendidas pupilas.
Como un niño ante la primera luz.
III
Robar el aire,
la luz,
el dulce licor casi nocturno
que embriaga el renacido corazón.
Y regalarlo, luego,
envuelto en tímidas sonrisas
de humildad.
La puerta sin llaves
Dijo el silencio de la puerta sin llaves
que hoy no entrará su risa,
que hoy se han quedado muertos sus tacones
al borde del peldaño de noviembre.
Dijo el silencio de la puerta sin llaves
que su móvil perdió la cobertura
enterrado en la arena;
que su mano no halló, entre tantas manos,
la mano maternal que ya lloraba
en el sueño sin llaves y sin puertas.
Dijo el silencio de la puerta sin llaves
que se acabó la espera,
que se perdió el perfume de vainilla,
que la mirada oscura desde el miedo
al ávido reloj opalescente
ha cerrado los párpados.
Dijo el silencio de la puerta sin llaves
que ha quedado su sombra, para siempre,
de puntillas subiendo la escalera.
PROCRASTINACIÓN
Tus huellas,
el sudor,
el hambre,
el dolor escondido
debajo de las uñas.
Tus pasos son
un largo sacrificio
hacia el profundo olvido.
Mi cuerpo agazapado
tras tu sombra,
tras el perfume oscuro
de tu aura,
tras tu aniquilación.Todo mi ser,
todo mi cuerpo inutil
en la comodidad
de la verguenza,
en el tibio cobijo
del silencio,
en la quietud del no.
Madre de agua
Tus manos escondidas
en la nocturna lluvia de septiembre;
en el oscuro grito solitario
que llama, desde el pozo,
al bálsamo de un lento amanecer.
¿Dónde tu luz ahora?
Oculto entre las ramas el jugo de tus labios,
tus últimas palabras,
la música dormida
de tu desheredado corazón.
Madre de agua disuelta en los silencios,
aura constante
vistiendo las ventanas de mi piel.
¿Dónde mi sombra ahora?
Si tú
—madre de viento dispersa entre otras madres,
madre de fría agua vibrante entre mis lágrimas,
madre de ardiente otoño,
madre de ausente hueso—
lloras,
ya por siempre nonata,
en la negra espesura de la luz.