Manuel Cortijo
Nace en Plasencia, Cáceres, bajo el estigma de Capricornio.
Tras una corta andadura en el campo de la realización televisiva y cinematográfica, recala en la poesía.
Cofundador de tertulias literarias, director de la revista «Voceando», colabora en publicaciones literarias y ofrece recitales poéticos. Su obra ha obtenido diferentes galardones: Certamen poético Ayto. de Tetuán de Madrid, VI Premio de la revista Peliart y Premio Zenobia 1986 concedido al libro De un pájaro de amor que anidó primavera al oriente de Capadocia.
Tras largos años de silencio recupera su impulso creativo con las obras Romanza del halcón y el agua, al que siguen Alba espuma y Sutiles territorios de memoria.
Ha publicado Hazversidades poéticas en Cuadernos del Laberinto.
HAY UN LUGAR
Hay un lugar donde todo sucede,
donde las arpas despliegan sus más dulces
melodías, tierra del primer canto,
luz sin nombre, sin rostro, claridad envelada.
Mi corazón es ave que desgarra
tu cuerpo de sombras, caminante
que te sueña soy, y roca, y sangre y agua,
también brújula, giróvago, nostalgia,
atrapado en las redes de la araña
me debato, sucede que te busco,
añoro el cielo de mi patria, mi tierra.
Sin aviso te ocultaste, de repente,
como descarriada sin linde
en la bruma la luna lo hace,
estaba yo acuestas con mi soledad
y cerré los ojos para verte,
para acariciarte a tientas si cabe,
para asirte, madre, por las costuras,
para morir espaciado más hacia lo lejos.
La vida se me hizo árbol,
ramas los días y los años.
Muy lentamente, como el ocaso,
fui haciéndome tarde
y la tarde se hizo otoño… de repente.
(De Sutiles territorios de memoria)
EL AZAR ES UN AVE
Cubro de calostros las ubres
de la tierra, dono el sexo.
El azar es un ave,
albatros surcando los cielos
irascibles del magma,
crepitando en el fragor de la sangre,
romper las redes de lo invisible
para llegar a los bordes del mundo
y asomarse a tus ojos,
alborear en tu espacio,
transitar por tus días,
ser árbol centinela de tu nombre,
huella de amor, fiel alfanje.
Rapto la noche para invadir
tu onírica geografía,
emboscado en las sombras
te acecho.
Sueño que muerdo tu blancura,
carne dionisiaca, vid inagotable,
el dulce ramo de tu sexo
ventrílocuo despierta mi lujuria.
Más allá de la ciudadela,
sin el concurso de la placenta,
agrimensoras las manos
aprenden a surcar el trigo,
¡Qué no será tu cuerpo sino certera espiga!
Impertérrita, sobre la sombra del álamo,
la estela de la luna.
Felino cruel
el azar rompe mis músculos,
sin concesión me desgarra la vida.
(De MAREA ALTA marea baja)
I
¿Qué cosa puede la lengua
y su potencia
ante las arcanas puertas
de la noche
donde todo es naufragio?,
¿qué hacer?,
si la belleza es polvo
bajo tanto infinito...
III
¡Cuánta mansedumbre
hacia el olvido!,
¡qué portentoso deseo
el del ciprés!,
¡qué locura inagotable
rompiendo el azul,
claustro de la sangre!
¿Quién soy yo?, ¿quién soy yo?,
mendiga el aire,
tristeza, desventura, sombras blancas
sobre la vieja y serena ciudad gótica,
en tránsito,
ángeles de maíz.
Súbitamente mortal,
destructible,
en la oración postrera
de la tarde,
me redimía,
y fui cuerpo de polen.
Oí nombrarte de nuevo,
junto al brocal de un pozo,
alguien, no sé quién,
calmaba la sed,
llenas de asombro,
mezquitas y catedrales,
postrándose humildes,
ocultaron el rostro.
Alguien,
el mismo Dios,
de las manos de la tierra
recibía el estallido espermático,
¡la vida!
Pleno de savia,
ante el sol se inmola
el ciprés,
¡ese gigante perfecto!,
arpas para el duelo,
desiertos del alma,
en diástole la vida,
hora sexta.
¡Ay, amor!,
despertar para morir;
morir para nacer,
encuentro mi camino.
(Poemas del libro “Romanza del halcón y el agua”, 2008)
SOY HIJO DEL TOMILLO
Soy hijo del tomillo y la retama,
sueño de infante de gozosa cuna,
de su herencia aún conservo la risa.
Como la espiga silenciosa surge
la memoria de mis días, son colores,
aromas, formas, en este continente
de tenues auroras y vientos favorables,
de ríos tranquilos y rosas espigadas.
El otoño es un niño que muere solo.