CICERÓN ÁNGEL FLÓREZ MOYA
Nace el 28 de diciembre de 1936 en Condoto (Chocó, Colombia). Inició el bachillerato en el Pascual de Andagoya, de Buenaventura, Valle, y lo terminó en el Instituto Universitario de Caldas, Manizales. Hizo un curso especial de periodismo en Ciespal, Quito, y se terminó de nutrir con seminarios de periodismo en San José (Costa Rica); San Cristóbal, Caracas y Mérida (Venezuela); Bogotá, Cali, Cartagena, Barranquilla, Tunja, Manizales, Pasto, Montería, Santa Marta, Paipa, Villa de Leiva, Melgar, etc., organizados por diferentes entidades. Incluso aquí mismo, en el vientre de La Opinión.
Su primera vinculación con un medio escrito fue en El Mercurio (diario publicado en Bogotá en los años 50 bajo la dirección de Alberto Lleras y la jefatura de redacción de José Font Castro).
El ‘Maestro, como se le conoce, llegó a Cúcuta en 1957 invitado por María Helena de Crovo – Ministra de Trabajo, durante el gobierno de Alfonso López Michelsen y su esposo, el poeta chileno Andrés Crovo.
Su labor se concentró en dirigir el Semanario “El Mural”, donde se convirtió en el jefe de redacción, cuya corta vida, un año, abrió paso al Semanario “La Opinión” con el liderazgo del ex presidente Virgilio Barco Vargas, Eustorgio Colmenares Baptista y la pluma de Cicerón Flórez Moya. En 1960 se fundó el Diario La Opinión bajo la gerencia de Eustorgio Colmenares Baptista, la dirección del médico Alirio Sánchez Mendoza y la Jefatura de Redacción de Cicerón Flórez Moya. En muchas ocasiones quedó encargado de la dirección y en la actualidad se desempeña como subdirector.
Combinó su oficio con el micrófono. Fue codirector de la radio revista Confrontación, en radio Guaimaral, entre los años 1975 a 1982. En Radio San José fue director del noticiero Luces de la ciudad, entre 1985 y 1992.
En su trajinar diario aceptó el reto de ser corresponsal de El Tiempo, en Cúcuta, entre los años 1970 a 1980. Fundó y dirigió la revista Guía Internacional (1970-1975), en Cúcuta.
Actividad gremial: Siempre estuvo afiliado al Colegio Nacional de Periodistas, pero hace cinco años se retiró por no compartir las nuevas políticas. Fue presidente nacional del CNP desde 1987 hasta 1992. También lo fue de la seccional en varios períodos. Afiliado a la Asociación Colombiana de Periodistas y Escritores de Turismo.
Actividad académica: Panelista en seminarios organizados por diferentes centros académicos y organizaciones gremiales en Colombia, Venezuela, Ecuador, Costa Rica y Brasil.
Profesor del Taller Seminario de Comunicación y lenguaje para estudiantes de primer año de derecho en la Universidad Libre, seccional de Cúcuta, y Metodología y lectura en la facultad de arquitectura de la universidad Antonio Nariño/Cúcuta. Tutor en la Universidad de Pamplona en el área de comunicación y lenguaje.
Trabaja en proyectos de libros titulados: ´’El periodismo en Norte de Santander’, ‘El gran amor’, ‘La puerta abierta’ que será de crónicas, ‘Medio siglo’, en donde recopilará su trasegar por La Opinión y no podían faltar los poemas, su otro fuerte.
Condecoraciones:‘Manuel Murillo Toro’ del Ministerio de Comunicaciones de Colombia, 1985.
‘Eustorgio Colmenares’, del Concejo de Cúcuta.
‘Francisco de Paula Santander’, de la Gobernación de Norte de Santander.
Mérito Cívico, de la Alcaldía de Pamplona.
Distinción Lucio Julián Caicedo Arboleda: Una vida con vocación de servicio, del Club Rotario Cúcuta.
El 3 de junio de 2010 recibió la ‘Bandeja de plata’ en reconocimiento a los 50 años de su entrega periodística en La Opinión.
El 4 de octubre de 2011, recibió el Premio Simón Bolívar “Vida y obra de un periodista” máximo galardon del periodismo colombiano.
El 22 de marzo de 2012 La Universidad Francisco de Paula Santander le otorgó el grado Honoris Causa en Comunicación Social.
Paralelo a su trabajo como intelectual crítico de los gobiernos de turno, Cicerón lleva a cabo una tarea secreta que sólo unos cuantos sabían pero que hoy se hace público: la escritura fervorosa de poemas de amor. Cicerón traza aquí un nuevo camino en su programa vital: la poesía como una forma de la inmortalidad.
El gran amor
Poemas
“… Aquel que camina una sola legua sin amor,
camina amortajado hacia su propio funeral…”
Walt Whitman
“Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura”
San Juan de la Cruz
El gran amor
Mía, llena de mí…
Arcilla que espiga entre mis manos y trepa mis sentidos,
agua para mis labios de sediento enamorado,
me quedaré para ti bajo las albas siempre acogedoras
y los días torrenciales, los días de todas las cosas del mundo
que el amor enseña y proporciona.
Mía, llena de mí…
Que nos bajen la luna a las almohadas,
para compartirla en nuestra noche de fecundaciones.
Para ti todas las cosas de este mundo, y yo.
Y un vaso para el agua pura y un mantel para el pan.
Y un punto en cualquier parte para hacernos el amor
como si fuéramos sembradores de una tierra nueva.
Mía, llena de mí…
Los nudos de dolor, las ásperas ruedas deambulantes,
los filos del hambre, las fiebres de los perseguidos,
todo lo de este mundo nos somete sin restricciones.
Y hasta a los abismos de destrucciones estamos decididos.
Verdad… nos toca vivir cada instante de los caídos
y sentir el vaho de esta levadura de signos horrendos.
(Memoria del tiempo oscuro, memoria de las desolaciones).
Mía, carne nocturna, piel germinada entre mis caricias,
siento oleadas calcinadoras y el estallido de la noche
quema las estrellas de todos los altos puntos.
Pero estamos tú y yo. No son agrios los besos.
Y podemos mirarnos sin asombro,
tomarnos los cuerpos sin fastidio,
a pesar de la peste decretada y el fulminante trueno
de los megatones.
Mía, llena de mí…
Un poco más allá, o más acá, o en torno nuestro,
los árboles tan viejos se conmueven desde el fondo,
entre el viento sus ramas y sobre éstos,
los pájaros laboriosos, los residuos de los vuelos animales
y los frutos que se formaron en el seno de las flores
o los que se frustraron bajo los signos de una secreta muerte,
las flores engendradas por vientos que llegaron
de todos los puntos
o las flores descendidas al tórrido abismo, al pozo estéril.
Bajo esos árboles el amor también está, horizontal, vertical,
reunido y desplegado, irresistible al placer y deseo
de los cuerpos.
El amor, fluyendo, haciendo su curso, como una ley de todo,
percibiendo que cruzan el hondo abismo,
en tropel, los torturados, los miembros
rotos y los besos imposibles,
la feria del plomo, la astucia criminal,
la embriaguez de las lenguas,
todo el suplicio inventado por la lujuria de los malditos.
Mía, llena de mí…
corazón más adentro, en todo estás tú,
con los cabellos dorados como espiga del trigo más nuevo,
y los labios radiantes, seguros para los innumerables besos.
Todo tu adorable cuerpo extendido como marea del amor
más pleno.
Mía, llena de mí, tu nombre en esta línea azul,
o blanca, o roja,
vuela en mi ámbito, posa para mis manos
y se desborda tomándome por los sentidos.
Mía, llena de mí, en el mundo, en la flor, en el aire,
en mí, de abajo arriba, estás interminable.
Consagro este día al amor
Antes, voraces días sobre mi pecho
y la noche comiendo a fondo el resto.
La atroz agua nocturna del naufragio me llevaba.
Y estaba el corazón en el olvido.
Solo pálidas figuras en la ahogada memoria.
Allí estaban, el rostro de antes,
las palabras anteriores al derrumbamiento,
los ojos del preludio, sí, sus ojos,
en donde hallé lagrimas como joyas,
hilos de mi propia luz.
Y caminos para llevar el amor más seguro.
Antes estaban allí. Su presencia conmigo,
eran raíz, nombre, sílabas terrestres.
Luego, por sobre todo, el agua de la noche,
la fibra dura de la ceniza,
el hastío en que fue a romperse
lo que antes era fuente y llama.
Y sin camino me ví a través de la noche.
Solo la triste línea de un nombre que se pierde y mi saber morir.
Pero hoy, después de todo, aquí,
entre papeles llenos por el olvido,
entre las furias de los huesos disgregados,
entre pasos cortados en su ruta,
entre el rescoldo y la hoguera,
entre el odio y los advenimientos,
entre las casa de locura y miseria,
entre los mareados pabellones de sexo,
entre mil bocas vetadas por otras bocas,
entre el humo de las fugas,
entre las paredes más desiertas,
entre la deserción y los adioses,
entre este nuevo color del alba,
entre la noche en que me reconozco,
regreso hasta encontrarte, a ti.
Consagro este día al amor, a tu amor, a mi amor,
a nuestro amor, al mundo que nos junta.
El día tuyo y mío. Este día más grande.
Resplandeces bajo el sol para mi gozo,
caes como paloma del verano.
Vienes como una rosa recién puesta al vuelo.
Te consagro este día, partidaria y mía,
en la soledad y la esperanza.
Regreso al manantial que antes no tuve,
regreso para tu beso y mi ilusión,
venciendo la dura agua de la noche,
apartando toda oscura memoria en el tiempo,
porque aquí me inicio de nuevo
para abrir el mundo con tus ojos.
Consagro este día al amor, a tu amor, a mi amor,
a nuestro amor. Aquí nos encontramos,
como quien encuentra su vida y su verdad,
hasta para correr hacia la muerte.
En todo tu color
Tanta luz en tu ojos, tanta luz en tus manos,
tanto color que te brota del alma,
tanto color que sale de tu sangre,
color que cae al mundo y me traspasa,
color que viene de la propia muerte,
o de la más dura roca de los días,
o baja de los hombres o de la fronda humana,
o llega de una cifra de demencia
o de la soledad de tu llama y la mía.
Tanto color de relámpago, de espina, de ternura,
tanto color igual al sonido de una rosa,
tanto color del agua y de la noche cotidiana,
tanto color de risa de payaso
o de una vieja lágrima.
Tanto color de vida bajo el rocío de una primavera.
Tanto color de mujer al nivel de su verdad.
Se me entra la luna por los poros
y corazón adentro me deja tu color de cristal:
color para mi angustia y mi palabra
hay siempre en tus moradas.
Y el silencioso amor tiene el color de un cielo estrellado.
Y el paso que te trae es igual al color del polvo y de la llama.
En todo tu color, para cubrirme.
Luz en la oscuridad
La luz sobre las cosas oscuras
puede ser una trama de la ilusión,
pero su resplandor deja definidos
los nombres y las figuras que se quedan.
También el canto de voces invisibles
es una corriente de la memoria del tiempo
que va plasmando huellas en los caminos.
Muchos gestos describen lo inesperado
Y ponen al desnudo secretos que parecían
joyas enterradas por el olvido.
El mar
El mar no era solamente agua inmensa,
o una suma de acantilados escondidos.
No era apenas el oleaje de inundación variable
repetida con exactitud de tiempo y de viento,
o exuberantes secretos de la profundidad
enraizados como blasones inextinguibles
según ya lo había dispuesto Poseidón,
otro dios inventado por la imaginación griega.
Es también la fosa final de los náufragos,
esos que bracearon contra olas encrespadas
y no pudieron remontar el acecho de la muerte
que les llegó como cadalso de agua letal.
Y es la morada de marineros con nostalgia de tierra,
con amores distantes, sueños acumulados a ritmo
de navegaciones a veces inciertas o remontadas
a precipicios con fantasmas de sirenas mitológicas
cuyos cantos embaucadores son parte del delirio.
El mar ha sido la fortaleza de vagabundos errantes,
los piratas cazadores de poderes y tesoros
o guerreros empalagados con victorias pírricas
o atrapados por contrarios sin lugar a escape.
Allí, pescadores inclinados a sus presas vivientes,
unas veces refundidos en los latidos escamosos
que son también sus esperanzas palpitantes.
El mar longevo, de metamorfosis descifrables,
con fantasmas que ponen tempestades
en el entorno de los litorales desolados
o invadidos de peces y de pájaros transoceánicos.
Mar inmenso de tiburones afilados y voraces,
de crepúsculos que son un tejido de luces
en medio de lejanías y de amores con adioses.
El mar de naves hundidas sin posible retorno
y de guerras que ensangrentaron el océano.
El mar a veces feliz o cargado de tormentas,
con piratas que se juegan la vida en un salto
sin medir el precipicio donde la muerte espera
con la soga de fuego a la hora de la entrega.
la rosa deseada
Hermosa, todo tu cuerpo tiene olor a tierra,
forma de paraíso, curso de primavera:
pareces un planeta desbordado en mis brazos,
una estrella invadiendo mi interminable tránsito.
Entrégame la clara fertilidad del beso,
las semillas que guardas, las alas del deseo,
el polen que desciende de tu pecho a mis surcos,
el sexo en su follaje de fragancia,
en su torrente de uva inagotable,
con su quemante cinturón de arcilla,
en su fecundidad que necesito.
Dadme a beber la abeja de tu beso,
el floreciente río de tu boca, sus celestes candelas.
Quiero palpar la rosa torrencial de tu cintura,
hundirme en su temblor hasta embriagarme,
hasta sembrar las ramas de la vida.
Ay, no quiero sino estar desatado en tus círculos;
amarrarme a tu cuerpo, a sus sacudimientos luminosos;
dormir en tu horizonte de dulzura melódica,
medir la longitud de tu belleza,
tomarme el ardimiento de tus formas;
hallar la desterrada ola de sueños
en los caminos que me de tu rostro.
Hermosa, me llenas, me persigues, acumulo tu luz,
percibo el paso que te lleva, lo más oculto que hay en ti.
Tengo el silencio que bajó por tus sábanas,
la veta de pasión que se enredó en nosotros,
los itinerarios de nuestro oculto vuelo.
Ay, te me muestras en todos los caminos.
El rojo verano
1
Espléndida, bajo la luz, siempre viva,
yo te he encontrado:
tu piel de fuego sobre la arena,
tu boca de miel sobre mi boca,
tu cuerpo alargado a mi cuerpo
o copiosamente levantado al árbol
en el ardiente atardecer de diciembre.
2
Este acto de amarte a flor de sexo y alma,
con la pasión que para tenerte en mi sangre
he creado aun contra el acecho de la muerte,
tiene el sabor de los densos días del verano.
3
Sobre esa tierra, en la corteza de ese árbol
quedarán amarrados nuestros cuerpos
y crecerá la flor con la miel de tu boca
y el fuego del verano que este día gozamos.
18 Universidad Externado de Colombia / Decanatura Cultural
4
Esplendida bajo la luz, tú, siempre viva,
te adoro cuando el árbol nos da su fronda,
cuando la arena recoge los cuerpos juntos,
bajo el rojo verano de diciembre.
Te adoro con esta diaria cifra de amor,
allí donde estamos intactos como la miel de tu boca
o la ola en que el río nos amarra de pronto.
Nocturno con una mujer
Horas veloces para ser o morir.
Estoy aquí a las puertas de la noche
Y a bordo de tu cuerpo. Navego en ti.
Eres el mundo que me contiene.
Y en tu profundidad deseo perpetuarme.
La noche vuela como un ruiseñor.
Entre la noche tú y yo sin olvido posible.
Tu piel para mi piel.
Tu rostro igual que rosa de los vientos,
entre el fuego que este amor precipita.
Estamos extendidos plenamente
Como una sola espada, como una misma llama.
Ahora estamos aquí. Sabemos que existimos.
En este punto hallamos, manantiales, raíces, ángeles,
alas del tiempo que nos llevan y nos juntan,
hogueras, batallas, palabras ceñidas a los labios.
Y nos gozamos frente a frente o en el delirio del sueño.
(1963)
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