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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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RICHARD EXNER [18.791]

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Richard Exner

Richard Carl Hugo Exner (Nacido el 13 de Mayo de 1929 en Niedersachswerfen; † 16 de de julio de 2008 en Berlín) fue un poeta germano-estadounidense especialista en literatura,  y traductor.

Obra lírica 

Gedichte. Limes Verlag, Wiesbaden 1956.
Fast ein Gespräch. Schneekluth Verlag, München 1980.
Mit rauchloser Flamme. Schneekluth Verlag, München 1982.
Aus Lettern ein Floß. Schneekluth Verlag, München 1985.
Ein halber Himmel. Schneekluth Verlag, München 1988.
Stätten. Ein Gedicht-Zyklus. Edition Toni Pongratz, Hauzenberg 1988.
Kindermesse. Gedicht-Zyklus. mit Zeichnungen von Mario Schosser, Edition Toni Pongratz, Hauzenberg 1989.
Die Nacht (Sieben Cantos). Randlage 37/38, Plön 1990.
Siebenunddreißig Umschreibungen der Nähe und der Entfernung. Lyrische Sätze. mit Zeichnungen von Mario Schosser, Edition Toni Pongratz, Hauzenberg 1991.
Ein Sprung im Schweigen. Gedichte und Zyklen. Radius-Verlag, Stuttgart 1992.
Gedichte 1953–1991. Radius-Verlag, Stuttgart 1994, ISBN 3-87173-027-0 .
Das Kind. Sechs Adventsgedichte. Edition Toni Pongratz, Hauzenberg 1995.
Die Zunge als Lohn. Gedichte 1991–1995. Radius-Verlag, Stuttgart 1996.
Gedichte. mit Zeichnungen von Jan Wawrzyniak, Radius-Verlag, Stuttgart 1998, ISBN 3-87173-176-5 .
ZwischenZeit. Gedichte. vom Autor selbst gelesen, an der Harfe Nora Sander, Verlag Sankt Michaelsbund, München, 2000 (Hörbuch)
Ufer. Gedichte 1996–2003. Radius-Verlag, Stuttgart 2003, ISBN 3-87173-266-4 .
Stele. Gedicht. Edition Toni Pongratz, Hauzenberg 2004, ISBN 3-931883-36-1 .
Untereinander. Gedichte aus dreißig Jahren. Verlag Sankt Michaelsbund, München 2004, ISBN 3-920821-44-0 .
Der Garten dahinter. Denklingen 2004, ISBN 3-931798-25-9 .
Bei nachlassendem Licht. Denklingen 2005, ISBN 3-931798-28-3 .
Erinnerung an das Licht. Gedichte 2003–2006. Edition Toni Pongratz, Hauzenberg 2007, ISBN 978-3-931883-52-3 .
Das ganze Leben. Späte Gedichte. Edition Toni Pongratz, Hauzenberg 2009, ISBN 978-3-931883-68-3 .



Después de Auschwitz

Para Wolfgang Weyrauch


1

¿Ya no hay poemas?
¿Entonces el apologético
Informe de gobierno
(el Libro Blanco – oh lenguaje,
¡Violada suavidad
de la nieve!),
la pesada novela
mentirosa o el
periódico tal vez?

Como una fosa común
el poema ahorra
espacio y tiempo.

Antes de Auschwitz,
después de Auschwitz
llovían disctaduras
y los ríos y
las ciudades
llevaban sangre.

Desde Auschwitz
ya no se puede matar
a la historia.
El trabajo siempre
hará libre
y los que de día asesinan
escuchan en la noche
a Mozart y a Bach.
Desde Auschwitz
–¡hay que quitarse el sombrero
ante este siglo!–
ya nada es
imposible.

Ni siquiera los poemas.


2

Animados
a dar rienda suelta
a su fantasía,
unos niños de Kampuchea
–cuyo asesino más reciente
decidió que allá sobraban
millones de
seres humanos–
dibujaron
cómo colgaban
disparaban y quemaban
a sus padres,
hermanos y extraños.

Y en ese momento
una niña preguntó
¿qué cosa es una muñeca?

Aún tiembla el aire
en las puertas azotadas
del jardín,
y la voz que ordenaba
el trabajo a Adán y a Eva
(fue una desgracia, creedme,
rutina y
consuelo del agotamiento)
aún sigue vibrando.


3

Hoy,
a un respiro
del tercer milenio
de la cruz,
el primer mundo y el segundo
indiscriminadamente
devoran
al tercero.

Radiante  
perecerá
lo que no esté muerto por hambre.
Antropófagos:
oh, cómo os protege
la palabra extranjera.

El apocalipsis
(Juan de Patmos,
El Bosco, los
pavorosos
fabulistas)
desde hace mucho
ya ha comenzado.

Vivimos,
antes de morirnos,
sus detalles.


4

Muy de madrugada
el sol,
las flores,
la tierra abierta.
Naturalmente
los mirlos cantan
también en el bosque
de Katyn.

Hay que quitarse el sombrero
ante nuestro siglo.
            Su progreso
            salta a la vista:
            tiros en la nuca y
            neurocirugía, todo
            lo lleva a cabo
con exactitud.
Nos extermina
como nos salva
combatiendo el cáncer
que ha sembrado.
Hay que quitarse la cabeza ante nuestro siglo.

Ven,
nuevo milenio post-Auschwitz
ven a Auschwitz

si no, todo fue
en vano.


5

El que sigamos amándonos
es un milagro.

Desde Auschwitz,

desde Auschwitz
me avergüenzo cuando
estoy en el abrazo.

Tu cuello pulsa
contra mis labios
como los pájaros grandes abaten su presa.

Nuestros cuerpos
sin aliento se
unen bruscamente y
yacen desnudos
trenzados
como si alguien
les hubiera dado
una ducha mortal.

Mientras yo
sienta tu piel,
no te desollarán
para forrar una lámpara.

De golpe nos despertamos
agradecidos.


 6

¡Despierta!
Matan a la gente mientras duerme
y al sur de nosotros
(los desaparecidos)
lo que uno ha besado
(los desaparecidos)
es torturado
instantes después.

Ven,
antes de que suene la hora
con cachiporras
antes de que
los que estamos desapareciendo
nos entreguemos.

A pesar de Auschwitz
no se puede matar a la historia.
Pero sí a nosotros,
a nosotros sí
y tan fácil.


7

¡Despierta!
tócame,
no esperes
a que los tiempos
cambien.
No cambian
jamás.

Hasta que Auschwitz
y todos los desaparecidos
hayan sido olvidados, recordados y
expiados
estaremos mudos.


8

Y sin embargo, hay poemas.

Con boca muerta hablados,
concebidos por tortura.

Sólo los hombres
desaparecen
sin huella.

A los poetas se les puede
matar a golpes. Nombres
son extinguidos.

Alguien, tal vez
la esperanza, graba a fuego
las letras
en su cerebro.

Blancas,
sin imprimir,
desde los archipiélagos
por encima de las fronteras
¡Fuera con ellas!

Y ahora
gritar, con gran voz
y de memoria
gritarlas:

La escritura
como tempestad,
como el humo de hombres

quemados.   


De El sueño tiene su pared. Nueva lírica alemana (El Tucán de Virginia, 1990). Traducción de Elisabeth Siefer





Canto VII: The Last Night

Yours will be
the last face
I see. I
knew it as I
lay beneath
you.

Abandoned Night,
I twisted myself
into you.

How lonely you
must have been
to enclose yourself
in stone. But
you have given
birth and baptized
with tears.

Abandoned Night
with the beautiful
proffered body
the chastely plaited
hair in which
your child never
hid.

Night, mother,
surrendered creature, how
exposed you were. That
you had to give birth
not to joy, or small
laughing cherubs, but
from pure sadness
to a child of tears, of
fire.

Night,
I did not suffocate
in the stony breech
of your arms and thighs.
I had already been born and
was already breathing.



Psalms 139:15

My frame was not hidden from you, when I was being made in secret, intricately wrought in the depths of the earth.

… and then you
opened, created space,
created new sadness, created
an impenetrable cloak of
despair around me and hurled me
into the
Night.
Night
wait for
me. The exile
is always on the
homeward journey. His
arrival is a myth:
But then, we are
already
there.
Ultimate Night,
whoever comes, never to go
away again, wants to sleep himself alert
beside you, to bring your stone
body to white heat once again and feel
its seething, his head, his head already extending
out of you, his mouth already reaching
dawn’s eyelashes.
Arrival once more.
Have mercy. 
Night,
tonight
we lie together
on the uplands
wasted by heat
and cold. 
Here the soul
steels itself
for the fire and
the tremor of
light.



We know that we have passed from death into life, because we love one another. He who loves not his brother abides in death. 1 John 3:14

I lay down
the weapons of
darkness. 
Ultimate Night, I do not want to
return to your womb.
I want to stretch out,
become a hand seizing the invisible,
hard, against the wood,
my body upon your limbs.
While I am still alive, take
your arms off your knees. 
You have long since
woven my
shroud. 
Look at me.
I sense that above
you sadness ceases
at last. I hear
children’s laughter. 
Bend
lower. Even with
your eyes closed
you will feel
me.
My gaze
rises constantly
to your face.





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