Daniela Rey Serrata
Coatzacoalcos, Veracruz, México 1993. Estudia Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. En 2007 ganó la etapa estatal de poesía coral del Estado de México. En 2011 se le otorgó una mención especial en los XXVI Juegos Florales de Coatzacoalcos con el poemario Perspectiva a Quetzalcóatl. Ha participado en antologías como Letras por Coatzacoalcos (Ateneo Puerto México, A.C., 2011), Letras lascivas (Bajo las tardes rojas, 2011) y Singamia (Circo Literario, 2012).
Ha escrito los libros: Espora de Venus (2011) Singamia (2012), AEEOOOen coautoría con Víctor Ibarra (2013), Wi-Fi (2013), TYRRHENIA (2014) y Mundo abisal (2014)
El librero atascado en los rieles /
Rocoso el monte de las crisálidas
[Formulaciones y lomos gruesos
Poems for the millenium
La caída precipita el derrumbe de un semicuerpo cornado.
Acaba el toque de queda y los alambres de púas se zambullen a la mirada del cerro.
Belleza exigua
Belleza bicéfala
Cráter de mi pecho con parvadas de auras
Cinco kilogramos de párpado robado del bolsillo, la baba en la vitrina
Siempre / eterna niña triste remendando camisas para los muñecos de barro
Cueva en cual eremita con el rostro carcomido se halla hojeando madrugadas
Hasta que conocí mis pies que fueron alas / que fueron picos y después un par de higos en la hierba
Miro cansado el guiño de todos los soles, y los cánceres que brotan en mí como azahares bellísimos
Treinta y nueve
Escribo. En tu diócesis me planto como una idea vanamente
fundada y la hiel de tu mirada se convierte, se convierte en vapor
al mirar las flores marchitas del mundo.
Me cose la piel esta acidia de mirarte mientras bailas y seduces
faros en la playa.
Tomo el mástil de lo desconocido y lo exhibo en cada rincón de
mi metrópoli.
Estoy declinando el espíritu. Estos trapos no sirven de nada. Esta
fe que se quebranta con cualquier soplo de colina.
He vanagloriado al cielo cada noche, sólo por creer que las
estrellas son lunares en la espalda de cristo.
Caigo rápido y lento al huerco de tus labios. Esos labios adictos
que son los labios del cielo.
Y sin más resabio no querré quedarme en casa. Conseguiré
adelina que me conduzca a ningún lado, para vivir en el viaje,
donde yazgamos nuestros cuerpos y colmados de la muerte
sofoquemos nuestras letras.
De La espora de Venus
A Antonio Vega Macotela
En la posición inadecuada / el dique entre una casualidad y un intento de suicidio
Todavía alguien reza por ti y suspira la ausencia
Quizá en tu ceniza un hombro-cyborg irrumpa / Ser la que mira y palidece
Tu nombre. Epidermis
Tu nombre. Rododendro
Tu nombre. Antonio
Dibujar en tu contorno el costado de un pulsar
Perforar el mural sin asumir la cuenta de los niños dentro / inhalar el hemisferio norte con sus picos y mares de sangre
No cargues tu corazón para poder charlar sobre devaluaciones y básculas artificiosas
Desde aquí tuve miedo a acercarme y lo mismo me atrae / Yo soy uno de esos espejos
Antonio / volver a las estepas para quejarnos de los días que arriben con el sol amargo
Si me acogiera el interior de tu codo y la esclava dejara de fundirse en mi muñeca / Todavía existe los dragones y las flores que deshojan crías
El tablero es más cómodo cuando llevamos las blancas
[Jalar la escotilla / Estado de negación]
[Habitantes de cajas / Puñado de arena bioluminiscente]
Pender de tus mechas
El chorro de vinil en el traje
La mueca de disgusto
Oh! Antonio / Ámsterdam no me es indiferente / si conocieras este lado del sofá otra dicha sería de tus noches
Tintas que fluyen de ti / desde mi choza en el sur de tu paso /en el sur de una espina que corre sin tropiezo por la aorta
El muchacho menudo se tira de las prendas
Un faro guiña / ni siquiera te conozco pero a algo la creación se aferra
Si las rebabas de la luz fenecen en tu pecho y los años no te indulten / recorrerás los días lúcidos en la dorsal de cualquier mina / Aquí sollozante se halla el cristal
Nunca elocuente
Marchito
Tus cejas pobladas de estragos
Tú /el rayo que no cesa
La imagen nunca inerte
Tú / la moneda sin talla
El color en sí
Tú / el rayo que no cesa
Cuarenta y cuatro
Jamás quise palpar tu corazón vagabundo y sin embargo lo
sostuve largo tiempo.
No quise quererte y la membrana de mi pecho se abrió para que
entraras.
Estoy colmada de tu silueta con forma de laberinto.
Ojos que ven lo real y no más allá del sol horizonte.
Sólo pedía encajarme en tu alma como lo hiciste en la mía, no
pude.
Mi ser cabizbajo se ha quedado, contemplando la huella que se
borra con las olas.
Y el tiempo mal empleado.
El césped que crece y muere.
Lágrimas que no son lágrimas sino pequeños espíritus de sal
jugando en mi mejilla.
Hoy sólo me sustenta el viento con su complexión transparente,
el amor invisible, las falsas memorias, unas manos que no
sienten y estas ganas de convertirme en arena.
De La espora de Venus
Treinta y uno
La pesadilla se presenta… yo la escucho desde la montaña… regresa
el monstruo del fracaso, el sueño trunco de mi futuro, de un
futuro que viene en tren; cuyo tren no llega ni lo hará. Estoy hundido
en el núcleo de la raíz del cedro.
Reburbujeo una gota de petróleo, tropiezo, caigo… la cerilla de
mis oídos intenta retener los sonidos pero éstos se cuelan.
Y quiero llorar, gritar, morder la piel de Dios y hacerle ver mi dolor.
Tomar una roca volcánica de luna y cortarme los brazos…
viajar… viajar al cosmos… viajar al cosmos de un cometa y construir
en él mis sueños sin brazos.
De La espora de Venus
Veinticinco
Los pianos de David caen sobre mis pies, son miles y no siento
nada.
Mi padre trae por llavero mi oreja izquierda.
Mi madre trae por llavero mi lengua.
Mi hermano trae por llavero mi ojo derecho.
Mi abuelo trae por llavero mi cerebro.
Mi tía trae por llavero el esófago de mi perro.
Mi perro lleva en su esófago mi corazón latente.
De La espora de Venus
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