GRISSEL GÓMEZ ESTRADA
Nació en la ciudad de México el 12 de noviembre de 1970. Poeta. Es licenciada en letras hispánicas por la UAM y maestra en literatura española por la UNAM. Imparte cursos de literatura y filosofía en la Universidad Tecnológica de la Mixteca. Obtuvo el primer lugar en el Concurso de Poesía UAM 96 y el segundo sitio en el Concurso Nacional de Poesía Efraín Huerta, en 1997.
Ha publicado en Unomásuno, La Jornada, Luna Zeta, Alforja, La otra, La hormiga roja, Periódico de Poesía, Blanco Móvil, etc. Ha participado en recitales y festivales de literatura, como Mujeres poetas en el País de las Nubes, Festival de Poesía de La Habana, El Pacífico escribe… encuentro de escritores del Pacífico, entre otros.
Obra publicada
Poesía: Poemas de neurosis y antineurosis, UAM, Molinos de Viento, 2001. || El lenguaje de las olas. 1990-2000, Biblioteca Cervantes, 2000. || Otra vida, Editorial Ostraco, 2003.
Antología: Versos puercos, Alforja, Poesía en el Andén, 2006.
Sobre reliquias
Con las uñas sucias de tierra y estropajos
escucho apenas un hálito vacío
escucho y exploro sin encontrar el rastro
he creído encontrar vestigios
en rostros de amistades avejentadas,
viejos con alcohol en las venas
y consejos alados en la lengua
signos desatados exigiendo un canto
He delineado tu rostro
con notas tropicales y desgraciadas
en esos gestos cansados que cantan
y así tener pretextos para sufrir
como un amoroso cualquiera
cantan conmigo
y la única voz generada pone en orden sombras y guerras
y todos somos piedra y Dios
reliquias falsas
o quién sabe…
Esa loca de la casa
andando a tientas, a lo loco
inventa una voz que nunca me dirá “hija, buenos días”
ni me reñirá por irme tan lejos
Ojalá te imaginara, padre,
como si hubieras sido un señor acaudalado y sobrio
y tal vez, con ello, el aleteo de la mariposa
no habría acumulado tanta sangre en fosas clandestinas
Oráculo
Si no tuviera esta presión en medio de la frente
iría corriendo
Si no conociera el final de la historia
si no tuviera experiencia en lagartos,
mi vida,
pero tengo aún un sudario en la espalda
que me cala los huesos
como griterío de gaviotas
No es cierto que nunca te haya visto,
no es cierto que no te conozca:
te vi por primera vez cuando tenía la edad que tienes tú
me has dejado una y otra vez
Casandra para sí misma
espejo de las montañas
mira mis dientes llenos de sangre:
también he chupado cuellos hasta cansarme
y he andado por las calles
gritando tu nombre
como si fueras mi amante asesinado
¿A ti no te da miedo?
Yo tengo sueño ahora.
¿Dormirías al lado de un alacrán
que tiene la aguja preparada?
AMOR
Para Arturo Cosme
La niebla se extiende hacia el umbral,
y a su paso desaparece el camino irregular de la senda,
sus protuberancias: serpientes con las que se formó el destino silente de las olas,
incluso, la niebla se traga los abismos con los que tropezamos, se traga
su núcleo donde sólo la oscuridad es posible, donde sólo el extravío y la pena
como ángeles luminosos, nos tendieron la mano, ignoro si para sufrir
o reírnos a carcajadas por el vuelo inútil de fantasmas, hoy sin rostro,
alguna vez tan bellos que no supimos cómo sobrevivir
a su antigua iridiscencia de seres de profundidades marinas.
A la espalda ya no queda nada: sólo tu rostro en cualquier dimensión:
es tu rostro: emerge blasfema ilumina, corta cabezas, consume mis palabras
[–los cantos,
las restituye en forma de parvadas, de resplandores a la orilla del río Colorado,
y me deja ciega y feliz entre este desconcierto que parece, no desdén, sino
[aganisias vivas,
nimbos que preparan tempestades, vientos que confluyen desde los cuatro puntos
[cardinales,
y todo en una sola mujer. Y cuando sobre tu cuerpo desnudo, nos lanzamos al
[vacío,
y suspendidos me conduces a los centros, al origen, amado, impregnados enteros
de lágrimas gozosas y sudor, somos capaces de entender, como recién nacidos,
en qué consiste el cosmos a quien se llama Dios.
LA MAÑANA EN QUE ME BESARAS
Tantas voces sobre el dolor que gimen,
por siglos martillando la cabeza,
me demandan silencio, sin embargo,
soy gotitas que toman otro cauce.
Pero tu piel de vitral el deletreo
no palpa, no oye, ni intuye los gritos.
Con prurito, entonces, las gotitas
humedecen este papel en blanco,
cantan a ti: rumiante que silencios
engulle: autista, brida.
Las gotas inventan un cerro rojo
se vuelven tormenta que arrancará
tu casa con su lluvia colérica.
Pero podrían ser, por ti,
girasoles gigantes
que dieran sombra a tu atadura,
turba de notas,
alacranes defendiendo tus ojos,
en la mañana estival en que me besaras.
PRIMER PASO PARA ABANDONAR UNA ADICCIÓN
Admite que el objeto de tu adicción
es lo primordial en tu vida:
más que el barranco del sueño
más que las mariposas alrededor de tu cabeza
ni ramas ni raíces pueden opacarla
ni la dignidad
del cuerpo adolorido.
¿Qué hacer, entonces,
para dejar de atracar tu piel
todas las noches
si no sé escribir de otra cosa?
MÚSCULOS DE POETA
¿Por qué de poetas y trovadores,
grandes pectorales no florecen,
como de toro la carne prieta?
Carniceros, boxeadores fieros
– comprendidos poco en el mundo–
sólo te ven con la abierta boca.
“¿Noble? ¿Extranjera? ¿Resucitó?
¿Asesina en serie? Qué profundo.”
Y se les termina la plática.
Mas, te cubren toda en el abrazo,
cual si de espectro tuvieran capa,
donde te desaparecen.
Nada es perfecto. De esta manera,
no estaría mal un beisbolista
para las noches en que una alma
poeta no se consiga atrapar.
NUEVAS SALIDAS DE LA CONDESA SANGRIENTA
I
Para variar, oscurece.
Podemos salir, si apeteces del sol la lisonja.
Hoy hay buen cine.
Caminemos por ahí, quizá.
Tu espalda vacila, ante los albores del alba.
Yo temo: no vaya a ser que me deshaga ante la luz.
Se correrá el riesgo por tu dorso como de sueño antiguo.
Casi veo correr la sangre en él.
II
Te invito a revelar tu magia.
Supón que mi cuerpo sufra
metamorfosis entre tus manos.
Supón que mi sudor sea tu elíxir.
Supón que esta piel, que se eriza ante ti,
sangrará al volverse efigie de tus deseos.
Supón que el acto brutal de la penetración
me convierta en doncella o ángel
y que mis colmillos se queden clavados en tu cuello
hasta que acabe el sortilegio,
o que mis garras se hundan en tus costillas
hasta desaparecer dentro de ti.
Entonces deberé cuidarme.
Pero esta vez, el pantano puede esperar.
III
¿Quién eres tú,
que hace sangrar volcanes mientras repta?
Esconde las zarpas.
Mis alas te protegerán
hasta que crezcan las tuyas,
y con tu aleteo me devorarás, como a la viuda
su delicada estirpe saborea.
IV.
Llegó, me sacudió por todas partes, y se fue.
Queda su sonrisa de rascacielos,
queda su cuerpo: acueducto, coliseo,
triunfador, arrasador, gandalla,
tan absoluto
que sólo queda, de gozo,
lamerse un poco la sangre,
tan hermoso que a veces
no me atrevía a tocarlo
--no vaya a romperse, hija,
dijera la madre, no lo rompas,
tan hermoso como para invitar a mis amigas el banquete,
qué pena.
Lobos hambrientos lo devoraron en el camino.
.