José Fernández-Arroyo
José Fernández-Arroyo es un poeta, escultor y pintor español, nacido en Manzanares (provincia de Ciudad Real) el 12 de febrero de 1928.
Vivió en su pueblo natal los años de juventud, en los que trabó amistad con el pintor Antonio Iniesta que despierta en él el interés por la pintura. Es entonces cuando comienza a pintar sus primeros cuadros, al tiempo que escribe sus primeros poemas y artículos, que se publican en el diario regional "Lanza", en la página "Pensando en joven", que orienta el poeta Ángel Crespo.
Tras realizar el servicio militar en Ceuta, fija su residencia en Madrid en 1952, incorporándose al grupo Postista de los poetas y artistas renovadores Eduardo Chicharro, Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo, Gabino-Alejandro Carriedo, Antonio Fernández Molina, Fernando Arrabal, los pintores manchegos Gregorio Prieto, Antonio Guijarro, Agustín Ubeda y el escultor Martínez Bueno, colaborando en las revistas del grupo: "Deucalión", "El pájaro de paja", "Doña Endrina", "Trilce", "El Despacho literario" y otras.
Poesía:
En 1953 inaugura la colección "Doña Endrina" con la publicación de su libro de casi-sonetos (sonetos de 13 versos) "En torno de lo último", seguido por los libros de poesía: "Tratado de las cosas alegres" (Col. Trilce, 1959)y "Especie pensativa", (Col. la piedra que habla, 1960). En 1961 colabora en un curioso libro de autoría compartida, "Sonetos Pánicos/Sonetos Postistas", escrito por Fernando Arrabal, Luce Arrabal, José Fernández-Arroyo, José Luis Mayoral y Gisela Micaux, quienes se alternaban verso a verso en cada uno de los sonetos. Los poemarios posteriores de José Fernández-Arroyo son: "Asuntos capitales", (Col. El toro de barro, Cuenca, 1977); "Cartas desde un coche" (Col. Cuencos Literarios, 1993); "Del tránsito a la noche", Premio Juan Alcaide 1998 (Col. Juan Alcaide, Valdepeñas, 1998); "Si mi lira delira" (Col. Paramigos Poesía, 2001); "No basta abrir una ventana" (Paramigos Poesía, 2004); "El tiempo, la palabra... y el olvido" (Paramigos, 2005); "Poesía Completa" (Ediciones de la Asociación de Escritores y Artistas, Madrid, 2006). En 1997 crea la Revista de divulgación poética KÁSKARA MARGA, que continúa publicando durante siete años, en colaboración con su esposa Lolita Juan Merino, así como la Colección de Poesía "Paramigos Poesía", en la que publican conjuntamente los siguientes títulos: "Recuerdos de Thailandia", 1993; "Viaje a Alemania", 1994; "A punto de dormir", 1995 y "Andar y ver - Las cuatro estaciones" en 1996.
Prosa
Sus libros en prosa son los siguientes: "El acontecimiento y otros relatos" (Col. Ojo de Pez, C. Real, 1995) y "Las preposiciones", en colaboración con Lolita Juan Merino, (Huerga & Fierro, Madrid, 1997). También destaca como obra prosística su diario íntimo -que ha venido escribiendo desde 1948 hasta el presente -, cuya primera parte, editada con el título "Edelgard, diario de un sueño, 1948-1953" por la Biblioteca de Autores Manchegos de Ciudad Real, en 1991 y reeditada en 2006 por la editorial zaragozana "Libros del innombrable". Un año después, esta misma editorial publica "No es un sueño", que recoge en un grueso volumen la continuación de sus diarios.
Traducciones
Alfred Jarry Gestas y opiniones del Doctor Faustroll, patafísico (March Editor. Barcelona, 2004)
Obra plástica
Al margen de su obra literaria, José Fernández-Arroyo, se ha dedicado activamente a la pintura y la escultura en hierro desde 1962, realizando ese año su primera exposición individual en la sala Abril, de Madrid. Destacan otras muestras personales, como las celebradas en la Galería Fernando Fe (1964), Galería Orfila (1980, 1994, 1997, 2008) y Casas de La Mancha (1978) y Soria (1983) de Madrid; Sala de Arte de la Biblioteca de Manzanares (Ciudad Real) (1964, 1977); Galería de Arte de Manzanares (1982, 1994) y Sala de Arte del Gran Teatro de Manzanares (1999); sala Barbasán, Zaragoza (1977); Casa de Cultura de Cuenca y galería Grisalla de Valladolid (1978); Sala Unturbe, Segovia (2000); Sala de Exposiciones del Castillo de Manzanares el Real (Madrid) (2001); Casa de los Picos (antológica), Segovia (2006).
Se llenaron los campos de muertos
y las ciudades se llenaron
de pañuelos tendidos a secar.
final del poemario de NO BASTA ABRIR UNA VENTANA
He viajado mucho tiempo, ya no sé cuánto,
siempre, semanas y años, eternidades, por países,
por tierras infinitas, pueblos vacíos, páramos y selvas.
He manejado mundos a mi antojo.
Como un conquistador de mundos,
mis mundos recorría dotándolos de dones singulares,
y así, uno tras otro los fui encomendando a sus destinos,
hasta este mundo último y pequeño y ya casi olvidado
de seres poseídos y lunáticos...
Viejo soy ya. Mis mundos
pueden sin mí seguir girando.
1
No basta abrir una ventana
para saber donde comienza el aire,
por ejemplo, o por donde
viene sobre nosotros construyéndose
la propia desazón del solivianto y el desasosiego.
Apenas muestra la ventana una apariencia de la realidad
y la fingida libertad que ofrece
sólo libera la confusión de tantas direcciones
que empiezan y concluyen en nuestro propio corazón
que, sin embargo,
en sí mismo se pierde y se extravía
en los espacios mínimos de su exquisita pequenez.
¡Ni la ventana abierta consigue dar salida a tanta incertidumbre!
No viene el mensajero cargado de palabras de esperanza.
El horizonte es solamente el principio de otras lejanías
y la ventana
es tan sólo la entrada
en nuestro corazón
del estupor y de la duda.
Del tránsito a la noche
¡AH, SI, ME GUSTA SU GRAN SOMBRA,
su terror aborigen, su latido de corazón profundo,
de seno maternal del universo!
¡Sí, la amo! Esa madre o madrastra,
manto negro que medio mundo acoge,
de la luz enemiga y compañera.
Noche.
Noche de las primeras revelaciones.
Noche-muerte, noche-vida, noche como un galope
de negros potros, como estampida de murciélagos,
como un puñal que rasga el corazón con entusiasmo,
noche como un dolor querido y estrechado con devoción,
noche como una posesión total del ser amado.
Muerte...
¡Muerte como una noche tejida a la medida del deseo,
como un libro cuya página sola, tremenda o infinita,
contiene en su vacío la razón de la vida, su sentido;
muerte-noche del día, que muere y resucita y cumple
su misión inefable, muerte cabal y redentora,
como un alivio, una revelación, como esa carta
largo tiempo esperada, una resurrección, un cántico,
una ascensión profunda a la cima de todos los abismos,
muerte-noche-día, oscuridad y luz
y fin del largo tránsito,
que esperándome estás a la salida!
Saludo y adiós a Pablo Neruda
Fuiste esa voz, Neruda,
que de pronto estremece como un grito o un cántico,
voz que, nunca escuchada, te despierta, te agita
y como tuya entiendes y acompasa tu paso.
Pronto fuiste mi guía,
mi farero y mi faro,
pero hados adversos trocaron mis caminos
y no alcancé los muelles de tu puerto oceánico.
Como albatros perdido entre mil horizontes diferentes
todo en mi fueron ciegos y torpes aletazos.
Cien años ha, Neruda, que naciste
y que te fuiste hace sólo treinta y un años,
y aún nos queda el eco de tus cantos telúricos
que despertaron tantos corazones humanos,
que tantos duros muros de atávica injusticia
han venido, a tu empuje, minando y socavando.
Y ahora que el tiempo aventa todo a la lejanía
y nos arrastra al frío rincón de lo olvidado,
aún estás con nosotros y en nuestros corazones,
en un cálido hueco para ti reservado
Y ahora me llega el hondo eco de tus poemas
que fueron para mí como un breviario
y, con otro sentido y con otro destino
siento en mi corazón tu verso resonando
en esta hora decrépita en que nada se espera
-"La dura y fría hora" que sin temor aguardo-
de aquel poema tuyo hondo y desesperado:
"Abandonado como los muelles en el alba
es la hora de partir, oh abandonado"
A SAGRARIO TORRES
POR SU LIBRO “POEMAS DE LA DIANA”
¡Bien dieron tus poemas en la diana
de mi amor a La Mancha y su paisaje!
Se esponja en luz mi fibra castellana
con tu voz de azafrán y su mensaje.
Porque es tu voz henchida, plena y llana,
exenta de oropélico ropaje
la propia voz en su expresión humana
de La Mancha, tu amor y tu homenaje.
¡Cómo huele la tierra, cómo brilla
el herbazal, el ave cómo canta
en tu poema, cómo la sencilla
humildad del cabrero se levanta!
¡Qué ancha la anchura de mi tierra
en tus versos; el cielo, qué brillante!
¡Ah, Sagrario, qué clara y qué pujante
tu voz, que alma y corazón aferra!
Vuelo en tu libro por el campo: ¡Siento
que soy matojo, oveja, cepa, espiga,
abejorro, jilguero, monte, hormiga,
amapola, cardencha, luz y viento!
Y por este profundo sentimiento
que tu libro me da, Sagrario amiga,
que conmigo La Mancha te bendiga
y te torne en amor, por uno, ciento.
Publicado en la revista “Manxa” Junio, 1993
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