Amalia Puga de Losada
(1866-1963)
Amalia Natividad Puga de Losada nace en Cajamarca, Perú el 8 de setiembre de 1866. Esta escritora peruana es hija de José Mercedes Puga y Valera y Carolina Puga y Chávarri, ambos de origen español. “La juvenil musa del Parnaso” como la llama Clorinda Matto de Turner en “Las obreras del pensamiento de América del Sud” (Boreales, miniaturas y porcelanas 262), recibe una educación muy avanzada para su época y para su género debido al gran interés que mantuvo por la literatura y por las humanidades en general. Su padre siempre alentó todos sus intereses académicos, y no desperdiciaba la oportunidad de recomendarle y ofrecerle libros.
La carrera literaria de Puga se organiza en torno a tres momentos: el primero, en que publica mayormente poesía; el segundo, en el que junto a la poesía se dedica a la redacción de ensayos; y el tercero, en el que retoma la pluma y se dedica a la narrativa. Sus primeras publicaciones aparecen cuando apenas cuenta con once años. En 1887 —a los veintiún años de edad—es incorporada al Club Literario de Lima y publica el ensayo “La felicidad”. El Ateneo de Lima la incorpora como miembro en 1891 y en esa oportunidad, Puga de Losada lee un “interesante trabajo sobre la necesidad de que la mujer se dedique a los estudios literarios”, según Elvira García y García en La mujer peruana a través de los siglos (87). En el mismo trabajo, Puga también destaca la participación de la mujer escritora en la sociedad contemporánea y, en particular, elogia a las escritoras Emilia Pardo Bazán, “el águila de los espacios intelectuales”, Juana Manuela Gorriti y Gertrudis Gómez de Avellaneda. Resulta también interesante señalar que Puga plantea la existencia de una comunidad de mujeres escritoras que trasciende las fronteras continentales y reconoce entre ellas los lazos de sangre y de idioma. Al concluir el ensayo, Puga insta a los miembros del Ateneo a continuar apoyando la presencia de las escritoras en la emergente literatura peruana:
Continuad, pues, respetables colegas, en vuestra proficua labor; seguid como hasta aquí deslizando alentadoras frases al oído del principiante y coronando de mirtos el talento ejecutoriado; pero, singularmente, mostraos siempre generosos con la mujer que descuelle por su inteligencia y su corazón [.]
[…] quédele á la mujer siquiera el derecho de seguir el mismo camino que el hombre; y que con la luz de su cerebro ó la ternura de su pecho, pueda conquistarse honores y famas imperecederos, devolviendo al mundo sus aplausos en la bendita forma de fecundas y consoladoras enseñanzas. (“La literatura en la mujer” Ensayos literarios, 153).
En 1890, Ramón Mayorga Rivas, editor de La Revista Ilustrada de Nueva York, anuncia en la revista que Puga había aceptado ser colaboradora de la misma. Desde 1890 hasta 1892, la escritora cajamarquina publica quince poemas y cinco composiciones en prosa en dicha publicación mientras desarrolla una amistad epistolar que dura dos años con el escritor colombiano Elías Posada de Plissé, director de la revista. En 1892, la Municipalidad de Lima le otorga la tarjeta de oro por el poema “Descubrimiento” que Puga escribe en conmemoración de los cuatrocientos años de la llegada de Colón a América. Su obra Ensayos literarios aparece en 1893, el mismo año en que contrae matrimonio con Posada de Plissé. El matrimonio se establece en Nueva York y Puga de Losada se dedica a hacer conocer la historia y la cultura de su país, así como también a colaborar con publicaciones en diversas revistas de la época. Esta escritora destaca también en la traducción del inglés y del francés, idiomas que maneja a la perfección, y por un constante interés en los avances científicos. De acuerdo con la perspectiva de García y García: “No pasó como una viajera en la gran urbe neoyorquina; y al mismo tiempo que colaboraba en algunos diarios y revistas, haciendo conocer la grandeza de su patria, se nutría con todos los adelantos, adquiridos en el medio de intelectuales de nota, de que estuvo rodeada siempre” (La mujer peruana a través de los siglos 88).
En 1894, nace su hijo Cristóbal Roque. Su actividad literaria disminuye para poder dedicarse a su familia. El matrimonio Losada Puga decide visitar Cajamarca y la muerte sorprende a Elías de Posada allí. Puga decide establecerse en Cajamarca y dedicarse con esmero a supervisar la educación de su hijo. Cuando éste termina la educación básica regular, la escritora decide mudarse a la ciudad de Lima para que Cristóbal pueda tener acceso a una educación superior más desafiante. En la capital, fija residencia en Chorrillos y participa en diversos esfuerzos por realzar la participación de la mujer en las diferentes esferas públicas, sobretodo en la literaria. En reconocimiento por estos esfuerzos, es elegida miembro del Comité Ejecutivo de la Segunda Conferencia Panamericana de Mujeres que se celebra en Lima en diciembre de 1924. Su actividad en este comité es destacada y trabaja con otras escritoras como Lastenia Larriva de Llona, Mercedes Gallagher de Parks, María de Sabogal, Olivie de Tello, Luisa Dammert y Elvira García y García. En este evento participan delegaciones de mujeres de los Estados Unidos, Panamá, Colombia, Cuba, Argentina y Paraguay, y Puga de Losada asume la presidencia de la Sección Literaria.
Durante el período de su estadía en Lima, la escritora cajamarquina se dedica a colaborar en varios periódicos y revistas de la época como El Perú Ilustrado y el Mercurio Peruano. En 1924 aparece el poemario Mejores poesías de Amalia Puga, publicado por la editorial Cervantes de Barcelona. En este poemario, sobresalen las composiciones “Íntimo”, “Maizales”, “Una huella”, “Aves fatídicas”, “Flujo y reflujo”, “A mi hijo en su infancia”, “1896” y “La Puguita”. Con la publicación de la novela El voto, se inicia la tercera etapa de la producción literaria de Puga de Losada a partir de 1927. Los textos son todos narrativos y los temas que selecciona abarcan diversos aspectos autobiográficos, regionales y costumbristas, ambientados en su tierra natal. La colección de cuentos Tragedia inédita aparece en 1948, El jabón de hiel en 1949 y La madre Espinach: vidente y profetisa en 1950. En esta última obra, Puga de Losada reescribe la vida de la monja cajamarquina, quien se caracterizó por su piedad, sus virtudes y profecías.
La novela Los Barzúas aparece en 1952. En esta obra, Puga retoma el escenario de una ciudad ficticia “Aural” que aparece en uno de sus cuentos anteriores. En la sección “Advertencia” de la novela, ella declara “que la ciudad de Aural, aunque se parece mucho a Cajamarca, puede no ser Cajamarca misma en todos y cada uno de sus nimios detalles” (5). Como ocurre en el caso de otras escritoras peruanas del siglo XIX, la cajamarquina explica a su lector la necesidad de crear imaginarios espaciales “y construir sobre los cimientos de una localidad real, otra imaginaria” (5). De igual modo, delimita su punto de vista con respecto a la conquista española cuando explica la construcción de la catedral de Aural: “[…] aquel monumental edificio, reliquia de la era colonial; vieja reliquia de conquistadores y conquistados, porque si la dirección fue de los españoles, el trabajo fue de los naturales, y su mortero se amasó con sudor, y acaso también con lágrimas de los exsúbitos del Inca” (103).
En Los Barzúas, Puga de Losada también examina y denuncia los prejuicios étnicos de su momento histórico con respecto a la forma mediante la cual el sujeto capitalino percibe tanto la identidad del sujeto andino, “el serrano”, como el hábitat andino “la sierra”, prejuicio explícito en la siguiente secuencia dialógica en la que conversan dos personajes de Lima Carmen (la esposa del senador Barzúa) y Peroso: “¿Ha estado Ud. mucho tiempo ausente de esta ciudad [Lima]?—Peor que eso, señora: he estado en la sierra—le contestó” (112). De igual modo, cuestiona la organización y la representación del orden político en las comunidades andinas, así como también denuncia las relaciones asimétricas de poder y el olvido en el que se encuentra el sujeto indígena. Un rasgo intertextual que cabe mencionar es la inclusión de una traducción del inglés al castellano del poema “Wreckage” del poeta inglés D.L. Woodcock, traducción que Puga identifica como suya en una nota a pie de página (117).
A diferencia de otras escritoras de su generación, Amalia Puga de Losada recibe en vida un merecido reconocimiento de su natal Cajamarca y del estado peruano. En 1931, se instala en Cajamarca la estatua de la escritora en la plaza que hoy lleva su nombre y, en 1960, el gobierno peruano la condecora con la Orden del Sol del Perú.
“La Puguita”, una de las infatigables “obreras del pensamiento”, fallece en Lima el 20 de setiembre de 1963 a la edad de 97 años.
Fanny Arango-Keeth
Mansfield University of Pennsylvania
Bibliografía específica
Puga de Lozada, Amalia. Los Barzúas. Lima: Imprenta Santa María, 1952.
—. La Madre Espinach vidente y profetisa. Lima: Imprenta Santa María 1950.
—. El jabón de hiel. Lima: Imprenta Santa María, 1949.
—. Tragedia inédita. Lima: Imprenta Santa María, 1948.
—. Las mejores poesías (líricas) de los mejores poetas. Barcelona: Editorial Cervantes, 1924.
—. Ensayos literarios. Lima: Imprenta de la ilustración sud-americana, 1893.
Bibliografía general
García y García, Elvira. La mujer peruana a través de los siglos. Tomo 2. Lima: Imprenta Americana, 1926.
Matto de Turner, Clorinda. Boreales, miniaturas y porcelanas. Buenos Aires: Imprenta de Juan A. Alsina, 1902.
icon-space-fin-seccion
puga-losadaAlias: Amalia Natividad de las Mercedes Puga y Puga, Amalia Puga, Señora Puga de Losada, Sra. Doña Amalia Puga de Losada, Amalia Puga de Lozada, La Puguita.
Obras de la Escritora: originales y editadas
(Obras en orden cronológico)
(1887). “La felicidad.” (Seudónimo: Amalia Puga de Lozada). Primicias Literarias. Lima: Imprenta de Bacigalupi.
—. “La felicidad.” La Revista Ilustrada de Nueva York. Feb. (1890):15-16.
(1892). “Literatura en la mujer.” La Revista Ilustrada de Nueva York. Mar. (1892):133-41. [Discurso de Amalia Puga en la noche de su incorporación en el Ateneo de Lima, Perú].
(1893). Pról. Luis B. Cisneros. Ensayos literarios. Lima: Imprenta de la Ilustración Sudamericana.
(1923). El voto, novela inédita. Ser. La Novela Peruana, año 1, número 7. Lima: Lux.
(1924). Amalia Puga. Ser. 50 Mejores Poesías Líricas de los Mejores Poetas. Barcelona: Editorial Cervantes.
(1948). Tragedia inédita. Lima: Imprenta Santa María.
(1949). El jabón de hiel: cuentos. Ser. Solinet/Aserl Cooperative Microfilming Project. Lima: Imprenta Santa María.
(1950). La madre Espinach: vidente y profetisa. Lima: Imprenta Santa María.
(1952). Los Barzúas. Lima: Imprenta Santa María.
(1958). Peruvian poet and writer Amalia Puga de Losada reading from her work. Sept. 20. 1958. Sound Recording. Archive of Hispanic Literature on Tape, Library of Congress, Washington D.C. LWO 12661, reel 48.
EL DESCUBRIMIENTO
Del mundo antiguo retembló el cimiento:
la bárbara irrupción, como un diluvio,
llegó a Roma con ímpetu violento;
y allí el germano de cabello rubio
y azules ojos reposó tranquilo,
engañando nostalgias del Danubio.
Entonces el Cristianismo, que un asilo
tuviera en misteriosa catacumba,
de la espada imperial huyendo al filo,
saltó brillante de esa negra tumba:
la perla surge en los revueltos mares
cuando furiosa la borrasca zumba.
Alzándose los templos a millares
sobre aquel suelo do el patricio hiciera
oblación de cristianos a sus lares.
La buena nueva se extendió doquiera,
abrió en la humanidad surco profundo,
y el Árbol de la Cruz, sacra bandera,
tremoló por los ámbitos del mundo.
II
Pero siglos después, su obra concibe
en el seno de Arabia un gran Profeta,
que en las palmeras su Corán escribe.
Y aquella raza vagabunda, inquieta,
de valor temerario, fatalista,
brazo de hierro y mente de poeta,
sus legiones innúmeras alista,
desenvaina el alfanje de conquista;
atraviesa la líquida llanura
que de sus costas los contornos baña,
y prodigios haciendo de bravura,
entre arrojo español y árabe hazaña,
ayudada por pérfidos traidores,
se enseñorea en lo mejor de España.
En perfumados cármenes las flores,
de blancas que eran, las tornaron rojas
de sangre y de vergüenza los vapores;
y en la Vega gentil donde las hojas
de pomposos laureles verdeaban,
contemplarse pudieron las panojas
que cimbreadoras palmas ostentaban,
y su oasis al hijo del desierto
en el pensil de Europa recordaban.
Sí, allí la planta del muslime incierto
tranquila se fijó, y esos confines
su mano transformólos en un huerto;
entre bosques de nardos y jazmines,
y junto a la mezquita do al creyente
convocada la voz de los muecines
radiante de esplendor, alzó la frente
encantado vergel para la zambra,
ese palacio de hadas refulgente,
ese alcázar de genios, esa Alhambra...
III
Pasan años y lustros y centurias.
Al pueblo aquel que confinado gime
en las montañas de Aragón y Asturias,
concede el cielo una mujer sublime,
que lucha sin cesar frente a Granada
y, forzando sus muros, la redime.
En la morisca Alhambra es aclamada
la católica reina de Castilla
libertadora de su patria amada.
Mientras el sol de la victoria brilla,
lágrima silenciosa, allá en la Vega,
de Boabdil humedece la mejilla;
y el manso Duero, que esos valles riega,
puede escuchar el cántico de alguna
piadosa virgen que por todos ruega.
Y allí donde lució la media luna,
la Cruz del Redentor se eleva entonces;
y en el alto alminar pone Fortuna
en el lugar del muecín, cristiano bronce.
IV
Era para Isabel, genio fecundo,
santamente ambicioso de victoria
predestinado a completar el mundo,
vencer al musulmán escasa gloria:
necesitaba el hecho que la encumbra
con visos legendarios en la historia,
el hecho aquel cuyo esplendor alumbra
la noche de los tiempos, cuya flama,
de fulgor mitológico, deslumbra.
Aquel hecho que empieza cuando llama
el Marino a las puertas del convento,
y termina en el seno de la fama...
¡Oh, inconcebible instante! ¡Oh, gran momento!
Cual si un mundo de enorme pesadumbre
de Colón agobiara el pensamiento.
Comprende él que envidiosa muchedumbre
le insultara con bárbara ironía..
Más a través de todo, ve la cumbre
adonde Dios al escogido guía:
al Calvario se llega agonizante,
pero ¡se resucita al tercer día!...
En la Rábida encuentra al Almirante
lo que juzgó imposible en su abandono;
y cuando de Isabel se haya delante,
expone su proyecto en firme tono
y un mundo, exclama, descubrir os juro
para la fe de Cristo y para el trono.
Y contenta al navegante oscuro
y descubriendo el misterioso arcano
que guarda entre sus pliegues lo futuro,
cruzar anhela el azulado océano,
de hasta entonces indómita fiereza,
y tiende a aquél su protectora mano.
La corona que ciñe su cabeza,
ya transformada en voladores naves
proclamará su nombre y su grandeza..
¡Carabelas, volad! Cánticos graves
os entona la mar son sus rumores:
Dios del cielo os bendice, aroma suave,
la Atlántida os reserva entre sus flores..
V
¡Silencio!... el verbo a descubrir no alcanza
cómo surgió entre la densa bruma
convertida en verdad, esa esperanza.
No intenten, no la lira ni la pluma
en cuadro bosquejar del continente
dormido entre sus sábanas de espuma
y despertando al beso que en la frente
los labios de dos genios le dejaron
cuando bajo la cruz omnipotente
Isabel y Colón se coaligaron...
VI
Que nos cuentan los sabios mil verdades
que hable la Historia lo que quiera un día;
que nos descubran tristes realidades,
ha de seguir la humana fantasía
viendo a Colón entre rosados velos
de descubrir un mundo en la porfía,
y a despecho de envidias y recelos
extendida la diestra hacia el espacio
fija la vista en los profundos cielos.
Y siempre de Castilla en el palacio
ha de mirar, en perfumada zona
cubierta por celajes de topacio,
a la augusta Isabel, a la matrona
vencedora feliz de Abencerrajes,
quitando de su frente la corona
y los joyeles de sus ricos trajes,
para adquirir las navecillas de oro
de ese magnífico viaje de los viajes.
Verá América dando su tesoro
de millones de súbditos rendidos,
que el canto del esclavo alcen en coro;
de majestuoso bosque parecidos
al Líbano inmortal de las cabañas
son del amor encantadores nidos;
de cadenas de vírgenes montañas
otorgando al íbero generosas
las riquezas sin fin de sus entrañas;
ha de ver producir lirios y rosas
valles cual Jericó y Alejandría
para adornar espadas victoriosas;
y en la nave desierta y solitaria
del templo de pasada idolatría
surgir para el incienso y la plegaria
los altares del Hijo de María.
Mariposas
Del ameno vergel bajo la grama,
Entre duro capullo aprisionado
Pobre gusano espera resignado
La primavera hermosa que tanto ama.
Abandona después, según es fama,
La vil mansión donde durmió ignorado;
Y en lida mariposa trasformada
Vuela de flor en flor, de rama en rama.
El humano ropaje, la materia.
Es semejante al calabozo inmundo
En que oculta la larva su miseria.
Mariposa el espíritu, en su vuelo,
cuando se aleja del mezquino mundo,
liba flores de luz, y sube al cielo…
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