SARA ZAPATA
Nació en Madrid en 1977, ciudad en la que vive y trabaja como maestra de Educación Primaria. Ha participado en diversas revistas literarias así como en recitales poéticos por su ciudad. Palabras para salvarse es su primer poemario. (Estraido del libro "Palabras para salvarse").
Blog / Sitio web:
http://secantaloquesepierde.blogspot.com.es/
Pura casualidad
Me llamo Sara como me podría llamar Marta o Lucía.
Vivo aquí como podía vivir allí o allá.
Mi color de pelo, de ojos, de piel,
mis manías, miedos, hasta mi forma de andar,
todo, pura casualidad.
Casualidad y genética.
Eso somos.
Eso y tal vez,
unas gotitas de experiencia.
Poco más.
Perturbador descubrir
que hay poco que controlar
que modificar
que no podemos evitar un infarto repentino
una embolia
un cáncer
o ser hipocondriaca, como pueden ver.
Tampoco con quién nos cruzaremos al girar esa esquina
o quién decidirá dejarnos al girar otra.
Qué pasará con los mercados
con la borrasca que se acerca por el oeste
o con qué, idea delirante, nos despertarán los de arriba.
Nada, no sabemos nada
y pese a esa nada,
somos capaces de vivir como si nada.
Vivir cada día
como si lo supiéramos todo.
Con mi permiso
Me permito vivir como quiera
porque esto, la vida,
es lo único realmente mío.
Me permito por tanto
tropezar las veces que sea necesario
y también vaguear,
tumbarme al sol y dejar que pase el tiempo
sin que nada pase.
Me permito también
adelgazar y engordar a mi antojo
puesto que este cuerpo es mío
y darle placer sin reproches.
Me permito amar y que me amen
sin ridículos límites
que edulcoran al amor
e intentar
aceptar el fin con valentía
sin miserables reproches,
pero si llegado el momento
me falla la entereza,
me permito convertirme en escarabajo
durante un tiempo determinado.
Me permito cambiar de opinión
sin sentirme culpable
ya que nada es estático.
Me permito además,
permanecer en la confusión del ser
en la intriga de las sombras
en esta interrogación constante.
Me lo permito
porque ya me cansé,
de apuñalarme a cada instante.
Regresar
Sentirse muerta sin estarlo
percibir el mundo que la rodea
como un frío y silencioso ataúd
en el que ya nada
el que ya nadie.
Caminar muerta entre los vivos
sentirse sombra
agua estancada
eco sin voz.
Y allá, en el país de los muertos
donde la estación no cambia
y sólo pasean recuerdos
se abre paso un rayo de luz
directo a su pelo,
un rayo que todo lo cambia.
La vida vuelve
siempre vuelve
porque sólo los muertos de verdad
saben ser muertos.
Puestos a elegir
Puestos a elegir elijo:
El mar embravecido
tu lunar de la espalda
la sonrisa de Jimena
el abrazo de mi padre.
Puestos a elegir elijo:
cañas en el Mercado de San Fernando
a cena en el Ritz
tus poemas a Neruda
Lope a Góngora
ver por enésima vez una de Billy Wilder
a la última de Ridley Scott
diez días de verano al invierno de Madrid
volver a ver a mi abuelo preparar sus migas al Cuponazo
el asiento de atrás del Corsa
a una suite francesa.
Pero todos mis elijo cambiaría.
Cambiaría mis pequeñas batallas cotidianas por una mayor,
por ver a Lorca escribir en su patio de Granada
por no ver a Machado pisar Colliure
por ver a Hernández acercarse a una cuna con un saco lleno de panes, queso y jamón del bueno,
por no ver a Alberti a bordo del "Mendoza".
Cedería mis elijo
por ver bailar juntas a las trece rosas
por no contar los muertos
por ver a los maestros en sus escuelas
por ver desterrado al que vino de África en un remoto rincón de Groenlandia
por ver vacíos los Pirineos y no escuchar La Pirenaica.
Mis elijo daría
por haber ganado esa Guerra
por sentir la vida,
la libertad.
Ausencias
He recorrido años, otras ciudades,
he sentido el vértigo de varios precipicios,
anduve otras tierras, soñé otras lunas.
He vivido sin ti todo este tiempo,
otros llenaron de besos y palabras
mi alacena,
a otros amé, olvidé,
me amaron, olvidaron
ya sabes cómo es esto…
Y pese a todo, pese a este reloj
que avanza por segundos que son años,
siempre hubo un momento,
en aquella terraza en Nápoles,
en algún paseo frente al mar,
en aquel inolvidable concierto
o en un mirar la lluvia tras el cristal,
en el que me acordaba de ti
y te imaginaba allí,
en esos pequeños instantes
en los que nunca estuviste.
Advertencia
No quiero promesas,
no se pueden cumplir.
No espero tu todo
ni deshilacharte a poquitos
ni que me mires y mueras
porque yo,
te quiero vivo.
No hagas de mí tu centro
no me lleves por bandera
que mi luz no te ciegue
ni mis besos te callen.
Cédeme rincones,
avenidas, portales
pero guárdate lugares
en los que yo no entre.
Protégete de mí
que tiendo a la expansión
a poblar todo un mundo
para después huir
ante el horror que supone
sólo verse a una misma
cuando dos, se hacen espejo.
Recuérdalo compañero,
yo sólo,
te quiero libre.
Avanza
Ya no puedes demorarlo más
ya la vida empuja te reclama
grita tu nombre cuando la ciudad duerme
y sólo los hombres tocados por la clariv
idencia o mordidos por el amor que no fue
cavilan, sueñan, se destruyen.
Ya no puedes excusarte más
ahí está
sentada en ese café
jugando con sus dedos
mirando el reloj.
No es la vida
pero es el puente que te llevará hasta ella.
Cíclico
Hay tristezas y soledades acumuladas
como nieve en las cumbres.
A veces se derriten y el río se las lleva.
Entonces sonreímos
pensando que ganamos la batalla,
pero ya saben lo que ocurre con el agua.
Una mañana despiertas
y te encuentras todo como estaba,
como antes del deshielo,
como antes de creer torpemente
en el calor de tus posibilidades.
El después
El problema no es confundirse
ni apostarlo todo al número equivocado,
pues eso es estar vivo.
No es tampoco abrir una puerta y encontrarla tapiada,
ni creer en el mañana cuando ni siquiera hay ahora.
El problema es perder la esperanza,
volver más viejo del camino,
la tristeza convertida en piel,
el fracaso para desayunar,
la decepción dándote los buenos días,
las preguntas colgando de las perchas.
El problema es que la vida te cambie demasiado.
El problema, el gran problema,
es volver a empezar siendo el que se era.
MOSAICO
A veces hay que romperse,
caer de bruces entre sueños
de algodón cortante.
A veces algo empuja
y el alma disciplinada se inquieta
mientras tus pies,
dejan de caminar por inercia,
se ponen en huelga,
te obligan a hacer un alto en el camino,
y da igual si quieres o no,
el crujido te despierta
y ya no hay forma de acallar al lobo.
"Di tu palabra y rómpete"
decía el filósofo,
pues mejor ser vivo mosaico de retales
que pieza muerta de museo.