Osiris Vallejo
Nacido en República Dominicana en 1971, Vallejo reside en Estados Unidos desde 1990.
Escritor y profesor universitario. Ha publicado los libros Saint Domingue, 2044, poemario con el que obtuvo el premio Letras de Ultramar (2005), que otorga el Ministerio de Cultura de la República Dominicana, y Cicatriz, una colección de cuentos. Ha recibido varios premios literarios por trabajos de ficción, entre ellos el premio internacional de cuentos Casa de Teatro (2003). Tiene una licenciatura en Ciencias Sociales de City College of New York y una Maestría en Literatura Hispánica de North Carolina State University. Osiris Vallejo ha vuelto obtener el premio Letras de Ultramar (2014), esta vez en el género de cuento, por el libro Dimensiones del Espejo.
La hora del insomne (fragmento)
I
Desprendido del sur, desheredado
Por el suelo y la vida que ya no es paraíso,
Muerto el tío César, hecha escombros la abuela,
Fósil ya la memoria del amigo que es sombra,
Dudas, huyes, te pierdes, en ese lago absurdo de vino que hoy es puerta
Que da al mar o al abismo o al llanto o al desierto innombrable
Que es a veces la sala de tu casa.
Ignoras qué espejismos poblarán tu memoria,
O qué fúnebre insecto visitará el insomnio de tus ojos sin luz.
II
La miras desde el fondo de tu íntimo zaguán
Y pronuncias sentencia con la voz que el desierto convirtió en peregrina:
Toma hija esta mano de huesos de cristal,
Petrificado el fuego de tus tres inviernos,
Yo no sé quién vendrá a parir los espejos que reclama la noche.
Sospecho, intuyo, gimo, pero no advierto, no,
Ignoro demasiado.
Esa mano hecha huesos
Que tiendo como un barco
En el umbral desnudo del día que vendrá,
No es cuerda, no es escape
Sino acertijo inútil, signo interrogativo, párpados fijos, muertos,
Que heredé de aquel padre que aunque viva es neblina,
O espuma o espejismo en la penumbra rota del pantano del mundo.
III
Un ay no es amuleto, no es salida, no es ala,
Para escapar del vientre, exiguo, raro, incierto
De este Plutón azul que ayer era y hoy no.
Levantarte y andar como anda todo el mundo,
Por la ruta imprecisa que es eterno regreso
Y no decir que siempre,
Desde el instante roto de ese salto al vacío
De este lago de muertos, cojeas de realidad,
Emerges, naufragas en el cosmos sutil, imperceptible
Y ya casi obsoleto de poetizar la muerte.
IV
Qué acariciable encanto hay en ese perfil
De hombre solo y lejano que eres a cada paso,
Silente, sigiloso, en puntillas,
Dejándote abrazar por hija madre hermano
Sin que adviertan siquiera el olor a derrumbe
La nada la hecatombe de ser desorientado
Que no habita la queja, ni el grito, ni el teatro,
Pero se sabe insomne, muerto, mítico, incierto.
V
Y esa casa vacía que a veces aparece
Como fantasma hermoso que gravita tu sueño,
No volverá a ser tuya como ya lo es del tiempo remoto y sin espejos
Todo es y será polvo.
Búhos, águilas, halcones,
Pueblan el cielo raso del lúgubre aposento.
¿Es acaso posible el eterno retorno
A la oquedad inmensa y virginal de su sótano?
No es hora de mirar ese final de siglo
Ni el remoto existir ni este ahora en tus parpados,
¿Dónde habitar, entonces, qué paredes, qué puerto
Abrazar sin el ay?
…y susurra el misterio.