DANIEL CALMELS
Nació el 26 de septiembre de 1950, en Sarandí, provincia de Buenos Aires, Argentina, y reside en la ciudad de Buenos Aires. Es psicomotricista, egresado de la Asociación Argentina de Psicomotricidad en 1983, y psicólogo social, egresado de la Primera Escuela Privada de Psicología Social “Dr. Enrique Pichon Rivière” en 1986. Ha sido el fundador en 1980 (y coordinador hasta 2005) del Área de Psicomotricidad en el Servicio de Psicopatología Infanto Juvenil del Hospital Escuela General San Martín. Ha dictado cursos y seminarios en numerosas instituciones de su país y del extranjero. En el género ensayo publicó a partir de 1996 los volúmenes “El Cristo rojo. Cuerpo y escritura en la obra de Jacobo Fijman” (Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores), “Espacio habitado. En la vida cotidiana y la práctica psicomotriz”, “Cuerpo y saber”, “El cuerpo en la escritura”, “El libro de los pies. Memoriales de un cuerpo fragmentado I” (Primer Premio Fondo Nacional de las Artes año 2000), “El cuerpo cuenta. La presencia del cuerpo en las versificaciones, narrativas y lecturas de crianza”, “Del sostén a la transgresión”, “La discapacidad del héroe”, “Fugas, el fin del cuerpo en los comienzos del milenio”, etc. Participó en doce libros colectivos de ensayo. Colaboró con frecuencia en las revistas “Cuadernos del Camino” (como Daniel Duguet), “Generación Abierta”, “Barataria”, “Abecedario”, “Topía”, e integrando el consejo de redacción, en “Suburbio”. En la actualidad lo hace en las revistas “Cuerpo” y “El Psicoanalítico”. Un volumen reúne su narrativa breve: “La almohada de los sueños” (Buenos Aires, 2007); y en 2011, en Madrid, aparece otro, conformado por el cuento que da título a la colección, en versión infantil, con ilustraciones de Claudia Degliuomini. Poemarios editados: “Quipus” (1981, en co-autoría con Patricio Sabsay y Héctor J. Freire), “Desnudos” (1984, en co-autoría con Héctor J. Freire), “Lo que tanto ha muerto sin dolor” (1991; Faja de Honor Leopoldo Marechal, en 1992), “El cuerpo y los sueños” (1995), “Estrellamar” (1999, prosa poética; Primer Premio Rodolfo Walsh – Derechos Humanos, otorgado por la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Secretaría de Derechos Humanos, en 1996). En 2005 la Editorial Colihue da a conocer su antología poética personal “Marea en las manos”. Inéditos permanecen más de diez libros de ensayo de su campo profesional, además de “El derecho de crear”, ensayo sobre literatura, y el poemario “Amaramara”.
LOS ARTISTAS VELAN
"Esta molestia de sentir
que uno depende de su propio cuerpo"
Antonin Artaud
En la vida de los antiguos héroes
la herida infaltable rondaba los cuerpos.
Fue en Vulcano y en Edipo
la triste pierna desvariada.
En Sigfrido el hombro herido
para temer la palabra muerte.
En Sansón la pérdida indolora.
Y en Aquiles la ley del talón
lo convino a apaciguar su destino.
Pero hubo otros más cercanos
que defendieron el derecho de soñar
aún a costa de detener con el cuerpo
las oleadas feroces de tristeza:
Fue la pierna de Rimbaud
rodando en un quirófano de Marsella,
la mano de Cervantes
multiplicándose en la escritura,
Quevedo riendo de su cojera
con “una pata torcida para el mal”,
los ojos de Borges
imaginando láminas de colores pálidos,
Beethoven, con una varilla entre sus dientes,
comiéndose las vibraciones
que los oídos se negaban a tragar,
Toulouse Lautrec desde su espalda corva
viendo las narices más bellas,
y la oreja de Van Gogh
enterrada en un paño de limpiar pinceles.
Fijman con las sienes golpeadas
mientras grita: “Yo soy el Cristo Rojo”.
Baudelaire con la voz agónica
mientras escucha de la boca materna
un glosario de primeras letras
para una lengua antigua y herida
en la caverna húmeda de su boca,
y Antonin Artaud, cargando de fuego las palabras
hasta explotar de incomprensión.
Desde el fondo de un lujoso salón,
mientras camina al encuentro,
el joven Milosz recuerda con terror
que tiene padre y madre
e ignora de la bala que intentará olvidarlos.
"Si me mato no será para destruirme
sino para reconstruirme"
Antonin Artaud
Hubo otros, que apuraron el destino de un solo trago:
Gérard de Nerval colgado de un farol
con los bolsillos llenos de palabras.
Hemingway, en su último aliento,
apoyando su lengua en la boca de un fusil.
Lugones tropezando en la única mesa de la pieza de un recreo
con la boca llena de veneno para hormigas,
tan cerca de un río llamado tigre.
Y Pizarnik, envuelta en su sábana
como en una bandera,
apoyando su boca pintada
en la de una muñeca sin sonrisa.
Quiroga sobre sus cuentos y en la selva
apurando los ácidos del estómago
única defensa ante la muerte.
Y Alfonsina arrepentida en el último instante
queriendo desandar sus pasos,
empujando con su pecho el mar.
"De pronto la palabra adquiere
la dimensión del gesto"
Aldo Pellegrini
Otros, arrancados salvajemente de las letras
con las palabras puestas:
Haroldo llevado a un país
donde ningún árbol se llama con nombre de mujer,
y Miguel Ángel Bustos
ganándole el juicio a la razón más bella,
y Paco y Rodolfo
bajo la lluvia voraz del Eternauta
encontrando las puertas cerradas para siempre.
De cuerpo presente
los artistas velan,
para que el dolor se ilumine de esperanza.
(de “Marea en las manos”)
MARFILES
Desprendimientos,
pequeños sabios de leche,
cautivos, temblorosos,
cuerpo fuera del cuerpo.
En la noche
la mano bajo la almohada
tocando el nudo del pañuelo.
Dura la tela encerrando al diente perdido
y la boca desafinada, tironea de la punta de la sábana.
La noche convoca a los ratones
que no sólo se comen
las lenguas de los niños mudos,
sino que mudan los dientes a su cueva
que tiene un portal como una boca.
Al otro día, cuando el pañuelo
deshace la mañana en un bostezo
un billete doblado que da pena
aligera el nudo del recuerdo.
a Rocío Calmels
(de “Marea en las manos”)
*
ABISMOS
Julieta sabe
de los diarios que huelen a tinteros abiertos
y a baldosones terminan los días de lluvia.
Sabe que envejecen los globos en una sola noche,
sabe del muñeco de yeso
amanecido en las aguas del fuentón,
pero cómo explicarle
la rama rota del limonero.
a Julieta Calmels
(de “Marea en las manos”)
LA CUCHARA
La cuenca de la mano fue primero
aquietado lecho para el agua
laguito en vuelo hacia la boca.
Luego la cuchara,
que no corta que no pincha,
la que congrega la inconstancia de los líquidos,
la que reúne y vuelca.
El más pacífico de los cubiertos
toda curvas redondeos
hecha para el roce de los labios
la cuchara nos deja
con la boca abierta.
(de “Marea en las manos”)
*
TRAZAS
a mis colegas de Barcelona
Sobre la porosa lisura de madera
se expande la harina,
que la mano ahueca como un nido.
En su lecho clara y yema unidas, juntas, confundidas.
Recibir en la piel la húmeda adherencia,
marcar con las yemas,
dejar ir.
Luego, con un palo,
se alisa la masa al grosor de un papel.
Un niño, sobre la prosa lisura
con los deberes de la lengua materna,
con otro palote, vertical y repetido,
le pone al renglón las rejas de la palabra escrita.
En las primeras trazas
se cocina un orden y un sentido.
Borrar con la masa y comerse las letras
son las primeras gramáticas digestivas.
(inédito)
*
CATAR
Un niño piensa que el hombre que está tras la cámara se está escondiendo
y responde tapándose con las manos,
espera y mira entre sus dedos.
Luego, cuando el hombre se va,
anilla sus dedos como un diafragma de luz.
Un catalejo dactilar con la memoria fértil
fue su primera cámara.
(de “El cine y la poesía argentina”)
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