Juan de Castellanos
Nació en Alanís (Sevilla), el 9 de marzo de 1522 y murió en Santiago de Tunja, Colombia el 27 de noviembre de 1607, fue poeta, cronista, militar y sacerdote.
Nació en Alanís (Sevilla), el 9 de marzo de 1522 y murió en Santiago de Tunja, Colombia el 27 de noviembre de 1607, fue poeta, cronista, militar y sacerdote.
Muy joven marchó de soldado a América, pero pronto abandonó las armas y se hizo sacerdote (1559). Como militar intervino con Jiménez de Quesada en la conquista del Nuevo Reino de Granada. Fue beneficiado de Santiago de Tunja. El erudito colombiano Raimundo Rivas se inclina a pensar que se han confundido los datos biográficos de dos personas del mismo nombre en el beneficiado de Tunja, quien no debió de figurar entre los conquistadores.
Obra
Las obras de Castellanos versan sobre los principales sucesos de la conquista española en tierras de América, pero principalmente sobre los relacionados con las Antillas, Costa Firme, Nueva Granada y Gobernación de Popayán. Para escribir estas obras, que por su extensión constituyen una vasta crónica rimada que consta de más de ciento cincuenta mil endecasílabos (rimados unos y sueltos otros), se sirvió Castellanos de noticias recogidas por él personalmente, durante el decurso de su vida aventurera, y de las relaciones que le dieron sus compañeros acerca de las expediciones en que no tomó parte. Castellanos extractó, además, páginas de los escritos del fundador de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quesada.
La obra que ha dado mayor notoriedad a Juan de Castellanos es el poema histórico Elegías de varones ilustres de Indias. La primera parte se publicó en Madrid, en 1589, mientras que la segunda permaneció inédita hasta el siglo XIX, cuando fue publicada en Madrid (1874). El propósito inicial de Castellanos fue escribir una simple crónica en prosa de los sucesos de la Conquista, pero, a instancia de sus amigos, deseosos de que Tierra Firme alcanzase la gloria que dio a Chile La Araucana de Alonso de Ercilla, versificó la ya iniciada prosa de su obra. El título de la obra no es tan impropio como algunos han supuesto, ya que en él narra el autor los sucesos adversos y la trágica muerte de la mayor parte de los conquistadores, a cada uno de los cuales dedica un epitafio en latín y en castellano.
La obra se divide en cuatro partes; cada parte consta de diversas elegías que, a su vez, se dividen en cantos. La primera parte (única impresa en vida del autor) reseña los cuatro viajes de Colón, la conquista de Puerto Rico, Cuba y Jamaica; la conquista de las islas cercanas a Tierra Firme (Trinidad, Margarita y Cubagua); las primeras entradas al Orinoco y los desventurados sucesos protagonizados por Pedro de Orsua y el famoso tirano Lope de Aguirre.
La segunda parte refiere los hechos acaecidos en Venezuela, Cabo de la Vela y Santa Marta. La tercera parte narra los sucesos históricos que tienen como teatro a Cartagena, Antioquía y Popayán. Finalmente, la parte cuarta (compuesta en verso libre con algunas octavas reales) tiene por subtítulo el de Historia del Nuevo Reyno de Granada y abarca los sucesos de Tunja, Santa Fe, Guane y otros lugares del Nuevo Reino, prosiguiéndolos hasta 1592. En esta última parte ofrece el autor una quinta acerca de los demás pueblos fundados con posterioridad a Santa Fe, Tunja y Vélez, parte que según parece no llegó a escribir.
A pesar de sus defectos, el libro tiene un evidente valor histórico. Desde el punto de vista literario, las Elegías son una obra muy desigual. La primera parte excede a las demás en valor poético. Los versos sueltos en que abundan ya las partes tercera y cuarta son pura prosa rimada y a la larga llegan a causar pesadez. Pero, a pesar de esto, debe abonársele a Castellanos su viva fantasía pintoresca y el arte con que compone algunas de sus narraciones. La lengua, en general, es llana y castiza, no desprovista de cierta ingenuidad, si bien en ocasiones degenera en chocarrera y trivial.
Más que como poeta debe juzgarse a Castellanos como historiador; como tal es siempre imparcial y veraz, y su criterio científico es bastante exacto. Condena a los funcionarios venales, la desmoralización de los soldados, la injusta distribución de las conquistas; sus ideas respecto a la conducta de los españoles con los indios son sensatas. Abundan en la obra las noticias arqueológicas, de historia natural y sobre costumbres de los aborígenes, todas ellas de gran interés. En este sentido, la obra del Homero Americano, como lo define Menéndez Pidal, sería un reflejo fiel de su contexto histórico.
Más que como poeta, debe juzgarse a Castellanos como historiador, porque como tal es siempre veraz y su criterio científico bastante exacto. Condena a los funcionarios venales, la desmoralización de los soldados y la injusta distribución de las conquistas; sus ideas respecto a la conducta de los conquistadores con los indios son sensatas. Abundan las noticias arqueológicas, de Historia Natural y sobre costumbres de los aborígenes, todas ellas de gran interés.
Bibliografía
William Ospina: Las auroras de sangre: Juan de Castellanos y el descubrimiento poético de América (Barcelona: Belacqva, 2007; publicado por 1.ª vez en Colombia en 1999).
FRAGMENTOS
Unos vienen con sed de los infiernos
Y tal cosa no se les escapa.
Otros con grandes cofres de cuadernos
Que son de necedades gran solapa;
Y acontece tener buenos gobiernos
Sin letras un varón de espada y capa
Porque su buen juicio le da ciencia
Con el temor de Dios y su conciencia
Es cosa que se vido raras veces
Y que podéis contar por maravilla
Venir a Indias hombres por jueces
Y no llevar dineros a Castilla;
Pues muchos en juguetes y belheses
Gastan más que demanda su costilla;
Montó su sueldo quince, gastó treinta
Y al fin lo veis después con larga renta
Le enfurece la hipocresía de los religiosos:
Que vanos edificios edifica
Qui en hur ta castigando a los ladrones,
Reprueba con rigor la vida rica
Y allega las riquezas a montones.
Decir q ue no forniquen y fornica
Que huyan sin huir las ocasiones
Qui t an al pecador donde tropieza
Y nunca guardan ellos su cabeza
Abrir a prima noche las pestañas
Con ojo vigilante, claro, puro
Por ver lumbres de ranchos o cabanas
A fin de salteallos con escuro;
Quebrándose los ojos por montañas
Do cualquiera pensara ser seguro
Y aunque más se velasen los isleños
A media noche darles negros sueños
El infiel, bestial, incontinente
Oída del demonio la respuesta,
Hizo juntar gran número de gente
Para quitar la cruz que estaba puesta;
En lo cual trabajaron grandemente
Pero su vehemencia nada presta,
Pues cuanto más trabajo se ponía
Mucho menos efecto se hacía.
Iré con pasos algo presurosos
Sin orla de poéticos cabellos
Que hacen versos dulces, sonorosos
A los ejercitados en leellos;
Pues como canto casos dolorosos
Cuales los padecieron muchos dellos
Parecióme decir la verdad pura
Sin usar de ficción ni compostura.
Ni me parece bien ser importuno
Recontando los celos de Vulcano
Ni los enojos de la diosa Juno
Opuestos al designio del troyano
Ni palacios acuosos de Neptuno
Ni las demás deidades del Océano
Ni cantaré de Doris y Nereo
Ni las varias figuras de Proteo.
Porque las grandes cosas que yo digo
Su punto y su valor tienen consigo
Son de tan alta lista las que cuento
Como veréis en lo que recopilo
Que sus proezas son el ornamento
Y ellas mismas encumbran el estilo
Sin más reparos ni encarecimiento
De proceder sin mácula en el hilo
De la verdad de cosas por mí vistas
Y las que recogí de coronistas.
Porque si los discretos paran mientes
De suyo son gustosas las verdades
Y captan la atención de los oyentes
Mucho más que fingidas variedades;
Así que no diré cuentos fingidos
Ni me fatigará pensar ficciones
A vueltas de negocios sucedidos
En índicas provincias y regiones;
Y si para mis versos ser polidos
Faltaren las debidas proporciones
Querria yo que semejante falta
Supliese la materia pues el alta .
Elegías De Varones Ilustres De Indias
Año de cuatrocientos y noventa
con mil y un año mas era pasado,
cuando los argonáutas desta cuenta
iban a conquistar vellon dorado;
mas no donde Medea la sangrienta
al padre, viejo rey, dejo burlado;
pues es otra riqueza tan crecida,
que de sí sola puede ser vencida.
Callen Tifis, Jasón, Butes, Teseo,
Anfion, Echión, Erex, Climino,
Castor y Pólux, Testor y Tideo,
Hércules, Telamon, Ergino;
pues vencen á sus obras y deseo
los que trataron ir este camino,
haciendo llanas las dificultades
que pregonado han antigüedades.
Las naciones más altas y excelentes
callen con valor de la española,
pues van con intenciones de hallar gentes
que pongan piens contrios en la bola;
Espanto no les dan inconvenientes,
ni temen del dragón ardiente cola,
deseando hacer en su corrida
de mas precio la fama que la vida.
De capitanes van los tres Pinzones,
para tal cargo ninos y bastantes,
y en marear las velas y timones
muy pocos que les fuesen semejantes;
de Palos y Moguer salen varones
admirables y diestros navegantes;
con tanta prevención, con tal avío,
salieron al remate del estío.
Con gran concierto guían el armada,
inflada toda vela y extendida;
vereis espumear agua salada
a tierra van no vista ni hollada,
huyendo de la tierra conocida;
ya no ven edificioes torreados
porque por alta mar van engolfados.
Al occidente van encaminadas
las naves inventoras de regiones;
pasando van las islas Fortunadas
y Hespérides que dicen Ogorgones:
No curan de señales limitadas
que ponen las antiguas opiniones,
y el trópico, que fue duro viaje,
no quiere limitar este paisaje.
Un soberbio Panche
Y antes de comenzarse la subida
vieron venir un panche dando voces
de gran disposición y horrible gesto,
solo, sin otras armas en la mano
que macana de palo poderoso;
y los nuestros creyendo ser mensaje
o para dar la paz o mayor guerra,
pararon todos e hicieron alto,
con intención de conocer la suya.
La cual él hizo luégo manifiesta,
pues por salutación, en el primero
dellos que se halló más a la mano,
a quien llamaban Juan de las Canoas,
el palo descargó con ambas manos,
que, como vio venir el golpe,
puso la cóncava rodela por delante
donde lo recibió; mas el escudo quedó
desmenuzado, como cuando
del fulminoso fuego que desciende
de la región aérea fue tocado el duro
material que lo deshace, y las briznas
y astillas van volando, por una y otra
parte divididas. Y aunque mozo,
robusto y animoso, faltóle fuerza
para sustentarse sobre sus pies,
y con oscura nube de que sus ojos
fueron ocupados, cayó desacordado
y aturdido. Lo cual visto por nuestros españoles,
Acometiéronle por todas partes,
y el Céspedes a voces les decía
Que por ninguna vía lo matasen,
Sino que sin herillo lo prendiesen,
Por saber la razón de su locura.
Mas el soberbio panche con el leño
Y portentosa fuerza se defiende,
Los unos y los otros oxeando
Con buen compás de pies y gallardía,
Según maestro práctico de esgrima
Que en plaza pública se desenvuelve,
Jugando de florero con montante,
Rodeado de gente que lo mira,
Que porque no les toque revolviendo,
Los unos y los otros se retraen,
Dejando campo desembarazado
Donde pueda jugar a su contento;
Que bien desta manera lo hacía,
Aquellos que tentaban de prendello,
Cada cual resguardando su cabeza.
Mas Juan Rodríguez Gil, mozo valiente,
De monstruosas fuerzas, corpulento,
En viendo tiempo, dio veloce salto
Por las espaldas dél, y con los brazos
Nervosos lo ciñó por los ijares,
Según el torvo tigre que, rastrando
El pecho por el suelo, sin ruido
Se va llegando para hacer la presa
En ancas del cornígero juvenco,
Y con velocidad imperceptible,
Subiéndose sobre él, asió las garras
Y el mísero novillo por librarse,
Da brincos y corcovos, brama gime,
Sin se poder valer ni aprovecharse
Del arma que le dio naturaleza.
Desta manera lo tenía preso,
Sin le dejar usar de la macana,
Que con dificultad se la quitaron
Los otros compañeros de las manos,
Ligándoselas luego con esposas
Y pendiente cadena del pescuezo.
Y el Juan de Céspedes con una lengua
Mosca que declaraba los acentos,
Pregunta: "Díme, bárbaro valiente,
¿Cómo te poseyó tan grande demencia
Que siendo solo contra tanta gente,
Presumieses venir a competencia?
Porque moverte tú tan solamente
Sin emboscada de mayor potencia,
No me parece vero testimonio,
Y si lo es, tú debes ser demonio".
El indio le responde: "Yo soy hombre
Por tal y por mi nombre conocido,
Y aquí donde resido fui criado.
Antier me fue forzado salir fuera,
Y ayer, que no debiera, ya muy tarde,
Vi con temor cobarde gente pancha
Que nunca de tal mancha tuvo nota.
Dijéronme ser rota y abatida,
Privando de la vida muchos buenos
Vosotros que sois menos, y tan pocos
Que no tuve por locos desconciertos
Pensar dejaros muertos por mi mano
En pago de un hermano y de un tío
Y un mozo hijo mío, y otras gentes,
Mis deudos y parientes, cuya muerte
Me turbó de tal suerte, que con saña,
Sin convocar compaña de los tristes,
Intenté lo que viste por las muestras
Cuando probé mis fuerzas con las vuestras.
Todos de ver el término soberbio
Y atrevimiento con que les hablaba,
Quedáronse admirados, y quisiera
El Juan de Céspedes que lo llevaran
A Bogotá, ligado con prisiones;
Mas Juan de las Canoas que corrido
Estaba por haberlo derribado,
Con otros compañeros impacientes,
Luégo que el capitán movió la suya,
Al indio le cortaron la cabeza.
El Portugués y su Querida Teresa
Y pues pintamos indios fugitivos,
Quiero decir de cierto lusitano
Una maña donosa muy reída,
Que para huír tuvo su querida.
Era india bozal, más bien dispuesta;
Y el portugués, que mucho la quería,
Con deseo de vella más honesta
Vistióle una camisa que tenía;
Hízola bautizar, y con gran fiesta
Debió celebrar bodas aquel día;
Que en entradas vergüenzas se descarga
Para poder correr a rienda larga.
Estaba en la sabana de buen techo
Y llegada la noche muy oscura,
El portugués juntóla con su pecho
Para poder tenella más segura:
Ambos dormían en pendiente lecho,
Según uso en aquella coyuntura:
Fingió la india con intento vario
Ir a hacer un negocio necesario.
Levantóse del lusitano lado
Y sentóse no lejos dél, que estaba,
Los ojos en la india, con cuidado
De mirar si a más lejos se mudaba
Siendo de su mirar asegurado,
Viendo que la camisa blanqueaba.
La india luego que la tierra pisa
Quitóse prestamente la camisa.
Y al punto la colgó de cierta rama
Por cebo de la vana confianza;
Aprestó luego más veloz que gama
Con el traje que fue de su crianza;
El pensaba lo blanco ser la dama;
Mas pareciendo mal tanta tardanza,
Le decía: "ven ya, niña Tereya,
A os brazos do galán que te deseya".
Y también: "miña Dafne" le decía
Teniéndose quizá por dios Apolo;
Y agora no lo fue, porque no vía
A la que lo dejaba para tolo;
Extenderá los rayos con el día
Para que pueda ver el rastro solo:
Que agora tan nuble se le pega
Como a los moradores de Noruega.
Faltó también la lumbre de la hermana
Que fue para su Dafne gran seguro,
Quiero decir la lumbre de Diana,
Que suele deshacer lo más oscuro
No se tornó laurel, tornóse rana,
Por ser también el agua de su juro,
Y ser la ligereza de la perra
No menos en el agua que en la tierra.
Viendo no responder, tomó consejo
De levantarse con ardiente brío,
Diciendo: "¿Cuidas tú que naon te vejo?
Véjote muito bien per ó atavío".
Echóle mano, mas halló el pellejo
De la querida carne ya vacío.
Tornóse, pues con sola la camisa
Y más lleno de lloro que de risa.
Imploración del agua
Hecha la prevención que voy diciendo
Hicieron procesión con litanía,
Zuazo con la cruz que va siguiendo
Esta desconsolada compañía:
El cantando, los otros respondiendo,
Según uso de nuestra madre pía;
Pero la dulcedumbre de estos cantos
Era toda de lágrimas y llantos.
Con esa procesión, vía derecha,
Dos veces fue la isla atravesada
En tal manera que quedó cruz hecha
Del huello de la gente señalada.
Considerando, pues, cuanto aprovecha
La cabal oración y porfiada,
Hincóse de rodillas el Zuazo
En la junta del uno y otro brazo.
Las manos y los ojos van al cielo;
Diciendo con suspiros y gemidos:
"¡Oh Padre de piedad y de consuelo,
Consolad estos tristes afligidos!
Lleve la devoción tan alto vuelo
Que toque su clamor vuestros oídos,
Y dé socorro la potente diestra
A los que son, mi Dios, hechura vuestra.
"Vos que hartáis a los brutos animales
En los desiertos secos donde moran,
Visitáis con humor los vegetales
Y ansí de flor y fruto se decoran;
Proveed también aquestos racionales.
Pues os creen, conocen y os adoran.
¡Oh fuente perennal, confortativa,
Santo Dios vivo, dadnos agua viva!
"Vos que le disteis agua con aumento
Al vencedor del campo filisteo,
Sacada de las muelas del jumento
Y endulzasteis también las de Eliseo;
Vos que de piedras disteis al sediento
Agua que satisfizo su deseo,
Y en los antiguos pozos de discordia,
Usad aquí también misericordia.
"Oh cruz preciosa y abundante fuente
Contra la sed rabiosa del pecado,
A donde vos, mi Dios omnipotente,
Fuisteis con duros clavos enclavado.
Y salió sangre y agua juntamente
De vuestro preciosísimo costado;
Dad agua de esta cruz; pues nos dais sangre
Con que satisfagamos tanta hambre".
Luego se levantó con esperanza
Firmísima del agua prometida,
Y dijo con entera confianza:
"Cavemos por ser parte bien medida,
En medio de esta cruz y semejanza,
De aquella donde Dios nos da la vida,
Y no creáis que fue promesa vana
Esta que nos fue hecha por Santa Ana".
Cavaron luego muchos con fe pura,
Y pensando pasar más adelante,
No más de codo y medio de fondura,
Sacaron agua dulce y abundante.
Dio tan grande contento la dulzura,
Que el más muerto cobró nuevo semblante;
Gustan aprisa todos del consuelo,
Alzan los ojos, dan gracias al cielo.
Y antes de comenzarse la subida
vieron venir un panche dando voces
de gran disposición y horrible gesto,
solo, sin otras armas en la mano
que macana de palo poderoso;
y los nuestros creyendo ser mensaje
o para dar la paz o mayor guerra,
pararon todos e hicieron alto,
con intención de conocer la suya.
La cual él hizo luégo manifiesta,
pues por salutación, en el primero
dellos que se halló más a la mano,
a quien llamaban Juan de las Canoas,
el palo descargó con ambas manos,
que, como vio venir el golpe,
puso la cóncava rodela por delante
donde lo recibió; mas el escudo quedó
desmenuzado, como cuando
del fulminoso fuego que desciende
de la región aérea fue tocado el duro
material que lo deshace, y las briznas
y astillas van volando, por una y otra
parte divididas. Y aunque mozo,
robusto y animoso, faltóle fuerza
para sustentarse sobre sus pies,
y con oscura nube de que sus ojos
fueron ocupados, cayó desacordado
y aturdido. Lo cual visto por nuestros españoles,
Acometiéronle por todas partes,
y el Céspedes a voces les decía
Que por ninguna vía lo matasen,
Sino que sin herillo lo prendiesen,
Por saber la razón de su locura.
Mas el soberbio panche con el leño
Y portentosa fuerza se defiende,
Los unos y los otros oxeando
Con buen compás de pies y gallardía,
Según maestro práctico de esgrima
Que en plaza pública se desenvuelve,
Jugando de florero con montante,
Rodeado de gente que lo mira,
Que porque no les toque revolviendo,
Los unos y los otros se retraen,
Dejando campo desembarazado
Donde pueda jugar a su contento;
Que bien desta manera lo hacía,
Aquellos que tentaban de prendello,
Cada cual resguardando su cabeza.
Mas Juan Rodríguez Gil, mozo valiente,
De monstruosas fuerzas, corpulento,
En viendo tiempo, dio veloce salto
Por las espaldas dél, y con los brazos
Nervosos lo ciñó por los ijares,
Según el torvo tigre que, rastrando
El pecho por el suelo, sin ruido
Se va llegando para hacer la presa
En ancas del cornígero juvenco,
Y con velocidad imperceptible,
Subiéndose sobre él, asió las garras
Y el mísero novillo por librarse,
Da brincos y corcovos, brama gime,
Sin se poder valer ni aprovecharse
Del arma que le dio naturaleza.
Desta manera lo tenía preso,
Sin le dejar usar de la macana,
Que con dificultad se la quitaron
Los otros compañeros de las manos,
Ligándoselas luego con esposas
Y pendiente cadena del pescuezo.
Y el Juan de Céspedes con una lengua
Mosca que declaraba los acentos,
Pregunta: "Díme, bárbaro valiente,
¿Cómo te poseyó tan grande demencia
Que siendo solo contra tanta gente,
Presumieses venir a competencia?
Porque moverte tú tan solamente
Sin emboscada de mayor potencia,
No me parece vero testimonio,
Y si lo es, tú debes ser demonio".
El indio le responde: "Yo soy hombre
Por tal y por mi nombre conocido,
Y aquí donde resido fui criado.
Antier me fue forzado salir fuera,
Y ayer, que no debiera, ya muy tarde,
Vi con temor cobarde gente pancha
Que nunca de tal mancha tuvo nota.
Dijéronme ser rota y abatida,
Privando de la vida muchos buenos
Vosotros que sois menos, y tan pocos
Que no tuve por locos desconciertos
Pensar dejaros muertos por mi mano
En pago de un hermano y de un tío
Y un mozo hijo mío, y otras gentes,
Mis deudos y parientes, cuya muerte
Me turbó de tal suerte, que con saña,
Sin convocar compaña de los tristes,
Intenté lo que viste por las muestras
Cuando probé mis fuerzas con las vuestras.
Todos de ver el término soberbio
Y atrevimiento con que les hablaba,
Quedáronse admirados, y quisiera
El Juan de Céspedes que lo llevaran
A Bogotá, ligado con prisiones;
Mas Juan de las Canoas que corrido
Estaba por haberlo derribado,
Con otros compañeros impacientes,
Luégo que el capitán movió la suya,
Al indio le cortaron la cabeza.
El Portugués y su Querida Teresa
Y pues pintamos indios fugitivos,
Quiero decir de cierto lusitano
Una maña donosa muy reída,
Que para huír tuvo su querida.
Era india bozal, más bien dispuesta;
Y el portugués, que mucho la quería,
Con deseo de vella más honesta
Vistióle una camisa que tenía;
Hízola bautizar, y con gran fiesta
Debió celebrar bodas aquel día;
Que en entradas vergüenzas se descarga
Para poder correr a rienda larga.
Estaba en la sabana de buen techo
Y llegada la noche muy oscura,
El portugués juntóla con su pecho
Para poder tenella más segura:
Ambos dormían en pendiente lecho,
Según uso en aquella coyuntura:
Fingió la india con intento vario
Ir a hacer un negocio necesario.
Levantóse del lusitano lado
Y sentóse no lejos dél, que estaba,
Los ojos en la india, con cuidado
De mirar si a más lejos se mudaba
Siendo de su mirar asegurado,
Viendo que la camisa blanqueaba.
La india luego que la tierra pisa
Quitóse prestamente la camisa.
Y al punto la colgó de cierta rama
Por cebo de la vana confianza;
Aprestó luego más veloz que gama
Con el traje que fue de su crianza;
El pensaba lo blanco ser la dama;
Mas pareciendo mal tanta tardanza,
Le decía: "ven ya, niña Tereya,
A os brazos do galán que te deseya".
Y también: "miña Dafne" le decía
Teniéndose quizá por dios Apolo;
Y agora no lo fue, porque no vía
A la que lo dejaba para tolo;
Extenderá los rayos con el día
Para que pueda ver el rastro solo:
Que agora tan nuble se le pega
Como a los moradores de Noruega.
Faltó también la lumbre de la hermana
Que fue para su Dafne gran seguro,
Quiero decir la lumbre de Diana,
Que suele deshacer lo más oscuro
No se tornó laurel, tornóse rana,
Por ser también el agua de su juro,
Y ser la ligereza de la perra
No menos en el agua que en la tierra.
Viendo no responder, tomó consejo
De levantarse con ardiente brío,
Diciendo: "¿Cuidas tú que naon te vejo?
Véjote muito bien per ó atavío".
Echóle mano, mas halló el pellejo
De la querida carne ya vacío.
Tornóse, pues con sola la camisa
Y más lleno de lloro que de risa.
Imploración del agua
Hecha la prevención que voy diciendo
Hicieron procesión con litanía,
Zuazo con la cruz que va siguiendo
Esta desconsolada compañía:
El cantando, los otros respondiendo,
Según uso de nuestra madre pía;
Pero la dulcedumbre de estos cantos
Era toda de lágrimas y llantos.
Con esa procesión, vía derecha,
Dos veces fue la isla atravesada
En tal manera que quedó cruz hecha
Del huello de la gente señalada.
Considerando, pues, cuanto aprovecha
La cabal oración y porfiada,
Hincóse de rodillas el Zuazo
En la junta del uno y otro brazo.
Las manos y los ojos van al cielo;
Diciendo con suspiros y gemidos:
"¡Oh Padre de piedad y de consuelo,
Consolad estos tristes afligidos!
Lleve la devoción tan alto vuelo
Que toque su clamor vuestros oídos,
Y dé socorro la potente diestra
A los que son, mi Dios, hechura vuestra.
"Vos que hartáis a los brutos animales
En los desiertos secos donde moran,
Visitáis con humor los vegetales
Y ansí de flor y fruto se decoran;
Proveed también aquestos racionales.
Pues os creen, conocen y os adoran.
¡Oh fuente perennal, confortativa,
Santo Dios vivo, dadnos agua viva!
"Vos que le disteis agua con aumento
Al vencedor del campo filisteo,
Sacada de las muelas del jumento
Y endulzasteis también las de Eliseo;
Vos que de piedras disteis al sediento
Agua que satisfizo su deseo,
Y en los antiguos pozos de discordia,
Usad aquí también misericordia.
"Oh cruz preciosa y abundante fuente
Contra la sed rabiosa del pecado,
A donde vos, mi Dios omnipotente,
Fuisteis con duros clavos enclavado.
Y salió sangre y agua juntamente
De vuestro preciosísimo costado;
Dad agua de esta cruz; pues nos dais sangre
Con que satisfagamos tanta hambre".
Luego se levantó con esperanza
Firmísima del agua prometida,
Y dijo con entera confianza:
"Cavemos por ser parte bien medida,
En medio de esta cruz y semejanza,
De aquella donde Dios nos da la vida,
Y no creáis que fue promesa vana
Esta que nos fue hecha por Santa Ana".
Cavaron luego muchos con fe pura,
Y pensando pasar más adelante,
No más de codo y medio de fondura,
Sacaron agua dulce y abundante.
Dio tan grande contento la dulzura,
Que el más muerto cobró nuevo semblante;
Gustan aprisa todos del consuelo,
Alzan los ojos, dan gracias al cielo.
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