RAMÓN BELLO BAÑÓN
Nacido en Almansa (Albacete) en 1931.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada. Ex decano de abogados, letrado ejerciente del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete desde su incorporación al mismo en el año 1957. Hasta el mes de febrero de 2003 ha ostentado los cargos de Decano de Albacete y Presidente del Consejo de la Abogacía de Castilla-La Mancha, no habiéndose presentado a la reelección. Durante diez años ha ostentado el cargo de Consejero-Decano del Consejo General de la Abogacía Española.
Pertenece a la orden del Mérito Civil y está en posesión de la Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort. En julio de 2003 se le concedió, mediante acuerdo plenario del Consejo General de la Abogacía Española la Cruz al Mérito en el Servicio de la Abogacía.
El 29 de Abril de 2005 le fue concedido la Cruz de Honor del Consejo Regional de la Abogacia de Castilla La Mancha, impuesta en el Salón de Plenos de TSJ en acto público. Es igualmente Consejero de Honor del Consejo Regional de Abogados de Castilla La Mancha.
Es Periodista, inscrito en el Registro Oficial.
Ha sido Alcalde de Albacete (1974-1978), y Gobernador Civil de las provincias de Ciudad Real (1978-1981) y de Alicante (1981-1982).
Es premio Graciano Atienza de Periodismo.
Diplomado en Estudios Europeos por la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de Santander, diplomado en estudios turísticos, y miembro de la Academia de Gastronomía de Castilla-La Mancha. Pertenece como miembro de número al Instituto de Estudios Albacetenses encargado de la sección jurídica.
Desde 1973 es profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), habiendo impartido clases de Derecho Natural, Teoría del Derecho y Filosofía del Derecho, siendo el Coordinador de la carrera de Derecho en el Centro Asociado de Albacete.
Es también, desde su inicio, profesor de la Escuela de Práctica Jurídica del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete, y vocal del Consejo de Dirección de la misma.
Colaborador en prensa y radio y conferenciante sobre temas relacionados con la literatura y el Derecho. Autor del poemario "Los caminos del día", y de un libro sobre Alicante, "Alicante o la biografía de otros ecos", premio de Poesía de la Diputación Provincial de Albacete con el libro "La vida sin paréntesis". Ha leídos sus poemas en el Ateneo de Madrid y Albacete, en el Día del Mar en el Palacio del Marqués de Santa Cruz, de Viso del Marqués (Ciudad Real), Pregonero de las Semanas Santas de Daimiel (Ciudad Real), Chinchilla, Tobarra y Albacete, Mantenedor de la fiesta literaria de Gandía (Valencia), Albacete y La Roda (Albacete), Premio de poesía, entre otros, de Tomelloso (Ciudad Real), Alar del Rey (Palencia), Murcia y Ciudad Real. Es autor, ganando el concurso nacional, de la letra del himno de la coronación de la Virgen de Los Llanos de Albacete. Ha pronunciado conferencias sobre Cervantes en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares y en el salón de actos del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha. Ha sido ponente en mesas redondas sobre la Ley de la Jurisdicción contencioso-administrativa de 1998 y sobre la Ley de Enjuiciamiento Civil de 2000, en Alcaraz, Albacete y Toledo. Ha pronunciado conferencias sobre "El estado de Derecho" en el aula cisneriana de Alcalá de Henares y sobre "El abogado, práctica, ética y deontología" en la clausura de la escuela de Práctica Jurídica del Colegio de Abogados de Ciudad Real.
PUBLICACIONES
Esmalte del Tambor (Albacete 1992).
Alicante o la biografía de otros ecos. (1983).
Los caminos del día. (1996).
Los caminos del tiempo. (2012).
ALBACETE
Yo vivo aquí, donde el vivir es lucha
diaria. Donde me van quemando
los bárbaros agostos
de mi desconocido calendario.
Salgo a la calle y rompo
esa costumbre de lo cotidiano,
observo al niño pobre
y sufro. Todo el año
esta ciudad parece
querer nacer a un mundo de silencios, y vamos
con ella cubriendo los caminos
sin saber si ha llegado
el momento. Ahora canta
junto a mi corazón un pájaro.
Ahora la trunca torre catedralicia esconde
el amarillo sol dc este muerto verano.
Ahora pienso y me valgo de ideas aprendidas,
ahora respiro y callo.
Callo por esta calle mayor de las farmacias
y del neón estúpido, por donde algo
de otro tiempo se muere
y se va al paraíso del pasado.
No esperéis cantos dulces ni retóricos
de esta ciudad. Vivo y declaro
ser uno más de sus modestos hombres.
Amo su cielo, su sencillez, y acaso
esta oscura tristeza que entusiásticamente
me llega al corazón. Rondo sus altos
edificios con la mirada limpia,
medito en sus minutos, y pensando
que Dios me escucha en un instante bueno
le doy gracias por todo. Un extraño
matiz hay en la tarde
cuando ceso en la voz y el aire aprende
a subir a los árboles. Alado,
aladumente, el sentimiento inunda esta aridez continua
donde me van quemando
los bárbaros agostos
de mi desconocido calendario
A BENJAMÍN PALENCIA
(Teniendo la Mancha enfrente.)
QUÉ extraños, nuevos, fugaces amarillos +
encuentra tu mirada! No es Castilla
esto que ves, no puede ser Castilla.
Aquí la tierra es dura y el sol quema
de otra manera, de otra extraña manera, siempre
con ese nuevo y viejo amarillo campesino
cansado de grabarte la retina.
Todo cuadro es un mundo
limitado por la órbita del marco.
Todo cuadro es la vida
y el paisaje; donde están los humanos para siempre
junto a tantos kilómetros de páramo
y a la quieta ansiedad de las encinas.
Pero la Mancha es otra cosa: su tierra está cansada;
sus hombres miran de otra manera y esperan sus hembras
de otra forma el mismo seco y la plegaria antigua.
Hay otra concepción de la esperanza
bajo esta geografía.
¡Ah, Benjamín Palencia!, yo te pido severamente esto:
“Lleva esta Mancha, hazla a tu pintura, doméñala
a tu arte, porque hay prisa
en que la pintes sobria y brevemente
en toda su tristeza,
en toda su grandeza incontenida..."
VERANO
Es ya el verano.
Rompe a decirlo el trigo
y lo padece la piedra del camino.
Tú sabes que no hace mucho tiempo
otro verano puso rojo el vino
en los lagares de esta pobre Mancha
donde todo es monótono y antiguo.
Es ya el verano. Grita y me lo dice
todo el terroso surco del instinto.
Se abren las tierras donde no hubo agua
ni pan para el amigo, y la pedriza aguanta
el infernal diluvio del camino.
Yo siento ya el verano. Me lo explica
el árbol y el paisaje. Cada cosa en su sitio
menos el segador que busca un mundo
sin almudes ni trigos.
Todo el alto poder del sol se queda entre nosotros
como un amigo íntimo.
Ha llorado ya el niño de esta tarde. Ha ladrado
ya el perro de este sueño invencido.
Definitivamente es ya el verano.
Es el triste y brutal verano nuestro
aunque te dé lo mismo.
HOMBRE VESTIDO DE NEGRO
¿QUÉ oscura, qué invisible, que extrañísima
pena te ha alzado el negro hasta tu cuerpo?
Yo estoy ahora contigo, ahora que río,—
ahora que sé del aire y del recuerdo.
Mira la calle, escucha el silbo, rompe
esa cadena, salta por encima del miedo;
tímido hermano de una tarde oscura,
ibérico doncel para lo negro.
Acaso ignoras que en el rostro
y bajo este guadiana de mi cuerpo
hay otro vendaval que arroja estrellas
sobre el suelo;
acaso ignoras que tu vida, bajo el signo
de un capricornio antiguo, es sólo el tedio
de una palabra, el rito
de una mirada o el trámite de un verso.
Hombre vestido sin saber qué pena
has de ponerte en todos los momentos;
negro de instinto, negro de esperanza,
negro de angustia, negro,
negro casi de Harlem, o de jazz—band o de
conciencia sin saber el Padrenuestro.
Ahí estás como para la historia. Ahí.
Sin adjetivos. Calle adelante, suspirar por dentro,
luto en los ojos, brazalete al brazo,
crespón sobre los aires, funeral de aliento,
triste de risas, vencedor de gracias,
verdadero ciprés de cementerio
en tarde de algún viernes
cortísimo de enero.
Yo te comprendo. Yo te envío un amplio
repertorio de libros que no vendo
y te miro a los ojos
y me venzo
también esta alegría sin propósitos, este pasar
la mano por el fuego,
esto de estar conforme con mi mismo
cuando más enemigo me contengo.
Te miraré de nuevo y pensará que existo
porque tú estás ahí, luto por dentro
y por fuera de todo lo que miras,
de todo lo que tocas, Midas, fuego
que en lugar de hacer oro haces paciencia
que viene a ser lo mismo bajo el cielo.
Yo sé que esperarás, que llorarás, que venderá
tu alma a ese diablo verde del recuerdo.
Mira la calle, escucha cómo el reloj parece
haber envejecido, detente
(pasa un viejo, rompe un cristal la tarde,
sube un árbol la escala de los vientos,
canta en la tarde el tren de los retrasos,
discurre el agua, se alborota el preso
tras de esas rejas que abrirá el estío,
y debo, debo pagar la deuda que te debo,
hombre de España, compañero triste,
camisa oscura con botones negros),
ponte en marcha,
vuelve otra vez al ritmo, mira el cuerpo
de aquel hermano tuyo, y no te digo
más que te aliente el aire, que me abstengo de no
incitarte a nada, pero que pienses
qué tristemente tuyo es tu silencio.
¿QUÉ oscura, qué invisible, que extrañísima
pena te ha alzado el negro hasta tu cuerpo?
Yo estoy ahora contigo, ahora que río,—
ahora que sé del aire y del recuerdo.
Mira la calle, escucha el silbo, rompe
esa cadena, salta por encima del miedo;
tímido hermano de una tarde oscura,
ibérico doncel para lo negro.
Acaso ignoras que en el rostro
y bajo este guadiana de mi cuerpo
hay otro vendaval que arroja estrellas
sobre el suelo;
acaso ignoras que tu vida, bajo el signo
de un capricornio antiguo, es sólo el tedio
de una palabra, el rito
de una mirada o el trámite de un verso.
Hombre vestido sin saber qué pena
has de ponerte en todos los momentos;
negro de instinto, negro de esperanza,
negro de angustia, negro,
negro casi de Harlem, o de jazz—band o de
conciencia sin saber el Padrenuestro.
Ahí estás como para la historia. Ahí.
Sin adjetivos. Calle adelante, suspirar por dentro,
luto en los ojos, brazalete al brazo,
crespón sobre los aires, funeral de aliento,
triste de risas, vencedor de gracias,
verdadero ciprés de cementerio
en tarde de algún viernes
cortísimo de enero.
Yo te comprendo. Yo te envío un amplio
repertorio de libros que no vendo
y te miro a los ojos
y me venzo
también esta alegría sin propósitos, este pasar
la mano por el fuego,
esto de estar conforme con mi mismo
cuando más enemigo me contengo.
Te miraré de nuevo y pensará que existo
porque tú estás ahí, luto por dentro
y por fuera de todo lo que miras,
de todo lo que tocas, Midas, fuego
que en lugar de hacer oro haces paciencia
que viene a ser lo mismo bajo el cielo.
Yo sé que esperarás, que llorarás, que venderá
tu alma a ese diablo verde del recuerdo.
Mira la calle, escucha cómo el reloj parece
haber envejecido, detente
(pasa un viejo, rompe un cristal la tarde,
sube un árbol la escala de los vientos,
canta en la tarde el tren de los retrasos,
discurre el agua, se alborota el preso
tras de esas rejas que abrirá el estío,
y debo, debo pagar la deuda que te debo,
hombre de España, compañero triste,
camisa oscura con botones negros),
ponte en marcha,
vuelve otra vez al ritmo, mira el cuerpo
de aquel hermano tuyo, y no te digo
más que te aliente el aire, que me abstengo de no
incitarte a nada, pero que pienses
qué tristemente tuyo es tu silencio.