ALEJO VALDÉS PICA
Poeta de Filipinas. 1890-1945
Nació en Quiapo, barrio de Manila, el 3 de Noviembre de 1890. Sus padres le trajeron a España en 1897, y en varios institutos de Barcelona cursó el bachillerato. Vuelto a Filipinas a los 18 años, e hijo de médico, estudió medicina tres años. Fue capitán de constabularios al servicio de los Estados Unidos. Lució como buen esgrimista y apasionado de la música. Comenzó a versificar (1914) en la revista «Alma Moderna». Por el poeta en que cree y a quien sigue, le nombran «el Villaespesa filipino». Ha publicado: en verso, Electa (1915) e Íntimas (1919); y en prosa, Breviario de amor y Sinceridades.
A LA LUZ MORIBUNDA...
A la luz moribunda del recuerdo,
sueño en aquel mi amor, mi amor primero,
y triste soñador aventurero
entre las sombras del pesar me pierdo.
Cual la celda de un mísero ermitaño
queda abierta a los vientos del desierto,
así mi corazón quedóse abierto
al soplo huracanado del engaño.
Del fondo de mi vida agonizante
se alzaba aquel recuerdo torturante,
en su quietismo silencioso y vago,
cual se alza en las mañanas invernales
la bruma de las nieblas invernales
sobre las aguas límpidas de un lago.
1914.
LUCÍAN EN TU ESPALDA...
Lucían en tu espalda por entero
tus cabellos, de un negro tenebroso,
que tenían el brillo esplendoroso
y cortantes de láminas de acero.
En el salón, hundido en las tinieblas,
había tonalidades misteriosas,
cual de aguas tranquilas y azulosas
cubiertas por las brumas y las nieblas.
Tu hermosa cabellera me atraía
con la fascinación negra y sombría
de los ignotos bosques seculares,
y mis labios hundía en tus cabellos,
y, loco de pasión, dejaba en ellos
un enjambre de abejas osculares.
1914.
A SALVADOR RUEDA
I
Poeta ruiseñor: en las difusas
alegorías tuyas misteriosas,
hay un aletear de mariposas
y la atracción de estrofas inconclusas.
Exquisito cantor: en las profusas
bellezas exquisitas de tus glosas
--como en un lecho de fragantes rosas--
se extenúan de amor las nueve musas.
Tus versos tienen la atracción secreta
de un quieto lago bajo un cielo en calma
cuando entonas tu lenta salmodía,
Porque tu estirpe de andaluz poeta
rindió a las musas, que te dieron su alma,
y tú diste tu alma a la Poesía.
II
Del templo del Amor tomó la ruta
el poeta. Cantó versos adónicos.
Como remate a capiteles jónicos
puso música y versos por voluta.
Todos tus versos tienen la impoluta
blancura inmaculada del armiño,
porque, inocente, cantas como un niño
en tus estrofas la verdad absoluta.
En plena aspiración de ser sincero
escribiste sincero el cancionero,
y es tu sinceridad tu baluarte.
A la lectura fiel de tus canciones
han sentido las almas emociones
porque es tu alma el alma de tu Arte.
ARTE DECORATIVO
Miguel Nieto ha pintado, en un intenso
amor por lo oriental, una cadencia.
En su cuadro la Tórtola Valencia
danza, febril, la danza del incienso.
El cielo nocturnal, azul de Oriente,
dosela su figura. Orientales
perfumes la circundan, y sus chales
resbalan de sus hombros lentamente.
Extraña luz, como de mármol blanco
entrevisto a través de una esmeralda,
estiliza su rostro de judía.
Y al movimiento, en celo, de su flanco
se entreabren los pliegues de su falda
en una irradiación de pedrería.
II
Rozando las ajorcas y los velos
con caricias de mano femenina,
una pantera arrastra por los suelos
el moteado de su piel felina.
Sus patas, sigilosas, se deslizan
entre las piernas de la bailarina,
y en inquietud sus ojos rivalizan
con las miradas de la danzarina.
La pantera es un símbolo viviente,
como lo son también las dos panteras
que pusiera Dulac, clarividente,
bajo los pies de Circe; en un ambiente
de sutiles encantos y quimeras
bajo el nocturno cielo azul de Oriente.
III
Dulac y Miguel Nieto han presentido
la vida de este símbolo, y han dado
la tristeza febril de lo vivido
a la quimera de lo que han pintado.
(Mujeres y panteras son afines
en la crueldad de sus inclinaciones...
Gustan de palpitantes corazones
para la esplendidez de sus festines.)
(Por eso, en las tragedias de la vida,
a la caricia femenil vá unida
la garra sanguinaria de la fiera;
y estar entre los brazos de la amada,
es cual sentir la carne desgarrada
por la zarpa brutal de una pantera.)
IV
La vida femenil de sus pinturas
es tan real, que llega hasta inquietarme,
pues me hace presentir que las figuras
van a salir del lienzo para hablarme.
En el estudio, lleno de tristeza,
la mujer y la fiera son tan bellas,
que parece tangible su belleza
cual si la vida palpitase en ellas.
Y a las primeras horas vespertinas,
cuando solas están mujer y fiera,
los ojos del felino tienen quedas
y lánguidas miradas femeninas,
y la mujer se mueve entre sus sedas
con felina arrogancia de pantera.
PASTORAL
I
Estoy en pleno monte. Recluido
en un camaranchón llamado escuela,
siento sobre mi alma la secuela
de la dolencia del que está aburrido.
En pleno monte. Flota en el ambiente
la gris opacidad de una neblina,
que a los rayos del sol se difumina
y se rasga en girones lentamente.
Derrama el sol su oro por los ampos,
en un derroche de alegrías gualdas,
irisando el techar del caserío;
y fingen, en el verde de los campos,
diamantes en monturas de esmeraldas
las cristalinas gotas de rocío.
II
Llueve torrencialmente, y el chubasco
es tan pródigo en agua que sepulta
los caminos en lodo. El sol se oculta
tras cortinas de nubes. De un peñasco,
dando tumbos, despéñase un torrente:
entre un choque ruidoso de guijarros
y un murmullo de roce de chinarros
se desliza del río en la corriente.
Vuelve a lucir el sol. La lluvia es fina
como agujas de plata, en cuyos ojos
tenues hilos de oro el sol enhebra;
pero quiere bordar, en sus antojos,
un capricho en el agua cristalina
y las agujas y los hilos quiebra.
1919.
EN LA QUIETUD...
En la quietud calma de la hora
el poeta relee sus poemas,
y con sus ojos, que parecen gemas,
los negros signos que escribió devora.
De la lectura de sus versos goza
besando aquellos que le mienten gozo,
y ante los tristes con pesar solloza
poniendo el alma toda en un sollozo.
Una tenue sonrisa se dibuja
en sus pálidos labios sensuales
al murmurar sus rimas musicales;
y ante las tristes y sentimentales
su alma soñadora se arrebuja
en un manto rosado de ideales.
1919.
«SPLEEN»
(Traducción de Juan Moreas)
Como un vencedor ávido de exterminio y de ensaño
en mi frente ha plantado su bandera el hastío.
En prados luminosos va a pacer el rebaño
de ilusiones que han hecho en mi alma el vacío.
Un castillo fingía perspectiva lejana:
de rubíes y oro le forjé en mis ensueños;
pero sus muros eran de arcilla... Una mañana
se derrumbó el dorado castillo de mis sueños.
El corazón, roído por un pesar muy hondo,
se abandonó al miraje de una quimera loca;
bebí, para curarme, de su copa sin fondo
y su embriaguez me ha puesto amargor en la boca.
Hundido en las tinieblas, muero calladamente.
Es la vida espejismo de sueños y palabras,
y su embriaguez me ha puesto amargor en la boca,
vomitan el veneno por sus bocas macabras.
1919.
ORACIÓN
Filósofo,
Poeta,
que miráis las cosas
tristes de este mundo,
uno, muy profundo,
con ojos de asceta,
y otro, como rosas;
los dos en mi vida
pusísteis un mal:
uno abrió una herida,
otro abrió un rosal.
Tus rosas, poeta,
perfuman la vida,
la hacen bella y fuerte,
¡toda juventud!
y tú, cruel asceta,
nos muestras la vida
velando a la muerte
junto a un ataúd.
Tú, poeta, sueñas
vagas sensaciones,
que pasan risueñas
como tus canciones
con las que te adueñas
de los corazones.
Me dijiste, asceta,
que es triste la vida,
que amor es llorar,
sé que no mentiste
cuando lo dijiste;
mas dime, poeta,
¿hay algo en la vida
más dulce que amar?
Yo te odio, asceta,
porque sé que sientes
con sinceridad.
Te amo, poeta,
porque sé que mientes
la realidad.
Filósofo,
Poeta,
que miráis las cosas
tristes de este mundo,
uno, muy profundo,
con ojos de asceta
y otro, como rosas;
los dos en mi vida
pusísteis un mal:
uno abrió una herida,
otro abrió un rosal.
Tu verdad, asceta,
hizo de mi vida
un inmenso crial;
tu llanto, poeta,
hizo de mi herida
brotar un rosal.
1919.
AUTOCONSOLACIÓN
I
Sonríe, poeta del dolor, sonríe;
ya tu ensueño de amores ha triunfado
en una luminosa apoteosis
al pié del tabernáculo.
Por los mismos dolores que sufriste,
por lo que has de sufrir seca tu llanto,
y a la pálida novia que a tí viene,
sedienta de tu amor, abre los brazos.
A tu puerta ha llegado sonriente,
como una virgen rústica, temblando,
a ahuyentar tus tristezas dolorosas
con la caricia de sus dedos blancos.
Cierra al dolor tu corazón, poeta;
para las dichas guárdalo;
ahuyenta los fantasmas de las penas
que hoy sólo la alegría ha de ocuparlo.
Deja la puerta de tu estancia abierta
al paso del amor y obra el milagro
de tu resurrección inesperada
con la consolación de lo esperado.
Ya la pálida novia que esperabas
en busca de tus brazos ha llegado
a enfriar los ardores de tu carne
y a calentar las nieves de tu tálamo.
El juego de sus dedos ha deshecho
el trenzado de sedas del peinado
y la luz moribunda de tu lámpara
al soplo de su aliento se ha apagado.
Sonríe, poeta del dolor, sonríe;
la hora de los besos ha sonado...
II
El viejo Cristo de marfil que adorna
las desnudas paredes de tu cuarto,
aquél que obró el milagro de los peces
y de los panes ácimos,
que serenó el tumulto de los mares
con la caricia de sus pies descalzos,
y en su doctrina de piedad y amores
perdonó a Magdalena sus pecados,
Desde su cruz contempla vuestros cuerpos
en un estrecho abrazo entrelazados,
y con tristeza en sus pupilas cándidas
y en sus ojos dos lágrimas temblando
parece que te dice, entre suspiros,
y de dolor sobre su cruz llorando:
--«Como yo, tú también agonizaste
sobre la cruz de tu dolor clavado,
y las zarzas de todos los dolores
tus sienes y tu frente desgarraron:
has sufrido la mofa y el desprecio,
y has sentido en tu rostro el salivazo
del legionario que salió a tu encuentro
cuando llevabas el madero al hombro
camino del Calvario.
Tú también has sentido de la lanza
el golpe en el costado
y has muerto, como yo, cantando amores
y a todos perdonando.
Toda tu vida ha sido un ansia eterna
--moribundo y en cruz puestas las manos--
esperando el amor de los amores
para abarcarlo con tus brazos cárdenos.
Ya la pálida novia que aguardabas,
en busca de tus besos ha llegado.
Por los tristes dolores que sufriste,
por los que has de sufrir, seca tu llanto,
y a la pálida novia que a tí viene,
sedienta de tu amor, abre los brazos.
Sonríe, poeta del dolor, sonríe:
la hora de los besos ha sonado.»
1919.
EL AMOR DE LOS AMORES
La vida es un dolor. Es algo incierto,
lleno da brumas y de ensoñaciones
que nos hacen temblar. Sepulcro abierto
para enterrar en él las ilusiones.
Es triste caravana en el desierto.
Nos morimos de sed. Las desazones
son inquietantes, como un cuerpo muerto
destrozado por garras de leones.
De la vida en el áspero camino
yo he sido como humilde peregrino
que hizo el amor de su ideal un rito;
atravesó el desierto con mis penas,
y he quemado mis pies en sus arenas
en un ansia infinita de infinito.
1919.
¡BENDITA SEAS, PECADORA!
I
Yo fuí también a tí, cuando soñaba
mi deseo con curvas morbideces
y mi joven pupila dilataba
la visión de tus blancas desnudeces.
En tu boca he bebido hasta las heces,
el néctar que tu labio me brindaba,
y de amor, en tus brazos, me embriagaba,
en un ansia infinita de embriagueces.
Bendita tú, entre todas las mujeres,
porque colmas el ansia de placeres
y el ansia de placer aguijoneas.
Porque tus blancos y afilados dientes
el goce intensifican; porque mientes
un platónico amor, ¡bendita seas!
II
Yo creí adivinar en tus antojos
acicate a pasiones sexuales;
mas moduló tu voz ternuras tales,
que hasta llegué a creer en tus sonrojos.
¡Cómo fingias crisis pasionales,
de hondo y sentido amor, en tus enojos...!
¡Si hasta fingieron lágrimas tus ojos,
en sartales de perlas, a raudales...!
Porque haces olvidar, con tus engaños,
que el amor sólo brinda desengaños,
y fingiendo el amor, el amor creas;
por hacemos creer, con tus pudores,
en la sinceridad de tus amores,
¡por hacernos creer, bendita seas!
III
Cuando estoy solo, sueño en la blancura
de tu piel y en el negro de tu pelo,
y enardecido de pasión, me encelo
por la sensualidad de tu cintura
Entre las sombras del pesar me pierdo.
Mi deseo recuerda tu hermosura,
y aumento intensamente mi amargura
con el opio sutil de su recuerdo.
Porque finges un férvido entusiasmo
durante la epilepsia de tu espasmo;
porque al hacerte desear, deseas;
porque vibran caricias redentoras
en tus humildes manos pecadoras,
¡bendita seas, mujer! ¡Bendita seas!
1919.
ESTABA ESCRITO
Me has herido a traición. En emboscada
miserable y ruín me has acechado,
y en pleno corazón me has asestado
sin compasión, amor, tu puñalada.
No te guardo rencor. Mi amor sincero
es tan intenso que me llena el pecho.
Me ha herido tu traición, como un acero...
Yo te perdono el daño que me has hecho.
¡A qué, guardar rencor, si todo ha sido
tan sólo un sueño que alegró mi vida...
un bálsamo fugaz sobre una herida...!
¡A qué, llorar una esperanza muerta,
si todo ha de caer en el olvido,
aunque la herida permanezca abierta!
1920.