SANTIAGO VIDARTE
Escritor puertorriqueño, nacido en Yabucoa el 25 de julio de 1828 y fallecido en Barcelona en 1848, formó parte del grupo de escritores que escribieron el Cancionero de Borinquen, una de las primera muestras de la literatura puertorriqueña en el siglo XX, y pese a su reducida producción, está considerado uno de los poetas más brillantes de su época.
Con este nombre firmaba sus poesías, y con él le designaban sus amigos y compañeros de estudio en la Universidad de Barcelona: con este nombre se le recuerda también en Puerto Rico; pero uno de sus más diligentes biógrafos asegura que no era ese su verdadero nombre de bautismo, y que usaba el apellido Vidarte por un delicado sentimiento de gratitud hacia don Rafael Vidarte, rico propietario de Humacao, que le había protegido desde la infancia, y le había enviado y mantenía en Barcelona, con objeto de que estudiase allí una carrera científica. Según este biógrafo, el verdadero nombre de aquél era José Santiago Rodríguez, y había nacido en Yabucoa, el día 25 de Julio de 1828. Este joven gozó de notable popularidad entre sus paisanos de aquel tiempo, y aun hoy se le recuerda con cariño, porque en realidad fué el primer portorriqueño que se dedicó al cultivo de la poesía, con brillantez y entusiasmo. Por desgracia falleció cuando apenas había cumplido los veinte años; sus facultades de poeta no alcanzaron su madurez y apogeo, y las poesías que dejó escritas—si bien revelan inspiración y fantasía, y no carecen de espontaneidad y gracia—no tienen aquella elevación y belleza de pensamiento, ni las gallardías de lenguaje á que seguramente hubieran llegado las producciones de Vidarte, si hubiera vivido algunos años más.
Falleció en Barcelona, en 1848.
Su obra poética de mayor vuelo y más brillante es la titulada Insomnio, escrita cuando se sentía ya enfermo, y en la cual expresa la alegría con que soñaba con su regreso á la querida tierra natal. De esa poesía son las estrofas siguiente:
— Insomnio —
No hay brisa . El purpurino sol ardiente,
del sofocante estío,
en rayos quiebra su orgullosa frente
que el suelo abrasan con su poderío.
¡Siento calor! ¡Me rueda la cabeza!
¡Qué ambiente tan pesado!
¡Oh! Tengo sed, mi amor. La fiebre empieza
a devorar mi cerebro cansado.
¡Ah! ¡Qué fuego ! ¡Esta fiebre me sofoca!
¡Tengo miedo, mi bien!
Fantasmas mil en algazara loca
torvos asaltan mi abatida sien.
¿Qué quieren esas sombras a mi lado?
¿Ese cortejo umbrío
que en confuso tropel desordenado
viene a turbar el pensamiento mío?
Huyamos, blanca paloma,
de este fantástico suelo
para elevar nuestro vuelo
a otra región más feliz.
Sí huyamos, bello lucero,
de este cenit tan nublado;
que otro cenit encantado
hay, do podamos lucir.
¿Ves? La tarde es muy serena.
La luz está agonizando
y el horizonte esperando
hambriento al último sol.
Oye; el pájaro ya canta
sus postrimeros amores,
y cierran las gayas flores
su casto broche de amor.
¡Presto morirá el crepúsculo!
Ya la noche se aproxima.
Y del monte por la cima
alza la luna su faz.
Ven, amor mío, y partamos,
que una barca encontraremos
do al empuje bogaremos
que la brisa nos dará.
Mira, del céfiro en alas
volará nuestra barquilla
dividiendo con su quilla
las olas del vasto mar.
Y unidos en tierno abrazo,
yo iré mil trovas cantando;
mientras tú vayas jugando
del agua con el cristal.
¡Qué bello será, mi bien
ir en popa... sin pesares,
al son de lindos cantares
que recuerden nuestro ayer!
¡Qué bello será en la noche
ver la luna y las estrellas
dibujar sus luces bellas
en nuestro alegre batel!
Ven, palomita, y marchemos
de otro nido a disfrutar.
No tengas miedo del mar;
tú eres sirena de amor.
Y el mar ama las sirenas,
pues en sus bellas honduras
habitan sílfides puras
como la lumbre del sol.
— Boguemos—
Boguemos, boguemos
al son de los remos;
la noche convida.
¡Qué bella es la vida
que corre en el mar!
El aura ligera,
veloz, placentera,
nos va susurrando,
meciendo, empujando
la barca fugaz.
¡Qué plácida calma
gozando va el alma!
La luna y estrellas,
¡qué luces tan bellas
derraman aquí!
Boguemos, bien mío,
que en dulce desvío,
tranquilo, halagüeño,
vendra presto el sueño
con ala sutil.
No tengas recelo
azul está el cielo,
¡la noche es tan pura!
¡Oh! todo me augura
fortuna y placer.
Mañana, hechicera,
la lumbre primera
del sol en oriente,
te hará ver riente,
fantástico edén.
Boguemos, boguemos,
al son de los remos;
la noche convida,
¡qué hermosa es la vida
la vida del mar!
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