José Carlos Martínez García
Escritor español (San Sebastián, Guipúzcoa, 1978). Es profesor de lengua y literatura. Investigador especializado en literatura española del siglo XVIII y relatos utópicos. Ha publicado una edición crítica de El viaje de un filósofo a Selenópolis, de Antonio Marqués y Espejo (Liceus, 2007) y un poemario ilustrado, Hipermetropías (Círculo Rojo, 2015). En agosto de 2015 recibió un accésit en el I Concurso Literario Sierra de Francia por su poema “El pico más alto”. Ha publicado artículos, poemas, microcuentos y colaboraciones en revistas literarias, blogs y antologías, tales como Sorbo de Letras, Letras de Parnaso, Entre Líneas, Turdus Merula y otras.
Desdén
Tengo miedo
de quedarme tirado en el suelo
dolorido
y que el mundo pase a mi lado
mirándome con los ojos de sí mismo
y que llegue el invierno
y siga allí tumbado
y mi insolencia sucumba al frío;
temo que mi cadáver sea recogido
entonces
por algún desconocido
privando a los buitres
del áspero banquete
que tanto merecen.
Cínico
De los perros me admira
que se alivien en los muros de la catedral de Colonia
que copulen en los parques públicos
y, principalmente,
que me ladren.
De sus dueños desprecio
casi todo.
Que realicen a puerta cerrada sus deposiciones
como si tuvieran miedo
de que alguien se las hurtase.
Que no eyaculen febriles
sobre sus pálidas existencias
amarradas con firmeza a un salario hipotecado.
Y, principalmente,
que no sientan la necesidad
de lamerme
como bichos domésticos.
Permiso denegado
Dar la vuelta
al mundo en bicicleta,
disfrazarse de princesa,
enamorarse, tener un hijo,
una obscena huella
sobre nieve virgen,
noches sin tregua,
el canto del gallo
como alborada,
aire, mierda, fuego,
arena entre los dedos,
renunciar a un sueldo fijo,
la última derrota,
nadar en aguas puras
bajo la lluvia,
una botella de ron,
un amigo.
Espere paciente su turno
en la cola de la
ventanilla número dos
mientras escucha en la radio
que hoy ha muerto
Günter Grass.
Rellene el impreso adecuado…
Rutina
Sentado
en silencio
derrochando
tardes de sábado
de tugurio en tugurio
entre humo
de biografías grises
que simulan
haber sido ser serán
singulares.
Hastío
de horas
que se disuelven
como aspirinas
en mi cerveza.
Escombros
de existencias
espantosamente
aburridas
de sí mismas.
La hoguera
Ya estás, ya estás…
más que enterrado en vida
(Extremoduro)
Estoy atorado entre las muelas
de otro triturador invierno.
El silencio se ha convertido en mi amante,
se atornilla entre mis sábanas
y trata de seducirme con su lengua inerte
que deja entre mis dientes
un sabor a cuchilla de afeitar.
Las paredes de mi alcoba
son fríos témpanos de soledad.
Alejado de tu vientre
no encuentro forma de calentar
mis despojos.
A este lado del invierno
donde no alcanza a arroparme
la lumbre febril de tus besos
soy, cada día que pasa,
un poco más NADA.
Lluvia ácida
LLUEVE
y caen las nubes
plomizas sobre la tierra
y el cielo se vuelve
una alfombra mugrienta
hollada por pasos infectos.
Da igual.
Nada cambia.
Arropados por la furia,
revestidos del más seductor silencio,
empapados hasta la médula
por una estúpida sucesión de errores
que como una puta broma biológica
se transmiten de padres a hijos,
supervivientes a duras penas
a los ataques de la codicia,
al tiempo que a nuestros pies
el público se muere
de risa
de asco
de hambre.
Convertidos en una horda
caníbal de seres yermos
fagocitados por una jauría de edificios
grises.
Islas dormidas a la deriva
entre témpanos de hielo
cuyo suelo se llena de guano
mientras la verdad de vez en cuando
se desploma sobre el asfalto
y
LLUEVE.