TODROS HA-LEVI ABULAFIA
Todros Abulafia (Toledo, 1247 - 1300) fue un poeta hispanohebreo, emparentado lejanamente con Meir Halevi Abulafia, pero sin relación próxima con Abraham Abulafia. Recopiló sus poemas en un diván, el Jardín de proverbios y enigmas, en 1298.
Todros ben Yehudá Halevi Abulafia nació el año 1247 en Toledo, donde vivió la mayor parte de su vida. El idioma árabe estaba, ciento cincuenta años después de haber sido reconquistada la ciudad, todavía en uso, y Todros estudió pronto árabe, y dominaba tanto el lenguaje como su literatura. También es probable que le fuera familiar la literatura vernácula cristiana.
Ambicionando hacer carrera en la corte de Alfonso X El Sabio, Todros logró, a través de un rico e influyente cortesano judío (cuyo favor ganó dedicándole numerosos poemas), conseguir una audiencia con el mismo rey. Además de su trabajo como poeta en el contexto de las cortes judías, Todros sirvió como recaudador de impuestos y correo diplomático.
Hacia 1279 el rey, cuya religiosidad aumentaba con los años, ordenó al patrón de Todros recaudar una extravagante cantidad de dinero entre la comunidad judía, para sufragar una campaña militar. El hijo del rey desvió los fondos en su propio interés y las tropas quedaron varadas. La furia de Alfonso llevó a la ejecución del patrón de Todros.
Todros era bastante mujeriego, y gustaba de tener relaciones con mujeres gentiles (cristianas y árabes), lo que se refleja en sus poemas. Como esas relaciones estaban prohibidas, Todros y sus amigos se metieron en problemas y fueron encarcelados dos años después; los capturaron cuando estaban en la sinagoga, junto con gran parte de los judíos de Castilla, que la Iglesia pretendía convertir. Todros escribió numerosos poemas durante su tiempo en prisión, y fue liberado ese mismo año. De algún modo, Todros consiguió reconquistar cierta posición en la corte del sucesor de Alfonso, su hijo Sancho IV (d. 1295).
No hay mucha información sobre los últimos años de su vida, y las evidencias firmes desaparecen tras 1298, cuando recopiló sus poemas en un diván, que tituló Gan HaMeshalim veHaHidot (Jardín de proverbios y enigmas).
Jardín de proverbios y enigmas
Todros recopiló su Jardín de proverbios y enigmas en 1298. Acompañó los poemas de un encabezamiento descriptivo, a la manera tradicional (aunque la mayor parte en hebreo en vez de en árabe). Escribió también una introducción a la antología que recuerda al diván de Ha Nagid y la crítica de Ibn Ezra.
Tras su muerte, no hubo prácticamente mención de su poesía en la literatura hasta el siglo XVII, en que su diván fue copiado en Egipto y el manuscrito circuló entre los coleccionistas de antigüedades de Iraq y la India. Ya en el siglo XX, el manuscrito llegó a manos de David Yellin, uno de los más importantes eruditos en poesía medieval hebrea de su época, quien preparó una edición crítica que fue publicada en tres volúmenes entre 1934 y 1937.
Me he esforzado en el amor
Me he esforzado en el amor y nada he logrado
y estoy atrapado en la trampa de un venadillo:
una muchacha árabe.
Mi alma
tiene tanta hambre de un beso de su boca,
que quisiera convertirme en una mujer:
porque ella sí besa a las mujeres;
pero estoy perdido, porque soy varón.
Todros Ben Yehuda Ha-Levi Abulafia trazó en el campo poético senderos particulares. Una de las orientaciones más interesantes en su poesía es la introducción de expresiones extraídas de la tradición religiosa en poemas de puro carácter profano. El poeta se dirige a Dios con expresiones provenientes de un contexto general y nacionalista, utilizando una estructura característica de la poesía religiosa, para pedir ayuda para resolver problemas cotidianos; por ejemplo, invoca a Dios para que le ayude en su tarea de recaudación de impuestos y para que le alivie el molesto picor molesto de un ojo. Por ejemplo el poema encabezado: «el poema que escribió cuando deseaba
hablar con el rey sobre uno de los asuntos».
Yendo a casa del que es de hueso y carne,
mis labios te expresarán alabanzas
y anunciarán buenas nuevas.
Me apoyaré sólo en su misericordia y a quien en Dios
se apoye ¿acaso le faltará el bien?
Y confiaré en él con todo mi ser, y todo aquel
que en este mundo fue creado, me obedecerá,
y Dios influirá en el corazón del Rey y sus ministros,
según mis deseos, destruirá a los aduladores con palabras falsas
en sus bocas y guardará a los dotados de inteligencia y moralidad
(Todros, 643 IB p. 99).
Además del Gan ha-mesalim we-ha-hidot, la obra poética de Todros ben Yehudah consta, como ya hemos indicado, de 48 poemas adicionales, moaxajas en su práctica totalidad.
Como él mismo nos explica, al compilar su propio diwan, Todros ben Yehudah Abulafia añadió a la mayoría de sus poemas un encabezamiento en prosa rimada, casi siempre en hebreo, pero en algunos casos, especialmente cuando eran breves, en árabe; le puso por nombre Jardín de los Proverbios y Enigmas, y también en prosa rimada le añadió la siguiente introducción:
Dijo Todros ha-Leví:
Al ver que a causa de las muchas
idas y venidas,
en los arriates de los jardines
se pudrían esparcidas mis melodías,
y que al estar cambiando continuamente de residencia
y viajando sin cesar,
mis pensamientos,
que habían sido dueños y señores,
partiendo de la cúspide de Ia hermosura
habían ido a parar a lugares de espanto,
y que estaban mis poemas perdidos
cual rebaño sin pastor,
desperdigados por todas partes,
dispersos, sin ninguna unión,
solitarios, cual pájaro
sobre el tejado,
concentré toda mí atención
en ese desierto»
y reuní algunas de mis composiciones
que estaban diseminadas y dispersas,
retoños que destacan
por encima de toda poesía;
planté, en este libro, jardines y vergeles
para que sirvieran de instrucción y testimonio
y revestí el JARDÍN DE LOS PROVERBIOS Y ENIGMAS
con el ropaje de sus preciosos árboles.
No presté atención a lo escrito antes y después,
sino que me fijé únicamente en que formaran grupos,
como cancioncillas y endechas,
cantos de amor y agradecimiento,
de forma que tanto las antiguas como las recientes
estuvieran todas juntas.
De muchas que habían sido sólo encontré unas pocas,
cual gota de agua en el vasto y espacioso mar;
que mire y vea el Señor
y devuelva a sus dueños las que se han perdido,
pues para los tiempos presentes fueron escritas,
pero también para ser recitadas en el futuro.
Como encabezamiento a cada poema voy a redactar unas palabras
en prosa rimada que cautiven los espíritus
y expliquen el contenido del poema,
pues el final de un relato es mejor que su comienzo.
De esta forma no pocas expresiones puras y novedosas
en mis palabras quedarán prendidas,
y muchas formas poéticas de la gente del país
se recitarán en hebreo.
Si recubrí con un manto de alabanza
a algunos de los hombres renombrados de Ia comunidad
lo hice sin la esperanza
de que fuera recompensado mi poema,
ni de recibir, a cambio de palabras,
regalos de cornalinas y topacios,
sino para realizar mi obra poética de la mejor forma
o por el mucho amor que me abrasa,
que es cual el ardiente fuego de la profetisa
mujer de Lappidot.
Y aunque allí se encuentran amorosas palabras
y dichos de mancebos y doncellas,
a cielos y tierra pongo por testigos
para que den fe de mis palabras
de que no hay en mis poemas nada lascivo
¡lejos de mí tal maldad!, ni pecaminoso, ni arrogante,
sino que son para dar a conocer lo que está oculto
de forma poética,
y mostrar que la Lengua Santa es deliciosa para la poesía,
no menos que la árabe, y que pueden expresarse en hebreo cosas sublimes,
como era costumbre entre los Profetas
y en los preceptos enseñados a los hombres.
La obra poética de Todros ben Yehudah Abulafia, que entronca directamente con la de los grandes poetas hebraico-españoles de los siglos precedentes, llamó poderosamente la atención del gran historiador de los judíos en España, el prof. Y. Baer quien vió en los poemas preciosistas y cultivados del joven Abulafia un singular testimonio de la situación personal del poeta y de la nobleza judía durante el reinado de Alfonso X y de su hijo Sancho IV, monarcas a los que Todros sirvió directamente asistiéndolos en sus finanzas.
Nació Todros ben Yehudah el año 1247 según puede fácilmente deducirse de una de sus poesías:
Mirad el grato libro,
bello para la inteligencia;
ni, como el oro, se oscurece,
ni, como el precioso metal, cambia;
veinticuatro años desde el día de la Creación
han transcurrido
y diecisiete son los años
del que recita sus poemas
A pesar de no haber recibido Todros ben Yehudah Abulafia de su señor la esperada dispensa a las órdenes del rey que Ie autorizara a vestir y cabalgar con el lujo y la pompa que acostumbraba, el propio poeta reconoce haberse beneficiado de la generosidad de su protector:
Ayer me cubrió, con sus mercedes,
de regias vestiduras, de un glorioso manto,
diariamente sus dones me presentan,
aves, cabritos y toda clase de manjares
y una apreciada muía...
Pero en aquellos aciagos días de principios de 1281 tampoco se libró nuestro poeta de la cólera del rey Alfonso ni de conocer de forma directa las prisiones del rey Sabio; gracias a ello ha llegado hasta nosotros este hermoso poema, en cuyo encabezamiento se compara a «José», sintiéndose injustamente perseguido y encarcelado; por eso hace suyas las palabras del hijo de Jacob:
«Pues furtivamente fui hurtado del país de los hebreos y tampoco aquí hice nada para que me arrojaran al calabozo» (Ge 40, 15).
Emplea también el término «egipcios» para designar a sus persecutores y guardianes y, en general, a todos los que le rodean:
Encabezamiento
Y me arrojó el rey al calabozo
juntamente con otros hombres principales,
al lugar donde estaban detenidos
los prisioneros reales.
Nada se nos dió para comer ni beber
salvo las aguas amargas.
A piojos y ratones, en cambio,
servíamos nosotros de alimento.
Enjambre de abejas nos rodeaba
para que no entrara ni saliera ningún compañero.
Voces como de golondrinas y tórtolas oí
como cuando en el monte se persigue a la perdiz;
y, entre los egipcios,
pronuncié estas palabras:
Poema
Por vida del amor, pajarillos,
volad hacia los amigos,
llevadles saludos de los que sufren
encarcelados en profunda prisión.
Por favor, decidles que están
hambrientos; que en verdad
el llanto es su único alimento,
la sangre del corazón su bebida.
Yacen como fetos
en un oscuro y profundo foso, entre
pulgas, mosquitos y piojos
se consumen y descansan,
Insignificantes bichos que aún
no han sido nombrados con un nombre
pululan por allí
como amantes en época de celo.
Allí zumba Ia mosca a Ia abeja
y chirrían los dientes
de las ratas; juntamente contra cuerpos y almas
su emboscada preparan,
Nuestros opresores son enemigos diligentes,
nuestros guardianes,
y hasta los mismos cuervos recibieron órdenes
de negarnos el pan.
Encabezamiento
Al presentarme ante el rey para entrar a su servicio le entregué una copa labrada artísticamente, en cuyo borde mandé grabar la siguiente inscripción:
Poema
Jamás ha visto la fidelidad castigo
desde que DON ALFONSO como rey fue investido.
Al venir a serviros, a vuestra majestad traigo
una copa con un poema grabado.
¡Que al mandato de mi señor
nunca se levante vacía!
Otra poesía algo más larga dedica Todros a la alabanza del rey Alfonso. Es el último de los 48 poemas de ceñidor editados primero por H. Brody y posteriormente por D. Yellin, pero como ambos autores hacen notar se trata de una excepción, ya que no es una moaxaja. No tiene encabezamiento y consta de cinco estrofas con cinco versos endecasílabos cada una que riman del modo siguiente: abbaccb, abbaddb... En la primera estrofa faltan los versos 3 y 4a como hace notar el prof, D, Yellin. He ahí su traducción:
Cuán hermoso es la orden del rey obedecer.
Toda amargura DON ALFONSO aleja.
Su voluntad se cumple cuando algo decreta.
3
4a
En él no hay maldad, de ningún bien carece.
Nadie hay que el himno de su alabanza concluir pueda,
pues su loa no cabe en ningún poema.
Todo el bien que le otorgó el Creador Quien lo cantaría,
inmenso trabajo para un corto dia,
juntándose las creaturas, ni aun así podrían.
No tiene parangón entre los vivientes, no tiene igual.
Que no haya menesterosos en su único defecto,
Su piedad convierte al indigente en príncipe heredero
Hombre valeroso, sólo la justicia ciñe sus caderas.
Sobre sus corceles galopa en la batalla,
no se diga que para la victoria la montura es vana
Riquezas no ambiciona, sólo quiere donarlas.
a Poderosos o míseros, el «no» nunca hallan entre sus palabras.
Responder sí y otra vez sí es lo único que anhela.
Su misericordia como el sol reluce como la luz del alba.
Su excelencia sobre las excelencias cual la luz destaca.
Ama a todos los costados va volando su fama;
ya que su piedad, para volar, le dio alas.
Estrellas son los reyes, sólo él es el SoI
que nunca se eclipsa, ni lo cubren las nubes,
ni tiene noche, ni hay que ocultarse de su calor.
Siempre alumbra, y cual nube, sobre todos, su lluvia derrama.
JUDIT TARGARONA
Universidad de Granada
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