Sebastiano Grasso
Catania, Italia 24 de noviembre 1947. Periodista. Corriere della Sera (Jefe de Arte y enviado especial). Despedido en el 65, ha apelado y llegó a estar en la plantilla hasta el 70.
Poeta. En 1971 funda, con Antonio Corsaro y Anna Di Stefano, el bimestral Questioni di letteratura, que dirige y del que aparecerán cinco números. Redactor jefe, responsable de Arte/cultura en el “Corriere Della Sera”, amigo de Alberti y Moravia, con quienes colaboró en diversos proyectos.
Entre sus colecciones:
Il tuo pube nero befferà la morte (2000), Sul monte di Venere (2002), La preghiera di una vergine ( 2004 ), Il talco sotto le ballerine (2006), La cenere ringrazia della brace e della favilla (2007) e Tu, in agguato sotto le palpebre (2009), tutti editi da Es.
Il talco sotto le ballerine (El talco bajo las bailarinas), también se imprimió en Madrid por la editorial Huerga y Fierro, con traducción al italiano y prólogo del escritor José Saramago, premio Nobel de Literatura.
• En el año 2011 recibió el premio Montale.
El talco bajo las bailarinas. Rama Dorada poesía, Huerga & Fierro Editores. Traducción de Fabio Rodríguez Amaya y Nieves Arribas Esteras. Prólogo de José Saramago.
Los demonios de nuestro infierno cotidiano.
Te quiero cuando dices: mira cómo te tomo,
mírate mientras te tomo.
Te quiero cuando levantas mi cadera, me
deseas, estás dentro y me sacudes hasta la
garganta. Me ahogo y te quiero.
GIULIANA
Imposible decir adiós. El rastrillo
recoge treinta y seis temporadas de supervivientes.
Te quiero aunque no reflexiones y la noche se desliza
sobre tus rodillas abiertas que se mecen.
("Mírame"...). Multiplicamos gestos, ideas,
besos, significados de lo que queremos y de lo
que hemos dicho sin creerlo. La desesperación
se hace voz y cuanto más se grita, más fuerte son orgullo
y pena. Cierra los ojos, amor, mis labios
viven de tus arrugas a los bordes del rostro
y de los demonios de nuestro infierno cotidiano.
ESCULTURAS EN PANTELLERIA
Te quiero cuando me tocas, ligero, distraído
porque estás mirando la televisión.
GIULIANA
Es tiempo que tus palabras familiares entren
en escena, mientras quedan sólo los rayos
de la televisión. Una tormenta recalienta
el asfalto en las afueras de un túnel. Estamos
lejos desde hace meses, ya es la locura. En Varsovia
los trencitos se alargan entre carteles y árboles,
persiguen las nubes bajas de una fábrica. El viaje
no termina nunca. Me hablabas de las esculturas de hierro
hechas por un artesano en Pantelleria ("Parecidas
a las de Melotti"), bromeabas. No he
ido a tu isla (en los versos la sustituí
por Lampedusa, y tu casa me la contaron
los amigos) aunque quería amarte
entre los dammusi *, como sucede en la alta burguesía.
* Casas peculiares de la Isla de Pantelleria.
YA NO DICES QUE HABLAS CON LOS MUERTOS
Te quiero cuando por las mañanas preparas el
café sin pijama.
GIULIANA
En el balcón arrancabas la maleza de las plantas
las rociabas -era viernes por la mañana; ya a las ocho
la ciudad sabía de abandono- aún no habías
tomado el té ("Más tarde, quizás, pero tu café
está listo en la cocina"). Hace ya un tiempo que no me dices
que hablas con los muertos, no obstante, anteayer
un amigo de tu marido falleció. El baño
engulle la luz que llega a los pies de la cama. Te tiendes
y tu ingle sabe a jabón: "Tenemos sólo
media hora, debo prepararme para tomar el tren...".
LA CENA PUEDE ESPERAR
Te quiero cuando me sirves el plato
con demasiada comida.
GIULIANA
Oscila el plato y un dedo se unta de aceite
("Demasiado lleno", protestas). La ciudad queda
fuera de casa, el mundo se divide en dos sofás
uno frente al otro, la luz de la televisión
muda el paisaje doméstico al cambiar
las escenas y tu anillo centellea mientras
llevo tu mano a mi sexo y colocas la bandeja
en la mesa pequeña. La cena puede esperar.
BELLA Y REGIA
Te quiero cuando te desatas hablando siciliano
con los amigos te quiero más por tus locos celos
de siciliano.
Te quiero cuando me pones entre los labios
un trocito de chocolate.
GIULIANA
Una trompeta de jazz se ensaña contra
un acordeón callejero, desde un bar
veo rostros en los que busco un indicio tuyo.
La fachada se desmorona. En Sondrio incluso
tus detractores dicen che eras bella y regia:
eso también me pone celoso: como una sombra
aparezco y reaparezco entre los árboles del parque
Lesny Bródno (apretaba tus senos y con la dulzura
de los labios, besaba los vestigios de la gripe).
Sebastiano Grasso: «Además de música, la poesía también debe ser color»
Por MANUEL DE LA FUENTE / MADRID
Es una de las voces más personales de la poesía italiana. Labor reconocida con los más prestigiosos galardones, y con la traducción de sus versos a un buen puñado de lenguas europeas. Pero el italiano Sebastiano Grasso es él mismo traductor e hispanista de larga trayectoria desde que en su juventud pasase por la Universidad de Navarra. Gran amigo de Alberti (hasta fue su padrino de boda, allí en Italia), ha vertido al italiano a Lorca, Aleixandre (incluso conoció la mítica casa del poeta «de la mala salud de hierro», en Velintonia, 3),el propio Alberti, Machado, Neruda... Y es también periodista encargado de las páginas de Arte del «Corriere Della Sera».
Grasso presentó ayer en Madrid su libro «El talco bajo las bailarinas» (Huerga y Fierro), en compañía de César Antonio Molina y Luis Antonio de Villena, en la sede del Instituto Italiano de Cultura.
«El talco bajo las bailarinas» es un libro de original planteamiento y sutil realización, tamizado de erotismo y aliento sensual. Un título fruto de la relación amorosa del poeta con una colega de versos y de lecho. Ella, Giuliana, le escribió un largo poema («Te quiero cuando miro tu vientre con los ojos entornados, y soy un lago, caliente, a punto de enloquecer») y Grasso le contestó: «Cierra los ojos, amor mis labios / viven de tus arrugas a los bordes del rostro / y de los demonios de nuestro infierno cotidiano».
Concisión y claridad
Grasso es de los que cree que periodismo y poesía pueden y deben hacer buenas migas: «Ser periodista es útil para el poeta, porque el periodismo enseña a ser concisos y claro». Experto en arte, Grasso también explica que «hay una relación muy intensa entre la poesía, la música y la pintura. La poesía también es color, porque registra sensaciones y las sensaciones nacen de la mirada, y la mirada, por supuesto, incluye color».
El poeta italiano no es de lo que sienten pánico ante el terror y la miseria que las nuevas tecnología pueden significar para la cultura impresa porque él lo lleva con naturalidad: «Yo soy de la vieja escuela, reconozco que el correo electrónico, por ejemplo es muy útil, y evidentemente, para el Corriere escribo en el ordenador, pero me gusta el papel, no me veo leyendo un libro en ordenador, me gusta el tacto de los viejos libros, como aquella colección de Adonais, que necesitabas un cortaplumas o un abrecartas para ir abriendo las páginas...me gusta su olor, de hecho, un lector consumado podía percibir el distinto olor de cada editorial...».