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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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AURELIO PRUDENCIO CLEMENTE [17.595]

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Prudencio

Aurelio Clemente Prudencio (en latín, Aurelius Prudentius Clemens; Calahorra, 348 d. C. - c. 410) fue un poeta hispanolatino conocido simplemente como Prudencio. Algunos piensan que no nació en Calagurris, Calahorra, sino en Caesaraugusta (Zaragoza). Poseía una gran erudición escriturística y en cultura clásica. Está considerado como uno de los mejores poetas cristianos de la Antigüedad.

La cuestión de su lugar de nacimiento (Calahorra o Zaragoza) está aún indecisa, entre otras cosas porque el propio Prudencio llama "suyas" a ambas ciudades. Prudencio nació cuando ya hacía una generación de la "paz de la Iglesia" y tenía catorce años de edad cuando el emperador Juliano el Apóstata quiso regresar al paganismo infructuosamente.

De familia cristiana noble y opulenta, fue profesor de retórica y jurisconsulto y desarrolló una brillante carrera política como funcionario imperial y gobernador de dos provincias. Viajó mucho; estuvo en Roma y allí desempeñó el cargo de prefecto bajo el mandato de Teodosio; luego ejerció un alto empleo en la corte cesárea de Milán, con rango de proximus, durante el episcopado de Ambrosio de Milán, por lo que pudo ser testigo de su lucha contra el último reducto pagano (sentencia sobre el Altar de la Victoria en 383) y contra los herejes (entre 385 y 386 fue ocupada la basílica Porcia de Roma, reclamada por la emperatriz madre Justina), así como del descubrimiento de los restos de los santos Gervasio y Protasio (386) o de la penitencia pública de Teodosio I tras la masacre de Tesalónica (en 390), que demostró ya entonces el poder no sólo moral que poseía la Iglesia.

Ya mayor, hubo de acudir ante el Senado para defenderse de acusaciones que le perjudicaban, desconocidas para nosotros, de las que salió proclamado inocente. En la Praefatio que puso a la colección de sus poesías, nos cuenta que reflexionó sobre su vida, la consideró falta de contenido y a fines del siglo IV se retiró a un monasterio, en Hispania, para hacer una vida ascética (que incluía una rigurosa dieta vegetariana) y dedicarse a la poesía religiosa, que comenzó a escribir muy tarde, cuando ya tenía 56 años, en 404. Allí murió hacia el año del saqueo de Roma por Alarico (410), tal vez en el 413 y no antes de 405.

Su himno Da, puer, plectro (que incluye "Corde natus ex parentis") y el himno de la Epifanía O sola magnarum urbium ("Oh ciudad grande entre las grandes"), ambos del Cathemerinon, todavía se usan hoy en día. Se lo conoce como "el cantor de los mártires" cristianos, pero su obra más influyente es, sin embargo, la Psychomachia, inspiración y fuente de la literatura alegórica medieval.

Obra

Entre los años 404 y 405, habiendo regresado a Calahorra y abrazado a su obispo y amigo Valeriano, publicó una colección de sus poemas: el Peristéphanon, una colección de himnos a mártires, algunos de los cuales han pasado a la liturgia. Nos quedan más de 20 000 versos suyos, muchos de ellos aún inéditos. Sus fuentes son muy variadas: desde la Biblia, interpretada alegóricamente, compilaciones como las Actas de los mártires y los más dispersos autores, como San Ireneo, Tertuliano, Minucio Félix, Lactancio, San Cipriano de Cartago y, muy especialmente, San Ambrosio de Milán, sobre un fondo clásico de reminiscencias sobre todo de Virgilio y Horacio. Siguiendo el ejemplo de este último, además, utilizó muy diversos metros y estrofas.

Rindió homenaje a dos mártires de Córdoba, Acisclo y Zoilo, a las dos mártires sevillanas, Justa y Rufina y los dos mártires de Calahorra San Emeterio y San Celedonio.

Escribió Cathemerinon liber (Libro de los himnos o Libro de las tareas de la jornada), una especie de libro de horas que recoge 12 himnos; Hamartigenia (Origen del pecado); Contra Symmachum (Contra Símaco, en referencia a Quinto Aurelio Símaco); Peristephanon (Libro de las coronas de los mártires), célebre colección de catorce hermosos himnos a algunos mártires, entre los cuales figuran varios de los españoles, por lo que es importante también como fuente de valiosa información sobre ellos.

Sus himnos poseen fuerza y sentimiento, y en alguna manera preludian el futuro temperamento barroco español, también porque su estilo, refinado, culto y casi alejandrino, es profuso en imágenes y figuras retóricas. Supo con ello dotar de vigor a un lenguaje que exploraba por vez primera los valores de la virtud heroica de los mártires cristianos. Especial dedicación prodigó a los mártires de Zaragoza, entre los que se incluyen el relato del martirio de santa Engracia y sus dieciocho compatriotas, que recibieron el nombre de los «innumerables mártires» o «santas masas» de Caesaraugusta. También se encuentran registrados los tormentos de san Lorenzo de Huesca y san Vicente, diácono zaragozano que fue martirizado en Valencia.

Su famosa Psychomachia es un poema alegórico que representa el combate por el alma humana entre las virtudes y los vicios personificados, de forma parecida a como hará Pedro Calderón de la Barca en sus autos sacramentales. Esta obra ejerció una profunda influencia, tanto literaria como iconográfica, en el alegorismo medieval en general y en las piezas teatrales denominadas moralidades en particular.

El manuscrito más importante que recoge sus obras perteneció a Juan Francisco Andrés de Uztarroz, erudito y mecenas aragonés, y de ahí que su poesía fuera admirada, junto a la de Marcial, por escritores y poetas barrocos como Lupercio Leonardo de Argensola. Muestra de su difusión en esta época es que Luis Díez de Aux publicó una Traducción de los himnos que hizo Aurelio Prudencio (Zaragoza, 1619) y, más tarde, Vicente Blasco de Lanuza tradujo (Zaragoza, 1623) su Peristephanon.



Su poema más conocido es el Cathemerinon, del que ahora presentamos un corto fragmento, que empieza diciendo "SALVETE FLORES MARTYRUM" y que se canta en la fiesta litúrgica de los Santos Inocentes; dice así:



Salve flores de los Mártires
que en el mismo umbral de la luz
fuisteis arrebatados por el perseguidor de Cristo
cual rosas nacientes por el huracán
Vosotros sois las primeras víctimas de Cristo
tierno rebaño de inmolados
inocentes, bajo el mismo altar
jugáis con la palma y la corona




HIMNO
Del poeta Aurelio Prudencio Clemente
A SANTA EULALIA, VIRGEN.


El tercero del Peristephanon o Libro de las coronas de los mártires

Eulalia, ilustre y noble por su cuna,
Aunque, más noble que por la prosapia,
Por la clase de muerte que ha sufrido,
Es la virgen sagrada,
Ornamento magnífico de Mérida;
De Mérida, á quien ama,
Donde vió la primera luz del mundo
Donde sus huesos en paz descansan.

El lugar, que produjo tan insigne
Gloria, cercano al Occidente se halla:
Poderoso en el orbe, pueblo rico;
Empero al que la sangre derramada
En martirio cruento.
Y el virginal sepulcro más exaltan.

Tres veces y otras nueve
Del invierno al umbral ella llegara,
Cuando, en presencia de la vasta hoguera
Por fuego crepitante alimentada,
Maravilló animosa á los verdugos,
Qué, atónitos, temblando le escuchaban
Confesar que el suplicio
Le era dulcísimo y la muerte grata.

Ya, ántes de esto, señales vivas diera
De dirigirse con afecto y alma
Al solio excelso de Jesús, su padre;
De no estar dedicada
Su carne virginal, sus puros miembros,
Al tálamo nupcial. Y despreciaba
Los adornos de niña y atavíos,
No sabiendo jugar, cuando era párvula.

No daba aprecio alguno
Al brazalete cristalino de ámbar:
Si corona ponían en su frente,
El precio de las rosas eran lágrimas;
Y, si hermoso coral quizá le ofrecen,
El collar purpurino rechazara.
De faz serena, caminar modesto,
Y complexión sobrado delicada,
De los ancianos con el grave aplomo
Discurre en medio de su edad temprana.

Mas cuando á modo de tormenta horrible,
Persecución furiosa se levanta
Contra los siervos del Señor bendito.
Y á los cristianos fieles se les manda
Quemar incienso impuro
De los dioses mortales sobre el ara,
Y ofrecerles también en sacrificio
Del pingüe toro palpitante entraña…

Se exaltó vivamente
El religioso espíritu de Eulalia;
Y su esforzado corazón se apresta
A tumultuosas pelar batallas:
Y el indomable pecho de esta niña,
Que á Dios camina, del deseo en alas,
Luchas provoca, propias de varones
Al estruendo avezados de las armas.

El cuidado solícito de un padre
Oculta, empero, retirada en casa,
A la animosa virgen, quien muy lejos
Se encuentra ya de la ciudad poblada:
No sea que la intrépida doncella,
De la muerte por Cristo con el ansia,
Se decida á buscar en el martirio
El mérito sangriento de la palma.

Ella, á quien pareciera aborrecible
El consentir, mediante vil tardanza,
Esta tregua preciosa, que á su padre
Del campo la quietud proporcionaba,
A solas, sin testigo, por la noche
A las puertas se llega de su estancia,
Y, del espeso muro
Rotos ya los cerrojos, huyes salva-
Desde allí por lugares sin camino
A la ventura marcha.

Entrase, con los piés despedazados,
Por terrenos do crece espina y zarza;
Pero en aquellos sitios tan incultos
De arcángeles un coro la acompaña:
Y, aunque la horrible noche esté en silencio,
Le servirá una luz de guia clara

Así, en la antigua edad de nuestros padres,
Tuvo la raza de Israel magnánima
La columna de fuego esplendorosa
Que las negras tinieblas ahuyentara,
Marcando allá entre las nocturnas sombras
Senda segura con su lumbre grata,
Que del confuso Caos
Disipa las medrosas nieblas vagas.

No de otro modo la piadosa Virgen,
Que en medio de la noche caminaba,
Junto á sí vio la claridad del día
Sin que hórridas tinieblas la cercaran,
Cuando huía del reino de la tierra,
Y buscaba con ansia
Mas allá del imperio de los astros
Un camino que lleve á su morada-

Apresurando el paso vigilante,
Mucho camino recorriera Eulalia,
Ante que iluminase el horizonte
Con bienhadada luz la aurora clara.
Y al tribunal, apenas amanece,
Ya se dirige decidida, impávida;
Y, en medio de las fasces y lictores,
Con firme voz exclama:

Os ruego respondáis: ¿qué significa
Ese furioso empeño, que á las almas
De perdición en el tremendo abismo
Anhela ver al fin, precipitadas;
Y á corazones, de su ruina pródigos,
Al escollo de eterno mal arrastra?
Negar á Dios, omnipotente Padre,
No es el colmo, decidme, de la insania?

A las gentes de Cristo adoradas
Buscáis vosotros, infeliz canalla.
Pues aquí me tenéis: soy enemiga
De diabólicos ritos: soy cristiana-
Y vuestros vanos ídolos
Con menosprecio pisarán mis plantas-
A Dios, señor del mundo,
Confieso con la boca y con el alma.

Isis, Apolo, Venus; todos estos.
Y el mismo Maximiano ¿qué son? nada.
Aquellos, porque son sólo figuras
Hechas por la mano humana:
Éste, porque á las frívolas hechuras
De las manos adora y las ensalza.
Nada son ambas cosas;
Una y otra son fútiles y vanas.

Maximiano, que es dueño de riquezas,
Y á las piedras, no obstante, sirve y ama,
Prostituya y ofrezca su persona
A sus númenes: sea. Mas ¿qué alcanza
Con afligir, injusto,
Y molestar á generosas almas?

Caudillo bueno siendo, y juez augusto
Es la sangre inocente derramada
Su alimento; y, ansioso deseando
Poseer cuerpos puros, despedaza
Sin miramiento alguno
De víctima inculpable las entrañas:
Y se goza, con torpe complacencia,
En tormentos causar á la fé santa.

Ea, verdugo, pronto, quema, corta:
Estos miembros, que lodo son, desata:
Disolver una cosa frágil, débil,
Será tarea de trabajo escasa.
Penetrar en lo interno es imposible:
Aunque el dolor consuma, queda el alma>>

Sobreexcitada del Pretor la furia,
Al escuchar, pasmado, estas palabras,
Al lictor dirigiéndose, le dice:
De mi presencia pronto la arrebata:
Atorméntala presto con suplicios;
Sienta en sí que hay los Dioses de la pátria,
Y que del Príncipe el sagrado imperio
No es una sombra, ni mentira vana.
Mas ¡cuánto yo quisiera, sin embargo,
Antes de presenciar tu muerte, Eulalia,
Si es hacedero, torva jovencita,
Vencer tu oposición desatentada!
Mira cuánto gozar desaprovechas,
Cuánto solemne honor se te arrebata.

En seguimiento tuyo,
Viene, sumida en lágrimas, tu casa;
Y tu noble familia gime ansiosa,
Porque pereces en la edad temprana,
Flor tierna de la vida,
A quien tálamo y dote cerca aguardan.

Del lecho conyugal ¿no te fascinan
El regio ornato, ni las telas áureas?
¿No te mueve de tus ancianos padres
La compasión piadosa, veneranda,
Y el pensar que su muerte precipitas
Con tu loca conducta temeraria?
Hé aquí que de la muerte irreparable
Los instrumentos pronto por ti aguardan.

O herirá tu cabeza agudo hierro,
O las hambrientas fieras, despiadadas,
Destrozarán tus miembros doloridos,
O, de las teas a la humeante llama,
Ante los tristes gritos de los tuyos,
Disolvieráste en polvo vil tornada.

Escucha ahora: ¿qué trabajo cuesta
Esos tormentos evitar, que espantan?
Si, dócil, con tus dedos diminutos
Un poquito de sal, no más tocaras,
O exiguos granos de aromoso incienso,
La gravísima pena, que amenaza
Tu preciosa existencia,
De ti vieras al punto ya lejana.>>
La mártir, entre tanto, silenciosa,
No quiso responder á estas palabras;
Sino que, respirando estremecida
E indignada, saliva al rostro lanza
Del astuto tirano; y en seguida
De los dioses derriba las estatuas,
Y la torta, que está sobre el turíbulo,
La arroja al suelo con su firme planta.

Sin tardar un instante, dos verdugos
Sus tiernos pechos, torpes despedazan,
Y el acerado garfio de ambos lados
El virginal costado lo desgarra,
Penetrando hasta el hueso; y entre tanto
Les golpes que la hieren cuenta Eulalia.

Hé aquí, Señor, que para mi es escrita
Esta lección por vos. ¡Cuánto me agrada
Leer ¡oh Cristo! Aquestos caracteres,
Que trofeos de tu Pasión señalan;
Y observar que tu nombre sacrosanto
Mi roja sangre á su manera ensalza!>>

Sin llanto ni gemido, alegre, intrépida,
Tales razonamientos platicaba.
El dolor insufrible
Lejano de su espíritu se halla;
Y en nueva sangre tintos son sus miembros,
Que humeante brota y que su cutis lava.

El último suplicio desde entonces
A pasos gigantescos se acercaba;
Y no fue el afligirla con heridas
Que le infiriesen flagelantes varas,
Ni fue que destruyesen los ministros
Su piel con la violencia de las llamas:
Sino que de las teas encendidas
El humo y el calor por do quier vagan,
Y á los costados y hasta el vientre y pecho
Llegan, por fin, con furia desusada.

De sus cabellos la olorosa trenza
Cae flexible sobre la garganta,
Y, volando en seguida por los hombros,
Halló el recato de la virgen casta
Un velo en su cabeza, que la cubre,
Y su inocencia sin desdoro guarda.
Hasta el semblante mismo de la mártir
Llega, por fin, la crepitante llama.
Que, envolviendo contínuo la cabeza,
Ya por la cabellera alimentada,
Superó el mismo vértice. Y entonces
La vírgen que con ansia
Un fin presto á la vida apetecía,
Al respirar la hoguera, fue asfixiada.

Al punto se dejó allí de repente,
Más que la nieve, ver, hermosa y blanca.
Una paloma, que, al volar parece
De la mártir la boca abandonaba,
Y á la región inmensa de los astros
Se dirigía presurosa, rauda.
Era aquel el espíritu inocente.
El alma pura y cándida de Eulalia.

El cuello se doblega sobre el trono,
Del cuerpo estando ya lejos el ánima;
Y la hoguera encendida,
Extinguido su fuego al fin, se apaga
A los miembros exánimes, inertes,
La paz, después de la tormenta, es dada.
Triunfante el alma se remonta al éter,
Y, en las regiones altas,
Se dirige veloz y presurosa
De la inmortalidad allá á la estancia.

El satélite mismo allí presente
También ha visto la paloma blanca,
Que, ante el público atónito de asombro,
De la mártir la boca abandonara.
Estupefacto, presa del asombro,
Se alejó, huyendo de su propia infamia;
Y el lictor temeroso, amedrentado,
Un momento allí más tampoco aguarda.

Y he aquí que, el frío invierno,
Ampos sin cuento de las nubes manda,
Que, cubriendo el extenso anfiteatro,
Cubren los miembros, á la vez, de Eulalia,
Que yacían al pié del yerto poste,
Y les sirven de fúnebre mortaja.

Cese el dolor de aquellos,
Que suelen acoger siempre con lágrimas
De la vida del hombre
Los instantes supremos y desgracias.
Den tregua á la ternura de su afecto.
De Dios cumplida la orden soberana,
Oh Virgen!, ya los mismos elementos
Te prestaron exequias funerarias.

Hoy el lugar de su sepulcro es Mérida
Colonia de los Vetones preclara,
Por la que corre caudaloso el río
Memorable Guadiana,
El de verdes orillas,
Que veloz sus hermosos muros baña.

Aquí, donde los mármoles vistosos
Dan brillo á la basílica sagrada,
Conserva cuidadosa
En su seno la tierra veneranda,
Para el hispano y para el peregrino,
Estas reliquias y cenizas santas.

Resplandecen las bóvedas, lucientes
Con el destello de techumbres áureas,
Y simétricos jaspes en el suelo
Ostentan formas varias,
Hasta creer que los floridos campos
Allí matices diferentes cambian.

Cojed violetas purpurinas presto,
Y rojas amapolas arrancadlas;
Que el invierno festivo las produce,
Y el hielo frío de los campos marcha,
Para que vuestros canastillos llenos
Ya contempleis de flores perfumadas.

Esta ofrenda, con hojas muy vistosas
Le lleve el niño y la doncella casta;
Que á vuestro coro yo uniré las mías
Con dactílicos versos enlazándolas:
Flores pobres, marchitas;
Pero festivas mucho y entusiastas.

Así son venerados por sus hijos
Los huesos de esta MÁRTIR esforzada
Y el altar que delante de sus restos,
Por la piedad edificado se alza.
Ella, cerca del trono del Excelso,
De mirar á sus pueblos no se cansa,
Escuchando benigna
Del labio del creyente la plegaria.




Poeta y apologista, nacido probablemente en Calahorra vascona en 348 y muerto en 405.

Los únicos datos sobre su vida los da él mismo en su Prefacio compuesto ya al final de su carrera. Se disputan su lugar de nacimiento Zaragoza y Tarragona, luego se verá por qué. Fue esmeradamente educado habiendo estudiado gramática, retórica y leyes pasando su juventud, según lo confiesa, entre placeres y vicios. Tanto su familia como él fueron cristianos de práctica y convicción. Siendo abogado pasó a la administración ejerciendo de gobernador en la Tarraconense pero llamado por Teodosio a su Corte para ocupar un alto puesto. El año 401 hizo un viaje a Roma que prolongó hasta 403 o 405. Visitó las tumbas de los mártires y sostuvo una polémica con el retórico Símaco. Ya de edad se retiró a la vida privada para cantar las glorias a Dios en versos.

En 405 se pierden las noticias de Prudencio escribiendo su Prefacio. Sus numerosas obras están escritas en latín pero tienen los títulos en griego. Son las que siguen: -Cathemerinon liber, "Libro de los Himnos", que contiene doce largos himnos de poesía erudita, hecha para ser leída más que cantada. Algunas estrofas se conservan en la liturgia. 6 para los usos cotidianos: Ad Galli cantum, Hymnus matutinus, Ante cibum, Post cibum, Ad incensum lucernae y Ante somnium. 5 para ciertas fiestas y circunstancias: Hymnus jejuniantium, Post jejunium, Circa exequias defunctorum, Octavo Kalendas Februarias e Hymnus Epiphaniae. 1 dedicado a cada una de las horas del día: Hymnus omnis horae. En estos himnos se advierte una imitación estilística a Horacio. Namartigenia, "Origen del pecado", escrita contra el dualismo de los gnósticos. -Marcion, poema didáctico-teológico inspirado en Tertuliano. -Apotheosis. Se defiende en ella la divinidad de Jesucristo y se hace frente a diversos herejes como los arrianos, maniqueos, ebionitas y sabelianos. Sigue también a Tertuliano. Enuncia la doctrina cristiana de la Trinidad saliendo al paso de los errores enumerados. Doble prólogo de 12 hexámetros y 56 versos jámbicos; obra, 1.084 hexámetros. -Contra Symmachum.

En estos dos volúmenes escritos contra Symmaco tratan respectivamente, el primero rebatiendo las creencias en los dioses paganos, y el segundo en gran parte contra la petición de Symmaco de que fuera restaurado el altar y la estatua de la Victoria que había derribado Graciano. En definitiva es un canto al triunfo de la fe cristiana sobre el paganismo. Constan los dos volúmenes: el primero, de 89 asclepiadeos y 658 hexámetros; y el segundo, de 66 glicónicos y 1.131 hexámetros. -Psycomachia, "Combate del alma". Poema alegórico exponiendo la lucha que en el corazón humano se entabla entre virtudes y vicios. Menéndez Pelayo dice de ella: "en medio de cierta aridez consiguiente a la materia, al tono polémico existe una precisión áspera, un arte de dar cuerpo a las abstracciones y un vigor de frase, que recuerdan la enérgica manera de Lucrecio". Otros piensan más en Virgilio. Aunque de menor mérito literario fue este libro muy leído durante la Edad Media con influencia grande sobre la iconografía de estos tiempos, sobre todo escultores y miniaturistas, y finalmente en la tapicería y hasta en los autos sacramentales de Calderón de la Barca. Prólogo, 68 trímetros jámbicos; obra, 915 hexámetros. -Peristephanon, "Libro de las Coronas". Está integrado por 14 himnos:

1. A Emeterio y Celedonio, mártires en Calahorra. 
2. A San Lorenzo, mártir en Roma. 
3. A Santa Eulalia, de Mérida. 
4. A los 18 mártires de Zaragoza, con mención de los santos Vicente, Engracia, Cayo y Clemencio. 
5. San Vicente, de Huesca. 
6. A San Fructuoso, Augurio y Eulogio, martirizados en Tarragona. 
7. A San Quirico. 
8. Especialmente dedicado al Baptisterio de Calagurri: De loco in qua Martyrium passi sunt nunc Baptisterium est Calagorri. 
9. A la pasión de San Casiano. 
10. A la pasión de San Román de Cesárea. (Tan extenso que constituye casi un libro). 
11. A la pasión de San Hipólito. 
12. A la pasión de los santos Pedro y Pablo. 
13. A San Cipriano de Cartago. 
14. A la virgen Inés.

Constituye una fuente interesantísima para la historia hagiográfica del siglo IV. Su alusión a la "vasconum gentilitas" (1.er himno) ha hecho correr ríos de tinta:

Iamne credis bruta quondam Vasconum gentilitas
quam sacrum crudelis error inmolavit sanguinem?
Credi in Deum relatos hostiarum spiritus?
"¿Crees ya, antaño ruda gentilidad de los vascones 
cuánsagrada era la sangre que inmoló el error cruel? 
¿Crees que los espíritus de las víctimas han sido 
llevados a Dios?

La alta calidad de estos poemas colocan a Prudencio Clemente en la primera línea de los poetas latinos de la primitiva cristiandad. Bentley le ha llamado "el Horacio y el Virgilio de los cristianos". Estos poemas evocan el estilo de Lucano y Séneca con contactos con Ovidio, Juvenal, Cátulo y Lucrecio.-Dittochaeon. Se trata de un conjunto de 49 epigramas bíblicos. Explica las pinturas de una basílica de su tiempo. Muchos de los capiteles de la época románica son una mera expresión de los tetrásticos de este libro. -Hexameron. Se desconoce el contenido de este libro, hoy perdido, pero se sabe por su contemporáneo Ganadio que narraba y comentaba la creación del mundo hasta la del hombre y su caída por el pecado original. Se citan también como de Prudencio un Invitatorio al martirio y dos libros sobre Sancte Trinitate que le atribuye como suyos Tritemio. Cuando escribe Prudencio su himno al mártir Lorenzo, de Roma, indudablemente se hallaba en Calahorra como lo deja ver la estrofa en que alude al vasco Ebro. Murió Prudencio hacia el 405 o el 410.

Dónde nació Prudencio

El célebre poeta no dijo nunca dónde había nacido por ser cosa conocida de sus coetáneos y es lamentable que no lo dijera. Este hecho ha dado lugar a que historiadores y biógrafos se hayan dedicado a leer detenidamente sus escritos con la esperanza de hallar por lo menos indicios válidos. Se ha confirmado comúnmente su origen calagurritano pero no han faltado quienes opinan que nació en Zaragoza. En sus himnos a los mártires, le toca hablar de hijos de Calahorra, de Mérida, de Tarragona, de Valencia y de Zaragoza. Los aragonesistas se fijan en que dice "noster populus" o "nostrae Caesaraugustae" al hablar de Zaragoza: "nuestro pueblo", "nuestra Zaragoza".

Pero también dice "nostra gestabit Calagurris" al hablar del martirio de Emeterio y Celedonio, "nuestra Calahorra". Y el mismo hecho se da en los himnos a San Vicente y a San Fructuoso, naturales de Huesca y de Tarragona. Vuelve a aparecer el posesivo "noster" para ambas ciudades y en otro caso más, para Valencia. Vemos que el argumento de los historiadores enzarzados sobre la patria de Prudencio es nulo. Sin embargo, hay dos hechos que resuelven el caso en favor de Calagurris vascona. Hay un himno que dedica a San Lorenzo, que murió mártir en Roma; simula un coloquio con el santo desde el lugar en que se encuentra Prudencio y Roma y alude a la distancia y a los ostáculos que les separan. Esta estrofa es muy significativa aclaratoria:




Nos Vasco Hiberus dividit
Binis remotos Alpibus
Trans Cottidianorum juga
Trans et Pyrenas ninguidos.




Nos separa el Vasco Ebro
Distanciados por dos cordilleras
Una la de los Alpes,
Y otra, la de los nevados Pirineos.




La clave está en llamar vasco al Ebro, que no lo es por su parte alta ya que discurre por donde los cántabros, ni por su zona media y baja, que corre entre los edetanos o actuales agoneses. Precisamente el Ebro Vasco es el trecho que pasa por Vasconia en donde está precisamente Calagurris. En su obra se nota cierta predilección y cariño por Calahorra, ya que su Peristephanon, formado por catorce himnos dedicados a los mártires encabeza el magno desfile con las estrofas dedicadas a los Santos Emeterio y Celedonio de Calahorra, con preferencia a todos los demás incluso San Pedro y San Pablo (himno doce) y con una estrofa extra, la octava.


Ideas estéticas

Estudiando sus ideas estéticas, Menéndez y Pelayo recuerda que Prudencio, después de haber dado interpretación casi evhemista a la mitología, atribuye cierta influencia al arte y a la poesía clásica en los progresos del culto idolátrico:




Aut vos pictorum docuit manus assimulatis
Jure poetarum numen componere monstris,
Aut lepida ex vestro sumpis pictura sacello,
Quod variis imitata notis ceraque liquenti
Duceret in faciem, sociique poematis arte
Aucta, coloratis auderet ludere fucis,
Sic unum sectantur iter, et inania rerum
Somnia concipiunt et Homerus et acer Apelles,
Et Numa; cognatumque malum, pigmenta, camenae.




Y quizá no será aventurado creer que el gnosticismo de los priscilianistas, enlazado por su orígenes con el neo-platonismo, contribuyó a mantener vivas las antiguas tradiciones estéticas. En una nota añade el mismo autor que no hay que tomar al pie de la letra a Prudencio cuando, en el himno tercero de los Cathemerinom, exclama:




Sperne, Camena, leves hederas,
Cingere tempora quis solita es
Sertaque mystica detylico
Texere docta liga strofio,
Laude Dei redimita comas.




La misma elegancia y exquisito atildamiento de estos versos prueba cuán lejos estaba su autor de desdeñar esas leyes yedras que tanto le sirvieron para tejer sus guirnaldas místicas. A tal punto llegaba el entusiasmo de Prudencio, que en el mismo poema contra Symmaco, que es una obra de controversia y una acerba impugnación del paganismo,aboga por la conservación de las estatuas antiguas, purificadas de culto idolátrico:




Marmora tabenti respergine trincta lavate
O proceres: liceat statuas consistere puras
Artificum magnorum opera; haec pulcherrima nostrae
Ornamenta fuant patriae, nec decolor usus
In vitium versae monumenta coinquinet artis.




Antes había expresado igual deseo en las últimas palabras que pone en boca del mártir San Lorenzo en el himno segundo de los Peristeplumon:




Tunc pura ab omni singuine
Tandem nitebunt marmoaa;
Stabunt aera innoxia
Quae nunc habentur idola.




Aún dio mayor muestra de tolerancia solicitando que en gracia de su elocuencia no se destruyese el libro que en defensa de la idolatría había compuesto su adversario Symmaco:




Illaesus maneat liber, excelensque volumen
Obstineat partam dicendi fulmine faman:
Sed liceat tectum servare a vulnere pectus
Oppositaque volans jaculum depellere parma.




Contienen las obras de Prudencio datos inapreciables para la historia del primitivo arte cristiano. Recuérdese por ejemplo, en el himno XI de los Peristephanon en alabanza de San Hipólito, la descripción de las catacumbas, en que no olvida ni siquiera los epitafios de San Dámaso. Los modernos descubrimientos arqueológicos han venido a dar inesperado valor a estas declaraciones de Prudencio. La inscripción damasiana que él vio en la cripta de San Hipólito ha sido descubierta en 1882, y descubierto también el cubiculum y el locellus del Santo Mártir en la vía Tiburtina.

En cuanto a la pintura, se han disputado largamente Dollinger, Kraus, Müntz. De Smedt y otros arqueólogos se han inclinado a creer que era una invención poética de Prudencio, o bien que había tomado por representación del suplicio del mártir algún cuadro de la muerte de Hipólito, hijo de Teseo. Pero tan extraña opinión ha sido refutada con sólidos argumentos por Rossi, y después de él por Allard. El himno a San Casiano (IX de los Peristephanon) están fundado en otra pintura vista por Prudencio en Imola:

Erexi ad coelum faciem: stetit obvia contra
Fucis colorum picta imago martyris.

El mismo Dittocheum, poema atribuido con buenas razones a Prudencio y que resume en inscripciones de cuatro versos los pasos principales del Antiguo y Nuevo Testamento, ha sido considerado por muchos críticos como una serie de leyendas destinadas a ser puestas al pie de otras tantas pinturas, que presentasen de un modo gráfico los mismos asuntos.

Sentimiento religioso; poesía innovadora

Aurelio Prudencio Clemente arrodillado ante la tumba de Casiano. Códice 264 de la Staadbibliothek de Berna
Leyendo sus himnos a los mártires se percata uno pronto de la preocupación esencial del poeta por lo religioso. El mismo historiador se percata del patriotismo tarraconense de Prudencio: habla de su tierra "como de tierra de mártires, únicos héroes capaces de caldear en él el sentimiento patrio". Sin embargo, al historiar poéticamente a estos mártires, pronto se deja ver su afecto más singular e íntimo hacia la Tarraconense, la provincia romana en la cual se hallaba enclavada también la vascona Calahorra. A esta distinción, a este particular afecto hacia la provincia ístmica, al lado de la peninsular, y más al lado de Roma misma donde ya se siente como extranjero cuando ora junto al sepulcro de Santa Inés, hay que añadir su entusiasmo místico cuando canta a los innumerables mártires de otra gran ciudad ibérica, Cesaraugusta, que por tan singular motivo no puede admitir comparación sino con Roma misma.

http://www.euskomedia.org/aunamendi/119075/107569




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