Luigi Alamanni
Luigi Alamanni (Florencia, 6 de marzo de 1495 - Amboise, 18 de abril de 1556) fue un poeta, político y agrónomo italiano.
Escritor italiano. Amigo de Maquiavelo, tomó parte en una conjura política (1522) y tuvo que exiliarse. Protegido por el monarca francés Francisco I, le sirvió como diplomático.
Obra
De su obra poética, de inspiración grecolatina, destacan:
Della coltivazione dei campi (1546), poema didáctico que imita las Geórgicas de Ovidio.
L'Avarchide, clásico poema épico.
Autor también de teatro:
Antigone, 1533.
La Flora, 1556.
SÁTIRA CONTRA LAS DAMAS.
Veos, Señor, cual pájaro, á la liga
Del ciego cazador tan apegado,
Que me fuerza razón á que os lo diga;
Como quien por su mal ha ya probado
La vida que se pasa entre mil muertes,
Y los peligros de este triste estado.
Que sé bien como trueca amor las suertes
De los que siguen su mortal bandera,
Igualando los flacos á los fuertes.
Sé bien la contraseña y la manera
Que tiene en su milicia, y sé la paga
Que da el tirano á quien en él espera.
Y yo, que agora estoy sano y sin llaga,
Tuve ya tantas, que á la menor dellas
No la sanara toda la arte maga.
Vime abrasado entre mil centellas,
Y á mi cautivo cuello un lazo hechas
Dos manos tan crueles como bellas.
Mas luego en fría ceniza vi deshechas
Las llamas que en tal punto me tenían,
Y sueltas las prisiones más estrechas.
Así vi triste el daño que me hacían
Y el que reciben de sus aficiones,
Los que tras un tan falso ciego guían.
¡Oh! si bastasen artes ó razones
Para les desvendar sólo un momento
Los ojos, y aflojalles las prisiones,
¡Cuan presto se reirían del tormento,
Y de veras caerían en la cuenta
De su desventurado perdimiento!
Mas este traidor tiene por afrenta
Que se sepan sus tiros y falsías,
Y así guarda este paso con gran cuenta.
Y con halagos mil y alevosías
Nos enhechiza de arte, que embaucados
Vamos tras del por diferentes vías.
Tráenos con promesas muy cebados,
Y desde lejos muestran gran dulzura;
Mas de cerca son hieles sus bocados,
Por eso, aunque os parezcan ser miel pura,
No os convenzan, Señor, sus argumentos,
Que al fallo no hallaréis sino amargura.
Sus razones, su ley, sus fundamentos,
Y al fin, cuanto en su falso reino encierra,
Son dichos y hechos por encantamientos.
Quien anda tras mujer anda tras guerra,
Y por deciros la verdad en suma,
Anda tras cuanto mal hay en la tierra.
Y cual dellas cantó famosa pluma,
Y por acreditarlas en Parnaso
Hizo crecer sus bienes como espuma.
Virgilio, Homero, Ausias, Garcilaso,
Ni el Qüeto florentín, por más que empinen
Su estilo, de verdades tan escaso,
Serán bastantes á que no me indinen
Aquestas fieras tan irracionales,
Aunque jurisdición aquí declinen.
Que también yo en mi tiempo las caudales
Corrientes de Aganipe pasé á nado,
Y sé cuántas mentiras dije y cuáles;
Mas la verdad en fin con que he quedado
Es, que no duele ver la muerte al ojo
Cuanto poner en ellas el cuidado.
Yo bien podré quedar tuerto ó bisojo;
Mas no que torne á estar tan deslumhrado
Que llame al blanco azul, la flor abrojo.
¡Triste de aquel que vive confiado,
Y por segura compañía tiene
A quien no le querría ver al lado!
A quien ni deja ver lo que conviene,
Ni tiene en lo que pisa todo el resto,
Y á si sola en estima y precio tiene.
De todas es aqueste el presupuesto:
Pensar que cada cual tiene la prima
De sangre, aviso, ser, valer y gesto.
No hay valor ni beldad que tenga estima
Fuera de ellas, y todo es pura escoria
Lo que á su semejante no se arrima.
Si ha de alcanzar desta hecha la victoria
España ó Francia, muy mejor lo saben
Que los que del suceso habrán la gloria.
Las virtudes que en ambos reyes caben
No lo entienden ni lo alcanzan otros que ellas,
Ni quieren que otros que ellas los alaben.
De lo que nos prometen las estrellas
Nunca Guido Bonato ni Aguilera
Pudo saber cuanto la menor dellas.
Si la historia latina es verdadera,
La griega fabulosa á su juicio
Ha de quedar la decisión postrera M
SÍ la abundancia en Lito Livio es vicio,
Salustio, por ser breve, si es más grave,
A su censura ha de quedar de oficio.
Si el Mantuano Títiro es suave,
Y si las armas y el varón Troyano
Cantar, como es razón, su musa sabe,
Ellas lo determinan mano á mano,
Y ¡guay del que al contrario presumiere
Juzgar! pues contrastallas es en vano.
Es menester que cuanto les hubiere
De dar contento, sea perfecto, hermoso,
Y aun no hará poco si les aplaciere.
Todo ha de ser cabal, maravilloso,
Heroico por !o menos; y si acierta,
Haránle gusto entero, milagroso.
Pues cuando alguna sale muy cubierta
De perlas, piedras, oro, que se ha puesto
Al espejo con arte larga y cierta,
Su rostro tan pintado y tan compuesto
Que no hay prado en Abril de más colores,
Con andar estudiado y deshonesto,
Tan perfumada y trascendiendo á olores,
Y tan llena de sedas y recamos,
De invenciones, brinquiños y labores,
Que lo menos que en ella contemplamos
Es ella misma. ¿Cuál Boscán habría,
Qué Mena, qué Ariosto celebramos,
Que alzarse con su rara melodía
Y celebrado estilo pueda tanto
Que iguale á su locura y fantasía?
No fué la que á toda Asia puso en llanto,
Y á Europa en guerra tal, cual se imagina
La que menos estima nuestro canto.
Cuanto vee, topa y oye la amohina;
Toda cosa la enfada, y nunca emplea
Su vista en cosa que no sea divina.
En su imaginación sola ella es dea,
Y por bajeza tiene cualquier cosa
Que menos que esto le parezca ó sea.
Sus misas son oír llamarse hermosa,
Ángel, estrella, sol resplandeciente,
Dechado de beldad, inmortal diosa.
Sabed que entonces entre la otra gente,
No os echa más de ver, que si estuviese
Ella do nace el sol, vos en poniente.
Verdad es que si ven el interese,
No temáis que os despidan descontento,
Aunque honra y vida se les atraviese.
Y no sola una vez, veinte ni ciento;
Mas todas, ó las más, os harán tienda
Franca de sí, con ánimo avariento.
Pero si falta el que luego la arrienda,
Acortan al favor y al dulce trato
Con tanta arte que no hay quien se lo entienda.
Y de lo que hacían antes largo plato,
En un momento os dejan en ayunas.
Mudando condición á cada rato.
De alegres vuelven tristes, importunas;
Y en fin, no hace en Hebrero más mudanzas
Cielo romano, que ellas con las lunas.
Todos vuestros desinios y esperanzas
Son humo al mejor tiempo, y si por suerte
Afloja el talegón, os echan lanzas.
Si lo que á Craso y Midas dio la muerte,
No va delante, no abrirán la puerta
Por sabio á Salomón, á Héctor por fuerte.
Y si esto no tenéis por cosa cierta,
Rogad á Anfiarao, y al marido
De Argia, que cada cual dellos advierta.
Igual al uno y otro hubiera sido
Pasar por este paso sin malicia,
Y haber del doctor Curcio de prendido.
De un parto la mujer y la cobdicia
Nacen al mundo como amor y celos:
Tan natural les es el avaricia.
Piensan estos amantes novezuelos,
Cuando veen que una dama esquiva y dura
Con una turba multa de mozuelos,
Resiste á sus deseos y locura,
Que aquel tenerlos todos en desprecio
Es castidad, limpieza, amor, cordura.
¡Ayl que no es tener su honor en precio;
Mas es encareceros sus agujas,
Y con eso embaír á cada necio.
Y aquello que tú piensas y dibujas
Por grande honestidad, es germanía
Y lenguaje de coimas y de brujas.
Que por mejor vender mercaduría
De sí tan vil, la niegan y á deseo
La dan, porque haya á falta caristía.
¡Ay ultrajado amor! |Y cuál te veo
Vuelto ya tal que al oro y apetito
Está rendido tu carcaj y arreo!
Es cuanto oyó cantar, cuanto hallo escrito,
Cifra, en comparación de lo que pasa
En este siglo con razón maldito.
No hay en los vicios ya medida ó tasa;
Todo es un puro desvanecimiento,
Y un juego al natural de pasa-pasa.
Mas ¿dónde me trasporta el sentimiento?
Que de mujeres comencé á trataros,
Y meto á todo el mundo en este cuento.
Y no debéis, Señor, maravillaros
Que con tanto correr se me caliente
La boca, pues debéis bien acordaros,
Que no hay cuerdo á caballo, si no miente
El refrán, y á pequeña sofrenada
Me vuelvo al argumento conveniente.
Tendréis ó pensareis tener echada
Muy bien vos, vuestra cuenta, y casi os siento;
Respondedme con plática pensada.
Que si codicia rompe el saco á ciento
Y á mil de las vulgares y perdidas,
Pero ¿no á las que son de más momento?
Que las ilustres y las bien nacidas,
Y que no han menester vuestro dinero,
No pueden, según esto, ser vencidas.
Mas no sois sólo vos, ni aun el primero
Que en ese engaño estáis pensando en vano;
Que no hay camino más del carretero.
Sabed, pues, que no vuelven á una mano
Todas, antes por montes y por valles
Hacen camino á su apetito llano.
¡Cuántas veréis andar por esas calles,
De dueñas y escuderos rodeadas,
Y seguidas de mil azota-calles!
De títulos y dones muy cargadas,
Señorías y faldas arrastrando,
Tan altivas, pomposas y entonadas!
Con tanta continencia compasando
Sus graves pasos y con un abano
Aire, donde otra cosa no hay, echando,
Que el mozo de caballos y hortelano
Saben quién estas son, por ciertas pruebas
Y no echan lance que les salga vano.
Lenguaje es dellas, que ventaja lleva
Un cocinero, un pícaro, un lacayo
En darles gusto, y que mejor aprueba.
Que muy más diestro está en aquel ensayo,
Y le mandan sin miedo y sin vergüenza
Sin sentirle jamás falta ó desmayo.
No están con sobresalto que le venza
El mucho trabajar, y reprehenda
Su desenfrenamiento y desvergüenza.
Después el desdichado que no entienda
Sino en morir por ellas y adorallas,
Y que á dalles contento sólo atienda,
No podrá con mil cuitas ablandallas,
Ni alcanzará en catorce años, siquiera,
Á solas un momento sólo hablallas.
En fin, en siendo dama ya cualquiera
Hace extremos del rey más que Lucrecia;
Después con vuestro negro es placentera.
Al duque, al conde y al señor desprecia,
Et poseía la ve árete star in chiasso,
Y ha corrido á Milán, Roma y Venecia.
Mirras y Biblis hay á cada paso
Y por ventura, dentro desta villa,
Y aun Semiramis ¡Oh nefando caso!
Si cuantas hay Pasifaes en Castilla
Parieran Minotauros ¿qué Téseos,
Bastaran á dar fin á tal semilla?
Tras esto ni Falarides ni Atreos
Fueron en su secreto tan crueles:
¡Oh abominables cuentos, sucios, feos!
¡Cuántas entre azucenas y claveles,
De que hacen ramilletes, van cogiendo
La homicida sabina en los verjeles!
¡Cuántas criaturas pagan en naciendo,
A manos de sus madres, el gran yerro
Que cometieron ellas concibiendo!
¡Cuántas tienen por cuna y por entierro
El vientre de su madre carnicero,
Antes que en tierra, puestas en destierro!
¡Cuántos por mano adultera, hechicera,
De sus mujeres sin razón han sido
Del tálamo enviados á la hoguera!
Sin un ojo, antes que con un marido,
Podrá vivir la vil y deshonesta,
Que á su apetito se ha una vez rendido.
¡Oh Mesalina! que si sobre apuesta
Tú á toda Roma copia de tí heciste
En infame lugar á ganar puesta,
Entonces por ventura sola fuiste
Y á dedo señalada por tal prueba;
Mas ahora todas dan en este chiste,
Diciendo á cada cual que él solo lleva
De su virginidad sofisticada
La flor que á cada luna se renueva.
Y aun hay, si place á Dios, tan avisada
Gente en aqueste tiempo que lo cree
Y se fía de casta tan malvada.
El triste aunque lo vea no lo vee,
Que le deslumbran del entendimiento
Y le hacen que se vea y se desee.
Non quiero yo negar ni ansi lo siento,
Que entre tantos millares no hay alguna
Que se pueda sacar de aqueste cuento;
Pero que apenas hay entre mil una
Y ésta por la razón que es tal, no admite
De vos ni de otro fealdad ninguna.
Y aquesto baste para que se os quite,
Si tal habéis pensado, el mal intento
De entrar sin ser llamado á tal convite;
Mas dejaos de pensar que en tanto cuento
De las que son como las he pintado
Es Fénix esa, que es atrevimiento.
Y no es descuido, aunque es enamorado,
Perder tan presto el tino, á la experiencia
Por sentiros un poco apasionado.
Y por no me olvidar de mi sentencia,
Hablando de las más de todas ellas,
Torno á decir que son de gran conciencia.
De nombre, á cada calle hay mil doncellas
Que no saben qué cosa es, ni aun de oídas,
Castidad, ni limpieza alguna dellas.
Pues que si con el hurto son cogidas,
¿Quien será tan valiente y tan osado
Que las espere sin perder mil vidas?
Allí es su furia, allí; guay del cuitado
Acteón, que volverle en ciego es nada,
Y si con vida queda es bien librado.
No hay potencia en el cielo que invocada
No sea en testimonio de su clara
Mentira, aunque esté más averiguada,
Más que la Fénix en el mundo es rara
La confesión de la verdad en ellas,
Y cuando ya la halléis será bien cara.
Las dueñas, las criadas, las doncellas,
Han de pagar á medias la porfía
Que sintieron en vos de convencellas.
Harános de la noche claro día,
Y habéis de creer antes su mentira
Que el evangelio y el ave maría.
Furia, rabia, desdén, vergüenza aspira,
Por muy poca ocasión, hembra ofendida,
Y no hay cómo aplacar su mortal ira.
Que no fué áspide ó tigre embravecida
Contra el que los hijuelos le ha robado,
Tan furiosa, tan loca y tan perdida.
Y tras haberos ya bien jabonado,
Se reirá si dicen que os afrenta
Y que mire que estáis della agraviado.
Con eso ni con nada tiene cuenta;
Mas con gran fuego y cólera rabiosa
La honra de su casa pondrá en venta.
Pues reprehenderla acaso alguna cosa,
Pidiéndola razón con dulce arenga,
Qué es lo que la hace estar tan corajosa,
Dirá: yo ansí lo quiero y mando, tenga
Mi voluntad de ley valor y fuerza,
Ya que esto sólo sea lo que convenga.
Con la gula el rancor cobra esta fuerza,
Que ya la gran señora y la mediana
No es bien amanecido cuando almuerza.
A la cama la lleva de mañana
La secretaria de su mala vida,
El vino, el ave, y fruta más temprana.
¡Ay, Licurgo y buen Numa! Cuan caída
Está ya vuestra ley, y cuan hollada
La modestia á mujeres tan debida!
Por esta senda va tan bien guiada
La turba femenil, que nunca acierta
La vía de virtud ya desusada.
Antes abriendo en general la puerta
A la conversación libre y lasciva,
Y al ventanear tras celosía abierta,
Tiene por grosería el ser esquiva,
Su honra está en tener más servidores,
Que piense cada cual que él solo priva.
Todo su estudio está en tratar de amores,
Sabiendo entretener de noche y día
Por diferentes vias mil amadores.
No hayas miedo que pierdan romería
Las que agora son más recogidas,
Doncellas y casadas á porfía.
Todas las veréis ya descoloridas,
Necesitadas de gastar el día
En andar y notar ajenas vidas.
Desmayos, bazo, reumas, melarquía,
Quien no las tiene no puede llamarse
Dama, que en esto está la damería.
¡Cuántas hay que en achaque de casarse
Admiten servidores y galanes,
Y dejan de unos y otros visitarse!
)Cuántas con mil desgarros y ademanes
Hacen morir los tristes de deseo,
Y á cada canto dejan mil adanes!
¡Quien pudiera decir cuánto yo veo
De los extraños términos que tienen
Las que matan con sólo su meneo!
¡Y cómo de esperanzas los mantienen,
Poco á poco alargan los favores
Hasta que á vuestro fin ó al suyo vienen!
Del ramo á la hoja van, desta á las flores;
De las flores al fructo, hasta que quedan,
Cuando menos se catan, sin dolores.
Que si por puntos cada cosa os vedan,
También es de esperar que porfiando
Al fin por puntos todo os lo concedan.
¡Quien pudiese á la oreja estar nombrando
Las que en el mundo alcanzan el trofeo
De los que por su honra están callando!
Ya no hay quien cure del amor ni aseo,
Todo es aprender música y lenguaje;
Mal año para Tulio y para Orfeo.
Su estudio es todo en cuál es mejor traje,
Qué tocado sacó al sermón fulana,
Si llevó alfombra, almohada, dueña ó paje.
La más principal es la más liviana,
Y sus visitas y conversación
No salen de si la otra va galana.
Por aviso se tiene y discreción
Saber gastar la tarde toda entera
En cuentos sucios y en murmuración.
En cuál tuvo mejor arte y manera
De encubrir su traición, y con astucia
Mejor supo hacer de la tercera.
Hazme porque te la haga ¡Oh mengua sucia!
Es la moneda que ahora corre y pasa
Por todo el mundo y todo el mundo ensucia
No hay mujer que gobierne ya su casar
Ni que quiere y regale á su marido
Si á sus infames tratos pone tasa.
La hija al padre tiene aborrecido,
La madre al hijo, si no sufre y calla
Y ansí no la defiende su partido.
Decir verdades es buscar batalla
Con ellas, y aunque más os hagáis fuerte,
Y aunque de arriba abajo os hagáis malla,
Con la suya saldrán ó con la muerte,
Y pues por experiencia habéis sabido
Más que os podré decir yo de su suerte.
No os espantéis, Señor, que condolido
De veros á tal gente aficionado,
Os dé consejo sin me ser pedido.
Y pues en ellas hay cuanto he contado,
Y cuanto más cuanto un juicio sano
Ve que va de lo vivo á lo pintado,
Ábraos ya, si podéis, á vuestra mano
Antes que cobre fuerzas en el pecho
El hábito que impone ese tirano.
Salios de su prisión, haced de hecho,
Que es un muy peligroso y feo negocio
Amar á quien adora sólo el lecho,
La liviandad, la bolsa, el jarro, el ocio.
Sonetto
Io pur, la Dio mercè rivolgo il passo
dopo il sest’ anno a rivederti almeno,
superba Italia; poi che starti in seno
dal barbarico stuol m’ è tolto, ahi lasso!
e con gli occhi dolenti e ’l viso basso
sospiro, e ’nchino il mio natìo terreno,
di dolor, di timor, di rabbia pieno,
di speranza e di gioia ignudo e casso.
Poi ritorno a calcar l’ Alpi nevose,
e ’l buon gallo sentier, ch’ io trovo amico
più de’ figli d’ altrui, che tu de’ tuoi.
Ivi al soggiorno solitario aprico
mi starò sempre in quelle valli ombrose,
poi che ’l ciel lo consente, e tu lo vuoi.
Sonnet
THEREFORE, proud Italy, I, by God’s grace,
After six years come back to gaze on thee,
This only, for barbarians fill the place
Where I once lay upon they breast, ah me!
With tearful eyes and drooping head I greet
The country of my birth, to her I yearn
With pain and fear and anger, stripped of sweet
Delight and every hope. Then I return
Again beyond the Alps, all wreathed with snow,
To honest Gallic earth, a better friend
To strangers than thou art unto thine own!
There, in a sheltered haven till the end
I will abide, mid those cool valleys lone,
Since Heaven agrees and thou hast willed it so.
translation by Lorna de’ Lucchi