Rubí Véliz Catalán
(Ciudad de Guatemala, 1988) es escritora y coleccionista de literatura erótica a la vez que cursa una licenciatura en Letras en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Practica canto lírico en el Conservatorio Nacional de Música Germán Alcántara y ha cursado estudios de arte e idiomas, además de posar al desnudo para distintos artistas plásticos. Gusta de la música en casi todos sus extremos, desde la Ópera hasta el Heavy metal.
En la actualidad es bibliotecaria, editora y autora de contenidos académicos, y cree en la ruptura de los paradigmas a partir del igualitarismo.
Miserias
No tengo mesa en dónde servirme la cena
ni una copa,
…la basura se adueñó de mis botellas sin alma,
no hay nadie con quien brindar y dedicarte
los orgasmos ácidos de mi garganta
que duermen mi memoria
para que no duelas tanto.
No tengo una cama grande
ni suficiente frío en las venas para pretender olvidarte…
¡me falta tanto!
Pero hay algo que sí tengo:
un postre de agua y sal entre las mejillas,
mi luz apagada durante la noche
y la cortina cerrada en el día.
Cuarenta y dos suspiros al aire muerto
cuatro paredes incoloras,
tres llamadas perdidas
y un dolor imaginario
peleado con aspirinas.
Anidándome
Tu piel
mapa paradisíaco de historias perdidas
en el tiempo que no es el nuestro,
augurio secreto que se rinde a mis convicciones
a la seducción de mi tacto
regalándonos complicidad
a la sazón perfecta del morbo.
Tu cuerpo
la tierra húmeda
fértil
donde puedo sembrar a gusto mis uñas
para cosechar las ciruelas del placer
…darles el sacramento del sudor y la simiente.
Centímetros de bello, poros y sol dentro de mí
jugando a la magia desde la lengua al vientre
procreando nuevas adicciones
a tus sales trémulas
y tus músculos pélvicos
presos entre mis piernas.
Trío perfecto
Mi andar se apresuró
ante el manoseo de la lluvia de hace unas horas
mientras el escalofrío anunciaba
el encogimiento de mis hombros…
El atuendo me destilaba una prisa absurda
más mojada que la lluvia aprisionada en la tela;
Navegué del umbral del eco de mi puerta
hasta mi esquina favorita del dormitorio
donde el espejo alberga mis defectos perfectos de piel extra y vellosidades
y el exorcismo de mis manos diluyó una a una las capas de poliéster, de franela, de encajes…
de mezclilla enlodada,
sentí quejarse de frío a mis senos tímidos
y los pezones erizos como listos al calor de una lengua ajena,
el vientre me subía y bajaba, convulsionándose
la pelvis en quietud sepulcral como un convento abandonado,
las piernas eran dos columnas al borde del derrumbe.
Me vi, allí
abracé mi desnudez empapada
jugosa,
entre sudor y su sabor a aguacero
cerré los ojos
y mis caderas sintieron por detrás
tu virilidad despierta.
Bambalinas
Colorear el silencio con notas
Inspirar
dejarlas flotar una tras otra,
oírlas morir en el viento
y vibrar las cuerdas
hasta agotarse el aliento.
Compases convulsos copulando
y todo el cuerpo inmerso
sudor que lubrica la espalda,
labios arrojando su magma
convulsiones escénicas
morir un poco…
augurar el cisma
morir sin voz.