Kapka Kassabova
(Sofia, Bulgaria 1974) Poeta y novelista búlgara, reside en Nueva Zelanda, aunque actualmente vive en Gran Bretaña. Su primer poemario, Todos los caminos llevan al mar (All Roads Lead to theSea), ganó el Montana Book Award en Nueva Zelanda. Ha escrito dos novelas: El amor en el país de Midas (Love in the Land of Midas) y Reconocimiento del terreno (Reconnaissance). Esta última ganó el Premio de la Mancomunidad Británica de Naciones para el área de Asia y el Pacífico Sur Oriental. Coautora de guías de viaje, con las que ha sido reconocida como escritora del año en dos ocasiones (2002-2003) con el Cathay Pacific New Zeland Travel Writer of the Year por su viaje periodístico a Nueva Delhi y Berlín. También ha ejercido la enseñanza como profesora de la Universidad de Auckland. De su último poemario, La vida de otro (Someone else’slife), son los poemas que aquí presentamos.
Libros:
All Roads Lead to the Sea , Auckland University Press 1997
Reconnaissance , Penguin NZ 1999
Someone Else's Life , Bloodaxe 2003
Marti Friedlander by Leonard Bell, Introduction, AUP 2009
Geography for the Lost , Bloodaxe 2007
Street Without a Name , Portobello 2008
Villa Pacifica , Penguin NZ/ Alma Books 2011
Twelve Minutes of Love: a tango story , Portobello 2011
Traducción y nota de Enrique Moya
El argentino
1
Fui a bailar en Buenos Aires.
Un hombre con cola de caballo y aspecto germano
Se acercó hasta mí y me dijo:
“Soy de aquí. Pero todo el mundo cree que soy
alemán.
Donde quiera que voy, no puedo ser de ahí.
¿Lo podés creer?
La tragedia de nuestro país”.
Lo siento, dije.
“No te hagás problemas”, dijo,
“no es tu culpa”.
La segunda noche se acercó y me dijo:
“Te veo enamorada. El amor es terrible.
No podés comer, no podés dormir, sufrís
como un perro.
¿Sabías que el amor es el exilio del yo?
Pero te tengo buenas noticias: ya te pasará,
serás feliz de nuevo. Confiá en mí,
mi esposa es psicóloga”.
¿Y tú?, pregunté.
“Soy Disc Jockey.
Desempleado. ¿Podés creerlo?
Vivimos en Brasil”.
La tercera noche, ya no estaba.
Cuando su país finalmente colapsó,
me escribió desde Brasil, diciendo:
“Argentina está en ruinas
pero ahora tengo mi propio show,
donde toco tango y la gente viene a pretender
que bailan, felices y enamorados.
¿Lo podés creer?
Son todos argentinos, por supuesto.
¿Qué he llegado a ser yo, preguntas?
Pornógrafo del exilio”.
2
(Año y medio después)
“Bienvenida al club
de los corazones rotos”, me escribió,
También me separé de mi mujer. Fue de mutuo
acuerdo...Es psicóloga.
¿Estás enojada también?
Es normal estar enojado. Te digo algo:
todo podría empeorar. También podrías perder
ambas piernas. Y adiós tango para ti.
Afortunadamente, vos tenés piernas. ¿Qué querés
decir?, ¿demasiado triste para bailar?
No te lo hagás más difícil, chica.
¿Estás de regreso en Auckland?
Yo he regresado a Buenos Aires.
Aquí puedo ir y venir con cara de desgraciado sin
llamar la atención,
sin pretender que estoy bailando
feliz y enamorado.
Aquí no hay trabajo para Disc Jockeys,
pero doy clases a gente con pie deforme,
y tomo su dinero.
Luego leo el periódico
y río. Camino por todas partes, ahorro
un maldito montón de devaluados pesos.
Camino e inspecciono las ruinas.
Me encuentro cómodo en las ruinas, ¿tú no?
Me gusta sentarme con un sandwich,
hacer picnic, observar cómo se asienta el polvo
en las ruinas aún frescas. Y así sucesivamente.
Pero no convirtamos esto en una lección de historia.
¿Cuándo venís a Buenos Aires?
Tanta miseria
te va a alegrar, ya lo verás.
Tuyo, exiliado de Brasil
Carlos, Disc Jockey del pasado.
Mi vida en dos capítulos
1
Del otro lado de mi ventana hay una hilera de álamos
creciendo desde el césped de la niñez.
Los álamos crecen en hileras, nunca en solitario.
Es navidad. El cielo está lleno de estrellas,
las ramas, desnudas,los lobos lejanos y amenazantes.
Ahora es justo época de naranjas.
Su viva fragancia llena las uñas
mientras estamos tendidos en fríos cuartos en lo alto
de los Balcanes
soñando con palmeras y el mundo.
2
Del otro lado de mi ventana hay una palmera.
Es invierno. El cielo es enorme
y el océano sigue a la luna.
Las naranjas están sobre el alféizar de la ventana
con otras frutas tropicales ahora carentes de interés.
Pericos de plumaje radiante oscilan en la palmera
justo en el instante cuando levanto la mirada.
Yo, tendida en el bajo, en el sofocante cuarto
de la adultez
soñando con álamos y el mundo.
Siempre, vienen en hileras
Berlín-Mitte*
Vivo en una casa embrujada.
He perdido el apetito. He perdido el sueño.
Cuando duermo, mis sueños no son míos.
Mi sentido del tiempo es inestable
y espero unos anónimos visitantes
de medianoche. Siento que todo
lo que está por venir es inevitable.
Mi maleta la tengo al lado, pero está vacía...
Sé que voy a estar sorprendida.
Estoy lista
para dejar mis posesiones atrás.
Busco pistas a través de la casa.
Pero las paredes han sido blanqueadas.
Los techos son demasiado altos.
El piso ha sido tratado con el pulimento
de este nuevo siglo seguro de sí mismo.
Me siento cerca de la ventanita recordando
a esos que nunca conocí,
pues nadie hay quien los recuerde.
Nadie recuerda números sobre una placa.
Temo que ellos vendrán una noche,
después de sesenta años de ausencia.
Por supuesto les ofreceré la casa, la cama,
la mesa de la cocina, pero me temo que dirán
que lo que les fue arrebatado
nunca podrá serles devuelto.
*Barrio judío de Berlín.
Espejismos
El levantarse en la misma piel no es suficiente.
Necesitas más y más evidencia
sobre quién es aquel
que se levanta en la misma piel.
Pero ¿qué evidencia?
La realidad es poco confiable: un remolino
de polvo que aparece
y desaparece cada día.
Tu sed expande sus blancas dunas.
Cada día en el polvo
distingues
no islas sino sus oscuridades
amontonadas sobre el espejo pulido del mar.
No puertas sino sus sombras
golpeadas en la casa del viento.
No faros sino sus S.O.S. de medio segundo
en rojo, verde y amarillo.
No lenguaje sino lenguajes.
No tu mano cerrando una cortina
sino una mano.
Y el día ha terminado,
no más sabio que la noche en la cual
esperabas algo
que llegó y resultó no ser lo que esperabas.
Nature morte
A medianoche, en el espejo
veo una figura
colocada al borde de la cama.
Detrás, otra figura, extendida,
duerme, o peor... está en silencio.
sus rostros, por fortuna, se han perdido
en la oscuridad.
El cuarto está lleno de flores, el aire
podrido de fragancia.
Hoy es mi cumpleaños. Seguimos siendo los mismos
pero nada puede detenernos...
vamos cayendo
como una fruta desde el árbol de medianoche.
Si llega la mañana
pétalos de rosa cubrirían el piso.
Estaríamos realmente sorprendidos:
Así que esto es cuanto dura las cosas de belleza.
Esto es cuanto puede pasar
en un sola noche.
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Enrique Moya es poeta, narrador, ensayista, promotor literario, crítico de música y literatura. Ha publicado trabajos de diversos géneros literarios en periódicos y revistas especializadas de AméricaLatina y Europa. Entre sus libros se encuentran Memoria ovalada(Caracas, Eclepsidra, 2000, poemario bilingüe español-inglés) y Café Kafka y otros poemas vieneses (Londres-Viena, Labyrinth,2002). Es director general del Encuentro Latinoamericano de Poesía en Viena.
Kapka Kassabova
Kapka Kassabova was born in Sofia, Bulgaria, and at the end of the Cold War her family emigrated first to Britain, then to New Zealand. After twelve years and several books published in New Zealand, she moved to Edinburgh in 2005. Her first poetry collection, All Roads Lead to the Sea, won a NZ Montana Award for best first poetry book. Her first novel, Reconnaissance, won a Commonwealth Writers' Prize for Asia-Pacific, and she was twice named NZ Cathay Pacific travel writer of the year for her travel journalism. Two further poetry books are jointly published by Auckland University Press and Bloodaxe: Someone else's life (2003) and Geography for the Lost (2007). In 2008 she published the darkly comic travel memoir Street Without a Name: childhood and other misadventures in Bulgaria (Portobello), and in 2011 Twelve Minutes of Love: a tango story (Portobello).
The Travel Guide to the Country of Your Birthpoem
which
has over 300 natural lakes
is one of the oldest countries in Europe
has something for everyone, in every season
occupies the north-east part of the Balkan Peninsula
sits on the Black Sea to the East and the Danube to the North
offers white-sand beaches, mystic mountains, and ancient towns
has the Balkan range, which is part of the Alpine-Himalayan chain
has 378 kilometres of Black Sea coast. The Black Sea is closed and
non-tidal, and has 90% anoxic water
has a moderate continental climate: winters (November to February)
are cold and dry, temperatures reach -10
is the place where in dark, empty apartments the people you love
live inside mirrors
from Geography for the Lost (Northumberland: Bloodaxe and Auckland University Press, 2007)
The Door
One day you’ll see:
you’ve been knocking on a door
without a house.
You’ve been waiting, shivering, yelling
words of daring and hope.
One day you’ll see:
there is no-one on the other side
except, as ever, the jubilant ocean
that won’t shatter ceramically like a dream
when you and I shatter.
But not yet. Now
you wait outside, watching
the blue arches of mornings
that will break
but are now perfect.
Underneath on tip-toe
pass the faces, speaking to you,
saying ‘you’, ‘you’, ‘you’,
smiling, waving, arriving
in unfailing chronology.
One day you’ll doubt your movements,
you will shudder
at the accuracy of your sudden age.
You will ache for slow beauty
to save you from your quick, quick life.
But not yet. Hope
fills the yawn of time.
Blue surrounds you. Now let’s say
you see a door and knock,
and wait for someone to hear.
Someone Else's Life
It was a day of slow fever
and roses in the doorway, wrapped
in yesterday’s news of death.
Snow fell like angels’ feathers
from a dark new sky, softly announcing
that some things would never be the same.
I listened carefully to doubts and revisions
of someone else’s life, safe in my room of tomorrow,
a passing witness to sorrow and wonder.
Then night came and I was quickly
drifting inside that life. I was leaving mine.
Snowflakes continued to fall.
The street was deserted and dim.
Shrapnel wounds blossomed in stone walls.
There was no proof of the current decade,
and I could not recall
the names of faces that I knew
the smell of places where I’d lived
and why I lay alone now
so close to a vast, empty floor, so far
from the sun, so far
Ship Advancing in the Fog
I don’t know why
the sound of the horn was near,
and yet the ocean was not.
Fog obscures the visible
and purifies sound,
which is to say that when nothing is clear,
something anticipates it.
In any case, I stood outside the door
and listened to a cargo ship approach,
forge its way past sleeping houses
and muffled street-lights,
and I was strangely calm -
like in a dream where nothing
surprises you, not giant waves
advancing from a personal afar,
nor giant ships.
You are too small to run,
you stand transfixed by imminent disaster
waiting for it to be too late,
waiting to be delivered.
Berlin - Mitte
I live in a haunted house.
I have lost my hunger. I have lost my sleep.
When I sleep, my dreams are not mine.
My sense of time is unstable
and I wait for anonymous
midnight visits. I feel that all
that is to come is inevitable.
I have my suitcase close by, but it's empty -
I know I'll be surprised. I'm ready
to leave my possessions behind.
I look for clues around the house.
But the walls are white-washed.
The ceilings are too high.
The floor has been treated with the polish
of this new, confident century.
I sit by the narrow window remembering
those I never knew,
for there is no-one to remember them.
No-one remembers numbers on a plaque.
I fear they will come one night,
after sixty years of absence.
I will offer them the house of course, the bed,
the kitchen table, but I fear they will say
that what was taken from them
can never be given back.
Angel's Lament
For Gail Bailey
I’m looking down into a valley of vapours
Where yet another city lies, concealed
and dense with lives I’ve seen
that have not seen me
for I am citizen of the unknown
All my life, I have wanted this:
to be inside the story
to have a street with a name and a corner shop
to have a window with curtains
and all the sharp noises of the night
in some city wedged in between mountains
in some city carpeted with ocean
To know that I’ve arrived
to be concealed from the terrible
longing of some stranger
who will come one day
and stand on top of the mountain, unseen
then vanish, leaving footprints in the air