FERNANDO PIZARRO GARCÍA
Fernando Pizarro García es un poeta y narrador nacido en Villabrágima (Valladolid) en 1951. Pasa su infancia y parte de su adolescencia en Medina de Rioseco (Valladolid) –de donde nunca se ha desvinculado tanto por motivos familiares como sentimentales–, ciudad en la que estudia los primeros cursos del bachillerato y abre sus sentidos a las primeras emociones de la vida. Más tarde, para proseguir y concluir sus estudios secundarios, se traslada a Valladolid.
Durante una estancia de dos años en la vasta soledad de Madrid, acude a él la necesidad de la escritura, que ya nunca le abandonará.
De nuevo en Valladolid, se licencia en Derecho en dicha universidad y desde 1978 ejerce su profesión de juez.
Poética:
La poesía de Fernando Pizarro es altamente introspectiva y conceptual, donde el cuidado en la elección de cada término es aplastante. Y con una estética en la que se fusionan, con sabiduría, la desnudez de la palabra y la imagen sorprendente, la cotidianidad figurativa y la cerebral abstracción.
Su temática es clara: por un lado, la omnipresencia de la memoria como instrumento para atraer lo ya inaprensible, lo perdido y llorado; por otro, el buceo en el dolor de la experiencia amorosa, de la soledad no pretendida, del propio miedo, como forma de liberación y -quizás- de expiación.
OBRAS:
Poesía
-Ensayo general. Editorial Sever-Cuesta (Colección Roca Caliza). Valladolid, 1989.
-Cuando la noche. Servicio de Publicaciones. Diputación de Valladolid. Valladolid, 1999.
Prosa
-Semana Santa en Rioseco (Con grabados del pintor Jesús Capa). Servicio de Publicaciones de la Diputación de Valladolid y Ayuntamiento de Medina de Rioseco. Valladolid, 1987.
2ª edición: Servicio de Publicaciones de la Diputación de Valladolid; Ayuntamiento de Medina de Rioseco y Junta Local de Semana Santa. Valladolid, 2002.
-El fulgor de la ceniza. Editorial El Pasaje de las Letras. Valladolid, 2011.
Antología
Fúnebre hilera de velas consumidas
los días del pasado,
no sólo las más próximas humean.
Aunque me aflige recordar su luz primera,
quiero verlas. Quiero volverme,
estremecerme al contemplar sus sombras.
(De “Ensayo general”)
De mi infancia recuerdo, entre otras cosas,
la mano de mi padre,
justa en tamaño, presión, temperatura.
De mi infancia recuerdo, entre otras cosas,
la ternura de un beso,
un beso de mi madre enferma.
(De “Ensayo general”)
Resistir. Esperar con paciencia
la inevitable caída del tirano.
Conservar en la cruel derrota
las fuerzas necesarias para asestar el golpe
–único, liberador, definitivo–
que haga sangre en quien tanto ha herido.
Y entre tanto ir dejando
que la renuncia nos teja la corona
contra el odioso ser que, fieramente,
fustiga sin piedad nuestra esperanza.
(De “Ensayo general”)
Amor –mucho amor–, soledad –a raudales–,
miedo –en abundancia– y memoria.
Con tan inconsistentes materiales construyo cada día.
Y esta ciudad amasándolo todo:
amor y soledad, miedo y memoria.
El resultado es la argamasa oscura
empleada para enfrentarme al odio,
a la inútil e indeseada compañía,
al valor imposible y al imposible olvido.
(De “Ensayo general”)
De imágenes confusa,
de limites inciertos,
eres el enemigo. Llegas
taimado y a traición exiges
una lucha desigual, cruenta.
Pero no estás, no existes,
porque el intento tenaz de aniquilarte
es la lucha cruel por darte vida.
Y al final apareces. Y eres otro,
inocente despojo de un empeño
obsesivo, agotador, inútil.
(De “Cuando la noche”)
Divididos cuerpo y corazón en dos mitades,
miro desde la nada hacia la nada y veo
tan sólo un denso manto de ceniza en todo.
Tiempo y desidia. Más desidia y más tiempo.
Y la lluvia insistiendo en la ventana.
Luces, sombras, reflejos. Y en la calle,
raudales de materia hacia la nada.
(De “Cuando la noche”)
Junio
Sangradas por la luz las horas,
todo en el cielo es ya sólo horizonte.
(De “Cuando la noche”)
Septiembre
Sobre el rizado caminar del agua,
un indeciso fulgor tornasolado.
(De “Cuando la noche”)
Diciembre
Después de la esperanza,
esta renuncia,
resignada aceptación de la derrota.
(De “Cuando la noche”)