Gerardo Miranda
Gerardo Miranda Juárez (Estado de México, 1984). Poeta y narrador.
Cursó la licenciatura en ciencias humanas en el Centro Universitario de integración Humanística donde actualmente está finalizando la maestría en literatura latinoamericana contemporánea. Sus textos aparecen en diversas revistas literarias. Miembro fundador del colectivo Deva-gam y coeditor del folletín poético Túnel de Damiana. Ha coordinado eventos culturales y participado en diversos talleres y seminarios literarios. Dentro de sus publicaciones se cuentan: Venus y las moscas y Odilón.
GERARDO MIRANDA
Selección de textos
bienaventurado el que se mastica y se engulle
ese pajarillo se tragó el éter a su alrededor
se tragó todo su alpiste todo su aire y su aliento
y ahora inmóvil hinchado y bofo con esa cresta gorda
cubierto con sus plumas -peluca ridícula-
ha comenzado a comerse sus patas su pico y sus ojos
y los barrotes de su jaula le marcan los costados
y le queman las plumas y la carne
afortunado Dios que cabe en una galleta tan delgada
grita a los cuatro vientos
bienaventurado el que se mastica y se engulle
y aparece de nuevo donde le da la gana
y el pájaro se agita y se arranca las plumas y se mastica con coraje
y se talla contra los barrotes y se hincha y se enoja y se tuerce
y se jacta
de su en-verga-dura
libaciones a onán frente a una foto de meche carreño
Hembra que entre mis muslos callabas
de todos los favores que pude prometerte
te debo la locura.
(Leopoldo María Panero)
es por esa foto meche ¿sabes?
donde estás trepada en un caballo con una cara de terror…
según el pie de foto tenías 17 y un bikini confeccionado por tu madre
qué buen gusto tenía la señora
y qué suerte la de aquel caballo
aún tengo esa foto guardada bajo llave meche
oculta sin mirarla
a condición de quebrantar el sexto mandamiento
y derramar mi semilla en tu memoria
según sé
fuiste la primera en posar en traje de dos piezas
los últimos residuos del feminismo
cuántas generaciones habremos
mancillado nuestro fruto en tu nombre meche
en nombre de aquellos rasgos toscos de tu rostro
en nombre de tu figura esbelta y torneada
el dios de moisés condenó a muerte a onán por tales actos
según sé
pero yo meche seguiré mirando esa fotografía
donde tu figura se antoja inmaculada
donde tu madre acentuaba tus encantos
con sólo dos pedacitos de tela
donde una yegua lesbiana te saborea
donde tus piernas
se sujetan firmes a la grupa de ese equino
yo meche
que he dejado de temer a la muerte
análisis previo de un rostro sin orificios
se dice que es riesgoso eso de no situarse en parte alguna
se rumorea también del peligro de mirar un rostro en negativo
tras un marco que emite susurros calados
mientras a lo oscuro y a lo nítido se le nombra con desgano
- cuerpo de tres perfiles-
el espejo se traga al que lo observa
y engulle las vociferaciones de su tísico gaznate
cruel ventana que refleja la luz muerta
y besa la nuca del que le da la espalda
esquirlas de un cuerpo partido
cardumen de carne y huesos que se pierden frente a frente
al buen samaritano
tanto va el cántaro al agua dicen
que acaba por convertirse en agua
luego
el agua convertida en lodo
moldea al hombre a su antojo
y el agua derramada por los ojos
se evapora por la lengua
y se riega por el culo
y el hombre antes agua (si es que lo fue algún día)
regresa convertido en polvo
y se pierde en la ventisca
lucía
experimentamos un cambio de siglo lucía
y sobrevivimos –tú lo viste-
y reíste con aquellos ojos verdes tan tuyos
ésos que guardabas con recelo
cuando se lee entrelineas
las palabras vuelan y anidan en las orejas me decías
cuando me regalaste la planta de tus pies
y la cicatriz de varicela que te impedía fruncir el ceño
así cambiamos de rostro lucía y quedamos atónitos
se requería de una cita para atestiguar la tarde
tus ojos fueron un regalo
en una bandeja de plata
junto con el vaho de la noche
y tu cuerpo limpio e inocente
sé que no eres como lo demás me dijiste
pero no sé si fue enserio
tú me los diste lucía
–tus ojos-en una bandeja plateada-
derecho de réplica para una voz en off
dicen que soy silencio
y el silencio encarnado
posee varios rostros
cambiantes según la luz del día
rostro sin ojos sin gestos
por ejemplo
o rostro de un testículo vacuno
tal vez
uno de color amarillo pollo
que perdió el miedo a masturbarse por
temor a la ira de la virgen
o el del vulgar que ha olvidado sus párpados
que los ha perdido
que los ha cortado
o que los ha cerrado
ante el cual los ángeles de culo alegre
los fórceps y discursos
han dado la espalda
y han dejado hablando solo
el rostro de cabello muerto y náusea perenne
que se excita con la niebla
la manosea
la rasga
y la fuma haciéndola su esclava
al que se le dificulta el habla
y se traga sus encías
el de saltimbanqui sedentario
que revuelca las palabras
el de anacoreta blasfemo
que reniega de tótems y alabanzas
manos de madera
sin anillos ni clavos ni astillas ni madera
el del loco entrecomillado al que las cosas
de las que no se acuerda lo visitan por la noche
y le riegan saliva en las orejas
el del que repta o huye
o yace bajo el canto pétreo de un cáliz
de carne y hueso
pero una cosa es segura
el silencio es por lo general
más necesario que las palabras
potros
el aliento equino se dibuja en tus palmas abiertas
una manada sin riendas
dejó tras de ti su brío momentáneo
abrevadero de maíz y leña de paisajes lentos
como humo de silueta abierta por tus pulmones verdes
recuerdas el agua de tordillos alazanes
las pezuñas los rostros y los disparos al aire
-tu abuelo murió sobre un caballo padre
y ya nunca pudieron herrarte los ojos-
te recuerdo abriendo cuerpos en canal
haciendo dos cuerpos de un cuerpo solamente
masa de músculos y hueso
con golpes secos de martillo
desmembrabas las extremidades
de un rebaño ya sin voces
en bancos enormes como plazas públicas
separabas parte por parte de una estructura antes móvil
y por las noches tumbado sobre tu vientre enorme
montículo de nada proponías juegos y revanchas
tizas sobre el suelo formaban figuras azarosas
cuadros para mí incomprensibles
donde el aliento
de un potro rezumbaba en tus oídos
el alquimista
(a jorge cuesta)
si hago caso de las aseveraciones del alquimista
y los dolores que padezco en la hipófisis continúan
como se lo dijo él alguna vez a guadalupe
me calculo a lo sumo diez años más de lucidez ( lo asumo resignado)
los cuales espero reducir al mínimo con un taladro o un martillo
golpeando esa glándula hasta que los dolores desencadenen la pérdida de la cordura
voy a librarme de esa vieja puta
doña cordura he escuchado que le nombran
y que mejor ahora que en diez años
el alquimista logró asesinarla y al poco tiempo se quitó la vida
creyó cambiar de sexo gracias a sus experimentos
y se arranco los testículos y se los dio de tragar a esa gorda en una sopa fría
yo no soy tan valiente
sólo voy a pedirle de la manera más decente y amable que se retire
las mujeres que huelen a jueves
siempre he sentido una atracción irresistible
hacía las mujeres que huelen a jueves
un loco deseo
que me invade
cuando por la mañana
desnudas atraviesan la alcoba
sin esa carga de pudor
que en nada las favorece
esas que cuando después de saberse
recorridas con cada ángulo
que la vista permite
con orgullo
a bocajarro me preguntan al oído
¿algo más amor?
siento una atracción pasmosa
por aquellas disfrazadas de noche
ésas que riegan sal en llagas abiertas
y las limpian
con el costado de su lengua sorda
las que reflejan sombras
en un pasillo sin luz
por un fajo de billetes
los días nublados
aquellas por las que uno se arranca tiras
de piel que pone a secar en los balcones
para envolver un órgano
del tamaño de un puño cerrado
para brindárselos mientras duermen
hipótesis sobre el origen de los fuegos fatuos
Alrededor, alrededor, por un lado y por el otro
Los fuegos-de-la-muerte bailaban a la noche;
El agua, como óleos de una bruja
Ardían verde, azul, y blanco.
(Samuel Taylor Coleridge)
ignis fatuus
en ciertos lugares los cadáveres son enterrados boca abajo
con los brazos en cruz y la boca permanentemente cerrada
esto les impide tomar venganza o gritar en su defecto
y aunque en apariencia dichos cuerpos han perdido todas sus facultades
el cabello y las uñas continúan creciéndoles
el cuerpo no para de exhalar gases por el ano
y si a esto se le agrega una pequeña chispa
la flama brota hasta la superficie
provocando que las moscas se alejen al igual que los deudos y curiosos
los científicos lo atribuyen a la combustión espontánea de la fosfina
y el metano que arden producto de la descomposición de la materia
ésta es la última manifestación de odio que el hombre puede brindarle al mundo
aún tres metros bajo la tierra
(dígase de otra manera más sencilla los fuegos fatuos son los pedos de los muertos melancólicos)
qué trabajo puede darle la muerte mi estimada
releer y repensar una palabra
como lo marcan los cánones
y los intrusos
hacer y deshacer los labios de
la mujer más artera
y moldearlos con el
beso más sencillo
espolvorear partículas de piel muerta
en el asfalto
y recoger las partes que sobran
de nuestro cuerpo después de la batalla
acaso usted no se cansa señora
de pintar el blanco
y deshacerlo siempre
de mirar sus adentros
y dejar el vomito para
ocasiones posteriores
qué trabajo puede darle la muerte
si la risa de los pájaros
viene desde lejos
si la alfombra del descenso
comienza al oscurecer el día
que misterios puede acarrearnos
la muerte más temprana
hay cuchillos
en la mirada de un niño
como veneno
en las voces de sus padres
hay agujas
en la antesala de la noche
como cantos
a una imagen milagrosa
y de eso se entiende
señora
que las voces de los ciegos
tienen más alcance que su vista
si bien el canto es sutil y cariñoso
la imagen penetra y rasga los costados
qué trabajo puede darle la muerte
mi señora
cuando el sol
atasca su mirada
y la ilumina en la noche más oscura
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