DENISE LEÓN
Nació en Tucumán, Argentina en 1974, nieta de inmigrantes sefardíes.
Ha publicado Poemas de Estambul (Alción, 2008), El saco de Douglas (2010), Templo de pescadores (Alción, 2013); poemas en la antología Poesía Joven del Noroeste argentino, editada por el Fondo Nacional de las Artes, y cuentos en diversas antologías. Es Magíster en Lengua y Literatura y Doctora en Letras e Investigadora del CONICET.
Ha publicado La historia de Bruria y numerosos ensayos en revistas nacionales e internacionales sobre literatura, poesía género y tradición judía en el siglo XX.
Ha obtenido los siguientes Premios: Premio Academia Argentina de Letras, creado para distinguir al graduado de la carrera de Letras con mayor promedio general en los estudios universitarios cursados (2000); Tercer Premio: Mención Especial y Publicación del trabajo en la Revista Humanitas en el Primer Concurso de Ensayos De Investigación para Jóvenes Investigadores de la Facultad de Filosofía y Letras (2005); Segunda Mención: Género poesía en el Primer Concurso Mayo de las Letras Modalidad Cuento y Poesía (2007). Actualmente se desempeña como docente en las cátedras de Literatura Hispanoamericana y Teoría de la Comunicación II en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.
De Poemas de Estambul (Alción, 2008)
La piedra minudika
del silencio.
La camaretta de mi madre.
La llavedura blanca
ke mira a la camaretta.
Los talones de mis pieses
ke desean
i no ayegan la ventana.
El empiezo de todas las kosas.
La palabra ke kita el miedo
i una boz
ke es la manyana.
La piedra pequeñita
del silencio.
La habitación de mi madre.
La cerradura blanca
que mira a la habitación.
Los talones de mis pies
que desean
pero no alcanzan la ventana.
El comienzo de todas las cosas.
La palabra que quita el miedo
y una voz
que es la mañana.
Una línea de pasharos se aleja
lacerada
d’esta sivdad ronka
donde tu nombre no arrelumbra.
Esta sivdad
ke keda leshos de tu sangre
i de la sombra de tu sangre
en mi korason.
Tiembla la memoria
ke te nombra
i me ispanto de olvidarte
kada noche
en esta sivdad.
Una línea de pájaros se aleja
lacerada
de esta ciudad ronca
donde tu nombre no alumbra.
Esta ciudad
que queda lejos de tu sangre
y de la sombra de tu sangre
en mi corazón.
Tiembla la memoria
que te nombra
y me espanto de olvidarte
cada noche
en esta ciudad.
De “Templo de pescadores”
Kal de pishkadores
A la manera de un pishkador
ke enhiebra una red
unikamente para reposar su descarinio
y en derredor de eya
quedan sus mientes
las tadres de enverano
hasta hartarla
de su esperanza
y su ansiedad,
todo
puede ser deperdido.
Fraguas de palicos
se alevantan
y,
más allá,
se abren y se cierran
las semyas.
Igual que un pescador
construye una red
sólo para reposar su melancolía
y se demora
pensando en ella
en las tardes de verano
y la llena
con su esperanza
y su ansiedad,
todo
puede ser perdido.
Inútiles castillos se levantan
y más allá
se abren y se cierran
las semillas.
TEMPLO DE PESCADORES
Por miedo al sol
me cubro
el rostro
con las mangas.
Me abandono
a la corriente
porque sé
que el viento
apacible
me traerá
-poco a poco-
de regreso a casa.
Es tarde
y los barcos
de los pescadores
regresan.
Me ha parecido oír
aquí
y allá
voces
que llamaban.
Sin esperanza
respondo
sí
al aire vacío.
La lluvia caía
-como cae
en primavera-
y vi
los peces en fila,
las aletas
rozándose
ligeramente
y los ojos
-solemnes-
muy abiertos.
Permanecieron
en la lluvia
pálidos y lisos,
olvidados
por Dios
hasta que
el pescador
vino
a recogerlos.
Salmo
Señor,
la luz
del otoño
viene
hacia mí
entre
los árboles,
entre
las puertas
de hierro
de las casas
y
las persianas
cerradas.
La luz
viene hacia mí
como un deber,
Señor,
pero
entre ella
y yo
algo
se ha roto.
Almuerzo
Era mayo
y había sol.
Nos sentamos
en el jardín
porque había sol.
Respiró profundo
dos veces
y la luz
la atravesó.
Sólo había azul
sobre el mundo
-azul
por todas partes-
Tenía frías
las plantas
de los pies
pero era mayo
y había sol
y no quisimos
saber demasiado.
Cuando nos despedimos
me acomodó
la capucha
y me dijo
hasta mañana.
No pude
decirle nada.
Fue la última vez
que la vi.