Armando VEGA RODRÍGUEZ
Armando Vega Rodríguez, poeta y artista visual autodidacta nace en Cuerrias de Espinaredo, Piloña (Asturias) en 1961.
Cursa estudios de FPI en el Centro de Formación Profesional "El Prial" de Infiesto, pero regresa de nuevo al pueblo. En 1987 establece su residencia en Gijón, lugar en el que pronto traba relación con otros poetas y artistas plásticos.
Aunque la actividad profesional que desempeña como operario de una empresa auxiliar de Arcelor no tiene ninguna relación con el ámbito literario, no por ello se ven frenados sus afanes creativos. Poemas suyos aparecen publicados en el número tres de la revista Literastur, así como en la antología que con motivo de las Justas Lliterarias ha editado el Ayuntamiento de Gijón.
Fundador del Grupo Poegía (hoy Asociación Cultural Poegía, la cual preside en la actualidad). Tiene escritos tres poemarios inéditos en castellano, y uno en asturianu.
Así mismo es autor de un espectáculo de poesía-acción en el interior de la iglesia de la Universidad Laboral de Gijón, en el transcurso del proyecto transcontinental de arte Artransmedia, organizado por la Fundación Danae de París, Gobierno de Asturias y Ayuntamiento de Gijón.
Participante en la Segunda Muestra Internacional de Arte alternativo con una instalación titulada Amina-s Lawal-es, además de autor de varias exposiciones de fotografía. Su lema es el de llevar la poesía a la calle, y si ello es posible, interaccionándola con otras disciplinas artísticas. En su afán innovador en cuanto a la forma de hacer llegar la poesía al público más profano en Noviembre del 2001 colgó una muestra de poemas propios en el Café Gijón que, con un acertado acompañamiento objetual en forma de collage, conformaban una provocadora y atrevida propuesta. Escritor invitado al Salón del Libro Iberoamericano de Gijón durante los últimos cinco años, evento en el que es el organizador y responsable del Recital de Poetas Asturianos.
En la actualidad trabaja en un proyecto multimedia de carácter interdisciplinar, uno de pintura digital, y otro de escultura.
Bibliografía reciente: Per ente l'borrín de la memoria.
Una mano gris.
El vientu d'ochobre
pule'l rostru les cuestes.
Tiemblan las manos a la espera de las tuyas.
Tiemblan de imaginarse unidas.
Tiemblan los labios al borde de la sonrisa.
Tiemblan de imaginar el tacto de tu pelo.
Tiemblan los ojos por verte.
Tiemblan por llenarse de ti.
Tiemblan los espacios para el sonido.
Tiemblan aguardando tu voz extendida.
Tiemblan las fosas nasales por conocer tu aroma.
Tiemblan por olerte dulce flor de la meseta.
Tiemblan el alma y el corazón.
Tiemblan por temblar en tu temblor.
Tiemblan los sentidos más allá de los seis.
Tiemblan por la cercanía de sentirnos.
Tiemblan las caricias no dadas.
Tiemblan los besos aún sin nacer.
Tiemblan las miradas que han de decirse.
Tiemblan los susurros que preceden al suspiro.
Tiemblan los aromas que sueño aspirar.
Tiemblan los pensamientos que me florecen.
Tiemblan los bordes del anhelo.
Tiemblan los anhelos enredados.
Tiemblan los sueños entretejidos.
Tiemblan las horas que restan.
Tiemblan mis temblores por temblar en ti.
Bajo la persiana de la habitación.
Aún no ha oscurecido,
pero hoy quiero evitar los fogonazos
de las voces que penetran
a través de la gasa de las cortinas.
Voy a la cocina
y troceo un par de tomates.
De esos especiales
de la tienda de la esquina.
Su aroma crece en la boca,
y en combinación adecuada
con el aceite de oliva virgen,
aroma y sabor penetran
hasta las más ignotas regiones
del gusto y el olfato.
Luego, al regresar a la habitación,
descubro unas voces asustadas
colgando de las nubes del techo
y decido abrir la ventana
y concederles la estrecha libertad
del patio de luces.
Es en ese espacio común
donde cada vecino planta
una enredadera de voz propia.
El problema,
es que han crecido demasiado
y apenas dejan pasar el sonido
que se escapa por las rendijas
de ventanas mal ajustadas.
Hace tiempo que acudo,
cuando todos duermen,
a recoger las luciérnagas
que encienden su estrella
desde el cuerpo
de las vocales rotas.
Las deposito blandamente
en el cuenco de silencio
de una tarde cualquiera de domingo.
Y cuando se iluminan,
se convierten en jardines de luz
paredes adentro.
Tiempo que es
un deseo de ti
en cada brillo de ojos.
En cada roce del aliento.
Tiempo.
eternidad de un instante.
Fugacidad del deleite.
Crepitar de flores
naciendote desde las axilas
en dirección a perfumarte
la suavidad de los pechos.
Tiempo como náufrago
arribando a tus desnudas playas .
Esas en cuyas arenas
rompen las espumas
de mares de besos.
Tiempo que habla
del amanecer permanente
sobre la calidez del rocío
que humedece los fértiles
valles de tus ingles.
Tiempo de buscar corales
en las profundidades
de tus caderas.
Tiempo que te trae
hasta la blandura del tacto
en un espacio sin nubes
que nos envuelve.
Tiempo inmedible
de amarnos sin reservas
hasta desleírnos el pensamiento
en la palma de los sentidos.
Vamos caminando
por sendas de cristal.
Encadenados pasos
que se quiebran en cada pisada.
Pasamos de piedra en piedra
evitando mojarnos los pies.
Si giramos la cabeza
y tendemos la vista sobre lo andado,
descubrimos campos de cenizas
desprendiéndose de lo sido.
Abandonado territorio del que se elevan
delgados tallos de humo.
Como si inmenso maizal petrificado.
Únicamente de vez en cuando,
débiles rescoldos de sonido
atraviesan un espacio sin aire.
Líneas de estruendo que nos adolecen.
Intensificado haz vibrando
desde el intermitente destello
de miles de silencios suspendidos
del vacío que queda ojos adentro.
Serán las huellas indelebles
tatuando el reseco lecho
sobre el que se acunaban las aguas.
La ausencia de vida entre las grietas
infértiles que dibujan
la estéril superficie abrasada.
La insoportable ausencia
de vuelos y gorjeos,
como un peso desmesurado
opimiéndonos el pecho.
Los labios abriéndose
en mil heridas lacerantes
hacia soñadas - solo soñadas -
gotas de agua.
Los dedos curvados
en torno al vacío,
lo mismo que garras
que el hambre guía.
Ojos que marchitos
en secas cuencas
espantan de lejos las miradas.
Será el final de un existir
tiñendo de sepia calcinado
las últimas gotas de esperanza.
Habito un silencio rebelado
Habito un silencio rebelado
que se resiste a la soledad
de lo unitario.
En el filo de la realidad
edifico mi morada.
Cultivo un huerto
donde planto verdades
de alto porte.
ahí, en ese mínimo espacio,
aguardo un final de ser derretido
que por ambas laderas
se escurre hasta el ocultamiento.
pronto anochecerá en el territorio
vasto de la inexistencia.
Y un mundo sin ojos
recibirá lo perdurable.
El resto, alimento temporal
posibilitando la supervivencia
de una amplia familia de gusanos.
Abono de zarzas que me perpetúe.
Estos bosques inmensos
Estos bosques inmensos
de alambres oxidados
bajo la lluvia ennegrecida
de las horas lúcidas.
Sutil veneno destilado
en las nubes de la razón.
Fluyendo inexorable
hacia playas dormidas.
Hilo esperpéntico colgando
en el vacío desde el vacío.
Goteo constante y minucioso
de esencias oscuras.
Extensiones inmensas de piedras.
Cajas de alta seguridad
en cuyo interior
las miserias no alcanzan la luz.
Avance ridículo sobre la piel
inconsistente de los espejismos.
Entre inexistentes haces de luz
proyectando intenciones de sombra.
Pasos sin huellas que ir dejando
en esta isla de presente
que encrespados ahoras amenazan.
Y la certidumbre terrible
de caminar sin memoria.
De vivir sin vida un eternizado sueño
sobre las aspiraciones de la conciencia.
Aplastante densidad inmedible del ser.
Este silencio vertebrado
Este silencio vertebrado
paciente va paciendo cada voz
hasta pacer las voces todas.
Desnuda ha dejado
la corteza de la historia.
Los guijarros oteando
la terrosa superficie calcinada.
Vasta memoria
disminuyendo bajo los matorrales
en los que furtiva halla lecho y techo.
Ya vienen ellas desvestidas de carnes,
y siegan impasibles los alientos últimos.
Perforan la piel de las miradas
hasta extraer el tiempo que cobijan.
Y quedan doradas espigas
clavándose en la oculta retina .
Vaciando de consistencia sus paredes.
Todo el grano del recuerdo derramado.
El grano.
Semilla de lo acontecido
creando en el crepitar atroz de las ascuas
imposibilidad de mañanas.
Extinción definitiva
en la podredumbre de grano,
semilla, origen.
Ahí, en el origen, el fin.
Y ya nada.
La nada regresada.
Inexistencia.
Este cuerpo que avanza
Este cuerpo que avanza,
que tropieza en cada paso,
este cuerpo no soy yo.
Yo no soy esta piel
que el tiempo va plegando,
convirtiéndola en ilegible mapa.
Ni soy los pasos cansinos
que atraviesan la calle.
Este cuerpo lo he tomado
como efímera morada.
Temporalmente habito
sus impersonales recodos
o tomo descanso
en sus orgánicos aposentos.
Pero este cuerpo en deconstrucción
no es el yo atemporal
que sobre lo sólido existe.
Este cuerpo no soy yo.
Ese silencio de madrugadas ateridas
Ese silencio de madrugadas ateridas
cobijándose bajo la tela
adormecida de las horas.
Esa palidez de luz perfilando las líneas
hasta suavizar sus aristas
de basalto adormecido.
Ese vacío tan dentro
que no hay sueño que cubra
el dolor de sus paredes rezumando soledad.
Ese grito lunar rebotando en la inerte materia
hasta extinguirse entre los átomos dispersos
del reducido espacio donde el tiempo no existe.
Grito de luz en el aire
y en la garganta de los cánidos
un grito tan rojo
tiñendo de temor la existencia.
En las noches
En las noches.
Siempre es en las noches
cuando me desciende un ejército
de lobos sedientos.
Las ensangrentadas fauces abiertas
acercándoseme.
Acariciándome el rostro
su aliento crudo de carne.
Mirándome sus ojos.
Sus ojos mirándome
desde el color de la sangre.
En este camino angostado
(A Pablo, mi hijo, mi tesoro)
En este camino angostado,
de la piel de espuma conservo
el tacto palpitante
en la pulpa de los labios.
Y un puñado de inocencia
sobre el lino asombrado
de las sábanas.
La más amplia sonrisa precediéndome,
y una nota irrepetible
de voz naciente estirándose en el aire.
Imprescindible equipaje
para esta penosa travesía
de incierto destino
sobre el vuelo de las aves.
Detrás del horizonte
Detrás del horizonte
duerme el futuro
una noche infinita.
Demasiado tiempo perdido
Demasiado tiempo perdido
en el interior estéril
de una tierra calcinada.
Diluyéndose en densas cenizas
que el viento no consigue volar.
Donde la luz había sido resplandor,
solo una honda negrura habita.
Allí el río de silencio
irrigando extensos campos de dolor.
un quebrado tallo
pudriéndose sobre el pensamiento.
Allí la dulce promesa
de una muerte esperada.
Oscuro lago
donde la vida se disuelve.