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Channel: POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando Sabido Sánchez #Poesía
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CAROLINA CORONADO [9547]

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Carolina Coronado
Carolina Coronado Romero de Tejada (Almendralejo, Badajoz, 20 de diciembre de 1820 - Lisboa, 15 de enero de 1911, enterrada en el Cementerio de Badajoz), escritora española, considerada como la equivalente extremeña de otras autoras románticas coetáneas como Rosalía de Castro, y autora de tal notoriedad que llegaría a ser calificada con el título de "El Bécquer femenino". Fue tía de Ramón Gómez de la Serna.

Hija de Nicolás y María Antonia, nació en 1820 en el seno de una familia acomodada de Almendralejo (Badajoz), pero de ideología progresista, lo que provocó que su padre y su abuelo fueran perseguidos. Tras mudarse a la capital de provincia, Badajoz, Carolina sería educada de la forma tradicional para las niñas de la época: costura, labores del hogar... pese a lo cual, ya desde pequeña mostró su interés por la literatura, y comienza a leer, robando horas al sueño, cualquier género u obra que puede conseguir. Por ello desarrolla una extraordinaria facilidad para componer versos con un lenguaje algo desaliñado e incluso con errores léxicos, pero espontáneo y muy cargado de sentimiento, motivado por amores imposibles, entre los cuales destaca Alberto de quien se duda si realmente llegó a existir. Sus primeros poemas datan de la temprana edad de 10 años.
Posiblemente también contribuyese a su temperamento romántico la afección de catalepsia crónica que padecía, llegando a "morir" varias veces, lo que hizo que se obsesionase con la idea de poder ser enterrada en vida, hasta tal punto que embalsama el cadáver de su marido, negándose a enterrarlo e incluso dirigiéndose a él con el apelativo de "el silencioso" y "el hombre de arriba". Incluso tiene varias "premoniciones" en las que anticipa el fallecimiento de su hija.
Habiendo hecho voto de castidad tras la muerte, en el mar, de Alberto (fuese éste real o imaginario), lo anula al casarse en Madrid con sir Justo Horacio Perry, secretario de la embajada de EE.UU en Madrid. Tuvo un hijo, Carlos, y dos hijas, Carolina y Matilde sobreviviendo esta última a sus dos hermanos y que se casó con Pedro Torres Cabrera.
Era amiga de la reina Isabel II la cual obligó al marqués de Salamanca a que vendiera a Carolina un trozo de su finca y allí se construyó un palacete en lo que hoy es la calle Lagasca.
Siendo ella revolucionaria, su residencia madrileña se hizo famosa por las tertulias literarias que en ella se realizaban, ya que sirvió como punto de encuentro para escritores progresistas y refugio de perseguidos, llegando a asistir algunos de los más renombrados autores del momento. Sin embargo, este refugio clandestino, y su afinidad por la revolución, causarían que sufriese la censura de la época.
Pese a ello, logró publicar algunas de sus obras en periódicos y revistas hasta lograr cierta fama, a la que también contribuyó su belleza física, que causó notoria admiración en otros escritores románticos. A este respecto, el mismo José de Espronceda, paisano suyo, le dedica unos versos:


José de Espronceda.

Dicen que tienes trece primaveras
y eres portento de hermosura ya,
y que en tus grandes ojos reverberas
la lumbre de los astros inmortal.

Juro a tus plantas que insensato he sido
de placer en placer corriendo en pos,
cuando en el mismo valle hemos nacido,
niña gentil, para adorarnos, dos.

Torrentes brota de armonía el alma;
huyamos a los bosques a cantar.
Dénos la sombra tu inocente palma,
y reposo tu virgen soledad.

Mas ¡ay! perdona virginal capullo,
cierra tu cáliz a mi loco amor.
Que nacimos de un aura al mismo arrullo,
para ser, yo el insecto, tú la flor.

Al llegar las revoluciones se van a vivir a Lisboa, al palacio de Mitra a pesar de haber perdido sir Horacio toda su fortuna que tenía invertida en el tendido del cable submarino de comunicaciones que uniría Estados Unidos con Europa. Falleció en 1911 y como su hija Matilde, que murió poco después, no tuvo descendencia, todas sus pertenencias, escritos, muebles, etc. del palacio pasaron a la familia de Torres Cabrera, hoy conde de Canilleros.

Obra

La producción más importante de Coronado es la poética. Sus poemas fueron recogiéndose poco a poco en revistas, y más tarde, en 1843, se recopilaron en un volumen (Poesías) con prólogo de Hartzenbusch. En las posteriores ediciones de 1852 y 1872 se incorporaron nuevos poemas. Sin embargo, hasta hace poco no se ha podido conocer la totalidad de su obra.
En prosa escribió un total de quince novelas, a destacar Luz, El bonete de San Ramón, La Sigea, Jarrilla, La rueda de la desgracia (1873) y Paquita (1850), ésta última considerada por algunos críticos como la mejor de todas.
También escribió obras teatrales como El cuadro de la esperanza (1846), Alfonso IV de León, Un alcalde de monterilla y El divino Figueroa, aunque sólo logró estrenar la primera. El cuadro de la esperanza fue su obra más popular.





¡Ay! transportad mi corazón al cielo!

Ángeles peregrinos que habitáis
las moradas divinas del Oriente
y que mecidos sobre el claro ambiente
por los espacios del mortal vagáis.

A vosotros un alma enamorada
os pide sin cesar en su lamento
alas, para cruzar del firmamento
la senda de los aires azulada.

Veladme con la niebla temerosa
que por la noche ciega a los mortales,
y en vuestros puros brazos fraternales
llevadme allá donde mi bien reposa.

Conducidme hasta el sol donde se asienta
bajo el dosel de reluciente oro
el bien querido por quien tanto lloro,
genio de la pasión que me atormenta.

¡Ay! Transportad mi corazón al cielo,
y si os place después darme castigo,
destrozadme en los aires y bendigo
vuestra piedad y mi dichoso vuelo.








El amor de los amores

I
¿Cómo te llamaré para que entiendas 
que me dirijo a Ti, dulce amor mío, 
cuando lleguen al mundo las ofrendas 
que desde oculta soledad te envío?... 

A Ti, sin nombre para mí en la tierra, 
¿cómo te llamaré con aquel nombre, 
tan claro que no pueda ningún hombre 
confundirlo, al cruzar por esta sierra? 

¿Cómo sabrás que enamorada vivo 
siempre de Ti, que me lamento sola 
del Gévora que pasa fugitivo 
mirando relucir ola tras ola? 

Aquí estoy aguardando en una peña 
a que venga el que adora el alma mía; 
¿porqué no ha de venir, si es tan risueña 
la gruta que formé por si venía? 

¿Qué tristeza ha de haber donde hay zarzales 
todos en flor, y acacias olorosas, 
y cayendo en el agua blancas rosas, 
y entre la espuma libros virginales? 

Y ¿por qué de mi vida has de esconderte? 
¿Por qué no has de venir si yo te llamo? 
¡Porque quiero mirarte, quiero verte 
y tengo que decirte que te amo! 

¿Quién nos ha de mirar por estas vegas, 
como vengas al pie de las encinas, 
si no hay más que palomas campesinas 
que están también con sus amores ciegas? 

Pero si quieres esperar la luna, 
escondida estaré en la zarza-rosa, 
y si vienes con planta cautelosa, 
no nos podrá seguir paloma alguna. 

Y no temas si alguna se despierta, 
que si te logro ver, de gozo muero, 
y aunque después lo cante al mundo entero, 
¿qué han de decir los vivos de una muerta?






La luna es una ausencia

Y tú, ¿quién eres de la noche errante
aparición que pasas silenciosa,
cruzando los espacios ondulante
tras los vapores de la nube acuosa?

negra la tierra, triste el firmamento,
ciegos mis ojos sin tu luz estaban,
y suspirando entre el oscuro viento
tenebrosos espíritus vagaban.

yo te aguardaba, y cuando vi tus rojos
perfiles asomar con lenta calma,
como tu rayo descendió a mis ojos,
tierna alegría descendió a mi alma.

¿Y a mis ruegos acudes perezosa
cuando amoroso el corazón te ansía?
Ven a mí, suave luz, nocturna, hermosa
hija del cielo, ven: ¡por qué tardía!







La rosa blanca

¿Cuál de las hijas del verano ardiente, 
cándida rosa, iguala a tu hermosura, 
la suavísima tez y la frescura 
que brotan de tu faz resplandeciente? 

La sonrosada luz de alba naciente 
no muestra al desplegarse más dulzura, 
ni el ala de los cisnes la blancura 
que el peregrino cerco de tu frente. 

Así, gloria del huerto, en el pomposo 
ramo descuellas desde verde asiento; 
cuando llevado sobre el manso viento 

a tu argentino cáliz oloroso 
roba su aroma insecto licencioso, 
y el puro esmalte empaña con su aliento.







Nada resta de ti...

Nada resta de ti..., te hundió el abismo...,
te tragaron los monstruos de los mares...
No quedan en los fúnebres lugares
ni los huesos siquiera de ti mismo.

Fácil de comprender, amante Alberto,
es que perdieras en el mar la vida,
mas no comprende el alma dolorida
cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.

Darnos la vida a mí y a ti la muerte;
darnos a ti la paz y a mí la guerra,
dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra
¡es la maldad más grande de la suerte!...







¡Oh, cuál te adoro!

¡Oh, cuál te adoro! Con la luz del día
tu nombre invoco, apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aun te llama exaltada el alma mía.

Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se encuentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.

No hay canto que igualar pueda a tu acento
cuando mi amor me cuentas y deliras
revelando la fe de tu contento;

tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras.



ÁLVARO CUNQUEIRO [9548]

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Álvaro Cunqueiro
Álvaro Cunqueiro Mora (Mondoñedo, 22 de diciembre de 1911 — Vigo, 28 de febrero de 1981) fue un novelista, poeta, dramaturgo, periodista y gastrónomo español, considerado uno de los grandes autores gallegos, tanto en gallego como en castellano.

Estudió bachillerato en el Instituto General y Técnico de Lugo (1921), donde inicia una buena amistad con Evaristo Correa Calderón y Ánxel Fole. Se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago en 1927, pero la abandonó para dedicarse al periodismo; después figuró como redactor y colaborador de diversos periódicos y revistas como «El Pueblo Gallego». En su etapa compostelana acudía regularmente a las tertulias del Café Español. Entonces contaba entre sus mejores amigos con Francisco Fernández del Riego, Domingo García Sabell, Gonzalo Torrente Ballester, Ricardo Carballo Calero, Carlos Maside y Xosé Eiroa, y era uno de los primeros miembros del Partido Galeguista. En 1936 fue profesor en Ortigueira. Militó en la Falange Española durante la Guerra Civil.
A partir de 1937 colaboró con diversas publicaciones del bando franquista. En 1939 se estableció en Madrid para trabajar como redactor del diario ABC, hasta que en 1943 salió de la Falange; en 1944 se le retiró el carné de periodista, terminando ahí su colaboración con la dictadura. En 1946 regresó a Galicia y se dedicó a colaborar con los principales periódicos gallegos. Gracias fundamentalmente a Francisco Fernández del Riego comienza a colaborar en las páginas del diario compostelano La Noche, a la vez que serán habituales sus artículos en El Progreso, La Voz de Galicia, La Región, etc. En el Faro de Vigo comienza a colaborar en los años cincuenta, pasando a ser redactor de plantilla en 1961, subdirector de 1964 a 1965 y director entre 1965 y 1970. Durante esta época Álvaro Cunqueiro escribe cientos de artículos con varios seudónimos: Patricio Mor, Álvaro Labrada, Manuel María Seoane, etc..

Obra

Fue un escritor polifacético, y su extensa obra literaria abarca los campos periodístico, poético, narrativo y teatral, así como trabajos de traducción. Dentro de una línea vanguardista publicó los poemarios Mar ao norde (1932) y Poemas do si e do non (1933). Cantiga nova que se chama Riveira (1933) la escribió bajo el influjo de la lírica galaico-portuguesa medieval. En las décadas de 1940 y 1950 comenzó a centrarse principalmente en la narrativa, publicando tres novelas relevantes: Merlín e familia e outras historias (Merlín y familia y otras historias), As crónicas do sochantre (Las crónicas del sochantre) y Se o vello Simbad volvese ás illas (Cuando el viejo Simbad vuelva a las islas). Asimismo publicó algunos libros de relatos como Xente de aquí e de acolá y Escola de menciñeiros'.
Recibió el Premio Nacional de la Crítica en 1959 por Las crónicas del sochantre, traducción de la obra en gallego. En 1961 ingresó en la Real Academia Gallega. Mereció el premio Nadal en 1968 por la novela Un hombre que se parecía a Orestes, y por Herba aquí ou acolá, una colección de poesías, el premio Frol da agua en 1979; el Premio de la Crítica de narrativa gallega llegó también ese año, por Os outros feriantes. Como periodista recibió el premio Conde de Godó. En 1991 se le dedicó el Día de las Letras Gallegas.

El primer Cunqueiro fue fundamentalmente poeta, de manera vanguardista, neotrovadoresca y culturalista, y después de la guerra civil española se dedicó sobre todo a la narrativa y al periodismo, dejando innumerables artículos en periódicos como Vallibria, La Voz de Galicia, El Progreso y El Faro de Vigo (periódico que además dirigió). De su obra teatral sobresale O incerto señor don Hamlet, príncipe de Dinamarca (1958).
Fue su deseo expreso[cita requerida] el que figurase como epitafio en su tumba, la frase textual y en gallego, Eiqui xaz alguén, que coa súa obra, fixo que Galicia durase mil primaveras máis (Aquí yace alguien, que, con su obra, hizo que Galicia durase mil primaveras más), que actualmente figura en su sepultura, junto con otra que reza, textualmente y en Gallego loubado seña Deus que me permitiu facerme home neste grande reino que chamamos Galicia (Alabado sea Dios, que me permitió hacerme hombre en este gran reino que llamamos Galicia).

Obras

En gallego

Poemas

Mar ao Norde (1932).
Poemas do si e non (1933).
Cantiga nova que se chama Riveira (1933).
Dona do corpo delgado (1950).
A noite vai coma un río (1965).
Palabras de víspera (1974).
Herba aquí e acolá (1980).

Prosa.

Merlín e familia (1955).
Crónicas do Sochantre (1956).
Si o vello Sinbad volvese ás illas (1961).

Teatro

O incerto señor Don Hamlet, Príncipe de Dinamarca (1958).
A noite vai coma un río (1960).

Relato

Escola de Menciñeiros (1960).
Xente de aquí e de acolá (1971).
Os outros feirantes (1979).

Ensaio

Tesouros novos e vellos (1964).
A cociña galega (1973).

En castellano

Elegías y canciones (1940).
Balada de las damas del tiempo pasado (1945).
Crónica de la derrota de las naciones (1954).
Las mocedades de Ulises (1960).
Flores del año mil y pico de ave (1968).
Un hombre que se parecía a Orestes (1969).
Vida y fugas de Fanto Fantini della Gherardesca (1972).
El año del cometa con la batalla de los cuatros reyes (1974).
Tertulia de boticas prodigiosas y Escuela de curanderos (1976).
La cocina cristiana de Occidente (1969).
Fábulas y leyendas de la mar (1982).
El pasajero en Galicia (1989).







De "Mar ao Norde" 1932:

1. Este es el punto exacto...

Este es el punto exacto.
                                                Aquí
-entre la cuerda rota
e inmóvil de las horas-
                                              se para
                                              cristalina
                                              la rueda de la noche.

Aquí
-la luna entre salas desiertas
de madurez-
                                              comienza
                                              silenciosa
                                              la rueda del alba.

* * *

2. Luz mojada le llegaba del mar...

                                                            A Ricardo Carballo

Luz mojada le llegaba del mar.
¡Qué claro el tiempo
para verla en la playa
con presencia de cosa!
¡Qué sencilla la tarde
para besarla en el pelo
con caricia animal y pura!
¡Luz mojada de sus ojos
llevaba el mar!

* * *

3. Parque- Final- Elegía

Era era.

Sus manos nacían al lado de cada cosa
y de cada flor.

Temíase siempre su rotura
y a ella parecían converger los números y las estrellas.

El amanecer encontraba sus cabellos perdidos
y sus ojos depositados en sus propias orillas.

La noche la sorprendía siempre entregada a
sus oficios más antiguos
acompasándose de un corazón nuevo y silencioso.

Era solícita y tempestuosa
y no se parecía en nada a la luna.

* * *

4. Puerto

Sol:
         Cinco ventanas colgadas
         de la misma alba rosa:
         vivas,
                     intactas,
                                       desnudas,
         con anhelos de manos,
         como espejos de mástiles.

Sombra:
          Cinco ventanas colgadas
          de la misma alba turbia:
          calladas,
                             llanas,
                                          duras,
           sin afanes de presencia,
           sin afanes de huida.

Siempre:
           Cinco ventanas: sólo.

* * *

5. Sin que nadie lo supiera...

Sin que nadie lo supiera

hubo un momento puro
en el que nada hubo.
                                          Ahora,
en la palma del agua,
de la sombra el fruto del instante aquel.

* * *

6. También el mar, hoy...

También el mar, hoy,
tiene el alma llena de madurez.
-Se le oye la adolescencia
en el vidrio del aire
llena de fragmentos de vísperas
y de intactas navegaciones oscuras.-
Así. Más allá. Ahora de la sombra:
¿No te duele el canto,
-redondez tibia de beso preciso-
del sol en la sombra?

* * *

7. Un muslo tibio...

Un muslo tibio: así
-entreabierto-
que se sienta pasar
intacto y clásico: imagen
                    suma breve,
gozo de clara visión.
Lancha.

* * *

8. Ya no hay aquella simple desnudez...

Ya no hay aquella simple
y turbia desnudez.
Tus muslos ya no huelen
a canciones agrestes.
Tus manos ya no tientan
la risa curva y acre.
Como si hubiese pleno oscuro.

* * *

9. Yo no la vi nacer...

Yo no la vi nacer. Me la dieron
porque yo ya lo sabía: ¡qué blanca! ¡qué bien!
                                 ¡qué niña más bien plantada!
De surtidores de luz
la compraban vientos claros.
Me la dieron porque yo ya lo sabía:
Si era lado del mar
seco de serenidades,
                                          azul,
                                                    rosa,
                                                              lirio,
¡columpio de piedra dura!

De "Mar ao norde" 1932
Versión de Vicente Araguas







De "Poemas do si non" 1933:
Tr. de Vicente Araguas

Ella:

Poema 1
Sabían los cerezos el secreto de sus oídos
llenos del verde puro de la acústica de las ventanas
y los  jardines se llamaban por el nombre de las palomas que
bebían agua en sus surtidores.

Ella comenzaba a andar.

En cada ojo le había nacido una trasmigración de palomillas,
y al marcharse dejaba vocales fuertes en su sitio.

Ella tenía nombre de pastor.

* * * * *

Poema 2
Inaudita presencia
los peces venían a crear el azul de los ojos en su regazo
y las ciruelas a madurar su verde entre la
paja indeclinable de sus cabellos.

Ella hacía un ángulo agudo con las puntas de
sus mismos pies.

Cósmica creciente
el arco iris era el ala frágil de sus cantigas
y en cada labio le sonreía un sonido de piedra oscilante.

Ella ya no cabía en una tarjeta postal.

* * * * * 

Poema 3
Ella se dedicaba a unir su soledad a las cosas.

-Los recovecos llovían su oscuridad alrededor de su
talle pensativo,
y había un miedo de manos abiertas bajo los ojos
afilados de la medianoche.

Ella se dedicaba a repicar en los vidrios con su frente
naciente.

La calle sospechaba el paso de aquel hombre asesinado
en la otra esquina,
mientras el silencio inventaba una pequeña canción
de amor.

Ella olía al moho chispeante de los espejos
hundidos y era el tiempo cabal de la emigración
de las musarañas.

* * * * *

Poema 4
Ella andaba al lado de su ventana, ¡tan cursi!,
que tenía naranjas verdes y un abanico con pájaros.
-¿Qué vidrio nació en aquella gotera que toda la música
le suena a vals?
Ella tenía un alma sencilla llena de puntas de dedos
y en el blanco de los ojos llevaba un horizonte de tangos 
de acordeón.

Ella estaba enamorada.

* * * * *

Poema 5
En medio de su pecho los veleros habían armado una red tímida
que tenía una voz llena de lámparas y eclipses
y un párpado tejido por los vientos.

Ella seguía siendo universal y nítida.

Una garganta llena de distancias
era la flauta que encantaba los ecos olvidados en el fondo de las
corrientes marinas,
penetradas de cauces desde las islas negras de sus ojos.

Ella estaba lejos de todo. Todo estaba al lado suyo.

* * * * *

Poema 6
Ella vestía los trajes cortos de la primavera.

Andaba con paso de ribera o torso yacente
dejando caer los brazos por entero a lo largo de sus manos más
imprevistas.

Alumna desprendida del aire
la mañana llevaba su color igual que los vidrios la llevan a ella.

Ella seguía enamorada.

Versión de Vicente Araguas







Él

Poema I

Él tenía los ojos hechos a tronzar la hostilidad
que depositan los relojes y los desvanes,
sus miradas iban derechas a desligar el sueño
sus mismas intimidades.

Él se dedicaba a escuchar.

Las ventanas aún no habían creado el secreto
                                                               del color del tiempo
y ella  no tenía tampoco de manera precisa un labio 
                                                                más arriba otro.
Era el tiempo de olvidar.

* * * * *

Poema II

Era también el tiempo de crecer la hierba
y de las sonrisas verosímiles de las infancias
escondidas entre una pared y una palomilla.

Todo tenía la dulzura y la inexactitud del rosario 
                                                                                  de la aurora
y dormía en el aire una gracia postrera de
anochecer de invierno.
Él se quedaba dormido siempre a la misma hora.

* * * * * 

Poema III

Transpuesto su mirar brotaba por entero
y los vientos orientaban anteojos y vals.

Se afirmaba al lado de cada esquina y de cada mano.

Había una viveza de tierras anheladas
y todo tenía gracia y nada de melancolía.

Él se dedicaba a andar.

* * * * *

Poema IV

A lo largo de su frente dormían los cipreses.

-Ella andaba como viva
espiando iniciales y ojos renacientes.

Nadie aguardaba aquel amanecer en la línea insuficiente
de los cipreses.

-Él estrenaba un corazón dilatado
que causaba sorpresas dolorosas.

* * * * * 

Poema V

Había pendientes como meridianas resueltas,
indecisiones respondidas como roturas,
fábulas como amables semblantes,
tempestades como algas antiguas,
cuadros como platinos,
números como sueños.
Era el tiempo del tiempo y nada había que hacer.

* * * * * 

Poema VI

Era el tiempo.

Basta con decir que ella nacía en cada instante
y nacía desnuda siempre y siempre tibia.

Basta con decir que eran las sombras y las antenas,
que eran los pájaros y las violetas,
que eran el abanico y las puntas de las estrellas.

Basta con decir que eran ella y su tiempo
en accidente limpio y sombra exacta.

Él cabía vivo en cualquier sitio.

De "Poemas do si e non" 1933
Versión de Vicente Araguas








Ella y Él

Noviazgo 1

Cigüeñas geográficas en mi noviazgo novio.
Un tiempo claro como un ojo de rueda de vidrio.
Yo en el medio de litorales y aviones platino
ciudadano de corrientes submarinas color tibio.
Mi claraboya en brújula silvestre:
un árbol por el Norte, Oriente hecho
de moluscos, Sur de riberas liquidas.
Yo de noviazgo. En las manos arcos iris,
vidrieras verde-tierno y colgaduras finas.
Ni una sombra ni desvanes tímidos,
inocentes como negros en domingo
el corazón en el pecho, risueños como esquis.
Bailar aguas ligeras y sueños desprendidos
de las cantigas más nuevas. Sumando vals y faros.
Inhuible noviazgo estelar de cerezas,
amante de cristales. Yo lo tengo.

* * * * * 

Poema 1°

La casa tenía el rostro desdoblado por sus mismos techos
y ninguno de los dos sabía como comenzar a romper el encaje
de las grietas de las paredes.

Ella andaba desnuda por los alambres de las lámparas.
Él tenía un codo descolgado de su lado izquierdo
y un haz de habitaciones estrechas le subía hasta los ojos.

Tampoco nadie sabía cómo adormecer las exactitudes de la luz
y era el día cabal de la invenci6n de un pequeño amor
en una escalera de caracol.

* * * * *

Poema 2°

A la cama le habían crecido infinitamente los pies.

-Ella alzó una mano para alcanzar aquella línea de
arco que se tronzó de ojos contra los suyos
y hubo un instante melancólico que llegó hasta las
pestañas de él con una frialdad inocente de descampado.

A la mañana le había venido de muy remotamente lejos 
una gracia sutil de microscopio.

-Él imaginaba una luz anónima
que supiese contar cómo pasó el talle de ella 
al lado del vidrio de su recuerdo incauto.

* * * * *

Noviazgo 2

Los fragmentos de espejos amaban ríos.
Amistades con la sal. Con las cosas más antiguas.
Una novia de las fuentes y de los pájaros novios.
Los cabellos despiertos. La sal imagen mansa,
central de noches vivas. La luna cosa antigua.
Una piedra hierve su talle. El río anda.
¡Qué inexactos y justos los colores de la novia!
Un ave sonora como una margarita,
síes y noes naturales sabor de flor reciente.
Cada espejo una vena escurridiza y fría
donde gotea el olor de los ríos desiguales.
Sobre silencios nítidos la novia de los pájaros.
He ahí la dormida. Un pecho sólo.
Una novia de cosas. Como en cualquier estampa
los fragmentos de espejo amaban ríos.

* * * * *

Poema 3°

Ella y él anduvieron los triángulos tibios de la confluencia de los ríos
espiando la orilla del vidrio carnoso de 
                                                                           sus mismos ojos.

La sombra era la más lejana carne de las cosas.

Ella avanzó por delante de los codos y los rostros
liados y hubo un estruendo vacío que sonó a melancolía 
de los astros que pierden el milagro del eclipse.

Él se quedó con sus propias manos en aquella despedida.

* * * * *

Noviazgo 3

Mirad los árboles cómo sueñan las hojas florecidas.
¡Yo tengo un árbol! ¡Mirad la novia novia!
Cada sueño deposita grietas en las manos.
Mirad como se fueron haciendo los dedos.
Todo anda revuelto con mi sangre reciente.
La luna tiene un hombro. El río un pez.
Yo tengo en común una ventana con un pájaro.
Esto es un labio y aquel otro una manzana.
¡Como una feria todo! ¡Mirad la novia novia!
Las palomillas se ríen de su talle
Mirad los ojos como cipreses nublados,
¡Como cipreses no! Como ojos simplemente.
¡Yo tengo pies! Hay una sombra ligera.
La sombra tiene un mar. Un mar pequeño.
Nadan en él las cosas. Nadan suaves.
¡Mi novia novia! Mirad las plantas.
!Yo tengo frío. Una vergüenza sensitiva.
Mirad como todo yo estoy revuelto.

* * * * *

Poema 4°

En las ventanas de las cascadas se habían mudado los ojos
distantes de los amaneceres.

Ella comenzaba a ponerse más para aquí de las manzanas
conservadas en nieve fría.

Se veía el tornar del movimiento en las naturalezas muertas
y la casa estaba toda llena de fragmentos de espejo
para disimular la ceguera de la carne indecisa.

Él tenía ya una sonrisa meditativa
y la luz era como un gran árbol colgado de su magín.

Esto era cuando ella decía palabras occipitales
y después murió.

* * * * *

Noviazgo 4

Noche azul de silencio
esquina de sí misma
oída por las amables
galerías de la luna.

Nadie piensa la lejana
melancolía tibia
de los espejos de luto
de tus ojos primeros.

Creciste como mansa
angustia de vidriados
alambre sin respuesta
de tu sexo solícito.

De una luz naufragada
entre rosales verdes
hiciste quince años
-Un abanico con pájaros.

La noche que no desciende
te vuelve a nosotros ahora
como puente sin río
o ventana en tierra firme.

Una estampa de sueño
tu fábula ahoga
desnudos tus cabellos
de antigua novia nueva.

De "Poemas do si e non" 1933
Versión de Vicente Araguas








Parque-Final-Elegía

Parque

Siegas llamadas por tributo: rosas
Flor trigal espacio travesía.
Como nudos cortados: Ala infancias.
De claro nombre en risas reflejadas.
Nueva estampa pastora en niño lloro
Igual vidrio agobiado en luz fundida.
Pastora:
Sí pastora: íntima rueda
Qué corazón de calle -¡ay! en cursiva-
Distancias al volver río en espejos
¡Cada mano cada sol cada tristeza!
Nocturno amante en rocas sin alambres:
Doble parque vacío doble parque
Igual vidrio agobiado en luz fundida.


* * * * *

Final

Era era.

Sus manos nacían al lado de cada cosa
y de cada flor.

Temíase siempre su rotura
y a ella parecían converger los números y las estrellas.

El amanecer encontraba sus cabellos perdidos
y sus ojos depositados en sus propias orillas.

La noche la sorprendía siempre entregada a
sus oficios más antiguos
acompasándose de un corazón nuevo y silencioso.

Era solícita y tempestuosa
y no se parecía en nada a la luna.

* * * * *

Elegía

Yo temía por su sonrisa.
Ella era aquella profundamente meditativa
a la que todo le nacía de los ojos
a la que nada le nacía de los ojos.

Sabía su sino por experiencia
y esto le había dado una melancolía graciosa de
ángel herido.

Ella era aquella que quería que yo le guardase
el secreto
de como todo le nacía de los ojos
de como nada le nacía de los ojos.

De "Poemas do si e non" 1933
Versión de Vicente Araguas








De "Dona do corpo delgado" 1950:

Soledades de mi blanca señora

¿Me escuchas así, mi señora amada, 
cuando de mi pecho la trova arde,
o detrás de ti la sombra de mi sueño
locamente la tuya apresa y besa?

¡Oh dulce el peso de tu cuerpo en mi mente echado!
En este río de mi vagar sin fin,
¿qué incendiado navío no navegas en la noche?

-¿Por qué este corazón tanta flor marchita,
por qué no es mortal de tanto fuego la ceniza,
por qué aún soy yo de tanta palabra la boca?

Mi blanca señora, cuerpo delgado:
este bosque es del tiempo de la más reciente luna,
y ese  malvís que tanto aire enflauta
cada día que amanece renace y silba.
Amante, en mi vaso todavía canta la sed.

¡Esa luna nevada, amor, que de tu cuerpo
crece con la noche sobre las cumbres de mis ojos!

Deja que florezca, al abrigo de los cerezos
en las islas de tus ojos el alba rumorosa.
Adormece a mi lado, mientras se quiebra el día
bajo un techo de alabanzas, tímidas cantadoras.

-¡Ese sueño que por dentro se desliza
y poco a poco se asoma a mi rostro!
¿Hace falta, quizás, un caballo rojo
o un ala mortal y fría para saltar afuera de esta lengua de fuego?

De "Dona do corpo delgado" 1950
Versión de Vicente Araguas

* * *

Rondeau de la dama enterrada en Xohán de Badón, con dos ángeles a los pies

Le verse

Acaricio tu frente y la lozana almohada de tus cabellos,
y las puntas de mis dedos posándose en tus ojos
reconocen en la piedra un celeste azul antiguo y amoroso.
                                  ¿Quién amores há,
                                  cómo dormirá?

¡Si pudiera apartar de tu pecho las finas manos!
Tus blancos hombros volarían como palomas en la tarde
huyendo de la lluvia que mansamente cae.
                                    ¿Quién amores há,
                                     cómo dormirá?

Esos tus pies que parecen las manos de una niña, ¿qué
caminos soñaron? ¿Y qué bailas?
-Ese bullicio de llamas y sombras agitadas
donde van  y vuelven y se desparraman los pies de la rubia
danzarina.
                                          ¿Quién amores há,
                                          cómo dormirá?

Esa banda de seda que tu talle ciñe,
¿qué  amante de cálidos besos la trajo de Rocamador?
¿O quizá es un trozo de la brisa que abanicaba los avellanos de antaño?
                                          ¿Quién amores há,
                                          cómo dormirá?

L'envoi

Las letras de tu nombre ya no se pueden leer,
y pues no te puedo llamar aunque quisiese,
déjame en tus labios tus soñares saber.

Quizás soñáis, amor, con el blanco avellano
o con el ciervo que baja a beber a la ribera
o con el mirlo que canta su ocio en el rosal.

¿O por soñar tú sueñas, amante piedra fría,
en aquel corazón, tuyo, que era carne algún día
y amor, ese enemigo, en llamas encendía?
                                          ¿Quién amores há,
                                          cómo dormirá?

De "Dona do corpo delgado" 1950
Versión de Vicente Araguas







De "Herba aquí ou acolá" 1980:

Retorno de Ulises

Pendiente y pensativa Penélope
pierdo ovillo nueve nuevamente canto.

Ese rostro que a las aguas envidiando
cómo sonríe tejiendo cuando el viento:
a las aguas cómo sonríe envidia que tejiendo
ese rostro en que pende que amanezca.
Cuando el viento el ovillo ovilloviento lleva,
-los largos dedos que nacieron flautas
en la boca de Ulises, cuando estaba enamorado.
Digo que los largos dedos no resisten
el polvo del viento que en los olivares,
los largos dedos que sorprendidos dicen
ovillo viento, ovillo nueve pido,
mi corazón tejiendo mar y sueño
bajo ese puente de ríos ignorados.

¡Oh Venus! ¿Adónde va el hilo revoloteando
que mis blancas piernas amorosas,
adónde los molinos, donde el viento gira,
cauces por donde el viento pasa, pisa?
¡Te digo Venus por arbustos, vallados,
rocas, caminos, puentes, silbidos,
ese hilo es un rostro que sonríe tejido:
acordándome ahora estoy que en el ovillo
nueve los labios cuando se pliegan habla.
¡Solamente dicen cuándo llega la sed
por los celestes puentes de esas islas?

* * *

Yo soy Danae

Yo soy Dánae. Desnuda caía en el lecho come
bianca neve scende senza vento.
Y llegó secreto con el fulgor
convertido en monedas de oro que cayeron
sobre mí, alrededor, en el suelo
Díjose a sí mismo una voz y aquel oro de ceca
se arremolinó en un amén y se hizo el varón.
Me encontró virgen, me surcó y me sembró.
Me bebió, como quien se echa con sed sobre un río.
Pero lo pasado pasado está.
Ahora soy vieja, y en un reino de columnas derrumbadas
voy y vengo por entre los cipreses y las palomas.
Me tienen por loca, y piensan que miento
cuando digo que fui desvirgada por Zeus.
Para burlarse de mí baten una moneda en el mármol
y yo pienso que él vuelve, y me quito la ropa
y me dejo caer desnuda en la hierba come
bianca neve scende senza vento.
Ni escucho sus risas. Ya soy vieja
pero nunca pude salir de aquel sueño de antaño.

* * *

Le dije a la tórtola

Le dije a la tórtola: ¡Pase mi señora!
Y se fue por el medio y medio del otoño
por entre los abedules, sobre el río.
Mi ángel de la guardia, con las alas bajo el brazo derecho,
en la mano izquierda la calabaza de agua,
mirando a la tórtola irse, comentó:
-Cualquier día sin darte cuenta de lo que haces
dices: ¡Pase mi señora!
y es a tu alma a quien despides como un ave
en una mañana de primavera
o en un atardecer de otoño.

De "Herba aquí ou acolá" 1980
Versión de César Antonio Molina







No niño novo do vento

No niño novo do vento
hai unha pomba dourada,
meu amigo!
Quén poidera namorala!

Canta ao luar e ao mencer
en frauta de verde olivo.
Quén poidera namorala,
meu amigo!

Ten áers de frol recente,
cousas de recén casada,
meu amigo!
Quén poidera namorala!

Tamén ten sombra de sombra
e andar primeiro de río.
Quén poidera namorala,
meu amigo!

CUNQUEIRO, Álvaro, Cantiga nova que se chama Riveira, en Obra en galego completa, Vigo, Ed. Galaxia, 1980.

EMILY DICKINSON [9549]

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Emily Dickinson
Emily Elizabeth Dickinson (Amherst, Massachusetts, Estados Unidos, 10 de diciembre de 1830 - íd., 15 de mayo de 1886) fue una poeta estadounidense, cuya poesía apasionada ha colocado a su autora en el reducido panteón de poetas fundacionales estadounidenses que hoy comparte con Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman. Emily Dickinson pasó gran parte de su vida recluida en una habitación de la casa de su padre en Amherst, y, excepto cinco poemas (tres de ellos publicados sin su firma y otro sin que la autora lo supiera), su ingente obra permaneció inédita y oculta hasta después de su muerte.
Emily Dickinson provenía de una prominente familia de Nueva Inglaterra. Sus antepasados habían llegado a Estados Unidos en la primera oleada migratoria puritana, y la estricta religión protestante que profesaban influyó sobre la obra de la artista.
Abogados, educadores y funcionarios políticos poblaban el árbol genealógico de Emily: uno de sus antepasados fue secretario del Ayuntamiento de Wethersfield, Connecticut en 1659; su abuelo Samuel Fowler Dickinson fue durante cuarenta años juez del condado de Hampton, Massachusetts, secretario del Ayuntamiento, representante en la Corte General y senador en el Senado Estatal.
El padre de la poeta, Edward Dickinson, abogado por la Universidad Yale, fue juez en Amherst, representante en la Cámara de Diputados de Massachusetts, senador en la capital del Estado y por último representante por el estado de Massachusetts en el Congreso de Washington. Edward fundó la línea ferroviaria Massachusetts Central Railroad y también (con su padre Samuel) el Amherst College, entidad educativa intermedia entre una escuela secundaria y la Universidad que dio lustre cultural a su olvidada e insignificante aldea.
El socio de Edward Dickinson en su bufete jurídico era primo de Ralph Waldo Emerson que, por este motivo, siempre estuvo ligado al pueblo de Amherst e influyó sobre la filosofía y la obra de Emily.
La esposa de Edward y madre de la poeta fue Emily Norcross Dickinson (1804–1882), que hacia el fin de su vida estuvo postrada y a cargo de sus hijas.
Emily Dickinson tuvo dos hermanos: el mayor, William Austin Dickinson (1829–1895), generalmente conocido por su segundo nombre, se casó con Susan Gilbert, amiga de su hermana Emily, en 1856 y vivió en la casa lindera a la de su padre.
Su hermana menor, Lavinia Norcross Dickinson (1833–1899), también conocida como Vinnie, fue la "descubridora" de las obras de Emily tras su muerte y se convirtió en la primera compiladora y editora de su poesía.

Contexto histórico

Capilla y dormitorios universitarios del Amherst College (ilustración de un anuario de la institución).
Emily Dickinson nació en tiempos anteriores a la Guerra de Secesión, cuando fuertes corrientes ideológicas y políticas chocaban en la sociedad de clase media-alta estadounidense.
Incluso los hogares más acomodados carecían de agua caliente y de baños dentro de la casa y las tareas hogareñas representaban una carga enorme para las mujeres (aunque, por su buena posición económica, la familia Dickinson disponía de una sirvienta irlandesa), por lo que Emily, preocupada por obtener una buena educación, constituía un caso raro para la sociedad rural de la Nueva Inglaterra de su época.
La severa religiosidad puritana se hacía presente en todas partes, y prácticamente la única expresión artística aceptada era la música del coro de la iglesia. La ortodoxia protestante de 1830 consideraba a las novelas "literatura disipada"; los juegos de naipes y la danza no estaban permitidos; no había conciertos de música clásica y no existía el teatro. La Pascua y la Navidad no se celebraban (al menos hasta 1864, en que se estableció la primera Iglesia Episcopal en Amherst, que introdujo estas costumbres) y no se toleraban otras reuniones de mujeres solas que el cotidiano té entre vecinas.
Una vez fundado por el abuelo y el padre de Emily el Amherst College, la unión entre este y la iglesia comenzó a formar misioneros que salieron de Amherst para propagar los ideales protestantes por los rincones más remotos del planeta: el ocasional regreso de alguno de estos religiosos introdujo nuevas ideas, visiones y conceptos en la conservadora sociedad del pueblo, que de este modo comenzó a tomar contacto con el mundo exterior y se inclinó a abandonar las viejas costumbres y creencias más rápido que otras zonas de la región.

Su vida

Infancia, adolescencia y estudios
Sus hermanos y cuñada
Emily Dickinson nació en el hogar de sus padres en la medianoche del 10 de diciembre de 1830, dos años después del casamiento. Muy apegada a los ideales y conceptos puritanos en boga, tardó muchos años en comenzar a rebelarse, aunque nunca de forma completa.
Emily prácticamente no recordaba a sus abuelos ni a sus tíos, pero de niña tuvo mucha relación con dos pequeñas primas huérfanas, a las cuales ayudó a educar e incluso llegó a leer en secreto algunos de sus poemas a una de ellas, Clara Newman.
Es imposible reconstruir en forma completa la infancia de la poetisa a partir de los datos que poseen los investigadores, por lo escasos y fragmentarios. Se sabe sin embargo que el hermano mayor de Emily, William Austin Dickinson, un año y medio mayor que ella, nació el 16 de abril de 1829, se educó en el Amherst College y se convirtió en abogado —como su padre—, graduándose en la Universidad Harvard.
Austin Dickinson se casó en 1856 con Susan Huntington Gilbert, ex compañera de estudios de Emily en la Academia de Amherst, joven bella e inteligente que parece haber cumplido un importante papel en la vida emocional de la escritora. Susan Gilbert, al mudarse con Austin a la casa contigua a la que vivía Emily, se convirtió en amiga y confidente de la poetisa, y consta por la correspondencia mantenida "alambrada por medio" que su cuñada fue la segunda persona a quien le mostró sus poesías. Incluso se atrevió a sugerir a Emily algunos cambios y retoques —que no fueron realizados jamás—. Se ha propuesto, además, que fue la destinataria de unos trescientos de sus poemas de amor, y que este amor era correspondido. 
Lavinia Dickinson, su hermana menor, nacida el 28 de febrero de 1833, fue su compañera y amiga hasta el fin de su vida. Las pocas confidencias íntimas que se conocen de Emily provienen de Lavinia. Mujer brillante e inteligente, Vinnie sentía una profunda adoración por su hermana y por su talento poético. Sin embargo, respetó hasta la muerte de aquella su decisión de mantener ocultas sus obras, y protegió su vida privada hasta donde le fue dado hacerlo, creando y manteniendo el ambiente de calma, aislamiento y soledad que Emily necesitaba para dar forma a su gran producción poética. La fe de Lavinia en la importancia de la obra de su hermana la ha protegido para la posteridad, hasta su primera publicación póstuma. Al decir del biógrafo de Emily, George Frisbee Wicher, la devoción de Lavinia fue la responsable de hacer comprender al mundo que "la poetisa lírica más memorable de Estados Unidos había vivido y muerto en el anonimato".

Años de formación

La Academia de Amherst era sólo para varones; en 1838 se abrió por primera vez la inscripción de niñas, y fue allí donde Edward Dickinson y su esposa inscribieron en 1840 a Emily.
A pesar de su humildad (escribió "Fui a la escuela pero no tuve instrucción"), la educación de Emily en la academia fue sólida y completa. Allí aprendió literatura, religión, historia, matemáticas, geología (cuyo profesor era también primo de Emerson) y biología. Recibió una sólida instrucción en griego y latín que le permitía, por ejemplo, leer la Eneida de Virgilio en su idioma original.
El punto más flojo de la educación de Emily fueron sin duda las matemáticas, que no le gustaban y para las cuales no tenía facilidad. Su talento narrativo hizo que escribiera las composiciones de sus compañeras que, en retribución, le hacían las tareas de álgebra y geometría.
De este período se conserva una carta a su amiga Jane Humphrey, escrita a los 11 años de edad, que muestra un estilo académico y risueño: "Hoy es miércoles, y ha habido clase de oratoria. Un joven leyó una composición cuyo tema era ´Pensar dos veces antes de hablar´. Me pareció la criatura más tonta que jamás haya existido, y le dije que él debiera haber pensado dos veces antes de escribir".
El entonces rector de la academia era un experimentado educador recién llegado de Berlín. Edward Dickinson sugirió a su hija que se inscribiera en los cursos de alemán que daba, porque con seguridad no tendría otra ocasión de aprender ese idioma en el futuro. Además, la niña estudiaba canto los domingos, piano con su tía, y también jardinería, floricultura y horticultura, estas últimas pasiones no la abandonarían hasta el fin de su vida.
La educación de Emily Dickinson fue, por tanto, mucho más profunda y sólida que las de las demás mujeres de su tiempo y lugar. Sin embargo, en ocasiones la muchacha (cuya salud no era muy buena) se sentía saturada y sobreexigida. A los 14 años escribe a una compañera una carta donde dice: Terminaremos nuestra educación alguna vez, ¿no es verdad? Entonces tú podrás ser Platón y yo Sócrates, siempre y cuando no seas más sabia que yo".

Interés por las ciencias

La Academia y el Colegio de Amherst disponían de un claustro de profesores compuesto por científicos de fama nacional, entre los que se contaban los biólogos Edward Hitchcock y Charles Baker Adams y el geólogo Charles Upham Shepard, que llevaron al colegio sus enormes colecciones de especímenes. En 1848, cuando la artista tenía 18 años, ambas instituciones construyeron gabinetes para guardar las colecciones, así como un importante observatorio astronómico con un buen telescopio.
Todo esto estimuló el interés de Dickinson por las ciencias naturales: conocía desde temprana edad los nombres de todas la constelaciones y estrellas, y se dedicó con entusiasmo a la botánica. Sabía perfectamente dónde encontrar cada especie de flor silvestre que crecía en la región, y las clasificaba correctamente según la nomenclatura binomial en latín. Toda esta erudición científica quedó firmemente guardada en su memoria, y fue utilizada para la trama naturalista de sus poemas muchos años después.

Seminario en Mount Holyoke

El Seminario para Señoritas Mary Lyon de Mount Holyoke también recibió a Emily Dickinson para ayudar a su formación religiosa y completar su educación superior. La jovencita abandonó en 1847 el hogar familiar por primera vez para estudiar allí.
Emily, con apenas 16 años, era una de las más jóvenes de entre las 235 estudiantes de Mount Holyoke, custodiadas por un selecto grupo de jóvenes maestras de entre 20 y 30 años de edad. La adolescente superó sin problemas los estrictos exámenes de admisión y se mostró muy satisfecha por la educación que se impartía en el seminario.
Allí intentaron que Emily se volcara de lleno en la religión —para dedicarse a misionar en el extranjero— pero la niña, tras un profundo examen de conciencia, encontró que aquello no le interesaba y se negó, quedando inscrita en el grupo de 70 alumnas a las que se consideró "no convertidas".
A pesar de ello, Emily y su portentosa imaginación eran muy populares en el seminario: una condiscípula escribió que "Emily siempre estaba rodeada en los recreos por un grupo de niñas ansiosas de escuchar sus relatos extraños y enormemente divertidos, siempre inventados en el momento".
En menos de un año, Emily superó el curso completo gracias, principalmente, a sus profundos conocimientos del latín. Aprobó rápidamente historia inglesa y gramática y sacó excelentes calificaciones en los exámenes finales, que eran orales y públicos. El curso siguiente se refería a química y fisiología y el tercero a astronomía y retórica, todos ellos tópicos sobre los que, como queda dicho, Emily tenía profundos conocimientos. Los profesores, a la vista de su evidente dominio de la botánica, le dieron esta materia por aprobada sin necesidad de cursarla ni de rendir exámenes.
En la primavera Emily enfermó y ya no pudo permanecer en el seminario. Edward Dickinson envió a Austin a buscarla y traerla de regreso. Después de esta segunda experiencia académica de su vida, Emily Dickinson ya no volvió a estudiar nunca más.

Amores ocultos

Teorías y habladurías
La vida privada de Emily Dickinson ha permanecido siempre velada al público, pero solo hace falta echar una mirada a sus poemas para descubrir en ellos una coherencia, pasión e intensidad extraordinarias. La mayor parte de su obra se ocupa de su amor hacia un hombre —cuyo nombre jamás es mencionado— con quien no podía casarse.
Lamentablemente, como la poesía de Emily fue publicada en un orden completamente arbitrario, no puede hoy en día distinguirse ninguna secuencia cronológica concreta, lo que destruye la posible progresión dramática que narraría la sucesión de emociones que sintió hacia este desconocido, que tuvo, sin embargo, una capital importancia en la vida de la artista y que pudo tener influencia, incluso, en su decisión de autorrecluirse.
Objeto de numerosas habladurías durante su vida y de muchas más después de su muerte, la vida emocional e íntima de Emily espera aún a ser revelada por los investigadores y estudiosos. La posible exageración de que fue objeto la contradice la propia poetisa al escribir: "Mi vida ha sido demasiado sencilla y austera como para molestar a nadie".
Ya entre 1850 y 1880 circulaban por Massachusetts numerosos rumores acerca de los amores de la hija del juez Dickinson, y después de la publicación de su primer libro de poemas cundieron las habladurías acerca de su desdichada "historia de amor".
Las teorías (populares o académicas) pueden dividirse en dos grupos: el amor con un joven a quien Edward Dickinson le prohibió seguir viendo, o la relación con un pastor protestante casado que huyó a una ciudad distante a fin de no sucumbir a la tentación. Ambas, aún sin poder ser comprobadas, tienen un pequeño trasfondo de verdad histórica.
La primera de ellas se refiere a un estudiante de ciencias jurídicas que trabajó en el estudio legal de Edward durante el año que Emily pasó en Mount Holyoke y el siguiente. La segunda se basa en la —como ella misma escribió— "intimidad de muchos años" con un importante religioso que le fue presentado en Filadelfia en 1854. A pesar de que ambas relaciones en verdad tuvieron lugar, no existe ni la más mínima prueba de que Emily Dickinson haya sido novia ni amante de ninguno de ellos; ni siquiera de que se viera con ellos a solas en ninguna ocasión.

Los guías y mentores

Segunda carta y sobre manuscritos de Emily Dickinson a Thomas Higginson. En ella le cuenta sobre sus dos adorados maestros.
Durante toda su vida, Emily se puso en manos de hombres a los que consideraba más sabios que ella y que podían, mediante el sencillo expediente de indicarle qué libros debía leer, organizar sus conocimientos y allanarle el camino del arte que ella pretendía recorrer. El último y mejor documentado, Thomas Wentworth Higginson, descubrió el 25 de abril de 1862 (cuando la poetisa tenía 31 años) que él no era su primer maestro. Higginson es aquel a quien Emily siempre llama Master en sus cartas y a quien la voz popular ha adjudicado el mote de "Maestro de las cartas".
En ese año de 1862, en la segunda carta que le escribe, la poetisa dice textualmente: "Cuando era pequeña, tuve un amigo que me enseñó lo que era la inmortalidad, pero se aproximó demasiado a ella y nunca regresó. Poco después murió mi maestro, y durante largos años mi única compañía fue el diccionario. Luego encontré a otro, pero no quería que yo fuese su alumna y se fue de la región".
Los dos hombres que Dickinson menciona en su carta a Higginson son, en verdad, los protagonistas de sus poemas de amor. Ella misma lo expresa en otras cartas, y no existen motivos para negarlo. Sin embargo, sus respectivas identidades deberían esperar siete décadas para ser desveladas.
[editar]La carta perdida
Recién en 1933, un coleccionista de autógrafos publicó su catálogo, y en su colección apareció una carta inédita de Emily Dickinson que vendría a echar luz sobre el nombre del "amigo que le enseñó la inmortalidad".
La misiva, fechada el 13 de enero de 1854, está dirigida al reverendo Edward Everett Hale, que en esos tiempos era el pastor de la Iglesia de la Unidad en Worcester: "Pienso, señor, que como usted era el pastor del señor B.F. Newton, que murió hace algún tiempo en Worcester, puede satisfacer mi necesidad de enterarme de si sus últimas horas fueron alegres. Yo lo apreciaba mucho, y me gustaría saber si descansa en paz...".
La carta continúa explicando que Newton trabajaba con su padre, y que ella, no siendo más que una niña, se sintió fascinada por su colosal intelecto y sus notables enseñanzas. Dice que el señor Newton fue para ella un preceptor amable pero serio, que le enseñó qué autores debía leer, a qué poetas admirar y muchas enseñanzas artísticas y religiosas.
Pregunta a Hale si él cree que Newton está en el Paraíso, y recuerda que "Me enseñaba con fervor y con cariño, y cuando se fue de nuestro lado se había convertido en mi hermano mayor, querido, añorado y recordado".
He aquí, pues, al primer amor oculto de Emily Dickinson.

Benjamin Franklin Newton

Nacido en Worcester el 19 de marzo de 1821 y por lo tanto diez años mayor que Emily, Benjamin F. Newton causó tan profunda impresión en la poetisa que, no bien lo hubo conocido, escribió a su amiga, vecina y futura cuñada Susan Gilbert una carta fechada en 1848 donde le dice: "He encontrado un nuevo y hermoso amigo".
Newton permaneció dos años con los Dickinson y, por los motivos que fuesen (incluida un supuesta prohibición de Edward para que siguiera frecuentando a su hija) abandonó Amherst a finales de 1849 para nunca más regresar.
De vuelta en su ciudad natal se dedicó al derecho y al comercio y en 1851 se casó con Sarah Warner Rugg, 12 años mayor que él. Para estos tiempos Newton estaba ya gravemente enfermo de tuberculosis, dolencia que lo llevó a la muerte el 24 de marzo de 1853, diez meses antes de que Emily escribiese al pastor Hale preguntando por sus últimos momentos. Tenía 33 años de edad.
El encanto que Newton provocó en Emily Dickinson vino de la mano de la literatura: aunque Edward Dickinson le compraba muchos libros, le pedía a la muchacha que no los leyera, porque su vieja y conservadora mentalidad puritana temía que pudiesen afectar su espíritu. Edward Dickinson despreciaba especialmente a Dickens y a Harriet Beecher Stowe, lo que la hija deploró muchos años más tarde.
Newton, en cambio, obsequió a Emily un ejemplar de los "Poemas" de Emerson y le escribió apasionadas cartas donde, en forma velada, intentaba prepararla para su muerte inminente. Dice Emily a Thomas Higginson, hablando de una carta que había recibido de Newton: "Su carta no me emborrachó, porque ya estoy acostumbrada al ron. Me dijo que le gustaría vivir hasta que yo fuese una poeta, pero que la muerte tenía una potencia mayor que la que yo podía manejar". Otra carta al "Maestro" dice que "Mi primer amigo me escribió la semana anterior a su muerte: ´Si vivo, iré a Amherst a verte; si muero, ciertamente lo haré´". Veintitrés años más tarde, Emily Dickinson aún seguía citando de memoria las palabras de estas últimas cartas de su joven amado.
Los motivos de la "huida" de Newton a Worcester no están claros, pero el repudio de Edward Dickinson al incipiente romance no es una causa improbable. Newton era pobre, progresista y tenía tuberculosis en la fase terminal. No era, a buen seguro, la clase de partido que el juez de Amherst deseaba para su adorada hija.

Charles Wasdworth

Mientras Emily padecía aún, luchando con la elaboración del duelo que la muerte de Newton había desatado en ella, conoció en Filadelfia en mayo de 1854 al reverendo Charles Wadsworth, a la sazón pastor de la Iglesia Presbiteriana de Arch Street. Wadsworth tenía 40 años y estaba felizmente casado, pero igualmente causó una profunda impresión en la joven poetisa de 23: "Él fue el átomo a quien preferí entre toda la arcilla de que están hechos los hombres; él era una oscura joya, nacida de las aguas tormentosas y extraviada en alguna cresta baja".
Si bien no es seguro que Emily haya sentido una fuerte atracción erótica hacia Newton, no existe duda alguna de que durante toda su vida posterior estuvo profundamente enamorada de Wadsworth. El pastor murió el 1º de abril de 1882, mientras que Newton falleció un 24 de marzo. En otoño de ese mismo año ella escribió: "Agosto me ha dado las cosas más importantes; abril me ha robado la mayoría de ellas"'. Al pie del texto se lee la siguiente y angustiosa pregunta: "¿Es Dios enemigo del amor?".
Al cumplirse el primer año de la muerte de Charles Wadsworth escribió: "Toda otra sorpresa a la larga se vuelve monótona, pero la muerte del hombre amado llena todos los momentos y el ahora. El amor no tiene para mí más que una fecha: 1º de abril, ayer, hoy y siempre".
Si a partir de estas confesiones queda claro el enorme impacto amoroso que Wadsworth tuvo sobre la vida de Dickinson, no hay prueba alguna de que ella haya sido importante para él. Tímido y reservado, no existe constancia de que se haya fijado en Emily en aquellas oportunidades.
Sin embargo, el único cuadro que colgaba en la habitación de la poetisa era un retrato en daguerrotipo del pastor de Filadelfia. Es interesante destacar que el profundo y eterno amor de Emily se generó y consolidó en sólo tres entrevistas (aunque hay indicios de un cuarto posible encuentro). Su hermana Lavinia, que vivió con ella toda su vida, por ejemplo, jamás conoció a Charles Wadsworth hasta la última vez.
Derivado de que no quedan documentos de las dos primeras ocasiones en que Wadsworth se encontró con Emily, es el hecho de que nunca conoceremos los verdaderos motivos por los que el pastor abandonó la Costa Este de los Estados Unidos y se fue a predicar a San Francisco en la primavera de 1861, en plena Guerra Civil.
Pero ella nunca lo olvidó. En 1869 Dickinson se enteró de que Wadsworth estaba de regreso en Filadelfia, y comenzó a escribirle cartas en 1870.
Pero pasaron veinte años antes de que volvieran a verse. Una tarde del verano de 1880, Wadsworth golpeó a la puerta de la casa de los Dickinson. Lavinia abrió y llamó a Emily a la puerta. Al ver a su amado, se produjo el siguiente diálogo, perfectamente documentado por Wicher. Emily le dijo: —¿Por qué no me ha avisado que venía, a fin de prepararme para su visita?, a lo que el reverendo respondió —Es que yo mismo no lo sabía. Me bajé del púlpito y me metí en el tren. Ella le preguntó, refiriéndose al trayecto entre Filadelfia y Amherst: —¿Y cuánto ha tardado?. —Veinte años, susurró el presbítero.
Charles Wadsworth murió dos años después, cuando Emily tenía 51 años, dejándola sumida en la más absoluta desesperación.

Comienzo de su reclusión

Tras las muertes de Newton y Wadsworth, la vida de Emily Dickinson quedó totalmente vacía y su único camino para evitar la muerte, según su principal biógrafo ya mencionado, consistió en la poesía.
Recrudeció entonces la tenaz negativa a la publicación de sus poemas y comenzó a dejar de salir de la casa de su padre y, con frecuencia, siquiera de su propia habitación.
La negativa a publicar (aunque la actitud de Dickinson tuviese paralelos históricos como por ejemplo Franz Kafka) no deja de ser una anormalidad que merece ser mejor estudiada en el futuro.
Si bien, como hemos dicho, Emily no se oponía a que la gente leyese sus poemas (le leía algunos a su prima Clara Newman y escribía otros para su cuñada Susan Gilbert), no dejaba que cualquiera los leyera. Aparte de los mencionados miembros de su familia, todas las demás personas que en vida de la poetisa leyeron sus trabajos eran profesionales de la literatura: escritores, críticos, profesores o editores, y pueden contarse con los dedos de una mano. La lista incluye a su "Maestro de las cartas" —Thomas Wenthworth Higginson—, al profesor Samuel Bowles, a la escritora Helen Hunt Jackson, al editor Thomas Niles y al crítico y también escritor Josiah Gilbert Holland. Ana Mañeru y María Milagros Rivera, traductoras de la poetisa, piensan por el contrario que unos trescientos poemas están dedicados a su gran amor, correspondido, por su cuñada y editora, Susan Gilbert o Susan Huntington Dickinson (1830-1913). 

Únicos poemas publicados en vida

Dos poemas publicados en The Springfield Republican en 1862, sin la firma de Emily. El título sólo dice "Poesía original".
Samuel Bowles, muy interesado en la literatura y en particular en la poesía, dirigía un diario local, y en él se publicaron —con o sin consentimiento de Dickinson— cuatro de los cinco únicos poemas que vieron la luz mientras ella vivió.
El primero era un poema del Día de San Valentín primitivo y poco importante, mientras que el segundo era ya una muestra más acabada de su oficio.
En 1862 publicó (sin firma) Safe in their alabaster chambers y Weary of life´s great mart (derecha). El célebre poema sobre la serpiente, A narrow fellow in the grass ("Un delgado amigo entre la hierba", verdadera obra maestra hoy llamado The Snake), le fue —según la poetisa— "robado" por alguien de su confianza (casi con seguridad Susan Gilbert) y publicado contra su voluntad por el mismo periódico en su edición del 14 de febrero de 1866.
El último, que paradójicamente habla del éxito, fue publicado en una antología preparada por Helen Hunt Jackson a condición de que la firma de Emily no figurara en él.

El "Maestro" desorientado

En 1862, Emily Dickinson, tal vez bajo los efectos de la duda acerca de si su poesía tenía calidad real, envió múltiples poemas a Thomas Higginson acompañados de la siguiente pregunta (que a la luz de los conocimientos actuales puede muy bien ser interpretada como un ruego): "Señor Higginson: ¿está usted demasiado ocupado? ¿Podría hacerse un momento para decirme si mis poemas tienen vida?".
Puede decirse en favor de Higginson que respondió en seguida al desesperado pedido de orientación de Dickinson, elogiando sus poemas y sugiriéndole profundos retoques que, según él, podían hacer que el trabajo de la autora se adaptara a las normas poéticas en boga en aquellos tiempos. Si logró comprender la abrumadora calidad de su poesía, es seguro que no supo qué hacer con ella.
Emily se dio cuenta de que adoptar los innumerables cambios que Higginson le proponía para hacer "publicable" su poesía suponía una involución estilística y la negación de su original y única identidad artística, por lo que los rechazó suave pero firmemente. Higginson guardó los poemas durante más de 30 años, para luego, ante el éxito del libro Poems of Emily Dickinson (en 1890), sorprenderse como un absoluto profano que nunca hubiese tenido nada que ver con el asunto. Escribió en un ensayo del año siguiente que "después de cincuenta años de conocerlos (a los poemas), se me plantea ahora como entonces el problema de qué lugar debe asignárseles dentro de la literatura. Ella (Emily) se me escapa, y hasta hoy me encuentro aturdido ante semejantes poemas". Cuando, quince años después de la muerte de la artista, se le preguntó por qué no la había convencido de publicarlos en alguna de las antologías que recopilaba, Higginson respondió: "Porque no me atreví a usarlos".

Los intentos de Helen Hunt Jackson

Helen Hunt Jackson, esposa del alcalde y más tarde célebre novelista, sufrió entre 1863 y 1865 tres devastadoras pérdidas que pudieron dejarla en un estado igual o peor a aquel en que cayó Dickinson más tarde.
El esposo de Helen fue asesinado en el primero de esos años, y sus dos pequeños hijos murieron también antes de que pasaran veinte meses. Pero la señora Jackson, en vez de deprimirse, se puso a escribir novelas.
Amiga de Emily Dickinson y protegida de Higginson, Helen Jackson hizo lo imposible para conseguir que Emily publicara, al menos, algunas de sus poesías. La negativa de la poetisa fue cerrada e inexpugnable, hasta que la novelista le consiguió un lugar en una antología de poemas sin firma, que se tituló A Masque of poets ("Una mascarada de poetas", 1878). Sólo ante la garantía del anonimato le cedió Emily un único poema, Success is counted sweetest ("Se dice que el éxito es lo más dulce"), reputado entre lo mejor de aquel volumen.
Jackson presentó los trabajos de Emily al editor que publicaba sus novelas, Thomas Niles, quien se dio cuenta del brillante que permanecía oculto en esas páginas y sumó sus esfuerzos a los de la editora para convencer a la poetisa. Pero no tuvo éxito: en 1883 Dickinson le escribió una carta donde se reía de "la amable pero increíble opinión de Helen Hunt y usted, que ya me gustaría merecer".
Helen esbozó un último esfuerzo el 5 de febrero de 1884, escribiendo a Emily una carta en la que le decía: "¡Qué maravillosas carpetas llenas de versos debes tener ahí! Es un cruel error para tu época y tu generación esa rotunda negativa a darlos a conocer". Pero en vano: para ese momento, Emily estaba ciega y había sufrido un grave ataque nervioso del que ya nunca se podría recuperar.
Helen Hunt Jackson murió seis meses más tarde.

Reclusión definitiva

El encierro y el aislamiento autoimpuestos de Emily Dickinson no fueron súbitos ni —al comienzo— anormales. Desde su alejamiento del seminario hasta su muerte, Emily vivió tranquilamente en la casa de su padre, lo que no era raro para las mujeres de su clase. Su hermana Lavinia y su cuñada Susan Gilbert, por ejemplo, siguieron caminos idénticos.
Entre la veintena y la treintena, además, Emily iba a la iglesia, hacía las compras y se comportaba perfectamente en todos los aspectos. Daba largos paseos con su perro ("Carlo") e incluso concurría a las exposiciones y a las funciones benéficas, lo que se demuestra porque las instituciones aún conservan en sus archivos sus tarjetas de visita. La familia de Holland la visitó en 1861, y la recuerdan "con un vestido marrón, una capa más oscura y una sombrilla del mismo color". Las primeras dos fotografías que acompañan este artículo la muestran también vestida de oscuro.
Pero a finales de ese año, la poetisa comenzó a rehuir las visitas y las salidas, y empezó a vestirse exclusivamente de blanco, extraña costumbre que la acompañaría durante el cuarto de siglo que aún le quedaba de vida.
Para 1862 se la veía ya muy poco por la aldea. En 1864 viajó a Boston para visitar a un oculista y repitió el periplo al año siguiente, período en que se alojó en casa de unas primas en Cambridgeport. Nunca volvió a viajar, faltando a la cita que el médico le había hecho para 1866.
En 1870, a pesar de los ruegos de Higginson para que saliera, la decisión de encerrarse era ya definitiva: "No salgo de las tierras de mi padre; no voy ya a ninguna otra casa ni me muevo del pueblo". Esta exageración de la vida privada se había convertido, para esa época, en una especie de fobia o morbosa aversión a la gente.
En los últimos quince años de su vida, nadie en Amherst volvió a verla, excepto que algún paseante ocasional vislumbrara a su figura vestida de blanco paseando por el jardín de los Dickinson en los atardeceres de verano. A veces se escondía en el vano de la escalera de la casa de su padre, entre las sombras, y sorprendía a los asistentes a una cena o una reunión con una interjección o un comentario expresados en voz baja.
Sus cartas de ese período demuestran que algo anormal sucedía con la portentosa escritora: "He tenido un extraño invierno: no me sentía bien, y ya sabes que marzo me aturde" (carta a Louise Norcross). En otra nota de disculpa por no haber concurrido a una cena a la que estaba invitada, dice: "Las noches se hicieron calientes y tuve que cerrar las ventanas para que no entrara el cuco. Tuve también que cerrar la puerta de calle para que no se abriera sola en la madrugada y tuve que dejar prendida la luz de gas para ver el peligro y poderlo distinguir. Tenía el cerebro confundido —aún no he podido ordenarlo— y la vieja espina aún me lastima el corazón; fue por eso por lo que no pude ir a visitarte".
Cuando Higginson le preguntó en 1864 si había ido a ver a su médico, le respondió: "No he podido ir, pero trabajo en mi prisión y soy huésped de mí misma". Cinco años más tarde escribe a su prima Norcross: "No me siento tan bien como para olvidar que estuve enferma toda mi vida, pero he mejorado: puedo trabajar".
Durante los tres últimos años de su vida no salió tan siquiera de su habitación, ni aún para recibir a Samuel Bowles, que nunca había dejado de visitarla. El anciano se paraba en la entrada y la llamaba a gritos por la escalera, diciéndole "pícara" y agregando una palabrota cariñosa. Nunca tuvo éxito en su intento de verla o de cambiar una palabra con ella.

Muerte de la poetisa

Cuando la primera esposa de Higginson murió en 1874, la poetisa le envió esta frase: "La soledad es nueva para usted, Maestro: permítame conducirlo".
Sin embargo, sus poemas y sus cartas demuestran que es falsa la apariencia de monotonía y enfermedad mental que erróneamente muchos atribuyen a estos últimos años de la artista. Las misivas de esta época son poemas en prosa: una o dos palabras por renglón y una actitud vital atenta y brillante que encantaba a los destinatarios: "Mamá fue de paseo, y volvió con una flor sobre su chal, para que supiéramos que la nieve se había ido. A Noé le hubiese gustado mi madre... La gata tuvo gatitos en el tonel de virutas, y papá camina como Cromwell cuando se apasiona".
Disfrutaba de la visión de los niños que jugaban en el terreno lindero ("Me parecen una nación de felpa o una raza de plumón") y trabajar de rodillas en sus flores.
Cuando murió su sobrino menor, último hijo de Austin Dickinson y Susan Gilbert, el espíritu de Emily, que adoraba a ese niño, se quebró definitivamente. Pasó todo el verano de 1884 en una silla, postrada por el Mal de Bright, la misma nefritis que acabó con Mozart. A principios de 1886 escribió a sus primas su última carta: "Me llaman".
Emily Dickinson pasó de la inconsciencia a la muerte el 15 de mayo de 1886.
[editar]El hallazgo
Poco después de la muerte de la poetisa, su hermana Vinnie descubrió ocultos en su habitación 40 volúmenes encuadernados a mano, que contenían la parte sustancial de la obra de Emily: más de 800 poemas nunca publicados ni vistos por nadie. El resto de su obra la constituyen las poesías que insertaba en sus cartas, la mayoría de las cuales pertenecen a los descendientes de sus destinatarios y no se hallan a disposición del público.

Principales influencias

El caso de Emily Dickinson es muy especial en la literatura norteamericana, porque la gran popularidad de que gozó y goza después de su muerte hace que muchas veces la opinión pública olvide lo aislada que estuvo en vida (primero en su pequeña aldea y luego en su pequeña habitación, sin salir de ella ni recibir a nadie).
Por lo tanto, no son muchas las influencias que su poesía recibió de sus contemporáneos ni de sus predecesores. Las tres principales influencias que pueden rastrearse en el trabajo de esta poetisa son, pues: la Biblia, el humor norteamericano y Ralph Waldo Emerson.

La Biblia

Como todo norteamericano nacido con anterioridad a la Guerra de Secesión, Emily estuvo familiarizada con la Biblia desde su más tierna infancia, y la influencia que las escrituras sagradas operaron sobre ella se demuestra ya desde sus cartas de juventud: "El brillo del sol me habla esta mañana, y la afirmación de Pablo se vuelve real: ´el peso de la Gloria´. (...) La fe de Tomás en la anatomía era más fuerte que su fe en la Fe. (...) ¿Por qué censuraríamos a Otelo, cuando el criterio del Gran Amante dice: ´No tendrás otro Dios que yo´?".
Varios poemas de Emily se basan en textos bíblicos o los recrean con una diversión ligeramente impía, como por ejemplo The Bible is an antique volume ("La Biblia es un libro antiguo"), The Devil, had he fidelity ("Si el Demonio fuera fiel") o Belshazzar had a letter ("Baltasar tenía una carta").

El humor

Durante toda su vida (poblada de lecturas religiosas), el segundo texto que más leyó Emily Dickinson fue el periódico primero y diario después The Springfield Republican, dirigido por Samuel Bowles y el doctor Holland.
En ese diario se publicaban trozos escogidos de Washington Irving, Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne y Harriet Beecher Stowe, entre muchos otros. Muchos de estos textos eran humorísticos. La misma influencia que tuvieron sobre Emily se evidencia, por ejemplo, en Mark Twain, cinco años menor que ella, que también estaba suscripto al Republican. El humor del propio Twain influyó a su vez en Dickinson, que había leído varios capítulos de Old Times in the Mississippi.
Emily escribía sermones burlescos para divertir a sus compañeras en el colegio y el seminario. Algunas de sus frases harían enrojecer al propio autor de "Huckleberry Finn": "El Papa entró a la iglesia en una silla de manos llevada por varios hombres. Es un buen adorno para cualquier procesión".
El sutil ingenio de Emily a veces compendiaba su formación religiosa con el humor yanqui, y la hacía escribir cosas como por ejemplo esta carta a un amigo: "Yo soy Judit, la heroína de los apócrifos, y tú el orador de Éfeso. Pero el mundo duerme en la ignorancia y el error y no nos escucha. Entonces, tendremos que arrancar a esta sociedad de sus raíces y plantarla en otra parte. Construiremos hospicios, trascendentales prisiones estatales... y no pocos patíbulos".
La soltura de su humor a veces alcanza los límites de la crueldad: "¿Quién será el periodista que escribe los artículos acerca de esos divertidos accidentes en los cuales los trenes chocan inesperadamente y los caballeros son limpiamente decapitados en accidentes industriales? Vinnie estaba desilusionada porque hoy hubo sólo unos pocos". Cuando una mendiga golpeó a su puerta, escribió: "Hoy no ha llamado nadie, sino una pobre señora que buscaba un hogar. Le dije que sabía de un sitio, y le di la dirección del cementerio para ahorrarle una mudanza".
En Emily convivían la seria concentración de los poetas líricos y el instinto para la comedia de los escritores norteamericanos. A veces tejía elegantes ejercicios de humor fonético, como los seis versos de Lightly stepped a yellow star, donde la música está pautada por el sonido de innumerables eles, y la palabra final, punctual ("puntual") convierte todo el poema en una broma musical al estilo de las desafinaciones mozartianas. Para ella el sol era un farol de alumbrado, el Apocalipsis una mañana después de beber ron y el corazón el cañón de unos revoltosos.
Toda esta deliciosa poesía y este fino humor, no muy bien comprendidos en su época, han sido preservados para la posteridad y muestran a Emily Dickinson, como a Mark Twain, bajo el rostro de la poetisa y artista adelantada a su tiempo en muchos años.

Emerson

La poetisa conocía muy bien los Essays ("Ensayos") de Emerson y poseía un ejemplar de sus Poems ("Poemas"). El celebérrimo poeta visitó Amherst en varias oportunidades y una vez durmió en la casa de Austin, el hermano de Emily que vivía en la casa contigua.
Dos sociedades literarias estudiantiles invitaron a Emerson a dictar una conferencia en la aldea, a lo que el poeta accedió, presentándose ante la juventud del pueblo el 8 de agosto de 1855. El tema fue: "Un llamamiento a los estudiosos". No se sabe con certeza si Emily concurrió a la conferencia, pero en 1855 no se había recluido todavía, y el episodio debe haber resultado un acontecimiento excepcional para una sociedad tan pequeña como la de Amherst.
Emerson regresó al poblado de los Dickinson dos años después, pronunciando en la capilla el 16 de diciembre de 1857 otra conferencia titulada "Lo hermoso de la vida rural". Se cree que en esta oportunidad la poetisa sí estuvo presente, ya que su hermano y su cuñada Susan Gilbert estuvieron en primera fila. La venerable figura del gran personaje impresionó a Gilbert de tal modo que se juramentó a invitarlo otra vez.
Ralph Emerson habló en Amherst en otras tres oportunidades (1865 en que tomó el té y durmió en casa de Austin y Susan, 1872 y 1879), pero para entonces Emily vivía ya completamente encerrada.
Al igual que en Whitman, los fraseos y la filosofía de Emerson son claramente visibles en la poesía de Emily Dickinson. La explicación es posiblemente que los tres pertenecían al ambiente rural de la Nueva Inglaterra de su época y que se admiraban mutuamente (aunque los dos poetas nunca conocieron los poemas de ella).
Emily puede haber copiado la estructura de los cuartetos de Emerson —a los que ambos eran muy afectos—, y seguramente se vio influida por la teoría ética del trascendentalismo, el ritmo gracioso y la permanente renuncia a la vida de ciudad y la exaltación de la pastorela rural que Emerson preconizó hasta su muerte.

Otras lecturas e influencias

Emily Dickinson aludió en muchas oportunidades a los "festines" que se daba con escritores, novelistas y poetas de diversas procedencias, pero primordialmente ingleses y estadounidenses contemporáneos o primitivos.
Según sus propias palabras, disfrutaba especialmente de Alfred Tennyson (The Princess, "La Princesa"), Samuel Taylor Coleridge (Table Talk, "Charla de sobremesa"), Nathaniel Hawthorne (Mosses of an Old Manse —"Musgos en una vieja rectoría"— y The House of Seven Gables —"La casa de los siete tejados"—), Washington Irving (Life of Columbus, "Vida de Colón"), Charles Dickens ("David Copperfield"), Bulwer-Lytton (The Caxtons, "Los Caxton") y los poetas John Keats y Robert Browning.
Adoraba en particular a la esposa de este último, Elizabeth Barrett Browning y solía leer traducciones al idioma inglés de la francesa George Sand. También le agradaban Charlotte Brontë y su hermana Emily. De esta última no le interesaba tanto Wuthering Heights ("Cumbres borrascosas"), sino sus poesías.
El único autor de quien reconoció haber leído las obras completas fue William Shakespeare. Cuando perdió la vista casi por completo (1864-5) escribió que dudaba si, después de haber leído todas las obras de teatro del gran dramaturgo, seguiría siendo necesario poder leer a otros autores. En su último año de vida escribió a un amigo que debía viajar a Stratford-upon-Avon: "Toca a Shakespeare por mí".
Dijo que Keats era uno de sus poetas favoritos e hizo tres referencias a William Wordsworth y dos a Lord Byron.
Como se observa, estos y otros muchos escritores y poetas poblaron los días de Emily Dickinson, pero, aparte de las tres principales influencias consideradas arriba, resulta difícil decir si alguno de ellos tuvo efecto en su poesía, que es un producto completamente original y —fuera de toda cuestión— profundamente personal. Su estilo es intransmisible y, por lo tanto, ni imitado ni posible de imitar.

Su poesía

Emily Dickinson definió su poesía con estas palabras: "Si tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos, sé que eso es poesía".
Pero no era de capaz de diferenciar sus poemas entre sí, de corregirlos ni de seleccionarlos. El libro que se publicó como "Poemas escogidos" no fue seleccionado, corregido ni organizado por la poetisa, que ya había fallecido. Esta aparente desorganización de su obra y su poesía le valió el ataque de los formalistas, entre los que se cuenta el mentor de Emily, Thomas Wentworth Higginson (el "Maestro").
Higginson se encargó de modificar y "adaptar" algunos poemas tempranos de Dickinson, y en sus cartas de juventud ella le agradece la "cirugía" que era incapaz de efectuar por sí misma. Después de la muerte de Emily, sin embargo, Higginson se sintió libre para extralimitarse: comenzó a podar, corregir, cambiar y retocar sus poemas, tomándose atribuciones tan extremas como por ejemplo introducir rimas en estrofas que carecían de ellas.

Manejo del idioma y aparentes errores

La realidad es que a los formalistas de 1890 la poesía de Emily les parecía descuidada, cuando en verdad ella había sido extraordinariamente precisa, aunque algunos de sus hábitos poéticos estuviesen pasados de moda por entonces.
Algunos "errores" gramaticales que se le han imputado eran aceptados como correctos en la época en que ella nació (1830), por ejemplo el uso de lain ("yacido") por laid ("puesto", "colocado"): Indolent housewife, in daisies lain ("Ama de casa indolente, entre las margaritas yacida"). Escribía extasy ("éxtasis") en lugar de ecstasy, pero la primera forma figura en el diccionario Webster. Ponía Himmaleh en vez de Himalaya y Vevay en lugar de Vevey (ciudad de Suiza). Se le acusó de ignorante, pero las formas incorrectas figuraban en un atlas que tenía en su casa y que había sido impreso muchos años antes de que ella naciera.
Se le recriminan también supuestos "errores" históricos y geográficos, argumento bastante absurdo cuando se usa contra un poeta: ella pone que Cortés "descubrió el Pacífico" porque Balboa no entraba en la métrica. También existe un poema que dice When Etna basks and purrs / Naples is more afraid ("Cuando el Etna toma sol y ronronea / Nápoles le teme más"), aunque sabía perfectamente que el volcán cercano a la ciudad no es este sino el Vesubio.
Emily empleaba indiferentemente began ("comenzó") y el participio begun ("comenzado") como pretéritos, pero Robert Browning hacía lo mismo. Es sabido que el buen poeta debe forzar las normas del idioma, y la mayoría de los falsos deslices que los formalistas encuentran en la poesía de Emily Dickinson se deben al afán de la autora de dar a sus versos un sabor arcaico. Esto se visualiza en su uso de be ("ser") indistintamente en lugar de is ("es") o are ("son", "somos").
Con respecto a la frecuencia de utilización de determinadas palabras, las seis que más usa son "día", "vida", "ojo", "sol", "hombre" y "cielo" (todos ellos monosílabos en inglés excepto el último). Entre los sustantivos que utilizó cincuenta o más veces en su poesía, solamente "verano" y "mañana" son polisílabos en inglés. Estas costumbres pueden entenderse mejor como un afán de concisión que como errores técnicos.
Muchos otros errores atribuidos a la artista son, en realidad, erratas de los editores, algunas derivadas de la dificultad de descifrar la letra manuscrita de Dickinson.

Metros y rimas

La rima —contrariamente a la creencia común— suele ser muy ortodoxa, excepto en unos pocos poemas. Prefiere la rima yámbica y trocaica, y los versos de cuatro acentos.
Más de la mitad de sus poemas están escritos en "metro común", la métrica de las baladas populares y de los himnos religiosos. Muchas otras veces utiliza el "metro corto", estrofa de cuatro versos igual a la anterior excepto porque el primer verso es trisílabo en lugar de tetrasílabo. En unas pocas oportunidades escribe en "metro largo", cuarteto de tetrasílabos en forma de yambos con rima alternada o de dos en dos. Sólo el 10% de sus poemas posee métrica o rima irregular.
Los tipos de rimas utilizados por Emily Dickinson son:
Rima idéntica: La misma vocal precedida y seguida por las mismas consonantes. Esta forma no es muy frecuente en su poesía. A veces, las palabras que riman son idénticas al oído pero de sentidos muy diferentes: seal - conceal.
Rima exacta: Representan la mayor parte de su obra, y también de las de los demás poetas. Muchísimos de sus poemas dependen enteramente de la rima exacta. Las rimas dobles o femeninas (aquellas en las que la parte final de las palabras es idéntica y ambas primeras partes están acentuadas) son muy raras.
Rima imperfecta: Cuando dos palabras riman si terminan en el mismo sonido vocálico, aunque esté seguido por consonantes distintas. Es muy común en los himnos religiosos y en la poesía norteamericana: us - dust, por ejemplo.
Rima vocálica: Es aquella en la cual una palabra terminada en vocal puede rimar con una palabra terminada en otra vocal. Ejemplos: be - die o cloy - necessity. Emily exageró su uso para extenderlo a palabras terminadas en r, que deben pronunciarse tan débilmente que no se distinguen de las terminadas en vocal: pioneer - now.
Rima suspendida: Dos palabras terminadas en distintas vocales que pueden rimar si las vocales son seguidas por idéntica consonante. El ejemplo típico es woman - human. Al igual que en la anterior, Emily no toma en cuenta el sonido de la r, y en esta rima tampoco el de la l, inclusive cuando es muda (talk = tok en inglés).
Emily Dickinson acepta en sus poemas las siguientes equivalencias consonánticas (es decir, las rima como si se tratara de la misma letra):
Nasales: M, N y NG.
Sibilantes: S, Z, SH y CH, siempre en combinación con D, T, K o P.
Dentales: D y T con ND y NT; T con CT y D con VD.
Otras: T con P; K con NK y Z con G suave.

Análisis temático: poesía naturalista

Gran parte de los poemas de Emily Dickinson se refieren a la naturaleza, y se ordenan, según su cantidad, de esta manera:
58 sobre los seres vivos;
33 sobre los cambios de las estaciones o los meses;
29 sobre el cielo, los astros y los fenómenos meteorológicos;
25 sobre el día y la noche;
17 sobre el paisaje; y
15 sobre la naturaleza en general.
Como se observa, dedicaba una particular atención a la biología: animales, aves, reptiles, insectos, árboles, plantas y flores.
De todos los seres vivientes le atraían los que tienen alas: pájaros, murciélagos e insectos. También las flores, y, aunque vivía en un ambiente rural, jamás dedicó un poema a una animal de granja. Solo menciona tres veces al gallo. Su perro Carlo aparece solamente en dos oportunidades, y los sabuesos en tres.
El animal nombrado más veces es la abeja (con una sorprendente marca de 52) y el abejorro.

El orden de los poemas

Como se ha dicho, los poemas publicados en vida de la autora se cuentan con los dedos de una mano. Esto lleva al problema de las publicaciones póstumas, es decir, aquellas en las que el autor ha muerto y no puede opinar sobre el orden o la forma en que sus obras deben ser publicadas.
Cabe aclarar que Emily nunca se tomó el trabajo de fechar sus poemas, por lo que no conocemos con certeza cuándo fueron escritos, y ni siquiera los ordenó de un modo particular.
Escribió sus poemas en los márgenes de sus libros, en trozos de periódicos o en papeles sueltos, a menudo de tamaño insuficiente, poblándolos además de extraños guiones aparentemente al azar, con un arbitrario uso de las mayúsculas. Es por ello que aún hoy, en muchos de sus poemas, los expertos se preguntan dónde acaba un verso y comienza otro.
Los editores descuidaron su obra aún más: en la década de 1890 se publicaron sus tres antologías, con el material dividido incoherente y arbitrariamente en cuatro secciones tituladas (por los editores) "Vida", "Naturaleza", "Amor" y "Tiempo y Eternidad". Hoy se sigue utilizando este extraño criterio.
Los editores posteriores agregaron tres tomos más, con los poemas agrupados según criterios también arbitrarios. Esto significa que la obra de Emily Dickinson nunca ha sido objeto de ningún esfuerzo serio por ordenarla cronológicamente.
Así, por ejemplo, los poemas que se refieren a su relación amorosa con Wadsworth se encuentran dispersos entre la Parte III: Amor, la Parte IV: Otros poemas, sección 6 y la Parte VII: Poemas agregados, sección 3. Pero están entremezclados con otros que no tienen relación alguna con el tema ni con la época en cuestión.

Obras publicadas

Poemas

Como queda dicho, los únicos tres poemas que se publicaron en vida de la autora fueron A Valentine, The Snake y Success. Todo el resto de sus innumerables trabajos se publicó después de su muerte.
Una gran cantidad de poesías fueron publicadas por su amiga Mabel Loomis Todd y su "Maestro" Thomas Wentworth Higginson en el siguiente orden:
Poems by Emily Dickinson ("Poemas de Emily Dickinson", selección de Mabel L. Todd y Thomas W. Higginson, Boston, 1890)
Poems by Emily Dickinson: Second Series ("Poemas de Emily Dickinson: Segunda serie", selección de Thomas W. Higginson y Mabel L. Todd, Boston, 1891)
Poems by Emily Dickinson: Third Series ("Poemas de Emily Dickinson: Tercera serie", selección de Mabel L. Todd, Boston, 1896)
No hubo más publicaciones hasta el siglo siguiente, en que Martha Dickinson Bianchi, sobrina de la poeta, emprende de nuevo la tarea de editar sus obras:
The Single Hound: Poems of a Lifetime ("El sabueso solo: Poemas de toda una vida", selección e introducción de Martha D. Bianchi, Boston, 1914)
Further Poems of Emily Dickinson ("Otros poemas de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi y Alfred Leete Hampson, Boston, 1929)
Unpublished Poems of Emily Dickinson ("Poemas inéditos de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi y Alfred L. Hampson, Boston, 1935)
Existen también cuatro recopilaciones que se basan en el material de los libros anteriores:
Selected Poems of Emily Dickinson ("Poemas escogidos de Emily Dickinson", selección de Conrad Aiken, Londres, 1924). Contiene los tres volúmenes de "Poemas de Emily Dickinson" más "El sabueso solo".
The Complete Poems of Emily Dickinson ("Los Poemas completos de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi, Boston, 1924). Los mismos cuatro libros, con un poema más.
The Poems of Emily Dickinson ("Los Poemas de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi y Alfred L. Hampson, Boston, 1930). Edición en ocasión del centenario de la poetisa, que repite los cuatro libros anteriores más "Otros Poemas de Emily Dickinson". Al contenido de estos cinco volúmenes le quita un poema y agrega otro.
The Poems of Emily Dickinson ("Los Poemas de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi y Alfred L. Hampson, Boston, 1937). A los tres "Poemas" y "El sabueso solo" agrega el material de "Poemas inéditos", a los que retitula "Poemas adicionales".
Nada más hay publicado, a excepción de una única edición del poema Because that you are going, una importante poesía de amor, en The Life and Mind of Emily Dickinson ("La vida y la mente de Emily Dickinson", Nueva York, 1930), de Genevieve Taggard. Este libro, muy importante por su valor crítico, fue publicado como homenaje también en el centenario del nacimiento de la poetisa.
Los poemas de estas ediciones no serían reconocidos por el lector moderno, gracias a la extensiva e invasiva reescritura y adaptación que sufrieron los textos. Pero en 1955 aparecería una nueva recopilación, que forma hoy en día la base de los estudios académicos sobre Emily Dickinson:
The Poems of Emily Dickinson ("Los poemas de Emily Dickinson", Cambridge, 1955), publicada por Thomas H. Johnson en tres volúmenes. Los poemas no llevan títulos (que la autora nunca colocó) ni están agrupados en capítulos arbitrarios. Simplemente están numerados en un orden cronológico aproximado, respetando los guiones a los que era tan afecta Dickinson y su errática utilización de las mayúsculas.
Por último, se ha hecho un intento de representar mejor los signos dickinsonianos (pensando que pueden tener importancia para la lectura de sus poemas). Esta obra moderna es la más fiel y la que goza de mayor credibilidad:
The Poems of Emily Dickinson (selección de R.W. Franklin, Cambridge, 1998).

Cartas

Selecciones parciales de las cartas de Emily Dickinson fueron publicadas en estos libros:
Letters of Emily Dickinson ("Cartas de Emily Dickinson", selección de Mabel L. Todd, Boston, 1894. Dos volúmenes). El libro carece de muchísimas e importantes cartas. Se cree que muchas de ellas —que Mabel Todd poseía y no publicó— fueron destruidas antes de que se editaran los libros siguientes. Por lo tanto, debe considerárselas perdidas.
The Life and Letters of Emily Dickinson ("La vida y las cartas de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi, Boston, 1924). La Parte I de este libro contiene cartas o fragmentos de ellas totalmente inéditas y que no figuran en ningún otro libro. La Parte II incluye el material ya publicado por Todd, con modificaciones, omisiones y otros cambios, y sin mencionar la fuente. En la quinta edición (1929) se corrigieron múltiples e importantes erratas.
Letters of Emily Dickinson ("Cartas de Emily Dickinson", selección de Mabel L. Todd, Nueva York, 1931). Edición ampliada de la de 1894. Incluye mucho material original de Emily, pero otro escrito por los editores.
Emily Dickinson Face to Face ("Emily Dickinson cara a cara", selección de Martha D. Bianchi, Boston, 1932). Este libro incluye las cartas sobrevivientes de la serie que Emily escribió a su cuñada Susan Gilbert y varias dirigidas a otros miembros de su familia que no se encuentran en ninguna otra parte.

Poetas con los que se la ha comparado

Aunque la poesía de Emily Dickinson es única, tiene un estilo inimitable y no puede ser confundida con la de ningún otro poeta del mundo por el lector avisado, por su importancia y trascendencia en las letras de habla inglesa se la ha comparado con los siguientes poetas:
Edgar Allan Poe
Ralph Waldo Emerson
Walt Whitman
Robert Frost
Robert Browning
William Wordsworth
John Keats





A salvo en sus Cámaras de Alabastro...

A salvo en sus Cámaras de Alabastro -
Insensibles al amanecer 
Y al mediodía -
Duermen los mansos miembros de la Resurrección -
Viga de raso,
Y Techo de piedra.

Final 1.
La luz se ríe de la brisa
En su Castillo sobre ellos -
Murmura la Abeja en un oído imperturbable,
Trinan los dulces Pájaros en cadencia ignorada -
Ah, ¡Cuánta sagacidad aquí perecida¡

Final 2.
Solemnes pasan los Años, Crecientes , sobre ellos
Los Mundos recogen sus Arcos -
Y los Firmamentos - reman -
Se arrojan Diademas y se rinden los Dogos -
Tácitos como puntos - sobre un Disco de nieve -
Versión de Miguel Artime







A una casa de rosa no te acerques...

a una casa de rosa no te acerques
demasiado, que estragos de una brisa
o el rocío inundándola -una gota-
abatirán su muro, amedrentado.

Y atar no intentes a la mariposa,
ni escalar setos del arrobamiento.
Hallar descanso en lo inseguro
está en el mismo ser de la alegría.







Altivez

Sólo sabemos toda nuestra altura
si alguien le dice a nuestro sér: ¡Levanta!
Y entonces, fiel consigo, se agiganta
hasta llegar al cielo su estatura.

De la vida común sería ley
el heroísmo en el humano ruedo
si no nos doblegáramos al miedo
de vernos y sentirnos como un rey.

Versión de Carlos López Narváez







Bueno es soñar. Despertar es mejor...
Bueno es soñar. Despertar es mejor
si se despierta en la mañana.
Si despertamos a la media noche,
es mejor soñar con el alba.
Más dulce el figurado petirrojo
que nunca alegró el árbol,
que enfrentarse a la solidez de un alba
que no conduce a día alguno.
Versión de José Manuel Arango





Certidumbre

Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.

Con Dios jamás he hablado
ni lo visité en el Cielo,
pero segura estoy de a dónde viajo
cual si me hubieran dado el derrotero.

Versión de Carlos López Narváez






Coloquio

Había muerto yo por la Belleza;
me cercaban silencio y soledad,
cuando dejaron cerca de mi huesa
a alguno que murió por la Verdad.

En el suave coloquio que entablamos,
vecinos en la lúgubre heredad,
me dijo y comprendí: Somos hermanos
una son la Belleza y la Verdad.

Y así, bajo la noche, tras la piedra,
dialogó nuestra diáfana hermandad
hasta que el rostro nos cubrió la yedra
y los nombres borró la eternidad.

Versión de Carlos López Narváez






Cuando cuento las semillas...
Cuando cuento las semillas
sembradas allá abajo
para florecer así, lado a lado;

cuando examino a la gente
que tan bajo yace
para llegar tan alto;

cuando creo que el jardín 
que no verán los mortales
siega el azar sus capullos
y sortea a esta abeja,
puedo prescindir del verano, sin queja.
Versión de Silvina Ocampo




Él era débil y yo era fuerte...

Él era débil y yo era fuerte, 
después él dejó que yo le hiciera pasar
y entonces yo era débil y él era fuerte,
y dejé que él me guiara a casa.

No era lejos, la puerta estaba cerca,
tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,
no había ruido, él no dijo nada,
y eso era lo que yo más deseaba saber.

El día irrumpió, tuvimos que separarnos,
ahora ninguno de los dos era más fuerte,
él luchó, yo también luché,
¡pero no lo hicimos a pesar de todo!

Versión de L.S.






Embriaguez

En jarros tallados en nácar
apuro un licor ignorado...
Tal vez ni del Rhin en las cavas
pudiera mi sed encontrarlo. 

Con una embriaguez de rocío,
borracha de incógnitos hálitos,
tabernas de azul diluido
recorro en perpetuos veranos.

Cuando las abejas
y las mariposas,
agobiadas, ebrias, 
vuelen de las pomas,
aún libaré yo mi vaso
de extraño licor...
Hasta que los ángeles
me agiten su níveo penacho,
y a los ventanales
celestes se asomen los santos
para contemplarme
borracha de azul y de sol.

Versión de Carlos López Narváez







En mi flor me he escondido...

En mi flor me he escondido
para que, si en el pecho me llevases, 
sin sospecharlo tú también allí estuviera...
Y sabrán lo demás sólo los ángeles.

En mi flor me he escondido
para que, al deslizarme de tu vaso,
tú, sin saberlo, sientas
casi la soledad que te he dejado.

Versión de L.S.







En mi jardín avanza un pájaro...

En mi jardín avanza un pájaro
sobre una rueda con rayos -
de música persistente
como un molino vagabundo -

jamás se demora
sobre la rosa madura-
prueba sin posarse
elogia al partir,

cuando probó todos los sabores -
su cabriolé mágico
va a remolinear en lontananzas-
entonces me acerco a mi perro,

y los dos nos preguntamos
si nuestra visión fue real-
o si habríamos soñado el jardín
y esas curiosidades-

¡pero él, por ser más lógico,
señala a mis torpes ojos-
las vibrantes flores!
¡Sutil respuesta!

Versión de Silvina Ocampo







Ensueño

Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel

Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.

Versión de Carlos López Narváez







Es la dicha un abismo por lo tanto...

¿Es la dicha un abismo por lo tanto
que no me deja dar un paso en falso
por miedo a que el calzado se me arruine?

Prefiero que mis pies se den el gusto
a cuidar los zapatos-
porque en cualquier zapatería una
puede comprar
un nuevo Par-

Mas la dicha se vende una vez sola.
Perdida la patente
nadie podrá comprarla nunca más-
Díganme, pies, decidan la cuestión
¿debe cruzar la señorita, o no?
¡Expídanse, Zapatos!

Versión de Roberto Facceti







Estatura

Poder discrecional tuve en mi mano
y con denuedo contra el mundo fui;
dos veces temeraria lo he afrontado
tan sólo con la honda de David.

Aunque la piedra le arrojé segura
fui sólo yo la que me desplomé :
¿de Goliat fue muy grande la estatura
o quizá fue mayor mi pequeñez?

Versión de Carlos López Narváez







La sortija

En mi dedo tenía una sortija.
La brisa entre los árboles erraba.
El día estaba azul, cálido y bello.
Y me dormí sobre la yerba fina.

Al despertar miré sobresaltada
mi mano pura entre la tarde clara.
La sortija entre mi dedo ya no estaba.
Cuanto poseo ahora en este mundo
es un recuerdo de color dorado.

Versión de Eduardo Carranza







Mi vida se había parado- un Arma Cargada...

Mi vida se había parado- un Arma Cargada- 
en los Rincones- hasta que un día 
el Dueño pasó- me identificó- 
y me llevó lejos-

Y ahora vagamos por Bosques Soberanos - 
y ahora cazamos a la Cierva- 
y cada vez que hablo por él- 
las Montañas contestan diligentes-

Y sonrío, tal luz cordial 
sobre el resplandor del valle- 
es como si una cara Vesuviana
hubiera dejado su voluntad a su paso-

Y cuando en la noche- acabado nuestro buen día - 
guardo la cabeza de mi amo- 
Es mejor que haber compartido 
la profunda almohada de plumón-

De Su enemigo - soy enemigo mortal- 
ninguno se agita por segunda vez- 
en quién pongo un ojo amarillo- 
o un pulgar enfático-

Aunque Yo así como él - podamos vivir largamente 
él debe vivir más -que Yo- 
porque yo tengo el poder de matar,
Sin -el poder de morir-

Versión de Miguel Artime







Morir no duele mucho...

Morir no duele mucho:
nos duele más la vida.
Pero el morir es cosa diferente,
tras la puerta escondida:

la costumbre del sur, cuando los pájaros
antes que el hielo venga,
van a un clima mejor. Nosotros somos
pájaros que se quedan:

los temblorosos junto al umbral campesino,
que la migaja buscan,

brindada avaramente, hasta que ya la nieve
piadosa hacia el hogar nos empuja las plumas.

Versión de L.S.







No era la Muerte, pues yo estaba de pie...

No era la Muerte, pues yo estaba de pie
Y todos los muertos están acostados,
No era de noche, pues todas las campanas
Agitaban sus badajos a mediodía.

No había helada, pues en mi piel
Sentí sirocos reptar,
Ni había fuego, pues mis pies de mármol
Podían helar un santuario.

Y, sin embargo, se parecían a todas
Las figuras que yo había visto
Ordenadas para un entierro
Que rememoraba como el mío.

Como si mi vida fuera recortada
Y calzada en un marco
Y no pudiera respirar sin una llave
Y era como si fuera medianoche

Cuando todo lo que late se detiene
Y el espacio mira a su alrededor
La espeluznante helada, primer otoño que llora,
Repele la apaleada tierra.

Pero todo como el caos,
Interminable, insolente,
Sin esperanza, sin mástil
Ni siquiera un informe de la tierra
Para justificar la desesperación.







Pequeñez

Es cosa tan pequeña nuestro llanto;
son tan pequeña cosa los suspiros...
Sin embargo, por cosas tan pequeñas
vosotros y nosotras nos morirnos.

Versión de Carlos López Narváez







Podría estar más sola sin mi soledad...

Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,

no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,

sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.

Versión de L.S.








Poema 37

Corazón, le olvidaremos
en esta noche tú y yo.
Tú, el calor que te prestaba.
Yo, la luz que a mí me dio.

Cuando le hayas olvidado
dímelo, que he de borrar
aprisa mis pensamientos.
Y apresura tu labor
no sea que en tu tardanza
vuelva a recordarle yo.

Versión de L.S.







Poema 63

(Time and Eternity")

Haz amplia esta cama, 
haz esta cama con prudencia; 
espera en ella el postrer juicio, 
sereno y excelente. 

Que sea recto su colchón 
y redonda sea su almohada, 
que ningún rayo dorado de sol 
llegue jamás, a perturbarla.

Versión de L.S.









Poema 128

Dame el ocaso en una copa, 
enumérame los frascos de la mañana 
y dime cuánto hay de rocío, 
dime cuán lejos la mañana salta- 
dime a qué hora duerme el tejedor 
que tejió el espacio azul. 

Escríbeme cuántas notas habrá 
en el nuevo éxtasis del tordo 
entre asombradas ramas- 
cuántos caminos recorre la tortuga- 
cuántas copas la abeja comparte, 
disoluta del rocío. 

También, ¿quién puso la base del arco iris, 
también, quién guía las esferas dóciles 
por juncos de azul flexible? 
¿Qué dedos atan las estalactitas- 
quién cuenta la plata de la noche 
para saber si nadie está en deuda? 

¿Quién edificó esta casita albana 
y cerró herméticamente las ventanas 
que mi espíritu no puede ver? 
¿Quién me dejará salir un día de gala 
con implementos de vuelo, 
fugaz pomposidad?

Versión de Silvina Ocampo 








Poema 520
Me fui temprano -me llevé a mi perro-
a visitar el mar.
Las sirenas del sótano
salían a mirarme
y, en el piso de arriba, las fragatas
extendían manos de cáñamo, 
creyéndome una rata
encallada en la arena.
No huí, con todo. Hasta que el flujo
me llegó a los zapatos
y al delantal y al cinturón
y enseguida al corpiño,
tal como si intentara devorarme
como a una gota de rocío
en una flor de diente-de-león.
Entonces salí huyendo.
Él me siguió. Venía detrás, cerca.
Sentía su tacón de plata
en mi tobillo y mis zapatos
rebosaron de perlas.
Los dos llegamos hasta el pueblo firme.
No parecía conocer a nadie.
me miró con dureza
y se fue, haciéndome una venia.
Versión de José Manuel Arango





Poema 739

Muchas veces pensé que la paz había llegado
cuando la paz estaba muy lejos-
como los náufragos- creen que ven la tierra-
en el centro del mar-

y luchan más débilmente -sólo para probar
tan deshauciadamente como yo-
cuántas ficticias costas-
antes del puerto hay-

Versión de Silvina Ocampo







Poema 783

Los pájaros empezaron a las cuatro- 
el período del alba- 
una música numerosa como el espacio- 
pero aledaña al día- 

no podía medir su fuerza- 
sus voces se derrochaban 
como arroyo al arroyo se entrega 
para multiplicar el estanque. 

Sus testigos no estaban- 
excepto un hombre fortuito- 
en casera vestimenta ataviado- 
para enfrentar la mañana- 

no era por aplausos- 
que yo podía atestiguar- 
sino por éxtasis independiente 
de deidad y de hombres- 

a las seis, el diluvio pasó- 
ningún tumulto hubo 
de vestimenta o de partida- 
y asimismo la banda había volado- 

el sol absorbió el este- 
el día controló el mundo- 
el milagro introducido 
fue olvidado, cumplido.







Poema 815

El lujo de entender
el lujo sería
de mirarte una sola vez
y volverme un Epicuro

cualquiera de tus presencias sirve
de futuro alimento
apenas recuerdo haber muerto de hambre 
tan bien surtida estaba -

el lujo de meditar
el lujo era
darme el festín de tu semblante
otorga suntuosidad

en días habituales, cuya lejana mesa
como la certidumbre recuerda
está puesta con una sola migaja
la conciencia de ti. 








Poniente

Velámenes de púrpura se mecen
con suavidad en mares de narciso;
marineros fantásticos se esfuman
y queda el muelle en la quietud sumido.

Versión de Carlos López Narváez









Presentimiento 

Presentimiento es esa larga sombra
que poco a poco avanza sobre el césped
cuando el sol sus imperios abandona...

Presentimiento es el susurro tenue
que corre entre la hierba temerosa
para decirle que la noche viene.

Versión de Carlos López Narváez







Que yo siempre amé...

Que yo siempre amé
yo te traigo la prueba
que hasta que amé
yo nunca viví -bastante-

que yo amaré siempre
te lo discutiré
que amor es vida
y vida inmortalidad

esto -si lo dudas- querido,
entonces yo no tengo
nada que mostrar
salvo el calvario

Versión de Silvina Ocampo







Selección

De las almas creadas
supe escoger la mía.
Cuando parta el espíritu
y se apague la vida,
y sean Hoy y Ayer
como fuego y ceniza,
y acabe de la carne
la tragedia mezquina,
y hacia la Altura vuelvan
todos la frente viva,
y se rasgue la bruma...
yo diré: Ved la chispa
y el luminoso átomo
que preferí a la arcilla.

Versión de Carlos López Narváez








Sentí un funeral en mi cerebro...

Sentí un funeral en mi cerebro,
los deudos iban y venían
arrastrándose -arrastrándose -hasta que pareció
que el sentido se quebraba totalmente -

y cuando todos estuvieron sentados,
una liturgia, como un tambor -
comenzó a batir -a batir -hasta que pensé
que mi mente se volvía muda -

y luego los oí levantar el cajón
y crujió a través de mi alma
con los mismos botines de plomo, de nuevo,
el espacio -comenzó a repicar,

como si todos los cielos fueran campanas
y existir, sólo una oreja,
y yo, y el silencio, alguna extraña raza
naufragada, solitaria, aquí -

y luego un vacío en la razón, se quebró,
caí, y caí -
y di con un mundo, en cada zambullida,
y terminé sabiendo -entonces -

Versión de Silvina Ocampo








Soy nadie. ¿Tú quién eres?

Soy nadie. ¿Tú quién eres?
¿Eres tú también nadie?
Ya somos dos entonces. No lo digas:
lo contarían, sabes.

Qué tristeza ser alguien,
qué público: como una rana
decir el propio nombre junio entero
para una charca admiradora.

Versión de L.S.







Tan lejos de la piedad, como la queja...

Tan lejos de la piedad, como la queja -
tan frío a la palabra -como la piedra -
inconmovible a la revelación
como si mi oficio fuera de hueso -
tan lejos del tiempo -como la historia -
tan cerca de uno mismo -hoy -
como niños, a las bufandas del arco iris -
a la puesta de sol a su juego amarillo
a los párpados en el sepulcro -
¡cuán mudo yace el danzarín -
cuando las revelaciones del color se rompen -
y resplandecen -las mariposas!

Versión de Silvina Ocampo







Un sueño largo, largo, un ya famoso sueño...

Un sueño largo, largo, un ya famoso sueño,
que señales no da de que se está acercando el día,
pues no mueve ni un párpado el durmiente:
un sueño independiente y apartado. 

¿Pereza como ésta se vio nunca?
En orilla de piedra,
bajo el calor, dejar pasar los siglos
y ni una vez mirar si el mediodía llega.

Versión de L.S.








MIHAI EMINESCU [9550]

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Mihai Eminescu
Mihai Eminescu o Mihail Eminovici (15 de enero de 1850 - 15 de junio de 1889) fue un poeta del romántico tardío. Posiblemente es el poeta rumano más conocido a nivel mundial, siendo sus obras más conocidas Luceafărul (El lucero o La Estrella de la Mañana), Mai am un singur dor (Ya echo de menos tan solo una cosa más), y 5 Scrisori (Las Cinco Epístolas).
Era un miembro activo de la Sociedad Literaria "Junimea", siendo además afiliado al Partido Conservador de Rumanía y periodista en "Timpul" (el periódico oficial del Partido Conservador).

"Mihail" es una forma arcaica de Mihai, (Miguel en idioma español). Ambos se usaban en la época en la que vivió, y él usó los dos. De todas formas, en Rumanía se le conoce actualmente como Mihai Eminescu.
Su padre, Gheorghe Eminovici, era de Călineşti, por aquel entonces una aldea de la provincia austríaca de Bucovina, pero cruzó la frontera con Moldavia asentándose en el pueblo de Botoşani, y casándose con Raluca Iurăscu, descendiente de una antiquísima familia moldava de la aristocracia.

Vida

Nació en Ipoteşti, Botoşani, en la región rumana de Moldavia. Pasó su infancia en Ipoteşti, en el hogar familiar. Entre 1858 y 1866 asistió a la escuela en Cernăuţi, finalizando el 4º curso como 5º de su promoción, tras lo cual realizó dos años de educación secundaria.
La primera evidencia de Eminescu como escritor es de 1866, cuando tras la muerte de su profesor de rumano, sus compañeros y él publicaron un panfleto Lăcrămioarele invăţăceilor gimnaziaşti (Lágrimas de los estudiantes del Instituto) para el que escribió el poema La mormântul lui Aron Pumnul (A la tumba de Aron Pumnul(Puño)).
El 25 de febrero, su poema De-aş avea (Si Tuviera) fue publicado en la revista literaria Familia de Iosif Vulcan, que se publicaba en Pesta, tras lo cual comenzó una serie de publicaciones (algunas en alemán) en revistas. Debido al rechazo que tenía Iosif Vulcan al sufijo eslavo -ici, le cambió el nombre por Mihai Eminescu, que aparentaba ser más rumano.
Entre 1866 y 1869 viaja por la ruta Cernăuţi - Blaj - Sibiu - Giurgiu - Bucarest, ciudades de todas las regiones habitadas por los rumanos (como mayoría de población). Son, en realidad, años de conocimiento, a través del contacto directo, del pueblo rumano, de su idioma, (de las diferencias entre las distintas regiones) de sus costumbres y de los problemas reales. Tiene la intención de terminar sus estudios, pero no lo consigue. Llega a ser apuntador y copista de papeles en la compañía de teatro de Iorgu Caragiale y después en la de Mihai Pascaly. Gracias a la recomendación de éste último, es empleado como apuntador y copista en el Teatro Nacional, donde conoce a I.L.Caragiale. Sigue publicando en "Familia"; escribe poesías, dramas ("Mira"), fragmentos de novela ("Genio con el corazón desierto"), que se quedan solo en estado de manuscrito; traduce del alemán obras como "El arte de la representación dramática-desarrollado científicamente, de E.Th.Rötscher.
En 1869 echa las bases, junto con otros jóvenes, del círculo literario "Orientul" ("El Oriente"), que tenía como propósito, entre otras cosas, recoger cuentos y poesías populares y documentos concernientes a la historia y la literatura de Rumanía. Eminescu recibe como encargo la región de Moldavia. En el verano se encuentra de manera ocasional con su hermano Iorgu, oficial en el ejército rumano, que le pide reanudar las relaciones con su familia. Su padre le promete dinero para estudiar en Viena, donde habían llegado la mayoría de sus antiguos compañeros de Cernăuţi.

Años universitarios

En octubre de 1869 entra en la Facultad de Filosofía de Viena como estudiante extraordinario, es decir como simple oyente, faltándole el diploma de Bachillerato. Conoce a Ioan Slavici y a otros estudiantes rumanos de Transilvania y Bucovina y entra en una sociedad de estudiantes llamada "România junǎ" ("La joven Rumanía"). Los años de universidad fueron en realidad para Eminescu años de profundizar en las grandes obras de la cultura occidental (y algunas de la cultura oriental). Usará sus conocimientos en sus obras literarias y en su actividad periodística (trabajando también en una teoría para el desarrollo económico del nuevamente establecido estado rumano, teniendo en cuenta la identidad cultural del pueblo). A pesar de los consejos de sus amigos (el crítico literario Titu Maiorescu le había prometido un puesto de profesor de filosofía en la Universidad de Iaşi) y su familia, no quiere obtener ningún diploma, la explicación siendo quizás sus ideas influenciadas por el Romanticismo. Conoce a Veronica Micle, quien será su inspiración para sus poesías de amor; la correspondecia entre los dos indica que Eminescu estaba realmente enamorado de ella, pero sus decisiones en ésta relación dejan algunos signos de interrogación; de toda manera, nunca llegaron a vivir juntos.

Madurez

En 1874 Eminescu regresa a su país y vive en Iaşi hasta 1877. Trabaja como director de la Biblioteca Regional, revisor escolar para las provincias Iaşi y Vaslui o como redactor del periódico "Curierul de Iaşi". Sigue publicando en la revista "Convorbiri literare"(Conversaciónes Literarias). Empieza su amistad con Ion Creangă, conocido hoy como uno de los cuatro clásicos de la literatura rumana. Su situación material es inestable y tiene problemas familiares.
En 1877 se mueve a Bucarest, donde hasta 1883 es redactor, y después redactor-jefe del periódico "Timpul",(El Tiempo) el periódico oficial del Partido Conservador. Su actividad periodística es remarcable, pero la falta de apoyo debilita su salud física y psíquica. Es también el período de sus grandes poemas (la serie de las "Epístolas", "El Lucero"...). Una parte de sus poesías serán recogidas por Titu Maiorescu y publicadas en el volumen "Poezii"(Poesias) de 1884, el único volumen publicado durante la vida del autor.
En junio de 1883, extenuado, el poeta cae gravemente enfermo, siendo internado en el hospital del doctor Şuţu, y expuesto a un tratamiento a base de inyecciones con mercurio. También hay una versión según la cual el poeta cayó víctima de una conspiración política de los que habían sido acusados de corrupción en su periódico y de los que miraban con mal ojo su supuesta actividad en una sociedad secreta que luchaba para la liberación de Transilvania de la ocupación austro-húngara y para la unión de todos los rumanos en un solo Estado. Fue trasladado a un sanatorio de Viena, donde se interrumpió el tratamiento con mercurio y su estado mejoró, pero al regresar en Rumanía oscilará hasta el día de su muerte prematura. Muere en el 15 de junio de 1889 en la casa de salud del doctor Şuţu. La variante que parece más plausible es que Eminescu sufría de una enfermedad hereditaria llamada Trastorno Bipolar, que afectó también a dos de sus hermanos.
En "La vida de Mihai Eminescu", libro publicado en 1932, el crítico George Călinescu escribió estas palabras acerca de la muerte del poeta :
"Así pereció, en el octavo lustro de su vida el más grande poeta, que nació y nacerá alguna vez, quizás, la tierra rumana. Aguas secarán en su lecho, y sobre su lugar de entierro se levantará algún bosque o alguna fortaleza, estrellas desaparecerán en la lejanía, hasta que nuestra tierra recogerá todas sus savias y las levantará en el tubo delgado de otra azucena con la fortaleza de esos perfumes."
Ésta afirmación, como casi todo lo ligado a Eminescu, podría iniciar una polémica entre los literatos rumanos.
Su tumba se encuentra en el Cementerio de Bellu de Bucarest.

Obra

Eminescu es, indiscutiblemente, el más grande poeta rumano del siglo XIX y es considerado todavía el poeta nacional por la mayoría de los rumanos. Esta consideración no es debida necesariaramente al valor estético de sus poesías, (en el sentido que no todo el mundo tiene conocimientos de crítica literaria) sino más bien porque en sus meditaciones refleja las inquietudes más dignas del alma rumana. La obra de Eminescu ha sido traducida a más de 60 idiomas.
En la misma hay poca biografía, sin embargo se puede observar una evolución del pensamiento y de la expresión literaria. Las poesías de su adolescencia tienen en general como temática el patriotismo y el despertar de la conciencia nacional entre los rumanos, base para la lucha para la libertad frente al Imperio otomano y la unión de todos los rumanos en un solo estado. A éste período pertenecen poesías como "A la tumba de Aron Pumnul", "A Bucovina" y "Que deseo para ti, dulce Rumanía". En ellas habla del romanticismo de los paisajes de su país y del carácter fuerte del pueblo rumano, así como de la "llama cándida" de su alma.
Sin embargo, escribe también una poesía intitulada "La esperanza", donde medita sobre un tema que regresará de manera constante en su lírica después del contacto con la filosofía pesimista de Arthur Schopenhauer en sus años de estudiante. Una influencia especial tiene el concepto schopenhaueriano de primacía de la voluntad frente a la razón, lo que convierte a la vida en un juego absurdo para la afirmación del propio yo. También las ideas de Schopenhauer acerca de la estética y del genio influyeron en Eminescu, sin olvidar que la ética y el ascetismo son también recomandadas por Schopenhauer para escapar del absurdo existencial. Sin embargo, el individualismo extremo de Schopenhauer queda en cierto sentido mitigado por el amor fraternal (amor al prójimo), como característica del hombre superior de punto de vista espiritual, visión expresada en la poesía de Eminescu "Ángel y demonio" : (" ¿ Cómo entró él en ésta vida ? ¿ Cuánto amor de justicia y bien,/ Cuánta fraternidad sincera había traído consigo ?"). El crítico literario Tudor Vianu publicó en 1930 un estudio intitulado "Poezia lui Eminescu" ("La lírica de Eminescu"), en lo cual se concentra sobre la influencia de los autores clásicos, y de los autores alemanes en general, y Schopenhauer en especial, en la obra de Mihai Eminescu. Es, por supuesto, también el período de las primeras poesías de enamoramiento, aunque en éste tema será también influido por la opinión de Schopenhauer acerca de las mujeres.
A principios de 1869, mientras está aun en Bucarest, es publicada su poesía "Los jóvenes corruptos", una crítica amarga a la indiferencia de los jóvenes estudiantes de su generación hacia la cultura y hacia los grandes acontecimientos de su época. En estos años conoce el habla de las distintas regiones con mayoría de población rumana (Moldavia, Valaquia, Transilvania) e intentará crearse un estilo y obtener la perfección estética en la síntesis armoniosa de los distintos dialectos (que de toda manera tenían una semejanza remarcable, más grande por ejemplo que los dialectos del italiano). Por eso Nicolae Iorga, uno de los más grandes historiadores rumanos, llamará a Eminescu "el creador del idioma rumano moderno" y éste escribirá en "La segunda epístola" sobre la lucha de él y del los filólogos rumanos del siglo XIX para dar una forma oficial para "nuestra antigua y sabia lengua".
Entre 1869 y 1874 es el período más bohemio de la vida de Eminescu, dedicándose a la lectura y a los encuentros amorosos, si bien empieza a escribir artículos y atraer a su causa de libertad y unión nacional a los estudiantes rumanos de Viena y Berlín. Conoce a Veronica Micle, quien probablemente le servirá de inspiración en sus poesías de amor, donde hablará del anhelo por un amor ideal, un amor romántico entre un hombre superior con sed de lo absoluto y la nostalgia de los arquetipos divinos y una mujer "mortal", hermosa pero con sus límites de punto de vista espiritual. Así son, por ejemplo, las poesías "Venera y Madona" o la poesía de inspiración folclórica "Mirón y la hermosa sin cuerpo".
Hay también poesías de amor expresando una pasión tremenda y la desesperación romántica, como "Icono y marco", donde está expresada la incompatibilidad entre la vida poética de un hombre superior y las necesidades diarias; si bien esa vida es posible en solitario, el poeta no puede plantearse la unión de su vida con la mujer amada en esas condiciones. Éstas poesías se diferencian de las poesías con carácter filosófico, (aunque pueden contener también meditaciones) que contienen pensamientos claros expresados con pocas palabras y con elegancia de estilo. La flor representativa para la lírica de amor eminesciana es la tila, por lo cual Nichita Stănescu (poeta rumano del siglo XX, líder de la generación de los ´60 en la poesía rumana) afirmará la inquietud que lo invade cada vez que pasa por un tilo.
El tema de la Naturaleza aparece entrelazado con el de la infancia (expresándose entonces la nostalgia por la infancia en el seno de la Naturaleza, del bosque que rodeaba su pueblo natal) o separado, siendo entonces admirada la grandeza de la Naturaleza y mirado con ojo escéptico el intento del ser humano de dominarla. En "Revedere" ("Reencuentro") Eminescu opone la majestad de los ritmos repetitivos y aparentemente eternos de la Naturaleza a lo efímero de la vida humana, considerando al ser humano un ser "errante" en éste planeta. Otras fuentes de inspiración son el folclore rumano y el cristianismo ortodoxo, con poesías como "Dios y hombre" o "El rezo". La crítica social aparece salpicada en varias poesías, siendo influenciada por su visión pesimista de la existencia, que lo lleva a condenar la explotación. (pero desde el punto de vista de una concepción metafísica, no marxista; incluso en su poesía "Emperador y proletario" el poeta pasa a una meditación sobre el sentido de la existencia)
Entre 1876 y 1883 es el período que se puede llamar de madurez del escritor. Aparecen retomados los temas de los años anteriores, pero con mayor claridad de expresión y madurez filosófica, siendo representativas las cinco "Epístolas" y "El lucero", una obra proyectada desde su juventud en Viena.
La obra de Eminescu marca un "antes" y un "después" en la lírica rumana, contribuyendo a una selección mejor de los jóvenes que querían afirmarse como poetas en la segunda mitad del siglo XIX y dejando un legado que todavía conmueve el alma de hombres, por lo demás muy distintos, de su querido pueblo.

En las obras de madurez destacan poesías de carácter filosófico, como :

"Fealdad y pobreza"
"El rezo de un dacio"
"Glossa"
"Oda en métrica antigua"
"A mis críticos"
las cinco "Epístolas"
"El Lucero", considerada su obra maestra, se trata de la condición del genio y la imposibilidad para él de llegar a la felicidad en el mundo terrestre.
Prosa:
Făt-Frumos din lacrimă (Príncipe Encantador, Concebido por las lágrimas)
Geniu pustiu (Genio con el corazón desierto)
Sărmanul Dionis (El pobre Dionis)
Cezara (Cesárea).







Amada, cada vez que yo pienso en nosotros...

Amada, cada vez que yo pienso en nosotros,
un océano de hielo aparece ante mí:
sobre la blanca bóveda no hay ya ninguna estrella,
la luna es una mancha amarilla a lo lejos.
Sobre miles de témpanos que las olas se llevan,
un pájaro planea, las alas fatigadas,
mientras su compañera ha seguido adelante,
unida a la bandada que se pierde al poniente.
Hacia donde ella vuela mira desesperado.
Ya no siente ni pena ni alegría. ..Se muere,
soñando en un instante todo el tiempo pasado.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
Más lejos uno de otro cada vez nos sentimos,
cada vez me hundo más en la sombra y el hielo,
mientras desapareces en la eterna mañana.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ed. Seix Barral S.A. 1973







Atardecer en la colina

El cuerno quejoso suena en la colina, 
suben los rebaños, brillan las estrellas, 
las aguas responden, gimiendo en las fuentes; 
bajo las acacias, querida, me esperas. 

La luna atraviesa clara y santa el cielo, 
tus ojos contemplan el raro follaje, 
las estrellas húmedas nacen en lo alto, 
tú estás de ansias llena y de amor tu seno. 

Las nubes resbalan, sus rayos se estrían, 
levantan las casas sus techos vetustos, 
la roldana al viento chirría en el pozo, 
el valle es de humo, las flautas murmuran. 

Hombres fatigados, la hoz sobre el hombro, 
vuelven de los campos; la toica* resuena, 
la campana llena con su voz la noche, 
y mi alma se quema de amor en tu fuego. 

¡Ah!, pronto en el valle el pueblo se duerme, 
¡ah!, pronto mis pasos hacia ti me llevan. 
Cerca de la acacia pasaré la noche 
e incansablemente te diré: te quiero. 

Las cabezas juntas, una contra otra, 
bajo la alta acacia nos adormiremos 
¿Quien la vida entera no la entregaría 
por una tan bella, tan dichosa noche?

* Toica es un trozo de madera o metal que se golpea para llamar a la oración

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ed. Seix Barral S.A. 1973








Flor azul

"¿De nuevo hundido en los astros,
en las nubes, en los cielos?
Por lo menos, no me olvides,
alma y vida de mi vida.

En vano los arroyuelos
juntas en tu pensamiento
y las campiñas asirias
y la tenebrosa mar;

las pirámides vetustas
que alzan sus puntas al cielo.
¡Para qué buscar tan lejos
tu dicha, querido mío! "

Así mi niña me hablaba,
dulcemente acariciándome.
¡Ella tenía razón!
Yo reía, sin embargo.

"Vámonos al bosque verde,
donde las fuentes del valle
lloran y la roca puede
precipitarse al abismo.

Allí, en lo claro del bosque,
cerca del junco tranquilo,
bajo la serena bóveda
del moral nos sentaremos.

Y me contarás los cuentos
y me dirás las mentiras;
yo, con una margarita
comprobaré si me quieres.

Y bajo el calor del sol,
roja como una manzana,
tenderé mi cabellera
para cerrarte la boca.

Si tú acaso me besaras,
nunca nadie lo sabría,
pues debajo del sombrero,
¡eso a quién puede importarle!

Cuando a través de las ramas
salga la luna de estío,
tú me enlazarás del talle,
yo me prenderé a tu cuello.

Bajo el techo de las ramas,
al descender hacia el valle,
caminando cambiaremos
nuestros besos como flores.

Luego, al llegar a la puerta,
hablaremos en lo oscuro;
que nadie de esto se ocupe;
si te quiero, ¿a quién le importa? "

Un beso más... y se ha ido.
¡Yo quedo bajo la luna!
¡Qué hermosa es y qué loca
es mi azul, mi dulce flor!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Tú, maravilla, te fuiste,
y así murió nuestro amor .
¡Flor azul, oh flor azul!...
¡Qué triste que es este mundo!

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ed. Seix Barral S.A. 1973







La oración de un Dacio

Cuando aún no existían ni muertos ni inmortales
ni manantial había ni almendra de la luz,
ni nacido mañana, ni hoy ni luego ni siempre,
porque todas las cosas eran tan sólo una;
cuando la tierra, el cielo, el aire y este mundo
estaban en el número de lo que no existía,
entonces Tú eras solo, por eso me pregunto:
¿A qué Dios entregamos, humilde, el corazón?

Él sólo ya existía primero que otros dioses
y del profundo océano dio las fuerzas al rayo,
a los dioses el alma, a los hombres la dicha,
y es para los humanos manantial de salud.
¡Levantad vuestro coro! ¡Glorificadle en cantos
al que es fin de la muerte, resurrección y vida!

Para que la luz viera, Él me ha dado los ojos
y me ha llenado el alma de la suma piedad.
Puedo escuchar su paso entre el clamor del viento
y en una voz que canta reconocer su voz.
Mas siempre le mendigo algo de añadidura:
¡Que me permita entrar en el reposo eterno!

Que maldiga a quien piense tener piedad de mí,
que bendiga clemente a quien me está oprimiendo,
que escuche complacido a quien de mí se burle
y dé fuerzas al brazo que querría matarme,
permitiendo que triunfe sobre todos los otros
el malvado que quite hasta el pan de mi boca.

Rechazado por todos atravieso los años,
hasta que ya sin lágrimas vea secos mis ojos.
Cuando todos los hombres se yergan enemigos,
cuando yo no consiga casi reconocerme,

cuando los sufrimientos mi bondad petrifiquen
y llegue a maldecir la madre que he adorado,
cuando la ira cruel me parezca el amor...
el dolor olvidando, ya me podré morir.

Y si extranjero muero fuera de ley, entonces
este indigno cadáver tirad lo en la calleja,
y yo te ruego, Padre, desde el premio más alto
a quien mande a los perros rasgar mi corazón.
Y si alguien me apedrea golpeándome el rostro,
¡dale la vida eterna, Señor, tenle piedad!

Sólo de esta manera, Padre, te daré gracias
por la dicha que tuve de vivir en el mundo.
Para pedirte bienes no doblé la rodilla,
para la maldición quisiera conmoverte
y sentir que a tu soplo mi aliento se evapora
y en la extinción eterna me diluyo sin rastro.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
 Ed. Seix Barral S.A. 1973







Melancolía

Es como si una puerta se abriera entre las nubes,
para que pase muerta la reina de la noche.
¡Oh, duerme, duerme en paz entre miles de antorchas,
bajo tu tumba azul y el sudario de plata,
en tu gran mausoleo, bóveda de los cielos,
tú, dulce y adorada soberana nocturna!
El mundo en su extensión yace bajo la escarcha,
que reviste de un velo de luz pueblos y campos;
el aire centellea y albos como la cal
brillan los edificios, las ruinas solitarias.
El cementerio, mudo, de cruces rotas, vela;
sobre una cruz, parada, hay, gris, una lechuza,
el campanario cruje, los pilares resuenan,
y el demonio, diáfano, atravesando el aire,
roza muy tenuemente el bronce con sus alas,
arrancando un gemido, una ola de dolor.
                                                               La iglesia desplomada
se mantiene piadosa y triste y muda y vieja,
y a través de sus vidrios rotos el viento silba;
se dijera un ensalmo del que se oyen palabras.
Dentro, sobre los muros antes llenos de iconos,
apenas los contornos de su sombra han quedado,
y como sacerdote, un grillo va tejiendo
su idea oscura mientras una polilla dobla.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  
Fue la fe quien pintó de iconos las iglesias,
ella quien a mi alma llenó de cuentos mágicos,
pero la tempestad y el vaivén de la vida
apenas me dejaron huellas tristes y sombras.
En vano busco hoy mi mundo en mi cerebro
porque herrumbroso y viejo sólo en él canta un grillo;
bate mi corazón debajo de mi mano
igual que una carcoma mordiendo un ataúd.
Cuando pienso en mi vida, la veo que resbala
lentamente contada por labios extranjeros,
como si no fue mía, como si no he existido.
¿Quién es este que cuenta de memoria mi vida
tan bien que hasta lo escucho y río del dolor
como si fuese ajeno?... Hace tiempo estoy muerto.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
 Ed. Seix Barral S.A. 1973







¡Oh, madre!...

¡Oh, madre, dulce madre, del fondo de los tiempos
siento que entre el murmullo de las hojas me llamas!
Sobre la cripta negra de la sagrada tumba,
se deshoja la acacia al soplo del otoño
y sus ramas agita, tu voz acompañando...
Ellas se mecerán y tú dormirás siempre.

Cuando muera, querida, no llores a mi lado;
pero al sagrado tilo arráncale una rama,
ponla en mi cabecera y entiérrala conmigo
y que sobre ella corra el llanto de tus ojos;
un día llegará a dar sombra a mi tumba...
La sombra crecerá y yo dormiré siempre.

Y si acaso ocurriese que muriéramos juntos,
que no nos lleven nunca al triste cementerio,
que caven nuestra tumba al borde de un arroyo,
que nos coloquen juntos en un mismo ataúd;
así te quedarás apoyada en mi hombro...
Siempre llorará el agua y dormiremos siempre.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
 Ed. Seix Barral S.A. 1973







Separación

¿Pedirte yo un recuerdo para que no te olvide?
Sólo a ti te quisiera, mas no te perteneces;
ni esa flor ya sin vida entre tu pelo rubio,
pues que sólo deseo que me eches al olvido.

¿De qué sirve sentir la dicha ya apagada,
que no se extingue y sigue igual eternamente?
El mismo río canta con diferentes ondas:
¿de qué puede servir la persistente pena
si a través de este mundo está escrito pasamos
cual sueño de una sombra y sombra de un ensueño?
¿Para qué preocuparte de mí más adelante?
¿Por qué contar los años que vuelan con los muertos?
Lo mismo da que muera hoy día que mañana,
ya que borrar deseo el rastro de mi paso,
ya que quiero que olvides nuestro sueño feliz.
No vuelvas, vida mía, a los años pasados,
en una sombra negra queda desvanecida,
como si jamás juntos hubiésemos estado,
como si aquellos años de amor se vaciasen.
¿De tanto haberte amado me podrás perdonar?

Déjame entre extranjeros la cara contra el muro,
que en mis ojos se hiele la luz de mis pupilas,
y así, cuando este barro a la tierra retorne,
¿quién sabrá ya quién soy, quién ya de dónde vengo?
y mis lamentaciones, atravesando el muro,
pedirán para mí el eterno reposo.
Sólo desearía que alguien cerca de mí
pronunciase tu nombre sobre mis ojos ciegos,
y después-si así quieren-que me echen al camino...
Más dicha yo tendré que la que tengo ahora.
Del horizonte llega la bandada de cuervos,
oscureciendo el cielo sobre mis turbios ojos;
que la tormenta estalle sobre el haz de la tierra,
mi barro al polvo vuelva, mi corazón, al viento...

Pero tú sigue en flor como luna de abril,
con tus ojos violeta, tu sonrisa de niña,
pues aunque seas joven siempre lo serás más,
pero no me recuerdes, pues de mí yo me olvido.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
 Ed. Seix Barral S.A. 1973







Sólo tengo un deseo

Sólo tengo un deseo:
     que en la paz de la tarde
me permitáis morir
     a la orilla del mar;
me sea dulce el sueño
     y el bosque esté cercano,
     que en la extensión del agua
reine un cielo sereno.
     Oriflamas no quiero,
ni un lujoso ataúd,
hacedme sólo un lecho
     con las jóvenes ramas.

Y nadie junto a mí
     llore en mi cabecera,
nada más que el otoño
     hable en las hojas secas.
Mientras corren las fuentes
     cayendo rumorosas,
     se deslice la luna
sobre los altos pinos.
     Que las esquilas suenen
al viento de la tarde,
que sobre mí el sagrado
     tilo vuelque sus ramas.

Como ya no andaré
     nunca más errabundo,
tiernamente mi tumba
     cubrirán los recuerdos.
Los astros, que se elevan -
     de la enramada en sombra,
     serán para mí amigos,
sonriendo de nuevo.
     Gemirá apasionado
el canto del mar áspero...
y me volveré tierra
     en mi honda soledad.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
 Ed. Seix Barral S.A. 1973







Venus y Madona

Ideal ido en la noche de un 11Jundo que ya no existe.
mundo que pensaba en cuentos y que hablaba en Poesía
¡oh te veo, pienso y oigo, joven y tierno mensaje
de un cielo con otros astros, paraísos y otros dioses!

Venus, blanco mármol cálido, ojo de piedra que brilla,
blandos brazos como un rey poeta hubiera soñado,
tú divinizaste un día la gracia de la mujer,
de la mujer que yo sigo viendo cada vez más bella.

Rafael, entre los sueños de su noche constelada,
alma ebria de esplendores y de eternas primaveras,
te vio y soñó en paraísos y embalsamados jardines, 
te vio reinando sobre ellos, soberana de los ángeles.

Y sobre el lienzo desnudo creó a la Virgen Divina
con su diadema de estrellas, su sonrisa virginal,
pálido rostro cercado de rayos rubios, angélica
imagen, pues la mujer es figura de los ángeles.

Así yo, hundido en la noche de mi vida de poeta,
te he visto, mujer estéril, mujer sin llama ni fuego,
he transformado en ángel, dulce como un día claro
oscura vida a nuestra dicha concede.

Yo he visto tu rostro lívido por una embriaguez malsana,
tus labios amoratados por los mordiscos del vicio
y eché en ti, cruel, el velo blanco de la poesía
y presté a tu palidez el rayo de la inocencia.

Te di las pálidas luces que cercan mágicamente
la frente del ángel-genio y del ángel poesía.
De un demonio hice una santa, de una carcajada, música,
y de tus miradas sucias la mirada de la aurora.

Mas hoy, cruel, cayó el velo. Desembriagada de sueños,
mi frente se aclara bajo tus labios fríos, helados
y te contemplo, demonio, y mi amor, ceniza yerta,
me enseña a considerarte con un profundo desprecio.

Ya me apareces como una bacante que hubiera hurtado
de la frente de una virgen el mirto de su martirio,
de una virgen con el alma santa como una plegaria
mientras tiene el coraz6n lleno de espasmo y locura.

Y así como Rafael creó a la Virgen Divina,
con su diadema de estrellas, su sonrisa virginal,
yo hice para mí una diosa de una mujer ya marchita,
de corazón frío, estéril, de alma llena de veneno,

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 

¿Lloras, niña? ¿ Una mirada humedecida de llanto
pretende romper de nuevo un corazón dolorido?
A tus pies caigo y suplico a tus ojos, mar profundo,
y les imploro perdón, mientras te beso la mano.

Enjuga tus ojos, calla. La acusación fue cruel,
fue cruel, injusta, dura, sin causa ni fundamento.
¡Alma!, aunque fueses demonio, eres santa por amor,
y yo adoro a este demonio rubio de los ojos grandes.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
 Ed. Seix Barral S.A. 1973







Yo quisiera dormirme...

(Variante)

Yo quisiera dormirme,
     perdido en la noche.
Condúceme en silencio
     al borde del mar.

No quiero ataúd rico,
     luces ni oriflamas,
trénzame sólo un lecho
     de jóvenes ramos.

Que el sueño me sea dulce
     y el bosque cercano,
que brille un cielo limpio
     en las hondas aguas.

Que del dolor brotando
     suban a la orilla,
que a las rocas se abracen
     sus brazos de olas.

Se levantan y caen
     murmurando siempre, 
mientras sobre los pinos 
     resbala la luna.

Que nadie junto a mí
     llore en mi almohada,
que la muerte haga hablar
     las hojas resecas.

Que el todopoderoso
     en el viento pase,
que en mí el sagrado tilo
     sacuda su flor.

Y como no andaré
     nunca más errante,
caerán sobre mí
     los tiernos recuerdos

que no sabrán que miro
     la inquietud del mundo
mientras que las lianas
     mi soledad cubren.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
 Ed. Seix Barral S.A. 1973

MANUEL MARÍA FLORES [9551]

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Manuel María Flores
Manuel María Flores (*San Andrés Chalchicomula, Puebla, 1840 † Ciudad de México, Distrito Federal, 1885) fue un escritor y poeta mexicano durante la segunda mitad del siglo XIX. Nació en Puebla, estudió filosofía en el colegio de San Juan de Letrán, que abandonó en 1859 para combatir en la Guerra de Reforma del lado del Partido Liberal. Durante la Segunda Intervención Francesa en México fue hecho prisionero en la Fortaleza de San Carlos de Perote. Al ser liberado en 1867 fue electo diputado, y se unió al grupo de escritores de Ignacio Manuel Altamirano. Fue amigo de Manuel Acuña, con quien publicó poemas. Se relacionó con Rosario de la Peña, por quien Manuel Acuña se suicidó.



Adiós

Adiós para siempre, mitad de mi vida,
una alma tan sólo teníamos los dos;
mas hoy es preciso que esta alma divida
la amarga palabra del último adiós.

¿Por qué nos separan? ¿No saben acaso
que pasa la vida cual pasa la flor?
Cruzamos el mundo como aves de paso...
Mañana, la tumba; ¿por qué hoy, el dolor...?

¿La dicha secreta de dos que se adoran
enoja a los cielos, y es fuerza sufrir?
¿Tan sólo son gratas las almas que lloran
al torvo destino...? ¿La ley es morir...?

¿Quién es el destino...? Te arroja a mis brazos,
en mi alma te imprime, te infunde en mi ser,
y bárbaro luego me arranca a pedazos
el alma y la vida contigo... ¿por qué?

Adiós... es preciso. No llores... y parte.
La dicha de vernos nos quitan no más;
pero un solo instante dejar de adorarte,
hacer que te olvide, ¿lo, pueden...? ¡Jamás!

Con lazos eternos nos hemos unido;
en vano el destino nos hiere a los dos...
¡Las almas que se aman no tienen olvido,
no tienen ausencia, no tienen adiós!







Adoración

Como al ara de Dios llega el creyente,
trémulo el labio al exhalar el ruego,
turbado el corazón, baja la frente,
así, mujer, a tu presencia llego.

¡No de mí apartes tus divinos ojos!
Pálida está mi frente, de dolores;
¿para qué castigar con tus enojos
al que es tan infeliz con sus amores?

Soy un esclavo que a tus pies se humilla
y suplicante tu piedad reclama,
que con las manos juntas se arrodilla
para decir con miedo... ¡que te ama!

¡Te ama! Y el alma que el amor bendice
tiembla al sentirle, como débil hoja;
¡te ama! y el corazón cuando lo dice
en yo no, sé qué lágrimas se moja.

Perdóname este amor, llama sagrada,
luz de los cielos que bebí en tus ojos,
sonrisa de los ángeles, bañada
en la dulzura de tus labios rojos.

¡Perdóname este amor! A mí ha venido
como la luz a la pupila abierta,
como viene la música al oído,
como la vida a la esperanza muerta.

Fue una chispa de tu alma desprendida
en el beso de luz de tu mirada,
que al abrasar mi corazón en vida
dejó mi alma a la tuya desposada.

Y este amor es el aire que respiro,
ilusión imposible que atesoro,
inefable palabra que suspiro
y dulcísima lágrima que lloro.

Es el ángel espléndido y risueño
que con sus alas en mi frente toca,
y que deja -perdóname... ¡es un sueño!-
el beso de los cielos en mi boca.

¡Mujer, mujer! Mi, corazón de fuego,
de amor no sabe la palabra santa,
pero palpita en el supremo ruego
que vengo a sollozar ante tu planta.

¿No sabes que por sólo las delicias
de oír el canto, que tu voz encierra,
cambiara yo, dichoso, las caricias
de todas las mujeres de la tierra?

¿Que por seguir tu sombra, mi María,
sellando el labio, a la importuna queja,
de lágrimas y besos cubriría
la leve huella que tu planta deja?

¿Que por oír en cariñoso acento
mi pobre nombre entre tus labios rojos,
para escucharte detendré mi aliento,
para mirarte me pondré de hinojos?

¿Que por sentir en mi dichosa frente
tu dulce labio con pasión impreso,
te diera yo, con mi vivir presente,
toda mi eternidad... por sólo un beso?

Pero si tanto, amor, delirio tanto,
tanta ternura ante tus pies traída,
empapada con gotas de mi llanto,
formada con la esencia de mi vida;

si este grito de amor, íntimo, ardiente,
no llega a ti; si mi pasión es loca...,
perdona los delirios de mi mente,
perdona las palabras de tu boca.

Y ya no más mi ruego sollozante
irá a turbar tu indiferente calma...
pero mí amor hasta el postrer instante
te daré con las lágrimas del alma.







Amémonos

Buscaba mi alma con afán tu alma,
buscaba yo la virgen que mi frente
tocaba con su labio dulcemente
en el febril insomnio del amor.

Buscaba la mujer pálida y bella
que en sueño me visita desde niño,
para partir con ella mi cariño,
para partir con ella mi dolor.

Como en la sacra soledad del templo
sin ver a Dios se siente su presencia,
yo presentí en el mundo tu existencia,
y, como a Dios, sin verte, te adoré.

Y demandando sin cesar al cielo
la dulce compañera de mi suerte,
muy lejos yo de ti, sin conocerte
en la ara de mi amor te levanté.

No preguntaba ni sabía tu nombre,
¿En dónde iba a encontrarte? lo ignoraba;
pero tu imagen dentro el alma estaba,
más bien presentimiento que ilusión.

Y apenas te miré... tú eras ángel
compañero ideal de mi desvelo,
la casta virgen de mirar de cielo
y de la frente pálida de amor.

Y a la primera vez que nuestros ojos
sus miradas magnéticas cruzaron,
sin buscarse, las manos se encontraron
y nos dijimos "te amo" sin hablar

Un sonrojo purísimo en tu frente,
algo de palidez sobre la mía,
y una sonrisa que hasta Dios subía...
así nos comprendimos... nada más.

¡Amémonos, mi bien! En este mundo
donde lágrimas tantas se derraman,
las que vierten quizá los que se aman
tienen yo no sé que de bendición.

Dos corazones en dichoso vuelo;
¡Amémonos, mi bien! Tiendan sus alas
amar es ver el entreabierto cielo
y levantar el alma en asunción.

Amar es empapar el pensamiento
en la fragancia del Edén perdido;
amar es... amar es llevar herido
con un dardo celeste el corazón.

Es tocar los dinteles de la gloria,
es ver tus ojos, escuchar tu acento,
en el alma sentir el firmamento
y morir a tus pies de adoración.








Ausencia

¡Quién me diera tomar tus manos blancas
para apretarme el corazón con ellas,
y besarlas..., besarlas, escuchando
de tu amor las dulcísimas querellas!

¡Quién me diera sentir sobre mi pecho,
reclinada tu lánguida cabeza,
y escuchar, como en antes, tus suspiros
tus suspiros de amor y de tristeza!

¡Quién me diera posar casto y suave
mi cariñoso labio en tus cabellos,
y que sintieras sollozar mi alma
en cada beso que dejara en ellos!

¡Quién me diera robar un solo rayo
de aquella luz de tu mirar en calma,
para tener, al separarnos luego,
con qué alumbrar la soledad del alma!

¡Oh, quién me diera ser tu misma sombra,
el mismo ambiente que tu rostro baña,
y, por besar tus ojos celestiales,
la lágrima que tiembla en tu pestaña!

¡Y ser un corazón todo alegría,
nido de luz y de divinas flores,
en que durmiese tu alma de paloma
el sueño virginal de sus amores!

Pero en su triste soledad, el alma
es sombra y nada más, sombra y enojos...
¿Cuándo esta noche de la negra ausencia
disipará la aurora de tus ojos?







Bajo las palmas

Morena por el sol de mediodía
que en llama de oro fúlgido la baña,
es la agreste beldad del alma mía,
la rosa tropical de la montaña.

Diole la selva su belleza ardiente;
diole la palma su gallardo talle;
en su pasión hay algo del torrente
que se despeña desbordado al valle.

Sus miradas son luz, noche sus ojos;
la pasión en su rostro centellea,
y late el beso entre sus labios rojos
cuando desmaya su pupila hebrea.

Me tiembla el corazón cuando la nombro;
cuando sueño con ella, me embeleso;
y en cada flor con que su senda alfombro
pusiera un alma como pongo un beso.

Allá en la soledad, entre las flores,
nos amamos sin fin a cielo abierto,
y tienen nuestros férvidos amores
la inmensidad soberbia del desierto.

Ella, regia, la beldad altiva,
soñadora de castos embelesos,
se doblega cual tierna sensitiva
al aura ardiente de mis locos besos.

Y tiene el bosque voluptuosa sombra,
profundos y selvosos laberintos,
y grutas perfumadas, con alfombra
de eneldos y tapices de jacintos.

Y palmas de soberbios abanicos
mecidos por los vientos sonoros,
aves salvajes de canoros picos
y lejanos torrentes caudalosos.

Los naranjos en flor que nos guarecen
perfuman el ambiente, y en su alfombra 
un tálamo los musgos nos ofrecen
de las gallardas palmas a la sombra.

Por pabellón tenemos la techumbre
del azul de los cielos soberano,
y por antorcha de himeneo la lumbre
del espléndido sol americano.

Y se oyen tronadores los torrentes 
y las aves salvajes en conciertos,
en tanto celebramos indolentes
nuestros libres amores del desierto.

Los labios de los dos, con fuego impresos,
se dicen en secreto de las almas;
después .... desmayan lánguidos los besos 
y a la sombra quedamos de las palmas.








Ecos

Mirad la aurora,
madre del día,
¡cómo derrama
luz, alegría!

Allá en el cielo
todo es fulgores;
¡todo en la tierra
cantos y flores!

Sobre las hojas
tiemblan las perlas,
vienen las brisas
a recogerlas.

Saltando el ave
trina en la rama,
brilla el aljófar
sobre la grama.

¿Dó va el incienso,
de los aromas?
¿Qué dice el ritmo
de las palomas?...

Y todo, luce,
canta, se agita,
vida sagrada
doquier palpita.

Alza la tierra
su amante coro,
y el sol la paga
con besos de oro.

Luego, la noche
su negra tienda
abre del mundo
sobre la senda.

Y entre la sombra
muda y tranquila
asoma el astro
su alba pupila.

¿Sois, por ventura,
blancas estrellas,
del cielo al mundo
lágrimas bellas?

¿Joyas que bordan
el regio velo?
con que a la tierra
cobija el cielo?

¿Chispas que lanza
la eterna sombra?
¿Polvo que deja
Dios en su alfombra?...

Astros y flores
quizá no viera
si amor al alma
su luz no diera.

Las vagas notas
que el arpa lanza,
¿no, son el himno
de la esperanza?

El alma encierra
luz, armonía,
es una aurora
la fantasía.

Doquier que vague
mi pensamiento,
la miel recoge
de un sentimiento.

Cual mariposa
va la ilusión
sobre las flores
de la creación.

En los ruidos
que se levantan
hay dulces ecos,
voces que cantan.

Rumor de besos
y de suspiros
flota en las alas
de los céfiros.

Como en la selva
trinan las aves,
hay en el alma
voces süaves.

Ecos solemnes
desconocidos,
por voz humana
no traducidos,

Ecos que el alma
tímida esconde,
ecos que vienen
de no sé dónde.

Quizá del verbo
del alma inmensa
que dice al hombre
que vela y piensa:

"-De toda vida
yo soy la llama:
contempla, adora,
espera y ama."

Yo creo. Por eso
mi alma levanto.
Amo, y espero...
Por eso canto.









El beso

La luz de ocaso moribunda toca
del pinar los follajes tembladores;
suspiran en el bosque los rumores
y las tórtolas gimen en la roca.

Es el instante que el amor invoca,
ven junto a mí; te sostendré con flores,
mientras roban volando los amores
el dulce beso de tu dulce boca.

La virgen suspiró; sus labios rojos
apenas, ¡Yo te amo! murmuraron,
se entrecerraron lánguidos los ojos,

los labios a los labios se juntaron
y las frentes bañadas de sonrojos,
al peso de la dicha se doblaron.










El sol

Y no buscaste un sol, no; le tenías 
dentro del corazón, y ya el instante 
de su feliz oriente presentías...

¡Ese sol era Amor! Astro fecundo
que el corazón inflama 
y, con su fuego iluminando el mundo, 
como un sol en el alma se derrama. 
Ante él los sueños de la fe benditos, 
las blancas ilusiones, la esperanza,
y del alma la virgen poesía, 
todo en enjambre celestial se lanza 
a hacer en torno al corazón el día.

Así también el sol del firmamento 
fúlgido al asomar. La flecha de oro 
de su rayo primer rasga el espacio... 
En el pálido azul del éter vago, 
las últimas estrellas 
cintilan en sus limbos de topacio, 
tiemblan, se apagan tímidas... y luego 
el astro rey desde el confín profundo 
sacude sobre el mundo 
su cabellera espléndida de fuego.

Como bocas amantes 
que se aprestan al beso voluptuosas,
entreabren palpitantes 
su incensario de púrpura las rosas.
Las brisas se levantan 
a despertar los pájaros dormidos
en el tibio regazo de sus nidos, 
y ellos, alegres, despertando, cantan.
Y cantando despiertan 
el inquieto rumor de los follajes,
y el bosque todo, saludando al día 
desata la magnífica armonía
de sus himnos solemnes y salvajes.

Y todo es vida rebosando amores 
y todo amores rebosando vida. 
Desde el trémulo seno de las flores 
cargadas de rocío; 
desde el murmullo del cristal del río, 
y el retumbo soberbio de los mares; 
desde la excelsa cumbre de los montes 
y el azul de los anchos horizontes 
hasta la inmensidad del firmamento, 
es todo luz, perfumes y cantares, 
es todo amor, y vida y movimiento. 

Tu sol, el de tu amor, por mucho tiempo 
dentro de tu alma retardó su oriente; 
por mucho tiempo su divino rayo 
no iluminó sobre tu regia frente 
las lindas flores de tu rico mayo. 
Por mucho tiempo en vano la belleza 
te revistió de sus preciosas galas,
y en torno de tu espléndida cabeza 
impaciente el amor batió sus alas. 

Por mucho tiempo así. Llegó el momento,
la ansiada aurora, el despertar fecundo:
y, tú lo sabes bien: dentro de mi alma,
ante el sol de tu amor, alzose un mundo.

El mundo de mi loca fantasía,
mi mundo de poeta,
un pedazo de cielo que se abría
en la región del alma más secreta,
un enjambre de sueños voladores
en torno de dos almas cariñosas,
y del alba a los tibios resplandores
un escondido tálamo de rosas
para el sueño nupcial de los amores.

Un cáliz desbordado de embriagueces,
de inmortales delicias, 
un torrente de besos, de suspiros,
de lágrimas de amor y de caricias.
¡Ah!  ¿Dónde estaba de mi lira ardiente
la orgullosa canción que supe un día?
¿Do la palabra que, bañado en fuego,
al oído feliz de la belleza,
en otro tiempo modular sabía?
¿Do las flores gentiles que el poeta
al pasar la Hermosura derramaba
con musa fácil, juvenil e inquieta?

¿En dónde está mi audacia, en otro tiempo.
en otro tiempo tan feliz y loca...?

Ante el sol del amor que vi en tus ojos,
cayó a tus pies mi adoración de hinojos
mi alma tembló y enmudeció mi boca.







En el baño

Alegre y sola en el recodo blando
que forma entre los árboles el río
al fresco abrigo del ramaje umbrío
se está la niña de mi amor bañando.

Traviesa con las ondas jugueteando
el busto saca del remanso frío,
y ríe y salpica el glacial rocío
el blanco seno, de rubor temblando.

Al verla tan hermosa, entre el follaje
el viento apenas susurrando gira,
salta trinando el pájaro salvaje,

el sol mas poco a poco se retira;
todo calla... y Amor, entre el ramaje,
a escondidas mirándola, suspira.







Flor de un día

Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé, mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.

En mi orgullo insensato yo creía
que estaba el mundo para mí desierto,
y que en lugar de corazón tenía
una insensible lápida de muerto.

Mas despertaste tú mis ilusiones
con embusteras frases de cariño,
y dejaron su tumba las pasiones
y te entregué mi corazón de niño.

No extraño que quisieras provocarme,
ni extraño que lograras encenderme;
porque fuiste capaz de sospecharme,
pero no eres capaz de comprenderme.

¿Me encendiste en amor con tus encantos,
porque nací con alma de coplero,
y buscaste el incienso de mis cantos?...
¿Me crees, por ventura, pebetero?

No esperes ya que tu piedad implore,
volviendo con mi amor a importunarte;
aunque rendido el corazón te adore,
el orgullo me ordena abandonarte.

Yo seguiré con mi penar impío,
mientras que gozas envidiable calma;
tú me dejas la duda y el vacío,
y yo en cambio, mujer, te dejo el alma.

Porque eterno será mi amor profundo,
que en ti pienso constante y desgraciado,
como piensa en la gloria el condenado,
como piensa en la vida el moribundo.








Frío

                                       Cuento Bohemio

La tarde era triste,
la nieve caía,
su blanco sudario
los campos cubría;
ni un ave volaba,
ni oíase rumor.

Apenas la nieve
dejando su huella,
pasaba muy triste,
muy pálida y bella,
la niña que ha sido
del valle la flor.

Llevaba en el cinto
su pobre calzado;
su hermano pequeño
que marcha a su lado
le dice: -"No sienten
la nieve tus pies?"

"Mis pies nada sienten"
-responde con calma-
"El frío que yo siento
lo llevo en el alma;
y el frío de la nieve 
más duro no es".

Y dice el pequeño
que helado tirita:
-"¡Más frío que el de nieve!...
¿Cuál es, hermanita?
¡No hay otro que pueda
decirse mayor!..."

-"Aquel que de muerte
las almas taladre;
aquel que en el alma
me puso mi madre
el día que a mi esposo
me unió sin amor".









Mi ángel

¡Oh! niña de mis sueños,
tan pálida y hermosa
como los lirios blancos
que besa el Atoyac;
tú la de mis recuerdos
imagen luminosa,
el ángel cuyas alas.
tocáronme al pasar;
perdona, dulce niña,
perdona si mi acento
temblando, de mi alma
levántase, hasta ti;
pero tu bella imagen
está en mi pensamiento
no sé ya desde cuándo...
quizá desque te vi,

Desde que vi tus ojos,
tus ojos de querube,
tus ojos en que el alma
se abrasa de pasión;
y desde aquel instante
otra ilusión no tuve
que darte con mi vida;
mi altivo, corazón.

Si apenas te conozco
¿Por qué te quiero tanto?
¿por qué mis, ojos ávidos
te buscan sin cesar?
¿por qué en el alma siento,
tan tétrico quebranto!
cuando tu rostro de ángel
no puedo contemplar?

¿Por qué sueño contigo
y en, ti, tan sólo pienso?
¿por qué tan dulce nombre
me llena de emoción?
¿por qué se abrasa mi alma
en este amor inmenso,
si apenas te conozco,
mujer de bendición?

No estás ante mis ojos
y por doquier te miro;
conmigo, va tu sombra
por dondequier que voy.
Escucho tu pisada,
recojo tu suspiro,
y velas a mi lado,
cuando, dormido estoy.

¿No sabes tú, no sabes,
mujer, que te amo tanto
cuanto, sobre la tierra
el hombre puede amar?
¿Que diera mi existencia
por enjugar tu llanto,
que diera... hasta mi alma,
tus plantas por besar?

Y si tuviera un mundo,
un mundo te daría;
y si tuviera un cielo,
lo diera yo también,
porque me amaras tanto,
mitad del alma mía,
que alguna vez sintiera
tus labios en mi sien...

No sientes cuando cierra
tus ojos celestiales
el ángel de los sueños
con su ala sin color,
no sientes que mi alma
sobre tus labios rojos
derrama un mar de besos
con infinito amor...?

Sé, niña, del poeta
la inspiración bendita,
la virgen de mis sueños,
la fe del corazón;
sé mi ángel, sé mi estrella,
la luz que necesita
mi espíritu sediento
de amor y de ilusión.

Extiende cariñosa
sobre mi sien tu velo;
bajo tus alas blancas
de ti camino en pos,
tu luminosa huella
me llevará hasta el cielo:
te seguiré, mi ángel,
para llegar a Dios.









No te olvido

¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
Qué mal conoces lo que pasa en mí;
no tengo más que un alma, que es ya tuya,
y un solo corazón, que ya te di.

¿Y temes que placeres borrascosos
arranquen ¡ay! del corazón la fe?
Para mí los placeres son odiosos;
en ti pensar es todo mi placer.

Aquí abundan mujeres deslumbrantes,
reinas que esclavas de la moda son,
y ataviadas de sedas y brillantes,
sus ojos queman, como quema el sol.

De esas bellas fascinan los hechizos,
néctar manan sus labios de carmín;
mas con su arte y su lujo y sus postizos,
ninguna puede compararse a ti.

A pesar de su grande poderío,
carecen de tus gracias y virtud,
y todas ellas juntas, ángel mío,
valer no pueden lo que vales tú.

Es tan ingente tu sin par pureza,
y tan ingente tu hermosura es,
que alzar puede su templo la belleza
con el polvo que oprimes con tus pies.

Con razón me consume negro hastío
desde que te hallas tú lejos de aquí,
y con razón el pensamiento mío
sólo tiene memoria para ti.

Yo pienso en ti con ardoroso empeño,
y siempre miro tu divina faz,
y pronuncio tu nombre cuando sueño.
Y pronuncio tu nombre al despertar.

Si del vaivén del mundo me retiro,
y ávido de estudiar quiero leer,
entre las letras ¡ay! tu imagen miro,
tu linda imagen de mi vida ser.

Late por ti mi corazón de fuego,
te necesito como el alma a Dios;
eres la virgen que idolatro ciego;
eres la gloria con que sueño yo.










Nupcial

En el regazo frío 
del remanso escondido en la floresta, 
feliz abandonaba 
su hermosa desnudez el amor mío 
en la hora calurosa de la siesta. 
El agua que temblaba 
al sentirla en su seno, la ceñía 
con voluptuoso abrazo y la besaba, 
y a su contacto de placer gemía 
con arrullo, tan suave y deleitoso, 
como el del labio virginal opreso 
por el pérfido labio del esposo 
al contacto nupcial del primer beso. 
   
La onda ligera esparcía, jugando, 
la cascada gentil de su cabello, 
que luego en rizos de ébano flotando 
bajaba por su cuello; 
y cual ruedan las gotas de rocío 
en los tersos botones de las rosas, 
por el seno desnudo así rodaban 
las gotas temblorosas. 
Tesoro del amor el más precioso 
eran aquellas perlas; 
¡cuánto no diera el labio codicioso 
trémulo de placer por recogerlas! 
¡Cuál destacaba su marfil turgente 
en la onda semi-oscura y transparente, 
aquel seno bellísimo de diosa! 
¡Así del cisne la nevada pluma 
en el turbio cristal de la corriente, 
así deslumbradora y esplendente 
Venus rasgando la marina espuma! 
   
Después, en el tranquilo 
agreste cenador, discreto asilo 
del íntimo festín, lánguidamente 
sobre mí descansaba, cariñosa, 
la desmayada frente, 
en suave palidez ya convertida 
la color que antes fuera deliciosa, 
leve matiz de nacarada rosa 
que la lluvia mojó... Mudos los labios, 
de amor estaban al acento blando. 
¿Para qué la palabra si las almas 
estaban en los ojos adorando? 
Si el férvido latido 
que el albo seno palpitar hacía 
decíale al corazón lo que tan sólo, 
ebrio de dicha, el corazón oía...! 
   
Salimos, y la luna vagamente 
blanqueaba ya el espacio. 
Perdidas en el éter transparente 
como pálidas chispas de topacio 
las estrellas brillaban... las estrellas 
que yo querido habría 
para formar con ellas 
una corona a la adorada mía... 
En mi hombro su cabeza, y silenciosos 
porque idioma no tienen los dichosos, 
nos miraban pasar, estremecidas, 
las encinas del bosque, en donde apenas 
lánguidamente suspiraba el viento, 
como en las horas del amor serenas 
dulce suspira el corazón contento. 
   
Ardiente en mi mejilla de su aliento 
sentía el soplo suavísimo, y sus ojos 
muy cerca de mis ojos, y tan cerca 
mi ávido labio de sus labios rojos, 
que, rauda y palpitante 
mariposa de amor, el alma loca, 
en las alas de un beso fugitivo 
fue a posarse en el cáliz de su boca... 
   
¿Por qué la luna se ocultó un instante 
y de los viejos árboles caía 
una sombra nupcial agonizante? 
El astro con sus ojos de diamante 
a través del follaje ¿qué veía...? 
   
Todo callaba en derredor, discreto. 
El bosque fue el santuario 
de un misterio de amor, y sólo el bosque 
guardará en el recinto solitario 
de sus plácidas grutas el secreto 
de aquella hora nupcial, cuyos instantes 
tornar en siglos el recuerdo quiso... 
¿Quién se puede olvidar de haber robado 
su única hora de amor al paraíso?





Orgía

                                                 "¡Oh! que n'ai-je aussi, moi, des baissers qui dévorent 
                                                                                             des caresses qui font mourir...."        
                                                                                                                                             V. Hugo.


¡Ven, cortesana...! ¡Abrásame en delicias! 
Quiero las tempestades del placer, 
tropicales, frenéticas caricias 
con que reanime mi cansado ser. 
   
El fuego del deleite reverbera 
en tu pupila brilladora... ¡ven! 
En la férvida llama de esa hoguera 
quiero quemarme el corazón también. 
   
¡Prendan el fuego del deseo tus ojos, 
alumbren tus miradas el festín, 
mis labios beban en tus labios rojos 
ansia perpetua de placer sin fin! 
   
Del bacanal en el discorde ruido 
pase el mañana con el triste ayer... 
¿Qué importa al corazón lo que hayas sido...? 
Eres hermosa... ¡bésame, mujer! 
   
Beldad de los festines, en tu seno 
quizá mi corazón olvidaré, 
mi corazón de tempestades lleno, 
el corazón imbécil con que amé. 
   
Sí, ¡bésame, mujer...! Dame el olvido 
que busco en la demencia del festín,
entre besos y copas, aturdido... 
¿Qué me importa la dicha que perdí? 
   
¡Llenad las copas, que desborde el vino! 
¡Hay algo aquí que necesito ahogar; 
que pase por el alma un torbellino 
y barra en ella cuanto en ella hay! 
  
¡Miserable de mí! ¿Cómo no puedo 
ahogarte con mis manos, corazón...? 
Venid, bebamos, porque tengo miedo 
de volver a eso... que llamáis razón. 
   
¡Bebed, amigos! La existencia es sueño, 
y mentira de un sueño es la mujer, 
de sus caricias al letal beleño 
soñemos la mentira del placer. 
   
¡Bebed, amigos! Si al vivir soñamos, 
¿despertaremos al morir quizá...? 
¿Qué será despertar...? Y bien... ¡bebamos...! 
¡Qué importa lo que traiga el más allá...! 
   
Arde mi frente -es un volcán- ¡me abraso! 
¡Oh, si llegara de mi vida el fin...! 
¡Dame un beso, mujer...! ¡Llenad mi vaso...! 
¡Qué grato es el arrullo de un festín...! 
   
Llena, Mercedes, la apurada copa; 
bebamos... hasta el fin... así... vacía. 
Y ahora... ¡desgarra la importuna ropa, 
desnuda el seno al beso de la orgía. 
   
Mitiga de esa lámpara, la llama, 
porque quiere un crepúsculo el placer, 
el misterio nupcial que se derrama 
del velo de la sombra en la mujer. 
   
Destrenza tu magnífico cabello 
sobre la desnudez de tus hechizos; 
¡cómo seducen en contraste bello 
tan blancos hombros y tan negros rizos! 
   
¡Qué bella estás, Mercedes! ¡Me sofoca 
el vértigo letal de las delicias, 
tus besos de mujer queman mi boca, 
la angustia del placer son tus caricias! 
   
¡Mujer, mujer...! ¡Hay fiebre en tus abrazos, 
fiebre en tus labios con furor impresos... 
¡Hurra... la orgía...! ¡El choque de los vasos 
sea la música ardiente de los besos! 
   
Basta... pasó. Tu frenesí y el mío 
apaga el tedio con su mano helada; 
fantasma del placer, en el hastío 
escondes la vergüenza de tu nada. 
   
Siempre en la copa del placer el tedio, 
siempre en la copa del amor el duelo; 
para el alma ya enferma no hay remedio, 
para un maldito corazón no hay cielo. 
   
Y en vano el llanto con la pena crece... 
¿De qué sirven las lágrimas mezquinas 
si el recuerdo verdugo se guarece 
del roto corazón en las ruinas...? 
   
¿De qué sirve el amor, chispa que el cielo 
prende en el alma y lo ilumina todo, 
si en vez de alzarse se rebaja el suelo 
como reptil para arrastrarse en lodo?







Pasión

¡Háblame...! Que tu voz, eco del cielo, 
sobre la tierra por doquier me siga... 
Con tal de oír tu voz, nada me importa 
que el desdén en tu labio me maldiga. 
  
¡Mírame...! Tus miradas me quemaron, 
y tengo sed de ese mirar, eterno... 
Por ver tus ojos, que se abrase mi alma, 
de esa mirada en el celeste infierno...!  
¡Ámame...! Nada soy... pero tu diestra 
sobre mi frente, pálida, un instante, 
puede hacer del esclavo arrodillado 
el hombre-rey, de corazón gigante... 
   
Tú pasas... y la tierra voluptuosa 
se estremece de amor bajo tus huellas, 
se entibia el aire, se perfuma el prado 
y se inclinan a verte las estrellas. 
Quisiera ser la sombra de la noche 
para verte dormir sola y tranquila, 
y luego ser la aurora... y despertarte 
con un beso de luz en la pupila. 
Soy tuyo, me posees... Un solo átomo 
no hay en mi ser que para ti no sea: 
dentro mi corazón eres latido, 
y dentro mi cerebro, eres idea. 
   
¡Oh! por mirar tu frente pensativa 
y pálido de amores, tu semblante; 
por sentir el aliento de tu boca 
mi labio acariciar un solo instante; 
por estrechar tus manos virginales 
sobre mi corazón, yo de rodillas, 
y devorar con mis tremantes besos 
lágrimas de pasión en tus mejillas; 
yo te diera... no sé... ¡no tengo nada...! 
el poeta es mendigo de la tierra 
¡toda la sangre que en mis venas arde! 
¡todo lo grande que mi mente encierra! 
   
Mas no soy para ti... ¡Si entre tus brazos 
la suerte loca me arrojara un día, 
al terrible contacto de tus labios 
tal vez mi corazón... se rompería! 
Nunca será... Para mi negra vida 
la inmensa dicha del amor no existe... 
Sólo nací para llevar en mi alma 
todo lo que hay de tempestuoso y triste. 
Y quisiera, morir... ¡pero en tus brazos, 
con la embriaguez de la pasión más loca, 
y que mi ardiente vida se apagara 
al soplo de los besos de tu boca! 







Soñando

Anoche te soñaba, vida mía,
estaba solo y triste en mi aposento,
escribía... no sé qué; mas era algo
de ternura, de amor, de sentimiento.
Porque pensaba en ti. Quizás buscaba
la palabra más fiel para decirte
la infinita pasión con que te amaba.

De pronto, silenciosa,
una figura blanca y vaporosa
a mi lado llegó... Sentí en mi cuello
posarse dulcemente
un brazo cariñoso, y por mi frente
resbalar una trenza de cabello.
Sentí sobre mis labios
el puro soplo de un aliento blando,
alcé mis ojos y encontré los tuyos
que me estaban, dulcísimos, mirando.
Pero estaban tan cerca que sentía
en yo no sé qué plácido desmayo
que en la luz inefable de su rayo
entraba toda tu alma hasta la mía.

Después, largo, suave
y rumoroso apenas, en mi frente
un beso melancólico imprimiste,
y con dulce sonrisa de tristeza
resbalando tu mano en mi cabeza
en voz baja, muy baja, me dijiste:
-"Me escribes y estás triste
porque me crees ausente, pobre amigo;
pero ¿no sabes ya que eternamente
aunque lejos esté, vivo contigo?"-

Y al despertar de tan hermoso sueño
sentí en mi corazón plácida calma;
y me dijiste: es verdad... ¡eternamente!
¿cómo puede jamás estar ausente
la que vive inmortal dentro del alma?






Tu cabellera

Déjame ver tus ojos de paloma
cerca, tan cerca que me mire en ellos;
déjame respirar el blando aroma
que esparcen destrenzados tus cabellos.

Déjame así, sin voz ni pensamiento,
juntas las manos y a tus pies de hinojos,
embriagarme, en el néctar de tu aliento,
abrasarme en el fuego de tus ojos.

Pero te inclinas... La cascada entera
cae de tus rizos óndulos y espesos.
¡Escóndeme en tu negra cabellera
y déjame morir bajo tus besos!








Tu imagen

Tu imagen vino a visitarme en sueños; 
sentí un aliento acariciar mi frente, 
y luego un labio trémulo y ardiente 
que buscaba mi labio... y desperté. 
La sombra nada más, la triste sombra, 
la muda soledad, la negra calma 
imagen de la noche de mi alma, 
esto tan sólo al despertar hallé.

¡Ah! Si en la noche de la triste ausencia 
¡no me sonriera la esperanza hermosa 
de que en tu seno, virgen cariñosa, 
el sueño de la dicha he de dormir; 
yo me hundiera en mi lóbrega tristeza 
hasta llegar al seno de la muerte; 
porque no puedo ya vivir sin verte, 
porque amar y estar lejos, es morir. 
   
Pero, al menos tú sabes que te amo 
con un amor que la creación llenara, 
con un amor que el ángel envidiara 
si no fueras un ángel tú también. 
Si dueño fuera de la tierra toda, 
la tierra toda ante tus pies pusiera... 
Si fuera Dios... ¡hasta los cielos diera 
por sólo un beso en tu divina sien...! 
   
Mis noches son para soñar tu imagen, 
tu imagen es para encantar mi vida, 
mi vida para ti, virgen querida, 
y tú para mi eterna adoración. 
Tú, caricia, dulcísima del alma, 
tú, beso de los cielos desprendido 
y en medio de mis lágrimas caído, 
aquí, dentro mi mismo corazón. 
   
¡Oh! ¡ven a mí! Mi vida solitaria 
se acaba, se consume en el hastío; 
necesito de ti, dulce bien mío, 
necesito de ti para vivir. 
Es tu sombra la luz de mi camino, 
sin ti me siento el corazón ateo; 
me estoy muriendo porque no te veo, 
porque amar y estar lejos, es morir. 
   
¡Oh! si me amas también, si también lloras; 
si, a tu lado buscándome, suspiras; 
si sientes este fuego que me inspiras, 
alma de mi alma enamorada, ¡ven! 
ven a mi pecho, si en el tuyo, viva 
ardiendo está de la pasión la hoguera... 
¡Oh! ¡ven a mí! mi corazón te espera, 
que ardiendo está mi corazón también. 
   
Te veo en mi sueño... ¡Y en mi sueño, loco, 
temblando el alma de pasión, te llamo! 
y te grito... te grito... ¡que te amo! 
¡que soy tu dueño, que tu esclavo soy! 
¡que instante tras instante de mi vida, 
del corazón latido tras latido, 
para volar a ti se han desprendido, 
y que sin vida, que sin alma estoy! 
   
Te llamo en sueños... y venir te siento... 
el ruido de tu paso: me estremece, 
y mi frente, abrasada palidece 
al eco, idolatrado de tu voz. 
Y siento que te acercas... que tu aliento 
ardiente y suave mi mejilla toca, 
y que juntas tu boca con mi boca... 
¡Y despierto... con fiebre el corazón...! 
   
¡Ven...! ¡y una dicha buscaré suprema 
para pagarte la que tú me dieres, 
inundaré tu vida de placeres, 
incendiaré de amor tu corazón! 
Y entonces, cuando loco, de tus labios 
bebiendo esté torrentes de delicias, 
¡mátame, por piedad, con tus caricias! 
¡mátame entre tus brazos... de pasión!







Un beso nada más

Bésame con el beso de tu boca, 
cariñosa mitad del alma mía:
un solo beso el corazón invoca, 
que la dicha de dos... me mataría.

¡Un beso nada más! Ya su perfume
en mi alma derramándose la embriaga
y mi alma por tu beso se consume
y por mis labios impaciente vaga.

¡Júntese con la tuya! Ya no puedo 
lejos tenerla de tus labios rojos... 
¡Pronto... dame tus labios! ¡Tengo miedo 
de ver tan cerca tus divinos ojos!
Hay un cielo, mujer en tus abrazos, 
siento de dicha el corazón opreso... 
¡Oh! ¡Sosténme en la vida de tus brazos 
para que no me mates con tu beso!






                                                                                                                                
Ven

¿Me visita tu espíritu, amor mío?
Yo no lo sé; pero tu imagen bella
vino a mi lado, y en el mundo vago
del sueño, anoche, deliré con ella.

Era Chapultepec, y la ancha sombra
del canoso Alruehuelt nos daba abrigo,
la luna llena iluminaba el bosque y 
estábamos, mi vida, sin testigo.

Tú sabes lo demás....El alma mía
en su fiebre de amor feliz y loca,
a cada beso tuyo agonizaba
en el nido de amores de tu boca.

¡Oh, ven mi desposada! En el ramaje
el rayo de la luna desfallece,
y amor, el mismo amor, tálamo blando
en las hojas caídas nos ofrece.

Llegan allí, perdidos en las brisas
que el bosque perfumadas atraviesan,
arrullos de torcaces que se llaman,
suspiros de las hojas que se besan.

¡Oh, ven...! ¿Adónde estás...? Envíame loca
en el aire que pasa tus caricias,
que yo en el aire beberé tus besos
y mi alma embriagaré con tus delicias.

Ven a la gruta en que el placer anida;
el viejo bosque temblará de amores,
suspirarán de amor todas las brisas
Y morirán de amor todas las flores.

Apagará tus besos el susurro
del aura que suspira en los follajes,
y arrullarán tu sueño entre mis brazos
los himnos de los pájaros salvajes.

Y a la luz indecisa de la luna
allá a lo lejos, y de ti celosa,
la antigua Diana, de los viejos bosques
diosa caída, vagará medrosa.

La noche azul nos brinda su misterio
y templo el bosque a nuestro amor ofrece:
mi alma te busca, mi pasión te espera
y ebrio de amor mi corazón fallece.

¡Oh, ven, mi seducción, mi cariñosa!
ven a la gruta en que el placer anida,
que la dicha no mata...y si me mata
tú con tus besos me darás la vida.





   

VICENTE GAOS [9552]

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Vicente Gaos
Vicente Gaos (Valencia, 1919 - íd., 1980) fue un poeta y ensayista español. Era hermano de José y Lola Gaos. Consiguió el premio Adonais en 1943 por Arcángel de mi noche. Se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid y se doctoró por la UNAM. Fue profesor de literatura en diversas universidades norteamericanas y europeas.

Otras obras del autor son:

Sobre la tierra (1945)
Profecía del recuerdo (1956)
Mitos para un tiempo de incrédulos (1964)
Un montón de sombra (1972)
Última Thule (1980).
Entre sus obras como ensayista destacan:
La poética de Campoamor (1955)
Temas y problemas de la literatura española (1960)
Claves de la literatura española (1971)







A la cintura de una muchacha

Oh, delgado contorno de la vida.
El fluir de la sangre en él acaba.
Oh, columna de luz y ansia de lava.
Volcán para mi mano estremecida.

Límite de la tarde preferida,
bajo un torso de niebla enajenada.
No hay tránsito a la noche enamorada,
pájaro sometido y sin salida.

Oh, ese cerrado cielo en que se unen
el poderoso mare y el labio suave
de la tierra: horizonte atormentado.

Cómo acecha la muerte ese volumen
hermoso, tan levísimo e ingrave.
Oh, la flecha de Dios en tu costado.







A la luna: preguntas

¿Adónde vas, cruzada por veloces
nubes, celada en vaporoso encaje
de nubes, resbalando entre un celaje
de nubes blancas, por las hondas hoces 

de la distante noche? ¿Qué almos roces 
de Dios ordenan tu impasible viaje
por el inmenso azul? ¿Tras qué ramaje 
de estrellas bogas? ¿Qué silentes voces 

altísimas escuchas? ¿Por qué tienes
el rostro virginal tan encendido,
tan dulce y triste, oh sí, tan dulce y triste? 

¿Adónde vas? ¿De qué regiones vienes?
¿ Quién da a tu rostro ese celeste olvido?
¿Qué Dios sin fuego con su luz te viste?





A la tristeza

Si no fuera por ti...
si no fuera por ti, que cada tarde
tuyo me haces cuando el sol declina,
cuando todo es tan bello porque es triste,
y hundes más mis raíces
de hombre en la tierra... de hombre inmensamente
solo bajo el poniente en que Dios huye.
¿Qué sería de todo, qué sería
de nosotros? Ah, nunca
nunca hubiéramos visto
el secreto misterio de las cosas.

Oh, tú, tristeza, madre
de toda la hermosura que ha creado
el hombre en el dolor que da tu mano
con su dulce castigo...
No te apartes de mí, ven cada día
a hacerme triste, a hacerme hombre, hijo tuyo...
Visítame.







Amor

¡Qué profundo es mi sueño!
¡Qué profundo y qué claro,
qué transparente es, ahora, el universo!
Si pensando en ti, siempre,
si, soñado contigo, me desvelo,
y te miro por dentro, con mis ojos,
si te miro por dentro...
veo la oscura entrada de mi vida,
tu sorda luz de fuego,
y ya no sé si a ti te estoy mirando,
o si contemplo el cielo:
el último transfondo del poniente,
sin nubes y sin velos,
más arriba de todas las estrellas,
donde está dios, despierto.
O el inicial trasfondo de la noche
donde estás tú, durmiendo.

Y yo sobre la tierra, oscurecido
por tanta luz, yo, ciego,
soñando en dios, soñando en ti, soñando
lo mucho que te quiero.







Cuando el amor no dice la última palabra

La tarde pastoral, de alterno cielo
rayos de tu tormenta desatados,
mas luego azul total, cielo amados,
me llena de pasión o de desvelo.

Asciendo así del tormentoso anhelo
a una paz de reposos entregados,
mas desciendo otra vez a los estados
mismos de que partí para mi vuelo.

Ay, esta indócil pleamar me inunda,
esta tarde frenética y liviana.
Déjame, pues, sí, deja que me hunda

en este frenesí de lluvia vana.
Luego me elevaré hasta ti, profunda.
Luego serás mi primavera humana.







Faut-il  s'abétir?

-¿Hacia dónde vamos?
-Vamos hacia el sueño. ..
-¿De dónde venimos?
-Venimos del sueño...

Como las olas,
como los vientos...

(En vida, despiertos.
En vida, serenos
sobre el fuego.)

-¿Hacia dónde vamos?
-Vamos a la noche...
-¿De dónde venimos?
-También de la noche...

(En la vida, brote
la luz,
que el sol nos conforte.)

-¿Hacia dónde vamos?
-No vamos, no vamos...
-¿De dónde venimos?
-¿Por qué preguntamos?

Después lo veremos
si al fin vemos algo.







Hay un reguero dulce y encendido...

Hay un reguero dulce y encendido 
de sol sobre los álamos dorados.
Y, a lo lejos, los montes ya nevados 
encalman el paisaje atardecido.

Si ahora tuviera el corazón dormido, 
los ríos de la sangre no encrespados, 
y ojos para mirar enamorados 
los chopos dónde aún tiembla el sol huido...

Si ahora como esa luna ser pudiera 
que boga virginal, tan lentamente, 
tan alma pura en el azul... Si fuera

un álamo, una luna, un dios luciente...
Más sólo soy un hombre en la ladera, 
un hombre sólo, apasionadamente.







Hombre total

Ojos verdes de Marta de Nevares.
Ojos -¿negros tal vez?- de Dorotea.
Ojos azules, clara luz febea
de Camila Lucinda. ¡Qué avatares

de amor sin contención! Gozos, pesares,
gozos... Esto es amor. Quien no lo crea,
mírese en unos ojos, que se vea
en unos ojos de mujer. (Cantares:

Esos ojos que vemos no son ojos
porque nosotros los veamos, son
ojos porque nos ven.) Mas la ceguera

de marta, y el olvido, los despojos
de tanta lumbre extinta... Tu canción
se eleva al fin hacia la luz primera.






La voz precisa

Sella tú con tus labios, éstos míos.
Pon tu mano en mi mano.
O deja que acaricie tu cabello,
tus mejillas, tu frente,
mientras hundo mis ojos en tus ojos,
en la insondable luz de tu mirada.
Deja que, así, te exprese,
cuando huyen las palabras
-ay, expresión del tacto,
única voz precisa-,
deja que, así, te exprese mi ternura.







Luzbel

Arcángel derribado, el más hermoso
de todos tú, el más bello, el que quisiste
ser como Dios, ser Dios, mi arcángel triste,
sueño mío rebelde y ambicioso.

Dios eres en tu cielo tenebroso,
señor de la tiniebla en que te hundiste
y de este corazón en que encendiste
un fuego oscuramente luminoso.

Demonio, señor mío, haz que en mi entraña
cante siempre su música el deseo
y el insaciable amor de la hermosura,

te dije un día a ti, ebrio de saña
mortal. Y, luego a Dios también: No creo.
Pero velaba Dios desde la altura.







Mnemosyne

¿De dónde llegas tú, ilusión de un día
porvenir, tú, esperanza de un pasado
nunca cumplido, pero que yo ahora
evoco entre marchitas profecías
o anticipo en nostalgia? De recuerdos
y paciencias me nutro. Los ayeres
y los mañanas dóciles acuden
a congregárseme en el hoy, un punto
que se dilata ilimitado en ondas
concéntricas, amor, amor sin tregua.

Y todo es por tu mágico conjuro,
diosa de pies ligeros, madre mía.
Déjame que te diga apasionado
mi amor por ti, mi luz en la honda noche,
mi amparo, mi sostén en el vacío,
tan adherida a mí como mi carne,
tan enraizada en mí como mis huesos,
yo mismo, pues ¿qué soy yo, que sería
sin ti, a quien debo lo único que tengo,
mi fugitiva eternidad de hombre?

Por tu amorosa previsión ordeno
mis días y mis noches. Yo soy sólo
una memoria y un deseo, un agua
que estremecidamente fluye inmóvil.
Tú conoces mi vida, me recuerdas
fechas: murió en Valencia, veintiuno
marzo, mil novecientos diecinueve.
Nació... Dejemos el espacio en blanco
y Dios lo llenará cuando me llame
para ingresar -completo ya- en su Nada.

Porque otros son, mi amor, nuestros caminos.
Igual que al vagabundo de Manhattan,
a mí que me preocupan tantas cosas,
no me preocupa Dios, no me preocupa
la muerte. Me deslizo de tu brazo
por el tiempo (no un río que termina
en el mar del morir, sino el mar mismo
siempre consigo. ensimismado, libre
en su flujo y reflujo), por el tiempo,
ajeno al gran pecado del olvido.

Mediada está mi vida. Estoy inmerso
en aguas tan profundas que no tienen
fondo o lo desconocen. En el pecho
me late el corazón, una campana
sorda, callada, pero jubilosa 
en su entrañado grito de alegría.
Sea la vida sueño, sombra, nube,
viaje, ilusión o luna mortecina.
No me preocupa Dios cuando la sangre
su música musita misteriosa.

La rosa, el chopo grácil de la orilla,
el río rumoroso y solitario,
el monasterio al pie de la montaña
y la cima nevada, aquellos ojos
que un segundo brillaron ofreciendo
amor, las rachas frescas de la lluvia
y el viento en los adioses del verano,
todo conlleva tiempo y acongoja
el corazón con mano delicada,
fábula y mito de los años muertos.

Pero guiado de tu mano avanzo
hacia el futuro, avaro me demoro
en el sueño, potencio a mi albedrío
el instante presente, me hago dueño
de su fugaz y fina consistencia,
vuelvo la vida del revés, aplaco
su curso, llego a un éxtasis tan quieto
y tan seguro que en la noche brilla
llena la luna, y ya no escucho el río
que huye ni sus consejas sibilinas.

Soy tuyo, madre mía, tú me dices
constante lo que soy, lo que no he sido,
lo que he de ser o no he de ser, tú eres
a la vez mi pasado y mi futuro,
mi ya y mi todavía, me preservas
de olvido, en esperanza cada día
me salvas, me das vida a millares,
mundo en relieve -bosques, mares, cielos-,
me das, entre las horas huidizas,
partes de eternidad, vences la muerte.

Sí, deja que te diga apasionado
mi amor por ti, luz mía y madre mía,
memoria mía en mí, puro deseo
de ser memoria en otros. Sea sueño
la vida. ¿No es también sueño la muerte?
Gracias, gracias te doy por endiosarme
mágica, humilde, breve, inmortalmente
en mi unidad dramática de hombre
bajo el cielo estrellado. Nunca cese
mi corazón de dar su sí a la vida.







No, corazón, no te hundas...

No, corazón, no te hundas.
Y vosotros, ojos, no queráis cerraros en llanto.
La vida es mucho más larga, mucho más grande de lo que ahora 
     supones, mucho más magnánima.
¿Te atreverás a decirle que te debe algo?
Eres tú quien se lo debes todo.
Y aún tendrás que deberle muchas cosas hasta que mueras,
y la muerte misma es un deber que tienes hacia la vida.
Agradece al tiempo que, mucho más sabio que tú, no apresure tus 
     horas de dolor ni se demore en tus momentos de dicha,
sino que te los mida con la misma igualdad, con la misma ecuanimidad
     generosa.
Agradece al sol que siga saliendo puntualmente, ajeno por completo a
     ponerse
al compás febril de tu pulso.
Te quejas. Dices que sufres.
Dices que no puedes más.
Aún volverás a sufrir, y a amar, y a sufrir de nuevo,
y a gozar otra vez y otra y otra.
Sólo morirás una vez, eso es lo único que no podrá repetirse,
pero la vida es una continua repetición.
Te ha de dar todavía muchas ocasiones de equivocarte,
y tú has de llegar aún a acertar con el buen momento,
que el mundo te ha de volver a brindar como te lo ha brindado 
     ya tantas veces.
¿Dices que estás solo?
No es mirándote al espejo como encontrarás compañía.
Coge el primer objeto que esté a tu alcance,
un vaso, una flor o simplemente el periódico.
Acarícialos, acarícialos.
Levanta la vista, tiéndela alrededor tuyo.
Sí, es verdad que no puedes ver los ojos que tú amas tanto.
Por hermosos que sean no podrán compararse nunca con las estrellas
(a pesar de los poetas románticos).
Habla, habla, pero no contigo.
Déjate de soliloquios y silogismos y sentimentales monólogos.
Habla con el cartero, con el conductor del tranvía 
     (aunque esté prohibido);
habla con el niño que está jugando en la acera,
vete a beber unas copas con el primer borracho de la esquina.
¿Creías que el mundo termina donde tú acabas?
Tú eres ya no fin, pero ni siquiera comienzo de ninguna cosa.
No eres comienzo ni de ti mismo.
¿Recuerdas a tu madre?
No la compadezcas: ya murió, ya vivió, ya sufrió y gozó todo aquello 
     que le tocó en suerte.
Tú tienes todavía la de vivir, la de seguir vivo.
No tengas ninguna prisa en morirte.
No te esfuerces en buscar lo único que posees seguro.







No sabe qué es amor quien no te ama...

No sabe qué es amor quien no te ama.
No sabe qué es amor quien no te mira.
Tú arrancaste a su alma y a su lira
el son más dulce, la más fiera llama.

¿Qué fue de tanto amor por tanta dama?
Sólo cenizas de la inmensa pira.
Se nubla la mirada, el cuerpo expira,
y el alma quiere asirse a la alta rama

de Dios, que con sus silbos amorosos
te hechiza en la honda calma del verano.
Madrid, a mil seiscientos treinta y cinco.

Pasaron ya los años venturosos
y los amargos. Todo pasó en vano.
Y a Dios te entregas con mortal ahínco.







Noche del amor

Ay, qué podré decirte, dulce amada,
joven virgen feliz que no conoces
en un cielo cerrado, suaves roces,
el peso del amor, noche entregada.

Desde este corazón, isla olvidada,
-oye del mar sus clamorosas voces-,
me elevaré hasta ti que desconoces
la flecha que en lo oscuro está clavada.

Los cuerpos se revuelven tan certeros,
guiados del amor, como esos astros
que, arriba, sólo ven tus ojos puros.

Órbita de pasión y verdaderos,
resplandecientes e infalibles rastros.
Celestes nuestros cuerpos aunque oscuros.







Ojos verdes

Ojos verdes de Marta de Nevares.
Ojos, ¿negros tal vez? de Dorotea.
Ojos azules, clara luz febea
de Camila Lucinda. ¡Qué avatares

de amor sin contención! Gozos, pesares,
gozos... Esto es amor. Quien no lo crea,
mírese en unos ojos, que se vea
en unos ojos de mujer. Cantares:

esos ojos que vemos no son ojos
porque nosotros los veamos, ojos 
son porque nos ven. Mas la ceguera

de Marta, y el olvido, los despojos
de tanta lumbre extinta... Y tu canción
se eleva al fin hacia la luz primera.







Pleamar de amor

La tarde pastoral, de alterno cielo
rayos de tu tormenta desatados,
mas luego azul total, cielo amados,
me llena de pasión o de desvelo.

Asciendo así del tormentoso anhelo
a una paz de reposos entregados,
mas desciendo otra vez a los estados
mismos de que partí para mi vuelo.

¡Ay! esta indócil pleamar me inunda,
tarde mi frenética y liviana.
Déjame, pues, si, deja que me hunda

en este frenesí de lluvia vana.
Luego me elevare hasta ti, oh, profunda.
Luego serás mi primavera humana.







Sensación de otoño

Amo el otoño y amo su tristeza, 
su cielo gris, sus árboles borrosos
entre la niebla, vagamente hermosos...
¿No amáis también vosotros la belleza

desnuda del otoño? El alma empieza 
a hacerse buena y honda. ¡Y qué piadosos
se hacen los viejos sueños ardorosos!
¡Qué humana ahora la naturaleza!

Oh cielo bajo, luz tan tamizada,
luz tan vencida, compasivo empeño
de dar al hombre asilo y sombra amada.

No sé si el mundo es ya triste o risueño.
Dios se ha dormido. El alma está callada.
Se me ha llenado el corazón de sueño.







Sin palabras

Un mundo de armonías me rodea.
Fuera palabras, no turbéis mi paz.
Una vida hecha toda de sonidos,
un pensamiento universal que puede
prescindir de cualquier significado.

EL universo no habla, nada dice,
el viento mueve diáfano la hoja.
Paraíso final sólo de música
musical. Canta el pájaro en lo hondo
del corazón. Palabras, fuera. Ahora
un mundo de silencios me rodea.

Música, solo música, callada
música. Siempre música, esto es Dios.







Sólo tú

Tú, mi razón de vida, mi razón
de amor; mi razón, mi pensamiento,
mi desencadenado sentimiento,
la luz y el fuego de mi corazón.

Vivir en ti es vivir, viva pasión,
y la vida sin ti no es mi tormento,
sino injustificable y vano intento,
imposible, imposible abdicación.

Si tú eres la verdad, si tú la vida,
morir será morir, pero prefiero
tan breve posesión de la verdad

a otra existencia luego concedida.
Vivir será morir, pero te quiero.
Sólo tú, sólo tú mi eternidad.







Te quiero y te lo digo

Toda la luz del cielo ya en la frente
y en el labio un carbón apasionado.
Mi pensamiento, así de iluminado,
mi lenguaje, de amor, así de ardiente.

Así de ardiente, así de vehemente,
diamante en su pasión transfigurado.
Amarte a ti, universo deseado.
Mi luz te piensa apasionadamente.

Mi luz te piensa a ti, luz de mi vida,
pasión mía, luz mía, fuego mío
llama mía inmortal, noche encendida,

cauce feliz de mi profundo río,
arrebatada flecha, alba elegida,
mi dulce otoño, mi abrasado estío.







Tú eres tú

No te merezco, no. Yo canto, canto,
y te quiero, te quiero, sí, te quiero,
y sólo por ti vivo y por ti muero,
y sé que hasta tu cima me levanto.

Pero no es en tu cima en donde canto,
sino en el valle en que me desespero
de no poder vivir siempre señero,
y callar, callar sólo, amarte tanto.

Oh, bajo y pobre mundo, limitado
poder de la expresión, oh lengua mía.
en cambio tu mirada, qué logrado

silencio y poderosa luz del día.
Tú me devuelves más que yo te he dado,
pues tú eres tú, yo sólo mi poesía.







Tus quince años

Sólo tú, sólo tú puedes salvarme
y darme libertad si me encadenas.
Dame la sangre virgen de tus venas,
acude con tu vida a libertarme.

A encadenarme, a desencadenarme,
así mis horas fluirán serenas
por el caudal feliz en que e ordenas.
En tu inocencia pueda yo ampararme.

tu voz, tu voz... ay, oigo que me llamas,
y tus ojos me miran tan profundos,
-ojos que no han mirado aún a la vida-.

Salvado estoy sabiendo que me amas.
Oh, luz divina de no sé qué mundos,
purísima promesa concedida.







Un cristal

Vidrio de una ventana
entreabierta de julio
Hasta mí que tendido
descanso con cansancio
feliz de sucesivos
tiempos y espacios llega
el verano su soplo
vital cálido... Vidrio
en el que ahora contemplo
reflejadas las casas
fronteras unos árboles
los de esta ciudad mía
al regreso de otras
y otras y otros paisajes
fríos yermos ajenos
Unas casas fronteras
unas ventanas sobre
el cristal de ésta abierta
que me devuelve parte
de mi ciudad ¿La mía?
La mía imaginada
recordada resuelta
ahora en blando reflejo
en deseo y en sueño
de lo que pudo ser
de lo que no es de lo que
me absorbe la mirada
la esperanza tan breve
(Gracias memoria mía
de lo malo aún ya trémula.)
Cansancio julio aquí
tendido calor nada
nada más que un reflejo
equívoco un deslumbre
frágil de sol un poco
de ilusión allá enfrente
Sólo un cristal la vida.







Y de repente dije: Esto es la vida...

Y de repente dije: Esto es la vida. 
Esto y no más. Palpé su forma cierta. 
La adiviné mortal. El alma, alerta, 
vibró un instante toda estremecida. 

El rojo amor con honda sacudida 
-oh vida, oh viento- abrió la última puerta. 
Y allá en el fondo de la estancia abierta, 
brilló mi muerte entre la luz dormida. 

Esto es la vida, dije, esto es la muerte, 
ésta la tersa luz, la honda luz suave, 
la cósmica pasión, el sueño inerte. 

Esto eres sólo, sí. Y con paso grave 
me adelanté hacia el fondo para verte, 
llegué a la puerta y di vuelta a la llave.


FEDERICO GARCÍA LORCA [9553]

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Federico García Lorca
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros,  Granada, 5 de junio de 1898 – entre Víznar y Alfacar, Granada, 19 de agosto de 1936) fue un poeta, dramaturgo y prosista español, también conocido por su destreza en muchas otras artes. Adscrito a la llamada Generación del 27, es el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX. Como dramaturgo, se le considera una de las cimas del teatro español del siglo XX, junto con Valle-Inclán y Buero Vallejo.
Murió ejecutado tras la sublevación militar de la Guerra Civil Española. Las causas de su ejecución son ampliamente debatidas; las hipótesis incluyen su afinidad con el Frente Popular, ser abiertamente homosexual y desentendimientos familiares.

Pero el 2 no ha sido nunca un número
porque es una angustia y su sombra...
Pequeño poema infinito.
Nueva York, 10 de enero de 1930.

Nació en el municipio de Fuente Vaqueros, Granada (España), en el seno de una familia de posición económica desahogada, el 5 de junio de 1898, y fue bautizado con el nombre de Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca; su padre fue Federico García Rodríguez (1859–1945), un hacendado, y su madre, Vicenta Lorca Romero (1870–1959) fue la segunda esposa de su padre, maestra de escuela que fomentó el gusto literario de su hijo.
Desde los 2 años, según uno de sus biógrafos, Edwin Honig, Federico García Lorca mostró su habilidad para aprender canciones populares, y a muy corta edad escenificaba en miniatura oficios religiosos. Su salud fue frágil y no empezó a caminar hasta los cuatro años. Leyó en su casa la obra de Víctor Hugo y de Miguel de Cervantes. Como estudiante fue algo irregular. De niño lo pusieron bajo la tutela del maestro Rodríguez Espinosa, en Almería, ciudad en la que residió con su familia entre 1906 y 1909. Inició el bachillerato de vuelta a su provincia natal y abandonó la Facultad de Derecho de Granada para instalarse en la Residencia de Estudiantes de Madrid (1918–1928); pasado un tiempo, regresó a la Universidad de Granada, donde se licenció en Derecho, aunque nunca ejerció la abogacía, puesto que su vocación era la literatura.

La ubicación meridional de Granada, donde se encontraba viva la herencia mora, el folclore, el oriente y una geografía agreste, quedó impresa en toda su obra poética, donde los romanceros y la épica se funden de manera perceptible. Después de su madre, fue Fernando de los Ríos quien estimuló el talento del entonces pianista en favor de la poesía; así, en 1917 escribió su primer artículo sobre José Zorrilla, en su aniversario.
La España de García Lorca era la de la Edad de Plata, heredera de la Generación del 98, con una rica vida intelectual donde los nombres de Francisco Giner de los Ríos, Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno y, poco después, Salvador de Madariaga y José Ortega y Gasset imprimían el sello distintivo de una crítica contra la realidad de España.
Influyeron, además, en la sensibilidad del poeta en formación Lope de Vega, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Manuel Machado, Ramón del Valle-Inclán, Azorín y el Cancionero popular.

Juventud y primeras obras

En 1918 publicó su primer libro Impresiones y paisajes, costeado por su padre. En 1920 se estrenó en teatro su obra El maleficio de la mariposa, en 1921 se publicó Libro de poemas, y en 1923 se pusieron en escena las comedias de títeres La niña que riega la Albahaca y El príncipe preguntón. En 1927, en Barcelona, expuso su primera muestra pictórica.
En esta época frecuentó activamente a los poetas de su generación que permanecían en España, en torno a la Residencia de Estudiantes: Jorge Guillén, Pedro Salinas, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, y sobre todo Buñuel y Dalí, a quien después le dedicó la Oda a Salvador Dalí. El pintor, por su parte, pintó los decorados del primer drama del granadino: Mariana Pineda. En 1928 publicó la revista literaria Gallo, de la cual salieron solamente dos números.
En 1929 marchó a Nueva York. Para entonces se habían publicado, además de los antes mencionados, sus libros Canciones (1927) y Primer romancero gitano (1928). Esta última es su obra más popular y accesible.

Viaje a Nueva York

De su viaje y estancia en Nueva York surge el libro Poeta en Nueva York. En 1930 fue a La Habana, donde escribió parte de sus obras Así que pasen cinco años y El público. Ese año regresó a España, donde fue recibido en Madrid con la noticia de que su farsa popular La zapatera prodigiosa se estaba escenificando.

Segunda República y «La barraca»

Al instaurarse la Segunda República española, Fernando de los Ríos fue nombrado Ministro de Instrucción Pública. Bajo el patrocinio oficial, se encargó a Lorca la codirección de la compañía estatal de teatro «La Barraca», donde disfrutó de todos los recursos para producir, dirigir, escribir y adaptar algunas obras teatrales del Siglo de Oro español. Escribió en este período Bodas de sangre, Yerma y Doña Rosita la soltera.
En 1933 viajó a la Argentina de la Década Infame para promover la puesta en escena de algunas de sus obras por la compañía teatral de Lola Membrives y para dictar una serie de conferencias, siendo su estancia un éxito: a manera de ejemplo, su puesta de La dama boba —durante años olvidada,6 descubierta, editada y reeditada por la Universidad de La Rioja —, de Lope de Vega, atrajo a más de sesenta mil personas. Co-fundador el 11 de febrero de 1933 de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, creada en unos tiempos en que la derecha sostenía un tono condenatorio en relación a los relatos sobre las conquistas y los problemas del socialismo en la URSS. Entre este año y 1936 escribió Diván del Tamarit, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, que conmovió al mundo hispano, La casa de Bernarda Alba y trabajaba ya en La destrucción de Sodoma cuando estalló la Guerra Civil española.

Guerra Civil y asesinato

Colombia y México, cuyos embajadores previeron que el poeta pudiera ser víctima de un atentado debido a su puesto de funcionario de la República, le ofrecieron el exilio, pero Lorca rechazó las ofertas y se dirigió a su casa en Granada para pasar el verano.
En esos momentos políticos alguien le preguntó sobre su preferencia política y él manifestó que se sentía a su vez católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico. De hecho nunca se afilió a ninguna de las facciones políticas y jamás discriminó o se distanció de ninguno de sus amigos, por ninguna cuestión política. Tuvo una gran amistad con el líder y fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, muy aficionado a la poesía. El propio Lorca decía de él:
...José Antonio. Otro buen chico. ¿Sabes que todos los viernes ceno con él? Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo ni a mí me conviene que me vean con él.

Se sentía, como él lo dijo en una entrevista a El Sol de Madrid poco antes de su muerte, íntegramente español.
Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.
Tras una denuncia anónima, el 16 de agosto de 1936 fue detenido en la casa de uno de sus amigos, el también poeta Luis Rosales, quien obtuvo la promesa de las autoridades nacionales de que sería puesto en libertad «si no existía denuncia en su contra». La orden de ejecución fue dada por el gobernador civil de Granada, José Valdés Guzmán, quien había ordenado al ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso la detención del poeta.
Federico García Lorca fue ejecutado en el camino que va de Víznar a Alfacar, y su cuerpo permanece enterrado en una fosa común anónima en algún lugar de esos parajes con el cadáver de un maestro nacional, Dióscoro Galindo, y los de los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, ejecutados con él. La fosa se encuentra en el paraje de Fuente Grande, en el municipio de Alfacar, provincia de Granada. El escritor, autor del Romancero Gitano fue ejecutado por ser republicano y homosexual.12
H. G. Wells envió el siguiente despacho a las autoridades militares de Granada:
H. G. Wells, presidente Pen Club de Londres, desea con ansiedad noticias de su distinguido colega Federico García Lorca, y apreciará grandemente la cortesía de una respuesta, cuya respuesta fue la siguiente:
Coronel gobernador de Granada a H. G. Wells.—Ignoro lugar hállase D. Federico García Lorca.—Firmado: Coronel Espinosa.
Después de su muerte se publicaron Primeras canciones y Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín.
Antonio Machado escribió el poema «El crimen fue en Granada» en 1937 sobre el tema de la muerte de Lorca.
El 11 de marzo de 1937, el periódico falangista de San Sebastián, Unidad, publicó un artículo firmado por Luis Hurtado Álvarez, titulado «A la España imperial le han asesinado su mejor poeta», una sentida elegía por su muerte.
En 2009, en aplicación de la ley para la recuperación de la memoria histórica aprobada por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, se decide abrir la fosa donde supuestamente descansaban los restos del poeta. Aun así, no se encontró nada.
En mayo de 2012 salió a la luz su última carta, dirigida a su novio, el escritor y crítico Juan Ramírez de Lucas

Obra

El universo lorquiano se define por un palpable sistematismo: la poesía, el drama y la prosa se alimentan de obsesiones —amor, deseo, esterilidad— y de claves estilísticas constantes. La variedad de formas y tonalidades nunca atenta contra esa unidad cuya cuestión central es la frustración.

Estilo

Los símbolos: de acuerdo con su gusto por los elementos tradicionales, Lorca utiliza frecuentemente símbolos en su poesía. Se refieren muy frecuentemente a la muerte aunque, dependiendo del contexto, los matices varían bastante. Son símbolos centrales en Lorca:
La luna: es el símbolo más frecuente en Lorca. Su significación más frecuente es la de muerte, pero también puede simbolizar el erotismo, la fecundidad, la esterilidad o la belleza.
El agua: cuando corre, es símbolo de vitalidad. Cuando está estancada, representa la muerte.
La sangre: representa la vida y, derramada, es la muerte. Simboliza también lo fecundo, lo sexual.
El caballo (y su jinete): está muy presente en toda su obra, portando siempre valores de muerte, aunque también representa la vida y el erotismo masculino.
Las hierbas: su valor dominante, aunque no único, es el de ser símbolos de la muerte.
Los metales: también su valor dominante es la muerte. Los metales aparecen bajo la forma de armas blancas, que conllevan siempre tragedia.
La metáfora: es el procedimiento retórico central de su estilo. Bajo la influencia de Góngora, Lorca maneja metáforas muy arriesgadas: la distancia entre el término real y el imaginario es considerable. En ocasiones, usa directamente la metáfora pura. Sin embargo, a diferencia de Góngora, Lorca es un poeta conceptista, en el sentido de que su poesía se caracteriza por una gran condensación expresiva y de contenidos, además de frecuentes elipsis. Las metáforas lorquianas relacionan elementos opuestos de la realidad, transmiten efectos sensoriales entremezclados, etc.
El neopopularismo: aunque Lorca asimila sin problemas las novedades literarias, su obra está plagada de elementos tradicionales que, por lo demás, demuestran su inmensa cultura literaria. La música y los cantos tradicionales son presencias constantes en su poesía. No obstante, desde un punto de vista formal no es un poeta que muestre una gran variedad de formas tradicionales; sin embargo, profundiza en las constantes del espíritu tradicional de su tierra y de la gente: el desgarro amoroso, la valentía, la melancolía y la pasión.

Poesía

La obra poética de Lorca constituye una de las cimas de la poesía de la Generación del 27 y de toda la literatura española. La poesía lorquiana es el reflejo de un sentimiento trágico de la vida, y está vinculada a distintos autores, tradiciones y corrientes literarias. En esta poesía conviven la tradición popular y la culta. Aunque es difícil establecer épocas en la poética de Lorca, algunos críticos diferencian dos etapas: una de juventud y otra de plenitud.

Época de juventud

Aquí se incluyen sus primeros escritos: Impresiones y paisajes (en prosa, aunque sin embargo muestra procedimientos característicos del lenguaje poético) y Libro de poemas (escrito bajo el influjo de Rubén Darío, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez); en este poema García Lorca proyecta un amor sin esperanza, abocado a la tristeza.
La Diputación de Granada editó en 1986 una antología poética, seleccionada, presentada y anotada por Andrew A. Anderson (ISBN 84-505-3425-9). Esta antología aporta Suites (1920–1923) y Poemas en prosa (1927–1928). En Suites se encuentra «Cancioncilla del niño que no nació» (pág. 71), y en Poemas en prosa «Degollación de los Inocentes» (pág. 150). En estos escritos el poeta hace referencia al drama del aborto.

Época de plenitud

Comienza con el Poema del cante jondo (1921) que, mediante la unidad temática, formal, conceptual y la expresión de los sentimientos, debida en parte a su inspiración folclórica, describe la lírica neopopularista de la Generación del 27.
En Primeras canciones (1936) y Canciones (1927) emplea las mismas formas: la canción y el romance. Los temas del tiempo y la muerte se enmarcan en el alba, la noche, la ciudad andaluza y los paisajes lunares.
La muerte y la incompatibilidad moral del mundo gitano con la sociedad burguesa son los dos grandes temas del Romancero gitano. Destacan los procedimientos habituales de poesía de origen popular, y la influencia del compositor Manuel de Falla. No se trata de una obra folclórica; está basada en los tópicos con que se asocia lo gitano y andaluz. Lorca eleva al personaje gitano al rango de mito literario, como después hará también con el negro y el judío en Poeta en Nueva York. En el Romancero gitano emplea el romance, en sus variantes de novelesco, lírico y dramático; su lenguaje es una fusión de lo popular y lo culto.
Lorca escribió Poeta en Nueva York a partir de su experiencia en EE. UU., donde vivió entre 1929 y 1930. Para Lorca la civilización moderna y la naturaleza son incompatibles. Su visión de Nueva York es de pesadilla y desolación, propia de un mal sueño. Para expresar la angustia y el ansia de comunicación que lo embargan, emplea las imágenes visionarias del lenguaje surrealista. Su libertad expresiva es máxima, aunque junto al verso libre se advierte el uso del verso medido (octosílabo, endecasílabo y alejandrino).
El Diván del Tamarit (1940) es un libro de poemas de atmósfera o sabor oriental, inspirado en las colecciones de la antigua poesía arábigo-andalusí. El tema central es el del amor sujeto a experiencias frustrantes y amargas; su lenguaje está muy próximo al de Poeta en Nueva York.
Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (1935) es una elegía de incontenible dolor y emoción que actúa de homenaje al torero sevillano que tanto apoyó a los poetas de la Generación del 27.
La obra poética de García Lorca se cierra con Seis poemas gallegos y la serie de once poemas amorosos titulada Sonetos del amor oscuro. Lorca siempre ha contado con el respeto y admiración incondicional de los poetas de generaciones posteriores a la Guerra Civil. Considerado un poeta maldito, su influencia se ha dejado sentir entre los poetas españoles del malditismo.

Libros de poesía

De Profundis en Leiden
Libro de poemas (1921)
Poema del cante jondo (1921)
Oda a Salvador Dalí (1926)
Romancero gitano (1928)
Poeta en Nueva York (1930)
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935)
Seis poemas galegos (1935)
Diván del Tamarit (1936)
Sonetos del amor oscuro (1936)

Teatro

El teatro de García Lorca es, con el de Valle-Inclán, el de mayor importancia escrito en castellano en el siglo XX. Es un teatro poético, en el sentido de que gira en torno a símbolos medulares —la sangre, el cuchillo o la rosa—, de que se desarrolla en espacios míticos o presenta un realismo trascendido, y de que, en fin, encara problemas sustanciales del existir. El lenguaje, aprendido en Valle-Inclán, es también poético. Sobre Lorca influyen también el drama modernista (de aquí deriva el uso del verso), el teatro lopesco (evidente, por ejemplo, en el empleo organizado de la canción popular), el calderoniano (desmesura trágica, sentido de la alegoría) y la tradición de los títeres. La producción dramática de Lorca puede ser agrupada en cuatro conjuntos: farsas, comedias «irrepresentables» (según el autor), tragedias y dramas.
Entre las farsas, escritas entre 1921 y 1928, destacan La zapatera prodigiosa, en la que el ambiente andaluz sirve de soporte al conflicto, cervantino, entre imaginación y realidad, y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, complejo ritual de iniciación al amor, que anuncia los «dramas irrepresentables» de 1930 y 1931: El público y Así que pasen cinco años, sus dos obras más herméticas, son una indagación en el hecho del teatro, la revolución y la presunta homosexualidad —la primera— y una exploración —la segunda— en el ser humano y en el sentido del vivir.
Consciente del éxito de los dramas rurales poéticos, Lorca elabora las tragedias Bodas de sangre (1933) y Yerma (1934), conjugación de mito, poesía y sustancia real.
Los problemas humanos determinan los dramas. Así, el tema de la «solterona» española (Doña Rosita la soltera, 1935), o el de la represión de la mujer y la intolerancia en La casa de Bernarda Alba (1936), para muchos la obra maestra del autor.

Obras teatrales

El maleficio de la mariposa (1921)
Mariana Pineda (1927)
La zapatera prodigiosa (1930)
Retablillo de Don Cristóbal (1928)
El público (1930)
Así que pasen cinco años (1930)
Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1933)
Bodas de sangre (1933)
Yerma (1934)
Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935)
La casa de Bernarda Alba (1936)
La fuerza de la sangre (inacabada) (1936)

Prosa

Impresiones y paisajes (1918)






Al oído de una muchacha

No quise.
No quise decirte nada.

Vi en tus ojos
dos arbolitos locos.
De brisa, de risa y de oro.
Se meneaban.
No quise.
No quise decirte nada.







Adelina, de paseo

la mar no tiene naranjas,
ni Sevilla tiene amor.
Morena, qué luz de fuego.
Préstame tu quitasol.

Me pondrá la carne verde
-zumo de lima y limón-,
tus palabras -pececillos-
nadarán alrededor.

La mar no tiene naranjas.
¡Ay!, amor.
¡Ni Sevilla tiene amor!







Alma ausente

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.







Apunte para una oda

Desnuda soledad sin gesto ni palabra,
transparente en el huerto y untuosa por el monte;
soledad silenciosa sin olor ni veleta
que pesa en los remansos, siempre dormida y sola.
Soledad de lo alto, toda frente y luceros,
como una gran cabeza cortada y palidísima;
redonda soledad que nos deja en las manos
unos lirios suaves de pensativa escarcha.

En la curva del río te esperé largas horas,
limpio ya de arabescos y de ritmos fugaces.
Tu jardín de violetas nacía sobre el viento
y allí temblabas sola, queriéndote a ti misma.

Yo te he visto cortar el limón de la tarde
para teñir tus manos dormidas de amarillo,
y en momentos de dulce música de mi vida
te he visto en los rincones enlutada y pequeña,
pero lejana siempre, vieja y recién nacida.
Inmensa giraluna de fósforo y de plata,
pero lejana siempre, tendida, inaccesible
a la flauta que anhela clavar tu carne oscura.

Mi alma como una yedra de luz verde y escarcha
por el muro del día sube lenta a buscarte;
caracoles de plata las estrellas me envuelven,
pero nunca mis dedos hallarán tu perfume. (....)







Ay, voz secreta

Ay voz secreta del amor oscuro
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡Ay silencio sin fin, lirio maduro!

Huye de mi, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.

Deja el duro marfil de mi cabeza
apiádate de mi, ¡rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza! 







Bodas de sangre     (fragmento)

-¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!
Que si matarte pudiera,
te pondría una mortaja
con los filos de violetas.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!

-¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
Porque yo quise olvidar
y puse un muro de piedra
entre tu casa y la mía.
Es verdad. ¿No lo recuerdas?
Y cuando te vi de lejos
me eché en los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta.
Con alfileres de plata
mi sangre se puso negra,
y el sueño me fue llenando
las carnes de mala hierba.
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas.

-¡Ay qué sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
He dejado a un hombre duro
ya toda su descendencia
en la mitad de la boda
y con la corona puesta.
Para ti será el castigo
y no quiero que lo sea.
¡Déjame sola! ¡Huye tú!
No hay nadie que te defienda.

-Pájaros de la mañana
por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
en el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro,
donde yo siempre te quiera,
que no me importa la gente,
ni el veneno que nos echa.

-Y yo dormiré a tus pies
para guardar lo que sueñas.
Desnuda, mirando al campo,
como si fuera una perra,
¡porque eso soy! Que te miro
y tu hermosura me quema.

-Se abrasa lumbre con lumbre.
La misma llama pequeña
mata dos espigas juntas.
¡Vamos!

                -¿ Adónde me llevas ?

-A donde no puedan ir
estos hombres que nos cercan.
¡Donde yo pueda mirarte!

-Llévame de feria en feria,
dolor de mujer honrada,
a que las gentes me vean
con las sábanas de boda
al aire como banderas.

-También yo quiero dejarte
si pienso como se piensa.
pero voy donde tú vas.
Tú también. Da un paso. Prueba.
clavos de luna nos funden
mi cintura y tus caderas.







Cada canción...

Cada canción 
es un remanso
del amor.

Cada lucero,
un remanso
del tiempo.
Un nudo 
del tiempo.

Y cada suspiro
un remanso 
del grito.







Canción otoñal

Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas,
pero mi senda se pierde
en el alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
y el dolor de mi tristeza
va mojando los recuerdos
en la fuente de la idea.

Todas las rosas son blancas,
tan blancas como mi pena,
y no son las rosas blancas,
que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
copos de besos y escenas
que se hundieron en la sombra
o en la luz del que las piensa.

La nieve cae de las rosas,
pero la del alma queda,
y la garra de los años
hace un sudario con ellas.

¿Se deshelará la nieve
cuando la muerte nos lleva?
¿O después habrá otra nieve
y otras rosas más perfectas?
¿Será la paz con nosotros
como Cristo nos enseña?
¿O nunca será posible
la solución del problema?

¿Y si el amor nos engaña?
¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde
en la verdadera ciencia
del Bien que quizá no exista,
y del Mal que late cerca?

¿Si la esperanza se apaga
y la Babel se comienza,
qué antorcha iluminará
los caminos en la Tierra?

¿Si el azul es un ensueño,
qué será de la inocencia?
¿Qué será del corazón
si el Amor no tiene flechas?

¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena.







Corazón nuevo

Mi corazón, como una sierpe,
se ha desprendido de su piel,
y aquí la miro entre mis dedos
llena de heridas y de miel.

Los pensamiento que anidaron
en tus arrugas, ¿dónde están?
¿Dónde las rosas que aromaron
a Jesucristo y a Satán?

¡Pobre envoltura que ha oprimido
a mi fantástico lucero!
Gris pergamino dolorido
de lo que quise y ya no quiero.

Yo veo en ti fetos de ciencias,
momias de versos y esqueletos
de mis antiguas inocencias
y mis románticos secretos.

¿Te colgaré sobre los muros
de mi museo sentimental,
junto a los gélidos y oscuros
lirios durmientes de mi mal?

¿O te pondré sobre los pinos,
-libro doliente de mi amor-
para que sepas de los trinos
que da a la aurora el ruiseñor?







Deseo

Sólo tu corazón caliente,
y nada más.

Mi paraíso un campo
sin ruiseñor
ni liras,
con un río discreto
y una fuentecilla.

Sin la espuela del viento
sobre la fronda,
ni la estrella que quiere
ser hoja.

Una enorme luz
que fuera
luciérnaga
de otra,
en un campo
de miradas rotas.

Un reposo claro
y allí nuestros besos,
lunares sonoros
del eco,
se abrirían muy lejos.

Y tu corazón caliente,
nada más.








El amor duerme en el pecho del poeta

Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.

Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.

Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.

Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡Mira que nos acechan todavía!







El poeta dice la verdad 

Quiero llorar mi pena y te lo digo 
para que tú me quieras y me llores 
en un anochecer de ruiseñores, 
con un puñal, con besos y contigo. 

Quiero matar al único testigo 
para el asesinato de mis flores 
y convertir mi llanto y mis sudores 
en eterno montón de duro trigo. 

Que no se acabe nunca la madeja 
del te quiero me quieres, siempre ardida 
con decrépito sol y luna vieja. 

Que lo que no me des y no te pida 
será para la muerte, que no deja 
ni sombra por la carne estremecida. 







El poeta habla por teléfono con el amor

Tu voz regó la duna de mi pecho
en la dulce cabina de madera.
Por el sur de mis pies fue primavera
y al norte de mi frente flor de helecho.

Pino de luz por el espacio estrecho
cantó sin alborada y sementera
y mi llanto prendió por vez primera
coronas de esperanza por el techo.

Dulce y lejana voz por mí vertida.
Dulce y lejana voz por mí gustada.
Lejana y dulce voz amortecida.

Lejana como oscura corza herida.
Dulce como un sollozo en la nevada.
¡Lejana y dulce en tuétano metida!







El poeta pide a su amor que le escriba

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.






Es verdad

¡Ay qué trabajo me cuesta 
quererte como te quiero!

Por tu amor me duele el aire, 
el corazón 
y el sombrero.

¿Quién me compraría a mí 
este cintillo que tengo 
y esta tristeza de hilo 
blanco, para hacer pañuelos?

¡Ay qué trabajo me cuesta 
quererte como te quiero!







Interior

No quiero ser poeta,
ni galante.
¡Sábanas blancas donde te desmayes!

No conoces el sueño
ni el resplandor del día.
Como los calamares,
ciegas desnuda en tinte de perfume.
Carmen.







La casada infiel

Y que yo me la llevé al río 
creyendo que era mozuela, 
pero tenía marido. 
Fue la noche de Santiago 
y casi por compromiso. 
Se apagaron los faroles 
y se encendieron los grillos. 
En las últimas esquinas 
toqué sus pechos dormidos, 
y se me abrieron de pronto 
como ramos de jacintos. 
El almidón de su enagua 
me sonaba en el oído, 
como una pieza de seda 
rasgada por diez cuchillos. 
Sin luz de plata en sus copas 
los árboles han crecido, 
y un horizonte de perros 
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras, 
los juncos y los espinos, 
bajo su mata de pelo 
hice un hoyo sobre el limo. 
Yo me quite la corbata. 
Ella se quitó el vestido. 
Yo el cinturón con revólver. 
Ella sus cuatro corpiños. 
Ni nardos ni caracolas 
tienen el cutis tan fino, 
ni los cristales con luna 
relumbran con ese brillo. 
Sus muslos se me escapaban 
como peces sorprendidos, 
la mitad llenos de lumbre, 
la mitad llenos de frío. 
Aquella noche corrí 
el mejor de los caminos, 
montando en potra de nácar 
sin bridas y sin estribos. 
No quiero decir, por hombre, 
las cosas que ella me dijo. 
La luz del entendimiento 
me hace ser muy comedido. 
Sucia de besos y arena, 
yo me la llevé del río. 
Con el aire se batían 
las espadas de los lirios. 

Me porté como quien soy. 
Como un gitano legítimo. 
Le regalé un costurero 
grande, de raso pajizo, 
y no quise enamorarme 
porque teniendo marido 
me dijo que era mozuela 
cuando la llevaba al río.







La monja gitana

Silencio de cal y mirto. 
Malvas en las hierbas finas. 
La monja borda alhelíes 
sobre una tela pajiza. 

Vuelan en la araña gris 
siete pájaros del prisma. 
La iglesia gruñe a lo lejos 
como un oso panza arriba. 

¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza 
ella quisiera bordar 
flores de su fantasía. 

¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas! 
¡Qué azafranes y qué lunas 
en el mantel de la misa! 

Cinco toronjas se endulzan 
en la cercana cocina. 
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería 

Por los ojos de la monja 
galopan dos caballistas. 
Un rumor último y sordo 
le despega la camisa, 

y al mirar nubes y montes 
en las yertas lejanías, 
se quiebra su corazón 
de azúcar y yerbaluisa. 

¡Oh, qué llanura empinada 
con veinte soles arriba! 
¡Qué ríos puestos de pie 
vislumbra su fantasía! 

Pero sigue con sus flores, 
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez 
alto de la celosía.








La niña va por mi frente


¡Oh, qué antiguo sentimiento!

¿De qué me sirve, pregunto,
la tinta, el papel y el verso?

Carne tuya me parece,
rojo lirio, junco fresco.
Morena de luna llena.
¿Qué quieres de mi deseo?

Por las orillas del río
se está la noche mojando
y en los pechos de Lolita
se mueren de amor los ramos.

Se mueren de amor los ramos.

La noche canta desnuda
sobre los puentes de marzo.
Lolita lava su cuerpo
con agua salobre y nardos.

Se mueren de amor los ramos.

La noche de anís y plata
relumbra por los tejados.
Plata de arroyos y espejos.
Anís de tus muslos blancos.

Se mueren de amor los ramos.







La sombra de mi alma...

La sombra de mi alma
huye por un ocaso de alfabetos,
niebla de libros
y palabras.

¡La sombra de mi alma!

He llegado a la línea donde cesa
la nostalgia,
y la gota de llanto se transforma
alabastro de espíritu.

¡La sombra de mi alma!

El copo del dolor
se acaba,
pero queda la razón y la sustancia
de mi viejo mediodía de labios,
de mi viejo mediodía
de miradas.

Un turbio laberinto
de estrellas ahumadas
enreda mi ilusión
casi marchita.

¡La sombra de mi alma!

Y una alucinación
me ordeña las miradas.
Veo la palabra amor
desmoronada.

¡Ruiseñor mío!
¡Ruiseñor!
¿Aún cantas?







Largo espectro de plata conmovida...

Largo espectro de plata conmovida
el viento de la noche suspirando,
abrió con mano gris mi vieja herida
y se alejó: yo estaba deseando.

Llaga de amor que me dará la vida
perpetua sangre y pura luz brotando.
Grieta en que Filomela enmudecida
tendrá bosque, dolor y nido blando.

¡Ay qué dulce rumor en mi cabeza!
Me tenderé junto a la flor sencilla
donde flota sin alma tu belleza.

Y el agua errante se pondrá amarilla,
mientras corre mi sangre en la maleza
mojada y olorosa de la orilla.







Las seis cuerdas

La guitarra
hace llorar a los sueños.
El sollozo de las almas
perdidas
se escapa por su boca
redonda.
Y como la tarántula,
teje una gran estrella
para cazar suspiros,
que flotan en su negro
aljibe de madera.

1924







Llagas de amor

Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.

Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.

Son guirnaldas de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.

Y aunque busco la cumbre de prudencia
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.







Lucía Martínez

Lucía Martínez.
Umbría de seda roja.

Tus muslos, como la tarde,
van de la luz a la sombra.
Los azabaches recónditos
oscurecen tus magnolias.

Aquí estoy, Lucía Martínez.
Vengo a consumir tu boca
y a arrastrarte del cabello
en madrugada de conchas.

Porque quiero y porque puedo.
Umbría de seda roja.







Madrigal apasionado 

Quisiera estar en tus labios 
para apagarme en la nieve 
de tus dientes. 
Quisiera estar en tu pecho 
para en sangre deshacerme. 
Quisiera en tu cabellera 
de oro soñar para siempre. 
Que tu corazón se hiciera 
tumba del mío doliente. 
Que tu carne sea mi carne, 
que mi frente sea tu frente. 
Quisiera que toda mi alma 
entrara en tu cuerpo breve 
y ser yo tu pensamiento 
y ser yo tu blanco veste. 
Para hacer que te enamores 
de mí con pasión tan fuerte 
que te consumas buscándome 
sin que jamás ya me encuentres. 
Para que vayas gritando 
mi nombre hacia los ponientes, 
preguntando por mí al agua, 
bebiendo triste las hieles 
que antes dejó en el camino 
mi corazón al quererte. 
Y yo mientras iré dentro 
de tu cuerpo dulce y débil, 
siendo yo, mujer, tú misma, 
y estando en ti para siempre, 
mientras tú en vano me buscas 
desde Oriente a Occidente, 
hasta que al fin nos quemara 
la llama gris de la muerte. 








Madrigal de verano

Junta tu roja boca con la mía,
¡Oh Estrella la gitana!
Bajo el oro solar del mediodía
morderé la manzana.

En el verde olivar de la colina
hay una torre morena,
del color de tu carne campesina
que sabe a miel y aurora.

Me ofreces en tu cuerpo requemado,
el divino alimento
que da flores al cauce sosegado
y luceros al viento.

¿Cómo a mí te entregaste, luz morena?
¿por qué me diste llenos
de amor tu sexo de azucena
y el rumor de tus senos?

¿No fue por mi figura entristecida?
¡Oh mis torpes andares!
¿Te dio lástima acaso de mi vida,
marchita de cantares?

¿Cómo no has preferido a mis lamentos
los muslos sudorosos
de un San Cristóbal campesino, lentos
en el amor y hermosos?

Danaide del placer eres conmigo.
Femenino Silvano.
Huelen tus besos como huele el trigo
reseco del verano.

Entúrbiame los ojos, con tu canto.
Deja tu cabellera
extendida y solemne como un manto
de sombra en la pradera.

Píntame con tu boca ensangrentada
un cielo del amor,
en un fondo de carne la morada
estrella de dolor.

Mi pegaso andaluz está cautivo
de tus ojos abiertos;
volará desolado y pensativo
cuando los vea muertos.

Y aunque no me quisieras te querría
por tu mirar sombrío,
como quiere la alondra al nuevo día,
sólo por el rocío.

Junta tu roja boca con la mía,
¡Oh Estrella la gitana!
Déjame bajo el claro mediodía
consumir la manzana.







Mi niña se fue a la mar...

Mi niña se fue a la mar, 
a contar olas y chinas, 
pero se encontró, de pronto,
con el río de Sevilla. 

Entre adelfas y campanas 
cinco barcos se mecían, 
con los remos en el agua 
y las velas en la brisa. 

¿Quién mira dentro la torre 
enjaezada, de Sevilla? 
Cinco voces contestaban 
redondas como sortijas. 

El cielo monta gallardo 
al río, de orilla a orilla. 
En el aire sonrosado, 
cinco anillos se mecían.







Muerto de amor

                                                             A Margarita Manso

¿Qué es aquello que reluce
por los altos corredores?
Cierra la puerta, hijo mío,
acaban de dar las once.
En mis ojos, sin querer,
relumbran cuatro faroles.
Será que la gente aquella
estará fregando el cobre.

* * *

Ajo de agónica plata
la luna menguante, pone
cabelleras amarillas
a las amarillas torres.
La noche llama temblando
al cristal de los balcones,
perseguida por los mil
perros que no la conocen,
y un olor de vino y ámbar
viene de los corredores.

* * *

Brisas de caña mojada
y rumor de viejas voces,
resonaban por el arco
roto de la media noche.
Bueyes y rosas dormían.
Sólo por los corredores
las cuatro luces clamaban
con el furor de San Jorge.
Tristes mujeres del valle
bajaban su sangre de hombre,
tranquila de flor cortada
y amarga de muslo joven.
Viejas mujeres del río
lloraban al pie del monte,
un minuto intransitable
de cabelleras y nombres.
Fachadas de cal, ponían
cuadrada y blanca la noche.
Serafines y gitanos
tocaban acordeones.
Madre, cuando yo me muera,
que se enteren los señores.
Pon telegramas azules
que vayan del Sur al Norte.
Siete gritos, siete sangres,
siete adormideras dobles,
quebraron opacas lunas
en los oscuros salones.
Lleno de manos cortadas
y coronitas de flores,
el mar de los juramentos
resonaba, no sé donde.
Y el cielo daba portazos
al brusco rumor del bosque,
mientras clamaban las luces
en los altos corredores.








Muerte de Antoñito el Camborio

Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que cercan,
voz de clavel varonil.
Les clavó sobre las botas
'mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.
Bañó con sangre enemiga
su corbata carmesí,
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbir.
Cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.

* * *

-Antonio Torres Heredia,
Camborio de dura crin,
moreno de verde luna,
voz de clavel varonil:
¿Quién te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir?
-Mis cuatro primos Heredias,
hijos de Benamejí.
Lo que en otros no envidiaban,
ya lo envidiaban en mí.
Zapatos color corinto,
medallones de marfil,
y este cutis amasado
con aceituna y jazmín.
-¡Ay, Antoñito el Camborio,
digno de una Emperatriz 
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
-¡Ay, Federico García,
llama a la Guardia Civil\
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.

* * *

Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.











Noche del amor insomne 

Noche arriba los dos con luna llena, 
yo me puse a llorar y tú reías. 
Tu desdén era un dios, las quejas mías 
momentos y palomas en cadena. 

Noche abajo los dos. Cristal de pena, 
llorabas tú por hondas lejanías. 
Mi dolor era un grupo de agonías 
sobre tu débil corazón de arena. 

La aurora nos unió sobre la cama, 
las bocas puestas sobre el chorro helado 
de una sangre sin fin que se derrama. 

Y el sol entró por el balcón cerrado 
y el coral de la vida abrió su rama 
sobre mi corazón amortajado.







Normas

Norma de ayer encontrada 
sobre mi noche presente; 
resplandor adolescente 
que se opone a la nevada. 
No pueden darte posada 
mis dos niñas de sigilo, 
morenas de luna en vilo 
con el corazón abierto; 
pero mi amor busca el huerto 
donde no muere tu estilo.


II 
Norma de seno y cadera 
baja la rama tendida; 
antigua y muy bien nacida 
virtud de la primavera. 
Ya mi desnudo quisiera 
ser dalia de tu destino, 
abeja, rumor o vino 
de tu número y locura; 
pero mi amor busca pura 
locura de brisa y trino.







Oda a Walt Whitman

Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.

Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.

Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión,
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.

Pero ninguno se detenía,
ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.

Cuando la luna salga
las poleas rodarán para turbar al cielo;
un límite de agujas cercará la memoria
y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.

Nueva York de cieno,
Nueva York de alambres y de muerte:
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de tus anémonas manchadas?

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid,
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.

Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.

Ni un solo momento, Adán de sangre, Macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te señalan-

¡También ése! ¡También! y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbre de gritos y ademanes,
como los gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas,
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.
¡También ése! ¡También! Dedos teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.

Pero tú no buscabas los ojos arañados
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños
ni la saliva helada
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y en terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.

Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades.
La guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo;
mañana los amores serán rocas y el Tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada;
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero;
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución;
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades
de carne tumefacta y pensamiento inmundo.
Madres de lodo. Arpías. Enemigos sin sueño
del amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
«Faeries» de Norteamérica,
«Pájaros» de la Habana,
«Jotos» de Méjico,
«Sarasas» de Cádiz,
«Apios» de Sevilla,
«Cancos» de Madrid,
«Floras» de Alicante,
«Adelaidas» de Portugal.

¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer. Perras de sus tocadores.
Abiertos en las plazas, con fiebre de abanico
o emboscados en yertos paisajes de cicuta.

¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes,
os cierren las puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman, duerme orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme: no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes,
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.







Pequeño poema infinito 

                                                                  Para Luis Cardoza y Aragón

Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante varios siglos las hierbas de los cementerios.
Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme a la luz,
la mujer que mata dos gallos en un segundo,
la luz que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.
Pero si la nieve se equivoca de corazón
puede llegar el viento Austro
y como el aire no hace caso de los gemidos
tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.
Yo vi dos dolorosas espigas de cera
que enterraban un paisaje de volcanes
y vi dos niños locos
que empujaban llorando las pupilas de un asesino.
Pero el dos no ha sido nunca un número
porque es una angustia y su sombra,
porque es la guitarra donde el amor se desespera,
porque es la demostración del otro infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto
y el castigo de la nueva resurrección sin finales.
Los muertos odian el número dos,
pero el número dos adormece a las mujeres,
y como la mujer teme la luz,
la luz tiembla delante de los gallos
y los gallos sólo saben volar sobre la nieve,
tendremos que pacer sin descanso las hierbas de los cementerios.







Poema de la soledad

Sí, tu niñez ya fábula de fuentes. 
El tren y la mujer que llena el cielo,
tu soledad esquiva en los hoteles 
y tu máscara pura de otro signo. 
Es la niñez del mar y tu silencio 
donde los sabios vidrios se quebraban, 
es tu yerta ignorancia donde estuvo 
mi torso limitado por el fuego. 
Norma de amor te di, hombre de Apolo, 
 llanto con ruiseñor enajenado, 
pero, pasto de ruina, te afilabas 
para los breves sueños indecisos. 
Pensamiento de enfrente, luz de ayer, 
índices y señales del acaso. 
Tu cintura de arena sin sosiego 
atiende sólo rastros que no escalan, 
pero yo he de buscar por los rincones 
tu alma tibia sin ti que no te entiende, 
con el dolor de Apolo detenido 
con que he roto la máscara que llevas. 
Allí, león, allí, furia del cielo, 
te dejaré pacer en mis mejillas; 
allí, caballo azul de mi locura, 
pulso de nebulosa y minutero, 
he de buscar las piedras de alacranes 
y los vestidos de tu madre niña, 
llanto de media noche y paño roto 
que quitó luna de la sien del muerto. 
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes. 
Alma extraña de mi hueco de venas, 
te he de buscar pequeña y sin raíces, 
¡Amor de siempre, amor, amor de nunca! 
¡Oh, sí! Yo quiero. ¡,Amor, amor! Dejadme. 
No me tapen la boca los que buscan 
espigas de Saturno por la nieve 
o castran animales por un cielo, 
clínica y selva de la anatomía. 
Amor, amor, amor. Niñez del mar. 
Tu alma tibia sin ti que no te entiende. 
Amor, amor, un vuelo de la corza 
por el pecho sin fin de la blancura. 
Y tu niñez, amor, y tu niñez. 
El tren y la mujer que llena el cielo, 
Ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas. 
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.







Poema doble del lago Edem 


                                                            Nuestro ganado pace, el viento espira 
                                                                                                                        Garcilaso 

Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados. 

¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo! 

Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos. 

Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos. 

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato. 

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano! 

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco! 

Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado. 

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo. 

No, no, yo no pregunto, yo deseo,
voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado. 

Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios. 








Preciosa y el aire

Su luna de pergamino 
Preciosa tocando viene 
por un anfibio sendero 
de cristales y laureles. 
El silencio sin estrellas, 
huyendo del sonsonete, 
cae donde el mar bate y canta 
su noche llena de peces. 
En los picos de la sierra 
los carabineros  duermen 
guardando las blancas torres 
donde viven los ingleses. 
Y los gitanos del agua 
levantan por distraerse 
glorietas de caracoles 
y ramas de pino verde.

*

Su luna de pergamino 
Preciosa tocando viene. 
Al verla se ha levantado 
el viento que nunca duerme. 
San Cristobalón desnudo, 
lleno de lenguas celestes, 
mira a la niña tocando 
una dulce gaita ausente. 

Niña, deja que levante 
tu vestido para verte. 
Abre en mis dedos antiguos 
la rosa azul de tu vientre.

*

Preciosa tira el pandero 
y corre sin detenerte. 
El viento-hombrón la persigue 
con una espada caliente. 

Frunce su rumor el mar. 
Los olivos palidecen. 
Cantan las flautas de umbría 
y el liso gong de la nieve.

¡ Preciosa, corre, preciosa, 
que te coge el viento verde! 
¡Preciosa, corre, Preciosa! 
¡Míralo por donde viene! 
Sátiro de estrellas bajas 
con sus lenguas relucientes.


Preciosa, llena de miedo, 
entre en la casa que tiene, 
más arriba de los pinos, 
el cónsul de los ingleses. 

Asustados por los gritos 
tres carabineros vienen, 
sus negras capas ceñidas 
y los gorros en las sienes. 

El inglés da a la gitana 
un vaso de tibia leche, 
y una copa de ginebra 
que Preciosa no se bebe.

Y mientras cuenta, llorando, 
su aventura a aquella gente, 
en las tejas de pizarra 
el viento, furioso, muerde.








Quiero llorar mi pena y te lo digo...

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.









Remansillo

Me miré en tus ojos,
pensando en tu alma.

Adelfa blanca.

Me miré en tus ojos,
pensando en tu boca.

Adelfa roja.

Me miré en tus ojos.
¡Pero estabas muerta!

Adelfa negra.







Romance de la Guardia Civil española

                                                                                               A Juan Guerrero
                                                                        Cónsul General de la Poesía

Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capes relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.

¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas en conserva.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Ciudad de dolor y almizcle,
con las torres de canela.

Cuando llegaba la noche,
noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido,
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche
noche, que noche nochera.

La Virgen y San José,
perdieron sus castañuelas,
y buscan a los gitanos
para ver si las encuentran.
La Virgen viene vestida
con un traje de alcaldesa
de papel de chocolate
con los collares de almendras.
San José mueve los brazos
bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de Persia.
La media luna, soñaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua
por Jerez de la Frontera.

¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar, sin
peines para sus crenchas.

Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.

Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo, se les antoja,
una vitrina de espuelas.

La ciudad libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando atrás fugaces
remolinos de tijeras.
En el portal de Belén
los gitanos se congregan.
San José, lleno de heridas,
amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan.
La Virgen cura a los niños
con salivilla de estrella.
Pero la Guardia Civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios,
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchachas corrían
perseguidas por sus trenzas,
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la sierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.

¡Oh ciudad de los gitanos!
La Guardia Civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.







Romance de la luna, luna

                                                          A Conchita García Lorca

La luna vino a la fragua 
Con su polisón de nardos. 
El niño la mira, mira. 
El niño la está mirando. 

En el aire conmovido 
mueve la luna sus brazos 
y enseña, lúbrica y pura, 
sus senos de duro estaño. 

Huye luna, luna, luna. 
Si vinieran los gitanos, 
habrían con tu corazón 
collares y anillos blancos. 

Niño, déjame que baile. 
Cuando vengan los gitanos, 
te encontrarán sobre el yunque 
con los ojillos cerrados. 

Huye luna, luna, luna, 
que ya siento sus caballos. 
-Niño, déjame, no pises 
mi blancor almidonado. 

El jinete se acercaba 
tocando el tambor del llano. 
Dentro de la fragua el niño 
tiene los ojos cerrados. 

Por el olivar venían, 
bronce y sueño, los gitanos. 
Las cabezas levantadas 
y los ojos entornados. 

Cómo canta la zumaya, 
¡ay, como canta en el árbol! 
por el cielo va la luna 
con un niño de la mano. 

Dentro de la fragua lloran, 
dando gritos, los gitanos. 
El aire la vela, vela. 
El aire la está velando.








Romance de la pena negra

Las piquetas de los gallos 
cavan buscando la aurora, 
cuando por el monte oscuro 
baja Soledad Montoya. 
Cobre amarillo, su carne 
huele a caballo y a sombra. 
Yunques ahumados sus pechos, 
gimen canciones redondas. 
Soledad, ¿Por quién preguntas 
sin compaña y a estas horas? 
Pregunte por quien pregunte, 
dime: ¿a ti qué se te importa? 
Vengo a buscar lo que busco, 
mi alegría y mi persona.

Soledad de mis pesares, 
caballo que se desboca, 
al fin encuentra la mar 
y se lo tragan las olas. 
No me recuerdes el mar, 
que la pena negra, brota 
en las tierras de aceituna 
bajo el rumor de las hojas. 
¡Soledad, qué pena tienes! 
¡Qué pena tan lastimosa! 
Lloras zumo de limón 
agrio de espera y de boca. 
¡Qué pena tan grande! Corro 
mi casa como una loca, 
mis dos trenzas por el suelo, 
de la cocina a la alcoba. 
¡Qué pena! Me estoy poniendo 
de azabache, carne y ropa. 
¡Ay, mis camisas de hilo! 
¡Ay, mis muslos de amapola! 
Soledad: lava tu cuerpo 
con agua de alondras, 
y deja tu corazón 
en paz, Soledad Montoya.

Por abajo canta el río: 
volante de cielo y hojas. 
Con flores de calabaza, 
la nueva luz se corona. 
¡Oh pena de los gitanos! 
Pena limpia y siempre sola. 
¡Oh pena de cauce oculto 
y madrugada remota!







Romance sonámbulo

Verde que te quiero verde. 
Verde viento. Verdes ramas. 
El barco sobre el mar 
y el caballo en la montaña. 
Con la sombra en la cintura 
ella sueña en su baranda, 
verde carne, pelo verde, 
con ojos de fría plata. 
Verde que te quiero verde. 
Bajo la luna gitana, 
las cosas la están mirando 
y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde. 
Grandes estrellas de escarcha, 
vienen con el pez de sombra 
que abre el camino del alba. 
La higuera flota su viento 
con la lija de sus ramas, 
y el monte, gato garduño, 
eriza sus pitas agrias. 
Pero ¿quién vendrá? ¿Y por donde...? 
Ella sigue en su baranda, 
verde carne, pelo verde, 
soñando en la mar amarga. 

Compadre, quiero cambiar 
mi caballo por su casa, 
mi montura por su espejo, 
mi cuchillo por su manta. 
Compadre, vengo sangrando, 
desde los puertos de Cabra. 
Si yo pudiera, mocito, 
este trato se cerraba. 
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa. 
Compadre, quiero morir 
decentemente en mi cama. 
De acero, si puede ser, 
con las sábanas de holanda. 
¿No veis la herida que tengo 
desde el pecho a la garganta? 
Trescientas rosas morenas 
lleva tu pechera blanca. 
Tu sangre rezuma y huele 
alrededor de tu faja. 
Pero yo ya no soy yo. 
Ni mi casa es ya mi casa. 
Dejadme subir al menos 
hasta las altas barandas, 
¡dejadme subir!, dejadme 
hasta las verdes barandas. 
Barandales de la luna 
por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres 
hacia las altas barandas. 
Dejando un rastro de sangre. 
Dejando un rastro de lágrimas. 
Temblaban en los tejados 
farolillos de hojalata. 
Mil panderos de cristal 
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde, 
verde viento verde ramas. 
Los dos compadres subieron. 
El largo viento, dejaba 
en la boca un raro gusto 
de hiel, de menta y de albahaca. 
¡Compadre! ¿Dónde está, dime? 
¿Dónde está tu niña amarga? 
¡Cuántas veces te esperó! 
¡Cuántas veces te esperara, 
cara fresca, negro pelo, 
en esta verde baranda! 
  
Sobre el rostro del aljibe 
se mecía la gitana. 
Verde carne, pelo verde, 
con ojos de fría plata. 
Un carámbano de luna 
la sostiene sobre el agua. 
La noche se puso íntima 
como una pequeña plaza. 
Guardias civiles borrachos 
en la puerta golpeaban. 

Verde que te quiero verde. 
Verde viento. Verdes ramas. 
El barco sobre la mar. 
Y el caballo en la montaña.







Serenata de Belisa

Por las orillas del río
se está la noche mojando
en los pechos de Lolita
se mueren de amor los ramos.

¡Se mueren de amor los ramos!

La noche canta desnuda
sobre los puentes de marzo.
Belisa lava su cuerpo
con agua salobre y nardos.

¡Se mueren de amor los ramos!

La noche de anís y plata
relumbra por los tejados.
Playas de arroyos y espejos
anís de tus muslos blancos.

¡Se mueren de amor los ramos!







Soneto

El viento explora cautelosamente
qué viejo tronco tenderá mañana.
El viento: con la luna en su alta frente
escrito por el pájaro y la rana. 

El cielo se colora lentamente,
una estrella se muere en la ventana
y en las sombras tendidas del naciente
luchan mi corazón y su manzana. 

El viento como arcángel sin historia
tendrá sobre el gran álamo que espía,
después de largo acecho, la victoria, 

mientras mi corazón, en la luz fría,
frente al vago espejismo de la Gloria,
lucha sin descifrar el alma mía. 







Soneto de la dulce queja

Tengo miedo a perder la maravilla 
de tus ojos de estatua, y el acento 
que de noche me pone en la mejilla 
la solitaria rosa de tu aliento. 

Tengo pena de ser en esta orilla 
tronco sin ramas; y lo que más siento 
es no tener la flor, pulpa o arcilla, 
para el gusano de mi sufrimiento. 

Si tú eres el tesoro oculto mío, 
si eres mi cruz y mi dolor mojado, 
si soy el perro de tu señorío, 

no me dejes perder lo que he ganado 
y decora las aguas de tu río 
con hojas de mi otoño enajenado. 








Soneto de la guirnalda de rosas

¡Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!
¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta!
que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez viene y mil la luz de enero.

Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta,
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.

Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados.
Bebe en muslo de miel sangre vertida.

Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.







Soneto gorgorino

Este pichón del Turia que te mando,
de dulces ojos y de blanca pluma,
sobre laurel de Grecia vierte y suma
llama lenta de amor do estoy parando.

Su cándida virtud, su cuello blando,
en limo doble de caliente espuma,
con un temblor de escarcha, perla y bruma
la ausencia de tu boca está marcando.

Pasa la mano sobre su blancura
y verás qué nevada melodía
esparce en copos sobre tu hermosura.

Así mi corazón de noche y día,
preso en la cárcel del amor oscuro,
llora sin verte su melancolía.








Thamar y Amnón

                                                 Para Alfonso García Valdecasas

La luna gira en el cielo
sobre las tierras sin agua
mientras el verano siembra
rumores de tigre y llama.
Por encima de los techos
nervios de metal sonaban.
Aire rizado venía
con los balidos de lana.
La tierra se ofrece llena
de heridas cicatrizadas,
o estremecida de agudos
cauterios de luces blancas.

Thamar estaba soñando
pájaros en su garganta,
al son de panderos fríos
y cítaras enlunadas.
Su desnudo en el alero,
agudo norte de palma,
pide copos a su vientre
y granizo a sus espaldas.
Thamar estaba cantando
desnuda por la terraza.
Alrededor de sus pies,
cinco palomas heladas.
Amnón delgado y concreto,
en la torre la miraba,
llenas las ingles de espuma
y oscilaciones la barba.
Su desnudo iluminado
se tendía en la terraza,
con un rumor entre dientes
de flecha recién clavada.
Amnón estaba mirando
la luna redonda y baja,
y vio en la luna los pechos
durísimos de su hermana.

Amnón a las tres y media
se tendió sobre la cama.
Toda la alcoba sufría
con sus ojos llenos de alas.
La luz maciza, sepulta
pueblos en la arena parda,
o descubre transitorio
coral de rosas y dalias.
Linfa de pozo oprimida
brota silencio en las jarras.
En el musgo de los troncos
la cobra tendida canta.
Amnón gime por la tela
fresquísima de la cama.
Yedra del escalofrío
cubre su carne quemada.
Thamar entró silenciosa
en la alcoba silenciada,
color de vena y Danubio,
turbia de huellas lejanas.
-Thamar, bórrame los ojos
con tu fija madrugada.
Mis hilos de sangre tejen
volantes sobre tu falda.
-Déjame tranquila, hermano.
Son tus besos en mi espalda
avispas y vientecillos
en doble enjambre de flautas.
-Thamar, en tus pechos altos
hay dos peces que me llaman
y en las yemas de tus dedos
rumor de rosa encerrada.

Los cien caballos del rey
en el patio relinchaban.
Sol en cubos resistía
la delgadez de la parra.
Ya la coge del cabello,
ya la camisa le rasga.
Corales tibios dibujan
arroyos en rubio mapa.

¡Oh, qué gritos se sentían
por encima de las casas!
Qué espesura de puñales
y túnicas desgarradas.
Por las escaleras tristes
esclavos suben y bajan.
Émbolos y muslos juegan
bajo las nubes paradas.
Alrededor de Thamar
gritan vírgenes gitanas
y otras recogen las gotas
de su flor martirizada.
Paños blancos, enrojecen
en las alcobas cerradas.
Rumores de tibia aurora
pámpanos y peces cambian.

Violador enfurecido,
Amnón huye con su jaca.
Negros le dirigen flechas
en los muros y atalayas.
Y cuando los cuatro cascos
eran cuatro resonancias,
David con unas tijeras
cortó las cuerdas del arpa.







Veleta

Viento del Sur, 
moreno, ardiente, 
llegas sobre mi carne, 
trayéndome semilla 
de brillantes 
miradas, empapado 
de azahares.

Pones roja la luna 
y sollozantes los álamos cautivos, pero vienes 
¡demasiado tarde! 
¡ya he enrollado la noche de mi cuento
en el estante! 

Sin ningún viento, 
¡hazme caso! 
gira, corazón; 
gira, corazón.

Aire del Norte, 
¡oso blanco del viento! 
llegas sobre mi carne 
tembloroso de auroras 
boreales, 
con tu capa de espectros 
capitanes, 
y riyéndote a gritos 
del Dante, 
¡oh pulidor de estrellas! 
pero vienes demasiado tarde.

Mi armario está musgoso 
y he perdido la llave.

Sin ningún viento, 
¡hazme caso! 
gira, corazón; 
gira, corazón.

Brisas, gnomos y vientos 
de ninguna parte. 
Mosquitos de la rosa 
de pétalos pirámides. 
Alisios destetados 
entre los rudos árboles, 
flautas en la tormenta, 
¡dejadme! 
tiene recias cadenas 
mi recuerdo, 
y está cautiva el ave 
que dibuja con trinos 
la tarde.

Las cosas que se van no vuelven nunca
todo el mundo lo sabe, 
y entre el claro gentío de los vientos 
es inútil quejarse. ,
¿Verdad, chopo, maestro de la brisa?
¡es inútil quejarse! 

Sin ningún viento, 
¡hazme caso! 
gira, corazón; 
gira, corazón.

Julio de 1920, Fuente Vaqueros, Granada.








Venus

A la señorita Argemira López
que no me quiso.

Efectivamente 
tienes dos grandes senos 
y un collar de perlas 
en el cuello. 
Un infante de bruma 
te sostiene el espejo. 
Aunque estás muy lejana, 
yo te veo 
llevar la mano de iris 
a tu sexo, 
y arreglar indolente 
el almohadón del cielo. 
Te miramos con lupa 
yo y el Renacimiento.










THÉOPHILE GAUTIER [9554]

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Théophile Gautier
Pierre Jules Théophile Gautier fue un famoso poeta, dramaturgo, novelista, periodista, crítico literario y fotógrafo francés, nacido el 30 de agosto de 1811 y fallecido el 23 de octubre de 1872. Pese a ser un ardiente defensor del romanticismo, su obra tiene referencias del parnasianismo (del que fue fundador), el simbolismo y el modernismo.

Nació en la población de Tarbes situada en el departamento francés de Altos Pirineos (Hautes-Pyrénées), en el suroeste de Francia, mudándose a París en su infancia. En principio quiso ser pintor, pero sus inclinaciones literarias le llevaron a la poesía, entablando amistad posteriormente con Honore de Balzac y Victor Hugo. En el colegio conoció a Gérard de Nerval, con quien entabló lo que luego sería una larga amistad. Su poesía empezó a desarrollarse a partir de 1826 y comenzó a publicarla en periódicos como La Presse, entre otros. Alrededor de 1830 adoptó las ideas revolucionarias vigentes y vivió de forma bohemia. Llegó a pertenecer al grupo extravagante y excéntrico de artistas del "Le Petit Cénacle" al final del periodo junto con Gérard de Nerval, Alejandro Dumas, Petrus Borel, Alphonse Brot, Joseph Bouchardy y Philothée O’Neddy. También recibió la ayuda de Honoré de Balzac, quien le dio trabajo en la Chronique de Paris.
Durante toda su vida Gautier viajó por varios lugares del mundo entre los que destacan España, Italia, Turquía, Egipto y Argelia. Sus viajes influyeron en sus escritos, como Constantinopla, Viaje a España, Tesoros del Arte de Rusia o Viaje a Rusia. Los libros de viaje de Gautier se consideran de los mejores del siglo XIX por su estilo personal y su difusión de cultura de cada lugar. Cuando visitó España en 1840, finalizaba la Primera Guerra Carlista y fue elegido para cubrir la contienda como periodista, trabajo que consideró humillante. En su equipaje portaba un aparato fotográfico (daguerrotipo) con el que pretendía captar imágenes de su viaje. Nada se sabe de los resultados obtenidos, pues al parecer sus intentos fueron infructuosos.
Absorto en su trabajo tras la Revolución de 1848, escribió más de cien artículos en nueve meses. Su prestigio fue confirmado al ser nombrado director de la Revue de Paris entre 1851 y 1856. Durante este tiempo llega a ser periodista del Le Moniteur universel y tiene gran influencia en la revista L’Artiste. En 1865 fue admitido al prestigioso salón de la princesa Matilde Bonaparte, hija de Jerónimo Bonaparte y sobrina de Napoleón.
Pese a que fue rechazado tres veces por la Academia Francesa en 1867, 1868 y 1869 fue apoyado por el crítico literario más influyente de la época, Charles-Augustin Sainte-Beuve, quien lo consideró el mejor columnista de prensa del momento.
Gautier perteneció, junto con el poeta Charles Baudelaire y el Dr. Jacques Joseph Moreau, así como muchos otros literatos e intelectuales de su época, al club dedicado a la experimentación con drogas, principalmente hachís, llamado el Club des Hashischins. En un artículo publicado en Revue des Deux Mondes en 1846, Gautier detalló sus experimentos.
Theophile Gautier murió el 23 de octubre de 1872 y fue enterrado en el cementerio de Montmartre, París.

Obras publicadas

Arria Marcella, 1831 a 1863
Albertus, 1832
Mademoiselle de Maupin, 1835 a 1836
La muerta enamorada, 1836
La Comédie de la mort, 1838
Viaje a España, 1843
Émaux et camées, 1852 a 1872
Le Roman de la momie, 1858
Le Capitaine Fracasse, 1863
Constantinopla, 1853
Le chevalier double, 1863








A una joven italiana

Aquel mes de febrero tiritaba en su albura 
de la escarcha y la nieve; azotaba la lluvia 
con sus rachas el ángulo de los negros tejados; 
tú decías: ¡Dios mío! ¿Cuándo voy a poder 
encontrar en los bosques las violetas que quiero? 
Nuestro cielo es llorón, en las tierras de Francia 
la estación es friolera como si aún fuera invierno, 
y se sienta a la lumbre; París vive entre fango 
cuando en tan bellos meses ya Florencia desgrana 
sus tesoros que adorna un esmalte de hierba. 

Mira, el árbol negruzco su esqueleto perfila; 
se engañó tu alma cálida con su dulce calor; 
no hay violetas excepto en tus ojos azules, 
y no hay más primavera que tu rostro encendido.

Versión de Carlos Pujol







El arte

Sí, es más bella la obra trabajada 
con formas más rebeldes, como el verso, 
o el ónice o el mármol o el esmalte. 

¡Huyamos de postizas sujeciones! 
Pero acuérdate, oh Musa, de calzar, 
un estrecho coturno que te apriete. 

Rehúye siempre cualquier ritmo cómodo 
como un zapato demasiado grande 
en el que todo pie puede meterse. 

Y tú, escultor, rechaza la blandura 
del barro al que el pulgar puede dar forma, 
mientras la inspiración flota lejana; 

es mejor que te midas con carrara 
o con el paros * duro y exigente, 
que custodian los más puros contornos; 

o pídele quizá a Siracusa 
su bronce en que resalta firmemente 
el rasgo más altivo y delicioso; 

con la delicadeza de tu mano 
descubre dibujando en una veta 
de ágata el perfil del dios Apolo. 

Huye, pintor, de la acuarela y fija 
el color demasiado desvaído 
en el horno de los esmaltadores. 

Haz que sean azules las sirenas 
y retuerzan de cien modos distintos 
los heráldicos monstruos sus figuras; 

en el lóbulo triple de su nimbo, 
la Virgen con el Niño, en cuya mano 
hay la esfera con una cruz encima. 

Todo pasa. Tan sólo el arte fuerte 
posee la eternidad. Únicamente 
el busto sobrevive a la ciudad. 

Y la moneda rústica y austera 
que un labriego ha encontrado bajo tierra, 
recuerda que existió un emperador. 

Hasta los mismos dioses al fin mueren. 
Mas los versos perfectos permanecen 
y duran más que imágenes de bronce. 

Artista, esculpe, lima o bien cincela; 
que se selle tu sueño fluctuante 
en el bloque que opone resistencia.







El hipopótamo 

El hipopótamo de vientre enorme 
suele vivir en selvas como Java, 
y allí en el fondo de las cuevas hay 
monstruos que no se pueden ni soñar. 

La boa que se agita entre silbidos, 
el tigre que tan bien sabe rugir, 
el búfalo enfadado que resopla; 
él sólo duerme o pace siempre en calma. 

El kris y la azagaya no le asustan, 
contempla al hombre sin darse a la huida, 
se ríe del cipayo y de sus balas 
que no hieren su piel y que rebotan. 

Por eso yo soy como el hipopótamo; 
me protege mi fuerte convicción, 
armadura que me hace invulnerable, 
y así por el desierto ando sin miedo.







El traje rosa

Adoro la túnica rosa
en que va tu hermosura envuelta;
es el tibor de tu garganta;
es de tu cuerpo ánfora esbelta.

Frágil como una rosa thé,
leve como un ala de abeja,
toda te ciñe y te circunda
con rauda caricia bermeja.

A la seda tu piel trasmite
sus estremecimientos cálidos:
a tu piel la seda devuelve
reflejo de carmines pálidos.

-¿ Quién urdió la mágica tela
con hilos de tu carne misma,
en un misterio donde suman
luz, seda y piel un móvil prisma?

-¿Son los iris de la alborada;
o los nácares de Afrodita;
o los rubíes de tu seno
lo que en tu clámide se agita?

-¿Quizá las hebras se tiñeron
en tus corales de pudor,
cuando desnuda contemplabas
de tus líneas el esplendor?

Tú, despojada de esos velos
-soñada encarnación del arte-
ser podrías ante Canova
cual otra Venus Bonaparte.

No sé si eres urna de ónice
donde ávidos goces van presos,
o si lo que tu cuerpo ciñe
es una túnica de besos.

Versión de Carlos López Narváez







Humo

Bajo los árboles hay 
una choza corcovada; 
con el tejado vencido, 
rotas paredes y musgo 
en el umbral de la puerta. 

Ciega está por sus postigos 
la ventana, pero igual 
que cuando hace mucho frío 
se ve como un tibio aliento 
de la casa que respira. 

Un tirabuzón de humo 
gira en hilillos azules 
y así del alma encerrada 
en aquel tugurio lleva 
noticias frescas a Dios.







Las palomas

En el collado aquel de los sepulcros 
una palmera y su penacho verde 
se yerguen donde acuden las palomas 
a anidar por la noche y guarecerse. 

Con el alba desertan de las ramas: 
como un collar que se desgrana, vemos 
-blancas, dispersas, en el aire azul-
que algún tejado buscan aún más lejos. 

Todas las noches es un árbol mi alma 
donde se posan con las alas trémulas 
enjambres blancos de visiones locas 
para echar a volar cuando clarea.

Versión de Carlos Pujol







Lied

Es rosada la tierra en el abril, 
como la juventud, como el amor; 
y casi no se atreve, siendo virgen, 
a enamorarse de la Primavera. 

En junio, con un pálido semblante 
y el corazón turbado de deseos, 
con el Verano de tostada piel 
se apresura a ocultarse en los trigales. 

En agosto, bacante color cobre, 
al Otoño le ofrece sus dos pechos, 
con su piel atigrada se revuelca 
y hace brotar la sangre de las vides. 

En diciembre es la anciana que se encorva, 
empolvada de blanco por la escarcha; 
en sus sueños quisiera despertar 
al Invierno que ronca junto a ella.

Versión de Carlos Pujol







Lo que dicen las golondrinas 

Aquí y allá se ven las secas hojas 
sobre campos de hierba amarillenta; 
desde el alba a la noche el viento es fresco, 
éste es el fin del tiempo de verano. 

Veo abrirse las flores que conserva 
el jardín como un último tesoro: 
quiere lucir la dalia su divisa, 
la maravilla su dorada toca. 

La lluvia en el estanque hace burbujas; 
y tienen conciliábulos extraños 
las golondrinas sobre los tejados: 
¡Ya ha llegado el invierno con sus fríos! 

Se reúnen por cientos con el fin 
de llegar a un acuerdo sobre su éxodo. 
Una dice: «Qué bien se está en Atenas, 
viéndolo todo desde la muralla. 

Todos los años voy allí y anido en 
metopas del mismo Partenón. 
En los frisos mi nido disimula 
el hueco de una bala de cañón.» 

Otra dice: «Yo tengo mi cuartito 
en Esmirna, en el techo de un café; 
sus granos de ámbar cuentan los hayíes 
en el umbral que recalienta el sol. 

Entro y salgo, avezada como estoy 
a los rubios vapores de las pipas, 
y entre mares humosos rozo siempre 
los turbanes y feces al pasar.» 

Ésta dice: «Yo habito en un triglifo, 
en el frontón de un templo, allá en Baalbek; 
allí me poso y me sujeto, encima 
de mis crías de pico puntiagudo.» 

Otra dice: «Sabed mi dirección: 
Rodas, palacio de los caballeros; 
cada invierno mi tienda se alza allí 
en capiteles de negros pilares.» 

Y la quinta: «Yo voy a descansar, 
pues la edad no permite largos vuelos, 
en las blancas terrazas que hay en Malta, 
entre el azul del agua y el del cielo.» 

La sexta: «¡Hay que ver qué bien se está 
en El Cairo y sus altos minaretes! 
Recubro con el barro un ornamento 
y mi cuartel de invierno ya está listo.» 

«Pues yo tengo mi nido», dice la última 
«donde está la segunda catarata; 
el exacto lugar está indicado 
en el psen de un monarca de granito». 

«Mañana cuántas leguas», dicen todas, 
«nuestra bandada habrá dejado atrás, 
pardas llanuras, picos blancos, mares 
azules con bordados espumosos». 

Entre tanto chillido y aleteo, 
sobre estrechas cornisas de la altura, 
conversan entre sí las golondrinas 
viendo cómo la herrumbre invade el bosque. 

Comprendo las palabras que se dicen 
porque al fin el poeta es como un pájaro; 
pero, ay, está cautivo, y sus impulsos 
se rompen contra redes invisibles. 

¡Alas quiero tener, dadme unas alas!, 
como dice aquel cántico de Rückert, 
para volar con ellas hacia el oro 
del sol, hacia la primavera verde.







Paisaje

No se mueve ni una hoja, 
no hay ni un pájaro que cante, 
sobre el rojizo horizonte 
de vez en cuando un relámpago; 

a un lado algunos espinos, 
surcos a medio anegar, 
lienzos grises de murallas, 
sauces nudosos plegados; 

al otro un campo limita 
una zanja llena de agua, 
y hay una vieja cargada 
con un fardo muy pesado; 

luego el camino se pierde 
entre colinas azules, 
y lo mismo que una cinta 
se alarga en pliegues sinuosos.






Pastel

No me canso de veros en los marcos ovales, 
amarillos retratos de beldades de antaño 
en la mano unas rosas quizá ya un poco pálidas, 
como es propio de flores de cien años atrás. 

El invierno al rozar vuestras frescas mejillas 
marchitó lo que en ellas era lirio y clavel, 
ahora sólo lucís algún lunar de barro, 
y aquí estáis en los muelles, ensuciados, manchados. 

Aquel dulce reinado de las bellas pasó; 
tanto la Parabère como la Pompadour * 
sólo indóciles súbditos hoy tendrían tan sólo, 
y en sus mismos sepulcros también yace el amor. 

Pero, oh viejos retratos olvidados, aún 
os conmueve aspirar vuestra flor sin perfume, 
y podéis sonreír, melancólicamente 
recordando a galanes hace un siglo difuntos.

Versión de Carlos Pujol







Soneto japonés

Por subrayar, glorioso, de tu frente la albura
el Japón dio a tus ojos su más límpido añil;
la porcelana blanca no tiene la blancura
de tu cuello tan suave como terso marfil.

En tu rostro sedátil suave lampo fulgura;
es tu voz como el eco de las auras de abril,
y cuando te levantas, sonriendo, en mi negrura
eres luna de nácar que me alumbra sutil.

Hay núbiles anhelos en tu mirar de raso;
tu boca tiene púrpura de nubes en ocaso
y es tu nariz risueña la de gentil musmé.

Pareces una frágil sombrilla japonesa
y cerca de ti aspiro, mi lánguida princesa,
algo tan dulce y raro como el olor del té.

Versión de Carlos Pujol







Tristeza en mar 

Vuelan como jugando las gaviotas; 
y los blancos corceles de la mar, 
encabritados sobre el oleaje, 
sus despeinadas crines dan al aire. 

Cae la tarde y una fina lluvia 
apaga las hogueras de la noche; 
a su paso el vapor escupe hollín 
y abate su penacho largo y negro. 

Más pálido que el cielo sin color, 
me dirijo a la tierra del carbón, 
donde reinan la niebla y el suicidio; 
-Hace un tiempo ideal para matarse. 

Siento ahogarse mis ávidos deseos 
en el abismo amargo que blanquea; 
se arremolina el agua, danza el barco, 
el viento cada vez se hace más fresco. 

¡Está tan dolorida el alma mía! 
El océano se hincha, suspirando, 
y su desesperado pecho me parece 
como un amigo fiel que me comprende. 

¡Penas de amor perdidas, adelante, 
esperanzas truncadas, ilusiones 
apeadas de alturas ideales, 
podéis saltar hasta los surcos húmedos! 

¡Id al mar, sufrimientos del pasado 
que volvéis nuevamente para hurgar 
en vuestras cicatrices mal cerradas 
intentando otra vez que lloren sangre! 

Id al mar los fantasmas de mis sueños, 
congojas de mortales palideces 
en este corazón con siete espadas 
como lleva la Madre dolorosa. 

Cada fantasma se sumerge y lucha 
durante unos momentos con el agua 
que lo cubre al final de su voluta 
y lo engulle lanzando un gran sollozo. 

¡Oh, pesado equipaje, lastre de alma, 
tesoros miserables y queridos 
hundíos y después de este naufragio 
yo mismo os seguiré al fondo del mar!







Último deseo
Hace ya tanto tiempo que te adoro,
dieciocho años atrás son muchos días...
eres de color rosa, yo soy pálido,
yo soy invierno y tú la primavera.

Lilas blancas como en un camposanto
en torno de mis sienes florecieron,
y pronto invadirán todo el cabello
enmarcando la frente ya marchita.

Mi sol descolorido que declina
al fin se perderá en el horizonte,
y en la colina fúnebre, a lo lejos,
contemplo la morada que me espera.

Deja al menos que caiga de tus labios
sobre mis labios un tardío beso,
para que así una vez esté en mi tumba,
en paz el corazón pueda dormir.

Versión de Carlos Pujol




   




PRÉFACE

Pendant les guerres de l'empire,
Gœthe, au bruit du canon brutal,
Fit le Divan occidental,
Fraîche oasis où l'art respire.
Pour Nisami quittant Shakspeare,
Il se parfuma de çantal,
Et sur un mètre oriental
Nota le chant qu'Hudhud soupire.
Comme Gœthe sur son divan
A Weimar s'isolait des choses
Et d'Hafiz effeuillait les roses,
Sans prendre garde à l'ouragan
Qui fouettait mes vitres fermées,
Moi, j'ai fait Émaux et Camées.






A deux beaux yeux

Vous avez un regard singulier et charmant ; 
Comme la lune au fond du lac qui la reflète, 
Votre prunelle, où brille une humide paillette, 
Au coin de vos doux yeux roule languissamment ;

Ils semblent avoir pris ses feux au diamant ; 
Ils sont de plus belle eau qu'une perle parfaite, 
Et vos grands cils émus, de leur aile inquiète, 
Ne voilent qu'à demi leur vif rayonnement.

Mille petits amours, à leur miroir de flamme, 
Se viennent regarder et s'y trouvent plus beaux, 
Et les désirs y vont rallumer leurs flambeaux.

Ils sont si transparents, qu'ils laissent voir votre âme, 
Comme une fleur céleste au calice idéal 
Que l'on apercevrait à travers un cristal. 





A une robe rose

Que tu me plais dans cette robe
Qui te déshabille si bien,
Faisant jaillir ta gorge en globe,
Montrant tout nu ton bras païen !

Frêle comme une aile d'abeille,
Frais comme un coeur de rose-thé,
Son tissu, caresse vermeille,
Voltige autour de ta beauté.

De l'épiderme sur la soie
Glissent des frissons argentés,
Et l'étoffe à la chair renvoie
Ses éclairs roses reflétés.

D'où te vient cette robe étrange
Qui semble faite de ta chair,
Trame vivante qui mélange
Avec ta peau son rose clair ?

Est-ce à la rougeur de l'aurore,
A la coquille de Vénus,
Au bouton de sein près d'éclore,
Que sont pris ces tons inconnus ?

Ou bien l'étoffe est-elle teinte
Dans les roses de ta pudeur ?
Non ; vingt fois modelée et peinte,
Ta forme connaît sa splendeur.

Jetant le voile qui te pèse,
Réalité que l'art rêva,
Comme la princesse Borghèse
Tu poserais pour Canova.

Et ces plis roses sont les lèvres
De mes désirs inapaisés,
Mettant au corps dont tu les sèvres
Une tunique de baisers. 






Affinités secrètes

Dans le fronton d'un temple antique,
Deux blocs de marbre ont, trois mille ans,
Sur le fond bleu du ciel attique
Juxtaposé leurs rêves blancs ;

Dans la même nacre figées,
Larmes des flots pleurant Vénus,
Deux perles au gouffre plongées
Se sont dit des mots inconnus ;

Au frais Généralife écloses,
Sous le jet d'eau toujours en pleurs,
Du temps de Boabdil, deux roses
Ensemble ont fait jaser leurs fleurs ;

Sur les coupoles de Venise
Deux ramiers blancs aux pieds rosés,
Au nid où l'amour s'éternise
Un soir de mai se sont posés.

Marbre, perle, rose, colombe,
Tout se dissout, tout se détruit ;
La perle fond, le marbre tombe,
La fleur se fane et l'oiseau fuit.

En se quittant, chaque parcelle
S'en va dans le creuset profond
Grossir la pâte universelle
Faite des formes que Dieu fond.

Par de lentes métamorphoses,
Les marbres blancs en blanches chairs,
Les fleurs roses en lèvres roses
Se refont dans des corps divers.

Les ramiers de nouveau roucoulent
Au coeur de deux jeunes amants,
Et les perles en dents se moulent
Pour l'écrin des rires charmants.

De là naissent ces sympathies
Aux impérieuses douceurs,
Par qui les âmes averties
Partout se reconnaissent soeurs.

Docile à l'appel d'un arome,
D'un rayon ou d'une couleur,
L'atome vole vers l'atome
Comme l'abeille vers la fleur.

L'on se souvient des rêveries
Sur le fronton ou dans la mer,
Des conversations fleuries
Prés de la fontaine au flot clair,

Des baisers et des frissons d'ailes
Sur les dômes aux boules d'or,
Et les molécules fidèles
Se cherchent et s'aiment encor.

L'amour oublié se réveille,
Le passé vaguement renaît,
La fleur sur la bouche vermeille
Se respire et se reconnaît.

Dans la nacre où le rire brille,
La perle revoit sa blancheur ;
Sur une peau de jeune fille,
Le marbre ému sent sa fraîcheur.

Le ramier trouve une voix douce,
Echo de son gémissement,
Toute résistance s'émousse,
Et l'inconnu devient l'amant.

Vous devant qui je brûle et tremble,
Quel flot, quel fronton, quel rosier,
Quel dôme nous connut ensemble,
Perle ou marbre, fleur ou ramier ? 



PAUL GÉRALDY [9555]

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Paul Géraldy
Paul Géraldy es un poeta y dramaturgo francés cuyo nombre real era Paul Lefèvre que nació en París, Francia el 6 de marzo de 1885 y falleció en Neuilly-sur-Seine el 10 de marzo de 1983. Su padre el periodista Georges Lefèvre tuvo cierto renombre por la traducción de "Romeo y Julieta" en 1890. Usó como seudónimo su apellido materno.
Publicó su primera recopilación titulada Les petites âmes en 1908 y alcanzó gran éxito popular con la segunda recopilación titulada Toi et moi en 1912 un conjunto de poemas livianos de corte romántico, inspirados por su gran amor, la bella cantante de ópera Germaine Lubin con la que se casó, terminando el matrimonio en 1926 a raíz de una relación amorosa de su esposa con el mariscal Philippe Pétain.
Su teatro es un teatro sicológico tradicional dentro del cual saca a la luz las relaciones familiares en el seno de la pequeña burguesía intelectual del período de entreguerra en el que se destacan las obras Aimer de 1921, Le prélude de 1938 y L'homme et l'amour de 1951.
Su poesía es simple y, a veces, torpe y llena de trivialidades, pese a lo cual obtuvo un cierto éxito entre el público femenino. Géraldy volcaba sus confidencias con lenguaje de todos los días (Vous et moi esto es "Usted y yo").
Fue cofundador de Cenáculo 20 con Chaplin y Gershwin en 1920 e hizo parte del Consejo Literario de la Fundación Príncipe Pierre de Mónaco a partir de 1952. Géraldy no figura en la antología de poesía francesa de Pierre Seghers, por lo que permanecía casi desconocido para la generación nacida después de la guerra. El periodista Jean-François Kahn lo "redescubrirá" y lo hará redescubrir al público en un programa televisivo al comienzo de los años 80'. Fue un asiduo huésped de Sainte-Maxime, en su casa "Toi et moi".
Falleció a la edad de 98 años en Neuilly-sur-Seine el 10 de marzo de 1983.

Algunos fragmentos

Dualisme

Chérie, explique-moi pourquoi
tu dis : « mon piano, mes roses »,
et : « tes livres, ton chien » ... pourquoi
je t'entends déclarer parfois:
« c'est avec mon argent à moi
que je veux acheter ces choses. »
Ce qui m'appartient t'appartient !
Pourquoi ces mots qui nous opposent:
le tien, le mien, le mien, le tien?
Si tu m'aimais tout à fait bien,
tu dirais : « les livres, le chien »
et : « nos roses ».

(Toi et moi)




Querida, explícame porqué
tu dices "mi" piano, "mis" rosas,
y tus libros, tu perro ... porque
te escuché frecuentemente:
es con mi mismo dinero
que voy a comprar esas cosas.
Lo que me pertenece es tuyo !
Porqué esas palabras que nos apartan:
lo tuyo, lo mío, lo mío, lo tuyo?
Si tu me amaras mucho,
dirías : « los libros, el perro
y nuestras rosas.

(Toi et moi)


Obras

Recopilación de poemas.

Vous et moi (1960)
Toi et moi (1912)
Les petites âmes (1908)

Teatro

L'homme et l'amour (1951)
Le prélude (1938)
Duo, d'après Colette, (1938)
Christine (1932)
Robert et Marianne, (1925)
Les Grands Garçon (1922)
Aimer, (1921)
Les noces d'argent (1917)

Relatos

L'homme et l'amour (1951)
Le prélude (1938)
La guerre, Madame ! (1916)







Casualidad

Y pensar que pudimos no habernos conocido!
¿No meditas cuán buena nuestra fortuna ha sido
para que al fin estemos uno del otro al lado,
para que seas mía, para ser yo tu amado?

"El uno para el otro nacimos... Así dices.
Pero ¡qué coincidencias para ser tan felices!
Antes de que en la vida, con un amor profundo,
la suerte unido hubiera tu corazón al mío
-siendo el tiempo tan largo, siendo tan grande el mundo-;
vivimos separados, solos, con hondo hastío...
¡Y pudimos entonces, por capricho del hado,
en el haz de la tierra no habernos encontrado!

¿No has pensado, en el arduo sendero recorrido,
en los peligros graves y azares que ha corrido
nuestra dicha -esa dicha, manantial de ilusiones,
que el mundo entero ahora nos hace ver hermoso-
cuando el uno hacia el otro, con poder misterioso,
gravitaban callados nuestros dos corazones?

¿No sabes que ese viaje no tenía certeza,
el viaje hacia una noche por mí no presentida,
de que un capricho apenas o un dolor de cabeza
han podido apartarnos para siempre en la vida?

Nunca te había dicho, ¡cosa muy rara!, que
cuando por vez primera te vi, no me fijé
en que eras tú bonita; lo digo francamente:
te miré aquella noche con aire indiferente.

Con su risa, tu amiga mi tedio distraía;
fue más tarde cuando ambos cruzamos la mirada,
y si algo sentí entonces que hacia ti me atraía,
tú no lo comprendiste... Mas no me atreví a nada.

Si esa noche tu madre te hubiera conducido
más temprano a su casa, ¿qué habría sucedido?
¿Y si el rubor no hubiera de pronto, cuando el manto
te coloqué en los hombros, a tu rostro subido? .
Porque ésa fue la causa de todo lo ocurrido.

Aquella noche, aquélla de inolvidable encanto,
un retardo cualquiera, cualquier inconveniente
que en ese viaje hubiera surgido de repente,
esta embriaguez de ahora ninguno sentiría,
ni este placer sin nombre que absorbe nuestra mente.
En mi alma, que es otra, tu amor no existiría,
y tu vida, en mi vida nada... nada sería!

Corazoncito mío, que me apartas lo triste
de la vida, y alegras con luz mi porvenir...
Pienso en aquellos días cuando enferma estuviste
y creíamos todos que te ibas a morir.

Versión de Ismael Enrique Arciniegas







Confesión

Sé que soy irritable, celoso, imperativo,
infeliz, exigente, que razones no escucho;
que siempre estoy buscándote querellas sin motivo;
¡y crees que no te quiero..y es que te quiero mucho!

Te busco, te regaño, y hago tu vida triste...
Serías más dichosa, por todos consentida,
si para mí no fueras cuanto en el mundo existe,
y si este amor no fuera todo el bien de mi vida.

¡Si tú me amaras, y si yo te amara,
cuánto te amaría!

Versión de Ismael Enrique Arciniegas







Distancia

Turbóme como a un niño
tu cita telefónica.
Una hora antes dije
que nadie me entraría
al cuarto, donde todas
las luces extinguía
para esperarte a oscuras.
Zumbábanme las sienes.
Dudaba si en la sombra
cargada de promesas
fragantes de tu voz
quizás no sentiría
el soplo de tu aliento.
De pronto el llamamiento.
Yo creo que mi pulso
se detuvo un momento.
Hablaste. Yo te oía.
Las voces que dijiste
venían de otro mundo.
De un sólo único impulso
tu pobre voz debía
saltar colinas, llanos
ciudades, campos, selvas,
correr por las riberas
de ríos y a lo largo
de rutas y de sendas.
Por eso me llegaba
tu voz disminuida,
tan tenue y tan cambiada
que quien me conversaba
aquí en el aposento
ya no era tu persona,
más bien era una sombra,
fantasma de tu voz.
Díjeme antes, amada,
que yo te sentiría
en mí como inclinada
sobre mi boca ardiente
y que si no presente
al menos te hallaría
mil veces acercada.
Así no fue; al contrario,
se me hizo ese instante
más largo. La distancia
crecía inmensamente.
Y luego, de repente,
surgiste al fin de ese hilo
engañador, más lejos,
horriblemente lejos,
y me encontré delante
del aparato, triste,
más lúgubre e intranquilo,
más solitario que antes.

Versión de Ismael Enrique Arciniegas







Dualismo

Explícame por qué dices "Mis rosas",
y "mi piano", y por qué frecuentemente
"Tus libros" y "tu perro", indiferente;
y di, por qué con aire placentero
me dices: "Unas cosas 
voy ahora a comprar con mi dinero".

Lo mío es siempre tuyo, eso es sabido.
¿Por qué dices palabras que entre los dos han sido
y serán siempre odiosas?
"Mío y tuyo"... ¡Qué extrañas tonterías!
Si me amaras, "los libros" tú dirías,
y "el perro", y "nuestras rosas".

Versión de Ismael Enrique Arciniegas







Estereoscopio

No quiero verlos, oye. Llévate esos clisés
que copian, según dices, nuestra vida y su historia.
Mis recuerdos más bellos están en mi memoria.
como evocarlos quieres, tanto tiempo después,
habrás de evaporarlos... llévate esos clisés,
donde todo se achica, se esfuma, y el pasado
si surge, es despojado
de su color y música, de su encanto y su aroma,
mientras que impertinente detalle vida toma
con visible importancia de relieve cruel.

Mi memoria es más fiel
aunque a veces olvida. Tal vez ha confundido
las líneas, o un contorno no está bien definido;
pero siempre el recuerdo, que a veces trae llanto,

le ha dado a mi memoria como imborrable encanto;
conserva mis placeres, cuanto ha sido mi anhelo,
y al menor llamamiento, con toda su dulzura,
ante los ojos míos los tiende, con la altura
de su radiante cielo.

Y las horas felices que revivir ansío
me las da, si lo quiero, pues todo lo ha guardado:
el acre olor del bosque, de aquel bosque sombrío
de pinos en la playa, que nos dejó embriagado
el corazón; el viento que se llevó en la duna
nuestros besos, al claro de la naciente luna;
la aldeita, el estrecho recodo del camino
en donde disputamos al fulgor vespertino;
nuestro largo regreso;
y cómo yo con modos fingidos o reales
te regañaba, el tiempo que empleaste ex-profeso
comprando bagatelas y tarjetas postales;
después perdón y llanto, la entrada en la capilla
con aroma de incienso; nuestra casa sencilla;
en tardes de verano, bajo cielo violeta,
nuestros largos paseos en veloz bicicleta;
nuestros cantos y gritos, nuestras horas sombrías;
y por el campo, aquellas alegres correrías...
Todo eso es mi memoria, con imborrable acopio
de recuerdos, me vuelve, recuerdos de otros días...
¿No piensas que ella vale más que tu estereoscopio?

¿No piensas que lo tuyo semeja cosa trunca,
esos blancos y negros, conjunto deslustrado
de ataúdes en donde vivo quedó el pasado,
y de donde a la vida no ha de salir ya nunca?
Habrás de mostrar esos sarcófagos sombríos
en donde nuestros días se encuentran prisioneros,
y dirán tus amigos con rostros placenteros:
"¡Qué grande vuestra playa, qué campos y qué ríos,
y qué árboles teníais! ¿Solos en esta aldea
vivísteis?"  Para luego reír a costa mía
de mi torpe apostura. ¡Que eso tu encanto sea!

Tú, diviértete, y hazlos que vivan nuestro viaje;
mas todos esos sitios y muros y paisaje
que tan feliz me hicieron y que guardo en la mente,
cuadros en donde surges con aire diferente,
siempre aire placentero,
guárdalos sin mostrármelos, porque verlos no quiero.
De otras bellas imágenes mi mente está repleta,
y me interesan más...
Tus clisés no me importan. El recuerdo es poeta,
pero ¡por Dios! no lo hagas historiador jamás.

Versión de Ismael Enrique Arciniegas







Final

Adiós, pues. ¿Nada olvidas? Está bien. Puedes irte.
Ya nada más debemos decirnos... ¿Para qué?
Te dejo. Partir puedes. Pero aguarda un momento...
está lloviendo. Espera que deje de llover.

Abrígate. Está haciendo mucho frío en la calle.
Ponte capa de invierno. Y abrígate muy bien.
¿Todo te lo he devuelto? ¿Nada tuyo me queda?
¿Tu retrato te llevas y tus cartas también?

Por última vez mírame. Vamos a separarnos.
Óyeme. No lloremos, pues necedad sería...
¡Y qué esfuerzo debemos los dos hacer ahora
para ser lo que fuimos... lo que fuimos un día!

Se habían nuestras almas tan bien compenetrado,
y hoy de nuevo su vida cada cual ha tomado.
Con un distinto nombre por senda aparte iremos,
a errar, a vivir solos... Sin duda sufriremos.

Sufriremos un tiempo. Después vendrá el olvido,
lo solo que perdona. Tú, de mí desunida,
serás lo que antes fuiste. Yo, lo que antes he sido...
Dos distintas personas seremos en la vida.

Vas a entrar desde ahora por siempre en mi pasado;
tal vez nos encontremos en la calle algún día.
Te veré desde lejos con aire descuidado,
y llevarás un traje que no te conocía.

Después pasarán meses sin que te vea. En tanto,
habrán de hablarte amigos de mí. Yo bien lo sé;
y cuando en mi presencia te recuerden, encanto
que fuiste de mi vida, «¿Cómo está?» les diré.

Y qué grandes creímos nuestros dos corazones,
¡y qué pequeños! ¡Cómo nos quisimos tú y yo!
¿Recuerdas otros días? ¡Qué gratas ilusiones!
Y mira en lo que ahora nuestra pasión quedó.

Y nosotros, lo mismo que los demás mortales,
en promesas ardientes de eterno amor creyendo.
¡Verdad que humilla! ¿Todos somos acaso iguales?
¿Somos como los otros? Mira, sigue lloviendo.

Quédate. ¡Ven! No escampa. Y en la calle hace frío.
Quizá nos entendamos. Yo no sé de qué modo.
Aunque han cambiado tanto tu corazón y el mío,
tal vez al fin digamos: «¡No está perdido todo!»

Hagamos lo posible. Que acabe este desvío.
Vencer nuestras costumbres es inútil. ¿Verdad?
¡Ven, siéntate! A mi lado recobrarás tu hastío,
y volverá a tu lado mi triste soledad.

Versión de Ismael Enrique Arciniegas







¿Intentas otra vez reñir?

¿Intentas otra vez reñir? Ya escucho
llanto y explicaciones.
Sí mucho amamos, regañamos mucho,
y así termina todo en discusiones.
Por esta sola vez quiero que calles,
mientras, yo con cariño,
sin recordar disputas y detalles
desato tu corpiño...
Lo que intentas decirme de antemano
te digo que lo sé;
explicarte, reñir, hablar en vano,
y todo ... ¿para qué?
Cuando luego el vestido desabroche,
te sentirás mejor sin ese velo...
¡Además, sin recelos,
mucho más te querré toda la noche!
No hagas mohines. Mírame sin celos,
y desde ahora, estrechamente unidos
amémonos de veras
poniendo en ello todos los sentidos.
Ven hacia mí, que haré lo que tú quieras.
Bien sabes que nos unen fuertes lazos
que el juramento anuda.
Apura, ¡vamos!, échate en mis brazos
así... ¡toda desnuda! 







Pantalla

Me preguntas ahora por qué estoy tan callado?
Porque llegó el momento, el gran momento,
la hora de los ojos y las dulces sonrisas...
¡La noche....y esta noche cuánto amor por ti siento!
Contra tu pecho apriétame. Necesito caricias.
Si tú supieras todo lo que en mí está subiendo
de deseo, de orgullo, de ambición, 
de ternura y de bondad. 
Más oye: tú no puedes saberlo. Bájate la pantalla,
mejor así estaremos.
En la sombra en donde los corazones hablan;
cuando en torno las cosas se empiezan a ver menos;
te amo mucho esta noche para hablarte de amor.
Apriétame a tu pecho...
Sobre tu pecho estoy. Cuánta dulzura mi amor halla!
Y para acariciarte, cómo ansío
que llegue el turno mío....
Baja más la pantalla...
Pero no hablemos más. Tengamos juicio,
estemos quietos. Dicha no hay ninguna, 
en este instante de pasión ferviente,
como sentir tu piel cerca a mi frente....
Pero, ¿qué es eso? ¿Quién nos importuna?
¡El café! Ponlo allá. Cierra la puerta.
¿De qué te estaba hablando?
¿Tomamos el café? ¿Después...? ¿Ahora?
¡Ah! Te gusta caliente; lo estaba yo olvidando.
¿Quieres que te sirva yo mismo? ¿Eso prefieres?
Está fuerte. ¿Azúcar? ¿Un terrón no más quieres?
¿Quieres que lo pruebe? ¿Será un terrón bastante?
Esta es la taza tuya. Toma el café al instante,
que se te enfría. Y calla y nada más hablemos.
Pero,  ¡qué oscuridad! Si nada vemos...
Alza un poco, amor mío, la pantalla.







Post-scriptum

Me escribiste ayer tarde dos hojas solamente.
¿Estarás tan contenta que me olvidas así?
Sin duda te fatigas y ves a mucha gente;
repósate. Y escríbeme. Y piensa siempre en mí.

Y tu vestido nuevo no te lo pongas tanto;
qué bien te va. Celoso no soy, y nunca fui.
Puede el aire dañártelo. ¿Para qué nuevo encanto
a tu belleza? Guárdalo para ti y para mí.

Versión de Ismael Enrique Arciniegas







Post-scriptum 2

He bebido tu carta con febril impaciencia.
Y tú, cuando estas líneas recibas, estarás
en un grupo dichoso. Y entre la concurrencia,
"Léela pronto", un amigo junto a ti te dirá.

Y en tanto, abanicándote con mi carta cerrada,
y viendo el sobre apenas, distraída tal vez,
dirás, no interrumpiendo tu charla comenzada:
"No es nada, sí... no es nada. La leeré después".

Versión de Ismael Enrique Arciniegas







Serenidad

¿Qué fue lo que dijiste
cuando adiós me dijiste?
¿Que ya no nos amábamos?...Pero, sí, nos amamos.
¿Lloraste? ¿Serás siempre la que yo he conocido
desde que en nuestra vida los dos nos encontramos?

Y sé perfectamente que bien me has comprendido.
Sé más franca. Las cosas siempre están complicando,
y por ese motivo nos vemos disputando;
di, pues, que en nuestra época siempre es afectación,
y que siempre resulta ridículo y vulgar,
cuando de amantes finos muchos la quieren dar,
escribir con mayúsculas Amor y corazón;
palabras que de nada nos sirven empleamos
y que son fastidiosas,
y, además, peligrosas,
e importancia con ellas en la vida nos damos.
Mi corazón, repiten. Tu corazón también,
y nuestros corazones. Es costumbre corriente.
Y podría jurarte que de todo eso, bien
prescindir se podría, sin gran inconveniente,
y arreglarse al momento las cosas fácilmente.

¿Nuestros dos corazones? Hay tan sólo "tú y yo",
"tú y yo" no más: de raro no hemos tenido nada,
pero con las palabras siempre nos embriagamos,
y aquí, desde la tierra, dándonos cuenta vamos
de que lo real no llega nunca a la altura soñada.
Te suplico, es prudente, que los dos prescindamos
de hablar de Corazones, y que tú y yo seamos
lo que nosotros somos. Cuando los dos nos vemos
no nos turbamos mucho, pues bien nos conocemos;
ya todo no es como antes, en días de ventura;
cuando nos encontramos, no veo en ti locura;
me pasa a mí lo mismo...lo mismo. ¡Bien! ¿Y qué?
Es esto que aquí ocurre, tragedia no se ve.

¿Nos sentimos calmados?... Esto es muy natural,
es la costumbre. Estamos
ya con ella habituados, ha tiempo, bien o mal;
y cuando ambos creemos que ya no nos amamos,
cada uno se fastidia si el otro se halla ausente.
No hallamos gusto en nada. todo es triste en redor.
Nos vemos desdichados, con aire displicente.
Pero ¿un bien no es esto ya? Pues bueno: así es mejor.

Versión de Ismael Enrique Arciniegas







Su carta

Ella me escribe: "Un día como tantos, perdido.
¿Sabes? La primavera muy hermosa ha venido;
mas durante tu ausencia, siempre en cosas chiquitas
se va el tiempo; en las tiendas y en algunas visitas.
Hoy, temprano, a la casa llegué, pues recibí.
¡Qué cansancio! La vida muy horrible es sin ti.
Triste, en este momento, de la alcoba, y aprisa,
me vine junto al fuego, descalza y en camisa.
En el tardío instante, desde el alba esperado,
en que puedo, de lejos, fundirme en ti, mi amado.

Todo tu amor me envuelve -porque sé que me amas-
y más calor me infunde que el calor de las llamas.
Imaginar no puedes cuánta tristeza siento.
-Contra los vidrios ¿ no oyes allá gemir el viento?-

Por el salón anduve. Sintiéndome cansada,
a la alcoba me vine y arreglé la almohada;
me quité la camisa, que doblé con esmero;
después, collar y anillos puse en el joyelero
con todas las pulseras; y en la mesita, al lado,
junto al retrato tuyo, por mí siempre besado,
dejé el corsé... sonrío en tantas noches
en que febril, inquieto, sufrías con los broches;
y recuerdo tu cólera, que olvidar nunca puedo,
cuando al soltar un broche te lastimaste un dedo.

Libre ya de apreturas, ¡qué alivio el que hubo en mí!
mi desnudez, entonces, blanca y nerviosa vi
copiada en el espejo del armario. Y sintiendo
horror por este cuerpo que creo inútil, tiendo
con la mente los brazos a ti, mi asilo amado;
y ¿para qué negártelo?, lo confieso: he llorado.
¡Sí!
Sobre las rodillas estas líneas te escribo.
En la mesa de laca que en el rincón percibo,
tus guantes, y tus libros están, y todos ellos
me recuerdan ahora muchos instantes bellos
y otros tristes: ¿te acuerdas? porque de vez en cuando
hemos ambos reñido... Tú sin razón...

Regando la bujía luz pálida, bajo pantalla lila,
va extendiendo en las sábanas una sombra tranquila.
-¡Cómo contra los vidrios está soplando el viento!-
¡Si junto a mí estuvieras, aspirando mi aliento,
para que me miraras feliz, inanimada,
y sollozar me hicieras al verme por ti amada!...
¡Porque hace mucho tiempo para ti sólo vivo!

¿Sabes? Ya casi, casi no veo lo que escribo,
Adiós, pues; duerme mucho. Me acuesto de amor loca.
¡Ah! recibe mil besos, más de mil en la boca."






Ternura

¿Me amas? ¿Qué estás haciendo? Ni una palabra dices.
Aproxímate a mí.
Deja por un momento lo que te ocupa ahora.
Ven a sentarte aquí.

Tendré mucho cuidado. Trataré que tu falda
no se vaya a arrugar.
Quitemos los cojines, si acaso te incomodan,
y vente aquí a sentar.

Picaroncita. Dame las manos. Que tus ojos
se fijen bien en mí.
¡Si a comprender llegaras cuánto es lo que te quiero!...
Mírame más... Así...

Debes ver en mis ojos que te entregué a ti sola
entero el corazón.

¿No lo estás comprendiendo?    Tan grande es esta noche,
¡tan grande es mi pasión!

Pero no lo comprendes, no puedes comprenderlo...
¿Cómo que dices " sí"?
¡Qué corazón tan bueno! ¡Qué amable! Y qué ternura
siento ahora por ti.

Sólo es para que puedas ahora darte cuenta...
Pero ¿oyéndome estás?
Sólo es para que sepas... En fin... De que te quiero
bien te convencerás.

Vuelve hacia mí los ojos. Mírame enternecida
porque llorando estoy.
Nada como tus ojos y tu frente... ¡Qué dicha,
pues de ellos dueño soy!

Inclina la cabeza del lado de la lámpara...
así te quiero ver.
¡Y déjame las manos, como si banda fueran,
en tu frente poner!

Gran ternura condensan tus ojos y tu frente
en mi triste vivir.
¿Dices que es cierto... es cierto? Te adoro, y bien quisiera
hoy hacerte sufrir.

Versión de Ismael Enrique Arciniegas





Post-scriptum 

J’ai bu ta lettre avec une hâte fiévreuse.
Mais toi, lorsque ces mots écrits te parviendront,
Peut-être seras-tu dans un groupe joyeux …
Ton amie te dira : "Ma chérie, lisez donc !"

Mais t’éventant avec ma lettre sans le rompre,
Ayant vérifié l’adresse d’un regard,
Peut-être dirais-tu, pour ne pas t’interrompre
Ce n’est rien … Ce n’est rien… Je lirai ça plus tard … "




Chance

Et pourtant, nous pouvions ne jamais nous connaître !
Mon amour, imaginez-vous
tout ce que le Sort dû permettre
pour que l'on soit là, qu'on s'aime, et pour que ce soit nous ?

Tu dis : "Nous étions nés l'un pour l'autre." Mais pense
à ce qu'il a dû falloir de chances, de concours,
de causes, de coïncidences,
pour réaliser ça, simplement, notre amour !

Songe qu'avant d'unir nos têtes vagabondes,
nous avons vécu seuls, séparés, égarés,
et que c'est long, le temps, et que c'est grand, le monde,
et que nous aurions pu ne pas nous rencontrer.

As-tu jamais pensé, ma jolie aventure,
aux dangers que courut notre pauvre bonheur
quand l'un vers l'autre, au fond de l'infinie nature,
mystérieusement gravitaient nos deux coeurs ?

Sais-tu que cette course était bien incertaine
qui vers un soir nous conduisait,
et qu'un caprice, une migraine,
pouvaient nous écarter l'un de l'autre à jamais?

Je ne t'ai jamais dit cette chose inouïe :
lorsque je t'aperçus pour la première fois,
je ne vis pas d'abord que tu étais jolie.
Je pris à peine garde à toi.

Ton amie m'occupait bien plus, avec son rire.
C'est tard, très tard, que nos regards se sont croisés.
Songe, nous aurions pu ne pas savoir y lire,
et toi ne pas comprendre, et moi ne pas oser.

Où serions-nous ce soir si, ce soir-là, ta mère
t'avait reprise un peu plus tôt ?
Et si tu n'avais pas rougi, sous les lumières,
quand je voulus t'aider à mettre ton manteau ?

Car souviens-toi, ce furent là toutes les causes.
Un retard, un empêchement,
et rien n'aurait été du cher enivrement,
de l'exquise métamorphose !
Notre amour aurait pu ne jamais advenir !
Tu pourrais aujourd'hui n'être pas dans ma vie !...

Mon petit coeur, mon coeur, ma petite chérie,
je pense à cette maladie
dont vous avez failli mourir...






Aveu

Je sais bien qu'irritable, exigeant et morose,
insatisfait, jaloux, malheureux pour un mot,
je te cherche des querelles sans cause...
si je t'aime si mal, c'est que je t'aime trop.

Je te poursuis. Je te tourmente. e te gronde...
Tu serais plus heureuse et mieux aimée aussi
si tu n'étais pour moi tout ce qui compte au monde
et si ce pauvre amour n'était mon seul souci.



BRUCE WEIGL [9556]

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Bruce Weigl (Lorain, Ohio, EEUU, 1949). Poeta, narrador, traductor. En poesía ha publicado, entre otros títulos: Like a Sack Full of Old Quarrels (1976); A Romance. Pittsburgh (1979); The Monkey Wars (1984); Song of Napalm (1988); What Saves Us (1992) y Declensions in the Village of Chung Luong (2006). Es veterano de guerra  y ha traducido a poetas vietnamitas al inglés. Ha sido nominado para el premio Pulitzer y ha obtenido importantes premios por su obra.

Publicaciones:

Poesía

Like a Sack Full of Old Quarrels. Cleveland: Cleveland State University Poetry Series, 1976.
A Romance. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1979.
The Monkey Wars. Athens: University of Georgia Press, 1984.
Song of Napalm. New York: Atlantic Monthly Press, 1988.
What Saves Us. Evanston: Northwestern University Press. 1992. ISBN 978-0-8101-5013-3.
Sweet Lorain. Evanston: Northwestern University Press. 1996. ISBN 978-0-8101-5053-9.
Not on the Map. Chester Springs, PA: Dufour, 1996.
Archeology of the Circle: New and Selected Poems. New York: Grove Press. 1999. ISBN 978-0-8021-3607-7.
After the Others. Evanston, IL: Triquarterly Books/Northwestern UP, 1999.
The unraveling strangeness: poems. Grove Press. 2002. ISBN 978-0-8021-3938-2.
Declension in the village of Chung Luong. Ausable Press. 2006. ISBN 978-1-931337-31-1.

Traducciones

Thanh T. Nguyen, Bruce Weigl (1994). Poems from Captured Documents. University of Massachusetts Press. ISBN 978-0-87023-922-9.

Prosa

The Circle of Hanh: A Memoir. New York: Grove Press. 2000. ISBN 978-0-8021-3805-7.








Canto del Napalm.

Después de la tormenta, después de que la lluvia acallara su golpeteo,
nos paramos en la puerta observando a los caballos
cruzar a paso lento y desganadamente  la pastura en la colina.
Los miramos a través del mosquitero de la puerta,
nuestra visión alterada por la distancia
entonces pensé que había visto nubecitas de  niebla
surgiendo alrededor de sus cascos,
cuando palidecieron
como perfiles recortados en el horizonte
alejándose de nosotros.
Los pastos no fueron nunca tan azules, tan
escarlatas; más allá de la pastura
los árboles mezclaron sus voces raspadas dentro del viento, las ramas
se cruzaron unas a otras en el firmamento como alambre de púas
pero vos dijiste que eran solamente ramas.

Muy bien. La tormenta detuvo sus golpes.
Estoy intentando decir esto de  un modo directo: por una vez
yo estaba por completo en mis cabales para hacer una pausa y respirar
más allá de mis planes salvajes y después de la dura lluvia
le di mi espalda a los viejos maleficios. Finalmente
pude creer que se habían alejado de mi…

Sin embargo las ramas todavía son alambres
y los truenos el estruendo de la artillería,
ha pasado el tiempo y cuando cierro mis ojos
aún veo a la niña huyendo a la carrera de su aldea, el napalm
adherido a su vestido como jalea,
sus manos extendidas hacia nadie
que  frente a ella aguarda en olas de ardiente calor.

Entonces para seguir viviendo,
para poder permanecer aquí a tu lado,
trato de imaginar que ella corre por el camino
y que en su interior se agitan alas hasta que se eleva
sobre la selva maloliente y su dolor
se alivia, y también el tuyo, y el mío.

Pero, la mentira da media vuelta, regresa.
La mentira funciona solamente durante
                    /el tiempo en que se demora en hablar
y la niña corre tan lejos
como se lo permite el napalm
hasta que sus tendones en llamas
y los crepitantes músculos se tensan
en esa su posición final.

Quemar cuerpos a la perfección, imagínatelo. Nada
podrá cambiar eso; ella arde detrás de mis ojos
y ni tu buen amor, ni el aire barrido por la lluvia,
ni el selvático verde de la pastura
extendiéndose frente a nosotros, podrán negarlo.

(versión Esteban Moore)





Song of Napalm

for my wife

After the storm, after the rain stopped pounding,   
We stood in the doorway watching horses   
Walk off lazily across the pasture’s hill.
We stared through the black screen,
Our vision altered by the distance
So I thought I saw a mist
Kicked up around their hooves when they faded   
Like cut-out horses
Away from us.
The grass was never more blue in that light, more   
Scarlet; beyond the pasture
Trees scraped their voices into the wind, branches   
Crisscrossed the sky like barbed wire
But you said they were only branches.

Okay. The storm stopped pounding.
I am trying to say this straight: for once   
I was sane enough to pause and breathe   
Outside my wild plans and after the hard rain   
I turned my back on the old curses. I believed   
They swung finally away from me ...

But still the branches are wire
And thunder is the pounding mortar,   
Still I close my eyes and see the girl   
Running from her village, napalm   
Stuck to her dress like jelly,
Her hands reaching for the no one   
Who waits in waves of heat before her.

So I can keep on living,
So I can stay here beside you,
I try to imagine she runs down the road and wings   
Beat inside her until she rises   
Above the stinking jungle and her pain
Eases, and your pain, and mine.

But the lie swings back again.
The lie works only as long as it takes to speak   
And the girl runs only as far
As the napalm allows
Until her burning tendons and crackling   
Muscles draw her up
into that final position

Burning bodies so perfectly assume. Nothing   
Can change that; she is burned behind my eyes   
And not your good love and not the rain-swept air   
And not the jungle green
Pasture unfolding before us can deny it.







Apparition of the Exile

There was another life of cool summer mornings, the dogwood air and the slag stink so gray like our monsoon which we loved for the rain and cool wind until the rot came into us. And I remember the boys we were the evening of our departure, our mothers waving through the train’s black pluming exhaust; they were not proud in their tears of our leaving, so don’t tell me to shut up about the war or I might pull something from my head, from my head, from my head that you wouldn’t want to see and whoever the people are might be offended. 

From the green country you reconstruct in your brain, from the rubble and stink of your occupation, there is no moving out. A sweet boy who got drunk and brave on our long ride into the State draws a maze every day on white paper, precisely in his room of years as if you could walk into it. All day he draws and imagines his platoon will return from the burning river where he sent them sixteen years ago into fire. He can’t stop seeing the line of trees explode in white phosphorous blossoms and the liftship sent for them spinning uncontrollably beyond hope into the Citadel wall. Only his mother comes these days, drying the fruit in her apron or singing the cup of hot tea into his fingers which, like barbed wire, web the air.





Elegy for Peter

That night we drank warm whiskey   
in our parked car
beyond woods now lost to the suburbs,   
I fell in love with you.

What waited was the war   
like a bloody curtain,   
and a righteous moment   
when the lovely boy’s

spine was snapped,
then the long falling into hell.
But lately, you’ve been calling me
back through the years of bitter silence

to tell me of another river of blood   
and of the highland’s
howl at dusk of human voices   
blasted into ecstasy.

That night in sweet Lorain   
we drank so long and hard   
we raised ourselves
above the broken places,

mill fires burning
red against the sky. Why   
is there is no end   
to this unraveling.










XIMENA RIVERA ÓRDENES [9557]

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XIMENA RIVERA ÓRDENES 
(CHILE, Viña del Mar, 1959 - Valparaíso, Marzo 2013) publica su primer y esperado libro en 1999: Delirios o el Gesto de Responder (Valparaíso, Gobierno Regional de Valparaíso), después de publicar colectivamente en numerosas recopilaciones, como Valparaíso/ Versos en la calle (ed. por Ennio Moltedo, Valparaíso, ed. municipal,1996), Breviario de las Poetisas del Litoral (Valparaíso, Universidad de Valparaíso, 1996), Valparaíso/ versos en la calle (ed. Juan Cameron, Valparaíso, ed. municipal, 1998), Historia de la Poesía en Valparaíso ,de Alfonso Larrahona (Valparaíso, Ed. Correo de la Poesía, 1999). Le siguieron Una noche sucede en el paisaje (Valparaíso, ed. Hormiga, 2006), 18 Poemas de Agua (Santiago: Ediciones para el Olvido, 2005), Una noche sucede en el paisaje (Valparaíso: Ed. Cataclismo, 2006), Puente de Madera (Santiago: Balmaceda Arte Joven, 2010) y Poemas de Agua (Valparaíso: Hebra, 2012). Su poética se fundamenta en una investigación intensa y dolorosa con respecto a la posibilidad de comprensión del mundo, investigación en la que se recurre a mundos otros: la entrada de lo extraordinario, el sentimiento religioso, el delirio. La religiosidad esencial de Ximena impone un lenguaje que evoca el contacto directo e íntimo del diálogo, sin que la forma por sí sola pueda tomar una autonomía por sobre el lenguaje “de revelación”, en el que no faltan reminiscencias bíblicas y mágicas. Hay que considerar, asimismo, la fuerte presencia de la pasión iluminadora de un Rimbaud o un Hölderlin, aludidos y citados en su poética. Ximena habitó la mayor parte de su vida en la ciudad de Valparaíso,con una existencia absolutamente marcada por la poesía.




2

Ahora bien
La iniciación puede verse
Como un regreso guiado

Una vuelta a uno mismo
No al que fue o al pasado, sino al ahora

Puede verse como la recuperación de la visión
Por lo cual el ahora parece detenerse
Y sin embargo
Es una inmovilidad que transcurre

Imposibilidad lógica -clásica-
No obstante realidad irrefutable
Que abarca el ahora antes de la separación
Antes de lo falso o verdadero
Antes de lo bello o lo feo
Antes de lo bueno o lo malo
Antes de la otredad
Antes de la fragmentación

¿Es importante ver?
Supongo que si
Porque en este territorio ver significa 
Ver todo el mundo en el mundo de todos los días

Sí, allá está aquí
Y no hay nada que decir
Y sin embargo cuando todo el mundo se ve
El mundo inevitablemente habla

Ahora bien    ¿cuál es el centro de una esfera?






         AQUÍ ESTÁ

Y está también la separación entre centro y periferia

El centro de toda figura
Sea cual sea la figura
Es un punto X distante de su figura
Porque es el desarrollo de la figura

Al morir perdemos 23 gramos

¿Entonces qué hay en nosotros que pesa 23 gramos?

en: 
"Puente de Madera"
(Parte 1, Panfleto contra la cultura)
Ximena Rivera Órdenes + 13 poetas jóvenes 
Editado por Balmaceda Arte Joven
Valparaíso
2010




Poemas de agua 





El Vacío

No sé modular la palabra amor,
ese verbo grande y final.

Grande, grande es mi súplica,
mi ruego es comprender por qué
el amor demora siglos en llegar a ser amor.





Mantra

Entonces lo que hay
es la palabra:
                          Palabra.

La palabra,
                          es lo que hay.





El silencio

Comprendemos después
el canto del gallo al amanecer.

Es una contradicción
bastante benévola ésta
saber que el mundo cantando siempre
permanece silencioso.






No es verdad que Dios exista.
No es verdad la serpiente
.. .. .. .. .. .. . . el árbol
.. .. .. .. .. .. . . la manzana.

¿Y si no es verdad que Dios exista?
¿y si no es verdad la serpiente
.. .. .. .. .. .. . . el árbol
.. .. .. .. .. .. . . la manzana?
¿Para qué insistir en esta historia?

Sabemos que no hay fundamento
en el cuento del exilio.

.. .. .Podemos vivir en paz,
.. .. .podemos dormir tranquilos.

Ya que 
no es verdad que nuestros hijos se mataron.





Yo recuerdo un estado de la noche, una especie de olvido sumamente físico, un olvido cósmico, por decir algo, que para ustedes se manifiesta en sueños. Es una navegación que me lleva de mi nombre hacia la noche, noche abajo; un viaje nocturno, una ruta por un brazo de la noche, que soy yo misma. Me digo Ximena para reconocerme, me nombro, y lo olvido. Ya sé: es la locura que viene, y en el río de aquella noche lloro con un llanto que corta la piel y reseca la lengua. Cuando salgo de puerto, de inmediato reconozco el hecho insólito de una nueva lengua: me creo en otro país, por lo tanto, estoy en otro país; ningún nombre está sujeto a sus cosas, los nombres están salidos, idos de sus cosas. Todo es intercambiable, pero en un principio entendible y aceptable. Por ejemplo: la calle es un río, la pared un árbol, mi bebé un ícono.





Mi abuela acuña nombres en un libro grandísimo: es un trabajo privado. Luego mira maravillada la profundidad del espacio celeste, y comprende lo tremendo del asunto. Se envuelve en su chal y guarda silencio; las polillas, debido a la luminosidad y brillantez de la tela, se estrellan contra ella también en silencio. Mi abuela enmudece y comprende lo tremendo del asunto. Cavila, y yo escucho cómo mi abuela enmudece doblemente su silencio. Luego, aborda un viejo automóvil que la llevará al centro de la ciudad. Mi abuela me mira, y comprende lo tremendo del asunto. Luego, el automóvil ahuyenta a unos perros de pelaje rizado a causa del aliento húmedo de la neblina.





¿Es verdad que no podemos pensar sin palabras? ¿Es verdad que la vieja conjunción de palabras y de cosas, obviamente en su también vieja ligereza, lo altera todo? ¿No será un vicio, un residuo?
Con claridad se piensa que el lenguaje constituye y funda, entonces él entra en mis dominios, en mi ámbito, como un caballero a caballo, invicto, sin derrota, incólume. A mí tanta perfección me disminuye, y la enorme palpitación de los lenguajes no me conmueve; más bien me producen un largo desaliento. Las primeras palabras -de la mañana, por ejemplo- me enferman.
Es entonces que reconozco que los lenguajes se exhiben, y lo que yo soy entre una modulación y la siguiente: se borra.




ODETE SEMEDO [9558]

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Antiga ministra e chefe de gabinete da Presidência da República acusada de desvio de fundos (foto D.R.)


Odete Semedo

Maria Odete de la Costa Semedo (Bissau, 7 de noviembre de 1959 ) es una escritora de Guinea-Bissau . Licenciada en Lenguas y Literaturas Modernas por la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nueva de Lisboa, fue presidente de la Comisión Nacional para la UNESCO - Bissau. Fundadora de la Revista de Letras, Artes y Cultura Tcholona, publicó un libro de poemas "Entre el Ser y el Amar", en Bissau (1996). ES actualmente investigadora, en la capital guineense, del Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones, para las áreas de Educación y Formación.





Odete Semedo

Traducción de Alejandro Aguilar



Em que língua escrever

Em que língua escrever.

As declarações de amor?

Em que língua cantar

As histórias que ouvi contar? 

Em que língua escrever 
Contando os feitos das mulheres 
E dos homens do meu chão? 
Como falar dos velhos
Das passadas e cantigas? 
Falarei em crioulo? 
Falarei em crioulo!
Mas que sinais deixar 
Aos netos deste século? 

Ou terei que falar 
Nesta língua lusa
E eu sem arte nem musa
Mas assim terei palavras para deixar 
Aos herdeiros do nosso século

Em crioulo gritarei

A minha mensagem
Que de boca em boca
Fará a sua viagem 

Deixarei o recado 
Num pergaminho 
Nesta língua lusa 
Que mal entendo
E ao longo dos séculos 
No caminho da vida

Os netos e herdeiros 
Saberão quem fomos




En qué lengua escribir

¿En qué lengua escribir
Las declaraciones de amor?
¿En qué lengua cantar
Las historias que oí contar?

¿En qué lengua escribir
Para contar los hechos de las mujeres
Y de los hombres de mi suelo?
¿Cómo hablar de los viejos
De los pasos y cantigas?
¿Hablaré criollo?
¡Hablaré criollo!
¿Pero qué señales dejar
A los nietos de este siglo?

O tendré que hablar
En esta lengua lusa
Y yo sin arte ni musa
Pero así tendré palabras que dejar
A los herederos de nuestro siglo
En criollo gritaré
Mi mensaje
Que de boca en boca
Emprenderá su viaje

Dejaré el recado
En un pergamino
En esta lengua lusa
Que apenas entiendo
Y a lo largo de los siglos
En el camino de la vida
Los nietos y herederos
Sabrán quiénes fuimos





Dores e desaires dos caminhantes

Que palavras
poderão 
espelhar este desaire 
ensinaram-me o abc 
deram-me a conhecer

letras e sílabas

sentenças e provérbios

ditos e cantigas

Ensinaram-me 
que as letras 
que as palavras
traduzem
reproduzem 
encantam 
contam 
pensamentos 
intentos 
devaneios
e sonhos

Para tanta aflição expressar 
esta dor queimando

a minha alma

o nosso infortúnio
Este punhal...

cravado no meu chão 
maldição de que deuses 
para dilacerar

as entranhas da gente? 
como aplacar tanta

e tamanha dor

ninguém me desvendou 
tal segredo.




Dolores y desaires de los caminantes

Qué palabras podrán 
lijar este desaire
me enseñaron el abc
me dieron a conocer
letras y sílabas
sentencias y proverbios
dichos y cantigas

Me enseñaron
que las letras
que las palabras
traducen
reproducen
encantan
cuentan
pensamientos
intentos
desvaríos
y sueños

Para tanta aflicción expresar
este dolor quemando
mi alma
nuestro infortunio
Este puñal…
clavado en mi suelo
¿maldición de qué dioses
para dilacerar
las entrañas de la gente?
cómo aplacar tanto
y tamaño dolor
nadie me reveló
tal secreto.






Silhueta desventurada

Sou a sombra de um corpo que não existe
Sou o choro desesperado
Sou o eco de um grito articulado
Numa garganta sem forças
Sou um ponto no infinito
Silhueta da desventura

Perdida neste espaço
Vagueando...finjo existir
Insistem chamar-me criança
E eu insisto ser
A esperança do incerto

O meu tantã é de outros tempos
A melodia que oiço
É o crepitar de chamas
Confundindo-se com o roncar da fome
E o chão onde piso
É uma ilha de fogo

A minha nuvem é a fumaça
Da bala disparada
Gotas salgadas orvalham
O meu pequeno rosto
Enquanto choro
Na esperança do incerto




Silueta desventurada

Soy la sombra de un cuerpo que no existe
Soy el llanto desesperado
Soy el eco de un grito articulado
En una garganta sin fuerzas
Soy un punto en el infinito
Silueta de la desventura

Perdida en este espacio
Vagando… finjo existir
Insisten llamarme niño
Y yo insisto ser
La esperanza de lo incierto

Mi tam-tam es de otros tiempos
La melodía que oigo
Es el crepitar de llamas
Confundiéndose con el gruñir del hambre
Y el suelo que piso
Es una isla de fuego

Mi nube es el humo
De la bala disparada
Gotas saladas rociaban
Mi pequeño rostro
Mientras lloro
En la esperanza de lo incierto







http://www.periodicodepoesia.unam.mx

MACKY CORBALÁN [9559]

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MACKY CORBALÁN
Macky Corbalán. Poeta argentina. Licenciada en Servicio Social, periodista. “Nací en Cutral Co (1963) (Neuquén) orgullosa ciudad donde diera origen una modalidad de protesta que se ha generalizado en todo el mundo: el piquete. Participo de un grupo de lesbianas feministas, Fugitivas del desierto, trabajo en periodismo y activo también por los derechos de los animales no humanos. Libros: La pasajera de arena, Tierra Firme, 1992. Inferno, Tierra Firme, 1999. Como mil flores, de próxima edición en Hipólita Ediciones”. Macky es uno de los referentes más importantes de las letras patagónicas. Sus poemas fueron incluidos en numerosas antologías: Poesía en la Fisura, por Daniel Freidemberg (Ediciones del Dock, 1995), Antología de Poetas de la Patagonia (Centro de ediciones de la Diputación de Málaga, 2006), Poetas Argentinas (1961-1980) (Ediciones del Dock, 2008). Antología Poesía del siglo XX en Argentina (Visor, 2010). http://pasajeradearena.blogspot.com



INFERNO

1999
TIERRA FIRME





a LU...
porque El tiempo presente y el tiempo pasado
están tal vez ambos presentes en el tiempo futuro


Uno

El viaje




"Estamos en el mundo y con los ojos de la noche"
Jacobo Fijman


I

La carne se pudre, sin 
estridencias, sobre 
el ceniza ramaje óseo.
La ida eterna, el andar sin puerto,
nos ha vuelto empecinados: la opaca mirada
fija en una abertura cualquiera, 
a toda hora de este todo nuevo, desconocido
concepto de tiempo. (Sin sol, sin oscuridad; 
las luces se encienden,
se apagan,
siendo nuestro día, siendo nuestra noche).
El arribo es un sueño que se suma
a esa otra perdida ilusión humana, felicidad.
Definitivamente alejados de destino y vocales 
y perros y árboles y aire,
andamos viendo un rostro
diferente tras otro en el propio.
Sin signos posibles de aliento, la desesperación es 
el juego al que todos nos desafiamos, cada despertar.

II

No hay sol aquí, sólo luz de artificio para un día eterno.
Olvidadas las dimensiones, 
semejamos maquetas inmóviles
que hipan secamente,
la ausencia de sombras que temer.
Todo es blanco, todo es negro, 
un damero de inacabables giros.
Hoy creí ver un pájaro. Eran mis manos
intentando abrir, febriles, una ventana sellada.

III

No hay afuera. El afuera es un aire que mata.
Boqueamos, nos contoneamos posesos contra los
vidrios sucios de huellas dactilares,
de apenada mucosidad.

IV

No hay noche.
Una noche (luz apagada) desperté
bañado en lágrimas: en mi sueño, los árboles
azules, erguidos en el centro de un patio,
parecían haber enmudecido
justo a tiempo.

V

Tanto tiempo lejos de casa, nos ha traído olvidos;
pero sí recordamos el signo de nuestra humanidad:
reñimos hasta sangrar con el menor pretexto.

VI

Apenas los ojos 
humedecen su pábilo, los objetos 
recuperan el orden 
de su universo sin gentes.

VII

La teletransportación podría llevarnos donde queramos.
Pero, no hay lugar donde ir. Paradojas de una ciencia impura.
Aparecemos 
y nos 
desvanecemos 
de un 
cuarto
al otro 
de la 
nave,
hasta 
hartarnos.

VIII

HUMANOS

Leo en ellos como en páginas escritas.
Atravieso sus órganos opacos, su piel,
el susceptible hilado de los nervios.
Es lo de siempre, lo de cada época:
rencillas, acuerdos y desánimo. Una cosa
no entiendo: esa oscura,
repentina agitación
cuando recuerdan.





Dos

Las notas terrestres


"Todo su cuerpo con espinas
y a mí me siguen las moscas..."
Fito Páez


Voy a decirte lo que vi:
sobre la noche cayó el silencio
y cubrió los rostros dormidos,
mientras los perros aullaban
de clarividencia y frío, sumando
al sueño otro sueño.
Recorrí las calles y una luz blanca
desde el cielo lo alumbraba todo,
todo lo volvía visible: las delgadas siluetas
de los árboles tocándose en las sombras;
pasos apagándose de pronto en las esquinas; y
los duros hombros de las casas, unos contra
otros apoyados, dándose ánimo.
Sólo el miedo daba al sonido de mis pasos, eco.
El vacío del mundo.
Un grillo haciendo sonar sus alas.
Los brotes nuevos, bajo tierra, tocando
la música más maravillosa
que yo hubiera oído.




Lo poco que resta del día
apura a los pájaros que,
en instantes, pasan
de la luz a la tiniebla, 
en una espiral de 
diálogo frenético.
Justo como vos, 
los pájaros.
Justo como vos,
el corazón se acelera tanto
que todos los latidos
son uno.

Amor, quién hubiera dicho 
que el infierno 
no era el fuego?




Algo clama por la atención del gato
que, desde su somnolencia, se yergue
y husmea el aire; como en el resto
de las cosas esenciales,
no hay nada allí que nosotros
podamos ver.




La tarde entera
bailoteando,
con los insectos ebrios,
en la ardiente
malla 
del aire.




Fuera de esta habitación,
los perros inician su inacabable
perorata nocturna, los gatos se hacen
uno con el muro y crece, en el mundo,
una jerga animal que no me es extraña:
sube por tus ojos antes 
de tocar mi cuerpo.




ABUELOS

No hubo entre ellos
más que las palabras
de la necesidad;
desconocidos compartiendo
amor e hijos,
viendo madurar los cuerpos
con los manzanos,
bajo el soberano sol de la siesta.




Cuando el ruido cesó,
llegó la lluvia.
La lluvia era el silencio
cubriendo las casas sucias
de una pátina 
entre brillante y olorosa.




Un sonido de sirenas recorre
la ciudad, denuncia el crimen
o la enfermedad; las caras
preferidas de una moneda
que no deja de girar,
en el aire liviano de la tarde,
al final del verano.




Levísimo rumor sobre
la hierba en que, 
acostadas, veíamos
al día moverse
con el sol
por el cielo.




LA PLAZA DE ROCA

I

La hamaca demora en detenerse
lo que la luz en pasar a la penumbra.
Del niño quedan unas huellas,
marcadas en el terreno de junto;
un silbo metálico.

II

Oscurecido por el follaje,
talla, con esfuerzo,
en la madera humedecida,
un nombre hace ya mucho
borrado de su cuerpo.

III

Encendida y sola
la luz de la esquina,
se torna apenada
alegoría
para el alma.




Miro por la ventana
con bobalicona expresión vegetal.
Nada podría sacarme
de este limbo fronterizo. 
Aunque, una sensación de pregunta 
que no alcanza a formularse 
en la conciencia, me agita, un instante.
Y, ahí va.
Afuera, el viento insiste en
poner sus viejos discos.




Sobre el mapa de la ciudad,
otro dibujo; con calles
que, sin serlo, me llevan,

me llevan.




MUERTE

Sueño en el que
las ovejas saltan
y saltan
y saltan




FRESCO

En la mañana soleada,
los hombres hacen de las
paseantes y sus ligeros 
atuendos, minuciosas
figuras de lascivia.




La noche va cubriendo el parque
con su selección de telas más oscuras y,
para completar el escenario, los huecos
ojos de los astros todo lo miran.
Las luces artificiales susurran al
que pasa: que se apure, que la cena,
que los dulces cobertores.
En el rincón más deshabitado, un borracho
con sus genitales expuestos, cambia
para siempre
la vida de una pequeña.





Tres

El mejor ser


"Antes de ti no hay antes"
Canción popular

"Ella junta todas las partes de mi ser,
y las une de la manera correcta"
"Beloved". Toni Morrison


Los lamentos, las sirenas,
los disparos,
son el sudor de esta 
noche ardiente. 
Los lamentos.
Las sirenas.
Los disparos.
Dios respira con dificultad
en la cama de mis padres.




Un Don Juan en dificultades
orina detrás de los árboles
del parque oscuro. Maldice
las palabras que lo perdieron,
esa estúpida última frase; escupe
cada calle que lo lleva de vuelta
a su almohada de fundas sucias,
a sus 40 voltios de luz fría.




CUTRAL CÓ

I

Tuvo río sólo por un día. Arrastró 
casas, perros y 
gente por 
kilómetros,
durante un marzo hecho 
enteramente
de agua.




II

Un desierto lo rodea.
Por las noches, a un tiempo,
los pequeños animales que
lo pueblan, 
abren sus ojos,
y otra luz se hace.


III

La leche por la mañana, las tizas 
de colores, las rodillas dolientes, los 
árboles sacudidos violentamente
en una tarde marrón de arena
y cardos rusos. 
Ben Hur en la tele.
Mi temor al ridículo, sobre
el mantel de una mesa rodeada
de sonrojadas amigas calladas.


IV

Suena fuerte buena música
del terreno vecino. Ellos han sacado
sus sillas al fresco y charlan,
y ríen. Otros días, algo más malos,
se recriminan duramente
las horas opresivas, los hijos
inesperados.


V

Mis padres se amaron 
un tiempo razonable. Luego, 
se dedicaron a criar a sus hijos, 
a trabajar, a pasar los años.
Ahora, teme uno la falta del otro.
Como suelen decir:
lo sobrenatural es
lo más natural.




PADRE

Fuerte, sonriente, con árboles
en segundo plano. Pareciera que
mueve la mano, queriendo decir: ¡ya 
vas a ver!. Pero, no puede alcanzarme.
Está detenido en esa foto.
Y morirá muy pronto.




EL FARO

Todas las ventanas de esta noche
están a oscuras;
todas, menos una,
donde el dolor arde,
en colores de infierno,
y espera.




Estoy lejos,
en la orilla, pero aún así
alcanzo a ver:
camina sobre las aguas
encrespadas,
distraídamente. Un paso sucede
a otro, y su espalda se encorva
por el peso del milagro; 
se nota. 
No quiere no caer;
en la angosta calleja de
una sola dirección que es
su mente, desea
hundirse como cualquier cristiano,
hundirse,
hundirse. Y no tener que
pensar en duraznos,
dulces de frutillas,
mecanos de rosas,
chocolates con almendras -nunca con maníes-.
Algo más se agita en su alma
de tela rasgada: no debería hacer
sucumbir las leyes (las de la
física en este momento; las de la escritura,
más tarde, cuando se siente y escriba
del amor cuando aún sufre y no recuerda).
Qué más dá.
Tarde o temprano deberá
salir del agua,
y quizás sea la tierra la que 
se la trague, para no tener que ver
en su habitación,
las velas que arden alrededor
de esos huecos en la almohada vacía.




Ya no hay ruidos en la calle.
Grillos, una brisa insistente a lo más.
Y el alma se mueve por la habitación
siguiendo las figuras que las luces
de los automóviles
dibujan en las paredes desnudas.

Fuera, las hamacas vacías
oscilan, felices en su movimiento.
Los árboles se doblan,
obstinados en su jerga silenciosa.

La gata se deja caer de la ventana alta,
aburrida de pedir entrada a la
casa cálida.

Las manos, los pies desnudos,
parecen de otra persona.

No hay ruidos.
Uno apenas, casi inaudible:
el mundo clisándose
un poco 
cada noche, 
cada día.




¿Quién se acerca
desde el vibrante labio del horizonte,
protegido por la cegadora luz blanca?

Quisiera creer que todos lo ven, 
y lo esperan. (Pero ¿por qué lo pienso
en masculino? ¿Acaso mi mente puede leer
lo que se acerca y cuando esto es poderoso
lo imagina hombre?)
Miro a los costados,
nadie parece compartir mi digresión, 
esta ansiedad, el aire de temor.

Se mueve detenido por la lejanía.

Aquí, en este lugar de la espera,
todo sigue igual: casas y tumbas se 
chupan a los seres con igual codicia;
la piel se enciende en los sueños,
los sueños se acaban cuando empieza el día,
el día termina apenas abiertos los ojos.

Pero, ¿cuándo? ¿y ese gesto de los perros, 
ese dejo de terror? Parecieran tener cajas en 
la lengua y un movimiento
continuo en la cabeza 
(dentro de la cabeza).

No hay nada: ni cámaras ni música ambientando
el final feliz. No hay final feliz.
No hay aliento, no hay afuera, 
no hay siquiera UN intento 
por anonadarse
con éxito.

Y quien viene, 
sin llegar.




Entre morir
o vivir, elijo
callar.



EDUARDO COTE LAMUS [9560]

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Eduardo Cote Lamus

Nació en la ciudad de Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander en 1928. Fue el menor de tres hermanos e hijo de Emma Lamus y de Pablo Cote Bautista. Cursó estudios de bachillerato en el Colegio San José de la ciudad de Pamplona y posteriormente estudió derecho durante dos años en la Universidad Externado de Bogotá. Obtuvo una beca para realizar cursos de filología hispánica en la Universidad de Salamanca en España en 1950, el mismo año en que publica Preparación para la muerte su primer poemario. En 1951 gana el premio A la joven literatura de la editorial José Janés con Salvación del recuerdo, libro que se publica dos años más tarde en España. Es de destacar que entre los jurados estaban Eugenio d'Ors]], Dámaso Alonso y Eugenio Montes. Durante su estadía en España Cote dictó conferencias y cátedras en varias universidades e hizo lecturas de sus poemas. Hizo muchas amistades, particularmente con Vicente Aleixandre, quien fue una gran influencia, los hermanos José Agustín y Juan Goytisolo, José Angel Valente, José Manuel Caballero Bonald. Allí conoció también a los poetas nicaragüenses Carlos Martínez Rivas, Ernesto Mejía Sánchez y José Coronel Urtecho.
En 1954 fue nombrado cónsul auxiliar de Colombia en Frankfort, Alemania, donde vivió tres años. En ese lapso estudió filosofía y publicó su tercer libro de poemas, "Los sueños" en la editorial Insula de Madrid. Regresó a Colombia en 1957 con motivo de la enfermedad de su padre. Al año siguiente contrajo matrimonio con Alicia Baraibar, hija de un diplómático español. Durante ese año se incorporó a la vida política en la corriente de Gilberto Alzate Avendaño del partido conservador. Fue elegido representante a la Cámara en las elecciones de 1958. En esa época participó en una visita de congresistas al departamento de Chocó que fue la base de su memorable "Diario del Alto San Juan y del Atrato", que publicó un año más tarde en Ediciones Mito de Bogotá. En 1960 regresó a Cúcuta, donde fue Secretario de Educación del departamento de Norte de Santander.

Con sus amigos Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel fundó la Revista Mito, de la cual fue codirector. Allí también colaboró con traducciones del alemán, reseñas, crónicas y poemas. En 1959 publicó La vida cotidiana, su cuarto libro, en el sello editorial de esta revista. Siguiendo con sus actividades políticas, en 1962 Eduardo Cote fue elegido senador y ese mismo año fue nombrado Gobernador del departamento de Norte de Santander. En 1963 publicó Estoraques, su último libro, pues el 3 de agosto de 1964 murió en un accidente automovilístico en la carretera que comunica a Pamplona con Cúcuta.

Obras

Preparación para la muerte (Imprenta Departamental del Norte de Santander, 1950)
Salvación del recuerdo (Premio José Janés de Poesía. Editorial José Janés, Barcelona, 1953)
Los sueños (Ínsula, Madrid,1955 y Universidad Nacional de Colombia, 2004)
La vida rena (Ediciones Mito, Bogotá, 1959)
Diario del Alto San Juan y del Atrato (Ediciones Mito, Bogotá, 1959, Ediciones Simón y Lola Guberek, Bogotá, 1990)
Estoraques (Ediciones del Ministerio de Educación, 1963)
Poemas de la muerte (Eduardo Cote Lamus y Jorge Gaitán Durán) (Antología de Andrés Holguín. Ediciones Tercer Mundo, 1965)
Antología (Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá, 1983. Antología de Pedro Cote Baraibar)
Obra literaria (Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1976. Edición a cargo de Guillermo Alberto Arévalo)
Obra completa (Casa de Poesía Silva, Bogotá, 2005. Edición a cargo de Ramón Cote Baraibar)

Bibliografía sobre Eduardo Cote Lamus

Arbeláez, Fernando: Panorama de la nueva poesía colombiana. Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, 1964.
Arévalo, Guillermo Alberto: La poesía de Eduardo Cote Lamus, Obra literaria de Eduardo Cote Lamus, Bogotá, 1976.
Armas, Alfonso: Eduardo Cote Lamus, Revista Bolívar, Bogotá. No. 48 (Oct., 1957)
Camacho Guizado, Eduardo: En torno a la poesía de Eduardo Cote Lamus, Revista del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Bogotá. No. 467 (Jul.-Ago., 1964)
Camacho Guizado, Eduardo: Poesía colombiana 1963, Eco, Bogotá. Vol. 8 No. 1 (Nov., 1963)
Carranza, María Mercedes: Eduardo Cote entre la vigilia y el sueño, Razón y fábula, Bogotá, Nº- 18 (marzo-abril, 1970), pp. 37-49.
Carranza, María Mercedes: Eduardo Cote, un poeta de los años 50. Lecturas Dominicales El Tiempo (1984)
Claro, Campo E: Estoraques, Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá. Vol. 7 No. 9 (1964)
Cobo Borda, Juan Gustavo: Mito, Bogotá, 1975.
García Mafla, Jaime: El acto y la palabra que lo nombra (En torno a la poesía de Eduardo Cote Lamus), Universitas Humanística (Separata), Bogotá. Nos. 8 y 9 (1974-1975)
Gutiérrez Girardot, Rafael. Sobre una antología, El Pueblo, Estravagario de El Pueblo, Cali. (Mar. 23, 1975)
Holguín, Andrés: Antología crítica de la poesía colombiana, Bogotá, 1974.
Holguín, Andrés: Poemas de la muerte, Bogotá, 1965.
Mejía Duque, Jaime: Literatura y realidad, Medellín, 1969.
Parra, Luís Roberto: Apuntes para una semblanza de Eduardo Cote Lamus, Gaceta Histórica, Cúcuta. Nos. 1 y 2 (1975)
Sarmiento Sandoval Pedro E.: La revista Mito en el tránsito de la modernidad a la posmodernidad literaria en Colombia (Bogotá, 2006)
Valencia Goelkel, Hernando: Exaltación de la anécdota, Crónicas de libros, Bogotá, 1974.
Valencia Goelkel, Hernando: Prólogo a Estoraques, Bogota, 1963.
Wilches Bautista, Gustavo: Vidas en alto (contiene una semblanza de Eduardo Cote Lamus) Camara de Comercio de Cucuta, 2008
Zubiría, Ramón de: Los sueños, Revista de la Universidad de los Andes. Bogotá. No. 1 (Mar., 1958)





YO SOY

Hay que sentir algo tan profundo como un dolor
para poder decir: Yo vivo.
Hay que vivir atenazando con la mano las angustias
para poder decir: Yo siento.
Hay que vagar sintiendo entre los brazos del cometa
para poder decir: Yo sueño.
Hay que soñar partiendo del cosmos del tormento
para poder decir: Yo sangro.
Hay que sangrar las mil arterias de las almas
para poder decir: Yo plasmo.
Hay que plasmar lágrimas entre rocas de ansia
para poder decir: Yo amo.
Hay que subir palpando desde la célula del mundo hasta el secreto de Dios
para poder decir: Yo pienso.
Hay que soñar, sangrar, sentir, plasmar, vagar, subir, amar y vivir atenazando siempre,
para poder decir: YO SOY.






YO TE DIJE UNA VEZ

Yo te dije una vez:
búscame más allá del canto de los pájaros
y de la savia del viento y de la sangre del verbo,
porque si te detienes en mi rostro únicamente
sólo podrás decir: es un fantasma.
Aquí sólo el tiempo relata caracoles
para que de pronto me siembre entre las piedras
y queden los espartos como únicos testigos
de una voz que fue de bote en bote
arrancando cisternas y faroles.
Pasa la vida arándome la frente
como si la sombra hubiera abierto las palabras
y todo cuanto mi sed ha atenazado
va empozándome en mis venas destruidas
que no quieren ver el alma ni el silencio.
(Suena, suena, corazón, y mueve, mueve
estas manos que poseen la distancia
y estas ansias revueltas en los dedos
y esta lengua mordida en los deseos
y esta carne floja y podrida que remacha
el espíritu en el cuerpo).
Yo, ahora, no digo nada más.
Espera que derrumbe las orquídeas
y el temblor de las rosas en el aire
y que plante al fin de los ensueños
las miradas en la palma de tu mano.







POEMA IMPOSIBLE

Deja por última vez que mi tacto te sepa
porque quiero aprenderme tu cara de memoria,
porque quiero iniciar un poema diciendo:
"En Segovia, una noche de torres, mi alma no pudo,
no le fue posible...".
Déjame, sí, déjame.
Déjame aunque sea fatigar tus huellas
por esta almohada con aroma de rostro
porque quiero hacer un pájaro con tu piel
para despertar mi corazón muerto.
Yo te amé de frente, por entero
y me miraba largamente en tus manos
buscando dar olvido a mi antigua sed de orilla.
Por ahí para esta tristeza con cara de rosa
como si el color llevara mi dolor descalzo.
A veces me viene tu silencio de campanas
que debajo de tu piel silban siempre, siempre...
Te acercaste a mi vida como un vegetal solo
alargando tus ojos hasta la plenitud del árbol.
Mi vida era sencilla, humilde,
tiernamente arcilla para un tacto.
Ahora no soy sino un manantial ciego
que huye de la sombra en tu mirada.
Es cierto que todo me fue inútil, doloroso;
fue una lástima que tú no me quisieras:
ha sido el mayor qué lástima del mundo.
Pero ven, acércate y muérete un poco en mis palabras.
A pesar de todo eres mi amor, mi tú, mi nunca.
Y ya no puedo con este hueco sin destino
que me pesa por dentro como Dios en la yerba.
Porque tampoco puedo con este sabor de ti en los labios.
Sí: en Segovia murió la savia de repente.
Y yo no pude,
no me fue posible.







EN EL AIRE SE BORRAN LAS PALABRAS

El viento va midiendo las palabras
que ruedan por el hombre como mundos
salidos de las órbitas del fuego;
pero el tiempo, fiscal de lo perdido,
asombra aquellas que se quedan dentro
y que sólo se escuchan en las pausas.
El silencio es el mar de la palabra
donde hay más voz que yodo, que agua: ¡cómo
la enfermedad del mar es no moverse!
Por cuanto el verbo calla se abre un hueco
habitado por aves, por ausencias,
por las sombras sonoras de las letras
que pasan por el hombre como ráfagas.







EL CUERPO DOMINADO

Para morir tenemos grande el cuerpo.
La muerte es el tamaño de la vida.
Soñamos. La plegaria viene luego,
cuando la sombra aumenta el corazón;
la luz de pronto se abre, quema. Soy
un cuerpo encadenado lleno de alma.
La memoria, la fe, la condición
de ser un hombre más entre los hombres:
pecado vigilante, me limitan.
Cuando se tiene el pan yo pienso que
los pobres tienen hambre porque como,
cuando padezco yo sed de justicia
digo que no soy quién para obtenerla,
cuando busco en la vida solamente
aquello que he querido, me conmuevo,
porque siempre el dolor fue deseado.
El cuerpo no es culpable: es manso, duerme.
Tenemos que purificar el alma, amigos.







A JORGE GAITÁN DURÁN

Cómo pesa la luz en este otoño.
Todo lo borra, todo lo consume;
su mano es solamente hierro, yunta;
nos dice: aquí está el bien, aquí está el mal,
y no nos deja optar. Vas por caminos
acaso demasiado claros: la
luz de otoño es honda, ciega, pesa
en las hojas lo que un día en un muerto.
Remontando palabras has buscado
la presencia del hombre, la insistencia
en lo triste: medidas de tu asombro.
Me parece que no has hallado nada
y que las cosas te reclaman. Vuelves.
La luz se te ha dormido entre los huesos
y el viento acaudillando eriales vino
a morir entre tu sombra. Por cuantos
países fuiste te nació un recuerdo:
¡cuántos días gastaste para ver
el destino frustrado! Y te has caído
sobre tus pasos, solo. Tú regresas.
Devolverás los sueños inservibles
y de nuevo el calor, las viejas muertes
de los abuelos, las tumbas resecas,
el aliento de los contrabandistas
con bocas llenas de vainas y de oro
y el oculto lector de tus poemas,
no te comprenderán; para ellos, luz;
tienes la sombra muy oscura, amigo.
¿No imaginas el sol como un gran río
a fuego lento y que se nutre con
la ceniza de sus despojos, Jorge?







POEMA DONDE CRECEN LAS HOJAS

Mis miradas con los ojos de Marzo
celebran en cada cosa a mi amada
y me visto de nuevo con mi cuerpo
tan completo de tiempos y de sombra.
¡Cómo otra vez han llegado las hojas!
El árbol, en su gran sabiduría
horada el aire con sus nacimientos.
El sol, antes avaro, numeroso
ahora como ejército en victoria
prolonga su desfile por el día;
pero yo voy con todo, con los sueños,
viviendo la medida de mi muerte.








LA ESTACIÓN PERENNE

Tu cuerpo desnudo brilla bajo los relámpagos
como antes bajo mis manos.
Todas las estaciones están en tu cuerpo.
La primavera comienza su esplendor en tu abrazo
y concluye en tu boca entreabierta, exultante.
Todos los ríos del mundo están en tu cuerpo,
confluyen en ti en el momento
en que el animal más bello del bosque
—el ciervo, por ejemplo—
bebe de ti y se contempla.
Tu piel es el límite del fuego
donde se refugia el ardor del verano.
Rojas llamas te inundan.
Se mezclan los elementos y tu cuerpo se curva,
hay más aire en tu boca y mi cuerpo sediento
busca en ti salida, la libertad, los deseos.
Se anudan en ti los olivos del mundo
y ardes como una lámpara.
Somos un cuerpo solo luchando contra la muerte.
El otoño se riega en tu cuerpo como vino rojo en la mesa.
Tus muslos descansan en el borde del mundo.
Vuela una paloma de tu pecho a mis manos.
Después miramos los dos, de alegría cansados,
como a chimenea en invierno, el fuego pasado
y tu piel que brilla bajo los relámpagos.







ESTORAQUES


III

El tiempo nada más en la piel del estoraque,
el tiempo como un perro que nunca llega al hueso,
el tiempo ladrando como perro, como un perro
derrotado por los sueños.
En la superficie el tiempo: Heráclito el Oscuro
hubiera aquí encontrado que su río es la sed,
hubiese aquí encontrado que es mejor
el limo que los días, el cristal que las imágenes,
la rueda del molino igual al agua.
Aquí las ruinas no están quietas:
el viento las modela. Por ejemplo
lo que antes era escombro de palacio
lo convirtió en estatua la erosión
y lo que fue la sombra de la torre
es ahora la sombra del chalán.
Ese bote de lanza del jinete
contra algo inexistente, ese ademán
de contienda en esos ojos sin sueño,
ese violento paso del caballo
detenido por siempre, ese color,
fueron antes las bases de algún templo,
el comienzo de algún arco, el fin
de tanta fe entregada a un dios terrible.
Hoy es un rostro, máscara mañana,
sueño primero, luego ni recuerdo,
columna ardiendo en el viento en llamas,
tórridas manos sobre la garganta
del caballero ecuestre, río, ríos
de sombra al rojo blanco dominando
aquello que existencia fue sin duda.
En esta sucesión que nadie nota
algo que no se mueve ni transforma,
algo quieto a pesar de tanto caos,
algo que permanece sin embargo
aunque desaparezcan estoraques
y nazcan otros, aunque aquellos bosques
de serpientes de pie como escuchando
la flauta del encanto comprendieran
que nunca han existido.
Pero es que aquí, también, todo se queda.
Es que acaso ¿razón tenía Parménides?
En fundamento todo permanece,
los elementos son iguales siempre
y la materia siempre es inmutable,
inmóvil es el ser y no se mueve
(ser y pensar son una cosa misma)
y todo esto que vemos y sentimos
es no más que un asunto incomprensible.
No más que la alta hoguera de la estrella
sobre este mundo. Nada más que el sueño
de pronto convertido en nada. Nada
distinto al propio fuego en que se incendia
ebria, la luz, muy dentro de la tierra
o encima de la lámpara que lleva
todo nombre encendido. El estoraque
siempre tiene las luces apagadas.
Al polvo nada vuelve, todo queda
delante de los ojos y las manos
sin poder recoger huellas de arena,
sin poder encontrar en tanta forma
cosa distinta de nuestro fracaso.
Por esto, Gorgias, Gorgias, yo te veo.
En la verdad te vi, en lo incomprensible
después de preguntar qué significan
esta vida, estos monstruos, estos sueños.






La boca oscura

En cada viento llega una palabra,
igual que cada sueño tiene un nombre;
y el movimiento de la primavera,
con su viaje de vuelta en el otoño,
deja atrás un lenguaje que ella olvida.

Siempre la boca tiene labios nuevos.
Pero siempre es oscura porque nunca
obtiene lo que muda: el testimonio
del tiempo que se va, no el que se queda.

Un fuego inaugural, como una estatua
que fuese a hablar, las voces de un metal
desconocido de los hombres, no
de la montaña. Y es deber del canto
hermosamente relatar el árbol,
no el que vemos y bajo el cual soñamos,
sino la imagen que se lleva el rio.







El desígnio

         A Ernesto Mejía Sánchez

En las páginas solas de algún libro
alguien (seguramente yo) há dejado
escrita, para luego destruirla,
una palabra: Muerte. Con amor
la fue escribiendo, con amor la deja
como para olvidarla en esa forma,
pero vuelve después sobre las letras.
Como un adolescente que lee un libro
a escondidas, detrás de la família,
se descubre culpable hasta los huesos:
la misma mano que dejó los signos
se endurece de pronto en la escritura
y el mundo, entonces, ya, de nada sirve.




YOSUKE KURAMOCHI OBREQUE [9561]

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Yosuke Kuramochi Obreque  (CHILE    Temuco, 1937 - Temuco,  1997 ).  Poeta, pintor, catedrático universitario, hizo estudios de Medicina Veterinaria en la Universidad Austral de Chile, en Valdivia. Allí comenzó su actividad literaria a la sombra del maestro estilista Eleazar Huerta. Otro de sus compañeros y consejero en estos primeros pasos literarios fue Hugo Montes. 
Hasta el momento de su muerte se desempeñó como académico de la Universidad Católica de Temuco, donde se le reconoce una gran labor de extensión de las artes, en especial del teatro y la literatura. Entre sus preocupaciones como docente e investigador estuvieron las de rescatar aspectos de la cultura, el lenguaje, las artes y las tradiciones mapuche. 
Su obra poética, siempre en búsqueda de una expresión y lenguaje distinto, está nutrida en su fuente  por experiencias personales muy íntimas. 
Entre esas fuentes están su profunda religiosidad, reiterada a través de todos sus libros, y su amor al sur en donde lo concreto, geografía-clima, asoman la presencia del amor humano en cada uno de ellos. 


OBRAS PUBLICADAS:

--Ángel a tierra (1962) 
--Amapolario (1963) 
--Fauno (1964) 
--Poemas en el viento.(1967) 
--Girasoles y proverbios (1970) 
--Los 44 (1977) 
--Poesía, poesía, poesía. (1977) 
--Hojas de Poesía, (1985) 
--Colección de Relatos mapuches (1988) 
--Mitología Mapuche (1991) 
--Cuarteto del Sur (1991) 
--Me lo contó la gente de la tierra (1992) 
--Cultura Mapuche: relaciones rituales y tradiciones. 
--Culturas Indígenas: Lenguaje e identidad. 
--Comprensión del pensamiento indígena a través de sus expresiones verbales (1994) 
--Poesía religiosa (1997) 
  




LOS OJOS DE LA NOCHE

Los ojos de la noche 
amanecen  llenos de rocío 
siempre.

El silencio a la sombra 
le cuenta 
una historia llena de estrellas.

Dicen 
que los ojos de la noche 
a los ojos luminosos del alba dan 
antes de cerrarse 
una extraña mirada.

Encontrar un rostro amado al amanecer 
hace olvidar que ayer 
se puso 
lentamente el Sol.

Yo te encontré por la mañana, 
recuerdo ¿o aprendí? 
que ayer el Sol se escurría 
por la mejilla del cielo.

El misterio de un nuevo día 
hace cerrar sus ojos soñadores 
a la noche, 
sin embargo, 
los ojos de la noche 
amanecen llenos de rocío 
siempre. 







ANTÍGUA SED

una  vieja bellísima 
de tez blanca aromada 
de brillantes ojos risa de pájaros y voz ardiente 
como el gemido 
bandera azul el pelo para el viento 
aromo los hombros, rosa pecho 
la boca 
roja, 
me ha dejado 
Una antigua sed que tengo 
abriéndome los labios 
como una mariposa que ardiera eternamente 
delante de mis ojos.




DE Ángel a tierra 



has muerto / eres / un hombre muerto, / pero no se desprende /
el fruto amargo / de tu cuerpo frío / desde mi árbol / desde mi árbol en llanto,/
de mi cuerpo en sangre / caliente y aferrada /
al fleco de los astros / de mi sino... (p.26)


La tierra es un jirón de tiempo ensangrentado,
arrancado de lo hondo de mi cuerpo,
por tus brazos que cuelgan, / de los astros del silencio (p.7)


La tierra me gira / tus ojos inmóviles (p.7)


Con la sed de mis entrañas beben las tinieblas
en la profundidad que ha herido con / tu cuerpo muerto (p.10)


Se te llenaron de sirenas las sienes; / por tus venas corrieron hacia la muerte
las últimas horas / del océano incendiado / en el coral derribado de tu boca,
y te fuiste llorando algas por / las rocas del silencio (p.11)





DE FAUNO


En el árbol del cuerpo / aletea / angustiado
el pájaro del viento, / y su ala de sangre
estremece el ramaje / fuertemente,
y el sol cuajo ferviente / abre / en el desnudo ramaje de mis huesos
un fruto mojado / con sangre de doncella... (pág.41)







DE “El Hombre Inaudible” 


En el árbol del cuerpo / aletea / angustiado
el pájaro del viento, / y su ala de sangre
estremece el ramaje / fuertemente,
y el sol cuajo ferviente / abre / en el desnudo ramaje de mis huesos
un fruto mojado / con sangre de doncella... (pág.41)


El cielo gris se aplasta de ceniza / sobre la tierra roja y sola de mis uñas.
Unas ruedas caídas / de la maquinaria rota del silencio
se detienen de óxido / en sus propias órbitas... (pág. 29)







DE  Amapolario




los ojos de mi perro son negros como uvas de abril
el volantín es un hilo que me lleva al cielo
un árbol que enamora al cielo
mi trompo tiene panales / cantando dentro del alma
 mi trompo es un colibrí
entre arco-iris de malva
Y nuestros cuerpos son / dos perlas tristes, /
en el cuenco verde / de su mano undosa (p.35)





Y que canten las cigarras / el relieve amarillo / de nuestro amor sin alas, / que baje /
el agua toda del estío / por mis ojos a la tierra que encendiera,/
nuestra fugaz estancia en sus lamentos / y nuestra primera lágrima de invierno (p.44)





¿Qué fantasma / ha asomado a tus ojos / que miran sorprendidos al árbol del otoño,/
qué leche ha llenado tu seno / que es amargo tu pezón a la noche estrellada,/
qué temblor de viento ha vibrado tus follajes / que mis aves se posan /
en la isla de tu boca / como en un astro muerto? (p.59)





Era suave la tarde / como el labio de un niño.
Eran puros mis ojos / bermellón el espacio / de los hombres inmóviles;
y el venado del agua / retozaba su belfo / en la dulce espesura
de los bosques sonoros.
En el aire temblaban / los pájaros sus alas,
en el viento de mi casa / -engastada allá en la calle / 
que guardaban los grillos volaba vibrando / los floridos manzanos, / el ruiseñor rosado / 
del sol que me crecía.
Después, / ya no recuerdo. / Mucho he rodado, / tanto.
No quiero saber en donde / ni en que ácida floresta
de bullidores hombres, / se me extravió la vida.
Yo / camino al encuentro, / más allá / o donde mismo,/
se me rompió la infancia, / como / un sol que al partirse, /
creciera de su pulpa / la sombra de mi vida. (pág. 61-62)





En la amapola
un ave de papel.
Sobre el vuelo del viento
una cometa blanca.
Bajo el cielo la tierra es un ovillo
para el hilo de Dios. (pág. 8)




SELVA SAAVEDRA [9562]

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SELVA SAAVEDRA (CHILE Pitrufquén, 1902 - Temuco, 1990) Maestra egresada de una de las ahora desaparecidas Escuelas Normales de Chile, poeta, fervorosa guardiana de bosques y derechos humanos, jardinera de copihues rosados en la que fue su vieja casa temuquense, Selva Saavedra se formó en el camino literario junto a los subversivos de principio del siglo XX, que con sus gestos románticos, sus melenas y sus poemas, desafiaban un orden que parecía inamovible (Guillermo Ravest) Quizá debido a este espíritu rebelde es que fue, hasta sus últimos años, amiga insobornable de los jóvenes, consejera de enamorados y defensora de causas perdidas. 
Inició su carrera docente en la única y derruida escuela de la aldea carbonífera de Curanilahue, y la terminó en el vértice del sistema educacional chileno: la Superintendencia de Educación, desempeñándose, al mismo tiempo, como Directora del más importante establecimiento de Enseñanza Técnica Femenina de Santiago de Chile. 
Fue una mujer consecuente con sus principios e ideales; valiente, además: ella se atrevió a alzar su voz de protesta en los peores tiempos de la dictadura pinochetista en lugares y ocasiones en que muchos prefirieron callar. 
Sus primeros poemas conocidos datan de sus tiempos de humilde maestra en Curanilahue. Toda su poesía está cruzada por el amor, el vuelo de los ideales, la dramática realidad cotidiana. Todo ello y toda ella está en su poesía. Como un roble viejo y aún tierno. Selva es parte de nuestra memoria colectiva. Con sus contradicciones, sus descreimientos con fe, su voz ronca de ex fumadora y sus ojos verdes (...), con (...) su irrenunciable amor al ser humano y a La Frontera (Guillermo Ravest, Crónica para una maestra poeta) 


OBRAS PUBLICADAS:

- Versos de Amor y de Dolor. (1984) 
- Esta Vida... (1991) 
  
  



EN MI RINCÓN

Sobre la estufa amiga 
la tetera vaharea 
transpira 
bajo su disfraz de ollín. 
El zumo rojo de los leños 
quemados 
entibia el rastro perenne 
de mis sueños 
y este rincón de los recuerdos. 
El agua hierve su canción 
 de vida, para tazas de distancia, 
de añoranzas idas, 
de cafés compartidos. 
Bebo el pasado 
tras estos ventanales 
por el que se filtran 
las rosas, picaflores 
y tantos olvidos. 
Bebo el pasado en mi rincón 
donde la torva soledad 
arremete. 
Sorbo, sola, 
una necesidad de compañía. 







MIS ARENAS

Si vas al mar no llores. 
Tu sal y la mía 
no podrán macerar 
tanta distancia.

Qué estatura infinita 
este dolor me ha dado. 
Si yo alcanzo 
a los labios de Dios, 
en la amarga marea 
dejaré mis arenas, 
mis soledades, 
la fibra que tocaste. 







ANOCHECER EN TEMUCO

Regreso apresurada. 
Por entre las últimas lluvias 
de Septiembre 
miro al cielo y pienso: 
para enrabiar 
al que firmó el decreto, 
por suerte, a las estrellas 
temuquenses no les importa 
el toque de queda. 







TESTAMENTO

Cuando yo muera 
no me cierren los ojos. 
Quiero, desde  sus musgos, 
seguir mirando la vida, 
asomarme cada madrugada 
a los balcones del sol; 
ser parte de la lluvia, pues seguiré soñando 
cada noche callada 
en un país de savias, hojas y raíces 
rumoroso como la vida. 
Compartiré con todos, 
sin que me vean...






MI LÍNEA CREADORA

¿Cuál ha sido? 
¿La que marca el dolor en tantas almas? 
¿La que el amor dibuja? ¿Voz perdida 
o hallada en horas de tormenta y calma? 

Siempre un dardo sutil que hirió imprevisto 
el corazón, fue el que rompió la fuente, 
y en ella asisto 
con espinas y nardos en la frente 
al claro oficio eterno de la vida 
y al negro oficio eterno de la muerte. 

Pero algo nace de mi abierta herida 
y nada excusa la marcada suerte.

Pues debemos vivir para quedarnos 
eternamente en lo que ya perdimos 
y debemos amar, porque al amarnos, 
amarrados al mundo, algo seremos. 

DE: El claro oficio eterno de la vida. 






TOMA MI CORAZÓN

Toma mi corazón entre tus manos 
Y aviéntalo a lo incierto del destino 
Que nada importa mi mortal desgano 
Si son iguales todos los caminos. 

Todo es inútil ya, ceja en tu empeño 
Y envuélveme en la gracia de tu olvido, 
No hagas objeto de tu inútil sueño 
A algo que, sin hallar, ya está perdido.

DE: El claro oficio eterno de la vida. 







ÁRBOL 

Árbol, amigo mío.
Has sido tú en mi vida 
más que un humano corazón. 

Jamás pediste nada 
Y todo me lo has dado, 
Paz y frescura 
para mi sien ardiente, 
sabrosos frutos 
para mis labios llenos de ansiedad. 

Sobre tus brazos vigorosos 
Me alzaste muchas veces hacia el cielo, 
Y bajo ellos trenzados amorosos 
En el doliente signo de una cruz, 
Se dormirá mi corazón un día…
Árbol, amigo mío. 
Has sido tú en mi vida 
más que un humano corazón. 







CHI RENKE 

Selva Saavedra Tañi küme wenhüy Renke
Tañi mogen mew eymi 
Zoyel fimi, ta che ñi piuke. 

Chem norume guillatulaymi nogenchi 
kom eulen 
kümefelen ka füzkü 
tañi füzküam ñi arre ülla-ülla üllumgechi 
kümeke fünke 
tañi nügaytu amkum küle chi wünh 

Tami newen lipag mew 
Wenuntutuen wenumapu tuntenchi nagültuen 
Kizu new umatuway ñi piuke ta antü 

Renke, küme wenhüy, 
Tañi mogen mew eymi 
Zoyeli, ta che ñi piuke. 

Traducción: Juan Ñanculef






Víctor Jara

Sé que te acribillaron a balazos 
pero están tus canciones libertarias 
celestes alboradas sin ocasos; 
amapolas de fuego, pasionarias 
que abren acusadoras sus corolas 
para que el Universo lea en ellas 
una lección de fe. No estás a solas 
engastado tu ritmo en las estrellas, 
pulsas una guitarra de infinitos 
que corea la voz de tus hermanos; 
tierno clamor hoy transformado en grito 
de protesta viril. No han sido vanos 
los altos ideales que sembraste 
en nuestra Patria. Y fue tu sangre ardiente 
el postrer holocausto que entregaste 
mientras lo eterno te ciñó la frente.







Rosa de otoño

Palidez de aroma y se deshojan 
en esta hora de ausencias y del olvido. 
Mujeres de amor o muere de fragancia, 
Rosa gentil? En tu agonía escancia 
Mi alma, el recuerdo de un amor perdido 
En esta hora de ausencias y de olvido. 
Mientras cae la tarde, 
Entre tus sombras, 
Voces de seda en mi jardín te nombran.


GALVARINO PLAZA MERINO [9563]

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GALVARINO PLAZA MERINO
(1930-1985) Poeta chileno. Recibió el Premio de la Sociedad de Escritores de Chile en 1965 por su libro Versión sobre el origen. En 1975 recibió el Primer Premio de poesía para España del Instituto de Cultura Hispánica de Málaga. Hasta su muerte en 1985 residió en Madrid donde escribía reseñas de poesía para la sección “Notas marginales de lectura” en la revista Cuadernos Hispanoamericanos. Comentando la obra de un compatriota dijo: “Cada día creo menos en la poesía fruto de la mera sensibilidad ciega, que se genera como los hongos o las lentejas. Es importante, en ese orden, la conciencia de los valores que nos son propios: acervo cultural superpuesto a caracteres étnicos…” Su universo poético, rico y sugerente, alcanza uno de los momentos de mejor exposición en Desfigurantes referencias (Ambito Literario, Barcelona, 1977).



Poemas eromáticos / II parte (V)
             
Renacidos posibles sidos: deslindes o mundo a tientas  /  oscuros
desvaríos (con decir que en sus fronteras fui el vagabundo ro-
Dando en el sueño, con el rostro en velas) Los dedos embriagando
el alba que hubo, y tan humana  /  paredes de apretado aliento  /
Prolongado dolor es la alegría.
                                                                                                 Intuida,
                                                                                                                        simiente imagen.

Más  /  turbadora
                                                          que jamases, te me ovillas en un rincón siempre
memoria  /  gato en su bastión  /  rescoldos el aire y su tibieza.






Terceras referencias (VII) epigra / fe
               
Te levantas  /  eres aún ese niño idiota corriendo ciega-
Mente tras extendidas manos nunca ami-
gas  /  con el mismo amor o su esperanza caes en el sue-
ño  /  das la nota en los lugares  /  cerca o lejos irrum-
Pes en el inconformismo de las grandes ceremonias  /

                                                       "La poesía ha sido seguramente un
pilar del techo que cobija tu demencia"  /

Se te levantan los muertos de entre los vivos con ente-
ra parsimonia  /  y sueles danzar para matar agravios
nunca inferidos  /  se te negó la tierra la larga tierra
/  la orgía de tu mar y su obstinado rito y aún te la-
dran desde la otra orilla  /  Inmenso charco  /  los perros
del odio  /  pero retornas ciego cada día al inventario
de tus primeros pasos
                                                         "En estos itinerarios que a menudo
he seguido, hasta la sorpresa se me ha hecho familiar;
ya no trepo los helechos y las rocas sino entre los
fantasmas de mis recuerdos."
¡Oh prebendas las de la muerte sumergida en los actos!

(De: Desfigurantes referencias)







POEMA DIECISIETE

Escribo para mi sombra que camina,
para estos ojos que se han de comer la tierra.
Para despuès de la sombra,
para despuès de los ojos, que se cierran
cada noche,
escribo para cuando tenga el cuerpo amoldado
a un pedazo de tierra,
que puede ser:
Amèrica, Africa, Europa, Asia
u Oceania.

No escribo para intelectuales
que estudian la forma de construir la voz
con un poema
que se puede usar como un traje
los domingos.
Hago estos pedazos de monòlogos
para los alucinados que creen en entierros
y en la existencia de ciudades perdidas,
donde nadie se guarece de la lluvia
y la humedad.
Como la semilla de plantas que han sepultado
poblados enteros, de la noche a la mañana.
Hay que hacer poemas
como quien hace vasijas,
con el hueco para que sueñe el barro
un largo y pesado sueño.
Yo no soy otra cosa,
sino un olvidado manufacturero de imàgenes
de un dios emplumado
que cultivò la redondez de la tierra
y que solo con sus temores,
esperaba el paso de las estaciones cada año.

La lluvia entrarà
anidarà en el brocal de la vasija,
llenarà de sonidos un espacio solo,
como el que se hace en los huesos
cuando la mèdula no es otra cosa que humedad.
Ya no existirà nada
cuando el sol evapore en mito.

El aljibe carece de hierba
y por èl caeràn las palabras.
¡Oh Dios mio, Dios con mayùscula,
decapitado y quemado en la hoguera de los herejes!
Dios despojado de casa,
Dios sin patio,
sin àrboles con frutos que caìan de maduros.
¿Què sucederà cuando nadie eche al hombre de su casa,
cuando no exista el limite entre lo mio y lo tuyo,
cuando las hierbas sembradas pot olvido de las semillas
hayan borrado los deslindes.
(Hierba, planta cuyo tallo no desarrolla tejido leñoso,
y sòlo persiste hasta dar flores y frutos).

El hombre sueña con decir:
Quedatè solo, pan.
Sòlo en el hueco caliente del horno.
Echate a morir sobre la tierra, endurècete,
convièrtete en piedra lejos de los labios.
Ablàndate, de tanto navegar en el rio.
No necesitamos tu presencia,
ya nadie busca tu forma de discordia sobre la mesa,
el hombre ya no tiene dientes,
tiene apenas, a duras penas,
un pedazo de tierra donde poner sus ojos vacìos.






Primeras referencias (VII)
               
Oh larga y finita línea de mis dioses / memoriales rostros / 
lapidados consejos: d e f i n i t i v a Mente / Silencios.

                                                                                                                                                                    sume
                                                                                                                                                                    duele
Un ámbito de greda / eterna noche / les con          centra
                                                                                                                                                                     y
                                                                                                                                                                    forma

El misterio es vuestro término último / Suprema zona o ves-
                                                     tigio {: huella
                                                                                              reliquia)
Tampoco en el misterio
tocarán fondo.  






Arte poética
               
Empeci / Nada sima (: hoyo profundo, abismo) infancia hasta
                                                    los huesos.
Residuos mondos, Ultimo amor o adveni / Miento. Pulidos ros-
                                                      tros, inexactos o exactos equivalentes de la 
                                                     memoria.

Superficie de enquistada taracea. Quienes los robados can-
                                                      tos, los ajenos frutos entre los que no soy
                                                      Dios,
sino abismado espectro / límite extremo / salvada o insal-
                                                      vable distancia: semejanzas, coincidencias.
Horizontal fulgor su degüello.

(De: Desfigurantes referencias)







Poemas eromáticos / II parte (II)
               
Toda tu presencia  /  insoslayables cielos vacíos  /  hondo vuelo
del grito alejándose de sus deslumbradas escamas  /  Tu cuerpo
se curva en-
                                       Volviendo al cerrado diálogo entre dos sombras:
quemados filos lentamente nudo, insospechado ruido que pre-
Cede al derrumbe  / Añorada víspera:
                                                                                                                      ("una de las divisiones
que para el día establecieron los romanos, y que correspon-
día al crepúsculo de la tarde")
sin frutos ni alejado dulce sitio,
zarpazo, último y sin vuelta de la tuerca que el llanto ahoga.





EUGENIA ECHEVERRÍA [9564]

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EUGENIA ECHEVERRÍA    
Cuentista,poeta y periodista cultural chilena.
Autora de una singular obra literaria que inicia muy joven con el volumen de cuentos LAS COSAS POR SU NOMBRE (EDITORIAL ZigZag, Santiago, 1968) y continua con CAMBIO DE PALABRAS (Editorial Universitaria, Santiago, 1972.)
En 1984 publica COMO SI MI CORAZON TUVIERA UNA VENTANA ROTA y en 2002 aparece su volumen de cuentos UN COLOR AMARILLO INTENSO.
Vivió gran parte de su vida en el extranjero, principalmente en Argentina, Perú, República Dominicana, Colombia y México, país donde permaneció durante 26 años.
Residió y trabajó de nuevo en Santiago desde 1997.
Su quehacer literario está ligado a su actividad como columnista en revistas y periódicos del continente : 
El Espectador de Colombia, La Jornada y El Universal de México, y La Nación de Santiago de Chile. Ha entrevistado poetas chilenos para la revista mexicana de poesía ALFORJA.

Como poeta, emprende la más elaborada poesía con el lanzamiento de La INFINITA (Editorial Katún,Mexico,1983 ) CUECAS DE MAR AFUERA ( Editorial Villicaña, México, 1985 )SANGRE EN EL OJO ,(Editorial Sin Fronteras,Santiago, 1986) GALANARIO,( Bravo y Allende Editores,Santiago) 2003.

Su poesía figura en varias antologías publicadas en Chile y el extranjero.
La apasiona el estudio de las culturas populares, como lo acredita el libro de 1994 “TEPOZTLAN QUE VIVA LA FIESTA”, premiado con la Beca PACMYC de la Dirección General de Culturas Populares de México, los numerosos artículos aparecidos en la revista mexicana Mundo,Culturas y Gente y su participación en el nuevo ciclo de Pluma y Pincel. 

Falleció en Abril 2008






1

Para hacer un reloj, un calendario
Del tiempo no vivido
Está Elena teje que teje su cabello
Sentada en su sillita
Arriba de la torre
Debajo de la luna
Al borde del precipicio.


2

Señores: llora la señora
Como princesa de cuento
Escoge la silla del balcón
Su perfume predilecto
Desayuna en abundancia
Y llora
Cada mañana
Que es un encanto,
Un premio
De la academia
Su congoja.


3

Ésta es la puerta por donde saldrás
para casarte con otra
para soltar hijos
para gritar muera el partido comunista
para echar panza y economías en el banco
para olvidarte
malamente
de nosotros. 


4

Ser íntimos a ratos
Y
La mayor parte del tiempo
Solitarios
Traficando sueños donde ninguno de los dos
Puede entrar
De la mano del otro.

De La Infinita, México, 1983.






EUGENIA ECHEVERRIA, UN ADIÓS EN SILENCIO

Por Reinaldo Edmundo Marchant


Falleció la escritora Eugenia Echeverría.

Una enfermedad algo ignota, esclerosis lateral amiotrófica, relacionada con el daño a la neurona motora, se le presentó intempestivamente modificando de forma implacable su vida. La dolencia degenerativa la fue inhabilitando, quitándole la capacidad de movimiento, la fuerza muscular y aquella energía vital que se le conocía.

Recluida en su hogar, pasó largos cuatro años, donde las visitas fueron escasas, la ayuda mínima – salvo la que le brindó un grupo de escritores mexicanos, con quienes, junto a Poli Délano, creó la Casa de Chile, en México, para los exiliados durante la dictadura-, de reconocimiento a su vasta labor literaria ni hablar: fue en este triste entorno cuando comenzó a escribir “El cuerpo sorprendente”, Bravo y Allende Editores, 2008. Un poemario tremendo, lleno de vitalidad, sarcasmo, valentía.

Fueron pocos los escritores que se enteraron de la muerte de Eugenia Echeverría. Nada nuevo en este país, por lo demás.

La noticia tampoco tuvo la difusión que merecía. La escritora Virginia Vidal alertó a los que pudo y Raúl Allende, su editor y albacea de una numerosa obra inédita que dejó la poeta, se preocupó de publicar este valioso libro, que revela una ironía descarnada, que conmueve, induce a la rebeldía, que entrega vida a un cuerpo inmóvil, revelándose ante la quietud de la visita indeseable.

Eugenia Echeverría es autora de una particular obra, que empieza con los volúmenes “Las Cosas por su Nombre”, Editorial Zigzag, 1967 y “Cambio de Palabras”, Editorial Universitaria, 1972, textos celebrados unánimemente por la excelente crítica literaria que existía en esa época. Vivió 28 años en México, país donde sus libros merecieron halagos que aún perduran y que le permitieron a la escritora chilena gozar de un respeto que en Chile le vino a cuenta gota.

Eugenia Echeverría incursionó con éxito y talento en la prosa y poesía; también será recordada por la fresca genialidad de sus óleos, que fueron exhibidos en salones e institutos de México, Chile y Latinoamérica. En sus lienzos trasunta su carácter festivo, brioso, imaginativo, desbocado de alegría y colores vivos.

Echeverría fue uno de esos escasos artistas múltiples, que vivieron para el arte y la cultura.

Su cuento, “Como si mi corazón tuviera una ventana rota”, ha sido argumento para distintos videístas, traducido a varios idiomas, figura en las más exigentes antologías de Chile y el extranjero; a su vez, buena parte de su poesía fue musicalizada por roqueros y su famoso relato, “La noche que Chillanene salió a vender su alma” (Grijalbo, México, 1991), fue adaptada al ballet y al teatro de marionetas.

Por el tono, la fuerza interior y el torrente espiritual, “El cuerpo sorprendente” recuerda con fuerza al Diario de Muerte de Enrique Lihn: ambas obras poéticas contienen una estremecedora belleza, la metáfora de la enfermedad es la íntima historia de cada vate, no existe retórica, dramatismo, el tono irreverente salpica ambos poemarios, y también el orden de las cosas resulta un hermano común.

La autora de “Galanario” (Bravo y Allende Editores, 2003), desde la lenta agonía, canta: “Ni en el momento más oscuro/en el abandono o el miedo, en esos sótanos/se me pasó por la cabeza que mi cuerpo me atraparía”. Sin embargo, jamás el lector siente que está atrapada. Ahogada o medio de un túnel. Eugenia Echeverría no abandona la claridad y la sonrisa, y se mofa de la descomposición, permite que “Mis manos bordan, enhebran la aguja/pulgares e índices/aplicados entraman hilos de colores”, porque “Nada muy importante/son los simples cinco dedos de la mano izquierda”.

Un libro que remece, que no deja indiferente, revela a una artista extraordinaria, que no sólo dedicó su vida a la creación literaria y a la pintura, sino que tuvo la delicadeza de sufrir en silencio, de dictar sus últimos libros – varios de ellos todavía inéditos-, de no quejarse de nada y por nada, por último, de demostrar que, para algunos poetas, la cercanía de la muerte no es cosa de otro mundo.



DÍAS DE MAYO

Mi cuerpo empieza a independizarse. 
No quiere despertar, no puede levantarse. 
Vamos, le digo, hay que trabajar. 
Con esfuerzo me incorporo, lo visto, le doy café.
Pero no responde 
Permanezco inanimada 
pasa la mañana
pasa el día como si se disolviera.




DÍAS DE AGOSTO

Ir y venir por los consultorios
sentarme frente a especialistas que consultan el computador
y después me dicen usted tiene una enfermedad catastrófica
vaya preparándose para lo peor.
Ir y venir por los consultorios
por laboratorios
salir a la calle. Hay transeúntes,
ruido, automóviles, semáforos.
La ciudad es fea, insoportable.
Los augurios, también.




¿QUÉ PASA?

El cuerpo dando signos de independencia,
decidido a entorpecer las pequeñas cosas cotidianas,
los dedos se niegan a abrochar los botones de mi abrigo 
el cierre de mi pantalón
no abre el monedero, no encienden fósforos
y las manos, ellas dos con su perfecta estructura
dejan caer vasos,
crashhh, al suelo los vasos y los platos, también los cuadernos
y yo le digo manos, qué pasa, pero no escuchan, 
me dejan perpleja, alarmada.




OCURRIÓ EN FEBRERO

Señores, la señora se va de bruces
su cara se golpea contra el suelo. 
Está sola. 
Suena el teléfono, alguien toca la puerta.
Ella se arrastra hasta un sillón,
se agarra, logra incorporarse y echarse encima.
Está sola.
El teléfono dejó de llamar
la persona que tocaba la puerta se fue
y ella, llorando,
se pregunta si vale la pena seguir.




NO

La gente no sabe nada,
no entiende lo que no entiende
tampoco escucha. 
La gente, esas islas.




HAY NOCHES FELICES

Soñar con los amigos en una fiesta de jardines,
y reírse, y correr escapando del aguacero
como tantas veces en Tepoztlán, 
y llegar corriendo a casa, 
trepar las escaleras, saludar a Leonel que pinta en su estudio
y te dice dónde andabas con este aguacero,
ven a tomarte un café.




¿QUÉ FUE?

Qué fue de la erótica
de la entusiasta 
de la insaciable
de esa loca que bailaba.




MANOS, ESCRIBAN

Manos, escriban
¿qué sería de nosotros si no escribimos?
si el teclado es difícil
trabajemos con el lápiz
retornemos a la caligrafía de los cuadernos escolares
escribamos, manos, se los imploro.
Pero no saben escuchar las desobedientes.




NOTICIAS

Renunciamos al bastón
mi mano derecha ya no trabaja 
Mi mano derecha ya no equilibra la cuchara
ya no escribe
es incapaz de sostenerme en el bastón. 
Ahora dependo de los demás.
He dejado de ser persona.



GUILLERMO BEDREGAL GARCÍA [9565]

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Guillermo Bedregal García, nació en La Paz (Bolivia) el 15 de enero de 1954 y pereció en un accidente automovilístico el 26 de octubre de 1974 en la misma ciudad. A los seis meses de su deceso se publicó La Palidez –abril de 1975– y en 1980 Ciudad Desde la Altura. En 2001 se reeditaron los anteriores y se agregó Empiezo a visitarme

Fue estudiante de Filosofía y Letras, aunque falleció a los veinte años de edad víctima de un accidente, sin embargo ha logrado producir versos como el que dice:

 "En esta instancia yo no conoceré mi calavera.  
Sólo tú sabrás de mí cuando el olor de mi tierra sea el olor de mi cuerpo, 
cuando mis esperanzas principien en la última piedra 
arrojada por ti hacia tu alma,  
cuando el olvido te pueble durmiendo cualquier niño  
y cierta música te recuerde mi amor...".

Jaime Saenz conoció de cerca al autor (hizo el prólogo a sus dos primeros poemarios), y escribió en 1975: "Guillermo Bedregal, como hombre, supo estar siempre a la altura de Guillermo Bedregal, como poeta. Entender las cosas en su significación plena; enfrentarse con lo desconocido y mirar con totalidad la tiniebla; aprender a conocer los grandes terrores de la existencia; acercarse a las realidades profundas que la vida real nos ofrece. Tal el arduo trabajo del poeta; nosotros que conocimos a Guillermo sabemos cómo trabajaba. En silencio; con verdadera seriedad; pues no era de lo que se toman en serio".

LIBROS

Poesía: La palidez (1975); Ciudad desde la altura (1980); Empiezo a visitarte (2001).




Jamás nació este muerto

El día ennegreció tras de ti los juegos que daban forma de pez a la morada.
Por ocultarse la música fue una caverna de agua,
y el preguntar, una mano desvinculada de la piel,
casi sola en los que no necesitaban de la luz.

Mi amigo eras sonando en cualquier ramaje,
mis ojos cuando todo había dejado de ser para que lo descubrieras,
aquel aire respirado antes por algún extraño.

Se fue definitivamente la música con los animales.
Quieto, el hecho de palparse era olvido,
y las invocaciones rodaban por la hierba
oliéndose la oscuridad en cada partícula de sueño.
– Jamás nació este muerto que nos relaciona.
Un cansancio difundía la ciudad más allá de las ventanas
y regresaba la lluvia a sepultarse en el callado impulso de la vida,
entre la humareda
y un grito cicatrizado en el amor.






Para el recuerdo del olvido

Junto al alma de las navegaciones,
en los cielos que partieron con los ojos del viajero,
tú eres la forma que esperaba mi alma para revelarse.
En el orificio que se descubre cuando se ama
el río con ojos de ciudad,
mirando el trasfondo de una muerte en la ventana
dibujada en la pared;
en la locura de los árboles abismales,
en el mensaje de las puertas
y en el llamado de los trenes,
imitándose uno siempre,
sorprendido por la textura de tu piel entregada
por primera vez al frío,
abrazándote en una nueva imagen para
el recuerdo del olvido.






Solamente poseo mi miedo

Solamente poseo mi miedo;
al ver el árbol, en la esquina que ha alimentado otras esquinas,
al verlo solo y verme difundido en el olor de la ciudad;
porque así somos el árbol y yo,
así amanecemos detrás de las esquinas
tropezando con las legañas de días anteriores,
con nuestra propia piel
que se desconoce ahora,
y ama las sombras que ha dejado.
Tú lo sabes porque mi follaje te ha manchado
y porque el asombro que te dejamos
va descendiéndote
hacia las quebradas azules
donde las voces y los mediodías
las cornisas y la respiración de los perros
lo ciudadano y tus pómulos manchados de tanto anochecer,
son una ventana más
desde donde el silencio mira,
desde donde el silencio siente:
mi sonido, el tuyo y el del árbol
tan inmensos en la ciudad que se abandona.
Tengo miedo de oírte,
tengo miedo de oírme en el árbol...






Me estaba esperando

Me estaba esperando:
inconfundiblemente solo
en un navío que recupera el silencio de la ciudad
y acarrea la tarde hacia el atardecer
donde mi mano y los cerros ya te han visto
pues eres igual al resplandor que va emergiendo de esta lejanía que me seca el alma
y me aparta hacia una voz niña que se ha descosido de las calles.
Desde el eco mi sequedad te anunciaba
tu memoria estaba cada día en el aire pesado,
en la ciudad que respiraba su recuerdo;
yo estaba cerca y lejos de lo que se encendía
al trepar por el abismo que mantenía tu voz
que te reflejaba como frío
mientras el Illimani1 fosilizaba la tarde
y me desprendía hacia el balbuceo de tu reflejo
que era el principio de la noche.
1: Volcán extinto que es una suerte de guardián de La Paz y sus habitantes.







Recogió su fantasma

Recogió su fantasma en los relojes;
después, se miró ardiendo en las uñas
e intentó un retorno a tu pelo desviado hacia el desfallecer
de la oscuridad sobre la ciudad.
La ceremonia empezó en un rincón
donde algún pájaro dejó su sombra como la basura,
empezó y jamás finalizó,
se quedó en el diálogo de un breve horizonte,
más cercano a lo viviente
pero lejano del verdadero parpadear de la tierra
cuando empieza a mecerse hacia la noche
y va acercándose en frío hacia la ciudad
que espera tras de mi palpar, tras de mi ver
como un ladrido rasgando
el principio antiguo que lleva la niñez a mi silencio.
Te rechazaste y rechazastes
intentastes en el viento tu borrar
partistes tus pómulos y los posastes en la ceniza para que se fueran,
te fuistes del brillo e intentastes una habitación en las cosas
te guardastes en la memoria
y envolvistes con lo tocado la noche que te quedaba por ver;
entonces te encontré
y estuve triste.






Todo en ti

Todo en ti va tomando un lustre diferente:
esta música te va variando hacia el olvido
y la antigüedad te recupera.
Desde tu límite;
cerca a los cerros que conservan la memoria de la ciudad
que conservarán tus ojos y entonces será el fin de la tarde.
Cerca a donde te recordaré cuando el agua sea viento
y ya no pretenda mi sombra,
empiezo a silenciarme:
viéndote en la última oscuridad de mis manos
comenzándote en el saludo lejano de estos cerros.








Tengo una meditación

Tengo una meditación de ti
que me despide cada mañana
desde el mirar penoso de una esquina.
Tuve que haber tocado el ruido del pájaro en la noche
para vencer el estar que mi piel habitaba,
para sorprenderme en la claridad que algún tejado olvidó en mí,
y partir definitivamente,
sin bagaje ni ausencia,
sin pasajero envuelto en lo antiguo de algún horizonte.
Ni siquiera te robé la memoria
pues necesito de tu evocación sonámbula
para regocijarme del olvido de las montañas y el polvo
y saber que en alguna ventana
la muerte me espera,
con tus mismos ojos
con tu mismo recordar,
extrañando el olor a ciudad que la distancia y mis habitantes derramados
han dejado en mi silencio.







JAIME TABORGA VELARDE [9566]

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JAIME TABORGA VELARDE

(Cochabamba, Bolivia, 1952).- Poeta y pintor.
Egresado de la carrera de filosofía de la UMSA. Fundó y dirigió las revistas ‘Contacto’ (1987-1988) y ‘Unitas’ (1991-1994).
Julio de la Vega se refiere a Las altas construcciones: 

“La realidad hecha poesía toca lo físico de su tema, alternando con visiones oníricas, y por esto no se puede calificar el libro de netamente surrealista o porque además no hay escritura automática y, en vez de ella, un discurso urbano que recorre la ciudad aunque la ciudad se introduce a veces en lo más íntimo. /…/ Primer libro de un joven poeta que ingresa con madurez en la poesía nacional”.

El poema ‘Epitafio’ subtitulado ‘10 pájaros de tiralíneas’, dice en su integridad: 

“Entendiendo que los pájaros son la cosa más triste; 
que no hay viento, tan lejano que sea, 
que no lo extravíe todo 
llevándose su alma apagada en incendios, 
su blando corazón carbonizado, 
su oculto género; 
entendiendo que sólo regresa su negrura en un llanto 
y que anhela y ama ese vacío; 
quien los busca –que se despide y saluda- 
habrá de ubicarse en la extraña mecánica de su ausencia, 
para fincar un hálito a su sombra 
y besar su silencio”.



LIBROS

Poesía: Las altas construcciones (1986); Distancias de la tarde (1991); Consumación de las horas (1995); Leyenda (2002); Estrechos (2004).



Estrechos (poema largo) 

Llovía de
pronto,
inesperada-
mente

Y cuando
llovía des-
pués, tam-
bién llovía
durante

Como se
esperaba

Ed. Plural y Del hombrecito sentado (2004)





Los collages de Jaime Taborga

Por Juan Carlos Orihuela





Perplejo, azorado ante el mundo, Jaime Taborga nos propone la reconstrucción del universo a partir de una percepción integradora y totalizadora de la naturaleza humana.

Con técnica de alquimia, atento a las líneas del destino, Taborga plantea la posibilidad de una articulación universal que concibe el ensueño y la vigilia como un abrazo de luz y de misterio. Desde su perspectiva, parecería que todo precisa de lo ajeno para completarse, de aquello que no le es propio pero que, sin embargo, habita en la esencia natural de las cosas. Solamente la experiencia corporal en íntima unidad con los datos del mundo hace posible el encuentro, y el cosmos se revela, así, como el único confín en el que la restitución de las partes configura una identidad final.

Motivos y texturas disonantes se hacen cómplices de un diálogo paciente decidido a descubrir su unidad. Tiempo y espacio engendran, de esta manera, un otro tiempo y un otro espacio que desvela la nostalgia de la utopía.

Como una ofrenda, cuerpo y mundo se consagran mutuamente e instauran un espacio onírico que transgrede, sin precipitaciones, los símbolos más íntimos del orden establecido. Este ejercicio sutil y profano afirma una vocación vital en la que la madura conciencia de la libertad asume el gobierno de los instintos.

Acto dueño de sí, sereno y cuidadoso, los collages de Taborga reorganizan la distancia y fundan una zona de contacto en la que las edades del hombre y del mundo han dejado de ser un referente.

"Aparición"




"Baño"




"Espejos"




"Sueños"




"Retrato con paisaje"




"Lady Di y Lady Do"







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