Eduardo García Aguilar nació en Manizales (COLOMBIA) el 7 de septiembre de 1953. Realizó estudios en la Universidad de Vincennes (París VIII) hasta 1979 y luego vivió en México. Actualmente reside en París. Entre otros libros, ha publicado las novelas Tierra de leones (1986), Bulevar de los héroes (1987) , El viaje triunfal (1993) y Tequila Coxis (2003), así como Urbes luminosas (relatos, 1991), Llanto de la espada (poemas, 1992), Celebraciones y otros fantasmas: Una biografía intelectual de Álvaro Mutis (1993), Delirio de San Cristóbal. Manifiesto para una generación desencantada (1998) y Voltaire, el festín de la inteligencia (2005). Libros suyos han sido traducidos al inglés, francés y bengalí. Su poemario Llanto de la espada fue vertido al francés en Lattaquié (Siria) por el poeta Stéphane Chaumet.
Respiración y otoño
Hay respiración, hay viento otra vez.
El devaluado crepúsculo vuelve a tener sentido.
Un primer halo de otoño asoma por la arboleda.
Mirada y hastío
¿Ha desaparecido el hastío?
¿Dónde se esconde ahora?
¿En algún pliegue de la carne
junto a sucias atarjeas?
¿Mira acaso desde el obelisco egipcio
o acecha en el Jardin des Tuileries?
El hastío está junto a los que se besan
o tras perfumadas mujeres cuyas faldas vuelan
seguidas de cabelleras negras
El hastío puede estar escondido en el sol
y en el estupor de palpitar y amar
cualquier tarde de otoño.
Animal sin tiempo, Editorial Praxis, México, 2006
Asalto nocturno
El asaltado grita en la gélida noche
y rueda por escalas nauseabundas
donde un cráneo vierte la sangre de la patria
Sus gemidos ascienden hasta el Hotel del Parque:
en el 604 un hombre tembloroso inhala paranoias
y muerde sus almohadas entre oscuras cenizas
En un mar de cemento tapizado de líquenes
el moribundo extiende su mano hacia la nada
y los amantes lamen los muslos del hastío
Gritos en las esquinas de locos drogadictos
en el espacio de la ciudad maldita
recuerdan al poeta la triste letanía
del ciervo asesinado o la ninfa desnuda
cuyos líquidos solos como muros de llanto
colman huecos parduscos de alegres calaveras.
Regreso a Trocadero
Es 13 de septiembre de 1998
475 días antes del año 2000
Trocadero está nublado y frío esta tarde
tras de la exposición
¿explosión?
de Boltansky
Escalofriantes fotos de adolescentes suizos muertos hace tiempo
adosadas a puertas de sarcófagos uniformes de metal
Camas cubiertas de sábanas blancas como sudarios
bajo el neón de la anestesia
lechos enfermos catres gélidos
Ropas viejas con olor a tiempo ido
a sudor fiebre muerte
Objetos perdidos cascos sombrillas radios zapatos
paraguas llaveros bacinicas carteras
botas relojes bastones radios
paquetes envueltos en celofán
Cámaras fotográficas muñecas abrigos para niñas
autos de juguete bolsas de dulces corazones perdidos
vidas perdidas tiempo perdido
Es domingo y en lo alto de la Torre Eiffel
parpadea la gigantesca cuenta regresiva
475 días antes del año 2000
Por el oeste sale un breve destello de sol que golpea la mole
y desaparece entre sus hierros como un espejismo de bronce
En el Museo de Arte Moderno
al salir de la exposición de Boltansky
un video muestra a cierto hombre que tose sin cesar
y se ahoga en su sangre
consumido por una agonía interminable
Cardoza y Aragón ha muerto
El sol de septiembre en el poniente
intenso entre las grises nubes
y la llovizna tenue sobre el dulce
el payaso, la novia y la bandera
La vieja melodía del organillero
junto a la Catedral de Coyoacán en vilo
subraya la ausencia de quien sueña
en el río fugaz de Guatemala
En una fecha heráldica y arcádica
Cardoza y Aragón ha muerto
y sus ojos con malicia cantan al viento
que llevará sus cenizas al Ajusco
Cuando muere un poeta muere el mundo
el poeta es de aire y de palomas
más cristal más palabras más misterio
contendrá el anagrama de su natal antigua
Papeles del loco
¿Es el poeta una extraña antena superpuesta al volcán
o acaso un payaso solitario derretido entre sus colores
o un caballo enfermo con su mirada grisácea
hastiado de sus palafreneros ebrios entre estiércol
junto a cascadas con canoas lejanas en caída libre
como ocurre con el poema flecha herida bala rayo ruptura?
Todo joven poeta algo disecado espera su busto
en tristes plazas cuyos mendigos ciegos sueñan
castillos espaciosos de cristal de Murano
imaginados en leprosorios asiáticos por budistas
y nada ni la luz de la amada que lo convoca deslíe
la pútrida electricidad cósmica de su propia quimera
En la humedad de estaciones heladas de esquí
o en la primaveral cristalinidad perlática del riachuelo
fluyen estados de ánimo en superficies de flor y lodo
y con palabras incrustadas en cuevas paulatinas
se oye el sonido de las imprecaciones acuosas
la goteante liturgia de la lluvia y su poema
Poeta hombre precipicio violeta flor campo
roca velo de seda cadmio azul arcoíris luciérnaga
¿Qué dicen sino su propia luminosidad antes
del precipicio por donde caen hacia un remolino
o tal vez la radioactividad de una civilización indeseada
presa en la colisión de dos galaxias exhaustas?
Cosas colores paisajes sol noche
ciudades esquinas pozos aljibes torres
adquieren extrañas connotaciones para infectados
si son poetas jóvenes apenas iniciados
al extremo ritual de concretas paredes
cubiertas de líquenes y musgos desleídos
El poeta recién horneado o el que se desmorona
fue extraído de un yacimiento magmático
y los materiales que lo conforman no desaparecerán
con su fin: sólo se diluyen en gemas reales
acumulándose en baúles incrustados en baluartes
como tesoros legendarios para ninfas
Estalactitas musgo veta coral perla malaquita
ónix rubí perfume agua de colonia estrella de mar
reflejan estrellas desaparecidas sobre hojas de otoño
y vuelan en tapices de Damasco o Bagdad o Estambul
hacia sus propios cristales de roca en el paraíso
atraídos por el profeta que nada codicia del velamen
¿Nada busca el poeta? ¿Nada lo llama a su delirio?
¿Ningún oráculo le avisa del peligro ante la hidra?
¿Alguien oculta la verdad cuando ve sus ojos poseídos
y se niega a la revelación junto a desiertos sin oasis?
¿Tan desamparado estará acaso ajeno a su caída?
¿Será el deseo tan espléndido que su codicia lo ciega?