Lilliam Moro
Nació en La Habana en 1946. Estudió en el Instituto Pedagógico Makarenko y en la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana. En 1965 obtuvo el primer premio de poesía en el concurso celebrado entre las facultades de Letras de las tres universidades de la Isla. Fue profesora de Literatura en preuniversitario. Formó parte del grupo de Ediciones El Puente. En 1970 se marchó del país y vivió 41 años en España, dedicada a la edición y las artes gráficas. En la actualidad reside en Miami. Sus poemas han aparecido en antologías de España y EE.UU.
Poemarios publicados: La cara de la guerra (Madrid, 1972), Poemas del 42 (Madrid, 1989) y Cuaderno de La Habana (Madrid, 2005). En 2004 su novela En la boca del lobo fue premiada en Madrid y publicada ese mismo año. OBRA POÉTICA CASI COMPLETA recoge lo publicado y lo inédito de 50 años, excepto lo que se ha perdido por los avatares del destino.
La poesía de Lilliam Moro, “donde la trama y el estilo y la vida / son una misma cosa”, es el diálogo inquisidor de una conciencia ardiente traspasada por el desconsuelo, el impertinente paso del tiempo, la noche abulense, el amor y el desamor, con dudas, interrogaciones y perplejidades. Los accidentes del alma transcurren como si la sencillez y la “palabra en el tiempo” de Antonio Machado crearan una nueva objetividad que no impida “un destello que ciegue, / que contenga el misterio / y que nos corte la respiración”. Es una poesía que habla como en ningún otro de sus contemporáneos.
Pío E. Serrano
PIEDRAS EN LOS BOLSILLOS
DE VIRGINIA WOOLF
Las toscas piedras llenaban tus bolsillos
porque no pretendías quedar flotando
como la dulce Ofelia.
El bastón lo dejaste colocado en la orilla
sobre la hierba húmeda.
El río te aguardaba.
Los aviones enemigos sobrevolaban
el cielo gris de Londres.
El río te aguardaba.
La gasolina escondida en el garaje
dispuesta para arder
antes de que tumbaran a patadas tu puerta
resultaba una opción demasiado dramática,
estridente.
El río te aguardaba,
te prometía un tránsito discreto
arropada con algas,
acompañada de diminutos pececillos.
A veces pienso
que quizás el impacto de tu cuerpo
con el agua tan fría
te hizo reaccionar,
pero ya tus gélidos y agarrotados dedos
no pudieron deshacerse con rapidez
de las pesadas piedras;
y fueron incapaces de mantenerte a flote
los adjetivos exactamente colocados,
los nombres tan cuidadosamente escogidos
en cada uno de tus párrafos
en esas construcciones sostenidas por un hilo invisible
donde la trama y el estilo y la vida
son una misma cosa;
no te ayudaron las últimas pruebas
que corregiste con esmero,
la desazón, las dudas ante un final que no te convencía
en tu última novela.
Este final tampoco.
Pero ahora te estás hundiendo sin remedio.
Imposible la segunda edición.
Lo primero que encontraron fue el bastón en la orilla.
LA HABANA
Para Glendys Cambero
Como el amor
te adhieres en el alma con tu susurro melancólico.
Decir amor es recordarte
abrazada por álamos suntuosos,
con raíces que escarban tenazmente la tierra
buscando un asidero contra el feroz olvido.
Ciudad enardecida
entre densos vapores de sudor y lavanda,
te aquietas, sin embargo, aletargada, soñolienta,
con la apacible dejadez del verde humedecido
de tus jardines descuidados.
Te vuelves múltiple y diversa
en las piedras estoicas de las columnas y los muros,
los muros de las casas desvencijadas, carcomidas,
de puertas siempre abiertas,
con paredes rajadas por la desesperanza,
piedras que van cayendo con discreción solemne
al compás de la ruina,
como sordos latidos de un corazón exhausto.
Sembrada en adoquines o en asfalto,
impávida ante el tráfago de almas o gorriones,
transitada por miedos vestidos de paisano,
te alzas crepuscular, magnífica, maltrecha,
con tu belleza mórbida embadurnada de consignas.
No importan la erosión del polvo y el salitre,
la sordidez de las perennes cucarachas,
las aguas pestilentes,
los amorosos perros abandonados a su sarna,
los gatos del terrible festín de los hambrientos,
los cuerpos que se compran y venden por las sobras:
ciudad de socavones como desgarraduras
de un alma que no sana,
que no puede cerrar su herida, su desastre,
cada día aumentado como un remordimiento.
Oh ciudad dibujada con volutas de humo,
movida por el son que conjura la muerte,
nacida de la cópula del sueño de unos dioses:
ángel de la bahía,
alas empegotadas de melaza y penuria,
vulgaridad y alcohol,
permaneces, no obstante, con tus muertos ilustres,
con tus medias palabras contra toda retórica,
porque lo tuyo es resistir.
Quiero decir amor pero digo La Habana,
su metáfora.
JOSÉ LEZAMA LIMA
Para Vicente Báez
dónde los libros,
los empolvados, los queridos;
dónde el helado de fruta en sutil equilibrio
sobre el barquillo tan crujiente;
dónde la brisa que casi apaga el oloroso habano,
la Avenida del Puerto, las tardes de aquiescencia,
y esa tranquilidad crepuscular que mitiga la sordidez del día;
dónde la bondadosa porcelana,
el diario milagro del café,
la taza pequeñísima que aún quedaba visible
entre los grandes dedos;
dónde las madrugadas del asma recurrente,
el horrible pitido entre pecho y espalda,
dónde la medicina que siempre llega tarde
de tan lejos, tan lejos;
dónde las confituras,
el festivo papel de celofán hecho para envolver todo lo efímero;
dónde la madre;
dónde aquellos amigos —los de entonces, los únicos—,
que se fueron marchando poco a poco
sin ruido de palabras;
dónde los manuscritos importantes,
y los menos también, el simple y olvidado papelito,
el apunte fugaz,
el verso suelto que no llegó a ser parte de un poema,
quizás escudriñado ávidamente
ahora que ya no estás para prohibir la entrada
a los esbirros ilustrados:
que no entren, no, a esa casa
en una calle de simbólico nombre: Trocadero;
dónde los libros dedicados,
los huérfanos zapatos,
las cartas de Eloísa;
dónde el miedo, Maestro, siempre el miedo
cuando entre madrugada y madrugada
ibas creando el Paradiso.
Estos poemas pertenecen al libro Obra poética casi completa (Editorial Silueta, 2013)
LOS CORAZONES DESBOCADOS
Hemos andado por la vida
comiéndonos el mundo,
haciendo fuego de los días
y fogatas con el calendario.
Nada teníamos, nada podíamos perder.
Sólo contaba el hoy.
Demasiado aspaviento.
El futuro llegó sin avisar,
y aquellas llamaradas
hoy son patéticos rescoldos volviéndose cenizas.
Las pocas certidumbres
se convirtieron en grandes ignorancias.
Sólo nos han quedado
montones de papeles, cartas amarillentas,
algún remordimiento
y muchas fotos en una caja de cartón.
LA MANCHA DE CAFÉ
La vida se te ha venido encima
como una inesperada mancha de café
sobre la ropa limpia.
Una sutil llovizna está cayendo
humedeciendo con discreción tu patetismo
para no dar la nota.
Sin embargo
tiene que haber otra manera
de recontar las sombras,
que las cuentas del debe y el haber
no den números rojos,
y que el café salpique
sin que manche tu ropa.
poemas del libro Tabla de salvación, recogido en Obra poética casi completa, Miami, Editorial Silueta, 2013)
AMIGO
Para Reinaldo García Ramos
Cuando se dice la palabra
amigo
las letras se entrelazan
y van formando un círculo de luz
que guarda con esmero la historia personal
de cada uno,
los momentos detenidos al borde del olvido,
el olor a un pan crujiente recién hecho
que compartido nuevamente
será la comunión de lealtades,
alguna melodía enroscada al oído
para ser tarareada como entonces
frente al mar de una ciudad que se derrumba.
Siempre que pronunciamos esa corta palabra
se abren de par en par las puertas
y salen las bienaventuranzas,
las sonrisas que se creían perdidas,
la mano imprescindible
que estrechamos como un ritual de iniciación
en estos tiempos tumultuosos
para que nos proteja del olvido.
Fe de erratas
Para Julia Peña
No sé cómo decir este dolor,
no sé cómo escribirlo, que suena tan común
que ya no se parece a lo que siento.
Quiero otra cosa, acaso
semántica detrás de la semántica,
más allá del bisílabo manido,
con la misma grafía, y que no obstante
suene a pasión descomunal,
a esta laceración hecha vocablo
en la fonética de siempre,
pero que aúlle el verbo,
que explosione la tinta, y que se raje
la página en que escribo,
mientras arden, exhaustos, los ojos del que lee.
Pero si no lo logro, estad atentos:
donde dice “dolor”, debe decir “dolor”.
Los fieles difuntos
... su paso de acordeón, su palabrota...
CÉSAR VALLEJO
Pasan,
se esfuman de la escena
y sólo dejan flotando en la memoria
los más escuetos rasgos,
boceto de una cara de frente o de perfil,
los asuntos pendientes,
algunas frases fuera de contexto
y los tristes zapatos que anduvieron
el paso tan fugaz del día a día.
De pronto un golpetazo terminó la rutina,
una brusca manera de estropearles la tarde
los lanzó al otro lado.
Nosotros, los de acá,
sólo atinamos a decir
unas cuantas bobadas.
Hasta que suenen en la puerta,
en nuestra puerta,
esos toques que nadie más escucha.
El balsero
Cuando lo recogieron
era un cadáver más, boca arriba en la balsa,
con los ojos comidos por el sol,
los párpados abiertos que dejaron pasar
la última mirada interrogante
al cielo azul bellísimo, indolente.
Mirad el fondo de esas cuencas podridas:
ahí reposa la Historia con todos sus discursos.
PARA GASTÓN BAQUERO
Y SU ROSA DE VILLALBA
En Madrid siempre hay una llovizna fina
para calar el alma del que llega
a esta tierra que no es de promisión
sino un túnel al fondo de uno mismo.
Está prohibido pensar en el pasado,
en los momentos que creíamos buenos
con aroma a café y a una cocina íntima
que iluminan los ojos de la madre.
Pasado el desconcierto inicial, el titubeo,
el adaptarse a los olores nuevos,
al silbato del Metro,
tenemos que inventarnos:
todo a partir de ahora será inédito
excepto el pasaporte
y el acento que nunca perderemos.
Cuánta tranquilidad nos da el anonimato
y el simple regocijo de nombrar
la rosa de Villalba.
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