BENITO GAMEZ
Benito Gamez (Tampico, 1945). Poeta y profesor de literatura. Ha publicado: Asedio al Puerto (1993), Cicatrices luminosas: Un Mediterráneo de la mente (2004) y, Señales en el camino (2012). Estudioso de las relaciones entre educación y literatura, creó el Diplomado en lecto-escritura vivencial de la Universidad de Baja California.
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ÁLVARO DE CAMPOS
En el café leí un poema de Pessoa en Álvaro de Campos
Pensé que era el mejor poema que había leído
Una larga carajada delirante y terriblemente bella
como el largo y delirante siglo XX mismo.
Un loco cuerdo que me conoce me saludó
llenándome las manos de estampitas
mientras un ojo se le iba
y el sudor le empapaba el rostro entero.
Atravesé la Plaza en la noche húmeda del Puerto
Llevaba en mí el poema como un carbón ardiendo
Y no hubo nadie para extender las manos
y mostrarle las llagas del misterio.
MALCOM LOWRY LLEGA EN BARCO A TAMPICO
La proa del carguero remonta un río sucio y turbulento
donde la vida desangra con furia su desgano
Esa noche será el alcohol un torrente aún más tenebroso
que lo arrastrará a un mercado viejo rodeado de prostíbulos
de mujeres cansadas y soeces
Un pescador hará brillar entonces la puntilla
y tú comprenderás quién es quien te saluda
en esa forma de aceptación violenta
que sabrás declinar con otro trago
con tu español ganado de pinche en la cocina
No pasa nada
Por vez primera has comprendido que verás volcanes
y morirás en las cantinas.
AL PUERTO
Regalarle un olor
El color de una mañana
Una lúcida melancolía
Regalarle, una pared en ruinas y tras ella
el jardín salvaje, el estallido
de cuervos en el aire.
Regarle, su propio rostro al Puerto
Enseñarle a encontrar gloria en sus miserias
Regalarle, su mismo viejo centro
de arquitectura basta y carcomida
Regalarle el buen regalo de nosotros mismos
Porteños, herederos indignos del Huapango
y del furor que surge del misterio
-vestigios que sonríen desde las telarañas-
rincones de Tampico Alto
donde las piedras siguen murmurando
Regalarle los ojos que nos corresponden
Ver en el Puerto algo más que viento
Que afanes por el tiempo que se escapa
y no atesora
otra cosa que muertes merecidas
Tener los ojos que ven el alma
El latido que asciende de lo hondo
y que ahora dormita indiferente
en los descascarados edificios
y en el prestigio vano de tiendas incontables
Ver finalmente el Puerto que no vemos
El Puerto que somos sin saberlo
EL GALOPAR DEL CIELO
Con la cabeza en llamas
empuja el Caballo la luz del día
Su cuerpo inmenso
es un galope total que nos incluye
junto con todo lo que pasa.
Cuando lo contemplas levantarse en su manto de fuego
junto con él me elevo
hasta los bordes de su Cuerpo
hasta el centro de su lomo de nubes y de fuego.
Sus ojos oceánicos me dan el río de la vida
y me protegen de su boca de fuego.
Su voz retumba en la totalidad del cielo
y yo soy un tono agudo
un átomo de fuego[1].
Nota
[1] Campbell es la fuente. El Caballo galopa en la fenomenología de la India.
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