Gabriel Gil
(Sevilla, 1971). Poeta, articulista y novelista (Almutayab. La senda del guerrero), (Marinero por los caminos), ha participado en varias antologías (Miradas sin fronteras. Sevilla, Ediciones en Huida, 2015) y colabora en diversos programas de radio y publicaciones digitales (La senda de las palabras, Rick’s Café, Diálogos Comanches…) En su faceta de actor escribe y escenifica cuentos infantiles. Como comisionado de la Asociación Colegial de Escritores para la comarca del aljarafe sevillano, vocal de Generación Aljarafe y colaborador del Excelentísimo Ateneo de Sevilla y otras entidades culturales (anteriormente fue también secretario de Noches del Baratillo), su actividad se extiende desde la promoción de eventos culturales y solidarios (Feria del Libro de Olivares, Festival Grito de Mujer… Maratón poético Hospital San Juan de Dios 2016) Es promotor y organizador de los encuentros poéticos Teatro Romano de Itálica. Ha sido jurado en algunos certámenes poéticos. Tiene el privilegio de ser pregonero de la Semana Santa 2015 de Castilblanco de los Arroyos (Sevilla)
Hablemos pues del tiempo,
Yo conocí la inmortalidad de su existencia,
me la enseñó la hierba en primavera y el cisne en otoño.
Hablemos pues del tiempo sabiendo que es eterno
que no es él quien se despedirá de nosotros
sino nosotros de él.
Yo nada temo,
cuando alce mis manos en mi ocaso
no se posará en ellas un lamento.
Lo hará la certeza de haber vivido.
——
Amo las fuentes y las pérgolas de buganvillas,
los suelos pardos y los cielos azules,
la roca que espera en el camino
y también amo al adiós solitario
que siempre espero y nunca llega.
——
Alcanza cielos celestes
plena, transparente y clara
el alma que sabe cierto
que tan solo somos agua.
——
Seré sombra de encina
me derramaré lentamente sobre la hierba
acariciaré la roca, engañaré al viento,
me balancearé sobre ramas quebradizas,
seré solo infiel
a las palabras que no dije con el corazón.
——
Yo no culpo a la viña que nace verde y muere dorada,
ni a la tierra caliza.
No culpo al viento solano
ni a la uva que se sonroja cuando el sol la mira
y muere abrazada al otoño
en un sepulcro de roble.
Solo culpo al pájaro que se siente libre
en jaulas de cristal
y vuela sin medida creyéndose Baco.
—-
A Miguel Hernández
A la niña hace princesa,
adorna la cándida alma,
la roca de piel despierta
por caminos, vados y huertas
reparte su voz, su calma.
Hay un rayo que nunca cesa
guía de hombres y de infantes
peregrinos, caminantes;
de la mujer nacida presa.
Dicen que en su vida inquieta
quedó libre de silencios a la muerte del poeta.
—-
(Al caballo marismeño)
Aquí donde la tierra es atril.
¿Por quién suenan las herraduras
hiriendo la tarde con su garganta
escribiendo con paso español
relatos que besan el albero?
Aquí donde viven las riendas
que el viento eligió como morada
en las noches del Sur.
¿Por quién vibran las crines
desde su atalaya infinita?
Aquí donde los estribos
se asoman a ese balcón de maderas calladas
y monturas de cuero vivo.
¿Por quién esperan en sus lechos
de hierro y zahones?
Aquí donde Pegaso renunció a sus alas
para ser mortal cabalgadura
piel con piel, alma con alma.
¿Por quién trotan en aguas
de esperanza compartida?
Aquí donde un amanecer es marisma
y el tiempo fiel compañero.
¿Por quién son corceles de sal y arena?
—-
ES “PA” LOS NIÑOS
Es “pa” los niños
que escriben letras de cartón en libros de madera.
Para las princesas que tienen un príncipe que no es azul
y se maquillan con pinceles de inocencia nunca perdida.
Es “pa” los niños
que escondidos tras una invisible ventana
corren tras la pata y el pato,
y se quedan dormidos bajo un edredón
en el que solo caben tres.
.
Es “pa” los niños
que buscan esferas mágicas en relojes de arena
y tienen un unicornio en el armario
sobre el que solo galopan cuando los demás duermen.
Es “pa” los niños,
para las dueñas de balcones donde cuelga un cartel
que dice nunca jamás y tal vez siempre
y le hablan a espejos que nunca les responden.
Es “pa” los niños este poema,
para los que llevan máscaras sonrientes
y coloridas aunque su alma llore
y agradecen un abrazo
sin importarles que venga galopando a lomos
de un burrito primo de Platero.
Es “pa” los niños
que tienen más de 40 primaveras
y mil historias inconfesables…
este poema sin final.
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