LARA PEIRÓ
Lara Peiró (Valencia, España, 1994) es poeta y traductora literaria. Trabaja como redactora en la revista Le Miau Noir. Sus textos han aparecido en varias revistas digitales y portales web. Forma parte del proyecto Hot Babes, antología bilingüe de poetas jóvenes, editada por la Ojo de Pez. Autora del libro Poeta en Berlín (2016, Ed. el Viaje) . Suele publicar sus poemas en el blog http://larisadice.blogspot.de/. Vive en Berlín desde el 2014.
madre-niña
Tengo un cuerpo de niña.
Tengo 21 años y tengo
un cuerpo de niña.
En mi boca
sombras y lilas
para escupir,
y en mis manos, pétalos
marchitos de las primaveras que fui
y no volveré a ser.
Tengo un cuerpo
cansado de tres partos,
un cuerpo de niña
que juega a ser madre
sin saber qué es útero.
La niña y sus rostros para cada día.
Hoy triste, hoy feliz, hoy cansada.
La niña tiene ojos de poesía.
La niña es luz cantando nanas
de cebollas y patatas.
Cuando los niños duermen,
sobre la mesa
una sopa fría
para la madre niña.
I.
En el bosque de mi cuerpo habita un ciervo.
Muere todas las noches para vivir cuando
bebe de su reflejo, cuando abre los ojos
y soy yo.
Así sobrevivo al abrigo
de las palabras que existen y no nacen.
Hablo en todos los silencios
de la mujer gigante que tiembla en mis labios.
Atardecen nuestros días
y mi única coraza
es esta piel de cicatrices.
Hoy regresa el invierno
y llamo hogar al frío
de todas las calles donde volví a nacer.
November
Vibra y despierto.
La mañana no vibra
Pero es gris y despierta.
Ha pasado un minuto.
Y ahora otro.
Así me hago eco:
Otro, otro, otro…
El tiempo es un cabrón.
Mi mente se despereza.
No hay trabajo,
Hay rutina
de explotar
En el cansancio
Del dolor del Cuerpo.
Son las 6:00 am
Y estás cansada
y estás llorando
Porque del peso
Explota la mente
Porque está sola
Porque estás sola
Tú, poeta.
Yo.
Porque estoy sola
Mirando la pared a oscuras
donde rebota el eco de mi voz.
Ha pasado un minuto
y ahora otro,
otro,
otro…
II.
Quiero hundirme
hasta llegar al vacío
infinito de la nada.
Compartir la caída
de nuestro plural:
tu cara y la mía
en el frío asfalto,
tu mano y la mía
al querer levantarnos.
Quiero hundirme en un abrazo más
largo que la misma eternidad.
Dormir en el jardín de tu pecho
y que mi pelo sean flores amarillas.
Respirar el aire que me des y que eso me sea suficiente.
Hundirme, hundirme en esta maldita y estúpida distancia.
Cueva y tierra
He comprado una caja
de cerillas usadas para
iluminar la cueva
de la indecencia.
He comprado una caja
de veinte cerillas usadas.
Una,
dos,
tres
y así hasta veinte
ninguna se encendió al roce.
Yo seguía a oscuras
en una cueva
y digo cueva porque toco tierra
y porque la soledad es una ceguera,
que a veces alivia
y otras no.
Hasta que mis manos
y mi universo se encontraron
y entonces nacieron
mil soles dorados,
mil soles esplendidos,
mil veces yo proyectada
en esta habitación.
Entonces comprendí
que la cueva nunca
fue cueva que fue mi cara
contra la tierra.
La inocencia fusilada,
la chica que se abre de piernas
a la vida y se deje hacer el amor
por esta absurda y virgen poesía.
Arrels
Estic lluny del meu arbre,
perque el somni s’allunyava
de la branca i jo volia per aquest
una eternitat verda
i aleshores saltarem junts
i encara no hem tocat terra.
polvo
Me gustaría poner flores sobre tu cuerpo.
Flores blancas en tu boca.
Flores lilas en tus ojos.
Enterrad los latidos que han dejado de querer.
Callado y ciego
te confieso que vivo enamorada de un golpe.
El suelo me espera
Me vuelves polvo.
Tengo cinco lunas en el pecho
y una cruz en tu nombre.
No hay casa.
No hay carretera.
No había nada
y lo hemos perdido todo.
Me quiso y le quise.
No es ansiedad.
Es pánico.
Buscábamos aire
pero había polvo,
en la cama,
en las manos frías
en la voz.
Buscábamos aire.
Me gustaría poner flores sobre tu cuerpo,
y el último aliento de tu nombre
en la piedra con la que tropiezas.
Las ideas desnudas
Podemos besarnos sin prisa,
comernos las bocas,
no por amor,
sino por hambre.
Podemos desnudarnos,
entrar en tu cama que
es el templo donde
rezan nuestros cuerpos.
Podemos tocarnos,
frotarnos,
burlarnos de los actores porno.
Y todas,todas estas ideas desnudas
bailan en mi cabeza
a un ritmo suicida.
Estroboscópico
Cuando anoche miré el cielo
vi que estaba del revés.
Las estrellas se derretían formando
ríos de luz estroboscópica
y tú en medio eras isla.
El parpadeo del instante improbable
era una advertencia de tu peligro
pero tu magnetismo incongruente
atrajo dos polos negativos.
Me pase toda la noche temblando en fantasía del roce tus dedos borrosos.
Incluso conociendo tus peligros
me enredas en tus canciones
y los pies eligen
caminos distintos
queriendo llegar al hueco reservado de tu cama.
Pero chico,
yo no tengo invitación.
Así que dame un anticipo
antes de que seas polo positivo
y la tierra vuelva a ser tierra
y el cielo sea celestial.
Tenía 21 años…
Tenía veintiún años
cuando en la levedad
de los primaverales vientos
se dejó admirad
por el sonido de nacimientos
de blancas margaritas,
bipolares cielos decididos,
ladridos de inmaculadas perras.
Y se estrella en muros prefabricados
de recuerdos de juventud
que arden en el interior de la mente
que también es alma.
No la llaméis tonta
que tenía sólo veintiún años
y se sentía fuerte,
pleno derecho de abandono,
el baile del ignorante.
Tenía veintiún años
cuando la llamaron valiente
por no temerle al tiempo,
por seguir al pie de la letra un poema
por querer hacer algo
antes de volverse polvo.
*
Me he roto de risa y no me entiendes.
No creo en el cuerpo y no me entiendes.
Me veo pájaro pero dices que canto poco y callo mucho.
Me veo pájaro y no me entiendes.
No quiero ser todo lo que pueda ser. Quiero ser todo lo que quiera ser.
Un gato que ladra de placer en la bañera de algun hotel
o un pez con alas para nadar mejor.
Estoy rota de risa y dejando marca.
Pero tú...Tú no me entiendes.
Hablemos de Berlín...
En el bosque de mi cuerpo habita un ciervo.
Muere todas las noches para vivir cuando
bebe de su reflejo, cuando abre los ojos
y soy yo.
Así sobrevivo al abrigo
de las palabras que existen y no nacen.
Hablo en todos los silencios
de la mujer gigante que tiembla en mis labios.
Atardecen nuestros días
y mi única coraza
es esta piel de cicatrices.
Hoy regresa el invierno
y llamo hogar al frío
de todas las calles donde volví a nacer.
Los días no vividos
El tiempo es un animal lento,
un perezoso colgado a mi espalda.
Me clava sus garras y la herida duele y arde.
Pero es un ardor agradable,
confieso que es un dolor que amo y ansío.
La espera de verte
de volver a verte
a recordarte
a ti, a tu voz...
Verte y ver que ha cambiado todo,
que cada día no vivido ha sido imaginado
y ha existido
y joder ha vivido,
de una manera que nadie entiende.
Vida de aeropuertos, de tardes hablando
a la pantalla de un ordenador.
(hoy sólo media hora pero skype dice que llevamos dos).
Puto tiempo mentiroso:
sí que sabes correr cuando te interesa.
Te imagino,
nos imagino
en ciudades donde no hemos estado,
en momentos que no hemos vivido,
en esos días,
días no vividos.
Recuerdas aquella tarde cuando nos perdimos por las Ramblas?
No, por supuesto que no.
Anoche volvía a vivir con ojos cerrados,
anoche cuando llamé al insomnio por tu nombre.
Confundo el ser y no ser
Tiempo
días eternos
duele
duelen
dueles
Me gusta el dolor de esta espera, de abrazarte y notar en tu espalda la misma herida que llevo en la mía.
Me gusta la herida de la espera, nuestra herida de querer volver a vernos.
LOS DÍAS NO VIVIDOS, de Lara Peiró (reseña)
-- una reseña de Tive Martínez, 2016
"Los días no vividos" concentra, en sus 17 poemas de poeta de poco más de 20 años, todo una experiencia que abarca del big bang del nacimiento a la supernova final.
Recorre el poemario un aviso de explosión, retenida por la concisión de sus versos, y expresada en repetidos contrastes. Tensión entre movimientos contrarios, entre vivir con todas las consecuencias y no vivir por miedo a que duela.
Sus imágenes tienen siempre un sentido literal y otro rico en significados. Así, la caída, la mayor de las tragedias de la infancia, es lo contrario del triunfo -y consigue aplausos crueles que se niegan al que no cae- pero también símbolo de rebeldía: caer, sangrar, limpiarse la herida, y alzarse con orgullo.
La familia despliega todo tipo de protecciones, como ese mullido y abarrotado sofá desde el que se asiste al triunfo ajeno por televisión, personificado en la figura hiper masculina de un motorista.
Por eso, la reina de las rebeldías es la caída, la gran liberación. Relacionada además con la pérdida de la inocencia: "Hija, no juegues con los chicos porque te harán daño y llorarás". Pero ya es tarde para no saltar. La poeta se asume como mujer manchada de sangre y tierra.
Solo la desalentadora previsión de que, con el tiempo, se llegue a formar un nido propio entre algodones -para amortiguar el amor- le hace dudar, por un instante, de la altura de su vuelo.
"Los días no vividos" ha sido publicado por Ediciones en Huida, 2016.
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