José María Lima
José María Lima (Ceiba, 1934 - ibídem, 2009) fue un poeta puertorriqueño.
Estudió biología, artes plásticas, teatro y matemáticas en Berkeley. También estudió arquitectura en Harvard. Fue profesor de matemáticas en la Universidad de Puerto Rico durante los conflictos de los años sesenta.
En el año 1963 viaja a Cuba donde se relaciona con otros artistas y se declara marxista. El poeta sufrió persecución política que más tarde repercutió en su enfermedad mental.
Por muchos años su poesía estuvo guardada. Sus poemas se hallaban esparcidos por distintos periódicos del país. En el 1982, el poeta y editor José Ramón Meléndes publicó sus poemas bajo el título: La sílaba en la piel.
Fue esposo de la fallecida poeta puertorriqueña Ángela María Dávila con quien publicó en el 1966 Homenaje al ombligo. Más tarde, Elidio La Torre Lagares publica nuevamente un libro titulado: Poemas de la muerte que contiene poemas publicados en La sílaba en la piel y algunos nuevos.
Legado
La poesía de José María Lima tiene una carga poética y filosófica significativa. El primer trabajo completo en forma de libro sobre la obra poética de José María Lima quedó plasmado en el libro de la escritora puertorriqueña Zoé Jiménez Corretjer y se titula: "Lógicas del extravío: Anatomía existencial en la poesía de José María Lima". San Juan: Ediciones Puerto, 2010. En este libro se amplían los estudios formales de la poesía de Lima desde los ángulos estéticos, históricos, míticos y filosóficos. En este estudio también se compila una amplia bibliografía sobre los eventos políticos del poeta durante los años 60 y 70, una bibliografía del autor y una bibliografía de los ensayos sobre su obra poética.
Poemarios de José María Lima
Homenaje al ombligo. San Juan: Quease, 1966.
La sílaba en la piel. San Juan: Quease, 1982.
Poemas de la muerte. San Juan: Terranova, 2009.
Atila, guerra
alita, por inversión, paz
(pero con vuelo)
del huno al hotro
intercalo una red, un puente, un tronco
es decir: Tiendo (o entiendo)
voy y vengo para salir,
mis armas que me asistan.
Para venir
me basta la sonrisa
(de "La sílaba en la piel", José M. Lima)
el caracol se duerme un día
y no suena más cuando se duerme el mar
y las hormigas se cansan
y los pájaros voltean la cabeza cuando llueve
y abren el ojo que da al cielo
Fragmento de Sobre mi tumba suena un caracol
Me iré quedando solo cuando no haya salidas.
Cuando los trenes murmuren, bajo, un nombre
que no será el mío
porque yo me habré ido
preguntando a cada esquina
por caminos de niebla y plomo.
Fragmento del poema Este frío glacial que me sorprende
Ahora digo ayer
aunque lastime.
Camino despacio
este tablado.
Reúno, resucito, respiro.
Escogidas palabras
a una señal,
acuden
a despertar desvelos
olvidados.
Me recuesto a dormir
en las fisuras
(es sabio;
no agrede la ventisca,
de este lado del muro
conozco el empedrado
y las alturas,
el residual espacio
las lagunas
las voces desteñidas
los molinos
los odres engañosos
las bacías vacías;
es tibio)
de reojo
la sorprendo restando
y disponiendo restos.
“Habla a solas”
murmuran los vecinos
yo sé que dialoga
sé a quién promete
aquel lugar oscuro
rodeado de antiguas
fantasías,
ahora pálidas,
pero no le respondo.
antes desconocía
sus mañas
me escurría
hasta sus predios,
mi alforja rebosante
de inocencias.
me parecía leer
en sus tapices
las horas con fortuna
de los días en acecho,
la calma
que encerraban
las borrascas
las fragantes fronteras
del dolor,
la alegría aferrada
a las desgracias.
en ocasiones
me tendió golosinas
mi moneda más limpia
se posó sabiamente.
cuando me dio
la espalda
adiviné fulgores
debajo de sus cuencas.
no tuve la osadía de sonreír
espero que lo sepa.
yo sé de carcajadas necias
con las que hizo
su agosto.
así aprendí sus tretas
más filosas.
ya no invado
su jardín de delicias
me bastan
los antiguos trofeos
secos y patinados
que penden
de mis muros.
(-de Testamento, en Poemas de la muerte).
Los poemas que siguen son de La sílaba en la piel.
¿Por dónde anda mi nombre?
Con sangre de palomas
apretada en el pecho
y desgarrando penas arrugadas,
en mitad del camino
le ha sorprendido el viento.
Un ruido de gendarmes
le atravesó la cara
que traía sostenida en la diestra.
En medio de la noche
le ha sorprendido el tiempo
y un coro de medios-niños
le señaló la ruta
que lleva hasta el dolor
de las fieras hambrientas.
¿Por dónde anda mi nombre?
Por las esquinas duras
de los jueces sin carne
y sin dolor en el cerebro.
Por entre pequeños abogados
de túnica sangrienta,
por entre soldados
con la mitad del cuerpo
hecha de roca estéril
y entreabierta.
¿Por dónde anda mi nombre?
Por entre las piernas rígidas
de un esqueleto musical
y la barriga sonora
de un contador público.
Mi nombre anda por entre
las estepas cerebrales
de un magistrado
hecho de manteca celeste.
Mi nombre baila en la cabellera
de un ángel
hecho plomo y pólvora.
(Mi nombre se sostiene peligrosamente en
la nariz de un obispo honrado que estu-
dia el movimiento de la bolsa cuando le
queda tiempo después de comer niños.)
Mi nombre tiene una arruga
en la frente
y tirita de frío
bajo la planta de un coloso indigestado.
Mi nombre tiene un ojo antiguo
que parpadea de vergüenza
frente a las nalgas
del odio empaquetado,
envuelto en papel de regalo, transparente.
Pero mi nombre es nombre
y nada más.
Se gasta.
Se va consumiendo poco a poco
en la moneda.
Mi nombre no resiste
la avalancha de sombra
que inventó el abuelo
o quién sabe si antes
cuando alguien golpeaba la piedra
y hacía los templos
que después le cayeron encima.
Mi nombre tiene la mejilla
cubierta de musgo
y una flor amarilla muy pequeña
deshechada en su pelo.
Tiene hábito de dormir
debajo del dolor congelado
que heredó de los siglos.
¿Por dónde anda mi nombre?
Muy oscuro, dormido,
enmohecido, disuelto en cigarrillos
de larga longitud,
en estandarte rígido,
en copa de árbol ciego,
en inodoros de plata centelleante.
Mi nombre dividido
se me cayó del rostro
y después de un largo
proceso de evolución
apareció redondo e inútil
en el escaparate de una tienda
adonde venden penas por docena.
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¿qué culpa tengo yo, peregrinando
con esta boca amarga?
¿y quién le dijo al grano,
a la piedra,
a todos los heridos del mundo,
al que me socorre
y al que me deja su uña en el pellejo:
“mira, ése es tu hermano,
en tu sal se levanta,
en tu espejo se mira,
oye por tu oído
y es casi tuyo.
muérdelo –sabes morder-
y penetra su sangre
y deja tu retrato en sus arterias”?
¿hasta dónde me sigue
ese dedo teñido?
escupan, caballeros,
orinen con orden
y dejen en su esquina
el diente que les sobra.
yo no quiero escribir
encima de otros huesos.
yo no quiero hacer
con células ajenas
caminos,
ni montañas,
ni habitaciones.
sólo sé que en mi casa
al llegar me saludo
y me despido al salir,
pregunto por mí y contesto:
“acaba de llegar y está dormido”
y si acaso despierto
con un gusto a pasado en la garganta
me lo trago y digo:
“estoy enfermo,
no puedo más,
me muero”.
después, con mis manos cargadas,
con trucos en mi piel,
juego al presente
sin preguntar,
sin hablar nada,
dejo caer el músculo al tablero
y pierdo.
siempre perdí, desde antes,
porque quiero perder,
porque es justo perder,
porque es de hombres perder,
porque perdiendo gano.
¡sujétenme!, después díganme “ahora”.
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Ciudad de las heridas
vuelve atrás esta tu cara de los espantos
milenarios
rescata al polen
dale tu cacharro al estiércol
moja tu índice
que la arena descanse de su sueño
y diga su historieta
al lado del asfalto
o en su ausencia
por un momento asesina
a los asesinos de las furias verticales
a los aniquiladores de la raíz precisa
a los encerradores de los abridores
a los atadores de los manantiales
a los burladores del buen odio.
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1. El lenguaje es antes que nada algo como un cuchillo o una soga.
1.i Aplicado a una porción de la realidad la transforma para nuestro beneficio. La guía hacia el sujeto.
1.ii Se hace llegar a algo para transformarlo conforme a un deseo o necesidad.
1.iii El lenguaje antes de decir, hacía.
2. La expresión, o la situación o la particular conformación de la materia “puede que…” es a veces algo como el sueño o el reposo. Porque la indiferencia es reposo y sin ella duele el movimiento.
2.i Se hizo el cuchillo de las conchas y las piedras y la dureza de ambas. Se hizo el lenguaje de estas mismas cosas y además del color de las conchas y la blandura del aire y de ciertos olores y de la humedad que los abrigaba. Se hizo del deseo de permanecer que es el sexo y la osadía y la cautela que son deseo de permanecer.
El lenguaje mienta, miente y enmienda, pero mendaba antes de enmendar y esto último antes de mentar o mentir. lo que quiere decir que llenamos ciertos agujeros y estamos en actitud de sentir la separación y nos duele y hay que separarse para sentir la alegría de la separación que es promesa de futuros encuentros. Eso es hablar.
El lenguaje es sexo. Que nadie lo olvide. Opinión subjetiva y parcial pero correcta.
El olvido es muerte que es también reposo porque así lo deseamos. Somos los inventores del olvido. Recordar es sabernos, casi en el sentido cartesiano. Porque sabernos es ser. La sé (a la hembra) cuando recuerdo su hondura húmeda y caliente y los accidentes que me la proporcionan y las muertes en ella.
No podemos reducir la realidad al lenguaje porque estaríamos reduciendo el todo a una de sus partes, y aún cuando fuera cierto que no vamos a caer en contradicción haciéndolo, conocimiento y consistencia no son sinónimos. Pensar una estrella no es tocarla.
Si la contradicción formal es anatema sea, pero siempre ha habido equivocaciones y en el desarrollo del pensamiento algunos cráneos rotos. Ciertos regalos hay que desenvolverlos rompiendo la envoltura. Todo virgo destrozado es una contradicción formal.
La totalidad del saber humano no se reduce a Principia Mathematica ni a Tractacus Logico-Philosophicus. Si así fuera ya nos hubiéramos atrevido a quemar todo lo otro.
El lenguaje es camino sujeto a todas las contingencias del desarrollo y viviendo de sus contradicciones internas. Ser lógicos es admitir que sabemos en que consiste, que tal vez nunca lo sepamos pero que tal vez lo somos en mayor medida.
La lógica es un camino encontrado y otros que nos vamos haciendo, atrechos o enmiendas a los obstáculos reales o imaginarios.
Ser lógicos es alcanzar, cubriendo camino, creciendo en conocimiento y concordancia con todo lo que es menos que yo o que no sea yo en absoluto.
Pensar es también pensar sobre el pensamiento y pensar que pensamos sobre el pensamiento. Aturdirnos y abandonar el pensamiento, tal vez para no volver a él. La locura pudiera ser una parte exquisita del pensar o espinosa o ambas. Muchas veces sentimos que tenemos derecho a la locura otras veces que tenemos la responsabilidad de eludirla. Esa misma relación guardamos con muchas otras cosas como el amor desenfrenado por ejemplo.
El lenguaje es una espada con el mango al rojo vivo. Lo de dos filos ya está gastado.
El lenguaje me separa de las cosas y al mismo tiempo me permite caminar entre ellas.
El lenguaje es coraza, lanza, gancho y balsa. Por supuesto que ni víboras ni águilas ni pirañas lo resisten pero la piraña no es, entre otras cosas, su mordedura hasta el hueso. Y también cultivar margaritas desde el lado oscuro. Por ese saber no lo queremos. Por eso lenguaje es mampara y que se joda. En esa pared nos rascamos con fruición la espalda y tenemos orgasmos. Como la niña en la bicicleta o la dulce llaga en el tobillo.
¿Qué es la raíz de la lengua? ¿Qué es la fuente de la lengua? ¿Qué es la multitud de condiciones que la engendraron? Las diferentes texturas que el movimiento muestra en su desarrollo. Por eso se mostraba antes del lenguaje. El dedo índice y los labios impulsaron los movimientos especiales de la lengua. Quizá también los no-tan-especiales. Puede que se deba al hecho de que la adquisición y la admisión del sustento material depende en gran medida de ellos. Porque queremos ser eternos antes que sentir que lo somos. Y los seguimos deseando después de sentir que no lo somos.
José María Lima en sus propias palabras
POR EUGENIO GARCÍA CUEVAS
El poeta y matemático José María Lima nació en Ceiba, P.R., en 1934 y murió en 2009. Es autor de una exigua, pero descomunal y honda obra poética. Sus libros poéticos son “Homenaje al ombligo” (1967) en coautoría con la poeta Ángela María Dávila, “La sílaba en la piel” (1982), “Rendijas” (2001) y “Poemas de la muerte de la muerte” (2009). Lima es, sin titubeo alguno, una de las voces poéticas más originales y renovadores de la producción poética del país y quizás el poeta más influyente en la promoción de poetas de los 80.
Hace diez años, en 2006, conversé con el poeta en La Placita de Hostos, de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras. Además del busto de Hostos que distingue la pequeña isleta, el contorno sobresale por los cientos de cotorras que viven y anidan en los altos de los árboles del pequeño pulmón verde. Aunque la crónica-entrevista se compuso hace una década había permanecido inédita por diversos motivos. Es la primera vez que sale a la luz pública.
Es la mañana de un 17 de marzo de 2006. El poeta José María Lima llega caminando lentamente, mirando hacia arriba. Parecería que sus emblemáticas sandalias conocieran el camino empedrado del lugar; también se sienta con discreción en el mismo banco de cemento donde le espero desde hace unos minutos. Su voz surge con mucha pausa al responder al saludo. Al contestar las primeras preguntas que le hago es como si quisiera nutrirse del silencio que se aturde en el bullicio que emiten las cotorras que aletean, como peces voladores, en las ramas de los árboles que cobijan la placita Eugenio María de Hostos de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras: allí nos habíamos dado cita para esta entrevista.
Espacios poéticos
Las cotorras a lo alto complotan, pero la voz humana se salva de la conspiración colectiva: “A mí se me hace muy difícil ligar el derrotero poético con la vida personal y señalar las tangencias, circunstancias y explicaciones”, contesta Lima a la primera indagación que le hago sobre la relación entre biografía y poesía. No obstante, amplifica: “Hay cuatro espacios poéticos que yo considero esenciales, no en toda la poesía, sino en la mía. Que son la poesía de guerra, que es la poesía de protesta, poesía ideológica, pero que en el caso de mi poesía eso aparece más en la prosa poética. Otro es el que yo llamo poemas personales, problemas de las psiquis personal, de lo puramente personal, claro que tiene tangencias con todos los demás espacios, no hay duda de eso. Otro es la poesía amatoria, que yo le llamo los óleos esenciales y, por último, que viene corriendo desde el inicio de la concepción poética mía, que es un tipo de poesía que llamo atrechos por el extravío, que viene de mi época surrealista, porque yo me identificada con el Surrealismo en mi juventud y eso tiene que ver con mi condición natural de maniaco-depresivo”.
Muy a pesar del griterío de las cotorras y los cotorros de allá arriba, insisto en lo biográfico y Lima dice: “Yo soy oriundo de Ceiba, pero estudié la escuela superior en Fajardo, ya que en aquellos años en Ceiba no había escuela superior. El nombre de mi madre es Aurelia Rivera y el de mi padre José María Lima. Mis padres eran gente trabajadora, mi madre era costurera y mi padre se fue a trabajar a Islas Vírgenes donde tuvo suerte. Tengo dos hermanos varones: Cheíto y Raúl. Yo entré a la universidad de Río Piedras terminando de cumplir los 16 años, a la Facultad de Ciencias Naturales, y ahí entré en contacto con los grupos de teatro y grupos artísticos de los años cincuenta que trabajaban dentro y en los alrededores de la universidad”, indica Lima lanzando su mirada hacia arriba.
Descubrir la poesía y el teatro
Es irresistible no indagar en los inicios de un poeta. La pregunta queda viva. Entonces Lima dice: “Yo escribía poesía en la escuela elemental, pero luego que entro a la universidad, pues tenía que mantenerme al día en mis estudios en Ciencias Naturales y Matemáticas y el tiempo que tenía libre lo dedicaba al teatro y seguía escribiendo poesía que algunas personas leyeron y me aconsejaron. Entonces en un periodiquito que publicaba Juan Ramón Jiménez empezaron a aparecer poemas míos que a él le gustaron”.
Tras esta respuesta surge la otra pregunta: ¿Cómo te descubres poeta? “Mira yo hacía poesía en Ceiba, en la escuela superior y elemental, pero luego que entro aquí (se refiere a la universidad) fue que decidí coger mi electiva en Teatro y trabajé en algunas obras de teatro. No podía perder mucho tiempo ensayando obras en que yo tuviera papeles de muchos parlamentos, que me cogieran mucho tiempo, por mi disciplina científica y en ese tiempo que tuve en el teatro seguía escribiendo cosas que algunas personas leyeron y me aconsejaron: Eugenio Fernández Granell, Victoria Espinosa y un compañero de teatro, Tuto Machuca. Tuto me aconsejó para aquel tiempo, ya digamos en el 52 o algo así. Tuto era compañero de teatro y me dijo que por qué yo no le llevaba esos cuadernos para darme su opinión y llevárselo a Juan Ramón porque yo era tímido. Entonces se lo llevó a Juan Ramón y Juan Ramón me mandó una notita que decía: ‘Señor Lima es usted un poeta y me alegro de haberlo sabido por mí mismo’. Entonces yo fui ya con ese apoyo y entonces me invitó a la página poética, por ahí andan algunas cosas, yo diría que eran poemas en prosa, un tanto metafísicos”, recuerda el poeta mientras su mirada sigue fija en lo alto, donde siguen las cotorras, no empece a las hebras de luz solar que siguen bajando.
He oído que tú fuiste el mejor actor de la generación del 50. “Para una época fui actor en que trabajaban buenos actores. En términos generales el teatro me impactó mucho y leía teatro e iba mucho al teatro nada más que a ver los ensayos y decidí coger mis electivas en Teatro, pero que también iba a los estudios de pintura, en lo bajo de una biblioteca que había allí, detrás de la Torre, donde enseñaban Granell, don Cristóbal Ruiz y Osiris Delgado. Granell fue quien nos introdujo al Surrealismo, porque él venía del grupo de Bretón y jugábamos los juegos surrealistas y los cadáveres exquisitos, entre otras cosas”, expresa Lima, ahora con la mirada estacionada en la entrada de la torre de la universidad.
La traza surrealista y los inicios
Con lo dicho al final hay un retorno al Surrealismo: Se ha planteado, le digo, que el Surrealismo francés es más descosido, suelto e irracional que el Surrealismo español, que tiende a ser algo más tímido y apegado a la lógica de un lenguaje más sujetado a la tradición. ¿Con cuál de ellos sientes que encontraste más cercanía? La mirada de Lima regresa de la torre y pronuncia: “Mira, con los dos, porque del Surrealismo lo que sobrevive todavía, y que yo creo que es esencial, fueron las técnicas como la escritura automática, el sueño y lo sicológico que no se puede expresar nada más que poéticamente y eso lo llamo atrechos, por eso de la misma espontaneidad”. Lo dicho da para más, por eso la pregunta se alarga: ¿Tú descubres el Surrealismo o tú te descubres surrealista? “Nosotros no nos llamábamos surrealistas y en cierto sentido lo éramos, bajo las enseñanzas de Granell, que venía del círculo de Bretón. Eso nos llenaba de orgullo y tratábamos de entender el Surrealismo y, al principio, vivir como surrealistas, aún cuando no entendiéramos bien, asumirlo como vida, porque aquí no había tablado, como en Francia y en otros países”, resume Lima a lo que inmediatamente añado: ¿Además del Surrealismo, ¿qué otra corriente de vanguardia, crees que de alguna manera te tocó? “Mira, mi motivación primera era el placer que me daba juntar palabras, que tuvieran sentido y ritmo, el Surrealismo es lo que más me atrajo”.
Vamos a otros principios, a los formativos: ¿A qué poetas leías? Lima baja una mano, creo que la derecha, sacude algo de una sandalia y espaciosamente dice: “Yo en mis inicios leía a los que lee todo el mundo. Estando en la High a Bécquer, a poetas clásicos, a Espronceda, a Darío, a De Diego y Lloréns. Cuando yo entré aquí a la universidad, te dije que tenía 16 años, me fascinó el ambiente y me dedicaba a visitar las distintas Facultades y el Teatro”. Una pregunta forzada: ¿Te viste motivado alguna vez a escribir teatro? “Yo empecé unas cosas, pero hay que ver que yo entré a Ciencias Naturales y eso ocupaba la mayor parte de mi tiempo. Así que, si yo quería aventurarme en otras cosas, lo más directo y fácil era la poesía”. ¿Además de Juan Ramón, que otra persona te motivó, leyó y te validó como poeta? “Bueno, a mí me recomendó Granell que le enviara mis poemas en prosa a Johnny Martínez Capó, pues Martínez Capó empezó a publicarme en la Página Poética (se refiere al periódico El Mundo) todo lo que yo le enviaba”, resume Lima, a lo que a renglón seguido añade que como lector en lugares públicos se inició tarde, en la Guagua de la Poesía, sobre todo en Río Piedras y sus contornos.
Seguimos con otras inauguraciones: le indago sobre una posible definición de lo poético, si es posible una conceptualización. Lima lo piensa, pero se lanza: “Eso es bien difícil de definir, como es bien difícil la pintura y cualquier arte. En la misma cita de Picasso cuando le preguntan ¿que usted busca con eso? y él dice: ´yo no busco, yo encuentro´, y eso a mí me parecía que me estaba ocurriendo. Yo no estaba buscando nada a través de la poesía y tuve encuentros felices con la poesía”. La respuesta de Lima invita a otra repregunta: ¿Tú crees que un poeta nace con una predisposición, una intuición especial, o acaso un poeta se hace golpe a golpe? Su respuesta esta vez tarda menos en salir: “Mira yo te diría que ambas cosas. Porque se necesita un chispazo que no puede venir nada más que de uno, apoyado por otras personas importantes, pero en el caso mío la poesía era, hasta que me gradué. Después que empecé a trabajar aquí en la universidad y después de las experiencias de mi viaje a Cuba –yo fui a Cuba en 1963–, desafiando una ley y haciendo claro que íbamos para Cuba, distintos estudiantes de distintas universidades americanas, se consiguieron 47. Eso no me costó la expulsión de la universidad, pero me ocasionó mucho dolor. Se levantó el país en contra mía y el editorialista de El Mundo y entonces empecé a hacer poesía y leía por ahí por Santa Rita y donde consiguiera leer”.
Expulsión de la universidad, matemáticas y poesía
Ligado casi toda su vida a la vida universitaria, otra pregunta se impone sobre el mismo tópico: ¿Pero posteriormente fuiste expulsado de la universidad, ¿qué aprendiste de esa experiencia? “Tuve muchos años de sufrimiento, la universidad me mantuvo tres años, porque me enfermé y no sabía qué era de lo que me acusaban”. ¿De qué te enfermaste? “El tiempo que salí de la universidad todavía no se había descubierto que yo era maniaco-depresivo, lo que llaman ahora bipolar y, bueno, allá el Decano se encargó de jubilarme, después que el Seguro Social dijo que ya no me iban a dar más pagos y yo vine y solicité mi plaza de nuevo y se me negó, hasta que tuve que entablar juicio”.
Me parece fascinante –le digo– que un país tenga un poeta-matemático de tu altura, porque no todos los países del mundo pueden tener un poeta que también trabaje con el saber científico, como es el caso del chileno Nicanor Parra, que es físico. Entonces sale la pregunta: ¿Cómo se concierta la poesía con las matemáticas? “Las matemáticas le dan a uno una disciplina que es también necesaria en la poesía, por más surrealista que uno sea, porque en el Surrealismo sí hay disciplina, pero las matemáticas me han ayudado, hay algo en mi poesía de disciplina. Tiene sus tangencias y sus divergencias con la poesía porque en la poesía uno no puede ser riguroso con las palabras y asignarle un valor absoluto, como se hace con ciertos conceptos matemáticos”.
Hay que regresar a la poesía, que es lo principal para un poeta: ¿Cómo nace un poema en ti, lo sientes como una revelación o una vibración interior que tiene que salir o acaso eres un poeta que se sienta a buscar el poema? “Mira yo no sé, yo pensaba frases, dejaba que me llegaran frases a la mente y después recordaba algunas y las elaboraba. Cuando yo conocí a Ángela María empezamos a tener una actividad de intercambiarnos, siempre diariamente. Nos intercambiábamos un poema, y eso fue lo que se coaguló después en Homenaje al ombligo, poemas sin dibujos, Ángela estudió dibujos que aparecen en ese libro y de los mejores dibujos que yo he hecho, están en ese libro”. ¿Un poema es una vibración no? “Si algo así, y que uno lo va apreciando más a medida que lo va queriendo, no entendiendo, y aún mas, después de publicado o leído”.
¿En qué momento consideras que llegaste a tu madurez poética? “Mira yo no sé si he llegado. En La Sílaba en la piel hay un inicio. Yo no he hecho mucha poesía después de eso. “¿Y cuando llega lo poético, ¿qué haces, lo dejas ahí? “Para decirte la verdad, es que a veces no llega”. ¿No te angustia eso? “Sí, me angustia y, por ende, forzarme a escribir con esa soltura que escribía, pues no me atrae tampoco”. Un poeta, más allá de la crítica profesional o académica tiene derecho a valorar su propia obra, por eso la pregunta: ¿Cuál de tus libros crees tú que es el más logrado, es decir el que mejor te representa como poeta? “Pues mira, Homenaje al ombligo aparece en La sílaba en la piel, en su totalidad y Rendijas aparece en La sílaba en la piel. Yo diría que La sílaba en la piel es mi libro, hasta ahora, y no sé cuando eso va a cambiar”.
Desde que Alfonso Reyes lo planteara, la discusión sobre la función ancilar de la literatura y el arte se retoman cada cierto tiempo. El tema es, si alguna, la misión social de la poesía te atrajo, ¿creíste alguna vez en esa idea? “No, porque siempre creí que era necesaria esa vertiente y he admirado a artistas y a poetas que dedican su vida entera a hacer poesía comprometida, con un programa social e ideológico, pero yo personalmente no me creí comprometido porque creí que mi poesía iba a vivir, en ese sentido, como en los otros poetas puertorriqueños, De Diego y Palés, en que esas cosas, por lo menos el arte amatorio y el arte de protesta, convivían”.
Hay un supuesto, de que toda poesía es en última instancia, testimonio de algo, te pregunto si hay algo de eso en tu poesía. “Es testimonio de muchas cosas, no te voy a decir, primeramente, de la psique personal, es testimonio de eso, de la historia personal, pero es también de la historia de la sociedad, circunstancial y del entorno. Sí, tiene necesariamente que ser, en algunos momentos testimonio de eso. Pues si algo tiene que testimoniar la poesía es la alegría y el sufrimiento de la grey, además de la psique personal, pero que uno no puede disociar, divorciar el testimonio personal del testimonio colectivo, porque eso está ahí cada minuto. Uno entra y sale y le dicen que mataron a cuatro, en Barceloneta o en Juana Díaz, y eso impacta a uno, como ahora mismo la cuestión de los deambulantes. Hay por lo menos, aquí en Rendijas (se refiere al tomo de su poesía editado por Jan Martínez) unas cosas que me salieron, que son como intentos de describir lo indescriptible que es un festival de deambulantes, en que todos se reúnen”, dice Lima mostrando la página y señalando los poemas aludidos: “Estos son poemas que algunos se refieren a los deambulantes de Río Piedras, es como volver a los poemas de guerra, pero enroscando”.
Una obra poética tan arrítmica, en términos difusivos, como la de Lima demanda algunas indagaciones en lo que concierne a la ordenación y edición de sus poemas: ¿Estás conforme con la manera en que se han organizado tus poemas, tanto por Che Meléndez como por Jan Martínez, es una ordenación cronológica? “No es cronológico, en los dos es más bien por tema”. ¿Te gusta más el orden temático que el cronológico? “Sí, yo creo que sí. Y una cosa que yo he dicho y que alguna gente se espanta es que cuando yo me sentía en un poema, que tenía que tomar partido entre el significado y el ritmo de un poema, sacrificaba el significado. Eso, porque yo sabía que después de ese punto ese significado, que yo había aparentemente sacrificado, iba a aparecer en el poema después. Siempre apostaba al ritmo porque ese significado volvía. ¿En ese poema o en otro? “En ese poema o en otro. Yo pensaba, y ese era el trato, que ese significado volvía porque si eso ha salido del ente, está ahí todavía, aunque yo lo haya retirado de circulación por un tiempo”.
Una curiosidad: ¿Por qué no le pones título a los poemas? “Porque ponerle título a un poema es escatimarle algo al lector; porque el poema cuando se ofrece es para que el lector lo lea como le dé la gana, le dé la lectura que entienda. Si uno le da título estamos imponiendo un deseo personal, un significado personal que incluso años después puede haber cambiado para el mismo autor. Es darle una dirección de lectura y eso no ayuda al lector, eso lo desayuda. El lector debe considerarse abierto a darle la interpretación que él quiera al poema y si ve un título ya se siente obligado a pensar en ese título”, asevera tajantemente Lima liberando a sus lectores potenciales.
Generación y ética
Miembro de la casi secreta Generación del 50, le pregunto por el componente generacional y por los que vienen luego: los del 60 y del 70. De los suyo recuerda a Antonio Quiles y a Jaime Vélez Estrada. Entonces al llegar a Guajana se detiene: “Guajana no me atraía, bueno, porque yo creía que la poesía debía tener otras cosas, además de poesía de barricada, debería, y claro no abandoné nunca la poesía de barricada o poesía ideológica, pero que me alaban otros hilos, como te dije en esos cuatro espacios”, ya esbozados al principio de la entrevista.
Parecería que con lo dicho Lima cierra el tópico, pero no. El poeta reconquista la voz y abunda: “El problema era que mucha de la gente que hacía arte, lo mismo poesía que pintura y grabado estaban bien comprometidos ideológicamente y nosotros sentíamos –en realidad lo sentíamos– y yo creo que el curso que tomó mi poesía le da un poco la razón: que no teníamos que comprometernos absolutamente con el aspecto ideológico del arte, porque nosotros veníamos haciéndolo también, dentro de nuestra poesía. Solo que no lo tratábamos de señalar, nuestros poemas de guerra, los poemas identificados con la desgracia humana están ahí, pero que yo no quería que se identificara en la totalidad de mi poesía con ese aspecto, como no quería que se identificara con la poesía amatoria completamente y mis poemas de índole personal, que yo también, vamos a decir, los amaba mucho. Después que los escribía me gustaban, me movían, me impulsaban”, concluye el poeta, quien antes de ser editado en el soporte de libros ya había publicado en periódicos, incluso en la revista Zona, según sus palabras.
Le indico que a él se le reconoce como el poeta vivo puertorriqueño más importante, pero que, no obstante, su poesía no ha recibido la difusión que merece ese reconocimiento. ¿Tiene esto que ver acaso con tu militancia nacionalista o tuvo que ver? A lo que el poeta confiesa categóricamente: “Militancia nacionalista yo no me atrevería a arrogarme”. Un sector de los llamados poetas de los 80 ha reclamado tu influencia a raíz de la publicación de La sílaba en la piel. Es decir, que querían rescatar lo que usted había hecho, pero sin dejar de patrocinar la nación, darle una autonomía a la poesía. “Sí, porque nosotros creíamos que la poesía, si era verdadera poesía, pues el país la necesitaba también. Claro, eso es una cosa que uno se da cuenta tarde. Después uno entra en cuenta que algo de valor tiene eso como toda actividad de todo puertorriqueño porque el país la necesita también, si es que tiene valor”.
En términos de proposiciones filosóficas, ¿qué te atrae: existencialismo, fenomenología, etc.? “Yo conozco con fondo filosofía, casi ninguna. Del existencialismo he leído a Sartre y el Surrealismo mismo que proclamaba una manera de vida”. ¿Qué es lo que más admiras de una persona? “Que se sostenga en lo que dice, la consistencia, la facultad de vivir sus palabras, de arrepentirse si hay que arrepentirse, que reconozca el error como parte de sí mismo. Ver lo que fueron sus errores. Eso: vivir amparándose en sus dichos y hechos y no negar, de buenas a primeras, como si no hubieran sido, dichos y hechos”, afirma el poeta mirando ahora hacia la lejanía.
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